La inscripción de la deuda, su conversión infinita

09.03.2015 17:59

La inscripción de la deuda, su conversión infinita

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 

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Índice:

 

Dilema: ¿Alteridad o poder?

Alteridad o círculo vicioso del poder                           

Dos alternativas, una de transición

y otra alterativa                                                                

Poder y capital, la dos caras de la medalla                     

La deuda infinita                                                                

La inscripción de la deuda

Tesis sobre la dominación

del capitalismo financiero                                                                       

La crisis española                                                                                        

¿Génesis y apocalipsis?                                                                    

La inscripción de la deuda                                                                       

Absorción de la plusvalía

y la estrategia de guerra                                                 

La máquina de guerra capitalista

 Apéndice

¿Modelo político? No hay modelo en política                   

 

 

Alteridad o círculo vicioso del poder

Nota 1 sobre Podemos

 

 

No se puede perder ciertamente la perspectiva de la diferencia y de la diferenciación, sobre todo para encontrar las singularidades. Si tomamos a la política como campo de fuerzas, estas diferencias ayudan a distinguir sentidos políticos, si no se quiere hablar de direccionalidades y tendencias. No se trata, de ninguna manera, de negar las diferencias entre Podemos y el PP, tampoco entre Podemos y el Partido Socialista. Sabemos que Podemos emerge de las movilizaciones de los indignados y del M15. Sin embargo, Podemos no abarca ni expresa a toda la movilización, tampoco a todo el M15. Parte importante de las tendencias que no han ingresado a Podemos corresponden a la perspectiva autogestionaria, de la democracia directa y participativa, con características anti-estatalistas. Se comprende también de donde parte la crítica de estas tendencias; emergen de la experiencia social de la historia política de la modernidad. Podemos insiste en seguir los mismos cursos de los círculos viciosos del poder, apostando a su juventud, transparencia, honestidad - valores éticos -, como recaudos; pero también como premisas que les permitan buscar salidas al círculo vicioso del poder.  No sé si estos valores éticos y cierta predisposición subjetiva, puedan salvaguardarlos de evitar la atracción gravitatoria del poder, obligándolos a orbitar alrededor de este núcleo de dominación, formando un campo de poder, al que ha sido reducida la política, institucionalizada y formalizada,  sin poder escapar de este campo y la seducción del núcleo de dominaciones.

No creo que la discusión deba restringirse al dilema de Podemos o los tradicionales, llámense falangistas matizados, en un caso, o socialistas vergonzantes, el otro caso. Si la pregunta fuera tan simple, la respuesta es obvia, es mejor Podemos. Sin embargo, el evento político no se reduce a un punto; tiene secuencias, si se quiere, posibles decursos abiertos, aunque el campo de posibilidades sea forzadamente reducido al esquematismo dual de orden/desorden, institucionalidad/caos, “izquierda”/”derecha”, precisamente por la ideología esquemática y moralista de la modernidad. La discusión es: ¿Vamos a seguir el curso orbital del círculo vicioso del poder, capturados por sus mallas institucionales?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dos alternativas, una de transición y otra alterativa

Nota 2 sobre Podemos

 

 

Salvador Schavelzon, en un análisis comparativo de los procesos políticos en Sur América y Europa, titulado PODEMOS, Sudamérica, y la república plurinacional de España, muestra los contrastes de estos procesos, aunque también sus equivalencias[1]. A primera vista, el análisis se encamina a describir las analogías y diferencias de los procesos políticos y sociales de los dos continentes. Por otra parte, ya contando con los resultados de los procesos políticos en Sur América, el autor se anima a evaluar los riesgos del proyecto Podemos, que dice estar inspirado en los procesos y gobiernos de Sur América. En tercer lugar, Shavelzon toma en cuenta las consecuencias de encaminarse por una ruta estatalista, vinculada al horizonte del Estado-nación, manteniendo las jerarquías y diferenciaciones en la conformación delegativas de las representaciones. Esta ruta conduce a reproducir lo mismo, el poder, las estructuras de dominación, en sus distintas formas, manifestadas en nuevos escenarios, nuevos personajes, nuevos discursos, aunque repitiendo la misma trama, la victoria de la verdad del poder.

Ahora bien, es importante no perder de vista que cada acontecimiento es singular, fuera de ser él mismo un entramado de multiplicidades de singularidades. Ningún acontecimiento se repite, no solo por los contextos diferentes, por las coyunturas distintas, por las historias precedentes, sino también por las composiciones, asociaciones, memorias sociales diferentes. Ciertamente los procesos políticos y sociales en Sur América y en Europa no son equivalentes; si vamos más al detalle, el proceso político y social boliviano y el proceso político y social español no son equivalentes. ¿Pero, son comparables? Depende cómo se considere la comparación. Si no es con el presupuesto de la condición similar, presupuesto del que se puede derivar consecuencias equivalentes; por lo tanto, si se parte de que no se puede sacar deducciones o consecuencias teóricas a partir de esta comparación, sino, mas bien, enseñanzas políticas de nudos distintos en el espacio-tiempo de las sociedades humanas. Si la comparación es metodológica, ayuda a mantener los contrastes como síntomas de mapas de la diferencia; también de la variedad y diversidad.  Por el contrario, si la comparación es tomada a partir del presupuesto de la condición similar, puede llevarnos a confundir las analogías, es decir, las formas, como si fuesen contenidos y hasta expresiones. Las analogías tienen valor metafórico, no conceptual. Entonces, desde esta perspectiva universal se termina sacando conclusiones válidas para ambos casos de la comparación, incluso conclusiones universales.  

Considero que Salvador Shavelzon usa la comparación en sentido metodológico; por eso remarca las diferencias, sobre todo históricas de los procesos histórico-políticos en cuestión. Mediante el dibujo de estas diferencias, el autor, encuentra los sentidos distintos de los gestos, de los nombres, hasta de los discursos, de los personajes y protagonistas de los procesos comparados. Los recorridos históricos hacen de direcciones, de composiciones significativas; por lo tanto hay que atender a las significaciones históricas que se dan en el presente, retomando sus propias genealogías. En el caso español, en relación a su historia, no se puede eludir la memoria social del dramático acontecimiento de la revolución y la guerra civil española. Lo que se hace en el presente se lo hace también con el pasado, a no ser que se crea que el presente no tiene espesor. La guerra civil española es una guerra inconclusa, el fascismo lo que ha hecho es “concluirla” forzadamente, de una manera demoledoramente violenta, implantando la represión, el terror de Estado y obligando al exilio a parte de las sociedades españolas. Si se ha retornado a la monarquía, después de la muerte de Franco, es que se impuso póstumamente la voluntad del dictador, pero también el proyecto fascista a largo plazo, que es el retorno a las formas más simbólicas del poder. También, ya que hemos hablado del otro continente, de Abya Yala, la monarquía española significa para las naciones y pueblos indígenas el colonialismo mismo en cuerpo y alma, a diferencia de la colonialidad heredada después con la independencia y la conformación de los Estado-nación, que no deja de ser colonialismo, empero enmascarado como república. La pregunta es la siguiente: ¿Cómo se puede pretender plantear un proyecto emancipatorio sin atender prioritariamente a estos dos temas pendientes: la guerra civil española y la colonización ibérica en el continente de Abya Yala?

La llamada “izquierda” oficial en el mundo, en sus versiones intelectuales o en sus versiones partidarias, se ha acostumbrado a leer en las analogías la interpretación de la misma historia universal. Para esta “izquierda” las analogías profieren contenidos y expresiones; entonces los escenarios son casi los mismos, con ciertas variaciones, que en todo caso son secundarias. Para la “izquierda” se enfrentan dos bloques, los buenos contra los malos, la “izquierda” contra la “derecha”, las naciones contra el imperialismo; de esta manera se llega a la dualidad antagónica entre damnificados por las políticas neoliberales y el proyecto liberal en curso. Entonces, esté último conflicto, adquiere las connotaciones de los conflictos anteriores; incluso en la “izquierda” más ortodoxa, tiene las connotaciones universales de la lucha de clases, como si la lucha de clases no tuviera sus propias genealogías, diferencias y singularidades.

El problema de este análisis universal es su esquematismo dual, que no es otra cosa que maniqueísmo a ultranza. Es imposible encontrar en este procedimiento esquemático, dual y maniqueo la comprensión de las singularidades, la comprensión de lo singular de un acontecimiento, en este caso, de lo singular de un proceso histórico-político específico. Por eso, este imaginario universal de la “izquierda” ha llevado a apoyar a caudillos barrocos, que se los consideraba por sus discursos o sus gestos, como aliados o como del mismo lado, en la lucha contra el imperialismo.  Las sorpresas fueron desagradables, cuando estos mismos caudillos manifestaban represiones parecidas a los aliados del imperialismo contra las mismas víctimas. Sin embargo, la “izquierda” no se inmuta; crea hipótesis ad hoc para explicar estas desviaciones.

En el caso de Podemos es indispensable comprender la significación histórica en el contexto español y europeo. ¿Qué significa Podemos, después de la guerra civil española, después del retorno a la monarquía constitucional, después de la prolongación de los diagramas de poder franquistas, en sus versiones partidarias populares y hasta en sus versiones socialistas? Sobre todo, ¿qué significa Podemos en el contexto de la Unidad Europea, de la economía europea, de la aplicación del proyecto neoliberal, a escala continental, desencadenando un alto costo social, después de haber prendido la ilusión de la bonanza con la virtualización del crédito? Son estas preguntas, con sus distintos espesores históricos, creo, las que pueden ayudarnos a interpretar este suceso político que se denomina Podemos.

 

A modo de provocación voy a lanzar algunas hipótesis de interpretación, sin ninguna pretensión de verdad, sino tan solo buscando orientaciones adecuadas para el análisis.

 

Hipótesis

 

1.   No se ha cerrado la herida abierta por la guerra civil, herida dolorosa en un Estado-nación que aplasta a distintas nacionalidades conquistadas, también en un Estado-nación como parte jurídico-política del Capital, que explota al proletariado nómada, al proletariado sindicalizado, a los y las jubiladas, expropiando sus ahorros, que discrimina y margina a miles de migrantes a quienes no reconoce ciudadanía. Un Estado-nación que no ha dejado de ser patriarcal, que sigue subordinando a las mujeres, a pesar del llamado destape. Un Estado-nación, que tiene en su haber la Conquista de Abya Yala, que no se ha pronunciado hasta ahora al respecto, salvo declaraciones de arrepentimiento, que no ha enmendado ni indemnizado los costos y las consecuencias de la colonización sobre las naciones, pueblos y territorios de Abya Yala.

 

2.   Europa, con toda su  pluralidad lingüística y cultural, así como de nacionalidades, combinada con la transversal “ideológica” de la modernidad, plasmada en habitus similares, ha vivido dos flagrantes guerras mundiales, ha experimentado la versión del terror burocrático y racionalista, acompañada con la morbosidad racista, del fascismo y el nacional socialismo.

 

3.    Después de la derrota del Tercer Reich, Europa se encaminó, en el eje central de su geografía política, al Estado de Bienestar, con todas las variantes que puedan darse en cada caso, también tomando en cuenta excepciones a la regla.

 

4.   Con la crisis del socialismo real y su derrumbamiento, se ingresa a un dominio unipolar de la híper-potencia imperialista de los Estados Unidos de Norte América; sin embargo, la híper-potencia, venía mermada política y moralmente desde su derrota en la Guerra del Vietnam; esta debilidad es llenada con proyectos de nuevos bloques de poder en la estructura dominante de los centros del sistema-mundo capitalista.

 

5.   Nace, primero la unidad económica europea, después, la unidad política de Europa. Como bloque imperial en competencia inicia una carrera armamentística económica por el dominio de los mercados, en las condiciones de la dominación del capital financiero sobre el resto de las formas de capital; inclinándose, primero, optando decididamente, después, por el proyecto reiterado neoliberal, circunscrito, en su núcleo, en las privatizaciones, en la mercantilización de los servicios, la salud y la educación, en la expropiación de los ahorros, en la marginación poblacional, empujando al proletariado al nomadismo, al suspender los derechos sociales, lo haga de una manera u otra, de manera inmediata o diferida.

 

6.   Los partidos tradicionales, que no sólo son los llamados conservadores, sobre todo los vinculados al fascismo, aunque ahora matizados, sino también los no conservadores, liberales y neoliberales, así como también los socialistas, se han incorporado a este proyecto neoliberal, bajo el marco de la Unidad Europea, que de unidad tiene a la unidad bancaria, de las fianzas y de las burguesías trasnacionales, fuera, claro está de la moneda.

 

7.   La crisis social se ha hecho sentir dramáticamente con la suspensión de derechos conquistados, aunque esta suspensión se la ejecute de una manera enmascarada; se ha hecho sentir en la consecuencia de los procedimientos de privatización, en la exacción de deudas impagables, echando a la calle a millones de jubilados, de familias, que se encuentran en la incertidumbre absoluta.

 

8.   La reacción popular no se ha dejado esperar, se ha hecho sentir, se la conoce como la movilización de los indignados. En este contexto se han dado lugar proyectos alternativos solidarios, comunitarios y hasta autogestionarios, claro que a escala local, sin impacto mayor; también se ha dado lugar a una interpelación virulenta al poder, al Estado, a la clase política, a la institucionalidad vigente y, obviamente, al sistema financiero, controlado por la llamada popularmente troica.  El fantasma de los indignados asola a Europa, en el imaginario burocrático, técnico, burgués, de la clase política y las castas dominantes. La potencia social está en las calles, aunque lo haga de una manera intermitente, no continua, tampoco con proyección política clara, como dicen algunos analistas. En esas condiciones, en las mesas de discusión de los movilizados, se da el dilema de cómo seguir adelante. Entre muchas propuestas, resaltan dos, que las consideramos por su contraste.

 

9.   Una es la de Podemos y otras parecida a la de Podemos como la dada por Syriza, en el caso de Grecia, que plantea que la manera de seguir adelante es sacando del poder a los partidos tradicionales, a la clase política, que son los responsables de la crisis social, del método dramático de la austeridad; entonces, la forma de hacerlo es ganando las elecciones, conformando un gran bloque electoral, que supone alianzas. Contando con un programa mínimo de reformas.

 

10.       La otra propuesta es diametralmente opuesta, opta por la potencia social contra el poder, en sus formas institucionales, se funda en la capacidad asociativa, solidaria y complementaria de los pueblos, las sociedades, los colectivos y grupos, formulando una proyección emancipativa autogestionaria, no solo para España, sino también para Europa. 

 

 

   

      

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Poder y capital, la dos caras de la medalla

Nota 3 sobre Podemos

 

 

Para abordar tanto el suceso Podemos, en España, como el suceso Syriza, en Grecia, es indispensable, antes, situarnos desde dónde abordamos estos sucesos y quienes somos. Este dónde no se refiere al lugar geográfico, este quién no se refiere a una identidad, tampoco a un Yo. Se trata más bien de la perspectiva epistemológica y de la relación perceptual con el mundo. Aclarando lo que decimos; se trata de saber si nos mantenemos en la episteme dualista de la modernidad o si hemos salido de este horizonte y zócalo, a la vez, esquemático, maniqueo y abstracto. Si hemos salido de esta episteme de la modernidad e ingresado, por lo menos a los contornos, a los umbrales, de la episteme de la complejidad. Por otra parte, se trata de saber si todavía creemos en identidades, que no son otra cosa que clasificaciones estatales, o hemos liberado los devenires del cuerpo, más allá de las identidades institucionalizadas. Esta ubicuidad es importante, pues depende de la misma de cómo se abordan los problemas del presente.

Si nos mantenemos en el esquematismo dualista, es probable que los dilemas sean ¿reforma o revolución?, ¿“derecha” o “izquierda”? Estos dilemas quedan enganchados en una trampa paradójica; la reforma o la revolución terminan formando parte de la misma órbita si no escapan al círculo vicioso del poder. El problema no es si se hace reforma o si se hace revolución, el problema es si se reproduce nuevamente el poder, se restaura el Estado, incluso expandiéndolo aún más, o si se des-construye, se destruye, se desmantela, el poder, liberando la potencia social. El poder se preserva tanto en la reforma como en la revolución arrepentida. Una vez abolido el Estado, por lo menos momentáneamente, en la coyuntura inmediata e intensa, cuando las multitudes se hacen cargo de las decisiones, toman los territorios, suspenden las instituciones, crean un tiempo sin tiempo fecundo, el punto de inflexión del espacio-tiempo social, la reforma o la revolución termina, una vez apagado el fuego de las batallas, reconstruyéndolo nuevamente. Con una nueva fachada, incluso puede ser con una nueva estructura; pero, en la medida que sigue siendo Estado, repite la composición arquitectónica del poder, aunque sea otro diseño.

El referente dual de “izquierda” o “derecha”, es un esquema reducido, pues no toma en cuenta toda la composición y espacialidad del Congreso de la revolución francesa. Estaban también los de la montaña, que se ubicaban en la galera; éstos eran los radicales. Los jacobinos y girondinos compartían, al final, el mismo prejuicio liberal. La revolución social estaba encarnada en los de la montaña y en los miserables del Paris, les sans-culottes. Este reduccionismo dualista ha reducido también los alcances de la política, en sentido amplio, como suspensión de los mecanismos de dominación, circunscribiéndola a cambios de estilo en la administración del poder, incluso del capital, pues el Estado es la otra cara del capital. Una administración del poder, la de “derecha”, desempeña sus formas de gubernamentalidad, sus gestiones públicas, ya sea en defensa de las tradicionales forma institucionales impuestas por las primeras guerras iniciales, ya sea por el nacionalismo de las castas, ya sea por la república liberal o, más tarde, por la libertad del mercado y la concurrencia. La otra administración, la de “izquierda”, desempeña sus formas de gubernamentalidad, sus gestiones públicas, ya sea como revolución social y política, instaurando la república moderna, ya sea como recuperación de la soberanía para el pueblo, ya sea como expansión democrática, revolución democrático-burguesa, ya sea como socialismo matizado, más tarde, como socialismo del siglo XXI. Hablando de “izquierda”, también tendríamos que incluir, incluso, en primer lugar, a la forma de gubernamentalidad, a la forma de gestión, correspondiente a las revoluciones socialistas, que se propusieron abolir el modo de producción capitalista; se concibieron como revolución proletaria, como gobierno de transición, en términos de la dictadura del proletariado.

Dejando de lado el periodo de las monarquías absolutas, la “derecha”, usando este término tan general y relativo, aunque con pretensiones universales y categóricas, habría promovido y gestionado el capitalismo, aunque otorgándole nombres como riqueza de la nación, como democracia, en el sentido jurídico, restringido al derecho, poniendo como piedra fundamental la ley, como libertad de mercado, más tarde, como libertad de empresa, después como fin de la historia. En tanto que, la “izquierda”, término que peca de lo mismo, de general y relativo, aunque con pretensiones también universales y categóricas, habría promovido el modo de producción capitalista, aunque otorgándole nombres como nueva política económica, acumulación originaria socialista, sustitución de importaciones, revolución nacional-popular, más tarde, como revolución-democrática y cultural, revolución bolivariana, revolución ciudadana, es decir, socialismo del siglo XXI. En otras palabras, ambos componentes de la dualidad forman parte del sistema-mundo capitalista, son formas que promueven el mismo modo de producción dominante y hegemónico. ¿Cuál es la diferencia efectiva entonces? La diferencia es social; se trata del efecto social de las políticas de “derecha” o, en contraste, de las políticas de “izquierda”. La “derecha” suele desentenderse del efecto social, incrementando el costo social, de una manera no aceptada por el pueblo; la “izquierda”; por el contrario, se presenta preocupada por el costo social, sus políticas amortiguan el costo social del desarrollo, beneficiando a amplios sectores de la población; en el caso del socialismo real, se puede llegar a decir que las políticas igualitarias transforman la estructura social, efectuando la igualación radical, salvo respecto a la nueva clase dominante, la clase política burocrática y dirigente. Sin embargo, a pesar de esta igualación, el socialismo real ha terminado siendo el método y la estrategia más eficaz para la revolución industrial, por medio de la industrialización forzada y militarizada; es decir, la revolución socialista resultó siendo el método más adecuado para implantar el modo de producción capitalista en países atrasados. Esta es la paradoja socialista.

Por otra parte, las versiones más radicales en las formas de gubernamentalidad de “izquierda”, que son los estados del socialismo real, tampoco salieron de la órbita de reproducción del poder. El poder no es algo ajeno al capital, es el capital mismo, es la cara concreta del capital; en tanto que la cara abstracta del capital es su valorización cuantitativa. El problema de la “izquierda”, hablamos de la más radical, en sentido de la forma de gubernamentalidad, es que ha tratado de superar el capitalismo usando una de las caras de la misma medalla, la cara del monopolio de la violencia, el Estado. La otra “izquierda”, más matizada, aunque no lo diga, aunque pretenda radicalismo discursivo y se exprese en gestos dramáticos, en realidad, ni siquiera intenta superar el capitalismo, sino que lo promueve enmascarándolo en las formas políticas más barrocas.

El poder, no solo como relación de fuerzas, sino también como captura de fuerzas, monopolio de fuerzas capturadas, disponibilidad de fuerzas capturadas, ciertamente no es atribuible solo al sistema-mundo capitalista; otros sistemas-mundos también han conformado estrategias y diagramas de poder de captura, que no necesariamente suponen la economía política restringida a la economía autonomizada.  La disponibilidad de fuerzas puede responder, mas bien, a la sobre-codificación simbólica, a la saturación simbólica y a la desterritorialización despótica. Sin embargo, nos interesa la relación de poder y capital. La desterritorialización capitalista se basa, mas bien, en la decodificación, se sostiene en la deculturación, en la transvalorización de los valores, sosteniendo la cuantificación de la fuerzas, sobre todo conmensurando esta cuantificación en términos del equivalente general. La cuantificación de las fuerzas se pondera como valorización abstracta.

El poder es el poder del capital y el capital es la capitalización del poder; es decir, la cuantificación del poder de captura. La dualización epistemológica, heredada y preservada por parte de la crítica de la economía política, la ha entrampado en lo mismo que criticaba, en el fetichismo de la mercancía, solo que se trata, en este caso, del fetichismo del valor, de la medida abstracta del equivalente general. La crítica de la economía política supone la crítica de la economía política del poder; ambas economías políticas suponen la misma estrategia de bifurcación entre lo concreto y lo abstracto, desvalorizando lo concreto y valorizando lo abstracto. La economía política del poder sostiene la economía política, en sentido restringido; a su vez, la economía política retroalimenta la economía política del poder. Ha sido pues una ilusión “revolucionaria” pretender, partiendo de esta bifurcación ficticia, enfrentar un lado de la dualidad al otro lado de la dualidad, cuando ambos lados forman parte de una integralidad poder-capital-poder.

Los movimientos sociales anti-sistémicos contemporáneos se ven de pleno ante este problema. No se puede salir del horizonte del sistema-mundo capitalista si no se sale también, simultáneamente, de la herencia del poder, de la herencia de todos los diagramas de poder que se han inscrito en los cuerpos.  Pretender volver a hacerlo, es volver a repetir el mismo circuito del círculo vicioso del poder, revolución/contra-revolución; es entramparse en las formas de acumulación del capital, además de entramparse en las formas de reproducción del poder, que puede asistir a nuevas formas combinadas.

 

 

Podemos y Syriza

 

Dos expresiones políticas de izquierda, emergen de la crisis reciente del capitalismo, en su fase hegemónica financiera, de acumulación especulativa y de expansión intensa del extractivismo; una es Podemos, en España; la otra es Syriza, en Grecia. La primera emerge de la movilización de los indignados y de la forma de organización horizontal del M15; la segunda, deviene de la división del partido comunista de antaño. La división que corresponde a Syriza tiene que ver con su adscripción a lo que se conoció como el eurocomunismo. Se trata entonces de una izquierda que tiene tradición en la historia política griega. En las condiciones de la crisis financiera, de la crisis económica europea, transmitida demoledoramente a Grecia, obligando a la población a una política de austeridad, que, en realidad, implica suspensión de derechos sociales, Syriza salta a la palestra impugnando las políticas de la troica, del sistema financiero europeo y mundial, interpelando las políticas cómplices de los anteriores gobiernos griegos. Syriza, que antes contaba con poca votación, de pronto se convierte en la primera fuerza política griega, además de haber ganado las elecciones y convertido en gobierno.

Podemos y Syriza se enfrentan entonces al problema de la integralidad del poder-capital. Ambos optaron por llegar al gobierno a través de elecciones, contando con el descontento masivo e indignación de la población. Ambos prometen romper con las políticas de austeridad y reponer derechos sociales, además de profundizar la democracia. El problema es que ahora, por lo menos Syriza, se encuentra en función de gobierno, y muy probablemente, Podemos también lo haga. ¿Cómo salir del círculo vicioso del poder desde el poder mismo?

 

En una entrevista, hecha por Amador Fernándes-Savater, ante la pregunta hecha a Stavros Stavrides, en relación al artículo “Después de Syntagma”, hablabas de que, en la izquierda y por abajo, había en Grecia dos ideas de democracia; una idea de democracia participativa, representada por Syriza, y una idea de democracia directa, representada por Syntagma, ¿cómo imaginas que puede darse la coexistencia entre ambas?, Stavros Stavrides responde:

 

Coexistencia, no. Desgraciadamente, Syriza ha evolucionado en los últimos tiempos hacia un modelo de partido más cerrado en torno a una pequeña cúpula. Se ha verticalizado y “presidencializado” mucho. Es una crítica que se hace incluso dentro del propio partido. No creo que Syriza pueda ser un transmisor directo de la voluntad ciudadana, un canal de participación de la gente. Puede, eso sí, representar a los votantes, escogiendo políticas que canalicen demandas de la sociedad.

La democracia directa juega en otro nivel, redefine la política como una actividad no especializada y que atraviesa todos los niveles de la vida diaria. Es una política del cotidiano.

Yo creo que ahora mismo podemos intervenir en los dos niveles: empujar la democracia representativa más allá de sus límites, a través de formas de democracia radical y directa, pero teniendo en cuenta que la democracia representativa (con un partido como Syriza en el poder) puede abrir zonas de libertad y entornos más propicios para los experimentos autónomos que prefiguran otra sociedad. Podemos reivindicar, por un lado, medidas contra la corrupción o a favor de una transparencia en la gestión y desafiar, al mismo tiempo, los límites de la representación, mediante conflictos y contraejemplos, mediante formas de autogobierno que vayan más allá de la autoridad pública. Jugar en ambos niveles[2].

 

Stavros Stavrides propone cohabitar y coexistir con la estrategia política de Syriza desde la estrategia emancipadora libertaria y autogestionaria. ¿Es posible? En un ensayo titulado Alteridad y gubernamentalidad, que recién se va a publicar, planteamos dos hipótesis respecto a la evaluación de los gobiernos progresistas en Sur América, particularmente el de Venezuela, estas son:

 

 

Hipótesis 1

No pueden coexistir y convivir la forma de gestión comunitaria con la forma de gestión estatal; entonces, la consecuencia política es que se tiene que quitar poder a la administración pública y reconocer la potencia social de las Comunas. Esta valorización efectiva de la potencia social y desvalorización del poder estatal puede darse en forma de transiciones.

 

Hipótesis 2

Pueden Coexistir y convivir la forma de gestión comunitaria con la forma de gestión estatal; empero, sólo a condición que los administradores públicos tengan consciencia autogestionaria, sepan del valor que las Comunas, que lo comunitario, que lo autogestionario, tiene para el destino del proceso[3].

 

Nuestra posición ante estas dos hipótesis fue la siguiente:

 

Aunque se conoce nuestra posición al respecto, que se inclina por la primera hipótesis, poniendo en suspenso esta posición, queda claro que ambas condiciones de posibilidad, establecidas hipotéticamente, no se cumplen en el caso del proceso bolivariano, tampoco, mucho menos, en los demás gobiernos progresistas.  Retomando una pregunta conocida en la militancia. ¿Qué hacer en estas circunstancias y condiciones de posibilidad histórica? Siguiendo con las consecuencias hipotéticas, diremos que, los y las que se inclinan por la segunda hipótesis tiene como tarea concientizar a los administradores públicos en la autogestión; formar administradores públicos autogestionarios. Los y las que se inclinan por la primera hipótesis tienen como tarea liberar la potencia social, lograr la autonomía de la potencia social, la autonomía de las Comunas. Expandir la potencia social en detrimento del poder estatal heredado.

Visto de esta forma, ciertamente como especulación teórica, si bien ambas formas de gestión pudieran no convivir y coexistir; sin embargo, los activismos, las acciones prácticas, contrastadas, tanto encaminadas a la gestión estatal, así como a la gestión comunitaria, pueden coexistir y convivir en forma concurrente, aunque contrastada, pues están obligadas a hacerlo, en esta disputa por la incidencia política[4]

 

En otras palabras, los activismos, en este caso diferenciados, por su estrategia opuesta respecto al poder, deben coexistir concurriendo por la participación social, buscando su inclinación hacia una u otra estrategia. Lo importante, en ambos casos, es que se efectúen las gestiones en los sentidos propuestos; de ninguna manera, que uno de ellos, sobre todo el estatalista, opte por la demagogia, el disfraz y el montaje, encarrilando al descarrilamiento al propio proceso de cambio, como hasta ahora lo han hecho los gobiernos progresistas. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

       

La deuda infinita

Nota 4 sobre Podemos y Syriza

 

 

 

La deuda es un mecanismo de dominación; un mecanismo que somete al deudor. Lo exacciona, lo esquilma, le exprime su energía. Su secreto no solo se encuentra en el préstamo, en el crédito, sino en los intereses que cobra. No sólo que los intereses que cobra hacen, a la larga, una suma superior a la prestada, una suma superior a la amortización, añadiéndole los intereses. Pues el aparato financiero, la aritmética financiera, el sistema financiero, establecen una deuda infinita, impagable.

Reflexionando sobre la crisis europea, que forma parte de la crisis económica mundial, crisis ocasionada por la acumulación especulativa financiera, reflexionando también sobre la deuda latinoamericana, que se presentaba impagable en el último cuarto del siglo XX, cuando dijimos que se trata de una deuda infinita impagable; por lo tanto un mecanismo de dominación del imperio, podemos reafirmar, ahora, que se trata de la extensión pavorosa de este mecanismo de dominación sobre los pueblos, que es la invención de la deuda infinita[5]. ¿Cómo salir de este sometimiento? ¿Negociando la deuda? Ya lo han hecho los gobiernos anteriores y han empeorado la situación. Lo vuelve a hacer Syriza, aunque haya introducido tópicos de asistencia social. ¿No cae en lo mismo, en reforzar la cadena de sumisión? Si se está en una lucha emancipativa anticapitalista, lo primero que hay que hacer, consecuentemente, es desconocer la deuda.

Ahora bien, ésta es una sugerencia teórica; sabemos, como dice el dicho popular, entre el dicho y el hecho hay mucho trecho. ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad histórica para efectuar esta ruptura con el mecanismo de dominación de la deuda? Siguiendo la reflexión teórica, la población, por lo menos en su mayoría, tendría que estar dispuesta al gasto heroico. Algo que acontece en los escasos momentos de emergencia y convocatoria histórica. Por otra parte, hemos aprendido en la historia política de la modernidad, que un pueblo no puede batirse sólo contra el mundo, es indispensable que otros pueblos, no sólo se solidaricen, sino que participen de esta desconexión con la deuda. En otras palabras, se requiere de la movilización de los pueblos y de sus alianzas. Respecto a la economía política de la deuda, se requiere, en contraposición, la alternativa de otra economía política, manteniendo todavía este nombre, de la solidaridad y complementariedad. Por estas razones es difícil exigirles a los actuales gobernantes griegos consecuencia y radicalismo. ¿Están condenados a una eterna negociación y a permanentes ajustes, buscando afectar lo menos posible a la población,  sobre todo a la población vulnerable, tratando también de incorporar en el presupuesto el cumplimiento de derechos, aunque estos correspondan a solo fragmentos de la población? Este es el tema de debate, al que ingresaremos, de manera cautelosa, buscando en la información a mano, descripciones útiles para proponer hipótesis interpretativas.

   

 

La deuda griega

 

Para aproximarnos a descripciones de la crisis económica griega, buscando efectuar hipótesis interpretativas provisionales, vamos a usar análisis publicados de especialistas, que auscultan sobre esta crisis. Uno de ellos es José Francisco Rodríguez Montoya, quién en La crisis griega del 2010, analiza la crisis singular. Retomamos este análisis intentando no comentarlo. Rodríguez Montoya dice:

   

Según los especialistas, las que parecen ser las tres fuentes principales de la crisis económica griega son: la irresponsabilidad fiscal en el manejo de las finanzas públicas, la falta de competitividad de sus empresas y las propias condiciones derivadas de la pertenencia a la Zona Euro. Con su entrada a la Unión Europea y a la Zona Euro, Grecia se benefició de una moneda común, de mercados unificados de capitales y de libre cambio con los demás estados miembros, pero al ser libre en el manejo de su política fiscal incurrió en excesos de gasto que hoy le están cobrando la factura. En el 2000, la deuda pública de Grecia representaba 103.4% del PIB, en el 2007 llegó a ser de 95.7% del PIB y actualmente se ubica por encima de 115% del PIB. El déficit público fue aumentando rápidamente, entre 2006 y 2009 casi se cuadruplicó para representar al cierre de 2009, 13.6% del PIB. Es importante señalar que fue apenas en octubre del año pasado cuando se descubrió la verdadera dimensión de las cuentas públicas griegas, el déficit inicial se estimaba en 3.7%, y a final del año, se reveló que el déficit era realmente de 13.6% del PIB. El Pacto Europeo de Estabilidad y Crecimiento establece que los países miembros deberán mantener su déficit por debajo de 3% de su PIB; pero, ninguno de los 16 países miembros cumplen con este mandato, al cierre de 2009 promediaban 6.8% del PIB.

Si bien la economía griega es pequeña, en términos relativos dentro de Europa, ya que representa 2.6% del PIB de la Zona Euro, tiene la capacidad de impactar con fuerza los mercados financieros mundiales, debido a que entre los acreedores de Grecia se cuentan grandes bancos internacionales y fondos globales de inversión, y cuando este tipo de instituciones enfrentan grandes pérdidas en un mercado suelen contraer sus flujos de crédito en otros mercados. Al cierre de diciembre de 2009, según datos del Banco de Pagos Internacionales, la banca privada de Grecia tenía una deuda de 236 mmd con la banca privada de otros países, entre los que destacan Francia con 75 mil mdd, Alemania con 45 mil mdd y EUA con 17 mil mdd. Dos medidas de riesgo que se pueden utilizar para visualizar el cambio reciente sobre la percepción del riesgo en los mercados financieros para Grecia, son el diferencial en las tasas de interés pagadas en eses país, frente a la deuda alemana que hay que enfrentar para poder conseguir financiamiento y el costo de asegurar el pago de la deuda griega, ante el escenario de incumplimiento, este es el costo de asegurar los Credit Default Swaps (CDS).

El importante aumento en la tasa de interés de los bonos griegos, en comparación con los bonos de Alemania, muestran la preocupación de los mercados de que Grecia vaya a incumplir con sus obligaciones de pago de deuda ante el anuncio del paquete de rescate, las tasas bajaron pero todavía se encuentran en niveles históricamente altos. Es importante destacar que la tasa de interés de los bonos griegos no aumentó mientras su déficit se profundizaba en años anteriores, fue hasta que los mercados detectaron un aumento en la probabilidad de incumplimiento por parte de Grecia que las tasas se dispararon. Vale la pena señalar que al igual que en la crisis financiera desatada en 2008 en EUA, las agencias calificadoras han jugado aquí también un papel importante, puesto que durante mucho tiempo consideraron como solvente la deuda griega. El problema más urgente de Grecia obedece a la dificultad de financiar su creciente déficit presupuestal en un año en el que se espera una contracción de su economía. La contracción de la actividad económica en Grecia durante el primer trimestre de 2010 fue de 2.3% la tasa anual y durante 2009 la contracción fue de 2.0%. En febrero pasado la tasa de desempleo se ubicó en 12.1%. De acuerdo con las proyecciones de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), Grecia enfrentará una fuerte recesión durante 2010 y 2011 con tasas negativas de crecimiento de 3.7 y 2.5%, respectivamente, y con tasas de desempleo de 14.3 en 2010 y 12.1% en 2011.

Uno de los problemas que enfrenta Grecia, al ser miembro de la Zona Euro, es que su economía no puede ajustarse mediante una corrección del tipo de cambio, y de esta manera intentar recuperar competitividad en los mercados externos, ya que la política monetaria se planea y ejecuta desde el BCE. Actualmente 16 de los 27 estados miembros de la Unión Europea conforman la unión monetaria conocida como Zona Euro.

Se observa que la inflación en Alemania, entre el 2000 y el 2009, fue mucho menor que la observada en Grecia, en este periodo el aumento de los precios en Alemania fue de 11.5%, mientras que en Grecia tuvo un registro de 30.6%, ¿Cómo ajustar una diferencia de 19 puntos porcentuales en los precios?, una respuesta rápida sería que ello se alcanzaría mediante una depreciación del tipo de cambio en el país con la mayor inflación o una apreciación en el país con menor inflación, pero esto no puede ocurrir con países que formen parte de una unión monetaria como la Zona Euro. La estructura productiva en Europa está desequilibrada, Alemania acumula un gran superávit de cuenta corriente, mientras que otros países enfrentan fuertes déficits. El superávit de Alemania implica que en el resto de Europa se encuentre en déficit y eso ha contribuido a la debilidad de varias de las economías europeas. Al operar en la unión monetaria del euro, el tipo de cambio de Alemania no puede aumentar en relación a los otros miembros de la eurozona para ajustar sus exportaciones, y así los desequilibrios comerciales se han exacerbado. La crisis fiscal griega puso en evidencia las debilidades de la unión monetaria y expuso las deficiencias estructurales del euro, se unificó la política monetaria de los Estados miembros pero cada uno mantuvo su soberanía fiscal, además la movilidad laboral ha sido muy limitada en Europa, por ejemplo, los griegos no se emplean fácilmente en otros países por la existencia de diversas barreras que pueden ser culturales, lingüísticas o incluso religiosas, los desempleados griegos no pueden cruzar las fronteras y trasladarse fácilmente a otro país europeo más próspero.

Grecia se encuentra en una encrucijada, ya que para reducir su déficit tendrá que aumentar los impuestos y reducir el gasto, lo cual la llevara irremediablemente a reducir el ritmo de la recuperación económica a corto plazo. Sin la camisa de fuerza del euro podría permitirse un aumento de la inflación y de esta manera monetizar sus déficits, pero con las restricciones que le impone operar dentro de la Zona Euro, el panorama no luce muy prometedor para la economía de Grecia. Paul Krugman (2010) incluso ha llegado a señalar que: “Tengo un creciente convencimiento de que Grecia terminará por abandonar el euro”. Debido a que aún con la reestructura de su deuda, Grecia seguirá con graves problemas económicos derivados de su baja competitividad y del plan de ajuste del gasto que impactará negativamente en la actividad económica. La única manera de que Grecia expanda su actividad económica sería mediante mayor competitividad de sus exportaciones, lo que podría hacerse sólo si los precios relativos en Grecia se redujeran con respecto al resto de Europa, y esto podría ocurrir por medio de una reducción en los salarios de los griegos, lo cual parece muy poco probable en un escenario de crispación social, o de una devaluación que significaría abandonar el euro.

Los planes de rescate implementados en 2009 para hacerle frente a la crisis global proyectada desde EUA en el tercer trimestre de 2008, causaron un aumento en los déficits presupuestarios y en el volumen de deuda pública de muchos países, los estímulos fiscales y los planes implementados fueron necesarios para impedir que la recesión de 2009 se convirtiera en la nueva Gran Depresión. La primera semana de mayo de 2010, los ministros de finanzas de los 16 países que comparten el euro y el FMI, acordaron activar un programa de rescate financiero en el que se destinaran 110 mil millones de euros en tres años, de los cuales 80 mil millones procederán de los países de la eurozona. Durante 2010 Grecia podrá recibir hasta 30 mil millones. El plan de rescate está supeditado a un plan de reajuste fiscal en Grecia, cuyo cumplimiento será revisado cada tres meses por la Comisión Europea. El programa de ajuste que ha causado numerosas protestas y varias huelgas generales en el país, incluye un importante recorte del gasto, la reforma del sistema de pensiones, la privatización de empresas públicas y la reducción de los sueldos de los funcionarios, entre otras medidas. El problema radica en que las medidas de austeridad fiscal no serán suficientes para solucionar los problemas de la deuda griega, ni de los otros países identificados despectivamente como pigs por sus iniciales en inglés: Portugal, Irlanda y España; estas economías están creciendo a un ritmo muy lento o a tasas negativas, y por lo tanto no generan ingresos fiscales suficientes, además de que el alto desempleo que se observa, hace que los gobiernos tengan que gastar más en beneficios a los que se han quedado sin trabajo, por lo que cada euro previsto de reducción del déficit, equivale a menos de un euro de reducción real de ese déficit. El paquete de rescate instrumentado sólo está aplazando la solución del problema fiscal-económico-financiero de estos países, y quizá esté poniendo en riesgo al Estado de bienestar europeo y a la Unión Europea tal como la conocemos hoy en día.

 

No existe un consenso pleno sobre qué acciones implementar en el futuro para evitar que eventos como el griego se repitan, diversos analistas y políticos han sugerido diferentes medidas: Implantación de un mecanismo efectivo para prevenir déficits excesivos. Política fiscal centralizada. Mayores controles supranacionales que irían en detrimento de la soberanía nacional, por lo que podría considerarse como una excesiva inferencia externa. Pacto de Estabilidad que implique sanciones reales, límites más estrictos a los países más endeudados. Planes presupuestarios de los países autorizados por una comisión europea por adelantado. Mercados laborales más flexibles. Flexibilidad salarial para mejorar la competitividad de los países más deprimidos. Mecanismo de transferencias temporales a países con menos recursos en caso de impactos derivados de choques. Mecanismo de financiamiento de respuesta más rápida que el actual, en donde se necesita el visto bueno de 27 parlamentos nacionales, cada vez que se deben de adoptar medidas. Ajustes automáticos a los presupuestos públicos. Es importante destacar que esta crisis de deuda en Europa se desarrolló con los niveles de tasas de interés más bajos de su historia, 1%, por lo que si el BCE decidiera aumentar las tasas de interés, ante la recuperación de las economías europeas, añadiría más presión sobre las economías más endeudadas. A pesar de las medidas anunciadas por la Unión Europea, el FMI y el BCE, la incertidumbre ha persistido y se mantiene la percepción de que Grecia pudiera incurrir en una moratoria. El esfuerzo fiscal exigido a Grecia, en el marco del rescate, ha dado origen a una respuesta social muy fuerte y a final de cuentas, lo que pase al interior de Grecia será lo que defina su viabilidad económica dentro o fuera de la Zona Euro[6].

 

Refiriéndose a las gestiones económicas de los gobiernos griegos, dice:

 

Grecia mantuvo un gasto fiscal por encima de sus posibilidades durante los últimos diez años, gastó por encima de sus ingresos e inclusive llegó a manipular sus estadísticas oficiales, con el fin de hacer parecer al resto de la Unión Europea que sus finanzas marchaban dentro de lo permitido. El gobierno Griego compró durante años la paz social y el apoyo de los electores con torrentes de gasto público insostenibles en el tiempo, cargos públicos vitalicios, esquemas de pensiones muy generosos comparados con otros países, aplicación laxa de las leyes impositivas y grupos de interés con tratamiento fiscal de excepción. Con niveles de déficit público de 13.6% del PIB y una deuda pública equivalente a 115% del PIB, las dudas sobre la sostenibilidad fiscal comenzaron a extenderse y Grecia se vio obligado a ofrecer altas tasas para poder colocar sus bonos entre los inversionistas, con lo que se hipotecaron prácticamente los ingresos del Estado, ampliando el déficit y eliminando la posibilidad de implementar medidas contra cíclicas para estimular la economía. Ante el problema griego y la posibilidad de contagio al resto de Europa, se implementó un plan de rescate a cambio del cual Grecia se compromete a una fuerte reducción del gasto público. El plan de disciplina fiscal impuesto no parece ser suficiente, debido a que las altas tasas de interés que tiene que pagar para colocar sus bonos absorben el ahorro que consigue el gobierno con su drástico plan de austeridad. Esto dificultará en gran medida las posibilidades de recuperación de su economía, que es finalmente el elemento clave para poder salir del gran bache en el que ha caído. El sueño europeo de una mayor unificación política se ha visto interrumpido por la crisis del proyecto de unión económica, pero para superar la crisis actual los gobiernos europeos deberán demostrar, primero, al interior de sus países, que tienen la capacidad y voluntad políticas para continuar con el proyecto de unificación europeo. Las consecuencias políticas derivadas de los problemas económicos no se han hecho esperar, en Grecia, hay disturbios en las calles y huelgas en las fábricas; en el Reino Unido, un Parlamento sin mayoría ha tenido como consecuencia un gobierno de coalición que tendrá una gran dificultad para aplicar la disciplina fiscal; mientras que en Alemania, la canciller Angela Merkel ha perdido unas elecciones estatales decisivas después del rescate de Grecia. El ejemplo griego deberá servir para que los gobiernos de otros países asuman que no es posible vivir del exceso del gasto público por grandes periodos y sobre la necesidad de reformar los sistemas de pensiones que se desarrollaron bajo el cobijo del Estado Benefactor, la dinámica poblacional actual y las condiciones financieras así lo exigen. Los obstáculos políticos pueden impedir la aplicación de los planes de austeridad fiscal y de las reformas estructurales que se necesitan aplicar en Europa y que están poniendo en riesgo la unificación europea. ¿Desaparecerá la unión monetaria del euro?, no creo, se superará la crisis actual y gradualmente se irán implementando una serie de reformas institucionales, que incluyan un acuerdo fiscal generalizado de gasto público y mayores medidas de control presupuestario. Abandonar el euro sería declarar el fracaso del proyecto de integración europea lo que sería muy costoso en términos económicos, políticos y sociales[7].

 

Otro documento que usaremos para lograr descripciones, es el análisis de la Crisis financiera en Grecia de 2010-2014, publicada por la Enciclopedia Libre[8]. Las descripciones de la crisis económica helena se exponen de esta manera:

 

Se dice que la crisis económica griega tuvo lugar después de la crisis económica en Estados Unidos, en agosto del año 2007. A raíz de esta crisis el precio para financiar la deuda se disparó, lo que llevó al gobierno heleno a solicitar el 23 de abril del 2010 un paquete de ayuda financiera al FMI para evitar la suspensión de pagos. La atención financiera internacional se situó sobre Grecia en las primeras semanas de 2010 cuando la Comisión Europea acusó al ejecutivo griego de ocultar el verdadero déficit presupuestario. Al poco tiempo el primer ministro, del PASOK, Papandreu, admite la falsificación que fue cometida durante los gobiernos del conservador ND con ayuda del banco Goldman Sachs. Las condiciones del préstamo del FMI y la presión del BCE y de la CE para que Grecia cumpliera el Pacto de Estabilidad llevaron al gobierno griego a aprobar un paquete de austeridad con importantes recortes presupuestarios en política social, esto fue respondido por numerosas manifestaciones y disturbios y más de cinco huelgas generales. Grecia se convirtió así en el primer país europeo en solicitar ayuda externa debido al contagio financiero, siguiéndola Irlanda y Portugal. A pesar de los recortes presupuestarios la deuda continuó aumentando debido principalmente a que las medidas de austeridad provocaron una depresión económica con tasas de crecimiento negativo del PIB de hasta dos cifras que hundieron la recaudación fiscal, además de las cada vez mayores partidas presupuestarias para el servicio de la deuda pública, debido al aumento del interés que solicitaban los inversores para comprar deuda soberana griega. Para evitar nuevamente la suspensión de pagos, el gobierno griego se vio obligado a pedir un segundo rescate en el verano de 2011, lo que provocó tensiones con la Unión Europea y en el Fondo Monetario Internacional, que se plantean la posibilidad de abandonar al gobierno de Atenas para que declare la quiebra. El 10 de abril de 2014 finalizó “oficialmente” la crisis financiera del estado griego ya que ese día el Estado heleno logró colocar 3.000 millones de euros, sobre todo entre inversores extranjeros, en títulos a cinco años al 4,95% de interés.

 

Siguiendo la descripción de la crisis, se dice:

 

Durante las dos legislaturas del gobierno conservador de Karamanlís, se estuvieron realizando falsificaciones de los datos macroeconómicos de la contabilidad nacional. Tras las siguientes elecciones en el año 2009, el candidato socialista Yorgos Papandreu obtuvo mayoría absoluta parlamentaria. Su gobierno sacó a la luz que el anterior partido estuvo falseando las cifras. El partido conservador aseguraba que el déficit griego era de un 3,7%. Posteriormente el gobierno de Papandreu demostró que el déficit real era de un 12,7%, una cifra alarmante. Dicha falsificación fue conseguida mediante el uso de derivados complejos, emitiendo la deuda en otras divisas diferentes al euro, como el yen. Como los países pertenecientes al euro no tienen obligación de reportar a Bruselas dichos derivados, nunca nadie pudo saber las cifras reales. Goldman Sachs estuvo involucrado en dicha falsificación y ayudó a esconder el déficit de las cuentas griegas. Concretamente Mario Draghi, actual presidente del Banco Central Europeo, era vicepresidente para Europa de Goldman Sachs, con cargo operativo, durante el período en que se practicó la ocultación del déficit. En junio de 2011, Draghi tuvo que responder ante el Comité Económico del Parlamento Europeo por sus actividades en Goldman Sachs, en relación al ocultamiento en Grecia.

Una vez publicadas las cifras reales del país heleno, los mercados internacionales se les echaron encima. Las agencias calificadoras de riesgo, no dudaron en devaluar la calificación crediticia que poseía Grecia hasta el bono basura. Una vez realizadas las devaluaciones, los inversores comenzaron a exigir mucha más rentabilidad por dichos bonos, lo cual hizo que Grecia tuviera que endeudarse más para hacer frente a los actuales problemas económicos. También el mercado de los CDS exigió más dinero a los inversores a cambio de asegurar la deuda de dicho país. Por otra parte, la bolsa griega comenzó una exuberante caída; los mercados no confiaban ya en Grecia.

La Crisis financiera en Grecia de 2010 habría dejado al descubierto la realidad de una deuda histórica acumulada por los gobiernos democráticos pero sin su conocimiento o al menos sin el conocimiento pleno de muchos ciudadanos y organizaciones griegas, que demandan una auditoria a la deuda griega para conocer con exactitud su origen, sus deudores y su legitimidad. A la vista de la posible suspensión de pagos de la deuda los planes europeos para de renegociación de préstamos podrían suponer, encubiertamente, una reducción de la deuda o lo que se llama un impago selectivo de la deuda externa.

Yorgos Papandreu y su gabinete, tomaron medidas de ajuste fiscal. Las medidas más destacadas fueron la disminución salarial del funcionariado público, unos de 600.000 trabajadores, estableciendo la disminución en un 10%, un recorte del 30% del salario navideño y un aumento de la edad de jubilación desde los 61 a los 63 años. También el IVA fue aumentado entre un 0,5% y un 2% a productos seleccionados, así como el impuesto de hidrocarburos y el impuesto del tabaco y del alcohol. Dada la dificultad de emisión de la deuda helena, el gobierno decidió ascender la rentabilidad de los bonos hasta superar el 6%. Dichas medidas no fueron muy bien recibidas por la población, y los sindicatos decidieron convocar una huelga general que tuvo lugar el día 11 de febrero de 2010. En abril de 2011 el Gobierno de Yorgos Papandreu se comprometió a aplicar un nuevo plan de ajuste por valor de 23.000 millones de euros y a poner en marcha un plan de privatizaciones de 50.000 millones de euros adicionales.

A partir de septiembre de 2011 es cuando Grecia presiona para que la Unión Europea pague un segundo rescate. El nuevo plan de ajuste asociado a este segundo rescate se da a conocer el 21 de septiembre de 2011 y se toman las siguientes medidas:

• 30.000 funcionarios son mandados a una “reserva” previa al despido o la jubilación

• Los jubilados menores de 55 años perderán un 40% del importe de sus pensiones.

• Reducción de los salarios públicos en un 15%.

• Impuesto a la propiedad inmobiliaria (de 0,50€ a 16€ por metro cuadrado)

• Se obligará a pagar impuestos a quienes cobren más de 5.000€ anuales (frente a los 8.000€ anuales antes de la reforma)

 

El 1 de noviembre de 2011 se cesa a la cúpula militar por temor a un Golpe de Estado.  Además el 11 de noviembre tras la petición fallida del anuncio de un referéndum sobre la refinanciación de la deuda griega, dimite Yorgos Papandreu y se pone en su lugar el tecnócrata Lucas Papademos. El domingo 12 de febrero de 2012 se reúne el parlamento griego para aprobar el enésimo plan de ajuste, que supondría un enorme recorte en los salarios públicos y en las cuentas del Estado para pagar la enorme deuda contraída. La decisión se toma bajo una enorme presión ciudadana y extranjera. La negativa a aplicar el acuerdo implicaría la salida de Grecia del euro. Entre las medidas más polémicas se encuentran:

 

 • Ahorro del gasto público de 3.300 millones de euros.

• Reducir el salario mínimo un 22%.

• Despido de 15.000 funcionarios.

 

Sumidos en la crisis y en negociaciones continuas con la Unión Europea para renegociar la deuda, los griegos acuden a votar un nuevo gobierno. El resultado de las elecciones es que ningún partido obtiene los escaños suficientes para poder gobernar, y resulta imposible ningún pacto entre partidos, por lo que se convocan de nuevo elecciones para junio de 2012. Ante el temor de una posible salida del euro y una crisis bancaria los ciudadanos griegos empiezan a retirar su dinero de los bancos.

Para mediados de mayo algunos medios económicos ya consideraban que la salida de Grecia del euro sería inmediata, un escenario que el economista Tyler Cowen ya había considerado como posible en septiembre de 2011. Pero hubo un fuerte rechazo político por parte de todos los países y líderes europeos, que no llegaron a plantear la salida del euro como una posibilidad, debido a que en ese momento las consecuencias de una salida del euro hubieran sido desastrosas para toda la zona euro.

El 17 de junio los griegos vuelven a ser convocados a las elecciones parlamentarias, ante la imposibilidad de formar un gobierno. Son las elecciones griegas que más expectación han despertado en Europa debido a que el gobierno que salga de las elecciones decidirá previsiblemente la nueva política económica de Grecia y, en caso de ser necesario, la salida del euro de Grecia lo que podría generar un efecto en cadena en toda la Unión.

El 10 de mayo de 2010 frente a la inminente quiebra de Grecia la UE acordó dos medidas importantes:

 

• Un plan de apoyo a Grecia consistiendo de préstamos bilaterales de los países de la zona-euro por valor de 80 mil millones de euros y otros 30 mil millones de préstamos del Fondo Monetario Internacional. Hasta finales de 2011 se había pagado 73 mil millones de euros bajo este concepto, de los cuales 9.794 millones correspondían a la contribución española.

• La puesta en marcha del Mecanismo Europeo de Estabilidad con una capacidad de 750 mil millones de euros (60 mil millones del Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera de la comisión europea, 440 mil millones de garantías de los estados miembros y 250 mil millones aportado por el Fondo monetario Internacional).

 

El plan de rescate otorgado el año pasado estipulaba que en 2012 Grecia debía captar en los mercados la mitad de los recursos que necesitaba y el 100% para el 2013, pero la Unión Europea ha asumido que Grecia no estará en condiciones de captar recursos en los mercados internacionales a inicios del 2012 y que por tanto habrá que llevar a cabo un segundo plan de austeridad.

Generalmente, cuando un país tiene problemas económicos internos, suele llevar a cabo una devaluación de la moneda, pero en el caso de Grecia esto no era posible, pues pertenecía al euro. En varios medios de comunicación, sobre todo alemanes, apareció información sobre un posible abandono de Grecia de la moneda única. Una hipótesis que fue negada por activa y por pasiva por las autoridades griegas, europeas y el BCE. Volver al dracma permitiría a Atenas hacer devaluaciones competitivas para impulsar sus exportaciones que suponen el 10% del PIB, pero el golpe a la credibilidad del área de la moneda única podría desintegrar el euro. Los mercados interpretarían que se trata de un proceso reversible del que se puede entrar y salir, sin embargo, la Unión Monetaria Europea no prevé ningún mecanismo de abandono.

Frente a los efectos imprevisibles que tendría la eventual salida de Grecia de la unión monetaria europea, tanto la UE como el gobierno de Antonis Samarás optaron desde el principio por la permanencia de Grecia dentro de dicha unión. El posible pánico financiero a una inestabilidad “contagiada” a España o Italia, podrían generar un costo mayor que el que se incurriría en sacar a Grecia de la eurozona. Es posible que los costes que enfrentarían países como Alemania, en el financiamiento de Grecia, son menores que el posible costo que afectaría a toda la eurozona por la salida de Grecia. Estas conjeturas sobre la salida de Grecia, hacen que muchos políticos sean partidarios de la permanencia del país en el “sistema euro”. También la salida de Grecia supondría la suspensión de pago y un gran riesgo de quiebra de numerosas entidades financieras alemanas y francesas acreedoras de préstamos en Grecia, razón por la cual políticamente algunos conservadores se oponen a la salida de Grecia.

El 3 de octubre se reunieron en Bruselas los miembros del Eurogrupo y empezó a asumir como hipótesis de trabajo que Grecia podría no controlar el déficit a final de año. El control de déficit había sido el objetivo fijado hasta el momento por los países europeos para decidir si aumentar el plan de rescate.

Las medidas impuestas a Grecia durante 2010 y 2011, regresivas socialmente, tienen graves consecuencias sociales, además del debilitamiento democrático institucional y el aumento de la emigración económica, se produciría un deterioro generalizado de los niveles de salud. Empeoramiento de la atención sanitaria, aumento de los problemas psicosociales, incremento de los suicidios, disminución de la esperanza de vida, aumento de la corrupción y aumento de los niveles de violencia y delincuencia[9].

 

Contrastando los comportamientos ante los países en crisis, en la reciente historia económica, el análisis recoge apreciaciones políticas. El documento apunta que el trato con Grecia es discriminador si comparamos con el tratamiento que tuvo Alemania en la reconstrucción. También anota que Alemania no tiene memoria, pues tiene una deuda histórica con Grecia por la ocupación nazi del país heleno durante la segunda quera mundial.

 

 

Génesis y evolución de la crisis

 

El tercer documento descriptivo que usamos es el de Vicente Menezes  Ferreira Junior y Óscar Rodil Marzábal, titulado La crisis financiera global y las respuestas de política del Banco Central Europeo: un análisis crítico. Menezes Ferreira y Rodil Marzábal escriben:

 

La globalización de la actividad económica y la integración de los mercados han multiplicado el riesgo de contagio de las crisis financieras, pudiendo transformar una incertidumbre local en una crisis globalizada. Así, la crisis inmobiliaria procedente de una fuerte expansión de los créditos hipotecarios estadounidense es un ejemplo de este proceso. La expansión del crédito hipotecario requería un aumento sustancial de la demanda, lo cual implicaba relajar las condiciones de concesión de préstamos a las personas con escasa capacidad de pago, aunque dispuestas a aceptar intereses más elevados; haciendo extraordinariamente rentables estas operaciones. En realidad, todo esto descansaba en la confianza de que el continuo aumento de los precios de las viviendas garantizaría el ventajoso crédito concedido a los hipotecados (Krugman 2009; Roubini e Mihm 2010; Stiglitz 2010). En el bienio 2001-2002 EE.UU. atravesaba un periodo de recesión determinada, entre otros factores, por los efectos del estallido de la burbuja de precios de las empresas de tecnología y amplificada por los eventos de 11 de septiembre. A fin de evitar una recesión más prolongada, los gestores de política iniciaron una trayectoria de caída en los tipos de interés hasta llegar, a mediados de 2003, a un nivel del 1%, sin precedentes en 45 años, manteniéndose en ese nivel por más de un año. Adicionalmente, se instituyeron mecanismos que facilitaron el acceso al crédito relajando el nivel de garantías para su concesión. Como consecuencia, comenzó un proceso que haría más atractivo comprar una vivienda, alimentando un círculo vicioso que incrementaba los precios inmobiliarios. A los compradores les eran concedidas hipotecas, sin la exigencia de una entrada, sabiendo que las cuotas estaban muy por encima de sus posibilidades, lo que las haría inviables en el momento de recalcular los bajos intereses que habían sido ofrecidos para atraerlos. Además, una parte importante de estas prácticas pertenecía al grupo de hipotecas designadas SUPRIME. Así pues, las instituciones animaron a los compradores para que refinanciasen sus hipotecas, aprovechando la valorización de las viviendas. En este contexto, las instituciones rebajaron los criterios de préstamos, introduciendo nuevos productos. Todo eso contribuyó a alimentar la especulación, en un momento en que los precios inmobiliarios comenzaban a subir a un ritmo sin precedentes. Un escenario caracterizado por el alza de los precios inmobiliarios propició que los propietarios se sintieran más “ricos”, bajo una especie de "ilusión patrimonial". Como resultado de ello, junto a la expansión desenfrenada del crédito, tuvo lugar un boom consumista que sostuvo a la economía estadounidense durante los últimos años. Tanto la burbuja inmobiliaria como la dinámica de endeudamiento alcanzaron una dimensión exagerada. En esta espiral, las instituciones canalizaban el exceso de liquidez mediante la concesión masiva de créditos, incluyendo créditos hipotecarios a familias con pocos recursos y sin activos que podrían haber sido aportados como garantía. Una cuestión que surge es ¿por qué las entidades suavizaron las condiciones de los préstamos? La respuesta apunta en varias direcciones. En primer lugar, porque existía un convencimiento de que los precios no pararían de aumentar. Considerando que los precios seguían subiendo, para quien presta dinero no era crucial que la persona que había contraído la hipoteca pudiese pagar sus cuotas: si estas eran elevadas, el hipotecado podría conseguir más dinero solicitando un nuevo préstamo respaldado por la inversión líquida; o, en el peor de los casos, el hipotecado podría vender su vivienda para así poder liquidar la deuda. En segundo lugar, las instituciones financieras no estaban preocupadas por la calidad de las hipotecas, puesto que, en vez de conservarlas, las vendían a otros inversores que poco sabía lo que estaban comprando (Krugman 2009).

La abundancia de liquidez, en gran medida, facilitada por la Reserva Federal de EE.UU., permitió que los bancos concediesen créditos con notable facilidad, respaldados por un mercado inmobiliario en ascenso. En este contexto, la calidad de los préstamos poco importaba, sobre todo, cuando los bancos podían vender sus carteras de crédito a otras entidades, generalmente, bancos de inversiones y otras entidades con importante participación en los mercados (Varela y Parache 2007). A continuación, los créditos hipotecarios pasaron a ser “securitizados”, lo cual consiste en convertir el crédito en un título negociable en los mercados interbancarios. En realidad, la "securitización" es una forma de transformar activos relativamente no líquidos en títulos líquidos y poder transferir, así pues, los riesgos asociados a ellos a los inversores que los compran. Con esos créditos convertidos en títulos, los bancos ponían en marcha una estrategia agresiva, al captar recursos de otras instituciones, ofreciendo estos títulos en intercambio, para así prestar nuevamente dichos recursos. Más tarde, estos créditos volvían a ser “empaquetados” y securitizados para captar más recursos en el mercado y, así poder seguir en una espiral infinita que permitía a estos bancos captar recursos a cuenta de unos activos ficticios (Vence 2008). Durante el proceso de formación de la burbuja inmobiliaria, la práctica de securitización estaba más o menos limitada a hipotecas de bajo riesgo, o sea, a préstamos concedidos a individuos que podrían ofrecer una buena entrada y cuyos ingresos eran suficientes para abonar las futuras cuotas mensuales. Aunque, eventualmente, los hipotecados no cumplían con los pagos, bien porque habían perdido su trabajo o bien a causa de una urgencia médica, la tasa de insolvencia era baja y, dentro de esta perspectiva, tanto compradores como avalistas sabían más o menos lo que estaban comprando (Krugman 2009). Sin embargo, la innovación financiera más destacada, que hizo posible la conversión de las hipotecas de alto riesgo, fue el desarrollo de un instrumento denominado collateralized debt obligation (CDO) que representó otro paso para el admirable nuevo mundo de la securitización (Baily et al. 2008). En realidad, un CDO ofrecía participaciones sobre los pagos futuros de un determinado paquete de hipotecas, aunque no todas las participaciones poseerían la misma categoría. Por ejemplo, el CDO senior garantizaba participaciones preferenciales sobre los pagos de los hipotecados. Una vez satisfecho este grupo, el dinero sería repartido entre quienes poseyeran una participación junior. Dentro de esta perspectiva, el CDO representaba un instrumento financiero atractivo para el inversor, ya que ofrecía una alta tasa de retorno en comparación con otros productos financieros, sobre todo teniendo en cuenta el contexto de bajos tipos de interés (Orlowski 2008). Ahora, surge otra cuestión: ¿qué posibilidades existirían para que la cifra de hipotecados insolventes fuera lo suficientemente elevada como para poner en riesgo el flujo de las participaciones de los CDO senior? En realidad, muchas; aunque no observadas por las agencias de rating. Dichas agencias atribuyeron a los CDO senior la puntuación más alta (AAA), o sea, certificaron aquellos activos con “seguridad máxima”, asociando un grado de riesgo muy inferior al efectivo, haciendo su comercialización más fácil.

A pesar del equívoco atribuido a los CDO por las agencias de rating, el proceso de securitización no se detuvo ahí. La venta de los CDO generó un proceso especulativo en los mercados; es decir, una gran cantidad de inversores entró comprando los CDO con un elevado grado de apalancamiento para elevar su rentabilidad. Con el objetivo de cubrir el riesgo asumido, los inversores generaron, por su parte, nuevos títulos derivados de los CDO, como los credit default swaps (CDS), que eran seguros financieros que permitían a los inversores intercambiar y diseminar el riesgo. El gran boom inmobiliario de EE.UU. comenzó a disminuir, sin embargo, en el otoño de 2005. En esa época, los precios alcanzaran niveles tan elevados que impedían la planificación de la compraventa de la vivienda, ya que ni incluso las hipotecas con tasas de intereses ajustables cubrían las necesidades para la adquisición del inmueble. A partir de ese momento, las ventas comenzaron a descender, aunque los precios inmobiliarios continuaron subiendo durante algunos meses. Sin embargo, al final de la primavera de 2006 la debilidad del mercado comenzaba a ser evidente en un momento en que los precios bajaban lentamente para comenzar a acelerar su caída durante el año de 2007. Cuando el boom inmobiliario comenzó a disminuir y el nivel de insolvencia de los préstamos a aumentar, los valores que respaldaban las hipotecas SUBPRIME se transformaron en pésimas inversiones. ¿Por qué razón? Porque los titulares de los CDO senior tendrían una posición preferencial sobre los pagos, mientras que los titulares de los títulos con categoría inferior, solamente tendrían derecho a recibir después de que los CDO senior hubiesen recibido su parte. De este modo, era evidente que los títulos CDO con calificación inferior iban a sufrir pérdidas considerables y que, por lo tanto, los precios de esos activos se "derritieran”. Esto desencadenó, el fin de todo el proceso de securitización, ya que, como nadie estaba dispuesto a comprar dichos títulos, no era posible continuar con la venta de aquellos activos. A medida que la crisis inmobiliaria se iba agravando, también se iba haciendo cada vez más transparente el peligro de que las instituciones que habían prestado, podrían perder mucho dinero así como también los inversores que habían comprado títulos respaldados por hipotecas. En cualquier caso, la crisis SUBPRIME era sólo la primera fase de la crisis. En el momento en que los hipotecados pasaron a ser insolventes, aquellos inversores, que compraron los títulos basados en las hipotecas, percibieron que no podrían recibir el retorno que esperaban. En el momento en que esa percepción se propagó, los inversores advirtieron que tenían un enorme problema: un título cuyo valor en el mercado era muy inferior a lo que esperaban. Así, esos inversores estaban expuestos a un riesgo de liquidez mucho mayor de lo que pensaban en un principio. A partir de ese momento comienza la fase del pánico. Los propietarios de los títulos fueron descubriendo que no sólo no recibirían los intereses que esperaban sino que ni siquiera conseguirían traspasar esos activos a otros sin antes sufrir un pesado perjuicio. Se ha podido comprobar que la desconfianza llegó también a alcanzar a otros títulos semejantes, contagiando otros segmentos del mercado de capitales, bajo la idea de que era mejor intentar vender todos esos valores antes de que lo hiciesen otros. Ante este escenario, los precios de los títulos tendieron a declinarse, uno a uno. Como consecuencia, comenzó la fase de la crisis patrimonial.

Así, las instituciones financieras que habían comprado aquellos títulos respaldados en hipotecas SUBPRIME, cuando el valor de estos activos cayó, muchos se declararon insolventes, fallidos, y otros se situaron muy cerca de esa situación. Dado que una gran parte de las instituciones hizo ese tipo de inversión, todas estaban expuestas. En la mejor de las hipótesis, su capital, incluso aunque continuase siendo positivo, disminuyó a causa de la devaluación de sus activos. Llegados a este punto, siguiendo la visión de Carvalho (2008), coincidieron dos circunstancias en el tiempo. La primera es que las entidades fallidas se vieron obligadas a cerrar o a sufrir algún tipo de intervención o a ser vendidas a otras instituciones. La secuencia de quiebras, intervenciones y ventas bajo estrés tiende a propagar la desconfianza y el miedo no solo en el mercado financiero, sino también entre la sociedad, que pasa a temer por sus economías, ya que nunca se sabe con certeza cuál va a ser la próxima "ficha" en caer. La segunda circunstancia está referida a que las instituciones supervivientes se retrajeron, ya que compartían el mismo clima de desconfianza, también justificada porque su capacidad de préstamo había disminuido al contraerse su capital. El resultado es que las entidades pasaron a prestar menos y, como consecuencia de ello, las empresas quedaron sin capital para producir, los consumidores dejaron de adquirir bienes por la escasez de crédito etc. De este modo, la economía real comenzó su enfriamiento, el crecimiento se desaceleró o se transformó en contracción, el desempleo creció, y el riesgo de una recesión se instaló en la economía. En el siguiente apartado, se realiza un análisis sistemático de los factores determinantes que condujeron a la manifestación de la crisis global, diferenciando tanto sus causas inmediatas como sus causas estructurales[10].

 

Los autores del análisis pasan a describir los factores determinantes de la crisis; escriben:

 

Desde nuestra concepción y a modo de síntesis, el origen de la crisis global puede ser atribuido tanto a factores inmediatos, que guardan una relación más estrecha con el problema de las hipotecas, como también a factores estructurales, que conservan una relación más profunda, con la génesis de la crisis actual. Como parece razonable, las causas inmediatas son más fáciles de identificar ya que están directamente y visiblemente relacionadas con el problema. Por el contrario, las causas estructurales resultan más difíciles de reconocer, debido a su relación indirecta y subyacente, lo que exige un análisis más profundo del asunto en cuestión.

En atención a los factores determinantes de la crisis global, parece existir un consenso en la literatura en torno a que las causas inmediatas reposan en el sector financiero, en particular en su regulación negligente (Buiter, 2007; Eichengreen 2009; Fernández de Lis 2008; Goldstein 2008; Krugman 2009; Roubini e Mihm 2010; Stiglitz 2008), en los fallos en la evaluación de los riesgos de los productos financieros securitizados por las agencias de rating (Buiter 2007; Eichengreen 2009; Fernández de Lis 2008; Persaud 2009; Roubini e Mihm 2010), en los incentivos de las entidades financieras distorsionados con las necesidades de la economía proyectados en resultados de corto plazo (Stiglitz 2008), en la innovación de los instrumentos financieros (Farhi et al. 2008; Fernández de Liz 2008; Stiglitz 2008), entre otros. Sin embargo, existe también un cierto consenso en que otros factores subyacentes macroeconómicos desempeñaron un papel bastante decisivo, creando condiciones propicias para un boom del crédito y de la elevación de los precios de los activos inmobiliarios (Buiter 2007; Eichengreen 2009; Fernández de Lis 2008; Roubini e Mihm 2010; Stiglitz, 2008; Taylor 2009; Visco, 2009). Desde el punto de vista estructural, la crisis financiera es resultado de una multiplicidad de causas que van más allá de los fallos en la regulación del sistema financiero (Alvarez y Medialdea 2009; Fernandez et al. 2008; Sapir 2008; Stockhammer 2009; Wade 2008). En línea con la argumentación de otros autores como Crotty y Epstein (2008) y Epstein (2009), resulta más razonable pensar que fue el sistema financiero débilmente regulado, fundamentado en la hipótesis de eficiencia de los mercados, defendidos por el modelo neoliberal en las últimas décadas, el factor determinante de esta crisis financiera, ampliando la posibilidad de realización de actividades especulativas (Ferrari y Paula, 2009).

La crisis financiera es también el resultado de problemas estructurales intrínsecos al sistema capitalista, que están relacionados con el fenómeno de la desigualdad, empobreciendo todavía más a las clases menos favorecidas (Fernandez et al. 2008; Sapir 2008; Stockhammer 2009; Vence 2008). Desde esta perspectiva, nuestro análisis comulga con la idea apuntada por Fernandez et al. (2008) de que “la desigualdad genera inestabilidad”. En este sentido, las clases más desfavorecidas – fruto de una política generadora de desigualdades de renta - que no reunían las condiciones suficientes para hacer frente a los compromisos contraídos no deberían haber sido inducidas, en ningún caso, a entrar en un negocio hipotecario ficticio. A partir de ahí, la crisis eclosionó[11].

 

 

Capitalismo especulativo

 

Hay que dejar de considerar el caso de la crisis económica griega como caso aislado, acompañada de la crisis económica portuguesa, también la española y otros países europeos. No son casos aislados o como dicen los especialistas, que se deben a manejos administrativos inadecuados; esto es “ideología” en el sentido más pedestre del término. La crisis es mundial, se trata de la crisis orgánica y estructural del capitalismo, si se quiere, una de las formas de sus crisis cíclicas. La sufren tanto unos como otros, aunque la vivan de diferentes maneras. Es una crisis que afecta a Alemania, a Gran Bretaña, a Francia, tanto como Grecia, Portugal, España, Italia, Irlanda. Que unos países aparezcan como acreedores y otros países como deudores, tienen que ver con el cálculo restringido a los compromisos adquiridos por los países al conformar el euro y la Comunidad Europea, salvo en lo que respecta a Gran Bretaña. Esta crisis también alcanza a Estados Unidos de Norte América, quizás, más bien, haya comenzado ahí. Así mismo no escapan de la crisis  la Federación Rusa y los países asiáticos emergentes. Claro está, la crisis la vive, a su manera, dadas sus características, la República Popular China, a pesar de haberse convertido en la principal potencia económica del mundo.

Esta crisis, en particular, es provocada por el estilo “posmoderno” del capitalismo especulativo. La opción por la ganancia especulativa, por las tasas de retorno rápidas, por el mercado bursátil, por la compra de títulos, por el circuito del crédito sin respaldo, por lo menos sin el respaldo del ritmo de crecimiento del sostén productivo, industrial, del tejido más sólido del sistema capitalista, ha llevado a la economía mundo a una crisis, que tiene que ver con el estallido de las burbujas financieras. Esta es la raíz del problema. No es porque son los griegos, los portugueses, los españoles, los italianos, los irlandeses, malos administradores.  

La “ideología” pedestre de los especialistas atribuye la crisis de los países castigados a la “irresponsabilidad” administrativa.  Puede haber algo o quizás mucho de esto; empero, este no es el problema de fondo. En todo caso habría que preguntarse ¿quién es el “irresponsable”, el que presta o el que solicita y recibe el préstamo? Si revisamos la historia de esta crisis, que en términos de la historia económica reciente, comienza en la economía estadounidense, se puede observar que, a partir de un determinado momento, la estrategia económica fue la de captar inversiones en la compra de acciones, de títulos, de bonos, de deudas, acompañadas por la apertura, sin igual, de créditos, abiertos tanto a las empresas como a las familias, así como a los consumidores. Esta estrategia hizo subir los valores, de una manera inflacionaria, por muy encima de sus valores reales. Esta compulsión bursátil duró hasta el momento que no podía sostenerse con la estrategia especulativa, pues no contaba con respaldo de la economía sólida de la producción.  Es cuando los valores excesivamente valorizados caen, por gravedad, ocasionando la crisis financiera, que primero adquiere características de crisis económica inmobiliaria, viviendas que no se podían pagar. Después la crisis adquiere envergadura, mostrando su perfil financiero, afectando a toda la estructura económica.

La estrategia para “salir” de la crisis, por parte de los organismos internacionales del sistema financiero mundial, ha sido reinyectar fondos a los bancos, para salvarlos de la caída inminente. ¿Era esa una buena estrategia? Obviamente que no; ¿cómo se puede persistir en mecanismos y métodos que han desatado precisamente la crisis económica? Lo que ocurre en Europa, con sus propias características, circunstancias, condiciones e historias singulares, es parte de esta estrategia “anticrisis” que no es otra cosa que defensas virtuales ante la crisis del capitalismo especulativo.

 

En adelante nos concentraremos en la exposición analítica de esta crisis del economista marxista crítico Robert Brenner. En su libro La burbuja bursátil alimenta la expansión económica, escribe:

 

A finales de septiembre de 1998 se estaba gestando en Estados Unidos una crisis importante. La quiebra rusa desencadenó una huida en busca de calidad en los mercados de bonos, manifestada en el surgimiento de grandes diferencias entre los tipos de interés pagados por el relativamente seguro Tesoro estadounidense y los de otros títulos menos seguros, obligaciones de empresas, deuda pública de países subdesarrollados, e incluso la de algunos Estados europeos. Las acciones de los bancos comerciales cayeron en picado por miedo a grandes pérdidas en sus préstamos a los países emergentes. Pero las mayores pérdidas fueron las que sufrieron los hedge funds y las carteras de los bancos de inversión y comerciales, conocidos colectivamente como highly leveraged financial institutions, que perdieron miles de millones de dólares después de acumular enormes posiciones a largo en activos financieros de alto riesgo, baja calidad y elevada rentabilidad, compensadas por posiciones a corto en títulos de deuda pública de los países desarrollados.

 

El momento de la verdad llegó el 20 de septiembre, cuando el gigantesco hedge fund Long Term Capital Management (LTCM) confesó al gobierno estadounidense que estaba al borde de la suspensión de pagos. Fue en esa coyuntura cuando intervino la Reserva Federal, constituyendo un consorcio de catorce bancos y sociedades intermediarias de Wall Street para respaldar con 3.600 millones de dólares al LTCM. Greenspan justificó esta operación de rescate de una institución no bancaria argumentando que si la Reserva Federal no intervenía el sistema financiero internacional correría un gran riesgo. La Reserva Federal llevó a cabo entonces sus tres famosos recortes sucesivos de los tipos de interés, incluida una espectacular reducción entre dos de sus reuniones regulares. Si bien su finalidad inmediata consistía en contrarrestar el peligro de agarrotamiento de los mercados financieros, su objetivo más amplio era el de dar un impulso a las cotizaciones bursátiles, manteniendo el prolongado comportamiento al alza del mercado de valores. Las reducciones de los tipos de interés efectuada por la Reserva Federal marcaron así un punto de inflexión, no tanto porque la caída resultante en el coste del endeudamiento fuera tan grande, sino porque ofreció una clara señal positiva a los inversores de que deseaba un alza de las cotizaciones, a fin de estabilizar la economía estadounidense y la economía internacional que iban dando tumbos hacia la crisis. Greenspan negó enérgicamente, por supuesto, que sus reducciones de los tipos de interés pretendieran afectar a las cotizaciones bursátiles de las acciones. Pero los inversores no precisaban que se les recordara que esa intervención no era la primera que llevaba a cabo para salvar a financieros y empresas.

