Potencia poética

04.01.2017 03:18

Potencia poética

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 

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La separación arbitraria, que hicimos del Canto I de Altazor, supone una primera parte, que recita el viaje de Altazor; la segunda parte refiere, según nuestra interpretación, la rebelión de Altazor. El anterior ensayo interpretativo del canto lleva el título El ángel caído y el pez alado; esto, sobre todo, por la onda poética de Vicente Huidobro. Onda vibrante, que se desplaza oscilando entre cumbres altas y valles profundos; utilizando las categorías que caracterizan a la forma de la onda. Por lo tanto, no se trata de solo la metáfora de la caída, como alguna crítica literaria supone, mucho menos de esa intencionada descalificación que se menciona, con pretensiones irónicas, de “odisea funeraria”, sino de la paradoja de la caída y subida; del ángel caído y del pez alado. Tampoco, como hicimos notar, no se trata de caracterizar como “vanguardista” a la poesía de Huidobro, incluso por más que quisiera el propio poeta; sino de interpretar y comprender, de sentir y decodificar, la poesía del poeta, a partir del propio acontecimiento poético. No de comentar la poesía desde algún paradigma de la crítica literaria, que más se ocupa de presentar su modelo que entender la poesía misma. No descalificamos otras interpretaciones, más bien, las acogemos, como referencias relativas a las reacciones que provoca la poesía de Huidobro; además de incentivar el circulo hermenéutico, la interpretación de nunca acabar. 

 

Según nuestra interpretación, la segunda parte del mismo Canto I,  puede leerse desde la sugerencia de que ahí se pronuncia, con mayor insistencia, de manera más explícita, la rebelión de Altazor. Comencemos con las estrofas poéticas donde el poeta comienza, por así decirlo, su punto de inflexión:

 

 

Siglos siglos que vienen gimiendo en mis venas
Siglos que se balancean en mi canto
Que agonizan en mi voz
Porque mi voz es sólo canto y sólo puede salir en canto
La cuna de mi lengua se meció en el vacío
Anterior a los tiempos
Y guardará eternamente el ritmo primero
El ritmo que hace nacer los mundos
Soy la voz del hombre que resuena en los cielos
Que reniega y maldice
Y pide cuentas de por qué y para qué


Soy todo el hombre
El hombre herido por quién sabe quién
Por una flecha perdida del caos
Humano terreno desmesurado
Sí desmesurado y lo proclamo sin miedo
Desmesurado porque no soy burgués ni raza fatigada
Soy bárbaro tal vez
Desmesurado enfermo
Bárbaro limpio de rutinas y caminos marcados
No acepto vuestras sillas de seguridades cómodas
Soy el ángel salvaje que cayó una mañana
En vuestras plantaciones de preceptos.
Poeta
Anti poeta
Culto
Anti culto
Animal metafísico cargado de congojas
Animal espontáneo directo sangrando sus problemas
Solitario como una paradoja
Paradoja fatal
Flor de contradicciones bailando un fox-trot
Sobre el sepulcro de Dios
Sobre el bien y el mal
Soy un pecho que grita y un cerebro que sangra
Soy un temblor de tierra
Los sismógrafos señalan mi paso por el mundo

 

 

 

Después de dar cuenta de la historia condensada en sus venas, Altazor vuelve a definirse; es hombre herido, también desmesura. Para decirlo de manera contrastada, mostrando los opuestos, como hacía el método estructuralista, la figura de herida se opone a la figura de desmesura. La herida es la huella inscrita de la afectación en el cuerpo; la desmesura es la acción emprendida, después de la afectación. Otra vez la forma de la onda; se vuelve a la paradoja de la caída y la subida; se vuelve al juego del ángel caído y del pez alado. El poeta expresa metafóricamente la experiencia, si se quiere, para ilustrar, de la conjunción de la inmanencia y trascendencia, de la intimidad y de la exterioridad. Para seguir con nuestra conjetura interpretativa, la de la rebelión, ésta aparece con la desmesura. Cuando dice soy bárbaro, la figura de la rebelión adquiere el perfil nómada[1]; en plural, los invasores nómadas que atraviesan repentinamente el imperio. La figura ácrata del contra-Estado.

