Raúl Prada Alcoreza
Introducción
Después de Laberinto generalizado, Prácticas y cartografías de la impostura y Desenlaces, presentamos La decadencia. Ensayo crítico de del nihilismo consumado en la etapa crepuscular de los llamados gobiernos progresistas de Sud América. La crítica se sitúa en el funcionamiento de las maquinas abstractas del poder complementadas, la máquina del poder institucionalizada como Estado y la maquina paralela de poder no institucionalizado; considerando las mecánicas y dinámicas del transcurso del hundimiento ético-político de estos gobiernos. Teniendo en cuenta las fases del ciclo de los gobiernos progresistas, sobre todo, la etapa de ascenso en contraste de la etapa de descenso.
La decadencia trata esta problemática histórico-política-ética del derrumbe, ahora, de una manera más vinculada a los casos mencionados, menos a consideraciones teóricas, que reflexionan, sobre el tópico en cuestión, abarcando el fenómeno de la decadencia mundialmente. Por otra parte, retoma, de ensayos anteriores, el enfoque de los dos lados de la genealogía del poder; el lado luminoso, por así decirlo, es decir, institucional, y el lado oscuro, es decir, no institucional. En otras palabras, la articulación y complementariedad entre las formas institucionales del poder y las formas no institucionales del poder.
El ensayo se aposenta, en uno de sus capítulos, en la crisis política y de legitimación del proceso de cambio brasilero; en el resto de los capítulos se tiene en cuenta la cobertura de acontecimientos dados en los demás gobiernos progresistas, aunque se tiene como eje y referencia asidua al proceso de cambio boliviano. El análisis crítico toma en cuenta el papel que cumple la “izquierda” conservadora en esta decadencia, los efectos desmoralizadores y destructivos en los procesos de cambio, debido al apego al poder por parte de esta “izquierda” y al esquematismo dualista, adherido a una concepción del mundo dualista, linealista y teleológica.
En el análisis se consideran las sintomatologías de la decadencia, así como ciertas regularidades y analogías dadas en los mencionados procesos políticos. Situándose en las características más asombrosas de las formas de la decadencia. Como que se toma a la economía política del chantaje como transversal al conjunto de los dispositivos, mecanismos, funcionamientos, de las máquinas de poder involucradas. Transversal, que impulsa la invasión del lado oscuro del poder al lado luminoso del poder, trastrocando incluso las formas y maneras del funcionamiento de las estructuras de poder institucionalizadas.
En lo que respecta a las formas de la economía política del chantaje, se destaca la función corrosiva de los circuitos de corrupción, sostenidos sobre la base de las relaciones clientelares. También se consideran algunas formas del chantaje y la coerción, así como otras, que tienen que ver, en conjunto, con la simulación; por ejemplo, el ejercicio de las manipulaciones, las extorsiones, los fraudes, también el rol político del chantaje emocional. Todo esto en consonancia con el despliegue desbordante de la compulsiva opción por la propaganda y publicidad, que no solo buscan convencer al público, sino incluso sustituir la realidad por las imágenes bridadas por la propaganda y publicidad.
La interpretación del ensayo concibe varias crisis puestas en juego; la crisis de los procesos de cambio, conjuga varias crisis particulares, crisis múltiple del Estado-nación, crisis de legitimidad, crisis “ideológica”, crisis institucional, crisis ético-política. Crisis estructural, que también puede verse como crisis de la democracia restringida, la democracia formal institucionalizada.
La lectura del nihilismo desenvuelto en la política, encuentra en la actitud descarada de que nada importa, salvo el poder, la expresión subjetiva, de falta de voluntad, del nihilismo político. También encuentra en los comportamientos políticos, característicos de esta etapa, rasgos sobresalientes de la decadencia.
Encrucijadas de los gobiernos progresistas
¿Cómo caracterizar a gobiernos que se autonombran como “revolucionarios”, incluso “socialistas”, cuando, efectivamente preservan la maquinaria no desmontada del viejo Estado-nación? ¿Cómo calificarlos cuando vuelven a efectuar concesiones a privados de las reservas de recursos naturales, por ejemplo, fuera de las ya conocidas, del espectro electromagnético? Todo esto contraviniendo la Constitución, que establece que los recursos naturales, incluyendo el espectro electromagnético, es propiedad de los bolivianos; además de establecer que los recursos naturales no son mercantilizables, que están destinados al vivir bien. No basta decir que se trata de un gobierno demagógico, al estilo de los populismos latinoamericanos; tampoco basta decir que es un gobierno impostor, haciendo más acre la calificación. No se resuelve el problema de la comprensión del funcionamiento de este tipo de gobiernos con definiciones que solo apuntan a ciertos rasgos sobresalientes; empero, no ven el conjunto, menos la dinámica del funcionamiento del conjunto. Vamos a intentar ir más lejos, en esto, de lo que fuimos antes, incluso en ensayos radicalmente críticos y críticamente radicales, dicho con mesurada ironía.
Se decía, en las frases enunciadas por el saber popular, que el papel aguanta todo. También podemos decir, con la misma tonalidad, que se pueden dar toda clase de composiciones singulares políticas, mezclando y combinando, forzadamente, discursos pretendidamente “revolucionarios” con prácticas persistentes, que recogen los más recalcitrantes conservadurismos y prejuicios, como, por ejemplo, los patriarcales y machistas, añadiendo además la continuidad de prácticas de las relaciones capitalistas más entreguistas, como son las concesiones dolosas de los recursos naturales. Sin seguir con una lista más larga de la mezcla política barroca, todo esto se puede pretender sintetizar, como dándole un sentido deseado, con un discurso “antiimperialista”. ¿Qué es esto? ¿Un bodrio? Por cierto que pude parecer; sin embargo, esta composición singular política, por más grotesca que parezca, tiene que ser explicada, por lo menos, interpretada.
Partamos de lo siguiente, que viene de la experiencia social de la modernidad, de las historias políticas de la modernidad: Los discursos no necesariamente responden a la estructura material política conformada. Los discursos, en el poder, tienden a legitimar lo que se hace, al régimen constituido. No ocurre, como antes, cuando se interpelaba al Estado, al poder y a las dominaciones; cuando el discurso crítico e interpelador corresponde a la latencia de las luchas sociales. En el poder el discurso tiende a la retórica, a la argumentación del convencimiento, que todo ocurre como se había previsto, que las “transformaciones” esperadas se dan. Entonces no debería sorprendernos el contraste visible entre un discurso “antiimperialista” y una práctica política, que hace concesiones de las reservas de recursos naturales a las empresas trasnacionales capitalistas, en la etapa tardía de la dominación financiera y especulativa. Estas concesiones no se pueden ocultar diciendo que se trata de empresas chinas o rusas y no norteamericanas o europeas. El que dice esto ha olvidado que el capitalismo no tiene nacionalidad, es mundial; responde a una geopolítica del sistema-mundo capitalista.
Si se sigue caracterizando a los gobiernos por lo que dicen, se comete un craso error, sin comprender que el discurso es una herramienta de múltiples usos. Los gobiernos solo se pueden caracterizar por lo que son; y son los que su composición, sus estructuras, sus articulaciones en el mundo, los hace ser. Los gobiernos progresistas de Sud América no han dejado de ser Estado-nación subalternos; es decir, atrapados en el círculo vicioso de la dependencia. A pesar que uno de los estados es calificado como potencia emergente. Si lo es, lo es en el marco de la geopolítica del sistema mundo capitalista; ese Estado-nación habría ascendido, habría ingresado al espacio geopolítico del centro, se habría alejado de las periferias; empero, lo hace amarrado a esa geopolítica y a una dependencia que continua, aunque en otras condiciones. No es el caso de Bolivia, por cierto; que no ha roto o atravesado ese umbral, aunque digan que porcentualmente ha disminuido la pobreza, ha incrementado sus reservas internacionales. Bolivia no es una potencia emergente. Sigue en la dependencia del viejo estilo, que los economistas llaman primario exportadora.
Los gobiernos populistas pretenden llenar los vacíos, las falencias, en este marco de la dependencia, con la inflación discursiva. Acompañando a esta retórica política con medidas cortoplacistas como los bonos. Renuncian, casi de entrada, o postergan, quien sabe hasta cuándo, su denominada revolución industrial. Efectivamente han aceptado la permanencia en su condición dependiente anterior, aunque hayan mejorado los términos de intercambio. Sin embargo, psicológicamente, por así decirlo, no lo aceptan; por eso, construyen el mito de la “revolución democrática y cultural”, que se da en el imaginario estatal. Empero, la realidad no es lo que esperan sus intenciones, lo que dicen sus discursos; la realidad no se configura por palabras ni enunciados, menos por propaganda y publicidad. La realidad, como sinónimo de complejidad, se conforma dinámicamente por la pluralidad de fuerzas intervinientes, en las distintas escalas del tejido espacio-temporal-social-cultural-territorial.
Se trata de gobiernos atrapados en la encrucijada política, estancados en sus dilemas no resueltos; debido a las indecisiones, quizás también a los miedos, fuera de los conformismos ateridos. Gobiernos que lanzan discursos estridentes, como cuando alguien, antes de meterse al agua, la prueba con la punta de su pie. El problema de estos gobiernos es de falta de honestidad; después de haber metido solo la punta del pie en el agua, siguiendo con la metáfora, dicen que se han bañado, nadado y disfrutado del agua. Este invento o mentira política termina convenciéndolos que lo han hecho. Ese error de correspondencia entre el enunciado y lo que efectivamente ocurrió, deriva en consecuencias destructivas. Como la “revolución” ya se ha dado, entonces lo que queda es administrar los resultados logrados. Esta administración termina siendo la administración de los bienes comunes, de los recursos naturales, de la riqueza del pueblo. Lo hacen con el mismo método que los anteriores gobiernos, de una manera privada, a nombre del Estado; esta vez denominado plurinacional.
Se trata de gobiernos desgarrados por sus abundantes y notorias contradicciones. Gobiernos, que, en el fondo, no saben lo que son, tampoco, en sentido riguroso, no saben lo que hacen; empero, la desesperación los lleva a calificar estos desajustes, estos contrastes, esta inmovilidad en la encrucijada, manteniendo dilemas no resueltos, como si se tratara de una “revolución” en marcha, que, encuentra en el camino, obstáculos, colocados por la “oposición de derecha” y por la “conspiración imperialista”. Aunque se den estas circunstancias, no son las condiciones que explican el desastre político de los gobiernos progresistas. La explicación más acertada, la interpretación más adecuada, se encuentra en las propias estructuras del populismo, del progresismo, del reformismo tardío, en la etapa tardía del ciclo del capitalismo vigente.
¿Qué se puede esperar de partidos políticos herederos de las recurrentes relaciones clientelares? ¿Qué se puede esperar de las segundas versiones de lo nacional-popular, cuando la segunda versión tiende a ser una comedia? ¿Qué se puede esperar del “socialismo del siglo XXI” que no ha asumido ni resuelto los problemas que planteó la construcción del socialismo real? ¿Qué se puede esperar de un partido de los trabajadores, que aunque tenga la ventaja sobre los populismos, de su formación marxista, termina conformando no solo una pesada burocracia estatal conservadora sino una burguesía financiera? ¿Qué se puede esperar de una versión, de segunda mano, populista, nacionalista, y pretendidamente socialista, que dice aplicar la Constitución de un Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico, cuando en la práctica efectúa una consolidación mayor, acabada, del Estado-nación subalterno? No se puede esperar otra cosa que la manifestación en los discursos y en las acciones del desgarramiento profundo ocasionado por contradicciones no asumidas, por dilemas no resueltos.
Habíamos dicho, al respecto, que se trata de un bluff, de una simulación, de un montaje, en escenarios ceremoniales del poder. Puede tener aciertos esta apreciación; empero, no necesariamente se da este comportamiento, este ejercicio de la simulación, conscientemente, como si se lo buscara, si se persiguiera engañar abiertamente. Más parece que, al no salir de la encrucijada, del entrampamiento, que los inmoviliza, emiten discursos como alaridos desesperados, como queriendo darle a su desgracia un sentido de esperanza. Es pues una desdicha esta; sin embargo causada por su propia conducta, su propio comportamiento, que se resume, esta vez, en la caracterización simple de falta de honestidad.
Apuntes sobre la crisis política de Brasil
Ante la crisis política y económica desatada en Brasil, se observan dos comportamientos, aparentemente opuestos, por su signo político; empero, equivalentes, por negarse al análisis y preferir la diatriba. Por un lado la llamada “derecha” hace todos los esfuerzos para convertir a Lula Da Silva, expresidente, y a Dilma Rousseff, actual presidente de la República Federal de Brasil, en monstruos y culpables, además de responsabilizar al PT por la crisis desencadenada. Por otro lado, la llamada “izquierda” se encarga de defender al gobierno de Dilma, de defender al expresidente Lula, acusando a la “derecha”, incluyendo al poder judicial, de “conspiración golpista”, aunque le den el calificativo de “golpe institucional y mediático”. Esta es una pelea de aparatos de propaganda y contra-propaganda. Es muy difícil encontrar el análisis de la crisis en esta vehemente diatriba. Es menester hacerlo, no por el análisis mismo, menos por una inclinación académica, sino, sobre todo, por comprender los procesos de la crisis; encontrar, en la crisis, las potencialidades y posibilidades de avanzar en las liberaciones y emancipaciones múltiples del pueblo brasilero.