 

En octubre de 1987 ya intervino para evitar el hundimiento del mercado de valores, y entre 1990 y 1992 redujo a cero los tipos de interés reales a corto plazo para salvar a los bancos en declive y a las empresas fuertemente endeudadas, a raíz de las crisis de las cajas de crédito y ahorro y de los bancos comerciales, y para evitar la catástrofe de las fusiones y absorciones efectuadas mediante operaciones de endeudamiento. A los inversores tampoco les pasó inadvertido que el Tesoro estadounidense y la Reserva Federal se habían apartado de la estrategia seguida para salvar a los principales bancos internacionales con ocasión de la crisis de la deuda latinoamericana de 1982, a los inversores norteamericanos que estaban a punto de sufrir graves pérdidas como consecuencia del colapso mexicano de 1994-1995, y a los bancos internacionales, una vez más, cuando se produjo la crisis de Asia oriental en 1997-1998.

 

Los inversores vieron así confirmada su creencia de que Greenspan simplemente no iba a permitir que las cotizaciones cayeran demasiado, tanto más cuanto que eran conscientes de lo mucho que dependía la actual expansión económica del consumo y, por consiguiente, de los mercados de valores en alza. En realidad, Greenspan contaba probablemente con pocas opciones. El fundamento principal de la expansión estadounidense, la recuperación de la rentabilidad del sector industrial, se había debilitado bajo el impacto del dólar al alza y el empeoramiento de la sobreproducción mundial provocada por la crisis de Asia oriental. Entre 1987 y 1997, el crecimiento de las exportaciones había sido responsable de casi un tercio del crecimiento total del PIB, mientras que en 1998 y 1999, considerados conjuntamente, tan sólo del 7 por 100.

 

A fin de evitar un estancamiento a escala internacional, la Reserva Federal estaba en efecto sustituyendo el viejo tipo de estímulo de la demanda de corte keynesiano basado en déficit público, por una nueva modalidad de estímulo de ésta consistente en el aumento del endeudamiento privado, tanto de las empresas como de los consumidores. El estímulo estadounidense funcionaba de forma parecida a como lo había hecho a mediados de la década de 1970 y comienzos de la de 1980 para sacar al mundo de la recesión. La decisiva intervención de la Reserva Federal en los mercados de títulos y de crédito en el otoño-invierno de 1998 no sólo detuvo la alarmante caída del mercado de valores del verano precedente, sino que posibilitó un nuevo récord de éste, sin la ventaja de ningún aumento de los beneficios empresariales.

 

Así, durante 1998 y 1999, el índice de la Bolsa de Nueva York creció un 20,5 por 100 y un 12,5 por 100, respectivamente, a pesar de que los beneficios empresariales netos de intereses después de impuestos decrecieran un 3,9 por 100 y un 4,6 por 100. En esos mismos dos años, el índice S&P 500 creció un 27 y un 19 por 100, respectivamente, pese a que los incrementos de beneficios de las 500 empresas incluidas en el S&P fueran del 0 por 100 en 1998 y del 17 por 100 en 1999. La Reserva Federal volvió a tranquilizar a los mercados de crédito a finales de 1999, aparentemente con el fin de contrarrestar el eventual efecto 2000, inyectando liquidez en el sistema bancario hasta rebajar repentinamente el Federal Funds Rate del 5,5 a menos del 4 por 100, lo cual suponía la mayor desviación de la tasa prefijada en nueve años; de este modo, Greenspan abrió la vía a un frenético estirón final en los mercados de títulos de renta variable durante el primer trimestre de 2000. En marzo, el índice S&P 500 se había elevado un 20 por 100 por encima de su nivel a finales de octubre de 1999, esto es, 3,3 veces por encima de su nivel a finales de 1994. En cuanto al índice NASDAQ, que pondera los valores tecnológicos y relacionados con internet, su salto fue mucho más extremado, creciendo de 2.736 a principios de octubre de 1999 a 5.000 en marzo de 2000.

 

 

En relación a Las compras de acciones propias por las empresas, Brenner escribe:

 

 

Si bien las condiciones que favorecían la continua expansión de la burbuja bursátil fueron alimentadas por la Reserva Federal, la cotización de las acciones fue impulsada directa y conscientemente por las propias empresas. En el transcurso de la fiebre de fusiones y absorciones apalancadas de la década de 1980, las empresas habían iniciado la práctica de comprar sus propias acciones endeudándose para ello cada vez más. El notable resultado de esa práctica fue que las empresas realizaron la abrumadora mayoría de las compras de títulos de renta variable en esa época: no menos del 72,5 por 100 entre 1983 y 1990. Aunque sus gastos de capital fueron muy limitados en ese período, la generación interna de recursos de tesorería cubría tan sólo el 87,5 por 100 de esos gastos, financiándose el 12,5 por 100 restantes mediante endeudamiento. De lo que se deduce que el 100 por 100 de las compras de acciones por parte de las empresas se financiaron incrementando su pasivo. Estas compras absorbieron el 50 por 100 del total del endeudamiento de las empresas, que equivalía al 125 por 100 de las reservas (beneficios después de impuestos menos dividendos), y al 25 por 100 de los flujos de tesorería (reservas más amortizaciones).

 

Durante los tres primeros años de la década de 1990, a raíz de la crisis de la deuda empresarial, las corporaciones dejaron prácticamente de comprarse acciones propias o de endeudarse. Pero a partir de 1994, retomando esa práctica donde la habían dejado durante las fusiones y absorciones apalancadas de la década de 1980, contrajeron deudas mucho mayores. Como en aquel momento, además, apenas lo hicieron para financiar inversiones en nuevas instalaciones y equipos, que seguían cubriéndose sobre todo con fondos internos, sino principalmente para comprar sus propias acciones. La reanudación de las fusiones y absorciones, que se ha acelerado en los últimos años, explica algunas de estas operaciones. Los tipos de interés reales algo más bajos, que permitían obtener créditos más baratos, junto a un sistema impositivo que grava menos los beneficios del capital que los dividendos y permite a las empresas cancelar totalmente el pago de los intereses, fueron también factores a tener en cuenta. Pero está claro que, conforme iba avanzando la década de 1990, la creciente compra de acciones propias se veía impulsada cada vez más por el deseo de los ejecutivos empresariales, que recibían una parte cada vez mayor de su salario en forma de opciones sobre acciones, de aumentar el valor de las acciones de su empresa simplemente para llenarse sus propios bolsillos. Y para ello no vacilaron en recurrir a endeudar a sus empresas cada vez más. En 1999, el ratio pasivo/capital de las 500 empresas S&P se había elevado hasta el 116 por 100, frente al 84 por 100 de finales de la década de 1980, cuando la crisis de la deuda empresarial paralizó tanto los bancos como las empresas.

 

En los años 1994-1999, las deudas contraídas por las empresas no financieras sumaron 1,22 billones de dólares. De ese total, las empresas emplearon el 15,3 por 100 para financiar los gastos de capital, financiando el resto de tales compras a partir de reservas más amortizaciones, mientras que dedicaron 697.400 millones, esto es, más del 57 por 100 a la compra de acciones propias. Esa cantidad equivale aproximadamente al 75 por 100 de sus reservas, y al 18 por 100 de su flujo de tesorería.

 

Una de las descripciones y definiciones más sobresalientes de Brenner es la de Burbujamanía; a propósito escribe:

 

 

En el primer trimestre de 2000, el valor de las acciones de las empresas, su capitalización de mercado, se había disparado hasta 19,6 billones de dólares desde los 6,3 billones de 1994. La incongruencia de esta cifra, y de este aumento, era evidente desde muchos puntos de vista. Era absolutamente obvia, desde luego, la falta de conexión entre el aumento de las cotizaciones y el crecimiento de la producción y, en particular, de la rentabilidad de la economía subyacente. La capitalización de mercado como porcentaje del PIB ha precisado tan sólo cinco años, de 1995 a 2000, para triplicarse, pasando del 50 por 100 del PIB al 150 por 100, pese al hecho de que los beneficios después de impuestos de las empresas sólo han crecido en un 41,2 por 100 durante ese período. En cambio, fueron necesarios trece años, de 1982 a 1995, para duplicar ese porcentaje desde el 25 por 100 hasta el 50 por 100 del PIB, pese a que los beneficios empresariales crecieran en ese período un 160 por 100. Igualmente significativa era la divergencia sin precedentes entre la valoración de las empresas en el mercado de valores en términos del precio de sus acciones y el valor del capital financiero y físico que poseían. En el primer trimestre de 2000 la relación entre el valor en bolsa de las empresas no financieras estadounidenses y su patrimonio neto – lo que se conoce como coeficiente Q de Tobin – alcanzó el valor 1,92, frente al 0,94 en 1994 y el 1,14 en 1995, siendo su promedio a lo largo del siglo XX de 0,65. Era, por lo tanto, casi un 50 por 100 más alto que los dos máximos anteriores alcanzados por ese coeficiente en todo el siglo, que se produjeron, como no podía ser de otra forma, en 1929 (1,3) y en 1962 (1,2), es decir, en el momento final de los booms bursátiles de esas décadas.

 

Con los precios de las acciones de las empresas tan por encima del valor de los medios de producción y activos financieros de su propiedad, parecería que el sentido común de los inversores debería llevarles a comprar nuevas instalaciones y equipos, en lugar de comprar títulos, con el fin de garantizar el valor de cualquier cantidad de capital. El que con tanta frecuencia hicieran lo contrario era una clara indicación de que se estaba hinchando una burbuja. Finalmente, en marzo de 2000, el PER (price-to-earnings ratio) de las 500 empresas S&P – la relación entre el precio de compra medio de una acción, y los beneficios anuales que proporciona – alcanzó el valor de 32. A la vista de la gran divergencia entre el aumento de la cotización de las acciones en Bolsa y el incremento de beneficios, no es de extrañar que se tratara de otro récord, al menos un tercio más alto que los máximos anteriores de este ratio en todo el siglo XX, y casi dos veces y media su promedio histórico de 13,2. La tasa de rendimiento anual de las acciones – el llamado ratio de rentabilidad, que es simplemente el PER invertido – fue, por lo tanto, extraordinariamente bajo en términos históricos, en torno al 3 por 100, frente al promedio histórico del 7,7 por 100. Cabría esperar, por consiguiente, que las acciones se consideraran como una inversión cada vez peor. El hecho de que ocurriera lo contrario suponía que la compra de acciones, en su mayor parte, respondía a la esperanza de que sus precios subieran aún más, fuera cual fuera el tipo de rendimiento de las empresas, y constituía un signo más de la dinámica de la burbuja[12].

 

 

 

 

Conclusiones

 

 

1.   La deuda es una relación de poder. La fuerza afectante despoja de su condición libre a la fuerza afectada; la despoja de lo que puede, la captura, la inhibe, convirtiéndola en la eterna deudora. Hay también la inoculación de la consciencia culpable. La fuerza atrapada en la deuda se convierte, a la vez, en deudora y culpable. Tiene que pagar por los dos “pecados”.

 

2.   Es también una economía política; podemos hablar de la economía política de la deuda. Como toda economía política separa lo concreto de lo abstracto, valorizando lo abstracto, desvalorizando lo concreto. En este caso, lo concreto es lo que tiene el deudor, sus recursos, su vida; va a ser despojado de lo que tiene, de sus recursos y de su vida, a nombre de la deuda, por cobro de la deuda; que es una aritmética del cobro, del permanente cobro. Una cadena de la que no se sale. Lo abstracto es la deuda, la cantidad de la deuda, que se muestra, como si tuviera vida propia, pues crece, parece reproducirse. Este es el nuevo fetiche, no el fetiche de la mercancía, sino el fetichismo financiero, que muestra las relaciones sociales como si fuesen relaciones dinerarias, entre cantidades dinerarias. Los personajes de este fetichismo financiero son el crédito, como Dios dador de dinero, y el préstamo, como recepción del crédito, que también puede figurarse como creyente y pecador; empero, recepción maldecida, desde un principio, pues es culpable por prestarse, después por no pagar lo que corresponde a la aritmética de la deuda, con sus amortizaciones, sus intereses y sus castigos.

 

3.   Como dice Maurizio Lazzarato, la deuda es la relación acreedor-deudor, es una relación organizada en torno a la propiedad, es una relación entre quien dispone o no de dinero. La propiedad, más que referirse a los medios de producción como decía Marx, gira en torno a los títulos de propiedad del capital, por tanto hay una relación de poder que está modificada respecto a la tradición marxiana, esta desterritorializada por decirlo con Deleuze y Guattari – está a un nivel de abstracción superior, pero de todos modos está organizada en torno a una propiedad: entre quien tiene o no acceso al dinero.

 

 

4.   Asistimos no solo a la clausura de un ciclo de hegemonía del capitalismo, para ingresar a otro, estructuralmente distinto, bajo otra hegemonía, sino a una transformación en las relaciones de poder, que sostienen las relaciones de dominación de las formas actuales del capitalismo. Estas relaciones de poder han convertido a los pueblos en culpables y en eternos deudores. La aritmética de la deuda, es el mecanismo cuantitativo del mayor despojamiento y desposesión que se efectúa contra la humanidad al quitarle la posesión de su vida, de su libertad; es decir, de la decisión sobre su cuerpo y energía, al convertirlo en el actual explotado, el que resumen la historia de todos los explotados anteriores, la figura que sintetiza, si se quiere, las figuras de todos los explotados, subalternos, condenados de la tierra, esta figura es la del eterno deudor

 

 

 

 

 

 

 

 

La inscripción de la deuda

 

 

 

Tesis sobre la dominación del capitalismo financiero

 

Nota 5 Crítica del enfoque de reformismos y progresismos actuales

 

 

¿Cuál es la lógica y el funcionamiento del capitalismo financiero? Ciertamente preguntamos por la lógica de la valorización financiera. ¿Cómo hace funcionar la aritmética financiera en esta valorización? ¿Por qué se superpone a la lógica de la valorización capitalista efectuada en la producción?  ¿Por qué se desplaza desde las inversiones productivas a las inversiones especulativas? ¿Rinde más el capital especulativo que el capital productivo? Por lo menos parece cuando se trata de comparar las tasas de retorno de corto plazo con las tasas de retorno de largo plazo. Sin embargo, el rendimiento del corto plazo es provisional si no es ilusorio; resulta ser más contingente, pues se sostiene en burbujas; en cambio, el rendimiento a largo plazo, a pesar de la espera, el mayor esfuerzo, la exigencia de infraestructura y estructura sólidas, un manejo administrativo puntillosos y sistemático, a pesar entonces de sus costos, es menos contingente y asegura cierta sostenibilidad material de la economía. ¿Por qué entonces se apuesta por el capitalismo especulativo?

Hay que entender que el capitalismo funciona como economía-mundo y como sistema-mundo. Es una ingenuidad seguir manejando criterios nacionales para analizar las economías nacionales, cuando ninguna economía nacional funciona aisladamente; funcionan en el sistema-mundo. Desde esta perspectiva, la del sistema-mundo capitalista, se puede explicar esta inclinación recurrente por la especulación financiera de parte de las burguesías, la híper-burguesía mundial, los organismos internacionales del orden mundial, las instancias decisorias del sistema económico mundial y del sistema financiero mundial. Solo podría explicarse esta inclinación especulativa en el contexto del sistema-mundo, pues la estructura dominante, los centros económicos mundiales, puede apostar a hacer algo, que parece descabellado, a primera vista, cuando la materialidad económica, que sostiene esta especulación, se transfiere a las periferias y semi-periferias del sistema mundo. La desindustrialización de las potencias económicas tradicionales – contando con que se quedan con la generación de tecnologías de punta -, la transferencia de la industria a los países emergentes, el reforzamiento de la división del trabajo internacional y del mercado mundial, relegando a las periferias a la especialización en economías extractivistas, muestra claramente, que la opción por el capitalismo especulativo, la valorización especulativa, se sostiene en esta transferencia productiva y en este reforzamiento extractivista.

La opción por el capitalismo especulativo se explica entonces por sus ritmos rápidos, sus plazos cortos, sus altos rendimientos coyunturales. Entonces la híper-burguesía mundial se inclina por el capitalismo burbujeante pues relega la producción real a las potencias emergentes, a las semi-periferias y a las periferias del sistema-mundo capitalista. No es que se ilusiona con la virtualidad de la valorización especulativa, sino que sabe que puede valorizar especulativamente, transfiriendo los costos de producción de esta especulación, los costos de la industria productiva, a las potencias emergentes; sabe que puede valorizar especulativamente, pues expande intensamente el modelo extractivista, haciendo recaer este peso en las periferias del sistema-mundo.  Por lo tanto, la valorización del capital, al concurrir mundialmente, se sostiene en el incremento de la explotación de la fuerza de trabajo, ahora diseminada, desorganizada, llevada a la condición nómada; se sostiene en el incremento de la dominación de la naturaleza, contaminando, depredando y destruyendo sus ecosistemas;  se sostiene despojando y desposeyendo a los pueblos de los países periféricos de sus recursos naturales.

Lo que pasa es que el capital se ha hecho más abstracto de lo que era. Ya no es equivalente general que se invierte y se valoriza, no es el capital ponderado en su composición orgánica y en su composición técnica,  no es el capital que se puede ver realizado en los medios de producción y en la masa de trabajadores, tampoco es el capital que se puede observar en las rutas de sus circuitos; el capital, hoy, es la suma de acciones, son los títulos, es decir son las cantidades o las cifras que entran en juego, en la bolsa de valores, donde adquieren la magia de la ductilidad, que puede convertir en multimillonarios de la noche a la mañana, a hombres astutos o afortunados, por el azar del juego o, si se quiere, por la manipulación en el juego de valores. El capital se realiza, se valoriza, en la concurrencia y en la compulsa de valores. No puede haber juego más especulativo que este, el financiero.

Es como una arena de gladiadores, en este caso de gladiadores aristócratas, que se baten en la arena bursátil. Pueden perder todo o ganar todo; se arriesgan, prácticamente apuestan, manejan información; sin embargo, también saben que hay contingencias. El problema es que estos gladiadores bursátiles arrastran en sus juegos al resto de los humanos, que hacen como espectadores atónitos. No es que arriesgan sus vidas por hacer lo que hacen, eso hasta sería digno, sino que arriesgan las vidas del resto de la humanidad, sin poner el pellejo de ellos, los gladiadores aristócratas. En realidad, en sus juegos, se juegan con las economías de los países de la que depende la sobrevivencia de la inmensa mayoría de la humanidad.

 

¿Cómo explicar esta parcialidad especulativa dominante en la totalidad del sistema, que si bien se mueve en la “ideología”, en el fetichismo de la mercancía, en la contabilidad abstracta de la ganancia y los costos de producción, de todas maneras se sostienen en la valorización efectiva, la valorización efectuada en la producción? El mundo como representación, en la representación “ideológica” de la economía como “ciencia”, está dentro del mundo efectivo, del devenir mundo de los acontecimientos; es decir, se encuentra en la complejidad, la que reduce en sus representaciones. Es menester explicarse el capitalismo desde la perspectiva de la complejidad, es menester interpretar este desplazamiento financiero del capitalismo desde la perspectiva de la complejidad. En Crítica de la economía política generalizada, en el capítulo El capitalismo desde una mirada de la complejidad, escribimos:

 

Hablar de capitalismo es hablar de un plano, el económico, que forma parte de un bloque de planos articulados e integrados en una totalidad, que no es económica sino compleja. Pretender explicar esta complejidad desde el plano de intensidad económico es reducir la complejidad a la racionalidad económica. Con esto, esta reducción oculta la complejidad a la mirada, con esta reducción se niega comprender la complejidad, ilusionándose que todo funciona como funciona la economía. Las teorías del capitalismo, incluso las críticas, han hecho esto, han optado por la reducción. Si bien estas teorías han ayudado a entender el funcionamiento del capitalismo, del modo de producción capitalista, del sistema-mundo capitalista, no lo terminan de comprender, pues este capitalismo no funciona aisladamente del resto de los planos, no funciona sino en la complejidad.

Tomando en cuenta sólo el plano de intensidad económico, lo que se considera que funciona como un modelo o como un sistema, no funciona así, pues no funciona cerradamente sino en interrelación con el resto de los planos de intensidad de la complejidad; lo que introduce “lógicas” y funcionamientos no contemplados por el modelo. Gran parte de las sorpresas llevadas por las teorías económicas tienen que ver con esta situación, esta vinculación con la complejidad, la que no tomaron en cuenta, de la que hicieron abstracción. Por lo tanto, la economía capta una “racionalidad” incompleta o, mas bien, reduce la complejidad a su propia racionalidad; no puede, se ha cerrado el acceso, a comprender la racionalidad integral de la complejidad.

 

Por otra parte, no es el sistema o el modo el que funciona por sí sólo, como si tuviera vida propia; este sistema o modo es movido, dinamizado, construido, por multiplicidades de dinámicas moleculares, las que se asocian y componen, conformando ámbitos de producción y reproducción social, no en el sentido económico sino en el sentido de bio-producción y bio-reproducción; es decir, en el sentido de la complejidad. Esto exige comprender las constelaciones bullentes de estas dinámicas moleculares y estas composiciones molares; constelaciones que pueden parecer aleatorias, que, sin embargo, contienen lógicas complejas, quizás tejidos complejos de lógicas.

Esta complejidad exige poner atención a las múltiples dinámicas moleculares, a sus composiciones proliferantes, a las constelaciones bullentes, no sólo para comprender la complejidad misma, sino incluso comprender el plano de intensidad económico; en este caso, el llamado capitalismo.

 

Lo que se llama crisis económicas del capitalismo tiene que ver con las incomprensiones del pensamiento económico de la complejidad, de la articulación integrada del plano de intensidad económico en la complejidad. Esto sin negar las dinámicas económicas de los ciclos de las crisis, considerando las variables económicas como indicadores, en sus interrelaciones matemáticas. Por lo tanto, estas crisis han sido también alimentadas por la propia racionalidad económica, sus intervenciones estratégicas, políticas, administrativas y técnicas, por las decisiones individuales, grupales, de clase, decisiones políticas gubernamentales, disposiciones estructurales estatales, incluso por resoluciones globales de organismos internacionales. Dicho de otra manera, para ilustrar, lo que se llama capitalismo es la voluntad plasmada de clase, que busca imponerse como intensidad de la voluntad de clase dominante, actuando en el plano de intensidad económico; imponerse a los espesores de la complejidad del tejido espacio-tiempo-vital-social, si se quiere, a las ecologías dinámicas de planos de intensidad oikológicos, estratificados y sedimentados, actualizados en un presente donde adquieren simultaneidad. Este reduccionismo choca con la complejidad[13].

 

Desde esta perspectiva la pregunta es: ¿El capitalismo se explica por la valorización? La respuesta a la pregunta, en el ensayo citado, se expresa así:

 

En otro ensayo dijimos que proponer que el capitalismo se explica por la lógica de la valorización abstracta es insostenible, aunque los economistas así lo consideren, incluso los críticos de la economía, los marxistas[14]. La acumulación por la acumulación, la producción por la producción, la valorización por la valorización, son hipótesis metodológica de los modelos económicos; de ninguna manera tiene sentido en el desenvolvimiento efectivo de este sistema-mundo capitalista. Dijimos también que, lo que efectivamente captura la maquinaria capitalista es energía, energía natural, energía humana, intelecto general, potencia social. El capitalismo se apropia de parte de los ciclos de la vida; es un bio-poder, una bio-producción. Esta es la materialidad dinámica que mueve efectivamente el sistema-mundo capitalista. Que en la historia del bio-poder y la bio-producción de las sociedades humanas, el capitalismo es el sistema que ha llegado más lejos, radicalmente más lejos, no quiere decir otra cosa que ha concentrado y centralizado las fuerzas capturadas de la potencia social como nunca antes, orientándolas a la producción y al consumo compulsivos. Ha trastrocado las condiciones mismas de la producción con la revolución industrial, después con la revolución tecnológica y científica, ha trastrocado las condiciones mismas de las necesidades y de la satisfacción de las necesidades.

La paradoja que se genera es la que se da entre un sistema altamente productivo, altamente eficiente, sistema mundializado, y los efectos destructivos que desencadena, tanto en lo que respecta a la cohesión de las sociedades humanas como en lo que respecta a los ecosistemas. La acumulación capitalista se explica, al final de cuentas, por su capacidad destructiva sin precedentes.

Ahora, respecto a la crisis capitalista, podemos decir, acompañando a Robert Brenner, que es la misma capacidad productiva capitalista, que genera tasas altas de rentabilidad ascendentes, la que ocasiona la larga etapa del descenso de las tasas de rentabilidad, ralentizando la producción y las inversiones productivas. A esto se llama crisis de sobreproducción[15].  Es decir, es el mismo aumento de la productividad lo que ocasiona la crisis; paradójicamente uno de sus efectos es la disminución de la misma productividad. No se trata solamente de los ciclos de Nikolái Dmítrievich Kondrátiev, que comprenden el ascenso y el descenso, que no deja de ser una concepción abstracta y estadística, sino del efecto masivo de la competencia productiva, comprendiendo ciclos largos. Masivo en el sentido de la intervención de múltiples agentes productivos, en distintos niveles y en distintas zonas geográfica, de empresas industriales, que administran complejas organizaciones tecnológicas, orientadas a la producción. Hablamos de la producción industrial, montada sobre la base de la división del trabajo, seriada y especializada, articulando sus productos como parte de armados compactos o, en su caso, fragmentados y articulados para su compactación, que finalizan el proceso productivo. Agentes productivos, empresas, cadenas productivas, que funcionan y se vinculan por medio de una infraestructura, una logística, que se conforman como redes.

En estas condiciones, del capitalismo de postguerra, posterior a la segunda guerra mundial, cuya composición orgánica de capital, hablando en términos de la economía marxista, es preponderante el capital fijo, siendo menor la participación del capital relativo. Hablamos de grandes inversiones en tecnología, que repercuten en el incremento de la productividad, por lo tanto, en el incremento de la rentabilidad, en esta etapa ascendente del ciclo mediano del capital. Arrastrando a todo un bloque de líneas de producción de manufacturas, a hacer lo mismo, en esta competencia por la rentabilidad y los mercados. Estamos ante un mapa productivo desigual, donde las empresas más productivas, con mayor capacidad tecnológica, se llevan la mejor parte. Cuando se trata de la interpretación económica de un país industrial, de una potencia industrial,  tenemos que hablar de la utilidad media, de la rentabilidad promedio, calculando lo que pasa en la curva de una secuencia. Se pueden notar tendencias promedio ascendentes, que contrastan con tendencias promedios  descendentes. El problema no es sintomático, es decir, el problema no aparece como síntoma,  cuando se trata de periodos cortos; se interpreta como que puede deberse a contingencias coyunturales; el problema aparece como síntoma cuando se trata de periodos largos, cuando la tendencia es perdurable, en lo que respecta a los promedios descendentes. Haciendo abstracción de comportamientos locales, nacionales y hasta regionales, de variaciones periódicas cortas, se puede decir, en general, que es sintomática la tendencia a prolongarse de los promedios de rentabilidad descendente de capital. Hecho que coadyuva, a disminuir las inversiones productivas, cuya tasa de retorno es de largo plazo; hecho que ocasiona la profundización del problema. A la merma de la rentabilidad relativa, se suma la restricción productiva y el desempleo. Ahondándose entonces la crisis.

Sin embargo, como dijimos, se trata de una crisis de sobreproducción. No es que la economía se estanca; al contrario, paradójicamente se dinamiza, sobre todo con la aparición de inversiones nuevas en nuevas tecnologías, impactando en los niveles de productividad. Estas inversiones, que corresponden a nuevos agentes y nuevas empresas, teóricamente están en condiciones de beneficiarse con tasas de rentabilidad mayor, en relación a las empresas que quedaron rezagadas, respecto a las nuevas tecnologías empleadas. Sin embargo, esta situación no se materializa fácilmente. La empresas tradicionales, las que tienen capturados mercados, pueden responder a la competencia bajando también sus precios, disminuyendo su rentabilidad, para resistir y persistir en el mercado; incluso están en condiciones de disminuir un poco más sus precios, evitando que las nuevas empresas puedan competir con ellas, a pesar de sus ventajas comparativas. Ciertamente, las empresas que no están en condiciones de hacer esto, dejan su espacio a estas empresas pujantes. Empero, en la medida que hay resistencia de las empresas tradicionales, las nuevas empresas tienden, mas bien, a abrir nuevos mercados; incluso invirtiendo en nuevas áreas geográficas, donde el costo de la fuerza laboral es más barata. Con esto, la oferta mundial aumenta. Llega un momento, donde las empresas tradicionales y las empresas nuevas, las inversiones fijas y plasmadas, que exigen respetar su propio ciclo de desgaste, pues transformar la tecnología implicarían costos muy grandes, vuelven a chocar con las empresas pujantes, que incursionan en el mercado y la producción con inversiones en tecnología de punta. En conjunto, estas intervenciones, estas resistencias y estas innovaciones, saturan la oferta, ocasionando una sobreproducción, que no puede ser absorbida, por lo menos inmediatamente, incluso a mediano plazo. 

Todos estos eventos configuran un panorama, que puede comprenderse como el cuadro de las condiciones que inciden en prolongar la tendencia a la disminución de la rentabilidad. El sistema capitalista mundial no puede salir de esta orientación desde las crisis desatadas durante la década de los setenta del siglo pasado. En este contexto, se han dado periodos benéficos para bloques regionales, mejor dicho, para países de bloque regionales; se puede nombrar, por lo menos, a tres países que se beneficiaron, por periodos, en el contexto de la crisis. Hablamos, primero, de Alemania y Japón, después, a finales del siglo, sobre todo a comienzos del siglo XXI, de China. Sin embargo, en conjunto, incluyendo a China, no se puede decir, que el sistema-mundo escapó a la crisis.

La pregunta es: ¿Por qué, contando con semejante información lograda por los centros estadísticos, por el cálculo económico, por el análisis descriptivo, incluyendo la rapidez y la acumulación de la información, los estados, los oligopolios, las empresas, no pueden detener la crisis? ¿Por qué persisten en acciones y decisiones que, más bien, ahondan la crisis? ¿Explica esto el comportamiento individualista, de cada agente, de cada empresa, incluso de cada monopolio, que opta por beneficiarse particularmente, a pesar de que su comportamiento afecte al conjunto y, por lo tanto a mediano o largo plazo, al mismo agente económico?  Esta es de alguna manera, una de las interpretaciones de Brenner.  

En este contexto, podemos apreciar, que el neoliberalismo, buscando incidir en la crisis, para salir de ella, con medidas que suspenden los derechos del trabajo, los derechos sociales, achicando notablemente la inversión social, más bien, ha ahondado la crisis. Al buscar disminuir los costos de producción en lo que cree que afectaba a su incremento, en el costo salarial, en los beneficios sociales, lo único que ha hecho es ilusionarse en el impacto coyuntural, sin poder escapar a las consecuencias estructurales del periodo. El neoliberalismo es un factor más de la crisis.

A tal punto parece confirmarse lo que decimos, pues asistimos a un desplazamiento espectacular de la crisis; las políticas neoliberales han optado a gran escala por resolver la crisis con procedimientos financieros, también a gran escala. El neoliberalismo o el pensamiento neoliberal han confundido el capitalismo, su funcionamiento, con su representación cuantitativa, sobre todo con su representación aritmética financiera. Cree que se puede salir de la crisis con estrategias financieras, es decir, monetaristas. Olvida que la moneda es una representación, un equivalente general; lo que ocurre en la “realidad” no puede resolverse en el mundo de las representaciones, menos de las representaciones cuantitativas, mucho más si se trata de la representación financiera. Las medidas monetaristas no son otra cosa, que la inyección dineraria, no de capital, en los circuitos del fantasma de la representación, en el sistema bancario. El impacto es superestructural, utilizando esta metáfora marxista, beneficia a los administradores de la crisis, el sistema bancario, el sistema financiero. 

Teóricamente no se trata de invertir en el incremento de la productividad para volver a incrementar la sobreproducción, aunque siempre se trata de invertir en mejorar la racionalidad de la producción. En la interpretación de Brenner se trata de ordenar, organizar, racionalizar, en sus palabras, de planificar. Esto parece coherente; sin embargo, cree poder controlar las variables intervinientes en el plano de intensidad económico; en el mejor de los casos, una hipotética planificación mundial lograría reabrir un periodo o una etapa de equilibraciones en los niveles de las rentabilidades. Podría prolongar un largo periodo ascendente; empero, no podría detener el retorno de la crisis, aunque sea en un largo plazo. Pues la sobreproducción, debido al desarrollo de las fuerzas productivas, no puede dejar de darse. Mientras un sistema y, obviamente, sus subsistemas, sus estructuras, sus operaciones de clausura, busquen rentabilidad, es decir, valorización del valor, no pueden dejar de ocasionar la sobreproducción.

En otras palabras, algo que se sabía, por la crítica de la economía política,  que el capitalismo genera su propia crisis; sin embargo, ahora, se entiende de otra manera. No de una manera general, como si fueran leyes inherentes a la historia, sino de una manera concreta y compleja; entonces el capitalismo genera su propia crisis orgánica en el mismo desenvolvimiento de su racionalidad económica, combinando efectos estructurales con efectos masivos de acciones particulares que buscan la ganancia.

Sin embargo, dicho esto, con esta apreciación, aunque minuciosa y analítica de las tendencias inherentes, no queda descrito el problema, pues no se trata del plano de intensidad económico; este plano no es la estructura económica, que sostiene la superestructura política, cultural e ideológica. No es la base determinante. El plano de intensidad económico es una representación.  El efectivo acaecimiento del capitalismo se da de manera integral, comprendiendo el entrelazamiento de todos los planos de intensidad de la complejidad. El funcionamiento en el plano de intensidad económico, considerando todavía estas representaciones, depende de lo que acontece en los planos de intensidad no económicos. Por ejemplo, para retomar un lenguaje sociológico, de lo que acontece en los campos políticos, en los campos sociales, como el campo cultural, como el campo escolar; para decir algo, en la topología de los habitus.  Yendo más lejos, depende de lo que acontezca en lo que respecta a la incidencia de distintos procesos singulares; por ejemplo, la accesibilidad de los recursos naturales, las políticas y leyes permisibles en los países, las demandas de la revolución industrial-tecnológica-científica-cibernética, las demandas de las poblaciones. Lo que ha llamado la ciencia o las ciencias económicas, abarcando a sus corrientes, contingencias, resultan ser prioritarias al momento de comprender la mecánica económica en los espesores de la complejidad.

La ciencia económica al concentrarse en lo que considera fenómenos y procesos propiamente económicos, si bien ha ayudado, en principio, a simplificar la explicación, dibujando modelos operativos, ha terminado atrapada en un enfoque abstracto y simple, aislado de la complejidad. Los modelos reductivos, aunque con elaboración teórica,  ayudan a comprender el fenómeno del capitalismo, a partir de un esqueleto de su corporeidad sistémica; sin embargo, están lejos de dar cuenta de las dinámicas, de los entramados, del mismo plano de intensidad económico, vinculado articuladamente a múltiples planos de intensidad de la complejidad. La ciencia económica, incluyendo a la versión marxista, está lejos de comprender la dinámica y la mecánica de la crisis.

La crisis no es solamente crisis económica, es una crisis civilizatoria. No solamente en el sentido difundido por el activismo anti-moderno, sino en el sentido de sus límites culturales. Para ilustrar, déjenos dibujar la siguiente figura; la modernidad no puede ver su entorno, considera que es todo, el mundo, más allá no hay nada. No sabe que es el entorno la que constituye a la modernidad. Por lo tanto, la modernidad no puede verse a sí misma. Sólo ve su representación.

La modernidad es una representación estética de la experiencia de la vertiginosidad, experiencia de la transvaloración con la que las sociedades perdieron su pasado, para vivir un viaje estrepitoso al futuro. La modernidad no representa todo lo que acontece.  Lo que acontece no se resume a una palabra, tampoco a un concepto, que comenzó siendo una metáfora estética.  Lo que acontece no acontece en el lenguaje sino en la diferencia radical del acontecimiento. En el entrelazamiento de multiplicidad de singularidades. No solo se trata de la modernidad en clave heterogénea o si se quiere de las modernidades heterogéneas, sino de la simultaneidad de civilizaciones alternativas. 

La modernidad en clave heterogénea no ha hecho desaparecer las civilizaciones con las que se encontró; las ha eclipsado, exilándolas a la sombra. Si se quiere, se puede decir que las ha fragmentado, dispersando sus partes, refuncionalizándolas en la “ideología” cultural de la modernidad. Tampoco ha hecho desaparecer las posibilidades civilizatorias alternativas; se encuentran como posibilidad en la potencia social. Ciertamente, en este entrelazamiento de tejidos civilizatorios, la modernidad es el tejido luminoso, que oculta los otros tejidos. Sin embargo, la modernidad misma no sería posible sin el sostén previo de los otros tejidos.

 

La tesis de la valorización no explica el capitalismo, matizando nuestra argumentación, no termina de explicar el capitalismo. Las teorías de la valorización del valor se mueven en el campo de las representaciones, por así decirlo, como todas las teorías de la modernidad reducen el mundo a la representación. En la medida que el plano de intensidad económico es representado por valores abstractos, por tendencias abstractas, cuantificables, por procesos de valorización, que no dejan de ser tendencias abstractas, representaciones gráficas de curvas de comportamiento o de funciones matemáticas, que establecen relaciones diferenciales entre variables dependientes y la variable independiente seleccionada, la ciencia económica y la crítica de la economía política consideran que explican las mecánicas del capitalismo, cuando lo que hacen es explicar los comportamientos estadísticos de variables y tendencias económicas. Explican estas variables, que ya son reducciones, en un modelo que contiene la lógica misma de la explicación. Se trata de una explicación dentro del modelo teórico, totalmente previsible. Hay pues una gran diferencia con la explicación o, si se quiere, la interpretación, de las dinámicas moleculares y las dinámicas molares de la complejidad, incluso de las dinámicas efectivas desplegadas en el plano de intensidad económico[16].

 

Una de las interpretaciones del ensayo citado es:

 

La complejidad está planteada. Lo que se llama capitalismo, fenómeno histórico-social-económico-cultural, ya sea visto desde las teorías de la economía política o desde las teorías de la crítica de la economía política, incluyendo también a las teorías neoclásicas, marginalistas y monetaristas, no es pues un campo aislado, si se quiere, una “realidad” aislada. El fenómeno histórico-social-económico-cultural del capitalismo se da en articulación a otros fenómenos histórico-social-económico-culturales civilizatorios; la civilización moderna se da en articulación con otras civilizaciones dadas históricamente. Que las otras civilizaciones no aparezcan, no sean visibles, no sean, cada una, mundo, no quiere decir que han desaparecido; ahora, forman parte del mundo moderno. No solamente como museos, como objetos de estudios, no solamente como parte de la historia universal; es decir, pasado del presente moderno, del presente sistema-mundo capitalista, sino como presente-pasado, presente-presente, presente-futuro. Esta presencia de las civilizaciones no-modernas se da no solamente en las lenguas, en las tradiciones conservadas en las costumbres, en las prácticas religiosas, en los imaginarios atávicos, sino se encuentran mimetizadas en las mismas instituciones. El Estado-nación, tanto como institución imaginaria de la sociedad, como malla institucional, campo burocrático, no se habría constituido sin la experiencia del Estado oriental, del llamado Estado despótico, sin la arquitectura jerárquica, sin el cuerpo simbólico del déspota, sin la burocracia antigua. En cierto sentido, el Estado-nación es la reminiscencia del Estado oriental; lo restaura. Claro que lo hace en las condiciones exigidas por el sistema-mundo capitalista; su actualización también es una diferencia respecto de su modelo antiguo.

La modernidad no nace de cero, tampoco el capitalismo. La forma como se plasma en el mundo tiene que ver con las formas como el capitalismo al expandirse suspende a las civilizaciones antiguas. Por así decirlo, el capitalismo se afinca, se siembra, en territorios trabajados por las civilizaciones antiguas, afecta a cuerpos conmovidos, marcados, esculpidos, por las civilizaciones antiguas.

Por otra parte, lo que se llama estrictamente capitalismo aparece como un espacio de intersección de múltiples planos de intensidad. Por lo tanto, no puede terminarse de explicar su lógica productiva y su lógica de reproducción sin comprender las lógicas de los planos de intensidad que intersectan. La ciencia económica ha ayudado a reducir la complejidad, encontrando radiografías de sus esqueletos, placas que remarcan estructuras de funcionamiento, láminas consideradas, en su selección variada, de acuerdo a las corrientes y escuelas, como definidoras y determinantes del capitalismo. Los modelos teóricos han sido principalmente operativos, pues se trataba conocer para intervenir, corrigiendo y mejorando el funcionamiento del sistema concebido en el modelo teórico. En el caso del marxismo, la teoría crítica del capitalismo no ha dejado tampoco de ser operativa, en la medida que también se buscaba intervenir, si bien no para mejorar el funcionamiento del sistema, sino para transformarlo. Sin embargo, tanto las crisis orgánicas del capitalismo, así como la crisis política del socialismo real, contrastan las teorías, mostrando sus límites y sus falencias.  Ya no se requiere teorías reductivas de la complejidad, sino teorías integrales que comprendan la complejidad. La humanidad para sobrevivir no requiere de una civilización universal, sino liberar la potencia social capaz de crear civilizaciones y mundos alternativos[17].

 

Otra de las interpretaciones del ensayo es:

 

La crítica a la economía política generalizada, retomando la acepción inicial filosófica del concepto de crítica, es colocar la economía política generalizada ante la evaluación analítica a partir de sus condiciones de posibilidad histórica. Desde esta perspectiva, la pregunta inaugural es ¿cuáles son los límites de la economía política generalizada? Desde la misma perspectiva, ¿es adecuado retornar al estilo de preguntas de esta crítica inicial filosófica?  ¿Qué puedo saber? ¿Qué puedo esperar? ¿Quiénes son los que hacen posible y realizan la economía política generalizada? Estas preguntas hechas desde la retoma de la acepción inicial filosófica de la crítica; ahora, retomando la acepción de la crítica en las condiciones teóricas de la crítica de la economía política marxista, se trata de la crítica de la “ideología”, desgarrando sus velos fantasmagóricos desde la dialéctica histórica de la lucha de clases. En ese sentido, retomando la crítica de la crítica propuesta en el ensayo, la crítica de la economía política generalizada se efectúa desde la episteme de la complejidad. Se trata de la comprensión del acontecimiento del capitalismo, del acontecimiento entendido como multiplicidad de singularidades concomitantes y entrelazadas. Dicho de otra forma, como dijimos, se toma al capitalismo como plano de intensidad económico articulado a los múltiples planos de intensidad que lo atraviesan y conectan, que lo convierten en la intersección de estos múltiples planos de intensidad. La de-construcción de la economía política generalizada se efectúa, a la vez, de-construyendo cada una de las economías políticas singulares, así como el conjunto integrado de las economías políticas.

Entonces, la crítica de la economía política generalizada no deja de retomar sus herencias críticas, la crítica en sentido kantiano y la crítica en sentido marxista, para avanzar y desplazarse en la crítica en sentido de las teorías de la complejidad. A diferencia de la crítica de la economía política marxista no pretende ser una verdad, ni una verdad histórica, ni una verdad económico-social; se asume como episteme que forma parte de la complejidad misma; por lo tanto, del devenir teoría en el devenir mundo. Sometida entonces a las dinámicas de los tejidos del espacio-tiempo-vital-social. La crítica tiene que ser tomada como percepción, como parte de la percepción, de los procesos constitutivos de la percepción, en el sentido de Merleau Ponty. Hablamos de percepción social, de experiencia social, de memoria social, de actualización conceptual de la memoria; se trata de conceptos no desligados de la percepción, tal como se encamino la racionalidad moderna, sino de conceptos íntimamente vinculados a la experiencia de la percepción, articulados a las facultades de la percepción, las sensaciones, la imaginación, la razón, que integradas y articuladas producen la intuición. Hablamos de la intuición subversiva[18].   

 

Una tercera interpretación es la que dice que:

 

El capitalismo como acontecimiento, es decir, como complejidad, no puede comprenderse a partir de la economía política restringida, circunscrita al espacio abstracto del campo económico configurado por la esfera de la producción, la esfera de la circulación y la esfera del consumo; el acontecimiento del capitalismo emerge en la interrelación, entrelazamiento, articulación e integración de múltiples economías políticas no específicamente económicas, en sentido restringido, sino variadas; economías políticas que efectúan la diferenciación, la separación, entre el referente concreto y su representación abstracta, valorizando la representación abstracta, como si fuera la esencia del proceso particular. Toda una metafísica. El capitalismo emerge en el contexto de esta pluralidad de economías políticas, multiplicidad de disociaciones entre lo concreto y lo abstracto, desvalorizando lo concreto y valorizando lo abstracto. Si usamos como metáfora el concepto marxista de modo de producción, diremos que el capitalismo es el modo de producción de lo abstracto, de las valorizaciones abstractas, de las representaciones abstractas, cuantificables, que sustituyen el mundo de los procesos concretos y efectivos. De esta manera, el capitalismo aparece como sistema de la simulación generalizada.

Ciertamente se puede explicar la crisis orgánica del capitalismo con argumentos estrictamente económicos, considerando procesos específicamente económicos, variables particularmente económicas, a partir de modelos teóricos económicos; sin embargo, la explicación no es completa, no se completa, es inacabada. Se puede explicar la crisis orgánica del capitalismo como crisis de sobreproducción, como lo hace Brenner; empero, quedan en suspenso preguntas no contestadas. Por ejemplo, ¿por qué los empleadores, como nombra Brenner a los miembros de la burguesía, persisten en el cambio tecnológico, buscando mejorar los ritmos de la productividad, incluso antes de que se haya agotado el ciclo de la maquinaria industrial consolidada? Este comportamiento se combina con las empresas y monopolios empresariales, que ante la competencia de los nuevos inversores, persisten con el capital fijo edificado, disminuyendo la rentabilidad, conservando los mercados capturados. ¿Por qué ambas actitudes persisten en llevar a mayores niveles la sobre-oferta, sabiendo, de alguna manera, que la sobreproducción afecta a la rentabilidad, ralentiza el crecimiento e impacta desfavorablemente en el desarrollo?  ¿Por qué, si son una clase mundial, la burguesía, no se ponen de acuerdo y ordenan el mapa de las producciones y de los mercados, acordando rentabilidades compartidas? Por otro lado, ¿por qué los trabajadores, que luchan por mejorar la condición de sus salarios, por mantener el poder adquisitivo de los mismos, cuando arrecia la lucha de clases, tienden en la mayoría de los casos, a acordar una negociación donde pierden la perspectiva de sus objetivos? En periodos largos, la tendencia es a disminuir los salarios o el poder adquisitivo de los mismos. ¿Por qué, si en los periodos cortos el incremento salarial impacta negativamente en la inversión, y en los periodos largos tiene, al parecer, a incidir positivamente en la inversión, los trabajadores, en la mayoría de los países, sobre todo de las potencias industriales, renuncian a su horizonte político, que, dicho mesuradamente, es la racionalización de la economía? Cambiando o ampliando el mapa geográfico, ¿por qué los estados industriales apuestan a mantener el costo de las materias primas baratas, de una manera coercitiva, aprovechando estos bajos costos para mejorar las condiciones de la valorización; empero, al mantener a las periferias que transfieren sus recursos naturales en condiciones de países exportadores de materias primas los convierten en zonas y regiones de restringidos mercados? A la larga, este comportamiento de imposición, que llamaríamos colonial, afecta, en conjunto, a la propia reproducción del sistema. En resumen, exagerando en los términos, la pregunta es: ¿por qué se insiste en la irracionalidad del sistema y no se opta por una racionalización de sus procesos de producción, de circulación y consumo?

No se pueden responder estas preguntas en los marcos de la ciencia económica; sus modelos teóricos, cualesquiera sean éstos, son limitados. Para poder responder a estas preguntas y otras hay que salir del mundo de la representación económica o del mundo reducido a la representación económica, volver al mundo efectivo, de los procesos concretos y singulares, mundo quizás abigarrado, sobre todo complejo, manifestación de las dinámicas moleculares y dinámicas molares, entrelazadas en los tejidos de la complejidad[19]

 

La cuarta interpretación expresa que:

 

Lo que falta a la Crítica de la economía política del signo de Baudrillard es la consideración de las prácticas, las prácticas que conforman signos, que los construyen y los usan. Como dijimos, no se trata de relaciones entre signos, de relaciones entre significantes y significados, incluso con significados-referentes, que pueden incluir la consideración de las necesidades, sino de relaciones entre sujetos sociales que usan los signos. Para que la crítica sea la crítica de la “ideología” del signo es indispensable efectuarla desde la crítica de las prácticas.

Las prácticas están ligadas a dispositivos, a agenciamientos concretos de poder, a instituciones. Por ejemplo, en el caso de las prácticas relativas al signo, en lo que respecta al signo monetario, hablamos del Estado, dentro del Estado, hablamos del Banco Central, del gabinete económico, de las comisiones económicas del Congreso; en lo que se refiere al mapa internacional, no podemos dejar de mencionar al sistema financiero internacional, particularmente del Fondo Monetario Internacional y el Banco mundial. Las políticas monetarias y su aplicación forman parte de estas prácticas. Las políticas monetarias buscan lograr, mantener retomar el equilibrio económico, equilibro medido en las balanzas comerciales, de pagos, en los ingresos y egresos del Estado, en la relación del valor relativo de la moneda respecto a otras monedas.

La llamada política monetaria concibe la masa dineraria de flujos monetarios; la medida de estos flujos, sobre todo su contraste, sirve  para evaluar el llamado equilibrio económico, que es el fin buscado de las medidas monetaristas. Se conocen comúnmente ciertos objetivos mentados de la política monetaria como la estabilidad del valor del dinero, es decir, contención de los precios, prevención de la inflación; otro objetivo son las tasas más elevada de crecimiento económico; un tercer objetivo mencionable es la ocupación, en contraste de la desocupación,  empleo, en contraste del desempleo; un cuarto objetivo a citar es corregir los desequilibrios en la balanza de pagos; un quinto objetivo es la preservación del tipo de cambio sólido, acompañando con el incremento de las reservas internacionales. De los dispositivos en gestión se puede mencionar al Banco Central, institución que define la cantidad de dinero en circulación, así como determina la tasa de interés, incorporando medidas como modificaciones en el tipo de interés, operaciones en mercado abierto, en la variación del coeficiente de caja. De estos instrumentos la tasa de interés es de los más usados. En este sentido, las políticas monetarias emplean métodos de control como la llamada política de descuento; la política de descuento define el tipo de descuento, la fijación del volumen de títulos idóneos. Generalmente los bancos privados requieren del Banco Central cuando necesitan liquidez, la que se obtiene con el descuento de títulos regularmente de deuda pública, relativa a su cartera. Se pide auxilio al Banco Central cuando se constatan las reservas disminuidas. El Banco Central puede alterar la oferta monetaria modificando el tipo de descuento. Una subida del tipo de descuento disuade a los bancos de pedir reservas prestadas al Banco Central. Por lo tanto, una subida del tipo de descuento reduce la cantidad de reservas que hay en el sistema bancario, lo cual reduce, a su vez, la oferta monetaria. En cambio, una reducción del tipo de descuento anima a los bancos a pedir préstamos al Banco Central, eleva la cantidad de reservas y aumenta la oferta monetaria. El Banco Central utiliza los créditos por los que cobra el tipo de descuento no sólo para controlar la oferta monetaria, sino también para ayudar a las instituciones financieras cuando tienen dificultades.

 

El coeficiente de caja es un indicador relativo a los depósitos bancarios, mediante el cual se definen la proporción de las reservas líquidas. Si el Banco Central decide reducir este coeficiente a los bancos, eso aumenta la cantidad de dinero en circulación, ya que se pueden conceder aún más préstamos. Si el coeficiente aumenta, el banco se reserva más dinero, y no puede conceder tantos préstamos. La cantidad de dinero baja. De esta forma, el Banco Central puede aportar o quitar dinero del mercado.

 

Se tiene también las llamadas operaciones de mercado abierto. Se trata de las operaciones que realiza el Banco Central con títulos de deuda pública en el mercado. La política de mercado abierto consiste en la compra y venta por parte del Banco Central de activos que pueden ser oro, divisas, títulos de deuda pública y en general valores con tipos de renta fija. Las operaciones de mercado abierto producen dos tipos de efectos; uno, es el efecto cantidad; esto acontece cuando la autoridad monetaria compra o vende títulos, está alterando la base monetaria, al variar la cuantía de las reservas de dinero de los bancos comerciales, bien en sentido expansivo o contractivo. Si el Banco Central pone de golpe a la venta muchos títulos de su cartera, los ciudadanos o, en su caso, los bancos los compran, el Banco Central recibe dinero de la gente; en consecuencia, el público dispone de menos dinero. De esta forma se reduce la cantidad de dinero en circulación; en cambio, si el banco central decide comprar títulos, está inyectando dinero en el mercado, ya que la gente dispondrá de dinero que antes no concurría. El segundo efecto cantidad corresponde al tipo de interés; cuando el Banco Central compra o vende títulos de renta fija o deuda pública, influye sobre la cotización de esos títulos, impacta sobre el tipo de interés efectivo de esos valores. Por lo tanto, en el caso de compra de títulos por el Banco Central, que inyecta más liquidez al sistema, hay que añadirle un efecto igualmente de carácter expansivo derivado de la caída del tipo de interés.

 

También se puede mencionar a los llamados instrumentos cualitativos. En el conjunto de estos instrumentos monetaristas, se destaca el denominado efecto anuncio. Se hacen  públicas las opiniones del Banco Central, ejerciendo así  influencia sobre el comportamiento de los operadores económicos.

 

Tradicionalmente se caracteriza a la política monetaria de acuerdo a dos estrategias contrapuestas, una es la llamada política monetaria expansiva, la otra es la llamada política restrictiva. Se habla de política monetaria expansiva cuando el objetivo es poner más dinero en circulación, se habla de política monetaria restrictiva cuando el objetivo es quitar dinero del mercado. Se opta por una política monetaria expansiva cuando en el mercado hay poco dinero en circulación, se puede aplicar esta medida para aumentar la cantidad de dinero circulante. La estrategia consiste en usar mecanismos apropiados para desencadenar el incremento de la masa monetaria. Estos mecanismos de impacto inmediato tienen que ver con reducir la tasa de interés, para hacer más atractivos los préstamos bancarios e incentivar la inversión; así también con reducir el coeficiente de caja, para que los bancos puedan prestar más dinero, contando con las mismas reservas; en la misma perspectiva, tienen que ver con la comprar deuda pública, para aportar dinero al mercado. Se habla de política monetaria restrictiva cuando en el mercado hay un exceso de dinero en circulación; cuando esto ocurre se busca, en contraste con la anterior política, reducir la cantidad de dinero. Para el logro de este objetivo se aplica una política monetaria restrictiva, que contrasta con la política monetaria expansiva; se opta, por ejemplo, incrementar la tasa de interés, para que el hecho de pedir un préstamo resulte más caro. Así también en incrementar el coeficiente de caja para retener más dinero en el banco y menos en circulación; del mismo modo, se opta por vender deuda pública, para retirar dinero de la circulación, cambiándolo por títulos de deuda pública.

 

Los mecanismos de transmisión de la política monetaria comprenden las variaciones de la oferta monetaria, que se traducen en variaciones de la producción, del empleo, de los precios y los niveles de la inflación. El proceso concreto, en el que el Banco Central incide en el desenvolvimiento de la economía, buscando detener la inflación, implica una secuencia de fases. Al comienzo, el Banco Central toma medidas destinadas a reducir las reservas bancarias; puede recurrir a la venta de títulos del Estado en el mercado despejado. Esta operación altera el balance consolidado del sistema bancario, provocando una reducción de las reservas bancarias totales. Cada reducción de las reservas bancarias en una unidad monetaria, origina una contracción múltiple de los depósitos a la vista, reduciendo así la oferta monetaria. Como la oferta monetaria es igual al circulante efectivo sumado a los depósitos a la vista, la disminución de estos últimos reduce la oferta monetaria. La reducción de la oferta monetaria tiende a elevar los tipos de interés, endureciendo las condiciones crediticias. Si no varía la demanda de dinero, una reducción de la oferta monetaria eleva los tipos de interés. Por otra parte, disminuye el volumen de crédito, así como restringe los préstamos de que disponen los usuarios. Suben los tipos de interés para los usuarios, por ejemplo, para los que solicitan créditos hipotecarios para adquirir viviendas, así como también para las empresas que solicitan créditos con el objeto de ampliar sus factorías, innovar la tecnología empleada, incrementar los stocks. El incremento de los tipos de interés también reduce el valor de los activos financieros de los usuarios, reduciendo el precio de los bonos, el valor de las acciones, el valor del suelo, disminuyendo el valor de las construcciones domésticas. El incremento de los tipos de interés, impactando en la mengua del patrimonio, tiende a reducir el gasto sensible a los tipos de interés, especialmente impacta en la reducción de la inversión. El incremento de los tipos de interés, sumada a la obstinación de las condiciones crediticias, añadida la reducción del patrimonio, tiende a desmotivar, al reducirse los estímulos para realizar inversiones; de la misma manera, se impacta en el consumo,  estrechándose la magnitud del consumo. En este cuadro dibujado, tanto las empresas como las familias restringen sus perspectivas de inversión; por ejemplo, las familias reducen sus expectativas, se inclinan a comprar una vivienda más módica, incluso no comprar, prefiriendo remodelar en la que se habita. Esto ocurre cuando el incremento de los tipos de interés de las hipotecas hace prácticamente impagables las cuotas de pago, comprendiendo el interés y la amortización. El incremento de los tipos de interés puede elevar el tipo de cambio de la moneda, impactando en la restricción de las exportaciones netas. Por lo tanto, el recrudecimiento de la política monetaria eleva los tipos de interés, así como reduce el gasto en los componentes de la demanda agregada, componentes sensibles a los tipos de interés. Por último, la presión del recrudecimiento de la política monetaria, al aminorar la demanda agregada, atenúa la renta, la producción, el empleo y la inflación. Recurriendo al análisis de la oferta y la demanda agregadas, se observa que una mengua de las inversiones, una disminución de otros gastos independientes, impacta cuantiosamente en la producción, así como en el empleo. Por otro lado, al decrecer estos costos, la curva de los precios se ralentiza. En el marco de este cuadro económico, se espera la disminución de la inflación, incluso su detención. La hipótesis operativa monetarista sobre la inflación supone que la restricción de la producción sumada al acrecentamiento del desempleo amortiguarán las tendencias inflacionarias.

 

Respecto al papel de la política monetaria en el largo plazo, se da como un consenso compartido entre las distintas concepciones económicas; este consenso tiene que ver con la denominada neutralidad a largo plazo del dinero. Un cambio en la cantidad del dinero en circulación en la economía de un país, manteniéndose constante las demás variables, repercutirá directamente en una variación del nivel general de precios; esto supone una modificación de la unidad de cuenta, sin que afecte a las variables reales, sin que afecte a la producción real o al desempleo. A largo plazo las variables de carácter real de la economía, como la renta real de los ciudadanos, como el nivel de desempleo, están determinados, fundamentalmente, por factores reales del lado de la oferta. Estos factores son la tecnología, también el crecimiento demográfico. Por eso se dice que las políticas monetaristas no pueden influir en el crecimiento económico a largo plazo, son coyunturales, en el mejor de los casos, su impacto puede alcanzar al mediano plazo.

 

Los economistas también se refieren a las características propias de la política monetaria en una economía abierta. Los mecanismos de transmisión monetaria de gran parte de las economías mundiales han evolucionado en las dos últimas décadas del siglo XX, al abrirse más la economía, así como también al alterar el sistema de tipos de cambio. En lo que respecta a la relación entre la política monetaria y el comercio exterior, el impacto es inmediato y de mayor alcance para las economías dependientes bajo el llamado modelo primario exportador. Cuando se incorporaron los tipos de cambio llamados flexibles durante la década de los setenta, en un contexto de mercados financieros integrados o en camino a integrarse, el ámbito del comercio, así como las redes y circuitos del sistema financiero internacional ejercen un papel imprescindible en la política macroeconómica. A fines de los setenta y comienzo de los ochenta, del siglo pasado, la Reserva Federal de Estados Unidos resolvió aplacar el crecimiento del dinero, con el objeto de enfrentarse  a la inflación con medidas monetaristas. El comportamiento esquemático comenzó con el incremento de los tipos de interés de los activos, designados en dólares americanos. Los capitales acumulados en el mundo, inclinados a invertir capitales en mercados de mejor rentabilidad, compraron títulos en dólares, ocasionando la ascensión del tipo de cambio del dólar. La valorización monetaria del dólar estímulo a los empresarios norteamericanos a aumentar sus importaciones; en contraste, el mismo fenómeno monetario menoscabó las exportaciones de las empresas norteamericanas. De este modo, se contrajeron las exportaciones netas, decreciendo la demanda agregada. Se interpreta esta secuencial situación como las condiciones que ocasionan la disminución de la inflación, también leída en el indicador el PIB real al disminuir su cuantificación.

 

El comercio exterior configura un mapa de conexiones ineludibles en el mecanismo de transmisión monetaria. Sin embargo, el sentido del efecto de la política monetaria es el mismo en el caso del comercio exterior que el dado en la inversión interior; en pocas palabras, el recrudecimiento de la política monetaria comprime la producción, reprime el alza de los precios. El efecto en el comercio exterior se replica en la repercusión en el mercado interior.

 

La constelación de la globalización complejiza la economía-mundo capitalista, modificando las relaciones con las economías nacionales. Las relaciones cuantitativas entre la política monetaria, el tipo de cambio, el comercio exterior, el ámbito de la producción, la curva de los precios se hacen espinosas. Los modelos económicos actuales no pueden predecir con exactitud la influencia de las modificaciones de la política monetaria en los tipos de cambio. Así bien se conozca la relación entre el dinero y el tipo de cambio, la proyección de los tipos de cambio en las exportaciones netas es ardua, por eso mismo de incierta predicción. Los tipos de cambio, también los flujos comerciales, resultan afectados simultáneamente por la política fiscal, por las políticas monetarias de otros estados. En resumen, ha languidecido la confianza en la capacidad de las políticas monetarias[20].

 

Como se puede ver, el signo monetario es manipulable; de alguna manera como todo signo. Por ambos lados de su composición, significante/significado, forma parte de las estrategias desprendidas en torno al significante, así como forma parte de las estrategias  desplegadas en torno al significado. En lo que respecta al significante,  se aprovecha su condición de arbitrariedad para establecer reglas, que no dejan de ser también arbitrarias. En lo que respecta al significado, se aprovecha, por el contrario, su condición de metáfora, estableciendo conexiones con referente, con lo que se pretende demostrar la validez objetiva de las políticas económicas. El signo monetario es manipulable para subir o bajar su masa circulante, para promover el crédito o desalentarlo, para incentivar la inversión o desalentarla. Para incidir en la tendencia a la bajada o subida del poder adquisitivo de los salarios. En fin  para frenar la inflación transfiriendo los costos a la población, en esos periodos llamados de austeridad. O, en su caso, encubre la inflación desatada por el control monopólico de los mercados. Las prácticas en torno al signo monetario nos muestran lo distante que están las teorías económicas de las prácticas económicas. La “teoría” monetaria, si se puede hablar así, es, más bien operativa; esa es su pretensión; no explicativa. El monetarismo se propone manipular los circuitos monetarios, incidiendo en la ponderación momentánea de los valores.  Está lejos de considerar la tesis de que el valor responde al tiempo de trabajo socialmente necesario cristalizado en la mercancía. En todo caso, para el monetarismo el valor se define por las curvas de la oferta y la demanda; considerando estas gráficas, deduce que se puede incidir en el valor manipulando la oferta o la demanda. No se trata de discutir la tesis económica del valor como resultado del encuentro entre la oferta y la demanda, no se trata de demostrar que está equivocada o es demasiado simple, sino de entender que la importancia de la incidencia monetarista se encuentra precisamente en sus prácticas efectivas. El valor efectivo se define, al final de cuentas, en las prácticas, en la intervención de las prácticas, en el peso de las fuerzas de las prácticas. Aunque a los marxistas les parezca sorprendente y para nosotros nos parezca paradójica la sorpresa de los marxistas, el valor efectivo se define en la lucha de clases. Si los obreros logran defender los derechos de los trabajadores, el valor del salario, inciden también en el valor efectivo, el que se da efectivamente, independiente si el valor es, necesariamente, el tiempo de trabajo socialmente necesario cristalizado en la mercancía.

 

¿En qué consiste entonces la crítica de las prácticas monetaristas? Así como la crítica de la economía política se desarrolla a partir de la evidencia de la explotación de la fuerza de trabajo, de la misma manera se puede decir que la crítica de la economía política monetarista se desenvuelve a partir de la constatación de la exacción de los usuarios del signo monetario. Una cosa es el valor de la moneda adquirida, por venta o trabajo, otra cosa es el valor de la moneda usada como medio de pago, cuando se la quiere utilizar para comprar o pagar. El sistema financiero se encarga de que en este retorno de la moneda, la misma valga menos. Con la diferencia se beneficia el sistema financiero[21].

 

La quinta iterpretación dice:

 

La crítica de la economía política del poder pone en evidencia la generación del poder y su valorización abstracta, por lo tanto imaginaria, a partir de la captura de fuerzas de la potencia social. La separación de la potencia de sus propias fuerzas; esta enajenación de sus capacidades para canalizarlas en el funcionamiento institucional, en la ejecución de sus objetivos y en la reproducción del poder mismo, es el mecanismo empleado para edificar el poder. Que desde la interpretación de las teorías nómadas es como el símbolo del deseo; deseo imposible de cumplir, deseo inalcanzable, pues es el deseo de la falta absoluta, tomado imaginariamente como la abundancia absoluta. Este inalcanzable se reemplaza por satisfactores provisionales, como posesiones, como ilusión de posesiones, así como por la posesión ilusoria de fuerzas, de la disponibilidad de fuerzas en el ejercicio de gobierno. La sensación de carencia es cubierta con la ostentación luminosa de posesiones, propiedades, ejercicio de gobierno; cuando la sensación se convierte en herida desgarradora, se la oculta con la descarnada y descomunal violencia. El poder como representación, como institución imaginaria, es el síntoma dramático de esta carencia existencial. El síntoma se expresa paradójicamente como si fuese lo contrario de esta falta absoluta, de esta insatisfacción inconmensurable.  Por eso, el poder muestra muchas veces su máscara despiadada y despótica. Estas máscaras esconden el rostro de hombres desgarrados, atemorizados ante la vacuidad de su propia carencia.

Los andamiajes de la construcción sostienen el ejercicio del poder y la manifestación de la política. Se trata de andamiajes de un edificio inacabado, que es la arquitectura del Estado; arquitectura espectral del Estado, pues el Estado no está ahí, en la estructura arquitectónica construida, sino en el imaginario. Estos andamiajes sostienen al déspota, que es cualquiera de los gobernantes, que pueden ser más parecidos a esta imagen paranoica, o, en contraste, menos parecidos, como mostrando rasgos amables en la máscara “democrática”. No es un atributo del déspota estar en la cúspide de la pirámide, sino el resultado casual de contingencias. Una vez en la cúspide asume el papel, cumple con la función, que puede corresponder al de un político rutinario o, en contraste, al de un caudillo atravesado por las contradicciones de la simulación; por lo tanto, caudillo dispuesto a realizar la imagen de supremo en los terrenos accidentados de la “realidad”, no contento con las exageraciones de la publicidad y propaganda, con la ilusión lograda en el campo comunicativo.

El poder, al ser una representación, una institución imaginaria, sin embargo sostenida por la máquinas de captura  instituidas y conformadas, es una experiencia destructiva, no sólo del pueblo que representa, no sólo de los enemigos estigmatizados, sino del propio déspota y sus cortes, sus redes clientelares. El poder como símbolo del deseo, como síntoma del contraste entre la carencia absoluta y la abundancia absoluta, como disponibilidad descomunal de fuerzas, es el desencadenamiento de la destrucción, el dramático camino hacia los fines con el método de la destrucción.

No podía ser de otra manera, pues la angustia existencial de la carencia no se resuelve sino con el suicidio, el suicidio diferido, encubierto, presentado como lo contrario, como la consecución sistemática de los logros, como realización política. Esta trama lleva, tarde o temprano, al derrumbe, se presente este derrumbe dramáticamente o, en su caso, ordinariamente, de una manera rutinaria. La intensidad del drama del derrumbe, de alguna manera, mide el alcance de las pretensiones.

Entonces, el poder no sólo se explica por la captura de parte de las fuerzas de la potencia social por la malla institucional, sino subjetivamente corresponde a la vulnerabilidad humana, si se quiere a la consciencia o intuición de la vulnerabilidad humana, lo que los filósofos existencialistas llaman finitud. Foucault decía hay poder porque hay resistencias que vencer,  podríamos decir también que hay poder porque hay carencias que vencer. Por así decirlo, el poder es un fenómeno, usando este término de la manifestación, que no se lo puede abordar solo por su visualización objetiva, en este sentido, explicando su mecánica, sino es indispensable también abordarlo por su percepción subjetiva, explicando su deseo imposible. Por lo tanto, la crítica de la economía política del poder tiene que poner en evidencia no sólo el mecanismo mediante el cual se constituye el poder, sino también la carencia existencial por la que se lo busca[22].

 

La sexta interpretación expresa que:

 

Las dominaciones son, en el fondo, en su matriz, colonialismo y colonialidad de los cuerpos y los territorios. Lo que afecta la dominación, efectivamente, es el cuerpo del otro, siendo este otro sobre todo la otra, como llama Jacques Derrida la alteridad absoluta, la mujer, no como representación feminista, sino como diferencia absoluta con el hombre, el constructo cultural mayúsculo del poder. ¿Contra qué actúan las dominaciones? Contra el cuerpo, contra la vida; en otras palabras, el poder teme, por así decirlo, recordando que el poder no es sujeto, sino relación entre sujetos, aquello contra lo que actúa, las llamadas resistencias salvajes. Si aceptamos la tesis de Foucault de que hay poder porque hay resistencias que vencer, ¿cómo es que este poder está ahí, enfrentando a las resistencias, siendo que el poder se constituye por la separación de las fuerzas de la potencia social? La hipótesis de Foucault, de alguna manera sugiere que el poder es posterior a las resistencias, o, si se quiere, mejorando la interpretación, que las fuerzas se convierten en resistencias cuando emerge el poder. Pero, ¿cómo ocurre esto? ¿Tendríamos que aceptar la interpretación de que el poder se forma en las mismas resistencias, como escisión en las mismas resistencias – obviamente las resistencias todavía no son resistencias -, como escisión de la potencia social? Teóricamente es una tesis aceptable, aunque no sea verificable, si se quiere, no sea correcta. Sin embargo, se está todavía lejos de haber resuelto el problema. ¿Cómo es que aparece el poder?

Sabemos que el poder es la misma potencia, parte de la potencia capturada,  entonces la pregunta es: ¿en qué momento la potencia social crea dispositivos de captura de la propia potencia? Esto es como preguntar ¿en qué momento actúa la potencia social contra sí misma? Si bien, las respuestas dependen de investigaciones, por el momento, podemos sugerir hipótesis interpretativas. La potencia, concepto espinociano, no puede dejar de ser paradójica, teniendo en cuenta nuestra interpretación integral; la vida, la existencia, son paradójicas, funcionan paradójicamente[23]. Desde esta perspectiva, consecuentemente, tendríamos que decir que la potencia no es solo creatividad, y la creatividad no solo es apertura, sino puede implicar clausura, encierro. Entonces, hay algo que no intuyó Spinoza, la potencia contiene la posibilidad de su propia destrucción, así como la potencia contiene, primordialmente la posibilidad manifiesta de su reproducción.

Toda composición en el universo, desde la partícula más ínfima, hasta los propios universos, incluso, teóricamente, los pluriversos, es paradójica, contiene la posibilidad de su manifestación, pero también la posibilidad de su inhibición o destrucción. Entonces depende de qué tendencia se impone, la de la realización, manifestación, o la de su inhibición, incluso de su destrucción. ¿Esto tiene que ver con la diferencia y relación entre la energía oscura y la energía luminosa, entre la materia oscura y la materia luminosa, inclusive condensada?  No lo sabemos; empero, es importante lograr comprender el nacimiento de la diferencia en las comunidades iniciales a partir de una paradoja inicial.

Lo que se llama, a partir de un determinado momento, hombre y mujer, como basándose en los referentes de la reproducción, son en realidad lo mismo, solo que, paradojamente se los representa como distintos. ¿Cuándo se los representa como distintos? Si bien, como hemos dicho, compartiendo con Silvia Federici, es en el nacimiento de modernidad cuando se consolidan las estructuras patriarcales y el Estado patriarcal, tiene que haberse dado una escisión y diferenciación antes. Se trata de diferenciaciones y distinciones culturales, de constructos culturales. ¿Esto forma parte de las clasificaciones efectuadas en esa disociación entre cultura y naturaleza que encuentra la antropología estructural? ¿O ya se puede hablar de relaciones de poder desde entonces, esa ancestralidad perdida?

 

La potencia social es paradójica como todo en la existencia, como todo en la vida; no es pues una excepción como acontecimiento social. Ahora bien, la potencia social está contenida en los cuerpos, es desatada por los cuerpos que entran en relación, que se asocian, que componen, que forman parte del devenir cuerpo, del devenir potencia. La potencia social emerge de la dinámica de los cuerpos. Los cuerpos forman parte de  la potencia de la vida, son composiciones de las dinámicas moleculares de la potencia. La energía vital se transforma en los cuerpos, los proliferantes cuerpos de la vida, no sólo humanos, sino orgánicos. A su vez, la energía cósmica, usando este concepto referido al universo, por un lado, y la energía cuántica, por otro lado, se transforman en composiciones de constelaciones, masas luminosas y condensadas, también materia diseminada, así como en composiciones de partículas infinitesimales, en fotones, en átomos. Los cuerpos humanos forman parte de esta increíble transformación de la energía cósmica y de la energía cuántica, manifestada en constelaciones, agujeros negros, así como en moléculas, átomos, fotones.

Los cuerpos humanos realizan la potencia social, parte de la potencia social, en composiciones sociales, conforman cohesiones sociales, también relaciones, estructuras e instituciones sociales. El problema parece radicar en que, en un determinado momento, estas relaciones, estructuras e instituciones aparecen como si fueran autónomas, como si no dependiera de las dinámicas sociales, de las dinámicas moleculares sociales, cuando son estas dinámicas las que reproducen estas relaciones, estructuras e instituciones. Teóricamente - pues no podemos hablar de otra manera, mientras tanto, esperando investigaciones en profundidad - ¿cuál es este determinado momento? ¿Por qué se da este determinado momento? ¿En qué momento se produce esta disociación entre potencia social y no necesariamente, en principio, poder, sino una anterioridad al poder, que podemos llamar potencia social encapsulada? ¿Esto tiene que ver con el nacimiento y consolidación de la cultura, que separa imaginariamente naturaleza de cultura, como interpreta la antropología estructural? ¿Tiene que ver con el nacimiento del símbolo, del mito, de las alegorías, los ritos, las ceremonias; por lo tanto con las manifestaciones estructurales de la imaginación?  ¿Estas estructuras imaginarias actúan como otorgando vida propia a las composiciones, relaciones, estructuras e instituciones humanas? ¿Entonces se trata de una combinación entre composiciones imaginarias, por así decirlo, y composiciones materiales sociales? ¿Se puede decir entonces que el poder o, mas bien, la anterioridad al poder, es producido por la potencia social a partir de la paradoja anterior de la potencia social, la paradoja entre la forma energía de la potencia y la forma composición de la potencia? En otras palabras, entre la forma energía y la forma materia de la potencia. En todo caso es una hipótesis sugerente[24].

 

 

Génesis de la crisis

 

La crisis financiera que sufrimos hoy, en el mundo, comenzó como crisis de sobreproducción, en la década de los setenta del siglo pasado. Después del ascenso de la economía-mundo capitalista, evaluada en indicadores macroeconómicos, posterior a la segunda guerra mundial, asenso económico  basado en el crecimiento y desarrollo industrial, sostenidos por la transformación tecnológica, la expansión del mercado, y amparado por las reglas del juego internacionales, que dibujan el nuevo orden mundial. La sobreproducción saturó los mercados, abarrotó los stocks, incidió en la disminución de la rentabilidad del capital invertido; constriñó la economía, ciertamente con sus diferencias contextuales, regionales y nacionales. Estos procesos económicos, con sus asensos y descensos, repercuten en los indicadores macroeconómicos, dibujando sus tendencias, a la subida o la bajada. En el corto y mediano plazo, se notó el ascenso de la economía mundial; en el mediano y largo plazo, de notó el descenso paulatino de la economía mundial. Sin embargo, hay que anotar una paradoja en estos comportamientos estadísticos; las estadísticas muestran en el largo plazo el descenso de la rentabilidad del capital, aunque coyunturalmente aparezcan lapsos de buena rentabilidad, de recuperación, teniendo en cuenta las diferencias sectoriales, empresariales, regionales y nacionales. Esto es lo que muestra la estadística; sin embargo, esto se debe a la gran dinámica productiva e industrial, que llevó a la sobreproducción. Cualitativamente se puede hacer un balance positivo, sólo ateniéndonos a los parámetros económicos, al plano de intensidad económico, aunque cuantitativamente el balance macroeconómico pueda ser negativo.

La paradoja se explica por el enfoque del análisis económico en la ganancia, pues, su perspectiva cuantitativista, su enfoque en la plusvalía, como excedente abstracto, no le permite ver los aspectos cualitativos del acontecimiento económico. ¿Cómo el balance general de una mayor productividad puede ser medida como negativa? Esto tiene que ver con que la economía mide en relación a la ganancia y los costos de producción; peor aún, mide en relación a la ganancia, ponderando el campo de lucha de los valores. Se trata de un análisis económico intencional, si se puede hablar así; no es un análisis objetivo, como pretende esta “ciencia” económica. 

La sobreproducción ocasiona la disminución del rendimiento de la valorización del capital. La competencia capitalista es incapaz de resolver los problemas de la sobreproducción; al contrario, insiste en resolver estos problemas con más sobreproducción, buscando, en la competencia, a las empresas que sobreviven, sacando de la escena a las empresas menos aptas, por lo tanto, mueren. Cuando no puede insistir mucho en esto, cuando la crisis estalla, sobre todo numerada en los indicadores macroeconómicos, intenta detener los desenlaces de la crisis con medidas financieras, interviene en la oferta y demanda monetaria. Sobre la base material de la sobreproducción, genera la espiral de la deuda, otorgando créditos,  bajando los intereses, disminuyendo los requisitos, reenganchando los créditos, los riesgos de pago, a ventas de las deudas mismas, convertidas en bonos y títulos. Se forma la burbuja financiera; se escenifica el paraíso de la disponibilidad dineraria, del crecimiento macroeconómico, pues así lo muestran los indicadores; se empuja a consumidores, familias, empresas, países, a endeudarse cada vez más, incluso renegociando sus deudas. En conjunto se ha vivido la ilusión del paraíso, mientras se paraba o disminuía la inversión productiva, desplazándose a la inversión especulativa. Del tiempo de las vacas gordas se pasa al tiempo de las vacas flacas; cuando revientan las burbujas, la crisis ya no solamente es macroeconómica, sino sentida materialmente, sentida socialmente. Los costos de este derroche financiero tienen que ser, de todas maneras, cancelados; no la cancelan los que efectuaron el derroche, el sistema financiero internacional, que articula los sistemas financieros regionales y nacionales, no la cancelan los que más gastaron en la especulación y en el consumo insostenible, sino la cancelan los pueblos, los damnificados por estos juegos financieros.

 

La crisis financiera no puede analizarse aisladamente, como si concurriera sola; hay que analizarla con la crisis de sobreproducción, que la desencadena.  Ambas crisis, que forman parte de un mismo proceso económico,  no pueden analizarse sin tener en cuenta esta perspectiva económica por la ganancia, esta inclinación sesgada del análisis económico por conmensurar el excedente abstracto, la plusvalía. Por lo tanto, no se puede hacer el análisis sin considerar el proyecto inherente al capitalismo, especificando, pues el capitalismo no es sujeto,  no se puede hacer el análisis sin considerar el proyecto inherente a las burguesías nacionales y a la híper-burguesía mundial. Dicho de modo teórico y ciertamente abstracto, este proyecto se resume a la valorización del valor, a la valorización del capital; en términos pedestres, se resume a la obtención de ganancia.

