Alegoría romántica

09.01.2017 15:56

Alegoría romántica

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 

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El Canto II de Altazor es romántico; diríamos mejor, es alegoría romántica. Alegoría no solo porque es una composición metafórica, sino, como dijimos, es casi una trama, una narrativa poética, en el canto, en el poema largo[1]. El entramado compuesto metafórico es un canto a la amada. Es un canto que figura a la amada como origen del mundo y fuerza fundamental del universo, que configura una composición donde la amada rige el mundo y afecta al universo.  La primera estrofa recita:

 

Mujer el mundo está amueblado por tus ojos
Se hace más alto el cielo en tu presencia
La tierra se prolonga de rosa en rosa
Y el aire se prolonga de paloma en paloma

 

 

El mundo, que era como una habitación o una casa vacía, es llenado por los ojos de la amada; ocupado y ordenado por esta mirada que convierte el vacío en un hogar. Amueblado por tus ojos es una metáfora huidobriana; esta vez no solo aparece la onda y la vibración intensa metafórica, sino también la intensidad hogareña. La intensidad figurativa de los climas familiares o, mejor dicho, íntimos. Es como decir tus ojos me hacen sentir en casa o, también, son mi casa; tu mirada es el ámbito tibio donde me siento en casa.

 

Se ha sugerido, por parte de la crítica literaria, por lo menos, de una que se considera especialista, que Vicente Huidobro hace como juegos metafóricos, acercándose a una especie de prestidigitación metafórica, casi con el objeto de deslumbrar. Esta es una lectura rápida y hasta ligera, dejándose llevar por el ímpetu abismal de las metáforas del poeta. Una metáfora no es nunca solo figura, composición de figuras, traslación y tránsito, además de transformación de sentido, como resultado de la configuración. Eso es creer que la metáfora se mueve solo en un plano de intensidad, el circunscrito a lo figurativo. Las metáforas no podrían transmitir sentido ni transformarlo si solo fueran meramente figuras y nada más. Como dijimos antes, hay que concebir una gramatología metafórica, una escritura metafórica,  que vincula, de manera inmediata, las figuras con la memoria de las sensaciones. La memoria se expresa en figuras y se sedimenta en figuras. Hay pues una memoria figurativa, por así decirlo, proponiendo esta hipótesis teórica.

 

El poeta no solo juega y dispone de composiciones metafóricas y transformaciones figurativas, incluso bricolajes metafóricos contrastantes; sino que compone con sensaciones, conglomerados de sensaciones, que se hallan en la memoria. Ahora bien, si bien asumimos la tesis de la traslación, transmisión y transformación de sentido en la metamorfosis metafórica, dada por las teorías de la metáfora, tendríamos que preguntarnos si sucede lo mismo o algo parecido con las sensaciones. ¿Las sensaciones se transforman? Una cosa es que el sentido se transforme, en el devenir metafórico; otra cosa es que las sensaciones sedimentadas, en la memoria sensible, se transformen. El sentido, transformado metafóricamente, puede corresponder a otra experiencia, expresada por la composición y combinación metafórica; empero, esto equivale que se interpreta metafóricamente otras sensaciones, desatadas por la nueva experiencia. Sin embargo, no se ve que las sensaciones sedimentadas se transformen. La memoria sensible puede actualizarlas, recurrir a ellas, para interpretar la nueva experiencia, por lo tanto, las nuevas sensaciones; pero, no se ve que las sensaciones, inscritas y hendidas en el cuerpo, se puedan transformar.

 

¿Qué hay entonces, en lo que respecta a las sensaciones, si éstas, supuestamente, no se transforman? Por cierto, las sensaciones no dejan de acontecer, en el cuerpo y en la percepción; no dejan de darse. Nos referimos a la sedimentación de las sensaciones en la memoria sensible. Sugerimos la siguiente hipótesis interpretativa prospectiva: Las sensaciones sedimentadas son como despertadas, por así decirlo, para proceder a la comparación sensitiva, entre lo dado y lo dándose. Lo análogo, lo parecido, ayuda a comprender las sensaciones presentes; también las diferencias, pues lo distinto muestra lo nuevo en las diferencias y hasta contrastes sensitivos.