Seguramente lo que vamos a decir sea muy general, incluso teórico, pues no contamos con la información más detallada, sobre todo, con la experiencia de la coyuntura, palpándola. Sin embargo, teniendo en cuenta estas limitaciones, lo hacemos, pues es menester sugerir algunas reflexiones, tomando en cuenta lo que escribimos en Acontecimiento Brasil, que se encuentra en el ensayo Gramatología del acontecimiento[1], dedicado también a la potencia social brasilera. Además de contar con los análisis de coyuntura y del periodo de los gobiernos progresistas de Sud América[2].
Comenzaremos con apuntes menos difíciles, sobre la crisis económica, aunque digamos muy poco sobre ella. Preferimos remitirnos, al respecto, al texto citado, también a La inscripción de la deuda y su conversión infinita[3]. La crisis particular de Brasil forma parte de la crisis mundial de sobreproducción[4], convertida en crisis financiera, por las manipulaciones del sistema financiero mundial. A esto se añade la incidencia de la baja reciente de los precios de las materias primas, que afecta a la economía brasilera, a pesar de que es clasificada como economía de una potencia emergente; por lo tanto, potencia industrial. Esto se debe a que la estructura económica, la composición, a pesar de la revolución industrial y cibernética, sigue condicionada por la gravitación extractivista[5].
La crisis política parece tener que ver con la crisis del gobierno o la crisis de la forma de gubernamentalidad progresista, al estilo de una socialdemocracia tropicalizada o, si se quiere, de un socialismo matizado, que más se parece a un reformismo timorato. Nadie niega que las gestiones de gobierno del PT tuvieron impactos positivos en la redistribución del ingreso, en la movilidad social, haciendo ascender, dicho de modo metafórico, a cincuenta millones de pobres a la condición de clases medias. De lo que se trata es, primero, de describir, los límites de este proceso de cambio, por más beneficioso que haya sido. Uno de los límites más sobresalientes tiene que ver con la reforma agraria. En un país de grandes latifundios, de extensos monopolios de la tierra, contra los cuales se constituyó el movimiento campesino más grande del mundo, el MST, que es la organización más masiva del mismo PT, partido que incorpora también a contingentes bien organizados de sindicatos de trabajadores, proletarios, en los que debemos señalar se encuentran los metalurgistas, esta reforma agraria brilla por su ausencia, salvo las burocráticas disposiciones que difieren las entregas de tierras a familias campesinas.
En la historia de Brasil, la lucha popular contra la “oligarquía de café con leche” forma parte de la constitución de la consciencia democrática, popular y política, de los movimientos sociales y sus organizaciones. Por eso llama la atención que el PT, en el gobierno, en sus momentos de mayor fuerza y legitimidad, no haya llevado a cabo una reforma agraria plena. Esta limitación impone un proceso de cambio también limitado. Un partido marxista, como el PT, sabe que tiene la responsabilidad histórica-política de efectuar transformaciones estructurales en la composición social de Brasil. Lo que parece haber acaecido es que se dieron notables avances en las condiciones de vida del 25% de la población, que son los pobres que pasaron a convertirse en clases medias. Fuera de los impactos diferenciales, según estratos, en el otro 75% de la población. Los bonos fueron mecanismo de redistribución de parte del excedente; también se mejoraron las infraestructuras y organización de salud y su logística; por lo menos, en las grandes ciudades y otras intermedias. Se amplió la realización efectiva de los derechos de los trabajadores. La inversión educativa también modificó las condiciones y las disposiciones cualitativas y cuantitativas de la formación de las poblaciones; la importancia de la educación superior, además de la formación especializada, incluyendo a los trabajadores, que lograron formación calificada. El consumo, en general, de la población, aumentó, en contextos urbanos transmutados, mejorando los servicios. Podemos seguir con la lista positiva; sin embargo, hay que anotar que se trata de modificaciones que, teóricamente, deben cumplirse en todo gobierno, en un Estado que tiene los recursos para hacerlo. Que no lo haya hecho la “oligarquía de café con leche”, se debe a su concepción patronal del mundo. Que no lo haya hecho la dictadura militar, salvo los efectos heredados de las transformaciones provocadas por el nacionalismo popular de Getulio Vargas, se debe a su concepción geopolítica, con pretensiones imperiales. Que no lo haya hecho el neoliberalismo, se entiende, que se debe a su elemental concepción de la economía y el mercado, que considera que todo se resuelve con la competencia, ligada al libre mercado y a la libre empresa. Lo ha hecho el PT en el gobierno; empero, esto apenas era, el comienzo del cronograma de sus tareas, vinculadas a la transformación social, económica, política y cultural de Brasil.
¿Por qué se detuvo ahí el PT? ¿Por qué se embarcó en desplazamientos de posición complicados, consiguiendo ocupar la administración financiera de las AFPs? ¿Por qué prefirió caer en el burocratismo de un gobierno de los trabajadores? ¿Por qué terminó formando parte de la burguesía con un nuevo contingente de dirigentes sindicales? Estas son las preguntas que son obligadas, si se quiere la transformación, la liberación y las emancipaciones del pueblo brasilero. Pero, llama la atención, que estas preguntas no se hacen, salvo contadas excepciones admirables, como la investigación de Raúl Zibechi y otros aportes analíticos[6]. Un gran aporte analítico, crítico, teórico e histórico de la formación social-económica de Brasil, es la de Francisco de Oliveira. Hay otros, que mencionamos en Gramatología del acontecimiento, y seguramente otros más, que se nos escapan; empero, en suma, son escasos, en comparación a la abundante producción “ideológica”, esforzada en descalificar al otro. La “izquierda” latinoamericana no muestra interés en el análisis, prefiere la retórica política, pretendiendo la defensa de los gobiernos progresistas. Olvidando que la mejor defensa es la crítica y la peor vulnerabilidad es la apología de un proceso político.
Entonces, en resumen, una primera conclusión, mas bien, simple, para comenzar, puede sugerirse del modo siguiente: La crisis cíclica del capitalismo mundial, que incide en la crisis económica específica de Brasil, incorporando sus propias condiciones, locales y regionales, para desatarla, termina entrelazándose con la crisis política. Esta crisis política parece tener que ver, en parte con las limitaciones obstaculizadoras de transformaciones efectivas, por parte del PT; limitaciones que no expusimos exhaustivamente, sino optamos por mostrar la más sobresaliente, la relativa a la reforma agraria. Crisis política, que también tiene que ver con las características históricas-políticas de los llamados gobiernos progresistas. Estos gobiernos, en su mayoría, son la segunda versión del populismo heroico de mitad del siglo XX, a excepción de Brasil, que más se parece a la versión tropical de la socialdemocracia, y de Venezuela, que vive la primera versión de lo nacional-popular, después del Caracazo, claro que de una manera más radical, combinada con objetivos socialistas y participativos comunitarios. La segunda versión aparece más como comedia que como tragedia; es decir, más una simulación que una realización estructural de las nacionalizaciones de la economía, del Estado y del gobierno. En conjunto, comparándolos con las revoluciones del siglo XX, los gobiernos progresistas resultan timoratos en su confrontación con la dominación global del capitalismo tardío. Es poco sostenible definir a estos procesos de cambio como revolucionarios, salvo si se pretende ahondar en la retórica. Por lo tanto, siguiendo nuestra interpretación, la crisis política estaba contenida en estas limitaciones, en la estructura de estas limitaciones, de carácter reformista.
La denominada crisis institucional, según el discurso acusador de la “oposición”, tiene como causa a la corrupción extendida. Esta “oposición” olvida que los gobiernos anteriores, que son su referente, también desplegaron estas prácticas corrosivas de la economía política del chantaje. No se trata aquí de medir las magnitudes de la corrupción, decir qué periodo de corrupción tiene mayor alcance; en otros escritos remarcamos que llama la atención que cuando se trata de gobiernos de “izquierda” o populistas, la corrupción se expande y se hace, por así decirlo, “democrática”, al involucrarse casi todos. Por lo menos teóricamente, se espera que un gobierno de “izquierda” no lo haga, no caiga en este síndrome del poder, el de la corrupción asociada, entre otros síndromes de poder destructivos. Sin embargo, esta tesis de la “derecha”, que circunscribe, principalmente, aunque no solo, la crisis institucional, al fenómeno campante de la corrupción, es demasiado simple y elemental.
La crisis institucional, sobre todo si se trata de la malla institucional del Estado, no puede ser ocasionada por la economía política del chantaje, tomando en cuenta no solo la corrupción sino otras prácticas paralelas de poder. De alguna manera, la crisis institucional se anticipa a la invasión gravitante de las formas de poder paralelas de la economía política del chantaje. La crisis institucional tiene que ver con la crisis del Estado-nación. Si se toma en cuenta esta hipótesis interpretativa, entonces, lo que importa es comprender la crisis congénita, que acarrea la constitución del Estado-nación, de herencia colonial. ¿Se han resuelto todos los problemas estructurales vinculados a los periodos coloniales? ¿Se han establecido fehacientemente las condiciones de posibilidad social históricas-políticas-culturales, vale decir, las condiciones de acceso social y cultural, como para garantizar el ejercicio democrático? ¿El tremendo aparataje institucional, burocrático, regionalizado, de la República Federal de Brasil, ha logrado administrar y cohesionar a la geografía política inmensa, con toda su diversidad y pluralidad ecológica, demográfica, social y cultural? Por último, sin decir que es la última pregunta posible, ¿los problemas acumulados de la maquinaria chirriante administrativa y política, problemas técnicos, normativos y de eficacia, se han resuelto, por lo menos, en gran parte? Si nada de esto ha ocurrido, como se espera que debería haber sido, aquí se encuentran las causas estructurales de la crisis institucional.
No se trata de defender a los gobiernos progresistas, de una manera ultimatista, como lo hace la “izquierda”, que más o menos dice: esto, lo que tenemos, o volver al infierno del neoliberalismo. Esta “izquierda” descuida que hay otras alternativas, más importantes que su triste dilema; por ejemplo, cómo avanzar en la liberación, en la emancipación, en la integración, en la armonización social con los ecosistemas. En resumen, cómo lograr transformaciones profundas, estructurales e institucionales, por las que ha peleado, en la historia larga, el pueblo brasilero.
Hipótesis sobre la crisis singular de Brasil
1. En la perspectiva de los ciclos largos históricos, los problemas pendientes, no resueltos, se comportan como problemas estructurales, que no solo obstaculizan el pleno desenvolvimiento del ejercicio democrático, sino obstruyen de tal forma que se comportan como peligrosos desencadenantes reiterativos de la crisis múltiple del Estado-nación; crisis congénita desde la independencia acotada, limitada por sus características coloniales.
2. En la perspectiva de los ciclos medianos históricos, la dependencia, no solo económica, sino también política y cultural, ha adquirido nuevas formas, aunque aparezcan como soberanía aparente y como desarrollo económico, con las características atribuidas a una potencia emergente, se convierte patentemente en un obstáculo para la transformación emancipadora de la formación económico-social de Brasil y para la integración continental de la Patria Grande.
3. En la perspectiva de los ciclos cortos históricos, las gestiones contradictorias, paradójicas, reformistas, de los gobiernos del PT, si bien abren decursos de impactos social beneficiosos para las mayorías, terminan preservando la estructura de poder dominante heredada. Lo peor, caen en la recurrencia y repetición del círculo vicioso del poder. Por lo tanto, después del ascenso político, se deriva en la decadencia, cumpliendo el ciclo regular de los procesos políticos de la modernidad.
4. El despliegue de la economía política del chantaje, que contiene las prácticas y circuitos paralelos del poder, particularmente corrosivos en el caso de la corrupción, tiene sus propias temporalidades imbricadas. Una de ellas, de antigua data, abarca la temporalidad genealógica del poder; las formas institucionales estatales del poder siempre han convivido y se han complementado, de variadas formas y en distintas proporciones, con las formas no institucionales, opacas y clandestinas de las formas paralelas del poder. La otra temporalidad, la peculiaridad propia, relativa a las gestiones de gobierno del PT, muestra expansiones de la economía política del chantaje, sustentados ampliamente por la extensión de las relaciones clientelares, las que desenvuelve incrementadamente un gobierno que cuenta con amplio apoyo social, y lleva consigo el mandato de los programas de las organizaciones sociales, aunque esto haya quedado en el olvido.
