Potencia y trama política

02.11.2015 08:23

 

Potencia y trama política

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 

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Índice:

 

Intuición subversiva

Los tejidos y nudos de los entramados sociales                      

Drama y retórica de un gobierno reformista

Umbral y horizonte político                                                 

Trama política y potencia social

Balance y perspectivas del gobierno “progresista                  

Ceremonialidad y comedia política                                     

Un discurso anacrónico                                                      

Retórica y realidad del discurso gubernamental                      

Incertidumbres y vicisitudes políticas                                      

La política como campo de fuerzas                                          

Crisis militar y colonialidad                                                         

Estado-nación versus Estado plurinacional                             

Dirigencia de llunk’us                                                                  

El dedo en la llaga                                                                         

¿Qué sentido tienen las elecciones?                                        

 

 

 

 

Dedicado a los y las nuevas combatientes, heterodoxos, iconoclastas, destructores de imperios y de estados, quienes inventan los nuevos horizontes de emancipaciones y liberaciones múltiples.

 

 

 

Intuición subversiva

Los tejidos y nudos de los entramados sociales

 

Para salir de la enajenación, déjenme utilizar esta palabra tan pretensiosa, tan discutible, tan próxima al concepto dramático de extrañamiento, elaborada por Hegel. No se trata del término, tampoco del concepto, sino de la constelación de significados que puede abarcar la connotación del uso de esta palabra. Entonces para salir de la enajenación de las representaciones, para escapar de esta red lógica, cuya relación con el mundo es de despojamiento, reduciendo al mundo a la representación del mundo. El mundo como representación, donde se pierde la riqueza de las múltiples experiencias que lo constituyen. Para salir de esta enajenación es menester recuperar el substrato de las experiencias sociales, desentrañar a partir de este substrato de percepciones, interpretar a partir de estos espesores el mundo en su vitalidad, dejando el referente lógico de representaciones como esqueleto de museo. Museo de una época que redujo el conocimiento a la narrativa teórica de conceptos, vaciados de contenidos, puras formas lógicas, olvidando que incluso sus bocetos lógicos derivan de los espesores de las experiencias. Fue una época de pretendido dominio instrumental sobre la naturaleza, de pretendido dominio de la razón sobre la complejidad integrada, reduciendo la misma razón al juicio deductivo. La razón no es pura, se hace posible, se realiza en concomitancia con la percepción; la misma razón es una combinación de sensaciones e imaginaciones; es decir, percepciones, dadas en la experiencia, articuladas de tal manera que confeccionan la explicación, el cálculo, la cognición, la predicción, en la perspectiva de adecuaciones efectivas respecto al mundo, de intervenciones efectivas en el mundo, de composiciones; es decir, de creaciones de mundos. Fue una época de reduccionismos instrumentales con objetivos operativos. Esta época se enredó en sus propios laberintos, no pudo resolver la contradicción que desató, entre la lógica abstracta de sus maquinarias instrumentales y  las complejidades concretas de la vida. Sus sistemas instrumentales terminaron convirtiéndose en un peligro para la vida, los ciclos creativos de la vida.

Retomar los substratos de la experiencia social, los espesores de las percepciones sociales, buscando interpretar el mundo a partir de sus complejidades, equivale a descentrarse de las teorías racionalistas de la modernidad. Equivale a desechar sus centros, sus referentes privilegiados, sus tesis causalistas y, al final, linealistas. Equivale a vislumbrar la relatividad de los centramientos y descentramientos, comprendiendo la simultaneidad de la pluralidad, la multiplicidad de las composiciones y variaciones de los movimientos y procesos inherentes a los acontecimientos.

Voy a retomar una aseveración sugerente que hace Tomás Ibáñez en su exposición titulada ¿Es actual el anarquismo?, publicada en Página abierta[1]. El militante y activista anarquista, refiriéndose a la intuición subversiva ácrata, dice: 

Las intuiciones básicas del anarquismo están enraizadas en un denso fondo de experiencias multiseculares y de saberes más o menos soterrados, que constituyen el legado depositado por infinitas luchas contra la dominación y contra la explotación.

Nos interesa esta interpretación histórica y del presente de lo que llamamos los saberes activistas, compartiendo con el expositor, que no hay porque llamarles anarquistas, por la sencilla razón de que no se trata de ponerles etiquetas, pues al hacerlo, el comportamiento es, mas bien, conducta heredada, respondiendo a esquemas instituidos. En todo caso, este no es el debate, el que mantenemos en esta exposición, no en la de Tomás Ibáñez; el debate que compartimos está relacionado al substrato de saberes, correspondientes a las matrices de las experiencias sociales, conformados a partir de las percepciones sociales, espesores de vivencias colectivas, que se sedimentan y se estratifican en la memoria social. Estos saberes activistas, de lucha, subversivos, que aunque no se lleguen a formular en lenguaje teórico, en unos casos sí lo hacen, comprenden la integral articulación de sensaciones, imaginaciones, reflexiones dispersas, por lo tanto, de percepciones constituidas, compuestas, en su complejidad, en su emergencia, desplazamiento e inscripción en el cuerpo. En realidad, el saber, como intuición perceptual, como conocimiento denso, construido en el espesor de la experiencia, se da como acontecimiento de la experiencia y percepción social. Lo que ha institucionalizado la modernidad como conocimiento, ciencia, filosofía, también tiene su matriz en este substrato de experiencias; empero, las ciencias y las filosofías modernas han negado, como principio esta procedencia. Como origen se construyeron dos mitos; uno, relativo al conocimiento objetivo; el otro, relativo al conocimiento subjetivo. El primer mito supone relaciones neutrales e instrumentales con una exterioridad controlada. El segundo mito supone la inmanencia intuitiva de la razón, inscrita en la consciencia.

Ambos mitos, que responden a las tradiciones ejes de la modernidad, conocidas como positivismo y racionalismo, se han desentendido, como principio, axioma de partida, del cuerpo. El cuerpo no existe, salvo como objeto de estudio o como causa de anomalías. Ambas tradiciones modernas se han hecho la imagen de un mundo desértico, habitado por cosas, en un caso, o de un mundo vacío, llenado por los conceptos, enunciados y significados elaborados por el sujeto. En ambos casos desaparece el mundo efectivo, mundo constituido por la actividad vital de los cuerpos. Retomar la matriz, el substrato, que sostiene las formas de conocimientos y de saberes, sean teóricos, estéticos, culturales, técnicos, artesanales, es volver al espesor de intensidades de la vida, a las dinámicas creativas, componentes de saberes perceptuales, intuitivos, en sentido de la combinación y articulación de distintos planos, campos, núcleos de la experiencia. De entrada descartamos el sentido que le dio la filosofía moderna a la intuición, tanto en su vertiente racionalista como en su vertiente mística. Para nosotros la intuición no es una síntesis racionalista, tampoco una revelación inmanentista. La intuición es la comprensión inmediata dada como la integración perceptual de la experiencia. Para ponerle un nombre, con todo el riesgo que esto conlleva, pero para tener un referente de contraste, llamemos a esta comprensión de la intuición como una de las formas de expresión de la memoria sensible.

Los saberes subversivos responden a esta memoria social, podemos llamarlos intuiciones subversivas, al estilo de Tomás Ibáñez; lo que importa es que se trata de formas intensas de conocimiento colectivo, emergidos en coyunturas de crisis, en el despliegue del dramatismo social. En adelante vamos a formular algunas hipótesis sobre estos saberes activistas, sobre esta intuición subversiva.

Antes de las hipótesis nos haremos algunas preguntas, sobre todo para establecer los campos y los espesores en los que se mueve la problemática planteada, desde la perspectiva de la percepción y experiencia social.

¿A qué llamamos saber activista, a que llamamos conocimiento subversivo? ¿Cuál es la relación de este saber subversivo con el espesor de la percepción y la experiencia social? Hemos compartido la definición dada por Georges Canguilhem de saber en el sentido de atributo biológico que comprende la  composición de capacidad de adquirir información, retener la información, es decir, constituir una memoria, de anticiparse, es decir, de actuar[2]. Esto se entiende cuando nos referimos a organismos individualizados; empero, qué pasa cuando nos encontramos ante las multiplicidades proliferantes de organismos, entrelazados y en conexión. ¿Se puede mantener la misma concepción de saber? Cuando sabemos que lo que configura su morfología, su composición orgánica, sus capacidades, incluso su teleonomía, es el genoma, vemos que el saber del genoma no es el mismo que el saber del organismo, por más que el segundo suponga al primero[3]. Georges Canguilhem, cuando se refiere al saber humano, incorpora a esa composición dinámica entre información, memoria y anticipación, la capacidad evocativa. Si bien, es más difícil distinguir el funcionamiento individual del funcionamiento social, colectivo, en el caso de el fenómeno evocativo, así como también es difícil distinguirlo en el caso del saber de los organismos, pues estos suponen asociaciones; es decir, sociedades orgánicas. De todas maneras, se puede decir que el saber individual tiene determinadas características, en tanto que el saber social, compartido, que hace de contexto del saber individual, tiene otras características, quizás más complejas. Por lo tanto, no es lo mismo hablar de saber en los distintos casos; su connotación varía.

Hay pues una distinción grande entre el saber del genoma y el saber de los organismos;  en éstos, una distinción entre el saber social de los conglomerados orgánicos y el saber de cada organismo. Lo mismo con las sociedades humanas, añadiendo el componente evocativo, que supone una dinámica propia entre la herencia y el substrato social con la autonomía individual. El saber del genoma es más que saber, en el sentido dado por Canguilhem, supone una capacidad propia programadora. Su devenir, sus largos ciclos, está relacionado con la información transmitida por los organismos; el genoma no está directamente involucrado con la experiencia y el aprendizaje de los organismos, son los organismos los que experimentan y aprenden. El genoma acumula la información y la procesa; en largos ciclos la reprogramación del genoma tiene repercusiones en el perfil y la composición de los organismos. Hay una parte virtual del genoma, que tiene que ver con la programación; de esta manera, podemos decir, que el genoma no se encuentra ni el tiempo ni en el espacio percibido y experimentado por los organismos.  El genoma está más acá y más allá de los organismos, aunque forme también parte de ellos.

El saber de los organismos es complejo, tanto en su dimensión asociativa, conglomerada, social, así como en su dimensión individual; también, claro está, en su composición dinámica entre la dimensión asociativa y la dimensión individual. Cuando hablamos de saber, esta figura es más adecuada a la composición individual, a la autonomía orgánica; esta figura es menos adecuada cuando nos referimos a conglomerados, a asociaciones, a colectividades. Se trata más bien de nichos, usando la metáfora ecológica, comunicativos, de intercambio, de redes, de campos; usando las memorias, el reconocimiento del terreno, del clima, como fenómenos vitales, íntimos. Logrando, de este modo, generar un torbellino de circulaciones de información, aprendizajes, acumulaciones, desprendiendo actividades, en consecuencia. Estamos ante el acontecimiento de la vida, ahora visto desde la perspectiva de la realización de saberes. En la dimensión asociativa, social, no es exactamente saber el que se da, sino campos de posibilidad de los saberes; campos de circulaciones de información, campos de memorias, campos de circulación de actividades; es decir, un torbellino creativo de experiencias y conocimientos.

Ciertamente, no se puede disociar el acontecimiento  vital de esta turbulencia asociativa, comunicativa, cognitiva, fáctica, de la realización singular del saber en los individuos. Acontecimiento y singularidad no es descomponible.  La complejidad y articulación de ambas dimensiones nos muestra que hablar de la dimensión colectiva y de la dimensión individual  es, más bien, una distinción abstracta, no “real”, por así decirlo. Lo social está inscrito en lo individual, con su propia peculiaridad, con su propia singularidad, en cada caso; las singularidades componen dinámicamente lo social. Hablando, en propiedad, tendríamos que decir que el saber se realiza individualmente, empero deviene del conglomerado social, de su memoria dinámica.

Uno de los problemas relativos a las representaciones es el haber transferido características propias de los perfiles individuales a las configuraciones sociales, a las composiciones colectivas. Incluso se llega a concebir la idea de un “sujeto social”, de un “sujeto colectivo”, como si fuese un individuo macro. Obviamente es esta una deformación, una transferencia representativa, que en vez de ayudar a comprender los fenómenos del acontecimiento, lo oscurecen, pues atribuyen a lo social y colectivo composiciones relativas a los organismos, en este caso, al cuerpo humano. Los conglomerados asociativos no tienen porque parecerse al perfil singular; al contrario, es de esperar que no se parezcan, pues se trata de fenómenos masivos, plurales, que requieren se los tome en sus conformaciones  complejas, bullentes, como constelaciones activas. Menos se puede hablar de una “consciencia social”, refiriéndose a ésta como fenómeno colectivo; en todo caso, la consciencia también corresponde a la autonomía singular del individuo.  El acontecimiento social, como pluralidad de singularidades, supone, para usar como metáfora un concepto filosófico, lo que llamaba Hegel autoconsciencia, dialéctica del reconocimiento, en otras palabras, supone la interacción de las consciencias, de los sujetos, de las subjetividades, de los cuerpos[4]. Lo que se da es esta proliferante dinámica de entrelazamientos, asociaciones, composiciones, interacciones, entre múltiples singularidades, donde cada singularidad cobra consciencia, si se puede hablar así, de lo que acontece. Empero, no se puede hablar con propiedad de una “consciencia colectiva”, salvo metafóricamente.

Cada singularidad comprende a su manera lo que pasa, de una manera singular. No es de esperar que su comprensión sea iguala a otra comprensión, al contrario, es de esperar que, las comprensiones, las consciencias, mas bien, sean diferentes y variadas. ¿Cómo es que se entienden entonces las singularidades? ¿Cómo es que asumen que se comparte la misma comprensión del fenómeno? Cada quien imagina que esto ocurre, aunque cada quien imagina a su manera lo que ocurre. ¿Por qué entonces se da el acuerdo, la asociación, la comunicación? Porque se comparte un mundo, que aunque cada quien lo asuma a su manera, es el mundo de nuestras experiencias; es el mundo el que hace de referente en tanto acontecimiento primordial, aunque puede ser interpretado, incluso percibido de manera singular.

Cada singularidad tiene al mundo como percepción, es el mundo como experiencia el que conecta los cuerpos, los contiene como acontecimientos singulares, se realiza en cada experiencia singular, se fija en cada memoria singular. No importa que las vivencias sean singulares, propias, lo que importa es que el mundo las constituye, así como ellas constituyen al mundo. Este común, si se puede hablar así, sitúa a las singularidades en el mundo. Este compartir el mundo las hace coexistentes, convivientes, colectivas, sociales. No importa que esta coexistencia sea asumida de una manera singular, por lo tanto, distinta en cada quien, lo que importa es son en el mundo. Eso las hace presentes, que compartan el presente, a su manera; indiscutiblemente, indudablemente, comparten el presente, que es lo que se tiene a mano, actualizando los pasados.

Más que la codificación y decodificación, más que el lenguaje, lo que conecta a las singularidades es la experiencia del mundo y en el mundo, experiencia y mundo que hacen posible el lenguaje, la codificación y la decodificación, la comunicación, los saberes. Hasta personas de diferente leguaje y de diferente cultura se pueden comprender porque comparten el mundo, aunque lo hagan a su manera.  

Es el mundo el que nos constituye, son las singularidades las que constituyen al mundo. El mundo me constituye al mismo tiempo que lo constituyo para mi, en interacción y contraste con los demás.   El mundo forma parte de la fenomenología de la experiencia, de la fenomenología de la percepción, aunque suponga la diferencia absoluta, la existencia sin mundo, antes de que se conforme[5]. El mundo es una construcción mía, en interacción con las demás construcciones de mundos, al mismo tiempo que el mundo me constituye, constituyendo también a los demás, con los que interactuó, de manera próxima o de manera lejana, en distancias cortas o en distancias largas, en el presente o en el pasado, inmediato o largo. El Mundo está conformado por múltiples mundos, entornos de las singularidades, aunque distintos y variados, al formar parte del Mundo se conectan y cohabitan un presente. Y el Mundo es porque forma parte de la diferencia absoluta, de la existencia sin mundo, si se quiere, de la existencia sin la mirada humana.

Esta certeza es certeza de la percepción, es certeza sin representación, inmediata, vivencial, aunque bien puede ser interpretada por el lenguaje, como en la poesía. Es certeza del acontecimiento[6].  Se sabe, de antemano, en los umbrales de la experiencia, de esta totalidad, usando un concepto permeable, totalidad des-totalizable y re-totalizable. Lo único que hacen las ciencias y las filosofías, es trabajar sobre estas certezas, aunque vaciándolas de sus contenidos. Salvo, hay que decirlo, lo que pasa con las percepciones abiertas por la física relativista y la física cuántica, que han cruzado los umbrales anteriores de la experiencia, han cruzado los horizontes anteriores de la experiencia, han abierto nuevos umbrales y nuevos horizontes de la experiencia humana, ampliando el Mundo en espacio-tiempos curvos, relativos, dependiendo de los referentes, ampliando el mundo hasta los lugares de la propia desaparición del universo y de la materia; los confines del universo, los agujeros negros, la infinitesimal nada en la que se sostiene todo.

Asistimos al despliegue de la experiencia humana más allá y más acá de lo que conocía; es una experiencia que incorpora en su memoria presente lo infinitesimal inacabado, en su nada, pero una nada creativa; que incorpora las gigantescas extensiones y distancias más allá de lo imaginable; que incorpora la velocidad más allá de la vertiginosidad; que incorpora la creación y dinámica de la energía más allá de la materia. No es que se desecha la anterior experiencia, ésta queda como sedimento de la memoria del presente.

Después de estos apuntes podemos volver a reflexionar sobre el llamado saber activista, saber subversivo. Como saber se realiza singularmente, individualmente; son las personas que padecen la historia, la viven intensamente, intervienen en la historia, las que contienen el saber, lo usan como parte de las acciones. Este saber no es igual en las personas involucradas en las acciones; sin embargo, en la medida que sus saberes forman parte del acontecimiento de la crisis y de la rebelión, se conectan, se comunican, comparten y participan. Cada quien asume a su manera esta vivencia, la interpreta a su manera, suponiendo que los demás la interpretan del mismo modo. Esta suposición hace como si se actuara en el mismo sentido. No importa tanto si este sentido es igual, homogéneo, en todos; al contrario, es de esperar variaciones. Lo que importa es el compromiso, la concomitancia, la complicidad, en el consenso logrado, compartir la lucha.

Lo que se llama saber activista, saber subversivo, en tanto se refiere al conglomerado social movilizado, es, en realidad,  una constelación dinámica de saberes, de voluntades, de cuerpos, de deseos, de esperanzas, de prácticas alterativas. Al compartir esta experiencia el aprendizaje es colectivo, en el sentido que es singular en cada quién. Desde una perspectiva estructuralista se podría decir que hay la subversión, como una estructura subyacente; decir que es la estructura la que se pronuncia, actúa, habla. Esto es una aproximación abstracta. El estructuralismo olvida que no es la estructura la que habla, actúa, se pronuncia, son los cuerpos los que lo hacen, cuerpos vivos, pasionales, perceptivos, reflexivos. La estructura es un fantasma de los estructuralistas. Son estos cuerpos singulares los que se asocian, componen, acuerdan, emiten discursos, se movilizan; en su dinámica generan acontecimientos, acontecimientos, que a su vez los constituye como subjetividades y sujetos, usando estos términos vulnerables.

La subversión existe como acto de creación de los y las movilizadas, el activismo existe como acción de los y las activistas. Los y las subversivas lo son porque generaron el acontecimiento de la subversión, acontecimiento que los contiene, los envuelve, los atraviesa y los constituye. Lo mismo pasa con los y las activistas, el activismo como acontecimiento; también como historia, los contiene, envuelve, atraviesa y constituye.

Se puede decir entonces que hay como constelaciones dinámicas, bullentes, de desfases, de desacuerdos, de descentramientos, de conflictos, de rupturas mínimas, que se convierten en campos de posibilidad de saberes subversivos, de saberes activistas. Son los cuerpos singulares, las subjetividades singulares, las que realizan estas posibilidades como saber, a su modo, de una manera singular, compartiendo con las demás singularidades.  Es esta interacción, es esta dinámica,  es esta circulación, acumulación, alimentación y retroalimentación, el referente de lo que se nombró como saber subversivo, saber activista o, si se quiere, intuición subversiva, intuición activista.

Hablaremos como de cuatro niveles de lectura del acontecimiento subversivo. El primordial, es la emergencia del acontecimiento, como crisis del Mundo, dada en el Mundo. No ahondaremos ahora al respecto. El nivel singular, la forma singular vivida de esta crisis, la forma como se elabora el conocimiento de esta crisis, el saber de la crisis, que se convierte en saber activo, en saber para la acción. El tercer nivel es el orgánico, la forma de organización que adquiere la subversión, que adquiere el activismo. Tampoco vamos a ahondar en este tema. Por último, la dirección o el desenlace del proceso resultante. Puede continuar la ruta instituyente, constituyente, creativa, de una subversión permanente; desenlace menos probable, basándonos en la historia de las llamadas “revoluciones”. Puede detener la marcha instituyente y constituyente, optar por consolidar lo instituido, lo constituido, entonces hacer del desenlace una recurrencia, una repetición cambiada o modificada, de la historia repetida del poder; que es lo más probable, basándonos en la historia de las “revoluciones”.

Queremos hacer hincapié en lo siguiente: En la medida que esta experiencia subversiva, activista, se mantiene próxima, ligada, a los espesores de la percepción, a los espesores de la experiencia, al saber de los cuerpos, la potencia subversiva, activista, fluye creativamente. Empero, en la medida que se da un alejamiento, un desligamiento, de los espesores de la percepción, de la experiencia, del saber de los cuerpos, en la medida que el distanciamiento implica vaciamiento de contenidos, formulación de un discurso instrumental, de un discurso oficial, del partido lo que se llame, la potencia subversiva es sustituida por relaciones de poder, por estructuras de poder, legitimadas por un discurso oficial, el discurso de la verdad. Este debilitamiento de la potencia puede comenzar antes de lo que comúnmente se llama la toma del poder, la serpiente puede incubarse antes, en el preludio mismo de las acciones.      

 

Hipótesis

1.   A diferencia de lo que dice Émile Benveniste, cuando enuncia que nacemos en el lenguaje y desde el lenguaje nombramos el mundo, nosotros decimos que nacemos en el Mundo y desde la experiencia del Mundo damos contenido, sentido, significado, al lenguaje.

 

2.   El lenguaje sólo es posible en el Mundo, como acontecimiento en el Mundo de los acontecimientos.

 

 

3.   De la misma manera, los saberes son posibles en el Mundo, como acontecimientos en el Mundo.

 

4.   Un saber es saber del Mundo, deviene saber de la experiencia del Mundo.

 

 

5.   El saber subversivo, el saber activista, es el conocimiento del Mundo en crisis, también de la crisis del Mundo. Este saber es una disposición volitiva, es decir, una intención, así como un dispositivo en pleno ejercicio de las acciones alterativas, encaminadas a transformar el Mundo.

