Sebastiano Monada soy yo mismo, es el seudónimo que uso para la poesía. Siempre, si se puede hablar así, en verdad desde la moza edad de la pubertad, escribía poesía. Además de apasionarme por la poesía, que consideraba, en ese entonces, como incendiaria, formando parte de las rebeliones humanas, así como de las creaciones, inventoras de mundos, comencé a leer poesía. Si se puede hablar de influencias, creo que, fuera de otros poetas, que formaron parte de mi biblioteca poética, los ejes constitutivos, los referentes y las rutas de los viajes metafóricos y afectivos, fueron principalmente dos poetas, Cesar Vallejo y Federico García Lorca.
¿Por qué decidí usar seudónimo? Nunca había publicado poesía, salvo una vez, cuando dedique un poema, afectado por su muerte y asesinato de mi amigo, Edmundo Salazar; aunque también polemista en el debate político e ideológico universitario, cuando éramos dirigentes estudiantiles. Lo publicó el periódico Hoy, que ya no existe, en su página literaria. El encargado, no sé si de recepción o del semanario, me pidió el carnet de identidad. Salió el poema, llamativamente con el número de mi carnet de identidad, la fotocopia del carnet, acompañando al poema. No sé por qué se publicó de esta manera. Resultaba chocante ver en la hoja del semanario el poema y, al lado, la fotocopia impresa, junto a la presentación de poema. Fueron los narcos, de ese entonces, que decidieron matar a Salazar, que junto a Roger Cortez, hacían las denuncias y el seguimiento a este negocio tan rentable, que sus excesivas ganancias se consideran superiores a la vida misma. ¿Era una manera de mostrar que el periódico no estaba comprometido con lo que se expresaba en el texto? Pero, era un poema. Me fue difícil entender este hecho anecdótico. Aquella vez, entonces, se publicó un poema con mi nombre.
De los poemas que escribí, todo un folder de papeles mecanografiados, los tuvo en sus manos mi amigo Carlos Saravia. Le gustaban los poemas o, quizás, los uso para conquistar a una joven. No estoy seguro, pero era capaz de hacer esto. Incluso fue capaz de perder mis poemas. Después armé otro folder de poemas, parte de ellos los escribí en París, cuando estudiaba literatura en lo que se llamaba la Sorbona, que ahora se denomina Paris I. Este poemario tampoco se publicó. No estaba seguro de hacerlo. Al retornar al país abruptamente, provocando el enojo de mi padre, con justificada razón, debido a un arranque romántico de entrega a “lucha revolucionaria”, ocasionado por la Masacre del Valle, ya me encontraba atraído más por el compromiso militante, además de haberme convertido al marxismo. Dejé la poesía por el marxismo; algo de que me arrepiento, pues había abandonado la disposición creativa que es la poiesis, sustituyéndola por una pretensión revolucionaria, en la que, en determinados momentos, intensos, se crea, sí, transformaciones materiales, que pueden considerarse actos poéticos, además de actos heroicos. No ocurre todo el tiempo este acontecimiento, que se suspende sobre la historia, según interpretación de Walter Benjamín. El problema es que los “revolucionarios” institucionalizan la revolución; al hacerlo la finalizan, la concluyen, comportándose como verdaderos termidores. Por otra parte, los marxistas convirtieron a Marx en un Moisés, a sus escritos en las sagradas escrituras, al marxismo en una religión, conformando una proliferación de iglesias, con sus nuevos sacerdotes. Con esto momificaban, que es una manera ceremonial de matar lo atractivo que tenía Marx y, para distinguir, el marxianismo. Tardé en comprender que todo esto no era otra cosa que otros juegos de poder, además de una forma paradójica de preservar el círculo vicioso del poder. Estas son las razones principales por las que me arrepiento haber abandonado la poesía.
Después de un tiempo, con otro retorno, esta vez a la adolescencia intempestiva de los dieciséis años, cuando era anarquista, cuando con mi amigo Tano Rossell, salimos con soberbias banderas negras, un primero de mayo, y gritamos con los trabajadores que marchaban ¡los obreros al poder!, derribando a la dictadura militar de entonces, por lo menos, en ese corto lapso entusiasta, que duró la concentración de la marcha, en la plaza San Francisco. En ese recortado y concentrado espacio, ocupado, en la iglesia de piedra, por los monjes descalzos, los franciscanos, y, en la plaza, por el proletariado insomne, conmemorando a los asesinados anarquistas en Chicago. Aunque la derribamos en esa atmósfera incandescente de las ilusiones, que emanan de la piel rebelada, nos hizo felices ese instante, anclado en su eternidad sensible. En el transcurso de este retorno, pude combinarlo con el retorno a la poesía; por lo menos como intento. Por eso, he vuelto a este acontecimiento, que denominé, en un ensayo sobre la poesía de Cesar Vallejo, la de Poemas humanos, la subversión de los órganos[1].
Ahora bien, no quise usar mi nombre oficial, institucionalizado, por el Estado, no tanto por anarquista, sino porque no quería afectar a la predisposición poética con la presencia del veterano teórico crítico, que es como, de alguna manera, me conocen. No quería volver a afectar la oportunidad no solo de leer poesía, de vivirla intensamente, transformándome al leerla, sino de darme la oportunidad de volver a escribir. Bueno, no era seguro que vuelva a escribir poesía, proyectaba darme la oportunidad de escribir prosa, literatura, en una novela. No estaba claro este proyecto, tampoco lo está ahora. Lo único claro, al respecto, era mi certeza, por cierto no sustentada, salvo por la convicción de haber llegado a esa conclusión, a ese aprendizaje, de considerar que hay que escribir una novela cuando se ha vivido plenamente, cuando se tiene que hendir en las huellas de la escritura el repaso de las tramas de las huellas de la experiencia inscritas en el cuerpo. En todo caso, fue una casualidad que haya vuelto a escribir poesía. La culpable de que haya ocurrido esta casualidad, en la que me atreví a escribir nuevamente poesía, es Carla Roca Ortiz, quien, en una conversación virtual, me pidió que la describa. Me mandó unas fotografías, después yo, conseguí otras, sin su permiso, en el internet. Comencé entonces a describirla. Sorprendentemente, no use la prosa, sino la metáfora poética. Todo esto acaeció sin que me dé cuenta. Tengo que agradecerle entonces a Carla Roca por haber provocado una casualidad creativa.
Otra razón por la que decidí usar el seudónimo es porque no estaba seguro si mi poesía era algo logrado, acabado, realizado como poesía. Aunque no haya sido la principal razón, también esta duda motivó la inclinación a usar el seudónimo. Al final terminé publicando poemarios en el internet. Al momento tengo cuatro poemarios, Poemario del retorno, Poemario de amor, Residencia en el presente y Corporeidades intensas. Comencé publicando el poemario dedicado a Carla, Poemario de amor, después seguí con el Poemario del retorno y así sucesivamente. Estas publicaciones, sobre todo la primera, provocaron observaciones irónicas, no reclamos, que me ponían en figurillas, pues no sabía explicar; no debido a que quisiera justificar algo, sino porque tampoco me explicaba a mí mismo lo que había pasado. La que fue mi pareja, en un tiempo intenso, Rosario Aquim Chávez, y es, ahora, mi amiga entrañable, la compañera que me entiende, a pesar que muchas veces, la mayor parte, soy inentendible, hizo bromas sobre que no le dediqué poemas a ella y después las dedicó, en avanzada edad, a otra persona. No me acuerdo, exactamente, si no le dediqué ningún poema a Rosario; pero, ahí quedó la verdad, encerrada en la anécdota de una broma, que me desnudaba. Recuerdo que dediqué poemas a Enriqueta Alzérreca Barbery, quien fue en vida mi esposa; sin embargo, nuca los publiqué. Cuando falleció en 1992, se publicó un pequeño fragmento de un poema escrito en la triste ocasión de su fallecimiento, recordando sus voladores ojos celestes y su mirada viajera prendida en las ramas del árbol, como brisa atrapada en sus redes vegetales; era un eucalipto, que estaba frente a la ventana de nuestra casa.
Eso sería, en lo que respecta a las publicaciones de mis poemas. Sin embargo, todo esto no le quita ningún mérito a la situación afectiva, de apertura sensible, abriendo los poros sensitivos de la piel, por la presencia de Carla, en un momento de desplazamientos experimentados por mí. Aunque nuestra relación haya sido solo virtual.
El poemario que presento, Alboradas crepusculares, es un compendio de poemas dedicados, que se encuentran en el Poemario del Retorno y Residencia en el presente. Lo hago no solo por el motivo de las dedicatorias, sino también porque cuando los volví a leer encontré la desbordante explosión de la influencia de Cesar Vallejo; faltaba la rítmica, nómada, gitana, así mismo exuberante, influencia de Federico García Lorca. Mi otro eje constitutivo poético. En ese momento, y ahora, me encontraba, y me encuentro, retomando mis lecturas, sobre todo la memorización, de poemas que acostumbraba a recitar para los amigos. Al volver a leer los poemas dedicados, me di cuenta que le faltaban musicalidad; entonces hice una segunda versión, acompañados, ahora por la musicalidad garcía-lorquiana.
Entonces presento este poemario, dedicado a entrañables trayectorias de vida, que afectaron a mi propia trayectoria.
Raúl Prada Alcoreza
Cuqui-apu; agosto de 2015.
