Raúl Prada Alcoreza
Dedicado a los y las movilizadas por los desaparecidos de Ayotzinapa.
¿Historia? ¿Historia de un país, historia de un Estado? Ya discutimos en los escritos sobre historia reciente el concepto de historia[1], incluso el de historia reciente, aprovechando los problemas que plantea, desde el enfoque del presente extendido o dilatado. Sin embargo, dejando en suspenso esta discusión, nuestro cuestionamiento al concepto secuencial y temporal de historia, ahora, nos preguntamos ¿quién hace la historia? Los países, los estados; ¿por qué atribuir a estas referencias la condición de sujetos? ¿Lo son? Fuera también de recordar que cuestionamos el concepto de sujeto, concepto que deviene del concepto de soberano, el único sujeto, propiamente dicho. Dejando también en suspenso esta observación, reparamos nuevamente que se atribuye, en términos de proyección, de irradiación, la condición de sujeto a algo, a la institución, a un lugar, a un territorio, a una región, a una geografía, que no tiene esta condición de sujeto, por lo menos en el sentido atribuido al ser humano. Tanto como soberano, así también como voluntad; lo mismo si se le da el significado de persona. Ciertamente, etimológicamente, tiene otras acepciones, como el colocado abajo, que viene del latín subjetus, participio pasivo de subjicere. Así como cuando hablamos de sujeto, reconociéndole su subjetividad; cuando recurrimos al concepto de subjetivo, que señala a la condición personal, a la condición individual; cuando nos referimos al sujeto gramatical, que vine del latín subjectivus, que significa propio de alguien, pero no como objeto, sino precisamente como sujeto, sino como pensamiento propio, incluso, podríamos decir como inmanencia. Si dejamos en suspenso estas observaciones, si llegáramos a comprender que la subjetividad es propia de la vida, de todos los seres, sería difícil sostener, salvo metafóricamente o por proyección, la condición de sujeto al país y al Estado.
Lo que hace historia, para no decir lo que hace la historia, pues esta la historia no existe, no podría existir, diferenciándose de otras múltiples historias posibles, en todo caso, comprendiendo historia no solamente como relato, narración, incluso memoria, sino como realización social, no podría hacerse historia sino socialmente, vale decir en tanto dinámicas sociales. Hablar de que las sociedades hacen la historia es hablar desde una generalidad tan grande que se pierde la fuerza de enunciación; tampoco podríamos volver, aunque se aproxime a la idea, a decir que los hombres hacen la historia, sin embargo, bajo determinadas condiciones[2]. No solamente porque no podemos excluir a las mujeres de este hacer historia, sino no son sujetos abstractos los que hacen historia, sino son singularidades, si se quiere, subjetivas, las que lo hacen, las que se asocian, las que componen, las que crean, las que despliegan recorridos, las que fundan, consolidan, institucionalizan, transforman. Entonces hay que situarse en las dimensiones de estas dinámicas singulares para poder darle significados apropiados, sostenibles, a esto de hacer historia.
Una mirada retrospectiva nos muestra el acontecer que llamamos historia como múltiples recorridos, efectuados por humanidades congregadas, asociadas, que forman instituciones, construyen ciudades, ceremoniales o de concentraciones, de ferias esporádicas o permanentes, que se mueven espacialmente, que conforman imperios o, en contraste, se encuentran en constante línea de fuga, como los nómadas. Las humanidades aparecen como conglomerados humanos, situados, dispersos, en movimiento, que se encuentran, forman otros nudos, otros tejidos, ocupan territorios, se asocian, conforman alianzas, fuera de haber conformado filiaciones, también chocan, se enfrentan, entran en guerra. Ahora bien, este acontecer de las sociedades humanas no puede enfocarse localmente, regionalmente, sino mundialmente. La humanidad está en el mundo. En este sentido, tampoco hay una historia nacional; la historia, en todo caso, es siempre mundial. Lo que no es lo mismo de hablar de una historia universal, pretensión imperialista. La historia mundial, comprende multiplicidades de historias efectivas, dependiendo de los cortes, los enfoques, las miradas, los referentes, las secuencias, los periodos, las épocas, los ciclos, también dependiendo de los contextos.
La historia de México no puede ser sino historia mundial. La pregunta es ¿qué es lo que acontece en el mundo para que emerja un acontecimiento México, para que este acontecimiento despliegue recorridos, incursiones, expansiones, mermas, para que este acontecimiento contenga multiplicidades de singularidades y de singulares procesos entrelazados, que contenga dramas, tragedias, realizaciones, frustraciones, consagraciones, de multitudes? Para decirlo de una forma, los y las mexicanas nunca estuvieron solos en el mundo, estuvieron en el mundo; al estarlo co-accionaron con otros y otras identidades colectivas – usando este término discutible de identidades -, fueron afectados por otras fuerzas, afectaron a otras fuerzas. Para responder a la pregunta ¿cómo hemos llegado a ser lo que somos en el momento presente?[3], es indispensable una mirada retrospectiva que tenga en cuenta esta configuración de dinámicas sociales singulares, de recorridos singulares, en constante asociación, composición, en constante artesanía de tejidos, tejiendo redes. Esto es precisamente lo que intentaremos hacer.
En Nueva historia mínima de México Pablo Escalante Gonzalbo dice que México es muchos Méxicos. No solo se refiere a las diferencias sociales, sino a la condición multiétnica de la población, de los pueblos, que conforman o, mas bien, constituyen, además de componer, de crear composiciones variadas, de lo que llamamos México, como un denominativo de connotaciones compartidas. Como Estado-nación, como conglomerado cultural afín, como sociedad histórica, como geografía política, como subjetividades reconocidas, como modismos y comportamientos. El autor citado escribe:
La división más antigua, y una de las más determinantes para la historia, es la que existió entre una civilización agrícola que se extendió en la mitad meridional del territorio y los pueblos de agricultura inestable y cazadores-recolectores que vivieron en el norte árido. Nuestra predilección por el gran Tenochtitlan como sitio de referencia de la nacionalidad, nuestra familiaridad con Moctezuma Ilhuicamina y con Nezahualcóyotl, no deben hacernos olvidar que otros antepasados nuestros vivían en rancherías de las montañas de Chihuahua, cerca de lobos y osos, y otros más caminaban desnudos por las ásperas tierras de Baja California, mirando casi siempre la línea del mar[4].
Nacimiento, si podemos hablar así, puesto que nos referimos a la nación, plural, como todo nacimiento, a pesar de los mitos de origen, a pesar de la historia oficial, que se refiere a un origen, como comienzo de la historia de la nación. Escalante continúa:
El peso demográfico y político de los pueblos meridionales como los nahuas, los zapotecos o los mayas, contribuyó a su supervivencia y a su integración en el nuevo orden surgido a raíz de la conquista española. Estos pueblos lograron, de diversas formas, insertar sus costumbres, sus imágenes, su memoria, en el tejido de la historia nacional. Las ideas y las historias de los cazadores de Coahuila, en cambio, o de los pueblos de Jalisco o Zacatecas que se reusaron a aceptar el dominio español, fueron borradas con el exterminio de esos pueblos. Otros, como los tarahumaras y los seris, han sobrevivido en el borde de las barrancas, en el filo de las playas desérticas, y en el límite de la historia[5].
Esta es una mirada retrospectiva, no al estilo de la genealogía, sino de la historia nacional. Se narra desde un presente, como si ese presente estuviera esperando, como historia nacional, hasta ese momento, a los pueblos que dieron nacimiento a la nación. Una historia que evalúa lo que hicieron o dejaron de hacer los pueblos; lo que unos hicieron para sobrevivir, lo que otros hicieron para desaparecer. La hipótesis es que los pueblos que sobrevivieron son los que se adecuaron al nuevo orden impuesto por los conquistadores.
No vamos a efectuar, ahora, una interpretación deconstructiva de la narrativa de la historia nacional. Lo que interesa, ahora, es la información transmitida por investigaciones historiográficas, basadas en fuentes, armadas y descritas con la objetividad de la academia. Dejaremos de lado la “ideología” interpretativa, que tiene que ver con la trama narrativa construida. En este sentido, es apreciable la descripción de la pluralidad étnica del nacimiento de la nación. Por otra parte, la descripción de la diferencia entre los pueblos meridionales y septentrionales ayuda a comprender que la pluralidad étnica contiene también otras pluralidades, esta vez, si se quiere técnicas, para no hablar de diferenciaciones culturales o diferenciaciones civilizatorias. También se describe, como ya lo dijimos, la diferencia en las resistencias de unos pueblos y otros a la conquista y colonización española. Estas pluralidades son importantes tomarlas en cuenta para sostener nuestra hipótesis interpretativa del acontecimiento México.
Son pues singularidades las que se ponen en marcha, las que entran en dinámicas sociales, culturales, de caza y recolección, agrícolas, las que conforman composiciones sociales más complejas, las que construyen instituciones, que no solo suponen la estructura y la organización, sino también los imaginarios. La historia efectiva, a diferencia de la historia oficial, que es una narrativa teleológica, es más bien una tejedora de varios hilos, de varios diseños, que se conectan, que se entrelazan, que se desanudan, componiendo coloridos textiles, donde se inscriben narrativas colectivas simbólicas. La historia efectiva no es teleológico, es aleatoria.
Lo emocionante es atender a la creatividad, a las capacidades inventivas, de las múltiples singularidades, que componen tejidos sociales complejos, que no son interpretados por los historiadores, salvo haciendo recortes, para poder armar secuencias. Lo impresionante es la potencia social creadora de mundos, aunque estos contengan dramas y tragedias humanas como la conquista y la colonización. Se puede decir, siguiendo a Serge Gruzinki, que los mexicanos inventaron el mundo moderno[6]. No lo dice Gruzinski, sino que es una conclusión nuestra. La primera conquista colonial moderna de gran escala fue la conquista de México, es cuando conquistadores y conquistados se transforman, se convierten en humanos modernos. El hombre moderno, usando el nombre de género dominante de la humanidad, por lo menos durante gran parte de la modernidad, son el conquistador y el conquistado transformados, no solo por el acto de la conquista y la acción de la colonización, sino por el mismo mundo que se está constituyendo, como mundo moderno.
Que primero los conquistadores se apropiaron del mérito de este acontecimiento que cambiaba el mundo, acontecimiento no comprendido en absoluto por quienes creían que se trataba de una extensión de Europa, después por quienes que consideraban que era un logro de la revolución industrial y el libre mercado, posteriormente por quienes consideraron que se trataba de evolución civilizatoria, concebida como desarrollo. Todas estas narrativas lo que hicieron es relatar desde la perspectiva de los vencedores; se construyeron una historia universal a imagen y semejanza. Narrativa, por cierto, pobre, en comparación con los tejidos sociales y culturales que compusieron las poblaciones, pueblos, sociedades, comunidades del mundo. Estos tejidos espacio-temporales no han sido leídos.
Ciertamente hay que re-escribir, no la historia, por que no la hay, salvo en el imaginario institucional, sino las expresiones de las memorias sociales, que contienen las huellas de las experiencias sociales. No se trata, de ninguna manera, de escribir la historia desde el sud, como dicen los de-coloniales, pues esto es escribir lo mismo o de la misma manera, solo que desde otro ángulo de la misma geopolítica del sistema-mundo capitalista, con otros nombres, otros escenarios, otros discursos y otros colores. Se trata de escribir, re-escribir, des-cribir, leyendo estas composiciones de los textiles sociales.
Los que vencieron creen que, porque vencieron, la victoria es una verificación de su razón de Estado. Puede ser de su razón de Estado, de su razón de poder, de su razón de dominio; pero, esto no quiere decir que tengan razón, respecto, por ejemplo a la complejidad de la vida, a la complejidad de las composiciones sociales, a la experiencia y memoria social. No la tienen, pues no han entendido nada. ¿Qué son poderosos? Lo son, pero de qué. Han acumulado riquezas, materias muertas, antes, símbolos de prestigio, ahora signos brillantes de consumo desbordante, riquezas ahora cuantificadas por la valorización abstracta, acumulando datos estadísticos. Tienen instrumentos destructivos, ¿para qué? Para intimidar, para descargar violencias disciplinarias, policiales, para ocupar territorios, para mantener una guerra interminable contra sus fantasmas. Se trata de juguetes peligrosos en manos de hombres inmaduros vernaculares. No están a la altura de la madurez que exigen las memorias del mundo.
Para ilustrar lo que dijimos, que los mexicanos inventaron la modernidad, me remito a los libros de Serge Gruzinski. No los vamos a exponer; solo haremos hincapié en el renacimiento indígena que supera en alcance, en extensión, y en comprensión del mundo, al renacimiento dado en la Europa del siglo XVI. También vamos a remarcas la trasformación del mundo a partir de las circulaciones y transferencias de una civilización agrícola que ha aportado a las sociedades la mayor parte de las verduras que hoy se consumen. Ciertamente también México se transformó con la llegada de instrumentos, de animales, aunque también de instituciones, de formas administrativas, de economías destinadas al mercado, sobre todo al mercado mundial. La revisión que hace Gruzinski de los diarios de nobles nahual es sobresaliente; los diarios expresan una mentalidad moderna, la comprensión de un mundo integrado.
Acontecimiento México por atender al acontecer y no a la narrativa retrospectiva, al acontecer de un presente extendido, que actualiza sus planos y espesores de intensidad sedimentados en la geología de la formación social-territorial, inscritos en los cuerpos como huella de la experiencia, guardados en la memoria social. Acontecimiento por abrir un horizonte histórico y cultural en un momento y lugar donde se perdió el viejo mundo, naufragó, y se abrió paso el nuevo mundo, transformando subjetividades, relaciones, estructuras, instituciones, imaginarios. Acontecimiento por acontecer en el ahora, con nuevas composiciones de tejidos sociales complejos, que tampoco son interpretados por las academias, por las vanguardias intelectuales, mucho menos por las interpretaciones oficiales, institucionales y burocráticas. Acontecimiento que bulle en las múltiples resistencias, en distintos planos de intensidad, que aparece actualizando dinámicamente sus sedimentaciones, sus memorias, sus experiencias, en un presente, que nunca es el mismo, sino la singularidad de la coyuntura que combina la complejidad de una determinada manera, propia para el momento. Acontecimiento porque es vida, ciclos vitales, memoria sensible, creatividad permanente. Acontecimiento también porque convoca, solicita a los cuerpos liberarse de las inscripciones del poder, de los fetichismos institucionales, liberar la potencia, actuar, volver a inventar otro mundo, pues el que vivimos ya se ha clausurado.
La invención del mundo moderno
Sabemos que el concepto de moderno es un concepto estético, plástico, inventado por los poetas malditos. ¿Cómo podemos aplicar este concepto a toda una época, es más, a toda una era, que data desde el siglo XVI? Lo hacemos, ciertamente desde el siglo XXI, desde nuestro presente; cuando ya aprendimos el concepto de modernidad, heredado de varias vertientes, convertido en uso del sentido común. Los hombres y mujeres del siglo XVI no se nombraban como modernos, tampoco los del siglo XVIII, ni siquiera los del siglo XIX, aunque el concepto estético de modernidad haya emergido a finales de este siglo; es a partir de la apropiación de la configuración conceptual poética de moderno, de modernidad, que el concepto adquiere variadas y dispersas connotaciones. En el siglo XX adquiere carta de ciudadanía; es, quizás, uno de los conceptos más nombrados, incluso abusados.
Si asumimos que desde el siglo XVI podemos hablar de modernidad, como modernidad barroca, tal cual la define Bolívar Echeverría[7], lo hacemos desde una percepción del siglo XXI, comienzos, en realidad, incluyendo, claro está, las perspectivas desplegadas en el siglo XX. Entonces se trata de nuestras interpretaciones de lo que acontecía en el siglo XVI para adelante. Es el siglo XVI para adelante nuestro, del presente. Se trata de la interpretación actual y actualizada de ese siglo y lo que viene después. ¿Es más valida la representación que se hacían hombres y mujeres de su siglo que las representaciones que nos hacemos nosotros de ese siglo y lo que viene después? Los del siglo XVI seguramente se representaban su siglo a partir de las perspectivas heredadas de siglos anteriores; quizás, en parte, desde las perspectivas generadas por el renacimiento. ¿Para quienes podrían ser más validas esas representaciones? Parece que tendríamos que decir, para los hombres y mujeres del siglo XVI. En cambio, parece que tendríamos que decir que nuestras representaciones son más validas, pues comprenden mejor el siglo XVI, debido a que hoy, se puede ubicar mejor el lugar de ese siglo en la historia. Empero, no se trata de representaciones, de concurrencia de representaciones, sino de percepciones, de experiencias, de memorias.
¿Podemos acceder a las percepciones y experiencias sociales del siglo XVI? Esos cuerpos, que son el lugar de las percepciones y de las experiencias, han desaparecido; ya no están. El siglo XVI nos llega, por fuentes, registros, cuadros, monumentos, arquitecturas, transmisiones orales, narrativas. La historia se ha encargado de reconstruir el siglo XVI. Sin embargo, el siglo XVI de la historia no es el siglo XVI vivido por los hombres y mujeres de ese siglo. En compensación, podríamos decir que los del siglo XVI no tenían una idea completa de su siglo; a lo más tenían ideas apegadas a las experiencias locales, regionales, hasta continentales; pero no tenían una idea de mundo. El mundo es mundo desde la conquista de América, tendríamos que decir de Abya Yala, porque el nombre de América ya significa la consolidación del dominio colonial.
Mundo, como entendemos, es el mundo moderno. Entonces, también tendríamos que decir que, el mundo moderno se gesta, por lo tanto, también la idea de mundo, precisamente en ese siglo XVI. Hay pues una desconexión entre la concepción y su referente, incluso podríamos decir ente la temporalidad de la concepción y la temporalidad de sus referencias. Como si la concepción nombrara la huella de lo que llega de las referencias, siendo imposible el acceso al espesor de las referencias. Esta desconexión entre ámbitos temporales, que en todo caso están vinculados por la narrativa histórica, nos muestra la ruptura en el tiempo, por así decirlo; no es el mismo tiempo. Por lo tanto no hay continuidad ni secuencia. La continuidad y la secuencia son imaginarias[8].
¿Cómo podemos hablar entonces de modernidad, de historia de la modernidad, si no hay continuidad temporal ni secuencia? Es pues una construcción teórica. ¿Entonces la historia de la modernidad no corresponde a los acontecimientos a los que hace referencia? ¿A qué corresponde? ¿A las huellas de esos acontecimientos, que llegan hasta nuestros días? ¿Forman parte del acontecimiento presente? ¿El presente, en parte, es el pasado que inventamos? Si fuese así, ¿estamos ante un presente expandido, que se enriquece con la interpretación y la acumulación de las huellas del pasado? ¿Se trata de un eterno presente que se mueve sobre sí mismo? ¿Pero, si solo hay presente, qué hay con el pasado?
Se podría sugerir hipotéticamente que se trata de dos universos distintos, que, sin embargo, están conectados, tienen relaciones, a través de las huellas, que hemos mencionado. No se accede propiamente al universo del pasado sino a través de las huellas que dejan esas conexiones que llegan hasta nosotros, a través de las cuales, reconstruimos la imagen de ese universo, no reconstruimos el universo del pasado; esto, por de pronto, es imposible. Cuando hablamos de dos universos distintos, plantemos claramente, quías, radicalmente, la discontinuidad entre ambos. ¿Qué nos ayuda a acercar, por así decirlo, los dos universos, el universo del presente y el universo del pasado? Los hombres y mujeres del universo del pasado viven su universo como su presente; los hombres y mujeres del presente viven su universo como su presente. Ambos viven su presente. Para ambos sus universos presentes no son representaciones, no son imágenes reconstruidas, sino, materialidades percibidas y sentidas corporalmente. Ambos sabemos lo que es asumirse, existir, vivir, en ambos mundos, por así decirlo; además teniendo una idea del otro mundo. Este saber vivir nos acerca, nos permite interpretar al otro mundo. La interpretación entonces se la hace a partir de la propia vivencia, de la experiencia en el universo propio; usando el espesor de esta experiencia para interpretar la otra experiencia inaccesible.
Ahora bien, ¿qué es la memoria, en este caso, teniendo en cuenta la hipótesis metodológica propuesta, la de dos universos discontinuos, entre pasado y presente? Si se trata de dos universos distintos, no puede ser memoria del pasado; es memoria del presente. ¿Qué quiere decir esto?
Memoria e historia
Se ha asociado la memoria a la historia o la historia a la memoria, queriendo hacer de la historia una memoria social; pero no es así. La historia no puede ser la memoria social; la historia es una narrativa o, si se quiere, un conjunto de narrativas, cuya trama pretende el saber y el secreto de la historia universal. La memoria social no podría ser otra cosa que una metáfora o una proyección de la memoria efectiva de los cuerpos. Las memorias de los cuerpos entran en interacción, se interpretan, y participan de la hermenéutica social de su tiempo. Se denomina memoria social a esta constelación hermenéutica, que se conforma en el intercambio social de interpretaciones, comunicaciones, expresiones, escritos, representaciones, del acontecimiento. La memoria social no es propiamente memoria; se constituye y conforma sobre el substrato de memorias efectivas. Es más una constelación de interpretaciones diversas, plurales, que comparten experiencias singulares, memorias singulares, saberes singulares y colectivos, materializados en narrativas, escrituras y representaciones. Puede haber ciertas analogías con la memoria efectiva; sin embargo, la memoria social no tiene efectivamente vida corporal y autónoma, de donde emerge la memoria efectiva. De todas maneras, la memoria social contiene las dinámicas de estas memorias efectivas singulares.
La historia no es memoria social, no contiene las dinámicas de las memorias efectivas singulares; es, como dijimos, narrativa, trama de la interpretación “ideológica” del tiempo social. Para que esta narración histórica haga presencia, se de lugar constantemente, es menester, que el círculo hermenéutico de la figuración, configuración y refiguración, circulen, acumulen, varíen, se transformen, por la actividad permanente de intérpretes, historiadores, escritores y lectores. Se habla de la historia como memoria abusando de la metáfora y la proyección de la memoria efectiva.
Es ilustrativo hacer una revisión de los saberes sobre la memoria, compararla con la memoria social y la historia. En adelante haremos un repaso sobre algunas definiciones de memoria, no para decir ninguna verdad sobre la memoria, ni aceptar como verdad estas definiciones, respecto a las cuales, mas bien, nos colocamos en posición crítica. Sino para usar este sentido común de las ciencias especializadas con objeto de comparación, en relación a las características de la memoria social y la historia.
Apuntes sobre la memoria
La memoria es una actividad del cerebro, es un acontecimiento de la mente; habilita al cuerpo para codificar, almacenar y recuperar la información acumulada. La memoria emerge de las conexiones sinápticas repetitivas entre las neuronas; se crean redes neuronales, que vienen a ocasionar la denominada potenciación a largo plazo.
La memoria guarda experiencias; lo hace logrando distintos alcances. Se puede encontrar una memoria corta; como consecuencia de la simple excitación de la sinapsis para reforzarla, para sensibilizarla transitoriamente. También, con un alcance mayor, se encuentra una memoria mediana, como consecuencia de un reforzamiento permanente de la sinapsis, gracias a la activación de ciertos genes y a la síntesis de las proteínas correspondientes. Se puede decir que el hipocampo corresponde a la parte del cerebro relacionada a la memoria y aprendizaje.
La memoria está relacionada con el un aprendizaje. El estudio de la memoria ha tenido en cuenta la observación de los homínidos; considerando que los homínidos presentan la estructura cerebral más compleja. Sin embargo, el estudio de la memoria en otras especies también es importante; no sólo para hallar diferencias neuroanatómicas, así como funcionales, sino para encontrar analogías y diferencias ilustrativas. Las investigaciones etológicas y psicológicas de los homínidos han servido para sostener la hipótesis de la evolución de las capacidades mnésicas. De todas maneras, se sabe que los organismos vivos, compuestos de un sistema nervioso simple, tienen la capacidad de adquirir conocimiento sobre el mundo, además de contar con una forma de memoria. Esta capacidad de retener, codificar, procesar y utilizar la información es de lo más compleja en los seres humanos.
La memoria está diseminada por distintas localizaciones especializadas. Se dice que se da como un mapa de distribución de la memoria; en algunas regiones del córtex temporal estarían almacenados los recuerdos de la infancia, en tanto que el significado de las palabras se guardaría en la región central del hemisferio derecho, a diferencia de los datos de aprendizaje, que se guardarían en el córtex parieto-temporal. Los lóbulos frontales se especializarían en organizar la percepción y el pensamiento. Siguiendo este mapa de la memoria, los automatismos estarían almacenados en el cerebelo.
A finales del siglo XIX y principios del XX, la memoria pasó a ser el paradigma de la psicología cognitiva. En las últimas décadas se ha convertido en el núcleo enunciativo de la neurociencia cognitiva; que sería una especialización interdisciplinaria entre la psicología cognitiva y la neurociencia.