 

Este proyecto de las burguesías entra en contradicción con otros proyectos sociales, de las otras clases sociales, no solamente del proletariado; entra en contradicción con el conjunto de proyectos que contienen los pueblos, que tienen que ver con la vida, la sobrevivencia, la satisfacción, la seguridad, alimentaria y de todo tipo, que tiene que ver con la felicidad. Sin embargo, la “ciencia” económica, el análisis económico, no toman en cuenta estos otros proyectos, como si existiera uno sólo, el de las burguesías, como si el único válido “científicamente” fuera el de las burguesías. Lo que se puede decir al respecto, es que la “ciencia” económica ve a través de los ojos del amo, de las burguesías nacionales y de la híper-burguesía mundial,  que analiza a partir de las pulsiones del deseo de las burguesías. Las otras pulsiones, de las otras clases y de los pueblos quedan descartadas, los otros deseos son desconocidos. La única presencia mundana que se acepta es la de las burguesías; la “ciencia” económica hace como que los otros, las otras, no existan.

El marxismo no ha salido de este horizonte, si bien no corresponde a la mirada del burgués trágico y pesimista, es el hijo rebelde, que, a pesar de su crítica de la economía política y sus pretendidos radicalismos, no sale del horizonte dibujado por esta mirada seducida por el desarrollo y el progreso, atribuyéndole códigos del paradigma de la evolución. No sale de la mirada burguesa.

En el mundo de las representaciones, en la “ideología”, la muerte de las otras presencias, de los demás, de la inmensa mayoría del mundo, comienza precisamente en el desenvolvimiento de esta “ideología”, comienza en el análisis de la “ciencia” económica. No existen. Se explica, de este modo, por qué el análisis económico hace los análisis que hace, porque trata de resolver las crisis económicas, a partir de la repetición e insistencia de las mismas causas de la crisis.

 

Se ha dicho que el sistema capitalista es un sistema que se genera en sus crisis, que se reproduce en sus crisis, de las que sale como el ave fénix de sus cenizas. Pero, qué se quiere decir cuando se enuncia de esta manera. ¿Qué el modo de producción capitalista es contradictorio, que se explica por sus contradicciones, que se vaticina su muerte por sus contradicciones? Este enunciado, a pesar de aparecer como certeza, oculta lo fundamental; no es que solo las crisis y las contradicciones expliquen el desarrollo del capitalismo y su estimada desaparición, sino que esta manera de ver es también la mirada del burgués, aunque en este caso se trate del burgués trágico, pesimista. Este modo de ver es segado o distorsionado, no toma en cuenta otras percepciones, otras experiencias, otros deseos, otros proyectos, tan o más validos que el proyecto burgués. Este modo de ver no es completo, no tiene una visión completa; no es una mirada plural, está lejos de comprender la complejidad, que es la realidad misma.   

 

 

 

 

            

 

 



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La crisis española

Nota 6 Contexto histórico-político y económico

 

 

 

Después que pasan los desenlaces la mirada retrospectiva, que reconstruye la secuencia de hechos, dice más o menos que se veía venir. Ciertamente esto no se dice al principio, cuando se preparan los desenlaces, cuando se crean sus condiciones, cuando se prepara el escenario para los desenlaces. Por otra parte, sabemos que la palabra desenlace corresponde a la trama; es decir, a la narración. No hay exactamente desenlaces en el acontecer efectivo; lo que parece serlo, puede ser el comienzo de otra secuencia, con sus desenlaces posibles. Sin embargo, cuando se trata de las crisis económicas, las que han acontecido en las historias económicas, nacionales y mundiales; de alguna manera se sabe lo que viene; sobre todo lo saben los economistas, quienes leen los indicadores, la relación de los indicadores, sus curvas; por lo tanto pueden estimar, a partir de analogías. Lo que no se entiende es por qué los políticos, a pesar de que los economistas les dicen lo que puede pasar, cierran los ojos, se ponen optimistas, inclusive leen al revés los anuncios macroeconómicos; llegan a decir, que son señales de una nueva bonanza, son señales de que terminó  la ruta crítica; ahora la economía inicia su fase ascendente. ¿Por qué lo hacen? ¿Cómo pueden oponer su expectativa a lo que muestran los datos, si no hablamos de a lo que muestran los hechos, pues éstos o no los ven, o los ven y los desconocen, o los ven y los interpretan a su gusto?

 

Es difícil responder a estas preguntas. Para hacerlo se requiere comprender cuál es la relación de los políticos, de la clase política, sobre todo de los gobernantes, no con los hechos, pues no los reconocen, no con el poder, pues son engranajes del mismo, no con la sociedad, pues se sienten sus salvadores, sino con la economía, no por sus intereses, no por sus complicidades, sino con la economía como campo económico. ¿Creen que es un ámbito manipulable así como consideran que es manipulable la opinión pública, que es manipulable como la sociedad misma? Es posible, pues su comportamiento incongruente lo muestra así.

 

La cronología de la crisis económica española, que es también crisis política, es un buen ejemplo de este comportamiento político. Sin embargo, lo alarmante es que también los dispositivos que definen las políticas económicas, tanto nacionales, continentales como mundiales, también lo hacen. A partir de la lectura de esta cronología de la crisis, vamos a intentar interpretar estos comportamientos políticos, perdidos como hojas en la tormenta.

 

 

Cronología de la crisis

 

Usaremos las descripciones publicadas por la Enciclopedia Libre, por considerarlas suficientemente descriptivas del desenvolvimiento de la crisis económica. El texto titula Crisis económica española (2008-2015)[25]; en el documento se hace un reportaje ilustrativo de lo acaecido, conmensurando la crisis con los indicadores macro-económicos. No haremos citas, sino retomaremos el texto exponiendo su contenido.

 

Hablamos de la crisis económica española, que se inició en 2008, cuya duración  no parece terminar hasta ahora. A partir de este año, los indicadores macroeconómicos mostraron curvas descendentes o, si se quiere, tendencias alarmantes hacia el estallido de la crisis. De todas maneras, esta crisis no es solamente española, sino continental y mundial. La crisis española se conecta con la culminación de la burbuja inmobiliaria, así como con la reconocida crisis bancaria de 2010, un primer lapso de la secuencia dramática de los hechos, repercutiendo en el incremento de los indicadores des-estructuradores, como los relativos a la desocupación y el desempleo. Se asiste a la conversión inmediata de la crisis económica en una crisis social de envergadura; en esta coyuntura emergen  movimientos sociales de resistencia, de defensa, también, sin dejarse esperar mucho, movimientos sociales que se plantean abiertamente alternativas al paradigma económico impuesto, reconocido como neoliberal, también se plantean alternativas políticas al Estado-nación y a la Unión Europea, así como avanzar hacia una democracia participativa. De todos los movimientos sociales que emergen,  el Movimiento M15 se constituirá como referente político alternativo. Los sectores sociales más afectados por la crisis, contando entre ellos a estratos de clases medias bajas, afectados por la drástica disminución del crédito a familias, a pequeños empresarios y empleos diversos,  sumándose a las repercusiones de  políticas de gasto contraproducentes, aplicadas por el gobierno central, sumándose al elevado déficit público del gobierno central y de las administraciones autonómicas y municipales, en un alarmante escenario de corrupción política, además del deterioro de la productividad, así como de la competitividad, teniendo en cuenta  la alta dependencia del petróleo, son, en conjunto,  la gama de factores que han contribuido al recrudecimiento de la crisis. La crisis se ha irradiado en todos los planos sociales, en todos los planos institucionales.  Se puede hablar de la crisis española de 2008-2015, que sigue recorriendo el tejido social y la malla institucional.

 

El umbral de esta crisis, encajada en la trabazón de una crisis múltiple, económico-financiera mundial, se encuentra, de alguna manera, en  el llamado ajuste de la industria de la construcción, una vez dado el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Se considera que la burbuja inmobiliaria empezó durante el gobierno de José María Aznar, en los años anteriores al mandato de José Luis Rodríguez Zapatero. El abaratamiento del precio de la vivienda, fusionado al desempleo y la desocupación, tiene como consecuencia que muchos ciudadanos no puedan hacerse cargo de sus hipotecas, incluso en el caso de que vendieran sus inmuebles. La descripción de esta situación se explica por la inflación desmesurada de los precios de la vivienda, que luego caen desorbitadamente, de tal manera que el precio presente de la vivienda resulta inferior a la deuda hipotecaria contraída. Ante esta fatalidad la respuesta del Estado es lapidaria; se dan numerosos embargos de locales, de segundas residencias, así como desahucios de primeras viviendas.

 

España es importadora del petróleo que consume; la crisis energética de los años, que vienen manifestándose desde el 2000, ocasiona una tenaz tendencia inflacionista. En junio 2008 la inflación acumulada en los últimos trece años era del 5 %. La abrupta caída entre 2003 y 2008 del precio del petróleo, que coincidió con el estallido de la burbuja inmobiliaria; ambos eventos provocaron la deflación subsecuente. España alcanzó en 2009 la tasa de inflación más baja en los últimos 40 años; en marzo de 2009 se dio lugar a la deflación. En octubre de 2010, la economía seguía constriñéndose, paralelamente se incrementaba de nuevo la inflación. Entre 2011 y 2012, los precios subieron un 3,5 %; esta subida combinada con medidas de austeridad, alto desempleo y desocupación impactó negativamente en el nivel de vida de la gente. Al mismo tiempo los salarios medios decrecieron, así como el poder adquisitivo se aminoró marcadamente.

 

¿Cómo entender los contrastes manifestados por el sistema bancario español? En un principio fue considerado como uno de los más consistentes entre las economías europeas, de los mejor provistos para soportar una crisis de fluidez, sobre todo esto debido a la política bancaria restrictiva, la que apremiaba a custodiar un porcentaje de reservas apreciable. Durante el fenómeno de la burbuja inmobiliaria esta política se relajó; el dispositivo regulador, el Banco de España, actuó con negligencia. El sistema contable de “aprovisionamiento contable” no supera los estándares mínimos del International Accounting Standards Board.

 

En este panorama se desataron prácticas paralelas, se expandió intensamente la corrosión institucional, proliferaron las prácticas de corrupción. Después de los desenlaces se patentizó que la mayor parte de los parlamentarios tenían importantes inversiones en el sector inmobiliario. Se revelaron abundantes complicidades del gobierno central y de los gobiernos autonómicos con el sistema financiero. A pesar de esta evidencia de la caída moral de la clase política, ésta siguió gobernando con el mismo estilo. Lo anecdótico de la situación fue el pan de cada día en los medios de comunicación; por ejemplo, se dio el indulto in extremis del número dos del Banco Santander, Alfredo Sáenz, que había sido condenado a prisión por delitos de falsificación documental. Sumándose a este cuadro decadente, los principales partidos estaban fuertemente endeudados con los bancos. El gobierno fomentó con dinero público la concentración financiera.

 

En este contexto desalentador y decadente, los indicadores sociales económicos y sociales se desencadenaron. El desempleo, que marcaba un mínimo histórico durante la primavera de 2007 con 1,76 millones de parados, un 7,95 % de la población económicamente activa (PEA), pasó a registrar un máximo histórico, durante el primer trimestre de 2013, con más de 6 200 000 parados, un 27,16 % de la PEA, con un paro juvenil, desempleados menores de 25 años, de más de 960 000 personas, 57,2 % de la PEA.

 

El producto interior bruto (PIB) suscribió una declinación prolongada, durante el último semestre de 2008; secuencia descendente que indujo la espiral de la recesión, aunque ésta se haya dado intermitentemente. La inflación interanual alcanzó un máximo histórico del 5,3 % en julio de 2000; aunque, en parte, se puede explicar esta alza por el incremento del precio del petróleo, después de ocho meses de caídas. La deflación se alargó durante otros ocho meses, llegando a estampar un cima negativa del –1,4 %. Durante la segunda mitad del año 2007 los precios empezaron a acrecentarse de manera desmedida, situando la variación anual del IPC en diciembre de ese año en el 4,2 %. El análisis realizado por Caixa Catalunya asevera que la variación del IPC fue incluso mayor, del orden del 7,9 %, correspondiendo el gran impacto a los productos de consumo usual, bienes que padecieron un extraordinario incremento, particularmente la leche (31,0 %), la gasolina (16,2 %), el pan (14,4 %) y los huevos (9,6 %). Los precios no dejaron de elevarse hasta julio de 2008, cuando el IPC marcó el 5,3%, su nivel más alto desde 1992. Después de ocho meses subsiguientes de desplomes, el IPC marca indicadores negativos en marzo de 2009, coincidiendo con el retroceso del precio del petróleo y con el abaratamiento de algunos alimentos. Es de las escasas veces, desde que se calcula IPC, que data de 1961, que se registra un descenso de los precios.

 

La deuda pública, que en 2007 representaba un 36,1% del PIB, se duplicó en tres años, situándose en el 60,1 % en 2010, para continuar empeorando la situación, cuando en 2013 alcanzó el 93,4 % del Producto Interior Bruto. Agudizándose la situación la prima de riesgo con respecto al bund alemán comenzó a dispararse durante el verano de 2011, hasta la cifra récord de 416 puntos. Es cuando aparecieron los temores de un posible rescate económico de la UE a España, como los llevados a cabo en Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre. La prima de riesgo marcó récord en el verano de 2012, desde la entrada de España en el euro, anotando 616 puntos básicos respecto al bono alemán a 10 años.

 

El ratio de morosidad alcanzó los niveles más altos, desde que se empezó a utilizar dicho indicador en 1962, superando incluso los alcanzados durante la crisis económica de 1993. A mayo de 2014, el ratio máximo se ha registrado en diciembre de 2013, con un valor de 13,62%. En enero de 2014, el Banco de España modificó el sistema de cálculo del ratio de morosidad al dejar de considerar a los Establecimientos Financieros de Crédito como entidades de crédito; lo que ocasiona un ligero descenso en febrero.

 

Los alcances de la crisis económica se exhibieron al inicio del segundo mandato de José Luis Rodríguez Zapatero. Después de haber negado la crisis en sus comienzos,  después de invertir enormes cantidades de dinero público en planes de choque contra la crisis, colocando 100.000 millones de euros en avales para la banca, 50.000 millones de euros en el denominado Plan-E; Zapatero se vio forzado a contraer medidas económicas apartadas del programa electoral con el que concurrió a las elecciones, como la congelación de pensiones, la reducción del salario de los empleados públicos, la retirada de medidas estrella de la legislatura anterior, como el cheque-bebé, la deducción de 400 euros en el IRPF, además de una reforma laboral, que enardeció a los sindicatos, los  que rechazaron la reforma,  rechazo expresado en una huelga general.

 

Recién el 9 de agosto de 2007 es cuando los analistas señalan como el inicio de la crisis económica a escala mundial. En esa coyuntura, como consecuencia de la crisis de las hipotecas SUBPRIME, se desencadenan las primeras quiebras importantes de entidades financieras estadounidenses, dedicadas al crédito hipotecario y a la titulización de activos. En Europa, uno de los principales bancos, el BNP PARIBAS, suspende varios fondos de inversión por la falta de crédito en el sistema. La venta masiva de títulos de otros sectores, llevada a cabo por las entidades financieras para obtener liquidez, suscita que las bolsas de todo el mundo sufran fuertes caídas. Ante esta situación, la FED, el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra acuerdan, de forma coordinada, inyectar 400.000 millones de euros para propagar liquidez. En ese lapso, en la península ibérica, el alarmante escenario económico comienza a advertir sobre el estallido de la burbuja inmobiliaria. Como antecedentes del desastre, en abril de 2007, el grupo inmobiliario ASTROC experimentó el mayor crash de la bolsa española; en octubre de ese año, otro grupo inmobiliario, LLANERA, exhibe suspensión de pagos.

 

Teniendo en cuenta la coyuntura electoral que se avecina, el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, con Pedro Solbes al frente del Ministerio de Economía, propone medidas de performance social, de esperado impacto económico positivo, como el cheque-bebé, en julio de 2007, 2500 euros por cada nuevo hijo nacido, al mismo tiempo que asevera que la situación económica española se encuentra “en la Champions League de la economía mundial”. A principios de 2008, durante los últimos meses de la primera legislatura de Zapatero, se dan a conocer varios datos que alertan sobre un notable deterioro de la situación económica española. La inflación se dispara hasta niveles no vistos en doce años, agobiada por el encarecimiento del petróleo, sumándose a la subida de los alimentos básicos; el desempleo emprende con casi cuatrocientos mil parados, más que al comienzo de la legislatura; se observan caídas en el consumo de los hogares, las ventas del comercio al por menor, el índice de producción industrial, la matriculación de vehículos, el número de hipotecas concedidas, la recaudación por IVA. De todas maneras, como queriendo contrastar con el discurso, Solbes ve “enormemente exagerado” decir que España está en crisis, aunque asegura que el país no volverá a tener superávit hasta 2011. Desde el gobierno se tiende a relativizar los datos económicos adversos y a negar de forma categórica cualquier indicio de crisis económica. Zapatero califica en varias oportunidades de “antipatriotas” a aquéllos que alertan de una posible crisis económica. Al mismo tiempo continúa haciendo promesas electorales de positivo impacto económico, como la devolución de 400 euros a todos los contribuyentes del IRPF en caso de ser reelegido. En contraste, el deterioro de la economía no pasa inadvertido; llamativamente desde el gobierno se comienza a utilizar el término “desaceleración” para referirse al inicio de la crisis sin evocarla.

 

En esa coyuntura electoral, después de una campaña electoral, que utiliza el lema del PSOE “Por el pleno empleo. Motivos para creer”, Zapatero gana las elecciones de marzo de 2008, aunque no con mayoría absoluta. El primer plan de medidas que aprueba el nuevo gobierno para atenuar la desaceleración de la economía española es una infusión de 10.000 millones de euros, 6.000 de ellos destinados a la rebaja tributaria de 400 euros prometida antes de ganar las elecciones. El ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes,  acaba manifestando discrepancias sobre el gasto del gobierno; reconoce que este descuento debilita el margen de maniobra, evitando tomar nuevas medidas a corto plazo. Durante los meses siguientes se conocen más datos de destrucción de puestos de trabajo, así como de caídas de afiliación a la seguridad social. El gobierno debe rebajar sus previsiones de crecimiento económico para 2008; sin embargo, sostiene que “en 2009 saldremos del bache”. Zapatero sigue sin reconocer la crisis económica, a la que denomina “desaceleración transitoria ahora más intensa” o “debilidades económicas”, recalcando los logros económicos conseguidos durante la legislatura anterior; empero, sin descartar la aplicación de nuevas medidas de estímulo. A finales de mayo de 2008, el euríbor supera por primera vez el 5%, lo que infiere una elevación de la cuota mensual de las hipotecas.

 

A finales de junio de 2008, Zapatero admite, por primera vez, en un discurso ante grandes empresarios que existen “dificultades serias” con una economía “de crecimiento débil e inflación alta”; confiesa que la economía española va a crecer “por debajo del 2%”, cuando el cálculo oficial era del 3,3%. Para amortiguar las implicaciones del ajuste en la construcción, la pérdida de empleo y la subida del petróleo, Zapatero anuncia un “plan de austeridad” de 21 puntos, plan con el que el gobierno busca ahorrar 250 millones de euros. Entre las medidas más significativas se encuentran la reducción del 70% de la oferta de empleo público y la congelación del salario de 403 altos cargos, entre los que se encuentra el suyo.

 

A mediados de junio de 2008, el diputado Gaspar Llamazares (IU) pregunta, en el Congreso, al vicepresidente Pedro Solbes por las medidas adoptadas “frente a la crisis”. En su respuesta, Solbes esgrime el término “crisis” para referirse a la situación económica; de todas maneras, a pesar de la reticencia sostenida por el gobierno,  ya era una expresión abundantemente manejada en los medios de comunicación, así como en los análisis económicos efectuados. Por último, sin poderse resistir más, el 8 de julio de 2008, Zapatero, en una entrevista en Antena 3, después de la celebración del 37.º Congreso Federal del PSOE, menciona por primera vez la palabra “crisis, como ustedes quieren que diga”.

 

Una semana después de que Zapatero reconozca públicamente la existencia de una crisis económica, la primera inmobiliaria del país, MARTINSA-FADESA, anuncia la enorme concurrencia de acreedores, con una deuda de 5200 millones de euros por falta de liquidez. La situación de la inmobiliaria arrastra, en la bolsa de valores, a su banca acreedora y al resto del sector inmobiliario. Los especialistas señalan que este suceso prueba la paralización de las ventas en la esfera inmobiliaria, así como la falta de confianza en una posible recuperación, además de la restricción del crédito por parte del sector financiero. En este contexto abrumador, el Consejo de Ministros aprueba un programa de veinticuatro reformas económicas, para su aplicación en los sectores de la vivienda, el transporte, la energía, las telecomunicaciones y el medio ambiente.

 

A principios de octubre de 2008, se aplican maniobras a escala internacional para restablecer la confianza, después de la secuencia de quiebras en el sector financiero, FORTIS, DEXIA, HYPO REAL ESTATE BANK y otros. La Cámara de Representantes de EEUU aprueba un plan de rescate financiero, diseñado por el Gobierno de George W. Bush, para la adquisición de deuda de mala calidad de los bancos, con un coste de hasta 700.000 millones de dólares. Los gobiernos de Alemania, Francia, Reino Unido e Italia realizan una declaración conjunta, en la que se comprometen a apoyar a los bancos problemáticos y a actuar de forma coordinada. Por su parte, Zapatero, tras seguidos encuentros con la de la oposición, representantes de la banca y agentes sociales, anuncia la creación de un fondo de 30.000 millones de euros, ampliable a 50.000 millones, para la compra de “activos financieros sanos, no tóxicos”, con cargo al Tesoro Público, que permitiría garantizar la liquidez del mercado español. Acompañando a esta medida, también anuncia un aumento de la garantía mínima de los depósitos españoles, en caso de quiebras bancarias, de 100.000 euros; el doble del mínimo pactado por la Unión Europea. Al mismo tiempo, el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez,  previene que “es absolutamente inevitable un proceso de reestructuración en el sector financiero español, ya sea con fusiones o con otras fórmulas”.

 

En este panorama gris, se suman las desgracias, las bolsas mundiales sufren un viernes negro el 10 de octubre, especialmente la de Madrid, que cierra la sesión con una caída del 9,14%, perdiendo la cota de los 9000 puntos. Ese mismo fin de semana, en París, los gobernantes de los entonces quince países de la eurozona acuerdan una estrategia común para asegurar la liquidez de las instituciones financieras, suministrándoles capital adicional. La ayuda conjunta supera el billón de euros. España compromete cien mil millones para garantizar avales bancarios. En palabras de Zapatero, estas medidas “son imprescindibles” para zanjar “la grave situación de nuestro sistema financiero y de nuestras economías”. Las bolsas europeas responden con fuertes subidas, París un 11,18%, Fráncfort un 11,40%, Milán un 11,49%, Londres un 8,2%. El IBEX  registra ahora la mayor subida, al ganar un 10,65%, rozando los 10.000 puntos. A finales de noviembre, Zapatero anuncia un plan urgente para la reactivación de la economía dotado con 11.000 millones de euros, un 1,1% del PIB, con el que se espera conseguir la creación de 300.000 puestos de trabajo durante 2009. El plan contempla que 8.000 millones de euros se destinen a la inversión pública en los ayuntamientos, Fondo Estatal de Inversión Local.

 

Durante el cuarto trimestre de 2008, la economía española entra oficialmente en recesión, al caer el Producto Interior Bruto (PIB) un 1,1%, descenso que se suma al del 0,3% en el tercer trimestre. La trepada escalofriante de la destrucción de empleos se va haciendo cada vez más desmesurada; en agosto de 2008 se supera la barrera de los dos millones y medio de parados, la cifra más alta en diez años. En diciembre, España se convierte en el país que más empleo destruye del mundo, al rozar los tres millones de desempleados. En la intermitencia de la recesión, un lapso discreto culmina provisionalmente en el primer trimestre de 2010. Un año y tres meses después, en el segundo trimestre de 2011, se volvía a decaer en la recesión.

 

En noviembre de 2008 se celebra en Washington la primera cumbre del G-20, que reúne a los países más desarrollados con los mayores países en desarrollo. Aunque España no es uno de los países inicialmente invitados, después de un intenso trabajo diplomático se consigue la asistencia de Zapatero a la cumbre del G-20. La cumbre concluye con la aprobación por unanimidad de una serie de acuerdos y compromisos con el objetivo de reformar y fortalecer los mercados financieros, en el más claro estilo monetarista. En este contexto, Zapatero presenta el 12 de enero el Plan E, Plan Español para el Estímulo de la Economía y el Empleo; un proyecto con 82 medidas económicas, que llegaran a la centena, para “ayudar a mitigar la difícil situación que atraviesan miles de familias y empresas en España”. Las medidas se clasifican en cuatro ejes; apoyo a las familias, fomento del empleo, apoyo al sistema financiero y modernización de la economía. Su coste supone el 2,3% del PIB de 2009. De todas las medidas, la más apreciable es la del Fondo Estatal de Inversión Local, que destina ocho mil millones de euros para financiar la realización de obras en el ámbito municipal, que permitan generar empleo de forma rápida. Entre las obras financiables se encuentran las consignadas a la mejora de edificios y espacios urbanos públicos, el equipamiento de infraestructuras de servicios básicos, la supresión de barreras arquitectónicas, la conservación del patrimonio municipal, la promoción del turismo. Otras medidas incluidas en el Plan E son la creación del Fondo Estatal de Dinamización de la Economía y el Empleo, 3000 millones de euros, la reducción del gasto corriente por valor de 2500 millones de euros en los Presupuestos Generales del Estado de 2009, la ampliación y mejora de las líneas de actuación del ICO, 47.000 millones de euros, planes para la industria automovilística, Plan VIVE, Plan Renove Turismo y el fomento del alquiler de la vivienda y de la VPO.

 

Entre marzo de 2009 y noviembre de 2009 concurrieron sucesos sintomáticos; la Intervención de Caja Castilla-La Mancha, en marzo de 2009; el relevo de Pedro Solbes, en abril de 2009. En mayo de 2009 el gobierno anunció la aparición de “brotes verdes” en la economía, que no fueron corroborados. Creación del FROB, en junio de 2009. Subida del IVA, en septiembre de 2009. Ley de Economía Sostenible, en noviembre de 2009. En marzo de 2010 se puso en marcha el Plan E 2010. En mayo de 2010 se produjo la intervención de Caja Sur.

 

En mayo de 2010 se procedió a un recorte del gasto público social por valor de unos 15.000 millones de euros. Entre las partidas recortadas se aplicó una reducción media del 5% del sueldo de los funcionarios. Del 0,75 al 7%; en los sueldos de los altos cargos se dispuso la reducción de un 10%, a los miembros del gobierno un 15%. Otra de las medidas anunciadas fue la eliminación del cheque-bebé y la congelación de las pensiones, excepto las pensiones mínimas y no contributivas, que suponían más de un 35 % de las pensiones. En septiembre de 2010 se aprobó la Reforma laboral en España en 2010. Reforma de las pensiones, enero de 2011. Intervención de la CAM, en julio de 2011. El gobierno socialista emprendió una reforma de la Constitución, estableciendo un techo de déficit, que no podría superarse. La reforma fue pactada entre el partido de la oposición, Partido Popular, y el partido socialista.

 

El 20 de noviembre de 2011 se celebraron elecciones generales, en las que salió ganador, por mayoría absoluta, el Partido Popular. Su presidente Mariano Rajoy asumió el cargo de presidente de gobierno el 21 de diciembre de 2011. Las primeras medidas que tomó fueron las de esperar en una posición más conservadora; reforma laboral, contemplando recortes en los derechos de los trabajadores. Así como recortes generalizados en el sector público; disminución de empresas públicas y de cargos públicos. Recorte en sectores públicos, como sanidad y educación.  Anuncio de una nueva subida del IVA en 2013.

 

Durante el segundo trimestre de 2011, se ingresó al segundo lapso discreto o discontinuo de la segunda recesión. Este período recesivo cesó provisionalmente en el tercer trimestre de 2013, cuando se produjo un crecimiento positivo del 0,1%. La recesión duró, por tanto, nueve trimestres, en el que se considera el periodo recesivo más largo de toda la democracia.

En febrero se aprobó una nueva reforma de la legislación laboral, que se añadía a los cambios hechos en 2010 por el anterior gobierno. La nueva reforma fue aprobada por el Consejo de Ministros de España, en su reunión del 10 de febrero de 2012, a través de un Real Decreto ley; modificó la anterior reforma laboral aprobada en septiembre de 2010. Mediante la aprobación del Real Decreto-ley 3/2012, de 10 de febrero, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral, publicado al día siguiente de su aprobación en el Boletín Oficial del Estado (BOE); el Gobierno presidido por Mariano Rajoy, del Partido Popular, se proponía “facilitar la contratación, con especial atención a los jóvenes y a los parados de larga duración, potenciar los contratos indefinidos frente a los temporales, buscando que el despido sea el último recurso de las empresas en crisis”, además de “acabar con la rigidez del mercado de trabajo y sentar las bases para crear empleo estable”. De acuerdo con lo establecido en la disposición final decimosexta del propio decreto, las medidas comprendidas en el mismo entraron en vigor el día siguiente de su publicación en el BOE.

 

El 7 de mayo de 2012 se declaró una irrigación monetaria a BANKIA, entidad financiera, composición de la integración de Caja Madrid, Bancaja, La Caja de Canarias, Caixa Laietana, Caja Rioja, Caja Ávila y Caja Segovia. Dos días más tarde, el 9 de mayo se procedió a la nacionalización del Banco Financiero y de Ahorros, matriz de BANKIA; nacionalización con la que el gobierno se hizo con el control de Bankia. En los días posteriores, el precio de las acciones de BANKIA se abatió en la bolsa, arrastrando a todos, al costo de las acciones de otras empresas indexadas en el IBEX. El 17 de mayo la agencia Moody’s rebajó la calificación de 16 bancos españoles, además de bajar la calificación de la deuda de la Región de Murcia y Cataluña a “bono basura”. En esa semana, la prima de riesgo de la deuda española alcanza máximos históricos. El 25 de mayo se conoció la cifra completa del rescate necesario para BANKIA, 23.500 millones de euros. El 30 de mayo la prima de riesgo rebasó los 530 puntos; la Unión Europea exigió a España la aplicación de más recortes presupuestarios para controlar el déficit. El 1 de junio Rodrigo Rato hizo público que la cantidad de dinero inyectada fue superior a la estrictamente necesaria.

 

El sábado 9 de junio de 2012, después de varias semanas en que la prima riesgo de España se había mantenido en niveles altos, se convoca una reunión de urgencia del Euro grupo para discutir cómo suministrar capital a la banca española. Ese mismo sábado, el FMI hace público que las necesidades de capital de la banca española se estimaban en 40.000 millones de euros. Finalmente el Euro grupo comunicó su intención de aportar hasta 100.000 millones de euros al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria, que pertenece al gobierno español, para que éste a su vez dosifique dinero a los bancos que lo requieran. La tarde del 21 de junio se concreta la cifra, 62.000 millones de euros que se repartirán entre los bancos españoles que tengan problemas, de los cuales se han utilizado algo más de 41.000. La Unión Europea toma medidas de control; los bancos rescatados estarán sometidos al control de expertos de la Unión y tendrían cumplir unos requisitos rigurosos. A principios de julio varios países de la Unión Europea aprueban dar el desembolso a la banca de España, algunos favorables a ello, como el caso de Alemania, y otros muy reacios como Finlandia. Se conoce además que el rescate sólo servirá para ayudar a la banca, que un posible remanente no podrá ser usado para otros fines.

 

El crecimiento del paro ha sido más grave en el sur y en las áreas influidas por la burbuja inmobiliaria. El 13 de julio de 2012 se aprueba en Consejo de Ministros otro paquete de medidas, de las que las más importantes son la subida del tipo de IVA general del 18% al 21% y del reducido de 8% al 10%, que entró en vigor el 1 de septiembre. Supresión de la paga extra de Navidad a los funcionarios y empleados públicos así como la reducción de los días de asuntos propios. Disminución del 60% al 50% de la base reguladora del seguro de desempleo a partir del 7º mes de prestación. Disminución del número de concejales y asunción de competencias por parte de las Diputaciones Provinciales. El 20 de julio se conoce que la Comunidad Valenciana solicita ayuda para pagar sus deudas, en una especie de “rescate” del Estado español a la autonomía. El 23 de julio le sigue Región de Murcia y Cataluña. También se conoce que no serían las únicas, que otras 4 comunidades autónomas podrían necesitar algún tipo de ayuda; Castilla-La Mancha, Baleares, Canarias y Andalucía. El lunes 23 de julio la prima de riesgo alcanza un máximo histórico de 642 puntos, siendo superior a la de otro país rescatado, Irlanda,  estando también desde hace semanas el bono español a diez años por encima del irlandés y en el IBEX se suspenden las cotizaciones en corto.

 

Desde el septiembre de 2011, la Plataforma de Afectados por la hipoteca inició una campaña de movilizaciones destinadas a impulsar un cambio normativo para frenar el goteo de desahucios causados por la crisis económica y permitir la entrega en pago retroactiva, en defensa del derecho constitucional a una vivienda digna. Durante unas semanas fueron comunes, actos de protesta en forma de escrache a los políticos del Partido Popular. Finalmente, el 14 de marzo de 2013 el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TUE) dictaminó que la Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil, que regula el procedimiento de ejecución hipotecaria, no garantiza a los ciudadanos una protección suficiente frente a cláusulas abusivas en las hipotecas y vulnera, por tanto, la normativa comunitaria, en concreto la Directiva 93/13/CEE del Consejo, de 5 de abril de 1993, sobre protección a los consumidores. Como respuesta social a esta determinación institucional,  se planteó la presentación de una iniciativa legislativa popular (ILP), con casi 1,5 millones de firmas, pidiendo la entrega en pago. Después de diversos problemas, contando con la intención presagiada del Partido Popular de rechazar la ILP, se forzó una nueva ley hipotecaria, que en el fondo no resolvió el problema. El gobierno rechazó las demandas populares,  apreciando que podrían perjudicar a las entidades financieras; la ILP no fue recogida en el nuevo marco normativo.

 

Entre 2007 y 2011 la crisis afectó a toda la población; los más pobres perdieron muchos más que los más ricos; el 10% más pobre vio bajar sus ingresos anuales un 42,4%, mientras que para el 10% más rico solo se redujo un 5,6%. España se convirtió en el segundo país con mayor desigualdad económica de toda la Unión Europea, solo superado por el Reino Unido. Entre 2010 y 2013 el salario medio anual bajó un 3,0% hasta los 18.505 euros brutos. Sin embargo, los sueldos más altos subieron en el mismo trienio un 2,4%.

 

La crisis causó una contracción del consumo privado en general, sobre todo del consumo de alimentos. En el periodo 2008 – 2013 el gasto en alimentos se contrajo un 19,6% en términos reales. Entre los alimentos cuyo consumo per cápita experimentó una mayor reducción figuran aquellos que suministran más proteínas; en general, los alimentos frescos como carnes, pescados y frutas. Aumentaron los derivados lácteos y el azúcar, probablemente utilizados como sustitutivos de bienes de primera calidad más caros, carnes y pescados frescos.

 

Desde 2010, las encuestas del CIS revelaron un declive progresivo del número de votantes potenciales a los principales partidos que gobernaron durante la crisis, PSOE y PP. Este desgaste empezó a manifestarse en las elecciones al Parlamento Europeo de 2014, en las que la suma de IU y la nueva fuerza Podemos superó el 18% de los sufragios. A partir de junio de 2014 todas las encuestas revelaron un fuerte aumento del apoyo a Podemos, que a principios de 2015 era la segunda fuerza en intención de voto según el CIS[26].

 

 

Análisis de la crisis

 

Ahora usaremos otro texto para abordar el análisis descriptivo; esta vez haremos citas, transcribiendo partes del documento. En un análisis de la crisis, titulado La crisis económica española: orígenes y consecuencias[27]. Una aproximación crítica,  Agustí Colom escribe:

 

 

El desarrollo económico de la mayor parte de las economías capitalistas avanzadas desde los años 80 ha estado caracterizado por el crecimiento del recurso al endeudamiento. La enorme acumulación de deuda no sólo se ha producido en los países periféricos europeos como forma de soslayar el desequilibrio en las relaciones económicas entre la zona central y la periferia del área euro (Lapavitsas, C et alt., 2011) sino que ha caracterizado al conjunto de los países de la OCDE. Esto es, el crecimiento del endeudamiento con el sistema financiero hasta alcanzar en el año 2010 cifras del 355% del PIB en el caso español y del 363% en el caso de Portugal; no resulta tan alejado de niveles de deuda del 341% correspondientes a Dinamarca, 340% referido a Suecia, 328% Bélgica o 322% en el caso del Reino Unido (Cecchetti, Mohanty y Zampolli, 2011).

 

 

Por consiguiente, más allá que países periféricos de la zona euro hayan recurrido a la deuda para financiar el prolongado y elevado crecimiento económico de sus economías de las últimas décadas, el proceso de financiarización ha invadido todas y cada una de las distintas economías. Incluso Alemania, el país europeo, que probablemente presenta un nivel inferior de deuda del conjunto de su economía, esta alcanzaba en el año 2010 el 241% del PIB, se había multiplicado por 1,7 respecto el nivel existente 30 años antes. Pero además, el crecimiento económico de Alemania se ha producido en gran parte gracias a que los países con los que ha mantenido un superávit comercial han recurrido al endeudamiento y con ello financiar las importaciones procedentes de Alemania. En tanto que economías como la Alemana o la China han financiado a los países con déficits comerciales recurrentes – como el caso de España -; no les exime de la corresponsabilidad en la gestación de los desequilibrios y por consiguiente de la crisis económica (Tugores, 2010).

 

Así pues, la proliferación del endeudamiento masivo y extenso en la mayor parte de las economías avanzadas constituye uno de los elementos que caracterizan el desarrollo de la economía mundial en las últimas décadas. Si bien ha constituido el recurso que ha permitido financiar los desequilibrios de las balanzas comerciales y de servicios de los países periféricos de la zona euro, se ha extendido por doquier inundando también las economías superavitarias comercialmente. Estas últimas, en gran parte han mantenido sus superávits de forma permanente gracias a que las economías deficitarias comercialmente han dispuesto de forma constante de crédito para financiar los desequilibrios.

 

El endeudamiento tiene su origen en cómo el neoliberalismo afrontó la dinámica intrínsecamente inestable de las economías capitalistas. La evidencia histórica indica que las economías capitalistas tienen una seria dificultad para mantener el nivel adecuado de demanda agregada que de salida a la totalidad de producción de bienes y servicios realizada por las empresas. Ello explica la existencia periódica de crisis de las economías capitalistas. Sin embargo, a pesar de esta constatación, los economistas ortodoxos neoclásicos creían firmemente en la autorregulación de los mercados y, por tanto, la imposibilidad de la existencia de crisis. La crisis de 1929 desacreditó todo este conjunto de teorías y creencias. Fue el keynesianismo, el que aportó la solución de la intervención del sector público para mantener el nivel de demanda agregada que estabilizara la economía y, por tanto, en última instancia, preservara el sistema económico capitalista.

 

 

El neoliberalismo reniega del mecanismo keynesiano de estabilización económica y asigna esta función al crédito. Así pues, el crédito asume en el planteamiento económico neoliberal el papel de dotar a los agentes económicos de los recursos adicionales para mantener su nivel de demanda y, por consiguiente, de estabilizar la demanda agregada dando salida a la producción.

 

Dicho en otras palabras, en el mundo keynesiano, mediante las políticas redistributivas, se transferían recursos de las rentas elevadas a las rentas inferiores, de forma que estos recursos se incorporaban a la economía en forma de consumo, con lo cual contribuían a mantener el nivel de demanda agregada, lo que estabilizaba la actividad económica. En cambio, en el marco doctrinal neoliberal, al reducirse los flujos redistributivos – por los agresivos programas de desfiscalización -, es el endeudamiento - los préstamos de las rentas elevadas a las inferiores, en última instancia - a quien se atribuye el papel de mecanismo por el cual las personas de rentas más bajas acceden a un nivel de consumo que mantenga el nivel de demanda agregada.

 

Obviamente, el endeudamiento acentúa la financiarización de la economía y, en consecuencia, eleva la inestabilidad del sistema económico. Minsky (1992) ya había advertido de la profunda inestabilidad de los mercados financieros capitalistas los cuales “experimentan de vez en cuando procesos de inflación o de deflación por sobreendeudamiento que parecen potencialmente explosivos” y que lejos de ser atemperados por el comportamiento habitual de la economía, esta de hecho no hace sino que amplificarlos. Los mercados no se autorregulan.

 

Así, el endeudamiento se convierte en el motor de la economía y en su verdugo. El crecimiento económico de los Estados Unidos, y de la mayor parte de los países europeos, entre ellos de manera extraordinaria España, se realizó a partir de un amplio recurso al endeudamiento.

 

En efecto, la economía española ha sido el paradigma del crecimiento económico fundamentado en el crédito vinculado, mayoritariamente, al desarrollo del sector inmobiliario. Las cifras son explícitas: en 1999, el conjunto del Estado español, el crédito interno de 476.966 millones de euros representaba el 82,2% del PIB y, al final de la década, el año 2010, sumaba el 173,5% del PIB, es decir, 1.843.953 millones, en valor absoluto. Se había multiplicado por 3,86. El nivel más álgido había alcanzado el año 2009, con el 174,3% del PIB. Si consolidamos la deuda externa con la interna, el total de la deuda sumaba, en 2010, de forma estimada, el 355% del PIB español, del que sólo el 72,0% era deuda pública[28].

 

 

En lo que respecta al caso español, el analista escribe:

 

 

La economía española entró técnicamente en recesión entre el segundo y tercer trimestre de 2008 al presentar durante dos trimestres consecutivos tasas de crecimiento negativas. El deterioro de la economía se prolongó hasta el último cuatrimestre de 2009, si se mide por las tasas de crecimiento trimestral, mientras que en términos de tasas de crecimiento interanual el deterioro se prolongó hasta el segundo trimestre de 2010, a partir del cual la economía española mostró una incipiente mejoría. Inicialmente, la evolución de la actividad económica sigue claramente una evolución en forma de V, alcanzando el suelo para la mayor parte de las variables macroeconómicas entre el primer y segundo trimestre de 2009, este último constituye el momento en que el PIB español cae en mayor profundidad, el 4,4% en tasa de crecimiento interanual. Por otra parte, la incipiente recuperación se trunca en el segundo trimestre de 2011, que de confirmarse las estimaciones para el cuarto trimestre de 2011, nos encontraríamos en tasas nulas de crecimiento, siendo las expectativas de entrada de nuevo en una fase de recesión en el primer trimestre de 2012, que de confirmarse nos situaría en la perspectiva del desarrollo de la crisis en forma de sierra por lo que se prolongan sus efectos y consecuencias hacia adelante[29].

 

 

Sobre la burbuja inmobiliaria el autor dice que:

 

 

La fase de crecimiento de la economía española se sustentó en la construcción, convirtiéndose en el sector dinamizador del desarrollo económico a partir de 1997 (Matea y Sánchez, 2006). Prueba del crecimiento del sector es el hecho que el VAB de la construcción que en 1997 significaba el 6,5% del PIB, alcanzó el año 2006 – valor más alto- el 10,8%. Ello conllevó a un significativo incremento de la ocupación en el sector, de forma que en el momento de mayor ocupación fue en el tercer trimestre de 2007 en que se encontraban ocupados en la construcción 2.717,5 miles de personas - según datos de la EPA -, esto es, el 13,25% de los ocupados de la economía española.

 

Prueba de la elevada actividad inmobiliaria son las 5,5 millones de viviendas libres que se iniciaron en el período 1997-2007, un promedio de 502.646 viviendas anuales que tuvo su nivel máximo en las 664.923 viviendas de promoción libre iniciadas en el año 2006, a las que si sumamos las 60.878 viviendas protegidas, alcanza la cifra de las 725.801 viviendas para ese año. La oferta de vivienda iniciada llegó a duplicar las cifras estimadas de 325.000 unidades de demanda de vivienda por razones demográficas (Garcia Montalvo, 2006).

 

La sobredimensión de la actividad constructiva realizada era pues enormemente evidente, de hecho la ingente cantidad de viviendas iniciadas sin comprador, que ha dejado el cese abrupto del boom inmobiliario, son consecuencia de la burbuja pero también prueba de la sobreproducción que la burbuja especulativa generó. Las cifras oficiales sitúan en 687.523 el stock en el año 2010 de viviendas nuevas terminadas sin vender (Ministerio de Fomento), a estas habría que añadir el parque de viviendas que el estallido de la crisis económica ha dejado a medio construir. Algunas estimaciones sitúan estas últimas en 1,3 millones, de las cuales un 44% tendría en estos momentos paralizada su construcción (Vergés, 2011).

 

El ritmo constructivo frenético fue acompañado, asimismo, por un incremento de los precios de la vivienda sin precedentes en la historia reciente: los precios promedio de la vivienda libre en España se multiplicaron por tres durante los años 1997-2007, al pasar de los 684,79€/m2 1997 a 2.056,40€/m2 en 2007.

 

Se han articulado diversos argumentos explicativos del incremento acelerado de los precios de la vivienda. Los trabajos teóricos apuntan a un conjunto de factores fundamentales acotado con capacidad explicativa de un aumento de los precios de la vivienda: aumentos demográficos, bajada de los tipos de interés, incremento de la renta per cápita, entre otros. No obstante, estos son los más ampliamente citados en la literatura al respecto. De hecho, diversas explicaciones del aumento de los precios de la vivienda española se han construido apelando a uno de estos tres factores o la incidencia conjunta de un subgrupo de ellos. Con toda la referencia a la bajada de los tipos de interés atribuida a la entrada de España en la UEM primero y a la implantación efectiva del euro después, goza de un apoyo importante el argumentarlo del origen del incremento de los precios de la vivienda. Sin embargo, en este argumentarlo existe una contradicción lógico explicativa. De aceptar, la variable tipo de interés, demográfica o cualquier otra como argumento explicativo del incremento de precios de la vivienda, entonces queda automáticamente descartada la posibilidad de que se tratase de una burbuja inmobiliaria. Ello, porque precisamente, la existencia de una burbuja se corresponde con otro argumento explicativo: las expectativas de revalorización del activo que tengan los compradores de este. Así pues, sólo estaríamos ante una burbuja si el incremento de precios, precisamente, no puede ser explicado por el aumento de los precios de las variables macroeconómicas fundamentales. En este sentido, los estudios concluyen que el componente no fundamental, o burbuja, es importante para explicar el rápido crecimiento de los precios inmobiliarios en España en el período 1997-2007 (Garcia-Montalvo, 2006; Bellod, 2011).

 

Obviamente, la consolidación de una burbuja requiere que esta sea alimentada con liquidez y por consiguiente, sea los bajos tipos de interés y principalmente las facilidades con que las entidades financieras prestaban alimentaron la exuberante irracionalidad de la burbuja.

 

El estallido de la burbuja inmobiliaria empezó a fraguarse en el año 2007, con cierta antelación a que la crisis financiera mostrara sus efectos de forma significativa en la economía española. Probablemente, la crisis financiera y el estallido de la burbuja se reforzaron mutuamente, y ello tuvo consecuencias dramáticas para el sector de la construcción. Prueba de ello es la rápida y elevada destrucción del empleo en el sector de la construcción. Los datos son ilustrativos, entre el tercer trimestre de 2007 y el tercer trimestre de 2011 se perdieron 1.346, 6 miles de empleos (ocupados), el 49,6% del empleo, de forma que en esta última fecha el número de ocupados ascendía a 1.370,7 miles de personas, el 7,55 % de la población ocupada – tasa que nos retrotrae al año 1985 en que la tasa de ocupación en el sector de la construcción se situó en niveles similares -. Significativo es comprobar que en los 4 años de crisis transcurridos se han perdido en la construcción tantos empleos como los generados tras 9 años de crecimiento ininterrumpido del sector.

 

Las consecuencias de la caída de la actividad económica general afectaron de forma rápida y contundentemente a las finanzas públicas. De hecho, el conjunto de Administraciones públicas españolas, en 2007, cumplía escrupulosamente con los criterios ortodoxos de estabilidad presupuestaria: presentaba superávit presupuestario del 1,9% del PIB y la deuda pública era del 42,1% del PIB. El comportamiento español era además, dentro de la ortodoxia neoliberal, mucho más ejemplar que la media de la Unión Europea y los países de la OCDE. Lo que lleva a cuestionar, como mínimo, las garantías que se atribuyen a tales preceptos.

 

Entonces, ¿por qué se deterioraron las cuentas públicas? En gran medida por la caída de los ingresos  y no tanto como a consecuencia de la perdida de recaudación, atribuida a la disminución de la actividad económica, como el coste recaudatorio de las medidas fiscales expansivas que se implantaron. Así, a partir de los datos ofrecidos por la Administración tributaria española estimo que el 76% de la disminución de los ingresos tributarios de 2008 (20.000 M€) se deben a medidas discrecionales, las cuales explicarían el 60% (17.800 M€) de la caída de los ingresos del año 2009[30].

 

 

 

Como se puede ver, según el análisis citado, la crisis financiera fue gestada por el mismo sistema financiero dominante, por la dominancia del capitalismo financiero, que induce un comportamiento especulativo a todo el sistema-mundo capitalistas, a todas sus estructuras organizativas, institucionales y empresariales. Desde la perspectiva del análisis marxista se sabía que las crisis forman parte congénita del desarrollo capitalista, de las crisis cíclicas y orgánicas del capitalismo; sin embargo, el caso de la crisis financiera llama la atención, pues se trata no solo de crisis congénitas, con las cuales hay que lidiar, con crisis cíclicas, frente a las que se cuentan con medidas anti-cíclicas, con las crisis orgánicas, frente a las cuales el capitalismo opta por transformaciones estructurales, sino ante crisis generadas abiertamente y conscientemente, crisis dirigidas por las políticas económicas monetaristas. Las crisis entonces no solamente forman parte de las contingencias del sistema, sino que son promovidas por el aparataje político del orden mundial.  

 

El discurso de los culpables, de los malos administradores, de la irresponsabilidades administrativas, del derroche, de la falta de disciplina, es un discurso “ideológico” a todas luces, por más que se den estos fenómenos, pues estos no explican el desenvolvimiento de la crisis; son parte de ella. La crisis financiera ha sido inducida por los propios Estados, por la Unidad Europea, por el sistema financiero europeo, por el sistema financiero mundial, por la estructura de poder decisoria del orden mundial.     

 

 

 

 

 

 

 

Conclusiones

 

1.   La clase política, los gobernantes, los legisladores, los partidos políticos, son parte de la crisis, son promotores de la crisis, lo hagan de una manera o de otra, de una forma social o de una forma conservadora. La diferencia en que unos buscan amortiguar los efectos sociales de las políticas monetaristas y la financiarización de la crisis, los otros buscan descargar sin miramientos los costos de la crisis, que significa las extraordinarias ganancias de la híper-burguesía sobre los cuerpos de los pueblos. Sin embargo, ambos estilos son cómplices de esta política financiera de incentivar la demanda agregada por medio de la expansión generalizada del crédito. Por lo tanto, son cómplices de no solo montar las burbujas financieras, de la ilusión coyuntural de las masas, sino de hacer pagar este placer momentáneo con creces a las poblaciones.

 

2.   Se entiende entonces, que toda la clase política, oficialista y de la oposición, nacional y continental, también mundial, se comportan como se comportan, no porque cierran los ojos, no porque se auto- engañan con la lectura de los datos, sino porque forman parte de esta fabulosa maquinaria de exacción, de despojamiento y desposesión, que es el otorgado por la dominancia del capitalismo financiero a toda la estructura y composición del sistema-mundo capitalista.

 

 

3.   Los pueblos no tienen por qué pagar nada de esta deuda generada por la híper-burguesía, por sus dispositivos financieros, económicos, políticos y jurídicos. Es la misma híper-burguesía la que tiene que cargar con este peso desapareciendo. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Génesis y apocalipsis?

Caracterizaciones, estructuras y diferenciaciones de la crisis en el sistema-mundo capitalista. ¿Crisis económica en Sur América?

 

 

Dedicado a las Comunas, bases y espesores del proyecto autogestionario comunitario de la revolución bolivariana.

 

¿Cuáles son los efectos de la crisis financiera del capitalismo en Sur América? Esta es la pregunta. Es importante saber las características de la crisis cíclica y también de la crisis orgánica del capitalismo, que comienza como crisis de sobreproducción, para manifestarse después como crisis financiera, en el subcontinente suramericano, sobre todo en lo que respecta a los países de los llamados gobiernos progresistas. Desde ya podemos decir que las características no son las mismas, que repercuten en Europa y en Norte América, para no meternos con las características de esta crisis en Asia y en África. Hay analogías compartidas; empero, las mismas tienen significados históricos diferentes. Esto porque estamos considerando la estructura de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, que divide centros de periferias del sistema- mundo, asignándoles roles diferenciados, aunque variados y móviles, en la división del trabajo y del mercado internacional. La crisis de sobreproducción y la crisis financiera no repercuten de la misma manera en esta geografía diferenciada del sistema-mundo.

 

Siendo la mayoría de los países periféricos no-industrializados, la crisis de sobreproducción no les afecta de la misma manera que a los países centrales del sistema-mundo. Pero, ¿qué pasa cuando se trata de la crisis financiera? Para tratar de responder a esta pregunta, vamos situarnos primero, en Venezuela, donde parece repercutir dramáticamente la crisis financiera y, recientemente, lo que podemos llamar la crisis desatada por el impacto de la disminución de los precios de las materias primas, sobre todo del petróleo. Dejaremos para otros ensayos la evaluación del resto de economías suramericanas.

 

Sesenta economistas se pronunciaron al respecto, en relación a la crisis económica venezolana; en su análisis sobresalen algunas consideraciones que las citamos, para discutirlas después. Estos economistas dicen:

 

El presidente Nicolás Maduro en su  Memoria y Cuenta ante la Asamblea Nacional  de ayer hizo algunos anuncios económicos puntuales, que no cambian el curso de las grandes dificultades de la economía venezolana. El nuevo régimen cambiario que anunció sigue manteniendo  tres tasas oficiales, y como ya se ha comprobado, es propenso a la ineficaz asignación de divisas, con elevada corrupción que aprovecha los diferenciales cambiarios. Una tasa oficial  que mantiene un subsidio cambiario de 6,30 Bs/$ para bienes básicos, alimentos y salud;  una tasa unificada de Sicad 1 y 2, cuyo monto no fue anunciado, pero se espera una devaluación de la misma; y una tercera tasa de cambio, que operará a través de operadores de bolsa pública y privada.

En el contexto de la fuerte caída de los ingresos petroleros en 2015, a un estimado de la mitad de los recibidos en 2014,  con pesadas obligaciones financieras y petroleras que se  analizan en este documento, la disponibilidad de divisas para proveerlas bajo este régimen cambiario son muy limitadas. La expansión del gasto público anunciada por Maduro, no puede sino aumentar la liquidez en manos del público y la presión sobre la nueva tasa de cambio vía casas de bolsa y el mercado paralelo. Esta tercera tasa de cambio, todavía por ser definida en sus detalles, será, sin embargo, mucho más alta y elevará el costo del gran volumen de importaciones que no recibirán divisas a las tasa preferencial ni Sicad.  Sin un conjunto de medidas económicas coherentes, como se plantea en la segunda sección de este documento, un régimen cambiario como el anunciado  no puede sino reflejar la muy fuerte presión alcista en los precios y en las tasas de cambio de libre fluctuación. El ajuste del salario mínimo en 15%, a partir de febrero, es insuficiente, y ocurre en medio de presiones que elevaran la inflación por encima de 100% anual; los anuncios están lejos de constituir un verdadero plan coherente y creíble para estabilizar la economía venezolana y sentar las bases para su recuperación.

Debemos recordar el origen cercano de las dificultades actuales. Las distorsiones de la economía venezolana se agravaron desde el segundo semestre 2012, al acentuarse la inflación y la depreciación de la tasa de cambio no oficial; en medio de una creciente restricción en la entrega de divisas al sector privado que se prolongó hasta 2013. En ese año el promedio del precio del petróleo para Venezuela fue 103, 42 $/barril. Ello nos llevó, a un grupo de economistas, a hacer público un documento con un alto grado de consenso profesional en enero 2014, sobre la crisis cambiaria, las dificultades del sector petrolero y el deterioro socioeconómico en Venezuela.

Ahora, a principios del 2015, con la aguda y fuerte caída de los precios del petróleo desde mediados de 2014, la situación del país entró en una fase de auténtica emergencia económica, pues los ingresos petroleros estimados para el 2015, son alrededor de la mitad de los del 2014 en un escenario conservador, con bajas reservas internacionales operativas y fuerte acumulación de deuda pública y otras obligaciones comerciales; esta situación hace insostenible mantener el marco de políticas económicas que se han venido ejecutando desde el Gobierno de Hugo Chávez hasta el de Nicolás Maduro, centrado en controles de precios, cambio, ganancias e incluso del patrón de distribución de bienes de consumo básico en el territorio nacional. Además, la absoluta mayoría de empresas públicas, incluyendo las nacionalizadas en los últimos diez años, enfrentan serios problemas de eficiencia productiva y bajos niveles de producción.

La alta inflación anual de 2014, fue superior a 65%, la más alta del mundo; aunque el Gobierno influyó directamente en su cálculo desde el tercer trimestre para intentar detener su continua alza; el desabastecimiento crónico a nivel nacional y la escasez de bienes e insumos de toda clase, junto a una contracción de la economía y pérdida de empleos, son parte de las graves consecuencias que enfrentan los venezolanos desde el año pasado[31].

 

De principio se observa el enfoque monetarista del análisis, algo que les impide a los economistas mirar la estructura de la crisis y las causas estructurales de la crisis, que no dejan de ser mundiales, aunque se manifieste variada y diferencialmente por país y región. Además este enfoque cuantitativista, uno de los posibles enfoques cuantitativistas que se pueden hacer, no llega al análisis macroeconómico, que, en todo caso, a pesar de ser solamente estadístico, por lo menos dibuja estructuras económicas a partir de los indicadores. ¿Cómo pretenden aconsejar si están lejos de la mirada cualitativa de la crisis capitalista financiera? Condición cualitativa que es precisamente la real, pues las medidas cuantitativas lo que hacen es dibujar mapas de variables. Sin embargo, lo hacen refugiados en el prestigio nobiliario de sus títulos. Tienen toda la libertad de hacerlo, además, considerando la buena voluntad y preocupación, es indispensable discutir su argumentación; argumentación parecida a todos los economistas que llevaron a la crisis financiera en Estados Unidos de Norte América, en Europa y en el mundo. Son los mismos argumentos que aplicados desataron la las burbujas financieras, al estilo del capitalismo especulativo.

 

Refiriéndose al gasto público escriben:

 

El énfasis de gasto público en materia social desde 2004, vía las Misiones, generó un gran apoyo a nivel nacional para el Gobierno, pero éste no debió ser excusa para socavar las bases de estabilidad de económica del país y acumular una enorme deuda pública, causando una alta y persistente inflación, desabastecimiento, cierre de empresas, desempleo, una caída del poder de compra de la familia venezolana y una dependencia extrema del consumo de la distribución de la renta petrolera. Las Misiones deben institucionalizarse, como parte del sistema de gasto social, con transparencia de gestión y mayor eficiencia en el uso de los recursos[32].

 

¿Qué quieren decir? ¿Qué se debe bajar la inversión social para disminuir el déficit público? Es el mismo argumento que emplean los economistas monetaristas para obligar a políticas de austeridad, lo que ha desencadenado en Europa crisis políticas y crisis sociales, sin tampoco resolver la crisis financiera, sino que la ha ahondado aún más.  Estos economistas como los otros, tanto unos como otros connotados, creen, como buenos monetaristas, que las crisis estructurales se resuelven con maniobras financieras, interviniendo en la oferta y demanda monetaria. Este es el comienzo de su gran equívoco. Ante una crisis estructural, cuya materialidad es cualitativa, no se puede actuar con imaginarios cuantitativos, que reducen la complejidad, a modelos restrictivos del análisis económico, peor aún si son monetaristas. Solo se puede actuar con acciones cualitativas que incidan en las condiciones y en las causas estructurales de la crisis, que obviamente no son espectros de curvas cuantitativas.

Como en otro escrito dijimos[33], el problema del análisis económico, comprendiendo sus distintas corrientes teóricas, es abocarse a la compulsión por la ganancia y evaluar desde esta compulsión la economía, ponderada como crecimiento y desarrollo. No entienden que tiene sentido hablar de crisis, en el sentido cualitativo, cuando repercute materialmente en los cuerpos sociales, cuando hay crisis social. El problema es que el capitalismo no solo que ha convivido con esta crisis social sino que la ha generado. Si no aceptan esto es porque no son otra cosa que unos “cientistas” inhumanos, para quienes la condición humana no importa, lo que importa son los comportamientos de los indicadores macroeconómicos.

 

El núcleo de su argumentación se encuentra en la descripción de Los grandes problemas económicos de Venezuela eran muy graves antes de la caída de los precios del petróleo; exponen:

 

Los problemas económicos del país desde la gestión de Hugo Chávez se manifestaron en una cada vez mayor dependencia del petróleo y del endeudamiento público, mientras la inflación se elevaba y se acumulaban grandes distorsiones; el impacto negativo sobre la población pudo ser compensado por varios años, con grandes transferencias de recursos a los sectores de bajos ingresos desde 2004; e importaciones de alimentos y otros bienes, vendidos a precios subsidiados.

Sin embargo, al mantener un bolívar sobrevaluado para aumentar el impacto de la red de beneficios sociales, junto a los controles de precio y cambio, para también mantener los subsidios explícitos o implícitos, se causaron grandes desequilibrios económicos que llevaron a un acelerado endeudamiento público, el reemplazo gradual de la producción  nacional de alimentos y toda clase de bienes de consumo, insumos y bienes de capital, por importaciones, más baratas a la tasa de cambio sobrevaluada. En conjunto, el objetivo combinado de corto plazo, social, electoral y político, privó sobre todos los previsibles costos económicos para la nación, los cuales al manifestarse más abiertamente a partir de 2012, revelaron el impacto social adverso de la inflación, el desabastecimiento y caída de la actividad económica, advertido previamente por los economistas.

Es en este contexto que la caída del precio del petróleo desde junio 2014 agrava enormemente la situación de Venezuela, que se refleja en un grave problema socioeconómico de desabastecimiento  y de escasez generalizada de productos alimentarios, medicamentos, material esencial para el sector salud, equipos, maquinaria e insumos para las distintas actividades productivas del país.

Los problemas económicos centrales, interrelacionados, que requieren atención gubernamental urgente en medio de lo que ahora, en 2015, podemos definir como una emergencia económica, se resumen en los siguientes puntos:

— La expansión fiscal, dentro y fuera del presupuesto nacional, y los grandes déficits de sector público son el problema primario que induce a mayores desequilibrios monetarios y cambiarios. El déficit del sector público restringido, como porcentaje del PIB, se elevó a 15.6% en 2012, 16,3% en 2013 y se estima en 19% en 2014. Estas son cifras extraordinariamente altas para cualquier economía y han sido cubiertas en gran medida con el financiamiento monetario provisto por un debilitado Banco Central de Venezuela, con su Directorio recibiendo instrucciones directas del Gobierno. Ni el Gobierno de Hugo Chávez ni el de Nicolás Maduro han tenido reparo en usar todos los recursos fiscales, sean estos provistos por el petróleo, los ciudadanos a través de la recaudación del SENIAT, el endeudamiento público, los acuerdos con China; agreguemos a lo anterior la inconveniente transferencia de una parte importante de las reservas internacionales líquidas del BCV y los excedentes de tesorería de PDVSA, a un fondo de gasto público extra-presupuestario, FONDEN, para fines definidos por el Presidente, sin respetar las leyes ni la Constitución en sus artículos 314 y 320.

— A nuestra empresa estatal petrolera, PDVSA, los problemas derivados de la sistemática extracción de sus propios recursos financieros por parte del Gobierno, más allá de los impuestos y regalía que señala la ley, además de endeudamiento para fines distintos a sus actividades, y los compromisos asumidos con China y Petrocaribe/Cuba, la han colocado en una situación de minusvalía financiera operacional. Los volúmenes de producción propia de PDVSA en crudos ligeros y medianos cayeron desde el primer trimestre 2011 hasta el tercer trimestre 2014 en 000 barriles por día, lo cual equivale a 10.5% de las exportaciones del 2014; esta caída ha sido compensada, parcialmente, por el incremento en 140.000 barriles por día en la producción de crudos extra-pesados en las empresas mixtas, asociada al esfuerzo de las compañías extranjeras, donde los ingresos petroleros son compartidos. Las importaciones de crudo y productos han venido elevándose para  proveer el crudo diluyente y la nafta, necesarios para la exportación de parte de los crudos extra-pesados y para suplir el mercado interno, dada la menor producción en las refinerías.  La pesada factura de importación ha fluctuado en 2012-14, entre $7.000 y $8.400 millones al año, substancialmente mayor que el servicio anual de la deuda externa de PDVSA en 2014 de $5.389 millones. El volumen de exportación de crudo y productos en 2013 cayó 5,5% a 2.265.000 b/d y en 2014 se estima una disminución de 3,2% a 2.190.000 b/d. La producción petrolera estimada para 2014, 2.740.000 b/d, hace evidente el fracaso del Plan Siembra Petrolera anunciado en 2006, el cual tuvo una meta de producción de 5.800.000 b/d para 2012.

— El endeudamiento público creció en forma acelerada desde 2005, a pesar del alza sostenida del precio del petróleo desde 2003. El Gobierno de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro usó todos los posibles medios de contraer deuda por 10 años. En el caso de las leyes de endeudamiento del Gobierno Central, que es una parte de la masiva acumulación de deuda pública,  del saldo de la deuda interna y externa en dólares, estimada en unos US$150.000 millones a finales de 2014, sólo un 25% se destinó a proyectos de inversión; el resto fue usada en restructuración financiera, servicio de deuda y gestión fiscal. Al intentar consolidar las obligaciones  financieras en títulos, convenios con China y  deuda por nacionalizaciones, del sector público restringido en divisas, estas se estiman en US$147.000 millones.  La deuda pública interna en bolívares a tasa de cambio oficial equivale a US$78.638 millones y el financiamiento monetario  del Banco Central de Venezuela  (BCV) a PDVSA y otros entes públicos llegó en diciembre 2014 al equivalente a US$107.290 millones. La devaluación del bolívar que se anticipa, sin duda diluirá en términos de divisas las obligaciones en bolívares del Gobierno y PDVSA; también lo hará con las obligaciones laborales pendientes y reducirá el poder de compra de sueldos y salarios. Dada la falta de información oficial organizada es difícil consolidar el total de obligaciones en divisas y bolívares, pero estos montos dan idea de montos muy grandes, en particular en el contexto de los disminuidos ingresos por exportación petrolera de 2015.

— Las cifras anteriores de deuda pública no incluyen la deuda comercial, en divisas y bolívares, del Gobierno Central y PDVSA con contratistas y proveedores, ni las obligaciones de suministro de divisas (CENCOEX/CADIVI) con el sector privado venezolano y empresas extranjeras residentes en el país, que a su vez tiene deudas contraídas con sus casas matrices o proveedores internacionales, estimadas en US$21.200 millones (incluye deuda comercial por importaciones, servicios, dividendos aprobados y dividendos retenidos a socios de empresas petroleras mixtas). La deuda de PDVSA con sus contratistas y proveedores era de US$21.404 millones a finales del 2013; además de deudas indirectas a través de las empresas mixtas, estimadas en US$12.000 millones, con sus socios (dividendos retenidos) y contratistas. Se conoce que algunas de estas deudas comerciales se reestructuraron, pero siguieron creciendo en 2014 debido a las dificultades financieras de PDVSA. No tenemos cifras sobre las obligaciones acumuladas del resto del sector público con contratistas y proveedores, pero las grandes obras públicas en todo el país están paralizadas o en lenta ejecución por falta de pago. Estimamos que la deuda comercial, servicios y con contratistas/ proveedores del sector petrolero, consolidada en divisas, es superior a los US$40.000 millones. Se requiere transparencia de parte del Gobierno, para informar al país sobre los actualizados de estas obligaciones por pagar, en divisas y en bolívares.  Dada la situación de desabastecimiento general y escasez de bienes de consumo e insumos agrícolas e industriales, este componente no titularizado de la deuda pública nacional es tan importante como la deuda pública financiera registrada.

— La política monetaria del Banco Central de Venezuela (BCV) fue desviada del objetivo constitucional de la estabilidad de precios y manejo responsable de las reservas internacionales para, a través de la designación de un Directorio de filiación partidista y sin credenciales académicas adecuadas, descuidar las tareas de un ente monetario responsable. El BCV ha transferido US$62.250 millones (hasta septiembre 2014) de las reservas internacionales al FONDEN desde la inconstitucional reforma de su ley de julio 2005; y ha adquirido pagarés de PDVSA  desde 2010, medio de financiamiento monetario del déficit del sector público, en montos en bolívares muy grandes, equivalentes a tasa de cambio oficial al cierre de diciembre 2014 a US$107.290 millones. El control gubernamental del BCV, obviando las razones de su autonomía establecida en la Constitución,  es el origen de la falta de reservas internacionales ahora en 2015 y del acelerado crecimiento de la liquidez monetaria en manos del público,  bolívares sin respaldo. Esta situación  en el ente monetario es una de las causas directas de la rápida depreciación del bolívar en el llamado mercado cambiario paralelo y de la creciente tasa de inflación, para llegar a ser desde 2014, la tasa más alta del mundo, a pesar que el Directorio del BCV ha tomado medidas para modificar a su conveniencia el cálculo del  Índice de precios, al tiempo que ha retrasado su publicación.

— Un régimen de control de cambio, ahora con múltiples tasas, instaurado en forma temporal en 2003 para enfrentar la caída en reservas internacionales, fue convertido en un sistema permanente de asignación de divisas, con todas las distorsiones económicas que esto causa, como la persistente sobrevaluación de la tasa de cambio oficial, que condujo a mayores importaciones y a la pérdida de valor del bolívar ante el dólar en el mercado no oficial. El énfasis del Plan Socialista 2007-12, de aumentar la participación del sector público, ampliar los controles de precios sobre el sector privado mientras se elevaban los costos de producción, junto a la moneda sobrevaluada y el amplio diferencial cambiario entre la tasa de cambio oficial y el mercado no oficial, causó un poderoso desestimulo a la producción nacional, con el consecuente desmantelamiento de parte de la tradicional producción agrícola e industrial del país, un incremento de la corrupción asociada a la asignación de divisas y, a finales de 2014, prácticamente el agotamiento de las reservas internacionales liquidas.

— Hace ocho años, en enero de 2007, el presidente Hugo Chávez anunció luego de su reelección que Venezuela se dirigía a una transición hacia el socialismo del siglo XXI. Se inició un proceso de expropiaciones y confiscaciones a varias empresas nacionales e internacionales, del sector agrícola, industrial, eléctrico, financiero, servicios y telecomunicaciones; Además, se crearon nuevas empresas y entes públicos para realizar compras en el exterior y distribuir bienes dentro de gasto social, estrechamente vinculado a la red clientelar del partido de gobierno. También se ampliaron las facultades del Gobierno para ejercer controles de precios, de ganancias y sobre la distribución de bienes de producción privada en el territorio nacional. Evidentemente, estas medidas forman parte de la concepción socialista-marxista, previa a la caída del muro de Berlín, promovida por el Primer y Segundo Plan Socialista desde 2007, bajo el auspicio de Hugo Chávez. Desde el 2009 la pérdida de la eficacia productiva y del potencial de producción en prácticamente todos los sectores de la economía, público y privado, se ha convertido en un impedimento más para el normal abastecimiento con producción nacional. Las empresas básicas estatales de Guayana han reducido alarmantemente su producción a un rango estimado de 40-60% de su capacidad potencial; operan con fuertes pérdidas, desactualización tecnológica y baja calidad del producto final. Algunas empresas estatales subsisten con transferencias de recursos desde el Gobierno Central, PDVSA, el Fondo Chino y del BCV. Los sectores de electricidad, agua y telecomunicaciones, presentan graves problemas de gestión, falta de inversión oportuna y fallas en la prestación de los servicios.

 

Lo que expresamos anteriormente, la crítica de la razón monetarista, no implica que el análisis económico del Pronunciamiento de los economistas no tenga sus aciertos, en lo que respecta a lo que el análisis económico usual llama equilibrio macroeconómico, que nosotros, desde otra perspectiva, podemos denominar sincronías congruentes de las disposiciones económicas, que, en realidad responden a procesos cualitativos, a interrelaciones complejas de estos procesos. Cuando tocan el tópico primordial de la producción y muestran que ésta ha sufrido una notable disminución, no solo en lo que respecta a la producción de alimentos, que de por sí es fundamental, sino a la producción petrolera, ya es alarmante. Más alarmante aún es que Venezuela no se haya industrializado o no haya dado pasos efectivos en la industrialización, sino, contrastando, mas bien, haya dado pasos efectivos en expandir el modelo extractivista, bajo la condición perversa, también ampliada del Estado rentista.  Ciertamente esta observación la compartimos desde ópticas e interpretaciones distintas. Los economistas están preocupados por el equilibrio macroeconómico, nosotros estamos preocupados por el camino de la independencia económica de nuestros países.

 

Al monetarismo le preocupa el déficit fiscal como si éste solo ocurriera en nuestros países, los de las periferias del sistema-mundo; empero, no dicen nada del déficit fiscal de los centros del sistema-mundo, que son parecidos o, incluso, superiores a nuestro déficit. ¿Por qué se dan? ¿Es que los gobiernos de los países centrales, las burguesías del norte, los organismos internacionales, piensan lo mismo respecto al déficit fiscal de los países centrales? ¿Por qué nuestros déficit tienen que ser peligrosos y no el de ellos? Ciertamente el déficit fiscal tiene que descifrarse dentro del conjunto de la composición de la deuda, sobre todo teniendo en cuenta el peso de la deuda en relación al PIB. Mientras no respondan a estas preguntas, este argumento monetarista se hace poco creíble.

La verdad es que las economías capitalistas se han desarrollado por endeudamiento. El problema no radica aquí sino en, primero, no coordinar la sobreproducción, pues la crisis, en sentido estructural, estalla como crisis de sobreproducción; segundo, en tratar de resolver la crisis de sobreproducción con manipulaciones financieras, con la proliferación de burbujas financieras, ahondando, mas bien, la crisis, después de una ilusión coyuntural de bonanza. Este consejo de los economistas no hace otra cosa que seguir el consejo de los economistas asesores del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, del Sistema Financiero Internacional; este consejo apunta a descargar el peso del costo de la crisis a las economías de los países periféricos, semi-periféricos, incluso ahora, descargar el costo de la crisis en los propios pueblos de los países centrales. Este consejo es cómplice de esta estrategia de hacer pagar la crisis de sobreproducción y la crisis financiera a los que no la han generado. Lo que decimos no quiere decir que tenga que haber déficit fiscal, de ninguna manera; lo que se dice manifiesta que el problema fundamental no radica aquí.  

 

Si se busca la industrialización, como establece la Constitución, también los objetivos declarados del socialismo del siglo XXI, no se entiende por qué se descapitaliza a las empresas públicas, sobre todo la principal, PDVSA. La empresa estatal, como toda empresa, requiere reinvertir para su propio desarrollo, si se quiere, acumulación de capital. Esto, lo de la descapitalización, es apuntar a socavar las bases del mismo proyecto del socialismo del siglo XXI, apostando por soluciones inmediatas, provisionales y coyunturales, con manejos inadecuados de los fondos del Estado. En esto también estamos de acuerdo; pero, obviamente desde perspectivas e interpretaciones distintas.

 

Ya hablamos del endeudamiento, en esto no vemos un pecado, si está vinculado a estrategias a largo plazo, que garanticen su amortización, la cancelación de los intereses y sobretodo la generación de excedentes productivos, incluyendo en el concepto de productivos, la inversión social, que ha resultado ser, por la experiencia económica de los potencias emergentes, la variable que tiene mejores repercusiones en la producción y en la productividad. Sin embargo, se nota que no hay estrategias a largo plazo, que no se usan los recursos económicos en la inversión productiva; al contrario, se tiene un comportamiento parecido, con sus variantes y diferencias, a los usos económicos especulativos que han generado la crisis financiera, a través de formas quiméricas, que tienen un alcance coyuntural. Esto es alarmante, en esto, en este manejo financiero, se parecen más bien, a las políticas financiras especulativas, con todas las variantes del caso.

 

Tampoco se entiende que se tenga que vulnerar la Constitución, como lo han hecho todos los gobiernos progresistas, siguiendo el comportamiento, respecto a sus constituciones, de los gobiernos no-progresistas. Se ha elaborado la Constitución, se la ha aprobado, se la ha promulgado, precisamente para iniciar transiciones emancipativas. ¿Por qué vulnéralas? ¿Por las contingencias del momento, por las contingencias de la lucha de clases, por las contingencias políticas? No se puede ilusionarse con soluciones improvisadas y coyunturales, cuando se trata de sostener, en el largo plazo, el proceso de cambio; más aun vulnerando la propia Constitución.

 

No se entiende que la crisis económica, sobre todo el problema de la valorización monetaria, tenga que ser atendida con formulas tan enrevesadas de control de cambios, que, al final de cuentas, son ineficaces y ahondan más el problema que quería resolverse.

 

Lo de que las nacionalizaciones y monopolios empresariales estatales corresponde a la “concepción marxista-leninista”, merece toda una discusión. Se nota el desconocimiento de los debates marxistas sobre el tema de parte de los economistas monetaristas. No es el momento para abordar esta discusión, nos remitimos a otros escritos[34]. Sin embargo, tenemos que recordar que se nacionaliza como inicio y apertura a procesos de industrialización, que tienen que ver con la independencia económica. No se nacionaliza para estancar a estas empresas y convertirlas en anquilosados dispositivos del Estado; menos para impactar negativamente en la producción.

 

En la segunda parte del documento, los economistas exponen sobre  La emergencia económica del 2015 y la necesidad de una nueva política económica; escriben:

 

Todas las dificultades económicas resumidas anteriormente, donde se  podrían agregar una serie de problemas sectoriales adicionales, afectados por el marco de política económica analizado, son previas a la aguda caída de los precios del petróleo. En junio  de 2014 el precio de la canasta de exportación de crudos y productos petroleros venezolana era de 99,11 $/barril; para la primera quincena de enero 2015 fue de 41,33 $/barril. Una caída de 58,3% en algo más de 6 meses. El excedente de oferta petrolera en la economía mundial se irá moderando con la disminución del precio del crudo, el cual todavía no encuentra un punto de equilibrio; pero el débil crecimiento de la demanda mundial, lleva a pensar que será un proceso prolongado, quizás de un par de años, antes que el crudo vuelva a elevar el precio de Venezuela por encima de los 65-70 $/barril.

 

Las estimaciones del impacto sobre la balanza de pagos, en el contexto anterior, son realmente dramáticas. En 2012 los ingresos por exportaciones petroleras fueron de $93.569 millones con un precio promedio de exportación de Venezuela de 103,42 $/barril; En 2013, según cifras del Ministerio de Energía y Petróleo provistas al BCV, bajaron a US$85.603 millones, aunque la data de comercio internacional indica que debió estar cercano a los US$81.000 millones. En 2014 se estima que los ingresos brutos por exportaciones cayeron a US$71.500 millones; y para el 2015, con el crudo venezolano en un promedio de 46 dólares (11.3% más alto que el precio en lo que va de año), las exportaciones petroleras,  llegarían a un estimado de US$35.500 millones.

