Consideraciones sobre el diagrama de poder de la corrupción

26.05.2016 14:41

Consideraciones sobre el diagrama de poder de la corrupción

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 

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Tocamos como varias de veces esta problemática acuciante y este tópico corrosivo[1]; ahora lo volvemos a hacer, proponiendo nuevas consideraciones al respecto.

 

Dijimos que la corrosión institucional y la corrupción están íntimamente vinculados al poder; también configuramos estas prácticas paralelas de dominación como el lado oscuro del poder. Así mismo, mostramos la extensión mundial de este diagrama de poder, atravesando las mallas institucionales, incluyendo a los organismos internacionales, sobre todo al sistema financiero internacional. Por otra parte, dejamos claro que no compartimos esa perspectiva de la consciencia culpable y de la culpabilidad, apoyada en el acto de juzgar; pues el juzgar es otra práctica de las estructuras de poder. Teniendo en cuenta estas consideraciones vertidas, vamos a intentar sugerir nuevas interpretaciones sobre este álgido tema.

 

 

Comencemos con unas preguntas: ¿Por qué los que se envuelven en las prácticas de corrupción y relaciones clientelares se esfuerzan desesperadamente en demostrar su inocencia? ¿De dónde sacan esa energía para hacer persistente la escena de que no están comprometidos y que se trata de acusaciones de la “conspiración”?  

 

Alguien podría responder apresuradamente y decir que precisamente por estar envueltos y comprometidos con la corrupción, niegan que lo están. Sin embargo, no parece ser, efectivamente, tan mecánico, pues hay que descifrar el síntoma de la aparente tranquilidad con que lo hacen, con alocuciones casi convincentes, por lo menos, algunas veces. ¿Qué hay en esta conducta osada, que encubre el cinismo con la que se la efectúa? Ante esta problemática planteada de este modo, es menester comprender el funcionamiento de esta maquinaria gris, clandestina, de la corrupción.

 

Máquinas de corrupción

 

Partiendo de lo escrito en El lado oscuro del poder, sugerimos la figura de máquinas de corrupción, para avanzar en el análisis del diagrama de la corrosión institucional y de la corrupción. Al hablar de máquinas de la corrupción, nos referirnos al contexto de la fenomenología de la decadencia, que contiene procesos degradantes; uno de ellos, sugerimos, es precisamente la corrupción. Parece que funcionan paralelas a las máquinas de poder institucionalizadas y a las máquinas de guerra. Ocurre como si a las máquinas de poder y a las máquinas de guerra les faltara un complemento, que vienen a ser precisamente las máquinas de corrupción. ¿Por qué requieren de este complemento?

 

Sin detallar, pues escribimos sobre esto, el funcionamiento de las máquinas de poder, diremos, sucintamente, que son máquinas de dominaciones polimorfas. Los diagramas de poder institucionales no son del todo suficientes para garantizar la reproducción del poder; si bien, constituyen sujetos dóciles, disciplinados y controlados, el sujeto constituido no abarca el espesor del sí mismo, cuya potencia se encuentra en la creatividad del cuerpo.  El poder requiere avanzar e invadir estos espesores no capturados. Cómo no puede hacerlo, pues no conoce cómo funciona el cuerpo, en el sentido de la fenomenología de la percepción, en el sentido de los saberes no evocativos corporales, entonces recurre a lo que podríamos considerar, por el momento, su método de emergencia, provisional, el soborno, el chantaje, la coerción, el cohecho. Lo que parece acontecer es que no avanza nada en lo que respecta a estos espesores, sino que deforma a los sujetos constituidos institucionalmente, adulterando su estructura ética y moral, convirtiéndolos en oportunistas pragmáticos.

 

En lo que respecta a las máquinas de guerra, también de manera sucinta, diremos que son las máquinas destructivas, que no necesariamente se oponen a las máquinas de producción del sistema-mundo capitalista, sino que coadyuvan a la acumulación de capital, cuando entra en crisis cíclica. El capitalismo requiere destruir su stock que no se vende, para recomenzar el proceso de acumulación, en las condiciones esperadas, de ganancias incentivadoras. Las máquinas de guerra, en su armazón complejo, contienen la estrategia de la guerra psicológica; sin embargo, ni esta estrategia ni otras que tiene a mano parecen del todo suficientes, requiere cómplices en su tarea destructiva. Para lograr incorporar cómplices recurre al soborno.