 

El ángel caído se convierte no solamente en un pez alado, sino en una serpiente alada, en una serpiente luminosa, el dragón[2]. La paradoja de la onda poética vuelve a repetirse en ese contraste articulado de animal metafísico y animal espontáneo, es decir, carnal. Es como decir que no se puede ser ángel sin ser, a la vez, demonio; no se puede ser metafísico sin ser, a la vez, físico, es decir carnal. En la segunda estrofa, llama la atención la frase que dice solitario como una paradoja. ¿La soledad es una paradoja? Si así fuera, la soledad no es posible sin la compañía que puebla esa soledad. Por esta anotación, estamos tan distantes, tan opuestos, a esos comentarios que califican a Huidobro como un poeta pesimista, un poeta de la destrucción, y lo más equivocado, un poeta nihilista. Cuando se comenta de esta manera, queda claro que la crítica literaria usa términos y conceptos que no entiende. Nietzsche no es nihilista, sino un crítico del nihilismo, crítico de la voluntad de nada, si se quiere, un profeta de la voluntad de potencia. Vicente Huidobro no es ni poeta de la muerte, tampoco nihilista; de manera diferente, se opone a la muerte, al reconocerla y mirarla de frente, al nombrarla, para alabar la vida como potencia desmesurada.

 

Ciertamente, hay configuraciones nietzscheanas en el canto de Altazor; son las herramientas metafóricas del poeta, herramientas en su lucha contra el nihilismo y la banalidad del mundo moderno. Todo esto está expresado metafóricamente, además de la manera sensible, somática y semántica de la poesía. Al hacerlo, no lo hace como Nietzsche, como crítica de la filosofía y crítica de la historia, como genealogía crítica de la moral; sino lo hace como incendiario, prendiendo fuego en el campo de batalla. Como el mismo dice, la poesía es incendiaria.

 

Después de una estrofa donde vuelve a mencionar a la muerte, Altazor hace un recuento de su historia de vida; contrasta a la muerte con las formas manifiestas de la vida. Dice:

 

El sol nace en mi ojo derecho y se pone en mi ojo izquierdo
En mi infancia una infancia ardiente como un alcohol
Me sentaba en los caminos de la noche
A escuchar la elocuencia de las estrellas
Y la oratoria del árbol
Ahora la indiferencia nieva en la tarde de mi alma
Rómpanse en espigas las estrellas
Pártase la luna en mil espejos
Vuelva el árbol al nido de su almendra
Sólo quiero saber por qué
Por qué
Por qué
Soy protesta y araño el infinito con mis garras
Y grito y gimo con miserables gritos oceánicos
El eco de mi voz hace tronar el caos

 

 

La metáfora heliocéntrica y helio-trópica, como anota Jacques Derrida, aparece al comienzo de la estrofa[3]. El sol es energía, vitalidad suprema, ciertamente metáfora de centro; sin embargo, en este caso, es movimiento ardiente, desde el alba al crepúsculo. En seguida, la metaforización continúa con la figura de lo ardiente al mencionar su infancia inquieta y fogosa como el alcohol. Lo helio-trópico adquiere las formas de la transformación metafórica. Tenemos, entonces, que comprender otra característica de la metáfora; la metáfora no solamente es traslación, transmisión y transformación, sino que se mueve en las connotaciones inesperadas, una irradiación connotativa.

 

La comunicación con el firmamento y la escucha de la retórica del árbol nos muestra claramente el afecto a la vida; son mensajes relativos a los ciclos vitales, tanto cósmicos como terrenales. Todo esto contraría las tesis de cierta crítica literaria, que, en verdad, busca oscurecer la irrupción intempestiva de la poesía de Huidobro. No vale la pena ocuparse de esta crítica literaria; solo lo hacemos de pasada, asombrados ante la incomprensión, incluso la falta de lectura, en sentido pleno, de la poesía de Huidobro. Lo que importa es tratar de interpretar esta poesía abismal y vital, cósmica y terrenal, inteligible y carnal, a partir de la experiencia de la reconfiguración; es decir, de la lectura.