 

La costumbre, por así decirlo, del lenguaje, del habla y de la escritura, es dar nombres comunes a sensaciones parecidas, sin atender a las diferencias, por más pequeñas o grandes que sean. Les atribuye como un nombre universal. Por ejemplo, se habla de nostalgia, como si fuera la misma en todo tiempo y lugar, en todo sujeto que la padece. Ésta, diríamos, es la violencia del lenguaje, que homogeneiza la heterogeneidad plural, múltiple y singular de la experiencia. La poesía nos recupera de esta inclinación homogeneizante y universalista del lenguaje; sobre todo, al quebrar la supuesta homogeneidad y universalidad de agrupadas sensaciones. Al volverle a otorgar la intensidad mayúscula de la singularidad de la experiencia.

 

Uno de los poetas más intempestivos y rebeldes, más subversivos, con el uso del lenguaje, sobre todo, en lo que respecta a la composición y combinación metafórica, es Huidobro. En su poesía podemos apreciar la subversión poética. De ninguna manera el malabarismo metafórico, como cree cierta crítica literaria. La segunda estrofa dice:

 

Al irte dejas una estrella en tu sitio
Dejas caer tus luces como el barco que pasa
Mientras te sigue mi canto embrujado
Como una serpiente fiel y melancólica
Y tú vuelves la cabeza detrás de algún astro

 

 

Cuando se va la amada, no queda el vacío, sino una estrella en su sitio. Estás, de todas maneras, tanto cuando estás presente, así como cuando estás ausente. Cuando estás plenamente, tu presencia mueve el mundo; cuando no estás, queda la estrella que hace girar los planetas. Recurriendo a un lenguaje filosófico, podríamos decir que la metáfora alude a la configuración de una presencia absoluta. Empero, no se trata de filosofía, ni, por lo tanto, de conceptos, sino de composición metafórica y simbólica; la paradoja metafórica presencia/ausencia da lugar a lo que llamaremos devenir amada. La amada no solo se transforma en presencia, en ausencia, oscila, ondulante, entre presencia y ausencia, sino la onda misma de la amada, esté presente o ausente, no deja de ser ella misma, en su vibrante viaje.

 

El amante aparece como una serpiente fiel y melancólica, que sigue el viaje de la amada. Incluso se puede decir que cuando está la amada presente, es como si estuviera ausente, pues vuelves la cabeza detrás de algún astro. Es como decir te amo y me pierdo en este amor justo cuando de distraes. Es la contemplación. El amor contemplativo, el amor romántico. Entonces, nuestra sugerencia interpretativa, es que el Canto II es una alegoría romántica. El poeta define su situación pasional:  

 

Heme aquí perdido entre mares desiertos
Solo como la pluma que se cae de un pájaro en la noche
Heme aquí en una torre de frío
Abrigado del recuerdo de tus labios marítimos
Del recuerdo de tus complacencias y de tu cabellera
Luminosa y desatada como los ríos de la montaña
¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos?
Te pregunto otra vez

 

 

El amor romántico es de padecimiento. El epicentro de este amor arrebatado es la sensación de estar perdido. El amante romántico es como la víctima; es el lugar sensible del padecimiento del amor. El entorno en el que se encuentra es pavoroso; mares desiertos. Esta figura es amortiguada con una nota suave; el amante se siente solo como una pluma que cae de un pájaro en la noche. Antes, en la interpretación del Canto I, hablamos de los fuertes contrastes de la ondulación metafórica, de las cumbres y los valles de la onda misma; ahora, podemos hablar de la suave cadencia, en este caso caída metafórica, en la onda misma. Inmediatamente después el amante se siente en una torre de frío; desde ahí observa o recuerda los labios marítimos de la amada, que lo abrigan. Esta metamorfosis metafórica, este proceso de mutación no es abismal, sino más bien, suave, transicional, por así decirlo. Entonces, corrigiendo nuestras anteriores interpretaciones de Altazor y de la poesía de Huidobro, tendríamos que decir que, no solo acude o despliega metáforas abismales, sino metáforas transicionales