 

Con  reservas internacionales insuficientes, US$20.750 millones al 15 de enero pasado, que incluyen ahora, desde el cuarto trimestre 2014, activos de reserva no convencionales, Venezuela no puede cubrir una caída del ingreso petrolero que en 2015 puede ser de US$35.500 millones, una cifra equivalente al 50% del año anterior, bajo un escenario conservador.  No se puede descartar que el crudo venezolano caiga por algunos meses a un nivel de 30 $/barril, lo cual bajaría el precio promedio del año a menos de los 46 $/barril estimados aquí. En este escenario conservador, todos los compromisos financieros descritos y las importaciones de crudo, combustible y equipos por parte de PDVSA, requeriría más de 2/3 de los disminuidos ingresos por exportación petrolera de 2015. Esta situación constituye una crisis de balanza de pagos (crisis cambiaria) sin precedentes, por la magnitud de obligaciones financieras adquiridos por los Gobiernos de Chávez y Maduro y la onerosa factura de importaciones de crudo y productos por parte de PDVSA.

 

Por un lado las necesidades de importaciones en el país se han elevado en los últimos años, reemplazando muchos rubros agrícolas e industriales de producción nacional; además de contar ahora con una economía postrada, con fuertes limitaciones en varios sectores en cuanto al acceso de divisas o el suministro de insumos de empresas estatales, entre otras dificultades asociadas a los controles gubernamentales, lo cual ha reducido la capacidad productiva, como se describió antes.  La deuda comercial en divisas del sector privado y las ahora mucho más agudas limitaciones en el suministro de divisas en 2015, para cumplir con sus proveedores, son también un gran obstáculo para aspirar al normal abastecimiento del país, sin un cambio drástico en la política económica.

Por otro lado, están los pesados compromisos externos impuestos sobre el flujo de caja de PDVSA,  con el pago del financiamiento que recibieron el Gobierno de Chávez y Maduro de China y que estos gobernantes han provisto a Petro Caribe y Cuba; además del pago en efectivo por parte de PDVSA, de las costosas y crecientes importaciones de crudo y productos, junto al servicio de la deuda financiera de la Republica y de la empresa petrolera, que, por supuesto, se realizan con las divisas petroleras. Por estos motivos y por la transferencia a fondos extra-presupuestarios como el FONDEN, en los últimos 5 años PDVSA redujo su entrega de divisas al BCV a montos equivalentes a un promedio de 50% del total de los ingresos brutos en divisas por exportación petrolera.

En 2015, como se señaló antes, no se prevé un flujo de divisas petroleras suficientes para pagar por las importaciones públicas y privadas necesarias, luego de cubrir las pesadas obligaciones financieras adquiridas; y por lo tanto se trata de una muy severa crisis de balanza de pagos, sin precedentes en la historia de Venezuela, que exige un cambio coherente de política económica y buscar financiar un déficit de balanza de pagos de más de US$35.000 millones.

 

La caída de la actividad económica, PIB, en el primer semestre del año, previo a la caída del precio del crudo, fue, según cifras del BCV, de -4.9%, con un desplome de dos dígitos en manufactura, comercio y construcción (-11,7%, 11,5 y -10%, respectivamente); y el PIB se redujo en 2.3% en el tercer trimestre del 2014. A pesar del peso que estos sectores tienen en términos de empleo, las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) indican que no se elevó el desempleo. El Directorio del BCV ha venido ejerciendo presión sobre los profesionales que se encargan de las mediciones de inflación, actividad económica (PIB) y balanza de pagos. En este sentido se ha detectado que las cifras del sector público provistas a las unidades de estadísticas del BCV se han adulterado en los últimos años con el fin de atenuar los resultados económicos negativos.

Sin duda, la pérdida de autonomía del BCV se refleja en su política monetaria presta a  financiar el déficit del sector público, la manipulación y ocultamiento de las estadísticas  y en haber transferido más de $60.000 millones, desde 2006, de las hoy más que nunca necesarias reservas internacionales, a fondos de gasto público extra-presupuestario. En octubre de 2014 los profesionales del BCV denunciaron en un comunicado a la opinión pública que han recibido presiones para que las estadísticas no reflejen toda la magnitud de la crisis económica de Venezuela.

En medio de la muy difícil y vulnerable situación económica y social, por las dificultades explicadas en este documento a la opinión pública, queremos  hacer una serie de recomendaciones al país, a todos los sectores que promueven la búsqueda de un rumbo distinto, sobre los cambios urgentes de política económica y reformas institucionales que consideramos necesarios para sacar a Venezuela de las graves circunstancias en que se encuentra al inicio del 2015:

— Establecer un nuevo proceso presupuestario ordenado, con el objetivo de reducir el déficit del sector público. Este último debe apuntar a no exceder del 4% del PIB en un plazo de dos años; y en un año de aguda caída del ingreso petrolero se debe establecer una meta transitoria más alta, aunque acorde con un programa macroeconómico y financiero de acciones coordinadas. Con más de 1.200 empresas estatales y nacionalizadas, casi todas con grandes problemas financieros y operacionales, además de cientos de entes públicos, esta tarea constituye un desafío a una forma de dirigir el gasto público, guiado por objetivos políticos-electorales. Se debe cumplir con el artículo 314 de la Constitución que establece que no habrá gasto público fuera del Presupuesto Nacional y suspender los fondos extra-presupuestarios de gasto discrecional. El énfasis en gasto social y en dar acceso a alimentos y medicamentos a la población de menores de recursos se debe mantener, pero usando ahora mercados funcionales y acuerdos con el sector privado, en vez de un aparato burocrático propenso a la corrupción y que facilita la existencia de mercados negros y, además, se enriquece junto a particulares con el contrabando.

— Rescatar la autonomía del Banco Central de Venezuela, con el nombramiento de un Directorio calificado que no esté sometido a las directrices del Gobierno. El financiamiento monetario de más de dos tercios del déficit del sector público y la transferencia de reservas internacionales al FONDEN deben ser suspendidas, dentro de una programación macroeconómica coordinada con el Ministerio de Finanzas y PDVSA. Las tasas de interés deben remunerar el ahorro nacional y mantenerse, inicialmente, un control sobre el spread entre tasas activas y pasivas; se deben tomar medidas para fomentar la estabilidad y el sano crecimiento del sistema financiero. Aunque no vaya a recibir recursos de las exportaciones petroleras en los primeros años, mientras se atienden diversos problemas económicos y financieros, se debe crear un nuevo Fondo de Estabilización Macroeconómica, que comience a operar en 2017.

 

— Ejecutar de inmediato un plan de reorganización y saneamiento financiero de PDVSA, dentro del contexto de un nuevo plan económico, para iniciar la recuperación y elevación de la capacidad de exploración, producción y exportación petróleo y productos derivados, propia y desde de las empresas mixtas.

— Operaciones de pasivos que permitan mejorar y reducir el perfil de vencimientos de  la deuda externa de la República y PDVSA, además de revisar o suspender otras facilidades crediticias recibidas o provistas a otros países, dentro de un plan de reformas y nueva política económica. De otro modo se corre el riesgo de incumplir con esos compromisos financieros. Las deudas comerciales del sector público y privado, que se compruebe que son legítimas, deben también ser parte de la negociación con los acreedores en el nuevo contexto de cambios económicos. El país requiere de financiamiento externo en montos muy importantes, dentro de un plan de reordenamiento del perfil de pagos de la deuda financiera, lo cual debe contribuir para dar sustento al nuevo régimen cambiario, dentro de un cambio de orientación económica, distante del manejo descrito hasta ahora; manteniendo el objetivo de un desarrollo económico de largo plazo y diversificación de la base exportadora de Venezuela. No es aceptable endeudar más al país para intentar mantener un modelo económico de presunta transición al socialismo, que ya ha comprobado ser desastrosamente errado en su concepción y práctica.

— Desmontar el régimen de control de cambio, como objetivo central dentro del plan económico – fiscal, monetario, financiero – para lo cual es fundamental crear las condiciones económicas y sociales para mejorar la producción, distribución y comercio de bienes y servicios. Esta es una tarea compleja que exige fortalecer las reservas internacionales y coordinar con el sector privado para un proceso gradual de desmontaje de los controles de cambio y de precios, hasta llegar a una situación de estabilidad, en un plazo a establecer, donde los mercados puedan volver a operar, en un mejor ambiente económico con una tasa de inflación disminuyendo rápidamente. Debemos llegar a disponer de un mercado cambiario funcional sin las generalizadas prácticas de corrupción para aprovechar los diferenciales cambiarios. La coordinación entre Gobierno Central, PDVSA y BCV es esencial para el éxito de este proceso de transición a un nuevo régimen cambiario.

 

— Diseñar políticas sectoriales en el contexto de los cambios de la política económica y petrolera del país, para así estimular la recuperación económica y mayor productividad laboral en los sector agrícola, manufacturero, minero, construcción, turismo. Los trabajadores venezolanos se beneficiarán directamente de la recuperación sólida de los sectores económicos ahora deprimidos, con más bajas tasas de inflación, mejores salarios reales y generación de nuevos empleos. El capital privado venezolano, que ahora invierte en varios países de las Américas podrá volver a ver a Venezuela y ayudar mucho a elevar la inversión privada y las reservas internacionales, al percibir al país como una economía en vías de estabilizarse y prosperar. Se deben continuar con las obras de infraestructura que estén en marcha; y con apoyo de organismo multilaterales avanzar en la modernización de la infraestructura física y de servicios públicos.

En los últimos tres años las exportaciones petroleras representaron en promedio más del 96% del total de las exportaciones del país, la más alta tasa de dependencia jamás registrada desde que se comenzaron a llevar las cuentas nacionales a mediados del siglo XX. En 1997 fue de 76,8%. Hubo un retroceso muy importante y las exportaciones no petroleras se han reducido a cifras muy pequeñas.  La dependencia petrolera  actual y el haber animado a la población a esperar que el uso fiscal de los ingresos petroleros y el endeudamiento público (basado en comprometer los ingresos petroleros futuros) solucionen todos sus problemas, constituyen un importante problema económico, social, cultural y político. Los cambios económicos, en toda  su magnitud, requieren de un clima de coincidencia, de unidad nacional, que ha probado no ser fácil de conseguir bajo el Gobierno de Nicolás Maduro.

Como consecuencia del estancamiento económico, conjuntamente con la elevada inflación de los años 2013-14, los ingresos reales de los trabajadores formales e informales han declinado, no solo por la caída en la actividad económica, sino también por el alza acelerada de los precios. Para el año 2013 el índice de pobreza general del INE subió a 27,3 %, pudiéndose estimar que este llegó a un 35 % al final del 2014; ello implica que el número de personas en condiciones de pobreza aumentó de 8,2 a más de 10.5 millones de venezolanos.

La crisis económica ya se ha tornado en una gran crisis social. Es visible la desesperación de la población ante el desabastecimiento generalizado, la escasez que crea largas colas en todas las ciudades del país; y el aumento del crimen que encuentra un clima propenso en el empobrecimiento y creciente desempleo que vive Venezuela. La política comunicacional del Gobierno ya no puede aspirar a desviar su responsabilidad por la grave situación socioeconómica. La población ha venido perdiendo la confianza en que el Gobierno puede cumplir sus promesas de garantizar el abastecimiento y crece la frustración. El país necesita una visión económica alternativa, una economía de mercado con fuertes instituciones sociales y económicas, dentro de una democracia donde prevalezca el respeto a la ley y los derechos humanos, incluyendo los derechos económicos.

Debemos enfatizar que en una economía abrumada por controles gubernamentales ineficaces y un control de cambio que enriquece a grupos cercanos al poder político, la corrupción florece, mientras cae la producción nacional por falta de divisas eficientemente asignadas; esto ha elevado la percepción de abuso de poder sobre la población empobrecida y desesperada ante el deterioro de la situación económica de Venezuela, mientras la caída del ingreso real de la familia venezolana, la escasez de alimentos, medicinas, bienes de higiene personal, vehículos,  insumos para la construcción e industria, y una larga lista de otros bienes, nos recuerda la causa del fracaso de las economías socialistas del siglo pasado.

A principios de 2015, Venezuela se encuentra, como resultado de un muy adverso ambiente económico y de la reciente caída del precio del petróleo, en una situación extrema en sus cuentas externas, financieras y fiscales, como no la hemos vivido desde las primeras décadas del siglo XX. El país se encuentra cercano a caer un proceso hiperinflacionario (alza de precios de más de 100% al año), como ocurrió en otros países de América Latina en previas décadas. Esto debe ser evitado con una nueva política económica sensata, sin la restricción ideológica ni el cálculo político restringido de quienes trajeron el país a esta situación.

 

Venezuela requiere de un urgente proceso de concertación a nivel nacional frente a las graves circunstancias explicadas en este documento; y es necesario un ánimo de rectificación profunda, en función del interés nacional, para que el Gobierno abandone sus políticas equivocadas y pueda dar paso a una nueva estrategia de recuperación económica y social exitosa. Esta será una tarea compleja y exigente que se enfocará en atender la emergencia económica y su devastador impacto social, que enfrentamos a principios de 2015.  

 

Creemos que la definición de una estrategia de rectificación económica en medio de la emergencia económica que estamos comenzando a enfrentar este año, con nuevas políticas e instituciones dirigidas a alcanzar y mantener la estabilidad económica en Venezuela, como la gozan casi todos nuestros países vecinos en América Latina,  debe concentrarse en las ideas antes expuestas. Ello implica enfrentar un auténtico círculo vicioso de prácticas gubernamentales actuales, incapaces de proveer la estabilidad  económica necesaria, así como a intereses grupales y la resistencia ideológica dentro del Gobierno, muy a pesar del evidente fracaso económico en su gestión.

 

El control de cambio con múltiples tasas, mantenido por razones políticas, ha sido el centro de una crisis de valores en el país, de afán de riqueza fácil, un serio problema ético y social que sobrepasa las consideraciones económicas antes descritas y debe ser desmontado dentro de un marco de reformas institucionales y cambios de la política económica coherentes. Creemos en la capacidad de los venezolanos de buscar un camino exitoso para salir adelante y no conformarse con las penurias asociadas a los grandes errores económicos cometidos[35].

 

 

El documento señala que hay que distinguir los problemas económicos generados antes de la caída del precio del petróleo de los problemas ocasionados por el impacto de la caída del precio del crudo en la economía. Lo que se colige del análisis es que los problemas anteriores a la caída del precio del crudo se ahondan con el impacto de la caída. Se anota la disminución sobresaliente de las reservas internacionales, del crecimiento de la deuda, del peligro de incumplimiento de compromisos, señalando la transferencia de recursos financieros al FONDEN, en un contexto donde la economía se ha vuelto más dependiente de las exportaciones de petróleo, deprimiendo, si es que no es anulando la diversificación de la economía. El incremento de las importaciones estrecha la diferencia en la balanza comercial, poniendo en una situación complicada a la economía del país, sobre todo cuando sus ingresos merman, por concepto de la caída de los precios de los hidrocarburos. Se remarca la grave situación económica con la caída de PIB.

 

En este panorama desalentador, los economistas proponen medidas de emergencias, todo un plan de reactivación económica; proponen no salirse del 4% del déficit público, en el marco de un replanteamiento integral del presupuesto. Rescatar la autonomía del Banco Central de Venezuela, Ejecutar de inmediato un plan de reorganización y saneamiento financiero de PDVSA, Operaciones de pasivos que permitan mejorar y reducir el perfil de vencimientos de  la deuda externa de la República y PDVSA, Desmontar el régimen de control de cambio, Diseñar políticas sectoriales en el contexto de los cambios de la política económica y petrolera del país. Se trata de propuestas conocidas en los ambientes académicos, también y sobre todo en los ambientes de los organismos financieros internacionales, forma parte del vocabulario del enfoque monetarista. No decimos del paradigma macroeconómico, pues no sería justo; la concepción keynesiana es diferente, tiene otro enfoque. Esto no quiere decir que no sean medidas pertinentes; lo que decimos es que estas medidas de saneamiento no resuelven las causas de la crisis estructural. Si se quiere resolver el problema estructural, como tal, es menester atacar a las causas estructurales. No se trata de un calmante momentáneo o un des-inflamatorio, sino de resolver de raíz el problema de la crisis estructural

 

Para abordar el problema que acabamos de tocar, vamos a tratar de interpretar integralmente la crisis orgánica y cíclica del capitalismo, la crisis de sobreproducción y crisis financiera del capitalismo, en su conjunto, comprendiendo también lo que pasa en las periferias del sistema-mundo, que llamaremos crisis de sub-producción; quizás mejor dicho crisis extractivista y rentista, que también puede ser llamada crisis de la dependencia.

 

 

Crisis integral de sobreproducción y financiera del sistema-mundo capitalista 

Hipótesis interpretativas

 

1.   Aunque parezca paradójico, podemos hablar de una crisis de sub-producción en los países periféricos, en el marco de la crisis de sobreproducción en el sistema-mundo. Los países periféricos no se abastecen de bienes, mercancías, herramientas, maquinarias, que requieren; tienen que importarlos. Al ser exportadores de materias primas entran en una relación de dependencia respecto de los centros industriales del sistema-mundo. Los términos de intercambio entre centros y periferias es desfavorable para las periferias, aunque, en algunos casos, las periferias nacionalicen sus recursos naturales y las empresas de explotación de estos recursos, mejorando los términos de intercambio. Mejoran sus ingresos estatales; empero, no salen de la dependencia. Pueden subir las materias primas; esto puede afectar los costos de producción de los centros industriales; empero, a mediano y largo plazo, se recuperan, pues ajustan sus precios de las manufacturas y mercancías industriales, recargando el peso de la subida de los precios de las materias primas otra vez a las economías periféricas.

 

2.   La acumulación ampliada de capital, el desarrollo industrial de los centros del sistema-mundo, por lo tanto, la sobre-producción, se sustenta en la sub-producción de los países periféricos, pues al estar condenados a ser exportadores de materias primas, no pueden abastecer sus mercados internos, lo que los convierte en compradores de los productos industriales de los centros. Esto ya lo habían dicho los de la Teoría de la dependencia cuando analizaron el sistema-mundo capitalista como dialéctica del desarrollo y subdesarrollo; el desarrollo instaura el subdesarrollo.

 

 

3.   La crisis de las economías periféricas se genera estructuralmente en la dependencia, en su condición de economías primario exportadoras. Se trata de economías dependientes, por lo tanto, esta condición define un perfil macroeconómico y una estructura del PIB dependientes. Sus déficit, públicos, comerciales, nacen de un déficit cualitativo inaugural, el déficit que inscribe en los territorios y cuerpos la dependencia. Los otros déficits se pueden explicar, en última instancia, de este déficit de la dependencia. Que pueda lograrse equilibrios macroeconómicos mediante procedimientos de saneamiento económico, puede hacerse; que mejore coyunturalmente una situación económica catastrófica, puede darse; empero, a mediano y largo plazo no resuelven el problema estructural. La economía sigue siendo deficitaria cualitativamente, mientras el país sea dependiente.

 

4.   Ahora bien, en el supuesto caso que se pasara a otra etapa; que pueda abastecerse el mercado interno, mediante sustitución de importaciones, aparecen otros problemas. La comparación de costos de producción resultan más altos que los costos de producción de la competencia externa. La política proteccionista puede resguardar el desarrollo industrial nacional durante un tiempo, pero, no mucho. No hay economía aislada en el sistema-mundo. ¿Por cuánto tiempo se puede sostener la industria nacional en este contexto competitivo? A no ser que ocurra como a la potencia emergente de la República Popular de China, que se convierte en potencia industrial competitiva mundialmente. Lo que ahonda la crisis de sobreproducción, por más que se beneficie, por un lapso de tiempo, mediano o largo, la potencia emergente. En todo caso, en el sistema-mundo se agudiza la crisis de sobreproducción. El crecimiento y desarrollo de la potencia emergente también se va dar a costa de que las periferias se mantengan en condición de dependencia.

 

 

5.   ¿Cómo se sale de lo que parece un círculo vicioso, el circulo vicioso del modo de producción capitalista y de la economía-mundo capitalista? No hay salida en el sistema-mundo capitalista, salvo de manera intermitente, transfiriendo a otros los costos de la crisis de sobreproducción, después de la crisis financiera, que es el método especulativo de escapar de la crisis estructural.

 

6.   Se ha hablado del límite físico del crecimiento y desarrollo capitalista, del límite ecológico. También se puede hablar del límite propio, inherente, del sistema-mundo capitalista. Es este, no se puede sostener la sobreproducción, por largo tiempo, menos mediante procedimientos especulativos financieros. La crisis de sobreproducción, que es la matriz de la crisis financiera, solo se puede resolver por coordinaciones entre los productores, también en coordinación con los que detentan los recursos naturales. Estas coordinaciones no son posibles dentro del modo de producción capitalista, dentro del sistema-mundo capitalista, por las lógicas de valorización de capital de este modo y de este sistema.  El modo y el sistema han llegado a sus propios límites inherentes.

 

 

7.   El tránsito o el cambio a alternativas al sistema-mundo capitalista tampoco podría darse en el marco de los Estado-nación y del orden mundial establecido. Pues este marco político corresponde precisamente a la malla institucional y al mapa político del sistema-mundo. Son los pueblos del mundo los que podrían crear otras composiciones, asociaciones, tejidos y redes mundiales, que sostengan los acuerdos complementarios económicos. Obviamente estas coordinaciones no se moverían en la lógica de la valorización del capital. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La inscripción de la deuda

 

 

 

 

Primero es la inscripción de la deuda en el cuerpo, en los cuerpos, en los territorios. Se inscribe en el cuerpo la memoria, la memoria de la deuda. Los compromisos de la alianza, compromisos de las filiaciones. Después, la inscripción primitiva es atrapada, sus inscripciones son decodificadas, se las sobre-codifica; una fabulosa maquinaria cruel se instaura en su lugar, convirtiendo las deudas cíclicas, interpretadas como circuitos del don, en una deuda infinita. La deuda de los mortales al déspota, símbolo que sintetiza la composición de esta fabulosa maquinaria de captura, composición religiosa, militar y tributaria. Ha nacido el Estado contra los nómadas y nomadismos, contra la geografía territorial abigarrada, contra las comunidades. El Estado despótico es el primer acto de desterritorialización, anulando la influencia de la maquina primitiva de inscripción de la deuda primigenia y de la memoria inicial. El Estado despótico se inscribe en los cuerpos sociales por milenios, domesticando y marcando los cuerpos y territorios, logrando sumisiones masivas, incorporaciones múltiples de aldeas y comunidades, conectándoles a la inmensa malla imperial tributaria. Va a ser necesario una nueva desterritorialización, esta vez producida por otro tipo de máquina; la máquina de los intercambios, que requiere decodificar tanto los códigos primarios, así como los sobrecódigos despóticos. Esta máquina libera los flujos deseantes, muestra la arbitrariedad de los códigos y sobrecódigos, su variabilidad contingente; desmantela las instituciones despóticas, instaurando una nueva institucionalidad sobre la base de la igualdad jurídica. Sin embargo, también esta institucionalidad experimenta la misma vulnerabilidad de las antiguas instituciones, en un contexto de liberación de flujos deseantes. Tendría que ser también arbitraria esta institucionalidad, cuando dejan de haber propiamente códigos y sobrecódigos, interpretando sus prácticas y normas a través, mas bien, de axiomas. Sin embargo, se evita que ocurra esto, reinstaurando el Estado despótico, con máscara democrática, reinventando legitimaciones de sus instituciones, como si están fueran eternas o el fin de la historia, manejando los axiomas como si fuesen códigos y sobrecódigos.  Nace el Estado liberal de las cenizas del Estado despótico. Este Estado liberal reactiva la deuda infinita instaurada por el Estado despótico; pero, esta vez, conmensurada por la aritmética financiera.

 

El Estado reaparece para evitar que los flujos fluyan libremente; para evitar que las instituciones se presenten en su arbitrariedad y puedan ser cambiadas, para evitar que las máscaras de códigos y sobre-códigos sobrepuestos a los axiomas caigan, mostrando la desnudez virtual de los axiomas. El Estado reaparece para garantizar la persistencia de las dominaciones, aunque estas cambien de formas, de personajes, de escenarios y de discursos. El Estado reaparece para evitar que las invenciones, la creatividad, las asociaciones, las composiciones libres se desborden. El Estado pone murallas a estos flujos, los captura y los encierra, los distribuye y los clasifica, otorgándole tareas en la división del trabajo. El Estado es necesario para las dominaciones, no para los flujos, no para la libertad de los flujos, ni para la producción libre; empero, esto implica retroceder de la axiomática a la codificación y sobre-codificación, aunque se lo haga de manera combinada, quizás mejor dicho mezclada.  El capitalismo es el modo de producción que libera parcialmente las fuerzas; sólo en la medida que pueden adquirir la suficiente movilidad para ser reenganchadas en los aparatos productivos privados o públicos; empero, jamás dejarlas a su propia iniciativa, a su propia autonomía. El modo de producción capitalista no es un modo de producción que libera las fuerzas, como dice el Manifiesto comunista, sino un modo de producción que las libera parcialmente; las libera parcialmente para engancharlas en las divisiones de los trabajos de las empresas privadas o públicas, manteniéndolas en condición de necesitadas, para que puedan venderse constantemente.  Pieza clave del modo de producción, aunque en el concepto aparezca como externo, es el Estado. El Estado es la condición de posibilidad política del modo de producción capitalista; no se sabe cómo puede sostenerse la tesis marxista de que el Estado es una superestructura de la base económica. Sólo se sostiene por performance teórica, no se sostiene empíricamente, ni históricamente.

La reactivación del Estado despótico en condición de Estado liberal es prioritaria para el capitalismo; sin esta reactivación, la liberación de los flujos, la liberación de las fuerzas, hubiera suspendido los mecanismos de dominación, dando lugar a asociaciones libres, composiciones libres, complementariedades consensuadas, de los productores. El Estado era necesario para preservar la deuda infinita, aunque sea leída ahora financieramente. La deuda infinita es la síntesis de las dominaciones polimorfas.

 

Por eso es ingenuo creer que se puede salir de la deuda infinita cumpliendo con los pagos, saneando la economía, logrando equilibrios macroeconómicos, o, de otra manera, renegociando la deuda, disminuyendo los montos de la deuda, evitando la agravación del costo social y de la austeridad, ganando tiempo para buscar mejores soluciones. No se sale de la deuda con el Estado, no se sale de la deuda con la megamáquina del Estado mundial, del orden mundial, pues están ahí, para preservar la deuda infinita. No se sale de la deuda infinita en el capitalismo, en el modo de producción capitalista, en el sistema-mundo capitalista, pues el capitalismo funciona alimentado por la deuda infinita. Sólo se puede escapar de la deuda infinita destruyendo el Estado y pasando a las alternativas al capitalismo.

 

 

La máquina despótica

 

Esta concepción del Estado como máquina de captura y máquina de la deuda infinita es planteada por Gilles Deleuze y Félix Guattari en El Anti-Edipo; los autores escriben;

 

La instauración de la máquina despótica o del socius bárbaro puede ser resumida del siguiente modo: nueva alianza y filiación directa. El déspota recusa las alianzas laterales y las filiaciones extensas de la antigua comunidad. Impone una nueva alianza y se coloca en filiación directa con el dios: el pueblo debe seguir. Saltar a una nueva alianza, romper con la antigua filiación; esto se expresa en una máquina extraña, o más bien en una máquina de lo extraño que tiene como lugar el desierto, impone las más duras pruebas, las más secas, y manifiesta tanto la resistencia de un orden antiguo como la autentificación del nuevo orden. La máquina de lo extraño es a la vez gran máquina paranoica, puesto que expresa la lucha con el antiguo sistema, y gloriosa máquina célibe, en tanto que instala el triunfo de la nueva alianza. El déspota es el paranoico (ya no hay inconveniente en sostener semejante proposición, desde el momento en que uno se desembaraza del familiarismo propio de la concepción de la paranoia en el psicoanálisis y la psiquiatría y se ve en la paranoia un tipo de catexis de formación social). Nuevos grupos perversos propagan la invención del déspota (tal vez incluso los han fabricado para él), expanden su gloria e imponen su poder en las ciudades que fundan o que conquistan. Por todas partes por donde pasa el déspota y su ejército, doctores, sacerdotes, escribas, funcionarios, forman parte del cortejo. Se diría que la antigua complementariedad se ha deslizado para formar un nuevo socius: ya no el paranoico de selva y los perversos de aldea o de campamento, sino el paranoico de desierto y los perversos de ciudad[36].

 

La primera alianza es territorial, entre las filiaciones locales. Se efectúa la inscripción primordial de la deuda, deuda de alianzas, de parte de las filiaciones. Deuda cíclica que se interpreta como circuitos del don. Se trata de fragmentos cualitativos de compromisos, discretos, limitados, aunque el don puede acumularse. La alianza con el déspota no diluye ni las alianzas ni las filiaciones; empero, desterritorializa y decodifica estas alianzas territoriales y filiaciones locales, para liarlas al cuerpo del déspota, que es el territorio simbólico que usurpa las territorialidades concretas,  convirtiéndolas en espacios de su propiedad. Las deudas discretas se convierten en deuda infinita; a esto ayuda el sistema tributario que forma parte de la maquinaria de captura del Estado.

 

 

En principio, la formación bárbara despótica debe ser pensada en oposición a la máquina territorial primitiva, y se establece sobre sus ruinas: nacimiento de un imperio. Pero, en realidad, podemos captar el movimiento de esta formación cuando un imperio se separa de un imperio precedente; o incluso cuando surge el sueño de un imperio espiritual, allí donde los imperios temporales caen en decadencia. Es posible que la empresa sea ante todo militar y de conquista, es posible que ante todo sea religiosa, la disciplina militar convertida en ascetismo y cohesión internos. Es posible que el mismo paranoico sea una dulce criatura o una fiera desencadenada. Mas siempre encontramos la figura de este paranoico y de sus perversos, el conquistador y sus tropas de élite, el déspota y sus burócratas, el hombre santo y sus discípulos, el anacoreta y sus monjes, el Cristo y su san Pablo. Moisés fue la máquina egipcia en el desierto, allí instala su nueva máquina, arca santa y templo transportable, y proporciona a su pueblo una organización religiosa-militar. Para resumir la empresa de san Juan Bautista, se dice: «Juan ataca la base de la doctrina central del judaísmo, la de la alianza con Dios por una filiación que se remonta a Abraham»[37]. Ahí está lo esencial: hablamos de formación bárbara imperial o de máquina despótica cada vez que se movilizan las categorías de nueva alianza y de filiación directa. Y, cualquiera que sea el contexto de esta movilización, en relación o no con imperios precedentes, ya que a través de estas vicisitudes la formación imperial se define siempre por un cierto tipo de codificación y de inscripción que se opone a las codificaciones territoriales primitivas. Poco importa el número de la alianza: nuca alianza y filiación directa son categorías específicas que manifiestan un nuevo socius, irreductible a las alianzas laterales y a las filiaciones extensas que declinaban la máquina primitiva. Lo que define la paranoia es este poder de proyección, esta fuerza para volver a partir desde cero, de objetivar una completa transformación: el sujeto salta fuera de los cruzamientos alianza-filiación, se instala en el límite, en el horizonte, en el desierto, sujeto de un saber desterritorializado que lo liga directamente con Dios y lo conecta al pueblo. Por primera vez se retira de la vida y de la tierra algo que va a permitir juzgar la vida y sobrevolar la tierra, principio del conocimiento paranoico. Todo el juego relativo de las alianzas y de las filiaciones es llevado a lo absoluto en esta nueva alianza y esta filiación directa.

 

La emergencia de la máquina despótica tiene que ver a la vez con la sobrecodificación y la desterritorialización; se sobrecodifican los códigos territoriales, se desterritorializan los territorios concretos, sus espesores culturales, convirtiéndolos en espacios estriados de la máquina despótica.

 

Para comprender la formación bárbara es preciso relacionarla no con otras formaciones del mismo género con las que compite, temporal o espiritualmente, según relaciones que mezclan lo esencial, sino con la formación salvaje primitiva a la que suplanta y que aún continúa frecuentándola. Es de este modo que Marx define la producción asiática: una unidad superior del Estado se instaura sobre la base de las comunidades rurales primitivas, que conservan la propiedad del suelo, mientras que el Estado es su verdadero propietario de acuerdo con el movimiento objetivo aparente que le atribuye el excedente de producto, le proporciona las fuerzas productivas en los grandes trabajos y le hace aparecer como la causa de las condiciones colectivas de la apropiación. El cuerpo lleno como socius ya no es la tierra, sino el cuerpo del déspota, el déspota mismo o su dios. Las prescripciones y prohibiciones que a menudo le vuelven casi incapaz de actuar lo convierten en un cuerpo sin órganos. Él es la única cuasi-causa, la fuente y el estuario del movimiento aparente. En lugar de separaciones móviles de cadena significante, un objeto separado ha saltado fuera de la cadena; en lugar de extracciones de flujo, todos los flujos convergen en un gran río que constituye la consumación del soberano: cambio radical de régimen en el fetiche o el símbolo. Lo que cuenta no es la persona del soberano, ni siquiera su función, que puede ser limitada. Es la máquina social la que ha cambiado profundamente: en lugar de la máquina territorial, la megamáquina de Estado, pirámide funcional que tiene al déspota en la cima, motor inmóvil, el aparato burocrático como superficie lateral y órgano de transmisión, los aldeanos en la base como piezas trabajadoras. Los stocks forman el objeto de una acumulación, los bloques de deuda se convierten en una relación infinita bajo la forma de tributo. Toda la plusvalía de código es objeto de apropiación. Esta conversión atraviesa todas las síntesis, las de producción con la máquina hidráulica, la máquina minera, la inscripción con la máquina contable, la máquina de escritura, la máquina monumental, el consumo, por último, con el mantenimiento del soberano, de su corte y de la casta burocrática. En vez de ver en el Estado el principio de una territorialización que inscribe a la gente según su residencia, debemos ver en el principio de residencia el efecto de un movimiento de desterritorialización que divide la tierra como un objeto y somete a los hombres a la nueva inscripción imperial, al nuevo cuerpo lleno, al nuevo socius.

 

La máquina despótica no es homogénea; es, mas bien, una composición de distintas máquinas; en este sentido, se puede llamarla megamáquina. No solamente liga las alianzas y las filiaciones en una nueva alianza filial con el déspota, sino que articula distintas máquinas, haciéndolas funcionales al cumplimiento de la deuda infinita.  

  

«Llegan como el destino... existen como existe el rayo, demasiado terribles, demasiado súbitos...» La muerte del sistema primitivo siempre llega del exterior, la historia es la de las contingencias y la de los encuentros. Como una nube llegada del desierto, llegan los conquistadores: «Imposible comprender cómo penetraron», cómo atravesaron «tantas altas y desérticas mesetas, tantas vastas y fértiles llanuras... No obstante están ahí y cada mañana parece crecer su número... Hablar con ellos, ¡imposible! No saben nuestra lengua»[38]. Pero esta muerte que viene de fuera es también la que subía de dentro: la irreductibilidad general de la alianza a la filiación, la independencia de los grupos de alianza, la manera como servían de elemento conductor a las relaciones económicas y políticas, el sistema de los rangos primitivos, el mecanismo de la plusvalía, todo esto ya esbozaba formaciones despóticas y órdenes de castas. ¿Cómo distinguir la manera como la comunidad primitiva desconfía de sus propias instituciones de jefatura, conjura la imagen del déspota posible que segregaría en su seno, y aquella en que amarra el símbolo vuelto irrisorio de un antiguo déspota que se impuso desde fuera, hace ya largo tiempo? No siempre resulta fácil saber si una comunidad primitiva reprime una tendencia endógena o la encuentra mal que bien después de una terrible aventura exógena. El juego de las alianzas es ambiguo: ¿estamos aún más acá de la nueva alianza o ya más allá, y como caídos en un más acá residual y transformado? (Cuestión anexa: ¿qué es la feudalidad?) Tan sólo podemos asignar el momento preciso de la formación imperial como el de la nueva alianza exógena, no sólo en el lugar de las antiguas alianzas, sino con respecto a ellas. Y esta nueva alianza es algo por completo diferente de un tratado, de un contrato. Pues lo suprimido no es el antiguo régimen de las alianzas laterales y de las filiaciones extensas, sino tan sólo su carácter determinante. Subsisten más o menos modificadas, más o menos arregladas por el gran paranoico, puesto que proporcionan la materia de la plusvalía. Esto es lo que proporciona el carácter específico de la producción asiática: las comunidades rurales autóctonas subsisten y continúan produciendo, inscribiendo, consumiendo. Los engranajes de la máquina del linaje territorial subsisten, pero ya no son más que las piezas trabajadoras de la máquina estatal. Los objetos, los órganos, las personas y los grupos mantienen al menos una parte de su codificación intrínseca, pero estos flujos codificados del antiguo régimen son sobrecodificados por la unidad transcendente que se apropia de la plusvalía. La antigua inscripción permanece, pero enladrillada por y en la inscripción del Estado. Los bloques subsisten, pero se han convertido en ladrillos encajados y encastrados que ya no poseen más que una movilidad de encomienda. Las alianzas territoriales no son reemplazadas, sino tan sólo alianzadas a la nueva alianza; las filiaciones territoriales no son reemplazadas, sino tan sólo afiliadas a la filiación directa. Es como un inmenso derecho del primer nacido sobre toda la filiación, un inmenso derecho de primera noche sobre toda alianza. El stock filiativo se convierte en el objeto de una acumulación en la otra filiación, la deuda de alianza se convierte en una relación infinita en la otra alianza. Todo el sistema primitivo se halla movilizado, requisado por un poder superior, subyugado por nuevas fuerzas exteriores, puesto al servicio de otros fines; tan cierto es, decía Nietzsche, que lo que se llama evolución de algo es «una sucesión constante de fenómenos de sujeción más o menos violentos, más o menos independientes, sin olvidar las resistencias que sin cesar se producen, las tentativas de metamorfosis que se realizan para concurrir en la defensa y la reacción, por último, los resultados favorables de las acciones en sentido contrario»[39].

 

Si bien llega de fuera la muerte de la maquina territorial, ésta incubaba su propia muerte; tal es así, que lo que viene de afuera no pudo contener el nacimiento de lo que se incubaba; su propia muerte. El imperio que avasalla, puede haber sido el mismo imperio que incubaba dentro la máquina territorial.  

 

A menudo se ha señalado que el Estado empieza (o vuelve a empezar) con dos actos fundamentales, uno llamado de territorialidad por fijación de residencia, otro llamado de liberación por abolición de las pequeñas deudas. Sin embargo, el Estado procede por eufemismo. La seudo territorialidad es el producto de una efectiva desterritorialización que sustituye los signos de la tierra por signos abstractos y convierte a la propia tierra en el objeto de una propiedad del Estado o de sus más ricos servidores y funcionarios (y no hay gran cambio, desde este punto de vista, cuando el Estado no hace ya más que garantizar la propiedad privada de una clase dominante de la que se distingue). La abolición de las deudas, cuando tiene lugar, es un medio de mantener la repartición de las tierras y de impedir la entrada en escena de una nueva máquina territorial, eventualmente revolucionaria y capaz de plantear o tratar en toda su amplitud el problema agrario. En otros casos en los que se realiza una redistribución, el ciclo de los créditos es mantenido, bajo la nueva forma instaurada por el Estado — el dinero. Pues, de seguro, el dinero no empieza sirviendo al comercio, o al menos no posee un modelo autónomo mercantil. La máquina despótica tiene esto en común con la máquina primitiva, la confirma a este respecto: el horror de los flujos descodificados, flujos de producción, pero también flujos mercantiles de intercambio y de comercio que escaparían al monopolio del Estado, a su cuadriculación, a su tampón. Cuando Etienne Balazs pregunta: ¿por qué no nació el capitalismo en China en el siglo XIII, donde todas las condiciones científicas y técnicas parecían sin embargo dadas?, la respuesta está en el Estado que cerraba las minas desde el momento que las reservas de metal se juzgaban suficientes y mantenía el monopolio o control estricto del comercio (el comerciante como funcionario). El papel del dinero en el comercio depende menos del propio comercio que de su control por el Estado. La relación del comercio con el dinero es sintética y no analítica. El dinero, fundamentalmente, es indisociable, no del comercio, sino del impuesto como mantenimiento del aparato del Estado. Allí mismo donde las clases dominantes se distinguen de este aparato y lo utilizan en provecho de la propiedad privada, el vínculo despótico del dinero con el impuesto permanece visible. Apoyándose en las investigaciones de Will, Michel Foucault muestra cómo, en algunas tiranías griegas, el impuesto sobre los aristócratas y la distribución de dinero entre los pobres son un medio para hacer llegar el dinero a los ricos, de ampliar singularmente el régimen de las deudas, de volverlo aún más fuerte, al prevenir y reprimir toda re-territorialización que pudiera realizarse a través de los datos económicos del problema agrario. (Como si los griegos hubiesen descubierto a su modo lo que los americanos descubrieron después del New Deal: que los elevados impuestos del Estado son propicios para los buenos negocios.) En una palabra, el dinero, la circulación del dinero, es el medio de volver la deuda infinita. He ahí lo que ocultan los dos actos del Estado: la residencia o territorialidad de Estado inaugura el gran movimiento de desterritorialización que subordina todas las filiaciones primitivas a la máquina despótica (problema agrario); la abolición de las deudas o su transformación contable abren la tarea de un servicio de Estado interminable que subordina todas las alianzas primitivas (problema de la deuda). El acreedor infinito, el crédito infinito ha reemplazado a los bloques de deudas móviles y finitos. Siempre hay un monoteísmo en el horizonte del despotismo: la deuda se convierte en deuda de existencia, deuda de la existencia de los sujetos mismos. Llega el tiempo en el que el acreedor todavía no ha prestado mientras que el deudor no para de devolver, pues devolver es un deber, pero prestar es una facultad — como en la canción de Lewis Carroll, la larga canción de la deuda infinita:

«Un hombre puede exigir desde luego lo que debe, pero cuando se trata del préstamo, sin duda alguna puede escoger el momento que mejor le conviene».

 

La moneda es el sello del Estado, sello que dice: le debes al Estado. La moneda, como dicen Deleuze y Guattari, hace infinita la deuda de las alianzas; claro que después de haber ligado las alianzas a la alianza suprema con el déspota. La alianza territorial era deuda, deuda cualitativa, discreta y cíclica; la alianza de las alianzas es deuda infinita

 

El Estado despótico, tal como aparece en las condiciones más puras de la producción llamada asiática, posee dos aspectos correlativos: por una parte, reemplaza a la máquina territorial, forma un nuevo cuerpo lleno desterritorializado; por otra parte, mantiene las antiguas territorialidades, las integra en concepto de piezas u órganos de producción en la nueva máquina. De golpe adquiere la perfección porque funciona sobre la base de las comunidades rurales dispersas, como máquinas preexistentes autónomas o semiautónomas desde el punto de vista de la producción; pero, desde este mismo punto de vista, reacciona sobre ellas al producir las condiciones de grandes trabajos que exceden el poder de las distintas comunidades. Lo que se produce sobre el cuerpo del déspota es una síntesis conectiva de las antiguas alianzas con la nueva, una síntesis disyuntiva que funde las antiguas filiaciones en la filiación directa, reuniendo a todos los sujetos en la nueva máquina. Lo esencial del Estado radica en la creación de una segunda inscripción mediante la cual el nuevo cuerpo lleno, inmóvil, monumental, inmutable, se apropia de todas las fuerzas y los agentes de producción; pero esta inscripción de Estado deja subsistir las viejas inscripciones territoriales, en concepto de «ladrillos» sobre la nueva superficie. De ahí se origina, por último, la manera como se realiza la conjunción de las dos partes, las partes respectivas que son la unidad superior propietaria y las comunidades poseedoras, la sobrecodificación y los códigos intrínsecos, la plusvalía apropiada y el usufructo utilizado, la máquina de Estado y las máquinas territoriales. Como en La muralla china, el Estado es la unidad superior trascendente que integra subconjuntos relativamente aislados, que funcionan separadamente, a los que asigna un desarrollo en ladrillos y un trabajo de construcción por fragmentos. Objetos parciales esparcidos enganchados al cuerpo sin órganos. Nadie como Kafka ha sabido mostrar que la ley no tiene nada que ver con una totalidad natural armoniosa, inmanente, sino que actuaba como unidad formal eminente y bajo ese concepto reinaba sobre fragmentos y pedazos (la muralla y la torre). Además el Estado no es primitivo, es origen o abstracción, es la esencia abstracta originaria que no se confunde con el comienzo. «El Emperador es el único objeto de todos nuestros pensamientos. Sería su objeto, quiero decir, si lo conociésemos, si sobre él tuviésemos el mínimo conocimiento... El pueblo no sabe qué emperador reina y ni siquiera está seguro del nombre de la dinastía... En nuestros pueblos, Emperadores desde hace tiempo difuntos suben al trono, y, como el que ya no vive más que en la leyenda, promulga un decreto cuya lectura el sacerdote realiza al pie del altar». En cuanto a los propios subconjuntos, máquinas primitivas territoriales, son lo concreto, la base y el comienzo concretos, pero sus segmentos entran aquí en relaciones con la esencia, toman, precisamente, esa forma de ladrillos que asegura su integración en la unidad superior y su funcionamiento distributivo, de acuerdo con los designios colectivos de esta misma unidad (grandes trabajos, extorsión de la plusvalía, tributo, esclavitud generalizada). Dos inscripciones coexisten en la formación imperial y se concilian en la medida que una está enladrillada en la otra, mientras que la otra, por el contrario, cimenta el conjunto y se ajusta a productores y productos (las inscripciones no necesitan hablar la misma lengua). La inscripción imperial recorta todas las alianzas y filiaciones, las prolonga, las hace converger en la filiación directa del déspota con el dios, la nueva alianza del déspota con el pueblo. Todos los flujos codificados de la máquina primitiva son llevados ahora hasta una embocadura donde la máquina despótica los sobrecodifica. La sobrecodificación es la operación que constituye la esencia del Estado y que mide a la vez su continuidad y su ruptura con las antiguas formaciones: el horror ante los flujos del deseo no codificados, pero también la instauración de una nueva inscripción que sobrecodifica y que convierte al deseo en el objeto del soberano, aun cuando fuera instinto de muerte. Las castas son inseparables de la sobrecodificación e implican «clases» dominantes que todavía no se manifiestan como clases, pero se confunden con un aparato de Estado. ¿Quién puede tocar el cuerpo lleno del soberano?, he ahí un problema de castas. La sobrecodificación destituye la tierra en provecho del cuerpo lleno desterritorializado y, sobre este cuerpo lleno, vuelve infinito el movimiento de la deuda. Es mérito de Nietzsche el haber señalado la importancia de un movimiento tal que empieza con los fundadores de Estados, esos «artistas con mirada de bronce que forjan un engranaje asesino e implacable», que levantan ante toda perspectiva de liberación una imposibilidad de hierro. No es que esta infinitivación pueda comprenderse, como dice Nietzsche, como una consecuencia del juego de los antepasados, de las genealogías profundas y de las filiaciones extensas — sino más bien cuando éstas se hallan cortocircuitadas, raptadas por la nueva alianza y la filiación directa: es ahí donde el antepasado, el señor de los bloques móviles y finitos, se halla destituido por el dios, el organizador inmóvil de los ladrillos y de su circuito infinito[40].

 

 

La máquina despótica hace dos cosas contrastantes; por un lado desterritorializa; por otro lado reterritorializa. Desterritorializa los territorios concretos, los espesores culturales de alianzas y filiaciones locales; reterritorializa enchanchándolos al cuerpo del déspota, símbolo de la alianza con Dios.

 

 

La máquina capitalista

 

El concepto de máquina capitalista se distingue del concepto de modo de producción capitalista, aunque lo comprenda, incluso lo contenga. El concepto de máquina capitalista se coloca tanto en las dimensiones molares, donde corresponde el concepto de modo de producción capitalista, así como en las dimensiones moleculares, comprendiendo a los flujos deseantes, a los flujos que atraviesan los cuerpos intensamente. La máquina capitalista incorpora procesos territoriales, corporales, conectados con procesos culturales, de codificación y decodificación, así como de sobrecodificación. El concepto de máquina capitalista no solo interpreta al capitalismo en el campo económico, sino abarca distintos campos sociales, así como comprende espesores territoriales y corporales, dilucidando imaginarios y subjetividades. Se trata de un concepto más complejo que el concepto de modo de producción capitalista. Se puede decir que forma parte de la episteme compleja, de las teorías de la complejidad, en lo que corresponde a lo que hemos denominado teorías nómadas.   

 

Gilles Deleuze y Félix Guattari exponen la genealogía de la máquina capitalista; escriben:

   

El primer gran movimiento de desterritorialización apareció con la sobrecodificación del Estado despótico. Pero todavía no era nada al lado del otro gran movimiento, el que va a realizarse por descodificación de los flujos. Sin embargo, no bastan flujos descodificados para que el nuevo corte atraviese y transforme el socius, es decir, para que nazca el capitalismo. Flujos descodificados golpean al Estado despótico de latencia, sumergen al tirano, pero también lo hacen volver bajo inesperadas formas — lo democratizan, lo oligarquizan, lo segmentarizan, lo monarquizan, y siempre lo espiritualizan y lo interiorizan, con el Urstaat latente en el horizonte, de cuya pérdida no podemos consolarnos. Ahora pertenece al Estado recodificar mal que bien, por operaciones regulares o excepcionales, el producto de los flujos descodificados. Tomemos el ejemplo de Roma: la descodificación de los flujos de bienes raíces por privatización de la propiedad, la descodificación de los flujos monetarios por formación de las grandes fortunas, la descodificación de los flujos comerciales por desarrollo de una producción mercantil, la descodificación de los productores por expropiación y proletarización, todo está ahí, todo está dado, sin producir por ello un capitalismo propiamente hablando, sino un régimen esclavista. O bien el ejemplo de la feudalidad: ahí también la propiedad privada, la producción mercantil, el aflujo monetario, la extensión del mercado, el desarrollo de las ciudades, la aparición de la renta señorial como dinero o el arriendo contractual de mano de obra no producen en modo alguno una economía capitalista, sino un fortalecimiento de las cargas y relaciones feudales, a veces un retorno a estadios más primitivos de la feudalidad, a veces incluso el restablecimiento de una especie de esclavismo. Es harto conocido que la acción monopolista en favor de las guildas y de las compañías no favoreció el desarrollo de una producción capitalista, sino la inserción de la burguesía en un feudalismo de ciudad y de Estado, que consistía en rehacer códigos para flujos descodificados como tales y en mantener al comerciante, según la fórmula de Marx, «en los poros mismos» del antiguo cuerpo lleno de la máquina social. Por tanto, no es el capitalismo el que implica la disolución del sistema feudal, sino más bien a la inversa: por ello fue preciso un tiempo entre ambos. Hay una gran diferencia a este respecto entre la edad despótica y la edad capitalista. Pues los fundadores del Estado llegan como el rayo; la máquina despótica es sincrónica, mientras que el tiempo de la máquina capitalista es diacrónica, los capitalistas surgen uno tras otro en una serie que funda una especie de creatividad de la historia, extraña casa de fieras: tiempo esquizoide del nuevo corte creativo. Las disoluciones se definen por una simple descodificación de los flujos, siempre compensados por supervivencias o transformaciones del Estado. Se siente cómo la muerte sube desde dentro y cómo el mismo deseo es instinto de muerte, latencia, pero también cómo pasa del lado de estos flujos que virtualmente llevan una vida nueva. Flujos descodificados, ¿quién dirá el nombre de este nuevo deseo? Flujo de propiedades que se venden, flujo de dinero que mana, flujo de producción y de medios de producción que se preparan en la sombra, flujo de trabajadores que se desterritorializan: será preciso el encuentro de todos estos flujos descodificados, su conjunción, su reacción unos sobre otros, la contingencia de este encuentro, de esta conjunción, de esta reacción, que se producen una vez, para que el capitalismo nazca y para que el antiguo sistema muera esta vez desde fuera, al mismo tiempo que nace la vida nueva y que el deseo recibe su nuevo nombre. No hay más historia universal que la de la contingencia. Volvamos a esta cuestión eminentemente contingente que los historiadores modernos saben plantear: ¿por qué Europa, por qué no China? A propósito de la navegación de altura, Braudel pregunta: ¿por qué no los navíos chinos o japoneses, o incluso musulmanes? ¿Por qué no Simbad el marino? No es la técnica la que falta, la máquina técnica. ¿No es más bien el deseo el que permanece preso en las redes del Estado despótico, invertido en la máquina del déspota? «Entonces, el mérito de Occidente, bloqueado en la estrecha punta de Asia ¿radicaría en haber tenido necesidad del mundo, necesidad de salir de sus límites? [41]». No hay más viaje que el esquizofrénico (más adelante, el sentido americano de las fronteras: algo a sobrepasar, límites a franquear, flujos por hacer pasar, espacios no codificados por penetrar). Deseos descodificados, deseos de descodificación, siempre los hubo, la historia está llena de ellos. Pero he ahí que los flujos descodificados no forman un deseo, deseo que produce en lugar de soñar o de carecer, máquina deseante, social y técnica a la vez, más que por su encuentro en un lugar, su conjunción en un espacio que toma tiempo. Por ello, el capitalismo y su corte no se definen simplemente por flujos descodificados, sino por la descodificación generalizada de los flujos, la nueva desterritorialización masiva, la conjunción de los flujos desterritorializados. La singularidad de esta conjunción dio la universalidad del capitalismo. Simplificando mucho podemos decir que la máquina territorial salvaje partía de las conexiones de producción y que la máquina despótica bárbara se fundaba en las disyunciones de inscripción a partir de la eminente unidad. Pero la máquina capitalista, la civilizada, va a establecerse primero sobre la conjunción. Entonces, la conjunción ya no designa solamente restos que escaparían a la codificación, ni consumos-consumaciones como en las fiestas primitivas, ni siquiera el «máximo de consumo» en el lujo del déspota y de sus agentes. Cuando la conjunción pasa a primera fila en la máquina social, ocurre, por el contrario, que deja de estar vinculada tanto al goce como al exceso de consumo de una clase y convierte al propio lujo en un medio de inversión y vuelca todos los flujos descodificados sobre la producción, en un «producir para producir» que recobra las condiciones primitivas del trabajo con la condición, con la única condición, de incorporarlas al capital como al nuevo cuerpo lleno desterritorializado, el verdadero consumidor de donde ellas parecen emanar (como en el pacto del diablo descrito por Marx, «el eunuco industrial»: luego es a ti si...)[42] .

 

El encuentro casual de varios conjuntos de flujos desterritorializados y decodificados, las consecuencias de la desterritorialización y decodificación generalizadas, conforman las condiciones de posibilidad históricas del sistema capitalista como tal, tal como va a ser conocido en la modernidad. Sin embargo, como hemos visto, las desterritorializaciones y las decodificaciones son también re-territorializadas y sobrecodificadas, aunque se lo haga parcialmente; se reterritorializa institucionalmente y sobrecodifica en los mitos modernos.   

 

En el centro del Capital Marx muestra el encuentro de dos elementos «principales»: de un lado, el trabajador desterritorializado, convertido en trabajador libre y desnudo, que tiene que vender su fuerza de trabajo; del otro, el dinero descodificado, convertido en capital y capaz de comprarla. Que estos dos elementos provengan de la segmentarización del Estado despótico en feudalidad y de la descomposición del sistema feudal mismo y de su Estado, todavía no nos proporciona la conjunción extrínseca de estos dos flujos, flujo de productores y flujo de dinero. El encuentro hubiera podido no realizarse, los trabajadores libres y el capital-dinero existiendo «virtualmente» cada uno por su parte. Uno de los elementos depende de una transformación de las estructuras agrarias constitutivas del antiguo cuerpo social, el otro, depende de otra serie que pasa por el mercader y el usurero tal como existen marginalmente en los poros de este antiguo cuerpo. Además, cada uno de estos elementos pone en juego varios procesos de descodificación y de desterritorialización de muy diferente origen: para el trabajador libre, desterritorialización del suelo por privatización; descodificación de los instrumentos de producción por apropiación; privación de los medios de consumo por disolución de la familia y de la corporación; descodificación, por último, del trabajador en provecho del propio trabajo o de la máquina — y, para el capital, desterritorialización de la riqueza por abstracción monetaria; descodificación de los flujos de producción por capital mercantil; descodificación de los Estados por el capital financiero y las deudas públicas; descodificación de los medios de producción por la formación del capital industrial, etc. Veamos aún con más detalle de qué modo se encuentran los elementos, con conjunción de todos sus procesos. Ya no es la edad del terror ni de la crueldad, sino la edad del cinismo, que viene acompañada por una extraña piedad (ambos constituyen el humanismo: el cinismo es la inmanencia física del campo social, y la piedad, el mantenimiento de un Urstaat espiritualizado; el cinismo es el capital como medio para arrebatar el excedente de trabajo, pero la piedad es ese mismo capital como capital-Dios del que parece que emanan todas las fuerzas de trabajo). Esta edad del cinismo es la de la acumulación de capital, es ella la que implica tiempo, precisamente para la conjunción de todos los flujos descodificados y des-territorializados. Como demostró Maurice Dobb, es preciso en un primer tiempo una acumulación de títulos de propiedad, de la tierra por ejemplo, en una coyuntura favorable, en un momento en que esos bienes cuesten poco (desintegración del sistema feudal); y un segundo tiempo en el que esos bienes son vendidos en un momento de alza y en condiciones que hacen particularmente interesante la inversión industrial («revolución de los precios», reserva abundante de mano de obra, formación de un proletariado, acceso fácil a fuentes de materias primas, condiciones favorables para la producción de herramientas y máquinas)[43]. Toda clase de factores contingentes favorecen estas conjunciones. ¡Cuántos encuentros para la formación de la cosa, lo innombrable! Sin embargo, el efecto de la conjunción es el control cada vez más profundo de la producción por el capital: la definición del capitalismo o de su corte, la conjunción de todos los flujos descodificados y desterritorializados, no se definen por el capital comercial ni por el capital financiero, que no son más que flujos entre otros, elementos entre otros, sino por el capital industrial. Sin duda, muy pronto el comerciante pudo accionar sobre la producción, ya fuese convirtiéndose él mismo en industrial en oficios basados en el comercio, ya fuese convirtiendo a los artesanos en sus propios intermediarios y empleados (luchas contra las guildas y los monopolios). Pero el capitalismo no empieza, la máquina capitalista no es montada, más que cuando el capital se apropia directamente de la producción, y el capital financiero y el capital mercantil ya no son más que funciones específicas correspondientes a una división del trabajo en el modo capitalista de la producción en general. Entonces volvemos a encontrar la producción de producciones, la producción de registros, la producción de consumos — pero precisamente en esa conjunción de los flujos descodificados que convierte al capital en el nuevo cuerpo lleno social, mientras que el capitalismo comercial y financiero bajo sus formas primitivas se instalaba tan sólo en los poros del antiguo socius del cual no cambiaba el modo de producción anterior. Incluso antes de que la máquina de producción capitalista sea montada, la mercancía y la moneda operan una descodificación de los flujos por abstracción. Sin embargo, no del mismo modo. En primer lugar, el intercambio simple inscribe los productos mercantiles como los quanta particulares de una unidad de trabajo abstracta. El trabajo abstracto colocado en la relación de intercambio forma la síntesis disyuntiva del movimiento aparente de la mercancía, puesto que se divide en los trabajos cualificados a los que corresponde tal o cual quantum determinado. Pero sólo cuando un «equivalente general» aparece como moneda se accede al reino de la quantitas, la cual puede tener toda clase de valores particulares o valer por cualquier clase de quanta. Esta cantidad abstracta no debe sin embargo poseer un valor cualquiera, de tal modo que todavía no aparezca más que como una relación de tamaño entre quanta. En este sentido, la relación de intercambio une formalmente objetos parciales producidos e incluso inscritos independientemente de ella. La inscripción comercial y monetaria permanece sobrecodificada e incluso reprimida por los caracteres y los modos de inscripción previos de un socius considerado bajo su modo de producción específico, que no conoce ni reconoce el trabajo abstracto. Como dice Marx, ésta es la relación más simple y más antigua de la actividad productiva, pero sólo aparece como tal y se vuelve prácticamente verdadera en la máquina capitalista moderna. Por ello, antes, la inscripción comercial monetaria no disponía de un cuerpo propio y se insertaba tan sólo en los intervalos del cuerpo social preexistente. El comerciante no cesaba de jugar por territorialidades mantenidas para comprar allí donde es barato y vender donde es caro. Antes de la máquina capitalista, el capital mercantil o financiero sólo está en una relación de alianza con la producción no capitalista, entra en esta nueva alianza que caracteriza a los Estados precapitalistas (de ahí la alianza de la burguesía mercantil y bancaria con la feudalidad). En una palabra, la máquina capitalista empieza cuando el capital cesa de ser un capital de alianza para volverse filiativo. El capital se vuelve capital filiativo cuando el dinero engendra dinero o el valor una plusvalía, «valor progresivo, dinero siempre brotando y creciendo, y como tal capital... El valor se presenta de pronto como una substancia motriz de sí misma y para la cual mercancía y moneda sólo son puras formas. Distingue en sí su valor primitivo y su plusvalía, del mismo modo que Dios distingue en su persona el padre y el hijo y que ambos forman sólo uno y son de la misma edad, pues sólo por la plusvalía de diez libras las cien primeras libras avanzadas se convierten en capital»[44]. Sólo en esas condiciones el capital se convierte en el cuerpo lleno, el nuevo socius o la cuasi-causa que se apropia de todas las fuerzas productivas. Ya no estamos en el dominio del quantum o de la quantitas, sino en el de la relación diferencial en tanto que conjunción, que define el campo social inmanente propio al capitalismo y confiere a la abstracción como tal su valor efectivamente concreto, su tendencia a la concretización. La abstracción no ha dejado de ser lo que es pero ya no aparece en la simple cantidad como una relación variable entre términos independientes, sobre sí misma ha tomado la independencia, la calidad de los términos y la cantidad de las relaciones. Lo abstracto impone la relación más compleja en la que se va a desarrollar «como» algo concreto. Es la relación diferencial Dy/Dx, en la que Dy deriva de la fuerza de trabajo y constituye la fluctuación del capital variable y en la que Dx deriva del capital mismo y constituye la fluctuación del capital constante («la noción de capital constante no excluye en modo alguno un cambio de valor de sus partes constitutivas»). De la fluxión de los flujos descodificados, de su conjunción, se desprende la forma filiativa del capital x + dx. La relación diferencial expresa el fenómeno fundamental capitalista de la transformación de la plusvalía de código en plusvalía de flujo. Que una apariencia matemática reemplace aquí a los antiguos códigos significa, simplemente, que asistimos a una quiebra de los códigos y de las territorialidades subsistentes en beneficio de una máquina de otra clase, que funciona de otro modo. Ya no es la crueldad de la vida, ni el terror de una vida contra otra, sino un despotismo post-mortem, el déspota convertido en ano y vampiro: «El capital es trabajo muerto que, semejante al vampiro, sólo se anima chupando el trabajo vivo, y su vida es tanto más alegre cuanto más succiona». El capital industrial presenta de este modo una nueva-nueva filiación, constitutiva de la máquina capitalista, con respecto a la cual el capital comercial y el capital financiero ahora van a tomar la forma de una nueva-nueva alianza al asumir funciones específicas.

 

El sumun del capitalismo es la valorización del valor, la producción de plusvalía. Cuando el capital deja de ser de alianza para convertirse en filiativo. No todo dinero es capital, eso de alguna manera ya lo sabíamos; solo el dinero que se valoriza es capital. Pero, ¿bajo qué condiciones el dinero es capital? El dinero es capital cuando controla la producción. El capitalismo nace en la producción, en el proceso de producción; hablamos de una producción que disocia medios de producción y fuerza de trabajo, donde presenta los medios de producción como propiedad, en tanto que la fuerza de trabajo como mercancía; compra de tiempo de trabajo. Sin embargo, utiliza la fuerza de trabajo como fuerza viva activadora de los medios de producción, que aparecen, después como trabajo muerto, cristalizado en las herramientas. El capitalismo es esencialmente un modo de producción. Sin embargo, este capital productivo establece alianzas con el capital comercial y el capital financiero, herencias del pasado, no propiamente capitalista. Cuando ocurre esto, el capital productivo, dominante y hegemónico en la alianza de capitales, puede caer, después, bajo el dominio del capital financiero. Es cuando el capitalismo cae en su fase regresiva y conservadora, sobre todo especulativa.

 

 

El célebre problema de la baja tendencial de la tasa de ganancia, es decir, de la plusvalía con respecto al capital total, sólo puede comprenderse en el conjunto del campo de inmanencia del capitalismo y en las condiciones bajo las que una plusvalía de código es transformada en plusvalía de flujo. En primer lugar (de acuerdo con las observaciones de Balibar), ocurre que esta tendencia a la baja de la tasa de ganancia no tiene fin, sino que ella misma se reproduce al reproducir los factores que se oponen a ella. Pero, ¿por qué no tiene fin? Sin duda, por las mismas razones que hacen reír a los capitalistas y sus economistas cuando constatan que la plusvalía no es matemáticamente determinable. Sin embargo, no tienen motivos para regocijarse. Más bien deberían sacar en conclusión lo que tienen que ocultar: a saber, que no es el mismo dinero el que entra en el bolsillo del asalariado y el que se inscribe en el balance de una empresa. En un caso, signos monetarios impotentes de valor de cambio, un flujo de medios de pago relativo a bienes de consumo y a valores de uso, una relación bi-unívoca entre la moneda y un abanico impuesto de productos («a lo que tengo derecho, lo que me vuelve, luego es a mí...»); en el otro caso, signos de potencia del capital, flujos de financiamiento, un sistema de coeficientes diferenciales de producción que manifiesta una fuerza prospectiva o una evaluación a largo plazo, no realizable hic et nunc, y que funciona como una axiomática de las cantidades abstractas. En un caso, el dinero representa un corte-extracción posible en un flujo de consumo; en el otro, una posibilidad de corte-separación y de rearticulación de cadenas económicas en el sentido en que flujos de producción se apropian de las disyunciones de capital. Se ha podido demostrar la importancia, en el sistema capitalista, de la dualidad bancaria entre la formación de medios de pago y la estructura de financiación, la gestión de la moneda y la financiación de la acumulación capitalista, la moneda de cambio y la moneda de crédito[45]. Que la banca participe de ambos, es decir, como bisagra de ambos, financiación y pago, muestra tan sólo sus interacciones múltiples. Así, en la moneda de crédito, que implica todos los créditos comerciales o bancarios, el crédito puramente comercial tiene sus raíces en la circulación simple en la que se desarrolla el dinero como medio de pago (la letra de cambio con vencimiento determinado, que constituye una forma monetaria de la deuda finita). A la inversa, el crédito bancario opera una desmonetización o desmaterialización de la moneda y se basa en la circulación de órdenes de pago en lugar de la circulación del dinero, atraviesa un circuito particular en el que toma, después pierde, su valor de instrumento de cambio y en el que las condiciones del flujo implican las del reflujo, dando a la deuda infinita su forma capitalista; pero el Estado como regulador asegura una convertibilidad de principio de esta moneda de crédito, sea directamente por dependencia del oro, sea indirectamente por un modo de centralización que implica un garante del crédito, una tasa de interés única, una unidad de los mercados de capitales, etc. Se está en lo cierto, pues, cuando se habla de disimulación profunda de la dualidad de las dos formas del dinero, pago y financiación, los dos aspectos de la práctica bancaria. Pero esta disimulación no depende de un desconocimiento sino que expresa el campo de inmanencia capitalista, el movimiento objetivo aparente en el que la forma inferior y subordinada es tan necesaria como la otra (es necesario que el dinero esté en los dos cuadros) y en el que ninguna integración de las clases dominadas podría efectuarse sin la sombra de este principio de convertibilidad no aplicado, que sin embargo basta para hacer que el Deseo de la criatura más desfavorecida invierta o cargue con todas sus fuerzas, independientemente de cualquier conocimiento o desconocimiento económico, el campo social capitalista en su conjunto. Flujos, ¿quién no desea flujos y relaciones entre los flujos, y cortes de flujo? — que el capitalismo ha sabido hacer manar y cortar en esas condiciones del dinero desconocidas hasta él. Aunque es cierto que el capitalismo en su esencia o modo de producción es industrial, no funciona más que como capitalismo mercantil. Aunque es cierto que en su esencia es capital filiativo industrial, no funciona más que por su alianza con el capital comercial y financiero. En cierta manera, de la banca depende todo el sistema y la catexis o inversión de deseo[46]. Una de las aportaciones de Keynes radicó en reintroducir el deseo en el problema de la moneda; esto es lo que hay que someter a las exigencias del análisis marxista. Por ello, es desastroso que los economistas marxistas se reduzcan demasiado a menudo a consideraciones sobre el modo de producción y sobre la teoría de la moneda como equivalente general tal como aparece en la primera sección del Capital, sin dedicar suficiente importancia a la práctica bancaria, a las operaciones financieras y a la circulación específica de la moneda de crédito (en esto consistiría el sentido de un retorno a Marx, a la teoría marxista de la moneda). Volvamos a la dualidad del dinero, a los dos cuadros, a las dos inscripciones, una en la cuenta del asalariado, la otra en el balance de la empresa. Medir los dos tipos de tamaño con la misma unidad analítica es una pura ficción, una estafa cósmica, como si midiésemos las distancias intergaláxicas o intra-atómicas con metros y centímetros. No hay ninguna medida común entre el valor de las empresas y el de la fuerza de trabajo de los asalariados. Por esa razón, la baja tendencial no tiene término. Un coeficiente de diferenciales es calculable si se trata del límite de variaciones de los flujos de producción desde el punto de vista de un pleno rendimiento, pero no lo es si se trata del flujo de producción y del flujo de trabajo del que depende la plusvalía. Entonces, la diferencia no se anula en la relación que la constituye como diferencia de naturaleza, la «tendencia» no tiene término, no tiene límite exterior al que podría llegar o incluso aproximarse. La tendencia sólo tiene límite interno y no cesa de pasarlo, pero desplazándolo, es decir, reconstituyéndolo, recobrándolo como límite interno a pasar de nuevo por desplazamiento: entonces, la continuidad del proceso capitalista se engendra en ese corte siempre desplazado, es decir, en esta unidad entre la esquizia y el flujo. Bajo ese aspecto, el campo de inmanencia social, tal como se descubre bajo la contracción y la transformación del Urstaat, no cesa de ampliarse y toma una consistencia por completo particular, que muestra el modo como el capitalismo supo interpretar para su provecho el principio general según el cual las cosas sólo marchan bien con la condición de estropearse, la crisis como «medio inmanente al modo de producción capitalista». Si el capitalismo es el límite exterior de toda sociedad, es porque para su provecho no tiene límite exterior, sino sólo un límite interior que es el capital mismo, al que no encuentra, pero que reproduce desplazándolo siempre. Jean-Joseph Goux analiza exactamente el fenómeno matemático de la curva sin tangente y el sentido que puede tomar tanto en la economía como en la lingüística: «Si el movimiento no tiende hacia ningún límite, si el cociente de las diferenciales no es calculable, el presente ya no tiene sentido... El cociente de las diferenciales no se resuelve, las diferencias ya no se anulan en su relación. Ningún límite se opone a la rotura, a la rotura de esa rotura. La tendencia no encuentra término, el móvil nunca logra lo que el futuro inmediato le reserva; sin cesar es retrasado por accidentes, desviaciones... Noción compleja de una continuidad en la rotura absoluta»[47]. En la inmanencia ampliada del sistema, el límite tiende a reconstituir en su desplazamiento lo que tendía a hacer bajar en su emplazamiento primitivo.

 

¿Cuál es el límite del capitalismo? Según Deleuze y Guattari su límite es interno, constantemente desplazado. Su límite es inmanente al capital mismo. El capitalismo se desarrolla mediante sus propias crisis; funciona no funcionando bien, chirriando y estropeándose. Estas contradicciones se explican al distinguir dos circuitos diferentes de dinero; uno como dinero de inversión, el otro como dinero de compra o de pago. Los dos no tienen las mismas cualidades, aunque se cuenten de la misma manera. Por eso el dinero de pago no puede convertirse en capital, sino solo puede funcionar como equivalente de compra; solo el dinero de inversión puede funcionar como capital. Este es uno de los secretos de la deuda infinita y del sometimiento de las periferias del sistema-mundo capitalista a los centros de este sistema-mundo. 

 

 

Ahora bien, este movimiento de desplazamiento pertenece esencialmente a la desterritorialización del capitalismo. Como ha mostrado Samir Amin, el proceso de desterritorialización va, en este caso, del centro a la periferia, es decir, de los países desarrollados a los países subdesarrollados, que no constituyen un mundo aparte, sino una pieza esencial de la máquina capitalista mundial. Incluso es preciso añadir que el centro también tiene sus enclaves organizados de subdesarrollo, sus reservas y chabolas como periferias interiores (Pierre Moussa definía a los Estados Unidos como un fragmento del tercer mundo que ha logrado y guardado zonas inmensas de subdesarrollo). Si es cierto que en el centro se ejerce, al menos parcialmente, una tendencia a la baja o a la igualación de la tasa de ganancia que lleva a la economía hacía los sectores más progresivos y más automatizados, un verdadero «desarrollo del subdesarrollo» en la periferia asegura una alza de la tasa de la plusvalía como una explotación creciente del proletariado periférico con respecto al del centro. Pues sería un gran error creer que las exportaciones de la periferia provienen ante todo de sectores tradicionales o de territorialidades arcaicas: por el contrario, provienen de industrias y plantaciones modernas, generadoras de fuerte plusvalía, hasta el punto de que no son los países desarrollados los que proporcionan capitales a los países subdesarrollados, sino al contrario. Tan cierto es que la acumulación primitiva no se produce sólo una vez a la aurora del capitalismo, sino que es permanente y no cesa de reproducirse. El capitalismo exporta capital filiativo. Al mismo tiempo que la desterritorialización capitalista se realiza desde el centro a la periferia, la descodificación de los flujos en la periferia se realiza por una «desarticulación» que asegura la ruina de los sectores tradicionales, el desarrollo de los circuitos económicos extravertidos, una hipertrofia específica del sector terciario, una extrema desigualdad en la distribución de las productividades y de las rentas[48]. Cada paso de flujo es una desterritorialización, cada límite desplazado, una descodificación. El capitalismo esquizofreniza cada vez más a la periferia. Lo cual no quiere decir, sin embargo, que en el centro la baja tendencial mantenga su sentido restringido, es decir, la disminución relativa de la plusvalía con respecto al capital total, asegurada por el desarrollo de la productividad, de la automación, del capital constante.

 

Las periferias desarrollan a los centros y los centros sub-desarrollan a las periferias. La acumulación originaria de capital recurrente genera la acumulación ampliada de capital. Las periferias pagan la deuda infinita y los centros difieren el préstamo que no llega, o llega fragmentariamente. Esta inscripción de la deuda infinita es la clave de la dominación imperialista e imperial.

 

 

Este problema ha vuelto a ser planteado recientemente por Maurice Clavel en una serie de cuestiones decisivas y voluntariamente incompetentes. Es decir, cuestiones dirigidas a los economistas por alguien que no comprende cómo se ha podido mantener la plusvalía humana en la base de la producción capitalista, si se reconoce que las máquinas también «trabajan» o producen valor, que siempre han trabajado y cada vez trabajan más con respecto al hombre, el cual de ese modo deja de ser parte constitutiva del proceso de producción para volver adyacente a este proceso[49]. Hay, por tanto, una plusvalía maquínica producida por el capital constante, que se desarrolla con la automatización y la productividad y que no puede explicarse por los factores que se oponen a la baja tendencial (intensidad creciente de la explotación del trabajo humano, disminución de precios de los elementos del capital constante, etc.), puesto que estos factores, por el contrario, dependen de ella. Creemos, con la misma incompetencia indispensable, que estos problemas sólo pueden ser examinados en las condiciones de la transformación de la plusvalía de código en plusvalía de flujo. Pues, en tanto que definíamos los regímenes precapitalistas por la plusvalía de código y el capitalismo por una descodificación generalizada que la convertía en plusvalía de flujo, presentábamos las cosas de un modo somero, hacíamos como si la cuestión se solucionase de una vez por todas, en la aurora de un capitalismo que habría perdido todo valor de código. Sin embargo, no es así. Por una parte, subsisten códigos, incluso en calidad de arcaísmos, pero que toman una función perfectamente actual y adaptada a la situación en el capital personificado (el capitalista, el trabajador, el negociante, el banquero...). Sin embargo, por otra parte y más profundamente, toda máquina técnica supone flujos de un tipo particular: flujos de código a la vez interiores y exteriores a la máquina, formando los elementos de una tecnología e incluso de una ciencia. Son estos flujos de código los que también se hallan encajados, codificados o sobrecodificados en las sociedades precapitalistas de tal modo que nunca se independizan (el herrero, el astrónomo...). Mas la descodificación generalizada de los flujos en el liberalismo ha liberado, desterritorializado, descodificado los flujos de código al igual que los otros — hasta el punto que la máquina automática siempre los interiorizó en su cuerpo o su estructura como campo de fuerzas, al mismo tiempo que dependía de una ciencia y de una tecnología, de un trabajo llamado cerebral distinto del trabajo manual del obrero (evolución del objeto técnico). En ese sentido, las máquinas no hicieron el capitalismo, sino al contrario, el capitalismo hace las máquinas y no cesa de introducir nuevos cortes mediante los cuales revoluciona sus modos técnicos de producción.

 

Marx decía que lo propio del capitalismo, el capitalismo propiamente dicho, acontece cuando el capitalismo crea sus propios medios de producción. Cuando el capitalismo se realiza en la tecnología y la tecnología coadyuva a la valorización del valor. Llama la atención esto de la plusvalía generada por las máquinas; ¿cómo podría entenderse este enunciado? ¿Transferencia de valorización por parte de las máquinas? En El capital se entiende la plusvalía como el tiempo de trabajo no pagado y apropiado privativamente. ¿Qué clase de plusvalía puede darse con las máquinas, herramientas, medios de producción? ¿El desgaste, por lo tanto lo no repuesto en términos técnicos? ¿O, mas bien, la incidencia de la tecnología en la generación de la plusvalía relativa? Se hace más comprensible esta última alternativa.

 

A este respecto, todavía es preciso introducir varias correcciones. Pues esos cortes tardan tiempo y se extienden sobre una gran extensión. Nunca la máquina capitalista diacrónica se deja revolucionar a sí misma por una o varias máquinas técnicas sincrónicas, nunca confiere a sus sabios y técnicos una independencia desconocida en los regímenes precedentes. Sin duda, puede dejar a algunos sabios, por ejemplo, matemáticos, que «esquizofrenicen» en su rincón y puede hacer pasar flujos de código socialmente descodificados que estos científicos organizan en axiomáticas de investigación llamada fundamental. Pero la verdadera axiomática no está ahí (a los científicos se les deja tranquilos hasta un cierto punto, se les deja que hagan su propia axiomática; pero llega el momento de las cosas serias: por ejemplo, la física indeterminista, con sus flujos corpusculares, debe reconciliarse con «el determinismo»). La verdadera axiomática es la de la máquina social misma, que sustituye a las antiguas codificaciones y organiza todos los flujos descodificados, comprendidos los flujos de código científico y técnico, en provecho del sistema capitalista y al servicio de sus fines. Por ello, a menudo se ha señalado que la revolución industrial combinaba una tasa elevada de progreso técnico con el mantenimiento de una gran cantidad de material «obsolescente», con una gran desconfianza hacia las máquinas y las ciencias. Una innovación no es adoptada más que a partir de la tasa de ganancia que su inversión proporciona por disminución de los costes de producción; si no, el capitalista mantiene la maquinaria existente, libre para invertir paralelamente a ésta en otro campo[50]. La plusvalía humana guarda, pues, una importancia decisiva, incluso en el centro y en sectores altamente industrializados. Lo que determina la disminución de los costes y la elevación de la tasa de ganancia por plusvalía maquínica no es la innovación misma, cuyo valor es tan poco medible como el de la plusvalía humana. Ni siquiera es la rentabilidad de la nueva técnica considerada aisladamente, sino su efecto en la rentabilidad global de la empresa en sus relaciones con el mercado, y con el capital comercial y financiero. Lo que implica encuentros e intersecciones diacrónicos, como, por ejemplo, podemos verlo desde el siglo XIX entre la máquina de vapor y las máquinas textiles o las técnicas de producción del hierro. En general, la introducción de las innovaciones siempre tiende a ser retardada más allá del tiempo científicamente necesario, hasta el momento en que las previsiones de mercado justifican su explotación en gran escala. Incluso en ese caso, el capital de alianza ejerce una fuerte presión selectiva sobre las innovaciones maquínicas en el capital industrial. En resumen, allí donde los flujos están descodificados, los flujos particulares de código que han tomado una forma tecnológica y científica son sometidos a una axiomática propiamente social mucho más severa que todas las axiomáticas científicas, pero mucho más severa también que los antiguos códigos o sobrecódigos desaparecidos: la axiomática del mercado capitalista mundial. En una palabra, los flujos de código «liberados» en la ciencia y la técnica por el régimen capitalista engendran una plusvalía maquínica que no depende directamente de la ciencia y de la técnica, sino del capital, y que viene a añadirse a la plusvalía humana, constituyendo ambas el conjunto de la plusvalía de flujo que caracteriza al sistema. Los conocimientos, la información y la formación cualificada son partes del capital («capital de conocimientos») tanto como el trabajo más elemental del obrero. Y del mismo modo que en la plusvalía humana, en tanto que resultaba de los flujos descodificados, encontrábamos una inconmensurabilidad o una asimetría fundamental (ningún límite exterior asignable) entre el trabajo manual y el capital, o bien entre dos formas de dinero, aquí también, en la plusvalía maquínica resultante de los flujos de código científicos y técnicos, no encontramos conmensurabilidad alguna ni límite exterior entre el trabajo científico o técnico, incluso altamente remunerado, y la ganancia del capital que se inscribe en otra escritura. El flujo de conocimiento y el flujo de trabajo se hallan a este respecto en la misma situación determinada por la descodificación o la desterritorialización capitalista.