Cuando se existe
Manera señera
Posible de hacerlo
Plenamente
Al instante
Entregando el cuerpo
Concavidad dilatada
Eternamente
Las calles cenicientas se colmaron
De muchedumbres de viento
Marejadas de movimientos
Somáticos, humanos
De multitudes frenéticas
Dibujando itinerarios inquietos
Surcadores del espacio hueco
Del insomnio metropolitano
Desde de la ciudad en reciedumbre
Emerge hermenéutica inmanente
Populosa y erudita
Como vestida de fiesta
De las memorias de la piel
Canta su historia rebelde
Sedimentada en lo profundo
De la espesa tierra insurrecta
De su elogio concupiscente
Entrañas mismas del acaecimiento
Esta emanación se desplegó
Propagándose en el aura
Transmutando al aspirarla
Hasta el impenetrable recodo
Hasta los pigmentos mismos
De las moradas dormidas
De las edificaciones congregadas
En su turbación tejida
Por huellas de sitios indígenas
Hasta el discernimiento mismo
De las entidades iluminadas
Categóricas y fulminantes miradas
De hogueras encendidas
Encontrándose los ojos
Como gaviotas viajeras
Colosal hendidura abierta
Forjada a bramidos de protesta
Atmósfera enardecida
Descubriendo insondable
Soledad secuestradora
Certezas vulnerables,
Población de ilusiones
Espacio-tiempo diseminándose
Como huida de rebaños acosados
Tejidos por coros de awayos
Afincado en su fugacidad
Esbelta de vicuñas
Universo esparcido por los sueños
De barcos en naufragio
Y alejado de sí mismo como olvido
Preludio explosivo
Intuición insondable
Acción multitudinaria
Al alcance de la mano
Presente ocupado por las masas
Multitudes victoriosas
Ya en su forma de sublevarse
Compactos poblacionales efluvios
Ya en sus devociones acuosas
De fervores atesorados
Diluvio hídrico de gestos tumultuosos
Ahogando la metrópoli enmudecida
Petrificada en su asombro
Acontecimiento impoluto
En su despliegue plebeyo
Surgido de los bordes brumosos
Del mismo interior turbulento
De la hoyada perturbada
Bramido de toro simultáneo
Emergido de todas partes
Juntándose en laberintos
Convirtiéndose en tempestades
De multitudes barrocas
En una gigantesca serpiente alada
Ora sobrevolando la urbe
De Chuqui-apu
Ora moviéndose ondulante
En las calles adoquinadas con pasiones
De fósiles amantes refugiados
En quimeras encapsuladas en piedras
Ora rugiendo como dragón enfurecido
Ora arrojando fuego de palabras acullicadas
Flamas de canciones emotivas
Heridas inscritas en la carne
Las multitudes escriben
Sus pasos acompasados
Sus ropas multicolores,
Ropas raídas, arrugadas
Por días no planchados
Ropas apegadas a los cuerpos
Absorbiendo el sudor intenso
De los ánimos viajeros
De los animus masculinos
Desprendiendo coraje
De las ánimas femeninas
Desprendiendo ensoñaciones
Ánimos inventores
De placeres navegantes
Insoldables como deleites de espasmo
De horizontes ambulantes
Nómadas guerreros aboliendo fronteras
Gramática de las multitudes
Escritura del leguaje más antiguo
Idioma rítmico
Gesto corporal
Enfrentaron con sus rostros al tiempo
Enfrentaron con sus pechos a la realidad
Enfrentaron con su sangre al poder
Enfrentaron con su presente intenso
Todo el pasado de oprobio
Enfrentaron con sus alegrías
Todas las tristezas guardadas
Enfrentaron la historia
Con sus manos rudas
Emergiendo lo imposible
Utopía insistentemente perseguida
Por el eterno retorno de la rebelión
De la matriz de los posibles
Preñado eterno amanecer romántico
Creación heroica de los sublevados
De la tierra
Cuando esto pasa
Cuando los hombres y mujeres
De la tierra
Se amotinan
Con las armas de sus órganos
Con la sangre circulante
Con el argumento inmenso
Esférico
Altisonante
De sus pasiones
Espesor carnal
De sus ideas
Éxodo, caosmosis detenido
Vuelven las constelaciones
Sobre sus propios pasos
Desandando el laberinto
Lejanías contraídas
En su grito inicial
Incalculable gravedad atraída
De las emociones
Herida abierta en la desolación viajera
Donde brota la secreción oculta
Del vacío
Lluvia de lágrimas astrales rociando
Caravanas abrumadas de olvidos
Sobre los cuerpos exaltados
De los y las combatientes
Cuerpos constituyentes rebelados
Contra las escrituras estatales
Nada está transcrito
Todo se narra de nuevo
Extraños recorridos se tejen
Hilos de hebra emotiva
De las movilizaciones expelida
A corajes y fuegos fundiendo la arcilla
Los representantes
De la potencia social
Congregados en la ciudad
De los cuatro nombres
Ciudad blanca, de la Plata,
Charcas y Sucre
El nombre del libertador encarnado
Por decisión institucional culpable
En la urbe del valle habitado
Por nostalgias señoriales
Consternación de los siglos encomendados
Por los caudillos letrados
Tablas del nuevo Estado redactadas
En anhelantes rebeldes cabildos
Descifrando las tramas compuestas
Subversión de la praxis
Fueron dieciséis meses largos,
Intensos en sus deslizamientos
De glaciales en deshielo
En sus quiebres súbitos y dramáticos
Empujados a la agonía repentina
De la Asamblea Constituyente
Opuesta simétricamente
A Asamblea inaugural
De la república perdida
Entre las montañas colosales
De la cordillera poblada de conceptos
En la meditación insomne del Altiplano
Como amauta dormido
En la exuberante sensualidad de los trópicos
Promiscuos en sus trémulos entrelazamientos
De su vegetación intrépida
En los desparramados llanos interminables
Desplegando sus torsos y piernas exuberantes
Sus cabelleras largas de frutales
Y hojas medicinales
Recorridos por acuáticos pensamientos
Brotando en las atrevidas cumbres
Resbalando estrepitosamente
Por las quebradas laceradas
Descendiendo copiosos
Como vasijas desbordas de chicha
Hasta los valles fértiles
Internándose por la boscosa Amazonia,
Barroca y selvática
Para entregar sus relatos
Al océano de un azul cálido
Apaciguado por las caricias
De los vientos plateados de peces
Hombres y mujeres devenidos
De todos los cobijos
Investidos por sus historias locales,
Por sus memorias territoriales
Visibles de reconocimientos
Conquistados a golpes de martillos
Cantando sobre los yunques de hierro
Y brocas mineras de los socavones
Autoconciencias sonámbulas y dramáticas
Múltiples disonancias colectivas
Las lenguas del país se encararon
Confluyendo en su exégesis
Disertante de anacrónicas vestimentas
El país concurrió al encuentro
En su pluralidad diversa
Contrastes heterogéneos, dicotómicos
Saberes regionales,
Erudiciones urbanas y rurales
Estos hombres y mujeres
Protagonistas históricos entregaron
Todo el vigor de sus cuerpos
No tenían otra posesión a mano
Para responder al desafío delegado
Por las multitudes insomnes
Se amaron y se odiaron,
Se interpelaron, acusándose
Retomando la memoria oral
Transmitida por los padres y los abuelos
Peleando unos por retener la diseminación
Del cronograma añejo
Heredado de patriarcas otoñales
La muerte de los relojes
Peleando los más por enterrar al tiempo
Invento conquistador de las carabelas
Concibiendo en vez
Una sinfonía temeraria
Compuesta en un pentagrama
De varias capas
En Sucre quedó depositado
El ajayu de cada quien
La capital quedó marcada para siempre
Por la presencia tenaz
De estos delegados de los rincones
Y los territorios de espesores simbólicos
Estos hombres y mujeres
Quedaron marcados para siempre
Esta experiencia constituyente
Cuántas veces chorrearon lágrimas
Como tormentas incomprensibles
Cuántas veces estuvieron cerca
De golpearse
Enemigos jurados a muerte
Cuántas veces terminaron abrazándose
Amigos intempestivos de repente
Cuántas se vieron en las calles
De esa ciudad blanca
Ciudad albergue
De muchedumbres solitarias
Cuántas veces ya ahora
Recuerdan ese lapso crucial
En cualquier momento inesperado
De nostalgias desempolvadas
La mayoría hegemonizó la ocupación
Del espacio deliberativo
Impuso su presencia cobriza,
Sus leguajes plebeyos,
Sus modales rústicos,
Sus idiomas nativos
Las mujeres de trenzas largas
Como la memoria sideral
Hablaron primero
Narrando medio milenio de colonialidad
Mujeres recias, apasionadas, guerreras
Hermosas como la noche refulgente
Robustas en el trabajo del campo,
En la pelea, en la palabra presente
Después hablaron los hombres
De sombrero anacrónico
De ala ancha
Reteniendo en la perennidad la moda
De la década de los veinte
Hablaron asombrados de ser escuchados
Hablaron a punto del llanto