 

Si bien no mencionamos todavía, en este texto, a las máquinas capitalistas, es porque consideramos que el sistema-mundo capitalistas, que es la complejidad singular integrada de las dominaciones a escala mundial, contiene y emplea estas máquinas, las del poder y las de guerra, para garantizar la continuidad de la acumulación de capital. Sin embargo, podemos definir a las empresas monopólicas, trasnacionales, como máquinas económicas, directamente vinculadas a la acumulación de capital. Ahora bien, estas máquinas económicas, también requieren como un complemento, en la realización del capital; por eso recurren al soborno, presupuestado en sus gastos, para contar con cómplices de las estrategias económicas de estas máquinas económicas.

 

En consecuencia, el diagrama de poder de la corrupción aparece como un complemento necesario en el complejo corporativo maquínico del sistema-mundo capitalista. Se puede deducir, en primera instancia, que para extirpar lo que la moral hipócrita del orden mundial llama mal es condición indispensable desmantelar el sistema-mundo capitalista. Otras opciones, de las que nos ofrece este orden mundial, son sencillamente procedimientos adormecedores y calmantes, mientras se continúa en el círculo vicioso de la corrupción, en sus distintas formas cambiantes.

 

Pintado así el cuadro, no parece fácil salir del círculo vicioso del poder, del círculo vicioso de la corrupción, pues no parece una tarea posible desmantelar el sistema-mundo capitalista. ¿Cuándo puede suceder semejante acontecimiento? Cuando los pueblos y ciudadanos del mundo dejen de transferir sus voluntades singulares y sus voces singulares a los Estado-nación, a los gobiernos, a los llamados “representantes del pueblo”. Cuando los pueblos y ciudadanos del mundo se liberen de las telarañas “ideológicas”, en sus distintas formas. Cuando los pueblos y ciudadanos del mundo liberen su potencia social y puedan desenvolver su creatividad. Cuando sean capaces de despejar la niebla de la ficción de realidad producida por el orden mundial y el sistema-mundo capitalista; las fronteras, los estados, las pugnas, los dualismos de amigo/enemigo, que llaman política, y sean capaces de autogobernarse como Confederación de Pueblos del Mundo. Este logro puede ser muy largo, incluso inalcanzable, que nunca se dé, embarcándose, mas bien, las sociedades institucionalizadas, en el derrotero de su propia destrucción. Sin embargo, la tarea es irrenunciable. Parafraseando a Marx, no hay peor derrota que no haberlo intentado.

 

 

Volviendo al tema del diagrama de poder de la corrupción, que hemos ubicado en la configuración opaca del lado oscuro del poder, podemos corregir o mejorar esta apreciación. Si el diagrama de poder de la corrupción es un complemento necesario de las máquinas de poder y las máquinas de guerra, es decir, si forma parte de los engranajes y mecanismos del sistema-mundo capitalista, no necesariamente hay que concebirlo como no institucional, sino, más bien, resulta ser la parte muda de la institucionalidad, la parte invisible de la institucionalidad, que se ejerce, aunque no sea pronunciada.

 

 

 

Tomando un ejemplo, que nos compete, en Bolivia, adquiere su propia singularidad el diagrama de poder de la corrupción, dependiendo del contexto, de la coyuntura y del periodo. La peculiaridad de la singularidad del diagrama de poder de la corrupción en Bolivia, parece tener que ver con la condición de Estado-nación subalterno, afincado en el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Los ejes del diagrama de la corrupción se hilan en las relaciones de las empresas trasnacionales con el gobierno, con las direcciones empresariales públicas; también en el ámbito de relaciones de gobierno a gobierno; así como recientemente se develado, entre vasos comunicantes entre carteles y gobierno. Otros ejes, más locales, se hilan en la profusión expansiva de las relaciones clientelares. Estos ejes e hilados, en la medida que atraviesan las mallas institucionalizadas, las corroen, ocasionando no solamente la concomitancia de estas instituciones, sino trastocándolas, convirtiéndolas, poco a poca, en dispositivos de las máquinas de la corrupción.