 

6.   El saber subversivo, como tal, como realización, es singular, es una composición singular, en un cuerpo concreto, es una subjetividad anidada en el cuerpo. Se da este saber subversivo singular en los ámbitos de la constelación de actividades, de memorias singulares, de manifestación de saberes singulares, constelación que también contiene acumulación y circulación  de información, de transmisiones orales, escritas, estéticas, de las experiencias de luchas.

 

 

7.   Lo que se da es una participación, un compartir, en esta constelación social, donde la experiencia social de las luchas se transmite en interpretaciones, narraciones, leyendas, mitos, también en aprendizajes colectivos o, más bien, socializados, en transformaciones de esquemas de comportamientos y conductas. Sobre todo adquiere cuerpo en movilizaciones.

 

8.   La movilización es una de las formas desplegadas y desenvueltas del saber activista, del saber subversivo en acción. La movilización comprende varios desplazamientos, no solo de las multitudes, de las organizaciones y estructuras involucradas, sino también de los valores, de las subjetividades, de la misma potencia social.

 

 

9.   Las movilizaciones pueden convertirse en cruces de umbrales, cruces de horizontes, cruces de límites, generando rupturas en los horizontes mismos de la experiencia, abriendo horizontes nómadas de la experiencia, iniciando nuevas épocas, que en la interpretación teórica se nombra como nuevos horizontes históricos-culturales.

 

10.             Empero, si estas rupturas no logran trastrocar la estructura sedimentada del poder, las estratificaciones sedimentadas en el cuerpo de las formas múltiples de dominación, si no logra crear un nuevo substrato, una nueva matriz, algo así como inventar un nuevo origen o procedencia, los cambios terminan siendo epidérmicos, por así decirlo, sin llegar a transformar la misma base reproductiva del poder.

 

 

11.             A esta altura de las historias políticas y de las luchas sociales, emancipatorias y de liberación, es indispensable un activismo integral, radical, autopoiética, capaz de crear un nuevo substrato y matriz histórico-cultural, es decir, substrato y matriz civilizatoria, que libere la potencia social de las capturas de las redes institucionales del poder.

 

 

 

Conclusiones

1.   Los saberes subversivos, los saberes activistas, las intuiciones subversivas y activistas, son percepciones sociales, conocimientos colectivos, de la crisis del sistema-mundo, son, por eso, conocimientos y percepciones creativos, de ruptura con un presente y un pasado de dominaciones, de apertura hacia un futuro que actualiza las luchas libertarias del pasado y la potencia del presente.

 

2.   Hay que diferenciar la constelación dinámica de las asociaciones, composiciones, circulaciones, realizaciones de memorias, de informaciones,  de aprendizajes, de experiencias, de deliberaciones, de consensos, de circulación de saberes singulares, respecto del saber, como tal, que es como la materialización, la expresión, la realización singular de esta constelación.

 

 

3.   Se ha usado la metáfora del tejido social, de la trama social, de los entramados sociales y colectivos, para referirse a las asociaciones y composiciones sociales, en nuestro caso, de la rebelión. Empero, no hay que olvidar que esta es una metáfora. Figura en la que hay que develar la complejidad de las relaciones, ligazones, comunicaciones, conexiones, transmisiones, complicidades, compromisos, consensos, que se dan en la constelación de los movimientos emancipatorios. 

 

 

 

Drama y retórica de un gobierno reformista

Umbral y horizonte político

Referencia histórica y ubicación política

Lo que define la relación con el imperio, el imperialismo de ahora, en el siglo XXI, el imperio del sistema financiero mundial y del modelo extractivista colonial, expansivo e intensivo, es la posición respecto al extractivismo. Los gobiernos “progresistas” apuestan a expandirlo intensamente, siguiendo la misma ruta colonial de las oligarquías criollas. El imperio de hoy se encuentra bastante cómodo con gobiernos, que discursivamente, siguen la radicalidad “izquierdista” de mediados del siglo pasado, empero favorecen concesiones a las grandes empresas trasnacionales depredadoras. Esta situación no cambia porque estos gobiernos mejoren los términos de intercambio con el imperio, mientras siguen aceptando la división del mercado internacional y de la geopolítica del sistema-mundo capitalista: ser países exportadores de materias primas. Lo que no se puede dejar de tener en cuenta es lo siguiente: que nuestros Estado-nación periféricos forman parte del orden mundial de dominación, su papel asignado es el de garantizar la transferencia de recursos naturales a los centros del sistema-mundo. No ver esto, es aplaudir la restauración del Estado-nación, el incumplimiento de la Constitución, que establece la muerte del Estado nación y la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico. No ver esto es no tener en cuenta que “derecha” e “izquierda” son términos relativos e históricos; todo depende de la relación que se tenga con la lucha efectiva de los pueblos. En el caso de Bolivia, el gobierno ha preservado toda la institucionalidad colonial del Estado, ha convertido en un folklore la condición plurinacional y comunitaria, ha renunciado a la reforma agraria, favoreciendo a los latifundistas, ha decidido ampliar la frontera agrícola afectando a los territorios indígenas. La caracterización del gobierno “progresista” de Evo Morales Ayma es la siguiente: Se trata de un gobierno que administra los intereses de la burguesía recompuesta, que aglutina a la burguesía tradicional, a los terratenientes, a los nuevos ricos, apoyados por una dirigencia campesina cooptada prebendalmente y clientelarmente. Un gobierno que se enfrenta a las naciones y pueblos indígenas a nombre del “desarrollo” y del progreso, como lo hacían las élites criollas. El caso ejemplar e ilustrativo es el conflicto del TIPNIS.

Desde esta perspectiva, cuando se habla de defensa del “proceso de cambio”, la mejor defensa del “proceso” es la crítica y la profundización efectiva del mismo, de la emancipación y la descolonización.

 

Interpretación y acontecer político

Las interpretaciones críticas del “proceso de cambio” están verificadas empíricamente. Eso es lo que ha ocurrido, no ha habido demolición del Estado-nación colonial. No se ha construido el Estado plurinacional, a pesar que se trabajó con propuestas concretas, y se elaboraron instrumentos, para hacerlo: El anteproyecto de ley de gestión pública plurinacional comunitaria e intercultural. Dejaron que se trabaje durante casi un año, que se presenten informes, que se incorporen personas como Boaventura de Sousa Santos y Alberto Acosta. Que se incorporen alcaldes cuya experiencia venía de la  gestión en comunidades. Empero, cuando se tenía que discutir el proyecto de ley de gestión pública plurinacional en el gabinete, no quisieron hacerlo. Pues no quieren cambios. Ahora, este comportamiento se explica: llegar al gobierno, no para transformar, sino para hacer uso del monopolio de la concentración de fuerzas, repitiendo las mismas prácticas de todos los gobiernos, aunque acompañadas por una retórica populista y pretendidamente indígena, aunque vacua y forzada. Esto, que pasa, no debería sorprender, pues la historia se repite; es como una condena. El problema es el poder. Como dice el MST de Brasil, no se toma el poder, el poder te toma. Por lo tanto, te convierte en un engranaje de las lógicas de dominación cristalizadas en las instituciones.

Cuando dicen que se lanzan críticas alegremente, respondemos: en lo que no se puede ser alegre es en decir que lo que se dice, sobre el balance de los gobiernos “progresistas”, son apreciaciones alegres. Pues no lo son. Son experiencias dramáticas de los pueblos. Hacer propaganda de un gobierno que vive el drama de su propio laberinto, entrabado en contradicciones profundas, sin una menor consideración en lo que pasa, en la sucesión de hechos, que dibujan el perfil de una tendencia recurrente, es no sólo alegre, sino un flaco favor al propio gobierno “progresista”. Nosotros criticamos a los que llamamos llunk’u, los consideramos las termitas que se comen la madera con la que hay que construir el Estado plurinacional, la materialidad política con la que hay que defender el “proceso”. Estos llunk’u son los otros sepultureros del ”proceso”, los que alaban los errores de un gobierno “progresista”, en vez de criticarlo.

 

Sobre las diferencias en la caracterización política

En varios documentos y posicionamientos, sobre todo en nuestro debate con la izquierda tradicional, se dejó claro que, no se pueden confundir los gobiernos “progresistas” con los gobiernos neoliberales. Son distintos; emergen del bloque popular, se vinculan con lo nacional-popular, entran en contradicciones limitadas con el imperio. Esta diferencia, hace ver que no es lo mismo luchar contra los gobiernos neoliberales que luchar en el marco de los gobiernos “progresistas”. Además, dijimos que es diferente un contexto de otro, una coyuntura de otra. Que lo que ocurre en Venezuela es un descomunal enfrentamiento con una “derecha” fuerte, con convocatoria, apoyada por el imperio. En cambio, lo que ocurre en Bolivia y Ecuador se puede resumir de la manera siguiente: Una derecha derrotada, electoralmente, en Bolivia y Ecuador; en Bolivia, política y militarmente, después de los acontecimientos del Porvenir-Pando. Una clase burguesa, económicamente dominante, desplazada al bando del gobierno de Evo Morales, del cual consiguieron grandes ventajas. En el panorama político pervive una minúscula derecha política en el Congreso; bastante descolocada, sin ligazón efectiva y concreta con la clase social que supuestamente representa, pues no tiene apoyo de la burguesía, a la que aparentemente encarna. Por lo tanto, podemos concluir, que los gobiernos son diferenciables; empero, en la medida que expresa la cualidad operativa de la forma Estado-nación, responden a la lógica de poder, estructurada en la modernidad. En esa misma medida, reproducen la institucionalidad homogénea, la mono-cultura dominante, la condición mono-nacional heredada. Los gobiernos populares, por más vestidura o disfraz “progresista” que usen, forman parte de la reproducción colonial y capitalista del poder.

No es un problema de personas, como pretende la teoría de la conspiración, como si la explicación de las contradicciones históricas se resolviera con suponer que hay “traidores” de la “revolución”.  Los caudillos son mitos, son imaginarios construidos por los pueblos, viven también un drama, pues son arrastrados por las contradicciones de un proceso histórico, que requiere, para salir de sus trampas reiterativas, de movilización, de democracia participativa, de transferir las decisiones a los pueblos, a las naciones y pueblos indígenas, a las comunidades, a las organizaciones sociales. Esto es justamente lo que no se hace, es de esto de lo que se alejan los gobiernos “progresistas”, que prefieren optar por acrecentar la burocracia, recurrir al autoritarismo, desprender despotismo, descalificar la crítica y dividir, sino pueden destruir, a  las organizaciones indígenas. Estos gobiernos contribuyen de esta manera a su propia descomposición. Cayendo en este itinerario a una ruptura ética y moral en todas las líneas. 

 

Umbral de las “revoluciones”

A estas alturas de las historias políticas de las sociedades humanas, sobre todo de las desplegadas durante la modernidad, creemos que debemos tener claro que, el gran problema histórico de las llamadas “revoluciones” es el poder, en tanto economía política del poder. Mapa institucional que captura la potencia social, la fuerza social, la dinámica molecular social; diagrama de fuerzas que diferencia poder de potencia, usando la potencia capturada para la reproducción del poder; es decir, de las dominaciones polimorfas. No creemos que sea problema de velocidades, tampoco de aceleraciones o desaceleraciones, de los “procesos” políticos, sino de la capacidad de desmantelar el poder y liberar la potencia social.

Para nosotros es evidente que se deben concebir y desplegar transiciones, transiciones del Estado-nación al Estado plurinacional; estas transiciones pueden ser largas, medianas o cortas. Incluso, mejor dicho, estas transiciones pueden concebirse diferencialmente; en unos casos de una manera radical, en otros casos de una manera reformista. Todo depende del contexto, la correlación de fuerzas, de la institución en cuestión, también depende del tema y tópico de la problemática de referencia. Les dijimos a los oficialistas, “pragmáticos” y supuestamente partidarios del realismo político, que no se trata de renunciar a las reformas, a las transiciones largas, sino de que había que dar pasos, aunque cortos, de tal  manera que impliquen avances,  aunque mínimos, incluso imperceptibles. Después de A viene B, después de B viene C, y así sucesivamente. Aunque nosotros somos partidarios y creemos, como establece la Constitución, en la transformación pluralista, comunitaria, participativa e intercultural del Estado; es decir, consideramos preferible transformaciones radicales que reformas, se puede lograr, en todo caso, el consenso en reformas. El problema es que tampoco quieren esto; no quieren transformaciones radicales, que consideran utópicas; no quieren reformas conscientemente ejecutadas. Se contentan, cómplices de la  representación teatral de la época, con la simulación, con el montaje, con la publicidad, con los escenarios del teatro político. Se prefiere apostar a la ficción, inclinándose a procedimientos ilusorios, a lograr hacer creer a la gente, mediante la propaganda y la publicidad, que se dan cambios, renunciando a ejecutar efectivamente las transformaciones. Este es el problema, que el gobierno “progresista” ha caído en la ilusión de su propaganda, mientras se embarca en la ruta destructiva del extractivismo; acompañando, esta entrega colonial a las empresas trasnacionales, con prácticas prebendales y clientelares, embarcándose en el derrumbe político de todo gobierno, de toda gestión, que da vueltas en un círculo vicioso, cayendo degradantemente en la práctica compulsiva de la corrupción. Este es el problema de fondo. Volver a repetir, en otro contexto, en otro periodo, y en otra coyuntura, la triste historia de la paradoja de las “revoluciones”. Las “revoluciones” cambian el mundo; el mundo no va a volver a ser lo que era antes; empero, las “revoluciones” se hunden en sus contradicciones.

Este no es solamente un tema boliviano, tampoco sudamericano, ha pasado con todas las “revoluciones”. Por eso es indispensable intentar cruzar este umbral de las “revoluciones”, cruzar el límite e ingresar a otro horizonte posible. Esta eventualidad se logra con la crítica, aprendiendo de las contradicciones, de los problemas, de los errores, no ocultándolas con apologías. Lo que menos se requiere es de estos cantos al fracaso, edulcorándolas, como si fuese victoria, lo que menos necesitamos son estas apologías, que lo único que hacen es debilitar las fuerzas vitales de los “procesos” emancipadores.        

 

 

Trama política y potencia social

Balance y perspectivas del gobierno “progresista

¿Se puede abordar el tema distinguiendo clasificatoriamente lo positivo y negativo? ¿Así como se aborda la metodología conocida del FODA, diferenciando fortalezas, debilidades y potencialidades? El balance político no es necesariamente de planificación institucional; aunque ésta tenga que ver, de alguna manera, en algún lugar, con el balance político. Tampoco, mucho menos, con la disquisición de lo positivo y negativo de un gobierno. El proceso político no puede comprenderse como un cuadro en un plano, sin perspectiva ni profundidad; la del tiempo político. El proceso político requiere ser analizado en sus temporalidades mezcladas, en la diferenciación de sus ritmos, en sus espacios fragmentados, en movimiento y combinación, en los espesores de sus territorios; en las composiciones complejas que se forman y transcurren. De lo que se trata es de comprender el juego de las tendencias inherentes del proceso, la resultante, si se puede hablar así, de esta concurrencia de tendencias. Comprender cómo se da lugar el funcionamiento de esta mecánica de las tendencias, cómo se da lugar la resultante, la conformación de la tendencia dominante, quizás no buscada por ninguna de las tendencias concurrentes. Las consecuencias de las acciones no son controladas por los actores. En definitiva, de lo que se trata es de entender la mecánica del despliegue del proceso político. Desde esta perspectiva, vamos a tratar de dibujar el boceto de la mecánica de las tendencias del proceso político.

 

Mecánica de las tendencias del proceso político

1.   Tendencia es la inclinación de los sucesos, su encadenamiento, la dirección que toman. La tendencia, en el análisis político, se diferencia grandemente, conceptualmente, de la noción de tendencia en economía, que viene definida, mas bien, por el comportamiento zigzagueante de los precios. En el análisis económico se define de esta manera el concepto de tendencia:

 

En un sentido general, es un patrón de comportamiento de los elementos de un entorno particular durante un período. En términos del análisis técnico, la tendencia es simplemente la dirección o rumbo del mercado[7].

 

En el análisis politico, la tendencia no puede venir definida de esa manera, obviamente. Incluso por aquello de “patrón de comportamiento de los elementos de un entorno”, que parece ser una definición general aceptable. Pues, en el acontecer político, es difícil hablar de patrón de comportamiento, menos aún cuando se trata de identificar los “elementos de un entorno”. Es mejor comprender la tendencia política como una resultante de fuerzas concurrentes. Ahora bien,  hay tendencias dadas en micro-espacios, en lugares, concretos; así como hay tendencias en macro-espacios, en regiones, naciones, mundo. No es que las tendencias del micro-espacio sostienen las tendencias de los macro-espacios. No necesariamente ocurre de esta manera; las tendencias del macro-espacio requieren definirse a partir de la concurrencia de fuerza en los macro-espacios correspondientes. No es que las tendencias, resultantes de fuerzas, del micro-espacio, sostienen, como en una construcción, las tendencias del macro-espacio. Esto también puede darse, dependiendo de los contextos, de los problemas tratados, así como del análisis político.

 

Lo importante de la propuesta es la idea de mecánica de las tendencias, sobre la definición de la tendencia como resultante de fuerzas concurrentes, así  como también de despliegue de sucesos.

 

Ahora estamos en condiciones de proponer una hipótesis teórica sobre la mecánica de las tendencias, en política.

 

2.   Ciertamente, hablamos de mecánica, en el análisis político metafóricamente, haciendo alusión a la mecánica en física, que comprende la mecánica clásica, la mecánica relativista, la mecánica cuántica y la teoría cuántica de los campos. La mecánica en política debería atender al movimiento de los “cuerpos”, su desplazamiento en el tiempo, bajo la acción de las “fuerzas”.  Esta es una definición análoga a la dada en física, solo que habla de otros “cuerpos” y otras “fuerzas”, además de referirse a otro “tiempo”, entendiendo que se trata del tiempo histórico. De todas maneras, esta definición análoga o prestada no es conveniente ni suficiente en el análisis político. Intentaremos una definición más prolija, más propia, que parta de las problemáticas y contingencias del acontecer político.

 

3.   ¿Cómo explicar un periodo político? Lo acaecido, sus desenlace, las clausuras de ciertas posibilidades, sus contradicciones, contingencias, incluyendo a los discursos emitidos, las medidas y acciones tomadas. ¿Es válido hacer una mirada retrospectiva, contando con los desenlaces, explicar, a partir de ellos, la “lógica” inherente al proceso? Es ciertamente esta una ventaja; empero, ¿se pueden obviar las posibilidades clausuradas, las tendencias opacadas? ¿No es al final suponer el decurso de una tendencia dominante, que finalmente se realiza en el desenlace? ¿Es así o sólo se trata de una interpretación privilegiada, el discurso de los vencedores? ¿Cuál fue la mecánica del conjunto de las singularidades, inherentes al acontecimiento? ¿Se puede hablar, en este caso, en la configuración del acontecimiento, de mecánica, aunque sea metafóricamente? 

 

Estos son los problemas referenciales, anticipados, a la definición conceptual de una comprensión integral del acontecimiento político. Cuando hablamos de mecánica, en el análisis político, suponemos que las dinámicas singulares se afectan, que sus composiciones afectan a otras composiciones, que tanto singularidades como sus composiciones pueden ser pensadas como fuerzas, que estas fuerzas afectan “cuerpos” y subjetividades, que afectan instituciones y estructuras sociales. Esta conjetura permite hablar de mecánica de fuerzas, a través de estas aproximaciones. Analizar, desde esta perspectiva, nos ayuda a construir una explicación mecánica,  del acontecer político. Lo que, a su vez, implica, una explicación del conjunto del movimiento de fuerzas, así como una interpretación integral del acontecer político. Lo que de por sí es bueno, pues deja de lado el análisis contable de la política; el balance de lo bueno y lo malo, de lo positivo y negativo. El balance, que utiliza la balanza que pesa, si se ha dado más de bueno que de malo, más positivo que negativo. Esta contabilidad de cajero es muy infortunada para responder a la problemática política.

 

La mecánica de las tendencias, que comprende, a su vez, la mecánica de las fuerzas, corresponde al funcionamiento de las propensiones, a su concurrencia, sus efectos múltiples; aditivos, en unos casos, destructivos, en otros casos. Ciertamente, como dijimos, las tendencias son abstractas, son resultantes, son efectos de los campos de fuerzas. Por eso, hay que considerar, en el juego de las fuerzas un tipo de “gravitación”, por así decirlo, una “gravitación” política. ¿Cómo definir esta “gravitación” política? ¿Las fuerzas se atraen o se repelen? Ambas cosas pueden ocurrir, dependiendo de las fuerzas, de los contextos, de las coyunturas. Pero, también las fuerzas se acumulan, se refuerzan, por así decirlo; así como se debilitan mutuamente, se vacían, por así decirlo. Las fuerzas, en política, son energía social, son potencia social. Es la dinámica de estas fuerzas las que crea la “gravitación” política. Este espacio-tiempo social de campos de fuerzas conforma elipses, por así decirlo, de dos polos; uno “real”, el otro ficticio. El polo “real” es  el que tiene que ver con la asociación de composiciones de la potencia social, su facultad cooperativa, colectiva, comunitaria; el polo ficticio tiene que ver con el efecto institucional y simbólico del polo “real”, con su efecto de espejo.  Aparece, como institución imaginaria, el polo ficticio, como poder; es decir, como formas institucionales de poder. Las elipses “orbitan” atraídas por estos dos polos, el polo “real”, el polo ficticio. Orbitan por la “gravitación” del polo de la potencia social y la atracción simbólica del polo del poder.

 

Ocurre como si en estas órbitas elípticas se ganara energía en el polo “real” de la potencia social para perderlo en el polo simbólico del poder. ¿Qué es lo que “orbita” estas elipses alrededor de los dos polos? La energía social. Energía social convertida en prácticas, en relaciones, en actividades, en acciones. Energía social capturada por instituciones, convertida en ciclos de reproducción institucional. Energía social que escapa a las capturas de la maquinaria estatal, creando líneas de fuga. Energía social que hace de la sociedad una sociedad alterativa, dinámica, cambiante, vital, creativa. Energía social entonces que emerge pujante en el polo de la potencia social, que pierde parte de su energía en el polo del poder, para volver a alimentarse de vigor en el polo de la potencia social.

 

Este croquis nos puede servir para aproximarnos a la contradictoria y contrastante relación entre potencia social y poder, entre sociedad y Estado. Sobre todo, puede ayudarnos a usarla como herramienta gráfica de un balance del llamado “proceso de cambio”. A propósito, las preguntas son las siguientes: ¿En el “proceso de cambio” cuál es la relación entre potencia social y poder, entre sociedad y Estado? ¿En la pérdida de energía social, al pasar del polo de la potencia social al polo del poder, en su retorno a la órbita de la potencia social, por qué la energía social no ha podido vigorizarse orientando su energía a la autogestión, a la autodeterminación, a la participación, dejando que, más bien el poder adquiera proporciones inhibidoras de la potencia social?

