El presente brasilero

22.05.2016 16:12

El presente brasilero

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 

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Desde nuestra perspectiva, la de la complejidad, por lo menos, pretendidamente, no podemos hablar del presente de una formación espacio-temporal-social; pues estas composiciones complejas singulares, que durante la modernidad fueron consideradas formaciones históricas, responden a complejidades integrales de simultaneidad dinámica. Sin embargo, lo hacemos, ponemos presente brasilero, usando este concepto de presente como metáfora; sobre todo, por razones de exposición. Esta aclaración nos deja libres para analizar e interpretar la coyuntura, usando el lenguaje acostumbrado, de manera metafórica. 

 

¿Dónde comenzar? Si nuestra perspectiva no es lineal; no es pues un comienzo histórico; colocando antecedentes, en un empiezo expositivo, como para mostrar algunas condiciones históricas, sociales, culturales y económicas. Tampoco se trata de comenzar con una descripción de la estructura económica, como se acostumbra; incluso en el caso que tengamos varios cortes transversales, en el tiempo, para compararlos con el presente. No mejora la situación si apoyamos a esta descripción económica con una descripción social; así bien, el mismo caso, si comenzamos con la descripción social y la apoyamos con la descripción económica. Tampoco mejora mucho, si apoyamos ambas descripciones con una descripción cultural. Todos estos comienzos están dentro del paradigma temporal. Suponen el tiempo lineal, que ciertamente es prejuicio de los sentidos comunes, pero también lo fue del sentido científico de la modernidad y sigue siendo el sentido de las ciencias sociales y humanas, lo mismo, de la filosofía, cuando ya hemos ingresados a los horizontes de la episteme compleja.

 

Entonces, ¿por dónde comenzar la exposición? Por otra parte, hay otro problema, en relación a la perspectiva de la complejidad. La perspectiva de la complejidad no es determinista, ni siquiera en las versiones de la sobredeterminación o de la co-determinación. Por ejemplo, no puede situarse en plano de intensidad económico, encontrando que este plano determina al plano de intensidad social en conjunto; al plano de intensidad político, al plano de intensidad cultural, al plano de intensidad jurídico, al plano de intensidad “ideológico”. No mejora la situación si se dice que la determinación es indirecta y hay autonomía relativa de los otros planos. Pues lo único que se ha hecho es matizar el determinismo; pero, preservar el paradigma causalista.

 

La pregunta sigue vigente, ¿desde la perspectiva de la complejidad, por dónde comenzar? No es fácil. Se puede decir que se puede comenzar por cualquier circunstancia, pero, no linealmente, sino armando el tejido de la complejidad, de la manera más adecuada posible. Es cierto, esto se puede hacer. Empero, como puente, como hicimos en Gramatología del acontecimiento, comenzaremos con una exposición genealógica; es decir, con un análisis del presente efectuando una mirada retrospectiva del pasado. La genealogía, a pesar de ser crítica de la historia y crítica de la episteme de la modernidad, de todas maneras, se mantiene en la conjetura del tiempo; sino no se podría hablar de genealogía. Lo hacemos porque la genealogía contiene poderosos cuestionamientos a la concepción de temporalidad y la narrativa histórica.

 

 

Entonces comenzamos por el presente. Vamos a retomar las consideraciones de Boa Aventura de Sousa Santos sobre ciertas circunstancias sintomáticas del presente brasilero, el de sus conflictos recientes.

   

En el artículo El precio del progreso, de Boaventura de Sousa Santos, el conocido teórico crítico escribe:

 

 

Con la elección de la presidenta Dilma Roussef, Brasil quiso acelerar el paso para convertirse en una potencia global. Muchas de las iniciativas en ese sentido venían de atrás, pero tuvieron un nuevo impulso: Conferencia de la ONU sobre el Medio Ambiente, Rio+20 en 2012, Mundial de Fútbol en 2014, Juegos Olímpicos en 2016, lucha por un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, papel activo en el creciente protagonismo de las “economías emergentes”, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y África del Sur), nombramiento de José Graziano da Silva como director general de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en 2012 y de Roberto Azevedo como director general de la Organización Mundial del Comercio a partir de 2013, una política agresiva de explotación de los recursos naturales, tanto en Brasil como en África, principalmente en Mozambique, fomento de la gran agricultura industrial, sobre todo para la producción de soja, agro-combustibles y la cría de ganado[1].