En 1890, el psicólogo William James, propuso una distinción formal entre memoria primaria y memoria secundaria; memoria corta y memoria larga. Distinción básica del modelo de almacenamiento múltiple de Atkinson y Shiffrin; modelo elaborado en 1968.
En 1885, Hermann Ebbinghaus se convirtió en un investigador experimental de la memoria; convirtiéndose él mismo en objeto de estudio. Se puso a estudiar los fenómenos básicos empíricos de las manifestaciones visibles de la memoria, que denominó curvas de aprendizaje y del olvido.
Sin embargo, durante gran parte de la primera mitad del siglo XX, la memoria no fue la preocupación principal de los psicólogos experimentales. Esto se debe el dominio ejercido por el conductismo en el campo de la psicología. De todas maneras, algunos conductistas estudiaron la llamada conducta verbal, utilizando el aprendizaje de pares asociados.
Este enfoque relacionista y asociacionista permitió avanzar sobre el estudio de la memoria. Desde entonces se le observa estos fenómenos empíricos de la memoria en la teoría de inferencia, formando parte de las teorías del olvido.
Se puede decir que se dio lugar una[RPA1] revolución cognoscitiva en 1959; desde entonces la memoria se ha convertido en un campo integral, a partir del enfoque del procesamiento de la información.
En el proceso de almacenamiento de los conocimientos en la memoria es posible diferenciar las siguientes fases: Codificación o registro, es decir, recepción, procesamiento y combinación de la información recibida; almacenamiento, es decir, creación de un registro permanente de la información codificada; recuperación, es decir, recordar la información almacenada en respuesta a una señal para activar un proceso.
Se denomina memoria sensorial a la facultad de registrar las sensaciones percibidas. Constituye la fase inicial del desenvolvimiento del proceso de la atención. Esta memoria tiene una gran capacidad para procesar gran cantidad de información a la vez, aunque durante un tiempo muy breve.
Existe una serie de almacenes de información provenientes de los distintos sentidos, los cuales prolongan la duración de la estimulación. Esto facilita, generalmente, su procesamiento en la llamada memoria operativa.
El almacén icónico se encarga de recibir la percepción visual. Se considera un depósito líquido de gran capacidad, depósito donde la información almacenada es una representación isomorfa; es decir, con la misma estructura de la realidad, estructura física y no categorial; pues aún no se ha reconocido el objeto.
El almacén ecoico mantiene almacenados los estímulos auditivos, permitiendo que el receptor acumule suficiente información para poder procesarla definitivamente en la memoria operativa.
La memoria corta es el sistema donde se maneja la información que interactúa con el ambiente. Aunque esta información es más duradera que la almacenada en las memorias sensoriales, de todas maneras, se encuentra limitada.
Las funciones generales del sistema de memoria abarcan la retención de información, el apoyo en el aprendizaje de nuevo conocimiento, la comprensión del ambiente en un momento[RPA2] dado, la formulación de metas inmediatas, así como también posibilita la resolución de problemas. Las limitaciones de capacidad tienen que ver con la imposibilidad de simultaneidad; cuando una persona realiza una determinada función, las demás no se podrán llevar a cabo en ese momento.
La memoria operativa se conforma por varios subsistemas; un sistema supervisor, es decir, el ejecutivo central; además de dos almacenes secundarios especializados. Uno especializado en información verbal, denominado lazo articulatorio; el otro, especializado en información visual, denominado agenda viso-espacial.
La memoria larga viene a ser lo que comúnmente llamamos memoria. Es en donde se guardan los recuerdos vividos, diríamos, la experiencia, así como se guarda el conocimiento sobre el mundo; también se guardan imágenes, conceptos, estrategias de sobrevivencia, esquemas de comportamiento, astucias de la conducta. La memoria larga es una potencia; sus capacidades y posibilidades son desconocidas, comprende la retención y fijación de informaciones en distintos planos, de diferente composición. Metafóricamente, en comparación, se considera a la memoria larga como la base de datos; la figura sería la siguiente: se inserta la información por medio de la memoria operativa; la memoria larga no solamente aparece como almacén de información, sino como dinámica de actualización de la información.
En la composición de la memoria larga se diferencia entre memoria declarativa y memoria procedimental. La memoria declarativa es donde se almacena información sobre hechos. La memoria procedimental aparece, mas bien, como un sistema de ejecución; colaborador del aprendizaje de habilidades, no representadas en tanto información explícita sobre el mundo. Por el contrario, éstas se activan de modo automático, como una secuencia de pautas de actuación, ante las demandas de una tarea. Consisten en una serie de repertorios motores, como escribir, así como estrategias cognitivas; por ejemplo, efectuar cálculos.
El aprendizaje de habilidades se consigue de modo progresivo, primordialmente por medio de la ejecución, combinada con la retroalimentación; el aprendizaje incide en la elaboración de las instrucciones. Hablamos del sistema declarativo, también de la imitación; es decir, la mimesis. El nivel de adquisición de habilidades depende de las prácticas, también del adiestramiento que se lleve a cabo. Observando las prácticas, se ha visto que en los primeros ensayos, la celeridad de la actividad genera un incremento exponencial.La obtención de habilidades es práctica, se puede decir mecánica, se lleva a cabo de manera automática.
La regla de producción en la memoria procedimental se establece en términos de condición-acción; se contempla la condición como una estimulación externa en la memoria operativa, que puede darse en forma representativa; se comprende la acción como una modificación de la información dada en la memoria operativa.Las características de esta memoria son importantes al tratar de desarrollar una serie de reglas que permitan obtener una buena ejecución en una tarea.
La memoria declarativa contiene información referida al conocimiento sobre el mundo y sobre las experiencias vividas por cada persona, se denomina también memoria episódica; así como información referida al conocimiento general, sobre todo respecto a los conceptos extrapolados de situaciones vividas; es decir, se presenta, en este caso como memoria semántica. La memoria semántica es objetiva, la memoria episódica es subjetiva. Esta composición dual de la memoria declarativa ayuda a entender el funcionamiento de las dinámicas de la memoria; la información está representada y se recupera diferencialmente.
La memoria semántica da cuenta de un almacén de conocimientos acerca de los significados de las palabras y de las relaciones entre estos significados; constituye una especie de diccionario mental; la memoria episódica representa eventos que reflejan detalles de la situación vivida, acompañando a las significaciones.
La organización de los contenidos en la memoria episódica está sujeta a parámetros espacio-temporales; esto es, los eventos que se recuerdan representan los momentos y lugares en que acaecieron. Sin embargo, la información representada en la memoria semántica sigue una pauta conceptual, de manera que las relaciones entre los conceptos se organizan en función de su significado.
Otra característica, que diferencia ambos tipos de representación, tiene que ver con que los eventos almacenados en la memoria episódica son aquellos que se han codificado de manera explícita, mientras que la memoria semántica posee una capacidad inferencial; es capaz de manejar y generar nueva información, incluso que no se haya aprendido explícitamente. Se puede decir que se encuentra implícita en los contenidos; cuando esto ocurre se da lugar a la comprensión del significado de una nueva frase, de un nuevo concepto.
Los recuerdos son imágenes del pasado, que se archivan en la memoria. Nos sirven para traer al presente la imagen de algo o a la imagen de alguien. Se definen también como una reproducción imaginaria de algo anteriormente aprendido o vivido; por lo que están vinculados directamente con la experiencia.
Las conexiones neuronales de la corteza son estimuladas por la información; se fortalecen y vinculan al contexto emocional en que se formaron. Una vez codificadas residen en la región de la corteza donde la información fue percibida y procesada. Cuando sea necesario, o suscitado por la emoción, esa memoria se activa para utilizarse como memoria usada para la actividad o la acción.
La complejidad de la memoria se puede resumir en un cuadro conceptual, cuadro que comprenda a la repetición, a los esquemas y a la memoria corta. Esta complejidad ha sido estudiada por la neuropsicología de la memoria; que estudia los procesos inherentes al cerebro.
Por otra parte, se estudia los procesos básicos de la memoria, se investigan las tres funciones básicas de la memoria, así como la estructura de funcionamiento de la memoria, estructura compuesta por los tres sistemas de memoria, que se comunican e interactúan entre sí. Estos sistemas fueron reconocidos por los psicólogos Richard Atkinson y Richard Shiffrin; para tal efecto usaron la teoría multialmacén de la memoria.
Se encontraron fallas en el proceso y la función de la memoria, que no son relativos a los olvidos, tampoco a dificultades en el almacenamiento de la información, ni tampoco a problemas en lo que respecta a la recuperación de la información, sino que son distorsiones de la información. Algunos de estos trastornos adquieren calidad de enfermedad; en este caso, estos trastornos son llamados paramnesias.
El ejecutivo central coordina los recursos del sistema de la memoria; los distribuye por diferentes almacenes, denominados esclavos, especializados en distintas funciones, dependiendo de las tareas. El ejecutivo central se centra en tareas activas de control sobre los elementos pasivos del sistema; que son los almacenes de información. El lazo articulatorio se encarga del almacenamiento pasivo y del mantenimiento activo de información verbal hablada. El primer proceso es limitado, la información se pierda en un breve lapso; mientras que el segundo, la repetición, permite vigorizar la información temporal. Además, el ejecutivo central es responsable de la transformación automática del lenguaje, presentado de forma visual, convertido a su forma fonológica. Se puede decir que procesa la totalidad de la información verbal[9].
La agenda viso-espacial, es decir, el almacén del sistema, está involucrada con elementos de carácter visual. Su tarea consiste en guardar este tipo de información. La capacidad de almacenamiento de información en la agenda viso-espacial se ve afectada, como en el lazo articulatorio, por la similitud de sus componentes, cuando no es posible traducir los elementos a su código verbal[10].
Apuntes sobre historia
La historia no es memoria social; sin embargo, tiene como sensores, que vendrían a ser las fuentes, los registros, las bases de datos, los archivos, los documentos. Entonces, estos almacenes de información, son trabajados por métodos de clasificación, por métodos de ordenamiento, que forman secuencias, cuadros, mapas; estas sinapsis, hablando metafóricamente, después son analizadas, interpretadas, para convertirse en descripciones, también en interpretaciones, en construcciones elaboradas de la historia. La historia funciona como una memoria social artificial, como si fuese la memoria de un cuerpo plural, la sociedad. Sin embargo, esta memoria social artificial no funciona como la memoria en el cuerpo singular, tampoco funciona como lo hace la memoria social efectiva; no actúa inmediatamente sobre las acciones emprendidas socialmente, no actúa sobre las acciones emprendidas por el Estado, salvo si se trata del discurso oficial, que tiene como tarea la legitimación. La sociedad no usa la memoria social artificial como el cuerpo singular usa la memoria. El cuerpo perceptual y la memoria conforman una vida integral, que desprende ciclos vitales, actividades, prácticas, que conforman un ámbito dinámico, del que forman parte. En cambio, la memoria social artificial y el cuerpo social, no están integrados; forman parte de una composición diferenciada, composición de partes que funcionan como en una división del trabajo, división de dispositivos especializados, no integrados, aunque articulados en distintos procesos sociales. Por otra parte, la vida se encuentra en los que organizan las fuentes, los registros, las bases de datos, los archivos, los documentos; en los que revisan estas recolecciones, las clasifican, las ordenan, las analizan y las interpretan; por último, en los que construyen narrativas históricas. Son estas singularidades las que dan movimiento a la memoria social artificial; sin olvidarnos de las singularidades que reconfiguran estas narrativas.
Por lo tanto, las analogías son de forma, no de contenido; las analogías son figurativas, no reales. Por lo demás, el conglomerado social, no asume la memoria social artificial de la misma manera, sino de muchas maneras, variadas, distantes, próximas, aceptando las versiones científicas o, más bien, rechazándolas o desconociéndolas; prefiriendo optar por sus propias interpretaciones, que vienen de otros saberes. Puede que institucionalmente se asuma la historia como la versión oficial; es decir, la verdad institucionalizada. La historia entonces, como ciencia, como saber, como actividad, incluso como lectura, como reconfiguración, es muy diferente a la memoria del cuerpo singular, también de la memoria social efectiva.
Por otra parte, se puede hablar, también metafóricamente, de memoria corta, memoria mediana y memoria larga, en la historia, dependiendo de las estructuras de duración que analiza, dependiendo de los periodos o ciclos que considera. Sin embargo, tampoco, en este caso, estas memorias, corta, mediana y larga, artificiales, funcionan de la misma manera que la memoria corta, memoria mediana y memoria larga efectivas. No son memorias integradas; es más, están separadas, de acuerdo a las escuelas, corrientes, teorías, metodologías de la investigación.
De la misma manera, se dan lugar los aprendizajes en la investigación histórica, así como las transformaciones discursivas y teóricas; sin embargo, estos aprendizajes no redundan exactamente en habilidades prácticas de un cuerpo integrado, sino en habilidades intelectuales, pero, también entrampamiento de los investigadores. Las transformaciones discursivas y teóricas, mas bien, muchas veces, derivan en rupturas epistemológicas, metodológicas y de corrientes. No hay pues un continuum acumulativo en un cuerpo integrado, sino enriquecimientos dispersos de saberes disociados, que reagrupan conocimientos, dependiendo de los enfoques, de las instituciones, de los usos.
Estas diferencias marcadas y las analogías de forma no se remarcan para disminuir la historia, ni descalificarla, respecto a la memoria social efectiva y a la memoria singular, aunque, obviamente, son mucho más complejas que la historia, son vitales, en la medida que contienen actividades vivas, además de que son el substrato de la misma historia; sino se trata de comprender cómo funcionan estas distintas memorias, las vitales y las artificiales, evitando confundirlas a través del juego metafórico, que es lo que se acostumbra a hacer.
Anotaciones sobre la historia de México
Bernardo García Martínez dice que se puede hablar de la época colonial desde la caída de Tenochtitlan, en 1521 hasta la independencia, en 1821; sin embargo, esta consideración cronológica tan solo es una gruesa aproximación, pues no se puede decir lo mismo si la perspectiva es económica, social, en su caso, desde una perspectiva demográfica o desde una perspectiva cultural[11]. Escribe:
La economía de mercado, por ejemplo, se fue transformando paulatinamente a medida que los españoles expandían sus actividades comerciales, agropecuarias y mineras a lo largo del siglo XVI, pero la economía de subsistencia de los tiempos prehispánicos persistió a su lado, y tanto una como otra pasaron por los años de la independencia sin alterarse en lo esencial. Sí hubo una sacudida económica a principios del siglo XIX, pero la causa principal fue la acometida fiscal emprendida por España en 1804. La población experimentó un drástico descenso entre 1519 y 1575, tas lo cual pasó unos años de relativa estabilidad y luego a un periodo de crecimiento que se vio alterado hacia 1737, pero no en 1821. La historia ambiental, que estudia el impacto humano sobre el medio físico, reconoce que la conquista ocasionó cambios muy importantes en el paisaje mesoamericano – como ocurrió con la introducción de la ganadería -. Pero para la historia ambiental el fin de la época colonial no tiene significado especial, y en cambio le resulta más importante señalar un límite cronológico hacia 1780 cuando se inició el corte de madera en gran escala para la construcción naval, o hacia 1880, cuando los ferrocarriles provocaron cambios muy profundos en el uso del suelo[12].
Bernardo García dice que la época colonial puede acomodarse a distintos ciclos, a distintos periodos, a distintos cortes cronológicos; las fechas de inicio son, de alguna manera, coincidentes, pues coinciden con el periodo de la llamada conquista; el viaje de Cristóbal Colón, la llegada de las carabelas a la isla nombrada como La Española, a las islas del caribe y al continente. Así como que coincide con los circuitos de navegación en el Atlántico, entre el viejo continente, el nuevo continente y África, añadiendo los circuitos entre la nombrada América y el Asia. En cambio, las fechas finales son dispares, debido a que los cambios involucrados no calaron tan hondo o no coincidieron en el tiempo. De todas maneras, puede acordarse que se dieron importantes transformaciones de diversa índole, políticas, económicas, culturales, cambios que se iniciaron hacia 1760[13]. Escribe:
Ésta es una fecha aceptable para poner fin a esa etapa de la historia de México que se inició cuando los españoles llegaron a tierras mesoamericanas. La seguiremos llamando colonial por costumbre y conveniencia, a sabiendas de que excluimos los últimos cincuenta o sesenta años de la dominación española. Éstos pueden considerarse en un conjunto aparte que abarca también – a pesar de la ruptura política – los años posteriores al proceso de la independencia[14].
Estamos ante una historia de México que contempla la posibilidad de múltiples linealidades históricas, dependiendo de los tópicos, de los temas, en consideración. Estamos ante una historia plural, dependiendo de los cambios considerados. Se define entonces los cortes cronológicos de acuerdo a los ritmos de las transformaciones efectuadas en el tópico considerado; si se trata de cambios económicos, sociales, políticos, culturales. García habla de un periodo fundacional, que va desde 1519 hasta 1610; este periodo se inicia con lo que llama la irrupción de los conquistadores, fase que se estira desde 1519 hasta 1530. Dice que la conquista debe entenderse no sólo como el desenlace de una victoria militar, sino como un complejo proceso de enfrentamientos y acomodos que se prolongaron hasta alrededor de 1530. Desde esta perspectiva, la conquista fue más un proceso que una coyuntura; se prolongó por unos cuarenta años, a los que hay que añadirle otros cincuenta años, para que Nueva España dejara atrás el periodo formativo fundacional y entrara en una fase de madurez[15]. García escribe:
Cabe recordar que Mesoamérica comprendía por ese entonces centenares de señoríos, es decir, pequeños estados o cuerpos políticos que disfrutaban de diferente grado de autonomía. En náhuatl se les lama altépetl. Aunque el concepto tenía equivalentes en otras lenguas indígenas, la palabra náhuatl era la más difundida; luego, los españoles la tradujeron como pueblos de indios. Casi todos estaban encabezados por un “señor” hereditario, que de hecho era un pequeño rey y el personaje que encarnaba la legitimidad política (tlatoani en náhuatl, que los españoles tradujeron como cacique). Los señoríos eran las unidades básicas de la organización política prehispánica. Muchos eran tributarios de la Triple Alianza (la estructura imperial entonces dominante), pero, otros, como los tlascaltecas, eran independientes[16].
Bernardo García continúa:
La entrada de los españoles a México-Tenochtitlan, si bien pacifica en lo formal, se convirtió a los pocos días en una ocupación militar apoyada en el sometimiento y prisión del monarca mexica. Moctezuma. Tal ocupación se prolongó durante siete meses, de noviembre de 1519 a junio de 1520, tiempo que los españoles aprovecharon para obtener información y recursos, pero sobre todo para establecer alianzas con otros señoríos de un modo que no contradijera las prácticas políticas mesoamericanas. En este lapso la integridad política de la Triple Alianza se fracturó, aunque al mismo tiempo se generó el movimiento de resistencia mexica que culminó con la desposesión de Moctezuma y la expulsión de los españoles y sus aliados (episodio conocido por éstos como Noche Triste y que habría de adquirir un lugar importante en la historia popular)[17].
Hacemos algunas anotaciones. Primero, la condición social, cultural y organizativa de mesoamericana es plural; los señoríos, la Triple Alianza de México, Tetzcoco y Tlacopan, las autonomías, los circuitos de intercambio, quizás compartiendo la transversal de una civilización agrícola. Segundo, el largo proceso de la conquista, primero de las islas del Caribe, segundo de Mesoamérica. Tercero, el estallido de las resistencias nativas, en algunos casos, con victorias, aunque después estas victorias hayan sido pasajeras. Cuarto, el quiebre de la Triple Alianza, la aparición de nuevas alianzas entre españoles y señoríos nativos.
Estamos ante dos mundos, si es que no los nombramos como dos universos, distintos. El contraste no podía ser mayor. Se enfrentaron sociedades agrícolas contra sociedades comerciales; se enfrentaron máquinas de guerra, hablando de los mesoamericanos, contra máquinas militares, usando os conceptos propuestos por Gilles Deleuze y Félix Guattari[18]. Máquinas de guerra que emergen con las sociedades nómadas, que se fijan en las sociedades sedentarias, que corresponden a la guerra como extensión del nomadismo, aunque después este nomadismo haya sido contenido por las sociedades agrícolas. Máquinas militares que emergen de la razón de Estado, no sólo como máquina de captura, sino, sobre todo de disciplinamientos. Los militares ganaron a los guerreros. No solo les favorecieron las armas, técnicamente más destructivas, sino la política de Estado, por así decirlo, recurriendo a las nociones de política de Nicolás Maquiavelo; usando astucias, engaños, estrategas, dividiendo, conformando alianzas, simulando, atacando cuando el enemigo se encuentra más vulnerable. Esto marcó la diferencia crucial en la correlación de fuerzas, fuera de lo que resultó siendo una guerra biológica, las enfermedades traídas por los europeos, para las cuales los nativos no tenían defensa.
Desde el arribo de las carabelas a la isla La Española hasta la toma de Tenochtitlán pasa un poco más de cuarto de siglo. El aparato militar, jurídico, administrativo y religioso de la Corona tiene tiempo para preparar el largo proceso de conquista del continente de Abya Yala. De entrar en contacto con los señoríos, de conformar alianzas con algunos, enfrentándose con otros. La entrada a Tenochtitlán no la efectúan solos los españoles, lo hacen acompañados con sus aliados nativos. Los españoles hacen política, en sentido reducido, formal, institucional, conspirativo, a la manera como describe la actividad política de su tiempo Nicolás Maquiavelo; empleando astucias y destrezas negociadoras, formando alianzas, para contrarrestar las alianzas de la Triple Alianza. ¿Cómo explicar que después de la derrota española en la Noche Triste, vuelvan con más bríos y terminen venciendo? ¿La explicación se encuentra en la diferencia técnica militar? ¿La explicación se encuentra en el derrumbe de la Triple Alianza; por lo tanto, en que los españoles cuentan con aliados nativos?
Nuestra hipótesis interpretativa se inclina por la segunda alternativa. Una conquista, una victoria, la dominación consecuente, no se da sólo con las fortalezas de un lado, el lado que va resultar vencedor, sino con las debilidades, las fisuras, los quiebres, al final, el derrumbe del otro lado, los derrotados. ¿A los señoríos de la Triple Alianza les ha faltado lo que les sobraba a los españoles, el uso de la política, al estilo que describe Maquiavelo? No estamos de acuerdo con la tesis de Tzvetan Todorov[19], por cierto metafórica e ilustrativa, de que mientras los nativos veían, en los españoles, a dioses, los españoles veían a los nativos como subhumanos. La interpretación que se acerca de Tzvetan Todorov a la hipótesis que manejamos es cuando dice que los españoles, después de Cristóbal Colón, usaban el lenguaje para mentir, es decir, para desplegar astucias y conspiraciones, en tanto que los nativos usaban el lenguaje mágicamente. Sin embargo, no es del todo convincente esta figura, esta interpretación, que no deja de ser metafórica, pues no se enfrentan inocentes a villanos, aunque los españoles más se acerquen a este perfil; no se enfrentan el buen salvaje, tal como lo concibe Rousseau, y hombres perversos de la civilización “occidental”, aunque estos contrastes arrojen ciertas analogías con la historia efectiva. Las hipótesis interpretativa, que parece más plausible, sin descartar la combinación con otras hipótesis, parece ser que la diferencia se marca por este uso de la política, en el sentido que describe Maquiavelo, que es lo mismo que decir, que no se hace política, sino una anti-política, ahora entendiendo la política en el sentido de Rancière; es decir como democracia, como suspensión de los mecanismos de dominación[20].
La victoria la logran los españoles por el uso de la política, al estilo descrito por Maquiavelo, combinando fuerza y fortuna, violencia y consenso, si es que se puede hablar de consenso, en este caso, y no, más bien de alianzas, que parece más conveniente. El no haber mantenido la unidad de los señoríos nativos, es más, la unidad de los pueblos nativos, es lo que da la victoria a los españoles y lleva a la derrota a los nativos. La responsabilidad de la conquista recae en los aliados nativos de los españoles, en los que llamaremos los colaboracionistas. No hay victoria de un lado sin cómplices del otro lado.
Esta parece ser una de las explicaciones no sólo de la conquista de México sino también de la conquista del Perú; quizás también de la conquista de todo el continente de Abya Yala por parte de los europeos. Por otra parte, este parece ser el drama de los países de América Latina y el Caribe, que después de la conquista y la colonización, se rinden a los imperialismos capitalistas sucesivos, contando, claro está, también en estos casos, con colaboradores.
La formación del Estado-nación en México[21]
Habría que hacer caso a la historia diferencial de la formación de los Estado-nación y con esta perspectiva evaluar lo que pasó en América Latina y el Caribe al respecto. Por lo tanto habría que atender tanto a la conformación de sus constituciones así como a la construcción de sus instituciones, de sus campos de relaciones, sobre todo atender su relación con los pueblos indígenas, lo que equivale a comprender adecuadamente sus procesos constituyentes.