 

 

Mapa de la potencia social

  

La potencia social no es la organización, tampoco el movimiento; es lo que se expresa en el movimiento, en la movilización, en las composiciones de sus dinámicas. La organización es una creación de la potencia social, en el movimiento y la movilización se manifiesta la potencia como fluido gigantesco de la energía social. Los saberes puestos en juego al momento de la movilización son composiciones cognitivas e interpretativas del colectivo social. Los objetivos que se plantea, en el momento del movimiento, el conjunto o el conglomerado social involucrado, es consensuado por las singularidades y composiciones de la potencia social. La potencia es la capacidad inventiva social, es la capacidad asociación, de articulación, de participación social.

 

La potencia social es capacidad de asociación, así como la fuerza y la acumulación de la fuerza social, fuerza inmediatamente vinculada con la capacidad intelectiva de crear.  La potencia social es posibilidad, también condición de posibilidad histórica; deviene fuerza social, fuerza histórica, cuando las asociaciones múltiples acumulan una disponibilidad de fuerzas capaces de afectar en el curso de los acontecimientos.

 

La potencia social efectiva se da cuando las múltiples asociaciones, las múltiples composiciones, se orientan a cruzar los umbrales del mapa institucional dado. Esto equivale no sólo a una integración de fuerzas, sino también de voluntades, así como de apreciaciones e interpretaciones compartidas, de saberes activistas, que inciden,  a través de las acciones, en las coyunturas de procesos.

 

 

Potencia social en Bolivia

 

La potencia social efectiva en Bolivia tiene que visualizarse teniendo en cuenta distintos periodos, distintos contextos, escenarios y coyunturas. Podríamos hablar de la genealogía de la potencia social; empero, esta tesis supone un nacimiento, una emergencia, un momento constitutivo, además de su desplazamiento en el tiempo histórico. ¿Es así? ¿Hay continuidad? ¿No es más bien discreto? Distintos nacimientos, distintas emergencias, distintos momentos constitutivos, manteniendo todavía este concepto zavaleteano[8].

 

Los hombres y mujeres que hicieron la revolución de 1952 no son los hombres y mujeres que se movilizaron de 2000 al 2005, durante la movilización prolongada. Hay una memoria social, es cierto; pero la memoria social tampoco es continua, no se da en un sujeto, llamado pueblo, como si fuese el mismo,  además de suponer un sujeto. El supuesto de sujeto es una pretensión insostenible, aunque lo nombremos como sujeto social. No hay tal persona, salvo en el imaginario político. Se trata de multitudes, conformadas por singularidades subjetivas y corporales. La memoria social se reconstruye colectivamente, mediante la recuperación de lo acontecido, recurriendo a remembranzas, orales o escritas, incluso ahora, audiovisuales. La memoria social se reconstruye en el debate, en la interpelación, retomando el pasado como referente. Se trata de un pasado representado, de la representación del pasado. Es imposible sostener que se habla del pasado, como una entidad ontológica perdurable. Ese acontecimiento, que tuvo su presente, ya no está. Lo que se trae a escena es su representación, cuyo valor es servir no sólo como argumento, no sólo como ejemplo y referente, sino como artefacto representativo en las luchas del presente.

 

Si esto pasa con dos acontecimientos modernos, la revolución de 1952 y la movilización prolongada de 2000 a 2005, lo mismo pasa, con mayor relevancia, cuando nos remontamos a un pasado más lejano; por ejemplo, la guerra federal, así como los levantamientos indígenas del siglo XVIII. No son, con toda certeza, ni los mismos hombres ni las mismas mujeres. La memoria social de estos acontecimientos se reconstruye en otras luchas, acudiendo a las representaciones forjadas de estos pasados, para comprender mejor las luchas del presente en cuestión. Hay pues una invención del pasado; invención en pleno sentido, como recreación representativa, como constitución de una memoria social, selectiva y creativa. Esto significa que lo que tienen a mano, por así decirlo, los y las combatientes, es el presente. Lo que hacen es dilatar este presente en el espesor rescatado por la memoria social.

 

No hay pues, precisamente, una genealogía de la potencia social. Lo que hay es una constante reproducción de la potencia social, la que recurre a la invención y recreación del tiempo histórico, del pasado. Lo que hace la memoria social es construir un pasado constitutivo para lograr dilatar un presente, haciendo de este momento el lugar y la perspectiva desde donde se abre un nuevo horizonte.

 

 

El asenso

 

El análisis de la movilización prolongada de 2000 al 2005 debe efectuarse a partir de su propio estallido, su campo de singularidades, de sus propios mecanismos y engranajes conformados. En relación a la historia, lo que interesa es comprender cómo los movilizados se reinventan el pasado, como espesor representado de su propio presente, como imaginario social y como recurso en la formación discursiva de la movilización.

 

Los insurrectos son los que defienden el bien común del agua, los que defienden la tierra, los que defienden los recursos naturales, los que defienden los hidrocarburos, los que se levantan en defensa de los derechos de los pueblos indígenas, los que se levantan contra el proyecto y el modelo neoliberal, cuyo costo social destruyó parte de la cohesión social y parte del aparato productivo. Este conglomerado social, de organizaciones, de multitudes, de masas, de pueblos, articuló un bloque popular e indígena capaz de lograr la secuencia de victorias políticas durante los seis años de luchas[9].

 

La potencia social derrotó al modelo neoliberal, si se quiere, al Estado neoliberal, expresado en la mega-coalición conservadora; derrotó la forma de dependencia extrema ocasionada por el neoliberalismo. Abriendo el camino a un “proceso” politico, llamado “proceso de cambio”. ¿Qué viene después? La potencia social es capturada por el Estado-nación. ¿Cómo ocurre esto? Para responder esta pregunta requerimos de una digresión sobre el Estado[10].

 

 

Límites del Estado y transición

 

El Estado-nación es el Estado moderno. Bolivia es este Estado-nación, desde la independencia. Hablar de Estado aparente, para distinguir la condición de más Estado de la condición de menos Estado, no es otra cosa que diferenciar, si se quiere, grados y formas del mismo Estado. En todo caso, lo aparente, la condición de aparente, es el mismo Estado. El Estado como tal, como sujeto, como unidad, como entidad trascendente, no existe; lo que existe es el campo institucional, el campo burocrático, el campo político, el campo social, el campo escolar, que reinventan la institución imaginaria del Estado.

 

Una tesis sugerente es la que define el Estado como campo de luchas. Como si distintas formas de Estado se disputaran la hegemonía, la definición del perfil. Esta tesis es ilustrativa; empero, de ahí a creer que una de las formas de Estado es la que va a liberar al pueblo, a la sociedad, a los pueblos indígenas, no es más que “ideología”. Pueden, algunas formas de Estado, mejorar las condiciones sociales, mejorar las condiciones de las relaciones de intercambio del país con el sistema-mundo capitalista; empero, de ninguna manera puede quebrar los límites del Estado, la estructura nuclear del Estado; no puede modificar la función estatal. El Estado, como campo institucional, como campo burocrático, como campo político, no puede sino reproducir su mapa institucional, que no es otra cosa que la reproducción de los diagramas de fuerzas, de las relaciones de dominación y de las estructuras de poder, inscritas en el programa de esta fabulosa maquinaria. El problema en las sociedades periféricas, en los Estado-nación subalternos, es que están, en el marco del orden mundial, en el contexto del sistema-mundo capitalista, para administrar la transferencia de recursos naturales a los centros y potencias emergentes del sistema-mundo. Aún cuando sean más progresistas los gobiernos de los Estado-nación, no pueden romper los límites impuestos por la dependencia. Para hacerlo, están obligados a trastrocar no sólo los perfiles de los términos de intercambio, sino las mismas estructuras y la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Este trastrocamiento no puede efectuarse en las condiciones de Estado-nación. Se requiere de una transición política que vaya más allá del Estado-nación.

 

La potencia social, desplegada en la movilización prolongada, no pudo atravesar los umbrales del Estado-nación. El gobierno progresista preservó el Estado-nación como defensa; usó el Estado para efectuar reformas, logró mejorar los términos de las relaciones de intercambio, al nacionalizar los hidrocarburos, a su modo. Empero, al ser una forma “progresista” del Estado-nación, no podía cumplir con la Constitución, que establece tres condiciones de transición: las condiciones de plurinacional, comunitaria y autonómica. En términos de transformaciones institucionales, esto equivale a la destrucción del Estado-nación y a la construcción del Estado plurinacional. El gobierno progresista hizo lo que estaba en su “instinto” político, preservar el Estado-nación, optando por el camino de las reformas.

 

 

Esta es la contradicción del gobierno progresista con la Constitución. Para los movimientos sociales, la Constitución es un ideal plasmado, que debe realizarse. Para el gobierno la Constitución es un texto de propaganda. Esta es la contradicción del gobierno con los movimientos sociales, por lo menos con los movimientos sociales efectivos, que se dieron desde el 2000 hasta el 2005. Estas dos contradicciones son como generadoras, por así decirlo, del resto de contradicciones, que se dan proliferantemente en las dos gestiones de gobierno.

 

La potencia social, mejor dicho, la composición lograda por la potencia social, tal como se plasmó, de acuerdo al alcance de su irradiación, al no atravesar los umbrales del Estado-nación, fue capturada por este mismo Estado. Sus fuerzas sirvieron para reproducir la nueva forma de Estado-nación. Una forma populista investida con simbología indígena. Se puede decir, con cierta aproximación, que la composición histórico-política plasmada de la potencia social,  las fuerzas de los movimientos sociales, fueron capturadas por su propio “producto”. Fueron capturadas por el Estado-nación, por mediación, de un gobierno progresista, que también fue un “producto” de los movimientos sociales, aunque también lo haya sido del mayoritario voto electoral.

 

Ciertamente, la potencia social no desaparece, aunque parte de sus fuerzas sean capturadas y sirvan para la reproducción del poder. La potencia social sigue generando su energía vital, sólo que ahora se encuentra en otra parte, generando resistencias a la política económica del gobierno, que optó por el modelo extractivista. Generando alteratividades minuciosas, detalladas, en la filigrana del campo politico y del campo social. Desplegando nuevas fuerzas, todavía no articuladas, en la consecución de alternativas. Resistiendo desde lo comunitario, lo común, a la expropiación privada y pública. ¿Cuándo se dará lugar una nueva articulación, un nuevo bloque popular, aprendiendo de esta experiencia dramática, que repite la trama política? No lo sabemos. Lo que se sabe, no se puede perder de vista, es que las tareas del momento corresponden a articular las nuevas resistencias, buscando una nueva composición de la potencia social, capaz de atravesar los umbrales del Estado-nación.

 

 

Las gestiones de gobierno

                   

En el polo del poder, el gobierno es la acción política del Estado. El gobierno es la ejecución, es el ejercicio de poder como institucionalidad concentrada. El gobierno es la administración y la conducción de la nave del Estado. Es el lugar donde se definen las políticas públicas. Se toman las decisiones sobre la coyuntura y el periodo; se enfrentan los problemas, los conflictos, de una u otra manera. Aunque la política económica se encuentra condicionada por el sistema financiero internacional, de todas maneras, el gobierno, puede definir márgenes de maniobra o entregarse de brazos llenos a las determinaciones del sistema financiero mundial. Hablamos no del gobierno de sí mismo, no del gobierno del hogar, tampoco del gobierno de la ciudad, sino del gobierno del país, del gobierno del Estado.

 

La primera gestión de Evo Morales Ayma se hizo cargo de un Estado en crisis. Seis años de luchas sociales desnudaron la crisis múltiple del Estado-nación. El gobierno, resultado de una victoria electoral contundente, al asumir el lugar vacío del ejercicio institucional del poder, se vio ante el dilema inicial. ¿Qué hacer? ¿Qué clase de gestión efectuar? ¿Administrar el Estado? ¿Efectuar cambios radicales, desde el inicio? Seguramente la decisión ha sido difícil, incluso si no había mucha “conciencia” respecto a la implicación de las opciones. De todas maneras, la cúpula adivinaba lo que se jugaba, desde las primeras decisiones de gobierno. Sabemos que la opción se inclino por el realismo político. Se entiende que había más argumentos a favor de esta alternativa; se corría menos riesgos y se ganaba tiempo.

 

Esa primera decisión ya muestra la psicología de los gobernantes. Hombres cautos, excluyendo de antemano toda audacia. La audacia quedó para el discurso, no para la acción. En un ambiente de alta legitimidad social, con movimientos sociales que salían victoriosos de una lucha de seis años, contando con una movilización que ya había ventilado la autogestión, que había mostrado vigorosos movimientos, capaces de sitiar y tomar ciudades, la cautela de los gobernantes, es un síntoma de debilidad, no de firmeza.  Seguramente el temor de gobernar sin tener experiencia en la administración pública influyó también en la decisión.

 

Digan lo que digan al respecto los voceros, sobre todo el ideólogo del gobierno, no se puede ocultar esta primera ambigüedad. Todo lo que se pueda decir a favor del realismo político, se lo hace argumentando a favor de esta tesis; pero, no explica, de ninguna manera, el por qué se optó por continuar con un forma de administración liberal, continuando la gestión institucional del Estado, en un momento favorable de correlación de fuerzas.  Este primer paso, direcciona los siguientes.

 

Ciertamente no se puede explicar la primera gestión de gobierno sólo a partir de las estructuras de poder heredadas, haciendo abstracción de los individuos que conforman el gobierno. Como tampoco se puede explicar de manera inversa, sólo atendiendo a los perfiles individuales de los gobernantes. Ambas perspectivas pecan de sesgo; la primera, porque convierte al gobierno en la ejecución antelada de lo establecido en las estructuras de poder; la segunda, porque convierte al gobierno en una comedia de conspiraciones banales. Aunque la primera perspectiva tenga, sin lugar a dudas, más peso, sea más consistente analíticamente, no se puede obviar la incidencia de las personas influyentes. En este sentido, vamos a intentar interpretar la secuencia de la primera gestión a partir del  la visualización del periodo desde ambas perspectivas.

 

Evo Morales Ayma es el caudillo, el mito, la convocatoria del mito. El constructo del imaginario colectivo. El símbolo carnal del gobierno, convertido por la propaganda gubernamental en el símbolo del “proceso de cambio”. De máximo dirigente de la Federación del Trópico de Cochabamba pasó a ser el primer presidente indígena de la Republica de Bolivia, después del Estado plurinacional de Bolivia, que de plurinacional sólo tiene el nombre. Las decisiones políticas las toma el presidente, en primera o en última instancia. Su carácter imperativo, su carisma, influyen mucho en el comportamiento de su gabinete, incluyendo al mismo vicepresidente. Es difícil hablar de él como un estratega, más es la espontaneidad, muchas veces improvisada, y la intuición, algunas veces equivocada, acaecida erróneamente cada vez más seguido en el segundo periodo de su gestión. Como en todo caudillo, su imagen atrayente no es perdurable, se desgasta; es mantenida con desesperación con publicidad y propaganda, como si estos medios restituyeran el ánimo de la gente.     

 

La persona de más influencia en el gobierno, después del propio presidente, es Álvaro García Linera. Por su formación política y académica, por venir de la experiencia de una organización que se propuso la guerrilla como medio para resolver la cuestión del poder[11], por venir de un colectivo de interpelación radical, de investigación y activista[12], tenía plena “consciencia” de lo que estaba en juego en la decisión inicial del gobierno. El vicepresidente se convirtió de radical en el ideólogo del realismo político. Es muy probable que haya sido él quien más haya influenciado en la inclinación por la decisión inicial, fuera de ser el responsable de la argumentación y justificación de la opción tomada. Vamos a dejar las conjeturas sobre por qué lo hizo, por qué se convirtió en un “pragmático”, pues esto nos llevaría a la especulación. A partir de este momento, el vicepresidente asume el rol de ideólogo del gobierno, pretendiendo también ser el teórico del “proceso”, que es otra cuestión. Sus discursos, sus libros, publicados por la Vicepresidencia, sus intervenciones, son la más clara expresión de una ideología “pragmática”, que persigue sostener la justificación del decurso de un gobierno, que optó, desde un principio por el reformismo y no por la transformación.

 

Los ministros fueron un resultado de la composición de las fuerzas, aunque el presidente sea el que tome la primera y la última palabra al respecto. No se puede decir que había una pugna de tendencias, como el apresuramiento de los medios de comunicación hicieron entender, recurriendo a esquemas acostumbrados.  En un ambiente confuso, donde había primero que orientarse, es difícil hablar de pugna de tendencias. Menos decir que había una tendencia “alvarista” y otra tendencia “evista”. Estas hipótesis hablan de la carencia del periodismo y de los medios de comunicación. El consenso sobre el realismo político fue compartido por todos.

 

Los celos individuales y mezquinos que pudiera haber habido no pueden tomarse en cuenta para explicar el decurso de este gobierno popular. Eso queda en los pasillos y nada más. La autoridad del presidente era indiscutible; se acataba por consenso compartido o por decisión del presidente. La relación de los hombres más influyentes con el presidente ciertamente no es la misma, hay variedad y jerarquías. Empero, todos, sin excepción, anteponían, en primer lugar, su voluntad para satisfacer las demandas del presidente. No había, entonces tendencias, lo que había es una adecuación de todos en el escenario institucional. Además de la necesidad de aprendizaje y ganar experiencia.

 

En relación a la medida más importante de las dos gestiones de gobierno, que es la nacionalización de los hidrocarburos, se puede decir que el hombre de influencia en la formulación del Decreto “Héroes del Chaco” fue Andrés Solíz Rada. Sobre todo por su formación en la izquierda nacional, viniendo de un grupo político de características marxistas nacionalistas, que tenía como estrategia y convicción política la defensa de los recursos naturales, la recuperación soberana de los mismos a través de las nacionalizaciones[13]. El ministro de la nacionalización salió del gabinete, cuando se tuvo que tomar nuevas decisiones “pragmáticas”, en relación a PETROBAS. En una coyuntura cuando se comenzó a ceder ante esta empresa trasnacional del país vecino, el ministro nacionalizador estaba demás.

 

Un paso dado condujo a otros. Del no cobro, como corresponde, a PETROBRAS, por el excedente calorífero del gas húmedo, se llegó a contratos de operaciones desnacionalizadores, entregando el control técnico de la producción de hidrocarburos a las empresas trasnacionales. La ventaja del gobierno, al nacionalizar fue mejorar los términos de las relaciones de intercambio, mejorar notoriamente los ingresos del Estado, por concepto de la explotación de los hidrocarburos. Este incremento repercutió en la disponibilidad del Tesoro y de las instituciones involucradas en el reparto. El problema es que esta mejora no puede ser el fin de una nacionalización, que debería continuar dando pasos urgentes hacia la industrialización. Sin embargo, el gobierno prácticamente se contentó con este logro. Las plantas separadoras no pueden considerarse como el inicio de la industrialización, son sencillamente plantas separadoras de la composición de los hidrocarburos.

 

La convocatoria a la Asamblea Constituyente fue la otra medida crucial de la primera gestión del gobierno. Esta convocatoria fue planteada, en primer lugar por las organizaciones indígenas, CIDOB y CONAMAQ, apoyadas por el Pacto de Unidad, que incluye a las tres organizaciones campesinas, CSUTCB, CNMCIOB “BS”, CSCIB. Aunque una versión de los dirigentes de las juntas de vecinos de El Alto dicen que la convocatoria a la Asamblea Constituyente no estaba incluida en la Agenda de Octubre, la verdad es que la Agenda de los movimientos sociales del país si la incluyeron. Por lo tanto, llegar a la Asamblea Constituyente recogía el anhelo de las mayorías por fundar o refundar el Estado.

 

No vamos a entrar al detalle de la dramática historia de la Asamblea Constituyente. Nos remitimos a los textos que han tratado el tema[14]. Lo que interesa, en este balance, es anotar que cuando por fin se promulga la Constitución Política del Estado (2009), la segunda gestión de gobierno no la cumple. No aplica la Constitución. Prefiere continuar por el camino optado en la primera gestión, el camino de las reformas, ocultando la distancia de sus políticas con la Constitución con una abrumadora propaganda. ¿Por qué ocurre esto?

 

 

Hipótesis

 

La Constitución es lo que constituye normativamente, legalmente, jurídicamente; es la composición jurídica y política de un Estado. Son los cimientos jurídicos y políticos, si se puede hablar así, del Estado. El que se haya elaborado una nueva Constitución, después de la de 1826, considerando todas sus reformas constitucionales, es la manifestación clara y la voluntad determinante de construir un Estado en transición sobre nuevas bases. La principal inquietud constituyente tiene que ver con la colonialidad, la herencia colonial, el haber dejado de lado a las naciones y pueblos nativos al momento de la primera Constitución. En la república no se incluyeron a las mayorías nativas. Ahora se trataba que las mayorías plasmen su voluntad en la Constitución y en la construcción del nuevo Estado.

 

El Estado que establece la Constitución de 2009 es un Estado plurinacional comunitario y autonómico, integrado por la interculturalidad, en la perspectiva del sumak Kausay/sumaj qamaña[15]. Para construir este Estado plurinacional se tiene que demoler lo que sostiene al Estado-nación y al Estado-nación mismo: la institucionalidad moderna, homogénea, única. Un Estado plurinacional se construye sobre el pluralismo institucional. Frente a este requerimiento, el gobierno progresista retrocedió, “consciente” o “inconscientemente”. Vaya a saber cuántos del gobierno entendían la significación histórica y política del Estado plurinacional, las implicaciones y consecuencias de asumirlo y construirlo. Lo cierto es que prefirieron desgañitarse en la publicidad y propaganda de que ya somos un Estado plurinacional, como arte de magia de la promulgación de la Constitución. Era muy cómodo cambiar el vestido a la misma persona, que cambiar de persona, que dejar nacer a otra persona. Como dijimos en otros escritos, el gobierno progresista cayó en el mal de la época: la inclinación desesperada por la simulación[16].

 

Para el gobierno, cuyo contenido “ideológico” es el nacionalismo, cuya composición redefine populistamente el perfil reformista, cuya retorica izquierdista repite el discurso de un anti-imperialismo del siglo pasado, es inaplicable la Constitución, pues su aplicación implica la destrucción del Estado-nación. En otras palabras, dejar de ser gobierno bajo los códigos liberales y la gestión pública institucionalizada. Ser otra clase de “gobierno”, como establece la Constitución, en el marco del sistema de gobierno de la democracia participativa y pluralista, era también la desaparición de los privilegios, de las jerarquías, de la burocracia. Después de conquistar el poder, lo menos que quería era perderlo. Al optar por conservar el poder, en vez de destruirlo, decidió por el camino de la reproducción del Estado-nación, optó por la misma trama de todas las “revoluciones”, que cambian el mundo; empero, se hunden en sus contradicciones.