 

Se señala no solamente una “ideología” progresista, por lo tanto, de “izquierda”, sino también una predisposición gubernamental. Esta “ideología” y esta predisposición se orientan al desarrollo de Brasil como potencia mundial, sobre la base de que ya es una potencia emergente industrial. Lo de potencia emergente es parte del discurso jerarquizador del orden mundial; lo de “ideología” progresista es como el imaginario político, construido por el PT en largas décadas de luchas sociales y organizaciones sindicales de los trabajadores. Si se quiere, esquematizando, la “ideología” progresista corresponde a las genealogías inherentes a los procesos de la formación social; lo de país potencia, corresponde a las genealogías en los ámbitos de relaciones de Brasil con la geopolítica del sistema-mundo capitalista.

 

 

La movilización popular condujo, primero, al proceso constituyente de 1988; después a la recuperación de la democracia, para continuar, en un tercer momento, con la victoria electoral del PT. Ambos procesos genealógicos, que llamaríamos, uno, genealogía interna, el otro, genealogía externa, si mantuviéramos este esquematismo dualista interno/externo; pero, no lo vamos a hacer. Si concedemos expositivamente comenzar con la genealogía; no podemos hacer lo mismo con el esquematismo dualista. Lo que diferencia al pensamiento complejo del pensamiento moderno, no es solamente su diferencia radical respecto al paradigma temporal, así como su diferencia radical con el determinismo, sino su diferencia radical con el esquematismo dualista.  Podríamos decir que de los paradigmas en uso en la episteme moderna, mencionando algunos, el paradigma temporal, el paradigma determinista, el paradigma dualista, es este último, el más estructurante del pensamiento moderno. Como hemos expuesto en otros ensayos, en la perspectiva de la complejidad, no hay interno y externo, no es sostenible este dualismo. En consecuencia, las dos trayectorias compuestas de las genealogías mencionadas son simultáneamente mundanas y singulares.

 

 

Para no hacer unas exposiciones largas de estas genealogías, partiremos de sus nacimientos, de sus emergencias, si se quiere, de sus momentos constitutivos. En Gramatología del acontecimiento[2] encontramos, en la interpretación hipotética, que el momento constitutivo de la genealogía política se da en el acontecimiento de la columna Prestes. Es en este acontecimiento de rebelión y levantamiento de la oficialidad joven, más vinculada a lo popular, y contraria a la dominación de la oligarquía “café con leche”; cuando parte de la sociedad alterativa de la formación social brasilera se insubordina contra el orden institucional impuesto, heredado del imperio brasilero. Podemos decir, que es cuando emerge parte de la energía nacional-popular y causa efectos estatales.

 

 

El segundo momento constitutivo de la genealogía política es la conformación del gobierno nacionalista de Getulio Vargas. A pesar de haber comenzado, su incursión política, ligado a la oligarquía, con la tarea de poner orden al desorden generado por las demandas sociales y a la agitación del Partido Comunista, este carismático caudillo, da el viraje hacia lo nacional-popular. En sus gobiernos se efectúan nacionalizaciones, por lo tanto expropiaciones de efecto estatal; se amplía la democracia; se promulga la ley del trabajo; se plasma una política de industrialización, retomando el proyecto de la burguesía industrial. De todas maneras, a pesar de los avances políticos, sociales y económicos, el Estado populista no resuelve los obstáculos anacrónicos plantados por la oligarquía, entre ellos, la persistencia obsoleta de la propiedad latifundiaria; ligada todavía al eje cafetalero, basado en la explotación masiva e itinerante de las fuerzas de trabajo arrendadas, fuerzas de trabajo que antes fueron las fuerzas sociales esclavizadas. La revolución industrial requería de la reforma agraria, así como lo requerían las poblaciones campesinas. Esto no ocurrió. Entonces, a pesar de las contradicciones inherentes al proceso populista, el acontecimiento Getulio Vargas, para nombrarlo de esta manera singular, que hace hincapié en la figura del caudillo, fue un momento constitutivo de la formación económico social brasilera.