Lo que vamos a hacer en adelante es, como dijimos, concentrarnos en el caso mexicano, por su fuerza, su intensidad, por la densidad de las analogías respecto a la formación del Estado-nación en muchos países de América Latina.
En un hermoso libro El príncipe mexicano de Rhina Roux[22] la autora nos ofrece una interpretación distinta a las teorías generales del Estado, teorías que por lo general parten de un modelo construido, el cual sirve de metodología, de aparato analítico, también hermenéutico; modelo del cual se deduce la interpretación de consecuencias empíricas. En cambio la propuesta de Rhina Roux se basa en una revisión histórica al estilo de la escuela de los Anales, escuela histórica que se concentra en las estructuras de larga duración, estructuras que condicionan los ciclos largos, aunque también se podría decir los ciclos cortos. La propuesta e investigación también rompe con el esquema de la dualidad Estado y sociedad, del Estado separado de la sociedad, y nos muestra la construcción y reproducción del Estado a partir de las prácticas, relaciones y luchas sociales. El Estado es visto como ámbito relacional, como campo de batalla, donde intervienen los subalternos exigiendo, demandando, negociando sus reivindicaciones, por lo tanto también transfigurando al mismo Estado desde el desplazamiento de sus luchas. El título de El príncipe mexicano nos recuerda a Maquiavelo y a la obra de Maquiavelo que lleva el nombre de El príncipe, pero también nos recuerda a Antonio Gramsci, a los Cuadernos de la Cárcel, donde tiene notas sobre El príncipe moderno. Pero, se trata de otro príncipe, un príncipe mestizo, una figura que lleva varias máscaras, un príncipe que es la expresión de los pactos y relaciones complementarias en la fundación del Estado mexicano. Busquemos en el libro ciertas claves para efectuar una lectura relacional de la formación y de la historia de los Estado-nación en América Latina.
Comencemos con un primer planteamiento, un primer desplazamiento en relación a las teorías generales del Estado. Lo que mueve a hombres y mujeres involucrados en las acciones sociales y políticas no son grandes ideales, ni tampoco teorías. Estas sirven a veces a los historiadores y narradores para explicar los hechos, como si los eventos hubieran sido el resultado de gigantescas deliberaciones. Quizás se pueda decir que mueven a los ideólogos, pero no se pude decir lo mismo o que concurra de la misma manera con las masas y las multitudes, aunque estas terminen apoderándose de las ideas y de las teorías. Lo que mueve a las masas, a las multitudes, a los múltiples sujetos involucrados en las acciones sociales y políticas son sus propias subjetividades, las percepciones del momento, el manejo del imaginario en la coyuntura de la crisis, los símbolos a su alcance, las demandas, las reivindicaciones, las esperanzas y las expectativas guardadas con cierta añoranza en algún lugar afectivo del cuerpo, en algún lugar del cuerpo donde guarece y funciona la intuición colectiva, también en otro lugar donde se genera la síntesis intelectiva de la emociones, sensaciones e intuiciones colectivas. Estas subjetividades, estos habitus o, en su caso, estos desplazamiento de los habitus, que pueden dar lugar a la invención de nuevos habitus, tienen que ver con ámbitos de relaciones, estructuras constituidas y, en el caso que nos ocupa, tiene que ver con estructuras en crisis. También tiene que ver con el referente de instituciones de los entornos familiares, del trabajo y de la vida cotidiana. Ahora bien, estos ámbitos de relaciones y prácticas tienen su propio devenir, corresponden a sus propias historias y memorias, lo que tiene que ver con estructuras de larga duración. Hay que buscar en la historia heterogénea la manifestación de estas estructuras de larga duración.
Revisando la historia de México, Rhina Roux encuentra que estas estructuras de larga duración se constituyen durante la colonia, en lo que podríamos llamar la modernidad barroca que se conforma con la colonización y la colonialidad española. Los pueblos indígenas no desaparecieron, al contrario, se replantearon, usando las leyes y las instituciones coloniales, conformando espacios desde donde se gestó la resistencia. Los pueblos indígenas se re-territorializaron en el marco de la Ley de Indias y del contractualismo español, que data del contractualismo medioeval, basado en teorías aristotélicas y tomistas. La particularidad de este contractualismo es que su legitimidad se basa en el reconocimiento de la comunidad de bienes y en el pacto del monarca con las comunidades, un pacto mando-obediencia basado en la garantía de justicia. No un pacto de individuos abstractos que delegan el poder y la representación, como el caso del contractualismo liberal, sino un pacto corporativo. En este contexto las comunidades indígenas han podido exigir el cumplimiento del pacto y enfrentarse con las autoridades locales que no cumplían con el mandato.
Después de la independencia se vivió un periodo turbulento y convulsionado, los liberales querían construir un Estado moderno al estilo de las repúblicas liberales, para lograr esto tenían que hacer desaparecer a los pueblos, afincados en tradiciones agrarias comunitarias. Ante estos intentos liberales de constituir una comunidad de dinero, descartando la comunidad de bienes, ante el proyecto de construir un Estado sobre la base de relaciones de individuos abstractos, desechando las relaciones complementarias de comunidades concretas, relaciones corporativas, estalló el conflicto en un espacio fragmentado por poderes locales; los caudillos configuraron un periodo de rebeliones múltiples, que atravesaron el país amenazadoramente. Los caudillos mediaban las demandas agrarias de los pueblos con el gobierno central.
Los liberales trataron de imponer una marcha ilusoria hacia la comunidad de dinero, que es la comunidad imaginada que sostiene la república liberal, basada en las relaciones contractuales de individuos abstractos, basadas en relaciones de cambio que suponen el reconocimiento jurídico de la condición de hombres libres y el respeto inalienable de la propiedad privada. Esta ilusión no era otra cosa que la imagen legitimadora de un país dominado por empresarios; para la consecución de este objetivo se debía privatizar la tierra. No pudieron los liberales, en sus distintas versiones, lograr este objetivo. El país agrario resistió y se lanzó a la revolución, recuperó la comunidad de bienes, de los valores colectivos, la concepción de inalienabilidad de la tierra como bien colectivo y de la nación, no sujeta a la mercantilización, por lo menos en lo que respecta al ejido y a la propiedad del subsuelo, propiedad primordial que fue recuperada por Lázaro Cárdenas de la vorágine de las empresas petroleras trasnacionales.
La república de Benito Juárez, la intervención francesa, el Imperio de Maximiliano, fueron hitos contrastantes en un periodo estremecido por el desorden, la inestabilidad y la vulnerabilidad política, lo que también podría llamarse la ausencia de Estado. Rhina Roux describe este periodo de la siguiente manera:
En este periodo de “anarquía”, que se extendería hasta la llegada del general Porfirio Díaz a la presidencia, el país experimentaría todas las formas de organización política: desde el imperio de Iturbide hasta la república federal, pasando por la dictadura militar (Santa Ana), la república centralista y el imperio de un príncipe extranjero (Maximiliano). Entre 1824 y 1857 el país adoptó cuatro constituciones (dos federalistas y dos centralistas): la constitución republicana de 1824, la constitución centralista de la Siete Leyes (1835-1836), el Acta constitutiva y de Reformas de 1847, y la Constitución liberal de 1857. Atravesado por golpes del Estado y revueltas, México tuvo, entre 1822 y 1847, 50 gobiernos militares…Y, en medio del caos, liberales y conservadores enfrentaban escisiones territoriales (Texas, 1836; Yucatán, 1841) y un ciclo que les parecía interminable de insurrecciones agrarias[23].
Los liberales querían una república de empresarios, los conservadores conservar las tradiciones, que para ellos quería decir conservar sus privilegios, sus latifundios y el monopolio del poder. Ambos se enfrentaron a la revolución agraria campesina del sur y de pequeños rancheros del norte, no pudieron imponer sus sueños de poder, la revolución agraria develó una verdad profunda, México no se podía construir sin los pueblos agrarios, tampoco sin los trabajadores. Lo que aconteció después es precisamente esto, la restitución del pacto corporativo actualizado y adecuado a las nuevas condiciones de la correlación de fuerzas que impuso la revolución. Ya el periodo del porfiriato tuvo que realizarse a través de acuerdos y concesiones con las comunidades agrarias, lo que Rhina Roux llama “la existencia de un entramado de fidelidades y derechos corporativos”[24].
Durante el proceso de la revolución mexicana se recurre a este contractualismo corporativo, actualizándolo para resolver las diferencias y contradicciones inherentes al proceso revolucionario. Se pacta entre los distintos actores de la revolución, se pacta entre el programa agrarista y comunitario de Emiliano Zapata, el Plan de Ayala, y la perspectiva de los pequeños rancheros del norte, que proponían una reforma agraria de reparto de tierras de forma individual, también se termina pactando con la concepción de Carranza que defendía a las grandes propiedades. El pacto se resuelve en la constitucionalización del ejido. Siendo la tierra patrimonio de la comunidad nacional, se concede la tierra por parte del Estado, empero esta no es susceptible de mercantilización, como hubieran querido los liberales consumados.
Después de la revolución queda claro que no se podía gobernar sin alianzas, sobre todo sin el consentimiento de los subalternos. Las concesiones a las demandas de los subalternos forman parte de los programas de gobierno. En estas condiciones los subalternos desplazan acciones de negociación, de resistencia y de luchas, exigiendo readecuaciones del Estado. La revolución mexicana desplazó a la élite porfirista, que se había formado después de la independencia, formando nuevas élites, en condiciones más extensas, incorporando a los jefes militares de las guerrillas. Por otra parte, se produce la ampliación del ejercicio democrático incorporando derechos agrarios, laborales, del trabajo y sociales.
La reforma agraria prospera primero en Morelos, conservando los terratenientes sus privilegios en los otros estados, hasta el gobierno de Lázaro Cárdenas, quien va implementar una reforma agraria de mayor escala en todo el país. El país se transforma; en términos de Pierre Bourdieu diríamos que el campo social se trasforma, transformándose también el campo político; se consolida el Estado-nación que emerge de la revolución, terminando de cristalizarse con la nacionalización del petróleo. Aunque también los antiguos terratenientes logran sobrevivir, empero disminuidos y afectados en el tamaño de sus predios. En otras palabras, también las clases altas logran acuerdos y concesiones del Estado, en este ámbito de relaciones corporativas.
Ahora bien, esta estructura de larga duración corporativa, que tiene que ver con una modernidad barroca, con la amalgama de pueblos y sociedades locales, con el conglomerado cultural, simbólico e imaginario, experimenta distintos ciclos temporales, si se puede hablar así, de adecuación y funcionamiento de la estructura misma. En principio, podríamos hablar de un ciclo colonial; después de la independencia, de un ciclo porfirista; después, de un ciclo revolucionario, donde lo corporativo es usado para transformar el Estado. Este último ciclo dura hasta Lázaro Cárdenas, incluyendo su gestión de gobierno; gestión que transforma la composición estatal. Dos medidas de primordial importancia trastocan el campo político; una es la que comprende la expansión de la reforma agraria a todo los estados de México, su realización masiva, como no se hizo antes; la segunda comprende la nacionalización del petróleo. El efecto democrático de estas transformaciones tiene largo alcance e irradiación en el campo social y en el campo político mexicano, sobre todo por la incorporación de las organizaciones de trabajadores y de las organizaciones campesinas en la definición del Estado corporativo. Posteriormente podemos hablar de un ciclo institucional, que corresponde a la institucionalización perdurable del pacto corporativo, correspondiente al monopolio del gobierno y del Estado por parte del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Ahora, quizás se vive una nueva crisis del pacto corporativo, una crisis de las instituciones y del Estado.
Cada ciclo es distinto, cada ciclo comprende adecuaciones, desplazamientos y hasta transformaciones de las estructuras de larga duración, define periodos estatales. Ahora bien, la estructura del pacto corporativo supone al mismo tiempo relaciones de poder y relaciones de potencia social, de resistencia y de emancipación. La estructura del pacto corporativo supone la imbricación de relaciones de dominación y de relaciones de contra-poder. Lo importante es entender el balance de las fuerzas encontradas, si pesan más las de dominación o si pesan más las fuerzas de resistencia, si las luchas sociales de los subalternos terminan modificando la composición misma del Estado, entendiendo al Estado como un campo de fuerzas, también como un campo de luchas.
En el devenir de la historia larga es el ciclo revolucionario y post-revolucionario, que comprende al gobierno de Lázaro Cárdenas, el que adquiere un carácter constitutivo el Estado mexicano. Es en este ciclo donde la potencia social de clases subalternas tiene efecto estatal, arrinconando a las clases económicamente dominantes. En los ciclos políticos posteriores se va a notar un cambio, las clases subalternas pierden peso en tanto efecto estatal. El nuevo campo económico, la recomposición de las clases económicamente dominantes, contando con los nuevos ricos y las nuevas élites, van adecuarse al Estado corporativo y a sus instituciones, aprendiendo a usarlas en beneficio de sus propios intereses. El Estado corporativo se institucionaliza, cristalizando sus estructuras y formas de organización, también se avanza en el monopolio de la representación; de la pugna de los caudillos en el ejército se pasa a la solución de las tensiones de las tendencias en el seno del partido. El partido sufre cambio de nombres, que expresan modificaciones en sus composiciones; del Partido de la Revolución Nacional (PRN) se pasa al Partido de la Revolución Mexicana (PRM), que es el partido que funda Lázaro Cárdenas, y así se llega al Partido Revolucionario Institucional (PRI), que va perdurar por décadas en el gobierno, dando lugar a la figura Estado-partido, donde la organización del partido coincide con el Estado mismo.
El pacto corporativo sostiene una especie de paz prolongada mientras no se cuestionen los fundamentos del mismo pacto. Esto, el cuestionamiento de los fundamentos del Estado, el cuestionamiento del pacto corporativo, vuelve a ocurrir cuando el propio PRI se vuelve un instrumento de la aplicación del proyecto neoliberal, en el contexto mundial de la llamada globalización privatizadora. Un nuevo intento de modernización a escala de las grandes empresas trasnacionales, un nuevo intento privatizador en el contexto de la crisis estructural del capitalismo, manifestada como crisis financiera. El PRI particularmente materializa este proyecto en sus últimos gobiernos, antes de que el PAN gane las elecciones el 2 de julio del 2000, con Vicente Fox a la presidencia; sobre todo efectúa el proyecto privatizador después de la crisis estatal y política provocada por la guerrilla zapatista el 1 de enero de 1994, cuando un contingente de indígenas mayas armados ocuparon varias cabeceras municipales el mismo día en que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte; esto acontecía durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, desestabilizando el sistema político mexicano.
Los gobernantes del PRI, desde Carlos Salinas de Gortari, comienzan a implementar los ajustes estructurales del proyecto neoliberal. Esto provoca una crisis profunda pues atenta contra los fundamentos mismos corporativos del Estado. El punto culminante de la crisis es la firma del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá. Se puede decir que desde entonces se vive la crisis múltiple del Estado. Se han vuelto a dar movilizaciones en gran escala, además de la guerrilla zapatista y otras guerrillas que han aparecido, también se ha dado lugar a la organizaciones de frentes de izquierda que se convierten en canales de expresión de los subalternos. Es conocido que Cuathémoc Cárdenas ganó las elecciones de 1988, con el Frente Democrático Nacional (FDN), al candidato del PRI, que era precisamente Carlos Salinas de Gortari; empero, se impidió su ascenso al gobierno mediante una manipulación informática y un fraude escandaloso. También es conocida la victoria en las urnas de Andrés López Obrador en las elecciones del 2006, candidato por la Coalición por el Bien de Todos que, además del Partido Revolucionario Democrático (PRD), incluyó al Partido del Trabajo (PT) y Convergencia. De la misma manera, en este caso, el sistema político se defendió mediante procedimientos escandalosos de fraude. Las últimas elecciones (2012), cuando el organismo electoral declara ganador a Enrique Peña Nieto, candidato del PRI, también están cuestionadas por denuncias de fraude y una masiva compra de votos.
La crisis del Estado mexicano se ha agravado con la expansión generalizada del narcotráfico, la formación de carteles, incursionando en el tráfico de armas a gran escala, copando territorialmente barrios de ciudades y hasta ciudades; expansión con la que se hallan comprometidos varios estados federales. Desde el desencadenamiento de la declarada guerra a los carteles, el 11 de diciembre del 2006, cuando el gobierno federal anunció un operativo en contra el crimen organizado en el estado de Michoacán, desatando una guerra sin cuartel cuyo costo es dramático, 60 000 muertos en seis años, la intensidad de la violencia ha atravesado límites extremos, amenazando a la cohesión social misma. El Estado mexicano está en peligro, el pacto corporativo está roto, la legitimidad y hegemonía se han derrumbado.
Ante esta crisis múltiple del Estado, ante la misma crisis estructural del capitalismo, ante el peligro que asola a la sociedad mexicana, vuelven a surgir movilizaciones, vuelven a desatarse las luchas, vuelve a plantearse el desacuerdo del pueblo ante las maniobras de los partidos, pues ya no es solo uno, el PRI, sino también el PAN; ambos pretenden el dominio bipartidista acordado con el Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norte América, embarcados en un proceso de constante privatización y de anulación de los alcances materiales e institucionales de la revolución mexicana, en un proceso que parece esconder las intenciones de la burguesía imperialista estadounidense de destruir el Estado mexicano. Esta vez la convocatoria de defensa de la revolución mexicana, defensa que sólo es posible con una nueva revolución, es también a todos los pueblos de Latinoamérica y el Caribe, pues lo que se juega en México tiene consecuencias inmediatas para todo el continente.
El Estado, institución corrosiva de la sociedad[25]
Dedicado a Rhina Roux, por sus intensas exposiciones iluminadoras, por su pasión teórica y su decidida conceptualización, amasada de sentimientos.
Vamos a realizar una segunda incursión reflexiva sobre la llamada corriente de la Historia reciente. Esta vez la excusa es el libro Temas y procesos de la historia reciente de América Latina, una compilación de investigaciones y ensayos a cargo de Margarita López, Carlos Figueroa y Beatriz Rajland, que hacen de editores, también de autores del mencionado libro[26]. El libro comprende dos partes; la primera, dedicada a las Contribuciones al debate sobre el concepto de Historia Reciente; la segunda, dedicada al análisis de las Resistencias, movimientos y luchas en la Historia Reciente de América Latina. Entonces, se podría decir que, la primera parte es una reflexión epistemológica sobre esta corriente de la historia reciente, en tanto que la segunda parte es una reflexión sobre las materias de esta historia, los movimientos y las luchas sociales contemporáneas en América Latina. En adelante nos ocuparemos de ambas preocupaciones de la corriente de la historia reciente. Comenzaremos con las investigaciones sobre México contemporáneos. Interesa detenerse en los rasgos sobresalientes de lo que llamaremos la corrosión institucional de la sociedad; fenómeno que comparten todos los Estado-nación. También interesa la contrastación social frente a este fenómeno de deterioro, desgaste y corrupción; sus luchas y resistencias. Lo sugerente de las investigaciones mencionadas es que muestran el fenómeno de la perversión institucional en sus formas pronunciadas. En el abordaje del tema no sólo tomaremos en cuenta los ensayos del libro compilado, sino también de dos investigadoras mexicana, que abordan la problemática de la genealogía del Estado a partir del espesor de las resistencias y luchas sociales, comunitarias y autogestionarias. Hablamos de Rhina Roux y Raquel Gutiérrez.
Lo que se nota, desde un principio, es todavía el apego, de la corriente de la historia reciente, a pensar desde los paradigmas heredados. La reflexión sobre los desafíos del momento se efectúa desde los temas, tesis, conceptos, planteados por los paradigmas de la modernidad. Nuestra crítica no apunta tanto a los problemas que plantea esta herencia, sino a que la reflexión epistemológica de la corriente de la historia reciente se dedique a hacerlo sobre teorías, conceptos, sobre si son o no válidos en el momento, en vez de reflexionar sobre la complejidad planteada por los acontecimientos tratados. Para desde el desafío de la complejidad abordar la problemática de los límites epistemológicos. En otras palabras, no importan tanto los conceptos y las teorías como las figuras, sensaciones, pensamientos, que configuran las experiencias sociales de estos acontecimientos. Tampoco se trata de desechar la teoría, sino de sumergirse en la experiencia social de estos acontecimientos, en la actualización de la memoria social, percibir su complejidad, construir una interpretación que se conjugue con la complejidad misma. No se trata de saber si la clase obrera hoy es o no central, si el concepto de lucha de clases es pertinente ahora, ni se puede seguir pensando desde el reconocimiento de la ubicación estratégica del Estado; todo esto, puede ser o no ser. De lo que se trata es de pensar desde el acontecimiento mismo. Dicho de otra manera, de lo que se trata es partir de la experiencia social, no tanto así de las teorías heredadas, para efectuar deducciones interpretativas.
Si partimos que hay crisis epistemológica, que la historia reciente es una propuesta novedosa para atender el presente, en toda su complejidad acumulada, entonces, los paradigmas teóricos quedan en segundo lugar. Lo primero es atender a las percepciones del momento, buscar integrar racionalidad, investigación, teorización, a esta rica experiencia social de la coyuntura. Esto equivale, aunque suene trillado, a pensar de otra manera. Los temas de las investigaciones, expuestas en el libro compilado, son, por lo demás, sugerentes. Del desafuero al gobierno legítimo: episodios de la resistencia civil en la confrontación neoliberal en México de Carlos Figueroa Ibarra y Raquel Sosa Elízaga; Institucionalidad y antinstitucionalidad en las resistencias, el caso de México de Pilar Calveiro; Protestas, movimientos sociales y democracia en Colombia (1975-2007) de Mauricio Archila Neira; Nuevos sujetos étnicos en Colombia, las comunidades negras y la lucha por sus territorios y su visibilidad en las estadísticas de Luís Carlos Castillo; Movimientos urbanos dominicanos y sus oportunidades políticas en la transición democrática reciente (1978-1991) de Emelio Betances; Acciones colectivas beligerantes y cívicas y su aporte al proceso democrático venezolano actual de Margarita López Maya y Luis Eduardo Lander; Uruguay, cambio político y movimientos sociales a comienzos del siglo XXI de Carlos Moreira; Tierra, territorio y autonomía, la lucha política del movimiento social mapuche en la sociedad neoliberal chilena de Juan Carlos Gómez Leyton; Algumas razões da permanência do clientelismo político no Brasil contemporáneo de Elsio Lenardão; El movimiento orgánico de la estructura de la sociedad argentina (1975-2007) de Nicolás Iñigo Carrera; El proceso de reconstitución del partido del orden en Latinoamérica actual, el caso argentino (2002-2004) de María Celia Cotarelo; Experiencias de autogestión de los trabajadores en Argentina, la recuperación de fábricas y empresas en la última década de Orietta Favaro y Graciela Luorno. Como se podrá ver, estamos ante una gama amplia de recortes de “realidad” del presente. De todos ellos nos concentraremos en algunos seleccionados, que tengan que ver, de manera más directa, con los tópicos de nuestras preocupaciones; genealogía del Estado, resistencias y luchas de movimientos sociales.
Una pregunta es pertinente: ¿Qué es hacer historia reciente? ¿Es convertir al presente en parte de la historia? ¿O, mas bien, es cuestionar la historia desde el presente; algo así como hacer una contra-historia? ¿Oponerse al relato del poder con los relatos de los oprimidos? ¿No sería mejor decir: oponer al relato del poder el relato de los sublevados? Pues son ellos los que interpelan la narrativa del poder a partir de otra interpretación. Pero, ¿cuál es la interpretación de los sublevados? Este es el punto. ¿Es la denuncia, como se acostumbra hacer? ¿No es esta la labor política? ¿Cuál, en este caso, la labor del historiador o del contra-historiador del presente? Al respecto, nuestra sugerencia es la siguiente: El historiador reciente no puede quedarse en la denuncia, tampoco solamente en la descripción, poniendo en la mesa las fotografías del momento; siguiendo este curso, el historiador reciente no puede contentarse con explicar estos hechos con teorías heredadas; está urgido a comprender cómo funciona el poder. ¿Cómo funciona en la pluralidad de fuerzas concurrentes, en la pluralidad de sus formas, en las composiciones institucionalizadas, en las relaciones variadas, diferenciales y complejas, que se dan entre instituciones y dinámicas sociales? No basta constatar, por enésima vez, que el Estado sirve a las clases dominantes, las cuales hacen un uso del Estado de una manera corrompida, adulterada, usando toda forma de violencia a su alcance; violencia abierta o encubierta. Lo que importa es saber cómo funciona el conjunto de dispositivos que ponen a su alcance las clases dominantes. ¿Cómo se da el ejercicio del poder? No se trata de descalificarlo como malo, reduciendo el análisis a un juicio moral; con esto se resuelve un tema de consciencia; empero, no se explica el acaecimiento de los hechos.