 

 

Segunda gestión

              

La primera gestión de gobierno tuvo como referente la Agenda de Octubre, la segunda gestión de Gobierno tiene como referente la Constitución. En la primera gestión se cumple parcialmente la Agenda de Octubre; en la segunda gestión no se cumple con la Constitución. Este decurso nos muestra que el gobierno progresista se aleja cada vez más de los objetivos plasmados por los movimientos sociales, las naciones y pueblos indígenas. El gobierno llega a situarse en una posición contrastante en el decurso del “proceso de cambio”, se coloca como contra-proceso[17].

 

Dos son los conflictos que sitúan el lugar de alejamiento del gobierno, su distanciamiento respecto de la Constitución;  uno es el conflicto del llamado “gasolinazo”; el otro es el conflicto del TIPNIS. El conflicto del “gasolinazo” devela la relación concomitante del gobierno con las empresas trasnacionales de los hidrocarburos. El pedido conocido de estas empresas era de que no invertirían en exploración, tampoco lo hicieron en la producción de carburantes, si no se modifican los precios congelados del mercado interno; lo que equivale a revisar la Constitución.  El gobierno, con el argumento de la insostenible subvención a los carburantes llega a subir los precios en un incremento insostenible para el pueblo, alcanzando subidas hasta de un 80% y más. El levantamiento popular contra la medida del gobierno lo obligó a retroceder. En otro texto dijimos, parafraseando a Sergio Almaraz Paz, que el gobierno había cruzado la línea, sin darse cuenta, se encontraba del otro lado de la vereda enfrentando a su pueblo[18].

 

El conflicto del TIPNIS fue más grave. Retomando la misma figura, el gobierno cruzó una segunda línea, esta vez con plena “consciencia” nacionalista, ahora se encuentra del lado de la vereda del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente, enfrentándose a las naciones y pueblos indígenas, enfrentándose a las comunidades indígenas. No vamos a narrar aquí el dramático conflicto del TIPNIS; nos remitimos a los textos que han tratado, de manera más pormenorizada el conflicto[19]. En este balance nos interesa apuntar este hito en la conmensuración del desplazamiento del gobierno, alejándose cada vez más de la Constitución y de los objetivos del “proceso de cambio”.

 

 

El camino sinuoso de las reformas

 

Tres bonos marcan la política social del gobierno; el Bono Juancito Pinto, La Renta Dignidad, El Bono Juan Azurduy. El primero, como un estipendio provisional para los estudiantes de primaria, con el objeto de evitar la deserción escolar; el segundo, como un bono a los adultos mayores; el tercero, como una atención a las madres embarazadas, con el objetivo de incidir en los altos niveles de mortalidad materno infantil. Tres bonos, cuyas características son de alcance coyuntural. Para lograr efectos estratégicos se requiere inversión logística, de largo plazo, que impacte estructuralmente en las condiciones y causas de los problemas que se quieren atender.   

 

Tres logros económicos distinguen la política económica del gobierno; la acumulación de las reservas internacionales, la estabilidad económica y el mantenido crecimiento económico.

 

En el campo político ha mantenido su hegemonía y preponderancia desde las elecciones de 2005. Con las elecciones del 2008 ha logrado controlar los 2/3 del Congreso; con esta mayoría plena tenía las manos libres para cumplir con la Constitución.

 

En los demás terrenos son inciertos sus logros, hasta discutibles.

 

Una nueva reforma educativa definida por la Ley Avelino Siñani y Elizardo Pérez, con enunciados recogidos de la Constitución; empero, contrastando en los artículos operativos. Una reforma educativa consensuada corporativamente con el gremio de los maestros; uno de los estamentos más conservadores de la sociedad, inclinados a la demanda economicista, aposentados en el privilegio de contar con trabajo y sueldo garantizados. Una reforma educativa, que como en el resto de la administración estatal, mantiene la misma institucionalidad escolar y educativa, teniendo como núcleo el aula, médula del diagrama disciplinario de la modernidad, no tiene perspectiva de impacto en la tarea de descolonización. Esto a pesar de la retórica del modelo social comunitario productivo.

 

La movilidad social se ha debido al impacto del incremento presupuestario en los gobiernos, del país, de los departamentos, de los municipios, incluyendo a las universidades. También se puede decir que se ha debido al impacto del crecimiento económico, sin entrar en detalles que representa este indicador estadístico. Nos remitimos a los textos que analizan el tema[20].

 

El proyecto de industrialización es un soberano fracaso. Las empresas públicas implementadas por el gobierno o no se ponen en marcha, o son deficitarias, o son un reverendo bluff. La Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (EMAPA), se ha convertido en una agencia comercializadora; está muy lejos de haber dado un primer paso en la consecución de la soberanía alimentaria. Lo grave es que esta dedicación comercializadora, justificada para evitar la escalonada de precios de los bienes alimentarios, ha comenzado a afectar a la producción del país; por ejemplo, a los pequeños y medianos productores de arroz, quienes no pueden competir con los precios del arroz importado de Paquistán.  No hablamos aquí de las empresas estatales ya establecidas desde antes y después de la revolución de 1952; YPFB y COMIBOL.

 

El programa Evo Cumple ha desatado una escalada sin precedentes de corrupción. No se rinden cuentas, no aparecen las obras, cuando aparecen están muy mal construidas, mostrando papablemente que disminuyeron los costos reales, aunque se mantuvieron los costos ficticios en los presupuestos. Lo peor ocurrió en el programa de vivienda; empresas fantasmas que se llevaron la plata, dejando sin casas a los supuestos beneficiarios. Cuando se terminan de construir las viviendas, aunque sea en parte, suben los costos, y terminan acabados con materiales baratos. Si recientemente ha habido un esmero en corregir este desastre, de ninguna manera compensa el desfalco al erario del país. Sorprende que la Contraloría tenga los ojos vendados ante estos lamentables sucesos conocidos por todos, sobre todos los involucrados, de las zonas y regiones referenciales de los proyectos.

 

La decantada lucha contra la corrupción ha terminado siendo un instrumento de persecución de los opositores. Un ministerio, el Ministerio de Transparencia Institucional y Lucha contra la Corrupción, se encarga de investigar más sobre las corrupciones pasadas, de los anteriores gobiernos, que la expandida corrupción desatada en el presente, el habido en las gestiones del gobierno progresista. Este programa de lucha contra la corrupción y por la transparencia más parece una capa estridente que cubre la efectiva corrupción proliferante.

 

Lo que notablemente ha avanzado es la construcción de carreteras. Podríamos decir que la vertebración caminera del país ha sido de los proyectos mejor ejecutados, sin descontar los problemas relativos a los acabados de algunos tramos, sin tomar en cuenta la repetida inclinación a los sobreprecios.

 

En el plano internacional, el principal emblema del gobierno fue la defensa de la madre tierra. Este postulado cayo a los suelos por el doble discurso, como dice James Petras, discurso radical afuera y ortodoxo en la implementación de políticas monetaristas dentro; pero, sobre todo ortodoxo en el modelo extractivista. El último discurso creíble del presidente fue en Copenhague, Cumbre del Clima de Copenhague 2009 (COP15), cuando habló ante cien mil activistas del mundo, declarando la guerra al capitalismo en defensa de la madre tierra. En Cancún, (COP 16),  la posición boliviana quedó solitaria, mientras los aliados del ALBA se apresuraban a aceptar la ilusión y la dependencia del capitalismo verde. El presidente ya no gozaba de credibilidad, sobre todo después del conflicto del TIPNIS.

 

Como dijimos en otros textos, las políticas, los programas, las alianzas de integración continental, son más una ocupación burocrática, de encuentros altisonantes de presidentes y cancilleres, con efectos comunicativos; empero, ocurre, paradójicamente, que esta pose integracionista contrasta con efectivas realizaciones hacia la integración de la Patria Grande. Es como calmar la consciencias con escenarios grandilocuentes, mientras nuestros pueblos padecen la separación[21].

 

Como podemos ver, el camino de las reformas, escogido por el gobierno, es sinuoso y contradictorio. No se puede decir, de ninguna manera, que no ha mejorado ciertas condiciones de vida de las mayorías, sobre todo de los sectores organizados y corporativizados. Sin embargo, no hace otra cosa que repetir, en menor escala, y de una manera inacabada, la experiencia del Estado de Bienestar. Sus políticas están muy lejos de lo que exige la perspectiva del sumak kausay/sumaj qamaña. Ya lo dijimos, no es el camino de la Constitución, sino se trata de un recorrido contrastante.

 

Una pregunta es pertinente: ¿Estaba en manos de los gobernantes hacer algo distinto? Se puede decir que dentro de determinados márgenes sí; pero, el problema son los márgenes de los que no podía salir. Su límite ineludible. Al optar por el camino de las reformas y no por las transformaciones estructurales e institucionales, se embarcó en la trama política ya tejida e inscrita en la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Los márgenes de lo posible en los ciclos del capitalismo excluyen transformaciones que puedan afectar las estructuras de poder y la reproducción ampliada de capital. Todo lo demás, al interior de estos márgenes, puede estar permitido, incluso si se logra en pugna con las políticas vigentes del orden mundial y del sistema financiero internacional. Lo que está permitido es la querella por los términos de relaciones de intercambio; de ninguna manera, el cuestionamiento a las estructuras de poder definidos.

 

En parte, se puede decir, que asistimos a la reiteración del drama de las “revoluciones”, particularmente de los gobiernos reformistas, ahora llamados progresistas. En principio pueden tener buenas intensiones, creer en la certeza de su realismo político, encaminarse en reformas de impacto; empero, en la medida que forman parte de una maquinaria chirriante, acoplada, del Estado, cuyas lógicas inherentes escapan a los ocupantes de turno; ellos terminan convertidos en engranajes de esta instrumentalidad estatal. Los márgenes de maniobra dejan de ser tales, se convierten en los márgenes de lo ilícito en el marco de lo lícito. Los individuos terminan  optando por salidas privadas. Quizás nunca lleguen a saber en qué momento dieron el primer traspié que los arrastró a la vorágine de la estafa. Enmascarados, llenos de escudos, tienden a usar retoricas con pretensiones de radicalismo, creyendo, en el fondo, que lo que hacen, puede estar permitido, mientras se siga sosteniendo la lealtad al “proceso”, compartiendo una figura desvencijada del “proceso”, como fatalidad o como finalidad.

 

 

Conclusiones

 

1.   No se sale de la trama política, inscrita como formato, si no se teje otra trama.

 

2.   Para que las composiciones de las dinámicas moleculares de la potencia social, para que las fuerzas constituidas por la potencia social, no sean capturadas por las redes institucionales del poder, es menester la desmesura y la proliferación abundante de las líneas de fuga.

 

 

3.   La organizaciones sociales no son, de por sí una garantía, para resistir a la atracción del poder, del polo ficticio del poder, que se alimenta de potencia social. Es menester que la movilización pueda atravesar los límites de las representaciones, que son otras prácticas, delegadas, de las formas polimorfas de poder.

 

4.   Para mantener la permanente creación de la potencia social, es menester mantener abierta, de manera permanente, la capacidad inventiva, la flexibilidad de las composiciones y organizaciones sociales, haciendo recaer el condicionamiento en la facultad dinámica y participativa, no en los efectos molares, estadísticos, orgánicos e institucionales.

 

5.   El polo ficticio del poder, las instituciones imaginarias, deben ser absorbidas por el polo “real”, la potencia social. Esto puede ocurrir en transiciones continuas emancipadoras y liberadoras.

 

6.   La caída de la potencia social, de las fuerzas y composiciones de la potencia social, de la movilización prolongada boliviana, en las redes institucionales del Estado-nación, se debió a que las anteriores condiciones de posibilidad no se cumplieron. 

 

      

      

 

   

 

 

 

 

 

 

 

Ceremonialidad y comedia política

De aquí a un tiempo atrás la práctica política se ha convertido en una comedia. Sólo que el teatro donde se efectúa es grande, todo un país. La comedia se nombra como la trágica historia del Estado plurinacional comunitario y autonómico. Es la increíble y triste historia de un proyecto no realizado, cercenado antes de nacer; este crimen se comete a nombre de la misma semilla que se impide germinar. Es una tragedia digna de Sófocles;  no es el hijo que mata al padre; son los encargados de hacer germinar la semilla los que la matan, en sus inicios. ¿Por qué lo hacen? ¿Valga a saber? Los asesinos no reconocen su crimen; dicen más bien, que dejaron que crezca la planta, la presentan  señalando que está ahí, gozando de la luz del sol. Lo que muestran es el viejo árbol del Estado-nación, una anciana señorona vestida con traje nativo, adecuado para una adolescente. El cuadro no podía ser más grotesco.

El 22 de enero se festeja el “nacimiento” del Estado plurinacional. Toda una ceremonialidad del poder, todo un regocijo por casi el quinquenio de vida del “Estado plurinacional”. Este festejo coincide con un golpe certero y mortal a la organización indígena de tierras altas, el CONAMAQ. ¿Se celebrará también la intervención desdichada a la sede de CONAMAQ y la usurpación de su representación por unos comediantes, prebendalistas vendidos al mejor postor, ex sindicaleros, que ungen de nada menos autoridades originarias.  Ambos festejos coinciden; la “victoria” inescrupulosa y artera en contra de una organización, que supo defender la Constitución, los derechos de las naciones y pueblos, los territorios indígenas. Una comedia repetida cada año, sobre el cadáver del germen del Estado plurinacional.

Este es el guión de una trama refrendada en las “revoluciones”, tanto nacional-populares como socialistas, con contadas excepciones; excepciones que confirman la regla. El poder, si podemos hablar así, con el gran peligro de convertirlo en un sujeto, que no es, es despiadado. Después de victimar a la potencia social, se vanagloria a su nombre. La historia política es dramática. Los pueblos parecen no aprender, se ilusionan con sus propias criaturas; los mitos, los caudillos, los políticos que dicen representarlos. Hay pues una concomitancia entre usurpadores y usurpados. No podría sino explicarse la reiteración de esta trama política, repetida tantas veces. ¿Esta es la condena? ¿No se puede salir de ella, como de una fatalidad inscrita?

Es difícil saberlo. Empero, no se puede renunciar a romper con esta trama, a desafiar la “fatalidad”. Ese es el acto heroico. Es posible, que de tanto insistir, se quiebre el tejido antiguo de la trama del poder. Cuando desaparece esta voluntad creativa, desaparece también la posibilidad concreta de desafiar al entramado político. La voluntad desafiante muta en una voluntad de sumisión, renunciando a la creación, optando por el “pragmatismo” de las pequeñas cosas. Esto parece preponderar en el ambiente. Este es el secreto de gobiernos demagógicos; los gobernantes saben jugar con la miseria humana.

Alison Spedding una vez, tiempo atrás, cuando se daba lugar la movilización prolongada, criticó a Comuna, diciendo que las vanguardias de hoy se convierten en los amos de mañana. No sé si esta apreciación es de todo acertada respecto de Comuna; empero, este no es el tema. Es una apreciación lúcida. Alison Spedding tenía razón. ¿Dónde lleva este enunciado? ¿No hay vanguardias? ¿Toda vanguardia incuba la serpiente? ¿Todos, al final luchan por lo mismo, el poder? Hay que sacar las consecuencias de este enunciado.

Las “revoluciones”, hablando en general, buscando en la figura de las experiencias extremas, sin hurgar en las gradaciones, son paradójicas; están preñadas de pasado. El pasado es gravitatorio, atrapa. Las “revoluciones” cambian el estado de cosas, la situación de las estructuras de poder, la correlación de fuerzas; empero, cuando lo hacen, es para edificar una nueva estructura de poder, nuevas formas de los viejos dominios. Nuevos aditamentos de la máquina fabulosa del Estado. Las “revoluciones” no son puras, como sus propagandas pretenden hacerlas parecer. Las “revoluciones” son mezclas pavorosas; los sueños emancipadores se cruzan con los proyectos de poder. Para los más sagaces todo se resume a cambiar la élite, a sustituirla por otra élite. De lo que se trata es de gozar de los privilegios que otros tuvieron. ¿Tienen razón, no tienen razón? ¿La “verdad” es tan cruda, que a eso se reduce la lucha social?

Este cinismo, pues no es otra cosa, supone lo que los teóricos burgueses políticos del Estado conjeturan: que el hombre es el lobo del hombre. En otras palabras parten de la tesis del mal. Aunque este cinismo no tenga el alcance teórico de estos cientistas políticos, dicen, al final, lo mismo. Una conclusión de esta tesis es que nunca saldremos del círculo vicioso del poder. La trama se repetirá en distintos escenarios, en distintos contextos, con distintos personajes, con otras indumentarias y más tecnología.

El gran error de esta tesis es no solamente suponer el mal, como esencia explicativa de la historia política; supuesto moralista, basado en la discriminación de los condenados de la tierra, los explotados, los pobres. Esta tesis no toma en cuenta, la raíz del poder, la violencia usurpadora, que instaura la legitimidad institucionalizada de la dominación. El gran error de esta tesis es obviar la energía y la fuerza de la que se alimenta el poder, la potencia social. Los poderosos no son nada sin la fuerza derivada de la potencia social; no existirían. Los poderosos están donde están, usufructuando del poder, por que los y las que contienen la potencia social y la despliegan creen que son indispensables. ¿Indispensables para qué? ¿Para gobernar? Este es el imaginario social conservador, que sustenta esta subordinación.

¿Cómo destruir este imaginario social? ¿Cómo sustituirlo por un imaginario radical? Este es el quid pro quo. Los imaginarios no son solamente ilusiones, constelaciones de ideas; se sostienen en materialidades institucionales, en prácticas reiterativas, en relaciones repetidas. No es un problema de convencimiento, no es un problema de demostración racional, como creen ciertas “vanguardias”; es un problema integral. Si no se demuele la materialidad institucional, si no se abolen las prácticas, si no se desplazan las relaciones, sobre las que se sostiene el imaginario conservador de la subordinación, es imposible transformar el imaginario conservador por un imaginario radical. El problema es que las “revoluciones” no quieren cambiar el mapa institucional; quieren modificarlo,  pero no abolirlo. En el mejor de los casos, el de las “revoluciones socialistas”, trastrocaron el mapa institucional; empero, para edificar otro mapa institucional de poder.

Nadie dice que no se ha “avanzado”, usando esta palabra tan discutible; las “revoluciones” cambian el mundo, el mundo no será lo que fue antes; pero, las “revoluciones” se hunden en sus contradicciones. No está en discusión la incidencia de la “revoluciones” en la historia; lo que está en discusión es su decurso sinuoso, contradictorio, ambiguo y, finalmente contra-revolucionario.

Como dijimos antes, no se puede renunciar a la utopía; no solamente entendida como el no-lugar, en ninguna parte, sino como el lugar que hay que crear. En la revisión histórica, no sólo nos encontramos con la repetición de la trama política, sino también con los nacimientos de las nuevas rebeliones. La historia - el peligro de hablar así, es convertirla en un sujeto, que no es - parece jugar a los dos lados, a la condena y a la esperanza. No hay fatalidad. Lo que reaparece es una constante lucha entre poder y potencia social, entre “pragmatismo” oportunista y sueño utópico.

Las nuevas generaciones de combatientes parecen aprender de la historia. Ya no quieren ser “vanguardias”, pues observan que allí se incuba la serpiente. Buscan nuevas formas de convocatoria, formas colectivas y participativas de orientación de las prácticas políticas. Cuestionan las representaciones y las delegaciones, como usurpaciones de la voz y la palabra. Tal parece, que en el nuevo horizonte de luchas, la perspectiva es una guerra prolongada contra las formas polimorfas de reproducción del poder, la creación de matrices sociales, políticas, culturales, de formas de consenso y participación.

Lo acaecido, el desenlace político de la movilización prolongada, su salida populista y nacionalista, que no es otra cosa que conservadurismo estatal, no es el fin; como creen graciosamente los voceros del gobierno, sobre todo su ideólogo, considerando a lo que está más allá de ellos es nuevamente derecha. Lo que denota una falta de imaginación. No hay fin, ninguna “revolución” es el fin; que es la misma tesis, usada por otros, que la del teórico conservador Francis Fukuyama. Hay recomienzo, nuevos nacimientos; la vida no deja de fluir. Son estos jóvenes rebeldes que se levantan en las ciudades en defensa de la educación, derecho común; son los jóvenes y pueblo que se levantan por el pasaje libre, el uso del transporte gratuito, pues se trata de un bien común; son los pueblos indígenas que defienden sus territorios contra las trasnacionales extractivistas, defensa de la madre tierra; son los pueblos del mundo que se levantan contra la opresión inaudita del sistema financiero internacional. Una nueva revolución mundial se abre en el horizonte, esta vez de todos los pueblos del mundo contra sus gobiernos y estados, contra el imperio, la opresión mundial, que forman parte del mismo orden mundial de dominaciones.   

          

Un discurso anacrónico

De alguna manera un discurso tiene que ver con su contexto, donde se lo emite, con la coyuntura, a la que se responde; pero, ¿qué decir, de un discurso que parece encontrarse el 2006, cuando el gobierno popular asumía el mandato, cuando tenía sentido distinguir dos periodos, diferenciados, por la movilización prolongada? El vicepresidente, el 22 de enero de 2014, expone un discurso, en la apertura del Congreso; como si estuviera al inicio de la primera gestión de gobierno, como si no hubiera trascurrido ocho años, como si nada hubiera pasado, como si no hubiera corrido agua bajo el puente. Toda su exposición se ha dirigido a distinguir entre las fases correspondientes al gobierno de Evo Morales Ayma y las fases de los gobiernos neoliberales. Una verdad trillada. Todos o casi todos, si se quiere, la gran mayoría, saben, hay una evidente diferencia entre ambos lapsos de periodos. Eso no está en discusión. El tema es otro, la pregunta de la gran mayoría es: ¿Qué pasó?

A esta pregunta no responde el discurso del vicepresidente, aunque lo pueda hacer, para explicar afirmativamente lo acontecido. Habla como si no hubiera problemas, como si no hubiera preguntas a las que responder, como si no hubiera un desplazamiento de sucesos que hay que tomar en cuenta, de una u otra manera, para observar su contingencia, ya sea para defender las hipótesis del gobierno o para descartar las observaciones críticas. Nada, esto no existe. El vicepresidente vive otro mundo, está en otra parte.

Este ha sido una conducta repetida por el presidente nato del Congreso, este es un síntoma constante en sus discursos. Un desprecio desenvuelto a los hechos, a los conflictos, a las preocupaciones de los mortales. Sencillamente eso no existe; lo único digno de tomar en cuenta son sus certezas, que sabe dios dónde se sustentan; lo único valido son los conceptos que maneja; lo único importante es el esquema abstracto, un esqueleto deductivo, al que recurre una y otra vez. Un esquema elemental, maniqueo, de buenos y malos, de víctimas y de patrones. Llama la atención una exposición tan simple en una persona que se reclama de teórico marxista; las clases sociales, la lucha de clases, la dinámica de la lucha de clases ha desaparecido.

