El mundo de las apariencias
Raúl Prada Alcoreza
La pregunta directa es: ¿Por qué las sociedades institucionalizadas se sienten cómodas viviendo en el mundo de las apariencias y prefieren soslayar , de entrada, la complejidad dinámica del mundo efectivo ? Prefieren vivir a la sombra de las instituciones , como si fuesen árboles que refrescan; prefieren las ceremonias donde cantan loas a sus logros, donde se lanzan flores, entre los “hombres respetables”; prefieren los ritos, que supuestamente los protegen del caos y de las dudas , así como de las incertidumbres . De este modo, se embarcan en viajes imaginarios por aventuras, que son narrativas compartidas ; como, por ejemplo, la evolución , el progreso , el desarrollo , el crecimiento , la civilización , la modernidad . Se suben a naves , en las que confían, pues las rutas ya están trazadas ; por lo menos, en los mapas . Cuando estas naves se pierden en el viaje, en mares y cielos desconocidos, culpan del error y el accidente o al capitán del barco u a oscuros conspiradores , cualesquiera sean éstos. No sospechan, por nada, que quizás el problema se encuentra en la misma máquina, que los conduce en el viaje, con supuesto destino conocido o esperado.
El mundo aparente no es exactamente fantasmagórico , sino es el mismo mundo efectivo , solo que recortado por los bisturís de las instituciones . Es, entonces, una parte del mundo efectivo , captado y apropiado por las mallas institucionales ; recorte al que se le atribuye comportamientos inmanentes y trascendentes , lógicas o leyes que se encaminan al telos del mundo . La confianza o la seguridad mundana vienen de este supuesto o mito ; que el mundo concebido , narrado, explicado y hasta supuestamente conocido , es lógico y racional ; de la misma manera que lo son las estructuras institucionales y las cabezas racionales que comparten esta ideología .
El problema aparece cuando este mundo de las apariencias es tan distinto al mundo efectivo , debido, sobre todo, a que el recorte obtenido del mundo efectivo ya es anacrónico ; corresponde a un presente pasado , que queda solo como huellas en el ahora presente[1] . En consecuencia, las sociedades institucionalizadas , sobre todo, sus mallas institucionales , sus dinámicas estatales y mecánicas gubernamentales , actúan en base al referente del recorte anacrónico . Lo que hacen no tiene posibilidades de incidencia correctiva , menos la capacidad de resolver problemas ; la incidencia es, mas bien, destructiva , devastadora y desoladora. Quizás se pueda decir que estas condiciones de imposibilidad históricas son la base de la decadencia y del nihilismo de la civilización moderna , particularmente, en su etapa tardía[2] .
Parece muy difícil salir de este entrampamiento , sino es ya imposible . Los gobiernos están tan convencidos que tienen la visión correcta ; prejuicios sostenidos en la maquinaria estatal . La que les da como un cierto ambiente de seguridad corroborada por el Estado, que se asume como la realidad verificada por el poder . La sociedad institucionalizada, a pesar de su dudas , que no son insistentes, sino apenas chispazos intermitentes, cada vez más espaciados, también está convencida que la realidad es el ámbito corroborado de prácticas acostumbradas , conocidas y habituales. La realidad se reduce entonces al pragmatismo del sentido común generalizado .
En otras palabras, la sociedad institucionalizada , atravesada por las mallas institucionales , las instituciones civiles y estatales , incluso las culturales , las estructuras estatales , se encuentran cobijadas por las telarañas del mundo aparente, que inventaron y construyeron. En estas condiciones histórico-políticas-culturales , no hay posibilidades de emancipación y liberación. Las condiciones de posibilidad histórico-político-culturales de las emancipaciones y liberaciones no se encuentran en las sociedades institucionalizadas , sino en las sociedades alterativas . Las sociedades alterativas corresponden a los flujos de la potencia social , en la medida que estos flujos pueden desenvolverse y realizarse. Las sociedades alterativas son los substratos efectivos , reales , en el sentido de la complejidad de las dinámicas moleculares y molares sociales . Sobre estos substratos magmáticos , las sociedades institucionales se erigen y éstas edifican sus mallas institucionales , que sostienen la idea del Estado, como ideología del poder , así como materialidad institucional . Sin las sociedades alterativas , no podrían existir las sociedades institucionales ni sus invenciones estatalistas .
