Raúl Prada Alcoreza
Prólogo
Guerras de laboratorio forma parte del libro Genealogía de la guerra, a excepción de Desenlaces de la barroca decadencia, que es un texto reciente[1]. El libro mencionado contiene, además, las partes Interpretaciones críticas desde la guerra y La guerra diferida. Presentamos, ahora, la parte Guerras de laboratorio, incluyendo el escrito Desenlaces de la barroca decadencia, en forma independiente, debido a la necesaria discusión sobre la álgida coyuntura mundial, bautizada por el imperio, los aparatos de guerra del orden mundial de dominaciones del sistema-mundo capitalista, las corporaciones de los medios de comunicación de masa, los “expertos” y “analistas” del tema en cuestión, como la de la “amenaza del terrorismo. Calificativo del periodo por parte de la estructura de poder mundial. Término que habla más de sus miedos, de sus fantasmas, de sus paranoias, que de caracterizar, por lo menos, con cierta aproximación, la coyuntura y el periodo reciente mundial.
En todo caso, esta caracterización tan pobre, tan vacía, de carácter, más bien, sensacionalista, se ha convertido en una especie de sentido común difundido y compartido en el mundo, en las redes de comunicación, en los congresos internacionales, en los seminarios políticos, institucionales y académicos. Lo que habla de por sí de la escasa imaginación, incluso para montar interpretaciones, más o menos creíbles, por parte de estos autores de guiones dramáticos, que intentan lanzar mantos para encubrir, la efectiva realidad.
No se trata de derrumbar este castillo de naipes, esta vez, de cartas truco, que intenta leernos el destino de la humanidad, por medio de estas cartas fraguadas; el castillo mediático se cae por sí mismo. Nada concuasa en sus narraciones fragmentadas; las mismas que no pueden armar el rompecabezas, dejando grades vacíos incontestables. Se trata, más bien, de comprender las transformaciones, desplazamientos, mutaciones y cambios estructurales, dados en el sistema mundo-capitalista y en la civilización moderna, en lo que parece ser su crepúsculo. De manera específica, se trata de leer e interpretar adecuadamente, los síntomas de estos escenarios montados del “terrorismo internacional”, sobre todo, el “terrorismo fundamentalista”. Buscar la comprensión de la crisis múltiple civilizatoria, de poder, además de estructural del sistema-mundo capitalista, en estos espeluznantes escenarios del terror; montados, en parte artificialmente, por las agencias de inteligencia del imperio; en parte, desencadenados, por atizar el fuego en los sectores más propenso a sustituir su miseria con la acción fanática y fundamentalista, que les promete el reino de los cielos.
Estamos ante los desbordes de la irresponsabilidad mayúscula de la hiper-burguesía mundial, que ha decidido sacrificar a los pueblos, para preservar el beneficio contable de sus super-ganancias; incluso ha decidido arriesgar la vida misma del planeta. Esta angurria habla, de por sí, de su miseria humana y de sus perspectivas extremadamente cortas. Como dijimos muchas veces, son los pueblos los que pueden parar esta locomotora desbocada al abismo.
Estas son algunas de las razones por las que titulamos al bloque de ensayos Guerras de laboratorio. Pues estamos ante la tercera guerra mundial, ya desatada por las máquinas de guerra del imperio, solo que, en contraste con las anteriores guerras mundiales, aparece en sus manifestaciones de baja intensidad. Se trata de una estrafalaria “guerra interminable” contra el “terrorismo”, montada en los laboratorios de las agencias de inteligencia del imperio.
Fetichismo geopolítico
A propósito de la geopolítica sinuosa de la OTAN
¿Cuál es la geopolítica de la OTAN después de la aparente culminación de la guerra fría? ¿Continuar con la guerra fría, por otros caminos, con otros argumentos, menos elaborados, un poco más excéntricos, como dicen algunos analistas? ¿Se trata de consolidar la hegemonía, por lo menos la dominación, unipolar de la híper-potencia imperialista, que es el complejo económico-militar-tecnológico-científico-comunicacional de los Estados Unidos de Norte América, como dicen otros analistas? ¿La estrategia es adelantarse a la guerra por los recursos, por la energía, por el agua, que se avecina, como otros analistas predicen? ¿Es una estrategia de las máquinas de guerra del sistema-mundo capitalista, en la etapa crepuscular de la dominación del capitalismo financiero, combinada con el capitalismo extractivista, como nosotros dijimos[2]? Vamos a evaluar estas preguntas, sus hipotéticas respuestas, sus argumentadas interpretaciones, a la luz de la coyuntura mundial, que halla sus zonas de conflicto de mediana y alta intensidad en el medio oriente y en la Europa oriental.
La declaración de la OTAN, después de los bombardeos rusos a las posiciones, depósitos de armamentos, centros de operaciones, campos de entrenamiento, del Estado Islámico, es prácticamente una confesión, aunque velada e implícita, de su complicidad en la conformación del fundamentalismo copioso y exagerado del Estado Islámico, para ser cierto. La declaración dice, más o menos, en su parte sobresaliente, lo siguiente: que la OTAN va a defender a Turquía, que es miembro de la OTAN. Como si Turquía fuera la amenazada y no se estuviera amenazados por el Estado Islámico. ¿No era que la OTAN, los estados de Europa, Estados Unidos de Norte América, estaban en una guerra declarada contra el terrorismo? Cuando los bombardeos rusos son efectivos contra las posiciones del Estado Islámico - no como cuando los bombardeos norteamericanos y europeos, los franceses, eran notoriamente poco efectivos -, simulando bombardear estas posiciones, la OTAN se siente desolada, incluso amenazada. Esa declaración no solamente dice explícitamente que defenderá Turquía, sino dice implícitamente, que defiende las posiciones del ISIS.
Este es el meollo de la cuestión. La OTAN y Estados Unidos conformaron el ISIS, como un dispositivo exacerbado, enmascarado de terrorismo, con otros objetivos, que no son los declarados, de combatir el terrorismo. ¿Cuáles son estos objetivos? ¿Destruir Siria, atacar Irán, que es lo que conjeturan otros analistas, sobre todo partidarios de la defensa de ambos países contra la agresión imperialista? ¿Para qué? ¿Control y dominio del preciado recurso del petróleo? En otro escrito dijimos, que, en todo caso, estas potencias dominantes del sistema-mundo capitalista, no necesitan hacer la guerra para dominar, pues ya tienen el monopolio de las cadenas energéticas, desde su extracción hasta su industrialización, comercio y especulación[3]. No se necesita una guerra para mantener el dominio que ya lo tienen. ¿Acaso se trata de, incluso, quitar a los países exportadores del petróleo las magnitudes de la parte que les toca de los términos de intercambio ganados? ¿Apuntalar la geopolítica a un control absoluto, disminuyendo al máximo, es decir, haciendo desaparecer la soberanía de los países productores de petróleo? Teóricamente puede ser aceptada esta hipótesis, aunque se encuentre un tanto poco fundamentada, en comparación con las circunstancias y condiciones de la mecánica del funcionamiento del sistema-mundo y la economía-mundo capitalista, en el periodo actual, del dominio financiero global; circunstancias y condiciones que requieren se descritas y explicadas.
Otra cosa que dijimos es que asistimos a la hipertrofia de las máquinas de guerra, de los complejos tecnológicos-industriales-militares, de los aparatos de inteligencia y de información, de los irradiantes y globalizados medios de comunicación y de sus versiones virtuales, en redes que ya envuelven al planeta, como abultadas telarañas. Que esta hipertrofia explica la generación de estrategias propias, parciales, especializadas, de estos aparatos de guerra, que, incluso, cobran independencia, respecto a sus sociedades, pueblos y, es más, de sus estados. Para mantener sus cuantiosos presupuestos, gastos de guerra, de defensa, de inteligencia, en condiciones donde la guerra ya es, por decir, imposible, si es que se quiere ganar o sobrevivir. En realidad, estas máquinas de guerra, estos aparatos, estos complejos, en las condiciones de la tecnología militar de destrucción masiva, están demás; sus dimensiones son exageradas e insostenibles. Por eso, en consecuencia, lo que parece ser una explicación más plausible, una de ellas, es que estas máquinas de guerra hipertrofiadas requieren mantener el fantasma de la amenaza para seguir reproduciéndose en las dimensiones abultadas, escandalosas y grasosas, como lo hacen hasta ahora. Por eso, asistimos, ya no a la continuidad de la guerra fría, ya no a las guerras de baja intensidad, que fueron como un puente, entre las guerras de alta intensidad y las actuales formas de guerra, sino a lo que llamamos guerras de laboratorio, que pueden adquirir dimensiones desde locales hasta regionales, incluso, en el peor de los casos, mundiales.
Estas interpretaciones hipotéticas y prospectivas son sugerentes, sobre todo para salir, primero, de las teorías de la conspiración, que son pobres teóricamente; empero, atrayentes por su especulación novelera. Segundo, para salir de los paradigmas economicistas, que reducen las explicaciones al determinismo económico. Tercero, para salir del recurrente paradigma religioso del fiel/infiel, convertido, por la política institucionalizada, en el esquematismo dualista del amigo/enemigo; paradigma que tiene como supuesto moral la lucha cósmica del bien y el mal. Sin embargo, a pesar de este desplazamiento saludable, es menester contrastar esta interpretación crítica con la descripción de las situaciones y las características de los conflictos concretos, que se desatan en el medio oriente, en la Europa oriental, en Ucrania y también en el África.
Observemos, primero, una secuencia, que tiene que ver con las guerras del golfo, que después se extienden con la “guerra civil” - así se la llamó - en Libia, ocasionando la destrucción práctica de Libia como Estado. Ahora, la estrategia avanza, en nuevos escenarios, cambiando de formas y de tácticas, en Siria, buscando también su destrucción como Estado. La participación de la CIA en Afganistán, con AL QAEDA, cuando Estados Unidos se involucró en la guerra contra la “ocupación soviética” de Afganistán, su intermitente complicidad con AL QAEDA, en los eventos donde aparece nuevamente, con un fundamentalismo más marcado, llegando a trasladar esta estrategia, haciéndola más sofisticada, en el caso del Estado Islámico, nos muestra otra secuencia paralela, oficiosa. Donde esta implementación minuciosa, aunque complicada, de intervención solapada, encubierta con motivos religiosos fundamentalistas, se efectúa conformando los recorridos de estas guerras de laboratorio, constituyendo sus personajes, actores, protagonistas, construyendo sus discursos de probeta, estridentes, aunque no convincentes.
Estamos ingresando al periodo crepuscular de las guerras de laboratorio, guerras artificiales; sin embargo, sangrientas y despiadadas. Lo que menos interesa es la población civil; de manera cínica, se ha hecho elocuente la frase que pretende justificar el genocidio sistemático contra la población civil. Se dice que se trata de daños colaterales. Los daños colaterales son ya tan numerosos, que eso de colateral parece una broma macabra; los daños colaterales son tan destructivos, que eso de colateral parece humor negro, que muestra su mueca grotesca y sarcástica sobre los cuerpos desechos de los muertos y de los cuerpos martirizados de los heridos y torturados.
Es esto lo que llama la atención; la perdida de todo rastro humanista. Para los técnicos y especialistas de estas guerras de probeta no hay humanos del otro lado, no hay víctimas, sino daños colaterales, números del costo de la eficacia de sus tecnologías militares. ¿Es esta una anticipación cruel del mundo que proponen las máquinas de guerra? Parece que sí. No es esta una utopía técnica de ciencia ficción. Este es el producto de estos dispositivos hipertrofiados, independizados, que se consideran indispensables, es más, se consideran los centinelas del orden del mundo, algo así como el ejemplar sensacionalista y fascista the terminator. Hay que indagar en la subjetividad de estos especialistas y técnicos de la guerra, de la inteligencia, de la información y de estas estrategias de las guerras de laboratorio. ¿Quiénes son? ¿Qué son? ¿Humanos o máquinas?
La racionalidad abstracta, que nosotros denominamos racionalidad fantasma[4], ha llegado demasiado lejos; ha borrado todo vestigio de humanidad, todo vestigio de vida, en sus mapas abstractos, donde escenifican las rutas, las formas posibles de la guerra. Mapas de guerras simuladas, que ya no son juegos o entrenamientos, sino reales. Se ha borrado la frontera entre la simulación y la realidad; entonces, estas máquinas terminan actuando, ejecutando, en el mundo real, como si actuaran, de la misma manera, en sus juegos de simulación. Se mata, entonces figuras, no humanos. Estos hombres-máquinas, han reducido el mundo a la caricatura de los video-juegos; ahí llega su imaginación, pero, también su inteligencia.
Manejan mucha información, tienen acceso a centros de información y de datos, sus archivos clasifican a países, a estados, a gobiernos, a personas; todo esto lo hacen casi inmediatamente, por la capacidad tecnológica de los medios de información. Sin embargo, sus interpretaciones y sus análisis dejan mucho que desear. Ciertamente no podemos pedirles nivel teórico; sin embargo, tampoco son capaces de lograr descripciones adecuadas a la variedad, diferencia, complejidad de los temas, tópicos, problemáticas que atienden; que se les antoja, de manera paranoica, como amenaza. Por cierto, manejan modelos aprendidos, incluso académicamente; pero, estos modelos son como los juegos, caricaturas insostenibles teóricamente, también insostenibles contrastando con los hechos, en su proliferante despliegue. Empero, de todas maneras, como ironía, fungen de especialistas, incluso, de “sabios”, solo porque son sostenidos por estos aparatos y sus estructuras altisonantes. La pedantería es lo que más merodea en esos sitios. El porvenir del mundo está en manos de estos niños mimados, que tienen en sus manos armas de destrucción masiva y tecnologías devastadoras.
Son peligrosos no solo para el mundo, para los pueblos y las sociedades del mundo, para los pueblos y sociedades de los países que consideran peligrosos y de los estados que consideran “canallas”, sino son altamente peligrosos para los pueblos de sus propios países y estados, que dicen defender. La inexplicable historia, por lo menos, hasta ahora, del 11 de septiembre de 2001, habla de ello. Ya se haya dado por pusilanimidad o descuido de los servicios de inteligencia, en el mejor de los casos, ya se haya dado por conspiración de los propios servicios de inteligencia, en el peor de los casos, lo ocurrido muestra patentemente la incidencia en los desenlaces de estos servicios de inteligencia y aparatos de guerra. Los atentados del ISIS o de gente simpatizante o involucrada con el ISIS, en Francia y en Canadá, vuelve hacer aparecer la figura operativa de estos servicios de inteligencia. Nadie está a salvo de la estrategia de guerra de laboratorio de estas máquinas de guerra. ¿Se puede detener este camino al abismo?
Teóricamente sí. Son los pueblos los que tienen que poner coto a este juego mortal de los niños mimados, especialistas y técnicos de las guerras de laboratorio, de los hombres-máquinas de las guerras de probeta. Ningún país, ningún Estado, en las condiciones del mundo contemporáneo, requiere de semejantes composiciones monstruosas hipertrofiadas de una guerra imposible, si es que se quiere sobrevivir. Los pueblos pueden deshacerse de estos delirios de guerra. No hay que destinar presupuesto para estos ociosos de la guerra. Sin embargo, sabemos que el problema es más complejo. ¿Cómo llegan los pueblos a esa convicción y decisión?
Esto ciertamente no es nada fácil. Los pueblos del mundo tienen internalizado el poder en sus cuerpos modulados, tienen cristalizado el Estado en sus huesos, tienen inoculado el miedo a la amenaza de enemigos, de toda clase, que, en el fondo no se conocen. Sería una gran sorpresa, que al conocerlos encuentren que se parecen a ellos mismos, aunque con distintos leguajes, culturas, tamaños de economías, quizás más pobres que ricos, con más necesidades insatisfechas; empero, al fin, humanos de carne y hueso, sensibles al dolor y a la alegría. El no conocer al que se llama enemigo, quizás sea el comienzo, o unos de los comienzos, de esta in-humanización, de esta maquinización, de la guerra y de los conflictos. La maquinización de la guerra.
Otra cosa que dijimos, es que la geopolítica, que se resume a la teoría y a las estrategias de dominación del espacio, por parte de los imperialismos, no es otra cosa que una idea, un plan o, si se quiere, un conjunto de planes, que se implementan; empero, están lejos de adecuarse a la complejidad del mundo. Generalmente las geopolíticas fracasan. Están lejos de las investigaciones, las teorías, las descripciones, de las geografías contemporáneas, la geografía cuantitativa, la geografía humana, la geografía emancipadora[5]. La geopolítica es un boceto o diseño de adecuaciones de medios a los fines perseguidos, con el objeto de dominación del espacio, que, como tal, como espacio abstracto, como cartografía y espacio estratificado, no existe, sino como espacio-tiempo singular y concreto, proliferante en sus variedades ecológicas, en manos de estadistas, de militares y de políticos. Que se sostiene por las ceremonialidad del poder, por las pantomimas de las instituciones del Estado. Se toma en serio a algo que no lo es, debido a la artificialidad de los climas de poder de los estados.
¿Qué es lo serio? Por así decirlo, en contraste. No es pues la geopolítica, insostenible teóricamente, incluso descriptivamente, a estas alturas, salvo en el imaginario insólito de los cuarteles y de los aparatos de guerra y servicios de inteligencia, salvo en la “ideología” de los estados. Lo serio es la situación a la que nos arrastran estos juegos geopolíticos. De las tesis mencionadas, hay quienes dirán que lo serio es la economía, la economía-mundo capitalista, sus contradicciones y sus crisis, que empujan a estos desenlaces de la guerra, desenlaces y recursos de emergencia. Esta tesis puede tener su consistencia; sin embargo, es como una verdad parcial, relativa, en un mundo complejo, que no se reduce al plano de intensidad de la economía. Como dijimos, en el sistema-mundo capitalista, prácticamente dominado por las potencias, no solamente industriales, sino financieras, especuladoras y extractivistas, no requieren las potencias hacer la guerra para dominar, porque ya lo hacen.
Lo que ocurre en el momento presente, lo que ha ocurrido en la historia reciente, en la historia de las estructuras de media duración, en la historia de las estructuras de larga duración, nos debe llevar a preguntarnos, en sus distintas tonalidades: ¿Qué somos? ¿Cómo hemos llegado a ser lo que somos en el momento presente[6]?
Si hay alguna tesis que pude ayudarnos a comenzar o, mejor dicho, recomenzar, a responder estas preguntas, es la tesis del fetichismo, como critica de la “ideología”, en sentido generalizado; no solamente fetichismo de la mercancía, sino fetichismo institucional, fetichismo del Estado, fetichismo del poder, fetichismo de las representaciones. Podemos entonces hablar del fetichismo de la guerra. Aunque las guerras hayan sido, en las historias de las sociedades, en las historias singulares de la modernidad, sobre todo en la historia mundial de la modernidad, indiscutiblemente reales, han sido interpretadas desde los imaginarios fetichistas. Este es el problema. Entonces, la guerra concreta, desgarradora, moviéndose en distintos planos de intensidad de la realidad, sinónimo de complejidad, es reducida a los esquematismos de los paradigmas e imaginarios de la guerra, que están lejos de comprender la complejidad del acontecimiento como éste, que exige de los humanos todo de sí.