Otra cosa notoria, en el discurso anacrónico, es su constante alabanza al presidente del Estado, que, en verdad, no necesita de esos halagos, ¿o sí?; requiere más bien de crítica, para corregir los garrafales errores que hunden al proceso en profundas contradicciones. ¿Por qué lo hace? ¿Una estrategia de poder? Es cierto, que ninguno de los que están en el gabinete sería algo sin la popularidad que todavía goza el presidente. ¿Esta aseveración lo incluye al vicepresidente? Se puede decir que no, pues ya tenía ganado un prestigio por arriesgar su vida en la lucha aniti-colonial. ¿Pero, entonces? El problema es si el vicepresidente se mantendría donde está si fuese consecuente con el perfil construido en sus años de lucha. No, no podría estar ahí, pues es incompatible con la guerra anti-colonial. El vicepresidente ha escogido en su dilema: ¿O continúa la lucha o se inclina por el “pragmatismo”? Lo que al final es una renuncia a la lucha anti-colonial. No hay que dar muchas vueltas sobre este asunto, tal como lo ha hecho la vocería de la derecha, durante el periodo de conflictos (2006-2009), convirtiéndolo en un monstruo; tal como lo hace una vieja izquierda que ve en él un traidor. Ninguna de las dos cosas, eso es reducir la explicación de los comportamientos y de los procesos a un moralismo de cura de provincia o a al esquematismo de principiante en su militancia.

Lo que ha pasado le ha ocurrido a León Trotsky cuando comandó el ataque y la masacre a la vanguardia de la revolución rusa en Kronstadt, contra los marineros revolucionarios; yendo un poco atrás, eso es lo que le ocurrió a Vladimir Lenin, cuando decidió la ruta de la Nueva Política Económica. Le ocurrió a Mao Zetung cuando abandonó a su suerte a los guardias rojos en su lucha contra la burocracia. Estando en el poder, llega un momento donde hay que escoger: seguir conservándolo o intentar destruirlo. Este “pragmatismo” no es sólo atributo del vicepresidente de Bolivia, es un síndrome compartido por los líderes progresistas populares. Lo que es propio del vicepresidente es su inclinación por sustituir los hechos por anti-hechos, para usar esta palabra contrastante, para sustituir la “realidad” por un mapa de representaciones, como lo hacía Daniel Salamanca, durante la guerra del Chaco. Se ganaba la guerra en el mapa y en la mente de Salamanca y se la perdía en el campo de batalla.

¿Es esta una defensa psicológica? Sobre todo cuando se puede conjeturar, que en el fondo, sabe lo que ocurre. ¿Una manera inaudita de concentrar la voluntad para continuar adelante, a pesar de todas las contingencias, todas las debilidades, todas las contradicciones, todas las miserias? Puede ser; entonces estamos ante un ser desgarrado, escindido, entre el deber ser y lo que se es. Terrible. Hay un drama solitario que sufren los caudillos, los líderes, los personajes públicos, quienes se ven obligados a aparentar lo que representan, la figura que creen que son los demás. Luchan denodadamente por parecerse a una imagen construida, que no es más que eso, una imagen pura, imposible. Son personajes que pierden la poca humanidad que nos queda en un mundo corroído por la compulsión comercial.

El drama no solamente es de las mayorías, que confiaron en un gobierno llamado “su gobierno”, “nuestro gobierno”, que se encuentran desencantados y sorprendidos, que no saben qué ocurrió, cuando ven repetirse las mismas práctica de los anteriores gobiernos. El drama es también de estos personajes, embarcados en cumplir con la demanda de su imagen, estos personajes públicos que se pierden en su propio laberinto.

La política no ha dejado de ser, digan lo que digan los cientistas sociales, digan lo que digan los llamados “analistas políticos”, lucha por las emancipaciones y liberaciones múltiples. Lo otro, lo que hacen los “políticos”, es policía, defensa del orden establecido. No se trata de convertir en monstruos a estos hombres públicos de la política, a estos encargados de hacer cumplir la Constitución, cuando lo que hacen es todo lo contrario, haciendo de esta manera una catarsis; se trata de comprender las dinámicas complejas y entrelazadas, que se tejen en las entrañas mismas de los procesos. Es menester la crítica constante, mirando en el presente la oportunidad y la ocasión de influir en los acontecimientos, con la participación colectiva, por más imposible que parezca. Es indispensable la continuidad de las luchas; separarse radicalmente de esa conjetura de que este es el fin, la realización de un desenlace definitivo; de decir que así no más son las cosas, es mejor desentenderse; optar por salidas desesperadas o por salidas “pragmáticas” electorales.           

 

 

Poniendo los puntos sobre las íes

Retórica y realidad del discurso gubernamental

¿Cuál es el problema? ¿En qué consiste? ¿Cuál es su composición? El debate que no se da, empero, se plantea, con los voceros del gobierno, con el gobierno mismo, con su ideólogo, se da en torno al desistimiento de la Constitución, al incumplimiento de las trasformaciones estructurales e institucionales que deberían darse, por las que se peleo en la movilización prolongada (2000-2005). No se da el debate porque los voceros, el gobierno y su ideólogo no quieren debate. Les basta, seguros del control absoluto que ejercen del Estado, con acudir a la propaganda, a la publicidad y a elementales interpretaciones oficiales, que reducen la narrativa del proceso a los contrastes con los gobiernos anteriores. No dicen nada respecto a los contrastes de lo que hacen respecto de lo que establece la Constitución, salvo justificaciones espantosamente estrambóticas, que no explican sino embrollan. El gobierno cree que debate con una “derecha” tradicional, prácticamente insignificante como convocatoria política; en realidad discute con el fantasma de una “derecha” desaparecida con su derrota política en El porvenir-Pando. Lo hace pues necesita de esa “derecha” para parecer “izquierda”. Es la búsqueda de un contraste comunicacional lo que busca como parte de la imagen electoral perseguida. Esa discusión con una “derecha” insignificante no es más que pantalla; no asume la interpelación de los hechos, no ve, se enceguece, ante las evidentes contradicciones; no quiere responder a la crítica desde la “izquierda”, usando también este término tan discutible, desde la perspectiva histórica y desde la complejidad de los procesos. 

No está en discusión el contraste positivo con los gobierno neoliberales, no está en discusión los beneficios de la nacionalización, en los límites que el propio gobierno la ha dejado, no está en discusión lo que ha habido de redistribución  del ingreso, a partir de la política de los bonos, de alcance de impacto coyuntural; también como efecto del crecimiento económico. No está en discusión la expansión de la infraestructura de carreteras, que es notorio, a pesar de los síntomas de corrupción. Tampoco está en discusión que, a pesar de todo, a pesar de que sólo se ocupa el lugar del otro, se ha dado un empoderamiento indígena y popular, ciertamente sin transformar la misma arquitectura estatal y manteniendo las mismas prácticas de gestión. Esto no está en discusión. Lo que está en discusión es que no se dieron las transformaciones estructurales e institucionales que establece la Constitución. No hay Estado plurinacional comunitario y autonómico, por más que se desgañite el sistema de propaganda y comunicación del gobierno. La publicidad no sustituye a la “realidad”. La discusión está en que a pesar de la nacionalización, el gobierno no la continuó; prefirió entregar el control técnico de la producción a las trasnacionales, el problema es que el gobierno tiene una política minera muy parecida, sino equivalente, a la política minera neoliberal, salvo la demagógica extensión de concesiones a las cooperativas mineras. El problema es que el gobierno no ha realizado una segunda reforma agraria, preservando a los grandes latifundistas. El problema es que el gobierno, debido a su “pragmatismo”, ha preferido pactar con la burguesía, por lo menos con los sectores que se inclinaron por la política económica del gobierno, convirtiéndose, poco a poco,  en un gobierno que administra los intereses de la burguesía recompuesta, la anterior y los nuevos ricos. El problema es que el gobierno, contentándose con haber mejorado las condiciones de las relaciones de intercambio, por medio de la nacionalización, ha renunciado a una lucha sostenida y efectiva por la independencia económica, por la soberanía alimentaria, convirtiéndose en un Estado que vuelve a administrar la transferencia de los recursos naturales a los centros del sistema-mundo capitalista, como la hacen casi todos los Estado-nación subalternos. Estos son algunos de los problemas, puestos en la mesa, tanto por la crítica como por la evidencia de los hechos.

No vamos a entrar, ahora, en otros problemas, que tienen que ver con la consistencia misma del llamado “proceso de cambio”, no en lo relacionado a las contradicciones histórico-políticas, sino a la “materia”, a la corporeidad, a las subjetividades, inherentes a las prácticas y estructuras ético-morales que acompañan al propio proceso. Estos problemas son importantes, pues, al final de cuentas, son “sujetos” sobre los que se sostiene la voluntad política, la posibilidad de mantener, continuar e incluso profundizar el “proceso”. Si no hay condiciones ético-morales para sostener el desafío, el “proceso” puede hundirse en el marasmo de la corrosión y las prácticas paralelas. Estos temas los tratamos en otro escrito, nos remitimos al mismo[22].

Tampoco vamos a tocar los conflictos sociales, políticos y territoriales que han desenmascarado al gobierno. Lo hicimos en otros escritos, también nos remitimos a estos[23]. Lo que importa ahora es concentrarse en un perfil ilustrativo del problema, el relativo a la retorica del gobierno, a su excedente especulativo, a su desborde irreal respecto a lo que acontece. Este es el tema, que aunque no sea de fondo es importante. Si el gobierno, sobre todo su ideólogo, mantuvieran el discurso sólo en  lo que efectivamente hacen, en el reformismo, si no se embarcarían en la especulación, que también es una mentira, diciendo que ya estamos en el Estado plurinacional, comunitario y autonómico, que se ejerce la democracia participativa y comunitaria, que se consolida el bien común, pretendiendo que se tiene una base comunitaria como núcleo de las políticas públicas, cambiaría el lugar de la discusión. Quizás esto sería más saludable.

Un argumento sostenible, aunque no estemos de acuerdo, empero, con el que se tiene que tener una consideración a partir de la exigencia de objetividad, es el que sostiene que no es posible ni viable una radicalización del proceso, que lo importante es sostener modificaciones paulatinas, graduales, para prolongar el “proceso de cambio”. Que lo que se hace es lo que se puede. Que para comenzar a construir el Estado plurinacional, primero, tenemos que concluir lo pendiente, lo faltante en el Estado nación. Este es un argumento fuerte, aunque no estemos de acuerdo. La discusión se traslada a otro terreno, al terreno de lo posible. Ya no se discute lo que dice hacer el gobierno y, en verdad, no ocurre eso, pues esa pretensión no es más que una grotesca impostura.

        Hipotéticamente, si fuera este el caso, si la discusión fuera esta, hagamos un ejercicio: Supongamos que este argumento realista es válido, tiene razón. No se puede ir más lejos ni más rápido, las condiciones de posibilidad histórica lo impiden. ¿Cómo respondemos ante semejante argumento?

 

Respuesta

¿Qué es lo posible? ¿Es lo que se puede hacer, considerando las circunstancias? ¿Es lo que considera el realismo que es posible como “realmente” posible? Esto no es hablar de lo posible, sino de la continuidad de lo real, en los cánones del tiempo-cronograma, del tiempo institucionalizado. Lo posible es lo que anida en el espesor del momento, dependiendo de la voluntad para hacerlo emerger. Lo posible, por más paradójico que parezca, es la utopía.  Utopía realizable por el gasto heroico, que se enfrenta a la realidad y a la historia. Lo posible es la creación de la potencia social.

Ahora bien, esto puede parecer teórico y hasta romántico, doblemente utópico. Es cierto; empero, la cuestión es que, en determinadas circunstancias, esta utopía se hace posible, emerge de la matriz de la “realidad” efectiva. Esto ocurre cuando acontece masivamente el gasto heroico, la rebelión contra la realidad y la historia, la rebelión contra el destino, contra la fatalidad.  Con esto llegamos a un núcleo, si podemos hablar así, del problema. La “realidad” no es real, es una construcción institucional. No conocemos lo que es, eso que la filosofía ha reducido al concepto esencialista de ser. Lo que si podemos comprender es que cuando nos proponemos colectivamente a cambiar, a crear, la llamada “realidad” cambia. A esto se ha llamado, en la modernidad, “revolución”.

Entonces el problema está en lo que quieren hacer las colectividades. El mundo cambia cuando quieren las colectividades cambiarlo. Es demasiado restringido, demasiado conservador, decir que lo que es se reduce a lo que conocemos, a lo que parece seguro, desechando la audacia y los riesgos. Lo que es hay que crearlo, lo que es, es lo que creamos. No se puede renunciar a crear, a inventar, sin renunciar a la vida misma, que es precisamente eso, potencia, creación, invención. El Estado, entendiendo que es la sociedad, conformada en todo su conservadurismo, en toda su vulnerabilidad, en todo su anhelo de seguridad y de estabilidad, es el mecanismo, el procedimiento, la estrategia y el aparato descomunal para inhibir la capacidad creativa de la sociedad, manteniéndola en los reductos conocidos.

Bajando, como se dice popularmente, es decir, ubicándonos en el objeto de la discusión, lo posible en el “proceso de cambio” boliviano es lo se puede crear, lo que se puede inventar, teniendo en cuenta el horizonte abierto por la Constitución, que no es otra cosa que el horizonte abierto por el poder constituyente, los movimientos sociales. Empero, lo posible se hace posible cuando la colectividad, como integración de voluntades, lo quiere. Tal parece que la colectividad lo quiso durante las jornadas del 2000 al 2005; pero, ahora, no parece quererlo. El conservadurismo de gobierno, en parte responde, al conservadurismo actual de las y los que podrían formar parte de los movimientos sociales presentes.

Nuestra respuesta, hay que reconocerlo, tiene sus condiciones y sus límites. Teóricamente puede ser sugerente, aperturante, adecuado; empero, si la mayoría, usando este término democrático, no quiere y prefiere la seguridad del momento,  lo posible no es posible. Eso es lo que parece pasar ahora.

En estas condiciones, si fuesen ciertas, pues no se sabe, pues el pueblo actúa pasionalmente en los momentos de congregación de voluntades heroicas, qué es lo que queda. ¿Hacer lo mismo, es decir renunciar?  Esto sería grave, pues sería una aceptación general, absoluta, de la impotencia. En la historia, se ha mostrado que ocurre algo interesante, inquietante, cuando se da una depresión generalizada o un conservadurismo generalizado, si se quiere, un conformismo generalizado; cuando ocurre esto, siempre se da, por otro lado un radicalismo, un inconformismo, el germen de una nueva subversión. Hoy asistimos a una nueva subversión de la nueva generación de luchas sociales; los zapatistas continúan con su utopía autonómica, implementada en las comunidades de la selva lacandona. El germen de la subversión de la praxis renace en los jóvenes heterodoxos, que reclaman el derecho a una educación de calidad, como bien común; en los jóvenes y pueblo indignado, que exige un transporte gratuito; en los pueblos despojados, que se levantan contra la dominación del sistema financiero internacional; en los pueblos indígenas que se oponen a los proyectos extractivistas, defendiendo sus territorios y la madre tierra. Estos contrastes alientan, pues nos muestran los ciclos de las luchas sociales. Es indispensable seguir, decir, ¡La lucha continua!

El mapa, usando esta metáfora cartográfica, del acontecimiento, configuración adecuada para expresar lo que vivimos en términos de espacio-tiempo, es amplio. Supone distintos estratos y sedimentaciones. Nada es homogéneo ni puro, el acontecimiento es plural y profuso; hay momentos o lapsos del acontecimiento que pueden estar compuestos por una candente efusión que empuja a transformaciones generalizada; empero, también se dan situaciones donde prepondera un clima más templado, cuando se prefiere el ritmo de la calma. En este mapa, siguiendo con la representación cartográfica, la distribución de la configuración contiene de todo; es decir, se da lugar a una conjunción no solamente de diferentes tendencias, sino también de diferentes funciones. La tendencia radical, usando una expresión conocida y popularizada, sin discutir si es o no adecuada, cumple una función, dejar abiertas las puertas de la utopía, de la creación, de lo imposible en la matriz de lo posible. Esta es la razón, que en los momentos más grises, que no corresponden al nuestro, al vivido por los bolivianos, aparece siempre el anuncio de de un nuevo día, de un nuevo horizonte, por más delirante que parezca.

Bajo estas consideraciones, en esta perspectiva, no se puede aceptar el papel de jueces. Los que juzgan a los “pecadores” por haber roto los mandamientos. Esta perspectiva moralista es la expresión más extrema del poder y la violencia contra la condición humana. El juez es la manifestación del terror que se siente ante lo desconocido, es un acto de castigo y disciplinamiento en contra de lo que se considera es una desmesura de la misma humanidad compartida.

¿Cuál es el papel? La crítica, la saludable y necesaria crítica, que forma parte de los campos de luchas, en las entrañas mismas del “proceso”. No juzgar, sino interpelar, convocando al ajayu, a la qamasa, de las singularidades subjetivas, de las composiciones comunitarias y colectivas. Si la convocatoria no es escuchada en el momento, si no es viable la asamblea, la deliberación y el consenso, no es señal que no es posible, sino que no hay condiciones “objetivas” y “subjetivas”, como antes se decía, para que esto acontezca ahora. Sin embargo, la tarea de la crítica es mantener el fuego encendido para cuando haya que incendiar la pradera, recurriendo a la metáfora de Mao, tan conocida.     

         

Incertidumbres y vicisitudes políticas

El dilema para el tipo generalizado de político es ¿cómo conservar el poder? El problema para una coyuntura política, en un periodo descendente, si se puede hablar así,  conservando la analogía con el comportamiento de los ciclos medios económicos, propuestos por Kondrantieff, es como volver a encontrar un punto de inflexión que convierta la curva descendente en una curva ascendente. El tema crucial de un partido gobernante, más si es un gobierno progresista, es ¿cómo evitar quedar atrapado en la mirada del espejo del  poder? Mirada que lo desconecta de la “realidad”, le hace creer que la “realidad” es la imagen que tiene de ella el poder, que no es otra cosa que una perspectiva vista desde el palacio. Si no se resuelven estos problemas, incluyendo la obsesión del político por preservarse en el poder, el decurso probable es el del desgaste cada vez mayor, mayor vulnerabilidad ante las contingencias, sobre todo por asentarse en fuerzas internas cada vez más corroídas.

La coyuntura política por la que pasa Bolivia es particularmente complicada.  Un proceso de cambo en crisis, plagado de contradicciones, a pesar de sus reformas. Una segunda gestión de gobierno de carácter, mas bien,  regresivo, en contraste con la primera gestión de gobierno. La paradoja es que la primera gestión no contaba con la Constitución, en cambio la segunda gestión sí. En la primera gestión se convoca a la Asamblea Constituyente y se nacionalizan los hidrocarburos; en la segunda gestión se incumple con la Constitución, a pesar de contar con los 2/3 del Congreso. Gobernantes, cuya psicología narcisa y engreída los enajena, cada vez más alejados de una lectura adecuada de la “realidad”, cada vez más apegados a la ilusión de su propia propaganda. Una segunda gestión donde preponderan errores crasos, como la medida del “gasolinazo”,  el conflicto del TIPNIS, la represión en Chaparina, cooptación indiscriminada, sin institucionalidad, de los Órganos del Estado, cooptación descomedida de todas las dirigencias sociales, sin darles espacio para su propia autonomía, autogestión y deliberación. Una política exterior sin rumbo, salvo los conocidos chauvinismos de todos los gobiernos. Lo de la defensa de la madre tierra quedó atrás; el último gesto, en esta perspectiva, fue la contra-cubre de Tiquipaya.  Entrega cada vez más notoria a la dependencia de las empresas trasnacionales, en minería y en hidrocarburos, a pesar, que en este último caso, se los nacionalizaron. Un desborde de excesos electoralistas, que imprimen un sello artificial al llamado proceso de cambio, dejando de lado la evaluación “objetiva”  de lo que ha acontecido y de lo que acontece. Todo esto, errores garrafales, en política, encubiertos por una compulsiva y descomunal propaganda y publicidad, como si estos recursos comunicacionales pudieran cambiar los hechos, los eventos y los sucesos.

La particularidad de la coyuntura radica no tanto en que está teñida por el ambiente electoralista, sino que el gobierno ya comienza a enfrentar un cierto reagrupamiento de la llamada “derecha”, además de un “centro”, y sobre todo de una ofensiva retomada por los dispositivos de intervención del orden de dominación mundial. Esto último no tiene nada que ver con el esquematismo repetido del “antiimperialismo” del siglo pasado, discurso mecánico con el que pretenden legitimarse los regímenes progresistas, a pesar de sus contradicciones, ungiéndose con el fantasma de antiguas luchas heroicas contra el imperialismo real de entonces. Esto último, la intervención de los dispositivos de dominación, tiene, mas bien, que ver con el aprendizaje de los dispositivos mencionados, de las lecciones aprendidas por éstos, de las revueltas, rebeliones, levantamientos y movilizaciones populares contra el proyecto de despojamiento y desposesión neo-liberal. Las convocatorias de las resistencias a los gobiernos progresistas, como en el caso de Venezuela, tienden a ser masivas, debido, no tanto a la conspiración, como a las  contradicciones de los gobiernos progresistas y sus inconsecuencias.  Las convocatorias de las resistencias a los gobiernos autoritarios, como en el caso de la “primavera árabe”, han sido multitudinarias. No se puede explicar estas movilizaciones, de ninguna manera, por la intervención foránea, aunque la haya habido. Ocultar los núcleos de las crisis no ayuda en nada a comprender la mecánica de las fuerzas en juego en estas crisis políticas.

En cierto sentido, la geopolítica de dominación del orden mundial es nueva, debido a este aprendizaje. La simulación de revoluciones, de revueltas y movilizaciones, otorgándoles un carácter anti-autoritario, por lo tanto “democrático”; revueltas, revoluciones y movilizaciones que no se inventan,   pues son generadas por el descontento de la gente y por las contradicciones de los procesos en cuestión. La intervención no está en inventar estos sucesos, no podrían hacerlo, está en participar en ellos, buscando un desenlace propicio a sus intereses. Para enfrentar este tipo de intervención no sirve para nada recurrir al viejo discurso “anti-imperialista”, de un “imperialismo” que ya no está, aunque haya dejado su fantasma. Lo importante es visualizar las transformaciones del imperialismo, su nueva estructura de funcionamiento, su carácter histórico en el presente, su relación categórica con el sistema financiero internacional y las trece mega-empresas trasnacionales extractivistas. Lo indispensable es comprender su fisonomía política actual, el proyecto de poder inherente, la participación en este orden mundial del capital de las nuevas potencias emergentes, sin caer en el ingenuo discurso de que son las nuevas potencias que disputan al “imperialismo” la hegemonía, sin ver que forman parte del imperio, cuya estructura se fortalece con su participación.