 

La respuesta a nuestras preguntas, de parte de Deleuze y Guattari, está en los flujos de código “liberados” en la ciencia y la técnica. El régimen capitalista engendra una plusvalía maquínica que no depende directamente de la ciencia y de la técnica, sino del capital. Viene a añadirse a la plusvalía humana, constituyendo ambas el conjunto de la plusvalía de flujo que caracteriza al sistema. Nosotros podríamos interpretar este enunciado como que el capitalismo se apropia del intelecto general, que forma parte de la ciencia y tecnología, que son producciones sociales, sin pagar por estos bienes comunes.

 

 

Mas, si es cierto que la innovación sólo es aceptada en tanto que implica un alza de la ganancia por baja de los costes de producción y que existe un volumen de producción suficientemente elevado como para justificarla, el corolario que podemos desprender es que la inversión en la innovación nunca basta para realizar o absorber la plusvalía de flujo producida tanto en un lado como en otro[51]. Marx mostró claramente la importancia del problema: el círculo siempre ensanchado del capitalismo sólo se cierra, reproduciendo a una escala siempre mayor sus límites inmanentes, si la plusvalía no es solamente producida o arrebatada, sino absorbida, realizada[52]. Si el capitalista no se define por el goce, no es tan sólo porque su finalidad radica en el «producir para producir» generador de plusvalía, sino también la realización de esta plusvalía: una plusvalía de flujo no realizada es lo mismo que no producida, y se encarna en el paro forzoso y el estancamiento. Con facilidad podemos realizar la cuenta de los principales medios de absorción fuera del consumo y la inversión: la publicidad, el gobierno civil, el militarismo y el imperialismo. El papel del Estado a este respecto, en la axiomática capitalista, aparece tanto mejor en cuanto que lo que absorbe no se substrae de la plusvalía de las empresas, sino que se añade al acercar la economía capitalista al pleno rendimiento en los límites dados y al ampliar a su vez esos límites, sobre todo en un orden de gastos militares que no compitan con la empresa privada, más bien al contrario (sólo la guerra logró lo que el New Deal no pudo conseguir). El papel de un complejo político-militar-económico es tanto más importante en cuanto garantiza la extracción de la plusvalía humana en la periferia y en las zonas apropiadas del centro, pero también en cuanto engendra él mismo una enorme plusvalía maquínica al movilizar los recursos del capital de conocimientos y de información y absorbe, por último, la mayor parte de la plusvalía producida. El Estado, su policía y su ejército forman una gigantesca empresa de antiproducción, pero en el seno de la producción misma, y condicionándola. Nos encontramos ante una nueva determinación del campo de inmanencia propiamente capitalista: no sólo el juego de las relaciones y coeficientes diferenciales de los flujos descodificados, no sólo la naturaleza de los límites que el capitalismo reproduce a una escala siempre más amplia en tanto que límites interiores, sino también la presencia de la antiproducción en la producción misma. El aparato de antiproducción ya no es una instancia trascendente que se opone a la producción, la limita o la frena; al contrario, se insinúa por todas partes en la máquina productora y la abraza estrechamente para regular su producción y realizar su plusvalía (de donde, por ejemplo, la diferencia entre la burocracia despótica y la burocracia capitalista). La efusión del aparato de antiproducción caracteriza a todo el sistema capitalista; la efusión capitalista es la de la antiproducción en la producción a todos los niveles del proceso. Por una parte, ella sola es capaz de realizar el fin supremo del capitalismo, que consiste en producir la carencia en grandes conjuntos, en introducir la carencia allí donde siempre hay demasiado, por la absorción que realiza de recursos sobreabundantes. Por otra parte, ella sola dobla al capital y al flujo de conocimiento con un capital y un flujo equivalente de imbecilidad, que también operan su absorción o su realización y aseguran la integración de los grupos o individuos al sistema. No sólo la carencia en el seno de lo demasiado, sino la imbecilidad en el conocimiento y la ciencia: veremos que es al nivel del Estado y del ejército donde se conjugan los sectores más progresivos del conocimiento científico o tecnológico y los arcaísmos débiles mejor encargados de funciones actuales.

 

Estas son parte de las paradojas del capitalismo; la antiproducción como parte de la composición de la producción. La absorción de plusvalía como parte de la generación de plusvalía. La guerra como estrategia de dar salida a los bloqueos de la generación de plusvalía; por lo tanto, como estrategia de la generación de plusvalía. La mezcla institucional entre el intelecto general y la imbecilidad soberana de los funcionarios públicos, sobre todo militares.   

 

 

Adquiere así todo su sentido el doble retrato que André Gorz traza del «trabajador científico y técnico», señor de un flujo de conocimiento, de información y de formación, pero tan bien absorbido por el capital que en él coincide el reflujo de una imbecilidad organizada, axiomatizada, que hace que, por la noche, cuando vuelve a su casa, encuentre sus pequeñas máquinas deseantes rebotando sobre un televisor, ¡desesperación[53]! Ciertamente, el científico, el técnico en tanto que tal no tiene ninguna potencia revolucionaria, es el primer agente integrado de la integración, refugio de mala conciencia, destructor forzoso de su propia creatividad. Tomemos el ejemplo aún más sorprendente de una «carrera» a la americana, con bruscas mutaciones, tal como nos la imaginamos: Gregory Bateson empieza huyendo del mundo civilizado haciéndose etnólogo, para seguir los códigos primitivos y los flujos salvajes; luego se dirige a flujos cada vez más descodificados, los de la esquizofrenia, de los que obtiene una teoría psiquiátrica interesante; después, aún en busca de un más allá, de otro muro por atravesar, se vuelve hacia los delfines, el lenguaje de los delfines, flujos aún más extraños y más desterritorializados. Pero, ¿qué hay al final del flujo del delfín, si no las investigaciones fundamentales del ejército americano que nos lleva a la preparación de la guerra y a la absorción de la plusvalía? Con respecto al Estado capitalista, los Estados socialistas son niños (e incluso niños que aprendieron algo de su padre sobre el papel axiomatizante del Estado). Pero los Estados socialistas tienen más dificultades para obstruir las huidas inesperadas de flujo, salvo por violencia directa. Lo que por el contrario se llama el poder de recuperación del sistema capitalista radica en que su axiomática es por naturaleza, no más flexible, sino más amplia y comprehensiva. Nadie en un sistema de esa clase puede dejar de estar asociado a la actividad de antiproducción que anima todo el sistema productivo. «Los que accionan y aprovisionan el aparato militar no son los únicos que están comprometidos en una empresa antihumana. Los millones de obreros que producen (lo que crea una demanda para) bienes y servicios inútiles están igualmente implicados, en diversos grupos. Los diversos sectores y ramas de la economía son tan interdependientes que casi todo el mundo se halla implicado de un modo u otro en una actividad antihumana; el granjero que proporciona productos alimenticios a las tropas que luchan contra el pueblo vietnamita, los fabricantes de los complejos instrumentos necesarios para la creación de un nuevo modelo de automóvil, los fabricantes de papel, de tinta o de antenas de televisión cuyos productos son utilizados para controlar y envenenar las mentes de la gente, etc., etc.»[54]. De ese modo se hallan obstruidos los tres segmentos de la reproducción capitalista siempre ampliada, que definen perfectamente los tres aspectos de su inmanencia: 1.°) el que extrae la plusvalía humana a partir de la relación diferencial entre flujos descodificados de trabajo y producción y se desplaza del centro a la periferia, manteniendo, sin embargo, en el centro vastas zonas residuales; 2 ° ) el que extrae la plusvalía maquínica, a partir de una axiomática de los flujos de código científico y técnico, en los lugares de «punta» del centro; 3.°) el que absorbe o realiza estas dos formas de la plusvalía de flujo, garantizando la emisión de ambos e inyectando perpetuamente la antiproducción en el aparato de producir. Se esquizofreniza en la periferia, pero no menos en el centro y en medio.

 

Se puede decir que el capitalismo no solo controla la producción, no solo establece alianzas con el capital comercial y el capital financiero, sino que integra todos los planos y todos los campos sociales, por más alejados y disociados que aparezcan. Integra y articula la plusvalía humana, la plusvalía maquínica, incluso integra la antiproducción  misma a la producción y a la valorización incesante de valor.

 

 

La definición de plusvalía debe ser modificada en función de la plusvalía maquínica del capital constante, que se distingue de la plusvalía humana del capital variable, y en función del carácter no medible de este conjunto de plusvalía de flujo. No puede ser definida por la diferencia entre el valor de la fuerza del trabajo y el valor creado por la fuerza de trabajo, sino por la inconmensurabilidad entre dos flujos a pesar de ser inmanentes el uno del otro, por la disparidad entre dos aspectos de la moneda que los expresan y por la ausencia de límite exterior a su relación, uno midiendo el verdadero poder económico, el otro midiendo un poder de compra determinado como «renta». El primero es el inmenso flujo desterritorializado que constituye el cuerpo lleno del capital. Un economista como Bernard Schmitt caracteriza este flujo de la deuda infinita con extrañas y líricas palabras: flujo creador instantáneo que los bancos crean espontáneamente como una deuda hacia sí mismos, creación ex nihilo que, en lugar de transmitir una moneda previa como medio de pago, hunde en una extremidad del cuerpo lleno una moneda negativa (deuda inscrita en el pasivo de los bancos) y proyecta al otro extremo una moneda positiva (crédito de la economía productiva sobre los bancos), «flujo de poder mutante» que no entra en la renta y no es destinado a compras, disponibilidad pura, no posesión y no riqueza[55]. El otro aspecto de la moneda representa el reflujo, es decir, la relación que establece con los bienes desde el momento en que adquiere un poder de compra por su distribución a los trabajadores o factores de producción, por su repartición en rentas o ingresos, y que pierde desde el momento en que éstos son convertidos en bienes reales (entonces todo vuelve a empezar mediante una nueva producción que primero nacerá bajo el primer aspecto...). Ahora bien, la inconmensurabilidad de los dos aspectos, del flujo y del reflujo, muestra que por más que los salarios nominales engloben la totalidad de la renta nacional, los asalariados dejan escapar una gran cantidad de ingresos captados por las empresas, y que a su vez forman por conjunción un aflujo, un aflujo esta vez continuo de ganancia, que constituye «en un solo chorro» una cantidad indivisible que mana sobre el cuerpo lleno, cualquiera que sea la diversidad de sus asignaciones (intereses, dividendos, salarios de dirección, compra de bienes de producción, etc.). El observador incompetente tiene la impresión de que todo este esquema económico, toda esta historia, es profundamente esquizo. Vemos perfectamente la finalidad de la teoría, que, sin embargo, se prohíbe toda referencia moral. ¿Quién es robado? es la cuestión seria sobreentendida que comunica con la cuestión irónica de Clavel «¿Quién está alienado?». Ahora bien, nadie es robado ni puede serlo (del mismo modo que Clavel decía que nunca se sabe del todo quién está alienado y quién aliena). ¿Quién roba? Seguro que no el capitalista financiero como representante del gran flujo creador instantáneo, ya que ni siquiera implica posesión y no tiene poder de compra. ¿Quién es robado? Seguro que no el trabajador ya que ni siquiera es comprado, puesto que es el reflujo o la distribución en salarios el que crea el poder de compra, en vez de suponerlo. ¿Quién podría robar? Seguro que no el capitalista industrial como representante del aflujo de ganancia, puesto que «las ganancias manan no en el reflujo, sino a su lado, en desviación y no en sanción del flujo creador de las rentas». ¡Cuánta flexibilidad en la axiomática del capitalismo, siempre preparado para ensanchar sus propios límites para añadir un nuevo axioma a un sistema anteriormente saturado! Usted quiere un axioma para los asalariados, la clase obrera y los sindicatos, veamos pues, y en lo sucesivo la ganancia manará al lado del salario, uno al lado del otro, reflujo y aflujo. Incluso se encontrará un axioma para el lenguaje de los delfines. Marx a menudo aludía a la edad de oro del capitalismo cuando éste no ocultaba su propio cinismo: al menos al principio no podía ignorar lo que hacía, arrebatar la plusvalía. Pero, cómo ha crecido ese cinismo cuando llega a declarar: no, nadie es robado. Pues entonces todo descansa sobre la disparidad entre dos clases de flujo, como en una sima insondable en la que se engendran ganancia y plusvalía: el flujo de poder económico del capital mercantil y el flujo llamado por irrisión «poder de compra», flujo verdaderamente impotente que representa la impotencia absoluta del asalariado al igual que la dependencia relativa del capitalista industrial. La moneda y el mercado es la verdadera policía del capitalismo.

 

El secreto se encuentra en el control y monopolio del capital, de esta forma de dinero potente para generar plusvalía, forma de dinero diferente a las formas de dinero que sirven para pago y compra. Los circuitos de ambas formas son necesarias y hasta se puede decir complementarias, pues el consumo alimenta con dinero de compra a las formas de apropiación de plusvalía.

 

 

En cierta manera, los economistas capitalistas no se equivocan cuando presentan a la economía como si estuviese perpetuamente «por monetizar», como si siempre fuese preciso insuflar desde fuera la moneda según una oferta y una demanda. Pues, es de ese modo que el sistema se mantiene y marcha, y llena perpetuamente su propia inmanencia. De ese modo, es el objeto global de una catexis de deseo. Deseo del asalariado, deseo del capitalista, tocio palpita de un mismo deseo basado en la relación diferencial de los flujos sin límite exterior asignable y en la que el capitalismo reproduce sus límites inmanentes a una escala siempre ampliada, siempre más abarcante. Por tanto, es al nivel de una teoría generalizada de los flujos que podemos responder a la cuestión: ¿cómo se llega a desear el poder, la potencia, pero también la propia impotencia? ¿Cómo un campo social semejante pudo ser cargado por el deseo? ¡De qué modo el deseo supera el interés llamado objetivo, cuando se trata de hacer manar y de cortar flujos! Sin duda, los marxistas recuerdan que la formación de la moneda como relación específica en el capitalismo depende del modo de producción que convierte a la economía en una economía monetaria. Falta que el movimiento objetivo aparente del capital, que no es en modo alguno un desconocimiento o una ilusión de la conciencia, muestre que la esencia productiva del capitalismo no puede funcionar más que bajo esta forma necesariamente mercantil o monetaria que la domina y cuyos flujos y relaciones entre flujos contienen el secreto de la catexis de deseo. Es al nivel de los flujos, y de los flujos monetarios, no al nivel de la ideología, que se realiza la integración del deseo. Entonces, ¿qué solución hay, qué vía revolucionaria? El psicoanálisis apenas tiene recursos, en sus relaciones más íntimas con el dinero, ya que registra guardándose de reconocerlo todo un sistema de dependencias económico-monetarias en el corazón del deseo de cada sujeto que trata y que por su cuenta constituye una gigantesca empresa de absorción de plusvalía. Pero, ¿qué vía revolucionaria, hay alguna? — ¿Retirarse del mercado mundial, como aconseja Samir Amin a los países del tercer mundo, en una curiosa renovación de la «solución económica» fascista? ¿O bien ir en sentido contrario? Es decir, ¿ir aún más lejos en el movimiento del mercado, de la descodificación y de la desterritorialización? Pues tal vez los flujos no están aún bastante desterritorializados, bastante descodificados, desde el punto de vista de una teoría y una práctica de los flujos de alto nivel esquizofrénico. No retirarse del proceso, sino ir más lejos, «acelerar el proceso», como decía Nietzsche: en verdad, en esta materia todavía no hemos visto nada[56].

 

La alianza entre los distintos capitales, el capital industrial, el capital comercial y el capital financiero, hacen dinámica la estructura del sistema-mundo capitalista. Logran realizar la plusvalía a partir de los distintos campos sociales y planos de intensidad sociales. La moneda es el hilo que cose estos distintos planos, vincula los distintos capitales. No se puede desconectarse de este sistema-mundo. La propuesta es acelerar el proceso. ¿Qué quiere decir esto? ¿Ir al fondo del capitalismo, atravesar todos sus límites, hasta que el propio capitalismo sufra sus descodificaciones y desterritorializaciones absolutas? 

 

 

Reflexiones sobre la deuda infinita

 

Para comprender la deuda infinita, las implicaciones de la deuda infinita, su recurrencia en el capitalismo, es menester salir de las pretensiones de la episteme moderna, episteme historicista, basada en el supuesto de la secuencia y sucesión, que interpreta como evolución. También es necesario salir de la pretensión de ruptura absoluta y nacimiento de cero de las épocas, sobre todo de la época moderna. El paradigma histórico es ineficaz para responder a la problemática que plantea la recurrencia a la deuda infinita; el creer que el sistema capitalista es completamente distinto a los sistemas sociales “anteriores” no ayuda a comprender la propia genealogía del capitalismo. Es menester entender que los sistemas sociales anteriores son reciclados, replanteados, decodificados y re-compuestos en el nuevo sistema. Las máquinas territoriales no desaparecieron, tampoco las máquinas despóticas, se replantearon en la máquina capitalista, que disemina la figura del déspota.

¿Por qué la deuda discreta y cíclica del don se convierte en la deuda infinita de la máquina despótica? ¿Se puede plantear que es la figura del jefe filiativo y de las alianzas territoriales el que se desplaza, rompe con los circuitos de don; en vez de devolver la deuda, la detiene, la concentra, se apodera, trastrocando las alianzas en una alianza con su cuerpo intenso; convirtiéndose esta figura del déspota en símbolo del sentido de las alianzas, sentido que se descifra por la convergencia de las alianzas en su vínculo el hijo del sol? De todas maneras, si la muerte de la maquina territorial viene de afuera, del exterior, del imperio, como dicen Deleuze y Guattari, en algún momento debe haberse dado lugar el primer imperio o los primeros imperios, a partir de un desplazamiento desde el interior de las máquinas territoriales. No lo sabemos; pero, podemos lanzar hipótesis interpretativas.

 

Una vez que la deuda discreta y cíclica se convierte, en deuda infinita, las alianzas y las filiaciones se subordinan al deseo del déspota, que es la de disponer de todo y de todos. Empero, esta disponibilidad no puede acumularse a partir de artefactos concretos o recursos concretos por más apreciados que sean; de todas manera, aunque se lo haga, se requiere cuantificar y clasificar los recursos y artefactos acumulados, se requiere cuantificar y clasificar la disponibilidad de fuerzas a su alcance. Los escribas, los funcionarios, los sacerdotes, se ponen a la disposición del déspota para cumplir estas tareas. Sobre la base de la idea de la deuda discreta, se avanza en otro método, procedimiento y ritualidad, que ya no es la de el don, empero, es tan obligatoria como éste; se trata del tributo. Quizás hubo un tiempo donde preponderaba el tributo en especies, después se combinan tributo en especies y tributo monetario, para que, posteriormente, el tributo monetario se convierta en dominante y usual. Es más creíble la interpretación de Deleuze y Guattari de que la moneda, el dinero, es más una invención estatal, que del propio mercado.

 

Cuando la deuda infinita tributaria del déspota se convierte en deuda infinita financiera, el capitalismo, como tal, se instituye, recurre a la deuda infinita, sin embargo, sin que ésta converja al símbolo del déspota. El déspota desaparece, no puede subsistir ante la explosión de los flujos descodificados que se desatan; sin embargo, se restablecen, aunque transformadas, las instituciones del Estado. Entonces, en vez del déspota queda un vacío. El tema es el siguiente: ¿Dónde confluye la deuda infinita financiera si es que el lugar del déspota está vacío?  ¿Confluye a este vacío? La deuda infinita crece, se acumula, se vuelve cada vez más gigantesca; pero, ¿cuál es el sentido? ¿Si no es el poder del déspota, qué poder es? ¿El poder de la burguesía, de la híper-burguesía?  No parece que la burguesía haya sustituido el lugar del déspota, aunque sus gobiernos se comporten despóticamente, pues no estamos ante un sistema de códigos y sobre-codificaciones, sino de decodificaciones y axiomas, que son re-articulados a máscaras de códigos y sobre-códigos. Las burguesía son clases dominantes, la híper-burguesía es la casta de la clase dominante, nadie lo niega; empero, no juegan el mismo papel que el déspota. Este papel, si se quiere lo juega el Estado-nación, que no es obviamente un cuerpo, una persona, ni el símbolo carismático del poder, sino una institución jurídico-política, que supuestamente garantiza la democracia. Cuando reaparece la figura carismática, que era la expresión del déspota, lo hace en los caudillos, que no son Estado; empero, aparecen de la misma manera, como convocatoria del símbolo, como convocatoria del mito.  Es cuando el Estado-nación, a pesar de ser institución despersonalizada, muestra su secreto escondido, es una institución despersonalizada que deviene del carisma histórico de la máquina despótica.

Entonces el vacío del déspota no es llenado por la burguesía, tampoco por el Estado, aun cuando cumple sus roles, sus funciones, en otro mapa, en otra maquinaria social, sino que el déspota es escondido en la maquinaria estatal, es diseminado en todos sus engranajes, para salir en momentos de crisis política, cuando los caudillos vuelven a convocar la disponibilidad de fuerzas a nombre del mito y del símbolo. La deuda infinita financiera converge en el agujero negro del capitalismo; agujero negro que se traga todo, que exige más, amenazando tragarse a la misma maquinaria capitalista.



 

Absorción de la plusvalía y la estrategia de guerra

Crisis orgánica y cíclica del capitalismo

Crisis económica mundial y de Estados Unidos de Norteamérica

 

 

 

Dedicado a los y las guerreras de la Patria Grande.

 

 

Las crisis económicas son congénitas al capitalismo, también tendríamos que decir lo mismo de las crisis políticas, que son congénitas al sistema-mundo capitalista. Sin embargo, se trata de una composición compleja de crisis; en principio, a los inicios del modo de producción capitalista, se trata de crisis sociales, desatadas por el propio desarrollo  del capitalismo. Un capitalismo que trastrocaba a las sociedades, desencadenando migraciones de gran alcance, migraciones que iban a convertirse en el proletariado y en el ejército industrial de reserva. Después, crisis imperialistas, debido a la competencia entre los imperialismo por la dominación mundial, el control de los mercados y de las colonias. Después de la segunda guerra mundial, crisis de sobreproducción, para encadenarse con las crisis financieras, que atraviesan la primera y la segunda década del siglo XXI. Esta variabilidad de crisis, sin embargo, componen lo que podemos nombrar, provisionalmente, como genealogía de la crisis, que comprende composiciones y combinatorias que se encadenan. Concretamente, de acuerdo con Robert Brenner, la crisis de sobreproducción del último cuarto de siglo XX se encadena con la crisis financiera de la primera década del siglo XXI. ¿Qué hay con la relación de las crisis anteriores?

 

La crisis social desatada por la emergencia y el desarrollo capitalista es la inscripción en los cuerpos sociales de la deuda infinita, reactivada por la máquina capitalista. Las crisis imperialistas, que desembocan en la primera y segunda guerra mundial, son por el control de los mercados, de los recursos y de las colonias.  Se trata de guerras desencadenadas por la necesidad inherente al capitalismo de la absorción de la plusvalía, de la antiproducción activada en la producción misma. Además la competencia económica entre las potencias imperialistas se convierte en competencia militar. Después de la primera y segunda guerra mundial Europa pierde la iniciativa y hegemonía en los ciclos largos del capitalismo, sobre todo Gran Bretaña, que era la potencia hegemónica en el ciclo del capitalismo de la revolución industrial. Emergen dos súper–potencias, Estados Unidos y la URSS; una hegemonizando la orbe capitalista, la otra hegemonizando el proyecto socialista.

Estados Unidos también se convierte en la superpotencia industrial, que efectúa, una revolución productiva, sobre todo por las innovaciones tecnológicas, además de hacerse cargo de las reconstrucciones de Europa y el Japón, asoladas por la guerra. La revolución productiva lleva a la superproducción, stock que no pueden venderse, sobre todo garantizando precios, que mantengan la rentabilidad. La sobreproducción desencadena la crisis de sobreproducción, que se hace sentir en la disminución de la rentabilidad. Sobreproducción agudizada por la participación competitiva de Alemania y Japón, que se convirtieron también en potencias industriales. La crisis de sobreproducción va tratar de ser manejada financieramente; se despliega una estrategia financiera, que abre las compuertas al crédito generalizado, que invierte en rubros de tasas de retorno rápidas y altas, ingresando, por estos procedimientos, a espirales especulativas. Se abren mercados inflacionarios, para absorber el préstamo de los créditos, como los mercados inmobiliarios, donde se especula con altos precios de las viviendas. Esto desencadena la crisis inmobiliaria, cuando los deudores no pueden pagar sus deudas contraídas, debido a la subida de los precios de las viviendas. A pesar que se venden las deudas no pagables, se renegocian las deudas, y siguen subiendo las viviendas, las burbujas financieras solo se mantienen un poco más, para terminar explotando.

 

Para comprender el encadenamiento de las distintas crisis, es menester situarnos en el referente paradigmático de la crisis de 1929. En esta perspectiva, usaremos la descripción de la crisis que presenta la Enciclopedia Libre.

 

El referente paradigmático: La crisis de 1929

 

La crisis de 1929, llamada también la Gran depresión, fue una crisis económica mundial, irradiando sus consecuencias durante las décadas siguientes, aunque su intensidad disminuya; propiamente afecta a la  década de 1930. Haciendo un balance histórico, se dice que fue la depresión más larga en el siglo XX, de mayor profundidad; la que afectó a más países en el siglo ultimatista. La llamada Gran Depresión se originó en los Estados Unidos, a partir de la caída de la bolsa del 29 de octubre de 1929, conocido como martes negro, aunque cinco días antes, el 24 de octubre, ya se había producido el jueves negro; arrebatadoramente se amplió a casi todos los países del mundo. La depresión tuvo efectos catastróficos en casi todas las economías. La renta nacional, los ingresos fiscales, los beneficios y los precios cayeron; el comercio internacional descendió entre un 50 y un 66%. El desempleo en los Estados Unidos aumentó al 25%; en algunos países alcanzó el 33%. Ciudades de todo el mundo se vieron gravemente afectadas, especialmente las que dependían de la industria pesada; la construcción se detuvo prácticamente en muchas áreas. La agricultura y las zonas rurales sufrieron la caída de los precios de las cosechas que alcanzó aproximadamente un 60%. Ante la caída de la demanda, las zonas dependientes de las industrias del sector primario, con pocas fuentes alternativas de empleo, fueron las más perjudicadas. Las economías devastadas solo pudieron reaccionar después de un lapso implacable, los países comenzaron a recobrarse paulatinamente a mediados de la década de 1930; sin embargo, los efectos nocivos de la crisis perduraron hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

La primera guerra mundial tuvo unas implicaciones económicas hondas y perdurables; se trastrocó el orden económico internacional existente desde la segunda mitad del siglo XIX. Conllevó un descenso demográfico directo e indirecto de alrededor del 10 % de la población europea, además de un 3,5 % del capital existente. Evaluando el costo desde el cálculo financiero, el conflicto bélico conllevó un gasto público descomunal en Europa, financiado por deuda pública, tanto interna como externa; ocasionando la multiplicación por seis de la deuda ya existente. La emisión de dinero para salir provisionalmente de los apuros acarreó una fuerte presión inflacionista. En los rubros de la agricultura, la demanda de productos alimenticios, de parte de los países participantes en la guerra, creció enormemente; demanda que podía solo ser satisfecha por la producción de alimentos en la externalidad de Europa. Situación que incentivó la producción agrícola de los países neutrales. Al acabar la guerra, los países proveedores de alimentos a los países beligerantes contaban con una oferta excesiva de productos agrícolas; este excedente no vendible, por lo menos a los precios altos anteriores,   provocó la caída de los precios en este sector. La guerra también estableció un nuevo mapa político de Europa; nuevas fronteras, transformando la estructura económica y comercial del continente, modificando mercados, adecuando las estructuras económicas, compeliendo nuevas inversiones. Las reparaciones económicas impuestas por los vencedores de la guerra a los derrotados fueron astronómicas. La cantidad fijada para Alemania por el Comité de Reparaciones, en 1921, fue de 132.000 millones de marcos oro; lo que representaba, en su momento inicial, el pago anual del 6 % del Producto Interior Bruto (PIB) de Alemania.

Al culminar la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos se benefició de los desenlaces; su condición de potencia emergente impacto en el crecimiento económico, desplazando a Gran Bretaña la hegemonía del ciclo del capitalismo vigente. Durante los años previos a la Gran Depresión se incrementó la producción, impulsando tanto la oferta como la demanda, extendiendo considerablemente el tamaño del mercado, tanto interno como externo. Se dio lugar una profunda transformación del aparato productivo, reorganizado por la innovación tecnológica. Como era de esperar, este crecimiento y desarrollo económico impacto en el capitalismo financiero. La Bolsa apreció un prolongado incremento de las cotizaciones, derivando esta situación en la formación de la burbuja especulativa, financiada por el crédito. Desde antes del verano de 1929, varios indicadores macroeconómicos habían empezado a sufrir un suave descenso.

Se puede decir que hasta 1925, la economía mundial se hallaba suficientemente equilibrada; la producción había vuelto al nivel de antes de la Primera Guerra Mundial, la cotización de las materias primas parecía estabilizada; proliferaban las economías nacionales en franco crecimiento económico. De todas maneras, no se puede aseverar que este periodo de bonanza fue un retorno a la belle époque. El panorama no era similar en el mapa internacional, incluso nacional. Si bien la economía prosperaba espectacularmente en zonas claves de Estados Unidos, también de Japón, en cambio,  otras economías nacionales sufrían de merma económica, en sus ritmos, en su producción y en sus dinámicas; se puede describir esta situación como la perdida de niveles económicos anteriores a la guerra. Estas economías nacionales asoladas se encontraban abrumadas por el desempleo, así como por las crisis endémicas; en particular en el Reino Unido. A estos grandes percanes podemos añadir la competencia desbordante de los Estados Unidos de Norte América; la pujante economía norteamericana complicaba ostensivamente la situación desventajosa de las economías europeas. La deuda internacional no podía pagarse sino con oro o mercancías; los “americanos” aplacaban sus importaciones desde Europa, implantando nuevos y cada vez más elevados derechos de aduana. Por otra parte, su superioridad productiva se imponía en las exportaciones a Europa. A este contexto hay que añadir que los Estados Unidos de Norte América disponían de las mayores reservas de oro del mundo.

De aquí se colige el arranque de los planes Dawes y Young. En 1924, la economía estadounidense experimentaba de plena prosperidad; la guerra europea la amplificó esta condición de apogeo; durante tres años sucesivos, los Estados Unidos fueron los proveedores de un mercado casi ilimitado, mientras las potencias europeas se inmolaban en los campos de batalla. La capacidad industrial de los Estados Unidos también había aumentado considerablemente; su agricultura progresaba a idéntico ritmo. Desde 1925, la actividad de la Bolsa había evolucionado tan vertiginosamente como la producción industrial del país. La cotización de las acciones subía regularmente de año en año; esta dinámica financiera conformó un ambiente ilusorio, empresarios y particulares se inclinaron por la especulación de la bolsa, buscando enriquecerse rápidamente. La continuada demanda hizo subir las acciones a alturas increíbles; las cotizaciones en Bolsa ya llegaron a niveles insostenibles. En cuanto solo se trató de invertir ahorros, el juego bursátil se mantuvo en márgenes controlables; sin embargo, después se comenzó a jugar a la Bolsa con dinero prestado.

La coyuntura del alza, denominada allí Big Bull Market, descansaba así sobre una base sumamente frágil. La atmósfera especulativa se desplomó en octubre de 1929; en pocos días - en cuestión de horas, incluso - las cotizaciones perdieron todo cuanto habían ganado durante meses o, mejor dicho, durante años. Los especuladores menores, más vulnerables, quedaron arruinados; tuvieron que vender sus acciones con enormes pérdidas; al cundir el pánico los grandes capitalistas se encontraron también con dificultades. El 23 de octubre de 1929 las cotizaciones registraron un pérdida media de 18 a 20 puntos; pasaron de mano en mano unos seis millones de títulos; al día siguiente, nueva caída de las cotizaciones, entre 20 y 30 puntos, e incluso de 30 a 40 para las grandes empresas. En tan crítico momento, los primeros bancos del país y los corredores de Bolsa más destacados intentaron salvar los negocios y reunieron 240 millones de dólares para sostener las cotizaciones mediante compras masivas; en aquella sola jornada cambiaron de mano trece millones de acciones. Este desesperado esfuerzo provocó resultados provisionales; el lunes 28 de octubre, se exhibió un nuevo descenso de 30 a 50 puntos; al día siguiente - que pasó a la historia con el nombre de “martes negro" - fue la jornada más sombría de Wall Street. El pánico fue absoluto: en pocas horas, dieciséis millones y medio de acciones se vendieron con pérdidas a un promedio del 40 %. En noviembre, cuando se habían calmado un poco los ánimos, las cotizaciones habían descendido a la mitad desde el comienzo de la crisis de la Bolsa; no menos de 50.000 millones de dólares se habían desvanecido como el humo. La quiebra de la Bolsa de Nueva York fue el momento más dramático de una crisis sin precedentes; de todos modos, el derrumbamiento de Wall Street no fue el prólogo ni la causa de la crisis económica mundial, fue solo su más espectacular síntoma. La desmedida producción no planificada, la brutal competencia desenvuelta, ocasionó stocks abarrotados, que no hallaban mercado. Por otra parte se asiste a una gran concentración de capitales en pocas manos, lo que se llama concentración y centralización del capital en los grandes monopolios.

Los primeros indicios de recesión se dejaban sentir ya en los países productores de materias primas, mientras Wall Street vivía aún en plena euforia. Se puede decir que la depresión se desató por causas múltiples. Después del periodo de fuerte expansión, surgió lo que parecía ser una crisis cíclica; sin embargo, estalló con violencia insólita. La crisis cíclica era el comienzo de la crisis estructural del capitalismo. La paradoja es la siguiente: la propia pujanza y productividad del sistema capitalista, que ocasiona asensos en los ritmos y niveles de la economía, ocasiona también descensos en estos ritmos y niveles, quebrando los supuestos equilibrios económicos.

El incremento de la productividad forma parte del despliegue de la revolución industrial; sin embargo, este desarrollo de las fuerzas productivas provoca sismos y terremotos en la estructura económica, exigiendo transformaciones estructurales. Las dinámicas económicas capitalistas, sobre todo cuando son vertiginosas, desbordan los supuestos equilibrios, también los hábitos y habitus, las costumbres, así como las estructuras sociales. El mercado de trabajo es removido; se puede pasar de periodos de alta demanda de fuerza laboral a periodos de baja demanda laboral; la revolución productiva puede provocar en unos sectores demanda de fuerza de trabajo, en cambio en otros la demanda es mermada considerablemente. Por otra parte, no se podía decir, en ese entonces, que el sistema capitalista era propenso a la planificación económica.  

La fractura de la economía norteamericana apareció, en sus comienzos, como una quiebra de carácter bursátil; se puede decir que fue el brusco reventón y desplome de un mito erigido por los especuladores. Las empresas y particulares arruinadas por el derrumbamiento del Stock Exchange restringieron sus gastos, los venturosos que todavía disponían de algún capital quedaron cohibidos; las fuentes de crédito se agotaron. Las derivaciones de esta situación financiera catastrófica fueron ineludibles para la economía mundial. La crisis norteamericana arrastró al mundo en su debacle.

La ausencia de un sistema bancario sólido y consolidado en Estados Unidos de Norte América, la quiebra inicial de algunos bancos, que derivó en una cadena de quiebras,  desencadenó la crisis de escala mundial.  La Reserva Federal en vez de dar lugar a concesiones masivas de liquidez, como ahora hace el sistema financiero internacional,  redujo la oferta monetaria y subieron los tipos de interés, suscitando la oleada masiva de quiebras bancarias. Esta reducción de la oferta monetaria también hostigó el brote de un proceso deflacionista, conllevando la reducción drástica del consumo, lo que fue el arranque de una intensa depresión.

Durante al menos tres años y medio todos los indicadores sociales y económicos reflejaron un progresivo deterioro de la situación. En 1932 el PIB había disminuido un 27 % y la producción industrial un 50 %. La inversión ni siquiera alcanzaba para el mantenimiento de las instalaciones existentes. Ante estas contingencias, el sistema bancario acabó por precipitarse. En el año 1933, el desempleo llegó al 25 %. Se ha de tener que esperar hasta  1940, cuando se notó la recuperación de la economía, retomando el nivel de producción previo al 29. Hay que anotar que esta recuperación se debe en gran parte al estallido de la II Guerra Mundial.

Durante los primeros años de la depresión, entre 1929 y 1932, el índice general de precios en Estados Unidos, disminuyó el 35,6 %. Los sectores más gravemente afectados por la depresión fueron la agricultura, la producción de bienes de consumo y la industria pesada. Ciudades como Detroit y Chicago, cunas de la industria pesada en el continente, padecieron la crisis con mayor intensidad. Ciudades que cobijaban una sola industria, terminaron totalmente arruinadas. De manera análoga, el sector de la vivienda estaba también saturado de casas vacías, cuyos propietarios no habían podido hacer frente a las hipotecas. Se dice que, en estos ambientes deprimidos, lo que notoriamente languideció fue la confianza de los empresarios, quienes evitaron efectuar nuevas inversiones. El hundimiento de la bolsa fue la causa directa de la disminución de los beneficios empresariales, abatiendo el incentivo individual al ahorro, menoscabando el volumen de los recursos destinados a la inversión.

El grado asombrosamente bajo de los ingresos agrícolas fue concluyente; aplazó cuantiosamente la recuperación. La agricultura fue el sector más deprimido de la economía; los productores habían disminuido sus ingresos en un 70 %. Gran parte de las cosechas no se vendían; los productores abordaron la restricción de la producción agrícola morosamente. Como la gran mayoría de los pequeños agricultores estaban endeudados, se vieron obligados a vender sus productos, incluso a perder sus propiedades.

Se puede decir que el desplome sistema bancario norteamericano fue el detonante de la gran depresión. Los bancos se apoyaban en unas pocas industrias locales; a su vez, eran muy vulnerables a las retiradas de fondos. Al producirse una corrida bancaria masiva, los ahorros se tornaron menores que los ingresos y los bancos no podían prestar dinero. Por otra parte, las garantías, como las casas, contra las cuales se habían vendido los préstamos eran invendibles.

La depresión económica norteamericana fue acompañada por una reducción adicional del préstamo hacia el extranjero, también por una fuerte contracción de la demanda de importaciones. Esto provocó una gran reducción del flujo de dólares hacia Europa, así como al resto del mundo. Debido al peso específico de Estados Unidos en la economía mundial, el impacto de crisis financiera norteamericana en l economía mundial fue devastador. Prácticamente todos los países padecieron declives tanto en la producción industrial como en el PIB, siendo la URSS la principal excepción al estar aislada de los estragos del capitalismo moderno.

Durante 1931, los países más afectados fueron los exportadores de materias primas; varios de ellos debieron abandonar el patrón oro. Con la quiebra del Credit Anstalt, el principal banco de Austria, se produjo una fuga de capitales en Alemania, Gran Bretaña y en Estados Unidos; es este Estado el que decidió terminar con el patrón oro. Durante 1932, casi todos los países habían hecho lo mismo. Alemania, logró una moratoria en el pago de las reparaciones de la deuda; de la misma manera, resolvió aumentar las tasas de interés. Esto provocó una profundización en la caída de la actividad económica, acompañada por un incremento de la desocupación. La devaluación del marco fue descartada por temor a la inflación. La alta desocupación desató el conflicto social, así como la crisis política. También Gran Bretaña abandonó el sistema monetario tradicional, dejando flotar la libra, ocasionando la depreciación de su moneda. Esta política monetarista incidió en la recuperación de la economía británica, librada de las condiciones impuestas por una moneda sobrevaluada, con altas tasas de interés.

Se promovió la desorganización, así como la destrucción parcial de la maquinaria de la economía internacional. Los países buscaron una salida individual a la crisis al desaparecer la cooperación financiera. Los términos de intercambio se volvieron más desiguales, acompañados por el descenso de los precios de las materias primas en relación a los productos manufacturados. Tomando en cuenta este cuadro abrumador de la economía mundial, remarcado por la de insolvencia crediticia, el corolario para los países periféricos fue la perdida de reservas, acompañada por la depreciación del tipo de cambio. En este contexto de la crisis de la economía mundial, las economías nacionales periféricas adoptaron dos tipos de políticas económicas; una de ellas tipificada como política pasiva, que consiste en la ortodoxia monetaria y cambiaría en relación a los países centrales; esta política fue efectuada por países pequeños con alta dependencia del mercado como Haití, Honduras y Panamá. La otra, tipificada como política activa, se caracteriza por la modificación del tipo de cambio, el control de las importaciones, intervencionismo estatal, industrialización, denominada sustitución de importación. Argentina, Brasil y Uruguay optaron por este rumbo.

La propagación de la crisis dio lugar al hundimiento brutal del comercio internacional, intercambio internacional que llegó a perder dos terceras partes del valor alcanzado en 1929. Este descalabro del comercio trasladó los efectos de la crisis hasta aquellos países que tenían sus economías abiertas al exterior. En 1938 el valor del comercio mundial se situaba todavía por debajo de la mitad del nivel del año 1929. La razón del mantenimiento de la caída fue la adopción generalizada de políticas comerciales proteccionistas encabezadas por Estados Unidos y Gran Bretaña, que desencadenaron una guerra comercial; sumándose a la declinación de la demanda debido a la depresión, condujo a la contracción del comercio mundial.

Durante la década aciaga se optaron por diversas medidas, unas veces convergentes, otras veces contrastantes. Por ejemplo el control de cambios, así como diferentes formas de restricciones oficiales sobre las transacciones privadas de divisas extranjeras. Los gobiernos exigieron de los exportadores las divisas recibidas por sus ventas, transfiriéndoselas a los importadores, por concepto de pago de sus compras; en ambas operaciones el precio era fijado por el gobierno. Las medidas  favorecieron el desarrollo de las industrias nacionales, contando con la limitación de importaciones. Se dieron lugar los acuerdos bilaterales; buscaban el equilibrio entre las cuentas mutuas de dos países, buscando mantener alto el nivel de comercio sin movilizar oro ni divisas. Un ejemplo son los acuerdos de compensación, una forma moderna de trueque, donde no era necesario ningún tipo de movimiento monetario. Otro tipo de acuerdo bilateral era el clearing, que radicaba en abrir una cuenta en cada país a través de los cuales se efectuaban los pagos por exportación e importación. También Alemania, sin ser país periférico utilizó estos dos tipos de acuerdos. Finalmente, los acuerdos de pagos, que se establecían entre países con tipo de cambio fijo y países con controles de cambio, buscaban resolver los problemas de deudas congeladas e intereses impagos de los últimos países. Estos acuerdos de pago fueron utilizados preferentemente por Gran Bretaña. Hay que mencionar los aranceles al comercio; las tarifas fueron el mayor obstáculo para el intercambio internacional de bienes. Incluso Gran Bretaña, país con fuerte tradición liberal, aprobó una ley de derechos de importación,  imponiendo una tasa del 10% sobre todas las importaciones fuera de la Commonwealth.

La crisis de 1929, la Gran Depresión,  generó la idea de conformar sistemas internacionales que coadyuven con las economías nacionales y regionales. Se convocó a la Conferencia económica mundial en 1933. Como Estados Unidos salió del patrón oro convirtiendo al dólar en una moneda fluctuante, la reunión se clausuró sin ningún éxito. Tres años más tarde, con el dólar estabilizado, se dieron lugar nuevos intentos de cooperación internacional, por ejemoplo, el acuerdo tripartito entre Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, con el objetivo de regular los tipos de cambio. Varios países hicieron acuerdos regionales como el de la Cuenca del Danubio, cuando Hungría, Rumania, Bulgaria y Yugoslavia concedieron preferencias arancelarias a sus productos. Pero el pacto más célebre fue el realizado por los países de la Commonwealth en la Conferencia de Ottawa celebrada en 1932, donde se acordó un sistema de preferencias mutuas para las importaciones provenientes de los miembros de la comunidad.

 

La crisis tuvo subterráneas repercusiones en el campo de la teoría general. La caída de la producción y la prolongación en el tiempo de altas tasas de desocupación pusieron en duda las concepciones neoclásicas. Estas destacaban que los desajustes ocasionados por las variaciones de la actividad económica serían superados a partir del libre funcionamiento de las fuerzas de mercado. En el contexto de la crisis de la década de 1930 surgieron posturas heterodoxas, las que recomendaban una política activa frente a la depresión, la más importante es la propuesta por Keynes, cuya escuela se conoció como  keynesianismo. Resumiendo su teoría económica, se puede decir que las tesis principales consideran la estructura macroeconómica. Los fenómenos deben ser contemplados desde una perspectiva global y macroeconómica; donde el Estado ocupa un lugar significativo dentro del sistema económico. La argumentación de Keynes atacaba la concepción neoclásica del desempleo. Si los empresarios reducen los salarios en una situación de desempleo, el flujo de la capacidad adquisitiva, es decir, la demanda agregada, disminuye paralelamente con la bajada de los sueldos. La contracción de la demanda afectará por tanto a los empresarios y aumentará el desempleo. No puede esperarse en este supuesto una reacción espontánea de fuerzas que corrigieran la situación, pues el equilibrio con desempleo y menos producción puede ser permanente. De no aparecer pues inversión privada, es el Estado el encargado de intervenir para elevar el nivel de la inversión, incrementando el gasto público para recuperar la demanda. Esto corresponde a una política económica anticíclica, que se traduce necesariamente en un aumento del déficit fiscal en momentos de crisis para lograr reactivar la economía.

 

Al asumir Roosevelt la presidencia de los Estados Unidos de Norte América, en 1933, se aprobaron rápidamente varias leyes en el Congreso, como fondos asistenciales para desocupados, precios de apoyo para los agricultores, servicio de trabajo voluntario para desempleados menores de 25 años, proyectos de obras públicas en gran escala, reorganización de la industria privada, creación de organismo federal para salvar el valle del Tennessee, financiación de hipotecas, seguros para los depósitos bancarios y reglamentación de las transacciones de valores. Estas leyes crearon nuevos organismos encargados de llevar a cabo estas medidas. El New Deal, había sido elaborado durante la carrera presidencial por un grupo de intelectuales, que Roosevelt reunió en torno suyo, conocidos como el Brains Trust. El problema más importante para Roosevelt era la quiebra casi total del sistema bancario, a tal punto que era imposible cobrar un cheque. La producción industrial, por su parte, había tocado fondo en 1932. Se dice que la crisis bancaria era esencialmente de confianza. En un discurso radial, Roosevelt informó a la población sobre la reapertura de los bancos incitando a depositar, debido a que no se corrían más riesgos. La recuperación de los bancos no fue más que el preludio de una revisión a fondo del sistema financiero, gravemente distorsionado desde 1929 por la contracción del crédito, el incremento de las deudas y el impago de las hipotecas. Otro problema importante en 1933 era el desempleo. La primera medida adoptada en este terreno fue la creación de campamentos de trabajo donde los desempleados realizaban tareas de conservación de parques naturales y otros espacios verdes. Si bien el Gobierno federal encaró la realización de obras públicas, estas no llegaron a compensar la enorme reducción experimentada por el gasto a nivel estatal y municipal. El New Deal nunca dispuso de un programa concreto para bajar la desocupación mediante obras públicas, ya que se carecían de proyectos de antemano y la planificación requería tiempo. Los proyectos debían autofinanciarse; lo que hacía difícil su elaboración. Además, para lograr el máximo beneficio social había que emplear a la mayor cantidad de mano de obra posible, ya sea calificada como no calificada, por lo que estos empleos eran tachados de constituir en la práctica una auténtica limosna. No solo el New Deal no pudo disminuir considerablemente el desempleo, sino que los trabajos otorgados eran precarios al tratarse de obras públicas, que por su propia naturaleza no duraban mucho tiempo. El New Deal se enfrentó constantemente al dilema de emplear el dinero en aliviar el sufrimiento actual o en estimular la economía para el futuro. Gran parte de las inversiones del New Deal procedían de los impuestos, ya que de otro modo, el gobierno federal tendría que haber aceptado un déficit presupuestario. Esto significaba que una parte del dinero destinado a pagar el sueldo de los nuevos empleados se deducía del salario del que disfrutaba de un empleo. Como se puede ver, esta política económica no era ortodoxamente keynesiana. Roosevelt desconocía de fondo las medidas recomendadas por Keynes;  el economista indicaba que el aumento de gasto, en consecuencia, del déficit era algo positivo en épocas de crisis. Otro problema gravísimo, era el bajo y permanente nivel de las rentas agrícolas. Era necesario aumentar los precios; en parte esto se conseguía disminuyendo la producción agraria. Para lograrlo, se concedían primas a aquellos agricultores que deseaban producir menos. Esto implicaba que al menos una parte del costo recayera sobre el consumidor, que en algunos casos estaba en la miseria, sobre todo si se trataba del proletariado de las grandes urbes. De todas maneras, el aumento del nivel de vida de los agricultores significaba más dinero, más demanda y más empleo. Igualmente, estas medidas no lograron disminuir la producción y gran parte de los subsidios se utilizaron para la compra de fertilizantes lo que aumentó la productividad. Otra medida para aumentar los precios fue la devaluación del dólar pero tampoco tuvo éxito. Lo que sí logró aumentar los precios agrícolas fue la severa sequía que azotó la zona Oeste a lo largo de la década.

El segundo New Deal se implementó en el segundo mandato de Roosevelt; consistió en la promulgación de una ley sobre la vivienda, la puesta en marcha de la seguridad social, la creación de organismos de planificación regional, el respaldo a los sindicatos y un sistema fiscal más progresivo con impuestos más elevados a los ingresos y a la riqueza. Igualmente, las consecuencias de las nuevas imposiciones a los ricos fueron insignificantes y no hubo tal redistribución de la riqueza. En 1937, se reconocieron oficialmente las constituciones de sindicatos en forma irrestricta. Las empresas tuvieron que aceptar la libertad de sindicalización. Se logró la sindicalización de los trabajadores de las industrias de producción en masa; todos los empleados, cualquiera sea su calificación, debían integrarse a un mismo sindicato industrial; el gobierno federal los emplearía como “correas de transmisión” de las normas estatales sobre asuntos laborales. En estas circunstancias, el gobierno cometió un grave error económico, que retrasaría en dos años la recuperación. En 1936, el ritmo de expansión era acelerado y los precios subieron rápidamente. Temiendo un auge especulativo, Roosevelt puso fin al déficit presupuestario; al año siguiente la economía se sumió en una depresión, que no sufría ningún otro país, incrementando el desempleo. Tan pronto como el gobierno redujo los gastos, los empresarios perdieron la confianza, dejaron de invertir. Roosevelt seguía sin entender la política fiscal, pensaba que era la obra pública y no el déficit presupuestario lo que promovía el empleo. Los gastos federales aumentaron en 1938 pero la hostilidad hacia el New Deal había aumentado. A medida que el desempleo se prolongaba, crecía la impopularidad de Roosevelt. Si bien se dice que el segundo New Deal fue un “giro a la izquierda”, no era en absoluto hostil a los empresarios; lo que hizo fue poner al burócrata donde había fracasado el hombre de negocios, hasta que la empresa privada pudiera florecer de nuevo. Se puede decir que al evitar una solución más radical fue como el salvador del capitalismo. El efecto más perdurable del New Deal fue aumentar el poder del gobierno federal, así como del presidente en particular; se comprimió el poder del pueblo y de los Estados; el presidente y su gabinete sustituyeron al Congreso, como principal fuente legislativa. La sociedad estadounidense experimentó una profunda transformación debido al incremento del poder federal y presidencial sobre la economía.

En los albores del ingreso de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, doce años después del fatídico 24 de octubre de 1929, el gasto federal equivalía al 10% del PIB de los Estados Unidos. De una fuerza laboral de 56 millones de trabajadores, el gobierno federal empleaba a cerca de 1,3 millones, el 2,2% en trabajos civiles y militares regulares y a otros 3,3 millones (5,9%) en programas de emergencia de alivio laboral. Otros 10 millones, que representaban el 17% de la población activa, aún estaban desempleados. La deuda nacional había crecido a casi 40 mil millones de dólares. Las medidas restrictivas que la administración Roosevelt realizó sobre el comercio, la propiedad y la libre empresa provocaron que el capital necesario para reactivar la economía fuera gravado con impuestos y forzado a pasar a la economía sumergida. Cuando los Estados Unidos entraron en la Segunda Guerra Mundial, en 1941, Roosevelt intentó cambiar la agenda económica con el resultado de que gran parte de esos capitales se canalizaron a través de la industria bélica en lugar de destinarse a la producción de bienes de consumo. Desde 1940 la segunda guerra mundial ya promovía una gran demanda de los productos estadounidenses. En un principio, Estados Unidos sólo iba a intervenir en la guerra como proveedor de productos de guerra a los países aliados, especialmente Gran Bretaña y Francia. Esto hizo que el desempleo se redujera porque se revitalizó la industria. Dado que Estados Unidos no había sido atacado no podía intervenir de manera activa en la guerra; con el ataque Japonés a la base de Pearl Harbor entra de lleno en todos los frentes. En tiempos de guerra, al presidente Roosevelt se le conceden poderes extraordinarios. Esto le dio poder para organizar un nuevo aparato administrativo y movilizar a la comunidad científica para la guerra. Se fue construyendo lo que va a ser la economía de la post-guerra.

La política económica británica en los años 30 estuvo marcada por la trascendente decisión de abandonar el patrón oro en 1931. La flotación de la Libra no fue acompañada de una mayor intervención estatal como en los otros países. La nueva política británica se sustentó en el crédito barato y en el proteccionismo. Las posibilidades de acceso a préstamos a bajo costo fue uno de los factores que contribuyó a impulsar el mercado de la construcción. Por otro lado, el establecimiento de una política arancelaria dio por finalizado un período de casi noventa años de libre comercio, con la importante consecuencia de colocar al mercado interno como motor del crecimiento. Este rasgo se vinculaba con la pérdida de competitividad de los productos británicos y con las posibilidades de expansión del consumo de masas, que se desarrollaría plenamente en la posguerra. Si bien la economía británica experimentó una recuperación más prolongada y sostenida que la del resto de los países industriales, se dieron lugar dos aspectos negativos importantes: el alto desempleo y la concentración empresarial, fruto del proteccionismo y la preferencia imperial. Gran Bretaña, la potencia industrial menos concentrada en 1914, se transformó en una de las que más competitividad estaban perdiendo.

La economía francesa, de buen comportamiento en la posguerra, se vio enfrentada a la crisis, cuando en 1931, Gran Bretaña y otros numerosos países decidieron abandonar el patrón oro. Hasta ese momento, la devaluación del franco y el proteccionismo hicieron que Francia fuera alcanzada débilmente por la crisis. El problema se presentó ante la disyuntiva de mantener el patrón oro, favorecido por su gran cantidad de reservas de este material, o, en su caso, devaluar. La decisión de mantener el patrón oro, por el temor a la inflación, impuso una línea de acción deflacionaria para adecuar los precios franceses a los niveles mundiales en un marco de devaluación general. Se suscitó la deflación mediante la reducción de gastos, una baja en los salarios y el mantenimiento de altas tasas de interés. Esto excitó la tensión social, acompañada por la caída de las inversiones, sin obtener ningún resultado positivo. Sin embargo, en 1936, un nuevo gobierno de carácter socialista produjo un viraje de trascendencia. Se abandonó el patrón oro con la consecuente devaluación del franco, se realizó un moderado plan de obras públicas, se regularon los precios agrícolas y se aumentaron los salarios. El traslado inmediato de los incrementos salariales a los pecios relanzó la inflación y reapareció la tensión social. Recién en 1939 la economía francesa pareció despegar debido al aumento de los gastos militares, pero la entrada en la guerra y la ocupación por parte de Alemania al año siguiente cambiaron el rumbo de la historia de Francia.

Hacia 1933, la economía alemana no había superado aún el impacto negativo de la política económica implementada por un gobierno que había apostado por la deflación para salir de la crisis. Como la economía alemana dependía fundamentalmente de los préstamos estadounidenses, la reducción de los mismos a partir del 1929, tuvo efectos directos en la economía. La decisión del gobierno de mantenerse en la ortodoxia generó más desempleo, la caída del producto interno bruto y el colapso del sistema bancario. La mala situación social, más el temor del avance del comunismo son claves para entender la llegada de Hitler y el partido Nacional Socialista al poder. Los comunistas alemanes fueron acusados del incendio del Reichstag; en un clima de terror e inseguridad, se le otorgó el poder absoluto de una forma legal y constitucional. El nazismo se caracterizaba por un ultranacionalismo totalitarista y expansionista, anticomunismo, antiliberalismo, antisemitismo y por la idea de supremacía racial del pueblo alemán. La política nazi en relación a lo económico estuvo caracterizada por el alto grado de intervención estatal. Los objetivos finales de esta política económica eran el control totalitario de la sociedad, los planes bélicos y la idea de superioridad racial. El sistema económico fue parte del sistema político de dominación. La recuperación alemana comenzada en 1933, estuvo caracterizada por la creación de empleos y en una serie de disposiciones fiscales con el objetivo de favorecer a las grandes empresas. El gasto militar subió del 3% del PIB en 1933 al 23% en 1939. El sector estatal fue el mayor inversor y el mayor consumidor en la economía alemana disminuyendo el papel de la economía de mercado por las regulaciones impuestas por el Estado. A su vez, se profundizó la concentración en las distintas áreas de la economía, rasgo característico de la estructura productiva alemana.  Los grandes beneficiarios de la política económica nazi fueron las grandes empresas, bancos y terratenientes[57].

 

 

¿Qué clase de crisis es la de 1929? ¿Por qué se da la Gran depresión?  ¿Ocurre como con la crisis financiera de las dos primeras décadas del siglo XXI, que se conecta y desencadena a partir de la crisis de sobreproducción desatada en el último cuarto de siglo XX[58]? No parece ser éste el cuadro; lo que se observa y parece acontecer es una crisis financiera desatada por la especulación bursátil, conectada con un crecimiento productivo, por parte de Estados Unidos de Norteamérica, cuya rentabilidad, los ritmos de rentabilidad, no pueden sostenerse por las restricciones de las economías europeas, que salían de la primera guerra mundial. Sobre este crecimiento productivo y la bonanza económica, sostenida por este crecimiento, parte de la burguesía, los bancos, incluso la gente, se lanzan a la especulación bursátil. Se empuja a la inflación, debido a esta especulación, para después, no poder sostenerla en el tiempo. En condiciones de la falta de un sistema bancario sólido y consolidado, el estallido de lo que hoy llamaríamos burbuja financiera, se hace sentir en toda su envergadura destructiva. La crisis financiera de la Gran Depresión estadounidense arrastra a Europa y al mundo, asolando las economías de casi todos los países.

 

Si esta hipótesis interpretativa fuese cierta, podríamos sacar una conclusión comparativa, entre la crisis de 1929 y la crisis de sobreproducción y financiera, que se desencadena desde el cuarto de siglo final del centenario XX y abarca las primeras décadas del siglo XXI. La conclusión, que también es una hipótesis interpretativa es: Las crisis cíclicas del capitalismo se desatan, en parte, por la incoordinación entre los agentes productivos y por la inclinación compulsiva a la especulación financiera. En el caso de la crisis de 1929, el crecimiento productivo podía haberse mantenido, coordinando los agentes productivos, renunciando a un alto rendimiento de la rentabilidad, a una alta rentabilidad, manteniendo niveles de rentabilidad promedio aceptables, haciendo que las economías de los países puedan también concuasar, mediante políticas apropiadas. Sobre todo en lo que respecta a la economía estadounidense y las economías europeas. Empero, esto no ocurrió; se dejó que las “leyes” del mercado intervengan con toda la desmesura de las contingencias.  En contraste, la crisis de sobreproducción de la década de los setenta, que es manejada financieramente, inclinándose nuevamente a la especulación financiera, creando conscientemente burbujas financieras y efectos de inflación, fue artificialmente mantenida, por largo tiempo, por la intervención de un sistema financiero internacional sólido y consolidado, acompañado por políticas estatales que derrocharon liquidez monetaria. Sin embargo, a pesar de esta fortaleza financiera e institucional internacional, los estados, las regiones, los organismos internacionales, el sistema financiero internacional, no pudieron evitar el estallido de las burbujas financieras y el desencadenamiento de la crisis.

 

El referente paradigmático de la crisis de 1929 enseña por lo menos dos lecciones; la primera, que no hay tal mano invisible que regula el mercado, como creía la escuela neoclásica, que lo que hay es una incoordinación irracional entre los agentes productivos, que compiten; la segunda, que la inclinación por la especulación financiera agudiza desbordantemente y de una manera incontrolada las crisis económicas, aunque un sistema financiero sólido pueda amortiguar los golpes y dilatar la ilusión de bonanza.

 

 

 

 

 

La guerra trascendente

 

La crisis de 1929, la Gran Depresión, está en medio de dos conflagraciones mundiales. La primera guerra mundial catapulta a Estados unidos de Norte América a potencia mundial, la segunda guerra mundial la convierte en híper-potencia mundial, con la caída y desplome de la URSS se convierte el complejo-tecnológico-militar-económico-comunicacional absoluto, por lo menos durante un tiempo, hasta cuando emergen bloques, como la Unión Europea, potencias emergentes como Brasil, India, China y Sudáfrica, así como la Federación Rusa; sobre todo cuando la República Popular de China se convierte en la principal potencia económica mundial.

Vamos a llamar a la etapa que convierte en potencia mundial a Estados Unidos de Norteamérica la de la guerra trascendente, en esta fase de la máquina capitalista. Si bien la guerra es inmanente a la máquina despótica, por lo tanto, después al Estado-nación, no necesariamente lo es plenamente a la máquina capitalista en sus primeras fases; la guerra es todavía trascendente a la máquina capitalista. Es después, se puede decir a partir de la guerra de Corea y de la Guerra del Vietnam que la guerra se convierte en inmanente a la máquina capitalista.

La primera guerra mundial se desata por la competencia imperialista, conflagración que se venía incubando en la competencia económica entre los países industriales, aunque haya sido Gran Bretaña la potencia hegemónica del capitalismo de la revolución industrial. Es decir, se va desembocar en la guerra como salida, para prolongar el crecimiento y el desarrollo económico de las potencias industriales. La guerra como tal todavía no es inherente a la mecánica propia de la maquina capitalista, aunque sea inherente a los Estado-nación.

Las guerras destruyen capital, empero, paradójicamente, crean las condiciones para ampliar, acumular expandir el capital, para generar más capital. Sin embargo, esto ocurre en otras condiciones históricas, políticas y económicas. No serán los mismos actores los que generen la valorización del capital, por lo menos en las mismas condiciones anteriores. El mapa del mundo se transforma; el sistema capitalista modifica sus estructuras constitutivas.

Las guerras absorben plusvalía, que no podía realizarse, por quedar abarrotada como posibilidad material, sin poderse realizar monetariamente, sin poderse realizar abstractamente. Las guerras mueven máquinas anti-productivas, de destrucción, las guerras son antiproducción; destruyen incluso los dispositivos productivos, las fábricas, los depósitos, los almacenes. Las guerras dejan ciudades en ruinas, convertidas en cenizas; tal parece que después del paso de la guerra por estas tierras no ha de crecer ni la yerba. Sin embargo, resurgen como el ave fénix de las cenizas. Después de la destrucción el capitalismo renace.

Esta situación es paradójica; la valorización del valor requiere no tanto de su desvalorización, como esto ocurre, en las crisis económicas, sino, sobre todo de su destrucción, para crear las condiciones de su valorización. ¿Cómo explicar esta paradoja?

La valorización es abstracta, efectuada sobre la base de transformaciones materiales. La desvalorización es abstracta, efectuada sobre la base de depreciaciones abstracta de los productos o de las mercancías, que no han dejado de ser concretas. La destrucción del valor es concreta, pues se realiza por la destrucción efectiva de las materialidades. El capitalismo requiere destruir valores y la sostenibilidad material de los valores para crear las condiciones  para el nuevo ciclo de valorización. La inclinación por la destrucción es inherente al capitalismo, lo hace para construir condiciones materiales para la valorización. Una figura metafórica para expresar esto sería la práctica de la quema y tala de bosques para preparar el terreno para la agricultura. Ciertamente no es lo mismo, aunque tiene sus analogías. Se destruye para cultivar. El capitalismo no cultiva; pero, prepara el terreno para valorizar el capital; lo hace sobre cementerios.

¿Quién puede decir que son diferentes los métodos y procedimientos destructivos de los aliados respecto de los nazis? Los nazis han extremado las posibilidades racionales de destrucción, llegando no solo al holocausto, sino a la destrucción de la sociedad y la nación donde se incubaron y cobijaron. Sin embargo, ambos, aliados y nazis, optaron por el mismo paradigma destructivo racional del capitalismo. ¿Se puede decir que, en este sentido, la inclinación por la destrucción es inherente al capitalismo? Decimos que sí. 

No se puede decir, por cierto, que los otros sistema-mundo no-capitalistas no eran destructivos. También lo eran; sin embargo, la destrucción efectuada por el capitalismo tiene alcances sin precedentes, precisamente por su capacidad productiva; también por su organización, por sus métodos y procedimientos racionales. La destrucción en el capitalismo forma parte de los ciclos de valorización del valor, de los ciclos de la acumulación de capital. No se trata de una destrucción discreta sino de una destrucción continua.

¿Por qué el valor no puede valorizarse sin destruir y destruirse? La valorización es economía política, diferencia lo abstracto de lo concreto, valoriza lo abstracto y desvaloriza lo concreto. La valorización no podría efectuarse sin la desvalorización de lo concreto. Lo que llama la atención es que también la valorización se efectúa no solo por la desvalorización de lo concreto, sino con la destrucción de lo concreto. La destrucción de lo concreto para efectuar la valorización se da lugar cuando lo concreto aparece como obstáculo para la valorización, luego de que este mismo concreto haya sostenido la propia valorización.

El valor, como capital, se concibe a sí mismo, como si tuviera vida propia, como si su valorización abstracta concurriera por los propios méritos de su estructura abstracta. Entonces, en la atmósfera de esta “ideología”, de este fetichismo de la mercancía, se actúa para defender la valorización, de tal forma que se opta por destruir las condiciones materiales de posibilidad de la valorización misma. Esto solo se puede sostener porque hay abundancia material, de recursos, de energía, de fuerzas, de las que se apropia en mejores condiciones, cuando destruye fracciones o partes de estas materialidades. Al destruir el capitalismo crea nuevas condiciones de apropiación. Por lo tanto, concretamente, se puede decir que el capitalismo no valoriza, sino que se apropia. Se apropia de lo común, de la energía, de la vida, de las fuerzas de la potencia social.

La guerra quizás sea la forma más intensa y extensa de destrucción. La guerra puede aparecer como herencia traspasada de la máquina despótica a la máquina capitalista; en ese sentido es un recurso externo. La guerra aparece como fatalidad, como contingencia ineludible, incluso como recurso soberano. Sin embargo, todavía la guerra no forma parte de la inmanencia capitalista. Para que ocurra esto es menester que la guerra sea parte intrínseca del modo de producción capitalista, con lo que el modo de producción capitalista termina siendo un modo de anti-producción, un modo de destrucción.

En el periodo de la primera y segunda mundial la guerra es trascendente a la maquina capitalista. La guerra crea la condiciones de posibilidad históricas para la transformación de la maquina capitalista. La máquina capitalista deja de ser la máquina fragmentada en distintos dispositivos nacionales para convertirse en una máquina capitalista integral. Es cuando el sistema-mundo capitalista integra el mundo en una sola unidad de acumulación de capital. La acumulación de capital funciona de manera integral, ya no dispersa como antes.    

  

        

 

 

 

La crisis financiera mundial de las primeras décadas del siglo XXI

 

Teniendo como referente la crisis de 1929, buscaremos analizar la crisis de sobreproducción y financiera que transcurre desde el último cuarto de siglo XX y abarca las primeras décadas del siglo XXI. Volvemos  recurrir a las descripciones al respecto que ofrece la Enciclopedia Libre[59].

 

Con la descripción de crisis económica de 2008 a 2015, también denominada Gran Recesión, se conoce a la crisis económica mundial reciente, iniciada, en su forma financiera, en el año 2008; esta crisis fue originada en los Estados Unidos, como la crisis de 1929. Entre los principales factores causantes de la crisis se encuentra la desregulación económica, los altos precios de las materias primas, como consecuencia de la demanda del mercado de estos recursos, la sobrevalorización de las mercancías, la crisis alimentaria mundial, acompañada por la crisis energética, la amenazante presencia del fantasma de la recesión mundial, coreadas por la crisis crediticia, hipotecaria y de confianza en los mercados. La crisis financiera, iniciada en 2008, ha sido señalada por muchos especialistas internacionales como la “crisis de los países desarrollados”;  esto debido a que sus efectos devastadores se observan principalmente en los países centrales del sistema-mundo capitalista.

La primera década del siglo XXI asistió al incremento de los precios de las materias primas, después de su depreciación en el período 1980-2000. Sin embargo; en 2008, el incremento de los precios de estas materias primas — sobre todo del precio del petróleo y de los alimentos — se incrementó rápidamente, repercutiendo en las economías, desencadenando agitaciones sociales. Las figuras alarmantes presentes fueron la estanflación y el estancamiento. Se podría decir que la crisis se inició a principios de agosto de 2007, momento cuando quebró la primera “víctima”, el banco de inversión estadounidense American Home Mortgage. Esta quiebra provocó turbulencias en los mercados financieros de todo el mundo e hizo intervenir a bancos centrales y gobiernos. En enero de 2008, el precio del petróleo superó los US$ 100/barril, por primera vez en su historia; alcanzó los US$ 147/barril en julio, quizás, lo más seguro, a consecuencia de maniobras especulativas. El comportamiento volátil de los precios condujo a un fuerte descenso durante el mes de agosto. Otro tanto sucedió con uno de los principales metales industriales, el cobre, que venía experimentando un vertiginoso aumento en su cotización desde 2003, principalmente por la cada vez mayor demanda de las nuevas potencias emergentes, como China e India, sumada a otros factores como inventarios decrecientes y conflictividad laboral en las minas cupríferas de Chile, el primer país exportador a nivel mundial del mineral.  En enero de 2008, la cotización del cobre en la London Metal Exchange, Bolsa de Metales de Londres, superó por primera vez en su historia los US$ 8.000 la tonelada.  A principios del mes de julio alcanzó US$ 8.940 la tonelada; récord desde que se tienen registros de su cotización en la LME, a partir de 1979. Esta valorización alcanzó niveles históricos, sin precedentes; fue del orden de 272,5% mayor que el antiguo récord de US$ 3.280 la tonelada, registrado el 24 de enero de 1989 — sin ajuste por inflación —. Luego de este máximo y en línea con la conducta del petróleo, la cotización del cobre registró una abrupta caída de más del 50% desde el récord de julio, a octubre de 2008, en una curva de volatilidad nunca antes visto. Materiales esenciales en la producción, como el ácido sulfúrico y la soda cáustica vieron también incrementados sus precios hasta un 600%. La crisis del petróleo y de los alimentos fue objeto de debate en la 34.ª Cumbre del G-8.

La crisis se extendió rápidamente por los países centrales del sistema-mundo. Japón, por ejemplo, sufrió una contracción del −0,6% en el segundo trimestre de 2008. Australia y Nueva Zelanda también sufrieron contracciones. Cabe destacar que es cada vez mayor la preocupación sobre el futuro de los países con economías pujantes y emergentes, tal como lo es la incertidumbre respecto a países tales como China e India en Asia; Argentina, Brasil y México en América; Sudáfrica en el continente africano.

En el primer trimestre de 2009, los índices bursátiles de las bolsas de Estados Unidos y Europa fueron superadas por las de países emergentes como China y Brasil. Brasil y Rusia aumentaron sus índices un 9% en moneda local; el índice de India pasó a ser positivo y el índice compuesto de Shanghái, en China, aumentó un 30%. Esto se explica por la fortaleza y estabilización de los sectores financieros de dichos mercados, así como por la búsqueda de inversiones de riesgo.

Una cronología de eventos que testimonian la extensión de la crisis. Los flujos bajaron de US$ 1,2 billones, en 2007, a US$ 707.000 millones, en 2008; se estimaba una baja hasta US$ 363.000 millones, correspondientes al 2009. En abril de 2009 se informa de que como consecuencia de la crisis y el desempleo, el mundo árabe debe considerarse una “bomba de tiempo”. Asimismo, se informa que Egipto temía por el regreso de 500.000 trabajadores de países del Golfo. En marzo de 2009 se informó que, a raíz de la crisis, el mundo árabe perdió 3 mil millones de dólares. A raíz de la crisis, el Banco Mundial preveía un año duro en 2009 en muchos países árabes. El deterioro de las condiciones económicas favoreció el surgimiento de movimientos de protesta masivos en el Norte de África y Oriente Medio, particularmente en Túnez, Libia, Egipto y Siria. En los tres primeros se derrocó a los gobiernos autocráticos, aliados tradicionales de los centros tradicionales del sistema-mundo capitalista. En mayo de 2009 las Naciones Unidas informan de una caída de la inversión extranjera en oriente próximo.  En septiembre de 2009 se informa que los bancos árabes han perdido casi $ 4 mil millones desde el inicio de la crisis financiera mundial.

En febrero de 2008, Reuters informó que la inflación había subido a niveles históricos en el mundo entero. A mediados de 2008, los datos del FMI indicaban que la inflación se hallaba en máximos en los países exportadores de petróleo, debido al aumento de las reservas de divisas extranjeras. La inflación se desencadenó en las periferias del sistema-mundo, así como en los  centros del sistema-mundo,   aunque, en este caso, de manera menos intensa, por su condición de exportadores de manufacturas; subiendo casi exclusivamente por el precio de productos importados. Los tipos de interés en la zona euro y en USA siguieron relativamente bajos. Para 2009 el problema era el inverso: el panorama económico apuntaba a la deflación, lo que, por ejemplo, llevó a la FED a situar el tipo de interés en prácticamente el 0%. En 2011 la Organización Internacional del Trabajo señaló que se alcanzó un máximo histórico de desempleados, con 205 millones en todo el mundo.

En octubre de 2010 aparecen señales claras de una posible guerra de divisas, con el dólar, el euro, el yen y el yuan, como monedas concurrentes. Los países rebajarían la cotización de sus monedas en busca de ventajas competitivas, facilitando las exportaciones. Immanuel Wallerstein predice la pérdida de peso del dólar y una caída repentina, generadora de un caos extraordinario, o, en su caso, en contraste, una caída suave, que, en todo caso, vaya sustituyendo el dólar como moneda de referencia.

Los  Estados Unidos, una de las economía más grande del mundo, ahora acompañado por China, la potencia emergente industrial, tecnológica y científica,   ingresó en 2008 con una grave crisis crediticia e hipotecaria, inflamando la llamada burbuja inmobiliaria, que venían padeciendo, así como un valor del dólar “anormalmente” bajo. George Soros, en su libro El nuevo paradigma de los mercados financieros, dice: “El estallido de la crisis económica de 2008 puede fijarse oficialmente en agosto de 2007, cuando los Bancos centrales tuvieron que intervenir para proporcionar liquidez al sistema bancario[60]”. Después de varios meses de burbuja financiera, inflación, acompañada de pérdida de empleos, el fenómeno colapsó entre 2007 y 2008, cuando se desencadenó la quiebra de medio centenar de bancos y entidades financieras. Este colapso arrastró a los valores bursátiles, ocasionando la disminución inmediata de la capacidad de consumo, así como del ahorro de la población. En septiembre de 2008, los problemas se agravaron con la bancarrota de diversas entidades financieras, relacionadas con el mercado de las hipotecas inmobiliarias. El 15 de septiembre de ese año el banco de inversión Lehman Brothers se declaró en quiebra, ocasionando que los mercados financieros bajaran drásticamente, además de que, en consecuencia, colapsara una de las mayores aseguradoras del mundo, AIG, junto con las compañías hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, causando gran agitación en Wall Street. El mismo día de la caída de Lehman Brothers y de AIG, las acciones de la bolsa de Nueva York tuvieron la mayor caída de la historia en un solo día, dando así comienzo a una recesión global, cuyo costo social es gigantesco; costaría a las poblaciones de usuarios millones de dólares de ahorros personales; pérdidas de empleos, pérdidas de casas; abandonando a millones de personas debajo de la línea de la pobreza. El gobierno norteamericano intervino inyectando cientos de miles de millones de dólares para salvar algunas de estas entidades. En un informe del libro beige, se mostró que la recesión se profundizó más en abril, aunque algunos sectores mostraban señales de estar estabilizándose. El 18 de abril, la FED anunció que compraría US$ 300.000 millones en valores del Tesoro; además compraría US$ 1,25 billones en activos respaldados por hipotecas. En verano de 2011 la crisis sacudiría a la deuda soberana del país, llevando a la crisis al mismo techo de la deuda.

Ante este panorama desastroso, la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, en su primer discurso en la 63.ª Asamblea General de la ONU, denominó a la crisis como Efecto Jazz, recordando que el origen de la crisis fue Estados Unidos; se expandió, después, hacia el resto del mundo, en alusión a la aparente contraste a crisis anteriores, las que, supuestamente, se originaban en países emergentes, expandiéndose, más bien, hacia los centros del sistema-mundo. Los efectos se encontrarían en las llamadas crisis Efecto Tequila, Efecto Caipirinha y el Efecto Arroz.

Argentina, país con uno de los IDH más elevados de la región, ejemplo de una de las economías más “desarrolladas” de Sur América, se encamina a un mayor endurecimiento de su posición comercial con Brasil. Al gobierno argentino le preocupan varios sectores que mostraron fuertes desequilibrios en el intercambio bilateral. La siderurgia y sus productos, con un saldo negativo de 1.400 millones de dólares en 2008; las autopartes y autos, donde el desbalance trepó a 2.800 millones, las máquinas e implementos agrícolas, que arrojaron un déficit de 400 millones. En principio se estudió utilizar para estos sectores las llamadas licencias no automáticas de importación. Los industriales brasileños temen que las demoras “se amplíen y se conviertan en una barrera al comercio”. En este contexto de crisis mundial, un déficit comercial de 5.000 millones de dólares “se vuelve insostenible para mantener la industria” argentina.