Si bien, la guerra hace inteligible a las sociedades, en las teorías histórico-políticas, como dice Michel Foucault en Defender la sociedad[7], la guerra como fetiche, como fantasma, como amenaza, como recurso imperialista, es una ofuscación delirante en boca de generales y estrategas geopolíticos. Lo que han conseguido las guerras, efectivamente, es matar a muchos humanos, de manera cada vez más masiva, efectiva y racional. La pregunta es sugerente, aunque haya gente que cree que tiene respuestas, anticipadamente: ¿Quiénes han ganado una guerra? Bueno, no se puede responder tan fácilmente, diciendo que la ganaron los vencedores y la perdieron los vencidos. Porque la guerra no es exactamente algo parecido a un deporte, donde se puede decir, a ciencia cierta, cuantitativamente, quién gana y quien pierde. Para comenzar, la guerra es una tragedia para ambos bandos, aunque uno se crea ganador, pues el otro se ha rendido. Segundo, la guerra es drama para las poblaciones y pueblos que la sufren. Tercero, la guerra, en la modernidad, ha adquirido alcances mundiales, devastadores, altamente destructivos, donde la mayor parte damnificada es la población civil. Si bien, aparentemente, los vencedores de la primera y segunda guerra mundial impusieron el orden mundial, que hoy vivimos o sufrimos, dominación que vino acompañada por la bonanza económica del desarrollo de las fuerzas productivas, de las tecnologías y las ciencias, estas guerras destruyeron parte de la memoria de la humanidad, parte de sus acumulaciones culturales, perdiéndose información necesaria para la vida, en general, como memoria sensible. El impacto de las guerras no hay que conmensurarlo en los cortos ni medianos plazos, sino en los más que largos plazos de los ciclos de la vida. Si los humanos no aprendemos de las lecciones de su propia experiencia, quiere decir que no somos aptos para adecuarnos a la complejidad del mundo y el universo, en constante devenir, y a las exigencias de la vida, en sus ciclos vitales, en sus distintas escalas, planos y espesores de intensidad.
Volviendo a la geopolítica de la OTAN, si bien es cierto que conciben una nueva geopolítica, después de la culminación de la guerra fría, en pleno despliegue del capitalismo especulativo y extractivista del sistema-mundo capitalista, en su etapa dominante financiera, esto no quiere decir que la geopolítica concebida, asumida orgánicamente, institucionalmente, estratégicamente y militarmente, sea científica, en el sentido de su objetividad, sea empírica, en el sentido de abarcar la complejidad. Más parece una herencia atascada de los juegos de guerra de los imperialismos del siglo XIX. Sin embargo, es verdad, sigue siendo el instrumento privilegiado de las máquinas de guerra y de los estados.
En este contexto problemático, hay una tesis que debemos sopesar; la que dice que las contradicciones imperialistas llevan a la guerra entre los imperialismos. Ahora, en otro contexto, diferente al siglo XX, cuando se desataron las guerras mundiales, volvería a ocurrir algo parecido, solo que bajo otras condiciones y circunstancias histórico-políticas-económicas. Esta es una tesis coherente y consistente; explica, quizás en gran parte, las conflagraciones bélicas mundiales. Sin embargo, habría que preguntarse si las contradicciones inter-capitalistas e entre-imperialistas, de los bloques capitalistas - pues sería insostenible la creencia de que Rusia o China no son potencias capitalistas, sino socialistas -, son equivalentes, ahora, a cuando se daban en el siglo pasado. En un capitalismo globalizado, en un sistema-mundo más integrado, en una economía-mundo interdependiente y global, es difícil sostener que las contradicciones de los bloques tienen el alcance virulento y antagónico, tal como se presentaban las contradicciones en el siglo XX. China, la principal potencia económica e industrial del momento, invierte para salvar de su crisis a Estados Unidos, pues si Estados Unidos se derrumba, China también lo haría, en un mundo globalizado. No parece tan cierto, que las contradicciones inter-capitalistas son comparables a las contradicciones del siglo XX. Por lo tanto, por lo menos, debemos aceptar, que esta interpretación, la de las contradicciones inter-capitalistas, que empujan ineludiblemente a la guerra, no es del todo sostenible.
¿Qué es lo que empuja a la guerra si no es tanto las contradicciones entre los bloques capitalistas? Esta es la pregunta. No se puede considerar como única respuesta esta tesis de la hipertrofia de las máquinas de guerra, hay otras interpretaciones posibles; hay que buscarlas, desde la perspectiva de la complejidad[8]. Pero, antes de abordar estas otras interpretaciones, que lo haremos en otros ensayos, debemos dejar en claro que nadie dice que la geopolítica de la OTAN no nos lleva y arrastra a la tercera guerra mundial; todo lo contrario, decimos que sí. Lo que tratamos de mostrar es que esta geopolítica por más que sea cierto que nos arrastra a la guerra, no por eso es científica, sostenible teóricamente, seria, en el sentido científico. No, no lo es. Este es el otro problema. ¿Por qué los estados, sobre todo las potencias, se dejan arrastras por este instrumento geopolítico, cuando es apenas una estrategia abstracta, esquemática, que se encuentra lejos de interpretar la complejidad?
¿A que juegan los estados, sobre todo las potencias, particularmente la híper-potencia dominante, el complejo militar-tecnológico-científico-económico-comunicacional? ¿A la dominación global y absoluta? Si ya dominan, aunque no de manera absoluta. ¿A qué apunta la híper-burguesía mundial trasnacional? ¿A dominar, controlar, monopolizar absolutamente toda la cadena económica, extractiva, productiva, comercializadora y de consumo, en el mundo? Si, de alguna manera, ya lo hace, solo que no de manera absoluta. No parece tan coherente una respuesta afirmativa a estas preguntas.
Volvamos a las interpretaciones más contundentes del capitalismo. El capitalismo se desarrolla a costos muy altos, los que no se contabilizan, pues se transfieren a la naturaleza, a la que no se la repara ni indemniza. Estamos ante un sistema-mundo que solo sabe crecer cuantitativamente, es decir, ilusoriamente, cuantificando parcialmente los costos y los beneficios, olvidando los costos más importantes, los costos que se transfieren a la naturaleza. Por lo tanto, nuestra interpretación, en principio general, es que el imaginario fetichista de la modernidad, con toda la constelación variada y diferencias que contiene, empuja a interpretaciones equivocadas de la realidad, sinónimo de complejidad, arrastrando a los que toman decisiones, que tienen el monopolio de las decisiones, los estados y gobiernos del orden mundial, con todas sus diferencias que puedan manifestar, así mismo, a las burguesías y burocracias que asumen, en términos de clase este imaginario, institucionalizándolo, el que opera en estas rutas a la destrucción de las sociedades y el mundo.
Las dos caras de la híper-modernidad del sistema-cultura-mundo capitalista
Los analistas, los medios de comunicación, ni que decir los políticos de toda laña, califican a los del ISSIS como terroristas, los definen como pertenecientes a un pasado oscuro, recóndito, incluso feudal, superado por la modernidad. Se equivocan, no son ni pasado ni terroristas, en el sentido que le atribuyen a este término, como de un fundamentalismo recalcitrante, que ha optado por la violencia desmesurada, cruel y delirante, recurriendo al terror para convocar por miedo. Los del ISSIS, así como los de Al Qaeda, los yihadistas, los que perpetran ataques suicidas, no son otra cosa que lo mismo que son los otros, los que hablan a nombre de la civilización moderna universal, las subjetividades humanas del mundo de la híper-modernidad; solo que son la otra cara de lo mismo. Mientras que la gobernanza mundial de la simulación, de la virtualidad, de la diseminación del mundo efectivo[9], que emplea tecnología militar sofisticada, para bombardear ciudades del desierto, aldeas perdidas en territorios periféricos, dejando un número creciente de víctimas de los llamados daños colaterales - definición militar que parece derivada de un indisimulado humor negro -, que son sobrecogedoramente pequeños niños indefensos, que mueren sin haber entendido el por qué, ni tener la oportunidad de habérselo preguntado.
Ambas caras – tanto la de la disgregación universal como la persistente barroca y religiosa - de la híper-modernidad del sistema-mundo capitalista, en su etapa de diseminación, que Gilles Lipovetsky y Jean Serroy denominan cultura-mundo[10], causan terror, aunque sus métodos no sean los mismos, aunque sus discursos y sus argumentos sean diferentes. Al final, ambas caras, contrastadas y contrastantes, se complementan. Una cara, la de la globalización de la simulación, de la virtualidad, del capitalismo especulativo, la de la deuda infinita, la que se asume “democrática” o liberal, cuando esa “democracia” se efectúa mediáticamente; la que dice defender los derechos humanos, sin embargo, lo hace como derechos abstractos, que no reconocen a los seres humanos concretos demandantes, no reconoce a las víctimas concretas; la que dice preocuparse por el medio ambiente y el cambio climático, pero, solo pide disminuir la emisión de gases de efecto invernadero, sin preocuparse, además, de hacer cumplir sus propias resoluciones mínimas. La otra cara, la de la descarnada y cruda versión de esta misma híper-modernidad, la que aparece, sin miramientos, de manera directa, expresando violentamente lo que es toda la modernidad: el desenvolvimiento inocuo y absurdo de la violencia, desatada técnicamente como proliferantes daños colaterales, en un caso, o como exacerbadas torturas religiosas, en otro caso.
Primero, George Walker Bush les ha declarado la guerra interminable a los yihadistas de AL Qaeda, después, recientemente, François Gérard Georges Hollande ha declarado la guerra a los yihadistas del ISSIS. Los consideran criminales de la humanidad, además de terroristas despiadados, destructores de los valores consagrados, demoledores de las libertades; son, por lo tanto, el mal. A su vez, los yihadistas, consideran a lo que llaman “occidente”, el mal, algo así como Sodoma y Gomorra mezcladas y expandidas en ese orbe. Ambos bandos enemigos declaran la guerra a muerte al mal, considerándose, cada uno, a su turno, y desde su perspectiva, el bien. Este recurso de definición del enemigo absoluto, deriva de la matriz religiosa monoteísta, matriz que ambos comparten, aunque uno de ellos lo explicite claramente como guerra santa y el otro lo exprese de una manera más burocrática, policial y política, diciendo que se trata de una “guerra contra el terrorismo”.
Los yihadistas del ISSIS son, entonces, la expresión descarnada, cruda, cruel, de un mundo que se disemina, se desvanece, a pesar de sus apariencias hegemónicas, así como también se disgrega en sus violencias inquisidoras. Un mundo donde desaparece la necesidad de convencer mediante una explicación coherente, que se llamaba “ideología”, en el mundo moderno; basta y es suficiente la semiótica sin palabras, la figuración sin conceptos, la exposición sin argumentos, de las desmesuradas violencias, en un caso, o de las violencias técnicas, violencias calculadas, pero, que causan masivos daños colaterales, en otro caso. No hay esmero, por ninguno de los lados, por dar cuenta coherentemente de lo que ocurre, de sus acciones. Unos dicen que se trata de “guerras humanitarias”, por los derechos humanos, también, de guerras de defensa anticipada a ataques estimados. Otros dicen que se trata de una guerra por el Califato mundial, como si fuese una nueva guerra santa, realizada en las condiciones de la posmodernidad de la vertiginosidad de lo efímero y banal. Sin embargo, estas exposiciones provisionales de ambos enemigos jurados, son apenas títulos y subtítulos sucintos, que no se encuentran desarrollados en sus discursos, salvo, en un caso, la presentación de listas dudosas de preparativos conspirativos; en el otro caso, la presentación de pecados del mal, que lleva como enfermedad su enemigo absoluto, el demonio del “occidente”. Estos discursos, si se pueden llamar así, no hubieran sido tomados en serio, en el contexto y en los escenarios, del debate y la concurrencia “ideológica” en la modernidad. Sin embargo, estos balbuceos, pues no son otra cosa, son considerados, se difunden, se analizan, en los medios, en los dispositivos de inteligencia, en las academias, en la híper-modernidad del sistema-cultura-mundo del capitalismo.
Como decíamos, al principio, los analistas, los medios y los políticos se equivocan, respecto a los yihadistas, al calificarlos, denominarlos y clasificarlos como terroristas, como fundamentalistas, una especie de anacronismo ultraconservador anclado en el pasado oscuro feudal. De manera diferente, los yihadistas son la otra cara de lo mismo, de la misma violencia expansiva, arrolladora, que se desenvuelve, sin sentido, como queriendo llenar con cuerpos destrozados, martirizados, expuestos, los vacíos de su mundo, el mundo de la diseminación. Es lo mismo, solo que con métodos diferentes.
¿Si son lo mismo, por qué guerrean, por qué se contraponen, por qué aparecen como antagonistas, hasta enemigos absolutos? En un escrito anterior[11], dijimos que tanto el imperio como el fundamentalismo, enemigos declarados, son cómplices en el fondo; se necesitan, como enemigos, para la reproducción del poder. En un escrito posterior[12], llegamos a explicarnos las entreveradas conexiones entre los servicios de inteligencia del imperio con la conformación de estos grupos fundamentalistas. La complicidad implícita, no necesariamente deseada, aparece, en este último caso, como complicidad explicita, efectuada en una laberíntica estrategia de destrucción. Bajo las circunstancias del despliegue de los hechos y eventos, no se puede sostener el discurso de la “guerra contra el terrorismo”, ni las razones, que no aparecen. Solo los medios de comunicación, los analistas y comentaristas invitados por estos medios, repiten como si fuesen datos estas declaraciones vacías. No hay tal “guerra contra el terrorismo”, cuando es el terror, el desenvolvimiento del terror, el que envuelve y compromete a ambos bandos. Una “guerra contra el terrorismo” tendría que ser una guerra contra ambos bandos, comprometidos, coparticipes, y cómplices opuestos, de la violencia desencadenada.
Con estas declaraciones se pretende encubrir el funcionamiento demoledor de la maquinaria del capitalismo especulativo, de la dominación financiera, que inscribe la deuda infinita en los pueblos, en todos los pueblos del mundo, incluso en los pueblos de sus propios países, donde esta híper-burguesía reside. Con estas declaraciones se pretende esconder la responsabilidad de la ocupación y destrucción de países donde se hallan los yacimientos del petróleo, o países cuyos estados les recuerda al nacionalismo de Gamal Abbel Nasser. Con estas declaraciones camuflan una geopolítica trasnochada de dominación de las regiones y zonas estratégicas. Geopolítica trasnochada pues corresponde a las teorías de dominación del espacio del siglo XIX, operadas y aplicadas instrumentalmente en la primera mitad del siglo XX. Descartadas a medias por obsoletas y utilizadas a medias por falta de imaginación en la segunda parte del siglo XX. Ahora, reaparecen en plena crisis orgánica y estructural del sistema-cultura-mundo capitalista, como queriendo encontrar asideros en esta diseminación que los empuja a la nada.
Los carteles fundamentalistas
Otro error de los analistas respecto al ISSIS es tomar como referente el discurso fundamentalista, como si el juego de poder, ahora, en el Medio Oriente, se estructurase en base al fundamentalismo y la concurrencia entre sus distintas versiones, más bien agrupaciones, organizaciones, religiosas. La “ideología” religiosa fundamentalista, fue parte de las preocupaciones, quizás hasta un momento dado en el siglo XX. Después de este momento de inflexión o de bifurcación, el discurso fundamentalista no es el vehículo de un debate, menos de una reflexión o interpretación de las escrituras sagradas, es, mas bien, la retórica, que encubre otra disputa, otras batallas; las del control territorial y poblacional, del control del recurso más cotizado en la era de la energía fósil, el petróleo. Lo que hace ISSIS es vender petróleo de los territorios ocupados por su ejército; lo hace como si fuera un Estado establecido y reconocido en la comunidad internacional, como si fuera el soberano en esos territorios, soberano para los habitantes y sobre los recursos naturales. Esta venta se realiza por mecanismos financieros usuales, a pesar de la ilegalidad de la venta y la ejecución comercial. Este comercio del petróleo es sabido y permitido por las potencias occidentales, que dicen “combatir el terrorismo”.
Cuando Al Qaeda ocupó Afganistán se hizo cargo del comercio de la amapola; en realidad, se convirtió en el monopolio de este comercio. Con ISSIS pasa algo parecido, en los territorios ocupados, pero, con respecto del petróleo. Entonces asistimos a la conformación de carteles, que usan el discurso religioso como pantalla para ejercer el monopolio de recurso, sea éste lícito o ilícito; empero, efectuando el comercio por los circuitos ilícitos. Ahora bien, esto no quiere decir que la iglesia o las iglesias religiosas no tomen en serio sus escrituras sagradas, sus interpretaciones, sus creencias, sus valores, sus ceremonias, su dedicación. La religión, en su forma tradicional, continúa efectuando su liturgia, en la que compromete a la mayor parte de los creyentes. Estas prácticas e instituciones religiosas no son parte del llamado fundamentalismo, tan conocido ahora, mediáticamente. El fundamentalismo, del que se habla por los medios y en los discursos políticos, en los análisis y comentarios difundidos mediáticamente, es otra cosa, tiene otra lógica y, ahora, corresponde a la historia reciente. El llamado fundamentalismo forma parte de los juegos de poder de conglomerados complejos monopólicos. Hablamos de monopolios complejos no solamente económicos, tampoco solamente monopolios tecnológicos-científicos, sino monopolios económicos-tecnológicos-científicos-comunicacionales-culturales, cuyos efectos políticos son de control mundial.
En el sistema-cultura-mundo capitalista la competencia no se da solamente o no se reduce al control de los mercados, sino se trata de control integral de sociedades, territorios, recursos, imaginarios, subjetividades, comportamientos, conductas. En otras palabras, se está generando una gubernamentalidad de estos conglomerados complejos, que no solamente aparecen en su expansión trasnacional, sino que atravesando los Estado-nación, de manera efectiva gobiernan en el mundo, incidiendo en conductas y comportamientos, constituyendo subjetividades, por medio de la economización de la cultura y la culturización de la economía, la estetización de la economía, la tecnificación minuciosa de los entornos de los cuerpos, de sus actividades y prácticas. Los Estado-nación se ilusionan de que tiene soberanía sobre sus ciudadanos y sobre sus recursos; aunque nacionalicen sus recursos, al final, en el control global de los procesos, los recursos nacionalizados se encuentran subsumidos en el los circuitos, recorridos, procesos, del control integral que ejercen estos conglomerados complejos monopólicos. Esta gubernamentalidad trasnacional - usando un término conocido, para facilitar la descripción - tiene un impacto notorio en la constitución del ciudadano global - usando esta figura también para facilitar la descripción.
En este contexto de varias capas, configurado por la gubernamentalidad trasnacional de estos conglomerados complejos monopólicos, la conformación de fundamentalismos activos, son fenómenos explicables. Nadie dice que son simples marionetas de estrategias de poder de estos conglomerados, menos de servicios de inteligencia de las potencias dominantes. Sino, como efecto de la crisis política, cultural, ideológica, de formaciones sociales y de estados periféricos, sostenidos, hasta el momento de inflexión, del que hablamos, en la “ideología” nacionalista, prioritariamente, si bien también se afincaban en la tradición religiosa, emergen, del desaliento, de la desmoralización, de la derrota, pero, también de la decadencia y de la evidencia lamentable de la corrupción, recurriendo, otra vez, a la convocatoria religiosa y de la guerra santa. Quizás los convocados creen en la convocatoria a una guerra santa, en la purificación de esta guerra; sin embargo, habría que ubicar, identificar y comprender cuando los que convocan creen más en el pragmatismo del control de los recursos, en la realización de esta economía política del petróleo, que permite la compra de armas.
No es pues una guerra santa; ese es el discurso, la retórica. Antes se decía que se trata de la guerra del petróleo. Ahora tendríamos que decir que se trata de la guerra por el control integral de esta gubernamentalidad trasnacional, de estos conglomerados complejos.
