Crítica de la ideología

14.12.2015 10:49

Crítica de la ideología

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 

 

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Índice:

Prólogo

Retórica   e   ideología                                                           

Formaciones singulares “ideológicas”

Fetichismo “ideológico”                                            

Texturas entrelazadas                                                           

Marxismo de guardatojo                                                 

El aprendizaje dramático de la lucha de clases                                                                          

Potencia y acontecimiento

Aporías del capitalismo de Estado

La “ideología” del nacionalismo-revolucionario                   

Crepúsculo del sistema-mundo capitalista

Los tejidos y manejos del poder                                                                                   

El fetichismo del capital                                            

La levitación política                                                 

El capital, una de las serpientes

de la cabellera de Medusa del poder             

La unidimensionalidad economicista

Capitalismo andino amazónico e ilusión estadística                   

¿Qué es el capitalismo?                                                         

Alteridad de los movimientos sociales

Potencia social o poder

Gobernanza mundial de los pueblos o

Estado de excepción mundial                                                

Ultra-burguesía y Estado de excepción mundial

Clausura del espacio aéreo y de las soberanías                                     

La agonía del Leviatán

Estado policial paranoico mundial o

gobernanza democrática y participativa de los pueblos

La lucha es por preservar la democracia                        

Globalización del diagrama del control                                                        

La potencia de la vida

Defensa de la vida y lo común

Contra-vida

El sistema-cultura-mundo capitalista                             

Expropiación de lo común

Lo común no es estatal ni privado                             

Los alfiles y caballos del modelo

colonial extractivista                                                                         

Cartografías políticas singulares

Estructuras de poder viciosas                                                        

Las peculiares formas del poder                                                                       

Juegos de poder                                                        

Genealogía y hermenéutica del presente                   

Genealogía de la decadencia                                      

Potencia social o poder

Alteridad y/o gubernamentalidad                                                  

Pliegues y despliegues de los

movimientos sociales                                                

Complejidad de los movimientos sociales                

Alteridades y alternativas en

la movilización prolongada                                       

Conclusiones                                                                        

La política en tiempos del estaño y el petróleo

En busca de la política perdida                                              

El Estado rentista y las políticas monetaristas                             

Más allá de la política                                                 

¿Cuál es el problema político?                                                                

Atrapados en sus propias redes                                            

Callejones sin salida                             

Estrategias suicidas del progresismo mutilado                    

Liberar la potencia

Dejar los esquematismos                                           

Hacer presente la autogestión                                               

 

 

 

 

 

 

 

Prólogo

Retórica   e   ideología[1]

 

Ha tenido que imponerse una disociación entre la forma discursiva (la retórica) y una forma ideacional que pretende ser contenido del discurso (sentido), para que la lucha por la persuasión se traslade del arte de la argumentación a los aparatos ideológicos. De lo que se trata es de prevalecer. En la era del capitalismo la lucha parece centrarse en las concurrencias de ideas (paradigmas).Son los sistemas de ideas los que parecen prevalecer. Es a través de la presentación de estos esquemas que se busca la legitimación del referente de estos sistemas de ideas (estado, mercado, capitalismo, socialismo, liberalismo), ¿pero estos sistemas ideológicos han dejado acaso de ser figuras retóricas, han dejado de ser tropos? ¿No son acaso metáforas de la felicidad?

 

La “retórica” moderna, si se puede hablar así, no busca tanto un convencer en un auditórium democrático, sino más bien pretende validez y veracidad. Se pasa al trabajo de demostrar que su planteamiento es objetivo (científico) y ético (justo). No se trata tanto de una convención como de convencerse a sí mismo de que se está en lo justo y en lo verdadero. El modelo científico atraviesa todos los ámbitos de la sociedad moderna incluyendo los relativos a la propaganda ideológica. Sin embargo, esta pretensión de verdad no ha dejado de recurrir a la argumentación, sólo que lo hace en otro contexto y de otra manera. De cierta manera y de una manera aproximada se puede decir que la filosofía se ha transformado en ideología y la ciencia es imitada en esta nueva “retórica”.

 

 También es una aproximación decir que se trata de una nueva teoría de la retórica. Está por verse que la hermenéutica y el pragmatismo son las nuevas teorías retóricas. Estamos muy lejos de acercar las teorías comunicacionales y semiológicas a las teorías retóricas o sobre la retórica. Aquellas teorías relativas a las ciencias de la comunicación y a las ciencias del lenguaje no son teorías sobre la retórica, pues se mueven más bien en terrenos disciplinarios del conocimiento de la comunicación y del lenguaje y no así en los terrenos del arte del convencimiento y de la persuasión. Sin embargo, estas teorías disciplinarias, heredan cuestiones fundamentales de la retórica. Por ejemplo, cuando se tocan cuestiones relativas a la interpretación y a los efectos prácticos de los discursos, de los medios, de la publicidad y de las imágenes. En este caso se puede ver que se trata de disociaciones, autonomizaciones y desarrollos posteriores de lo que contenía como aspectos particulares la retórica. Por eso, tampoco estamos lejos de considerar a la hermenéutica y al pragmatismo como las nuevas teorías sobre las transformaciones de la retórica. Tampoco podemos considerar a la ideología como práctica de la nueva retórica. Ciertamente la ideología es un acontecimiento moderno. La retórica trabaja los imaginarios colectivos en contextos determinados, en cambio la ideología explota de modo instrumental aspectos fijos de los imaginarios colectivos, aspectos generalizables de las representaciones sociales. Estos aspectos han dejado de tener la movilidad y fluidez que tenían como imaginarios, para convertirse en esquemas de propaganda, publicidad y propagación ideológica. Estos modelos son usados    políticamente. Esto quiere decir que la práctica ideológica no solamente tiene efectos de legitimación, sino que también tiene efectos prácticos en lo que respecta al campo político. Los engranajes de la gobernabilidad son acoplados y puestos en movimiento, acompañados por discursos ideológicos; las fisuras, rupturas y quiebres del sistema son ocultados, el conflicto social es escondido, las escisiones del campo político son cosidas por los hilos discursivos de la ideología.

 

Discurso, ideología, legitimación y poder son distintos planos (campos) de una constelación de territorios que conforman el complejo social. Obviamente otro de los campos es el económico, en tanto y en cuanto en el capitalismo cobra la apariencia de   autonomización y hegemonía. En este contexto histórico-social, relativo al modo de producción capitalista, al hablar de la relación entre retórica y política, el campo económico aparece como horizonte. Sin lugar a dudas los prácticos procedimientos, ordenamientos y organizaciones económicas no podrían explicarse sin los recursos discursivos (comunicacionales), sin los amparos ideológicos (esquemas figurativos de clase), sin los procesos de legitimación (hegemonía) y los procedimientos de gobernabilidad. Estas prácticas sociales, correspondientes a otros campos sociales, hacen, a su vez, de contexto y de substrato efectivo al aparato económicoLa economía capitalista no podría funcionar sin un mínimo de convencimiento. Como se puede ver, hay una suerte de diseminación de la retórica, en su sentido antiguo, en la sociedad moderna, sobre todo en lo que respecta al estallido de prácticas sociales de los diversos campos. Pero, por otra parte, como en compensación, la retórica se ha reconcentrado y restablecido, reinventándose en aquellos lugares donde la crítica ha sido posible. Hablamos de la crítica en su forma contemporánea; crítica de la filosofía, crítica de la ciencia, crítica de la modernidad, crítica de la política, crítica de la cultura.

 

En todo caso los alcances de la retórica antigua parecen ser menores a los alcances que tienen hoy las prácticas ideológicas y comunicacionales. No solo porque se trata de los nuevos auditórium, de los nuevos escenarios, que resultan más grandes, en comparación con los de la antigüedad, tampoco tiene que ver del todo con que estemos ante una proliferación de auditórium sin precedentes en todo el campo social, sino que la pérdida y el deterioro de la retórica tiene que ver con las incorporaciones instrumentales modernas, sobre todo porque estas prácticas ideológicas y estas redes comunicacionales tienen inmediatas repercusiones en la sociedad, en sus instituciones, en sus modus operandi, en la modulación de las conductas y los comportamientos. Con esto se habrían roto las mediaciones reflexivas y democráticas de la discusión. Cobra importancia el desenlace político, la modificación o consolidación de las cartografías de fuerzas en movimientos, en tensión y colisión. La sociedad se está transformando constantemente por el ritmo de las prácticas instrumentalizadas. Esta es una segunda razón por la que se puede decir que, de todas maneras, la “retórica” está íntimamente ligada a la política, en sus dos formas encontradas, la gobernabilidad y el conflicto. La política usa la “retórica” no solo como arte de la argumentación, como técnica (techné) de persuasión y como procedimiento de convencimiento, sino que construye su propia justificación, buscando movilizar las fuerzas en orientación a los fines perseguidos. En este sentido, la manipulación “retórica”, ideológica comunicacional, instrumental del lenguaje y las imágenes constituye un espíritu de la época. Desde la perspectiva de los procedimientos de gobernabilidad o de gobernanza, si nos remitimos al nuevo espíritu del capitalismo, el nuevo espíritu busca comprometer a los sujetos en la movilidad social de las fuerzas en aras de las nuevas estrategias de acumulación del capitalismo desterritorializado en el contexto de la globalización.

 

 

 

Los escritos sobre retórica de Friedrich Nietzsche

 

En su Descripción de la Retórica Antigua (Darstellung der Antiken Rhetorik), del semestre de invierno de 1872, Friedrich Nietzsche parte del concepto de retórica. De entrada aprecia la retórica de los antiguos del modo siguiente:

 

La retórica se enraíza en un pueblo que todavía vive entre imágenes míticas y que no conoce la necesidad absoluta de la fe histórica; ellos prefieren, mas bien, ser persuadidos que instruidos[2]

 

Nietzsche dice que se trata de un arte esencialmente republicano. La formación del hombre antiguo culmina habitualmente en la retórica, que es tomada como la suprema actividad espiritual del hombre político bien formado. Platón decía que la retórica es una habilidad, empeiria  caristoz tinoz kai hdonhz apergasiaz  (experiencia de una cierta gracia y agradable en expresión). Pone la retórica al mismo nivel que el arte culinario (oyoopikh), el arte de la cosmética (kommwtikh) y la sofística de la kolakeia (halago)[3]. En cambio en Fedro se concibe un orador cuya función trasciende la ornamentación; en vinculación con la dialéctica tiene que manejar los conceptos con una claridad absoluta. Además se trata de un orador que conoce el alma humana. Este orador no solo debe trasmitir conocimientos sino manipular a las multitudes.

 

 

 

De la ideología gubernamental

 

La palabra ideología es problemática, lo fue desde sus inicios. El término ideología fue formulado por Destutt de Tracy en Mémoire sur la faculté de penser, publicado durante 1796. La tesis concibe la ideología como la ciencia que estudia las ideas, su carácter, origen y las leyes que las rigen, así como las relaciones con los signos que las expresan.

El concepto de ideología es problemático para el marxismo; en la Contribución a la crítica de la economía política Karl Marx escribe que el conjunto de las relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. En otras palabras, Marx concibe a la ideología como una superestructura.

Antes, en el periodo que se conoce como la etapa del joven Marx, en las anotaciones, organizadas posteriormente como libro, tal como aparecen en la Crítica de la Filosofía del Derecho en Hegel, Marx escribe:

Es cierto que el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas, que el poder material tiene que derrocarse por medio del poder material, pero también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas. Y la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y demuestra ad hominem; y argumenta y demuestra ad hominem cuando se hace radical. Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo[4].

 

La institucionalización del marxismo como materialismo histórico define el concepto de ideología en tanto forma parte de la superestructura, junto con el sistema político, la religión, el arte y el campo jurídico. De acuerdo a la interpretación institucional, la ideología se encuentra determinada por las condiciones materiales de las relaciones de producción, conocidas también como estructura económica y social. La adecuación a estas condiciones materiales se comporta como una "falsa conciencia".

Desde esta perspectiva la ideología es legitimadora del orden socialpolítico y jurídico. La ideología funciona como dispositivo de convencimiento, explica y valora lo que hay, le da un cierto aire de naturalidad o, mejor dicho, de historia lograda.

Aunque no podemos reducir las definiciones de la ideología dadas por las distintas corrientes marxistas a este maniqueísmo de la “consciencia falsa”. Las corrientes teóricas recientes han problematizado el concepto de ideología. En esta perspectiva, contaríamos con los trabajos de Ernst Bloch, Wilhelm Reich, de Antonio Gramsci, Así mismo de Nicos Poulantzas, más tarde de Louis Althusser, también de Karl Mannheim. Podemos comprender estos trabajos críticos en tanto y en cuanto se oponen al reduccionismo de la ideología a la figura de la “consciencia falsa”, también a responder mecánicamente al determinismo económico, expresado en la metáfora arquitectónica de estructura-superestructura. Sin embargo, a pesar de los aportes de la crítica, la clarificación sobre la ideología no se logra, aunque se enriquezca la discusión. Terry Eagleton, en sus investigaciones sobre la ideología y la concepción marxista de la misma, ha encontrado que en los escritos del propio Marx existen teorías diferentes sobre el punto.

En lo que se puede llamar el marxismo occidental, tal como lo ha hecho Perry Anderson, sobre todo para los historiadores de orientación no ortodoxa, que suele llamarse marxiana, particularmente en Francia e Inglaterra, de alguna manera ligada a la renovación historiográfica de mediados del siglo XX, que provoco la Escuela de los Anales, es compartida la tesis de que es imposible explicar la historia de un modo determinista. Desde esta perspectiva, puede encontrarse en la historiografía interpretaciones dinámicas de la ideología, construidas a partir del seguimiento de las investigaciones históricas de la ideología. Por ejemplo, se habla de la ideología dominante, de las adecuaciones de la ideología dominante a las nuevas condiciones del periodo o de la coyuntura, también del contexto. También se sugiere la emergencia de ideologías alternativas que entran en competencia con la ideología dominante, produce una crisis ideológica. Es en este contexto donde se puede comprender el sentido de la noción de crisis ideológica.

 

Fuera del campo marxista, hay dos autores postmarxistas que se han apartado del concepto de ideología, es más, que lo han criticado y lo consideran inadecuado para explicar los fenómenos que se dan en el ámbito imaginario, de los lenguajes, de las representaciones, de los conocimientos. Uno de esos autores es Michel Foucault, el otro es Pierre Bourdieu. Michel Foucault considera que el concepto de ideología se basa en supuestos insostenibles; uno de ellos es el supuesto de reflejo, que vendría a ser el resultado mecánico del determinismo. El otro supuesto es el de la represión, que las ideologías funcionan sobre la base de un dispositivo represivo. Michel Foucault considera que es menester lograr una interpretación materialista de los saberes, de la producción de verdades, de la hermenéutica del sujeto, a partir de las relaciones, estructuras, diagramas y agenciamientos del poder. Pierre Bourdieu no acepta la separación entre algo como ideología y la realidad, dice que esto no ocurre, ni podría explicar nada. Las representaciones forman parte de la realidad, así como los imaginarios; son dispositivos productores de realidad. Se concentra también en las prácticas, en los procedimientos, en los campos, sobre todo el campo escolar, así como en el habitus, como escenarios y espacios donde se construye la realidad.

Una comparación de estas interpretaciones teóricas, nos muestra que los marxismos no se habrían movido de una concepción dualistamateria-ideaestructura-superestructurarealidad-consciencia falsa; en tanto que estos autores propondrían una interpretación integral, compleja y dinámica de los fenómenos articulados que se dan en las sociedades.

Vamos a recurrir a estos autores, a sus teorías e investigaciones, para abordar un tema recurrente en la práctica política, la producción de realidades, a partir de los dispositivos discursivos, el control parcial o total de los medios, el monopolio de la violencia simbólica y el monopolio de la violencia física. Interesa contrastar las representaciones del poder con las descripciones más amplias que se puede hacer de los recortes de realidad, de los contextos problemáticos y disputados entre la institucionalidad del poder y los movimientos sociales alternativos y alterativos. A propósito, va a ser sumamente sugerente contrastar un reciente y recurrente discurso político, que circunscribe el conflicto amazónico en la teoría de la conspiración, bajo la figura esquemática del dominio absoluto de los patrones y el sometimiento total de los pueblos indígenas, con los otros discursos, sobre todo con las otras prácticas y relaciones que se dan en este inmenso continente ecológico que es la Amazonia.

Al respecto, hacemos notar que, cuando nos referimos a la “ideología” gubernamental, lo hacemos entrecomillando ideología, pues consideramos que es una tesis inadecuada para abordar la problemática de los saberes, de las formaciones discursivas, de los ámbitos imaginarios, de los sistemas simbólicos, de los esquemas de comportamiento y conductas. Preferimos acercarnos a la perspectiva compleja de Foucault y Bourdieu. Se trata de relaciones de poder, de estructuras de poder, de diagramas de poder, de violencia simbólica y violencia física del Estado, se trata de habitus, de subjetividades y sujetos, de usos del capital simbólico, del capital cultural, del capital económico y del capital social. Se trata entonces de señalar a la “ideología” gubernamental como retórica propagandística y dispositivo de poder con pretensiones de verdad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fetichismo “ideológico”

 

 

 

 

 

 

 

La que parece más adecuada lectura de Marx, lo que podemos tomar como el aporte teórico y crítico más fuerte de Marx, es, desde nuestro punto de vista, indudablemente, la efectuada y reconocida como teoría crítica de la “ideología”. La premisa fuerte se encuentra en el capítulo de El capital titulado El fetichismo de la mercancía. La crítica es la crítica de la cosificación; dice que la “ideología” económica ha reducido las relaciones sociales a relaciones entre cosas, como si hubiera relaciones entre cosas y no relaciones entre sujetos sociales. El fetichismo de la mercancía es la expresión más aguda de la crítica de la “ideología”. El fetichismo de la mercancía no es el único fetichismo, hay otros, el fetichismo del Estado, el fetichismo institucional, el fetichismo del poder, el fetichismo discursivo, el fetichismo teórico; en conjunto podemos hablar del fetichismo “ideológico” o, si se quiere, del fetichismo como mecanismo operativo de la “ideología”.

 

La paradoja del marxismo es que, a pesar de esta crítica de la “ideología”, ha caído también en la “ideología”; es decir, en el fetichismo, ha convertido al marxismo en una “ciencia”, en el sentido positivista. La “ciencia” convertida en una verdad objetiva, cuyas leyes son indiscutiblemente las verdades de la historia.  A esto llama las leyes de la dialéctica, las leyes del materialismo histórico y las leyes del materialismo dialéctico. También ha convertido al partido en otro fetiche institucional; sin partido no hay “revolución”. El partido es la vanguardia, la consciencia del proletariado, aunque esté constituida por intelectuales de las “clases medias”.  No se trata de discutir su procedencia, lo que sería inocuo, tal como lo hacen los “marxistas” militantes, al demarcar ciencia proletaria de ciencia burguesa.  Postura que los ha llevado a grotescas afirmaciones; por ejemplo, cuando opusieron la técnica del injerto como ciencia proletaria, frente a la genética, considerada ciencia burguesa. De lo que se trata es de mostrar esta pretensión vanguardista, de sustitución del proletariado, sobre todo, su pretensión de ser la consciencia histórica del proletariado.

 

Se entiende que en la lucha política se emplee los recursos de la lucha “ideológica”, pensada por un connotado teórico marxista como el terreno “teórico” de la lucha de clases. Se comprende, que para la formación de la militancia, se inculque este espíritu de cuerpo, que es el del partido; sin embargo, esto no avala, de ninguna manera, la pretensión “ideológica” de la llamada vanguardia. La teoría de la lucha de clases, que es la otra tesis fuerte del Marx, no sostiene esta pretensión “ideológica”.  La lucha de clases - que no solamente se reduce a la lucha entre el proletariado y la burguesía, como muestra pedagógicamente El capital, sino que se abre a la lucha entre clases dominantes y clases dominadas, en el conjunto de clases que componen las sociedades modernas, en clave heterogénea - no sostiene la tesis hegeliana de la consciencia en sí y su superación en consciencia para sí. Esta interpretación es forzada, no por Hegel, ni por Marx, sino por los “marxistas” militantes, celosos positivistas, respecto de la “ciencia”, celosos “ideólogos”, respecto de estos discursos formativos.

 

La materialidad política de la lucha de clases, donde se forman las clases, según la lúcida interpretación del marxista británico Thompson, no sostiene una tesis espiritualista como la dialéctica de la consciencia, que deja de ser en sí para llegar a ser para sí. Sólo una militancia celosa y fundamentalista podría hacer esta clase de bodrios, mezclando las tesis materialistas de la lucha de clases con las tesis “idealistas” hegelianas.

¿Qué es la “ideología”? Terry Eagleton, después de mostrar la pluralidad de nociones, acepciones y usos de “ideología”, seleccionando un enunciado adecuado, responde:

 

Así pues, ¿a qué hace referencia la ideología? Quizá la respuesta más general que la ideología tiene que ver con la legitimación del poder de un grupo o clase social dominante. “Estudiar la ideología”, escribe John B. Thompson, “… es estudiar las formas en que el significado (o la significación) sirve para sustentar relaciones de dominio”.  Ésta es probablemente la definición de ideología más ampliamente aceptada; y el proceso de legitimación implicaría, por lo menos, seis estrategias diferentes. Un poder dominante se puede legitimar por sí mismo promocionando creencias y valores afines a él; naturalizando y universalizando tales creencias para hacerlas evidentes y aparentemente inevitables; denigrando ideas que puedan desafiarlo; excluyendo formas contrarias de pensamiento; quizá por una lógica tácita pero sistemática; y oscureciendo la realidad social de modo conveniente a sí misma. Tal “mistificación”, como es comúnmente conocida, a menudo adquiere la forma de enmascarar o suprimir los conflictos sociales, de lo que se desprende el concepto de ideología como una resolución imaginaria de contradicciones reales. Probablemente, en cualquier formación ideológica actual estas seis estrategias se relacionan de forma compleja[5].

 

Nosotros, de manera diferente, hemos partido como definición, de la tesis sobre el fetichismo de la mercancía de Marx. Consideramos que esta tesis establece no solo una definición, compone no solo un concepto, de “ideología”, sino que explica la “ideología”, a partir de esta atribución de relaciones a las cosas, de esta cosificación, explicando entonces, la “ideología” no sólo como imaginaria, sino como evento ideacional sostenido en el campo de relaciones sociales. Hablamos de relaciones sociales que invisten a dominantes y dominados, a propietarios y no propietarios, a intelectuales y no intelectuales, a representantes y representados, a normales y anormales. La lista puede ser más larga. Lo importante es que en el marco de estas relaciones los no propietarios venden su fuerza de trabajo a los propietarios, los dominados se subordinan a los dominantes, los no intelectuales aprenden de los intelectuales, los representados entregan su confianza y voluntad a los representantes, los anormales se someten a procedimientos de normalización y normatización o son internados, encerrados, incluso desaparecidos.  La “ideología” no sólo es imaginaria; este imaginario, lo ideacional, se sostiene en una mecánica de fuerzas, en una sociología de relaciones, apoyada por los dispositivos institucionales. A pesar de todos los esfuerzos que se han hecho después, por más eruditos que sean, la mejor tesis, hasta el momento sobre “ideología” es indudablemente la de Marx, por su comprensión integral entre lo imaginario y lo material.

 

Lo que hacemos es extender la tesis del fetichismo de la mercancía a todas las formas de fetichismo que hacen a la “ideología” generalizada de la economía política generalizada.  La crítica de la economía política de Marx, que es también una crítica de la “ideología”, se extiende en la crítica de la economía política generalizada, que es también crítica de la “ideología” generalizada.

Si quisiéramos darle una enunciación más categórica, que nos permita ilustrar mejor, podemos decir que la “ideología” se remite a los imaginarios que hacen de dispositivos ideacionales de las dominaciones.  En este sentido, es un recurso usado tanto por dominantes y dominados cuando refuerzan las dominaciones, aunque sean las propias dominaciones, que recaen sobre los propios cuerpos. Cuando los y las dominadas se emancipan o, si se quiere, comienzan los procesos de emancipación, mas bien, se desmarcan de la “ideología”, critican las formas de “ideología” usuales, se abren al decurso de la imaginación radical y del imaginario radical[6]. Inventan otras narrativas, otras interpretaciones, que activan la potencia social.

 

Desde esta perspectiva, la imaginación radical, el imaginario radical, las narrativas emancipatorias, en un momento dado, en un lapso determinado, pueden estancarse, invertirse, pasando a ser imaginación e imaginario conservadores, narrativas oficiales institucionalizadas, forman parte de la “ideología” o la nueva forma de la “ideología”, como dispositivo enunciativo del poder.  Esto es precisamente lo que ha pasado con las corrientes marxistas, salvo, claro está, con los marxismos críticos, a los que debemos incluir la crítica de la “ideología” marxista.

 

Para no aludir a los síntomas, rasgos y características, que hacen al marxismo una “ideología” - en otros escritos lo hicimos[7] -, vamos a circunscribirnos, ahora, a los usos partidarios y militantes del marxismo. El partido ha convertido al marxismo en una “ciencia”; con lo que ha dejado de ser un arma de lucha, reduciéndose a los estrechos límites, los mecanismos reducidos y estáticos de la “ciencia” positivista. Por este camino, el de la ciencia proletaria opuesta a la ciencia burguesa, ha recorrido el camino que lleva a fundar una nueva religión, aunque sea laica. El marxismo se convierte en la nueva religión de la historia, que contiene las verdades de la historia, las leyes dialécticas de la historia; entonces el marxismo al considerarse no sólo la consciencia histórica, sino la racionalidad histórica per se, es indiscutible. Puede hacer de juez histórico, relegando a los impíos al infierno de la ignorancia o al limbo de los iconoclastas.

Por el camino de la nueva religión, ha conformado una moral “revolucionaria”, que como toda moral, separa el mundo maniqueamente entre buenos y malos. Los buenos son los “marxistas”; los malos son los demás; en este caso hay una gama variada de malos; desde la “extrema derecha” hasta los desubicados, pasando por las “izquierdas” radicales, que pretenden hacer crítica a la sagrada religión, a las sagradas escrituras del Moisés Marx. 

No es pues una casualidad que se hable de “siete pecados capitales”[8]. Los “pecados” son contra la religión laica, contra los mandamientos del partido, contra las verdades de la “ciencia” positiva del materialismo histórico y de la insuperable filosofía del materialismo dialéctico.

El primer “pecado” es comentar que los “revolucionarios” consideran el mundo como representación; es decir, no comprenden el mundo en su efectividad material conectada a la virtualidad imaginaria. El segundo “pecado” es señalar que los “revolucionarios” se inclinan por la trama heroica; en otras palabras, que se consideran héroes de una epopeya. El tercer “pecado” es considerar que la historia no es teleológica; la narrativa histórica o la historia como narrativa, pues no es otra cosa, a no ser que se crea que la historia es realidad y no interpretación. Que la historia efectiva, que no es narrativa, aunque comprenda muchas narrativas concurrentes, responde a mecánicas y dinámicas de fuerza. Las narrativas oficiales las escriben los vencedores, las narrativas histórico-políticas las transmiten los vencidos. El cuarto “pecado” es apuntar que la revolución no es un problema de derechos, sino de desconstitución y constitución de subjetividades plenas, de transformación de los esquemas de comportamientos y conductas. Esta tesis se refuta con la apreciación de la revolución como la constructora del hombre nuevo; entonces la revolución es “fenómeno de consciencia”.  El quinto y sexto “pecado” es afirmar que si la revolución no viene acompañada por la articulación complementaria entre el igualitarismo con la libertad no es una revolución, sino un retorno al Estado policial. El séptimo “pecado” es alegar que una revolución que no viene acompañada por la crítica cae en el dogmatismo, se enquista, se vuelve contra-revolución.

 

No se trata de refutar estas observaciones; caeríamos en lo mismo. Una discusión por la verdad. De lo que se trata es de definir qué se discute, cuál es el alcance de la discusión. Si la pretensión es la verdad, quién tiene la verdad, la discusión se circunscribe al campo “ideológico”.  En cambio, si la discusión se abre a problemas de comprensión de la complejidad, que es la realidad misma, comprensión que incide en la capacidad de transformación. Si este es el caso, las pretensiones de verdad están de más, se oponen a la comprensión, obstaculizan la posibilidad de conocimiento, al convertir al saber en algo acabado, concluido. Clausuran la posibilidad de aprendizaje. En este caso, la discusión es sobre el porvenir de las emancipaciones y liberaciones; si se quiere, sobre el porvenir del comunismo.

 

La discusión sobre la comprensión, interpretación, conocimiento, de la realidad, de la complejidad, es de suma importancia, pues lo que se discute es sobre cómo mejorar las condiciones de incidencia, cómo mejorar las capacidades de transformación. En este sentido, se trata de atravesar los límites del saber, los límites del conocimiento, a los que se ha llegado; de lo que se trata es de retomar la experiencia social buscando replantear las teorías usadas, desplegando teorías más completas, que respondan mejor a la interpretación y explicación de la complejidad. No se trata pues de defender una teoría dada, sino de ampliar considerablemente la comprensión y el conocimiento, mejorando las capacidades y posibilidades de transformación. La defensa de la teoría, la defensa de la pretensión de verdad, invierte la problemática, al reducirla a la subsistencia discursiva, a la persistencia de del corpus teórico. En este caso, la discusión es un debate dogmático, un debate sobre la ortodoxia. Se ha renunciado a la transformación efectiva, a la emancipación efectiva, optando por una transformación imaginaria, por una emancipación imaginaria. La preocupación es por el prestigio de la teoría, por el prestigio de la “ciencia” social positiva, por el prestigio del partido, pretendiendo que el destino de la “revolución” se juega en el partido, en la teoría, en esta pretendida “ciencia” positiva. Este es el síntoma evidente de que la “revolución”, de que los “revolucionarios”, han sido atrapados por las mallas del poder.

 

 

 

 

 

 

Definiciones de “ideología”

 

Después de evaluar las dificultades de considerar la ”ideología” como legitimación discursiva de las dominaciones, Terry Eagleton, recogiendo la definición del filósofo político Martin Selige, propone que es más pertinente concebir la “ideología”, como cualquier tipo de intersección entre sistemas de creencias y poder político[9].  “Ideología”, como “conjunto de ideas por las que los hombres proponen, explican y justifican fines y significados de una acción social organizada y específicamente de una acción política, al margen de si tal acción se propone preservar, enmendar, desplazar o construir un orden social dado”[10].

Sin embargo, Eagleton no deja de observar inconvenientes a esta última definición; escribe:

 

Ampliar el alcance del término ideología de esta manera tiene la ventaja de permanecer fiel a un uso más común y así resolver el aparente dilema de por qué, por ejemplo, el fascismo tendría que ser una ideología pero no el feminismo. Tiene, no obstante, la desventaja de parecer desechar del concepto de ideología un número de elementos que muchos teóricos radicales han considerado un punto central de éste: la ocultación y «naturalización» de la realidad social, la aparentemente correcta resolución de las contradicciones reales, y así sucesivamente. Mi punto de vista personal es que los significados de ideología amplio y restrictivo tienen sus usos, y que su incompatibilidad recíproca, al ser fruto de historias políticas y conceptuales divergentes, debe reconocerse sin más. Este punto de vista tiene la ventaja de ser fiel a la frase implícita de Bertolt Brecht – “¡Utilizadlo que podéis!” -. Y la desventaja de una excesiva caridad[11].

 

Terry Eagleton no llega a resolver los problemas que se plantea sobre el concepto de ideología, problemas que tienen que ver con los límites de los alcances de las distintas acepciones e interpretaciones, con la concepciones contrapuestas, con los presupuestos no generalizables, también con la discutible tesis de la “consciencia falsa”, así como con considerarla como expresión del error. En consecuencia, prefiere optar por seis definiciones más o menos congruentes, que en conjunto, supuestamente pueden resolver los problemas que plantea; escribe:

 

Es posible definir la ideología de seis maneras aproximadamente diferentes, con un enfoque progresivamente contrastado. En primer lugar, podemos entender por ideología el proceso material general de producción de ideas, creencias y valores en la vida social. Esta definición es tanto política como epistemológicamente neutral y está próxima al sentido más amplio del término “cultura”. Aquí, la ideología, o cultura, denotaría todo el complejo de prácticas de significación y procesos simbólicos de una sociedad determinada; aludiría a la manera en que las personas “viven” sus prácticas sociales, en vez de a esas prácticas concretas, que pertenecerían a los ámbitos de la política, la economía, la teoría del parentesco, etc. Este sentido de ideología es más amplio que el sentido de “cultura”, que se limita a la labor artística o intelectual de valor aceptado, pero más restringido que la definición antropológica de cultura, que abarca todas las prácticas e instituciones de una forma de vida. “Cultura”, en este sentido antropológico, incluiría, por ejemplo, la infraestructura financiera del deporte, mientras que la ideología se referiría más en particular a los signos, significados y valores codificados en las prácticas deportivas. Este sentido más general de ideología subraya la determinación social del pensamiento, proporcionando así un valioso antídoto al idealismo; pero por lo demás sería trabajosamente amplio y guardaría un sospechoso silencio sobre la cuestión del conflicto político. La ideología significa algo más que, por ejemplo, las prácticas de significación asociadas por la sociedad con el alimento; incluye las relaciones entre estos signos y los procesos del poder político. No es co-extensa con el ámbito general de la “cultura”, pero ilumina este campo desde una perspectiva particular.

Un segundo sentido de ideología, ligeramente menos global, gira en torno a las ideas y creencias (tanto verdaderas como falsas) que simbolizan las condiciones y experiencias de vida de un grupo o clase concreta, socialmente significativo. La cualificación “socialmente significativo” es necesaria, pues sería extraño hablar de las ideas y creencias de cuatro compañeros habituales de copas o del sexto curso de la Manchester Grammar School como grupos de ideología. Aquí, el concepto de “ideología” está muy cerca de la idea de “cosmovisión”, aunque puede afirmarse que las cosmovisiones suelen interesarse por cuestiones fundamentales como el significado de la muerte o el lugar de la humanidad en el universo mientras que la ideología se puede extender a cuestiones como el color de los buzones.

Concebir la ideología como una suerte de autoexpresión simbólica colectiva no es aún considerarla en términos relacionales o conflictivos; así, parece que exista la necesidad de una tercera definición del término, que atienda a la promoción y legitimación de los intereses de grupos sociales con intereses opuestos. No todas estas promociones de intereses grupales suelen denominarse ideológicas: no es particularmente ideológico pedir al Ministerio de Defensa que se abastezca de pantalones estampados en vez de lisos, por razones estéticas. Los intereses en cuestión deben tener alguna relevancia para el sostenimiento o puesta en cuestión de toda una forma de vida política. Aquí, la ideología puede contemplarse como un campo discursivo en el que poderes sociales que se promueven a sí mismos entran en conflicto o chocan por cuestiones centrales para la reproducción del conjunto del poder social. Esta definición puede entrañar el supuesto de que la ideología es un tipo de discurso particular “orientado a la acción”, en el que el conocimiento contemplativo esta generalmente subordinado al fomento de intereses y deseos “irracionales". Sin duda por esta razón, hablar “ideológicamente” conlleva en ocasiones, en la cultura popular, un aire de desagradable oportunismo, sugiriendo la disposición a sacrificar la verdad a fines menos presentables. Aquí, la ideología aparece como un tipo de discurso disuasorio o retórico más que verídico, menos interesado por la situación “tal como es” que por la producción de ciertos efectos útiles para fines políticos. Así pues, es irónico que algunos consideren la ideología demasiado pragmática y otros insuficientemente pragmática, demasiado absolutista, ultramundana e inflexible.

Un cuarto sentido de la ideología conservaría este acento en la promoción y legitimación de intereses sectoriales, pero lo limitaría a las actividades de un poder social dominante. Esto puede incluir la suposición de que estas ideologías dominantes contribuyen a unificar una formación social de manera que convenga a sus gobernantes; de que no es simplemente cuestión de imponer ideas desde arriba sino de asegurar la complicidad de clases y grupos subordinados, y así sucesivamente. Posteriormente examinaremos más detenidamente estas suposiciones. Pero este sentido de ideología es aun epistemológicamente neutral y por consiguiente puede refinarse en una quinta definición, en la que la ideología signifique las ideas y creencias que contribuyen a legitimar los intereses de un grupo o clase dominante, específicamente mediante distorsión y disimulo. Nótese que en estas dos últimas definiciones no todas las ideas de un grupo dominante tienen que considerarse ideológicas, por cuanto, algunas de ellas tal vez no promuevan particularmente sus intereses, y algunas de ellas pueden hacerlo mediante el uso del engaño. Nótese también que en esta última definición es difícil saber cómo calificar un discurso políticamente opositor que promueve y pretende legitimar los intereses de un grupo o clase subordinados por recursos como la “naturalización”, universalización o disfraz de sus intereses reales. Por último, existe la posibilidad de un sexto sentido de ideología, que conserva el acento en las creencias falsas o engañosas pero considera que estas creencias derivan no de los intereses de una clase dominante sino de la estructura material del conjunto de la sociedad. El término “ideología” sigue siendo peyorativo, pero se evita su presentación como si fuese un origen de clase. La muestra más célebre en este sentido, como veremos, es la teoría marxiana del fetichismo de la mercancía.

Finalmente podemos volver a la cuestión de la ideología como “relaciones vividas” en vez de como representaciones empíricas. Si esto es así, de esta concepción se siguen algunas consecuencias políticas de importancia. Se sigue, por ejemplo, que la ideología no puede transformarse sustancialmente ofreciendo a las personas descripciones verdaderas en vez de falsas - que en este sentido no se trata simplemente de un error -. No llamaríamos ideológica a una forma de conciencia sólo porque fuese un error de hecho, por profundamente erróneo que fuese. Hablar de “error ideológico” es hablar de un error con causas y funciones particulares. Una transformación de nuevas relaciones vividas con la realidad sólo podría conseguirse mediante un cambio de la propia realidad. Así pues, negar que la ideología sea primordialmente una cuestión de representaciones empíricas, va ligado a una teoría materialista de la forma en que aquélla opera y de cómo podría cambiarse. Sin embargo, al mismo tiempo es importante no reaccionar tan violentamente contra una teoría racionalista de la ideología como para abstenerse de intentar cambiar el punto de vista de la gente en relación con cuestiones de hecho. Si alguien cree realmente que todas las mujeres sin hijos están frustradas y amargadas, presentarle el mayor número posible de mujeres sin hijos felices podría hacerle cambiar de opinión. Negar que la ideología es esencialmente una cuestión racional no es llegar a la conclusión de que es totalmente inmune a las consideraciones racionales. Y aquí “razón” significa algo como el tipo de discurso que resultaría de la participación activa del mayor número posible de personas en una discusión de estos asuntos en las condiciones más libres de dominación posibles[12].

 

Estas seis definiciones tomadas por Eagleton no dejan de ser problemáticas, como el mismo reconoce en su exposición; pero, no solo por lo que expone y quiere resolver agrupando estas definiciones, sino porque considera el concepto de ideología como meramente teórico, que se ventila en el debate teórico. Esto es un retroceso, cuando ya Marx avanzó al análisis de la mecánica de las fuerzas sociales, analizando la “ideología” como dispositivo o dispositivos de estas fuerzas. La “ideología” aparece analizada en sus efectos prácticos, en su funcionamiento efectivo, no como problema teórico y de definiciones, más o menos adecuadas.

 

Eagleton hace una crítica a la crítica de Michel Foucault al concepto de “ideología”; sin embargo, esta crítica sigue suponiendo que se trata de problemas de definición conceptual, cuando Foucault se mueve en las teorías críticas de las dominaciones, en las teorías histórico-políticas críticas del poder. Foucault descarta el concepto de “ideología” no por lo que cree Eagleton, por considerarla muy cerca de la teoría de la conspiración, diciéndolo de manera más ilustrativa lo que pretende demostrar, sino porque sus estudios y análisis críticos del poder, entendido como relaciones de fuerza, exigen comprender la articulación e integración de los dispositivos de poder, los dispositivos de saber y los dispositivos de ejercicio de fuerzas. Esta es la razón por la que prefiere usar el concepto más amplio, más dúctil y más funcional de saber.

 

Nosotros, a pesar de compartir la genealogía, la arqueología y la topología de Foucault, retomamos el concepto de “ideología”, como lo ha concebido Marx, por las connotaciones de la crítica de la economía política, por lo tanto, por las connotaciones de la crítica de la economía política generalizada. Crítica que sitúa los problemas de la lucha de clases, los problemas “ideológicos”, los problemas del poder, en los contextos de los tejidos del sistema-mundo capitalista, cuya geopolítica racial es genealogía colonial.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Texturas entrelazadas 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Marxismo de guardatojo

 

 

 

En memoria de Guillermo Lora Escobar. Historiador intelectual marxista-trotskista, fundador del POR, además de militante, persistente crítico, y coautor de la Tesis de Pulacayo. Una vida dedicada a la revolución proletaria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Primera parte

Acción política

 

 

La singularidad de una versión

 

Llamo marxismo de guardatojo al marxismo minero boliviano; un marxismo que combina explosivamente la “ideología” marxista, en versión trotskista, y la intuición subversiva minera, de los hombres del socavón. Podríamos decir que se trata de un marxismo propio, que emerge de la experiencia de la lucha de clases, vivida desde las entrañas mismas del subsuelo, la manca-pacha. Como componente de este marxismo se halla la formación discursiva marxista-trotskista, constituida laboriosamente por intelectuales como José Aguirre Gainsborg, Tristán Marof, en sus balbuceos preliminares, y sobre todo por Guillermo Lora, ya en su despliegue logrado. Es cierto que este marxismo boliviano deviene del marxismo mundial, con el aire universalista que le caracteriza y, sobre todo, después de las escisiones dramáticas y dolorosas de la Tercera Internacional. No se desconoce esta herencia histórica, de ninguna manera, sino que se comprende que esta herencia, dada la situación del debate, se adecua y actualiza, además de reinventarse, a su modo, en las condiciones históricas-políticas-sociales-económicas de la formación social boliviana. Esto es lo importante, sobre todo debido al impacto en la formación de la consciencia de clase del proletariado minero boliviano. 

 

Nos concentraremos en el papel del historiador, “ideólogo”, militante del Partido Obrero Revolucionario (POR), Guillermo Lora. Pues este historiador del movimiento obrero y militante marxista ha dejado huellas hendidas en la memoria de luchas del proletariado boliviano. Quizás el papel más destacado lo haya cumplido en la elaboración de la Tesis de Pulacayotesis de transición, en la perspectiva de la revolución permanente. Hay que interpretar su recorrido en el periodo intenso de la historia política boliviana de la revolución proletaria inconclusa, que puede recortarse desde la Tesis de Pulacayo (1946) hasta la Asamblea Popular (1971). Lo que viene después es como el periodo de retorno a cierta hegemonía barroca, fragmentada y mezclada, del populismo, en distintas versiones; por lo menos dos; la versión de la UDP y la versión del MAS.

 

Es indispensable interpretar de nuevo este periodo álgido e intenso, sobre todo sus huellas hendidas en las memorias sociales, pues se requiere hacer esto para comprender los espesores del momento, la coyuntura y el periodo actual, que caracterizamos de crisis del “proceso de cambio”, de la llamada “revolución democrática y cultural”, que no puede llamarse inconclusa, porque tampoco, en realidad, se inició, salvo el heroico preludio de la movilización prolongada (2000-2005). Lo que viene después es la segunda versión de una revolución populista, la primera fue la de 1952. La segunda versión viene como comedia, en comparación con la primera. La diferencia, por cierto, importante, es la convocatoria indígena, la perspectiva de la descolonización, que hace, en realidad, de substrato de la movilización prolongada. Esta convocatoria indígena tiene su propia historia, por lo menos, sin ir más atrás, desde los levantamientos pan-andinos del siglo XVIII; la guerra anticolonial y la lucha descolonizadora también tiene su propia historia, configurada en las plurales y proliferantes resistencias de las naciones y pueblos indígenas en el continente, en defensa de sus territorios, de sus culturas y lenguas, de sus instituciones propias. Ocurre que, no tanto por un azar histórico, sino, mas bien, porque dos paralelas, que no se tocan, terminan de encontrarse en el tejido espacio-temporal-territorial-social curvo.

La historia política proletaria, anticapitalista y antiimperialista, se encuentra con la larga historia de la guerra anticolonial de las naciones y pueblos indígenas, con las luchas descolonizadoras de estos pueblos; descolonización, ahora, interpretada claramente como anticapitalista y anti-moderna. Quizás el anticapitalismo indígena sea más profundo que el anticapitalismo proletario, pues es anti-moderno. La modernidad es la matriz y la cuna de donde emerge el capitalismo.

 

Debemos entonces retomar reflexivamente esta herencia de las luchas proletarias y las huellas hendidas, en la memoria social, por la militancia de perfiles subjetivos y de acción tan sugerentes como el de Guillermo Lora Escobar.

 

Nació en Uncía en 1922; la experiencia minera no le era por nada ajena; es más, formó parte de su más próxima realidad. Estudió derecho en las universidades públicas de La Paz y Cochabamba; sin embargo no ejerció esta profesión. Se hizo militante marxista; esta fue su pasión, la lucha de clases. Sin embargo, aprovechó su formación universitaria para consagrarse a la escritura de crítica y de combate. Sobre todo hay que reconocerlo como historiador minucioso, detallado, dedicado y disciplinado del movimiento obrero. No hay otro historiador como él. Polemista y crítico del discurso del nacionalismo revolucionario; también de las otras versiones marxistas, sobre todo de las del Partido Comunista, que consideraba estalinista. Su estilo de escritura es directa, áspera, dura, sobre todo clara y transparente. Como se dice, popularmente, no se anda con vueltas.

 

En 1946 elaboró la Tesis de Pulacayo, en estrecha relación con los sindicatos mineros y la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia. Esta es la Tesis que es base de las Tesis de la COB, salvo la penúltima. La última intenta artificialmente retomar la tesis de transición de la revolución proletaria; sin embargo, no es más que una finta, en una dirigencia sindical obrera comprometida hasta la médula en las cooptaciones clientelares populistas.

 

Luis Oporto Ordóñez dice:

 

El 8 de noviembre de 1946 la delegación de Llallagua presentó la tesis política del partido, al Congreso Extraordinario minero reunido en el centro minero de Pulacayo, cuyos delegados la aprobaron como Tesis Central de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia[13].

 

 

 

La Tesis de Pulacayo hace una lectura singular de la formación económica social boliviana, que Lora, calificaba como de capitalismo atrasado y dependiente. Encuentra en el seno de sus contradicciones, la contradicción de nación sometida al imperialismo, combinada íntimamente con la contradicción del proletariado con la burguesía minera boliviana, con el conjunto de la burguesía, que caracterizaba como feudal-burguesía. De esta premisa no saca la conclusión que saca el PCB de una revolución por etapas, al estilo estalinista, sino, más bien, siguiendo a Marx en sus escritos histórico-políticos, de revolución permanente; es decir, de una revolución que transita combinando la revolución socialista con el cumplimiento de las tareas democráticas burguesas, no concluidas por la clase dominante; que tampoco van a ser cumplidas por ésta, ya sea liberal, o aparezcan después, en un discurso profuso, como nacionalista-revolucionaria. Es la alianza del proletariado con el campesinado, con las clases explotadas, la que tiene la potencia para cumplir combinadamente estas tareas, las democráticas y realizar la revolución socialista.

 

La Tesis de Pulacayo marcó el paso al debate del periodo histórico político, en cuestión. Más aún, encarnó en el cuerpo del proletariado de entonces; en sus comportamientos y conductas, en sus gestos, en sus miradas, en sus discursos e interpelaciones. La concepción de la Tesis hizo de materia de los argumentos del proletariado en sus luchas, incluso, sin necesidad de aludir a su raigambre “ideológica”, aunque los dirigentes si lo sabían.

 

El marxismo boliviano, éste, el que se encarna en el proletariado minero, no hablamos de otras versiones, es un marxismo de socavón, es un marxismo de guardatojo. Esta peculiarialidad es profunda, además de ser singular. Hablamos de una manera de concebir el mundo, desde la perspectiva honda que da la oscuridad luminosa del socavón minero. De una manera de arronjarse a la lucha, a la predisposición por el gasto heroico. En Bolivia se ha conocido esto como el coraje minero. En el caso de Guillermo Lora, que es el teórico de este marxismo de guardatojo, es la manera áspera y dura de construir los conceptos, de darles una estructura conceptual. Se puede decir, metafóricamente, no por eso menos verdad, que son las manos callosas y férreas del minero las que escriben esa narrativa marxista boliviana. También es un amor y apego a su verdad, devenida de la experiencia de la explotación y de la memoria dramática de las luchas. Por eso mismo, no es indulgente, sino, mas bien, tajante, cuando se tiene que polemizar con los contrincantes.

 

El periodo, en cuestión, es un periodo de hombres rudos. Esto también se hace sentir, se irradia, expresándose abiertamente, en el discurso, en la escritura, en la elocuencia marxista boliviana. Guillermo Lora es un teórico rudo; un militante disciplinado y exigente, un maestro en la formación de militantes a la vez riguroso y a la vez cordial. No ha sido querido por muchos contrincantes, sobre todo marxistas, de otras versiones, precisamente por ser como era, rudo, áspero, directo, nada indulgente. Salvo los teóricos y escritores críticos, dedicados a auscultar la formación social abigarrada boliviana, que haga inteligible a la interpretación, como René Zabaleta Mercado, quién reconocía el valor de su producción histórica y política. Zavaleta le llamaba cariñosamente “El Fiero”. También Marcelo Quiroga Santa Cruz reconoció públicamente el gran aporte de Lora a la historia del movimiento obrero, en un debate que tuvo con él en una asamblea polémica, en la UMSA.  La mayoría de la militancia de base e intermedia de los marxismos contrincantes se dedicó a descalificarlo, sin haberlo leído. O los pocos que lo leyeron prefirieron dejarse llevar por los prejuicios partidarios que valorar la obra, que forma parte de las singulares experiencias del pueblo boliviano y de la memoria de sus luchas.

No se trata, de ninguna manera, de hacer apología de Guillermo Lora, como hacen los militantes del POR, sino comprender la asombrosa formación “ideológica” de este marxismo de guardatojo, cuya particularidad es esa composición explosiva entre intuición subversiva minera y discurso marxista rudo. Particularidad, que además, y esto es parte del asombro, quizás de la seducción, de este marxismo, de haberse encarnado en el proletariado minero.

Lo que importa es comprender el acontecimiento de este marxismo de guardatojo, que también llamaremos un marxismo propio. No interesa ahora, entrar en discusión o criticar este marxismo, cuyo valor histórico es haber encendido en las minas la interpretación histórico-política de la lucha de clases, darle esa elocuencia universal en la que se expresa el marxismo. Cosa distinta es entrar en discusión con las versiones contemporáneas del trotskismo, que a diferencia de aquél trotskismo, no arraigan en el proletariado, sino en grupos dispersos de estudiantes universitarios y profesores.  Por más dedicación que le den a su militancia, el hecho de su distanciamiento en la formación del proletariado, los aleja del substrato más importante del marxismo, la experiencia proletaria. Por otra parte, el hecho de que se hayan detenido a rumiar los libros de Guillermo Lora, sin sacar las consecuencias políticas y conceptuales, en el nuevo periodo que toca vivir, con cambios y modificaciones en la estructura de la lucha de clases, los convierte en repetidores anacrónicos, en una coyuntura que no comprenden.

La comprensión de la formación social boliviana, de su tiempo, le venía a Lora de su experiencia minera, también de su intuición subversivasingular en su persona, apoyada con su formación marxista. He ahí su autenticidad. Por eso, pudo hacer inteligible la formación social de su tiempo, en la medida que la experiencia daba el horizonte, en la medida que la propia mirada alcanzaba. Lo que llama la atención, ahora, es que los marxistas contemporáneos, no solo trotskistas, sino los llamados estalinistas, otros marxistas independientes, así como alguno que se cree el último bolchevique y marxista solitario, no dicen nada sobre la formación social boliviana actual, no hacen inteligible sus estructuras inherentes. Matizando, dicen poco, salvando las diferencias. En este conjunto no incluimos al marxismo gramsciano, que por sus propios desplazamientos teóricos, respecto al marxismo ortodoxo, se ha convertido en una fuente innovadora del marxismo crítico, sobre todo cuando se trata de buscar nuevas interpretaciones para formaciones sociales abigarradas y contingentes, como las que aparecen en las periferias del sistema-mundo capitalista y en los centros de este sistema-mundoabigarramientos ocasionados por las migraciones y la manifestación pluricultural de sus orbes. Sin embargo, hasta este marxismo crítico y de apertura se ha quedado rezagado ante la experiencia desbordante de los movimientos sociales anti-sistémicos contemporáneos, que han abierto otros horizontes de visibilidad, de decibilidad y de perceptibilidad, que corresponden a la apertura sensible e inteligible a la complejidad.

 

Volviendo a esta herencia, la del marxismo de guardatojo, herencia a la que no debemos renunciar, pues forma parte de la memoria social de las luchas, memoria actualizada en la contemporaneidad de la guerra contra el imperio, el sistema-mundo capitalista, en la etapa de su ciclo vigente de la dominancia financiera y la destrucción expansiva del extractivismo. Vamos a recorrer por los tejidos de otra interpretación de este marxismo de guardatojo, en lo posible desde la perspectiva de la complejidad.

 

 

Miradas del marxismo de guardatojo

 

Empecemos con la mirada que tiene de la revolución de 1952 este marxismo de guardatojo. La pregunta es: ¿Bolivia de 1952, revolución inconclusa o revolución nacional-popular? En Paradojas de la revolución[14], escribimos:

  

Agustín P. Justo, conocido como Liborio Justo, así como por su nombre de guerra, “Quebracho”, escribió La revolución derrotada[15], refiriéndose a la revolución boliviana de 1952. De acuerdo a la teoría de la revolución permanente, las revoluciones proletarias y donde interviene el proletariado, deben concluir en una revolución socialista. Entonces, desde la perspectiva de la teoría, la revolución de 1952 es una revolución inconclusa, pues no ha devenido socialista. El “paradigma” para hacer esta interpretación de lo acaecido con la insurrección de abril de 1952 es la revolución rusa de 1917. El paradigma, no solamente contempla la transición, la conversión de la revolución democrática en una revolución socialista, sino también, el papel protagónico del partido del proletariado. Basándonos en lo que dijimos más arriba, esta interpretación corresponde a la exégesis de la voluntad revolucionaria. No vamos a caer en la discusión, también maniquea, de si esta interpretación es “subjetiva” u “objetiva”, realista o utópica, pues, ¿en qué teoría, en qué ciencia, en qué interpretación, en qué “representación”, no interviene el “sujeto”? La “objetividad”, como dice Karl Popper, es un acuerdo intersubjetivo[16]. La interpretación por la voluntad revolucionaria es una forma de saber, una de las formas del saber activista. El activismo accede a la “objetividad”, mejor dicho, construye la “objetividad”, hegelianamente hablando; es decir, la construcción del concepto, por intervención de la acción. Se trata de un saber que logra un conocimiento de mayor profundidad, que el conocimiento pretendidamente alejado del compromiso, hablamos de la pose de “neutralidad”, pues accede a palpar, a la sensibilidad, de las dinámicas sociales. Si bien este saber activista emplea la teoría voluntariamente o, si se quiere, produce una teoría voluntarista, la acción que desprende no está exenta de teoría. El problema no es éste, sino, que determinado tipo de saber activista, teleológico, ha transferido la voluntad, el deseo, proyectándola en la conjetura de la astucia de la razón, de las leyes de la historia, ocasionando, paradójicamente, algo inverso a lo que se buscaba. Se anula o inhibe la capacidad creativa de la voluntad, pues se actúa según las leyes “objetivas” de la historia.

Liborio Justo forma parte de los entusiastas intelectuales bolcheviques, en su caso, viniendo del PC y después convertido al trotskismo, que se impresionan con la insurrección armada boliviana, con la destrucción del ejército y con la existencia de las milicias obreras y campesinas. Por lo tanto, desde su punto de vista las condiciones “objetivas” de la revolución socialista estaban dadas. Lo que ha fallado son las condiciones “subjetivas”; el partido revolucionario, no ha podido ayudar a pasar al proletariado de la consciencia en sí a la consciencia para sí. Se trata no sólo de un discurso teleológico, sino de un una evaluación voluntarista que busca las fallas en la “ingeniería” insurreccional, en la “ingeniería” bolchevique. De ninguna manera se trata de descalificar estos discursos, ingresando, por otro lado, al esquematismo maniqueo, sino de comprender su episteme, su formación enunciativa, así como también, sus prácticas de poder.

El antecedente de la revolución de 1952 es la guerra civil de 1949; cuando en Chuquisaca, Potosí y en Oruro, sobre todo en estos últimos departamentos, se organiza una insurrección contra el gobierno del pacto oligárquico y del PIR, que había derrotado al general nacionalista Gualberto Villarroel, que gobierna desde 1943 hasta 1946. Participan en la guerra civil militantes del POR, la parte de izquierda y obrera del PIR y el MNR, que había sido desplazado del poder, con la caída del gobierno nacionalista que apoyaba. La insurrección termina en una represión incruenta; se dice popularmente, que en Potosí faltaban los faroles para colgar a los insurrectos.

En 1951 se dan las elecciones nacionales, donde votaban sólo hombres; propietarios privados e ilustrados; incluyendo a “clases” medias y artesanos. El MNR gana las elecciones. Como respuesta a esta victoria electoral, la oligarquía responde con un golpe militar, instaurando una junta, a la cabeza del general Ballivián, que desconoce los resultados electorales, impidiendo que el MNR asuma el gobierno. Ante esta violación de derechos y vulneración de la democracia, el MNR decide conspirar y preparar un golpe militar, involucrando al ministro de gobierno, general Antonio Seleme. Cuando estalla el golpe, el 9 de abril, que implica a la policía, la reacción del gobierno es inmediata, moviliza al ejército, y el golpe comienza a ser derrotado. En su desesperación el MNR convoca a los sindicatos, los que responden inmediatamente, salen a las calles a luchar. Los obreros en Villa Victoria combaten heroicamente al ejército, los mineros de Milluni se descuelgan de la ceja de El Alto y toman la ciudad de La Paz. Los mineros de Oruro toman los caminos, así como la ciudad, cortando la posibilidad de la llegada de refuerzos a la sede de gobierno desde el sur. En tres días de combate se vence al ejército. Varios cuarteles se rinden; por último, los cadetes del Colegio Militar de Irpavi terminan rindiéndose a los comandos de Juan Lechín Oquendo. El golpe militar se transformó en una insurrección victoriosa[17].

 

Este es el referente del debate del periodo intenso. A partir de este referente y de su interpretación, se dividen las posiciones políticas de las corrientes marxistas. Dibujando esquemáticamente los contornos del debate, se puede decir que: los partidarios de la revolución por etapas consideran que la revolución democrática se ha dado, lo que hay que hacer es aplicar un programa mínimo, aunque se esté en la oposición al partido nacionalista gobernante; en tanto que los partidarios de la revolución permanente la consideran, reconociendo distintas tonalidades, que la revolución ha quedado trunca. Sin embargo, lo que parece que no puede negarse es que fue una revolución del proletariado armado, minero y fabril; proletariado levantado en armas, de los centros mineros y de las fábricas de la ciudad, los de Villa Victoria. Aunque la “ideología” hegemónica en el pueblo no fue la “ideología” del marxismo de guardatojo, que era hegemónica en el proletariado, no solo minero. Fueron los sindicatos armados los que vencieron al ejército.  Como dice Sergio Almaraz Paz, el pueblo insurrecto, encontró en la calle al MNR y se lo llevó de los cabellos al Palacio Quemado.

 

Esta mezcla, este entrelazamiento abigarrado, es el que se tiene que desentrañar. ¿Por qué una insurrección obrera victoriosa termina en manos del MNR, que había conspirado, mas bien, un golpe de Estado? Contando para esto, además de sus destacamentos armado, con la policía y esperando la anexión de cuarteles disidentes del ejército.  La conspiración del MNR, el golpe de Estado, fue derrotado; lo que derroto a la “rosca minera”, al “súper-Estado minero”, fue la insurrección popular.  Guillermo Lora considera que las masas no estuvieron a la altura del programa revolucionario; en otras palabras, no estuvieron a la altura de la consciencia de clase. Esta interpretación de Lora ha sido discutida largamente; propiamente, por los disidentes del POR; empero, de una manera rápida y provisional, con el objeto de descalificar. No se trata de defender esta apreciación, estamos lejos de ello; hacemos hincapié en la provisionalidad del debate, sin detenerse a reflexionar sobre este decurso de la revolución, que muestra precisamente aquí sus entreverados tejidos.

 

Quizás la respuesta más sugerente se encuentre en la apreciación distinta de los trotskistas disidentes del POR, después del fracaso de la Asamblea Popular; dicen que el POR no estuvo a la altura de las masas. Esta respuesta es de por sí sugerente; sin embargo, ha quedado ahí, no ha sido trabajada. Ha quedado como eslogan para desacreditar al POR; empero, no se ha ahondado en el análisis de este tema tan intrigante. No buscamos ahora dar nuestra versión, que se encuentra en Acontecimiento político[18], sino de comprender cómo se conformaron las narrativas políticas de entonces, cómo funcionaron los imaginarios, los discursos, las prácticas militantes. 

 

Solo diremos que lo que paso tiene que ver con las fuerzas, la correlación de fuerzas, los campos de fuerzas. El decurso y la incidencia de un proceso no dependen del programa, por más claro que sea, tampoco de la voluntad, por más entregada que sea; no depende de la razón, en este caso histórica, sino de la correlación de fuerzas. Sin pretender ahondar la discusión sobre estas condiciones y circunstancias primordiales, solo diremos que el POR no tuvo las fuerzas suficientes como para incidir en el decurso de los sucesos. Lo que nos interesa, como ya lo dejamos claro en los escritos anteriores, no es la verdad del POR, tampoco la verdad de los otros, menos la verdad del nacionalismo-revolucionario. Para nosotros la verdad es un constructo religioso. Nos interesa responder a la pregunta: ¿si el POR ha sido influyente en la formación de la consciencia de clase del proletariado minero, por qué ha tenido tan poco incidencia en el decurso de la revolución?

Ciertamente no se puede olvidar la táctica del entrismo de un grueso de militantes trotskistas al MNR, partido entronado por la revolución victoriosa. Entrismo que no tuvo los efectos esperados por la táctica, dividir al partido popular y formar un gran partido de masas revolucionario. Este hecho de desagregación del partido obrero explica parcialmente lo ocurrido; la falta de fuerzas para incidir en el decurso de la revolución. Falta comprender la mecánica y dinámica del proceso en cuestión, lo que llamamos las dinámicas moleculares de la lucha de clases. Por otra parte, lo que ha pasado en Bolivia también ha pasado en otras revoluciones; el perfil y la forma de lo ocurrido parecen mostrarnos ciertas regularidades. Las masas insurrectas, que hacen la revolución, no controlan los dispositivos que inciden en los decursos de los procesos. Después de la revolución victoriosa, la gran maquinaria de dispositivos es el Estado; es el gobierno “revolucionario” el que puede incidir en el decurso. El MNR no contaba con un programa revolucionario, tampoco contemplaba ni la nacionalización ni la reforma agraria; estas medidas soberanas y democráticas las impusieron obreros y campesinos en armas. El gobierno tuvo que acatar estas decisiones colectivas; las milicias insurrectas se encontraban todavía irradiadas por el fuego de la victoria.

 

Este fragor, este ímpetu, esta irradiación, no duran mucho; mas bien, después de la victoria, tienden a aquilatarse, a calmarse, a opacarse. En otras palabras, las masas tienden, de nuevo, al conformismo, que les caracteriza en tiempos de paz. No es pues desatinada la interpretación de Lora, como así concluyen sus contrincantes disidentes. El problema está en otra parte; en concebir al proletariado como un sujeto homogéneo, el concebir su consciencia de clase, lograda con la aprobación de la Tesis de Pulacayo, como única, cuando las subjetividades son abigarradas y complejas en los espesores sociales del proletariado. Se trata de comprender que la propia teoría puede jugar una mala pasada a militantes dedicados y formados. Los límites de la teoría no permiten ver estas complejidades, por lo tanto, impidieron también actuar adecuadamente en consecuencia.

No se le puede indilgar al POR alguna falta de constancia, todo lo contrario, son ejemplo de la constancia, incluso de la consecuencia. El problema no está en la dedicación de los militantes, muchas veces sacrificada y asombrosamente heroica, como el caso de Ascencio Cruz. El problema parece encontrarse en la congruencia y conectividad con la estructura de la complejidad de un momento dado, el de la crisis, el de la disponibilidad de fuerza. No se trata de tener razón, aunque esto ayude, sino de la capacidad de incidencia en las cuerdas de un proceso; si se quiere, se trata de la empatía corporal con la complejidad de ese momento. Puede ocurrir esto, darse esta empatía con el momento, sin tener consciencia de ello, como le pasó al MNR; puede ocurrir como en la Rusia zarista en crisis y en debacle, cuando los bolcheviques, aprovechando la situación de crisis, de derrumbe estatal, contaron con la congruencia con la complejidad del momento. Aunque no fueron los únicos, pues estaban también los mencheviques, los socialistas radicales y los anarquistas. Sin embargo, fueron más audaces que todos ellos.

 

Ciertamente no se le puede pedir al MNR que incida en el decurso de la revolución, conduciéndola al socialismo; el MNR no era un partido socialista. Sin embargo, tenía congruencia y empatía con el grueso del pueblo. No era consciente de ello, en el sentido del por qué, de saber cuáles son los mecanismos y engranajes de esta congruencia y empatía; pero, lo sentía. Actuó, no tanto en consecuencia del programa que terminó enarbolando, el de las nacionalizaciones, pues el gobierno movimientista fue el principal desarticulador y desarmador de estas nacionalizaciones, sino en consecuencia de la costumbre política, por así decirlo, inherente a los populismos, la gubernamentalidad clientelar.

 

La revolución estaba echada a su suerte, una vez que las fichas se colocaron en el tablero. El gobierno, que gozaba de mucho prestigio y legitimación, idolatrado por los campesinos, quienes recibieron la tierra por la reforma agraria, contaba con el aparato de Estado para fortalecerse, reorganizarse, rearmarse, sobre todo rearmar al ejército, para equilibrar las fuerzas frente a las milicias obrera y campesinas; después, para sobrepasarlas. Del otro lado, una “izquierda” sin fuerzas, desbordada por la plebe impoluta. El POR, mermado por el entrismo, bajo la conducción de Guillermo Lora, solo atinó a esclarecer las contradicciones inherentes al gobierno nacionalista-revolucionario, contradicciones inherentes a una revolución inconclusa. Quizás no había fuerzas para otra cosa, además de la claridad teórica, dadas las circunstancias y los límites de la teoría misma.

 

Volviendo a Paradojas de la revolución, escribimos:

 

La pregunta que atormenta a los bolcheviques, sobre todo trotskistas, no sólo del POR, sino también los voluntarios que llegan a Bolivia a apoyar a la COB, principalmente argentinos, es: ¿Por qué los proletarios no tomaron el poder si el ejército estaba destrozado, la policía era extremadamente débil como para contener a las milicias obreras y campesinas, además de que eran los milicianos mineros los que cuidaban las puertas del palacio quemado? ¿Qué les costaba subir un piso, de la puerta, del primer piso, donde se encontraban armados, al segundo piso, donde se encontraba la silla presidencial? Esta pregunta ha sido respondida de varias maneras; dos son sintomáticas. La que dice que la revolución ha sido derrotada, que es lo mismo que decir que ha quedado inconclusa o ininterrumpida. La que dice que la consciencia del proletariado estaba retrasada, era solamente economicista y no política. La primer es la hipótesis de Liborio Justo, la segunda es la hipótesis de Guillermo Lora.

Respecto a estas hipótesis las preguntas son: ¿Una revolución, cuando estalla está predestinada a convertirse en revolución socialista? ¿No hay otras vías posibles? ¿No es que la revolución es la manifestación catártica de la crisis del poder, estructura de dominaciones que renace, como el ave fénix de sus cenizas, resolviendo su crisis, incorporado a los “revolucionarios” a su seno?

Si comparamos la magnitud del trabajo organizativo y de formación de los bolcheviques rusos y lo desempeñado por los bolcheviques bolivianos, vemos que hay grandes diferencias. Los bolcheviques bolivianos se contentaron con aprobar la Tesis de Pulacayo, exagerado un poco, para ilustrar, y esperar que, después de esta gran “verdad”, de esta revelación histórica, los acontecimientos se sucedan, de acuerdo a la dialéctica de la historia. Empero, aunque lo que acabamos de decir, sea una constatación descriptiva, un tanto anecdótica, no explica ni resuelve el problema planteado. Desde una perspectiva mayor de los saberes activistas, de lo que se trata no es de subsumir la “realidad”, es decir, el acontecimiento, a la teoría, sino de reconocer, en la pluralidad de singularidades del acontecimiento, el campo de posibilidades y actuar en el juego de las mismas como una posibilidad más. Esto equivale, en lenguaje marxista, al conocimiento de lo concreto, como síntesis de múltiples determinaciones; a comprender la lógica específica del “objeto” especifico. Por lo tanto, idear estrategias adecuadas, no solamente al momento histórico, sino a la composición singular de fuerzas y procesos que hacen a una coyuntura, a un contexto, a una formación social dada, en un espacio-tiempo determinados. Los bolcheviques terminaron atrapados en su “verdad”, la cual debería verificarse en el decurso de la historia. Lo increíble es que, cuando no se verifica esta “verdad”, tampoco la revisan, no hay autocrítica, al contrario, la mantienen incólume, inventando hipótesis ad hoc para explicar las anomalías[19]

 

Después de la ruptura con los entristas, Guillermo Lora se dedica a reorganizar el partido, a la formación de la militancia, al trabajo arduo con las células mineras. También a escribir caracterizando al MNR, al gobierno nacionalista y al proceso regresivo de esta revolución, además de polemizar con el resto de la izquierda. Lo que dijimos, de que los bolcheviques esperan que se cumplan las leyes de la historia, es parcialmente aplicable al POR, pues el partido se prepara para la revolución, para continuar las tareas de una revolución inconclusa, que no puede sino ser permanente. El partido crece, se fortifica, forma militantes, participa en los congresos; no deja de tener influencia “ideológica”; sin embargo, su influencia ya no es tan impactante como cuando la Tesis de Pulacayo. Tiene competencia, si bien no “ideológica”, sino, mas bien, organizativa, del PC. Entonces, su influencia termina siendo constante en la “ideología” del proletariado, sin embargo, su control sindical es mermado por la eficacia organizativa del PC.

 

 

 

 

 

Boceto del marxismo de guardatojo

 

El marxismo de guardatojo es el marxismo minero boliviano. No es tan fácil decir cuándo nace ni cómo exactamente, pues le anteceden muchos nacimientos; el nacimiento del marxismo mismo, en sus propias fuentes, Marx y Engels; después, el nacimiento del marxismo-leninismo, con la Tercera Internacional; a continuación, el nacimiento del marxismo crítico, con la Escuela de Frankfurt; no podemos olvidarnos del marxismo gramsciano, la de la teoría del bloque histórico, de la articulación inmediata de lo que se llamaba, metafóricamente, estructura y superestructura, que viene a ser otra versión del marxismo crítico.  Sin pretender ser exhaustivos, no podemos dejar de mencionar los fundamentos del marxismo andino, que se encuentra en José Carlos Mariátegui; después, en el marxismo latinoamericano, que se enuncia como Teoría de la dependencia. En esta profusa proliferación de versiones marxistas, que se enfrentan a formaciones sociales singulares, que aunque pronunciando analogíasexpresan también diferencias, que las hacen distintas. No siempre las corrientes marxistas han reconocido estas diferencias como cruciales para hacer inteligibles estas formaciones y desarrollado interpretaciones, también singulares. Quizás la única excepción sea Mariátegui con su sugerente y específica interpretación de las formaciones sociales andinas. Mariátegui desplaza la interpretación marxistas, es decir, produce una nueva interpretación intensa, teniendo como referente la persistencia de la colonialidad en los Andes. El desplazamiento se produce desde la mirada indígena, la cuestión colonial, crucial para comprender las formaciones sociales latinoamericanas. El marxismo latinoamericano de la Teoría de la dependencia tiene la virtud de haber desplazado la interpretación marxista desde su núcleo del concepto de modo de producción capitalista hasta el concepto integral y complejo de sistema-mundo capitalista.

 

¿En este mapa de recorridos de las versiones marxistas, dónde se encuentra el marxismo de guardatojo? Por las características de su discurso y de su “ideología” marxista marca su distancia con el marxismo andino de Mariátegui, si bien considera la cuestión indígena, lo hace como prolongación de la tesis proletaria; en todo caso, el tópico y la temática indígena no es un problema que modifica su mirada obrerista. El marxismo de guardatojo parte de la experiencia de lucha del proletariado minero bolivianoproletariado minero, que manifiesta nítidamente un comportamiento más ligado al anarco sindicalismo, por sus tradiciones de lucha. Esta es la razón por la que a pesar de la influencia “ideológica” trotskista y del papel del POR en la formación de la consciencia de clase, fue la COB la organización matriz del proletariado boliviano, el consejo colectivo de los trabajadores y expresión del poder dual. No fue el partido, trátese de los dos partidos importantes marxistas, que tienen que ver con la organización del proletariado, el POR y el PC. 

 

No se podría comprender el acontecimiento político e “ideológico” del marxismo de guardatojo si nos circunscribimos solo a las formas de expresión elaboradas, teóricas, políticas e “ideológicas”; es menester abrirse a las formas de expresión no elaboradas, a las subjetividadesimaginarios, comportamientos y conductas del proletariado minero, para poder abordar la ecología en la que germina y emerge este marxismo de guardatojo.

 

En los campamentos mineros había una atmósfera habitada por la memoria de la luchas, en la cual resonaban las certezas del proletariado de los socavonescertezas sobre la consciencia de que la economía boliviana se asentaba en sus hombros. Este clima y territorio minero fue el referente del imaginario del proletariado minero, que influenció en el ánimo de los marxistas comprometidos, militantes, quienes apostaron al coraje minero para vislumbrar la revolución socialista, diseñada en sus programas.  En ese periodo intenso de la historia política boliviana (1946-1971) - que de alguna manera, continuó su irradiación, aunque mermada, hasta 1985, cuando el Decreto Ley 21060 abrió el ciclo neoliberal - puede situarse la matriz del marxismo de guardatojo. En ese clima y territorio minero fermenta y se edifica el marxismo de guardatojo, que es un entrelazamiento entre el discurso elaborado de la revolución permanente y la intuición subversiva minera, que nace esa predisposición pasional a la lucha de los que nada tienen que perder ni temen a la muerte.

 

En los campamentos mineros, en el imaginario minero, las mujeres juegan un papel central en la trama y el drama de las luchas. Son ellas las que comienzan la pelea, a veces en las puertas de la misma pulpería; los compañeros tienen que continuar la lucha que encendieron las mujeres, después de salir de sus turnos, sus mitas. Si bien se cuenta con la leyenda de la viuda negrafantasma femenino que deambula por los socavones oscuros, también se cuenta con la memoria y el afecto a las presencias vitales y corporales de las tonalidades sociales y concretas femeninas. La mujer minera, no solamente las palliris, es de los hilos el hilo vertebral, por así decirlo, del tejido del imaginario, de las narrativas y las acciones espacio-temporales mineras. 

 

Ciertamente, en el imaginario minero también está el Tío, la figura del diablo en el sincretismo cristiano; sin embargo, manca-pacha, en el origen de la mitología andina. ¿Cuál es la relación con el Tío en el imaginario de los mineros que asumieron la Tesis de Pulacayo como suya, como encarnación de sus luchas y esperanzas? ¿Cómo combina este rito pagano con la “ideología” de la revolución permanente?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Segunda parte

Imaginario y narrativa

 

 

Historia y narración[20]

 

Desde la muerte de Marx hasta ahora ha corrido mucha agua bajo el puente. La historia como saber o como ciencia, ha avanzado mucho, en comparación con los recursos que disponía antes. El acceso a las fuentes, a los registros, de toda clase, a los documentos, el desarrollo de las técnicas y los métodos para su desciframiento, los análisis comparativos, además de multidisciplinarios; todos estos procedimientos, técnicas, instrumentos, proliferación de datos y centros de datos, la acumulación de erudiciones, han transformado la historia, tanto en lo que respecta a su disponibilidad de información, capacidad de descripción y elocuentes interpretaciones.  Desde esta situación, no es sostenible seguir hablando de historia como lo hacía Marx, desde la filosofía de la historia. Es indispensable tomar en cuenta a lo encontrado por la historia, tanto sus descripciones como sus interpretaciones, así como sus teorías, se esté de acuerdo con ellas o no, para apoyarse en ellas o para distanciarse. Lo que no se puede hacer es ignorar la historia como ciencia o como saber.

Sobre todo en lo que respecta a la historia política de las sociedades, es menester no entrabarse en discusiones reiterativas; las mismas que se basan en supuestos e interpretaciones anteladas. Se trata de interpretaciones que se anticipan al análisis, incluso, sorprendentemente, a los hechos. Se asumen las figuras políticas coyunturales decodificándolas a partir de otras figuras dadas; éstas últimas ya asumidas en interpretaciones en boga. Lo que se hace es no sólo acercarlas por juego de semejanzas, sino que se transfiere la interpretación dada para las figuras que ya se fijaron en una trama, como si la semejanza justificara hacer esto. Es, decir, se transfiere el sentido histórico, por así decirlo, de un contexto a otro. Si bien esto es posible en los imaginarios, incluso en la “ideología”, no puede tomarse en cuenta como dato ni interpretación seria ni objetiva, por así decirlo.  Lamentablemente en la concurrencia política esto sucede. Las consecuencias son desastrosas, puesto que la política está directamente vinculada a la acción.

Una de las discusiones más interesantes entre historiadores, filósofos, epistemólogos y filólogos es la que tiene que ver con la relación entre historia y narración. ¿Es la historia una narrativa? ¿Si no es así, qué es entonces la historia cuando escribe, describe, comenta, interpreta y comunica lo que ha encontrado? ¿Si es así cuál es la relación? ¿De qué manera afecta el modo de narrar a la historia? Estos temas serán retomados, presentando las tesis de algunas de las escuelas de historia.

Como habíamos dicho en otro escrito, el desplazamiento y la ruptura epistemológica en la historia se dan con la Escuela de los Anales. Esta escuela se distancia del “acontecimiento”, entendido no como lo hacemos nosotros, como campos y geología de espesores conformados por multiplicidad de singularidades, sino como evento singular e irrepetible. También se distancia de la historia política, la efectuada por el saber o la ciencia histórica, a partir de la consideración de los individuos sobresalientes, asumidos como protagonistas de la historia. La Escuela de los Anales se desplaza a considerar la duración, las estructuras de la duración, de la larga duraciónduración acontecida en espacios extensos, regiones y mundo. Encuentra en la larga duración las estructuras civilizatorias, las que pueden llamarse realmente históricas. Estas estructuras son las que hacen la historia; no los individuos, tampoco la historia se explica en la contingencia de los “acontecimientos”. 

 

 

Marc Bloch, en su libro inconcluso y póstumo Apología para la historia o el oficio del historiador, escribe:

 

 

Porque la naturaleza de nuestro entendimiento lo inclina más a querer comprender que a querer saber. De donde resulta que a su parecer, las únicas ciencias auténticas son las que logran establecer entre los fenómenos vínculos explicativos[21].

 

 

La pregunta que podemos hacer es: ¿Cuál la relación entre estructuras de larga duración y “acontecimientos”, mediada esta relación por lo que podemos llamar estructuras de mediana duración, correspondientes a un periodo? Sin embargo, la pregunta de fondo es: ¿Cuál es la mecánica histórica de estas relaciones entre estructuras de larga duraciónestructuras de mediana duración y “acontecimiento”? Porque de lo que se trata es de explicar esta mecánica histórica. Incluso se puede complejizar la pregunta y la mecánica haciendo intervenir a condicionantes y procesos más mutables o móviles como clases socialesfragmentos geográficos de clase, que preferimos llamar fragmentos territoriales de clase, procesos específicos políticos, económicos, incluso “ideológicos”, atravesados por tejidos culturales, que posiblemente se acerquen, mas bien, a las estructuras de larga duración, que la Escuela de los Anales llama, en la perspectiva no solo de la larga duración, sino, en el entrelazamiento de la larga duración, la mediana duración y los “acontecimientos”, civilización.

 

 

Son las respuestas a estas preguntas, que sólo se pueden dar con la investigación, acompañadas por el análisis y la reflexión crítica, las que pueden ayudar a comprender tanto la especificidad de los “acontecimientos”, como el juego de las tendencias del periodo, así como la gravitación civilizatoria. El análisis de lo que llamaremos la mecánica histórica y social no puede sustituirse por la elucubración “ideológica”.

 

Ante la pregunta de qué es la historia, Marc Bloch responde:

 

Algunas veces se ha dicho: "La historia es la ciencia del pasado". Lo que [a mi parecer] es una forma impropia de hablar… En efecto, hace mucho que nuestros grandes antepasados, un Michelet, un Fustel de Coulanges, nos enseñaron a reconocerlo: el objeto de la historia es, por naturaleza, el hombre. Mejor dicho: los hombres. Más que el singular que favorece la abstracción, a una ciencia de lo diverso le conviene el plural, modo gramatical de la relatividad. Tras los rasgos sensibles del paisaje, [las herramientas o las máquinas,] tras los escritos en apariencia más fríos y las instituciones en apariencia más distanciadas de quienes las establecieron, la historia quiere captar a los hombres[22].

 

Más abajo aclara esta definición:

 

"Ciencia de los hombres", hemos dicho. Todavía es algo demasiado vago. Hay que añadir: "de los hombres en el tiempo". El historiador no sólo piensa lo "humano". La atmósfera donde su pensamiento respira naturalmente es la categoría de la duración[23].

 

 

Entonces Bloch define la historia como ciencia de los hombres en el tiempo. No se trata, por cierto, de una antropología histórica, sino de entender que los humanos hacen la historia; empero, no de manera directa, sino en el tiempo diferido de la larga duración, de la mediana duración y del “acontecimiento”. Bloch se coloca en la concepción de Henry Bergson cuando define como clave la categoría de duración. También podríamos decir, en el espacio estructurado de la larga duración, de la mediana duración y el evento intenso del “acontecimiento”. Entonces, quizás lo aconsejable es concebir la mecánica histórica y social en el tejido espacio-tiempo-vital-social más profundo, en el tejido del espacio-tiempo-vital-social más próximo y en el hundimiento del “acontecimiento”[24].  De lo que se trata es de explicar el perfil del “acontecimiento” singular, la secuencia de los procesos, los campos de juegos de las tendencias, sus resultantes, por así decirlo, en el espesor de los tejidos del espacio-tiempo-vital-social. De lo que se trata es de explicar la mecánica histórica-social de las singularidades y de los efectos de masa de las singularidades, sus secuencias, sus cronogramas, sus ritmos, sus colisiones.

 

 

Un acontecimiento como la revolución de 1952 tiene que ser explicada entonces considerando las estructuras de larga duración, las estructuras de mediana duración, el acontecimiento mismo; comprendiendo también el juego de tendencias, de fuerzas, en el periodo, así como el propio perfil de los individuos. Obviamente, es indispensable situar, en el entrelazamiento de procesos, a las clases sociales, a los fragmentos territoriales de clase, a los partidos políticos, a sus convocatorias, y, sobre todo, al peso de los sindicatos y de sus organizaciones matrices. Pero, en este caso, ¿cuál es la estructura de larga duración? ¿La formación económica-social colonial? ¿La estructura económica y política de la dependencia? ¿O hay que ir más lejos? Pero, en este caso, ¿cuál es la civilización, recogiendo el alcance conceptual que le atribuye la Escuela de los Anales?  ¿Podemos lanzar la hipótesis de investigación de que se trata de un quiebre civilizatorio ocasionado, por la conquista y la colonización, quiebre acompañado por la ocupación colonial de la cultura europea de ese entonces? Sin embargo, lo que se da en el mundo, con todas las heterogeneidades, es la modernidad. Entonces, ¿la civilización de la que hablamos es la modernidad en clave heterogénea? 

 

Ahora, refiriéndonos a las estructuras de mediana duración, ¿cuáles son éstas? ¿Las estructuras de la economía minera, combinadas con las estructuras de las propiedades latifundistas, articuladas con la estructura estatal, denominada oligárquica por el leguaje político de entonces? ¿Cuál es el peso del proletariado minero y del proletariado fabril? ¿Cuál es el grado de organización sindical y bajo qué características se compone? ¿Bajo qué convocatoria se movilizan, la del POR, la del MNR, la del mismo sindicato? No vamos a preguntar cómo se ven a sí mismos tanto el POR como el MNR, sino cómo los ve el proletariado minero. Algo que podría acercarse a lo que la Escuela de los Anales llama mentalidades. Esto es importante, pues hay un prejuicio racionalista, sobre todo en la izquierda, que cree que se trata de claridad, de programa, de consignas adecuadas en su momento. Esto es lo que llamamos fundamentalismo racionalista, que se mueve bajo la conjetura de la astucia de la razón en la historia[25]. Esto es confundir la “realidad”, que para nosotros es sinónimo de complejidad, que se mueve como mecánica de fuerzas, en distintos planos, por así decirlo, fuerzas interpretadas, con las representaciones conceptuales.

 

No importan tanto si había un programa revolucionario, aunque esto hubiera incidido favorablemente; sin embargo, que lo haya hecho dependía no de su claridad sino de su encarnación en la voluntad del proletariado minero. En otras palabras, el problema es si este programa cobra cuerpo como fuerzas. Mientras no ocurre esto, las revolución está en la cabeza de los “revolucionarios”; pero, no es una posibilidad material cierta. El campo social y el campo político son campos de fuerzas, no de conceptos. Se puede decir que el campo filosófico es un campo de conceptos, donde éstos adquieren la forma de fuerza y entendimiento, usando términos hegelianos de la Fenomenología del espíritu. Más aún, incluso podríamos decir, como lo hicimos en un antiguo escrito, fuerza de entendimiento[26]. Empero, estas fuerzas sólo tienen incidencia en los estratos intelectuales, no en las multitudes y masas sociales. En las multitudes, masas y estratos sociales tiene más bien incidencia el imaginario o los imaginarios, lo que llaman los historiadores de la Escuela de los Anales mentalidades.  Por eso, es muy importante acercarse al mapa de las mentalidades de la coyuntura y el periodo donde se da este acontecimiento de la revolución de 1952.

 

Por supuesto que no se trata sólo de mentalidades, sino de conductas, de comportamientos, de habitus, de transformaciones de habitus, de prácticas y acciones, de respuestas colectivas; en otras palabras, de asociación conglomerada de los cuerpos, de resistencias y movilizaciones corporales. ¿Cómo ocurre esto, cómo se da lugar esta actividad subversiva multitudinaria? No se debe, por cierto, a la claridad política, a las finalidades del programa, sino a la adquisición de esquemas de comportamientos. ¿Es que se puede corporeizar la teoría, el programa? Lo que se corporeiza son diagramas de poder, que induce comportamientos; la pregunta es: ¿si se puede inducir emancipaciones de comportamientos y conductas? ¿Cómo se logra esto? No se trata de un convencimiento racional, sino de transformaciones en las prácticas. Antes decíamos de constitución y des-constitución de sujetos; ahora podemos hablar de una puesta en suspenso de los mecanismos de dominación, de desplazamientos y transformaciones en el ámbito de las relaciones. Si se quiere, cambio en las mentalidades. Se trata entonces de la conformación de nuevas composiciones asociativas, que incidan en las prácticas, que transformen los ámbitos y las atmósferas de las prácticas, los climas culturales, por lo tanto, que cambien las mentalidades.

 

 

 

Narrativa e “ideología”

 

Volviendo al análisis, en lo que respecta a la revolución de 1952, a la descripción histórica y al análisis de este acontecimiento, la tarea es comprender los campos de juegos de fuerzas, sus correlaciones, su peso y sus tendencias; poder lograr una interpretación de esta complejidad y proponer una explicación de la mecánica histórica-social de las fuerzas puestas en escena.

 

 

Como ejemplo, para ilustrar sobre algunos problemas, haremos bocetos de algunas secuencias anotadas.

 

 

Secuencia 1

 

Los sectores populares experimentaron el recorrido insurreccional, forma de lucha como que mejor manifiesta la cultura política popular. Durante el Sexenio (1946-1952), acontecimientos como la toma de Potosí por los mineros del Cerro Rico, en enero de 1947, el levantamiento de los trabajadores de la mina de Siglo XX, en mayo de 1949, el de los fabriles en 1950 y otros hechos, pueden ser claramente inscritos en esta forma insurreccional.

 

Secuencia 2

Del libro cincuentenario de la revolución del 9 de abril de 1952: así fue la revolución, extractamos lo siguiente:

 

El 9 de abril de 1952 amaneció como ningún otro 9 de abril. Las marchas militares que se oían en todas las radios a transistores de los hogares paceños, venían acompañadas de proclamas y llamadas al "valeroso pueblo de La Paz". La emotiva voz había dejado de ser la de un sereno locutor de "Radio Illimani". Enronquecida, anunciaba que un golpe de Estado contra la oligarquía había estallado. El MNR, partido del pueblo y cabecilla del levantamiento, anunciaba la muerte de los "opresores" y pedía el concurso de todos para consolidar su movimiento. Tras las marchas militares, el himno movimientista cobraba fuerza.  El pueblo convocado venció la incertidumbre y se volcó a las calles. Se formaron grupos, se tomaron rápidas decisiones y no se pensó en nada más que en ganar la batalla contra el Ejército que se atrincheraba para defender al régimen. El golpe planificado por el MNR debió haber estallado en enero para aprovechar la época de las lluvias y la falta de conscriptos, pero la posibilidad de contar con aliados entre los altos mandos del Ejército, como Don Antonio Seleme, para entonces Ministro de Gobierno, lo postergó. Estallado el 9 de abril, según planes de los conspiradores, si éste fracasaba en La Paz, se levantarían 57 cantones, provincias y centros mineros para desatar la guerra civil y se establecería en el Sur un gobierno civil, obligando al Ejército a combatir en 100 lugares, al tiempo que se decretaría la huelga general. Además, en los meses anteriores, comandos zonales y barriales, células de mujeres y grupos de trabajadores mineros habían fabricado granadas de cemento amarradas con una carga de dinamita, bazucas llamadas en las minas "chicharras" que serían el principal arma de lucha cuando el momento llegara (el Diario 21 de abril de 1952).  En cuanto a los Comandos Zonales y los grupos de honor del MNR, éstos comenzaron a organizarse poco después de la caída de Villarroel y, para 1951, ya existían 24 organizaciones de ese tipo en la ciudad de La paz. En 1952, estaban listas para responder al llamado de sus líderes.  Por su parte, el Comité Revolucionario regional del MNR compuesto en el momento de la revolución por Hernán Siles Zuazo, Adrián Barrenechea, Hugo Roberts, Jorge Ríos, Juan Lechín, Mario Sajinés Uriarte, Roberto Méndez Tejada, Raúl Canedo, Jorge del Solar, Manuel Barrau, y Alfredo Candia, había asegurado la participación en el golpe de los comandantes de las tres principales fuerzas del Ejército. Pero en los hechos, sólo el Gral. Antonio Seleme mantuvo su palabra, aunque terminó asilándose en una embajada en el momento más crítico del movimiento, convertido desde las primeras horas del 9 de abril en una auténtica insurrección popular. La insurrección de abril fue descrita por la prensa como "brava lucha sin precedentes en la historia revolucionaria de Bolivia”[27].

 

Secuencia 3

 

Comparemos la anterior narración con esta otra:

 

La revolución boliviana de 1952 no puede comprenderse, de más está decir, sin tener en cuenta sus raíces históricas. Pero tampoco puede entenderse sin tener en cuenta su presente: es que el presente ilumina el pasado, mostrando aspectos que entonces aparecían oscuros y conduciendo a nuevas interpretaciones. Es así como las nuevas experiencias nacionalistas en América Latina, surgidas en el siglo XXI, serán de vital ayuda para enriquecer la conclusión fundamental de este trabajo: toda tentativa revolucionaria que se mantenga dentro de los límites del nacionalismo burgués (o sea, dentro del marco del capitalismo) está condenada al fracaso. La comprobación de esa conclusión implica que el trabajo no se detenga allí sino que, a su vez, y teniendo a Bolivia como expresión concentrada de los problemas históricos de América Latina (los recursos naturales, la tierra para los campesinos, la independencia nacional), permita exponer cuál es la vía revolucionaria que se presenta como alternativa superadora.

 

El mismo autor más abajo escribe:

 

La caída de Villarroel no sólo no puso freno a la agitación popular, sino que incluso pareció potenciarla. Pero ante el fracaso de los viejos partidos, del “socialismo militar”, del PIR y ahora del MNR, las masas comenzaron a inclinarse hacia el POR, que también había estado presente en Catavi, y que estaba en mejores condiciones que los demás para trabajar en los medios obreros, en particular en los centros mineros. Expresión directa de este proceso será el Congreso Minero de Pulacayo, en 1946, y su respectiva y famosa Tesis (de inspiración porista), que como señala Alberto Pla significó un “verdadero programa revolucionario para Bolivia: nacionalización de las minas, control obrero sobre la producción y el comercio exterior, escala móvil de salarios, armamento del proletariado, milicias obreras y campesinas, figuran en ellas, como destacados”[28]. La Tesis de Pulacayo es la correcta aplicación de las conclusiones fundamentales de la Revolución Permanente y de El Programa de Transición, de León Trotsky, a la realidad de Bolivia: la revolución boliviana es democrático-burguesa por sus objetivos (reforma agraria, independencia nacional), pero una vez iniciada sólo puede triunfar si no se detiene ante el marco de la propiedad capitalista, transformando la revolución burguesa en socialista (la revolución democrático-burguesa es sólo un episodio de la revolución proletaria), y con ello en permanente. El sujeto capaz de realizar esta tarea es el proletariado, que constituye la clase social revolucionaria por excelencia, en alianza con el campesinado y otros sectores de la pequeña burguesía, y el resultado de esta hegemonía no puede ser otro que la dictadura del proletariado. Es decir que “ya está planteado en Bolivia, a nivel de masas, el programa de la revolución socialista”[29], colocando al proletariado minero no sólo a la vanguardia de Bolivia, sino de toda América Latina. Además, la Tesis sirvió como programa para la construcción del Bloque Minero Parlamentario, una alianza que La Federación de Mineros constituye con el POR y que expresa la participación independiente de los mineros en las elecciones de 1947, que es ya un logro de por sí, más allá de que la elección de seis diputados y dos senadores no pudiese progresar, pues en medio de un clima de gran represión, los dirigentes fueron finalmente apresados y exiliados.

Pero si todo esto había permitido que el POR dejase de ser un minúsculo grupo alejado de las masas, el fracaso en encontrar la forma de plasmar la Tesis de Pulacayo en la práctica dio lugar a que el MNR, que parecía enterrado, recuperase sus posiciones sobre la base de un giro a la izquierda que prácticamente lo llevó a calcar, demagogia mediante, las consignas del POR, desplazándolo de la dirección de los acontecimientos. Incluso la acción del MNR y el POR empezó a verse como una sola, lo que se debió al seguidísimo a una supuesta ala izquierda del MNR por parte del porismo; aquí ya se comienzan a apreciar los primeros errores del POR, fundamentales para entender el destino final de la revolución boliviana de 1952, en cuanto a que sus políticas contradecían directamente la Tesis de Pulacayo.

Así fue como el MNR, ferozmente reprimido y perseguido, logró acomodar su programa al viraje de las masas y, para finales de la década del 50, ganar el apoyo del estalinismo, del trotskismo y del pueblo en general. En el año 1949 el MNR planteara apresuradamente (ya que el gobierno no había perdido aún toda su legitimidad) una línea insurreccional, lo cual responde a un gran cambio de situación, pues si bien anteriormente toda conspiración estuvo limitada al campo militar, ahora “el MNR explota (...) la pérdida que tuvo dentro de los militares compensándola con su influencia en las masas mismas y por eso tiene que plantear como una guerra civil lo que antes debió existir como conspiración”[30]. Pero a pesar de la derrota del MNR, ya no había vuelta atrás. El poder estaba en completa disgregación y las elecciones de 1951, luego de la huelga general de 1950, son un ejemplo de ello: “A pesar de que el sistema electoral era de voto calificado, con lo que se excluía a la mayor parte de los obreros y todos los campesinos, Paz Estensoro, jefe del MNR, resultó vencedor en las elecciones de 1951. Si la oligarquía hubiese tenido confianza en el funcionamiento de su propia democracia, y en particular, en su control sobre el ejército, le habría resultado factible entregar el poder al vencedor y, sin embargo, bloquear legalmente su programa o condicionarlo e incluso, esto es ya una pura hipótesis, apoyar al MNR en sus relaciones con los aliados peligrosos, que eran los mineros (…). Prefirió empero el camino más rutinario de desconocer las elecciones, encaramar en el poder a una nueva junta militar y, en fin, suprimir todas las alternativas democráticas. Con ello se completaron las condiciones subjetivas para que, menos de un año después, existiera la insurrección de masas del 9 de abril de 1952.”[31]

 

Y cuando todo parecía indicar que se produciría un golpe de Estado más en la historia de Bolivia, cuyo resultado sería un gobierno conjunto entre el MNR y el ejército, la aparición de los mineros y de amplios sectores urbanos – que, como las masas rusas en febrero de 1917 no sabían exactamente qué querían, pero sí lo que no querían, en este caso a la Rosca y su Estado - y su dramática lucha en las calles, armas en mano, transformó en tres días el resultado en una insurrección triunfante. El ejercitó fue derrotado y se derribó al Estado, pero el proletariado victorioso no tomó para sí el poder que había conquistado por su cuenta, como lo planteaba la Tesis de Pulacayo, sino que –nuevamente al igual que en el febrero ruso - colocó allí a una dirección que no era la suya, y que no sólo no había planeado la insurrección ni jugado en ella un papel principal, sino que había tratado de evitarla por todos los medios.

 

 Caracterización de la revolución

 

No es posible proceder a caracterizar una revolución cualquiera limitándose a enunciar qué clase social dirige el proceso, cuál es la base económica y cuál la situación política en el momento que suceden los hechos. En realidad, estos factores sólo pueden analizarse a partir del curso que fueron tomando los acontecimientos y no simplemente a escala nacional, sino teniendo en cuenta la relación dialéctica existente entre lo nacional y lo internacional. Es por esto que importa describir cuál es la coyuntura en la que se enmarca y toma significación la revolución boliviana de 1952.

Por un lado, con la Primera Guerra Mundial (manifestación más cruda del imperialismo) queda en evidencia que el capitalismo ya ha cumplido su función histórica, mientras que la Revolución Rusa en 1917 abre un ciclo de revoluciones socialistas a escala mundial, destinada a superar la debacle capitalista. Es el inicio de una nueva era, en la cual las revoluciones emprendidas por una colonia o semicolonia contra el imperialismo, aunque en sus objetivos pudieran ser democráticos-burgueses, ya no pertenecen a la vieja revolución destinada a establecer una sociedad capitalista y dirigida por la burguesía, pues esta no puede llevar adelante ningún proceso revolucionario (como la burguesía de los países Europeos en su lucha contra el feudalismo, aunque vale agregar que ya en 1848 y en 1905 la burguesía europea se había mostrado reaccionaria), sino a una revolución liderada por proletariado: la revolución socialista proletaria mundial.

Por otro lado, en el período que se abre con el fin de la Segunda Guerra Mundial se pueden destacar dos grandes fenómenos. En primer lugar, la llamada Guerra Fría, impulsada por los Estados Unidos y las otras potencias imperialistas de Occidente con el fin de detener el avance de la URSS y de la revolución en general a escala mundial. En segundo lugar, el “despertar”, primero en Asia, más tarde en África, de los países coloniales y semicoloniales, manifestado en una enorme oleada de movimientos anticoloniales. Estos movimientos, en cuya lucha contra el colonialismo como enemigo común confluyeron diversas clases, serán recorridos por dos grandes líneas: la reformista, encabeza por la burguesía nacional, y la revolucionaria, conducida por el proletariado. Ejemplos de la primera línea los encontramos en la India, en Egipto, en Birmania o en Indonesia, por nombrar algunos casos. Ejemplo de la segunda, es decir, de los movimientos anticolonialistas y antiimperialistas dirigidos por el proletariado, es el de la Revolución China. Por su parte, el movimiento anticolonialista de la segunda posguerra se extiende también hacia América Latina. El imperialismo yanqui, en medio de la Guerra Fría y con la excusa de la lucha contra el comunismo y la subversión, tenía como plan convertir a América Latina en un desfiladero de dictaduras que respondieran plenamente a sus intereses, lo que más tarde conseguirá, y cuya primera víctima será Guatemala. Pero la situación de debilitamiento de las potencias imperialistas a nivel mundial posibilitó que se generalizaran movimientos nacionalistas burgueses (que ya venían en ascenso a partir de la crisis del 29) con distinto grado de radicalidad y de apoyo y protagonismo de las masas, como es el caso del peronismo, del varguismo, del MNR, etc. Además de estos procesos reformistas, se repite aquí la lucha entre dos corrientes antagónicas, pues a finales de la década del 50 tenemos también el ejemplo de la Revolución Cubana.

Entonces, estamos ante un proceso que pone fin a una etapa en la cual la forma colonial era la manera principal en que las potencias imperialistas ejercían su dominación y opresión, y que se enmarca en el ciclo de revoluciones socialistas, pero que tiene resultados diferentes dependiendo de qué clase sea la hegemónica. Tal es así que en los países en donde la revolución de liberación nacional no fue dirigida por el proletariado, sino por la burguesía nacional, sucederá lo mismo que en América Latina durante las primeras revoluciones de independencia: el problema agrario quedará sin resolver y, por lo tanto, los terratenientes conservarán su poder económico, sentando las bases para las nuevas formas de dependencia y dominación oligárquico-imperialista.

 

En cuanto a la revolución boliviana en particular, se hizo mención a que el proletariado minero no tomó el poder para sí, sino que colocó allí al MNR y a su máxima figura, Paz Estenssoro. Pero ahora debemos agregar que días después de la revolución los trabajadores crearon su propia organización, la Central Obrera Boliviana (COB), expresión de la dualidad de poderes reinante. Y así como todos los autores coinciden en remarcar que la hegemonía de la revolución perteneció al proletariado minero, también se concuerda en cuanto a que este mismo actor siguió manteniendo la hegemonía durante el primer período, siendo su Central Obrera la verdadera instancia de poder, y el gobierno del MNR apenas su sombra. Lo que falla en la mayoría de los autores es que, reconociendo de hecho la dualidad, que tenía como dueño de la situación a los trabajadores, no se saque de allí las conclusiones obvias: la dualidad de poderes es una situación excepcional producto del choque irreconciliable de dos clases en una situación revolucionaria, y como tal, no puede extenderse demasiado en el tiempo; uno de los poderes acaba finalmente por imponerse. Los partidos revolucionarios, inclusive el POR, desconocieron este hecho, y en lugar de definir la dualidad a favor de la COB, trabajando en ella para lograr una mayoría y exigiendo el paso de todo el poder a esa organización, se dedicaron a “presionar” al MNR para que realice las demandas de las masas, designando para ello algunos ministros obreros y estableciendo el co-gobierno MNR-COB. Así lo entiende Alberto Pla, una de las excepciones a la regla, cuando nos dice que “en la medida en que no surge una dirección obrera de masas que conscientemente busque resolver la contradicción a su favor sino que sólo trate de presionar al ala progresista dentro del MNR, no se abrirá la posibilidad de avanzar en la revolución social que quieren las masas y se posibilitará, poco a poco, el nuevo triunfo de la reacción favorecido por el MNR.”[32]

Lamentablemente, eso fue lo que sucedió. La falta de una dirección revolucionara capaz de aprovechar la situación llevó a la capitulación ante la burguesía nacional, contrariando así la Tesis de Pulacayo. Se pasó de competir con esa burguesía por la hegemonía de la revolución, a subordinarse a una de sus alas, fomentando en las masas la confianza en el gobierno y no lo contrario. El problema principal fue, entonces, la ausencia de un verdadero partido obrero: “Había en el movimiento proletario, empero, una duplicación; se sentían, por una parte, integrantes del movimiento democrático considerado como generalidad y, por lo tanto, impusieron  como algo natural el retorno de Paz Estenssoro y la reivindicación de su presidencia, como emergencia de su victoria en las elecciones de 1951. Pero, por otra parte, eran portadores semiconscientes de su propio programa, que era el que figuraba en la tesis de Pulacayo, aprobada en 1947. Lechín expresaba lo primero; lo segundo, demostró ser un germen imposible de desarrollarse en tanto cuanto no se diferenciara la clase del movimiento democrático general, es decir, ya como partido obrero.”[33]

La revolución boliviana dará lugar a la revolución restauradora, es decir, fracasará, en la medida en que tuvo como resultado la revolución nacional y no la revolución proletaria, en el marco del agotamiento del capitalismo y del ciclo de revoluciones socialistas, o sea, de la inviabilidad de la burguesía nacional para conducir proceso de liberación nacional alguno y de la inviabilidad misma del capitalismo. Pero en qué medida la revolución fue nacional y terminó siendo derrotada sólo puede verse, como dijimos, a partir del curso que tomaron los acontecimientos, siempre sin perder de vista la relación entre lo nacional y lo internacional, lo cual necesariamente da paso al siguiente punto[34].

 

Secuencia 4

 

Después de estas narraciones sobre la revolución de 1952, ambas distintas por el alcance y la pretensión de sus interpretaciones, quizás tengamos que detenernos en la exposición, el análisis y la narrativa del historiador Guillermo Lora, intelectual trotskista, fundador del POR, además de militante, persistente crítico, y coautor de la Tesis de Pulacayo. Lora escribe:

 

Son numerosos los documentos y testimonios que demuestran que la dirección movimientista había preparado cuidadosamente un golpe de Estado, contando con la complicidad del entonces Ministro de Gobierno Seleme. Los conjurados, realizaron sondeos infructuosos en las tiendas falangistas, buscando apoyo para sus planes subversivos. Por otro lado, era evidente que el MNR se convirtió en un partido popular y había logrado, gracias a la sistemática persecución policial desatada en contra suya y al trabajo sacrificado y heroico de sus activistas sindicales, el apoyo de grandes sectores de los explotados. Estaban dadas las condiciones para el retorno al poder de los derrocados el 21 de julio de 1946. La causa fundamental de este fenómeno sorprendente para casi todos los observadores, radica en la frustración y traición del estalinismo, que llegó al poder después del golpe contrarrevolucionario que derrocó a Villarroel, si se exceptúa la aproximación a las graderías del Palacio Quemado durante el gobierno “socialista” de Toro, que vino a poner de relieve su indiscutible vocación palaciega.

 

El PIR nació como un partido naturalmente entrenado en las masas, se puede decir que fue el primer partido marxista que contó con verdaderos cuadros dentro del sector minero, y perdió todas sus posibilidades de dirigir a los explotados al concluir su contubernio con la rosca (no era un misterio para nadie que Carlos Víctor Aramayo en persona prestó incontables favores al partido estalinista e inclusive financió muchas de sus actividades); desde este momento los explotados le dieron progresivamente las espaldas y se desplazaron en busca de otra dirección más consecuente con sus enunciados. El estalinismo no pudo aprovechar magníficas oportunidades para convertirse en movimiento de masas y en dirección del proletariado, esto por dos causas: la primera se refiere a la rápida disgregación del Partido Comunista clandestino de los años veinte y que contaba con el apoyo decidido del Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista. La segunda no es otra que la experiencia política para el retorno del MNR al poder, esto en un plazo inmediato, históricamente permitió que el trotskismo, como un fenómeno excepcional, penetrase gradualmente en el seno de las masas hasta convertirse en una de las tendencias obreras más poderosas. La política de los frentes populares y de la unidad nacional, ideada y dirigida desde el Kremlin, se tradujo en Bolivia en la vergonzosa obsecuencia pirista hacia el imperialismo norteamericano, palpable opresor y explotador foráneo del país, y en el pacto político con la rosca, todo bajo el pretexto de que así se luchaba más eficazmente contra el nazifascismo, presentado como enemigo de la “democracia” burguesa y de la civilización contemporánea. La teoría en sentido de que la vigencia de la revolución democrático-burguesa obliga a la clase obrera o aliarse y someterse a la burguesía nacional y progresista, se convirtió en los hechos, en el contubernio rosca-PIR; la ausencia de una burguesía industrial poderosa no podía menos que conducir a tan triste resultado. El antecedente inmediato de lo sucedido el 9 de abril de 1952 se tiene que buscar en los resultados de las elecciones generales de 1951, realizadas bajo la presidencia del pursista Mamerto Urriolagoitia y que obligaron a consumar el famoso mamertazo (auto-golpe palaciego que permitió la sustitución de un gobernante civil por el general Hugo Ballivián).

 

En febrero de 1951 se reunió, en pleno sexenio y cuando imperaba el desconocimiento de las garantías democráticas, la quinta Convención Nacional del MNR, bajo la presidencia de Hernán Siles, que era ya notable por sus desplantes, su osadía, sus proezas de valiente, aunque no todos sabían aun exactamente hasta dónde iba su pensamiento inconfundiblemente derechista (sustentaba ya posiciones mucho más conservadoras que Víctor Paz, Lechín, etc,). Esta reunión tenía como finalidad central la designación de candidatos para las próximas justas electorales. La dirección movimientista estaba interesada en presentar una fórmula capaz de arrastrar a la mayoría nacional y de vencer las resistencias que motivaban los hombres conocidos del partido nacionalista. Formalmente se propuso la candidatura del excelente poeta y calamitoso político Franz Tamayo, que iría acompañado por Víctor Paz como Vicepresidente. Este último fue uno de los pocos que vio el problema en sus verdaderas dimensiones: no se trataba de jugar a las elecciones y menos de lograr la victoria con pequeñas trampas, sino de tomar el toro por las astas e imponer una inconfundible fórmula partidista. Finalmente se proclamó el binomio Víctor Paz Estenssoro-Hernán Siles Zuazo. La derecha, segura de que el monopolio del poder le permitiría fácilmente imponer su voluntad en las urnas, fue dividida y también así lo hizo la izquierda. Los resultados fueron sorpresivos, inclusive para la mayoría de los movimientistas: el partido opositor logró triunfar, lo que debe atribuirse al hecho de que todavía las ciudades podían imponerse en las elecciones. Los resultados logrados el 6 de mayo de 1951 fueron los siguientes: Víctor Paz, 54.049; Gosálvez (PURS, partido de gobierno), 39.940; Gral. Bilbao (FSB), 13.180; Gutiérrez Vea Murguía (candidato de la empresa Aramayo), 6.559; Tomás Manuel Elío (Partido Liberal), 6.441 y José Atonio Arze (pirista y candidato de los universitarios).

 

Ya sabemos que el general Ovidio Quiroga. Comandante en Jefe del Ejército designó como Presidente de la República al Gral. Hugo Ballivián, anulando así, con un simple golpe de espada, lo obtenido en las elecciones. No era el ejército como tal el contrariado, sino la minería, que comprendió con claridad que la victoria movimientista y su llegada al poder importarían el desbordamiento de las masas y recurrió a los generales como a su última carta. Tal es el verdadero sentido del mamertazo (16 de mayo de 1.95l).

 

El MNR se dio modos para sacar toda la ventaja posible del escamoteo electoral y convirtió en bandera de agitación su victoria y la usurpación consumado por el gorilísmo. Esta campaña se desarrolló de modo inseparable con su demagógica propaganda en contra de los organismos norteamericanos que adquirían más y más preeminencia dentro del país.

 

La insurrección movimientista, que comprometió a las fuerzas de carabineros encargadas de garantizar el orden público, comenzó con todas las características del golpe de Estado blanquista, confiando su victoria al manejo o neutralización de ciertas unidades del ejército o el pronunciamiento de determinados jefes con mando de tropa. El General Humberto Tórres Ortíz reagrupó a los efectivos militares, opuso tenaz resistencia y pasó al ataque contra los facciosos.

 

Fueron la prolongación de la lucha, el traslado de la enconada pugna en el cuartel o los ministerios a las calles, los que permitieron que las masas se incorporasen a la batalla, que tomasen en sus manos la suerte del choque armado y determinasen la victoria del MNR como partido. Sería incorrecto limitarse a hablar de las masas así en general, esto porque lo que importa es qué clase social las dirige o se convierte en eje fundamental. Las masas populares jugaron el papel de tegumento del proletariado fabril en las ciudades (la experiencia de lucha de este sector es sumamente rica constituyendo la masacre de Villa Victoria de 1949 uno de los puntos culminantes) y también del minero.

 

No se trata simplemente de que las masas explotadas determinaron con su acción la victoria, de que se apoderaron de las armas del ejército (así se efectivizó la consigna de que el arsenal natural del pueblo está en los cuarteles), sino de que transformaron, con su presencia y acción, un golpe de Estado en una verdadera revolución. Ya no se buscó sustituir a un grupo militar o civil por otro, todo dentro de la política de la misma clase, sino de desplazar del poder a la rosca y a sus testaferros para reemplazarlas por el partido de la pequeña burguesía.

 

Las masas estaban allí, determinando autoritariamente el curso de los acontecimientos, pero no lograban expresarse adecuadamente en el plano político. Su acción fortalecía al MNR y éste se apropiaba, de manera natural, del esfuerzo, heroísmo, etc. de los explotados. El MNR pudo hablar a nombre del país. La lucha concluyó con la victoria movimientista, como se desprende del Acta de Laja (11 de abril):

 

“En las ciudades del interior, los Comandos Políticos Regionales entrarán en contacto por intermedio del Estado Mayor General con las autoridades políticas designadas por el Presidente de la Junta señor Hernán Siles Zuazo.

 

“Inmediatamente de conocida esta comunicación todas las unidades militares, de carabineros y elementos civiles se retirarán a sus bases. Todos los elementos civiles o militares que desacaten este acuerdo o cometan atentados contra la vida y la propiedad de los habitantes de Bolivia serán pasibles de las sanciones que señalan las leyes.

 

“Firmando: General Humberto Torres Ortíz, Hernán Siles Zuazo.

 

“Refrendan esta acta los siguientes Jefes y Oficiales del Ejército Nacional y dirigentes de la Revolución:

 

Firmado: General Francisco Arias; General Jorge Rodríguez H.; Cnel. Edmundo Paz Soldán; Coronel Claudio Moreno Palacios; señor Jorge del Solar; señor Luis Peláez Rioja; Dr. Flavío Ballón Viscarra”.

 

Los hechos nos dicen que un partido popular, que enarbolara consignas radicales, cierto que demagógicamente, centró toda su atención en la preparación de un perfecto golpe de Estado, poniendo cuidado en cerrar todas la compuertas por donde pudiesen colarse las masas (el golpe de Estado se idea y se ejecuta a espaldas de éstas y procurando que no irrumpan en el escenario). Esto que puede parecer paradójico se explica perfectamente si se tiene en cuenta la naturaleza y programa del MNR.

 

El partido pequeño-burgués sabía perfectamente, y esto por la experiencia que había vivido durante el gobierno Villarroel, que la clase obrera puesta en píe y cuando adquiere su propia fisonomía, tiende a imponer su línea política, su estrategia, lo que supone la acentuación de la tendencia a superar las limitaciones propias del partido y gobierno nacionalistas pequeño-burgueses, que son las limitaciones propias del marco capitalista.

 

Lo anterior explica por qué el MNR prefería un golpe de Estado en seco, sin participación militante de las masas, aunque buscaba el apoyo de éstas y, por supuesto, el control sobre ellas. Un gobierno nacido de semejante golpe tendría muchas posibilidades de lograr el apoyo del imperialismo y de realizarse en un marco de pos social. Los acontecimientos que se sucedieron en abril de 1952 y después han venido a demostrar que el MNR tenía razón en sus apreciaciones.

 

 

 

La destrucción del ejército

 

Antes que nadie conociese el documento de Laja y que tiene un marcado sabor de capitulación, las tropas regulares del ejército, los cadetes del Colegio Militar y los oficiales, volcaron sus gorras y corrieron despavoridos, entregando sus armas a quien quisiese tomarlas. Los fabriles habían aplastado a varios regimientos. Los mineros de San José hicieron morder el polvo de la derrota a los soldados y oficiales, en Papel Pampa y las proximidades de la fábrica ILBO; desde Milluni se descolgaron hacia el Alto los trabajadores del subsuelo, más fuertemente entroncados en el campesinado que sus hermanos de otras regiones, y rápidamente se convirtieron en amos de un punto estratégico. Nunca se dirá bastante acerca de la historia de las luchas obreras y campesinas en esta región paceña, que cobran singularidad porque se dan en toda su pureza como choque de determinadas clases sociales explotadas contra los organismos de opresión, casi sin interferencias extrañas. En el cementerio de Alto Madidi, algunas cruces rústicas de madera señalan el lugar donde fueron enterrados numerosos campesinos, que fueron llevados hasta allí como prisioneros políticos durante el sexenio.

 

 

Un poco más abajo, el relato continúa:

 

Si recordamos los datos de la historia de las jornadas de abril, llegaremos al convencimiento de que el equipo gobernante, como expresión de un orden social caduco y en desintegración, se desmoronaba a pedazos. El golpe de Estado fue gestado a nivel ministerial y los conspiradores jugaban con las unidades armadas para asegurar su propia victoria. No puede exigirse mayor prueba del hundimiento de uno de los pilares fundamentales del gobierno: el poder Ejecutivo. El aparato represivo se diluía y no pudo soportar la presión ejercitada sobre él desde el exterior. En estas condiciones, el ascenso revolucionario de las masas se proyectó directa e imperativamente sobre las fuerzas armadas, creando en su seno una serie de tendencias centrífugas; vale decir, que muy fácilmente pudo dislocarlas desde dentro. Los choques y las batallas no fueron más que el golpe de gracia a un proceso que se desarrolló larga y profundamente.

 

Las masas, aunque no necesariamente el MNR, personificaron en el ejército rosquero a todos sus enemigos y a los causantes de sus males. Las razones sobraban para esto. El ejército rosquero, directamente entroncado en la aristocracia terrateniente y, como ésta misma, destinado a defender los intereses de la gran minería, tiñó reiteradamente sus bayonetas con la sangre de obreros y campesinos. Desde entonces, la clase dominante no encontró mejor fórmula para resolver los agudos problemas sociales y políticos que la masacre: se confundían la paz de las tumbas con la paz social y la estabilidad política. La tambaleante democracia y sus dificultades crecientes se expresaron y encontraron soluciones a través de los cuartelazos y golpes de fuerza. Objetivamente, los elementos uniformados aparecieron como verdugos de los humildes, pero el hombre de la calle los aisló de la clase dominante y se tomó la libertad de considerarlos muy por encima de la lucha de clases, de esa lucha en la que los explotados son los principales y necesarios protagonistas.

 

El ejército es sólo una parte del aparato represivo, la encarnación de la violencia de una sociedad basada en la explotación del asalariado; lo que tiene que destruirse son los fundamentos de esta sociedad y de esta explotación, entonces no podrá ya existir un ejército diferente a las masas, contrario a sus intereses y convertido en látigo de los oprimidos. Consiguientemente, las masas en abril de 1952 se consideraron ya libres porque el ejército fue disuelto a bala, hecho que se oficializó mediante solemnes actos gubernamentales. El Colegio Militar cesó simplemente de existir, por considerar que los revolucionarios no podían permitir un centro de formación de los carniceros de las masas. En los primeros momentos, se tuvo la impresión de que la jerarquía movimientista, particularmente los señores Paz Estenssoro y Lechín, estaban de acuerdo con la necesidad de la desaparición del ejército de charreteras, botas etc., como expresó chabacanamente el “líder” obrero. No se trataba de la consecuencia de posiciones doctrinales, sino del inconfundible seguidismo a las masas todavía encabritadas. En lo que hicieron y dijeron esos políticos no había ninguna posición orientadora, sino simplemente la repetición de un empirismo a toda prueba. Un poco después, estos mismos dirigentes se encargarían de imprimir características legales a las imposiciones imperialistas acerca de la urgencia de volver a poner en pie a las fuerzas armadas.

 

Las masas y sus organizaciones (la Central Obrera Boliviana, los partidos marxistas, éstos últimos moviéndose entre la tolerancia del gobierno y la clandestinidad) consideraron que no sólo había que destruir al ejército y evitar su resurrección, sino que, para poder defender eficazmente la revolución de la arremetida de sus enemigos de dentro y fuera, se imponía la necesidad de reemplazarlo por las milicias obrero-campesinas, que aparecieron, vivieron y se destruyeron como el brazo armado de las masas que habían logrado imponerse a la rosca y a su ejército.

 

La existencia y fortalecimiento de las milicias - consigna y tradición de los movimientos obrero y revolucionario - están subordinados a la politización y actividad de las masas. Cuando éstas eran dueñas de la calle, cuando desde la COB vigilaban e imponían sus decisiones al Poder Ejecutivo, impulsaron la estructuración y fortalecimiento de las milicias. Los explotados al movilizarse vigorosamente, a fin de imponer sus decisiones y al convertir a sus organizaciones en órganos de poder, se plantearon como una necesidad inaplazable la formación de las milicias obrero-campesinas, no como entidades colocadas por encima de ellas, extrañas a sus intereses o designios, sino como una expresión armada de su propia actividad cotidiana, como un instrumento indispensable para la imposición de sus decisiones, frente a la resistencia de los enemigos de clase y a la estulticia del gobierno. La defensa de la revolución se presentaba inseparable del logro de nuevas reivindicaciones. Cuando las masas ingresaron al período de momentánea depresión, se registró un aflojamiento en el funcionamiento de las milicias obrero campesinas, punto de partida de su posterior degeneración, de su movimientización y de su total destrucción futura. Las milicias no pueden mantenerse independientes al desarrollo y vicisitudes de la politización de las masas. Las milicias fuertes se convirtieron, así en uno de los elementos que plantearon la posibilidad de la conquista del poder por los explotados. Más tarde, cuando se produzca la victoria de los explotados se transformaran en pilares del futuro ejército proletario, elemento indispensable para la defensa de la revolución.

 

No bien el gobierno movimientista pudo emanciparse de la presión y control directo de los explotados, atrevidamente se orientó hacia la derecha y hacia posiciones inconfundiblemente pro-imperialistas. Entonces se pudo constatar que las presiones foráneas se transformaban rápidamente en leyes y actos del gobierno criollo, lo que importaba pasos decididamente antipopulares y antinacionales. Fue de esa naturaleza la reorganización del ejército: imposición de los Estados Unidos para que sirviese de factor de control decisivo del amenazante proletariado. Simultáneamente, se procedió a desarmar a las milicias, es decir, a destruirlas físicamente, a eliminarlas del escenario, no a asimilarlas en el seno de las nuevas fuerzas armadas, que a los dirigentes movimientistas se les antojaban democráticas y expresión de los intereses de las masas, sino simplemente por algún tiempo campearon las milicias mercenarias al servicio del oficialismo y que actuaron como fuerza represiva de los sindicatos.

 

Se tiene que comprender que no puede concebirse la coexistencia pacífica del ejército al servicio de la reacción interna e internacional y de las milicias obrero-campesinas, a través de choques y fricciones uno de ellos tiene que imponerse, lo que supone la victoria de la revolución o de la contrarrevolución. Las fuerzas armadas expresan descarriada y brutalmente la evolución común a los movimientos nacionalistas de los países atrasados: pueden usar consignas pretendidamente antiimperialistas. Y que tengan relación con los intereses populares e inclusive abusar de ellas, pero concluyen invariablemente postradas ante el imperialismo y reaccionan contra las fuerzas revolucionarias del interior del país. La orientación pro-yanqui y contra-revolucionaria se ha dado en el ejército boliviano en toda su nitidez debido a que ha sido organizado, financiado y entrenado por el imperialismo. Esto si consideramos que el ejército está definido, en lo que se refiere a la política que desarrolla y a su fisonomía oficial, por su alta jerarquía. Como quiera que es producto de la clase dominante, refleja las contradicciones internas de ésta y pueden generarse en su seno tendencias nacionalistas que opongan resistencia a la presión imperialista y a la orientación seguida por los mandos tradicionales; sin embargo, estas corrientes rebeldes no podrán, llevar su “antiimperialismo” hasta las últimas consecuencias, es decir, hasta confundirse con las postulaciones proletarias, y, tarde o temprano tendrán que concluir postradas ante el enemigo foráneo.

 

El proceso iniciado el 9 de abril ha agotado todas las posibilidades liberadoras de las fuerzas armadas y en esta medida el proletariado ha madurado políticamente al haber superado las ilusiones que frecuentemente nacen acerca del antiimperialismo, del obrerismo y de la viabilidad de los planes castrenses de desarrollo del país dentro de los moldes capitalistas. El sector más osado e izquierdista (izquierdista con referencia al resto de la entidad castrense) de las fuerzas armadas no va más allá que la izquierda del nacionalismo burgués o pequeño-burgués, puede diferenciarse de éste únicamente por el uso de particulares métodos de gobierno. Pese a esta realidad, que emerge del análisis de los acontecimientos, los sectores militares se mueven animados de la certeza de que se encuentran por encima de la sociedad y de sus luchas.

 

Los gobiernos nacionalistas de los países atrasados, particularmente los castrenses, tienden a devenir bonapartistas, oscilantes entre el imperialismo y la burguesía nacional y el proletariado indígena. No se trata de una abstracción (muchos “marxistas” se limitan a invocar este bonapartismo para ahorrarse el trabajo de analizar una situación política concreta). El bonapartismo de los nacionalistas no busca otra cosa que forjar autoritariamente una sociedad burguesa próspera, ésta es su estrategia y ésta su limitación, y así se encamina hacia la capitulación frente al enemigo imperialista. En determinadas circunstancias, puede exclusivamente apoyarse en las fuerzas armadas y en la burguesía criolla, entonces inaugura un régimen de corte policial. Generalmente, precisa el respaldo de la clase obrera, puede organizarla (eso hizo Villarroel) y movilizarla, para así poder resistir mejor la presión imperialista e incluso lograr estabilidad política interna. De todos modos, los nacionalistas, con la careta bonapartista o no, se empeñan seriamente en mantener controladas a las masas, en evitar que sigan su propio camino y se desborden de los límites fijados por el gobierno.

 

El tiempo y la amplitud del movimiento oscilatorio, propio del bonapartismo, al que puede someterse la burguesía nacional depende de su fortaleza económica, de la que parten sus posibilidades políticas, de la belicosidad y politización del proletariado e inclusive de las coyunturas internacionales más o menos favorables. El gobierno Villarroel mostró rasgos bonapartistas a lo largo de toda su existencia. El centrismo pazestenssorista (centrismo dentro del MNR, ciertamente) se puede decir que fue bonapartista en los primeros momentos, por breve tiempo, reflejando así el impetuoso empuje de las masas, pero bien pronto se inclinó atrevidamente hacía las posiciones pro-imperialistas[35].

 

 

 

Análisis de la narrativa histórica-política

 

Partamos de lo siguiente: la narrativa es un recurso, por así decirlo, de construcción de sentido. No se trata, por cierto, de un significado particular, relacionado a una palabra o algún concepto, sino de sentido en su alcance total. Se puede quizás hablar de la estructura y composición del sentido construido por la narración. Se atribuye sentido no sólo a una secuencia de eventos, sino, incluso, a un conjunto de secuencias entrelazadas; mucho más aún, a un bloque de campos de secuencias yuxtapuestas. La narrativa selecciona eventos, acaecimientos, hechos, nudos de secuencias, colección de hechos, vinculaciones entre distintos planos, usando estos recortes como escenarios y actos de la trama. El sentido entonces es la trama, el entramado, el tejido de acaecimientos.

 

Ahora bien, la pregunta es la siguiente: ¿Esta trama es la que efectivamente ha ocurrido o es tan sólo la interpretación efectuada por el/la narradora, los/las narradoras? Las respuestas, son, por lo menos, tres: Una, que la trama es imaginaria, en tanto que lo que acontece responde a una complejidad incontrolable e ininteligible; dos, que entre la narración y los hechos, sucesos, eventos, secuencias, planos de “realidad”, se da lugar como a una intersección, sin dejarse de afectar mutuamente; tres, que la narrativa forma parte de la “realidad” misma, de la complejidad misma, incidiendo en su decurso. Sin embargo, a estas tres respuestas posibles consideradas, hay que añadirle una cuarta, la que se da comúnmente en los que consideran y creen que su narración es la verdad de la “realidad”. Esta cuarta respuesta es la que descarta taxativamente a las otras tres posibles respuestas, pues considera que las otras respuestas no solamente que no son posibles, sino que responden a un error “ideológico”.

 

No nos interesa considerar esta cuarta respuesta, no solo por sus limitantes epistemológicas, sino porque precisamente esta apreciación de la propia narrativa es la que es nuestro “objeto” de crítica, además de “objeto” de estudio, usando términos metodológicos. Lo que nos interesa es comprender la “lógica” de esta narrativa verdadera, cómo reduce el mundo a su representación teleológica, de qué manera usa su narrativa para imprimir legitimidad a sus acciones, que buscan incidir en la transformación del mundo. En esta perspectiva, haremos aproximaciones hipotéticas al análisis de esta forma de narrativa, que llamamos histórica-política.

 

 

En su alcance general, las narrativas históricas-políticas son dispositivos de acción política, forman parte de las acciones políticas. Desde esta perspectiva, desde ya la discusión no puede centrarse en si estas narrativas reflejan, expresan, interpretan, adecuadamente la “realidad”, pues este no es el interés mayúsculo de estos dispositivos narrativos, sino si ayudan, coadyuvan, colaboran en la estrategia de incidencia, de intervención, de transformación de la “realidad”. Aunque, lo primero, la necesidad de contar con una adecuada comprensión y conocimiento, siempre redunda en lo segundo, permite una mayor incidencia, otorgándole un mayor alcance. De todas maneras, la importancia de las narrativas histórico-políticas radica en su efecto en las acciones sociales.

 

Ahora bien, a esta altura, debemos anotar un problema. “Racionalmente” se espera que cuando determinada narrativa-política no logra los efectos esperados, en la convocatoria a las acciones colectivas, no logra incidir, como proyecta, en la “realidad”, se opte por desechar esta narrativa o corregirla, para contar con un dispositivo narrativo más apropiado en la acción política. Sin embargo, lo sorprendente es que esto no ocurre. Hay como un apego “irracional” a mantener la narrativa contrastada por la “realidad”. ¿Por qué ocurre esto, cuando precisamente el objetivo es político, la transformación de la sociedad? ¿Por qué se persiste en una narrativa contrastada por los decursos tomados efectivamente por eventos? Teniendo en cuenta esta insólita conducta debemos entonces considerar la hipótesis interpretativa de que la narrativa histórica-política se convierte en el sentido supremo para los narradores políticos. En este caso, ya no se trata de transformar el mundo, sino de darle al mundo sin sentido un sentido, que es el que contiene la narración en cuestión. De lo que se trata es de imponer un sentido al caos, al desorden, al marasmo de los hechos. Con lo que la narrativa histórica-política deja de ser un dispositivo político para la acción, se convierte en un dispositivo moral para educar a los mortales. Cuando la narrativa histórica-política sufre estas modificaciones es cuando se asemeja a las narrativas religiosas.

 

Por cierto, no ocurre esta transvaloración con todas las narrativas históricas-políticas; paradójicamente, son las narrativas más fuertes, que han tenido, en un principio, relativo éxito, incidiendo en los sucesos y eventos políticos, las que terminan ancladas en su propio discurso, dejando a un lado la reflexión, el análisis y, sobre todo, la crítica. Es cuando los referentes históricos de esta etapa dorada de la “revolución” se convierten en los fines de lo que debe suceder en otros escenarios geográficos, políticos y sociales. Los narradores histórico-políticos no solo quedan atrapados en las redes de la propia narración, sino que quedan seducidos por una forma de “memoria”, de remembranza, que convierte en ejemplo lo acontecido. Ambos adormecimientos, por así decirlo, terminan afectando a la acción política, desencadenando errores de intervención, encaminando al proyecto político al fracaso.

Nuevamente, ¿por qué ocurre esto? Otra hipótesis interpretativa: La historia no se repite, cada evento, cada suceso, cada acontecimiento, es singular. Si la narrativa histórica-política en uso tuvo efectos trascendentes en determinada experiencia social y política, esto no quiere decir que tenga los mismos efectos en otro contexto, en otra experiencia social y política. La obligación del activista es reconocer la singularidad del contexto donde está inserto, comprender la mecánica histórico-social de las fuerzas involucradas, elaborar o relaborar una narrativa como dispositivo político apropiado a las condiciones históricas, políticas, sociales y culturales que gravitan en el contexto donde actúa. Sin embargo, esto es lo que no ocurre, generalmente el activista considera a la narrativa histórica-política heredada como verdad transmitida. Entonces, no se puede renunciar a la verdad, sino que se deben encontrar los desaciertos en la conducción, se debe denunciar las incomprensiones, se debe condenar las traiciones. Los “revolucionarios”, hablo de los y las consecuentes, los y las que merecen este nombre, se convierten en titánicos sujetos empeñados en la tarea imposible de moralización.

 

 

El problema está en la trama o las tramas, no sólo de las narrativas históricas-políticas, sino en todas las narrativas. Las narrativas construyen sentidos duraderos, ayudan a interpretar el mundo en devenir, permiten fortalecer las voluntades, las que se proponen fines; empero, estos fines no son fines trascendentales, sino fines de las voluntadesfines prácticos, adecuados a las necesidades, demandas, requerimientos humanos. Estos fines son fines operativos; el problema es cuando se convierten estos fines prácticos en fines trascendentales, como si el fin estuviera contenido en la “realidad” misma, en la historia misma. Esta transferencia de la voluntad humana al mundo a la naturaleza, al cosmos, empuja a caer en el espejismo antropomórfico, se encuentra en todo el perfil humano; se encuentra en todo el perfil de las intenciones humanas.