Por otro lado, la alta dependencia de la economía mexicana en su comercio exterior con los Estados Unidos de Norte América, sumada a la continua caída en las remesas, como consecuencia de la desaceleración de la economía norteamericana, segunda fuente de divisas después del petróleo, ocasionaron que en México repercutan los efectos de la crisis económica, iniciada en el vecino del norte. El efecto domino que esto tuvo en todos los sectores tardaron unos meses en hacerse presentes. El desempleo abierto en México subió a 4,06% en enero de ese año, comparativamente mayor con la tasa del año anterior, que se encontraba en 3,96%, y solo en enero de 2009, 336 mil personas se quedaron desempleadas en México. La debilidad estructural de las finanzas del gobierno mexicano, altamente dependientes del precio del petróleo, sumada a la constante caída en la producción de este recurso, tuvieron una repercusión presupuestal, obligando a elevar impuestos, como el Impuesto al Valor Agregado, el Impuesto Sobre la Renta, a instaurar impuestos nuevos a las telecomunicaciones. Desafortunadamente estos ingresos no van encaminados a nuevas inversiones o proyectos productivos, sino a mantener la estructura gubernamental, que consume el 80% del presupuesto. Esto plantea nuevos escenarios de crisis en un mediano plazo. El año 2009 ha sido especialmente difícil para la economía mexicana. Al iniciar el año, las expectativas oficiales pronosticaban un crecimiento exiguo a lo largo de 2009. Sin embargo, al pasar los meses las expectativas fueron tomando derroteros más pesimistas, en ocasiones contradictorios.

Después de la epidemia de gripe A(H1N1), se comenzó a hablar de una afectación de la actividad económica en el país, especialmente en el caso del sector turístico, que es la tercera fuente de divisas para el país. El titular de la Sectur indicaba, en mayo de 2009, que la ocupación de los hoteles en los principales destinos turísticos del país oscilaba entre 10 y 30%; a lo que se sumaba la cada vez más frecuente cancelación de vuelos. Ante ese panorama el secretario Rodolfo Elizondo Torres estimaba una pérdida de más de 100 mil empleos en el sector. Por otro lado, desde 2008 el peso mexicano entró en una serie de depreciaciones frente al dólar estadounidense, que lo llevaron a perder alrededor del 25% de su valor hacia 2009. Si en 2006 el dólar se compraba en 10,77 MXN, en enero de 2009 se compraba en las ventanillas bancarias al precio de 13,48 pesos por dólar. Entre las medidas que se tomaron para contener la devaluación del peso se aplicó la subasta de una parte de la reserva de divisas internacionales, lo que llevó al país a disminuir dichas reservas extranjeras en más de 20 mil millones de dólares estadounidenses. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) apuntó, en su reporte anual, que México sería el país más afectado por la crisis económica en la región al presentar una contracción de 7% en su producto interno bruto (PIB).

De otro lado del océano Atlántico, el Banco Central Europeo (BCE) fue literalmente incompetente de prever la crisis que se avecinaba; tomó las primeras medidas con retraso. Básicamente ha impuesto medidas de austeridad, además de medidas de contención del gasto público, que, en parte, han hecho el crédito escaso, dificultando el acceso a la financiación de consumidores y productores. El fenómeno se expandió rápidamente por diversos países europeos; algunos de los cuales sufrieron graves efectos. Por ejemplo, Dinamarca entró en recesión - seis meses consecutivos de crecimiento económico negativo - en el primer trimestre de 2008. En el segundo trimestre de 2008, el conjunto de la economía de la eurozona se contrajo en un 0,2%, encabezada por los retrocesos en Francia (−0,3%) y Alemania (−0,5%). Otras economías importantes, como la española, evitaron la contracción (+0,1%) pero sólo crecieron muy débilmente en el mismo periodo, con fuertes incrementos en el desempleo.

El 7 de octubre de 2008, la reunión del ECOFIN, organismo del Consejo Europeo compuesto por los Ministros de Economía y Hacienda de los Estados miembros, así como por los Ministros de Presupuesto, si se debaten cuestiones presupuestarias, decidió que todos los Estados miembros proporcionarán, por un periodo inicial de al menos un año, una protección garantizada a los depósitos personales para los particulares por una cantidad de al menos 50.000 euros. En la misma jornada, el Ejecutivo español anunció que elevaba la garantía mínima de los depósitos en bancos y cajas de ahorro españolas desde los 20.000 euros actuales por titular y entidad a 100.000. También anunció la creación de un fondo con cargo al Tesoro de 30.000 millones de euros, ampliables a 50.000, para adquirir activos de máxima calidad a las entidades financieras españolas, garantizando la financiación de empresas y de ciudadanos. El Banco Central Europeo redujo su tasa de interés de referencia de 4,25% a 1,25% en octubre, aunque es mayor que la de EE. UU. Según FMI, la economía de la UE se contraerá 4% este año, y 0,3% en el 2010. Dado que Europa representa el 30% del comercio mundial, su situación económica retrasará la recuperación de la economía mundial. En el último trimestre de 2012 el PIB de la eurozona retrocedió un 0,9%, con respecto a igual período del año anterior, y del 0,6%, con respecto al tercer trimestre de 2012. Incluso retrocedió 0,6% el PIB de Alemania; sintiendo las políticas de austeridad impuestas a otros países, que han debilitado el comercio exterior. Hay que señalar que en la eurozona hay economías muy divergentes, con intereses encontrados. Por un lado, las economías del norte, con Alemania a su cabeza, que deseaban un recorte en el gasto público, para, de este modo, hacer bajar la prima de riesgo que pagan los países por financiarse en los mercados. Por otro lado, se encontraban los países del sur, que deseaban políticas keynesianas, que incidieran en la creación de empleos. Alemania, mayor economía de la eurozona, impuso su visión.

Una de las principales consecuencias de la crisis el año 2008 sobre la economía española es el desencadenamiento de un fuerte crecimiento del desempleo. Durante el 2008 un gran número de empresas presentaron expedientes de regulación de empleo (EREs), entre otras, Bridgestone, 2.463 empleos, Burberry, 250, Delphi, 800, Iveco, 1.000 empleos, Marina d'Or, 214, Nissan, 1.500, Viajes Marsans, 1.800 empleos, año 2010 y cierre de la compañía, Ono, 1.300 empleos, Opel, Pirelli, 460, Porcelanas Lladró y Arte y Porcelanas, 275, Renault, Roca, 1.900, Ryanair, 800 empleos, Seat, Sony España, 275, Torras Papel, 500, T-Systems Iberia, 550, Telefónica Móviles, 700 empleos. El sector de la construcción es uno de los más perjudicados por la crisis debido al fin del “boom” inmobiliario y a la posterior caída de las ventas. Durante 2008 numerosas empresas constructoras presentaron suspensión de pagos, entre las que destacan Martinsa-Fadesa, con un pasivo de 4.000 millones de euros; ésta es la mayor suspensión de pagos de la historia de España. Siguen Hábitat, 2.300 millones, SEOP, Grupo Contsa y San José entre otras. Hasta que no se produzca la reestructuración de las cajas de ahorro no se podrá afrontar la reducción drástica del stock de viviendas. De los 470 000 millones que le adeuda el BRIC, Brasil, Rusia, India y China, 90 000 corresponden a suelo. Aguirre Newman cifra el stock en 1,5 millones de viviendas, 612.512 recién terminadas; 384 050 en construcción y 520 330 usadas en venta o alquiler; cinco veces más de lo demandado. En contrapartida contabiliza 21 fondos oportunistas dispuestos a invertir 8.500 millones de euros en tres años.

Hay una discusión latente sobre las razones de que el paro haya aumentado mucho más en España; se argumenta que se trata del incremento de la población activa, así también se argumenta excesiva rigidez laboral. Otros buscan las causas del crash financiero en los salarios de los altos ejecutivos, así también en la ausencia de eficacia de los organismos reguladores. Los efectos de la crisis económica también han tenido un fuerte impacto en el sistema financiero español. Los impagos de numerosas empresas y particulares, junto a la mala gestión, han llevado a la intervención de algunas entidades financieras por parte del Estado. Entre las entidades financieras más perjudicadas por esta situación encontramos a Caja Castilla-La Mancha, la cual tuvo que ser intervenida por el Banco de España en marzo de 2009, para evitar su desaparición. Parece urgente, por tanto, poner en marcha cuanto antes el Fondo de Reestructuración de Ordenación Bancaria (FROB). En esta línea el Banco de España ha contactado con 15 bancos de inversión, poniendo en marcha un protocolo de actuación para, en caso necesario, rescatar a las cajas intervenidas en menos de 48 horas. Pese al estímulo fiscal, las medidas han tenido un efecto limitado, pues gran parte del dinero se destinó al ahorro y no al gasto.

El 2012 terminó en España con una tasa de desempleo de 26%. El PIB español del cuarto trimestre de 2012 se redujo 0,7%, con respecto al trimestre anterior, y 1,8%, con respecto al último trimestre de 2011. Según datos del INE el PIB cayó un 0.5% en el primer trimestre del 2013, siendo en términos interanuales una caída del 2%, respecto a 2012; el desempleo rebalso el 27.3% con más de 6.202.700 parados.

Más al sur de Europa, Grecia sería el país de la Unión Europea que ha sufrido más duramente la crisis económica. El gobierno griego había emitido una gran cantidad deuda pública para financiar sus déficits públicos. El nivel de deuda empezó a resultar preocupante en las primeras semanas de 2010. La situación se agravó al descubrir que el gobierno conservador de Karamanlís ocultó, durante dos legislaturas, los verdaderos datos macroeconómicos, entre ellos el verdadero valor de la deuda. La incapacidad de seguir financiando la deuda provocó importantes recortes en el sector público, que fueron respondidas con manifestaciones públicas y disturbios desde el comienzo de la crisis. El 23 de abril de 2010 el gobierno griego se vio obligado a pedir un préstamo a la Unión Europea, en lo que sería la primera petición de “rescate” ante la imposibilidad de sostener la deuda pública. Grecia se convirtió así en el primer país europeo en solicitar ayuda externa; debido al contagio financiero, posteriormente Irlanda y Portugal solicitaron ser ayudados. A pesar de los esfuerzos por reducir la deuda, el gobierno griego se vio obligado a pedir otro segundo rescate en el verano de 2011. Esto provocó tensiones con la Unión Europea y con el Fondo Monetario Internacional, entidades que se plantean la posibilidad de abandonar al gobierno griego para que declare la quiebra.

En Sur América, el 16 de Febrero del año 2013, Venezuela fue afectada por su primera Inflación; sin embargo, el gobierno Venezolano negó que esto ocurra. Meses después de volver a ganar las elecciones, la inflación se hizo evidente en una segunda versión; en este caso, el gobierno tuvo que reconocer la ineludible inflación. La medida de la inflación, para entonces, apunta a una alza del 70%, la mayor inflación del siglo XXI.

Volviendo a Europa, haciendo ya el balance, Dinamarca fue la primera economía europea en confirmar que se encontraba en recesión desde que la crisis global de crédito comenzó. Su PIB se contrae el 0,6 por ciento en el primer trimestre, después de una contracción de 0,2 por ciento en el cuarto trimestre de 2007. Del otro lado, en el extremo oriente, al sur, Nueva Zelanda entró en recesión por primera vez en más de una década, con una caída 0,2 del por ciento del PIB, después de que se redujo 0,3 por ciento en el primer trimestre. Volviendo al Asia, Singapur fue el primer país de este inmenso continente donde recesión se hizo manifiesta diferidamente, desde que la crisis de crédito comenzó. Su economía, que depende de las exportaciones, se redujo en el 6,8 por ciento en el tercer trimestre, después de una contracción de 6,0 por ciento en el segundo trimestre; su primera recesión desde 2002. En Hong Kong, las exportaciones de la región especial de China fueron fuertemente afectadas por el debilitamiento de la demanda mundial. En el tercer trimestre su PIB cayó del 0,5 por ciento, después de una caída 1,4 por ciento en el trimestre anterior. En comparación, la Eurozona de 17 países entra oficialmente en recesión, después de las recesiones de los miembros Alemania e Italia. Es su primera recesión desde su creación en 1999. En Estonia, el Estado báltico cayó en una recesión con una caída del 0,9 por ciento en el segundo trimestre, después de una caída del 0,5 por ciento en el primer trimestre. Se cayó en una recesión más profunda en el tercer trimestre, cuando la economía se contrajo 3,3 por ciento. También Letonia se unió a su vecino del norte, Estonia, en recesión; el PIB cayó del 0,2 por ciento en el segundo trimestre, después de una caída del 0.3 por ciento en primer trimestre. Al norte del continente, cruzando el mar, Irlanda se convirtió en uno de los primeros países de la eurozona en caer en la recesión, con una caída 0,5 por ciento del PIB en el segundo trimestre, a raíz de una disminución de 0,3 por ciento en el primer trimestre. En este contexto abrumador, Alemania, la mayor economía de Europa, se contrajo en 0,5 por ciento en el tercer trimestre, después de una caída del 0,4 por ciento en el segundo trimestre. Es su primera recesión en cinco años. Lo mismo, Italia entró en recesión por primera vez desde el inicio de 2005, después de que el PIB cayese un 0,5 por ciento en el tercer trimestre. En el segundo trimestre el PIB había bajado del 0,3 por ciento. Retornando a la economía española, ésta entró en recesión en el cuarto trimestre del 2008, después de caer un 1,1%. En el tercer trimestre de 2008 la economía había registrado una contracción del 0,3 por ciento.  El país ibérico vecino, Portugal no escapó a esta irradiación de la crisis. El Instituto Nacional de Estadística portugués reveló en Lisboa que el producto interno bruto (PIB) del país se contrajo un 2,1 por ciento en el último trimestre de 2008. La economía lusa ya había caído un 0,1 por ciento en el trimestre anterior, con lo que se cumple la definición formal de recesión. En el centro del continente europeo, el Producto Interno Bruto (PIB) Francés cayó el 1,2 por ciento el primer trimestre del 2009; este informe lo reveló el Instituto Nacional de Estadística (INSEE); lo que marca la entrada oficial del país en recesión económica. El INSEE revisó en el momento la baja la caída del PIB en el último trimestre de 2008, que situó en el 1,5%. Más al este, Eslovenia, entró en recesión en el primer trimestre de este año; el PIB se contrajo un 6,4%, respecto al último trimestre de 2008, según datos publicados. Entre octubre y diciembre de 2008 la economía eslovena se contrajo ya un 4,1%. Al noroeste de Europa, en febrero de 2009, los Países Bajos, entraron oficialmente en recesión, después de un retroceso del PBI durante tres trimestres consecutivos, con una contracción de 0,9% en el cuarto trimestre de 2008. Al norte, en Finlandia, la agencia nacional de estadística Tilastokeskus, reveló que la economía finlandesa ha acumulado dos caídas trimestrales consecutivas de su Producto Interior Bruto (PIB). Concretamente, el país acentuó su deterioro en los tres últimos meses del año anterior, al retroceder un 1,3%, después de un descenso del 0,3% en el tercer trimestre. Volviendo al Asia, Japón, la tercera mayor economía, entró en recesión, su primera en siete años, con una contracción del PIB del 0.1 por ciento en el trimestre julio-septiembre; la crisis financiera frena la demanda de sus exportaciones. Se redujo 0,9 por ciento en el trimestre anterior. Atraviesa su peor crisis desde el fin de la II Guerra Mundial. El PIB japonés se ha desplomado un 12,7% en el último trimestre del año frente al mismo periodo de 2007. Suecia, el país nórdico, anunció que el PIB se contrajo del 0.1 por ciento en el segundo y tercer trimestres. Volviendo al nuevo continente, en Estados Unidos, el NBER anunció que la economía estadounidense había entrado en recesión desde diciembre de 2007, después de una expansión económica de setenta y tres meses. También Canadá entra en recesión. El Banco de Canadá anunció oficialmente que la economía de Canadá se encontraba en recesión. Del otro lado del Atlántico, en el Reino Unido, el PIB cayó un 1,5% en los últimos tres meses de 2008, después de una caída del 0,6% en el trimestre anterior, luego de diez y seis años de crecimiento ininterrumpido. Nuevamente en Asia, Taiwán, la otra China, sufrió una contracción récord en el cuarto trimestre del 2008 de un 8,36%, la caída más fuerte desde que comenzaron a elaborarse las estadísticas del PBI en 1961. Nuevamente en Europa, en Budapest, la Oficina Central de Estadísticas Húngara reveló un retroceso de un 1,0 por ciento en el PIB del último trimestre de 2008, después de caer un 0,5 por ciento el trimestre anterior. La economía húngara creció un 0,3 por ciento en el conjunto del año. Lo mismo aconteció en Suiza, después de registrar una contracción del 0,3 por ciento de su producto interno bruto (PIB) en el último trimestre de 2008, en relación al periodo anterior; la economía suiza entró oficialmente en recesión, informó el Ministerio de Economía en Berna. En el tercer trimestre de 2008 la economía había registrado una contracción del 0,1 por ciento. En conjunto, la Unión Europea (UE) entró en recesión. El Producto Interior Bruto (PIB) de los 27 estados de la UE se contrajo un 1,5% en el cuarto trimestre del año, según ha hecho público Eurostat, la oficina de estadística comunitaria, después de registrar un crecimiento del 0,0% entre abril y junio de 2008, por lo que ya cumple con la definición técnica de recesión. Un caso singular, Islandia entró técnicamente en recesión a finales de año, después de haber sufrido una contracción del 0,9% en el cuarto trimestre de 2008, respecto del tercero, 3,4% fue la contracción de su PIB en el tercer trimestre. En comparación, experimentando la misma irradiación de la crisis, en México, el secretario de Hacienda Agustín Carstens anunció, el jueves 7 de mayo de 2009, que el país se encuentra en recesión económica. El Producto Interno Bruto (PIB) se contrajo un 7% en el primer trimestre del 2009. La economía mexicana también se contrajo en el cuatro trimestre del 2008 en 1,6%. En  Europa, Rumanía confirmó que entró en recesión en el primer trimestre de 2009. Su PIB se redujo un 4,6%, después de contraerse un 3,4% en el último trimestre de 2008.  En Centroamérica, en Costa Rica la actividad económica cayó un 6,2% en marzo, en relación a igual mes de 2008, con lo cual el país completó dos trimestres consecutivos de contracción, aunque el empleo y los salarios han seguido subiendo, si bien a menores tasas. El presidente del Banco Central de Nicaragua (BCN), Antenor Rosales, dijo que su país se encuentra en recesión económica, al presentar una desaceleración en los últimos dos trimestres. En el Medio Oriente, Israel, después de registrar una contracción del 3,6 por ciento de su producto interno bruto (PIB) en el primer trimestre de 2009, con relación al periodo anterior; la economía israelí entró oficialmente en recesión. El anterior porcentaje se suma al −0,5 del último trimestre de 2008. En Sur América, el PIB de Brasil se contrajo el 0,8% en el primer trimestre del 2009, después de una contracción del 3,6% en el cuarto trimestre de 2008, según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). En el sur de Asia, la economía tailandesa entró oficialmente en recesión en el primer trimestre del 2009 al contraerse un 7,1%, como consecuencia de la caída de las exportaciones. Al sur del continente africano, la economía de Sudáfrica entró oficialmente en recesión, al registrar en el primer trimestre del 2009 una caída interanual del producto bruto interno (PBI) del 6,4 por ciento, según informó la Oficina de Estadísticas sudafricana. El PIB sudafricano ya se había contraído un 1,8 por ciento en el último trimestre de 2008. En Sur América, Chile entró técnicamente en recesión y deflación, según lo admitido por el Banco Central de Chile y el gobierno, al informar que la actividad económica cayó 4,6% en abril, además que los precios se redujeron 0,3 en mayo, en comparación con igual mes de 2008, en el que fue el sexto mes consecutivo con retroceso. La disminución de la actividad empujó ya el desempleo a 9,2 por ciento en abril. Colombia, en el último trimestre de 2008 PIB se redujo 1% y en el primer trimestre de 2009 descendió 0,6%, con respecto a igual período del año anterior. El sector más afectado ha sido la industria; también el comercio, el transporte y la agricultura han sufrido los efectos. En abril de 2009, la producción real de la industria manufacturera descendió 14,5% frente a igual mes de 2008. El empleo, entretanto, se redujo en 6,9%. Otra vez en el Medio Oriente, en Siria, en junio de 2009, 160 aldeas fueron abandonadas debido a la hambruna. En Armenia, el Servicio Nacional de Estadísticas informó que el PIB armenio se redujo un 15.7 por ciento en los primeros cinco mes del año en curso. Al sureste de Europa, el Producto Interior Bruto (PIB) de Ucrania se contrajo un 20,3% en el primer trimestre de este año, respecto al mismo período de 2008, según informes de la Oficina Nacional de Estadísticas. En Sur América, tomando en cuenta un informe privado, la economía argentina se contrajo un 5,5 por ciento interanual en junio de 2009, con lo que el país sudamericano, según la encuesta, acumuló tres trimestres consecutivos de caída; en el segundo trimestre de 2010 creció un 2 por ciento interanual, de acuerdo a datos oficiales del INDEC. Al norte del Medio Oriente, la economía turca ha entrado en recesión después de caer en el primer trimestre de 2009 un 13,8 por ciento, respecto al mismo periodo del año anterior, de acuerdo a información de la Agencia de Estadísticas del país euro-asiático[61].

 

Como se puede ver, nadie ni nada escapó a la crisis económica. Se explica, después de estas descripciones, el mote de la crisis como Gran Recesión. Sin embargo, este denominativo es no solamente descriptivo, sino también artificial, pues no dice nada de la estructura misma de la crisis. Ya escribimos que se trata de una crisis de sobreproducción convertida en crisis financiera, se trata, entonces de una crisis estructural combinada con una cíclica. ¿Qué es lo que nos interesa de estas descripciones somera y estadística?  No tanto, como lo hicimos antes[6], comprender la mecánica y dinámica de las fuerzas, componentes de la crisis, sino entender la estrategia de guerra de los centros del sistema-mundo capitalista, sobre todo del gendarme del Imperio, la híper-potencia de los Estados Unidos de Norte América, maquina destructiva del capitalismo despótico, complejo tecnológico-militar-financiero-extractivista.

 

En este sentido, de qué manera nos ayudan las descripciones, sobre todo las interpretaciones teóricas, una vez, contando con las descripciones, con sus mapas, sus cuadros, sus estadísticas. Primero, al tener en cuenta que en la máquina capitalista el despotismo se combina con la desterritorialización y decodificación axiomática, que la antiproducción es funcional a la producción, sobre todo a la sobreproducción, al absorber la plusvalía no realizada, la guerra es la estrategia inherente al desarrollo del capitalismo.

 

Segundo, la crisis financiera actual, de largo alcance e irradiación, destructiva de las economías nacionales vulnerables, que no se explica sino como crisis de sobreproducción, en el substrato mismo de la crisis, al no encontrar solución por medio de las burbujas financieras, propias del capitalismo especulativo, ha reactivado la zona de emergencia de la máquina capitalista, la zona militar. La crisis de sobreproducción desencadenada como crisis financiera devastadora ha abierto las compuertas para intervenciones militares a escala, desde niveles locales, de contención y control, hasta niveles regionales, de guerras convencionales. Como se dice en la jerga, después de haberse demostrado esta salida bélica, en la escala de las guerras del golfo, de la intervención en Afganistán, de la intervención en la ex-Yugoeslavia, en las intervenciones en África, de la intervención en Ucrania, el Imperio y los imperialismos, sobre todo el imperialismo norteamericano, se prepara para intervenir más profusamente. Esta vez anuncia su intervención en Sur América, catalogando a Venezuela como un peligro para la seguridad de los Estados Unidos de Norte América. Con lo que la crisis de sobreproducción y financiera se convertirá en una crisis política y militar de gran escala.

 

Tercero, que los análisis económicos clásicos, incluso los críticos, incluyendo a los análisis marxistas, han quedado obsoletos. No pueden explicar no solamente la estructura de la crisis, su genealogía, sino tampoco pueden dar cuenta de las dinámicas y mecánicas de las fuerzas inherentes a la composición de la crisis integral del capitalismo. Es menester salir de los dogmatismos y de la ortodoxia, para poder desbrozar el acontecimiento de la crisis económica, social, política, cultural y ecológica que experimentamos. Es menester abordar un enfoque desde las perspectivas de la complejidad, para aproximarnos a interpretaciones integrales de la complejidad misma de la crisis. Solo una comprensión integral de la complejidad puede ayudarnos a incidir adecuadamente en la historia efectiva, en la realidad efectiva. Sólo de esta manera se puede desplegar estrategias y tácticas de luchas eficientes contra el capitalismo, el colonialismo, el patriarcalismo, el extractivismo, el desarrollo y la modernidad.  

 

 

Análisis de la crisis económica

 

En lo que viene, revisaremos dos análisis de la crisis económica de los Estados Unidos de Norte América; uno de Alejandro Dabat, el otro de Roberto Brenner. El primero más descriptivo, el segundo más teóricos. Intentaremos con esta revisión de los textos contrastar nuestras hipótesis interpretativas, ya sea en sentido positivo o en sentido negativo.

 

En La crisis financiera en Estados Unidos y sus consecuencias internacionales, Alejandro Dabat, considera que la crisis internacional, desencadenada por la crisis en el sistema financiero estadounidense, tiene tres componentes estructurales. Desde la perspectiva analítica planteada por el autor, se trata de tres aspectos íntimamente ligados en la generación y el desenlace de la crisis: 1) la naturaleza de la crisis situada esencialmente en el sistema financiero de estados unidos, su relación con la especulación inmobiliaria y sus consecuencias internacionales, 2) el deterioro preexistente de la competitividad sistémica y la hegemonía de Estados Unidos desde comienzos del siglo actual; y 3) los cambios neo-económicos y geopolíticos mundiales de los últimos, que determinan el actual reordenamiento del contexto internacional. En ese sentido, trata de unir los aspectos financieros, tecno-económicos y sociopolíticos de la crisis con la naturaleza de los grandes cambios mundiales que la misma implica[62].

 

Efectuando la exposición del análisis económico, Alejandro Dabat escribe:

 

La crisis inmobiliaria en Estados Unidos ha sido analizada teniendo como escenario fundamental de análisis la economía nacional de Estados Unidos y sus impactos en otras naciones a través de relaciones económicas internacionales. En la realidad, no sólo existen las economías nacionales y las relaciones económicas entre naciones, sino que existe una economía mundial. Existe una estructura productiva y de circulación mundial de mercancías por sobre los países, liderada por las grandes empresas trasnacionales. De aquí que desde el punto de vista teórico y metodológico, la crisis inmobiliaria de Estados Unidos debe ser analizada teniendo como marco global de análisis: Primero, la existencia de la economía mundial; Segundo: El funcionamiento de la economía mundial en la actual etapa de globalización; Tercero: Las principales transformaciones de la economía mundial a inicios del siglo XXI. Por otro lado, la crisis inmobiliaria ha sido presentada como crisis casi exclusivamente financiera, cuando la crisis inmobiliaria tiene su origen en el sector construcción, que es uno de los sectores reales más importantes de la economía. Además, la crisis inmobiliaria se da en condiciones en que el capital productivo de bienes y servicios se ha independizado relativamente del capital financiero y juega un papel hegemónico en relación a las otras fracciones del capital. Las elevadas ganancias de las grandes empresas productoras de bienes y servicios a nivel mundial, han transformado a estas en prestatarias en el sistema financiero, aumentando adicionalmente la abundancia de capital dinero de préstamo a nivel mundial. Esto ha permitido una gran ampliación de los créditos, incluyendo los créditos hipotecarios en Estados Unidos. Los elevados niveles de ganancias en Estados Unidos y la participación tan significativa y creciente de las ganancias provenientes del resto del mundo, le han permitido –hasta fines de 2007-, al sector de empresas productoras de bienes y servicios no financieros, enfrentar el impacto de la crisis inmobiliaria. La recesión en Estados Unidos, la posible crisis cíclica de la economía internacional, y su eventual transformación en crisis de la economía mundial, va a depender del grado en que disminuyan las ganancias y la tasa de ganancias en Estados Unidos y en los países desarrollados. La crisis inmobiliaria sería el preludio, pero la explicación fundamental de la disminución de las ganancias estaría dado por la sobreproducción de productos industriales, incluyendo los de alta tecnología, sobreproducción que disminuye los precios de estas mercancías, y, la subproducción o escasez de energéticos, metales y alimentos, cuyos incrementos de precios aumentarían los costos de producción[63].

 

A continuación expone:

 

Como hemos señalado, la crisis inmobiliaria de Estados Unidos debe ser analizada teniendo como marco global de análisis la existencia de la economía mundial, su funcionamiento en la actual etapa de globalización, y las principales transformaciones de dicha economía mundial a inicios del siglo XXI[64].

 

Las puntualizaciones del autor son las siguientes:

 

A. El Neoliberalismo, el Movimiento Cíclico y las Crisis Cíclicas

1. En esta corriente teórica se plantea que si los mercados funcionan libremente, ellos se autorregulan provocando un crecimiento permanente de la producción

a. Las crisis cíclicas periódicas son inconcebibles en los marcos teóricos del neoliberalismo. Si las crisis se producen, se deben a intervenciones indebidas en los mercados que evitan que estos funcionen libremente, y/o a shock externos.

b. Si se produce un shock externo, la teoría neoliberal plantea que si los mercados funcionan libremente, ese shock será absorbido y se evitará la crisis.

c. El libre mercado siempre conduce a situaciones de equilibrio a través de la "mano invisible". Como hemos dicho, al interior de esta teoría no se concibe que los mercados funcionando libremente provoquen crisis económicas.

d. Esta escuela teórica se apoya en Milton Friedman, quien asume los planteamientos centrales del libro de Adam Smith, "Investigación Sobre la Naturaleza y Causa de las Riquezas de las Naciones", publicado en 1776, es decir, hace más de 230 años.

e. Friedman en su libro " La Libertad de Elegir", afirma: "El mérito de Adam Smith, consistió en reconocer que los precios que se establecían en las transacciones voluntarias entre compradores y vendedores -para abreviar, en un mercado libre- podían coordinar las actividades de millones de personas, buscando cada una de ellas su propio interés, de tal modo que todas se beneficiase”

f. “Fue una brillante idea en aquel tiempo, y lo sigue siendo ahora, que el orden económico pudiese aparecer como una consecuencia involuntaria de los actos de varias personas, en busca cada una de su propio beneficio".

g. Friedman en relación al mercado libre afirmó "...tiene en su seno el potencial necesario para promover la prosperidad y la libertad humana". Esta corriente teórica afirma que el funcionamiento libre de los mercados posibilita un crecimiento elevado y permanente

h. Sin embargo, la historia del capitalismo a nivel mundial, muestra que en los dos últimos siglos, el capitalismo se ha desarrollado a través de más de cincuenta ciclos económicos y de crisis cíclicas periódicas.

 

B. Keynes: Movimiento Cíclico y Crisis Cíclicas

1. En otra perspectiva teórica, Keynes, gran defensor del capitalismo, en su libro "Teoría General de la Ocupación, del Interés y del Dinero" (1936), plantea que los mercados libres conducen a un movimiento cíclico y a crisis cíclicas periódicas. En el primer capítulo señala que: "Más aún, las características del caso especial supuesto por la teoría clásica, (nosotros agregamos, "neoclásica o neoliberal" según las denominaciones más en boga) no son las de la sociedad económica en que hoy vivimos, razón por la que sus enseñanzas engañan y son desastrosas si intentamos aplicarlas a los hechos reales".

2. En las "Notas Finales..." del citado libro, Keynes concluye, "Los principales inconvenientes de la sociedad económica en que vivimos, son su incapacidad para procurar la ocupación plena y su arbitraria y desigual distribución de la riqueza y de los ingresos”

3. El funcionamiento libre del mercado, -según Keynes-, no lleva a un equilibrio y a un crecimiento estable que promueva la prosperidad. Por el contrario, el funcionamiento libre del mercado produce un movimiento cíclico, con fases ascendentes, descendentes y períodos de crisis.

4. Este movimiento cíclico, hace parte de la lógica interna del funcionamiento del capitalismo. En relación a esto Keynes señala en el Capítulo 22 titulado “Notas sobre el Ciclo Económico”, del libro citado lo siguiente:

4.1 “Por movimiento cíclico queremos decir que, al progresar el sistema, por ejemplo, en dirección ascendente, las fuerzas que lo empujan hacia arriba al principio toman impulso y producen efectos acumulativos unas sobre otras, pero pierden gradualmente su potencia”

4.2 “ hasta que, en cierto momento, tienden a ser reemplazadas por las operantes en sentido opuesto; las cuales a su vez toman impulsos por cierto tiempo y se fortalecen mutuamente hasta que ellas también, habiendo alcanzado su desarrollo máximo, decaen y dejan sitio a sus contrarias”

4.3 “Sin embargo, por movimiento cíclico no queremos decir simplemente que esas tendencias ascendentes y descendentes no persistan indefinidamente en la misma dirección, una vez iniciadas, sino que terminan por invertirse”

4.4 “También queremos expresar que hay cierto grado de regularidad en la secuencia y duración de los movimientos ascendentes y descendentes"

4.5 "Sugiero que el carácter esencial del ciclo económico y, especialmente, la regularidad de la secuencia de tiempo y de la duración que justifica el que lo llamemos ciclo, se debe sobre todo a cómo fluctúa la eficiencia marginal del capital". La eficiencia marginal del capital en Keynes debe entenderse en el contexto de esta exposición como las expectativas actualizadas de la tasa de ganancia futura.

5. Keynes y la Crisis Cíclica. En relación a las crisis cíclicas, Keynes plantea lo siguiente:

5.1 “No obstante, para que nuestra explicación sea adecuada debe abarcar otra característica del ciclo económico, a saber, el fenómeno de la crisis”

5.2 En relación al fenómeno de la crisis, Keynes inmediatamente señala: “El hecho de que la sustitución de un impulso ascendente por otro descendente ocurre con frecuencia de modo repentino y violento, mientras que, por regla general, no existe un punto de inflexión tan cortante cuando el movimiento ascendente es sustituido por la tendencia a bajar”.

5.3 "Generalmente ha de transcurrir un intervalo de tiempo de cierta magnitud antes de que empiece la recuperación". Los aportes de Keynes sobre el ciclo económico y las crisis económicas tienen una vigencia enorme. La teoría desarrollada por Keynes tiene como escenario de análisis la economía nacional sus análisis del ciclo y de la crisis dan la impresión de estar leyendo el ciclo y la muy probable crisis cíclica en Estados Unidos y su relación con la crisis inmobiliaria.

6. Las Recomendaciones de Keynes de Política Económica.

6.1 Una vez provocada la crisis, por disminución de las ganancias y un derrumbe violento de la inversión, la tasa de interés tiene muy poco efecto en los niveles de actividad, según Keynes.

6.2 “Es el retorno de la confianza para hablar en lenguaje ordinario, el que resulta tan poco susceptible de control en una economía de capitalismo individual”.

6.3 “Este es el aspecto de la depresión que los banqueros y hombres de negocio han tenido razón en subrayar y los economistas que han puesto su fe en remedios ‘puramente monetarios’ han subestimado".

 6.4 “Por lo tanto, en las condiciones de ‘laissez faire’ quizás sea imposible evitar las fluctuaciones amplias en la ocupación sin un cambio trascendental en la psicología de los mercados de inversión, cambios que no hay razón que ocurra”

6.5 “En conclusión, afirmo que el deber de ordenar el volumen actual de inversiones no puede dejarse con garantías de seguridad en manos de los particulares"

 

C. Marx y las Crisis Cíclicas en el Capitalismo.

1. Marx: La producción de mercancías y la posibilidad de las crisis.

1.1 La producción teórica de Marx sobre el capitalismo, tiene como punto de partida el hecho de que todo lo que se produce es mercancía.

2.2 Es decir, es una producción que está pensada para ser vendida en el mercado. El salto mortal de las mercancías: la relación entre producción y su realización en el mercado es un aspecto teórico fundamental en Marx.

3.3 Como la producción de mercancías está separada de la venta, tanto en el tiempo como en el espacio (lugar geográfico), allí reside la posibilidad de la crisis. “La posibilidad general de la crisis (viene) dada en el proceso mismo de la metamorfosis del capital y, además, de un doble modo, en la medida que el dinero funciona como medio de circulación: desdoblamiento de (la) compra y (la) venta. En la medida en que funciona como medio de pago, donde actúa en dos momentos distintos, como medida de valores y como realización del valor[65]”.

4.4 “Si, por tanto, estalla una crisis porque (la) compra y (la) venta se disocian, (esta crisis) se desarrolla como crisis monetaria tan pronto como el dinero se desarrolla como medio de pago[66]…”. “Precisamente por eso gustan los economistas de dar preferencias a esta forma evidente por sí misma como causa de la crisis. (En la medida en que el desarrollo del dinero como medio de pago coincide con el desarrollo del crédito y del overcredit, hay que desarrollar naturalmente las causas de este último, lo que no tiene su cabida aquí)[67]”.

2. Marx es el primer teórico que postula que las verdaderas crisis cíclicas se expresan como crisis cíclicas en el mercado mundial.

1.1 Marx afirma categóricamente lo siguiente: “En las crisis del mercado mundial, estallan las contradicciones y los antagonismo de la producción burguesa[68]”.

2.2 En el apartado titulado, “La posibilidad de la crisis se convierte en realidad. La crisis, como manifestación de todas las contradicciones de la economía burguesa[69]”, Marx señala lo siguiente: “Y esto es lo importante cuando se considera la economía burguesa. Las crisis del mercado mundial deben concebirse como la concatenación real y la compensación por la fuerza de todas las contradicciones de la economía burguesa[70]”.

3.3 Entre las contradicciones que estallan en el mercado mundial, Marx señala entre otras las siguientes: “Contradicciones entre la producción y el consumo bajo las condiciones del capitalismo. La superproducción de los artículos más importantes tienden a convertirse en superproducción general[71]”. “La discordancia entre la ampliación de la producción y la ampliación del mercado[72]”. “La contradicción entre el incontenible desarrollo de las fuerzas productivas y el carácter limitado del consumo, como base de la superproducción. La teoría sobre la imposibilidad de una superproducción general es una teoría apologética[73]”.

3. La sobreproducción y el límite de las ganancias del capitalista, es el fenómeno fundamental de las crisis según Marx.

3.1 Marx señala que la palabra sobreproducción induce a error pues si hay necesidades insatisfechas no puede hablarse de sobreproducción de productos en términos absolutos. “Hay que decir, por el contrario, que a base de la producción capitalista, en este sentido, existe constantemente subproducción. El límite de la producción es la ganancia del capitalista y no (son), en modo alguno las necesidades de los productores. Pero una cosa es la superproducción de productos y otra muy distinta es la superproducción de mercancías… Por eso, (se refiere a David Ricardo), no puede reconocer tampoco que el modo burgués de producción entraña un límite para el libre desarrollo de las fuerzas productivas, limite que se pone de manifiesto en las crisis y entre otras cosas, en la superproducción, (que es) el fenómeno fundamental de las crisis[74]

3.2 “Pero todo el proceso de la acumulación se traduce, ante todo, en superproducción,… La medida de esta superproducción es el capital mismo, la escala existente de las condiciones de producción y el desmedido afán de enriquecimiento (y) capitalización de los capitalistas, y (no,) en modo alguno el consumo, roto de antemano, puesto que la mayor parte de la población, la población trabajadora, sólo puede ampliar su consumo dentro de límites muy estrechos[75], …”

3.3 Marx en estos desarrollos sobre la crisis señala que analiza sólo las formas generales abstractas del movimiento del capital. “No se desarrollan, por tanto, las relaciones reales dentro de las cuales se opera el proceso real de producción…No se estudia la competencia dentro de los capitales, ni el crédito, ni la constitución real de la sociedad, que no se haya formada meramente, ni mucho menos, por las clases de obreros y capitalistas industriales y en la que, por tanto, consumidores y productores no son idénticos… la primera categoría… de consumidores es mucho más amplia que la segunda[76]

3.4 “En la reproducción, exactamente lo mismo que en la acumulación de capital, no se trata solamente de reponer en la misma escala o en una escala ampliada (en la acumulación) el mismo volumen de valores de uso que forman el capital, sino el valor del capital desembolsado con la tasa de ganancia (plusvalía) usual. Si…los precios de mercado de las mercancías… descienden muy por debajo de sus precios de costo, de una parte, se contraerá lo más posible la reproducción del capital. Y se paralizará más aún la acumulación[76]”.

3.5 “El surplus value acumulado en forma de dinero sólo se convertiría en capital con pérdida. Por tanto, permanecerá ocioso como tesoro en poder de los bancos o (tal vez) también bajo la forma de dinero crediticio[77]…”

3.6 “Y el mismo estancamiento se produciría, por causas inversas… (como cuando se encarece el trigo o no se ha acumulado bastante capital constante en especies) se da un estancamiento en la reproducción…y, por consiguiente en el flujo de la circulación. La compra y la venta se inmovilizan la una frente a la otra y el capital inactivo aparece bajo la forma de dinero ocioso[78]

3.7 Marx analiza otra forma de estancamiento y señala: “Y el mismo fenómeno (que en la mayor parte de los casos precede a la crisis) puede darse cuando la producción de plus capital se lleva a cabo muy aceleradamente y su retro-conversión en capital productivo acrecienta la demanda de todos los elementos de él de tal modo, que la producción real no guarda el paso (con ella), razón por la cual se elevan los precios de todas las mercancías que entran en la formación de este capital[79]

3.8 En relación a la situación anterior, cuando la producción de capital se lleva a cabo muy aceleradamente y luego se estanca, Marx señala: “En este caso, el tipo de interés desciende tanto como pueda aumentar la ganancia, y esta baja del tipo de interés conduce, en tales casos, a las más arriesgadas empresas especulativas. El estancamiento de la reproducción lleva (a la) baja de los salarios y al descenso del volumen del trabajo empleado. Y esto a su vez, repercute sobre los precios y provoca una nueva baja de estos[80]

4. La recuperación de las crisis según Marx. Entre otros aspectos, Marx señala lo siguiente:

4.1. “Cuando se habla de la destrucción de capital por la crisis hay que distinguir dos cosas… se destruye el capital real. La maquinaria que no se emplea no es capital…”. “Pero, en segundo lugar…no se destruyen con ello los valores de uso. “Lo que pierde uno lo gana el otro. (Los) volúmenes de valor que actúan como capitales se ven impedidos de renovarse en las mismas manos como capital. Los anteriores capitalistas van en quiebra”. Marx agrega un ejemplo y señala: “esto quiere decir que se ha destruido un capital de 6.000 libras, aunque al comprador de estas mercancías, puesto que las ha adquirido a la mitad de su precio de costo le pueda ir muy bien, e incluso, puede beneficiarse, cuando los negocios se reanimen[81]”.

4.2 “Gran parte del capital nominal de la sociedad, es decir, del valor de cambio del capital existente ha quedado destruido para siempre, aunque precisamente esta destrucción, toda vez que no afecta al valor de uso, pueda fomentar la nueva reproducción. Es este, al mismo tiempo, un período en que el interés monetario se enriquece a costa del interés industrial[82]”.

4.3 En relación a la disminución del capital ficticio, Marx señala: “…la baja del capital meramente ficticio, papeles del Estado, acciones, etc. – siempre cuando no empuje a la bancarrota del estado o de la sociedad anónima…- se trata simplemente de las transferencias de riqueza de unas manos a otras y, en su conjunto repercutirá favorablemente sobre la reproducción, ya que los advenedizos en cuyas manos caen estas acciones y estos valores son, por lo general, más emprendedores que quienes anteriormente los poseían[83]

5. Las críticas de Marx a los economistas que niegan las crisis cíclicas: “En las crisis del mercado mundial estallan las contradicciones y los antagonismos de la producción burguesa. Pues bien, en vez de entrar a investigar en qué consisten los elementos contradictorios que estallan en la catástrofe, los apologistas se contentan con negar la catástrofe misma y empecinarse, ante su periodicidad regida por leyes, en que la producción jamás se vería expuesta a crisis si se atuviera a sus libros de escuela”.

 

IV. Las Seis Crisis Cíclicas en las Tres Últimas Décadas de la Economía Mundial y la Posible Séptima Crisis Cíclica

1. A inicios de 2006, titulamos una de las notas de la serie “La Economía Mundial a inicios del Siglo XXI” (Parte IV), “¿Se estaría gestando la séptima crisis cíclica internacional de las tres últimas décadas[84]?

2. De la Pos Segunda Guerra hasta fines de los sesenta, la economía mundial funcionó en base a economías nacionales, cuya dinámica principal estaba basada en la producción para el mercado interno. En ese período, el ciclo económico internacional estuvo muy atenuado y prácticamente no se presentaron crisis de la economía mundial.

3. La globalización que caracteriza la actual etapa de la economía mundial en las tres últimas décadas, está asociada al funcionamiento más libre de los mercados. En oposición a las formulaciones teóricas, a partir de los setenta, con la globalización se han presentado seis crisis cíclicas internacionales.

4. Cuatro de ellas se han registrado entre 1991 y 2001-2002. Es decir, en diez a doce años se han presentado cuatro de estas seis crisis cíclicas. Esto refleja claramente la acentuación del movimiento cíclico y la presentación mucho más periódica de dichas crisis.

5. También se produce un cambio importante en el origen de las crisis. La de 1974- 1975; la de inicios de los 80 e inicios de los 90 y la reciente de 2001, tuvieron su origen en Estados Unidos. La crisis de 1994, se originó en México y la de 1997 tuvo su origen en el sudeste asiático.

6. Este cambio es muy importante por cuanto es primera vez en la historia del capitalismo, que las crisis se originan en la periferia del sistema. Se originan no en cualquier país, sino en aquellos que habían logrado un gran dinamismo y se destacaban como ejemplos de la globalización.

7. La posible séptima crisis cíclica puede tener su origen en Estados Unidos.

8. Desde el punto de vista de una caracterización más detallada, las cuatro crisis originadas en EEUU se transformaron en crisis de la economía mundial y del mercado mundial.

9. La crisis originada en México y en el sudeste asiático, no se transformaron en crisis de la economía mundial, pero sí se expresaron con mucha fuerza en regiones y países y en este sentido fueron crisis internacionales.

10. Las crisis cíclicas aparecen separadas en el tiempo. Sin embargo, hacen parte de un movimiento global entrelazando las crisis de los diferentes años, como expresión de un proceso histórico de transformaciones. Por ejemplo, la crisis de 1974-1975, fue de sobreproducción de productos industriales y subproducción, o escasez de energéticos, materias primas y alimentos. Los altos precios de estos bienes, especialmente en la recuperación de la crisis, llevaron a grandes inversiones, lo que se tradujo posteriormente a que la crisis de 1981-1982 fuera una crisis general de sobreproducción de productos industriales y de materias primas y energéticos.

11. El encadenamiento de las crisis y de los ciclos permite constatar la existencia de la economía mundial y su movimiento como proceso histórico en el tiempo y en el espacio geográfico. Por ejemplo, la asincronía o sincronía y las relaciones económicas en los diferentes momentos del ciclo y de la crisis entre países y regiones: Estados Unidos, Europa, Japón, y en la última década, China.

12. En los trabajos de años anteriores ya citados, incluyendo las notas publicadas en www.rebelion.org, constatábamos un gran aumento de los precios de los energéticos y metales, comparados con aumentos pequeños de los precios de los alimentos. En entrevista a la radio LT. Rosario[85], de agosto de 2007, declaramos lo siguiente: “Hasta hace unos meses yo pensaba que iba a haber una sobreproducción de alimentos, y eso era preocupante para muchos países latinoamericanos exportadores de alimentos, entre ellos, Argentina. Pero ahora he empezado a tener puntos de interrogación. Es muy posible que la crisis actual se presente como una falta en el mundo de productos energéticos, metales y alimentos, porque en China se está generando una demanda que está absorbiendo los recursos del mundo”.

13. En la misma entrevista, frente a la pregunta ¿Qué papel jugaría la aparición de las materias primas utilizadas para el biocombustible? Mi respuesta fue: “Esto profundizaría la escasez de alimentos para favorecer una escasez de energía. Esto generaría un problema adicional. Hay problemas de hambre en el mundo, sería complicado. Sería casi la lógica perfecta de funcionamiento del crecimiento de las ganancias, disminuyendo las situaciones salariales y creando conflictos sociales. Sería una situación que generaría problemas sociales y económicos”.

14. En la realidad ha sido sorprendente en los últimos meses la velocidad y profundidad de la escasez de alimentos que se está presentando a nivel mundial y el fuerte incremento de los precios de los alimentos, asociado a un incremento de demanda y rigidez de la oferta, explicado entre otros factores por un desplazamiento de tierras agrícolas de producción de alimentos a producción de biocombustibles.

15. La actual situación de la economía mundial y la eventual séptima crisis, puede presentarse – desde el punto de vista de la sobreproducción muy diferente a las cuatro anteriores, y de nuevo como la de 1974-1975: una sobreproducción de productos industriales y una subproducción o escasez de materias primas, energéticos y alimentos.

16. La séptima crisis cíclica podría originarse por una fuerte disminución de las ganancias debido a la disminución de los precios de los productos industriales y de alta tecnología por la sobreproducción de dichos bienes y la fuerte competencia a nivel de la economía mundial

17. La disminución de las ganancias se verían afectadas también por el aumento de los costos, por la subproducción o escasez de petróleo, metales y escasez de alimentos.

18. Las ganancias y la tasa de ganancias se pueden ver afectadas adicionalmente, ya que el aumento de los precios de los alimentos, puede incentivar las movilizaciones de los trabajadores para recuperar sus salarios reales.

19. Sin embargo, debería tenerse presente, la diferencia entre productos renovables y no renovables. La escasez de energéticos y de metales, por ser no renovables, puede ser una tendencia de largo plazo. La escasez de alimentos puede ser de mediano plazo, debido a que las transformaciones y la tecnología en el sector agrícola se implementan en un tiempo relativamente breve.

 

V. La Crisis Inmobiliaria en Estados Unidos y la Posible Séptima Crisis Cíclica en las Últimas Cuatro Décadas.

A. Algunos antecedentes de la Crisis Inmobiliaria.

1. La recuperación de la crisis de inicios de esta década, 2001-2002, se logró con una fuerte disminución de la tasa de interés a niveles de 1% en EE UU, que amplificó los créditos de consumo y de inversiones de las empresas.

2. La baja tasa de interés gatilló un boom de construcciones habitacionales que fue apoyado por ampliaciones de crédito aún a compradores de alto riesgo de pago.

3. China permitió que la crisis del 2001 no fuera tan profunda y ha facilitado significativamente la recuperación y el dinamismo de la economía mundial previo a la crisis inmobiliaria.

4. China también constituye una fuente importante del financiamiento de la economía de EE UU.

5. Pero China también puede llevar a acelerar el paso a una nueva crisis cíclica de la economía mundial, por la disminución de precios de productos industriales y aumentos de precios de materias primas, energéticos y alimentos, afectando las ganancias de las empresas industriales

6. La gravedad de la situación ha llevado a que los Bancos Centrales de EE UU y de algunos países de Europa, hayan inyectado fuertes cantidades de dinero y en EE UU se han producido disminuciones importantes de la tasa de interés.

7. Las probabilidades de recesión en EE UU, -si es que ya no está-, han ido aumentando en los últimos meses

8. La crisis del sector inmobiliario de EE UU ha impactado a instituciones financieras de Europa, Asia y América Latina que habían realizado inversiones financieras asociadas a los créditos hipotecarios.

9. Como crisis inmobiliaria y sobretodo en su componente financiero, es una de las crisis más graves en las últimas décadas.

10. Pero hasta ahora, la crisis inmobiliaria está localizada fundamentalmente en sus dos componentes: el sector construcción e instituciones financieras -fondos de financiamiento, Bolsas de Valores, aseguradoras y bancos.

11. El impacto hasta ahora es relativamente menor en el conjunto de la economía. Sin embargo, sus impactos en el sector inmobiliario y su efecto en el consumo y en la inversión a nivel macroeconómico perdurarán por varios meses.

12. La crisis inmobiliaria si no es el inicio de una nueva crisis cíclica, podría ser el preludio que junto a la sobreproducción industrial y subproducción de alimentos, metales y energéticos, genere la séptima crisis cíclica mundial en las últimas décadas

13. La séptima crisis cíclica mundial sólo se hará efectiva si hay una fuerte disminución de las ganancias, de la tasa de ganancias y una caída significativa de las inversiones.

 

B. La Crisis del Sector Inmobiliario en Estados Unidos y su Impacto en la Producción, en las Inversiones y en las Ganancias en EE UU

B.1 Tasa de Crecimiento Trimestral del PIB en Estados Unidos

Desde 1998 al cuarto trimestre de 2007.

Tasa de Crecimiento Trimestral del PIB 1998 a IV Trimestre de 2007

1.El PIB de EE UU disminuyó considerablemente en los últimos tres trimestres de 2006. En el primer trimestre el crecimiento fue elevado alcanzando un 4,8%. En el segundo trimestre, el crecimiento bajó drásticamente a 2,4%, y tuvo una caída más fuerte aún en el tercer trimestre con un crecimiento sólo de 1,1%. Pero en el cuarto trimestre de 2006, se rompió esta tendencia y la economía de Estados Unidos creció en 2,1%.

2. Esta información y las previsiones positivas a principios de 2007, llevó a un optimismo de los economistas y de los organismos internacionales. El Fondo Monetario Internacional (FMI) en el Informe ‘Perspectivas de la Economía Mundial’, de abril de 2007, afirmó lo siguiente: “Quizá sorprenda al lector comprobar en estas páginas que los riesgos para la economía mundial disminuyeron desde la edición de septiembre de 2006. Indudablemente, esta conclusión contradice muchos titulares y comentarios recientes que giran en torno a los problemas hipotecarios en Estados Unidos… A pesar de todo esto, como señalamos en los capítulos 1 y 2, al mirar con una visión de conjunto lo que nos parece más probable es que el vigoroso crecimiento mundial perdure. La inquietud más apremiante son los problemas que atraviesa el mercado de la vivienda de Estados Unidos y la consecuente desaceleración de la economía nacional. Pero estos factores son obvios desde hace meses y el mercado ya los tiene incorporados en gran medida a las evaluaciones de la calidad del crédito, que mayormente siguen siendo positivas…. El mercado hipotecario tradicional sigue abierto como siempre a los particulares con buenos antecedentes crediticios. No podemos subestimar la magnitud de los desbordamientos que podrían provocar las hipotecas estadounidenses de alto riesgo pero, comparando los datos actuales con los de septiembre, no hay tantas razones para preocuparse por la economía mundial. Antes que nada, la economía estadounidense se mantiene firme en general, pese al fuerte enfriamiento del mercado de la vivienda… El desempleo permanece bajo y la creación de puestos de trabajo parece prometedora en la mayoría de los sectores de la economía…”

3. Posterior a la fecha del Informe del FMI, se da a conocer que el crecimiento de la economía estadounidense fue sólo de 0,6% en el primer trimestre de 2007. Sin embargo, en el segundo trimestre logra un fuerte crecimiento de 3,8%, apoyando la aparente validez al optimismo del FMI.

4. La crisis en el sector inmobiliario se manifestó como tal en julio de 2007, después de una fuerte recuperación de la tasa de crecimiento del PIB en el segundo trimestre. Este elevado crecimiento continuó en el tercer trimestre de 2007 en que el crecimiento alcanzó un 4,9%.

5. Como en otras situaciones, las situaciones de crisis se inician cuando la economía muestra un fuerte dinamismo.

6. Los impactos de la crisis inmobiliaria se presentan con fuerza en la economía estadounidense a partir del cuarto trimestre de 2007 en que el crecimiento disminuyó desde 4,9% en el tercer trimestre a sólo 0,6%. Coincidiendo con muchos analistas, señalamos que esta última información aumentan las posibilidades de que la economía de Estados Unidos ya esté iniciando una recesión.

B.2 La Tasa de Crecimiento de la Inversión Fija Global en EE UU, desde 1998 al Cuarto Trimestre de 2007.

Tasa de crecimiento trimestral de la inversión fija

1. Las inversiones desde el inicio de una crisis, como lo señala la teoría, caen abruptamente. Por ejemplo, en la crisis de inicios de 2001-2002. En la situación reciente, la inversión en capital fijo global disminuye durante gran parte de 2006 e inicios de 2007. Pero el crecimiento de la inversión en el segundo trimestre de 2007 llevó al optimismo que hemos comentado.

2. Sin embargo, esta disminución de la inversión fija global se debe sobre todo a la fuerte disminución de la inversión residencial, en tanto la inversión no residencial –inversión de las empresas-, muestra crecimientos relativamente elevados aunque con tasas de crecimiento positivos que disminuyen como analizaremos en el próximo punto.

B.3 EE UU: Tasas de Crecimiento de la Inversión No Residencial e Inversión Residencial.

Desde 1998 al cuarto trimestre de 2007.

1. Una visión global comparativa de las dos gráficas muestra un gran contraste. En efecto, en tanto que las inversiones residenciales caen abruptamente en los siete de los ocho trimestres de 2006 y 2007, la inversión en el conjunto de las empresas del sector no residencial, que constituye la gran mayoría de las empresas productoras de bienes y servicios, se mantiene en niveles elevados.

2. La fuerte disminución de la inversión en nuevas construcciones habitacionales muestra que la crisis actual ha estado muy localizada en el sector inmobiliario, y con disminuciones muy elevadas, por ejemplo: de -20,4% en el tercer trimestre de 2006 y de -16,3%, de    -11,8% en el primer y segundo trimestre de 2007. En el tercer trimestre de 2007, la inversión residencial cae en -20,5% y en el cuarto, la caída de la inversión residencial es de -25,2%.

3. Esta información es categórica como crítica a la mayoría de los análisis que han concentrado y caracterizado esta crisis sólo como crisis financiera. La realidad es categórica, la crisis inmobiliaria en Estados Unidos se inició en la economía real. La construcción habitacional es uno de los sectores de la economía real más significativos.

4. La crisis en el sector construcción se manifiesta posteriormente con bastante desfase en el sector financiero. Crisis financiera que a su vez impacta adicionalmente al sector construcción.

5. La primera gráfica, muestra que la crisis de inicio de la década (2001), estuvo localizada fundamentalmente en la inversión de las Empresas.

6. La recuperación de la recesión en EE UU se apoyó fuertemente en Inversión Residencial con elevadas tasas de crecimiento, y por varios años, como se aprecia en la segunda gráfica.

7. La inversión no residencial –inversión de las empresas-, fue relativamente elevada durante 2007: 11% en el segundo trimestre; 9,3% en el tercer trimestre y 6,0% en el cuarto trimestre de 2007.

8. La crisis inmobiliaria en Estados Unidos es muy grave, y se ha mantenido al interior del sector inmobiliario, - empresas del sector construcción y sector financiero y con impactos relativamente limitados en la mayoría de los sectores la economía real.

9. La recesión de la economía de Estados Unidos y su profundidad dependerá: del grado de disminución de la inversión no residencial y global; y del comportamiento de las ganancias que analizamos en el punto siguiente.

B 4. Las ganancias globales desde 1959 a primer trimestre de 2004 en Estados Unidos EEUU: Ganancias de las empresas (Millones de dólares) 1959 a Primer Trimestre de 2004

1. La tasa de explotación, las aperturas comerciales, los tratados de libre comercio, las inversiones en el exterior, la apropiación de los recursos naturales, la revolución tecnológica con la fuerte disminución de los precios de las maquinarias y equipos, el incremento de la productividad y el aumento del ejercito industrial de reserva, le ha permitido a EE UU un elevado incremento de las ganancias a partir de mediados de los 80’s.

2. Las ganancias disminuyeron en la crisis de 2000, para luego aumentar rápidamente, como se aprecia en la gráfica hasta el primer trimestre de 2004

B 5. Ganancias Totales de Estados Unidos, 1998 a 2007

2. Como hemos señalado, la evolución de la crisis va a depender en gran medida del comportamiento de las ganancias. Las ganancias del cuarto trimestre anualizadas en relación al tercer trimestre de 2007, disminuyeron de 1.622 a 1.569 miles de millones de dólares. Es decir, una disminución aun relativamente leve como para impactar, por ahora, a una crisis profunda de la economía de Estados Unidos.

B.6 Estados Unidos. Ganancias Crecientes Remesadas por las Empresas de Estados Unidos en el Resto del Mundo 1998-2007.

1. Las ganancias globales de EE UU, tienen un fuerte y creciente componente de las ganancias provenientes del exterior, como se observa claramente en la gráfica alcanzando niveles trimestrales anualizados de ganancias superiores a los 500 miles de millones de dólares en los últimos dos trimestres de 2007.

B 7. Importancia creciente de las ganancias provenientes del exterior en las ganancias globales de Estados Unidos.

1. Con la globalización de la economía mundial, EE UU ha reestructurado su economía interna y ha logrado una gran presencia en la economía mundial, lo que le permite obtener a sus empresas en el resto del mundo grandes ganancias. El crecimiento de la importancia de las ganancias en el exterior en las ganancias totales de EE UU y en las ganancias de la industria doméstica. En 1998 las ganancias recibidas del exterior correspondían al 18% de las ganancias totales. En 2006 dicha participación se incrementa alcanzando un 27%. Como en 2007 las ganancias globales en los últimos trimestres disminuyen y las ganancias provenientes del exterior continúan creciendo, la participación de las ganancias provenientes del exterior en relación a las ganancias totales se incrementa a un 33%.

3. Comparados con las ganancias de la industria doméstica, las ganancias recibidas del exterior que eran un 21 % en 1998, se incrementan a 32% en 2006. En 2007 el impacto explicado en el punto anterior es mucho mayor aún, ya que las ganancias recibidas desde el resto del mundo en relación a las ganancias de la industria doméstica llegan a ser un 45%. La importancia creciente de las ganancias del exterior en las ganancias globales y en las ganancias de la industria doméstica, como hemos señalado, le da a la economía de Estados Unidos una fortaleza para enfrentar crisis de sectores orientados fundamentalmente hacia el interior, como es caso del sector inmobiliario.

 

VI. Conclusiones:

1. Nuestras conclusiones sobre la crisis inmobiliaria son muy diferentes a las de Robert Brenner en su documento ‘Una Crisis Devastadora en Ciernes’, y del documento de J Berstein, ‘Más allá de la recesión. El comienzo de la segunda etapa de la crisis global’, ambos publicados en Rebelión a inicios de 2008.

2. Apoyándonos especialmente en las formulaciones teóricas de Marx sobre economía mundial y las categorías económicas principales del capitalismo: producción, ganancias, inversión y en sus aportes teóricos sobre las crisis cíclicas, concluimos que el capitalismo muestra su fortaleza y que de crisis en crisis va recreando las condiciones para su funcionamiento.

3. La fortaleza del capitalismo también genera su debilidad potencial. Pero no caerá por sí sólo. La globalización de la economía mundial y el neoliberalismo han posibilitado un fuerte incremento de las ganancias por disminución de salarios, flexibilidad laboral, apropiación de recursos naturales, etc. Esto genera posibilidades de organización de los trabajadores y de los movimientos sociales en su lucha por sus reivindicaciones específicas y con una gran fuerza potencial en una lucha común por estas reivindicaciones ligadas al trabajo y a los recursos naturales y a la preservación de la naturaleza.

4. Uno de los aspectos más significativos desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo ha sido el hecho de que, especialmente, en las últimas crisis cíclicas y particularmente la actual crisis inmobiliaria, a las ganancias ya incrementadas, se agrega la apropiación de parte significativa de los ahorros de las personas que estaban invertidos en la adquisición de viviendas. Así como también, la apropiación de parte significativa de los ahorros de los Fondos de Pensiones de los trabajadores; los ahorros invertidos en diversos Fondos Mutuos, muchos de los cuales han sido invertidos en acciones en las diferentes Bolsas de Valores, así como en créditos inmobiliarios y derivados de créditos inmobiliarios.

5. El capitalismo amplía las esferas de apropiación, pero también amplía las posibilidades de organización, resistencia y lucha[86].

 

 

Como se ha podido leer, la exposición de Alejandro Dabat es puntual y extremadamente sintética, sobre todo en lo que respecta a la argumentación analítica. Sin embargo, interesan sus anotaciones sobre las propias apreciaciones de Marx sobre las crisis cíclicas del capitalismo, así como la interpretación de Marx de las crisis de sobreproducción, combinadas con crisis de subproducción, de orden,  mas bien, cualitativo. Ciertamente no llega a explicar su diferencia con el análisis y las tesis de Brenner sobre la crisis de sobreproducción y financiera, de acuerdo a su análisis, que se desplaza, mas bien, en un mediano y en un largo plazo. Crisis que hacen una unidad integral, a pesar de sus diferentes manifestaciones. Lo que dice Dabat queda como una puntualización no sostenida en el debate, que debería ser analítico y comprender exposiciones más estructuradas.

 

Otra cosa interesante en la exposición, que acabamos de ver, es que el mapa de la crisis es diversa, contrastante, hasta contradictoria. Cuando Dabat nos presenta, ya el desencadenamiento de la crisis inmobiliaria, que deriva en el estallido de las burbujas financieras, por lo tanto, en la crisis financiera, cuando  nos presenta la desaceleración de las inversiones en el rubro de la construcción, después su restricción misma, en el contexto de un comportamiento económico notorio tendiente a disminuir las tasas de rentabilidad, incluso hacerlas negativas, nos muestra, paralelamente, que, durante un tiempo, la inversión no residencial, como él llama, siguió subiendo, manteniendo el crecimiento en el rubro y tasas de rentabilidad apropiadas. Entonces el comportamiento económico no es homogéneo, en lapsos apreciables; sólo cuando la crisis se vuelve integral, cuando la crisis financiera irradia a la inversión productiva, entonces no solamente se entra en recesión, sino se amenaza con el desemboque de una crisis orgánica del capitalismo. Esto es precisamente lo que observa Robert Brenner.

 

Ahora pasaremos a la exposición de Robert Brenner; tomaremos en cuenta su libro Turbulencias en la economía mundial. Después de haber hecho el recorrido desde la crisis de sobreproducción del último cuarto de siglo XX, retomando o teniendo como referente, el caso paradigmático  de la crisis de 1929, hasta la crisis financiera de las primeras décadas del siglo XXI, el investigador y teórico, preguntándose sobre la recuperación, comparando la economía de Estados Unidos respecto a la economía japonesa y alemana, en ese periodo, escribe:      

 

¿Hacia la Recuperación? I

 

El curso y la profundidad de la depresión japonesa deben mantenerse en la mira. El nivel más alto de desocupación en Japón durante la depresión ha sido más bajo que el nivel más bajo logrado por EE.UU. durante su boom, en el mismo momento. Entre 1991 -cuando empezó la recesión- y 1996, los salarios reales por hora en el sector manufacturero subieron en 12% en Japón, comparado a un 2% en EE.UU., en expansión. Durante todos los 90, las inversiones japonesas por empleado a seguido superando las de EE.UU. Finalmente, pese a la bien conocida propensión de las empresas japonesas a mantener su mano de obra durante las recesiones, la productividad en la industria manufacturera no ha estado tan mal, creciendo con una tasa promedio anual de 2.7% entre 1991 y 1996, aún con dos años de crecimiento cero (aunque las cifras pueden ser mucho peor fuera del sector manufacturero). Es un hecho que la crisis japonesa ha sido extremadamente seria, en particular porque la recuperación ha sido tan difícil y porque el fracaso de Japón de recuperarse (o peor) pondría en peligro la economía mundial como un todo. Desde 1992, el gobierno ha lanzado repetidas rondas de mayores incrementos en el gasto público, mientras ha continuado reduciendo las tasas de interés. Pero, los efectos estimulantes de la expansión macroeconómica fueron, en cada ocasión, más que equilibrados por el impacto deprimente de una nueva alza del yen. En primavera de 1995, en las postrimerías de la crisis, una fuga fuera del dólar empujó la tasa de cambio del yen a una altura sin precedentes, de 80 por dólar, amenazando la economía con un colapso. Y sólo en este momento, en que los gobiernos del G-3 intervinieron decisivamente para revertir la caída del dólar, durante una década, y forzar a la baja el valor del yen, fue que la economía japonesa empezó a corregirse a sí misma. Aún en ese momento, avanzado el verano de 1995, se requirió el mayor estímulo fiscal en la historia de Japón para mantener el alza en progreso. Por consiguiente, la superación de la larga recesión en Japón, en gran parte ha permanecido cuestionada, con importantes consecuencias para la economía mundial. Tan pronto como el yen empezó a caer, las principales empresas manufactureras de Japón, en general capaces a lo menos de salir sin pérdidas con una tasa de cambio de 100 yen por dólar, fueron exitosas en lanzar una nueva expansión basada en las exportaciones. En parte gracias a las exportaciones y, en parte, como resultado de un paquete de estímulos anterior, Japón disfrutó de una mayor recuperación del crecimiento en 1996. Pero, hacia 1997, el alza cíclica de Japón había perdido su empuje, y las crecientes exportaciones eran incapaces de servir de catalizador para una recuperación sostenida fuera del sector manufacturero. En parte, la atascada recuperación en Japón era claramente atribuible a la política gubernamental, en particular, a la ansiedad del estado por detener el masivo aumento de su endeudamiento. A comienzos de 1997, para empezar a equilibrar las cuentas, el gobierno implementó un importante incremento de los impuestos, pese a las amplias predicciones de que socavaría el naciente resurgimiento de la actividad. Para resumir el problema, el gobierno fue largamente contrario a incurrir en nuevos déficits para poner la economía en marcha, aun cuando iba cayendo a una seria recesión en 1997 y 1998. Es un hecho que la política estatal difícilmente habría tenido un impacto tan negativo si la economía interna tuviera una mayor vitalidad y, antes que nada, una fragilidad menor. Como estaban dadas las condiciones, cuando el gobierno impulsó una reducción en las tasas de interés, en lugar de promover estímulos fiscales, para mantener la economía en movimiento, el consecuente aumento en los préstamos financió no tanto el incremento en las inversiones internas, sino el acelerado flujo de dinero fuera del país y que se destinaba a bonos del Tesoro y acciones de EE.UU. Esto creó una presión a la baja aún mayor sobre el yen, sin hablar siquiera del mercado bursátil japonés. Desde luego, en el pasado, una caída del yen habría sido suficiente para generar una recuperación; porque habría abierto el acceso al inmenso absorbente mercado de EE.UU. Pero, desde los tiempos de la anterior expansión, basada en las exportaciones y propulsada por el yen devaluado, que ocurrió entre 1979 y 1985, Japón había estado obligado a reorientar masivamente su comercio, fuera de EE.UU. y destinado a Asia Oriental. El cambio a Asia, sin embargo, tenía una trampa. Mientras que un dólar creciente respecto del yen habría mejorado automáticamente las perspectivas de las exportaciones japonesas en EE.UU., el alza de las monedas de Asia Oriental respecto del yen podrían perfectamente terminar socavando las perspectivas de las exportaciones japonesas en los mercados de Asia Oriental, porque podría fácilmente minar las perspectivas de crecimiento de estas economías, en gran medida dependientes de sus exportaciones. Cuando el yen cayó, esto fue exactamente lo que ocurrió. Corea y la mayoría de las otras economías de Asia Oriental y Sudoriental inmediatamente tuvieron dificultades al exportar, lo que eventualmente recortó su expansión, con grandes repercusiones para los exportadores japoneses, los inversionistas multinacionales y los bancos de Japón, así como para la economía mundial como un todo[87].

 

En comparación con la economía alemana, expone:

 

Alemania en los 80 y 90: Monetarismo en Aras de las Exportaciones

 

Al igual que Japón, desde comienzos de los 80, Alemania enfrentó barreras sin precedentes para mantener su dinamismo económico. En el curso de los 60 y los 70, ya había encontrado progresivamente mayores dificultades para hacer que diera frutos su forma de desarrollo orientada a las exportaciones. Durante los 80 y los 90, las perspectivas se estrecharon aún más, en cuanto la austeridad fiscal y el ajuste monetario quedaron a la orden del día, en cuanto el mercado, dubitativa pero inexorablemente, seguía su curso ascendente, en cuanto el aumento de la producción y del comercio mundiales caían debajo de sus niveles de los 70 y en cuanto EE.UU. renegaba definitivamente de su compromiso de proveer la demanda necesaria para el crecimiento y la estabilidad económica internacional. En esta situación y respondiendo a lo que consideraban un experimento fracasado del keynesianismo a fines de los 70, las autoridades económicas alemanas, a diferencia de sus contrapartes más intervencionistas (y más aventureras) en Japón, se volcaron resuelta y más o menos permanentemente a su remedio tradicional: conseguir un presupuesto equilibrado y un ajuste monetario relativo.

Tal vez más que nunca antes las perspectivas del crecimiento económico alemán pasaron a depender de retener el aumento de la demanda interna, con el objetivo de mantener bajos los costos y los precios e intensificar la presión competitiva ejercida sobre los productores internos, de modo de espolear la racionalización y los perfeccionamientos, con el interés de promover el aumento de las exportaciones y, a través de éstas, de la inversión. Desde luego, esta política tenía cierta lógica, por cuanto grandes segmentos de la industria manufacturera alemana habían devenido redundantes en términos internacionales y requerían de cierto ordenamiento, racionalización, realce y revisión. Por tanto, las autoridades dejaron que el mercado presionara a la economía por el cambio y que las instituciones capitalistas de Alemania, y en particular que su fuerza laboral sin par, fabricara la transformación requerida. Ahora bien, al someter la economía alemana a tal desafío era difícil esperar una respuesta exitosa, en especial por cuanto las profundas raíces del problema no eran en modo alguno mayormente alemanas, sino que residían fundamentalmente en el exceso de capacidad y en la sobreproducción en la industria manufacturera, que afectaba al conjunto del mundo capitalista avanzado. La política gubernamental sin duda era exitosa en asegurar su objetivo inmediato: el control de costos y precios, pero la deflación resultó no ser de por sí una panacea.

 

¿Crecimiento a través del Estancamiento?

 

La recesión alemana de inicios de los 80 fue precipitada, con mucha similitud a la de 1974 -75, por una combinación de galopantes precios del petróleo y un vuelco internacionalmente coordinado hacia un ajuste monetario. Golpeó muy fuertemente a la economía alemana, que se encontraba en la cima de su boom deficitario. Durante los tres años de 1980, 1981 y 1982, la utilización de la capacidad descendió abruptamente, el incremento anual promedio del PIB cayó a 0% y la tasa de ganancia en la industria manufacturera, si bien no fuera de ésta, disminuyó a niveles muy bajos, en promedio en un 50% por debajo de su nivel de 1979. Pero, con el fin de la recesión, las autoridades no desistieron de su objetivo de 'finanzas sanas'. No sólo fracasaron en ablandar significativamente la oferta de crédito antes de 1987, sino que también redujeron el déficit presupuestario como fracción del PIB de 3.1% en 1980 a 1.1% en 1985. Mientras tanto, con los déficits y el endeudamiento récord del gobierno de EE.UU., de un lado, y el ajuste crediticio en curso impuesto por la Reserva Federal de EE.UU., del otro lado, las autoridades de EE.UU. indujeron en una escala mundial tasas de interés radicalmente más altas, y Alemania vio como sus tasas reales de interés subían de un promedio de cerca de 2.5% en los 70 a un promedio de 5.1% en los años 1980-84, inclusive, y de 4.1% para los años 1985-89, inclusive.

Bajo la presión, primero, de la recesión y, luego, de la política macroeconómica restrictiva, la economía ciertamente sostuvo una reducción mayor en el incremento de los costos. Con un aumento de la producción que no pudo superar el 2% en ningún año anterior a 1986, los manufactureros fueron capaces de reducir el aumento promedio anual de los salarios nominales a 4.1%, entre 1982 y 1990, de 8.4%, entre 1973 y 1979. Por este medio, limitaron el aumento promedio anual del salario real y del salario producto en esos años a 2.4% y a 0.6%, respectivamente, de 3.7% y 4.0%, respectivamente, entre 1973 y 1979. En este contexto, la inflación fue en alto grado puesta bajo control, y el índice de precios al consumidor descendió de 6.2% en 1981 a 0.6% en 1987 y 1.3% en 1988. Ahora, la racionalización y la reducción de tamaño [downsizing] transcurrían rápidamente, aportando, en los hechos por sí mismas (con el beneficio de un bajo aumento de las inversiones), cierto incremento de la productividad, mediante la reducción de plantas obsoletas y el despido de mano de obra. Entre 1979 y 1985, al igual que en el período similar de crisis entre 1970 y 1975, la mano de obra manufacturera disminuyó precipitadamente, en 10.2% en términos de horas. Entre 1982 y 1990, el crecimiento promedio anual de los costos unitarios de mano de obra en la industria manufacturera alemana disminuyó en más de la mitad, a 2.1% de 4.8% entre 1973 y 1979. Sobre la base de estas reducciones en el crecimiento de los costos, hacia fines de la década, el incremento en las exportaciones fue exitoso en promover una nueva alza cíclica y en lograr que la economía volviera al uso pleno de la capacidad instalada. Pero, el crecimiento de las exportaciones no podía restablecer de modo duradero el dinamismo de la economía. En 1989, el retorno al uso pleno de la capacidad fue acompañado, por eso, con una tasa de desempleo de 8.4%, casi el doble de la tasa de 4.8% que prevalecía a fines de los 70. La razón estaba en que, en dicho período, el crecimiento del stock de capital en la industria manufacturera casi se había detenido. El incremento en las exportaciones era insuficiente para revitalizar la economía por la simple razón de que no podía estimular el mayor crecimiento en la acumulación de capital. El aumento del stock de capital manufacturero, ya abruptamente reducido en los 70, cayó significativamente más, a una tasa promedio anual de sólo 1.4% entre 1979 y 1990, del ya bajo 2.0% entre 1973 y 1979. Por consiguiente, no es una sorpresa que el crecimiento de la productividad de la mano de obra manufacturera también disminuyera, con una tasa de variación promedio anual de menos de 2.0% entre 1979 y 1990, comparado a 3.45% entre 1973 y 1979. Durante este período, Alemania tuvo la menor tasa de variación de la productividad de la mano de obra manufacturera entre las economías del G-7, excepto Canadá. Dada la intensidad de la competencia internacional, a menos que el crecimiento de la productividad pudiera aumentar significativamente, la industria manufacturera alemana no podía incrementar suficientemente su competitividad para fundamentar un boom real en las exportaciones. Pero la trampa estaba en que no había como aumentar el crecimiento de la productividad sustancialmente, porque las perspectivas de elevar la rentabilidad a través de las exportaciones estaban lejos de ser bastante promisorias como para estimular suficientemente el aumento de las inversiones. En los 1984 y 1985, por cuanto el estímulo de la economía de EE.UU. bajo Reagan alcanzó su cima, las exportaciones, al igual que en Japón, crecieron de manera impresionante, en una tasa promedio anual de 7.9%. Pero, este boom no podía durar, pues estaba impulsado por una combinación de déficits en EEE.UU. y un dólar alto, y por las restricciones macroeconómicas alemanas y un marco bajo. Desde luego, la demanda interna alemana estaba intencionalmente limitada, para mantener los precios bajos. Pero, precisamente porque esta política 'funcionaba', no podía dejar de provocar una nueva rueda de superávits fiscales en Alemania y de déficits en EE.UU. Por tanto, pronto se materializó una presión al alza sobre el marco alemán y en 1986-87 y 1990, después del Acuerdo del Plaza, la moneda alemana se apreció abruptamente, elevándose su tasa de cambio real en una tasa promedio anual de 4.6% entre 1985 y 1990. Por cuanto el incremento salarial no podía, por el momento, ser reducido aún más, y el aumento de la productividad no podía ser elevado más rápido, la industria manufacturera alemana tuvo que absorber casi todos los aumentos de costos causados por la apreciación de la moneda, y sus costos unitarios relativos en mano de obra, en términos internacionales, subieron en aquellos años en una tasa promedio anual de 4.2%. Como es habitual, los productores alemanes se aferraron a su línea de mantener bajos los aumentos en los precios de exportación, de modo de mantener el crecimiento en las exportaciones, en realidad reduciendo los precios de exportación, en términos de marcos, en una tasa promedio anual de 1.1% entre 1985 y 1990. Esto era sin duda necesario para mantener y elevar las ventas, pero obviamente también era en gran parte culpable por el ajuste en la rentabilidad de las exportaciones y, por tanto, de la industria manufacturera. Aun así, los beneficios en el aumento de las exportaciones mediante la restricción de los precios, no eran del todo significativos.