Por lo tanto, la “guerra contra el terrorismo” se la tendría que efectuar contra esta forma de gubernamentalidad trasnacional, no contra unas “organizaciones terroristas”, identificadas como fundamentalistas y fanáticas. Pueden ser esas algunas de sus características; sin embargo, esta descripción incompleta, no dice nada sobre la problemática, sobre el contexto de la emergencia de estas organizaciones religiosas fundamentalistas, que solo se pueden explicar en las mezclas y barroquismo que ocasionan los despliegues de la híper-modernidad.
Las Líneas de Suministro de ISIS
En el conflicto desatado en el Medio Oriente, sobre todo circunscrito en Irak y Siria, donde el ISSIS ha ocupado extensos territorios de Siria e Irak se confecciona sobre una red logística, sustentada en pagos por petróleo, efectuados a través del mercado negro y de los rescates.
Se puede comparar el potencial de combate del ISIS con el de un Estado-nación periférico. Controla extensas zonas geográficas comprendidas entre Siria e Irak. Es capaz de defenderse militarmente y expandirse; siendo este el objetivo explícito del Califato. Ostenta los recursos para efectuar su proyecto político-religioso, comprendiendo a las poblaciones capturadas por su ocupación militar.
Los yihadistas, conjuntamente con las armas empleadas en la intervención de la OTAN en Libia, en 2011, marcharon a Turquía; de aquí a Siria. Este traslado logístico fue coordinado por funcionarios del Departamento de Estado de Estados Unidos de Norteamérica, apoyados por las agencias de inteligencia en Bengasi; lugar conocido de formación de yhadistas. Las líneas de suministro de ISIS se ejecutan con precisión dónde el poder aéreo de Siria y de Irak no puede ir. Al norte por Turquía, Estado miembro de la OTAN; al suroeste por Arabia Saudita y Jordania. Como apoyó operativo, a estas líneas de abastecimiento, se tiene una red logística, que incluye la región de Europa del Este y el Norte de África.
The London Telegraph describe la situación de la siguiente manera:
“[CNN] dijo que un equipo de la CIA estaba trabajando en un anexo cerca del consulado en un proyecto para suministrar misiles de arsenales libios a los rebeldes sirios[13]”.
The New York Times describe que:
“Las armas también han venido de Europa del Este[14]”.
El Blog Configurando Adjetivos escribe:
Desde sus oficinas en lugares secretos, funcionarios de inteligencia estadounidenses han ayudado a los gobiernos árabes en la compra de armas, incluyendo una gran adquisición proveniente de Croacia, y han investigado a comandantes rebeldes y grupos para determinar quién debe recibir las armas a medida que llegan, según han dicho funcionarios estadounidenses en el anonimato[15].
El mismo Blog, más abajo, dice:
Informaciones recientes han revelado que ya en 2012 el Departamento de Defensa de los Estados Unidos no sólo previó la creación de un "Principado Salafista" a caballo entre Siria e Irak precisamente donde ISIS existe ahora, sino que la acogió con entusiasmo y contribuyó a las circunstancias necesarias para llevarla a cabo[16].
Lo que sorprende es, que a pesar de esta información conocida y difundida por medios de trayectoria, las potencias occidentales, que dicen “luchar contra el terrorismo”, hacen caso omiso, en otras palabras, hacen como si no supieran nada. Algunos periodistas han viajado a la región, han sido testigos de lo que ocurre, cuentan con vídeos grabados, además de informes sobre las alargadas caravanas de camiones, que suministran armas al ISSIS.
La radio emisora Deutsche Welle (DW), de Alemania, transmitió el primer informe de vídeo de un importante medio de comunicación occidental, mostrando que el ISIS no se abastece gracias al ”aceite en el mercado negro" o a los "rescates de rehenes"; lo hace contando con miles de millones de dólares en suministros, efectuados a Siria, a través de la frontera de Turquía, usando caravanas de camiones al día.
La radio emisora DW describe esta situación, confirmando lo que los “analistas geopolíticos”, en su momento, apreciaron, por lo menos desde 2011. El comunicado dice que:
ISIS se desplumaría si no fuera por el patrocinio multinacional, incluyendo, por supuesto, la propia Turquía[17].
El Blog Configurando Adjetivos, concluye:
Si un ejército marcha sobre su estómago, y el estómago de ISIS está lleno de suministros de la OTAN y del Estado del Golfo Pérsico, ISIS continuará la larga y dura marcha. La clave para romper la parte trasera de ISIS, está en romper la parte posterior de sus líneas de suministro. Para ello, sin embargo, y precisamente por eso el conflicto se ha prolongado durante tanto tiempo, Siria, Irak, Irán y otros tendrían que finalmente asegurar las fronteras y forzar a ISIS a luchar sin el apoyo turco, Jordania y Arabia - un escenario difícil de aplicar ya que naciones como Turquía han creado zonas de exclusión de facto dentro del territorio sirio que requerirían una confrontación militar directa con la propia Turquía para eliminarlas[18].
Como se puede ver, contando con estas descripciones, queda claro, por lo menos, la logística confeccionada, y por quienes, en esta “guerra santa” del ISSIS. Si se tiene clara esta información, sin hacerse a los desentendidos, se pueden sacar las conclusiones del caso; es más, se puede lograr interpretaciones adecuadas y explicativas del conflicto en el Medio Oriente, también de los atentados en Europa y Canadá.
La guerra como montaje
¿El ISSIS, la avanzada de la OTAN en Siria?
Dedicado a los y las críticas, quienes conservan la perspectiva y el uso de la crítica, como iluminismo, incluso como iluminismo del iluminismo, la crítica de la crítica. Actitud libre y racional, raciocinante, cuando la razón se oponía al oscurantismo, a la religión y a la autoridad heredada. Ahora, cuando la razón se ha vuelto abstracta e instrumental, una razón fantasma, algo así como el nuevo oscurantismo, después de la revolución industrial, es menester reincorporar la razón al cuerpo, a la fenomenología de la percepción, de donde es parte, de donde emerge, combinándose en composición con las otras facultades del cuerpo, las sensaciones, las imaginaciones, además de ese saber previo a todo saber que es la intuición. Críticas y críticos que sospechan del montaje de la “guerra contra el terrorismo”.
Estamos ante un nuevo tipo de guerra, una guerra de la tercera ola, según Alvin y Heidi Toffler. Los autores de War and Antiwar: Survival at the Dawn of the 21st Century[19], consideran una evolución en las formas de hacer la guerra. La teoría considera que la guerra es una forma de obtener riqueza; que, por tanto, evoluciona como el modo de producción, en el cual se sustenta. Al cambiar el modo de producción, acompañado por las transformaciones sociales y culturales, modifica la condición y forma de la guerra; en consecuencia, obliga a los ejércitos a adecuarse a las nuevas condiciones de la guerra. Las conflagraciones bélicas emergen del contexto de las tensiones, contradicciones y antagonismos de la civilización. Transformaciones figuradas metafóricamente como “olas”, haciendo hincapié en el conjunto del proceso de cambio. Estas olas son ocasionadas por las revoluciones tecnológicas y científicas, que inciden, a su vez, en transformaciones socioeconómicas. Las transformaciones socioeconómicas conforman nuevas civilizaciones.
En este panorama evolutivo, de transformaciones socioeconómicas, de desplazamientos civilizatorios, las fuerzas armadas se ven obligadas a cambios estructurales en sus formas de organización, logística y estrategias.
Como se sabe, los autores dividen la historia, vivida hasta el momento, en tres olas. Ahora bien, en el horizonte de cada una de las olas, la guerra asume las formas apropiadas que exigen las condiciones de la época.
Un resumen sucinto de la configuración de cada una de las olas, sería el siguiente:
- Durante la primera ola, caracterizada por el modo de producción agrario, cuyo eje primordial radica en el cultivo de la tierra; cuyo segundo eje fundamental radica en la domesticación de animales, la guerra se explica por la conquista y la búsqueda del control de los recursos territoriales. Los destacamentos armados intervienen en combates intermitentes, solo en temporadas trazadas por el ciclo agrícola. La organización de estos ejércitos, su armamento, sus mandos, sus alcances son limitados; las órdenes se transmiten verbalmente, el combate es cara a cara y la paga es irregular, habitualmente en especie[20].
- Durante la segunda ola, la de la revolución industrial, la guerra se encarga de mermar, incluso destruir la logística del enemigo; menoscabar, incluso quebrantar o, en su caso, controlar los recursos, destruir su capacidad productiva. Los ejércitos son macizos, grandes organizaciones armadas, con sus divisiones, sus fuerzas armadas especializadas, sus comandos, sus mandos centralizados. Disponen de armamento estandarizado, fabricado en líneas de montaje. La oficialidad es formada en academias militares; mejoran notoriamente las comunicaciones, se transmiten las órdenes por estos medios y por escrito. Se conforman sofisticados servicios de inteligencia e inventan leguajes en códigos cifrados. Las armas pesadas, automáticas, la utilización apreciable de ametralladoras, la incorporación de motorizados, de equipamiento mecanizado, sobre todo de tanques blindado, cada vez más destructivos, impulsan una modificación de las tácticas. La guerra se transforma, elevando, sin precedentes, su capacidad destructiva; los Estado-nación invierten un presupuesto cada vez más importante en los ítem militares; las potencias, vencedoras de la segunda guerra mundial acumulan un enorme arsenal nuclear[21].
- En la contemporánea tercera ola, la guerra vuelve a transformarse; en primer lugar, la revolución informática y cibernética, introduce la digitalización, dando lugar también a una expansión de la virtualización. Se convierten en instrumentos apreciables las computadoras, que conforman una red de información, casi en tiempo real, así como obtienen mapas, asombrosamente detallados, además de acercar las imágenes, fotografías y películas de la presencia y distribución del enemigo en el espacio[22].
Rubén-A. Benedicto Salmerón, de la Universitat Autònoma de Barcelona, en Teorías y conceptos para entender formas actuales de hacer la guerra, analiza las teorías contemporáneas de la guerra; fuera de la de Alvin y Heidi Toffler, también estudian la tesis de las Guerras de Cuarta Generación (4GW). A propósito, Rubén-A. Benedicto Salmerón escribe:
Podría afirmarse que esta teoría inicia su andadura pública en el artículo The Changing Face of War: Into the Fourth Generation, de la edición de octubre de 1989 de Marine Corps Gazette y de Military Review. Sus autores son William Lind, el coronel Keith Nightendale y otros oficiales del cuerpo de marines (USMC) y del Ejército (Army) de los Estados Unidos. En diciembre de 1994, realiza una revisión de su teoría en el artículo Fourth Generation Warfare: Another Look publicado en el Marine Corps Gazette. Destacar también algunos artículos del Tte. Cnel. Thomas Hammes, por ejemplo, The Evolution of War: The Fourth Generation publicada en la edición de septiembre de 1994 del Marine Corps Gazette.
Su impacto es mayor entre el Cuerpo de Infantería de Marina, por el especial interés de este cuerpo en los conflictos de baja intensidad, la insurgencia y el terrorismo, conflictos en los que la teoría está enfocada en tanto considera que es el tipo de guerra futura que se está ya desarrollando[23].
La evolución en las formas de hacer la guerra vendría concebida de la siguiente manera:
Se considera en esta teoría que los ejes que provocan un cambio generacional en los modos de guerra pueden ser dos: la tecnología y/o las ideas. Las ideas, a su vez, serían el producto y reflejo de factores políticos, sociales y económicos... Se afirma que la sociedad está sufriendo un cambio fundamental, desde unas bases industriales a otras basadas en la información. La sociedad cambia y las formas de conducir la guerra habrán de cambiar en concordancia con esos cambios societales.
Consideran que los factores clave que dominarán en la guerra del futuro no serán aquellos derivados de la tecnología, que desde luego tendrán un importante impacto, sino que serán aquellos derivados de las ideas. Aquellos que sean los primeros en adaptarse a las oportunidades de innovación que estos elementos aporten a nivel táctico u operacional, conseguirán una ventaja decisiva sobre sus oponentes.
El término generación de guerra debe ser tomado como una analogía que ayude a adquirir mayor entendimiento en torno al fenómeno que se analiza. Las diferentes generaciones de guerra no tienen por qué resultar mutuamente excluyentes y pueden estar activas simultáneamente, de la misma manera que diferentes generaciones humanas pueden coincidir en un tiempo determinado.
En su análisis de las formas por las que ha evolucionado el modo de hacer la guerra, distinguen cuatro generaciones de guerra.
- La primera generación de guerra surge en torno a 1648 con la paz de Westphalia, tratado que puso fin a la guerra de los 30 años y en la que el Estado se establece como entidad que monopolizará la guerra. Con anterioridad, actores que no eran Estado practicaban la guerra: empresas, clanes... Tratadistas de guerra como Sun Tzu podrían situarse como precusores del nacimiento de esta generación de guerra que estaría basada en el fusil de cañón liso y en tácticas derivadas de las formaciones de línea y columna.
El campo de batalla era formal y ordenado, pequeños ejércitos de profesionales que se situaban en forma lineal, casi uno enfrente de otro, y cuya fuerza provenía de la acumulación de hombres, aunque la mayoría de los soldados, reclutados de manera obligatoria, pensaban más en desertar que en luchar. Su práctica era rígida, muy pautada para optimizar su potencia de fuego. Muchas de las formas que distinguen lo militar de lo civil provienen de esta época: uniformes, rangos, saludos... Con ello, se pretendía contribuir a la formación de una cultura de orden como componente intrínseco a lo militar. La primera generación se extendería hasta finales del siglo XIX. Cambios tecnológicos en el armamento, como la aparición de la ametralladora convirtieron en suicidas las tan ordenadas formaciones de línea y columna y dieron paso a la siguiente generación de guerra. El campo de batalla se desordenaba y se necesitaba intentar superar esa contradicción con una cultura militar fuertemente ordenada.
- La segunda generación de guerra constituiría un intento de respuesta a esa contradicción. Inaugurada por el ejército francés a partir de la I Guerra Mundial. La potencia de fuego en masa, principalmente fuego indirecto de artillería, sustituye a la acumulación de la masa de soldados. El objetivo principal era el agotamiento, la doctrina francesa establecía su máxima “la artillería conquista, la infantería ocupa” La potencia de fuego era controlada de manera centralizada y sincronizada, se establecían planes y órdenes específicas y detalladas para la infantería, los tanques y la artillería en una batalla dirigida, en la que el comandante ejercía como director de orquesta. Las tácticas permanecen lineales pese a que el movimiento es ya algo más común. Se desarrolla el arte operacional. La cultura del orden permanece hacia adentro de los ejércitos. Órdenes muy pautadas, se aprecia más la obediencia que no la iniciativa, pues esta puede impedir la sincronización. Conceptos de esta forma de hacer guerra siguen vigentes en el desarrollo de algunos conflictos. Únicamente se ha sustituido la artillería por la aviación.
- La tercera generación es también un producto de la I Guerra Mundial y sus consecuencias se observan tal vez con mayor nitidez en la II Guerra Mundial. La desarrolla el ejército alemán, es ampliamente conocida como blitzkrieg, o guerra relámpago, y significó en cierta manera una culminación del arte de la maniobra en la guerra. Los conceptos de las tácticas alemanas de infiltración, que no eran ya lineales, son aplicados a la creación y uso del tanque. El foco no es ya desgastar los recursos militares del oponente, por potencia de fuego y agotamiento, sino focalizar en el movimiento y en el tiempo, en la velocidad, en la dislocación física y mental del enemigo. Tácticamente, en el ataque se busca la retaguardia enemiga y se le intenta colapsar atravesándolo de atrás hacia delante, en lugar de encerrarlo y destruirlo. En la defensa, se intenta atraer al enemigo hacia el interior para aislarlo y destruirlo. En esta generación, la guerra deja de ser linear. La cultura militar cambia también. El foco está fuera, en el enemigo, en la situación y en los resultados que esta requiere; ya no está adentro, en los procesos y en los métodos. Las órdenes especifican resultados a conseguir, no los métodos a utilizar para conseguirlos. La iniciativa se va haciendo más importante que la obediencia, la disciplina debe ser interiorizada no impuesta de manera externa. La cultura del orden se va rompiendo[24].
El salto a la cuarta generación de guerra (4GW), afirman Lind y sus secuaces, estará firmemente basada en ideas no occidentales. En su debate, se afirma que la 4GW incluye todas aquellas formas de conflicto “en donde la otra parte rechaza levantarse y luchar limpiamente”, pero añaden que, para ser más exactos, es necesario considerar algún otro componente con mayor carácter definitorio.
Uno de esos componentes sería que en la 4GW se rompen los marcos y las formas de hacer la guerra surgidas desde la paz de Westphalia. La guerra se realizará como antes de que el Estado se arrogase el legal monopolio de la guerra, el Estado pierde ese monopolio, y será frecuente que al menos uno de los oponentes sea no estatal. En general, los estados se debilitan. Aparecen nuevos actores que quieren influir en la escena internacional, medios de comunicación, Ongs, grupos religiosos, instituciones supranacionales... Los lazos nacionales se debilitan a favor de otros en función de la etnia, la cultura, la religión... Y es que el mundo se organiza en redes interconectadas a las que se puede estar conectado sin ser controlado por ellas.
Diferentes tipos de entidades conducirán la guerra, entidades para los que todavía no se tiene una categorización clara y para los que tan sólo se ha sabido denominar de maneras peyorativas - terroristas, delincuentes, narcotraficantes, mafias...- y de sus combinaciones aglutinantes: narcoterrorismo, guerrilla narcoterrorista, etc...
En esta cuarta generación de guerra, no se distingue lo civil de lo militar, la paz de la guerra, el conflicto se torna absolutamente no-linear, hasta el punto de no tener campos de batalla o frentes definidos, es decir, el campo de batalla será el conjunto de la sociedad del enemigo. La meta es más colapsar internamente al enemigo que no destruirlo físicamente
La cultura y organización militar tendrá que seguir evolucionando del orden al desorden. La dispersión de objetivos requiere la operatividad de pequeños grupos que realicen acciones de gran impacto. Eso hará de la situación un entorno dinámico en el que, para conseguir los objetivos del mando, se deba actuar, incluso desde los niveles inferiores, con una gran flexibilidad. Las órdenes de misión habrán de responder a esa necesidad. El éxito dependerá, se valorará en función de la efectividad de operaciones conjuntas, las líneas entre la responsabilidad y la misión quedarán muy desdibujadas.
En segundo lugar, la dispersión de fuerzas llevará a una necesaria menor dependencia de una logística centralizada, se requerirá una alta capacidad para poder actuar y sobrevivir de manera autónoma y hasta del enemigo. Unidades pequeñas, con gran movilidad, soldados inteligentes, equipados con armas de alta tecnología, desarrollando labores de reconocimiento y golpeando objetivos clave. Los líderes habrán de saber seleccionar los objetivos (culturales, políticos, militares...) y poder concentrar rápidamente desde la dispersión equipos interdisciplinares que puedan asumir trabajos de manera muy flexible con mínima o inexistente supervisión en un contexto muy dinámico, sabiendo manejar una gran cantidad de información.
En tercer lugar, habrá un mayor énfasis en la maniobra. La dispersión y el valor añadido en el tiempo, requerirán de unidades pequeñas, muy maniobrables y ágiles. Grandes acumulaciones de masa de fuego o de hombres, o grandes instalaciones civiles y militares se convierten en una desventaja dado que son fáciles de convertir en objetivo.