Apoyando la versión refulgente
De las mama t’allas
Hablaron ambos interminablemente
Como cascadas eternas de la cordillera
Convirtiendo a las palabras
En serpientes aladas
En serpientes luminosas
Estos hombres y mujeres
Substrato emotivo desafiante
De la inscripción de las letras
A compulsión de briosas fuerzas
En el texto inaugural
Del horizonte abierto
Han pasado años desde entonces
Su aliento quedó en Charcas
Removiendo la atmósfera incandescente
De los recuerdos
Su soplo ansioso
Brotado del remolino afectuoso
De los recurrentes climas curvados
Quedará allí para siempre
Virtualidad de una memoria
Construida con el escultor cincel
De las pasiones de plata y estaño
Y petróleo conjugado
De las rocosas experiencias
Sin signos ni nombres
Parte de sus vidas fue derramada
En la escritura del texto partero
No se puede interpretar la Constitución
Sin descifrar estos alientos al tropel
Hálitos emotivos de canciones desparramadas
En el reverberar de ciclos corporales
Ajayus desprendidos alegremente
Como mariposas en primavera
Sin interpretar asiduos
Las constelaciones del lenguaje
A partir de la vida derramada
Construcción del pacto político
Inédita trama dramática
En el estupor de los siglos
No se puede entender el texto inicial
Sin empeñarse en descifrar
Como artista musical
Las eclosiones corporales,
Los desgarramientos sentidos
No es posible entender la gramática
De agudo estaño
Transferencia mineral y somática
A las lechosas hojas
Donde quedó rasgada
La pronunciación normativa
Primordial, anterior a las leyes
Por eso es conveniente preguntarse
Antes de leer
No qué conceptos,
Sino qué pasiones
Plasmaron su huella
Si algún día
Se hace posible construir la utopía
Bosquejada en la Constitución
Se lo hará sobre el substrato
Arcaico de los volcanes
De este espesor de pasiones y vidas
Congregadas para escribir
La narrativa de un nuevo comienzo
Conocí a Marcelo
Una noche curvada en la memoria
Del espejo cóncavo de la ciudad dormida
Donde se repite como sueño de estrellas
Y luces navegantes de tramas de abuelas
Como silenciosos barcos fantasmas
Olvidados en sus lejanos puertos
De silueta espigada
Como tallo radiante de maíz
En los copiosos sembradíos vallunos
De ojos resplandecientes
Como uvas de viñedo tinto
Semblante destacado
Como renacentista pintura
Orador prodigioso,
Como ninguno
Escultor de enunciados convocantes
Como capturados acogedores paisajes
Por cuadros de minuciosos pintores
De museos otoñales
Cuadros de bosques tumultuosos
Sonámbulos arboles vespertinos
De tímidas ramas verdes
Como el agua del atardecer
Y brisas de luces amarillas
Dejando fluir volcánicamente
El entrañable vigor del lenguaje
La interpelación tajante
Devenida del aquelarre rebelde
De las dramáticas contiendas
Lúcida convocatoria al pueblo,
Desde el tejido de vetas minerales
Y el tegumento de fósiles licuados
Al calor de las brasas
Convocando al arqueológico país
Rumiante de su interior
Huérfano y mediterráneo
Encajonado en sus montañas
Sin embargo, de intuición oceánica
Adivinando los acontecimientos territoriales
Diversos en sus espesores corporales
De entramadas corrientes vitales
De florestas, de ríos y de rocas
Ciclos de vientos, de lluvias y de cosechas
Haciendo substrato de recónditas pasiones
Contenidas en melancólicas composiciones
Canciones y romances corporales
Una noche clandestina
Alumbrada por la luna plateada
Y las luces de la ciudad emboscada
Por el oleaje lerdo de las montañas
Enjambre de luciérnagas de la hoyada
Donde como pequeñas dunas nocturnas
Del altiplánico desierto de fina arena
Se congregaron dirigentes campesinos
De mirar fijo y pómulos relucientes
Líderes mineros
De nombres célebres
En una casa cobijo
De ilusiones en acuarela pintadas
En un hogar inaugural
De recién casados
Allí refugiados los hombres cobrizos
Viejos militantes curtidos
En el transcurso de embates
Como oráculos hablaron
Escuchó atentamente a todos
Queriéndolos en sus voces
En sus modales plebeyos
Habló reposadamente
Como vuelo sigiloso de búho
Depositando su versión en la mesa
Reflexionada en el rumor transparente
De su cuerpo ágil y musical
Concluyendo como saeta lanzada
En la importancia de la vanguardia
Complicidad ardiente,
Aglomeración multitudinaria,
Empatía de certezas hendidas
En la piel y en la carne magullada
Nacidas en la intuición subversiva
En su mirar viajero
Cosmopolita audaz
Y lugareño inquieto
Mirada de largo vuelo
Hablaba convincente
Orador esculpido por cinceles letrados
Decía, descifrando espesas experiencias
Liberarnos de la opresión del imperio
Logrando una democracia luminosa
Pueblo insomne creador de Asambleas
Colectividad deliberativa y gobernante
Participando múltiple en la construcción
De la artesana decisión
Pedagogía colectiva
Hablaba con la cadencia de las aguas
Cristalinas de los ríos resueltos
Recuperar nuestros recursos despojados
Por manos extranjeras capturados
Nacionalizar el gobierno y el Estado
Eran las consignas empuñadas
Por un combatiente imperturbable
Salvaguardia de los arcanos del subsuelo
Su conducta y su palabra franca
Afable e intempestiva a la vez
Su devoción guerrera
Por la constancia y tenacidad
Su consagración fervorosa a la causa
Romanticismo encarnado, inscrito
Como poema humano de Cesar Vallejo
Llegó a seducir al proletariado cobrizo
De manos rigurosas,
Semblantes bronceados,
Pómulos destacados
Llevando en la boca el bolo del acullico
Conexión con la mancapacha
Profundidad insondable
Como océano habitado por sueños
De combatientes anónimos
Enterrados en las trincheras tristes
De la guerra del chaco
Y secretos míticos guardados
Donde duerme la memoria del planeta
Rutilante en sus rítmicas órbitas
Como estallidos del último naufragio
Donde el proletariado insomne
Marcha en el crepuscular horizonte
Como si fuese multitud desvelada
De erguidos centauros nómadas
Avanzando estoicos sin detenerse
Proletariado nómada
Ya formado en dilatadas
Inquebrantables luchas
Enjuició a dictadores
Poniéndolos como corresponde
En el banquillo de los acusados
Puso en evidencia
Sus ultrajes a la patria
Sus corrosiones vernáculas
Su violencia descomunal
Su sometimiento al extranjero
Sus ligeras e inauditas concesiones
De lo público y lo común
De los recursos agobiados
Tratados como trastos sin valor
Íntimos minerales despojados
De fulgurante vida
Entregados como desperdicios
A la angurria privada de los consorcios
Siendo pertenencia del pueblo
Y de los hijos de sus hijos
No le podían dispensar su osadía
Su raigambre manifiesto
Y amor al terruño de todos
No podían aceptar
Su integridad invulnerable
Ciertamente contrastante
Con sus ignominiosas conductas
No podían escuchar su voz aguda
Su elocuencia erudita
Su interpelación certera
Lo asesinaron
Obligándolo a morir
Como dice Cesar Vallejo
Matando al hombre,
Al esposo,
Al hijo
Al escritor,
Al artista,
Al combatiente
Cuando andaba cerca ya de todo
Según sentencia el poema
Tramaron su muerte
Desde su recóndito encono
Furia de patrones señoriales
Y de oficiales crueles,
De gendarmes
Y patriarcas otoñales
Aprovecharon rapaces al acecho
La eventualidad premeditada
De una reunión intempestiva
De la legendaria Central Obrera
Defensa improvisada a torbellinos
De inagotables esfuerzos
De la democracia confinada
Contra el golpe militar perpetrado
Lo hirieron de muerte
Clavando en su cuerpo varonil
La metralla implacable
Verdugos a sueldo
Sin máscara ni capucha
Se lo llevaron al Cuartel General
Teatro de operaciones de los motines
De los gobiernos de facto
Sostenidos en trémula complicidad
Por bayonetas caladas
Agonizando como caballo malherido
Contemplando el resplandeciente cielo paceño
Con ojos brillantes como la luna
Preguntando a la concavidad celeste
Lo arrebataron ante la mirada estupefacta
De los compañeros leales
Hasta la muerte
Carlos Flores, dirigente estudiantil
Interpuso su cuerpo entero
Como eclipse de sol o de luna
Arriesgándolo todo valientemente
Para siempre
Una mañana paceña orillando el medio día
Recibió también la inclemente metralla
Quedando tendido mortalmente
En la eternidad del instante
A la hora del fuego, al año del balazo
Como a Pedro Rojas
Solía escribir con su dedo grande en el aire
¡Vivan los compañeros!