 

Dejando de lado otras figuras de las estrofas, tan sugerentes como las comentadas, nos concentraremos en la pregunta: ¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos? Los ciegos sustituyen el sentido de la vista, que les falta, por el sentido del tacto, que es acrecentado, así como el sentido del oído y del olfato. Las manos de la amada son tan bellas, que solo podrían explicarse por cierta condición, la de la visión, faltante. Aunque la amada no lo sea, lo sugerente de la metáfora es la puesta en escena del contraste, para enaltecer las manos hermosas de la amada. El juego de contrastes en la ondulación metafórica, ya lo habíamos  mencionado en el anterior ensayo; ahora, aparece el contraste como subsumido a enaltecer las encantadoras manos. En este caso, el contraste metafórico no es lo destacable en la figuración, sino que es como un recurso subordinado, mas bien, para destacar no el contraste, sino el apogeo de las manos.

 

El canto a la amada se mueve por una trama metafórica variada; la apoteosis de la mirada, la ausencia solar, la distracción estelar, la pintura maravillosa del cuerpo; en este caso, de parte del cuerpo, las manos. ¿Qué emerge de la trama metafórica como narrativa poética – usando este concepto, provisionalmente, que no compartimos, el de narrativa, para la poesía -, por así decirlo? ¿Emerge una historia de amor – usando forzadamente este otro concepto, el de historia, que tampoco compartimos para la poesía, pues no hay trama ni relato, ni narrativa -, historia expresada en lenguaje metafórico?  ¿O, mas bien, estamos ante una reflexión poética, inherente al mismo canto?  Aclarando nuestra sugerencia interpretativa, diremos que Altazor, el personaje poético del canto, medita sobre su experiencia amorosa. Lo hace metafóricamente. Le recuerda a la amada:

 

Dormido en tu memoria
Te habla por mí el arroyo descubierto
La yerba sobreviviente atada a la aventura
Aventura de luz y sangre de horizonte
Sin más abrigo que una flor que se apaga
Si hay un poco de viento

 

 

Estoy en ti, en tu memoria, hay señales, marcas, signos que te hablan de mí; el arroyo descubierto, la yerba sobreviviente, la aventura de luz y sangre de horizonte. No solo se trata de contemplación romántica de la amada, sino de la certeza amorosa, que se habita los espesores de la amada misma. Por eso, un poco después, le dice que estamos atados. No puedes zafarte.

 

Sin embargo te advierto que estamos cosidos
A la misma estrella
Estamos cosidos por la misma música tendida
De uno a otro
Por la misma sombra gigante agitada como árbol
Seamos ese pedazo de cielo
Ese trozo en que pasa la aventura misteriosa
La aventura del planeta que estalla en pétalos de sueño

 

 

Aquí ya no se define metafóricamente la situación pasional del amante romántico, sino la condición de los amantes. Hay una costura que los une, más que un hilo, una estrella. Cosidos por la música que los atraviesa; por la misma proyección que interrumpe la luz, vibrando como un árbol. La metáfora de la costura, que no es la del destino, sino, mas bien, la del tejido, viene acompañada por la metáfora melódica y podríamos decir la metáfora de los cuerpos unidos, pues son los cuerpos los que proyectan sombra. Estas tres figuraciones definen una concomitancia amorosa en varias dimensiones. La estrofa concluye con el mensaje de aceptación de lo que somos; seamos. Sobre todo, seamos La aventura del planeta que estalla en pétalos de sueño. Seamos, no el destino, no la fatalidad, ni la obligación, sin o la aventura. Además la aventura no restringida a los amantes, sino planetaria. Planeta tan maravilloso que estalla en pétalos de sueño.