La intervención de estos dispositivos no se la combate negando la “realidad”, negando que hay descontento, que hay contradicciones, que hay movilizaciones, sino aceptando estas manifestaciones como expresiones sociales de la crisis política. La habilidad consiste en separar lo que corresponde al descontento social de lo que corresponde a la intervención, que puede ser mediática o adquirir un tono más directo. El reconocimiento de que hay problemas ayuda a avanzar en su resolución. Los conflictos sociales no se resuelven con represión, ni con la estigmatización de la movilización; se los resuelve buscando desvanecer las causas del conflicto, buscando soluciones de consenso. El aprendizaje político es permanente, la adecuación a la coyuntura y nuevas circunstancias debe ser continua; cerrarse a esta flexibilidad es como decir lo que sé ya es todo, eso basta; las verdades que manejo son las últimas, definitivas. Todo lo que contradice estas verdades es reaccionario y debe ser descartado. Cuando se tiene este tipo de actitudes es como anunciar el comienzo del fin. Se anuncia el crepúsculo de un régimen que ya no quiere aprender nada, tampoco quiere adaptarse a las exigencias de la coyuntura.

La aparición de Gonzalo Sánchez  de Lozada en la televisión, respondiendo a una entrevista, reconociendo errores, confesando presiones, concluyendo que él prefirió renunciar a enfrentar una guerra civil, es sintomática, en esta coyuntura. Una coyuntura signada además por las denuncias del ex-fiscal Soza, del oficial Ormachea, por la fuga de ciudadano estadounidense Jacob Ostreicher y del senador Roger Pinto. En un momento cuando sale a relucir que la operación en el Hotel de las Américas en Santa Cruz de la Sierra, contra el supuesto grupo terrorista y separatista, fue un montaje sangriento. Independientemente de las conexiones de este grupo con los empresarios cruceños o, en su defecto, con el gobierno. A esta situación pavorosa hay que añadirle la extensión dramática de la economía política de la cocaína. No es pues casual esta aparición, teniendo en cuenta la proximidad de las elecciones.

Las hipótesis de los escenarios pueden ser variadas; empero, interesa, especulativamente, hurgar en alguna. Desde la caída del ex-comandante de Policía René Sanabria hasta la detención del oficial  ex jefe anticorrupción de la Policía boliviana Fabricio Ormachea, los dispositivos de inteligencia cuentan con información, que sea de un tipo o de otro, sea o no verificada, puede ser usada en contra de un gobierno progresista. ¿Qué hay entre manos? ¿Qué es lo que saben? ¿Cómo usaran esta información antes de las elecciones? En otras palabras, el problema no son los frentes que contiende el MAS, para las elecciones, fuera de ser el MAS también parte del problema, sino esta ofensiva de los dispositivos de dominación del orden mundial.

Para dibujar una figura ilustrativa, el proceso de cambio, que no es ninguna persona, ni sujeto, como suele confundirse, sino un acontecimiento, se encuentra abandonado a su propia suerte; vagando entre las corrientes de la turbulencia política, en la composición de una trama ya contada. Un proceso de cambio no asumido por el gobierno progresista, salvo demagógicamente o en el festejo simbólico de transformaciones ausentes; un proceso de cambio en crisis, que si no ha muerto ya, enfrenta la ofensiva de los dispositivos internacionales frente a los gobiernos progresistas de Sud América.

Obviamente, la defensa de estos procesos de cambio no se encuentra en la estridente retórica de gobiernos progresistas, que dicen enfrentar el “imperialismo”, cuando no pueden ocultar sus contradicciones ni sus alarmantes corrosiones y corrupciones.  Menos en la opción violenta de la represión. La defensa de estos procesos se encuentra en la crítica, en la movilización crítica, en la lucha contra esta ofensiva internacional, acompañándola con la  lucha contra la burocracia, la demagogia, la impostura, la suplantación del proceso de cambio por un gobierno que usa su nombre para limitar los alcances del mismo, sino es para hacerlo desaparecer, convertido en figura retórica. 

La defensa del proceso de cambio no radica en descalificar a los frentes de oposición como “derecha”, aunque lo sean, teniendo en cuenta que la nueva “derecha” ya es el gobierno. La defensa del proceso de cambio requiere resolver, en la encrucijada, los problemas, las contradicciones y los obstáculos que lo afligen. La defensa del proceso de cambio es su profundización. Esto requiere del desmontaje del poder, del Estado, de los aparatos de poder y la maquinaria estatal, aunque sea en forma de transiciones desiguales y combinadas; en unos casos más rápido, en otros casos más lento.  Lo que no se puede aceptar es seguir en la trampa, entrampados en la demagogia, en prácticas políticas sin escrúpulos, en costumbres políticas bochornosas reiteradas, además efectuadas a nombre del mismo proceso de cambio. Esta manera de actuar es la de sepultureros dentro de casa.

  

 

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La política como campo de fuerzas

El llamado análisis político, sobre todo el relativo al comentario político, ha reducido el análisis al comentario; comentario de lo que hace o deja de hacer el gobierno, de sus contradicciones, de sus faltas. Incluso pueden pretender un balance y sopesar lo positivo en contraste con lo negativo. Este análisis supone que la política se concentra y resume en el gobierno.  Este es un punto de vista nucleado en la gestión de gobierno. Esta perspectiva no alcanza a ver el contexto en el que se mueve el mando y la autoridad política, perdiendo de vista la interacción del gobierno, si se quiere, usando una metáfora sistémica, con su entorno. Las claves para entender lo que hace o no hace la jurisdicción y administración gubernamental, sus contradicciones, sus faltas, sus aciertos, sus balances, se encuentran precisamente en esta interacción. Por lo tanto este tipo de análisis se queda sin explicación o deja muchas preguntas pendientes.

Sin embargo, tampoco es suficiente con abrirse al contexto, manteniendo la perspectiva, que llamaremos “sistémica”, sin mayor discusión, por razones ilustrativa, pues el concebir un centro y un entorno, si se quiere una periferia, es establecer, como conjetura espacial, la predominancia del centro, la iniciativa del centro,  respecto de una subordinación y de una pasividad del entorno. Eso tendría que demostrarse primero, antes de sólo suponerlo. Sin embargo, el suponer el centro es desde ya tener una pre-concepción de la política, reducida a gestión de gobierno, reducida a gestión pública, a administración de conflictos, en torno al ejecutivo, aunque se tome en cuenta a los demás poderes del Estado. En el mejor de los casos, es el Estado, el que se convierte en el centro y la sociedad en el entorno.

¿Cómo explicar el Estado sin la interacción con la sociedad? Ahora bien, tampoco se trata sólo de interacción, manteniendo la perspectiva que hemos llamado “sistémica”, pues queda por demostrar que, para explicar las dinámicas políticas es necesario colocar al Estado en el centro del campo de fuerzas de la política. Esta centralidad forma parte del imaginario estatal. Al respecto, no basta decir que se trata de diferentes perspectivas, que se puede tener una perspectiva estatal, como se puede tener una perspectiva societal, en la cual la preponderancia radica en las dinámicas sociales. De lo que se trata es de comprender cómo funciona el campo de fuerzas de la política, independientemente de estas perspectivas.

Partamos, de manera diferente, del juego horizontal[24] de perspectivas, tratando de percibir el acontecimiento político desde su multiplicidad de singularidades. Este es un cambio, no de perspectiva, sino de construcción de la mirada y de constitución de la comprensión, retomando la experiencia de la percepción social, es decir, retomando la experiencia social como matriz de la memoria social. Desde esta manera de articular perspectivas, horizontalmente,  el gobierno es una de las fuerzas en el juego, en la dinámica y la correlación de fuerzas en el campo político. El Estado es una maraña de fuerzas, más o menos afines, que también juegan, con sus pesos, sus direccionalidades, sus tendencias, en el campo de fuerzas de la política.  Las otras fuerzas no es que sean sociales, a diferencia de las fuerzas del Estado, pues las fuerzas del Estado son también sociales; sólo que son fuerzas sociales capturadas en la malla institucional del Estado. En lo que respecta a las otras fuerzas, hablamos de fuerzas sociales no capturadas por las mallas institucionales; en unos casos, no del todo; en otros casos, preservando su autonomía creativa.

La política concebida como campo de fuerzas, donde las fuerzas actúan en la horizontalidad del despliegue de sus dinámicas físicas, nos exige comprender la mecánica de las fuerzas en su mutua y plural afectación. La fuerza del gobierno no actúa en espacio vacío, sino en un espesor habitado por fuerzas convulsionadas. De lo que se trata es de explicarse la actuación del gobierno no sólo por voluntad de sus gobernantes, que es lo que se acostumbra, sino a partir de la interacción con las fuerzas del campo político. Lo que hace el gobierno también depende de lo que dejan hacer o impiden hacerlo las otras fuerzas. Con esta tesis salimos de la casilla jurídica-política, que evalúa la actuación del gobierno a partir del cumplimiento o incumplimiento de las leyes. También marcamos la diferencia con las teorías que se explican el comportamiento gubernamental por la voluntad o falta de voluntad de los gobernantes.

Sin hablar de corresponsabilidad de todas las fuerzas del campo político en el comportamiento del gobierno, pues lo de corresponsabilidad tiene una connotación moral, sino hablando de la incidencia de todas las fuerzas, podemos sugerir que todas las fuerzas inciden en el comportamiento del gobierno, dejando hacer o impidiendo hacerlo. Contando, claro está con el peso de las fuerzas concurrentes.

Al respecto es ilustrativo y aleccionador observar, que cuando las fuerzas, que se movilizaron para dar apertura un proceso de cambio, se conforman con lo conseguido, que puede ser la llegada al gobierno de la opción considerada propia, el gobierno considera este conformismo como un permiso para actuar como vea conveniente. Este conformismo es un dejar hacer, permitiendo que la fuerza del gobierno se explaye en las consecuencias de sus incursiones políticas. Estas incursiones políticas y sus consecuencias cuentan no solamente con el aval de las fuerzas sociales, sino que estas fuerzas sociales se limitan a una función pasiva. Al hacerlo, su conformismo y pasividad afecta a la fuerza gubernamental, dejando que las tendencias inherentes se desplieguen libremente, por así decirlo.  Si estas tendencias son conservadoras, que es lo más probable, pues se trata de funcionarios interesados en administrar, no en transformar, las tendencias gubernamentales van a limitar los alcances abiertos y posibles del proceso de cambio.

Entonces debemos explicarnos la crisis de un proceso de cambio no solamente por los errores de los gobernantes, tampoco por sus perfiles personales, sus caprichos, sino, sobre todo, por el conformismo generalizado en los que se movilizaron por la apertura del proceso de cambio.

Ciertamente las fuerzas sociales que se movilizaron no son las únicas otras fuerzas del campo político, sino parte de estas fuerzas. Hay otras que también intervienen en el decurso de los sucesos e inciden en el comportamiento del gobierno.

De estas otras fuerzas, visibles, podemos identificar a las que se reconocen como de oposición, que visto, como fuerzas, no como reducidas expresiones partidarias, corresponden a fuerzas sociales. Se trata, en primer lugar, de fuerzas sociales vinculadas a dominios económicos, culturales, monopolio de relaciones y de influencias; se trata de fuerzas sociales nucleadas, acostumbradas al mando y a la administración.

En el contexto, también están otras fuerzas, de magnitud más amplia, vinculadas a dominios profesionales, también a dominios técnicos, también a saberes urbanos específicos, como el conocimiento y desplazamiento en los recorridos de lugares de entretenimiento, en el recorrido del manejo de redes urbanas de amistades, en el manejo de las técnicas de impacto comunicativo. Estas fuerzas sociales, más numerosas y dispersas, que las nucleadas, inciden en las selecciones de opciones, también en los cómputos electorales. Aunque no se puede generalizar una amalgama de tendencias, en este caso, se puede decir, con cierta incertidumbre, que estas fuerzas tienden a lograr la estabilidad, el equilibrio, las pausas, ya sea en coyunturas de cambio o, al contrario, en coyunturas regresivas.

Las fuerzas populares, las vamos a llamar así, por razones de simplificación ilustrativa, contienen una pluralidad de estratificaciones sociales, perfiles, transiciones, incluyendo a las variaciones del proletariado, a las variaciones migratorias a las ciudades, no sólo por antigüedad, sino por procedencia, además de las polifacéticas formaciones sociales “rurales”. De ninguna manera se descarta la participación en el espesor de lo popular de los estratos profesionales, técnicos, de redes urbanas afincadas en sus dominios de la ciudad visible. Todo depende de las características de los periodos, de las perspectivas que tejen los discursos ideológicos. Ciertamente, lo popular es cuantitativamente más numeroso, son fuerzas que cuentan, además de las cualidades que contienen, con la “fuerza” de la cantidad.

Estas fuerzas identificadas no son todas las fuerzas del campo político. Hay otras, menos visibles, opacas que, sin embargo, pueden incidir con mayor influencia en el comportamiento del gobierno. ¿Cuáles son estas fuerzas? ¿Qué clase de fuerzas son estas? ¿Dónde se encuentran? Cuando hablamos de campo político no se crea que el campo, que es una representación abstracta de los espesores donde se desplazan las fuerzas, se circunscribe dentro las fronteras de la geografía política del país; de ninguna manera. Estamos en un mundo no solamente globalizado, sino integrado, en el sentido de su concomitante articulación; un mundo compenetrado. Un mundo de espacios entrelazados. No hay afuera, ni exactamente adentro. Todo está entrelazado. Estas certezas, que devienen de la experiencia social contemporánea, adquieren mayor connotación cuando nos referimos al campo económico.

Las fuerzas de las que hablamos son como los nervios del cuerpo del sistema-mundo capitalista. Una economía-mundo integrada por el sistema financiero mundial; sistema financiero hegemónico y dominante, que ha desplazado la valorización del capital, de su subsunciones formales y reales, a la valorización especulativa. Sistema-mundo, que en la actualidad, conforma dos dimensiones reproductivas del capital. Una aparente, la que podemos llamar ficticia, pues se basa en la especulación y en la inflación; la otra, “real”, en el sentido material, que definitivamente sostiene la valorización especulativa, que no tendría ninguna consistencia,  si no fuera por la valorización material. Esta valorización material tiene su base primordial en el expansivo modelo extractivista, cada vez más destructivo, debido a las tecnologías de efectos desbastadores en uso. La valorización real se efectúa por despojamiento y desposesión, la valorización ficticia es matemática.

Estas fuerzas actúan no solamente en el campo económico, sino también en el campo político. En el campo político se conectan con el Estado y los gobiernos a través de contratos, convenios, concesiones, proyectos, programas y leyes. Estos contratos se aplican, se realizan, se ejecutan técnicamente, haciéndose posibles a través de los canales financieros. Los congresos, los poderes legislativos, son los que ratifican estos contratos, convenios, concesiones, proyectos, programas y leyes. El cuadro de la participación de estas fuerzas del sistema-mundo capitalista, de la economía-mundo capitalista, en el campo político especifico del país, es como de una malla envolvente. Están las representaciones, las oficinas de las representaciones, los personeros de las empresas, localizados en lugares identificados. Pero también están las reuniones, los lobby’s, los acuerdos,  las unidades técnicas,  como movimientos crono-gramados y agenda-dos. En los espacios concretos, están la geografía de las concesiones, así como la geología de las concesiones, son los territorios donde funcionan los enclaves trasnacionales. Los vínculos con altos personeros de gobierno y presidentes, gerentes y directores de empresas públicas son los nudos de influencias y complicidades. También deberíamos nombrar, en este espaciamiento, a los pasillos de tránsito; abogados o directores técnicos de las empresas públicas terminan contratados en las empresas trasnacionales. Toda esta malla, tejida de meollos, es como parte de la topología del sistema-mundo capitalista en el campo político. Esta parte topológica es ciertamente estratégica.

La influencia de las fuerzas “trasnacionales”, las llamaremos así, para no buscar un término teórico adecuado, sobre todo teniendo en cuenta la mirada genética de la teoría de los campos, es determinante, sobre todo cuando los gobernantes son vulnerables a sus encantos.

Entonces, la tesis es la siguiente:

La dinámica de las fuerzas en el campo político, entendiendo como una de esas fuerzas al gobierno, no solamente da lugar a una especie de resultante, en la geometría de estas fuerzas, sino afecta diferencialmente a todas las fuerzas involucradas. El comportamiento de la fuerza gubernamental se explica por la mecánica de estas fuerzas, por la geometría de estas fuerzas, también por la afectación de esta mecánica, de esta geometría, de estas dinámicas, en periodos y coyunturas determinadas.

Al respecto, es caricaturesco pretender explicar el comportamiento gubernamental a partir de la conjetura moral de la culpa.  Esta interpretación es sugerentemente compartida por “derechas” e “izquierdas”; ambas parten del paradigma de la culpabilidad. Ambas son profundamente cristianas. Esta crítica, de ninguna manera, sostiene tampoco la interpretación gubernamental; una interpretación, que también usa la teoría de la culpabilidad para defenderse y para explicar sus propios dramas y contradicciones. Sólo que, en este caso, la culpa la tienen los otros, los de la oposición, los conspiradores, el “imperialismo”.  La culpa circula como discurso, en unos y en otros. Este discurso devela el conservadurismo encarnado en unos y otros.

La crítica activista recorre su mirada por el campo político, busca develar, a través de las contradicciones, los síntomas, la sucesión de hechos, el mapa de los eventos, las formas complejas de la reproducción del  poder y de las dominaciones polimorfas. De ninguna manera busca culpables, sino busca comprender las relaciones, las estructuras, los diagramas y las cartografías de fuerzas en las que están insertos los personajes, ilusionándose que controlan y deciden, cuando son apenas engranajes de formas de poder.

La hipótesis interpretativa que hemos manejado, a propósito de la segunda etapa del proceso de cambio, la que corresponde a las gestiones de gobierno, es que el gobierno progresista ha repetido el guión de la trama del poder, con otros personajes, en escenarios retocados con otros coloridos[25]. Sin embargo, los desenlaces son conocidos. Los cambios se dan como acontecimientos políticos, empero, en la medida que los “revolucionarios” no desmontan el Estado, no desmantelan los diagramas de poder, terminan convertidos en los nuevos “contra-revolucionarios”, que reprimen al pueblo a nombre de la “revolución”. El desenlace sucinto es que la “revolución” por este decurso termina tragada por la restauración descomunal del Estado, termina formando parte de la reproducción inaudita del poder.          

  

 

        

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Crisis militar y colonialidad

En la Asamblea Constituyente no se tocó el régimen de las Fuerzas Armadas y de la Policía, se mantuvo tal cual la anterior Constitución, por orden del Presidente. La demanda de los suboficiales es legítima interpretando la integralidad de la Constitución. No puede avanzarse en la construcción del Estado Plurinacional comunitario y autonómico sino se efectúan transformaciones estructurales e institucionales, fundamentalmente en aquellas instituciones que son los lugares de emergencia, es decir, de defensa, del viejo Estado, que no desaparece, mas bien, se lo restaura. Las Fuerzas Armadas y la Policía siguen siendo las mismas instituciones, fiel derivación de las centralidades y burocracias del Estado-Nación. Ni siquiera se dieron transformaciones que tienen que ver con la defensa del “proceso de cambio”; el mismo cuoteo político, la misma obediencia y subordinación disciplinaria de los ejércitos del siglo XIX y XX. En el continente, particularmente en Bolivia, las mismas discriminaciones institucionalizadas. Lo grave es que nadie se sorprenda de estas conductas continuistas y perseverantes en los códigos coloniales de estas instituciones; desde el presidente hasta los oficiales de alto rango, pasando por el vicepresidente. Todos toman como algo natural la estructura colonial, discriminadora, burocrática, e ineficaz militarmente. Todos ocultan estas graves falencias con seminarios, talleres y foros sobre la descolonización. ¿Cómo se puede entender estas contradicciones evidentes?

Los oficiales de alto rango, los gobernantes, los funcionarios y políticos oficialistas, creen que es suficiente con estas ceremonias, estas reuniones, estos seminarios, sobre descolonización. Es como un culto; repetir de memoria frases y consignas que se pretenden  descolonizadoras; incluso las mesas que pueden haber puesto en consideración requeridas transformaciones, por más mínimas que sean, son escamoteadas a la hora de las conclusiones o de las memorias. El discurso descolonizador en el gobierno es un canto a la bandera; en la práctica, perduran habitus discriminadores, raciales, patriarcales, acompañados por violencias conocidas, desatadas por los mandos sobre los soldados, suboficiales y hasta oficiales. Ahora también sobre la mujeres, las que no dejan de sufrir vejámenes de parte de sus camaradas.

Los medios de comunicación al comentar las marchas de los suboficiales ponen adjetivos como “insólito”, “increíble”, “desacostumbrado”, para intentar describir y comprender lo que pasa. Para estos medios también es normal que en las instituciones de defensa y del orden se mantenga la disciplina heredada, acompañada por jerarquías y estratificaciones. Si bien no apoyan la demanda de los suboficiales, los medios hablan de violencias orgánicas. De todas maneras, sorprende que no se ponga en mesa la gran diferencia, la gran distancia, de estas arquitecturas armadas y de estos dispositivos de defensa y del orden, con las transformaciones estructurales e institucionales que establece la Constitución. Cuando los suboficiales dicen que no puede haber oficiales de primera y oficiales de segunda, ponen en el tapete no sólo el problema de las jerarquías heredadas, no sólo, algo que es importante, la estructura racial y las relaciones raciales inherentes a estas instituciones, sino también la misma organización de un ejército, una armada, una policía, que mantienen formas burocráticas, que en el mundo contemporáneo no son, de ninguna manera efectivas, ni en la movilización y desempeño militar, ni  en el cuidado de las ciudades.