5. La salida de la crisis, obviamente, no se encuentra en sustituir un gobierno del PT por gobiernos neoliberales, como persigue la “oposición” de “derecha”, de una parte de la oligarquía y parte de la burguesía, pues la otra parte es aliada del PT gobernante. Esto seria, no solamente lo mismo, sino ahondar la crisis estructural y múltiple del Estado-nación. Tampoco se encuentra la salida en preservar la gubernamentalidad reformista timorata, entrampada en sus contradicciones y avatares; esto sería seguir navegando en la tormenta de la crisis, rumbo al naufragio. Las salidas, las alternativas efectivas, se encuentran en transiciones políticas, económicas, sociales y culturales hacia formas participativas y consensuadas de la democracia radical. Transiciones hacia la gobernanza de autogobiernos autogestionarios de los pueblos, integrándose en el continente, avanzando a la gobernanza mundial de los pueblos.
La izquierda conservadora
Se llega al conservadurismo, que es, además de ser una concepción del mundo, una actitud y una posición respecto de ese mundo, cuando se decide no moverse más, no recorrer más, no cambiar más, afincándose en el refugio edificado por prejuicios, miedos y conformismos. Posiciones cardinales “ideológicas”, si se puede hablar así, como son los referentes espaciales, metáforas políticas, que acabamos de mencionar, que, en el caso, corresponde al esquematismo dualista político de izquierda/derecha, no son pues hitos pétreos, que, como rocas, no se mueven, salvo el compartir el movimiento rotativo y de traslación de la Tierra. Más aún cuando se trata de órdenes de relaciones, las mismas que se definen en el campo de fuerzas del ámbito político. Ya el creer que “izquierda” y “derecha” son columnas simétricas y contrastadas eternas, manifiesta un claro conservadurismo, al inmovilizar estos referentes, sus representaciones, sobre todo su sentido histórico-político. Por otra parte, el dualismo esquemático de izquierda/derecha habla de por sí de una polaridad simple, estática, abstracta, fuera del mundo efectivo, sobre todo, fuera de los campos de fuerza. El esquematismo dualista, como formato, por así decirlo, epistemológico, ha quedado rezagado por las revoluciones científicas, teóricas y tecnológicas. En todo caso, en principio, tendría que darse un contexto entrelazado de dualismos, no un solo dualismo, como referente o regla, para el análisis político o el mero posicionamiento político. Sin embargo, el dualismo de la episteme moderna ha quedado atrás, obsoleto, para responder a los desafíos de las problemáticas de la contemporaneidad. Hemos ingresado, desde el sisma de la física relativista y cuántica, que son como el zócalo de la episteme de la complejidad contemporánea, a la perspectiva pluralista y compleja. Empero, los anclados en el solitario y abstracto dualismo de izquierda/derecha no se han desplazado ni al contexto abierto entrelazado de dualismos posibles, mucho menos a la perspectiva pluralista de la complejidad. Se puede decir, jugando con los términos, que son doblemente conservadores.
El problema mayor, de este conservadurismo “ideológico”, no es éste, que podemos considerarlo paradigmático, para no atribuirle el carácter de epistemológico, es el político; su consecuencia política. Pues es en este campo donde, esta posición enquistada, en ese dualismo simple e inmóvil, tiene repercusiones desastrosas. Al considerarse de “izquierda”, por lo tanto, por lo menos, progresista, sino es radical, descalifica, de entrada, al de la “derecha”, atribuyéndole un conservadurismo reaccionario. Sin embargo, esa posición de “izquierda” no es más que imaginaria, pues efectivamente, en el terreno del enfrentamiento de las fuerzas, resulta ser, más bien, extremadamente conservadora, al afincarse en la inmovilidad histórica-política, y al enquistarse en representaciones ateridas a un pasado, a las coyunturas de un pasado, cuando se propusieron esas identificaciones históricas metafóricas y cardinales, de “izquierda” y “derecha”. Por lo tanto, se trata de un triple conservadurismo, cuando vemos que este dualismo esquemático quedó rezagado en un pasado, incapaz de colocarse y situarse en las convulsiones y conflictos de un presente. Si bien, lo que se imagina de “izquierda”, se situó en una disposición contestataria y de lucha contra las dominaciones vigentes, del pasado, en el presente, ese mismo imaginario aterido, genera, más bien, posiciones conformistas y de legitimación de las instituciones del poder y del Estado. Enfrentándose, no solamente a lo que considera “derecha”, que puede tener rasgos reconocibles, sino a la nueva “izquierda” efectiva, que sitúa su lucha en el presente, interpretando el conflicto social, a partir de las fuerzas intervinientes, los problemas desatados, las características de las dominaciones y el poder, en el presente. Fuera de terminar sirviendo a las estructuras de poder y dominación establecidos en ese presente. Teniendo en cuenta esta descripción, esta colocación de ese esquematismo dualista abstracto y simple, podemos observar que ya hay como un cuádruple conservadurismo, incorporando la consecuencia política de este posicionamiento dualista.
Más ilustrativo es observar el conservadurismo de esta “izquierda” cuando tomamos nota de sus consideraciones sobre la realidad, sobre todo, sobre los temas en conflicto, sobre cuestiones álgidas del debate político. La cuestión del debate político en Sud América y, en consecuencia, en el mundo, donde la “izquierda” toma pociones, es el tema y la problemática, en discusión, del papel que cumplen los gobiernos progresistas, en la coyuntura política del presente. La “izquierda” conservadora, ha resuelto, de antemano, que se trata de gobiernos “revolucionarios”, que se enfrentan al “imperialismo”, que recuperan la soberanía del país y la soberanía sobre los recursos naturales, que beneficia a las clases explotadas. Estas definiciones son como premisas indiscutibles, una especie de axiomas, obviamente no matemáticos, sino retóricos o del discurso “ideológico” en boga de esta “izquierda”. La “ideología”, como fetichismo representativo, se refuerza, al partir de los atributos otorgados por la providencia a la “izquierda”, que es como el bien luchando contra el mal, en el lenguaje y la narrativa religiosa.
Esta “izquierda” no duda, los gobiernos progresistas son de “izquierda”, deben ser apoyados y defendidos, incluso contra la crítica de la “izquierda” radical o de movimientos sociales que demandan el cumplimiento de promesas o de la Constitución, por parte de estos gobiernos. La “izquierda” conservadora concibe a los gobiernos progresistas como un fin de la historia; otro fin de la historia, distinto al de Francis Fukuyama, quien consideraba al Estado liberal como fin de la historia. Siguiendo con nuestra enumeración del alcance del conservadurismo, de este esquematismo dualista, vemos que ya tenemos un quinto conservadurismo, que podemos nombrar como conservadurismo filosófico, al clausurar la historia en un hito estatal.
También se hace ilustrativo este conservadurismo en las anécdotas políticas. En la etapa de decadencia de los gobiernos progresistas, una vez que, en principio, se inician con medidas nacionalizadoras, de avances democráticos, de ampliación de derechos, de beneficios sociales; empero, para después, disminuir este decurso, su intensidad y su alcance, hasta llegar a un punto de inflexión, donde comienza el descenso. Después, sigue el decurso catastrófico de la decadencia; los conductores se quiebran ética y moralmente, se inmiscuyen en las prácticas paralelas de la economía política del chantaje; terminan repitiendo los hábitos más perversos de las clases dominantes, de los gobiernos de “derecha” derribados. En estas circunstancias, la “izquierda” conservadora, es cuando muestra su más patente conservadurismo retrogrado. Ante la crisis del proceso de cambio, la decadencia de los gobiernos progresistas, que de progresistas les queda el nombre, la “izquierda” solo atina a escoger entre la espada y la pared. No hay más opciones, según su interpretación congelada. Para esta “izquierda” solo hay un dilema: o se defiende a los gobiernos progresistas o se retorna al neoliberalismo y la dominación descarnada “imperialista”.
Es cuando se hace más evidente no solo el conservadurismo retrograda de esta “izquierda”, sus efectos desmoralizantes y destructivos de las fuerzas de resistencia y movilización de los movimientos sociales, sino su imaginario débil, reducido a la comedia sin fondo de algo parecido a estigmatizaciones planas de dibujos animados. Esta “izquierda” no solo desarma a los movimientos y organizaciones sociales, desarma al pueblo, le priva de las fuerzas de su propia potencia, de su capacidad crítica e interpeladora y creativa, además de fortalecer, mas bien, el bando de lo que considera es el ámbito de la “derecha”, sino que arrastra al propio proceso de cambio, ya decadente, y a los movimientos sociales, a lo que queda de ellos, al desastre de la derrota.
El ciclo de los gobiernos progresistas
Usando una figura lineal, como ejemplo, a modo de ilustración, podemos decir metafóricamente que todo un ciclo comprende la apertura del mismo y su clausura; teniendo en el medio el proceso singular que compete, con sus características propias, su historia particular. Siguiendo el ejemplo tenemos como una curva que dibuja su ascenso, hasta llegar a un punto de inflexión; a partir del cual se da lugar el descenso del proceso en cuestión, que se comporta como una regularidad arqueada. Podemos pues hablar, aunque sea alegóricamente, del ciclo de los gobiernos progresistas; ciclo que se habría abierto a fines del siglo XX, se habría impulsado en la primera década del siglo XXI, hasta llegar a distintos puntos de inflexión, dependiendo del proceso político, correspondiente a tal o cual gobierno progresista. Para luego, a partir de este punto de inflexión, perder el impulso, desacelerarse, por así decirlo, decayendo, invirtiendo la dirección de la curva del proceso político hacia una caída irremediable. Ya en la segunda mitad de la siguiente década del siglo XXI, parece comenzar la clausura del ciclo mentado. El ciclo de los gobiernos progresistas parece anunciar su conclusión.
Hemos llamado, en otros ensayos, a esta etapa descendente, de los llamados “procesos de cambio”, decadencia. Sobre todo, por los rastros, signos y señales de la decadencia. Vale decir, uno de ellos, de estos rastros, corresponde al desmoronamiento ético-moral de los gobiernos en cuestión; en general, podemos hablar de la invasión extensiva e intensiva de las formas paralelas de poder, por parte de la economía política del chantaje, a las mallas y estructuras institucionales del Estado, la forma legal del poder. Si siempre se ha dado una especie de concomitancia y complementariedad entre la forma de poder institucional y la forma de poder no institucional, paralela, en la etapa de la decadencia se produce la invasión abrumadora de la economía política del chantaje a todo el campo burocrático, administrativo y político del Estado.
En la fase de la decadencia de los “procesos de cambio”, la credibilidad de los líderes, de los caudillos, de los conductores del mentado proceso, se desmorona. Ya no son creíbles. La convocatoria de los discursos oficiales, de la primera etapa, ha desaparecido; en sustitución, aparecen discursos justificativos, discursos esforzados para explicar los virajes ocurridos. Tratando de mostrar o comprobar que no hay virajes, sino que se continua empujando el “proceso de cambio”. Los discursos dejan de ser convincentes, por lo menos, para la mayoría, que apoyó cuantitativamente al gobierno progresista. Si sigue votando por el partido populista, lo hace porque no quiere votar por los partidos de “oposición”, que considera de “derecha”. No lo hace por convicción; se ha dado lugar el desencanto, ante la cruda realidad de un “proceso de cambio” atravesado por sus contradicciones. Los argumentos de los voceros del gobierno, del Congreso, de los órganos de poder del Estado, como el judicial y el electoral, cada vez son más estrambóticos, afanosos y confusos. Es en esta etapa, cuando se desatan, de manera proliferante y minuciosa, los conflictos sociales con el gobierno; aunque antes se hayan dado conflictos de envergadura, relacionados a la aplicación de la Constitución y a la interpelación del “proceso de cambio”. En respuesta a lo que ya parece dar sus primeros tropezones, cuando el aparato estatal del gobierno y del partido oficial interfieren, desviando el sentido del “proceso de cambio”, de la aplicación de la Constitución; evitando las transformaciones estructurales e institucionales requeridas. Llenando, mas bien, esta falencia con una estruendosa demagogia, acompañada con compulsiva propaganda y publicidad, que pretenden sustituir la realidad con la representación apabullante y manipulada.