Quedando su sueño acostado en la piedra
Forjada por parábolas perpetúas
Deslumbrantes alboradas y crepúsculos
Acumuladas en la dureza esférica
De la azulada tierra
Acostado para siempre
En la acera ensombrecida del Prado
Dejando el cadáver lleno de mundo de Carlos
Se llevaron a Marcelo
Para descargar su furia y sus miedos atroces
En el cuerpo martirizado del héroe
No encontramos ni sus huesos
Tampoco su sombra memorable
Ni sus vestigios perdurables
Ni su huella inscrita en el aire acongojado
Hasta ahora
Nadie responde por el crimen
Nadie responde por la sangre derramada
Romance sacrificado de la muerte
Un silencio cómplice de gatos pardos
Encubre la medrosa hazaña
Amparados los homicidas
Por las componendas furtivas
De los cuarteles con el Palacio quemado
Amparados los lóbregos verdugos
Impávidos meticulosos torturadores
Por una tutela prolífica en demagogias
Sólo nos queda
Recordarlo en su gramática fecunda
Encontrándolo de nuevo
En su pasión por el substrato
De espesor mineral
De nuestra procedencia
Prosiguiendo su arquetipo
Inscrito como huella perdurable
La abnegación vehemente
La perseverante interpelación
A las máscaras del poder
Y a sus ocultos talantes mordaces
Continuando su lucha
Por los recursos vitales
Sin creer en la retórica populista
Presunción embustera
De la nacionalización efectuada
Cuando dejaron en el camino
Su consumación venidera
Recordar a Marcelo
Su rostro anguloso desafiante impulsivo
Su mirada escrutadora
Navegante conceptual
Su manera afable de dirigirse
A los compañeros de combate
Sus gestos audaces,
Sus rasgos inscritos
En el rostro expresivo
Gramática de sensaciones volátiles
Trama de la narración dramática
de nuestra historia insurrecta
Fue en el café universitario
Donde nos conocimos
En tiempos aciagos como condenas
Sembrados en surcos por derrotas
De ciudades ocupadas por cuarteles
Como periodos de persistente sequía
Persecuciones repentinas
Y cárceles desbordadas
Cuando los gobiernos de turno
Se sostenían forzadamente
Sobre el tumulto helado
De las bayonetas caladas
Hablabas recordando soñadoramente
A los oradores de plazas
Con voz aguda y timbrada,
Sonido de violín fino
En las Cuatro estaciones de Vivaldi
Argumentabas recordando
Al filósofo implacable del ágora
Destructor de ateridas certezas
Desde los libros desentrañados
Con la avidez de alquimista
Descifrador de signos encriptados
En incansable hermenéutica
De la huesuda coyuntura
Desde la historia asumida
Como memoria insondable
Ecos reiterados de las cavernas
Memoria a-gramática de los cuerpos
Expuestos y vulnerables
Inscripción de huellas lejanas
Herencia de siglos de luchas
De los condenados de la tierra
Me conmovió tu pasión,
Tú entrega fogosa
Como brasa, volcán incandescente
Precipitada proliferante por los suelos
A cada fonación entonada
De las palabras amotinadas,
Analíticas, como filudas agujas
De costureras minuciosas
Artesanas de vestimentas viajeras
Que por siglos perduran desafiando
A la conspiración del tiempo y del olvido
Críticas, como ráfagas de relámpagos
Que iluminan el corazón de la oscuridad
Alumbrando la pluralidad escondida
En las entrañas de la concavidad nocturna
Parecías estar hablando desde tu ímpetu
A los nostálgicos moradores eternos
De las remembranzas vespertinas
A las revueltas intempestivas
Como sueños de vírgenes deseadas
De las asonadas incesantes
Te estimo tal como eres
En tu intrepidez soñadora
En tu fe en los libros heterodoxos
En los tenaces albañiles de ideales
Como castores de diques inmensos
Represas acumulando el agua cristalina
De los brillantes ríos turbulentos
Convocados para bañar con sueños
El cuerpo emancipado de la nación insurrecta
Del discurso efervescente nacional-popular
De Sergio, figura solitaria escrutadora
Del drama del estaño y del petróleo
Escritor del réquiem para una república
El investigador sin sueldo
Al servicio de la patria
Defensor de los recursos naturales
Guerrero de la soberanía ultrajada
Eres el militante absoluto
Entregado a la causa emancipatoria
Tus huesos están para eso
Tus sangres,
Tus órganos,
Tus conceptos
Están dispuestos
Para el combate
No hay otro sentido en el universo
Sino el dado por la rebelión
La libertad de evadirse
De toda captura institucional
Me regalaste la Esperanza de Malraux
Estaba ahí la narración espesa
Del acontecimiento pasional
De un pueblo indomable
Escrito como novela reveladora
De la orbital aventura humana
Por un aviador bombardero
Por un novelista de las revoluciones
Por un espíritu galo aventurero
Defensor de la república desgarrada
Debatiéndose entre la libertad total
Y el fascismo patriarcal sacerdotal
De los herederos terratenientes
De las exigentes iglesias,
De las fraternidades masculinas
Debatiéndose la libertad de manantial
Pregonada en laboriosa textura
De exposiciones lúcidas como el amanecer
Depositándose en montañas todavía dormidas
Y en llanuras y valles destapados
Por las caricias de luces fulgurantes
Como coros de golondrinas tumultuosas
Exposiciones fogosas convocantes
Por las comunidades anarquistas
Entre la continuidad
De la democracia formal
O el desborde creativo
De las pasiones ibéricas
Una vez,
Apoyando a Marcelo
Con un colectivo reunido
En la encrucijada de recorridos
De jóvenes experiencias clandestinas
Blandiendo un periódico llamado Pututu
Intrépido vocero de lucha
En la reflexiva explanada andina
Rodeada por los rugosos nudos
De la estruendosa vasta cordillera
Osada desafiante del cielo celeste
Desnudo abierto a los susurros insinuantes
De poblacionales libidinosas luces
Subimos en grupo rebelde
A la ciudad migrante de El Alto
Llevamos cinco centenares de ejemplares
Volaron como tropel de palomas
En azulada bóveda abierta
Te subiste con agilidad felina
A una caja de madera de manzanas
Desde allí hablaste, orador romántico
Como en películas de Bernardo Bertolucci
Sin pretender ningún protagonismo
Era tu circulante pasión
Por los acontecimientos repentinos
Inaugurando nacientes épocas
Con la palabra intempestiva
Con el gesto arronjado
Mitos de los rebeldes iconoclastas
Como si la historia respondiera
A la apoteosis de la plebe
Al corazón vehemente de los poetas
Como si la historia emergiera
De los poros sedientos
Emanación embriagante de ansiedades
Surgiera de la piel lisa
Efluvio creador de atmósferas
Y climas libertarios
Nunca dejaste de exponer febrilmente
Entregando el cuerpo en cada frase
Cimbreante, como serpiente alada
Sacando generoso la voz erudita
Desde el fondo vital
De las entrañas metálicas
Despejando la pálida niebla
Como radiante antorcha luminosa
Como luz incandescente y matutina
De las entrelazadas tramas humanas
Nunca dejaste de ser militante total
De creer en la fuerza de las multitudes
Del desvelado proletariado nómada
De las comunidades ancestrales
Nunca dejaste de confiar
En el ímpetu evocativo transparente
De las palabras sinceras
Nunca dejaste de ser la consagración
Cíclica de la revuelta
Hay pocos como tú
Otros se creen predestinados a dirigir
Como caudillos imaginados
Y mandar como autoridades ungidas
Convierten a la revolución en la peregrina
Idea del poder crepuscular
Convierten las luchas de las multitudes
La victoria de los pueblos amotinados
En un antecedente impetuoso
Del chirriante Estado renovado
Propagan el poder en decadencia
En vez de destruirlo
Hablan como burócratas o demagogos
Justifican todas las infamias
Con argumentos realistas
Minimizan el drama
Recurrente de las contradicciones
Evidentes como las piedras quietas
De los incesantes ríos cristalinos
Callan los inocultables contrastes
Perfiles adversos dibujados
A la luz ineludible del medio día
Entre el paradigma y la realidad
Hacen denodados esfuerzos
Por convencer a pesar de la discrepancia
Entre la voz de montaje y la acción reiterada
De las dominaciones de siempre
El discurso burócrata dice
Está en marcha la revolución
Solo los ciegos no pueden verla
Solo los conspiradores la niegan
Solo los renegados critican
Estos pragmáticos no tardan en repetir
La ruta serpenteante de la decadencia
De las renovadas castas dominantes
No tardan en mostrar las mismas conductas
Dibujadas por premonitorias manos
De los últimos chamanes
Figurando el derrumbe ético y moral
De los gobernantes perpetuados
Condena de la Ley escrita
Por los vencedores
Obligados a actuar
Siguiendo el libreto
Trama redactada como copia
Desde la antigüedad despótica
Por las hilanderas de la luna
Tragedia mitológica transferida
Drama trivial del dominio
Deseo fálico
De los estériles
Temerosos de la potencia social
Del debate generoso y controversial
De la polémica recíproca del pueblo
Monjes melindrosos escudándose
En la representación austera
Ficción dramática moderna
De la encomienda de consentimientos
Como musgos adheridos a los troncos
O alambradas oxidadas de púas
Impidiendo por ocupación burócrata
El autogobierno de la sociedad
Fabula imaginando la infancia
Imborrable del público
Haciéndolo eternamente dependiente
De patriarcas otoñales
Guerrero constante
No dejas de movilizarte
De formar gacetas de reyerta
Conformar grupos activistas
Componer minucioso, artesano ácrata
Como los escritores de manuscritos
Del pródigo siglo de las luces
Tienes una versión escrutadora
De la formación boliviana
Lucidez demoledora de narrativas oficiales
Destructora de viejos escudos
Desveladora de máscaras de carnaval
De las festividades burlescas
De la pretensiosa política oficial
De ostentaciones aparatosas
Te gusta ir a la nuez
De los problemas
A partir de ese núcleo
Construir un relato propicio
Dispositivo de batalla
Lo importante de la teoría
No es tanto su verificación
Sino su facultad alterativa
Tu qamasa inquieta
Es la de los nómadas
Destructores de imperios
Leí uno de tus poemas
Talento heredado de la madre poetisa
Alegoría de la guerra inicial
Anterior al estallido inaugural
Creador de universos fugitivos
Metáfora del combate implacable
Entre el ángel y el demonio