En cuarto lugar, será necesaria una correcta identificación de los centros de gravedad estratégicos del enemigo. Recuérdese que la meta es más colapsar internamente al enemigo que no destruirlo físicamente. Las acciones de guerra se llevarán a cabo de forma que afecten concurrentemente a todos los niveles de los participantes, incluyendo a su sociedad como una entidad cultural, no tan solo como una entidad física. Por tanto, los objetivos incluirán aspectos tales como el apoyo de la población a la guerra o la cultura del enemigo. De hecho, los objetivos estarán más en el sector civil que en el militar. Los términos frente-retaguardia serán reemplazados objetivo-no objetivo.
En esta “extraña” forma de hacer la guerra, las fuerzas militares tradicionales juegan un papel mucho más reducido, aunque todavía crítico, respecto a anteriores generaciones. Ahora, las iniciativas centrales a desarrollar son algunas que en anteriores generaciones se utilizaban de manera más periférica: iniciativas políticas, sociales, psicológicas, diplomáticas, económicas... Resultar demasiado efectivo en lo militar puede ser incluso contraproducente y reforzar otros elementos de 4GW enemigos. Aquello que resulte ganador a un nivel táctico y físico puede hacer que se pierda a los niveles operacionales, estratégicos, mentales y morales, que son en los que se decide el conflicto de 4GW. Tan importante como encontrar y destruir los combatientes enemigos será, por ejemplo, secar las bases de apoyo popular que les permiten reclutar sus miembros y planear y ejecutar sus ataques. A veces, será necesario perder para ganar. Pero sigue siendo guerra, y el objetivo sigue siendo el mismo: imponer cambios al oponente o destruirlo.
Dos de las “técnicas” de 4GW más mencionadas serían el terrorismo y el conflicto de baja intensidad. El terrorismo, en tanto sobrepasa las fuerzas militares tradicionales y ataca de manera aparentemente no razonada a población civil, es considerado un componente importante de este modo de guerra. Pero no es su modo exclusivo ni definitorio per se. El terrorismo y los ataques indiscriminados a población civil se han dado en las anteriores generaciones de guerra, ha habido muchos más muertos civiles que militares, y no por accidente. Pero, dada la desaparición de la distinción entre lo civil y lo militar, es de esperar muchas más actividades susceptibles de ser presentadas o entendidas como terrorismo. El terrorismo es en gran medida una cuestión de maniobra: la potencia de fuego del terrorista es limitada, pero la elección de dónde y cómo aplicarla resulta crítica. Es decir, puede haber más terrorismo en 4GW, pero no será la única técnica utilizada, ni será la que defina esta generación de guerra.
Cuentan estos teóricos de 4GW que en la evolución de la insurgencia (y de la contrainsurgencia) se pueden observar también trazos que apuntan a la cuarta generación de guerra. La importancia que Mao Tse Tung dio a los factores políticos como forma de derrotar al enemigo, la utilización de las redes sociales, el uso de la propaganda...
El siguiente paso lo habría dado Ho Chi Min al introducir sus mensajes en las redes sociales internacionales y de la sociedad americana a través de redes de movimientos pacifistas, de solidaridad o de personajes famosos. A través de esas redes, sin controlarlas pero influenciándolas, consiguió cambiar la visión de la sociedad americana al respecto de la guerra. Cambió el énfasis desde la derrota de las fuerzas militares enemigas a la derrota de su voluntad política. Los ataques definitorios no fueron ataques directos a las fuerzas militares en el campo de batalla, sino más bien indirectos a su voluntad de continuar combatiendo.
El sandinismo en Nicaragua, la intifada palestina, y otros muchos conflictos catalogados como conflictos de baja intensidad son analizados en términos similares.
Los practicantes de técnicas de 4GW se confundirán en el contexto en que desarrollen sus actividades. Grupos transnacionales, sin ejércitos basados en un territorio, desarrollarán actividades similares a las del conflicto de baja intensidad, o de la guerra de guerrillas, prácticas estas que pueden hacer que grupos militarmente débiles puedan derrotar fuerzas más grandes y poderosas. La palabra guerrilla proviene de las técnicas de guerra que utilizaron los españoles contra la ocupación Napoleónica. Técnicas que podrían ser calificadas como de guerrilla se encontró también Alejandro Magno (356-323 a.c) cuando invadió la India (Wood, 2000).
Pero de igual manera que el mundo ha cambiado, el uso del terror o de técnicas de guerrilla, también ha cambiado y está preparado para ocupar un importante papel en el desarrollo de las futuras guerras. Estas técnicas, sin descartar el ataque de las capacidades militares del oponente ni el uso de armas y tácticas tradicionales en el momento oportuno, focalizan buena parte de sus esfuerzos en destruir la voluntad del oponente de combatir, de continuar la guerra. Todas las operaciones de fuerzas de 4GW deben apoyar este objetivo. Hay que ver quién lucha y por qué se lucha, su razón y legitimidad.
Componentes psicológicos y psicosociales, tales como la percepción, la información y los procesos basados en ella, la formación de actitudes, la influencia del razonamiento lógico, la inducción de emociones, los procesos de toma de decisiones individuales y sociales... serán determinantes. Las operaciones psicológicas pueden convertirse en el arma dominante a nivel operacional y estratégico, en forma por ejemplo de intervención en los media, en la información que proporcionen, para manipular la opinión pública nacional e internacional. Los noticiarios televisivos pueden convertirse en un arma más poderosa que una división acorazada. Lo político será clave. Palo y zanahoria, integración de las fuerzas militares con la población civil, integración física, moral y psicológica de los líderes políticos con su población, construcción y mantenimiento de alianzas y redes políticas antes y después de ganadas las batallas... todo ello será objetivo militar de fuerzas que desarrollen 4GW.
Como se comentaba anteriormente, las fuerzas militares habrán de cambiar su estructura, organización y competencias. El esfuerzo bélico irá más allá de lo militar, más allá de operaciones conjuntas o entre las diversas agencias gubernamentales. Creen que si el enemigo va a golpear a lo largo de todo el espectro de actividad humana, la respuesta nacional debe ser también coordinada a través de toda institución nacional.
Músculo y cerebro. Fuerzas de operaciones especiales, con unidades más pequeñas, altamente especializadas, capaces de desplegarse con rapidez y precisión, con capacidades logísticas y de armamento propias y altamente tecnificadas. La inteligencia cobra especial importancia, también una “inteligencia cultural”; operaciones psicológicas (PSYOP), netwar (guerra por y a través de redes sociales y de comunicación, uso de redes para transmitir mensajes), cyberwar, operaciones de información, de ayuda humanitaria, de mantenimiento de la paz, de control poblacional, utilización de fuerzas y técnicas policiales[25].
Una vez expuesta esta teoría, el autor hace sus comentarios críticos:
Valoran desde esta teoría que durante los últimos 500 años, la tecnología dio la ventaja militar a Occidente y que por ello tiende también a concebir nuevas formas de guerra en base a la tecnología y a su aplicación a partir de una cultura militar de orden que ha ido adaptándose. Pero creen que Occidente ya no domina el mundo... y que la 4GW puede emerger de tradiciones culturales no occidentales, como las islámicas y las asiáticas.
Dado que el mundo islámico no es fuerte en tecnología, ha de desarrollar nuevas formas de guerra basándose en ideas y no en tecnología.
Cada nueva generación de guerra ha significado un cambio hacia la desestructuración, hacia el desorden en el campo de batalla. La cultura militar ha permanecido como una cultura de orden y los servicios militares tradicionales se encuentran en contradicción con la desestructuración del campo de batalla.
Consideran que los terroristas solventaron la contradicción eliminando la cultura de orden, en su mayoría no tienen rangos, uniformes, saludos... Afirman estos teóricos que el hecho de que su base cultural sea no occidental les facilita potencialmente ese desarrollo adaptativo en consonancia con la naturaleza desordenada de la guerra moderna. Y concluyen que todo eso pone en desventaja a Occidente...
En una posición más retórica que paradójica, los defensores de estas teorías, estadounidenses muy conservadores, consideran a los mayores poderes militares que jamás ha conocido la historia, los que disponen de los mayores recursos, poder y tecnologías, como la parte más débil del conflicto. Consideran que se enfrenta un mundo de culturas en conflicto, en el que, por ejemplo, la cristiandad tiene enfrente a su más resuelto oponente, el Islam. Para ellos (Lind, 2004), el abandono de la tradición cultural judeo-cristiana, la “inmigración o las venenosas ideologías de ‘multiculturalismo’” (sic) son consideradas fragmentadores de la sociedad y caldo de cultivo para el desarrollo al interior de los países de diversas variedades de guerras de cuarta generación. Para ellos, la apertura y libertad de una sociedad democrática, sus fortalezas, son vulnerables puertas abiertas; que los terroristas “usan nuestros derechos democráticos no solo para penetrar sino también para defenderse. Si los tratamos con nuestras leyes, ganan muchas protecciones. Si simplemente les disparamos, las noticias de televisión los harán aparecer como víctimas” (Lind, Nightengale, 1989). Guantánamo o la “rendition” o subcontratación estadounidense de la tortura (Klein, 2005) puede ser fácilmente entendida en esa clave.
Guerra de culturas, choque de civilizaciones... categorías que conforman un cuerpo doctrinario militar que corresponde a idearios extremadamente conservadores, racistas, reaccionarios y fascistas. No por ello ha sido especialmente criticado. Sólo se le achacan a esta teoría ciertos defectos en sus cimientos metodológicos e históricos, pero se le valora su aplicabilidad y hasta es calificada a veces como “visionaria”.
4GW no es usar las fuerzas militares de maneras nuevas. Es entender la guerra de otra manera. La guerra, el mundo y la Vida. 4GW es hacer la guerra a lo largo y ancho de todo el espectro de la actividad humana. Los antagonistas lucharán en los terrenos políticos, económicos, sociales y militares y tratarán de comunicar sus mensajes a través no solo de los mass media sino de cuantas redes disponibles encuentren. Quieren guerrear en toda forma de Vida[26].
Como se puede ver, estamos ante una teoría de la guerra contemporánea que convierte a la misma no solo en permanente, sino en irregular, aunque ya a escala planetaria, aunque focalice intermitentemente regiones de conflicto. Se trata de una guerra que borra las diferencias entre sociedad civil y ejército; por lo tanto, ataca en conjunto y de manera integral, aunque lo haga empleando distintos métodos, para afectar al ejército enemigo o a su población. Combinando, sin embargo, los procedimientos, incluso usando un procedimiento compartido para ambos, el ejército enemigo y la población; por ejemplo, los bombardeos sistemáticos y focalizados. Se trata también de una guerra de la información, por eso mismo, de la desinformación y contra-información. Así como una guerra mediática y de redes. Es una guerra que apunta a aislar al enemigo de su propia población y, esto es sintomático, del apoyo o simpatía que pueda encontrar en la población y sociedad civil de su antagónico enemigo. Esto es sintomático, pues parece que ha quedado la marca de lo acontecido durante la guerra del Vietnam, cuando parte de la población de los países occidentales, de las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial, de la híper-potencia militar-tecnológica-económica-comunicacional, se volcó a las calles en contra de la guerra.
Entonces, es como se buscara aislar a la población propia de cualquier predisposición de simpatía al enemigo o de animadversión a la guerra. En este sentido, se emplea no solo la guerra mediática y de la información, sino incluso métodos de terror para alejar a la población critica de cualquier apoyo, simpatía e indulgencia con el enemigo.
Estamos pues ante una guerra donde se extiende la figura del enemigo a las propias fronteras, convirtiendo a la propia sociedad civil, a la propia población, en enemigo potencial, pues debilita a la moral, al rendimiento, a la operatividad, del propio ejército.
Paradójicamente, asistimos a una especie de admiración del enemigo combatiente, de sus tácticas flexibles, de sus estrategias eficaces, a pesar del limitado alcance de fuego, de sus comportamientos desmesurados y demoledores, que no tienen reglas ni miramientos. En pocas palabras, una especie de admiración de su despiadado accionar.
Estamos entonces ante una forma de guerra donde los ejércitos enemigos aproximan sus perfiles, se vuelven cómplices de tanto combatirse. Se encuentran más próximos entre ellos que con sus propias poblaciones y sociedad civil, a la cual, mas bien, la consideran despectivamente, por débil, vulnerable, inconsecuente, por blanda, además de susceptible de ser permeada por la “ideología” y cultura ajena. Por eso, incluso ambos enemigos, terminan actuando contra su propia población, para educarla, para formarla en la cruda realidad de la guerra, o, en su caso, para amenazarla y manejarla por el terror. Los castigos, los ajusticiamientos, las masacres, efectuadas por los fundamentalistas van por ese camino. Los montajes terroristas en las propias ciudades del ejército o mejor dicho del aparataje informático, mediático, de inteligencia y militar, del bloque que “combate al terrorismo”, van también por ese camino.
No es pues una casualidad, tampoco una improvisación, menos un azar fatal, lo que pasa en el mundo, ahora, con esta distribución y secuencia de actos terroristas, cada vez más descomunales, violentos y aparentemente irracionales.
Para estos complejos aparatajes militares-tecnológicos-económicos-cibernéticos, implicados en la “guerra contra el terrorismo”, la tercera guerra mundial ya ha comenzado. No es una guerra como la primera y segunda guerra mundial, declarada, formalizada, contando con los agrupamientos respectivos de alianzas y aliados, sino una guerra sin cuartel, no declarada, difusa, empero, evidente, por los enfrentamientos dispersos e intermitentes que se dan en el orbe, en todos los planos sociales.
Por eso se explica el empleo abrumador de métodos de la llamada cuarta generación de la guerra, métodos de una guerra total, aunque de forma diferida y dilatada, extendida imperceptiblemente, sin embargo, focalizada intensamente en determinados puntos del conflicto. Métodos que atacan en todos los planos de intensidad de la sociedad. Métodos que emplean procedimientos “terroristas” para impactar en la sociedad del enemigo; pero, también en la propia sociedad.
Hacia el Estado de excepción mundial
Un refrán popular bastante conocido dice: En río revuelto ganancia de pescadores. Vale la pena aplicarlo a esta historia reciente tan enrevesada del ISSIS y su “guerra santa”. La pregunta es: ¿Quiénes son los pescadores? Desde el atentado a las Torres gemelas los atentados subsiguientes, las incursiones de Al Qaeda, el régimen de Al Qaeda en Afganistán, la guerra contra Al Qaeda, la invasión a Irak, la destrucción de Líbano, las intervenciones en África, la aparición del ISSIS, los atentados del ISSIS, sus incursiones, la ocupación de parte de Irak y parte de Siria, benefician notoriamente a la política guerrerista e intervencionista del imperio. Por otra parte, el planteamiento de los gobiernos es recurrir a restricciones de los derechos, para poder efectuar de mejor manera la “guerra contra el terrorismo”. En el fondo lo que pide es contar con el Estado de excepción. Esta vez, no solo en los países afectados por los atentados, sino en el mundo. Se trata de una especie de Estado de excepción mundial.
Parece que es este objetivo jurídico-político, el del Estado de excepción, también fantasma, así como horizonte estatal, lo que puede aclarar el conflicto del Medio Oriente, la emergencia y aparición del ISSIS, sus atentados e incursiones en Norte América, en Europa, en Asía y África.
En Estado de excepción escribimos:
El Estado de excepción es el que suspende los derechos, incluso los fundamentales. Ciertamente la medida de excepción la toman los gobiernos en momentos de emergencia y de crisis, sobre todo cuando ésta se encuentra en sus momentos más candentes. El justificativo casi siempre es la seguridad del Estado contra la subversión. Empero también se interpreta la excepción como el origen instituyente del Estado; el Estado nace en la excepción misma, se construye sobre la base de esta suspensión de los derechos, sean adquiridos o naturales. El Estado emerge ante una sociedad que se supone disgregada y en conflicto. El Estado se propone como el unificador y como la unificación misma, como si fuese la síntesis misma de la sociedad, aunque esta síntesis expropie y anule la libertad social. Hay pues una violencia inicial en la matriz del Estado y también en la ley, además de que cuentan, el Estado y la ley, con la posibilidad de recurrir a la fuerza para hacer cumplir la ley y hacer respetar la existencia del Estado.
La excepción es la que confirma la regla; la regla es precisamente el cumplimiento duradero de esta excepción. El monopolio de la violencia, el monopolio de la verdad, el monopolio de la representación, confirman esta perdurabilidad de la excepción misma, llevada a la práctica en todos los terrenos de la estatalización. El Estado existe en un permanente enfrentamiento con la sociedad, a la que considera como la cuna de los múltiples desbordes, de las plurales transgresiones. La existencia de la sociedad es un peligro constante para el Estado. Lo paradójico es que el Estado requiere de la sociedad para existir, se alimenta de las energías sociales, aunque las absorbe y las desvía en beneficio propio, debilitando las iniciativas sociales. Por su parte, la sociedad se defiende, se expande, se potencia, arrancándole al Estado la ampliación de sus derechos y obteniendo conquistas sociales, políticas, económicas, culturales. La sociedad existe cuestionando la propia excepción, raíz del Estado mismo.
Los conflictos manifiestan esta lucha profunda, esta contradicción desgarradora, esta pugna por los derechos, por parte de la sociedad, y esta búsqueda insaciable por consolidar el poder, por parte del Estado; lucha por la emancipación, por un lado, lucha por la legitimación, por otro lado. Este combate puede tener periodos de paz, empero se trata de la guerra en la filigrana de la paz. La tensión latente emerge con fuerza en momentos de crisis; la crisis empuja el volcán latente a emerger. Las crisis se dan cuando se rompe el inestable equilibrio, cuando los ciclos culminan su recorrido, cuando se rompen pactos, cuando se rompen acuerdos, cuando se suspenden los derechos vulnerándolos.
El Estado tiene también sus ciclos, mas bien, su genealogía; no es el mismo Estado en distintos periodos, en diferentes épocas; incluso ha sido destruido por revoluciones. Empero parece resurgir de sus propias cenizas. Estas revoluciones no sustituyeron al Estado por otra cosa, por una asociación libre de productores, por la comunidad, que pone en cuestión la apropiación privada de lo común, también la apropiación pública de lo común. Ante un Estado que defiende la propiedad privada, el Estado que defiende lo público no es la alternativa, pues es la otra cara de la medalla. Lo alterativo, lo distinto, la diferencia histórica y política radica en la comunidad, en la defensa de lo común por parte de las asociaciones sociales[27].
Se puede decir, con las diferencias del caso, que corresponden a la escala mundial, ya no nacional, que se trata de algo parecido, en la experiencia política de la contemporaneidad. No es el Estado-nación, no es el Estado-nación de las potencias imperialistas, que, en la actualidad, se encuentran subordinadas a conformaciones trasnacionales; esta vez, de los complejos trasnacionales económicos-politicos-tecnológicos-cientificso-militares-mediaticos. La gobernanza o, mejor dicho, la gubernamentalidad mundial, no se efectúa por medio de los Estado-nación, aunque se encuentren en el mapa de poder del orden mundial, del imperio, sino principalmente a través de redes, mallas, sistemas entrelazados, de estos complejos trasnacionales de la híper-modernidad, del sistema-cultura-mundo capitalista. La red de estos complejos trasnacionales, que, además, ya han desplazado a la misma forma imperio de la dominación mundial, del orden mundial, impuesto por las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial, busca basar su dominación global e integral, su gubernamentalidad mundial y múltiple, en el Estado de excepción mundial.