 

No se confunda el canto con el despliegue intencional de grandiosidad, la retórica poética para engrandecer el amor singular, de apologizar este romance particular. Se trata, mas bien, de la comprensión de la sincronía de todo, no como destino, sino como simultaneidad afectiva. El poeta puede intuir esta simultaneidad dinámica, expresar esta intuición metafóricamente, si se quiere, comprender y concebir poéticamente la poiesis de la totalidad, donde al amor y el afecto hace de fuerza fundamental de la creación. Puede que nuestra lectura aparezca como exagerada, incluso intencional, como queriendo ligar al poeta al acontecimiento del pensamiento complejo. Toda lectura, desde nuestro presente, conlleva estos peligros e inclinaciones; sin embargo, no hay que olvidar que el acontecimiento poético[2] es ya no solamente pensamiento complejo, si se quiere anticipado, comprensión inmediata, simbólica, metafórica, alegórica, de la complejidad, sino comprensión integral de la complejidad dinámica de la experiencia y la memoria.

 

Hay metáforas intensas de la pertenencia, del uno a la otra, no en el sentido de dominación, sino de compromiso y vivencia; a tal punto, que se crea entornos propios; el de los enamorados o amantes. La atmósfera propia de tu aliento, es un ejemplo. 

 

Tengo una atmósfera propia en tu aliento
La fabulosa seguridad de tu mirada con sus constelaciones íntimas
Con su propio lenguaje de semilla
Tu frente luminosa como un anillo de Dios
Más firme que todo en la flora del cielo
Sin torbellinos de universo que se encabrita
Como un caballo a causa de tu sombra en el aire

Te pregunto otra vez
¿Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos?



 

Altazor respira del aliento de la amada, es su atmósfera propia. Esta metáfora no solo figura un entorno o, si se quiere una esfera, al estilo de Peter Sloterdijk[3], sino un metabolismo, por así decirlo; el aire penetra al cuerpo que respira y vive gracias a esta circulación vital. Esto es, esta pertenencia no solo es de compromiso, sino va más allá; se es parte una misma atmósfera o ciclo climático; se es parte de una misma ecología; se es parte de un metabolismo afectivo.

 

Dejando de lado metáforas que combinan arquetipos simbólicos cósmicos con  arquetipos subjetivos, como aquella figura de la seguridad, y un arquetipo antropomórfico como el de la mirada humana, pero, en este caso, mirada que se traga a las constelaciones como si fuera agujero negro o, de manera simétrica, mirada que reproduce a las constelaciones en la intimidad de los ojos. Para figurar la tranquilidad de la frente luminosa de la amada, el poeta recurre a la figura opuesta a la tranquilidad, de inquietud o agitación; sin torbellinos de universo, como un caballo asustado a causa de la sombra de la amada.  Esta comparación paradójica afirma la calma y el sosiego.  El salto de la configuración de universo a la figura del caballo, nos lleva al juego inherente de lo macro y lo micro. Pues no solo hay simultaneidad dinámica, sino sincronía, en este caso, metafórica.

 

Volviendo al reproche de la exageración, el atribuir a la lectura una interpretación plagada de enfoques contemporáneos, reproche que no negamos, debemos recordar que la interpretación no puede dejar de ser presentista, es decir, efectuada desde un presente. Lo que no le quita su propia autonomía al poema, configurado y escrito en otro presente. Esto exige tener en cuenta el horizonte histórico-cultural de Vicente Huidobro, en dialogo, con el horizonte histórico-cultural de la interpretación que se efectúa, como propone Hans-Georg Gadamer[4]. Lo que significa la fusión de horizontes.