 

 

 

El tercer momento constitutivo es el PT, como organización política de los trabajadores. Se trata de un acontecimiento diferido, pues el acontecimiento organizativo político de la clase trabajadora, se da lugar en la experiencia social, acumulada en décadas. Uno de los desenlaces del acontecimiento político es el ascenso al gobierno del PT. En este tercer momento constitutivo, tanto lo nacional-popular como la orientación socialista, combinados en el PT, en las gestiones de gobierno progresista, tienen efectos estatales. Hablamos de las reformas sociales, jurídicas y políticas, que tuvieron no solamente efecto estatal, sino que el efecto estatal irradió como efecto social. En este sentido, sin exagerar, se puede hablar de un Brasil antes del PT y de un Brasil después del PT en el gobierno.

 

 

No vamos a referirnos ahora a las contradicciones profundas del “gobierno progresista”; ya lo hicimos antes, en otros ensayos[3]. Ahora interesa exponer o dibujar sucintamente las genealogías. En este sentido, importa, la vinculación de esta genealogía de la “ideología” progresista, con la genealogía geopolítica del Brasil en el sistema-mundo-capitalista.

 

 

Según nuestras interpretaciones anteriores, el momento constitutivo de esta genealogía geopolítica, que no llamaremos genealogía económica, por las razones expuestas, sino genealogía de la vinculación de la formación económica social brasilera en el sistema-mundo capitalista, se encuentra en la conquista y la colonización portuguesa. Cuando se estructura el sistema-mundo capitalista y se da lugar a la conformación de la geopolítica de este sistema-mundo. En otras palabras, cuando esta genealogía se estructura sobre la base de la división internacional del trabajo, de los mercados, de las economías. Estructuración mundial de la hegemonía de la economía-mundo y del sistema-mundo capitalista, configurándose la geopolítica de la dominación del orden mundial, sobre la base de la diferenciación de centros y periferias; es decir, edificando la economía política de la geopolítica del sistema-mundo, en el contexto complejo e integrado de la economía política generalizada[4]. Este momento constitutivo de la dependencia es gravitante; sobre todo, desde el enfoque de nuestra exposición, en lo que respecta a la vinculación con la otra genealogía mencionada.

 

 

Siguiendo con la exposición sucinta, estamos en condiciones de sugerir una hipótesis interpretativa, a propósito del entrelazamiento entre ambas genealogías. Diremos que la articulación entre ambas genealogías es gravitante; genealogías que llamaremos resumidamente genealogía política y genealogía geopolítica; ésta última correspondiente a la vinculación de la formación económico-social brasilera en y con la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Ocurre como si esta genealogía geopolítica mundial entregara los hilos - a pesar que la materia prima la entrega Brasil - con los que se va hacer la textura de las otras genealogías; entre ellas, de acuerdo a la selección, a modo de ejemplos, que hemos hecho en la exposición, por cierto arbitraria, es la genealogía “ideológica” progresista del PT.

 

 

Dicho esto, lanzada esta primera hipótesis interpretativa, podemos sugerir una segunda hipótesis interpretativa: Este entrelazamiento entre las genealogías se convierte en el espesor abigarrado donde redundan las formas de dependencia. La dependencia del Estado-nación subalterno respecto de la geopolítica del sistema-mundo, redunda en otras dependencias o si se quiere limitaciones, como, por ejemplo, la dependencia o limitación de la “ideología” reformista. Lo que concibe el PT como realismo político, sus críticos de “izquierda” denominan pragmatismo, otros, más tajantes, llaman oportunismo, mas bien, parece ser la plasmación de estas redundancias dependientes en el campo “ideológico”, en el campo social, en el campo político, por así decirlo.

 

 

Lo que han hecho los gobiernos del PT, en el presente o en la historia reciente, es moverse en estas redundancias o en los espacios-tiempos, espesores de intensidad, atravesados por las vibraciones de las ondas de estas redundancias. La “ideología” reformista o progresista es dependiente; antes la llamamos timorata. Las políticas de reforma son dependientes; las repercusiones sociales, jurídicas, políticas y económicas, a pesar de sus beneficios masivos, son también dependientes; aunque hayan mejorado las condiciones de la dependencia y los términos de intercambio. Expliquemos esta fenomenología de la dependencia como el declive a la decadencia, debido a haberse mantenido en el círculo vicioso del poder. Lo que no hay que olvidar es que el PT se movía en planos de intensidad y espesores de intensidad de redundancias dependientes.