La ventaja del historiador reciente es que no está sólo ante fuentes escritas, los documentos, que pertenecen a periodos y épocas pasadas, sino ante fuentes vivas; convive con sus fuentes, cuando éstas no son documentos de archivo, sino documentos usados como dispositivos de poder; no siendo documentos de archivo, está ante acciones y prácticas sociales, efectuadas en el momento. Sus hipótesis interpretativas están constantemente contrastadas por los sucesos. Esta ventaja no solamente lo coloca en una situación de saber, sino, sobre todo, en la condición de potencia. No condición de poder, sino condición de potencia; es decir, en condición creativa. Está ante campos de posibilidades abiertos, ante el juego de fuerzas y posibilidades en el momento. Entonces su saber no puede devenir de la ciencia y teoría institucional, pues esto sería repetir lo ya dicho; su saber, como saber del presente, sólo puede provenir de su participación social en el presente. Ahora bien, de las participaciones experimentadas, es el activismo el qué más ilumina. El buscar incidir en los desenlaces lleva al activismo a compenetrarse con el mapa y el juego de fuerzas; con este conocimiento actual. No se trata de que la o el historiador reciente se convierta obligatoriamente en activista; esto, como se dice, es una decisión personal. Lo que pasa es que el o la historiadora reciente se encuentra ante esta forma de saber, así como con los saberes activos, participantes, en la cotidianidad, saberes operativos, que intervienen en la modelación del mundo. Estos saberes no son documentos archivados, no son fuentes históricas, cuya operatividad y funcionalidad se dio lugar y uso en el pasado, no son algo que la o el historiador reciente se tiene que preguntar cómo eran interpretados y manejados en el pasado, cómo ayudarse con ellos para decodificar y configurar el mundo perdido del pasado. Ese mundo, esa interpretación, esos manejos, los conoce el o la historiadora, pues vive ese mundo, interpreta casi de la misma manera y maneja los instrumentos como sus contemporáneos.
Para la o el historiador reciente no aparece el problema que se plantea el historiador del pasado, cómo reconfigurar el mundo perdido del pasado; ese mundo está presente ante él o ella. De aquí no se puede colegir que de lo que se trata es de hacer lo contrario, convertir esas prácticas, esas acciones, esos operadores, esos saberes vivos, en fuentes históricas, como si el mundo no estuviese presente, como si la o el historiador reciente no participaran en ese mundo. No puede perder la ventaja que tiene respecto al historiador del pasado. Se enfrenta a lo que todos nos enfrentamos, todos los humanos, inmersos en sus sociedades, vivos y orgánicos, en un momento que llaman y reconocen como presente; la pregunta es, cuando se experimenta el presente, cómo se hace que para que lo que sé del mundo, sea poco o mucho, sirva para lograr lo que quiero. Para el caso del o la historiadora, se trataría de lograr un mejor conocimiento del presente. Ahora bien, este conocimiento no tiene las mismas características que el conocimiento histórico del historiador clásico. No es un conocimiento distante, conformado a la distancia, es, por así decirlo, un conocimiento inmediato, demasiado próximo, un conocimiento interviniente en las acciones, prácticas, habitus del presente. Un conocimiento que es a su vez práctica, que forma parte del mundo que comparte. Entonces su conocimiento no puede pretender “neutralidad”, por así decirlo, usando un criterio, por cierto inadecuado, propuesto por el sociólogo Max Weber, no puede reclamar “validez” científica, siguiendo con la misma tonalidad weberiana. De ninguna manera se entienda esto como una desventaja; al contrario, deja claro, de manera patente e ineludible, que no hay conocimiento “neutral”, que no hay conocimiento verdadero, “válido”, brillando como sol sobre los conocimientos falsos, expulsados a las sombras. La importancia de lo que hace el o la historiadora reciente es que queda claro que el conocimiento no tiene sentido, a no ser especulativo, si es logrado por el conocimiento mismo; conocer para conocer. Algo tan absurdo como producir para producir más; tesis inaudita, orgullo de la economía política. El conocimiento es útil porqué sirve para la sobrevivencia. En este sentido, el conocimiento que puede aportar el o la historiadora reciente es útil para la sobrevivencia humana. Por eso mismo, volvemos a plantear que estamos ante formas de saberes participativos, operativos, prácticos, activistas.
En adelante nos detendremos en algunas de las investigaciones mencionadas del libro citado.
Carlos Figueroa Ibarra y Raquel Sosa Elízaga, en Del desafuero al gobierno legítimo: episodios de la resistencia civil en la confrontación neoliberal en México, hacen una descripción de las condiciones del presente, de ese entonces (2010), cuando escriben su exposición, del Estado-nación mexicano:
En el momento en que nos acercamos al fin de la primera década del siglo XXI, el balance de la aplicación del neoliberalismo en México no es alentador. Grados crecientes de polarización económica, social, política y cultural han sido la principal secuela de la política económica impuesta desde los años ochenta. Los saldos evidentes son una economía que dejó de crecer durante dos décadas, la mayor parte de las empresas públicas desmanteladas, privatizadas o reducidas a su mínima expresión, una deuda privada convertida en pública que asciende hoy a 160 mil millones de pesos ($16 mil millones), el saqueo y el ahogamiento fiscal de la industria petrolera, principal industria del país, y una población que rebasa al 45% de personas sumidas en la pobreza, de las cuales más del 15% son indigentes, con un desempleo del 10% de la PEA (Zepeda Patterson, 2007; Rodríguez y González, 2008; Auditoría Superior de la Federación, 2003, 2004, 2005, 2006; Di Constanzo, 2008). He aquí el balance de casi treinta años de medidas que han lesionado a la que fuera la economía y el Estado más sólido de América Latina[27].
El presente del que hablan Figueroa y Sosa es el de un mundo afectado por la dominación del capitalismo financiero, cuyo mecanismo político es el proyecto neo-liberal, mundo que parece seguir siendo el nuestro, el presente desde donde escribo este ensayo (2014). Quizás la diferencia entre un periodo y otro, fines del siglo XX, hasta la primera década del siglo siguiente, comienzos del siglo XXI, el primer quinquenio de la segunda década de este siglo, radique, en América Latina y el Caribe, en la irrupción de los gobiernos progresistas de Sud América, incluyendo al gobierno centroamericano de Nicaragua. Gobiernos que se reclaman de anti-neoliberales. Empero, en su generalidad, incluso la extensión traumática del proyecto neoliberal, el mundo de hoy es el mundo de fines del siglo XX. Las luchas anti-neoliberales se han extendido a Europa y los Estados Unidos de Norte América. Los autores nos muestran el decurso de la implantación de este proyecto de despojamiento y desposesión, que muchos de nosotros conocemos, sobre todo nuestros pueblos. Después del desmantelamiento de las empresas públicas, su privatización y la privatización de los recursos naturales, las consecuencias sociales son alarmantes; el costo social perfila una estructura donde se incrementa la “pobreza”, la desocupación, disfrazada como informalidad, la deuda pública se hace insostenible, ni hablar de la deuda externa. Con la incursión del neoliberalismo hemos pasado de la condición de países dependientes a la condición de estados fracasados, usando la jerga del discurso político neo-conservador norteamericano.
Esta pincelada es elocuente, sirve de contexto; la exposición apunta a descifrar la corrosión del Estado y los mecanismos de poder de las clases dominantes, que han convertido al Estado en su patrimonio. El relato se centra en la guerra sucia de estas clases dominantes contra el candidato encumbrado por las clases populares, Andrés Manuel López Obrador. Se describe minuciosamente toda la maquinaria puesta en marcha por las clases dominantes, sus partidos políticos, las empresas e instituciones que controlan, sobre todo la intervención estatal, que se encuentra en sus manos, incluyendo a la institución encargada de garantizar las elecciones. El cuadro es decadente, el recurso a toda clase de violencias, encubiertas y abiertas, a todos los medios, mecanismos, estrategias y tácticas, abarcando la desplegada guerra sucia contra el candidato popular. La violencia descomedida, el desprecio a la democracia, la falta de rubor ante el empleo de estos recursos delictivos y el racismo, clasismo, sexismo, descomunales desatados por los dueños del Estado y patronos de México. Este cuadro es ilustrativo e iluminativo de lo que podemos llamar la efectuación descarnada del poder, sobre todo la realización grotesca de las violencias múltiples, contra la sociedad y el pueblo mexicano.
Ahora bien, es indispensable auscultar el cuadro de la decadencia del poder, es menester pasar de la denuncia, de la descripción exhaustiva, a la comprensión de la complejidad. ¿Cómo se estructura, cómo se compone, cómo funciona y se articula, esta cartografía del poder singular que se plasma en el Estado-nación de México? ¿Cuáles son los diagramas de poder engranados que se inscriben en el cuerpo social, induciendo comportamientos y conductas, inoculando habitus, haciendo uso de imaginarios, con el objetivo dramático de la reproducción del poder? Un poder, por cierto, como dijimos singular, no abstracto, históricamente derivado de la genealogía de violencias pretéritas. Proponiendo una hipótesis interpretativa, diríamos que:
Se trata de una estructura de poder singular, patriarcal y patrimonial, que coloca como principio primordial, en el substrato de donde emerge y que lo sustenta, al pre-juicio del patrón, quién supone que tiene derecho y acceso a todo, pues todo le pertenece. Este prejuicio supremo expresa la psicología de los amos del Estado; pero, también ilustra acerca de las bases materiales específicas sobre las que se sostiene la reproducción estatal. Se trata de una malla institucional, que, en la forma, se parece a las instituciones universales de la democracia formal, liberal y de la modernidad; sin embargo, en lo que respecta al contenido histórico concreto, se trata de una institucionalidad constituida, desde sus cimientos, por el cemento mezclado de la proliferación de violencias manifiestas y encubiertas. Se trata de la institucionalidad adulterada en sus comienzos; por lo tanto de una génesis institucional corrompida, corroída por dentro; aunque también se podría decir que la corrosión es congénita, es la argamasa con la que se plasman las instituciones. La lógica del poder es la del aprovechamiento, la del oportunismo, la del usufructúo, usando polifacéticamente los instrumentos del Estado, desde las normas hasta sus dispositivos represivos, pasando por la apabullante irradiación de los medios de comunicación.
No se crea que esta mezcla adulterada en la materialidad institucional del Estado, se da sólo en México. Lo que pasa es que la desbordante y descomunal violencia con la que ocurre en México ilumina sobre lo que ocurre en todos los estados, se consideren o no modernos, respetuosos de la institucionalidad, desarrollados, civilizados o todo lo contrario. El desborde de la violencia múltiple, cubierta y abierta, en el despliegue de la reproducción estatal, que en el fondo, es el despliegue de las dominaciones polimorfas de las clases dominantes, sus partidos, sus empresas, sus instituciones, acaecida en México, es el mismo que en los distintos y variados Estado-nación del mundo. La diferencia se encuentra en las composiciones, las tonalidades, los ritmos, el atempera-miento, el manejo adecuado o más teatral de la división de poderes de la república. Todos los Estado-nación tienen su nacimiento en ese código de suspensión que es el Estado de excepción.
Esta concomitancia entre violencias y Estado-nación no excluye, de ninguna manera, que se busque la especificidad en la genealogía del Estado mexicano. Es a esta tarea a la que debe responder también la corriente de la historia reciente.
En un ensayo titulado México: despojo universal, desintegración de la república y nuevas rebeldías[28], la investigadora Rhina Roux[29] continúa, para el análisis del caso mexicano, ideas y reflexiones expuestas en Marx y la cuestión del despojo. Claves teóricas para iluminar un cambio de época[30], y en Capitales, tecnologías y mundos de la vida. El despojo de los cuatro elementos[31]. La investigadora también cuenta con el libro El príncipe mexicano. Subalternidad, historia y Estado[32]. Rhina comienza su ensayo apoteósicamente, escribe:
Un violento proceso de expansión universal de la relación de capital, de restructuración de las relaciones entre los múltiples capitales y, sobre todo, de las formas y contenidos de la dominación, la resistencia y la rebelión, está en curso.
Junto con formas más toscas o sofisticadas de explotación del trabajo en la relación salarial, un nuevo ciclo de acumulación por despojo acompaña este movimiento. Éste reedita en escala ampliada, en extensión geográfica y en profundidad social, el cercamiento de tierras comunales (enclosure of commons) operado en los albores de la modernidad capitalista y continuado en los siglos de expansión colonial.
Este proceso disuelve barreras protectoras del mundo humano; rompe formas políticas de la dominación ancladas todavía en lazos de dependencia concebidos como naturales y sagrados; destruye vínculos y equilibrios milenarios de la especie humana con la naturaleza; e incorpora trabajo, territorios, naturaleza, bienes comunes, conocimientos y destrezas en los circuitos de valorización de valor.
En el territorio mexicano esta gran transformación está disolviendo los fundamentos materiales y sociales de una relación estatal: el derecho de las comunidades agrarias al usufructo de tierras, bosques y aguas y el resguardo de los bienes comunes, materiales e inmateriales, como patrimonio público. Desamparo, inseguridad, éxodos migratorios, la fragmentación del país en múltiples señoríos territoriales, ausencia de ley y una violencia cotidiana vuelta pandemia son parte de este proceso[33].
En el ensayo Roux se propone analizar el cambio histórico en la sociedad mexicana y el ciclo de violencia que le acompaña. En El príncipe mexicano Rhina deja claro que el nacimiento del Estado-nación mexicano se asienta en las alianzas y los pactos, replanteados una y otra vez, sobre todo por la emergencia radical de la revolución mexicana. Se trata de un Estado corporativo. En esta malla institucional, en este imaginario de la sociedad mestiza e india, deja su huella la revolución, la lucha campesina por la tierra, institucionalizando el ejido como territorio comunal. No se puede romper el equilibrio sin quebrar las bases y el hormigón armado del Estado mismo. La burguesía patrimonial, la burguesía intermediaria, la burguesía agraria, así como la burguesía comercial y financiera, íntimamente articulada al sistema financiero internacional, el perfil dominante del sistema-mundo capitalista, también deja su huella, aunque en mayor proporción que la dejada por las clases populares. Sin embargo, tanto en los contenidos, en las formas, como en las expresiones, el pacto se dio lugar, formando equilibrios corporativos, incluso concomitancias y complicidades, la mayor de las veces silenciosas y aceptadas. Este equilibrio, si se quiere inestable en su duración, permeable en sus crisis coyunturales, se ha roto desde la despiadada decisión de las clases dominantes por el despojamiento y desposesión a gran escala, haciendo eco del despojamiento y desposesión a escala planetaria, efectuada por un sistema-mundo capitalista paradójico. Por una parte, bajo el dominio del capital financiero, apunta a la acumulación especulativa, es decir, ficticia; por otro lado, al no poder sostener esta acumulación en forma especulativa, pues esta fantasmagoría es insostenible, se apoya en la más descarnada explotación del cuerpo del trabajo y de los cuerpos de la vida, la naturaleza, opta por el despojamiento y desposesión en las formas más expansivas e intensivas nunca antes experimentadas. Rhina Roux interpreta este acaecimiento como el de la clausura de una época, ¿la muerte del Estado-nación?
Retomando lo que dijimos más arriba, cuando decíamos que el substrato del Estado-nación es espurio, se da, desde un principio, la adulteración institucional, pareciera que exponemos una contradicción, cuando apoyamos la tesis de Rhina Roux de que el nacimiento del Estado-nación es corporativo, basado en alianzas y pactos. Ambas génesis, ambos nacimientos, se dan en esta genealogía del Estado-nación.
Para comenzar tenemos que aclarar que el modelo institucional universal no es primero históricamente; paradójicamente, primero se dan las copias adulteradas, para luego construir un modelo. La historia efectiva de los estados es anterior al modelo de Estado moderno; los estados “reales”, por así decirlo, son anteriores a su ideal perseguido. Mas bien, se amoldan al ideal. Es explicable entonces que las violencias iniciales busquen ser amortiguadas con la adecuación al modelo republicano; adecuación nunca total, pues el acercamiento y aproximación parecen condenadas a una historia interminable de problemas, obstáculos, resistencias, incomunicaciones.
En esta adecuación al Estado ideal, las clases dominantes han de imponer sus pertinaces resistencias, evitando perder terreno, influencia, dominios, monopolios, incluyendo el monopolio de la tierra, el monopolio del capital, el monopolio institucional. En este transcurso adulteran la mezcla de la materialidad institucional.
Por otra parte, dada la guerra anti-colonial, la revolución social, que estalla junto a la guerra anti-colonial, que se extiende y repite en la revolución campesina y en la revolución nacional, esta sublevación intermitente quiebra los controles casi absolutos del poder, ejercido por parte de las clases dominantes, en distintas épocas, periodos y coyunturas. Aunque no se pueda resolver claramente el desenlace en una victoria clara y contundente, las clases populares logran afectar a la composición misma del Estado. Como aceptando la imposibilidad de definir la victoria y la derrota contundentes, las clases dominantes y las clases populares como que se inclinan a institucionalizar este equilibrio de fuerzas. Nace el Estado de los pactos, el Estado corporativo. Extendiéndose dramáticamente por siglos, conllevando sus enfermedades, sus crisis y sus achaques.
El tema es que este Estado corporativo parece haber llegado a su fin; ya no es posible el pacto y las alianzas, con una burguesía nacional, entregada de lleno a la vorágine del capital financiero y de la destrucción efectuada, a escala planetaria, por parte de los grandes consorcios oligopolios extractivistas.
Haciendo un recuento histórico reciente Roux detecta el punto de inflexión de esta inversión del Estado pactado; escribe:
La nueva expansión de la relación de capital, anunciada en México en los años ochenta con el derrumbe salarial y el inicio de una larga ofensiva contra los trabajadores y sus sindicatos, comenzó a desplegarse en el territorio nacional con la llamada “reconversión industrial”, la desregulación de los circuitos mercantiles y financieros y la privatización de empresas públicas. Este proceso, continuado a fondo en los años noventa con la reforma del artículo 27 constitucional y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), terminó desmantelando la estructura productiva estatal levantada en los años de industrialización de la segunda posguerra: complejos siderúrgicos (Sicartsa, Altos Hornos de México, Fundidora Monterrey), minas, industria metalúrgica, industria cementera, ingenios azucareros, fertilizantes, industria tabacalera, petroquímica, telefonía, aerolíneas, banca y servicios financieros y red federal de microondas. Entre 1982 y 1994 la estructura productiva estatal se redujo de 1155 a 216 empresas públicas, mientas se desmontaban contratos colectivos de trabajo y se introducían innovaciones tecnológicas en industrias estratégicas (telefonía, petróleos, electricidad, siderurgia e industria automotriz).[34]
Sin embargo, el punto de quiebre en este proceso no se encuentra en la privatización de empresas públicas, la confiscación de derechos laborales o la desregulación de los circuitos financieros. El punto de quiebre material y simbólico, que marcó el ingreso sin retorno del territorio nacional en un gran cambio de época fue la reforma del artículo 27 constitucional: la desaparición jurídica de las tierras ejidales y comunales[35].
El punto de inflexión es este, la desaparición jurídica de las tierras ejidales y comunales. ¿Qué significa este hecho, cuál el significado histórico? Lo diremos categóricamente, la muerte de la revolución mexicana, perdurable, en su ciclo largo hasta el gobierno de Lázaro Cárdenas, con las medidas nacionales, democráticas y sociales tomadas, así como asumiendo estatalmente la nacionalización del petróleo. A pesar de haber concluido ahí, en su ciclo largo, es, sin embargo, perdurable como referente, como parte del imaginario social, reminiscencia en el campo escolar, así como remembranza, que todavía sostenía un decrépito Estado corporativo. De todas maneras, estaba ahí, en el artículo 27. Cuando se revisa este artículo, se le quita la pequeña tablita que todavía sostenía la ilusión de Estado-nación. No solamente se termina de desmoronar todo pacto olvidado, sino que el imaginario nacional se queda sin sus fantasmas acompañantes, queda vacío.
La osadía de la burguesía nacional, de la híper-burguesía mundial, es apostar por la ficción estatal sin legitimación, creyendo que basta la virtualidad invasora del complejo comunicativo contemporáneo. Nada más equivocado. Toda “ideología” requiere su sostén material; todo fetichismo requiere de cierta efectiva afectación, toda ficción estatal, incluso la neo-liberal, requiere de aparatos “reales” que produzcan esa ficción y de escenarios adecuados. Con la desaparición de los derechos colectivos, los derechos comunitarios, los derechos a los bienes comunes, se termina desolando a la geografía rural, a las poblaciones, pueblos y comunidades rurales. Ya no queda nada, nada que pueda ser reconocido como vinculo vital con la tierra, el territorio, la naturaleza. El despojo y la desposesión han llegado a extremos. Para decirlo filosóficamente, como metáfora, se termina de desestructurar el ser mexicano.
Al respecto de este dramático desenlace, Rhina Roux concluye:
La reforma del artículo 27, aprobada junto con cambios en la legislación nacional sobre la propiedad y usufructo de bosques y aguas, decretó el fin del reparto agrario, abrió la posibilidad jurídica de conversión de las tierras ejidales y comunales en propiedad privada y de los campesinos en propietarios (con “dominio pleno” sobre sus parcelas) y levantó la prohibición de formar asociaciones mercantiles en el campo. Esa reforma constitucional significó un quiebre profundo en el modo de ordenación política de la sociedad mexicana: sancionó jurídicamente la disolución de la comunidad agraria, autorizó el ingreso formal de la tierra en los circuitos del mercado y abrió las compuertas del despojo universal de bienes comunes, materiales e inmateriales[36].
¿Qué es lo que afecta esta reforma constitucional? ¿A quiénes afecta? ¿Quiénes se benefician? Roux responde, comenzando con una descripción de la situación, al momento de la reforma constitucional:
En el momento de la reforma constitucional 15 millones de campesinos mexicanos y sus familias (cerca del 20 por ciento de la población nacional) eran ejidatarios. La tierra ejidal abarcaba entonces 103 millones de hectáreas: 52% del territorio nacional, 55% de las tierras agrícolas y 70% de los bosques, en posesión de casi 30 mil ejidos y comunidades. La desintegración de las tierras ejidales y comunales es una tendencia persistente desde entonces. No por la conversión formal de los ejidos en propiedad privada (que según cifras oficiales hasta 2011 sólo había operado en el 2.6% de las tierras ejidales) sino por vías indirectas, como el franco abandono de las parcelas o la renta de las tierras ejidales a proyectos de inversión privada inmobiliarios y turísticos. La proletarización campesina y un éxodo migratorio de más de seis millones de campesinos mexicanos en la última década son parte de esta tendencia.[37]
Liberada de los diques levantados por la revolución mexicana, una nueva marea de despojo comenzó a crecer restableciendo no sólo el dominio del capital sobre la tierra, sino sobre todos los bienes naturales, los bienes y servicios de propiedad pública (carreteras, puertos, aeropuertos, ferrocarriles, canales de transmisión satelital, espacio radioeléctrico, red de fibra óptica), patrimonios culturales (monumentos históricos, zonas arqueológicas) e incluso los fondos de pensión y de retiro de los trabajadores. En ese proceso, acompañado del debilitamiento del sistema de educación pública en todos sus niveles y de la erosión del sistema nacional de investigación, generación y transmisión del conocimiento, se fueron también desmoronando los fundamentos materiales y sociales de la república.
En esta gran operación de despojo, conducida estatalmente y utilizando viejos y nuevos métodos de fraude y rapiña (manipulación del mercado bursátil, crisis financieras, “rescates” estatales, uso patrimonial de recursos públicos, fusión de capitales), se fue conformando una nueva fracción autónoma de la burguesía nacional asociada con capitales externos (el capital financiero), de la que las grandes corporaciones financieras mexicanas con inversiones en otras latitudes son ejemplos ilustrativos (Grupo Cemex, Gruma, Grupo Carso, Grupo Alfa, Grupo Vitro, Grupo México, Industrias Peñoles).[38] Esa nueva oligarquía financiera mexicana, que empujó las negociaciones del tratado de libre comercio con Estados Unidos, en el umbral del siglo XXI concentraba ya casi la mitad de la producción nacional y más del 50% de las exportaciones manufactureras, 90% de las cuales se dirigieron a Estados Unidos.[39] La personificación de ese proceso es el empresario Carlos Slim quien, desplazando a William Gates (fundador de Microsoft), fue ubicado en 2012 en la lista Forbes como el hombre más rico del mundo[40].
La pregunta pertinente es: ¿A qué clase de transformaciones asistimos del sistema-mundo capitalista? Transformaciones dadas tanto en los campos económicos así como en los campos políticos, tanto en la estructura y composición del capital así como en la estructura y composición del poder. Transformaciones que afectan a los campos sociales, los cuales también sufren sacudidas. Así mismo también podemos hablar de transformaciones culturales. Esta es pues la pregunta a la que hay que responder.