Lo insólito es que los gobernantes, los congresistas oficialistas, los altos funcionarios de los otros órganos de poder del Estado, la militancia del partido, se la cree; cree en su propia propaganda y publicidad, que está destinada a convencer al público, al pueblo. Si, en principio, se comparte la creencia en la propaganda, entre partido oficialista y organizaciones sociales, entre gobierno y pueblo, incluso entre aparente nuevo Estado y pueblos indígenas, en la medida que se hace evidente la diferencia entre discurso y realidad del “proceso de cambio” en curso, parte del público, parte del pueblo, comienza a dejar de creer, ante la evidencia de los hechos. Si sigue apoyando, a pesar de los contrastes, lo hace, considerando que se trata de contradicciones esperadas en un proceso difícil. En la medida que estas contradicciones son reiterativas y recurrentes, más como una constante que como accidentes acaecidos, comienza a considerarlas ya no como contradicciones del proceso, sino como errores del gobierno. Sin embargo, se sigue apoyando, a la espera de que los errores se corrijan. Cuando los errores no se corrigen, mas bien, persisten, es cuando comienza a sospechar que la historia se repite como una condena. De todas maneras, se sigue apoyando, ya sin esperanza a que cambie la conducción del proceso, sino para evitar que retornen los que fueron expulsados por la movilización y la insurrección popular. Aquí no acaba la descripción de esta dilatación dramática del “proceso de cambio”; al observar que el gobierno no solo persiste en los errores, sino los ahonda, desafiando a las consecuencias de los crasos errores, equivocaciones, violencias y forcejeos desplegados, que podían haberse evitado - se lo hace para mostrar fortaleza, para ocultar debilidades, que ya se plasman de una manera evidente -, es cuando parte del apoyo al gobierno se retira, se dan lugar desplazamientos, si no es el silencio ante un gobierno que adquiere tonalidades delirantes, no solo en sus alocuciones, sino en sus actos.
Las denuncias suman y siguen, no solo de la llamada “oposición”. Los escándalos se dan a conocer. La política, del espectáculo político, pasa al espectáculo calamitoso de lamentables comportamientos gubernamentales comprometidos con la economía política del chantaje. La decadencia devela su descomunal desnudez perversa. Por donde se mira está contaminado, invadido, por las formas de poder paralelas. Es cuando, de manera más desesperada, los gobernantes recurren al chantaje emocional, atacan, sin convencer, a la “derecha” conspiradora y al “imperialismo” embarcado en el boicot a los gobiernos progresistas, para explicar las consecuencias de los crasos errores políticos cometidos. El caudillo, que antes, en la primera etapa, se mostraba seguro, optimista, en todas sus presentaciones públicas, ahora, en la etapa decadente, manifiesta síntomas alarmantes de desmoronamiento, proliferantes devaneos, inseguridades atroces y actitudes sinuosas, que aparecen en toda su inutilidad.
Estamos ante la decadencia, en pleno sentido de la palabra, en su completo desenvolvimiento destructivo. Parece que no se puede detener esta marcha desbocada al abismo. Es más, de manera inaudita, los mismos gobernantes parecen acelerar, mas bien, la precipitación al derrumbe completo. ¿Por qué ocurre esto? Como si estuvieran seducidos por la atracción del abismo, se apresuran a lanzarse al vacío. ¿Es acaso una psicología singular desatada, en estas condiciones, una psicología decadente? Que empuja a avanzar irremediablemente al abismo, sin que necesariamente interpreten de este modo los gobernantes y sus voceros; de manera diferente, dicen que nunca el “proceso de cambio” ha estado mejor, presentan sus resultados y logros en cifras y en spots. ¿Por qué se pierde lo último de cordura que todavía se tenía, aunque ya era escasa? ¿Qué es lo que enloquece a los gobernantes en esta ruta al naufragio? No lo sabemos; tampoco parece saberlo la psicología, que ha construido tesis, a propósito; pero, fragmentadas, desconectadas, abocadas a distintos comportamientos, que podríamos considerarlos de suicidas.
Al respecto, tenemos una impresión. Lo hemos dicho de distintas maneras, aunque de una forma teórica[7]. Dijimos que el poder destruye, fuera de que es el poder el que te toma; no se toma el poder; ésta, la de creer que se toma el poder, es una ilusión adormecedora. Destruye, en la etapa de la decadencia, al partido de turno y al gobierno en ejercicio; antes ya lo hizo con las organizaciones sociales, cooptándolas, imponiendo dirigentes sumisos, dóciles y corruptibles. Destruye a las personas gobernantes, también a las autoridades y a los representantes. El poder destruye ingratamente a los que les sirven. Parece un cruel sarcasmo despiadado del poder; maquinaria abstracta, que convierte en víctimas a los propios gobernante, autoridades y representantes, así como a las dirigencias. Después que los gobernantes, las autoridades, las dirigencias, convirtieron en víctimas no solo a los “opositores”, sino a las organizaciones, movimientos sociales, dirigentes que se plantaron, resistieron y buscaron la reconducción del proceso de cambio. Parece que el poder no deja a nadie sano, como si quisiera marcarlos, recordándoles que lo único que hay es el poder, como tal, como estructura maquínica demoledora; no hay hombres poderosos, aunque se la crean, aunque se hagan ricos, aunque todavía cuenten con la disponibilidad de fuerzas y de violencias legítimas del Estado. ¿Qué es todo esto, ante diagramas y cartografías de poder, que se prolongan en ciclos largos? ¿Qué es todo esto, cuando los gobernantes se encuentran en condiciones de piltrafa humana, en el sentido ético y moral?
La tramoya
Hay como una psicología especial en la clase política, sobre todo en la que se autonombra como “revolucionaria”; consideran que por ser “revolucionarios”, por ser “vanguardia” en la historia, se les tiene que aceptar todo, no solo errores políticos, sino también, prácticas de la economía política del chantaje. Si no se acepta el conjunto de conductas de los supuestos “revolucionarios”, entonces, los que no lo hacen, al final de cuentas, son de “derecha” o caen en la influencia conspiradora de la “derecha” y del “imperialismo”. ¿De dónde sale esta convicción, supuestamente de consecuencia histórica con la “revolución”? Obviamente, no del análisis crítico, no del conocimiento histórico, menos del conocimiento político, en el sentido amplio de la palabra; tampoco nace de una coherente, consecuente, comprometida, defensa de la revolución. Nace de la pretensión de ser lo que no son, revolucionarios; nace de una sobresaltada exaltación de egos, que se conciben como predestinados; sobre todo, nace de la continuidad de estructuras de dominación y de diagramas de poder heredados. Se ha denominado a este comportamiento pretensioso, además de contradictorio y sinuoso, como impostura[8].
¿A quiénes se les puede ocurrir esta obligación de todos respecto a los “revolucionarios”? ¿A militantes y activistas comprometidos apasionadamente y consecuentemente con las transformaciones estructurales e institucionales requeridas? No parece que éste sea el caso. A militantes y activistas comprometidos no se les ocurriría jamás esta delirante exigencia; que significa algo parecido a convertirse en santos o ángeles, a quienes se les debe devoción. Este imaginario despótico solo se les puede ocurrir a personas enamoradas del poder. Estas personas, usan el prestigio de los revolucionarios heroicos, que guarda la memoria de los pueblos, usan el valor histórico-político de las revoluciones dadas, que transformaron el mundo, para especular, para chantajear emocionalmente, sobre todo, para reproducir las estructuras abominables del poder.
El problema, en la modernidad, es que semejantes personajes terminan convenciendo a amplias masas de la “verdad” de su pretensión y de la obligación de lealtad que corresponde. En la era de la simulación, se sustituyen las efectivas revoluciones por sus grotescas imitaciones. Lo paradójico es que a nombre de la revolución se restaura el poder, lo que debe derribar la revolución. A nombre del socialismo se instaura otra versión del capitalismo; a nombre de la descolonización se instaura un neocolonialismo, con careta anti-colonial. En fin, a nombre del Estado Plurinacional-Comunitario-Autonómico se restaura el mismo Estado-nación subalterno y colonial, ahora más consolidado, pues lo hace a nombre de otro Estado descolonizado.
En este contexto de simulación política, se dan lugar los despliegues de la economía política del chantaje, de la expansión abrumadora de la corrosión institucional, del avance inaudito de la corrupción. La conclusión que sacan estos supuestos “revolucionarios” de la premisa que plantean, como obligación militante, es que los “revolucionarios” en el poder, los gobernantes “antiimperialistas”, pueden hacer lo que quieran, lo que les antoje, pues todo lo que hagan, beneficia, de todas maneras, al “proceso de cambio”. Esta conclusión arbitraria puede ser interpretada como que los “revolucionarios” son impunes e inmunes. En su “lógica”, si se puede hablar de lógica, en este sinuoso caso, lo que hacen, incluyendo, fuera de algunos aciertos, sus errores, sus comportamientos despóticos, sobre todo sus conductas comprometidas con la economía política del chantaje, que corresponden a las formas paralelas del poder no-institucionalizado, siempre beneficia a la conducción del “proceso de cambio”.
Como se puede ver, se trata de una psicología peculiar, que, en un texto anterior[9], identificamos con la tesis psicológica del síndrome de Hybris. En dicho texto escribimos:
Se trata de un trastorno que desencadena un ego desmedido, una visión personal exagerada, aparición de excentricidades y desprecio hacia las opiniones de los demás. Este síndrome Hybris aparece descomunal en los ámbitos de poder; particularmente en los escenarios políticos, financieros, empresariales, en las familias de multimillonarias, en las élites de los y las famosas[10].
La pregunta, que parece pertinente, es: ¿Cuál la relación entre esta psicología, correspondiente al síndrome de Hybris, con el poder? Habíamos dicho, al respecto, que la reproducción perversa del poder requiere la incorporación de personas enamoradas del poder. Que, en la etapa de la decadencia, tanto los personajes, afectados por el síndrome de Hybris, como las mismas contradicciones profundas de un “proceso de cambio”, se retroalimentan y complementan, en la ruta desbocada al abismo. Es decir, la subjetividad inherente a un proceso político, en su etapa de decadencia, es ésta, que corresponde a la dominancia del síndrome de Hybris, incidiendo en comportamientos alucinantes. Sobre la base de esta psicología decadente se edifica una voluntad de poder, que tiene las características claras de nihilismo, pues se trata de una voluntad de muerte.
Pero, ¿qué ocurre, en lo que respecta a la psicología, a las subjetividades, en la etapa del ascenso del “proceso de cambio”? Son los mismos personajes, los mismos gobernantes, los mismos conductores del proceso; ¿Ya tenían inoculado el síndrome de Hybris o éste emerge descomunal, una vez que se goza del poder? No es fácil responder a esta pregunta; se requiere de investigaciones específicas sobre estas subjetividades. Basándonos en la experiencia social política, en la memoria social contestataria, podemos proponer una hipótesis interpretativa.
Hay como una tragedia en las revoluciones, que manifiestan, como si fuesen regularidades, determinadas secuencias de los procesos transformadores. De una manera esquemática, para ilustrar, bosquejamos el siguiente cuadro:
Los que comienzan la movilización, los levantamientos y rebeliones, que, teniendo en cuenta nuestras observaciones, podemos denominar, provisionalmente, como vanguardia; empero, no necesariamente son los que terminan conduciendo el resto del proceso de cambio. Los que luchan, logran las victorias políticas, logran vencer a las defensas de emergencia del régimen derribado, no son necesariamente los que gobiernan a nombre de la “revolución”. Si bien, la etapa de las movilizaciones, de las luchas abiertas, se expresan con toda elocuencia y desprenden objetivos políticos transformadores, estos principios, valores y finalidades, no son los que se cumplen en las gestiones de los gobiernos “revolucionarios”. Mas bien, lo que prepondera es una especia de pragmatismo generalizado, que pareciera, en un principio, que ganara tiempo, para acumular fuerzas, y, sin embargo, no tarda de mostrar sus consecuencias desastrosas para el proceso de cambio. La restauración del poder, de sus estructuras de dominación, se hace evidente, aunque se la haga a nombre de la “revolución”.
Pareciera que asistimos a una condena histórica, donde las “revoluciones” caen en la gravitación ineludible del círculo vicioso del poder. Sin embargo, recogiendo nuestras interpretaciones histórico políticas, conjeturamos que esto ocurre, la condena histórica, cuando se repite como un formato de los procesos transformadores políticos; esto es, cuando se tiene una “vanguardia”, que puede fungir como partido revolucionario, en el mejor de los casos; o puede presentarse como grupo audaz, que se arriesga a adelantarse y empujar a las masas. En el peor de los casos, por sus características autoritarias y patriarcales, puede presentarse en el cuerpo simbólico del caudillo, como convocatoria del mito[11]. Siguiendo a nuestra conjetura, como premisa, podemos concluir que si se rompe este formato, que no es otro que el de la subordinación del pueblo a la “vanguardia”, sea el pueblo el proletariado, las naciones oprimidas, los pueblos indígenas, la condición de mujeres, subalternizadas de entrada, entonces, se puede experimentar otras rutas, otros recorridos, de los procesos transformadores, que escapen al círculo vicioso del poder.
La importancia de nuestra conjetura política radica en que se trata de una pedagogía política, donde los pueblos, los y las subalternas, liberen su potencia social, desmantelando las inscripciones del poder en sus cuerpos. La liberación de los pueblos solo puede realizarse consecuentemente por los propios pueblos, esto es, no suplantados por delegaciones y representaciones, que, legitiman sus dominaciones a nombre de sus representados y en contra de ellos.