 

La conjetura de la rebelión, en esta segunda parte del Canto I, parece corroborarse cuando Altazor dice Soy protesta y araño el infinito con mis garras. Y la apuesta por la vitalidad parece confirmarse cuando el poeta dice El eco de mi voz hace tronar el caos. Esta lectura que hacemos sugiere que la interpretación de la poesía requiere de la comprensión del acontecimiento, el de la poiesis. La creación no es un acontecimiento reductible a una lectura lineal, a la lectura desde el paradigma, deduciendo derivaciones contenidas en el modelo teórico; esto no es otra cosa que partir del enfoque y la rejilla de ese paradigma, sin tener la hidalguía de atender a la escritura de lo que se lee.

 

La conjetura interpretativa de la rebelión aparece en distintas formas elocuentes; una de ellas es la relativización de las cuestiones fundamentales del debate humano, en la modernidad; por lo menos, en su etapa inicial. Esta relativización sustenta la posición vivencial del poeta; escribe:

 

 

Que Dios sea Dios
O Satán sea Dios
O ambos sean miedo, nocturna ignorancia
Lo mismo da
Que sea la vía láctea
O una procesión que asciende en pos de la verdad
Hoy me es igual
Traedme una hora que vivir
Traedme un amor pescado por la oreja
Y echadlo aquí a morir ante mis ojos
Que yo caiga por el mundo a toda máquina
Que yo corra por el universo a toda estrella
Que me hunda o me eleve
Lanzado sin piedad entre planetas y catástrofes
Señor Dios si tú existes es a mí a quien lo debes

 

 

La rebelión adquiere variadas tonalidades vibrantes; poner en mesa la relatividad de las cuestiones, consideradas fundamentales; encontrar la concomitancia y complicidad de las figuras aparentemente opuestas, Dios y el Demonio; demandar la libertad de vivir; es decir, de vivir eternamente el instante. Además, de reconocer la creación humana de la misma divinidad. Quizás esta rebelión poética es la que moleste a cierta crítica literaria, que no hace otra cosa que poner en circulación la institucionalidad de los prejuicios, la apología institucionalizada de las ceremonias y los juegos de poder de los intelectuales. Lo vamos a decir de manera exagerada, empero, como siempre aclaramos, ilustrativa; la poesía molesta y altera a cierta crítica literaria. Por eso quiere domesticarla.  

 

¿Partidario del horóscopo? El poeta dice que en el firmamento se juega nuestro destino. Sin embargo, no se trata de una concepción trágica del mundo, de una condena o fatalidad inscrita; sino, tan solo, de la anotación de la necesidad en el juego del azar, la elucidación de la paradoja de la necesidad y el azar. El humano interviene, desordena el destino; en consecuencia, obliga a la reordenación del cosmos. La figura es elocuente, aunque terrenal, sobre todo, social y despiadada, crueldad de cazador; se recita: Cuando el fusil desconsolado del humano refugio/Descuelga los pájaros del cielo. La libertad o el libre albedrío intervienen e incide en los eventos. La referencia implícita al horóscopo es como la indicación de una parte o momento de la paradoja; entonces, mostrando, al mismo tiempo, el otro lado, la escritura humana.