La guerra como montaje
El montaje consiste en escoger, ordenar y unir una selección de planos de intensidad de registros, de acuerdo al proyecto diseñado, a sus funcionamientos y procesos inherentes; considerando la trama asumida como interpretación hegemónica, donde las estructuras dominantes, los diagramas de poder y las cartografías de fuerza se asumen como el centro o los centros, los protagonistas de la historia reciente. La sucesión de cuadros imaginados, de versiones de las representaciones, de las “ideologías” circulantes, que aparecen en las formas de difusión comunicativa, se constituyen en lo que podemos llamar cultura-mundo, como denomina Gilles Lipovetsky. Cada cuadro, cada versión, cada forma representativa, cada “ideología” de difusión, supone su continuidad y respuesta en el cuadro siguiente. Los tensionamientos psicomotrices, psíquicos, psicológicos, de los espectadores, son sostenidos y efectuados por las sucesiones continuas de las narratividades de la modernidad tardía.
Estamos ante el montaje de la guerra o la guerra como montaje. La realidad, si todavía podemos hablar de ella, ya no es lo que se concebía como tal en la modernidad, la totalidad de los hechos, tampoco, un poco después, en acto deconstructivo y crítico, lo que produce el poder como realidad, sino para esta manera virtual, informática, cibernética y mediática, de imponer una idea de realidad, de la cultura-mundo, es un montaje sofisticado, minucioso, detallado, sobresaliente, múltiple, integrado, que postula la invención banal de lo plural y a la vez homogéneo.
En esta contemporaneidad, en este presente de la historia reciente, la guerra es un montaje múltiple e integrado, en los múltiples planos de intensidad de la complejidad, sinónimo de realidad, de las prácticas y actividades instrumentales de estos complejos trasnacionales que extiende su gubernamentalidad en el orbe.
La “guerra contra el terrorismo” es un gran montaje de este estilo. Un montaje, que hace de andamiaje en la construcción híper-moderna del sistema-mundo-cultura-capitalista.
El orden mundial delincuencial
¿Qué es lo que defiende la OTAN? ¿El orden mundial? ¿No es más bien, ahora, el desorden mundial? Cuando se evidencian las conexiones entre la OTAN y el ISSIS, aunque hayan tratado de ocultarlas; por ejemplo, cuando hacen como no ocurriera nada con el Estado turco, miembro de la OTAN. El Estado turco, que compra petroleo al ISSIS, que desde su territorio salen comboys cargados de armamentos para el ISSIS, que derriba un bombardero ruso en la fontera, en territorio sirio, porque esos bombardeos efectuados destruyen las lineas de abastecimiento de ISSIS; el Estado turco, que ataca al pueblo kurdo que combate heroicamente al ISSIS. Se hace evidente el juego geopolítico de la OTAN, en la cuarta generación de la guerra[28]. Guerra que habría que calificarla como de la tercera guerra mundial, ya comenzada; empero, con caracteristicas de baja intensidad, afectando todo el orbe.
Cuando escribimos Estados delincuenciales[29], deciamos que esta figura contra-“ideológica” ayuda a describir a los Estado-nación potencias mundiales, dominantes en el sistema mundo capitalista, en la etapa del capitalismo tardío, concretamente del capitalismo especulativo. Esta figura aparece como complementaria y contrapuesta al seudo-concepto, inventado por la inteligencia tradicionalista, por los “ideologos” del conservadurismo norteamericano, de la “ideológía” imperial de Estado canalla. Lo sorprendente es que los estados dominantes, que califican de estados canallas a los estados subalternos no sumisos, un tanto rebeldes, un tanto pretendidamente autónomos, han terminado convirtiéndose en estados delincuentes. Amparan, promueven, usan, las delincuencias, que atraviesan el mundo, en su provecho. Controlan los tráficos; cuando no pueden hacerlo, los atacan; por lo tanto, a parte de los circuitos de estos tráficos; blanquean en gran escala a traves del sistema financiero internacional, ocultando metódicamente este procedimiento. Conforman grupos radicales de yihadistas; primero, para combatir al ejército rojo en Afganistan; después, para atacar y destruir el Estado libio; actualmente para destruir el Estado-nación arabe sirio, después de haberlo hecho con el Estado de Iak, por medio de una invación convencional. En la actual coyuntura del Medio Oriente, trasladan el armaneto empleado y capturado en Libia a Siria, a través de Turquia, para armar al ISSIS. Encubren el contrabando de petroleo robado a Siria por el ISSIS, en los territorios ocupados, encubren toda la logistica armada para la “guerra santa”, emprendida por el ISSIS. Encubren entonces todos los métodos delincuenciales empleados tanto por ellos, la OTAN, como, de manera, más tosca, por el Estado turco.
¿Cuál es el orden mundial que defienden? Ya no nos encontramos en el capitalismo pujante de la revolución industrial del siglo XIX, ya no estamos en el capitalismo monopólico y financiero, que dio lugar a los imperialismos del capitalismo de Estado, como caracterizaba el marxismo austriaco; estamos ante un capitalismo delincuencial, no solo especulativo. Este capitalismo no solo busca las tasas de retorno cortas y rápidas, para evitar no solamente el prolongamiento de las inversiones de largo plazo, como las industriales, sino para administrar la crisis de sobre-producción, convirtiéndolas en crisis financieras. En otras palabras, exquilmando a las poblaciones. Abre créditos a gran escala, con muchas facilidades; promueve la venta, sobre todo de inmuebles, a los que los valoriza con precios inflacionarios; empuja a los deudores a una situación donde no pueden pagar; refinancia sus deudas, para después quitarles los imubles impagables. Asi, como este caso, ocurre en todo los casos donde circula la deuda financiera. Los pueblos se han convertido en los deudores de estos esquilmadores mundiales[30]. ¿No son estos actos delincuanciales?
Por más legalizados e institucionalizados que se encuentren, incluso a escala mundial, estos procedimientos no dejan de ser delincuenciales. Estamos, entonces, ante un orden mundial delincuencial, conformado por estados delincuenciales. La pregunta es: ¿Cómo el orden mundial imperial, ya consolidado, después de la caída de la URSS, ha podido incursionar esta ruta provisional, del desorden mundial, de carácter delincuencial? ¿Es que la Federación Rusa y la República popular China estorban en la proyección de una dominación mundial unipolar? ¿O es que la crisis orgánica y estructural del capitalismo ha llegado a fondo y se requiere estrategias de emergencia, de carácter miltar; empero, de una cuarta generación erstratégica, para buscar salidas conspirativas de alto nivel y extremadamente sofisticadas? ¿O, de manera más pedestre, la decadencia de la civilización moderna, ha caído en juegos de poder tan teatrales, aunque peligrosos, en contraste de lo que fueron estos juegos de poder antes? Sin dejar de ser juegos de poder, la diferencia es que ahora se efectúan, usando una figura para ilustrar, como deporte de estos complejos aparatajes de inteligencia, tecnología, militar y mediatica. En estos juegos de poder se juega a ganar como en los juegos de video tape, sin importar los costos humanos y sociales. De lo que se trata es de la astucia de la estrategia, que, por cierto, puede ser cada vez más audaz y sorprendente.
Estamos ya en un orden mundial delincuancial, operativo, aunque no, todavía instiutucionalizado; sin embargo, practicado. Un orden donde no son los delincuentes comunes los que han asumido el poder, tampoco exactamente los jefes de los carteles o de los monopolios de los tráficos, sino aquéllos que ya tenían el control del poder mundial, que, llamativamente, encuentran en los procedimientos y métodos paralelos de la ecoomía política del chantaje, las formas de su propia continuidad. No es, entonces, la asunción del control mundial, ni de los delincuentes comunes, ni de los carteles, sino que ambos, mas bien, han sido subordinados y subsumidos a la maquinaria de dominación del capitalismo financiero. En la etapa financiera del ciclo del capitalismo vigente, los procedimientos de la economía política del chantaje son adecuados para la apropiación del excedente por parte del capitalismo especulativo.
En los juegos de poder, en el contexto de este orden munidal delincuencial, todo vale, con tal de ganar, en este caso, ganar la guerra inventada. No importa cómo, los fines justifican los medios. Se puede ser más fundamentalista que los propios fundamentalistas; se puede promover el terrorismo; se puede dejar que los yihadistas ataquen no solo en sus territorios, sino también el los propios territorios, de las potencias, a la propia población, con tal que se obtenga lo buscascado; aislar al enemigo, no solamente de sus bases sociales, sino también de cualquier simpatía o apoyo de la propia sociedad. Para ganar la guerra se pueden emplear todos los medios, incluso los más excecrables, como el terrorismo contra la propia población, para educarla, para que aprenda quíen es el enemigo, de qué es capaz; por eso debe confiar en sus conductores, en su ejército, en sus servicios de inteligencia. Por eso, debe darles independencia, sin restrticciones, para que se haga lo que se debe hacer, para ganar la guerra.
¿A dónde nos conduce todo esto? ¿Pueden ganar la guerra de este modo? ¿En caso que les surtiera efecto sus conspiraciones y montajes, habrían ganado la guerra? No. Desde el momento que emplean estos métodos, estos procedimientos, de prácticas de poder paralelas, perdieron la guerra. Puede que sus objetivos se cumplan; empero, son objetidos conseguidos sobre montajes; son objetivos cumplidos en el mapa simple, esquemático, de la geopolitica de la cuarta generación de la guerra. Donde el enemigo se vuelve una caricatura, el amigo otra cariucatura; estas caricaturas resuenan por su simpleza. Se trata del perfil caricaturezco de los combatientes opuestos. El mundo efectivo no se reduce, de ninguna manera, a la simpleza de este plano abstracto de caricaturas. No ganaran la guerra, pues solo la ganaran imaginariamente, en el mundo de las representaciones. Mientras que, en el mundo efectivo, los espesores y los planos de intensidad, siguen alrticulados como estaban antes. Ésta, la de la ilusión de la victoria, es ya una derrota.
El problema es que todos estos juegos de poder causan estragos. Detruyen estados, paises, sociedades. Este es un costo demasiado alto, no solo para el enemigo, como los conspiradores piensan, sino sobre todo para los amigos; incluso para el propio Estado potencia, involucrado en tamaño juego arriesgado. Los únicos que ganan, en sentido concreto, ganar en mantener altos presupuestos injustificados, son los servicios de inteligencia y estos complejos aparatos militares-tecnológicos-cibernéticos-comunicacionales.
¿Acaso se trata de mantener un estado de guerra permanente? ¿Acaso creen que pueden arrinconar a la Federación Rusa y a la Republica Popular de China, incluso ganarles una guera, donde, en realidad solo todos pierden? ¿Cuál es el sentido de esta geopolitica de los juegos de poder de la estrategia de la cuarta generación de la guerra? Todo parece apuntar a la constatación de algo alarmante. En verdad, no hay una estrategia, en el sentido de lo que quiere decir este concepto, por lo menos, en lo que respecta a la estrategia militar. La estrategia militar, que combina la palabra estrategia, que viene del griego stratigos o strategos, στρατηγός, que literalmente significa líder del ejército, y la palabra militar, que proviene del latín militarius, que se refiere a miles, cuyo genitivo es militis, que quiere decir soldado. La estrategia militar es como el esquema efectuado por las ordenaciones, las distribuciones, las formaciones y las disposiciones militares, en la perspectiva de lograr los objetivos establecidos. La estrategia militar instala el planeamiento y la dirección de las campañas bélicas, así como del movimiento y disposición estratégica de las fuerzas armadas. En las guerras convencionales, tiene por propósito dirigir las tropas en el teatro de operaciones, conduciéndolas al campo de batalla. Esta es una de los tres aspectos del arte de la guerra. Las otras dos serían: una, la táctica militar, que gravita en la correcta ejecución de los planes militares y las maniobras de las fuerzas de combate en la batalla; la otra, el tercer aspecto, sería la logística militar, consignada a sostener al ejército y asegurar su disponibilidad, además de su capacidad combativa[31]. En la guerra de cuarta generación, la estrategia se disemina en la proliferación de tácticas casi autónomas, que hacen como distintos trayectos en diferentes planos, no solamente militares, sino políticos, “ideológicos”, mediáticos, culturales. La estrategia no es exactamente ganar la guerra, sino dominar el mundo, aunque aparentemente parezca que se la pierde. En principio, aparece un rasgo característico de la guerra de baja intensidad, en su dimensión local; se trata de la guerra de contención y control. Después, aparece otro rasgo, menos visible; de lo que se trata no es vencer a las fuerzas enemigas de una manera contundente, sino de mantenerlas ocupadas, desgastándolas, mientras se gana a la opinión pública del país de las fuerzas enemigas, además de ganarse a la opinión pública del propio país, siempre recelosa. Se puede hipotetizar un tercer rasgo; no se trata de acabar la guerra y fundar una paz definitiva; no hay última guerra, sino guerra permanente.
En Estados delincuenciales escribimos:
La “ideología” conservadora estadounidense se ha inventado el seudo-concepto de “Estado fallido”, más conocido como “Estado canalla”. Pretendiendo describir, hasta definir, a los estados no cumplidos, estados que no habrían logrado su legitimidad. Aunque no toquen a propósito, el concepto de soberanía, corrigiendo su falla teórica, podemos decir, que no cumplirían con la soberanía; esto último sobre todo para describir mejor la descripción incompleta que hacen esos seudo-discursos teóricos. Un “Estado fallido” sería un Estado que ha fallado como Estado; es decir, como sociedad política, usando el discurso de la ciencia política y de la filosofía política. Que sintetiza la sociedad civil, plural y diversa. Este discurso prácticamente se queda ahí en cuanto a la descripción del tema que pone en mesa. No acude a buscar las causas de este fenómeno, usando su propia lógica y metodología; salvo sus hipótesis sobre la ausencia institucional, la falta de democracia. Hipótesis dichas de manera general, tan general, que puede ser usada para cualquier parte, por lo tanto, para ninguna.
El problema de este discurso conservador de la “ideología” reaccionaria norteamericana, es que, primero, se basa en un concepto pobre de Estado. Estado como institucionalidad liberal lograda, parecida, obviamente, a los moldes que experimentan en sus países. La misma discusión de la filosofía política, que ya es conservadora desde sus inicios, en el buen sentido de la palabra, es reducida a las grises conclusiones de que el Estado democrático es equivalente al Estado liberal. Sobre esta base pobre y, por cierto, débil, se construye la opaca figura del “Estado fallido”. Sin embargo, lo que les tiene sin cuidado a los “intelectuales” de semejante “ideología” política es la consistencia teórica; esto puede quedar en apariencias, difundidas en ediciones numerosas por el mundo. Lo que interesan son las conclusiones políticas. ¿Qué se hace con los “estados fallidos”? Como no tienen legitimidad, se los ignora, se ignora la soberanía, que no tienen; tienen que ser conducidos hacia el cumplimiento del Estado liberal, el fin de la historia.
A partir de este discurso “ideológico” conservador, se ha montado toda una estrategia mundial; en la práctica se desconoce la soberanía de los identificados como “estados fallidos”. Llevando, primero, a intervenciones dispersas y fragmentarias; para después, convertirse en intervenciones secuenciales, en distintos planos, que pueden terminar con intervenciones militares. Aunque estas intervenciones sean veladas, como en el caso de las concomitancias de sus agencias de inteligencia con los carteles mexicanos, incluso antes con los carteles colombianos, o, en su caso, de forma más elaborada, con la conformación de un supuesto Estado Islámico, que destroza la soberanía de Estado-nación árabes. La forma más parecida a las intervenciones imperialista del siglo XX, son las que son evidentes intervenciones militares de los ejércitos de las potencias dominantes del orden mundial.
Hay que decirlo, el “Estado fallido” no es un concepto; es un dispositivo “ideológico” de intervención militar. No ayuda ni a describir una singularidad histórica-política, menos a comprender su estructura, su historia política, por así decirlo. Se trata de un dispositivo discursivo, que ayuda a llenar vacíos, con el objeto, de una aparente descripción de algo que no se comprende ni se conoce; pero, si se conoce lo que se quiere. Se quiere dominar, expandirse, ampliar las fronteras del extractivismo destructivo.
Al respecto, es indispensable que todos los pueblos del mundo, accedan a la información de lo que ocurre, sobre todo los pueblos de estas potencias dominantes. Pues los pueblos de estas potencias son también víctimas de la híper-burguesía dominante, compuesta de capitalismo especulativo y capitalismo extractivista, ahora fuertemente articulado con el capitalismo perverso de las mafias, los carteles y los tráficos.
Lo irónico de los postulantes del seudo-discurso del “Estado fallido” es que su estrategia mundial contra los llamados “estados canallas”, arrastró a sus países a una metamorfosis perversa, convirtiéndolos en “estados delincuentes”, sobre todo por sus conexiones con carteles, mafias, para-militares, simulaciones terroristas, tráficos, lavados de dólares en gran escala; particularmente por medio del mismo sistema financiero internacional.
Estado delincuente
En principio vamos a usar este término de Estado delincuente como dispositivo contra-ideológico, por así decirlo. Sin pretensiones conceptuales. Tan solo intentando desarmar no solamente el discurso de “Estado fallido”, sino también poner en evidencia la estrategia policial mundial e intervencionista de las potencias dominantes del orden mundial, que llamamos imperio. También, en segundo lugar, nos interesa describir, las características políticas, policiales y militares de estas intervenciones, de guerras de laboratorio. Por último, en tercer lugar, intentaremos pasar del dispositivo contra-ideológico de Estado delincuente a un concepto, que quizás tenga que adquirir otro nombre.
El Estado delincuente es un Estado, es decir, una malla institucional nacional, con redes y conexiones mundiales, en lo que llamamos la estructura de poder del orden mundial. Se describe como Estado delincuente por sus conexiones con las redes de los tráficos, los ejércitos paramilitares, con los circuitos de lavados a gran escala, usando los medios institucionales financieros. En principio, se cree usar estas conexiones tácticamente, como sabotaje; sin embargo, lo que ha mostrado la historia reciente, es que se convierte esta provisionalidad en perdurable. Este es el caso, por ejemplo, de la contemplación magnánima, por parte de los servicios de inteligencia, el Congreso y el gobierno de la híper-potencia mundial, de las mallas y redes y concomitancias encadenadas de burguesía y mafias en Colombia. No estamos pues ante una táctica provisional, sino ante una estrategia practicada, aunque no se la quiera, por lo menos, en parte del gobierno y del Congreso.
A pesar de la virulencia, la perversidad de estas formas de manifestarse de lo que llamamos el fenómeno del Estado delincuencial, la característica delincuencial más evidente y extensa es la dada por las formas de la exacción financiera. Se ha empujado, no solamente a los pueblos del sur, sino, también a los del norte, a crisis financieras, a precios de inflación, a crisis hipotecarias, llevando no solamente a cientos de miles de familias a la ruina y a la perdición, sino hasta millones de familias. Como era de esperar, en este capitalismo especulativo, la intervención financiera para salvar de la crisis, atendió a los bancos y al bolsillo de familias de esta híper-burguesía. Si comparamos el impacto cuantitativo de esta destrucción del capitalismo especulativo en la cohesión social, vamos a observar que es muchísimo mayor y más importante, que el propio impacto cuantitativo de los tráficos, que también son cifras no despreciables. Entonces no es incoherente afirmar que el capitalismo financiero y el capitalismo de los tráficos, teniendo en el medio al capitalismo extractivista, van de la mano.