Este gobierno se ha pasado de lado sobre cuestiones estratégicas, de defensa, incluso de orden, orden dinámico, por cierto. Se trata de un gobierno apegado a la demagogia, creyendo que con esta locución se solucionan los problemas. La verdad es que estamos ante un gobierno que no cuenta con una estrategia de defensa del “proceso de cambio”, por lo tanto del país donde debería darse este “proceso”. Estamos ante instituciones armadas y del orden donde los oficiales se contentan con recibir su sueldo cada mes y contar con los beneficios que les otorga la institución. Son otros funcionarios más. La preparación militar queda en generalidades geográficas, en una distribución espacial de cuarteles, que deja vacíos, en las fronteras; más preocupados por controlar las ciudades, los centros del conflicto, incluso a los contrincantes policías. El servicio militar, fuera de seis meses de cierta preparación en armas, terminan el resto del tiempo en “chocolateadas”. La formación de oficiales deja mucho que desear, en cuanto a la actualización de contenidos, tecnologías, información. Están muy lejos de haber estudiado seriamente las guerras, la experiencia en las guerras de los ejércitos, incluso las guerras que están cercanas, las que nos ha tocado sufrir. Si esta es la formación de los oficiales, qué se puede esperar de la formación de suboficiales.  En el Colegio Militar se han introducido materias universitarias, como si esto mejorara la formación. La formación de un militar, mucho más si se trata de un militar de un Estado en transición, embarcado supuestamente en un “proceso de cambio”, no puede ser un colaje de materias. Es indispensable tener en cuenta los perfiles apropiados de un ejército que debería contar con la capacidad de la movilización general de un pueblo armado, para la defensa del “proceso”. Estos temas pasan desapercibidos. No se van a resolver con cambios de símbolos, con nuevos saludos, con nuevos estribillos, con discursos superficiales sobre la descolonización. El servicio militar de la cual se sienten tan orgullosos los militantes de base del MAS no es más que un dispositivo colonial, un dispositivo de articulación estatal, de estatalización, es decir, de institución imaginaria de la nación, aunque el mismo servicio pueda servir para el juego de prestigio en las comunidades.

La descolonización es el desmontaje de los aparatos del Estado-nación, de su arquitectura institucional, de sus códigos coloniales, así como de sus códigos pretendidamente modernos. La descolonización implica la des-constitución de sujetos subalternos y la constitución de sujetos emancipados. La descolonización es liberar potencialidades, capacidades, creatividades, memorias sociales.  Estas tareas no son atendibles demagógicamente, requieren subversiones de las praxis, desmontaje de habitus, de jerarquías instituidas; requieren destrabarse de las mallas institucionales que capturan y atrapan cuerpos. Los recorridos de la descolonización comienzan por  tomar en serio la condición intercultural, retoman prácticas participativas, profundizan el ejercicio de la democracia en su sentido pluralista. En lo que compete a las transformaciones pluralistas, comunitarias, interculturales, que atañen a las necesarias mutaciones de las instituciones de defensa y del orden en cuestión, es indispensable su territorialización, las gestiones territoriales de defensa y de cuidado de la población.

La asonada de los suboficiales es una buena oportunidad para leer los signos de la crisis, no solamente del “proceso de cambio”, sino también del Estado. Es un buen momento para aprender, analizar sin tapujos, evaluar críticamente el “proceso” que naufraga. Así como es una gran oportunidad para efectuar cambios. Sin embargo, es de más probable que el gobierno actué como siempre,  como lo ha hecho en distintas crisis, la de los cooperativistas y mineros, la relativa a las de la demanda de autonomías regionales, como las dadas en Potosí, como las del “gasolinazo” y el conflicto del TIPNIS. Es de esperar que el gobierno recurra a la justificación de lo que hay, volviendo a cubrirse con su ilusoria propaganda, cerrando los ojos y los oídos a lo que ocurre, optando por la represión. El gobierno habría perdido la oportunidad de reconducir, de retomar cursos abandonados, desde la primera gestión, encaminándose a un hundimiento, lento o más rápido, dependiendo de las circunstancias.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Estado-nación versus Estado plurinacional

¿Qué es lo que está en juego en la asonada de los suboficiales y en la respuesta represiva del gobierno? Como en otros casos, como en el conflicto del TPIPNIS, lo que se enfrentan es el Estado-nación y el Estado plurinacional; aunque el primero es la institucionalidad de la colonialidad que se niega a desaparecer, aferrándose con todo, para persistir y continuar; en tanto que el segundo, es apenas un germen, un proyecto, que anida en la Constitución y en los colectivos sociales que luchan por que se den las transformaciones estructurales e institucionales establecidas en la carta magna. En el TIPNIS el Estado-nación declaró la guerra al Estado plurinacional, al germen del Estado plurinacional, declarando también la guerra al proyecto constitucional. ¿A qué se opone el Estado-nación? A la descolonización.

El Estado-nación, dispositivo político de la colonialidad, se opone a la descolonización, pues esta deconstrucción implica la desaparición del Estado-nación. Las bases del Estado-nación radican precisamente en la homogeneización, en el equivalente general del ciudadano, individuo abstracto, que cuenta con derechos individuales, civiles y políticos; sin embargo, esta equivalencia general hace desaparecer a las naciones y pueblos indígenas, a las culturas resistentes, a la heterogeneidad lingüística y social. El equivalente general, el ciudadano, se estructura en la economía política colonial, economía política que diferencia hombre negro de hombre blanco, hombre indio de hombre blanco, hombre de color de hombre blanco, diferencia efectuada sobre la matriz de género, la diferenciación hombre de mujer. La dominación colonial es también, al mismo tiempo, dominación patriarcal. El equivalente general, el individuo abstracto, el ciudadano universal, es pues el hombre blanco. La modernización consiste en parecerse a este arquetipo colonial.

Los derechos conquistados en la historia del Estado-nación, derechos sociales, derechos de trabajo, derechos democráticos, no terminan de efectuarse, pues se pronuncian en el espacio indeterminado del equivalente general, el individuo, el ciudadano; no se dan en los espesores abigarrados, plurales, heterogéneos, de las territorialidades sociales y formaciones sociales concretas. La herencia colonial se transfiere de las administraciones coloniales a los Estado-nación, después de las independencias. Hablamos de estados que se construyen sobre cementerios indígenas. Hablamos de estados que tienen como proyecto democrático la mestización; es decir, la desaparición de los pueblos indígenas, y aunque parezca paradójico, la desaparición de las mezclas dinámicas dadas, pues el mestizaje de los Estado-nación es un mestizaje abstracto, el perfil del individuo y ciudadano concebido como síntesis de las culturas, culturas también sometidas a la estatalización, sintetizadas en la cultura moderna.

La Constitución interpela la composición colonial del Estado-nación, cuestiona el mito de la modernidad, cuestiona el mito del mestizaje abstracto, develando la composición plural efectiva de las formaciones sociales, de la sociedad heterogénea. La Constitución deja en claro que la profundización democrática, la realización efectiva de los derechos democráticos, sólo pueden materializarse mediante la descolonización. Esta deconstrucción histórico-política emancipa la pluralidad frente a la representación homogénea, liberal la potencia social, la riqueza heterogénea de lo diverso. La descolonización restituyen los derechos conculcados de las naciones y pueblos colonizados, dando lugar a integraciones efectivas, opuestas a la institución imaginaria de la nación, haciendo evidente las naciones posibles. El Estado-plurinacional es la transición descolonizadora hacia sociedades autogestionarias y auto- determinantes; a sociedades compuestas e incrementadas, que se integran a través de complementariedades y solidaridades. En Bolivia el Estado plurinacional se constituye sobre las matrices culturales y civilizatorias de las naciones y pueblos componentes de la sociedad heterogénea, incluyendo los mestizajes concretos. Esto equivale a pasar de la institucionalidad homogénea, disciplinaria,  moderna, al pluralismo institucional, abierto a composiciones creativas; pasar al pluralismo jurídico, pluralismo administrativo, pluralismo de gestiones.

Uno de los lugares neurálgicos de la activación de la condición plurinacional del Estado en transición es la institución defensa del Estado-nación, las Fuerzas Armadas. Esta institución de emergencia del Estado es el crisol del diagrama disciplinario, de la inscripción en los cuerpos de la dócilización de las conductas y comportamientos. En Bolivia, como en los países andinos y amazónicos, es el aparato disciplinario por excelencia de la colonización interna, modulando los cuerpos su incorporación al Estado en condiciones de ciudadanos de la nación mestiza. El cuartel modula los cuerpos haciéndolos aptos a los requerimientos del mercado, de la producción capitalista, a los fetiches de la modernidad universal, de-culturizando, decodificando, por lo tanto, borrando la memoria larga de los pueblos, sustituyéndola por la memoria corta de la institución imaginaria del Estado-nación.

Sin embargo, a pesar del proyecto disciplinario del cuartel, los espesores corporales no desaparecen, se ocultan, se los destierra a las sombras; mostrando, en contraste, los perfiles modulados, uniformados, pretendidamente modernos. El ejercicio de poder disciplinario se tropieza con la manifestación de los cuerpos; cuando esto ocurre, se opta por la ejecución de discriminaciones, por la estratificación racial institucionalizada, por jerarquizaciones patriarcales. La asonada de los suboficiales pone en evidencia estos procedimientos coloniales en el dispositivo por excelencia disciplinario, el cuartel. Acudiendo al pliego petitorio de los suboficiales, en realidad, el pedido explicito es modesto; que no haya oficiales de primera y de segunda, que se los considere oficiales técnicos, que puedan acceder a equivalentes beneficios y servicios. Sin embargo, incluso ante esta demanda modesta el gobierno y la jerarquía institucional de las Fuerzas Armadas han reaccionado represivamente, dando de baja a más de setecientos suboficiales.

De todas maneras, a pesar de la demanda modesta explícita, la misma pone en evidencia la crisis profunda de las Fuerzas Armadas y del Estado-nación, que se niega a desaparecer. Las fuerzas armadas son un dispositivo de la colonialidad reiterativa. Es un aparato de la colonización interna, que no solamente modula los cuerpos, sino también, marca, hendiendo en ellos la historia política colonial, inscribiendo en ellos discriminaciones, violencias minuciosas, detalladas, raciales. ¿Cómo se puede construir un Estado plurinacional a partir de la permanencia de la malla institucionalidad de la colonialidad?

Nuevamente estamos ante la manifestación elocuente de las contradicciones profundas del llamado “proceso de cambio”, ante los contrastes evidenciados entre el discurso gubernamental y las prácticas efectivas, ante grotescas simulaciones de un gobierno y los órganos de poder del Estado, que se nombran como plurinacionales, en tanto que en la práctica niegan la condición plurinacional de la formación social.

La respuesta oficial del gobierno es recurrir a la Ley de las Fuerzas Armadas cuestionada, puesta en duda, deslegitimada por la Constitución. La medida represiva gubernamental de las centenas de bajas de suboficiales se sostiene sobre la argumentación de la subordinación y la obediencia disciplinaria, clausulas que corresponden a la institución armada del Estado-nación. Este discurso se invalida inmediatamente ante la estructura normativa y conceptual de la Constitución. En todo caso, los suboficiales hablan desde el proyecto de una nueva institucionalidad, aquella que establece la Constitución. Las bajas dadas por la jerarquía del ejército y por el gobierno no son legítimas desde la composición jurídico-política de la Constitución. La demanda de los suboficiales es legítima. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dirigencia de llunk’us

La dirigencia de lo que un día fue el Pacto de Unidad, es decir, las tres organizaciones campesinas y las dos organizaciones indígenas originarias, estas últimas divididas por la intervención gubernamental, se ha apresurado, sin consultar a sus bases, sin previas asambleas, simplemente por comedida, a apoyar al gobierno y a la jerarquía castrense en la crisis militar, puesta en evidencia por la asonada de los suboficiales. Los argumentos son de libreto: defensa del “proceso” contra el golpe militar en ciernes.  Se nota en esta alocución no solamente una repetida mecánica discursiva, pronunciada con falta de ingenio, pues no se les ocurre otra cosa que acusar de sedición, sino también la asombrosa desconexión con lo que ocurre. Incluso si quisieran defender al gobierno en su diletantismo, en su regresivo comportamiento, se debe tener, de alguna manera, una conexión con lo que acaece. Empero, parece que la dirigencia cooptada, que ya no responde a las bases sino a las instrucciones del ejecutivo, levita en las nubes de la propaganda, cumpliendo un papel patético de subordinación y llunk’iriu.

Esta dirigencia cooptada habla de defender la Constitución. ¿Qué clase de defensa es esa? La Constitución establece como sistema de gobierno la democracia participativa, el ejercicio plural de la democracia, directa, comunitaria y representativa. La Constitución establece la construcción colectiva de la ley, de la decisión política y de la gestión pública. Lo que piden los suboficiales es que mínimamente, aunque sea por aproximación, se den pasos hacia este cumplimiento y mandato constitucional. La reacción del gobierno, de la jerarquía militar y del Estado-nación es represiva, se ha dado de baja a más de setecientos suboficiales. ¿Esta es una defensa de la Constitución? ¿La dirigencia sabe de lo que habla, ha leído la Constitución, la ha entendido?

El Estado plurinacional supone la muerte del Estado-nación, las transformaciones pluralistas, comunitarias, interculturales y participativas; implica el pluralismo institucional, administrativo, normativo y de gestiones. En lo que respecta a las Fuerzas Armadas, la transformación plurinacional, intercultural y comunitaria configura un ejército popular, cuya matriz es el pueblo armado. Ciertamente en este ejército popular desaparecen las jerarquías y estratificaciones raciales. No comprender esto es hablar de la Constitución sin ton ni son, en la práctica aniquilar el nacimiento de la mariposa, la construcción del Estado plurinacional. Esta dirigencia es la expresión más patética de la colonialidad cristalizada en los huesos. Su sumisión al poder, su apego y obediencia a la institucionalidad colonial vigente en el Estado-nación restaurado, su inclinación por el beneficio personal, su corrosión moral y prácticas prebendales, comprometida por corrupciones, desvío de fondos, hablan elocuentemente de la reiteración del comportamiento colonial del colonizado; el deseo del amo, de ocupar su lugar. Esta dirigencia es el brazo social de un gobierno entrabado en su crisis, un gobierno que recurre a la represión en su desesperación; que recurre a la demagogia buscando convencer, pero solo lo hace con los convencidos. Esta dirigencia, en plena crisis de representación, pues no responde a la representación orgánica, conformada por una democracia comunitaria, por la selección consensuada y en asambleas, sino al dedo digitado desde el gobierno, es la que se lanza contra la rebelión de los suboficiales. Es la misma dirigencia que se estrelló contra las comunidades indígenas del TIPNIS, es la misma dirigencia que avaló las leyes inconstitucionales promulgadas por el gobierno; seguramente también va avalar la Ley Minera, que ha sido declarada por el propio presidente como una traición a la patria, aunque después el mismo presidente reculó, dejando que sólo se discuta el artículo 151 y otros más, cuando toda la Ley vulnera la Constitución y atenta contra la propiedad de los recursos naturales de los y las bolivianas.

¿Qué valor tiene lo que dice esta dirigencia? Sólo el valor de toda amenaza, blandiendo el chicote contra toda crítica al gobierno y a los que han usurpado el “proceso de cambio”. El contenido de lo que expresan no puede ser más colonial. Su apego a la institucionalidad colonial es manifiesto. Tendrían que mover  camiones de gente, pagados por el gobierno, de una manera no orgánica, pues saltarían toda la estructura orgánica de las organizaciones sociales; traerlos a la sede de gobierno y enfrentarlos a los hermanos suboficiales y sus esposas. ¿Qué sentido tiene esta amenaza? Es de todo reaccionaria; se coloca del lado de los que se oponen a la descolonización, a las transformaciones estructurales e institucionales. La dirigencia es parte del contra-proceso y de la vulneración sistemática a la Constitución.

Ante este panorama lamentable de las representaciones sociales, es indispensable exigir congresos orgánicos, abrir el debate y la evaluación del “proceso” en las comunidades,  en las subcentrales, en las centrales, en las federaciones y en las confederaciones. Esta dirigencia es un peligro para la “defensa del proceso”; corroe la fuerza social, la cohesión de las organizaciones, evita la formación y el aprendizaje colectivo de la experiencia del periodo y de las coyunturas, desarma de la crítica a las comunidades y a los sindicatos. En el momento de exigencias, de peligro, las fuerzas sociales estarán tan carcomidas que no habrá oportunidad de defender lo que queda del “proceso”. Los y las llun’kus se esfuerzan por mostrarse tan serviles y obedientes, creen que con esto, con decir que defienden el “proceso”, lo hacen, cuando ocasionan todo lo contrario. Son las termitas que se comen la madera con la que hay que construir el Estado plurinacional comunitario y autonómico. Usando el viejo lenguaje de la política, que se define identificando al enemigo, podemos decir, como metáfora, que esta dirigencia, sumada al llunk’iriu de los funcionarios y militantes, de los asambleístas legislativos, es el enemigo dentro de casa. Son los sepultureros internos del “proceso de cambio”.

  

 

 

El dedo en la llaga

Yendo a las trayectorias de vida, al detalle secuencial del evento presente,  en este caso, de la asonada de suboficiales, es menester detenerse en la mecánica de la reproducción de clases sociales, no solamente en la estructura de reproducción, sino en las historias concretas. ¿Qué es lo que pasa? ¿Quiénes son los suboficiales que se revelaron al régimen colonial de las Fuerzas Armadas? Ciertamente no se puede generalizar; sin embargo, es indispensable contar con algunos itinerarios, para poder comprender, de manera específica lo que ocurre. La mayoría de nuestros jóvenes no se encuentran en condiciones de competir en el ingreso de las universidades, así como resulta difícil responder a los exámenes de las normales, tampoco es fácil ingresar al Colegio Militar; entonces recurren a otras alternativas. Escuelas técnicas, que deberían ser, más bien, las más valoradas y apoyadas, sin embargo, no es así, escuela de suboficiales, otras opciones de formación, para afrontar las exigencias de la vida[26]. Por otra parte, tampoco, en el caso de que todos podrían competir, en equivalentes condiciones, tampoco habría cupos suficientes para que accedan los que cumplan con las condiciones institucionales. ¿Dónde radica el problema, la génesis del problema? 

Yendo directo a uno de los factores generadores del problema, se puede decir que es el sistema educativo el generador de esta deficiencia y falencia de la mayoría de los bachilleres. El sistema educativo, no solo por las inequidades en las opciones, sino por la lamentable formación fiscal, tanto urbana como rural, mucho más en este último caso[27]. No se resuelve esta diferencia con la unificación artificial de la educación en un solo sistema, descartando la división administrativa y rural. Menos se puede reducir la cuestión a un problema administrativo; es un problema estructural. El sistema educativo se ha convertido en un espacio que garantiza trabajo seguro, sueldo garantizado y beneficios, por más bajos que sean, pues tampoco los y las maestras ganan como corresponde. Lo que no se tiene es garantizada la vocación de los y las maestras. Tampoco se les dio la oportunidad de una formación adecuada, para afrontar, en su debido momento, la pedagogía requerida, la transmisión de conocimientos, la educación integral y especializada. La responsabilidad educativa, los desafíos contemporáneos de la formación, no son las preocupaciones relevantes ni del gobierno ni del magisterio. El gobierno busca controlar el magisterio, el magisterio busca resolver y lograr materializar las demandas gremiales, que ciertamente son justas. Sin embargo, por más justas que sean, la educción y la formación no se circunscriben a las demandas laborales.

Estamos ante un círculo vicioso. No hay estrategia educativa y formativa de parte del Estado, a no ser que se crea que la manipulada Ley Avelino Siñani y Elizardo Perez y su reglamentación derivada sea una estrategia. La Ley ha quedado en enunciados descolonizadores e interculturales, contradichos en los artículos operativos; peor aún, en la práctica educativa implementada, que es sustancialmente la misma que la anterior, salvo el cambio de nombres. El cambio de la malla curricular habla de ello; más que un cambio de contenidos se trata de un cambio de nombres. Fuera de esta falencia, lo que se da efectivamente es la preservación de una herencia educativa carente de presupuesto, de infraestructura, de logística, de actualización y de interculturalidad. Lo que prepondera es la provisionalidad en la aplicación de la Ley Educativa. No se han resuelto los problemas heredados, no se atienden a los desafíos de la Constitución; se opta por la demagogia, ocultando con la propaganda las graves falencias.

  En contraste, las expectativas de los jóvenes crecen, más aún cuando se sienten en un periodo prometedor. Cuando no pueden acceder a las opciones seleccionadas, recurren a todos los medios, incluyendo la protesta, las marchas y los bloqueos para lograrlo. Están en su derecho pues el Estado debe garantizar su educación y formación, tal como establece la Constitución. El tema es cumplir con estos derechos, efectivizar el mandato constitucional;  obviamente no hacerlo de manera demagógica, como lo hace el Ministerio de Educación,   prebendalizando la relación con el magisterio. Acudiendo al montaje de la actualización, al escamoteo en formación docente, y al teatro de la pretendida descolonización, entregando títulos “nobiliarios”, que avalan licenciaturas y posgrados en los papeles, cuando los cursos dejan mucho que desear. Este autoengaño complica la situación; las supuestas transformaciones se dan en los papeles; empero, se mantienen las viejas prácticas de aula y la enseñanza deficiente. Muy lejos de la descolonización efectiva.

Es en este panorama donde se da la rebelión de los suboficiales. Este panorama sumado a las estructura institucionales mantenidas, hacen de contexto y clima a la asonada de los suboficiales. El problema entonces no atinge sólo a la institución de defensa del Estado, las Fuerzas Armadas, sino al mapa institucional del Estado, particularmente al mapa institucional del campo escolar, educativo y formativo. Las transformaciones institucionales requeridas y establecidas por la Constitución deben darse integralmente en el espacio de la malla institucional del Estado. En lo que respecta a la descolonización en el campo escolar, la transformación estructural exige la conformación de un sistema educativo integral, transversal a todo el campo social; un sistema integral que opere técnicamente en la des-constitución de sujetos subalternos y en la constitución de sujetos emancipados. Esta perspectiva constitutiva de subjetividades y de sujetos comprende el cometido fundamental en la descolonización del sistema educativo.

Entonces si partimos del sistema educativo integral, como sistema de apoyo constitutivo de las subjetividades emancipadas, no se puede mantener la estructura y la composición del campo escolar; esta integralidad educativa requiere del desplazamiento hacia articulaciones dinámicas de los campos sociales. Articulaciones que restituyan, en las sociedades humanas, las condicionantes iniciales de los ciclos de la vida. En pocas palabras se trata de integrarse a la vida, a si como valorar la vida, dejando la “ideología”, la institución imaginaria y los fetichismos que la acompañan. El sistema educativo se convierte en el gran activador de las memorias sociales. El sistema educativo aporta en la formación continua en todas las composiciones sociales, en todas las organizaciones sociales, en todas las estructuras de la sociedad. Apoya en la resolución de problemas y en las decisiones políticas. El sistema educativo integral convierte a la sociedad no en un sistema productivo, sino en un sistema de vida, en sistema de aprendizajes de las experiencias sociales, de sistematización de las experiencias, de sistematización de las memorias sensibles, apuntando a la creatividad constante. La producción es parte de las respuestas en los contextos de las reproducciones vitales.