Sobresalía por la prolijidad metafórica
Parecida a la de Hölderlin
El ángel se defendía valientemente
Con todas sus fibras francas
Sin embargo,
La embestida agresiva,
Incansable y temeraria
Cruel del demonio
Terminó venciendo la resistencia seráfica
El ángel cayó derrotado,
Abandonado a su suerte
Esperando en el suelo
La estocada final
El demonio se acercó arrollador
Embadurnado de reciedumbre
Se aproximó ardiente al ángel
En vez de estocada final
Le dio un beso erótico
Posesivo,
Profanador
Esta fue la derrota lapidaria
Del ángel vencido dos veces
No sé porque no publicaste tus poemas
Bastaba acaso quizás
La poesía elocuente de las proezas
Gramática efectiva de las sublevaciones
Material reverberante de las emociones
Multitudinarias de la plebe insomne
Intuición exhaustiva pasional
Del acontecimiento perpetuo de la vida
Épica rememorada en las hazañas plurales
De los pueblos barrocos
Derrumbando antiguos baluartes
De las otoñales dominaciones
Escribes dedicado, artista desconocido
En el cobijo de noches de insomnio
En la espontaneidad de las inspiraciones
Lejos de cualquier pretensión de fama
Menos para la cofradía de lectores cultos
Escribes no para consagrarte
Ni en los escaparates mediáticos
Ni en las instituciones celebratorias
Sino como parte de tus corrientes sanguíneas
Extendiendo tus manos afectuosas
Como ceremonia alegre de una danza
Encantadora, febrilidad musical, pasos
Traviesos como notas de piano
En esa escritura hendida en la carne
Como arma de lucha
Para ti la poesía es apoteosis auténtica
Potencia destructora de castillos imperiosos
Y palacios quemados cientos de veces
Potencia creadora como el primer estallido
Inaugural del universo divagante
Transformación permanente repetida
Como devenir enmarañado de las plantas
De los bosques y selvas resistentes
El devenir,
La metamorfosis
La transvalorización de los valores
No te aprecian las cofradías cultas
Las corporaciones políticas
Las grises instituciones
Son los jóvenes rebeldes
Quienes te siguen
Te escuchan en aguda inspiración
Del oído sensible y de la vista viajera
En la intimidad de la atmósfera libertaria
Deliberan alegres contigo
Con afecto y sin jerarquías
De ninguna clase
En colectivos sin jefes ni centralismos
Arborescentes en su artificialidad de mandos
Conspirando como los anarquistas de antaño
Contra los polimorfos armazones tristes
De señoríos sosegados
Otros jóvenes vienen
Como la consagración de la primavera
Mañana apreciaran tus trayectorias intensas
Tu vida derrochada,
Gasto heroico
En el viaje intrépido navegante
Espesor de órganos intérpretes
De mundos concurrentes al galope
Mediante los códigos sensibles
De la piel elocuente como canción
De albas y crepúsculos conjugados
Es toda una pedagogía política
Estas rutilantes líneas de fuga
Como rebaño de caballos liberados
Y tropel de vicuñas orgullosas
Escapando de las capturas institucionales
Amas la vida
Por eso dejas fluya intensamente
No ocultas tus pasiones
No guardas tus pensamientos
Desbordas con la elocuencia
Aunque no dejes hablar
A veces
Te emociona el curso
De la pronunciación amotinada
Cuando escuchas silencioso
Lo haces apreciando sentencioso
Cuánto hay allí de crítica
En las palabras lanzadas
No concedes ni las más mínimas reticencias
Conservadurismos recónditos
Hasta en los discursos sediciosos
No eres hombre de los medios
Extravagantes maquinarias bullangueras
Despojadoras inocuas de lo común
Maquinas productoras de artificios
Superficies vacuas sin sentido inmanente
Autómatas porfiados en la fama provisional
Para ellos es lo único reinante
Tu existencia elocuente
Es inscripción en el espesor del territorio
Huella en las densidades de la memoria
Durará como anagrama por siglos
En tanto la fama postiza mediática
Solo sirve para edulcorar egos narcisos
Vacantes, ocupados por cualquiera
Sin corpulencia afectiva
Solo sirve a la farándula publicitaria
Banal de la prensa cotidiana
Amigo, hermano guerrero
Me acuerdo de ti
Rememorando en tus gestos
Las historias olvidadas
De los y las combatientes enterrados
Por madres llorosas como lluvias
De largo otoño copiosas
Hojarasca de bibliotecas destruidas
Cuyas emociones atmosféricas
Se convirtieron en densos climas
En corrientes de aire
En corrientes de agua
En humus de suelos
En ciclos recurrentes comprometidos
Brotaran nuevas generaciones batalladoras
En la guerra interminable
Contra los alcázares absolutistas
Contra los sacerdocios de todo tipo
Eunucos custodios de la verdad
Sin embargo,
Fortalezas y sacerdocios
Incapaces de detener
El devenir impetuoso de la vida
Félix Santos
Aymara de Aroma
Fruto de semilla cultivada
Por siglos insistentes
Fundador del katarismo
Canción de piedras y de vientos
Repetidos a pulmón por las zampoñas
Hombres y mujeres bronceadas
A fuego regalado en ráfagas
Por el astro Inti, deidad andina
Y curtidos a soplo de la brisa helada
Convocados por la serpiente luminosa
Serpiente alada aposentada en cumbres
Nevadas, lágrimas plateadas de la luna
Y estrellas hechas trizas por excesivo encanto
Su polvo de recuerdos depositado en blanco
Poncho extendido sobre las musicales curvas
De la excelsa muralla de la cordillera inquieta
Propósito político forjado a martillazos
Despertando en los yunques fraguados
Fantásticos sueños de llamas y de alpacas
Emanados cuerpos profusos minerales
De los proliferantes archipiélagos andinos
Efluvio intranquilo culto y civilizado
En la segunda mitad del ciclo luminoso
Como equilibrio fugaz del medio día
Y la media noche de las constelaciones
Del camino marcado por la euforia lechosa
Brotada de los senos voluptuosos y lúbricos
De estrellas precipitadas al abismo
En la gravitación de las memorias
Recuperadas en las cavernas de la nada
Del siglo ultimatista
Que gritaba arronjado
¡O todo o nada!
Félix Santos
Dirigente campesino
En los escabrosos años
De las décadas perdidas
En la agonía filuda de bayonetas caladas
Contraste belicoso con el tinku comunal
Mas bien, pugna entre cóndores y leopardos
Complemento y choque del cielo y de la selva
Tocando en la atmósfera el fondo del volcán
Años abrumados de resistencias tercas
En repetidos combates permanentes
Contra las dictaduras condecoradas
Por las muertes sin nombres
Y las calaveras clamando como luces
Perene memoria golpeando las puertas
De las casas de amigos y parientes
Félix Santos
Incondicional del ajayu,
De la qamasa compartida
Pasaste como vuelo de gaviotas en el cielo
Y como estampida de vicuñas en la apacheta
Dejando el recorrido duro de tus pies
En la tierra abierta en surcos
Para la siembra y la cosecha
De tubérculos sumergidos como topos
Enrollados de invierno
Profesamos el retorno cíclico
Como bucle de luz navegante
Mirándose curiosamente la espalda
Como dragón mordiéndose la cola
Retorno curvado al Ayllu
Comunidad de entretejidas moradas
Como tupidas enredaderas de alianzas
De humanos y plantas
De humanos y vicuñas
De humanos y fuerzas vitales
Ciclos de luz y aguas de plata
Lágrimas de luna
Territorios espesos guardados
Como caldo suculento de humus
Y de ritos creativos
En las rotaciones de la tierra
Y descendencias consanguíneas filiadas
Por las musicales sangres
Alianza complementaria
De markas y de suyus
Encomendamos nuestros cuerpos
Sus anhelos y suspiros conjugados
A la profusa voluptuosa pachamama
Ensamble como símbolo partido
Encajando de nuevo en encuentros furtivos
La academia moderna y las comunidades ancestrales
Haciendo compartir en espontaneo juego
A los jóvenes de la ciudad y del campo
La tierra y la utopía
Entusiasmo por lo alterno
Pasión inexplicable por la alteración
La pelota de futbol, la cancha improvisada
Arquitectura comunitaria adecuada al retorno
A la meditación insomne del Altiplano
Al perfil raso de los cerros,
Apus vigilantes de la puna
Recuerdo tu dirigencia tenaz
Tu compromiso temerario
Después de la masacre del Valle
Consumando un bloqueo de caminos
En la apacible ciudad india de Lahuachaca
Apoyando a los jilatas y a las qullacas quechuas
Del pródigo valle de Cochabamba
Te hostigaron por esta proeza
Temeraria como las envolventes hazañas
Sitiando ciudades somnolientas
Siguiendo el ejemplo de tus antepasados
Cuando se quebrantaba como rama desprendida
El blando cordón umbilical de las instituciones
Atado patrimonialmente por los republicanos
Entre los hombres y mujeres del campo
Aymaras, quechuas, urus y chipayas,
De los distintos pisos de tierras altas
Que respiran la diseminación de los luceros
Guaraníes, moxeños, guarayos y chácobos
De los distintos afluentes de tierras bajas
Que respiran la condensación oxigenada
De las narrativas vegetales de los bosques
Roto el burocrático cordón umbilical
Con el subalterno Estado boliviano
Anulando repentinamente en la sublevación
El forzado pacto militar-campesino
Anulando como canción de vendaval
Las huellas lejanas de la conquista
En la irradiación rebelde
Aboliendo en el acto
El pacto nacionalista afincado
Desde la incursión activa
De la inconclusa reforma agraria
Anulando la historia inscrita en la piel
Como corrientes de ríos desbordantes
La paradoja señorial
Jilatas y qullacas sembraron en la tierra
La pronunciación hermética de las piedras
Emergiendo de las entrañas minerales
Y de muchedumbres de raíces sedientas
La magmática convulsión de los Ayllus
Levantamiento originario insurgente
Llevando el nombre recurrente
Del descuartizado héroe refulgente
En las planicies de Peñas
Pronunciamiento rumoroso nativo
Como variedad agitada proliferante
De capsulas de tubérculos nutritivos
Alzamiento de órganos compulsivos
Y voces intérpretes del pasado
Composición descolonial de los cuerpos
Sinfonía de multitudes cantoras
Plasmando la consigna lanzada
Como rayos intempestivos de tormentas
Del guerrero comunal naciente
De las entrañas minerales de la tierra
Y volátil en los aíres transparentes
Del cardinal Qullasuyu
El legendario Tupac Katari
¡Volveré y seré millones!