 

Esta exageración hermenéutica tiene un propósito; resaltar la actualidad del canto de Altazor; más que su irradiación, su presente, sumergido en el presente de la interpretación. Hablamos del espesor del presente; este presente de la interpretación está inscrito y atravesado por huellas del pasado. Y la comprensión de este pasado es posible por el desciframiento de las huellas; esto se lo hace con el bagaje que aporta el presente de la interpretación.

 

De todas maneras, como lo aclaramos desde un principio, no pretendemos decir la verdad del canto de Altazor; esta verdad, para nosotros, no existe. Lo que hacemos es una lectura, es decir, refigurar la poesía; en otras palabras, participar del devenir poema, devenir poesía, respirando los climas y atmosferas de sus entramados metafóricos.

 

Volviendo al canto, a donde íbamos es a la repetición de la metáfora que subsume el contraste a la configuración que resalta una particularidad propia de la amada; esta vez los ojos. Altazor le pregunta: ¿Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos? Es como decir que ocurre como si fueses muda tus ojos hablan. Esta configuración que resalta los ojos es como una metáfora de la compensación.

 

En la selección de metáforas que hacemos, vale la pena destacar las que convierten hábitos femeninos en configuración cíclica, del ciclo rotativo de la Tierra; haciendo depender el día de cuando se ata la cabellera y la noche de cuando se desata la cabellera. Estas metáforas son sugerentes e insinuantes; se sugiere cierta rutina en el día y cierta sensualidad en la noche.

 

Sueño en un sueño sumergido
La cabellera que se ata hace el día
La cabellera al desatarse hace la noche
La vida se contempla en el olvido
Sólo viven tus ojos en el mundo
El único sistema planetario sin fatiga
Serena piel anclada en las alturas
Ajena a toda red y estratagema
En su fuerza de luz ensimismada
Detrás de ti la vida siente miedo
Porque eres la profundidad de toda cosa
El mundo deviene majestuoso cuando pasas
Se oyen caer lágrimas del cielo
Y borras en el alma adormecida
La amargura de ser vivo
Hace liviano el orbe en las espaldas

 

 

Hay figuras sorprendentes, ya no por sus abismales contrastes, sino por sus connotaciones extraordinarias; por ejemplo, eso de que La vida se contempla en el olvido. Sabemos que el olvido es una defensa, sino viviríamos atormentados, atrapados en experiencias dolorosas; inolvidables, presentes, no solamente con sus marcas, sus huellas, sus heridas cicatrizadas, sino con todas sus sensaciones padecidas sin desaparecer. Pero, eso de que la vida se contempla en el olvido; olvido, no de la vida, por cierto, sino de la experiencia detallada de la vida. La vida, obviamente no es olvido, sino, mas bien, memoria sensible; la vida olvidándose contempla. La memoria guarda todo, sedimenta, estratifica, empero, se activa selectivamente. Esta metáfora es maravillosa por todas estas connotaciones figurativas. Otra vez, quizás, el reproche de la exagerada hermenéutica, ya no solo desde un presente, sino desde una teoría del presente. Sí, no rechazamos, otra vez, este reproche; pero, lo escrito, escrito está. Lo que escribe el poeta, como también le ocurre al narrador, a toda escritura, se autonomiza; ya no depende de su productor; depende de lo que contiene, de lo que conlleva, de lo que carga.

 

Lo que sigue parece un endiosamiento de la amada; si, pero, no hay que olvidar que puede interpretarse como procedimiento metafórico para enaltecer y destacar a la amada.  Por ejemplo, eso de que solo tus ojos viven en el mundo, acompañado de la reiteración grandilocuente de que se trata del único sistema planetario.  El ensalzamiento se extrema cuando se recita Detrás de ti la vida siente miedo/Porque eres la profundidad de toda cosa. La amada se encuentra más acá y más allá de la vida. Esta exageración figurativa es extrema, ocasionando un bumerang, pues al hacerse divina la amada, paradójicamente se convierte en ajena.