 

Las tramas, los entramados inherentes a las narrativas, tan útiles para la sobrevivencia humana, también pueden convertirse en redes que atrapan a los humanos, dependiendo de las circunstancias, el uso, sobre todo la institucionalización de las narrativas. Cuando el mundoimaginariamente, se convierte en trama, no es que el mundo en devenir, queda detenido, pues sigue sus decursos; los y las que quedan detenidas en el devenir del mundo son los y las narradoras seducidas por sus propias tramas. Por cierto que estos anclajes en la trama no perduran, pues la invención humana, no deja de inventar nuevas narrativas, más adecuadas a la complejidad. Las narrativas que quedaron en el camino, se convierten en piezas de museo o, en el mejor de los casos son parte de las memorias sociales, las que se retoman para comprender históricamente el pasado. Mucho, más aún, las narrativas estéticas forman parte del despliegue humano, en la forma de la potencia social realizada. Las narrativas estéticas se renuevan en su propia plasticidad. Las narrativas científicas se estudian, comprendiendo las distancias que las separa de las ciencias contemporáneas; pero, también, comprendiendo los hitos que marcaron en el logro y realización del conocimiento.

 

Las narrativas histórico-políticas no son estéticas ni científicas. Son herramientas discursivas de convocatoria, son voluntades plasmadas en la interpretación de las luchas y los enfrentamientos, son fuegos iluminadores que develan los engranajes de las opresiones y dominaciones. Responden a formas de saber colectivos, a intuiciones subversivas, que pueden adquirir la forma de discursos elaborados, de explicaciones labradas. Forman parte de la historia de las emancipaciones y liberaciones. Esta es la parte candente y de apertura de estas narrativas. Las narrativas histórico-políticas al no contener las cualidades plásticas de las narrativas estéticas, no pueden renovarse como despliegue de la creatividad humana; al no contener las cualidades cognitivas de las narrativas científicas, no pueden fijarse como hitos en los recorridos del conocimiento humano. Las narrativas histórico-políticas no se despliegan en ciclos de larga duración, duran menos, se inmolan apasionadamente en los acontecimientos políticos que han generado. Su valor profundo se encuentra en esas singularidades, quizás, incluso en la irradiación de sus entornos espaciales y temporales. Pretender convertirlos en universales, con capacidad de generalización; pero, aún en ley material, es como darles vida más allá de la muerte, una vez que se inmolaron en el acto heroico. Los que hacen esto son taxidermistas.

 

¿Es que no hay nada que quede de estas narrativas histórico-políticas? No como dispositivos políticos para la acción, sino como conocimientos de un acontecimiento singularconocimientos que permiten el análisis comparativo de contextos y de situaciones, de temporalidades, ritmos y periodicidades, de estructuras e instituciones. Empero, estos conocimientos tiene valor y son útiles en la medida que se re-articulan en otras nuevas narraciones históricas-políticas, las contemporáneas y las actuales. Estos conocimientos heredados son actualizados en las nuevas narraciones históricas-políticas de las nuevas generaciones de luchas sociales. Si estos conocimientos no son actualizados en las nuevas narraciones históricas-políticas, si son, mas bien, encapsulados por las narraciones preservadas más allá de la muerte, estos conocimientos quedan detenidos en un círculo vicioso repetitivo.

 

 

¿Por qué hablar entonces de genealogía del poder y genealogía política? La genealogía del poder se refiere a diagramas, a cartografías, a mapas de fuerzas, a inscripciones en los cuerpos; en este sentido, la genealogía del poder tiene que ver más con estructuras de larga y mediana duración que con estructuras coyunturales o periódicas. La genealogía política, en todo caso, se remite a campos, a formas de Estado, a estructuras políticas, por lo menos, de mediana duración. En cambio, los discursos histórico-políticos y las narrativas históricas-políticas tienden a desenvolverse, más bien, en ciclos de mediana duración o cortos. Cuando se dice que la concepción histórica-política de la guerra de razas se transforma, o tiene su génesis, en la concepción de la lucha de clases, se recogen las mutaciones y transformaciones del discurso histórico-político en su propia discontinuidad; es decir, en sus propios desplazamientos discursivos, aunque no necesariamente de la trama. La trama puede mantenerse como formato, como modelo, si se quiere; lo que cambian son los personajes, los escenarios, incluso los discursos; empero, se repite el ciclo dramático de la contradicción y del desenlace esperado.

 

No hay que olvidar que la política, en el sentido formal, pero también imaginario, al final de cuentas, en la versión bolchevique y en la versión de Carl Schmitt, en la versión del Estado y en la versión de los proyectos emancipatorios, que se circunscriben en el horizonte del Estado, sin cruzarlo, se conforma y estructura en base a la definición del enemigo, teniendo en cuenta la separación clasificatoria amigo-enemigo. La trama de las narrativas históricas-políticas se inspira en el mismo paradigma dicotómico. Por eso, las formaciones discursivas y las formaciones narrativas históricas-políticas tienden a repetir este esquematismo; aunque unas narrativas aparezcan más elaboradas y más sutiles.

 

En resumen, lo que es sugerente de esta hermenéutica histórica-política son, por lo menos, tres aspectos; uno, su corta o mediana duración; dos, sus transformaciones o, en contraste, su estancamiento anclado; tres, su trama del enfrentamiento y el desenlace emancipatorio.

 

 

 

 

De las secuencias narrativas seleccionadas, como ejemplo, de los recortes de narraciones efectuados y escogidos, vemos que:

 

La secuencia 1 parte de la impresión de un pueblo en permanente insurrección; por eso, expresa, que se suceden sucesivas insurrecciones.

 

La secuencia 2 se atiene a la descripción de los hechos, a partir de esta descripción somera, busca encontrar la explicación de los sucesos, sobre todo de su encadenamiento, en el eslabonamiento de los eventos. La explicación no viene a ser otra cosa que un recuento, ordenado de acuerdo a la selección de lo importante, dejando de lado lo contingente.

 

La secuencia 3 construye la explicación no a partir de la descripción, aunque la tome en cuenta, sino a partir de una mirada teleológica. Parte de la teoría de lucha de clases, retoma las tesis de la revolución permanente, define las clases y sus roles en la historia, centra el conjunto de antítesis en la contradicción nuclear entre proletariado y burguesía; aunque la burguesía tenga características de una minoría, mas bien, ligada al capitalismo internacional, sustituida por una pequeño-burguesía pretendidamente radical en la palabra y condescendiente en los hechos con el imperialismo. Por eso, la revolución nacional, hecha por trabajadores mineros, obreros y campesinos está destinada al fracaso, si es que no se convierte en revolución socialista y está conducida por el proletariado. Como se puede ver, la explicación es antelada, ya estaba dada, antes de la narración; lo que hacen los hechos es corroborar la acertada tesis y la teoría verdadera. Se entiende entonces el poco interés en detenerse en los hechos, en analizarlos, en evaluar las diferencias que plantean respecto a la tesis y la teoría.

 

La secuencia 4 podría decirse, en principio, sólo tomando la forma, que se parece a la secuencia 3, que es equivalente; sin embargo, hay una diferencia notoria, se detiene en los hechos, se preocupa por analizarlos, y, aunque no sea la principal premura el cuidado de evaluar las diferencias que plantean respecto de la tesis y la teoría, termina haciéndolo, debido al esmero respectivo en la descripción de los hechos y buscar sus conexiones. Esta narración es hecha por un historiador, de la misma manera que la segunda es hecha por una historiadora o una cientista social, que usa los métodos de la investigación historiográfica. La diferencia entre la secuencia 2 y la secuencia 4 no radica solamente en que la última toma claramente partido, sino en el alcance de la explicación. Se esté de acuerdo o no con el carácter y la estructura de la explicación, con la teleología inherente, lo sugerente es que la explicación se construye tomando en cuenta los hechos, el análisis de los mismos, evaluando las diferencias y las analogías con otras experiencias históricas revolucionarias. En este caso, no interesa tanto discutir las conclusiones, tampoco el estilo de explicación, sobre todo la teleología inherente, sino apreciar críticamente el análisis de la conexión de los hechos, de los sucesos, de los eventos, en sus propias sucesiones. Es una narración, correspondiente a una investigación histórica, cuya explicación tiene en cuenta, por lo menos, una aproximación, a lo que llamamos la mecánica histórica-social.

 

Alguien podría llamar la atención sobre el lenguaje; se trata de un lenguaje militante. Empero, el lenguaje militante no le quita rigor “científico”, que radica en la investigación de las fuentes, registros, hemerotecas, bibliotecas, además de contar, en este caso, con la experiencia directa. También se encuentra en la explicación, que, aunque pueda no compartirse, es efectuada a partir de los hechos, los sucesos, los eventos, sus conexiones, tomando en cuenta el poyo teórico optado. En todo caso, se puede discutir la explicación, sus conclusiones, es decir, su interpretación; sin embargo, no se puede olvidar que se trata de una narrativa histórica, efectuada con procedimientos investigativos y de análisis de esta ciencia o saber, la historia.

 

Las hipótesis de trabajo, no las hipótesis teóricas, sino las hipótesis que tienen que ver con la conexión y sucesión de los hechos, hacen consideraciones que coadyuvan a construir el cuadro particular de la explicación. Una de ellas es la que toma en cuenta el papel del PIR, partido marxista, al que el autor le reconoce que tuvo incidencia en el proletariado boliviano, que incluso tuvo la oportunidad de conducirlo hacia la revolución; sin embargo, por su concepción “etapista”, por la caracterización del gobierno de Villarroel como nazi-fascismo, optando políticamente por la alianza con la burguesía, conformando el frente amplio antifascista, propugnado por los partidos comunistas, en ese entonces, llevan al PIR a una alianza con la odiada “rosca minero-feudal”, dándole contenido social al colgamiento de Villarroel. Este comienzo de la narración es importante, en la explicación que construye, para dar cuenta del fortalecimiento del MNR.

 

Otro dato que toman en cuenta las hipótesis de trabajo es la victoria electoral del MNR en 1951. Hecho que muestra, por lo menos, la convocatoria electoral del MNR, además de explicar por qué los insurrectos victoriosos del 9 de abril veían la secuencia natural de la entrega del poder al MNR, después de haber vencido al ejército. Estos dos datos, el comportamiento político del PIR, la victoria electoral del MNR, con la consecuente incidencia en la comprensión política y coyuntural de la mayoría de los insurrectos, colocan a la narración en los escenarios históricos concretos, sin hacer abstracción de ellos, como en el caso de la secuencia 3. La cuestión está en cómo se llega, a partir de esta puesta en escena, de esta consideración inicial de la trama narrativa, a la explicación teleológica y a las conclusiones políticas taxativas.

 

El autor reconoce que el MNR se inclina a un radicalismo, aunque sea demagógico, aprovecha el escamoteo y desconocimiento de su victoria electoral, convoca, organiza y conspira, según el autor, de una manera “blanquista”. Se propone efectuar un golpe de Estado, detonando con la acción de grupos armados, que dan la señal a los carabineros y los militares involucrados. Empero, el ejército reacciona y está a punto de derrotar a estos grupos armados y al golpe de Estado; es cuando la convocatoria al pueblo, la decisión de las organizaciones sociales, los sindicatos mineros y fabriles, su participación decidida en la lucha, sus tomas geográficas, terminan invirtiendo la balanza de la lucha armada. Las masas en las calles terminan convirtiendo el golpe fracasado en una revolución. Esta mecánica social, política y de lucha armada, insurreccional, es sumamente sugerente, pues muestra la diferencia entre un hecho político, en sentido restringido, y una sumatoria de hechos encaminados al evento político-social, en sentido amplio; la diferencia entre un procedimiento grupal, incluso partidario, el de la conspiración y el golpe de Estado, y los procedimientos proliferantes, desbordantes de las multitudes, del pueblo insurrecto, del proletariado. La intervención y la acción multitudinaria de estos últimos terminan desencadenando el acontecimiento de la revolución.

 

La discusión política se concentra en este suceso mayúsculo. ¿Qué alcance tiene? ¿Cuáles son sus consecuencias? ¿Tiene o no posibilidades de prolongarse a una revolución socialista? Conocemos las apreciaciones, interpretaciones, conclusiones del autor. No se trata de discutir con ellas, de estar o no en desacuerdo con esta narración histórica, sino de discutir y evaluar a fondo si existía esta posibilidad, con qué potencia y de qué manera. No se trata ya de una discusión “ideológica”; está ya la conocemos, incluso los límites impuestos por su incomunicación, por su atrincheramiento en pre-juicios. Se trata de una discusión histórica, si se quiere, de una discusión histórica-política; lo que implica también es investigar minuciosamente lo acaecido. El autor, en la medida que se mueve en las tesis de la revolución permanente y en la teoría de la lucha de clases, es consecuente con las tesis y la teoría; sus conclusiones son una deducción de éstas. Es ocioso discutir si se trata de una revolución por etapas o de una revolución permanente, como si se tratara de principios. Esta es una discusión abstracta y dogmática. El debate está en otro lugar, en el análisis de las posibilidades inherentes, de las fuerzas en juego, de su potencia y alcance; también en el análisis de los contextos locales, nacionales, regionales y mundiales.

 

En el presente ensayo no podemos adentrarnos a este análisis minucioso de las posibilidades inherentes y de las fuerzas en juego, en ese entonces; además se requiere de una investigación histórica previa para hacerlo. Lo que podemos hacer es proponer ciertos recorridos para abordar estos tópicos problemáticos, polémicos y, a la vez, iluminadores.

 

 

 

El aprendizaje dramático de la lucha de clases

 

 

 

 

 

 

 

Decodificaciones paralelas

 

Hay que reflexionar sobre la experiencia del proletariado y la constitución de su memoria. ¿Cómo aprende, en su experiencia, los símbolos y signos de la lucha de clases? ¿Cómo percibe los discursos interpeladores de su explotación; sobre todo y particularmente los discursos marxistas? ¿Cómo combina su aprendizaje por experiencia directa y la interpretación, la suya, de los discursos? ¿Cómo todo esto se convierte en una predisposición y en una voluntad para actuar? Es importante atender el detalle de las funciones, mecanismo y flujos de este aprendizaje. Se ha descuidado este detalle, pues se ha optado por supuestos racionalistas, como el que acepta sin dudar que la razón de una ciencia social y económica llega directamente o indirectamente al trabajador, pues él la vive en su cotidianidad. Entonces, se supone una misma estructura de funcionamiento tanto en el campo económico, así como en el campo social, y en el campo teórico; por lo menos, en lo que se refiere a la teoría “científica”. Los partidarios de este supuesto no se hacen problemas sobre la llegada del discurso teórico, “ideológico” y político, al interlocutor, al pueblo, al proletariado, a la nación. Pues la equivalencia estructural, entre teoría y realidad, sostiene la linealidad causa-efecto, o la linealidad determinista; incluso, en casos aparentemente más complejos, como cuando se supone una racionalidad inmanente a la historia.

 

El problema mayúsculo aparece aquí, cuando la complejidad, sinónimo de realidad, es no solamente reducida, como lo hace la teoría, a una explicación representativa, sino es reducida a la mínima expresión de la linealidad causal y determinista, incluso, un poco más complejadialéctica.

No nos vamos a detener en esta discusión, que se encuentra ya en otros textos[36]; nos interesa ahora recoger la problemática planteada, analizarla y buscar hipótesis interpretativas, en lo posible desde la perspectiva de la complejidad.

 

A diferencia del supuesto de equivalencia, anteriormente expuesto, partimos de que no hay equivalencia entre la estructura narrativa teórica y las estructuras de los planos de intensidad del acontecimiento. Por ejemplo, la experiencia del proletariado minero boliviano, correspondiente al periodo intenso político de 1946 a 1971, se conformó en el ciclo extractivista de la minería, preponderantemente del estaño, relativa al ciclo hegemónico estadounidense del capitalismo, una vez tomada la posta, por así decirlo, con el declive del ciclo hegemónico británico. Hablamos de la introducción de alta tecnología y de un desplazamiento en las formas administrativas y de comunicación, en comparación con el ciclo extractivista de la minería anterior, preponderantemente de la plata, correspondiente al ciclo hegemónico británico del capitalismo. Si bien no se puede homogeneizar la misma condición tecnológica en todo el mapa minero boliviano, de todas maneras, el hecho que un sector minero, precisamente el más pujante, cuente con la tecnología extractivista de punta, de ese entonces, arrastra al resto de los sectores mineros a un ordenamiento, que sitúa su eje en este sector tecnológicamente más avanzado; incluso, se puede decir, conformando rentas diferenciales mineras, en beneficio de las empresas tecnológicamente más avanzadas. Lo que nos interesa es señalar que hablamos ya de un proletariado minero cuya relación con la herramienta extractiva es esta tecnológicamente más avanzada. También nos encontramos con un proletariado minero que conforma una organización sindical más compuesta, respondiendo a los cambios en la división del trabajo, la división de secciones, división de interior mina e ingenio, distribución del vínculo diferencial en formas de heterogéneos medios coordinados e integrados de extracción de minerales, de lixiviación, de traslado y desmontes. También el campamento minero es más extenso, cuyo asentamiento responde a un diseño ordenado, diferenciándose del poblado cercano. Si bien no en toda la minería, por lo menos, en este sector tecnológicamente más avanzado, los campamentos cuentan con pulpería. Ciertamente, el grueso de la minería presenta condiciones más parecidas a las formas dispersas y provisionales del ciclo de la minería de la plata, de todas maneras, la presencia de estos campamentos modernos, por así decirlo, es un referente para el resto del proletariado minero y para el resto de las empresas mineras. Pero, por otra parte, en lo que respecta a los salarios, ocurre, un tanto al revés, por así decirlo, que lo que ocurre con la renta diferencial minera, donde se benefician los sectores mineros más pujantes. Las peores condiciones de la mayoría del proletariado minero arrastran a bajar los salarios del proletariado minero de estas empresas extractivistas pujante. Se puede decir que, en general, la tendencia es a disminuir los salarios de los trabajadores, debido al mapa precario de la mayoría del proletariado minero. Se explica entonces que uno de los principales conflictos sea precisamente la lucha por un salario digno.

 

El proletariado minero unifica sus luchas reivindicativas con la constitución y conformación de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, instituida en 1945. Que al siguiente año sea la Tesis de Pulacayo la Tesis asumida por la FSTMB, habla también de la expresión “ideológica” del proletariadoexpresión que se plantea un programa político de transición hacia el socialismo. ¿Cómo explicar esta politización del proletariado? Ciertamente tiene que ver con el activismo del POR; sin embargo, el hecho de que este activismo logró cosechar su siembra, se debe a que la actividad formativa y de difusión se efectuaba en el espesor de una larga lucha del proletariado, que había sedimentado una memoria social de duración prolongada. Estamos hablando de un proletariado que ya era rebelde.

 

Es como decir que hablamos de una sensibilidad social mayor, de una interpretación social espontanea de mayor alcance, debido a la experiencia y la memoria de las luchas. Por otra parte, el proletariado boliviano se enfrenta a una oligarquía minera que no deja de ser afectada por la herencia colonial, incorporando rasgos coloniales en su relación con los trabajadores mineros. Esta relación colonial, heredada y combinada con las relaciones capitalistas, aunque las relaciones capitalistas sean preponderantes, particularmente determinantes, si se quiere, en el sentido de sobre-determinación, le da un contenido anticolonial a la interpelación del proletariado al Estado oligárquico. Por otra parte, la certidumbre de que la riqueza de los “Barones del Estaño” no se quedaba en el país, sino se internacionaliza, también le da un contenido antiimperialista a la lucha del proletariado contra una burguesía nativa internacionalizada. En otras palabras, este caudal abigarrado de las contradicciones – usando todavía un concepto que no es del pensamiento complejo, sino que responde a los esquematismos dualistas de la modernidad – politiza tempranamente al proletariado minero.

 

Se puede decir que, si bien, la periferia del sistema-mundo capitalista se especializa en transferencia de materias primas hacia los centros del sistema-mundo, cerrándose con este modelo extractivista a la industrialización, pareciera, por así decirlo, para ilustrar, que el proletariado de la periferia se politiza tempranamente, en comparación con el tiempo que necesita de experiencia el proletariado del centro.

No pretendemos convertir esta interpretación, que corresponde a una región lugares concretos, en un periodo determinado, en una hipótesis de generalización. Esto no se puede hacer, desde la perspectiva de la complejidad, pues cada lugar es singular, cada región es singular; estas singularidades responden a composiciones particulares de distintos planos y espesores de intensidad. Puede llegarse a encontrar ciertos rasgos parecidos en el proletariado de las periferias del sistema-mundo, sobre todo, tendencias paralelas; sin embargo, el proletariado de las periferias se presenta, más bien, en su diversidad heterogénea, dependiendo de sus historias singulares, sus experiencias y memorias sociales singulares, además de sus propias historias coloniales y republicanas. Recordemos que el pensamiento complejo busca la comprensión de las singularidades y de su pluralidad; el pensamiento complejo comprende el acontecimiento como multiplicidad de singularidades. No se trata de generalizaciones, tampoco de universalizaciones, como era el procedimiento metodológico en la modernidad, sino de comprender y entender las formas integrales de estas singularidades y de los acontecimientos singulares. Esto, esta enunciación compleja, puede entenderse, como dijimos en otro escrito[37], como universalización compleja, que corresponde a la simultaneidad dinámica e integral.

Entonces la singularidad del proletariado boliviano, en el periodo correspondiente de intensidad política, tiene que ver con la temprana politización. Que puede explicarse por su experiencia intensa y su memoria dinámica. Esta experiencia y esta memoria hacen de substratos de la intuición subversiva del proletariado. Es esta intuición subversiva, que ya es saber, en el sentido amplio de la palabra, o mejor dicho hace de matriz perceptiva de saberes críticos e interpoladores, la que interpreta las formaciones discursivas criticas del capitalismo, de la dependencia, del Estado oligárquico, del imperialismo. Como se dice popularmente, no es en oídos sordos a los que hablan los discursos marxistas; también hay que incluir al discurso del nacionalismo revolucionario, aunque tenga otras características y objetivos de menor alcance, coincidiendo, por lo menos, en una etapa inicial, con el antiimperialismo, aunque sea solo de palabra; y coincidiendo, aún más, con la lucha por la soberanía nacional, aunque le otorgue otro contenido.

 

Lo que importa aquí es la relación entre percepción social proletaria, intuición subversiva minera, y las formaciones discursivas marxistas. Se produce una interpretación por ambas partes; también, si se quiere, traducción a los propios códigossímbolos e imaginarios, por ambos lados. El proletariado minero - déjennos todavía hablar con cierta generalidad, por cierto inapropiada, con objeto de ilustrar - interpretó los discursos marxistas como continuidad de sus luchas acumuladas; los marxistas interpretaron la escucha y la acción proletaria como corroboración de sus teorías. Se puede decir que, paradójicamente, se daba lugar a un entendimiento, pero, también a una incomprensión. Los mensajes llegaron, a ambos lados, de acuerdo a las propias expectativas, dejando de lado lo que no llegaba del mensaje emitido por el otro lado. La traducción se efectuaba según los propios códigos de una manera incompleta; así mismo la interpretación se dio parcialmente, sin lograr una interpretación completa del mensaje.

 

Ciertamente, esto no solo pasa, en este caso, el de la relación comunicativa, en el periodo en cuestión, entre el proletariado minero y los discursos marxistas, sino en toda comunicación lingüística, restringida al leguaje hablado y escrito. Este es un problema compartido no solo por la teoría política sino por toda comunicación lingüística, aunque se dé la diferencia en distintas tonalidades. Por eso, es indispensable corregir esta falencia con comunicaciones integrales, que, además del uso del lenguaje, se efectúe el contacto con otras formas de comunicación, captables por la percepción social. No hablamos solo de estética, de arte, de música, sino también de formas afectivas, de formas de empatía, formas éticas de comunicación.

La comunicación como tal, completa, no ha dejado de ser perceptual; es decir, corporal, haciendo participar a todo el cuerpo, a las sensaciones, a los sentidos, a la imaginación, a la razón integrada a la percepción. Lo que pasa es que, a partir de un momento o lapso, si se quiere, de momentos o lapsos dispersos, las sociedades han inducido restricciones en el cuerpo, en la percepción, llevándola a poner en la sombra u en el olvido la integralidad de la percepción, enfocando su actividad en el privilegio de una razón “separada” de la percepción, la razón abstracta, que llamamos razón fantasma. Subordinando la imaginación a esta razón fantasmasubsumiendo, por así decirlo, las sensaciones, los sentidos, también distanciados entre sí, desarticulados, desintegrados, a la imaginación subordinada a la razón fantasma. La comunicación se restringe al lenguaje hablado y escrito. Esta ortopedia del cuerpo, esta especialización del cuerpo, que corresponde a las modulaciones exigidas por determinadas formas de sociedad institucionalizadasformas de sociedad, que a su vez, se miran en el espejo del Estado, que es la institución imaginaria de la sociedad, si bien lleva a la eficacia de la comunicación lingüística, “racional”, instrumental, sobre todo intencionada institucionalmente, premeditada, orientada a fines, la restringe y acota a sus connotaciones racionales abstractas. Convirtiendo la misma comunicación en un medio al servicio de los fines. La comunicación instrumentalizada e institucionalizada, de esta manera, se reduce y empobrecereduciendo y empobreciendo las dimensiones humanas.

Las falencias comunicativas, de las que hablamos, llevan a las distorsiones del lenguaje, a decodificaciones disonantes o no equivalentes, sino, mas bien, adaptadas a las propias expectativas. Paradójicamente, el mundo de las comunicaciones, vive, a la vez, los efectos de una comunicación in-comunicante y de una incomunicación comunicante. En este fenómeno paradójico de la comunicación in-comunicante se dan distintas tonalidades, distintas formas, desde las más próximas al error de códigos hasta las más próximas a la exactitud de la decodificación. Ciertamente, en el caso tratado, el de la relación de los discursos marxistas y la escucha social del proletariado minero, en el periodo correspondiente, no estamos tan alejados de la exactitud de la codificación ni tan cerca del error de códigos; sin embargo, nos encontramos en un intervalo, por así decirlo, donde las distorsiones adaptaciones del mensaje ocasionan errores de apreciación, generando mitos, como aquella de la consciencia de clase.

 

Este fenómeno de la adaptación y adecuación del mensaje, recortado y deformado, de acuerdo a las expectativas es, en realidad, general, por así decirlo, en todos los ámbitos de la comunicación moderna. Sirve para legitimar pretensiones, finalidades, programas, teorías, sobre todo, formas, estructuras, relaciones de poder. Esto se ve claramente, en el tema y tópico que tocamos, en el papel de la “vanguardia”; la “vanguardia” va enseñar, no a aprender. Es el proletariado el que aprende. Esta relación entre maestros y alumnos, por así decirlo, metafóricamente, reproduce la relación jerárquica, que no es otra que una de las formas de las dominaciones.  Obviamente, no necesariamente se efectúa esta relación intencionadamente, conscientemente, buscando ese objetivo; todo lo contrario, se enseña liberarse, a emanciparse, a tener consciencia histórica de clase. Sin embargo, la relación de maestro y alumno, la relación jerárquica, incluso diremos iluminista, reproduce veladamente el sistema que se quiere destruir. Esta es una de las paradojas de la revolución[38].

 

Tampoco se trata de la falsa humildad, que habla de retaguardia intelectual, pues al no haber vanguardia tampoco hay retaguardia, que es una versión oculta de la vanguardia. La retaguardia como la vanguardia también enseña, no aprende.  Una relación comunicativa entre equivalentes, entre iguales, es la que aprende por ambos lados. Se trata del aprendizaje mutuo, que mejora constantemente la comunicación, que rescata, cada vez mejor y más apropiadamente los mensajes, que integra a ambos lados en composiciones autogestionarias sociales, sobre todo, en composiciones autogestionarias de la rebelión y de la subversión.

 

Después de esta introducción teórica, ahora pasaremos a ejemplos descriptivos e ilustrativos de la experiencia por aprendizaje dramático del proletariado minero.    

 

 

 

Del aprendizaje dramático

 

La masacre de Catavi

El gobierno del “súper Estado minero” declaró zona de control militar a todas las minas, alegando la obligación de suministro de materias primas a los países aliados en la segunda guerra mundial, contra la Alemania nazi. Los aliados demandaban recursos naturales, principalmente el estaño, en el caso de Bolivia, para la industria de guerra. En consecuencia, en el país se requería de orden social, de seguridad y disciplina, sobre todo, en los campamentos mineros. El conflicto social había estallado en la minas; las reivindicaciones salariales se hicieron presentes en Uncía, Catavi y Siglo XX, ya desde antes, por lo menos, de una manera intermitente desde 1941. Se hizo oficial la demanda salarial en el complejo minero de Catavi - Siglo XX. Como la empresa no responde adecuadamente, tampoco el Ministerio de Trabajo, el conflicto se orientó hacia una huelga general, emprendida el 14 de diciembre de 1942. En respuesta a la huelga, el gobierno despachó al regimiento Ingavi, al mando del Coronel Luis Cuenca. Con el regimiento en Catavi, la tensión se incrementó, poniendo al vilo las infructuosas negociaciones y reuniones, particularmente debido a la intransigencia empresarial y subordinación del ejército a los “Barones del Estaño”. La secuencia de sucesos se desató dramáticamente; el 21 de diciembre, en dos ocasiones, las tropas dispararon, primero, contra un grupo de mujeres. Quienes intentaban ingresar a Catavi   , en busca de víveres y bienes.  Ese fue como el comienzo del drama; posteriormente la represión se ensañó contra una masiva manifestación de rechazo a la represión gubernamental, indignada por las iniciales muertes. Cerca de dos centenares de soldados, una media docena de sargentos, dirigidos por tres oficiales, dispararon a mansalva contra una manifestación de alrededor de siete mil mineros y familiares, hombres, mujeres y niños. La masacre perpetrada dio como resultado más de una veintena de muertos y medio centenar de heridos[39].

 

A pesar de que la represión al pueblo ya tiene historia y las masacres ya se conocía, la masacre de Catavi marca un hito. Es como quien dice, la gota que hizo desbordar el vaso.

Después de la masacre, una vez conocida por la opinión pública, se dio lugar el requerimiento parlamentario de los diputados movimientistas, el interrogatorio, la denuncia oficial y la interpelación al gobierno por su responsabilidad en la masacre. Especialmente fue destacada la exposición del diputado Víctor Paz Estenssoro. Habiendo sido ya Ministro de Hacienda del gobierno de Gualberto Villarroel López, por lo tanto conocido, su popularidad creció a partir de este momento.  Desde entonces el MNR no solo era el partido nacionalista, que apoyo y coparticipó en el gobierno de Villarroel, sino aparecía como un partido defensor del pueblo, incluso revolucionario, a los ojos populares.  Este partido, el MNR, que adquiere el perfil discursivo del nacionalismo revolucionario, participó activamente en el movimiento obrero; en Catavi promovió al movimiento de trabajadores mineros, movimiento que se encontraba ya organizado. Movimiento proletario, que adquirió madurez, por así decirlo, después de esta experiencia de la masacre de Catavi. También desde este momento trágico, la imagen y la legitimidad, tanto del “Súper Estado Minero”, del gobierno asesino y de la casta de los “Barones del Estaño”, no solamente se deterioró, sino que se convirtió en el enemigo sanguinario del pueblo, del proletariado y de la nación.

 

 

La Guerra Civil de 1949

El quinto mes del año 1949, estalló una huelga general; en el mapa de la huelga general, el campamento minero de Siglo XX se convirtió en un centro de operaciones; allí se desencadenó un grave conflicto en el campamento, que era propiedad de Simón I. Patiño. El presidente interino, de entonces, Mamerto Urriolagoitia, que después va a ser presidente de la república, dispuso el arresto de dirigentes sindicales. Como respuesta a esta represión, los trabajadores mineros tomaron como rehenes a dos empleados extranjeros; después los ajusticiaron. La represalia gubernamental no se hizo esperar; vino enseguida la operación militar de ocupación del campamento, con su consecuente masacre de trabajadores mineros. Este evento trágico se conoce como la Masacre de Siglo XX.

Tres meses después del hecho, el 27 de agosto de 1949, se desencadenó una sublevación de proporciones. Esta rebelión fue encauzada por el MNR, en coordinación con el POR y con la izquierda del PIR. El alzamiento armado se extendió a cuatro departamentos y fueron tomadas sus cuatro ciudades capitales; Santa Cruz, Cochabamba, Potosí y Sucre. A pesar de que Cochabamba iba a ser el centro de comando de la insurrección, se conformó un gobierno paralelo en Santa Cruz, bajo la presidencia interina de Edmundo Roca, de Acción Obrera, incorporada al MNR. Esto debido a las dificultades que ocasionó el enfrentamiento en Cochabamba. Los insurrectos llegaron a controlar más de la mitad de la geografía política del país. Ya en los desenlaces del conflicto bélico, sobrevinieron rápidamente las batallas; se produjo un choque militar grave en Incahuasi, otro en Camiri y un tercero, de la misma magnitud, en Yacuiba, jurisdicción que se hallaba bajo control rebelde, al mando de Froilán Calleja. La insurrección proclamó a Víctor Paz Estenssoro, que se encontraba exiliado, como presidente de la republica insurrecta, y a Edmundo Roca como vicepresidente. Mamerto Urriolagoitia mandó tropas del ejército, al mando del General Ovidio Quiroga. El ejército regular retomó Cochabamba, después, Santa Cruz, lugar donde se trasladó el centro de operaciones de la insurrección. El gobierno recurrió a todo su arsenal para impedir el avance de la insurrección armada, incluso apeló a la aviación; se bombardearon las ciudades de Santa Cruz y Cochabamba. Cuando en Potosí, el ejército regular retomó la plaza de armas, se arrestaron a los rebeldes, que después fueron fusilados, contando con un juicio sumario. Otros fueron fusilados en el cuartel Manchego, como Lidio Ustarez.

Ante esta arremetida gubernamental, los trabajadores mineros tomaron los centros mineros, declarándose la huelga en los campamentos mineros. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos heroicos, los primeros días de septiembre el gobierno retomó el control de todo el territorio. Al finalizar las dos semanas del mes, varios de los implicados en la subversión de Santa Cruz se vieron obligados a salir de Bolivia en aviones del Lloyd Aéreo Boliviano.

La Guerra Civil de 1949 marcó otro hito importante y crucial en el devenir histórico-político de Bolivia; tanto por su expansión, así como por su intensidad, en cuatro de los departamentos y ciudades capitales, también por sus desenlaces bélicos y dramáticos introdujo al pueblo a un lapso intenso de características insurreccionales. Comparándola con la Guerra Federal de 1899, la Guerra Civil de 1949 fue la sublevación y asonada más transcendental desde la Guerra Federal de fines de siglo.

Sin embargo, la irradiación de la Guerra Civil de 1949 no culminó con la victoria del gobierno. El 18 de mayo de 1950 se lanzó la convocatoria a una huelga general; esta convocatoria desplegó acciones y movilizaciones sociales, particularmente en la zona norte, en el barrio fabril de La Paz, en el bosquecillo de Villa Victoria. La reacción gubernamental fue inmediata; el ejército embistió con varios regimientos ocupando la ciudad. Los fabriles alzados resistieron esta acometida; se dio lugar el repliegue obrero; empero, la defensa proletaria se efectuó en el puente de Villa Victoria, donde casi una cincuentena de trabajadores defendió bravamente sus posiciones hasta la retirada final. El ejército procedió inclementemente; quedaron los muertos tendidos, que fueron recogidos por carros basureros[40].

 

 

La revolución de 1952

Las versiones de los protagonistas van a variar; son, ciertamente distintas. Los historiadores del MNR van a llevar agua a su molino; mostrar cómo el MNR se convierte en la figura del héroe de la revolución. Este partido aparece como operador en distintos terrenos; desde la resistencia, después del colgamiento de Villarroel, hasta la acción armada, pasando por la conspiración de un golpe de Estado. La versión del POR va a descartar esta versión, mostrando, mas bien, que desde un principio, el MNR trata de eludir lo que se venía, una insurrección, a pesar de su participación en la Guerra Civil de 1949. La opción del golpe de Estado era una manera de evitar la intervención de las masas, sobre todo, del proletariado, que, según la experiencia movimientista, cuando intervenía, tendía a inscribir en los eventos su propia perspectiva radical. Para el POR, el fracaso del golpe de Estado movimientista es convertido en una insurrección victoriosa por el proletariado minero y fabril, acompañado por lo popular urbano. La versión del PC, aunque tardía, en la evaluación hecha, retrospectivamente por René Zabaleta Mercado, es que, si bien se da un poder dual o algo parecido, entre la COB y el gobierno nacionalista-revolucionario, también se da el Co-gobierno, por lo menos en un año. Que el poder dual no dura, sino que es como una transición, que tiende a su propia resolución, ya sea de una forma o de otra, ya sea que la cuestión la resuelva el proletariado a su favor o el Estado burgués la resuelva a su favor. No podía perdurar por mucho tiempo esta situación de dualidad de poderes. Según el teórico marxista del PC, el POR no supo resolver este dilema. Por otra parte, la historiografía trata de apegarse a la mera descripción de los hechos, basándose en fuentes; sin embargo, al hacerlo no logra explicar el decurso de los eventos, sucesos y de la revolución misma.

 

Nosotros, como escribimos[41], consideramos que la interpretación más adecuada es aquella que comprende la complejidad de la coyuntura. Por un lado, en su secuencia, se tiene a un partido populistanacionalista-revolucionario, que llega a radicalizarse en la Guerra Civil de 1949, participando conjuntamente con el POR y el ala izquierda del PIR en la insurrección. Este partido gana las elecciones de 1951; victoria que es escamoteada por la oligarquía, que decide, truncar su llegada al poder por la vía democrática, haciendo intervenir un golpe de Estado. Este partido conspira contra el gobierno de facto, usurpador de la victoria electoral, combinando la conspiración con la preparación de comandos armados movimientistas; no con  la intención de provocar una insurrección, como la de 1949, sino como apoyo al golpe militar. El golpe fracasa; empero, para su propia sorpresa, la insurrección popular estalla y vence al ejército, durante tres días de enfrentamiento.  En una situación pos-insurreccional, donde no hay ejército, sino, en sustitución, están las milicias obreras y campesinas, armadas y victoriosas, no le queda de otra que seguir a la presión del proletariado armado y del campesinado en armas, que toma tierras. Las milicias, las organizaciones sindicales, obreras y campesinas, obligan a la nacionalización de las minas y a la reforma agraria.

 

Por otro lado, tenemos a un POR que, en parte, opta por el entrismo al partido nacionalista-revolucionario, quedando la otra parte, opuesta a esta táctica, en contraposición de un régimen que considera, desde un  principio, como pequeño burgués, destinado a claudicar ante el imperialismo. Los poristas del entrismo no dividen el partido populista de masas, por lo tanto, tampoco conforman el partido revolucionario de masas; se quedan cómodamente en el partido en el gobierno. El POR, que queda, se reorganiza, forma cuadros, sobre todo, trabajadores mineros, aclara y explica las contradicciones inherentes del gobierno, del régimen y del nacionalismo-revolucionario; sin embargo, no puede incidir en el decurso de los acontecimientos, para convertir esta revolución proletaria, que lleva al poder a los nacionalistas-revolucionarios, en una revolución socialista.

 

El PC, que sufre un desgarramiento, cuando parte del comité central expulsa a Sergio Almaraz Paz y otros jóvenes fundadores del PC, retomando una de las tradiciones estalinistas del PIR, la matriz del PC, interviene en la organización del proletariado y se da a la tarea se controlar sindicatos, en un ambiente de fuerte influencia “ideológica” trotskista, en un entorno de organización proletaria de tradiciones anarcosindicalistas.

 

El proletariado minero y el proletariado en general, que había asumido como programa la Tesis de Pulacayo, tanto como Tesis de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, así como Tesis de la COB, vota por dirigentes marxistas, salvo en lo que respecta al máximo dirigente movimientista, del ala izquierda del MNR, Juan Lechín Oquendo; empero, se inclina pragmáticamente por el MNR como gobierno.

 

La mayoría de la población, que era campesina, todavía en ese entonces, esta seducida por el MNR, partido que le entrega tierras y decreta la Reforma Agraria. En las urbes, aunque un tanto divididas, se nota, por lo menos, al principio, casi hasta la finalización de la primera década de gobiernos movimientistas, la inclinación de una mayoría por el MNR, en las votaciones; ciertamente, atendiendo a las diferencias de región y de ciudad.

 

Ante esta distribución de interpretaciones, de tendencias, de inclinaciones “ideológicas”, así como de clase, lo apropiado es considerar como importante, en 1952, la espontanea, por así decirlo, inclinación popular por la insurrección; particularmente del proletariado minero y fabril. No hay que olvidar que habían pasado sólo entre tres o cuatro años desde la Guerra Civil de 1949; además de enfrentar a un  gobierno ilegitimo. El proletariado va actuar en consecuencia, casi, como una continuación de la Guerra Civil de 1949 perdida; el proletariado fabril va actuar como una especie de continuidad de su alzamiento armado de 1950. El pueblo que sale a las calles a combatir y colaborar con los insurrectos lo hace por la propia crisis y derrumbe del gobierno, hundimiento de un Estado oligárquico aterido, además de estar aguijoneado por los comandos armados movimientistas.  Es más sostenible, desde la perspectiva de la descripción y de las fuentes, la versión de que la insurrección proletaria convierte un golpe de Estado fracasado en una insurrección popular victoriosa.

En abril de 1952, durante los primeros días del mes, el Ministro de Gobierno, Antonio Seleme, trabó comunicación con el MNR; se dice que lo hizo con Hernán Siles Zuazo y Juan Lechín Oquendo. También lo hizo con la FSB, con Oscar Únzaga de la Vega. Sin embargo, la segunda semana de abril, la FSB optó por la evacuación de Falange del golpe de Estado, sobre todo, debido a divergencias con el programa de gobierno, así como por desacuerdos en la provisional repartición de carteras ministeriales. El golpe de Estado fue proyectado, en principio, para el 12 de abril; el plan se tuvo que adelantar, pues el General Ballivián anunció su disposición de reestructurar el gabinete. En la concepción de la conspiración golpista, la plataforma de la asonada se circunscribía a los carabineros; policía compuesta por 2500 efectivos. A la madrugada del 9 de abril, los carabineros ocuparon el centro de la ciudad de La Paz. El General Ballivián intentó llegar a la base aérea de El Alto; pero, fue interceptado en el recorrido. Tuvo que desviarse al Colegio Militar, en la zona sur de La Paz. Ballivián se atrinchero allí hasta el 12 de abril, cuando se evidenció la derrota del gobierno y del ejército. El presidente de facto destronado, dejó el Colegio Militar, para asilarse en la embajada de Chile[42].

 

Es innegable, a pesar de la versión movimientista, que se atribuye el papel decisivo en los sucesos, que la intervención del proletariado organizado, tanto minero como fabril, fue decisiva en el desenlace. El descuelgue de los mineros de Milluni de la Ceja de El Alto, la toma, por parte de ellos, de una parte estratégica de la ciudad de La Paz. La toma de Oruro por parte de los mineros, cortando la posibilidad de refuerzos militares, que venían desde el sur; las victorias militares en lugares estratégicos, contando, además con el repliegue militar a zonas relativamente alejadas del centro de la ciudad, para resguardar a la tropa, dejando en manos de los insurrectos a gran parte de la ciudad; fueron eventos decisivos en la sucesión de los desenlaces. Gracias al pueblo insurrecto, el MNR llega al gobierno.

 

 

 

Conclusiones

 

  1. Más que consciencia de clase, que no solo es un concepto hegeliano, sino que hace hincapié en el sujeto, no solo como individuo, lo que, ya de por sí, no puede expresar la composición múltiple de lo colectivo, sino, que además, se trata de un sujeto racional, en sentido abstracto y cognoscente. Entonces, estamos ante una de las tradiciones caras de la metafísica. ¿Cómo una filosofía materialista dialéctica puede afincar uno de sus conceptos más claves, relativos a la teoría de la lucha de clases, en un concepto idealista de esta tradición densa de la metafísica?

 

  1. Hay pues un uso no crítico de la tradición filosófica hegeliana en el marxismo.

 

 

  1. Se trata, mas bien, del aprendizaje social del proletariado, que por su propia semántica, implica Aprendizaje en la experiencia.

 

  1. El proletariado aprende de la experiencia y en la experiencia aprende interpretar los símbolos y signos de los acontecimientosAprende de las inscripciones en su piel, de las hendiduras en su cuerpoAprende de la memoria social compartida por la clase.

 

 

  1. El proletariado aprende de las formaciones discursivas, sobre todo, de las formaciones discursivas críticas e interpoladoras de la dominación capitalista, que somete al proletariado a la explotación de su fuerza de trabajo, que somete a su pueblo al dominio del Estado burgués, que somete a su nación al dominio del imperialismo y al dominio de la colonialidad.

 

  1. El proletariado aprende de su capacidad intuitiva social, sobre todo, de su intuición subversivaIntuición que se manifiesta en acciones, también en saberes colectivos rebeldes, heterodoxos e iconoclastas. Así como también, en comunicación, con saberes “ideológicos”, políticos, filosóficos, científicos, haciendo de su intuición subversiva una hermenéutica que interpreta estos saberes, adecúa estos saberes a los requerimientos de las acciones de sus luchas.

 

 

  1. El aprendizaje social es acumulativo, enriquece y dinamiza, además de actualizar, su memoria social. Sin embargo, en contraste, también puede darse lugar una especie de des-aprendizaje, ocasionando, en consecuencia, olvido. Esto ha ocurrido desde la relocalización de los trabajadores mineros, después del decreto inaugural del periodo neoliberal en Bolivia, el 21060, en 1985. El impacto de esa relocalización, en la memoria social del proletariado, es devastador. El proletariado sindicalizado, que es una minoría, se ha convertido, en un país destruido por el costo social del neoliberalismo, en una clase privilegiada, perdida en un océano demográfico, donde abunda la precariedad en la condición del proletariado nómada, la mayoría. Es más, el proletariado minero, ha olvidado su “ideología” constitutiva, ha reducido su interpretación al más descarnado pragmatismo y oportunismo. Sus dirigentes, que no son cuadros formadosexpresan, en su perfil y conducta, las más lamentables formas de cooptación y clientelismo. Esta es la decadencia, de una clase, la sindicalizada, que en otro tiempo, fue heroica, el referente y el orgullo, no solo del proletariado, en general, sino del mismo pueblo boliviano.

 

  1. Para recuperar el tiempo perdido, es menester reactivar la memoriaactualizarla, dejando que su propia dinámica, su simultaneidad dinámica, pueda no solamente reconstruir los tejidos, sino tejer nuevos tejidos. que entrelacen al proletariado con el tiempo presente y con las luchas actuales sociales contra las formas del capitalismo y las dominaciones contemporáneas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Potencia y acontecimiento

Composiciones complejas singulares

Marxismo de guardatojo, nacionalismo-revolucionario, populismo indigenista

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que salir de la ilusión moderna que cree que son la razón y el conocimiento los que dirigen el mundo, que rigen el decurso del mundo, que orientan su evolución; como resumía ingenuamente un teórico analista bets seller, diciendo que el conocimiento es poder, aludiendo a una tercera ola de la revolución industrial, tecnológica e informática[43]. Esta creencia o esta “ideología” responde a la irradiación de la metafísica en la modernidadmetafísica que ha edificado su filosofía, por así decirlo, en la conjetura indemostrable de las esencias y sustancias, que, por cierto, no solo son abstractas, sino inexistentes, salvo en la cabeza de los modernos[44]. En el mundo, en constante devenir, que, incluso, puede ser concebido o imaginado, como una interjección de múltiples universos, en distintas escalas, se mueve, funciona, contiene dinámicas, en distintas escalasplanos y espesores de intensidad, entre fuerzas concurrentes, en distintas escalasfuerzas que inciden, componen, se asocian, creando desplazamientos en el tejido espacio-temporal[45]. La razón y el conocimiento son meros instrumentos de estas fuerzas; en vano, el hombre moderno las ha convertido, a la razón y al conocimiento, en fines supremos y, sobre todo, en la realización trascendental del sentido ontológico[46]. Esto no es más que una ilusión de un imaginario encaracolado en sí mismo.

 

Ningún discurso, ninguna teoría, ninguna filosofía, ninguna ciencia, ninguna “ideología”, ninguna razón, funciona por sí misma, ninguna es autónoma. Son producciones de prácticas, de relaciones, de asociaciones, de composiciones sociales, que se edifican sobre la experiencia y la memoria social. Si la teoría persiste, si el discurso se difunde, si la filosofía se enseña, si la ciencia se estudia, es porque las mónadas sociales hacen que esto ocurra; constantemente reproducen el paradigma teórico, hacen circular los discursos, ponen a disposición o comentan las filosofías heredadas, registran, clasifican, analizan, reaprenden las ciencias. Por lo tanto, todas estas composiciones son los efectos de complejas actividades de las fuerzas entrelazadas. También de fuerzas que componen instituciones, que hacen de plataformas organizadas para la captura de fuerzas, su retención, la canalización de su potencia, orientando su realización en productos diseñados. La razón y el conocimiento son efectos del conglomerado de esta dinámica de las fuerzas

 

Como varias veces hemos dicho, no se trata de tener la razón, sino de tener la fuerza para incidir en el decurso de los acontecimientos. Dicho de otra manera, no se trata de ser razón sino de ser acontecimiento. La razón y el conocimiento están integrados en el acontecimiento. Ciertamente no cualquier razón ni cualquier conocimiento se terminan integrando e incidiendo en el acontecimiento, sino aquella razón y aquel conocimiento adecuados a la complejidad del acontecimiento. Por lo tanto, lo que hay que valorizar, por así decirlo, no es la teoría, sea científica o filosófica, sino la composición compleja donde se encuentra esta teoríacomposición, por cierto, que no es solamente teórica o discursiva, sino que cuenta con dispositivos materiales que la hacen posible, como las instituciones; pero, sobre todo, las composiciones e irradiaciones de fuerzas, que conforman ambientes, climas, atmósferas culturales, donde se mueven los humanos, respirando circulaciones simbólicascirculaciones narrativasimaginarios transmitidos[47].

 

En vano se desgañitan las academias en enseñar las verdades científicas o filosóficas, cuando la selección de las teorías, de los discursos, pertinentes, no las hacen estas instituciones prestigiosas, sino el desenvolvimiento mismo del acontecimiento. Las teorías más adecuadas, más útiles, por así decirlo, son las que forman parte del tejido espacio-temporal-territorial-social-cultural. Lo que hacen las academias es montar escenarios de validación institucional, donde se efectúa la ceremonia del encumbramiento, ungiendo a los referentes institucionales, a los elegidos institucionalmente, como representantes de la nobleza académica. Pero, todo esto no es más que una autocomplacencia y la ilusión de la satisfacción de estar en poder de la verdad científica o filosófica. En otras palabras, esta ceremonialidad académica forma parte de los juegos de poder. La vida está en otra parte, la vida discurre, se mueve, por otra parte y de otra manera. Se queda, por así decirlo, lo que es útil a la vida, a sus ciclos vitales, a sus memorias sensibles, a su potencia, que es creación e inventiva.

 

En lo que respecta a las “ideologías” políticas, adquieren una configuración y una composición complejas, en el sentido del entrelazamiento de planos y espesores de intensidad de los cuerpos, aquellas que impactan en el conglomerado social. Al respecto, ciertamente, “ideologías” institucionalizadas, que ya cumplieron su ciclo, persisten tercamente, acudiendo al círculo vicioso de instituciones, que también cumplieron su cicloinstituciones que se afincan en estructuras de poder incrustadas como reminiscencias, pero, se niegan a morir, se imponen mediante violencias, aparentando juventud, cuando ya sus arrugas desbordadas develan la decrepitud, que las aleja del presente y las arrastra a la nada.  Hablamos entonces, si se quiere, para entendernos e ilustrar, de “ideologías” nuevas, concurrentes, en los campos de fuerzas. No de las “ideologías” ateridas a un pasado imaginario.

 

Desde esta perspectiva, se puede decir que, si bien ha habido distintos discutiros marxistas, distintas corrientes marxistas, distintas versiones interpretativas teóricas, solo algunas se han plasmado en los tejidos sociales. Son estas las que se pueden llamar consistentemente marxistas, en el sentido de lo que pretende esta concepción del mundo, ser teoría y praxis, es decir, realizarse en la praxis, ser comunismo, en el sentido de la dinámica de las luchas en el presente. Ahora bien, el marxismo, en su composición compleja, por lo menos, durante parte  del siglo XX, que articula teoría, “ideología”, partido, organización proletaria, prácticas y acciones efectivas, en territorios concretos, atravesados por problemáticas específicas, en coyunturas álgidas, como composición singular que ha tenido impacto, entonces forma parte de un tejido social, de la irradiación histórico-política. En otras palabras, propiamente el marxismo singular, como teoría y praxis, que ha afectado a la sociedad, a los rumbos sociales, incidiendo en sus decursos, también llega a cumplir su ciclo. Los marxismos singulares, que cumplieron su ciclo, se convierten en un obstáculo político cuando buscan persistir, aferrándose, agarrándose de las estructuras del poder constituidas, buscando la eternidad imposible, justificada imaginariamente por la eternidad de sus verdades. Esto es también, y de manera más evidente, forma parte de los juegos de poder; de ninguna manera, de la continuidad de las luchas emancipativas y libertarias.

 

No necesariamente este ciclo “ideológico” de impacto, que forma parte de una composición compleja singular, tiene que haberse realizado en el poder, con la toma del poder, con su estatalización. Puede haberse dado su impacto en la recepción entusiasta del proletariado, en la adaptación adecuación, por parte del proletariado, de esta “ideología” aceptada, al desenvolvimiento de sus luchas. El ciclo “ideológico” habría concluido; en este caso, se habría dilatado en un periodo político intenso. Pasado el cual, en otro periodo, con problemáticas mutadas, cambiadas, hasta transformadas, en caso extremo, entonces, distintas, la “ideología”, de impacto anterior, ya no es útil a las luchas de este otro presente. En todo caso, en la mejor de las situaciones, forma parte de la memoria de las luchas, es la herencia referencial de esa memoria. Buscar la persistencia de esa “ideología”, como si estuviera edificada en verdades inamovibles, es también caer en los juegos de poder, que destruyen las capacidades de lucha, en un presente distinto.

 

Las “ideologías” populistas no tienen estas características de la “ideologías” emancipadoras, como las que fueron, en su momento, de esta manera, las marxistas. Mas bien, conforman un bricolaje abigarrado de discursos mezclados, ordenados por una narrativa mesiánica y milenarista, actualizada en la convocatoria del mito del caudillo. Las “ideologías” populistas pueden presentar pretensiones “ideológicas” emancipadoras, incluso tomar fragmentos, des-contextuados, de las narrativas de las “ideologías” críticas y emancipadoras; sin embargo, el collage discursivo populista no deja de ser, mas bien, “ideología” institucional del viejo Estado, del viejo régimen, de la vieja sociedad institucionalizada, en crisis. Lo que hace la “ideología” populista es barnizar el edificio desvencijado con colores y símbolos aparentemente innovadores, simuladamente emancipadores.  Se trata de una “ideología” de emergencia, para salvar el antiguo régimen y el Estado patriarcal. Por lo tanto, como en los otros casos, forma parte de los juegos de poder, solo que en este caso, se presentan estos juegos de poder de una manera enrevesada y saturada.

 

En todos estos juegos de poder, que tienen como eje a estas “ideologías” eficaces, en su momento, aparecen los apologistas imperturbables; quienes se encargan de presentar las narrativas correspondientes como verdades eternas y comprobadas. Estos apologistas odian la duda o el poner en cuestión las narrativas del poder, odian la crítica. Para hablar metafóricamente, metáfora que expresa, sin embargo, una regularidad histórica, estos apologistas son como la figura recurrente de los inquisidores, solo que en otros personajes, con otros discursos, con otras religiones, mas bien, “ideologías”, en sus distintas formas y tonalidades; en otros escenarios y coyunturas. La regularidad consiste en que con solo recurriendo al uso de la violencia se puede inhibir, sino es el intentar hacer desaparecer, las certezas sociales de que todo cambia, todo cumple su ciclo, y hay que renovar las instituciones, las narrativas y los imaginarios.

 

En el pensamiento complejo, el análisis no se enfoca en los discursos, en las teorías, sino en las composiciones complejas singulares, donde se encuentran estos discursos y estas teorías, como parte del tejido complejo. Ya no se trata del análisis del discurso o de la teoría, de sus lógicas y su paradigma, de su alcance descriptivo o explicativo, sino de comprender de cómo funcionan en la dinámica misma de la complejidad de la composición singular, de cómo se articulan con los otros hilos del tejido, integrando una composición singular. Se trata de un análisis integral de la complejidad dada.

 

El valor, por así decirlo, de una teoría no se encuentra en el alcance del paradigma, en sus pretensiones de verdad, que puedan corroborarse, sino en la capacidad de articulación, en el tejido de la composición compleja singular. El valor de la teoría no se encuentra en la racionalidad abstracta, en las pretensiones universales de esta racionalidad fantasma, sino en la racionalidad concreta, integrada en la composición compleja y singular, de que se trate. Entonces, el análisis complejo enfoca no entelequias sino composiciones complejas en el tejido espacio-temporal social.

 

 

 

 

Composiciones complejas singulares

 

Abordemos, como ejemplo, tres aproximaciones a composiciones complejas singulares. Hablamos ciertamente de composiciones complejas en el tejido espacio-tiempo-social. Se trata de reflexiones, que ilustran sobre la complejidad articulada, de tres composiciones complejas singulares, en el tejido social de la constelación de composiciones singulares, que antes, en el discurso marxista, por lo tanto, en uno de los discursos de la modernidad, se denominaba formación económico-social boliviana. Estas aproximaciones reflexivas, dejando pendiente sus investigaciones, en la episteme compleja, suponiendo también metodologías relativas a la complejidad, son las tres composiciones singulares, que se dieron - si se puede hablar así, para decirlo; pues, en verdad, no se puede, en el pensamiento complejo, que concibe la simultaneidad dinámica - en lo que se llamaba antes temporalidad histórica-política, en su momento, en su coyuntura, diferida en el lapso correspondiente. Todas las composiciones complejas, las constelaciones de composiciones singulares, que las contienen, se encuentran en constante devenir. En este sentido, la reflexión se aposenta en el diseño que dejan estas composiciones, en un momento determinado, para cambiar después; incluso si cierta estructura combinatoria de la composición se mantiene. En consecuencia, lo que diremos, a propósito de los ejemplos seleccionados, tiene alcance ilustrativo, para comprender las mecánicas y dinámicas de los funcionamientos de estas composiciones complejas singulares, que pueden también imaginarse como tejidos entrelazados, en planos y espesores intensos, articulados e integrados.

 

El primer ejemplo corresponde al acontecimiento del marxismo de guardatojo, que nace en la asociación y combinación de varias composiciones singulares, conectadas en los flujos del tejido social[48]. Quizás una de las composiciones singulares de este acontecimiento sea aquella que articula partido obrerodiscurso marxista de transición, que concibe la revolución como permanente, con una militancia bolchevique, es decir, profesional. Articulando también al partido con las dinámicas moleculares del proletariado boliviano minero, cuya experiencia y memoria social de las luchas, tiene larga data, en un contexto, por así decirlo, de crisis múltiple del Estado-nación. Forma Estado, cuyas características, en ese entonces, venían enunciadas, por el análisis y la interpelación política, como Estado oligárquico, también “Súper Estado Minero”, refiriéndose al dominio de los “Barones del Estaño”. 

 

El otro ejemplo es la composición singular compleja correspondiente al acontecimiento del nacionalismo-revolucionario; es decir, de lo nacional-popular. Quizás una de las composiciones complejas singulares, en la constelación de composiciones que dieron lugar a este acontecimiento mencionado, sea aquel que articula y combina “ideología” populista, en la singularidad con la que aparece a mediados del siglo XX, en Bolivia, acompañada o, mas bien, expresada en un discurso dualista, que distingue nación de colonianacionalismo y coloniaje[49]. En las articulaciones de esta composición singular aparece la organización partidaria, dúctil, flexible, amplia, heterogénea, del partido nacionalista y populista, que se atribuye, a sí mismo, las características de movimiento político. La articulación de la composición también comprende no solo al proletariado, por sus vínculos y su incursión en la dirigencia y en los comandos, sino al pueblo, a lo popular-urbano, así como a las formaciones campesinas. Hay que atender a esta composición singular, por lo menos, en dos etapas, por así decirlo; la etapa de la resistencia al gobierno de facto, y la etapa de gobierno, después de la revolución nacional.

 

El tercer ejemplo seleccionado es el relativo a la composición compleja singular correspondiente al acontecimiento político populista-indígena, de fines de siglo XX y principios del siglo XXI. Es también quizás aquélla composición singular, que forma parte de la constelación de composiciones singulares que hacen al acontecimiento aludido, que articula resistencia y defensa de los cultivos de la hoja de coca, organizaciones sindicales campesinas, convocatoria electoral popular, vínculos con movimientos sociales anti-sistémicos, que estallan independientemente y de manera distinta, que lo que acontece en el Chapare y en los Yungas. Articulando también a la resistencia y defensa con la tarea de conformación de un partido populista, que propaga una “ideología” populista recompuesta, “ideología” que mezcla, como toda “ideología” populista, esta vez, nacionalismo revolucionario o, mas bien, sus reminiscencias fragmentadas, con la “ideología” indianista, aunque también indigenista[50]. Así como con fragmentos dispersos y desconectados de pronunciaciones del discurso marxista, que, en su generalidad imaginada, aparece como fragmentos improvisados del discurso socialista. Esta “ideología” populista-indigenista se mantiene abierta, mucho más que la “ideología” populista del nacionalismo revolucionario, incorporando en su seno a tutti quanti. La articulación se da entre este partido populista y el campesinado del trópico cochabambino, extendiéndose al resto de las formaciones campesinas, después. En la medida que el impacto electoral crece, al crecer la convocatoria del partido populista, las articulaciones se dan con el conjunto abigarrado de las clases sociales populares, sobre todo urbanas. También, en este caso, hay que, por lo menos, distinguir dos etapas; la de las resistencias sociales, que se convierten, a partir del 2000, en ofensiva social; y la etapa de gestión de gobierno.

 

 

Como se puede ver, la problemática y la temática no residen en los límites de la “ideología”, en los errores políticos, en las inconsecuencias, en las características y condiciones del capitalismo dependiente y del modelo extractivista, en los alcances limitados del populismo; en todos estos temas, que se hallan en recortes de algunos planos de intensidad, manejados como sueltos y aislados, sino en el funcionamiento de los engranajes, las mecánicas y dinámicas de la composición compleja singular, composición singular entrelazada con otras múltiples composiciones singulares, en la constelación compleja de composiciones que hacen al acontecimiento singular.

 

 

 

En el primer ejemplo, podemos encontrar el diseño de esta composición singular, en el funcionamiento e impacto de las conexiones del partido obrero con el proletariado minero, no como generalidad, sino en las formas y maneras concretas de cómo aparece este proletariado, en sus relaciones con el partido obrero[51]. En la formación de cuadros, en la difusión y recepción, en las reuniones políticas, en los congresos, en los distintos campamentos mineros, donde se hace activismo político, en la militancia, sobre todo, de trabajadores mineros, en la participación del partido en los sindicatos. Las conexiones también se extienden, aunque de manera más difusa, al resto de la sociedad; quizás importe, sobre todo, la relación o el impacto de la convocatoria del POR en los imaginarios sociales; ¿cómo es percibido por los distintos sectores, estratos y clases sociales? También hay que tomar en cuenta, para el diseño de la composición singular, las relaciones con los otros partidos políticos, sobre todo marxistas, como el PC; pero, también con el MNR, en sus dos etapas, la de las resistencias y la de gobierno.

 

 

Esto del funcionamiento de estas conexiones, que corresponden a las articulaciones de la composición singular, es importante, pues esta dinámica es la que conforma la composición; también es la que, en entrelazamiento con otras composiciones singulares, que hacen al acotamiento del marxismo de guardatojo, inciden en el tejido espacio-tiempo-social, del periodo en cuestión (1946-1971). Lo que importa, lo que queda, lo que deja huella, por así decirlo, es este funcionamiento en el tejido, pues, precisamente estos funcionamientos y dinámicas de las composiciones singulares son las que tejen el tejido social.

 

 

Se puede decir que la principal incidencia se da en el proletariado minero; incidencia de la composición singular de esta conectividad del partido obrero, de estas ondas, frecuencias y vibraciones, de sus cuerdas, en el espacio-tiempo social, donde vibran las otras cuerdas, las del proletariado minero[52]. Por lo menos, en lo que respecta al imaginario político del proletariado minero, del periodo político en cuestión. Impacto en el imaginario social, que incide en los comportamientos y conductas políticas del proletariado, por lo menos, en las argumentaciones usadas para interpretar sus acciones.

 

La explicación de lo que acontece se encuentra en la tonalidad, por así decirlo, en la intensidad de la vibración de las cuerdas sociales. La intensidad del activismo político incide en la medida que hay también intensidad en la recepción; a su vez, hay impacto en el activismo político en la medida que la intensidad de la movilización obrera impacta en la recepción del partido. Estas vibraciones y ondas, que se dan en el ámbito de estas conexiones del partido con el proletariado minero, impactan en los planos de intensidad de la sociedad, en la medida que sus recepciones también son intensas. Parece que es en los periodos de crisis que las sociedades abren sus poros sensibles.

 

Se trata de conjunciones fértiles, por así decirlo, de ondas, de vibracionesde frecuenciasde cuerdas sociales, que pueden, en condiciones de posibilidad de apertura y de circunstancias propensas, dar lugar a una sinfonía social y política, que es la que toca el acontecimiento. No es pues, en cualquier circunstancia, en cualquier condición, en cualquier situación, que se puede dar el acontecimiento; no se puede repetir a gusto y antojo. Lo sugerente es que son estos acontecimientos, que son, si se quiere, escasos, los que dejan huella en la memoria social. Lo que comúnmente se dice que hace historia

 

El acontecimiento es único, irrepetible, por eso, es singular. Es vano buscar repetir un acontecimiento; esto es imposible. No solo porque las condiciones de posibilidad han cambiado, son otras, el espacio-tiempo-social ha mutado, se ha transformado, sino porque la incidencia voluntaria es apenas uno de los factores, en algunos planos de intensidad de la complejidad; cuando intervienen, en contraste y efectivamente, una pluralidad y multiplicidad de factores, en distintas escalas. El acontecimiento vivido, experimentado, hendido en la memoria, puede ser aprendido, servir de aprendizaje, para mejorar la incidencia voluntaria en el acontecimiento presente. De lo que se trata es de participar creativamente en el acontecimiento presente.

 

Los acontecimientos no se dan por voluntad; es más, las voluntades forman parte del acontecimiento; son algunas de las singularidades en la multiplicidad de singularidades y procesos singulares entrelazados, que conforman y configuran el acontecimiento. Hay que aceptar el acontecimiento y experimentarlo intensamente, participando con toda la potencia social acumulada, incidiendo en sus decursos. Por eso, pretender mantenerse en una “ideología”, que fue de impacto en un periodo político intenso, es como querer usar esa “ideología”, correspondiente a un acontecimiento singular, en otro acontecimiento, que tiene otras características y otras condiciones de posibilidad. No solamente es vano; pues no se tendrán los resultados esperados, sino que la “ideología” se comporta como un obstáculo político, inhibiendo las capacidades de lucha.

 

En el segundo ejemplo, podemos encontrar otro diseño de la estructura de composición compleja singular, participe del acontecimiento del nacionalismo-revolucionario. Las articulaciones que aparecen, conectan al imaginario popular, conformado en la experiencia social de la primera mitad del siglo XX, en un país de adentro del continente, en un país interno y mediterráneo, bordeado por sus cordilleras al oeste y extendido en sus llanos y selvas al este. Una experiencia social cuya densidad mayor se concentra en la explotación minera. Es en el sustrato de esta experiencia de donde emerge la narrativa nacionalista y popular, contestataria a la legalidad, legitimidad y dominación de la oligarquía minera. Sin embargo, la experiencia minera, no es la única; hay otras, que tienen que ver con otros ámbitos de desenvolvimientos sociales, más poblados; en un caso, en su forma dispersa, las formaciones campesinas; en otro caso, de manera concentrada, las formaciones urbanas. Estas experiencias también generan sus imaginarios populares; quizás en las formaciones campesinas emergen utopías de recuperación de la tierra; quizás en las formaciones urbanas nazcan mitos de modernidad, de industrialización, también utopías de soberanía. No siempre los imaginarios se comunican, ni siempre efectúan sus hermenéuticas; es más probable que se prejuzguen a partir de las pre-narrativas imaginarias propias. Sin embargo, pueden conectarse parcialmenteintersectarse parcialmente, y ocasionar hermenéuticas fragmentadas incompletas. De todas maneras, es la formación discursiva la que interpreta estos imaginarios y puede construir una narrativa. Esto hace la formación discursiva del nacionalismo revolucionario. El substrato imaginario de este discurso del nacionalismo revolucionario no es, inmediatamente, ninguno de los imaginarios populares, aunque éstos hagan de substratos del substrato del discurso. El imaginario del discurso es, mas bien, intelectual. Son los intelectuales nacionalistas los que construyen una narrativa, la que interpreta, desde su punto de vista y perspectiva, lo que los otros imaginarios, los popularesexpresan. Son las narrativas y no los imaginarios los que pueden operar efectivamente en la interpelación a una forma de poder, a una estructura de poder; pueden difundirse como discursos, como “ideología”, pueden coadyuvar en la argumentación de las organizaciones, políticas y sindicales, involucradas en la resistencia a la forma de poder vigente y odiado. Entonces, en este caso, tenemos prioritariamente la articulación de la “ideología” del nacionalismo revolucionario, con el mismo partido populista, con las organizaciones barriales, los comandos, con las organizaciones sindicales, también en relación con otros partidos y en relación antagónica con el gobierno.

 

Estamos ante una composición compleja singular de la “ideología” con el conjunto de sus conexiones, en distintos planos de intensidad, con distintos dispositivos sociales y políticos, con distintas organizaciones sindicales y políticas. Incluso, en conexión con las teorías modernas, que usa en la conformación de su propia narrativa; aunque lo haga de una manera fragmentaria, sin utilizar o tener en cuenta la totalidad de estas teorías. Mas bien, la narrativa del nacionalismo revolucionario es más práctica que teórica, por así decirlo; le interesa desplegar la trama, teniendo en cuenta las imágenes ya afincadas en los imaginarios populares. No teoriza, sino narra, en el sentido llano de la palabra; expone la historia dramática de la nación afectada, desterrada en su propia tierra, exilada en su propia tierra; para convocar a la nación a levantarse contra la opresión, contra los opresores, que colonizan la nación. Por estas características de la narrativa nacionalista revolucionaria, la “ideología” populista en cuestión es altamente eficaz, tanto en su convocatoria, así como en la transmisión de su mensaje. Es comprensible para el pueblo.

 

En imaginarios populares, que son más asequibles, más sensibles, a este tipo de narrativas convocantes, por estar más próximas a los sentidos comunes y a las pre-narrativas imaginarias populares, el discurso del nacionalismo revolucionario tiene más posibilidades de impactar, de incidir en las conductas y comportamientos de las clases sociales de la nación oprimida. Si bien no es un discurso que enriquece, en el sentido de desplazamientos del saber, pues se mueve en lo ya sabido, en lo ya digerido en la experiencia social, su difusión y expansión política tiene mayor alcance.

 

Por lo tanto, las cuerdas de esta “ideología” vibran intensamente, son recepcionadas intensamente, en los ámbitos sociales de sus conexiones; en consecuencia, logran tocar una sinfonía con las otras cuerdas, inherentes en esos ámbitos sociales, pues las notas ya se conocen y están en la memoria. Es una sinfonía que ya está en el repertorio histórico, por así decirlo. No es una sinfonía nueva, creada recientemente, como ocurre con el anterior ejemplo.

 

Como hablamos de dos etapas del populismo nacionalista revolucionario, diremos, metafóricamente, que la sinfonía gusta en la etapa de las resistencias; empero, comienza a disgustar por sus repetición saturada, su recurrencia aburrida. Es más, en la repetición y recurrencia el placer de la percepción se convierte en displacer; el movimiento compuesto de las cuerdas se desgasta. Peor aún, el uso del poder institucional, el Estado, apresura el ciclo del acontecimiento, ingresando rápidamente a su crepúsculo y clausura. La alborada y crepúsculo, el ciclo intenso del nacionalismo revolucionario, puede recortarse en el intervalo definido, en sus inicios, por la masacre de Catavi (1941) - cuando el MNR es conocido no solo como el partido que compartió el gobierno en la presidencia de Gualberto Villarroel, sino como defensor de los trabajadores mineros y de la soberanía del Estado, en relación a la interpelación al monopolio ejercido por los “Barones del Estaño”, cuando se hace popular -, y, en su finalización,  por la caída del último gobierno movimientista del periodo de la revolución nacional (1952-1964). La historia política de este partido, posterior a 1964, después del golpe de Estado, es otra historia. No la del tiempo de las cosas pequeñas, como caracterizaba Sergio Almaraz Paz a la última fase de las gestiones de gobierno del MNR, en el periodo de la revolución nacional; no la de la decadencia y hundimiento de la revolución; sino la de la renuncia explicita y oportunista al mismo nacionalismo revolucionario. Interpretación que se corrobora cuando el mismo presidente que firmó las medidas de nacionalización de las minas, en 1952, es el que firma el decreto ley 21060, en 1985, iniciando el periodo destructivo del ajuste estructural neoliberal. Desde 1964 no se puede hablar del MNR, de cualquiera de sus fragmentos dispersos, como cristalería quebrada, como expresión política, menos “ideológica”, del nacionalismo-revolucionario. Este partido o lo que queda de él no es, con toda evidencia, revolucionario, ni al viejo estilo populista; tampoco es nacionalista. En su versión última, en el periodo denominado de la democracia pactada, fue una expresión y brazo operativo del proyecto de desposesión y despojamiento neoliberal. Después de la caída de esta expresión política, como consecuencia de la victoria política de la movilización social, durante la guerra del gas (2003), los fragmentos, cada vez más pequeños y más dispersos, del MNR, son la expresión más deplorable del oportunismo descarnado y de las pequeñas y miserables angurrias del poder. Algunos de estos fragmentos dispersos son aliados, ahora, del MAS, incluso, otros fragmentos, han ingresado a este partido.         

En lo que respecta al tercer ejemplo, podemos encontrar el diseño de la estructura de la composición compleja singular, en la constelación de composiciones singulares, que hacen al acontecimiento de la “ideología” del populismo-indigenista, en una articulación sui generis entre las Federaciones Sindicales Campesinas del Trópico de Cochabamba, gestoras de la defensa de los cultivos de hoja de coca; primero, en su relación con su entidad matriz, la CSTCB; después, con la COB. Este contexto de relaciones y conexiones sindicales, sobre todo, las relativas a las organizaciones campesinas, es primordial para desprender el proyecto que va adquirir el nombre connotado de Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos. En principio, el Instrumento Político, que nace en el fragor de las reuniones, de los debates, de los foros, y, por último, en un Congreso campesino, como Asamblea por la Soberanía de los Pueblos, se proyecta novedosamente. Lo que se mostraba, por lo menos, en dos intenciones políticas e “ideológicas”; por una parte, conformar un Instrumento Político de las organizaciones sociales; lo que le daba un carácter distinto al partido o movimiento político. El partido, en este caso, está subordinado, por lo menos, en el proyecto inicial, a las organizaciones sociales. La otra intención proyectada, tiene que ver con una perspectiva descolonizadora, al concebir un Instrumento Político de las organizaciones sociales como de-colonialInstrumento que se asumía como expresión de las naciones y pueblos, no solamente indígenas. Entonces, estamos ante un proyecto pluralista y plurinacional.

 

Podemos entonces comenzar a trazar un periodo político intenso, cuyo corte inicial se puede situar entre 1996-97, años en que el Congreso campesino asume el proyecto del Instrumento Político como propósito orgánico de los sindicatos campesinos. 

 

Siguiendo con la descripción de las conexiones de la resistencia y defensa de los cultivos de la hoja de coca, en distintos planos de intensidad, con otros dispositivos, incluso composiciones singulares, podemos encontrar las conexiones de dispositivos orgánicos y de dispositivos políticos, en ciernes, en el proyecto y desarrollo inicial del Instrumento Político, con las ONGs. Por lo menos, aquellas, que, en principio, se encuentran en programas alternativos de desarrollo al cultivo de la hoja de coca; después, muy pocas, en compromisos, más que programas, de defensa de los cultivos de la hoja de coca; y posteriormente, con ONGs “izquierdistas”, que apoyan directamente la proyección del Instrumento Político. Muy temprano, en este proceso de constitución, de lo que debería haber sido el Instrumento Político de las organizaciones sociales, las formas orgánicas de gestación del Instrumento Político entran en contacto con organizaciones políticas, también fundaciones y ONGs de la “izquierda” internacional. En el mapa de estas conexiones, de la resistencia y la defensa de la hoja de coca, de sus formas orgánicas de la resistencia y defensa, teniendo como base operativa y orgánica a la Federación Sindical Única de Trabajadores Campesinos del Trópico de Cochabamba, se encuentran las organizaciones políticas de “izquierda” o lo que queda de ellas; después de la crisis política, la segunda, una vez dado el derrumbe de la UDP[53]. No se puede dejar de lado, en el mapa de estas conexiones, a los medios de comunicación, que, si bien, puede haberse dado una relación conflictiva y sensacionalista, hasta adversa, con un conjunto de medios empresariales, el MAS tenía también una relación, que podemos denominar solidaria, con medios no empresariales; hablamos no solo de las radios populares, sino de medios que forman parte de la Iglesia Católica. Lo que debería ser el Instrumento Político de las organizaciones sociales y terminó siendo el MAS, un partido, más que movimiento social, que no es Instrumento Político de las organizaciones sociales, sino que convierte a las organizaciones sociales en instrumentos del partido, es un fenómeno también mediático; este hecho no se puede obviar en el análisis.

 

No vamos a extender más la descripción del mapa de las articulaciones y conexiones de la composición compleja singular; dejaremos esta extensión para la investigación. El ejemplo sería abrumador; por otra parte, adquiriría connotaciones más complicadas. Lo que importa ahora, en esta ilustración, es mostrar las características del análisis complejo, su enfoque en los funcionamientos, los engranajes, las mecánicas y dinámicas de la composición compleja singular.

 

En esta perspectiva, la del pensamiento complejo, en el análisis de los tejidos sociales del acontecimiento, se destaca el impacto, de este diseño de la estructura de la composición singular, en el tejido social y político de la coyuntura y del inicio del periodo, en cuestión. Este impacto tiene que ver con la repercusión en los imaginarios de un símbolo cultural, el de la hoja de coca, que, a la vez, aparece como símbolo de-colonial, y, a la vez, como símbolo de resistencia antiimperialista. Ciertamente, en otros ámbitos, no populares, la hoja de coca, mas bien, aparece como un signo descalificado, debido al uso de la hoja de coca en la producción de cocaína. Entonces, asistimos a una especie de debate “ideológico”, mas bien mediático, en torno a las interpretaciones políticas del símbolo o signo de la hoja de coca. En otras palabras, la defensa de la hoja de coca se politiza, adquiere connotaciones antiimperialistas, en una micro-región, donde se desenvuelve lo que se puede llamar, acertadamente, guerra de baja intensidad.

 

Por lo tanto, la politización no solo tiene como eje esto del proyecto del Instrumento Político y esto de la Asamblea por la Soberanía de los Pueblos, sino también el eje de la interpretación “izquierdista”, por lo menos de una parte de la “izquierda”, de que la defensa de la hoja de coca es antiimperialista. A la larga, el eje más efectivo y preponderante va a ser éste, el del carácter antimperialista de la defensa de la hoja de coca.

 

A propósito de lo que decimos, hay que salir de toda irradiación de las teorías de la conspiración. No se puede aceptar, por lo menos, demostrar y sustentar, la hipótesis de que todo lo que acontecía, en lo que respecta al impacto de los ejes mencionados, formaba parte de un plan, de una conspiración política, por más emancipadora que pueda pretender ser esta conspiración. De ninguna manera, los proyectos como los del Instrumento Político, sus características plurinacionales, evidentemente forman parte de un proyecto; empero, sus conexiones con los otros ejes, los impactos en el tejido social y político, son, mas bien, casuales, usando este término para ilustrar y contrastar. Es muy difícil sostener que los planes humanos se realicen plenamente; una vez que se despliegan, en busca de su realización, provocan consecuencias inesperadas, precisamente porque los dispositivos operativos no controlan el conjunto de variables intervinientes; son, mas bien, sobrepasados por la complejidad.

 

Se puede decir, sin mucho riesgo de errar, que el MAS, por sí solo, contando con este mapa de sus conexiones, con la composición compleja singular, en una constelación de composiciones singulares, que hacen al acontecimiento, no podría haber llegado a donde ha llegado, dicho popularmente, al poder. Es el estallido de otros movimientos sociales anti-sistémicos el que ha favorecido el decurso que toma el MAS. Entonces, en el mapa entran las relaciones, las conexiones, incluso contradictorias, de concurrencia, de debate y desacuerdos, entre este proyecto del Instrumento Político y los otros movimientos sociales anti-sistémicos

 

La problemática, en esta cuestión última, es la siguiente: ¿Por qué el MAS ha terminado beneficiándose políticamente de la movilización prolongada y no los otros movimientos sociales anti-sistémicos, o alguno de ellos? Responder a esta pregunta equivale a comprender la dinámica molecular de las fuerzas concurrentes, en ese periodo político intenso, comprender la dinámica de la composición molar de esas fuerzas. Pero esta comprensión no se logra por medio de los análisis acostumbrados, basados en los esquematismos duales, atrapados en paradigmas racionalistas; hablando de la razón abstracta, que nombramos como razón fantasma; análisis lineales y deterministas. La comprensión es posible en el análisis complejo de las dinámicas inherentes al tejido espacio-tiempo-social-político-cultural del periodo, en cuestión (1996-2015).

 

En este ensayo no podemos explayarnos en la descripción de los diseños de las estructuras de las composiciones complejas singulares, relativas a los movimientos sociales anti-sistémicos, que se desplegaron en el periodo de la movilización prolongada (2000-2005). Aunque describimos, de manera más detallada, aspectos, características, formas y perfiles de estos movimientos sociales, en los análisis realizados por Comuna[54], estos análisis todavía se inscriben en la episteme moderna de los esquematismos dualistas. Ahora, se requiere del análisis complejo de los tejidos espacio-temporales-territoriales-sociales-culturales. Como se trata ahora, de exponer ejemplos ilustrativos, dejaremos para más adelante, para otros ensayos, la exposición de composiciones complejas singulares, relativas a estos movimientos sociales anti-sistémicos.

 

Por de pronto, lanzaremos la siguiente hipótesis interpretativa: el movimiento autogestionario de la guerra del agua, el movimiento indianista del bloqueo indígena-campesino, el movimiento nacional-popular de la guerra del gas, el movimiento descolonizador de las organizaciones indígenas originarias, los movimientos dispersos y diversos, relacionados a la resistencias al costo social neoliberal, en los que sobresalen los movimientos de los y las prestatarias, así como de los jubilados, el movimiento resurgente del proletariado, sobre todo del proletariado nómada, se presentan como movimientos, que adquieren otro perfil, de características autónomas y de autogobierno, por lo menos, en los dos primeros, como movimientos anti-estatalistas. Esta proyección política, ponderable por cierto, dada la crisis múltiple del Estado-nación, dada la experiencia acumulada a través de las historias políticas de la modernidad, convierten a estos movimientos sociales anti-sistémicos en imposibles, por así decirlo, en el marco institucional político establecido, el de la democracia formal. Solo podrían haber prosperado si la mayoría poblacional, si la mayoría del pueblo, hubiera adquirido también una propensión anti-estatal. Sin embargo, esto es precisamente lo que no pasó, lo que era difícil que pase, cuando el pueblo, por así decirlo, se encuentra atrapado en el imaginario estatal.

 

El MAS era y es estatalista, a diferencia de la Coordinadora del Agua y la defensa de la vida, por lo menos, en su proyección auténtica e intensa; a diferencia de la CSTCB de entonces (2000). Organizaciones que no propendían a mantenerse en reformas del Estado-nación, sino se proyectaban a la realización esperada de una forma política global alternativa. Esta proyección y límite estatalista del MAS, a la vez restringía sus pretensiones emancipadoras, sus poses de-coloniales, sus fintas soberanas, incluso sus retóricas socialistas, al tamaño de un  Estado-nación subalterno, al tamaño del campo económico del capitalismo dependiente. Y, a la vez, lo convertía en viable, en los márgenes permitidos por el sistema-mundo capitalista. Ésta, quizás, es la razón de fondo  del porque el MAS pudo beneficiarse de las victorias de la movilización prolongadavictorias políticas, como las de la guerra del agua y de las de la guerra del gas, en las que el MAS tuvo poco que ver, si es que no tuvo nada que ver.

 

Entonces, se puede decir que las cuerdas, inherentes a la resistencia y defensa de la hoja de coca, vibraron, de tal manera, que su vibración, si bien, no fue crucial en los desenlaces de la movilización prolongada, fueron como las notas finales de esta sinfonía social. Lo que recuerda la “memoria” – usando irónicamente el término - mediática son estas notas finales, no recuerda el proceso. Institucionalmente, políticamente, en sentido restringido, se impone lo mediático, en el periodo de las gestiones gubernamentales, aunque no se imponga históricamente, en el largo ciclo y en las estructuras de larga duración. Hay pues una historia oficial, que se sostiene institucionalmente, mediáticamente, propagandísticamente, que busca convencer de una “descripción” de los hechos, de la secuencia de hechos, eventos y sucesos, del llamado “proceso de cambio”; “descripción” que, sin embargo, no es sostenible. Al respecto, lo que importa no es oponer, a esta invención de la historia de los vencedores, la pretensión de objetividad, como se hacía en la episteme de la modernidad, pues esta objetividad solo se puede mover en algún plano de intensidad, o, en el mejor de los casos, en algunos planos de intensidad; desconectados y aislados, quizás vinculados, de manera forzada y no propia.  Lo que se requiere es el análisis complejo de los tejidos entrelazados del acontecimiento, de la constelación de composiciones complejas singulares entrelazadas, que hacen al acontecimiento. Esto no es objetividad, sino comprensión integral de la simultaneidad dinámica

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aporías del capitalismo de Estado

La “ideología” del nacionalismo-revolucionario

 

 

 

 

 

 

 

 

Para partir con un referente claro, aunque un tanto esquemático, acordemos que la “ideología” es el imaginario ordenado por la formación discursiva, que adquiere su interpretación histórica en la narrativa construida. La “ideología” del nacionalismo revolucionario comprende todo esto, estas estratificaciones de la formación “ideológica”. Claro que también se sustenta en formaciones prácticas; es decir, en esquemas de comportamientos y conductas, pero sobre todo en esquemas prácticos, que tienen que ver con habitus, particularmente con formas de hacer política. También, en este acuerdo de partida, podemos definir la “ideología” como discurso de legitimación institucional, de la malla institucional que hace al Estado, también a la sociedad institucionalizada, aunque también de los proyectos políticos que disputan el Estado, incluso pueden, en principio, funcionar como contra-poder, en el sentido de contra-gobierno, también contra una forma y estructura de poder; por lo tanto, contra una forma de Estado, sin necesariamente salir del horizonte estatal. El contra-poder alterativo, no solamente, alternativo, tiene un mayor alcance que todo esto; su contra-poder es radical, está contra toda forma de poder; en consecuencia, sale de los horizontes estatales. Este contra-poder es un contra-Estado.

 

Si acordamos este referente dibujado, que define rasgos estructurantes de la “ideología”, como partida para el análisis crítico de la “ideología” del nacionalismo revolucionario, ahora nos falta caracterizar el imaginario del nacionalismo-revolucionario, así como el discurso y la narrativa del nacionalismo-revolucionario. Lo hicimos en Potencia acontecimiento. Vamos a recordar lo que dijimos:

 

 

 

 

Las “ideologías” populistas no tienen estas características de la “ideologías” emancipadoras, como las que fueron, en su momento, de esta manera, las marxistas. Mas bien, conforman un bricolaje abigarrado de discursos mezclados, ordenados por una narrativa mesiánica y milenarista, actualizada en la convocatoria del mito del caudillo. Las “ideologías” populistas pueden presentar pretensiones “ideológicas” emancipadoras, incluso tomar fragmentos, des-contextuados, de las narrativas de las “ideologías” críticas y emancipadoras; sin embargo, el collage discursivo populista no deja de ser, mas bien, “ideología” institucional del viejo Estado, del viejo régimen, de la vieja sociedad institucionalizada, en crisis. Lo que hace la “ideología” populista es barnizar el edificio desvencijado con colores y símbolos aparentemente innovadores, simuladamente emancipadores.  Se trata de una “ideología” de emergencia, para salvar el antiguo régimen y el Estado patriarcal. Por lo tanto, como en los otros casos, forma parte de los juegos de poder, solo que en este caso, se presentan estos juegos de poder de una manera enrevesada y saturada[55].

 

Con esto incorporábamos la “ideología” del nacionalismo revolucionario en el ámbito de “ideologías” populistas. Las “ideologías” populistas adquieren un cariz nacionalista en América Latina. Lo nacional se convierte en la utopía de lo propio, de la nación sometida, de la nación que debe liberarse, también la nación como finalidad suprema. Como parte del pensamiento moderno, en toda su variedad y diferencias, sobre todo como parte de la “ideología” en su forma general, la “ideología” del nacionalismo revolucionario se edifica sobre la base del esquematismo dualista; apone a la nación el antagonismo de la no-nación, que puede adquirir el nombre de coloniaje, de imperialismo, de oligarquía u otros nombres. Lo que importa, en esta forma de pensamiento, es separar la nación de su opuesto, valorizar la nación en contra de su opuesto. La valorización nacional marcha acompasada por la desvalorización de su opuesto, de su antagónico. Este dualismo ha permitido al discurso “ideológico” explicar no solo el antagonismo, sino el por qué la nación se encuentra como se encuentra, sometida, despojada, expropiada, sino también el carácter de la dominación; que se denomina, en un caso, como colonial, en otro, como imperialismo, en un tercero, de burgués nativo.

 

La “ideología” del nacionalismo revolucionario emerge en la primera mitad del siglo XX, cuando las “ideologías” marxistas de difunden por el país, convocan al proletariado, también al campesinado y al pueblo. El marxismo no es desconocido para los “ideólogos” del nacionalismo revolucionario; unos los consideran un referente, otros, incluso se consideran marxistas, aunque hay quienes que pueden calificar al marxismo como eurocéntrico. En todo caso, al no ser ignorado el discurso marxista, como en toda “ideología” se incorporan y adaptan fragmentos del otro discurso, de la otra “ideología”. Para decirlo en términos maoístas, para los nacionalistas revolucionarios la contradicción principal es nación versus imperialismo.

 

Aunque el discurso del nacionalismo revolucionario tiene su centro de emisión en el Movimiento Nacionalista revolucionario (MNR), ciertamente, no se restringe a este centro. Se puede remontar hacia atrás y encontrar precursores y antecedentes, también se puede remontar hacia adelante y encontrar reminiscencias, irradiaciones, prolongaciones. Incluso en versiones marxistas, de las que tantas hay.

 

Después de la caída del último gobierno movimientista de la revolución nacional (1952-1954), cuando lo que queda del MNR, deja de ser, en sentido “ideológico” y político, nacionalista revolucionario, retoman la posta expresiones de izquierda: lo que se ha venido en llamar la izquierda nacional. Hay dos diferencias en esta continuidad del nacionalismo revolucionario. Primero, es desde la izquierda que se reivindica un nacionalismo revolucionario, en la perspectiva de la revolución socialista. Algo que no ocurría en el nacionalismo revolucionario del MNR.  Por otra parte, la lectura del nacionalismo revolucionario, concretamente de la contradicción principal nación/imperialismo, se efectúa desde el discurso marxista. Tercero, a diferencia del MNR cuyo impacto “ideológico” fue masivo, incidió en el imaginario, comportamiento, conductas, de la masa, del pueblo, incluyendo al proletariado, ni que decir del campesinado, la izquierda nacional es minoritaria. Se trata de grupos de intelectuales de “izquierda” que entablan el debate con lo que cundieran la izquierda internacional, plantean la necesidad de apoyar a los gobiernos nacionalistas, encabezados por caudillos, sean militares o no. Cuestionan a la izquierda tradicional por oponerse a los gobiernos nacionalistas, de estas características, inclinación política que les parece que coadyuva a la conspiración pro-imperialista. Este debate intelectual ha tenido repercusión en el debate de la izquierda, en la agenda de debates de la izquierda, que ha incorporado en su agenda la cuestión nacional. Sin embargo, la izquierda nacional no ha dejado de ser eso, una expresión intelectual de grupo, sin mayor irradiación en el pueblo, en el proletariado, incluso en el campesinado.

 

No consideramos al Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) como expresión de esta izquierda nacional, por más que use este nombre en sus siglas, pues su concepción “ideológica” y práctica política no se parecen a las formas de expresión de la izquierda nacional, que le otorga al discurso del nacionalismo revolucionario un cariz marxista. Mas bien, su perfil “ideológico” y político se parece mucho más a las formas de la social democracia.

 

En Bolivia, cuando se hizo conocer por la opinión publica esta izquierda nacional, fue durante el gobierno del General Juan José Torres. Este general, hecho presidente, por medio de un contra golpe, apareció como un militar nacionalista. Se puede decir, que continuaba la ruta emprendida por el General Alfredo Ovando, la ruta de las nacionalizaciones. La expresión de izquierda nacional del denominado Grupo Octubre planteó la necesidad del apoyo crítico a Torres, a diferencia de lo que la izquierda emprendía con la Asamblea PopularAsamblea popular que no optaba por el apoyo crítico sino por la autonomía de clase.

 

Este debate no tuvo mayores repercusiones, correspondientes a la acción política, salvo el propio debate en los medios de prensa. El Grupo Octubre, al ser pequeño, no incidió en el medio para lograr un apoyo masivo y organizado al gobierno del General Torres. Lo que llaman la izquierda internacional, en cambio, conformo la Asamblea Popular, que era una especie de proyecto consejista o de soviets, que comenzaba su construcción arquitectónica política por el techo y no por los cimientos.

 

Conocemos la historia de este lapso (1970-1971), el desenlace de la coyuntura; cayó el gobierno de Torres y con él la Asamblea Popular, por el cruento golpe del General Hugo Banzer Suarez. El Grupo Octubre, en su evaluación de lo ocurrido, señala la responsabilidad de la izquierda internacional en esta caída del gobierno nacionalista y en la subida de la dictadura militar reaccionaria y pro-imperialista. La defensa de la llamada izquierda internacional fue que Torres cayó por sus propias contradicciones, abandonado por el propio ejército que lo llevó al gobierno. También enuncia que no hubo tiempo para organizar la Asamblea Popular como un verdadero poder dual.

 

Si bien, una fracción del ejército sale a defender a Torres, el cuartel de Los Colorados de Bolivia, que se enfrenta en el llamado “Desecho”, que baja de Miraflores a Obrajes, la mayor parte del ejército y el resto de las Fuerzas Armadas está comprometido con el golpe. Por otra parte, el tiempo es una variable indispensable que debe considerar el análisis político, sobre todo cuando se trata de expresiones marxistas que se orientan a la revolución. Es un tema que no podía dejar de considerar la izquierda. ¿Si había poco tiempo que habría que haber hecho?

 

En todo caso, este debate en la izquierda, sirvió en la formación de los militantes, durante la resistencia a la dictadura. Los mayores, militantes con experiencia, salieron al exilio; se quedaron jóvenes que ingresaban a la universidad. Son estos los que se formaron en las condiciones de la clandestinidad, en plena dictadura banzerista. El debate, en sí, no tuvo mayores repercusiones, se haya tomado una posición u otra, pues no hizo efecto en las acciones sociales de resistencia, de las organizaciones sindicales, que también quedaron en el país. No hizo carne. Lo que sí tuvo incidencia y repercusiones fue la resistencia misma, que se efectuó tanto en las universidades como en los centros mineros. Después de la masacre del Valle (1974), la resistencia se extendió al campesinado, en la forma que le daba el movimiento katarista.

 

El Grupo Octubre, aunque pequeño, tenía gente en la resistencia universitaria, como toda la izquierda. En esto se unieron y se hicieron fuertes, expulsando a la Falange de la universidad pública. La organizaciones partidarias de izquierda más grandes, incluso con más tradición y experiencia, eran el PC-ML, el mimo PCB; como el POR se fragmentó en pedazos, después de la Asamblea Popular, que fue su apuesta política de mayor alcance, están las distintas agrupaciones trotskistas, que también incidieron en la resistencia. En ese entonces, se consideraba también al MIR de izquierda, y formó parte importante de la resistencia. En resumen, en este periodo de resistencia, la izquierda nacional fue parte de la agenda de los debates; empero, no se puede decir que tuvo incidencia política. Como muchas expresiones de izquierda, sufrió su propia crisis el Grupo Octubre; al no responder a las demandas organizativas de algunos emprendimientos de formación, fuera de la universidad, por ejemplo en Huanuni, así como también a exigencias de militancia efectiva y no de café, el propio Grupo se fraccionó. Una parte, la menor, se incorporó a las búsquedas de las fracciones trotskistas, criticas del POR, concretamente al POR de Pie. Otra parte, significativa, se incorporó al PS-1, ante una convocatoria directa de Marcelo Quiroga Santa Cruz. Después de ciertas desavenencias con el mismo PS-1, debido al ímpetu de uno de los militantes incorporados, éste vivió su propio nomadismo hasta encontrarse con el anarquismo, donde ahora es activista. Ocurrió lo mismo con quien se adhirió a la organización trotskista del POR de Pie. Otro militante incorporado al PS-1, que asumió la responsabilidad de Mañana el Pueblo, periódico del partido socialista, sufrió el asesinato de Marcel Quiroga Santa Cruz hasta enfermarse gravemente. Sin embargo, una parte del Grupo Octubre, la mayoritaria se mantuvo un tiempo como tal, hasta su incorporación a CONDEPA. Se puede decir que es donde el Grupo Octubre tiene influencia política; esto se puede apreciar en el mismo nombre de CONDEPA, Consciencia de Patria, que era como una paráfrasis del nombre de RADEPA, Razón de Patria, organización o logia militar de la que formaba parte el General Gualberto Villarroel, caudillo reivindicado por el Grupo Octubre.

 

La diseminación de CONDEPA, después de la muerte de su líder, el “compadre” Palenque, mermó las mismas posibilidades del Grupo Octubre, dentro de CONDEPA, además de la potencial irradiación en la masa seguidora del “compadre”. Se puede decir, que con esta diseminación del movimiento condepista, desaparece también lo que fue, en vida, el Grupo Octubre. Uno de sus miembros, por cierto importante, pues, después de la muerte de Adolfo Perelman, fundador del Grupo Octubre y tutor de Sergio Almaraz Paz, se hizo cargo de la dirección del Grupo, reapareció como ministro del primer gobierno de Evo Morales Ayma, en la cartera estratégica del Ministerio de Energía e Hidrocarburos. Se puede decir que es él el que diseñó, incluso redactó, en gran parte, dándole forma y sobre todo contenido, al Decreto Ley Héroes del Acre, con el que se nacionalizan los hidrocarburos.

 

Esta breve historia de la izquierda nacional, nos puede ayudar a interpretar el significado de los celajes discursivos que aparecen, de vez en cuando, tratando de reproducir el debate, que tuvo su peso e incidencia, durante el periodo del gobierno de Torres. Ahora, en otro contexto, después de la movilización prolongada (2000-2005). Después del proceso constituyente, después de un ciclo político de las gestiones de gobiernos del MAS, de ascenso y descenso, de nacionalización, sobre todo de los hidrocarburos, después de ingresar de lleno a la etapa de decadencia, después del “gasolinazo”, resulta fuera de contexto el intentar reproducir este debate, en otras condiciones, en otra problemática, además de manifestarse un retroceso notorio respecto a la experiencia del nacionalismo revolucionario, que efectuó transformaciones estructurales, que repercutieron en la estructura estatal y en la estructura social. El populismo del MAS, fuera del inicio de la nacionalización de los hidrocarburos, no continúo por este camino; es más se embarcó en una deshonesta desnacionalización con los contratos de operaciones, fuera de entregarse a las trasnacionales mineras con sus políticas mineras, sobre todo con su Ley Minera. En este contexto, en esta coyuntura, es insostenible una postura anquilosada en el tiempo, que ha quedado recordando el momento único, cuando quizás se tuvo certeza política.

 

Antes de pasar a otro punto, volveremos a retomar lo que dijimos en Potencia y acontecimiento.     

 

 

Podemos encontrar otro diseño de la estructura de composición compleja singular, participe del acontecimiento del nacionalismo-revolucionario. Las articulaciones que aparecen, conectan al imaginario popular, conformado en la experiencia social de la primera mitad del siglo XX, en un país de adentro del continente, en un país interno y mediterráneo, bordeado por sus cordilleras al oeste y extendido en sus llanos y selvas al este. Una experiencia social cuya densidad mayor se concentra en la explotación minera. Es en el sustrato de esta experiencia de donde emerge la narrativa nacionalista y popular, contestataria a la legalidad, legitimidad y dominación de la oligarquía minera. Sin embargo, la experiencia minera, no es la única; hay otras, que tienen que ver con otros ámbitos de desenvolvimientos sociales, más poblados; en un caso, en su forma dispersa, las formaciones campesinas; en otro caso, de manera concentrada, las formaciones urbanas. Estas experiencias también generan sus imaginarios populares; quizás en las formaciones campesinas emergen utopías de recuperación de la tierra; quizás en las formaciones urbanas nazcan mitos de modernidad, de industrialización, también utopías de soberanía. No siempre los imaginarios se comunican, ni siempre efectúan sus hermenéuticas; es más probable que se prejuzguen a partir de las pre-narrativas imaginarias propias. Sin embargo, pueden conectarse parcialmenteintersectarse parcialmente, y ocasionar hermenéuticas fragmentadas incompletas. De todas maneras, es la formación discursiva la que interpreta estos imaginarios y puede construir una narrativa. Esto hace la formación discursiva del nacionalismo revolucionario. El substrato imaginario de este discurso del nacionalismo revolucionario no es, inmediatamente, ninguno de los imaginarios populares, aunque éstos hagan de substratos del substrato del discurso. El imaginario del discurso es, mas bien, intelectual. Son los intelectuales nacionalistas los que construyen una narrativa, la que interpreta, desde su punto de vista y perspectiva, lo que los otros imaginarios, los popularesexpresan. Son las narrativas y no los imaginarios los que pueden operar efectivamente en la interpelación a una forma de poder, a una estructura de poder; pueden difundirse como discursos, como “ideología”, pueden coadyuvar en la argumentación de las organizaciones, políticas y sindicales, involucradas en la resistencia a la forma de poder vigente y odiado. Entonces, en este caso, tenemos prioritariamente la articulación de la “ideología” del nacionalismo revolucionario, con el mismo partido populista, con las organizaciones barriales, los comandos, con las organizaciones sindicales, también en relación con otros partidos y en relación antagónica con el gobierno.

 

Estamos ante una composición compleja singular de la “ideología” con el conjunto de sus conexiones, en distintos planos de intensidad, con distintos dispositivos sociales y políticos, con distintas organizaciones sindicales y políticas. Incluso, en conexión con las teorías modernas, que usa en la conformación de su propia narrativa; aunque lo haga de una manera fragmentaria, sin utilizar o tener en cuenta la totalidad de estas teorías. Mas bien, la narrativa del nacionalismo revolucionario es más práctica que teórica, por así decirlo; le interesa desplegar la trama, teniendo en cuenta las imágenes ya afincadas en los imaginarios populares. No teoriza, sino narra, en el sentido llano de la palabra; expone la historia dramática de la nación afectada, desterrada en su propia tierra, exilada en su propia tierra; para convocar a la nación a levantarse contra la opresión, contra los opresores, que colonizan la nación. Por estas características de la narrativa nacionalista revolucionaria, la “ideología” populista en cuestión es altamente eficaz, tanto en su convocatoria, así como en la transmisión de su mensaje. Es comprensible para el pueblo.

 

 

En imaginarios populares, que son más asequibles, más sensibles, a este tipo de narrativas convocantes, por estar más próximas a los sentidos comunes y a las pre-narrativas imaginarias populares, el discurso del nacionalismo revolucionario tiene más posibilidades de impactar, de incidir en las conductas y comportamientos de las clases sociales de la nación oprimida. Si bien no es un discurso que enriquece, en el sentido de desplazamientos del saber, pues se mueve en lo ya sabido, en lo ya digerido en la experiencia social, su difusión y expansión política tiene mayor alcance.

 

Por lo tanto, las cuerdas de esta “ideología” vibran intensamente, son recepcionadas intensamente, en los ámbitos sociales de sus conexiones; en consecuencia, logran tocar una sinfonía con las otras cuerdas, inherentes en esos ámbitos sociales, pues las notas ya se conocen y están en la memoria. Es una sinfonía que ya está en el repertorio histórico, por así decirlo. No es una sinfonía nueva, creada recientemente, como ocurre con el anterior ejemplo (el marxismo).

 

Como hablamos de dos etapas del populismo nacionalista revolucionario, diremos, metafóricamente, que la sinfonía gusta en la etapa de las resistencias; empero, comienza a disgustar en la etapa de gobierno, por sus repetición saturada, su recurrencia aburrida. Es más, en la repetición y recurrencia el placer de la percepción se convierte en displacer; el movimiento compuesto de las cuerdas se desgasta. Peor aún, el uso del poder institucional, el Estado, apresura el ciclo del acontecimiento, ingresando rápidamente a su crepúsculo y clausura. La alborada y crepúsculo, el ciclo intenso del nacionalismo revolucionario, puede recortarse en el intervalo definido, en sus inicios, por la masacre de Catavi (1941) - cuando el MNR es conocido no solo como el partido que compartió el gobierno en la presidencia de Gualberto Villarroel, sino como defensor de los trabajadores mineros y de la soberanía del Estado, en relación a la interpelación al monopolio económico y político ejercido por los “Barones del Estaño”, cuando se hace popular -, y, en su finalización,  por la caída del último gobierno movimientista del periodo de la revolución nacional (1952-1964). La historia política de este partido, posterior a 1964, después del golpe de Estado, es otra historia. No la del tiempo de las cosas pequeñas, como caracterizaba Sergio Almaraz Paz a la última fase de las gestiones de gobierno del MNR, en el periodo de la revolución nacional; no la de la decadencia y hundimiento de la revolución; sino la de la renuncia explicita y oportunista al mismo nacionalismo revolucionario. Interpretación que se corrobora cuando el mismo presidente que firmó las medidas de nacionalización de las minas, en 1952, es el que firma el Decreto Ley 21060, en 1985, iniciando el periodo destructivo del ajuste estructural neoliberal. Desde 1964 no se puede hablar del MNR, de cualquiera de sus fragmentos dispersos, como cristalería quebrada, como expresión política, menos “ideológica”, del nacionalismo-revolucionario. Este partido o lo que queda de él no es, con toda evidencia, revolucionario, ni al viejo estilo populista; tampoco es nacionalista. En su versión última, en el periodo denominado de la democracia pactada, fue una expresión y brazo operativo del proyecto de desposesión y despojamiento neoliberal. Después de la caída de esta expresión política, como consecuencia de la victoria política de la movilización social, durante la guerra del gas (2003), los fragmentos, cada vez más pequeños y más dispersos, del MNR, son la expresión más deplorable del oportunismo descarnado y de las pequeñas y miserables angurrias del poder. Algunos de estos fragmentos dispersos son aliados, ahora, del MAS, incluso, otros fragmentos, han ingresado a este partido.

 

En lo que respecta al tercer ejemplo, podemos encontrar el diseño de la estructura de la composición compleja singular, en la constelación de composiciones singulares, que hacen al acontecimiento de la “ideología” del populismo-indigenista, en una articulación sui generis de las Federaciones Sindicales Campesinas del Trópico de Cochabamba, gestoras de la defensa de los cultivos de hoja de coca; articulación que primero se da, en su relación con su entidad matriz, la CSTCB; después, con la COB. Este contexto de relaciones y conexiones sindicales, sobre todo, las relativas a las organizaciones campesinas, es primordial para desprender el proyecto que va adquirir el nombre connotado de Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos. En principio, el Instrumento Político, que nace en el fragor de las reuniones, de los debates, de los foros, y, por último, en un Congreso campesino, como Asamblea por la Soberanía de los Pueblos, se proyecta novedosamente. Lo que se mostraba, por lo menos, en dos intenciones políticas e “ideológicas”; por una parte, conformar un Instrumento Político de las organizaciones sociales; lo que le daba un carácter distinto al partido o movimiento político. El partido, en este caso, está subordinado, por lo menos, en el proyecto inicial, a las organizaciones sociales. La otra intención proyectada, tiene que ver con una perspectiva descolonizadora, al concebir un Instrumento Político de las organizaciones sociales como de-colonialInstrumento que se asumía como expresión de las naciones y pueblos, no solamente indígenas. Entonces, estamos ante un proyecto pluralista y plurinacional.

 

Podemos entonces comenzar a trazar un periodo político intenso, cuyo corte inicial se puede situar entre 1996-97, años en que el Congreso campesino asume el proyecto del Instrumento Político como propósito orgánico de los sindicatos campesinos. 

 

Siguiendo con la descripción de las conexiones de la resistencia y defensa de los cultivos de la hoja de coca, en distintos planos de intensidad, con otros dispositivos, incluso composiciones singulares, podemos encontrar las conexiones de dispositivos orgánicos y de dispositivos políticos, en ciernes, en el proyecto y desarrollo inicial del Instrumento Político, con las ONGs. Por lo menos, aquellas, que, en principio, se encuentran en programas alternativos de desarrollo al cultivo de la hoja de coca; después, muy pocas, en compromisos, más que programas, de defensa de los cultivos de la hoja de coca; y posteriormente, con ONGs “izquierdistas”, que apoyan directamente la proyección del Instrumento Político. Muy temprano, en este proceso de constitución, de lo que debería haber sido el Instrumento Político de las organizaciones sociales, las formas orgánicas de gestación del Instrumento Político entran en contacto con organizaciones políticas, también fundaciones y ONGs de la “izquierda” internacional. En el mapa de estas conexiones, de la resistencia y la defensa de la hoja de coca, de sus formas orgánicas de la resistencia y defensa, teniendo como base operativa y orgánica a la Federación Sindical Única de Trabajadores Campesinos del Trópico de Cochabamba, se encuentran las organizaciones políticas de “izquierda” o lo que queda de ellas; después de la crisis política, la segunda, una vez dado el derrumbe de la UDP[56]. No se puede dejar de lado, en el mapa de estas conexiones, a los medios de comunicación, que, si bien, puede haberse dado una relación conflictiva y sensacionalista, hasta adversa, con un conjunto de medios empresariales, el MAS tenía también una relación, que podemos denominar solidaria, con medios no empresariales; hablamos no solo de las radios populares, sino de medios que forman parte de la Iglesia Católica. Lo que debería ser el Instrumento Político de las organizaciones sociales y terminó siendo el MAS, un partido, más que movimiento social, que no es Instrumento Político de las organizaciones sociales, sino que convierte a las organizaciones sociales en instrumentos del partido, es un fenómeno también mediático; este hecho no se puede obviar en el análisis.

 

No vamos a extender más la descripción del mapa de las articulaciones y conexiones de la composición compleja singular; dejaremos esta extensión para la investigación. El ejemplo sería abrumador; por otra parte, adquiriría connotaciones más complicadas. Lo que importa ahora, en esta ilustración, es mostrar las características del análisis complejo, su enfoque en los funcionamientos, los engranajes, las mecánicas y dinámicas de la composición compleja singular.

 

En esta perspectiva, la del pensamiento complejo, en el análisis de los tejidos sociales del acontecimiento, se destaca el impacto, de este diseño de la estructura de la composición singular, en el tejido social y político de la coyuntura y del inicio del periodo, en cuestión. Este impacto tiene que ver con la repercusión en los imaginarios de un símbolo cultural, el de la hoja de coca, que, a la vez, aparece como símbolo de-colonial, y, a la vez, como símbolo de resistencia antiimperialista. Ciertamente, en otros ámbitos, no populares, la hoja de coca, mas bien, aparece como un signo descalificado, debido al uso de la hoja de coca en la producción de cocaína. Entonces, asistimos a una especie de debate “ideológico”, mas bien, mediático, en torno a las interpretaciones políticas del símbolo o signo de la hoja de coca. En otras palabras, la defensa de la hoja de coca se politiza, adquiere connotaciones antiimperialistas, en una micro-región, donde se desenvuelve lo que se puede llamar, acertadamente, guerra de baja intensidad.

 

Por lo tanto, la politización no solo tiene como eje esto del proyecto del Instrumento Político y esto de la Asamblea por la Soberanía de los Pueblos, sino también el eje de la interpretación “izquierdista”, por lo menos de una parte de la “izquierda”, de que la defensa de la hoja de coca es antiimperialista. A la larga, el eje más efectivo y preponderante va a ser éste, el del carácter antimperialista de la defensa de la hoja de coca.

 

A propósito de lo que decimos, hay que salir de toda irradiación de las teorías de la conspiración. No se puede aceptar, por lo menos, demostrar y sustentar, la hipótesis de que todo lo que acontecía, en lo que respecta al impacto de los ejes mencionados, formaba parte de un plan, de una conspiración política, por más emancipadora que pueda pretender ser esta conspiración. De ninguna manera, los proyectos como los del Instrumento Político, sus características plurinacionales, evidentemente forman parte de un proyecto; empero, sus conexiones con los otros ejes, los impactos en el tejido social y político, son, mas bien, casuales, usando este término para ilustrar y contrastar. Es muy difícil sostener que los planes humanos se realicen plenamente; una vez que se despliegan, en busca de su realización, provocan consecuencias inesperadas, precisamente porque los dispositivos operativos no controlan el conjunto de variables intervinientes; son, mas bien, sobrepasados por la complejidad.

 

Se puede decir, sin mucho riesgo de errar, que el MAS, por sí solo, contando con este mapa de sus conexiones, con la composición compleja singular, en una constelación de composiciones singulares, que hacen al acontecimiento, no podría haber llegado a donde ha llegado, dicho popularmente, al poder. Es el estallido de otros movimientos sociales anti-sistémicos el que ha favorecido el decurso que toma el MAS. Entonces, en el mapa entran las relaciones, las conexiones, incluso contradictorias, de concurrencia, de debate y desacuerdos, entre este proyecto del Instrumento Político y los otros movimientos sociales anti-sistémicos

 

La problemática, en esta cuestión última, es la siguiente: ¿Por qué el MAS ha terminado beneficiándose políticamente de la movilización prolongada y no los otros movimientos sociales anti-sistémicos, o alguno de ellos? Responder a esta pregunta equivale a comprender la dinámica molecular de las fuerzas concurrentes, en ese periodo político intenso, comprender la dinámica de la composición molar de esas fuerzas. Pero esta comprensión no se logra por medio de los análisis acostumbrados, basados en los esquematismos duales, atrapados en paradigmas racionalistas; hablando de la razón abstracta, que nombramos como razón fantasma; análisis lineales y deterministas. La comprensión es posible en el análisis complejo de las dinámicas inherentes al tejido espacio-tiempo-social-político-cultural del periodo, en cuestión (1996-2015).

 

En este ensayo no podemos explayarnos en la descripción de los diseños de las estructuras de las composiciones complejas singulares, relativas a los movimientos sociales anti-sistémicos, que se desplegaron en el periodo de la movilización prolongada (2000-2005). Aunque describimos, de manera más detallada, aspectos, características, formas y perfiles de estos movimientos sociales, en los análisis realizados por Comuna[57], estos análisis todavía se inscriben en la episteme moderna de los esquematismos dualistas. Ahora, se requiere del análisis complejo de los tejidos espacio-temporales-territoriales-sociales-culturales. Como se trata ahora, de exponer ejemplos ilustrativos, dejaremos para más adelante, para otros ensayos, la exposición de composiciones complejas singulares, relativas a estos movimientos sociales anti-sistémicos.

 

Por de pronto, lanzaremos la siguiente hipótesis interpretativa: el movimiento autogestionario de la guerra del agua, el movimiento indianista del bloqueo indígena-campesino, el movimiento nacional-popular de la guerra del gas, el movimiento descolonizador de las organizaciones indígenas originarias, los movimientos dispersos y diversos, relacionados a la resistencias al costo social neoliberal, en los que sobresalen los movimientos de los y las prestatarias, así como de los jubilados, el movimiento resurgente del proletariado, sobre todo del proletariado nómada, se presentan como movimientos, que adquieren otro perfil, de características autónomas y de autogobierno, por lo menos, en los dos primeros, como movimientos anti-estatalistas. Esta proyección política, ponderable por cierto, dada la crisis múltiple del Estado-nación, dada la experiencia acumulada a través de las historias políticas de la modernidad, convierten a estos movimientos sociales anti-sistémicos en imposibles, por así decirlo, en el marco institucional político establecido, el de la democracia formal. Solo podrían haber prosperado si la mayoría poblacional, si la mayoría del pueblo, hubiera adquirido también una propensión anti-estatal. Sin embargo, esto es precisamente lo que no pasó, lo que era difícil que pase, cuando el pueblo, por así decirlo, se encuentra atrapado en el imaginario estatal.

 

El MAS era y es estatalista, a diferencia de la Coordinadora del Agua y la defensa de la vida, por lo menos, en su proyección auténtica e intensa; a diferencia de la CSTCB de entonces (2000). Organizaciones que no propendían a mantenerse en reformas del Estado-nación, sino se proyectaban a la realización esperada de una forma política global alternativa. Esta proyección y límite estatalista del MAS, a la vez restringía sus pretensiones emancipadoras, sus poses de-coloniales, sus fintas soberanas, incluso sus retóricas socialistas, al tamaño de un  Estado-nación subalterno, al tamaño del campo económico del capitalismo dependiente. Y, a la vez, lo convertía en viable, en los márgenes permitidos por el sistema-mundo capitalista. Ésta, quizás, es la razón de fondo  del porque el MAS pudo beneficiarse de las victorias de la movilización prolongadavictorias políticas, como las de la guerra del agua y de las de la guerra del gas, en las que el MAS tuvo poco que ver, si es que no tuvo nada que ver.

 

Entonces, se puede decir que las cuerdas, inherentes a la resistencia y defensa de la hoja de coca, vibraron, de tal manera, que su vibración, si bien, no fue crucial en los desenlaces de la movilización prolongada, fueron como las notas finales de esta sinfonía social. Lo que recuerda la “memoria” – usando irónicamente el término - mediática son estas notas finales, no recuerda el proceso. Institucionalmente, políticamente, en sentido restringido, se impone lo mediático, en el periodo de las gestiones gubernamentales, aunque no se imponga históricamente, en el largo ciclo y en las estructuras de larga duración. Hay pues una historia oficial, que se sostiene institucionalmente, mediáticamente, propagandísticamente, que busca convencer de una “descripción” de los hechos, de la secuencia de hechos, eventos y sucesos, del llamado “proceso de cambio”; “descripción” que, sin embargo, no es sostenible. Al respecto, lo que importa no es oponer, a esta invención de la historia de los vencedores, la pretensión de objetividad, como se hacía en la episteme de la modernidad, pues esta objetividad solo se puede mover en algún plano de intensidad, o, en el mejor de los casos, en algunos planos de intensidad; desconectados y aislados, quizás vinculados, de manera forzada y no propia.  Lo que se requiere es el análisis complejo de los tejidos entrelazados del acontecimiento, de la constelación de composiciones complejas singulares entrelazadas, que hacen al acontecimiento. Esto no es objetividad, sino comprensión integral de la simultaneidad dinámica[58]

 

Ahora retomaremos el debate sobre capitalismo de Estado.

 

 

 

Capitalismo y capitalismo de Estado

 

Es frecuente encontrarse con argumentos enrevesados en la defensa provisional que se hace de los gobiernos progresistas; algunas llaman la atención por su saturada y abultada explicación, que insiste en la existencia de un “proceso de cambio”, dando ejemplos des-conexos, donde unos parecen formas de algo parecido al reformismo de la social democracia, otros, en cambio, en contraste, rayan en repeticiones incongruentes de las gestiones de los gobiernos liberales. Terceros, pretenden demostrar que avanzamos a una “revolución socialista”, aunque nunca se sabe por dónde; pero, otros, cuartos, que llegan a argumentar con enunciados sorprendentemente contradictorios, que parecen juegos de ingenio. Decir, por ejemplo, que se puede ser anticapitalista siéndolo, es decir, capitalista, cuando se opta por el capitalismo de Estado. Que el capitalismo de Estado es la forma que adquiere la soberanía en las periferias, su lucha antiimperialista. Lo del capitalismo anticapitalista es un enunciado que se parece a la serpiente que se muerde la cola. Lo del capitalismo de Estado antiimperialista, puede ser tomado en cuenta, sobre todo en la primera etapa de los procesos de gestión de gobiernos que expresan la voluntad de recuperar los recursos naturales: pero, que este antiimperialismo sea, además anticapitalismo, parece muy forzado.

 

Es Karl Polanyi quien definió el concepto de capitalismo de Estado y lo atribuyó a la Unión Soviética. Si se puede hablar como formación económica-política de capitalismo de Estado, es decir, como realización, es esta, la que se ha dado en la Unión soviética, también en la República Popular China. No se puede calificar a estas formaciones como socialistas, en pleno sentido de la palabra, aunque su proyecto haya sido socialista; no hay socialismo sino en el mundo. Esto ocurre, teóricamente, cuando el sistema-mundo socialista remplaza al sistema-mundo capitalista. Las formaciones sociales en las periferias son, mas bien, de un capitalismo dependiente. Si algunos de los países periféricos han logrado industrializarse, convirtiéndose como Brasil, en una potencia emergente, a pesar de esta incursión, no dejan el perfil del desarrollo desigual y combinado. Efectúan, además de la revolución industrial, la revolución tecnológica y la revolución cibernética; sin embargo, como dice Francisco de Oliveira, Brasil no ha dejado la dependencia, mas bien ha ingresado al neo-atraso, debido a una composición combinada de su economía, cuya estructura, la gravitación de su estructura está orientada por el extractivismo. Sería sugerente comparar los perfiles económicos de las llamadas potencias emergentes, incluyendo a la India, además de los famosos “Tigres del Asia”. Esta tarea la dejaremos para después, pues nos interesa seguir con la discusión sobre el capitalismo de Estado.

 

En Cartografías histórico-políticas, escribimos:

 

El capitalismo de Estado tiene por lo menos dos acepciones en la teoría; una, en la teoría marxista de la escuela austriaca; otra, en el discurso teórico latinoamericano. En la escuela austriaca el capitalismo de Estado tiene que ver con la tesis del imperialismo como última fase del capitalismo, tesis difundida por Lenin[59]. La tesis se elabora a partir de la caracterización del capitalismo en esta fase, sobre todo por el papel que juega el Estado en intima articulación con el capital financiero.  El Estado no solamente es instrumento indispensable en la acumulación de capital, sino que juega un papel dinámico en el proceso de concentración, en el control y la administración financiera de todas las formas de capital. Proyecta una geopolítica de expansión en los entornos y en el mundo. A esta vinculación estrecha entre Estado y capital financiero y a la plataforma de políticas económicas que apoyan la concentración de capital se llama capitalismo de Estado. En América Latina se ha llamado capitalismo de Estado a los procesos inherentes dados en los gobiernos nacionalistas y populistas, que optaron por el camino de las nacionalizaciones y la política económica de sustitución de importaciones, promoviendo la industrialización y conformando empresas públicas.

Como se puede ver son dos concepciones distintas de capitalismo de Estado. Extendiéndonos en las consideraciones de capitalismo de Estado, Karl Polanyi tiene una comprensión más abarcadora del capitalismo de Estado; incluye en el capitalismo de Estado a los propios Estados socialistas. Para este teórico la característica principal del capitalismo de Estado es el monopolio del Estado en la Economía; lo que ocurría en la URSS y en la República Popular China no era otra cosa que la gestión de la economía capitalista por la vía Estatal. Entonces hay varias formas de capitalismo de Estado. A nosotros nos interesa la forma de capitalismo de Estado que se instituye en las periferias del sistema-mundo capitalista, a partir de la política de nacionalizaciones y el proyecto de sustitución de importaciones. Sobre todo interesa comprender por qué muchos de estos proyectos no salen del modelo extractivista y terminan atrapados en una economía rentista[60].

 

Si hacemos caso a Polanyi el capitalismo de Estado es el monopolio del Estado en la economía. No parece este perfil darse en las formaciones económico sociales de la potencias emergentes, mucho menos en las formaciones económico sociales de los países periféricos cuyo perfil económico sigue siendo primario exportador, como es el caso de Bolivia. ¿Por qué entonces hablar de capitalismo de Estado para caracterizar el perfil económico boliviano en tiempos de Evo? Esto no se sostiene por ningún lado.

 

Vamos a revisar lo que describimos en Bolivia: Perfil económico. Estamos ante un perfil económico extractivitamodelo primario exportador, una administración de Estado rentista, que está, muy lejos de construir una logística estructural para sostener un proceso de industrialización; proceso que viene acompañado, necesariamente, por la formación de la masa crítica de científicos, además de la masa crítica de técnicos y tecnólogos; lo que implica una revolución pedagógica, formativa y educativa. No hay nada de esto en las gestiones de gobierno; lo que si hay es una hipertrofia de la demagogia, un incremento desmesurado en la retórica, mientras, mas bien, se asientan las bases para una nueva expansión extractivista a gran escala, como la dada en la Ley minera. ¿Dónde se sustenta eso de capitalismo de Estado, de camino a la industrialización? Solo en el imaginario de lo que queda de la izquierda nacional.

 

Ahora pasaremos a una revisión necesario del perfil económico boliviano.

 

Estructura económica de Bolivia[61]

 

Si se observa la composición estructural del PIB[62], desde la participación por actividad económica, vemos que la estructura no se ha modificado. Hay variaciones porcentuales de las participaciones; empero, mínimas, que no afectan a la estructura misma. Del 2006 al 2013 la agricultura, silvicultura, caza y pesca, han pasado de un 11% a un 10%. En el mismo lapso la extracción de minas y canteras, ha pasado de un 11,6% a un 14,1%; siendo lo que corresponde al petróleo y gas natural un paso del 6,4% al 7,9%; en tanto que los minerales metálicos y no metálicos pasaron de un 5,2% a un 6,2%. En contraste, la participación de las industrias manufactureras bajó de un 11,3% a un 9,9%. También el transporte, almacenamiento y comunicaciones bajó de un 10,2% a un 7,9%. En cambio la participación de la actividad de los establecimientos financieros, seguros, bienes inmuebles y servicios prestados a las empresas subió de un 8,5% a un 8,8%. También la participación de la administración pública subió de un 11% a un 11,7%. La participación de los restaurantes y hoteles prácticamente se mantuvo en su nivel, con una ligera variación a disminuir. En contraste, la participación de la actividad de los servicios comunales, sociales, personales y domésticos, bajó de un 4,5% a un 3,5%. Tomando en cuenta la diferencia entre el PIB a precios de mercado y el PIB a precios básicos, considerando que la diferencia consiste en los derechos de importación, IVA, IT, impuestos otros indirectos, lo que si subió notoriamente es la participación de la actividad de los derechos de importaciones, IVA, IT y otros impuestos indirectos de un 21,2% a un 25%.

Ahora bien, en el 2013, si tomamos en cuenta las actividades que podemos considerarlas productivas, incluyendo electricidad gas y agua, además de la construcción, tenemos una participación del orden del 38,6%, quedando el resto, 61,4%, como porcentaje de la participación de actividades se servicio, comerciales y de circulación, es decir, de actividades no-productivas, aunque coadyuven a la producción. Claro que aquí se incluye la participación de los servicios comunales, sociales, personales y domésticos, que es del 3,5% en el 2013. ¿Cuál es el peso de la participación comunitaria? La situación estructural no ha variado en el año siguiente, 2014. El peso de los servicios, el comercio y el transporte es notoriamente mayor que el peso de las actividades productivas. Esto se hace categórico cuando observamos que el peso de la industria manufacturera, además de ser bajo, manifestó una tendencia a disminuir su participación. ¿De qué industrialización estamos hablando?

 

Si pasamos de la estructura del PIB a la cuenta de acumulación y financiación de capital, según componente, tenemos otro cuadro, quizás más sugerente, en lo que respecta a la disponibilidad de inversión. Antes de entrar al análisis de este cuadro, vamos a tener el cuidado de definir los conceptos de capital, de acumulación de capital, de formación bruta de capital, de financiación de la acumulación bruta, de ahorro bruto y de transferencia de capital, que son conceptos macroeconómicos y no marxistas. Esto para evitar confusiones y habilitar la interpretación de los indicadores.

En sentido estricto, el capital es una abstracción contable; se trata de los bienes y derechos, es decir, de los elementos patrimoniales del activo, menos las deudas y obligaciones, que corresponden al pasivo. De todo de lo cual es titular el capitalista. Tomando en cuenta esta clasificación, de esta manera, se dice que se capitaliza una empresa o se amplía capital cuando aumenta su activo o disminuye su pasivo o se incorporan nuevas aportaciones de socios o se reduce el endeudamiento con terceros. Cuando el pasivo es superior al activo se dice que la unidad económica está en situación de capital negativo.

La acumulación de capital se refiere a la variación neta de activos financieros. La Formación Bruta de Capital Fijo (FBCF) es un concepto macroeconómico utilizado en las cuentas nacionales, como el Sistema Europeo de Cuentas (SEC). Estadísticamente mide el valor de las adquisiciones de activos fijos nuevos o existentes, menos las cesiones de activos fijos realizados por el sector empresarial, los gobiernos y los hogares, con exclusión de sus empresas no constituidas en sociedad. En el análisis macroeconómico, la FBCF es uno de los dos componentes del gasto de inversión, que se incluye dentro del PIB, lo que muestra cómo una gran parte del nuevo valor añadido en la economía se invierte en lugar de ser consumido. La financiación de la acumulación bruta se refiere a los préstamos netos y a la variación neta de pasivos financieros. El Ahorro Bruto supone, generalmente, la comparación entre los ingresos corrientes y los gastos corrientes, excluida la partida de gastos financieros. El ahorro nacional es la suma del ahorro público y el privado. El ahorro nacional viene dado por la diferencia entre la renta nacional o valor del conjunto de bienes producidos y el consumo. El ahorro interno bruto se calcula como el PIB menos el gasto de consumo final, consumo total. Un valor negativo para este indicador de estructura implica la financiación de gastos corrientes con ingresos por operaciones de capital, situación financiera comprometida que no puede mantenerse a largo plazo. Se habla de transferencia de capital cuando el Estado u otro organismo público efectúan una subvención con el objeto de financiar inversiones y operaciones de capital fijo del sujeto beneficiario.

 

Teniendo en cuenta estos conceptos, pasamos ahora al análisis del cuadro de la cuenta de acumulación y financiación de capital[63]. Del 2006 al 2013 se dio lugar una variación compuesta[64] del orden del 36% en la acumulación de capital; se puede decir que la acumulación de capital casi se triplicó (2,8). Teniendo en cuenta que la variación de existencias es la diferencia entre las entradas y las salidas de almacén de las materias primas, productos semielaborados, trabajos en curso y productos terminados, en un periodo determinado, vemos que la variación de existencias disminuyó su monto negativo; es decir, el exceso de salidas respecto a las entradas. Esta disminución se dio lugar en una proporción del 36,8%; lo que quiere decir que el exceso de las salidas disminuyó en una relación tres (2,7). La formación bruta de capital varió en un 51%; lo que quiere decir que prácticamente se duplicó (1,9). Teniendo en cuenta que el préstamo neto del resto del mundo equivale al excedente de la nación por transacciones corrientes, que es el saldo de la cuenta corriente obtenido de todas las transacciones de ese tipo, incluidas en la balanza de pagos, se tiene una variación compuesta negativa del orden del 3%; lo que quiere decir que lo acumulado tiene una relación de 33 respecto a la diferencia negativa de los montos, lo que a su vez indica una disminución del excedente del saldo de la cuenta corriente. El comportamiento de la formación de la acumulación bruta es el mismo que el de la acumulación de capital. Del ahorro bruto se tiene prácticamente también el mismo comportamiento. La transferencia de capital del resto del mundo tuvo una variación compuesta negativa del orden del 68%; la relación entre lo acumulado respecto a la diferencia es de 1,5. Se puede interpretar tanto el porcentaje como la relación de lo que dicen los datos mismos, hay menos dependencia de la transferencia de capital del exterior.

Interpretando de manera resumida el cuadro, hay más acumulación de capital, entonces mayor disponibilidad para invertir en la adquisición de activos fijos. Teniendo en cuenta, los mandatos constitucionales, se tiene mayor disponibilidad para invertir productivamente. ¿Qué pasa entonces? ¿Por qué no se lo ha hecho? ¿En qué se gasta el dinero? Para intentar responder esta pregunta pasamos al cuadro del crecimiento de la formación bruta de capital fijo, a precios constantes, según producto[65].