Se concentraron, desemboque de afluentes
En confederación de pueblos tejedores
En la cuna de Julián Apaza
Pueblo insurrecto de Ayo Ayo
Comprometiéndose en pacto de sangre
En la reiteración obstinada
En la continuidad vinculante
De la antigua guerra inconclusa
Anti-colonial de los achachilas
Hombres y mujeres rudas,
De ponchos y polleras lugareñas
De chullos y sombreros de ala ancha
Anacrónica perennidad de vestuario
De la década de los veinte
Mujeres alegóricas como danzas ceremoniales
Reiterando apoteósicamente sus notas corporales
La transgresión irruptora de Bartolina Sisa
De inmensas trenzas largas
Como las canciones milenarias de las galaxias
De las noches embriagadas de ensueños
Atiborradas de constelaciones lúdicas
Hombres y mujeres cobrizos como el verso
De Cesar Vallejo el trovador insomne
Consagración ceremonial de los órganos
Minerales vivos de los socavones iluminados
Por la oscuridad sin espacio ni tiempo
Pómulos salientes como en las pinturas
De Cecilio Guzmán de Rojas
Alumbrando el entorno agitado
Pasiones fulgurantes despertadas
De su sopor y largo sueño
Irrupción de pututus de guerra
Y wipalas enarboladas en el horizonte
Como alborozados y flameantes arcoíris
Emplazados en la emergencia
De la convocatoria de los cuerpos
Memoria larga de los ciclos
Del agua y de los suelos devenidos
Convocados a bramido de pututus
Por las voces pasmadas
De los legendarios muertos
Declarando la guerra renovada
Al vetusto Estado republicano
Continuación colonial de la conquista
Félix solía hablar pausadamente
Amar la quinua real
Frondosa y violeta como nota
Primordial del amanecer
Acompañada suavemente
De manchas blancas de acuarela
Pintada por la brisa y el frio
Sembrada en Culli Culli
Solía acompañando al viento
Caminar con sus invulnerables piernas
De afable hombre fornido
Reír suavemente como brisa matutina
En conversaciones despreocupadas
Solía meditar en la montaña
Desvelado como insomne amauta
Por el destino de los jóvenes
A quienes dedicaba
Con afecto cultivado por las lluvias
De aguas de las nubes
De luces de reluciente sol
Su tiempo y sus charlas gustosas
De mirada firme y convicciones labradas
Dedicó su vida entera
A la acuciosa dirigencia sindical
A la promoción escrupulosa
De paladines iniciados
A la siembra, al cultivo,
A la cosecha de los tubérculos
De la tierra tercamente fértil
A querer a sus hijos,
A amar tácitamente a su mujer,
A almorzar entrañablemente
Con los suyos,
A celebrar cordialmente
Con los amigos,
A contemplar la vida
Con ojos generosos
Alegrándose, travesura colorida,
Muchedumbres de alborotadas mariposas,
Un poco por sus hazañas
Entristeciéndose otro poco
Por el menoscabo de corolarios
En fin,
Tasando la biografía
De manera optimista
Lo dejó en la opaca penumbra
La expiración temprana de la pareja
Mama t’alla de toda la vida
Quien acompañó su aventura
De este viaje de retorno al Ayllu
Cuando se llega a la edad de la razón
Quedamos irremediablemente yermos
Como lejanos paramos abandonados
Escoltados en caravanas de recuerdos
Por nuestros fantasmas cenicientos
Melancolía de pálida niebla
Viene de lejos custodiada
Por la filuda desdicha
Los achaques rebosan
Proliferan bochincheros
Como insectos porfiados
Uno de ellos
Se convierte en el padecimiento
Excavador del organismo
Destruyendo toda vitalidad
Es ese, el más testarudo,
El ángel sombrío
Encomendado de remolcarte al viaje
Inescrutable sin regreso
Félix Santos
Después de haber vivido tanto
Después de haber luchado
Otro tanto
Después de haber mirado
Con ojos de búho nocturno
Y de vigilante águila diurna
Tantas veces los albores anaranjados
Tantas veces los crepúsculos ensangrentados
Después de haber visto
En la pantalla de la experiencia
A tantos gobiernos
Como ferias de carnaval
Al inicio de sus gestiones prometidas
Después como carrozas fúnebres
En la clausura de sus gestiones no cumplidas
En su diversidad repentina
Después de haber comprobado
En sabia ponderación de sus decursos
Todos terminan pareciéndose
Pues son engranajes de la misma maquinaria
Chirriante como locomotora veterana
Del mismo reiterado pavoroso poder
A pesar de sus matices y diferencias
Félix Santos
Después de haber amado tanto
Tener amigos entre los conocidos
Enemigos entre los desconocidos
Deja su inscripción honda
Como huella indeleble
En el espesor de la memoria
En el hálito acorazonado del tiempo
En la atmósfera pura como pensamiento
De intocables vírgenes soñadoras
Del Altiplano inmenso
Deja su huella indeleble
Como estela lumbrera
Dibujando con sus ásperos dedos
Artísticamente la trama secreta
Del destino inventado
Caminos de herradura
Como senderos de acequias
Y recorridos constantemente repetidos
Por pesuñas de rebaños perseguidos
Todos van al mismo lugar
Enunciado hierático de los sabios
Y las adivinas escondidas
De largas experiencias registradas
En los troncos y en las arrugas
Lo importante es vivir
Manteniendo el fulgor ardiente
De la esperanza bañada
En agua de las alondras
De las comunidades ancestrales
Viajeras de la inventiva memoria
Afincándose en el espesor
Del eterno presente
Una mañana bañada por la lluvia solar
Caricia copiosa de luces encendiendo los colores
De la ciudad amante de la cordillera
Salimos a encontrarnos con la marcha minera
Y el desfile fabril de los trabajadores
Fue un primero de mayo
Quinto mes del año abatido en el circuito
Encandilado por el sol alborotado
Conmemorando en marchas de overoles
Y de estandartes por fábrica,
Por laburo y gremio
La masacre de Chicago
Repetida y perpetrada como venganza y castigo
Blandiendo el peso de su Estado
El alargado régimen capitalista
Contra los guerreros anarquistas
Quienes se rebelaron con todos sus órganos
Y circulantes sangres rojas
Contra la explotación absoluta
Del fantasma equivalente general
Dios oro de la burguesía dominante
Salimos en la mañana adolescente
Vestida como para una feria
Acompañados con la bohemia del amigo Tano
Llevando soberbias banderas negras
Fue de los primeros sombríos años
De la panóptica dictadura militar
Despiadada impuesta a sangre y fuego
Frente a un desvelado pueblo ilusionado
Al repetir terca y cíclicamente
Su indómita prolija rebelión
En un esbozo de carbón sobre piel
Haciendo de papiro emocionado
Asamblea Popular, comuna inmensa
Emergiendo de los socavones clausurados
Y de los surcos de papas melancólicas
Subversión de la praxis
Contra la historia, la realidad y el poder
Contra la oligarquía señorial
Autogestión, cogestión y consejos populares
Los obreros conmemoraron su día
Como todos los años repetidos
En su letargo o en sus imprevistas sacudidas
Recordando a los caídos de la lucha de clases
Guerra de los cuerpos contratados por el fetiche
De fragmentadas bochornosas mercancías
Trayectorias de luchas inolvidables
Por las hazañas heroicas humanas
Retomando el valor inconmensurable de la vida
Contra la abstracta contabilidad de las cantidades
Sin espesores, sin sangres, ni cuerpos
Recorridos entrañables de la memoria
De los condenados de la tierra
Llegamos a la Plaza San Francisco
Donde está la iglesia de piedras cenicientas
De la congregación de monjes descalzos
Allí mismo en su espacio adoquinado
Como coraza pétrea contra el tiempo
Se concentran periódicamente los sindicatos
Cuando la marcha pasaba sigilosa
Cantando estribillos acostumbrados
Nosotros, adolescentes matutinos
Sin ningún instinto de sobrevivencia
Sin miedo a la muerte y sus fantasmas
Enarbolando soberbias banderas negras
Gritamos como cantan los trovadores
Al lanzarse a la conquista del amor
De unos ojos gitanos voladores
Y de un dibujado suave rostro
Amasado en quinuas y cantutas
Gritamos iniciando la sinfonía de coros
¡Los obreros al poder!
Sorprendida como en lluvia repentina
Después de la piedra tirada al estanque
Una multitud de voces retomó la resonancia
Crepuscular del fuego
Prendido por anarquistas asesinados
Por cuchillos empapelados
De la burocracia gris
Del Estado al servicio del capital
Gritando estruendosamente lo mismo
Convencidos de lo que sentían
En lo profundo de su carne expoliada
Saliendo el grito desde adentro
Desde su íntima morada pasional
¡Los obreros al poder!