 


En el tapiz del cielo se juega nuestra suerte
Allí donde mueren las horas
El pesado cortejo de las horas que golpean el mundo
Se juega nuestra alma
Y la suerte que se vuela todas las mañanas
Sobre las nubes con los ojos llenos de lágrimas
Sangra la herida de las últimas creencias
Cuando el fusil desconsolado del humano refugio
Descuelga los pájaros del cielo.
Mírate allí animal fraterno desnudo de nombre
Junto al abrevadero de tus límites propios
Bajo el alba benigna
Que zurce el tejido de las mareas
Mira a lo lejos viene la cadena de hombres
Saliendo de la usina de ansias iguales
Mordidos por la misma eternidad
Por el mismo huracán de vagabundas fascinaciones
Cada uno trae su palabra informe
Y los pies atados a su estrella propia
Las máquinas avanzan en la noche del diamante fatal
Avanza el desierto con sus olas sin vida
Pasan las montañas pasan los camellos
Como la historia de las guerras antiguas
Allá va la cadena de hombres entre fuegos ilusos
Hacia el párpado tumbal

 


 

No se trata de la finitud humana, de la condición humana gravitante de la mortalidad, sino de los límites, por lo tanto, umbrales atravesables.   El hombre desnudo, recordando a Claude Lévi-Strauss, atando al tejido ondulante de la vida,   está preñado de eternidad, además de que esta eternidad contenida aparece en su singularidad. La modernidad industrial avanza, vertiginosa, implacable, incluso como condena fatal; el nihilismo inherente a la civilización moderna marcha a la muerte. La crítica de la modernidad es elocuente.

 

La interpelación al hombre moderno se expresa con la contundencia nietzscheana; la deconstrucción de las pretensiones antropocéntricas, la diseminación de sus instituciones. También hay claridad en la crítica al pesimismo,  otro síntoma del nihilismo. Las figuras interpelantes son duras, destrozan lapidariamente las pretensiones humanas de centralidad. Podríamos decir que el canto es una crítica de la ideología, crítica metafórica, rítmica y lúdica. Se derriban los fetiches y de demuelen los fetichismos. Lo que hay que anotar, a propósito, es que la poesía, al ser incendiaria, es inmediatamente crítica e interpeladora; estas son, por así decirlo, las condiciones de posibilidad de la creación.

 


Ángel expatriado de la cordura
¿Por qué hablas? ¿Quién te pide que hables?
Revienta pesimista más revienta en silencio
Cómo se reirán los hombres de aquí a mil años
Hombre perro que aúllas a tu propia noche
Delincuente de tu alma
El hombre de mañana se burlará de ti
Y de tus gritos petrificados goteando estalactitas
¿Quién eres tú habitante de este diminuto cadáver estelar?
¿Qué son tus náuseas de infinito y tu ambición de eternidad?
Átomo desterrado de sí mismo con puertas y ventanas de luto
¿De dónde vienes a dónde vas?
¿Quién se preocupa de tu planeta?
Inquietud miserable
Despojo del desprecio que por ti sentiría
Un habitante de Betelgeuse
Veintinueve millones de veces más grande que tu sol

 

 

La vulnerable condición humana, la fragilidad del planeta, en el tejido del espacio-tiempo, son pintados con crudeza. No es odio, sino amor a la vida en constante devenir.

 

 

El Canto I de Altazor se convierte en canto a la vida.  Se trata del símbolo y metáfora del árbol, que también puede tornarse en la alegoría del bosque. El árbol es significativo, pues es vida, manifestación de la vida; los árboles absorben la energía solar, absorben los minerales de la tierra, beben agua, oxigenan la atmósfera. Las palabras pueden caer como hojas al suelo, metafóricamente; son la alfombra de la hojarasca. Las palabras pueden protegerse a la sombra de las ramas del árbol, también la sombra de las ramas moviéndose al ritmo del viento pueden dibujar palabras.