En 1987-88, bajo el estímulo de una expansión internacional alimentada por un dinero universalmente fácil, una gran caída en los precios del petróleo y por la apertura del mercado hacia el Este, con la unificación alemana, las exportaciones nuevamente explotaron hacia fines de la década, creciendo 10% y 11%, respectivamente en 1989 y 1990. Es más, durante la década de los 80, Alemania incrementó ligeramente su proporción en la industria manufacturera del OCDE y en las exportaciones mundiales. Sin embargo, sigue siendo un hecho que, entre 1979 y 1990, el aumento en las exportaciones promedió sólo un 5.3% anual, e incluso entre 1985 y 1990 no subió en más de 5.5% anual. Estas cifras no eran significativamente superiores a las de los años 70 y constituían entre un tercio y la mitad de las de los años 60, y esto no es sorprendente, pues la tasa de crecimiento del comercio mundial seguía siendo, al igual que en los 70, la mitad de lo que había sido en los años 1960-73, y la tasa de ganancia manufacturera en las economías del G-7, consideradas en su conjunto, permanecían en más de un tercio por debajo de su, ya bastante reducido, nivel de fin de los 70. No era, pues, sólo el secular aumento relativo de los costos de producción alemanes, en términos internacionales, sino también el continuo exceso de capacidad y la sobre-producción en una escala mundial, los que definían las perspectivas de la rentabilidad y, por consiguiente, de las inversiones en la industria manufacturera en Alemania como claramente magras. La contraparte del estancamiento de las inversiones manufactureras en casa fue la explosión de las inversiones en el exterior. Hasta 1985, las inversiones directas alemanas en el exterior habían sido estables, cerca de 10 mil millones de marcos al año, y largamente compensadas por un flujo inverso de inversión extranjera en Alemania. Pero, después del Acuerdo del Plaza, en sólo cinco años entre 1985 y 1990…..? 30 mil millones de marcos, mientras que las inversiones en Alemania desde el extranjero quedaban estancadas. No podía ser más obvio que la economía carecía de oportunidades de inversión rentable en la industria manufacturera interna.

Es evidente que el problema que enfrentaba la industria manufacturera alemana era fundamentalmente sistemático, inherente al estado de la economía manufacturera mundial y a la forma en que Alemania se relacionaba con ésta, y se debía no sólo al estancamiento de la rentabilidad manufacturera a un bajo nivel y al aumento de las inversiones en el exterior, sino también al dinamismo relativo de la economía no-manufacturera. La rentabilidad manufacturera había disminuido abruptamente en la recesión de 1979-83 y, hacia fines de los 80, escasamente había recuperado sus niveles de fines de los 70, previos a la recesión, cuando ya era un 10% inferior a su muy reducido nivel de 1973. Pero, la rentabilidad no-manufacturera -que ya hacia fines de los 70 había superado ligeramente su nivel de 1973 y que escasamente había descendido durante la recesión de 1979-83- a fines de los 80 había recuperado su nivel de 1973 y hacia 1990 ya había crecido un 15% por sobre éste, acercándose a su nivel de fines de los 60.

Como parte del mismo proceso, entre 1979 y 1990, el stock de capital no-manufacturero creció casi tres veces más rápido que el stock de capital en la industria manufacturera. ¿Qué provocaba esta diferencia? Al igual que en el sector manufacturero, el crecimiento fuera de éste se redujo abruptamente durante los 70 y los 80. Entre 1982 y 1990, el salario real y el salario producto aumentaron, respectivamente, en tasas promedio anuales de 1.4% y 1.25%, comparado a 2.2% y 1.6%, respectivamente, entre 1973 y 1979, y a 5.65% y 4.05%, respectivamente, entre 1960 y 1973. Pero, por cuanto los productores fuera del sector manufacturero eran inmunes a la presión desde abajo de los costos relativos resultantes de la revaluación del marco y de la presión desde arriba sobre los precios de la competencia internacional, podían seguir explotando la limitación del crecimiento salarial de un modo en que los empresarios manufactureros no podían hacerlo. Si mantuvieran la tasa de crecimiento de las inversiones, podrían elevar el aumento de la productividad por sobre el incremento del salario producto, y de esta manera empezar a recuperar su tasa de rentabilidad. Y esto es exactamente lo que hicieron. Entre 1982 y 1990, los empresarios no manufactureros elevaron el crecimiento promedio anual de su stock de capital en más de dos veces en relación al de los manufactureros, en un 3.6% comparado a un 1.7%. La productividad laboral no-manufacturera creció en una tasa promedio anual de 2.85%, comparado a 2.1% en el sector. La recuperación de la rentabilidad en el sector de servicios era probablemente bastante superior que la del sector no-manufacturero en general, pues este último incluye también la construcción, la minería y las industrias de servicios públicos [utilities], y todas ellas enfrentaron, durante los 80, dificultades de diverso grado manufacturero, pese a la mayor dificultad inherente de subir la productividad fuera que dentro de la industria manufacturera. Por consiguiente, los empresarios no-manufactureros eran capaces de elevar consistentemente su proporción en las utilidades y, por tanto, también su tasa de ganancia. Si el principal problema de los industriales manufactureros hubiera sido la fuerza de los trabajadores y la presión del aumento salarial respecto al incremento de la productividad, éstos también habrían podido seguir la misma ruta. El hecho de que no lo hicieran es una indicación adicional de que éste lejos no era el principal problema que enfrentaba el sector manufacturero.

Hacia los años 1989-92, el constante aumento de la rentabilidad no manufacturera había hecho una gran contribución a la recuperación de la rentabilidad en la economía como un todo. En esos años, la tasa de ganancia en el sector privado de la economía subió, por primera vez desde inicios de la larga depresión, de nuevo a su nivel de 1973, e incluso lo superó ligeramente. No obstante, la recuperación de la rentabilidad en la economía alemana, fuera del sector manufacturero, fue limitada en su capacidad para dinamizar la economía alemana. Por sobre todo, era insuficiente para contrarrestar la aún muy reducida tasa de ganancia y la muy reducida vitalidad económica en la industria manufacturera, de tal modo que, aunque presentaba una mejora significativa, el nivel de rentabilidad del sector privado en 1973 seguía estando entre un quinto y un tercio más bajo que, respectivamente, en la segunda y en la primera mitad de los 60. Es más, el mismo ajuste macroeconómico que ayudó a reducir el crecimiento salarial y a elevar la tasa de ganancia contribuyó significativamente a aumentar la tasa real de interés y, por este medio, a socavar el impacto del alza en la rentabilidad; efectivamente, el aumento de 2.5% de las tasas de interés reales en la segunda mitad de los 80 respecto a la segunda mitad de los 70, redujo la tasa real de ganancia del sector privado de la economía como un todo y del sector no-manufacturero en 15% y 12%, respectivamente. Por tanto, pese a la marcada recuperación de la rentabilidad no manufacturera y la del sector privado durante los 80, los stocks de capital en los sectores no-manufacturero y privado crecieron, respectivamente, 18.5% y 20% más lento entre 1979 y 1990 que entre 1973 y 1979. Por el mismo motivo, el incremento de la fuerza laboral del sector servicios, en 17.2% para la década de los 80, fue 25% más lento de lo que había sido en la década de los 70, y era insuficiente para evitar que el desempleo aumentara abruptamente. Por tanto, mientras las sanas finanzas de las autoridades alemanas, en esos años, contribuían significativamente a una recesión moderada de las excesivamente extensas líneas manufactureras alemanas, también trababan la entrada de medios de producción a otras líneas.

Durante el curso de los 80, la mano de obra del sector privado aumentó en unas escasas 311.000 personas, y el aumento del sector de servicios en 1.146.000 fue difícilmente suficiente para compensar la reducción en 390.000 personas en la agricultura, 398.000 en la industria manufacturera, 206.000 en la construcción y 21.000 en la minería y en los servicios públicos [utilities]. Entre 1982 y 1990, apareció en Alemania, por primera vez desde fines de los 40, lo que podría llamarse desempleo masivo, con una tasa promedio en esos años de 8.5%, el doble de lo registrado en la segunda mitad de los 70.

 

La Crisis de la Industria Manufacturera Alemana

 

Las dificultades estructurales que el sector manufacturero alemán no había podido superar fueron encubiertas por el corto boom a fines de los 80 y comienzos de los 90. En este corto período, entre 1988 y 1991, no sólo crecieron las exportaciones, sino que también se dispararon las inversiones, y el aumento del stock de capital empezó a acelerarse desde su bajo nivel. Sin embargo, cuando las condiciones que habían puesto el boom en marcha resultaron ser efímeras, la economía alemana volvió al estancamiento y a una situación aún peor. Desde fines de 1987 hasta la última parte de 1988, los países capitalistas avanzados hicieron todo lo posible para evitar que el crash de Octubre 1987 no causara una crisis de liquidez, anegando la economía mundial con créditos. Pero, cuando a la brevedad el peligro de colapso pasó, repentinamente se distanciaron de su postura expansionista. En poco tiempo, a mediados de los 90, la economía de EE.UU. entró en una corta pero abrupta recesión, que redujo aún más el incremento de la demanda. En 1990 y 1991, las enormes transferencias de recursos de la Alemania Occidental a la Oriental, que acompañaron la unificación, inyectaron a las empresas de Alemania Occidental un gran dinamismo, bombeando la demanda por sus bienes. No obstante, hacia 1991, se había activado una reacción compensatoria. En ese año, las autoridades alemanas recortaron el gasto y elevaron los impuestos, para contrarrestar los efectos inflacionarios de los grandes déficits fiscales que habían financiado los subsidios a Alemania Oriental[88].

 

El análisis continúa:

 

Al igual que en los 70, FIRE [los sectores de finanzas, seguros y bienes raíces] acusaron casi todo el crecimiento en el sector del empleo en los años 80. Y una vez más, por cuanto la fuerza del movimiento obrero alemán impidió aquella suerte de incremento radical en la dispersión salarial que ocurrió en EE.UU., el empleo no podía expandirse en los servicios de baja productividad y bajos salarios. En realidad, el empleo en el comercio minorista y mayorista cayó 6.6% entre 1980 y 1986, extenso período de altas tasas de interés para asegurar una estabilidad a largo plazo. El alza de las tasas de interés tuvo un doble efecto depresivo: primero, limitaron aún más el crecimiento en Europa, contrayendo el mercado para los productos alemanes en el mismo momento en que el estímulo de Europa oriental empezó a menguar; segundo, llevó a una apreciación del marco. Por tanto, una vez más, las autoridades alemanas intentaron, a través de la probidad macroeconómica, mantener los precios bajos en interés de la estabilidad y exportaciones más baratas, pero terminaron socavando la competitividad alemana. Para hacer peor las cosas, por cuanto el boom se había intensificado, los salarios alemanes finalmente empezaron a crecer con rapidez, para compensar los muchos años de muy bajo crecimiento. La economía alemana encaró, pues, nuevamente el problema de altos costos relativos en términos internacionales, en condiciones de un exceso de capacidad y sobreproducción en el sector manufacturero de todo el sistema, y entró en su peor y más larga recesión desde 1950. Entre 1991 y 1995, el PIB creció en una tasa promedio anual de sólo 0.9%.

Con el regreso a la austeridad en casa, la economía alemana fue lanzada, desde 1991, a su dependencia estándar de las exportaciones para mitigar la recesión y asegurar su recuperación en condiciones aún más difíciles que antes. El problema principal consistía, como antes, en que los inversionistas seguían dudando de la habilidad de significantes segmentos de la industria manufacturera alemana para obtener ganancias a través de las exportaciones. Por tanto, cayó el incremento del stock de capital, disminuyó el uso de la capacidad instalada y languideció el aumento de la productividad, creciendo en una tasa promedio anual de sólo 1.5% entre 1991 y 1995. Al mismo tiempo, en parte como efecto de las altas tasas de ganancia que habían sido impuestas para mantener bajos los costos internos, la tasa de cambio real del marco subió en una tasa promedio anual de 4%. Por cuanto el sector manufacturero era totalmente incapaz de aumentar las inversiones, para reducir los costos, contrarrestando de esta manera el alza de la moneda, los costos unitarios relativos en mano de obra crecieron aún más rápido que la tasa de cambio, en una tasa promedio anual de 5.35%. Los manufactureros de Alemania Occidental, una vez más, intentaron mantener las ventas en el exterior reprimiendo el aumento de los precios, los que subieron en una tasa promedio anual de sólo 1.5%, entre 1991 y 1995, bastante menos que el aumento de los costos. Aun así, las exportaciones cayeron un 0.3% en 1992, y luego volvieron a descender en 4.7% en 1993, de modo que, hacia 1995, estaban sólo 6% más arriba de su nivel de 1991. En este último año, la proporción de Alemania en las exportaciones mundiales bajó 10.4%, de 12.1% recién en 1990 y de 12.4% en 1987. La combinación de austeridad interna y la crisis en las exportaciones facilitó el reconocimiento del sector manufacturero alemán. La economía alemana, desde luego, había mantenido por virtud de su éxito exportador un sector manufacturero extremadamente grande, que constituía cerca del 40% de la producción y de la mano de obra, hasta 1970. Esto se había dado, en parte, sobre la base de su fuerte competitividad manufacturera en un período de creciente demanda por los bienes en que se especializaba; en parte, sobre la base de la creciente subvaluación de su moneda. Pero con el aumento de los costos relativos en Alemania, en especial desde 1969, se socavaba la viabilidad de una porción cada vez mayor de la fuerza productiva de este sector. En los años de crisis, que culminaron con el embargo petrolero desde comienzos a mediados de los 70 y, de nuevo, en los años de crisis de 1979-85, la industria manufacturera alemana perdió, respectivamente, 18.4% y 10.25% de su fuerza de trabajo (en términos de horas).

La profunda recesión de los 90 inauguró otra fase más en este proceso de cercenar y recortar. Empezando en 1990, en que la tasa de ganancia manufacturera había crecido sólo hasta su nivel de fines de los 70 (cuando era un 30% más bajo que su ya reducido nivel de 1969), ésta cayó en tres cuartos hacia 1993. Es más, hacia 1995, parece haberse recuperado a no más del 50% o 60% de su nivel de 1990. Con una rentabilidad manufacturera tan deprimida, el aumento del stock de capital en la industria manufacturera promedió un 0.4% para 1992 y 1993 (los últimos años de los que se dispone de antecedentes), mientras que las inversiones cayeron 7.75% y 23.7%, respectivamente, en esos años. Hacia 1995, el nivel de producción manufacturera era un 10% inferior al de 1991 y, en los años intermedios, la fuerza de trabajo manufacturera había disminuido en un 16%. No podía estar más claro que la crisis se radicaba en el sector manufacturero, y esto se evidenciaba en el rápido aumento de la inversión extranjera directa, en curso, y el relativamente decente desempeño del sector no-manufacturero. Después de llegar a su máximo en 1992 -un pleno 23% sobre su nivel de 1973 y cerca de su nivel de mediados de los 60- la rentabilidad no-manufacturera parece haber caído en sólo una baja proporción y era, hacia 1995, casi un 11% más baja que su nivel de los inicios de los 90.139139 Es evidente, que la inmunidad de los productores no-manufactureros a la competencia internacional les seguía dando un respiro que era típicamente inaccesible a sus contrapartes en el sector manufacturero.

 

¿Hacia la Recuperación? II

 

Al igual que a la economía japonesa, el precipitado incremento de la moneda a comienzos de 1995, lanzó a la economía alemana a nuevas profundidades, mientras que su caída posterior, en gran parte efectuada por la intervención común de los gobiernos de Alemania, Japón y EE.UU., permitía una nueva alza cíclica. No obstante, otra vez al igual que en Japón, mientras que las exportaciones respondían rápida y vigorosamente a la devaluación, la economía lamentablemente fracasó en responder a las exportaciones, y no se debe buscar muy lejos para encontrar la razón. Aun cuando el sector manufacturero empezaba a revivir, continuó rápidamente la racionalización de la industria y la reubicación de producciones en el extranjero, mientras no se materializaba un nuevo boom en las inversiones. 'Las compañías, enfrentadas a altos costos en casa y a una fuerte competencia desde fuera, se descentralizaron, desarrollaron inversiones en el extranjero y aplicaron técnicas de ajuste', mientras intentaban revisar radicalmente los acuerdos tradicionales de negociación colectiva. Sólo en 1996, el sector manufacturero despidió a otro 4% de su fuerza de trabajo (en términos de horas), y en 1997, en gran parte como resultado del estrechamiento del sector manufacturero, el desempleo en Alemania Occidental creció a cerca del 10%, un récord de posguerra[89].

 

En la parte final del apartado, se dice:

 

El hecho de que en 1996 los salarios promedio por hora de los obreros industriales alemanes eran de US$ 31.87, comparados a US$ 17.74 para sus contrapartes en EE.UU., da una cruda idea de lo que enfrentaba el sector manufacturero alemán. En cualquier caso, mientras que las perspectivas para la industria manufacturera alemana parecían mejorar a medida que avanzaba el ajuste, no se puede decir lo mismo respecto a la economía de ese país como un todo. En pocas palabras, la economía alemana estaba aún en el proceso de ajustarse y resolver el problema del exceso de capital y la sobreproducción internacional manufacturera, que abarcaban todo el sistema, y que después de un cuarto de siglo quedaba por superar[90].

 

 

Como se puede ver, Brenner nos presenta secuencias de los indicadores macroeconómicos o componentes de la estructura macroeconómica, secuencias entrelazadas o imbricadas, que se inciden mutuamente. También vemos a sectores, relativamente independientes, que, en todo caso, en medianos plazos, terminan de afectarse mutuamente, pues forman parte de una misma dinámica económica. Sabemos que el contexto es de crisis combinada y compuesta de mediano y largo plazo, crisis de sobreproducción y crisis financiera, mediada por la crisis inmobiliaria. Lo que importa es observar el comportamiento interno de las variables, de las tendencias de las variables, de las tendencias de los movimientos, representados por las curvas gráficas, sobre todo averiguar el impacto de los ritmos y niveles de la rentabilidad en el crecimiento económico, en el PIB, en lo que respecta al amortiguamiento de los efectos de la crisis, en lo que llama Brenner, la recuperación.

Después de esa descripción tan minuciosa, además de comparativa entre tres grandes economías, de peso específico en la economía mundial, después de seguir al detalle la incidencia de las variables económicas dentro del cuadro económico de cada país, después de observar la incidencia de lo que pasa en una economía y sus repercusiones en otra economía, podemos observar que Brenner nos lleva a la conclusión que tal recuperación no aparece en el horizonte, por lo menos como recuperación prolongada, aunque se den recuperaciones coyunturales, incluso recuperaciones en periodos medianos.

 

Esta conclusión se encuentra en el Capítulo quinto del libro citado. El análisis y la conclusión de este capítulo es el siguiente:

 

Capitulo quinto. ¿Recuperación de la rentabilidad?

 

Desde la victoria del Reaganismo-Thatcherismo a fines de los 70, el capital ha profundizado enormemente su dominio, en especial en EE.UU. El aumento de los salarios ha sido reprimido eficientemente. La austeridad fiscal, combinada con un crédito ajustado, ha provocado una deflación mundial. Los ricos se han beneficiado de varias ruedas de reducción de impuestos. Industria tras industria ha sido desregularizada para debilitar los sindicatos que se habían beneficiado de sus precios, anteriormente administrados. El flujo global de los capitales se ha ido destrabando progresivamente de manera que las corporaciones multinacionales y los bancos pueden recorrer mejor el mundo en búsqueda de las ubicaciones más rentables para sus actividades. Las finanzas han sido desencadenadas para crear nuevos medios barrocos de exprimir más dinero del dinero. Los brutales programas de estabilización del Banco Mundial y del FMI han sido aceptados como una biblia. Y más aún, los regímenes estatistas de la ex Unión Soviética y de Europa Oriental han colapsado, y China ha tomado un camino capitalista. Sin embargo, pese a todo esto, las cosas no funcionan suavemente para el capitalismo. Irónicamente, se ha dado una fuerte correlación entre el grado en que el capital ha seguido su rumbo y el grado en que el desempeño de las economía capitalistas avanzadas se han deteriorado, ciclo tras ciclo, desde los 60. Durante esa década, cuando movimientos obreros ostensiblemente súper fuertes, abultados estados de bienestar y gobiernos híper-reguladores llegaron al máximo de su influencia, el boom global económico alcanzó sus cimas históricas. Desde ese momento, a medida que la medicina neoclásica se ha administrado en dosis cada vez más fuertes, la economía se ha desempeñado establemente menos mejor. Los 70 fueron peores que los 60, los 80 fueron peores que los 70 y los 90 han sido peores que los 80. Hablando sólo de resultados, y no de las perspectivas, la larga depresión ha seguido desafiando a los remedios capitalistas. Enfrentada a esta débil trayectoria, la teoría económica dominante ha recurrido a su teoría estándar de última instancia, pero ahora en su forma más pura. Durante muchos años, los economistas del lado de la oferta ubicaban la fuente del estancamiento secular en la crisis de productividad, que ellos atribuían a la flojera y a la resistencia de obreros rebeldes e indisciplinados, animados por la red de seguridad social, quienes precipitaron y perpetuaron la larga depresión al negarse a reducir el incremento de sus salarios en la misma proporción que la reducción de la producción por persona. Pero, con una depresión que se ha prolongado hasta mediados de los 90 y con sólo pocos signos de recuperación, los economistas ortodoxos -con pocas posibilidades de no reconocer en qué medida se ha reducido el poder de los trabajadores durante las últimas dos décadas, y que pocos efectos positivos sobre la economía ha tenido esta reducción- han abandonado sus versiones sociologizadas y politizadas del maltusianismo y han retornado a sus versiones más clásicas. La economía no ha crecido con mayor vigor, muchos de ellos sostiene ahora, porque su potencial tecnológico, en gran parte esta exhausto. En vísperas de la larga depresión, a fines de los 60 y a comienzos de los 70, la ortodoxia económica, siempre aún dominada por la síntesis neoclásica keynesiana, no veía razones por que la Era de Oro de crecimiento y prosperidad de posguerra no podía continuar para siempre. Por cuanto el único problema potencial para la expansión en curso era la insuficiencia de la demanda agregada y por cuanto la demanda agregada siempre podía ser subsidiada (y presumiblemente reducida cuando fuera necesario controlar la inflación), no había razones para dudar que la economía podría seguir dinámica para siempre. Los científicos y tecnólogos, apoyados por gastos cada vez mayores en investigación y desarrollo, proveerían una cantidad infinita de posibilidades tecnológicas; los capitalistas, seguros de que los mercados crecerían, adaptarían estos descubrimientos a la producción y las implementarían cada vez más rápido. Como la OCDE expresó esta sabiduría en su informe de comienzos de los 70: 'la explotación industrial y comercial del cuerpo existente de conocimiento científico y técnico seguirá generando aumentos en la productividad por un largo plazo en el futuro. Sin embargo, hoy en día la ortodoxia económica ha cambiado para adoptar precisamente el punto de vista opuesto. Después de un cuarto de siglo marcado por un crecimiento tortuga de la inversión, de la productividad y de los salarios, por crisis cíclicas más severas, alzas cíclicas más débiles y un desempleo galopante, los economistas de la tendencia dominante ya no pueden siquiera considerar la posibilidad -a diferencia de lo que podían sus antecesores del tiempo del boom- de que la maximización individual de la ganancia y los mecanismos competitivos del mercado que impulsan la economía capitalista sean responsables de los problemas económicos seculares. El que el sistema capitalista pueda, por su propio modi operandi, realmente engendrar crisis y depresiones largas, si bien no permanentes, así como largos booms, sería simplemente impensable, pese al hecho de que las crisis y las depresiones largas han sido crónicas, si bien no cíclicas, durante toda la historia del capitalismo, desde comienzos del siglo XIX. De acuerdo con el nuevo y purificado consenso maltusiano, la economía demostraría ser dinámica a comienzos del período de posguerra y estatizante en el período posterior por razones exógenas, esencialmente tecnológicas.

A comienzos de la época de posguerra, la economía atravesaría por un boom porque los inventarios de conocimientos científicos no empleados habrían permitido tasas de crecimiento de la productividad prematuramente altas de parte tanto de los seguidores como de los líderes; pero, a medida que estos inventarios fueron usados, el crecimiento de la productividad se habría vuelto más lento. La depresión larga, por tanto, no habría representado la crisis del capitalismo, ni la manifestación de problemas económicos subyacentes, sino simplemente, el regreso a la norma tecnológicamente determinada, después de un período de dinamismo anormal. El líder, EE.UU., inicialmente se aprovechó del cúmulo de aparentemente poderosas técnicas que no se habían usado durante la Gran Depresión, pero a medida que las iba utilizando, su crecimiento se desaceleró. Las economías que lo seguían en Europa y Japón, inicialmente, disponían de la enorme plataforma de tecnologías que aún no usaban, pero que ya estaban en uso en EE.UU., y las utilizaron para hacer posibles sus booms de posguerra. A medida que se acercaban al líder, su crecimiento desde luego fue retrocediendo a la 'tendencia secular'. Efectivamente, como concluyen los proponentes de este punto de vista: 'si se mira en una perspectiva secular amplia, lo que exige explicación...parece ser no tanto la desaceleración de los 70, como el arrebato de crecimiento de las dos décadas anteriores.

Sobre la ostensible premisa de que la economía de EE.UU. ahora puede crecer en una tasa máxima anual de 2.5%, la Reserva Federal impuso un ajuste monetario permanente, y es literalmente animada a actuar así por los principales economistas de la tendencia dominante, quienes urgen a la Reserva Federal a no rendirse ante los políticos irresponsables, los sindicatos y los publicistas que exigen créditos más blandos y subsidios estatales a la demanda en aras de altas tasas de crecimiento imposibles de asegurar.

Vivimos en el mejor de los mundos posibles, nos dicen estos economistas, salvo que no es tan bueno como pensábamos que sería. Debe decirse, que no todos los elementos del establishment político e intelectual están totalmente satisfechos con este pronóstico Panglosiano. Defensores del libre mercado, más de derecha y menos aislados políticamente, no pueden aceptar un apoyo tan limitado del capitalismo. Después de todo, se suponía que la implementación del Thatcherismo-Reaganismo, que obtuvo una filípica ideológica y material masiva con la caída del comunismo, desataría energías previamente retenidas por altos impuestos, mercados laborales inflexibles, un estado de bienestar demasiado grande y demasiada regulación estatales de los negocios. Sin embargo, si después de dos décadas de reducciones salariales, recortes tributarios, disminuciones en el incremento del gasto social, desregulación y 'sanas finanzas', la aún menos entrabada economía de 'libre mercado' es incapaz de desempeñarse siquiera a la mitad de su nivel de los 60, podría haber alguna razón para cuestionar el dogma de que mientras más libre sea el mercado, tanto mejor el desempeño económico. Incapaz de admitir los escasos resultados alcanzados hasta aquí por casi dos décadas en la montura de regímenes con políticas pro-capitalistas, que difícilmente podrían ser aún más profundas, los publicistas encargados de The Economist y The Wall Street Journal, así como los analistas de negocios, con distintos colores políticos, señalan los impresionantes adelantos en la ciencia y en la tecnología que sin duda han tenido lugar en las últimas décadas y concluyen que el crecimiento y la productividad tienen que haber ocurrido con ritmos muy rápidos, en especial en el modelo del libre mercado, la economía[91].

 

 

Como se puede observar, a pesar del aparente despegue de la economía, mediante la implantación de políticas rigurosas, disciplinares, de ajuste, a pesar de gozar de la predominancia “ideológica” neoliberal, después de la caída de los Estados socialistas de la Europa Oriental, el despegue fue momentáneo, por lo tanto no fue despegue, sino tan sólo una oscilación. Los comportamientos económicos coyunturales y de lapsos medios volvieron a sus tendencias estructurales del largo plazo. Brenner continúa el análisis:

 

El lento crecimiento de la producción y, por tanto, de la productividad, concluyen, es un artificio estadístico, resultante de la inhabilidad de medir acertadamente el producto nacional, en especial en el sector de servicios, donde el crecimiento de la producción es notoriamente difícil de calcular. Los representantes de cada una de estas posiciones, tanto la de los economistas como la de los publicistas, tienen importantes observaciones que hacerse recíprocamente. Pero, sus puntos centrales están mal emplazados. Ambas confunden el efecto con la causa, por cuanto ambas ignoran completamente la crisis de largo plazo de la acumulación del capital, manifestada en el casi universal y radical descenso en el aumento de los stocks de capital -que a su vez se deriva de una crisis de rentabilidad en el sector manufacturero- y que ha estado en la base no sólo del abruptamente desacelerado crecimiento de la producción y de la productividad, sino también de la inestabilidad cíclica y de la elevada desocupación.

 

I.           La Larga Depresión y la 'Tendencia Secular'

 

Los publicistas del resurgimiento capitalista pisan tierra firme cuando cuestionan a los economistas de la tendencia dominante porque consideran despreocupadamente que la abrupta caída en el crecimiento de la productividad después de 1973, y en términos más generales, que el cuarto de siglo de depresión económica, es un regreso a la normalidad, una expresión de que los anormalmente elevados potenciales tecnológicos de posguerra estarían exhaustos y se estaría retornando a una supuesta 'tendencia secular'. La misma idea de un ritmo de crecimiento 'normal' del capitalismo, al que supuestamente debe retornar la economía, como si fuera un punto de equilibrio, en el mejor de los casos, parece ser especulativa, tomando en cuenta los largos períodos de crecimiento ya sean fuertemente superiores o fuertemente inferiores al promedio, que han marcado toda la historia capitalista, así como las extraordinarias transformaciones en las condiciones del desarrollo del capitalismo durante el último siglo o siglo y medio, hasta el boom del primer cuarto de siglo posterior a la Segunda Guerra Mundial, ¿por qué debiera esperarse el regreso a un 'promedio' entre 1973 y el presente? Más aún, dados los extraordinarios cambios cualitativos que han ocurrido en las economías capitalistas avanzadas durante el último siglo - respecto a la naturaleza del conocimiento científico y técnico, al tamaño de la agricultura y de la pequeña empresa, al nivel del crecimiento demográfico, al papel y al lugar del estado en la economía, a la naturaleza de las empresas, al nivel de la educación de la fuerza de trabajo, y a los niveles del gasto en investigación y desarrollo (sólo para mencionar algunas de las variables más importantes)- ¿por qué debiéramos esperar que la economía tendiera a algo como a una constante, o 'tendencial', tasa de crecimiento? Lejos de parecer lento y estancado, el progreso científico y técnico del último cuarto de siglo da a muchos analistas la impresión de haber sido tan rápido como antes. No es fácil determinar el nivel del potencial tecnológico en una coyuntura determinada, o la tasa de perfeccionamiento en la tecnología durante un período de tiempo establecido. Sin embargo, todos los patrones necesariamente burdos con que se mide el cambio técnico en prácticamente todos los estudios sistemáticos apuntan en la dirección de que se han mantenido los niveles anteriores de perfeccionamiento durante toda la larga depresión, y prácticamente ninguno apoya la conclusión opuesta. La continuidad del cambio técnico y la discontinuidad en la habilidad de aprovecharlo, que ha tenido lugar desde que apareciera el exceso de capacidad y la sobreproducción en la industria manufacturera, la consecuente caída en la rentabilidad y la resultante baja en el crecimiento de las inversiones y de la demanda agregada, son desde luego congruentes con el argumento del presente texto. No obstante, lo que habla aún más directamente en contra de la interpretación del boom de posguerra y de la depresión en términos de potencial tecnológico es que el ritmo histórico actual que ha adoptado el crecimiento de la productividad -sin hablar ya del de las inversiones, de los salarios o del empleo- no coincide con lo que se esperaría si la aceleración y la desaceleración del crecimiento de la productividad hubieran estado determinados, en primera instancia, por la aparición y el agotamiento de posibilidades tecnológicas. Si la baja en el crecimiento de la productividad se explicara, antes que nada, por el agotamiento de los potenciales tecnológicos, debiera esperarse lo siguiente: en primer lugar, los ritmos de crecimiento de la productividad tanto en la economía líder como en las economías que la seguían debieran declinar, con cierta aproximación, continua y, en términos relativos, lentamente durante el largo plazo; en segundo lugar, debiera darse un proceso generalizado de acercamiento, en particular en el sector manufacturero, donde las presiones por competir con bienes transables a nivel mundial son particularmente intensas; en tercer lugar, la desaceleración del crecimiento de la productividad debiera darse sólo a medida que se completara el proceso de acercamiento de las economías rezagadas y las economías líder. Pero, las tendencias de posguerra de variación en la productividad no coinciden con los parámetros esperados, ni en términos temporales ni sectoriales. Tampoco la desaceleración del crecimiento de la productividad esperó a que se estrechara la brecha entre el líder y los rezagados. El líder, EE.UU., debe haber disfrutado su mayor crecimiento de productividad en el período inmediatamente posterior a la Gran Depresión o a la Segunda Guerra Mundial, y debe haber visto como ésta después declinaba establemente. Pero, prácticamente no hay ninguna correspondencia entre el crecimiento teórico de la productividad, impulsado por la tecnología, y el ritmo real. En la industria manufacturera de EE.UU., el curso del crecimiento de la productividad simplemente no tenía relación con la teoría. En realidad, en este sector hay pocas señales de que el potencial tecnológico haya declinado durante el período. Entre 1938 y 1950, cuando debiera haber estado en su punto máximo, el crecimiento promedio anual de la productividad en el sector manufacturero, en un 2.7%, era ligeramente inferior al nivel de todo el período entre 1938 y 1973. Luego, entre 1950 y 1958, cayó abruptamente, a menos de 2.0%, sólo para acelerarse dramáticamente en los años entre 1958 y 1973, a 3.5%, cuando debiera haberse desacelerado. Tampoco hay evidencia de un agotamiento de la tecnología en el período subsiguiente. En los años entre las dos crisis petroleras de los 70, el crecimiento promedio anual de la productividad manufacturera cayó abruptamente. Pero, desde 1979 de nuevo se aceleró marcadamente, y desde ese momento hasta el presente ha avanzado mejor que su ritmo promedio de los años de boom, a más de 3% anual. Durante el curso de los 90, el crecimiento de la productividad manufacturera ha sido más vigoroso que en cualquier época desde inicios de los 60.

Las tendencias de la productividad fuera de la industria manufacturera, o de la economía como un todo, desde el punto de vista de la tesis del agotamiento tecnológico es tan problemática como para el sector manufacturero, pero por la razón opuesta. Mientras que la disminución, supuestamente impulsada por el agotamiento de la tecnología, no se dio en la industria manufacturera, fuera de éste la caída es bastantemente mayor de lo que se puede explicar por este agotamiento. Para el largo período de 1938 a 1973, el crecimiento de la productividad para el sector privado de la economía, así como para el sector no manufacturero, fue bastante estable, excepto durante modestas caídas entre 1950 y 1958, y entre 1965 y 1973, y promedió un 2.6-2.7% anual. Hay poca evidencia de que hubiera un descenso importante antes de 1973, especialmente si se considera también la utilización de la capacidad instalada. Ahora bien, cuando el crecimiento de la productividad del sector privado y del sector no-manufacturero disminuyó, después de 1973, no lo hizo ligeramente, como debiera haber sido según la teoría, sino que lo hizo catastróficamente. Si lo que estaba detrás de la disminución en el crecimiento de la productividad después de 1973 fue el agotamiento de reservas excepcionalmente grandes de oportunidades tecnológicas importantes que no fueron usadas después de la Gran Depresión, la tasa de crecimiento de la productividad fuera de la industria manufacturera, o en el sector privado de la economía como un todo, no debiera haber caído más más allá de su promedio histórico durante el siglo XX. Pero, por casi un cuarto de siglo, entre 1973 y 1996, el incremento de la productividad laboral en el sector privado de la economía y en la economía fuera de la industria manufacturera promedió, respectivamente, 1% y 0.5%. Estas tasas eran menos de la mitad de las que prevalecieron en cualquier otro período de duración similar desde 1890, dejando de lado los años de la Gran Depresión, en que sin embargo el desempeño de la productividad fue mejor que ahora último. Es obvio que la disminución del crecimiento de la productividad que ha tenido lugar entre 1973 y 1996 para el total de la economía, así como para el sector no-manufacturero. Ha sido cualquier cosa menos un 'regreso a la tendencia'. Entre 1973 y 1992, la productividad total de los factores en la economía global ha aumentado en una tasa promedio anual de 0.18%, comparado a 1.72% entre 1950 y 1973, y 1.50% entre 1913 y 1950.

Las economías rezagadas también divergieron abruptamente de los parámetros anunciados, tanto como la economía líder (EE.UU.). De acuerdo con la teoría, estas economías debieran haber tenido al comienzo del período el mayor potencial para alcanzar al líder, que posteriormente debiera haber declinado. No obstante, en las economías del G-7 fuera de EE.UU., tomadas en su conjunto o por separado, el crecimiento de la productividad, lejos de tener un ritmo continuo descendiente, en términos relativos, a medida que se agotaban los potenciales tecnológicos, en realidad se aceleró durante los 60, respecto de los 50, y no disminuyó de manera clara en la industria manufacturera o en el sector privado antes de 1973. Es más, cuando se produjo la baja en el crecimiento de la productividad no se dio en una forma relativamente continua, sino drásticamente y de una vez, cayendo a lo menos a la mitad en los años 1973-79, comparado con los años 1960-73. Disminuyó en todos los países capitalistas avanzados, rezagados respecto de EE.UU., casi exactamente en el mismo momento. Es muy difícil entender cómo un proceso de agotamiento del potencial tecnológico pudo haber creado una pauta de caída, abrupta, discontinua y universal, del crecimiento de la productividad como la que tuvo lugar después de 1973. Tampoco la pauta sectorial de disminución del crecimiento en los países rezagados respecto a EE.UU. corresponde mejor a la tesis de agotamiento tecnológico que la pauta temporal. Según la teoría, la fuerza que en teoría promueve el acercamiento -es decir, la presión impuesta por la competencia sobre los países rezagados para emular la tecnología del líder- es principalmente aplicable al sector manufacturero, constituido en su mayor parte por bienes transables y no, en realidad, al sector no-manufacturero, relativamente no afectado por la competencia y el comercio internacional. Pero, en contra de las expectativas de la teoría, el acercamiento ha avanzado bastante menos en el sector manufacturero. En éste, en el período de la depresión larga, posterior a 1973, en el mejor de los casos el impulso de acercamiento ha sido lento e irregular; ello ocurre porque el crecimiento de la productividad manufacturera en EE.UU., desde 1979, ha sido en realidad tan rápido o más que en Alemania, Francia o Canadá, si bien algo más lento que en Japón, Italia y el Reino Unido. Por el contrario, en el sector privado de la economía como un todo, el estrechamiento de la brecha ha continuado rápidamente entre 1973 y el presente, a medida que los países rezagados del G-7 han seguido manteniendo la superioridad en sus tasas de crecimiento de la productividad por sobre las de EE.UU., y mucho más fuera de la industria manufacturera. En efecto, hacia 1992, en términos de producción por hora para toda la economía, Alemania Occidental, Francia y Canadá han sobrepasado de hecho a EE.UU., y éste ocupó sólo el noveno lugar en el mundo. No obstante, debe tenerse cuidado de atribuir este estrechamiento de la brecha fuera de la industria manufacturera a cualquiera gran vitalidad del proceso de acercamiento durante el período de la larga depresión, por cuanto los países rezagados se acercaron a EE.UU. en este sector pese a la abrupta desaceleración en sus propias tasas de crecimiento de la productividad no manufacturera desde 1973, y sólo lo lograron porque la productividad no manufacturera en EE.UU. en este tiempo casi no creció del todo. Si el crecimiento de la productividad en EE.UU. hubiera alcanzado apenas su tasa promedio entre 1980 y 1973, no hubiera existido, en su mayor parte, el acercamiento fuera del sector manufacturero en el período posterior a 1973.

Finalmente -y tal vez el argumento que más desconforma la tesis de que el agotamiento de las oportunidades de acercamiento explican la disminución del crecimiento de la productividad-, la profunda, discontinua y simultánea caída en el crecimiento de la productividad que tuvo lugar después de 1973 ocurrió en un punto en que los niveles de productividad en las economías del G-7 (excepto Canadá) eran aún de sólo 45-55% del nivel en la industria manufacturera de EE.UU. y 55-70% del nivel de la economía de EE.UU. como un todo. Es más, esta caída abarcó al líder (EE.UU.) y los rezagados del G-7, y ocurrió precisamente en el mismo momento y más o menos en el mismo grado. Es imposible entender cómo el agotamiento de las oportunidades para cerrar la brecha pudo haber creado una pauta así. La idea de que el crecimiento de la productividad debe entenderse como que ocurre primariamente porque las economías rezagadas adoptan la tecnología de los líderes, y que éstos empujan el frente tecnológico cada vez con menos fuerza es tan esquemática que puede ser positivamente engañosa. Durante el largo período entre 1890 y 1950, EE.UU. en la práctica extendió su liderazgo sobre casi todos sus seguidores. Por la misma razón, en los cincuenta años de posguerra, la productividad manufacturera en Japón no sólo había alcanzado a EE.UU., sino que lo había sobrepasado en muchas líneas claves de la producción. Hacia 1992, según McKinsey Associates, la productividad manufacturera de Japón había sobrepasado a la de EE.UU. en cinco de las nueve industrias estudiadas (acero, partes automotrices, manufacturas metálicas, automóviles, artículos electrónicos de consumo), la adelantaba en mínimo un 50% en manufacturas metálicas y acero, y era aproximadamente igual en otras dos (computadores, jabón y detergentes). Por otra parte, e las dos industrias estudiadas en que Japón estaba rezagado de EE.UU., y realmente bastante lejos, (alimentos y cerveza) la explicación no tenía nada que ver con potenciales tecnológicos y todo se aclaraba por las regulaciones económicas y el proteccionismo que permitía, e incluso alentaba, a estas industrias a no adoptar técnicas ya disponibles que ahorraran mano de obra.

La noción de que hay una determinada munición de tecnología que el líder tiene mejores condiciones para perfeccionar, pero que los países rezagados pueden emplear para aumentar su productividad más rápido de lo que puede el líder mediante la innovación, es demasiado simple para explicar el proceso real de cambio tecnológico. En primer lugar, los niveles de gasto en investigación y desarrollo y en capital humano (incluyendo la educación de técnicos o ingenieros, de obreros calificados y de obreros no calificados) tienen seguramente un efecto significativo sobre el avance tecnológico y, por tanto, sobre el crecimiento de la productividad, pero pueden ser bastante independientes del liderazgo o del rezago tecnológico. Además, el avance tecnológico usualmente tiene lugar en el curso de la acumulación del capital mediante el aprendizaje en la práctica, por las economías de escala, etcétera. Es más, los avances técnicos logrados en el proceso de producción estimulan frecuentemente descubrimientos importantes en el laboratorio, así como vice versa. Se desprende que la aceleración del crecimiento económico, hecha posible por la rápida acumulación del capital, tiende por sí misma a acelerar el crecimiento económico al aumentar la velocidad del avance técnico, el que a su vez lleva a un aceleramiento del crecimiento de la productividad, permitiéndole al líder seguir a la cabeza o a la economía rezagada pasar hacia adelante. El asunto no consiste evidentemente en cuestionar el planteamiento de que, todo lo demás siendo igual, una mayor disponibilidad de tecnología no empleada permitiría un crecimiento más rápido. Más bien, se trata de destacar la necesidad -al explicar el proceso de crecimiento de posguerra- de tener un enfoque más amplio, más allá del grado de tecnología sin usar, e incluir la capacidad de la economía de adoptar la tecnología existente y, en particular, su capacidad de crear nueva tecnología, así como de mantener presente la idea de que tanto el avance tecnológico puede ser una función del crecimiento económico -y por consiguiente una condición (no inmediatamente tecnológica) de este crecimiento- como vice versa. Por tanto, el acercamiento de las economías es seguramente crítico para explicar el crecimiento acelerado en el período del boom entre 1950 y 1973. Pero, pudo asumir este papel central sólo porque se dieron ciertas condiciones, históricamente muy específicas, que prevalecieron en la época de posguerra: en primer lugar, el incremento dramático en las capacidades de acumulación de capital y cambio técnico logradas por las economías europeas y japonesa como resultado de transformaciones internas socio-económicas, políticas e institucionales que tuvieron lugar en éstas después de la Segunda Guerra Mundial; en segundo lugar, la correspondiente reducción en la capacidad de acumulación de capital y avance técnico que afectó a la economía de EE.UU. no sólo como resultado de procesos internos socio-económicos e institucionales, sino especialmente por la creciente orientación de sus principales empresarios manufactureros y financistas hacia la inversión internacional; y en tercer lugar, la dramática reducción de las barreras para el libre flujo de los bienes y las inversiones. Es más, el acercamiento no operó por sí solo para impulsar el crecimiento acelerado de la productividad; estaba fuertemente suplementado por perfeccionamientos tecnológicos 'endógenos' y de largo plazo en las mismas economías rezagadas, por adelantos que salieron al aprender haciendo y que fueron un producto lateral de sus inusuales niveles de inversión en nuevas plantas y equipos. En una línea tras otra -los textiles, los autos, el acero, los artículos electrónicos de consumo, la maquinaria, etc.-, los países rezagados no sólo correspondieron al nivel de la tecnología establecida en EE.UU., sino que la sobrepasaron al introducir grandes adelantos tecnológicos hechos por ellos mismos. En cuanto al período de larga depresión desde 1973 al presente, el agotamiento de las oportunidades de acercarse al líder es incapaz de explicar el declinamiento de la productividad, ni siquiera hablar de la propia larga depresión, porque, como se ha enfatizado, la pauta de caídas repentinas, abruptas, universales y simultáneas en el crecimiento de la productividad, en los años 1973-79, que siguieron un extenso período de aumento bastante alto, universal y constante del crecimiento de la productividad, simplemente no puede explicarse en términos de agotamiento de reservas de oportunidades tecnológicas, en particular, dado que gran parte de estas reservas estaban aún disponibles y sin usar en las economías rezagadas cuando empezó a declinar el crecimiento de la productividad. Sin embargo, la pauta es explicable en términos de la reducción de la capacidad de las economías capitalistas avanzadas de realizar y desarrollar sus potenciales tecnológicos que se produjo, como he argumentado, de la repentina, abrupta, universal y simultánea caída en el crecimiento de los stocks de capital, especialmente en la industria manufacturera, que tuvo lugar en todo el mundo capitalista avanzado. El descenso en la acumulación del capital fue una función de la baja en la tasa de ganancia, en particular en la industria manufacturera, que tuvo lugar entre 1965 y 1973 -y también entre 1973 y 1982- en todas las economías capitalistas avanzadas, consideradas individualmente o en su conjunto. La abrupta disminución en la rentabilidad y en las inversiones manufactureras condujo a un drástico aumento de la inestabilidad, que se manifestó en tres recesiones que fueron más serias que las ocurridas entre 1950 y 1973, así como en niveles de desocupación como los de la Gran Depresión (fuera de EE.UU.).

Es imposible entender cómo una reducción en el potencial tecnológico pudo ocurrir en una manera tan abrupta y discontinua que provocó tales acontecimientos. No obstante, el abruptamente reducido crecimiento de las inversiones, -así como la mayor inestabilidad, el menor uso de la capacidad y el desempleo más elevado que acompañaron ese reducido crecimiento de las inversiones- es sin duda responsable de gran parte de la caída en la productividad, como también lo es (a lo menos en EE.UU.) el creciente empleo de trabajo respecto a capital en la producción, como consecuencia de reprimir el crecimiento salarial, el que a su vez era una respuesta directa e inmediata a la caída en la rentabilidad. El agotamiento de las oportunidades de acercamiento no puede explicar la disminución secular del crecimiento de la productividad, y menos aún la depresión larga; pero esta última es por sí misma en gran parte responsable por la disminución secular del crecimiento en la productividad. Por la misma razón, si se superaran las condiciones que reprimieron la rentabilidad y precipitaron la depresión larga, la economía no enfrentaría barreras tecnológicas avasalladoras para incrementar muy sustancialmente las inversiones y, sobre esta base, el crecimiento de la productividad y el dinamismo económico.

 

 

II.        ¿Un Alza Larga?

 

Mientras que la depresión larga es inexplicable en términos de agotamiento de las oportunidades tecnológicas, su gran duración, y en particular su prolongación hasta mediados de los 90, sin duda requiere perentoriamente de una mayor explicación. Después de todo, los procesos de represión de los salarios como resultado de los éxitos del capital en los conflictos de clase, y los de destrucción del capital como resultado de la agudización de la competencia entre los capitalistas, han venido produciéndose durante un largo tiempo, con un grado bastante alto de intensidad, en particular en EE.UU., pero también desde hace poco en Alemania y Japón. ¿Por qué estos procesos fallaron en reducir los costos de producción lo suficiente como para restablecer la tasa de ganancia, en particular en la industria manufacturera, y constituir el fundamente de un nuevo boom? Ante esta pregunta, una amplia gama de comentaristas en la prensa de negocios, en los medios de comunicación de masas y en multifacéticas revistas de opinión han estado diciendo que, de hecho, lo han logrado, que la economía internacional ha entrado en una era de 'capitalismo con turbo propulsión' y que el desempeño de la economía de EE.UU., en particular, ya desde comienzos de los 90, y tal vez de los 80, pero especialmente en los últimos pocos años, pone de manifiesto una revolución económica que ha abierto una 'nueva era'. Incluso el habitualmente cauteloso jefe de la Reserva Federal de EE.UU., Alan Greenspan, ha aceptado que la economía de EE.UU. estaría atravesando por un arranque de productividad 'único en la vida'. ¿Hemos finalmente superado la depresión larga y hemos entrado en un nuevo boom secular? Y, si no es así, ¿por qué no?

 

¿Una Nueva Era de Crecimiento y Hegemonía de EE.UU.?

 

Si bien la opinión de que la economía de EE.UU. ha entrado en una 'nueva era' se ha convertido en un lugar común, los fundamentos empíricos de esta demanda son, como se ha enfatizado, marcadamente difíciles de encontrar en los datos macroeconómicos básicos del alza cíclica de los 90. Entonces, ¿por qué esta opinión es cada vez más aceptada? La base fundamental intuitiva de la idea de que ha comenzado una nueva época económica, que requiere de un 'nuevo paradigma' para ser comprendida, es sin duda el desempeño espectacular del mercado bursátil. Entre la segunda mitad de 1989 -cuando recuperó su nivel de vísperas del crash de Octubre de 1987- y Octubre de 1997, el mercado bursátil triplicó su valor. Desde fines de 1994 hasta Octubre de 1997, más que se duplicó. En los dos años que finalizan en Abril de 1998, creció en 60%. Entre los puntos cíclicos de Marzo de 1991 y Julio de 1996, el valor neto financiero de los accionistas de EE.UU. aumentó en más de US$ 5.5 billones, equivalente al monto total de nuevo ahorro que los hogares americanos habían acumulado durante los 25 años anteriores. Estos beneficios espectaculares, se asume ampliamente, sólo pueden indicar que hay una transformación positiva de la economía real. Ahora bien, debiera ser evidente que, de por sí, el desempeño del mercado bursátil en el corto e incluso mediano plazo es, en el mejor de los casos, un indicador aproximado del desempeño de la economía subyacente. Recién en 1991, un boom en el mercado bursátil japonés de aproximadamente la misma magnitud -que, además, acompañaba media década, o algo así, de crecimiento económico que era bastante más impresionante que el experimentado recientemente por la economía de EE.UU.- terminó, sin ceremonias, en una profunda recesión. Es verdad que la analogía con Japón está, en aspectos fundamentales, fuera de foco, por cuanto el alza de la economía de EE.UU. en los 90 ha aportado beneficios significativamente mayores en la rentabilidad que el alza en Japón en la segunda mitad de los 80. No obstante, no puede haber grandes dudas en que la cerrera de bueyes en los 90 se ha distanciado muchísimo de beneficios paralelos en la economía subyacente.

Hacia la primavera de 1998, la proporción entre los precios de las acciones y sus utilidades se había disparado a la altura de los altos veintes, muy por encima de su nivel previo al crash de Octubre de 1987, más que duplicando su promedio de 13.7 entre 1871 y 1992 y llegando a alturas nunca vistas. Las llamadas 'Qs de Tobin', que miden la proporción entre el valor bursátil de las compañías y sus activos netos a precios corrientes de reposición estaban, en un 130% del valor neto subyacente de las corporaciones, más alto que nunca desde 1920, duplicando su promedio de largo plazo y casi tres veces más arriba que hacía una década. Hay dos explicaciones posibles de estas cifras. Una consiste en creer que la economía de EE.UU. ha entrado en una 'nueva era'. La otra, en concluir que el mercado bursátil superó con creces la recuperación de la economía. Es cierto que en los últimos años el cuadro de utilidades ha mejorado significativamente para las empresas de EE.UU., entre 1989 y 1997, las utilidades de las corporaciones aumentaron en 82% y la tasa de ganancias de las corporaciones en 27.8%. Ahora bien, estos aumentos en la rentabilidad no pueden justificar la triplicación de los precios bursátiles que tuvo lugar en el mismo período; y, como se ha dicho, es difícil encontrar los beneficios en el desempeño de la economía real durante los 90 que correspondan a los aumentos de rentabilidad. El principal argumento directo a favor de la noción de que se ha producido un mejoramiento cualitativo en el desempeño económico de EE.UU. consiste en que serían fatalmente imperfectas las series estadísticas macroeconómicas fundamentales que niegan la realidad de tal mejoramiento, en particular, el crecimiento de la producción y, por tanto, de la productividad en el sector privado de la economía. Se sostiene, que el crecimiento de la productividad en EE.UU. habría sufrido una explosión de productividad, pero la evidencia estadística que documenta esta explosión habría eludido a los recolectores de los antecedentes porque habría ocurrido en nuevas líneas dentro del sector de servicios, donde el incremento de la producción es difícil o imposible de medir. Sin embargo, es un hecho que, si bien durante el último cuarto de siglo, o por ahí, algunos aumentos de productividad fuera del sector manufacturero pudieran no haber quedado registrados en las estadísticas oficiales, es estadísticamente imposible que incluso su plena incorporación a los antecedentes altere sustancialmente el cuadro oficial. El asunto es que aquellos que argumentan que el crecimiento de la productividad fuera del sector manufacturero ha sido tan subregistrado que puede responder por la crisis de productividad registrada (pero, en su opinión inexistente), no pueden explicar cómo el crecimiento de la productividad fuera del sector manufacturero pudo haber sido subregistrada en tan mayor grado en el cuarto de siglo posterior a 1973 que en el cuarto de siglo anterior para determinar la enorme caída que ocurrió entre estos dos períodos. La razón por qué no pueden explicarlo consiste en que el aumento del tamaño de los sectores, en que el crecimiento de la productividad, posiblemente, esté subregistrado, fue demasiado pequeño para cubrir más de una fracción de la variación para peor del crecimiento agregado de productividad que ocurrió, aun haciendo las suposiciones más generosas sobre el grado en que se subregistó el cambio en el sector. Por tanto, según Zvi Griliches, uno de los principales estudiosos contemporáneos del crecimiento de la productividad en EE.UU., el ‘sector inmensurable’ de la economía -en que el crecimiento de la productividad no puede ser correctamente medido o, a lo menos, suscita dudas legítimas- muy bien podría incluir todo el sector de servicios (fuera de la industria de transporte y los servicios públicos [utilities], que están tolerablemente bien medidos) más la industria de la construcción. Según esta definición, en el período inmediatamente posterior a la guerra, la producción de tal vez la mitad del sector privado de la economía podía ser medida con un alto grado de seguridad, mientras que ahora está fracción podría ser menor de un tercio. Sin embargo, como ha señalado D.E.Sichel, el crecimiento de este ‘sector inmensurable’ estuvo limitado a sólo 5.6% para los años 1973-79 respecto de los años 1950-72 y otro 3.8% para los años 1980-90, comparado a los años 1973-79. Por esta razón, aún si se asume que el monto de crecimiento no medido de la productividad que tuvo lugar en los ‘sectores inmensurables’ fue de (un máximo extremo) de 2.4% para los años 1973-90 -de modo que el crecimiento de la productividad en el ‘sector inmesurable’ promedió 3.4%, en lugar del 1.0% que fue registrado- sólo se explicaría un bastante trivial 0.23% de la caída, de 1.5-2%, en el crecimiento total de la productividad que tuvo lugar en los años 1973-90 respecto de los años 1950-73.

Nuevamente, el asunto consiste en que el único crecimiento de productividad no registrado que es relevante para explicar la variación para peor en el crecimiento medido de la productividad que tuvo lugar después de 1973 ocurrió en adición al crecimiento en el ‘sector inmensurable que tuvo lugar después de esa fecha; esto es así porque cualquier otro crecimiento no medido de la productividad, cualquiera sea su monto estimado, presuntamente afectaría de la misma manera, y por tanto elevaría el crecimiento de la productividad en términos iguales, en los dos períodos, antes y después de 1973’. Para llegar a la misma conclusión por otro camino: aun haciendo la suposición extrema de que, primero, antes de 1973, todo el crecimiento de productividad laboral no-manufacturera fue perfectamente bien registrado y, segundo, que después de 1973, el 50% del crecimiento de la productividad no manufacturera fue subregistrado, la tasa promedio anual de crecimiento de la productividad laboral fuera de la industria manufacturera de EE.UU. desde 1973 a la fecha –en 0.75%, en vez de 0.5% como fue registrado- seguiría siendo menos de un tercio que el algo más de 2.5% del período de 1968-73, y seguiría siendo un nivel récord de bajo. En efecto, un crecimiento mucho menor de la productividad fuera del sector manufacturero es exactamente lo que debiera haberse esperado, dada la fuertemente reducida proporción con se equipó a los obreros con nuevas plantas y equipos en el curso de la depresión larga, en particular desde el comienzo de los 80[92].

 

El análisis continúa:

 

Debe notarse que si se considera el crecimiento hipotéticamente no medido de la productividad que ocurrió en los años 1948-73, se debiera aceptar un ajuste hacia arriba de la tasa de crecimiento de la productividad, en términos simétricos al ajuste para los años de 1973 hasta el presente, que sería suficiente para elevar significativamente la tasa de crecimiento de la productividad y, por tanto, de la producción para esos años, y tendría el efecto de reducir los niveles de productividad y producción en 1948 bastante más que los niveles más bajos que posiblemente pudieran obtenerse. Implicaría, por ejemplo, niveles de pobreza bastante poco probables. Robert J. Gordon sugiere que a lo máximo un tercio del crecimiento de la productividad, posterior a 1973, no fue medido; promedio anual de 0.3%.

Entre 1950 y 1973, cuando la productividad del trabajo no-manufacturero crecía en una tasa promedio anual de 2.6%, la proporción capital neto – trabajo aumentaba en una tasa promedio anual de 2.0%. Aquellos que consideran que el crecimiento de la productividad ha sido significativamente subregistrado en los últimos años pueden señalar, como respuesta, que la inversión en computadores y equipo periférico, así como en otros tipos de tecnología procesadora de información ha aumentado extremadamente rápido, y pueden por tanto sugerir que el subregistro de su contribución podría explicar una parte importante del ostensiblemente subregistrado crecimiento de la productividad. El stock de capital en computadores y equipos periféricos creció en una tasa promedio anual fenomenal de 30% entre 1975 y 1985, y de cerca de 20% entre 1985 y 1993. Es un hecho, sin embargo, que incluso hacia 1993, la proporción de los computadores y de los equipos periféricos en el stock neto de capital era de sólo 2%. Esto era más de tres veces su nivel de 1975, pero aun reconociendo los inmensos poderes productivos de los computadores, es demasiado poco para tener un impacto en la productividad agregada del sector privado.

Más allá de deducciones injustificadas del boom del mercado bursátil y de demandas sustanciosas sobre el crecimiento no medido de la productividad y el impacto de los computadores, es la combinación de bajas tasas de aumento de los precios y baja desocupación que más se alardea como indicadora de la aparición de un llamado ‘nuevo paradigma’. En años recientes, el crecimiento promedio anual del índice de precios al consumidor, por debajo del 3%, ha disminuido a niveles no vistos desde mediados de los 60, mientras que el desempleo ha caído por debajo del 5% por primera vez desde 1970. Siendo todo lo demás igual, estos serían logros importantes. Sin embargo, como son las cosas, difícilmente constituyen una razón para celebrar, pues los costos de haberlos alcanzados sobrepasan lejos los beneficios que representan para la gran mayoría de la población trabajadora. En primer lugar, se debe señalar que incluso la ortodoxia económica contemporánea ha fracasado en probar que las tasas de inflación de hasta 8% tienen algún impacto negativo sobre la vitalidad de la economía. Incluso en Fondo Monetario Internacional ha debido admitir que no hay evidencias de que al reducir la inflación por debajo del 8% se obtenga algún beneficio en  términos de crecimientos o de stándards de vida. Por esta razón, hay fuertes fundamentos para creer que la gran cruzada para controlar la inflación, siendo muy costosa para la mayoría de la gente, tiene pocos efectos positivos, excepto, desde luego, para los propietarios del capital. Las bajas tasas de inflación y de desocupación del período más reciente no son destacables porque constituyen el resultado directo del extraordinariamente bajo crecimiento tanto de la demanda como de los costos salariales. El lento crecimiento de la demanda agregada es evidente en el bajo aumento del PIB. Después de la recesión de 1990, la economía de EE.UU. ha experimentado ‘la recuperación más lenta de los tiempos modernos’. Aun hacia fines de 1996, la tasa de crecimiento promedio anual durante los seis años del alza cíclica de 1990 a 1996 fue de 2% (2.4% en 1996). Tampoco constituye el lento crecimiento de la demanda agregada un misterio; es la expresión directa del bajo incremento de la demanda de inversión, que proviene de las bajas tasas de ganancia y de tasas de interés reales secularmente altas, y del estancamiento de la demanda de consumo resultante del estancamiento de largo plazo de los salarios, y del colapso de la demanda gubernamental por el vuelco abrupto hacia el equilibrio presupuestario en los años 90. Si el incremento de la demanda, que presiona al alza los precios, se ha apaciguado, el crecimiento de los costos que empujan los precios hacia arriba, en particular representados por los aumentos salariales, no ha existido del todo. Entre 1990 y 1996, el aumento promedio anual del salario real en el sector privado fue la quinta parte del 1%. Hacia fines de 1996, como consecuencia de esto, el ingreso medio para una familia de cuatro personas seguía estando 3% más abajo que su nivel de 1989 y sólo 1.6% por sobre su nivel de 1973. Es cierto que incrementos tan bajos en los salarios, como los que han prevalecido durante los 90, no han sido siempre compatibles con las bajas tasas de desocupación que se han logrado en los últimos tiempos. Pero, difícilmente nos debe sorprender en vista de la historia económica reciente. No se debe tan sólo a que las organizaciones de los trabajadores se han debilitado profundamente ante el asalto de los empleadores, durante décadas. Sino también a que las condiciones en el mismo mercado del trabajo, en particular los altos niveles de inseguridad laboral y la intensa competencia por los cada vez más escasos puestos decentes, han deprimido fuerte y directamente las aspiraciones salariales. Mientras que la proporción de desempleados ha sido pequeña, la proporción de los despedidos ha sido extremadamente alta. En los 90, la proporción de trabajadores que perdían sus puestos (después de haber trabajado un año o más) saltó significativamente, a un 15% para los tres años que finalizan en 1995. Esta tasa de pérdida de puestos es la más alta que se ha registrado desde que el Buró de Estadísticas Laborales comenzó a contabilizarlas en 1981 -incluyendo los años de recesión de inicios de los 80 y de los 90- y es particularmente significativa en vista que los empleados que han perdido sus puestos al encontrar un nuevo trabajo ganan, en promedio, un 14% menos en sus nuevos puestos. Tampoco ha mostrado ningún decrecimiento el ritmo de reducción de tamaño de las empresas [downsizing]. De manera similar, mientras que ha sido relativamente pequeño el número de desempleados, que ejerce una presión a la baja sobre los salarios, el tamaño de la población empleada que presiona los salarios a la baja ha sido muy grande. El surgimiento de una economía de bajos salarios ha sido uno de los temas centrales de este texto, y se ha señalado que más de la mitad de la fuerza laboral ha experimentado en sus salarios descensos del 8 al 12%, durante el período entre 1979 y el presente. Una de las manifestaciones de esta tendencia consiste en que, hoy en día, ‘casi un tercio de todos los trabajadores están entrabados en labores de baja calificación que pagan menos de US$ 15.000 al año. Así, los empleadores pueden encontrar multitudes de personas dispuestas a dar un salto y cubrir los puestos bien remunerados que no requieren un título universitario, una categoría que…abarca tres cuartos de todos los trabajos’. Dicho de otra manera, por lo menos un tercio de la fuerza laboral empleada, si bien tiene trabajo, constituye un gran ‘ejército adicional de empleados’ que funciona a la par con los desempleados para ejercer una fuerte presión a la baja sobre los salarios. Durante casi dos décadas, el gobierno de EE.UU., junto a los gobiernos de todos los demás países capitalistas avanzados, ha convertido la reducción en el aumento de los precios, y en especial en el de los salarios, en su objetivo político supremo, y ha permutado consciente e intencionalmente el crecimiento económico y los estándards de vida de las grandes mayorías por una menor inflación, para lograrlo. Pero, puede evaluarse cuán modestos han sido estos logros si se yuxtaponen las cifras de desempleo y de aumento de los precios, para 1990, con las cifras correspondientes de crecimiento de la producción y de los salarios, y luego se las compara con sus contrapartidas en los años 1950-65. Sin embargo, es un hecho que en términos de su propia raison d’etre, la interminable campaña contra la ‘inflación’ ha sido un suceso infinito. El control de la inflación ha sido un maná del cielo -o, tal vez con mayor precisión, de la Reserva Federal- para los principales intereses capitalistas en la economía actual. En particular, el beneficio para la ‘industria financiera’ ha sido enorme, pues sus préstamos retienen prácticamente todo su valor nominal y el flujo de sus inversiones en el mercado bursátil son facilitados por las estables tasas de interés. Sin embargo, el significado superior para el capital de esta erradamente llamada ‘lucha contra la inflación’ se encuentra en la represión del aumento de los salarios; sólo el estancamiento de los salarios ha hecho posible que se sigan obteniendo utilidades en un sector privado de la economía (fuera de la industria manufacturera) que ha sido incapaz de elevar el crecimiento de la productividad promedio anual por encima del medio por ciento anual en el período desde 1990 a 1996, y de hecho durante un cuarto de siglo. Por tanto, lo que indica mucho mejor el estado real de la economía de EE.UU. no es su habilidad de controlar los precios, sino su dependencia del control de los precios del trabajo, su incapacidad para acomodar prácticamente cualquier incremento real de los salarios.

Alan Greenspan ha dejó en claro cuanta confianza deposita en la opinión de que la economía de EE.UU. ha entrado en una nueva era, cuando en Octubre de 1997 declaró, a raíz de un crecimiento del PIB en 3-4% por algo más de un año, que pronto se vería obligado a elevar las tasas de interés. Como explicitó, no se trataba de mantener bajo el crecimiento de los precios, los que en realidad habían disminuido, sino de controlar el aumento de los salarios. Greenspan admitió que por el momento había ‘poca evidencia de una aceleración de los salrios’. No obstante, falló en destacar que los salarios reales en el sector privado habían alcanzado su nivel de 1988, y en la industria manufacturera, su nivel de 1986, sólo a mediados de 1997. ¿Un Nuevo Boom Global? Sin embargo, una cosa es demostrar que el desempeño real de la economía de EE.UU. durante los 90, ha dado pocas señales de vitalidad económica; y una cosa muy distinta es probar que un nuevo boom secular está en el orden del día. Desde el punto de vista del presente texto, es condición fundamental para superar definitivamente la depresión larga, que se solucione el problema secular del exceso de capacidad y sobreproducción manufacturera, y se manifieste en una recuperación de la rentabilidad en todo el sistema. ¿Ha tenido lugar esta recuperación, o sigue ausente?

La década de los 90 ha sido en su mayor parte una década de crisis tanto para la economía alemana como para la japonesa, con una tasa de ganancia en los sectores privados de sus economías hacia mediados de la década por debajo de su nivel de fines de los 80, en gran medida debido a una abrupta caída en la rentabilidad en sus industrias manufactureras. Para estos otrora milagros económicos, la recuperación de la rentabilidad necesaria para el restablecimiento de su dinamismo anterior requerirá de varios ciclos. Por el contrario, en EE.UU. la rentabilidad ha repuntado de manera significativa. Pese a la debilidad del alza cíclica, la tasa de ganancia en el sector privado de la economía ha aumentado permanentemente en el curso de los 90. Hacia 1996, por primera vez desde comienzos de la depresión larga, había sobrepasado decisivamente su nivel de 1973, restableciendo su nivel de 1969, 20-25% por debajo de su peak de tiempos del boom. Hacia 1997, seguramente ascendió aún más, pues en este año las utilidades de las corporaciones (de las cuales se tiene los datos más recientes) han llegado hasta a un 15% de sus puntos máximos en los 60. Esta recuperación fue posible, en parte, por la estabilidad del sector no-manufacturero, en que la rentabilidad nunca cayó en tal alto grado, tuvo recuperaciones significativas a fines de los 70 y entre comienzos y mediados de los 80, y alcanzó en el curso de los 90 su nivel de 1969, acercándose en un 15-20% a su punto más alto en la época del boom. Pero, es obvio, que el elemento realmente dinámico fue la industria manufacturera: que hacia 1995 y 1996 se había elevado en un 25% por sobre su promedio de la segunda mitad de los 80, en un 100% por sobre los bajos y terribles niveles de comienzos de los 80, y en cerca de un tercio por sobre los niveles registrados a fines de los keynesianos años 70; en esos años superó por primera vez su nivel de 1973 y se acercó hasta un 30% de su nivel en el momento máximo del boom. La significación práctica de esta recuperación se vio considerablemente amplificado por los éxitos de las corporaciones en los años 90, en primer lugar, en invertir la tendencia de los 80 hacia la acumulación de deudas y, en segundo lugar, en explotar los resquicios tributarios que se habían asegurado con el desplazamiento masivo de la fuerza política a favor del capital, que tuvo lugar desde los 60. Los pagos netos de intereses habían ascendido a 35% de las utilidades de las corporaciones manufactureras entre 1982 y 1992, subiendo del 15% que habían alcanzado entre 1973 y 1979. Pero consumieron sólo un 17% de las utilidades de las corporaciones entre 1992 y 1996. En los años de 1965 a 1973, en las corporaciones manufactureras, las tasas de rentabilidad después de impuestos disminuyeron 41.6%, iniciando la depresión larga, un par de puntos porcentuales más de lo que la rentabilidad antes de impuestos había caído en el mismo período. Pero, hacia 1996, mientras que la recuperación de la rentabilidad antes de impuestos se quedaba corta en un 30% de sus máximos de 1965-66, en los tiempos del boom, la rentabilidad después de impuestos quedaba sólo un 16% rezagada de ese punto máximo.

El sector de las corporaciones está constituido, aproximadamente, por el sector privado de la economía, excepto los propietarios-operadores. Desarrollos positivos muy recientes en la economía de EE.UU., notablemente en su industria manufacturera, no sólo han reflejado el aumento de la rentabilidad, sino que también han contribuido a incrementarla aún más. Antes que nada, los aumentos año a año de las inversiones en nuevas plantas y equipos, que prácticamente no existían entre 1985 y 1992, de repente llegaron a ser muy grandes, promediando aproximadamente un 10% entre 1993 y 1997 tanto en el sector privado como en la industria manufacturera. Este nuevo y rápido incremento de las inversiones tuvo un impacto positivo en el ascendente crecimiento de la productividad en la industria manufacturera, que llegó a un espectacular promedio de 5.5% entre 1993 y 1996, contribuyendo sustancialmente al alza de la proporción de las utilidades manufactureras y, por consiguiente, a la recuperación de la rentabilidad manufacturera. Es más aún, la aceleración del crecimiento de la productividad manufacturera -que coronaba una caída de una década del dólar contra el marco y el yen- en combinación con los bajos salarios, que seguían estancados, posibilitó el abrupto incremento de las exportaciones manufactureras en un 11% entre 1993 y 1997, de esta manera fortaleciendo el crecimiento de la producción manufacturera, retroalimentando la recuperación de la rentabilidad y creando un ciclo virtuoso, del tipo que se había visto por última vez a comienzos de los años 60. Fuera de la industria manufacturera, hay pocas señales de salida del estancamiento por largo plazo de la productividad. Sin embargo, el aumento de la rentabilidad que ha tenido lugar en este sector ha causado un aceleramiento aún mayor del crecimiento de las inversiones, mayor que en la industria manufacturera, y ha provocado un incremento mayor en el crecimiento de la producción. En efecto, en 1997, la economía de EE.UU. finalmente logró -por primera vez durante su supuesta recuperación milagrosa- un año realmente de boom, asegurándose beneficios destacados en casi todas las variables significativas: el PIB, las inversiones, la productividad, los salarios y el empleo.

La pregunta final es, desde luego, si la economía puede mantener su ritmo ascendente. Esto nos lleva a la pregunta de si puede o no extender y consolidar la recuperación de la rentabilidad al descartar o contrarrestar las presiones desde abajo sobre los costos, resultantes de un creciente aumento salarial (o un decreciente aumento de la productividad) interno, y las presiones desde arriba sobre los precios, debido a una competencia más intensa de sus principales rivales internacionales. Esta pregunta tiene singular urgencia en  vista de que la recuperación en EE.UU. se ha edificado precisamente sobre una represión de los salarios una devaluación del dólar, sin precedentes en la historia de dicho país. En 1997, por primera vez en cinco años, la compensación real subió notablemente, en 1.5%, y en la primera mitad de 1998 creció mucho más rápido que en la segunda mitad de 1997. Es evidente, que las tasas cada vez más bajas de desocupación y el reciente crecimiento acelerado, finalmente empezaron a golpear la economía interna. Sin embargo, aun así las presiones contrarias al destructivo crecimiento de los salarios siguen siendo extraordinariamente poderosas y proporcionan, tal vez, el fundamento más fuerte para creer que la recuperación en curso en EE.UU. puede continuar. Aún en 1997, el aumento de los costos laborales unitarios en el sector privado de la economía como un todo, seguía rezagado del crecimiento de los precios. Esta afirmación no niega que el crecimiento de los salarios pueda reducir la rentabilidad considerablemente. Más bien, confirma que los límites de la recuperación en EE.UU., en el mediano y largo plazo, pudieran residir probablemente en limitaciones de la capacidad más amplia de la economía de EE.UU. de mantener su vitalidad y de este modo acomodar un mayor crecimiento de los salarios; en mayor grado que en una presión autónoma de los salarios, más allá de la productividad y de los precios. Lo que, en última instancia, determinará la suerte de la tendencia al alza de la rentabilidad en EE.UU. no serán tan sólo los acontecimientos económicos internos, sino estos acontecimientos en su relación con desarrollos sistémicos e internacionales. La pregunta fundamental consiste en si -en el curso de su actual recuperación económica cíclica- la economía mundial puede finalmente superar el exceso de capacidad y la sobreproducción en la industria manufacturera, que han entrabado el crecimiento económico en los países capitalistas avanzados desde que comenzó la depresión larga, a fines de los 60.

Demanda Decreciente, Exportaciones en Aumento Naturalmente, desde que empezó la depresión larga, las economías capitalistas avanzadas trataron de restablecer el dinamismo económico imponiendo restricciones aún mayores al aumento de los salarios, directos e indirectos; así como, desde fines de los 70, a la oferta de créditos y al tamaño de los déficits fiscales. Se suponía que este programa incrementaría la rentabilidad a través de un repunte en las inversiones de capital y, por tanto, de un renovado dinamismo: directamente, al retener bajos los salarios e, indirectamente, al intensificar la competencia entre los capitalistas y de este modo desplazar los medios de producción menos productivos y menos rentables. Sin embargo, falló en cumplir con estos objetivos, principalmente, porque como se ha visto el problema de fondo, detrás de las utilidades más bajas, no era una presión generalizada de los costos salariales. Directos e indirectos al alza, como una presión de los precios a la baja, resultante de una sobre-inversión que llevaba a un exceso de capacidad y sobre-producción en la industria manufacturera. Por cuanto este repunte de las inversiones, tan necesario, nunca se materializó, la reducción cada vez mayor en el aumento de los salarios, de los costos del gastos social y de la disponibilidad de crédito durante todo el período, no podía dejar de influir en el descendente aumento de la demanda agregada, exacerbando el exceso de capacidad en la industria manufacturera y estrangulando lentamente la economía.

Los subsidios keynesianos a la demanda que marcaron la era desde mediados o fines de los 60 hasta finales de los 70 fueron incapaces de aliviar el exceso de capacidad y la sobre-producción manufacturera porque le permitían sobrevivir precisamente a aquellos medios de producción redundantes que más se necesitaba eliminar. El carácter restrictivo de la macroeconomía monetarista, que apareció en los 80, sin duda contribuyó parcialmente a resolver el problema al forzar una expulsión más rápida de las empresas con altos costos y bajas utilidades de líneas sobre-saturadas; pero, también lo exacerbó al hacer más difícil que se asentaran nuevos establecimientos fuera de estas líneas. El monetarismo tal vez hubiera ‘funcionado’ mejor si los gobiernos capitalistas hubieran estado dispuestos a soportar recesiones más severas, incluso depresiones, como consecuencia de salarios severamente reducidos y una destrucción más extensa (e indiscriminada) de capital. No obstante, la creciente utilización de créditos, en particular, por el estado militar-keynesiano de Reagan -así como por los consumidores, afectados con un menor aumento de los ingresos, las corporaciones, golpeadas por una reducción de las utilidades retenidas, y por los operadores financieros que realizaban compras, adquisiciones y fusiones potenciadas- permitió cierto grado de estabilidad, pero retardo el remezón. Esta conducta, al ocurrir en medio de severas restricciones monetaristas al otorgamiento de créditos, provocó también un abrupto incremento de las tasas reales de interés. Por cuanto la rentabilidad no se recuperó mayormente, el crecimiento de las inversiones en la práctica decayó en los años 80, respecto de los 70, intensificando la depresión en el aumento de la demanda agregada, que a su vez se producía por una severa presión sobre los salarios y (en muchos casos) por mayores limitaciones al crecimiento de los gastos y déficits del estado[93].

 

Ya concluyendo, Brenner escribe:

 

Por primera vez durante la depresión larga, virtualmente todas las economías capitalistas avanzadas ajustaron, al unísono y de manera sistemática, sus políticas fiscales y monetarias. Por cuanto el crecimiento de las inversiones siguió disminuyendo, los mercados internos se estancaron aún más, dejando a las economías del mundo pocas opciones, salvo incrementar sus exportaciones para alentar el crecimiento. Pero, en la medida que la proporción entre el crecimiento de las exportaciones y el crecimiento de la producción interna alcanzaba niveles récords para la época de posguerra, ´no podía ser más fuerte el contraste entre el boom de los 60 y el de los 90: mientras que en el primer período, la aceleración del comercio había ampliado los mercados internos, en rápido crecimiento; en el segundo, sólo buscaba compensar su declinamiento. Por cuanto el crecimiento de la producción de transables (principalmente, manufactureros) se aceleraba discontinuamente, al estancarse los mercados internos, empeoró el exceso de capacidad y la sobre-producción en la industria manufacturera. Cuando Alemania y Japón, de una parte, y EE.UU., de la otra, de nuevo marcharon en direcciones opuestas para responder a problemas, de una profundidad sin precedentes, en el valor de sus monedas, la divergencia fue más extrema que antes, y Alemania y Japón sufrieron lo que sería su depresión más larga y profunda de la época de posguerra. Era lógico que el sector manufacturero de EE.UU., apoyado considerablemente por la declinante competitividad de sus principales rivales, por el contrario, incrementara aún más su dependencia de las exportaciones y expandiera exitosamente sus ventas en el extranjero a un ritmo que hace mucho tiempo no podía alcanzar. En gran medida sobre esta base, logró una significativa recuperación de la rentabilidad y el dinamismo manufactureros. Sin embargo, esta evolución bifurcada era, difícilmente, simétrica por su naturaleza, dado que durante la primera mitad de la década, las reducciones de las utilidades manufactureras y los consecuentes daños ocasionados a las economías de Alemania y Japón, no fueron en modo alguno compensados por ganancias en EE.UU., y la economía mundial exhibió menos dinamismo que en cualquier otro período comparable desde 1950. ¿Hay alguna razón para prever una salida de esta pauta para la segunda mitad de la década o en los próximos años[94]?