 

La formación bruta de capital fijo, que comprende bienes de capital y construcción, pasó de un 9,3% a un 12,9%. Si entendemos que los bienes de capital son los equipos pesados, tales como maquinaria pesada, excavadoras, carretillas elevadoras, generadores, o vehículos, que, a diferencia de los bienes de consumo, requieren una inversión relativamente grande, que se compran para ser utilizados durante varios años, por eso mismo son también llamados bienes de producción[66], la inversión en bienes de capital pasó de un 8,2% a un 12,5%; lo que significa que hay una variación positiva del orden de 20,5%. Sin embargo, no es el Estado el que ha aumentado su inversión en bienes de capital, sino el sector privado, que pasó de un 3,7% a un 7,4%; dando lugar a una variación compuesta positiva de 33,9%. En cambio la inversión pública en bienes de capital pasó de un 27,6% a un 26.3%; dando lugar a una variación compuesta negativa del orden de 2,4%. La inversión estatal subió en la construcción, de un 12% a un 14,2%; dando lugar a una variación compuesta positiva del 8,7%.También el sector privado incrementó su inversión en la construcción, al pasar de un 6,4% a un 10,1%; lo que da lugar a una variación compuesta positiva del orden de 22,5%. ¿Qué pasa entonces con la inversión estatal, que cuenta con mayor disponibilidad de capital? Para responder a la pregunta vamos a considerar la estructura del Presupuesto General del Estado 2014[67].

 

De acuerdo al cuadro de las variables macroeconómicas 2007-2014, la tasa del crecimiento del PIB para el 2006 presupuestado fue de 5%, en tanto que para el 2013 fue presupuestado en el orden del 5,5%; sin embargo, el presupuesto ejecutado fue de 4,6% y de 6,5%, considerando los mismos años. El proyectado para el 2014 fue de 5,7%. Anotamos que el presupuesto ejecutado el 2006 fue 1% menor a lo presupuestado en 2006, en tanto que fue mayor en el mismo porcentaje el 2014. Se proyecta una tasa de crecimiento del PIB de 5.7% para el 2014. La tasa de inflación presupuestada fue de 3,7% para el 2006 y de 4,6% la ejecutada; la misma tasa de inflación presupuestada para el 2013 fue de 4,5% y la ejecutada de 7,5%. Se proyecta una inflación del 5,5% para el 2014. En el 2006, el PIB nominal presupuestado fue de 11.009 millones de U$, en tanto que el ejecutado fue de 13.215 millones de U$; en el 2013, el PIB nominal presupuestado fue de 28.704 millones de U$ y el ejecutado de 29.221 millones de U$.  Para el 2014 se proyectan 31.083 millones de dólares del PIB nominal.

En el cuadro de precios de barril del petróleo 2005-2014, tenemos que la variación del precio por barril osciló entre 65,9 WTI en USD/Bbl y 106,3 WTI en USD/Bbl en el 2012, llegando a 133,9 WTI en USD/Bbl en el 2008, el pico más alto, bajando a un 98,1 U$ por barril en enero de 2013, incluso bajando hasta 71,9 U$ por barril en octubre de 2014. El Presupuesto General del Estado (PGE) manejó un promedio estimado de 74,6 U$ por barril para el 2014; sin embargo a octubre del mismo año bajó a 71,2 U$ por barril; hoy se encuentra por debajo de los 50 U$ por barril.

En los precios de exportación del plomo, zinc, cobre y estaño, también se manifiesta una tendencia a bajar. El estaño osciló entre 4.3 U$ la libra fina, en mayo de 2004 y 8,2 U$ la libra fina en mayo de 2014, pasando por 14,2 U$ la libra fina en enero de 2011, el pico más alto. El plomo osciló entre 0,4 U$ la libra fina y 0,8 U$ la libra fina en mayo de 2014, pasando por 1,7 U$ en septiembre de 2007, el pico más alto. El cobre osciló entre 1,4 U$ la libra fina en mayo de 2004 y 3 U$ en mayo de 2014, pasando por 4,4 U$ la libra fina en septiembre de 2011, su pico más alto. El zinc osciló entre 0,5 U$ la libra fina en enero del 2004 y 0,8 U$ la libra fina en mayo de 2014. La tendencia general es a bajar en el 2015, considerando, empero las diferencias singulares por mineral.

En cambio, los precios de exportación del oro y la plata manifiestan una tendencia a subir. El oro osciló entre 673 U$/oz en junio de 2006 y 1.205,5 U$/oz en diciembre de 2013, pasando por 1.783,7 U$/oz en junio de 2011, su pico más alto. La plata osciló entre 13,4 U$/oz en junio de 2006 y 21,4 U$/oz en marzo de 2014, pasando por sobre los 1.800 U$ en mayo de 2011, su pico más alto.

El cuadro de recaudación de ingresos tributarios 2001-2013 nos ofrece un incremento considerable de las recaudaciones. Se pasa de una recaudación de 7.721 millones de bs. En el 2001 a unos 52.122 millones de bs., en el 2012.  Una variación compuesta del orden del 74% en 11 años; casi siete veces mayor de recaudación; una relación de 1,3 de la suma respecto a su diferencia, que sería como el indicador lo que no varió. El aporte mayor es la participación de la recaudación tributaria, respecto al IDH y al IEHD; en el 2012 la recaudación tributaria llegó a 37.563 millones de bs., en tanto que el aporte del IDH fue de 12.111 millones de bs., el del IEDH fue de 2.448 millones de bs. El 72% del aporte en recaudaciones le corresponde a la recaudación tributaria, el 23% al IDH y el 5% al IEDH.

El ingreso por concepto de hidrocarburos, comprendiendo el IDH y las regalías, llegó a los 19.277 millones de bs., en el 2012; siendo el aporte del IDH de 12.111 millones de bs., y de 7.166 millones de bs., el aporte por concepto de regalías; es decir, el 23% de aporte le corresponde al IDH y el 14% le corresponden a las regalías.

Las transferencias del Tesoro General del Estado fueron del monto de 23.010 millones de bs., en el 2012, correspondiéndole 7.860 millones a las gobernaciones, 11.499 millones a los municipios y 3.200 millones a las universidades; es decir, el 34% de transferencias van a las gobernaciones, el 52% a los municipios y el 14% a las universidades.

Tomando en cuenta el presupuesto general del Estado agregado y consolidado; el agregado fue para el 2013 de 228.285 millones de bs, y de 172.121 millones de bs., el consolidado; para el 2014, el agregado llegó a 259.439 millones y el consolidado a 195.410 millones.  Hablamos de una variación simple del 14%.

Del cuadro PGE agregado y consolidado para el 2014 por nivel institucional, se ha destinado el 23% del PGE consolidado a la administración central, el 10% a las entidades descentralizadas, el 44% a las empresas públicas, el 6% a los gobiernos departamentales, el 10% a los gobiernos municipales, el 2,7% a las universidades públicas, el 2,8% a la seguridad social y el 1,2 % a las actividades financieras.

El cuadro del presupuesto consolidado de recursos, del sector público, acumuló 195.410 millones de bs., en el 2014. De los cuales el 64% corresponde a ingresos corrientes, el 1% a ingresos de capital y el 35% a fuentes financieras. En lo que respecta a ingresos corrientes, el 34% corresponde a ingresos de operaciones, el 29% a YPFB, el 5% al resto, el 1% a venta de bienes y servicios de la administración pública, el 22% a ingresos tributarios, el 2% a contribuciones de la seguridad social y el 4% a otros ingresos corrientes. En lo que corresponde a ingresos de capital, el total corresponde a donaciones de capital. En lo que respecta a fuentes financieras, el 3% corresponde al financiamiento externo, el 32% a otras fuentes internas, el 14% a YPFB y el 18% al resto.

El presupuesto consolidado de gastos, del sector público, en el 2014, destinó el 56% a gastos corrientes, el 22% a gastos de capital y el 23% a uso de fondos. En lo que respecta a gastos corrientes, el 14% se destinó a sueldos y salarios, el 4% a las direcciones departamentales, el 10% al resto institucional, el 2% a aportes a la seguridad social, el 30% a bienes y servicios, el 20% a YPFB, el 11% al resto de gastos, el 1% a intereses de la deuda interna, el 1% a intereses de la deuda externa, el 3% a prestaciones de la seguridad social, el 3% a transferencias corrientes al sector privado, el 3% a transferencias corrientes al sector público, el 1% a otros gastos corrientes. En lo que respecta a gastos de capital, el 17% corresponde a la formación bruta de capital fijo, y el 4% a otros gastos de capital. En lo que respecta a uso de fondos, el 1% corresponde a la amortización de la deuda pública externa, el 21% a otras aplicaciones financieras, el 10% a YPFB y el 11% al resto.

En el presupuesto consolidado de gastos en sueldos y salarios y formación bruta de capital, de 2005-2014, tenemos dos curvas ascendentes, la de formación bruta de capital un poco por debajo de la curva de sueldos y salarios, ente 2005 y 2011, quedando por encima la primera curva respecto a la segunda, entre 2011 y 2014, produciéndose un punto de cruce en el año 2010. ¿Qué quiere decir este cuadro? ¿Cómo interpretarlo? Los montos destinados a la formación bruta de capital pasaron de 5.078 millones de bs., en el 2005, a 33.715 millones de bs., en el 2014; los montos destinados a sueldos y salarios pasaron de 7.379 millones, en el 2005, a 27.922 millones, en el 2014. Se ha pasado de una variación compuesta del 18% a una del 9%, del 2005 al 2014, y de una variación simple del 31% a una del 20%, del 2005 al 2014, comparando las curvas respecto a la formación bruta de capital. En todo caso, se puede decir, que se gasta tanto en formación bruta de capital como en sueldos y salarios, salvando las diferencias que hemos mencionado.  En otras palabras se invierte en formación bruta de capital 1,20 bolivianos por cada boliviano que se gasta en sueldos y salarios. ¿Ha cambiado la política presupuestaria? Este comportamiento nos dice que no, sobre todo cuando se trata de invertir para la industrialización; sigue siendo el perfil de un presupuesto de un Estado rentista.

Otro cuadro sugerente es el del presupuesto de gastos corrientes, del 2005-2014. El 2005 se gastaba en gastos corrientes lo que corresponde al 28,7% del PIB, en tanto que el 2014 se gasta el 51% del PIB por este concepto, pasando por un pico de casi el 58% del PIB de gastos corrientes en el 2009. Estos datos corroboran nuestra interpretación de que se trata de un perfil de presupuesto de Estado rentista, muy lejos de un presupuesto destinado a la industrialización, como manda la Constitución.

Teniendo en cuenta que el concepto de gasto de capital implica erogaciones destinadas a la adquisición o producción de activos tangibles e intangibles y a inversiones financieras en la entidad pública, que incrementan el activo del sector público y sirven como instrumentos para la producción de bienes y servicios, vamos a revisar el cuadro del presupuesto consolidado de gastos de capital, 2005-2014. En el lapso de tiempo se pasó de una inversión de 9.566 millones de bolivianos a 42.815 millones de bolivianos; hablamos de una variación compuesta de 63%; lo que significa que la inversión se cuadruplicó, pasando incluso el 2014 el cuádruple de la inversión en 2005. Sin embargo, no hay que olvidar que hablamos del 9% del PIB en el 2005 y del 20% del PIB en el 2014.

La inversión pública proyectada por sector económico para el 2014 fue de 4.519 millones de bolivianos; de los cuales corresponde a la inversión en infraestructura 1.695 millones de bs., 1.530 millones en sectores productivos, 1.114 millones en inversión social y 140 millones en inversión multisectorial. Entonces el 37,5% corresponde a infraestructura, el 34% a inversión productiva, el 25% a inversión social y el 3% a inversión multisectorial. La variación compuesta entre la inversión productiva y la inversión en infraestructura es de -5%, y de 14% entre la inversión productiva y la inversión social. La variación compuesta entre la inversión productiva y el conjunto de la inversión pública es de -49%. Si bien se puede considerar que toda esta inversión pública redunda en la producción, no es una inversión directa en la producción; también la inversión en infraestructura puede redundar en la expansión del comercio y de los servicios, sin necesidad que impacte mejor en producción. Todo depende de las articulaciones, integración y composiciones de la estructura económica y de sus dinámicas. Por eso, mientras no se mejore la inversión productiva, no sólo cuantitativamente, sino cualitativamente, creando las condiciones de posibilidad material, tecnológica y científica de la absorción productiva, lo que se llama inversión productiva resulta solo una contabilidad y no una dinámica.

Pasando a los proyectos de inversión pública, correspondientes al 2014, tenemos que de los 1688 millones de U$,  el 8,6% se destina a la planta de urea y amoniaco de Carrasco; el 4,4% a la planta de extracción y fraccionamiento de licuables, ubicada en Tarija; el 2,8% a la doble vía La Paz-Oruro; el 2,6% al transporte por cable teleférico La Paz-El Alto; el 2% a las obras de vía férrea Montero-Bulo Bulo; el 1,8% a la planta de gas natural licuado para el abastecimiento del norte de Bolivia; el 1,6% a la planta de San Buena Aventura de  La Paz; el 1,6% a las redes de gas 39k, en Santa Cruz; el 1,1% a las redes de gas domiciliario; el 1% a la carretera cruce Condo-K-Huancarani-Uyuni; el 0,9% al componente hidroeléctrico Misicuni; el 0,8% a las líneas de transporte Cochabamba-La Paz; el 0,7% a las redes de gas de Cochabamba;  el 0,7% a las plantas de etileno y polietileno, en la provincia del Gran Chaco; el 0,6% al programa social madre-niño; el 0,5% al acceso vial Los Lotes-Planta Río Grande; el 0,5% a la Planta Ravelo-Lluchu-Chacapuco; el 0,5% a  la Ciudad UNASUR San Benito-Cochabamba; el 0,5% a la carretera Ixiamas-San Buena Aventura; el 0,5% a la carretera Potosí-Tarija; el 0,4% a la carretera Paracaya-Aiquile; el 0,4% al aeropuerto internacional Alcantari; el 0,4% a la carretera Zudañes-Padilla-Monteagudo-Ipati; el 0,4% al Aeropuerto internacional de Chimore; el 0,4% al desarrollo integral de salmuera del Salar de Uyuni; el 0,4% a la carretera Zudañes-Padilla, en Chuquisaca; el 0,4% a las redes domiciliarias en La Paz; el 0,3% al programa de conversión de gas natural vehicular; el 0,3% a la carretera Ququibey-Yucumo; el 0,3% al pavimento del tramo Santa Barbara-Quiquibey. Hablamos de un subtotal de proyectos que abarcan el 37% de la inversión pública; quedando el 63% para el resto de proyectos. Se puede decir que de esta inversión cerca del 50% tiene que ver más directamente con la inversión productiva; nos referimos a 834 millones de dólares.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Plano de intensidad económico boliviano[68]

 

No vamos a hacer un balance, mas bien, nos vamos a basar en un balance hecho, Bolivia: perfil económico[69], para interpretar y explicar este perfil económico, la estructura económica y sus cartografías y genealogía extractivistas y dependientes. El balance del perfil económico de Bolivia ha empleado indicadores macroeconómicos, por lo tanto conceptos macroeconómicos; en Cartografías histórico-políticas[70] se desplegó la interpretación desde la crítica de la economía política generalizada[71]. Ahora, vamos a retomar la perspectiva móvil de ésta última, teniendo como referencia el balance descriptivo mencionado.

 

La caracterización que se hacía de Bolivia como país capitalista atrasado y dependiente no es suficiente para dar cuenta del acontecimiento Bolivia[72]. Menos las caracterizaciones derivadas de la macroeconomía, como país de economía primario exportadora. Se requiere comprender la complejidad del acontecimiento Bolivia, la comprensión de la multiplicidad de singularidades, que hacen momentos singulares, periodos singulares, así como también a regiones singulares, a territorialidades singulares y a formaciones sociales singulares, componentes del acontecimiento Bolivia. Entonces hablamos de plurales planos y espesores de intensidad, que se articulan, se conectan, hilan tejidos espacio-temporales-sociales-territoriales, configuran perfiles, estructuras y formaciones, sometidas a sus propias mutaciones en el acontecimiento en devenir.

 

 

Las contradicciones

 

Se puede decir que es alrededor de 7 mil millones de dólares el monto de la formación de capital y de la disponibilidad de la formación de capital bruto fijo. En relación al PIB, conforma el 23% de la valorización de la producción anual. Empero, sólo se han invertido el 22% de este monto estrictamente en lo que se puede considerar proyectos productivos.  En otras palabras, se tiene acceso a la disponibilidad de capital, a la formación de capital bruto fijo, en la magnitud mencionada; empero, se invierte productivamente sólo una parte no sobresaliente de este monto en la inversión propiamente productiva. Lo demás se usa de una manera no-productiva; entonces se lo hace, siguiendo el modelo de interpretación, de una manera rentista. ¿Cómo explicar este comportamiento y este uso?

 

La explicación se encuentra en el plano de intensidad económico, entrelazado con el conjunto de los planos de intensidad con los que intersecta. Se trata de un plano de intensidad económico cuya composición define un perfil dependiente, basado en una economía extractivista y en una administración rentista. No se puede orientar la disponibilidad de capital de inversión a la producción; es decir, a la generación de capital bruto fijo, pues la lógica efectiva no es la sustitución de importaciones, sino la expansión extractivistas, aprovechando la coyuntura de precios altos de las materias primas. Si el gobierno popular hubiera tomado en serio eso de la industrialización su obligación sería la inversión productiva. Sin embargo, revisando las estadísticas de inversión, sobre todo la dedicada a la producción, se observa una inversión desordenada, diseminada, no concatenada, una inversión sin proyección planificada. Se invierte, considerando lo poco que se invierte, en el ámbito productivo por inercia o por mostrar esta inversión ante la opinión pública; en el mejor de los caso, intentando, improvisadamente, generar un recorrido que pueda ser productivo.

 

Lo que pasa es que en la interacción entre los planos de intensidad social, el plano de intensidad político incide en el plano de intensidad económico, orientando su decurso en la satisfacción de la demanda rentista. No interesa el largo plazo, sino el plazo inmediato de demanda de recursos, para cubrir el déficit administrativo. No interesa la estrategia de industrialización, salvo como retórica, sino la estrategia provisional de captar la atención ciudadana, sobre todo la atención de la población electoralmente activa. La simulación se hace efectiva en estas conductas políticas, que terminan, lamentablemente incidiendo en el plano de intensidad económico, orientándolo a convertirse en la plataforma de generación de recursos para cubrir las demandas administrativas.

 

Viendo la configuración descriptiva del plano de intensidad económico, se puede observar que se da como un equilibrio entre tres componentes de la estructura económica; para resumir, diremos que se presentan el campo productivo (34%), el campo de los servicios (12%) y el campo administrativo (26%). Los tres campos son más o menos equilibrados, sus pesos específicos se contrarrestan, estableciendo una cierta equivalencia tripartita. Empero, el tema es: ¿hasta qué punto los tres campos se complementan, interactúan fortaleciéndose mutuamente, sobre todo fortaleciendo la iniciativa productiva?  En esta perspectiva, vemos que esto no ocurre, vemos que los tres campos funcionan más o menos independientemente como compitiendo. Sobre todo compitiendo por la cuota presupuestaria. El resultado es categórico, se merma preponderantemente la inversión productiva, si es que esta es la estrategia; por lo menos, lo es discursivamente.

No sólo estamos ante una economía extractivista, ante un Estado rentista, sino ante una opción por la inversión política, inversión destinada al impacto coyuntural, al impacto publicitario; entonces, se explica, de que no se trata de la valorización del valor, lógica capitalista, del modo de producción capitalista, sino de la valorización política del voto. ¿Funcionan o no funcionan de este modo las sociedades abigarradas, extendiéndonos, las sociedades del mundo contemporáneo? Tal parece, que la tendencia mundial, con todas sus variantes, es ésta. Las potencias industriales invierten en la industria de guerra, las potencias emergentes invierten en la industrialización y en las revoluciones tecnológicas y cibernéticas, los estados periféricos invierten en potenciar su base de legitimación, para poder sostener sus políticas extractivistas.

 

En estas condiciones es mucho menos viable la estrategia de industrialización en países periféricos, pues la gravitación de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, más condicionante que antes, privilegia estas tendencias con la demanda y la subida de los precios de las materias primas. Estas tendencias también se refuerzan por los problemas de legitimación de los gobiernos de los estados periféricos, que requieren la aquiescencia de sus pueblos. Aquiescencia que obtienen mediante el impacto de bonos, asistencias, políticas coyunturales sociales. La industrialización ha quedado en la retórica, salvo en las potencias emergentes, que han heredado, en la división del trabajo internacional, la responsabilidad de la inversión de largo plazo, mientras que las potencias industriales tradicionales transfieren las industrias pesadas a las potencias emergentes, quedándose con las tecnologías de punta.

 

Entonces el perfil del plano de intensidad económico boliviano se explica por la inversión política y por los condicionamientos contemporáneos de la división del trabajo internacional del modo de producción capitalista, de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, que delegan al país la tarea de garantizar la exportación de las materias primas requeridas por la maquinaria productiva mundial del capitalismo.     

 

Después de las reflexiones sobre el concepto de capitalismo de Estado y el análisis descriptivo del perfil económico boliviano, pasaremos consideraciones críticas histórica-políticas de las nacionalizaciones en el capitalismo de Estado de los países periféricos, capitalismo de Estado en su acepción más restringida y provisional, menos teórica y más metafórica, en el sentido del populismo latinoamericano

 

 

 

 

 

La nacionalización de la Gulf Oil[73]

 

Los últimos gobiernos del MNR del periodo de la revolución nacional (1952-1964) entregaron las reservas de gas e hicieron concesiones petrolíferas a la empresa trasnacional norteamericana Gulf Oil, afectando al propio desarrollo de YPFB, empresa estatal de los hidrocarburos. El gobierno del MNR firmó el Código Davenport, Código del Petróleo oneroso para los intereses del país, que afectaba la soberanía del Estado sobre los recursos hidrocarburíferos. ¿Por qué hizo esto un partido que había firmado las nacionalización de la minas? Hay que tomar en cuenta que la nacionalización de las minas, tampoco la reforma agraria, se encontraba en el programa del MNR. Ambas medidas se encontraban en el programa del PIR y en el programa del POR. Se hicieron carne en los sindicatos mineros y en las organizaciones campesinas en sus largas luchas contra “Súper Estado Minero” de los “Barones del Estaño”, en las luchas y resistencias contra el latifundio y el avasallamiento a tierras comunitarias. Cuando el golpe de Estado planeado por el MNR se convirtió en una insurrección popular, los acontecimientos se desbordaron y rebasaron las perspectivas del MNR. Destruido el ejército, después de tres días de guerra civil, en abril de 1952, las milicias obreras y campesinas tenían el control de las fuerzas armadas insurreccionales. Fue la COB la que impuso la nacionalización de las minas, fue también el levantamiento campesino y la toma de tierras lo que obligó al MNR adelantar la reforma agraria, que quería hacerla de una manera burocrática. Como dice Sergio Almaraz Paz, el pueblo insurrecto vencedor encontró en la calle al MNR y se lo llevó de los cabellos al palacio de gobierno[74].           

El MNR había ganado las elecciones de 1951, empero la oligarquía “minero-feudal”, que era como se caracterizaba a la alianza de propietarios mineros y terratenientes, recurrió al golpe para evitar el ascenso al poder por parte del MNR, que era un partido nacionalista, que ya había participado en el gobierno de Gualberto Villarroel. Gobierno, derrocado por un cruento golpe que coaligaba al PIR, partido de izquierda, y a la rancia oligarquía “minero feudal”. El PIR justificaba el golpe con la formación de un supuesto “frente popular”, al estilo de los dados en Europa, enfrentado, en Bolivia, a un a supuesto fascismo, encarnado en Razón de Patria (RADEPA), que era la organización de militares nacionalistas partícipes de la guerra del Chaco. Esta apreciación des-contextuada de la realidad histórico-política-económica boliviana llevó al PIR a aliarse con la odiada oligarquía criolla. El golpe terminó con la vida y el colgamiento de Gualberto Villarroel. Este error garrafal del PIR le valió su vida política, fue su muerte política. Uno de los partidos más grandes de la izquierda boliviana, de influencia en los sindicatos de los trabajadores y en las universidades, terminó comprometido en un golpe de Estado que, al final, defendía los intereses de los “Barones del Estaño”, de la burguesía minera, con la que se enfrentaba el gobierno de Gualberto Villarroel. Del PIR nace el Partido Comunista (PC), fundado por Sergio Almaraz Paz, uno de los militantes de la juventud del PIR más brillantes, dirigente de la célula Lenin. La fundación del Partido Comunista contó, en principio, con jóvenes militantes; después viejos militantes del PIR pidieron su ingreso. En el comité central se compartió entre jóvenes y viejos militantes; los viejos terminando expulsando a Sergio Almaraz Paz, supuestamente por su desviaciones nacionalistas, además por leer más a Camus que a Konstatinov[75]. Sergio Almaraz Paz ingresó al MNR.

Otro partido de izquierda marxista era el Partido Obrero Revolucionario (POR), de tendencia Trotskista, también de influencia en los sindicatos mineros, incluso más que el PIR en lo que respecta a la influencia “ideológica”. Esto se ve en la aprobación de la Tesis de Pulacayo, tesis elaborada desde la perspectiva de la revolución permanente y la tesis de transición. También militantes trotskistas deciden ingresar al MNR, bajo la justificación de la táctica de “entrismo”, puesto que las masas estaban con el MNR, en pleno proceso de la revolución nacional en curso. Después de esto, prácticamente el joven militante e intelectual de los distritos mineros, Guillermo Lora, se quedó a cargo del POR. Siguió la línea de la independencia de clase y de crítica proletaria a lo que consideraba era una revolución burguesa. Con todo, se puede ver la inmensa agitación en las filas de la izquierda y en los sindicatos obreros ante la exigencia de las coyunturas políticas al inicio de la revolución nacional. El MNR se auto-identificó como un partido poli-clasista, más o menos un frente amplio; por eso fue un partido donde se trasladaron las tensiones de la lucha de clases, de las tendencias inherentes sobre la conducción de la revolución, la administración de las empresas nacionalizadas, la reforma agraria y la perspectiva política de la misma revolución. Más tarde, cuando las crisis del partido arreciaron, el partido se dividió, de acuerdo a sus tendencias y composición de clase. EL Partido Revolucionario de Izquierda Nacional (PRIN), se conformó sobre la base de la influencia en la COB y en los sindicatos de trabajadores, que tenían como líder al carismático Juan Lechín Oquendo. El Partido Revolucionario Auténtico (PRA) se conformó desde el ala derecha del MNR, liderada por Walter Guevara Arce, quién había redactado la Tesis de Ayopaya en contraposición a la Tesis de Pulacayo.

Teniendo en cuenta este panorama, se puede ver que el MNR, siendo un partido populista nacionalista, también una especia de frente amplio, en la medida que se fue consolidando como gobierno y fue equilibrando las fuerzas. Equilibrando el peso entre milicianos, policía y ejército. En la medida que fue estructurando el aparato burocrático administrativo, las tendencias más conservadoras fueron ganando terreno en la conducción del partido y el gobierno. Este proceso de derechización puede ser interpretado a partir de una hipótesis un tanto exagerada, que, empero, esclarece el comportamiento del partido nacionalista. Se puede decir que el MNR en la medida que logró consolidarse en el poder quiso corregir lo que en el fondo consideraba errores políticos precipitados, la nacionalización de las minas y la reforma agraria, por lo menos en su forma. Sin embargo, esta hipótesis se acerca mucho a la tesis de la conspiración, esta vez desde dentro. Cosa que descartamos, pues la dinámica política es mucho más compleja que las conspiraciones.

Al respeto, hay que tener en cuenta la enseñanza histórica, en la medida que las revoluciones no se profundizan. La retracción comienza en un momento, a partir de un punto de inflexión, pues no pueden quedar como en el medio, estancadas; a partir de ese momento se genera el curso regresivo, conservador, incluso autodestructivo. También hay que tener en cuenta el contexto internacional; al gobierno Estadounidense no dejan de preocuparle estas rebeliones, reformas y revoluciones nacionalistas, las asocia con las revoluciones socialistas, sobre todo en América Latina después de la revolución cubana; en principio y en parte inspirada en la revolución de 1952, después decidiendo el curso socialista, empujada por la política intransigente e intervencionista norteamericana. Sobre todo desde el gobierno de J. F. Kennedy se decide contrarrestar la influencia comunista en Latinoamérica; se crea la “Alianza para el Progreso”, un programa continental asistencialista, y se interviene de una manera más asidua y detallada en los gobiernos latinoamericanos. En el caso boliviano se tiene especial atención. Desde esta perspectiva se puede decir que los gobiernos del MNR van a ser absorbidos a la influencia estadounidense, en plena guerra fría con el bloque socialista.

De todas maneras, los gobiernos del MNR no dejaron de experimentar tensiones y contradicciones, a pesar de la influencia estadounidense y el papel que empezó a jugar la embajada norteamericana en las decisiones políticas; creían que defendían la minería nacionalizada entregando el petróleo y el gas a los norteamericanos[76]. Este comportamiento devela el carácter del partido populista y nacionalista; no tenía una comprensión integral del significado histórico político de las nacionalizaciones, de su efecto de irradiación estatal. Creyó que bastaba cumplir con la nacionalización de las minas, nacionalización que también fue saboteada por la entrega de 23 millones de dólares a los “Barones del estaño” – como indemnización -, descapitalizando a COMIBOL, acompañada por una administración corrupta y clientelar. Las masas insurrectas llevaron al MNR al poder; sin embargo, el MNR nunca supo por qué. Creía que se lo merecía por haber ganado la elecciones de 1951. Nada más equivocado, una cosa es llegar al gobierno por elecciones y otra por una insurrección popular, los objetivos de las masas ya no eran los mismos que los del MNR; buscaban la emancipación social y la liberación nacional.

No se puede hacer una revolución a medias, esta cae, precisamente por indecisión y ambivalencia. No se puede tener una concepción parcial de las nacionalizaciones, sin entender la lucha mundial de los pueblos de los países periféricos por la independencia económica, la liberación nacional y la emancipación social. La nacionalización es un acontecimiento histórico-político de irradiación estatal. Los estados al hacerse cargo de sus recursos naturales soberanamente transforman los campos políticos y los campos burocráticos, transforman el mapa institucional. Las nacionalizaciones no sólo recuperan el excedente para el país, si es que logran recuperar todo el excedente que se genera en el país, aunque escape a su control el efecto multiplicador de la acumulación de capital, que se realiza en el mundo, con las materias primas explotadas en el propio país; las nacionalizaciones llegan a generar una idea distinta de Estado. Se trata de la idea de Estado ligada al subsuelo, ligada a los recursos hidrocarburíferos y minerales; un Estado que se constituye en una relación íntima con los yacimientos. Se trata de la idea de un Estado que emerge de las vetas minerales y de los yacimientos hidrocarburíferos. Es una idea que contraviene al contractualismo liberal, que otorga incluso el subsuelo en condición de propiedad privada a las empresas, como ocurre en los Estado Unidos de Norte América. Es la nación la propietaria, como en el caso de México desde la nacionalización del petróleo en el gobierno de Lázaro Cárdenas; es el Estado el propietario, como en el caso de Bolivia, desde la nacionalización de la Stantard Oil; es el pueblo boliviano, desde la promulgación de la Constitución. En el último caso, la propiedad colectiva le da un carácter de propiedad comúnpropiedad del común, de todos; lo que a su vez le quita el carácter de propiedad y lo acerca al de disfrute equilibrado de los bienes comunes. Entonces se trata de un Estado que se genera no sólo desde el campo político y como campo burocrático, sino que genera un campo de interacción con los recursos naturales, en el caso de las anteriores constituciones, o un campo de interacción con la naturaleza, en el caso de la última Constitución. Esta idea es sumamente sugerente pues la matriz de los campos político, cultural, simbólico, económico y burocrático, no es sólo el campo social, sino un campo social geográfico y geológico, por así decirlo, de interacción con los recursos naturales y con la naturaleza. Este campo es, mas bien, inmanente, como el planómeno de Gilles Deleuze y Félix de Guattari[77]. Que este campo sea “real”, en el sentido de la materialidad social, depende de las transformaciones institucionales y estructurales del Estado. Es una idea presente y difusa en torno a las nacionalizaciones. Idea que queda arrinconada después del entusiasmo de las nacionalizaciones, cuando los burócratas se hacen cargo de las negociaciones y vuelven a convertir los recursos naturales en una mercancía.

El caso de la nacionalización de la Gulf Oil, es un ejemplo de este acontecimiento no sólo de soberanía nacional sino de propiedad pública ligada a los yacimientos hidrocarburíferos, a su control y recorridos en los mercados, en los ductos y en las formas de consumo. El entusiasmo inicial corrobora un sentimiento colectivo de soberanía. El boicot posterior de la Gulf Oil, usando todos los dispositivos a su alcance, intentando detener la construcción del gaseoducto a la argentina y la venta de petróleo a ese país, adjudicándose la propiedad del petróleo y del gas, así como de los yacimientos concesionados. Usando su influencia en el país con políticos, medios de comunicación y personeros del gobierno oportunistas o, en su caso “pragmáticos”. Estos usos del poder disponible muestran que la lucha por el control de los recursos naturales, entre los pueblos y las empresas trasnacionales, no culmina con la nacionalización sino que continúa después, donde entran al conflicto los términos de la indemnización de por medio, el control de los flujos cuando salen del país, el control de los mercado y la decisión de los gobiernos involucrados, además de los organismos internacionales de financiamiento[78].

La nacionalización de la Gulf Oil del 17 de octubre de 1969 fue, en los hechos, desde una mirada histórica, observando los ciclos largos del capitalismo, donde se contienen los ciclos de explotación de los recursos naturales, además de los periodos políticos, una medida que continua la perspectiva histórica y política de la nacionalización de la Standard Oil y la nacionalización de las minas. Aunque se lo haya hecho en otro gobierno, después del interregno del gobierno militar, que barre con el último gobierno de la revolución nacional (1964-1966), interregno que comprende al gobierno electo del general René Barrientos y Siles Salinas, que continuaron la política entreguista de los hidrocarburos de los últimos gobiernos del MNR, del periodo de la revolución nacional. Esto plantea problemas teóricos; la continuidad de la lucha no está garantizada por los gobiernos sino por la estabilidad y continuidad de las medidas, en este caso de las nacionalizaciones. Acontece algo así como un meta-gobierno que atraviesa a los mismos gobiernos, aunque aparece de manera intermitente, que se efectúa como una doble irradiación estatal, en tanto soberanía y en tanto transformación estructural del mismo Estado. Se trata también de acontecimientos políticos y sociales, definidos por el carácter democrático, de ampliación de derechos democráticos, profundización de la democracia y participación popular.

Ciertamente la fase del entusiasmo y de las transformaciones no es perdurable, paradójicamente son los mismos gobiernos nacionalizadores los encargados en comenzar el amortiguamiento del impacto de la nacionalización, presionados por los dispositivos de poder de las empresas trasnacionales, los estados imperialistas, las estructuras y relaciones de poder distribuidas en el orbe y la región de dominio. La nacionalización de las minas indemnizó a los “Barones del estaño”, aunque estos eran los verdaderos deudores del país, por el saqueo, los minúsculos impuestos que pagaban al Estado, el haberse enriquecido exorbitantemente a costa del pueblo y de los recursos minerales, propiedad del Estado, y haber extranjerizado el capital acumulado. La nacionalización de la Gulf Oil terminó indemnizando a la empresa del petróleo norteamericana; el propio general Ovando Candia se comprometió hacerlo. Es cuando el ministro Marcelo Quiroga Santa Cruz renuncia, pues no estaba de acuerdo con las condiciones y los montos exigidos por la empresa; más tarde es el gobierno de facto del General Banzer el que accede pagar una indemnización cada vez mayor y de acuerdo a los requerimientos de la Gulf Oil.

Este tema de la indemnización, después de la nacionalización, nos muestra el control que tienen todavía las empresas trasnacionales, incluso después de efectuada la expropiación. El obtener ganancias con la indemnización no solamente depende de los controles de la empresa trasnacionales, de los monopolios que tiene, de la capacidad de coerción y chantaje que pueda realizar, sino también de lo que llamaremos los hombres de las trasnacionales en el propio gobierno nacionalizador. Tan fuerte es la presión de la empresa trasnacional afectada que termina formándose como una tendencia a buscar resolver el problema de la indemnización lo antes posible. A pesar de las auditorias que muestran otras cifras, a pesar de los incumplimientos de la empresa, de los fraudes descubiertos, de las multas a las que se debe someter, algunos funcionarios tienden a dirimir con la empresa trasnacional, aceptando una negociación que afecta los intereses del Estado. ¿Por qué se lo hace? No tienen el mismo perfil estos funcionarios pusilánimes; por un lado, están los “pragmáticos”, que optan por una solución rápida; por otro lado, están los de un dudoso comportamiento, sobre todo por su afinidad con los intereses de la empresa trasnacional. En el medio está toda clase de posiciones ambiguas. En contraste son estas disposiciones diletantes, se encuentran los que quieren llevar consecuentemente la nacionalización, evitando que la empresa expropiada se salga con las suyas, buscando hacer cumplir   las normas de la nacionalización y las leyes del país, evaluando las inversiones y el comportamiento de la empresa, sacando las consecuencias de las auditorias. Los resultados dependen de cuál de los grupos tiene más peso en la toma de decisiones. Lastimosamente los grupos “pragmáticos” y los afines a la empresa trasnacional terminan teniendo muchas veces mayor peso que el grupo de los consecuentes. Esto conduce a la descapitalización de la empresa estatal y a llevarla a situaciones comprometedoras en los escenarios operativos, técnicos y comerciales en los que tienen que desenvolverse.

Por eso el curso de las nacionalizaciones es dramático; comienzan recuperando los recursos naturales para el Estado, la nación, el pueblo, produciendo un efecto estatal de control soberano y de administración autónoma de los recursos naturales, un efecto estatal que implica la nacionalización del mismo Estado y del gobierno, transformando sus composiciones y estructuras, vinculando su porvenir al rumbo de los recursos naturales y de los yacimientos. El Estado se vuelve un Estado minero y/o petrolero, su economía está íntimamente ligada a la explotación, producción y comercialización minera e hidrocarburífera. Gran parte de la administración recae en la administración de estos flujos y del excedente. La economía estatal, conformada por las empresas estatales, cobra gravitación en la estructura económica, dinamizan el funcionamiento de todas las formas de organización económica. El perfil de la economía se puede definir como el de un capitalismo de Estado. No es que todo el campo económico sea estatal o público, sino que el centro gravitatorio del campo económico es el Estado; es decir, la economía manejada por el Estado, las empresas públicas. 

En la misma perspectiva anterior, la de efectuar una genealogía de las nacionalizaciones en el capitalismo de Estado, vamos a abordar las historias efectivas de estas nacionalizaciones.

 

 

La genealogía de las nacionalizaciones[79]

 

La historia de los hidrocarburos en Bolivia está vinculada a la historia dramática de sus insurgencias y de sus actos heroicos, a los procesos de nacionalización, en contraste con los periodos de apertura y de concesiones al gran capital de las empresas trasnacionales. Hay que seguir esta historia en el devenir de tres nacionalizaciones, la de 1937, después de la Guerra del Chaco, la de 1969, durante el gobierno del general Ovando Candía, y la de 2006, en el primer año y la primera gestión del gobierno de Evo Morales.

En un sentido homenaje al Ingeniero Enrique Mariaca, homenaje que se encuentra en una revista de Jubileo, dedicada a la nacionalización de los hidrocarburos, reproduciendo las Memorias del insigne ingeniero ligado al destino de los hidrocarburos en Bolivia, en la introducción la de las memorias se  escribe:

Al mediodía del 14 de junio de 1935, bolivianos y paraguayos dejaron caer sus armas para darse un abrazo emotivo, en medio de un llanto sin rencor. La Guerra del Chaco había llegado a su fin, pero no era la última batalla de los patriotas en la defensa del petróleo[80].

Dos años más tarde se nacionalizaba a la empresa concesionaria Standard Oíl por incumplimientos múltiples y estafa al Estado boliviano. Entre los acuerdos que tenía con el Estado era el abastecimiento del mercado interno, que nunca cumplió. En la misma revista, en la parte de las memorias del Ingeniero Mariaca, el autor de las mismas interpreta la situación del modo siguiente:

Sin embargo, el abastecimiento del mercado interno no fue prioritario para la Standard Oíl que buscó, principalmente, obtener información valiosa sobre el potencial hidrocarburífero del país, a objeto de preservar reservas hidrocarburíferas a futuro ya que, en ese tiempo, contaba con importantes volúmenes de producción en el ámbito mundial. Toda esta información geológica, junto con los datos de las inversiones realizadas dentro del contrato de concesión, no fue entregada al gobierno boliviano para su aprovechamiento. Además, Bolivia debía importar desde Perú el combustible necesario para el consumo interno, el cual, irónicamente, era producido y comercializado por la misma Standard Oíl en Perú. Este conjunto de irregularidades, además del incumplimiento del pago de regalías y patentes, la resistencia a ingresar en etapas de producción y las denuncias presentadas sobre exportaciones ilegales de petróleo del campo Bermejo hacia Argentina –donde también la empresa tenía concesiones– ocasionaron que en marzo de 1937, durante el gobierno del general David Toro, se decidiera la caducidad de todas las concesiones de la Standard Oíl en territorio boliviano y la reversión total de sus bienes a favor de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), empresa estatal creada el 21 de diciembre de 1936. Finalmente, en 1942, luego de varias solicitudes presentadas, y a cambio de la información geológica obtenida por la Standard Oíl durante el tiempo de permanencia en Bolivia, se llegó a un acuerdo de indemnización por un millón de dólares aproximadamente, equivalente a unos sesenta millones de dólares en la actualidad[81].

Estas situaciones de enfrentamientos entre Estado y empresas trasnacionales de los hidrocarburos va volver a repetirse, sobre todo por el comportamiento sinuoso de las empresas, acostumbradas a manejar los negocios, los altos negocios, los negocios estratégicos, como es este del petróleo y del gas, como creen que se debe, imponiendo la ley del más fuerte. Si no imponen sus propias normas internacionales, que siempre les favorece, transgreden las propias normas nacionales. Siempre buscan el sobre-beneficio, la ganancia extraordinaria en todos los detalles, en todas las transacciones, y cuando pueden ocultan información. Ante sus jugadas, todos los conquistadores y piratas se quedan pequeños. Han ocasionado guerras por todas partes, como en el caso de la Guerra del Chaco y siguen haciéndolo.  Esta historia de trampas se vuelve a repetir con la Gulf Oíl treinta años más tarde.

El ingeniero Mariaca escribe:

El 26 de septiembre de 1969, el General Ovando Candía asumió la Presidencia de la República y casi inmediatamente, en fecha 17 de octubre del mismo año, decidió revertir las concesiones de la Gulf Oíl Company al Estado, así como nacionalizar todos sus bienes e instalaciones, incluidos muebles, medios de transporte, estudios, planos, proyectos y todo otro bien, sin excepción alguna. Producto de esta nacionalización, la Gulf Oíl Company entró en disputa con el gobierno boliviano y aplicó un embargo petrolero que impedía a Bolivia la comercialización del petróleo producido y la continuación de la construcción del Gasoducto Bolivia–Argentina, que hasta entonces presentaba un avance de 10%, aproximadamente.

 

En los dos casos, el de la nacionalización de la Standard Oíl en 1937 y el de la nacionalización de la Gulf Oíl en 1969, ambas empresas consiguieron hacerse indemnizar, lo que descapitalizó a la empresa estatal. En la medida que tienen el monopolio del mercado, el monopolio financiero y el monopolio tecnológico, logran chantajear, presionar, efectuar coerción sobre los gobiernos nacionalistas. Ante la eventualidad de no poder vender la producción, se sienten acorralados y ceden.

De la primera nacionalización a la segunda, las reservas comprometidas son mayores, la escala de la economía hidrocarburífera es mayor, así también los compromisos de venta, sobre todo en el caso de la Gulf Oíl, que contaba con reservas gasíferas y con negociaciones de venta de gas a la Argentina. El Estado se hace cargo cada vez de mayores dimensiones del proceso hidrocarburífero, comprendiendo la exploración, la explotación, la separación de líquidos, la industrialización y la comercialización. Por lo tanto la confrontación con los dominios de estas empresas es mayor. La situación de enfrentamiento entre Estado y empresas trasnacionales hidrocarburíferas vuelve a reaparecer en los primeros años del milenio, esta vez haciéndose clara y directa la confrontación entre empresas trasnacionales y pueblo, incluso entre pueblo y gobiernos neoliberales.

Después de seis años de luchas semi-insurreccionales, de procesos desatados por los movimientos sociales autogestionarios, auto- convocados y con vocación al autogobierno, se abre un proceso constituyente, el que irradia el poder constituyente de los movimientos sociales naciones y pueblos indígenas originarios. Se optan por elecciones después de la prodigiosa movilización de mayo y junio de 2005, que toma las ciudades de La Paz, de El Alto, de Oruro y Potosí, culminando con la toma de la capital, Sucre, donde se encontraba sesionando Congreso para tratar una nueva sustitución constitucional. El pueblo movilizado obligó a la extraordinaria sesión del Congreso a la renuncia del presidente del Congreso y del presidente de la cámara baja, habilitando la sustitución constitucional del presidente de la Corte Suprema, quien recibía el mandato de convocar a elecciones.

En adelante transcribimos el balance que hace de la tercera nacionalización la Fundación Jubileo en la revista mencionada[82].

 

Las elecciones realizadas a fines del año 2005 llevan a la presidencia a líder sindical Evo Morales Ayma, quien asumió la Presidencia de la República el 22 de enero de 2006. Entre las primeras medidas que adoptó el flamante gobierno popular fue la promulgación del Decreto Nº 28701 de Nacionalización de los Hidrocarburos “Héroes del Chaco”. El objetivo de esta norma fue recuperar, a favor del Estado, la propiedad y el control absoluto y total de los recursos naturales hidrocarburíferos del país. Además, con la emisión de este decreto, se pretendía que las empresas petroleras que realizaban actividades de producción de gas natural y petróleo entregasen toda esta producción a YPFB, empresa que definiría nuevas condiciones comerciales, aplicando una política de reposición de reservas que no fue aplicada luego del proceso de capitalización.

La medida inmediata más efectiva y más visible de cambio, a propósito de la nacionalización, fue la aplicación, durante un periodo de seis meses, de una participación para YPFB equivalente a 32% del valor de la producción, adicional al pago de 50% que ya se tributaba a partir de la vigencia de la Ley Nº 3058. Hay que aclarar, sin embargo, que esta participación no se aplicaba a todos los campos, sino solamente a aquellos cuya producción de gas natural se encontraba por encima de los 100 millones de pies cúbicos por día, es decir que esta participación se aplicaba prácticamente a los mega-campos San Alberto y Sábalo, operados por la empresa Petrobras Bolivia S.A.

Una segunda medida importante fue la conminatoria para la suscripción de nuevos contratos petroleros, los mismos que debían ser firmados dentro de un plazo máximo de 180 días, en las condiciones establecidas por el Gobierno nacional, caso contrario, las empresas petroleras no podían seguir operando en el país. Para este fin, se instruyó al Ministerio de Hidrocarburos y Energía realizar auditorías petroleras que permitan cuantificar el monto de inversiones que iba a ser reconocido a cada una de estas empresas, así como las amortizaciones, costos de operación y rentabilidad de cada campo.

Con estas medidas se potenciaría a YPFB para que nuevamente, después de tantos años, asuma la operación y administración de toda la cadena productiva de hidrocarburos. De acuerdo con el Decreto de Nacionalización, YPFB debía reestructurarse de manera integral y debía convertirse en una empresa modelo, transparente y eficiente. Lamentablemente ese cambio tan esperado aún no se ha producido, ya que la empresa petrolera todavía se encuentra en una situación muy crítica, con falta de recursos humanos, técnicos y económicos.

La información sobre el sector todavía es muy escasa y los datos que se publican de manera oficial no son presentados de manera oportuna. Respecto a otras determinaciones de esta tercera nacionalización, no se puede dejar de mencionar la transferencia a favor de YPFB, a título gratuito, de las acciones del Fondo de Capitalización Colectiva de las empresas capitalizadas Chaco S.A., Andina S.A. y Transredes S.A., que eran administradas por las AFP. Complementando esta medida, se instruye, como parte de la nacionalización, que YPFB controle, como mínimo, el 50% + 1 de las acciones necesarias en las empresas citadas, además de Petrobras Bolivia Refinación y la Compañía Logística de Hidrocarburos Bolivia.

Con el control de estas empresas se pretendía que YPFB retome las actividades de exploración, explotación, transporte, refinación, almacenaje y comercialización de todos los hidrocarburos en el territorio nacional.

Sin embargo, luego de la promulgación del Decreto de Nacionalización se sucedieron eventos que alteran al mismo proceso de nacionalización:

En septiembre de 2006 se iniciaron las auditorías a las empresas petroleras a cargo del Ministerio de Hidrocarburos y Energía, bajo la dirección del ingeniero Enrique Mariaca Bilbao. A través de un proceso de contratación, estas auditorías fueron adjudicadas a 11 empresas consultoras, a objeto de determinar las inversiones que serían reconocidas para la puesta en vigencia de los nuevos contratos petroleros. Sin embargo, considerando la elevada tasa tributaria fijada para los mega-campos y el plazo definido en el Decreto Supremo, estos contratos fueron suscritos en fechas 27 y 28 de octubre de 2006, dejando de lado los resultados que dichas auditorías estaban obteniendo.

El tipo de contrato aplicado fue el Contrato de Operación, el mismo que contenía siete anexos técnicos, contables y económicos. Entre ellos se encuentran el Anexo F y el Anexo G que establecen, respectivamente, las fórmulas para la retribución al titular y las inversiones que les serán reconocidas. De acuerdo con el Ingeniero Mariaca, a pesar del establecimiento de estas fórmulas, aún no se cuenta con la información necesaria a objeto de verificar cuán beneficiosas son las condiciones económicas establecidas en cada contrato para YPFB; más aún, se desconoce la metodología para la determinación de las mismas.

Un aspecto observado en los 44 Contratos de Operación, aprobados por el Congreso Nacional, es el tema de inversiones. Si se lee y revisan bien estos contratos se notará que en ninguna parte existen obligaciones claras para realizar inversiones que permitan incrementar los niveles de producción de cada campo. Esta ausencia de inversiones ha traído consigo disminuciones en la producción de petróleo y, por ende, en las cargas de refinerías que actualmente entregan menores volúmenes de combustibles líquidos.

En el caso del diésel oíl, el país se ve continuamente obligado a importar cada vez mayores cantidades a precios internacionales, para luego comercializarlos a precios subsidiados, cuya diferencia es asumida por el Gobierno nacional, a través de la emisión de notas de crédito fiscal a favor de YPFB. En el caso de la gasolina, a la fecha, YPFB está importando aditivos de alto octanaje que, mezclados con la gasolina blanca, permiten obtener gasolina especial dentro de las especificaciones de calidad establecidas para este producto en el reglamento de calidad correspondiente.

Con relación al GLP, Bolivia, a pesar de ser un país productor de hidrocarburos, ha iniciado la importación de volúmenes mínimos de este combustible, a través de la República Argentina. Por lo anteriormente expuesto, YPFB debería ajustar los contratos petroleros vigentes, a través de la suscripción de adendas que establezcan compromisos y garantías de inversión que permitan incrementar los niveles de producción, así como las cargas en refinería, a objeto de garantizar el abastecimiento del mercado interno y reducir el nivel de importación de combustibles.

Siguiendo con el proceso de nacionalización, posterior a la suscripción de los nuevos Contratos de Operación, YPFB inició negociaciones con la empresa Petrobras Refinación S.A., a fin de recuperar las principales refinerías del país. Producto de estas negociaciones, en junio de 2007, YPFB compró el 100% de las acciones de las refinerías Guillermo Elder Bell y Gualberto Villarroel, hasta entonces propiedad de Petrobras Refinación, en 112 millones de dólares americanos. Así, más que una nacionalización de las refinerías del país fue más bien un proceso de concertación y compra de las empresas por parte de YPFB, sin existir de por medio procesos de confiscación de bienes y/o pagos por indemnización.

Como siguiente paso, YPFB decidió adquirir el 50% + 1 de las acciones de la Compañía Logística de Hidrocarburos Bolivia (CLHB), encargada del transporte y almacenaje de productos derivados como gasolina, diésel oíl, GLP, etc. Luego de intensas negociaciones en las que CLHB no cedía, el Gobierno emitió, en fecha 1º de mayo de 2008, el Decreto Supremo Nº 29542, a través del cual YPFB adquiere el 100% de las acciones, pagando un monto total de 12 millones de dólares americanos, aproximadamente.

La siguiente empresa que fue adquirida por YPFB fue Transredes S.A., cuyas acciones fueron “nacionalizadas” mediante Decreto Supremo Nº 29586, de fecha 2 de junio de 2008. El costo de esta adquisición, de acuerdo a información proporcionada por el Gobierno, fue de aproximadamente 240 millones de dólares. La empresa Andina S.A. llegó a un acuerdo para que YPFB adquiera el 50% + 1 de sus acciones, tomando el control de la misma y participando de manera conjunta en la administración de la empresa, toma de decisiones y operación de los campos que se encuentran bajo contrato.

Finalmente, en fecha 23 de enero de 2009, el Gobierno emitió el Decreto Supremo Nº 29888, mediante el cual “nacionaliza” la totalidad de las acciones de la empresa Chaco S.A., a un costo aproximado de 233 millones de dólares americanos.

A diferencia de las primeras nacionalizaciones de los hidrocarburos en Bolivia, la tercera no se produjo bajo políticas de confiscación de bienes y resolución inmediata de contratos, sino que respondió a un proceso de concertación y negociación de nuevas condiciones económicas para la suscripción de nuevos contratos, así como para la adquisición del total del paquete accionario de aquellas empresas capitalizadas y privatizadas[83].

 

Como se podrá ver se trata de una nacionalización sui generis, sin expropiación, tal como aconteció en los otros casos, la primera y la segunda nacionalización de los hidrocarburos. Esta es la razón por la que hemos preferido, en su momento, hablar de un proceso de nacionalización, que tiene que completarse. Sin embargo, el proceso parece revertirse en el mismo momento que se firman los contratos de operaciones. Se entiende que las dificultades cada vez son mayores para la realización de una nacionalización, más si se trata de la explotación de los hidrocarburos. Se entiende que nos encontramos con un dominio mucho más estructurado del capital financiero, se entiende también que la globalización ha conformado redes complejas de asociación, subsidiarias, flujos de capital, cadenas de producción, complementariedades de rubros y capitales, que estas redes hacen más difícil que antes lograr los resultados de la nacionalización. Sin embargo, esto no quiere decir que sea imposible una nacionalización, que no se pueda llevar adelante un proceso de nacionalización, teniendo muy claro que se debe tener un control del proceso productivo y del proceso comercial, que se tiene que tener sobre todo el control técnico de la producción, que se debe refundar YPFB en todo el sentido de la palabra. Que esta empresa estatal debe tener, además del control nominal, el control real de las decisiones, del proceso técnico y de los flujos del petróleo y el gas. El problema radica en esto, no se tiene este control técnico, no se tiene el control real de las decisiones técnicas y operativas, no se tiene el control de los flujos; el control técnico y real la siguen teniendo las empresas trasnacionales.

 

En un estudio de CEDLA se afirma que:

 

En el 2009, el 85,2% del total de reservas de gas y petróleo de Bolivia estaba bajo el dominio de las petroleras extranjeras como Petrobras, Repsol y Total[84].

En el informe de CEDLA mencionado se sacan algunas consecuencias de esta situación, una de ellas es la siguiente:

 

Al no tener el control real del sector hidrocarburífero y mantener una presencia estatal secundaria a través de YPFB, el gobierno nacional optó por ofrecer mejores condiciones a las transnacionales para intentar superar por esta vía los grandes problemas del sector como la caída en la producción de líquidos y el virtual estancamiento en la producción de gas.

 

De acuerdo al estudio, se interpreta que una de las consecuencias de la reversión del proceso de nacionalización tiene que ver con los desesperados intentos del gobierno por viabilizar la medida de shock, conocida popularmente como el “gasolinazo”. La baja de la producción de los combustibles, la subida de la demanda interna, el estancamiento de las reservas, el control efectivo de las empresas trasnacionales, han incidido en una situación altamente problemática en lo que respecta a los hidrocarburos. Empero, lo que es más grave, el balance del proceso de nacionalización muestra que no hubo tal nacionalización, que no se llegó a completar el proceso, que no se refundó YPFB, que no se controla el proceso productivo y el flujo de exportaciones. Lo que se tiene ahora es un proceso de reversión de la nacionalización. Esta lectura del proceso de nacionalización amerita una reflexión sobre los proyectos de nacionalización, sobre sus perspectivas de romper las cadenas de dependencia, sobre los proyectos de desarrollo casados a las nacionalizaciones.

Una pregunta directa que habría que hacerse es: ¿qué pasó con las nacionalizaciones, por qué no fueron la base del desarrollo? Dejemos las respuestas fáciles, dejemos de lado el problema de la burocratización, también el de la corrupción, así como la hipótesis de la conspiración, la traición o la falta de consecuencia. El problema es comprender las condiciones de posibilidad histórica y económica para lo que se supone es el desarrollo, centrado en la industrialización. ¿Puede una nacionalización llevarnos de por sí a la industrialización, por lo menos a la industrialización de los hidrocarburos? En relación a esta pregunta hay que despejar una confusión, que debería estar dilucidada desde la crítica de la economía política; el dinero no es capital, el ahorro no es capital, el ahorro de dinero no es capital; el capital es el dinero que se valoriza en el proceso de producción. El principal problema de las nacionalizaciones tiene que ver con esta distinción, que acabamos de hacer. Las nacionalizaciones tienden a llevar al Estado a optar por una economía rentista; el ingreso proveniente de la nacionalización es usado para el gasto no productivo, es usado para cubrir demandas, es usado en la distribución del presupuesto, que mayormente usa los recursos para cubrir gastos administrativos del fabuloso aparato de Estado. No se trata sólo de redistribuir el ingreso, que puede darse a través de bonos, sino, de lo que se trata es cómo la nacionalización convierte la recuperación del excedente en acumulación, en inversión productiva, en transformación de las condiciones de producción.

¿Ausencia de una burguesía nacional?  Esta era la hipótesis de la izquierda latinoamericana. ¿Falta de vocación industrial del Estado? Hipótesis de la inconsecuencia. Estas hipótesis son posibles si se tiene como referente la historia europea o por lo menos parte de esta historia, lo que se cree saber sobre esta historia, su reducción a la interpretación de la revolución industrial británica, interpretación lineal de la formación de la burguesía francesainterpretación dificultosa de la vía prusiana, la vía emprendida por Otto von Bismarck, donde el Estado juega un papel fundamental en la industrialización de Alemania. A propósito de estas hipótesis, resultan contraídas como por imitación de una supuesta historia europea; por otra parte, pecan de ser generales. Suponen una identidad universal de la burguesía, portadora del desarrollo capitalista; no tienen para nada en cuenta la historia efectiva de las burguesías nacionales y de la variación de sus identidades. Por otra parte, también se tiene una idea abstracta del Estado, de la que se deduce su papel protagónico en la industrialización y el desarrollo.  Lo llamativo de ambas hipótesis es que pretenden resultar de apreciaciones históricas; sin embargo, hay que decirlo, la historia es concebida como repetición o emulación. La historia efectiva, pensada en el espesor del flujo de acontecimientos, no se repite, ni siquiera dos veces. Cuando Hegel se expresa de esa manera lo hace desde la fenomenología del espíritu y de la filosofía de la historia, donde el devenir de los acontecimientos se convierte en la dialéctica de los conceptos. Cuando Marx parafrasea a Hegel, lo hace irónicamente, diciendo que la historia se repite dos veces, pero una como tragedia y la otra como comedia.

Hay que rescatar a la historia de estas interpretaciones teleológicas; hay que entender la historia no sólo como relato, no sólo como narración; es evidente que forma parte de las experiencias y el trabajo de la memoria, empero también, se ha convertido en un campo de batalla de las interpretaciones. Se ha distinguido, por ejemplo la historia de los vencedores de la historia de los vencidos. Empero, todo esto nos lleva a re-plantearnos nuestra relación compleja con las temporalidades, las experiencias, las memorias, las vivencias de los acontecimientos. Quizás se acerca a esta comprensión la relación que establece la hermenéutica entre historia y singularidad. La historia es singular, no universal, salvo la que tiene que ver con la narratividad de los vencedores. Las historias son singulares, hay que contar historias singulares, los acontecimientos son singulares, además de estar configurados por múltiples singularidades. Vale decir, la historia es plural. Cada presente, cada coyuntura, cada momento, cada perfil histórico, por ejemplo, de tal o cual burguesía, es singular. Desde esta perspectiva no podría hablarse de una identidad única de la burguesía. Lo que ocurrió en el siglo XIX con la burguesía británica no se repitió con la burguesía francesa, menos con la burguesía alemana. Se trata de distintas constituciones de la clase propietaria de los medios de producción. Menos puede pasar lo mismo con las burguesías latinoamericanas. No sólo porque los tiempos son diferentes, las condiciones distintas, los contextos heterogéneos, sino porque la historia de su constitución obedece a la combinación singular de condiciones y factores sociales, económicos, políticos y culturales que se dan en las periferias del sistema-mundo capitalista.

 

 

Genealogía de la revolución industrial

La pregunta que deberíamos hacernos es qué es lo que ha llevado a ciertas burguesías a la industrialización. La historia de la revolución industrial comienza en Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII y se arrastra el despliegue de las transformaciones tecnológicas durante el siglo XIX. No hay que olvidar que el requerimiento de una transformación constante tecnológica forma parte de la compulsión productiva. Durante el siglo XIX comienzan su industrialización Estados Unidos de Norte América, Francia, Alemania y Japón. Durante el siglo XX la revolución industrial arrastra a más países, que intentan desesperadamente ponerse a la par. Son sintomáticos los casos de la Unión Soviética y la República Popular China, países de construcción socialista en formaciones sociales mayoritariamente campesinas, que se dan la descomunal tarea de industrializar sus países a paso forzado, de una manera militarizada. A fines del siglo XX saltan a la palestra de la renovada y actualizada revolución industrial los famosos países asiáticos denominados los tigres del Asia (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán), también China se integra a esta revolución en una escala gigantesca, convirtiéndose en la principal potencia emergente industrial. Como puede verse, no se trata de las mismas condiciones de emergencia de la llamada revolución industrial. Sin pretender hacer una historia de las revoluciones industriales en estos países, podemos distinguir algunas tendencias particulares.

Respecto a las condiciones de la revolución industrial inglesa, el historiador Eric John Ernest Hobsbawm dice que la revolución industrial inglesa fue precedida, por lo menos, por doscientos años de constante desarrollo económico. También dice que las principales condiciones previas para la industrialización ya estaban presentes en la Inglaterra del siglo XVIII. Otra caracterización importante es lo que acontece en el área rural; hacia 1750 es dudoso que se pudiera hablar con propiedad de un campesino propietario de la tierra en extensas zonas de Inglaterra y es cierto que ya no se podía hablar de agricultura de subsistencia. El país había acumulado y seguía acumulando un excedente lo bastante amplio como para permitir la necesaria inversión en un equipo no muy costoso, antes de los ferrocarriles, para la transformación económica. Buena parte de este excedente se concentraba en manos de quienes deseaban invertir en el progreso económico. Además Inglaterra poseía un extenso sector manufacturero altamente desarrollado y un aparato comercial todavía más desarrollado. El transporte y las comunicaciones eran relativamente fáciles y baratos, ya que ningún punto del país dista mucho más de los 100 km. del mar, y aún menos de algunos canales navegables. Esto no quiere decir que no surgieran obstáculos en el camino de la industrialización británica, sino sólo que fueron fáciles de superar a causa de que ya existían las condicione sociales y económicas fundamentales, porque el tipo de industrialización del siglo XVIII era comparativamente barato y sencillo, y porque el país era lo suficientemente rico y floreciente para que le afectaran ineficiencias que podían haber dado al traste con economías menos dispuestas[85]. 

Respecto a las condiciones iniciales y el nacimiento de la revolución industrial francesa podemos identificar las diferencias. Se trata más de una lenta transformación de las técnicas de producción; por lo tanto, en este caso es difícil hablar de una revolución; se trata más bien de un desarrollo gradual. A lo largo del siglo XIX la economía francesa se transforma progresivamente. La clave de este proceso se encuentra en el desplazamiento paulatino del centro de gravedad, que se hallaba en la agricultura, hacia lo que va a ser la nueva médula de gravitación, el desarrollo industrial. Si el primer centro estaba extendido casi en todo el país, el segundo centro se encuentra, mas bien, localizado en algunas ciudades del norte del país.

De todas maneras hay que tener en cuenta que podemos contar con un conjunto de factores que favorecieron el desarrollo industrial francés, factores que tienen que ver con las transformaciones revolucionarias, con las transformaciones institucionales y políticas. Haciendo una interpretación comparativa, un poco apresurada, podríamos decir que Francia se adelanta con la revolución política y social, en tanto que Gran Bretaña se adelanta con la revolución económica.  La revolución de 1789 liquidó el feudalismo y abolió la servidumbre, la ley de marzo de 1791 sepultó el régimen gremial de las corporaciones de oficio. También hay que considerar el nuevo ordenamiento territorial de la geografía política. Todo esto se encaminó a organizar una estrecha centralización administrativa, sobre todo impulsada por Napoleón Bonaparte.  Se suprimieron las aduanas interiores entre las provincias, dejando que se produzca una libre circulación de humanos, mercancías y capitales. De esta manera se convirtió el espacio nacional en un mercado único, protegido por un elevado arancel exterior.    

El caso alemán en la revolución industrial es también diferente, la peculiaridad sobresaliente es el papel del Estado. Hay que comprender dos fases en este proceso, la primera fase corresponde al periodo de 1830-1880; una segunda fase corresponde al lapso que comienza en 1880 y se extiende a la segunda década del siglo XX, a 1914. En este segunda etapa es cuando la composición de la industrialización se complejiza, no sólo por las transformaciones tecnológicas requeridas, que exigen mayor inversión, sino por la participación gravitante del sistema financiero.  

Un resumen de esta historia se expresa de esta manera:

 

La historia económica de Alemania nos enseña que el papel del Estado fue importante en el proceso de su industrialización. La revolución industrial se inició más tarde en Alemania que en Gran Bretaña o Francia. Este desfase explica por qué la construcción de ferrocarriles pudo jugar un papel motor en el proceso de industrialización alemán. La demanda de equipo ferroviario condujo a la expansión de la producción de carbón, de hierro y acero. La economía alemana se orientó desde el comienzo a la industria pesada. No podemos dejar de recordar, sin embargo, que el gobierno prusiano había fomentado directamente la producción de hierro y carbón desde mediados del siglo XVIII. Estos recursos eran necesarios para la fabricación de armamento y bienes de producción. La economía alemana pudo industrializarse a partir del Zollverein, que consiste en la apertura aduanera y la libre circulación.

Las iniciativas estatales en el campo económico y la puesta a punto de una red de vías de comunicación ayudaron al proceso de industrialización. La abundancia de recursos carboníferos y minerales no hizo sino acelerar el desarrollo. La revolución industrial alemana dependió menos, en esta fase, del comercio colonial de lo que lo habían hecho Gran Bretaña y Francia, pues su mercado fue principalmente interno. Los progresos de las industrias textiles, siempre secundarias, se debieron más a la utilización de materias primas domésticas. En cualquier caso, a partir de 1850, aumenta considerablemente el proceso de concentración empresarial -siendo otra característica importante de la industrialización alemana-. Numerosas pequeñas empresas desaparecieron (en el contexto de la Gran Depresión; fase B o ciclo depresivo en los ciclos Kondratieff) y, con ellas, la figura del empresario individual. Este proceso de concentración se puede explicar por tres causas:

 

  1. El aumento constante de la complejidad técnica hace aumentar mucho los costes de la maquinaria utilizada.
  2. Se buscaba obtener la mayor rentabilidad creando unidades de producción cada vez más grandes.
  3. En el caso alemán se añade también la ausencia de colonias, lo que favorece, sobre todo en momentos de crisis, la concentración.

Esta evolución señala el paso del viejo capitalismo liberal hacia el capitalismo financiero y monopolista.

 

Tras la gran crisis del capitalismo de los años setenta se inicia una nueva etapa de expansión que ya no se detuvo hasta 1914.  El desarrollo considerable de los medios de transporte (nueva extensión de la red ferroviaria, construcción de canales, de una flota marítima) así como la implantación de nuevos sectores industriales - químico, eléctrico, automovilístico... - dio un fuerte impulso a casi todas las actividades. La concentración del mercado financiero en manos de un reducido grupo de grandes bancos palió la insuficiencia de capitales y permitió la financiación de las empresas.  Hacia 1895 la concentración de recursos financieros había llegado al extremo de que los cuatro grandes bancos de Berlín controlaban el 50 % del capital bancario y el 80 % de la actividad financiera. Se formaron así los llamados konzerne – que eran trust que, a su vez, estaba agrupados en cárteles, y que llegaban a controlar todo el mercado –.

Las industrias pesadas impulsan el desarrollo económico alemán.  Los comienzos de la industria química se remontan a la década de 1860 y se basaron en los yacimientos de sal y potasa de la Sajonia prusiana.  A ello se sumó la existencia de una magnífica red de institutos técnicos que formó muy buenos químicos capaces de desarrollar nuevos métodos de producción que se impusieron en la fabricación de tintes y fertilizantes agrícolas. La creación de la industria eléctrica constituyó un importante logro de la industrialización alemana.  Las invenciones del generador electromagnético, del telégrafo y del teléfono favorecieron la rápida expansión de este sector.  Buena parte del mercado de estas industrias estaba en el extranjero – Suiza, Italia y Escandinavia especialmente –.

La industria del motor de combustión interna fue más tardía.  En su desarrollo tuvieron un papel fundamental tres ingenieros: Daimler, Benz y Diésel. Pero hasta principios del siglo XX no se organizó ni cobró importancia esta industria. La influencia de los intereses agrarios y el deseo de no depender del extranjero - nacionalismo económico - explican que Alemania, a diferencia de Gran Bretaña, no sacrificase su agricultura, que en estos años experimentó una gran modernización y llegó a asegurar el 80 % del consumo[86].

Los tres casos europeos son distintos, cada uno tiene su propia peculiaridad; Gran Bretaña conforma un sistema mundial basado en el libre mercado; en esa expansión, en esa mundialización, un conjunto de desafíos la llevan a la revolución industrial. La misma lucha de clases, donde el proletariado organizado arranca acotar las horas de trabajo, obliga a la burguesía a incrementar la productividad y disminuir el tiempo de trabajo necesario. El requerimiento de comunicaciones y transportes rápidos que conecten su gran imperio y el mercado-mundo. La formación de un gran capital que requiere ritmos acelerados de reproducción y acumulación. Todo esto se podía resolver incorporando la tecnología al proceso de producción y absorbiendo la tecnología al capital; es decir, haciendo que la tecnología se incorpore al proceso de valorización.

 

En contraste, Alemania incursiona en la revolución industrial como parte de su geopolítica. La industrialización es un tema de Estado, forma parte de las estrategias de Estado. Por eso se recurre rápidamente a la concentración de capital y al monopolio, así como a la intervención financiera. El ritmo de la industrialización alemana es acelerado en comparación.

 

En cambio Francia se toma tiempo para experimentar un proceso gradual de transformación industrial. En Francia se combina una centralización administrativa con transformaciones graduales de la composición de capital. No se abandona la agricultura, se efectúa la reforma agraria, y se construye lentamente el sistema industrial.            

Esta rápida y breve revisión de los nacimientos de la revolución industrial en Europa nos lleva a remarcar algunos rasgos y tendencias. Comprendiendo que se trata de historias singulares, propias y particulares, que combinan las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales de cada país, en el contexto histórico de las propias intervenciones de la burguesía, del perfil particular de la burguesía, con la intervención estatal, podemos encontrar ciertos rasgos y tendencias sobresalientes.

 

  1. Se ha definido el capitalismo como el sistema que valoriza el dinero; esto sólo puede hacérselo en la esfera de la producción, como lo comprendió claramente Karl Marx. También se ha dicho que el capitalismo es un modo de producción y de funcionamiento múltiple, que decodifica los códigos culturales, que deja de moverse en codificaciones cualitativas, recurriendo, en cambio, a una axiomática cuantitativa, tal como ha interpretado Gilles Deleuze. Empero, ahora también comprendemos, a partir de la historia de los ciclos del capitalismo, que el capitalismo supone varios ciclos estructurales de larga duración, que manifiestan diferencias estructurales entre los mismos ciclos del capitalismo, así como distintas estratificaciones de las formas capitalistas, tal como lo ha estudiado Giovanni Arrighi. Tenemos entonces en la geología de las genealogías capitalistas una matriz de los desplazamientos y devenires capitalistas, esa matriz es comercial; después tenemos como un “fantasma” articulador y de conversión de los productos en mercancías; éste es el “fantasma” de la inexistente economía mercantil simple. Un supuesto, una hipótesis, un “fantasma” del modo de producción y del modo de circulación Sobre la base de la matriz comercial del capitalismo, sobre el espacio diferencial y heterogéneo de los mercados, tenemos la formación, consolidación y expansión de capitalismo industrial, que Marx entendía como el modo de producción propiamente capitalista. Sin embargo, éste no es el último estrato del capitalismo; se ha tejido, desde un momento de simultáneo encuentro entre Estado y mercado, un sistema red financiera que poco a poco se ha convertido en la expresión dominante del capitalismo, por su gran capacidad dual de centralización y de descentralización, de concentración y de desconcentración, de retención del ahorro y de inversión, añadiéndole constantemente a los flujos y las transacciones un interés, que no es valorización del capital, sino apropiación especulativa de la plusvalía. Al respecto, Arrighi observa que es el paso de la dominación del capital industrial a la dominación del capital financiero el que anuncia la clausura de un ciclo y el comienzo de otro, paso que se da en forma de crisis. Visto de esta forma, la historia y la estructura del capitalismo, sus desplazamientos y transformaciones, comprendiendo que la valorización del dinero no es otra cosa que acumulaciónacumulación originaria y acumulación ampliada de capital, vemos que el fenómeno de la acumulación conduce necesariamente a la revolución industrial. Esto nos lleva a diferenciar centros, donde se produce la acumulación ampliada de capital, y periferias, donde no se produce la acumulación ampliada de capital, periferias que viven de la venta de sus recursos naturales, mayoritariamente de una forma rentista. Son pocos los casos dónde se intenta retener el excedente e iniciar un proceso de acumulación, por medio de incipientes revoluciones industriales o, en su caso de gigantescas revoluciones industriales, como lo que acontece en la China contemporánea.

 

  1. Otra característica notoria es que, fuera de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos de Norte América, donde la revolución industrial llega prioritariamente por iniciativa de sus burguesías, en los demás países el Estado aparece como promotor de la revolución Industrial. Estos son los casos históricos de Alemania, Japón, la Unión Soviética y la China Popular, además de la China del “socialismo de mercado”. También va a ser el caso de procesos inconclusos de revolución industrial como los dados en Argentina, Brasil y México. Se puede decir que, en todos estos países, el problema de la revolución industrial se convierte en un problema geopolítico, en unos casos, como proyecto de hegemonía y dominación, en otros, como tareas necesarias en la construcción del socialismo; en tanto que en un tercer grupo, como modificación de las relaciones de intercambio entre centro y periferias.

 

  1. Una tercera característica sobresaliente es que se da una revolución verde que acompaña a la revolución industrial, por lo menos en los casos típicos de la revolución industri Algo que no ha ocurrido necesariamente en los casos a-típicos de la revolución industrial, como en la Unión Soviética, la China y los países periféricos. En estos casos, los gobiernos se obsesionan tanto por la revolución industrial que descuidan la producción agrícola, contrayendo graves problema en lo que respecta a la reproducción social y a la alimentación de la población.

 

 

  1. Otro aspecto importante es aquel que tiene que ver con la masa crítica de la ciencia y la tecnología. Una revolución industrial requiere necesariamente de una formación cualitativa en ciencia y en tecnología. Hablamos de una masa crítica de científicos y técnicos. No contar con esta masa te lleva a una dependencia atroz en lo que respecta a la trasferencia tecnológica. Algunos países periféricos, que han incursionado en la revolución industrial, descuidan este aspecto creyendo que sólo se trata de comprar tecnología y de inversión de capital. Esta incompetencia les lleva a dramáticos desencuentros con la revolución industrial.

 

  1. Por último, debemos decir que no se puede hablar en general de la revolución industrial, ésta tiene sus historias, sus etapas, sus fases, sus diferencias. En la medida que avanza el desarrollo científico y tecnológico resulta más complicado iniciar la revolución industrial o continuarla, tanto por las inversiones que implica como por las actualizaciones que exige en la ciencia y en la tecnología, tomando en cuenta también la complejidad de las articulaciones entre capital financiero, inversiones, estados y mercados.

 

 

En relación a la revolución industrial en Estado Unidos de Norte América, en el Japón, en la Unión Soviética, los países llamados los “tigres del Asía” y China, vamos a hacer apuntes muy rápidos y sintéticos, salvo en lo que respecta a China, de la que vamos a hacer una consideración un poco mayor.

De alguna manera la revolución industrial en Estados Unidos de Norte América es en parte extensión de la revolución industrial británica y en parte es también una revolución industrial propia. La expansión al oeste, conquistando los territorios de las naciones y pueblos indígenas, la Guerra de Secesión, la victoria del norte sobre el sud, la conformación de un extenso espacio y de una nación de migrantes, sobre todo la conformación de un inmenso mercado interno, dinámico y exigente, en pleno auge del capitalismo americano, terminan incidiendo favorablemente en una revolución industrial que adquiere características innovadoras, pujantes, contando con una masa crítica en crecimiento de científicos y técnicos, incluso cooptados de otros países. Aquí también es la burguesía la que se involucra tempranamente en la revolución industrial como consecuencia ineludible de una vertiginosa acumulación de capital. Cuando el nuevo ciclo del capitalismo sustituye al ciclo del capitalismo británico, la hegemonía y dominio estadounidense configura un sistema de la libre empresa a diferencia del sistema del libre mercado británico.

En contraste la revolución industrial nipona también va a ser un asunto de Estado, forma parte de la geopolítica del Imperio del sol naciente. La monarquía nipona se encontraba obsesionada por apropiarse de la tecnología europea, sobre todo se encontraba intrigada por la tecnología militar. En la segunda mitad del siglo XIX la monarquía absoluta nipona decide una transformación de la sociedad y de la economía japonesa, particularmente destinada a crear las condiciones de la industrialización y arrancar con la revolución industrial. Esta revolución va a ser conocida como Revolución Meiji.

La revolución industrial en la Unión Soviética y en la República Popular de China se dan en el siglo XX; primero en la Unión Soviética, en la segunda mitad del siglo XX, después de la revolución proletaria de 1917. Posteriormente la República Popular de China se encamina a una revolución industrial, esta vez en la segunda mitad del siglo XX. Esta tarea es ineludible, una vez que el Ejército Rojo entra a Pekín en 1949.   Para la Unión Soviética y la China Popular la revolución industrial era una tarea primordial, sobre todo comprendiendo la condición periférica en la que se encontraban respecto a las potencias imperialistas occidentales, en la geografía jerarquizada de la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Se produce una industrialización forzada y militarizada. Se dan pasos gigantes en poco tiempo, a costos que todavía no se han evaluado. Esta industrialización se concentra en la tecnología militar. Como se puede ver no solo se trata de una geopolítica, sino de la construcción del socialismo. Se entendía, por parte de los partidos comunistas, que una condición necesaria para lograr el socialismo era el desarrollo de las fuerzas productivas, entonces podemos decir que esa fue la tarea primordial de estas revoluciones, cumplir las metas de la revolución industrial. La herramienta para lograr este objetivo, acompañados de otras aspiraciones, fueron los famosos planes quinquenales.

Empero, lo que nos interesa, por ahora, es la segunda revolución industrial de la China, la que se da a finales del siglo XX, después de la derrota de la Revolución Cultural, apoyada y, en parte, promovida por Mao Zedong. Después de la muerte del líder, se da un viraje fuerte hacia el mercado y hacia la inversión extranjera, viraje promocionado por el propio Comité Central del Partico Comunista. A este viraje se le va llamar el “socialismo de mercado”. Vamos a detenernos un poco en este tema, pues nos interesa, no solamente por ser un tema actual, sino porque es un referente en el contexto y la coyuntura mundial. Debe discutirse esta cuestión, sobre todo por los dilemas del proceso boliviano.

La sorpresa de la dinámica desatada por la emergencia de la China del “socialismo de mercado” puede resumirse en una pregunta que hace John K. Fairbank:

 

 ¿Puede pasar China de una economía planificada al libre mercado en bienes, capital, personas y hasta ideas? En tal caso, ¿puede mantenerse la dictadura del partido? La construcción de ferrocarriles y ciudades, que parecía corresponder al siglo XIX, coincide con el florecimiento de la tecnología electrónica posindustrial. Cuestiones que en Occidente se plantearon durante el Renacimiento o la Ilustración compiten con la reapropiación de valores tradicionales chinos. En China se vive un cambio precipitado, en el que el desarrollo tensa las fuerzas y las ideas. La unidad entre teoría y práctica de Wang Yang-ming, tan admirada desde el siglo XVI, resulta difícil de encontrar. No es extraño que las reformas de Deng Xiaoping nos confundan a nosotros como a los propios chinos[87].

 

La discusión está echada: ¿Es posible un “socialismo de mercado”? En todo caso, ¿qué es un “socialismo de mercado”? Al respecto las posiciones son encontradas; hay quienes descalifican esta incursión y apertura al mercado por parte de la revolución socialista, manifestando su total desacuerdo con este proceso. A propósito de este debate Giovanni Arrighi anota, en su libro Adam Smith en Pekín, que la profesora He Qinglian de la Universidad de Fudan de Shanghai afirmaba que el principal resultado de las reformas de Deng era una gran desigualdad, una corrupción generalizada y la erosión de la base moral de la sociedad. En su opinión, en lugar de producir nueva riqueza, lo que se había producido durante la década de 1990 era un “saqueo” – esto es, la transferencia de propiedades estatales a los poderosos y sus secuaces y de los ahorros personales de ciudadanos corrientes a las empresas públicas desde los bancos estatales. Lo único que se había filtrado a la gente corriente era el cinismo y el hundimiento de la ética[88]. La revista marxista Monthly Review asume esta postura crítica ante el viraje chino, como la mayor parte de los marxistas occidentales; sin embargo, no todos los marxistas comparten con esta interpretación, incluyendo al mismo Giovanni Arrighi, quien escribe:

 

Aunque nadie niegue la penetración de tendencias capitalistas a raíz de las reformas de Deng, su naturaleza, alcance y consecuencias siguen siendo controvertidos, incluso entre los marxistas. Samir Amin, por ejemplo, no cree que por el momento el socialismo haya ganado o perdido en China, y afirma: “En tanto que sea reconocido y puesto en práctica el principio de acceso igualitario a la tierra, no será demasiado tarde para que la acción social influya con éxito en una evolución todavía tan incierta”[89].

 

La posición de Arrighi se hace evidente a continuación:

 

Acontecimientos recientes corroboran la valoración de Amin sobre el alcance y eficacia de las luchas populares en China. En febrero de 2006 el gobierno chino, preocupado por la creciente desigualdad y los disturbios en el campo, anunció importantes iniciativas bajo el estandarte de un “nuevo campo socialista” para ampliar los servicios de salud, educación y bienestar para los campesinos, posponiendo nuevamente la privatización de la tierra[90].

 

El debate también se encuentra en el seno del Partido Comunista Chino. El Congreso Popular Nacional abrió un debate ideológico sobre socialismo y capitalismo. La cuestión de fondo del debate no era tanto cuestionar la apertura al mercado sino las disparidades y desigualdades que creaba esta apertura. ¿Cómo evitar que esto ocurra? Insistir en el espíritu socialista de igualdad y responsabilidad social para no caer en la economía de mercado elitista[91]. Arrighi considera que asistimos a la clausura del ciclo del capitalismo hegemonizado por los Estados Unidos de Norte Américaimperio que habría ingresado a la etapa de dominación a secas, sin hegemonía; cree que la crisis actual del capitalismo es estructural y financiera, que esto anuncia un nuevo ciclo o el crepúsculo de los ciclos del capitalismo mismo. Ve en la emergencia de la superpotencia China la posibilidad de un nuevo ciclo del capitalismo hegemonizada por China. Sin embargo, esto no está claro, todo depende de los alcances de la crisis y de las posibilidades de un nuevo ciclo. La crisis actual parece comprometer el provenir mismo del capitalismo, su continuidad, sobre todo por los alcances de la crisis ecológica que ha desatado. Los costos ecológicos y sociales de la reciente revolución industrial de las llamadas potencias emergentes son muy altos. Si bien sorprende la emergencia China, su gravitante peso en la economía mundial, la combinación entre una segunda revolución industrial y la revolución tecnológica científica, cibernética y digital, su participación en el sistema financiero, su influjo en otras economías como un gigante comprador, las consecuencias de esta reconfiguración geopolítica del sistema-mundo capitalista son inciertas y hasta pueden ser abrumadoras, sobre todo por las consecuencias ecológicas. El ascenso vertiginoso de la economía china ha vuelto a promocionar el mercado de las materias primas, de los minerales y de los hidrocarburos, haciendo subir el precio de las mismas y dinamizando las economías periféricas exportadoras de materias primas. También ha dinamizado la producción agrícola y agroindustrial, sobre todo de la soya. Empero esta situación refuerza el carácter dependiente de estas economías. Particularmente esta situación es problemática en América Latina, que mira con buenos ojos la emergencia china. ¿Cuál es el destino de las economías latinoamericanas? ¿Trasladar sus relaciones dependientes que tienen con Estados Unidos y Europa a relaciones dependientes con China? ¿Cómo van a ser estas relaciones? En este contexto: ¿Son posibles revoluciones industriales en los países latinoamericanos? Particularmente en Bolivia: ¿Es posible una revolución industrial? ¿Este es el camino? Son preguntas a las que se debe responder con una profunda reflexión histórica, política, económica, social y cultural. Una evaluación del capitalismo y del socialismo es necesaria a la luz de la crisis ecológica que vivimos, también de los resultados alcanzados en lo que respecta a las emancipaciones y a la resolución de los grandes problemas heredados.

Las conclusiones provisionales de esta parte, correspondiente a genealogía de las nacionalizaciones, son las siguientes:

 

  1. El Estado ha jugado un papel primordial en las revoluciones industriales que se han dado desde las periferias. Estas revoluciones han formado parte de una geopolítica periférica, que persigue dejar de serlo. Sin embargo, ninguna de estas revoluciones ha podido cambiar las estructuras de dominación mundial, salvo la actual emergencia China, que parece disputar la hegemonía y dominación a la supremacía e imperio Sin embargo, esto no está claro. No conocemos los resultados de este reacomodo mundial de las estructuras capitalistas. Un tiempo atrás, la Unión Soviética parecía disputar la hegemonía y la dominación, su presencia parecía mostrarnos un mundo bipolar a lo largo de la guerra fría; empero, la Unión Soviética implosiona estrepitosamente después de siete décadas de régimen socialista, mostrando sus profundas debilidades y vulnerabilidad ocultadas. ¿Qué ocurre con China que, a diferencia de la Unión Soviética, ha decidido incursionar en el mercado, abriéndose al libre mercado tanto internacional como nacional? ¿Es real su socialismo de mercado o se trata, mas bien, del desarrollo del capitalismo, combinando todas las formas feroces del capitalismo, desde el capitalismo salvaje hasta el capitalismo de redes, de la revolución tecnológica-científica? ¿Qué pasa con Brasil, que es la otra potencia emergente regional? ¿La salida son revoluciones industriales paralelas acompasadas con respecto a la revolución industrial y cibernética china? ¿Es esto posible? ¿Cuál es el papel de los estados en este reacomodo de la estructura mundial del sistema-mundo? Sobre todo: ¿Cuál debería ser el papel de los estados involucrados en procesos de transformación?

 

  1. Haciendo un balance de las revoluciones en las periferias, vemos que ninguna de ellas ha resuelto el problema de las desigualdades y de las inequidades; no fueron la base para el desarrollo de las fuerzas productivas, tampoco resolvieron los grandes problemas heredados. El derrumbe de la Unión Soviética nos trae, como consecuencia, una forma de capitalismo salvaje peculiar, controlado por las mafias. El viraje de la revolución china nos reproduce otra vez desigualdades, corrupciones, y el peligro de la privatización de la tierra. Se ha formado una burguesía china, con sus propias particularidades; ciertamente ha aparecido una clase media gigantesca, que se beneficia de la emergencia china, altamente consumista. Al mismo tiempo que esto ocurre, se han acrecentado los desequilibrios sociales, sobre todo en lo que respecta a los estratos campesinos.

 

  1. La disyuntiva boliviana, del proceso descolonizador, es crucial. Optar por estos caminos de la revolución industrial - que en todo caso es mejor que optar por la sola ilusión y demagogia desarrollista, que esconde el modelo extractivista adoptado - o abrir una nueva alternativa que combine una revolución tecnológica y científica, que incorpore tecnología de punta y tecnología limpia, combinada con una revolución en la soberanía alimentaria, que no es revolución verde, sino la recuperación formas comunitarias y sociales encaminadas al vivir bien. No renunciar a transformaciones tecnológicas; empero, encauzarlas a satisfacer la demanda interna, desconectándose relativamente de la dependencia del mercado externo, orientándose hacia la estrategia de la soberanía alimentaria y a la armonía con los ecosistemas.

 

  1. Sin embargo, estas opciones no son fáciles de viabilizar si no se logran construir transiciones trasformadoras, si no se tiene claro el significado de la transición, si no se producen transformaciones institucionales y estructurales Sobre todo si no se logra resolver el problema fundamental, inherente a todo esto, que es construir una alternativa a la acumulación capitalista. ¿Cómo salimos de la esfera de la valorización cuantitativa? ¿Cómo liberamos las potencialidades inherentes a la reproducción de la vidapotencialidades que tienen que ver con la apreciación cualitativa de la plenitud y el cuidado de la vida?       

 

 

Ahora, antes de concluir, vamos a dibujar el perfil del modelo extractivista del capitalismo dependiente, que es el modelo optado por los gobiernos progresistas, teniendo en cuenta las diferencias y variabilidad de sus propias particularidades, contextos, coyunturas, duraciones e historias singulares.

     

 

El modelo extractivista[92]

 

El tema de fondo de nuestra discusión es el modelo extractivista, modelo que forma parte de la organización y de la división del trabajo a nivel internacional, forma parte de la economía-mundo capitalista, del sistema-mundo capitalista. Hay dos formas de explotación en el proceso de acumulación del capital, la explotación de la fuerza de trabajo y la explotación de los recursos naturales. Se puede decir que la primera forma de explotación ha sido ampliamente explicada por la teoría del valor y que la segunda forma, en parte también ha sido explicada por la teoría del valor, en tanto se pueda considerarla, en su derivación, como teoría de la renta, no tanto de la tierra, sino precisamente de los recursos naturales. En este caso habría que diferenciar las formas de renta de los recursos naturales, la de los minerales, la de los hidrocarburos, la de las otras formas de recursos naturales. Esta investigación sobre la renta de los recursos naturales, articulada al proceso de valorización, no ha sido, de ninguna manera, agotado, acabado; al contrario, se trata de investigaciones pendientes. Esta problemática se complica mucho más desde la perspectiva ecológica, cuando se introducen como imponderables los daños causados a los ecosistemas, daños que pueden ser irreparables y que están afectando a los ciclos vitales de la reproducción de la vida. La teoría de la renta de la tierra se basa en que el capital o la incorporación del capital, en las explotaciones agrarias, termina valorizando, como si fuese producto del trabajo, algo que no tiene valor, en ese sentido, en el sentido económico. Al hacerlo introduce el concepto de renta, anexo al de ganancia salario, en la composición del capital. ¿Pasa lo mismo cuando hablamos de renta minera, de renta petrolera, de rentas de otros recursos naturales? Ciertamente se les atribuye valor, como si formaran parte del capital, ingresando de este modo al proceso de acumulación de capital, es decir de valorización. En este caso, la renta no la reciben los terratenientes sino otros actores que aparecen en la escena, preponderantemente el Estado, si es que no se reconocen propietarios territoriales, que pueden ser privados o comunidades. El Estado, si tomamos esta figura, que es la que más aparece, no alquila, sino concesiona territorios de explotación, recibiendo a cambio un tipo de tributación por volúmenes de explotación. El Estado incluso puede participar como socio o, en su caso, como dueño exclusivo, y contar con empresas de servicios. El Estado entonces participa en la renta o percibe la renta de la explotación minera o hidrocarburífera, puede incluso participar en la ganancia; empero, el control de la acumulación múltiple y agregativa se produce en el mercado internacional, bajo la condición de control de grandes monopolios empresariales, dándose lugar las respectivas transformaciones productivas e industriales. En este itinerario podemos ver dos fenómenos limítrofes; uno, que ocurre en los territorios de explotación y en los respectivos ecosistemas, ocasionando depredación y desequilibrio ecológico, sin compensación equivalente al daño; el otro, que ocurre en los centros de acumulación de capital, lugar del control efectivo de la acumulación y de los sistemas de control, como los relativos a las estructuras y redes financieras. En resumidas cuentas, la explotación no beneficia a los países convertidos en exportadores de materias primas sino a las burguesías de los países donde se manejan los grandes monopolios, el financiero, el de los mercados, el tecnológico, el comunicacional y el militar. En conclusión, el modelo extractivista es un modelo colonial. En tanto tal sostiene el proceso de acumulación de capital mediante la explotación de los recursos naturales, el método de despojamiento, que no es otro que la reiterada acumulación originaria del capital. Así como hay trabajo no pagado, que explica la formación de la plusvalía, también hay extracción no compensadadepredación no repuestadesequilibrio no armonizado, en lo que respecta a los componentes, los sistemas de vida, de lo que llamaremos la Madre Tierra. El capitalismo también se explica por esta dialéctica de la destrucción de las condiciones naturales de la reproducción de la vida.

 

Ciertamente el modelo extractivista no se circunscribe solamente a la geografía extensa de la periferia del sistema-mundo capitalista, pues forma parte de la historia y de los recorridos de los ciclos del capitalismo, extrayendo también recursos naturales en el centro del sistema-mundo. Sin embargo, hay que tener en cuenta, que en la geopolítica de la economía-mundo se ha especializado prácticamente a la periferia en las formas extractivas, respondiendo a una división del mercado internacional. Aunque las fronteras de centro y periferia no son inmovibles, al contrario, son móviles y cambiantes, haciendo emerger nuevas potencias con vocación industrial, de todas maneras mientras haya un dominio y una hegemonía en el ciclo del capitalismo, en este sentido, se puede seguir hablando de centro y periferias en los procesos de acumulación de capital. Visto desde la perspectiva de las periferias, el modelo extractivista es una condena al círculo vicioso de la dependencia. Visto desde una perspectiva ecológica, el modelo extractivista pone en peligro la reproducción de la vida, de sus ciclos vitales, de sus interrelaciones integrales. La acumulación desmedida o la compulsión por la acumulación tienen un costo irreparable y sin retorno, la vida misma. 

 

Una segunda conclusión tiene que ver con que el modelo extractivista es depredador, en el sentido más destructivo del término. A mediano o a largo plazo sus daños son irreparables.

 

El modelo extractivista es una estructura compleja de explotación de la fuerza de trabajo. La incorporación de tecnología cada vez más avanzada ha ocasionado un uso intensivo de la fuerza de trabajo, disminuyendo el número de trabajadores requeridos, aumentando su rendimiento con las maquinarias y tecnologías sofisticadas, incluso pagando mejor a sus trabajadores, técnicos, ingenieros administrativos; ocasionando, en contraste, entornos de poblaciones pobres y dependientes, afectadas por la contaminación y supeditadas a formas desmesuradas de dependencia y de discriminación.

 

La diferencia descomunal, en lo que respecta a la disponibilidad, entre los enclaves extractivistas, es decir, los espacios controlados por las empresas trasnacionales, enclaves mineros e hidrocarburíferos, en comparación con la disponibilidad de los poderes locales, incluso el poder del Estado, provocan relaciones corrosivas con las instituciones locales, regionales y nacionales.

 

Una tercera conclusión tiene que ver con la potencia altamente corrosiva del modelo extractivista respecto de las formas de cohesión social y las formas institucionales.

 

El modelo extractivista está íntimamente ligado al mercado internacional, es como ajeno al mercado interno, su lógica entonces se mueve con los vaivenes de los precios internacionales de las materias primas, no con los requerimientos del mercado interno. Por eso mismo es tan difícil arrancar desde el modelo extractivista un proyecto de industrialización de las materias primas. Esto ocurre cuando se modifican los términos de intercambio y se modifica la misma división del mercado internacional, transfiriéndose la industria pesada a las potencias emergentes. En todo caso, cuando esto pasa, las potencias emergentes no dejan de estar apegadas al modelo extractivista y les resulta difícil armonizar la composición desgarrada de su economía. Ya la vinculación con el mercado externo es muy grande y gravitante.

 

Ahora bien, hay que entender que cuando se habla de modelo extractivista se lo hace desde cierta perspectiva, la perspectiva de las periferias, donde el modelo concurre de manera expansiva y gravitante, condicionando toda las economías de los países, irradiando su lógica a todos los sectores e incluso orientando las políticas económicas de los gobiernos. Lo que hay que tener en cuenta es que este modelo no es un modelo distinto del modo de producción capitalista, no es un modelo externo a la economía-mundo capitalista, no está fuera del sistema mundo capitalista; al contrario, forma parte del modo de producción capitalista, garantiza el flujo constante de materias primas, que serán transformadas e industrializadas. Forma parte integrante de la economía-mundo capitalista, de la división del trabajo internacional, de la articulación de flujos y stock en las redes de los mercados, en la articulación de un consumo productivo dado a escala mundial. No cabe duda que el modelo extractivista es el modo de producción capitalista en su forma de dominación sobre la naturaleza, recogiendo esa idea brillante de los mitos de la modernidad, expuestos en Dialéctica del iluminismo de Horkheimer y Adorno, de que la modernidad y el progreso de basan en un dominio sobre la naturaleza, que pueden ejercer este dominio, sin tener consecuencias. El modo de producción capitalista supone no solo la transformación de la materia de producción, además de consumir tiempo de trabajo y producir la valorización en el proceso de producción, sino también la transformación de sus propias condiciones de producción. Lo que hay que anotar al respecto es que también produce la transformación de los ecosistemas, transformando radicalmente los territorios y espacios donde se asienta el sistema productivo. La economía-mundo capitalista convierte a todas estas gestiones extractivistas en dispositivos de una maquinaria global integrada, articulando plenamente al modelo extractivista a los procesos de acumulación de capital. El sistema-mundo capitalista define el papel del modelo extractivista en el contexto de la geografía y la geopolítica mundial.  Lo que queremos decir es que el modelo extractivista es parte estratégica de un modelo de acumulación, de un modelo de producción, de un modelo de consumo, incluso de un modelo energético. No es un modelo independiente, tampoco controla los hilos que hacen funcionar su maquinaria, pues al ser parte del modo de producción capitalista, de la economía-mundo y del sistema-mundo capitalista se encuentra sometido a los juegos del capital financiero, de los grandes monopolios, de las trasnacionales, de los mismos mercados y sus vaivenes de precios de las materias primas. Podemos decir que este modelo se encuentra ligado a la base económica de los Estado-nación subalternos de la periferia, así como a su ilusión de desarrollo y progreso basado en la economía extractivista. El modelo extractivista es básicamente el modelo que adoptan estos Estado-nación y sus gobiernos. Esta apuesta explica el circulo vicioso de la dependencia; cuanto más apuestan al modelo extractivista más dependientes son sus economías particulares. Por eso estos Estado-nación terminan funcionando como engranajes administrativos de la transferencia de recursos naturales al centro del sistema-mundo capitalista. Se convierten en dispositivos políticos de la dominación capitalista a escala mundial. Cuando se dan intentos de replantear las condiciones de las relaciones de intercambio, buscando una salida nacionalista, puede mejorarse la situación, en la medida que se mejore el control del excedente, de parte del excedente, optando incluso por la industrialización de las materias primas; sin embargo, en la medida que sus propias salidas independientes mantienen el modelo extractivista, vuelven a caer en la lógica perversa de la dominación, que ocasiona la subalternidad, y en la lógica destructiva de la dependencia.  Los proyectos nacionalistas no dejan de ser intentos dramáticos de independencia económica en contextos definidos por el orden mundial de dominación capitalista. No es que no hay opción sino que las opciones deben ser alternativas, tienen que salir de la lógica extractivista, tienen que desconectarse de los condicionamientos del mercado internacional, del condicionamiento del sistema financiero, buscando en la pluralidad de intercambios posibles, transiciones transformadoras y emancipadoras. La construcción de otro mundo es posible en tanto se den alianzas, complementariedades e intercambios alternativos.  Conformar otras lógicas de producción, abrir el horizonte de la valorización de la vida, saliendo de la valorización del capital.

 

 

Conclusiones

 

  1. El capitalismo de Estado no es la cara bondadosa del capitalismo, como creen o parecen creer los defensores del capitalismo de Estado. En cualquiera de sus formas o, mejor dicho, versiones interpretativas, el capitalismo de Estado es parte de la maquinaria de extracción, explotación, producción, distribución y consumo del sistema capita De las versiones interpretativas, la más solvente, que viene de la tesis del marxismo austriaco, que dice que el capitalismo de Estado corresponde al etapa imperialista del capitalismo, cuando el capital financiero se articula con el Estado; la que concibe el capitalismo de Estado como  el control y monopolio de la economía, incorporando a esta acepción a los estados socialistas; la menos solvente teóricamente, la que caracteriza a los nacionalismos populares latinoamericanos como capitalismo de Estado; el capitalismo de Estado no es otra cosa que una forma política, operativa y administrativa, en la constelación de formas institucionales que hacen funcionar el sistema-mundo capitalista. Es pues un engranaje articulado e integrado al funcionamiento del sistema-mundo. Coadyuva, a su manera, burocráticamente, a lograr la acumulación ampliada a escala mundial, siendo cómplice de la acumulación originaria reiterada, desatada depredadoramente, en los países periféricos.

 

  1. En consecuencia, apostar por el capitalismo de Estado es apostar por la reproducción ampliada del sistema-mundo capitalista, de su geopolítica estructurada, que convierte a los países periféricos en exportadores de materias pri Lo que quiere decir que es apostar a la continuidad de la dependencia, a pesar de las buenas intenciones, aunque se use un lenguaje antiimperialista; en la práctica, el capitalismo de Estado contribuye a la permanencia del imperialismo en el orden mundial. Lo que pasa que lo hace en los márgenes permitidos y delimitados por el sistema-mundo capitalista.

 

  1. En este contexto de la dominación mundial en los ciclos del capitalismo hegemónico vigente, la revolución industrial, en el sentido pleno de la palabra, se ha dado en las revoluciones socialistas, como parte de su proceso de construcción socialista. Incluso, en este caso, las revoluciones socialistas mostraron ser el método más corto para efectuar la revolución industrial, y, paradójicamente, terminaron formando parte del sistema-mundo capitalista. Este éxito en lo que respecta a la revolución industrial, alejó a estos estados socialistas de la construcción del socialismo y los acercó, más bien, a composiciones y combinaciones sui generis capitalistas.

 

  1. Las potencias emergentes, a excepción de China, no definen un perfil de capitalismo de Estado, mas bien, configuran formas mezcladas, mixtas, abigarradas, del capitalismo. Estas potencias emergentes refuerzan la estructura de dominación capitalista en el orden mundial. De ninguna manera se puede sostener que cuestionan la estructura del imperio, entendido como orden mundial; al contrario al ingresar al espacio geopolítico de los centros cambiantes del sistema-mundo, logran sacarlo de sus crisis estructurales.

 

  1. La mayoría de las experiencias de capitalismo de Estado en las periferias ha mostrado palpablemente que estos capitalismos de Estado periféricos refuerzan y fortalece a sus propias dominaciones imperiales al expandir intensamente el modelo extractivista. Refuerzan la dominación en la geopolítica campante del sistema- mundo capitalista.

 

  1. No hay pues ninguna salida mediante la incursión en el capitalismo de Estado, el capitalismo de Estado no es ninguna alternativa; al contrario, es una opción, entre muchas, de las formas de dispositivos y engranajes, en la maquinaria del sistema-mundo capitalista.

 

  1. La salida se encuentra en la alteratividad de este sistema-mundo de la valorización abstracta y de la destrucción concretaalteratividad que desate, desmantele, destruya, esta maquinaria de dominaciones polimorfas del capital. Alteratividad constructora de alternativas y de mundos posi Esta alteratividad es propia de la potencia social, que para hacerlo tiene que liberarse de las mallas institucionales, de los fetichismos, de la economía política generalizada. Esta tarea corresponde a todos los pueblos del mundo, que deben suspender los juegos de poder de sus estados y sus gobiernos, que forman parte del orden mundial imperial, se declaren liberales o progresista, se los califique de “derecha” o de “izquierda”. Es en la integralidad de una gobernanza de los pueblos del mundo donde se pueden resolver los problemas pendientes, inventar otros horizontes civilizatorios, que reincorporen a las sociedades humanas a los ciclos vitales, a la potencia creativa de la vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los tejidos y manejos del poder

 

 

 

 

 

 

No hay que buscar el poder sólo en los grandes escenarios, también es menester encontrarlo en los pequeños ambientes, teatros menores, en comparación con el escenario estatal y la magnificencia del gobierno central; por lo tanto encontrarlo en los eventos cotidianos, en los hechos minúsculos e intrascendentes. Ver cómo funciona en los lugares menos relevantes que aquellos dónde se expresa la soberanía como símbolo mayúsculo. Preguntarnos por ejemplo qué se juega en una elección de las presidencias de la cámara baja y de la cámara alta del Congreso. ¿Por qué tiene que intervenir el presidente del Estado y jefe del partido en estas elecciones? ¿Por qué tiene que decidir quién va presidir la presidencia del Senado? Se entiende que sea importante tratándose de la Asamblea Legislativa, pero, ¿por qué intervenir en elecciones donde el partido oficial es mayoría y está garantizada la elección y el control de esa mayoría? ¿Por qué los nombres de la presidenta del senado y la presidenta de diputados son imprescindibles para el presidente? ¿Por qué no pueden ser elegidas las personas y representantes de ambas presidencias del Congreso por los propios asambleístas? Parece que para la presidencia de diputados hubo consenso o se construyó un consenso, después de largas negociaciones; empero que, para el caso del Senado, no se había logrado este consenso, las fuerzas estaban divididas, es más, la mayoría se inclinaba por otras personas, vinculadas a sus regiones y bancadas, en tanto el presidente eligió otra persona, después de un discurso anacrónico que se refería a la sucesión monárquica del poder; el hijo del soberano, el hijo del hijo del soberano, y así sucesivamente. Por último se quedó con el nombre que impuso el supremo. Se acató la decisión del presidente, a pesar del notorio malestar de los senadores y senadoras.

En el análisis no nos interesa saber quién ha sido nombrada presidenta de cada una de las dos cámaras, no interesa sus nombres; no es un problema de personas, sino se trata de comprender por qué le es tan imprescindible intervenir al presidente en esta elección. En general, se puede decir que el presidente no es ajeno a toda elección, sea de federaciones, de confederaciones sindicales, particularmente campesinas, sea de alcaldías, sea de la “nacional” del partido, sean de las departamentales del partido, así como de las elecciones relativas a la Asamblea Legislativa. Esta es una preocupación constante que se comprende que se dé; empero, ¿por qué intervenir, si los que eligen son partidarios? ¿No se tiene confianza? ¿Por qué se tiene que intervenir incluso en contra de los elegidos por las propias bases? ¿No es acaso mejor que las bases se fortalezcan a través de sus propias dinámicas? ¿Este control vertical no debilita más bien al propio partido y a las organizaciones sociales, así como a las instituciones del Estado? ¿Qué nos dicen estas intervenciones de los tejidos y manejos de las relaciones de poder?

Una primera hipótesis de interpretación tiene que ver con la forma y el modo de ejercer la política, con el modelo de organización sindical de la política. Remontando su propia historia, el MAS viene de las organizaciones sindicales campesinas; su principal experiencia se encuentra en las luchas sindicales campesinas, particularmente en las luchas de las Federaciones Sindicales Campesinas del Trópico de Cochabamba. Hay pues una memoria política vinculada a estas luchas, íntimamente ligada a las formas de organización de los sindicatos campesinos. También a sus formas de elección y selección de los dirigentes, que tienen que ver con las alianzas territoriales, la acumulación de fuerzas y la formación de bloques. La experiencia de la larga lucha en la defensa de la hoja de coca, en pleno contexto de guerra de baja intensidad, templa a estas organizaciones sindicales campesinas. La represión, las acciones punitivas policiales y militares de la interdicción,  obligan a estas organizaciones a adquirir un perfil semi-clandestino, un compromiso de exigente lealtad y fidelidad con los objetivos de la lucha; lucha en defensa de la hoja de coca que adquiere, en el transcurso, un discurso anti-imperialista, por las características propias de la guerra de baja intensidad. Se trata de organizaciones sindicales campesinas que exigen disciplina respecto a las determinaciones de las asambleas. Como se puede ver, una de las características de esta experiencia sindical es que se trata de organizaciones de lucha, obligadas a organizarse para la defensa territorial, además de contar con la disponibilidad y capacidad de convocatoria; estamos ante organizaciones sindicales que aprenden a preparar y a desplegar una serie de marchas de cocaleros y cocaleras a la sede de gobierno, en defensa de la hoja de coca. Estas marchas son ya legendarias, forman parte de la historia de las Federaciones Cocaleras del Chapare y también de las Federaciones cocaleras de los Yungas de La Paz. En estas movilizaciones, en esta defensa territorial, en esta alianza territorial de los sindicatos campesinos, se formaron los dirigentes cocaleros, principalmente su líder primordial y ahora presidente del Estado.

Este es el estrato más antiguo y más importante del MAS; estos dirigentes que emergieron de estas luchas en defensa de la hoja de coca. Otros estratos posteriores se añaden al anterior, sobre todo después de las elecciones de 2002, cuando el MAS se convierte en la segunda fuerza política del Congreso. Los otros estratos van a ir modificando el perfil y la estructura del MAS, sobre todo cuando se suman contingentes de las ciudades. Pero, antes de entrar en esto, es indispensable seguir a estos dirigentes sindicales campesinos, del estrato matricial; lo que pasa con ellos, sobre todo cuando asumen tareas de gobierno, tareas en la Asamblea Constituyente y en el Congreso.

Es indudable que llegar al gobierno implica un gran desafío, sobre todo cuando no se cuenta con la experiencia de la administración pública. Era indispensable cerrar filas, defender al flamante gobierno indígena y popular ante las contingencias que puedan venir. Se comparte el entusiasmo del pueblo, después de las elecciones de 2005 y la contundente victoria por mayoría absoluta. La asunción al gobierno es apoteósica, llena de símbolos promisorios; tanto en Tiwanaku como en la Plaza Murillo. En Tiwanaku se despeja el cielo cuando llega Evo Morales, deja de lloviznar, se forma una aureola bordeada por colores del arco iris. Era una aureola llena de luz radiante. Lo que sucedía era asombroso y fue comentado por la gente que asistió a la ceremonia. En el palacio de la Asamblea Legislativa, el vicepresidente entrega el bando al presidente, quien no contiene sus lágrimas de emoción. El discurso inaugural de la gestión es convocativo y de invitación a vigilar el proceso, invitando a los amautas a participar y orientar, urgiendo al pueblo a la crítica si hay equívocos y errores. Esto ocurría mientras ancianos campesinos aymaras lloraban en las veredas de la plaza, ancianos emocionados e incrédulos todavía ante los eventos trastrocadores que acontecían. Fue una gran fiesta, así como son las revoluciones al inicio de su desenvolvimiento.

Lo que vino después es como enfrentar las formas concretas de gobierno, posteriormente al entusiasmo. Al escoger gobernar se tuvo que dejar el impulso de la rebelión, se tuvo que optar por el realismo, entonces por administrar los recursos del Estado, sobre todo sus ingresos, y distribuirlos. Para esto se necesitaba que la maquinaria siga funcionando, para que esto ocurriera también se necesitaba de los técnicos y funcionarios que sabían hacerla funcionar, pues formaron parte de esta maquinaria. La diferencia radicaba en el discurso, también en la procedencia de los nuevos gobernantes, a quienes se tenía, en principio, temor. Habían ganado fama en años de lucha. Sin embargo, estos “guerreros” dejaron de serlo en otro contexto, en el contexto del campo burocrático. Al principio se sentían desubicados en esos grandes salones, en esos palacios, que eran símbolos arquitectónicos contra lo que habían luchado. Después, se acostumbraron a mandar a quienes antes aborrecían, los funcionarios que los trataban mal. Con un tiempo más transcurrido de experiencia en el gobierno, terminó gustándoles el mando. Claro que hubo otras diferencias, se pudo ampliar los ingresos del Estado mediante la nacionalización de los hidrocarburos; si bien, esto mejoró los márgenes de distribución, se siguió haciendo lo mismo; captar ingresos y distribuirlos mediante el presupuesto general de la nación, después de la Constitución llamado presupuesto general del Estado.  Había una alegría por haber aprendido a manejar este know-how administrativo público, con ayuda de “técnicos” afines, nombrados ministros. También una alegría no disimulada por haberlo hecho mejor que los gobiernos anteriores. Desde una perspectiva administrativa no se les puede reprochar; el problema no es precisamente una mala administración, como creen los voceros de la derecha. El problema es que hicieron lo mismo y quizás mejor que los gobiernos neo-liberales. El problema es que los dirigentes quedaron atrapados en las redes administrativas e institucionales del Estado.

Ciertamente los dirigentes no estaban solos en las tareas de la administración del Estado, contaron con otros estratos de masistas, que ingresaron después de las elecciones de 2002, además de contar con los funcionarios heredados de anteriores administraciones. Fuera de dirigentes y campesinos de base, que son el primer estrato, se sumaron sectores populares urbanos, ciertos estratos de las clases medias, e infaliblemente trabajadores, cooperativistas mineros y obreros. El partido o movimiento, como quiera llamarse, creció de una manera in-controlable. Se ganaron las elecciones de 2005 por mayoría absoluta; el MAS era indiscutiblemente la principal fuerza política del país. Es esta colectividad la que es mayoría en la Asamblea Constituyente. Allí este conglomerado tuvo su primer gran desafío, construir un instrumento jurídico y político para transformar el Estado. Allí se aprendió a compartir y formarse en la discernimiento de sus propias diferencias, a convivir en la adversidad y a construir dramáticamente el pacto social. Sin embargo, también en la Asamblea Constituyente se recurrió a una forma de organización política para encarar el desafío; la forma de organización a mano y conocida era la sindical y territorial. Se optó por esta forma de organización, buscando adaptarla al nuevo contexto político, sobre todo al escenario deliberativo de la Asamblea Constituyente.         

 Esta adecuación de la forma de organización política sindical fue problemática. Sacada de su contexto la forma de organización territorial campesina resultaba incongruente para las tareas deliberativas, para las tareas de comisión y las tareas de elección de la directiva. La democracia de la asamblea sindical, que era ciertamente deliberativa en su propio contexto, recurriendo a la propia retórica sindical, no se pudo rehacer ni repetir en la Asamblea Constituyente, tampoco en el Congreso y menos en el gobierno. El condicionamiento de estos escenarios de la deliberación liberal, de la administración jerárquica y vertical gubernamental, transformaron las formas del sindicalismo campesino. Ya no valían tanto las decisiones de las asambleas, eran mas bien decisivas las decisiones del presidente, quien seguramente tomaba determinaciones consultando al gabinete o algún entorno estrecho allegado al caudillo. Como era, además de presidente del Estado, presidente de las Federaciones del Trópico de Cochabamba, líder popular y cabecilla del MAS, se suponía que la deliberación debería llegar de las bases a las más altas dirigencias, que en este caso ya eran mandos del Estado. Esto no ocurrió, pues se trataba de dos formas de organización política, la sindical y la estatal, que no podían sincronizar. La combinación de ambas formas resulto en un “síntesis” autoritaria. Entonces se asumía las decisiones del presidente como si fuera la decisión de todos, aunque la construcción colectiva no haya ocurrido. Los dirigentes sindicales del primer estrato del MAS interpretaban esta actitud como que el presidente no se puede equivocar. Los otros estratos del MAS, se encontraron insertos en el hechura de la forma de organización política sindical recurrida; en ese contexto, debían acatar las decisiones del presidente, y cumplir con la orden disciplinadamente. De alguna manera, la justificación de que el presidente no se puede equivocar también fue asumida por estos estratos, por las otras organizaciones sociales involucradas, incluso por  las organizaciones indígenas originarias, que tenían cierta autonomía de organización y de deliberación, contando con sus propias decisiones. El entusiasmo del que venían, la confianza que imperaba, el sentimiento de bloque, coadyuvó a justificar esta forma de decisiones no democráticas. Esta forma de operar trajo muchos problemas, se cometieron errores, se puso en peligro a la Asamblea Constituyente, pero se siguió delante de la misma manera sin dejar ventilar la crítica y la autocrítica. El clima compartido se puede describir como una atmósfera de concomitancias, explicada por la coyuntura, había que entender que se luchaba con la derecha y era indispensable cerrar filas. Este itinerario se repitió en los otros escenarios institucionales, incluso en los municipios. La decisión del presidente era la voz de todos. A pesar de ciertos desacuerdos y algunas protestas, se terminaba aceptando esta forma de conducir. La Asamblea Constituyente tuvo que atravesar dos crisis graves que casi la llevan a la periclitación, la crisis de la aritmética de las decisiones, la de los 2/3 o mayoría absoluta, y la crisis de la “Capitalía”. Empero el peso de la mayoría era gigantesco; esta diferencia casi desmesurada permitió salvar los atolladeros. El problema era que esta forma de conducir se convirtió en costumbre, se arraigó en las prácticas gubernamentales y se cristalizó como obediencia, en la forma de organización política sindical. El sindicato ya no fue nunca lo mismo que era antes, un escenario de deliberación de la asamblea; se convirtió en una organización que acataba disciplinadamente las decisiones del presidente, una organización cooptada. Los dirigentes, los representantes y altos funcionarios de los otros estratos del MAS, en el gobierno, asumieron las prácticas de la administración pública liberal. El procedimiento entonces se institucionalizó. Las decisiones del presidente fueron legitimadas por la aceptación de todos y por la forma gubernamental de proceder.

Todo era revisado celosamente por el estrecho grupo de colaboradores del presidente, los nombramientos de ministerios, los nombramientos de jefes de bancadas, los nombramientos de coordinadores de comisiones, los nombramientos de candidatos. A pesar de haber acarreado tensiones y no pocos conflictos, se siguió adelante con el procedimiento. Cualquier discusión al respecto era tomada como indisciplina o desacato, incluso como favorable a la derecha, por lo tanto era descalificada de inmediato. Cuando se pasó de la primera gestión de gobierno a la segunda y se enfrentaron conflictos mayores como los del “gasolinazo” y el del TIPNIS - una vez de haber atravesado la culminación de la ofensiva de las oligarquías regionales, que optaron por oponerse a la aprobación de la Constitución, inclinándose al recurso de la violencia, tomando instituciones e involucrándose en  la masacre de El Porvenir, en el departamento de Pando -, este procedimiento autoritario, avalada por el gabinete, el MAS y las dirigencias campesinas, se convirtió en el mecanismo que apañó la proliferación de las corrupciones, la corrosión institucional, la violencia desmesurada del Estado y el aval de una casta política, convertida en indispensable, en el trámite de la reproducción de un sistema político corroído por prácticas de poder paralelas y colaterales.

La descripción de este panorama político no tiene nada que ver con la aludida definición del “centralismo democrático”. Si se recurre a este enunciado, esta recurrencia es una muestra patética del desajuste que hay entre el imaginario político del sujeto de la enunciación y la efectiva práctica política. Es una invocación al fantasma de los bolcheviques para que vengan a salvar al último “bolchevique”, para amparar una conducción política caudillista. El uso del concepto de “centralismo democrático” llama la atención por dos razones; no sólo por el gran contraste entre el enunciado invocado y la efectiva práctica política, sino también por la misma historia de este “centralismo democrático”. El “centralismo democrático” condujo al comunismo de guerra, donde las decisiones se concentraron en el comité central del partido comunista, comunismo de guerra del que nunca se salió. El “centralismo democrático” llevó a la forma política centralizada del estalinismo, fenómeno estatal por excelencia totalitario, donde la dictadura del partido se convirtió en la dictadura del patriarca de la patria socialista. A todas luces es un desatino usar el argumento del “centralismo democrático” para justificar un procedimiento caudillista y carismático.

A estas alturas, después de la elección de la presidencia del senado, se puede decir que los mandos de la conducción del gobierno y del Estado se encuentran atrapados en la estructura de un procedimiento autoritario. Ya no pueden salir del mismo; se trata de un funcionamiento mecánico. El presidente y el entorno más estrecho del caudillo no pueden dejar que estas decisiones queden en manos de los asambleístas, la presencia del soberano tiene que manifestarse en todo. Los colaboradores en todas las instancias de representación tienen que quedar a cargo de las personas que han demostrado fehacientemente la lealtad y la obediencia a las órdenes emitidas. La fidelidad con las consignas es premiada. El objetivo es lograr la conexión y la articulación más homogénea y dócil a la voluntad del soberano, así como del grupo estrecho de colaboradores, más aún si se trata de un periodo electoral. Mucho más si el ejecutivo, el gobierno, la conducción política, son interpeladas por las organizaciones sociales, incluso por grupos del propio partido.

Como se puede ver, se ha perdido la perspectiva democrática, la perspectiva asambleísta de la democracia participativa, el ejercicio plural de la democracia. Estas son las únicas prácticas políticas que pueden defender, profundizar y fortalecer el proceso de cambio. Se ha optado mas bien por el desarme de lo popular; se le ha quitado al bloque popular sus dinámicas propias de organización y deliberación. Se ha vulnerado la defensa del proceso, sustituyendo el proceso de transformaciones por la defensa de una casta política, que se considera a sí misma la encarnación del proceso. En estas condiciones le resulta más difícil al MAS afrontar sus tareas electorales; es difícil repetir las mismas lealtades que antes, cuando hay un deterioro mayúsculo en las convicciones, cuando un grueso de los militantes se encuentran frustrados.  Los conductores creen que todo se puede resolver con el control y el monopolio del aparato de Estado, que de alguna manera sustituiría a la falta de entusiasmo y a la carencia de convicción. Esta es una creencia que muestra más desesperación que seguridad; en el fondo se intuye el problema, pero se prefiere ignorarlo.

La otra hipótesis de interpretación de esta forma de poder autoritario, donde en el centro se acción se encuentra el caudillo, es la que plantea que cuanta con más disponibilidad de fuerzas se dispone, ya sea en votos y adhesiones, es cuanto más se manifiesta la tendencia a la centralización del poder en pocas manos. ¿Por qué ocurre esto? Parece paradójico, cuanto menos preocupación se puede sentir por la vulnerabilidad es cuando más se insiste en controlarlo todo, incluso en los detalles; menos se confía, incluso en los partidarios, en los dirigentes, en las organizaciones sociales que abrieron el proceso. ¿Por qué a mayor disponibilidad de fuerzas, incluso mayor legitimidad, se busca mayor centralización, control y concentración de poder? ¿Qué tiene el poder que preocupa tanto a sus agentes, operadores, sobre todo a sus conductores y dirigentes? La disponibilidad de fuerzas choca con la distribución democrática de la potencia social; la acumulación y el uso de las fuerzas terminan recayendo en mandos, en cambio la acción y el flujo de la potencia social requiere de composiciones espontáneas y acordadas, requiere entonces de deliberación y asambleas, de la construcción participativa y colectiva de la decisión social. En el acontecimiento que más se requiere de la mayor disponibilidad de fuerzas posible, la guerra, por lo general, se opta por la centralización de los mandos, la unificación de las fuerzas y las voluntades, para lograr los desplazamientos coordinados de los combates. Tomada la política como la continuación de la guerra por otros medios, el Estado es un complejo dispositivo que no ha abandonado el escenario de la guerra; el Estado está estructurado por una centralización jerárquica de mandos, no deja de ser un aparato de guerra. ¿Contra quién está en guerra permanente el Estado? Los gobiernos que se hacen cargo del Estado experimentan esta tendencia a la concentración y centralización, actúan en conformidad buscando el control total. El ejercicio democrático, la deliberación, la participación son un estorbo. Lo que importa ya no es tanto el mandato popular, sino cumplir con esta lógica inherente de concentración y centralización de poder, que además se realiza a nombre de los mandatos populares. Aunque se cuente con un mapa institucional, normas institucionales y administrativas, leyes, incluso una Constitución como mandato, el impulso primordial no es legal ni administrativo, sino a la concentración y centralización del poder.

El caudillo no gobierno sólo, se apoya en un núcleo de confianza. A lo largo de las gestiones de gobierno se forman amistades y complicidades, se selecciona por descarte un grupo de confianza, no sólo los más cercanos y los más íntimos del presidente, sino los más eficaces en la colaboración y asesoramiento. La conformación de un grupo de decisión última, algo así como la última defensa, pero también la primera en importancia en la toma de decisiones, es parte de estratificación en la administración del poder. Se comparte gran parte del tiempo de sus vidas, entregadas al ejercicio de gobierno, se conocen no solamente en las reuniones oficiales, sino que se convive conllevando preocupaciones, amarguras, alegrías; se llegan a conocer mejor, terminan siendo los habitantes solitarios del mundo cerrado del poder. Cada uno de los miembros del núcleo de poder tiene como sus propias redes, sus influencias, sus dominios. También tienen sus personas de confianza repartidos en el aparato estatal, incluso algunos en las organizaciones sociales. Es de esperar entonces que haya interés en ciertos nombres para la presidencia del Senado, también en otros cargos, en la postulación a gobernación, incluso en las coordinaciones de comisiones. Entonces los juegos de poder se hacen más variados, se abren a distintas opciones. De lo que se trata es de lograr mayor control y prevenir contingencias; entre los congresistas hay dirigentes ligados a sus regiones, que consideran que deben responder a sus regiones y a sus mandatos. Estos dirigentes pueden convertirse en problemáticos, dado el caso. O como ocurrió con Rebeca Delgado, que siendo presidenta de la cámara baja, decidió responder a su mandato constitucional, al reclamo de organizaciones sociales, como los gremialistas y transportistas, incluso de organizaciones regionales, en el asunto de la controvertida ley de bienes. Nadie puede osar semejante acción deliberativa, legislativa y fiscalizadora, pues no cuenta con el visto bueno del núcleo cupular. Por eso es importante el control de las presidencias y de las comisiones encargadas; en consecuencia, de los partidarios hay que seleccionar a los que no tengan atisbos de convertirse, en algún momento, en problemáticos.

Como puede verse esta es la lógica del control; vigilancia, concentración y centralización del poder, aparentemente eficaz, a los ojos del núcleo del poder, pues garantiza el cumplimiento de la voluntad concentrada del poder. Empero, lo que no ve este núcleo de poder, es que esta lógica merma la capacidad organizativa, destruye la dinámica propia de la Asamblea Legislativa. Al convertir a la Asamblea Legislativa en un apéndice del ejecutivo, ha descartado un espacio indispensable de legitimación, que sólo se puede realizar si hay deliberación, apertura a las propias deliberaciones populares, madurando y experimentando el desarrollo legislativo como parte de una experiencia constructiva. La mejor defensa del proceso no puede ser otro que el ejercicio democrático, el ejercicio plural de la democracia, el ejercicio participativo y de control social. Al núcleo de poder todo esto le parece una pérdida de tiempo; para este grupo lo práctico y realista, contando con la mayoría absoluta, los dos tercios del Congreso, es ejecutar las medidas tomadas por el ejecutivo, operando con la aprobación del legislativo. Esta “certeza” en su “correcta” posición los empuja a exigir disciplina en el cumplimiento de lo que vendrían a ser órdenes. Esta “certeza” se afirma en la creencia de la claridad y objetividad de sus análisis de coyuntura. A pesar de varios traspiés del ejecutivo, no se inmutan de los errores, prefieren suponer que se trata de incomprensiones o, en el peor de los casos, de conspiraciones.

La experimentación del poder produce fenómenos peculiares; uno de ellos es lo que llamo la desconexión con la “realidad” efectiva; otro es que los propios conductores se cavan su propia tumba al descartar todas las defensas democráticas del proceso; preferir las defensas “militares”, las defensas “fortalezas”, creyendo que el cerrar filas es la mejor defensa. Lo único que han hecho con este comportamiento es aislar la “fortaleza” de la sociedad y empujar a la sociedad en contra de la “fortaleza”. Se trata de una conducta paradójica, una política de control que ocasiona consecuencias que no controla. Este aislamiento del poder es uno de los fenómenos más notorios en el desenvolvimiento político en la modernidad y capitalismo tardíos.

En relación a la crisis política, que es crisis del proceso, también crisis del Estado, por lo tanto crisis del poder, crisis manifestada en sus contradicciones profundas, hay dos interpretaciones que observamos por su simpleza y esquematismo; una es la que se coloca en una posición programática, dice que si hubiera habido un programa revolucionario, un partido revolucionario, compuesto por militantes profesionales, otro hubiera sido el cantar, el proceso hubiera sido revolucionario. Los que emiten esta interpretación se basan en lecturas parciales e incompletas de la revolución rusa, tienen como una caricatura de este acontecimiento histórico, una caricatura como la de los dibujos animados, donde los personajes pierden rasgos humanos y se caracterizan por representar una sola convicción y determinación reiterativas. Han dejado de lado la historia efectiva y la complejidad de situaciones que tuvo que atravesar esa revolución. Armados por una caricatura pretenden realizar una revolución pura en su propio país, noventa  y seis años después de este acontecimiento trascendental. Creen que se puede hacer una revolución como acto de voluntad y como logro de la imaginación. Por lo tanto, la crítica a lo que ocurre es deducida de esta interpretación esquemática; el proceso estaba destinado al fracaso pues esta conducido por pequeños burgueses, por una burguesía emergente; el populismo engaña a las masas y no observa las leyes dialécticas de la historia. La ausencia de la conducción del proletariado, de su dirección y programa revolucionarios, muestran de antemano el fracaso de este proceso.

Esta interpretación apoya la inmovilidad política a nombre de la pureza de la revolución. Esta interpretación en la actualidad, está lejos de la utilidad que tenía la versión inaugural de la revolución permanente y la tesis de transición difundida en la década de los años cuarenta del siglo pasado, cuando se aprobó la Tesis de Pulacayo. La utilidad de la Tesis de Pulacayo, fuera de formar parte de la constitución del proletariado minero boliviano, fue de servir de herramienta de interpretación de los procesos sociales y políticos en las formaciones sociales periféricas del sistema-mundo capitalista. Se convirtió después en el programa del proletariado boliviano y tesis de la COB. En aquél periodo heroico la teoría de la revolución permanente y la tesis de transición eran instrumentos interpretativos que se usaban para intervenir en las luchas concretas del proletariado y en las coyunturas específicas de la temporalidad política. No como ahora, cuando se ha reducido el discurso “revolucionario” a un esquematismo ingenuo, que sirve para inmovilizarse políticamente. No se participa en las luchas concretas del proletariado minero, que enfrenta las contradicciones más complejas del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. El proletariado minero ha sido abandonado de la preocupación activista, dejado en la experiencia contingente de un capitalismo salvaje. El sindicato de maestros no sustituye al proletariado, como se pretende en las actuales versiones de este discurso “radical”.

La anterior versión esquemática viene de la izquierda. Otra versión, mas simple, e incluso más ingenua, viene de la derecha. La “crítica” de los voceros de los partidos de derecha denuncian la corrupción, el autoritarismo, las políticas económicas provisionales del gobierno, como si éstos fenómenos administrativos no se hubieran dado en sus gobiernos neo-liberales. Colocan al pasado inmediato, cuando gobernaron, como si hubiera sido un ejemplo de paz y de institucionalidad. Como si el caos y el “barbarismo” se dieran en el gobierno de Evo Morales Ayma. Esto equivale a inventarse un paraíso terrenal en el pasado inmediato, descargando todos los males de la política al gobierno indígena y popular. El problema no es éste, justamente en esto no hay diferencia entre el presente gobierno y sus gobiernos pasados. El problema es que el presente gobierno se parece demasiado a sus gobiernos. En este sentido parece una continuidad de las viejas prácticas políticas, prebéndales, corrosivas, de los circuitos de influencia y las redes de corrupción. ¿Cuál es la diferencia? La corrupción era privilegio de los doctorcitos, ahora  se ha democratizado, se ha vuelto popular. Para esta derecha no pasó nada, no hubo crisis política del Estado, de la clase política, del modelo neoliberal, de los partidos políticos, de las formas y monopolios de la representación. Tienden a obviar la movilización general de 2000 al 2005, u optan por explicarla a partir de la conspiración; algo parecido a lo que hace el gobierno actual, sólo que al revés. Esta derecha continúa con su crítica a la Constitución, o la usa parcialmente, de una forma des-contextuada, para contrastar con lo que no cumple el gobierno; continúa su crítica al Estado plurinacional, defendiendo la unidad nacional, defendiendo al Estado-nación. En su ingenuidad no se da cuenta que precisamente en esto coincide con el gobierno, que ha restaurado al Estado-nación, que se enfrenta a las naciones y pueblos indígenas originarios, quienes exigen la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico. La propuesta de la derecha es ofrecer volver al Estado de derecho, que garantice la propiedad privada y la inversión extranjera, criticando las nacionalizaciones. Las nacionalizaciones se han reducido a compra de acciones, como se hace en otros lados, incluso en Estados Unidos, que es el modelo económico de la derecha neoliberal. El gobierno popular ha continuado, expandido y profundizado el modelo extractivista que ha preponderado en la historia económica de Bolivia. Este rasgo continúa, además de prorrogar la característica de Estado rentista. La diferencia radica en el discurso, y también en las medidas sociales de corto alcance, coyunturales, como las relativas a los bonos. El problema que no puede ver la derecha, pero si lo tiene claro el pueblo, es que la “revolución democrática y cultural” se ha quedado en el camino, más cerca de sus gobiernos neo-liberales, más lejos del horizonte abierto por la Constitución.