¿Por qué las potencias dominantes de la geopolítica del sistema-mundo capitalista han caído en esto? Para no extendernos en esto, remitiéndonos a lo que escribimos, diremos, como hemos dicho, que ya no estamos en el modo de producción capitalista, sino en el modo de des-producción del capitalismo especulativo, que ya no estamos en la política, en sentido, incluso restringido, sino en la anti-política; por lo tanto, que ya no estamos en la economía, sino en la anti-economía. Todo esto forma parte del sistema-mundo del capitalismo especulativo. En estas condiciones, lo que menos interesa es la producción; obviamente, mucho más lejos se encuentra alguna alusión al bienestar general y al equilibrio ecológico. Lo que importa es la especulación; lograr súper-ganancias en el más corto tiempo posible; sobre todo vendiendo gato por liebre.
Si el Estado, en su genealogía, que para nosotros es un imaginario institucional, alguna vez pareció ser, por lo menos en las formaciones discursivas de la filosofía política, en su inicial modernidad, factor indispensable de cohesión social, de soberanía popular y de democracia formal, es, ahora, todo lo contrario, por así decirlo. El Estado delincuencial destruye toda cohesión social, hace dependiente a familias, a individuos, a colectivos diseminados. El Estado delincuencial anula toda soberanía popular posible, no solamente en los Estado-nación subalternos, sino, incluso, esto es lo llamativo, en los Estado-nación dominantes. El Estado delincuencial no acepta la democracia, incluso formal, pues atenta contra la propia existencia de esta geopolítica extractivista-financiera-traficante; en este sentido, puede difundir una demagogia seudo-democrática, que en la práctica, es la muerte de la democracia, incluso formal. Bastan como ejemplos las llamadas leyes antiterroristas aplicadas en los estados.
¿Dónde se encuentra, si no es la legitimidad, la simulación de legitimidad, de semejante Estado delincuencial? En los medios de comunicación de masas, cuyas cadenas funcionan mundialmente. Para decir algo, no es con la realidad con la que están en contacto y de la que informan estos medios de información y de comunicación, sino con el deseo de la gente, deseo manipulado por los medios de comunicación de masa. Asistimos pues a la transformación del mundo; empero, en el sentido de su radical decadencia.
El nihilismo extremo: la desaparición
Asistimos a la radicalidad extrema del nihilismo, la desaparición. El nihilismo de hoy se diferencia del nihilismo de los siglos pasados, que abarca la llamada modernidad, en que no solo se trata de la suspensión de los valores, la inversión de los valores, la apuesta por la metafísica, incluso, la apuesta por la economía política generalizada, sino por la desaparición de todo lo que implica la cohesión social. Algún discurso economicista supone que la intervención confeccionada en el medio oriente, destruyendo la soberanía de los Estado-nación árabes se debe al angurriento control de los recursos petroleros. El control, incluso en caso de propiedades estatales, y políticas soberanas, la tienen los monopolios de los mercados, de los procesos industriales, de las ciencias y las tecnologías, de las comunicaciones y del aparato fabuloso militar. No necesitan ni siquiera intervenir para mantener el control. Esta tesis nacionalista siempre pecó de esa debilidad; reducía el conjunto de relaciones de poder a temas de propiedad. Esta ingenuidad, si bien sirvió, en el siglo XX para cohesionar discursos ideológicos contra-hegemónicos, ahora son obstáculos epistemológicos para comprender la problemática del poder en la actualidad.
En este desenlace, la primera impresión, es que se trata del deseo del deseo, algo imposible de cumplir. La permanente insatisfacción creciente. Sin embargo, parece que no es tan así, a pesar de lo sugerente de la hipótesis psicoanalítica. En primer lugar habría que decir por qué hay deseo del deseo, en estas condiciones histórica-políticas mundiales y con estas características. Hablando de una manera menos teórica, lo insólito de lo que ocurre, es que parece que se trata no solo de dominio y control, sino de verificar, por así decirlo, el dominio y el control. Esta enfermedad metodológica parece atravesar a las mallas institucionales, sobre todo las mallas que cubren al campo opaco de los servicios de inteligencia, de las potencias dominantes del sistema-mundo capitalista. ¿Por qué esta necesidad incontestable? La hipótesis terrible que lanzamos, no tanto para afirmar alguna pretensión de explicación, sino para provocar un debate urgente, es: Los dispositivos de poder mundial ahora funcionan para la desaparición.
Crítica de la economía política cultural
Constelaciones de singularidades
El problema del lenguaje, de los conceptos, de las representaciones, refiriéndonos a las teorías, narrativas e imaginarios de la modernidad, es que se atribuye propiedades perdurables, generales, a los referentes de los que hablan estas teorías, estas narrativas y estos lenguajes. Como si la propiedad inherente a la palabra, propiedad supuesta como representación, mucho más, si se trata de la propiedad supuesta en el concepto, fuese atributo del referente. El referente o los referentes no contienen las propiedades atribuidas por el lenguaje, por las narrativas, por las teorías. Esas propiedades atribuidas, son imágenes, son representaciones del lenguaje, son ideas; en el caso de los conceptos, son síntesis categoriales. Esta operación imaginaria ayuda en la interpretación y comprensión del fenómeno o los fenómenos que se experimentan; ayuda también en la comunicación, usando el lenguaje, que se refiere a la interpretación de la experiencia. También, con el instrumento del lenguaje, con los dispositivos de las teorías, con las tramas de las narrativas, se cuenta con toda una heurística operativa, para incidir en los acontecimientos.
Podemos, entonces, hablar de un pragmatismo, en sentido amplio, no en el sentido restringido, reducido a la connotación de utilidad; no se trata del pragmatismo utilitarista, sino del pragmatismo de la acción, del pragmatismo de la incidencia material, como el pragmatismo lingüístico. El pragmatismo del que hablamos es del pragmatismo que no vamos a llamar “cultural”, pues precisamente, comenzamos a criticar este universal, que atribuye la propiedad compartida de espíritu a la cultura, de las naciones, de los pueblos, de las civilizaciones. Con este atributo, se borran las complejidades, obviamente en las representaciones, otorgándole a la cultura una estructura, unas funciones, unas características compartidas, a pesar de las diferencias históricas, sociales, espacio-temporales. Todas las culturas son cultura.
Estos esquematismos, reducciones y generalizaciones, que se llamaron universales, en la modernidad, ciertamente ayudaron al estudio de las sociedades. Incluso al estudio comparado, fuera de los históricos. Ayudaron a construir teorías sobre las sociedades, a interpretar y explicar sus culturas y civilizaciones. Sobre estas teorías se ha avanzado a filosofías, que interpretan el destino de la humanidad. Corrientes filosóficas y políticas han entablado su debate. Sobre todo sobresale el debate sobre la cultura y la civilización moderna, contrastando con las interpretaciones de las sociedades antiguas. Las “ideologías” también suponen este arsenal teórico, aunque lo manejen de manera más bien provisional e intrépida. Sin embargo, cuando la misma modernidad parece haber ingresado como a su etapa tardía. Cuando muchas voces anuncian su decadencia o, si se quiere, su transformación, más vertiginosa y acelerada, la discusión sobre esta modernidad acelerada, que ya no pone en suspenso valores e instituciones tradicionales, sino también el mundo, se vuelve harto dificultosa y complicada, si se mantienen los mismos instrumentos de análisis; el lenguaje heredado, teorías universalizantes, narrativas, cuyas tramas son teleológicas, impiden un debate esclarecedor, al mantener las propiedades representativas en acontecimientos que nunca fueron ni universales, ni generalizables. Se trata de acontecimientos que integran singularidades, siendo también los acontecimientos singulares.
Gilles Lipovetsky y Hervé Jupín se entraban en un debate sobre la cultura-mundo, su significado, sobre el “occidente” globalizado, sus repercusiones[32]. Resumiendo la discusión, Lipovetsky interpreta la cultura-mundo como fenómeno de la híper-modernidad, fenómeno que globaliza la cultura-mundo en su diversidad y diferencia heterogénea. Evalúa positivamente el fenómeno cultural de esta cultura planetaria, a pesar de sus contradicciones y las destrucciones que provoca; que se compensan, incluso son sobre-compensadas por el avance en los derechos humanos en el mundo, por la invención de nuevas combinaciones culturales, en su singularidad. En cambio, Jupín tiene, mas bien, una mirada pesimista, y efectúa una interpelación crítica a la cultura-mundo, que habría instaurado una simulación empobrecedora de la cultura, haciéndola desaparecer. Reducida a mercantilismo, a utilitarismo, a excusa para el consumo compulsivo y depredador. Cultura-mundo que ocultaría las dominaciones y violencias desprendidas de una homogeneización pavorosa, de una individualización aislante, de una destrucción sin precedentes del planeta, las sociedades, las cohesiones sociales, las identidades y las culturas.
El problema es que se sigue utilizando este concepto universal de cultura para abordar un debate harto complejo. Ya se vea positivamente la “evolución” hacia la cultura-mundo, ya se vea negativamente, la “involución” a la cultura-mundo, el problema efectivo, como acontecimiento, como crisis, no puede desentrañarse, por lo tanto, interpretar, si se continua atribuyendo a los pragmatismos de acción social los atributos representativos del concepto de cultura, que en última instancia, quiere decir espíritu, espíritu de un pueblo.
Las culturas nombradas por la historia de las culturas, la historia de las sociedades, la historia de las civilizaciones, son paradigmas representativos. Si bien han servido para interpretar y estudiar a las sociedades, no se puede esperar que estos paradigmas corresponden como un mapa del mismo tamaño al acontecimiento heterogéneo de los pragmatismos lingüísticos, de los pragmatismos de acción, de los pragmatismos políticos, de la gente. Lo que se llama cultura de un pueblo en un periodo, incluso en una época, determinada, en realidad, se encuentra compuesta por el entrelazamiento de estrategias diferentes, locales, regionales, geográficas, sociales. No hay pues una cultura, sino una constelación de pragmatismos de acción entrelazados. Que para los historiados, los antropólogos, los filósofos, los cientistas sociales, les parece una unidad, una composición homogénea, una universalidad compartida, que llaman cultura.
Es así, como se ha podido hablar de una cultura moderna, contrastada con las culturas tradicionales. Es también así como se ha podido avalar las tesis evolucionistas sociales, que calificaban a las culturas diversas respecto de la cultura moderna. Se le dio vida al concepto de cultura, solo que se trata de una vida fantasmagórica. Se habla de cultura como si fuese un sujeto. Las culturas por sí mismas no existen, no tienen vida, no se reproducen; las culturas son constituidas, reproducidas, transformadas, por múltiples relaciones y prácticas de mónadas, que se asocian, que componen y combinan, de distintas maneras; que institucionalizan lo que hacen, dándole un carácter prolongado a los efectos de masa. Las relaciones nunca son entre conceptos, símbolos, signos, representaciones, sino entre sujetos sociales. Una cultura no es un sujeto, sino un producto duradero de relaciones y prácticas sociales; un efecto prolongado de pragmatismos de acciones sociales. Los sujetos son los individuos, sus agrupaciones, sus colectivos.
La explicación de la crisis hay que buscarla no en la cultura, ya sea cultura-mundo, ya sean las culturas diseminadas, fragmentadas, por la cultura-mundo, sino en lo que acontece con las múltiples y plurales constelaciones del pragmatismo de las acciones sociales.
Vamos a hacer un breve repaso a lo que escribimos en Intuición subversiva, antes de seguir con la exposición sobre los pragmatismos de las acciones sociales, para poder analizar, desde esta perspectiva, lo que se viene en denominar la crisis civilizatoria, también crisis cultural, incluso crisis de los valores y crisis de las “ideologías”, crisis que es caracterizada haciendo hincapié en distintos núcleos de los sistemas simbólicos, por así decirlo. En unos casos, la crisis se enfoca en las culturas tradicionales heredadas, que todavía resisten a la expansión de la cultura moderna. En otro caso, la crisis se enfoca en la misma cultura moderna, la que perdería consistencia, se desarmaría, ante su continuidad escandalosa, que sería esta cultura-mundo, en la etapa de la híper-modernidad. En un tercer caso, el enfoque de la crisis se sitúa en la misma cultura-mundo, la que es interpretada o como contradictoria, paradójica, homogeneizante, por un lado; pero, también y al mismo tiempo, singularizante y heterogénea por otro lado. También es interpretada como decadencia absoluta, como nihilismo absoluto, que pone en suspenso toda cohesión social, toda identidad social, toda valorización social, llegando al extremo de la virtualización de las relaciones sociales. Este repaso parece necesario, cuando lo que escribimos allí tiene analogías con el tema que tratamos ahora; la crítica deconstructiva del concepto de cultura. Aquella vez, si bien, se trataba de interpretar la intuición subversiva, en la exposición se vertió una interpretación de los saberes desde la perspectiva de la complejidad.
En Intuición subversiva escribimos:
¿A qué llamamos saber activista, a que llamamos conocimiento subversivo? ¿Cuál es la relación de este saber subversivo con el espesor de la percepción y la experiencia social? Hemos compartido la definición dada por Georges Canguilhem de saber en el sentido de atributo biológico que comprende la composición de capacidad de adquirir información, retener la información, es decir, constituir una memoria, de anticiparse, es decir, de actuar[33]. Esto se entiende cuando nos referimos a organismos individualizados; empero, qué pasa cuando nos encontramos ante las multiplicidades proliferantes de organismos, entrelazados y en conexión. ¿Se puede mantener la misma concepción de saber? Cuando sabemos que lo que configura su morfología, su composición orgánica, sus capacidades, incluso su teleonomía, es el genoma, vemos que el saber del genoma no es el mismo que el saber del organismo, por más que el segundo suponga al primero[34]. Georges Canguilhem, cuando se refiere al saber humano, incorpora a esa composición dinámica entre información, memoria y anticipación, la capacidad evocativa. Si bien, es más difícil distinguir el funcionamiento individual del funcionamiento social, colectivo, en el caso del fenómeno evocativo, así como también es difícil distinguirlo en el caso del saber de los organismos, pues estos suponen asociaciones; es decir, sociedades orgánicas. De todas maneras, se puede decir que el saber individual tiene determinadas características, en tanto que el saber social, compartido, que hace de contexto del saber individual, tiene otras características, quizás más complejas. Por lo tanto, no es lo mismo hablar de saber en los distintos casos; su connotación varía.
Hay pues una distinción grande entre el saber del genoma y el saber de los organismos; en éstos, una distinción entre el saber social de los conglomerados orgánicos y el saber de cada organismo. Lo mismo con las sociedades humanas, añadiendo el componente evocativo, que supone una dinámica propia entre la herencia y el substrato social con la autonomía individual. El saber del genoma es más que saber, en el sentido dado por Canguilhem, supone una capacidad propia programadora. Su devenir, sus largos ciclos, está relacionado con la información transmitida por los organismos; el genoma no está directamente involucrado con la experiencia y el aprendizaje de los organismos, son los organismos los que experimentan y aprenden. El genoma acumula la información y la procesa; en largos ciclos la reprogramación del genoma tiene repercusiones en el perfil y la composición de los organismos. Hay una parte virtual del genoma, que tiene que ver con la programación; de esta manera, podemos decir, que el genoma no se encuentra ni en el tiempo ni en el espacio percibido y experimentado por los organismos. El genoma está más acá y más allá de los organismos, aunque forme también parte de ellos.
El saber de los organismos es complejo, tanto en su dimensión asociativa, conglomerada, social, así como en su dimensión individual; también, claro está, en su composición dinámica entre la dimensión asociativa y la dimensión individual. Cuando hablamos de saber, esta figura es más adecuada a la composición individual, a la autonomía orgánica; esta figura es menos adecuada cuando nos referimos a conglomerados, a asociaciones, a colectividades. Se trata más bien de nichos, usando la metáfora ecológica, comunicativos, de intercambio, de redes, de campos; usando las memorias, el reconocimiento del terreno, del clima, como fenómenos vitales, íntimos. Logrando, de este modo, generar un torbellino de circulaciones de información, aprendizajes, acumulaciones, desprendiendo actividades, en consecuencia. Estamos ante el acontecimiento de la vida, ahora visto desde la perspectiva de la realización de saberes. En la dimensión asociativa, social, no es exactamente saber el que se da, sino campos de posibilidad de los saberes; campos de circulaciones de información, campos de memorias, campos de circulación de actividades; es decir, un torbellino creativo de experiencias y conocimientos.
Ciertamente, no se puede disociar el acontecimiento vital de esta turbulencia asociativa, comunicativa, cognitiva, fáctica, de la realización singular del saber en los individuos. Acontecimiento y singularidad no es descomponible. La complejidad y articulación de ambas dimensiones nos muestra que hablar de la dimensión colectiva y de la dimensión individual es, más bien, una distinción abstracta, no “real”, por así decirlo. Lo social está inscrito en lo individual, con su propia peculiaridad, con su propia singularidad, en cada caso; las singularidades componen dinámicamente lo social. Hablando, en propiedad, tendríamos que decir que el saber se realiza individualmente, empero deviene del conglomerado social, de su memoria dinámica.
Uno de los problemas relativos a las representaciones es el haber transferido características propias de los perfiles individuales a las configuraciones sociales, a las composiciones colectivas. Incluso se llega a concebir la idea de un “sujeto social”, de un “sujeto colectivo”, como si fuese un individuo macro. Obviamente es esta una deformación, una transferencia representativa, que en vez de ayudar a comprender los fenómenos del acontecimiento, lo oscurecen, pues atribuyen a lo social y colectivo composiciones relativas a los organismos, en este caso, al cuerpo humano. Los conglomerados asociativos no tienen porque parecerse al perfil singular; al contrario, es de esperar que no se parezcan, pues se trata de fenómenos masivos, plurales, que requieren se los tome en sus conformaciones complejas, bullentes, como constelaciones activas. Menos se puede hablar de una “consciencia social”, refiriéndose a ésta como fenómeno colectivo; en todo caso, la consciencia también corresponde a la autonomía singular del individuo. El acontecimiento social, como pluralidad de singularidades, supone, para usar como metáfora un concepto filosófico, lo que llamaba Hegel autoconsciencia, dialéctica del reconocimiento, en otras palabras, supone la interacción de las consciencias, de los sujetos, de las subjetividades, de los cuerpos[35]. Lo que se da es esta proliferante dinámica de entrelazamientos, asociaciones, composiciones, interacciones, entre múltiples singularidades, donde cada singularidad cobra consciencia, si se puede hablar así, de lo que acontece. Empero, no se puede hablar con propiedad de una “consciencia colectiva”, salvo metafóricamente.
Cada singularidad comprende a su manera lo que pasa, de una manera singular. No es de esperar que su comprensión sea igual a otra comprensión, al contrario, es de esperar que, las comprensiones, las consciencias, mas bien, sean diferentes y variadas. ¿Cómo es que se entienden entonces las singularidades? ¿Cómo es que asumen que se comparte la misma comprensión del fenómeno? Cada quien imagina que esto ocurre, aunque cada quien imagina a su manera lo que ocurre. ¿Por qué entonces se da el acuerdo, la asociación, la comunicación? Porque se comparte un mundo, que aunque cada quien lo asuma a su manera, es el mundo de nuestras experiencias; es el mundo el que hace de referente en tanto acontecimiento primordial, aunque puede ser interpretado, incluso percibido de manera singular.