 

 

 

 

El analista crítico Boaventura de Susa Santos continúa:

 

 

Beneficiado por una buena imagen pública internacional, granjeada por el presidente Lula y sus políticas de inclusión social, este Brasil desarrollista se impone ante el mundo como una potencia de nuevo tipo; benévola e inclusiva. No podía, pues, ser mayor la sorpresa internacional ante las manifestaciones (se refiere a las protestas sociales en el lapso del mundial de futbol), que en la última semana sacó a la calle a centenares de miles de personas en las principales ciudades del país. Si ante las recientes manifestaciones en Turquía la lectura sobre las “dos Turquías” fue inmediata, en el caso de Brasil fue más difícil reconocer la existencia de “dos Brasiles”. Pero está ahí a ojos de todos. La dificultad para reconocerla reside en la propia naturaleza del “otro Brasil”, un Brasil furtivo a análisis simplistas. Ese Brasil está hecho de tres narrativas y temporalidades. 

 

 

La primera, es la narrativa de la exclusión social (uno de los países más desiguales del mundo), de las oligarquías latifundistas, del caciquismo violento, de las élites políticas restrictas y racistas; una narrativa que se remonta a la colonia y se ha reproducido sobre formas siempre mutantes hasta hoy. La segunda narrativa, es la de la reivindicación de la democracia participativa, que se remonta a los últimos 25 años y tuvo sus puntos más altos en el proceso constituyente, que condujo a la Constitución de 1988; en los presupuestos participativos sobre políticas urbanas en centenares de municipios; en el impeachment del presidente Collor de Mello en 1992; en la creación de consejos de ciudadanos en las principales áreas de políticas públicas, especialmente en salud y educación, a diferentes niveles de la acción estatal (municipal, regional y federal). La tercera narrativa, tiene apenas diez años de edad y versa sobre las vastas políticas de inclusión social adoptadas por el presidente Lula da Silva a partir de 2003, que condujeron a una significativa reducción de la pobreza, a la creación de una clase media con elevada vocación consumista, al reconocimiento de la discriminación racial contra la población afrodescendiente e indígena y a las políticas de acción afirmativa, y a la ampliación del reconocimiento de territorios y quilombolas [descendientes de esclavos] e indígenas[5].

 

 

 

No se puede no ver la diferencia entre los gobiernos del PT y los gobiernos neoliberales, que le antecedieron. Esto sería ceguera política, debida al dogmatismo correspondiente. Los efectos estatales, políticos, económicos, sociales y culturales de los gobiernos del PT son, obviamente, diferentes, a los efectos gubernamentales de los gobiernos neoliberales. Esta diferencia es patente y clara. No como el discurso neoliberal trillado de los partidos políticos neoliberales, liberales y conservadores del Brasil creen; por ejemplo, que el PT no toma en cuenta las “leyes económicas”, que su demagogia desordena la economía y obstruye el “desarrollo”. Tomando como ejemplo de los mejores argumentos que pueden elaborar estas expresiones “ideológicas” y políticas de la oligarquía, de la burguesía y de las clases medias altas. Esta tesis es insostenible, pues, no solamente su concepción económica responde al básico paradigma económico, que reduce la economía-mundo a la caricatura aritmética y cartesiana de la concurrencia y comportamientos de la oferta y la demanda, sino que los gobiernos neoliberales comparten ciertas analogías con los gobiernos progresistas. Considerando las diferencias de las que hablamos, por lo menos, en dos aspectos destructivos. El primero, el de la dependencia; no salen las dos expresiones políticas, por más encontradas que se consideren, de la reproducción de la dependencia, en sus distintas tonalidades. El segundo, la inclinación a las prácticas paralelas de las formas de poder no-institucionales; la corrosión institucional y la corrupción. En consecuencia, ambas expresiones políticas, que se suponen enemigas, reproducen la dependencia y el poder, sus formas de dominación, aunque se diferencien en sus repercusiones estatales, políticas, económicas, sociales y culturales. Ciertamente, el estilo neoliberal es mucho más destructivo, mucho menos nacional, mucho más desastroso en lo que respecta a lo social y popular, pues ahí, en estos planos y espesores de intensidad, transfiere los costos de sus políticas de ajuste estructural.