Pasando a temas técnicos, esto quiere decir que, la inversión primordial, tomando en cuenta el presupuesto del Estado en transición, es la inversión educativa, no así, la inversión productiva, mucho menos, el gasto rentista, asistencial. En otras palabras, la inversión educativa es la mejor inversión  productiva, en el mediano y largo plazo. Visto de esta manera, la tarea primordial de un gobierno “revolucionario” es la inversión educativa. Esto exige la extensión completa del sistema educativo integral en la configuración de la formación social y del Estado en transición. Exige también la transformación estructural, institucional y conceptual del sistema educativo heredado; sistema disciplinario y moderno.  No solo de las prácticas educativas, de las mallas curriculares, sino también de la arquitectura misma del sistema educativo. Lo que implica también la transformación de las tradicionales formaciones de maestros y docentes, acudiendo a formaciones que liberen capacidades creativas y vocacionales. Quizás la selección de maestros y maestras deba ser la más cuidadosa, pues requiere de entrega y vocación. Esta demás decir que este estrato social no puede verse ante la contingencia de necesidades económicas y la obligación de reivindicaciones gremiales. La tarea que les compete es estratégica. Este es un tema que debe ser tratado como cuestión de Estado en transición; es uno de los temas que debe estar resuelto, independientemente de las contingencias coyunturales, periódicas, políticas.

Hay temas de Estado en transición que deberían estar definidas, acordadas, consensuadas, independientemente de los gobiernos de turno. Ente estos temas estratégicos se encuentran las políticas sobre los recursos naturales. La Constitución establece que los recursos naturales no pueden ser mercantilizables y están destinados al vivir bien. Los recursos naturales no pueden ser reducidos a materias primas, no pueden ser cosificados como objetos de producción, menos de la acumulación capitalista. La relación con los recursos naturales debe formar parte de la eco-producción, de la eco-industrialización y de la eco-tecnología. Esta es la manera de cortar con la condena de la dependencia, condena que reitera la colonialidad económica a partir del modelo extractivista. Ningún gobierno tiene el permiso de afectar esta política de Estado en transición.

El sistema educativo integral debe, entonces, preparar profesionales y técnicos, para su desempeño en la eco-producción, eco-industrialización y eco-tecnología, fuera de científicos en estos campos, fuera de administradores en estos espacios, fuera de teóricos que agudicen en la interpretación de estas experiencias y sus vinculaciones con los ciclos vitales.

Otro tópico estratégico tiene que ver con la construcción del sistema de gobierno de la democracia participativa. Ciertamente no es fácil pasar a este sistema de gobierno participativo; se requiere de transiciones transformadoras de las condiciones socio-políticas heredadas. La única manera de construir este sistema participativo es de manera participativa. Haciendo participar a la gente, a las comunidades, a las organizaciones sociales, a las poblaciones territoriales, a los pueblos, a los individuos. No se puede construir un sistema de gobierno de la democracia participativa sin la participación de la gente.

El sistema educativo integral puede colaborar en el apoyo a la gente, a los grupos sociales, a los individuos, a las comunidades, a las organizaciones sociales, a las poblaciones territoriales, en la preparación en temas que debe manejar la participación. Temas diversos, pues atingen a las políticas públicas, a los problemas sociales, a los problemas políticos, a los problemas económicos, a los problemas culturales.

Otro tópico estratégico es la integración continental.  El Estado plurinacional es tal no sólo respondiendo a una transición que toma en cuenta las condiciones plurales de naciones, pueblos y culturas del país, sino también porque se proyecta a la integración de los pueblos del continente, por lo tanto a la constitución de la patria grande. Los problemas de las emancipaciones y las liberaciones múltiples no se resuelven en un país, sino en el conjunto de países del continente, por lo menos partiendo del subcontinente, Sur América. La transición del Estado plurinacional empuja a la Confederación de pueblos del continente. Hay que hablar pues del Estado plurinacional también continentalmente, efectuando la geografía emancipadora de Milton Santos.

Hay pues, como se puede ver, grandes diferencias histórico-políticas y geográficas entre El Estado-nación y  el Estado plurinacional. No es pues la comunidad imaginada de la nación la que se recrea en las condiciones del Estado plurinacional. Estamos ante el despliegue de otro imaginario. Como no tenemos la experiencia del Estado plurinacional, pues nos mantenemos en la institucionalidad del Estado-nación, podemos conjeturar que se trataría de un imaginario que valoriza no la homogeneidad ni unicidad, sino la complementariedad articulada de lo múltiple, la confederación conjugada de los pueblos.

El sistema educativo integrado tiene que encarar el proceso instituyente de este imaginario del juego de las complementariedades y de la confederación conjugada de los pueblos; no de la nación.

Quedándonos, por de pronto, con estos temas, el de la concepción no-mercantil de los recursos naturales, que suponen relaciones no cosificante de los recursos, el de la eco-producción, de la eco-industrialización,  de la eco-tecnología, el de la democracia participativa y el de la integración, vemos que las transformaciones del campo escolar, del sistema educativo heredado, exige contenidos concretos, no generales. La descolonización como desmontaje de los dispositivos de poder que se encarnan en los cuerpos, no es una tarea discursiva, ni de cambio de nombres; la descolonización no es una tarea abstracta ni general. La descolonización se efectúa desmontando diagramas de poder concretos, instituciones de la colonialidad heredadas, actuando sobre órdenes de relación, trastrocando estos órdenes y relaciones, desplegando prácticas.  Estos tópicos no son los temas ni la preocupación de la reforma educativa del gobierno popular.

La asonada de los suboficiales devela nuevamente que nada ha cambiado, que la malla institucional del Estado-nación sigue intacta, que el sistema educativo, incluyendo a universidades, colegios militares, de policías, escuela de suboficiales, no ha cambado. Se trata de la misma reproducción del poder, sólo que acompañada de otro discurso; se trata de la misma ceremonialidad de poder, sólo que efectuada con otros símbolos y colores. Se trata de la misma colonialidad, sólo que ahora efectuada por “indígenas” y “revolucionarios”.

Las crisis son al mismo tiempo una gran oportunidad para resolverlas, pues hacen visible los nudos problemáticos que la generan. Sin embargo, esta oportunidad es aprovechable si se da una condición fundamental, la voluntad o el conglomerado de voluntades para hacerlo. Esto es precisamente lo que falta en el gobierno reformista. A preferido llenar este vacío con el fácil recurso de la propaganda y publicidad, como si este recurso pudiera sustituir la ausencia de esta condición de posibilidad histórica de carácter subjetivo; no puede hacerlo. Sencillamente se trata de un autoengaño institucionalizado. La opción gubernamental es la opción de la época, la simulación.      

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué sentido tienen las elecciones?

A estas alturas del partido esta pregunta es pertinente: ¿qué sentido tienen las elecciones? Fuera de ser el mecanismo democrático periódico de la evaluación cuantitativa de las fuerzas, la crisis del “proceso de cambio”, la crisis del Estado, no se resuelve electoralmente. Menos cuando asistimos a la tercera elección general, después de la crisis y las movilizaciones sociales del 2000 al 2005, elección que viene acompañada por apatía, desencanto, falta de entusiasmo y muchas dudas. Elecciones donde tanto el oficialismo como la oposición se parecen cada vez más. Ambos se refieren a la Constitución de una manera referencial, ambos se acusan de no cumplirla, ambos reducen la Constitución a una interpretación jurídica, eludiendo su evidencia histórica como acontecimiento político. La oposición acusa al gobierno de ser responsable de actos de corrupción, de alterar inapropiadamente la institucionalidad, de atentar contra los derechos, así como lo acusa de autoritarismo; en algunos casos, de terrorismo de Estado. El gobierno acusa a la oposición de conspiración, de no contar con un programa o propuesta de país, de representar a una minoría de la minoría. También ha sido acusada de actos de corrupción, sobre todo pasados. Como se puede ver, su debate es intrascendente. No toca los problemas fundamentales de la coyuntura y del periodo político.

Un problema fundamental tiene que ver con la Constitución, con las propuestas transformadoras de la Constitución. Tiene que ver con la condición plurinacional, comunitaria, autonómica, intercultural y participativa del Estado en transición. Ni la oposición ni el gobierno tocan estos tópicos; el gobierno, porque considera que estas condiciones se cumplen en la segunda gestión de gobierno. La oposición porque ha decidido no tocarlos, quizás porque se ha dado cuenta que como no hay cambios al respecto, si el Estado plurinacional es tan parecido al Estado-nación, que lo único que cambia son los nombres, entonces es mejor aceptar este Estado plurinacional “realizado” por el gobierno, que pelear contra el proyecto de Estado plurinacional, como lo hizo en el inmediato pasado, cuando se lanzó a la ofensiva contra el proceso constituyente y contra la aprobación de la Constitución. El debate en el que se han entrampado oposición y gobierno los aproxima más que alejarlos. Lo único que disputan son caudales de votos. Nada más.

Entonces estas elecciones que vienen no tienen el valor histórico que tuvieron las elecciones de 2005, tampoco las del 2009, cuando se aprueba la Constitución y se le otorga al MAS los 2/3 de la votación, transfiriéndole el control de todo el Estado, de todos los órganos de poder, el control del Congreso. Las elecciones del 2014 son grises, opacas, sin gracia, sin transcendencia. ¿Tiene importancia quién salga cuando oficialismo y oposición se parecen en sus prácticas políticas, en sus discursos, en sus imaginarios nacionalistas? Quizás sólo como símbolo, el recuerdo de un presidente al que se llamó el primer presidente indígena. Quizás por nostalgia; no por política, pues la práctica política es parecida en ambos bandos.

Es triste y gris el panorama. El MAS se solaza restregando en los rostros de la oposición que no cuentan con un candidato que le haga frente a Evo Morales Ayma. Esta afirmación es casi aceptada por la oposición, que se esfuerza por conformar un solo frente para enfrentarse al MAS. Pero, ¿Qué tiene el MAS? Apenas un símbolo carcomido por sus dudas y vacilaciones, por la cantidad de errores que arrastra. Su candidato a la presidencia ya no cuenta con la vitalidad que desplegó el 2006-2009, tampoco al principio de la segunda gestión 2009-2014. Es un candidato que dice algo sobre un tema conflictivo, para después decir lo contrario. Es un candidato plagado de contradicciones, una imagen deteriorada. Ya no es el líder internacional de la izquierda, de los pueblos, de los indígenas; de alguna manera todos descubrieron el doble discurso puesto en marcha, salvo esa “izquierda” oficial,  gubernamental, que se empeña por mantener el mito con los recursos retóricos de la propaganda. Si la gente popular va votar de nuevo por el candidato oficial lo hará sin entusiasmo,  más por persistir en una creencia, puesta en duda, más por evitar que vuelvan contra los que luchó y derrotó. Ya no por convicción, como antes, cuando sentía que al hacerlo lanzaba piedras contra las edificaciones del poder. Ahora el poder es el MAS, es Evo Morales Ayma, pero ese poder no es tan distinto al poder de la derecha derrotada.

Las elecciones que vienen serán como una constatación ordinaria, tanto como repetición, orden y letargo. Se constata que el poder, como dominaciones, se reproduce, ya estén unos o estén otros en el gobierno; que al poder, en cierto sentido, le es indiferente quienes estén. Lo importante es que el poder, las estructuras de dominaciones, funcione, dentro de determinados márgenes de maniobra, intervalo en el cual se pueden distinguir los matices. Cuando se den los resultados electorales, se podrá decir: “el proceso de cambio ha concluido”, ha terminado. El oficialismo entenderá que es así porque continúa, porque ha sido ratificado, porque ha cumplido. Pero esto no es más que imaginario. En realidad el “proceso” muere en manos de los que lo condujeron a ese final; decrépito, sin fuerzas para continuar; otoñal, vejestorio; empero, investido de oropeles. Casi un cadáver vestido de traje de gala para disimular.

Esto parce confirmar la curva biológica de los organismos, en este caso de las instituciones; se nace, se crece, se llega a una cúspide; cumbre desde la cual se desciende, en unos casos estrepitosamente, en otros de una manera más lenta. Sin embargo, hay que decirlo; esto ocurre cuando un “proceso de cambio”, cuando una “revolución”, se institucionaliza; entonces va sufrir del deterioro de los organismos y de las instituciones. Otro es el cantar cuando un “proceso”, una “revolución”, no se institucionalizan, cuando mantienen el ímpetu y la intensidad desbocada de la potencia social, de la potencia de la vida, y se mantienen permanentes, renovadas, en la bullente composición creativa de la alteratividad social. Sin embargo, esto de la potencia instituyente y constituyente abierta, permanente, bullente, no suele ocurrir. Lo regular es que el “proceso”, la revolución”, se institucionalice. Condenando a la potencia social, atrapada en las mallas institucionales,  a recorrer la curva de su ciclo, de asenso y descenso.

Este panorama interpretado desde la hipótesis de las capturas del mapa institucional y de las consecuencias que conlleva esta captura al atrapar la potencia social, condenando a la energía social, que es energía de vida, a la entropía y desgaste de las singularidades. Energía social manifestada en cuerpos, potencia social realizada en composiciones, ciclos sociales entrelazados, que son como las ecologías, biodiversidades y nichos, donde anidan las interrelaciones y entrelazamientos de los ciclos vitales; por tanto, vida social, en cierto sentido, “eterna”. En otras palabras, los ciclos de la vida, sus entrelazamientos, la perspectiva del Oikos, no se puede figurar, configurar y refigurar, desde la perspectiva individual de los organismos; estos nacen, crecen, llegan a su cúspide, para luego descender hasta morir. En cambio, la vida como integralidad, no funciona ni se despliega de esa manera. La vida, en su forma, contenido, expresión, mecánica, dinámica, integral, como memoria sensible, como genoma y la proliferación de sus formas, no muere, es si se quiere metafóricamente, “eterna”. La vida se mueve en los espesores del espacio-tiempo curvo; el genoma, en sí, no se mueve en el tiempo; en su dimensión virtual, sustentada en la materialidad energética de las dinámicas moleculares, no hay tiempo, aunque el tiempo aparezca, como espacio-tiempo, en la proliferación plural de las formas de vida y sus ciclos.

Por lo tanto, no se puede reducir la vida a la vida de los organismos singulares; así como tampoco se reduce la potencia social a sus capturas institucionales. La potencia social, en su forma libre, de fuga, de creación y composiciones posibles, sigue sus propios recorridos alterativos. Si no fuese así, las instituciones no tendría potencia que atrapar. Si bien parte de la potencia social atrapada en la malla institucional sigue el curso institucional, la otra parte de la potencia social, en verdad, gran parte de la potencia social, aunque dispersa, sigue sus propios cursos proliferantes. El “proceso de cambio”, la “revolución”, atrapado en su institucionalización, va a encaminarse por la vía ordinaria de su propio deterioro; de modo diferente, la potencia social no atrapada, autónoma, desata y teje, a partir de sus dinámicas moleculares, otras composiciones. Este es el secreto, si se quiere, de que la historia no termine, no tenga fin.

Hay dos formas con que la potencia social abre horizontes; una es por la irradiación misma de su propia potencia; otra es cuando choca en los bordes del espacio estriado con las mallas institucionales. Cuando ocurre esto último, las estructuras institucionales son afectadas, impugnadas, exigidas, interpeladas, buscando sus transformaciones. Volviendo al caso que nos ocupa; el “proceso de cambio” puede haberse institucionalizado; empero, la potencia social, de donde proviene el “proceso” no se institucionaliza, se mantiene como alteridad. La potencia social que produjo el “proceso de cambio” se mantiene como alteratividad, con capacidad de ocasionar alternativas. Los choques entre potencia social y “proceso de cambio” institucionalizado se dan lugar, develando la impotencia de la institucionalidad de capturar totalmente la potencia, de controlar absolutamente la potencia, de llegar a la “utopía” reaccionaria del poder, el fin de la historia.

En lo que respecta al “proceso de cambio” boliviano, estos choques se han dado varias veces, en lo que va del periodo de las dos gestiones de gobierno. Nombraremos tres importantes, la crisis del “gasolinazo”, el conflicto del TIPNIS y la asonada de los suboficiales. En los tres casos, en los bordes institucionales, las composiciones de la potencia social chocaron, en sus formas concretas de demandas, de protestas e interpelaciones, con la institucionalidad del poder, con sus pretensiones representativas del “proceso de cambio” institucionalizado, afectando a los objetivos propuestos por el gobierno. El pueblo movilizado paró el gasolinazo, deteniendo las pretensiones de las empresas trasnacionales de descongelar los precios de los carburantes en el mercado interno, parando en seco los compromisos del gobierno con estas empresas. En el conflicto del TIPNIS las comunidades indígenas del Isiboro-Sécuré, las organizaciones indígenas, todavía no divididas, el pueblo que apoyo las marchas indígenas, sobre todo en la VIII marcha, lograron detener la construcción de la carretera extractivista, que atenta contra el núcleo del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Séure. La asonada de los suboficiales, denunciando las discriminaciones, el régimen racial, de las Fuerzas Armadas, vuelven a develar la permanencia de la colonialidad en el Estado-nación, que se nombra rimbombantemente Estado plurinacional.

Estos choques de la potencia social, mas bien, de sus composiciones concretas, afectan el decurso institucional optado, alteran su recorrido, obligan a modificaciones. La historia efectiva no es el curso programado por el diseño político de los gobernantes, por el delirio “metafísico” de algún clarividente, sino, mas bien, el efecto múltiple de las fuerzas intervinientes. La capacidad del “proceso de cambio” no se encuentra en el gobierno, en los órganos de poder del Estado, en los usurpadores del “proceso”, sino en los y las que interpelan la institucionalidad del “proceso de cambio”. Son las y los movilizados contra el “gasolinazo”,  las comunidades y pueblo movilizado contra la carretera extractivista, los suboficiales rebelados contra el régimen colonial del ejército, los que abren la posibilidad de que el proceso no esté concluido, no termine en el imaginario fin de la historia de gobernantes, políticos y apologistas.

    

 



[1] Tomás Ibáñez: ¿Es actual el anarquismo? Página abierta, 2002. Biblioteca nomadAnt. https://nomadant.wordpress.com/biblioteca/textos/actual-anarquismo/. También se puede encontrar la exposición en https://pradaraul.wordpress.com/anarquismo/es-actual-el-anarquismo/.

[2] Ver de Georges Canguilhem Lo normal y lo patológico. Siglo XXI; México 1986.

[3] Ver de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares, La Paz 2013. Se puede también encontrar en https://pradaraul.wordpress.com/2013/12/04/devenir-y-dinamicas-moleculares/.

[4] Revisar el concepto de autoconciencia en la Fenomenología del espíritu de Hegel. Siglo XXI. México.

[5] Ver de Merleau-Ponty Fenomenología de la percepción. Editorial Planeta; Buenos Aires 1993.

[6] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento poético. https://pradaraul.wordpress.com/que-es-la-poesia/acontecimiento-poetico/; La Paz 2014.

[7] Murphy, John (1999) Technical analysis of the Financial Markets. Revisar también Wikipedia, Enciclopedia libre.

[8] Nos referimos al concepto usado por René Zavaleta Mercado de momento constitutivo. Leer Lo nacional-popular en Bolivia; Plural, La Paz.

[9] Revisar de Raúl Prada Alcoreza Horizontes de la descolonización. En publicación Abya Yala; Quito 2014. Horizontes Nómadas, Dinámicas moleculares, pradawordpress.com; La Paz 2012, 2013, 2014.

[10] Revisar de Raúl Prada Alcoreza Genealogía del Estado. Dinámicas Moleculares; La Paz 2013.

[11] Hablamos del Ejército Guerrillero Tupac Katari (EGTK).

[12] Hablamos del colectivo Comuna.

[13] Hablamos del Grupo Octubre.

[14] Revisar de Raúl Prada Alcoreza El espesor de la Asamblea Constituyente; Bolpress, La Paz, 2012. Dinámicas moleculares; La Paz 2013. También, del mismo autor, Descolonización y transición; Dinámicas moleculares; La Paz 2013.  

[15] Revisar de Raúl Prada Alcoreza Potencia, existencia y plenitud. Rebelión; Madrid 2013. Dinámicas moleculares; La Paz 2013. 

[16][16] Revisar de Raúl Prada Alcoreza El meandro de los gobiernos progresistas; Rebelión; Madrid 2013; Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

[17] Revisar de Raúl Prada Alcoreza Reflexiones sobre el “proceso” de cambio. Rebelión; Madrid 2013. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

[18] Revisar de Raúl Prada Alcoreza Monopolio y desposesión. Horizontes nómadas; La Paz 2012.

[19] Revisar de Raúl Prada Alcoreza La guerra de la madre tierra. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2011, 2012, 2013. Rebelión; Madrid 2013. Autodeterminación; La Paz 2012. También revisar Madre tierra y vivir bien; Dinámicas moleculares; La paz 2013.

[20] Revisar de Raúl Prada Alcoreza Extractivismo colonial y política monetarista. Rebelión; Madrid 2013. Bolpress; La Paz 2013; Dinámicas moleculares; La Paz 2013. 

[21] Revisar de Raúl Prada Alcoreza La lucha por el porvenir. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

[22] Ver de Raúl Prada Alcoreza Diagrama de poder de la corrupción. Bolpress; La Paz 2012. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2012-2013.

[23] Ver de Raúl Prada Alcoreza La guerra de la madre tierra; Autodeterminación, La Paz 2013. Bolpress; La Paz 2012. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, https://pradaraul.wordpress.com/, La Paz 2011-2014.

[24] Usamos el término horizontal como metáfora. La espacialidad y el espaciamiento es más complejo.

[25] Ver de Raúl Prada Alcoreza Retórica y drama de un gobierno reformista. Dinámicas moleculares; La Paz 2014.

[26] Conversación con Víctor Hugo Quintanilla.

[27] No mejora mucho esta situación en la mayoría de los colegios privados. 

 

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Proyecto emancipatorio y libertario de autoformación y autopoiesis

 

 

Diplomado en Pensamiento complejo:

Contrapoder y episteme compleja

 


 

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Proyecto emancipatorio y libertario de autoformación y autopoiesis

 

 

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Contrapoder y episteme compleja

 

 

Objetivo del programa:

Umbrales y limites de la episteme moderna, apertura al horizonte nómada de la episteme compleja.

 

Metodología:

Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual  colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.

 

Contenidos:

 

Modulo I

Perfiles de la episteme moderna

 

1.- Esquematismos dualistas

2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista

3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico 

4.- Esquematismo ideológico

 

Modulo II

Perfiles de la episteme compleja

 

1.- Teórias de sistemas

2.- Sistemas autopoieticos 

3.- Teorías nómadas

4.- Versiones de la teoria de la complejidad

 

Modulo III

Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad

 

1.- Contra-poderes y contragenealogias 

2.- Composiciones complejas singulares

3.- Simultaneidad dinámica integral

4.- Acontecimiento complejo

 

Modulo IV

Singularidades eco-sociales 

 

1.- Devenir de mallas institucionales concretas

2.- Flujos sociales y espesores institucionales

3.- Voluntad de nada y decadencia

4.- Subversión de la potencia social

 

 

Temporalidad: Cuatro meses.

Desde el Inicio del programa hasta la Finalización del programa.

Finalizaciones reiterativas: cada cuatro meses, a partir del nuevo inicio.

Defensa de la Monografía. Defensas intermitentes de Monografías: Una semana después de cada finalización.



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