Cada singularidad tiene al mundo como percepción, es el mundo como experiencia el que conecta los cuerpos, los contiene como acontecimientos singulares, se realiza en cada experiencia singular, se fija en cada memoria singular. No importa que las vivencias sean singulares, propias, lo que importa es que el mundo las constituye, así como ellas constituyen al mundo. Este común, si se puede hablar así, sitúa a las singularidades en el mundo. Este compartir el mundo las hace coexistentes, convivientes, colectivas, sociales. No importa que esta coexistencia sea asumida de una manera singular, por lo tanto, distinta en cada quien, lo que importa es son en el mundo. Eso las hace presentes, que compartan el presente, a su manera; indiscutiblemente, indudablemente, comparten el presente, que es lo que se tiene a mano, actualizando los pasados.
Más que la codificación y decodificación, más que el lenguaje, lo que conecta a las singularidades es la experiencia del mundo y en el mundo, experiencia y mundo que hacen posible el lenguaje, la codificación y la decodificación, la comunicación, los saberes. Hasta personas de diferente leguaje y de diferente cultura se pueden comprender porque comparten el mundo, aunque lo hagan a su manera.
Es el mundo el que nos constituye, son las singularidades las que constituyen al mundo. El mundo me constituye al mismo tiempo que lo constituyo para mi, en interacción y contraste con los demás. El mundo forma parte de la fenomenología de la experiencia, de la fenomenología de la percepción, aunque suponga la diferencia absoluta, la existencia sin mundo, antes de que se conforme[36]. El mundo es una construcción mía, en interacción con las demás construcciones de mundos, al mismo tiempo que el mundo me constituye, constituyendo también a los demás, con los que interactuó, de manera próxima o de manera lejana, en distancias cortas o en distancias largas, en el presente o en el pasado, inmediato o largo. El Mundo está conformado por múltiples mundos, entornos de las singularidades, aunque distintos y variados, al formar parte del Mundo se conectan y cohabitan un presente. Y el Mundo es porque forma parte de la diferencia absoluta, de la existencia sin mundo, si se quiere, de la existencia sin la mirada humana.
Esta certeza es certeza de la percepción, es certeza sin representación, inmediata, vivencial, aunque bien puede ser interpretada por el lenguaje, como en la poesía. Es certeza del acontecimiento[37]. Se sabe, de antemano, en los umbrales de la experiencia, de esta totalidad, usando un concepto permeable, totalidad des-totalizable y re-totalizable. Lo único que hacen las ciencias y las filosofías, es trabajar sobre estas certezas, aunque vaciándolas de sus contenidos. Salvo, hay que decirlo, lo que pasa con las percepciones abiertas por la física relativista y la física cuántica, que han cruzado los umbrales anteriores de la experiencia, han cruzado los horizontes anteriores de la experiencia, han abierto nuevos umbrales y nuevos horizontes de la experiencia humana, ampliando el Mundo en espacio-tiempos curvos, relativos, dependiendo de los referentes, ampliando el mundo hasta los lugares de la propia desaparición del universo y de la materia; los confines del universo, los agujeros negros, la infinitesimal nada en la que se sostiene todo.
Asistimos al despliegue de la experiencia humana más allá y más acá de lo que conocía; es una experiencia que incorpora en su memoria presente lo infinitesimal inacabado, en su nada, pero una nada creativa; que incorpora las gigantescas extensiones y distancias más allá de lo imaginable; que incorpora la velocidad más allá de la vertiginosidad; que incorpora la creación y dinámica de la energía más allá de la materia. No es que se desecha la anterior experiencia, ésta queda como sedimento de la memoria del presente.
Después de estos apuntes podemos volver a reflexionar sobre el llamado saber activista, saber subversivo. Como saber se realiza singularmente, individualmente; son las personas que padecen la historia, la viven intensamente, intervienen en la historia, las que contienen el saber, lo usan como parte de las acciones. Este saber no es igual en las personas involucradas en las acciones; sin embargo, en la medida que sus saberes forman parte del acontecimiento de la crisis y de la rebelión, se conectan, se comunican, comparten y participan. Cada quien asume a su manera esta vivencia, la interpreta a su manera, suponiendo que los demás la interpretan del mismo modo. Esta suposición hace como si se actuara en el mismo sentido. No importa tanto si este sentido es igual, homogéneo, en todos; al contrario, es de esperar variaciones. Lo que importa es el compromiso, la concomitancia, la complicidad, en el consenso logrado, compartir la lucha.
Lo que se llama saber activista, saber subversivo, en tanto se refiere al conglomerado social movilizado, es, en realidad, una constelación dinámica de saberes, de voluntades, de cuerpos, de deseos, de esperanzas, de prácticas alterativas. Al compartir esta experiencia el aprendizaje es colectivo, en el sentido que es singular en cada quién. Desde una perspectiva estructuralista se podría decir que hay la subversión, como una estructura subyacente; decir que es la estructura la que se pronuncia, actúa, habla. Esto es una aproximación abstracta. El estructuralismo olvida que no es la estructura la que habla, actúa, se pronuncia, son los cuerpos los que lo hacen, cuerpos vivos, pasionales, perceptivos, reflexivos. La estructura es un fantasma de los estructuralistas. Son estos cuerpos singulares los que se asocian, componen, acuerdan, emiten discursos, se movilizan; en su dinámica generan acontecimientos, acontecimientos, que, a su vez, los constituye como subjetividades y sujetos, usando estos términos vulnerables.
La subversión existe como acto de creación de los y las movilizadas, el activismo existe como acción de los y las activistas. Los y las subversivas lo son porque generaron el acontecimiento de la subversión, acontecimiento que los contiene, los envuelve, los atraviesa y los constituye. Lo mismo pasa con los y las activistas, el activismo como acontecimiento; también como historia, los contiene, envuelve, atraviesa y constituye.
Se puede decir entonces que hay como constelaciones dinámicas, bullentes, de desfases, de desacuerdos, de descentramientos, de conflictos, de rupturas mínimas, que se convierten en campos de posibilidad de saberes subversivos, de saberes activistas. Son los cuerpos singulares, las subjetividades singulares, las que realizan estas posibilidades como saber, a su modo, de una manera singular, compartiendo con las demás singularidades. Es esta interacción, es esta dinámica, es esta circulación, acumulación, alimentación y retroalimentación, el referente de lo que se nombró como saber subversivo, saber activista o, si se quiere, intuición subversiva, intuición activista.
Hablaremos como de cuatro niveles de lectura del acontecimiento subversivo. El primordial, es la emergencia del acontecimiento, como crisis del Mundo, dada en el Mundo. No ahondaremos ahora al respecto. El nivel singular, la forma singular vivida de esta crisis, la forma como se elabora el conocimiento de esta crisis, el saber de la crisis, que se convierte en saber activo, en saber para la acción. El tercer nivel es el orgánico, la forma de organización que adquiere la subversión, que adquiere el activismo. Tampoco vamos a ahondar en este tema. Por último, la dirección o el desenlace del proceso resultante. Puede continuar la ruta instituyente, constituyente, creativa, de una subversión permanente; desenlace menos probable, basándonos en la historia de las llamadas “revoluciones”. Puede detener la marcha instituyente y constituyente, optar por consolidar lo instituido, lo constituido, entonces hacer del desenlace una recurrencia, una repetición cambiada o modificada, de la historia repetida del poder; que es lo más probable, basándonos en la historia de las “revoluciones”.
Queremos hacer hincapié en lo siguiente: En la medida que esta experiencia subversiva, activista, se mantiene próxima, ligada, a los espesores de la percepción, a los espesores de la experiencia, al saber de los cuerpos, la potencia subversiva, activista, fluye creativamente. Empero, en la medida que se da un alejamiento, un desligamiento, de los espesores de la percepción, de la experiencia, del saber de los cuerpos, en la medida que el distanciamiento implica vaciamiento de contenidos, formulación de un discurso instrumental, de un discurso oficial, del partido o lo que se llame, la potencia subversiva es sustituida por relaciones de poder, por estructuras de poder, legitimadas por un discurso oficial, el discurso de la verdad. Este debilitamiento de la potencia puede comenzar antes de lo que comúnmente se llama la toma del poder, la serpiente puede incubarse antes, en el preludio mismo de las acciones[38].
Volviendo a nuestra deconstrucción del concepto de cultura, podemos usar el mapa o los mapas anteriores del acontecimiento del saber y de los acontecimientos de los saberes singulares, como referentes teóricos del acontecimiento del pragmatismo de las acciones sociales y de los acontecimientos de los pragmatismos de las acciones culturales singulares. Lo que tenemos entonces es una constelación de pragmatismos de acciones sociales, que interpretan las experiencias sociales singulares y las memorias sociales singulares, que inciden en el acontecimiento. En los contextos mundiales tenemos constelaciones de conformaciones perdurables de pragmatismos de acciones sociales. No olvidemos que estos pragmatismos de acciones comprenden interpretaciones singulares, que se usan precisamente en las relaciones y prácticas sociales, relaciones y prácticas institucionalizadas, que suponen una estabilidad de estas relaciones y prácticas como estructuras.
Por lo tanto, no hay pues cultura, como unidad homogénea, compartida por todos, como herencia única. Hay múltiples interpretaciones singulares, individuales, que entran en interacción y en comunicación, compartiendo el mundo, que logran conectarse, transmitirse, recepcionar y asumir, cada quien a su modo y manera. Si bien, hay la impresión en cada quien de que se comparte lo mismo, la misma idea singular que tiene esta singular interpretación individual, la verdad es que no es así, pues, si bien pueden parecerse, son distintas. Es el mundo, la experiencia del mundo, en esa coyuntura, lo que aproxima a sus interpretaciones. Las que dan como una atmósfera compartida, la certeza de que se comparte un mundo, y a través de este compartir, se induce que también se comparten las narrativas, las teorías, las interpretaciones. Lo que se comparte es el mundo, a partir de las experiencias singulares del mundo, experiencias que también son aproximadas por ese mundo. Este compartir hace suponer que también se comparten interpretaciones; lo que se tiene son constelaciones de interpretaciones singulares bullentes, que entran en contacto, se comunican, se homologan y deducen, por así decirlo, que comparte los mismo.
Son los intelectuales de la modernidad los que han imaginado, estas constelaciones de conformaciones de los pragmatismos de acciones sociales, como la imagen, la idea y el concepto universal de cultura. La cultura es un invento de los intelectuales. El invento social, por así decirlo, contrastando, es el acontecimiento complejo e integrado de las conformaciones de pragmatismos de acciones, que son dinámicas.
Desde esta perspectiva, la de la complejidad, nos permite distanciarnos de la tesis estructuralista, que separa cultura de naturaleza. La cultura, por así decirlo, usando como ejemplo este concepto universal, que criticamos, nunca ha salido de los ciclos vitales, nunca ha salido de la complejidad de la vida, si se quiere, nunca ha salido de la naturaleza. Los sujetos sociales nunca han dejado sus cuerpos, sus sensaciones, sus percepciones. Son las teorías modernas las que han separado cultura de naturaleza; al hacerlo, desplegaban toda una economía política, la economía política de la cultura; que separa cultura de naturaleza; valorizando la cultura, desvalorizando la naturaleza. Las formaciones discursivas sobre la cultura o las culturas forman parte de las expresiones de esta economía política cultural, que forma parte de la economía política generalizada[39].
Entonces, hablar de cultura, que es prácticamente una temática moderna, por las teorías, por los paradigmas, por las narrativas, conformadas, constituidas e instituidas, es formar parte de esta economía política, que en tanto tal, instaura el fetichismo de la cultura, otra de las “ideologías”. Los discursos culturales no dejan de ser dispositivos teóricos de las dominaciones polimorfas del sistema-mundo capitalista.
Las sociedades alterativas[40], lo que son propiamente todas las sociedades, salvo la parte expropiada, capturada, de sus fuerzas, que sirven para la reproducción del sistema-mundo, no hacen cultura o reproducen la cultura, o la llevan a crisis, separando lo que hacen en este plano de intensidad, de lo que hacen en los espesores de intensidad de la naturaleza, de la vida, de la biodiversidad. Lo que hacen corresponde a acciones integrales en los distintos planos de intensidad y en los distintos espesores de intensidad. Viven el mundo de una manera integral. Es la teoría moderna la que analiza abstractamente, separando, distinguiendo campos, focalizando objetos de estudio, problemáticas sesgadas, separadas. El hombre moderno es el que ha confundido esta su representación sistemática, este saber analítico, con el mundo efectivo, con las sociedades efectivas, que son las sociedades alterativas, reduciéndolas a sociedades institucionales, reduciendo el mundo efectivo al mundo de las representaciones.
Es cierto que esta metodología ha servido para estudiar las sociedades, ha facilitado estos estudios. Se ha aprendido mucho de ellas; estos conocimientos, saberes, son una herencia valorable. Sin embargo, esta episteme moderna tiene límites, cuando enfrenta precisamente la complejidad del acontecimiento que llama cultura. Mientras el concepto universal de cultura le permitía seleccionar planos de intensidad y estudiar la cultura como si fuese una fenomenología universal, ayudó a avanzar en la interpretación y explicación de los planos de intensidad aislados; empero, cuando había que responder a preguntas problemáticas, que sus mismas investigaciones ocasionaban, se topaba con sus propios límites. Esta situación se hace más patente cuando se enfrenta a las transformaciones de la cultura moderna, de lo que llama cultura-mundo.
Lipovetsky y Jupín generan dos análisis contrapuestos de la cultura- mundo; lo hacen desde esta economía política de la cultura; se puede decir también desde esta “ideología” de la cultura. El problema no es dirimir entre una interpretación optimista y una interpretación pesimista, esquematizando estas versiones críticas, para ilustrar. Tampoco considerar que el problema está, de alguna manera, trazado en esta discusión, en estas versiones contrapuestas. Ese es el problema de esta economía política de la cultura, de sus interpretaciones contrapuestas, que forman parte de la misma episteme. El problema efectivo, en su complejidad, se encuentra en el acontecimiento mismo de las multiplicidades pragmáticas de acciones sociales singulares, que se entrelazan, y asumen el mundo, en esa intersección, como el substrato de sus formas de compartir, coexistir, convivir, aunque de maneras contradictoria y antagónicas.
Lo que está en crisis es el mundo de las representaciones del sistema-mundo capitalista; por lo tanto, desde esta perspectiva o perspectivas, la que interpreta que la crisis de su episteme corresponde a la crisis del mundo efectivo. El mundo efectivo, como complejidad, como simultaneidad dinámica, no está en crisis, en el sentido como se entiende la crisis; lo que está en crisis es el sistema-mundo capitalista, que es el recorte de realidad que efectúa la episteme moderna a partir de sus miradas abstractas, analíticas y esquemáticas. Este mundo de representaciones toma consciencia de la crisis, pues ya no puede explicar lo que acontece. En consecuencia, deduce que el mundo efectivo está en crisis, que se acaba, que ingresa al apocalipsis, en la versión pesimista; que tiene oportunidades, pues la cultura-mundo es heterogénea e inventiva. No se le ocurre pensar que lo que llama crisis expresa fehacientemente los límites epistemológicos de sus saberes analíticos, esquemáticos, dualistas, modernos.
Las sociedades alterativas, que siempre han estado más acá y más allá de las representaciones, también de las mallas institucionales del sistema-mundo capitalista, no están en decadencia, no están casi muertas, como dibuja la versión pesimista; tampoco corresponde al juego de homogeneización y heterogeneidad, que encuentra la versión optimista. Las sociedades alterativas no han dejado de ser vitales; son las sociedades institucionalizadas las que están en crisis, si se quiere, en decadencia. La pregunta es: ¿Por qué las sociedades alterativas no ponen fin a los juegos de poder de las sociedades institucionalizadas?
Las sociedades alterativas no están fuera de la biodiversidad, de los ciclos vitales, forman parte de los ecos-sistemas y de las ecologías. Lo que está reaccionando, por así decirlo, es el planeta, que es la integración de la dinámica compleja de procesos de vida concatenados. A esta acción desencadenada, la ciencia descriptiva ambientalista le llama cambio climático. Muy probablemente este cambio climático desate una reacción en cadena, ocasionando calamidades, catástrofes para las sociedades humanas; desaparición de islas, de costas, incluso afectación estructural de continentes. Trayendo a colación, destrucciones de ciudades y parte de las sociedades, sino son enteras sociedades. Visto desde la perspectiva humana, esto es una catástrofe, un apocalipsis. Sin embargo, desde la perspectiva de la complejidad dinámica de los ciclos de la vida y su potencia creativa, es la adecuación de la complejidad planetaria a los fenómenos ocasionados por el hombre. La vida continúa.
La pregunta es entonces: ¿pueden las sociedades alterativas detener esta catástrofe? Si la respuesta fuese afirmativa, la pregunta subsecuente es: ¿Por qué no lo hacen?
Las sociedades tampoco son homogéneas, no son unidades puras; son, complejidades dinámicas, efectos masivos de asociaciones, composiciones, combinaciones, de las mónadas. Las sociedades alterativas pueden actuar, de la manera como pide la pregunta, por consensos, por asociación de voluntades, por intuición subversiva. Lo que hacen los y las activistas es precisamente esto, convocar a la sociedad a cambiar el curso de los eventos, de las direcciones, de los derroteros. Sin embargo, hay que recordarles a los y las activistas que lo que hay que liberar es la potencia social, que es la vida misma, la potencia creativa de la vida. Entonces, la pregunta siguiente a la subsecuente es: ¿Cómo se hace esto, cómo se activa la potencia social?
Este parece ser el tema fundamental. Aquí, en las respuestas que se puedan encontrar a esta pregunta, parecen encontrarse las tareas primordiales de los y las activistas. No basta con denunciar lo que acaece, el peligro en que nos encontramos, la desidia, por no decir, la imbecilidad, de las estructuras de poder del sistema-mundo capitalista. No basta con describir científicamente la situación calamitosa en la que nos encontramos, peor aún, la que se vecina. Para decirlo resumidamente, no basta tener razón. Si no se tiene la fuerza, las fuerzas, para hacerlo, no hay incidencia. Estas fuerzas son las multitudes de cuerpos de las sociedades humanas afectadas. No basta entonces, acudir a sus consciencias. Es menester, actuar en la complejidad, sinónimo de realidad; convocar a la potencia inherente en estos cuerpos. Aunque se acuda a la razón abstracta de los humanos, esto no es ni siquiera algo de aproximación a lo suficiente. Hay que acudir a la razón integrada al cuerpo, integrada a la percepción. La convocatoria es al cuerpo.
Ahora bien, ¿cómo se hace esta convocatoria integral a los cuerpos? Esta es la pregunta, cuando hemos perdido, por así decirlo, la memoria del cuerpo, no en el sentido que el cuerpo lo haya perdido, en cuanto memoria corporal, sino en el sentido de que la memoria representada no se acuerda. Hay pues que recuperar esta memoria corporal y comunicarse entre cuerpos. ¿Es la estética más que las ciencias, o ambas, combinadas? ¿Se trata de actos heroicos de alta intensidad? ¿Se trata de un propósito y voluntad gigantescos? No hay respuesta todavía. Pero, algo sabemos, lo que se ha hecho hasta ahora, para detener la marcha del tren al descarrilamiento, no es suficiente. Hay que ir más lejos, atreverse a ir más lejos, vale la pena, sobre todo por la oportunidad a las sociedades humanas.
Desenlaces de la barroca decadencia
La decadencia de la civilización moderna, que corresponde al sistema-mundo capitalista, parece haber, no solo ingresado a la etapa de su propia decadencia, que hemos denominado la era de la simulación, en la época del nihilismo, era y época que corresponden a la larga historia de la modernidad, sino también ha adquirido formas barrocas, entremezcladas, no necesariamente armónicas; sino, mas bien, desajustadas y hasta incongruentes. Por así decirlo, se asocian las formas más posmodernas con las formas más ultra recalcitrantes conservadoras. Uno de los ejemplos es la conformación del Estado Islámico, conocido como ISIS.