 

 

El principal tema de debate es la función de la innovación tecnológica y su incorporación al proceso productivo. Los apologistas del capitalismo dicen que se ha subregistrado la incidencia de esta incorporación o este aprovechamiento, incluso de tecnología guardada, todavía no aprovechada. Sin embargo, Brenner dice que no es así, que no es cierto que se puede explicar por la hipótesis del subregistro, que en todo caso, si lo hubiera, incidiría muy poco en la explicación de la recesión. La tesis de Brenner es que se puede lograr una explicación coherente si se estudia y se observan los comportamientos de las tendencias de las variables componentes macroeconómicas en el largo plazo. Precisamente, en el largo plazo, se observa la tendencia a la disminución de los niveles y los ritmos de la rentabilidad;  es decir, corroborando la tesis de la tendencia a las tasas decrecientes de ganancia de por la composición del capital, predichas por Marx.

 

Ahora veremos los escenarios que encuentra Brenner, como hipótesis predictivas de lo que puede venir. El autor escribe:    

 

El Escenario optimista

 

Desde el otoño de 1996 hasta el otoño de 1997, el mundo capitalista avanzado pareció seguir un modelo académico de crecimiento mediante la división del trabajo. Durante ese año, EE.UU. disfrutó de un espectacular aumento de sus exportaciones de mercancías en un 24%, que a su vez fue responsable de no menos del 42% del crecimiento de la economía, y esto con respecto a la más alta tasa anual de crecimiento económico, de 4.3%, durante la altamente restringida alza de los 90. Es más, el boom en EE.UU. contribuyó sustancialmente a poner en marcha una expansión más robusta de las exportaciones en Europa y Japón. Por consiguiente, creó la posibilidad de que las economías capitalistas avanzadas estén finalmente preparadas para seguir la receta de A. Smith de un crecimiento mutualmente auto-reforzado a través de la especialización y de los beneficios del comercio. En este escenario clásico, la economía de EE.UU. –en que la rentabilidad ha sido finalmente restablecida por medio de la represión de los salarios y un doloroso proceso en gran escala de racionalización y cambio técnico en la industria manufacturera- sacaría la economía mundial de sus depresiones. Lo lograría al acelerar el crecimiento del mercado de EE.UU., pero no como antes a través de déficits keynesianos y una caída en su competitividad, sino al sostener y desarrollar su naciente boom de inversiones. Este, al emplear las ventajas que le proporcionaría una recientemente adquirida competitividad de la economía de EE.UU. en el mercado mundial y el alto grado de explotación de su fuerza de trabajo, provocaría un aumento de la producción y de la productividad en tasas no vistas desde el alza larga de posguerra. Por su parte, los principales rivales comerciales de EE.UU., al beneficiarse de los masivos desplazamientos de medios de producción redundantes, que ocurrieron durante sus recesiones de los 90, crecerían ahora al proporcionar bienes más baratos al mercado de EE.UU. (y del mundo), absorbiendo cantidades aún mayores de exportaciones de este país.

Desde luego, no se puede descartar este nuevo y optimista escenario, pues la recuperación de la rentabilidad en EE.UU. ha sido muy grande y sus efectos económicos positivos, muy reales. Aun así, hay razones para dudar que las condiciones internacionales sean propicias para que se cumpla, ya que podríamos estar al borde de otra rueda, tal vez aún más brutal, de aquella dura batalla de suma-cero por los mercados mundiales manufactureros, en condiciones de una demanda de bajo crecimiento, que por tanto tiempo ha cerrado el paso a un nuevo dinamismo económico internacional.

El problema fundamental es precisamente inverso a la hipótesis de A. Smith a la que nos referíamos recién: por cuanto, en la práctica, todas las principales economías del mundo tratan da salir de sus dificultades a través de un gran aumento simultáneo de sus ventas en el mercado mundial, basado en una nueva y más profunda fase de represiones salariales y austeridad macroeconómica, el inevitable flujo de exportaciones probablemente devendrá en una redundancia de la producción, una competencia más intensa y en mercados sobresaturados, más que en beneficios mutuos del comercio. Es más impactante aún el hecho de que incluso la economía de EE.UU. sólo fue capaz de asegurar su primer repunte de condiciones de boom, durante la extensa alza cíclica en curso, sobre la base de un crecimiento extremadamente acelerado de las exportaciones.

Hacia fines de 1997, el aumento de la capacidad manufacturera en EE.UU. crecía en 4.3% anuales, bastante más que el crecimiento del consumo; en términos más generales, se esperaba que el gasto en inversión creciera el doble que el gasto de consumo. Considerando que es poco probable que se produzca un crecimiento masivo de los salarios, el gasto de consumo difícilmente puede aumentar mucho más rápido, porque gran parte de él se alimentó de una disminución precipitosa de los ahorros, aparentemente justificado porque los consumidores tomaban como punto de referencia la riqueza personal masivamente incrementada, que se creó ostensiblemente porque se dispararon los valores del mercado bursátil. Por tanto, pareciera que parte importante de la reciente expansión del poder productivo de EE.UU. sólo se realizará si las ventas en el mercado mundial pueden ser incrementadas sustancialmente. Ahora bien, aparentemente, es poco probable –por razones demasiado conocidas- que se materialicen las condiciones internacionales requeridas para que esto sea posible.

 

Factores que Impiden la Recuperación del Sistema

 

El éxito económico de EE.UU. y el debilitamiento de sus principales rivales ha llevado a un nuevo ajuste de los valores de las monedas, con el resultado de que la industria manufacturera de EE.UU. ya está viendo como erosiona el factor -por sí sólo tal vez el más significativo- de una década de boom de las exportaciones. Desde el ‘Acuerdo inverso del Plaza’ en la primavera de 1995, logrado entre los gobiernos del G-3 para prevenir el colapso de la economía japonesa, el dólar se ha apreciado sustancialmente contra el marco y el yen (en un 20% y 50%, respectivamente). Por tanto, se están creando las condiciones no sólo para otros cambios en las ubicaciones de las ventajas competitivas, sino también, además, para una mayor exacerbación del exceso de capacidad y la sobreproducción en el sector manufacturero. Pues, mientras que tanto la economía alemana como la japonesa basan su recuperación en el crecimiento de las exportaciones, sus ventas en el exterior han logrado en menor medida que en otras ocasiones convertirse en elementos catalizadores de la expansión de la economía en su conjunto. El resultado sólo puede ser un crecimiento aún más lento de la demanda interna y una todavía mayor dependencia de las exportaciones. Como se ha destacado, en Alemania, el programa radical de reducción de los costos que ha preparado el camino para un nuevo y vibrante boom de las exportaciones se ha efectuado en gran parte mediante variadas formas de racionalización y la desaceleración del crecimiento de los costos salariales, directos e indirectos, y no a través del crecimiento de las inversiones. De este modo, la recuperación de la industria manufacturera a través de las exportaciones ha aportado poca demanda que tire el resto de la economía. Es más, pese a la creciente desocupación, las autoridades alemanas no se han apartado de su convicción, largamente mantenida, de que los subsidios a la demanda sólo encubren el problema subyacente de los costos ‘estructurales’. Para agravar el problema, en el verano de 1997, elevaron abruptamente las tasas de interés. Las consecuencias eran predecibles: la economía alemana se ha recuperado sólo lentamente; las otras economías europeas, en vez del mercado alemán, han dependido mucho más de lo usual de EE.UU.; y Alemania misma se orientará aún más hacia las exportaciones.

En Japón, la situación es análoga, aunque mucho peor, y con implicaciones mucho más serias para la economía mundial. El boom exportador que se produjo después de la caída del yen resultó ser aún menos exitoso en impulsar la economía que en Alemania. Mientras tanto, el gobierno japonés demostró su determinación de convertir las finanzas sanas en la base que reavivaría el crecimiento, realizando un ensayo espectacular en el ámbito deflacionario -un incremento de 2.5% en los impuestos indirectos- y de este modo puso término al débil alza, abriendo el camino a la peor recesión de la época de posguerra. Es cierto que el gobierno lanzó finalmente, en la primera mitad de 1998, una nueva e importante vuelta de estímulos fiscales, para evitar que la recesión se convierta en depresión; ahora bien, es difícil entender cómo esta medida puede hacer mucho más que asegurar cierta estabilidad temporal. En particular, con un yen en niveles tan bajos, no vistos desde comienzos de los 90, y sin fuerzas alternativas que impulsen la economía hacia adelante, Japón sigue centrado en las exportaciones para revivir. Aun así, hay razones para creer que -precisamente al asegurar, por medio de la devaluación del yen, las condiciones aparentemente requeridas para la revitalización de su industria manufacturera- en realidad ha terminado socavando los fundamentos de su recuperación al minar los mercados de sus manufactureros. Ha constituido un tema central en este texto que, en las condiciones prevalecientes de intensificación de las competencias internacionales, las ventajas competitivas de una gran economía han tendido a implicar pérdidas para las demás. No es muy necesario agregar que, en esta situación, en que incluso las economías en desarrollo más fuertes han sido vulnerables, aquellas más débiles -como México, Argentina o India- han ‘sobrevivido’ en la competencia sólo al imponer a sus poblaciones reducciones masivas en los estándares de vida. Por tanto, fue la reducción en el valor del yen desde comienzos de la primavera de 1995, tan vital para mantener la economía japonesa a flote, la que empujó a las economías asiáticas a esta profunda crisis actual y la que puso finalmente en peligro no sólo la recuperación de Japón, sino la de todo el sistema[95].

 

 

El análisis de Robert Brenner es ejemplar, sobre todo por el detalle. En este caso, nos muestra que ante la evidencia de la crisis económica, las potencias industriales intentan políticas contrastadas. Una, manteniendo la valorización de su moneda, las otras, al final devaluándola, lo que incidió en la competencia de las exportaciones positivamente. Sin embargo, fue indispensable, para poder aprovechar esta situación, que se mejore la eficacia productiva, absorber los costos de producción, de tal manera que los precios de los productos al mercado de exportación sean atrayentes. Ciertamente, en este tema es importante aproximar y disminuir la brecha tecnológica. Al respecto, Alemania y Japón superaron la brecha económica en muchas líneas de producción. Esto afectó al balance comercial estadounidense, que tuvo que importar mercancías más baratas de la industria alemana y japonesa. De todas maneras, a pesar de estas contingencias adversas, la economía norteamericana pudo sortear los accidentes y lograr, en el mediano y largo plazo, cierta rentabilidad que preservó el crecimiento.

Comparando etapas de la historia económica, Brenner observa la tendencia ineludible de la tendencia a la tasa de creciente de ganancia, la disminución de los ritmos y niveles de rentabilidad. Para responder a su pregunta sobre la recuperación económica, se puede decir que ésta es intermitente, en todo caso coyuntural, en el mejor caso, por un lapso; sin embargo no se podrá lograr la recuperación a largo plazo, debido al condicionamiento de las estructuras del capitalismo, de la tendencia histórica a la baja tasa de ganancia, a las consecuencias de la sobreproducción

 

Saliendo de la región central de la economía norteamericana, Brenner analiza la crisis del sudoeste asiático.  

 

 

 

La Crisis del Sudeste Asiático

 

Las economías de Asia Oriental y Sudoriental habían explotado el nivel excesivamente alto del yen, en la década posterior al Acuerdo del Plaza, para crecer impetuosamente, primero, invadiendo los mercados ocupados antes por los productores japoneses, en particular en Norteamérica. Las multinacionales japonesas jugaron, desde luego, un papel primordial en facilitar el boom exportador de las economías asiáticas mediante inversiones directas sustanciales en plantas productivas de bajo costo relativo, aún más atractivas por las monedas locales, las que, al estar atadas al dólar, cayeron respecto al yen en 40% o más entre 1990 y 1995.

Lo que parecían ser posibilidades ilimitadas para el crecimiento del sector manufacturero a través de las exportaciones, abrieron el acceso de estas economías a una oferta aparentemente ilimitada de capital, que alimentó un enorme boom en la construcción, así como en la creación de una capacidad productiva aún mayor en las industrias manufactureras, que empezaron a proveer no sólo a América del Norte, y en un menor grado a Japón, sino también a crecientes mercados internos en el continente asiático.

Con la caída del yen se amenazó la continuidad del crecimiento súper rápido que había llegado a considerarse como asegurado en toda la región. Sin embargo, en la mayoría de los países de Asia Oriental y Sudoriental la respuesta general a la competencia más intensa y a la demanda más débil de sus bienes consistió en invertir aún más dinero en nuevas plantas y equipos. Aunque esto parezca paradójico, considerando su preponderante dependencia de las exportaciones y la imposibilidad, en el corto plazo, de reorientarse de alguna manera hacia el mercado interno, la industria manufacturera en la región no tenía otra opción que tratar de mejorar su competitividad exportadora a través de nuevas inversiones. Por tanto, se agudizó el exceso de capacidad existente, originado en años en que la inversión crecía un 20% anual.

Inevitablemente, todas estas economías sufrieron de repente una drástica reducción en el crecimiento de sus exportaciones y/o de sus utilidades, en particular bajo el impacto de una competencia más intensa de Japón y de China, no sólo en otros mercados, sino también en el de Japón mismo, en la medida que las ventas en el exterior de la región en su conjunto (excluido Japón) disminuyeron de 20% en 1995 a 4-5% en 1996-97. Por cuanto los déficits en cuenta corriente de repente subieron, resultó evidente que se habían reducido de manera significativa las expectativas de crecimiento para la región, aun cuando continuaron temporalmente los booms en la construcción y en los mercados bursátiles, impulsados por monedas sobrevaluadas. No obstante, pronto disminuyó el flujo de fondos externos y aumentaron los ataques especulativos contra las monedas locales, forzando en última instancia grandes y competitivas devaluaciones en toda la región.

En este contexto, los bancos occidentales y japoneses, que hasta hacía poco habían vertido dinero para financiar la sobreproducción manufacturera y el crecimiento excesivo de la construcción, repentinamente iniciaron una carrera para sacar los capitales, en su mayoría de corto plazo, precipitando una fuga de los mercados de dinero.

Asia Oriental se encontró sufriendo el familiar efecto dominó que caracteriza a una crisis acelerada de deuda, el mismo tipo de espiral a la baja que se experimenta en los mercados bursátiles cuando se produce pánico. Cada prestamista extranjero temía que todos los demás podría sacar su dinero, y trataba de salir lo más rápido posible. El resultado fue la desaparición automática de casi todos los créditos externos de la economía de la región, lo que hizo imposible que los productores cumplieran con sus compromisos, acostumbrados al traspaso rutinario de sus créditos. La situación se agravó aún más porque los deudores asiáticos debían pagar sus deudas con monedas que habían perdido gran parte de sus valores. En este momento aparece en escena en FMI. Este podría haber intentado que los bancos internacionales se pusieran de acuerdo en actuar de conjunto para mantener el flujo de sus dineros hacia la región, de este modo contrarrestando la salida masiva de los créditos, pues aportar dinero es el remedio normal para una crisis de liquidez. Después de todo, el problema subyacente que afectaba a muchas empresas asiáticas era la insuficiente demanda internacional para sus bienes, y no la ineficiencia de sus producciones, ni tampoco la (inexistente) dependencia del gasto deficitario de los gobiernos. Sin duda, algunas empresas habrían sido recuperadas, otras, habrían perecido. Pero, no tenía por qué caer toda la economía regional. No obstante, el FMI, preocupado mayormente de que los bancos europeos, japoneses y de EE.UU. fueran pagados por completo, demandó, en un estilo netamente Hooveriano, que se ajuste el crédito y se imponga la austeridad, exacerbando radicalmente la crisis de la deuda y asegurando una depresión devastadora.

En menos de un año, la caída de las monedas de Asia Oriental y Sudoriental contra el dólar ha sido del orden de 35-40% y la amplia destrucción de valores ha sido aún mayor. Desde Junio de 1997, los mercados bursátiles han caído 89% en Indonesia, 75% en Corea del Sur, 73% en Malasia, 71% en Tailandia, 57% en Filipinas y 47% en Hong Kong. ‘Esta no es una reversión ordenada, es una estampida inducida por el pánico’, y sólo puede provocar una mayor reducción en la demanda global y la consecuente intensificación de la competencia internacional.

En primer lugar, los bienes asiáticos obviamente serán mucho más baratos, dado el nivel de la devaluación. En segundo lugar, los mercados de Asia, en las tenazas de la depresión, serán capaces de absorber mucho menos capital y bienes de consumo, y por tanto, mucho menos importaciones. En tercer lugar, por cuanto una proporción menor de bienes producidos en Asia serán vendidos dentro de esta región, las economías asiáticas dependerán en un grado aún mayor de las exportaciones al resto del mundo. Por último, el flujo de exportaciones asiáticas a los mercados fuera del continente será tanto mayor en cuanto las plantas y los equipos recientemente construidos estaban destinados al crecimiento continuo de las economías de Asia en las tasas anteriores de expansión y, por tanto, tendrán que encontrar una salida a precios más bajos fuera de la región.

Debe señalarse que la repentina contracción de las economías de Asia Oriental no viene solamente de Japón, sino de la creciente presencia de China en el mercado mundial. Cuando China devaluó su moneda en 1994, incrementó abruptamente su competitividad de costos en producciones del extremo inferior, de la misma manera que Japón lo haría en 1995 con las producciones del extremo superior. Más aún, en los últimos años se produjo una caída abrupta en el aumento de la demanda de consumo en China, lo que redujo el empleo de la capacidad instalada a un 58% y al mismo tiempo contrajo la inflación de 30% en 1994 a menos de 2% en la actualidad, obligando a los productores chinos a orientarse en un grado aún mayor hacia el mercado mundial. La decisión de las autoridades chinas de reducir drásticamente el masivo sector industrial en poder del estado, sólo puede provocar una caída aún mayor en el crecimiento del empleo y el consumo interno. Pero, considerando las devaluaciones en Asia Sudoriental, los productores chinos enfrentarán una competencia feroz en las principales exportaciones, como vestuario y textiles, y por tanto asumirán como algo sensible y obligatorio aceptar los precios más bajos; efectivamente, es posible que el gobierno Chino por último no tenga otra opción salvo devaluar su moneda, incrementando masivamente la presión a la baja sobre los precios manufactureros de Asia oriental y Sudoriental. Por ejemplo, en Asia Sudoriental como un todo, las ventas de automóviles crecieron 20% al año entre 1993 y 1995, pero sólo 6% en 1996 y un estimado 5% en 1997.

Se puede olvidar con demasiada facilidad que durante la pasada década y media (hasta 1996), Asia Oriental y Sudoriental fue el único centro de acumulación dinámica de capital en un capitalismo mundial estancado. Un índice del impacto depresivo que podría tener la región en crisis sobre la economía mundial se puede reconocer en el hecho de que en 1996 las economías combinadas de Asia (excepto Japón) invirtieron no menos de US$ 914 mil millones, casi exactamente el mismo monto que invirtió el mismo año la economía mucho más grande de EE.UU. Más aún, dado que estas economías ya son responsable de, tal vez, 20% de las exportaciones mundiales, el aumento inevitable de su orientación exportadora obligatoriamente será percibido con fuerza en todos los mercados manufactureros del mundo. Es posible concebir que si las economías de Asia Oriental y Sudoriental fueran las únicas involucradas en el proceso de incrementar abruptamente sus ventas externas y de experimentar un crecimiento más lento de su demanda interna, la mayor oferta podría absorberse sin muchas destrucciones por el sistema. Pero, en vista del hecho que Japón, Alemania, y Europa, así como EE.UU. han tenido pautas análogas de crecimiento dependiente de las exportaciones con mercados internos de bajo crecimiento, no es fácil entender cómo la economía mundial evitará el empeoramiento aún mayor del exceso de capacidad y de sobreproducción, con exportaciones crecientes frente a una demanda interna estancada que empuja a la baja las tasas de ganancia. En particular, es difícil entender cómo el impacto depresivo de la crisis asiática puede dejar de traspasarse, y ampliarse mucho más, como consecuencia de sus efectos sobre Japón. La economía de este país, se ha enfatizado, ha tratado por más de una década de salir de la profunda crisis de su forma de desarrollo orientado hacia las exportaciones, principalmente a través de una rápida y profunda reorientación respecto a Asia Oriental y Sudoriental.

En 1996, Asia absorbía 45% de las exportaciones de Japón y, aproximadamente, el mismo porcentaje de sus inversiones directas externas en el sector manufacturero. Los bancos japoneses eran responsables del 30% al 40% de todos los préstamos concedidos a Asia Oriental y Sudoriental por los países capitalistas avanzados. Por consiguiente, no puede haber grandes dudas de que el colapso asiático ha sido un factor clave en socavar la recuperación de Japón. La depresión en Asia no sólo redujo el crecimiento de las exportaciones japonesas, mientras que exacerbaba el gran problema de sus bancos con la cartera vencida y, por tanto, restringía el crédito; sino que ensombreció profundamente las perspectivas generales de la economía al bloquear lo que se consideró por largo tiempo como la ruta más promisoria para el renovado dinamismo económico de Japón. Dicho en palabras simples, la crisis en Asia Oriental y Sudoriental por lo menos frenó parcialmente la segunda economía más grande del mundo, y al hacerlo debía exacerbar las dificultades internacionales de por sí cada vez más profundas con un crecimiento limitado de la demanda y la sobre-oferta de productos del sector manufacturero. Posiblemente, aún podría darse el caso de que, con una expansión suficientemente sostenida de la inversión, la economía de EE.UU. provea el creciente mercado que la economía internacional necesita para contrarrestar y absorber la emergente explosión de las exportaciones. En este escenario - nuevamente optimista-, la avalancha de bienes a bajos precios provenientes de Japón y del resto de Asia serviría básicamente, al igual que la de los bienes provenientes del resto de las economías capitalistas avanzadas y orientadas a las exportaciones, no tanto para presionar a la baja los precios y las utilidades de los productores de EE.UU., sino para reducir sus costos de producción, elevando su competitividad y sus márgenes y estimulando una mayor acumulación de capital. Por las mismas razones, revitalizarían las economías locales, posibilitando una mayor absorción de las importaciones desde EE.UU. En otras palabras, la complementariedad sobrepasaría la competencia, poniendo en marcha una espiral virtuosa ascendente, y EE.UU. empujaría la economía mundial hacia un nuevo boom. No obstante, dada la rapidez y discontinuidad con que eventualmente aumentaría el crecimiento de las exportaciones mundiales y el carácter abrupto de la contracción del crecimiento de los mercados internacionales, parece mucho más probable que se perpetúen y exacerben las tendencias de largo plazo hacia un exceso de capacidad y una sobreproducción internacional, que la superación de las mismas. En particular, por cuanto Asia Oriental y Sudoriental, incluyendo Japón, han estado absorbiendo de un cuarto a un tercio de las exportaciones manufactureras de la economía de EE.UU., durante el boom de éste, no es fácil de entender cómo el crecimiento de las ventas de EE.UU. en el exterior podría evitar reducirse significativamente en el futuro inmediato. Es más, dada la devaluación radical de las monedas asiáticas, es difícil entender cómo los empresarios manufactureros de Japón, que se han preparado para competir con una tasa de cambio de 100 yen por dólar, pueden dejar de ejercer, en conjunto con sus contrapartes en Asia, una presión a la baja sobre los precios de los productores manufactureros de EE.UU., pues la tasa de cambio se encuentra en 130 a 140 yen por dólar. Pero, en vista del papel, absolutamente primordial, del sector manufacturero de EE.UU. en la recuperación, más amplia, del capital de EE.UU., cualquier reducción sustancial en las expectativas de este sector tendría consecuencias importantes para la sustentación del boom en EE.UU.

Ahora bien, dadas las condiciones existentes en el mercado mundial y de EE.UU., esta reducción parece inevitable. Por tanto, la intensificación de la competencia parece casi de seguro exprimir las utilidades del sector manufacturero, en particular al reducir las exportaciones de EE.UU. a Asia y al incrementar la presión de, especialmente, transables asiáticos sobre los mercados de importación y los precios en EE.UU. Pero, si disminuye la rentabilidad manufacturera, las consecuencias serán sin duda muy extensas. Caería el crecimiento de las inversiones, pero entonces también bajará el crecimiento de la productividad, abriendo paso para mayores presiones del crecimiento de los salarios sobre las utilidades.

El mercado bursátil también debiera caer, confirmando el ajuste a la baja, largamente esperado; pero, si bajan las acciones, es difícil que se materialice el crecimiento en la demanda de consumo, requerido para compensar el menor crecimiento de las exportaciones y de las inversiones. En este escenario más probable, por un tiempo más la producción redundante socavaría los beneficios del comercio, y la competencia terminaría aplastando la complementariedad. La oferta cada vez más acelerada de las exportaciones mundiales ante mercados cada vez más reducidos, lejos de impulsar las utilidades y de sostener el boom en EE.UU., las recortarían y, por tanto, frenarían la recuperación, y de esta manera pondrían fin a un alza secular de todo el sistema y amenazarían con un nuevo y serio vuelco hacia la baja de la economía mundial[96].

 

 

En conclusión, no hay tal recuperación, si observamos el largo plazo, aunque en cortos plazos se puede apreciar recuperaciones provisorias. No hay salida a la crisis prolongada, si es que no se logra coordinar entre los agentes de la producción, si es que no se evita la injerencia de capitalismo financiero sobre el capitalismo industrial, sobre todo sobre la economía, el campo económico, con sus maniobras financieras.

La coordinación industrial es indispensable para incorporar los avances tecnológicos, ocasionando mayor productividad, lo que redunda en el fortalecimiento de la economía. Esta coordinación lleva a otras coordinaciones. Se requiere de la coordinación complementaria entre las distintas economías. Ahora bien, estas recomposiciones, de todas maneras no evitan la tendencia a la baja rentabilidad, en el largo plazo. Para sostener el crecimiento económico se requiere de la renuncia a altas tasa de rentabilidad; por lo tanto, de renunciar a las maniobras especulativas del capitalismo financiero. ¿Se está en condiciones de hacer esto? ¿Se tiene esta predisposición? Claro que no, las burguesías, la híper-burguesía, no van a renunciar a la ganancia, a las tasas altas de rentabilidad. El modo de producción capitalista está destinado a clausurarse, pues, si bien puede, como dicen Deleuze y Guattari, desplazar sus límites internos, no puede desplazar sus límites externos, tampoco puede convertir a las burguesías en meros agentes técnicos de la producción. La burguesía no puede renunciar a la propiedad de los medios de producción, menos a la apropiación del excedente, de la plusvalía, por medio de la ganancia. Por esto mismo, no puede renunciar a la pretensión de altas tasas de rentabilidad. Ante la disyuntiva de invertir en la producción, cuya tasa de retorno es larga, en el cambio tecnológico, por ejemplo, de tecnología limpia, o invertir en la especulación financiera, cuya tasa de retorno resulta alta y rápida, aunque sea coyuntural o en el mediano plazo, la burguesía prefiere lo segundo, pues la valorización es inmediata.

 

El escenario positivo es improbables. Por más paradójico que parezca, el capitalismo del libre mercado y de la libre empresa requiere de planificación.

 

La estrategia de guerra

 

Como dijimos antes, aunque se presente paradójico, la maquina capitalista articula producción y antiproducción, como composición contrastante de la mecánica capitalista. No se trata solo de la comprensión del proceso paradójico, sino de entender cómo la absorción de plusvalía, incluso su destrucción, ayuda a la realización efectiva de la plusvalía.

Una forma  extrema de absorción es la guerra, una forma extrema de antiproducción es la guerra. La guerra es inherente al desarrollo del capitalismo, no solo porque la colonización y la colonia, la colonialidad, son formas de la destrucción de pueblos, sino que la guerra es la antiproducción suprema, no solo porque el capitalismo requiere destruir parte de lo que produce, sino porque la guerra exterioriza los desplazamientos de los límites internos. La guerra es ineludible en el desarrollo del capitalismo. Respecto a la crisis orgánica del capitalismo, crisis entre fuerzas productivas y relaciones de producción, crisis de composición orgánica y técnica del capital, crisis de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia,  crisis que podrá postergarla en coyunturas, hasta en periodos; empero, lo que hace es diferirla.

La guerra destruye, destruye ciudades, destruye vidas; también destruye los propios artefactos, maquinarias y armas de la guerra. Como se dice, una maquinaria industrial parada no produce plusvalía; empero, ¿qué pasa, qué implica, que las armas, las herramientas, los artefactos de guerra no se usen? Cuando no se usan no se produce muerte, destrucción; la destrucción es necesaria para absorber plusvalía y para conformar las condiciones de posibilidad para la realización de la plusvalía. La guerra es guerra de conquista, es el procedimiento desmesurado para sostener la acumulación ampliada, recurriendo a una exacerbación de la acumulación originaria.

          

Revisando la secuencia compuesta y combinada de la crisis, vemos que el imperio y los imperialismos, en la historia reciente, han desencadenado guerras policiales, de control, vigilancia y contención. Las guerras del golfo, la ocupación de Afganistán, la ocupación de Haití, la guerra en la ex-Yugoeslavia, la guerra civil en Libia, las guerras focalizadas en África, la guerra civil en Ucrania, en menos de un cuarto de siglo, corroboran lo que decimos, nuestra interpretación calamitosa del capitalismo. La máquina despótica, el imperio antiguo, requería de la guerra para ligar espacios inmensos, pluralidad de territorios, aldeas y comunidades, al cuerpo simbólico del déspota; en cambio, la máquina capitalista requiere de la guerra para ligar los flujos de fuga, los flujos nómadas, los flujos alternativos, los flujos alterativos, al cuerpo abstracto del capital.

 

 

Hipótesis sobre la guerra inmanente

 

Desde la guerra de Corea, sobre todo profundizando su transformación desde la guerra del Vietnam,  la maquina capitalista convierte la guerra trascendente en guerra inmanente, en la dinámica y mecánica de su compleja maquinaria de valorización del capital.

Ahora la guerra no es una herencia de la maquina despótica, no es un recurso externo, por así decirlo; por ejemplo político, que viene del campo político, para crear las condiciones de posibilidad histórica no solo del modo de producción propiamente capitalista, sino de la genética capitalista que hace al modo de producción inmanente y trascendente, un modo de producción integral, que integra todos los campos sociales, el campo político, el campo cultural, como planos de intensidad del modo de producción capitalista, de la valorización del valor, con pretensiones de integrar los ciclos vitales, de integrar la vida a la máquina capitalista.



La máquina de guerra capitalista

 

 

 

 

Dedicado a los y las activistas libertarias y a los pueblos capturados por la máquina capitalista, pueblos que quieren su emancipación y liberación.

 

 

Obviamente cuando hablamos o escribimos la palabra máquina la usamos como metáfora; el referente es una máquina; es decir, una máquina,  un conjunto de elementos móviles y fijos cuyo funcionamiento posibilita aprovechar, dirigir, regular o transformar energía o realizar un trabajo con un fin determinado. Se denomina maquinaria, del latín machinarĭus, al conjunto de máquinas, que se aplican para un mismo fin y al mecanismo que da movimiento a un dispositivo. Los elementos que componen una máquina son el motor, el mecanismo, el bastidor y los componentes de seguridad[100].

Si bien éste es el referente, la máquina mecánica, cuando usamos la metáfora nos referimos a máquinas sociales; es decir, hablamos de máquinas compuestas por cuerpos humanos, sus relaciones, sus asociaciones, sus composiciones, sus dinámicas, sus usos, sus prácticas, sus saberes, el intelecto general, las tecnologías. ¿Qué analogías hay entre la maquina social y la máquina mecánica, para que pueda usarse a ésta como metáfora? No se puede decir que se trata de los componentes; motor, mecanismo, bastidor, componentes de seguridad. Si diríamos esto nos estaríamos condicionando por el referente para pensar las singularidades de la máquina social, entonces, haciendo desaparecer las singularidades. El referente se habría convertido en modelo, obligando a encontrar sus estructuras en la maquina social. La metáfora deja de ser metáfora para convertirse en una estructura que hay que encontrar en las sociedades. Esta manera de proceder es dogmática, además de ser fetichista. La máquina mecánica es producto social, en todo caso; no podría ella, la máquina mecánica, explicar o dar cuenta de la máquina social. En todo caso es al revés.

¿Cuál es la utilidad de usar la metáfora de maquina social? Se trata de que da una imagen de conjunto articulado, que transforma la energía dirigiéndola a finalidades determinadas. Entonces la importancia de esta metáfora, que se vuelve concepto, es que supone la integración de los componentes del conjunto para lograr finalidades propuestas. De esta manera adquiere sentido hablar de máquinas territoriales, máquinas despóticas y máquinas capitalistas, también de máquinas de guerra. Pero, ¿ocurre esto? ¿Es así? Aceptarlo equivale a admitir que es consciente la actividad de todos los componentes de la máquina social, quienes se proponen realizar las finalidades propuestas. Lo que ya resulta difícil corroborarlo, dada la experiencia social, donde, mas bien, se manifiestan las contingencias, el azar y la aleatoriedad. Ante esta segunda consecuencia, el uso de la metáfora sigue siendo problemático; no deja de condicionar la interpretación. ¿Son máquinas las máquinas sociales o son algo distinto?   

Hay pues una tercera situación en el uso de la metáfora. Ocurre como cuando creemos ver figuras reconocibles en el firmamento o las nubes; entonces nombramos a las constelaciones con lo que parecen ser sus perfiles. Ciertamente no es lo mismo, pues no se nombra a las formas, contenidos y expresiones sociales de la misma manera que a las constelaciones, sino que tratamos de explicar conjuntos de comportamientos, tanto en su sincronía como en su diacronía, a partir de ciertas tendencias recurrentes. En realidad, nombramos estas tendencias como si nos mostraran el sentido de su direccionalidad y funcionamiento. Ayuda mucho encontrar en el azar regularidades, aunque se den en los grandes números, en los efectos de masa. 

No desechamos usar estas metáforas, que se vuelven conceptos, sino que preferimos contextuarlas, presentarlas como posibilidades interpretativas, en una multiplicidad de planos y espesores de intensidad del acontecimiento. En todo caso, tampoco la máquina mecánica tendría sentido sola, en el vacío; se encuentra en un mundo donde adquiere sentido. Lo mismo la maquina capitalista no tendría sentido sola, en el vacío, si no se encontrara en un mundo, que aunque se hable de mundialización del capitalismo, no es un mundo capitalista; el mundo no es capital; no puede ser capturado, en su integridad y complejidad, desbordante y en devenir, por la máquina capitalista. El mundo desborda a las máquinas sociales.

De lo que se trata es de averiguar la relación entre las máquinas sociales y el devenir mundo, donde adquieren sentido. Se equivocan entonces los economistas al creer que el capitalismo tiene sentido de por sí, como si estuviera solo en el vacío. Si hay sentido, el sentido se encuentra en la relación del capitalismo con el devenir mundo.  Entonces es absurdo discutir el sentido del capitalismo de acuerdo a su crecimiento y desarrollo, o, de lo contrario, por los efectos de este crecimiento y desarrollo en las sociedades, que, en todo caso, es mejor, que el autismo de los economistas. Lo importante es saber cómo el capitalismo se constituye en el mundo, cómo constituye el mundo al capitalismo, cómo el capitalismo constituye el mundo, aunque no pueda hacerlo totalmente, pues el mundo es su substrato y su horizonte, no puede nuca abarcarlo, menos sobrepasarlo. También es importante comprender cómo el capitalismo, en este caso, los economistas, ignora u olvida, la constitución mundana del capitalismo, por decirlo, olvidan su origen, inventando mitos como si el capitalismo hubiera nacido en el vacío y se moviera en el vacío. A esto lleva la tesis de la autonomización del campo económico, compartida por varias corrientes teóricas.

Decimos: el capitalismo, como acontecimiento histórico, no es el capitalismo, como concepto, como representación, como corpus teórico; lo es en tanto aparece como figura recurrente, sincrónica y diacrónicamente, en la conjunción maquínica de cortes de distintos planos y espesores de intensidad del mundo. No lo es en tanto que hay que descifrar este conjunto de regularidades en sus relaciones con el mundo, donde aparece como devenir capitalista en el devenir mundo; por lo tanto, también deviene otro, ese otro no-capitalista. Como mito de la autonomización del campo económico, lo es, como perteneciente al mundo, no lo es. Es lo que es en esas relaciones constitutivas y des-constitutivas con el mundo. ¿Es una anomalía o una nomalía, por así decirlo? ¿Tiene sentido preguntarse de esta forma un tanto moral? Es lo que las contingencias y el azar han conformado como efecto de masas, como efecto molar, recurrente. Lo importante es comprender cómo esas regularidades se han dado en esa pluralidad de contingencias, también cuales otras regularidades son posibles o se dan, pero no se las reconoce.

Hay que salir de los paradigmas dualistas, esto o lo otro, lo contrario. En realidad, ambos polos opuestos se retroalimentan; se oponen para subsistir y persistir. Quizás no sea tan difícil salir del capitalismo, por lo menos teóricamente. Hay que salir de la “ideología”, que al parecer no solamente está conformada por el fetichismo de la mercancía sino también por el fetichismo del valor de uso, y otros fetichismos. Se trata de salir del mito de la autonomización del campo económico, fortalecer los otros campos sociales, el campo cultural, los múltiples planos y espesores de intensidad, que conforman el mundo. Valorizar lo social, en sus múltiples formas, contenidos y expresiones; lo mismo y de la misma manera valorizar lo cultural; así como valorizar los múltiples planos y espesores de intensidad. Valorizar los ciclos de la vida. Esto equivale a renunciar a la rentabilidad, a la valorización abstracta del abstracto equivalente general. Hacer funcionar máquinas sociales más complejas, a la vez más mutantes, sobre todo integradoras de los distintos campos, planos y espesores de intensidad.

Si alguien argumenta que se necesitan recursos económicos para hacer esto, para invertir en estos campos, lo que hace es patentizar que no ha salido del mito de la autonomización del campo económico, que está tan atrapado en la “ideología”, que no imagina otro mundo sino ese de un campo económico, como una nave  solitaria, navegando en el vacío. En realidad, para que se de esa regularidad secuencial, que llamamos capitalismo, se establece un tipo de relaciones con los otros campos, de donde toman fragmentos, partes, útiles, para sostener la ficción de la valorización de capital. Lo que hay que hacer es conectar, articular, integrar, todos estos campos, planos y espesores de intensidad, de una manera complementaria,  plural, pluri-direccional, armónica. Sin derivar en ficciones, “ideologías”, mitos, sino, mas bien, en imaginarios dinámicos.

Otro alguien también puede creer que lo que decimos es una versión del pacifismo. El pacifismo, mas bien, es otra versión de la política, en sentido restringido, de la dualidad amigo/enemigo; el pacifismo es la versión pasiva de esta confrontación, el belicismo es la versión violenta de esta confrontación. No se trata de pacifismo. No se renuncia a la defensa, incluso radical, violenta. Empero, a diferencia de la política, en sentido restringido, no se trata de atacar a un enemigo, que, en realidad es un lugar en la estructura de poder. Sino de activar la potencia social inhibida por las máquinas de poder, potencia social capturada por estas máquinas, liberarla de la “ideología” y de las relaciones, estructura, técnicas y prácticas de dominación. El activismo es movilización múltiple en los múltiples planos de intensidad, es radical, pues busca destruir el poder polimorfo.

Estar más allá de la política, en sentido restringido, más allá de la dualidad amigo/enemigo, no es dejar de luchar, de ninguna manera. Es luchar mucho más que antes, luchar en los distintos campos, planos y espesores de intensidad, socavar las bases de donde se sustenta esa dualidad perversa y cómplice del amigo/enemigo. Es abrirse a relaciones constitutivas del mundo, dejar de circunscribirse a relaciones constituidas, que aparecen en los campos, aparentemente autónomos. No solo hay relaciones simétricas, opuestas o congruentes, no solo hay relaciones de solidaridad, de complementariedad, de reciprocidad, de fraternidad, de sororidad, sino múltiples de relaciones posibles, además relaciones con el mundo y en el mundo.

Si un tercer alguien dice que lo que decimos es utopía, romanticismo, imposible, pues la máquina capitalista es todopoderosa; se equivoca. La máquina capitalista subsiste, sobrevive, se reproduce, porque somos nosotros, los humanos, las sociedades, los pueblos, los que la recreamos todos los días. Si el día de mañana se decide hacer algo diferente, cambiar de regularidades, de habitus, de prácticas, el sistema capitalista se cae como un castillo de naipes. ¿Por qué no ocurre esto? Porque creemos que el mundo se reduce al capitalismo, que la realidad es el capitalismo; somos nosotros los que nos hemos encerrado en esta burbuja llamada capitalismo.

   

 

 

 

¿Cómo desarmar una máquina de guerra?

 

Lo primero que hay que hacer es desconectar la máquina; sin energía no funciona. Después es importante separar sus partes y piezas componentes; separadas no pueden formar un conjunto mecánico cuyos movimientos apuntan lograr finalidades propuestas, aunque después se conecte energía, no podrá funcionar. En tercer lugar, hay que garantizar que nadie reconstruya la maquinaria, juntando sus partes y sus piezas, después conecte la máquina. Para eso es importante deshacerse de las piezas y las partes, que pueden ser o destruidas o, en el mejor de los casos, utilizadas en otra máquina cuyo diseño sea para la producción y no para la destrucción. Sin embargo, aquí no terminan las cosas; alguien puede volver a diseñar otra máquina destructiva, fabricar las piezas y las partes, juntarlas, de acuerdo al diseño, por último, una vez armada la máquina, conectarle energía. Volveríamos otra vez al principio. Por eso, es importante que los humanos, las sociedades humanas, los pueblos, conozcan la historia efectiva del pasado, la historia y las historias de destrucción que han sufrido los humanos, las sociedades y los pueblos, nada más ni nada menos que para construir riqueza y bonanza para unos, a nombre del bienestar de todos. Bienestar que nunca llegó, salvo, en algunos casos fragmentariamente y de manera diferida. Tienen que conocer los efectos de la destrucción de estas máquinas de guerra y de la máquina capitalista, efectos que han dejado cicatrices y huellas, inscribiendo la historia política en la superficie del cuerpo, en la piel, inscribiendo en el espesor del cuerpo la consciencia desdichada, la consciencia culpable y el resentimiento, constituyendo hombres violentos, patriarcales, paranoicos, enamorados de sí mismos. Efectos que han depredado, contaminado y destruido los ecosistemas, las ecologías, afectando los ciclos vitales y a la reproducción y devenir de la vida. Esperemos que con la memoria de esta experiencia, la interpretación crítica de esta experiencia, no haya nadie que vuelva a construir máquinas destructivas, anti-productivas y despóticas.

Ciertamente las máquinas de guerra intentaran evitar que se las desconecte. Actuaran para que esto no acontezca, perseguirán a todo y toda sospechosa, acusaran a pueblos enteros de terroristas, señalaran el mal por todas partes, mal que hay que extirpar; acusaran a naciones de ser una amenaza para la seguridad del gran Estado; se comportaran como celosos vigilantes del orden; harán policía en todo el orbe, tratando de que no se irradie el mal, que no llegue a hacer lo que pretende, desconectar la máquina. La máquina de guerra actuará preventivamente, ocupara los territorios malditos, buscando a los terroristas, a las amenazas al orden mundial, liberando a los lugareños de estos malos ejemplos. Las máquinas de guerra se presentaran como “libertadores” de los lugareños, quienes para agradecerles les entregaran sus recursos naturales, que ellos no saben apreciar ni utilizar.

En consecuencia, para poder desconectar la máquina, para evitar esta represión violenta, es menester contar con la capacidad de defensa. ¿Son máquinas de guerra las que van a detener a las otras máquinas de guerra? ¿O, mas bien, se trata de la contra-guerra, del contra-poder, de la contra-hegemonía? ¿Qué sería una contra-máquina de guerra? Las guerrillas lo fueron frente a la guerra convencional, las insurrecciones lo fueron frente al Estado, el pueblo armado fue concebido para enfrentar a las tropas mercenarias del soberano, el ejército rojo hizo frente a los ejércitos imperialistas ocupantes; sin embargo, no tardaron en volverse también máquinas de guerra, quedando lo de pueblo armado en consigna o retórica. Con lo que se vuelve prácticamente a lo mismo, aunque se dé de modo diferente.

Para no llegar a ser una máquina de guerra se requiere que la máquina de contra-guerra no se aboque a una finalidad, sino se abra a múltiples finalidades conectadas, consensuadas, dinámicas, armonizadas con la potencia social y la vida. Máquinas de contra-guerra que sean capaces de destruir las máquinas de destrucción, así como sean capaces de liberar a los pueblos sometidos por estas máquinas de guerra, incluyendo, sobre todo al pueblo o pueblos de donde emergió esta máquina de guerra, que también está sometido por las guardias pretorianas de su Estado y por la misma máquina de guerra, por la propia máquina capitalista.

Por otra parte, es muy importante saber que no solamente hay que desconectar y desarmar una máquina de guerra, por más grande que sea, sino todas las máquinas de guerra, mejor, si se puede, al mismo tiempo, sino en márgenes de tiempo próximos, pues, si desaparece una máquina de guerra, por más monstruosa que sea, puede otra máquina de guerra ocupar su lugar. Ciertamente, para que pueda ocurrir esto, desconectar todas las máquinas de guerra, todos los pueblos deben coordinar sus acciones, sus decisiones, de manera consensuada. ¿Cómo pueden los pueblos llegar a semejante acuerdo, coordinación y decisión sabia y consensuada?  Si los pueblos creen que sus máquinas de guerra los defienden, les dan seguridad, los salvan del terrorismo, preservan el orden. Esta es la labor de los y las activistas libertarias, de los movimientos sociales anti-sistémicos, de los pueblos liberados; activar la potencia social, inhibida y capturada por las mallas institucionales y las máquinas de guerra y la maquina capitalista



 

 

 

Apéndice

 

¿Modelo político? No hay modelo en política

 

 

 

Pablo Iglesias ha dicho que no quiere el modelo venezolano para España. Hay que preguntarse si hay modelo en política. ¿Qué es un modelo? Más o menos el original que sirve como molde para la serie, si se quiere para las repeticiones, para las imitaciones. Pero esto se da en la industria; ni siquiera hay repetición en la artesanía, donde cada producto, para no hablar de objeto, es singular. Lo mismo en política, cada revolución, usando este término tan abusado, en su sentido más general, se entienda como reforma, desde el punto de vista radical, o se entienda como revolución, desde el punto de vista de la reforma, es pues singular, en el sentido que es acontecimiento, como tal composición singular de las multiplicidades singulares. Una revolución no se puede imitar, pues responde a su particularidad histórica, a su contexto, a los espesores históricos, culturales y sociales de su contexto, del espacio-tiempo-social-cultural-territorial.

 

La revolución bolivariana es auténtica, emerge del campo de las contradicciones sociales, económicas y políticas, que sostienen al Estado-nación, emergido de la guerra de la independencia. Son los migrantes a la ciudad los que transforman el perfil demográfico de las urbes, los que definen un perfil antropológico de estas metrópolis abigarradas y barrocas de Sur América. Estas multitudes demandantes son las que ocasionan el acontecimiento del Caracaso; momento de emergencia del nuevo tiempo político venezolano. La rebelión de las masas, la rebelión plebeya, rebelión india, mestiza y popular contra las oligarquías, que gobernaron desde la independencia, desde la fundación de la República. Sobre el espesor de esta movilización social se gesta el golpe militar de Hugo Chávez, como respuesta carismática a la crisis múltiple del Estado-nación. Después de su reclusión en la cárcel, opta el caudillo por la incursión en la democracia formal liberal. La victoria electoral lo encumbra como presidente, apoyado por una alianza de “izquierdas” y populares, cuyo perfil compartido era el proyecto bolivariano; es decir, la Patria Grande, quedada en sus comienzos, cuando las oligarquías regionales optaron por las republiquetas, circunscritas a los límites de sus propios prejuicios y conservadurismos.

 

El caudillo es la convocatoria del mito. El mito es el recurso simbólico y alegórico de la memoria social, cuando ésta prefiere expresarse metafóricamente, más que en términos de interpretaciones racionales o teóricas. El caudillo es un invento del imaginario colectivo, es la herramienta hermenéutica que usan las masas para derribar las máscaras de las oligarquías en el poder. De este modo, cuando la correlación de fuerzas lo permite, el pueblo despreciado llega al poder, imponiendo a su mito en el gobierno. Los que adulan al caudillo se equivocan; no es el caudillo el que expresa una esencia revolucionaria, mas bien, expresa todavía muchas contradicciones, muchos conservadurismos, muchos patriarcalismos, a pesar de sus buenas intenciones y su afecto sincero por el pueblo. El mito, la convocatoria del mito, el caudillo, expresa el sentido inmanente de la plebe, su deseo de cambiar la realidad adversa, de trastrocar la historia opuesta; ciertamente lo hace con narrativas que recuerdan las tramas milenaristas y mesiánicas. El problema no está ahí, al final, son recursos estéticos, narrativos de las colectividades, para desplegar narrativamente el sentido inmanente, intuido por las multitudes. El problema es que caudillo y pueblo se entrampan en las telarañas de un poder, cuya historia por lo menos tiene medio milenio, sino es el milenio entero.

 

La revolución bolivariana abre el proceso constituyente; la Constitución bolivariana inicia el camino de transición descolonizadora, quizás con menos intensidad discursiva que en el caso boliviano y ecuatoriano; inicia la apertura a la democracia participativa, por lo menos normativamente, así como profundiza conquistas sociales. Sobre todo recoge de las luchas sociales del continente con la recuperación de la soberanía sobre los recursos naturales. En América Latina han sido fundacionales los actos de nacionalización, pues sobre esta base material se avanza en la independencia del Estado-nación subalterno. Este avance provoca estupor en las oligarquías, la burguesía y las clases medias altas, que apoyan al viejo régimen derribado. La reacción de estas clases dominantes es apuntalar a un golpe de Estado, coadyuvados por sus cómplices de siempre, los dispositivos de intervención del imperialismo. El 2002 perpetran un golpe, apresando a Hugo Chávez; empero, este golpe es detenido por la defensa decidida de las multitudes que protagonizaron el Caracaso, y ahora, en el momento de la barricada, protagonizan la defensa del proceso de cambio, detienen el golpe, que es derrotado por la plebe impoluta. Un poco más tarde las oligarquías, la burguesía, los dispositivos de intervención imperial, intentan el boicot con la huelga petrolera;  se prolonga esta huelga poniendo en una situación difícil la economía del país; sin embargo, la voluntad de las masas puede más que la voluntad conservadora de las clases dominantes y de los dispositivos imperiales, acostumbrados a que sus procedimientos les salga bien, como planean.

 

Con estas dos victorias, la defensa del gobierno bolivariano, la derrota del boicot petrolero, el proceso de la revolución bolivariana se radicaliza. Ahora se establecen disposiciones para avanzar al socialismo del siglo XXI y la profundización de la democracia participativa, por el camino de la autogestión comunitaria. Que este proyecto se haya entrabado en contradicciones, debido al peso conservador del aparato estatal, de la esclerosada burocracia,  del oportunismo abundante, incluso la corrosión institucional y la corrupción, es lo que ocurre con las revoluciones, que no destruyen la maquinaria estatal y construyen otra cosa, a partir de nuevas composiciones de la potencia social.  Repiten estas taras, ya fosilizadas en los gobiernos liberales, neoliberales, conservadores y nacionalistas, pasados. Sin embargo, se dan pasos adelante, como la proliferación de comunas, el establecimiento de las misiones, la creación de universidades populares, el empoderamiento popular de los espacios públicos.

 

Ahora la revolución bolivariana se bate en una crisis política aguda. Que se explica, al final de cuentas, por tomar el poder y no destruirlo, por no dar lugar a la liberación de la potencia social, por tratar de mediarla estatalmente, con los dispositivos institucionales y partidarios acostumbrados.  Ciertamente, recurren a la misma seducción por la violencia, que todas las revoluciones modernas, que para defenderse, retroceden al Estado policial. Pero, no es porque sean malos o monstruos, como los pintan los medios de comunicación empresariales, los medios de comunicación internacional, al servicio de la híper-burguesía mundial, como los dibuja el discurso de las “derechas” afincadas en sus temores. Esto se da, en última instancia, porque tienen a mano los recursos del monopolio de la violencia legítima. La disponibilidad de fuerzas del Estado. Recurren al Estado de excepción como lo han hecho los gobiernos liberales, neoliberales, conservadores, nacionalistas, dictatoriales, siempre. En esto no se diferencian; las “derechas” no podrían reprocharles este recurso a la violencia, pues ellas misma lo han hecho siempre, lo harían si estuviera en el poder.  Por lo menos no tienen moral para decirlo.

 

Ciertamente no se puede estar de acuerdo con el recurso a la violencia, por más legal que sea; pues de lo que se trata, en la democracia participativa, es avanzar por consensos. Pero, para efectuar este camino, participativo, se requiere menos Estado y más autonomía, autogestión, autodeterminación, comunidad. Si estas condiciones dinámicas no se dan, no se establecen, no se constituyen y consolidan, es muy difícil ejercer la democracia participativa, sino decimos que es imposible. Este es el tema de debate entre libertarios y “izquierdistas” oficialistas.

 

Entonces, volviendo al tema, una revolución no se imita; no hay modelo en política, toda revolución es auténtica o no se da. Este es el dilema de Podemos, que empezó diciendo que se inspiraba y seguía el camino de los gobiernos progresistas de Sud América. Nada más equivocado, no solo por los que dijimos, sino porque ya sabemos por donde van estos gobiernos, entrampados en la telaraña del poder; expansión intensiva del Extractivismo, reforzamiento del Estado rentista, por lo tanto consolidación de la dependencia, a pesar de su discurso “antiimperialista”. Además de repetir los males corrosivos de los anteriores gobiernos, ingresando a formas de represión y descalificación, sosteniendo posturas intolerantes.

 

Podemos está en un dilema, como lo dijimos: ¿Alteridad o círculo vicioso del poder? El punto de inflexión es la revuelta de los indignados, configurados y aglutinados, en un momento ascendente, en el M15; Podemos emerge de esta revuelta y del M15 autogestionario; sin embargo, Podemos opta por llegar al poder por medio de las elecciones;  es decir, tiene una estrategia de poder y no una estrategia de destruir el poder. Ese es el debate entre Podemos y  los autogestionarios. En el debate no creo que se tenga que discutir, como ha entendido mal Slavoj Žižek, si es mejor Podemos a los partidos tradicionales. No creo que esté en discusión esto; pues la respuesta es simple; es mejor que se vaya los tradicionales, que los saque Podemos. El debate es qué se hace después.  ¿Van a administrar la crisis financiera, de las que son responsables los gobiernos anteriores, séan los franquistas  camuflados o los socialistas vergonzantes, las burguesías europeas, la híper-burguesía mundial, los organismos internacionales, el sistema financiero mundial y continental? ¿O van a iniciar una ruptura con el pasado, aunque sea en forma de transiciones, desmontando estas maquinarias de despojamiento y desposesión que es el aparataje del sistema financiero, de las políticas monetaristas y del proyecto neoliberal, aplicado en Europa?

 

La autenticidad de lo que ocurra en España depende pues, no de imitar o no un modelo, sino de responder a las convocatorias históricas, a la memoria social, de responder categóricamente a las demandas sociales, pues el pueblo ha sido exaccionado por las burbujas financieras, que han engatusado a las poblaciones con créditos, bajos intereses, relajamiento de requisitos; empero, subiendo tramposamente, inflacionariamente, a propósito, los precios de las viviendas y de los bienes. Esto, en sentido común, es delito. ¿Por qué desahuciar a los deudores de sus casas, cuya deuda no pueden pagar, cuando hay que  juzgar a estos delincuentes de cuello blanco que han ocasionado, a propósito, la crisis financiera, es decir las burbujas especulativas? Es esta burguesía europea la que debe ser juzgada, son los organismos del sistema financiero internacional los que deberían ser juzgados, son los del G 20, que asistieron a las cumbres donde decidieron las políticas financieras, los que deben ser juzgados. Aquí, en este dilema no caben discursos del realismo político y del pragmatismo, que no son otra cosa, que encubrimientos de retrocesos, de inconsecuencias, de “traiciones” a las expectativas populares que votaran por ellos y los llevaran al gobierno.

 

 

 



[1] Ver de Salvador Shavelzon PODEMOS, Sudamérica, y la república plurinacional de España. Bolpress; La Paz 2015.

[2] Ver el artículo de Amador Fernández-Savater Syntagma, Syriza: entre la plaza y el palacio (entrevista a Stavros Stavrides). https://www.eldiario.es/interferencias/Syntagma-Syriza-plaza-palacio_6_353874628.html.

[3] Ver de Raúl Prada Alcoreza Alteridad y gubernamentalidad. CLACSO; Buenos Aires 2015.

[4] Ibídem.

[5] Ver de Raúl Prada Alcoreza Captura y nomadismo; también Estado periférico y sociedad interior, así como Subversiones indígenas. Está ultima ha sido publicada en la colección de Comuna, por La Muela del Diablo; La Paz 2008. También aparece, con las demás publicaciones, en Dinámicas moleculares; La Paz 2013-2015. Se publica también en https://issuu.com/raulpradaalcoreza/stacks.

 

[6] José Francisco Rodríguez Montoya: La crisis griega del 2010 * Asesor de Análisis Sectorial de la Coordinación de Asesores del Secretario de Economía (frodriguez@economía.gob.mx). Análisis Económico Núm. 60, vol. XXV Tercer cuatrimestre de 2010. México.

[7] José Francisco Rodríguez Montoya: La crisis griega del 2010 * Asesor de Análisis Sectorial de la Coordinación de Asesores del Secretario de Economía (frodriguez@economía.gob.mx). Análisis Económico Núm. 60, vol. XXV Tercer cuatrimestre de 2010. México.

[8] [1] Alicia González, “Un regreso apresurado”, El País, 20 de abril de 2014. [2] Xavier Mas de Xaxàs, “Un 10 sobre el cielo de Grecia”, La Vanguardia, 25 de mayo de 2014. [3] Análisis de las estrategias europeas de salida de crisis http: //geografiaeconomicaunla.wordpress.com/2012/03/09/analisis-de-las-estrategias-europeas-de-salida-de-crisis-entre-escilas-y-caribdis/. [4] , Público, 01/11/2011. [5] “Draghi tiene que aclarar que hizo en Goldman, Público, 01/11/2011. [6] Señor Draghi, ¿ha infringido usted alguna ley? [7] S&P advierte de que el plan francés para ayudar a Grecia supondrá un “impago selectivo”, 4/7/2011 - El País. [8] Las claves para comprender el rescate económico de Grecia, United Explanations, 16 Mayo 2011. [9] La crisis griega. SOFIA SAKORAFA. Exdiputada del Pasok.“Solo van a quedar en pie las ruinas”, 28/8/2011 – El País. [10] Noticia Reforma griega sept. 2011. [11] ¿Ruido de sables en Grecia? [12] Amanda Mars para El País.com. «Grecia discute su futuro en el euro en medio de la agitación social». [13] ElEconomista.es. «Inquietos por el euro, los griegos sacan dinero de los bancos». [14] elEconomista.es. «Los índices europeos se hunden por la inmediata salida de Grecia del euro». [15] De la debacle de Lehman Brothers a la de Grecia (Clarín). Historieta de Marina Muñoz y Francisco de Zárate. [16] Economipedia.com. «Qué pasa si Grecia sale del euro». [17] elPeriódico.com. «Grecia decide hoy el futuro de Europa». [18] https://ec.europa.eu/economy_finance/eu_borrower/reek_loan_facility/index_en.htm. (19)https://www.elpais.com/articulo/economia/Espana/aprueba/ayuda/9794/millones/Grecia/elpepueco/ 20100507elpepueco_8/Tes. [20] Grecia necesitará más ayuda: ¿fracasó el rescate? [21] Las cuestiones clave del segundo rescate a Grecia, RTVE, 4 Julio 2011. [22] Noticia ElPaís.es [23] Atenas: hospital del terror. Una visita al mayor centro de salud de Atenas evidencia el colapso de la sanidad, tras recortes de un 40% del gasto, La Vanguardia, Andy Robinson, 6/12/2011. [24] [https://www.radiouno.pe/noticias/23726/crisis-grecia-incremento-suicidios Crisis en Grecia incrementó suicidios, 14/10/2011, Radio-Uno+. [25] WHO - Estadísticas sanitarias mundiales 2010. [26] MARÍA ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJO para El- aís.com. «El suicidio de un jubilado por la crisis desata la ira en Grecia». [27] «Cada vez más niños pasan hambre en Grecia». El País 18 de abril de 2013. [28] La falta de memoria histórica de los alemanes, Edmundo Fayanas Escuer, Nueva Tribuna. Ver Wikipedia: Enciclopedia Libre.

 

[9] Ibídem.

[10] Vicente Menezes Ferreira Junior, Banco Central de Brasil, Óscar Rodil Marzábal, Universidad de Santiago de Compostela: La crisis financiera global y las respuestas de política del Banco Central Europeo: un análisis crítico. VIII Jornadas de Economía Crítica. Sevilla 2012. https://pendientedemigracion.ucm.es/info/ec/jec13/Ponencias/politica%20economica%20y%20construccion%20europea/La%20crisis%20financiera%20global%20y%20las%20respuestas%20de%20politica.pdf.

[11] Ibídem.

[12] Robert: Brenner: La expansión económica y la burbuja bursátil. Akal; Madrid. https://books.google.com.bo/books?id=8fti8-F-TWQC&printsec=frontcover&hl=es#v=onepage&q&f=false.

[13] Ver de Raúl Prada Alcoreza Crítica de la economía política generalizada. Dinámicas moleculares; La paz 2015. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/cr__tica_de_la_econom__a_pol__tica_.

 

[14] Ver de Raúl Prada Alcoreza Cartografías económico-políticas. Rincón Ediciones; La Paz 2014. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

[15] Revisar de Robert Brenner Turbulencia en la economía mundial. Akal; Madrid.

[16] Ibídem.

[17] Ibídem.

[18] Ibídem.

[19] Ibídem.

[20] Fernández Díaz, Andrés (2003). Política monetaria: fundamentos y estrategias.  Ediciones paraninfo, Madrid 2003. También ver Política monetaria; Fundamentos y estrategias de Andrés Fernández Díaz, Luis Rodríguez Sáiz, José Alberto Parejo Gámir, Antonio Calvo Bernardino y Miguel Ángel Galindo Martín. SIESE; Córdoba 2003. También revisar Política monetaria en Wikipedia: Enciclopedia Libre.

 

 

 

[21] Ibídem.

[22] Ibídem.

[23] Ver de Raúl Prada Alcoreza La explosión de la vida. Rincón Ediciones; La Paz 2014. Dinámicas moleculares; La Paz 2014.

[24] Ibídem.

[25] Ver Wikipedia: Enciclopedia Libre. Crisis económica española (2008-2015): https://es.wikipedia.org/wiki/Crisis_econ%C3%B3mica_espa%C3%B1ola_(2008-2015).

 

[26] Colaboradores:

Sabbut, Kokoo, BOT-Superzerocool, Cheveri, Ál, CEM-bot, Hispalois, Davius, CommonsDelinker,Gaianauta, NaBUru38, Jmvkrecords, Technopat, Anual, Bigsus-bot, Fadesga, Yonseca, Gallowolf, LaBaracA, Nerika, BRONZINO, FLAVIVSAETIVS, NACLE, Josep Azuara, SuperBraulio13, Chabi1, TiriBOT, Manuchansu, Foundling, Afrasiab, EmausBot, Borja Moll XAL 2010, Grillitus, Encyclogamer, Diamondland, Bernabé, AeroPsico, KLBot2, TeleMania, Nosesimeexplico, P.G.Antolinos, Doq8pob, Mariomr3, Libertad 17, Creosota, Asqueladd, DJ Daniel Juan Morales, Alejandro2791, Yoyomerino, PauGallego, Tjorim, Rauletemunoz, JoshSalas, Guiller96, Balles2601, BBio-Wiki, CTGZ, Quien sabe puede, Otongcia, Ptluca, El extranjero, José Francisco Bellod Redondo, Cristina Miguel Martos, Zaryabak, DiamondGamerYT, Egis57, Comunicaciones69, Unicaja mlg logo, Wiigkbi, MrVictor72 y Anónimos: 107. Ver Wikipedia: Enciclopedia Libre. Crisis económica española (2008-2015): https://es.wikipedia.org/wiki/Crisis_econ%C3%B3mica_espa%C3%B1ola_(2008-2015).

[27] Agustí Colom: La crisis económica española: orígenes y consecuencias. Una aproximación crítica. Universidad de Barcelona. XIII Jornadas de Economía Crítica. https://pendientedemigracion.ucm.es/info/ec/jec13/Ponencias/politica%20economica%20y%20construccion%20europea/La%20crisis%20economica%20espanola.pdf.

[28] Ibíde3m.

[29] Ibídem.

[30] Ibídem.

[31] MonitorProdavinci: 60 economistas se pronuncian sobre la crisis económica en Venezuela. Este documento se encuentra disponible en el portal: www.pensarenvenezuela.org.ve.  Caracas 22 de enero, 2015. https://prodavinci.com/2015/01/22/actualidad/60-economistas-se-pronuncian-sobre-la-crisis-economica-en-venezuela-monitorprodavinci/.

[32] Ibídem.

[33] Ver de Raúl Prada Alcoreza Tesis sobre la dominación del capitalismo financiero. Dinámicas moleculares; La Paz 2015.

[34] Ver de Raúl Prada Crítica de la economía política generalizada. Dinámicas moleculares; La Paz 2015.  https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/cr__tica_de_la_econom__a_pol__tica_.

[35] Ibídem. Los economistas firmantes del Pronunciamiento son: Orlando  Ochoa, Patricia Hernández, Luis Oliveros, Sary Levy, José Guerra, Ronald Balza, Tamara Herrera, Asdrúbal Oliveros, Isaac Mencia, Alejandro Grisanti, Richard Obuchi, José Toro Hardy, Pedro Palma, Domingo Sifontes, Francisco Ibarra, Gustavo Rojas, Luis Carlos Palacios, Henkel García, Héctor Silva Michelena, Adicea Castillo, Teodoro Petkoff, Ángel García Banchs, Humberto García Larralde, Neuro Villalobos, Francisco Faraco, Tarquino Barreto, Héctor Malavé  Mata, Edison Morales, Luis Beltrán Petrossini, Alejandro Gutiérrez, Jóvito Alcides Villalba, Marcos Morales Quintero, Gustavo Guevara, Jesús Casique, Edgar Cárdenas Medina, Pablo Polo, León Sarcos, Gustavo Machado, Eduardo Semtei, Jorge Sánchez Melean, Rafael Piña Pérez, Edinson Jiménez Medina, Alberto Castellano, Douglas Ramírez, José Manuel Puente, Antonio Paiva, Marcos Sandoval, Genry Vargas, Asnaldo Soto, José Mora, Daniel Anido Rivas, Christi Rangel, Carlos Torres, Arlean Narváez, Luis Bruzco, Alfredo Rincón, Robert Bottome, Kamar Romero, Juan Plaja, Stefan Balabanoff.

 

[36] Gilles Deleuze y Félix Guattari: El Anti-Edipo. Paidós; Barcelona 1985. Pág. 199.

[37] Jean Steinmann, Saint Jean-Baptiste et la spiritualité du désert, Ed. du Seuil, 1959, pág. 69 (tr. cast. Ed. Aguilar, 1959).

[38] Kafka, La muralla china (tr. cast. Ed. Alianza, 1981).

[39] Gilles Deleuze y Félix Guattari: El Anti-Edipo. Paidós; Barcelona 1985. Págs. 200-203.

[40] Gilles Deleuze y Félix Guattari: El Anti-Edipo. Paidós; Barcelona 1985. Págs. 199-206.

[41] Fernand Braudel, Civilisation matérielle et capitalisme, I, Armand-Colin, 1967, pág. 313) tr. cast. Ed. Labor, 1974).

[42] Marx, Economie et philosophie, 1844, Pléiade II, pág. 92 (tr. cast. Ed. Alianza).

[43] Maurice Dobb, Etudes sur le développement du capitalisme, págs. 189-199 (tr. cast. Siglo XXI, 1982).

[44] Marx, Introduction générale à la critique de l’économie politique, Pléiade I, pág. 259.

[45] Suzanne de Brunhoff, L’Offre de monnaie, critique d’un concept, Maspero, 1971. Y La Monnaie chez Marx, Ed. Sociales, 1967 (cf. la crítica de las tesis de Hilferding, págs. 16 sg.).

[46] Suzanne de Brunhoff, L’Offre de monnaie, pág. 124: «La noción misma de masa monetaria no puede tener sentido más que en relación con el juego de un sistema de crédito en el que se combinen las diferentes monedas. Sin un sistema tal no se tendría más que una suma de medios de pago que no accederían al carácter social del equivalente general y no podrían servir más que en circuitos privados locales. No habría circulación monetaria general. Es tan sólo en el sistema centralizado que las monedas pueden volverse homogéneas y aparecer como las componentes de un conjunto articulado» (Y sobre la disimulación objetiva en el sistema cf. págs. 110, 114).

[47] ean-Joseph Goux, «Dérivable et indérivable», Critique, enero 1970, páginas 48-49.

[48] Samir Amin, L’Accumulation à l’echelle mondiale, Anthropos, 1970, páginas 373 sg. (tr. cast. Ed. Siglo XXI, 1974).

[49] Maurice Clavel, Qui est aliéné?, págs. 110-124, 320-327 (cf. el gran capítulo de Marx sobre la automatización en los Principes d’une critique de l’économie poli- tique, 1857-58, Pléiade II, págs. 297 sg.).

[50] Paul Baran y Paul Sweezy, Le Capitalisme monopoliste, 1966, tr. fr. Maspero, págs. 96-98 (tr. cast. Ed. Siglo XXI).

[51] Sobre la concepción de la amortización que esta proposición implica, cf. Paul Baran y Paul Sweezy, Le Capitalisme monopoliste, págs. 100-104.

[52] Marx, Le Capital, III, 3, conclusiones, Pléiade II, p. 1026.

[53] A. Gorz, Stratégie ouvrière et néo-capitalisme, Ed. du Seuil, pág. 57.

[54] Paul Baran y Paul Sweezy, Le Capitalisme monopoliste, pág. 303.

[55] Bernard Schmitt, Monnaie, salaires et profits, P.U.F., 1966, págs. 234-236.

[56] Gilles Deleuze y Félix Guattari: El Anti-Edipo. Paidós; Barcelona 1985. Págs. 229-247.

[57] [1] Johhanson, Robert H.; Bernanke, Ben S. (2007). Principles of Macroeconomics (3rd edición). Boston: McGrawHill/Irwin. p. 98. ISBN 0073193976. [2] «Commodity Data». US Bureau of Labor Statistics. Consultado el 30-11-2008. [3] Cochrane, Willard W. (1958). Farm Prices, Myth and Reality. p. 15. [4] «World Economic Survey 1932–33». League of Nations: 43. [5] Mitchell, Depression Decade [6] Great Depression and World War II. The Library of Congress. [7] ReferenciaTafunell, Xavier; Comín, Francisco. «La economía internacional en los años de entreguerras (1914- 1945)». Historia económica mundial siglos X-XX. Crítica. ISBN 84-8432-648-9. [8] Kindleberger, Charles P. (1985). Historia económica mundial del siglo XX, La crisis económica 1929-1939. Crítica. ISBN 84-7423-278-3. [9] Kindleberger, Charles P. The world in depression 1929- 1930. [10] Mankiw, N. Gregory. Macroeconomía. Antoni Bosch Editor S.A. ISBN 84-95348-12-8. [11] Torrero Mañas, Antonio. La crisis financiera y sus efectos sobre la economía española. Instituto Universitario de Análisis Económico y Social. ISSN 1139-6348 |issn= incorrecto (ayuda). Consultado el 15 de abril de 2012. [12] Ocampo Suárez-Valdés, Javier; Peribañez Caveda, Daniel. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, ed. Historia econonómica mundial y de España. ISBN 978-84-8317-595-8. [13] Un Intercambio Espléndido, pág. 408, William J. Berntein, 2010, ISBN 978-84-344-6902-0 11 Bibliografía recomendada • Aldcroft, Derek H., “Historia económica mundial del siglo XX, De Versalles a Wall Street”. 1919- 1929, Barcelona 1985. • Galbrarth J., “El crack del 29”, Barcelona 1975. • Hayek, Friedrich A. von. Contra Keynes y Cambridge. Unión, Madrid, 1996. ISBN 84-7209-308-5 • Keynes, John M. (Lord Tilton) La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero. Aosta, Madrid, 1998. ISBN 84-88203-05-5 • Maddison, A. “La política económica y sus recultados en Europa” en C. M. Cipolla: “Historia econó- mica de Europa, 5.2: El siglo XX”, Barcelona, 1981. • Rothbard, M. “La Gran Depresión” • Sennholz, Hans F. (1969). «The Great Depression». The Freeman (en inglés) 19 (10): 585–596. • Steven McFred “Banco Popular de América” (A.B.P). Ver Wikipedia: Enciclopedia Libre. https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Especial:Libro&bookcmd=download&collection_id=2a1b98c3380760597ce0343e168ee39cc161e680&writer=rdf2latex&return_to=Gran+Depresi%C3%B3n.  

[58] Ver Raúl Prada Alcoreza La inscripción de la deudasu conversión infinita. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/inscripcion_de_la_deuda__y_su_conve.

También ver de Robert Brenner Turbulencias en la economía Mundial. Akal; Madrid. https://www.oocities.org/it/gennarolasca/brenner-turbolencia.pdf.

 

[60] George Soros: El nuevo paradigma de los mercados financieros. Taurus; Madrid 2008.

[61] Ampliación bibliográfica: Raimundo Ortega, «Cómo se generó la catástrofe, y quiénes se enteraron y quiénes no», Revista de Libros, 153, septiembre de 2009, págs. 11-14. Ver Wikipedia: Enciclopedia Libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Crisis_econ%C3%B3mica_de_2008-2015.

[62] Ver de Raúl Prada Alcoreza La deuda infinita; también La inscripción de la deuda, su conversión infinita. Dinámicas moleculares; La Paz 2015.

[63] Alejandro Dabat: La crisis financiera en Estados Unidos y sus consecuencias internacionales. Revista Latinoamericana de Economía. Problemas de Desarrollo. UNAM; México 2009. https://www.revistas.unam.mx/index.php/pde/article/view/7767.  

[64] Ibídem.

[65] Ibídem.

[66] Marx, C : Teorías sobre la Plusvalía, Volumen II, Página 473, Fondo de Cultura Económica, México, 1980.

[67] Op. Cit. página 473.

[68] Op cit 473.

[69] Op.cit. pág 461.

[70] Op. Cit. página 467.

[72] Op. Cit pág. 469.

[73] Op. Cit Pág. 476.

[74] Op. Cit pág 482.

[75] Op. Cit página 485.

[76] Op. Cit Pág 485.

[77] Op cit Pág 453-54.

 

[78] Op Cit Pág 454.

[79] Op .Cit Pág 454.

[80] Op cit pág 455.

[81] Op cit pág 455.

[82] Op cit págs 455-56.

[83] Op. Cit. Pág 456.

[84] Op. Cit Pág 457.

[85] Op. Cit. 457.

[86] Op cit pág 457.

 

[88] Ver trascripción en www.mariaherminiagrande.com.ar.

[89] Ibídem.

[90] Robert Brenner: Turbulencias en la economía mundial. Akal; Madrid. https://www.oocities.org/it/gennarolasca/brenner-turbolencia.pdf

[91] Ibídem.

[92] Ibídem.

[93] Ibídem.

[94] Ibídem.

[95] Ibídem.

[96] Ibídem.

[97] Ibídem.

[98] Ibídem.

[99] Ibídem.

[100] Motor: es el mecanismo que transforma una fuente de energía en trabajo requerido. Conviene señalar que los motores también son máquinas, en este caso destinadas a transformar la energía original, eléctricaquímicapotencialcinética, la energía mecánica en forma de rotación de un eje o movimiento alternativo de un pistón. Aquellas máquinas que realizan la transformación inversa, cuando es posible, se denominan máquinas generadoras o generadores y aunque pueda pensarse que se circunscriben a los generadores de energía eléctrica, también deben incluirse en esta categoría otro tipos de máquinas como, por ejemplo, las bombas o compresores. Evidentemente, en ambos casos hablaremos de máquina cuando tenga elementos móviles, de modo que quedarían excluidas, por ejemplo, pilas y bateríasMecanismo: es el conjunto de elementos mecánicos, de los que alguno será móvil, destinado a transformar la energía proporcionada por el motor en el efecto útil buscado. Bastidor: es la estructura rígida que soporta el motor y el mecanismo, garantizando el enlace entre todos los elementos. Componentes de seguridad: son aquellos que, sin contribuir al trabajo de la máquina, están destinados a proteger a las personas que trabajan con ella. Actualmente, en el ámbito industrial es de suma importancia la protección de los trabajadores, atendiendo al imperativo legal y económico y a la condición social de una empresa que constituye el campo de la seguridad laboral, que está comprendida dentro del concepto más amplio de prevención de riesgos laborales. También es importante darles mantenimiento periódicamente para su buen funcionamiento. Enlaces externos • Wikiquote alberga frases célebres de o sobre Máquina. Wikiquote • Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Máquina. Commons • Wikcionario tiene definiciones y otra información sobre máquina.Wikcionario • Directiva 2006/42/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 17 de mayo de 2006 relativa a las máquinas y por la que se modifica la Directiva 95/16/CE (refundición), DOUE L 157 de 9.6.2006, p. 24/86. • El contenido de este artículo incorpora material de una entrada de la Enciclopedia Libre Universal , publicada en español bajo la licencia Creative Commons Compartir-Igual 3.0 . Ver Wikipedia: Enciclopedia Libre. https://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%A1quina

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Proyecto emancipatorio y libertario de autoformación y autopoiesis

 

 

Diplomado en Pensamiento complejo:

Contrapoder y episteme compleja

 


 

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Diplomado en Pensamiento complejo:

Contrapoder y episteme compleja

 

 

Objetivo del programa:

Umbrales y limites de la episteme moderna, apertura al horizonte nómada de la episteme compleja.

 

Metodología:

Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual  colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.

 

Contenidos:

 

Modulo I

Perfiles de la episteme moderna

 

1.- Esquematismos dualistas

2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista

3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico 

4.- Esquematismo ideológico

 

Modulo II

Perfiles de la episteme compleja

 

1.- Teórias de sistemas

2.- Sistemas autopoieticos 

3.- Teorías nómadas

4.- Versiones de la teoria de la complejidad

 

Modulo III

Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad

 

1.- Contra-poderes y contragenealogias 

2.- Composiciones complejas singulares

3.- Simultaneidad dinámica integral

4.- Acontecimiento complejo

 

Modulo IV

Singularidades eco-sociales 

 

1.- Devenir de mallas institucionales concretas

2.- Flujos sociales y espesores institucionales

3.- Voluntad de nada y decadencia

4.- Subversión de la potencia social

 

 

Temporalidad: Cuatro meses.

Desde el Inicio del programa hasta la Finalización del programa.

Finalizaciones reiterativas: cada cuatro meses, a partir del nuevo inicio.

Defensa de la Monografía. Defensas intermitentes de Monografías: Una semana después de cada finalización.



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Inscripciones: A través de la dirección: 

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