Vamos a abordar la pregunta sugiriendo un conjunto de hipótesis interpretativas; pero, antes, pondremos en la mesa las interpretaciones realizadas por Rhina Roux y Raquel Gutiérrez Aguilar, para el caso mexicano. La primera investigadora escribe:
El TLCAN no sólo formalizó el libre tránsito de mercancías, dinero y capitales a través de las fronteras nacionales (excluyendo la libre movilidad de la fuerza de trabajo). También estableció la obligatoriedad de otorgar un “trato nacional y preferente” a las inversiones de Canadá y Estados Unidos en México, prohibiendo la expropiación o nacionalización de empresas extranjeras salvo por causa de utilidad pública y mediante una indemnización “justa, pronta y líquida”. En su capítulo XI, que reglamentó las inversiones, el TLCAN sustrajo a las empresas extranjeras de las leyes y tribunales mexicanos amparándolas, en caso de litigio, en el derecho mercantil internacional. En los hechos, como apunto Gutiérrez Haces, con el TLCAN “el territorio [mexicano] pasó a ser regulado exclusivamente por el mercado”·[41]
Amparadas en una legislación supranacional, en adecuaciones a leyes nacionales secundarias (y, en muchos casos, sirviéndose de nuevas redes clandestinas de robo y pillaje), una nueva oleada de despojo del patrimonio de bienes naturales comenzó a operar. A esta tendencia corresponden el aumento en la última década de los títulos de concesión de costas y playas otorgados a hoteles y empresas turísticas, así como la privatización de los llamados “terrenos ganados al mar”; la apertura a la inversión privada en la generación de electricidad; la privatización del sistema de distribución de gas natural; la apropiación privada de ríos para la construcción de presas y centrales hidroeléctricas, la expansión de las explotaciones mineras a cielo abierto y la privatización del sistema de distribución de agua potable en las ciudades.[42] El crecimiento vertiginoso de las concesiones de explotación minera a capitales externos en la última década (75% de las cuales han sido otorgadas a empresas canadienses) es un ejemplo ilustrativo de esta tendencia: en los últimos doce años un cuarto de la superficie del territorio nacional (casi 52 millones de hectáreas) ha sido concesionada hasta por 50 años (con posibilidad de renovación) a empresas mineras.[43] Estudios oficiales calculan que en la última década se ha extraído más oro del suelo mexicano que en los tres siglos de colonización española.[44]
En este proceso, que destruye mundos de la vida, patrimonios culturales y equilibrios ecológicos, un nuevo ciclo de rebeliones comunitarias contra el despojo se está abriendo. La rebelión de los pueblos de Atenco, en el estado de México, contra la venta de sus tierras para la construcción de un aeropuerto (2001); la prolongada protesta de ejidos y comunidades en Guerrero, iniciada en 2003, frente al proyecto hidroeléctrico de construcción de la presa La Parota en sus territorios; la insubordinación de los pueblos yaquis (2010-2011) en defensa del agua de la presa El Novillo y de sus territorios sagrados frente al proyecto de construir un acueducto en el Valle del Yaqui, en Sonora, han sido algunas de las múltiples protestas diseminadas por todo el territorio nacional contra el despojo organizado de bienes naturales[45].
Rhina Roux encuentra en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el documento firmado por los Estados-nación de América del Norte, la legalización de un proceso de transformación estructural del sistema-mundo capitalista, transformación estructural que abole las soberanías nacionales, engulle a los Estado-nación, convirtiéndolos en mecanismos y dispositivos engranados a un nuevo orden mundial. Orden mundial que destruye las bases mismas de la vida social, de las comunidades, de los vínculos con los territorios y los ciclos de la vida. Si el capitalismo atentó, desde un principio, contra los equilibrios eco-sistémicos, al desplegar una estrategia instrumental de dominio sobre la naturaleza, no había llegado al extremo de afectar las matrices mismas de los ciclos vitales. Este despojamiento, como reiteración de la acumulación originaria, aparece, ahora, alcanzando dimensiones antes no vistas. Las burguesías nativas han renunciado a la soberanía; prefieren participar en las ganancias especulativas mundiales, creyendo que con esto forman parte de la globalización, siendo sus agentes decididos. Lo cierto es que forman parte de la destrucción de la historia, entendiendo que la historia es la memoria social de los pueblos. Son los agentes de la destrucción de la memoria. En el caso mexicano son los destructores de la revolución, constitutiva del Estado y de la sociedad. Sobre todo son los destructores del ejido, de la expresión territorial de la revolución campesina, entidad e institución que legitima la vigencia de las comunidades, del uso de los bienes comunes, que valoriza la cohesión social y reconoce el valor primordial de la vida. Esto acontece, a pesar que el ejido, es lo que queda de la revolución campesina, a pesar de su anacronismo en sistemas legales republicanos, que amparan el régimen del mercado.
Se puede decir que Emiliano Zapata es asesinado dos veces – quizás muchas más -; repitiendo el ignominioso comportamiento político de las clases dominantes, cuando fue asesinado a la entrada del cuartel, donde fue invitado; y ahora, cuando se le quita a la revolución campesina, de entonces, el último rincón donde fue restringida. En este sentido, se puede decir que la burguesía mexicana, en su despliegue, perfil y opciones contemporáneas, es la composición social de traición a la patria.
Alguien puede decir que nuestra posición es contradictoria; por una parte, interpelamos al Estado, proponemos su destrucción; por otra parte, defendemos la patria contra la incursión devastadora del capital financiero y extractivista de despojamiento y desposesión. Podría ser cierta esta acusación si es que reducimos a la patria, mejor si decimos matria, al Estado-nación; sin embargo, esto no es así. Esta representación del territorio de los ancestros, territorio que nos comprende e incorpora en su matriz exuberante, expresa, aunque sea de manera abstracta y mediada, en el fondo, lo común, nos recuerda que compartimos lo común, que somos por lo común que nos constituye. Sin embargo, independientemente, de esta interpretación filosófica, retomando interpretaciones acostumbradas, de las mejores, las nacional-populares, la traición a la patria es notoria.
Estableciendo la perspectiva teórica, de la que parte, y la ubicación política, desde donde emite su análisis, respecto de lo que llamamos historia reciente de México, Raquel Gutiérrez Aguilar, escribe:
Algunos militantes, ubicados en diversos nichos de reflexión crítica, mantuvimos una ardua batalla contra estas ideas promoviendo que se restableciera la atención y pertinencia de la lucha como clave fundamental para la comprensión del sentido de la historia; es decir, nos empeñamos en desplazar la centralidad de la pregunta por el sujeto de la acción, en términos de su identificación precisa, moviendo la atención hacia la cuestión de la comprensión de la lucha misma, de sus potencialidades y desafíos; buscando dar cuenta de las distintas dinámicas de conformación de nuevas subjetividades críticas en pugna, en medio del torbellino liberal. En tal sentido, para distinguir con mayor claridad no sólo entre las distintas posturas teóricas, sino entre las variadas y a veces contrapuestas maneras de resistir el avance del capitalismo neoliberal e impugnar el brutal orden de exclusión impuesto, una noción útil es la de tradición de lucha, esto es, el conjunto articulado y más o menos coherente i) de supuestos y creencias que están en la base de diversas acciones de movilización e impugnación del orden existente; ii) de prácticas y modos de hacer y decidir que sostienen tales acciones y, iii) de perspectivas y propuestas que se generan, explicitan y discuten durante los momentos más álgidos de la movilización. Mi trabajo, junto al de much@s otr@s, desde hace muchos años, se inscribe en esta perspectiva de búsqueda de clarificación. Voy a exponer, entonces, algunas consideraciones generales acerca de lo que he aprendido, a fin de intentar esbozar un marco de intelección que nos permita ordenar algunas ideas para tendencialmente comprender el momento que vivimos en México[46].
Más abajo, después de desplegar una reflexión crítica sobre el estado de arte del debate, sobre sus umbrales, límites y horizontes posibles, descartando las ortodoxias, dogmatismos y fundamentalismos, abriendo recorridos a la interpretación de la complejidad, Raquel Gutiérrez propone una perspectiva dinámica del México contemporáneo. La investigadora escribe:
Con todos estos elementos tratemos, ahora sí, de rastrear lo que está ocurriendo en México. Comencemos elaborando algún tipo de periodización que nos resulte relevante. Hemos de partir, a brochazos muy gruesos, desde 1921; fecha en la que formalmente cesaron las confrontaciones más álgidas que ocurrieron durante los años de la Revolución Mexicana[47].
La pregunta es: ¿Qué pasa en México ahora? ¿Cómo responder a esta pregunta? ¿En la perspectiva de la historia, que no deja de ser lineal? ¿O, mas bien, en la perspectiva del acontecimiento, que es el de la simultaneidad dinámica? Como expusimos en Geología de la simultaneidad, la perspectiva nuestra es el de la simultaneidad dinámica; es decir, es la concepción y configuración del tejido del espacio-tiempo-vital-social. Recogiendo las descripciones, análisis e interpretaciones de Roux y Gutiérrez, podemos decir, desde nuestro enfoque, que lo que pasa en México ahora es una convergencia de sus historias, de los espesores de sus historias, de las multiplicidades históricas; convergencia que pone en la escena presente los problemas y desafíos pendientes, las guerras y luchas inconclusas actualizadas, así como la reiteración actualizada de las dominaciones inscritas. Para decirlo rápidamente: La revolución quedó inconclusa. No se puede seguir adelante si no se resuelve esta asignatura pendiente; es menester llevar a término la reforma agraria; ahora bien, en las condiciones exigidas por la contemporaneidad, que tiene en cuenta no solamente el derecho a la tierra para quien la trabaja, sino los espesores territoriales, los espesores ecológicos, en la perspectiva de lo común.
Quizás haya que añadirle a lo anterior que, lo que se da hoy, se da de manera inusual, por así decirlo, de manera desproporcionada. Las dominaciones adquieren proporciones exageradas, en lo que tiene que ver con las violencias desenvueltas, tanto abiertas como encubiertas. La corroboración de esta desproporción se muestra en la feudalización – usando el término metafóricamente - del territorio bajo el control de los carteles; manifestación perversa y desenfrenada del ejercicio del poder. La concomitancia de los carteles y el Estado, el gobierno, incluso del mismo Departamento de Estado norteamericano y sus agencias secretas no se puede ocultar. Asistimos entonces no solo a la violencia descarnada del poder en sus múltiples formas, sino de la exuberancia del poder y del placer del poder.
En contraste asistimos también a la manifestación creativa de la capacidad de resistencia y de lucha de los pueblos, de las comunidades, de los colectivos. A pesar de que el bloque de los medios de comunicación, articulados al Estado, a la manipulación gubernamental y de las clases dominantes, tratan de ocultar, exilar a las sombras a estas manifestaciones, movilizaciones, expresiones colectivas, de las movilizaciones y luchas sociales, no las pueden hacer desaparecer. Las movilizaciones y resistencias se actualizan, también de una manera exuberante, aunque se efectúen de forma local y micro-regional. Lo que ocurre ahora es lo que ha ocurrido, por así decirlo, de manera figurativa, siempre, sólo que repetido en su forma diferencial, acumulativa y hasta exagerada. Es como si la historia, que no es un sujeto, convocara desesperadamente al pueblo a resolver los problemas acumulados, las tareas pendientes, pues, de lo contrario no se puede seguir adelante, salvo como repetición de lo mismo, en su diferenciación.
México, que es el sumo de lo que es América Latina y el Caribe, Abya Ayala condensada en su territorialidad, vive el drama de la dominación imperial, colonial y capitalista, en las formas intensas como se dan en el país asumido por la intensidad de los cuerpos, que vive su existencia apasionadamente. Vivir en México y a lo mexicano es vivir intensamente lo que somos, los latinoamericanos y del Caribe, los habitantes de Abya Yala. La diferencia no radica en lo que se cree; mientras en México persiste la dominación en la forma más grotesca del proyecto neo-liberal, en tanto que en Sud América se ha dado un giro hacia la “izquierda” con los gobiernos progresistas. Sino, en las tonalidades más perversas y exuberantes de la corrosión institucional, de la adulteración histórica del Estado. Todos los Estado-nación de América Latina y el Caribe, para no hablar de los Estado-nación del mundo, repiten diferencialmente la mezcla problemática de las composiciones institucionales; composiciones institucionalizadas y cristalizadas, como instrumento de la perduración, por todos los medios al alcance de las dominaciones constituidas. Por esto, es indispensable vernos en el espejo mexicano.
Siguiendo con el análisis, Raquel Gutiérrez escribe:
Así, los 90 años que se extienden de 1920 a la fecha pueden dividirse en cinco grandes bloques:
1. 1920-1934. Consolidación del aparato de gobierno y del predominio de la burguesía industrial y agro-industrial, al lado de los caudillos militares, como fracción central de clase dominante.
2. 1934-1940. Consolidación de la peculiar forma de la relación mando-obediencia que regirá en la República al quedar colocado el presidente como árbitro general de los conflictos que puedan ocurrir en el “cuerpo de la nación”, y también como figura por encima de la ley. Comenzará en este período la replicación fractal “hacia abajo” de esta forma política.
3. 1940-1968. Crecimiento económico, modernización autoritaria y ampliación del espacio público. Las decisiones principales se concentran y no se discuten. Exigencia social variada de democratización de la vida pública que termina en la masacre del 2 de octubre.
4. 1968-1985. Estancamiento económico paulatino. Reducción de los salarios a través, entre otras, de medidas monetarias. Exigencia múltiple y polifónica de democratización de la vida pública. Auto-organización acelerada de la sociedad por fuera de las instituciones corporativas, antes y sobre todo después del terremoto del 85.
5. 1985-2010. Ofensiva liberal en lo económico y en lo político. Desmantelamiento de la propiedad y del espacio público, así como re-privatización de la riqueza. Desconocimiento paulatino de derechos ya consagrados en la relación política estado-sociedad. Tendencia generalizada al despojo de los bienes comunes. Bloqueo de la tendencia hacia la ampliación democrática de la vida pública, y captura de dicha aspiración social al imponerse los mecanismos de la “reforma política” y el democratismo formal-procedimental, como formas principales de la actividad política. Fraudes electorales no impugnados contundentemente por las cabezas políticas agraviadas (Cárdenas, López Obrador).
La investigadora nos ofrece el siguiente cuadro secuencial:
1950-1960
Huelga ferrocarrilera, huelga de los médicos del IMSS eI SSTE. Insurrección jaramillista.
1968
Movimiento estudiantil del 68. Plataforma integral de democratización social. Libertad a los presos políticos y derogación de la tipificación del delito de “disolución social”, como cuestiones centrales. Tendencialmente esta lucha se fue volviendo nacional al sumarse los estudiantes de otros estados. Propuesta de democratización de la vida pública desde los distintos sectores. Fisura de la vieja forma de política
1974-1975
Masiva lucha de los trabajadores del sector eléctrico por democracia y derechos sociales. Democratización sindical impulsada por la Tendencia Democrática en el SUTERM. Luchas campesinas generalizadas, centradas en demanda de apoyo estatal. Ola de huelgas obreras en las fábricas que circundan la ciudad de México (Spicer, Pascual, etc.). Lucha de alcance nacional en la que se movilizaron contingentes obreros de varios estados. Masiva lucha centrada en la demanda de derechos y democracia al Estado.
1975-1985-1987
Generalización del movimiento urbano-popular en diversas ciudades del país. Construcción de la CONAMUP. Despliegue intenso de la lucha armada en el país bajo dos formas contrastantes: la auto-defensa y rebelión de las comunidades rurales en Guerrero bajo la conducción de Lucio Cabañas y la conformación de organizaciones político-militares más rígidas y cerradas. Época de la represión generalizada y la guerra sucia. Huelga de la UNAM-CEU. No a las cuotas y democratización de la vida universitaria. Los dirigentes terminaron pactando con la izquierda política. Si bien la lucha buscaba tener alcance nacional, lo más importante ocurría de manera local.
Se comienza a erosionar la tradición de lucha centrada en “demandar” soluciones al Estado, para abrir otros caminos: tendencial construcción autónoma de espacios políticos (una parte de la CONAMUP) o desafío armado al estado para forzar su reconstrucción (organizaciones guerrilleras).
Primera gran movilización contra las medidas neoliberales, aplicadas desde el 82-83. Se exige democratización y se impugna la capacidad del Estado de decidir sobre la vida interna en la UNAM.
1988
Fractura del PRI, es decir, del segmento netamente político de la clase dominante. Confrontación entre una postura “modernizante” nacionalista desarrollista expresada por Cárdenas y la “modernización neoliberal” de Salinas de Gortari. Discusión generalizada de la conveniencia o no de las formas de lucha política electoral entre amplios contingentes obreros y urbano-populares. Fraude electoral y lucha generalizada y fallida contra éste. Represión amplia contra las bases organizadas del PRD de aquella época sobre todo en Guerrero y Michoacán.
Disputa electoral por la ocupación del vértice del mando político entre fracciones de la clase dominante. Lucha de alcance nacional que paulatinamente, tras la derrota de una de las fracciones, se fue localizando en algunos estados como Guerrero y Michoacán.
1994
Alzamiento zapatista, movilización urbana en torno a las demandas planteadas por las comunidades indígenas de Chiapas en estado de rebelión. Lucha generalizada contra la represión y por los derechos de los pueblos indígenas. Lucha local que, sin embargo, logró una amplia resonancia a nivel nacional e internacional. Con ella se fisuró más explícitamente la antigua tradición de lucha guiada por establecer demandas al Estado o por disputar su ocupación. A partir de sus esfuerzos se han ido abriendo nuevas perspectivas políticas.
1999
Huelga de la UNAM-CGH. No a las cuotas y reapropiación temporal del espacio público por la comunidad estudiantil. Se exhibió que no había confianza alguna en la negociación. Ejercicio masivo de impugnación a la prerrogativa de decidir e imponer por parte del Estado. Articulación amplia en torno al rechazo a los planes de la Rectoría y desconcierto sobre las vías para continuar.
2001-2003
Levantamiento del pueblo de Atenco contra el despojo de sus territorios. En estos años se generalizaron diversas luchas locales contra variadas acciones de despojo. Unas exitosas, otras no tanto. Sin duda, la más conocida e importante es la de Atenco. Fundación de los Caracoles Zapatistas. Lucha eminentemente local que, sin embargo, bloqueó la alianza Fox-Montiel, que daba sustento económico a la transición electoral. Esta lucha se inscribe en la nueva tradición que desconoce la prerrogativa de mando político a los gobernantes.
Notable ejercicio de construcción de autonomía y autogobierno, completamente por fuera de la anterior tradición de lucha anclada en el demandacionismo y la exigencia al Estado.
2006
VI Declaración de la Selva Lacandona y comienzo de La otra campaña. Tendencial apertura de espacios de conocimiento mutuo y deliberación entre diversos movimientos y colectivos locales. Represión brutal a militantes de La otra campaña en Atenco en mayo de 2006, después de que ésta llegó al D.F. Trastrocamiento del anterior límite moral para el ejercicio de la represión: ocupación militar del pueblo de Atenco. Esta ha sido la mayor iniciativa de visibilizar y expandir la nueva tradición de lucha, autónoma y no demandante al Estado, que ha ido naciendo en la multiplicidad de luchas particulares contra los variados agravios de corporaciones y gobernantes en el marco de la ofensiva privatizadora y excluyente emprendida por los gobiernos federal y estatales.
2006
Levantamiento de los pueblos de Oaxaca para frenar los abusos y prepotencia del gobierno de Ulises Ruíz. Búsqueda de democratización popular desde abajo de la vida pública bajo la perspectiva del desconocimiento del mandato de un mal gobernante. También puede leerse la más amplia consigna articuladora del movimiento, como la aspiración a democratizar la vida política mediante la participación directa de la sociedad en la toma de las decisiones más importantes sobre los asuntos públicos, afianzando el derecho a revocar del mando político a los malos funcionarios. Lucha popular contra el fraude electoral, que fue conducida a la derrota por los dirigentes políticos del movimiento. Se inscribió en las viejas tradiciones de lucha, negociadoras y demandantes de solución a las instituciones formales de la república. Lucha regional con importante resonancia en otros lugares de la República. Quizá el miedo a la lucha de Oaxaca fue uno de los más potentes elementos para que las élites económicas y políticas se articularan en la alianza que organizó el golpe de estado de 2006. Movilización localizada en la ciudad de México, aunque con capacidad de conmover al conjunto de la nación.
2007-2008-2009
Fundación del municipio autónomo de San Juan Copala, como esfuerzo común de autodefensa y autogobierno local. Este esfuerzo autónomo –al menos la primera fase- parece haber concluido en 2010 tras una violentísima represión y ocupación militar del municipio. Tímidas luchas contra la privatización del petróleo y contra el desmantelamiento de la empresa LyFC. Lucha local con amplia resonancia nacional, que se enlaza en la perspectiva de la nueva tradición de lucha. Los ciudadanos se asumen como mandantes, aún si en ocasiones dialogan con funcionarios públicos. Luchas nacionales y/o regionales amplias aunque circunscritas al regateo sobre los peores efectos de las decisiones gubernamentales sobre asuntos públicos de gran relevancia económica y política. Demandacionismo, antidemocracia y negociación secreta como rasgos principales, y, lo peor de la herencia de la antigua tradición de lucha.
En conclusión, el balance de la época, tomando en cuenta las tradiciones políticas mexicanas, es el siguiente:
Comencemos con la tradición movilización-democratización negociación y pacto político, surgida de la Revolución y consolidada tras el período presidencial cardenista, cuando se construyó el complejo artefacto de inclusión subordinada, de soborno colectivo y de autonomía tutelada que constituyó el Estado mexicano -sí, el que se escribía con mayúscula durante los más de 30 años que van de 1934 a 1968. En esta tradición la relación mando-obediencia se establece entre el “pueblo mexicano” o los diferentes sectores que lo componen y los gobernantes. El “pueblo” acata y obedece; y si bien tiene derecho a reclamar dentro de ciertos límites, de todos modos la prerrogativa de la decisión política sobre los asuntos más relevantes que a todos incumben está claramente monopolizada por los gobernantes. Estos se adjudican igualmente, la facultad de ejercer violencia -de apariencia más o menos legal- contra quienes reclamen, impugnen o rechacen sus decisiones.
En contraste con esta tradición, está la mucho más reciente y todavía no muy explícita cadena: movilización-impugnación de la prerrogativa de mando de los funcionarios estatales; autonomía- tendencial reconfiguración política. El quiebre político más importante entre una tradición y otra está en que muchos de los cuerpos colectivos, que en los últimos años se movilizan e impugnan lo que se decide e impone, se piensan tendencialmente a sí mismos como “mandantes” -en contraste con “de-mandantes”, que era la anterior figura ordenadora de todo el sistema de obediencias y lealtades vertical y ascendentemente articuladas. Al hacer tal cosa, poco a poco se va fisurando la persistente figura del obediente “miembro” o “parte” de un cuerpo político que establece, ya sea institucional o extra-legalmente, un reclamo, inconformidad o demanda ante los designados y consagrados para ejercer el mando político, exigiendo ser atendido. Se erosiona tal imaginario para dar paso a la recuperación contemporánea de otra antigua figura política mexicana: la del cuerpo social rebelde, movilizado y levantado, que establece leyes y ejecuta autónomamente sus decisiones.
Hasta el presente, los ensayos de este tránsito desde las antiguas tradiciones de lucha hacia otras nuevas y nacientes, han sido sofocadas violentamente en la actual vorágine de creciente represión militar[48].
Después de establecer los principales criterios morales, formales y procedimentales, que se anudan en cada una de las tradiciones políticas, la investigadora propone la siguiente interpretación de la época política:
Los rasgos de la tradición política mexicana de mediados del siglo XX provienen de la herencia de la Revolución Mexicana y, sobre todo, del sexenio cardenista y del gobierno PRI-ista. Esta tradición se levanta sobre la noción básica de posibilidad de pactos desiguales, entre la autoridad política legítima y cada conglomerado local bajo su mando, organizado por lo general, según la actividad que cada cual desarrolla aunque también, en algunos lugares y en fechas más recientes, de acuerdo a la zona o región que habita. Esta noción de pacto colectivo a través de un representante propio, con el vértice de la pirámide del mando político y con sus sucesivos funcionarios hacia abajo, aún resuena en el imaginario colectivo, configurando en el curso de diversas luchas; sobre todo las de los todavía existentes segmentos de trabajadores formales, estatales o no; y también en las luchas rurales protagonizadas por algunos pueblos indígenas y asociaciones campesinas.
A partir de tal dinámica, antaño se configuraba una especie de cadena ascendente de “autonomías tuteladas”, donde se negociaban algunas ventajas sectoriales a cambio de obediencia y lealtad. Además, en concordancia con la lógica interna de dicha tradición, entre los trabajadores y pueblo de México se reproducían y operaban de manera casi directa una serie de mecanismos organizativos verticales y escalafonarios, que son enemigos acérrimos de la autonomía política de los así asociados. Esta tradición política no termina de morir pese a sus reiterados fracasos durante los últimos 20 años: nada más por mencionar algunos sucesos recientes, cabe constatar la casi total ausencia de potencia política tanto de los trabajadores petroleros como de los electricistas, durante los más duros golpes que han sufrido sus respectivos sectores (la semi-reforma petrolera y la extinción de LyFC) en el actual sexenio.