Quedamos sorprendidos como niños traviesos
Que después de la diablura se asustan
De sus ramificaciones desencadenadas
Ante esta apoteósica voz multitudinaria
Como sinfonía colectiva contestataria
Proletaria en su espeso cuerpo magullado
Remontando proliferante en la atmósfera
Ocupando nubes solícitas el aire
Y arrebatando el cielo por asalto
El principal dirigente de la Central Obrera
Propagó el inmenso grito del proletariado
¡Los obreros al poder!
Los encorvados comisionados de la dictadura
Militantes decrépitos como roperos desvencijados
Del descompuesto movimiento nacionalista
No pudieron controlar el desborde prodigioso
De los multitudinarios trabajadores
Que alegres y provocativos cantaban la consigna
¡Los obreros al poder!
La pronunciación clara y categórica
Como la desnudez metálica del estaño
De la legendaria tesis de Pulacayo
Quedamos complacidamente anonadados
Ante la espontaneidad deslumbrante
De la palmaria consigna asumida
¡Los obreros al poder!
Los dictadores fueron vencidos
A pesar del peso descomunal de las armas
De la otoñal dictadura
El general Banzer fue derrotado
En la Plaza San Francisco
Plaza de los monjes descalzos
Y del proletariado desarrapado
Un primero de mayo,
Día del proletariado internacional
Dos adolescentes matutinos
Con sus soberbias banderas negras
Desplegadas como canción de olas
Y música esférica de ondas
Quedamos asombrados, impávidos
Ante el desborde tumultuoso de las voces
Que volaron como cóndores hambrientos
Por el cielo celeste acongojado
Las miradas perplejas adolescentes
Volaron como mariposas primaverales
En el seco clima paceño
Ante este acontecimiento de cuerpos abultado
De multitudes copiosas sobresaltadas
Felices de desencadenar nuevamente el grito
Contenido en los cálidos pechos
De las creativas muchedumbres obreras
En principio aparentemente rendidas
En un agosto aciago de 1971
Ese otro día, primero de mayo
Como merecido resarcimiento intrépido
Destronamos todos a la dictadura,
A pesar del peso de sus armas
Otro amigo, de acero templado
Sin soberbia bandera negra desplegada
Ocultando su soberbia bandera roja,
Sin embargo, queriendo como nosotros
Extenderla radiante y primorosa
Recordando a las revoluciones rojas
Como alboradas sociales y crepúsculos políticos
Se acercó a nosotros disimuladamente, sigiloso
Nos dijo deberíamos guardar los soberbios blasones
Convendría tener siempre precauciones
Como hermano mayor nos protegió
Con cariñoso afecto y tierna solidaridad
Usando los orgánicos procedimientos
De andino bolchevique en clandestinidad
Los tres, como silogismo corporal
Dos changos anarquistas y un joven bolchevique
Nos fuimos deslizando como agua de lluvia
Por la adoquinada avenida Mariscal Santa Cruz
Después del grandioso evento imprevisto
Insólito en su ritmo compuesto de aleteos
De bandas de palomas azoradas
Un día de azul abierto
Mientras los cóndores
Como mallkus enardecidos
Aleteaban contra las ondas
Intangibles del torbellino
De la concavidad ardiente del cielo
Batimos una mañana, un medio día,
A la otoñal dictadura militar
Compartimos fraternalmente
La intrepidez anarquista
Y la sensatez comunista
Hoy recuerdo a mi amigo Tano
Ya no está con nosotros
Fue como fue,
Apasionado e inorgánico
Desplegando soberbias banderas negras
También recuerdo a mi amigo Fidel
Fue como fue,
Clandestino y orgánico
Lo sigue siendo,
En su reflexión profunda
En sus responsabilidades humanas
Habiendo dejado su huella
En una universidad recuperada
De las camisas blancas huestes fascistas
Habiendo dejado su perdurable rastro
En la hilada vinculación tejida
Entre el cobrizo proletariado minero
Y los flamantes estudiantes consagrados
A la resistencia tenaz y voluntariosa
Desde un andino partido bolchevique
Propugnando la guerra prolongada
En las tierras custodiadas por la cordillera
Desde la espontaneidad intuitiva y subversiva
Activando la canción libertaria de las comunas
Tano era bohemio,
Con ojos descomunales
Inmensamente negros
Como todos los gitanos
Brillantes como el ritmo fogoso del flamenco
Cabellera vasta como sus aspiraciones
Botas manifiestas a la usanza alquimista
Inventores conspicuos de la piedra filosofal
Acullicador nocturno,
Actor de teatro
Amante de los recovecos
De la dilatada noche
De La Paz de las concordias
Ciudad acurrucada como niña
En los nudosos brazos
De las lerdas olas de la cordillera
Amante de los placeres de la noche
Así como el mismo corazón poético
Del noctámbulo Jaime Sáenz
Ya no está con nosotros,
Pero sigue todavía
Como el viento de Van Gogh,
Con el molino desaparecido
El molino ya no está, pero el viento sigue todavía
Las soberbias banderas negras siguen desplegadas
En todos los primeros de mayo
Cuando el proletariado grita
¡Los obreros al poder!
Tú, hombre y mujer del pueblo
De ojos curvándose en el aire
Mirando la cadencia de la temperatura
De las cosas que pasan como estaciones
En el largo recorrido de los trenes
En las tareas repetidas del día
Como relojes inexactos no de horas
Sino de voluminosos actos apagados
Machacones en su forma y ritmo
Y en los sueños olvidados de la noche
Que solo nos dejan al despertar su fragancia
Reteniendo las imágenes en las cavernas
De la escrupulosa memoria retraída
Tú, hombre y mujer de estaño
De una comunidad con nombre
O de un barrio con recuerdos
De la ciudad donde llegaste un día
Para hacer en algún sitio tu hogar
Tú, hombre y mujer de corazón grande
Quien todavía tiene sosegada confianza
A pesar de todo lo ocurrido
Quien no quiere creer de todas maneras
En el desmoronamiento de los mitos
En el crepúsculo de los caudillos
En la fatalidad inscrita en el poder
Quien considera los deplorables episodios
Con el optimismo de la voluntad paciente
Como gota orando la piedra perdurable
Dices después de todo han cambiado
Los colores de los celajes reflejados
En las abatidas piedras de la plaza de armas
A pesar de las herencias del pasado
Certeza contemporánea
Como las fechas del calendario
Ésta, la de pesar en la balanza
Tu situación pasada y presente
Cuando registras el alejamiento
De hechos sin control
Cuando no se te tomaba en cuenta
Ni como remota alusión
En relación a los discrecionales lapsos
Cuando se adjudicaba dócilmente todo
A los inverosímiles consorcios imperiales
Al fetiche del equivalente indeterminado
Adorado como a un dios crispado
Por aquellos gobernantes de entonces
Certeza vigente ante la acometida
Como antigua lanza desolada
En la pierna herida o en el organismo
Abierto a tajos por verdugos cuchillos
O por los cuernos ondulados
De toros negros del corral evadidos
Como novelesco imperturbable destino
O como una bala repentina en el pecho
En una manifestación, marcha o bloqueo
Estando ante el disturbio de los obrados
Exhibiéndote el perverso sarcasmo
Risa fúnebre en ambiente helado
Fantasma quejumbroso del payaso
De la órbita lujuriosa de cometa
De las sorprendentes analogías
Parecidos de perfiles gobernantes
Aberraciones brotadas como enfermedades
De hábitos corrosivos frecuentados
Farándulas burocráticas, bullangueras
Y pronunciadamente pretensiosas
Premuras en sus pulsiones afanosas
Egos revelando como síntomas delatores
La abismal vulnerabilidad ocultada
Vanidad contemplativa como vaho
Fugaz y repentino
Dibujada en el espejo
De las pantallas oficiosas
Certeza cándida, piadosa
De hombre y de mujer del pueblo
Recurrente quimera candorosa
En la ratificación de tu gozo
Haber granjeado con tu osadía valerosa
Estos cambios soñados
En la guarida de tu morada,
Dulce hogar a pesar de su sencillez
En los climas inexorables del taller,
Espacio de amistades y solidaridad
A pesar de la acusada explotación
Donde trabajas esperando dar pan
Y mejor vida para tus hijos
En las atmósferas acogedoras
De las conversaciones amistosas
Con compinches como tú
De trenzas largas como tus melancolías
De polleras abultadas como las de tu madre
De pantalones desusados como los de tus hermanos
De cabellera peinada como la de tu padre
Esta expectativa tuya es admirable
Como el advenimiento de la primavera
Que llega con la brisa de los madrigales
Como el develamiento de las flores de la papa
Pregonando la rauda cosecha del tubérculo
En esta certidumbre manifiestas tu entereza
Encarnada en tu conducta leal
En tu comportamiento fiel
En tus palpitaciones amorosas
Tambores y quenas percutiendo
En las faldas de la jubilosa cordillera
O en las orillas de ciudades somnolientas
Que limitan con la puna del altiplano inmenso
O en los umbrales de ciudades tropicales
Que se confunden con las enredaderas promiscuas
De los voluptuosos bosques invasores
Por eso tú mujer y hombre del pueblo
Eres el armazón corpóreo del país soñado
Horizonte presente en tus madrugadas
Horizonte presente en tus vísperas nocturnas
Nadie debe aprovecharse insólitamente
De tu inocente colosal entusiasmo
De tu firme convicción política
De tu confianza ciega
Nadie debe abusar inescrupulosamente
De tu afable franqueza llana
Nadie debe usarte abusivamente
Para salvaguardar su jerarquía
Nadie debe herir