 

 

 

El análisis de Boa Aventura sugiere la siguiente explicación del comienzo de la crisis política, en la gestión de la presidencia de Dilma Russeff:

 

 

Lo que sucedió desde que la presidenta Dilma asumió el cargo fue la desaceleración o incluso el estancamiento de las dos últimas narrativas. Y como en política no existe el vacío, ese terreno baldío que dejaron fue aprovechado por la primera y más antigua narrativa, fortalecida bajo los nuevos ropajes del desarrollo capitalista y las nuevas (y viejas) formas de corrupción. Las formas de democracia participativa fueron cooptadas, neutralizadas en el dominio de las grandes infraestructuras y megaproyectos, y dejaron de motivar a las generaciones más jóvenes, huérfanas de vida familiar y comunitaria integradora, deslumbradas por el nuevo consumismo u obcecadas por el deseo de éste. Las políticas de inclusión social se agotaron y dejaron de responder a las expectativas de quien se sentía merecedor de más y mejor. La calidad de vida urbana empeoró en nombre de los eventos de prestigio internacional, que absorbieron las inversiones que debían mejorar los transportes, la educación y los servicios públicos en general. El racismo mostró su persistencia en el tejido social y en las fuerzas policiales. Aumentó el asesinato de líderes indígenas y campesinos, demonizados por el poder político como “obstáculos al crecimiento”, simplemente por luchar por sus tierras y formas de vida, contra el agronegocio y los megaproyectos mineros e hidroeléctricos (como la presa de Belo Monte, destinada a abastecer de energía barata a la industria extractiva)[6].

 

 

 

El prestigioso profesor, teórico, asesor de movimientos sociales y crítico, encuentra un viraje conservador, al estilo desarrollista, acompañado con la algarabía de pretensiones de potencia, en la gestión de Dilma Rousseff; sin embargo, este viraje conservador ya había comenzado en las gestiones de gobierno de Lula da Silva. La pregunta es: Considerando la regularidad análoga de los comportamientos de los gobiernos populistas, después progresistas, ¿por qué estos gobiernos llegan a un punto de inflexión, en su recorrido político, a partir del cual, comienza su regresión y decadencia? No se trata de personas, de carismas de personas, ni siquiera de consecuencias individuales, sino de la mecánica de la política misma populista, en un caso, progresista, en otro caso. En otros ensayos dijimos que este punto de inflexión aparece por la misma función o, si se quiere, ecuación, de la curvatura política populista o progresista[7]. Las reformas no pueden continuar a partir del punto crítico de la curva ascendente de avance, al tocar el umbral, límite político, que ya cuestiona, de manera cualitativa y radical, las relaciones y las redundancias de dependencia; punto crítico, a partir del cual, el dilema es el siguiente: para continuar adelante se requiere de transformaciones institucionales, de aboliciones o desmantelamientos, aunque sean dilatados y reformistas, de la malla institucional del Estado, de la condición estructural de la dependencia, de la condición simulada de la democracia; o, en contraste, la ruta es la regresión y la decadencia, comenzando la evidencia de las analogías perversas con los gobiernos neoliberales.

 

 

 

 

 

La otra referencia de este artículo a la gestión de Dilma Rousseff es la siguiente:

 

 

La presidenta Dilma fue el termómetro de este cambio insidioso. Asumió una actitud de indisimulable hostilidad hacia los movimientos sociales y los pueblos indígenas, un cambio drástico respecto a su antecesor. Luchó contra la corrupción, pero dejó para los aliados políticos más conservadores las agendas que consideró menos importantes. Así, la Comisión de Derechos Humanos, históricamente comprometida con los derechos de las minorías, fue entregada a un pastor evangélico homófobo, que promovió una propuesta legislativa conocida como cura gay. Las manifestaciones revelan que, lejos de haber sido el país que se despertó, fue la presidenta quien se despertó. Con los ojos puestos en la experiencia internacional y también en las elecciones presidenciales de 2014, la presidenta Dilma dejó claro que las respuestas represivas solo agudizan los conflictos y aíslan a los gobiernos. En ese sentido, los alcaldes de nueve capitales ya han decidido bajar el precio de los transportes. Es apenas un comienzo. Para que sea consistente, es necesario que las dos narrativas (democracia participativa e inclusión social intercultural) retomen el dinamismo que ya habían tenido. Si fuese así, Brasil mostrará al mundo que sólo merece la pena pagar el precio del progreso profundizando en la democracia, redistribuyendo la riqueza generada y reconociendo la diferencia cultural y política de aquellos que consideran que el progreso sin dignidad es retroceso[8].