Simulación democrática o democracia efectiva
Se acostumbra a asumir que se está en democracia cuando se opta por ella, cuando se la nombra y se argumenta su conveniencia, cuando se establece una Constitución democrática, que corresponde al Estado de derecho, cuando las instituciones, que conforman el Estado, responde a la organización política de la república. Esto es “ideología”, no solamente por los fetichismos en juego, como el fetichismo institucional, como el fetichismo jurídico, como el fetichismo de la representación y delegación, sino también porque un análisis crítico y comparativo, contrastando el significado filosófico y político de la democracia con el hecho de la democracia constituida formalmente, nos mostraría las grandes divergencias, las incongruencias, sobre todo, las domesticaciones, reducciones, restricciones y estatalizaciones de la democracia.
El sentido filosófico y político de democracia es lo que dice la palabra misma, el concepto mismo, en su arqueología matricial. Democracia es gobierno del pueblo, es cuando el pueblo gobierna; esto solo puede ocurrir con el autogobierno del pueblo. Que se haya convertido la democracia moderna en la democracia formal, institucionalizada, que se edifica sobre la base de la representación y delegación, es no solamente una reducción atroz del sentido de democracia, sino reducción lograda por la violencia desatada sobre el sentido de la democracia; sentido que emerge de la experiencia social, experiencia que plasma memorias sociales, sobre todo, despliega prácticas democráticas de gobierno. Entonces, se ha ejercido violencia sobre el ámbito de estas prácticas y formas de autogobierno, con el objeto de estatalizarlas, centralizarlas, otorgarles una administración concentrada, burocrática, especializada y distanciada de la sociedad. Esta violencia sobre las prácticas, las relaciones, las formas de autogobierno, son, en última instancia, violencias desatadas sobre los cuerpos, que practican las formas democráticas de autogobierno.
La edificación de la democracia formal ha sido realizada empleando violencias sistemáticas, desmesuradas, simbólicas y descarnadas, sobre los cuerpos sociales, que ejercían el autogobierno, como forma concreta, específica, efectiva, de democracia. La democracia formal, correspondiente al Estado de derecho, es una usurpación de la democracia efectiva de los pueblos, el autogobierno.
Cuando los gobernantes, tanto progresistas como conservadores, tanto populistas como liberales, tanto socialistas como capitalistas, por así decirlo, recurren a la idea de democracia, para defender sus regímenes, para defender sus gobiernos de la inestabilidad política y de la crisis de legitimidad, no hacen otra cosa que hablar de la democracia simulada, de la simulación de democracia, institucionalizada en el Estado-nación. Por lo tanto, recurren a la usurpación de la democracia, como autogobierno, para defender sus regímenes y sus gobiernos, que por más disimiles que sean, opuestos y hasta enemigos, son formas gubernamentales instauradas contra la democracia efectiva. Constituyendo el monopolio de la clase política de la representación del pueblo, de las delegaciones encomendadas por voto; en definitiva, el monopolio del poder, por una minoría de funcionarios de la representación y de la palabra pronunciada a nombre del pueblo.
Esa democracia institucionalizada ha sido edificada sobre el cadáver de la democracia efectiva, el autogobierno. No es de extrañar que en esa democracia formal se haya construido una sociedad jerárquica como pirámide, una sociedad de clases y castas, que, ahora, aparece, no bajo el discurso de legitimación de la nobleza, sino bajo el discurso de legitimación de la “democracia”; vale decir, de la igualdad jurídica y política. La democracia formal es el sistema de legitimación de las diferencias sociales, de las desigualdades económicas, de hecho, a pesar de la igualdad jurídica y política constitucionalizada. En otras palabras, la democracia formal es el sistema de legitimación de las dominaciones persistentes, aunque actualizadas, en las condiciones exigidas por la modernidad y el sistema-mundo capitalista.
Esta crítica, está muy lejos, de favorecer a las interpelaciones conservadoras de la democracia, las que no son liberales, sino, mas bien, explícitamente oligárquicas, de casta y coloniales. Mucho menos favorece al discurso brutal de las dictaduras militares; mucho más lejos de los delirios asesinos del fascismo y el nazismo. Hay certeza pues, que la democracia formal institucional, que se ha edificado contra la democracia efectiva, es preferible a cualquiera de las otras aberraciones políticas. Esto no está en discusión. Lo que está en debate es, la realización misma de la democracia, las condiciones de posibilidad históricas-políticas-culturales de la democracia radical. El logro social y político de la democracia plena, saliendo del círculo vicioso de las simulaciones, que han causado, no solo confusiones, sino, sobre todo, efectos destructivos sobre las posibilidades de la democracia; además, incluso, sobre las mismas instituciones de la democracia formal; inhibiendo, desviando, y hasta anulando, los efectos positivos en la “convivencia democrática”.
Cuando los gobernantes populistas, acuden al argumento de la “defensa de la democracia”, lo hacen, en el mismo sentido, que empleaban los gobiernos neoliberales, para enfrentar la movilización popular, para defender sus regímenes, sus gobiernos, las estructuras de poder institucionalizadas, que, en el actual periodo, comandan los llamados gobiernos progresistas. No hay pues cualitativa diferencia entre el discurso de “defensa de la democracia”, por parte de la “izquierda” y por parte de la “derecha”. Se complementan en su propia oposición.
La democracia solo puede ser defendida en contra de estos regímenes usurpadores de la democracia efectiva, del autogobierno, sean de “izquierda” o de “derecha”. Recuperando las prácticas, las relaciones, las formas de autogobierno de los pueblos. Claro que hay que luchar por la democracia; esto significa luchar contra las simulaciones democráticas institucionalizadas en el Estado-nación. Luchar por el autogobierno de los pueblos, por liberar su potencia social, su capacidad de autogobernarse, de auto-administrarse, de auto-organizarse dinámicamente, conformando concesos y decisiones colectivas, complementarias, recíprocas y solidarias.
Hablamos, antes, de la crisis múltiple del Estado-nación, en el contexto de la crisis del sistema-mundo político, que, a su vez, se encuentra en el contexto del sistema-mundo capitalista. Entonces, se trata no solo de la crisis orgánica y estructural del capitalismo, sino de la crisis civilizatoria de la modernidad. En estos ámbitos, podemos hablar, entonces, de la crisis de la democracia formal institucionalizada, de la democracia de la representación y delegación, de la democracia simulada.
La crisis de la democracia simulada atraviesa tanto a gobiernos neoliberales como a gobiernos progresistas, atraviesa el orden mundial, la dominación mundial de la hiper-burguesía financiera y especulativa. Ya no hay salida para esta democracia restringida, para la ilusión de las instituciones de la república. El creer que una oscilación de gobiernos populistas, que ya entraron a su decadencia, hacia gobiernos neoliberales, incluso matizados, es una salida, aunque sea provisional, no es solamente una muestra patética de ingenuidad, sino implica el volver a las condiciones políticas que generaron la crisis, que desató movilizaciones sociales, que llevaron a los neo-populistas al poder. En otras palabras, es mantenerse en lo mismo, solo que con otros discursos y con otras élites; claro, que estas últimas, las populistas o progresistas, y sus expresiones políticas, son notoriamente más fuertes que lo que fueron las expresiones y formas neoliberales del ajuste estructural. Dicho de otro modo, las élites y expresiones políticas neoliberales son abismalmente más débiles que lo que son los populistas del “proceso de cambio”. Sin embargo, el haber mejorado las condiciones de los términos de intercambio, por efecto de las nacionalizaciones y las políticas soberanas, en un principio del proceso de cambio, no justifica, de ninguna manera, el comportamiento crápula, deshonesto, corrosivo y corrupto, que viene en la etapa de la decadencia de los gobiernos progresistas. Al contrario, muestra la ambivalencia, el diletantismo, la demagogia, de estos gobiernos progresistas. Ambivalencia que termina favoreciendo a las expresiones políticas conservadoras, al estilo del neoliberalismo, pues han mermado la moral de las multitudes, han mostrado que no son diferentes a los que gobernaron antes y fueron derrocados, salvo que los populistas hacen lo mismo en escalas más amplias.
Cuando ya nada importa, solo el poder
Asistimos, en esta era de la simulación del sistema-mundo cultural de la hiper-modernidad, no solo a la decadencia; es decir, a esas mezclas barrocas de banalidad, desmesura de la economía política del chantaje, exacerbada especulación financiera e inflación de los discursos, compulsión degradante de las “ideologías”, como amarrados por los hilos del cinismo descarnado y sin límites, sino al asombroso desahogo de los comportamientos inescrupulosos. Los gobernantes llegan al colmo de un gesto nihilista despavorido, cuando ya nada importa, salvo el poder mismo, la conservación del poder, el goce sadomasoquista del poder.
La firma de contratos con empresas trasnacionales aparece como la puerta de entrada a algo parecido al infierno de Dante Alighieri, solo que dado en la Tierra, donde no importa que los contratos se cumplan; lo que importan es que se los firme, en las condiciones de sobreprecios, que benefician tanto a la empresa tramposa como al gobierno corrupto. Lo que importa es la apropiación del excedente; no importa el procedimiento; por más espurio que sea, no hace al caso; el objetivo es apropiarse del botín, que se da en los ámbitos de las formas virtuales del capitalismo financiero especulativo, combinado, complementariamente, con el capitalismo extractivista.
A propósito de este cuadro un tanto dantesco, solo que como goce perverso, en vez de castigo, Amalia Pando escribe:
El 28 de mayo de 2009, el presidente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) Carlos Villegas suscribió el contrato comercial N. 2009 AM420-016-YD201 de con la empresa china CAMC para la provisión de equipos, medidores y artefactos destinados a la instalación de redes de gas domiciliario por un valor de 60 millones de dólares. El negocio nació manchado con un sinfín de irregularidades y serios vicios de nulidad[12].
Continúa:
El presidente de YPFB firmó el contrato con CAMC sin contar con financiamiento específico, sin que la compra figure en el POA de Yacimientos y sin la aprobación del directorio de YPFB. El ejecutivo de la petrolera estatal, sin prever imponderables o eventuales incumplimientos, tampoco exigió a la contratista una boleta de garantía y se conformó con el compromiso de CAMC de poner en funcionamiento equipos de buena calidad en un plazo de 12 meses a partir de su arribo al puerto de destino.
La CAMC no tenía asiento legal en Bolivia, carecía de personería jurídica y no estaba inscrita en FUNDAEMPRESA. Además, las personas que firmaron el contrato, aparentemente, no tenían ningún poder para hacerlo, ya que sus credenciales no fueron legalizadas en China.
En el “contrato de apertura” de la que iba a ser una escabrosa relación más que comercial, el gobierno de Evo Morales contrató a CAMC por invitación directa, sin siquiera revisar cotizaciones de otros ofertantes y comparar precios, y aceptó pagarle por adelantado el 25% de los 60 millones de dólares pactados[13].
De entrada estamos ante uno de esos eventos arteros, en sentido cruel, correspondientes a la decadencia, al nihilismo más exacerbado, donde nada importa, salvo el poder. Hemos identificados estas conductas con la escalada de la corrupción, en la etapa del capitalismo tardío, que desata desmesuradamente el síndrome de hybris en los gobernantes. Síndrome manifiesto en egos narcisistas exhalados, hasta el endiosamiento simbólico de caudillos y entornos palaciegos. Síndrome acompañado por las más desbordantes prácticas corrosivas, corruptas, inverosímiles, que llegan al colmo de fraudes más descarados.
Los contratos del gobierno populista con la CAMC, de entrada, violan las normas de contratación de bienes y servicios, pues no se puede adjudicar concesiones a una sola empresa, cuyos montos son grandes, además de tratarse de tópicos estratégicos para la economía y para el Estado. Los artículos de la Ley de normas y servicios establece la perentoria posibilidad de la contratación directa, en casos de emergencia; además, garantizando los bienes del Estado y los recursos de los bolivianos. Esto implica, que la adjudicación directa se lo puede hacer, considerando las condiciones descritas, con empresas que cumplan con óptimas condiciones para hacerlo; en otras palabras, que tengan el perfil técnico, la experiencia comprobada y el dominio de la especialización. Ninguno de estos requisitos cumple la CAMC; sin embargo, al gobierno le importó un queso, esta exigencia normativa. Este grave error, si se quiere, para ser bondadoso, se ha repetido varias veces y con la misma empresa. ¿Cómo se puede calificar a este comportamiento?
No solo estamos ante una conducta descarada, deshonesta, a todas luces, inescrupulosa, es decir, sin ningún miramiento moral, además, claro está, de corrupta, en el sentido más crápula del término, sino ante los síntomas y señales de niveles altamente destructivos de la decadencia. Estos gobernantes creen que esta descomunal conducta descarnada de la economía política del chantaje, puede encubrirse con discursos, con publicidades y propaganda. Por cierto, discursos, cada vez más inverosímilmente incongruentes, hasta llegar a una especie de surrealismo de lo grotesco. Lo que hacen, al recurrir a la “ideología”, que ya no convence, es develar el hundimiento más profundo ético-moral, político y civilizatorio.