Con esto no se dice que el gobierno popular es lo mismo que los gobiernos neo-liberales, no se puede llegar a este extremo de no leer la diferencia, extremo a la que llega cierta izquierda supuestamente “radical”. El gobierno popular no es neo-liberal por la sencilla razón de que emerge de un proceso semi-insurreccional de luchas sociales que se enfrentan al modelo neoliberal (2000-2005), su política económica arranca con la nacionalización de los hidrocarburos, aunque haya sido imparcial, y continua con otras nacionalizaciones, aunque sean montajes propagandísticos, evidentemente efectuados por compras de acciones. Se propone fortalecer al Estado como empresario, aunque esto quede en planes y no terminé de realizarlos; además de inclinarse por la inversión social, aunque esto no termine de efectuarse en la gran escala que se requiere, con impacto en el mediano y largo plazo. Ciertamente hay parecidos, entre el gobierno popular y los gobiernos neo-liberales, principalmente en lo que respecta a las políticas económicas monetaristas. Empero estos parecidos no los convierte en equivalentes. Tampoco las empresas estatales en hidrocarburos y minerales se han librado del control técnico de las empresas trasnacionales, de la presencia de estas empresas en el campo económico. Sin embargo, es insostenible afirmar que se trata de un gobierno neo-liberal. El problema del gobierno popular no es que sea neo-liberal, aunque esté más cerca de los gobiernos neoliberales que de la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico; el problema del gobierno popular son sus contradicciones y limitaciones en el proceso de transformaciones, el haberse convertido en un obstáculo para el cumplimiento y la realización de las transformaciones estructurales e institucionales establecidas por la Constitución.

Los tejidos y manejos del poder del gobierno popular son una continuidad de los tejidos y manejos del poder de los gobiernos liberales, nacionalistas, dictatoriales, populistas y neoliberales anteriores, a lo largo de la historia política republicana. Estos tejidos y manejos tienen que ver con la formación de clientelas, por medio de procedimientos prebéndales, la reiteración de recorridos de circuitos de influencia, la reproducción de estructuras de corrosión y corrupción, las llamadas prácticas de poder paralelas. La formación de grupos afines, la mantención de personas de confianza, la conformación de redes de operadores. Ciertamente estas prácticas son más notorias en los gobiernos nacionalistas, en los gobiernos populistas y en el actual gobierno indígena y popular, pues sus bases sociales y convocatorias son ampliamente mayores que el apoyo y la convocatoria de los gobiernos liberales, dictatoriales y neo-liberales. Lo que interesa al respecto no es el cumplimiento de la norma, las leyes, la institucionalidad, la administración pública; lo que interesa en el hilado del poder, en el manejo de las relaciones de poder, es la configuración de amistades y complicidades como garantías personales en el cumplimiento de las políticas gubernamentales y la voluntad del núcleo conductor. Esta es una dimensión intersubjetiva del poder, de reconocimiento mutuo de los más afines de los afines, de los más leales de los leales, de los más confiables de los confiables. Los que reclaman plena institucionalidad de los cargos, entre ellos los convenios de los organismos internacionales, deberían saber que esta instancia de las complicidades personales se dan en todos los gobiernos del mundo. Si se quiere, se trata de la relación “afectiva” de las relaciones de poder. La seguridad de la fluidez de las directrices, de las transmisiones y las conducciones, radica, al final, en la confianza en los concebidos como suyos. La supuesta racionalidad, en sentido kantiano, de la administración del poder en el Estado moderno, no ha podido borrar estas prácticas y esta dimensión “afectiva” basada en las confianzas y complicidades.

Terminamos como comenzamos; uno de los secretos de las formas de reproducción del poder, de su conservación, prolongación, efectuación minuciosa, se encuentra en esta dimensión de las relaciones personales, intersubjetivas, de las amistades que sostienen una de las formas de efectuación de la política, una de las formas que llamaremos “afectivas” por la exigencia del reclamo de confianza que tienen los que conducen y gobiernan.

¿Cómo escapar de esta condena, de esta repetición de lo mismo? Se dice  que no hay peor derrota que no haber intentado. Las claves para intentar hacer otra cosa se encuentran en la Constitución; la definición del sistema de gobierno como democracia participativa, el ejercicio plural de la democracia; democracia directa, representativa y comunitaria. En el capítulo sobre participación y control social se define la participación como construcción colectiva de la decisión política, construcción colectiva de la ley y construcción colectiva de la gestión pública. También se encuentran claves en una propuesta de nueva gestión pública, trabajada en un equipo inter-ministerial, a cargo del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, el Anteproyecto de Ley de Gestión Pública Plurinacional Comunitaria e Intercultural, donde se plantea, como base de las transformaciones estructurales e institucionales, encaminadas a la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico, el pluralismo institucional, jurídico, administrativo, normativo y de gestiones. Se propone transformar la gestión mediante la planificación integral y participativa, con enfoque territorial, la ejecución y el seguimiento con control social, la evaluación participativa y la retroalimentación ajustada y corregida. Se propone además una gigantesca Escuela de Gestión Pública donde no solamente se formen los servidores públicos, sino también los que van a hacer control social. También se propone el gobierno electrónico, un gobierno paralelo virtual, que viabilice la transparencia, permita el acceso a la información, y logre la participación de todos, de la gente, de las organizaciones, de las comunidades. De la misma manera el Plan Plurinacional del Vivir Bien, que fue aprobado por el gabinete de políticas sociales de una manera insólita, pues buscaban un instrumento para mejorar la baja gestión y la baja ejecución, sin atender a concepción que recogía de la Constitución los tres modelos de transformación estructural; el modelo político del Estado plurinacional comunitario; el modelo territorial, expresado en el pluralismo autonómico; y el modelo económico, concebido como economía social y comunitaria. Los tres modelos eran contenidos, atravesados y articulados por el macro-modelo del Vivir Bien. En esta perspectiva, de los instrumentos de la transformación, se contaba también con el Anteproyecto de Ley de la Madre Tierra, elaborado por el Pacto de Unidad, después convertido en Proyecto de Ley, en discusión y acuerdos con el gobierno y la Asamblea Legislativa. Este proyecto, que conservaba el espíritu del anteproyecto, fue desecho por el gobierno y la Asamblea Legislativa, sin respetar los acuerdos con las organizaciones sociales, para elaborar una ley más de desarrollo integral que de la madre tierra. Como puede verse, se contaban con propuestas para una transición transformadora; sin embargo, todo esto ha sido descartado por el gobierno y el núcleo de poder. Han preferido ignorar los mandatos constitucionales y descartar la discusión del Anteproyecto de Ley de Gestión Pública Plurinacional Comunitaria e Intercultural, así como el Plan Plurinacional del Vivir Bien, del mismo modo la Ley de la Madre Tierra. La vocación del gobierno no es precisamente democrática, participativa, tampoco transformativa. Como hemos dicho, su vocación es conservar y prolongarse en el poder. Este rasgo no lo distingue de los otros gobiernos de la historia política de Bolivia.                 

 

El fetichismo del capital

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Levitación política

 

 

Los discursos adquieren su sentido inaugural en un lugar, en un contexto determinado, en una coyuntura singular. Emergen, no como fantasmas, ni como abstracciones; eso viene después, como generalización y universalización. Sin embargo, esta generalización y universalización, esta ascensión a lo abstracto no podría efectuarse sin la experiencia matricial, de la que emerge, bañada de sensaciones, imaginaciones primordiales, codificaciones y racionalizaciones integradas a la percepción. Por eso mismo, es indispensable contextuar los discursos, las teorías, las posiciones políticas; de lo contrario, si no se hace eso, contextuar, relacionar los discursos y las teorías en uso con su lugar, contexto, momento, coyuntura, experiencias concretas, se termina levitando sin pisar la tierra, en el sentido de sin ubicarse en el espacio-tiempo. Este oficio de des-contextuar es aprovechado para citar a autores de la manera más ligera, usando fragmentos de sus discursos, en beneficio de los intereses, que se dan, en el campo de fuerzas, en otro lugar, en otro contexto, en otra coyuntura, en otro tiempo; por lo tanto, en otra realidad, para la que, posiblemente, lo que se cita ya no tenga nada que decir.

Este abuso, va en detrimento tanto del autor citado y de su obra, que, obviamente, no es responsable del uso extemporáneo y des-contextuado que se hace de su pensamiento y sus posiciones, tampoco de la interpretación del tema, tópico, realidad, que está en cuestión o en discusión, en otro momento, en otro lugar, en otro contexto y en otra problemática.  No sirve ni para reivindicar al autor, tampoco sirve para decir algo sobre la problemática en cuestión. Mas bien, se demuele y menoscaba lo que tenía de sentido histórico-político y de significación política el discurso del autor citado. Se lo convierte en mono de naipe para ocupar los lugares vacíos, remplazables. Esta es la pobreza de la argumentación política populista, al querer justificar, de las maneras más insólitamente estrambóticas los diletantismos descarnados y extravagantes de un gobierno progresista, que dice luchar contra el capitalismo; sin embargo, es el principal promotor del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. Dice ser antiimperialista; sin embargo, no duda en ir a mendigar inversiones de capital a la sede más conocida del imperio.  Con esto, lo que hace el gobierno populista, es mostrar por enésima vez, no solamente su diletantismo, sino su miseria “ideológica” y política. En este caso, la “ideología”, que es la formación discursiva de legitimación institucional, es vaciada de lógica, de construcción argumentativa, de reflexión, y raciocinio, hasta dejarla tan exhausta, que lo único que le queda es el pellejo arrugado y enfermo, que a lo único que atina es dar alaridos incomprensibles.

 

El vicepresidente ha citado a Vladimir Ilich Lenin para justificar el viaje de una delegación de alto nivel, encabezada por el presidente, para participar en el foro “Invirtiendo en la nueva Bolivia”, realizado en Nueva York. El presidente ofreció seguridad jurídica a los inversionistas, que se concentraron en el evento. Dijo: “Yo quiero decirles que en nuestra gestión aprobamos tres leyes importantes en el tema de inversión: la Ley de Empresas Públicas; la Ley para Incentivar la Inversión y la Ley sobre Arbitraje y Conciliación acordada con los empresarios”. ¿No son estos dispositivos para atraer el capital extranjero, que es el fetiche de todas las burguesías o lumpen- burguesías de las periferias del sistema-mundo capitalista? ¿Qué hay de diferente en este comportamiento subordinado? Hayan empleado distintos matices, en un discurso demandante, los liberales, enamorados del libre mercado, los nacionalistas, enamorados de la industrialización, los neoliberales, enamorados de la libre empresa, los populistas del siglo XXI, enamorados del desarrollo y el progreso. ¿Acaso se diferencian tanto en esta su concepción economicista, por lo tanto fetichista, que combina los juegos monetaristas, las obsesiones mercantilistas, el delirio por el capital financiero, otorgándole la magia de la inversión y sus efectos multiplicadores?

Como se puede ver, a pesar de sus diferencias discursivas, incluso “ideológicas”, liberales, nacionalistas, neoliberales y populistas, comparten el imaginario del fetichismo del capital. Creen que el capital es un monto, una cantidad, mejor si es grande, que puede distribuirse en una estructura clasificada de inversiones. Esta mentalidad de contables, pues no han salido de los estrechos criterios de la contabilidad, es la que conmensura el crecimiento del capital. Olvidan, si es que alguna vez han tenido alguna vaga idea, de que el capital es expropiación de fuerza de trabajo, de energía humana y dominación taxativa sobre la naturaleza. Son estos embelesados por el brillo del capital en sus imaginarios extraviados, aunque reducidos al espejo de vitrina de los objetos del capital, los que creen que pueden decir cualquier cosa, como usar citas des-contextuadas, para justificar diletantismos sumisos al imperio, aunque se desgarren las vestiduras con trasnochados discursos antiimperialistas, hablando de una forma de imperialismo que ya no está; empero, no dicen nada de la forma del imperialismo presente, el orden mundial, el dominio del capital financiero y la aplastante expansión destructiva del capitalismo extractivista.

 

 

La Nueva Política Económica

 

La Nueva Política Económica (NEP) se institucionalizó en el 10° Congreso del Partido Comunista de la URSS. Se promulgó por decreto el 21 de marzo de 1921, relevando a la Prodrazvyorstka por la Prodnalog; en substitución de los embargos de bienes alimenticios, vinculados a un impuesto fijo, que se paga en forma de especies. La NEP admitió que pequeñas empresas funcionaran con el objeto de incentivar la economía agraria, aceptando, de manera acotada, el beneficio privado; en tanto que el Estado continuaba  con el control del comercio exterior, los bancos y las grandes industrias. En concreto, después de la culminación de la guerra civil, después de la victoria del Ejército Rojo sobre los ejércitos imperialistas intervencionistas, que apoyaban a los rusos blancos, la NEP sucedió a las políticas del comunismo de guerra; estrategia provisional, que fue asumida en la emergencia de la guerra y en defensa de la Patria Socialista. Las leyes autorizaron la coexistencia de los sectores públicos y privado, que fueron incorporados en la NEP. Lenin justificó la introducción de la NEP, en el contexto de la transición y a causa de los costos de las guerras, mostrando que las grandes industrias pesadas, las fábricas, que producían carbón, hierro, electricidad, continuarían estando bajo el control estatal. La NEP también liberó restricciones comerciales y buscó reanudar alianzas con países extranjeros.

 

Como se puede ver, el lugar, la coyuntura, el contexto, la problemática singular, que atravesaba la URSS, en ese entonces, no pueden compararse con el lugar, la coyuntura, el contexto, la problemática, que atraviesa el gobierno progresista en Bolivia. ¿Por qué usar a Lenin en la demanda angustiada de capital por parte del gobierno populista? ¿Recurrir al prestigio bolchevique para barnizar con sus símbolos un incongruente e incoherente proyecto económico, que lo único que tiene de asidero, es la continuidad del extractivismo?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El capital, una de las serpientes de la cabellera de Medusa del poder

Dominación y sumisión

¿Qué es el capital?

 

 

 

Las burguesías, las lumpen-burguesías, los gobernantes, los políticos, incluso el sentido común; sobre todo los economistas, creen que el capital es una cantidad de dinero, sobre todo cuando es grande. Creen que el capital es una cifra de gran tamaño; algo así como el espíritu santo, que no solamente da la gracia, sino que al tocar donde llega lo transforma, lleva a los países de la mano a la ruta del desarrollo. Este imaginario no es iluminista, como lo fue la primera fase de la modernidad, que buscaba desprenderse de sus fantasmas más viejos, de los imaginarios religiosos, de las propiedades latifundistas, de la nobleza, que afincaba su jerarquía en el abolengo, en la ascendencia y en la descendencia de sangre, en la buena educación y en las buenas costumbres. El iluminismo fue la crítico, como el buen Emmanuel Kant nos enseñó; también fue el camino de la ciencia, como el buen François-Marie Arouet, Voltaire, nos enseñó. Sin embargo, lo que continuó al iluminismo fue otro oscurantismo; el nuevo imaginario moderno no tardó en hacer nacer a los nuevos fantasmas, aunque jóvenes, al principio, adquirieron pronto el perfil maduro del fantasma eterno: la “ideología”, que es hija de la madre, la religión. Sin embargo, uno de los fantasmas o una de las familias de fantasmas optó por la simpleza, prefirió no ostentar grandes narrativas, como las que tuvieron las religiones monoteístas, tampoco por las narrativas propiamente “ideológicas”, que sustituyen a la providencia por los caminos de la razón o por los recovecos de la evolución, sino quiso ser una presentación sucinta, casi sin narrativa; una especie de fórmula, pero en prosa seca y corta, aunque después convertida a fórmula matemática y a gráficas. Esta exposición es un paquete, diríamos hoy, un enlatado, es una frase mágica, sin la ceremonialidad de los magos de antaño, que contaban con otras narrativas, sino directa y pretensiosa. Se trata de la receta edulcorante, aunque dicha en distintas tonalidades, que siempre lanza el mismo mensaje: obtenga capital y se hará rico, obtenga capital e ingresará a la modernidad, obtenga capital y saldrá del subdesarrollo, obtenga capital y entrará al reino del desarrollo y el progreso. El mensaje único es: el secreto de la felicidad es el capital.

 

El capital no es pues este imaginario resumido y empaquetado. Lo sabemos un tanto desde Marx, que tuvo la lucidez de mostrarnos que deriva del fetichismo de la mercancía; empero, se quedó a mitad del camino, después de haber mostrado, que la valorización del valor, es decir del dinero, se da en el proceso de producción, como expropiación de tiempo socialmente necesario desplegado por la fuerza de trabajo. En resumidas cuentas, Marx nos enseñó que el capital es una relación, una relación social, entre los propietarios de medios de producción y los propietarios de la fuerza de trabajo. Sin embargo, no queda ahí todo; como dijimos en la Crítica de la economía política generalizada[93], se trata de un haz de relaciones. Se trata no solamente de la economía política, en sentido restringido, sino de la economía política generalizada; se trata no solamente del plano de intensidad económica, sino de múltiples planos de intensidad, articulados e integrados. En este sentido, el capital es efectivamente, en su materialidad social, una organización social, no solamente reducida a su núcleo, el modo de producción capitalista, ni a su abigarramiento, la formación económico-social, sino comprendida en la expansión del sistema-mundo capitalista. En este sentido, hemos aprendido, por los marxistas latinoamericanos de la teoría de la dependencia, que se trata de una geopolítica del sistema-mundo, que divide centros y periferias en este sistema-mundo. Siguieron enriqueciendo este concepto de sistema-mundo la escuela de los anales, los historiadores del ciclo del capitalismo, desde Immanuel Wallernstein[94] hasta Giovanni Arrighi[95]. Eso es, el capital es la organización, la geopolítica, de control de la producción, la distribución y el consumo, a escala planetaria. Fernand Braudel[96] nos enseñó que el capitalismo no se basa en el libre mercado, sino que, paradójicamente, lo niega. El capitalismo se genera, mas bien, en el monopoliomonopolio de los medios de producciónmonopolio de la tierra, monopolio de los recursosmonopolio tecnológicomonopolio financiero. En consecuencia, el capital es y responde a estos dominios sobre la tierra, sobre los medios, sobre las técnicas, sobre las finanzas o sus circuitos.

 

Por de pronto, para resumir, quedemos con esto: el capital es monopolio sobre las fuerzas y los recursos que captura. Partiendo de esta certidumbre, contrasta asistir al devaneo pedigüeño de lumpen-burguesías y de gobernantes, de economistas y demandantes, demandantes de capital extranjero o privado, capital de inversión. Esta es una figura patética, que muestra las miserias de lumpen-burguesías y de gobiernos, sean estos liberales, nacionalistas, neoliberales o populistas; precisamente en esto se parecen, en compartir el fetichismo del capital.

 

¿Cómo explicar esa actitud de demanda de capitalImaginario simplón, que acompañó a la historia política de los países periféricos, a la secuencia de gobernantes. Se crean hombres del progreso, como José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, en México; o se crean gestores del desarrollo, como les ha ocurrido a los nacionalistas del siglo XX; o se crean progresistas, como les ocurre a los gobiernos de “izquierda” de Sur América. Peor aún, como cuando los neoliberales se creían portadores de la libre empresa, entregando empresas públicas, recursos naturales, ahorros del pueblo, a las empresas trasnacionales. Para ellos, no valían nada o casi nada, estas empresas públicas, estos recursos, estos ahorros; lo que importa es el capital foráneo, el gran capital, pues solo su inversión nos llevará de la mano a la tierra prometida de la libre empresa

 

No parece haber otra explicación que los variados rostros de la sumisión y subordinación a las formas de dominación capitalistas históricas. Los imperios coloniales; después, los imperialismos; después, el híper-imperialismo hegemónico; ahora, parece el imperio integrado. Puede ser esta una explicación de entrada; sin embargo, queda por explicar la recurrencia del círculo vicioso de la sumisión y la subordinación, en sus distintos rostros; incluso en los rostros que muestran un gesto de rebeldía, pero, que no se atreven a romper sus cadenas.  Vamos a intentar sugerir una interpretación para auscultar este círculo vicioso de la sumisión.

 

 

 

 

El circulo viciosos de la sumisión

 

Se conoce la relación dominación y sumisión como relación de placer, en el ámbito de las relaciones sexuales; hacen referencia a una serie de comportamientos, costumbres y prácticas sexuales, centradas en relaciones concomitantes; relaciones que implican el dominio y la sumisión por parte de las personas involucradas en la relación y en el acto. Es una de las prácticas del Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión y Sadismo Masoquismo (BDSM)[97]. En la relación de dominación y sumisión, cada cómplice padece placer; al respecto, la relación de dominación y sumisión se establece representativamente como relación de Amo o Ama y Dominado o Dominada[98]. En el ámbito de las relaciones sexuales, los roles pueden intercambiarse; lo que se denomina como interruptor o switch es alguien que puede cumplir con roles[99].

 

¿Podemos encontrar una clave en estas relaciones de dominación y sumisión, dadas en cierto ámbito de las relaciones sexuales, si no es en todos los ámbitos, para explicar el círculo vicioso de la sumisión política, económica, social y cultural? Bueno, es esto lo que ha sugerido el psicoanálisis; también ha encontrado Wilhelm Reich en Psicología de masas del fascismo[100]. Empero, no se trata de nada intrínseco, sino, mas bien, de un fenómeno constituido e instituido por los dispositivos institucionales de la sociedad, por los dispositivos de poder de las cartografías de fuerzas de las dominaciones. El placer no necesariamente tiene que basarse en la relación dominación/sumisión. Extendiendo el ámbito de relaciones, desde la referencia de las relaciones sexuales, llegando a los ámbitos políticos y públicos, incluso económicos, además de culturales, la pregunta es: ¿Es el placer el que explica esta relación de dominación y sumisión, para nosotros el círculo vicioso de la sumisión?

 

¿El o la dominada desean serlo? La hipótesis de Reich es ésta; el deseo del amo. El secreto de la dominación se encuentra en la reproducción del poder; los que lo reproducen son precisamente y paradojamente los dominados. Esta interpretación nos lleva a otra, no menos paradójica; algunas demandas, algunas rebeliones, no todas, terminan siendo demandas al dominante para que verifique su dominación sobre los y las dominadas. Esto pasa cuando algunas reivindicaciones, algunas demandas, algunas rebeliones, terminan siendo incorporadas a la reproducción del poder. Esto nos puede ayudar a echar luces sobre las características y condición de los gobiernos populistas. No se puede decir que no se rebelan, que no interpelan al amo; sin embargo, esta rebelión y esta interpelación se mueven en determinados márgenes, aceptados, incluso tolerados, por la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Se entiende entonces, que después de la trifulca con el imperio, vuelve una especie de reconciliación, no declarada, donde el amo sigue siendo el amo y el subordinado sigue siendo subordinado.

 

No es fácil hablar de placer cuando no se trata de relaciones sexuales, no tanto cuando se toca el tema del gusto o de la estética, sino cuando las referencias son los campos sociales; el campo político, por ejemplo. Aunque Michel Foucault ha afirmado que el poder también causa placer, refiriéndose no tanto al papel de la dominación, sino al papel de los y las dominadas. En todo caso, no parece ser consciente la búsqueda de este placer, que se obtendría por someterse; tampoco parece ser el placer político de sumisión tan equivalente al placer sexual. Lo que importa, en esta hipótesis interpretativa, es que hay como una voluntad inconsciente, por así decirlo, que busca el sometimientovoluntad acompañada por prácticas que hacen efectiva la sumisión. Por lo tanto, como decía Foucault, el poder no solo causa dolor, sino también placer.

 

Es indispensable auscultar esta fenomenología de la dominación y sumisión. Pues para salir del círculo vicioso del poder es menester romper esta relación de dominación/sumisión. Esto equivale a salir del gusto de ese placer, que emerge de la relación dominación/sumisión. Si seguimos con este referente de la hipótesis, el de las relaciones sexuales, aunque, en los ámbitos de otras relaciones sociales pueda adquirir este placer formas más complejas, debemos comprender mejor las relaciones del poder con el cuerpo.

 

El poder no solamente se ha inscrito en los cuerpos, sino que esta inscripción forma parte de las circulaciones corporales. El poder ha logrado afectar el cuerpo induciéndole comportamientos y conductas, constituyendo subjetividades moduladas por el poder, aunque estas subjetividades hayan definido un perfil que también ha sido dibujado por las resistencias. Es más, el poder, que aparece materialmente en las mallas institucionales, atravesadas por diagramas de poder y cartografías de fuerzas, ha creado entornos a los cuerpos, que son los espacios codificados y estriados que canalizan los movimientos corporales. Las relaciones de poder son imaginarias, constituyen subjetividades, configuran espacios de dominio y de movimiento canalizado de las sumisiones. El poder, entonces, es un fenómeno complejo, que no puede reducirse a un plano de intensidad, como el campo político, tampoco al campo económico, a la combinación de ambos, convirtiendo a la economía en la base de la superestructura política.  Ni a otros planos de intensidad, como, por ejemplo, el sexual. El poder es un fenómeno que se da en la articulación integral de múltiples planos y espesores de intensidad. Lo que hay que describir son las formas de estas articulaciones integrales de planos y espesores de intensidad, que producen poder.

 

Por lo tanto, no es conveniente creer a los discursos interpoladores, incluso rebeldes y hasta antagónicos, que cuestionan al poder, a alguna forma concreta del poder, como, por ejemplo, el imperialismo o el capital. Tampoco creer en posturas “revolucionarias”. Si solo afectan y resuenan en uno de los planos de intensidad de la complejidad, sinónimo de realidad. El conglomerado de la composición del poder no está afectado ni plenamente interpelado y cuestionado. La integralidad de la composición de planos y espesores de intensidad seguirá reproduciendo el poder, a pesar del efecto parcial en alguno de sus planos. Entonces, se puede explicar la larga persistencia del círculo vicioso del podermutando de formas, debido a que nunca se ha afectado la integralidad de la composición del poder.

 

Obviamente, la subordinación de los gobiernos progresistas no es la misma que la subordinación de los gobiernos neoliberales; se puede decir que los gobiernos neoliberales se subordinan conscientemente, por así decirlo; esto lo expresan en su propio discurso, pues no encuentran en su imaginario otra realidad que la de la libre empresa. En cambio, se puede decir que los gobiernos progresistas o populistas se subordinan inconscientemente, por así decirlo. Se creen antiimperialistas, ventilan discursos que expresan esforzadamente y chillonamente su antiimperialismo; sin embargo, cuando hay que venderle materias primas al imperialismo, lo hacen sin reparos; cuando hay que pedirle dinero, que llaman capital, lo hacen sin considerar que esta es una contradicción en el acto con su propio discurso antiimperialista. Ciertamente, además, se puede decir que los gobiernos populistas son menos subordinados que los gobiernos neoliberales; pero, ambos comparten el fetichismo del capital y la compulsión extractivista. ¿Por qué los gobiernos progresistas prosiguen en el círculo vicioso de la sumisión?

 

No es que lo quieran, ser sumisos o subordinados; pues parece lo contrario, no solo por su discurso, sino por las medidas políticas que toman, al principio, como las nacionalizaciones. Hay que situar la mirada en el contexto de relaciones del país periférico con el imperio. El imperio entendido como el orden mundial de las dominaciones, como la institucionalidad política mundial, que legitima el sistema-mundo capitalistaimperio, como dicen Antonio Negri y Michael Hardt, que tiene su arquitectura jerárquica estructurada; tiene a la gendarmería del imperio, la híper-potencia militar-tecnológica-comunicacional-cibernética; tiene su oligarquía universal, por así decirlo, las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial y sus recientes incorporaciones, las potencias industriales emergentes. En la base, se distribuyen los demás Estado-nación, que también definen sus diferencias jerárquicas, por más menores que sean. En la mayoría de los Estado-nación subalternos el contexto de relaciones con el imperio se define por su condición de países de economía primario exportadora, como clasifican los economistas. Esta condición, de entrada, establece una subordinación afincada en la dependencia y en el modelo colonial extractivista. Mientras no se salga de esta condición el discurso antiimperialista es pura retórica.

 

Si los gobiernos progresistas hacen muy poco para salir de esta condición de economía primario exportadora, lo que hacen es ahondar la dependencia por la ruta extractivista, digan lo que digan. Entonces, se puede decir, que esta es la materialidad política de la subordinación, su dependencia y su condición extractivista. Si, además, le añadimos la poca predisposición a una consecuencia política antiimperialista, salvo en los discursos, entonces la dependencia y la subordinación se ahondan; pues, en vez de cambiar de actitud, tienden a justificar sus contradicciones y contrastes.  La situación se agrava, cuando, en vez de cumplir con su Constitución, con el mentado proyecto descolonizador, prefieren apostar al progreso y desarrollo, enfrentándose a los pueblos indígenas; amplían la frontera agrícola, optan por el extractivismo, depredador y destructor de los ecosistemas. Nos encontramos con un cuadro barroco, donde el discurso es antiimperialista, la “ideología” un collage de fragmentos diversos, las políticas se distribuyen en un monetarismo a ultranza, una estrategia extractivista expansiva, un diletantismo pragmático, y para conservar la legitimidad, despliegan formas clientelares masivas, acompañadas por corrosiones y corrupciones jerárquicas. Se entiende entonces, que la subordinación persista en los llamados gobiernos progresistas.

 

 

 

 

 

 

 

La unidimensionalidad economicista

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La pregunta no es cómo se crece y cómo se desarrolla económicamente; ni siquiera, ya que se pretende que se crece y se desarrolla, acudiendo al indicador del PIB, como indicador de las variaciones estadísticas de la estructura de la producción, ponderada en precios, corroborara la hipótesis del crecimiento y la hipótesis del desarrollo. El PIB es un indicador macroeconómico, que nace en el paradigma del equilibrio y busca medir el equilibrio o el desequilibrio del cuadro macroeconómico de un país. Es un indicador útil, si se quiere, para apuntalar políticas del equilibrio macroeconómico. ¿Por qué se usa este indicador para demostrar el crecimiento, peor aún, el desarrollo? Porque se ha reducido tanto el concepto de crecimiento como el concepto de desarrollo a la linealidad unidimensional numérica y aritmética, despojando a la voluminosa realidad de las otras dimensiones. Porque se quiere medir, pretendiendo, con esto ser efectivos, incluso objetivos. ¿La efectividad se logra con la medida, reduciendo lo que se mide a la dimensión de la medida? La medida, los indicadores, las estadísticas, son como las reglas o los metros que usamos para medir; son instrumentos muy útiles para eso. No se puede convertir a estos instrumentos de la medida en la verdad o en verificadores de la verdad; en este caso, de la verdad del crecimiento, de la verdad del desarrollo.

 

La efectividad solo se puede lograr operando adecuadamente en la materia que se quiere afectar, cambiar, transformar. La operación, es decir, la acción efectuada de una manera técnica, que supone información, además de conocimientos, es una actividad compleja. No puede ser resultado de una lectura, inclusive, de una interpretación de los datos. Las acciones sociales que pueden incidir o ya inciden, de manera efectiva y diseñada, de antemano, en el crecimiento, también en el desarrollo, no son resultado de decisiones derivadas de la lectura e interpretación de los datos. Sino de la coordinación de varias acciones técnicamente diseñadas, incluso incorporando actividades y prácticas, que no lo estén; empero, el conocimiento del funcionamiento espontaneo de estas actividades o prácticas, ayuda, más que a planificar, a incidir efectivamente en el impacto, en este caso, económico. Desde esta perspectiva, podemos comprender el porqué del fracaso, por lo menos, algunas de las razones de por qué fracasan, en gran parte, las políticas económicas. Las políticas económicas se diseñan abstractamente, no solamente reduciendo el mundo al plano de intensidad económico, sino reduciendo este mismo plano de intensidad económico a la unidimensionalidad numérica.  Estas reducciones no son otra cosa que el colmo de la abstracción. La representación, sobre todo si es conceptual, es ya una abstracción; ahora bien, reducir el concepto al dato no es otra cosa que seguir con el vaciamiento de contenidos hasta llegar a la pura forma, en este caso pura forma inaudita unidimensional del número. Para nada se descarta el número, ni la medida, tampoco los datos, así como no se descarta el indicador, mucho menos las estadísticas; todo lo contario, se busca interpretarlos en la propia semiología del dato[101], obteniendo del dato las descripciones posibles de las tendencias numéricas, que expresan medidas de procesos complejos. Para interpretar estos procesos complejos es indispensable conocer las mecánicas y dinámicas inherentes a los mismos. Desconocer estas mecánicas y dinámicas, pretendiendo sustituirlas por las tendencias numéricas, no es más que la muestra grave de una confusión epistemológica. Se confunde medida con concepto, confundiendo la representación de la realidad con la huella y el recorrido de los indicadores.

 

Podemos explicarnos entonces el por qué, por lo menos, algunas de las razones, se considera el crecimiento y el desarrollo como variaciones positivas de indicadores macroeconómicos, interpretando la variación de los indicadores. De esta forma, los ministros de economía llegan a afirmar que hay crecimiento y hay desarrollo, cuando la variación del PIB es positiva.  Una cosa es el análisis y otra cosa es la lectura de un cuadro estadístico. Pretender sustituir el análisis por la lectura monótona del cuadro de indicadores es empobrecer la interpretación económica, por un lado, y la interpretación estadística, por otro lado. Pues la estadística ha sido reducida a la aritmética de los números racionales; peor aún, a la simple lectura de un cuadro económico estadístico.

 

Todo esto, todo lo que hacen los economistas acríticos, funcionales a la metafísica de los datos, empero, reducidos a na simple aritmética, circunscrita a unos cuantos indicadores, es funcional al poder. El poder no requiere de un conocimiento de los procesos inherentes a la realidad, incluso cuando se dan en el recorte de un plano de intensidad, como el relativo al campo económico; sino que requiere de un discurso, pretendidamente “científico”, que avale sus políticas, por más descabelladas que sean. Al poder le interesa armar aparatos de legitimación y de conservación del poder. No importa si las políticas económicas terminan fracasando; lo que importa es convencer a la gente que las políticas funcionan bien, corroboradas por demostraciones estadísticas.

 

Este fetichismo de los datos, que no es culpa de la estadística, sino de los que usan la estadística de una manera tan reductiva y simplona, a pesar de los discursos “teóricos” que la acompañan, es el que sustenta esa demanda de capital de inversión para el desarrollo. Pues como el capital es una cifra, correspondiente a un monto grande de dinero, desde este imaginario unidimensional, lo que se requiere es esta cifra dineraria para avanzar en el desarrollo. El fetichismo de la mercancía, el fetichismo dinerario, el fetichismo del capital, el fetichismo de los datos, forman parte del círculo vicioso de un imaginario unidimensional numérico, que no solo ha reducido el mundo al mundo de las representaciones, sino ha reducido el mundo de las representaciones a la unidimensionalidad numérica. Este círculo vicioso se manifiesta en las políticas económicas, cuyos costos lo pagan los pueblos. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capitalismo andino amazónico e ilusión estadística

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El vicepresidente comenzó la conmemoración del tercer aniversario del “Estado plurinacional” con un discurso teórico, que emite términos como “topología”, geografía homogenizada, poli-centrismo, ciclos largos del Estado; quizás también quiso decir ciclos largos económicos; la estructura argumentativa del discurso ratificó la tesis, lanzada hace unos años, del capitalismo andino amazónico. Tesis guardada rápidamente, dada la discusión y la crítica que suscitó; la tesis fue suplida por la propuesta del socialismo comunitario, que contiene, sin embargo, la misma estructura argumental de la tesis del capitalismo andino amazónico. Al respecto de la pervivencia del capitalismo, hay que recordar que el modo de producción capitalista, contenido en la economía-mundo y el sistema-mundo capitalista, es el gran operador de la homogeneización del espacio, de la reducción de la geografía plural al espacio estriado[102], capturado por el Estado moderno. Como puede verse la homogeneización espacial es una consecuencia de la expansión y mundialización  capitalista.  Persistir en la homogenización del espacio es, en otras palabras, persistir en la desterritorialización capitalista, reterritorializada en el Estado-nación.  Aunque se use metafóricamente el lenguaje matemático de topología,  el estudio  de los espacios abstractos, a partir de su conexidad y compacidad, se está referenciando al espacio homogéneo producido por el capitalismo[103].

El modelo del capitalismo andino amazónico se asienta en un conjunto de vértices, comprendidos como polos de desarrollo. Se divide la geografía política en áreas especializadas, de acuerdo a sus vocaciones territoriales, restringidas a los recursos naturales de la región, según la división del trabajo que requiere este modelo de desarrollo, concebido como una “topología” política y económica. En el discurso se busca distinguir la “topología” del “Estado plurinacional” de las “topologías” de los estados coloniales y republicanos. La diferencia radica en la oposición del poli-centrismo, del espacio correspondiente al “Estado plurinacional”,  respecto del uni-centrismo, del Estado colonial y el Estado republicano. Hay también otra diferencia marcada; las dos civilizaciones pre-coloniales, anteriores a la invasión europea, la andina y la amazónica, lograron, a su modo, homogeneizar el espacio, abarcarlo, desde una perspectiva poli-céntrica. Estas civilizaciones, fueron portadoras de ciencias, tecnologías, saberes agrarios que revolucionaron la producción alimentaria; añadiríamos, manejando el genoma de las plantas, sobre todo de los tubérculos.

Estas dos diferencias históricas, en el pasado y en el presente, plantean un interregno colonial que nos convirtió en dependientes, sometidos al control y al dominio imperialista, dando lugar a una sociedad estructurada a partir de desigualdades. Esta hipótesis interpretativa, histórica y política, concibe al periodo de transición, desde el 2006 hasta la fecha, como etapa de recuperación soberana de la condición plurinacional, que también se dio, en sus propios contextos y temporalidades, en las formaciones administrativas de las civilizaciones andina y amazónica. Esta hipótesis supone una conexión con el pasado pre-colonial; este es el sentido de nombrar lo andino-amazónico como referente y matriz del modelo político y económico del Estado plurinacional. Tal parece, hasta aquí, que la interpretación histórica y política del Estado plurinacional encuentra su matriz en las civilizaciones andinas y amazónicas pre-coloniales. Hasta aquí la hipótesis se parece a otras interpretaciones  histórico-políticas, que critican la dominación buscando su origen en una guerra de conquista[104]. Empero, lo que ya no aparece como crítica a la dominación, lo que se diferencia de las teorías histórico-políticas, es una suerte de apología del capitalismo, en su posible versión local y regional, andina y amazónica.  Lo que es incongruente, en esta interpretación histórica y política, es la concepción capitalista de lo andino amazónico. No sólo por qué es difícil sostener que esas civilizaciones fueron capitalistas. En todo caso, usando todavía el concepto de modo de producción, se puede comprender que se trataba de otros modos de producción, diferentes al modo de producción capitalista. En este caso, no podría haber una re-conexión con los “modelos económicos” andinos y amazónicos; en contraste, en desconexión mas bien,  la transición todavía experimentaría el condicionamiento capitalista del sistema-mundo. Es notorio que, si bien, el capitalismo andino-amazónico no se lo menciona en el discurso, es, sin embargo, el contenido de la tesis topológica poli-céntrica del Estado integral.

Entonces la hipótesis interpretativa histórica y política adolece de esta incongruencia conceptual, respecto a la mantención de un modelo de desarrollo que sigue siendo capitalista. Está claro que no se puede caracterizar de capitalistas a las civilizaciones andinas y amazónicas; sin embargo, ¿se puede seguir manteniendo esta estructura económica acumulativa, de valor abstracto, en la transición del Estado plurinacional? Ante esta pregunta, hay dos respuestas alternativas posibles; una, que sostenga que en la transición no se puede hacer otra cosa que ir transitando bajo los condicionamientos del sistema-mundo capitalista, empero creando condiciones para superar esta marco capitalista. La otra respuesta, es la que propone como estrategia una variante de este modelo de desarrollo capitalista; por lo tanto, se define este modelo como horizonte histórico, aunque no se lo mencione, empero se lo muestra en toda la estructura argumentativa y propositiva estratégica. Es esta segunda opción la que aparece en el discurso “topológico” poli-céntrico, que interpreta el mismo modelo de desarrollo capitalista con otros términos y una perspectiva espacial matemática. No es esta última la mayor incongruencia de la interpretación histórica y política en cuestión; pues la mayor parece ser la de referirse a las civilizaciones andinas y amazónicas desde la perspectiva de la experiencia del capitalismo y la modernidad, como si el capitalismo hiciera inteligibles estas sociedades antiguas[105]. La otra incongruencia, la de una transición capitalista, es problemática políticamente. Pues, si se emerge de luchas sociales anti-neoliberales, anti-coloniales, que son, por el contenido social y cultural de las movilizaciones, anti-capitalistas, no se puede persistir como objetivo estratégico en un modelo de desarrollo que supone el modo de producción capitalista. En todo caso, se puede decir que en la transición se debe tener en cuenta el condicionamiento del sistema-mundo y la economía-mundo capitalista, en el que estamos insertos, empero, no se puede, consecuentemente, proponer un modelo de económico alternativo que suponga la acumulación capitalista. Aunque no se la mencione como tal, por su nombre, los vértices del modelo de desarrollo, los polos de desarrollo, no son otra cosa que ejes del capitalismo periférico, a pesar que se intente insistir en éstos provisionalmente para salir de la dependencia, a través de la industrialización y la soberanía alimentaria. Una transición tiene que ser transformadora respecto a los condicionamientos del capitalismo, una transición no puede llegar a ser transformadora si se repite el modelo de desarrollo capitalista. No se puede reducir a las regiones y a los territorios de acuerdo a su vocación en recursos naturales, configurar una división del trabajo más eficiente y abarcadora, que al final de cuentas está destinada a la exportación de materias primas. No se puede apuntar a la expansión y al crecimiento económico mediante este modelo de desarrollo, basado en las vocaciones territoriales para su explotación, que no puede ser otro que la explotación del capital, que es el que se alimenta con estas materias primas en sus procesos de producción. La industrialización no transforma el modelo extractivista sólo por el hecho de su mayor participación en la estructura económica; mientras la estructura económica esté articulada a la demanda de la acumulación capitalista a escala mundial sigue siendo un modelo extractivista, pues la matriz del mismo siguen siendo la explotación de los recursos naturales, reducidos a objetos de la transformación y acumulación capitalista.

El discurso “topológico” poli-céntrico no es más que otra versión de la misma tesis del capitalismo andino amazónico. De todas maneras, llama la atención que se vuelva a insistir en el contenido de esta tesis con un discurso ya no del socialismo comunitario, sino “topológico”. Lo que se nota es una preocupación por explicar  mejor lo que se está haciendo, por adecuar mejor su justificación a la Constitución, por mostrar que no se ha abandonado el proceso y el proyecto. Hay como un atisbo a reflexionar sobre el proceso, cosa que no necesariamente ocurría antes, en discursos anteriores, cuando parecía mostrarse una reiteración afirmativa de lo que se hacía. Estas pequeñas variaciones, estos desplazamientos imperceptibles en el discurso, pueden mostrar ciertos cambios en la condición subjetiva, no sólo de los gobernantes, sino también en la relación intersubjetiva entre gobernantes y pueblo.

El segundo discurso, esta vez más largo, pronunciado como informe del residente, es mas bien descriptivo. Aparece como balance económico. El segundo discurso entonces corresponde al de la exposición económica; una larga disertación sobre los logros del gobierno en sus dos gestiones, comparando el contraste entre los alcances económicos de los gobiernos anteriores y el gobierno popular. Lo que se muestra es el crecimiento de las cifras, en cuadros y en histogramas. La diferencia es notoria en la variación positiva del PIB del país, en el crecimiento abultado de las reservas internacionales, también en los PIB departamentales, en los ingresos del Estado, del Tesoro General del Estado, en el ingreso de las gobernaciones, municipios y universidades. También se describen los avances en las exportaciones. Del mismo modo se muestran los datos de la inversión; se hace notar que es importante el monto de la inversión, como no ocurrió nunca antes; esta inversión está destinada a la producción, a la industrialización, al incremento del valor agregado. También se muestran los montos destinados a los bonos sociales, su impacto en número de beneficiarios. Se presentan indicadores que muestran la reducción de la pobreza extrema, interpretada por el gobierno como avances en la meta del milenio, en paralelo al fenómeno de la movilización social, con el crecimiento de la clase media y su disponibilidad dineraria. Como se podrá ver, este panorama es la mejor propaganda de los cambios habidos en el proceso. Sin embargo, hay dos explicaciones para todo este llamado crecimiento económico; primero, obviamente la nacionalización de los hidrocarburos modifica la estructura de ingresos del Estado, mejorándolos notablemente. Ingresos que se van a repartir en todas las instancias administrativas del país, gobierno central, gobernaciones, municipios y universidades, además del ejército, la policía y el sistema educativo. La otra explicación tiene que ver con la subida sostenida de los precios de las materias primas en el mercado internacional. Los ingresos del Estado son mayores; para que ocurra esto no se necesitaba mucha genialidad económica,  bastaba con beneficiarse de la alta temporada de altos precios para los recursos naturales. Entonces estamos ante un incremento de cifras, al que no se puede reconocer como crecimiento estructural de la economía. No se puede caer en el fetichismo de las cifras. El problema es que la estructura económica sigue siendo la misma, la preponderancia expansiva del modelo extractivista, el perfil dominante de un Estado rentista. Las cifras han crecido, empero no se ha transformado la estructura económica. De este crecimiento económico cuantitativo, los mayores beneficiarios fueron los bancos, por lo tanto, su lógica especulativa financiera salió beneficiada. También la empresa privada se beneficia con este “crecimiento económico”, el Estado tiene más para gastar, aunque muchas veces no ejecuta su propio presupuesto. Hay más grasa, pero el cuerpo sigue siendo enfermo; hablamos de una economía dependiente[106].

En lo que respecta a las inversiones, también se sufre de un fetichismo de las cifras; se cree que por el sólo hecho de destinar montos a la inversión, ésta se realiza materialmente, como arte de magia[107]. Si las condiciones para la realización material, la transformación productiva, no están dadas, estas inversiones no son ejecutadas o se pierden en gastos insulsos, hasta en desvíos corruptos. La experiencia del fracaso del proyecto siderúrgico, en el caso del Mutún, es categórico. El engaño de la empresa de producción del carbonato de litio, la Planta de Carbonato de Litio, inaugurada siete veces, con montajes y desmontajes de la planta, equipada y desmantelada con materiales y equipos alquilados, a pesar de los montos destinados a la construcción de la planta; además del fraude de la compra de carbonato de litio en Chile, que se le presentó al presidente como si fuese hecha en la planta; acompañando esta historia con otras tramoyas, con simulaciones de que se está vaporizando la sal, cuando se ha echado alcohol en las piscinas, para que esto parezca ocurrir. Sumándose a esto el conflicto con los coreanos, quienes se llevaron una cantidad grande de salmuera para experimentos científicos, sin permiso del Congreso; experimentos que terminaron con descubrimientos de nuevas tecnologías, que no la comparten con Bolivia, y mas bien quisieron cobrarle como parte del contrato[108]. Todas estas anomalías muestran la cruda realidad. Se puede constatar entonces que, efectivamente, no se efectúa una real transformación de la matriz productiva; hablamos de fracasos y de bluff. Si a esto le sumamos las incursiones en la petroquímica, la Planta de Amoniaco y Urea que se la proyecta instalar en el Chapare y no en Puerto Suarez, donde parece que es aconsejable, por la proximidad de la fuente de gas y del mercado. Planta que se instalaría en tierras regaladas por el Estado a campesinos, que ahora serían indemnizados por una rara confiscación de las tierras.

Como se puede ver, estamos ante un panorama nada alegador en lo que respecta a los proyectos industriales estratégicos. La instalación de plantas separadoras de gas, que no corresponden exactamente a procesos de industrialización, como hace creer el gobierno, pasaron por historias de escándalos de corrupción, sobre-precios, que hasta ahora no se han aclarado. Siguiendo con las tristes historias, las inversiones menores en empresas industriales estatales como PAPELBOL, CARTONBOL, LACTEOSBOL, no lograron parar empresas industriales tal como se proyectaron. Unas están estáticas, otras están muy lejos de llegar a ser empresas que puedan funcionar por sí mismas. Ante esta realidad, el discurso de las inversiones cae por su propio peso. La única empresa pública que parece haber funcionado es EMAPA, pero no en los marcos que ha sido constituida, que es la de producción de alimentos, sino en marcos más estrechos, circunscrita al acopio de productos, con el objeto de controlar y nivelar los precios, distribuyendo, además, en los pequeños y medianos productores, insumos para la agricultura. En este panorama gris, esperemos que la empresa estatal de la castaña, Empresa Boliviana de Almendra y Derivados (EBA),  pueda cumplir su papel; apoyar a las comunidades, a las cooperativas, a las trabajadoras castañeras, rompiendo el monopolio privado de la castaña, donde Bolivia es el principal exportador mundial.

YPPF y COMIBOL son indudablemente las dos más grandes empresas estatales estratégicas, que captan la mayor parte de los recursos de la estructura económica del país; sin embargo, no hay que olvidar que estas empresas existen desde los años de la revolución nacional (1952-1964). También se puede citar a ENTEL, la empresa estatal de telecomunicaciones nacionalizada, así también a otras empresas nacionalizadas, en el rubro de los hidrocarburos, así como recientemente la empresa nacionalizada de servicio y distribución de energía eléctrica. Todo este conjunto de grandes empresas ya existía, no se pueden mostrar como parte de la transformación de la matriz productiva. Para que se pueda hablar de este cambio es menester la creación de nuevas empresas estratégicas de gran alcance e impacto, de tal forma que logren modificar el perfil de la estructura económica.

El fetichismo de las cifras no sustituye a la realidad; no se puede confundir el crecimiento cuantitativo con el crecimiento cualitativo, que es el real. No se puede tomar en serio los montos destinados a la inversión, si no se cumplen con las condiciones de posibilidad para su realización material. No se puede vivir de propagandas y de informes positivos, que enorgullecen al presidente, al vicepresidente y al ministro de economía. La necesidad de las transformaciones estructurales e institucionales en la economía requiere de transformaciones materiales, de condiciones objetivas y subjetivas, de transferencia de tecnologías y formación científica.

La arcas del Estado han crecido, ni duda cabe; esto no está en discusión. El problema es que no se trabaja en la creación de condiciones de posibilidad material y subjetiva para la transformación de la matriz productiva. Se prefiere apostar al fetichismo de las cifras, experimentando en la imaginación la transformación productiva y el soñado “desarrollo”. El problema del gobierno popular es su concepción monetarista de la economía. Un gobierno popular, colocado en la transición que debe ser transformadora, no puede proyectar políticas económicas transformadoras desde una concepción económica conservadora, como el monetarismo. Sin embargo, es a esta eficiencia a la que apuesta el gobierno, a la eficacia de las cifras. El gobierno que tiene que responder a la Constitución, a la Organización Económica del Estado, debería desarrollar una concepción materialista y dinámica de la economía, apostando a la movilización productiva generalizada, inyectando inversión en los sectores productivos comunitarios, empresariales, sociales, incluso cooperativas, garantizando que se cumpla con el estatuto social de la cooperativa. Obviamente, la inversión en las empresas estatales es estratégica, para que esta inversión sea estructural, es indispensable una transformación radical de la llamada empresa pública; desburocratizándola, convirtiéndola en una institución de ingeniería productiva, compuesta por científicos, profesionales y obreros altamente calificados. Puede ser que para dar estos pasos se requiere de un macro operador de planificación integral y participativa, con enfoque territorial, como establece la Constitución. En contraste, el gobierno ha optado por desmantelar el Ministerio de Planificación para el Desarrollo, reduciéndolo a la mínima expresión. La planificación quedó reducida al núcleo estrecho de clarividentes que definen las políticas públicas. Por otra parte, siguiendo con las condiciones de posibilidad institucionales, para una planificación integral y participativa se necesitaba urgentemente de un censo científico, que cuente con una actualización cartográfica, antes de realizarse, incorporando variables para la construcción de indicadores específicos y diferenciales, útiles para la planificación participativa y las políticas públicas. En discrepancia, el gobierno ha preferido seguir con un censo que no contaba con la actualización cartográfica, cuya boleta ha sido desarmada, sin cumplir con las preguntas de la comparación internacional, que es un requisito, menos introducir preguntas para indicadores específicos y diferenciales. La pregunta que se mantuvo es la de opción de auto-identificación con algún pueblo indígena; pegunta de opinión, que requería otros soportes y controles, que tampoco se introdujeron. En otras palabras, nos quedamos sin soga ni cabra. El gobierno quiere cubrir estas abismales falencias con propaganda. Si el censo no es científico, está mal implementado, no cuenta con el requisito básico de la actualización cartográfica, no se puede esperar alguna utilidad apreciable de sus resultados.

El gobierno vive una ficción estadística, quiere que también el pueblo viva de esta ficción; sin embargo, esto no es posible. Los gobernantes pueden darse el lujo de alimentar el imaginario de una economía en crecimiento, de manera diferente, el pueblo, que se encuentra en otros planos, en los planos donde experimenta la evidencia cualitativa de las dinámicas sociales y económicas, de sus procesos recurrentes, no llega a entusiasmarse con cuadros e histogramas.

Como dijimos al principio, llama la atención el atisbo de reflexión y elaboración discursiva sobre el proceso, una especie de desplazamiento de retoma en el discurso de preocupaciones emancipatorias. Se introducen términos como de la madre tierra,  el vivir bien, se critica al capitalismo, a la dependencia de los mercados, al dominio del capital financiero, se alude a la necesidad de respetar a la madre tierra y estar en armonía con ella, por lo tanto de diseñar un desarrollo que equilibre “progreso” y respeto de los derechos de la madre tierra. Al respecto, algo que ya deberíamos haber aprendido de la enunciación discursiva es que la introducción de estos términos no garantiza una concepción no-desarrollista, no-extractivista, no-depredadora. Puede darse un discurso que incorporé estos términos, pertenecientes a otras concepciones, por ejemplo, a las cosmovisiones indígenas, pero, se lo hace, para colonizar estas concepciones, adecuándolas a una ideología modernista. Incluso, puede esperarse que los que emiten el discurso creen que logran equilibrar tendencias contradictorias, la indígena y la moderna, la desarrollista y la ecológica; pero, no puede obviarse que las prácticas discursivas no garantizan su deducción en prácticas no-discursivas, en este caso, en la efectuación de políticas y prácticas que logren armonizar y equilibrar tendencias efectivas, de evidente contraste. Los gobernantes creen que por que hablan de madre tierra se respetan sus derechos, consagrados en la Constitución, creen porque por que hablan del vivir bien, ya se encaminan en este horizonte y expresan esta perspectiva. Nada se resuelve en el discurso, salvo su propio desplazamiento y emisión, muchas veces contradictorio. Si el gobierno se mantiene en el modelo extractivista, nada ha cambiado, sigue una política económica depredadora.

Es anecdótico, que en el mismo discurso el gobierno se traicione, termine develando sus ocultas intenciones; el presidente ha dicho que va erradicar la extrema pobreza del TIPNIS, y esa tarea se encargará al ministro de la presidencia. Ese es el respeto a los derechos de la madre tierra y a los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios. El presidente ha dicho que el gobierno ha sido exageradamente democrático - ¿cómo se puede ser exageradamente democrático? -, que ha hecho la consulta en el TIPNIS, cuando no le correspondía, pues se trata de una carretera y no de temas administrativos y fiscales que afecten a los pueblos indígenas. Ha dicho que ha consultado a las comunidades del TIPNIS, las que de acuerdo al informe oficial, han aceptado la suspensión de la intangibilidad, interpretada por el gobierno como aceptación de la construcción de la carretera. El presidente ha recurrido, en su argumentación, a una consulta que no es consulta, que no cumple con la estructura normativa y conceptual de la consulta con consentimiento, previa, libre e informada. Ha dado cifras de preguntas hechas a familias, no a comunidades, mostrando forzadamente que la mayoría del TIPNIS ha aceptado la construcción de la carretera. Una vez conocido el informe del gobierno, se ha visto al detalle todas sus falencias; se sabe ya lo que significan sus cifras. También se sabe que de ahí, del informe de la consulta, a pesar de que solamente son familias y no comunidades las que respondieron, no se puede deducir la construcción de la carretera. Sin embargo, el gobierno persiste en una interpretación insostenible. También se conoce el informe de Defensoría del Pueblo, así como el informe de la comisión verificadora de la consulta, compuesta por Derechos Humanos, la iglesia católica y una oficina interamericana, informes que arrojan lucen de la violencia sistemática, la violación de derechos fundamentales, la manipulación grotesca de la consulta gubernamental. Hasta se dio el caso del rapto de una familia de Gundonovia, que fue trasladada a Trinidad, a un cuartel donde fue adoctrinada, para posteriormente hacerle la consulta en una hacienda. Sin embargo, el presidente persiste en seguir utilizando como argumentos estos mecanismos alterados.

Como se puede ver, se sigue optando por la persistencia de la fuerza, de las demostraciones de fuerza, en el uso ilegitimo de la mayoría congresal, a pesar de la evidencia de los crasos errores, el deterioro alarmante, la expansión de la corrupción y las derrotas electorales, en la elección de magistrados y en el departamento del Beni. Tal pareciera, que el gobierno ha llegado a un lugar de la curva del tiempo político del que ya no se puede retroceder. Ya está atrapado en una lógica de poder que se desencadena indeteniblemente. El gobierno no va optar por una evaluación crítica de lo que ha pasado en los ocho años de gestión, no se le ocurre revisar su comportamiento político, tampoco piensa contrastar lo que efectivamente hace respecto de lo que establece la Constitución. Esto ya no va ocurrir, el caballo de los acontecimientos ya está desbocado.

Lo que ha ocurrido en la conmemoración del aniversario del llamado “Estado plurinacional”, que no es otra cosa que el mismo Estado-nación, solo que folklorizado, pues no se han efectuado las transformaciones estructurales e institucionales, que sostengan la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico, es una clara manifestación de lo que ocurre. Se moviliza un auditorio popular, se traen organizaciones, que ya no acuden espontáneamente, se arma un desfile cívico y militar, repitiendo lo que se hizo años atrás; solo que ahora, ya no se nota el entusiasmo, como al principio de la primera gestión de gobierno. Se trata de una “movilización” formal, armada por el mismo gobierno; estamos lejos de las convocatorias a la movilización para profundizar el proceso. Estos actos se han convertido en una inercia repetitiva. Por otra parte, se tiene al verdadero público de los discursos, los diputados y senadores de la Asamblea Legislativa, quienes sí aplaudieron los discursos del vicepresidente y del presidente. El público que asistió a la Plaza, fuera de las organizaciones que desfilaron,  fue por los festejos, la presentación de los conjuntos musicales. Fue a divertirse. Por último, tenemos a los propios miembros del gobierno, quienes no son público, sino actores de las políticas públicas que estaban contempladas en el informe del presidente. En este estrato privilegiado están los mandatarios, quienes dieron los discursos. Habría que preguntarse: ¿A quiénes se dirigen? ¿Quiénes son sus interlocutores? ¿El pueblo boliviano? ¿Cuántos del pueblo realmente vieron y escucharon los discursos? Ya no ocurre como antes, al principio de la primera gestión, cuando la gran mayoría estaba atenta a lo que decía el presidente. La gran mayoría se sentía comprometida con el proceso. Ahora, en cambio, se siente desplazada por los funcionarios, los políticos profesionales, los gobernantes, que siempre tienen la razón, no escuchan, todo el rato se justifican y explican asombrosamente sus errores más garrafales. A propósito, una figura exagerada puede mostrarnos lo que patéticamente parece ocurrir: Los oradores se dirigen a su propio espejo; se miran a sí mismos en la épica estadística de sus grandes logros. También se miran a sí mismo en el espacio “topológico” de una trama donde aparecen como los héroes incomprendidos.                      

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué es el capitalismo?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Se puede decir que desde el siglo XVII se habla de economía como del referente primordial, que caracteriza a la realidad social. Los historiadores de la modernidad, también, de manera, mas bien, circunscrita, los historiadores del capitalismo, así como cierta temática de estudios, que podemos identificar como de una sociología del capitalismo, encuentran en este periodo, si no es un poco antes o un poco después, lo que se viene en llamar la autonomización de la economía; si se quiere, en un lenguaje, posterior, de la sociología más contemporánea, la conformación del campo económico. Esto es importante, pues la economía se vuelve una realidad, incluso determinante, para algunas teorías.  Otras teorías van más lejos, llegan a concebirlo incluso como la realidad misma, no tanto por los primeros economistas, que le otorgaban un carácter natural, sino por considerarla la gran reguladora, por excelencia; primero, como mercado; después, como competencia.

 

Aunque las corrientes económicas, es decir, de las teorías económicas, se lleguen a confrontar, todas se refieren al referente de la economía, como campo, como realidad, como estructura determinante, como reguladora, como racionalidad. Entonces, para todos ellos, la economía existe como campo, como autonomía, casi absoluta, si no lo es ya, como referente primordial. A partir de esta consideración o premisa, se concibe un mundo jerarquizado, donde la economía es la base o, en su caso, es la red o tejido que cohesiona a la sociedad. Puede, como interpreta Michel Foucault, que los teóricos neoliberales, de la escuela austriaca y alemana, conciban una vinculación indisociable institucional entre el derecho y la economía[109]; sin embargo, aunque sea así, aunque se tenga una concepción institucional del capitalismo o de los capitalismos, dependiendo si se trata de la teoría de la acumulación o de la teoría de la competencia, de todas maneras, esta concepción de economía compuesta con lo jurídico, viene a ser también una dimensión jerárquica en un mundo estratificado. Se puede decir que el debate más importante, que se desata en las ciencias sociales, es éste, sobre la economía. No solo sobre sus condiciones, sus características, su estructura, su funcionamiento, sino también sobre sus interpretaciones teóricas, así como después, sobre el gobierno apropiado para desarrollar la economía.

 

En relación a la última temática, el debate más conocido se da entre socialistas y liberales, esquematizando al extremo la discusión, sobre cuál es el gobierno más adecuado para desarrollar la economía en beneficio de la sociedad. Siguiendo con la reducción, los socialistas, saltando sus diferencias, de posiciones y corrientes, proponen formas de gobierno que corrijan o emenden las destrucciones que ocasiona la economía capitalista en la sociedad. En tanto que los liberales, proponen límites al Estado, de tal manera, que, en lo que respecta al mercado, deje hacer y deje pasar, no se meta. Más tarde, los neoliberales, mas bien, proponen un Estado regulador, incluso, se puede decir, un Estado interventor, que intervenga, no en la economía, que es regulada por la competencia, sino intervención en las condiciones de posibilidad sociales para garantizan la competencia.

 

Aunque no es  correcto decirlo, diremos bloques teóricos enfrentados, estos bloques opuestos, pues son corrientes teóricas y políticas, que incluso, a veces, algunas de ellas, se cruzan y mezclan, comparten el referente, el de la economía, se lo nombre como capitalismo o capitalismos. Ahora, no nos interesa abordar sus diferentes explicaciones conceptuales; lo hicimos antes[110]. Nos interesa constatar que estos bloques opuestos, antagónicos, comparten el referente, que, para ellos, es prácticamente la realidad, con todas las diferentes cosmovisiones que puedan tener. Se puede decir, entonces, que construyen su concepción del mundo a partir de la realidad económica, por más diferentes maneras que conciban a la economía, incluso en el caso de que deje de ser baseestructura, o tejido primordial, incluso en el caso que se relativice su incidencia en la realidad social. Lo cierto, para ellos, los bloques encontrados, es que las claves interpretativas de la realidad social se encuentran en la economía, aunque en algunas pocas versiones, la economía deje de ser determinante, en sentido determinista.

 

Esto es lo que queríamos anotar. Ambos bloques antagónicos comparten el referente; es más, se disputan el referente, la explicación del referente, la intervención o incidencia en el referente. Estamos no solo ante una episteme moderna, a la que pertenecen estos bloques, sino ante una formación epistemológica que tiene su substrato en la economía o cree tenerlo. Si bien, estos bloques, se enfrentan teóricamente, “ideológicamente, políticamente, además, con formas de gobierno opuestas, lo que no se puede obviar es que forman parte de una formación de pensamiento, cuya enunciación fundamental nace en visualización de la economía. Si disputan es porque comparten algo, el referente primordial; incluso podríamos decir, porque disputan el excedente. Para distribuirlo de una determinada manera, de acuerdo a su enfoque, ya sea para ahondar la competencia, que viene a ser como el motor de la economía, o para igualar las condiciones desiguales de la sociedad, corrigiendo y enmendando las destrucciones que provoca la economía capitalista

 

Se trata de una formación de pensamiento que reduce la vida social a la economía, es decir, si se quiere, a la producción, distribución y consumo, para no decir al mercado, a la competencia, al equivalente general. Ahora, que ingresamos a la episteme compleja[111], relativa al pensamiento de la complejidad, esta formación de pensamiento economicista nos resulta harto reductiva. Desde la perspectiva de la complejidad no se puede concebir campos autónomos o autonomizados; estas son abstracciones metodológicas. La realidad, sinónimo de complejidad, conforma tejidos espacio-temporales-territoriales-sociales. Estos espacios-tiempos comprenden entrelazamientos abigarrados en constante movimiento. Se trata de comprender las dinámicas integrales de estos tejidos espacio-temporales, la sinfonía de estas cuerdas materiales[112].

 

En Crítica de la economía política generalizada, concebimos la dinámica simultánea e integral de múltiples planos y espesores de intensidad entrelazados. No hay pues un plano de intensidad económica aislado, autonomizado, que pueda explicarse por sí mismo. Sino que este plano de intensidad económica es, a su vez, la intersección articulada de múltiples planos y espesores de intensidad del espacio-tiempo-social. Por eso, dijimos que posiblemente, de manera apropiada, no se podría hablar de capitalismo, pues resulta este concepto reductivo, correspondiente el pensamiento economicista; en todo caso, tendríamos que recurrir a la configuración de un concepto complejo, que configure las estructuras de poder generalizantes de distintas y plurales economías políticas, que disocian lo concreto de lo abstracto, en sus distintas singularidades, en el marco de los esquematismos dualesvalorizando lo abstracto y desvalorizando lo concreto. Se habría instaurado en los imaginarios sociales institucionalizados la fetichización generalizada de estas economías políticas. Por lo tanto, asistimos a una “ideologización” expansiva y generalizante en las sociedades modernas, con clave heterogénea, desvalorizando, imaginaria e institucionalmente, desde distintos campos, niveles, planos, construidos artificialmente, de manera abstracta, por la razón fantasma, la vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La inclinación “progresista” por el capitalismo verde

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Haciendo un poco de historia, transcribimos lo que redactamos en Figuraciones hacia el Vivir  Bien:

Las iniciativas de las naciones unidas frente a lo que llama eufemísticamente cambio climático comenzó en Bali, el 2007, con la Cumbre de la ONU sobre el cambio climático (COP 13); esta Cumbre abrió el camino hacia la Cumbre del Clima de Copenhague 2009 (COP15), a través de la Cumbre de Poznan 2008 (COP14). En la Cumbre del Clima se tenía que negociar la continuación del Protocolo de Kyoto, que vence el 2012, empero por la intransigencia o reticencia de los países más contaminantes del planeta, entre los que se encuentra Estados Unidos de Norte América, fracasa la negociación de la COP 15, que es considerada por algunos especialistas una de las últimas oportunidades para evitar una catástrofe planetaria. Después vino la Cumbre de México, que se efectúo en Cancún (COP 16), donde de alguna manera se vuelve a repetir la misma situación, el boicot de los países industrializados y responsables mayores de la contaminación; aunque esta vez se llega a firmar una resolución por mayoría, no por consenso, pues la posición de Bolivia queda al margen. La resolución tiene que ver con un fondo mundial de reforestación, de la cual participan los estados con el objeto de reforestar los territorios afectados, con lo que se termina de mercantilizar la restauración, reposición y compensación de daños, cooptando a los países afectados a la estrategia del capitalismo verde[113].

 

Las Cumbres mundiales sobre temas tan importantes como el medio ambiente y el cambio climático, han resultado encuentros burocráticos, hegemonizados por los llamados países desarrollados y por los emergentes BRICs. Después de la Cumbre de Kyoto, conocido como Protocolo de Kyoto, también como Cumbre del Clima,  donde los países se comprometieron a bajar sus emisiones de gas de efecto invernadero, no hubo avances, sino más bien retrocesos. Bolivia jugó un papel importante en la Cumbre de Copenhague de 2009 (COP15), cuando se enfrentó al discurso dominante, que justificaba la no ratificación del compromiso de Kyoto, con argumentos burocráticos y haciendo gala de un doble discurso.  Fue cuando el presidente de Bolivia habló ante cien mil activistas y convocó a los pueblos y movimientos a realizar una anti-cumbre, una Conferencia Mundial sobre el Cambio Climático y Defensa de la Madre Tierra (CMPCC). Conferencia que se llevó a cabo en Tiquipaya-Cochabamba; la misma que sacó resoluciones avanzadas en defensa de la madre tierra. En la Cumbre de Cancún (COP 16), la posición boliviana, contra el capitalismo verde, contra la venta de carbono, quedó solitaria, abandonada por los países del Alba, que firmaron las resoluciones de Tiquipaya. Después la política boliviana al respecto, en la práctica, siguió el curso que tomaron los países del Alba, la opción, aunque camuflada, del capitalismo verde.

En Cancún los países del Alba no vieron viable la posición boliviana, optaron por un camino pragmático; prefirieron acceder a los fondos de compensación por no talar bosques. Esta posición de los gobiernos “progresistas” condice con su apego al modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. No resultaría esto contrastante con la opción del gobierno boliviano, también inclinado a expandir y profundizar el extractivismo minero, hidrocarburífero y de la ampliación de la frontera agrícola. Sin embargo, el gobierno boliviano, por lo menos en lo que respecta a los foros internacionales, mantuvo una posición de defensa de la madre tierra, por exigir a los países desarrollados ratificar el compromiso de Kyoto de bajar las emisiones de gas, incluso en las resoluciones de Tiquipaya de bajar en un 50% estas emisiones. Posteriormente a Cancún, con la salida de Pablo Solón, quien llevaba adelante esta política, la posición boliviana se debilitó y retrocedió en toda la línea. Claro está, que discursivamente, se esfuerzan en mantenerlas apariencias.

En la COP19, llevada a cabo en Varsovia, los países desarrollados y los BRICs volvieron a hegemonizar las resoluciones. Es más, eludieron los temas principales pendientes. Las expectativas eran que, por lo menos, las partes involucradas, particularmente los países desarrollados, formulen compromisos serios de reducciones de emisiones, medibles reportables y verificables. Teniendo en cuenta responsabilidades comunes, aunque diferenciadas, además de tomar en cuenta las responsabilidades contraídas históricamente, como deuda ambiental y colonial. Por otra parte, se esperaba que los países desarrollados se fijen operativamente obligaciones para el traspaso de financiamiento público. Con el objetivo de lograr los 100 mil millones de dólares anuales para el 2020, haciendo posible las acciones de mitigación y adaptación. Particularmente en los países llamados “en desarrollo”. Se esperaba también el diseño de un sistema de mecanismo de daños y pérdidas para atender a las poblaciones afectadas por desastres climáticos, comenzando a cubrir los requerimientos de los países más pobres. Aclarando los compromisos de financiamiento[114].

Las expectativas quedaron nuevamente frustradas. Los “países desarrollados” volvieron a obstaculizar el avance sobre de estos temas pendientes. De manera distinta, en contraste, lo que se ha efectivizado es la apertura al financiamiento privado, en el marco del capitalismo verde. El compromiso de Kyoto quedó en el olvido; en vez de su ratificación, cada vez más suspendida, se minimizaron los compromisos, alargando indefinidamente la permanencia de la peligrosa emisión de gases de efecto invernadero.

La posición boliviana no dejó de ser declarativa, empero débil, sin mayores consecuencias. La fuerza interpeladora volvió a radicar en la “cumbre” paralela de la sociedad, que en las calles, volvió a hacer patente la hipocresía de Naciones Unidas. A propósito, en un artículo de balance de la COP19, Martín Vilela, escribe:

Bajo las actuales reglas de negociación, con el restringido mecanismo de participación social, y los intereses nacionales de crecimiento económico como prioridad será imposible lograr un acuerdo, por esto es muy alentador que una gran alianza de la sociedad civil ha logrado hacer temblar las salas de negociación, explicando que no serán cómplices del crimen que se está cometiendo en este escenario de negociación y que exige que se tomen acciones urgentes y necesarias[115].


Se puede colegir, teniendo en cuenta la historia frustrante de las Cumbres mundiales, que no se puede esperar mucho de estas Cumbres burocráticas, que forman parte del orden mundial. La esperanza no está ahí, espacio institucional del imperio, que forma parte de los escenarios de legitimación de la dominación mundial, sino en los pueblos, en la lucha de los pueblos, en una alianza de los pueblos en defensa de la madre tierra y de la vida, en contra del capitalismo, financiero y verde, extractivista y de despojamiento y desposesión.

 

 

Potencia social o poder

 

Gobernanza mundial de los pueblos o Estado de excepción mundial

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Presentamos un ensayo, que podríamos llamar de coyuntura, compuesto por un análisis de coyuntura y tres tesis genealógicas. El análisis de coyuntura parte de los casos Julian Assange y Edward Joseph Snowden, además, en este contexto, de la clausura del espacio aéreo europeo al avión presidencial de Evo Morales Ayma, a su retorno de Moscú. Se analizan los hechos como síntomas de la transformación de la dominación mundial, de los diagramas de poder en el sistema-mundo capitalista. La primera tesis anuncia la muerte de la forma Estado-nación y la conformación de un Estado mundial de excepción prolongado; la segunda tesis propone la expansión del diagrama de poder del control en forma global e integrada, el biopoder globalizado; y la tercera tesis apuesta a la liberación de la potencia social como alternativa al poder, a los diagramas de poder, a los agenciamientos de poder, que son las instituciones que sostienen el Estado.

 

 

Ultra-burguesía y Estado de excepción mundial

Clausura del espacio aéreo y de las soberanías

Lo ocurrido recientemente, durante el regreso del presidente Evo Morales de Moscú, donde se realizó la  II Cumbre de Países Exportadores de Gas (GECF), es insólito. Los gobiernos de Francia y Portugal decidieron cerrar su espacio aéreo al avión del presidente boliviano, en tanto que el gobierno español dijo que se permitía el aterrizaje si es que se dejaba revisar el avión. Se supo que lo que se hacía, esta intervención de los países europeos, era porque se sospechaba que el avión trasladaba al joven Edward Joseph Snowden, perseguido por el gobierno estadounidense, acusado de filtrar información “secreta” de Estado, quien se encuentra en el limbo del aeropuerto de Moscú, sin poder acceder ni al asilo ni al tránsito. El gobierno de la Federación Rusa estableció que no podía dar asilo si es que Edward Joseph Snowden no se comprometía a no difundir la información cuestionada. Todo esto acontecía cuando el avión del presidente se encontraba en pleno vuelo. Ante las gestiones apuradas de la Cancillería boliviana, el avión del presidente pudo aterrizar en Viena dónde todavía se encontraba hasta la madrugada de 3 de julio. El gobierno de Austria notificó que Edward Joseph Snowden no se hallaba en el avión, como se había sospechado. Se dice que por fin, recientemente, Francia dio su consentimiento para el aterrizaje y el reabastecimiento del avión. Sin embargo, antes, el gobierno español expresó que permitía el aterrizaje y el reabastecimiento del avión en las islas Canarias, hacia donde finalmente se dirigió el vuelo oficial. Ante semejantes hechos violatorios de la soberanía boliviana, el vicepresidente de Bolivia se pronunció, dijo que este era un virtual secuestro imperialista del presidente boliviano. Los países del ALBA protestaron ante esta vulneración de los derechos internacionales, apoyando al presidente de Bolivia y al pueblo boliviano. Se espera un pronunciamiento de UNASUR, así como de la OEA. El Partido Comunista de Chile denunció la agresión y expresó también su apoyo al gobierno y al pueblo boliviano. Como se puede ver, esta sucesión de hechos muestra una flagrante violación del derecho internacional y un claro atentado a la soberanía boliviana. Se observa la intervención del gobierno estadounidense y la complicidad de los países europeos, incluyendo al gobierno “socialista” de Francia. El argumento de que se sospechaba que Edward Joseph Snowden se encontraba en el avión presidencial no justifica, de ninguna manera, este torpe y desproporcionado  procedimiento de clausura del espacio aéreo por parte de los gobiernos europeos; al contrario, termina demostrando la concomitancia de estos estados no sólo con la política neo-colonialista norteamericana, sino con una actitud policial de un Estado, el estadounidense, que ha convertido en institución el espionaje y la intervención,  incluyendo a los propios países europeo, como se ha terminado conociendo, por las últimas denuncias, que demuestran espionaje de reuniones de la Unión Europea.

 

Estábamos acostumbrados a las historias de espionaje de la guerra fría, también conocimos los montajes del espionaje norteamericano para justificar la segunda guerra del golfo y la invasión de Irak, así como se pudo entrever la continuidad interventora de las agencias de inteligencia de las potencias opresoras en la secuencia de sucesos de la llamada primavera árabe. Esta guerra tibia continúa con las intervenciones de apoyo a los grupos armados sirios, opuestos al gobierno del Presidente Bashar Al-Assad. Todo esto parece una historia de nunca acabar, la increíble y triste historia del eterno imperio de la infinita colonialidad. Empero, a lo que no se asistió todavía es a esta flagrante vulneración del derecho internacional y de soberanía de los países, afectando el regreso de un presidente a su país, incluso poniendo en riesgo su vida, al no permitirle aterrizar para reabastecimiento del avión. El antecedente a lo ocurrido es reciente, se trata de la amenaza del gobierno de  Barack Obama al gobierno de Ecuador; la amenaza no deja dudas, dice que sí este país accedía a dar asilo a Edward Joseph Snowden se atenía a las consecuencias, a represalias de orden económico. ¿Qué nos dicen estos sucesos ignominiosos en el panorama internacional?

La persecución jurídica a Julian Assange, el asilo bloqueado por el gobierno de Londres, ya suspendido un año, manteniendo al responsable de WikiLeaks en la embajada de Ecuador en Londres, estos sucesos nos muestran la indisimulada intervención del gobierno estadounidense en los estados europeos, así como en los asuntos internacionales, afectando el derecho internacional. Llaman la atención los procedimientos empleados, la persecución desatada, el desconocimiento explicitado del derecho internacional, así como el asilo suspendido; violaciones que encubren, paradójicamente al manifestarlas, lo expuesto y denunciado a la luz por WikiLeaks. Las evidentes intervenciones, el descaro de los procedimientos intervencionistas, la violación de derechos, aparecen claramente en las informaciones clasificadas, hechas públicas por Wikileaks. ¿Qué es lo que más molesta a los estados dominadores del centro del sistema-mundo capitalista, en ambos casos, el de WikiLeaks y el de Edward Joseph Snowden? ¿Qué se pongan en evidencia y se develen los “secretos” sucios de las intervenciones imperialistas? Los derechos internacionales, los derechos individuales, las soberanías de los países quedan en entredicho. Los llamados estados “democráticos” y desarrollados se ponen en evidencia, se desnuda la descarnada dominación y su apego a los procedimientos “secretos”, el uso recurrente de las agencias de inteligencia, el recurso constante de la intervención velada y abierta de las soberanías de los países. También se devela el poco respeto del derecho internacional por parte de las potencias neo-colonialistas. Los gobiernos de estos estados no perdonan este develamiento de los “secretos” sucios de la política internacional, los recursos ilegítimos de la geopolítica del sistema-mundo; por eso, se considera viable optar por conductos violatorios, como los recurridos ante el vuelo de regreso del presidente boliviano.

Es indispensable el repudio a esta flagrante violación de la soberanía de Bolivia y vulneración del derecho internacional, repudio espontáneo de bolivianos y latinoamericanos, exigiendo además sanciones internacionales a los estados involucrados en estos actos violatorios y de vulneración de derechos; esta es la conducta consecuente que debemos seguir. Sin embargo, fuera del repudio, es indispensable analizar los alcances de todos estos eventos. Las informaciones de WikiLeaks, el asilo de Julian Assange, la filtración de información por parte de Edward Joseph Snowden, la persecución  de ambos, el desconocimiento del derecho de asilo, la complicidad de las potencias, la clausura del espacio aéreo europeo y el virtual “secuestro” diplomático del presidente boliviano, son síntomas de la descomposición de la geopolítica de dominación mundial.

El problema de las filtraciones

Hay que situar el problema que preocupa, en la coyuntura, al gobierno de los Estado Unidos de Norte América; este es el de la publicación de las llamadas filtraciones. Wikileaks pública a través de su sitio web  informes anónimos y documentos filtrados  con contenido comprometedor para las potencias involucradas, garantizando el anonimato de sus fuentes. Las filtraciones más relevantes el 2010 fueron un video de tiroteo a periodistas, acontecido el 13 de julio de 2007 en Bagdad, los Diarios de la Guerra de Afganistán, los Registros de la Guerra de Irak, los papeles del Departamento de Estado, el Archivo insurance.aes 256, el archivo Global Intelligence Files leak. Todas estas publicaciones y difusiones comprometen la ética y moral del imperio.  Edward Joseph Snowden reveló pormenores del programa de vigilancia (PRISM). Programa descomunal de vigilancia mundial, que viola la privacidad y los derechos civiles y políticos de los ciudadanos del mundo. Las filtraciones las dio a conocer el Washington Post, periódico que informó el motivo que condujo el dar a conocer las filtraciones; Snowden dijo que la razón es denunciar el "estado de vigilancia" existente en Estados Unidos. Justificando su acción. Snowden comentó que no puede "en conciencia, permitir al gobierno de Estados Unidos destruir la privacidad, la libertad en internet y las libertades básicas de la gente de todo el mundo con esta gigantesca máquina de vigilancia que están construyendo en secreto". En una entrevista otorgada a The Guardian, en junio de 2013, dijo: No quiero vivir en una sociedad que hace este tipo de cosas… No quiero vivir en un mundo donde se registra todo lo que hago y digo. Es algo que no estoy dispuesto a apoyar y admitir. Los diarios The Guardian y The Washington Post hicieron pública la identidad de Snowden a petición suya, días después de la filtración. El argumento para renunciar al anonimato fue el siguiente: "No tengo intención de esconder quién soy porque sé que no he hecho nada malo".

 

 

¿Qué es entonces lo que está en juego? Este monstruoso proyecto de control y vigilancia, que convertiría al mundo en un inmenso panóptico, iluminado, atravesado por la mirada y los oídos absolutos de un sistema policial total. Como, de alguna manera, dice Snowden, la libertad y los derechos adquiridos desaparecerían, serían puestos en suspensos. Estaríamos asistiendo a un monumental Estado de excepción permanente. Todo esto bajo el control de ejércitos gendarmes, de intervención rápida, que defenderían los intereses de una minúscula ultra-burguesía todopoderosa. El dominio absoluto del sistema financiero internacional, que ha convertido la acumulación ampliada de capital en un sistema de valorización ficticia, hipertrofiada, por el camino de la desorbitada especulación, con tasas cortas de retorno, renunciando o postergando la inversión productiva; llevando al colapso a las propias clases medias de los países del centro del sistema-mundo capitalista, convirtiéndolas en eternos deudores, incapaces de pagar las amortizaciones y los intereses en constante incremento, después expulsándolos de sus casas y echándolos a la calle.  Edward Joseph Snowden no es un criminal, tampoco un traidor a su país; todo lo contrario, responde a los principios primordiales de su Constitución, conculcados por el enorme aparato represivo, de vigilancia y de espionaje, montado por la clase dominante. No se puede perder de vista esta situación; Snowden ha arriesgado su libertad y su vida buscando desesperadamente salvaguardar la libertad y la vida de los ciudadanos del mundo. Como dijo el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, hay que proteger la vida de este joven valiente. Los ciudadanos del mundo debemos exigir garantías y protección para el joven Snowden. La lucha que enfrentan ahora los pueblos es contra una amenaza nuca jamás vista, sin precedentes; la minúscula ultra-burguesía apuesta a un Estado policial mundial para preservar sus gigantescas  y desbordantes ganancias, a costa de las inmensas mayorías de las sociedades y de los pueblos. A no dudar lo que se tiene que hacer; unidad de todos los pueblos del mundo en esta lucha contra la ultra-burguesía mundial y el dominio descomunal del sistema financiero internacional. Defensa del joven que se ha atrevido a desafiar al monstruo, al despropósito de los servicios de inteligencia. Exigir a las potencias develar sus “secretos” sucios. Enjuiciar a todos los responsables ante semejante atentado a los derechos fundamentales y libertades ciudadanas. Plantear la democratización de todos los dispositivos de seguridad. Desmantelar los servicios de inteligencia. Avanzar a una gobernanza de los pueblos del mundo. Poner fin al abuso de los sistemas financieros, que han endeudado a los ciudadanos de los países. ¡Qué paguen la crisis los responsables de ella! Los banqueros y la ultra-burguesía.

 

El problema de los gobiernos progresistas

 

Con todas las contradicciones que puedan contener los gobiernos progresistas, contradicciones que señalamos en distintos escritos, obligándonos a la crítica, en defensa de los procesos de cambio en cuestión, es indispensable distinguirlos de los gobiernos neoliberales y conservadores. La ultra-burguesía y el imperio ven a estos gobiernos como un peligro, una amenaza, por más frágil que sea. Los ciudadanos movilizados de los países céntricos, los indignados, observan con cierta condescendencia a estos gobiernos, pues consideran que se oponen a sus mismos enemigos, sus propios gobiernos y el sistema financiero internacional.

Los intelectuales conservadores y reaccionarios del norte se inventaron una teoría descalificadora e intervencionista, construyeron el término de estados canallas identificando a países susceptibles de intervención, por distintas razones, incluyendo razones humanitarias, así como preventivas, retornando al concepto medioeval de la guerra justa. Esta es la base argumentativa de la declaración de guerra infinita contra el terrorismo, que, en el fondo, es una guerra contra todo el mundo que se oponga a su ciclópea dominación. Para la ideología conservadora y reaccionaria de la ultra-burguesía los gobiernos progresistas corresponden a los estados canallas. No es pues casual que se haya atentado contra un presidente de un gobierno progresista de Sud América. Es como un ensayo, observando las reacciones de los gobiernos, de las instituciones internacionales, de los movimientos sociales y de los  ciudadanos. ¿Qué es lo que nos tienen preparado los servicios de inteligencia, expertos y especialistas contra-insurgentes y de distintas formas de guerra, guerra fría, guerra tibia y guerra caliente, responsables de diseñar proyectos estratégicos y tácticos de intervención, simulando distintos escenarios?

Lo que ha ocurrido con el presidente Evo Morales Ayma no es casual, tampoco sólo responde a la sospecha de que iba en el vuelo Snowden, protegido por la inmunidad diplomática del avión oficial. Se juega mucho más. La crisis desatada en Europa, que alcanza a Estados Unidos de Norte América y a la mayoría de los países del centro del sistema-mundo capitalista, no se afronta, desde la perspectiva de la ultra-burguesía, sólo con disposiciones financieras y reingenierías administrativas, sino mediante una estrategia de guerra. Ante este proyecto descomunal de dominación mundial, ante la proyección de un Estado policial mundial, ante la posibilidad de un Estado de excepción mundial y permanente, es menester, por parte de los pueblos del mundo, un proyecto alternativo, adverso a la dominación de la ultra-burguesía. Contra la guerra infinita a los pueblos, oponer la paz mundial; contra el Estado de excepción mundial, oponer la gobernanza mundial de los pueblos; contra el sistema panóptico de control, vigilancia y espionaje, oponer la exigencia de transparencia, garantías múltiples de las libertades y los derechos ciudadanos y de los pueblos; contra el estado policial mundial, oponer la profundización de las democracias, alcanzando formas operativas de participación y control social. Contra la dominación perversa del sistema financiero internacional, oponer un sistema mundial de complementariedades económicas y productivas. Contra los monopolios de las empresas trasnacionales, oponer la liberación de la potencia social, sus capacidades creativas, apoyadas en los bienes comunes, el intelecto general, los saberes colectivos y las revoluciones tecnológicas-científicas compartidas. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La agonía del Leviatán

Estado policial paranoico mundial o gobernanza democrática y participativa de los pueblos

La lucha es por preservar la democracia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué es lo que está en cuestión? La democracia, las generaciones de derechos conquistados. La democracia nunca fue compatible con el dominio de las burguesías, como algún discurso político quiere hacer creer, el discurso de la legitimación liberal. Al contrario, se tuvieron que arrancarle al dominio de la burguesía los derechos, conquistados por luchas sociales. Las constituciones democráticas plasmaron estos derechos o parte de ellos, sobre todo recogiendo las primeras generaciones de derechos, los derechos fundamentales, civiles y políticos. Sin embargo, las leyes, particularmente la aplicación de las leyes, se encargaban de disminuir el alcance de los derechos. La defensa de los derechos conquistados fue una tarea constante de los movimientos sociales anti-sistémicos; pero, también de las instituciones encargadas de garantizar su cumplimiento; salieron a la palestra en defensa de los derechos. A estas alturas, de la historia política y constitucional, se puede hablar de dos siglos de consolidación y ampliación de derechos, reconocidos por convenios internacionales y por organismos mundiales, además de ser reconocidos por los sistemas jurídicos de muchos estados. Sin embargo, los sistemas de derechos no dejaron de ser un estorbo para gobiernos interesados en hacer efectiva las dominaciones de las burguesías, dominaciones plasmadas en “estructuras” de poder y en las maquinarias estatales. Visto de esta forma, desde la perspectiva de la historia efectiva, los estados aparecen conteniendo contradicciones, como no podía ser de otra manera; por una parte, jurídicamente, no podían dejar de institucionalizar los derechos y convertirlos en políticas públicas; por otra parte, la maquinaria fabulosa del Estado funciona para realizar efectivamente las dominaciones múltiples de las burguesías, así como de los propios diagramas y cartografías de poder. Estas contradicciones se hicieron notar en el decurso de los conflictos políticos, menores y mayores, en la secuencia y proliferación de denuncias, en análisis minuciosos, descriptivos y explicativos, aunque también, de una manera práctica, en resoluciones de tribunales, que, cuando son imparciales y cumplen con la división de poderes, atributo de la composición de la república y de la organización de la democracia formal, terminan resolviendo los casos en favor de las víctimas y exigiendo a los gobiernos el cumplimiento de las leyes y la Constitución.

En periodos de crisis, los gobiernos tienen la gran tentación de recurrir al Estado de excepción, donde se suspenden derechos. Esto ha ocurrido en casos de guerra, en casos de rebeliones e insurrecciones; los gobiernos de facto implantaban de hecho el Estado de excepción. Ciertos estados en transición, estados tomados por “revoluciones”, conformaron periodos largos de formas institucionales absorbentes, de lo que no podía ser otra cosa que un Estado de excepción prolongado. Después del 11 de septiembre de 2001, se construye una forma descomunal de Estado de excepción, caracterizado, delirantemente, como guerra infinita contra el terrorismo. Desde entonces han pasado trece años; se sabe que no solo está en marcha esta guerra infinita, sino que se tiene armado un mapa de dispositivos de control y prevención, que cumplen esta tarea a nivel mundial, la tarea sucia de la guerra infinita contra el terrorismo. Los dispositivos son jurídicos, económicos, políticos y militares. La tecnología cibernética e informática permite avanzar en un diagrama de control monumental, sofisticando los procedimientos de espionaje, convirtiendo al espionaje en una labor extensa y constante.

Edward Joseph Snowden ha puesto en evidencia uno de estos proyectos, llamado PRISM, que vulnera derechos civiles y políticos de los ciudadanos, así como la soberanía de los estados. Ciertamente no es el único proyecto, pues se trata de todo un sistema complejo de control; por otra parte, Estados Unidos de Norte América no es el único país donde se efectúa el espionaje masivo a sus ciudadanos, así como a los ciudadanos de otros países. Con menor alcance de lo que se propone el diseño descomunal del PRISM, los gobiernos de los estados practican esta violación de privacidades y de vulneración de libertades; práctica secreta, empero, conocida por los ciudadanos que la sufren. Entonces el PRISM no es un proyecto aislado, forma parte de todo un desplazamiento de las “estructuras” y relaciones de poder, que se encaminan no sólo a consolidar el diagrama de control, sino construir un complejo sistema de poder que integre todos los diagramas de poder inventados; el diagrama del castigo, acompañado proliferantemente por la expansión y la actualización perversa de la tortura, cada vez más recurrente; el diagrama de la vigilancia, la arquitectura de la cárcel; el diagrama disciplinario, la modulación del cuerpo atendiendo a una anatomía diferenciada en partes dinámicas especializadas, diagrama que contó con los dispositivos institucionales modernos para su efectuación múltiple; el diagrama del control, que conecta varios mecanismos, relativos a la simulación, a la comunicación masiva, al control del público, a la flexibilización de las tecnologías disciplinarias, compensadas con el manejo y administración de las velocidades de los flujos de la movilidad social y espacial. Estos diagramas de poder afectan a los cuerpos, a los territorios, a las poblaciones; se constituyen en maquinarias abstractas y agenciamientos concretos del bio-poder, que ya interviene en las dimensiones infinitesimales del cuerpo, en los imaginarios, en la genética y en el cúmulo de facultades inherentes. Esta genealogía del poder parece indetenible; ante la crisis mundial financiera y económica, los gobiernos de las potencias han respondido con salvaguardas a los responsables de la crisis, la alta burguesía financiera, degenerando el círculo vicioso de la crisis, no sólo porque mantiene las causas de la crisis, sino que premia a los gestores de la misma. También han respondido con guerras policiales, preventivas y de castigo. La paranoia les ha llevado a idear lo que George Orwell había imaginado como cuadro alucinante en su novela famosa 1984. Sin embargo, la realidad supera a la imaginación; no sólo por la escala, la vigilancia, el control, el dominio en todo el orbe terrestre, sino también por la minuciosidad y detalle de la malla del control desmedido al que se ha llegado, que lo permite el avance tecnológico y cibernético. Así como por la descarnada suspensión de la democracia por un Estado de excepción mundial.

Se observa un recorrido de los estados hacia la forma de Estado de excepción prolongado. Ciertamente es un desplazamiento diferencial hacia este descarnado y descomunal ejercicio del poder; no todos se encaminan al mismo ritmo, tampoco lo hacen contando con recursos equivalentes; se da como un desplazamiento desigual y combinado en esta asunción al poder absoluto. Sin embargo, todos coinciden en globalizar esta arquitectura de la vigilancia y de control, que, a su vez, es un panoptismo y una cibernética del control, con pretensiones despóticas. Llama la atención que los gobiernos contrastados compartan el mismo modelo de dispositivos y hasta el mismo discurso de la guerra infinita contra el terrorismo; gobiernos progresistas repiten el mismo procedimiento que los gobiernos conservadores. Persiguen a dirigentes de movimientos sociales críticos, hasta se llega a encarcelarlos; tal como ha ocurrido en Ecuador con dirigentes indígenas; así como ha ocurrido en Bolivia donde los dirigentes indígenas son acosados políticamente y descalificados, además de espiados; algo parecido pasa en Brasil donde son identificados como agitadores. Entonces no se trata de sólo un comportamiento paranoico de las potencias dominantes del sistema-mundo capitalista, sino de una caracterización general de los estados en la actualidad. No sólo los denominados, por el discurso liberal,  estados “totalitarios”, tampoco no solamente los llamados, por el discurso ultra-conservador,  “estados canallas”, sino también los autodenominados, por el discurso oficial, estados “democráticos”, manifiestan patentemente esta tendencia hacia el control total. ¿Por qué ocurre esto? ¿Se trata de una tendencia irreversible de los estados?

Se puede decir que la historia del Estado moderno comienza con las monarquías absolutas (siglos XIV-XV-XVI). Estas máquinas territoriales, centradas en el núcleo de la soberanía del soberano, que es, en verdad, la base de toda soberanía, aunque ésta se haya desplazado, de la soberanía del monarca a la soberanía del pueblo, enfrentaron las rebeliones anti-feudales, después las rebeliones y las revoluciones sociales del pueblo. Interpelado por la revuelta popular y el proyecto republicano, el Estado moderno, iniciado en la forma de monarquía absoluta, se “transformo” en Estado-nación, estructurado como república, basado en la representación y delegación del pueblo, la voluntad general; Estado republicano conformado en el equilibrio de la división de poderes. Visualizado en la perspectiva histórica, el Estado moderno, cuyo núcleo inicial es la forma de la monarquía absoluta, no disolvió la “estructura” de poder configurada y las maquinarias de castigo, de vigilancia, de disciplinamiento, sino que las mejoró, haciéndolas más flexibles y dúctiles; empero, a la vez, más extensas y abarcadoras, más centralizadas y burocráticas, con instituciones de alcance nacional. La maquinaria estatal avanzó mucho en eficacia, en organización, en especialización, en divisiones de tareas, en la promoción de políticas públicas y, sobre todo, en su relación extensa y constante con la sociedad. El Estado-nación se convirtió en la “síntesis política” de la sociedad civil, en la concepción dialéctica de Hegel. La forma republicana, la formalización de la democracia, la elección y selección de las representaciones, construyeron legitimidad por “consenso”, como resultado de la voluntad general. En estas condiciones institucionales de la república y la democracia formal, los aparatos y la maquinaria estatal prosperaron, beneficiándose de la acumulación capitalista, ampliando su presupuesto, a través del sistema impositivo y tributario minucioso, detallista y sofisticado. La organización de la policía y el ejército mejoró notablemente, incorporando nuevas técnicas organizativas y administrativas, nuevas tecnologías destructivas, de vigilancia y, sobre todo, de control. La experiencia de las guerras modernas transformó a los ejércitos, y la experiencia del “combate” contra la delincuencia y el crimen, en sus manifestaciones modernas, transformó a la policía. La revolución de las comunicaciones, después de la informática, empujó a los estados a usar estos ámbitos y medios ampliamente; uso que repercutió en las relaciones de Estado y sociedad. Las poblaciones comenzaron a ser vistas como públicos, ante los cuales había que actuar, convirtiendo a la política en un teatro y en un escenario de permanente simulación; también se trata de incidir e inducir en el público comportamientos, generar necesidades, usar sus capacidades y requerir su atención.

La primera y segunda guerras mundiales exigieron modernizar el espionaje. Ya no se trataba sólo de resolver problemas de la infiltración para obtener información, procedimiento antiguo y tradicional, sino de lograr organizar equipos sofisticados de obtención, captura y transmisión de información. La guerra fría fue la ocasión de implementar tecnología avanzada y sofisticar mucho más aún las “estructuras” y las formas de organización del espionaje, llegando a convertirse en parte estratégica de la composición del Estado. Se institucionalizan los servicios de inteligencia. Visto desde este enfoque, se puede ver que la relación entre los llamados estados “socialistas” y los llamados estados “democráticos” fue de mutuo aprendizaje. Las “revoluciones socialistas” triunfantes, una vez conquistado el poder, se vieron obligadas a usar el Estado para defenderse de la agresión externa e interna. Pronto se vieron envueltas en un casi irreversible camino a la construcción de un Estado paranoico, por su perfil psicológico, remarcando el carácter de Estado policial, por su perfil empírico, ampliándolo hasta dimensiones inimaginables; situación inesperada, sobre todo, por los que lucharon por la emancipación y la liberación. Después de la crisis económica de 1929, las grandes potencias capitalistas, optaron por incorporar la planificación “socialista” a la gestión económica para resolver la crisis económica, el Estado capitalista intervino en la economía para incidir en ella y conducirla nuevamente al equilibrio. En lo que respecta a la paranoia del Estado policial, resultó ser contagiosa; las llamadas “democracias” occidentales refinaron, ampliaron y sofisticaron los rasgos policiales que ya contenían, convirtiendo estas características secundarias en el contenido supremo y obsesivo de los estados “occidentales”. La identificación y definición del enemigo llegó a convertirse en toda una taxonomía; poco a poco, nadie de la sociedad, ningún miembro, ningún ciudadano, podía salvarse, pues estaba sujeto a sospecha.

La culminación de la guerra fría, la caída de los estados “socialistas” de la Europa oriental, no derivó, como se esperaba, en un desarme del Estado de guerra y del Estado policial; la costumbre en la preparación a la guerra se mantuvo. Con la desaparición del enemigo “comunista”, se lo sustituyó por el enemigo difuso, ambiguo, abigarrado y barroco, de múltiples rostros, enemigo indefinido, pero con suficiente presencia fantasmagórica como para justificar otra escalada bélica. Las guerras no han terminado, como lo predijo Francis Fukuyama, sino que se extendieron en formas locales y regionales, adquiriendo el perfil de intervenciones policiales y preventivas por parte del imperio, el orden de la dominación mundial, dominación de una ultra-burguesía internacional. El 11 de septiembre de 2001 marca un hito; después del atentado a las torres gemelas en Nueva York; el gobierno de Estados Unidos declara la guerra infinita al terrorismo. Ingresamos entonces a una etapa de amenaza bélica, más alucinante que la llamada guerra de las galaxias, de amenaza permanente de intervención preventiva, policial, “humanitaria”; pero, sobre todo, lo que caracteriza a esta etapa es la conformación de dispositivos que declaran abiertamente la suspensión de derechos, por razones de seguridad. Esta etapa puede ser caracterizada como la de la construcción del Estado de excepción, del Estado policial, a escala planetaria.

Ya no son solamente los pueblos de las sociedades periféricas del sistema-mundo capitalistas los amenazados, sino también, notoriamente, los propios pueblos de las sociedades centrales de esta geopolítica policial del sistema mundo. El poder desmesurado y el goce de los privilegios escandalosos se nuclean cada vez más en una minúscula ultra-burguesía internacional, la que controla y administra tecnologías de destrucción, de información y de desinformación desbastadoras. La delirante compulsión de la hegemonía y dominación del capital financiero mundial ha arrastrado al sistema-mundo capitalista a una forma descomunal de valorización dineraria especulativa, trasladando el costo a la ecología, a las sociedades, a los pueblos, desechando todo respeto por la democracia y de los derechos conquistados. La amenaza es a la biosfera, a los ciclos de la vida, a los ecosistemas, a todos los pueblos del mundo, a la supervivencia humana, a la democracia y a las posibilidades de futuro. La gravedad de lo que está en ciernes, de los paranoicos proyectos de control de la sociedad, inscritos en la composición de poder del Estado, en su devenir policial, exige a los pueblos del mundo acciones de emergencia de defensa de la democracia, de los derechos conquistados, de las libertades adquiridas, exige acciones conjuntas, asociaciones internacionales, organizaciones inclusivas e integrales en defensa de la vida.

La “evolución”, si podemos hablar así, de la forma, de la composición, de la “estructura” y de la expresión del Estado moderno, parece mostrar el fin de una época, la del Estado, en su forma moderna de Estado-nación, parece que se ha llegado al crepúsculo de esta forma de organización política, de representación, de apropiación de las múltiples y plurales voluntades de las multitudes. Asistimos a la crisis mayúscula del Estado moderno, crisis que plantea un dilema, o el Leviatán desmesurado impone su decurso demoledor y destructor, convirtiendo al planeta en un inmenso y alucinante panoptismo, o los pueblos, resisten, liberan su potencia social, y encaminan la historia a un nuevo horizonte civilizatorio, que profundice la democracia, la solidaridad y complementariedad de los pueblos, ampliando el alcance de las libertades y los derechos, logrando construir una gobernanza mundial y participativa.    

 

 

Globalización del diagrama del control

 

No solo se puede hablar de una globalización económica, la relativa a la expansión mundial del capitalismo, sino también de una globalización cultural; esto es la modernidad. Sin embargo, tenemos que atender también a la globalización de formas de poder. Ciertamente se ha estudiado la generalización de la forma del Estado-nación, aunque no se la haya visto desde la perspectiva de la globalización. Sin embargo, lo que ahora se presenta, en pleno proceso de globalización, es una forma de poder vinculada a lo que hemos llamado el diagrama del control. Se trata de lo que parece ser una marcha  impredecible hacia el control total por parte de los estados y gobiernos del mundo. No se trata sólo de la expansión desorbitada del Estado policial, dado en distintos momentos intermitentes del siglo XX, sino de algo más. Se trata del control absoluto en sus distintas formas variadas y distribuidas. Control como disciplinamiento, empero, compensado con simulaciones de libertades; a la inversa, flexibilizaciones, sin embargo, compensadas con el incremento descomunal de las vigilancias y los registros. Control como bio-poder; es decir, como intervención en los ciclos de la vida; en la reproducción, en la migración, en la salud, en la seguridad; también, en la genética. Control como manejo de los públicos, mediante la intervención masiva de los medios de comunicación, afectando a los imaginarios e induciendo necesidades. Control como espionaje monstruosamente masivo y detallado, aboliendo los espacios de soberanías nacionales y de privacidad. Se trata de un estado de cosas donde todo el mundo es sospechoso y susceptible de ser considerado enemigo público. Este diagrama de poder del control ya es compartido por los estados del mundo, tanto por los gobiernos de “derecha” como por los gobiernos de “izquierda”, tanto por los gobiernos conservadores como por los gobiernos progresistas. Ambos usan la heurística, la instrumentalidad, de este diagrama de poder del control. Por eso, podemos hablar de una globalización de este diagrama de poder, así como también de una forma de poder montado sobre la base del espionaje, la manipulación y la infiltración. Ya no hay diferencia en cuanto al uso del método. Los estados, en la medida que hay que defenderse, lo usan; incluso usan los procedimientos inventados por, supuestamente, el otro lado, el conservador, por ejemplo, como ocurre con los dispositivos extralegales y extraterritoriales de la guerra infinita contra el terrorismo, ideados por el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica después del 11 de septiembre de 2011.

Lo que pasó en Chaparina, la represión policial a la VIII marcha indígena, incluso la infiltración policial y la agitación para llevar a cabo presiones físicas, como las ejercidas por el grupo de mujeres, que presiona al Canciller a ir delante de la marcha para romper el bloqueo de los policías y el bloqueo de los colonizadores, nos muestra la opción del gobierno progresista boliviano; el uso de la fuerza, de la violencia simbólica y física, del espionaje y de la infiltración, para someter a los movimientos sociales anti-sistémicos, que se oponen a lo que consideran regresiones del gobierno, respecto a los objetivos del “proceso” y los mandados constitucionales. Los dirigentes indígenas fueron descalificados como aliados de la derecha, incluso se los ha acusado de haber tenido contactos con la embajada estadounidense, así como estar comprometidos en venta de madera y otros negocios. Es decir, se ha ventilado sobre ellos una guerra sucia. Posterior a la VIII marcha indígena, después de haber aprobado la Ley 180, en defensa del TIPNIS, ley arrancada por la victoria política de la VIII marcha, el gobierno recula. El propio presidente pide abrogar la ley firmada por él. Se prepara todo un montaje; se organiza una contramarcha con el CONISUR, un consejo, en realidad de afiliados a la Federación Sindical Campesina del Trópico de Cochabamba, que pertenecen al polígono siete, la zona de avasallamiento del TIPNIS. La contramarcha de productores de coca pide abrogar la Ley. Llegados a La Paz acuerdan con el gobierno una consulta espuria, que no cumple con la estructura normativa y conceptual de la consulta con consentimiento, previa, libre e informada, constitucionalizada y acordada en convenios internacionales. El gobierno no puede lograr su cometido, la ejecución adecuada de la consulta espuria, pues sólo llega a consultar a familias, en condiciones altamente coercitivas; no puede realizar la consulta a las comunidades. Esta es una derrota clara del gobierno. No contentos, el “mariscal del TIPNIS, como se lo llama al actual ministro de la presidencia, monta una escenificación patética, un congreso de corregidores en el territorio indígena del TIPNIS con la dirigencia del CONISUR, que no pertenece al territorio indígena comunitario. La reacción de las comunidades no se hizo esperar; en defensa de su territorio, intervienen, impiden la realización de este montaje, someten al dirigente Gumersindo Pradel y sus acompañantes a la justicia comunitaria, incluyendo azotes, expulsándolos del territorio comunitario. El gobierno, ante estos hechos elocuentes, acusa y procesa a los dirigentes del TIPNIS, por intento de homicidio. El órgano judicial se presta a este juego desorbitado y da curso al proceso; los dirigentes del TIPNIS no se presentan a declarar, donde presumiblemente los iban a apresar, y la fiscalía los declara rebeldes y emite mandamiento de apremio.

En contraste, el gobierno boicoteó el juicio a los responsables de la represión en Chaparina, encubrió a los que dieron la orden, los dignatarios de Estado y el gabinete, llegando al ridículo de declarar que fueron los mismos policías los que tomaron la arbitraria decisión de intervenir la marcha pacífica. Los que dieron la orden, que todo el mundo los conoce y sabe que fueron los que dieron la orden, no tuvieron el valor de asumir su responsabilidad. Lo lamentable es que la misma fiscalía los encubre, a pesar de los indicios y las pruebas. Ahora, que las comunidades del TIPNIS aplican la justicia comunitaria, alzan las manos al cielo y montan un juicio, que adolece, de principio a fin, de contar con el apego a la ley; este juicio peca de nulidad de pleno derecho. Todo esto lo hacen sin inmutarse, como si bastara su indiferencia ante flagrantes contradicciones y paradojas; se juzga a las víctimas. Esta actitud de indolencia y desprecio de las leyes y la Constitución no podría explicarse sin recurrir a la globalización del diagrama del poder del control. La pregunta es: ¿Por qué se da esta globalización de una forma de poder, de la que llamamos diagrama de control?

La respuesta parece obvia; la mundialización que se experimenta desde el siglo XVI, sino es antes, de acuerdo a la interpretación de Andre Gunder Frank[116], viene acompañada por la expansión colonialista del modo de producción capitalista y del sistema-mundo capitalista, de las formas del Estado moderno, sobre todo, a partir de un momento, del Estado-nación. La modernidad también difunde diagramas de poder, así como estataliza otros diagramas de poder, que tenían características locales y regionales. El Estado-nación se estructura primordialmente sobre la base de las distintas estrategias disciplinarias, cartografías, saberes, instituciones, que se inscriben en el cuerpo, modulándolo. No se hicieron esperar las políticas de población, demográficas, reproductivas y migratorias, tipificadas por Michel Foucault como bio-poder[117]. Tampoco la difusión del diagrama del control se hizo esperar; apareció con lo que llamaremos, metafóricamente, la “revolución” de las comunicaciones; la radio, la televisión, el cine, la tecnología digital, la informática y la cibernética.  Una revolución que no impacta tanto, aunque no lo deje de hacer, en el “modo de producción”, como lo hace, en su momento, la revolución industrial, sino, para seguir de una manera compulsiva con la composición económica vigente, dominante y hegemónica, generando formas intensivas y expansivas en la distribución y el consumo. Haciéndola a la primera más rápida y extensa, convirtiendo a la segunda en consumo de imágenes, más que de productos, en consumo de estándares, más que de bienes, en consumo de modas, más que de necesidades.  El diagrama de control no tiene como objeto a los individuos, como es el caso del diagrama disciplinario, no tiene como objeto las poblaciones, como es el caso del bio-poder, en su sentido inicial, sino tiene por objeto a los públicos[118]. Captura públicos construyendo mundos; mundos como grandes escenarios para los públicos clasificados; mundos interpretados desde imaginarios monitoreados desde la pantalla. Este diagrama de control se encuentra constantemente preocupado por evaluar la conducta de los públicos capturados; se hace periódicamente seguimientos de los comportamientos, de las inclinaciones, de las tendencias, de los ranquin; se efectúan estadísticas de opinión. La obsesión por los públicos es tal que se restaura el modelo de la vigilancia, asociado al diagrama de la disciplina; solo que ahora se trata de una vigilancia en un espacio abierto, no en un espacio cerrado, como en el caso de la cárcel. La vigilancia en los espacios abiertos es la vigilancia en las redes de comunicación; pero, también vigilancia de los lugares de concentración y de los corredores de flujos. La vigilancia se ejerce sobre las ciudades, en los lugares de trabajo, en las escuelas, en las universidades. La vigilancia se convierte en vigilancia de los y las ciudadanas; todos son sospechosos. Se trata de un panoptismo de otro tipo; no solo porque se ilumina todo, se evita dejar algún resquicio de oscuridad o sombra, sino porque la mirada y la escucha es constante. Se trata de la expansión desmesurada del espionaje; todos son objeto de espionaje. La sociedad es espiada por el Estado. Los satélites artificiales han convertido a la tierra en un planeta contantemente observado; hay satélites de observación meteorológica, del medio ambiente, de la geografía, de la geología, de los recursos; pero también satélites espías con objetivos militares y de inteligencia. Estos artefactos sumados a otros, diseñados específicamente para vigilar, escuchar, interceptar, es decir, espiar,  han transformado el diagrama del control, en tanto vigilancia, al tal punto que se han borrado los límites entre lo público y privado.

No solamente es ignominioso, por la torpeza, sino también ilegal, inconstitucional, además de represivo, el juicio a los dirigentes del TIPNIS, sumando a los dirigentes de lo que ha quedado de la CIDOB, pues la otra CIDOB, la oficialista, no deja de ser un montaje, con dirigentes puestos a dedo. Es como decimos parte del diagrama de poder del control, la parte de la vigilancia absoluta, la parte de la subordinación y sumisión de todas las organizaciones sociales, la parte de la simulación; en este caso, de lo grotesco en la implementación de juicios espurios, juicios que no tienen juicio, que no responden al procedimiento, sino que responden a la orden, nuevamente, del ejecutivo, contando con el órgano judicial sometido, convertido en apéndice del gobierno, en el brazo de ejecución formal del poder; no de la división de poderes, sino de un poder único y centralizado.  Esta parte de la composición del diagrama de control recuerda a los antiguos métodos de violencia represiva, de castigo, de domesticación por “látigo”; empero, al articularse en la “estructura” del diagrama de control, adquieren otra connotación. Acompañados por la publicidad y propaganda desbordantes, por el dominio de los medios de comunicación de masa, que tienen por objeto de poder a los públicos, que modulan, por así decirlo, los imaginarios, entonces aquellos procedimientos retomados adquieren la dirección que toma el control en los confines de la modernidad. Se trata de bio-poder, ahora en sentido amplio, de la apropiación de la vida, de su incorporación al estómago de la maquinaria de la vorágine capitalista. En el caso del TIPNIS es la destrucción de los ciclos de vida, del ecosistema, de los ciclos comunitarios, arrasando los bosques, el corazón de la producción del agua, que es el ecosistema del TIPNIS, destruyendo la vida comunitaria, ampliando la frontera agrícola del cultivo excedentario de la hoja de coca, construyendo una carretera que conecta a dos comunidades del interior del TIPNIS, pues la amplia mayoría de las comunidades se encuentran en los alrededores de los ríos Isiboro y Sécure, carretera que favorece a los comerciantes de Villa Tunari, San Ignacio de Moxos y a los ganaderos de Rondonia, que quieren llevar su carne de res al mercado del pacífico. Carretera al servicio de la exploración de hidrocarburos, pues el núcleo del TIPNIS ha sido concedido a PETROBAS y PDVSA, sin  consulta previa; violación flagrante porque se trata de territorio comunitario indígena y parque. Estamos ante el avance del control geopolítico del IIRSA, la estrategia de integración económica y comercial de Sud América, diseñada por la burguesía internacionalizada brasilera. El gobierno boliviano sirve como agente de esta burguesía y como dispositivo de su geopolítica. El diagrama de poder de control en las periferias adquiere un carácter más abigarrado, más saturado, responde a geopolíticas regionales, no sólo a la geopolítica mundial de control, que es el sentido supremo de la estrategia de dominación del sistema-mundo capitalista, en la comisura de su propio crepúsculo. La geopolítica de control del TIPNIS es también una geopolítica del Estado-nación restaurado[119], en contra de los gérmenes del Estado plurinacional comunitario y autonómico, que se encuentra en los territorios indígenas, en los movimientos anti-sistémicos que vuelven a emerger, en la Constitución Política del Estado de Bolivia. Es la geopolítica de una burguesía local recompuesta, articulando a la antigua burguesía nacional con las incorporaciones de los nuevos ricos, una nueva burguesía con características nativas; comerciante, campesinos ricos, colonizadores ricos, cocaleros ricos, cooperativistas ricos. Esta burguesía recompuesta y su geopolítica nacionalista[120] identifican como enemigos a los pueblos indígenas, a sus comunidades, a sus territorios y ecosistemas. No es pues casual que intereses, que antes eran encontrados, como los relativos a los terratenientes y, en contraposición, como los relacionados al campesinado, se hayan aparentemente aliado, contra los territorios indígenas y la propiedad comunitaria. En realidad se trata de los intereses de los campesinos ricos, no de la gran mayoría de los campesinos, a quienes se ha acallado, por medio de la manipulación y la selección de dirigentes sumisos. Resulta que el vicepresidente promueve la revisión, por parte del Congreso, de la Constitución aprobada en Oruro; la revisión congresal suspende la reforma agraria, que se encontraba en la Constitución. Más tarde, ahora, en pleno periodo electoral, el gobierno promueve y el Congreso servil acata, la suspensión de la función económica social, suspende el saneamiento de tierras,  favoreciendo a los terratenientes. ¿Quiénes son los cómplices de semejante retroceso, anulando al propio movimiento campesino, que tiene como base precisamente la reforma agraria?; nada más ni nada menos los dirigentes llunk’u campesinos y los congresistas serviles, que son lastimosamente la mayoría.

La suerte de los dirigentes del TIPNIS está en manos de la resistencia a esta local imposición del diagrama del poder del control, la suerte de la reconducción del “proceso”, que está desquiciado, y conducido al abismo por el gobierno, que es un contra-proceso[121], está en manos de los movimientos sociales anti-sistémicos, los cuales no han podido emerger en plenitud, tampoco articularse como bloque. El dejar que esto avance, que la composición local del diagrama de control progrese, es convertirnos en cómplices de la descomunal dominación mundial de Estado de excepción prolongado, cómplices de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, en la comisura de su crepúsculo, cómplice de la geopolítica regional del IIRSA, que nos convierte en área de dominación del nuevo ciclo hegemónico del capitalismo, vanguardizada  por la potencia emergente de China. Convirtiendo a América latina nuevamente en el espacio continental del modelo extractivista colonial renovado. 

Una nota es indispensable. El gobierno popular dice que se enfrenta al imperialismo, dice que es anti-imperialista; sólo que lo hace con el fantasma del imperialismo, la imagen del imperialismo que corresponde a los tiempos anteriores a la segunda guerra mundial; no se enfrenta al imperialismo de carne y hueso, al imperialismo contemporáneo, que ha cambiado de forma y de “estructura”. Este imperialismo, que corresponde a la dominación y hegemonía absoluta del capitalismo financiero y de la malla de empresas trasnacionales, es más bien al imperialismo que sirve el gobierno popular. Sus políticas monetaristas, sus seudo-nacionalizaciones, por medio de compra de acciones, sus entregas del control técnico de las empresas nacionalizadas, la entrega de sus reservas fiscales a bancos del imperialismo, la emisión de bonos soberanos en el sistema financiero internacional, hablan de ello. Lo que ha ocurrido con el caso Snowden y la clausura del espacio aéreo al avión del presidente boliviano, no es más que roces y amagues en el reordenamiento de la organización del imperio, del orden de dominación mundial, bajo el encuadre del diagrama de poder del control. Estas desavenencias de gobiernos, uno, el gendarme del imperio, el otro, gobierno progresista de un país periférico, no son más que contingencias en la marcha descomunal del diagrama de poder del control, marcha hacia el Estado de excepción mundial prolongado.  Estas desavenencias muestran que ninguno de sus gobiernos, de sus asesoramientos, de sus servicios de inteligencia, comprende lo que pasa, ninguno comprende esta marcha desbordante del diagrama del poder del control. Todavía mantienen las imágenes del periodo de la guerra fría. Se trata de representaciones anacrónicas que no corresponden al presente.  No se pude esperar otra cosa de estos gobiernos, agenciamientos concretos del poder del Estado-nación, aunque uno sea imperialista y el otro sea subordinado; Estado-nación construido a fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Sus “estructuras” y representaciones responden a la gravitación de este largo periodo. Las “estructuras” políticas y las formas de representación del presente están en ciernes, emergiendo de las nuevas experiencias. Las cabezas de estos gobernantes siguen peleando guerras pasadas, cuando asistimos a la marcha descomunal del diagrama del poder de control mundializado.

Otra anotación. Un diagrama de poder, lo que hemos llamado diagrama, es decir, mapa, interpretando las cartografías de poder investigadas por Foucault, no es el resultado del diseño de élites conspiradoras, como es la imagen que tienen algunos críticos de la dominación imperialista. No es ninguna variante de la teoría de la conspiración la que explica la conformación de mapas de poder. Al contrario, las élites conspiradoras no son más que uno de los componentes del diagrama de poder. Élites que se ilusionan con sus conspiraciones, que casi nunca les sale, pues enfrentan múltiples contingencias y la complejidad de la “realidad”. El diagrama de poder, las cartografías de fuerzas, los mapas de agenciamientos y dispositivos, se arman como articulación de composiciones en el acontecimiento político, social, económico y cultural, acontecimiento de múltiples singularidades. Se trata de efectos molares no controlados, en principio, aunque, después, cuando se toma “consciencia” de ellos, se busca controlarlos, aunque sólo se lo logra en parte. Teniendo en cuenta esta reflexión, si bien tiene el peligro de que suene extraño y hasta paradójico, el siguiente esquema, un tanto exagerado, puede servir para comprender este fenómeno y esta fenomenología del diagrama de poder: Se puede decir que todos somos “cautivos” del diagrama de poder, aunque unos, la minoría dominante, lo haga de manera privilegiada, y los otros, las grandes mayorías, lo hagan de una manera sufriente, como explotados, discriminados, marginados, subordinados, condenados, colonizados. La ultra-burguesía hedonista de la dominación mundial se ilusiona con un poder que no posee, empero lo ejerce, cree que la acumulación compulsiva y los placeres mundanos a los que se entrega, que por cierto cada vez son más caros, satisfacen su deseo, que no es otra cosa que el deseo del deseo, que no se satisface nunca. Esta ultra-burguesía mundialmente dominante, altamente privilegiada, de una manera abismal, en comparación, no es otra cosa que clase dominante, subjetividad exaltada, propietaria de medios de producción, de tecnologías, de tierras inmensas, de conocimientos patentados, del capital acumulado y de la acumulación de capital, en tanto proceso de valorización. Domina, pero no posee el poder; el poder la inviste como dominante, así como inviste a los demás como dominados. De esta interpretación, obviamente, no se puede sacar ninguna conclusión de que al ser la burguesía parte de diagramas de poder que no controla, aunque sólo lo haga en parte, es de alguna manera, en algún momento de lucidez, aliada de las resistencias, las luchas emancipadoras y liberadoras contra las dominaciones múltiples, en la lucha contra el poder, contra sus múltiples formas; de ninguna manera. La teoría de la lucha de clases está plenamente vigente, la lucha contra las burguesías está vigente. La conclusión es otra; hay que sacarse de la cabeza la teoría de la conspiración, sus interpretaciones, sus tesis y sus hipótesis. La teoría de la conspiración no ayuda en estas luchas, convierte la lucha contra las dominaciones y el poder en una lucha contra los conspiradores, encogiendo los alcances de las luchas sociales, restringiendo las “finalidades” de las luchas sociales. Entre ellas, la más importante, no puede ser otra cosa que la destrucción del poder, de las “estructuras” de poder, de la economía política del poder[122], que diferencia poder de potencia, liberando la potencia social creativa.

Ciertamente no se puede decir que no hay contradicciones entre los Estado-nación del centro mutante del sistema-mundo capitalista y los Estado-nación de las periferias de este sistema-mundo. Las hay, a veces llegan a momentos de intensidad como cuando los gobiernos nacionalistas y populistas del siglo XX nacionalizaban empresas privadas del capital internacional, por el único método de nacionalización efectivo, la expropiación de los expropiadores. Lo que precisamente no hizo el gobierno de Evo Morales Ayma. Antes, durante el nacimiento de las repúblicas, hubo contradicciones entre las nacientes repúblicas y las coronas coloniales. Claro que hay contradicciones; estas son coyunturales y de lapsos históricos concretos. Sin embargo, no hay que olvidar que al final se conformó la geopolítica del sistema-mundo capitalista, una dominación mundial basada en la configuración de los Estado-nación. Los Estados nación del centro del sistema-mundo aprovecharon su situación para centralizar y concentrar la acumulación originaria y ampliada de capital, los Estado-nación periféricos terminaron convertidos en administradores de la transferencia de recursos naturales a los centros industriales. El margen de maniobra que les quedaba era disputar los términos de relaciones de intercambio. Ahora, en los confines de la modernidad, en los límites del sistema-mundo capitalista, los Estado-nación progresistas entran en contradicción con los Estado-nación imperiales. Lo que se disputa, otra vez, es la relación de los términos de intercambio, pues los gobiernos progresistas están encaminados a intensificar y expandir el modelo extractivista, no de cambiarlo. Estas contradicciones son transitorias, si tenemos en cuenta la marcha a un nuevo modelo de dominación global, que llamamos del Estado de excepción mundial prolongado, que corresponde al diagrama de poder del control mundializado.  Si la secuencia histórica fuese esta, si las resistencias y las luchas de los pueblos no logran detenerla, los gobiernos progresistas serán una figura fugaz en el camino. Los Estado-nación periféricos experimentaran transformaciones que los articulen a la integración del Estado de excepción mundial, respondiendo a la globalización del diagrama de poder del control. Los Estado-nación del centro mutante del sistema-mundo capitalista también experimentaran transformaciones, convirtiéndose en el centro administrativo, de dirección, de esta fabulosa maquinaria del panoptismo mundial del control globalizado y del espionaje total, permanente y minucioso.

¿Qué fueron los llamados estados “socialistas” en todo este decurso histórico? No se puede negar que, al principio, fueron un inmenso gasto heroico, la movilización descomunal de las voluntades contra la “realidad” y contra la historia. No disputaron la relación de los términos de intercambio con las potencias capitalistas, sino que se propusieron la revolución mundial. Sin embargo, en la medida que la correlación de fuerzas quedó clara, se optó por la coexistencia pacífica, es decir, por  la convivencia entre “socialismo” y capitalismo. Este acomodo carcomió, por dentro, a los estados “socialistas”, los cuales terminaron implosionando.   El caso de la revolución cubana, es también un gasto heroico inmenso y prolongado, a pesar del bloqueo de medio siglo, emprendido por los Estados Unidos de Norte América. Sin embargo, es una revolución aislada, detenida en la dilatación de la transición al socialismo, finalidad que no podría lograrse sin una revolución mundial. El caso de China no es de una implosión, pero si de una conversión, llamado “socialismo de mercado”, que no es otra cosa que su adecuación al capitalismo, en condición de potencia industrial emergente. Esta potencia industrial forma parte, ahora, del centro del sistema-mundo capitalista; es la segunda potencia industrial y tecnológica, en camino de convertirse la primera potencia. Algunos despistados creen ver en esto un avance en el proyecto; ¿en qué proyecto? ¿Socialista? Estos despistados parecen desconocer que la batuta de la hegemonía capitalista siempre ha cambiado, de ciclo largo en ciclo largo; del norte de Italia, pasó a los países bajos, Holanda, de Holanda a Gran Bretaña y de Gran Bretaña a Estados Unidos de Norteamérica. Cada uno de estos ciclos largos ha caracterizado una forma y una “estructura” capitalista; comercial, por acciones, revolución industrial, revolución administrativa y organizacional, revolución científica tecnológica. La emergencia capitalista de China parece anunciar un nuevo ciclo largo del capitalismo, bajo su hegemonía, que probablemente caracterice una nueva forma y una nueva “estructura” en los modos de acumulación. Empero, como todo capitalismo no puede ser sino una forma de dominación sobre las fuerzas de trabajo y sobre la naturaleza. De esta proyección histórica no se puede esperar ninguna emancipación, menos ninguna liberación. El camino emancipatorio y de liberación no es por la preservación del capitalismo, lleve quien lleve la batuta, sea potencia “occidental” o sea potencia “asiática”. La emancipación y la liberación son de los pueblos del mundo respecto de la dominación capitalista, comprendiendo todas sus formas de explotación.

Una tercera nota es indispensable; sobre los fundamentalismos. El fundamentalismo musulmán es mas bien resistencia más que emancipación; resistencia basada en el fundamento religioso. Resistencia al dominio y hegemonía “occidentales”, defensa de la cultura, la lengua, las instituciones tradicionales y la religión. Como resistencia local y hasta regional tiene perspectiva de mediano alcance; en la medida que no se trata de un proyecto emancipatorio, que convoque al resto, no se abre una perspectiva de largo alcance. El secreto de las revoluciones democráticas y socialistas fue el proyecto emancipatorio, humanista, con pretensiones universales, convocando a todos, incluyendo a todos. Por esta razón tuvieron repercusiones de alcance mundial, pudieron cambiar el mundo, aunque el proyecto socialista solo lo hizo en parte y duro un mediano plazo.

El fundamentalismo, si todavía podemos hablar así, “indianista”, no es solo de resistencia, pues se propone la emancipación de las comunidades, pueblos y naciones indígenas; empero, se trata de una emancipación y de una convocatoria restringidas, a no ser que ocurra que el proyecto indígena comunitario se convierta en una convocatoria a todos. En este caso se convierte en un proyecto emancipatorio, en pleno sentido de la palabra. Lo sugerente del proyecto indígena es que se propone la defensa de la madre tierra, comprometiendo a las sociedades humanas y a los pueblos a defender los derechos de los seres y los ciclos vitales. Esta convocatoria se dio en la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, llevada a cabo el 22 de abril  en Tiquipaya-Cochabamba; se propuso la internacional de los pueblos en defensa de la madre tierra y contra el capitalismo. En este sentido el proyecto de defensa de la madre tierra, proyecto civilizatorio llamado vivir bien, se convierte en una perspectiva mundial alternativa. Esta es la perspectiva de largo alcance; sin embargo, en la medida que el “indianismo” se circunscribe en un fundamentalismo es resistencia, queda localizado y su perspectiva es de corto alcance, en el mejor caso, de mediano alcance. 

Asistiendo a la marcha hacia la globalización del diagrama de poder mundial y de la imposición del Estado de excepción mundial prolongado, las alternativas no pueden ser sino emancipatorias y liberadoras; es decir de convocatoria mundial, a todos los pueblos. Las resistencias quedaran en el camino como acciones heroicas, pero pasajeras. Bajo estas consideraciones, los pueblos están como empujados a coordinar y articular sus luchas, a conformar una internacional de los pueblos. Ahora bien, haciendo un rápido diagnóstico de lo que pasa, podemos ver que los pueblos han salido a las calles, han ocupado las plazas, se han insubordinado contra sus gobiernos, en un caso autoritarios, en otro caso, neoliberales. Empero, estos levantamientos parecen encontrarse escasamente politizados; las contradicciones entre pueblos y gobiernos llega incluso a cambios de gobiernos, que resultan ser parte de un círculo vicioso, son la expresión del mismo problema, la usurpación de la representación popular. Estos levantamientos populares no han logrado construir una alternativa a la forma de gobierno, una alternativa a la forma de Estado. La llamada primavera árabe es un ejemplo de este drama. La movilización popular ha sido aprovechada por grupos de poder que se encaminan a restaurar lo mismo o, peor aún, se encaminan a proyecciones neoliberales demoledores. La movilización popular también ha sido aprovechada por servicios de inteligencias de potencias “occidentales” que se han inmiscuido en los conflictos. En Europa los levantamientos populares, calificados como movimientos de “indignados”, no han derivado en cambios de gobierno; no han contado con la fuerza para hacerlo; tampoco han logrado la politización requerida. Quedaron, hasta el momento, como movimientos reivindicativos y defensores de derechos adquiridos. Los movimientos de “indignados” en Estados Unidos de Norteamérica han quedado como en el inicio, controlados desde el principio de los estallidos. En otras palabras, los pueblos, amenazados por la turbulencia del sistema financiero internacional, por su lógica especulativa e inflacionaria, por su valorización ficticia, por la estrategia de deuda infinita, sistema financiero que hecha a la calle de las casas a los moradores cuando no pueden pagar sus deudas, todavía se encuentran en una fase pre-política, abusando del término. Sin embargo, el conflicto ya se ha dado y a escala mundial. La tarea de los y las activistas consiste en apoyar la politización de los pueblos, en los escenarios de los nuevos levantamientos y movilizaciones, coadyuvando a la coordinación de las luchas y la conformación de una internacional de los pueblos. La propuesta, en perspectiva, parece ser la enunciada en los foros sociales, como gobernanza mundial de los pueblos[123], acompañada o, mas bien, sustentada por la construcción civilizatoria alternativa, democrática, participativa y pluralista, llamada vivir bien, por la Conferencia Mundial de los pueblos en Tiquipaya-Cochabamba.              