 

 

 

La interpretación nuestra es distinta. Dilma heredó y continúo la ruta iniciada por Lula. La ruta extractivista o, mejor dicho, del neo-extractivismo, como lo denomina Eduardo Gudinas. El enfrentamiento con los pueblos y organizaciones indígenas recomenzaron en las gestiones de Lula, continuaron en la gestión de Dilma. Puede ser que se agravaron en la presidencia de Dilma; empero, hay una continuidad entre ambas gestiones, al respecto. No es el problema, si es Lula o Dilma, tampoco la diferencia de sus perfiles. Sino la estructura política del PT, la composición “ideológica” del PT, su estilo de reformas, basadas en el modelo de los pactos entre trabajadores y burguesía progresista.

 

 

Hay algo que quisiéramos remarcar, retomando algo que ya planteamos en otro ensayo[9]. Lo que llama la atención en estas historias dramáticas de los Estado-nación periféricos y subalternos, incluso en su condición de potencia emergente, en algunos casos, es su renuncia a la hegemonía, a la estrategia, si se quiere, geopolítica. La burguesía brasilera, teniendo como eje a la burguesía industrial, un gobierno progresista con alta legitimidad y apoyo popular, tenían en sus manos la posibilidad de irradiar un proyecto  de integración continental, la utopía de la Patria Grande, bajo la conducción de la burguesía industrial o del Estado-nación. Empero, ante esta posibilidad histórica se comportan de una manera despreciable; sacando a luz sus temores ateridos, sus cohibiciones cristalizadas y derrotadas anteladas. Renuncian al proyecto que les abre el horizonte político para la realización de clase y la materialización de un Estado-nación pleno, no fragmentado; renuncian por la búsqueda negociada de una subalternidad más prestigiosa y jerárquica en el sistema-mundo capitalista. Desde nuestra lectura, las burguesías latinoamericanas, las que se encuentran al sur del Río Grande, no tienen la voluntad, el impulso, la ambición, que tuvieron las burguesías al norte del río Grande, en el temprano siglo XVIII. Tampoco lo tienen los Estado-nación fragmentados de América Latina, por más demagogia que destilen y por más instancias burocráticas de integración que conformen.

 

¿Cuál es el problema? Como se ha podido ver, en nuestros escritos, desde Acontecimiento político, estamos contra las lecturas “ideológicas” apologéticas, desprendidas desde los mitos modernos, como la de la historia oficial, así también como las del caudillo, ampliándonos a los espacios del saber, como del esquematismo dualista de Izquierda/derecha, progresismo/conservadurismo. Desde el mito político de la bondad dejada por los nacionalismos, populismos y progresismos. Pues estas lecturas, lo único que hacen, es reformar la redundancia de las dependencias, enalteciendo precisamente aquéllas cualidades diseminantes y debilitantes de la potencia social de nuestros pueblos. Dicho de manera resumida, el problema parece ser que las burguesías tempranas portuarias de Latino América, intervinieron en el siglo XIX, no tanto para lograr la independencia, sino para evitar la revolución social, que venía acompañando a los movimientos anticoloniales e independentistas del siglo XVIII.

 

 

 

Brasil es un nombre para denominar una composición plural compleja singular, que, sin embargo, no es dispersa, sino se encuentra cohesionada. Cohesionada por el Estado, por la “ideología” del Estado-nación, por la narrativa de la historia política, así como por las narrativas de los pueblos. Veamos por donde veamos, hay como un referente integrante, ya sea como formación social o como Estado-nación. Brasil es, en un momento constitutivo, la decisión de la mayoría, el coraje del pueblo, de llevar a un dirigente metalurgista al gobierno; en la coyuntura electoral, que ungió en la presidencia a Dilma, es un pueblo entrabado en sus dilemas. Cuando sale a las calles a defender a la presidenta,   frente a la tramoya judicial, es un pueblo que no resuelve sus dilemas.

 

 

Para continuar, empleando las frases concluyentes que emitimos, hilando poco a poco, con las dificultades del caso, aproximaciones al pensamiento complejo, a la complejidad integral, sinónimo de realidad, diríamos que, nadie sabe lo que es Brasil, como tampoco nadie sabe lo que son las composiciones complejas singulares de las formaciones sociales-territoriales, que la formación discursiva política llama países; pero, hay muchas interpretaciones sobre esta formación social. Ciertamente, este enunciado no resuelve el problema. ¿Cómo una sociedad tan vital culturalmente, tan socialmente alterativa, es decir, creativa, puede haber caído en una artimaña tan grotesca del juico a Dilma? Lo decimos reconociendo que salió a las calles, pero no continua en ellas, de manera masiva, permanente y sobre todo generalizada. Lo que ha ocurrido es una usurpación de la soberanía popular, por parte de arteros representante de la clase política más mañosa y descarada. Decimos esto sin necesidad de defender a la presidenta, responsable de sus propios errores. 