 

Lo que pasa en Bolivia no es muy distinto de lo que pasa en otros Estado-nación subalternos, independientemente de su “ideología”, tampoco tan distinto de lo que pasa en Estado-nación dominantes, del centro del sistema mundo capitalista. Estamos ante singularidades diferenciales de un arquetipo de diagrama de poder destructivo, en sus distintas formas. El diagrama de poder de la corrupción, así como los otros diagramas de poder, esta globalizado, es mundial. Lo que hay que analizar, en la singularidad boliviana, son las formas de funcionamiento en un gobierno que se reclama de “progresista”, sobre todo cuando las autoridades se desgarran las vestiduras cuando aparecen acusaciones de corrupción. Ciertamente, no se puede esperar una confesión pública de parte de los gobernantes; no se trata de lograr este comportamiento, que no se va dar; sino de comprender las razones de la expansión e intensificación de la corrupción, precisamente en gobiernos, de los cuales se esperaría, por lo menos hipotéticamente, que estas prácticas paralelas disminuyan. En relación a esta necesidad de comprensión, sugerimos hipótesis interpretativas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La condena del poder

 

1.   El poder institucional tiene por complemento al poder no-institucional.

 

2.   En gobiernos de convocatoria popular, que no salen del circulo vicioso del poder, para mantener su convocatoria, requieren de la expansión abrumadora de las relaciones clientelares. Son estas relaciones las que hacen como de base a la reedificación de las prácticas paralelas heredadas. El “gobierno progresista” no tarda en caer en la atracción de estas prácticas paralelas. Una vez que lo hace, que da los primeros pasos, que ha cruzado el umbral, ya está comprometido y es absorbido por la vertiginosidad de las máquinas de la corrupción.

 

 

3.   No son precisamente los que fueron representantes de los gobiernos neoliberales, tampoco de los gobiernos liberales, ni mucho menos, de los gobiernos conservadores, los que tienen la solvencia y la moral para acusar al “gobierno progresista” de esta degradación, pues el “gobierno progresista” es continuador de lo que ellos dejaron como herencia. Es el pueblo, como soberano constitucional, el que puede preocuparse e interpelar al respecto.

 

4.   Sin embargo, el pueblo ha renunciado a su potencia social, delegando su voluntad y su voz a los representantes; se encuentra inhibido, expectante, ante los desenlace. Para poder hacerlo, interpelar al poder, requiere liberar su potencia social.

 

 

5.   Este acontecimiento, de liberar la potencia social, no es tarea fácil, pues el poder está cristalizado en los huesos, inscrito en el cuerpo, induciendo comportamientos subalternos. Es una tarea necesaria y urgente, antes que se desate la cadena de desastres. Los colectivos activistas libertarios juegan un papel activador importante en esto. La comunicación con la potencia social, inhibida en los cuerpos, es indispensable; no con el oído domesticado, docilizado y disciplinado por el racionalismo instrumental y por los diagramas de poder. ¿Cómo hacerlo? Esa es precisamente la cuestión que hay que averiguar y aprender, en la nueva generación de luchas. Es menester entonces, salir de las costumbres ateridas de la “izquierda” tradicional, incluso de la llamada “radical”, pues lo único que hace es repetir lo mismo, el mismo formato, con todos sus errores, sin haber aprendido de la experiencia social y de la memoria social de los pueblos. Llevando nuevamente a la derrota a los estratos que se comprometen.

 

6.   La corrupción no es un mal, como la perspectiva moral burguesa dice; es parte de los mecanismos y engranajes del sistema-mundo capitalista, para garantizar su acumulación de capital. Forma parte del complejo maquínico de este sistema-mundo, de las máquinas de poder, de las máquinas de guerra, de las máquinas económicas.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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