 

 

Hay palabras que tienen sombra de árbol
Otras que tienen atmósfera de astros
Hay vocablos que tienen fuego de rayos
Y que incendian donde caen
Otros que se congelan en la lengua y se rompen al salir
Como esos cristales alados y fatídicos
Hay palabras con imanes que atraen los tesoros del abismo
Otras que se descargan como vagones sobre el alma
Altazor desconfía de las palabras
Desconfía del ardid ceremonioso
Y de la poesía
Trampas
Trampas de luz y cascadas lujosas
Trampas de perla y de lámpara acuática
Anda como los ciegos con sus ojos de piedra
Presintiendo el abismo a todo paso

 

 

 

Las palabras pueden ser atmosféricas; incluso corresponder a distintas atmósferas de diferentes planetas. Hay voces que contienen fuego de truenos e incendian como rayos cuando caen. En contraste, también hay palabras congeladas, que se quiebran cuando se pronuncian. Hay palabras potentes, gravitantes o imantadas, que atraen riquezas del piélago. Así como también palabras acumuladas, transportadas como cargas y depositadas como vehículos del alma. El consejo a Altazor es que desconfíe de las palabras, desconfíe de sus ritos y ceremonias, pues son trampas; tramoyas luminosas, piedras preciosas y linternas de agua. Es mejor caminar como los ciegos, quienes intuyen el abismo.

 

Al final del canto se anuncia el nacimiento de un árbol. Este es el acontecimiento; la vida encuentra siempre salidas, crea, se auto-crea, se recrea, es devenir constante. La autopoiesis de la vida y la autopoiesis de la poesía se encuentran. La poesía expresa la potencia de la vida. Esta finalización del Canto I es el manifiesto por la vida; es decir, convocatoria. Interpretar, decodificar y descifrar Altazor es encontrar estos hilos del tejido metafórico; sensible, semántico y somático; es encontrar las vibraciones y las tonalidades de la onda poética.

 

 

Silencio la tierra va a dar a luz un árbol
La muerte se ha dormido en el cuello de un cisne
Y cada pluma tiene un distinto temblor
Ahora que Dios se sienta sobre la tempestad
Que pedazos de cielo caen y se enredan en la selva
Y que el tifón despeina las barbas del pirata
Ahora sacad la muerta al viento
Para que el viento abra sus ojos


 

Silencio la tierra va a dar a luz un árbol
Tengo cartas secretas en la caja del cráneo
Tengo un carbón doliente en el fondo del pecho
Y conduzco mi pecho a la boca
Y la boca a la puerta del sueño

 

El mundo se me entra por los ojos
Se me entra por las manos se me entra por los pies
Me entra por la boca y se me sale
En insectos celestes o nubes de palabras por los poros
Silencio la tierra va a dar a luz un árbol
Mis ojos en la gruta de la hipnosis
Mastican el universo que me atraviesa como un túnel
Un escalofrío de pájaro me sacude los hombros
Escalofrío de alas y olas interiores
Escalas de olas y alas en la sangre
Se rompen las amarras de las venas
Y se salta afuera de la carne
Se sale de las puertas de la tierra
Entre palomas espantadas

 

 

 

La muerte está vencida, se refugia, se duerme en el cuello de un cisne; donde cada pluma vibra singularmente. Entonces estamos ante una pluralidad de singularidades vibrantes, que resuenan como sinfonía vital, haciendo armonía de la multiplicidad de notas acompasadas. Una de las figuras más bellas del poema es esta: la muerte se ha dormido en el cuello de un cisne. La muerte ha sido vencida por la belleza y por la melodía, por el canto del cisne, antes de morir, alegrándose de su transformación. Después de esta alegoría a la belleza y de la música, Dios se sienta sobre la tempestad. El cielo se desploma a pedazos, los fragmentos de la bóveda destrozada se enredan en las ramas del bosque. Es cuando el viento puede abrir los ojos de la muerta.

 

¿El tejido metafórico, que se conecta y articula, en la integralidad de todos los tejidos, que hacen al acontecimiento, puede ser considerado como otra escritura; una escritura de las figuras, de las imágenes? Sabemos que, en el acontecimiento, en la multiplicidad de singularidades, dadas en distintos planos y espesores de intensidad, en distintas escalas, no pueden separarse las constelaciones de procesos y dinámicas, en distintas dimensiones, todas ellas sincronizadas; sin embargo, es sugerente la propuesta. La trama de la que habla la teoría o teorías de la narrativa, abarcando sus diferencias,  supone una composición, desde el inicio, la mediación y el desenlace; si bien la narrativa, oral y escrita, es acompañada por no solo la textura de los sentidos, así como la imagen-movimiento y el tiempo-movimiento. En este sentido, se puede suponer, por lo menos, teóricamente, composiciones y combinaciones de cuadros de imágenes, que pueden decodificarse a partir del entramado imaginario. Aunque, desde la perspectiva de la complejidad, no se pueda descomponer y separar la articulación integral de la complejidad, de todas maneras, se puede comprender que la composición metafórica hace un entramado, en la compleja trama del acontecimiento, atravesado de múltiples tejidos acompasados. 