Otra paradoja del poder es que el mundo de las apariencias , donde se afincan las máquinas de poder , las máquinas de guerra , las máquinas jurídicas, las máquinas de la deuda infinita , en resumen, el Estado, se establece en las constelaciones de cuerpos y territorios de las sociedades alterativas y de las ecologías de la biodiversidad ; empero, ocultándolos, expulsándolos a las sombras; es más, buscando no solo su encierro , sino también su destrucción . La paradoja se hace llamativa cuando se observa que, precisamente, destruye sus propias condiciones de posibilidad de existencia[3] .
Los síntomas de la decadencia de la civilización moderna , abarcando al sistema-mundo capitalista , al sistema-mundo cultural , al sistema-mundo político , muestran, en el presente , la magnitud e intensidad del alcance de la enajenación , por así decirlo, del mundo de las apariencias , en sus crisis múltiples . Crisis orgánicas económicas, crisis de legitimación, crisis políticas, crisis del Estado-nación y del orden mundial, que los cobija y sostiene; crisis ideológica y de valores. Estas crisis se vuelven patéticas en los anecdóticos dramas cotidianos de la política y de las clases políticas; en los desenlaces de sus tramas , repetidas y reiteradas; desenlaces que hablan del eterno retorno a la banalidad.
Ningún Estado-nación del mundo se salva de esta decadencia . Todas las formas gubernamentales se desbocan, cayendo a una especie de agonía lenta y pútrida. Sus ideologías , supuestamente antagónicas, sus discursos, supuestamente en polémica, no los salva ni termina distinguiéndolos, sean de un lado o de otro, del esquematismo dualista político . Estas diatribas o si se quiere, estos debates , estas diferencias políticas , forman parte la gama de las genealogías del poder , que convergen en la centralidad de la acumulación de capital , del dominio financiero, de la centralidad descentralizada de las redes de las empresas trasnacionales ; oligopolios compactos y complejos, que abarcan cadenas productivas, circuitos financieros, circulaciones comerciales, control de stocks de reservas de recursos naturales.
Los partidos en el gobierno, por más enemigos que se conciban, terminan haciendo lo mismo, en aras de un pragmatismo condescendiente[4] . Aunque se den variaciones; estas aparecen dentro del intervalo del margen de maniobra permitido por el orden mundial y por el sistema-mundo capitalista . En este círculo vicioso del poder[5] , no debería sorprendernos la decadencia encarnada en los personajes políticos ; sobre todo, en los que son señalados como “líderes”. Ellos, lo único que hacen es prestar su cuerpo para que sea usado por los decursos de la decadencia ; otorgando a estos cuerpos vulnerables , personificados, los simbolismos que detenta el poder y la reproducción del poder . Como si estos individuos, que cada vez se parecen más a los personajes de la comedia , fuesen el poder mismo o la promesa misma, así como el programa de emergencia mismo. Esta narrativa carismática no es más que parte de los fetichismos, desparramados por la historia política de la modernidad. Solo, que en el presente , los cuerpos simbólicos , los personajes políticos , son cada vez más inadecuados para sostener las pretensiones de grandeza de los símbolos usados. En consecuencia, se hace evidente el desajuste , la incoherencia entre la ilusión del discurso y la efectiva manifestación de la política.
Para seguir con el argumento y la exposición de La simetría de los opuestos[6] , los desbordes de la decadencia aparecen tanto en el centro del imperio , el orden mundial , como en las periferias , pretendidamente “progresistas”, así como en las bisagras de las potencias emergentes . En todas estas regiones de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, los personajes políticos se parecen a las imitaciones de referentes políticos connotados por los discursos ideológicos. Las imitaciones cada vez son más forzadas y hasta grotescas. Sin embargo, el mundo de las apariencias sigue por inercia .
Es pues un desatino o, si se quiere, una desesperación, el culpabilizar de la decadencia a estos tristes personajes, que alzan vuelo, como murciélagos, en pleno crepúsculo del sistema-mundo moderno . El culpabilizar ha sido el procedimiento religioso de expiación, de limpieza y purificación; se sostiene sobre la insistencia condenatoria del pecado . La responsabilidad ante esta decadencia , que se apresura vertiginosamente al desastre , es de todos; de todos los pueblos que dejan hacer a los políticos, a los empresarios, a los gobiernos, a los “líderes”, lo que hacen; que cada vez es más insólito e inocuo.
[6] En Círculo vicioso del poder . Ob. Cit.