 

Como se puede ver, ya lo anotamos, que estamos ante una proliferación inagotable de formas de metáfora. Se entiende que la teoría de la metáfora haya intentado clasificarlas, ordenado por orígenes o substratos figúrales, agrupando sus arqueologías por su emergencia y génesis, considerando distintos elementos; la tierra, el agua, el aire, el fuego[5]. Esta taxonomía metafórica es útil y apreciable; ayuda mucho en la interpretación; empero, la clasificación, por más detallada, pormenorizada, sigilosa que sea, no abarca, está lejos,  la profusa creatividad metafórica. Quizás sea mejor, sin dejar de ponderar la taxonomía metafórica, atender no tanto a las analogías y diferencias metafóricas, sino a la capacidad producente metafórica, al campo de posibilidades compositivas y combinatorias de la figuración y la configuración metafórica, a su facultad mutante y de transformación figurativa, que hace al devenir proliferante de la poesía.

 

Le sigue una estrofa más terrenal, por así decirlo. El poeta describe la alegría de Altazor, lo hace tan descriptivamente que alude al sonido ocasionado por el viento en los cabellos de la amada. Esta metáfora no es inverosímil, es, mas bien, hiper-realista. Se puede llegar a escuchar el sonido ocasionado por el viento o la brisa que acaricia los cabellos. Es más, el sonido adquiere una tonalidad, como cuando las barcas zozobran y el río arrastra troncos de árbol. Esta analogía, que compone a la metáfora, es sobresaliente, desde la perspectiva de la lectura, pues estamos desnudamente ante lo propio de la metáfora, que nace en la comparación, en la aproximación, jugando a los parecidos; trasladando sentido, transitando significaciones, transformando el sentido mismo.

 

Mi alegría es oír el ruido del viento en tus cabellos
(Reconozco ese ruido desde lejos)
Cuando las barcas zozobran y el río arrastra troncos de árbol
Eres una lámpara de carne en la tormenta
Con los cabellos a todo viento
Tus cabellos donde el sol va a buscar sus mejores sueños
Mi alegría es mirarte en el diván del mundo
Como la mano de una princesa soñolienta
Con tus ojos que evocan un piano de olores
Una bebida de paroxismos
Una flor que está dejando de perfumar
Tus ojos hipnotizan la soledad
Como la rueda que sigue girando después de la catástrofe

 

 

La amada se convierte en la heroína de epopeya. Es el faro encarnado en plena tormenta; guerrera que combate con la cabellera bamboleada por el viento. Cabellera donde el sol se va a aposentar, buscando el regocijo de sus mejores sueños. Este es un nicho metafórico del entramado poético. La poesía se expresa plenamente; el sol descansando en los cabellos de la amada, donde brilla; es ese brillo el que devela el alcance de los sueños del sol. La alegría del poeta no termina, describe la contemplación de manera más detallada; Altazor observa a la amada sentada en el diván del mundo. Después del detalle de las analogías de las metáforas candentes, Altazor le dice a la amada: Tus ojos hipnotizan la soledad/Como la rueda que sigue girando después de la catástrofe. Es como decir, parafraseando a Vincent van Gogh, tus ojos siguen aunque el mundo ya no está.

 

Una frase poética huidobriana típica es cuando se lee: Estoy sentado en el rincón más sensible de tu mirada. Recordemos, por lo menos, una metáfora huidobriana de este estilo; como cuando, en el prefacio, la Virgen le dice a Altazor que mis miradas son un alambre en el horizonte para el descanso de las golondrinas. La metamorfosis y la transformación de sentido en la metáfora tienen que ver con que la mirada, que es una visualización, se transforma en un alambre; transformación acaecida en la plasticidad de la metáfora. En el caso de la frase del Canto II, el asiento de Altazor se transforma en el rincón sensitivo de la mirada de la amada. Alambre y rincón son referencias concretas, pedestres, forman parte de la experiencia de la vida cotidiana; empero, que se trate del alambre donde se aposentan las golondrinas, y en el rincón de la mirada donde se asienta Altazor, es ya el vuelo metafórico de la poesía.