 

El desenlace, la separación de Dilma de la presidencia por 180 días, revela muchas cosas sobre el poder. Primero, que cualquiera puede llegar al poder, aunque desde el sentido común no se lo merezca; esto quiere decir que tiene otros atributos. Lo primero que revela la coyuntura, es que los atributos no son indispensables, sino que alguien ocupe el vacío. Lo segundo, es que no importa las reglas del juego político, tampoco la Constitución, por lo tanto, las leyes, sino la interpretación que se hace de ellas, aunque la interpretación deje mucho que desear; lo que importa es la realización del objetivo que se persigue. En este caso, retirar a una presidenta democráticamente elegida, por razones que no conducen a la medida desproporcionada, tomada por el Congreso. Independientemente de nuestra posición crítica, no es sostenible el formato del juico, reducido, a propósito, al manejo presupuestario, soslayando la razón o causa del ambiente que llevó al juicio, la corrupción institucional de PRETROBAS, del Estado, de los partidos y de las empresas.  Menos es sostenible la conclusión del juicio, retirar de la presidencia a Dilma. En tercer lugar, no importa ni la legalidad, ni la legitimidad de la acción congresal, sino el haber buscado una salida al grave escándalo de la corrupción, mediante un chivo expiatorio, con la separación de la presidenta del gobierno. La realización de este proyecto, conspirativo o no, aparentemente corrobora la efectuación del objetivo; pero, no saben los ejecutores que no han cumplido exactamente con el objetivo propuesto, sino con el comienzo de su propio derrumbe.

 

 

Brasil no es solamente un país, una república federativa, que comprende a múltiples pueblos y sociedades, geográficamente y culturalmente diferenciados, sino, sobre todo, sociedades alterativas entrelazada, que busca las realizaciones de sus manifestaciones creativas. El problema son las sociedades institucionales y los gobiernos, que prefieren optar por la ficción “ideológica”, por la ilusión administrativa-política, de un enorme espacio geográfico político definido como Estado-nación   de la República Federativa.  El problema de fondo es que una sociedad tan vital como el conjunto articulado de las  sociedades creativas brasileras, termine atrapado e inhibido en las restricciones de las malla institucionales del Estado.

 

 

La tercera hipótesis: Las propias rebeldías terminan atrapadas en beneficio de la reproducción del poder. Esto solo pude ocurrir porque la acción contestataria es decodificada desde el lenguaje del poder; en términos simples, cuando el proceso político inherente ni siquiera, en este último caso, el recurso estatal, aprende e incorpora las demandas que enfrenta.

 

 

 

 

 

 

 

 



[4] Crítica de la economía política generalizada:
Leer más: https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/critica-de-la-economia-politica-generalizada/.

 

[5] Ibídem.

[6] Ibídem.

[7] Textos citados en otro pie de página.

[8] Ibídem.

[9] Ensayos citados en otro pie de página. 

 

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Umbrales y limites de la episteme moderna, apertura al horizonte nómada de la episteme compleja.

 

Metodología:

Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual  colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.

 

Contenidos:

 

Modulo I

Perfiles de la episteme moderna

 

1.- Esquematismos dualistas

2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista

3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico 

4.- Esquematismo ideológico

 

Modulo II

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1.- Teórias de sistemas

2.- Sistemas autopoieticos 

3.- Teorías nómadas

4.- Versiones de la teoria de la complejidad

 

Modulo III

Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad

 

1.- Contra-poderes y contragenealogias 

2.- Composiciones complejas singulares

3.- Simultaneidad dinámica integral

4.- Acontecimiento complejo

 

Modulo IV

Singularidades eco-sociales 

 

1.- Devenir de mallas institucionales concretas

2.- Flujos sociales y espesores institucionales

3.- Voluntad de nada y decadencia

4.- Subversión de la potencia social

 

 

Temporalidad: Cuatro meses.

Desde el Inicio del programa hasta la Finalización del programa.

Finalizaciones reiterativas: cada cuatro meses, a partir del nuevo inicio.

Defensa de la Monografía. Defensas intermitentes de Monografías: Una semana después de cada finalización.



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