La potencia de la vida

 

¿Quiénes somos? ¿Qué somos? ¿Para qué nos constituimos tal como hemos llegado a ser en el momento presente? Estas preguntas son cruciales al momento de sentirnos interpelados por los desafíos del presente; ¿cómo afrontar todas las problemáticas acumuladas? ¿Seremos capaces de solucionarlas o los problemas que enfrentamos nos van a desbordar? Para decirlo en términos dramáticos: ¿vamos a destruir el planeta donde habitamos? ¿Vamos a llevar a cabo una guerra sin fin aniquilándonos? ¿Vamos a dejar que el sistema de acumulación que inventamos nos arrastre a crisis económicas cada vez más paradójicas, cuando más capacidad tecnológica y productiva tenemos, más desigualdades se crean, arrojando a grandes mayorías a la incertidumbre, sino es a la miseria? No lo sabemos. Pues hasta el momento el modo de responder a las preguntas ha sido la de la confianza en el porvenir, basándonos en una supuesta predeterminación, en una supuesta finalidad de la evolución de la vida, cuya corona se encuentra en el ser humano, también confianza en la racionalidad humana, la que ha ayudado a construir instituciones como mecanismo de la racionalidad instrumental. Partiendo de esta certeza teleológica, se concluye un futuro promisorio, una suerte de continuidad evolutiva de la historia. El ser humano es un ser extraño, es un ser seducido por sus propias creaciones, dominado por sus propias criaturas, enamorado de sus propios fantasmas. Esta facultad creativa, que es la imaginación, terminó dominando sobre la misma capacidad creativa; la imaginación terminó sustituyendo a la creación, a la potencia social, construyendo un mundo imaginario, donde los fantasmas ocupan el lugar privilegiado, son los valores, las normas, las reglas, las estructuras, las representaciones, que gobiernan, son el comienzo y el fin de la historia. Entonces los humanos se explican la razón de su existencia por la existencia de estos fantasmas, estos valores, estas normas, estas reglas, estas estructuras, estas representaciones. Explican sus acciones y las justifican. Explican las guerras, las dominaciones, los privilegios, las diferencias, las exclusiones, las discriminaciones; pero, también, explican las resistencias, las luchas, las demandas, las rebeliones, las sublevaciones, las revoluciones. El mundo no es otra cosa que representación, así como la “realidad” de la que se habla es también representación. El problema de este enfoque es que las soluciones a los problemas que se enfrentan son también imaginarios, por lo menos, en gran parte. No solo por la parcialidad, en cuanto la efectuación material, sino por la interpretación, que se mueve teniendo como referente a los fantasmas. Hay como un fin que tiene o que ya ha cumplido el ser humano; este fin por cumplir puede ser el socialismo u otro proyecto civilizatorio; el fin cumplido puede ser el capitalismo, así como lo interpreta Francis Fukuyama. O, si se quiere, se pueden considerar fines religiosos, espirituales, incluso fines de armonía con la naturaleza. Entonces, una vez armado el cuerpo teórico, la “estructura” enunciativa, lo que queda es convencer a los demás sobre la pertinencia del proyecto o, en su caso, imponerlo por la fuerza. La guerra de los paradigmas, para darle un nombre, la guerra por los ideales, la guerra de los proyectos, termina siendo una guerra sin cuartel, incluso despiadada. No se puede dejar de ser intransigente, pues se trata de la verdad.

Todo este imaginario, el mundo como representación y la representación del mundo, toda esta historia, la humana, se basa en un presupuesto que parece incorregible, que más que presupuesto es una predisposición, este presupuesto es central, es el antropocentrismo. El ser humano es único en el universo; sino es el fin mismo, es una pieza clave, fundamental. Este lugar privilegiado es también imaginario. ¿Qué lo distingue de los demás seres vivos? Todo los seres vivos son autónomos, autopoiéticos, constituyen una memoria sensible, también una memoria genética, es decir un programa, que pude considerarse también memoria informática. Los seres vivos sienten, se informan, administran la información, la decodifican, actúan, en consecuencia, conocen, calculan, componen, se asocian, crean. Todos los seres vivos son “maquinas” para resolver problemas, usando una metáfora mecánica. Los seres humanos, como todos los seres vivos, estamos para resolver problemas y seguir adelante. Eso es y nada más. Sin embargo, considerando el enunciado de más cerca, se trata de una inapreciable facultad; los seres vivos, el ser humano, son organismos creativos. Al resolver problemas crean soluciones, abren horizontes, crean mundos. Dicho esto, no habría que complicarse, no habría que perderse en los laberintos de las representaciones, de los proyectos finalistas, de defender los privilegios heredados, conquistados o impuestos, de defender los derechos, de conquistar derechos, de lograr igualdades. Pues cómo no resolver todos estos problemas construyendo una mejor organización, una mejor composición social, una más armónica convivencia. ¿Cómo no poder construir una mejor sociedad que la capitalista? Que, a pesar de sus grandes logros, revolución industrial, productiva, científica, tecnológica, ha ocasionado también grandes problemas, desigualdades, explotaciones, dominaciones, colonialismos, racismos, subordinaciones, contaminación a gran escala, degradación ambiental, destrucción ecológica, además de construir armas de destrucción masivas, capaces de acabar son las sociedades humanas si no atentan contra la vida misma. ¿Cómo no resolver este problema racionalmente, que es una facultad inherente a todos los seres vivos? ¿Qué es lo que hace difícil ponerse de acuerdo? ¿Acaso es sostenible racionalmente acumular por acumular, producir por producir, enriquecerse por enriquecerse, no importando los costos? ¿Es este el fin, el telos buscado? En la medida que el ser humano es el centro de los imaginarios, antropocentrismo, ciertamente su goce puede ser tomado como un fin, desprender un hedonismo reiterativo; empero, como dijimos antes esto es imaginario.

Llama la atención que sea el ser humano uno de los seres incapaces de resolver este problema simple, el de resolver problemas, sobre todo los problemas que ha ocasionado su participación en la biodiversidad. Este resolver problemas pasa por la formación de asociaciones, composiciones, construcciones, creaciones, cada vez más adecuadas al incremento de la problematización que ha ocasionado su propia inserción en la biosfera. El ser humano está equipado para resolver problemas, para resolver este supremo problema, el de conformación de organizaciones armónicas. Como cualquier organismo vivo, está equipado para resolver problemas; esa es, si se quiere, la razón de su existencia. Sin embargo, el ser humano se ha vuelto un problema, no solo para su propia sobrevivencia, sino también para los propios ciclos de la vida. Si el ser humano no resuelve este problema, esta como destinado a desaparecer o quedar en un rincón marginal en la biodiversidad de los ciclos vitales. Si no es él el que se autodestruye, puede ser la propia vida la que lo descarte. Formamos parte, con todos los seres vivos, de un mismo genoma matricial (LUCA)[124]; la múltiple información que llega a todos los seres vivos es procesada por sus propias memorias genéticas, sus propios saberes genéticos. La propia vida puede crear una defensa y anticuerpo contra esta especie tan peligrosa como es la del ser humano.

¿Por qué entonces no darnos una oportunidad para resolver este problema tan sencillo? ¿Dónde se encuentran las resistencias y los obstáculos para hacerlo? Hay como bloqueos mentales. Si el ser humano es el fin de la evolución, ¿por qué no puede ser el fin de la humanidad el del director de banco, el del empresario privado, el del gobernante? ¿Por qué la sociedad capitalista y el Estado liberal no pueden ser el fin de la historia? Entonces, si este es el fin, lo que queda, sensatamente, es defender el orden, las instituciones, las leyes, las buenas costumbres, contra los que atentan contra el orden, las instituciones, las leyes y las buenas costumbres. De esta manera, el problema está resuelto; hay que defender el bien, que es esta sociedad y este Estado, contra el mal, que es todo lo que atenta contra el fin logrado. Este imaginario se desmorona ante un simple recuento de los problemas acumulados no resueltos; grandes problemas por cierto, comenzando por la infelicidad humana. El problema para este fin logrado, imaginariamente, es que sólo ha sido alcanzado por una minúscula minoría de la inmensa humanidad. Una sociedad organizada de esta manera no puede subsistir, en el largo plazo. Una sociedad donde una minúscula minoría se arroga la representación de la inmensa mayoría y dice representar el bienestar logrado por la humanidad; dejando que las mayorías se conviertan en públicos, que contemplan los grandes logros de los representantes de la humanidad; mayorías convertidas en sacrificados trabajadores, que tienen que ahorrar para sobrevivir y pagar sus deudas, que van en crecimiento; mayorías convertidas en poblaciones marginales, condenadas a que no se les reconozca como ciudadanos y sus derechos consagrados o, en su caso, a la reiteración de las subordinaciones múltiples, en sus tierras de origen. Una sociedad, organizada y estructurada de esta manera, es un problema, no es, de ninguna manera, una solución. Es parte del problema no resuelto.

La solución de este problema, la de componer formas de organización que liberen la potencia social, que den lugar a la realización libre y espontánea de la creatividad, aprovechable por todos, no es el único problema a resolver, es el problema fundamental que hay que resolver para atender los otros problemas primordiales, como, por ejemplo, lograr organizaciones transversales capaces de armonías complementarias con los seres vivos. Los seres humanos al formar parte de la vida, de las constelaciones de vida, de los innumerables ciclos vitales, de los mapas y espesores de la biodiversidad, depende de lo que pase en este pluriverso ecológico; entonces, forma parte de sus desafíos la coexistencia y la convivencia dinámica con los seres vivos. Otro desafío que tiene ante sí el ser humano es su relación con el universo o el pluriverso físico en el que habita, estudiado por la física clásica, la física relativista y la física cuántica; pluriverso físico del que ya se sabe,  por lo menos, se conocen fenomenologías, si podemos hablar así, sorprendentes. Las leyes de la física clásica no son válidas a velocidades próximas a la luz, donde las leyes de la relatividad restringida, descartando la gravedad, y de la relatividad general, que incluye la teoría relativista de la gravitación, ayudan a comprender el nacimiento, la formación y la expansión del universo, comprendiendo la curvatura del espacio-tiempo, debidos a la gravitación. Ambos cuerpos teóricos, la física clásica y la física relativista, no son válidos en las dimensiones infinitesimales de los fenómenos cuánticos; en este caso, es la física cuántica la que ayuda comprender la mecánica cuántica, la gravitación cuántica, la dualidad cuántica, como onda y partícula, introduciendo la hipótesis de la incertidumbre y calculando el intervalo probabilístico de la posición de las partículas. Es en este pluriverso, del que forma parte el humano, donde los seres humanos pueden desplegar su potencia, su autopoiesis, su capacidad creativa, aprendiendo a conocerlo y aprovechando su casi inagotable energía de múltiples formas. El ser humano corresponde a los organismos autopoiéticos, equipados y capaces de resolver problemas; para seguir adelante requiere resolver el problema de su organización social. ¿Podrá hacerlo o la vida seguirá su camino prescindiendo de él?

No hay finalidad en el universo, como suponen las teorías teleológicas, el universo está abierto a sus propias contingencias y devenires. No hay finalidad en la vida, a no ser que entendamos por tal la memoria genética, que guarda la historia de la información genética y sirve para conservar la reproducción de las especies, entendiendo entonces esta memoria genética como un proyecto inscrito en las macromoléculas. Las finalidades propiamente dichas son propósitos que se usan como herramientas para resolver problemas, solo que, muchas veces, estas herramientas se convierten en un problema más que en una ayuda, cuando son tomadas como finalidades en sentido metafísico, como fines a los que hay que llegar ineludiblemente, como deber supremo, pues son el sentido de la historia. Estos proyectos teleológicos inhiben la potencia, las capacidades creativas, de los seres humanos; encasillan a estas facultades moldeándolas para cumplir el fin. Este es un destino destructivo. La potencia creativa del ser humano le abre múltiples posibilidades; puede crear mundos, puede producir alternativas. Lo que pueda pasar depende de él, crear una bella obra de arte o una pesadilla, una pesadilla de la que no podrá despertar.

Desde hace unos siglos, si no es más, los seres humanos, en vez de resolver problemas, causan más problemas. Al momento presente las sociedades se encuentran saturadas de problemas sin resolver; ¿estos problemas terminaran rebasándolas a tal punto que las conducirán a la implosión? En adelante haremos un breve recuento de algunos de los problemas que consideramos cruciales y que se deben resolverse, antes que los mismos ahonden las crisis, problemas que acompañaron a las sociedades humanas, y lleguen tan lejos que la desmoronen.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La cuestión del poder

 

Este quizás sea el problema principal; la dominación. ¿Por qué las sociedades humanas optaron por construir formas de organización basadas en jerarquías; es decir, en el monopolio de la representación, en  el control del monopolio del Estado? ¿Por qué el imaginario de una distinción, de la aceptación del ejercicio de la fuerza sobre los demás? El poder es el control de las fuerzas, el monopolio de la disponibilidad de las fuerzas; el uso legítimo de estas fuerzas, desde la perspectiva del Estado.  El poder se expresa, elocuentemente, en el avasallamiento de tierras comunitarias, en el desconocimiento de los derechos y las reivindicaciones de los pueblos Indígenas, en el incumplimiento de la Constitución. El poder es esta desmesura; es el empleo de la fuerza sobre las resistencias, es el peso que tiene la concentración de fuerzas y la disposición de esta concentración. Pero, también es representación; esta disposición de fuerzas viene acompañada por imágenes y significaciones del poder compartidas. El poder aparece como diferencia y diferenciación; es decir, diferencia entre poder y potencia, diferencia de las fuerzas capturadas, que hacen de poder, y las fuerzas que son de por sí potencia. Toda fuerza es potencia, se convierte en poder por la diferenciación ejercida por captura. ¿Qué es lo que realiza la captura? La institución, en tanto estructura y organización social. Se trata no sólo de una asociación, sino de una diferenciación en la asociación, diferenciación que deriva en la construcción de jerarquías y roles, en la construcción del mando. Se puede decir que esto forma parte de la organización social, de la organización de las comunidades, organización que les permite sobrevivir. En principio los mandos eran rotativos o, en su caso, de transferencias rápidas, controladas por las comunidades. Estas formas de mando se conocieron, en la antropología política, como relativas a las llamadas jefaturas. Estas formas de organización, también desde un principio, fueron acompañadas por representaciones, por simbolizaciones, por narrativas, que interpretan, valorizan y explican el funcionamiento de las  formas de organización.

Desde la perspectiva de lo que llamamos economía política del poder, el poder se conforma por diferenciación respecto la potencia, de la que captura fuerzas, energía, y las presenta, a las fuerzas capturadas, como si fuesen autónomas, como si fuese autónomo el poder. Desde este punto de vista, se puede hablar de poder, propiamente dicho, cuando aparece como si fuese autónomo, como si precediese a la sociedad misma, como si la sociedad dependiera del poder. Entonces el poder aparece como institución separada, como institución que manda, que organiza a la sociedad, como institución permanente, como si tuviera vida propia. Es cuando el poder crece a costa de la sociedad, hasta lo hace de una manera hipertrofiada, exigiendo cada vez más de la sociedad, agotando sus fuerzas y energía, en beneficio de los administradores, de los funcionarios, de los sacerdotes, del símbolo que representa la unidad de todo, el comienzo y el fin, la propiedad absoluta de la tierra, concedida a las aldeas y comunidades. El despotismo es una de las figuras alucinantes de este poder estructurado como desmesura de la concentración de fuerzas, la centralización inquietante, la acumulación de riquezas, las sobre-codificación, la desterritorialización de los territorios ancestrales para reterritorializarlos en el cuerpo del monarca, padre de todo, de los territorios, de las vidas, de los ciclos, de los destinos. Sin embargo, no se crea que esta figura, el despotismo, es el poder por excelencia; el poder, la diferenciación respecto a la potencia, atraviesa toda la sociedad, todas las relaciones, establece diferencias en toda la sociedad, en todo el campo de relaciones, instituyendo relaciones de poder en todo el ámbito social. Se constituyen instituciones que codifican, que regulan, que legislan esta multiplicidad de relaciones; entonces el poder atraviesa toda la sociedad, la reorganiza a imagen y semejanza de las instituciones. La efectuación institucional del poder es dominación. Las instituciones instituyen múltiples dominaciones. La sociedad aparece como un inmenso campo atravesado por múltiples relaciones de poder, por la efectuación de múltiples dominaciones. Empero, no ocurre esta conformación del poder en toda la superficie social sin resistencias de la potencia social. Se resiste en todo el campo social, ocasionando alteraciones en la efectuación de las dominaciones; el poder tiene que imponerse por la fuerza o acordar con las resistencias. En la práctica, el poder se efectúa deformándose por las resistencias, que le oponen sus propias fuerzas. El poder, como relación de fuerzas, no se configura exactamente tal como la concibió Friedrich Nietzsche, configuración retomada por Michel Foucault y Gilles Deleuze; una relación entre una fuerza activa y otra fuerza pasiva, una que hace de función de poder y otra que hace de materia de poder. Esta es una relación asimétrica, que parte del presupuesto del poder constituido, cuando había que partir de la potencia espontánea que compone el poder. El poder se debe a la potencia que captura, no tiene fuerza ni energía propia. La potencia no desaparece, al contrario, es una condición necesaria del poder. Por eso, las resistencias son el contraste permanente del poder; en este caso ocurre como enuncia Foucault; hay poder porque hay resistencias que vencer.

Visto desde la perspectiva de las resistencias, el poder es cambiable. En periodos más o menos largos, el poder se transforma, por acumulación de desplazamientos imperceptibles, que pueden llevar a irrupciones violentas de la potencia social, cambiando la forma del poder, ampliando la participación de los y las que resisten. Lo que no ha logrado hacer la potencia social es trastrocar el poder, acabar con la diferenciación entre poder y potencia, devolverle a la potencia su autonomía, componer una forma de organización lo suficientemente flexible, lo suficientemente sensible, a las variaciones y juegos de la potencia social, dando libertad a su espontánea creatividad. Lo que ha ocurrido es que el poder siempre se restaura, adquiriendo otras formas, incluso más abiertas, como cuando se instituyó y constituyó la democracia formal en las repúblicas modernas y el Estado-nación. Sin embargo, el poder siempre tiende a la gran concentración de fuerzas, a la separación, a la aparente autonomía, a la desmesura, convirtiéndose en una hipertrofia descomunal. La nueva forma de poder, que en realidad, son múltiples formas de dominación, más o menos articuladas, atraviesa la sociedad, diferenciando poder de potencia en todo el campo social, codificando las relaciones a imagen y semejanza de las nuevas instituciones.

Dos diagramas de poder han caracterizado a la modernidad, sin hacer desaparecer otros diagramas de poder heredados, solo que subordinados o reutilizados en el nuevo contexto conformado; estos son el diagrama disciplinario y el diagrama del control. El primero corresponde a distintas estrategias, procedimientos, modelos, tecnologías de disciplinamiento; el segundo corresponde a la flexibilización disciplinaria, empero optando por la simulación, la manipulación de los públicos disponiendo de medios de comunicación de masa y de tecnología cibernética. Entonces se controla actuando en los imaginarios y las necesidades; se intensifica la actividad de controlar mejorando notablemente los registros, los censos, las estadísticas, la vigilancia, incluyendo el espionaje. El diagrama del control también corresponde a variadas estrategias, procedimientos, modelos, tecnologías; no se trata de un diagrama homogéneo, incluso se puede hablar de distintas cartografías de control. Ambos diagramas comprenden el despliegue del bio-poder; es decir, del poder que interviene en la vida. Foucault habla de bio-poder cuando se tiene como materia de poder a la población, cuando se controla la vida, los ritmos de la vida, los ciclos de la vida, en las poblaciones; interviniendo en la reproducción, en la migración, en la salud, a través de políticas públicas, que tienen efectos masivos. También habla de bio-poder cuando se tiene como objeto la seguridad, cuando se trabaja la seguridad de la población, cuando se protege a la población de contagios, cuando se cuentan con políticas epidemiológicas, así como también cuando se tienen políticas raciales. Nosotros ampliaremos el concepto de bio-poder incluso al diagrama disciplinario, pues si la materia del poder son los cuerpos, si se modula los cuerpos, si se inscribe en ellos una historia política, buscando inducir comportamientos, ya se afecta a la vida, se interviene en la vida. En este sentido, todo poder, en nuestro lenguaje, todo diagrama de poder, incluso los dados antes de la modernidad, afecta la vida, tienen como materia de poder la vida. El concepto de bio-poder es un concepto vigoroso, pues aclara lo que dijimos del poder, de la economía política del poder como diferenciación respecto de la potencia; el poder tiene como materia de poder la vida; la vida es potencia.

 

La cuestión económica

 

El poder dispone de fuerzas, que es lo mismo que decir que dispone de cuerpos; pero, ¿qué pasa cuando se dispone de objetos, es más, cuando se dispone de las técnicas que producen estos objetos, por lo tanto, se dispone de la producción, de las condiciones de producción, de los medios de producción, de los insumos para la producción, además de disponer del saber productivo? ¿Se trata de poder? ¿De otro ámbito del poder? ¿El poder comprende estas disposiciones? ¿O mas bien se trata de disposiciones, agenciamientos, relaciones, de la potencia social? Este es el punto. El poder puede apropiarse de estas disposiciones y agenciamientos, de los objetos, incluso de las técnicas y los saberes, además de las condiciones y los insumos; empero, todo este ámbito no requiere del poder; es más, el poder puede inhibir sus capacidades, aunque parezca ordenarlas y hasta organizarlas. Se trata de uno de los ámbitos relativos a la realización de la potencia creativa.

Aquí, en este lugar, hay que hacer algunas anotaciones pertinentes. En las investigaciones históricas hay como un cierto prejuicio, como punto de partida; al distinguir sociedades nómadas de sociedades sedentarias, sociedades cazadoras y recolectoras de sociedades agrícolas, se tiende a considerar a las sociedades sedentarias como productivas, las que desarrollarían tecnologías, saberes y escritura. Algo que faltaría en las sociedades cazadoras y recolectoras. Para ser cazadoras, pescadoras y recolectoras, estas sociedades requerían de instrumentos, entonces de técnicas, tecnologías, saberes, para producir estos instrumentos. Las armas de las sociedades cazadoras han tenido que producirse. Entonces se observa que la producción, la técnica, la tecnología, no arrancan con las sociedades sedentarias, con las sociedades agrícolas. Hay producción de herramientas, hay producción de armas, hay producción de artefactos, en estas sociedades nómadas. Por otra parte, se tiende también a la imagen de que la agricultura comienza con las llamadas sociedades sedentarias. Que estas sociedades hayan desarrollado la agricultura en mayor escala es otra cosa. Es difícil concebir que no haya sido en las sociedades recolectoras, conocedoras de los bosques, donde haya comenzado la domesticación de las plantas. Nuestra hipótesis es que la agricultura comienza en estas sociedades nómadas, precisamente por su conocimiento, saber, destreza y apego a los bosques. Las sociedades se hacen sedentarias no por la agricultura, como comúnmente se piensa, sino por los lugares de encuentro, si se quiere de fiesta, de acuerdos, de alianzas, incluso de “intercambio”, abusando del término. Son estos asentamientos los que se ven obligados a capturar las técnicas agrícolas de las sociedades recolectoras, a convertir la agricultura en una producción mayor, modificando las pautas de su producción y organización, incluso, más tarde, de “propiedad”. El paso de las jefaturas rotativas a los mandos estables y centralizados, conformando jerarquías, se da en esta etapa, que ha debido ser larga. No se trata sólo de mandos, sino de toda una diferenciación, por así decirlo, “estructural”.

La economía no es más que uno de los campos generados por la potencia social, creativa e inventiva. Lo que se ha venido en llamar eco-nomía, viene de la conjugación de oikos y nómos, en griego, hogar y administrador. Oikonomía, administración de bienes de la casa; se convirtió con el tiempo en economía, que quiere decir administración cuidadosa de los recursos; ciencia que trata de la producción, distribución y consumo de bienes y servicios[125]. Viene de  oeconomía, del latín, que también quiere decir, como en griego, administración de los bienes de la casa. Como se puede ver, la oeconomía deja de ser meramente administración de los bienes, para convertirse en ciencia de la producción, distribución y consumo, pasando por el sentido ampliado de la administración de los recursos.  Bajo su acepción moderna la economía no sólo es ciencia, sino también es el referente de esta ciencia, el campo de las actividades económicas, vale decir, de la producción, distribución y el consumo. Es ciencia, por lo tanto teoría, es decir, representación; pero, al mismo tiempo, es el referente de esta ciencia, su objeto de estudio; en otras palabras, “realidad” económica. En tanto referente, “realidad”, campo económico, es el espacio-tiempo económico generado por la potencia social. Uno de los espacio-tiempos generados por la potencia social.

La producción y la administración, para resumir el concepto de economía, no es la misma a lo largo de las historias, tampoco en las distintas sociedades; sus formas son generadas por múltiples dinámicas singulares productivas, distributivas y de consumo; son compuestas por asociaciones, las que establecen formas de organización, que estabilizan los flujos de relaciones. Adquieren carácter de institución, se institucionalizan. En la historia de las sociedades son variadas y diversas estas formas de organización “económica”; es decir, aquellas dedicadas o que tienen que ver con la producción, la distribución y el consumo de bienes y servicios. En las sociedades no-capitalistas es difícil separar de estas organizaciones lo que corresponde al campo económico, lo que corresponde al campo político y lo que corresponde al campo social, por así decirlo; es en las sociedades capitalistas cuando y donde la economía adquiere apariencia de autonomía o, si se quiere, adquiere autonomía relativa. También es cuando el conocimiento, el estudio y la investigación de las actividades económicas adquieren “ciudadanía”; se habla de ciencia económica, de economía política, de economía clásica, de economía neoclásica, etc. Es también en las sociedades capitalistas cuando el signo monetario, es decir, la representación abstracta, en tanto equivalente general, se convierte en la medida institucional por excelencia, en el valor abstracto, que también es un signo estatal. Aunque en las sociedades anteriores al capitalismo, en Eurasia, los circuitos monetarios eran ya conocidos en el tráfico comercial y en los intercambios dados en los mercados, incluso aunque el Estado intervenía y dejaba su sello soberano, con la clara intención del cobro de impuestos y de la efectuación del sistema tributario, es en las sociedades capitalistas, tipificadas como “modo de producción capitalista”, cuando el signo monetario es la medida por excelencia, no solo del valor de intercambio, sino, sobre todo de la valorización, que no quiere decir otra cosa que acumulación.

Desde esta perspectiva histórica, se puede hablar, a modo de interpretación, del acaecimiento de dos separaciones aparentes, empero institucionalizadas, respecto de la sociedad; una, es la separación del Estado respecto de la sociedad; la otra, es la separación, también aparente de la “economía” respecto de la sociedad. Podemos nombrarlas, a modo de hipótesis como autonomías relativas. Son separaciones aparentes y son autonomías relativas pues no tienen vida propia, son las dinámicas moleculares, es la potencia social, la que les da vida. Se trata de dinámicas moleculares sociales capturadas por el Estado, se trata de dinámicas moleculares sociales secuestradas por la “economía”. En un caso se trata de la representación de la sociedad por parte del Estado; en el otro caso se trata de la representación abstracta de la fuerza productiva social por medio del signo monetario, valor de cambio. Es como si la sociedad perdiera autonomía “real” cediendo autonomías relativas; por un lado, cediendo autonomía a un mapa institucional; por otro lado, cediendo autonomía a un mapa dinámico de actividades, producciones, circuitos y transacciones. Mapa, este último, que no deja de ser abstracto, pues ninguna de sus actividades, producciones, circuitos y transacciones se puede separar realmente de las dinámicas sociales, moleculares y molares. Empero, en los imaginarios sociales, en la “ideología”, en las representaciones institucionalizadas, aparecen como campos autónomos, aunque efectivamente no puedan zafarse de la complejidad del acontecimiento.

El problema de estas autonomías relativas es que se han convertido en hipertrofias abrumadoras, que atentan contra la propia matriz de donde salieron, la sociedad, la cohesión social, que sólo puede existir por la solidaridad “innata” y requerida en toda forma de asociación, comunitaria y social. El Estado, en sus distintas formas, Estado-nación, imperialismo, que no es otra cosa que el Estado-nación dominante sobre otros Estados, el imperio, en tanto estructura y orden mundial de dominación, atentan contra la reproducción social y los ciclos vitales de la sociedad. La “economía” capitalista, agitada por la compulsión de la acumulación, de la valorización abstracta desenfrenada, atenta contra sociedad, subordinándola a la vorágine de su propia acumulación. Estas hipertrofias empujan a las sociedades, en los ciclos de larga duración, a crisis intermitentes, crisis cíclicas, asís como a crisis estructurales y orgánicas de larga duración, crisis cada vez más intensas y extensas. Como se puede ver, estas separaciones aparentes, la política y la económica, aunque no tengan vida propia, agotan la vida de la propia sociedad.

Estos son dos de los grandes problemas que enfrentan las sociedades hoy. Problemas que requieren soluciones, que deben resolver las sociedades, sino quieren ser llevadas al despeñadero.

 

La cuestión ecológica

 

El término ecología también deriva de la palabra Oikos del griego, que quiere decir hogar, casa, morada. Como en el caso del término economía, que viene de la misma raíz, ha variado, con el tiempo, su significación. En principio, de acuerdo a las primeras definiciones, que vienen del alemán Ökologie, la ecología estudia las relaciones de los organismos con su medio. Para Edgar Morin Oikos designa el hábitat; éste es el sentido que se presta a la construcción del concepto de ecología y de oecumene, es decir, la tierra habitada. El concepto de ecología de debe a Haeckel (1866), quien define ecología como el estudio de las relaciones entre seres vivos y los medios en que viven[126].  La ecología es entonces una ciencia, vinculada a la biología; la diferencia radica en que la ecología, como ciencia contemporánea, forma parte de las teorías de la complejidad o de lo que llamamos la episteme de la complejidad. Se puede decir que la ecología tiene como espesor de “objetos” de estudio a los ecosistemas. La ecología entonces se comprende como ciencia, teoría, así como también, como referente, la complejidad de los ecosistemas. Los ecosistemas no son creaciones de los seres humanos, como ocurre con el poder y la economía, aunque los seres humanos puedan afectarlos. Los ecosistemas son producto de las múltiples interacciones de los seres orgánicos en las condiciones geofísicas de los suelos donde se arraigan estos seres. Según Morin hablamos de dos millones de especies de insectos, un millón de especies de plantas, veinte mil especies de peces, ocho mil setecientos especies de pájaros, etc. Hablamos de una doble textura que nace de la conjunción de un biotopo, que corresponde al medio físico, y una biocenosis, que corresponde al conjunto de interacciones entre los seres vivos que pueblan el biotopo. La unidad del ecosistema es también compleja; en la base tenemos al nicho, que comprende una pequeña comunidad tópica donde se tejen innumerables interacciones entre los seres vivientes que la habitan; en la cúspide tenemos la biosfera, que comprende la totalidad de la vida sobre la corteza terrestre[127].

El problema generado por las sociedades humanas, sobre todo en la modernidad, en la era capitalista, son los desequilibrios ocasionados en los ecosistemas, al contaminar las aguas, las cuencas, los ríos, alterando sus ciclos, al contaminar el aire, los suelos, la tierra, alterando los ciclos vitales regenerativos. La degradación de los suelos, la destrucción de los bosques, la expoliación geológica, han terminado alterando los ciclos vitales ecológicos de la vida. No hay un solo lugar que no se halle afectado o amenazado por el humano, por el tipo de sociedad hegemónica adoptada, altamente destructiva de la naturaleza; una sociedad regida por una compulsión de dominación sobre la naturaleza, una sociedad empujada a la vertiginosidad y al desborde por un incesante y despavorido “desarrollo de las fuerzas productivas”, por lo tanto una sociedad hambrienta, de manera insaciable, de recursos naturales. Esta sociedad moderna y capitalista se enfrenta a lo que ha desatado, la contaminación, la degradación, el desequilibrio ecológico y climatológico del planeta; se enfrenta también a los límites finitos de los recursos naturales, mientras su crecimiento económico se dispara, exigiendo más sacrificios. El problema entonces es de subsistencia; este “desarrollo” se ha convertido en un boomerang, transgrede contra la pervivencia de las sociedades humanas, sino lo hace también contra la vida misma en la tierra. ¿Cómo resolver este problema?

El ser humano no gobierna el ecosistema donde cohabita, menos los ecosistemas que forman la biodiversidad de la biosfera; como hemos dicho, el ser humano tampoco crea el ecosistema, no lo produce, mas bien forma parte del ecosistema, forma parte de la biodiversidad; sin embargo, como lo ha demostrado la sociedad capitalista, el ser humano puede destruir el ecosistema, puede hacer desaparecer parte de la biodiversidad, sino es toda. La pregunta parece obvia, aunque un tanto exagerada: ¿Cómo la vida ha podido producir un ser capaz de destruirla? Esta pregunta es fuerte y también, quizás, sin respuesta por el momento, no sólo por lo que falta conocer de la vida misma, sino porque no sabemos si el ser humano resolverá este problema ecológico que ha ocasionado.

 

 

La cuestión colonial

 

Todos sabemos que la colonización moderna, correspondiente al nacimiento de la modernidad, comienza con la conquista del quinto continente, Abya Yala, y la colonización del África, que se da en etapas sucesivas. También sabemos que la colonización, de la que hablamos, forma parte de la expansión capitalista, de la formación del sistema-mundo capitalista; la colonización es el procedimiento por excelencia de la expansión capitalista, de la acumulación originaria, base primordial de la acumulación ampliada de capital. De la misma manera sabemos que la geopolítica del sistema-mundo capitalista instaura dominaciones sobre la base de la racialización; una especie de economía política colonia, que establece la relación binaria y de diferenciación entre el blanco colonizador y el indio colonizado, el negro colonizado. Diferenciación que se presenta también como diferencia entre civilización/barbarie, civilización/salvaje. De la economía política colonial hablamos en La colonialidad como malla del sistema-mundo capitalista[128]; ahora nos corresponde presentar el problema de la colonialidad como desafío a resolver por las sociedades humanas contemporáneas.

Si bien hablamos de la colonialidad como diagrama de poder, lo que tenemos que explicar es por qué la colonialidad es un problema para las sociedades humanas. No se trata de acudir a la denuncia, ya hecha, con muy buenas argumentaciones, descripciones, historia de lo acaecido, con la evidencia de las brutalidades y la violencia desencadenada. No se trata tampoco de retomar el ideal de justicia, el paradigma de los derechos humanos, la exigencia de igualdad, que es base, por lo menos jurídica y política de la democracia. Se trata de otra cosa, de mostrar el problema de la herencia colonial; mostrar la colonialidad como afectación destructiva de la potencia social. No olvidemos que la colonialidad es un diagrama de poder, forma parte de las dominaciones investidas por la economía política del poder; teniendo como materia de poder los cuerpos y territorios de las sociedades nativas conquistadas. En el caso del diagrama colonial y el diagrama de la colonialidad, que es su continuación, una vez conformadas las sociedades coloniales y, después, las llamadas sociedades postcoloniales, a pesar de su especificidad, se combinan los distintos diagramas de poder en el ejercicio de la dominación colonial; vale decir el diagrama del castigo, el diagrama pastoral, acompañados por las cartografías de soberanía; el diagrama disciplinario, acompañado por la vigilancia y el panoptismo cerrados; el diagrama de seguridad, acompañado por un mayor desplazamiento del bio-poder; y, en la actualidad, el diagrama del control, acompañado por la vigilancia y el panoptismo abiertos. La colonización va a requerir de todo en el proceso de sometimiento de los pueblos y las poblaciones nativas.

Ahora bien, ¿cuál es la especificidad del diagrama colonial?  No tiene como materia de poder a los individuos, como en el caso de la disciplina; incluso, se podría decir, tampoco a los pueblos, como en el caso de la soberanía. No tiene como materia de poder a las poblaciones, como en el caso de la seguridad; tampoco a los públicos, como en el caso del diagrama del control. El diagrama colonial tiene como materia de poder a las sociedades conquistadas. En principio, se trata de que estas sociedades pierdan su capacidad de resistencia, después, que sean diferenciadas, marcadas, distinguidas, de la sociedad dominante. En una tercera etapa se trata de asimilarlas, sin dejar de mantener las marcas y las diferencias. La racialización de las relaciones es transversal en las sucesivas etapas. Más tarde, cuando se instauran las repúblicas, después de las independencias, en las llamadas sociedades postcoloniales, se amplían derechos, se democratizan, por así decirlo; en este contexto las sociedades nativas son invisibilizadas, asimilándolas institucionalmente a la sociedad hegemónica, a la sociedad moderna, diseminándolas en la categoría de pueblo. Sin embargo, no se pierde, tampoco en este caso, la racialización de las relaciones. ¿Cuáles son los dispositivos que se emplean para lograr efectuar el proceso de colonización? Que desde esta perspectiva, es el proceso de dominación que busca hacer desaparecer a las sociedades nativas, hacer desaparecer todo resquicio de ellas, asimilándolas, primero a la dualidad de los mundos, después a la integración de la modernidad.

Obviamente estos dispositivos, estos agenciamientos concretos de poder, son las instituciones coloniales, administrativas, militares, cartográficas, religiosas. Empero, ¿qué hacen estas instituciones respecto a las sociedades nativas? Las marcan, las distinguen, las separan, las reterritorializan, después de efectuar una desterritorialización en relación a sus espesores territoriales, códigos, instituciones, redes de parentesco y alianzas. Se trata de diferenciaciones territoriales, separaciones cartográficas, como las sancionadas por Carlos V y efectuadas por Francisco Toledo en el Virreinato del Perú, separando pueblos de indios de ciudades de españoles, diferenciando reducciones de fundaciones. En lo que respecta al régimen tributario colonial, las clasificaciones raciales tienden a ser detallistas, llevando la diferenciación a una gama ampliamente distribuida. De lo que se trataba es de distinguir minuciosamente los matices que se dan en el intervalo entre el blanco español y el cobrizo indio, pasando por toda clase de mestizajes y mezclas, incluyendo a los nacidos en España y los nacidos en las Indias occidentales, aunque sean descendientes ibéricos. Esta minuciosa clasificación racial es también referente para distinción de derechos; los que tienen más derechos, más privilegios, de los que tienen menos derechos, menos privilegios, incluyendo a los que no tienen ninguno. Aunque entre los dispositivos coloniales se encuentren leyes, como la relativa a las llamadas Leyes de Indias[129], donde se declara a los nativos vasallos del rey, por lo tanto con derechos que los protegen, esta clase de leyes prácticamente no se cumplían en las colonias. También se dieron, en algunos caso, instituciones educativas para estudiar y preservar las lenguas nativas; instituciones dirigidas y administradas por la iglesia, donde los clérigos doctos impartían enseñanza. Sin embargo, las instituciones de más peso, de mayor incidencia, sobre todo de efecto de poder, fueron las encargadas de separar, clasificar, creando dos regímenes; uno de indios, y otro de españoles, criollos y mestizos, como en el caso del Virreinato del Perú y después del Virreinato de la Plata. Se llegó en este decurso a una autonomía subordinada del gobierno indígena. Otro tipo de instituciones, en este trámite colonial, fueron las administrativas, sobre todo aquellas encargadas de garantizar el tributo, como el tributo “indigenal”, en el caso del Virreinato del Perú, y las ordenanzas y reglamentos de servicios, servidumbres, trabajo obligado, por cupos y por periodos, como ocurría con la mit’a colonial, que obtenía brazos, de este modo, para el trabajo sacrificado de las minas, como era el caso del Virreinato del Perú. Todo esto acompañado por los “censos” o enumeraciones coloniales, llamadas visitas y revisitas, en el Virreinato del Perú. Como se puede ver el diagrama colonial contaba con varias clases de instituciones: a) La encargadas de la separación, de la dualización, de la distinción racial, de la marca simbólica; b) las encargadas de la administración colonial, del tributo y de la ordenanza de servicios y trabajos obligados; c) la encargada de las “almas”, de la evangelización, las misiones, la formación de parroquias y las lenguas. Fuera de estas instituciones, podemos hablar de d) la institución militar, supeditada a la Corona; e) las instituciones de lo que podríamos llamar ahora “régimen económico”, encargadas de las disposiciones reglamentarias sobre el comercio, la industria y las ferias.

Visto desde el ciclo largo colonial, podemos decir que el diagrama colonial se encargó de una transición, la transición de las sociedades nativas a su subordinación y, después, subsunción en la sociedad dominante, que primero fue la sociedad colonial, después la sociedad moderna, a partir de la instauración de las repúblicas. Aunque no se tenga plena “conciencia” de la “estructura” del funcionamiento de la maquinaria colonial, se puede decir que el diagrama colonial tiene como objeto de poder las alteridades sociales, la diferencia societal, con la tarea de capturarlas, someterlas, subordinarlas, mediante procesos de domesticación, acompañados con procedimientos de re-significación. La colonialidad, como consecuencia y producto de la colonia, de la colonización, continuidad, mas bien, de este proceso de sometimiento, corresponde a la etapa de subsunción de las sociedades nativas a la sociedad hegemónica, que en este caso ya es la sociedad moderna del régimen republicano. La colonialidad es mas bien una multiplicidad, comprende lo que se ha llamado la colonialidad del poder, la colonialidad del saber, la colonialidad social, la colonialidad de los cuerpos. Se trata del ejercicio de hegemonía y dominación en todos los rubros y áreas de la vida social, teniendo como núcleo gravitante y referente, por excelencia, el modo de vida, de gobierno, de saber, de estructura social, de la sociedad moderna. Las sociedades nativas han sido subsumidas; empero, no han desaparecido. Se encuentran en los márgenes, aparecen como resistencias, como alteridades, como transgresiones, son señaladas como anomia, como anormalidades. Una establecimiento de estas resistencias es la forma comunidad; la que revive el sentido común de los bienes y de las relaciones, de la tierra, de los recursos, de los productos, del trabajo, de los valores, de las circulaciones, también de las relaciones sociales, de parentesco y de alianzas. Otras formas de manifestación aparecen en las urbes con las migraciones; en las zonas de asentamiento de estas migraciones, en las llamadas áreas suburbanas, las costumbres, las conductas y los comportamientos aparecen como anacronismos, desafiando las modalidades hegemónicas y dominantes, transgrediendo sus normas.

Se puede decir que las sociedades nativas no desaparecen, aunque hayan sido subordinadas y subsumidas a la sociedad moderna, generan mas bien la modernidad en clave heterogénea, generan heterogéneas modernidades; se conservan en las comunidades, también en las costumbres, conductas y comportamientos anacrónicos. Así también podemos decir que se preservan en los códigos culturales.

En la contemporaneidad, la modernidad tardía, la colonialidad ha vuelto a transmutarse; adopta la forma de la simulación del diagrama de poder del control. Simula la diversidad, la diferencia cultural; el multiculturalismo es parte de estas nuevas estrategias de dominación, que optan ya no por la marca, la separación o por la subordinación-subsunción, sino por dar curso a las expresiones culturales, lingüísticas, estilos de vida diferentes. ¿Qué ocurre? En el diagrama del control, en el estilo abierto del multiculturalismo liberal, se encuentra más adecuado hacer circular las diferencias, las culturas, las lenguas, pues éstas regeneran y le prestan colorido a una modernidad, que en su forma clásica era abstracta y se encontraba agotada. La modernidad tardía exhibe estas diferencias como imágenes de consumo. Las sociedades nativas se habrían convertido ya no en folklore, como lo permitió el periodo clásico de la modernidad, homogeneizante y universalista, sino en escenarios sociales y multiculturales de la propia mutabilidad de la modernidad.

¿En qué sentido afectan la colonialidad y la neo-colonialidad, caracterizando así a esta nueva forma de colonialidad que opta por la simulación y el control? La colonialidad y neo-colonialidad, como todo diagrama de poder, capturan energías sociales, dinámicas moleculares sociales, composiciones de estas dinámicas; en el caso de las sociedades nativas, capturan las composiciones civilizatorias, además de sus fuerzas, sus energías y recursos.  Ocurre como si una sociedad, la dominante, se hiciera cargo de otra sociedad, la dominada. En realidad, se trata del Estado colonial; en el caso histórico de la conquista y colonización de Abya Yala, es la monarquía española, la Corona y su administración territorial, el Virreinato, la que se hace cargo de las sociedades conquistadas. ¿Qué ocurre cuando una sociedad es asumida, capturada, al modo colonial? Cuando una sociedad es regida por el Estado de otra sociedad, ocurre que la administración política y jurídica de la otra sociedad se transfiere como administración de la sociedad conquistada, capturada y colonizada. Sin embargo, esta transferencia no se da lugar sin modificaciones, sin adecuaciones, sin adaptaciones, incluso sin transformaciones y nuevas regulaciones. Estas modificaciones extraterritoriales también afectan a la administración de la sociedad colonizadora, incluso afectan a su propia sociedad. La tesis del representante Yupanqui a la Corte de Cádiz es lúcida al respecto: Un pueblo que oprime jamás puede ser libre. Obviamente que la sociedad colonizada, oprimida, no lo es, ni mucho menos. La sociedad colonizada pierde su autonomía, su autogobierno, su administración propia, sus normas propias, salvo si se restringen a lo local, como ha ocurrido en las colonias españolas. Cuando ocurre esto las sociedades tienen un alcance local, se localizan, incluso se circunscriben, se inmovilizan, en su territorio focalizado. Ese es el sentido de las disposiciones territoriales del Virrey Francisco Toledo.

Las sociedades locales, las comunidades, si bien pueden llegar a tener autonomía restringida y focalizada, incluso autogobierno local, como ocurría en el Virreinato del Perú, también son afectadas, profundamente, en el desenvolvimiento de su vida social, comunitaria, interna. Sobre todo tratándose del efecto que provoca el ordenamiento territorial toledano en los ayllus, las comunidades territoriales asociativas y complementarias de la región de los Andes. Si atendemos a las investigaciones etnohistóricas, los ayllus pre-coloniales se estructuran sobre la base de una gran movilidad circular, extensa, articuladora de territorios, situados en distintos pisos ecológicos, ayudando a la combinación complementaria de los cultivos. Además los ayllus forman parte de alianzas complementarias y confederaciones, que hoy llegamos a conocer como marka y suyu.  Con el ordenamiento territorial colonial los ayllus pierden esta movilidad circulatoria extensa, reduciéndose a una zona cartográfica, aunque puedan seguir manteniendo conexiones con sus territorios en distintos pisos ecológicos. Las disposiciones del tributo “indigenal”, de la mit’a colonial, además de otras regulaciones, como las relativas a los caciques, afectan a la vida interna de la comunidad. Hay pues una diferencia entre el ayllu precolombino y el ayllu definido, cartografiado, de la colonia.

En el siglo y medio transcurrido entre el Virrey Toledo y el Virrey de la Palata, las comunidades experimentan un cambio de su composición interna, por lo menos vista desde los registros coloniales de las visitas y revisitas. Resultan que los comunitarios originarios se reducen y crece la condición de comunitarios forasteros; se supone, que en parte esto se debe a las estrategias de las comunidades a escapar y amortiguar el peso del tributo “indigenal”. Eran, hasta entonces, los originarios los que pagaban el tributo, no los forasteros. Las nuevas disposiciones van a hacer que también los forasteros paguen el tributo. Estos cambios de composición son indicadores de transformaciones en la “estructura” y la institución del ayllu.

Las disposiciones religiosas afectan la vida espiritual de las comunidades, por lo menos la trastocan. La territorialidad del ayllu es yuxtapuesto por la jurisdicción de las parroquias, fuera de la cartografía de la administración colonial. El diagrama de poder pastoral, nombrado como tal usando la metáfora del pastor y su rebaño, ha sido también denominado, por nosotros, en otros textos, comprendiendo los desplazamientos en la evangelización y en las misiones coloniales, diagrama de poder parroquial, que corresponde a la cartografía delimitada por las parroquias. Estas parroquias, estas misiones, tienen como antecedente a las encomiendas, de las que hablamos más arriba. La materia de poder de estos diagramas pastoral, parroquial y misional, vinculados a la evangelización en las Indias occidentales, son las “almas”, en el sentido imaginado por las religiones monoteístas; “almas”, que también, desde la perspectiva genealógica, podemos comprender que se trata de los espesores de los cuerpos, donde se constituyen las subjetividades. Interpretando esta colonización y esta colonialidad espiritual, podemos llamar a este suceso despojamiento y desposesión espiritual.

Como se puede ver, tal como comprendemos el acontecimiento colonial, la colonización y la colonialidad son múltiples; se trata de distintas formas, de técnicas, de despojamiento y desposesión, dependiendo de la materia de poder en cuestión; se trata de distintos “planos” de ocupación. Por lo tanto, también se trata de distintas formas institucionales que emprenden la tarea colonizadora. Entonces no se puede tratar a la colonia, como época, a la colonización, como “proceso”, conjunto de procedimientos institucionales de ocupación, despojamiento y desposesión, y a su producto histórico-social, la colonialidad, como si fuese un suceso total homogéneo, como suele hacerse. De modo diferente de lo que se ha concebido, la colonia, la colonización y la colonialidad son sucesos heterogéneos. La colonización territorial es diferente a la colonización económica, relativa a los recursos naturales, sobre todo a los minerales; ambas colonizaciones son diferentes a la colonización de las poblaciones; estas tres formas de colonización son diferentes a la colonización espiritual. Este conjunto diverso de procedimientos de ocupación, despojamiento y desposesión hacen a la colonización de las sociedades nativas. No nos olvidemos que dijimos que la materia de poder integral de la colonización son las sociedades nativas.

Volviendo al hilo conductor de nuestra exposición, relacionada a la potencia social, en contraposición del poder, como economía política del poder, como diferencia de potencia y poder, la hipótesis de interpretación es la siguiente: Los diagramas de poder coloniales, vamos a hablar ahora en plural, por lo que dijimos anteriormente, no solo despojan y desaposesionan, sino que, al capturar las dinámicas de las sociedades nativas, al capturar parte de la potencia social de estas sociedades, constituyen con estas fuerzas capturadas, marcadas, separadas, domesticadas, disciplinadas, una sociedad escindida, una sociedad desarraigada, una sociedad cuya referencia ya no es la historia y la memoria de las sociedades nativas, sino el espejo de otra sociedad, la sociedad dominante. Las sociedades coloniales se caracterizan por el desarraigo, por el desapego de la sociedad colonial de la historia, la memoria, las instituciones, las relaciones territoriales, de las sociedades nativas. Esta escisión, este desgarramiento de las sociedades nativas, en la constitución y en la institución de la sociedad colonial, altera a las sociedades nativas, porque las destruye; ahora bien, el desgarramiento se transfiere a la sociedad colonial. Para decirlo esquemáticamente, con fines ilustrativos; es como decir que la sociedad colonial no tiene pasado, se encamina al futuro sin contar con el impulso de la historia. Entonces se encamina al futuro como dirigiéndose a una ilusión.

Usando esta hipótesis de interpretación podemos concluir que las sociedades coloniales, conformadas a partir del desarraigo, del desgarramiento, escindidas “estructuralmente”, más bien, entonces desestructuradas en su composición básica, no pueden acudir a la potencia social creativa, pues esta se encuentra bloqueada por esta escisión histórica y cultural, inhibida y anquilosada en una especie de “inconsciente colectivo”; déjenos usar metafóricamente este concepto del psicoanálisis de Carl Gustav Jung.  Siguiendo con la metáfora, relativa a la figura estructural de la teoría psicoanalítica, de “inconsciente colectivo” reprimido por todo el aparataje institucional colonial, que hace como de “alter ego”, de una identidad impuesta. Téngase en cuenta que estas son metáforas, usadas para ilustrar, recurriendo a figuras aproximativas, un fenómeno y una fenomenología, la colonial, altamente compleja. Por lo tanto, no se pretende hacer psicoanálisis de las sociedades coloniales, aunque este recurso pueda ser útil como teoría, no como práctica psicoanalítica, que requiere de la clínica. En todo caso, si fuese este el caso, no se pasaría de una interpretación al estilo de El malestar de la cultura de Sigmund Freud o, de manera diferente, al estilo de  Los arquetipos y lo inconsciente colectivo de Carl Gustav Jung. Empero, este no es el caso. La pretensión de nuestra interpretación es mas bien mostrar la potencia social; por una parte, capturada por las instituciones coloniales; por otra parte, inhibida, contenida, por la propia inscripción  del poder en la superficie del cuerpo y en el espesor de cuerpo; y una tercera parte, manifestada abiertamente en las resistencia, rebeliones y levantamientos. La potencia social no es un “inconsciente colectivo”; de ninguna manera.

La conclusión de la interpretación es la siguiente: Las sociedades coloniales, dualistas, racializadas, bloquean la potencia social, de tal forma, que en la experiencia dramática del desarraigo, de la dualidad civilizatoria, dualidad donde una “civilización”, la conquistada, se subordina a la “civilización” dominante, dualidad que, aparentemente, se diluye después en la sociedad “mestiza”, donde una “civilización”, la dominada, se subsume a la “civilización” hegemónica, la potencia social, de por sí creativa e inventiva, se recluye, se adormece, sin poder desplegar su espontaneidad. Lo que se da lugar son las resistencias, los flujos migratorios, que trasladan sus contingentes, llevándose consigo códigos y rasgos culturales, memorias simbólicas, imaginarios ancestrales, que aunque no retomen la espontaneidad integral de la potencia social, logran trastrocar, desordenar, afectar, los escenarios sociales de la colonialidad.

Para los seres humanos es primordial resolver el problema de la colonialidad, pues se trata de emancipar la potencia social plural, inhibida por la malla de la colonialidad.

 

 

 

La cuestión social             

 

La problemática social, lejos de mejorar, ha venido empeorando, sobre todo debido al impacto de la generación de desigualdades en el crecimiento de la población mundial. La concentración de riqueza es cada vez mayor y la expansión de la miseria, de la pobreza, de la marginación, cada vez es más amplia. Unas cuantas personas, contadas con los dedos de las manos, poseen una fortuna total superior al Producto Interno Bruto (PIB) de casi un centenar de los países más pobres del mundo. En 1960, el 20% más rico de la población mundial tenía un ingreso treinta veces más alto que el 20% más pobre; en 1995, tenía un ingreso ochenta y cinco veces más alto.  A este ritmo, el año 2013, podríamos haber llegado a que esta proporción más rica tenga, por lo menos, un ingreso ciento catorce veces superior a la misma proporción más pobre. En cifras constantes, el ingreso por habitante es menor que décadas anteriores. Lo que quiere decir que el poder adquisitivo real cada vez es menor; la población mundial se enfrenta a precios inflacionarios, parte de la especulación del sistema financiero internacional y de la monopolización de las empresas trasnacionales. Por otra parte, si traspasamos la deuda de los estados a sus poblaciones, vemos que la deuda por habitante ha ido creciendo; lo que quiere decir que el sistema financiero internacional, el capitalismo dominante y hegemónico, ha convertido al mundo en deudor de un crecimiento compulsivo, insostenible  y especulativo. Los gastos en el consumo suntuario son excesivamente altos, en tanto que los gastos en inversión social, en alimentos para la población, en agua potable y servicios básicos, cada vez son más insignificantes, desde el punto de vista de su impacto. Como se puede ver estamos ante un mundo paradójico, que quizás haya ingresado a una aporía, las tendencias descritas tienden a intensificarse, agudizando cada vez más la problemática social.

Si este problema no es resuelto por los seres humanos, ¿A dónde va el mundo? ¿A un gigantesco apartheid, donde una minoría privilegiada gozara de los beneficios de la revolución tecnológica científica, empero encerrada en ciudades, barrios, fortalezas, en tanto que la inmensa mayoría se encontrará marginada en la geografía inmensa de los desechos?

 

Conclusión

  1. La potencia social es parte de la potencia de la vida. La potencia social no puede disociarse de la potencia de la vida, salvo imaginariamente o, si se quiere, salvo también institucionalmente, como cuando se apuesta al dominio de la naturaleza, por parte del hombre. Cuando esto ocurre, cuando este proyecto se quiere imponer, lo que ocurre es que se atenta contra la vida y al atentar contra la vida se atenta contra la sobrevivencia de las sociedades humanas.

 

  1. Todo en el universo o el pluriverso, como se quiera nombrar, es asociación; se asocian partículas para componer átomos, se asocian átomos para componer moléculas, se asocian moléculas y componen macromoléculas, se asocian macromoléculas y crean la vida, se asocian células y componen seres pluricelulares. Las plantas y animales se asocian, se asocian los seres humanos. La asociación no es atributo del ser humano.

 

 

  1. La potencia, la energía, en sus múltiples formas, es el secreto del universo o del pluriverso, de su nacimiento, suponiendo la explosión inicial (big bang); la potencia también es el secreto de la vida; en este caso hay que considerar la memoria sensitiva y la memoria genética, que intervienen en la reproducción de la vida y sus ciclos vitales. La potencia social es el secreto de las sociedades humanas; en este caso, hay que considerar, además de las otras memorias, la memoria cultural, las memorias históricas, los saberes, las ciencias, las técnicas, la transmisión de estas memorias, estos saberes, estas ciencias, estas técnicas. La potencia social es creativa, espontanea e inventiva.

 

  1. Cuando la potencia social es capturada, retenida institucionalmente, cuando se usa potencia social capturada para enfrentar a la potencia social espontánea, se inhibe la creatividad de la potencia social, se acumula potencia social capturada, reorientando la creatividad de acuerdo a los fines institucionales. Se distorsionan entonces las tendencias de la potencia social, canalizándolas a fines abstractos e institucionales, que conforman hipertrofias inauditas; acumulación de fuerzas, de disponibilidad de fuerzas capturadas, acumulación de bienes, concentración de bienes. Estas acumulaciones provocan estratificaciones, diferenciaciones, jerarquizaciones. Estas estratificaciones, diferenciaciones y jerarquizaciones se sedimentan, conformando una “geología social” estratificada y diferenciada. La conservación de estas distorsiones requieren de poder, de la disponibilidad de fuerzas capturadas por parte de un mando centralizado y, a su vez, distribuido en todo el campo social. Las formas de poder se sofistican, se complejizan, se convierten en macro-instituciones monstruosas, que terminan sometiendo a la sociedad.

 

  1. Hay dos hipertrofias monstruosas que atentan contra las sociedades; una, es la hipertrofia del Estado; la otra, es la hipertrofia de la “economía” capitalista. Ambas hipertrofias se han convertido en fin en sí mismo, trocando a la sociedad, que es la productora de estas hipertrofias, en un mero medio para llegar a estos fines abstractos.

 

 

  1. La vida se encuentra amenazada por la forma de sociedad dominante y hegemónica, la capitalista. Diremos la vida se encuentra amenazada por el hombre, pues se trata de un proyecto patriarcal. La vida misma de los seres humanos se encuentra amenazada por este proyecto civilizatorio en curso.

 

  1. Si no se logra resolver este problema, el de la crisis ecológica, si no se logra armonizar los ciclos de los seres humanos con los ciclos de los demás seres de la biodiversidad, es de esperar una catástrofe ecológica, una catástrofe para la vida misma.

 

 

  1. Los diagramas de poder coloniales, que terminan de conformar la colonialidad como multiplicidad de formas de dominación de las sociedades nativas, pasan por toda una genealogía; primero, la conquista; después la marca y la dualización jerarquizada de las sociedades, la dominante respecto de la dominada; en esta secuencia, viene la subsunción de las sociedades nativas en la sociedad “mestiza”, previa subordinación.

 

  1. Las sociedades nativas no desaparecen, resisten, se transforman, se actualizan, ocasionan heterogeneidades, por ejemplo, heterogéneas modernidades. Preservan la alteridad y se plantean como posibilidad alternativa.

 

  1. Nunca como ahora se ha hecho más cierta la constatación de la desigualdad creciente, de que los ricos se hacen cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres; sólo que habría que añadir que, los ricos, extremadamente ricos, cada vez son más pocos, y los pobres, que hay de toda clase, incluyendo a los más pobres, los miserables, que cada vez son inmensamente muchos, demasiados. Un mundo así, no es un mundo aceptable, tampoco vivible.

 

  1. ¿Por qué, cuando se da lugar una segunda revolución tecnológica-científica, con la nanotecnología, la ingeniería celular, la digitalización de las actividades, las transformaciones cibernéticas, ocasionando un salto increíble en la productividad, no se puede resolver el problema de la miseria, de la pobreza, de las grandes desigualdades en el mundo? La razón de estas desproporciones inexplicables, de estas paradójicas desigualdades, ya lo había develado el marxismo; se encuentra en el modo de producción capitalista, en la apropiación privada de la producción, que es más bien producto de la cooperación social, del intelecto general y, añadiríamos, de la potencia social.

 

  1. Esta dicotomía entre apropiación privada y producción social se encuentra inscrita, por así decirlo, en las relaciones de producción capitalistas. Hasta ahí, completamente de acuerdo con la tesis de Karl Marx; empero, ¿por qué se instauró esta relación de producción capitalista, sobre todo, por qué se mantuvo y preservó, incluso en los llamados estados socialistas, cuando la burocracia sustituye a la burguesía en la gestión del mismo modo de producción? Sabemos, también por Marx, que las relaciones de producción capitalistas se instauran por la violencia inicial de la acumulación originaria de capital, por el procedimiento de despojamiento y desposesión, procedimiento que llamamos colonial; esta violencia inicial se convierte en violencia prolongada, diferida, renovada, institucional, en la acumulación ampliada de capital.

 

  1. Ahora bien, ¿por qué se deja que esta relación de producción capitalista se institucionalice y perdure hasta nuestros días? ¿Por “ideología”, como se explica el marxismo? El mismo marxismo ha convertido en paradigma el sustrato del modelo capitalista, la producción, lo que llama Baudrillard, el espejo de la producción. Esto quiere decir que la economía política burguesa y la crítica de la economía política “proletaria” forman parte de la misma episteme.

 

 

  1. El problema no está tanto en la “ideología”, de la que tampoco habría salido el marxismo, como en el poder, en los diagramas de poder puestos en funcionamiento por el sistema-mundo capitalista, diagramas de poder que fijaron identidades, clasificaron las estratificaciones, la división del trabajo, desplegaron una geopolítica colonial, construyeron una “realidad” institucionalizada. Este mundo dado no podía ser aceptado; las identidades y clasificaciones fijadas no podían ser aceptadas; la herida escrita en la carne no podía ser exhibida con orgullo, mostrándola como si fuese una distinción exclusiva. La denuncia de lo que hemos llegado a ser, es eso, denuncia; es el argumento de la interpelación, apunta a la emancipación. Empero, este es el límite dentro del mismo mundo; de lo que se trata es de atravesar este límite y efectuar otros agenciamientos, devenir otros, aquellas posibilidades de la potencia social. Diremos en plural lo que se dijo en Seattle: no sólo otro mundo es posible, sino otros mundos son posibles. La tarea es liberar la potencia social de las ataduras institucionales.                  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Contra-vida

El sistema-cultura-mundo capitalista

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A modo de breve prólogo

 

Este es un primer ensayo de un conjunto de textos críticos del discurso sobre el Cambio climático, nombre formal y oficial de los Estado-nación y los gobiernos, además de las ONGs y fundaciones, que amortiguan el alcance de la destrucción de la vida en el planeta. Nosotros preferimos nombrar esta problemática por sus evidentes consecuencias, destrucción sistemática, estructural, de la vida, de la biodiversidad, de los ciclos vitales y las sociedades humanas. Entonces, la nombraremos como contra-vida. Este primer ensayo es apenas introductorio al análisis de la problemática, desde la perspectiva de la complejidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Preguntas preliminares

 

¿Cómo funciona? ¿Cuál es su mecánica o, mejor dicho las mecánicas, por lo tanto, en conjunto, sus dinámicas? No basta responder descriptivamente, por más exhaustivas que sean estas descripciones; incluso si después de contar con ellas se logra una narrativa teórica, más bien, compleja, que interprete de manera integral estas descripciones, concatenadas y entrelazadas. Se requiere algo más que el propio pensamiento complejo, que ya es mucho decir, sobre todo cuando sabemos que apenas entramos en este acontecimiento; apenas tenemos hilos sueltos, y fragmentos de diseños, para empezar a tejer en las espesores dinámicos del espacio-tiempo. No solo porque no se trata de pensamiento, por más complejo que sea, incluso cuando también sabemos que el pensamiento complejo es también acciónmaterialidad social e institucionalmaterialidad energéticamaterialidad vital. Se requiere algo más que las relaciones, el entramado de relaciones, en devenir, que suponen estas acciones, estas materialidades, en los espesores de los ciclos vitales. Se requiere de los vínculos primordiales del tejido espacio-temporal del universo o de los universos, en sus distintas escalas.

 

Si bien esto, sabemos, que no se lograra fácilmente, incluso, que no se logrará nunca, parece indispensable intuir estos vínculos, y comportarse con ellos como siendo parte de sus ciclos. Sin embargo, este ensayo no pretende ir tan lejos; solo decirlo, como una hipótesis prospectiva interpretativa. Lo que interesa es comprender el alcance de las preguntas que nos hicimos, y comenzar a avanzar en sus respuestas posibles. En este sentido, intentaremos un primer avance, desde la perspectiva del pensamiento complejo, auscultando un primer nudo del tejido espacio-temporal-social-territorial de lo que nombramos como sistema-cultura-mundo capitalista.

 

 

Uno de los nudos gordianos

 

 

La crisis ecológica, que forma parte de las crisis múltiples desatadas por el desarrollo capitalista, es evidenciada cuando el ecosistema aguanta cambios críticos. Los fenómenos desencadenantes son identificables; por ejemplo, un cambio abiótico, en lo que respecta al incremento de la temperatura; también menguado nivel de lluvias, la presión de la depredación, así como la sobrepoblación. Se ocasiona la declinación de la aptitud del ecosistema, afectando a los ciclos vitales.

 

El llamado cambio climático, eufemismo para ocultar la destrucción de la biodiversidad, de los ecosistemas y de los ciclos vitales, además, de las sociedades humanas, corresponde a una crisis ecológica de magnitud peligrosa. Al respecto se ha hablado demasiado del síntoma del incremento paulatino de la temperatura global.

 

Muchas especies son trasladadas fuera de sus hábitats. Por ejemplo, los osos polares son uno de los seres afectados. Con el deshielo, las focas han desaparecido, interrumpiendo su ciclo alimenticio.  Algo parecido, incluso peor, ha pasado con el oso panda, uno de los habitantes de los territorios de la geografía política de la República Popular de China. Estos son ejemplos puntuales de una numerosa cantidad de casos, que por su adición nos muestran el alcance de la devastación.  

 

Para dar otros ejemplo, tocando regiones del hemisferio sur, podemos citar algunos casos, en peligro de extinción, que se dan en la Amazonia, el bosque más grande del planeta, el continente, por así decirlo, de una de las biodiversidades más ricas del mundo, que también sufre los avances más desoladores y devastadores del planeta, por parte de este “desarrollo” capitalista, que combina, de manera explosiva, todas las formas del capitalismo, desde el extractivismo depredador hasta el financiero especulador, pasando por revoluciones industriales y cibernéticas inconclusas.

 

Nathalie Alonso escribe en Fauna amenazada del Amazonas, puntualizando e identificando fauna en peligro de extinción, dibujando el siguiente panorama:

 

 

El bosque lluvioso del Amazonas en América del Sur, el más grande del mundo, abarca 2,722,000 kilómetros cuadrados. De acuerdo con el Acuario Shedd de Chicago, es el hogar de un tercio de todas las plantas y animales conocidos. Varios animales amazónicos están en peligro de extinción en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Otras especies son consideradas en peligro de extinción por los U.S. Fish and Wildlife Service bajo la Ley de Especies en Peligro de Extinción.

 

El Amazonas es el hogar de las ranas venenosas, algunas de las cuales están en peligro. A pesar de que varían en tamaño desde 1 a 2 1/2 pulgadas (2,54 a 6,35 cm), las ranas venenosas segregan un veneno capaz de matar a los seres humanos de una vez. Entre las más expuestas están la rana venenosa de Perú Oxapampa, clasificada como en peligro crítico por la UICN. La rana venenosa dorada, la más tóxica, está en peligro de extinción en toda su gama a lo largo de la costa del Pacífico de Colombia.

 

Entre las aves en peligro de extinción de la Amazonia está el guacamayo jacinto, el loro más grande del mundo, y el guacamayo de Lear. El guacamayo de garganta azul, endémico de Bolivia, está en peligro crítico según la IUCN. A pesar de que la UICN clasifica el águila arpía, como casi amenazada, U.S. Fish and Wildlife Service la considera en peligro de extinción en toda su gama, que abarca partes de la Amazonia.

 

La UICN rebajó al caimán negro del Amazonas de una especie en peligro de extinción en 1996 a uno de menor preocupación en 2000, pero U.S Fish and Wildlife Service, sigue considerándolo en peligro de extinción. El caimán negro es el más grande del mundo, de las especies de caimanes. Asimismo, la tortuga de río de América del Sur, la especie más grande del continente, pasó de en peligro de extinción en 1994 a una especie de preocupación menor en 1996, según la UICN. U. S. Fish and Wildlife Service, sin embargo la considera en peligro de extinción.

 

Debido a la severa pérdida de hábitat, el mono araña marrón, uno de los más grandes primates en la Amazonia, es también una de las 25 especies en peligro de extinción en el mundo. Catalogado como en peligro crítico por la UICN, el mono araña marrón se encuentra principalmente en Colombia y Ecuador. También críticamente en peligro de extinción están el Marañón de manos rojas, mono aullador, el capuchino rubio, el capuchino de cabeza beige y el mono capuchino Ka'apor, todos los cuales son endémicos de Brasil. El tití descarado de Brasil y el capuchino con bucles robustos se clasifican como en peligro de extinción.

 

La UICN clasifica al manatí del Amazonas como vulnerable, mientras que U.S. Fish and Wildlife Service lo clasifica como en peligro de extinción. Según el Fondo Mundial para la Naturaleza, el manatí del Amazonas se cree que está en declive, a pesar de que el tamaño de su población es desconocido. También en peligro de extinción está la nutria gigante del Amazonas. Nadadoras rápidas y capaces, las nutrias gigantes, las más grandes del mundo, pueden medir hasta 6 pies de largo.

 

Entre los mamíferos en peligro de extinción de la Amazonia está el perezoso de tres dedos, la especie más grande de perezosos, que se encuentra sólo a lo largo de la costa atlántica de Brasil. La destrucción del hábitat es la mayor amenaza para el herbívoro de movimientos lentos, que desciende de las copas de los árboles sólo para orinar y defecar. Otro mamífero, el tapir, de América del Sur está vulnerable, de acuerdo con la UICN y en peligro de extinción, de acuerdo con U.S. Fish and Wildlife Service[130].

 

Los alcances de la crisis ecológica son planetarias, todos los ecosistemas, todas las regiones, todos los nichos ecológicos, se encuentran involucrados, aunque se encuentren afectados de manera diferencial, dependiendo de las características y consistencias del tejido ecológico singular. En las regiones andinas, vallunas, de los llanos y chaqueñas de Bolivia se describe estas rupturas de ciclos vitales también con efectos de extinción.

 

En Foro: Fauna boliviana, animales de los andes, los valles y los llanos, se describe una lista:

 

Entre las aves en peligro crítico, están el crax globulosa o comúnmente llamado mamaco, el ave hylopezus macularius o tororoí enmascarado, la phibalura boliviana o palkachupa, el cinclodes aricomae o remolinera real 

El Paraba Frente Roja debido a que es buscada para ser mascota, la paraba barba azul, por causa de pérdida de su hábitat y la pava copete de piedra. La mayoría de esas especies se encuentran ubicadas en la provincia Gran Chaco. Además hay ocho especies de aves en peligro de extinción y veinticinco especies vulnerables. 

Entre los mamíferos que se encuentran en peligro crítico está al gato andino o leopardus jacobita, debido a caza, pérdida de hábitat, uso folklórico, pérdida de presa principal (con lo que el animal se alimenta), enfermedades por el hábitat restricto. 

El guanaco o lama guanicoé, a consecuencia de la caza, pérdida de hábitat, uso folklórico, pérdida de presa principal (con lo que el animal se alimenta), enfermedades por el hábitat restricto, competencia con ganado, además de la chinchilla, por causa del uso de su piel, además por el hábitat restricto. 

A esto se suma ocho clases de peces que se encuentran vulnerables, entre ellos: el sábalo, el pacú, la boga, el surubí, el miskincho, el carache negro y la mojarra[131]

 

Estos son apenas ejemplos, ya se puede imaginar el tamaño de la devastación y truncamiento de ciclos vitales que se dan en todo el planeta, en toda su biodiversidad, en todos sus entramados y tejidos eco-sistémicos. Nadie que esté en su sano juicio puede esperar que todo esto no afecte a las sociedades humanas. Las sociedades humanas no son externas ni ajenas a la biodiversidad, a los ciclos ecológicos; alguien que piensa de esta manera vive en un planeta de fantasmas, sin cuerpos y sin vidas. Sin embargo, por más insólito que parezca, ésta es la idea precursora que alimenta la “ideología” de la modernidad, que, con el tiempo, en la etapa del capitalismo tardío, se convirtió en cultura-mundo. El hombre domina la naturaleza, el hombre moderno se libera de los mitos, el hombre moderno desata, con su ciencia y tecnología, las fuerzas escondidas de la naturaleza, para utilizarlas en su “desarrollo” y “evolución”. Este enunciado, implícito, de distintas maneras, en las narrativas de la modernidad, muestra patentemente el nuevo mito de la civilización moderna, el mito de la supremacía del hombre, del héroe convertido en el depredador por excelencia, depredación, que obviamente, en las narrativas de la “ideología” no se nombra de este modo, sino como “progreso”. 

 

Vamos a dejar una pregunta pendiente: ¿Por qué no incluir en estas listas de especies en extinción al ser humano? ¿Acaso no han desaparecido cientos de lenguas, cientos de pueblos, centenares de culturas, también civilizaciones; acaso ahora mismo no se encuentran en peligro de extinción naciones y pueblos indígenas en el continente? ¿Acaso las sociedades humanas no se encuentran amenazadas por ojivas nucleares, que ostentan irresponsablemente las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial?  Es pues ridículo no poner en la lista al ser humano. ¿Los ambientalistas lo hacen por pudor? ¿Lo hacen porque creen que el ser humano es distinto a los animales y a las plantas? ¿De dónde sacan esto, de los mitos religiosos, sobre todo de la narrativa de las religiones monoteístas? El ser humano no es algo cualitativamente distinto que el resto de los seres; conforma con todos los seres, con sus ciclos vitales, el entramado creativo de la vida. Que desaparezcan seres implica que también desaparece algo necesario en el ser humano, una parte del tejido que lo constituye. Solo la enajenación “ideológica”, el fetichismo religioso, convertido, después, en “ideologías” modernas”, puede haber sostenido, ilusoriamente, esta imagen esquemática e inconsistente, que manifiesta patéticamente una auto-referencia, una auto-contemplación, un engreimiento desmedidos, que ilusionan al hombre con su soledad en el universo vacío. El aislamiento no es posible en un universo inventado por asociaciones, composiciones, combinaciones de partículas infinitesimales, que tocan, como cuerdas vibrantes, las constelaciones de sinfonías, en distintas escalas. El vacío no es posible en un universo cuya materia oscura y energía oscura ocupan el 95%, en tanto que el resto corresponde a la materia luminosa y la energía luminosa. Es momento de dejar de lado estas narrativas autocomplacientes y antropocéntricas; comprender que la sobrevivencia humana depende de la sobrevivencia de los demás seres

 

 

Por otra parte, se encuentran afectados los ciclos vitales del agua. El agua dulce, los ecosistemas secos, están sorteando los efectos del incremento de la temperatura. El cambio climático ya comienza a ser demoledor para el salmón, además de otras especies acuáticas. El incremento en la temperatura trunca los ciclos vitales del salmón y la trucha. Una de las consecuencias del cambio climático es la migración de las especies. Por ejemplo, los peces de agua fría migran de sus territorios acuáticos, hacia aguas todavía frías. Algunas especies han podido adaptarse a nuevas condiciones, acercándose hacia los polos; en cambio, otras especias son menos dúctiles.

 

Así como pasa con los ciclos vitales del agua, también ocurre con los ciclos vitales del aire, los ciclos vitales de los suelos, los ciclos vitales los bosques, los ciclos vitales de las distintas poblaciones de seres orgánicos; por lo tanto, con la compleja integralidad entrelazada de los múltiples ciclos de la existencia y de la vida.

 

La destrucción de la biodiversidad ha sido cuantificada; cada año desaparecen entre 17,000 y 100,000 especies, dependiendo de las características del periodo, más o menos intenso en lo que respecta a la depredación. En comparación, se tiene el referente de la extinción ocasionada por el impacto de un meteorito, hace 65 millones de años; es cuando se dio clausura del Cretácico. ¿El sistema-cultura-mundo capitalista tiene un impacto de semejante magnitud?

 

Siete millones de kilómetros cuadrados de bosque tropical han desaparecido en el lapso de al menos medio siglo. Se estima que alrededor de 2 millones de kilómetros cuadrados han servido para la expansión de la agricultura; los restantes cinco millones de kilómetros cuadrados son considerados tierras de poca calidad. Cuando, antes, estas tierras eran bosques primarios. Se estima que capturaban como cinco billones de metros cúbicos de carbono durante 10 o 20 años.

 

Parece que el costo cualitativo, de daños irreparables, es esta inscripción desoladora de la huella ecológica, que deja el desarrollo del capitalismo. Costo no conmensurable, tampoco, por cierto, no contabilizado, ni como aproximaciones numéricas, por la aritmética capitalista.

 

 

Cambio climático y biodiversidad

 

 

En un documento de Naciones Unidas se describe el Cambio climático de la siguiente manera:

 

En el ámbito mundial, las actividades humanas han causado y van a seguir causando una pérdida en la biodiversidad debido, entre otras cosas, a cambios en el uso y la cubierta de los suelos; la contaminación y degradación de los suelos y de las aguas (incluyendo la desertificación), y la contaminación del aire; el desvío de las aguas hacia ecosistemas intensamente gestionados y sistemas urbanos; la fragmentación del hábitat; la explotación selectiva de especies; la introducción de especies no autóctonas, y el agotamiento del ozono estratosférico. La tasa actual de la pérdida de biodiversidad es mayor que la de la extinción natural. Una pregunta esencial en este Documento es ¿cuánto puede el cambio climático (ya sea de forma natural o inducido por el hombre) aumentar o impedir estas pérdidas de la biodiversidad? Los cambios en el clima ejercen una presión adicional y ya han comenzado a afectar a la biodiversidad. Las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero han aumentado desde tiempos preindustriales debido a actividades humanas, sobre todo la utilización de combustibles fósiles y los cambios en el uso y en la cubierta de los suelos. Estos factores, junto a las fuerzas naturales, han contribuido a los cambios en el clima de la Tierra a lo largo de todo el siglo XX: ha subido la temperatura de la superficie terrestre y marina, han cambiado los patrones espaciales y temporales de las precipitaciones; se ha elevado el nivel del mar, y ha aumentado la frecuencia e intensidad de los fenómenos asociados con El Niño. Dichos cambios, sobre todo la subida de las temperaturas en algunas zonas, han afectado a la estación de la reproducción de animales y plantas y/o la de la migración de los animales, a la extensión de la estación de crecimiento, a la distribución de las especies y el tamaño de sus poblaciones, y a la frecuencia de las plagas y brotes de enfermedades. Algunos ecosistemas costeros o aquellos en altitud y latitud altas también se han visto afectados por los cambios en el clima regional. Se espera que el cambio climático afecte a todos aspectos de la biodiversidad. Sin embargo, dichos cambios tienen que tener en cuenta los impactos de otras actividades humanas pasadas, presentes y futuras, incluyendo el aumento en las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono (CO2).

 

Para la amplia gama de escenarios de emisión del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), se estima que la temperatura media de la superficie terrestre ascienda entre un 1,4 y un 5,8°C para finales del siglo XXI, que las zonas terrestres experimenten un calentamiento más alto que los océanos, y que las latitudes altas se calienten más que los trópicos. Se estima que la elevación del nivel del mar asociada con dicho cambios esté comprendido entre 0,09 a 0,88 m. En general, se espera un aumento en las precipitaciones en latitudes altas y en zonas ecuatoriales, y que disminuyan en zonas subtropicales aunque aumenten las fuertes precipitaciones. Se espera que el cambio climático afecte directamente a organismos individuales, a poblaciones, a la distribución de especies, y al funcionamiento de los ecosistemas (por ejemplo debido a un aumento de las temperaturas y cambios en las precipitaciones y, en el caso de ecosistemas marinos y costeros, se esperan cambios en el nivel del mar y fuertes tormentas repentinas) e indirectamente (por ejemplo mediante el impacto de los cambios climáticos en la intensidad y la frecuencia de fenómenos tales como los fuegos arrasadores). La pérdida, modificación y fragmentación del hábitat, y la introducción y extensión de especies no autóctonas van a afectar los impactos producidos por el cambio climático. Una proyección realista del estado futuro de los ecosistemas terrestres debe tener en cuenta también las pautas de uso de los suelos y del agua, las que van a afectar en gran medida a la capacidad de los organismos para responder a los cambios climáticos mediante la migración.

 

El efecto general del cambio climático estimado provocado por el hombre muestra que los hábitats de muchas especies se desplazará hacia los polos o hacia altitudes mayores respecto a sus emplazamientos actuales. Las distintas especies se van a ver afectadas de forma diferente por el cambio climático; van a migrar a diferente velocidad a través de paisajes naturales fragmentados, y muchos ecosistemas actualmente dominados por especies de larga vida (tales como árboles longevos) van a tardar mucho antes de que manifiesten los efectos de estos cambios. Por lo tanto, es probable que se modifique la composición de la mayoría de los ecosistemas actuales, ya que es improbable que las especies que componen dichos ecosistemas cambien de emplazamiento todo a la vez. Se espera que los cambios más rápidos sucedan cuando sean acelerados por cambios en patrones de alteraciones no climáticas tanto naturales como antropogénicas. Cambios en la frecuencia, intensidad, extensión y emplazamiento de las alteraciones van a afectar la forma y el régimen a la que los ecosistemas actuales se van a ver reemplazados por nuevos grupos de plantas y animales. Las alteraciones pueden aumentar el régimen de pérdida de las especies y crear oportunidades para el establecimiento de nuevas especies. En todo el mundo, cerca del 20 por ciento de los humedales costeros se podrían perder hacia el año 2080, como consecuencia de la elevación del nivel del mar. El impacto de la elevación del nivel del mar sobre los ecosistemas costeros (como por ejemplo los manglares y humedales costeros, y los pastos marinos) variará en diferentes regiones según la erosión causada por los mares y los procesos de encenagamiento que ocurren en la tierra. Es posible que algunos manglares en las regiones costeras insulares bajas en donde las cargas de sedimentación son altas y los procesos de erosión son escasos, no sean particularmente vulnerables a la elevación del nivel del mar. El riesgo de extinción va a aumentar para muchas especies que ya son vulnerables. Las especies con rangos climáticos limitados y/o pequeñas poblaciones son normalmente las más vulnerables a la extinción. Entre éstas figuran las especies montañosas endémicas y la biota restringida insular (por ejemplo, los pájaros), peninsular (tales como el Reino Floral del Cabo), o costera (manglares, humedales costeros y arrecifes coralinos). En contraste con esto, las especies con gamas amplias y no irregulares, con mecanismos de dispersión de largo alcance y grandes poblaciones tienen un riesgo de extinción menor. Existen pocas pruebas para sugerir que el cambio climático pueda disminuir la pérdida de las especies, pero existen pruebas que demuestran que pueden acelerar este proceso. En algunas regiones podría darse un aumento de biodiversidad local (normalmente como consecuencia de la introducción de especies) pero las consecuencias a largo plazo son muy difíciles de predecir. Cuando ocurren importantes alteraciones en el ecosistema (como por ejemplo la pérdida de especies dominantes o una gran proporción de las especies y por lo tanto gran parte de la redundancia), pueden ocurrir pérdidas en la productividad neta del ecosistema (PNE) al menos durante el periodo de transición. Sin embargo, en muchos casos, la pérdida de biodiversidad en ecosistemas diferentes y amplios debido al cambio climático no implica necesariamente una pérdida de productividad, ya que existe un grado de redundancia en la mayoría de los ecosistemas. La pérdida de la contribución a la producción de una especie determinada dentro de un ecosistema se puede ver reemplazada por otras especies. Los impactos del cambio climático en la biodiversidad ni los posteriores efectos en la productividad no han sido calculados a escala mundial. Los cambios en biodiversidad a escala de ecosistemas y paisajes naturales, como respuesta al cambio climático y otras presiones (tales como la deforestación y los cambios en incendios forestales) podrían afectar aún más al clima mundial y regional mediante los cambios en la recogida y emisión de gases de efecto invernadero y cambios en el albedo y la evapotranspiración. De forma parecida, los cambios estructurales en las comunidades biológicas en las capas superiores de los océanos podrían alterar la recogida del CO2 por el océano o la emisión de precursores para los núcleos de condensación de nubes, causando unas reacciones o positivas o negativas en el cambio climático.

 

La simulación de los cambios en la biodiversidad como respuesta a los cambios climáticos presenta algunos desafíos importantes. Los datos y las simulaciones que se requieren para estimar la extensión y naturaleza de los cambios futuros en los ecosistemas y los cambios en la distribución geográfica de las especies son incompletos, lo que significa que estos efectos sólo se pueden cuantificar parcialmente. Los impactos de las actividades para la mitigación del cambio climático sobre la biodiversidad dependen del contexto, diseño y ejecución de dichas actividades. El uso y el cambio en el uso de los suelos, y en las actividades asociadas con la silvicultura (forestación, reforestación, deforestación evitada, y las prácticas mejoradas en el manejo de bosques, tierras de cultivo y pastizales) tanto como la implantación de fuentes de energía renovable (hidráulica, eólica, solar y biocombustibles) pueden afectar a la biodiversidad. Dicho impacto dependerá de la selección del sitio y de las prácticas en el manejo de los mismos. Por ejemplo, 1) dependiendo del nivel de biodiversidad del ecosistema no forestal que está siendo sustituido, la escala que se toma en cuenta, y otros temas relacionados con el diseño y la implantación, los proyectos de forestación y de reforestación pueden tener impactos neutros, positivos o negativos; 2) si se evita y/o reduce la degradación de los bosques en zonas amenazadas/vulnerables que contienen grupos de especies que son inusualmente diversos, mundialmente raras o propias de esa región, se pueden proporcionar grandes beneficios a la biodiversidad, evitando al mismo tiempo emisiones de carbono; 3) las plantaciones bioenergéticas a gran escala que generan un gran rendimiento podrían tener efectos adversos en la biodiversidad cuando sustituyan a sistemas con una mayor diversidad biológica, mientras que las plantaciones a pequeña escala sobre terrenos degradados o en zonas agrícolas abandonadas podrían tener ventajas ambientales; y 4) un aumento de la eficiencia en la generación y/o empleo de energías basadas en combustibles fósiles puede reducir el uso de combustibles fósiles y, por lo tanto, reducir los efectos sobre la biodiversidad que se deben a la extracción de recursos, el transporte (como el envío por barco y/o por tuberías), y la combustión de combustibles fósiles. Las actividades para la adaptación al cambio climático pueden fomentar la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad, y reducir el impacto sobre la biodiversidad tanto de los cambios climáticos como de los fenómenos climáticos extremos. Dichas actividades incluyen el establecimiento de un mosaico interconectado de reservas terrestres, de agua dulce y marinas de uso múltiple diseñado para responder a los cambios estimados en el clima, y actividades de manejo integrada de tierras y aguas para reducir las presiones no climáticas sobre la biodiversidad y, por lo tanto, hacer que el sistema sea menos vulnerable a los cambios climáticos. Algunas de estas actividades para la adaptación también pueden reducir la vulnerabilidad humana frente a fenómenos climáticos extremos.

 

La eficacia de las actividades para adaptación y mitigación se puede mejorar cuando se integran con estrategias más amplias diseñadas para hacer más sostenibles las rutas para el desarrollo. Existen sinergias potenciales ambientales y sociales e intercambios entre la adaptación climática y actividades para la mitigación (proyectos y políticas), y los objetivos de los acuerdos multilaterales ambientales (por ejemplo, la conservación y uso sostenible que son los objetivos del Convenio sobre la Diversidad Biológica) además de otros aspectos del desarrollo sostenible. Estas sinergias e intercambios se pueden evaluar en lo que se refiere a la gama completa de actividades potenciales (entre otras cosas, la energía y el uso de los suelos, el cambio en el uso de los suelos, y los proyectos y políticas de silvicultura) a través de la aplicación de las evaluaciones del impacto social y ambiental en el ámbito de proyectos, sectores y regiones, y se pueden comparar con un conjunto de criterios e indicadores mediante el empleo de una serie de marcos para la toma de decisiones. Para esto, se tienen que adaptar y desarrollar aún más las actuales metodologías, criterios e indicadores para la evaluación del impacto de las actividades para mitigación y adaptación sobre la biodiversidad y sobre otros aspectos del desarrollo sostenido. Entre las necesidades de información y los vacíos en las evaluaciones se incluyen: Una mejora del conocimiento de las relaciones entre la biodiversidad, la estructura y el funcionamiento del ecosistema, y la dispersión y/o migración a través de paisajes naturales fragmentados. Una mejora del conocimiento de la respuesta de la biodiversidad frente a cambios en factores climáticos y otras presiones. La realización de simulaciones de definición apropiada de cambios climáticos pasajeros y de ecosistemas, especialmente para la cuantificación de los impactos del cambio climático sobre la biodiversidad a todos los niveles, teniendo en cuenta sus respuestas. Una mejora del conocimiento de los impactos a escala local y regional sobre la biodiversidad de las opciones para la adaptación y mitigación del cambio climático. Un mayor desarrollo de metodologías, criterios e indicadores para la evaluación del impacto de las actividades para la mitigación y adaptación al cambio climático sobre la biodiversidad y sobre otros aspectos del desarrollo sostenible La identificación de actividades y políticas para la conservación y uso sostenible de la biodiversidad que pudiesen mejorar las opciones para adaptación y mitigación del cambio climático[132].

 

 

El sistema-mundo inserto en la biodiversidad

 

 

Lo que no se entiende de estos informes, de las consecuencias políticas que sacan, de su utilización en las Cumbres sobre el Cambio Climático, de los documentos que se firman, de los temas que se discuten, por ejemplo, el de la diminución de la emisión de gases de efecto invernadero o, en su caso, de la inversión en bosques, para que no sean desforestados, por el avance de la frontera agrícola, por el comercio de madera, por la economía extractivista, es que, sin tomar en cuenta lo incompletos que son, lo desarticulados que se encuentran, para una comprensión integral de la problemática en cuestión,  sin pedirles que consideren la articulación compleja con las sociedades humanas, incluso sin pedirles su relación con el sistema-mundo capitalista, es que sean tan indulgentes, tan poco eficaces, como si se tratara de un problema técnico y no de la vida.  Lo que describen es indudablemente alarmante, los alcances de la crisis ecológica es de envergadura, amenazando a la biodiversidad, a las especies, a los ciclos vitales, a las sociedades humanas. Entonces, llama la atención que sean documentos burocráticos, al momento de proponer soluciones y salidas, después de haber dado descripciones alarmantes de lo que acontece.

 

¿Los expertos no saben interpretar la integralidad de la problemática, después de haber interpretado descriptivamente los efectos de los fenómenos inherentes? ¿Los expertos, a pesar de tener consciencia de lo que pasa, son al final de cuentas, funcionarios; más les interesa su estabilidad laboral, que la vida del planeta y en el planeta? Después de leer esos informes, alguien de sentido común concluye, que no se puede seguir como se ha seguido hasta ahora, que se requiere un cambio radical, de emergencia, para salvar la vida, la biodiversidad, los ciclos vitales, donde se encuentran los ciclos de las sociedades humanas. Sin embargo, parece que este esperado sentido común no es el preponderante en los expertos. La reciente Cumbre del Clima de París, la COP21, llevada a cabo en Paris, es más anodina que las anteriores; retoma el Protocolo de Kioto, de una manera más mesurada y contemplativa. Siendo ya aquél documento extremadamente conservador[133].

 

Los gobernantes de los gobiernos llamados progresistas dan discursos que pretenden ser críticos y pretenden mostrarse defensores de la madre tierra; sin embargo, fuera de ser discursos repetitivos, áridos, de puntos comunes, sin consecuencias, salvo el mostrarse como defensores de los derechos de la naturaleza, no se sostienen moralmente, cuando se trata de gobiernos que han optado por la expansión intensiva del extractivismo, siendo cómplices pues de la depredación y destrucción global de la biodiversidad. Si bien, se puede decir que los más “culpables” son las potencias industriales, que no quisieron firmar el Protocolo de Kioto, este hecho no los salva de su concomitancia.

 

Un presidente progresista ha propuesto el Tribunal de Justicia Ambiental. ¿Para qué? ¿Para que dirima en la contienda entre empresas extractivitas trasnacionales y gobiernos progresistas, que son, al final los que terminan concesionando a estas empresas, sean las mismas u otras, con otros nombres? ¿Para que dirima entre empresas estractivistas y gobiernos, sean estos neoliberales o progresistas, que contienden con los pueblos y comunidades indígenas, que defienden sus territorios, los ecosistemas, las cuencas? ¿Si esto ha ocurrido muy exiguamente, de vez en cuando, antes, por qué esperar que mejore la situación con este Tribunal de Justicia Ambiental? Estas propuestas brillan por su burocratismo, por su mediación aparente, cuando estos dispositivos forman parte del orden mundial de las dominaciones en el sistema-cultura-mundo capitalista. Este estilo de propuestas y otras como las que se hacen en estas cumbres solo sirven para mantener la expectativa, para dar aliento y esperanza, mientras, efectivamente, cubren el avance demoledor de la frontera agrícola, de la frontera minera, de la frontera petrolera, de la frontera del desierto capitalista, que avanza sin miramientos. Que lo haga un presidente engreído progresista, en una cumbre, se entiende, pues estos escenarios son montajes para mantener la simulación democrática global, aunque también puede servir como calmante ante consciencias desdichadas y atormentadas. Pero, que haya “izquierda” que tome en serio estas retóricas demagógicas, habla de por si de lo incorporada que ya está la “izquierda” en las estructuras de poder local, regional, continental y mundial.

 

Las cumbres, Naciones Unidas y los Estado-nación no son las instancias adecuadas donde se puede encontrar una voluntad, tampoco decisiones y medidas, para remediar el efecto múltiple de la depredación, contaminación y destrucción ecológica. Estos, los espacios de estas cumbres, son lugares donde se va a tranquilizar las consciencias culpables. Donde se lanzan discurso edulcorantes y adormecedores para mostrar a las sociedades que hay preocupación.

 

Las cumbres sociales paralelas acuden a la sede de estas cumbres oficiales de Naciones Unidas, para criticar, interpelar, influenciar, en los gobernantes del mundo. Si bien es apreciable e importante la movilización que se efectúa, es importante por su acción pedagógica, si se quiere, de concientización de las sociedades, sobre todo son importantes como activismos; sin embargo, el límite de todo esto es que los interpelados no son quienes pueden resolver el problema mayúsculo de la crisis ecológica y su problemática. Los organismos internacionales, los Estado-nación, conforman el orden mundial del sistema-cultura-mundo-capitalista. No son organizaciones ni dispositivos, ni tampoco redes, para abolir este orden mundial de las dominaciones polimorfas, que es lo que se requiere para evitar la catástrofe.  ¿Para qué han servido todas las cumbres hasta ahora? Para lavar la cara a las potencias industriales, a la gendarmería del imperio, a la aristocracia y a la oligarquía del imperio, a todos los Estado-nación, que tienen concomitancia en lo que sucede, quiéranlo o no. Algunos gobiernos progresistas tuvieron la habilidad, incluso de mostrarse como contrarios a esta impostura; este es el caso de Bolivia, cuando la contra-cumbre de Tiquipaya, que se denominó I Conferencia de los Pueblos sobre Cambio Climático y Defensa de la Vida, consensuó resoluciones valiosas de alcance adecuado para enfrentar la crisis. Es aquí donde se sacaron resoluciones sugerentes[134]. En cambio, la siguiente ConferenciaII Conferencia de los Pueblos sobre el Cambio Climático[135], que pretendía emular a la anterior, ser su continuidad, llevándose a cabo en el mismo lugar, no hizo otra cosa que una pantomima triste, para lavar la cara a un gobierno progresista y a un “presidente indígena”, gobierno y símbolo, que optaron vergonzosamente por la expansión del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente

 

Los únicos que pueden salvar al planeta, a la biodiversidad, los ciclos vitales, los ecosistemas, las sociedades humanas, son los pueblos. Está demás decirlo; sin embargo, lo recordamos. No están representados en esta burocracia institucionalizada del imperio. ¿Acaso están ahí, en la Cumbre de Naciones Unidas, Cumbre del Clima de París, la COP21, los pueblos, los colectivos, los y las damnificadas por el cambio climático, por el extractivismo destructivo, nocivo y corrosivo, por la contaminación y depredación, que deja el “desarrollo” capitalista como desechos, residuos; es decir, la huella de su destrucción? No lo están; los pueblos, los colectivos damnificados, las comunidades arrinconadas y despojadas de sus recursos y sus territorios, no tienen sitio en esos lugares de poder. Los pueblos son los grandes ausentes, solo son nombrados, como víctimas, como sujetos de derechos, como soberanos que delegaron la representación en esta burocracia. En esta simulación de democracia mundial, la ausencia nombrada de los pueblos está ahí, como fantasma, para legitimar la destrucción del planeta y de la vida.

 

Ponderando la labor de los activistas, en las cumbres sociales alternativas, es menester observar sus límites; es indispensable que los y las activistas enfoquen también su labor, sobre todo, en activar la potencia social de los pueblos y las sociedades. En coadyuvar a liberar a los pueblos y las sociedades de las ataduras impuestas por las mallas institucionales del imperio, por lo tanto, del orden mundial; compuesto por los Estado-nación, en sus planos de intensidad políticos; por las empresas extractivistas, industriales, de servicios, financieras, en los planos de intensidad económicos. La decisión colectiva, social, política, de parar la marcha al abismo, está en manos de los pueblos; son ellos los que pueden terminar con este juego de muerte, que es el de la acumulación abstracta y sin sentido del denominado capital, que no es otra cosa que contabilidad aritmética de lo que llaman crecimiento y desarrollo; otra idea abstracta y lineal del plano de intensidad económico, cuando, en efecto, en la práctica, puede considerarse, en contraste,  como la cuantificación de la destrucción que provoca esta acumulación.

 

 

 

Hipótesis interpretativas prospectivas

 

 

  1. El denominado sistema-cultura-mundo-capitalista, que, obviamente, no se reduce al plano de intensidad económico - por lo tanto, posiblemente se lo tenga que nombrar de otra manera, pues corresponde, a la articulación integrada de múltiples y espesores de intensidad; en concreto, corresponde a la economía política generalizada -, funciona como contra-naturaleza, por así decirlo, como contra-vida, al capturar las fuerzas de la vida y usarlas de una manera no creativa, no vital, sino abstracta e instrumental.

 

  1. Estamos ante un sistema-cultura-mundo capitalista, que articula e integra múltiples instituciones; sean estas económicas, como las empresas, privadas o públicas; sean estas políticas, como gobiernos y Estados; sean estas globales, como los organismos internacionales; sean estas culturales, como las lenguas y las culturas; con la finalidad de adecuarlos como medios a un fin. Éste de la acumulación ampliada e infinita del capital, que supone la reiterada y recurrente acumulación originaria de capital, que es el extractivismo.

 

 

  1. Las dinámicas de este sistema-mundo son, paradójicamente, de destrucción, a pesar de que emergen de la misma vida, de la misma biodiversidad del planeta, de su historia ecológica y social.

 

  1. ¿Por qué pasa esto, tan contradictorio, incluso tan antagónico? No lo sabemos, a pesar de las teorías críticas construidas; cada una de las cuales pretende decir la verdad sobre este fenómeno paradójico. Es ciertamente una responsabilidad Sin embargo, mientras no se sepa, salvo las descripciones denunciativas de lo que acontece, esto no es óbice para que se tenga claro que éste no es el camino de la vida, de la potencia de la vida, de la creatividad de la vida.

 

 

  1. Los defensores del sistema-mundo-capitalista, emitan el discurso que emitan, se apeguen a la teoría que se apeguen, usen los argumentos realistas o pragmáticos que quieran, no pueden reclamar, como a ellos les gusta, ninguna objetividad, ningún pragmatismo, ningún realismo, menos ningún racionalismo, ante las evidencias de las amenazas a la vida y a los ciclos vitales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Expropiación de lo común

Lo común no es estatal ni privado

 

 

 

 

 

 

 

Dedicado a los y las común-istas que luchan por la recuperación de lo común, de lo que es de todos, lucha contra la expropiación privada y pública de lo común. A los común-istas que no requieren de un Partido Comunista para ser común-istas, pues el Partido no es propietario del común-ismo, es otro expropiador del común-ismo como subversión de la praxis. Tampoco la y el común-ista requiere ser marxista para ser común-ista, pues el marxismo ha terminado siendo una expropiación teórica de la potencia social. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lo común no es estatal ni privado, es, como dice su propia definición, común; es decir, de todos, de acceso inmediato, espontáneo, sin precio de ninguna clase, salvo el de la energía corporal. Hablar de lo común como si fuera del Estado o como si lo que es del Estado, es decir, público, fuera lo común, es no otra cosa que una expropiación de lo común por parte del Estado. Pretender en un discurso oficial que es así, que lo común es lo estatal, es un descomedido, también una demagogia desmedida[136]. Eso es precisamente lo que hizo el vicepresidente en el discurso de inauguración de la Conferencia antiimperialista, organizada por el gobierno, en Cochabamba (agosto 2013), con el objeto de apoyar al presidente de Bolivia, por el agravio imperialista, al clausurar el espacio aéreo europeo, a su regreso de Moscú. No se pueden presentar las políticas del gobierno popular como si fuesen una recuperación de lo común. Hay toda una distorsión conceptual y fáctica en todo esto. La nacionalización de los hidrocarburos es eso, una estatalización de los recursos hidrocarburíferos; es decir, una conversión de la propiedad privada en propiedad estatal. En este caso, lo que corresponde a la apropiación privada fuera de boca de pozo, cuando el gas y el petróleo salen de sus bolsones geológicos. Pues la propiedad nominal de los recursos hidrocarburíferos bajo tierra seguía siendo del Estado boliviano, antes de la promulgación de la Constitución. Lo que hace el decreto “Héroes del Chaco” es recuperar los hidrocarburos para el Estado, apropiados privadamente, fuera de tierra.

Después de la aprobación por el pueblo boliviano y la promulgación de la Constitución se establece que la propiedad de los recursos naturales es del pueblo boliviano, ya no del Estado. El Estado es un mero administrador de la propiedad del pueblo boliviano. Empero, este mandato constitucional es el que menos cumple el gobierno. Pues para cumplir el mandato debe entregar esta propiedad al pueblo, debe socializarla, debe consultar todos los pasos que se den, administrativamente, técnicamente y políticamente sobre los recursos naturales. Debe dar paso al ejercicio de la democracia  participativa, de la participación y el control social en la gestión de los recursos naturales. Es lo que menos hace. Ha reproducido no solo la vieja forma democrática administrativa publica, sino que ha reproducido esta forma en su distorsión perversa, prebendal y clientelar. Hay menos Estado en la gestión y control técnico de la explotación hidrocarburífera, que lo que había en las empresas estatales del periodo nacionalista de la mitad del siglo XX; el llamado, por nosotros, periodo heroico del nacionalismo. Menos Estado que antes; en estas condiciones, no se puede presentar esta situación como si fuese gestión de lo común. Esto no solo es un exabrupto, un error conceptual, sino una extravagante utilización política de los hechos.

¿Qué es lo común? Lo común es, por ejemplo, el territorio comunitario, territorio cuya gestión territorial es de la comunidad, gestión ejercida bajo normas y procedimientos propios, autogobierno, libre determinación, instituciones propias. Lo común son los bienes comunes, comenzando por los bienes naturales, la tierra, el agua, el aire, las plantas, los frutos de las plantas, etc. También pueden considerarse bienes comunes los productos del trabajo colectivo; sin embargo, en este caso, median relaciones sociales, estructuras de relaciones sociales, formas de posesión y de propiedad comunitaria institucionalizadas. Formas institucionales comunitarias que también se trasladan a la posesión y propiedad de los bienes naturales.

En las historias de las sociedades, éstas han conformado, en principio, instituciones comunitarias; después, con las transformaciones mismas de las instituciones, han conformado instituciones que podríamos llamarlas “publicas”, en la medida que tienen que ver con la captura del “Estado”, o lo que se va llamar “Estado”; visto retrospectivamente, desde la perspectiva del historia política, aunque no sean otra cosa que aparatos de captura de las representaciones del poder instituido.  Posteriormente las transformaciones institucionales y la estratificación y diferenciación social han conformado instituciones “privadas”. Se puede decir que el conjunto de estas últimas instituciones han legalizado y materializado la propiedad “privada”, así como la propiedad “pública”. En la sociedad moderna, estas formas de propiedad se han extendido considerablemente, con el crecimiento de la población, el crecimiento económico, la estratificación social, el crecimiento de las ciudades, la hipertrofia del Estado. En las llamadas sociedades capitalistas se ha dado prioridad a la propiedad privada, sobre todo empresarial y latifundista; en las sociedades llamadas socialistas se ha dado prioridad a la propiedad pública, sobre todo empresarial y de la tierra, además de los servicios. Ambas sociedades modernas lo han hecho expropiando lo común a las comunidades, a la sociedad y a la madre tierra.

En sentido amplio, lo común entonces no es una propiedad, tampoco una posesión, es un acceso. Acceso de todos a los bienes naturales, a los productos del trabajo colectivo, así como al leguaje, al intelecto general, a los saberes, a las ciencias, a la cultura, que son también bienes comunes. Lo común es de la comunidad, por lo tanto forma parte de la territorialidad o las territorialidades de la comunidad. Lo común nos hace íntimamente interdependientes y complementarios, integrados en el compartir de lo que es inmediatamente accesible, sin mediación alguna, ni costo, salvo el de la propia energía para acceder. Ahora bien, si lo que compartimos, el hecho y la experiencia de compartir, nos hace comunes, al compartir con las plantas y los animales, la tierra, el agua, el aire, el sol, formamos una comunidad biológica compleja y entrelazada. Entonces, las comunidades no sólo se reducen a las comunidades humanas. Las comunidades son comunidades bióticas, si es que no hablamos de otras formas de asociaciones. Estamos hablando de formas de comunidad más ricas y complejas, que exigen formas de correspondencia vitales. En Subversiones indígenas escribimos:

En un hermoso libro intitulado Communitas. Origen y destino de la comunidad, Roberto Esposito desplaza el sentido de comunidad a sus raíces latinas y al origen mismo de lo social y lo colectivo, que no es otro sino el de la exposición, el del circuito inaugural de la donación y contra-donación, del dar y de la deuda: de la reciprocidad y complementariedad.[137] Podríamos decir que la comunidad es una predisposición. Por este camino, también una anticipación, lo previo a la socialidad; pero también lo que la condiciona, lo que la hace posible. Esta socialidad anterior a la sociedad misma, que da lugar a las relaciones sociales, se funda en el socius, un socius que permite la donación absoluta mediante el sacrificio. Este asociado es el animal. El origen de la comunidad arranca en el acontecimiento de este sacrificio. La carne y la sangre que se comparte es la del animal sacrificado. La comunidad se construye en esta exterioridad. La deuda entonces es con el animal. He ahí el misterio. Por eso el fantasma del animal sacrificado persigue al ser humano. Por eso se usa su imagen para apoderarse de su espíritu, vale decir de su fuerza. El animal engullido forma parte de nosotros. La comunidad tiene sus raíces en este sacrificio. Se hace comunidad al compartir la muerte y la carne del animal. La comunidad se constituye en esta exposición voraz. No solamente estamos hablando de una comunidad de caza, tampoco podemos eludir que la misma caza presupone relaciones sociales que sostienen al grupo y a su entorno. No se trata de caer en la banal discusión de qué es lo primero: la caza o el grupo de caza, sino precisamente de salir de este razonamiento causal. De lo que se trata, para eludir estas dicotomías falsas, es de pensar el proceso de constitución de la comunidad, que no deja de estar íntimamente ligado con la caza y la recolección. De lo que se trata es de preguntarse sobre el proceso de constitución de la comunidad, que no es ajeno al proceso de constitución del animal, posiblemente basado en la diferenciación y reciprocidad entre naturaleza y cultura[138].

Esta concepción de la comunidad es religiosa, se basa en el sacrificio. Por más inquietante que aparezca esta concepción de comunidad, muy ligada a la deuda y al compromiso, por lo tanto a la institución, no logra comprender el sentido íntegro de comunidad, el sentido anterior al institucional, anterior al imaginario institucional; este sentido es el de compartir ni siquiera algo, sino mucho, quizás todo; tener entrelazadas las vidas. Este compartir existencias hace a la comunidad. Lo común entonces es la vida misma, en toda su complejidad. En las sociedades humanas este compartir es fundamental, incluso comprendiendo a las instituciones comunitarias, que suponen los imaginarios comunitarios, que posiblemente tengan que ver con el sacrificio, aunque no sólo, pues otras uniones, otras simbolizaciones de uniones, otros mitos de origen fueron posibles. Si se quiere, la comunidad espiritual puede haberse basado en el sacrificio; empero, también había comunidad de caza, de pesca, de recolección, comunidad de artefactos e instrumentos. Sobre todo comunidad por asociación. El sacrificio aparece con los y las diosas, con las fuerzas inmanentes; ¿la hominización tiene que ver con esta aparición o es anterior a la misma? Pregunta difícil de responder; sin embargo, podemos decir que el imaginario de los y las diosas no es el único imaginario que puede haber aparecido; hay otros muchos, los que permite el lenguaje. Si bien las imágenes de animales, plantas y eventos climáticos, hayan sido vinculadas a fuerzas inmanentes, el hecho de compartir algo ha tenido que haber construido imaginarios de este hecho, más vinculados a la complementariedad que con la reciprocidad; la complementariedad tiene que ver con la asociación y la reciprocidad tiene que ver con el circuito del don, con lo  que podríamos llamar la deuda. La asociación, la complementariedad, no necesariamente requiere de un imaginario inmanentista, espiritualista.

Sin embargo, ésta, la del nacimiento de la comunidad, la de “origen” de las instituciones comunitarias, no es la discusión que compete ahora, sino el de la expropiación  de lo común. ¿Por qué lo que es de todos terminó siendo público y privado? Este es el tema en cuestión. Es difícil comprender la expropiación de lo común por lo “publico” si no median las representaciones institucionalizadas. Esto supone que alguien se convierte en el principio de todo, en el dueño absoluto de todo, por eso mismo en el dador de todo, en el concesionario. Este alguien es la representación suprema, el soberano, el absoluto, como principio básico institucional. En la producción de este hecho representativo e institucional juegan un papel importante las castas sacerdotales, así como las consecuencias de la estratificación y diferenciación social, dadas por acumulación “privada”. En el nacimiento de estos aparatos de captura, que después, retrospectivamente, se va llamar Estado, en el sentido amplio de la palabra, no moderno, la expropiación de lo común es el mecanismo de institución y constitución de esta forma de poder, entendido como disponibilidad y monopolización de fuerzas y recursos, de bienes y de cuerpos. Bajo estas formas antiguas de sociedad, si bien no se ha expropiado todo lo que es común, esto es imposible, se ha expropiado lo suficiente como para instaurar el “Estado”.

En las sociedades antiguas también lo “privado” tiene comienzo por el mecanismo de expropiación de lo común. Hay que anotar, antes, de seguir adelante, que esta expropiación “publica” del común es también, al mismo tiempo, una apropiación “privada”. El despotismo, el reinado, la monarquía, no se apropian de lo común sólo de manera abstracta; para concretar esta expropiación se tiene que usufructuar de los bienes; esto no puede sino darse de manera “privada”. El goce y el usufrutuo de los bienes es “privado”.  La diferenciación social, la estratificación, la formación de castas, la formación de “clases”, basadas en familias privilegiadas, distinguidas como nobles, legitimando su dominio y su acumulo de manera “religiosa”, son como las condiciones de posibilidad de estas expropiaciones de los común “publicas” y “privadas”. En las sociedades capitalistas la extensión y generalización de lo privado adquiere no solo características institucionales, propias de la sociedad civil, es decir, de una jurisdicción diferenciada, atingente al comercio, a las transacciones, a las finanzas, a la industria, a la economía en general. En las sociedades antiguas la propiedad “privada” adquiere el carácter de jurisdicción, de ley; en las sociedades capitalistas, la propiedad privada se convierte en la jurisdicción principal; en las repúblicas se convierte en parte de los derechos fundamentales. Junto a los derechos civiles y políticos, a los derechos individuales, el derecho de la propiedad privada es prioritario.

En las sociedades capitalistas también el derecho público es toda una jurisdicción. En realidad, lo público y lo privado adquieren plena realización institucional, se realizan como componentes fundamentales del Estado y de la sociedad civil. Por decir algo, lo público y lo privado adquieren carta de ciudadanía en las sociedades modernas. Pero, ¿qué es lo público y que es lo privado? Son formas instituidas e institucionalizadas de un bien común de todos; empero, representado, mediado, abstracto. Lo público es de todos nominalmente; no se tiene acceso inmediato a éste por parte de todo público, pues se requiere del visto bueno del Estado. Para que se forme lo público se requiere expropiar lo común, se requiere estatalizar lo común. El bien común de todos, lo que debería ser el acceso inmediato de lo común, de acogida inmediata, deja de serlo cuando este todos se encuentran representados en el Estado. En esta representación todos ya no es nadie en concreto, al no ser nadie ha perdido el acceso a los bienes comunes, pues estos bienes ahora están en manos del Estado o en manos privados. Para el Estado el todos es como si llegara desnudo, sin pertenencias, de ninguna clase, desposeído y desprotegido; entonces el Estado se tiene que encargar de vestirlo, de darle pertenencias, de alimentarlo, educarlo, darle trabajo, para que este ser desnudo pueda desenvolverse. Para el derecho privado, que es también el Estado, este todos o su composición de individuos tiene que tener propiedades, tiene que ser propietario, o no es nadie.    

La tesis nuestra es que la propiedad pública y la propiedad estatal son formas de propiedad que se conforman sobre la base de la expropiación de lo común. Lo común es de todos y no requiere de requisito alguno, es de acceso inmediato; lo común es como se dice gratuito, no pasa por intermediación alguna, no tiene costo, ni pertenece a nadie. La “consciencia” de lo común, usando este concepto tan comprometedor, atraviesa los tiempos, forma parte de las luchas de las multitudes, de los pobres, de los y las que están contra de esta expropiación de lo común, ya sea a nombre del Estado, de la propiedad privada o de la iglesia. Apropósito, Michael Hardt y Antonio Negri escriben en Common Wealth lo siguiente:

Los franciscanos dan valor prescriptivo al lema Decretum de Graciano – “iure no omni sunt commuinia” (“por ley natural todo pertenece a todos”) – que a su vez remiten a los principios básicos de los padres de la iglesia y de los Apóstoles. “habeant omnia communia” (“por ley natural todas las cosas son comunes”) (Hechos: 2:44) -[139].        

El proyecto de lo común es esto, todo pertenece a todos, todas las cosas son comunes. No hay que dar muchas vueltas en el asunto como lo hacen algunos intelectuales académicos, que parecen afligidos por el destino del comunismo. Uno de ellos es Bruno Bosteels, de quien se saca un alusivo libro, El marxismo en América LatinaNuevos caminos al comunismo[140]Libro que corresponde a la compilación de tres capítulos de dos libros del autor; Marx y Freud en América Latina La actualidad del comunismo. El libro consta de tres capítulos: 1) Lógicas del desencuentro: Marx y Martí, Crítica de la obsolescencia; 2) Travesías del fantasmaPequeña metapolítica del 68 en México, La izquierda siniestra; 3) ¿Puede pensarse hoy la actualidad del comunismo? Reflexiones en torno al pensamiento teórico de Álvaro García Linera. En adelante vamos a ocuparnos de estos tres capítulos compilados por la publicación de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia. Lo vamos a hacer con breves comentarios, atendiendo al tema que nos preocupa, la expropiación de lo común, por lo público y lo privado. Dejando para después el tratamiento de esta aflicción de los intelectuales por el destino del comunismo. 

 

 

Los desencuentros y el fantasma del comunismo

 

Bruno Bosteels comienza con los desencuentros de Marx con América Latina, se centra en las imágenes que tenía José Martí de Marx, de quien escribe un comentario, después de asistir a su funeral, donde se despedían del teórico de la crítica de la economía política dirigentes del movimiento obrero de Europa y de América; despedida acompañada de discursos y recuerdos. Bosteels deja claro que Martí conocía poco de la obra de Marx; empero, al encontrarse con la novela de Martí, escribe:

 

Hay, sin embargo, un lugar inesperado—esta vez en la literatura, más específicamente en la única novela escrita por Martí, Lucía Jerez, también conocida como Amistad funesta (título con el cual primero se publicó en 1885 por entregas en el periódico neoyorquino El Latino-americano) —donde el cubano parece estar resumiendo, casi palabra por palabra, la lógica de las grandes transformaciones sociales que encontramos en Marx[141].

 

En relación a los desencuentros de Marx con América Latina, Bosteels parece inclinarse a la interpretación que hace Álvaro García Linera, que supone que se deben a la falta de información y a la evidente falta de acceso a fuentes de parte del autor de El capital[142]. Dejando de lado la interpretación de José Aricó sobre el tema en cuestión. José Aricó interpretó los desencuentros de Marx por su hegelianismo y por su eurocentrismo[143]. ¿Por qué desechar o relativizar la interpretación de José Aricó? ¿Por qué el endiosamiento de Marx tan notorio en los textos de García Linera, sobre todo en su revisión de los escritos de Aricó al respecto? ¿Por qué no aceptar algo tan evidente a estas alturas, como el eurocentrismo de Marx y su apego al paradigma de la revolución industrial inglesa? Hay por lo menos dos razones; la primera, la competencia de quién está más apegado a las fuentes e interpreta correctamente al padre de la teoría; la segunda, García linera también se encuentra apegado al paradigma de la revolución industrial inglesa. Obviamente son crasos errores de Marx sus apreciaciones sobre América Latina. Lo que no se entiende es si es que tenía tan mala información y no tenía acceso a las fuentes, entonces ¿por qué hacer las afirmaciones que hizo sobre un continente desconocido para él? Querer matizar estos errores con apreciaciones de los escritos posteriores de Marx sobre Irlanda, Polonia, Rusia o la India, después de 1870, donde resalta la cuestión nacional y la cuestión colonial, no es más que encontrar justificativos de errores jamás corregidos. Este tema amerita atención, pues el marxismo parece persistir en no comprender la complejidad y singularidad de las formaciones histórico-sociales del continente de Abya Yala, salvando honradas excepciones como las de José Carlos Mariátegui.

 

¿Cuál es el límite de Marx? Marx no comprende la cuestión colonial, está lejos de articular la indisociable relación de colonialismo con capitalismo, de entender el colonialismo como la matriz del capitalismo, del modo de producción capitalista y del sistema-mundo capitalista. Esta ausencia en la teoría le impide visualizar - su horizonte de visibilidad es menor - los acontecimientos de dominación colonial-capitalista en los continentes de Asia, África y América Latina. Lo que hace es lo que hace todo economista político de su época, proyectar lo que ocurre en Europa al resto del mundo colonizado o, en su caso, buscar un concepto complementario, como cuando se inventó el infeliz concepto de modo de producción asiático, metiendo en una misma bolsa a múltiples y plurales sociedades diversas y diferentes[144]. La hipótesis de la excepcionalidad europea se convierte en su inversión en la hipótesis de la excepcionalidad asiática. ¿Qué mirada tenía Marx de América Latina y el Caribe? ¿Continente atrasado y feudal? ¿Por eso veía con buenos ojos la invasión de la capitalista Estados Unidos de Norte América a México? ¿Pensaba que al llevar el desarrollo industrial a los territorios invadidos y asimilados iba a conformar un proletariado vigoroso, protagonista de la revolución socialista? Si bien no se le puede pedir a Marx una teoría del imperialismo, que viene después de la experiencia monumental de concentración, centralización y monopolización del capital, lo que queda por explicar son estas generalizaciones tan avezadas que hace.

 

El problema del marxismo, como de todo fundamentalismo, es el endiosamiento de las fuentes teóricas. Cuando lo más sensato es entender que son explicables las limitaciones epistemológicas, sin desmerecer los aportes primordiales en la comprensión del sistema capitalista y en el fortalecimiento de las luchas sociales contra el dominio y control del capital. Toda teoría emerge de una experiencia histórica y social, si no accede a otra experiencia histórica y social, es conveniente esperar que esta otra experiencia histórica y social hable por sí misma, para dar cuenta de su propia complejidad. Al hablar de un sistema-mundo capitalista integrado, es indispensable compartir las experiencias de esta mundialización, en la que se tiene como matriz inaugural la colonización, como acumulación originaria de capital, por despojamiento y desposesión. Es el entrelazamiento de experiencias histórico sociales la que permite ampliar el horizonte de visibilidad, por lo tanto lograr una perspectiva adecuada para la formulación de teorías más completas y abarcadoras. Nadie se olvida de que Marx formuló la tesis de la acumulación originaria de capital, empero lo hizo sobre la base de la experiencia europea, no pudo visualizar que la gran acumulación de capital se daba por la colonización o, si se quiere no le dio el alcance que merecía en su teoría a este acontecimiento de la colonización y la colonialidad. Valorar la obra de Marx no implica, de ninguna manera, negar errores y limitaciones, que las hay en toda teoría.        

 

En el siguiente capítulo, Bosteels se ocupa del fantasma, no del fantasma que acecha Europa, el fantasma del comunismo, sino del fantasma que acecha a los movimientos subversivos, a los movimientos sociales anti-sistémicos. Este fantasma es el fantasma de la perdida, de la ausencia irrecuperable, perdida de algo que no ha sido poseído. También es un fantasma del pasado, el cual es nuestro presente oculto, fantasma al que no miramos cara a cara, por lo tanto quedamos seducidos y empujados a su espectral y espectacular realización, que no es otra que la festividad de la fiesta y la sangre. Fantasma de nuestros muertos, los estudiantes asesinados en Tlatelolco en mayo del 68, crimen cometido por un ejército y un Estado que no podían permitir que los estudiantes se desliguen de la institucionalidad de la nación. El fantasma ya no es la pesadilla de la burguesía europea, el comunismo, sino son los fantasmas de los mismos insurrectos, así como los fantasmas de los insurrectos muertos, fantasmas que dejan como herencia estos muertos  los que van a asumir la continuidad de la lucha. El comunismo se habría convertido en un fantasma para los propios comunistas.

 

Este psicoanálisis de Bosteels se basa en las “confesiones” de ensayistas y escritores a quienes no deja de atormentar el fantasma de la movilización estudiantil en México del 68, sobre todo por su cruenta represión y truncamiento violento. Entre los ensayistas y escritores se encuentran Revueltas, Octavio Paz, Taibo II. Lo sugerente del análisis es que el fantasma ya no es la pesadilla de la burguesía, el comunismo, sino es el fantasma del fantasma, el fantasma que acecha a los “comunistas”. Los muertos del fantasma. La pesadilla se ha invertido, aunque ya no sea pesadilla, sino la ausencia de los muertos, de los que faltan. La revolución inconclusa, las derrotas, se convierten en fantasmas, atormentan a los “revolucionarios”, no los dejan no sólo dormir, sino no los dejan actuar. El comunismo, que para Marx era la praxis revolucionaria, la acción subversiva, el movimiento contradictorio de la historia, se convierte en una inacción; por lo tanto en una inacción, en la inmovilidad de los “comunistas”.

 

Los textos publicados de Bruno Bosteels no dejan de ser sugerentes en cuanto a detectar el desplazamiento de los problemas que atingen a los “revolucionarios”, a los desplazamientos de las consideraciones conceptuales del antagonismo, de la lucha anti-capitalista y anti-sistémica, la transformación de la revolución, atrapada en el determinismo económico, en una revolución cultural, que expresa el antagonismo contra las formas de expropiación de la autogestión social de las revueltas y rebeliones. Empero, lo que falta es una crítica a ese supuesto “comunismo” de los “comunistas” que los ha llevado a la inmovilidad, en un caso, a la psicosis, en otro caso, y al oportunismo “pragmático” más craso, e un tercer caso. La preocupación por el comunismo queda en una preocupación intelectual de un académico, que busca entender qué pasó y busca encontrar las vetas del nuevo comunismo en las “confesiones” de sus pacientes como buen psicoanalista.

 

Hay, sin embargo, temas insoslayables, Bosteels toca, en el tercer capítulo, un tema delicado, Bolivia, país interior de la geografía y la geopolítica del sistema-mundo capitalista[145]. Hace una apología de los escritos de Álvaro García Linera, el Qananchiri del Ejército Guerrillero Tupac Katari. No escatima observaciones desmedidas a los críticos, conocidos por él, como Raúl Zibechi y José Rabasa, a quienes acusa de falta de seriedad cuando denuncian, estos autores, que lo que hace el gobierno de Evo Morales Ayma y de Álvaro García Linera es destruir las comunidades indígenas. Bosteels desconoce otras críticas hechas desde el país, Bolivia, en el debate abierto sobre el curso que tomaron las gestiones del gobierno “indígena y popular”, además autocalificado de “gobierno de los movimientos sociales”. Asombra esta defensa apologética de un académico, que rehúsa todo el debate histórico en América Latina y el Caribe sobre el tema, las comunidades indígenas. Poniendo, como decimos popularmente, aquí en el subcontinente del sur,  los puntos sobre las íes, éste, el de las comunidades indígenas, es un tema que tiene su propia historia. Llama la atención que sea inexplorado por alguien que escribe sobre la actualidad del comunismo.

 

Para comenzar, una ausencia grave es la ausencia de José Carlo Mariátegui, en la alusión a la discusión no sólo de las comunidades indígenas, sino del marxismo latinoamericano sobre la cuestión colonial y la cuestión indígena. Mariátegui sino es el primero, es el referente del tratamiento, de la reflexión y de la adecuación del marxismo en tierras indígenas, en territorios andinos. Pretender que sea Álvaro García Linera como uno de los primero o connotados “marxistas” que toca el tema de la comunidad, nada más ni nada menos, que desde los cuadernos de Maksim Kovalevsky[146], para un caso ruso correspondiente al siglo XIX, ya es un exabrupto, además de denostar un impresionante descuido de la historia de una discusión. En Bolivia, es el llamado Tristán Marof el que toca el tema en su misiva Tierra para indios y minas para el Estado. Antes que él y acompañando, después, a su misiva, se introduce el tema comunitario en la formación de las agrupaciones anarquistas y marxistas de primera mitad del siglo XX. Estos escritos no hablaban de una comunidad rusa, el MIR, distante, histórica y espacialmente, de la realidad andina, sino de las comunidades indígenas concretas de esta región, que fue el testimonio geográfico de los levantamientos pan-andinos del siglo XVIII.

 

Por otra parte no se puede tomar enserio una evaluación de la actualidad del comunismo, que supone una consideración de su historia, obviando los aportes del marxismo en América Latina, concretamente, en  lo que compete al caso boliviano. No se puede obviar el aporte de Guillermo Lora y del POR, de entonces, en lo que denominó como marxismo de guardatojo, es decir, el marxismo que nace en la experiencia y memoria de la oscuridad luminosa de los socavones mineros. Independientemente, de las posiciones, de las lecturas, interpretaciones que se tenga de la incumbencia política de este marxismo, lo que es apreciable es su singularidad, ser un marxismo del proletariado minero boliviano, además de haber incidido ideológicamente en la consciencia del trabajador minero. La aprobación de la Tesis de Pulacayo y de las Tesis de la COB, incluyendo a su retoma “ideológica”, en el último Congreso, hablan de ello. Con todo lo obrerista que se puede calificar a Guillermo Lora, sus escritos sobre la guerrilla indígena son sobresalientes, al respecto. Ignorar la arqueología del marxismo boliviano es pretender que la historia del marxismo boliviano comienza con Álvaro García Linera, lo que de por sí suena a chabacanería.

 

¿Son textos teóricos los textos de Álvaro García Linera? ¿Por qué ignorar la producción marxista anterior? ¿Por qué no llegaron al poder? ¿Ese es el criterio? En todo caso, puede ser el criterio estatal, pero, es difícil aceptar que sea un criterio académico, de la investigación histórica y política. A estas alturas, no se puede pretender hablar de comunidades indígenas, ignorando las investigaciones antropológicas y de la etnohistoria en la región andina. Aunque no sean investigaciones marxistas, pues el marxismo dejó de hacer investigación sobre estos tópicos; sean estas investigaciones estructuralistas han enseñado mucho sobre la persistencia y estructura de las comunidades indígenas. Ciertamente Álvaro García no ignoraba estas investigaciones, empero las ignora completamente Bruno Bosteels. Sin embargo, Álvaro García no rescata estas investigaciones en su ensayo comunitario, sino que es el cuaderno de Kovalevsky el referente de este enigmático “marxista”. La comunidad rusa MIR es el referente para proponer una vía de defensa de la comunidad como alternativa al capitalismo. Una comunidad vigente en el siglo XIX, seguramente desaparecida con la colectivización soviética en el siglo XX. No son las comunidades andinas concretas, persistentes, a fines del siglo XX, el referente del ensayo comunitario de García Linera. Estos problemas evidentes, sobre todo contrastes, no llaman la atención al investigador sobre la actualidad del comunismo, Bruno Bosteels. Sin embargo, osa afirmar que el aporte de García Linera consiste en esta lectura de los cuadernos de Kovalevsky y su aplicación a la realidad andina del siglo XXI.

 

Si tenemos que reconocer la reintroducción de la cuestión comunitaria, de la vigencia, actualidad y porvenir de las comunidades indígenas, en la contemporaneidad, tenemos que nombrar a Fausto Reinaga; en la comisura de esta contemporaneidad, la nuestra, al movimiento katarista de la segunda mitad de los años setenta, del siglo pasado; así como a Silvia Rivera Cusicanqui, que ya en el inicio de la nueva episteme pluralista en Bolivia, interpela con sus escritos a la sociedad, al Estado y a la “ideología” boliviana; también a Javier Medina, que con la biblioteca de Isbol pone en difusión un conjunto de investigaciones andinas, donde se encontraba como núcleo organizativo el ayllu, la comunidad indígena andina. Después de estos aportes es anacrónico usar los cuadernos de Kovalevsky para referirse a la vigencia y actualidad de la comunidad indígena como alternativa al capitalismo. A no ser que se crea que Marx es una autoridad en estos temas, cosa que no lo era; en todo caso lo era Kovalevsky. Empero, después de Kovalevsky el tema ha sido arduamente investigado, entonces se convirtieron en las referencias obligatorias estas investigaciones antropológicas y etnohistóricas.

 

¿Cuál es el valor de los escritos de Álvaro García Linera, de Raquel Gutiérrez y de Felipe Quispe? Es haber introducido nuevamente el tema como cuestión política vigente, en una coyuntura dominada por el discurso y la “ideología” neoliberal. En un momento cuando el marxismo en crisis, por la caída de los estados socialistas de la Europa oriental, se encontraba en desbande, sin atinar a plantear una resistencia sólida a la avalancha privatizadora. Sin embargo, no hay que olvidar que estos escritos no son solitarios; se dan en un contexto de emergencias. En la selva lacandona, el año 1994, la guerrilla zapatista plantea elocuentemente la problemática indígena, incorporando los temas de la descolonización, de las comunidades indígenas, de la autonomía comunitaria y la autogestión. En Bolivia, a fines de la década de los ochenta y en la década de los noventa, se dan tres proyectos guerrilleros con la misma intención y el mismo discurso, comprendiendo la autocrítica marxista, que tiene el perfil del dialogo indianismo-marxismo. El grupo de la incipiente guerrilla urbana Zarate Willca, el grupo el CNPZ, del ELN y, ciertamente, el Ejército Guerrillero Tupac Katari, de mayor incidencia y repercusión. Más tarde, en este contexto autocrítico y de búsquedas subversivas, el colectivo Comuna replantea el tema comunitario en pleno escenario de la movilización social de 2000 al 2005.

 

Independientemente de la apreciación que se pueda tener de los textos de entonces de García Linera -por cierto Bosteels tiene una apreciación altisonante -, no se puede dejar de considerar el trama de la formación discursiva indianista-marxista que se está conformando. Como se puede ver hay grandes carencias en el texto de Bosteels. No se puede sostener una investigación académica como ésta, sobre todo su interpretación de la actualidad del comunismo en Bolivia, después del conflicto del TIPNIS (2008-2013); cuando se hace palpable la opción del gobierno popular por el extractivismo, por la ampliación de la frontera agrícola, evidenciando su compromiso con la geopolítica del IIRSA, estrategia de dominación geográfica de la burguesía internacionalizada brasilera; cuando el gobierno decide reprimir a las organizaciones indígenas, que defiende su territorio, constitucionalizado; cuando el gobierno popular decide entregar en concesión estos territorios a las empresas trasnacionales del petróleo. Exponer ¿Puede pensarse hoy la actualidad del comunismo? Reflexiones en torno al pensamiento teórico de Álvaro García Linera, en el congreso bolivianista 2013, realizado en Sucre, organizado por la Asociación de Estudios Bolivianos, como si nada hubiera pasado, como si la única realidad fueran los textos de acceso y seleccionados por el autor, ignorando los acontecimientos políticos y las luchas de las comunidades y de los pueblos contra el despojamiento y desposesión capitalista, que son, a decir de Marx, el comunismo como praxis, es ignorar el comunismo emergente, histórico, y concreto.

 

El comunismo para cierta intelectualidad es el fantasma del comunismo, que se encuentra en algunos textos, melancólicos, en un caso, o de convocatoria, en otro caso, empero, des- contextuados de las luchas concretas y efectivas de las comunidades y de los pueblos contra las formas actuales del capitalismo vigente. El porvenir del común-ismo, que en resumidas cuentas, está en manos de los y las que luchan por lo común, por recuperar lo común, expropiando a los expropiadores de lo común, sean lo público o lo privado, se encuentra en la lucha de los pueblos contra la dominación imperial del capital financiero internacional y de las empresas trasnacionales. No hay que buscar este porvenir en los fantasmas que nos acechan, tampoco en las pretensiones discursivas que se consideran la “verdad” de la palabra de Marx, como si esta “verdad” de Marx y de los marxismos no tuviera su propia historia. Cada corriente marxista se ha proclamado como el retorno fidedigno a las fuentes, incluso la nueva izquierda o las nuevas izquierdas lo han hecho, se han presentado como una manera remozada de retornar a las fuentes. En Bolivia como en otros lugares ha ocurrido lo mismo. Últimamente un solitario lector de los Grundrisse se ha proclamado como el “clarividente” que retorna a las fuentes, como nadie lo habría hecho antes. Estamos ante la historia degradante de repetidas pretensiones, que exigen atender a su auto-referencia como núcleo privilegiado de la discusión. Esto no es más que un desgarbado anhelo de poder en el “triángulo de las Bermudas”, triangulo definido por el poder, la verdad y la subjetividad.