Amalia Pando hace una cronología de la secuencia dramática y perversa de este comportamiento gubernamental:
El 28 de mayo de 2009, YPFB y CAMC firman un contrato para la provisión de equipos y materiales nuevos y salidos de fábrica para la instalación de redes de gas por un valor de 60 millones de dólares, teniendo como antecedente un contrato firmado el 17 de agosto de 2004, en el gobierno de Carlos Mesa. Ambas partes se declaran satisfechas con el cumplimiento de dicho contrato y deciden dar continuidad al “mismo sistema de cooperación”.
El 2 de diciembre de 2009, el gobierno boliviano firma el contrato de financiamiento de un crédito de 60 millones de dólares con Exim Bank para la adquisición de los equipos a CAMC, y el 30 de diciembre de 2009 promulga la Ley 4149 de aprobación del crédito. Nueve meses después, YPFB y CAMC modifican sustancialmente el objeto del contrato.
El 10 de septiembre de 2010, YPFB y CAMC firman la primera enmienda del contrato N. 2009 AM420-016-YD201 modificando el objeto del mismo: la provisión de tres equipos de perforación nuevos y salidos de fábrica en lugar de equipos para la instalación de redes de gas. Como justificativo, Yacimientos alegó que, tras revisar otras ofertas, desestimó la propuesta de CAMC porque era muy alta, y entonces optó por comprar tres perforadoras. Y otra vez YPFB, sin revisar precios ni comparar ofertas de otros proveedores, adjudicó el contrato a la china CAMC, que era buenísima para fabricar equipos y tuberías y ahora para fabricar perforadoras, y entonces la empresa china acomoda precios para que las perforadoras cuesten los 60 millones del primer contrato.
La primera enmienda fue suscrita nueve meses después de la firma del contrato original, sin que haya llegado al país ni el primer tornillo de los equipos para la conexión de redes de gas. En vez de sancionar a la CAMC por incumplimiento de contrato, el gobierno la premió adjudicándole el nuevo contrato para la provisión de tres perforadoras.
El negocio entre YPFB y CAMC se paralizó por casi un año mientras el gobierno boliviano intentaba convencer al financiador Exim Bank de cambiar el objeto del contrato. El presidente Evo Morales resolvió el asunto personalmente viajando a China en agosto de 2011 para negociar con el Exim Bank.
El jueves 11 de agosto de 2011, el Primer Mandatario sostuvo un encuentro con ejecutivos del Banco de Desarrollo de China en Beijing y el mismo día el Congreso boliviano aprobó el nuevo contrato con Exim Bank mediante Ley 740, al tiempo que abroga la Ley 4149 del 31 de diciembre de 2009. Este nuevo contrato con el Exim Bank solo hace referencia al contrato suscrito por YPFB y CAMCE y a su primera adenda, de tal modo que todo queda oleado y sacramentado por orden de las más altas esferas del gobierno de Evo Morales.
Todo ocurre, por así decirlo, en cadena; un fraude lleva a otro, un descaro a otro, un acto doloso a otro acto doloso, alimentando de una manera multiplicada el despliegue inaudito de la economía política del chantaje. La trampa al Estado, con la firma de estos contratos, con una empresa que no cumple con el perfil requerido, además de no cumplir con los contratos, deriva en el engaño material al pueblo. Resulta que se instalan las redes de gas domiciliario; empero, no se cuenta con gas para llenar y hacerlo circular en estas redes, beneficiando al consumo doméstico popular. El engaño al Estado, es también otro engaño al pueblo, a las familias. Sin embargo, estas evidencias de la demagogia, combinada con la violencia tramposa de los actos, son abordadas por los gobernantes de la manera más cínica inimaginable. Para ellos solo se trata de tiempo, para que puedan materializarse los proyectos prometidos. Lo sorprende es que el pueblo tolere pacientemente el desplazamiento de estas extorsiones. Esta actitud conformista, que es también una actitud cómplice, al callarse, al aceptar las explicaciones gubernamentales, por más incoherentes que sean, es pues la clave a la que apuestan estos impostores, estos simuladores, jugadores de bolsa, de especulaciones financieras y manipuladores de las esperanzas populares.
Este cuadro es grave, sobre todo por la pusilanimidad popular. Un pueblo que no defiende sus derechos, que no defiende su Constitución, es un pueblo que se ha entregado de lleno al descarado dominio del poder más especulador de la historia de la modernidad; el poder basado en relaciones clientelares, que se expanden para corromper al mismo pueblo. Como esto no puede ocurrir con todos, se lo hace con los dirigentes de las organizaciones sociales, que ya no defienden los intereses corporativos, sociales, sindicales, sino los intereses políticos de la demanda chantajista emocional de un gobierno perdido en el delirio de su propia cretina impunidad.
La autora mencionada sigue con la descripción de este dramático derrumbe ético-político del gobierno populista:
El 27 de diciembre de 2011, el presidente de YPFB Carlos Villegas dijo que los tres equipos de perforación estarán en el país a fines de 2012 o a principios del 2013, pero un año después aún no habían llegado.
El 17 de septiembre de 2012, el viceministro de Exploración y Explotación de Hidrocarburos, Eduardo Alarcón anunció que los tres equipos de perforación adquiridos por YPFB empezarán a “prestar servicio de perforación, terminación e intervención de pozos de petróleo y gas a empresas de la Corporación así como a empresas petroleras privadas que realizan actividades de exploración y explotación de hidrocarburos en el primer trimestre de 2013.
Habían pasado casi dos años desde la firma del contrato y la CAMC todavía no cumplía el contrato. Es así que el 20 de mayo de 2013, YPFB y CAMC firmaron la segunda adenda al contrato comercial N. 2009 AM420-016-YD201, incorporando nuevas definiciones, una cláusula anticorrupción y la exigencia, por primera vez, de la presentación de una boleta de garantía del 3% del valor total del contrato.
Recién entre junio de 2013 y abril de 2014 fueron embarcadas en China las tres perforadoras, que finalmente llegaron al país con más de dos años de retraso, con defectos de fábrica, severos daños materiales y las tres incompletas. El informe técnico de recepción confirmó que el empaque y el embalaje de la maquinaria fueron deficientes.
La perforadora de 2.000 caballos de fuerza fue embarcada en China el 19 de junio de 2013 y llegó al país el 17 de septiembre de ese año. Tras ser sometido a una revisión técnica el 25 de noviembre, el equipo fue observado por los técnicos de YPFB, quienes identificaron al menos 20 componentes del equipo en mal estado, entre ellos la tapa del filtro de aceite y los pernos.
La perforadora de 1.500 caballos de fuerza fue embarcada en China el 2 de septiembre de 2013 y arribó al país el 22 de febrero de 2014. De igual manera, los técnicos que revisaron el equipo el 15 de julio de 2014 evidenciaron que éste llegó deteriorado. El informe técnico confirma daños permanentes debido a las malas condiciones de embalaje y recomienda que se realicen reposiciones y reparaciones. Las fotografías del informe de recepción muestran un equipo usado, como si lo hubieran sacado de algún campo petrolero ya en operaciones y lo embalaron a última hora.
La perforadora de 1.000 caballos de fuerza fue la última en ser embargada el 16 de abril de 2014 y en llegar al país el 26 de agosto de 2014. La revisión técnica efectuada el 21 de octubre de 2014 determinó que el equipo llegó incompleto y en peores condiciones que las otras dos perforadoras.
Lo peor de todo es que no llegó el personal especializado que debía montar el equipo y porque todas las instrucciones estaban en chino se demoraron dos años en traer los equipos y otros dos años en montarlos. YPFB no tuvo otra opción que hacer un gasto adicional y contratar a la empresa Sinopec para que arme las perforadoras.
El 31 de diciembre de 2013, YPFB suscribió con la empresa Sinopec International Petroleum Service Ecuador Sucursal Bolivia SA un contrato de provisión del servicio de Operación y Mantenimiento de tres equipos de perforación, y recién el 14 de agosto de 2014 se ordenó el traslado del primer equipo 1.500 al pozo BBL-16D.
En septiembre de 2014, Sinopec reporta a YPFB dificultades en el montaje de la perforadora 1.500 por la falta o deterioro de partes, y solicita los equipos faltantes y el reemplazo de los artefactos dañados. YPFB propone que Shinopec se encargue, la empresa acepta pero con un cargo de 50% por cada artefacto. Yacimientos prefiere asumir la responsabilidad de comprar las partes faltantes.
Es evidente que la CAMC incumplió su contrato, causando una considerable demora en el montaje del equipo de perforación de 1.500. Además, Sinopec informó a YPFB el 10 de noviembre de 2014 que había gastado 8,4 millones de bolivianos adicionales en el montaje de la máquina. El 4 de diciembre de 2014, la Dirección de Servicios de Perforación de YPFB expresó en su informe técnico N. DSP 211/2014 su “insatisfacción con la calidad del servicio de CAMC… que ha enviado los equipos de perforación de forma deficiente, sin ninguna muestra de profesionalidad en el envío de equipos que dio como resultado innumerables atrasos. Inicialmente CAMC no quiso aceptar los reclamos y pasaron más de seis meses hasta que finalmente decidió atender ALGUNO de ellos”.
Además, “CAMC ha omitido el envío de un ítem muy importante para el montaje e izaje del mástil de equipo 1.500 HP, lo cual ha causado importantes costos no programados. Asimismo, YPFB se halla perjudicada también por no recibir ingresos por la producción de hidrocarburos de los pozos que ya pudieron ser perforados”, señala el informe técnico de YPFB fechado el 4 de diciembre de 2014.
El 19 de enero de 2015, YPFB y CAMC suscribieron la tercera adenda en la que acuerdan elevar el monto de la boleta de garantía hasta el 7% del valor de cada equipo, con vigencia de 12 meses después de la recepción definitiva de los mismos. Se introducen también penalidades por atraso en la entrega de los equipos de 0,15% por día durante 30 días, al cabo de los cuales la multa será de 0,35% diarios por otros 30 días. Pasado ese plazo, YPFB podrá ejecutar las boletas de garantía.
El 16 de marzo de 205, YPFB y CAMC firmaron la cuarta adenda del contrato comercial N. 2009 AM420-016-YD201 con el objeto de detallar las penalidades introducidas en la tercera adenda y establecer procedimientos de reembolso con cargo a las penalidades por día de retraso en la entrega de los equipos. En resumen, la cuarta adenda es una especie de reglamento de multas.
Los dos representantes chinas de CAMC que firman las adendas no tenían autorización o poderes legales para hacerlo[14].
Llama la atención que después de conocerse estos delitos, pues no se les puede llamar de otra manera, pues, como dijimos, vulnera las normas de contratación y compras de bienes y servicios, acompañados por escándalos de índole doméstico, escándalos que encantan a la prensa y los medios de comunicación amarillistas, la Comisión de investigación del “tráfico de influencias”, concluye en una evolución somera, insostenible, para tomarla en serio, que, respecto a las perforadoras, no hubo delito, ni corrupción, pues están funcionando. Esta conclusión insólita de la Comisión, habla de por sí, de la calidad de los miembros de la Comisión, hablamos de los miembros de mayoría de la Comisión, que además fungen de coordinadores de la misma. No se les pasa por la cabeza, ya no solamente la vulneración de las normas de bienes y servicios, sino algo tan elemental como el haber aceptado perforadoras usadas, de segunda mano, es también otro delito, dentro de la sumatoria de delitos gubernamentales acumulados. El componente mayoritario de esta Comisión, no solamente expresa un comportamiento crápula, sino que evidencian su complicidad, en cuanto al encubrimiento; por eso, también cometen delito.
No deja de sorprender la aparente tranquilidad con que lo hacen, encubrir delitos flagrantes contra el Estado, la Constitución y los bienes del pueblo, propietario declarado de los recursos del país. Muestran no solamente un cinismo desenvuelto, sino, que tampoco les importa nada, salvo el poder; solo que en ellos, el poder significa servir sumisamente al jefe y sus entornos palaciegos, a la estructura de poder de un régimen de la simulación, del montaje y la impostura. La psicología de estos personajes no solamente está asociada al síndrome de hybris, en escala menor, que la de los gobernantes, sino que devela subjetividades banales, levitando en soterradas complicidades, concomitancias y servilismos indignos para con los jefes. Por eso, podríamos describir esta coyuntura de la decadencia no solo como cuando ya nada importa, sino como cuando la dignidad ha desaparecido completamente en la estructura endeble de sus personas.
Amalia Pando concluye su análisis con un final infeliz: Gana CAMC y pierde el Estado boliviano:
El Estado boliviano ha sido el principal perjudicado en el primer negocio suscrito por el gobierno de Evo Morales con CAMC.