Ahora bien, los rasgos básicos de la todavía no sepultada tradición política mexicana de lucha estadocéntrica del siglo XX, aunque ya totalmente erosionados y claramente impotentes, desafortunadamente siguen mostrando cierto grado de permanencia y efectividad práctica operando como lastres para la generalización de la acción colectiva, estableciendo opresivos límites a las posibilidades de lucha e impugnación y movilización de los numerosos contingentes populares y laborales sistemáticamente agraviados. Por ejemplo, dinámicas concordantes con lo que venimos describiendo han operado durante el último año cuando la mayor parte de los trabajadores del SME, despedidos y sin demasiadas opciones ni de trabajo ni de vida, han preferido colocarse -aun si incómodamente- detrás de sus dirigentes, en vez de decidirse a actuar de otra manera, corriendo el riesgo de perder su parte en la hipotética “solución” al problema de la desaparición de LyFC a ser negociada por los dirigentes con las más importantes autoridades políticas del país.
Las claves morales de este imaginario colectivo en decadencia, heredadas de la esclerotización de la Revolución Mexicana y elaboradas en el discurso, los símbolos y ritos del nacionalismo revolucionario, son la pertenencia gremial a un cuerpo nacional organizado y la creencia en que, si bien el entorno presidencial puede fallar en muchas ocasiones, el presidente ha de querer -o al menos puede ser forzado a admitir- “el bien de la nación” y, en ocasiones límite será capaz de “escucharnos, protegernos o cumplirnos”. Tal creencia se ha ido fisurando y vaciando paulatinamente de contenido durante los 42 años después de la Noche de Tlatelolco, e incluso aparenta estar totalmente rota en el discurso explícito popular. Sin embargo, todavía opera con cierta efectividad en los momentos en que se bosquejan las estrategias prácticas de lucha; por ejemplo, la recurrente tendencia hasta cierto punto incomprensible a seguir a algún líder -así sea seguirlo hacia el fracaso-, criticándolo en privado y aprobándolo en público (pensar en López Obrador en 2006, o en Esparza en meses más recientes). Quizá funciona en la cabeza de cada uno de los agraviados cuando es convocado a una movilización, algún tipo de cálculo de posibilidades que lo empuja a posicionarse como “seguidor” y “apoyo” acrítico de alguien, a fin de dotar a tal personaje de cierta fuerza para “negociar” y pactar con el vértice del mando político; pese a que quienes ocupan los puestos políticos más altos del Estado mexicano no tienen ya la menor intención de establecer pacto alguno con nadie fuera de su círculo, tal como han demostrado una y otra vez; y más bien imponen crecientemente sus decisiones mediante el uso discrecional y sistemático de su fuerza policial y militar en medio de gigantescos operativos de propaganda mediática.
En este sentido, la tradición política heredada del siglo XX en la actualidad está operando, insistimos, más como carga, como herencia maldita, como peso muerto y lastre que anula la posibilidad de desplegar nuevas y más contundentes luchas. Los gerentes empresariales y corporativos, así como los pactos de sumisión y lealtad popular a cambio de algunas ventajas materiales con organizaciones verticales de contención, tal como se hacía antes. Ellos han ido poco a poco desplegando e imponiendo un sofisticado proyecto de individualización del control político y social, que se lleva a cabo tanto a través de los diversos programas sociales y formas anómalas de remuneración -apoyo a la tercera edad, PROCAMPO, remuneración por estímulos en la universidad, bonos individuales para completar el salario, etc.-; como de los reiterados y sistemáticos procesos de jerarquización y exclusión impuestos desde arriba, que sirven para establecer estrictas delimitaciones de quienes han de tener derecho a gozar y ejercer algún derecho y quienes definitivamente quedan excluidos de él -como por ejemplo el derecho a la educación superior, o al trabajo formal.
En abierto contraste con lo anterior, la tradición de lucha más reciente -y a la vez más antigua- cuya dinámica se afianza en amplias acciones de deliberación y movilización, en la enérgica impugnación colectiva a decisiones gubernamentales y empresariales consideradas como inadmisibles, en la tendencial consolidación de autonomía política y material de los que luchan; para desde ahí proponerse la reconfiguración de modos otros de regulación económica, social y política...
Esta tradición de lucha antigua y contemporánea al mismo tiempo, todavía no establece con claridad maneras prácticas para lograr generalizarse, para trascender el aislamiento en el que suele quedar arrinconada y, a la larga y por lo mismo, para superar la impotencia. Este es, de acuerdo a las consideraciones presentadas, el principal problema político que tenemos encima y el tópico que consideramos urgente colocar a debate como asunto central. Valgan los argumentos presentados como esquemática contribución a dicha discusión[49].
En conclusión, el perfil de la tradición autónoma, auto-determinante, auto-convocativa de la interpelación social y de las luchas colectivas y comunitarias, no logra plasmarse en un estilo de vida que contenga un estilo político emancipatorio y libertario de incidencia transformativa en la sociedad. De todas maneras, a estas alturas, es indispensable reflexionar sobre los presupuestos conceptuales puestos en marcha para interpretar este panorama histórico, llamado época, que puede ser entendida como época política. Vamos a intentar una reflexión crítica sobre los ejes del análisis, que todavía mantenemos, los activistas, cuando nos vemos obligados al balance de una época, un periodo o una coyuntura.
Toda una época, si podemos hablar así, al calificar todo un periodo largo de influencia “ideológica”, influencia que puede efectuarse teóricamente, en la formación teórica, hemos considerado a la dialéctica como pensamiento crítico, incluso, en las versiones marxistas, como pensamiento revolucionario. Se ha asumido, sin mayor discusión, las interpretaciones, mas bien, las sistematizaciones partidarias, de las corrientes marxistas conformadas en la segunda, tercera y cuarta internacional, compuestas o compiladas como materialismo histórico y materialismo dialéctico, como pensamiento crítico y pensamiento revolucionario. ¿Es así? ¿No hay un problema inherente al pensamiento dialéctico, vinculado a los decursos que tomaron las revoluciones socialistas, la conformación de un Estado policial con plenas prerrogativas centralistas y autoritarias, ungidas por medios impositivos justificados por el fin mismo de a revolución? Para responder esta pregunta no vamos a optar por el camino fácil; tomar como ejemplo la filosofía del Estado de Hegel, sino vamos a adentrarnos en las lógicas y la estructura conceptual de este pensamiento.
Hay rasgos característicos de este pensamiento que son como los ejes estructurales de su lógica inmanente. Uno de esos tiene que ver con el presupuesto o el prejuicio de la astucia de la razón; enunciado por Hegel; empero, retomado por las corrientes marxistas como astucia de la razón histórica. Se convierte a la razón y a la historia en sujeto, capaz de actuar, con vida propia. Esto no es más que una transferencia antropomórfica a esos fantasmas conceptuales que llamamos razón e historia. Ambos son conceptos. Uno referido a la capacidad abstracta de intuición intelectiva, el otro referido al pasado; pasado imposible de reducirse a la representación, relato, interpretación y explicación que se nombra como historia. Sin embargo, a estos conceptos se les atribuye la astucia para intervenir y llevar a buen término, en un caso la reflexión, en otro caso la teleología inmanente en la evolución temporal. A partir de estos paradigmas optimistas se deduce que los problemas están resueltos, los problemas de la explicación e interpretación, en un caso, los problemas de la perspectiva histórica, en el otro caso, aunque se la tome como posibilidad y no de una manera determinista, que sería lo más grosero.
El pensamiento dialéctico es conservador. No es crítico, reduce la crítica a una caricatura, la caricatura de la interpelación, en el mejor de los casos, la caricatura de la síntesis de las contradicciones, en su versión sofisticada; empero, que no deja de ser elemental. Es un pensamiento conservador pues inhibe las capacidades creativas de la vida, inhibe la potencia social, atrapándola en la camisa de fuerza de la lógica dialéctica, que al final de cuentas, es la reiteración del silogismo griego; premisa, mediación y conclusión, sólo que la mediación aparece como la negación de la premisa, para que ésta sea afirmada sintéticamente en la conclusión. Por otra parte, la dialéctica nunca salió del mundo de las representaciones, mundo que reduce al mundo de la experiencia y de la percepción a la representación. La dialéctica hace la crítica en el escenario de la representación, la dialéctica hace la revolución en el ámbito especulativo, reforzando en la práctica la reproducción del poder; es decir, la reproducción de la persistencia de las múltiples formas de dominación.
Para hablar en el elocuente lenguaje popular, claro y diáfano, el fracaso de las revoluciones socialistas deberían habernos llevado a la crítica de su fundamento teórico, la dialéctica. En cambio hicimos otra cosa, buscamos hipótesis ad hoc para enterrar el socialismo real; empero, salvar la dialéctica, llámese o no materialismo histórico y materialismo dialéctico.
En contraste, debemos detenernos en las tradiciones anarquistas. No porque no hayan contenido el bagaje teórico marxista o algo parecido no tienen valor. Esto es valorar un conjunto de percepciones y de intuiciones subversivas irradiantes a través del formato institucionalizado académico. Las tradiciones anarquistas contienen algo que, lastimosamente, perdieron las corrientes marxistas, a partir de un determinado momento de su institucionalización; la intuición subversiva, el saber social de la acción rebelde e insubordinada. Se trataba de comprender este contenido expresivo, inherente a las explosiones sociales; no atender tanto a los que dicen o no los discursos. Este “teoricismo”, que llamo fundamentalismo racionalista, ha perdido a los marxistas. Entiéndase bien, el problema no radica en que son teóricos, sino en una teoría reducida a la simplicidad de la secuencia, de la linealidad del tiempo, de la salomónica solución de la síntesis de las contradicciones. Contradicciones, además manejadas dualmente, ni siquiera en su pluralidad proliferante. Quizás las tradiciones anarquistas, han descuidado la composición teórica, por un exagerada y enaltecida irreverencia. Esto es importante anotarlo, pues esta tradición tenía y tiene horizontes de visibilidad, horizontes de decibilidad, muchísimos más amplios que las teorías formales dialécticas.
Para decirlo de un modo directo, la tradición que debemos retomar de la experiencia social y la memoria social mexicana es el anarquismo. ¿Quién más cercano a Emiliano Zapata que Ricardo Flores Magón? Las autonomías zapatistas están más cerca de estas expresiones libertarias, que se dieron en la revolución mexicana, que persistieron, atravesando periodos; asistiendo a la guerra civil española, valoradas, desde distintas interpretaciones, más contemporáneas en la rebelión estudiantil, que confluye en Tlatelolco, apreciadas por la rebelión indígena maya en la selva lacandona.
El anarquismo tiene lo que no se anima ningún marxismo, por más radical que pretenda ser, el cuestionamiento radical, destructivo y deconstructivo del Estado. De esta institución imaginaria de la sociedad. Esta perspectiva y posición lo lleva mucho más lejos de lo que puedan haber llegado las tesis más radicales marxistas. Pues uno de los nudos de la persistencia de las dominaciones radica precisamente en este ámbito de relaciones en este campo burocrático e institucional que es el Estado.
Por otra parte, este anarquismo mexicano, fue y es una de las expresiones, polifacéticas, de la subjetividad transgresora mexicana. Afectividad y pasión que no han podido domesticar, disciplinar y controlar los monumentales proyectos estatales, sobre todo en su versión nacionalista, incluyendo al nacionalismo revolucionario. Menos podrán proyectos más artificiales como los neoliberales. El problema no va por ahí; va por otro lado. La pregunta es: ¿Cómo un pueblo, en realidad pueblos, tan rebeldes en la vida cotidiana, en las manifestaciones corporales y culturales diarias, ha dejado que lo más grotesco de la representación de las dominaciones, las corporaciones y coaliciones mafiosas, pues no son otra cosa, en una u otra forma, en uno u otro caso, en el usufructúo de un fetiche o de otro, se aposente en el Estado-nación, terminando imponer decursos subordinados y sumisos a los centros del sistema-mundo capitalista? Esta es la pregunta a la que debemos responder.
A estas alturas del planteamiento, déjenme poner en la mesa hipótesis interpretativas, anteriores a las hipótesis que intentan caracterizar la dominación contemporánea del sistema-mundo capitalista, hipótesis que las lanzamos después.
1. Creer que una expresión vale por su forma discursiva, mejor si es avalada por la institución académica, o el prejuicio de la formalidad, no es más que manifestar el apego conservador a los buenos modales.
2. Una expresión cualquiera vale por lo que contiene, lo que contiene de experiencia condensada, lo que contiene como memoria condensada, vale por su capacidad de alterar el orden, que no es otra cosa que el orden del poder.
3. Las manifestaciones y recorridos ácratas han abierto y abren horizontes más allá del bien y el mal, más allá de la moralidad, que no es más que un prejuicio conservador, incluso persistente en los “revolucionarios”, más allá del fetiche institucional, del fetiche del poder. Estos horizontes no necesariamente tienen que ser dichos, señalados, como las orientaciones en una carretera o autopista. Pueden serlo o no serlo, lo importante es que son abiertos, desplazados, vislumbrados, por las vivencias colectivas y sociales de las rebeliones.
4. Si hay algo que nos ha seducido y seduce a los hombres y mujeres, a todas las subjetividades diversas, de Abya y Yala, quizás del mundo, es el perfil transgresor del estilo cultural mexicano. Del comportamiento cultural, emitido en los efluvios de la piel. Es la intensidad como se vive. Lo que nos atrae es esa apuesta ultimatista – usemos esta palabra para ilustrar lo que queremos decir - de o todo o nada, expresada en los actos, mejor si los vislumbramos en su detalle, es su ubicación local, fugaz, en temas que son propios de la cotidianidad y de la subjetividad; entonces lo que seduce es esa entrega intensa al instante.
5. La mexicana, el mexicano, en su comunión cotidiana, nunca ha dejado de rebelarse. Sólo que ha dejado que esas esferas distantes del escenario y el teatro político queden a cargo de sujetos paranoicos, enamorados de sí mismos, atrapados en el placer barato del dinero y de los reconocimientos forzados, plasmados en tarjetas y publicidades. No olvidemos que Emiliano Zapata y Pancho Villa, después de tomar el DF se retiraron. No había ahí algo por lo que valga la pena quedarse. Esta es la misma actitud de las comunidades zapatistas. Como dice John Hollowey, no se trata de tomar el poder, sino de cambiar el mundo. Ya debemos aprender que tomando el poder no se cambia el mundo sino se lo reproduce en sus peores pesadillas.
6. Lo mejor de esta generación de luchas, que arrancan en 1994 con la insurrección armada indígena de la selva lacandona, llegando a la movilización prolongada de Bolivia, 2000-2005, es indudablemente el gesto, la elocuencia, la autonomía y auto-determinación de las comunidades zapatistas. Estas comunidades escaparon de la seducción del poder. Incursionan el camino de la autodeterminación, autogobierno y autonomía comunitaria, patentizando, que lo efectivo es la creatividad de las dinámicas sociales, lo político, es decir, lo democrático; que lo efectivo es el consenso colectivo, dejando a un lado las delegaciones y representaciones, aunque se las tenga que usar provisionalmente. Lastimosamente otras experiencias de luchas, que se dieron en este contexto temporal, terminaron seducidas y atrapadas en el drama corrosivo del poder.
7. Que los zapatistas no hayan tomado el poder no es un criterio para devaluar, de una u otra manera, su propuesta política. Al contrario, es un claro ejemplo de que por ahí no hay que ir. Lo único que tenemos, entre otras experiencias, los y las que participamos en esta generación de luchas, es esta persistencia comunitaria y autonómica de la Selva Lacandona. La siguiente generación de luchas, que ya se ha manifestado, en la explosión joven por la educación pública, por el pasaje libre, contra la expropiación de la alegría del deporte, por la recuperación de lo común contra lo público y lo privado, tiene en el ejemplo zapatista el referente de lo posible. Se disponen con las poses transgresoras e irreverente como atentados a lo prohibido, impuesto por el realismo político.
8. No hay pues asidero para un balance pesimista. Las estructuras dominantes en el país y en el mundo no han vencido, como dice Silvia Rivera Cusicanqui en su libro Dominados pero no vencidos, sino que se esfuerzan continuamente por convencer que están ahí dominando porque les corresponde. Este esfuerzo es la muestra de su debilidad, de su insostenibilidad. Requieren de la violencia sistemática, abierta o encubierta, para mantenerse. El pueblo, para hablar en la tradición rousseauniana, no necesita hacer esfuerzos, es espontaneo y sencillo; aunque ha terminado de creer en la narrativa del poder. Lo que no se dan cuenta los dominantes y dominados es que los dominantes siempre fueron vencidos por los avatares de la historia, en los ciclos de sus estructuras de larga duración, pues no pueden persistir naturalmente, sino mediante el uso descomunal de la violencia.
9. De qué se trata. Es cuestión de que los pueblos del mundo decidan no jugar el juego dominante, no seguir sus reglas; retirarse de un juego aburrido, dejando caer el castillo de naipes, optando por el juego lúdico de la creatividad, de alegría, de la espontaneidad de las asociaciones dúctiles, plásticas, dinámicas, que ayudan a complementarse.
10. Otro problema radica entonces en cómo se lee la historia. Siendo la historia un relato del poder, hay vencedores y vencidos. La narrativa se concentra en las tragedias y dramas del poder, olvidando, dejando en la sombra, a las innumerables multitudes que realizan su potencia social cotidianamente. Olvidemos lo que hacen los hombres, pues eso lo son, estas fraternidades masculinas, abocadas a reconocerse entre ellas; concentrémonos en las alteridades, por más singulares y fugaces que sean, de las multitudes, de las comunidades, de las colectividades, de las individualidades asociadas y relacionadas, efectuadas por ellas. Esta es la enseñanza de las comunidades zapatistas.
11. Que sea una mayoría de gente que todavía cree en la narrativa del poder no debe desalentarnos. Si en algo ha vencido el poder, sus instituciones, su campo burocrático, su campo institucional, su campo político, su campo escolar, es en lograr convencer a la mayoría que la narrativa del poder es la “realidad”. Su dominio, entonces es imaginario; lo que no quiere decir que no es efectivo.
12. La tarea es liberar a la mayoría de esta ilusión; hablando en la tradición marxista, liberar de la “ideología”, liberar de los múltiples fetichismos; de la mercancía, del poder, de las instituciones, de los patriarcados.
13. La tarea es difundir las experiencias y las memorias sociales, sus narrativas inhibidas por la dominación del monopolio escolar. Recuperar el espesor de sus percepciones y de sus racionalidades integradas a las sensaciones.
14. En conclusión, para decirlo de una manera exagerada, sin embargo, ilustrativa, ignoremos a esta narrativa aburrida del poder, ignoremos a estos paranoicos, enamorados del poder, dejemos que se hunda su ficción institucionalizada, hagamos lo que han hecho las comunidades zapatistas. Asumamos nuestras autonomías múltiples efectivamente.
Dejamos pendiente el análisis de Pilar Calveiro; ahora, que hemos tomado en cuenta las interpretaciones sobre los contextos histórico-políticos y el Estado-nación de México, podemos pasar a discutir el contraste entre las posiciones “institucionalistas” respecto a las posiciones “anti-institucionalistas”, en el periodo de fines de siglo XX y comienzos del siglo XXI (1994-2010), entre las posiciones de la izquierda democrática del Frente Amplio, y las posiciones zapatistas.
La investigadora Pilar Calveiro[50], participe del libro de la CLACSO citado, compara dos posiciones teórico-políticas, dadas en México, también en América Latina y el Caribe, así como en el mundo mismo de la experiencia política; esto es, contrasta reforma y autonomismo. Como ella misma expresa:
En este trabajo trataré de abordar las discrepancias entre el discurso del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el del movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador, en el caso de México, como aproximación para analizar una contradicción más general, que se presenta también en otras latitudes. Me refiero al conflicto que existe, por una parte, entre la vía partidaria electoral que busca reformas del sistema político, en el contexto de democracias capitalistas y, por otra, a los movimientos autonomistas que cuestionan la utilidad de los partidos políticos para una lucha antisistémica y anticapitalista[51].
No estamos exactamente ante la reiteración de la crítica y contrastación que aborda Rosa Luxemburgo, en el segundo cuarto del siglo XX, considerando el dilema entre reforma o revolución; las condiciones son otras en la primera década del siglo XXI, además de darse el enfoque o la focalización en uno de los países de las llamadas periferias del sistema-mundo capitalista, aunque ahora, caracterizado como una de las potencias emergentes, por esas ponderaciones efectuadas por el análisis económico formal, neoclásico y ecléctico, tan en boga en los habitus de Naciones Unidas. Ponderaciones, por cierto que carecen de sustento teórico, aunque abundan en estadísticas, indicadores y descripciones impresionistas. Sería grave perderse en la discusión abstracta y general de reforma o revolución, como si se tratara del debate en torno a dos principios. Estos son los hábitos de la izquierda tradicional, apegada a la ortodoxia, muy lejos de la crítica, mucho más lejos de la autocrítica. El debate y el dilema, el dilema del debate, el debate en su dilema, debe ser apreciado, analizado e interpretado en su contexto concreto, en la geografía social y política de sus propias especificidades. Además, es importante, volver a recordar que no es un problema de principios, sino de fuerzas, de campo de fuerzas, de correlaciones en el campo de fuerzas.
Pilar Calveiro comienza su descripción con un seguimiento de las intervenciones del sub-comandante Marcos. Muestra, de entrada, los contrastes con el candidato popular Andrés Manuel López Obrador. Sobre todo hace hincapié en estos contrastes para sustentar su hipótesis de interpretación, que explica esta conducta beligerante, la interpelación zapatista al Frente Amplio, por el “miedo” del sub-comandante Marcos y de los zapatistas a afrontar el desafío político, a un enemigo de “izquierda”, más peligroso que un enemigo de “derecha”. En esta perspectiva, la investigadora llega a concluir que, en los hechos, el zapatismo coadyuvó a la “derecha”, mermando las fuerzas, por lo menos de consenso, del movimiento social de resistencia popular, liderado por López Obrador. La investigación, el contraste en el dilema de reformismo o autonomismo, termina en una acusación.
Dejando constancia de su inclinación política, la investigadora escribe:
Durante el proceso electoral de 2006 fuimos testigos del ataque que sustentó el subcomandante Marcos (El Sup) –como “vocero” del zapatismo–, contra el movimiento electoral en su conjunto, pero especialmente contra uno de los candidatos, Andrés Manuel López Obrador (El Peje). Ambos, identificados por sus nombres de pila y sus respectivos apodos de “luchadores”, en este caso sociales y políticos, podían ostentar una cercanía incluso afectiva con la gente, poco frecuente en la política de estos tiempos. No se trató propiamente de una confrontación verbal sino de un ataque unilateral de El Sup que quedó “dando golpes al aire”, sin encontrar a su oponente. El Peje siguió su ruta electoral, como si no escuchara, aunque reiterando una y otra vez la inclusión del cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés y algunas otras reivindicaciones clásicas del EZLN, como parte de su programa[52].
Llama la atención la caricatura que se hace del sub-comandante Marcos; aparece como un radical exacerbado, que se deja llevar por impulsos “vanguardistas”, algo parecido a los que se observaba a la “izquierda” radical, durante los gobiernos de unidades populares. La observación sugiere la siguiente consecuencia de este “radicalismo”: el zapatismo termina aislándose, quedando el movimiento autonomista reducido a un rincón de la Selva Lacandona, sin mayor influencia en la sociedad mexicana, sin poder mantener el entusiasmo social emergido después de la intervención armada en 1994. Mientras el candidato del Frente Amplio, Andrés Manuel López Obrador, aparece con una amplia convocatoria nacional, liderando un movimiento de masas, con capacidad de influencia en la vida política y social del país. Por otra parte, López Obrador tendría un itinerario distinto, inverso, al efectuado por el sub-comandante Marcos y el zapatismo. Comenzó defendiendo la institucionalidad, criticando el uso corrosivo, adulterado, de las instituciones, por parte de aprovechadores, oportunistas, corruptos, “piratas” de la política. En la medida que quedaba claro el fraude electoral institucionalizado y ejecutado por los grupos de poder, detentores del aparato de Estado, el discurso de López Obrador se habría radicalizado, hasta llegar a la posición de que hay que formar una nueva república y una nueva democracia, descartando la que hay, corroída y al servicio de los intereses oscuros de las clases dominantes. Salvo, como anota Pilar Calveiro, el ejército, que debe mantenerse para resguardar las fronteras de la nación. En contraste, según la investigadora, el sub-comandante Marcos y el zapatismo, pasan de la lucha armada a una especie de institucionalización, del tamaño de los municipios autónomos.