 

Que haya académicos que tomen en serio estas veleidades, se debe a que los mismos están embarcados en un viaje nostálgico al pasado del comunismo; empero, insertos en estructuras de poder, que reproducen, en universidades, en foros, en asociaciones, en monopolios editoriales. Poco les interesan las luchas concretas y efectivas de los pueblos, de las comunidades y del proletariado nómada, contra las formas devastadoras del capitalismo vigente. Lo que queda es el escenario donde se protagonicen las exposiciones de las tesis del duelo, de la muerte de las revoluciones, de la convocatoria a los fantasmas; tesis cada vez más desconectadas de la lucha de los pueblos. Lo que resta es la acumulación del capital simbólico, complementario de la acumulación del capital económico.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Marxismo de guardatojo

 

El marxismo debe ser la teoría más conocida y difundida del mundo, la que ha dado lugar a múltiples corrientes teóricas, políticas, de interpretaciones diversas y de diferentes aplicaciones, además de convertirse en institución en los llamados estados socialistas. A comienzos del siglo XX, el marxismo llega a Bolivia desde el sur y desde los puertos. Guillermo Lora anota que:

 

No pocos comuneros perseguidos ganaron las playas latinoamericanas, pero ninguno de ellos llegó hasta Bolivia. Esos luchadores impulsaron el desarrollo del socialismo en diferentes regiones. Sin embargo, de manera indirecta, sobre todo a través del socialismo argentino, influenciaron sobre el movimiento obrero altiplánico[147]

Más abajo aclara que:

Esta teoría nos ha venido de fuera. Entendámonos: durante mucho tiempo el marxismo llegaba de afuera virtualmente empaquetado. En las universidades se repetían mecánicamente consignas y textos y llegaban hasta la costra aristocratizante de los artesanos como dogmas sagrados. Únicamente más tarde, después de los años cuarenta del presente siglo, el método marxista se soldó con la acción creadora de los explotados, lo que permitió vitalizar el árbol reseco de la teoría. Lentamente, a través de tremendas luchas ideológicas, fue elaborándose la teoría de la revolución, lo que con propiedad puede considerarse como marxismo boliviano. Para esto ha tenido que darse las espaldas al marxismo académico y devolverle su carácter de instrumento revolucionario de los explotados[148].

En el balance de la historia del socialismo escribe:

Tres fueron los socialistas extranjeros que mayormente contribuyeron a la estructuración del socialismo boliviano: el argentino Palacios, como social demócrata y reformista de cuerpo entero; el chileno Recabarren, que contribuyó a la formación de muchos dirigentes obreros y Mariátegui que en cierta manera modeló a los intelectuales marxistas. En cierto momento el libro “ 7 ensayos” se convirtió en la biblia de los izquierdistas universitarios[149].

En principio, anarquistas y socialistas influenciaron en las organizaciones de los trabajadores y de los artesanos. El marxismo llegó a las universidades, fue difundido por docentes radicalizados. Después de la guerra del Chaco (1932-1935), con la formación de los partidos marxistas, el POR y el PIR, el marxismo se difunde no sólo en la academia, sino también en las organizaciones obreras. Se puede decir que el POR tiene una influencia “ideológica” en la formación de la “consciencia” del proletariado minero. La aprobación de la Tesis de Pulacayo en 1946 habla de ello. El debate entre los partidos marxistas era el del enfoque temporal de la revolución, una revolución por etapas, que propugnaba el PIR, o una revolución permanente, que propugnaba el POR. En Pulacayo se asume la tesis trotskista, se ratifica esta tesis en los congresos de la COB. ¿Era trotskista el proletariado boliviano? Esta es una buena pregunta, que debemos abordar, independientemente de cualquier inclinación, pues se trata de comprender la dinámica molecular de la clase obrera en Bolivia, en esta primera mitad del siglo XX.

De los mismos escritos de Guillermo Lora se puede colegir que el POR llega a tener influencia “ideológica” en el proletariado minero, aunque no necesariamente orgánica. El POR logra seducir con su tesis de transición y su enfoque de revolución permanente, además de la caracterización del país como capitalista, atrasado y de desarrollo desigual y combinado. De esta caracterización y del enfoque de transición, bajo la concepción de la revolución permanente, se deduce el cumplimiento de las tareas democráticas pendientes contando con el gobierno proletario, de tal forma que el cumplimiento de las tareas democráticas se convierte en el inicio de la revolución socialista. Ciertamente, esta formación enunciativa teórica y política, viene de la concepción y la proyección asumida en la cuarta internacional, vine de la teoría de transición y de tesis de la revolución permanente. Empero, lo que hay que valorar en la conformación de este discurso proletario es su singularidad; se trata de un marxismo de guardatojo, un marxismo que es interpretado desde la oscuridad luminosa de los socavones mineros. Un marxismo que adquiere vitalidad en la interioridad de la mina, en la pugna entre la corporeidad del trabajador minero, las herramientas que utiliza y la resistencia de la roca, que esconde las vetas buscadas. La proximidad constante de la muerte, el encontrarse fuera del espacio-tiempo cotidianos, iluminados por el sol, el encontrarse acompañados por el espesor profundo de una oscuridad entrañable, impregnó a la apropiación del marxismo del vigor minero. La interpelación de los trabajadores mineros a las formas locales del capitalismo dependiente, a las formas concretas de la dominación, de lo que llamaban la feudal-burguesía, de la rosca minera-latifundista, rodeada de abogados y burócratas, la interpelación de estos trabajadores que salían de las entrañas de la tierra, adquiere la misma intensidad del choque de las herramientas contra la roca. Hombres rudos, que despreciaban las dilaciones, los rodeos y las esperas, trabajadores mineros que preferían ir al meollo de la cuestión, optaron por un proyecto directo, continuo, aunque en transición, al socialismo.

Se puede decir que el proletariado minero pensó de esta manera, independientemente de su filiación organizativa, ya sea en el PIR o, más tarde, en el MNR. La idea y la pasión estaban más cerca del POR, que del PIR o el MNR, aunque estuviesen orgánicamente afiliados a estos partidos. Quizás esto no sea tomado por el proletariado minero como una escisión o una disyunción, sino más bien como una complementación. Se podía aprobar la Tesis de Pulacayo; pero, también se podía salir en defensa de Gualberto Villarroel, cuando la alianza de la rosca oligárquica y el PIR protagonizan un levantamiento popular contra el presidente nacionalista (1946). Para el trabajador minero no era incoherente la composición de una actitud y de otra acción. Formaba parte de la combinación de acciones y posiciones en los distintos planos de la “realidad”. Quizás para el proletariado minero no era tan importante pertenecer a un partido u a otro, sino sentirse perteneciente a la clase proletaria minera, que consideraba vanguardia de la revolución. Independientemente de sus filiaciones partidarias, el partido efectivo de los trabajadores mineros fue la COB, conformada en 1952, cuyo núcleo de irradiación era la FSTMB, instituida en 1945.

Se puede decir que el proletariado minero nunca dejó de ser sindicalista, mejor dicho anarco sindicalista. Lo que importaba era fortalecer al sindicato, a la federación sindical, a la central sindical, que eran como las formas orgánicas de la clase. Los partidos eran más bien apoyos, más externos que internos. Mientras los partidos se esmeraban por disciplinar a los trabajadores, los trabajadores usaban los partidos para resolver los problemas que enfrentaba la clase. Para resolver los problemas teóricos y políticos estaba bien la Tesis de Pulacayo; para resolver problemas de representación y delegación podían estar los otros partidos; para la disputa para las direcciones, incluso podían servir como mediación con el Estado, como es el caso del MNR. Es explicable la reelección consecutiva de Juan Lechín Oquendo, pues era presidenciable. También había un reconocimiento afectivo por su valiente defensa de los derechos de los trabajadores. El PIR, en su tiempo, también fue un mediador, entre trabajadores mineros y la intelectualidad radicalizada marxista. El MNR sustituyó esta mediación o más bien amplió esta mediación, al convertirse un partido de gobierno. Cuando apareció el Partido Comunista (1950), sustituyó el vacío dejado por el PIR, cuando éste partido entró en crisis y deslegitimación, después de su complicidad con la rosca oligárquica en el colgamiento de Villarroel. El PC se esmeró en la articulación del proletariado con las otras clases, que hoy llamaríamos subalternas. El PC ofreció una formación menos teórica y rigurosa que la del POR, empero conformó una organización adecuada para las disputas por las direcciones y la representación. Cuando se dividió el PC, en su versión “pro moscovita” y su versión “pro pekinesa”, que era como se los identificaba entonces, la disputa por las direcciones y representaciones recrudeció, bajo el nombre de una supuesta diputa “ideológica”, entre una versión burocrática del comunismo (PC) y otra versión mas bien marxista leninista del comunismo (PCML). Se puede suponer que esta disputa “ideológica” era más sentida en los partidos comunistas, en los militantes, que en el proletariado. Si atendemos a los perfiles de Federico Escobar, militante del PCML, Cesar Lora e Isaac Camacho, militantes del POR,  veremos que estaban más cerca, pues eran elegidos por su consecuencia, por su entrega e indudable convicción. En términos de concepción Federico Escobar estaba más cerca de la Tesis de Pulacayo que de la disputa Chino-Soviética, aunque militara en le PCML. La capacidad organizativa del PCML y su mejor adecuación al trabajo clandestino, en la época de las dictaduras militares, le permitió un mayor control de las direcciones y representaciones, sobre todo en las minas. La muerte de Federico Escobar, si bien no cambió la estrategia del PCML, que tenía fuertes núcleos en las minas, impulsó una proyección más campesinista. A diferencia del POR, los PCs tenían una mayor articulación del proletariado con las otras clases subalternas; en esta perspectiva, consideraron, desde un principio un trabajo militante en el área rural. El PCML le dedicó un esfuerzo mayor a la militancia campesina. Sin embargo, esta estrategia campesinista no tuvo las repercusiones esperadas, pues a pesar de formar un sindicato campesino independiente, y conformar las conocidas UCAPO, con el objetivo de toma de tierras, el PCML no pudo romper el monopolio del Estado y los gobiernos de turno en el sindicalismo campesino. Esta tarea, de autonomización del sindicato campesino, respecto del Estado, será logrado por el movimiento katarista de la década de los setenta[150].

Volviendo al perfil histórico y subjetividad del proletariado minero, podemos decir que el proletariado minero veía las disputas entre los partidos marxistas como un contexto de aprendizaje; empero, ninguno de los partido podían pretender ser el partido exclusivo del proletariado. Como dijimos, este partido orgánico era la COB. La Tesis de Pulacayo, después las Tesis de la COB, que derivaron de la de Pulacayo, fueron como la expresión programática de la clase, organizada en la COB. Los partidos comunistas fueron como las instancias organizativas en la disputa de las direcciones y representaciones, además de articular las alianzas con las otras clases subalternas.

El proletariado minero esculpió en la roca un marxismo de guardatojo. Un proyecto comunista basado en la ocupación de las minas, en la expropiación de los expropiadores, en la autogestión obrera, que se extendía también a la socialización de las grandes empresas privadas. Un proyecto comunista que pasa por el gobierno obrero y campesino, la reforma agraria, la colectivización de la tierra, la revolución industrial, el desarrollo de las fuerzas productivas y, en el horizonte, la integración latinoamericana, que se llegó a llamar la Confederación Socialista de América Latina y el Caribe.

Como se puede observar, una limitante de este proyecto era la cuestión campesina, como llamaban estos discursos marxistas. Este marxismo de guardatojo había emergido de las luchas de los trabajadores mineros, de la experiencia de estas luchas, por lo tanto del saber construido a partir de estas luchas. Empero, toda proyección hecha a partir de esta experiencia a territorios de experiencias de contextos desconocidos u olvidados, pues la raíz de los mineros era andina, indígena y si se quiere, campesina, no era más que una generalización arbitraria. Los marxismos no llegaron a las comunidades indígenas y campesinas. Fueron los kataristas, que emergieron de otra experiencia, del espesor de otra experiencia histórica, quienes interpelaron al Estado y a la sociedad boliviana desde la mirada de las comunidades.

Este marxismo de guardatojo, esta experiencia histórica y política del proletariado minero, este saber insurreccional minero, no se puede desconocer, desde ningún punto de vista, incluso mostrando sus propios límites. La convocatoria a las comunidades indígenas y campesinas no era posible desde este anti-capitalismo y anti-imperialismo proletario; podría haber sido de otro discurso marxista; si es que el mismo marxismo se hubiera descolonizado. Como conocemos, la interpelación al Estado y al capitalismo desde las comunidades indígenas y campesinas emergió de otro lugar, de otra experiencia de las luchas; emergió de la memoria de la guerra anti-colonial y de las luchas descolonizadoras de los pueblos y naciones indígenas originarias.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El común-ismo indígena

Hay que aprender de las comunidades indígenas a ser común-ista. Ellas están más lejos que lo que se propuso el comunismo marxista y no lo logró. No sólo está en cuestión la expropiación de los expropiadores, la gran propiedad empresarial capitalista, la gran propiedad latifundista, en dar a cada quien según sus necesidades, como, en resumidas cuentas está en el programa, sino que pone en práctica la comunidad de los bienes, las bondades y los seres de la madre tierra, compartiendo complementariamente con los seres diversos que componen los ciclos de la vida. Lo común para las comunidades indígenas es formar parte de una comunicación, si se quiere espiritual, con los diversos seres de la madre tierra. La comunidad compartida es mayor a la comunidad del comunismo marxista. El común-ismo indígena cuando dice todo es de todos, todos tiene acceso a todo, incluye a todos los seres de la madre tierra. La comunidad territorial, vale decir, la gestión comunitaria, usando términos especializados y técnicos de las instituciones abocadas a estudiar la comunidad, supone una comunicación entre los seres y la complementariedad. Más allá del alcance del equilibrio y la armonía, que es lo que se ha venido diciendo a propósito de lo comunitario, la dinámica molecular de lo común, que es la vida misma, comprende la interpretación entre los seres involucrados y la complementariedad de los mismos.

Que las comunidades indígenas hayan sido desterritorializadas y reterritorializadas por la colonia, primero, y después desterritorializadas y reterritorializadas por la república, pasando por las distintas formas y ciclos del capitalismo dependiente, forma parte de la expropiación de lo común por parte de la estatalización y la privatización, como procesos paralelos de despojamiento y desposesión. Las comunidades indígenas han sufrido ordenamientos territoriales, expropiación privadas de la tierra, institucionalización de la propiedad privada de la unidad campesina, por el mecanismo de una reforma agraria vía farmer; ahora experimentan la ampliación de la frontera agrícola y las concesiones extractivistas a las empresas trasnacionales. Esta experiencia colonial y capitalista es desgarradora, diluyente y fragmentadora; sin embargo, las comunidades indígenas resisten, luchan por sus territorios, por sus derechos, su autonomía, su autogobierno, autogestión y libre determinación, sus instituciones constitucionalizadas.

Este común-ismo indígena no es una utopía, es una resistencia. El enfrentamiento es descomunal; hay que enfrentar a estados extractivistas, a la ampliación de la frontera agrícola por las distintas formas de propiedad privada, hay que enfrentar a las empresas trasnacionales extractivistas, a comerciantes de madera, a comerciantes de todo tipo, que corroen; hay que enfrentar economías políticas del chantaje, circuitos paralelos, coerción, extorsiones y amenazas. Empero, la memoria larga hace recuerdo que con la desaparición de los bosques, la contaminación de las cuencas, la desertificación de los suelos, las comunidades indígenas estarían condenadas a desaparecer. Por eso, la lucha se hace fiera y tenaz. No se puede retroceder, cualquier retroceso es una aproximación a la muerte.

El común-ismo indígena no es una utopía, es la lucha de todos y todas, si no queremos desaparecer, después de la desaparición de las comunidades indígenas. El común-ismo indígena es la prueba de que el común-ismo es posible, siempre fue posible, no había que esperar al desarrollo de las fuerzas productivas, a que las condiciones productivas estén dadas. Esta fue la manera marxista de postergar la recuperación de lo común de su expropiación privada y pública. El común-ismo no es nada más ni nada menos que la recuperación de lo que pertenece a todos y ha sido despojado por lo público y lo privado. Siempre era posible otra historia, una historia de lo común, también una res communis[151], basada en las gestiones comunitarias de los común; siempre fue posible una historia alternativa a la historia efectiva que se dio, la de la genealogía de la violencia, de la economía política del poder, del despojamiento y desposesión de lo común. Esta historia alternativa puede ser retomada en cualquier momento, no se requiere ninguna condición de acumulación, ni de desarrollo de fuerzas productivas; solo se requiere expropiar a los expropiadores. Los común-ismos que se den adquirirán distintas formas, también experimentaran transformaciones en el tiempo, experimentaran historias efectivas; la diferencia de estas historias es que se mueven, se despliegan, se dinamizan, no a partir de la expropiación de lo común, el despojamiento y desposesión de lo común, la captura de la potencia social, sino, al contrario, por la liberación de la potencia social, por la efectuación de la comunidad en sus múltiples formas, por la composición de complementariedades plurales, en todos los “planos” de los ciclos de la vida.

El conflicto del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS) nos muestra la resistencia y la lucha de los pueblos indígenas frente a un gobierno que se autonombró indígena-popular, además de autodenominarse gobierno de los movimientos sociales. Gobierno que debería respetar los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, constitucionalizados en una Constitución que define el mandato de construir el Estado plurinacional comunitario y autonómico. Esta contradicción tiene su parangón en otras formas de contradicción parecidas; por ejemplo, en la contradicción entre proletariado y gobierno socialista; también entre gobierno nacionalista revolucionario y pueblo. Los gobiernos que enarbolan los símbolos de los cambios terminan atrapados en las estructuras de poder, se convierten en parte de los engranajes de los diagramas de poder, y terminan defendiendo la conservación de estas estructuras. La historia política de las revoluciones nos ha enseñado esta paradoja, las veces que ha podido, las veces que se han dado curso a gobiernos “revolucionarios”. Sorprende que los intelectuales, partidarios de la “revolución”, esperen mucho más de estos gobiernos. Contemplen esperanzado el decurso sinuoso de estos gobiernos, tratando de explicar sus contradicciones, inventando toda clase de hipótesis ad hoc. Son incapaces de observar que la lucha continúa, que la revolución sigue su curso en las luchas concretas de los movimientos que exigen, no sólo el cumplimiento del programa, sino la profundización del proceso político y social. Ven a estos movimientos sociales como radicalismos, como incomprensiones, en el mejor de los casos, como contradicciones en el seno del pueblo, en casos extremos. Lo que no pueden ver es que se trata de contradicciones profundas, contradicciones de la potencia social con el poder. No pueden ver que nada de las contradicciones anteriores se ha resuelto, que no podían resolverse con la llegada al gobierno de los representantes de la revolución. Que este hecho no era nada más que el comienzo de una etapa más difícil. La etapa de la destrucción del poder es una etapa muchísimo más difícil que la etapa de la toma del poder. Bajo estas condiciones subjetivas de los intelectuales “revolucionarios”, se comprende que se dediquen a hacer apología de los gobiernos “revolucionarios”, en vez de esclarecer el lugar conservador que juegan una vez arribados al poder. Están lejos de apoyar a los movimientos que se desatan como parte de las contradicciones del pueblo con el gobierno, del proletariado con el Estado, de las comunidades indígenas con el Estado-nación. Estos movimientos son los únicos que pueden continuar la “revolución”; sin embargo, quedan solos, estigmatizados por el gobierno “revolucionario”, desconocidos por los intelectuales, aislados por las organizaciones afines al gobierno.

Se puede decir que, en estos momentos, en estas coyunturas, donde se evidencian nuevas contradicciones o, mas bien, emergen contradicciones latentes, se manifiestan abiertamente los conservadurismos guardados de los “revolucionarios” en el gobierno y de los intelectuales “revolucionarios”. Incapaces de entender lo que pasa, prefieren dedicarse al duelo, al velorio, a la convocatoria de los fantasmas. Abandonando a los vivos, a los y las que siguen vivos para seguir luchando, dejando que los vivos resuelvan sus asuntos, condenados al silencio o, peor aún vilipendiados. Los intelectuales creen que algo existe cuando los intelectuales se pronuncian sobre ese algo. Son incapaces de comprender que la existencia de los acontecimientos no depende de sus enunciados. Estos son los límites de los intelectuales “revolucionarios”. Hasta aquí llegan. Pueden acompañar la grandeza de las revoluciones, cuando emergen y llegan victoriosas a los escenarios del poder; pero, no pueden comprometerse con el laberíntico decurso de su decadencia; no pueden entregarse a una lucha para evitar su caída; no pueden acercarse a la lucha concreta de los descontentos y descontentas, acompañándolos con la crítica de las nuevas formas remozadas del poder. Claro que hay excepciones, cómo no las va haber; para no hacer una lista larga, solo dando algunos nombres, hablemos de los harringtonianos en la guerra de la independencia norteamericana; los de la montaña de la revolución francesa; León Trotsky en la revolución rusa; el mismo Mao Zedong de la revolución cultural; Frantz Fanon respecto de las guerras de liberación nacional y los estados independientes, también respecto a la descolonización; Ernesto “Che” Guevara en la revolución cubana; Sergio Almaraz Paz en la revolución nacional de Bolivia. Todos ellos vieron los problemas emergentes en la etapa de la construcción; desde sus propias perspectivas y coyunturas intentaron no sólo explicar lo que pasaba, sino también elaborar la crítica y buscar salidas. No se trata de decir que tenían la respuesta, menos la “verdad”, sino que intentaron continuar la “revolución” y su profundización, optando por la crítica y no por la apología como la mayoría de los intelectuales, militantes y funcionarios.

Para muchos intelectuales marxistas es, en cierto sentido, incomprensible la resistencia y la lucha de los pueblos indígenas; sobre todo por su resistencia a la modernidad y al desarrollo, aunque puedan comprender su lucha contra el capitalismo. Para ellos queda todavía un camino largo al comunismo; primero, es indispensable cumplir con las tareas democráticas; segundo, crear las condiciones de acumulación y desarrollo de las fuerzas productivas; tercero, pasar por la experiencia de transición al socialismo; y cuarto, a partir de un determinado momento, pasar del reino de las necesidades al reino de la libertad, el comunismo. Incluso si se interpretan estos pasos de manera combinada y continua, como en el caso de la teoría de la revolución permanente, la condición de acumulación y desarrollo de las fuerzas productivas es indispensable. No pueden ver que el común-ismo es la posibilidad siempre presente; no sólo en el sentido que le da Marx, como la lucha contra el estado de cosas existente, como praxis, sino como recuperación de lo común de los público y lo privado.

Alguien puede decirnos, como que lo hacen casi siempre, que idealizamos a las comunidades indígenas; que, en “realidad”, estas comunidades ya se encuentran atravesadas por relaciones capitalistas, que ya están insertas en el mercado, que ya han sufrido procesos de disgregación y descohesión. En primer lugar, no se ha planteado comunidades indígenas aisladas del mundo y de la historia. Las comunidades indígenas se encuentran insertas en los circuitos mercantiles y comerciales, por lo menos desde la colonia. Lo que se dice es que las comunidades indígenas, con todo, han sabido resistir, mantener la cohesión comunitaria, adecuándose al intercambio y resistiendo a las distintas formas del capitalismo. Incluso pueden haber incursionado en estrategias de acumulación; sin embargo, han contra-restado los efectos de descohesión con el reforzamiento de nuevas complementariedades, consolidando la comunidad. En la peor de las situaciones, la comunidad puede haber llegado a desaparecer como institución jurídica y territorial, sustituida por formas privadas de propiedad y formas sindicales de representación; sin embargo, la comunidad lingüística y cultural es como la memoria estructural, que hace de posibilidad permanente de reestructuración de la comunidad.

Por otra parte, la resistencia y la lucha de los pueblos indígenas no están aisladas, comparten su lucha contra el extractivismo otros pueblos, afectados por la depredación, la destrucción ecológica, la contaminación, sobre todo de las aguas y los suelos, ocasionada por las empresas trasnacionales mineras e hidrocarburíferas. En el continente y en el mundo, los efectos de la explotación extractivista se ha vuelto un gran problema, que atenta a la sobrevivencia de los pueblos. Las movilizaciones contra la gran minería y la explotación petrolera, cada vez son más numerosas e intensas. ¿Qué reclaman estas movilizaciones? El respeto al bien común del agua, del aire, de los suelos y de los bosques. ¿No es esta una lucha compartida? De eso se trata, de recuperar los bienes comunes de la expropiación privada y pública.

La resistencia y la lucha de los pueblos indígenas ha enseñado que el común-ismo no está para las calendas griegas, sino aquí y ahora, como posibilidad latente. Por otra parte, ha enseñado que la historia no es lineal, sino envolvente y de múltiples cursos. En tercer lugar, ha enseñado que es posible el autogobierno, la autonomía y la libre determinación de los pueblos y las sociedades. En este sentido, los pueblos del mundo pueden aprender a “indianizarse”, pueden recuperar los bienes comunes, pueden recuperar sus comunidades latentes e instaurar, contra el capital y el Estado, el común-ismo.                             

 

 

 

 

 

 

 

          

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los alfiles y caballos del modelo colonial extractivista

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Valgan las metáforas, esta vez la comparación con el ajedrez. Los jugadores de ajedrez sabemos que los alfiles y los caballos son piezas claves en el desempeño del juego. Los alfiles para los movimientos oblicuos y profundos, los caballos para las maniobras en el “terreno” próximo. Usamos esta metáfora para identificar estos movimientos diagonales y estas maniobras “locales” en el campo político y en el campo económico. También sabemos que el gran juego de control sobre las reservas de recursos naturales no renovables es ejecutado por las grandes empresas trasnacionales de la minería y de los hidrocarburos, en intima vinculación con el sistema financiero internacional, los gobiernos de los países de residencia, además de los cipayos nativos de las periferias del sistema-mundo capitalista. Las estrategias de control, de la efectuación del control, el dominio sobre los recursos naturales estratégicos, de parte de las trasnacionales, no podría darse sin la colaboración de agentes del capitalismo internacional, en su versión actualizada; dominio y hegemonía del sistema financiero mundial, monopolio de las empresas trasnacionales, expansión intensa del modelo extractivista e irradiación de la corrupción, incorporando a altos funcionarios de los gobiernos en esta estrategia de despojamiento y desposesión.

En Bolivia, en el llamado gobierno popular, fungen de “alfiles” y “caballos” del modelo colonial extractivista, personajes que hacen gala de realismo político y pragmatismo, además de ventilar a los vientos un enaltecido cinismo. A estas alturas ya no queda duda de lo que se juega en el TIPNIS, de lo que está detrás de la carretera que atravesaría el núcleo del territorio indígena y parque. El mismo gobierno se ha encargado de adelantar que los parques están comprometidos para ampliar las concesiones hidrocarburíferas. Las concesiones a PETROBAS y PDVSA en el núcleo del TIPNIS ya no se pueden ocultar. La carretera era, principalmente, para facilitar la logística de la exploración en el territorio indígena, que, además, cuenta con título comunitario de propiedad, entregado por el propio presidente a las comunidades del TIPNIS el 2009. Esta aseveración no excluye que también se jueguen otros intereses, vinculados a la expansión de la frontera agrícola de la hoja de coca excedentaria, fuera del fortalecimiento de la burguesía comercial de la región, teniendo en cuenta la irradiación de la geopolítica regional de la burguesía internacionalizada brasilera; geopolítica que se traga a una carretera menor en la gravitación espacial de las carreteras transoceánicas, que se orientan al Pacífico.

Sobre todo los “alfiles” desempeñan una labor demoledora de las últimas defensas populares e indígenas respecto del modelo colonial extractivista. La labor de estos “alfiles” es destrozar a las organizaciones indígenas, dividirlas, cooptar a los dirigentes vulnerables, sabotear la democracia comunitaria, confundir, anexar a los colonizadores del polígono siete en la estrategia colonizadora, que no forma parte del territorio indígena del TIPNIS, sino que ya forma parte de la zona de avasallamiento, mayoritariamente titulada en forma privada e individual.  Estos “alfiles” son los agentes del capitalismo dependiente del modelo colonial extractivistas; son los mejores aliados de los intereses de las empresas trasnacionales. Hablan a nombre del “desarrollo”, como antes hablaban otros “alfiles”, esta vez del proyecto liberal, primero, y del proyecto neo-liberal, después; sólo que esta vez lo hacen a nombre del Estado y no de la libre empresa y el libre mercado. Comparando, los “alfiles” nacionalistas son más destructivos, no tanto por los niveles del entreguismo, como lo hicieron los neo-liberales, sino por que presentan  como si fuese  una actitud soberana entregar el control técnico de la exploración y explotación de los recursos naturales a las empresas trasnacionales, como si formara parte del crecimiento económico el expandir el modelo extractivista, ahora a nombre del Estado, de los intereses del Estado, del “progreso” y del “desarrollo”.  

Estos tardíos nacionalistas, no pelean el control técnico de la exploración y explotación, de la producción y de la comercialización, como lo hicieron los nacionalistas del periodo heroico; lo que hacen es entregar el control técnico a las trasnacionales, por el procedimiento de los contratos de operaciones. Se contentan con expandir estadísticamente las arcas del Estado rentista. A estos tardíos nacionalistas no se les puede pedir que comprendan que, en la actualidad, el “progreso” y el “desarrollo” son meras ilusiones del capitalismo tardío; que está cuestionado el “desarrollo” y el “progreso”, que se requiere otro horizonte civilizatorio para salir de la dominación colonial del sistema-mundo capitalista. Para ellos, esto es discurso de “jardineros” al servicio de los intereses imperialistas. Esta manera de enfocar la problemática, de parte de los nacionalistas tardíos, devela por lo menos dos cosas; una relativa al determinismo económico, la otra relativa al anacronismo histórico. Primero, su apego al modo de producción capitalista; no tienen en mente otra cosa, para ellos esa es la “realidad”; al socialismo se va por el camino de la revolución industrial, en el mejor de los casos, por la expansión extractivista, en el peor de los casos. Segundo, su concepción anacrónica del imperialismo; tienen en mente la figura difundida del imperialismo antes de la segunda guerra mundial; no han podido actualizar esta figura, no han  podido concebir las transformaciones del imperialismo y del capitalismo. Tienen, en resumen, una concepción de principiantes sobre el imperialismo. Eso les favorece a su política extractivista, que algún ideólogo nacionalista tardío ha llamado, con toda inocencia, geopolítica de la Amazonia. Por lo tanto, se puede concluir, que su discurso anti-imperialista, que lucha con un fantasma del pasado, no con las formas concretas del imperialismo y del capitalismo colonial en la contemporaneidad, es el mejor dispositivo disuasivo de la penetración imperialista contemporánea.

Uno de los “alfiles” ha dicho que la verdad se impone. Se refriere a adelantar con una ley la construcción de la carretera que atravesaría el núcleo territorial del TIPNIS. Ha dicho también que la VIII y la IX marchas indígenas, en defensa del TIPNIS, eran políticas, al servicio de intereses. Se nota que este “alfil” tiene muy poca, escasa, casi ninguna consideración sobre la Constitución. ¿Para qué se ha escrito una Constitución, que es expresión de las pasiones y los objetivos de la movilización general y prolongada de 2000 al 2005? ¿Para regocijo propagandístico y teatral del grupo de poder que se ha montado en la cresta de la ola de las movilizaciones? ¿Para legitimar lo contrario que establece la Constitución, el Estado-nación, el modelo extractivista, el capitalismo dependiente, la continuidad de las estructuras coloniales? Los “alfiles” y “caballos” no parece que reflexionen sobre estos temas; se trata mas bien de consciencias cínicas, a diferencia de las consciencias desdichadas, las que se encuentran desgarradas. En sus actitudes soberbias, empero cada vez menos solventes, se desprende el vínculo que tienen con las empresas trasnacionales,  el modelo extractivista y el Estado rentista. Dice el “alfil” que la carretera se diseñó hace diez años, que ya estaba aprobada; ¿de qué habla? De una continuidad política, del desprecio a las naciones, los pueblos y comunidades indígenas, desprecio epidérmico de las élites gobernantes. Esto no es más que las expresiones crepusculares de la colonialidad. La “realidad” para los nacionalistas tardíos se resume a pocos referentes comunes: Estado-nación, “desarrollo”, que no es otra cosa que capitalismo dependiente, “progreso”, que no es otra cosa que carreteras. Esta escasez imaginativa es la que sostiene la política realista y el pragmatismo, que en el fondo, no son otra cosa que cinismo descarnado.

El problema no es el cinismo, puesto que es un perfil subjetivo; cualquiera, que no se tenga mucho aprecio, puede serlo, si quiere. El problema es que este descaro de la conducta es el instrumento petulante para cubrir la penetración del capitalismo de despojamiento y desposesión, la forma concreta del imperialismo contemporáneo. El problema es que este desplante pedante es hoy la retórica de la colonialidad, despreciativa de lo indígena, de la madre tierra, de las dinámicas y ciclos de la vida. El problema es que con este comportamiento abusivo se vuelve a despreciar al pueblo, a la democracia, a la participación, a la voluntad del constituyente, que es la voluntad del poder constituyente, es decir de los movimientos sociales anti-sistémicos. Estamos ante la efectuación desalmada de las formas grotescas del poder.  ¿La “verdad” se impone? ¿Cuál “verdad”? La “verdad” descarnada del poder que produce “realidades” con el martillo de la violencia, del monopolio de la violencia, simbólica, física y psíquica.

¿Cuál es el costo de esta política extractivista? La destrucción de los territorios indígenas, de los ecosistemas, de los seres y ciclos de la vida, la muerte de la Constitución y del “proceso” de cambio, que se suponía que era descolonizador, anti-capitalista, anti extractivista, en defensa de las naciones y pueblos indígenas originarios, en defensa de los seres de la madre tierra, en la perspectiva del vivir bien,  de un horizonte civilizatorio alternativo. Ciertamente los “alfiles” y “caballos” del modelo colonial extractivista no reflexionan sobre estos temas, pues para ellos la “realidad” no es otra que lo que tiene a mano el poder.    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Estructuras de poder viciosas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No dejan de sorprender las formas que adquieren las relaciones y las estructuras de poder.  No dejan de sorprender sus desviaciones, si se puede hablar así, pues no se puede suponer, en este caso, un eje normal, aunque pueda haber un eje central, incluso un eje ideal, en esto del ejercicio del poder. Lo que llama la atención es la proliferación de formas no institucionales del ejercicio de poder; por ejemplo, las que llamaremos, a modo de representación, formas viciosas de poder. Se trata de formas perversas, de formas fraudulentas, de formas vinculadas a la coerción, a la presión, al chantaje, a la extorsión. Anteriormente las nombramos como parte de la economía política del chantaje[152]; ahora nos interesa su descripción tópica en lo que se ha venido en llamar la extorsión. Vamos a tratar de hacer un seguimiento de la génesis de esta forma de poder coercitivo, basándonos en la descripción del caso publicitado en Bolivia como red de extorsión vinculada a un grupo de abogados que trabajan para el gobierno, a quienes se otorgó plenos poderes para emplear todos los medios y deshacerse de la llamada oposición. Según versión del gobierno, este grupo de abogados, cuya extensión y alcance todavía no se ha aclarado, actuó por sí mismo, independientemente, de una manera arbitraria, montando una red delictiva, sin contar con ninguna aprobación del gobierno. No vamos a poner en cuestión esta versión oficial, pues formará parte de una de las hipótesis interpretativas de la explicación de la secuencia de sucesos escandalosos que se destaparon. Lo que interesa es develar el funcionamiento de esta forma de poder, su inserción en el aparato estatal y el uso del Estado por grupos coercitivos. En principio, entonces, trataremos de dibujar una suerte de descripción general del nacimiento y de la génesis de estos grupos, para luego proponer algunas hipótesis.

Estos grupos están íntimamente vinculados a los usos corrosivos de la administración de justicia, fuertemente ligada a la corrupción del aparato del poder judicial, en todas sus instancias. Estas circunstancias son ampliamente conocidas por la ciudadanía, sobre todo la que sufrió en carne propia el escarnio del manejo de los largos e interminables procesos judiciales. Entonces, en primer lugar, el nacimiento y la reproducción de estos grupos forman parte de la historia de la administración de justicia. El problema es que parte de la ciudadanía, a pesar de sus condenas y observaciones, veía y ve como cosa “natural” estos procedimientos, como un mal que hay que soportar. Se puede decir que cada gobierno tiene su propia historia vinculada a estas formas de extorsión. Puede ser que se diferencien por una mayor o menor extensión, por una mayor o menor penetración en el gobierno y en la institucionalidad estatal, también puede ser que se diferencien por una mayor o menor profundidad en el alcance de la perversión; empero, lo cierto es que ningún gobierno se ha salvado de esta incidencia demoledora. Entonces, no hablaremos de un nacimiento, sino de varios renacimientos, dependiendo del periodo, del contexto, de la coyuntura. Lo problemático es que ahora reaparece el ejercicio del poder colateral y paralelo en las fases de un gobierno que proclamó la lucha política contra la corrupción, incluso conformó un ministerio de transparencia y lucha contra la corrupción.  La historia efectiva parece vengarse de estas pretensiones y pone a prueba al gobierno ante las magnitudes alarmantes de la expansión de la corrupción, de la economía política del chantaje, de las formas de coerción y los procedimientos de extorsión. ¿Por qué sucede esto?

Una causalidad de este fenómeno puede encontrarse en el control casi absoluto del poder, refiriéndonos al control de los órganos del Estado y del mapa de toda su institucionalidad. Obviamente no el control de la potencia social, pero sí del poder como usurpación de la potencia social. Este control y  monopolio del poder induce a la certeza, equivocada, por cierto, de que este control y monopolio otorga impunidad, pues los operadores y los que dan órdenes sienten estar suspendidos sobre las propias limitaciones institucionales y sociales. Si se controla la justicia, se controla la legalidad de lo que se hace, aunque lo que se haga sea una administración de ilegalidades. Si se controla el órgano legislativo, se controla la legitimidad, aunque lo que se haga sea ilegitimo; por ejemplo, las leyes y las acciones gubernamentales respeto de la Constitución. Si se controla el ejecutivo, se controla la construcción de la decisión política. Si se controla el órgano electoral, se controla la posibilidad de reelección y del manejo electoral. Entonces, este monopolio da la sensación de un poder desmesurado, lejos del alcance de los mortales. En estas condiciones se puede creer que los que dan órdenes, los administradores, los operadores, los ejecutores, son inalcanzables. Se piensa que aunque afecte, lo que se haga, a la institucionalidad y a las normas, se trata de procedimientos necesarios en la lucha contra la oposición y la permanente conspiración. Quizás se apueste a que después se busque una corrección de esta desviación momentánea, de este recurso externo en la lucha política, quizás se crea que después se puede enderezar de nuevo la distorsión. Esto es notoriamente una equivocación, a la luz de la experiencia en distintos regímenes. Estas prácticas se vuelven una costumbre, terminan formando parte de los bordes y del propio funcionamiento institucional, en la medida que su porosidad lo permite. La apuesta “momentánea” o “coyuntural”, si se quiere, de “emergencia”, de estas prácticas es altamente peligrosa, pues estas prácticas responden a sus propias “lógicas”, a sus propias redes, a sus propias estructuras de poder. La excepción no sólo confirma la regla, sino que se empieza a volverse la regla.

Es posible que sea esto lo que ha sucedido en gran parte de la secuencia de hechos coercitivos y de extorsión develados. La lucha beligerante contra la derecha, durante la primera gestión de gobierno, llevó, en un determinado momento, a optar por procedimientos y recursos de emergencia, usando el monopolio de la violencia legal del Estado. Cuando se optó por la elección de estos recurso no se comprendió, en su debido momento, que son los mismos procedimientos de todos los gobiernos a los que se criticó, que, en la medida, que se utilizaban estos dispositivos se caía en lo mismo de todos los gobiernos, en esa zona incierta y arbitraria de la efectuación de la violencia simbólica y física del Estado por las vías no-institucionales. No se comprendió que al hacerlo se reproducía el carácter canalla de la dominación y el carácter perverso del usufructo del Estado. Al no caer en cuenta que con estos condicionamientos distorsionantes se termina avalándolos. Lo que ocurre después es que el gobierno termina atrapado en el desenvolvimiento de estas prácticas y estas relaciones colaterales, en la incidencia perversa de estos grupos, que ya se han convertido en redes.

Esto pasa cuando se comprende a la política como definición del enemigo, cuando termina la política siendo la continuidad de la guerra[153], la política como hostilidad. La exacerbación de esta comprensión fue llevada a cabo por dos expresiones acentúas de la política como práctica de combate; primero, por parte de una cierta interpretación “leninista”, interpretación llevada al extremo de la reinvención del enemigo, incluyendo a los enemigos internos, configurando el discurso de depuración estalinista; segundo, por parte del nazismo, que llevó a la definición del enemigo como enfermedad contaminante al interior mismo de la sociedad. Analogía de extremos opuestos aprovechada por Carl Schmitt en su análisis de lo político[154]. Obviamente no son lo mismo, el “leninismo” y el nazismo,  ni los estamos acercando, son expresiones histórico-políticas diametralmente diferentes, empero, que al llevar al extremo las consecuencias de esta forma de ejercicio de la política, terminaron involucrados en descomunales desbordes de violencia, que podríamos decir se llevaron a cabo de una manera incontrolada, aunque ejecutadas con una fría racionalidad instrumental. Esta observación, relativa a la política como hostilidad y la peculiar interpretación de Schmitt, la hace elocuentemente Jacques Derrida en Políticas de la amistad[155]a partir de una mirada deconstructiva.

Sin embargo, no estamos hablando del desencadenamiento de la violencia a partir de la comprensión de la política como hostilidad y antagonismo, sino de la manifestación de una forma de violencia que se ha venido en llamar extorsión. La ex-torsión es una expoliación; se trata de un procedimiento forzado, de una presión, de una coerción, de un chantaje, que viene de un exterior a un adentro corporativo. Este exterior no es propiamente institucional, no está normado, aunque sí puede estar regulado. En esta forma de poder, el enemigo es visto como objeto de extorsión, como materia de expoliación; en estas condiciones, el enemigo no tiene derechos, sus derechos se suspenden en el momento que entra en contacto con los extorsionadores. Esto concurre secretamente, en la oscuridad de los recovecos y de los intersticios laberínticos de la frontera porosa entre Estado y sociedad, en las líneas discretas, discontinuas, que hacen de delimitaciones inciertas entre lo público y lo privado. Las víctimas de la extorsión tienen perfiles variados; pueden ser desde infractores hasta inocentes, pueden encontrarse en pleitos con el Estado o ser simplemente afectados por la irradiación de estas modalidades, aunque no hayan incurrido en “delitos”. Pueden ser propietarios, empresarios, deudores, empleados, trabajadores, pequeños propietarios, comunarios, campesinos o sin tierra. Pueden ser hombres o mujeres. Pueden ser opositores o partidarios. La extorsión es amplia y flexible, puede incluso extenderse a gran parte de los ciudadanos y ciudadanas. Aunque, de alguna manera, se puede decir que los extorsionadores tiene cierta inclinación por los adinerados, mucho mejor si éstos se encuentran vulnerables.

En el caso boliviano de la llamada red de extorsión parece haberse ido lejos, sobre todo porque los abogados involucrados gozaban de plenos poderes, además de estar acompañados por el uso de destacamentos policiales, lo que los convertía en pequeños “déspotas”, que se encontraban en una zona de excepción, donde se suspenden los derechos fundamentales. ¿Importa saber el alcance y la extensión de esta red de extorsión? Ciertamente sí; pero, lo que también importa es anotar que sólo el hecho de haber permitido que existan unos dispositivos de poder de esta índole compromete la propia legitimidad y legalidad del gobierno, sobre todo teniendo en cuenta la Constitución. Lo que importa es comprender la incidencia corrosiva de estas prácticas en la institucionalidad estatal.

No se trata pues de un caso aislado, como pretende la versión oficial. El problema es que se trata de procedimientos extendidos, que tienen su propia historia, procedimientos avalados por el gobierno, que gozan con permiso, aunque el permiso no alcance a las iniciativas propias que puedan tomar los extorsionadores. El problema es que la existencia de estos grupos  “externos” e “internos”, ya da lo mismo a estas alturas, era conocida por las autoridades que avalaron con cartas y ordenes el funcionamiento de estos grupos. El problema es que el escándalo estalla recién, a consecuencia de que una de las víctimas es un extranjero, un empresario norteamericano, con influencia. El problema estalla por presión de los dispositivos políticos y diplomáticos con que cuenta la potencia de la que es coterráneo la víctima. Si no hubiera sido investigado el caso por servicios de inteligencia policiales de esa potencia, si no se hubiera presionado al gobierno, quizás los involucrados, hasta ahora, seguirían gozando de la libertad para efectuar sus acciones perversas. El problema es también que hasta el momento la afectación incriminadora sólo ha comprometido a los operadores, empero se cuida, con mucha cautela, a los que avalaron estos dispositivos de coerción “externos” y de emergencia.

De todas maneras ya estalló el escándalo, de alguna manera difundido por los medios de comunicación, contando con declaraciones de autoridades gubernamentales, además de acusaciones y condenas de la llamada oposición, contando también con la participación y reclamo de instituciones como la Defensoría del pueblo y Derechos Humanos, fuera de otras instituciones y organizaciones de la sociedad civil. Empero, lo que no hay que olvidar es que este problema es una contrariedad estructural; no es un problema que atinge a este gobierno, sino al Estado-nación mismo, sin pretender, de ninguna manera, salvar de responsabilidad al gobierno vigente. El develamiento de los secretos recovecos de la administración de justicia y de los pasillos opacos del Estado, es una oportunidad para la manifestación movilizada de la sociedad contra estas formas viciosas de poder. La reacción ante el escándalo no puede circunscribirse  a la denuncia de los medios de comunicación, menos al desahogo de la oposición, sino tiene que abrirse a la participación y al control social. Es una oportunidad para la interpelación social a las formas ambivalentes del Estado-nación y de las formas de gobierno colaterales, además de ser una oportunidad para las búsquedas del ejercicio participativo, de transparencia y de control social. La sociedad no puede permitir la existencia de este tipo de grupos y de redes colaterales, pues no sólo atentan contra los derechos fundamentales y el ideal de la institucionalidad, sino que terminan convirtiendo a la propia sociedad en rehén de estos grupos y formas de poder perversas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hipótesis de interpretación

Hay varias hipótesis o conjeturas que se han puesto a circular a propósito de la explicación de la llamada red de extorsión; hipótesis de sentido común, hipótesis políticas, hipótesis económicas, hipótesis con pretensiones históricas, hipótesis culturales. Hay de todo, para escoger, incluyendo las hipótesis relativas a la teoría de la conspiración. De las hipótesis de sentido común quizás interese esa que se enuncia en esa frase conocida de que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Quizás un tono de esta hipótesis se ha hecho sentir en nuestra propia descripción, cuando decimos que el monopolio y el control absoluto del poder, absoluto en el sentido de mayoría absoluta o, mejor dicho, de la mayoría de los 2/3, dio lugar a la ilusión de impunidad, a una certeza de la condición de aparente invulnerabilidad que otorga el control total del poder. Sin embargo, este enunciado no podría entenderse si no se comprende, al mismo tiempo, de qué relaciones, estructuras y diagramas de poder se está hablando. No se está hablando de los diagramas disciplinarios y de los diagramas de control instaurados en la modernidad, como parte de la genealogía de sus instituciones y de la formación del Estado-nación, sino de otros mapas de poder. Hablamos de una cartografía de poder singular, aquella que está vinculada al ejercicio de gobierno, a la efectuación de gobierno en sentido práctico, utilizando los mismos mecanismos institucionales para ejercer una dominación anexa. Estamos hablando del gobierno sobre los hombres y las mujeres, también del gobierno sobre las cosas, entre estas del gobierno sobre los circuitos monetarios. El gobierno de los hombres y las mujeres, el gobierno sobre las cosas, el gobierno sobre los circuitos monetarios, viene acompañada por sus posibilidades de distorsión; no por el manejo de las fuerzas y su conducción estratégica,  sino por el manejo de las fuerzas y su distorsión “táctica”, desviada según el interés privado, en este caso de atesoramiento dinerario. El ejercicio del poder se usa para el beneficio privado de ciertos grupos, para su enriquecimiento llamado “ilícito”. En este sentido el ejercicio del poder se efectúa de la manera más pedestre y vulgar.  Se trata del imaginario más antiguo del botín; el poder, el Estado, el gobierno, son mirados como botín de guerra. Es como una costumbre; antes lo hicieron otros, ahora nos toca a nosotros. Esto ocurre por una desmesura del ejercicio del poder, ejercicio por cierto no democrático, aunque se usen instrumentos democráticos, como la validación electoral. Esta desmesura tiene que ver con la condición oculta de la excepcionalidad; se trata de comportamientos que se basan en el Estado de excepción, en la situación de emergencia, en el argumento de la seguridad del Estado, en el secreto de Estado. Todo Estado moderno ha recurrido a esta condición excepcional una y otra vez cuando supuestamente han visto el peligro para el Estado.

Ciertamente hay distintas figuras de esta condición de excepción o, mas bien, distintas consecuencias de esta excepcionalidad. Nos interesa ahora las más perversas, las que ven por conveniente extorsionar a enemigos, a opositores, a supuestos conspiradores, a quien sea, por razones de Estado. La extorsión se convierte en un sistema, por así decirlo o, si se quiere, es un subsistema de un sistema mayor, que es el relativo al diagrama de poder de la corrupción. Es un procedimiento forzado para reunir dinero para el partido, aunque este dinero termine controlado por unos grupos, otros grupos, quizás no los mismos de los operadores. Las formas de distribución pueden variar, empero lo que importa es el argumento usado; el Estado puede “expropiar” riquezas, parte de las mismas, en beneficio supuesto del propio Estado. Estos “métodos” no tienen nada que ver con las nacionalizaciones, que son mas bien medidas populares de recuperación de soberanía. Estos “métodos” tienen que ver  con el interés de la élite gobernante. Para comprender esta situación hay que entender que el Estado no es una abstracción, es un campo burocrático, es un mapa institucional, es una estructura de poder; pero, además de todo esto, está manejado por grupos específicos, que cuando están en el poder no escatiman nada para lograr sus objetivos de la manera más práctica y expedita, por así decirlo. Que unos gobiernos lo haga de una manera más torpe que otros, más extensa que otros, es otra cosa, lo que no hay que perder de vista es que la desmesura de poder como que posibilita la maniobra de gobierno en este sentido, el encaminado por la distorsión de las prácticas.

El liberalismo ha tratado de escapar de la desmesura del poder distribuyéndolo por poderes independientes, buscando una suerte de equilibrio de poderes, de pesos y contrapesos, una política de balances; empero, la paradoja evidenciada es que precisamente los regímenes liberales se ven como compelidos a enfrentar la corrupción que atraviesa los poderes de una manera invisible. Por eso estos regímenes tratan esforzadamente de mantener una cierta independencia del poder judicial, quizás como último recurso de defensa del modelo ideal. Con esto no decimos que otras clases de regímenes escaparon a las paradojas del ejercicio práctico de la política; al contrario, terminan envueltos en formas más visibles de estos manejos colaterales del poder.

De esto no se puede deducir que no se pueda escapar a la condena de la corrupción, que siempre ha acompañado al poder, que es inherente al mismo, que el mal es atingente al humano, que se inclina por la maldad. Esta hipótesis moralista es insostenible, aunque ha sido usado en las teorías del Estado. El mal se convierte en una especie de sustancia o causa, como la figura del demonio en las religiones, que sustituye a las estructuras y relaciones de poder en la explicación de las manifestaciones perversas. El problema no radica en la existencia de una sustancia o esencia metafísica que inclina al humano a la satisfacción egoísta por cualquier medio al alcance, sino en la conformación de formas de poder, que no son otra cosa, que formas de dominación, que indudablemente no son democráticas, aunque se efectúen a su nombre. El ejercicio privado del poder, en manos de élites y de grupos, aunque se lo efectúe a nombre de lo público, deriva en esta desmesura de poder que abre la posibilidad a la maniobra aviesa.

Se puede decir que a mayor institucionalidad mayor control normativo y administrativo, para cuidarse de caer en manejos prebéndales, clientelares, patrimoniales del poder. Puede ser; pero, no se puede decir que la mayor consolidación institucional ha abolido la corrupción. Ante lo que podemos proponer que, en relación al problema anterior, a esta relación desbordante entre poder y corrupción, se añade el agravante de la expansión y el dominio de estas formas viciosas de poder cuando la institucionalidad es corroída por estas prácticas colaterales. Esto parece ocurrir cuando se pierden los equilibrios de poderes, los pesos y contrapesos, en los regímenes liberales. Ya hicimos notar que esta no es una solución histórica, sino mas bien un tipo de administración de equilibrios, donde se termina conteniendo y controlando la corrupción, en el marco de ciertos límites. Pero, el problema no desaparece. Al respecto, no hay que olvidar que el Estado-nación forma parte del régimen liberal, forma parte de este confín político, de manera desenvuelta, es su expresión más acabada.

A la desmesura del poder se suma la desmesura del usufructo privado, del manejo grupal, de la desviación en beneficio particular, altamente extensible cuando se  pierden los bordes, la estructura y el funcionamiento institucional. En este caso estamos ante una forma de régimen que ha convertido la excepcionalidad en una conducta política. En esta situación no solamente los operadores se hallan atrapados en estas “lógicas” perversas del ejercicio del poder, sino todos los que ejercen poder, aunque lo hagan de una manera no-consciente, ilusionándose con que cumplen con un comedido distanciamiento mediante una división del trabajo; la tarea sucia a los operadores, las tareas limpias a los gobernantes. No hay tal cosa, todos se encuentran envueltos en los circuitos desmesurados del poder, atrapados en la irradiación corrosiva de estas prácticas colaterales.

¿Cómo escapar de este estado de cosas corrosivo, de esta situación colateral invasiva? Cuando estallan los escándalos es mejor ir al fondo, en vez de limitar el alcance de los involucrados a los operadores. Ante esta disyuntiva se tienen por lo menos dos alternativas; una de ellas tiene que ver con las reformas institucionales, que buscan modificar las instituciones conformando sus funcionamientos en sentido democrático, más participativo y transparente; la otra, tiene que ver con la opción por una revolución cultural que afecte prácticas, conductas, comportamientos y mentalidades.  No escoger ninguna de estas alternativas, limitando el alcance de la afectación a un grupo de los involucrados, no es más que diferir una descomposición y desmoronamiento, creyendo que se pueden guardar los secretos y buscar soluciones acordadas.

Una de las hipótesis políticas que ha circulado es la que está ligada a la teoría de la conspiración; ha sido vertida tanto por el gobierno, en el sentido de que el escándalo desatado ha sido tramado por agencias de inteligencia internacional para desacreditar al gobierno, así como por otros voceros, no necesariamente oficiales, que consideran el decurso de una conspiración al interior del propio gobierno. Aunque la forma de estas versiones resulte un tanto simplona, repite chabacanamente las tesis de la conspiración. Es insostenible esta hipótesis, se desmorona ante las evidencias, la secuencia de los hechos y la génesis de estos procedimientos auxiliares de los gobiernos. Pueden haber grupos que calculan las consecuencias de sus acciones, pueden haber grupos que intrigan, tanto dentro como fuera del gobierno, tanto internamente como externamente, incluso, si se quiere internacionalmente; empero, estas actitudes y predisposiciones, no explican fenómenos como los relativos a la corrupción, a la economía política del chantaje, al uso de la coerción y de la extorsión. Estamos ante la fenomenología de relaciones, circuitos, estructuras de poder colaterales y paralelas. Este tipo de hipótesis, en vez de aclarar estos fenómenos del ejercicio del poder, lo que hacen es oscurecerlos, transfieren la explicación a una supuesta causa omnipresente, la conspiración, a la presencia de grupos de poder, que aparentemente lo controlan todo, controlan todas las variables, convirtiendo a los conspiradores en una especie de superhombres capaces de conducir la historia. Aunque existan estos grupos y busquen incidir en la secuencia de los eventos, estos grupos son mas bien parte del ejercicio de estructuras y relaciones de poder.  El accionar de estos grupos no escapa al juego de las fuerzas en el campo político. En lo que respecta a las prácticas colaterales y paralelas, ocurre algo que puede parecer extraño, hasta paradójico; los grupos operadores de la economía política del chantaje terminan enredados en sus propias tramas. Si nos diéramos una figura para representar este fenómeno, podríamos decir que se parece al de una araña atrapada en su propio tejido. La economía política del chantaje forma parte de la economía política generalizada, aunque lo haga de una manera distorsionada; entonces termina reproduciendo el sistema generalizado de la economía política, sistema que no controlan los grupos “externos”, paralelos y colaterales a la institucionalidad, que no controlan, por cierto, los conspiradores.

Una hipótesis histórica, que también puede ser tomada como hipótesis económica, que se ha usado, es la que atribuye al capitalismo la “naturaleza” de la corrupción. Esto puede ser relativamente cierto, empero habría que ampliar el panorama. Antes del capitalismo había corrupción, aunque se haya dado de otra forma y quizás de una manera menos intensa. También en los estados del llamado socialismo real se ha dado la corrupción, incluso, a veces, de manera alarmante, guardando la excepción de algún país, que ha tratado de compensar estas contingencias con la moral revolucionaria. Entonces la corrupción es un fenómeno más viejo que el capitalismo, incluso vuelve a reaparecer en las transiciones al socialismo. En Bolivia y Ecuador vuelve a reaparecer en complicadas, diferidas, formas retardadas de transición al Estado plurinacional, aunque sólo lo usen de nombre. Ante esta genealogía de la corrupción, parece más adecuado usar la hipótesis de la desmesura del poder y asociar mas bien la corrupción con el Estado, aunque sean los circuitos del capitalismo los que expandan y proliferan este fenómeno colateral y paralelo.

Una de las hipótesis culturales usadas para explicar el fenómeno develado de la llamada red de extorsión, es la de la cultura política. En Bolivia no habría una cultura política, se daría mas bien una especie de incultura política, una suerte de cultura de la corrupción. A los ojos de los pregoneros de este tipo de hipótesis nos convertiríamos en el país más corrupto del mundo. De alguna manera se ayudan, a pesar de no validar el extremo de su interpretación, con los famosos indicadores de la corrupción que sacan organismos internacionales. Lo que pasa que estos organismos internacionales se olvidan notoriamente de introducir en sus cálculos a los mecanismos de coerción de las  potencias del orden mundial imperial, a las empresas trasnacionales y al propio sistema financiero internacional. Si lo hicieran cambiarían los lugares de las estadísticas. En esto hay un jueguito de legitimación cuantitativa de las formas de dominación colonial y neocolonial, de las grandes corporaciones, gravitantes, auspiciadoras de formas paralelas de cooptación de funcionarios públicos y de “métodos” efectivos de garantizar inversiones. Hay pues una hipocresía denodada en estos organismos internacionales y en estos cálculos supuestamente objetivos.

La hipótesis concreta que vamos a usar, desprendida de las tesis e hipótesis que hemos expuesto descriptivamente, relativas a la desmesura del poder, es la siguiente:

Durante el decurso de la primera gestión de gobierno, menos en la segunda gestión, no se desmontaron las redes, los circuitos, las estructuras de la economía política del chantaje, en la que se encuentran las formas de ejercer poder paralelas y colaterales; al contrario, se han ampliado y extendido con nuevos aprendices. Uno de los nudos gordianos de estos circuitos y recorridos de corrosión se encuentran indudablemente en la administración de justicia, la misma que se hallaba ya atada al ejecutivo desde antiguos tiempos republicanos, ataduras ahondadas ahora por el control y el monopolio absoluto del poder. Otro de los nudos gordianos, quizás el más gravitante, se encuentra en el mismo aparato estatal, sobre todo en los ministerios que tienen que ver con el orden interior y de gobierno. Hay otros nudos, que tienen que ver con las contrataciones de bienes y servicios, con las adjudicaciones de obras, con las concesiones, etc.; empero, sólo observando los recorridos y lazos entre los dos nudos mencionados, justicia y ministerio de gobierno, espacio de circuitos que puede ser ampliado a los nudos ciegos de los dispositivos institucionales de lucha contra la corrupción, incluyendo incluso a los dispositivos de contratación de bienes y servicios, vamos a ver que la concomitancia y complicidad de estos nudos termina expandiendo e intensificando las prácticas paralelas y colaterales del ejercicio del poder a casi todo el mapa institucional. Por eso, no es sorprendente que el escándalo se haya sucintado en estos corredores de la zona indefinida de relaciones paralelas de un núcleo gravitante de la esfera estatal.

De todas maneras, tal parece que esta llamada red de extorsión no se ha limitado a la zona de los nudos gordianos mencionados, sino que ha abarcado más terrenos, tiene un espaciamiento mayor, hay más ministerios comprometidos, en la incidencia y circuitos de irradiación de las prácticas colaterales. Para visualizar el alcance de la extensión se puede tomar en cuenta el efecto de los avales a los grupos de extorsión para proceder sin límites, además de contar estos grupos con el acompañamiento de destacamentos policiales, su propio aparato de represión. Volvamos a la pregunta, ¿cuál es el alcance, la extensión, la intensidad y profundidad de este fenómeno? No lo sabemos a ciencia cierta, empero, se puede lograr una estimación intuitiva por efectos de irradiación de estas prácticas de chantaje. Sin embargo, tampoco parece que el gobierno está dispuesto a destapar la olla. Sólo parece estar dispuesto darle un alcance limitado a la definición del espacio de los involucrados.

Ahora bien, al respecto de la solución sancionadora, hay en el aire como un espíritu de venganza en mucha gente, tanto del gobierno como fuera del gobierno, incluso en gran parte de los ciudadanos. Todos creen que con esto, con sancionar y castigar, se resuelve el problema, encerrando y escarmentando a los involucrados; cuantos más aparezcan mejor. El problema de la corrupción no se resuelve encerrando, encarcelando, vigilando y castigando. Los vacíos que queden en la malla de los circuitos colaterales van a ser llenados por otros. El problema es estructural. Mientras no se desmonten estas estructuras, redes, circuitos paralelos y colaterales del ejercicio del poder, la fenomenología de la corrupción no es afectada en su propia circulación, no tiende a disminuir cualitativamente, menos tiende a desaparecer. Mientras se ejerza el poder de una manera no democrática y transparente, es decir no participativa, tal como lo exige la Constitución, las consecuencias perversas de la desmesura del poder reaparecen, se reproducen, se expanden y se intensifican, moviéndose holgadamente en los espacios que abre el usufructo privado del poder.

Haremos una anotación más, en relación a la concepción de la política como hostilidad. Vamos a retomar la crítica de las feministas radicales y de-coloniales; ellas plantean que el problema de la reproducción de las dominaciones, en el ejercicio de la política, se sostiene en ese paradigma de la política que se constituye definiendo al enemigo. De lo que se trata es de salir de este círculo vicioso de hostilidad, ir más allá de la política, construir una alternativa a la política, abrir otros horizontes de la cohesión social, ir más allá de las políticas de la amistad. Un más allá de la política no basadas en el sustrato de la fraternidad masculina, base del Estado patriarcal, sino en otras relaciones alternativas concurrentes, como la sororidad entrelazada con otras formas intersubjetivas de complementariedad.

Jacques Derrida entre sus conclusiones de Políticas de la amistad saca una fuerte interpelación a la política basada en la fraternidad de los hombres:

¿Qué relación mantiene esa dominación con la doble exclusión que se ve que se practica en todos los grandes discursos ético-político-filosóficos sobre la amistad, a saber, por una parte la exclusión de la amistad entre mujeres, por otra parte la exclusión de la amistad entre un hombre y una mujer? Esta doble exclusión de lo femenino en este paradigma filosófico conferiría, pues, a la amistad la figura esencial y esencialmente sublime de la homosexualidad viril[156].

La desmesura del ejercicio del poder descansaría en la concepción de lo político como hostilidad,  que a su vez se asienta en las formas de la amistad fraterna, en las complicidades, concomitancias y pactos de sangre entre amigos, que es a los que se reduce el ejercicio del poder y la práctica política por parte de entornos palaciegos y grupos de operadores de la guerra sucia. En el fondo estas amistades cómplices despliegan su proximidad a una homosexualidad viril, que rechazan, ocultan y esconden con la emisión de mitos de masculinidad que se construyen entre ellos y en sus atmósferas de intimidad.

 

 

 

 

 

 

 

Las peculiares formas del poder

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Llama la atención las forman concretas y singulares que adquiere el poder; esta vez hablamos del poder en su manifestación institucional; por cierto la del Estado. Sin embargo, no se trata tampoco de una noción abstracta, general, amplia del Estado, sino de su composición gubernamental en su articulación y vinculación con las otras instituciones del Estado, los otros poderes. Sobre todo, se trata de darle una mirada a sus estratificaciones. El estrato componente de los mandos, el estrato componente de los mandos medios, el estrato componente de los subordinados o funcionarios, también representantes,  que son, en realidad, la masa numerosa del poder, la masa operativa. Nos concentraremos, esta vez, en este último estrato, pues notoriamente es la masa, que a pesar de lo que se dice, es la más estable. Por ejemplo, llama la atención que muchos de los funcionarios, que sirvieron a los gobiernos derrocados, ahora sirvan también al nuevo gobierno, que tiene un discurso “revolucionario”. De ninguna manera estamos en actitud de señalar esta presencia como muestra de que se trata del mismo gobierno o de una especie de continuidad, de que, por lo tanto, nada ha cambiado. Estos argumentos son rutinarios y buscan por el lado fácil, el que impresiona, la respuesta a las preguntas sobre la crisis del “proceso de cambio”. Nada por el estilo es nuestra preocupación ni nuestro procedimiento. En todo caso, estén o no estén estos funcionarios permanentes, el gobierno ya ha decidido un decurso. Esta decisión no la toman los funcionarios. Lo que queremos es preguntarnos cuáles son las percepciones del poder de estos tres estratos mencionados. Sobre todo preguntarnos ¿qué concepción del poder tiene el funcionario permanente y el representante eterno?, ¿para este funcionario y este representante qué es, por ejemplo, la llamada “revolución democrático cultural”?

 

Lo mismo que ocurre con los funcionarios, o algo parecido, sucede con los candidatos del partido oficial, el partido de gobierno. Al principio fueron algunos, después aumentaron en número, ahora son un caudal, de ex-militantes de la llamada “derecha”, que ahora se presentan como los más consecuentes partidarios del cambio. En este caso también, no interesa señalar a nadie, ni caer en el argumento de la culpabilidad, sino de comprender las concepciones del poder, particularmente del “proceso de cambio”, que tienen estos candidatos, que ahora ya son electos representantes.

 

Estas preguntas van encaminadas a comprender las razones de por qué se forman esas formas peculiares del poder. En el estrato de mando, por lo menos algunos, tienen una idea institucional del “proceso”; aseveran que continúan en el “cambio”, que lo que hacen es seguir al pie de la letra de la Constitución. A pesar de que no se sabe cómo pueden demostrar tal cosa; de todas maneras, son los portadores del discurso oficial. El estrato de los mandos medios, es más débil, en lo que corresponde al manejo del discurso; tiene la idea menos clara de lo que es el “proceso de cambio”; sin embargo, sustituye esta falencia con un encandilado “evismo”.  El estrato de los funcionarios y de los candidatos, ahora representantes, es, quizás, el que presenta el perfil más patético. No manejan el discurso, no tienen la menor idea de en qué consiste el “proceso de cambio”, tampoco conocen la Constitución; si la han leído no la entienden, salvo artículos de interés y fragmentados. Este estrato, en contraste, tiene otra idea clara, que para quedarse donde está, ser partícipe, es menester el servilismo, la falta de toda crítica, no tomar en cuenta lo que no va, mejor hacer lo que hacen los otros, así como lo ha hecho esta clase de funcionarios, de candidatos y representantes, siempre; expresar fanáticamente la inclinación por el presidente, el apego al partido y a sus decisiones, por más descabelladas que parezcan a ratos.

 

Bueno pues, este último estrato, es el que presenta una concepción, aunque difusa o pragmática, si se quiere, oportunista, del poder; por tal motivo, comparte una concepción del poder que es como el sentido común de parte de la sociedad. Por eso interesa esta concepción pragmática y oportunista del poder. Nos dice mucho no solo de los funcionarios y representantes, sino también de la misma sociedad, que apoya al gobierno. Incluso de la sociedad que no apoya al gobierno, que es como su oposición votante. En realidad, ambos referentes sociales, los oficialistas y los opositores, piensan lo mismo del poder, desde ese pragmatismo, realismo descarnado y oportunismo casi cínico, hasta concepciones conservadoras apegadas a la norma, a la ley y a lo institucional, si no es estrictamente a la moral.

 

¿Qué es el poder para este estrato, el tercero, el de la cantidad operativa?  Los más cínicos declaran que el poder es la oportunidad. Sin embargo, no hay que creer que la mayoría es así; no todos llegan a ser cínicos; por lo menos no todos lo declaran abiertamente. Hay quienes tienen sus dudas, incluso cierta inclinación a comprender lo que pasa y a servir mejor. Empero, en la distancia de este intervalo, entre los cínicos y los moralistas, mejor dicho los apegados a las normas, incluso los que tienen la curiosidad de aprender del “proceso”, se da una gama variopinta de concepciones del poder, que expresan ambivalencias en las conductas y en los comportamientos, también en las reflexiones. A ratos, parece que no hay que hacerse líos, lo mejor es hacer lo que hacen los cínicos; en cambio, otros ratos, parece que eso, lo que hacen los cínicos es lo que siempre se ha hecho, que ha llegado el momento del “cambio”, entonces hay que hacer otra cosa. Hay pues de todo en este recorrido; sin embargo, tiene su propia coherencia. Hay como un centro o eje de acuerdo; el poder es una herramienta para cambiar o, si se quiere, para ser prácticos. Entonces el poder no es el que cambia, sino se usa el poder para cambiar la sociedad.

 

La herencia de los conservadurismo recalcitrantes, coagulados en el ámbito de los prejuicios, prejuicios jamás convertidos en cuestiones de reflexión, sino que se heredan como verdades de la vida cotidiana, se encuentra en este numeroso estrato. Podemos decir, esquematizando, sobre todo para ilustrar, que es este estrato el que no cambia, no cambia sus concepciones. Lo peculiar del caso es que es el estrato operativo.

 

La otra peculiaridad aparece cuando se hace la pregunta de ¿cómo conviven estos estratos? ¿Qué dice, por ejemplo, él o los pocos, escasos, portadores del discurso del cambio, de compartir el “proceso de cambio” con los estratos más conservadores de la sociedad? Dando un ejemplo extremo, que solo ocurre aisladamente, pero muestra anecdóticamente estas situaciones extravagantes; ¿cómo convive un ex-perseguido con su perseguidor, que se ha convertido en funcionario leal y fiel al régimen? Claro que lo hacen y no parece ser un problema para ninguno. Entonces, ¿cómo se asume esto en términos de convicciones? La hipótesis interpretativa nuestra es que cambia el código de valorización; antes amigo/enemigo, se definía de acuerdo al programa de postulados planteados como finalidades de la lucha; ahora amigo/enemigo se define según quién está con el régimen y quién no lo está.  Este problema lo tiene resuelto, sin embargo, el ex-perseguidor, el funcionario permanente y el eterno candidato y representante, no importando tanto si lo hizo con unos ayer y lo hace con otros hoy; pues para él está claro que siempre hay que servir al régimen de poder, esté el gobierno que esté.

 

Entonces el perfil es el siguiente: se tiene una nueva élite en el mando; se tiene una mezcla en los mandos medios, no tanto entre los que tienen garantizado formar parte de la misma élite y los que llamamos funcionarios permanentes, pues, tratándose de los primeros, en verdad, no tienen garantizado nada, son los “fusibles” del “cambio”; se tiene la mezcla entre lo más conservador, el rezago, la cantidad abrumadora, que muestra que nada cambia, sino que todo permanece, salvo los discurso, y los nuevos rostros de la élite.

 

Si bien llaman la atención estas formas mezcladas y casi dicotómicas de los perfiles del poder, no debe llamarnos la atención de que esto ocurra, pues ocurre en todas partes, en todos los estados, en todos los gobiernos; ciertamente hay excepciones, escazas, pero, que confirman la regla. Cuando se trata de gobiernos conservadores es menos notorio o, mejor dicho, no es notorio, pues los portadores de las concepciones de los distintos estratos de la institucionalidad del poder se aproximan, sobre todo sus concepciones. Se hace notorio cuando se trata de gobiernos pretendidamente “revolucionarios”. Se hace notorio pues los contrastes saltan a la luz, no tanto porque se dé entre gobernantes “consecuentes” y operadores “inconsecuentes”, sino por el manejo, la apropiación y la desvalorización del propio discurso del “proceso de cambio”. Sin embargo, a pesar de esta notoriedad de los contrastes, el perfil peculiar del poder, si se quiere, el perfil estrambótico del poder se repite y es recurrente.

 

Por cierto, para ser justos, no podemos considerar a estos estratos como homogéneos y continuos; esto quedó claro para el último estrato. Hay meteoritos solitarios, que deambulan sin órbita. Estos solitarios quizás consideran que hay que actuar en esa realidad y no en lo imaginario, que es preferible apostar a una transición difícil, que no hacerlo. Esta concepción táctica, más que del poder, es de la transición; puede ser hasta pertinente tenerla en cuenta. Sobre todo para entablar un debate sobre las transiciones. Sin embargo, lo que no se entiende, por qué estos solitarios meteoros sin órbita terminan justificando todo, queriendo explicar lo inexplicable y se vuelven fanáticos “evistas”, cuando el mismo Evo no necesita que lo sean, a pesar de su autorreferencia y encantamiento de sí mismo, solo que cada vez más vulnerable y desnudo ensimismamiento, descubierto en sus grande debilidades.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Juegos de poder

 

 

 

Se ha dicho que las “ideologías” se constituyen en base a fetichismos, que convierten y reducen las relaciones sociales a relaciones de cosas, de objetos, de instituciones. Todo esto tiene que ver con la crítica de la “ideología”, crítica inaugurada por Karl Marx, cuando desplaza la crítica de la economía política a este núcleo problemático; el del fetichismo de la mercancía, núcleo que transfiere la consciencia humana al mundo de las representaciones. Los humanos viven su vida como si estuvieran en el mundo de las representaciones, desconociendo el mundo efectivo, donde se encuentran.   En el mundo de las representaciones se consideran como en un mundo conocido, un mundo donde saben por dónde van los cursos de los hechos y de los eventos. Un mundo donde descifran sus tramas. Un mundo lleno de sentidos y significados. En cambio, el mundo efectivo les parece un mundo desconocido, impropio, indescifrable, incontrolable, lleno de sorpresas. Por lo tanto, reducen el mundo efectivo, la complejidad dinámica del mundo efectivo, al mundo de las representacionesmundo simple, manejable, parecido a las narrativas.

 

Si bien, al principio, cuando se inicia un ciclo “ideológico”, resulta cómodo, incluso operativo, siendo las practicas, el uso de las técnicas, la malla institucional, eficaces, con el tiempo, en la medida que el mundo de las representaciones no es más que una caricatura sin espesores del mundo efectivo, la “ideología” comienza a mostrar sus limitaciones atroces. Su recurrencia empieza a resultar no convincente, su funcionamiento, cuando se opera con las instituciones, resulta inoperante, frente a los problemas que hay que resolver. La manera cómo las sociedades institucionalizadas zanjan esta enorme disonancia, cómo remedian los Estado-nación, las formas de gobierno vigentes, los aparatos “ideológicos”, esta desproporción, es de defensa, de resistencia, si usamos este término como calificación de esta reacción conservadora, incluso retrograda. Inventan hipótesis ad hoc, refuerzan la “ideología”, califican de heterodoxos o disidentes a los y las que señalan las fallas de la “ideología”. Se opta por la ortodoxia que, en su versión decadente, es el dogmatismo, en su expresión más perversa es el fundamentalismo. Bueno, este es uno de los caminos optados por la nomenclatura; si bien, es cierto, que es la opción más preferida, más difundida, hay otros caminos. Una alternativa ante la crisis “ideológica” es la reforma; cambios y desplazamientos discursivos en la “ideología”, si se quiere, su actualización. Esta es una salida flexible, podríamos decir más adecuada que la anterior, que es, mas bien, dura y conservadora. Sin embargo, en la medida que la atmósfera “ideológica” se ha mantenido, a pesar de los cambios, se ha preservado la estructura del problema; el abandonar el mundo efectivo y perderse en el mundo de las representaciones institucionalizadas.     

 

Lo que debemos decir, además, sobre las “ideologías”, es que, fuera de todo esto, las “ideologías” son, también, dispositivos de juegos de poder. Aunque las “ideologías” se propongan finalidades, sean utópicas o no, lo que cuentan más no son estas finalidades evocadas, sino los objetivos prácticos del poder. Si se quiere, para ilustrar, propondremos una figura esquemática, pero útil, para figurar el tema en cuestión. Esta es la figura:

 

Se enfrentan estructuras de poder, que pueden estar presentes y consolidadas, o, en su defecto, pueden encontrarse en ciernes, en formación. Puede una presentarse como consolidada, en cambio la otra puede, mas bien, encontrarse en formación.  En fin hay varios escenarios posibles. Lo que importa, en el pragmatismo del poder - pragmatismo entendido como oportunismo, no como rescatamos nosotros, al recuperar el sentido de pragmatismo del pragmatismo lingüístico -, son las finalidades inherentes a las estructuras de poder.

 

Entre las finalidades, más generales, se encuentra la preservación del poder o, si no se cuenta con el poder, la conquista del poder, lograr, llegar, al poder. Otra finalidad, menos general, es la de convencer o seducir, sugestionar o atemorizar, al gran público, a la gran masa social, que hace de votante, electora, o de apoyo convocado. Es aquí, en esta función representativa, que la “ideología” es útil, es apreciada; funciona en interacción con los imaginarios populares; también con los imaginarios académicos y los imaginarios institucionalizados. Entonces, en este sentido, las “ideologías” son dispositivos de poder.

 

Las “ideologías” no solo fetichizan, constituyen e instituyen imaginarios funcionales a las estructuras de poder, sino que tienen efecto en la materialidad institucional, al coadyuvar en su reproducción constante; tienen efecto en la materialidad social, al reproducir a la élite de turno, sin hablar de preservar las diferencias sociales y políticas, aunque puedan modificarse las mismas, incluso acortando las diferencias.

 

La élite en el poder se mantiene, conserva el poder, ya hable a nombre del pueblo, a nombre de la nación, del desarrollo, del bien estar, ya hable a nombre de los explotados, los y las subalternas, los y las condenadas de la tierra. Las formas de convocatoria, el sujeto de la convocatoria y el sujeto convocado son diferentes, de acuerdo a la narrativa “ideológica” de la que se trate; ahí radica su legitimidad, la realización de la legitimidad. Empero, lo que parece no cambiar, mas bien, preservarse, es la reproducción de la élite, aunque las élites singulares cambien.

 

Es más fácil descifrar la función de dispositivo de poder de las “ideologías” cuando se trata de “ideologías” del orden, del sistema establecido, “ideologías”, por así decirlo, conservadoras. Hay más dificultad en reconocer esta función de dispositivo de poder en las “ideologías” cuando se trata de “ideologías” emancipadoras, pues, en este caso, al tratarse de convocatorias populares, sociales, de colectividades subalternas, la “ideología” funciona, en principio, como discurso de interpelación, crítico, de deslegitimación, incluso de contra-poder; la “ideología”  emancipadora, además de convocar a lo popular, a lo social, a los explotados, a los y las subalternas, logra coadyuvar en la cohesión de los movimientos y de la movilización social. Sin embargo, no solo cuando se logra el poder, cuando se conquista el poder, cuando los “revolucionarios” toman el Estado, sino incluso antes, la “ideología” emancipadora, también causa una especie de desarme en la crítica misma, en la interpelación misma, en la acumulación de las capacidades de lucha.  Pues, como toda “ideología” fetichiza, conforma fetichismos, atrapa a los movilizados y a los “revolucionarios” en las redes de la representación. Si el mundo efectivo, es la matriz magmática que empujó a los cuerpos sociales a la rebelión, a la subversión, al desborde de los diques institucionales, cuando la “ideología” se posesiona en el imaginario de la movilización, comenzando su propia institucionalización, incluso empieza la formación del discurso oficial, la “ideología” consolidada aleja del mundo efectivo y embarca en el mundo de las representaciones hasta la perdición.

 

Por eso, teniendo en cuenta las experiencias políticas en las sociedades modernas, con clave heterogénea, parece que es indispensable mantenerse en la crítica de la “ideología”, aunque ésta tenga pretensiones emancipadoras. Es indispensable mantenerse en el mundo efectivo, no alejarse, imaginaria e institucionalmente, evitando ser tragados por el mundo de las representaciones. Es cierto que no se puede renunciar a las representaciones, incluso al mundo de las representaciones; sin embargo, de esto no se puede deducir que el mundo de las representaciones es verdadero, que el peso del mundo de las representaciones sea preponderante en las composiciones simbólicas e interpretativas sociales. El mundo de las representaciones tiene que estar subordinado al mundo efectivo, en lo que respecta a las decisiones, relaciones y prácticas sociales. El mundo de las representaciones también tiene que experimentar el devenir constante que acontece en el mundo efectivo.

 

En el apego, en el afincamiento, en el enraizamiento, en el anclaje, de las sociedades institucionalizadas, en el mundo de las representaciones, en la inclinación por considerarlas verdades, por lo menos, en un periodo, sino es en una época, radica el anacronismo conservador de sus instituciones, de su Estado-nación, de sus formas de gobierno, de sus políticas, que, en gran  parte de las historias políticas, sociales, económicas y culturales, de la modernidad, se encuentran en crisis, es decir desbordadas por los flujos de fuga de las sociedades alterativas; la matriz efectiva, vital, de las mismas sociedades institucionalizadas, que funcionan con  parte de las fuerzas capturadas por las mallas institucionales.

 

Si revisamos las historias políticas, podemos ver que los proyectos políticos de la modernidad han fracasado. El proyecto liberal ha fracasado al convertir el Estado de derecho en instrumento de las estructuras de poder vigentes; por lo tanto, al reproducir la estructura social de la diferencia y de la jerarquía de clases. Ha fracasado el socialismo al convertir el Estado en transición de la dictadura del proletariado en un Estado policía, que preserva a una élite gobernante burocrática y sacerdotal. Hablando de las periferias del sistema mundo capitalista, ha fracasado el nacionalismo, que es una versión mezclada, barroca, de fragmentos del liberalismo y fragmentos del socialismo, con el aditivo de incorporación y mezcla del mito cultural de lo propio, al reconducir a su Estado-nación, a su país, nuevamente a la dependencia, aunque bajo otros términos de referencia, en relación al centro del sistema-mundo capitalista. Ha fracasado el neoliberalismo al convertir su régimen de competencia, basado en la libre empresa, en el mecanismo más adecuado para preservar y generar los monopolios, incluso en sus formas corporativas mundiales y de perversa centralización. Algo que los teóricos neoliberales pretendían evitar. Además, la ironía de la historia les jugó una mala pasada; en vez de Estado de derecho, de Estado regulador, de Estado interventor en las políticas sociales, para promover y garantizar las condiciones de posibilidad de la competencia, es un Estado de excepción, una dictadura militar, la que llevó a cabo, de manera más completa y acabada, el proyecto neoliberal. Han fracasado los socialismos del siglo XXI al usurpar las movilizaciones populares anti-neoliberales y convertirlas en la convocatoria a la reproducción o consolidación del Estado-nación, repitiendo la segunda versión de los nacionalismos o los proyectos nacional-populares del siglo XX, reiterando, por lo tanto, la triste e increíble historia de los proyectos populistas que se hunden en su decadencia, después de haber dado los pasos de las nacionalizaciones, de las democratizaciones, de las mejoras en las condiciones sociales.

 

En todas estas experiencias políticas, en todas estas formas de gobiernos, en todas estas transiciones, las “ideologías” particulares, con todas las diferencias que las distinguen, han funcionado como dispositivos de poderdispositivos de los juegos de poder, de estructuras de dominación prolongadas, aunque se modifiquen en sus formas de gobierno.

 

Para salir del circulo vicioso del poder, que parece como una condena, es menester salir de la “ideología”, que es pues dispositivo de poder; salir del fetichismo, cualquiera sea éste; salir de los esquematismo dualistas; usar las representaciones como instrumentos provisionales para alumbrar en el camino. Es menester liberar el imaginario radical y la imaginación radical de la gente; es necesario liberar la potencia social. Liberar las capacidades creativas, interpretativas, simbólicas, de las sociedades alterativas.

 

 

Genealogía y hermenéutica del presente

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Cómo hemos llegado a ser lo que somos en el momento presente? Esta es la pregunta que se hacía Michel Foucault cuando relacionaba genealogía y hermenéutica del sujeto; el análisis del presente a través una mirada retrospectiva del pasado y la interpretación de la constitución del sujeto, mediante tecnologías del yo. Esta pregunta es pertinente si la hacemos respecto a la coyuntura inaugural del nuevo milenio (tercer milenio), cuando aparecen gobierno que se denominan como progresista, populistas, socialistas del siglo XXI. La pregunta relaciona la genealogía de los gobiernos progresistas y la hermenéutica de las subjetividades sociales, que acompañan la coyuntura política. Resumiendo, la pregunta puede ser planteada de la manera siguiente: ¿Quiénes somos en esta coyuntura cuando la forma Estado-nación aparece con el contenido histórico-político de los gobiernos progresistas? Vamos a tratar de responder a esta pregunta efectuando una mirada retrospectiva del pasado, para poder dar cuenta del presente, acompañando a esta genealogía con la hermenéutica de nuestras subjetividades.

 

 

Nacimiento

 

No nacemos con la conquista, pues la conquista impone la dominación colonial, buscando el olvido de las memorias pre-coloniales; la conquista mata no hace nacer. No nacemos con la guerra de la independencia, pues la república va a ser la continuidad colonial en versión neoliberal. Nacemos con la revolución. Desde el norte hasta el sur del continente la revolución nos constituye; mediante la revolución buscamos recuperar nuestras memorias perdidas, actualizarlas, hacerla presente, y constituir la nación social. Para nosotros la nación emerge de la reforma agraria y de las nacionalizaciones de nuestros recursos naturales, en manos de extranjeros. La nación emerge de la democracia popular, cuando se establece la igualdad como sentido común y la deliberación como procedimiento político. También cuando se otorga derechos de trabajo, derechos sociales, derechos universales, como el derecho de votación a las mujeres. Esta nación es concebida como mestiza. En el mito nacionalista los pueblos indígenas y los territorios son la matriz de donde emerge la nación, la mezcla es la historia de resistencias a la conquista, a la colonización, proliferando desplazamientos demográficos y antropológicos como invención de la nación. Este mito sirve para explicar la incursión de la nación en la modernidad. La nación se libera de la dominación imperialista, establece su soberanía con el Estado-nación, se lanza al desarrollo nacional mediante el proyecto de industrialización anhelado.

 

Desde la revolución mexicana a todas las revoluciones nacionales, que atraviesan el continente, nuestras naciones nacen con la revolución. Es cuando emerge, de manera efectiva, el Estado-nación. Antes, con las oligarquías no había, en sentido efectivo, Estado-nación. Solo era una declaración jurídico-política. Hablado metafóricamente, si Europa había nacido con las resistencias a la guerra inicial, guerra de conquista, anhelando la guerra contra los reyes conquistadores, la revolución fue su telos, su finalidad, también su fin, la última guerra. En cambio, nosotros, en el nuevo continente, nacíamos con la revolución; el fin de la historia de Europa era el nacimiento de la historia para nosotros. Interpretando este contraste histórico, podemos decir que si Europa había vivido su historia hasta la revolución, nosotros comenzábamos a vivir la contra-historia.

 

La pregunta es entonces: ¿Qué clase de Estado-nación constituimos? En Europa se constituye el Estado-nación liberal, la república; lo nuestro no es un Estado-nación liberal, aunque lo llamemos república. Para decirlo rápidamente es un Estado-nación corporativo; el Estado-nación de los pactos. Aunque en esas constituciones iniciales se califique a la estructura jurídica de liberal, la estructura política no es exactamente liberal.  La estructura política responde a los pactos, al corporativismo de las clases sociales. No podemos dejarnos llevar por los nombres; así caemos en la ficción de los discursos; debemos atender, más que a las expresiones, a los contenidos existentes de la política efectuada. Nuestros Estado-nación tienen una estructura política corporativa, expresada en lenguaje liberal. Hay que atender a esta estructura corporativa para interpretar o explicar los avatares, las contradicciones, las crisis dramáticas de nuestras historias políticas.  Perderse en las constituciones liberales es pretender normar las fuerzas, el campo de fuerzas, con llamadas de atención al deber. Esta es metafísica jurídica.

 

¿Cómo explicar entonces nuestras contradicciones histórico-políticas a lo largo de nuestras historias políticas, a partir de la estructura corporativa de los Estado-nación?  La primera hipótesis interpretativa que lanzamos es que se deben, fundamentalmente, a rupturas corporativas, rupturas de pactos. La revolución proclama incluir a todos, pacta entre las clases, convoca al pueblo como soberano, sostiene una concepción social y del trabajo en relación a la representación del perfil de este pueblo. El itinerario de los gobiernos nacionalistas rompe por dos lados el pacto; por el lado popular, rompe con el pueblo o las clases trabajadoras cuando no cumplen con el programa social; rompe, por el lado jerárquico, cuando afectan a las clases privilegiadas. Lo segundo, ocurre al principio, cuando por la irradiación de la revolución, todavía al calor de las armas, se afecta a las clases privilegiadas; por ejemplo, con  la reforma agraria. Lo primero, ocurre después, cuando los gobiernos nacionalistas optan por la mesura, el pragmatismo, y se proponen constituir una burguesía nacional. Ciertamente, las historias concretas no repiten oficiosamente esta secuencia; pueden darse recorridos inversos; pueden darse recorridos combinados o, en su caso, intermitentes, con avances y retrocesos. Lo que importa no es tanto el dibujo de las secuencias, sino anotar que las crisis estallan precisamente por estas rupturas de los pactos.

 

La estructura corporativa del Estado-nación entonces impone límites. El Estado-nación corporativo está como obligado a mantener el equilibrio de los pactos; tiene que avanzar respetando los pactos; lo que parece no solamente difícil lograr, sino hasta imposible, cuando las clases sociales se hallan en francas contradicciones, en los despliegues de la lucha de clases. O avanza apoyándose en la burguesía o avanza apoyándose en el proletariado, apoyándose en las clases populares. Por eso,  lo que se presenta como soluciones, para unos grupos, unas clases, termina siendo síntomas de la crisis estatal, cuando otros grupos, las otras clases, ven esta salida como “traición”. El Estado-nación corporativo está entrampado en los límites impuestos por esta configuración de los pactos. Por eso, sus realizaciones gubernamentales son problemáticas, sus lapsos inciertos, las historias efectivas accidentadas. Sin embargo, tienen al alcance la posibilidad de alargar sus temporalidades mediante la consecución consecuente de las nacionalizaciones, la reforma agraria, la ampliación y garantía de derechos, la industrialización, la extensión de la educación y la atención logística de la salud. Sorprende que, en muchos casos, no sea esta la opción que tomen; en estos muchos casos, prefieren adelantar la decisión política de inclinarse por los prejuicios, los temores, las renuncias, fantasmas de una lumpen-burguesía; rompiendo el pacto con el proletariado, las clases populares y las naciones y pueblos indígenas. Ciertamente, esto se puede explicar por la influencia geopolítica del imperialismo, que empuja a las lumpen-burguesías a renunciar a la industrialización, incluso a las nacionalizaciones, convirtiéndolas en burguesías intermediarias en el mapa de la geopolítica del sistema-mundo capitalista.

 

Cuando esto no pasa, cuando la burguesía no es lumpen, cuando la burguesía industrial tiene pretensiones de edificarse, conformar la industria, apoyándose en el mercado interno, la burguesía se convierte en el sostén de los gobiernos nacionalistas. Sin embargo, el problema reaparece cuando la necesidad de bajar los costos de producción requiere fijar los salarios, limitar los derechos de los trabajadores. Entonces, la sombra de la crisis reaparece; aunque puede prolongarse cierta estabilidad, dependiendo de la bonanza económica. Esta secuencia histórica casi es una excepción en la regla. De todas maneras, el imperialismo presiona a esta burguesía y al gobierno nacionalista a incorporarse a la dominación mundial, formando parte de áreas de influencia regional. Cuando la burguesía cede a estos cantos de sirena imperialista, termina apoyando golpes de Estado y dictaduras militares.

 

 

Crepúsculo

 

En el presente, aparecen nuevas formas de secuencia histórica. Se da el caso de una alianza entre burguesía industrial, incluso comercial y financiera, con el proletariado sindicalizado, bajo el manto de un gobierno progresista.    Este desplazamiento de las clases da lugar a un núcleo de pactos en la estructura corporativa del Estado, que conecta a parte del proletariado, el sindicalizado, de éste, al proletariado organizado y privilegiado por el desarrollo, con la burguesía y con la burocracia; núcleo corporativo capaz de sostener un lapso de tiempo gubernamental prolongado, siguiendo la ruta del desarrollo nacional. Sin embargo, este núcleo deja al margen al proletariado nómada, a la mayoría de las clases populares, sobre todo al campesinado, deja al margen a los pueblos indígenas. La crisis política estalla por este lado.

 

En comparación, contrastando, se ha dado lugar otro perfil de las secuencias histórico-políticas de los gobiernos progresistas. Esta vez, la ruptura aparece en relación a parte de la burguesía y lo que queda de las oligarquías, apoyándose en el proletariado y en el pueblo organizado. La crisis política viene por el lado de las clases privilegiadas, sobre todo de esta parte de la burguesía afectada. Ciertamente esta alianza con el proletariado y las clases populares, también alarga la temporalidad del gobierno progresista; sin embargo, aparecen otras contradicciones. La burocracia aparece como la nueva clase privilegiada, su monopolio político entra en contradicción con la orientación participativa de la democracia popular. Las pretensiones monopólicas de esta burocracia ralentizan el proceso político, afectando al proletariado y las clases populares. Estas contradicciones pueden mantenerse en ciertos límites, sin ser todavía peligrosas; empero, afectan no solo la marcha del proceso de cambio, sino la cohesión del mismo bloque en el que se sostiene el gobierno progresista. Cuando estas contradicciones se atizan, las contradicciones en el seno del pueblo merman la legitimidad del gobierno progresista; la burguesía afectada puede creer que se trata de apoyo a la burguesía, investida de demócrata. Se trata de contradicciones diferentes; la habida entre la burguesía y el gobierno progresista y la habida entre la burocracia y el pueblo. Cuando estallan las contradicciones en el seno del pueblo no se puede tratar de evitarlas o tratar de esconderlas aduciendo que el enemigo es la burguesía, que el enemigo es el imperialismo, exigiendo subordinación de parte del proletariado y del pueblo al gobierno progresista. Esto es pedir obediencia, sacrificio, a nombre de la revolución, amparando la causa de una de las contradicciones en el seno del pueblo, la contradicción entre la burocracia con el pueblo autogestionario.  Si esta es la opción del gobierno progresista lo que hace es encontrar uno de sus límites estructurales; al defender a su burocracia genera, amplifica e intensifica la contradicción, convirtiendo a la burocracia en un fin, en vez de desmantelarla; convirtiendo al pueblo y al proletariado en medios, en vez de ser los fines de la revolución.

 

Un cuarto perfil de las secuencias de los gobiernos progresistas es el que combina la afectación, en un principio, a la lumpen-burguesía y a la oligarquía terrateniente; empero esta es tan solo la primera etapa, después viene la subsecuente alianza con esta lumpen-burguesía y oligarquía, suponiendo que es la burguesía nacional, buscando sostenerse más que en el proletariado sindicalizado, poco numeroso, en el campesinado, en los estratos privilegiados del campesinado. Esta alianza dicotómica entre burguesía, oligarquía y estratos privilegiados del campesinado, puede convertirse en un núcleo de la estructura corporativa del Estado-nación; sin embargo, es más inestable que el núcleo entre proletariado sindicalizado y burguesía, alianza encaminada al desarrollo nacional. En el cuarto perfil, la crisis estalla con los pueblos indígenas, cuando sus territorios son afectados por la política extractivista del gobierno progresista. Las contradicciones con los estratos no privilegiados del campesinado, mayoritarios, puede mantenerse latente, dando chance y respiro al gobierno progresista. Sin embargo, estallan otras contradicciones,  con los sectores populares urbanos. La orientación, en esta alianza lumpen-burguesía-campesinado,  no es, como en el otro caso, hacia el desarrollo nacional, aunque lo digan discursivamente, pues la lumpen-burguesía no tiene capacidad de hacerlo, tampoco el gobierno progresista; no tanto por problemas de disponibilidad de recursos, sino por falta de voluntad política. En las condiciones de una economía más dependiente estructuralmente, el gobierno progresista prefiere optar por mejorar los términos de intercambios y extender intensificando la orientación extractivista de su economía.

 

Este perfil de gobierno progresista tiene menos margen de maniobra, incluso menos tiempo, que el perfil anterior. El carácter más marcado de Estado rentista y un perfil dominante extractivista de su economía no coadyuvan a satisfacer las demandas del campesinado, parte importante del núcleo de alianzas,  no coadyuvan a satisfacer las demandas populares urbanas, quedando claro que quedó en franca contradicción con las naciones y pueblos indígenas.

 

Hay un quinto perfil de las secuencias de los gobiernos progresistas. La que viene dada en el nucleamiento institucional, basada en la reforma institucional y en la eficiencia burocrática. La reforma institucional y la eficacia burocrática pueden ayudar a evitar el estallido de las contradicciones entre burocracia y pueblo, durante un buen tiempo. Pueden convertirse en dispositivos eficaces en las negociaciones con estratos de la lumpen-burguesía, manteniendo las alianzas también por este lado. Puede, incluso, ayudar a soportar el estallido de las contradicciones con los pueblos indígena, incluso con parte de las clases populares urbanas; otra parte de estas clases puede mantenerse satisfechas con los logros de la inversión social estratégica, sobre todo en lo que respecta a la salud.

 

Como se puede ver, del mapa de las secuencias histórico-políticas dibujadas, dos tienen perspectiva a prolongarse, la segunda y la última; en cambio, la tercera y la cuarta, manifiestan de entrada la proximidad de sus límites estructurales. La primera secuencia definida es el modelo clásico, por así decirlo, dado con anterioridad; se trata de una secuencia fatal; también, entonces, donde se manifiestan prontamente sus límites estructurales.

 

 

¿Por qué los caudillos son imprescindibles?

 

El caudillo es el patriarca esperado, el mesías. Retorna para proteger a los pobres, para curar sus heridas, para apaliar sus hambres, para satisfacer sus necesidades, para vengar a los humillados. El caudillo es el justiciero; hará justicia redimiendo a los desamparados, reponiendo por las sufridas injusticias, enmendando los errores padecidos. El caudillo es el vengador; vengará a los ofendidos, a los agraviados, a las víctimas. El caudillo es el padre afectivo; protege y abraza a los sufrientes, habla con voz apacible a sus hijos y con voz de trueno a los enemigos, a los culpables de los males soportados. La relación con el caudillo es la de los hijos desamparados que esperan al padre pródigo; cuando llega se convierte en el consolador y en el paño de lágrimas. El caudillo es el gran oído, escucha los reclamos, las denuncias, las demandas, de los indefensos; es el gran ojo, pues no pierde de vista a sus hijos, los del pueblo, siempre está preocupado por ellos. El caudillo es el padre protector.

 

Estamos ante subjetividades dramáticas, tanto en lo que respecta a los hijos desamparados, como en lo que respecta al caudillo.  Los hijos desamparados conciben al mundo como abandono, el caudillo concibe al mundo como misión. La trama histórica los anuda en el decurso de un destino profético.

 

 

¿Cómo se constituyen estas subjetividades? Hay como una religión internalizada, heredada, una religión popularizada, convertida en sentido común, que forma parte de la cultura popular compartida; una religión incorporada en los habitus, una religión recurrente en la interpretación del mundo. Esta religión aparece con todos sus sincretismo; no deja de ser por esto religión, pues su narrativa se estructura en una trama de la salvación. La concepción del mundo se reduce, al final de cuentas, a la lucha entre el bien y el mal. Los culpables del infortunio y de los saturados sufrimientos son toda clase de figuras malditas, metáforas del demonio. En esta lucha contra el mal y los demonios se espera al salvador, al mesías, que es encontrado en la figura del caudillo. La espontánea y religiosa interpretación del mundo parece confirmada cuando aparece el carismático personaje de la promesa.

 

Estamos ante prácticas recurrentes, más que ante tecnologías del yo, institucionalizadas y concentradas en centros de formación; prácticas recurrentes como costumbres, como habitus, que vienen a formar parte del arsenal cultural de herramientas formativas de subjetividades sociales. Para esta interpretación heredada y acumulada por siglos, hasta por milenios, el mundo no se mueve históricamente, sino en ciclos eterno del mito; mas bien, la historia o, mejor dicho, la memoria histórica, es corregida por la interpretación alegórica del mito. El caudillo aparece como la convocatoria del mito.

 

Estas herramientas prácticas y recurrentes del habitus religioso, popular y espontáneo, forman parte de una economía política de la moral social. Esta economía política moral diferencia entre bien y mal, como valores antitéticos, opuestos, antagónicos. En este caso la valorización se mueve en el terreno de la espiritualidad; la lucha es entre tendencias espirituales, que se encarnan. No es que se desvaloriza lo concreto, para valorizar lo abstracto, como ocurre en el conjunto de la economía política generalizada; sino, sobre la base de la desvalorización general de lo concreto, del cuerpo, sobre la base general de la valorización de lo abstracto, de lo espiritual, se establece esta interpretación mitológica de la lucha entre el bien y el mal, constitutiva del cosmos.

 

Las subjetividades de las que hablamos se constituyen en esta economía política moral. Adquieren sus perfiles dramáticos en la reproducción de esta economía política moral. Estas subjetividades constituidas como consciencias culpables, como consciencias desdichadas, que adquieren el espíritu de venganza, se reconocen en su padecimiento y decodifican el símbolo del poder, decodifican la diferencia entre el buen caudillo y el mal gobernante. El caudillo, que comparte esta economía política moral, asume su rol atribuido socialmente; tiene al imaginario popular como referente; entonces la tarea es duplicar lo mejor posible la imagen configurada en el espejo de la representación social. El caudillo es atrapado en la narrativa colectiva, es inventado por el imaginario colectivo, forma parte del drama inscrito en la memoria religiosa-política. También el pueblo es decodificado en la interpretación singular del caudillo, interpretación movida por la imaginación singular del personaje carismático. El pueblo aparece como el rebaño que hay que salvar y conducir a tierras de buenos pastizales.

 

Pueblo y caudillo se encuentran en el lenguaje dramático de la economía política moral. Se reconocen en la narrativa de la trama religiosa-política, de la epopeya del bien en su lucha contra el mal. Se trata de subjetividades que se entregan a la convocatoria del mito,  que depositan la confianza en el caudillo.  Son subjetividades dependientes, subjetividades anhelantes de la intervención del patriarca.

 

El perfil subjetivo de los guerreros y las guerreras es distinto. Interpelan esta cosmovisión religiosa-política; no dependen de la convocatoria del mito; confían en sus propias fuerzas; se auto- determinan. No heredan narrativas; las interpelan, critican sus concepciones inherentes. Prefieren escribir con acciones  alterativas al orden, prefieren inventar nuevas narrativas, que se encuentran más allá del bien y el mal, más acá y más allá á de la mirada humana, más allá de los dualismos esquemáticos. El perfil subjetivo de los y las guerreras se define en la profusión creativa del imaginario radical y de la imaginación radical.

 

Ahora bien, las subjetividades no son únicas y aisladas; al contrario, pueden formar parte de distintos posicionamientos del sujeto; pueden combinarse abigarradamente, formando parte de composiciones subjetivas complejas y contradictorias. Los comportamientos sociales pueden pasar de conductas subalternas acostumbradas a conductas interpeladoras y rebeldes innovadoras, abriendo líneas de fuga; de esta posición intensa y de ruptura se puede volver, otra vez, a posiciones conservadoras. El problema es este retorno conservador, esta caída a las prácticas de la reproducción del poder. La relación con el caudillo es la que manifiesta la preponderancia de conductas conservadoras, de perfiles subjetivos conservadores, a pesar de que en un primer momento los mismos sujetos intenten romper con las tradiciones y el pasado, o, si se quiere, con las formas de dominación.

 

Los caudillos pueden aparecer como libertadores; empero, lo hacen desde estilos conservadores, afincados en la “ideología”, en los habitus, en la dominación patriarcal. Esto limita, de entrada, los alcances de la revolución; que si bien comienza con la avalancha social, con la iniciativa transformadora, acaba, prontamente, en formar parte de la fabulosa maquinaria del poder.

 

 

 

 

 

 

 

Conclusiones

 

  1. Los gobiernos progresistas se explican por sus propias genealogías políticas, genealogías sostenidas por los perfiles de subjetividades constituidas, heredadas y repetidas.

 

  1. El referente inicial corporativo del Estado-nación marca el comienzo de las historias políticas de las repúblicas instauradas en Abya Yala.

 

  1. Las revoluciones nacionales inauguran el carácter histórico-político de las luchas sociales y políticas en los Estado-nación del continente.

 

  1. Estamos ante Estado-nación en crisis, de alguna manera como todo Estado-nación, que, sin embargo, las crisis singulares de estos Estado-nación subalternos, estallan en el marco del Estado corporativo, de su composición de pactos. Las alianzas se rompen por un lado o por el otro, por el lado de las clases populares o por el lado de las clases privilegiadas.

 

  1. Las salidas provisionales a la crisis consisten en lograr el apoyo de la burguesía industrial, combinando este apoyo con concesión de reivindicaciones sociales, que en todo caso se atribuyen de manera controlada. También en conformar una alianza sui generis entre burguesía y proletariado sindicalizado, orientado las políticas al desarrollo nacional; dejando sin embargo, al margen al proletariado nómada, a gran parte de las clases populares y a los pueblos indígenas. Una tercera salida consiste en romper con parte de la burguesía y la oligarquía, apoyándose en las clases populares, realizando inversiones sociales a gran escala, orientadas a transformar la estructura social; dejando pendiente la reforma institucional, teniendo como consecuencia el abultamiento ineficiente de la burocracia. Una cuarta salida consiste en apoyarse en los estratos privilegiados del campesinado, estableciendo alianzas con la lumpen-burguesías y las oligarquías, por lo menos, con parte de ellas; dejando al margen a los pueblos indígenas y parte de las clases populares urbanas. Una quinta salida consiste en efectuar una reforma institucional, hacer eficiente el aparato burocrático, estableciendo alianzas con la burguesía y parte de los estratos urbanos, satisfaciendo las necesidades de salud y de equilibrio económico.

 

  1. Si bien las salidas a la crisis orgánica del Estado-nación corporativos prolongan la temporalidad de los gobiernos progresistas, los límites de esta estructura corporativa son categóricos. Salir de estos límites implica transformar la estructura estatal o abandonar toda forma de Estado, optando por formas autogestionarias de la potencia social.

 

  1. Se sostienen los ciclos del Estado-nación corporativo, también los ciclos de las crisis de los Estado-nación, con la constitución y reproducción de subjetividades subalternizadas. Entonces, una condición de posibilidad histórica para salir de la crisis orgánica del Estado-nación es liberar la potencia social, liberar la autodeterminación de subjetividades emancipadas, capaces de imaginación e imaginarios radicales, capaces de crear asociaciones y composiciones alterativas, configurando mundos alternativos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Genealogía de la decadencia

 

 

 

 

 

 

 

 

Quizás el libro sistemático de Nietzsche sea Genealogía de la moral, acompañado del Nacimiento de la tragedia, que también se puede decir que tiene una exposición sistemática. Los otros libros tienen características más bien intempestivas; son como estallidos e irrupciones volcánicas, como cataclismos de interpelación. Con sus propias características literarias Así hablaba Zaratustra y con una extensa exposición en forma de aforismos Humano demasiado humano. Bueno pues, nos detendremos en Genealogía de la moral; que, desde nuestra perspectiva e interpretación, parece ser el libro donde se asienta y de edifica como la estructura conceptual de la filosofía crítica o de crítica de la filosofía de Nietzsche, donde se expone esta estructura conceptual en su propio núcleo teórico.

 

Cuando la crítica tiene como referente a la moral coloca en observación analítica a una relación primordial, la relación del cuerpo con la institucionalidad. La moral tiene que leerse en esta relación, es más, es esta relación. La institucionalidad se inscribe en el cuerpo y el cuerpo responde a la institucionalidad; quizás, primero, como resistencias, después pasivamente, para subsiguientemente asumir comportamientos inducidos. La moral no es solamente un sistema de valores, tampoco un cuadro de principios categóricos, ni sólo la razón práctica; nada de lo mencionado podría darse sin la relación primordial aludida, entre cuerpo e institucionalidad. Esta relación primordial no sería posible sin la condición de posibilidad existencial que es la vida, sobre todo la forma cómo responde la vida, es decir el cuerpo vivo, a la intervención institucional, la forma cómo resiste, como se adecúa, incluso como ataca a estas intervenciones institucionales. El secreto entonces está en comprender este funcionamiento, el de la vida, el de los cuerpos, respecto a las mallas institucionales.

 

La tesis de Nietzsche es la de la separación del cuerpo y el espíritu, que nosotros hemos llamado economía política del cuerpo; la pregunta entonces es: ¿Por qué el cuerpo deja que se dé esta separación, si es que efectivamente se diera? Caso contrario, que parece que es más plausible, la pregunta es: ¿Si no se diera efectivamente esta separación, salvo imaginariamente, cómo actúa el cuerpo, cómo responde a las intervenciones institucionales? Vamos a tratar de responder a estas dos preguntas.

 

En lo que respecta a la primera pregunta, podemos decir que Nietzsche la responde en parte. En lo que corresponde a la tesis de la inversión de valores. Los valores fuertes, basados en los instintos, correspondientes a los hombres fuertes, se invierten, se transmutan en valores débiles, basados en la consciencia culpable, correspondientes a los hombres débiles. Pero, ¿cómo es que hay valores fuertes correspondientes a hombres fuertes? ¿Cómo surgen estos valores? ¿Por la guerra? ¿La victoria convierte a los vencedores en hombres fuertes? ¿De la guerra nacen los valores fuertes? ¿Qué es un valor? Nietzsche concibe que el valor se basa en las sensaciones y en los sentimientos, sobre todo en el placer. ¿Es suficiente esta semiótica de los afectos? El placer o el displacer, las sensaciones y los sentimientos, para dejar de ser imágenes sin discurso, si se quiere, sin concepto, requieren, para llegar a ser valor, de una valoración. Esta acción es posible cuando se tiene no solo la posibilidad de comparar sino de medir, por lo menos ponderar. Esto sólo se puede dar cuando hay acuerdo para hacerlo; reglas, métodos y procedimientos para hacerlo, aun cuando todo esto se haga o parezca que se lo haga espontáneamente. Métodos, reglas y procedimientos son posibles en un contexto institucional. La codificación del placer y el displacer, de las sensaciones y los sentimientos, es una tarea institucional.

 

No hay, por lo tanto, una belle époque, como presupone, de alguna manera Nietzsche. No hay esa época donde los valores habrían surgido espontáneamente como producto de la victoria de la guerra. La guerra misma es también una relación institucional, aunque sea una relación de quiebre, de choque, de lucha a muerte. Eso de los valores fuertes, en contraste de los valores débiles, se desmorona ante la constatación de la historia efectiva. Los valores no son ni fuertes ni débiles; responden a la codificación institucional de su época y contexto.

 

La crítica de los valores de una época, por ejemplo, la moderna, es crítica a la institucionalidad de esa época, critica de la institucionalidad de la modernidad; tal como lo hace Nietzsche. Ahora bien, ¿por qué detenerse ahí, por qué no extender la crítica a la moral de otra época, la anterior, o la que se supone heroica, la de la belle époque? ¿Por qué no hacer la crítica a la institucionalidad de esos otros valores? ¿Acaso se podría sostener la crítica si se idealiza una época en contraste de otra época, considerada desencantada? La crítica es consecuente, no tiene miramientos.

 

La época de contraste a la modernidad, la de la belle époque, es también de conjuntos institucionales, quizás de conglomerados institucionales, mas bien, dispersos, incluso fragmentados, con características singulares, manifestando incongruencias entre un conjunto y otro. No ocurriría como en la modernidad, cuando el Estado-nación homologa los conjuntos institucionales, los articula e integra, estatalizándolos, logrando un sistema homogéneo de códigos, valoresprincipios, normas, leyes. De todas maneras, lo que interesa no es tanto esta diferencia entre lo disperso y fragmentado respecto de lo homogéneo, sino que la institucionalidad o institucionalidades de la belle époque  intervienen en la codificación y decodificación del placer, del displacer, de las sensaciones y los sentimientos.  Para afirmar que estos valores, los de la belle époque, sean mejores que los valores de la época de la decadencia, la modernidad, habría que demostrar que la institucionalidad de esa época es mejor a esta última.  Esto no hace Nietzsche.

 

Sin decir que una época es mejor a otra; por el momento, esta discusión no es necesaria. Lo que importa es lo siguiente: La crítica de Nietzsche a la moral moderna adquiere su connotación por esta separación de cuerpo y espíritu, que es clave para comprender el nihilismo o la genealogía del nihilismo en la modernidad, con el antecedente fundante del cristianismo. Esta separación es dominación sobre el cuerpo, por parte de la institucionalidad vigente. Para que la belle époque sea tal, es decir, el paraíso de los valores afirmativos, no tendría que darse la dominación sobre el cuerpo, aunque no se dé necesariamente, la separación de cuerpo y espíritu.  Puedan darse otro tipo de efectos imaginarios institucionales que legitimen las dominaciones de entonces. Si no fuese así, que es no solamente lo más probable, sino que ha sido descrito por las investigaciones históricas, entonces los valores de la época en cuestión son también valores del poder, vale decir, valores afirmativos o de afirmación del poder vigente; no son valores afirmativos de la vida, como propone Nietzsche.

 

¿Qué es afirmar la vida? Esta es la pregunta. Si partimos de Nietzsche, tanto en la versión del Nacimiento de la tragedia, así como en las versiones de Así hablaba Zaratustra como en Genealogía de la moral y Humano demasiado humano, sin mencionar otros libros, la afirmación de la vida tiene que ver con la capacidad estética, lo que nosotros llamamos potencia creativa. Si partimos de nuestras tesis, la afirmación de la vida es liberar la potencia, en el caso de las sociedades humanas, liberar la potencia socialAfirmar la vida es crear, para Nietzsche, crear nuevos valores. Si nos concentramos en la creación estética, no sería demostrable que en la belle époque, que tiene como referente el pensador crítico, se haya creado más que en la modernidad. Lo que haría aparecer, mas bien, a la modernidad como la belle époque, contrastando la tesis de Nietzsche al respecto. Sin embargo, no parece ser éste el camino de la evaluación de las tesis de Nietzsche, sobre todo la que tiene que ver con la afirmación de la vida. La crítica de Nietzsche a la modernidad es consistente, sobre todo en lo que respecta a la decadencia, al nihilismo, a la voluntad de nadaprocesos asentados en la separación de cuerpo y espíritu, que llamamos economía política del cuerpo. La inconsecuencia de la crítica de Nietzsche radica en detener la crítica en la época moderna, no haciendo lo mismo, asumiendo otras condiciones y características histórico-culturales, con la época anterior, imaginada por él la belle époque, aunque lo haga de manera hipotética.

 

Sin embargo, la afirmación de la vida no puede circunscribirse sólo a la creación estética, particularmente a la creación de nuevos valores, incluso en el caso que esta creación de valores no se restrinja a la creación estética. La vida es memoria sensible, como concibe la biología contemporánea. En este sentido, la vida es creación en sentido pleno de la palabra, es autopoiésis suprema; déjenos utilizar esta palabra filosófica con pretensiones absolutas, con objetivos ilustrativos. Desde esta perspectiva la afirmación de la vida va más lejos que la creación de valores y de la creación estética. Para decirlo tautológicamente, la vida crea vida. La afirmación de la vida vendría a ser afirmar esta capacidad, mejor dicho, esta potencia creativa, esta potencia de la vida

 

Este horizonte vital, este horizonte nómada de la potencia de la vida, no puede interpretarse desde el esquematismo dual hombre fuerte/hombre débil. Este dualismo, fuera de ser esquemático, responde a códigos de una determinada estructura institucional de una época, por así decirlo; responde a los prejuicios de una época. Este dualismo no sirve, en absoluto, en la comprensión de la vida y de la afirmación de la vida. Se explica, en todo caso, este esquematismo feudal, por la formación histórico-social dada en la época en cuestión; se explica entonces por la forma cómo es configurada socialmente la vida por la estructura institucional de una época. Desde nuestra perspectiva, por la forma cómo se captura parte de las fuerzas de la potencia social; esta vez, las formas feudales de captura; las máquinas de guerra feudales. Este dualismo esquemático feudal, mas bien, expresa otra forma de desvalorizar la vida, restringirla, intentando someterla, desplegando formas de dominación singulares, atingentes al feudalismo. Por lo tanto, desde nuestro punto de vista, no se puede oponer a la decadencia de la modernidad, masiva, vertiginosa, compulsiva y tanática, otra forma de decadencia, restringida, fragmentaria, localista, territorial, soberana, en el sentido de las soberanías feudales, relativa a los pequeños soberanos que eran estos señores, en relación  a la tierra controlada y a la población de siervos capturada.

 

Parece que la decadencia hay que conceptualizarla no sólo en relación a los valores, a la inversión de los valores, a la transvaloración, sino en relación a la potencia de la vida. Cuando esta potencia es inhibida, en parte capturada, restringida, manipulada con objeto de dominación. Entonces la genealogía de la decadencia es más amplia y compleja de lo que nos ha enseñado Nietzsche.

 

Según se ve, hay más conexión y continuidad, que desconexiones y discontinuidad, que ruptura, entre la época feudal y la época moderna. Claro que debemos circunscribir el fenómeno del feudalismo a su contexto europeo y no generalizarlo mundialmente, como lo ha hecho el marxismo vulgar con la peregrina tesis de la sucesión evolutiva de los modos de producción. Incluso podemos decir, exagerando, para ilustrar, que la decadencia se masifica y profundiza con el capitalismo, en la época moderna, que ya es un acontecimiento mundial. Ciertamente sería un error concebir un proceso o procesos homogéneos y continuos de decadencia, tanto en la época moderna como en la época feudal. La decadencia puede aparecer como dominante, hasta hegemónica en periodos, que pueden ser largos, medianos o cortos; sin embargo, es intermitente, y se combina con otros periodos, que suelen ser cortos, en el mejor caso, medianos, de apogeo; desde nuestra interpretación, de despliegue de la potencia. Por otra parte, el desenvolvimiento de la decadencia no es nunca absoluto, si lo fuera, hace tiempo hubiera desaparecido la vida humana, hubieran desaparecido las sociedades humanas o, si se quiere, hubieran desaparecido las sociedades humanas de la historia de la vida.

 

Lo que hay que comprender es la dinámica de la paradoja de apogeo y decadencia, también si se quiere, de decadencia y apogeo. Esta paradoja forma parte de las paradojas de la vida, también en sentido general, de las paradojas de la existencia.

 

Son excelentes las tesis de Nietzsche sobre la conciencia culpable, el resentimiento y el espíritu de venganza que caracterizan al nihilismo; sin embargo, siendo consecuentes, no se podría, a su vez, invirtiendo lo que se critica, convertir en culpables a los que inoculan la conciencia culpable, los sacerdotes de todo tipo. Con esto no se hace otra cosa, como decimos, que invertir lo que se critica. Los sacerdotes son otras víctimas, por así decirlo, aunque este término no lo apruebe Nietzsche y lo descalifique como parte del discurso nihilista; mantenemos el término con fines ilustrativos. Son víctimas de las formas de poder que, en parte, desencadenan, y en parte, heredan. Forman parte de los engranajes de poder, atrapados en la telaraña institucional, que ellos creen que controlan y que sirve a sus fines, que puede ser el de la salvación de las almas, de acuerdo a su discurso, o sencillamente pedestre, de manipulación y dominio temporal.

 

Esto no quiere decir que no hay que interpelar los sacerdocios y las iglesias de toda clase, tampoco, ni mucho menos, que no se debe luchar contra los dominadores, sino, que para hacerlo consecuentemente es menester comprender y conocer las dinámicas y mecánicas de las fuerzas en juego. Es necesario conocer el funcionamiento de las máquinas de poder en cuestión, cómo inviste a dominantes y dominados, cómo inscribe en los cuerpos la historia política, internalizando el poder como prejuicio de verdad, sobre todo induciendo comportamientos y conductas y modulando los cuerpos. Aunque a unos los invista de privilegiados y a otros de explotados, subalternados, subordinados, colonizados. Es indispensable salir de los esquematismos duales y comprender las paradojas del poder.

 

La genealogía de la decadencia tiene que ver con el nacimiento, la génesis, la recurrencia, la transformación, la actualización, extensión y profundización de la decadencia en las distintas épocas históricas. Ahora bien, la decadencia, la genealogía de la decadencia, no es lo único que se da. Se dan multiplicidades de genealogías en el nacimiento y emergencia de los acontecimientos; la genealogía de la decadencia como que forma parte de la genealogía del poder.  Se puede interpretar el acontecimiento desde el análisis de procesos, considerando procesos a sucesos que aparecen como encadenados; concebir estos procesos como genealogías; además, comprender y visualizar la articulación del entrelazamiento de procesosinterpretados como genealogías. Los acontecimientos también comprenden, desde la perspectiva de la interpretaciónanti-genealogías, algo así como rupturas, nacimientos, creaciones, nuevos procesosnuevas genealogíasnuevos mundos.

 

Hemos dicho que se da como una paradoja entre apogeo y decadencia. ¿Cómo sucede esto? En Explosión de la vida[157] dijimos que es indispensable comprender la sociedad alterativa, que esta sociedad no hay que buscarla en el futuro, que no es una utopía; que esta sociedad es la sociedad efectiva, la sociedad vital, la sociedad que se da todos los días y todas las noches. Sociedad que crea, aunque sea de manera imperceptible; a veces, sus creaciones irrumpen como cataclismos, ocasionando transformaciones intempestivas, abruptas, que parecen repentinas, que, sin embargo, se vinieron gestando, acumulando, silenciosamente. Lo que pasa que la sociedad oficial, la sociedad capturada por las mallas institucionales del Estado, se hace visible, estridentemente visible, como queriendo demostrar su existencia espectacularmente. Cuando, en realidad, esta sociedad pantalla, esta sociedad mediática, esta sociedad reconocida oficialmente, esta sociedad normal y normatizada, subsumida a la acumulación y disponibilidad de fuerzas del Estado, depende de la vitalidad y las fuerzas capturadas de la sociedad vital, de la sociedad alterativa. Las ciencias sociales se han movido observando esta sociedad del orden, esta sociedad institucionalizada; no han visualizado la sociedad alterativa, salvo cuando irrumpe con fuerza volcánica, en las crisis revoluciones.  Las ciencias sociales son parte de los discursos de legitimación del poder, del Estado, otorgándole existencia a la sociedad institucionalizada, que es la captura estatal de parte de las fuerzas de la sociedad vital. Se explica entonces que el apogeo devenga de la vitalidad social, cuando la sociedad alterativa irrumpe, desordenando la paz social, la legitimidad, la soberanía, el dominio, del Estado, dejando al desnudo una sociedad institucionalizada, que no es otra cosa que una sociedad aditiva, parasita, que absorbe la vitalidad de la sociedad alterativa. Esta irrupción no es soportada por el Estado, sobre todo de manera prolongada; entonces, a pesar de la renovación social y estatal que provoca, la irrupción vital tiene que ser contenida y controlada. Cuando el Estado lo logra, reorganiza ampliamente la sociedad institucionalizada, a costa de la sociedad alterativa

 

De esta manera, visto panorámicamente, al periodo de apogeo le sucede el periodo de decadencia. Sin embargo, el proceso de apogeo y el proceso de decadencia han coexistido paralelamente, como pugnando. Las fuerzas vitales han pugnado con las fuerzas debilitantes, conservadoras, relativas al orden institucional. Lo que pasa es que en un periodo, que muchas veces es el inicial, la hegemonía le corresponde a las fuerzas vitales; en tanto que en otro periodo, que muchas veces es el subsiguiente, la hegemonía, en cambio, le corresponde a las fuerzas conservadoras, con lo que empujan a la decadencia.  ¿Con esto decimos que en el largo ciclo, en la época, se terminan imponiendo las fuerzas conservadoras, dándole un perfil decadente, no solo a esta etapa, sino incluso a toda la época?

 

Esto es lo que parece en la panorámica; sin embargo, el perfil de una época no puede definirse por su conclusión o clausura, que coincide con la crisis civilizatoria, sino tiene que ponderarse con lo que ha acontecido en toda la época, en todo sus periodos, evaluando sus transformaciones estructurales respecto a sus conservadurismos estructurales, que queda como pesada herencia.

 

La crítica lucida, iluminista, critica del iluminismo, crítica de la modernidad, de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, ha alumbrado sobre las condiciones de posibilidad históricas, sobre las condiciones de posibilidad culturales, sobre las condiciones de posibilidad moral de la sociedad y sus instituciones; sin embargo, al concentrarse en el aspecto más criticable, que signaba la época,  dejaron de lado la mecánica y dinámica completa de los campos de fuerza en pugna. Al hacerlo, terminaron, de alguna manera, haciendo lo que criticaban, esquematizando dualmente la confrontación compleja de las fuerzas, convirtiendo a las otras fuerzas en el antagonismo absoluto, en el enemigo absoluto, volviendo a caer en su demonización. La brillante interpelación crítica terminaba, con esto, limitada, pues no lograba evaluar la compleja dinámica de las fuerzas y sus composiciones. Salir del dualismo esquemático y del esquematismo dualista es urgente, para poder abordar la complejidad dinámica de la fuerzas sociales; encaminar así las luchas emancipativas y libertarias al desmantelamiento de las máquinas aparatosas del poder. De lo contario, seguir en el dualismoinvirtiendo lo que hacen los enemigos, termina reproduciendo lo que se critica, contra lo que se lucha, otorgándole una nueva máscara. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Alteridad y/o gubernamentalidad

 

 

Dedicado a Edgardo Lander, intelectual crítico, investigador asiduo, comprometido con las salidas pos-capitalistas, también por encontrar salidas a las crisis de los gobiernos progresistas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En Cartografías histórico-políticas y en La explosión de la vida apuntamos hacia una teoría de la sociedad alterativa. Dijimos que la explicación del acontecimiento se encuentra en la capacidad alterativa de las sociedades; en términos filosóficos, en la potencia social[158]. En los siguientes desplazamientos epistemológicos, en Episteme compleja, proponemos que la existencia misma es paradójica[159]. Todos los planos, todos los espesores, todos los bloques de intensidad acontecen de modo paradójico. En esta perspectiva, en Epistemología paradójica planteamos que toda transformación se poya en el conservadurismo, así como el azar se sustenta en la necesidad. Ahora, pensando paradójicamente, decimos que intentaremos abordar el análisis de los gobiernos progresistas de Sur América, su continuidad expansiva e intensiva en el modelo colonial del extractivismo del capitalismo dependiente, su persistencia en el Estado rentista, desde el acontecer paradójico de la alteridad social y la gubernamentalidad.

Acudimos al concepto de gubernamentalidad, no así al concepto de Estado, por toda la crítica anterior desplegada, desde Horizontes de la descolonización hasta Episteme compleja[160]. El Estado es una institución imaginaria de la sociedad sustentada en la materialidad institucional; lo concreto no es el Estado sino la gubernamentalidad, entendida como técnicas, prácticas, concepciones estratégicas de incidencia en los cuerpos, ocasionando efectos políticos, sociales y culturales. En esto estamos de acuerdo con Michel Foucault[161]. Por eso, preferimos concebir la paradoja de alteridad y gubernamentalidad, no así la dualidad alteridad-Estado, pues esta dualidad no se da, salvo en la “ideología” política moderna que separa Estado de sociedad.

 

Como dijimos anteriormente, en Gramatología del acontecimiento, hay formas de gubernamentalidad. No son muchas, pues se trata de formas estratégicas, más o menos consolidadas en las prácticas, comportamientos y conductas. Identificamos, sin pretender que son todas, a la gubernamentalidad territorial, que corresponde a la monarquía absoluta o a formas de representación del poder parecidas; a la gubernamentalidad republicana, que corresponde al ejercicio de la democracia representativa. Gubernamentalidad republicana que puede extenderse como gubernamentalidad liberal, proyectando la libertad del mercado a la población; esto se expresa claramente en la consigna liberal de dejar hacer, dejar pasar. O, en caso contrario, puede entrar en crisis política, si se quiere crisis de gobernabilidad, desatando motines, golpes de Estado, gobiernos de facto. Concordando con Foucault nuevamente, identificamos una gubernamentalidad neoliberal; en parte como extensión de la gubernamentalidad liberal, en parte como una transformación y desplazamiento de esta gubernamentalidad.  La gubernamentalidad neoliberal es, según Foucault, la expresión más notoria de la biopolítica, que nosotros llamamos biopoder, diferenciándolo de la biopolítica. Esto sobre todo por los efectos masivos, por los efectos, si se quiere estadísticos, en la población. Por otra parte, se trata, de manera más clara y evidente de una gubernamentalidad con pretensiones administrativas y normativas sobre la vida, los ciclos de la vida. Para ilustrar diremos que se trata de un poder que se ejerce conscientemente sobre la vida. Por otra parte, a diferencia de la concepción liberal, ya no se trata de dejar hacer y dejar pasar, o no solamente de esto, ni es lo más importante, sino de la competencia. También identificamos la gubernamentalidad clientelar, vinculada a los gobiernos populistas.

 

Por lo tanto, la tesis paradójica es la que relaciona alteridad y gubernamentalidad. Decimos que la alteridad social es la que provoca adaptaciones, adecuaciones, desplazamientos, incluso transformaciones, en las formas de gubernamentalidad. En este sentido, ya que, como se puede ver, incluimos a los gobiernos progresistas en esta forma de gubernamentalidad clientelar, el intervalo paradójico de partida es que la alteridad social, en otras palabras, las movilizaciones sociales, son las que han ocasionado el desplazamiento de los gobiernos neoliberales a los llamados gobiernos progresistas.

 

La alteridad es potencia; la gubernamentalidad es poder, ejercicio del poder. La alteridad es vitalidad social, dinámica social y transformación; la gubernamentalidad es forma de gobierno de la vitalidad social, basada en la captura de fuerzas sociales mediante procedimientos institucionales. La gubernamentalidad es ejercicio del poder; por lo tanto, es la forma concreta del Estado. Es el Estado en su realización concreta, a diferencia de la idea abstracta de Estado. Las formas de gubernamentalidad se dan como adaptaciones y adecuaciones de los diagramas de poder a las presiones y desplazamientos de la potencia social, de la alteridad social. Buscan no solo controlar los desbordes sociales, sino también aprovechar esta energía social para reproducir el poder, aunque éste tenga que variar sus formas, mutar sus estructuras, incluso, en algunos casos extremos, transformar sus estructuras; empero, preservando las dominaciones, aunque se den por otros medios, discursos, escenarios y personajes.

 

La tesis de la que partimos para abordar el análisis de los llamados gobiernos progresistas de Sur América es:

 

Los gobiernos progresistas manifiestan y estructuran la forma de gubernamentalidad clientelar[162]. Esta forma de gubernamentalidad es ocasionada por las movilizaciones sociales anti-sistémicas, en su forma de expresión política anti-neoliberal. La gubernamentalidad clientelar o populista ensancha, en principio, los derechos democráticos, adquiriendo extensión, profundización, incluso la condición de nuevas generaciones de derechos, como es el caso de los derechos colectivos y los derechos de la madre tierra. Estas son concesiones del poder a la potencia social; empero, hay quedan, pues, después, la gubernamentalidad clientelar busca incorporar a las representaciones sociales a la institucionalidad estatal, a las lógicas del poder, incluso a las prácticas perversas del poder. Formar clientelas con asistencias, con paternalismos, con bonos, con muestras afectivas, es la estrategia fundamental de reproducción del poder de esta forma de gubernamentalidad, que reproduce el Estado, por medios efusivos populistas. En una tercera etapa, la forma de gubernamentalidad clientelar se comporta como los encierros disciplinarios para contener la latencia o los desbordes sociales. Esta es su fase represiva, incluso dentro de las propias filas.

Si bien los gobiernos progresistas se distinguen de los gobiernos neoliberales en que mejoran los términos de intercambios entre las periferias y los centros del sistema-mundo capitalista, si bien amplían la inversión social, marcando la diferencia con discursos con pretensiones revolucionarias, tanto los gobiernos neoliberales como los gobiernos progresistas no salen de los límites y los márgenes definidos por la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Los gobiernos progresistas desplazan la dependencia hacia mejores condiciones; empero, no salen del círculo vicioso de la dependencia. Es más, se puede decir, que al atemperar la lucha de clases, la guerra de razas, la lucha y la guerra anti-colonial y descolonizadora, aparecen, más bien, como los dispositivos adecuados para dócilización  de los movimientos sociales anti-sistémicos[163].

 

Sin embargo, la pregunta concreta es: ¿Cómo ocurre esto? ¿Cómo la alteridad, que ocasiona mutaciones, cambios, desplazamientos, hasta transformaciones, en las formas de gubernamentalidad, es absorbida por estas formas, sobre todo cuando mutan, cambian, se desplazas y se transforman? ¿Cómo pasa de la alteración a la conservación? Obviamente sin que deje, por otro lado, de manifestarse la alteridad. Lo que hay que comprender es la mecánica y la dinámica de las fuerzas, que son el substrato de estas tendencias y resultantes[164].