 

Las anotaciones anteriores, aunque presentadas de una manera densa, pueden ayudarnos a sugerir una comprensión de la metáfora y la metaforización, considerando la metáfora como parte de tejidos metafóricos, es decir, de entramados figurativos, que se comportan como una gramatología. Si bien dijimos, que la poesía no tiene trama, como ocurre con la novela, aunque se pueda hablar de entramados, de todas maneras, no deja de ser sugerente el leer o visualizar las metáforas, no de una manera aislada, incluso en el caso de las conexiones aceptadas, sino como parte de tejidos, que son ya composiciones, en este caso imaginarias.

 

Volviendo a la interpretación del canto, el figurar cartas secretas en el cajón del cráneo y un carbón doliente en el fondo del pecho, corresponde no a una metáfora emergida de la expresión poética, sino a su ubicación en la complexión y contextura del entramado imaginario. Para hacernos entender, decimos que hay que interpretar las imágenes, las metáforas, en este caso de la poesía, como figuras presentes en la configuración integral del poema. La figura de estas cartas secretas adquiere connotación y denotación, adquiere sentido inmanente, cuando la decodificamos a partir, no solo de su singularidad, sino de la textura tejida por las ligazones intencionales de estas imágenes singulares.

 

En Altazor, Vicente Huidobro, en el canto o, si se quiere, poesía larga, narra los recorridos posibles del acontecimiento. Retomando nuestras tesis de Acontecimiento poético, la poesía no tienen trama, no es teleológica; sin embargo, el canto, la poesía larga, ya adquiere las características de una narración. Altazor, en tanto canto, es una trama y una narrativa poética.

 

¿Cuál es la trama de Altazor? Si bien no podemos decir algo de esta trama conjeturada, sino una vez considerados todos los cantos, podemos, adelantándonos, sugerir alguna hipótesis interpretativa. Con toda la provisionalidad del caso, sugerimos que la trama de Altazor define una narrativa poética cuyo desenlace es la diseminación del leguaje, incluso de la poesía misma; pero no en el sentido destructivo y nihilista o, de manera pedestre, en la caída a lo absurdo o sin sentido, sino en el retorno a la diferencia, que es el origen mismo.

 

Al final del Canto I, Altazor corrobora el nacimiento de la vida; la Tierra ha dado a luz un árbol. Es, por así decirlo, imposible, sugerir una teleología en la poesía, como ocurre con la novela, mucho más con la epopeya, sin embargo, aunque no la haya, el poeta se arroja por la vida. Toma posición, y si bien no hay desenlace, tampoco se apunta a un fin teleológicamente; lo que se dibuja en la lontananza es el horizonte nómada de la vida.  

 

 

Silencio
Se oye el pulso del mundo como nunca pálido
La tierra acaba de alumbrar un árbol

 

 


 

 


[1] Ver de Gilles Deleuze y Félix Guattari Mil Mesetas. Pre-textos. https://www.terras.edu.ar/biblioteca/16/16TUT_Deleuze-Guattari_Unidad_4.pdf.

[3] Ver de Jacques Derrida Márgenes de la filosofía. Catedra. 

 

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2.- Sistemas autopoieticos 

3.- Teorías nómadas

4.- Versiones de la teoria de la complejidad

 

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2.- Composiciones complejas singulares

3.- Simultaneidad dinámica integral

4.- Acontecimiento complejo

 

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