Tu espíritu puro
Vivimos un mundo cambalache
Atiborrado de discordancias crueles,
De incongruencias desvergonzadas
Un mundo mordaz,
Que toma las tristes tragedias
Y los penosos dramas como noticias
Mundo encantado
Habitado por errantes fantasmas
Acechadores constantes de mandos,
De engreídos gobernantes
Que se parecen cada vez más
A las caricaturas de los periódicos
Quienes creen
En su pliego adjudicado
Como si fuesen tablas escritas en el desierto
Pero es ley instaurada por la espada
Durante la guerra de conquista
Repetida sutilmente en la independencia
Cambiando solo su ornamento
Restituida después de las revoluciones
Que pasan como tormentas imprevistas
Para luego replegarse en las profundidades
Del suelo o en las lejanías de la concavidad
De la atmosfera curvada en sus penas
Para bien de la mantención del orden
Gobernantes considerándose juglares
De un drama ya escrito hace tiempo
Por los fundadores sacerdotes
De todas las celosas iglesias
Coreando los gestos antaño catalogados
En el envejecido paraje ocupado
De la fabulosa maquinaria chirriante
Recorrida en sus venas por filudas navajas
De inconmensurables violencias
Como picotazos de aves de rapiña
Que te atacan antes de la muerte
Convergiendo con regularidad compulsiva
En los aletargados desenlaces acopiados
En los almacenes y depósitos del Estado
Clara sentencia fidedigna
Cuando no se demuele la fortaleza estatal
Antiguamente subyugante
Hombre y mujer del pueblo
Siendo ineludible lo que ocurre
En el cuadro cambiante pintado
Por colores que hablan de pasiones
Y de pinceles que interpretan las luces
Que juegan como cándidas ideas
En nuestras musicales percepciones
En la constelación de hechos concurrentes
En la espalda de los ansiosos territorios
Espesores de anhelos donde imaginamos
El tejido de múltiples procedencias
Awayu cobijo de la pluralidad de voces
De ancestrales naciones emergentes
Matria y patria ansiada
Musculatura y fibra labradora
Campesina adosada a la siembra
Y a la esperada cosecha
De mudas y vibrantes esperanzas
Lucidez creativa como la madrugada
Que abre el camino de la jornada
Lucidez de apertura y memoria
De nuestros saberes,
Nuestras canciones
Nuestras danzas
Siendo chuyma
De las pulsaciones rítmicas
De los vertiginosos circuitos
Del lenguaje de los cuerpos
Caudales de lluvia consumidos
Por los minerales enajenados
Siendo la conjetura emotiva del presente
Es menester tomes en tus manos colectivas
La destrucción del patriarcal palacio absoluto
La construcción de un auditórium para todos
Donde el lenguaje plural de las multitudes
Hable por sí misma
Logrando consensos
Hilvanando itinerarios concertados
Armonizando el estallido misceláneo,
Heterogéneo
De las cooperaciones singulares
Guerrera celta
Mujer antorcha incendiando los bosques
De los inviernos del norte
Devenida de tribus fundidoras del hierro
Desde los inmemoriales tiempos
Cuando se abandonó el cobre
Sabiduría druida politeísta
Amante de los dioses concurrentes
Como pugnando por la atención poblada
De dilatados recuerdos y abruptos olvidos
De los lejanos pueblos del norte
Y las diosas vírgenes elocuentes
En sus estéticas de-vinientes
Conocedora del estallido creador
Antes de todo tiempo y materia
De la entretejida complejidad alada
Anidada en cada hálito,
En cada partícula,
En cada pulsación
Del estruendo inicial
Repetido eternamente
En cada instante
En cada rasgo
De tu complexión espigada
En cada resonancia de tu voz anticipada
En cada búsqueda
De la gramática anterior a todo
Inscrita en los corpúsculos ínfimos
Nacientes de la nada
Guerrera de la vigilia centelleante y lunar
Invisible a los soldados del imperio romano
Llevas en tus manos el arco certero
La flecha fulminante
Armas guiadas por tu mirada náutica
Profundidad marítima alcanzando
El fondo angustiado por el abandono
Matriz fértil de la vida
Tu inmensa cabellera solar
Recuerda a la constancia de los pueblos
De la edad del hierro
Amantes del fuego
Y de la tenacidad mineral
Devenida en metal
El tiempo no ha pasado
Como se hubiera anclado para siempre
En la apacible isla de tu cuerpo
Dormido en tu suave piel
Como tersa superficie de amapola
Y encriptado en tus expresiones somnolientas
Como poema errático pronunciado
Por las cascadas vaporosas
De los ríos turbulentos al iniciar los valles
Vital juventud afincada
En la anatomía bélica de tu estética
Armonía diseñada
Por algún pintor olvidado
Sin embargo, artista consagrado
Del eterno retorno de lo mismo
Más allá de las columnas de Hércules
De acuerdo a Heródoto
Poema ancestral
Como murallas de inmortal piedra
De hundidas ciudades perenes
Insistentes en la quietud de sus nostalgias
Poema ancestral
Retenido en la memoria tallada
En mármol de las montañas
Como escultura desafiante
Venciendo al soplo del deterioro
Poema ancestral
Escrito en ideogramas añejos
En madera arrancada de troncos mustios
O pergaminos bronceados por el sol
De una lengua desvanecida
No sabía se podían franquear
Como saltos intrépidos de felinos
Los puentes de los mundos
Como en la chacana andina
Cuando el titi los atraviesa efectuando
La metamorfosis de la materia
Como alquimia anterior al hombre
Desprendida de las partículas infinitesimales
En el lago sagrado de los Andes
En la transvaloración de los valores
De la recóndita pronunciación viajera
Como caravanas nómadas
De los itinerantes recorridos
Más allá del tiempo y del espacio
Más allá del bien y el mal
Más allá de toda reminiscencia
Sedimento geológico del olvido
Por eso tremenda nostalgia
De antes del tiempo
Cuando comenzaba todo a ser
Hechizado estoy
Por este develamiento cósmico
Dado en códigos de neutrinos
Mensaje de otros universos
A los que no accedemos
Por creer solamente en el nuestro
Narrativa primordial estampada
En tu morfología voluptuosa
Como atenea desnuda
Llevando en una mano la espada
Y en la otra los libros de sabios muertos
Bosquejada en las efigies entonadas
Por tus meditaciones
En los enunciados plásticos
De tus reflexiones luminosas
Como lavas de volcanes cíclicos
De tus pesquisas
En tus insólitas tesis anti-históricas
Destructoras de dos mil años de penurias
Impuestas por imperios convertidos
Al hermético monoteísmo
A partir de la era cristiana
Temporalidad esta religiosa
Institucionalizada a fuerza de torturas
Moldeando el cuerpo para la obediencia
Por las religiones del desierto
Rastreadoras de la tierra prometida
Cuando desprecian la tierra tenida
Por nosotros
Los humanos y los seres del planeta azul
Compartimos la pasión
Como si fuésemos niños iniciados
En la lectura de libros prohibidos
Por el pálido filósofo intempestivo
Friedrich Nietzsche
Crítico de la propensión hacia la muerte,
El camino a la nada
De una modernidad banal enamorada
De la imagen en el espejo
De su rostro engreído,
Sarcasmo de un semblante sin contenido
Denunciaste a esta manifestación
Bullangera y mutilante
Llena de abalorios efímeros
Acumulados en los basureros
Hegemonía del ego
Y del empalagoso teatro de la simulación
Te dije es el poder expropiando
Nuestra potencia creadora
Si compartimos esta herencia
Como donación de halitos corporales
Transmitida secretamente
Por los símbolos encriptados
En todo lenguaje desbordante
De mágica polisemia
Desde la noche sin tiempo
Desde la luz sin espacio
Quizás sea por tu hermenéutica
Que interpreta las narrativas aglomeradas
De los pueblos iniciales
La alianza entre la comarca de los dragones
Y la tribu ancestral de los druidas
Y las guerreras celtas
Umbrales y limites de la episteme moderna, apertura al horizonte nómada de la episteme compleja.
Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.
Contenidos:
Modulo I
Perfiles de la episteme moderna
1.- Esquematismos dualistas
2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista
3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico
4.- Esquematismo ideológico
Modulo II
Perfiles de la episteme compleja
1.- Teórias de sistemas
2.- Sistemas autopoieticos
3.- Teorías nómadas
4.- Versiones de la teoria de la complejidad
Modulo III
Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad
1.- Contra-poderes y contragenealogias
2.- Composiciones complejas singulares
3.- Simultaneidad dinámica integral
4.- Acontecimiento complejo
Modulo IV
Singularidades eco-sociales
1.- Devenir de mallas institucionales concretas
2.- Flujos sociales y espesores institucionales
3.- Voluntad de nada y decadencia
4.- Subversión de la potencia social
Temporalidad: Cuatro meses.
Desde el Inicio del programa hasta la Finalización del programa.
Finalizaciones reiterativas: cada cuatro meses, a partir del nuevo inicio.
Defensa de la Monografía. Defensas intermitentes de Monografías: Una semana después de cada finalización.
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Inscripciones: A través de la dirección:
Pluriversidad Oikologías
Avenida Andrés Bello. Cota-Cota. La Paz.
Teléfono: 591-69745300
Costo: 400 U$ (dólares).
Depósito:
BANCO BISA
CUENTA: 681465529
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