 

Hay por lo menos dos hipótesis. La primera, tiene que ver con que una vez producido el desplazamiento en las formas gubernamentales, el desplazamiento mismo se convierte en necesidad; es decir, se institucionaliza y funciona como institución, en la lógica de la reproducción institucional. La segunda, que siendo la forma de gubernamentalidad lo concreto político del Estado, sus desplazamientos, mutaciones, incluso hasta transformaciones, dentro de determinados márgenes permitidos, sirven para resguardar la idea del Estado, la institución imaginaria de la sociedad, la reproducción del poder mismo, como genealogía de diagramas de poder. En adelante, trataremos de incursionar en el análisis de las genealogías políticas de Sur América a partir de estas dos hipótesis.

 

 

Alteridad e institucionalidad

 

La alteridad aparece como desborde, también como flujos de fuga, así como desviación, incluso comienza a aparecer como resistencias. La alteridad altera un orden institucional o por lo menos lo afecta. La alteridad promueve otras prácticas, otras relaciones, nuevas, hasta pueden ser renovadas, repetidas en su variación, desordenando la institucionalidad. Pero, una vez dada la alteridad, el hecho de que se repita, la hace el comienzo de una nueva regularidad; por lo tanto, camino a una nueva institucionalidad, si no es el reforzamiento de la anterior. Se puede decir, extremando el argumento que, la alteridad funda una nueva institucionalidad.

 

Para abordar descriptivamente, además de analíticamente, esta paradoja de alteridad e institucionalidad, nos concentraremos en el proceso venezolano, conocido como el de la revolución bolivariana. Desde nuestra evaluación, vemos que el proceso venezolano es el más profundo y consistente de los procesos políticos y sociales que se dieron en Sur América. A diferencia de los procesos bolivianos y ecuatoriano, por ejemplo; de los tres que se consideran, por los analistas, comentaristas y apologistas, como “radicales”, el proceso de la revolución bolivariana ha fortalecido los tejidos sociales organizativos de los y las explotadas, marginadas, discriminadas, condenadas de la tierra. Los procesos boliviano y ecuatoriano han preferido fortalecer el aparato de Estado, en el sentido de la soberanía del Estado-nación, fortalecer el control del gobierno. Si bien, también en esto ha caído la revolución bolivariana, generando contradicciones en el proceso, contradicciones con las comunas y las bases sociales del proceso, no ha quedado sólo en este trámite burocrático.

 

Para comprender el embrollo de la problemática de los gobiernos progresistas de Sur América es menester enfocar esta problemática desde la perspectiva de la complejidad. Para tal efecto intentaremos hacerlo configurando, por lo menos, algunos de los distintos campos de fuerza donde están insertos los gobiernos progresistas. En principio, hablaremos de los campos definidos por la sociología; el campo social, el campo político, el campo económico, el campo cultural. Campos que son visualizados, por nosotros, como campos de fuerzas. Entones hablamos de la correlación fuerza, por cierto cambiante, en los distintos campos, así como en el entramado de campos. Hablamos de las tendencias, de los flujos, de las mecánicas y dinámicas de estas fuerzas.

 

 

El campo económico

 

El campo económico en el que se mueven los gobiernos progresistas es el definido y configurado por la economía-mundo capitalista. Esta economía-mundo está compuesta por multiplicidad de formaciones económicas nacionales y regionales; cada cual con su propia singularidad, a pesar de las analogías, sobre todo debido al tejido “universal” del sistema-mundo capitalista. Varias veces hemos asumido la estructura de la geopolítica del sistema-mundo capitalista; hemos repetido la diferenciación entre centros de acumulación de capital y periferias de despojamiento y desposesión de recursos naturales. Esta fue nuestra referencia geográfica mundial, aceptando la variaciones de centros y periferias, sus desplazamientos. Sin embargo, es menester no perder de vista las singularidades locales, nacionales y regionales de las formaciones económicas particulares.

 

Se puede decir que Venezuela puede definirse como una economía exportadora de materias primas, principalmente de petróleo.  El rubro principal en la economía  corresponde a  la explotación y refinación de petróleo para la exportación. Según los organismos internacionales es la cuarta economía más grande de América Latina, después de Brasil, México, Argentina;  teniendo en cuenta el PIB (PPA), de acuerdo al Banco Mundial. El petróleo en Venezuela es procesado por la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA). La historia de la explotación petrolera en Venezuela se inicia en el 1875, con la participación de la Compañía Petrolera del Táchira en la hacienda La Alquitrana. Posteriormente es construida la primera refinería, donde se obtenían productos como el queroseno y el gasóleo. La abertura del pozo Zumaque I en 1914 señala el comienzo de la explotación petrolera comercial a gran escala. Es a sugerencia de Venezuela que es fundada la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), en el contexto del mercado petrolero mundial[165].

La economía venezolana no se caracterizaba por la preponderancia estructural de la exportación petrolera; mas bien,   en la precedente historia económica el eje direccional era la producción agropecuaria. Incluso hacia el año 1920, la producción petrolera jugaba todavía un papel marginal en la definición de la estructura económica. En el ciclo económico precedente, mas bien, agrícola, los principales productos de exportación eran el café, el cacao, el ganado vacuno, el azúcar, tabaco, cueros de res y caucho. El año de 1920 se genera un punto de inflexión en la economía venezolana;  el peso y la proporción de las exportaciones agrícolas disminuirán en comparación con las exportaciones petroleras. Ya en el año 1929 Venezuela se convierte en el segundo mayor país productor de petróleo, siguiendo en el rubro a Estados Unidos; sin embargo, ya era el mayor exportador de petróleo del mundo. La expansión petrolera acarreó el abandono de la agricultura.

Haciendo comparaciones, la renta per cápita de Venezuela, a principios del siglo XX, era notablemente inferior a la de los países de América del Sur, como Argentina, Chile, Uruguay, incluso era inferior a la de países equivalentes, por así decirlo, en términos comparativos,  como Perú y Colombia.

Se puede decir que a partir de 1985, a consecuencia de la explotación del petróleo a gran escala, debido a la estadística de los promedios, Venezuela supera la renta per cápita de Perú y Colombia; remarcando que en 1986 experimentó un vertiginoso crecimiento, convirtiendo a Venezuela en el país de América Latina de mayor renta per cápita. Entre 1990 y 1995, Venezuela siguió siendo el país de América Latina con mayor renta per cápita; sin embargo, es a partir de 1996 que se produce una ralentización. La inflación en los años 1990 fue aproximadamente del orden de 31%, en cambio llegó al 103% a finales de la década.

El crecimiento del Producto interno bruto llegó al orden del 3,4% el año 2001. El incremento constante de los precios internacionales del petróleo impulso la economía, observándola desde un enfoque cuantitativo, sacándola de una fuerte recesión experimentada durante el año 1999. A principios de 2003 se estableció un control de cambio; se pasó de un esquema con tasa de cambio libre, flotando en bandas, a un esquema de precio fijo, controlado por el gobierno; en estas circunstancias el bolívar se devaluó considerablemente. En el año 2003, la economía venezolana tuvo una caída de su PIB del orden del 7,7%; esta repercusión se puede explicar, en parte, debido la crisis política ocasionada por la ofensiva oligárquica y del imperialismo,  a esta ofensiva se añaden diversos conflictos sociales, sobre todo la paralización de actividades de la principal empresa estatal petrolera PDVSA.

Durante el año 2004 Venezuela experimentó un crecimiento del 17,9% en su PIB; lo que muestra el impacto positivo tanto de la subida de los precios del petróleo en el mercado mundial, así como el efecto de las políticas económicas soberanas, asumidas por el gobierno.  La inversión social se expandió, incidiendo notablemente en la mutación de la estructura social. Hay que recalcar el papel innovador de las denominadas Misiones en distintos campos sociales; en los campos educativos, alimenticios y de salud; mejorando la calidad de vida de la población con más bajos recursos, que, según las estadísticas sociales comprometían al 37% de la población.

El balance económico el 2005 fue positivo, sobre todo en sus cuentas externas, llegando a sumar 31.000 millones de dólares. Las exportaciones alcanzaron 56.000 millones de dólares, representado el tercer lugar en importancia en América Latina, detrás de México y Brasil. En tanto las importaciones totalizaron 25.000 millones de dólares. Por otra parte, las reservas internacionales alcanzaron casi los 30.000 millones de dólares. El 2005 Venezuela alcanzó un crecimiento de la economía del 9,4% del Producto Interno Bruto, ubicándose en el primer lugar entre los países del continente, por segundo año consecutivo. Sin embargo, también el 2005 Venezuela registró la inflación más baja de los últimos 7 años, cayendo hasta un 8,9% según cifras del Banco Central de Venezuela (BCV) y de la CEPAL. Finalmente en 2005 las reservas internacionales sumaron 30.311 millones de dólares. Según el informe anual del BCV durante 2006, el PIB venezolano tuvo un incremento del 10,3%. Ese año el sector no petrolero de la economía tuvo un incremento anual de 11,4% y las reservas internacionales alcanzaron la cifra de 37.299 millones de dólares.

El 7 de marzo de 2007 el Gobierno anunció un proceso de reconversión monetaria, la moneda llevó el nombre transitorio de Bolívar Fuerte (BsF). Su emisión fue controlada por el BCV, ente que estableció un cambio de 2,15 bolívares fuertes por dólar, lo que supone dividir entre mil el bolívar que circulaba desde 1879. La nueva escala monetaria venezolana fue aprobada mediante decreto presidencial con la publicación en la Gaceta Oficial N° 38.638, por iniciativa del Presidente Hugo Chávez, con la intención de reducir la inflación y facilitar el sistema de pagos nacionales adecuándose a los estándares internacionales.

En 2007 en su informe Panorama social de América Latina de ese mismo año, la CEPAL reconoció que Venezuela entre 2002 y 2006, disminuyó en ese período sus tasa de pobreza en 18,4% e indigencia en 12,3%, pasando de una pobreza de 48,2% y una indigencia de 22,2% en 2002, a 37,9% y 15,9% respectivamente en 2005 y a 30,2% y 9,9% respectivamente en 2006. Al cierre del año 2007 y según las cifras reportadas por el BCV la economía venezolana tuvo un crecimiento de 8,4%, impulsado por la expansión de la inversión y del consumo, con lo que se llegó a diecisiete trimestres de crecimiento consecutivo del PIB desde finales de 2003, registrándose desde ese mismo periodo un crecimiento interanual promedio de 11,8%, el consumo registró la tasa de variación más alta desde 1997, al crecer 18,7%. Las actividades económicas que registraron el mayor crecimiento fueron comunicaciones, con el 21,7%, actividad financiera y seguros, con el 20,6%, y construcción, con el 10,2%.

El año 2009 el PIB venezolano experimentó una caída de 3.3%. El presupuesto nacional de 2009 fue calculado estimando el ingreso de 60 dólares por barril de petróleo; sin embargo, a finales de marzo se reformuló a 40 dólares, para ajustar la caída de los precios del petróleo a nivel global de 2009 y 2010, lo que desencadenó a su vez una crisis energética interna.

El año 2010 el PIB cayó 1.4%. En estas condiciones,  dentro del contexto regional, Venezuela queda detrás del resto de Latinoamérica y el Caribe, que experimentó en promedio un crecimiento de 6%. Para expertos de la CEPAL, la crisis energética y la caída en la exportación de petróleo venezolano fueron las causas para que Venezuela entrara en recesión. Esta recesión duraría dieciocho meses, desde segundo trimestre de 2009 hasta el tercer trimestre de 2010. En septiembre de 2010, el bolívar fue devaluado nuevamente, pasando de 2,15 bolívares por dólar, a un sistema de cambio dual de 2,60 y 4,30 bolívares por dólar, dependiendo  del tipo de transacciones a realizar con dichas divisas. Para aquel entonces, ya el dólar en el mercado negro se cotizaba por sobre los 9 bolívares.

Venezuela en el 2011 experimentó un crecimiento de del orden del 4,2% de su PIB. El PIB no petrolero subió 4,3% y el petrolero 0,6%. Por segundo año consecutivo la economía venezolana siguió teniendo la inflación más alta del continente; los precios de los bienes y servicios subieron 27,6%, un poco más que en 2010 cuando fue 27,2%. Las exportaciones venezolanas al exterior, principalmente petróleo, subió un 42,8% en 2011. Haciendo el balance, Venezuela exportó mercancías por un total de $93.896 millones. Logrando así una balanza comercial con superávit. Las importaciones se incrementaron 18%, al cerrar el año 2011, con un monto de $45.615 millones. Las reservas internacionales del país cerraron el año en $29.899 millones, la cifra es $433 millones menor al cierre de 2010.

En 2012 la economía venezolana cerró con un crecimiento de 5,5%, una inflación de 20,1% y un desempleo de 6,4%, ligeramente más bajo que en 2011. Los sectores que más crecieron fueron finanzas y entidades bancarias, con el 32,90%, y construcción, con el 16,80%. Para el 2013, el gobierno nacional anuncio un aumento del 20% en los precios controlados de la carne de res, pollo, leche y quesos. Sin embargo, a pesar de estas sinuosas curvas estadísticas a las que acostumbra el análisis cuantitativo, el año 2013 Venezuela fue considerado por los organismos internacionales especializados como el país más igualitario de Latinoamérica. El coeficiente de Gini habría alcanzado 0,435 puntos, teniendo en cuenta que 1 es la desigualdad absoluta y cero la igualdad absoluta[166].

El análisis cuantitativo macroeconómico puede ayudar a dibujar un panorama de algunas tendencias económicas; este es un referente estadístico, más que económico, que tiene su valor si es que se utilizan las herramientas analíticas, interpretativas y teóricas de la estadística; sin embargo, los economistas se han acostumbrado a reducir el análisis económico a una lectura repetitiva de los cuadros estadísticos, como si en la descripción de la prosa repetitiva de los indicadores habría alguna explicación. Esta flojera analítica ha terminado de evaporar el análisis económico. De todas maneras, transcribimos las descripciones estadísticas, con pretensiones de análisis económico, para tener un referente gráfico de las tendencias económicas, que pueden, de alguna manera, expresar las direcciones concurrentes de las fuerza, efectivos flujos concurrentes de las dinámicas sociales y económicas.

¿Qué podemos inquirir, una vez visto este panorama cuantitativo? Jugando con las metáforas, podemos decir que, debajo de estas tendencias dibujadas por los informes y “análisis económicos”, concurren y acaecen efectivos enfrentamiento de fuerzas en los distintos campos sociales. Un dispositivo de parte de estas fuerzas es ciertamente el gobierno bolivariano; empero, ¿dispositivo de qué bloque de fuerzas es? ¿Del bloque popular? No es ciertamente dispositivo del bloque oligárquico; pero, tampoco se puede afirmar que es un dispositivo del bloque popular taxativamente. El gobierno bolivariano, lo que hemos llamado gobierno progresista, que también es caracterizado como relativo a la gubernamentalidad clientelar, no está fuera del Estado-nación, por lo tanto, tampoco del orden mundial de los Estado-nación; sigue respondiendo a esta geopolítica global, con sus tensiones, contradicciones y desplazamientos. Las contradicciones del gobierno bolivariano con el Imperio, entendido como orden mundial de las dominaciones múltiples, conjugadas en el sistema mundo-capitalista, son contradicciones dentro de los márgenes aceptables del poder mundial. No son contradicciones que apuntan a la ruptura con el sistema-mundo, con el Imperio, son contradicciones que hacen al el sistema-mundo capitalista, que hacen a la economía-mundo-capitalista. El gobierno bolivariano no pertenece a lo que se llama el bloque popular o solo al bloque popular, sino fundamentalmente pertenece a la malla institucional heredada del Estado-nación, de este modo, pertenece al conjunto de mallas institucionales del orden mundial institucionalizado sobre la base del Estado-nación. Entonces estamos ante un dispositivo entre dos aguas, un dispositivo en medio de la tormenta.

 

Volviendo a las metáforas; la toma del barco por parte de los amotinados acaba con la dirección del anterior capitán y su tripulación; empero, instaura a un nuevo capitán, que aunque tenga mayor legitimidad al representar a los amotinados, conduce una nave destinada a la conquista, sino es al naufragio. Estas naves estatales fueron construidas para ejercer la dominación,  para garantizar la continuidad de múltiples dominaciones heredadas, aunque tengan que hacerlas mutar, incluso transformar sus formas; sin embargo, manteniendo la reproducción del poder. Pretender viajar al paraíso con estas naves es un gran equivoco, acompañado de una gran ilusión, así como de una gran ingenuidad. Los escenarios de desenlace son dramáticos. En uno de los escenarios hipotéticos, aparece la figura de un nuevo amotinamiento contra el nuevo capitán y su tripulación; figura con varias salidas posibles. Los amotinados continúan con retomas del barco cada vez más radicales; los amotinados coadyuvan a reponer en su puesto al anterior capitán destituido y su tripulación; los amotinados terminan haciendo naufragar la nave; los amotinados ya no colocan un nuevo capitán, sino que intentan deconstruir la nave en el viaje, transformando su maquinaria. Esta última salida parece de política ficción y una utopía digna de la literatura; sin embargo, parece la única que puede sacar a los viajantes del rumbo o los rumbos encaminados, definidos por una tecnología de poder inscrita en la estructura de la nave y en los cuerpos de los viajantes. La otra figura es conocida; el bloque oligárquico, aliado al imperialismo, logra derribar al gobierno popular, imponiendo su realismo político, más pragmático, que el realismo político populista.

 

Como dijimos en otros escritos, no hay un campo económico autónomo, separado, esta fue la tesis de la economía política. Tampoco hay un campo económico demarcable cartográficamente, como creía Pierre Bourdieu; el campo económico se encuentra entrelazado con los demás campos sociales; lo que hay es un abigarramiento, es decir, ecologías sociales. El acontecimiento acontece atravesando múltiples planos de intensidad, múltiples espesores de intensidad, articulando y combinando múltiples composiciones sociales. Las fuerzas concurrentes ocasionan desplazamientos, mutaciones, transformaciones ecológicas. Las lecturas de las estructuras sociales, de las estructuras de poder, de las estructuras políticas y de las estructuras económicas, que se hacen, son cortes transversales, son representaciones provisionales; útiles en su momento, en lo que respecta a las operaciones sociales; empero, inútiles operativamente en otros momentos, en el devenir. Si persisten estas representaciones es por la cristalización institucional de las mismas, funcionan como “ideología”. Recurriendo a ellas no se puede explicar, no se puede interpretar adecuadamente, los procesos políticos y sociales donde se encuentran los gobiernos progresistas, como una hoja en la tormenta[167].  Lo que se hace es expresar discursos, que pueden ser académicos, en el mejor de los casos, o políticos, en los casos usuales, que funcionan como dispositivos discursivos en el enfrentamiento de las fuerzas, dispositivos que disuaden a las fuerzas correspondientes a las luchas sociales contra el poder. Pretenden la verdad; la verdad funciona aquí como una exigencia ética o como un axioma. Si se quiere aproximarse a la comprensión de los procesos políticos y sociales recientes, es menester liberar la percepción social del acontecimiento, la intuición social, en el mejor de los casos, la intuición subversiva.

 

Parece que hay algo que hay que reconocer después de la experiencia de las revoluciones en la modernidad; tiene que ver con la comprensión de lo que es la sociedad, en tanto enjambres de comportamientos y conductas. La sociedad como ámbitos o constelaciones de asociaciones, reconocida en los planos de los comportamientos y conductas, tiende “instintivamente” a la conservación, en el sentido a mantener la inercia, la recurrencia de los comportamientos y conductas inscritas en los habitus. Este aspecto de la sociedad, que contrasta con la sociedad alterativa, es preponderante en los periodos. Se trata del peso de las costumbres, de los comportamientos, de las conductas, de las prácticas, inscritas en los cuerpos. Esta herencia no se borra por intervención iluminista, por la crítica racionalista, por las posiciones políticas e “ideológicas”, por más radicales que sean. La densidad material de lo que se llamó en la modernidad cultura es pues incomparablemente mayor a lo que pueda hacer el relámpago iluminador del iluminismo vanguardista. Ni los más radicales “revolucionarios” se salvan de esta telaraña densa de la herencia cultual del poder inscrito en el cuerpo. Por eso, las revoluciones instauradas, institucionalizadas, tienden, si quieren, “inconscientemente”, usando este concepto como metáfora, a restaurar, a reponer lo destruido.

 

¿Es esta una condena histórica? Tal parece, si no se sale de la historia. La historia, al final de cuentas, es la historia de las instituciones, creadas por las asociaciones humanas. La historia borra la historia efectiva, rescatando este concepto en su acepción más desmesurada, borra los entrelazamientos, tejidos, composiciones fácticas, de los asociados, borra la actividad, la acción, las prácticas, los saberes colectivos, además de borrar las singularidades locales. La historia hace aparecer a los asociados como creados por las instituciones, dependientes de ellas; el mensaje es el siguiente: sin mí, Estado, institución, no eres nada. Por lo tanto, si se sigue en esta “ideología” de la historia, la condena se repite y se repetirá como una condena de Sísifo. ¿Qué es salir de la historia?

No se trata solamente de salir del paradigma evolucionista, salir de la episteme del tiempo linealistas y sucesivo; no se trata sólo de una ruptura epistemológica.  Además, no podría ocurrir esto si es que no hay transformaciones en los comportamientos, en las conductas, en las prácticas, en los habitus, si se quiere, en la cultura.  Se trata de que los y las humanas se recuperen como tales, como humanos, como seres vivos, creadores; tienen que liberarse de los moldes inscritos en sus cuerpos, que los han convertido en piezas de una mecánica, en objetos de las tecnologías del poder. La libertad es precisamente la potencia social emancipada de las ataduras institucionales. Puede llamarse a esta ruptura “revolución cultural”, mejor “revolución civilizatoria”. Lo que importa no es el nombre, sino la comprensión colectiva del problema histórico, del problema ocasionado por las propias asociaciones humanas que, además de construir instituciones, para coadyuvar a la sobrevivencia, las han investido religiosamente como principio y fin del destino humano. La historia, no es otra cosa, que el relato de la producción y reproducción de su propia dominación; incluso de una manera paradójica, cuando rebelándose, termina, después, reponiendo la maquinaria que lo somete, aunque le de otros nombres y le cambie fachadas.

 

¿Los gobiernos progresistas podían hacer algo distinto a lo que han hecho? Quizás sí, dentro de determinados márgenes, en los cuales no se contempla la liberación de la potencia social, sino tan solo democratizaciones controladas, sin llegar a ser participativas, en pleno sentido de la palabra, o, de otra manera, mejorando las condiciones sociales, a costa de restricciones políticas, centralismos partidarios, simbolismos de caudillismos.  Tampoco podían hacer algo distinto los gobiernos del llamado socialismo real, aunque estos gobiernos, sobre todo los que emergieron de revoluciones socialistas, extremaron esfuerzos, llegando a los límites de los márgenes, pero al costo de violencias estatales demoledoras, al costo también de voluntades estoicas permanentes. Los estados, si se quiere mantener este término genérico, los gobiernos, en concreto, por más socialistas que se declaren, del socialismo real o del socialismo del siglo XXI, no pueden realizar las transformaciones estructurales e institucionales que requiere la liberación de la potencia social. Son aparatos de dominación. Estos aparatos de dominación por más que hayan sido tomados por los “revolucionarios”, no son útiles para las transformaciones radicales, llamemos “revoluciones culturales”, “revoluciones civilizatorias”, pues su mecánica y tecnología responde a las dominaciones. Estas transformaciones radicales solo lo pueden hacer los colectivos sociales, las asociaciones humanas, que estén dispuestas a ir al fondo, que estén dispuestas a destruir la maquinaria que ellas mismas construyeron, para construir otros instrumentos apropiados al devenir de la potencia social, instituciones dúctiles, plásticas, desechables, al servicio de la vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Campo social y campo político

 

El concepto de campo es usado por nosotros como campo de fuerzas. Si bien, conservamos la geometría espacial y la cartografía, por así decirlo, sugerida por Pierre Bourdieu, para establecer las reglas de la distribución en el campo, considerando, además los habitus, como subjetividades características de las clases sociales territorializadas, o del capital cultural,  no entendemos el campo como delimitable, menos como autónomo y separado, sino, mas bien, como parte del entrelazamiento, yuxtaposición y abigarramientos de campos, en lo que hemos llamado ecologías sociales.

El campo social en Venezuela ha cambiado su distribución; la migración masiva a las ciudades, sobre todo a Caracas, ha transformado el espacio social urbano. Las ciudades han crecido rápidamente, las nuevas poblaciones asentadas han transformado el perfil demográfico; las periferias y los barrios suburbanos, rodean a la ciudad, sus pobladores la atraviesan, sobre todo de día, por motivos laborales, de mercado y de actividades “informales”. Son estas poblaciones las que se han movilizado en el Caracazo (1989), que es el momento constitutivo del llamado proceso de la revolución bolivariana. Ahí arranca, con la rebelión popular; ese es el substrato tanto para el levantamiento militar (1992), encabezado por Hugo Chávez, como, después, para sostener su liderazgo político, en las distintas elecciones consecutivas dadas, desde 1998 hasta 2013; además los y las participantes en el caracazo y sus descendencias fueron los defensores del gobierno constitucional de Hugo Chávez cuando se dio el golpe oligárquico (2002) y la ofensiva del bloque burgués-oligárquico, con apoyo imperialista, plasmado en el paro de la empresa petrolera PDVSA (2003).

El campo político también cambió en lo que respecta a su distribución espacial. El Palacio de Miraflores y el Capitolio Federal fueron ocupados por el Polo Patriótico, bloque electoral conformado por el Movimiento Quinta República (MVR), el Movimiento al Socialismo (MAS), el Partido Comunista de Venezuela (PCV), Patria para Todos (PPT), además de otras cuatro organizaciones menores. A partir de estas circunstancias el campo político se transforma; los partidos políticos tradicionales pierden el control político; el caso más ilustrativo es del de Acción democrática, antes partido fuerte, que no logra sobrepasar el 2% de la votación, en las elecciones de 1998. Al año siguiente la aprobación del Referéndum Constituyente con el 81% de la votación terminó cambiando la normativa jurídico-política. En estas condiciones de posibilidad, que podríamos denominar histórico-políticas, se da lugar la acumulación de fuerzas en lo que podríamos denominar el campo popular, usando el concepto de campo, en este caso metafóricamente. El fracaso del golpe del 2002, ante la defensa multitudinaria, por parte de las multitudes populares, empujando a parte del ejército a defender al gobierno constitucional de Hugo Chávez, apresado y secuestrado por otra parte del ejército. Sumándose a la derrota del paro petrolero perpetrado por la oligarquía y por organizaciones vinculadas, con el objetivo de desarticular las leyes soberanas promulgadas en defensa de los recursos naturales; oligarquía y organizaciones apoyadas por el imperialismo. El fracaso del golpe y la derrota del paro terminaron desatando la radicalización del proceso político, ciertamente dentro de los márgenes que mencionamos.

El proceso de la revolución bolivariana no tardará en encontrar los límites impuestos por estos márgenes. A pesar de la inversión social, de impulsar las Misiones, sobre todo de dar lugar a la apertura de los proyectos autogestionarios de las Comunas, la diferencia entre el aparato administrativo estatal, afincado en la burocracia fosilizada, y la vitalidad social de las Comunas, no tardó de abrir hendiduras y entrar en contradicciones. El gobierno también entrará en contradicciones internas, contradicciones que la conformación del nuevo partido socialista, sustituto del bloque bolivariano, no podrá resolver ni apaliar. Por otra parte, el ampliar extensivamente e intensivamente el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente y fortalecer el carácter rentista del Estado, va anclar al proceso de la revolución bolivariana no solo en la restauración estatal, por otros medios, otros discursos, otros personajes y otros escenarios, siguiendo, sin embargo la misma trama del poder, en sus distintas tonalidades, sino también reiterando la dependencia como periferia de los centros del sistema-mundo capitalista. Esto ocurre, de todas maneras, a pesar del discurso antiimperialista desplegado.

Otro de los fenómenos que acontecen en el tráfago de las contradicciones de un proceso de “transición” progresista es lo que se conoce como corrosión institucional, popularmente nombrada como corrupción, aunque la corrosión institucional abarca una problemática mayor que la circunscrita corrupción. Ciertamente, este fenómeno no es sólo atribuible a los gobiernos progresistas; es, en realidad, por así decirlo, un fenómeno íntimamente vinculado al poder, a las distintas formas de gubernamentalidad, sean liberales, neoliberales, conservadoras, de facto, o, en otro caso, progresistas, socialistas. Sin embargo, en los gobiernos progresistas, populistas, incluso en algunos llamados socialistas, el fenómeno de la corrosión y también de la corrupción parece ampliarse, por así decirlo, democratizarse, por las mismas características de la gubernamentalidad clientelar.  

El conjunto de estas contradicciones terminaron entrampando al gobierno bolivariano, fijándolo en un círculo vicioso, detenido en la pugna contra la “derecha”, a pesar que la crisis económica y los efectos de la mala administración tocaron al abastecimiento social. Estas contradicciones no se pueden explicar solo con la hipótesis política de la conspiración de la “derecha” y del imperialismo, que por cierto se dan, pero no se convierten, de ninguna manera, en las causas estructurales de la crisis política del proceso. Para seguir usando ese concepto discutible de causalidad, de manera ilustrativa, por cierto; las causas de la crisis política se encuentran en las mismas estructuras de poder preservadas del Estado-nación, en las diferencias de la economía política generalizada del sistema-mundo capitalista, que comprende la economía política colonial y la economía política patriarcal.  

 

Vamos a continuar citando a Edgardo Lander, sociólogo, investigador asiduo e intelectual crítico[168].  En una de sus evaluaciones del proceso de la revolución bolivariana Edgardo Lander escribe:

 

Son muchos los cambios que se ha producido en los últimos años en el papel del Estado y en sus modalidades organizativas. Sin embargo, no es posible todavía realizar una presentación que dé cuenta en forma sintética, unitaria, de estas transformaciones, y menos aún, presentar las características del modelo de Estado que se está conformando hoy en el país. Esto por varias razones. En primer lugar, porque a lo largo de los ocho años del gobierno de Chávez se han producido desplazamientos muy significativos en los proyectos de cambio, lo que, obviamente, se ha expresado en concepciones, propuestas y prácticas cambiantes con relación al papel del Estado y su conformación. En términos conceptuales y discursivos y en términos prácticos, con relación al modelo de Estado y su papel, tanto desde el punto de vista económico como político, han ocurrido importantes cambios durante estos años. En segundo lugar -en parte producto de lo anterior- porque algunas de las transformaciones más significativas que han ocurrido en estos últimos años no son el resultado de un modelo teórico de Estado -y de las relaciones Estado-sociedad- preconcebido. No han correspondido a un plan estratégico, ni a una concepción doctrinaria precisa, sino que han sido el resultado de decisiones tomadas en los diferentes momentos de las confrontaciones políticas que se han producido en estos años, y de las respuestas coyunturales, a veces improvisadas, que se han venido dando en la búsqueda de adecuar las estructuras estatales a las exigencias de las políticas públicas y los cambios que se propone realizar el gobierno. En consecuencia, estas decisiones, en sus tensiones, contradicciones y experimentaciones, no expresan una concepción unitaria sobre cómo debería ser el Estado. Y en tercer lugar, porque en este momento -mediados del año 2007- están por definirse las transformaciones del Estado que definirían su carácter como Estado del Socialismo del Siglo XXI. En parte porque hay muchas definiciones básicas que todavía no han sido adoptadas, y en parte porque no se ha producido un debate público, abierto, sobre el conjunto de las transformaciones que el gobierno piensa proponer/implementar, no hay hoy condiciones para aproximarse a una caracterización global de lo que podría ser ese nuevo modelo de Estado[169].

 

Recogemos esto que la caracterización del “Estado bolivariano”, que preferimos denominar gubernamentalidad populista, en el buen sentido del término, para no decir gubernamentalidad clientelar, pues ya dejamos nuestra posición sobre el concepto de Estado, se tiene que dilucidar de manera contingente a partir de las políticas provisionales, a las que se ve obligada el gobierno. No es que no haya un proyecto de Estado, el proyecto está dado, es el Estado-nación consolidado por la Constitución bolivariana. El problema es que sobre la base de este proyecto de Estado, incluso mejorado con las propuestas participativas, de la democracia participativa, no se puede atender el alcance del impulso de la potencia social, que va más allá de los umbrales y límites del Estado. Salir del capitalismo no es tarea que pueda cumplir el Estado-nación; pues el Estado es la otra cara de la medalla del modo de producción capitalista, de las formaciones económico-sociales capitalistas; una cara es el Capital como acumulación, la otra cara es el Estado. El Estado forma parte de las composiciones abigarradas del sistema-mundo capitalista. Pretender hacer cumplir al Estado la tarea de su propia aniquilación no solamente es una ilusión sino también una ingenuidad espeluznante. 

La pregunta reiterada es: ¿Qué se puede hacer? Sobre todo cuando las mayorías, el pueblo, los condenados de la tierra, tienen internalizado al Estado en sus cuerpos, en sus comportamientos y conductas, cuando lo tienen como realidad, no como lo que es, la institución imaginaria de la sociedad. ¿Es viable una transición donde el Estado-nación tomado por los insurrectos pueda comenzar su propia aniquilación, por lo tanto también del Capital? Esta es la discusión; empero, no se trata de una discusión teórica sino de la efectuación práctica de las movilizaciones, de la efectuación práctica de medidas gubernamentales, si estas son posibles. Para tal efecto es menester contar con lo que contaron las revoluciones que prolongaron el acto heroico, contar con las voluntades asociadas de cumplir con los cometidos de la potencia social. Hasta ahora, esto no ha ocurrido en los gobiernos progresistas, tampoco en los procesos políticos donde se encuentran involucrados. Los gobiernos progresistas se han investido como fin de la revolución, telos que hay que defender contra la eterna conspiración de la “derecha” y el imperialismo. El pueblo afín al gobierno revolucionario tiene como mito al caudillo, el guía, mostrando su apego a las dominaciones patriarcales, substrato de la genealogía de las dominaciones dadas en la historia. El pueblo, que son multitudes, composiciones plurales de asociaciones diversas y singulares, si bien tiene el anhelo de la emancipación, no logra encontrarse a sí mismo como el creador de la emancipación, así como el ocasionador de estos gobiernos progresistas, también del imaginario colectivo que son los caudillos populistas. 

 

En lo que respecta a las caracterizaciones de los gobiernos bolivarianos, que denomina Estado bolivariano, Edgardo Lander escribe:

               

En los momentos preliminares del proyecto de cambio, la visión del papel del Estado no se diferenciaba significativamente del modelo socialdemócrata definido en la Constitución del año 1961. Sin embargo, se cuestionan radicalmente las reformas neoliberales en la industria petrolera y, en un ámbito muy importante desde el punto de vista de la ampliación de la democracia -el de las modalidades de la participación- se proponen cambios significativos.

Para analizar el papel que se asigna al Estado en la economía, la propuesta inicial más sistemática está contenida en la Agenda Alternativa Bolivariana de 1996.3 En este documento se definen cinco sectores productivos para caracterizar un modelo económico mixto (público/privado): 1) las empresas básicas y estratégicas. Esto incluye al sector petrolero, las empresas básicas, la minería y alta tecnología militar. De propiedad estatal; 2) los bienes de consumo esenciales, que incluye la industria de la construcción, la agroindustria, la pequeña y mediana industria, y el turismo. De propiedad mixta; 3) los servicios esenciales y de gobierno. Esto incluye educación y salud, además de un sector no productivo del Gobierno, generador de servicios esenciales no transables. De propiedad mixta; 4) la banca y las finanzas. De propiedad mixta, pero regulado y controlado por el Estado; y por último, 5) La gran Industria, conformada fundamentalmente por la gran industria importadora; generadora de bienes y servicios no esenciales. Fundamentalmente de carácter privado.

 

Se puede decir que este es el modelo económico de la revolución bolivariana, aunque después se le atribuya un alcance socialista, modificando, hasta profundizando, algunas propuestas de transición; empero, sin cambiar básicamente la estructura de la propuesta de la Agenda Alternativa Bolivariana. También se puede decir algo parecido del modelo de Estado, aunque no similar, ni menos equivalente. El Estado no es la superestructura de la base económica, como reza la tesis marxista, sino es el dispositivo indispensable para la efectuación del modo de producción capitalista. Se puede decir, como hipótesis interpretativa, que el Estado-nación subalterno tiene como tarea hacer emerger, expandir, consolidar, el modo de producción capitalista, teniendo en cuenta las condiciones de posibilidad que le toca asumir. En los países periféricos, el Estado requiere de nacionalizaciones, fortalecer y consolidar la soberanía, ampliar los derechos democráticos, mantener la convocatoria popular abierta, establecer empresas estratégicas, controlar los recursos naturales, conformar empresas mixtas, definir y delimitar los espacio de las empresas privadas, garantizar la salud y la educación de la población. Todo esto son las condiciones estructurales sociales y económicas para el desarrollo capitalista, no para la construcción del socialismo. Este equívoco también se dio con los llamados estados del socialismo real; en este caso también el Estado cumplió con las tareas de expansión y consolidación del modo de producción capitalista,  en países llamados “atrasados”, de mayoría campesina, caracterizados por la tesis del desarrollo desigual y combinado como los eslabones más débiles de la dominación imperialista. Lo que aconteció en la URSS y la República Popular China es la revolución industrial, por lo tanto el desarrollo del capitalismo, efectuado de manera forzada y militarizada, dando saltos gigantescos, acortando los periodos “clásicos”. El modo de producción capitalista no se caracteriza por la presencia explicita de la burguesía, sino por efectuar la economía política restringida de manera eficaz, diferenciando valor de uso de valor de cambio, valorizando el valor abstracto, apropiándose de tiempo de trabajo excedente en el proceso de la producción.  Para que acontezca esta economía política no es indispensable la burguesía propietaria de los medios de producción, puede hacerlo el Estado; de la dirección y administración de la producción puede hacerse cargo la burocracia. A esta experiencia socialista se la definió como capitalismo de Estado. La paradoja es la siguiente: el socialismo es el mejor camino para lograr el desarrollo capitalista en los países periféricos.

 

Edgardo Lander continúa con la caracterización del Estado bolivariano:

 

En la Constitución del año 1999,4 se reitera lo fundamental de esta visión. El Estado garantiza la propiedad y la iniciativa privada, 5 reservando para sí la actividad petrolera y otras industrias, explotaciones, servicios y bienes de interés público y de carácter estratégico.6

La nueva Constitución tampoco introduce cambios en la organización político territorial del Estado. Se preservan los estados y los municipios en los cuales está dividido el país. Se mantiene igualmente la estructura liberal clásica de separación de poderes.7

En otras áreas, en aquellas que tienen que ver con los objetivos de la ampliación de la democracia, se introducen algunos cambios muy significativos. Son en este sentido los más importantes los referidos a las modalidades del ejercicio de la participación y de la ampliación de los derechos de los ciudadanos. A partir de un cuestionamiento a los límites formales de la democracia representativa, y en particular a la forma en la cual ésta había operado en el país, se introducen en la Constitución un conjunto de modalidades de participación que, sin sustituir a las instancias representativas, buscan profundizar la democracia.8 De acuerdo al artículo 70:

Son medios de participación y protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberanía, en lo político: la elección de cargos públicos, el referendo, la consulta popular, la revocación del mandato, las iniciativas legislativa, constitucional y constituyente, el cabildo abierto y la asamblea de ciudadanos y ciudadanas cuyas decisiones serán de carácter vinculante, entre otros; y en lo social y económico: las instancias de atención ciudadana, la autogestión, la cogestión, las cooperativas en todas sus formas incluyendo las de carácter financiero, las cajas de ahorro, la empresa comunitaria y demás formas asociativas guiadas por los valores de la mutua cooperación y la solidaridad.

 

Se introduce la figura del referendo popular para someter a consulta “materias de especial transcendencia nacional” que podrán ser convocados por la Presidencia de la República, la Asamblea Nacional o no menos de diez por ciento de los electores o electoras. También podrán ser sometidas a referendo consultivo las materias de especial trascendencia parroquial, municipal y estadal. (Artículo 71). Tanto los proyectos de ley que se discuten en la Asamblea Nacional como “los tratados, convenios o acuerdos internacionales que pudieren comprometer la soberanía nacional o transferir competencias a órganos supranacionales” podrán ser sometidos a referendo. (Artículo 73). Mediante este mecanismo es posible abrogar total o parcialmente leyes de la República. (Artículo 74). Se introduce igualmente la figura del referéndum revocatorio: “Todos los cargos de y magistraturas de elección popular son revocables.” (Artículo 72)

La participación de las comunidades organizadas y de los pueblos indígenas en la planificación y la gestión pública está prevista en los Consejos de Planificación y Coordinación de Políticas Públicas9 El artículo 184 establece que:

La ley creará mecanismos abiertos y flexibles para que los Estados y los Municipios descentralicen y transfieran a las comunidades y grupos vecinales organizados los servicios que éstos gestionen previa demostración de su capacidad para prestarlos.

 

En este artículo se establece una gama muy amplia de asuntos que pueden ser transferidos a las comunidades organizadas, entre otros:

 

 ... servicios en materia de salud, educación, vivienda, deporte, cultura, programas sociales, ambiente, mantenimiento de áreas industriales, mantenimiento y conservación de áreas urbanas, prevención y protección vecinal, construcción de obras y prestación de servicios públicos.

 

 ... la formulación de propuestas de inversión ante las autoridades estatales y municipales encargadas de la elaboración de los respectivos planes de inversión, así como en la ejecución, evaluación y control de obras, programas sociales y servicios públicos en su jurisdicción.

 

 La participación en los procesos económicos estimulando las expresiones de la economía social, tales como cooperativas, cajas de ahorro, mutuales y otras formas asociativas.

 

 La participación de los trabajadores o trabajadoras y comunidades en la gestión de las empresas públicas mediante mecanismos autogestionarios y cogestionarios.

 

 La creación de nuevos sujetos de descentralización a nivel de las parroquias, las comunidades, los barrios y las vecindades a los fines de garantizar el principio de la corresponsabilidad en la gestión pública de los gobiernos locales y estadales y desarrollar procesos autogestionarios y cogestionarios en la administración y control de los servicios públicos estatales y municipales.

 

A contramarcha de las tendencias neoliberales dominantes en todo el continente en ese momento, la Constitución del año 1999 no sólo reafirma, sino que profundiza una amplia gama de derechos sociales, económicos y culturales. Establece la Constitución en forma taxativa la obligación que tiene el Estado de garantizar el derecho universal y gratuito de todos sus ciudadanos a la educación, la salud y la seguridad social. Se garantizan constitucionalmente -por primera vez en la historia del país- los derechos de los pueblos indígenas, comenzando por la definición de Venezuela como “una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural.” (Preámbulo de la Constitución).10

 

La Constitución bolivariana forma parte del llamado constitucionalismo latinoamericano, que aparece con la Constitución brasilera, le sigue la Constitución Colombiana, después la Constitución venezolana, a continuación la penúltima Constitución ecuatoriana, luego viene la Constitución boliviana, para sucederla la última Constitución ecuatoriana. Este constitucionalismo se caracteriza por ser participativo; congrega a la sociedad, por lo menos a las organizaciones y colectivos sociales, que se interesan por plasmar sus derechos, así como su visión en la Constitución. No son Constituciones hechas por especialistas, sino altamente discutidas y disputadas; hay como la clara intención de refundar el Estado. Son Constituciones amplias, sino son ampulosas, incluso detalladas. Buscan la interpretación directa, en sus artículos, arrancados de fuertes deliberaciones. El conjunto de estas constituciones se caracteriza por su ampliación de derechos, por la creación de nuevas generaciones de derechos, por lo menos dos; la correspondiente a los derechos colectivos y la correspondiente a los derechos de la naturaleza. También amplían derechos sociales y democráticos; así como se preocupan por consolidar y profundizar la soberanía sobre los recursos naturales. Sin embargo, todas estas Constituciones están íntimamente vinculadas al Estado-nación, ya sea entendido como tal, como es el caso de la Constitución venezolana, o sea entendido como transición, cuando se le atribuye la condición de Estado plurinacional, como en el caso de Bolivia y Ecuador.

La Constitución bolivariana amplia derechos democráticos, abre rutas a la participación y a la autogestión, además de consolidar las condiciones de posibilidad históricas del Estado-nación, como la soberanía sobre los recursos naturales, el control en las áreas estratégicas. Por otra parte, a diferencia de las constituciones boliviana y ecuatoriana, ha prevenido la instancia del desarrollo legislativo, para que las leyes se desprendan de la Constitución y no de la continuidad de la herencia normativa anterior. Sin embargo, todo esto no la hace una Constitución socialista, como hace notar Edgardo Lander. Se trata de una Constitución que ha mejorado la estructura normativa del Estado-nación.

 

Como conclusión de esta caracterización del Estado bolivariano, Edgardo Lander escribe:

 

A partir de la reelección de Chávez en diciembre del 2006, se inicia una nueva fase del proceso político venezolano. En las semanas siguientes Chávez realiza un conjunto de anuncios en torno a las tareas de la construcción del Socialismo del siglo XXI, destacando como asuntos prioritarios la creación de un partido que agrupe a todas las fuerzas políticas que apoyan al gobierno, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), y lo que denomina los cinco grandes motores: una ley Habilitante; una reforma socialista de la Constitución; la educación popular; una “nueva geometría del poder”; y “la explosión revolucionaria del poder comunal, los Consejos Comunales.”19 Se define el Poder Popular como el más poderoso de los cinco motores para el impulso de la nueva fase de la transformación del país, rumbo al Socialismo del siglo XXI.

 

...con los Consejos Comunales debemos trascender ahora lo local, y debemos crear, ir creando por ley en primer lugar, una especie de confederación regional, local, nacional de Consejos Comunales. Tenemos que ir marchando hacia la conformación de un Estado comunal, y el viejo Estado burgués, que todavía vive, que está vivito y coleando, tenemos que irlo desmontando progresivamente mientras vamos levantando al Estado comunal, el Estado socialista, el Estado bolivariano; un Estado que esté en condiciones y en capacidad de conducir una Revolución.20

 

En el mismo mes se crea el Consejo Presidencial para el Poder Comunal.

No está claro hasta este momento -por lo menos en el debate público- cuál es el modelo de Estado que se busca constituir a partir de los Consejos Comunales. Hay señales que sugieren confrontaciones entre visiones bastante diferentes a propósito de algunos asuntos medulares. En primer lugar, el de las relaciones entre los Consejos Comunales y las estructuras tradicionales del Estado venezolano, en particular, los estados y los municipios. Ha habido declaraciones de altos funcionarios del gobierno afirmando que, aunque se alteren sus límites territoriales, su número y algunas de sus funciones, no desaparecerían ni los estados ni los municipios De acuerdo a otras formulaciones, cuando se plantea la creación del Estado Comunal, se estaría concibiendo un proceso de reconstitución global del conjunto del Estado, desde abajo, desde los Consejos Comunales. Estos serían inicialmente de carácter local, agregándose progresivamente en confederaciones u otras modalidades de agrupación, para ir reemplazando a la organización jurídico-política y territorial actual. Algunas de las modalidades organizativas que se están promoviendo en la actualidad apuntan en esa dirección, como es el caso de los llamados Gobiernos Comunales.21Estas instancias han sido denominadas igualmente como comunas, que integradas por 10 Consejos Comunales, han comenzado a ser impulsadas como experiencias piloto en varios estados del país y en la capital. De acuerdo al Diputado Alfredo Murga, integrante de la Comisión de Participación Ciudadana de la Asamblea Nacional, estas unidades del poder popular tendrían centros productivos a partir de los cuales establecer intercambios no monetarios con otras comunas.22El mismo sentido parecen tener las formulaciones sobre la llamada nueva geometría del poder, y sobre las ciudades y territorios que han sido denominados sociales, socialistas o comunales. Sugieren estas denominaciones que se trata efectivamente de cambiar la totalidad de la estructura jurídico-política existente. No está claro si ello ocurriría a corto plazo, por la vía de la reforma constitucional, o por el contrario más a mediano plazo mediante un proceso de transición entre las anteriores y las nuevas formas jurídico-políticas y territoriales.

Para hacer seguimiento de este proceso, es conveniente comprenderlo como una dinámica de experimentación colectiva sobre la base de la cual podría irse definiendo su naturaleza. Quizás el riesgo mayor que confronta este proceso sea el de cerramientos prematuros y definiciones jurídicas que impongan como norma estándar un patrón particular que pudiera adecuarse muy bien a algunas condiciones específicas, pero que en otras podría ser vivido como una nueva imposición burocrática desde arriba.

Un debate y confrontación práctica de carácter crítico que se está dando en la actualidad a propósito de los Consejos Comunales es el referido a cómo son concebidos éstos como ámbitos de participación. ¿Se trata de espacios plurales, abiertos al conjunto de la sociedad, al interior de los cuales puedan darse confrontaciones entre proyectos o visiones sociales y políticas diversas, o son pensados como espacios políticos del chavismo, de “los revolucionarios”, de “los socialistas”? Mientras por un lado se han conformado, como se señaló arriba, Consejos Comunales en ámbitos residenciales en los cuales predominan las fuerzas políticas de la oposición, muchos de los integrantes de las instancias gubernamentales responsables del impulso de los Consejos Comunales argumentan que estos deben ser espacios políticos exclusivos de “la revolución”. Es este un asunto fundamental para el futuro de la democracia en el país. Si este ámbito público, definido como el núcleo básico a partir del cual debe estructurase el nuevo modelo socialista de Estado, se define en forma sectaria y excluyente como restringido a quienes comparten el proyecto político actual del gobierno, se dejaría afuera a una proporción significativa de la población venezolana (37% votó en contra de Chávez en diciembre del 2006), negando de entrada la posibilidad de que los Consejos Comunales sean parte del proceso de la construcción de una sociedad más democrática. Se trata de tensiones que no están de modo alguno resueltas.

Es igualmente fundamental el papel que se le atribuya a los Consejos Comunales como ámbito de participación política en asuntos de carácter global, referidos al presente y futuro del conjunto de la sociedad. De acuerdo a algunas visiones que se debaten hoy, el proceso de construcción del nuevo Estado, y de la nueva democracia socialista, se caracterizaría por una estructura piramidal desde abajo hacia arriba. En esta estructura, la representación política de la población se daría por la vía indirecta a través de algunos delegados o representantes de cada instancia desde la base de la pirámide -el Consejo Comunal- a la instancia superior siguiente, y así hasta el nivel nacional. Es este un modelo político que privilegia algunos aspectos -muy importantes- de la participación, a la vez que subestima otros que son vitales para la democracia. Supone una desconfianza en las modalidades de la delegación y representación características del régimen parlamentario de elección directa. Este modelo de organización político tiende a negar la representación proporcional, haciendo extremadamente difícil la articulación y expresión de las posturas de las minorías, o la formulación de nuevas propuestas políticas. Esto hace que sea muy difícil la construcción de una esfera pública nacional democrática y de ámbitos de democracia deliberativa en los cuales sea posible dar a conocer, debatir, y tomar decisiones, no sólo sobre asuntos locales y parciales, sino sobre el rumbo del conjunto de la sociedad. Sin esta dimensión de una esfera pública plural, y de ámbitos de democracia deliberativa no puede construirse sino una democracia incompleta.

Es éste un debate que todavía no ha sido asumido en todas sus implicaciones. La forma como se están dando los procesos de toma de decisiones en la actualidad se convierten en obstáculos que limitan las condiciones de este debate. El Presidente Chávez anunció después de su victoria electoral del diciembre del año 2006 que hacían falta cambios fundamentales en las leyes del país para adecuarlas a la nueva fase -socialista- que se iniciaría en Venezuela. Para ello, hubiese podido enviar sus propuestas a la Asamblea Nacional para promover con ello debates nacionales sobre los cambios propuestos. Dado que todos los parlamentarios pertenecen a partidos que forman parte de la coalición gubernamental, con seguridad la Asamblea hubiese acogido sus propuestas en términos muy favorables. Se optó, sin embargo, por la solicitud de una Ley Habilitante, de poderes extraordinarios mediante la cual se “autoriza al Presidente de la República para que, en Consejo de Ministros, dicte Decretos con Rango, Valor y Fuerza de Ley, de acuerdo con las directrices, propósitos y marco de las materias que se delegan en esta Ley.”23 Esta autorización abarca un espectro extraordinariamente amplio de asuntos de la vida pública, “ámbito de transformación de las instituciones del Estado”; “ámbito de la participación popular”, etc., etc., y tiene vigencia por un período de 18 meses. De esta manera las modificaciones en las leyes no aparecen como asuntos de interés colectivo, a ser debatidos en la esfera pública, sino como decisiones presidenciales de los cuales la población se entera en el momento en que son decretadas.

Lo mismo ocurre con la reforma constitucional. No hay asunto de la vida de una sociedad democrática que exija una discusión pública más extendida y exhaustiva que una constitución o una reforma constitucional. En la situación actual de Venezuela son críticas algunas interrogantes, entre las cuales podrían destacarse las siguientes: ¿Qué sociedad queremos? Si se trata del socialismo, ¿en qué consiste el socialismo del siglo XXI? ¿En qué se diferencia del socialismo del siglo XX? ¿Qué hemos aprendido de la experiencia del socialismo del siglo XX para no repetir sus contenidos estatistas, no democráticos? ¿Qué modalidades de participación pueden garantizar la profundización de la democracia en este nuevo modelo político? ¿Qué modelo de Estado? ¿Cuáles formas de propiedad? ¿Cuáles son los obstáculos que la constitución actual pone a la profundización del cambio en el país hoy? ¿Qué cambios requiere hoy la Constitución del año 1999? En lugar de iniciarse el debate nacional por interrogantes de este tipo, el Presidente nombró un Consejo Presidencial para la Reforma Constitucional, con compromiso de confidencialidad, para elaborar una propuesta de reforma constitucional. El resultado de este informe debe ser entregado al Presidente que después de una revisión detallada de cada artículo lo debe someter a la aprobación del Consejo de Ministros y posteriormente enviarlo a la consideración de la Asamblea Nacional. Una vez debatido y aprobado por la Asamblea, este proyecto debe ser sometido a un referéndum nacional. De esta forma, un asunto tan fundamental, y necesariamente tan complejo, en el cual estarán presentes muchas propuestas muy polémicas para el futuro del país, es reducido, desde el punto de vista de la participación de los ciudadanos, a un voto en bloque a favor o en contra del texto de la reforma propuesta. Dada la profunda polarización política existente en el país, esto se convertirá, inevitablemente, en un referéndum a favor o en contra de Chávez. Esto contribuye muy poco a la construcción de una cultura democrática.

Como inevitablemente tiene que ocurrir en todo proceso de cambio, la dinámica de la sociedad venezolana actual presenta extraordinarias diversidades; procesos de experimentación y aprendizaje; rupturas y continuidades con mucho de lo peor de la sociedad que se quiere trascender; un Estado que simultáneamente impulsa y frena la participación; genuinos procesos democráticos de organización popular, con frecuencia en tensión con estructuras institucionales y dinámicas políticas que a la vez que promueven dichos procesos democráticos, los frenan al dificultar su autonomía. Son en este sentido medulares las tensiones entre la diversidad y pluralidad de los procesos organizativos políticos y sociales y las tendencias a borrar los límites entre lo público-estatal, los político-partidista y la organización social, esto es, al colapso entre Estado, partido y organización social. Todo esto remite a tensiones entre la concentración y una distribución amplia del poder en la sociedad. De las formas en las cuales se resuelvan estas tensiones dependerá el carácter más o menos democrático del Estado y de la sociedad que se están construyendo en Venezuela.

 

La tensión de la que habla Edgardo Lander es entre el Poder Popular y la estructura de poder estatal, entre el proyecto autogestionario abierto y la administración pública. Entre la formación de las Comunas y las instituciones constituidas del Estado. Sería una tensión si es que pudieran convivir y coexistir esas dos formas de asociación organizativa y política. No sería una tensión, sino más bien una contradicción, y hasta un antagonismo, si es que no pudieran convivir y coexistir ambas formas contrastadas. Este es precisamente el tema. ¿Pueden o no pueden convivir y coexistir ambas formas de gestión social?

Después de la reelección de Hugo Chávez parece mostrarse la intensión y la voluntad de apuntalar el proceso hacia el Poder Popular; sin embargo, a pesar del apoyo legislativo, incluso de recursos, además de suspender mediaciones burocráticas, las resistencias administrativas, burocráticas y políticas a la expansión de las Comunas es notoria. Las instituciones y autoridades constituidas se sienten amenazadas por esta forma advenediza de organización autogestionaria. Incluso, en el peor de los casos, se usa las relaciones, las mediaciones que quedan, los recursos destinados a las Comunas, para conformar clientelas, distorsionando el sentido mismo de la autogestión, de la autonomía y de las Comunas. Volvemos a la pregunta: ¿Puede darse la convivencia y coexistencia entre la forma estatal y la forma comunitaria? Al respecto formularemos dos hipótesis contrastantes, que incluso pueden considerar la posibilidad de transiciones.

 

Hipótesis 1

No pueden coexistir y convivir la forma de gestión comunitaria con la forma de gestión estatal; entonces, la consecuencia política es que se tiene que quitar poder a la administración pública y reconocer la potencia social de las Comunas. Esta valorización efectiva de la potencia social y desvalorización del poder estatal puede darse en forma de transiciones.

 

Hipótesis 2

Pueden Coexistir y convivir la forma de gestión comunitaria con la forma de gestión estatal; empero, sólo a condición que los administradores públicos tengan consciencia autogestionaria, sepan del valor que las Comunas, que lo comunitario, que lo autogestionarlo, tiene para el destino del proceso.

 

Aunque se conoce nuestra posición al respecto, que se inclina por la primera hipótesis, poniendo en suspenso esta posición, queda claro que ambas condiciones de posibilidad, establecidas hipotéticamente, no se cumplen en el caso del proceso bolivariano, tampoco, mucho menos, en los demás gobiernos progresistas.  Retomando una pregunta conocida en la militancia. ¿Qué hacer en estas circunstancias y condiciones de posibilidad histórica? Siguiendo con las consecuencias hipotéticas, diremos que, los y las que se inclinan por la segunda hipótesis tiene como tarea concientizar a los administradores públicos en la autogestión; formar administradores públicos autogestionarios. Los y las que se inclinan por la primera hipótesis tienen como tarea liberar la potencia social, lograr la autonomía de la potencia social, la autonomía de las Comunas. Expandir la potencia social en detrimento del poder estatal heredado.

Visto de esta forma, ciertamente como especulación teórica, si bien ambas formas de gestión pudieran no convivir y coexistir; sin embargo, los activismos, las acciones prácticas,  contrastadas, tanto encaminadas a la gestión estatal, así como a la gestión comunitaria, pueden coexistir y convivir en forma concurrente, aunque contrastada, pues están obligadas a hacerlo, en esta disputa por la incidencia política. 

 

El cuadro de opciones es ciertamente simple, aunque claro; ayuda a comprender e ilustrar la problemática. Para que sea útil el cuadro, aunque sea como referente, incluso como ejemplo de simulación,  es menester considerar la complejidad en la que se despliegan los procesos de cambio en Sur América.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pliegues y despliegues de los movimientos sociales[170]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Complejidad de los movimientos sociales

 

Necesitamos hablar de movimientos sociales en su singularidad. Un movimiento social no responde a regularidades, a analogías, aunque las pueda generar. El movimiento social emerge de una problemática también singular. Hay que encontrar el nacimiento de este movimiento social en esa problemática, en su estructura, su composición, su propia complejidad. Son sospechosas las teorías de los movimientos sociales, pues parten de un modelo, de una idea, si se quiere de un paradigma, desde el cual se decodifica e interpreta a los movimientos sociales. Las aproximaciones a los movimientos sociales se diferencian precisamente por el paradigma del que se parte. Quizás por corrientes teóricas, quizás también por periodo, de cuando se ha elaborado esa teoría. Nadie dice que las teorías sobre los movimientos sociales no hayan ayudado a comprenderlos. Lo han hecho. Sin embargo, ya no se trata de identificar, rasgos, características, condiciones, formas de organización y formas de desplegarse y de difundirseFormas de mutar en el tiempo, además de formas y procedimientos de lucha, de convocatoria. Convertir estos rasgos, esas características, las condiciones, las formas, en signos de una interpretación, que se convierte en una narrativa que describe y explica el movimiento.  Ahora, se trata de comprender la dinámica de la complejidad singular del movimiento social[171].

 

Esto parece que se puede lograr si desciframos la problemática de donde emerge el movimiento social, las conexionesarticulacionesparticipación en esa problemática. También lograr comprender la experiencia social en esa problemática, las interpretaciones colectivas de la problemática, de retener esa experiencia en la memoria social. Entonces podremos pasar a las formas de la acción, del despliegue de su movilización, del despliegue de su discurso, de su interpelación. Entonces podremos hurgar en el proceso de su politización.  También entender sus relaciones con el resto de la sociedad, sus contradicciones y antagonismos con el Estado.

 

No se necesita olvidar las teorías de los movimientos sociales, lo que nos han enseñado, en sus investigaciones, en sus descripciones, en sus explicaciones, incluso en sus modelos construidos. Son parte de la memoria del análisis complejo. Están incorporados en este análisis; sin embargo, el análisis complejo se diferencia de esas teorías por la mirada, mejor dicho, la percepción integral del movimiento social, que se desplaza y articula distintos planos y espesores de intensidad, del mundo que constituye y que lo constituye. Las teorías de los movimientos sociales han privilegiado algunos planos de intensidad, no necesariamente articulados, menos integrados. Conciben estos planos de intensidad como dimensiones donde aparece el movimiento social, donde deja su huella; la que es estudiada, para describir este despliegue. Sin embargo, esta dimensión dimensiones, en las que se desplaza el movimiento social, no es un espacio exterior donde la inscripción del movimiento social deja su huella. Ningún plano de intensidad es pasivo, tampoco exterior, así que no puede ser tomada como una dimensión. El plano de intensidad emerge de los cuerpos mismos del movimiento social; son los cuerpos los que pliegan y despliegan esos planos de intensidad. Los planos de intensidad atraviesan los cuerpos porque los cuerpos tejen, precisamente esos planos de intensidad.

 

Un movimiento social no es exactamente la multitud que la compone, no se resume en la masa en movimiento, no es la cantidad desplazada o si se quiere, de manera cualitativa, no es la intensidad o la fuerza del movimiento, en tanto capacidad de movilización y alcance. El movimiento social es la vibración, las vibraciones, en el tejido social. La pregunta es cómo el movimiento social, las cuerdas del movimiento social, afecta a las otras cuerdas del tejido social. Si sus vibraciones afectan a las otras vibraciones. Se necesita comprender la comunicación del movimiento social con el resto de la sociedad; si se da o no. ¿Depende de la capacidad de convocatoria del movimiento social? ¿Depende de la capacidad de recepción del resto de la sociedad? ¿Depende del momento, si éste es apropiado para las resonancias o no? ¿Depende de las tonalidades de las notas que emite el movimiento social? ¿Depende de la sensibilidad perceptiva del resto de la sociedad? ¿Cuándo la sociedad abre sus poros perceptivos y decodifica las vibraciones emitidas por el movimiento social[172]?

 

No podríamos aproximarnos a todo esto, a todas estas preguntas, sino comprendemos, antes la problemática. ¿Las demandas del movimiento social que problemática enfrentan? No confundamos esto con reducir la problemática al objeto de las demandas, a la clasificación de las demandas, al significado de las demandas. Eso no es la problemática, son listas, que son recogidos en los planteamientos o en los pliegos petitorios. La problemática se configura en los órdenes de relaciones que afectan a los miembros del movimiento social. ¿De qué modo estos ordenes de relaciones constriñen a los componentes de movimiento, lo agobian, lo despojan, lo afectan? Entonces, también, al revés, ¿cómo las cuerdas, múltiples cuerdas del tejido social afectan a las cuerdas del movimiento social; en este caso, no lo dejan vibrar a gusto?

 

Entonces, el movimiento social es parte del tejido social. Hay que leer entonces ese tejido, el juego de sus hilos, la composición de su textura, el juego de colores, de figuras que conforman los hilos en el tejido. No se puede estudiar el movimiento social; aislarlo como objeto de estudio. No hay movimientos sociales aislados, como una especie adelantada de la sociedad, la que actúa. El movimiento social es como una composición del mismo tejido social; nace en el tejido socialresuena en el tejido social, quiere tejer en el tejido social, cambiar composiciones, asociaciones y combinaciones sociales. Es aquí donde se puede conmensurar o dimensionar el alcance, la intensidad, del movimiento social.

 

A veces, no muchas, los movimientos sociales logran vibrar intensamente en todo el tejido social, logran hacer vibrar también a las otras cuerdas, múltiples y plurales, del tejido social. Es cuando se ocasiona una sinfonía social, que conmueve a todo el tejido, logrando mover, mutar, transformar las composiciones sociales. En la modernidad, se han llamado a estos acontecimientos, revoluciones. Como todos sabemos, este acontecimiento no es pan de cada día; se da muy de vez en cuando. Acontece cuando hay una conmoción en todo el tejido social; cuando las vibraciones de las cuerdas alcanzan intensidades fuertes, además de lograr en conjunto algo así como una explosión y su irradiación expansiva.

 

Sin embargo, lo que estudian las teorías de los movimientos sociales son los movimientos que no llegan a ocasionar ese acontecimiento mayúsculo, denominada revolución. Estos acontecimientos son estudiados por los historiadores o los analistas de la política, los estudiosos de la política. Los sociólogos de los movimientos sociales estudian los movimientos que aparecen con sus demandas, se movilizan, interpelan al Estado, al gobierno, a las autoridades pertinentes; pero, no necesariamente se prolongan hasta convertirse en un acontecimiento político. Desde la perspectiva de los historiadores, podrían interpretarse estos movimientos como truncados, por no haberse realizado como revolución o no tener efecto estatal. Aunque, dependiendo del carácter del movimiento pueden tener efecto cultural. Sin embargo, visto de otra manera, estos movimientos pueden, mas bien, interpretarse, como flujos permanentes de la misma sociedad, como parte de sus acciones, prácticas, de carácter, mas bien, alterativo, aunque puntuales, incluso imperceptibles. En otras palabras, los movimientos sociales pueden interpretarse como las pronunciaciones vitales de la sociedad. Entonces, más que movimiento social distinto, un tanto aislado, diferenciado de la sociedad, mas bien, es la sociedad misma en su dinámica, en su bullente actividad. Desde esta perspectiva, en tanto movimientos sociales circunscritos, acotados, singulares, la movilización social no es escaza, es, mas bien, proliferante.

 

Recogemos la propuesta que hicimos en La explosión de la vida[173]; estudiar las sociedades no desde la mirada institucional del Estado, sino desde la capacidad alterativa de las sociedades. Entonces, no se trata de la contradicción de la sociedad movilizada o parte de ella con el Estado, el gobierno, que la encarna, sino, al revés, la sociedad es desde ya alterativa, siempre, es su forma de vivir; es el Estado el que se defiende de la sociedad en movimiento; por eso, prohíbe, norma, regula, administra, reprime, usa la violencia.

 

Consideramos que las teorías de los movimientos sociales se han equivocado en esto; por estudiar los movimientos sociales desde la mirada estatal, como con el estudio de la sociedad desde el enfoque estatal, deducen las contradicciones, hasta antagonismos, de los movimientos con el gobierno, con el Estado, con las autoridades. Sin embargo, no es así, no ocurre así, desde la perspectiva de la alterabilidad.  Son las instituciones fijadas, ancladas, sin capacidad de movilidad, flexibilidad, ductilidad, mutación y cambio, las que resisten el embate constante de los flujos sociales.

 

Desde esta perspectiva, hay que hablar, mas bien, del análisis de las sociedades alterativas, no institucionalizadas, aunque una parte de la sociedad lo esté, la representada y reconocida por las instituciones estatales. Todas las sociedades son alterativas, sino fuera así, no podrían ser sociedades, es decir, constante asociación, constante composición, constante combinaciones de composiciones y asociaciones. Lo que pasa es que se ha invisibilizado, por el enfoque estatalista, de las ciencias sociales modernas, a la sociedad alterativa.

 

Desde esta otra mirada, se observa que las teorías sociales, incluyendo a las teorías de los movimientos sociales, forman parte de la legitimación del poder, aunque haya teorías que se reclamen, mas bien, de críticas, denunciantes, interpeladoras, hasta revolucionarias. El problema no está en que no lo quieran ser, mas bien, quieren que sea así, además su crítica apunta a cuestionar el Estado, el gobierno, el sistema. Pero, no se trata de buenas intenciones, de voluntad de cambiar, de, incluso, teorías críticas; el enfoque estatalista, que no quiere decir que necesariamente defiendan el Estado; pueden, mas bien, cuestionarlo; sino se trata que el enfoque estatalista observa la sociedad desde los ojos estatales, desde las clasificaciones institucionales, desde los estereotipos estatales, también desde los prejuicios estatales. Sin quererlo, mas bien, queriendo hacer lo contrario, el enfoque estatalista lleva a legitimar el poder, precisamente porque permite hacer, permite que lo cuestionen, hasta interpelen. Con esto no se dice, de ninguna manera, que no vale la pena hacer críticas, denunciar, interpelar, sino que estas actividades, disposiciones, posicionamientos, devela solo parte de los planos de intensidad, parte de la problemática. No logra ver la integralidad de la complejidad misma que hace al movimiento social.

 

Por eso, hay que desplazarse, hay que dar lugar a enfoques no estatalistas, enfoques que partan de las percepciones sociales, de sus experiencias y memorias, sobre todo, de su alterabilidad. Hay que ver lo que no ven los enfoques estatalistas, hay que descubrir los espesores intensos que se entrelazan en el tejido social.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Alteridades y alternativas en la movilización prolongada

 

Como en los análisis realizados en Comuna[174]; después, como los ensayos Largo octubreHorizontes de la Asamblea Constituyente y Subversiones indígenas[175]; tres ensayos que corresponden al periodo de la movilización prolongada y al periodo siguiente del proceso constituyente, hablamos de movilización prolongada refiriéndonos a los movimientos sociales anti-sistémicos desatados desde la guerra del agua hasta la segunda guerra del gas, pasando por el bloqueo indígena campesino y la primera guerra del gas y la segunda guerra del agua; es decir, el periodo que arranca en abril del 2000 y alcanza junio del 2005. Todos estos análisis se efectúan desde la perspectiva del marxismo crítico y la perspectiva de las teorías nómadas. Después de la Asamblea Constituyente comienza otro periodo, que llamaría de evaluación crítica del llamado “proceso de cambio”, también de los enfoques dados en el análisis de la movilización prolongada. Los ensayos y análisis que se escriben, incluyendo una entrevista que se publica, desde aproximadamente el 2010 hasta el 2013, corresponden a esta evaluación crítica; también corresponden a un desplazamiento que comienza con la crítica al enfoque marxista, incluyendo al marxismo crítico, compartido. Quizás de una manera más suave, la crítica a las teorías nómadas, aunque también su retoma crítica. Desde el 2013 comienza otro periodo, que llamaría de incorporación al pensamiento complejo, lo que denomino episteme compleja. Este ensayo sobre los movimientos sociales pretende desplegar un análisis sobre los mismos, ahora, desde la perspectiva del pensamiento complejo. Volvemos entonces al acontecimiento de la movilización prolongada, empero, desde el enfoque de la complejidad.

 

 

¿Cuáles son las alteridades que desplegaron las movilizaciones del 2000 al 2005? ¿Cuáles son las problemáticas de la Coordinadora de la Defensa del Agua y de la Vida, de la CSUTCB del 2000, de los sindicatos campesinos del Altiplano y la Junta de Vecinos de la ciudad de El Alto, del conjunto de las organizaciones sociales, comprendiendo ayllus, comunidades, juntas de vecinos, sindicatos campesinos, sindicatos obreros, incorporándose notoriamente obreros mineros y cooperativistas mineros en las movilizaciones de mayo y junio del 2005?

 

Primero diremos que las alteridades que emergen, explosivas, en abril del 2000, en Cochabamba, cuando se inicia la llamada guerra del agua, teniendo como antecedentes, batallas del agua anteriores, sobre todo con los regantes, composición social y organización de los distribuidores del agua, tanto en zonas rurales como en zonas suburbanas, que no contaban con asistencia municipal de agua potable. Las alteridades forman parte de las dinámicas mismas de la sociedad, que nosotros definimos como sociedad alterativa. La sociedad institucionalizada es la misma sociedad alterativa, solo que capturada por las mallas institucionales del Estado. Sin embargo, el Estado solo puede capturar una parte de la sociedad alterativa, una parte de sus fuerzascaptura ciertas superficies, ciertas capas, de la sociedad alterativa. Con las fuerzas capturadas funcionan las mallas institucionales del Estado y de la sociedad institucionalizada. Con las fuerzas capturadas, se impone a la sociedad alterativa, se inscribe en sus cuerpos, se internaliza en sus cuerpos, modulándolos, incidiendo en comportamientos y conductas; conformando habitussubjetividades, imaginarios conservadoresnarrativas que legitiman la institucionalidad del Estado. Sin embargo, la sociedad alterativa no capturada, sigue su curso. Sigue el curso de la vida, como hace la vida siempre; inventa, compone, combina, crea. Aparecen nuevas formas, distintas y variadas estrategias cotidianas; se comporta como flujos de fuga frente a las redes de las mallas institucionales. La sociedad es como rio desbordante, ante la cual los diques de las represas del Estado no pueden detener su rebalse.

 

Las alteridades que se congregan, por así decirlo, en la guerra del agua, son las alteridades que ya borbotaban, fluían, en la sociedad, en estos sectores sociales, que recurren a la administración y manejo comunitario del agua. Estas alteridades sociales se combinan con las alteridades naturales, por así decirlo, de las corrientes del agua, de los ciclos del agua, de los ríos, de los pozos, de las aguas subterráneas, de las lluvias. La naturaleza, como ecología o, mejor dicho, como biodiversidad, como constelación de ecosistemas, se presenta como alteridad mayúscula a la sociedad institucionalizada, a la institución imaginaria de la sociedad, al Estado. Es algo que no controla el Estado, que no administra, que no somete, pues las alteridades no obedecen, sino que se despliegan de acuerdo a sus ciclos vitales.

 

Las alteridades ya se encontraban en las resistencias del proletariado nómada, sobre todo de mujeres, que trabajaban a destajo para la industria de zapatos Manaco. Por lo tanto, en la Federación de Trabajadores Fabriles de Cochabamba, que supo incorporar, organizar y sindicalizar al proletariado nómada, a diferencia de la COB, que se ha circunscrito en los límites del sindicalismo del proletariado fijo, que ya se ha vuelto, en comparación, en una clase privilegiada, a diferencia del mayoritario proletariado nómada, que  tiene contratos esporádicos, sin seguro, sin estar sindicalizado, sin que sus derechos de trabajador se respeten; expuesto vulnerablemente a su suerte.

 

Las alteridades se encontraban en los estudiantes, en los jóvenes rebeldes, que hicieron, en la guerra del agua, de guerreros del agua, así como los llamaron los de la ciudad de Cochabamba. Las alteridades se encontraban, por lo menos, potencialmente, en predisposiciones de la gente que trabajaba en sus profesiones, que estaba incorporada en ONGs, sobre todo las vinculadas al medio ambiente y a la ecología. En fin, las alteridades estaban diseminadas en la ciudad, en su magma; cuando estalló el conflicto; estas alteridades se congregaron, se agolparon, se asociaron componiendo un torrente explosivo.

 

¿Qué es lo que hace que esto ocurra? ¿Qué las alteridades diseminadas en la sociedad, de pronto se coaliguen, y desborden a los diques institucionales? Ciertamente la crisis, sin embargo, este concepto es muy general, como para poder explicar la singularidad del acontecimiento. Las alteridades disueltas se congregan porque se convocan, se auto-convocan. Esto pasa porque el estado de situación las obliga a hacerlo. De alguna manera sus ciclos se interrumpen, son afectados; entonces, se presenta el problema. En la medida que este problema presente no se resuelve de las maneras usuales cotidianas, incluso, con reclamos, el problema se vuelve problemática. Aparecen escollos, son identificados, aparecen barreras, desde burocráticas hasta políticas. Se encuentran ante otro proyecto, en el que no son tomados en cuenta, tampoco sus necesidades, usando este término para ilustrar. Descubren que sus ciclos serán afectados, de tal manera, que la vida ya no será la misma. La convocatoria aparece como una necesidad imperiosa. Saben que estos problemas se resuelven congregando a todos y todas las afectadas. La asamblea convierte a estas alteridades individualessingulares mónadas, en una alteridad masiva, también singular. Comienza a formarse un discurso, en torno al problema, en este caso, el de la privatización del agua. Aparecen nombres, que van a volverse nombres comunes del discurso interpolador de la guerra del agua. Las radios populares entrevistan a los voceros del movimiento; se difunde el discurso. Los otros medios también retoman el discurso y el movimiento como noticia, como información. En la medida que la información aparece reiterativa, haciéndose continua, como que la impresión es que ésta es la atmósfera social y política conformada. Cuando la reacción de las autoridades, de las instituciones estatales, del gobierno, del Estado, es la descalificación del movimiento, después, incluso, la represión, el movimiento se convierte en un problema para el Estado. Lo nombra, en este sentido, lo institucionaliza, pero, esta institucionalización, este nombrarlo, es, mas bien, para descalificarlo, para convertirlo en el mal, en anomalía atentatoria al orden y a las leyes. La intensidad del conflicto sube si sale la policía, y si no puede, si sale el ejército. Es cuando, estos dispositivos de emergencia del Estado, estos dispositivos de la represión contra el pueblo, convierten al movimiento en una insurrección. Los primeros en atribuirle un carácter subversivo, son pues estos dispositivos del Estado.

 

Como se puede ver, el movimiento social singular, en cuestión, en este caso el movimiento social de la Coordinadora de la Defensa del Agua y de la Vida, no es un producto, por así decirlo, de las voluntades propias, atingentes al movimiento, sino también de las voluntades contrarias, las del Estado. En el roce entre estos distintos ámbitos; uno espontaneo, por así decirlo, el otro institucional; uno en constante movimiento, flujo, asociaciones y composiciones; el otro fijo, en movimiento retenido, de flujos canalizados, ya no de asociaciones y composiciones libres, sino de organización establecida e institucionalizada; es cuando emerge esta cordillera, usando esta metáfora geológica, de la colisión de dos placas tectónicas.

 

El movimiento social singular o los movimientos sociales singulares, si logran darse paralelamente y, además, logran converger, apoyarse, mejor si se coordinan, como ocurrió en Bolivia durante el periodo de los seis años de la movilización prolongada, son como levantamientos, en el sentido metafórico y literal de la palabra, de la colisión, siguiendo con la metáfora, de la placa social y la placa estatal. Los movimientos sociales, como dijimos, no solamente se conforman por la iniciativa de los y las movilizadas, sino también por resistencia – usando resistencia no como se acostumbra, atribuyendo, mas bien, esta acción, a los movimientos sociales, a estrategias sociales, a pueblos - del Estado a los movimientos. El Estado se constituye como resistencia fija, institucional, al constante, permanente, desborde social; cuando estallan movimientos sociales, refuerza esta actitud, esta perseverancia institucional, hasta tal punto que recurre a sus dispositivos de emergencia, a la represión, incluso puede llegar a dar batalla. Esta acción y represión estatal y gubernamental en contra de los movimientos sociales también define el perfil, la forma, la consistencia de éstos. El enemigo social es estigmatizado por el Estado; se lo define, se lo califica, de lo clasifica, se lo nombra, se le atribuye anomalías, incluso se le señala por estar manejado por conspiradores, subversivos, radicales. Estas acusaciones, en vez de alejar a los simpatizantes del movimiento, los aproxima más, incluso puede expandir la simpatía social hacia el movimiento. Paradójicamente, la reacción gubernamental, convierte al movimiento social, que puede haber sido local, provincial, departamental, o si se quiere, sectorial, en un tema nacional. Está en la agenda, además de aparecer en las noticias.  

 

El movimiento social singular se ha transformado; siente, percibe, que esta experiencia en la lucha social concreta lo transforma, lo madura, lo templa. Esta maduración se transmite a sus discursos, a sus concepciones, a sus acciones. Los discursos tienden a ser más elaborados, tienden a construir una narrativa, que ya supone una memoria social del movimiento, memoria trabajada para lograr una interpretación estructurada. Al convertirse en un tema nacional, el movimiento social comienza a hacer propuestas nacionalespropuestas políticas, incluso convoca a la sociedad entera a participar en la solución de problemas que la aquejan. Es cuando el movimiento social adquiere características de contra-gobierno, puede llegar a convertirse en contra-Estado si sus formas asambleístas, participativas, si sus formas comunitarias, si sus formas autogestionarias, se proyectan como alternativas al gobierno, incluso al Estado.

 

Muchos de los movimientos sociales no llegan a vivir este proceso; algunos resuelven sus demandas temprano, otros después de haber insistido durante un tiempo; otros, quizás, por abandono de los mismos componentes, desalentados. Los movimientos que llegan a vivir el proceso de politización se transforman, devienen proyecto político. El proyecto tiene como un intervalo de opciones, donde en un extremo, en lo que podemos considerar el círculo vicioso del poder, se reproduce el poder al formularse un proyecto de Estado; en el otro extremo, abriendo el intervalo, se apertura, mas bien, un proyecto autogestionario.

 

El movimiento vinculado a la guerra del agua cumple su ciclo cuando termina la lucha por el bien común con la victoria de la Coordinadora de la defensa del agua y de la vida, prolongándose a la administración municipal del agua, que no era un objetivo de la guerra del agua ni de la Coordinadora. Lo que continúa después es el activismo circunscrito a una ONG, que se constituye sobre la base de la experiencia del movimiento.

 

 

En septiembre del 2000 resurge el movimiento indígena campesino, redituando, en sus formas actualizadas, el levantamiento pan-andino del siglo XVIII. La alteridad indígena siempre estuvo presente en la formación social boliviana; se trata de la alteridad inscrita en otros habitus, en otros lenguajes, en otros imaginarios, en otras subjetividades. En Comuna se habló de la forma comunitaria. Esta fue la figura usada en los análisis que se suceden desde el 2000; empero, habría que matizar el enunciado, pues no se trata de las comunidades ancestrales, que fueron delimitadas con el ordenamiento territorial del virrey Toledo. No son los mismos ayllus, denominadas en la clasificación colonial como comunidades originarias, de la época virreinal, pues sufrieron, por lo menos, en el Altiplano, el avasallamiento de sus tierras comunitarias por la expropiación latifundista liberal. No son las mismas comunidades dispersas y distribuidas en una geografía donde se asentaban las haciendas, pues la reforma agraria entregó títulos privados a las familias, convirtiendo a los comunitarios en campesinos con posesión y propiedad individual. Si bien habían sobrevivido ayllus, es decir, comunidades, la figura usada se refería al entramado comunitario, al tejido comunitario, que atraviesa tanto a los ayllus como a las formaciones campesinasDe todas maneras, esta alteridad, en el tejido social, conformaba una formación social abigarrada, constituía una sociedad alterativa singular, que se abría a recorridos alternativos

 

El sitio de cuatro ciudades, El Alto, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, en septiembre del 2000, dio lugar a un movimiento social indígena campesino, que puso en la mesa la interpelación a la herencia colonial, la cuestión de la tierra, en las circunstancias y características de este fin de siglo y comienzo de otro. También se puede decir que puso en evidencia las contrastaciones y contradicciones entre campo y ciudad, a pesar de las migraciones rural-urbanas, de los circuitos entre provincias, particularmente rurales, y urbes, de redes sociales que atraviesan ambos ámbitos, el rural y el urbano, enlazándolos. La singularidad de este movimiento social radica, se podría decir, en un anacronismo alterativo, que descentra el cronograma del tiempo institucional. Hace patente que se experimentan múltiples ritmos espacio-temporales, que evidencian planos de intensidad social, escondidos a la mirada institucional, en tiempos de paz.

 

Particularmente, estos movimientos sociales, correspondientes a anacronismos alterativos, iluminan sobre la complejidad de los movimientos sociales anti-sistémicos, al mostrar la articulación de sus distintos planos de intensidad y espesores culturales. Además de mostrar la convencional cartografía republicana, que delimita espacios clasificados de una geografía política, al destrozar estas delimitaciones reterritorializar el conflicto social con la emergencia de los espesores territoriales ancestrales.

 

El movimiento social indígena campesino, que venció en el bloqueo de caminos y en el sitio de ciudades, perdió fuerza en la mesa de negociaciones. La potencia del movimiento social fue desviada de su curso, dispersando su acumulación. El programa que se presentó en la mesa de negociaciones, como pliego petitorio, era, mas bien, un programa modernista, que incluía tractores.  Este pliego no estaba a la altura de la potencia social del movimiento indígena campesino.

 

 

En octubre del 2003 estalla la llamada guerra del gas. Por decir algo, para caracterizar esta movilización, se trata de un movimiento social compuesto, que entrelaza dos movimientos sociales; el movimiento indígena campesino y el movimiento nacional-popular urbano. Por su misma composición, se puede ver la potencia social acumulada, la irradiación sumada de sus proyecciones interpelativas y alterativas. Además, por la combinación de sus espacios-tiempos singulares, muestra la complejidad de la simultaneidad dinámica del tejido espacio-temporal social. En Comuna se dijo que se encontraron, por primera vez, la trayectoria larga de la guerra anticolonial y la trayectoria mediana de la lucha nacional-popular; también podríamos incluir la trayectoria mediana de lucha del proletariado, sobre todo por la presencia de mineros, que vinieron a defender la Ciudad de El Alto, donde se encontraban sus familiares, relocalizados. Al respecto, también hay que matizar esta interpretación, pues ambas trayectoria o las tres trayectorias siempre estuvieron presentes, si se quiere, una al lado de la otra, solo que por el imaginario histórico, de carácter linealista, por las “ideologías” modernas, tanto del nacionalismo revolucionario como del marxismo de guardatojo, no se visualizaba esta simultaneidad dinámica, tampoco se interpretaba la alteridad indígena.

 

El acontecimiento de la guerra del gas puso en evidencia la complejidad del presente, de la crisis múltiple del Estado-nación, en el contexto de la crisis estructural y orgánica del capitalismo. Los discursos modernos revolucionarios no captaban esta complejidad, salvo solo la contradicción principal, focalizada como el antagonismo entre proletariado y burguesía, o, en el otro caso, como el antagonismo entre nación oprimida e imperialismo. En su enfoque, no visualizaban, por lo tanto, no podía interpretar y expresar, el antagonismo entre naciones y pueblos indígenas, incluso pueblos mestizos, y colonialidad. Más aún, dejando su enfoque histórico a un lado, estaban lejos de hilar la complejidad articulada de planos y espesores de intensidad de una formación social singular

 

La guerra del gas derrocó al régimen neoliberal. Cayó estrepitosamente, el gobierno neoliberal de entonces tuvo que huir a Santa Cruz, el presidente de entonces se vio obligado a renunciar, a pesar de que intentó gobernar desde Santa Cruz de la Sierra. Se puede decir, para ilustrar gráficamente, que este momento de intensidades de la movilización prolongada, fue la cumbre más alta de las movilizaciones. La ofensiva social, desatada desde el 2000, se convirtió en la apertura a otro tiempo político, por así decirlo. Interpretada por la Agenda de Octubre como el de la nacionalización de los hidrocarburos y la convocatoria a la Asamblea Constituyente.

 

La potencia social de esta movilización compuesta tuvo sus realizaciones radicales. En realidad, la movilización tomó la sede de gobierno, la ciudad de La Paz; en otras palabras, prácticamente tomó el poder. El ejército se encontraba atrincherado en los cuarteles, la plaza de armas estaba custodiada por un cordón de tanques. No había gobierno, el vacío de poder era patente. Medio millón de movilizados recorrían las calles de la ciudad, en los alrededores de la plaza de armas; una columna, se dirigió hacia la casa del entonces presidente. Con la ciudad tomada, con el poder factualmente tomado, la movilización de la guerra del gas no desembocó en la institucionalización de la toma del poder. ¿Por qué? Esta es la pregunta.

 

En Comuna se dejó pendiente una respuesta a esta pregunta. Se hicieron circular hipótesis, como que había que retomar la discusión sobre el partido revolucionario; también la hipótesis de la guerra civil. En los cabildos, los y las movilizadas, conscientes de lo que podría ocurrir dando el paso a la toma del poder efectivamente dado, prefirieron no ingresar a este acontecimiento, el de la guerra civil, cuya lógica era incontrolable.  De la misma manera, el ejército, recordando su derrota en abril de 1952, su destrucción como ejército, por parte del pueblo armado, también prefirió no ingresar a la guerra civil, defendiendo al gobierno derrocado. El Estado Mayor le pidió la renuncia al presidente de entonces, que esperaba que el ejército salga a reprimir a la población alzada. De esta manera, ambos bandos, prefirieron no ingresar a la incierta situación de la guerra civil.

 

La tercera hipótesis que se vertió fue la de que no se desplegó la posibilidad de la alternativa al Estado-nación, a la forma de gobierno vigente, posibilidad que se encontraba latente en las entrañas mismas de la movilización prolongada.

 

Ahora, habría que evaluar estas tres hipótesis, desde la perspectiva de la complejidad.  No tanto para verificarlas o contrastarlas, sino para comprender la complejidad de esa coyuntura, visualizando la articulación de los planos y espesores de intensidad, descifrando e interpretando la coyuntura desde la perspectiva de la simultaneidad dinámica.

 

 

En mayo y junio de 2005 culmina el ciclo de movimientos sociales de la movilización prolongada. Se cierra el ciclo y se abre el periodo del gobierno popular de las gestiones de Evo Morales Ayma, presidente indígena. También se abre y se da lugar, efectivamente, a la Asamblea Constituyenteforma institucional del proceso constituyente. La composición de las movilizaciones relativas a la segunda guerra del gas, además del rechazo al intento de sustitución constitucional conservadora, que quería otorgar la presidencia al presidente del Congreso, un representante de la “derecha” contra la que se había combatido durante seis años de lucha, es más compleja que la de octubre de 2003, pues responde a la acumulación de fuerzas, de experiencias de luchas, fuera de sumarse más movimientos sociales, el de los y las prestatarias, el de los jubilados, sobre todo, el movimiento proletario, principalmente de trabajadores y cooperativistas mineros. Esta complejidad singular de la movilización de 2005 recoge las experiencias sociales acumuladas durante la movilización prolongada, proyecta los discursos y las narrativas de los movimientos sociales anti-sistémicos, casi conformando un entramado de narrativas similares, aunque no necesariamente el logro de una narrativa del conjunto. Es en este escenario, con la sustitución constitucional seleccionada por los y las movilizadas, que fue la última sustitución constitucional posible, la de la presidencia a cargo del presidente del poder judicial, que se concluye el ciclo con las elecciones de 2005, que llevan a la presidencia al dirigente de la Federación de Trabajadores Campesinos del Trópico de Cochabamba, la denominada Federación cocalera.

 

 

En lo que respecta a la movilización de la Federación de Trabajadores Campesinos del Trópico de Cochabamba, la movilización cocalera, vamos a transcribir lo que dijimos en Potencia y acontecimiento[176]:   

 

 

En lo que respecta al tercer ejemplo – el relativo al MAS -, podemos encontrar el diseño de la estructura de la composición compleja singular, en la constelación de composiciones singulares, que hacen al acontecimiento de la “ideología” del populismo-indigenista, en una articulación sui generis entre las Federaciones Sindicales Campesinas del Trópico de Cochabamba, gestoras de la defensa de los cultivos de hoja de coca; primero, en su relación con su entidad matriz, la CSTCB; después, con la COB. Este contexto de relaciones y conexiones sindicales, sobre todo, las relativas a las organizaciones campesinas, es primordial para desprender el proyecto que va adquirir el nombre connotado de Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos. En principio, el Instrumento Político, que nace en el fragor de las reuniones, de los debates, de los foros, y, por último, en un Congreso campesino, como Asamblea por la Soberanía de los Pueblos, se proyecta novedosamente. Lo que se mostraba, por lo menos, en dos intenciones políticas e “ideológicas”; por una parte, conformar un Instrumento Político de las organizaciones sociales; lo que le daba un carácter distinto al partido o movimiento político. El partido, en este caso, está subordinado, por lo menos, en el proyecto inicial, a las organizaciones sociales. La otra intención proyectada, tiene que ver con una perspectiva descolonizadora, al concebir un Instrumento Político de las organizaciones sociales como de-colonial, Instrumento que se asumía como expresión de las naciones y pueblos, no solamente indígenas. Entonces, estamos ante un proyecto pluralista y plurinacional.

 

Podemos entonces comenzar a trazar un periodo político intenso, cuyo corte inicial se puede situar entre 1996-97, años en que el Congreso campesino asume el proyecto del Instrumento Político como propósito orgánico de los sindicatos campesinos. 

 

Siguiendo con la descripción de las conexiones de la resistencia y defensa de los cultivos de la hoja de coca, en distintos planos de intensidad, con otros dispositivos, incluso composiciones singulares, podemos encontrar las conexiones de dispositivos orgánicos y de dispositivos políticos, en ciernes, en el proyecto y desarrollo inicial del Instrumento Político, con las ONGs. Por lo menos, aquellas, que, en principio, se encuentran en programas alternativos de desarrollo al cultivo de la hoja de coca; después, muy pocas, en compromisos, más que programas, de defensa de los cultivos de la hoja de coca; y posteriormente, con ONGs “izquierdistas”, que apoyan directamente la proyección del Instrumento Político. Muy temprano, en este proceso de constitución, de lo que debería haber sido el Instrumento Político de las organizaciones sociales, las formas orgánicas de gestación del Instrumento Político entran en contacto con organizaciones políticas, también fundaciones y ONGs de la “izquierda” internacional. En el mapa de estas conexiones, de la resistencia y la defensa de la hoja de coca, de sus formas orgánicas de la resistencia y defensa, teniendo como base operativa y orgánica a la Federación Sindical Única de Trabajadores Campesinos del Trópico de Cochabamba, se encuentran las organizaciones políticas de “izquierda” o lo que queda de ellas; después de la crisis política, la segunda, una vez dado el derrumbe de la UDP[177]. No se puede dejar de lado, en el mapa de estas conexiones, a los medios de comunicación, que, si bien, puede haberse dado una relación conflictiva y sensacionalista, hasta adversa, con un conjunto de medios empresariales, el MAS tenía también una relación, que podemos denominar solidaria, con medios no empresariales; hablamos no solo de las radios populares, sino de medios que forman parte de la Iglesia Católica. Lo que debería ser el Instrumento Político de las organizaciones sociales y terminó siendo el MAS, un partido, más que movimiento social, que no es Instrumento Político de las organizaciones sociales, sino que convierte a las organizaciones sociales en instrumentos del partido, es un fenómeno también mediático; este hecho no se puede obviar en el análisis.

 

No vamos a extender más la descripción del mapa de las articulaciones y conexiones de la composición compleja singular; dejaremos esta extensión para la investigación. El ejemplo sería abrumador; por otra parte, adquiriría connotaciones más complicadas. Lo que importa ahora, en esta ilustración, es mostrar las características del análisis complejo, su enfoque en los funcionamientos, los engranajes, las mecánicas y dinámicas de la composición compleja singular.

 

En esta perspectiva, la del pensamiento complejo, en el análisis de los tejidos sociales del acontecimiento, se destaca el impacto, de este diseño de la estructura de la composición singular, en el tejido social y político de la coyuntura y del inicio del periodo, en cuestión. Este impacto tiene que ver con la repercusión en los imaginarios de un símbolo cultural, el de la hoja de coca, que, a la vez, aparece como símbolo de-colonial, y, a la vez, como símbolo de resistencia antiimperialista. Ciertamente, en otros ámbitos, no populares, la hoja de coca, mas bien, aparece como un signo descalificado, debido al uso de la hoja de coca en la producción de cocaína. Entonces, asistimos a una especie de debate “ideológico”, mas bien mediático, en torno a las interpretaciones políticas del símbolo o signo de la hoja de coca. En otras palabras, la defensa de la hoja de coca se politiza, adquiere connotaciones antiimperialistas, en una micro-región, donde se desenvuelve lo que se puede llamar, acertadamente, guerra de baja intensidad.

 

Por lo tanto, la politización no solo tiene como eje esto del proyecto del Instrumento Político y esto de la Asamblea por la Soberanía de los Pueblos, sino también el eje de la interpretación “izquierdista”, por lo menos de una parte de la “izquierda”, de que la defensa de la hoja de coca es antiimperialista. A la larga, el eje más efectivo y preponderante va a ser éste, el del carácter antimperialista de la defensa de la hoja de coca.

 

A propósito de lo que decimos, hay que salir de toda irradiación de las teorías de la conspiración. No se puede aceptar, por lo menos, demostrar y sustentar, la hipótesis de que todo lo que acontecía, en lo que respecta al impacto de los ejes mencionados, formaba parte de un plan, de una conspiración política, por más emancipadora que pueda pretender ser esta conspiración. De ninguna manera, los proyectos como los del Instrumento Político, sus características plurinacionales, evidentemente forman parte de un proyecto; empero, sus conexiones con los otros ejes, los impactos en el tejido social y político, son, mas bien, casuales, usando este término para ilustrar y contrastar. Es muy difícil sostener que los planes humanos se realicen plenamente; una vez que se despliegan, en busca de su realización, provocan consecuencias inesperadas, precisamente porque los dispositivos operativos no controlan el conjunto de variables intervinientes; son, mas bien, sobrepasados por la complejidad.

 

Se puede decir, sin mucho riesgo de errar, que el MAS, por sí solo, contando con este mapa de sus conexiones, con la composición compleja singular, en una constelación de composiciones singulares, que hacen al acontecimiento, no podría haber llegado a donde ha llegado, dicho popularmente, al poder. Es el estallido de otros movimientos sociales anti-sistémicos el que ha favorecido el decurso que toma el MAS. Entonces, en el mapa entran las relaciones, las conexiones, incluso contradictorias, de concurrencia, de debate y desacuerdos, entre este proyecto del Instrumento Político y los otros movimientos sociales anti-sistémicos. 

 

La problemática, en esta cuestión última, es la siguiente: ¿Por qué el MAS ha terminado beneficiándose políticamente de la movilización prolongada y no los otros movimientos sociales anti-sistémicos, o alguno de ellos? Responder a esta pregunta equivale a comprender la dinámica molecular de las fuerzas concurrentes, en ese periodo político intenso, comprender la dinámica de la composición molar de esas fuerzas. Pero esta comprensión no se logra por medio de los análisis acostumbrados, basados en los esquematismos duales, atrapados en paradigmas racionalistas; hablando de la razón abstracta, que nombramos como razón fantasma; análisis lineales y deterministas. La comprensión es posible en el análisis complejo de las dinámicas inherentes al tejido espacio-tiempo-social-político-cultural del periodo, en cuestión (1996-2015).

 

En este ensayo no podemos explayarnos en la descripción de los diseños de las estructuras de las composiciones complejas singulares, relativas a los movimientos sociales anti-sistémicos, que se desplegaron en el periodo de la movilización prolongada (2000-2005). Aunque describimos, de manera más detallada, aspectos, características, formas y perfiles de estos movimientos sociales, en los análisis realizados por Comuna[178], estos análisis todavía se inscriben en la episteme moderna de los esquematismos dualistas. Ahora, se requiere del análisis complejo de los tejidos espacio-temporales-territoriales-sociales-culturales. Como se trata ahora, de exponer ejemplos ilustrativos, dejaremos para más adelante, para otros ensayos, la exposición de composiciones complejas singulares, relativas a estos movimientos sociales anti-sistémicos[179].

 

Por de pronto, lanzaremos la siguiente hipótesis interpretativa: el movimiento autogestionario de la guerra del agua, el movimiento indianista del bloqueo indígena-campesino, el movimiento nacional-popular de la guerra del gas, el movimiento descolonizador de las organizaciones indígenas originarias, los movimientos dispersos y diversos, relacionados a la resistencias al costo social neoliberal, en los que sobresalen los movimientos de los y las prestatarias, así como de los jubilados, el movimiento resurgente del proletariado, sobre todo del proletariado nómada, se presentan como movimientos, que adquieren otro perfil, de características autónomas y de autogobierno, por lo menos, en los dos primeros, como movimientos anti-estatalistas. Esta proyección política, ponderable por cierto, dada la crisis múltiple del Estado-nación, dada la experiencia acumulada a través de las historias políticas de la modernidad, convierten a estos movimientos sociales anti-sistémicos en imposibles, por así decirlo, en el marco institucional político establecido, el de la democracia formal. Solo podrían haber prosperado si la mayoría poblacional, si la mayoría del pueblo, hubiera adquirido también una propensión anti-estatal. Sin embargo, esto es precisamente lo que no pasó, lo que era difícil que pase, cuando el pueblo, por así decirlo, se encuentra atrapado en el imaginario estatal.

 

El MAS era y es estatalista, a diferencia de la Coordinadora del Agua y la defensa de la vida, por lo menos, en su proyección auténtica e intensa; a diferencia de la CSTCB de entonces (2000). Organizaciones que no propendían a mantenerse en reformas del Estado-nación, sino se proyectaban a la realización esperada de una forma política global alternativa. Esta proyección y límite estatalista del MAS, a la vez restringía sus pretensiones emancipadoras, sus poses de-coloniales, sus fintas soberanas, incluso sus retóricas socialistas, al tamaño de un  Estado-nación subalterno, al tamaño del campo económico del capitalismo dependiente. Y, a la vez, lo convertía en viable, en los márgenes permitidos por el sistema-mundo capitalista. Ésta, quizás, es la razón de fondo  del porque el MAS pudo beneficiarse de las victorias de la movilización prolongada, victorias políticas, como las de la guerra del agua y de las de la guerra del gas, en las que el MAS tuvo poco que ver, si es que no tuvo nada que ver.

 

Entonces, se puede decir que las cuerdas, inherentes a la resistencia y defensa de la hoja de coca, vibraron, de tal manera, que su vibración, si bien, no fue crucial en los desenlaces de la movilización prolongada, fueron como las notas finales de esta sinfonía social. Lo que recuerda la “memoria” – usando irónicamente el término - mediática son estas notas finales, no recuerda el proceso. Institucionalmente, políticamente, en sentido restringido, se impone lo mediático, en el periodo de las gestiones gubernamentales, aunque no se imponga históricamente, en el largo ciclo y en las estructuras de larga duración. Hay pues una historia oficial, que se sostiene institucionalmente, mediáticamente, propagandísticamente, que busca convencer de una “descripción” de los hechos, de la secuencia de hechos, eventos y sucesos, del llamado “proceso de cambio”; “descripción” que, sin embargo, no es sostenible. Al respecto, lo que importa no es oponer, a esta invención de la historia de los vencedores, la pretensión de objetividad, como se hacía en la episteme de la modernidad, pues esta objetividad solo se puede mover en algún plano de intensidad, o, en el mejor de los casos, en algunos planos de intensidad; desconectados y aislados, quizás vinculados, de manera forzada y no propia.  Lo que se requiere es el análisis complejo de los tejidos entrelazados del acontecimiento, de la constelación de composiciones complejas singulares entrelazadas, que hacen al acontecimiento. Esto no es objetividad, sino comprensión integral de la simultaneidad dinámica[180]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Conclusiones

 

  1. El análisis de los movimientos sociales anti-sistémicos, desde la perspectiva del pensamiento complejo, supone la matriz dinámica de la sociedad alterativa, a diferencia y en contraposición al supuesto de las ciencias sociales y la teoría de los movimientos sociales, que parten de la sociedad institucionalizada, desde la perspectiva estatalista.

 

  1. La sociedad alterativa es constante devenir, desborda los promontorios fijos de las mallas institucionales del Estado. En este sentido, se puede decir, que es el Estado el que se defiende, resiste, al desborde creativo de la sociedad alterativa.

 

 

  1. Los movimientos sociales anti-sistémicos forman parte de la vitalidad, de los ciclos vitales, de la sociedad alterativa. Aparecen intermitentemente, cuando las alterabilidades dispersas, múltiples y plurales, diseminadas en el tejido social, se congregan, convocadas por la crisis.

 

  1. Los movimientos sociales son singulares, es decir, únicos.

 

 

  1. Los movimientos sociales son distintos, experimentan distintos ritmos y procesos, además de alcances, que pueden ser limitados o, en contraste, radicales, cuando logran completar su propio ciclo, en forma de politización irradiante.

 

  1. La movilización prolongada boliviana, de características autogestionarias y radicales, anti-estatalistas; predisposición afectiva, subjetiva y voluntaria, que sostuvo el proceso constituyente, el poder constituyente, y la escritura de una Constitución de un Estado en transición Plurinacional Comunitario autonómico, no pudo materializar su proyecto descolonizadoremancipatorio y libertario radical, en un contexto institucional estatalista, que se preservó, a pesar del sismo, en un sistema-mundo capitalista, que permite márgenes de maniobra, en un orden mundial imperial, que puede permitir, aunque sea a regañadientes, gobiernos populares, con tal que no crucen la línea civilizatoria de la modernidad y de las estructuras y diagramas de poder globales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La política en tiempos del estaño y el petróleo

En busca de la política perdida

 

 

 

 

 

 

 

 

Si bien se puede hablar de ciclos largos del capitalismo, de acuerdo a su composición orgánica, técnica e incluso política, contando con la hegemonía de turno, y tomando en cuenta este ciclo largo, comprender también los ciclos largos extractivistas, vinculados a los ciclos largos del capitalismo, además de al rubro más explotado en lo que respecta a los recursos naturales, la pregunta es: ¿si se puede también hablar, aunque sea metafóricamente, de ciclos largos de la política? Esta va a ser nuestra hipótesis al momento de interpretar el decurso de Marcelo Quiroga Santa Cruz en la historia política boliviana.

 

Toda una formación discursiva, vinculada a toda una formación política, que, además tienen que ver con lo que hemos llamado episteme boliviana, se ha dado lugar en torno a la defensa de los recursos naturales. Sergio Almaraz Paz, René Zavaleta Mercado y Marcelo Quiroga Santa Cruz, hacen de referentes singulares del pensamiento político boliviano que asume como tarea la soberanía, la defensa de los recursos naturales, la construcción y consolidación del Estado-nación. Son los hitos de la llamada izquierda nacional. La izquierda internacional no deja de tomar en cuenta la defensa de los recursos naturales; empero, lo hace desde la perspectiva socialista, ya sea bajo la concepción de la revolución por etapas o la concepción de la revolución permanente. El discurso indianista, en cambio, retoma esta defensa en otro discurso, el de la descolonización. Sin embargo, a pesar de estas diferencias, podemos comprender que se trata de la episteme boliviana; con sus diferencias, variantes, corrientes, contraposiciones. Es una manera de pensar, basada en el esquema dualista de nación/anti-nación,  nación proletaria/neo- colonia, nación india/nación colonial.  No deja de pertenecer a esta episteme el pensamiento político conservador boliviano, el pensamiento liberal y el pensamiento neo-liberal, pues también se formulan desde un esquematismo dual, aunque sea contrapuesto al de los otros discursos, mas bien, críticos e interpeladores de la dependencia y de la dominación imperialista. El dualismo conservador establece la oposición entre atraso/progreso, subdesarrollo/desarrollo, competencia/incompetencia estatal.

 

Una episteme es un zócalo, un substrato, vale decir, el conjunto de condiciones de posibilidad histórico-culturales  de las formaciones discursivas y enunciativas de una época determinada. Las singularidades discursivas, incluso las singularidades políticas, no hacen a la episteme como tal, sino a sus manifestaciones concretas; lo que hace a la episteme son las estructuras de pensamiento similares. Intentamos escudriñar el perfil político de Marcelo Quiroga Santa Cruz, su incursión en la historia política y en el pensamiento político boliviano, su incidencia, su huella y también su herencia, a partir del análisis descriptivo de las prácticas discursivas, del análisis descriptivo de las formaciones discursivas, aunque también del análisis descriptivo de las prácticas políticas. En este sentido, retomamos el ámbito colateral de las formaciones discursivas, configurado por los objetos, los conceptos y sujetos de la enunciación.

 

Los objetos en cuestión son los recursos naturales, básicamente los sometidos a la explotación extractivista; en el caso que nos toca, se trata primordialmente del estaño, aunque acompañado por otros minerales, y el petróleo, aunque después aparezca el gas, acompañando, primero, y después, convirtiéndose en el hidrocarburo más importante, desde la perspectiva de la exportación.  Por eso, hablamos de la política en tiempos del estaño y el petróleo.

 

Para la izquierda nacional los recursos naturales, sobre todo, en los periodos que nos toca, el estaño y el petróleo, se convierten en los objetoscampos de batalla, entre la dependencia y la liberación. Para la izquierda internacional estos objetos son, además, objetos que sostienen, como plataforma, la revolución industrial dentro de la revolución socialista, por etapas o permanente. Para el indianismo, no se trata de objetos sino de la pachamama, por lo tanto, de la necesidad de armonizar con los ciclos vitales, con la tierra, y las sociedades y comunidades. En cambio, para los discursos conservadores, se trata de objetos que no pueden quedarse bajo tierra, que deben ser sacados de los subsuelos, exportados, logrando inversiones de capital e ingreso, que pueden ser destinados a la modernización.

 

Los objetos mencionados se convierten, como se ve, en verdaderos campos de batalla “ideológicos”. La formación discursiva que más desarrolla una formación enunciativa en torno a los recursos naturales es la formación discursiva de la izquierda nacional. Marcelo Quiroga Santa Cruz es uno de los portadores de este discurso crítico e interpelador. En Pensamiento propio escribimos: 

 

Marcelo Quiroga Santa Cruz va a ser conocido polifacéticamente, en las etapas de su itinerario; primero, como literato, en su condición de novelista; después, como ensayista y; por último, como político socialista. Las novelas de Los deshabitados y Otra Vez marzo van a ser reconocidas y connotadas internacionalmente. Estamos ante un escritor, un literato, en pleno sentido de la palabra. Preocupado por las expresiones artísticas y estéticas. Lo que no deja que también se ocupe de la candente cuestión política boliviana. Es notoria su oposición a la revolución nacional de 1952, tiene ante ella críticas morales y éticas. No podríamos hablar de una polémica propiamente política, menos que se lo hace, en aquél entonces, desde una perspectiva socialista. Es también difícil sostener, como algunos apresurados han tratado de interpretar, que Marcelo Quiroga hacia una crítica desde las posiciones de clase de la oligarquía terrateniente. En todo ese tiempo está más cerca de la literatura y bastante distante de los intereses materiales; en estas condiciones existenciales, es insostenible esa interpretación provisional, llena de prejuicios, que atribuye a Marcelo  una supuesta “ideología” de clase, una especie de cosmovisión oligárquica.

René Zavaleta Mercado es duro en la polémica con este Marcelo Quiroga Santa Cruz. René Zavaleta más rudo, más experimentado en las cuestiones políticas, más cerca del debate de coyuntura, en tanto que Marcelo Quiroga, mas bien, sensible a los códigos morales; ambos intelectuales están abismalmente distanciados. Uno escribe desde la penetrante experiencia de la revolución nacional (1952-1964), el otro lo hace desde la esfera de la crítica estética y ética desplazada desde los espesores de la literatura. Realidad y ficción no se encuentran.

Podemos decir que es después de la caída del MNR, con el golpe militar de 1964, que Marcelo Quiroga Santa Cruz incursiona decididamente en la política. Una breve reseña de su vertiginosa vida puede resumirse de la siguiente manera:

Durante las elecciones de 1966 consigue ser elegido diputado por Falange Socialista Boliviana (FSB), partido que lo inscribe en sus listas y lo postula.  Entonces es representante del departamento de Cochabamba. En estas elecciones es elegido como presidente el candidato militar General René Barrientos Ortuño. Desde el Congreso Marcelo Quiroga Santa Cruz, en su condición de diputado, efectúa un juicio de responsabilidades contra el presidente elegido. Siendo una voz solitaria - hasta el partido que lo postuló lo abandona -, en un Congreso mayoritariamente barrientista, el juicio de responsabilidades le cuesta el desafuero parlamentario. Después sufre el secuestro, seguido por el confinamiento en Alto Madidi, culminando la represión parlamentaria en la cárcel.

En la memoria popular, Marcelo Quiroga Santa Cruz va a ser conocido como defensor de los recursos naturales. Contando con estos antecedentes, se convierte en el autor intelectual de la nacionalización del petróleo, en su condición de Ministro de Minas y Petróleo (1969), durante el gobierno del General Alfredo Ovando Candía.  Sin embargo, fue ministro durante sólo un lapso, hasta su renuncia, asumida debido a lo que consideraba  la capitulación gubernamental frente a la empresa de petróleos nacionalizada (Gulf Oíl Co.), cuando el gobierno cede a las presiones de la empresa para ser indemnizada.

Ya curtido en la ingrata experiencia política, fundó el Partido Socialista en 1971,  acompañado por un grupo de intelectuales y dirigentes sindicales. Su estadía en Bolivia ha de durar poco, hasta el cruento golpe militar del 21 de agosto de 1971, encabezado por el General Bánzer Suárez.  En el exilio se ocupa de múltiples actividades, entre ellas académicas; es columnista, participa en distintas instituciones y organizaciones, forma parte del Tribunal Socialista con sede en Yugoeslavia. El 1977, cuando se evidencia la crisis de la dictadura militar, retorna clandestinamente a Bolivia, retoma la conducción del Partido Socialista, partido proscrito durante régimen dictatorial; el partido asume otra sigla, va a ser conocido como PS-1. Incursiona como candidato a la presidencia durante las elecciones consecutivas de 1978, 1979 y 1980. En su trayectoria electoral logra conquistar y seducir paulatinamente a un electorado popular y obrero, llegando a aglutinar en las últimas elecciones unos 120.000 votos, logrando de esta manera el cuarto puesto.

En su condición de parlamentario en la legislatura de 1979 retomó la tarea del juicio de responsabilidades a la burguesía, como le gustaba decir; esta vez, el juicio de responsabilidades, se enfocaba en la figura del General Hugo Bánzer Suárez. La alocución de Marcelo Quiroga Santa Cruz fue brillante, minuciosamente trabajada, con una voluminosa documentación de apoyo; su voz aguda y de gran orador fue escuchada ante la impavidez del resto de diputados, que incluso como Guillermo Bedregal se hicieron la burla. 

El programa de gobierno del PS-1, en las elecciones nacionales de 1980, contrastaba con el programa tímidamente reformista que enarbola la UDP; se trataba de un programa de nacionalizaciones frente a un programa que no se atrevía ni a discutir la posibilidad de la nacionalización. Lo mismo ocurrió con el frente de Izquierdas, Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), que tampoco quiso plantearse un programa de nacionalizaciones, a pesar de los reclamos de Domitila Chungara, quien fue reprendida por el propio PC-ML. Este contraste llama la atención en plena apertura democrática, después de la noche de las dictaduras militares. En esta sintomatología se nota la desubicación de la izquierda tradicional ante los acontecimientos políticos, ante la irrupción democrática de las masas. La izquierda tradicional se encontraba lejos de comprender la cuestión nacional y la necesaria recuperación de la soberanía por medio de la nacionalización de los recursos naturales. La UDP prefirió optar por la demagogia nacionalista, demagogia expresada elocuentemente por el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR). El gobierno de la UDP quedó entrapado en dos frentes; un frente con la derecha en el Congreso y un frente con la izquierda obrera, con la Central Obrera Boliviana (COB), en las calles.

La entrega apasionada y comprometida en la lucha socialista y el proyecto nacionalizador lo llevó raudamente a su desenlace fatal, a su asesinato por las huestes militares bolivianas y argentinas.  Esto ocurrió el 17 de julio de 1980; el narco-golpe militar de García Meza y Arce Gómez decidió una guerra sucia y de exterminio, tomando el ejemplo de los militares argentinos. Marcelo Quiroga fue reconocido y herido por los paramilitares que tomaron la sede de la COB, fue apresado y conducido al Estado Mayor del Ejército, dónde lo asesinaron, haciendo desaparecer ignominiosamente sus restos, que hasta ahora no han sido recuperados. Se entrevé una complicidad del gobierno de Evo Morales Ayma con los militares bolivianos para encubrir este asesinato y evitar su esclarecimiento, así como la devolución de sus restos.

Un recuento de sus participaciones puede resumirse de la siguiente manera: En 1952 fundó y dirigió el semanario "Pro Arte"; en 1959 la revista "Guion", dedicada a la crítica cinematográfica y teatral; en 1964 abre el periódico "El Sol". En 1953 es nombrado delegado boliviano en el Congreso Continental de Cultura; en 1969 es expositor en el Congreso Intercontinental de Escritores. En 1957 publica su primera novela Los deshabitados. Junto a Garciliano Ramos de Brasil, Miguel Ángel de Asturias, de Guatemala, Augusto Roa Bastos, del Paraguay, José María Arguedas, del Perú y Juan Carlos Onetti, del Uruguay, recibe el premio Williem Faulkner; premio que es entregado en 1962 a la mejor novela escrita desde la segunda guerra mundial. La otra novela, Otra Vez Marzo, se publica en 1990; se trata de una novela póstuma, aunque inconclusa. Fuera de su labor literaria amaba el arte cinematográfico, incursiona en este campo; en 1964 realiza el cortometraje El Combate. Esta multifacética trayectoria nos muestra el ímpetu y el talento del insigne e intenso intelectual.

Concentrándonos en  su vasta producción de ensayos, de los que hay que hacer una clasificación temática, se puede decir que, algunos de ellos es indispensable nombrarlos por su carácter polémico, otros por su vinculación a la defensa de los recursos naturales. La crítica a la Revolución Nacional se encuentra en La victoria de abril sobre la nación (1960); la crítica a las políticas entreguistas ya aparecen en Desarrollo con soberanía, desnacionalización del petróleo (1967); se retoma esta crítica en Lo que no debemos callar (1968). Un elocuente testimonio se encuentra en Acta de transacción con la Gulf - análisis del decreto de indemnización a Gulf (1970). El análisis y la denuncia consecuente podemos encontrarlos en un libro más elaborado que titula El saqueo de Bolivia (1973);  lo mismo acontece en Oleocracia o patria (1976), donde ya hallamos una caracterización de la estructura del poder en Bolivia, caracterización no disímil a la que hizo Sergio Almaraz Paz[181].

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La huella de Marcelo Quiroga Santa Cruz

 

Si podemos caracterizar rápidamente la incursión política, intensa y vivida, en tanto socialismo vivido, como expresa el libro de Hugo Rodas Morales[182], podemos decir que se trata de las siguientes consignas: nacionalizar el Estado, nacionalizar el gobierno, nacionalizar la política, nacionalizar el pensamiento, sobre la base de la nacionalización de los recursos naturales y las empresas trasnacionales extractivistas.  Este horizonte filosófico-político del programa político, concibe de una manera integral el acontecimiento de las nacionalizaciones; no basta nacionalizar los recursos naturales y las empresas extractivistas, es indispensable también nacionalizar el pensamiento, la política y el Estado. Este es el perfil político intenso, el pensamiento político encarnado, vivido, de Marcelo Quiroga Santa Cruz.

 

Desde esta perspectiva, nacionalizar no solamente significa recuperar para la nación los recursos naturales, las empresas, la economía y el Estado, sino también y sobre todo, desplegar una economía propia, un pensamiento propio, una política propia, un Estado propio, vale decir una gubernamentalidad propia. Por lo tanto, se trata de inventar, crear, constituir, la nación, en sentido propio. La política es tomada como acto de creación, que connota emancipaciones y liberaciones múltiples. La convocatoria de Marcelo es una convocatoria ética-política al pueblo, al proletariado, a la sociedad; al pueblo de la nación sometida, subordinada, subyugada, explotada. Nación, cuya vitalidad debe ser activada, para actuar contra los mecanismos de dominación.

 

Lo que no soportaban los enemigos de Marcelo era su conducta ética, su consecuencia política, su falta de pragmatismo y realismo político. Tenía enemigos enconados en el ejército; los oficiales formados en Panamá lo odiaban, sobre todo porque contrastaba notablemente con lo que ellos eran. También tenía enemigos en los partidos políticos tradicionales; no podían concebir que haya alguien que no contenga ni siquiera una dosis de pragmatismo, una pequeña dosis de oportunismo.  También contrastaba con quienes conciben la política como pragmática de las oportunidades. Así mismo, aunque usted no lo crea, tenía enemigos en lo que se llama izquierda, tanto la izquierda internacional como la izquierda nacional. No podían aceptar esta incursión intensa, brillante, comprometida, tan distinta a sus dogmatismos. Había como un celo oculto, velado y opaco. Por eso se convirtió en el blanco estratégico del imperialismo, de la burguesía boliviana, de las Fuerzas Armadas, de los dictadores militares; todos ellos estaban seguros que era el enemigo principal, pues era como la figura incondicional no-conciliadora con la dominación imperialista. Era el perfil que se proyectaba a la presidencia de la república, a constituir un gobierno revolucionario propio.  Por eso, lo condenaron a morir, por eso urdieron su asesinato, desde la profundidad de sus enconos acumulados, que no era otra cosa que la sumatoria de sus frustraciones.

 

El problema es que su partido no lo entendió; creían que se trataba de socialismo, como toda la izquierda entendía. No era ese el socialismo vivido por Marcelo; su socialismo corresponde a la nacionalización del socialismo. Se trataba de un socialismo construido desde la defensa de los recursos naturales, desde el programa integral de nacionalizaciones. Un socialismo propio, que nada tiene que ver con lo que ahora se llama socialismo del siglo XXI o socialismo comunitario, que son los denominativos de la demagogia populista.  Se trata de un socialismo concreto, como síntesis de múltiples procesos condicionantes,  de múltiples experiencias determinantes, de múltiples memorias constitutivas de nuestras subjetividades. Era algo radicalmente diferente, un acontecimiento político, un horizonte político-cultural, que debería emerger de los cuerpos curtidos de los y las bolivianas, de sus pasiones, de sus memorias, de sus vivencias.

 

Este proyecto se truncó con su asesinato. Nadie lo recogió propiamente; mucho menos el populismo campante de hoy, que solo usa su nombre para desfigurarlo, para escamotearlo, para legitimar las peores incongruencias normativas, como es la Ley Marcelo Quiroga Santa Cruz. Como insignia en las Fueras Armadas, como si el fantasma de Marcelo los perdonara. Todo esto no es más que las figuras grotescas del drama político latinoamericano; sobre el cadáver de los héroes asesinados se erigen los Estados asesinos, usurpando incluso su nombre, para ungir de legitimidad a estos Estados, que siguen entregando los recursos naturales, bajo la figura paradójica de supuestas nacionalizaciones.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Estado rentista y las políticas monetaristas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aclaración

 

Ciertamente no se puede hablar teóricamente del Estado rentista; conceptualmente no hay tal Estado; el Estado es el Estado-nación, en sentido moderno. El Estado es el campo burocrático, núcleo del campo político; es la institución imaginaria de la sociedad. El instrumento administrativo y político de la acumulación de capital. Hablar de Estado rentista es como elevar a la condición política institucional total a un conjunto de políticas económicas, procedimientos y prácticas vinculadas al sistema tributario, de impuestos y de renta. Estas políticas, procedimientos y prácticas, incluso técnicas administrativas, yendo más lejos, concepción económica rentista, no hacen un Estado. Es pues inapropiado hablar de Estado rentista, lo mismo que hablar de “estados canallas” o de “estados fracasados”, que es un uso “ideológico”, descalificador, del conservadurismo académico norteamericano; sin embargo, hay que distinguir el uso teórico de los conceptos, es decir, la práctica conceptual, del uso “ideológico” de los términos y las palabras. Los mismos nombres pueden dejar de ser conceptos para adquirir un carácter más superficial, de uso operativo en el lenguaje práctico. Cuando se habla de Estado rentista se hace hincapié en un uso operativo del término, se remarca el perfil rentista de la economía de un Estado dado. Se está hablando entonces de su forma económica, si se quiere, arriesgando un poco, de su estructura económica; empero, el Estado, aunque sea una institución imaginaria de la sociedad, sostenida materialmente  por el campo burocrático, por el campo político y por el campo institucional, no puede reducirse a un perfil económico determinado.  El Estado sigue siendo el Estado-nación, vale decir, la malla institucional que administra, que legisla, que define estrategias y políticas, que atraviesa las redes y estructuras sociales. Es pues una improvisación discursiva, con pretensiones teóricas, hablar de Estado rentista, mucho más si se habla en los términos descalificadores de “Estado canalla” y de “Estado fracasado”.  

Se trata entonces de una política rentista sostenida por una economía extractivista. Ahora bien, ¿se puede hablar de economía extractivista? Ciertamente cuando lo hacemos nos referimos a la economía capitalista, a sus sistema integral, que llamamos sistema-mundo capitalista, cuya geopolítica divide centros y periferias del sistema-mundo, estableciendo una división del trabajo, donde los centros acumulan y concentran capital, en tanto que las periferias trasfieren recursos naturales, en las condiciones impuestas de los términos de intercambio desiguales, sufriendo el despojamiento y la desposesión. Cuando usamos economía extractivista lo hacemos también operativamente para remarcar el carácter intenso, expansivo y demoledor del ciclo del capitalismo vigente, dominado por el capital financiero, capital que impone una acumulación especulativa, sostenida por la acumulación originaria reiterada del despojamiento y desposesión de los recursos naturales. Entonces ¿cuál es la caracterización apropiada de los países periféricos, cuyo perfil económico es más próximo al modelo primario exportador? ¿Economías dependientes? La dependencia es consecuencia de una subordinación económica a la división del trabajo mundial, impuesta colonialmente por la geopolítica del sistema-mundo. No dejan de ser economías capitalistas, partes componentes de la economía-mundo capitalista. La caracterización no puede sostenerse aisladamente, sino en relación a esta articulación al sistema-mundo.

En realidad, el perfil económico, más que definirse como rentista, se conforma estructuralmente como modelo extractivista; el rentismo es un efecto de esta forma de articulación de la explotación de recursos naturales a la producción mundial, si se quiere, al modo de producción capitalista mundial. Ninguna economía nacional está aislada del sistema-mundo, forman parte del sistema, son lo que son en la medida que están integradas al sistema-mundo capitalista.

Cuando se critica la opción extractivista de los gobiernos, la administración rentista de los ingresos, por el concepto de transferencia y comercialización de recursos naturales, no se debe olvidar esta integración y la articulación de las economías nacionales a la economía-mundo capitalista. Si bien, en el mejor de los casos, esta problemática puede ser asumida emancipadoramente, contando con la decisión consensuada por parte de la población y el pueblo del país de referencia, la realización efectiva de esta salida depende de lo que acontezca en el ámbito de las relaciones del país con el sistema-mundo; de los efectos en el sistema-mundo por la decisión autónoma tomada por el país, así como de los efectos de las decisiones tomadas en el sistema-mundo respecto del país. Esto no quiere decir que se tenga que renunciar a nada; al contrario; de lo que se trata es de proseguir sobre la base de intervenciones autónomas en este ámbito de relaciones inter e infra mundo.

Que un gobierno progresista se haya entrampado en el círculo vicioso de las políticas monetaristas tiene que ver con la debilidad de este gobierno, de sus políticas de Estado, ocasionando poco impacto en el ámbito de relaciones con el sistema-mundo, a pesar de los discursos altisonantes. Esta actitud, a pesar de quererla justificar con discursos “antiimperialistas”, que no hacen mella en el imperio, habla de la inconsecuencia del gobierno progresista en cuestión.

En lo que viene usaremos el termino Estado rentista figurativamente, no tanto metafóricamente, aunque parezca lo mismo, pues la metáfora, que también es figura, tiene connotaciones mayores en la producción de sentido. El Estado rentista será una figura operativa para remarcar el carácter pasivo de las políticas económicas, en contraste con el carácter dinámico de políticas económicas activas, vinculadas a inversiones productivas.

 

Gubernamentalidad rentista

 

A modo de ejemplo, para ilustrar gráficamente, de una manera pedagógica, podríamos decir que el Estado rentista es el Estado que alquila, concesiona, transfiere temporalmente, fragmentos geográficos y geológicos de su territorio a las empresas capitalistas. Así como se decía que, cuando los terratenientes alquilaban o rentaban sus latifundios a empresas capitalistas para que las exploten de una manera capitalista, se trataba de una clase ociosa, que vive y se reproduce de su renta, también podríamos decir lo mismo del Estado rentista; es un Estado ocioso.

 

Ciertamente este es un ejemplo muy simple; sin embargo, puede servir de entrada al tema. Se comenzó a hablar de Estado rentista a partir de la renta percibida por los países petroleros, principalmente árabes; especialmente abastecedores de la energía fósil a los centros industriales del sistema-mundo capitalista. Se comenzó a usar el denominativo de Estado rentista a partir de la crisis del petróleo y de la conformación de la OPEP; toda una corporación internacional de estados petroleros, cuyo principal objetivo es intervenir en la definición de los precios del petróleo. Sin embargo, a pesar de este nacimiento, circunscrito a los países petroleros, se puede extender la acepción a los países que generan su economía a partir de la exportación de materias prima; es decir, la transferencia de recursos naturales a los centros industriales del sistema-mundo capitalista. Por lo tanto, perciben una renta por este concepto, renta que depende de los precios de las materias primas en el mercado internacional. Entonces su economía no solamente puede llegar a definirse como modelo primario exportador, sino que termina adquiriendo el perfil de una economía rentista. Una economía moldeada por este flujo de la renta, la misma que se obtiene, aplicando impuestos y tributaciones al comercio de los hidrocarburos y minerales. Es decir, la renta se obtiene por la venta de las materias primas en el mercado internacional; se trata pues de un ingreso “externo”, en gran parte ajeno a la economía “interna” y al mercado interno del país. Esta relación entre las estructuras económicas “internas” y las estructuras y circuitos “externos” ocasiona deformaciones perturbadoras y duraderas en la economía del país. La economía del país se adormece, pierde dinamismo, se amolda a la recepción de la renta. Las distorsiones son mucho más graves cuando la renta es grande, cuando ocupa la proporción más grande de los ingresos económicos. Cuando el cuadro de los indicadores macroeconómicos es configurado fundamentalmente por la economía rentista. Las distorsiones no se quedan en el plano económico, sino que llegan al campo social, también afectándolo y deformando sus composiciones, sus relaciones y las estructuras de cohesión.

 

La economía rentista es pues una decisión política, no solo por las características de consolidación del Estado rentista, sino por las políticas efectuadas a nivel gubernamental; entonces, el efecto deformador vuelve a alcanzar al campo político, cerrando el círculo. El gobierno promueve políticas económicas, incluso políticas de Estado, es decir, estratégicas, de largo aliento, que preservan la condición rentista del Estado y el país. Ya no se trata solamente de un país dependiente, de la manera como se analiza la dependencia desde la teoría de la dependencia, sino de un país condicionado por la economía rentista; un país anclado en el adormecimiento de la renta. Aunque sus estadísticas muestren crecimiento económico; estas variaciones positivas numérica no expresan otra cosa que incremento en los flujos cuantitativos de la renta; no implican transformaciones económicas, menos transformaciones económicas y sociales. Lo que los economistas llaman desarrollo

 

El Estado rentista no solamente corresponde al modelo económico extractivista; es decir, a una economía basada en la transferencia de sus recursos naturales, lo que lo hace dependiente, sino corresponde, en cuanto al carácter de los ingresos,  a una economía adormecida, estancada en el círculo vicioso de la absorción de la renta. No importa si su economía crece cuantitativamente,  debido al aumento de las exportaciones o al incremento de los precios de las materias primas, lo importante es el cuadro de distribución de la renta y las maneras de absorción de este ingreso. La tendencia es a absorber la renta de una manera no productiva, aumentando el gasto público, incluso el gasto social; pero, en este caso, el gasto social seleccionado prioritariamente tiene alcance coyuntural; no se efectúan inversiones sociales de impacto estructural. Ocurre como si la economía rentista, condicionara las estructuras ociosas de su propia reproducción. 

 

En lo que respecta a los actores de la economía rentista, éstos se aparecen tanto en los perfiles políticos neoliberales así como en los perfiles políticos populistas; la diferencia radica en que los primeros aceptan los términos de intercambio impuestos por el orden mundial, en tanto que los segundos buscan modificar los términos de intercambio. El recurso más consecuente para conseguirlo son las nacionalizaciones. No hay que olvidar que las nacionalizaciones no son requisito suficiente para salir de la economía extractivista y del Estado rentista; pueden más bien afirmarlo, si es que no se trastocan las estructuras de la dependencia y del rentismo, sino se abandona el modelo extractivista, sino, como se dice comúnmente, se industrializa; empero, enfocando la industria prioritariamente al mercado “interno” y no al mercado “externo”. Si se da lugar este último caso, la orientación más al mercado “externo”, se pueden generan deformaciones parecidas a la economía rentista, aunque con otras características y en otro contexto.

 

Se define el modelo administrativo y político del rentismo como deformación exógena en la economía endógena;  esta deformación aparece representada cuando se cuantifican los efectos de las rentas “externas” en los indicadores macroeconómicos, así como en la estructura sectorial. No es del todo acertada esta definición, pues la noción de rentismo quedaría incompleta si no se toma en cuenta el campo político, sobre todo el núcleo gubernamental. Es indispensable saber cómo se gestionan y distribuyen las rentas, cómo se dan y funcionan los mecanismos de reproducción de la economía extractivista y del Estado rentista.

 

Los ingresos provenientes de las rentas de los hidrocarburos son ajenos a la estructura económica propia, sobre todo a la estructura productiva.  Esos ingresos tienen su origen en el mercado internacional, conforman y realizan su valor por el procedimiento de compra y venta de los recursos hidrocarburíferos. Esta es una de las características de los estados petroleros rentistas.