 

 
 

 

Mi gloria está en tus ojos
Vestida del lujo de tus ojos y de su brillo interno
Estoy sentado en el rincón más sensible de tu mirada
Bajo el silencio estático de inmóviles pestañas
Viene saliendo un augurio del fondo de tus ojos
Y un viento de océano ondula tus pupilas

 

 

Anotaremos de la estrofa, lo del viento de océano que ondula en las pupilas de la amada. Esta forma de metáfora es compartida por otros poetas; la transformación metafórica, que supone traslado de sentido, hace que el viento, que es un fenómeno aéreo, adquiera el sentido del oleaje o la marea del mar; además, esta es la transformación inverosímil de la metáfora, que este evento aéreo y marítimo se encuentre en las pupilas de la amada. Es este juego estético, es esta transformación fantástica, lo que caracteriza al imaginario de la poesía.

 

El desenlace, por así decirlo, del Canto II, es jubiloso. Altazor canta:

 

Nada se compara a esa leyenda de semillas que deja tu presencia
A esa voz que busca un astro muerto que volver a la vida
Tu voz hace un imperio en el espacio
Y esa mano que se levanta en ti como si fuera a colgar soles en el aire
Y ese mirar que escribe mundos en el infinito
Y esa cabeza que se dobla para escuchar un murmullo en la eternidad
Y ese pie que es la fiesta de los caminos encadenados.
Y esos párpados donde vienen a vararse las centellas del éter
Y ese beso que hincha la proa de tus labios
Y esa sonrisa como un estandarte al frente de tu vida
Y ese secreto que dirige las mareas de tu pecho
Dormido a la sombra de tus senos

Si tú murieras
Las estrellas a pesar de su lámpara encendida
Perderían el camino
¿Qué sería del universo?

 

La mutación de la metáfora y su metamorfosis, se hace elocuente. La amada se convierte en un acontecimiento agrícola; es también bella alma; es constituyente e instituyente; es cósmica; es profundamente sensible; es como diosa, es sublime; es símbolo de la sensualidad; es alegría permanente; es diosa del océano como si fuera la versión femenina del mito de Poseidón. La finalización del canto es, a la vez, apocalíptico y prometedor. Decir si murieras, qué sería del universo, es convertir a la amada en el epicentro de todo. 

 

Hablaremos, por último, de la vertiginosidad de la metaforización poética. El poema avanza como en una película; la imagen-movimiento y el tiempo-movimiento del cine, parece ser un buen referente para compararlo con la metáfora-movimiento y la memoria-movimiento de la poesía. Las imágenes se suceden rápidamente, los escenarios configurativos cambian, la transformación significativa acontece vertiginosamente. Da la impresión que la clave poética no se encuentra en cada figura, en cada metáfora, en cada composición metafórica, sino en el movimiento mismo de transformación creativa de la poesía.


 

 

 

  
 

 

 

 

 

 
 



[3] Ver de Peter Sloterdijk Esferas; Tomos I, II y III. Siruela.

[4] Ver de Hans-Georg Gadamer Verdad y método. Ediciones Sígueme; Salamanca 1991-92.

[5] Ver de Gastón Bachelard La poética del espacio. Fondo de Cultura Económica; Buenos Aires 2000. Del mismo autor El aire y los sueños. file:///C:/Users/RAUL%20PRADA/Downloads/85085560-11-LIBRO-Bachelard-Gaston-El-aire-y-los-suenos-Ensayo-sobre-la-imaginacion-del-movimiento.pdf. Así como El Agua y los sueños. https://www.uv.mx/blogs/tipmal/files/2016/09/G-BACHELARD-EL-AGUA-Y-LOS-SUE%C3%91OS.pdf. Es aconsejable la lectura de Gaston Bachelard de Psicoanálisis del fuego. https://docs.google.com/file/d/0B_icFRPFaZY2WHFsTjdBUlhKT2s/preview

 

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