Al respecto habíamos planteado algunas hipótesis interpretativas[41], para auscultar este fenómeno político-religioso singular, que aparentemente responde a un discurso fundamentalista musulmán, articulado a una sorprendente empresa de monjes armados, que venden petróleo a “occidente” y se arman a través de los circuitos comerciales ilegales, que el “occidente” emplea, para realizar uno de sus negocios más rentables y jugosos, el contrabando de armas. Esta no es la única conexión barroca, en esta formación barroca singular tardía entre los sedimentos más rezagados y conservadores, no de una religión, sino de una interpretación de la religión monoteísta, desde un enfoque reduccionista y estrechamente esquemático, con las agencias de inteligencia de las potencias “occidentales”. Todo esto a nombre del Corán, y también de la lucha contra el demonio de “occidente”.
Entre las preguntas, respecto a este fenómeno barroco del capitalismo tardío y de la modernidad, en su crepúsculo, no solo deben figurar ¿quiénes son los del ISIS?, ¿qué es el ISIS?, sino también ¿por qué se da esta combinación tan incongruente en la etapa de la decadencia de la modernidad y el capitalismo? Así como, vale la pena preguntarse ¿cómo funciona este bricolaje incongruente? Vamos a tratar de responder estas preguntas, en principio, de una manera hipotética e interpretativa, sugiriendo tópicos de investigaciones, abordando la problemática desde la perspectiva de la complejidad. Lo hacemos recogiendo las hipótesis interpretativas expuestas en otros ensayos.
El dispositivo barroco religioso-militar
1. Como dice Anne Alexander[42], las sociedades del Medio Oriente no pueden concebirse como si fuesen formaciones sociales y estructuras inherentes estáticas, como congeladas en la Guerra de las Cruzadas, por así decirlo. Al contrario, como toda formación social y estructurada socialmente, así como políticamente, en sus historias singulares, dada su propia complejidad, en los contextos cambiantes, mutantes y globalizantes, del sistema-mundo, son dinámicas. Sus formaciones sociales diferenciales y sus estructuras componentes singulares son dinámicas. Es un absurdo sugerir la idea preconcebida y prejuiciosa de que se trata de una “Guerra Santa”, de los fieles de Mahoma contra los infieles, que dominan el mundo, encarnando el demonio. Cuando se lee los medios impresos, se escuchan y se ven los medios audiovisuales de las telecomunicaciones, uno se encuentra ante la proliferante alocución de estos disparates, que los propios políticos del mundo, tanto de las potencias dominantes, como de los Estado-nación subordinados, repiten mecánicamente. Incluso, lo que hacen de “analistas” de estos medios, de difusión mundial, reproducen estos pobres y estrechos esquematismos, que están más cerca a los dibujos animados, que de la representación manifiesta, incluso descriptiva, de lo que ocurre. Son las agencias de inteligencia las que se encargan de atizar el fuego con estos pobres argumentos no discernidos.
2. Los países del Medio Oriente están atravesados por la geopolítica del sistema-mundo capitalista, geopolítica global, que los ha convertido, en la división del trabajo a escala mundial, en países exportadores de petróleo. Desde su incorporación al sistema-mundo, sus estructuras de poder se adecuan, de tal forma, engranando lo disímil, para garantizar la transferencia de este recurso tan cotizado e indispensable para la civilización de la energía fósil. Las monarquías absolutas tardías, incluso, mas bien, despóticas, se convierten en dispositivos de poder local y regional del sistema-mundo capitalista, del orden de dominaciones a escala mundial, que es inapropiado seguir caracterizándolas como monarquías tradicionales.
3. Los regímenes militares, que han derrocado a las monarquías, responden también a la demanda de orden del poder mundial, configurado por las dominaciones polimorfas del orden mundial. No solamente en los casos donde es evidente su conexión servil y cipaya con el imperialismo, sino también, en los casos donde aparentemente, se rebelan contra la “dominación extranjera”, imperialista y “occidental”. Al sistema-mundo capitalista no le interesa cómo hablan sus servidores, sus engranajes, sus marionetas, sino que se cumpla, de la manera más eficiente, que se pueda, aunque sea con distintos métodos y discursos, dependiendo, con el funcionamiento de las máquinas económicas, maquinas extractivistas y máquinas de poder, que conforman las dominaciones polimorfas del orden mundial.
4. La aparición de los fundamentalismos musulmanes posmodernos como ALKAEDA e ISIS, muestra una nueva forma política-militar-religiosa de garantizar la transferencia de la energía fósil al imperio. No hay mejor prueba de esto que la venta del petróleo robado, en las zonas de ocupación, a las odiadas empresas “occidentales”.
5. Por otra parte, estos dispositivos religiosos-militares, que se presentan, en la pornografía de los medios de comunicación de masa, como fundamentalismos religiosos, sirven, a la vez, como aparatos de destrucción de lo que quedan de los regímenes árabes con poses de resistencia.
6. Ahora bien, lo más perverso es cuando estos dispositivos barrocos, aparentemente religioso-militares-políticos fundamentalistas, develan sus conexiones con los servicios de inteligencia de la potencia “demoniaca”, más odiada por los supuestos fundamentalistas. La pregunta es: ¿cuál es el juego de poder?
7. Los atentados de estos aparatos militares-religiosos, desde el 11 de septiembre del 2001 hasta el atentado reciente en Niza, parecen y son presentados así, como parte de “planes elaborados” de destrucción “terrorista”, por parte de estas organizaciones fanáticas; así como también, en los recientes atentados, como acciones de “lobos solitarios” desesperados. Otra pregunta: ¿es creíble, mejor dicho, es sostenible, esta trama tan difundida en los medios de comunicación, tan aceptada por los políticos y gobiernos, incluso por organismos internacionales, tan aplaudida por las agencias de inteligencia?
8. Esta versión tan difundida sufre de vacíos, lagunas, inconexiones, de tal manera, que no llega a conformar una trama, tampoco una narración completa. ¿Cómo pueden semejantes fanáticos fundamentalista religiosos establecer relaciones con agencias de inteligencia de las potencias “occidentales”? ¿Cómo explicar que vendan petróleo a las empresas de los Estado-nación dominantes del “occidente”? ¿Solo porque requieren armas y necesitan dinero para comprarlas? ¿Cómo explicar claramente lo ocurrido el 11 de septiembre? ¿Por descuido del sistema de seguridad de los Estados Unidos de Norte América? ¿Cómo explicar que las potencias mundiales, preparadas para una guerra nuclear y de movilización gigantesca de ejércitos, tecnológicamente equipados, no puedan destruir a columnas exaltadas de fanáticos armados con fusiles, ametralladores, tanques y misiles de corto alcance? Son algunas de las preguntas sin responder en los discursos mediáticos, políticos y de protesta moral.
9. Por otra parte, cuestionando, un poco, alguna hipótesis que compartimos, que es la de la “conspiración”, maquinada por los servicios de inteligencia - aunque no creamos en esta simplona “teoría de la conspiración” -, la que llevó a montar estos fundamentalismos religiosos armados, llegando al extremo de constituir artificialmente un “Califato islámico”; la pregunta que nos mueve el piso es: ¿pueden haber llegado tan lejos los servicios de inteligencia de tramar atentados, de la manera más sinuosa, contra sus propias sociedades y pueblos, precisamente, para atizar la guerra, no tanto contra estos dispositivos religioso-militares fundamentalistas, como vemos, según la hipótesis sugerida, sino contra las soberanías de los países periféricos, que cuentan con el codiciado recurso del petróleo?
10. Aunque esta hipótesis la hayamos lanzado como posibilidad, una tanto incierta, no es fácil sostenerla. De todas maneras, es indispensable no solamente investigaciones minuciosas, obviamente no jurídicas ni policiales, sino socio-políticas, incluso investigaciones de alcance genealógico, sobre las transformaciones en las máquinas de poder, en las máquinas de guerra, en las máquinas extractivista, del sistema-mundo, en su fase de acumulación especulativa.
11. Lo que si podemos sostener como interpretación, en el contexto mundial del presente, es que todos los pueblos del mundo enfrentan a una hiper-burguesía mundial, que domina globalmente, domina el mundo institucional, no el planeta, que ha decidido sacrificar a los pueblos, en aras de su acumulación especulativa y extractivista.
[1] Ver Genealogía de la guerra: https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/genealogia-de-la-guerra/.
[2] Ver de Raúl Prada Alcoreza La inscripción de la deuda, su conversión infinita. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-inscripcion-de-la-deuda-su-conversion-infinita/.
[3] Ver de Raúl Prada Alcoreza Estados delincuenciales. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/estados-delincuenciales/.
[4] Ver de Raúl Prada Alcoreza Racionalidad fantasma. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. En crítica y complejidad. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/critica-y-complejidad/.
[5] Ver de Raúl Prada Alcoreza Guerras periféricas. Dinámicas moleculares; La Paz m2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/guerras-perifericas/.
[6] Pregunta hecha por Michel Foucault en sus cursos en el Collége de Francia.
[7] Ver de Michel Foucault Defender la sociedad. Fondo de Cultura Económica; México 2001. https://monoskop.org/images/3/34/Foucault_Michel_Defender_la_sociedad.pdf.
[8] Ver de Raúl Prada Alcoreza Anti-producción; también Diseminación. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/antiproduccion/.
[9] Ver de Raúl Prada Alcoreza Diseminaciones. Dinámicas moleculares 2015. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/diseminaciones/.
[10] Revisar de Gilles Lipovetsky y Jean Serroy La Cultura-mundo. Anagrama; Barcelona 2010. También de Gilles Lipovetsky y Hervé Jupín El occidente globalizado. Anagrama; Barcelona 2011.
[11] Ver de Raúl Prada Alcoreza Los fundamentalismos. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. También se encuentra en pradaraul.wordpress. Sobre todo revisar Acontecimiento Islam ¿Fundamentalismo o rebelión religiosa antiimperialista? Dinámicas moleculares; La Paz 2015. También se encuentra en pradaraul.wordpress: https://pradaraul.wordpress.com/2015/06/03/acontecimiento-islam/.
[12] Ver de Raúl Prada Alcoreza Estados delincuenciales. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. También se encuentra en pradaraul.wordpress: https://pradaraul.wordpress.com/2015/09/09/estados-delincuenciales/.
[13] The London Telegraph, en su artículo de 2013: CIA running arms smuggling team in Benghazi when consulate wasattacked .
[14] The New York Times, según informaba, en 2013, en su artículo: Puente aéreo de armas a los rebeldes sirios se expande, con la ayuda de la CIA.
[16] Ibídem.
[19] Alvin y Heidi Toffler: War and Antiwar: Survival at the Dawn of the 21st Century. Hardcover - noviembre de 1993.
[20] Rubén-A. Benedicto Salmerón: Teorías y conceptos para entender formas actuales de hacer la guerra.
[21] Rubén-A. Benedicto Salmerón: Ob.Cit.
[22] Ibídem.
[23] Rubén-A. Benedicto Salmerón: Teorías y conceptos para entender formas actuales de hacer la guerra. file:///C:/Users/RAUL%20PRADA/Downloads/Teor%C3%ADas%20y%20conceptos%20para%20entender%20formas%20actuales%20de%20hacer%20la%20guerra%20(1).pdf.
[24] Rubén-A. Benedicto Salmerón: Ob. Cit.
[25] Rubén-A. Benedicto Salmerón: Ob. Cit.
[26] Rubén-A. Benedicto Salmerón: Ob. Cit.
[27] Ver de Raúl Prada Alcoreza Estado de excepción. Dinámicas moleculares; La paz 2013-15.
[28] Ver de Raúl Prada Alcoreza Las dos caras de la híper-modernidad. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/las-dos-caras-de-la-hiper-modernidad-del-sistema-cultura-mundo-capitalista/.
[29] Ver de Raúl Prada Alcoreza Estados delincuenciales. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. También en pradaraul.wordpress: https://pradaraul.wordpress.com/2015/09/09/estados-delincuenciales/.
[30] Ver de Raúl Prada Alcoreza La inscripción de la deuda infinita, su conversión infinita. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-inscripcion-de-la-deuda-su-conversion-infinita/.
[31] Texto: • Estrategia militar Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Estrategia_militar?oldid=87348034 Colaboradores: Rosarino, Ejmeza, SimónK, LadyInGrey, Benjavalero, Boticario, Peejayem, Petronas, Patricio.lorente, Fergon, BOTijo, Gaeddal, Damajipe, Gaijin, Zalovitch, CEMbot, Ca in, Falconaumanni, Antur, Gonn, Gafotas, Dorieo, Thijs!bot, Airwolf, Leonudio, Juansemar, Góngora, Doreano, Segedano, Iulius1973, TXiKiBoT, Hlnodovic, Bedwyr, Idioma-bot, Uruk, VolkovBot, Technopat, Muro Bot, BotMultichill, SieBot, Loveless, Macarrones, Emilyum, Drinibot, Novellón, Marcelo, Jorjum, PipepBot, Fadesga, Tlilectic, MetsBot~eswiki, StarBOT, SPQRes, Kikobot, Leonpolanco, Garron lakd, Alexbot, Takashi kurita, Juan Mayordomo, UA31, AVBOT, Fuska, Andreasmperu, Maquina roja, 2deseptiembre, Yago López, Luis Felipe Schenone, SuperBraulio13, Jkbw, Dossier2, FrescoBot, Noventamilcientoveinticinco, TiriBOT, MAfotBOT, Jorge c2010, Foundling, AVIADOR, KLBot, Piockñec, MerlIwBot, KLBot2, TeleMania, Elvisor, Dexbot, RomanLier, Lukus, Chevebot, Lizzyxiqita, GreexD, Lautaro 97, Tuareg50, Addbot, Balles2601, BOTito, Vamedinalugo, AVIADOR-bot, Ezequiel Avalos, Jarould y Anónimos: 118. Ver Enciclopedia Libre: Wikipedia: https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Especial:Libro&bookcmd=download&collection_id=d83ed16f11852e7ab3e53a75fbbe591c81063ef1&writer=rdf2latex&return_to=Estrategia+militar. Texto: • Militar Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Militar?oldid=86787038 Colaboradores: 4lex, JorgeGG, Dodo, Sms, Truor, Yakoo, Kordas, Richy, Edub, Emijrp, Mortadelo, Yrbot, Vitamine, BOTijo, Gaijin, RobAn, Gothmog, Kabri, C-3POrao, Libertarismo, Er Komandante, Cheveri, Lancaster, Ketamino, Ublanco, Tamorlan, VADIN, BOTpolicia, Qwertyytrewqqwerty, CEM-bot, Ca in, Gafotas, Südlich, Thijs!bot, Tortillovsky, Escarbot, Isha, Gusgus, JAnDbot, CommonsDelinker, Militar11, Mercenario97, Humberto, Netito777, Pólux, Jmvkrecords, Technopat, Keres, Lucien leGrey, Muro Bot, Ger123, BOTarate, Orosol, Greek, HUB, Tonisegura76, Petruss, BetoCG, UA31, AVBOT, MastiBot, CENA PAGANA, Angel GN, Diegusjaimes, OffsBlink, Arjuno3, Luckas-bot, Nallimbot, ZGD, Diogeneselcinico42, SuperBraulio13, Xqbot, Jkbw, Rubinbot, Ricardogpn, Esceptic0, Botarel, Mperezr, PatruBOT, Dinamik-bot, Ripchip Bot, Tarawa1943, Samueliito, HermanHn, DivineAlpha, Foundling, Anyma, GrouchoBot, EmausBot, Savh, Tenan, MerlIwBot, KLBot2, MetroBot, Lfgg2608, Gusama Romero, Inglethorp, Daniel.grima, Helmy oved, Centrum~eswiki, Rockeets, Maxi Villagra, Addbot, Sophie Lopez, Jarould, RAJHIM, Samuel.b.l.2001ss y Anónimos: 93. Ver Enciclopedia Libre: Wikipedia: https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Especial:Libro&bookcmd=download&collection_id=4ae0d2cfa9bfe58068d3eef7b39b7134b03f1fd1&writer=rdf2latex&return_to=Militar.
[32] Revisar de Gilles Lipovetsky y Jean Serroy La Cultura-mundo. Anagrama; Barcelona 2010. También de Gilles Lipovetsky y Hervé Jupín El occidente globalizado. Anagrama; Barcelona 2011.
[33] Ver de Georges Canguilhem Lo normal y lo patológico. Siglo XXI; México 1986.
[34] Ver de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares, La Paz 2013. Se puede también encontrar en https://pradaraul.wordpress.com/2013/12/04/devenir-y-dinamicas-moleculares/.
[35] Revisar el concepto de autoconciencia en la Fenomenología del espíritu de Hegel. Siglo XXI. México.
[36] Ver de Merleau-Ponty Fenomenología de la percepción. Editorial Planeta; Buenos Aires 1993.
[37] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento poético. https://pradaraul.wordpress.com/que-es-la-poesia/acontecimiento-poetico/; La Paz 2014.
[38] Ver de Raúl Prada Alcoreza Intuición subversiva. Pradaraul.wordpress. https://pradaraul.wordpress.com/anarquismo/intuicion-subversiva/.
[39] Ver de Raúl Prada Alcoreza Crítica de la economía política generalizada. Dinámicas moleculares. La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/critica-de-la-economia-politica-generalizada/.
[40] Ver de Raúl Prada Alcoreza La explosión de la vida. Dinámicas moleculares. La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-explosion-de-la-vida/.
[41] Ver El mundo como espectáculo; también Antiproducción; así como Clausura del horizonte moderno. De la misma manera, sugerimos Decadencia. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/el-mundo-como-espectaculo/. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/antiproduccion/. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/clausura-del-horizonte-moderno/. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-decadencia/.
[42] Ver ISIS, el Estado islámico y la contra-revolución: https://dinamicas-moleculares.webnode.es/products/isis-el-estado-islamico-y-la-contrarrevolucion-hacia-un-analisis-marxista/.
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Umbrales y limites de la episteme moderna, apertura al horizonte nómada de la episteme compleja.
Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.
Contenidos:
Modulo I
Perfiles de la episteme moderna
1.- Esquematismos dualistas
2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista
3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico
4.- Esquematismo ideológico
Modulo II
Perfiles de la episteme compleja
1.- Teórias de sistemas
2.- Sistemas autopoieticos
3.- Teorías nómadas
4.- Versiones de la teoria de la complejidad
Modulo III
Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad
1.- Contra-poderes y contragenealogias
2.- Composiciones complejas singulares
3.- Simultaneidad dinámica integral
4.- Acontecimiento complejo
Modulo IV
Singularidades eco-sociales
1.- Devenir de mallas institucionales concretas
2.- Flujos sociales y espesores institucionales
3.- Voluntad de nada y decadencia
4.- Subversión de la potencia social
Temporalidad: Cuatro meses.
Desde el Inicio del programa hasta la Finalización del programa.
Finalizaciones reiterativas: cada cuatro meses, a partir del nuevo inicio.
Defensa de la Monografía. Defensas intermitentes de Monografías: Una semana después de cada finalización.
Leer más: https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/estudios-del-presente/
Inscripciones: A través de la dirección:
Pluriversidad Oikologías
Avenida Andrés Bello. Cota-Cota. La Paz.
Teléfono: 591-69745300
Costo: 400 U$ (dólares).
Depósito:
BANCO BISA
CUENTA: 681465529
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