El gobierno de Evo Morales contrató a la empresa china sin siquiera exigirle una boleta de garantía y aceptó un cronograma de pagos ultra complaciente: 25% siete días después de firmado el contrato entre Eximbanc y el Ministerio de Desarrollo económico, 55% siete días después de recibir el documento de embarque de los bienes, 15% cuando los equipos lleguen a Bolivia y 5% después del arribo de todos los embarques, sin importar si llegaban bien o en pésimo estado.
YPFB no revisó otras ofertas ni comparó precios y aprobó directamente la propuesta de CAMC. YPFB contrato a CAMC para que “fabrique” tres perforadoras en vez de comprar equipos ya listos en el mercado, y sabiendo que la empresa no tiene experiencia como fabricante. Prueba de ello, CAMC subcontrata a la proveedora de equipos RJ PetroMachinery para que fabrique los equipos demandados. Pero a YPFB parece no importarle este detalle y jamás sanciona a CAMC por terciarizar servicios.
Aparentemente, el gobierno de Evo Morales adquirió los equipos de perforación con un enorme sobreprecio. En 2011, empresarios vinculados al sector obtuvieron una cotización independiente de la empresa American Fabrication and Machine Inc, dedicada a la fabricación de equipos de perforación:
EQUIPO CHINO EQUIPO EE.UU.
1000HP = 18.349.240 $US 1000HP = 8.664.232
1500HP = 18.829.320 $US 1500HP = 16.571.300
2000HP = 22.821.440 $US 2000HP = 18.949.985
TOTAL: 60.000.000 $US sin intereses
TOTAL + INTERESES: 75.746.604 $us TOTAL: 44.185.517$US
Con esos antecedentes, se deduce que el gobierno de Evo Morales contrató a CAMC por invitación directa y la favoreció con un sinfín de beneficios con el único objetivo de sacar partido del enorme sobreprecio, estimado en casi 16 millones de dólares. YPFB perdió dos años en su cronograma de exploración esperando las máquinas, seguramente tuvo que alquilar equipos y tendrá que pagar intereses del crédito chino. Un artículo del contrato con el EximBank señala que si Bolivia no mueve el dinero igual tienen que pagar intereses, es decir que dos años de inactividad le costarán dinero al Estado boliviano.
Pese a los reiterados incumplimientos de CAMC, las autoridades de YPFB nunca ejecutaron boletas de garantía, pero para evitar un escándalo el presidente de Yacimientos concertó con la contratista el pago de una multa de 4,5 millones de dólares, que no compensan ni el sobreprecio, los daños ni los gastos adicionales en los que incurrió YPFB para montar los equipos. Curiosamente, los representantes de CAMC que suscribieron el acta de conciliación carecían de poderes debidamente legalizados en Bolivia.
Este contrato leonino fue suscrito antes de que la ex-pareja del Presidente, Gabriela Zapata, asuma el cargo de gerente comercial de la empresa china, el 17 de marzo de 2015. Por tanto, si hubo tráfico de influencias con el único objetivo de medrar del millonario sobreprecio, el principal sospechoso es el Primer Mandatario, quien propició la compra de la maquinaria a CAMC y negoció en persona el contrato de financiamiento[15].
Llama la atención que ante semejante escenario deslumbrante de la decadencia más desbordada, los medios de comunicación se aboquen al escándalo doméstico, desviando la atención; que los voceros oficialistas se encarguen de levantar una cortina de humo, que solo ellos creen que los oculta, desviando definitivamente las miradas del asunto en cuestión. Llama la atención que la discusión se concentre en Gabriela Zapata, el hijo de ella y el Presidente, cuando, a todas luces, la muchacha, que era menor de edad cuando tuvo relaciones amorosas, o lo que se quiera llamar a estas relaciones, con el presidente, que parece que acostumbra hacerlo, con la convivencia y participación de ministros e inverosímilmente ministras, que le entregan muchachas. Sería absurdo creer que esta muchacha dirigía semejante sistemático fraude al Estado y a la sociedad. Es obvio que fueron los jerarcas del poder los que conducen esta economía política del chantaje, al estilo del neopopulismo boliviano.
No se puede pedirles a los gobernantes que sean sinceros y honestos. Esto es imposibles a las alturas de la decadencia del poder. Es imposible pedirle al Fiscal General “objetividad”, como el mismo, menciona, pues el órgano judicial es un brazo normativo al servicio del poder; no se les puede pedir a los medios de comunicación que transmitan verazmente los hechos, que informen, pues estos medios son propiedad, directa o indirecta, de palos blancos de jerarcas de gobierno, o están controlados por el gobierno por medio del chantaje de las publicidades y la amenaza de la conculcación de sus concesiones. Sin embargo, se le podría pedir al pueblo, que ejerza su soberanía, defendiendo sus derechos constitucionales, haciendo respetar al Estado y salvaguardando los recursos naturales y las empresas públicas. Sin embargo, el pueblo, hasta el momento no reacciona, parece estar aletargado en un adormecimiento pesado que duerme a su voluntad propia.
La cobardía
Se puede decir, ilustrando con figuras definidas por el sentido común, que la cobardía es una carencia de voluntad y dignidad, un comportamiento contrario al coraje. Usualmente se considera a la cobardía como envilecimiento de la cautela, declinación que deriva en la supresión del coraje. En el análisis crítico de la política, es indispensable, considerar la incidencia de los comportamientos, de las subjetividades, que los encausan, en el desenvolvimiento de las prácticas y acciones políticas. La cobardía puede ser vista como síntoma de la decadencia o como comportamiento preponderante en personajes del poder, quienes prefieren transferir la responsabilidad de sus actos a terceros, para salvar su pellejo y a sus personas del descredito. También acostumbran a transferir su responsabilidad a fantasmas, como el fantasma de la “conspiración imperialista” y el fantasma de la “conspiración de la derecha”. Como dijimos antes, no es que no haya conspiración; sin embargo, ésta no explica la caída en la decadencia de un gobierno, de los gobernantes, en un “proceso de cambio” conducido por ellos. La explicación se encuentra en la composición del partido gobernante, en la composición del gobierno y del Estado, a cargo del partido gobernante, que, al enfrentarse al imperialismo y a la “derecha”, tiene la responsabilidad de hacerlo con el fortalecimiento de las capacidades de lucha, de combate, de resistencia, del pueblo. Sin embargo, cuando los “antimperialistas” gobernantes lo único que hacen es desgarrarse las vestiduras, vociferando contra el “imperialismo” y la “derecha”; mientras, efectivamente, por conveniencia de mando, disgregan a los movimientos sociales anti-sistémicos, desmantelan a las organizaciones sociales, convirtiéndolas en apéndice del partido gobernante y del ejecutivo, desacatan el cumplimiento de la Constitución, destruyen la vitalidad del proceso de cambio, terminando de destruir el mismo proceso, entonces, ese “antiimperialismo” es de boca para afuera. De todas maneras, discurso demagógico para encubrir sus fechorías.
El comportamiento cobarde aparece cuando no se asumen las responsabilidades, prefiriendo delegar la causa de la crisis del proceso de cambio a terceros. Cuando ante actos perpetrados de corrupción develados, se busca chivos expiatorios, sin asumir tampoco la responsabilidad. No solamente, en esta actitud, no hay honestidad, menos transparencia, que son sustituidas por la concupiscencia y la opacidad, lo opaco, que puede alcanzar a ser oscuro, sino decadencia, degradación, hundimiento ético-moral. La cobardía puede llegar al extremo, cuando en escándalos del tamaño de una corrupción enorme, que compromete contratos de grandes proyectos y cuantiosos montos, que requieren necesariamente la intervención de la estructura estatal, se transfiere la responsabilidad a una muchacha, que a todas luces fungía de palo blanco. La furia de la jerarquía del poder descarga toda la culpa en una muchacha, que no tiene los atributos de genio del mal, como pretenden hacer creer el gobierno, los congresistas oficialistas, el Fiscal General, además, de ser la versión difundida comedidamente por lamentables medios de comunicación, que ya no informan, sino sirven de correas de transmisión de intereses. Esta actitud gubernamental es cobarde.
No se trata de exculpar a nadie de su cuota de responsabilidad; pero, el pretender que toda la culpa recae en el chivo expiatorio, que ha sido capaz, esta vez sola, de engañar a astutos y consabidos políticos de experiencia. Este cuento no se la creen ni sus abuelas de estos jerarcas. Se trata de comprender el funcionamiento de las máquinas de poder, convertidas en máquinas de la economía política del chantaje, en máquinas de la manipulación y la corrupción. No se trata, para el activismo libertario, de juzgar, de castigar y penalizar; éste es un asunto del orden burgués, de la moral burguesa, de la impostura dominante de las instituciones del Estado. Se trata de comprender el funcionamiento maquínico del poder, para desmantelarlo minuciosamente, en todos sus planos de intensidad y mallas institucionales. No se gana mucho en juzgar y castigar a los delincuentes; con esto solo se calman a las consciencias culpables de los juzgadores, mientras las máquinas imbricadas del poder institucional y del paralelo, el poder no-institucional de la economía política del chantaje, siguen funcionando y ocasionando innumerables delitos políticos. Se gana mucho, desvanecer las pretensiones de estos discursos que intentan encubrir actos dolosos, así como las pretensiones de verdad y de justicia de los órganos del Estado.
Hemos usado, para comenzar, el esquema dualista, del sentido común, para definir la cobardía, inversa y contrastada con el coraje, ilustrando la temática de las vinculaciones entre comportamientos, subjetividades y poder. Nos hemos situado en lo que calificamos como comportamiento cobarde de los gobernantes, sobre todo, para trazar apenas una línea del boceto. Desde la perspectiva de la complejidad, que no se orienta por el esquematismo dualista, la mirada sobre los comportamientos supone comprender la composición compleja singular de los actos, en articulación con la composición compleja singular de los hechos y sus consecuencias políticas.
Podemos decir que lo que llamamos cobardía es una nota de las cuerdas de la subjetividad; estas cuerdas producen otras notas, por ejemplo el coraje, entre otras más. La pregunta es: ¿Por qué en determinadas circunstancias, por ejemplo, asociadas al poder, sobre todo, al ejercicio de las dominaciones, se impulsa la tendencia a generar notas como las de la cobardía? ¿Qué empuja a los gobernantes a inclinarse a estas formas de comportamiento? ¿El poder no solamente los convierte, a los gobernantes, en sus engranajes, como marionetas, sino que los vuelve cobardes, fuera de tramposos e impostores? ¿Las subjetividades adecuadas al ejercicio de las dominaciones son éstas, las que terminan produciendo más notas cercanas a la cobardía? ¿La cobardía se asocia a la impostura, a la trampa, a la simulación, reforzando los mecanismos de dominación? ¿La violencia misma no es una muestra encubierta de cobardía? Hay más preguntas, pero, nos quedaremos con éstas como orientación del análisis de esta temática de los comportamientos y el poder.
Cobardía y coraje son términos heredados, como todo el lenguaje, corresponde a una larga historia de afinamiento de conceptos, que se refieren a valores, a conductas, a distinciones entre lo noble y lo plebeyo, que después se convierte en distinciones entre lo íntegro y lo desintegrado, entre lo moral e inmoral. Estamos ante cuadros clasificatorios, configurados por oposiciones, por esquematismos dualistas, que establecen, los patrones de valorización de los actos y comportamientos. Esta estructura de valorizaciones y ponderaciones ha sido subyacente en los análisis y consideraciones interpretativas de la modernidad. Ha permitido reglas, medidas, comparaciones, para juzgar las prácticas y los comportamientos en el mundo, las acciones y las actitudes en el mundo. Ha servido tanto a la interpelación y la crítica, como también, para justificarse y legitimarse, a la defensa del poder y de las dominaciones. Nadie puede negar la utilidad prestada por estos cuadros valóricos, que subyacen en las interpretaciones y análisis; sin embargo, ante las problemáticas abiertas en los horizontes vislumbrados por la perspectiva de la complejidad, se requiere de orientaciones no esquemáticas ni dualistas, pues se trata de comprender los movimientos de comportamientos, que responden a composiciones complejas singulares cambiantes.
Podemos decir que el comportamiento responde a adaptaciones y adecuaciones del organismo al medio, de los cuerpos al entorno. En las sociedades humanas, tendríamos que hablar de entornos, dependiendo el alcance de las relaciones, estructuras sociales y dinámicas eco-sociales. Por otra parte, el entorno puede abarcar, en su composición, distintos entornos, desde los más propios, más próximos, hasta los más impropios y lejanos. En la práctica se comparten varios entornos en la vida diaria de un individuo. El entorno familiar, el entorno de amigos, el entorno escolar, el entorno institucional y, en el caso de los que llegan a gobernar, a representar, a ser autoridades, los entornos del poder, que también comprenden varios micros-entornos. Como nos interesa precisamente el entorno del poder y las relaciones, así como comportamientos desencadenados en este entorno, vamos a concentrarnos en este recorte de los entornos, donde se dan lugar adaptaciones y adecuaciones del cuerpo, del individuo, del grupo, del estrato, del colectivo, de la sociedad, con respecto al medio. En este sentido, sugerimos algunas hipótesis interpretativas sobre el tema en cuestión.