 

Otras características son también rotundas. Una de las afectantes, en sentido subjetivo, es la propagación de una “mentalidad” rentista. Las tendencias económicas y políticas responden a esta lógica extractivista y a la vez rentista; el comportamiento es de-predatorio, contaminante y destructivo, además de tener un alcance coyuntural. Olvidan que la renta es la cuantificación de la concesión geográfica y geológica, que es la obtención de un ingreso dependiente del comercio de los recursos naturales no-renovables. La perspectiva de la inversión productiva y de largo plazo desaparece de la estrategia de estas políticas rentistas;  la estrategia económica se reduce a formar parte del flujo de rentas derivadas de los hidrocarburos.

 

Otra característica de esta economía rentista radica en su vulnerabilidad y dependencia  respecto de los vaivenes del mercado de las materias primas.

 

La tercera característica de la economía rentista tiene que ver con los problemas de absorción de la renta hidrocarburíferas por parte de las economías nacionales involucradas. Lo que acontece entonces es la salida por el despilfarro, ocasionando ineficiencia en el manejo y administración de los recursos,  repercutiendo en el fenómeno de la inflación.

 

En resumen, el Estado rentista  se circunscribe a componer el cuadro de la distribución de las rentas de los hidrocarburos; este cuadro de distribución coadyuva a la pretendida legitimación buscada, por motivos políticos. Se persigue el logro de la legitimación o, por lo menos, de la aceptación social, por medio de designación de partidas destinadas a los servicios sociales, en el mejor caso, a la inversión social, que contemple la construcción de infraestructuras de salud, en el peor caso,  destinadas al acrecentamiento de la burocracia.

 

Cuando el gasto público se incrementa en los periodos de prosperidad estadística, se generan circulaciones dinerarias, que si bien impactan en el comercio, creando la ilusión de bonanza, se trata de circulaciones que consolidan el círculo vicioso de la economía rentista. Esta ilusión de bonanza cae cuando se pasa a los periodos de declinación estadística, incluso cuando la bonanza dura, sus efectos no son producentes, sino, más bien, de estancamiento.   

 

Haciendo aproximaciones interpretativas al Estado rentista, Javier Aliaga Lordemann, en El Estado rentista y su relación con el régimen democrático, escribe:

 

De acuerdo al postulado de la “Maldición de los Recursos Naturales”, los países ricos en recursos naturales no son los más desarrollados; si bien presentan grandes ingresos (rentas) en épocas de precios altos, carecen de instituciones sólidas y niveles de vida adecuados para su población y están expuestos a episodios de volatilidad de ingresos con importantes costos de ajuste (Sachs y Warner, 1995; Leite y Weidmann, 1999).

 

La teoría identifica diferentes causas que explican la relación negativa entre abundancia de recursos naturales y crecimiento económico. La relación entre instituciones (régimen político) y crecimiento se puede explicar en el marco de la generación de rentas por parte de sectores primarios (windfalls), los cuales producen incentivos para un comportamiento rentista debido a muchas razones; por ejemplo, los agentes cambian sus decisiones en inversión productiva por una competencia para la captura de una renta coyuntural.

 

Es de esperar que en un escenario de precios altos de materias primas, la actividad exportadora consolide y profundice la concentración y centralización del ingreso y de la riqueza. En este sentido los actores buscan llevar adelante iniciativas similares pero diametralmente opuestas entre ellos —por ejemplo, el gobierno de Bolivia tiene como núcleo de interés la administración de estos recursos de manera centralizada—; del otro lado, las regiones buscan lo mismo (la administración regionalizada de los recursos).

 

Después de esta introducción Javier Aliaga Lordemann propone definiciones de esta economía rentista:

 

  • En primer lugar el problema se puede enfocar acuñando el concepto de “Estado Rentista” (Huntington, 1991; Yates, 1996; Beblawi, 1987; Mahdavy, 1970). Se entiende como tal aquel Estado que deriva gran parte de sus ingresos de una renta externa —producto de la exportación de un recurso natural no renovable—, y de remesas producto de la emigración y transferencias, donaciones, etc. del resto del mundo.

 

  • Un Estado rentista es aquel cuyas rentas son pagadas por actores externos, con el Estado como actor directo del proceso y donde sólo unos cuantos actores están comprometidos en la generación de esta riqueza y la mayoría sólo está relacionada con el proceso de redistribución o utilización de él[183].

 

 

Estas definiciones adolecen de un exceso de simplicidad; la definición se construye en base a la proveniencia del ingreso monetario, olvidando que para que haya esta proveniencia es necesario que haya explotación extractivista de recursos naturales, recursos que se encuentran en los yacimientos del país de referencia. La situación de esta definición es mucho más pobre y vulnerable que la definición mencionada arriba, cuando hablamos del carácter operativo de este término, que hace hincapié tanto en la materialidad del modelo extractivista como en la administración de la renta percibida. Mencionamos estas definiciones para mostrar otras variantes del término, manejadas por los especialistas.

 

 

Causa y efecto del gasolinazo

 

 

Carlos Arze Vargas, en El gasolinazo desde una perspectiva fiscal y tributaria, hace el análisis de la medida de suspensión de la subversión a los carburantes y el manejo de los impuestos relativos a su comercialización. Escribe:

 

La creación del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) mediante la Ley 3058 del año 2005 significó una modificación parcial en la orientación de la política tributaria que el neoliberalismo había llevado a extremos. ¿Cuál era esta política? ¿Cómo se reflejaba en las cuentas fiscales? Su característica principal era que una parte importante de los ingresos tributarios —cerca de 80%— provenía de impuestos indirectos, impuestos al consumo fundamentalmente, entre los que destacaban el Impuesto al Valor Agregado (IVA), el impuesto a las transferencias (IT) y otros impuestos específicos, como el impuesto al consumo de los combustibles en el mercado interno Impuesto Especial a los Hidrocarburos y Derivados (IEHD).

 

Continúa el análisis:

Pero si discriminamos esos resultados, si diferenciamos el balance fiscal según los distintos segmentos que componen el sector público, veremos que el superávit irá transformándose paulatinamente; es decir, irá reduciéndose paulatinamente por efecto de la aparición de un déficit importante en el Gobierno central. Esto quiere decir que el efecto del importante excedente que genera Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) se irá perdiendo por los resultados que tiene el Gobierno. En otras palabras, en la medida en que el Gobierno no tenga otros ingresos y gasta cada vez más en gastos corrientes, produce un resultado negativo que reduce el efecto positivo de las recaudaciones de la empresa petrolera estatal.

 

El resultado primario del sector público no financiero, decíamos, se tornó superavitario desde 2005, con un promedio de 3,8% del producto interno bruto entre 2006 y 2009. Esto es fundamentalmente un reflejo de los precios crecientes del gas natural exportado; el efecto precio es el que va a empujar hacia arriba a las recaudaciones estatales y permitirá el superávit fiscal. Empero, el resultado fiscal, si se lo calcula sin los ingresos por concepto de exportación de gas natural, se ubica en niveles promedio de -8,6% del PIB entre 2006 y 2009, es decir que el superávit se torna negativo si quitamos esos ingresos de exportación del gas natural. Esto, además de la reducción del superávit fiscal entre 2006 y 2010 por los resultados negativos del Gobierno central frente a los resultados positivos de la empresa estatal.

 

 

Carlos Arze se pregunta sobre el impacto del gasolinazo:

 

¿Cuál era el costo fiscal del gasolinazo? Se recordará que después del D.S. 748 se emitieron diez decretos más que respondieron al objetivo de atenuar la oposición social a la medida. Hemos tomado en cuenta todos los gastos que demandaría la implementación de esos decretos: se planteaba, por ejemplo, aumentar en un 10% adicional el presupuesto de remuneraciones del sector público, que ya tenía un 10% de incremento previo, lo que significaba 110 millones de dólares adicionales; se establecía también el aumento al aguinaldo de los servidores públicos, con un costo que llegaba a 153 millones de dólares; se disponía el pago de refrigerio debido al establecimiento del horario continuo en el sector público, con un costo que ascendía a 83 millones de dólares; se decretaba el incremento del presupuesto para la inversión y la mejora productiva en municipios rurales, con un costo de 97 millones; se disponía un subsidio a los precios de algunos productos agrícolas, que podría alcanzar a 28 millones de dólares; y se disponía de un presupuesto especial de 38 millones de dólares para la empresa de apoyo a los alimentos, EMAPA. El total de esos gastos de carácter paliativo llegaba aproximadamente a 511 millones de dólares, es decir, un monto mayor al subsidio que el Gobierno decía que estaba “desangrando” las arcas fiscales y que sumaría 380 millones de dólares. Sin embargo, creemos que parte de los nuevos ingresos fiscales obtenidos por el incremento del IEHD estaban destinados a impulsar una política —menos publicitada por los funcionarios gubernamentales, — dirigida a alentar la producción de hidrocarburos líquidos por parte de las empresas transnacionales mediante la otorgación de un incentivo a las petroleras. En efecto, varios funcionarios del Gobierno declararon que el precio de 27 dólares por barril de petróleo —precio congelado del petróleo, pagado a los productores en el mercado interno— debería subir a 59 dólares por barril para incentivar a los petroleros a producir más líquidos y reducir la importación de combustibles derivados.

 

 

En conclusión:

 

Para concluir, el gasolinazo significaba no solo la recomposición de la tributación de hidrocarburos, en la cual la parte correspondiente al impuesto gravado a los consumidores pasaba a ser la más importante, afianzando de esta manera el carácter regresivo de la política tributaria, sino que implicaba un retorno a situaciones previas a la aprobación de la Ley 3058, porque el objetivo más importante de la política era nuevamente garantizar ganancias extraordinarias para el capital[184].

 

 

La importancia del análisis de Carlos Arze radica en mostrar la pertenencia de esta medida al modelo monetarista usado como paradigma por el neoliberalismo. De esta manera la medida señala su carácter regresivo en lo que respecta a los objetivos constitucionales de recuperar el control y la soberanía de la economía del país. Por otra parte, nos muestra el efecto bumerang de la economía rentista; lo que se percibe por ingreso de la renta hidrocarburíferas, se pierde en el destino y la distribución de estos recursos, debido precisamente al reforzamiento de las prácticas rentistas, que redundan en la reproducción perseverante de una economía rentista. En tercer lugar, nos muestra que el superávit generado por el incremento de la renta crea una ilusión en el cálculo del resultado fiscal, pues si se lo calcula sin los ingresos por concepto de exportación de gas natural, se ubica en niveles promedio de -8,6% del PIB entre 2006 y 2009, es decir que el superávit se torna negativo si quitamos esos ingresos de exportación del gas natural.  En cuarto lugar, en lo que respecta al costo del gasolinazo,  el gasto es superior a la subvención de los carburantes; lo que muestra el contrasentido de la medida, si tomamos en cuenta los objetivos enunciados. En quinto lugar, nos muestra que el objetivo principal era incentivar a las empresas trasnacionales extractivistas, garantizándole sus ganancias.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Más allá de la política

 

 

La coyuntura que vivimos, a la que habría que analizarla desde la simultaneidad dinámica del tejido del espacio-tiempo, exige trastrocamientos profundos en nuestras formas de comprenderconocer e interpretar aquello que llamábamos realidad, que es sinónimo de complejidad, en la modernidad. Por lo tanto, también exige, obviamente, desplazamientos y rupturas epistemológicas. El horizonte problemático abierto, seguramente por los desplazamientos mismos de la experiencia humana, requiere, hasta exige, estas transformaciones, para poder abordar con la mirada móvil, desde la perspectiva de la complejidad, el acontecimiento de la existencia y el acontecimiento de la vida, la complejidad integral y dinámica misma de la problemática presente. Quizás hasta requiera de la mirada más acá y más allá de la mirada humana[185], volver a tomar consciencia, por así decirlo, metafóricamente, para ilustrar, de nuestras íntimas vinculaciones con los ciclos vitales de la biodiversidad y del universo, en sus distintas escalas.

 

En este sentido, como escribimos antes[186], retomando un enunciado de Jacques Derrida, expresado en Políticas de la amistad[187], es menester ir más allá de la política, de los horizontes esquemáticos del dualismo epistemológico, en el que se encuentra el esquematismo político, en sentido restringido, de la diferenciación del amigo y enemigo[188]. Valga la redundancia, se trataría, en el contexto de la economía política generalizada[189], de la economía política de la política. Este esquematismo ya se ha metido en un callejón sin salida; lo único que tiene adelante es estrellarse contra el muro. Si queremos salir de este callejón sin salida, si queremos evitar estrellarnos contra el muro, es menester salir de la episteme moderna, conformada por los esquematismos dualistas de la racionalidad abstracta, la razón fantasma[190].  Es menester decir ¡Oh amigos no hay ningún amigo!, también, simultáneamente, ¡Oh enemigos no hay ningún enemigo! Más allá de la política es eso; ir más allá del esquematismo político del amigo/enemigo.

 

Parece que, para decirlo narrativamente, usando las representaciones literarias, acostumbradas en la modernidad, hasta ahora, mejor dicho hasta hace un tiempo, este modo de vivir, en la heterogeneidad moderna, ha empujado a las sociedades humanas hasta los mismos límites de lo que puede dar esta episteme moderna. Insistir quedarse detrás del umbral, es como querer quedarse ahí, en la realización corta de una parte de la potencia humana. Para poder desplazarseampliando los horizontes de esta potencia, es menester otra fenomenología de la percepción social. Es menester dejar en el museo los paradigmas, las teorías, de la episteme moderna. Es necesario también dejar la política, en sentido restringido, que se constituye en la definición del amigo/enemigo. Esa política no solo restringe la potencia social, sino que ya lleva al desastre a las sociedades humanas.

 

Parece que los humanos tenemos la posibilidad, si es que no decimos debemos, de tener y asumir otras tareas, lejos de las pequeñas y miserables tareas de competir, de lograr dominar, de enfrentarse y guerrear, en el sentido de las máquinas de guerra de los estados. Las tareas asumidas por los humanos pueden contemplar el asombro del universo o los universos, en sus distintas escalas, desde el big-bang hasta otro big-bang. No vamos a poder asumir estas tareas, que son dignas del ser humano, si continuamos con los absurdos generados por la razón abstracta, por el esquematismo dual, que inhiben la potencia social. Es absurdo, por ejemplo, seguir con esas distinciones simbólicas de países, estados, gobiernos, estrategias geopolíticas. Cuando, por el contrario, se debería aprovechar el conocimiento acumulado, la capacidad tecnológica acumulada, la experiencia social acumulada, las memorias sociales acumuladas, para trabajar, por así decirlo, de manera mancomunada, en auscultar en el universo, en sus distintas escalas, para comunicarnos con los distintos ciclos del universo, los plurales seres, en distintas escalas, buscando, no solo insertarnos de manera integral a estos ciclos, sino aportar en los mismos, en lo que respecta a la creatividad de la existencia y de los universos.

 

Ya, a estas alturas, desde hace un tiempo, es una escalofriante pérdida de tiempo, insistir en ilusiones de dominio, como si estos otorgaran algún sentido a la existencia y al universo. Eso es como una ortopedia de la potencia humana, restringirla a una reproducción simple de la cotidianidad enervada en la “ideología” y los fetichismos inexplicables conformados institucionalmente. Es un absurdo laberintico seguir insistiendo en la contabilidad cuantitativa, abstracta y metafísica, que llamamos capitalismo, creyendo, insosteniblemente, que la riqueza es la acumulación estadística, que no hace otra cosa que crear la ilusión del fetichismo del capital, sostenido en el fetichismo monetario, sostenido, a su vez, en el fetichismo de la mercancía. Esta es pura “ideología”. Es absurdo creer que eso da felicidad; cuando lo único que muestra es la pobreza imaginaria de una sociedad mutilada. Ninguno de estos recorridos vale la pena; ante la oportunidad de liberar la potencia humana, la potencia social, de integrarse a los ciclos del universo y de la vida, ante la oportunidad de comprender la integralidad de los tejidos del espacio-tiempo; todo por lo que han peleado las sociedades humanas en la modernidad no vale la pena. Es una lamentable pérdida de tiempo.

 

¿Quiénes pueden detener esta marcha a la nada de las sociedades humanas? Son las mismas sociedades, los mismos pueblos. Las mallas institucionales de los Estado-nación, del orden mundial, del llamado sistema-cultura-mundo-capitalista, al capturar a parte de la potencia social, a parte de las fuerzas de las sociedades, al concentrar esta captura, induce a las sociedades al absurdo de su propia destrucción. Son los pueblos los que pueden deconstruir, desmantelar, destruir estas mallas de captura, que aprisionan, son las sociedades alterativas las que pueden, haciendo gala de su potencia creativaconstituir e instituir otras asociaciones, otras composiciones, otras combinaciones, otros tejidos institucionales, mas bien, dúctiles, plásticos, cambiantes, usados como instrumentos, al servicio de la potencia social, la potencia humana, la potencia de la vida.

 

¿Por qué los pueblos no lo hacen, por lo menos, desde hace un tiempo, cuando se constató, la marcha al abismo?  ¿Falta de voluntad? ¿Falta de deseo de vivir? ¿Demasiado atrapados en los fetichismos de las mallas institucionales estatalistas? Estas preguntas pueden ser respondidas recurriendo a variadas interpretaciones; pero, lo que importa es, sean las que sean las interpretaciones y las respuestas, tomar la decisión de no seguir el recorrido al abismo.  De detener esta marcha suicida; en cambio, de retomar la capacidad creativa de inventar rumbos vitales, alegres, que aprecien la maravilla de los ciclos vitales de la existencia y la biodiversidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Cuál es el problema político?

 

 

 

 

 

 

 

Esta pregunta no puede ser general, válida para todo contexto, para todo tiempo, por así decirlo; es solo pertinente en relación a una coyuntura singular, teniendo en cuenta la singularidad del contexto y la singularidad del periodo, donde se desplaza la coyuntura. Para empezar, podemos decir que el problema de la política, en la coyuntura actual y en el subcontinente suramericano, es el agotamiento de estilos políticos. Téngase en cuenta que no hablamos aquí solo del agotamiento de la forma de gubernamentalidad política del populismo latinoamericano, contando también con sus “ideologías” barrocas, fuera de sus prácticas y discursos particulares.  Sino también de los estilos neoliberales, de su gubernamentalidad liberal, llevada al extremo de la eficacia de la competencia, entonces reducida a técnica de ajuste estructural; en otras palabras, de privatizaciones, transfiriendo las propiedades públicas a manos privadas, que consideran eficientes, a diferencia de la deficiencia burocrática estatal.  Estos estilos de la política están evidentemente, patentemente, agotados. No vamos a detenernos en las diferencias y distinciones, entre estos estilos políticos, uno elitista, el otro popular; ya lo hicimos antes[191]; no se trata de remarcar lo mismo; nos distraería de núcleo del análisis, por así decirlo.

 

Hablamos del estilo de la política basado en la representación, en la delegación de la voluntad general, que ambos, neoliberales y neo-populistas, a su modo, llamaron democracia. Que no era otra cosa que la institucionalización de la formalidad legal de la democracia, reducida al control estatal, donde el pueblo es apenas nombrado en la Constitución como soberano; empero, este nombramiento, como adulación, conseguía su conformismo, por lo tanto, su legitimación. Mientras que, a nombre del pueblo, ambos, neoliberales o populistas, gobernaban; es decir, conducirán las fuerzas capturadas de la sociedad institucionalizada, en la dirección que sus partidos querían. A nombre del pueblo se hicieron cargo del monopolio político, del control de las instituciones, de las decisiones políticas; todo esto, claro está sin consultar. Cuando aparecen referéndums, aparecen por presión popular; incluso, en estos casos, terminan siendo instrumentalizados, mermados en sus alcances, llevando los resultados a la desvinculación de toda obligación gubernamental a acatar el mandato popular. Terminan siendo solamente consultivos. Para ellos, ambos, de la clase política, basta el Congreso para deliberar, para formar consensos o, si no se puede, para arrollar con mayorías. Sin embargo, el Congreso, donde pululan los llamados representantes del pueblo, responde no a la deliberación popular, que, además, no permiten que se efectúe en lo posible, recurriendo a todos los métodos disuasivos, recurriendo a la aplastante maniobra de los medios de comunicación, sino a los mandos partidarios. Estos representantes del pueblo, en realidad, no deliberan, obedecen órdenes, por más pantomima que hagan con elocuciones estridente, cada vez menos ingeniosas, cada vez más desmanteladas de todo mensaje, de toda coherencia, incluso de estilo retórico.

 

El agotamiento de los estilos políticos de la democracia representativa y delegativa, que, en el fondo, nunca han dejado de ser liberales, en el sentido atribuido en el siglo XIX, solo que, su genealogía se bifurca en dos versiones; la neoliberal, una, la populista, la otra. Se ha agotado el procedimiento de legitimación de esta democracia formal. A todas luces, saltan los signos, las evidencias, de su ilegitimidad, por más legal que sea. Lo que pasa, es que, la base de esta legitimación, la liberal, ha desaparecido, ha desaparecido el pueblo; ha sido subsumido al elogio de las representaciones; empero, efectivamente, en la práctica, el pueblo no ejerce su soberanía nombrada. Por lo menos, en un principio, de estas republicas liberales, después de la independencia, intentaban su legitimación convocando al “pueblo”, que en ese entonces se reducía a los hombres, propietarios privados e ilustrados, además de expansiones a los artesanos. Incluso, las versiones, anticipadas del populismo, las que se enfrentaban a gobiernos conservadores, que pudieron imponerse, a través de caudillos, o, incluso, a veces, por “elecciones”, convocaban al pueblo en su tamaña extensión, fuera de los ámbitos de los hombres propietarios privados e ilustrados. Estas convocatorias, siendo más extensa la populista anticipada, hacían de procedimiento, a escala reducida, en estas republicas oligárquicas, de legitimación. Con el tiempo, pudieron imponerse, primero los liberales, mejorando los procedimientos de legitimación, sobre todo institucionalizándolos, a diferencia del ostentoso descaro de los conservadores, que creían que sus métodos de hacendados podían proyectarse en el Congreso y en el gobierno, además, ungiéndolos con nombres liberales. Después, frente a los liberales, pudieron imponerse los nacionalistas populistas, que contaban, como sus antecesores, con mayor convocatoria popular. Se puede decir que, los que verdaderamente democratizaron la democracia oligárquica son estos nacionalistas populistas. Convirtieron la república en un acontecimiento democrático con la movilización popular, que ellos llamaban nación. Paradójicamente, son quienes llevaron a término la forma liberal en el Estado-nación. Si podemos hablar de democracia en América Latina es ésta, la democracia ampliada por los nacionalismos populistas. En realidad, históricamente y políticamente, los autonombrados liberales, nunca fueron demócratas, ni republicanos, ni siquiera, efectivamente, liberales, salvo quizás los llamados libertadores, que si creían fervientemente en el liberalismo. Como dijo Jorge Abelardo Ramos, en la Historia de la Nación Latinoamérica, la historia en las colonias y pos-colonias no es ni el espejo, ni el reflejo, ni la continuidad, de la historia europea, sino como inversión, donde liberales se comportan como conservadores[192].

 

Esta historia de lo nacional-popular en América Latina tiene su apogeo a mediados del siglo XX, después vive su crisis, para derivar en un desplome, al mostrar no solamente sus límites, sino su decadencia. Sus nacionalizaciones solo mejoran los términos de intercambio, ampliando las arcas del Estado; se detienen en el proyecto de independencia económica. Incluso en el caso donde la sustitución de importaciones, es decir, la industrialización, avanza, pues la estructura económica, a pesar de modificarse, de pasar de su condición agraria a una condición industrial combinada, no deja en la composición integral ser extractivista, manteniendo el carácter de Estado rentista. De todas maneras, esta historia nacional popular fue heroica, por así decirlo, con todas sus contradicciones y titubeos. Llegaron a nacionalizar, efectivamente, al expropiar verdaderamente, a los consorcios trasnacionales; constituyendo, efectivamente, la materialidad económico-política del Estado-nación.

 

Lo que viene después, la versión neo-populista, el llamado socialismo del siglo XXI, de la “revolución ciudadana”, de la “revolución democrática y cultural”, del peronismo kirchnerista, no es más que la comedia, después de compararlos con la tragedia de los populismos nacionales del siglo XX. Lo que pasa en Venezuela, ya lo dijimos, como hipótesis interpretativa[193], es que la revolución bolivariana vive recién su proceso nacional-popular, claro, de una manera actualizadaimbricada por versiones “ideológicas” del socialismo contemporáneo, que no parece ser otra cosas que proyecciones de la inicial socialdemocracia, no la neoliberal europea o, en el caso latinoamericano, la socialdemocracia neoliberal chilena.  De todos los procesos de cambio, el venezolano, parece más auténtico, por esto mismo; incluyendo las contradicciones dramas de la revolución nacional, que experimentaron los populistas del siglo XX. El proceso brasilero es distinto, como lo dijimos en otro escrito[194].

 

El PT no es un partido populista, en todo el sentido de la palabra; es un partido socialista, estructurado en los sindicatos obreros, articulado por una formación marxista de sus cuadros intelectuales.  Lo que llama la atención, en el caso brasilero, es que a pesar de contar con ventajas “ideológicas”, incluso organizativas, incluyendo un movimiento campesino gigantesco, que casi es una sociedad alternativa inmersa en la sociedad brasilera, los del PT, experimenten la misma decadencia que los neopopulismos. Es decir, que lo que se hace en el gobierno, sea una flagrante contradicción son su discurso constitutivo. No hablamos de los desplazamientos discursivos, que adquieren tonalidades barrocas, hasta producen enunciados estrambóticos, pretendiendo un capitalismo social. Conviertan a la burocracia del partido en la burguesía financiera, haciéndose cargo de las AFPS. Terminen usando las empresas del Estado para beneficio privado como terminaron haciendo, al final, los populistas del siglo XX, en su etapa crepuscular, como lo hacen, casi, desde un principio, como estilo particular, los neo-populistas del siglo XXI. En otras palabras, un partido socialista, como el PT, termina absorbido por la gravitación de las estructuras de poder de la dependencia, en la etapa tardía del capitalismo.

Se puede decir, como una de las conclusiones, que la “izquierda” gubernamental de Suramérica no logra impactar positivamente en términos de la liberación nacional, de la independencia económica, tampoco de la profundización democrática, por lo menos, como se esperara; no logra impactar socialmente, en la modificación estructural de la sociedad, conformada y compuesta de desigualdades. En consecuencia, tampoco logra efectivizar el curso de la legitimación. Experimenta su crisis de legitimación.

 

En relación al neo-populismo, también a la versión rezagada, anacrónica y combinada, de la revolución nacional, así como a la versión socialdemócrata tardíaneoliberal, a la versión socialistaburocratizada y aburguesada, las versiones neoliberales tienen la desventaja que ya tenían sus antecesores liberales. Son versiones oligárquicas del liberalismo latinoamericano. Además, y esto es lo más importante, conllevan el límite de su disminuida convocatoria. Si vuelven a aparecer, como en el caso argentino, es porque a los neo-populistas se les fue la mano. Se ungieron de extremo engreimiento, de petulante impunidad, creyendo que bastaba con políticas asistenciales, incluso fragmentos del Estado de bienestar, combinadas con una forma, que nunca dejó de lado el marco monetarista neoliberal, tampoco la proyección de subordinación dependencia de la economía extractivista. El cansancio de parte de sus votantes, el descrédito conseguido, empujó a optar a esta parte de los votantes por otras caras, aunque sean las mismas que sacaron, después de las crisis económicas y estatales, además de sociales, que provocaron las políticas neoliberales aplicadas. Por su estrecho margen de maniobra, los neoliberales que retornan al poder, tienen poco tiempo de paz, antes de ingresar al torbellino de la crisis múltiple del Estado y de la economía, que va adquirir características más marcadas de dependencia y sumisión.

 

Contando con la interpretación descriptiva que expusimos, podemos conjeturar que el problema político, en la actual coyuntura suramericana, es el agotamiento de la legitimación liberal, incluyendo sus proyecciones, en tanto versiones técnicas neoliberales, o en tanto versiones demagógicas del neopopulismo, incluso, a pesar de sus avances sociales, en tanto la versión tardía de lo nacional-popular, además de las prolongaciones socialdemócratas.

 

En consecuencia, no se puede considerar como salida de la crisis política y de la crisis social la opción por cualquiera otros, con tal de no ver las mismas caras farsantes y comediantes del neopopulismo, de la anacrónica revolución nacional popular, de los socialdemócratas. Pues esta opción no hace otra cosa que volver al punto de partida de la crisis política, económica y social, en la historia reciente latinoamericana. No hace otra cosa que iniciar, nuevamente, con las condiciones de despojo desposesión, que ocasionaron las movilizaciones populares. La salida no puede hallarse en las manifestaciones de enojo.

 

La crisis, en su contexto mayor, es la crisis relativa a la forma de Estado, al Estado-nación, a las formas de gubernamentalidad liberal, sean neoliberales o neo-populistas, o socialdemócratas. Esta forma de Estado está agotada; ya no tiene nada que ofrecer a las luchas emancipadoras y libertarias. La democracia liberal, formal, reducida a la representación y delegación, usurpadora de la voluntad popular, está agotada. No hay ninguna salida por aquí. Solo una exacerbación de la ilusión, que no es otra cosa, que una manera edulcorante de barnizar la sumisión, la subordinación, el deseo escondido del amo, puede mantener estas conductas y comportamientos populares, inclinados por estos estilos políticos, desmantelados y vaciados de todo contenido.

 

En la coyuntura, contando con la complejidad de la crisis, además de los niveles de intensidad de la crisis, las sociedades, los pueblos, tienen la tarea imperiosa, de liberar su potencia social más allá de la política, en sentido restringido, más allá de las revoluciones, dadas en la modernidad. Tarea que exige creer y confiar en su propia potencia social, en su capacidad e inventar otros mundos, otras asociaciones, composiciones y combinaciones sociales; fluyentes, flujos inventivos, que se encuentran más allá de la sociedad institucionalizada, más allá del Estado; por lo tanto, más allá del imperio y el orden mundial del sistema-cultura-mundo capitalista. Como sociedades alterativas, que en el fondo lo son, tienen la tarea de constituirse e instituirse como sociedades autogestionarias.

 

Democracia o simulacro

Autogestión, autogobierno, o simulación

 

 

 

 

 

 

No es en las elecciones donde se encuentra alguna salida, tanto si se apoya al oficialismo, peor si se apoya a la oposición; a pesar de sus diferencias. Lo que los acerca es mucho más de lo que los aleja. Sobre todo, en lo que respecta a la emancipación y liberación. ¿Entonces, qué hacer ante las elecciones? Menudo dilema, si hay que escoger entre los usurpadores de los movimientos sociales, que hablan a nombre de ellos, y los de la oposición, preponderante neoliberal. Teniendo en cuenta, sobre todo, que no es una elección inicial, sino una de tantas, en las cuales se ha apoyado al oficialismo “progresista”, evitando fortalecer a los neoliberales derrocados. Después del desencanto y el develamiento de los límites y el conservadurismo de los “progresistas”, es menudo el problema, pues no se trata tampoco, como antes, de fortalecer al neoliberalismo derrocado.

 

Algunos hablan de “fortalecer la democracia”, darle una “oportunidad a la democracia”. ¿De qué democracia hablan? ¿De la liberar, que es una reducción institucional de la democracia? Olvidan que nunca hemos salido de esta democracia liberal; la misma que se ha manifestado en toda su desenvoltura, mostrando las ataduras, las limitaciones, las restricciones, las hipostasis, de la democracia. Lo ha hecho antes con los liberales, a su manera, con una ciudadanía restringida; lo ha hecho después, con los nacionalistas revolucionarios, quienes, si bien ampliaron universalmente la ciudadanía, terminaron convirtiendo la democracia en una práctica clientelar generalizada. Lo ha vuelto a repetir con los neoliberales, que a nombre del nuevo liberalismo técnico, basado en la competencia, han reducido la democracia al suspender los derechos laborales y las conquistas sociales. Ahora, con el neo-populismo, la ciudadanía se vuelve a ampliar con los derechos colectivos, empero, reiteran recurrentemente en convertir la democracia en una práctica clientelar generalizada y convulsiva. Si se va a “fortalecer” esta “democracia”, lo único que se hace es repetir la misma historia, con otras formas, figuras, discurso y personajes. El estar cansado de unas caras y buscar nuevas caras, cualesquiera sean estas, no es ningún fortalecimiento de la democracia, sino es fortalecimiento del círculo vicioso del poder, en distintas versiones.

 

La democracia solo se puede fortalecer con el ejercicio pleno de la democracia, el gobierno del pueblo; es decir, el autogobierno, la autogestión, la autodeterminación, el consenso. Lo demás es pura demagogia, salida fácil, ilusoria, repitiendo lo mismo. El problema no radica en porque los que están ahora en el gobierno son unos nefastos personajes, son culpables; en todo caso, todos los gobernantes lo serían, los unos y los otros, y los que vendrán. Sin embargo, sin necesidad de salvarlos de ninguna responsabilidad, que la tienen, estos personajes son apenas engranajes de una maquinaria fabulosa que es el Estado. Maquinaria imaginaria e institucional.

 

La política, en sentido pleno, no institucional, restringido, corresponde al ejercicio de la construcción colectiva de la decisión política; por lo tanto, del consenso. La política es la abolición de la desigualdad, de la jerarquía, de la diferencia social. La política se efectúa bajo el supuesto compartido de la igualdad, de la equidad, de la equivalencia y de la similitud. Se podría decir que la política se realiza en la asamblea; aunque esta no sea solamente la asamblea en sentido de reuniónconcentracióncongregación y deliberación inmediata, en un lugar específico. Puede proyectarse en múltiples asambleas conectadas, vinculadas, asociadas; puede diferirse en sucesiones deliberantes; lo importante es la participación social y de colectividades en la construcción de la decisión política

 

Si no hubiera pasado tanta agua bajo el puente, si no se tuviera la experiencia social de las historias políticas de la modernidad, quizás se podría aceptar que hay que aprender de nuevas experiencias de nuevas versiones de la democracia institucionalizada, buscando mejoras institucionales. Sin embargo, este no es el caso; al contrario, se tiene demasiada experiencia al respecto. Ya se sabe que varias versiones, por no decir todas, de la democracia restringida y de la política restringidainstitucionalizadas, no son otra cosa que simulaciones de la democracia. Entonces, lo que queda, es salir de este horizonte limitante, formalizado e institucionalizado, del Estado liberal, en sus distintas formas, e inventar otros horizontes, abiertos, aperturantes, que liberen la potencia social.

 

¿Qué esto es una utopía? ¿Qué esto está lejos, sino se dice que es imposible? No es una u-topia, en sentido de en ningún lugar; no está lejos; al contrario, está aquí, en el presente, en todos los lugares; es la sociedad alterativa. El problema es que esta sociedad alterativa se encuentra invisibilizada ante la mirada estatalizada, incluso de los “revolucionarios”. Solo ven la sociedad institucionalizada; la imagen del espejo del Estado.

 

La tarea, entonces, es liberar la potencia social; en esta perspectiva, liberar lo que efectivamente ocurre respecto de las representaciones estatalistas, institucionalizadas, que interpretan lo que miran, solo la sociedad institucionalizada. La tarea es dejar que se derrumbe el castillo de naipes de las mallas institucionales y se evapore el mundo instituido de las representaciones. Para que ocurra esto es menester no reproducir el castillo todos los días, no rehacer constantemente el mundo de las representaciones. En otras palabras, se trata de dejar de hacer poder, de reproducir el poder, las instituciones que capturan parte de nuestras fuerzas, para reproducirse y funcionar. Ahora bien, este dejar de hacer poder no es pues tarea fácil, debido a que el poder está cristalizado en nuestros huesos, inscrito en la superficie de los cuerpos, internalizado en el espesor de los cuerpos, constituido como subjetividades sumisas, subalternas, conformistas.

 

Diremos entonces, que la tarea de las tareas es ayudar a des-cristalizar el poder cristalizado en los huesos, ayudar a des-inscribir el poder de la piel del cuerpo, ayudar a des-constituir y des-internalizar, es decir, expulsar el poder hundido en la carne. ¿Cómo se hace esto? El activismo libertario, liberador de la potencia social, es toda una pedagogía política.

 

La tarea de los y las activistas libertarias, no solo en Bolivia, sino en el continente, no solo en el continente, sino en el mundo, es realizar esta pedagogía política. La tarea de los y las activistas libertarias es liberar la potencia social; es decir, activar la potencia social inhibida por el poder, por el Estado, por las mallas institucionales, por los partidos, por los representantes del pueblo.

 

Ahora bien, esta tarea primordial, que adquiere su singularidad múltiple y plural, en distintos contextos y coyunturas, no exime de responder en coyunturas específicas, como estas, cuando se enfrentan electoralmente dos opciones de las formas del poder; una pretendidamente de “izquierda”, otra pretendidamente institucional, incluso “democrática”.  La pregunta no es ¿qué hacer? Por lo tanto, la respuesta tampoco es a esta pregunta. Este es un tema que desbeberían resolver las organizaciones sociales, si tuvieran la libertad y la holgura de deliberar, reflexionar y buscar un consenso al respecto, por más provisional que fuera.  Pero, esto no va a ocurrir. Las organizaciones sociales están cooptadas por el gobierno, atravesadas por relaciones clientelares. No hay vida democrática en las organizaciones sociales; las dirigencias se han distanciados de su bases y las manipulan, en beneficio de su relación clientelar con el gobierno. Por lo tanto, estamos ante un panorama un tanto desolador. Las dirigencias obedecen órdenes, los oficialistas se entrampan en sus propias redes, las bases desencantadas, pueden persistir en seguir apoyando, a pesar de todo, para evitar que suban los que fueron derrocados por la movilización;  empero, quizás otra vez no lo hagan, por lo menos, parte de las bases; lo que bastaría para dar otros resultados electorales.

 

Si se diera el caso de la última alternativa, ocurriría algo parecido a lo que ha acontecido en Argentina; los populistas habrían construido su derrota. Si esto pasara, el desenlace no depende, ni dependía, de ninguna manera, de la decisión que tomen los y las libertarias, que interpelan la simulación democrática institucionalizada. No son ni serían responsables de lo que ocurra o haya ocurrido; pues, independiente de la influencia que puedan tener, que puede ser, mas bien, escasa, el desenlace se habría preparado en la trama de procesos de cambio truncados, precisamente por la restauración de las estructuras de poder, por los juegos de poder reiterados y por no haber salido de los círculos viciosos del poder.

 

¿En estas circunstancias, un apoyo crítico al oficialismo “progresista”, ayuda a mantener la oportunidad, en el proceso de cambio, en decadencia, para la reconducción?   ¿En estas circunstancias, que vuelva el neoliberalismo, en cualquier versión, ayuda en la pedagogía política? Comenzando por lo segundo; esto no es más que volver al principio, cuando la crisis económica, social y política, desatada por las políticas de ajuste estructural, por la implantación del proyecto neoliberal, generó la movilización social. Siguiendo con lo primero; no. Ya lo hemos visto, el populismo, el progresismo, no son ninguna oportunidad al proceso de cambio, son sus termidores de “izquierda”, por así decirlo. Sin embargo, hay una diferencia, en lo que respecta a la pedagogía política. Hay que aprender que las salidas al poder, al capitalismo, al extractivismo, a la dependencia, al machismo, a la colonialidad, no están en estos proyectos políticos, que son otras versiones de poder. Incluso, es menester aprender que no está en el socialismo real, que, en comparación con las anteriores versiones, ha ido más lejos; por lo menos, en la práctica, ha intentado otra forma de Estado, no liberal, otra forma democrática institucional, no liberal. Si se retorna al principio, como es el caso de la segunda pregunta, es más difícil este aprendizaje. Pues, la mayoría popular, no tardará en extrañar los buenos tiempos del populismo, del progresismo, del socialismo del siglo XXI, del “socialismo comunitario”; otra vez ilusionándose con los mitos políticos. Otra vez desconfiando de su propia potencia social, que es la que explica la permanencia en el poder de unos de otros; solo que se trata de parte de las fuerzas de la potencia social, capturadas por las mallas institucionales

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Atrapados en sus propias redes

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un refrán popular dice sabiamente: El cojo echa la culpa al empedrado. Ocurre algo parecido con los que pierden las elecciones nacionales. Nunca se asume la derrota por identificación de errores cometidos, salvo, el caso, de exiguas honradas excepciones. Esto pasa con el populismo latinoamericano. Si bien se puede aceptar su calificación de que se diferencian de los neoliberales, porque tienen una actitud más nacional, más popular, incluso más social, que el proyecto político de despojamiento y desposesión de los recursos naturales, de las empresas públicas, de los ahorros de los trabajadores, suspendiendo derechos sociales; el problema es que, a pesar de esta distinción política, se encuentran más cerca de sus detractores o contrincantes neoliberales, que de la imagen que ellos mismos asumen de manera autocomplaciente[195].

 

A su manera, asumen la tesis apocalíptica o apologista del fin de la historia; su gobierno, se lo llame populista o progresista, es considerado como el fin de la historia; el gobierno que esperaba la nación y el pueblo. Después de ellos, los populistas, no hay nada, salvo los reaccionarios. Esta “ideología” de la autocomplacencia es la que les baja las defensas, por así decirlo, usando esta metáfora médica. Como apóstoles de la nación y el pueblo se consideran como héroes, incluso como libertadores o liberadoras, a los que debe estar agradecido el pueblo y votar, en gratitud, siempre por ellos y por mayoría. Este engreimiento, pero, además, apreciación equivocada, pues no son otra cosa que representantes del pueblo, en el más suave tono de su clasificación, o usurpadores de la voluntad popular, dicho en tono más fuerte, los arrastra poco a poco a la derrota.

 

Incluso, al sentirse impunes, protegidos por el aprecio popular, comienzan no solo a cometer errores, que cada vez son más crasos, sino retoman las practicas corrosivas heredadas del poder. Estas actitudes, la de la autocomplacencia, la de no reconocer errores, la de las prácticas de la economía política del chantaje[196], refuerzan el camino al desastre.

 

Este comportamiento parece un síndrome de la clase política; les ha ocurrido a las distintas versiones y posicionamientos políticos, comprendiendo, claro está, sus distintas versiones, además sus distintos grados de intensidad y alcance. Es más sobresaliente el síndrome político de la autocomplacencia cuando deriva del populismo, del progresismo, incluso, teniendo en cuenta las diferencias de la revolución en curso, del socialismo real[197].

 

En el análisis de este fenómeno político y psicológico, en su coyuntura poselectoral, no es tan importante volver a repetir la caracterización del ganador neoliberal, pues, esto, de alguna manera se sabe, por la experiencia social y la memoria social, aunque perentoriamente se olvide. Lo que es importante, para lograr una aproximación explicativa coherente, es descifrar esta actitud de auto-contemplación, de autocomplacenciaapologética, que cuando se encuentran ante la cruda realidad, ante la derrota evidente, no atinan a otra cosa que a culpar a la conspiración de la “derecha”, al dinero de la “derecha”, a sus medios de comunicación y medios operativos, a sus vínculos con el imperialismo. Llama la atención este tipo de explicaciones; es como si se esperara que el contrincante,   que el opositor, si se quiere, el enemigo, no haga nada, no ataque, no se defienda, no resista, no accione sus medios e instrumentos, en lo que respecta a la recuperación del poder. Algo tan insólito como si, en un partido de futbol, el equipo popular esperara que el otro equipo, el de élite, no haga nada, y se deje meter goles.

 

No se pueden ocultar las responsabilidades en la derrota. En vano se dan gritos desesperados de exigencia, casi coercitiva, de que si no votan por ellos, los representantes del pueblo, los populistas, viene nuevamente a gobernar la “derecha” neoliberal, que les quitará los derechos conquistados y los beneficios sociales logrados. Esto, el decir este elocuente chantaje, vuelve a patentizar el estilo caprichoso de personajes engreídos, que se consideran el centro del mundo. Los únicos responsables de la derrota, para decirlo esquemáticamente, sobre todo para ilustrar, son estos engreídos populistas, que se aposentan en las esperanzas y expectativas populares, primero; después, en la expansión de las relaciones clientelares, y por último, en una desubicación histórica y política. En resumen, fueron los constructores de su propia derrota.

 

El problema es que una parte de los votantes que los apoyaban, sosteniendo la ilusión populista, se cansan de esperar, de ver que sus representantes hacen lo mismo que los representantes de la burguesía y de la oligarquía o de la pretensión técnica de los neoliberales. Lastimosamente este cansancio y desencanto no se manifiesta como autodeterminación, autonomía y autogobierno social, sino se detiene en la encrucijada o el dilema falso de escoger entre las opciones acostumbradas, la neoliberal o la populista, aunque, en ambos casos, se cambie de nombres y de versiones. Ciertamente hay olvido, pero, también, un recuerdo inmediato, una certeza inmediata, de que la situación no cambia mucho con los populistas, en comparación con los efectos sociales, sobre todo extractivistas, de los neoliberales.

 

Este problema del circulo vicioso del poder[198], que se da como una alternancia intermitente entre “derechas” e “izquierdas”, que cuando están en el gobierno, tienden a parecerse, no es la única causal, por así decirlo, de la derrota. Como anotamos a la rápida, también el pueblo tiene su cuota aparte; sigue atrapado en el fetichismo institucional, en el fetichismo del Estado, en el fetichismo del poder, al considerar que estos fetichismo son la realidad, al no darse cuenta que son sus propias construcciones, que las reproduce, como deseando el amo todos los días. No cree en sí mismo, en su potencia social, salvo cuando la crisis social y política lo lleva a movilizarse, incluso a sublevarse. No logra salir tampoco del círculo vicioso del poder.  No cruza los límites de este horizonte de las dominaciones polimorfas, instauradas en la modernidad; no inventa nuevos horizontes, como cuando lo hace, escasamente, en tiempos de rebelión. No tarda en arrepentirse de haber hecho ganar al neoliberal. Sin embargo, hay que anotar, en descargo del pueblo, que, en verdad, si se considera el esquematismo dual en el que está metido, tampoco era una solución votar por los que se burlaron de él.

 

La salida política no está en satisfacer el agobio del cansancio, la sorpresa del desencanto, de manera provisional y apresurada, casi por enojo, sino en recurrir a su potencia social, a su capacidad creativa y de invención, como cuando se subleva y ocasiona revoluciones. Quizás, ahora, en el crepúsculo de la civilización moderna, las salidas ya no se encuentren en nuevas revoluciones, que han ampliado los horizontes histórico-políticos de la modernidad, sino en producir otros horizontes civilizatorios. Primordialmente, sustentados, fundamentados, en las capacidades autogestionarias sociales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Callejones sin salida  

Estrategias suicidas del progresismo mutilado

 

 

 

 

¿Cómo se llega a callejones sin salida? En otras palabras, ¿cómo se encierran, los de la clase política, cayendo prisioneros de sus propias ficciones? O, también, ¿cómo se atrapan en sus propias redes, como escribimos en un artículo[199]? ¿Qué hace, qué empuja, a los gobernantes, a seguir la ruta de su propio atolladero? Esta pregunta, dicha de distintas maneras, es importante, para comprender un síndrome de la clase política, sobre todo de la gobernante; el síndrome de la auto-referencia autocomplacientesíndrome que produce una especie de encaracolamiento[200]. Sumergidos en su propia concha de ficciones, de imaginarios, de mitos y narrativas apologéticas de sí mismos, se hunden en la oscuridad de su propio suicidio. Construyen su derrota.

 

No parecen explicables estos fenómenos de enajenación y narcisismos, combinando fetichismos enamoramiento de la propia imagen, solo por los microclimas de las burbujas del poder. Burbujas de la ceremonialidad del poder, que aíslan a los gobernantes, a sus representantes, a la burocracia estatal, en la atmosfera seductora del monopolio legítimo de la violencia, sea ésta simbólica o descarnada. Hay otras circunstancias y condiciones, hay otros engranajes y mecanismos, cuyo funcionamiento ocasiona prácticas reiterativas, que ejercen el poder de la manera cómo también lo erosionan. Por ejemplo, el abuso del poder, el desborde de prepotencia, las señales de una creencia insostenible en la impunidad lograda. En el caso, de las llamadas “izquierdas”, también gobiernos progresistas, que son, en realidad, las nuevas versiones del populismo latinoamericano, se encubre esta decadencia con discursos altisonantes, pretendidamente “revolucionarios”. Aunque vacíos de contenidos, repetitivos de formas desgastadas de anteriores discursos, que si jugaron un rol crítico, una función interpeladora, como dispositivos expresivos de convocatorias populares, en las luchas sociales y nacionales emprendidas; en coyunturas, donde estos discursos emergían de la convulsión de los cuerpos sublevados. Empero, cuando después, cuando se pierde su vinculación con el acontecimiento subversivo, cuando adquieren su tono de legitimidad lograda, incluso institucionalizada. En el mejor de los casos, cuando forman parte de la memoria social de las luchas, se recurre al uso de estos discursos, que ya resultan anacrónicos, en un presente, que exige nuevas emergencias de lucha, nuevas formas de expresión, de interpelación y de estrategias, los discursos desempolvados resultan, mas bien, adormecedores de la voluntad combativa, y calmantes de consciencias desdichadas, que buscan desesperadamente en la actuación y montaje parecerse aquellos héroes de las revoluciones pasadas.

 

No se sabe por qué creen estos personajes, de los neopopulismos, que son “revolucionarios”, solo porque lo dicen, se autodenominan como tales, usan viejos discursos de antiguas revoluciones, aparecen en las representaciones mediáticas, como si  lo fuera, se esmeran por emitir discursos estridentes y pretendidamente subversivos, cuando no hacen otra cosa que ser elocuentemente sonoros en evocaciones teatrales. Por otra parte y siguiendo esta ruta, creen que por el hecho de que son “revolucionarios” por esencia, por una esencia transmitida por la gloria de revoluciones pasadas, como arte de la metafísica de la historia, el pueblo tiene que seguirlos, obedecerlos, defenderlos siempre, además de engreírlos. ¿Qué los lleva a pensar y esperar tal cosa? Es que tienen un esquema inocente, ingenuo y simplón de la historia política y de las contradicciones sociales. La narrativa gubernamental de estos “revolucionarios” de la modernidad tardía, se resume a una epopeya trasnochada, donde el héroe o los héroes, que son ellos, son los portadores del bien, los intrépidos protagonistas que destruyen el mal, que matan a la serpiente alada de varias cabezas. La narrativa oficial convierte a los caudillos en profetas mesiánicos que han venido a conducir al pueblo a la tierra prometida. La narrativa oficial deja poco para los hechos de la historia efectiva, deja mucho menos para el despliegue autónomo del pueblo sublevado, convertido en fiel seguidor y creyente del mesías caudillo. Mientras vive el caudillo, los que lo acompañan se iluminan de su luz irradiante, de su voluntad desbordante y consecuente; cuando ya no está el caudillo, se convierten en los herederos de la divinidad, de la legitimidad del profeta ausente. En estas condiciones, la recurrencia compulsiva, obsesiva, que se vuelve trillada, a la imagen del caudillo ausente, muestra más desesperación que certeza, más vulnerabilidad que fortaleza. Este ya es un síntoma del derrumbe, al que no se ve aproximarse, pues la bulla envolvente de la ceremonialidad del poder, que ahora, también es ceremonialidad de duelo, la estridente discursividad retórica, cada vez más ilusoria, tienden una niebla espesa de espejismos, que enceguece a los gobernantes.

 

Si a todo esto le sumamos una de las costumbres más antiguas, arraigadas al poder, el de la corrupción, entonces asistimos, no solo a la marcha irresistible al suicidio, sino al apresuramiento grotesco de la muerte, a través del deterioro ético y moral. Son precisamente estos personajes, los que combinan estas composiciones explosivas y destructivas de la cohesión social, de la subjetividad y de la moral, los que reclaman más airadamente el reconocimiento de su “sacrificio”, los que reclaman la obediencia sin miramientos y sin objeciones del parte del pueblo. Y son precisamente estos personajes los que cometen los más insólitos errores políticos y económicos; como si buscaran, inconscientemente el castigo a sus culpas acumuladas.

 

¿Cómo se explica que los portadores del pretendido discurso antiimperialista no solo persistan en el derrotero de la dependencia, al mantener la economía extractivista y el Estado rentista, sino que los expandan de manera intensa? ¿Cómo se explica que continúen con políticas monetaristas, diseñadas por el imperio? Pueden pretender adulterar estos diseños del capitalismo financiero; empero, atiborrando esa lógica, que tenía su coherencia aritmética, con distintas modalidades de cambio. ¿Cómo explicar que la burocracia, en vez de esmerarse en mejorar las relaciones con las organizaciones autónomas, sociales, comunales, transfiriendo competencias, se cierre, se empodere, se jerarquice, destacando una distancia con el pueblo, y sobre todo, obstruyendo la distribución de recursos, y buscando evitar el fortalecimiento autónomo de las organizaciones y las comunidades? ¿Cómo se explica que en vez de profundizar la democracia, llevándola a las formas participativas, mas bien, refuercen las formas liberales, de delegación y representación, de jerarquización institucional? En vez de construir consensos, incluso con los otros, en temas donde se puede hacerlo, mas bien, aticen la guerra, llevándola al extremo de la ir-reconciliación. Aquí, recordamos lo que escribimos antes, en otros textos[201]; los enemigos son cómplices de la reproducción del poder, del círculo viciosos del poder; en realidad, se necesitan, requieren de su antagonismo, para justificar su presencia lamentable, su representación y delegación persistentes y usurpadoras. Los personajes gubernamentales, que ya se encuentran en el atolladero descrito, requieren imperiosamente del enemigo; si no está claro, entonces hay que inventarlo, producirlo, empujar al otro a que lo sea.

 

En un momento, mas bien, en un periodo, cuando se sienten en la gloria, adquieren la ilusión de su eterna impunidad. Algo de por si insostenible. Entonces envalentonados, arrecian en políticas exageradamente agresivas, estridentemente acusadoras, blandiendo la débil tesis de la conspiración; reprimen, suspenden derechos y libertades. Lo sorprendente que no solo lo hacen con el enemigo sino con los y las que se pueden considerar parte del proceso de cambio. Solo que en este caso, sus críticas, de estos excompañeros, ex-revolucionarios, ex-aliados, les parece coincidir con el imperialismo. Es cuando, como quien dice, abusando de la metáfora, empero, ilustrando, se sospecha hasta de la propia madre.

 

Las conquistas logradas, las fuerzas acumuladas, la convocatoria lograda, comienzan a ser mermadas, desde sus cimientos, cuando, basados en estos logros innegables, refuerzan la ilusión de que son los portadores del fuego santo, y de que está en marcha una “verdadera revolución”, que además corrige, los límites de las anteriores revoluciones. Se trata de una “revolución del siglo XXI”. A esta ilusión colectiva y delirante de la clase política gobernante, coadyuva el apoyo apologético de los intelectuales de “izquierda”, quienes, como en el periodo heroico de la revolución proletaria, y sus subsiguientes contradicciones, no atinaron hacer críticas sino a ocultar las contradicciones, las caídas en el Estado policial, las masacres a nombre, nada menos que, de la revolución. Las críticas quizás hubiesen ayudado, por lo menos, a una discusión esclarecedora, sino a reconducir los procesos revolucionarios. De la misma manera. Los intelectuales de “izquierda”, de ahora,   con menos perfil que los de aquel tiempo, hacen lo mismo, no solo con sus indulgencias, no solo con sus apologías, sino con interpretaciones débiles, empero edulcorantes. Es cuando se hace notorio que estos intelectuales comparten la misma narrativa inocente de la epopeya del caudillo y su partido. Pueden llenar de flores conceptuales a esta narrativa simplona, pretendiendo desplegar una teoría; empero, la teoría no aparece por ningún lado, salvo la repetición trillada de figuras, metáforas, analogías, con revoluciones y discursos pasados. Entonces estos intelectuales de “izquierda” acompañan al entierro, creyendo que asisten a la marcha irresistible de la “revolución verdadera”. Son los sacerdotes que santifican a estos gobernantes poseídos por el síndrome del poder, el síndrome de los actores de un drama ya dado, ya conocido, pero que se repite con variaciones.

 

Sin embargo, como la historia efectiva transcurre, independientemente de la historia representada, de la representación de la historia, no tarda de retirar la niebla como antorchas incandescentes.  No tarda de hacer explotar las burbujas, donde se resguardan los microclimas de las ceremonialidades del poder, manteniendo la presencia de sus símbolos inmóviles en un mundo efectivo de flujos dinámicos y cambiantes. El pueblo, al que se lo había reducido a la condición de creyentes desvelados, se cansa de esperar, de escuchar, de asistir al teatro de una revolución que no llega. Lo que ve, mas bien, en vez de esto, es algo parecido a lo que había antes, con los gobiernos derrocados, solo que ahora se lo hace en masa, de manera más exaltada y extendida. Lo que, al principio fue como buenas señales de lo que comenzaba como promesa, las primeras nacionalizaciones, las medidas sociales, la Constitución, incluso la conformación de proyectos sociales, la realización en grande de formación de cuadros a gran escala y la estructuración de comunidades, no fueron más que el preludio de lo que pudo ser; empero, no será, pues los representantes del pueblo, el caudillo y su partido, reproducen, a su manera, de una forma clientelar, las estructuras y relaciones de poder y las cartografías de dominación. Solo que ha cambiado la élite. 

 

Parte del pueblo, incluso opta por buscar cambiar de caras gubernamentales, cualesquiera sean éstas, para no seguir viendo las mismas, que lo embaucan, le mienten, lo sobornan. Este quizás es una de las peores consecuencias del montaje populista, del teatro político progresista. Pues el aprendizaje popular, el empoderamiento popular, se pierden por cansancio. Una parte del pueblo, prefiere a los de antes, para librarse de los del presente. En este sentido, el populismo, el progresismo, también funcionan, destructivamente, en contra de los aprendizajes populares y las memorias de las luchas.

 

Llama mucho la atención que, incluso cuando la derrota se hace patente, se manifiesta como hecho, tampoco los engreídos personajes del gobierno “revolucionario” reconocen plenamente su derrota. Están lejos de la autocrítica, salvo el teatro de decirlo; sin embargo, lo que hacen es repetir el mismo discurso de culpabilidad. El culpable es el enemigo, la conspiración del enemigo, la “guerra económica” del imperialismo y la burguesía. Pueden decir que hacen una “reflexión profunda”, después de estas evidencias, las relativas a la derrota electoral; empero, de “profundo”, esta “reflexión”, solo tienen unos milímetros mezquinos. No se atreven a mirarse a sí mismo, en la historia efectiva. Algo que podría ayudarles a corregir algunos graves errores políticos.

 

De todas maneras, este síndrome político no solo es atribuible a los “revolucionarios”, populistas progresistas, incluso, con sus diferencias notorias, a los revolucionarios socialistas, sino también a los institucionalistas liberales, así como a los pretendidos técnicos neoliberales. Toda la clase política, con todas sus variantes, sufren del síndrome del podersíndrome del encaracolamiento.  Es más, incluso se puede decir que las sociedades institucionalizadas viven o sufren del perfil epidemiológico que contiene este síndrome; están atrapadas en el mundo de las representaciones, afincadas en las mallas institucionales. Prefieren optar por los fetichismos, es decir, por las “ideologías”, que atreverse a percibir los devenires del mundo efectivo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Liberar la potencia

Dejar los esquematismos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hermann Hesse decía, en Demian[202], que para nacer hay que destruir un mundo. Debemos hablar de la destrucción del mundo de las representaciones para liberar al mundo efectivo, al mundo en constante devenires. Claro que esta figura es una metáfora, pues el mundo efectivo no puede estar atrapado por el mundo de las representaciones; es más, el mundo de las representaciones es un efecto del mundo efectivo. Los que nos liberamos del mundo de las representaciones somos nosotros, los humanos, quienes nos encontramos atrapados por sus redes expresivas, representativas, simbólicas, significativas, narrativas, teóricas, “ideológicas”. Redes que nosotros mismos hemos tejido y desplegado, en las que quedamos atrapados; creyendo que lo que construimos nos antecede y precede. Tenemos que liberarnos del mundo de las representaciones para liberar la potencia social; parte de la cual, parte de sus fuerzas, se encuentran capturada por las mallas institucionales, que nosotros también construimos; mallas institucionales que inhiben, cohíben, obstaculizan la potencia social, impidiendo se desenvuelva libremente su capacidad creativa. En vez de esto, se obliga a reproducir lo mismo como el tormento de Sísifo.

 

El problema es que las sociedades humanas no pueden salir del circulo vicioso del poder, que han ocasionado con la genealogía de instituciones, las que consideran situarse en el centro de todo; centro ficticio que crea a la sociedad misma. Este centro es el Estado. Las creencias, las narrativas, las religiones monoteístas, las “ideologías” estatales, se han constituido e instituido sobre la base del supuesto del dualismo inicial; el bien y el mal, enfrentados. Entonces, en base a la guerra entre los enemigos primordiales; el fiel y el infiel. Estos dualismos inaugurales hacen de matriz de la arqueología y genealogía de los dualismos venideros, que en su versión de las “ideologías” políticas aparece como el esquematismo dual de amigo y enemigo. Es muy posible que otro dualismo conformado, sobre la base de esta arqueología y esta genealogía esquemática e institucional, sea el dualismo liberalismo y socialismo. Para no hablar del dualismo socialismo/capitalismo, pues parece que este dualismo está mal fundamentado y equivocadamente configurado. La historia efectiva de la modernidad nos ha mostrado que el llamado socialismo real no es más que la otra cara del capitalismo, la cara sin burguesía propiedad privada, la cara de la burocracia que dirige el modo de producción capitalista, sostenida en la propiedad pública.

 

Los dualismos forman parte de una unidad de contrapuestos; quizás la mejor interpretación de esta episteme moderna de los esquematismos duales, es la dialéctica, por esta interpretación de incorporación de la contradicción. La contradicción es indisoluble de su propia síntesis, por así decirlo; incluso, mejor dicho, de su propia complicidad. Para existir una parte del dualismo, requiere necesariamente de la otra parte. Si desapareciera la otra parte, desaparecería también el dualismo; entonces, la parte contrapuesta. Aunque suene a provocación; empero, parece contar con la certeza de las experiencias sociales en las historias políticas de la modernidad, es que el liberalismo y el socialismo se requieren mutuamente.

 

Este es el tema que queremos abordar, pues parece que no es posible salir del circulo vicioso del poder, poder reproducido por liberales y socialistas, sino destruimos el esquematismo dualista, el mundo de las representaciones del esquematismo dualista, que se ha materializado o, mas bien, es sostenido por la malla institucional que captura a la sociedad, la institucionaliza, le inocula el esquematismo dualista, en sus distintas y variadas formas; que constituye subjetividades, subordinadas a la guerra contra el mal que emprende el Estado.

 

Sin necesidad de decir que son iguales las partes del dualismo, las figuras singulares histórico-políticas, del dualismo, mas bien, constatando sus plurales diferencias singulares, vemos, en las historias políticas singulares,  que unos u otros, en la modernidad, sean liberales o socialistas, en sus variadas versiones, instauran su sentido político, en la lucha contra el otro, que consideran el mal. Puede, como también se constata, que unos, prefieran un orden circunscrito a los privilegios de una minoría; en tanto que los otros, propongan un orden de las mayorías, sobre la equivalencia y la igualdad; sin embargo, lo llamativo es que, en la práctica, efectivamente, lo que instauran, unos u otros, son elites dominantes, aunque sus discursos promuevan la “ideología” de la libertad, en un caso, o la “ideología” de la igualdad, en otro caso.

 

Tampoco decimos que los ciclos históricos repiten exactamente lo mismo. No. Si bien repiten un ciclo, es decir, otro ciclo, cuyas estructuras, condiciones y características, son análogas a las anteriores, a diferencia de las manifestaciones singulares, despliega una nueva versión material, histórica, cultural, del ciclo, comprendiendo sus contradicciones. En este sentido, lo que ocurría en el siglo XVIII es distinto a lo que ocurre en el siglo XX, a su vez, parece que es distinto a lo que comienza a ocurrir en el siglo XXI. Desde una perspectiva histórica, se puede decir que las condiciones sociales y políticas, incluso económicas, han mejorado; usando este término, tan cargado de moral y de subjetividades. Esto no es lo que está en discusión, esto que responde a la teoría de la evolución, en este caso social; teoría que también es harto discutible. No entraremos a estos debates, que ya entramos antes, en otros ensayos[203].  Lo que nos interesa, ahora, es salir del círculo vicioso del poder, salir de las órbitas sociales que gravitan, teniendo un centro, que más parece un agujero negro, que es el poder, en su forma institucionalizada; el Estado.

 

Bueno, entonces, parece que para salir del círculo vicioso del poder, que ha tenido entrampadas a las sociedades humanas, por lo menos, durante la modernidad, para no hablar de antes, que es un tema complejo de abordar, pues habría que abordarlo a partir de consideraciones epistemológicas, donde las epistemes distintas, antiguas y modernas, dialoguen, discutan, se interpelen e interpreten; hay que salir del mundo de las representaciones acumulado, sedimentado, estratificado, mutado, que es el de las epistemes de los esquematismos dualistas.

 

 

 

 

 

 

Hipótesis transgresoras

 

  1. En una episteme no dualista, sino en constante devenir, no hay lo opuesto, lo contrario, lo antagónico, tampoco hay el enemigo. La episteme de la complejidad es paradójica.

 

  1. Por lo tanto, no hay el modelo malo, que hay que destruir, para instaurar el modelo bueno. Ambos modelos forman parte de la unidad contradictoria de una sociedad institucionalizada desgarrada en sus contrastes. En realidad, si podemos hablar así, un modelo oculta el otro modelo, al inhibirlo, si se quiere, reprimirlo. Cuanto más violencia se use para hacerlo no solo se muestra que más le teme, volviéndolo más poderosos, sino que con esa misma violencia se desgarra así mismo, arrancándose de las entrañas lo que considera el mal; empero, se trata de sus propias tripas.

 

 

  1. Se trata de la misma sociedad escindida a la fuerza, por la violencia estatal; por una parte, una sociedad institucionalizada, capturada, que reproduce el Estado; por otra parte, una sociedad alterativa, conformada, mutante, transformándose, en contante devenir, desplegando flujos de fuga, que escapan a las capturas de las mallas institucionales. La sociedad institucionalizada puede aparecer bajo un discurso liberal o bajo un discurso socialista; aunque sean distintas, sus características distintas, no dejan de ser sociedad institucionalizada, cada una de ellas, a su manera; es decir, capturada por mallas institucionales; no es una sociedad libre. La parte alterativa de la sociedad, siempre desborda los límites y las fronteras de la sociedad institucionalizada. Que lo haga de una u otra forma, a nombre de los explotados, discriminados, condenados de la tierra, subordinadas y sometidas, le otorga una característica emancipadora. Que lo haga a nombre del orden, de la libertad, de la “democracia”, de los derechos fundamentales, de la institucionalidad, le otorga una característica conservadora, en el buen sentido de la palabra, en el sentido de la biología molecular. No hay transformaciones que no se sustenten en repeticiones conservadores.

 

  1. Liberales o socialista, sin entrar en detalles, ni en sus variedades históricas, nacionales, regionales, locales, siempre tendrán no solamente sus contrastes, sus antagonismos, sino, lo más importante, mucho más importante que las figuras políticas anteriores, sus desbordes, que derivan de la sociedad alterativa, de la sociedad que se inventa a sí misma, desde los flujos de fuga.

 

  1. Los “ideólogos” liberales y los “ideólogos” socialistas, también sus políticos, no distinguen esta diferencia, entre las figuras políticas del opuesto, el antagónico, el enemigo, de lo que es el desborde de la sociedad no capturada. Por eso, no puede detener su propia disolución, su propio derrumbe, del régimen político que se trate, liberal o socialista. Creen que la represión les sirve para contener, controlar, incluso, desterrar, la conspiración de su oponente, antagónico, enemigo. Atacan pues a lo que ven, a personas, organizaciones, visibles, que, al final de cuentas, son parte del dualismo donde subsisten, con el otro. Lo que no ve, es el desborde, la matriz de la potencia social, que nunca ha Por eso, al embarcarse en los juegos de poder, en los esquematismos duales de la política institucional, no hace otra cosa que repetir la trama del poder, que se parece a la trama de la vida individual, de la trayectoria de vida individual, que, obviamente, no es vida, pues la vida no se reduce a la individualidad, es, mas bien, pluralidad en juego integrada; la vida individualizada nace, se reproduce y muere.

 

  1. La modernidad no tiene salidas; ha llegado, por así decirlo, posiblemente exagerando, pero, queremos ilustrar, a su umbral, donde le espera su propia clausura. No hay soluciones, para los problemas acumulados por las sociedades humanas, por los caminos tomados, en sus distintas versiones, variando sus dualismos, por las sociedades modernas, en clave heterogénea. No se puede seguir insistiendo por estas estrategias dualistas, a no ser que se opte por el suicidio.

 

 

  1. Es menester liberar la potencia social, dar rienda suelta a las sociedades alterativas, desmantelar las mallas institucionales, que inhiben y capturan, dejar que las asociaciones, las composiciones, las combinaciones, las inventivas sociales, resuelvan los problemas consensualmente. Abriendo, mas bien, otros horizontes para las sociedades humanas, dignos de su potencia, dignos de su participación en el tejido del espacio-tiempo de los pluriversos.

 

 

 

Consecuencias pragmáticas

 

Para decirlo, de entrada, de manera resumida. Hay que abolir las representaciones, las delegaciones, los partidos, a los representantes del pueblo. Nadie puede representar a nadie ni a nada. Salvo, claro está, en el imaginario “ideológico” institucionalizado por el Estado y la forma de gubernamentalidad de la que se trate. Cada quien, cada quienes, grupos, colectivos, comunidades, sociedades, tienen que hablar por sí mismas. Son ellas, las únicas que pueden decir algo sobre sí mismas, sobre lo que desean, sobre lo que experimentan, sobre sus propias memorias sociales. Son las únicas que pueden construir la decisión política democrática, en pleno sentido de la palabra, participativa.

 

Para comenzar a resolver los problemas acumulados y no resueltos por nadie, ni por liberales, ni por socialistas, aunque lo hayan hecho en parte, es menester dejar deliberar, discutir, debatir, reflexionar, acordar, consensuar, a la sociedad misma, en toda su pluralidad y complejidad. Esto es democracia. Dure lo que dure esta construcción del consenso, no importa; vale la pena. Pues de lo que se trata es de corregir siglos, sino es milenios, de imposiciones, usando el recurso del poder. Imposiciones, que han ilusionado a los dominantes de turno, haciéndoles creer que resolvían algo, aunque sea su propia estabilidad y privilegios, además de sus jerarquías elitistas; sin embargo, esto apenas duraba un lapso de engaños institucionales.  La verdad, es que estas soluciones institucionales terminaban ahondando el problema, difiriendo su solución, cada vez más complicada, para posteriores generaciones. El poder, cualquiera sea la forma de éste, cualquiera que sea el diagrama de poder, no es un buen método de resolución, mejor dicho, de solución del problema. Es un paliativo.

 

El poder no solo es la fuerza, la relación de fuerzas, como concebía Michel Foucault, sino es la fuerza, mejor dicho, la relación de fuerzas,  convertida en violencia, pues captura, inhibe, inscribe, moldea, afecta, los cuerpos, las formas plurales y múltiples de la vida. Aunque Foucault descartaba esta interpretación del poder. De lo que se trata es de usar las fuerzas de la vida, en sus plurales, múltiples, dinámicas formas de devenir, en tanto potencia, es decir, en tanto creatividad de vida.

 

Ciertamente, sabemos que lo que decimos no es fácil, tampoco pretendemos que sea una verdad; nos contradeciríamos con lo que concebimos como critica, desde la perspectiva de la complejidad. No es ninguna verdad, sino tan solo una proposición en la ausente asamblea de las sociedades humanas y los pueblos del mundo. La dificultad radica en que el poder, en sus múltiples formas, en sus poli-formas de dominaciones, se ha cristalizado en los huesos, ha modulado los cuerpos, ha constituido subjetividades. Los perfiles subjetivos sociales, institucionalizados, interpretan lo que experimentan, desde las “ideologías”; esto quiere decir, que interpretan su “realidad” desde el mundo de las representaciones dominantes y hegemónicas, institucionalizadas. Sean, en un caso, sentidos comunes, sean, en otros casos, versiones intelectuales elaboradas. Entonces, creen encontrar, en las figuras que rescatan como representativas del mundo, la verificación de las religiones, de las “ideologías”, de las teorías. Esta hermenéutica de la dominación, incluso en los casos que pretende rebelarse y ser crítica, refuerza las cadenas de las dependencias, sumisiones, subordinaciones, explotaciones. La dificultad radica en lograr liberar a los cuerpos de las telarañas del mundo de las representaciones.

 

Estas son las tareas difíciles, no imposibles, sino, mas bien, creativas e ingeniosas, del activismo libertario.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hacer presente la autogestión

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como dijimos, de alguna manera, implícita, semi-explícita, incluso, a veces, explícitamente, la autogestión es la salida del sistema-mundo capitalista y del círculo vicioso del poder. Esta salida o alternativa no tiene que esperar, no se da en el futuro, cuando se cumplen determinadas “condiciones objetivas y subjetivas”, sino en el ahora, cuando se toman decisiones autónomas, libres, igualitarias; decisiones consensuadas, sin atender a condicionamientos institucionales y de poder. La salida se la construye autónomamente, cuando se ejerce plenamente la libertad y la igualdad, sin mediación de fetichismo institucionales y de fetichismos de representación, así como de fetichismos de delegación. La autogestión supone la asociación libre, la composición libre, entre iguales, no solo jurídicamente, no solo políticamente, si no efectivamente iguales en los distintos planos de intensidad donde se despliega la actividad, manifestación, práctica, expresión, humanas. La autogestión es entonces la realización creativa y múltiple del ejercicio de la autonomía, en sus distintos planos y espesores; individuales, grupales, colectivos, comunitarios, sociales. Por eso mismo, las formas de autogestión son plurales, diferenciales, singulares y cambiantes, de acuerdo no solo a momentos, coyunturas y contextos, sino a problemáticas y complejidades que se afrontan.

 

 

Concepto de socialismo autogestionario

 

Se puede decir que el “socialismo autogestionario” se orienta en la idea de una composición social y política cimentada en la participación de las diferentes comunidades próximas, constituidas en la vida cotidiana colectivizadaempresa, sindicato, localidad, tendencia. También comprendiendo la gestión de comunidades mayores, a mayor escala; país, federaciones, confederaciones. Articula economía, política, cultura, territorialidades, con capacidades, potencialidades, competencias, destrezas, técnicas, tecnologías, ciencias y saberes. La autogestión obrera, comunitaria, colectiva, incluso grupal, en la coordinación consensuada y participativa, configurando constelaciones de alianzas, de federaciones y confederaciones, abre horizontes nómadas para la invención y realización de formas variadas y dinámicas de organizaciones sociales[204].

 

 

Autogestión integral

 

En Cuadernos de Lanki[205] se escribe: “Nos aproximaremos al significado del concepto autogestión partiendo de esta sencilla definición de autonomía”. El término sugiere una concepción dilatada de la autogestión; se trata de la constitución-organización autónomaproducida desde la autonomía y reproductora de autonomía. Designaremos como autogestión a la conformación y actividad de formaciones sociales, en distintas escalas, de comunidades, incluso de agrupaciones, establecidas en la autonomía, en la capacidad de decisión autónoma de individuos, grupos, colectivos, comunicados, asociaciones y sociedades[206].

 

Desde esta perspectiva, se puede entender la autogestión como una integralidad dinámica, transversal y variable; la misma que se organiza tanto a pequeña escala como en escalas mayores, que puede complementarse y contenerse[207]. El campo económico no es otra cosa que una forma de nombrar un campo de actividades, que, obviamente, no se reducen a lo que se llama comúnmente economía. Desde una perspectiva restringida, la de la economía política restringida, la economía social es una forma de organización interna de la actividad económica (restringida), que supone una manera de situarse en el mercado, así como en la sociedad institucionalizada[208]. Esta ubicuidad, mejor dicho esta singularidad, del colocarse en el mundosingularidad supone la combinación y composición de perspectivas múltiples, integrando múltiples alternativas, en los distintos planos de intensidad. Es aquí, en este nudo de la complejidad, donde se sitúa la aportación de la autogestión social-económica-política-cultural[209].

 

Las experiencias en la autogestión social-económica-política-cultural, permiten un conocimiento social y colectivo de las complejidades mundanas, económicas, sociales, políticas y culturales, en su pluralidad, multiplicidad y singularidades propias. Por eso mismo, abren los horizontes para estrategias de complementariedad y reciprocidad entre las distintas sociedades y en sus diferentes escalas[210]. El punto de partida y referencia primordial puede ser la experiencia y memoria social de la propia comunidad; atendiendo a los requerimientos y demandas comunitarias, locales e individuales; que configuran los procesos inherentes singulares; descartando pues modelos deductivos, que introducen estrategias externas inadecuadas e inadaptables al lugar y a la comunidad[211].

 

La autogestión social-económica-política-cultural se hace posible en el ejercicio pleno de la democracia, entendida como autogobierno del pueblo[212]. El conjunto de herramientas y dispositivos, así como de regulaciones, de la autogestión, como la participación en la gestión, la participación en los bienes, pueden formar parte de transiciones de integración de los planos y espesores de intensidad social, desintegrados por el sistema-mundo capitalista[213].

 

 

 

 

 

Conclusiones

 

  1. Las experiencias socialistas estatalistas han demostrado que no se sale del sistema-mundo capitalista manteniendo el Estado; al contrario, se lo reproduce y continúa, por otros caminos, otras formas, otros discursos y legitimidades; pero, siempre reproduciendo la economía política generalizada, la de las separaciones duales entre lo concreto y lo abstracto, en los distintos planos de intensidad social, valorizando lo abstracto y desvalorizando lo concreto.

 

 

  1. Por eso, aprendiendo las lecciones de las revoluciones sociales en la modernidad, es indispensable salir del círculo vicioso de la economía política generalizada y del círculo vicioso del poder. Para tal efecto hay que iniciar ya las prácticas y relaciones, las asociaciones y composiciones, más allá de la economía política generalizadamás allá del esquematismo dualista del amigo/enemigo, que sostiene la reproducción de la política restringida; es decir, de aquella que es la reproducción de las dominacionesMás allá del esquematismo dualista, pretendidamente epistemológico, que, sin embargo, sigue siendo religioso, de verdad/mentira o verdad/falsedad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Ponemos como prólogo dos escritos anteriores, debido a su forma clara y adecuada de ingresar a la discusión sobre ideología.

[2]  Friedrich Nietzsche: Escritos sobre Retórica. Rutta 2000. Madrid. Pág. 81.

 

[3] Gorgias, 463 b.

[4] Karl Marx: Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Anales franco alemanes. 1970. Barcelona. Ed. Martínez-Roca, pág. 10.

[5] Terry Eagleton: Ideología. Una introducción. Paidós; Buenos Aires 1997. Pág. 24.

[6] Conceptos elaborados por Cornelius Castoriadis. Ver Institución imaginaria de la sociedad. Siglo XXI.

[7] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento libertario. Dinámicas moleculares. La Paz 2014.

[8] Ver de Javier Larraín Los siete pecados capitales de Raúl Prada. La época; La Paz 2015.

[9] Terry Eagleton: Ob. Cit.; pág. 25.

[10] M. Seliller. ldeolagy and Politks, Londres, 1916, pág. JI. Véase también, del mismo autor. The Marxist Concept of ldeology, Londres, 1911.

[11] Ibídem: Pág. 26.

[12] Ibídem: Págs. 52-55.

[13][13] Luis Oporto Ordóñez: Guillermo lora Escóbar (1922-2009); intelectual y político profesional.

 

 

[14] Ver de Raúl Prada Alcoreza Paradojas de la revolución Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15.

[15] Ver de Liborio Justo Bolivia: La revolución derrotada. También, del mismo autor, Estrategia Revolucionaria; Buenos Aires, 1957. Entre otras obras tenemos a Nuestra patria vasalla y Pampas y lanzas.

[16] Ver de Karl Popper Lógica de la investigación científica. Tecnos; Madrid.

[17] Ver de Raúl Prada Alcoreza Paradojas de la revolución. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15.

[18] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento político. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-2015.

[19]Ibídem.

[20] Este apartado ha sido publicado en Acontecimiento político. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-2015.

[21] Revisar de Marc Bloch Apología para la historia o el oficio del historiador. Edición anotada por

Étienne Bloch. Fondo de Cultura Económica. México 2001.

[22] Ibídem: Págs. 54-57.

[23] Ibídem: Pág. 58.

[24] Ver de Raúl Prada Alcoreza La explosión de la vida. Rincón Ediciones; La Paz 2014. Dinámicas moleculares; La Paz 2014.

[25] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento político. Rincón Ediciones; La Paz 2014. Dinámicas moleculares; La Paz 2014.

[26] Ver de Raúl Prada Alcoreza Genealogía del poder. Qhana; La Paz 1992.

[27] Cincuentenario de la revolución del 9 de abril de 1952: Así fue la revolución, Volumen 1. Beatriz CajiasLupe Cajías de la VegaMagdalena Cajías de la VegaDora CajíasMovimiento Nacionalista Revolucionario. Fundación Cultural Huáscar Cajías K., 2002 - 300 páginas. La Paz.

 

[28] Pla, Alberto, op. cit., pp. 194 y 195

[29] Ídem, p. 193

[30] Zabaleta Mercado, René, op. cit., p. 97

[31] Ídem, pp. 97 y 98

[32] Pla, Alberto, América Latina Siglo XX. Economía, sociedad y revolución, Carlos Pérez Editor, Buenos Aires, 1969. Pla, Alberto, op. cit., p. 199.

[33] Zabaleta Mercado, René, Consideraciones generales sobre la historia de Bolivia (1932-1971, en América Latina: historia de medio siglo, Siglo XXI, México, 1986. Zabaleta Mercado, René, op. cit., p. 99

[34] Vazeilles, José, La Revolución Boliviana de 1952. Síntesis explicativa sobre la Revolución Boliviana de 1952 para la cátedra Historia Social General (Vazeilles), de la Universidad de Buenos Aires. También, del mismo autor: El Presente Histórico y la Historia Universal, Manuel Suárez Editor, Buenos Aires, 2005.  Así como Vazeilles, José, Fichas de Cátedra: “Cambio de época”; “Más sobre el cambio de época” Whitehead, Lawrence, La Revolución Nacional 1952-1964 , en Bethell, L (ed.), op. cit., t 16.

https://es.scribd.com/doc/9199505/La-Revolucion-Boliviana-de-1952.

[35] Guillermo Lora: La revolución del 9 de abril de 1952. Masas; La paz – Bolivia 1965.

[36] Ver de Raúl Prada Alcoreza Las armas de la crítica en la ontología de la praxis. Este ensayo, Las armas de la crítica en la ontología de la praxis, si se puede hablar así, corresponde a una publicación colectiva, que titulaba Las Armas de la utopía, que se publicó en 1996, bajo el techo académico del CIDES-UMSA y la editorial Punto Cero. La edición estuvo a cargo de Raquel Gutiérrez Aguilar y Jaime Iturri Salmón. Publicaron Álvaro García Linera, Raquel Gutiérrez, Jaime Iturri, Raúl Prada Alcoreza, Alison Spedding, Hugo José Suarez y Alfonso Velarde. También revisar Acontecimiento político. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15.

 

 

 

[37] Ver de Raúl Prada Alcoreza Episteme compleja. Dinámicas moleculares; La Paz 2015.

[38] Ver de Raúl Prada Alcoreza Paradojas de la revolución. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15.

[39] EDUCA: https://www.educa.com.bo/1936-1952-viejo-orden/la-masacre-de-catavi.

[40] https://www.educa.com.bo/1936-1952-viejo-orden/la-llamada-guerra-civil-de-1949-y-los-hechos-de-villa-victoria.

 

[41] Ver de Raúl Prada Alcoreza Marxismo de guardatojo. Dinámicas moleculares; La Paz 2015.

[42] https://www.educa.com.bo/1936-1952-viejo-orden/la-revolucion-del-9-de-abril.

[43] Ver de Alvin Toffler La tercera olahttps://profesorparticulardecomunicacion.files.wordpress.com/2015/04/toffler-alvin-la-tercera-ola.pdf.

[44] Ver de Jacques Derrida De la gramatología. Siglo XXI.

[45] Ver de Raúl Prada Alcoreza La explosión de la vida. Dinámicas moleculares. La Paz 2013-15.

[46] Ver de Raúl Prada Alcoreza Pensar es devenir. Universidad Nuestra Señora de La Paz. La Paz 1999.

 

 

[47] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento político. Dinámicas moleculares. La Paz 2013-15.

[48] Ver de Raúl Prada Alcoreza Marxismo de guardatojo. Dinámicas moleculares. La Paz 2015.

[49] Ver de Carlos Montenegro Nacionalismo y coloniajehttps://www.libreriajuventud.com/archivos/1326.pdf.

[50] Se distingue indianismo de indigenismo; el indianismo se refiere a la “ideología” de liberación de las naciones y pueblos indígenas; el indigenismo se refiere a la solidaridad mestiza hacia las naciones y pueblos indígenas.

[51] Ver de Raúl Prada Alcoreza Marxismo de guardatojo. Dinámicas moleculares; La Paz 2015.

[52] Ver de Raúl Prada Alcoreza Desde la sinfonía musical del universo hasta la sinfonía social. Dinámicas moleculares; La Paz 2015.

[53] La primera crisis de la “izquierda” fue cuando se truncó a la Asamblea Popular con el golpe de Estado del General Hugo Banzer Suarez.

[54] Revisar la colección de libros de Comuna, que fueron publicados por La Muela del Diablo. La Paz 1995-2008.

[55] Ver de Raúl Prada Potencia y acontecimiento. Dinámicas moleculares; la Paz 1015. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/potencia-y-acontecimiento/.

[56] La primera crisis de la “izquierda” fue cuando se truncó a la Asamblea Popular con el golpe de Estado del General Hugo Banzer Suarez.

[57] Revisar la colección de libros de Comuna, que fueron publicados por La Muela del Diablo. La Paz 1995-2008.

[58] Ver de Raúl Prada Alcoreza Potencia y acontecimiento. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/potencia-y-acontecimiento/.

[59] De los más conocidos teóricos de la escuela austriaca es Hilferding 

[60] Ver de Raúl Prada Alcoreza Cartografías histórico-políticas. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/cartografias-historico-politicas/.

[61] Ver de Raúl Prada Alcorza Bolivia: perfil económico. También, del mismo autor Plano de intensidad económico boliviano. Ambos ensayos se encuentran en Cartografías económico-políticas del chantaje. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15.  https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/cartografias-politicas-y-economicas-del-chantaje/.

[62] INE: BOLIVIA: PARTICIPACIÓN DE LAS ACTIVIDADES ECONÓMICAS EN EL PRODUCTO INTERNO BRUTO A PRECIOS CORRIENTES. Ministerio de Economía y Finanzas Públicas. La Paz 2014. https://www.ine.gob.bo/indice/general.aspx?codigo=40310.

 

[63] INE: BOLIVIA: CUENTA DE ACUMULACIÓN Y FINANCIACIÓN DE CAPITAL, SEGÚN COMPONENTE. Ministerio de Economía y Finanzas Públicas. La Paz 2014. https://www.ine.gob.bo/indice/general.aspx?codigo=40310.   

[64] Hablamos de variación compuesta a diferencia de una variación simple. La medida de la variación compuesta establece la relación de la diferencia respecto al agregado, lo que permite tener una magnitud más adecuada de la variación respecto al movimiento de las cantidades.

[65] BOLIVIA: CRECIMIENTO DE LA FORMACIÓN BRUTA CAPITAL FIJO A PRECIOS CONSTANTES, SEGÚN PRODUCTO. Ministerio de Economía y Finanzas Públicas. La Paz 2014.  https://www.ine.gob.bo/indice/general.aspx?codigo=40310

[66] Los individuos, las organizaciones y los gobiernos utilizan los bienes de capital en la producción de otros bienes. Los bienes de capital son, entonces, los productos que no se producen para el consumo final, sino que son objetos que se utilizan para producir otros bienes y servicios. Estos tipos de mercancías son importantes factores económicos, ya que son la clave para desarrollar un retorno positivo en la fabricación de otros productos y materias primas.

[67] Proyecto de Presupuesto General del Estado. Ministerio de Economía y Finanzas Públicas. Viceministerio de Presupuesto y Contabilidad. Dirección General de Contabilidad Presupuestaria. La Paz, noviembre de 2013. https://cedla.org/blog/grupopoliticafiscal/wp-content/uploads/2014/02/Presupuesto-general-del-estado-Bolivia-2014.pdf

[68] Este apartado también se encuentra en Cartografías económico-políticas del chantaje. Ob.Cit.

[69] Ver de Raúl Prada Alcoreza Bolivia: perfil económico. Dinámicas moleculares; La Paz 2005. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/gravitaciones_del_capitalismo_depen.

[70] Ver de Raúl Prada Cartografías histórico-políticas. Dinámicas moleculares; La Paz 2014. Amazon: https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepubhttps://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/extractivismo.

[71] Ver de Raúl Prada Alcoreza Crítica de la economía política generalizada. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/critica-de-la-economia-politica-generalizada/

[72] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento político; también Gramatología del Acontecimiento, así como México: Intensidades sociales y territoriales. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-2015. Amazon: https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepubhttps://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/estadonacion 

 

[73] Este apartado se encuentra en Cartografías histórico políticas. Ob. Cit.

[74] Ver de Sergio Almaraz Paz Réquiem para una república; en Obras Completas. Plural; La Paz.

[75] Carta de expulsión de Sergio Almaraz Paz del PC.

[76] Ver de Sergio Almaraz paz Réquiem para una república, particularmente el capítulo El tiempo de las cosas pequeñas. Ob. Cit.

[77] Ver de Gilles Deleuze y Félix de Guattari Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-textos 2000; Valencia.

[78] Revisar el libro de Hugo Rodas Morales: Marcelo Quiroga Santa Cruz. El socialismo vivido. Tres tomos. Plural 2010; La Paz. En el libro se encuentra una pormenorizada descripción y análisis de la nacionalización de la Gulf Oil, de sus avatares y de las pugnas con la empresa trasnacional. Los desacuerdos de Marcelo Quiroga Santa Cruz con las características de la indemnización a las que se compromete el gobierno del general Alfredo Ovando Candia. Sobre todo revisar, al respecto, el segundo tomo. 

[79] Este apartado también se encuentra en Cartografías histórico-políticas. Ob. Cit.

[80] Nacionalizaciones de los Hidrocarburos en Bolivia. Memorias de Don Enrique Mariaca Bilbao. Fundación Jubileo. La Paz 2009. 

[81] Ibídem.

[82] Sólo se han hecho algunas pequeñas correcciones de sintaxis y alguna interpretación más insistente de cuándo comienza la reversión del proceso de nacionalización.        

 

[83] Ibídem.

[84] CEDLA: Cuadernos de coyuntura.

[85] Eric Hobsbawm. Industria e Imperio.

[86] La industrialización alemana: 1830-1914. Introducción ...usuarios.multimania.es/geohist/Rev%20Ind%20alemana.pdf

 

[87] John K. Fairbank: Keeping Up with the New ChinaThe New York Review of Books, 16 de marzo de 1989; pág. 17. Citado por Giovanni Arrighi, en Adam Smith en Pekín. Orígenes y fundamentos del siglo XXI. Akal 2007; Madrid.  

[88] Ob. Cit.; pág. 23.

[89] Ibídem: Pág. 24.

[90] Ibídem: Págs. 24-25.

[91] Comentario de Liu Guoguang, de la Academia China de Ciencias Sociales.

[92] Lo mismo que en los anteriores apartados, este apartado también se encuentra en Cartografías histórico-políticas. OB. Cit.

[93] Ver de Raúl Prada Alcoreza Crítica de la economía política generalizada. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/critica-de-la-economia-politica-generalizada-/.

[94] Immanuel Wallerstein: Análisis de Sistemas – Mundo. https://geopolitica.iiec.unam.mx/sites/geopolitica.iiec.unam.mx/files/analisis_de_sistemas_wallerstein_0.pdf.

[95] Giovanni Arrighi: El largo siglo XX.  file:///C:/Users/RAUL%20PRADA/Downloads/1371454673.Arrighi%20-%20El%20largo%20siglo%20XX.%20Dinero%20y%20poder%20en%20los%20or%C3%ADgenes%20de%20nuestra%20%C3%A9poca.pdf.

[96]  Fernand Braudel: file:///C:/Users/RAUL%20PRADA/Downloads/106208442-Braudel-Fernand-El-Mediterraneo-en-La-Epoca-de-Felipe-II-01.pdf.

[97] Bondage, Disciplina; Dominación, Sumisión y Sadismo Masoquismo. Abarca, por tanto, a una serie de prácticas y aficiones sexuales relacionadas entre sí y vinculadas a lo que se denomina sexualidades no convencionales o alternativas.

[98] Esta última palabra para hacer referencia a ambos sexos.

[99] Referencias: • Gloria G. Brame, William D. Brame, and Jon Jacobs. Different Loving: An Exploration of the World of Sexual Dominance and Submission. New York: Villard Books, 1993. • Jack Rinella, The Complete Slave: Creating and Living an Erotic Dominant/Submissive Lifestyle. Daedelus Publishing Co., 2002. • Jack Rinella, The Master’s Manual: A Handbook of Erotic Dominance. Daedelus Publishing Co., 1994. • Guy Baldwin, SlaveCraft: Roadmaps for Erotic Servitude — Principles, Skills and Tools. Daedelus Publishing Co, 2002. • Claudia Varrin, Art of Sensual Female Dominance: A Guide for Women. Birch Lane Press, 2000. • Claudia Varrin, Erotic Surrender: The Sensual Joys of Female Submission. Citadel Press, 2003. • Pat Califia, Sensuous Magic. New York, Masquerade Books, 1993. • Philip Miller and Molly Devon, Screw the Roses, Send Me the Thorns: The Romance and Sexual Sorcery of Sadomasochism. Mystic Rose Books, 1995. • Elise Sutton, Female Domination. Lulu.com, 2003. • Saez, Fernando; Viñuales, Olga, Armarios de cuero, Bellaterra, 2007. • Claudia Varrin, Female Dominance: Rituals and Practices. Citadel Press, 2004. • Claudia Varrin, The Female Dominant: Games She Plays. Citadel Press, 2005. • Claudia Varrin, Female Submission: The Journals of Madelaine. Citadel Press, 2006. • Claudia Varrin, Dominación Sensual Edicions Bellaterra, 2006. • Claudia Varrin, Die Kunst der weiblichen Dominanz. Schwarzkopf & Schwarzkopf, 2006 • Claudia Varrin, Die Kunst der weiblichen Unterwerfung. Schwarzkopf & Schwarzkopf, 2007. • César Fuentes Rodríguez, Mundo Gótico, Quarentena, Llinars Del Vallès, Barcelona, 2007, • E. L. James, Cincuenta sombras de Grey, Grijalbo, Reino Unido, 2011. Enciclopedia Libre, Wikipedia: https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Especial:Libro&bookcmd=download&collection_id=5a6efc8b779fd5b572f3da34c3d3be98c6c5a013&writer=rdf2latex&return_to=Dominaci%C3%B3n+y+sumisi%C3%B3n.

[100] Wilhelm Reich: La psicología de masas del fascismohttps://alfepsi.org/attachments/article/200/ReichPsicologiaMasasFacismo.pdf.

[101] Ver de Raúl Prada Alcoreza Lo dado y el dato. Episteme; la Paz 1985.

[102] Término usado por Gilles Deleuze y Félix Guattari; ver Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia II. Pre-textos. Barcelona.

[103] La topología se define como estudio de los espacios abstractos, dedicada al análisis de las propiedades de los cuerpos geométricos, que permanecen invariables a pesar de las transformaciones continuas. La topología estudia las propiedades de los espacios topológicos y las funciones continuas. La Topología se ocupa de estos tópicos usando conceptos como proximidadnúmero de agujeros, además de comprender el tipo de consistencia que presenta un objeto, comparar objetos y clasificar, entre otros múltiples atributos donde destacan conectividad, compacidad, metricidad y otros atributos. El término de topología tiene dos connotaciones; primero, en términos generales, el estudio de los espacios abstractos y sus propiedades; segundo, comprende familias de subconjuntos de un conjunto dado, familia que cumple unas reglas sobre la unión y la intersección.

 

[104] Revisar de Michel Foucault Defender la sociedad. Curso en el Collège de France (1975-1976). Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.

[105] Marx y Engels hicieron famoso el enunciado presentista de que el capitalismo alumbra a los otros modos de producción y formaciones sociales-económicas, haciéndolas inteligible. La frase más conocida es que la anatomía del hombre es la clave para comprender la anatomía del mono. 

[106] Revisar de Raúl Prada Alcoreza La concepción desfachatada de la economía; Bolpress 2013; La Paz.

[107] Revisar de Raúl Prada Alcoreza Critica de la economía política del desarrollo; Bolpress 2012; La Paz.

[108] Lo que se refiere a la Planta de Carbonato de Litio se basa en denuncia de los trabajadores de la planta.

[109] Ver de Michel Foucault Nacimiento de la bio-política. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires 2007.

[110] Ver de Raúl Prada Alcoreza Crítica de la economía política generalizada. Dinámicas moleculares. La Paz 2013-15.  https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/critica-de-la-economia-politica-generalizada/.

[111] Ver de Raúl Prada Alcoreza Episteme compleja. Dinámicas moleculares. La Paz 2013-15.  https://pradaraul.wordpress.com/2015/02/13/episteme-compleja/.

[112]  Ver de Raúl Prada Alcoreza Alteridad y nomadismo. Dinámicas moleculares. La Paz 2013-15.  https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/alteridad-y-nomadismo/.

[113] Ver de Raúl Prada Alcoreza: Horizontes de la descolonización. Particularmente el capítulo Figuraciones hacia el vivir bien. Abya Yala; Quito, 2014. Dinámicas moleculares; La Paz, 2013.

[114] Ver de Martín Vilela La cop19 nada que festejar. Plataforma del Cambio Climático. La Paz, noviembre de 2013.

[115] Ibídem.

[116] Andre Gunder Frank: Re-orientar. La economía global en la era del predominio asiático. Universitat de Valéncia 2008; Valencia.

[117] Ver de Michel Foucault Defender la sociedad, también Seguridad territorio, población, Nacimiento de la biopolítica, El poder psiquiátrico; Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.

[118] Revisar de Maurizio Lazzarato Políticas del acontecimiento. Tinta Limón 2006; Buenos Aires. 

[119] Decimos Estado-nación “restaurado”, aunque el Estado-nación no haya desaparecido en ningún momento, salvo suspendido, además de interpelado, por la insurrección prolongada de 2000 al 2005. Se han dado circunstancias y situaciones donde prácticamente el Estado desapareció, provisionalmente, los territorios estaban tomados por los y las movilizadas, por los comités de bloqueo. El sitio de cuatro ciudades en septiembre de 2000 mostró la vulnerabilidad del Estado. Por otra parte, cuando la Constitución es aprobada y promulgada, el Estado-nación debía desaparecer; sin embargo, el gobierno popular se encargó de “restaurarlo”, para decirlo no solamente en términos metafóricos, sino jurídico-políticos, pues constitucionalmente habría muerto.

[120] Esta geopolítica nacionalista es expuesta por Álvaro García Linera en Geopolítica de la Amazonia. Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia; La Paz.

[121] Ver de Raúl Prada Alcoreza Contradicciones y transformaciones en el proceso. Horizontes nómadas; La Paz.

 

[122] Ver de Raúl Prada Alcoreza La colonialidad como malla del sistema-mundo capitalista; Horizontes nómadas, Bolpress; La Paz.

 

[123] Ver de Boaventura de Sousa Santos El Milenio Huérfano; Akal; Madrid.

[124] “El último antepasado común universal, conocido por sus siglas en ingles LUCA (last universal common ancestor) es el hipotético último organismo del cual descendemos todos los existentes. Como tal es el antepasado común más reciente de todo el conjunto de los seres vivos actuales y probablemente también de todos los conocidos como fósiles, aunque no se puede descartar teóricamente que se identifiquen restos de otros seres vivos de la misma o mayor antigüedad que él. Se estima que vivió hace alrededor de 3.500 millones de años”. Ver De Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Apuntes para una teoría de la sociedad alterativa. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz.  

 

 

[125] Ver de Guido Gómez Silva: Diccionario etimológico de la lengua española. El Colegio de México, Fondo de Cultura Económica. México.

[126] Haeckel: Morfología general de los organismos; 1866.Vease de Edgar Morin El Método II, La vida de la vida. Cátedra; Madrid 1998.

[127] Ver de Edgar Morin El Método II, La vida de la vida. Ob. Cit. Págs. 33-37.

[128] Ver de Raúl Prada Alcoreza La colonialidad como malla del sistema-mundo capitalista. Bolpress, Horizontes nómadas, Dinámicas Moleculares; La Paz 2013.

 

[129] Las Leyes de Indias corresponden a la legislación de la Corona española, promulgada por los monarcas, con el objeto de regular la vida social, política y económica entre los pobladores de las colonias de América hispánica.

 

[130] Escrito por Nathalie Alonso; traducido por Barbara Obregon: Fauna amenazada del Amazonas. https://www.ehowenespanol.com/fauna-amenazada-del-amazonas-info_90020/.

 

 

[131] Foro: Fauna boliviana, animales de los andes, los valles y los llanos: llhttps://www.mirabolivia.com/foro_total.php?id_foro_ini=33657.

[132] GRUPO INTERGUBERNAMENTAL DE EXPERTOS SOBRE EL CAMBIO CLIMÁTICO, OMM, WMO, PNUMA, UNEP: Cambio climático y biodiversidad. file:///C:/Users/RAUL%20PRADA/Documents/Populismo/climate-changes-biodiversity-sp.pdf. https://www.ipcc.ch/pdf/technical-papers/climate-changes-biodiversity-sp.pdf.

[133] Protocolo de Kioto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático: https://unfccc.int/resource/docs/convkp/kpspan.pdf.

[134] Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra: https://latinoamericana.org/2012/info/docs/100422CambioClimaticoYDerechosMadreTierra.pdf.

[135] Declaración de la II Conferencia Mundial de los Pueblos Sobre Cambio Climático y Defensa de la Vida:

 

 https://www.paginasiete.bo/nacional/2015/10/12/declaracion-conferencia-mundial-pueblos-sobre-cambio-climatico-defensa-vida-73241.html.

[136] Discurso del vicepresidente en el discurso inaugural de la Cumbre Antiimperialista. Cochabamba, Agosto 2013.

[137] Roberto Esposito: Comunitas. Origen y destino de la comunidad, Buenos Aires, Amorrortu, 2003.

[138] Raúl Prada Alcoreza: Subversiones indígenas. Comuna; CLACSO. La Paz, Buenos Aires.

[139] Michel Hardt y Antonio Negri: Common Wealth. El proyecto de una revolución del común. Akal 2011; Madrid; Pág. 59.

[140] Bruno Bosteels El marxismo en América Latina. Nuevos caminos al comunismo. Publicado por la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia; 2013. Se trata de una recopilación de algunos capítulos de dos libros del autor. En la nota introductoria se aclara: En la presente edición tenemos un extracto de dos capítulos del libro Marx y Freud en América Latina y un capítulo del libro La actualidad del comunismo, en el que hace un estudio de la obra de Álvaro García Linera.

[141] Ibídem: Pág. 25.

[142] Ver de Álvaro García Linera 3 retos al marxismo para encarar el nuevo milenio. Las virtudes de un siglo infame: el reencuentro con la incredulidad activa. En Las armas de la utopía. Marxismo: provocaciones heréticas (La Paz: Punto Cero, 1996). También revisar De demonios escondidos y momentos de revolución. Marx y la revolución social en las extremidades del cuerpo capitalista (La Paz: Ofensiva Roja, 1991).

[143] Aricó, Marx y América Latina; Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México; México 2012.

[144] Revisar de Raúl Prada Alcoreza Epistemología, pluralismo y descolonización. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, La Paz 2013; también Rebelión, Madrid 2013.

[145] Ver de Raúl Prada Alcoreza Estado periférico y sociedad interior. Comuna, La Paz; Dinámicas moleculares, La Paz 2013.

[146] Maksim Kovalevsky: Obshchinnoe Zemlevladenie (Posesión comunal de la tierra).Citado en Potencia plebeya. Acción colectiva e identidades indígenas, obreras y populares en Bolivia. CLACSO; Buenos Aires 2009. También revisar Karl Marx, Cuadernos etnológicos (extractos escogidos), La Paz, Ofensiva roja 1968.

[147] Guillermo Lora: El marxismo en Bolivia.

[148] Ibídem.

[149] Ibídem.

[150] Fidel Ortuño me hace la siguiente observación, después de la consulta que le hice, a propósito de esta historia: Creo que la guerrilla del Che influyó en la dirigencia minera y en los partido comunistas, contingentes de mineros de ambos PCs querían integrarse a la guerrilla y fueron frenados por sus direcciones.  La masacre de San Juan es consecuencia de este atrevimiento de los mineros, ya que la inteligencia del gobierno de Barrientos había detectado flujos de armamento en los distritos mineros. La estrategia del PCML no cambia o se crea con la muerte de Federico Escobar Zapata, el PC unido ya había venido trabajando en el campo desde su fundación, tratando de arrebatarle influencia al MNR. Hay que recordar que el PC no era un partido obrerista exclusivamente. Obviamente el katarismo hace lo que nunca pudieron hacer los partidos comunistas que no entendieron el fenómeno indígena. Para los PCs los indígenas eran parte de una clase social el campesinado. UCAPO se crea para tomar tierras a los latifundistas del oriente, para operar donde no pudo haber llegado la reforma agraria del MNR, su objetivo era sentar las bases para un guerra popular prolongada (otro sueño guajiro, la lucha armada del PCML versus el foquismo del ELN).

 

[151] Revisar de Michael Hardt y Antonio Negri Commonwealth. Akal; Madrid 2011.

[152] Ver de Raúl Prada Alcoreza Diagrama de poder de la corrupción; Bolpress 2012; La Paz.

[153] Tesis inversa a la de K. von Clausewitz, usada por Michel Foucault en Defender la Sociedad. Fondo de Cultura Económica 2006; Buenos Aires.  

[154] Carl Schmitt: El concepto de lo político. Alianza 1992; Madrid.

[155] Jacques Derrida: Políticas de la amistad. Trotta 1998; Valladolid.

[156] Jacques Derrida: Ob. Cit.; pág. 308.

[157] Ver de Raúl Prada Alcoreza Explosión de la vida. Dinámicas moleculares; La Paz 2014-2015.

[158] Ver de Raúl Prada Alcoreza Cartografías histórico-políticas, también La explosión de la vida. Dinámicas moleculares, La Paz 2014. Amazon: https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepub.

[159] Ver de Raúl Prada Alcoreza Epistemología compleja. Dinámicas moleculares; La Paz 2015.

[160] Ver de Raúl Prada Alcoreza Horizontes de la descolonización. Dinámicas moleculares; La Paz 2013. Amazon: https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepub.

[161] Revisar de Michel Foucault Seguridad, territorio, población. Fondo de Cultura Económica 2004; Buenos Aires. 

[162] Ver de Raúl Prada Alcoreza Gramatología del Acontecimiento. Dinámicas moleculares; La Paz 2014. Amazon: https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepub.

[163] Ver de Raúl Prada Alcoreza Critica de la economía política generalizada. Dinámicas moleculares; La Paz 2014. https://issuu.com/raulpradaalcoreza.

[164] Ver de Raúl Prada Alcoreza La explosión de la vida. Dinámicas moleculares; La Paz 2014. https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepub.

[165] Revisar Wikipedia: Enciclopedia Libre.

[166] Referencias: Banco Mundial. «Nominal GDP list of countries». Consultado el 14 de diciembre de 2014. International Monetary Fund. domestic product based on purchasing-power-parity « (PPP) valuation of country GDP» (en inglés). Consultado el 2 de enero de 2007. Víctor Salmerón (3 de enero de 2015). « ¿Tiene el gobierno de Maduro mecanismos para sacar a Venezuela de la recesión?». Prodavinci.com. Consultado el 5 de enero de 2015. «CIA: The World Factbook» (en inglés). Consultado el 5 de junio de 2011. Banco Central de Venezuela. «Tipo de Cambio Promedio Ponderado del Sistema Cambiario Alternativo de Divisas (SICAD II)». Consultado el 9 de septiembre de 2014. Instituto Nacional de Estadística. «Pobreza según últimos datos del INE». Consultado el 1 de junio de 2014. Instituto Nacional de Estadística. «Resumen de Indicadores». Consultado el 11 de enero de 2012. Banco Central de Venezuela (2010). «Exportaciones efectuadas por Venezuela». Consultado el 31 de diciembre de 2011. Cia World Fact Book. «Exports - Partnerts (%)» (en inglés). Consultado el 5 de junio de 2011.  Banco Central de Venezuela (2011). «Importaciones efectuadas por Venezuela». Consultado el 31 de diciembre de 2011. Cia World Fact Book. «Import - Partnerts (%)» (en inglés). Consultado el 5 de junio de 2011. Ministerio de Finanzas (2010). «Saldo de la Deuda Pública Externa del Gobierno Central». Consultado el 5 de junio de 2011.Ministerio de Finanzas (2010). «Saldo de la Deuda Pública Interna del Gobierno Central». Consultado el 5 de junio de 2011. Banco Central de Venezuela. «Reservas internacionales de Venezuela». Consultado el 5 de junio de 2011.  «Según el Banco Mundial, Venezuela es la cuarta economía de América Latina». bancaynegocios.com. 13 de septiembre de 2014. Suburban Emergency Management Project, “History of Venezuela’s Oil and Rentier Economy,” Suburban Emergency Management Project, https://www.semp.us/publications/biot_reader.php?BiotID=476https://www.abrebrecha.com/274222_Venezuela-aument%C3%B3-su-desarrollo-y-mejor%C3%B3-calidad-de-vida-en-los-%C3%. BAltimos-14-a%C3%B1os.html. Creció Venezuela 9,4 por ciento en 2005 ViVe.gob.ve. Economía de Venezuela creció 10,3% en 2006. noticiero.venevision.net. Reservas venezolanas ascienden a 37 mil 299 millones www.panodi.com. Diseño del bolívar fuerte será similar al euro y al real brasileño, ABN, 7 de marzo de 2007. Reforma monetaria en 20 preguntas, El Universal, 11 de marzo de 2007. Panorama social de América Latina 2007 de la CEPAL. CEPAL reconoce reducción de pobreza en Venezuela. Venezuela y Argentina líderes en lucha contra la pobreza, según CEPAL. BCV reportó crecimiento económico de 8,4% en 2007. «Venezuela podría crecer levemente en el 2009: ministro». Reuters. 23 de agosto de 2009. Consultado el 29 de agosto de 2009. AFP (24 de agosto de 2009). «Alí Rodríguez: Inflación venezolana tiene tendencia descendente». El Nacional. Consultado el 29 de agosto de 2009. [29] AFP (3 de marzo de 2010). «Economía de Venezuela decreció 3,3% en 2009 tras cinco años de aumento consecutivo». Portafolio.com.co. Consultado el 2 de marzo de 2010. Agencia Bolivariana de Noticias. «Presupuesto Nacional se ajusta a 40 dólares el barril de petróleo.». Consultado el 26 de marzo de 2009. Schneyer, Joshua (9 de marzo de 2010). «Crisis eléctrica aleja recuperación económica Venezuela». Reuters. Consultado el 10 de marzo de 2010. Agencia EFE (21 de abril de 2010). «El FMI prevé una recuperación económica “robusta” en Latinoamérica». Google News. Archivado desde el original el 2014-03-01. Consultado el 21 de abril de 2010. https://www.correodelorinoco.gob.ve/caracas/pib-crecio-06-cuarto-trimestre-2010/. BBC Mundo (28 de diciembre de 2010). «2010, un mal año para la economía venezolana». Terra. Consultado el 30 de diciembre de 2010. Reuters (30 de diciembre de 2010). «Economía Venezuela se contrae 1,9 pct en 2010: BCV». Terra. Consultado el 30 de diciembre de 2010. «Hugo Chávez anuncia la devaluación del bolívar». EFE. 09-11-2010. «Precio del Dólar Paralelo». Noticiero Reportero24.com. 25 de diciembre de 2010. https://www.ultimasnoticias.com. ve/noticias/actualidad/economia/cifras-claves-de-la-economia-venezolana-en-2011.aspx.  https://globovision.com/articulo/producto-interno-bruto-de-venezuela-cierra-2012-en-55. https://www.avn.info.ve/node/150703. https://www.elmundo.com.ve/noticias/economia/banca/cifras-claves-de-la-economia-durante-2012.aspx. «Gobierno aumenta 20% el precio del pollo, carne de res, leche y quesos». Ultimas Noticias. 14 de mayo de 2013. Consultado el 14 de mayo de 2013. https://hdr.undp.org/en/media/HDR_2011_ES_Complete.pdf. Realidades de las Hiperinflaciones Modernas (FMI). Inflación venezolana alcanza 3% en enero tras aplicar nuevo método cálculo. Terra (Agencia EFE). Consultado el 07/02/2008. Venezuelan Inflation Accelerates on State Spending (Update1) por Theresa Bradley y Steven Bodzin de la Agencia de Noticias Bloomberg. Consultado el 6 de septiembre de 2007 a las 22:20 GMT.  Sobrecalentamiento e Inflación (Prodavinci). https://www.eluniversal.com/economia/130209/el-gobierno-devalua-el-bolivar-y-endurece-el-control-de-cambio. https://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-213515-2013-02-08.html. https://www.el-nacional.com/economia/Moodys-Aumento-claramente-quiebra-Venezuela_0_555544478.html. https://www.eltiempo.com/economia/sectores/moodys-rebaja-calificacion-de-credito-a-venezuela-/15090218. https://www.infobae.com/2015/01/13/1620616-el-petroleo-moodys-le-la-calificacion-venezuela-y-crece-el-fantasma-del-default. https://dolartoday.com/indicadores/. Escasez de diciembre según BCV. BCV: exportaciones petroleras corresponden al 96% de las exportaciones en 2012. El Petróleo en Venezuela (ULA). Exportación de PDVSA cayó (El Universal) [58] Venezuela preve subir producción petrolera para 2012. Ramírez promete aumentar producción (ABV). Ramíre estima que producción para 2014 será de 3011000 barriles de petróleo (Periódico de Monagas). Espinasa, Ramon: El auge y el colapso de Pdvsa a los treinta años de la nacionalización. SCIELO. Cae productividad en PDVSA (El Universal). Producción de PDVSA ha caido (El Universal). Exportaciones de Venezuela 1997-2012. Sitio del BCV. Venezuela importa el 50 por ciento de los alimentos que consume, según ministro (El País). Milk production (FAO). Tenemos 600.000 hectáreas “sembradas” en el extranjero (El Mundo). Informe de Industria de Armamento para 2013 del SIPRI). Venezuela hace poco para desarrollar el gran potencial de sus reservas mineras. Sidor (El Universal). Bauxite production. Suplen deficiencias en empresas de Guayana con importaciones (El Universal). Producción de leche y carne en Venezuela (El Impulso). Evolución de la Producción de Leche en Venezuela (ULA). Plan bianual del gobierno. Importación del consumo de carne según presidente de Fedenaga (Notitarde). Producción de Arroz. Maíz en Venezuela (El Universal). [https://data.worldbank.org/indicator/ST.INT.ARVL Turistas extranjeros (Banco Mundial)]. Ver Wikipedia: Enciclopedia Libre.

 

[167] Título de una novela de Lin Yutang.

[168] Edgardo Lander, sociólogo venezolano,  profesor titular de la Universidad Central de Venezuela e investigador asociado del Transnational Institute; es docente-investigador en el Departamento de Estudios Latinoamericanos de la Escuela de Sociología, profesor en el Doctorado en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, y miembro del Consejo Editorial de la Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales. Graduado en Harvard, asesor de la comisión venezolana que negocia el Área de Libre Comercio de las Américas, Lander fue uno de los organizadores principales del Foro Social Mundial de 2006, que se llevó a cabo en Caracas. Entre sus publicaciones, cabe destacar: Modernidad y Universalismo. Pensamiento crítico: un diálogo interregional 1(editor, 1991); Neoliberalismo, sociedad civil y democracia. Ensayos sobre América Latina y Venezuela (1995); La democracia en las ciencias sociales latinoamericanas contemporánea (1997); La colonialidad del saber: Eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas (compilador, 2000).

[169] Edgardo Lander: El Estado y las tensiones de la participación popular en Venezuela.

 

 

  1.  Hugo Chávez, Agenda Alternativa Bolivariana: Una Propuesta Patriótica para salir del Laberinto, Caracas, 1996.

(https://documentos.cnti.ve/ftp/AAB/Agenda_Alternativa_Bolivariana.pdf, consultado el 20 de septiembre, 2006.)

  1.  En la Asamblea Constituyente de dicho año hubo amplia mayoría de las fuerzas políticas del chavismo.
  2.  “El Estado se reserva, mediante la ley orgánica respectiva, y por razones de conveniencia nacional, la actividad petrolera y otras industrias, explotaciones, servicios y bienes de interés público y de carácter estratégico. El Estado promoverá la manufactura nacional de materias primas provenientes de la explotación de los recursos naturales no renovables, con el fin de asimilar, crear e innovar tecnologías, generar empleo y crecimiento económico, y crear riqueza y bienestar para el pueblo.” (Artículo 302)

 “Por razones de soberanía económica, política y de estrategia nacional, el Estado conservará la totalidad de las acciones de Petróleos de Venezuela, S.A., o del ente creado para el manejo de la industria petrolera, exceptuando la de las filiales, asociaciones estratégicas, empresas y cualquier otra que se haya constituido o se constituya como consecuencia del desarrollo de negocios de Petróleos de Venezuela.” (Artículo 303)

  1.  A los tres poderes liberales clásicos, se agregan dos poderes adicionales, el Poder Electoral (Consejo Nacional Electoral), y el llamado poder ciudadano (Contraloría, Fiscalía, y la Procuraduría General de la República). Sin embargo en la medida en que en estos años se ha reforzado la tradición presidencialista del Estrado venezolano, con un papel muy preponderante del Ejecutivo, esta definición de los cinco poderes públicos no ha tenido mayores consecuencias. Las instancias del poder ciudadano han tenido poco peso político-institucional, con lo cual han estado lejos de establecerse propiamente como poderes públicos autónomos. De los nuevos poderes, el único que ha logrado un significativo fortalecimiento institucional ha sido el Poder Electoral. Es el único poder que llega en forma efectiva prácticamente a toda la población del país. Por otra parte, dadas las condiciones de extrema polarización existentes en el país y el cuestionamiento reiterado de la oposición a los procesos electorales, la legitimidad y la estabilidad del gobierno han dependido en gran medida de lograr confianza en los procesos comiciales. Por ello se hicieron grandes inversiones en tecnología y formación de personal hasta lograr la casi total automatización de las elecciones. Han sido las elecciones de los últimos años entre las más minuciosamente supervisadas por observadores internacionales, reconociendo éstos una y otra vez lo confiable de los resultados de estos procesos. En las elecciones presidenciales de diciembre de 2006, el candidato de la oposición reconoció la victoria de Chávez la misma noche de las elecciones e incluso el Departamento de Estado reconoció que los resultados expresaban la voluntad de la población.)
  2.  Esto es, la Asamblea Nacional (de una sola cámara), los Consejos Legislativos (cuerpos legislativos de los Estados), y los Consejos Municipales.
  3.  “En cada Estado se creará un Consejo de Planificación y Coordinación de Políticas Públicas, presidido por el Gobernador o Gobernadora e integrado por los Alcaldes o Alcaldesas, los directores o directoras estadales de los ministerios; y una representación de los legisladores elegidos o legisladoras elegidas por el Estado a la Asamblea Nacional, del Consejo Legislativo, de los concejales o concejalas y de las comunidades organizadas, incluyendo las indígenas donde las hubiere. El mismo funcionará y se organizará de acuerdo con lo que determine la ley.” Artículo 166.

 

  1.  De acuerdo al artículo 119: “El Estado reconocerá la existencia de los pueblos y comunidades indígenas, su organización social, política y económica, sus culturas, usos y costumbres, idiomas y religiones, así como su hábitat y derechos originarios sobre las tierras que ancestral y tradicionalmente ocupan y que son necesarias para desarrollar y garantizar sus formas de vida. Corresponderá al Ejecutivo Nacional, con la participación de los pueblos indígenas, demarcar y garantizar el derecho a la propiedad colectiva de sus tierras, las cuales serán inalienables, imprescriptibles, inembargables e intransferibles de acuerdo con lo establecido en esta Constitución y en la ley.”
  2.  Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información, Juramentación del nuevo Gabinete Ejecutivo, Caracas 8 de enero, 2007.

(https://www.mci.gob.ve/alocuciones/4/11655/juramentacion_del_nuevo.html)

  1.  Ídem.
  2.  Son en este sentido ilustrativas las siguiente declaraciones: “El ministro para la Participación y Protección Social (MPS), David Velásquez, informó que su despacho inspecciona 27 zonas comunales que podrían albergar los primeros gobiernos comunales que operen en el país, en el marco de la nueva geometría del poder, cuarto motor constituyente propuesto por el presidente Hugo Chávez....Velásquez aclaró que en la selección no se han limitado ante la división política territorial ni ante las formas de gobierno actuales. Así, algunas zonas comunales conjugan parroquias de hasta tres estados....En total han detectado 100 zonas comunales tomando en cuenta los niveles de organización de los consejos comunales, los recursos transferidos para la ejecución de proyectos, la existencia de bancos comunales y los niveles de participación de la comunidad... No se tiene definido el número total de zonas comunales que devendrán del territorio venezolano, lo que dependerá de las particularidades económicas, sociales y culturales”. “Evalúan 27 zonas para gobiernos comunales”, Últimas Noticias, Caracas, 7 de julio, 2007. (www.aporrea.org/poderpopular/n97706.html).
  3.  Sara Carolina Díaz “Comunas impulsarán el intercambio comercial”, El Universal, Caracas 5 de julio, 2007.
  4.  Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela. Ley que Autoriza al Presidente de la República para Dictar Decretos con Rango, Valor y Fuerza de Ley en las Materias que se Delegan (Ley Habilitante 2007), Caracas 31 de enero, 2007. (https://www.asambleanacional.gov.ve/ns2/LEYES-PDF/4SANCIONADAS/Ley%20Habititante%202007%20%20(31-01-2007).pdf).

[170] Exposición en las Jornadas Académicas "El Poder y la Teorías Políticas Contemporáneas", asignatura a cargo del docente Leopoldo Múnera, en la Maestría en Estudios Políticos Latinoamericanos, de la Universidad Nacional de Colombia. Exposición que fue parte también de las exposiciones en el Encuentro de organizaciones sociales populares de la región central de Colombia y la ciudad de Bogotá, en aras de la construcción de una agenda común para la paz desde los territorios. Encuentro organizado por Carolina Jiménez, docente de la Universidad nacional y miembro del Planeta Paz.

 

[171] Se puede consultar la siguiente bibliografía: F. ALBERONI, Génese (Bertrand Editora, Lisboa 1990).   FRANCESCO ALBERONI, Movimiento e institución: Teoría general (Editorial Nacional, Madrid 1984). TILMAN EVERS, Identidade: a face oculta dos novos movimentos sociales. NOVOS ESTUDOS. Cebrap. São Paulo. V. 2, 4:11-23 (abril 1984).   JOSEPH GUSFIELD, Estudio de los Movimientos Sociales. In: DAVID L. SILLS (Dir.), Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales. V.7 (Aguilar, Madrid 1974), pp. 269-273. RUDOLF HEBERLE, Tipos y funciones de los Movimientos Sociales. In: DAVID L. SILLS (Dir.), Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales. V.7 (Aguilar, Madrid 1974), pp. 263-268. 6. J. CRAIG JENKINS, La teoría de la movilización de recursos y el estudio de los movimientos sociales. ZONA ABIERTA. Fundación Pablo Iglesias. Madrid. 69:5-41 (1994). A. MELUCCI, ¿Qué hay de nuevo en los “nuevos movimientos sociales”?  In: LARAÑA-GUSFIELD (Edit.), Los movimientos sociales (CIS, Madrid 1994), pp. 119-149. ALBERTO MELUCCI, Las teorías de los movimientos sociales (UNAM, México D.F. 1985).  JOACHIM RASCHKE, Sobre el concepto de movimiento social. ZONA ABIERTA. Fundación Pablo Iglesias. Madrid. 69:121-134 (1994). JORGE RIECHMANN-FRANCISCO FERNÁNDEZ BUEY, Redes que dan libertad. Introducción a los nuevos movimientos sociales (Paidós, Barcelona 1995).  ALAIN TOURAINE, El regreso del actor (EDUBA, Buenos Aires 1987). También de Charles Tilly: The Vendée: A Sociological Analysis of the Counter- revolution of 1793. (1964) "Clio and Minerva.” in Theoretical Sociology, edited by John McKinney and Edward Tiryakian. (1970); "Collective Violence in European Perspective.”, in Violence in America, edited by Hugh Graham and Tedd Gurr. (1969). “Do Communities Act?" Sociological Inquiry. (1973). An Urban World. (ed.) (1974). The Formation of National States in Western Europe (ed.) (1974). From Mobilization to Revolution. (1978). As Sociology Meets History (1981). Big Structures, Large Processes, Huge Comparisons. (1984). The Contentious French. (1986). Coerción, Capital, and European States, AD 1990-1992. (1990).  European Revolutions, 1492–1992. (1993). Cities and the Rise of States in Europe, A.D. 1000 to 1800. (1994). Roads from Past to Future (1997) Work Under Capitalism (with Chris Tilly, 1998). Durable Inequality (1998) Transforming Post-Communist Political Economies. (1998). Dynamics of Contention (with Doug McAdam and Sidney Tarrow). (2001). Contention & Democracy in Europe, 1650-2000. (2004). Social Movements, 1768-2004 (2004). From Contentions to Democracy. (2005). Identities, Boundaries, and Social Ties (2005). Trust and Rule. (2005). Why? (2006). Oxford Handbook of Contextual Political Analysis. (2006). Contentious Politics (with Sidney Tarrow). (2006). Regimes and Repertoires. (2006). Democracy. (2007). Charles Tilly: Los movimientos sociales. Desde 1768-2008. https://rfdvcatedra.files.wordpress.com/2014/07/charles-tilly-los-movimientos-sociales-1768-a-2008.pdf.

 

[172] Ver de Raúl Prada Alcoreza Alteridad y nomadismo. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/alteridad-y-nomadismo/.

[173] Ver de Raúl Prada Alcoreza La explosión de la vida. Dinámicas moleculares; la Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-explosion-de-la-vida/.

[174] Revisar la colección de Comuna publicada por la Editorial Muela del Diablo. La paz 2000-2010.

[175] Ver de Raúl Prada Alcoreza Largo octubreHorizontes de la Asamblea Constituyente y Subversiones indígenas. Plural Editores; La Paz 2004. Yachaywasi; La Paz 2007. Comuna; CLACSO, Editorial Muela del Diablo; La Paz 2008.

[176] Ver de Raúl Prada Alcoreza Potencia y acontecimiento. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/potencia-y-acontecimiento/

[177] La primera crisis de la “izquierda” fue cuando se truncó a la Asamblea Popular con el golpe de Estado del General Hugo Banzer Suarez.

[178] Revisar la colección de libros de Comuna, que fueron publicados por La Muela del Diablo. La Paz 1995-2008.

[179] Este análisis, desde la episteme compleja, lo adelantamos en el presente ensayo.

[180] Ibídem.

[181] Ver de Raúl Prada Alcoreza Pensamiento propio. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-2015. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/pensamiento-propio/.

[182] Ver de Hugo Rodas Morales Marcelo Quiroga Santa Cruz. El socialismo vivido. Plural; La Paz 2010.

[183] Ver de Javier Aliaga Lordemann El Estado rentista y su relación con el régimen democrático; en Gas y política; Una política explosiva. FES-ILDIS; La Paz 2013.

[184] Ver de Carlos Arze Vargas El gasolinazo desde una perspectiva fiscal y tributaria.  CEDLA; grupo sobre política fiscal y desarrollo; La paz 2013.

 

 

[185] Ver de Raúl Prada Alcoreza Más acá y más allá de la mirada humana. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/mas-aca-y-mas-alla-de-la-mirada-humana/.

[186] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento político. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/acontecimiento-politico-/.

[187] Jacques Derrida Políticas de la amistad. Trotta; Madrid 1998. https://arditiesp.files.wordpress.com/2012/10/derrida_politicas_amistad_19981.pdf.

[188] Ver de Raúl Prada Alcoreza Episteme compleja. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. También en: https://pradaraul.wordpress.com/2015/02/13/episteme-compleja/. Así como revisar Singo y movimientohttps://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/signo-movimiento/.

[189] Ver de Raúl Prada Alcoreza Crítica de la economía política generalizada. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/critica-de-la-economia-politica-generalizada/.

[190] Ver de Raúl Prada Alcoreza Crítica de la razón fantasmahttps://pradaraul.wordpress.com/2015/05/12/critica-de-la-razon-fantasma/.

[191] Ver de Raúl Prada Alcoreza Horizontes de la descolonización, también Descolonización y transición, así como Acontecimiento político, también La paradoja conservadurismo-progresismo. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/products/des-colonizacion-y-transicion/https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/acontecimiento-politico-/https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-paradoja-conservadurismo-progresismo/.  Pradaraul.wordpress: https://pradaraul.wordpress.com/horizontes-de-la-descolonizacion/.

[192] Jorge Abelardo Ramos: Historia de la Nación Latinoamericana - Cap 1 - El Continente De Los Leones Calvos.

 

[193] Ver Acontecimiento político. Ob. Cit.

[194] Ver de Raúl Prada Alcoreza Gramatología del acontecimiento. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15.  https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/gramatologia-del-acontecimiento-/.

[195] Ver de Raúl Prada Alcoreza La “ideología” de la autocomplacencia. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-ideologia-de-la-autocomplacencia-lecciones-de-la-guerra-del-chaco/.

[196] Ver de Raúl Prada Alcoreza Crítica de la economía política generalizada. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/critica-de-la-economia-politica-generalizada/.

[197] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento libertario. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/acontecimiento-libertario/.

[198] Ver de Raúl Prada Alcoreza La Paradoja conservadurismo-progresismo. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-paradoja-conservadurismo-progresismo/.

[199] Ver de Raúl Prada Alcoreza Atrapados en sus propias redes. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/atrapados-en-sus-propias-redes/.

[200] Ver de Raúl Prada Alcoreza Encaracolamientos. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. Verlo en Diseminacioneshttps://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/diseminaciones1/.

[201] Ver de Raúl Prada Alcoreza Más allá de las representaciones. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. Ver en Más acá y más allá de la mirada humana: https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/mas-aca-y-mas-alla-de-la-mirada-humana/.

[202] Hermann Hesse: Demianhttps://biblio3.url.edu.gt/Libros/2011/Demian.pdf.

[203] Ver de Raúl Prada Acontecimiento político. Dinámicas moleculares. La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/acontecimiento-politico-/.

[204] Referencias: [1] La autogestión yugoslava: Una visión dentro de su cuadro ideológico-político marxista [2] Por una comunicación autogestionaria [3] Lloyd G. Reynolds, Los tres mundos de la economía: capitalismo, socialismo y países menos desarrollados, Alianza Editorial: 1975, ISBN 8420615692 y 9788420615691 (capitulo III: Economías Socialistas, pág. 81). [4] Autogestión de trabajadores en Yugoslavia, por O. Ressler [5] La práctica del socialismo autogestionario en Yugoslavia y su influencia en el carlismo contemporáneo, por Javier Onrubia [6] ¿Socialdemocracia o socialismo autogestionario?, por Carlos Hugo de Borbón Parma. El País, 1975. [7] Tres países del mundo socialista] de Alberto Baltra [8] Tres países del mundo socialista, de Alberto Baltra. https://es.wikipedia.org/wiki/Socialismo_autogestionario.

[205] LANKI - Instituto de Estudios Cooperativos de la Universidad de Mondragon. https://es.slideshare.net/audaondo/lanki-aurkezpena-presentacin.

[206] https://www.dhl.hegoa.ehu.es/ficheros/0000/0178/Autogestion_y_globalidad.pdf.

[207]  Ibídem.

[208] Ibídem.

[209] Ibídem.

[210] Ibídem.

[211] Ibídem.

[212] Ibídem.

[213] Ibídem.

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Pluriversidad Oikologías

Proyecto emancipatorio y libertario de autoformación y autopoiesis

 

 

Diplomado en Pensamiento complejo:

Contrapoder y episteme compleja

 


 

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Proyecto emancipatorio y libertario de autoformación y autopoiesis

 

 

Diplomado en Pensamiento complejo:

Contrapoder y episteme compleja

 

 

Objetivo del programa:

Umbrales y limites de la episteme moderna, apertura al horizonte nómada de la episteme compleja.

 

Metodología:

Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual  colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.

 

Contenidos:

 

Modulo I

Perfiles de la episteme moderna

 

1.- Esquematismos dualistas

2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista

3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico 

4.- Esquematismo ideológico

 

Modulo II

Perfiles de la episteme compleja

 

1.- Teórias de sistemas

2.- Sistemas autopoieticos 

3.- Teorías nómadas

4.- Versiones de la teoria de la complejidad

 

Modulo III

Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad

 

1.- Contra-poderes y contragenealogias 

2.- Composiciones complejas singulares

3.- Simultaneidad dinámica integral

4.- Acontecimiento complejo

 

Modulo IV

Singularidades eco-sociales 

 

1.- Devenir de mallas institucionales concretas

2.- Flujos sociales y espesores institucionales

3.- Voluntad de nada y decadencia

4.- Subversión de la potencia social

 

 

Temporalidad: Cuatro meses.

Desde el Inicio del programa hasta la Finalización del programa.

Finalizaciones reiterativas: cada cuatro meses, a partir del nuevo inicio.

Defensa de la Monografía. Defensas intermitentes de Monografías: Una semana después de cada finalización.



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Inscripciones: A través de la dirección: 

raulpradaa@hotmail.com

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