La interpretación del periodo electoral, acompañado del efecto simbólico del zapatismo, aunque contrastando la salida institucional, es que se habría perdido una oportunidad sin igual, la de la convocatoria masiva, la de la congregación de múltiples resistencias al poder, la de la movilización contra el fraude y la violencia estatal. Esta pérdida de oportunidad se debe tanto a los límites del populismo y ventiladas inconsecuencias, repitiendo centralidades, jerarquías, representaciones, monopolios políticos, enfermedades congénitas a los partidos, así como al radicalismo aislacionista del zapatismo.
La caracterización que hace del zapatismo Calveiro es la siguiente:
El discurso zapatista se inscribe en los llamados nuevos movimientos sociales que, a su vez, retoman la antigua tradición de la izquierda autonomista. En términos muy generales se podría decir que, desde su perspectiva, el capitalismo, el Estado y sus instituciones son inseparables; el sistema de partidos y los sindicatos tradicionales son parte de dicha institucionalidad. Cierto. Se organizan, entonces, a imagen y semejanza del Estado, esto es, de manera centralizada, nacional, jerárquica, descendente. Cierto también. De allí se continuarían ciertos rasgos específicos de los partidos: su alto grado de institucionalización que los hace fuertemente burocráticos y la tendencia a estar más preocupados por su propia reproducción y el mantenimiento de su poder que por la defensa de los intereses socioeconómicos que dicen representar[53].
Compartiendo con la crítica a la institucionalidad estatal y al sistema de partidos, Calveiro anota:
Estos rasgos los hacen poco democráticos en sus dinámicas internas porque en lugar de propiciar el diálogo y la diversidad, tratan de lograr unidad y homogeneidad interna y externamente para alcanzar posiciones hegemónicas, es decir, que buscan un poder con legitimidad y también con capacidad coercitiva. Son pues un embrión del artefacto estatal que pretenden controlar: vanguardistas y, a la vez, disciplinarios (Gun, 2004). Desde este planteo inicial ya aparecen dos grandes asuntos: el poder y la toma del poder del Estado, que están presentes en la lucha política moderna, y que el autonomismo rechaza. Por oposición al poder como dominio, proponen la idea del poder como creación –“poder hacer”, potencia según John Holloway– que puede y debe desarrollarse al margen del Estado y sus instituciones, para construir una nueva socialidad[54].
En su exposición, la investigadora deja claro que no está en contra de la interpretación crítica zapatista sobre la institucionalidad del Estado; esto es lo que comparte. La observación demarcadora de la investigadora, su crítica al zapatismo, radica en la crítica a su “táctica” aislacionista, por así decirlo, endurecida en el ataque, que le parece injustificada, al candidato popular y al Frente Amplio, dejando, sin embargo, pendiente la crítica a los partidos de las clases dominantes. También observa o pone en duda algunas pretensiones democráticas, participativas, horizontales de los zapatistas. Escribe:
Por su parte, el antiestatismo se presentó inicialmente como oposición al “sistema de partido de Estado”, asimilando lo estatal con lo partidario. La crítica al sistema de partidos se centraba en el PRI, aunque ya se esbozaba un rechazo más general. Desde los primeros textos zapatistas se percibe una contraposición entre la forma de organización partidaria, siempre sospechosa de “claudicación” (Tercera Declaración), y los movimientos y organizaciones de la sociedad civil. Tal contraposición alcanzó su máxima expresión en La Sexta (Declaración de la Selva Lacandona). Allí, los partidos se presentan como organizaciones que tratan de “hacer acuerdos arriba para imponer abajo” y “levantar movimientos que sean después negociados a espaldas de quienes los hacen”, con actos “de templete donde unos pocos hablan y todos los demás escuchan”. ¡Cierto! En contraposición, en el mismo documento, el movimiento zapatista se presenta a sí mismo como un movimiento social que pretende luchar “por los pueblos indios de México, pero ya no solo por ellos, sino que por todos los explotados y desposeídos... sin intermediarios ni mediaciones... (con) un programa claramente de izquierda o sea anticapitalista o sea antineoliberal... (para) reconstruir otra forma de hacer política, una que otra vuelta tenga el espíritu de servir a los demás... con honestidad, que cumpla la palabra”. Esta nueva forma de la política se caracterizaría por el “respeto recíproco a la autonomía e independencia de organizaciones, a sus formas de lucha, a su modo de organizarse, a sus procesos internos de toma de decisiones, a sus representaciones legítimas, a sus aspiraciones y demandas.” (La Sexta, 2005) ¿Cierto?
Pilar Calveiro encuentra desplazamientos ondulantes, sino contradictorios, en los discursos, declaraciones y posiciones zapatistas. Dice:
Ya el 15 de mayo de 1994, en la recta final del proceso electoral de ese año, el EZLN emitió un comunicado verdaderamente ofensivo para el Partido de la Revolución Democrática (PRD), en el que afirmaba que “el PRD tiende a repetir en su seno aquellos vicios que envenenaron desde su nacimiento al partido en el poder” preguntándose: “¿Cuál es la diferencia entre el PRD, el PAN y el PRI? ¿No ofrecen el mismo proyecto económico? ¿No practican la misma democracia interna?” (EZLN, 1994:237-238). En este mismo tenor, en enero de 1995, después de la derrota electoral del cardenismo, los zapatistas denunciaban sí “un fraude gigantesco”, pero sin dejar de golpear al PRD al señalar una supuesta “claudicación”. Ya entonces, su conclusión era que “las elecciones no son, en las condiciones actuales, el camino del cambio democrático”, por lo que llamaban a un Movimiento de Liberación Nacional para la “instauración de un gobierno de transición, un nuevo constituyente, una nueva carta magna y la destrucción del sistema de partido de Estado” (Tercera Declaración).
Asimismo, la Quinta Declaración, de julio de 1998, mencionaba la existencia de “gentes y personas buenas que, en los partidos políticos, levantaron la voz y fuerza organizada en contra de la mentira”. No obstante, en la Convocatoria final para una Consulta Nacional sobre la ley indígena se apelaba, por una parte, “a las organizaciones políticas y sociales independientes” (lo que excluía de hecho a los partidos) y, por otra, “a los diputados y senadores de la República de todos los partidos políticos con registro y a los congresistas independientes”, colocándolos a todos en una misma categoría. Esta asimilación de la diversidad partidaria en un mismo grupo llegó a su más clara expresión en La Sexta, emitida en la coyuntura electoral de 2006, donde se afirmaba que: “El neoliberalismo cambió a la clase política de México, o sea a los políticos, porque los hizo como que son empleados de una tienda, que tienen que hacer todo posible (sic) por vender todo y bien barato... los políticos mexicanos lo (sic) quieren vender PEMEX o sea el petróleo que es de los mexicanos, y la única diferencia es que unos dicen que se vende todo y otros dicen que se vende una parte... Y los partidos políticos electorales nada más no defienden, sino que primero que nadie son los que se ponen al servicio de los extranjeros... se encargan de engañarnos... Todos los partidos políticos electorales que hay ahorita, no nomás uno... puras robaderas y transas... Y todavía quieren que otra vuelta votamos (sic) por ellos... no tienen Patria, solo cuentas bancarias”. ¿Cierto? Como corolario, La Sexta convoca “a las organizaciones políticas y sociales de izquierda que no tengan registro, y a las personas que se reivindiquen de izquierda que no pertenezcan a los partidos políticos con registro” a sumarse a su campaña y mantenerse al margen del proceso electoral.
En este caso, la crítica al eje capitalismo/Estado/instituciones/ partidos deriva en un franco antipartidismo y antielectoralismo, que produce desconfianza. En primer lugar, por el tono mismo del discurso. El zapatismo transita de un lenguaje político sencillo y contundente (Primera y Segunda Declaraciones) a un estilo poético-indígena de alto impacto en la clase media que, dicho sea de paso, no tiene grandes competencias para juzgar su autenticidad (Tercera, Cuarta y Quinta Declaraciones), para concluir en La Sexta, con una impostación de “sencillez ingenuidad indígena” por completo increíble y basada principalmente en la mala construcción gramatical del español y en una suerte de traducción de lo que un ladino entiende que entendería un indígena sobre sus lecciones de materialismo histórico, aplicadas a la coyuntura política. Por ejemplo, cuando se lee “el capitalismo quiere decir que hay unos pocos que tienen grandes riquezas, pero no es que se sacaron un premio, o que encontraron un tesoro, o que heredaron de un pariente, sino que esas riquezas las obtienen de explotar el trabajo de muchos... que quiere decir que como que (sic) exprimen a los trabajadores y les sacan todo lo que pueden de ganancias... al mundo, o sea al planeta Tierra, también se le dice que es el ‘globo terráqueo’ y por eso se dice ‘globalización’ o sea todo el mundo”, resulta de una afectación no solo increíble sino incluso ofensiva. ¿Qué está diciendo esta voz “indígena” trucada? ¿Qué identidad se desea esgrimir y por qué? ¿No se pretende, también aquí, la representación de un sujeto ausente que legitimaría el discurso enunciado, tal como se le imputa a los partidos políticos?[55]
Hay que volver a hacer la pregunta, en su doble tonalidad, la abstracta y general, la concreta y contextual: ¿La discusión es reforma o revolución, reforma o autonomía? Incluso, se puede llegar a aceptar que esa es la discusión, que, en todo caso, la forma de la discusión se vuelve a dar de la misma manera; sin embargo, no se puede colegir de aquí que ese es necesariamente el problema. ¿Qué es lo que está en el fondo? La misma investigadora lo ha puesto: Institucionalidad o anti- institucionalidad en las resistencias. Dicho en otras palabras: ¿El curso emancipador se da a través de las instituciones o contra ellas? Este es el problema y también el tema de fondo.
La interpelación zapatista se dirige a las instituciones, que son el Estado, que son las estructuras y diagramas del poder, que son, por lo tanto, los dispositivos de las dominaciones. ¿Cómo se puede emancipar usando los mismos dispositivos de la dominación? Este es el punto, si se quiere, que confronta a zapatistas y reformistas, usando la definición de Calveiro. En la quinta generación de las luchas sociales, teniendo como panorama la historia de los movimientos anti-sistémicos y las revoluciones en la modernidad, ya se sabe por dónde se han perdido las revoluciones, en la dramática y vertiginosa época de la modernidad, comprendiendo sus periodos, su clave heterogénea. Las revoluciones se perdieron en el uso de este instrumento de dominación, el Estado, en la maraña de las intuiciones que usaron para efectuar las transformaciones. Los “revolucionarios” terminaron transformados por el Estado y por las instituciones, se volvieron parte del Estado y engranajes de la maquinaria de mallas y redes institucionales. Lo que las comunidades mayas de la Selva Lacandona han puesto en la mesa es este problema histórico-político. ¿Cómo descolonizar usando los mismos instrumentos de la colonialidad?
¿Se trata de repetir la estrategia para ver si ahora puede dar efecto, variando quizás en las tácticas, los discursos, las prácticas y las acciones, en el mejor de los casos, combinando con las formas y acciones activadas por las comunidades autónomas? Esta es la discusión. Es difícil encontrar esta discusión en un cuadro donde se contrastan discursos opuestos, que apuntan a distintas estrategias. No se trata de saber si el sub-comandante Marcos y los zapatistas son radicales, repiten o no, los radicalismos “izquierdistas”; hacer esto es tomar el estereotipo del ultimísimo del siglo XX. ¿Por qué se los tiene que tomar como o parecidos a los “radicales” izquierdistas del siglo XX? ¿Por qué no interpretarlos de otra manera? No parece sostenible aproximarlos a este estereotipo de la “izquierda” – vaya a saber si “realmente” se dio de la manera como se dibuja este “extremo” -, si partimos del hecho de que la lucha armada no ha sido planteada para tomar el poder, sino como un medio para obligar al diálogo al Estado-nación sobre los derechos de los pueblos indígenas.
Es otra generación de luchas a las que pertenece el zapatismo, sin necesidad de desvincularlo de la memoria que reclama, la insurrección campesina encabezada por Emiliano Zapata. No se consideran vanguardia, como se conciben las “izquierdas”, sobre todo las “izquierdas radicales”. No es el partido el representante del proletariado, tampoco de los pueblos, ni de las masas desposeídas, ni de los condenados de la tierra. La representación se encuentra cuestionada. La interpelación al capitalismo no se la hace desde la mirada proletaria, en el horizonte de la modernidad, sino desde la mirada indígena, interpelando, además del capitalismo, a la misma modernidad y sus símbolos, el desarrollo y el progreso. Estos desplazamientos de la rebelión nos muestran otros escenarios, usando esta metáfora comprometedora. Lo primero que hay que hacer es preguntarse por la emergencia zapatista; quiénes son los que se alzan en armas y qué quieren. La diferencia con los perfiles de la “izquierda” radica precisamente en esto, en este quiénes y en este querer. Si bien, no se pude plantear la lectura desde la discontinuidad absoluta, tampoco se puede sostener que se trata de una continuidad de lo mismo.
Para decirlo rápidamente, a pesar de la abusiva totalización metafórica, empero, útil para ilustrar, se trata de la interpelación civilizatoria indígena al sistema-mundo capitalista, es decir, a la civilización moderna, cuya columna vertebral es el modo de producción capitalista, reteniendo este concepto marxista. Lo primero es reconocer esta diferencia, antes de aventurarse a hacer analogías de rasgos demasiado generales.
Que el proyecto zapatista, para darle un nombre, el de proyecto, que ya lleva dos décadas, se haya circunscrito a las comunidades controladas por los zapatistas en la Selva Lacandona, que no se haya expandido nacionalmente, no es un parámetro para decir que han fracasado. El hecho de que persistan, que coexistan y cohabiten, desprendiendo prácticas comunitarias y autónomas, interpelando con su presencia al mundo capitalista, es, de por sí, una victoria, usando esta palabra que suena también ultimatista. Dicho, sin tanta pompa, es un ejemplo.
Volviendo al tema; lo que enseña la experiencia zapatista es que se puede hacer caminos al andar, se puede inventar otros caminos alternativos, alterando precisamente las practicas institucionalizadas. Desmantelando las instituciones del poder, efectuando otras prácticas, otras instituciones; esta vez al servicio de las sociedades. No instituciones-amos, instituciones-patrones, dominantes. Que esta experiencia pueda difundirse, adecuándose a los suelos diferenciales, depende no de si se opta por la revolución o la reforma, sino de los aprendizajes colectivos respecto a los diagramas y cartografías institucionales. No se trata de negar el camino de la reforma, decir, por ejemplo, que no se puede reformar; la reforma es posible, además se realiza y se ha realizado. El problema es que las reformas terminan legitimando el mismo régimen de dominaciones contra el que se lucha, aunque haya mejorado en parte la condición de los “pobres”. Se convierte en el mejor mecanismo para la prolongación de las dominaciones, articuladas en el orden mundial, en el sistema-mundo. Este es el costo histórico que se quiere evitar, salir del círculo vicioso de la reproducción del poder, cuando se critica el reformismo, el populismo, la ilusión popular en caudillos nobles, en el sentido, no de aristócratas, sino de éticos. El mejor ejemplo, contemporáneo, de lo que decimos, son los gobiernos progresistas de Sud América.
De entrada habría que recoger la pregunta que se repite en el imaginario popular: ¿Por qué el Estado o, si se quiere el gobierno, en la jerga difundida, el poder, se encuentra asociado y vinculado a la corrosión, a la corrupción, a las violencias abiertas y encubiertas, a los abusos, solapados o descarados? Hay que tomar en serio esta pregunta, pues se basa en la experiencia social. No tomarla como prejuicio del sentido común, como ha acostumbrado a hacerlo la ciencia política, suponiendo que estas perversiones son contingencias, daños colaterales, para usar esta expresión de moda, errores humanos; empero, de ninguna manera, atributos innatos al Estado mismo. En contraste con este supuesto o conjetura académica, partiremos de la hipótesis de interpretación opuesta: El Estado es el lugar privilegiado de la corrosión, de la corrupción, de los paralelismos institucionales, de las violencias abiertas y encubiertas, además de ser el instrumento de la separación de Estado y sociedad, el aparato multiuso de las dominaciones.
Monopolio quiere decir control único, incluso puede connotar control centralizado, concentrado y condensado, además de acaparamiento y especulación. Conocemos la tesis de la economía clásica y neo-clásica, liberal y neo-liberal, de que el monopolio deforma el mercado, lo altera, si no lo suspende. Sólo que olvidan que precisamente es el capitalismo el que abole el mercado, pues se genera a partir del monopolio, como lo ha demostrado Fernand Braudel en sus investigaciones históricas. Extendamos la tesis enunciada; digamos que el monopolio legítimo de la violencia que es el Estado, deforma la sociedad, la altera, si no la suspende. En este caso no nos olvidaremos que es el monopolio legítimo de la violencia, el que abole la potencia social, la inhibe, usando su energía con el objeto de la reproducción del poder. Jugando con analogías, diremos que, así como el monopolio económico genera distorsiones, como los precios de inflación y las estrategias especulativas de ganancia, así también el monopolio político genera distorsiones, como los beneficios agregados y las estrategias suplementarias de ganancia.
Jugando con las analogías, en relación a la tesis anti-monopólica enunciada, diremos que, así como se supone, en realidad, se conjetura, que la ausencia de competencia afecta a la productividad, entendida no sólo como el logro de bajos costos, sino, sobre todo, mejores servicios y utilidad, se puede decir que, la ausencia de autonomías múltiples, es decir, la ausencia de autodeterminaciones, de autogobiernos, de autogestiones, ocasiona sumisiones, subordinaciones, sujeciones, obediencias, múltiples, inhibiendo las capacidades creativas y compositivas de las sociedades. En este estado de cosas, la jerarquía abismal, por cierto imaginaria, definida institucionalmente, entonces impuesta, genera impunidad o, por lo menos, certeza de impunidad, creencias en los “derechos” privilegiados de los gobernantes, por lo tanto, genera prácticas encaminadas a realizar estos privilegios. En vano buscan los moralistas el problema de la corrupción en la ausencia ética y moral de los gobernantes, que pueden contener este vacío, por cierto; sin embargo, el problema no está ahí; no es un albedrío personal, una predisposición, aunque termine pareciendo así. Es un fenómeno inherente a al ejercicio mismo del poder. Cambiando a los gobernantes, estableciendo leyes sancionatorias, llamando a la consciencia de los funcionarios, no se resuelve el problema; ni siquiera se trata de paliativos. La corrosión institucional se repite, una y otra vez, como condena, pues forma parte del funcionamiento mismo de esta fabulosa maquinaria que llamamos Estado.
No es llevando a la cárcel a los corruptos que se resuelve este problema, congénito a la maquinaria estatal. Unos sustituirán a los otros, aunque cambien los perfiles, aunque maticen estas prácticas. Respecto a esta problemática hay que encarar la matriz del problema. Si se acepta el monopolio de la violencia legítima, se está aceptando implícitamente todo lo que conlleva este acaparamiento de las fuerzas, del uso de las fuerzas, de la disponibilidad de las fuerzas, concentradas, organizadas, al a servicio del Estado. La solución radical, es decir, que resuelva de raíz, la génesis del problema, se encuentra en acabar con y evitar el monopolio de la violencia legítima; es decir, acabar con esta institución imaginaria de la sociedad, que es el Estado. ¿Se podrá? ¿Se puede? ¿No es que estamos obligados a las instituciones, sobre todo aquellas que “representan” a todos?
¿Cómo responder a estas preguntas? ¿Con un no rotundo, con un sí rotundo? Ni las preguntas, ni las respuestas, pueden ser ultimatistas. No lo sabemos. Falta comprender esta relación de las sociedades humanas con sus criaturas institucionales. Sin embargo, se puede estar seguros de algo; las instituciones no pueden convertirse, como lo han hecho, en el principio y fin de las sociedades humanas, en los patrones de sus actividades y subjetividades. Las instituciones, en todo caso, tienen que ser plásticas, flexivas, instrumentos al servicio de la potencia social.
¿Podemos imaginar sociedades sin Estado? No solamente imaginar, encontrarlas en el ahora, en la contemporaneidad, como lo ha hecho Pierre Clastres en la Amazonia venezolana. Pero, ¿esto es posible en el conjunto de las sociedades afectadas, atravesadas por la modernidad, en clave heterogénea? ¿Por qué no? El Estado no es el único imaginario, no es la única institución imaginaria, que puede garantizar la cohesión social, sobre todo considerando los costos sociales y subjetivos que ocasiona. En realidad, no es el imaginario estatal lo que garantiza la cohesión social, sino las mallas, las redes, institucionales, sostenidas por prácticas concentradoras y de captura, las que mantienen la cohesión social. ¿Acaso no es posible otra clase de mallas y redes, acaso no es adecuado, aprovechar los tejidos sociales en función de complementariedades, solidaridades, reciprocidades sociales, evitando que los tejidos terminen usados por esta promoción a la competencia, que, paradójicamente, es también promoción al monopolio. ¿Qué es lo que hace creer a los humanos de las sociedades contemporáneas que el Estado es lo único que tienen a mano? ¿El fetichismo del poder? ¿La “ideología”? ¿Las dominaciones múltiples? ¿Todo esto? ¿Pero, cómo es que se da todo esto? ¿Hay algo inherente a la “naturaleza” humana que sea así, que esto ocurra, que se de esta inclinación a la obediencia y la representación? Las respuestas que se den a estas preguntas aparecerán como esencialistas, es decir metafísicas.
Es difícil recurrir a los esencialismos, a la metafísica, a estas alturas de las historias múltiples de las diversas sociedades humanas. Es preferible asumir esta conducta contradictoria como parte de las paradojas existenciales, concretamente, en las sociedades humanas, como parte de las paradojas de las sociedades y de la política. Es preferible decir, interpretar hipotéticamente, que los humanos se enredan en sus propias tramas, en sus propios tejidos, a tal punto que no saben salir del embrollo. De lo que se trata, entonces, es de desenredar el nudo, desenredar el ovillo. Esto no se puede hacer con una espada, como en la leyenda griega, sino con calma, descifrando el mismo nudo, desanudando de acuerdo a las observaciones adecuadas. ¿Cuánto tiempo tardaremos en desanudarlo? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que para conquistar nuestra libertad efectiva, nuestras emancipaciones y liberaciones buscadas, tenemos que hacerlo, desanudar el nudo gordiano; pero, no como lo hizo, según la leyenda, Alejandro Magno para “conquistar” Asia.
Lo grave, mantener la condena, es hacer lo que se acostumbra a hacer, decir, que el nudo gordiano no se desanuda; por lo tanto no hay conquista de nada, debemos convivir con el Estado, por lo tanto con las dominaciones polimorfas, como parte de la vida. Esto es convertir a la derrota en un principio, esto es hacer del principio de la derrota el eje constitutivo de las conductas, por lo tanto de una ética nihilista, de la voluntad de nada, se usen o no los discursos más esforzados y ampulosos para justificarlas, edulcorando las dominaciones. La esperanza se encuentra en todos los que aceptan el desafío de desanudar el nudo gordiano del poder. Estas son las rebeliones renacientes, las sublevaciones emergentes, los movimientos sociales alterativos.
Volviendo al tema, a la fenomenología de la corrosión institucional, retomando nuestra perspectiva de interpretación, perspectiva que comprende que la existencia es paradójica; por lo tanto, la vida misma es paradójica, así como las sociedades lo son, incluyendo a las sociedades humanas; particularmente el ser humano es un ser paradójico. Como no podría ser de otra manera, la política no podría dejar de ser paradójica. Sin embargo, a pesar de esta constatación ineludible, las sociedades humanas han intentado ocultar su condición paradójica; sobre todo en la modernidad es notoria esta actitud de esconder, hasta de extirpar, las condición paradójica de las sociedades humanas. La constitución e institución de todas las formas de poder, habidas y por haber, plasma esta estrategia de ocultamiento de la condición paradójica de la existencia. El poder no sólo como relación de fuerzas, sino, sobre todo, como relación de dominaciones, se erige, en el fondo, contra su matriz primordial, la potencia social. El poder se erige contra la vida, busca controlarla, proponiéndose extirpar de ella su propia dinámica, la neguentropía, la reversión de la entropía; es decir, la administración, si podemos hablar así, de la entropía misma. La vida, en el fondo, es esta relación entre neguentropía y entropía, relación constitutiva de la vida. La vida es este cálculo, esta cognición, esta inteligencia, que actúa negando la entropía, que ya existe, más que como anterioridad, como complementariedad.
La oscuridad y la luz forman el universo, en su compleja relación entrelazada; la materia oscura y la energía oscura en relación con la materia condensada y luminosa constituyen el tejido complejo del espacio-tiempo. La vida, en sentido biológico, en sentido restringido, no en su sentido amplio, en su sentido cósmico, combina memoria y olvido en todos los organismos. Éstos aprenden por experiencia, heredando lo aprendido por el genoma; sólo que este aprendizaje heredado no lo racionalizan, sino que está inscrito en sus cuerpos. Las sociedades humanas combinan imaginación y prácticas instrumentalizadas en el despliegue de su participación ecológica. Las sociedades humanas son parte de las dinámicas paradójicas de la existencia.