Hipótesis interpretativas del comportamiento
1. Los comportamientos no solamente responden a adaptaciones y adecuaciones del organismo respecto del medio, sino también a percepciones corporales del momento, de la experiencia, al participar en realidades concretas y determinadas. Las percepciones generan interpretaciones de sentidos de estas realidades; estas interpretaciones también inciden en los comportamientos.
2. En las sociedades, nos encontramos ante planos de intensidad de comportamientos, que se entrelazan, se congregan, se asocian o se disgregan, generando efectos de masa como impacto en el desenvolvimiento social.
3. Las estructuras sociales, las instituciones sociales, las estructuras políticas, las instituciones políticas, en fin, las estructuras de poder, también inciden en los comportamientos, ya se den estos comportamientos fuera de las esferas institucionales del poder o dentro.
4. Las instituciones estatales procuran normatizar y normalizar los comportamientos, de acuerdo a los parámetros de lo normal y lo patológico del diagrama del poder en ejercicio. Dentro de las instituciones estatales, abocadas a normalizar los comportamientos, el estar en la barriga de la ballena, por así decirlo, usando esta metáfora, afecta a los que se encuentran en el estómago del poder. Los funcionarios estatales, al ser parte de la maquinaria centralizada de dominaciones polimorfas, se convierten en engranajes de esta fabulosa maquinaria abstracta. Sus comportamientos no solamente deben tender a los parámetros de la normalización, sino que tienen que ser comportamientos reguladores de esas políticas de normalización, de disciplinamiento y control.
5. Los comportamientos de políticos en el poder responden no solo a los parámetros de la normalización burocrática, sino, sobre todo, a los parámetros del ejercicio de las dominaciones. Los que se encuentran en esta condición, la de funcionarios del poder, como que sienten tener el control en sus manos, por lo menos de la parte que les corresponde, en las tareas asignadas. Tienen, por así decirlo, usando una metáfora exagerada, el mango del látigo en la mano. Sentir el recurso del poder como herramienta en sus manos no deja de afectar a su propia estructura subjetiva. Hay pues una diferencia, además de distancia, entre los que ejercen el poder y los que lo padecen.
6. Esta situación, la de ejercer poder, tiene varias escalas y niveles de incidencia. Ciertamente no es lo mismo en lo que pasa en la base de la estructura burocrática del Estado respecto a lo que pasa en la cúspide de esta estructura. La intensidad de la afectación de encontrarse en el manejo, control y conducción del ejercicio de poder se multiplica en los gobernantes. Al respecto, la psicología nos ha hablado del síndrome de hybris, como síndrome del poder, precisamente en estos estratos de altos funcionarios. La psicología ha explicado los comportamientos histriónicos de líderes, caudillos, gobernantes, por el efecto de este síndrome de hybris. Sin embargo, a pesar de la sugerente hipótesis, solo traza una línea en el boceto de una explicación. Lo que se requiere saber, independientemente de si compartimos la hipótesis del síndrome de hybris o no, es cómo funciona esta conformación del comportamiento político, en el poder.
7. La conformación del comportamiento en las altas esferas del Estado, en el gobierno, parece contar, además, con el efecto deslumbrante de encontrarse en las burbujas de exaltaciones y ceremonialidades del poder, donde la corte política, el teatro político de los entornos palaciegos y los entornos institucionales de mandos, convierten al jefe prácticamente en el indiscutible absoluto. Si esto adquiere connotaciones nacionales, por el apoyo popular, donde la ceremonialidad del poder se trueca en una apoteosis, entonces, se puede esperar un efecto mucho mayor en la psicología del caudillo, jefe, líder, conductor.
8. Ciertamente, esta incidencia de las atmosferas del poder en la personalidad del jefe, es uno más de múltiples factores, que hay que tener en cuenta, en el contexto y en la coyuntura, teniendo en cuenta además las historias políticas, las trayectorias personales, la madurez emocional del protagonista, las estructuras de poder en juego, los recursos en cuestión, sobre los que se determinan políticas para explotarlos. Sin embargo, parece que, en la actualidad, se da lugar a la tendencia a la preponderancia, en la incidencia del efecto sobre el comportamiento, de estos ambientes ceremoniales del poder.
9. ¿Cuál es la perspectiva de realidad desde la cúspide del poder? ¿Cuál es la autovaloración, la ponderación de sí mismo, en la cúspide del poder? ¿Cuál la estructura de la predisposición a actuar de una u otra manera? Aunque todo esto, en tanto comportamiento, se encuentra condicionado por las estructuras mismas del poder, por la maquinaria fabulosa del Estado, que se encuentra en el sistema-mundo político, en la geopolítica del orden mundial, por lo tanto, convertido el actor político de la cúspide en engranaje de la maquinaria abstracta del poder, es determinante, por así decirlo, la estructura de la predisposición subjetiva del protagonista.
10. Para hacerlo fácil, diremos, esquemáticamente, que si la estructura de la predisposición subjetiva es no solamente endeble y vulnerable, sino, incluso pudiendo ser sólida, se predispone más a moverse en los fetichismos instaurados institucionalmente y por las costumbres, es de esperar conductas pragmáticas, que avanzan a convertirse en conductas oportunistas, después, en conductas manipuladoras y maniobreras, involucrándose en los circuitos de la economía política del chantaje. Para contrastar, diremos que cuando la estructura de predisposición subjetiva se inclina por cumplir con el mandato, con la Constitución, con las finalidades políticas trazadas socialmente, es de esperar conductas consecuentes con el temple, involucrándose en enfrentamientos minuciosos y de alcance con las prácticas, relaciones, hábitos, de las estructuras de poder heredadas e institucionalizadas. Las posibilidades de afectación en las transformaciones institucionales y estructurales están acotadas por el peso conservador institucional, por los contextos condicionantes locales, nacionales, regionales y mundiales. Además por el condicionamiento de las correlaciones de fuerzas. Las posibilidades de los procesos políticos singulares se encuentran condicionados por el juego combinado de todos estos factores.
11. La historia política moderna, nos ha mostrado que una proporción significativa de los comportamientos consecuentes de gobernantes, con las características descritas, ha terminado en tragedias, salvo algunas excepciones a la regla. El conjunto del sistema-mundo político enseña implacablemente donde se encuentran los márgenes de los límites.
12. Esta no es la suerte de las conductas diletantes. Su pragmatismo, su oportunismo, su recorrido sinuoso, permiten ganar tiempo, conservarse en el poder, maniobrando en distintos planos. Manipulando al pueblo, convenciéndolo que se sigue consecuentemente con el “proceso de cambio”; convenciendo al sistema financiero internacional considerarlo como socio apropiado y disciplinado; pactando con las empresas trasnacionales a invertir en el país, aunque para esto tenga que vulnerar la Constitución y promulgar leyes onerosas al servicio de las empresas trasnacionales extractivistas, como es el caso de lo que pasa en el rubro de la minería. Puede llegar a pactar con las corporaciones de la economía política del chantaje, moviéndose también en el lado oscuro del poder. Entonces, en estos casos, la conformación del comportamiento esta moldeado por esta sinuosidad.
13. Cuando esto ocurre, cuando la estructura de predisposición subjetiva se inclina definitivamente por el pragmatismo oportunista, se abren enteras las compuertas para la invasión arrasaste de las formas de poder paralelas de la economía política del chantaje. Los protagonistas de estos escenarios pierden el cuadro referencial del esquematismo dualista, que valora, esquemáticamente, los comportamientos. Ya no distinguen lo que es cobardía de lo que es coraje, ya no distinguen lo que es consecuencia de lo que es inconsecuencia, ya no distinguen lo que es institucional de lo que es no-institucional, ya no distinguen lo que es promoción económica de lo que es promoción de la corrupción.
14. Los escenarios políticos en coyunturas y periodos de preponderancia invasiva de las relaciones de poder paralela de la economía política del chantaje, son alucinantes. Los comportamientos políticos no concuerdan con los discursos de legitimación y con la “ideología”. Los imaginarios gubernamentales parecen cuadros barrocos atiborrados de incongruencias. Mientras afirman los gobernantes que vamos por buen camino, el camino que se toma más parece un puente de vidrio sobre el abismo.
[1] Ver de Raúl Prada Alcoreza Gramatología del Acontecimiento. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-2015. Amazon: https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepub. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/estadonacion.
[2] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento político; también México: Intensidades sociales y territoriales. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-2015. Amazon: https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepub. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/estadonacion.
[3] Ver La inscripción de la deuda y su conversión infinita. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-inscripcion-de-la-deuda-su-conversion-infinita/.
[4] La crisis económica de 2008 a 2015, también denominada Gran Recesión, se define como la crisis económica mundial, que recomenzó en el año 2008, teniendo su inicio, en el ciclo largo de la crisis, ya en la década de los setenta, del siglo pasado. Se suscitó en los Estados Unidos de Norte América. Como factores desencadenantes de la crisis, se mencionan a los defectos de la regulación económica, a los proliferantes delitos bancarios cometidos; también se menciona el efecto provocado por la subida de los precios de las materias primas, generados por una mayor demanda. Todo esto en el contexto de un mercado mundial altamente competitivo. Por otra parte, la inflación, generada por los precios monopólicos; añadiéndose la específica crisis alimentaria mundial, sumándose a la crisis energética, fuera de la amenaza de una recesión. La crisis adquiere características de crisis financiera, con la modalidad de una crisis crediticia, hipotecaria, que se manifiesta en desconfianza creciente respecto los mercados.
[5] Ver de Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasilero. Siglo XXI-CLACSO.
[6] Raúl Zibechi: Brasil potencia. Entre la integración regional y un nuevo imperialismo. Ediciones desde Abajo; Bogotá 2012.
[7] Ver Clausura del horizonte moderno; también Laberinto generalizado; así mismo Prácticas y cartografías de la impostura. En este tenor sugerimos también revisar Desenlaces; así mismo El lado oscuro del poder.
https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/clausura-del-horizonte-moderno/. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/laberinto-generalizado/. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/practicas-y-cartografias-de-la-impostura/. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/desenlaces/. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/el-lado-oscuro-del-poder/.
[8] Ver Prácticas y cartografías de la impostura. Dinámicas moleculares; La Paz 2016. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/practicas-y-cartografias-de-la-impostura/.
[9] Ver Psicología y funcionamiento del lado oscuro del poder. Dinámicas moleculares; La Paz 2016. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/psicologia-y-funcionamiento-del-lado-oscuro-del-poder/.
[10] Ver El lado oscuro del poder. Dinámicas moleculares; La Paz 2016. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/el-lado-oscuro-del-poder/.
[11] Ver Acontecimiento político. Dinámicas moleculares. La Paz 2013-15. https://pradaraul.wordpress.com/2015/06/23/acontecimento-politico-i/. https://pradaraul.wordpress.com/2015/06/23/acontecimento-politico-ii/.
[12] Amalia Pando: Idilios chinos, el primer contrato de YPFB y CAMC. Las aventuras del Presidente y la china CAMC. Capítulo 1: Las perforadoras. https://www.bolpress.com/art.php?Cod=2016032202.
[13] Ibídem.
[14] Ibídem.
[15] Ibídem.
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Umbrales y limites de la episteme moderna, apertura al horizonte nómada de la episteme compleja.
Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.
Contenidos:
Modulo I
Perfiles de la episteme moderna
1.- Esquematismos dualistas
2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista
3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico
4.- Esquematismo ideológico
Modulo II
Perfiles de la episteme compleja
1.- Teórias de sistemas
2.- Sistemas autopoieticos
3.- Teorías nómadas
4.- Versiones de la teoria de la complejidad
Modulo III
Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad
1.- Contra-poderes y contragenealogias
2.- Composiciones complejas singulares
3.- Simultaneidad dinámica integral
4.- Acontecimiento complejo
Modulo IV
Singularidades eco-sociales
1.- Devenir de mallas institucionales concretas
2.- Flujos sociales y espesores institucionales
3.- Voluntad de nada y decadencia
4.- Subversión de la potencia social
Temporalidad: Cuatro meses.
Desde el Inicio del programa hasta la Finalización del programa.
Finalizaciones reiterativas: cada cuatro meses, a partir del nuevo inicio.
Defensa de la Monografía. Defensas intermitentes de Monografías: Una semana después de cada finalización.
Leer más: https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/estudios-del-presente/
Inscripciones: A través de la dirección:
Pluriversidad Oikologías
Avenida Andrés Bello. Cota-Cota. La Paz.
Teléfono: 591-69745300
Costo: 400 U$ (dólares).
Depósito:
BANCO BISA
CUENTA: 681465529
Leer más: www.pluriversidad-oikologias.es/