El problema existencial de las sociedades humanas aparece cuando la participación en los ciclos de la vida, en las ecologías concurrentes, se convierte en estrategias de dominación. Cuando la imaginación, que es parte de la potencia social, que es creativa, es detenida en la repetición de la imagen en suspensión, imagen de centralidad, imagen de separación, y, en consecuencia, imagen de posesión y dominio del resto, que no es considerado humano. Esta hipertrofia de la imagen congelada, más que de la imaginación, que es dinámica y creativa, esta hipertrofia del símbolo, que ya es sustitución, más que dejar fluir la dinámica de las interpretaciones, por lo tanto de las comunicaciones con el mundo, con los mundos, con el universo, con los universos, es conservada y realizada materialmente e imaginariamente en las instituciones. Las instituciones son los dispositivos no sólo de captura de fuerzas, sino también de congelación de la imaginación, de canalización de la energía creativa, la potencia social, orientando su recurso a posibilidades restringidas por las estrategias de poder.
Llamemos a esta constitución de fundación de las instituciones la corrosión inicial. Sus estructuras, formas de organización, funcionamientos institucionales son dispositivos que generan corrosión. Al emerger como dispositivos anti-paradójicos, que buscan reducir o hacer desaparecer la condición paradójica de la existencia, adulteran, en los ciclos de la vida, sus propios ciclos de vida, su propia reproducción, buscando convertirla en el enseñoramiento humano sobre la naturaleza. Esta alteración inicial en el ciclo de la vida, es el punto de partida, por así decirlo, de la genealogía de las alteraciones, adulteraciones, perversiones, conocidas como dominaciones y violencias, dadas en las historias de las sociedades.
Anteriormente dijimos que, de lo que se trata, es que las instituciones sirvan a las sociedades humanas como instrumentos de sobrevivencia, de convivencia y de coexistencia, no que las sociedades humanas se conviertan en cuerpos esclavos de las instituciones. Ahora podemos mejorar el lenguaje, para clarificar la idea. Las instituciones forman parte de las innumerables composiciones humanas; son una composición más. De ninguna manera, se trata de renunciar a la capacidad compositiva humana, sino de evitar esta forma de composición institucional, que se enquista, se parapeta, impidiendo, obstaculizando, otras composiciones posibles.
1. No vamos a decir que el sistema-mundo capitalista se encuentra en su fase terminal, como un pronóstico revolucionario. Esto no dependen de la inercia de los eventos en el tiempo, menos de una ley inscrita en la historia; sino de la voluntad de los pueblos del mundo.
2. No es la ley la que hace la historia, por más dialéctica que se reclame. La ley la hacen los humanos, la historia la hacen los humanos, no bajo las condiciones determinadas, sino bajo las condiciones de posibilidad que ellos mismos determinan.
3. El sistema-mundo es un concepto propuesto por la teoría de la dependencia, recogido por la escuela de los anales; es un concepto que corrige los límites del concepto de modo de producción y de formación económico social. Empero, sigue siendo un concepto; no es una materialidad; la materialidad es el referente del concepto; pero, esta materialidad no se reduce ni se adecúa al concepto; sino, más bien, es el concepto que debería adecuarse a la complejidad. No es exactamente un sistema, sino una constelación de conglomerados de formaciones sociales, que se integran y articulan, conectan y confrontan, en múltiples escenarios simultáneos.
4. Si se usó el concepto de sistema-mundo era para lograr una explicación integral de la complejidad. No se puede confundir este concepto con su referente. La diferencia entre el concepto y su referente no solamente radica en que el primero es virtual y el segundo “real”, sino en que el concepto no cambia o lo hace lentamente, en tanto que el referente es la constante transformación.
5. El referente del concepto también es el referente de nuestra experiencia; referente que no puede tomarse como condena, fatalidad o determinismo, sino como producto nuestro. El problema no está en el referente sino en nosotros que lo producimos. El problema es: ¿por qué no podemos producir otro referente?
6. No es que el referente sea una mera invención; sino que su existencia depende de lo que hacemos respecto a las condiciones de posibilidad de las que somos parte, así como de los propios movimientos y dinámicas de estas condiciones. Si el sistema-mundo se desboca en una dramática destrucción de los ecosistemas no es tanto porque estas son las consecuencias del capitalismo, sino porque dejamos que esto acontezca.
7. Entonces el problema radica en por qué dejamos que esto acontezca.
8. Esto acontece no porque sea una fatalidad incontrolable, sino porque la fatalidad radica en nuestra complicidad.
9. Nos hemos dejado convencer de que lo que ocurre depende de leyes, depende de causalidades, determinismos o, de lo contrario, el azar, olvidando que la determinación se encuentra, en gran parte, en nuestras manos.
10. Lo importante no es tanto comprender las leyes de la historia, que no existen, pues la historia no es el orden y la obediencia que demanda la ley, sino en lograr emanciparnos de nuestros fetichismos.
11. El capitalismo existe no porque sea una “realidad” ineludible, sino porque hemos dejado que exista, como si nos hubiera antecedido, cuando es construcción nuestra.
12. Entonces el problema es el ser humano. ¿Por qué se deja llevar por la parte maldita de las paradojas existenciales, haciendo una paráfrasis a Georges Bataille?
13. Según Bataille, porque hay un excedente que hay que destruir, gastar o acumular. Sin embargo, esto es como transferir al excedente una culpa. No hay culpa, tampoco está en el excedente el problema, sino en los y las que producen el excedente. Está en el exceso de energía que generamos.
14. Por lo tanto está en la potencia que somos. Esta energía, esta dinámica, es dirigida o a la destrucción o a la acumulación. La pregunta es: ¿Por qué no a la creación?
15. No es que haya un instinto de destrucción o, en contraste, un instinto de acumulación, sino que por alguna razón se ha caído en la renuncia a la creación.
16. ¿Se ha renunciado a la creación por razones de sobrevivencia? No parece ser el caso; se ha renunciado a la creación por la transferencia de la potencia social al poder, la transferencia de la potencia social a las propias criaturas del ser humano.
17. ¿Por qué se hace esto? ¿El ser humano no cree en sí mismo, en su capacidad, en su potencia; tiene que transferirla a los dioses que se inventa, para asumirla como si le fuese donada?
18. ¿El ser humano es un organismo que se ha extraviado en sus representaciones? ¿Es un ser que se ama tanto que prefiere sus representaciones que los referentes de sus representaciones?
19. De aquí podríamos colegir que el ser humano ha nacido para destruirse. Esto no es cierto, pues también se inclina a lo contrario; interpela sus representaciones, las destruye, liberando el espacio a otras representaciones.
20. El ser humano es un ser paradójico. Se puede decir que hasta ahora no logra armonizar sus paradojas. Ha optado inclinarse a un lado de la paradoja, tratando de hacer desaparecer la otra; destruyendo con esto la vida, por lo menos la vida de sus entornos.
21. ¿En qué momento el ser humano ha optado, mayoritariamente, por inclinarse a uno de los lados de la paradoja, buscando hacer desaparecer la otra parte?
22. ¿En los momentos constitutivos del Estado? Creyendo que uno de los lados de la paradoja es la pureza buscada.
Estado asesino
Dedicado a los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, víctimas de un Estado narco y asesino.
No solo lo acaecido con los normalistas de Ayotzinapa, los ataques en contra de los alumnos de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, en Guerrero, ocurridos el pasado 26 de septiembre, en los cuales seis personas fueron asesinadas, así como no menos de 43 estudiantes secuestrados y “desaparecidos”, con la posibilidad de que hayan sido ejecutados y enterrados en fosas clandestinas, de acuerdo a lo que describe Eugene Gogol, sino una larga lista de crímenes tolerados por el Estado, si es que no está en complicidad, muestran que ya nos encontramos ante la forma de un Estado asesino, un Estado que se reproduce no sólo como separación respecto a la sociedad, no solo imponiéndose a la sociedad, a la que la obliga a moverse por la determinaciones elitistas, de las clases dominante, determinaciones institucionalizadas, sino también desplegando en contra la sociedad el terror de Estado, la amenaza constante, la practica paralela de las desapariciones forzadas, y el asesinato colectivo. Al respecto Eugene Cogol escribe:
La guerra criminal — supuestamente en contra del narcotráfico —, iniciada durante la administración de Felipe Calderón (2006-2012), no se tradujo sino en la muerte de decenas y decenas de cientos — así como en la desaparición de otros miles de personas. ¿Son sus cuerpos los que ahora están siendo encontrados en las fosas clandestinas que “han aparecido” en medio de la búsqueda de los normalistas de Ayotzinapa, o más bien estos cadáveres son responsabilidad de Peña Nieto, quien ha continuado la “guerra contra el narco” con ayuda de la policía y el ejército? Este país está lleno de cementerios clandestinos: ¿decenas?, ¿cientos?
Con Peña Nieto, antes de la masacre de Iguala, ya habíamos sido testigos de la ejecución de 22 jóvenes, por parte de la armada federal, en Tlataya; de igual forma, hemos vivido la continua represión a los pueblos indígenas, quienes luchan por la autonomía y la autodeterminación, ya se trate de los zapatistas en Chiapas o de los yaquis en Sonora. Estos hechos, sin embargo, apenas si son una muestra de la barbarie en que los gobiernos local, estatal y federal han querido sumirnos en las más recientes décadas.
Ser joven en México — niño, adolescente, o una mujer apenas entrando a la madurez — significa vivir ante la posibilidad de ser asesinado repentinamente — un asesinato en el que el gobierno estará seguramente involucrado (o ante el que, por lo menos, permanecerá indiferente). ¿Nos hemos olvidado, por ejemplo, de la impunidad ante el caso de la guardería ABC en Hermosillo, Sonora, en 2009, donde 49 niños murieron quemados y 79 más sufrieron graves heridas, todos ellos, de entre cincos meses y cinco años de edad? Asimismo, hemos atestiguado la muerte de cientos de jóvenes mujeres en Ciudad Juárez, todas ellas, acompañadas por la indiferencia del gobierno por prevenir la violencia feminicida o por traer a los responsables ante la justicia. Por si fuera poco, hemos visto también cómo un número cada vez mayor de jóvenes muere en incidentes violentos[56].
Cogol, refiriéndose a los hechos de Ayotzinapa, escribe:
Ahora bien: este ataque fue más que un hecho aislado cometido por un alcalde homicida, en colaboración, por supuesto, con las fuerzas policiales y el narcotráfico. ¿Por qué? En primer lugar, porque el gobierno municipal contó muy probablemente con el apoyo de otros elementos del Estado: ¿el Ejecutivo de Guerrero?; ¿la armada federal, la cual se ausentó misteriosamente durante todo el “operativo”?; por ello mismo, pensó que podía salir impune de esta situación: a fin de cuentas, en diciembre de 2011, cuando 500 estudiantes de Ayotzinapa habían bloqueado la autopista Del Sol — pidiendo una audiencia con el gobernador del estado para protestar por los cortes que se le habían hecho a su ya de por sí reducido presupuesto escolar —, alrededor de 300 miembros de las “fuerzas de seguridad” (diversas agencias de policía y el ejército) los atacaron con gas lacrimógeno — y, al ver que los estudiantes se resistían, los atacaron con armas de fuego —; tres normalistas fueron asesinados, mientras que varios otros golpeados y heridos — así como, cincuenta o más, arrestados: hasta el día de hoy, nadie ha sido acusado como responsable de estas muertes.
En segundo lugar, porque las acciones de la policía de Iguala son parte de un proyecto de criminalización de la protesta social en México — principalmente, en contra de la juventud “rebelde” —; en efecto: si bien las autoridades del municipio y los cárteles de la droga en el narco-estado de Guerrero pudieron haber sido los ejecutores de este acto brutal en contra de los jóvenes estudiantes de Ayotzinapa, lo cierto es que en todo el país gobierna un Estado criminal[57].
¿Por qué se puede hablar de un Estado asesino? Se trata que la crisis múltiple del Estado ha llegado lejos; esta vez permeada extensamente, atravesando todas sus instituciones, por las redes paralelas de poder del narcotráfico, organizado en Carteles; Carteles que han tomado literalmente todos los estados y todas las ciudades de México, a excepción del Distrito Federal (DF), que paradójicamente se ha vuelto la ciudad más segura de México, cuando antes era lo contrario, debido a la militarización de la metrópoli. Es sintomático tener descrita la figura donde los policías entregan a los grupos paramilitares del narco a los jóvenes raptados de la normal. ¿Qué significa esto? La autoridad en ejercicio no son las autoridades institucionales, sino las autoridades que ejercen el poder, estos son los Carteles. Esa figura muestra claramente lo que sucede en México, los Carteles son el poder real; el gobierno y las instituciones del Estado se han convertido en los instrumentos del diagrama de poder de la economía política del narcotráfico. Todo esto se hace en connivencia con las agencias de inteligencia de los Estados Unidos de Norte América.
Si la violencia inicial, la conquista, es la que instituye al Estado, es la continuidad de la conquista por otros medios lo que consolida y preserva al Estado. Es, como dice Michel Foucault, la guerra en la filigrana de la paz, la política restringida a la formalidad institucional, la que reproduce legalmente al Estado. Cuando el Estado se corroe, deja que la economía política de chantaje invada el mayor espacio de su campo político, de su campo burocrático, cuando la crisis de legitimidad hace del Estado una impostura grotesca, la sociedad se le presenta como peligrosa, a pesar que es ella la que da vida al Estado. Entonces el Estado recurre a la violencia abierta, aunque investida por una forzada legalidad, ocultando las prácticas despóticas, autoritarias, criminales. La relación del Estado con la sociedad se ha convertido en una relación homicida; el Estado no encuentra otro recurso que asesinar a sus ciudadanos, sobre todo los más sospechosos, jóvenes, indígenas y mujeres. La escritora Elena Poniatowska se ha preguntado dramáticamente en el Zócalo del DF ¿qué clase de Estado es el que asesina a los jóvenes? Es un Estado asesino.
El caso mexicano no es un caso aislado, es un caso entre muchos, incluso es la tendencia contemporánea de los Estado-nación, con todas sus variantes, diferencias, contextos, particularidades. No es desconocida la práctica de lavado de los gobiernos, tanto en los llamados estados desarrollados, como de los estados subalternos. Todos apoyados subrepticiamente por el sistema financiero internacional, colaborado por los sistemas financieros nacionales. Todo esto acaece con la concomitancia de las llamadas burguesías, compuestas, ahora también, con los nuevos ricos, quienes han acumulado dinero ilícito. Burguesías donde las composiciones de las oligarquías se refuerzan y se complementan; la burguesía tradicional es reforzada por la reciente burguesía narco.
La prepotencia y los niveles desmesurados de violencia han llegado muy lejos en México. La intensidad y expansión de la violencia hablan de por sí no solo de la abismal decadencia del Estado-nación, decadencia que se quiere compensar precisamente con la espiral de violencia, sino también del alcance de la crisis estatal. El Estado, la institución imaginaria de la sociedad de clases, subyugada por clases dominantes angurrientas, corrompidas, que incluso son capaces de acabar con la columna vertebral del Estado mexicano. Columna vertebral que son sus recursos hidrocarburíferos y la empresa pública del petróleo, recursos entregados al dominio de las empresas trasnacionales extractivistas; acabando de este modo con la misma institucionalidad de la revolución, que ha perdurado, por lo menos, en las representaciones y en lo que quedaba de la nacionalización realizada por Lázaro Cárdenas. Esta privatización de la empresa pública del petróleo no solamente significa la muerte de la revolución institucionalizada, sino también la muerte del Estado mexicano. Lo que se mantiene es el cadáver de la revolución, que algún día fue, y el cadáver de un Estado-nación, ahora carcomida por los gusanos, las clases dominantes, la burocracia, los Carteles, las agencia de inteligencia del Imperio.
La sociedad mexicana, vital y apasionada, romántica y práctica, a la vez, pretende ser sacrificada para que los gusanos tengan que comer. Esta sociedad, su acontecimiento revolucionario, que ha inspirado a las siguientes revoluciones sociales y políticas en América Latina y el Caribe, así como en el mundo, tiene la potencia social para levantarse como lo ha hecho en los momentos de crisis, de emergencia y convocatoria. Todas las sociedades de América Latina y el Caribe, así como del mundo, debemos levantarnos para defender a la sociedad Mexicana de la constante, perseverante, descarnada violencia que se ha desencadenado contra ella. Violencia desencadenada por los dispositivos del poder más atroces y despiadados. Tenemos que defender a la sociedad mexicana, a sus pueblos, a sus jóvenes, a sus mujeres, a sus indígenas, defendiendo, a la vez, a nuestras sociedades, que no son distintas a la mexicana. También enfrentamos problemas parecidos, con todas las diferencias, contextos, coyuntura, perfiles políticos, que puedan darse. Lo que ocurre en México es la tendencia inherente a los Estado-nación en la contemporaneidad, sólo que en México, ahora, se expresa de la manera desmesurada como acaece.
El capitalismo contemporáneo, el ciclo del capitalismo vigente, el momento o el periodo de este ciclo, que puede ser denominado como tardío, se caracteriza por la dominación del capitalismo financiero respecto a las otras formas del capitalismo, la comercial y la industrial. La articulación del capitalismo financiero con el capitalismo extractivista muestra la complementación entre especulación y destrucción, entre acumulación especulativa y acumulación por desposesión y despojamiento. Que estas formas perversas del capitalismo vengan acompañadas y apoyadas por las formas de la economía política del chantaje más rentables, como el tráfico de armas, el narcotráfico, el tráfico de cuerpos, no es más que una consecuencia de las formas corrosivas del capitalismo tardío. Este capitalismo especulativo, extractivista, traficante, no puede funcionar legítimamente, como funcionaba el capitalismo clásico, imbuido por la “ideología” liberal, pues la crisis de legitimidad ha escarbado todas las estructuras “ideológicas”, políticas y jurídicas. La ausencia de legitimidad requiere de violencia desmesurada, de terror demoledor desplegado contra la sociedad constantemente; la que tiene que sentirse aterrada y amenazada, por lo tanto inhibida en sus capacidades, y disminuida en dignidad.
Entonces estamos ante una problemática de poder a escala mundial. El poder mundial, conformado por los poderes regionales y locales, está en crisis; por eso, descarga guerras policiales, inventa guerras interminables contra el “terrorismo”, descarga recortes neoliberales en los presupuestos estatales, sacrifica a los pueblos, inventa “terroristas” que hacen guerras en las geografías políticas de Estado-nación molestosos. Se ha llegado a un punto donde el dilema es: el poder o la potencia social, el Estado o la sociedad. Las sociedades no pueden esperar a la convocatoria de las víctimas. En memoria de las víctimas las humanidades tienen que levantarse y clausurar la historia del poder, que vive a costa de captura de fuerzas de la potencia social.
El Estado-narco
En Gramatología del acontecimiento, en el capítulo El Estado como institución corrosiva de la sociedad, escribimos:
El presente del que hablan Figueroa y Sosa es el de un mundo afectado por la dominación del capitalismo financiero, cuyo mecanismo político es el proyecto neo-liberal, mundo que parece seguir siendo el nuestro, el presente desde donde escribo este ensayo (2014). Quizás la diferencia entre un periodo y otro, fines del siglo XX, hasta la primera década del siglo siguiente, comienzos del siglo XXI, el primer quinquenio de la segunda década de este siglo, radique, en América Latina y el Caribe, en la irrupción de los gobiernos progresistas de Sud América, incluyendo al gobierno centroamericano de Nicaragua. Gobiernos que se reclaman de anti-neoliberales. Empero, en su generalidad, incluso la extensión traumática del proyecto neoliberal, el mundo de hoy es el mundo de fines del siglo XX. Las luchas anti-neoliberales se han extendido a Europa y los Estados Unidos de Norte América. Los autores nos muestran el decurso de la implantación de este proyecto de despojamiento y desposesión, que muchos de nosotros conocemos, sobre todo nuestros pueblos. Después del desmantelamiento de las empresas públicas, su privatización y la privatización de los recursos naturales, las consecuencias sociales son alarmantes; el costo social perfila una estructura donde se incrementa la “pobreza”, la desocupación, disfrazada como informalidad, la deuda pública se hace insostenible, ni hablar de la deuda externa. Con la incursión del neoliberalismo hemos pasado de la condición de países dependientes a la condición de estados fracasados, usando la jerga del discurso político neo-conservador norteamericano.
Esta pincelada es elocuente, sirve de contexto; la exposición apunta a descifrar la corrosión del Estado y los mecanismos de poder de las clases dominantes, que han convertido al Estado en su patrimonio. El relato se centra en la guerra sucia de estas clases dominantes contra el candidato encumbrado por las clases populares, Andrés Manuel López Obrador. Se describe minuciosamente toda la maquinaria puesta en marcha por las clases dominantes, sus partidos políticos, las empresas e instituciones que controlan, sobre todo la intervención estatal, que se encuentra en sus manos, incluyendo a la institución encargada de garantizar las elecciones. El cuadro es decadente, el recurso a toda clase de violencias, encubiertas y abiertas, a todos los medios, mecanismos, estrategias y tácticas, abarcando la desplegada guerra sucia contra el candidato popular. La violencia descomedida, el desprecio a la democracia, la falta de rubor ante el empleo de estos recursos delictivos y el racismo, clasismo, sexismo, descomunales desatados por los dueños del Estado y patronos de México. Este cuadro es ilustrativo e iluminativo de lo que podemos llamar la efectuación descarnada del poder, sobre todo la realización grotesca de las violencias múltiples, contra la sociedad y el pueblo mexicano.
Ahora bien, es indispensable auscultar el cuadro de la decadencia del poder, es menester pasar de la denuncia, de la descripción exhaustiva, a la comprensión de la complejidad. ¿Cómo se estructura, cómo se compone, cómo funciona y se articula, esta cartografía del poder singular que se plasma en el Estado-nación de México? ¿Cuáles son los diagramas de poder engranados que se inscriben en el cuerpo social, induciendo comportamientos y conductas, inoculando habitus, haciendo uso de imaginarios, con el objetivo dramático de la reproducción del poder? Un poder, por cierto, como dijimos singular, no abstracto, históricamente derivado de la genealogía de violencias pretéritas. Proponiendo una hipótesis interpretativa, diríamos que:
Se trata de una estructura de poder singular, patriarcal y patrimonial, que coloca como principio primordial, en el substrato de donde emerge y que lo sustenta, al pre-juicio del patrón, quién supone que tiene derecho y acceso a todo, pues todo le pertenece. Este prejuicio supremo expresa la psicología de los amos del Estado; pero, también ilustra acerca de las bases materiales específicas sobre las que se sostiene la reproducción estatal. Se trata de una malla institucional, que, en la forma, se parece a las instituciones universales de la democracia formal, liberal y de la modernidad; sin embargo, en lo que respecta al contenido histórico concreto, se trata de una institucionalidad constituida, desde sus cimientos, por el cemento mezclado de la proliferación de violencias manifiestas y encubiertas. Se trata de la institucionalidad adulterada en sus comienzos; por lo tanto de una génesis institucional corrompida, corroída por dentro; aunque también se podría decir que la corrosión es congénita, es la argamasa con la que se plasman las instituciones. La lógica del poder es la del aprovechamiento, la del oportunismo, la del usufructúo, usando polifacéticamente los instrumentos del Estado, desde las normas hasta sus dispositivos represivos, pasando por la apabullante irradiación de los medios de comunicación.
No se crea que esta mezcla adulterada en la materialidad institucional del Estado, se da sólo en México. Lo que pasa es que la desbordante y descomunal violencia con la que ocurre en México ilumina sobre lo que ocurre en todos los estados, se consideren o no modernos, respetuosos de la institucionalidad, desarrollados, civilizados o todo lo contrario. El desborde de la violencia múltiple, cubierta y abierta, en el despliegue de la reproducción estatal, que en el fondo, es el despliegue de las dominaciones polimorfas de las clases dominantes, sus partidos, sus empresas, sus instituciones, acaecida en México, es el mismo que en los distintos y variados Estado-nación del mundo. La diferencia se encuentra en las composiciones, las tonalidades, los ritmos, el atempera-miento, el manejo adecuado o más teatral de la división de poderes de la república. Todos los Estado-nación tienen su nacimiento en ese código de suspensión que es el Estado de excepción.
Esta concomitancia entre violencias y Estado-nación no excluye, de ninguna manera, que se busque la especificidad en la genealogía del Estado mexicano. Es a esta tarea a la que debe responder también la corriente de la historia reciente[58].
¿Se puede hablar de Estado-narco? Aunque esta sea una metáfora, una figura dibujada a partir de la impresión que deja la experiencia de la invasión de las formas de la economía política del chantaje, como en el caso de la metáfora del Estado clientelar, figura dibujada a partir de la impresión que deja la experiencia de las relaciones clientelares entre Estado y sociedad, la metáfora ilustra sobre el ejercicio práctico del poder. El Estado-nación no deja de ser tal; sin embargo, no hay que olvidar que este concepto, que caracteriza al Estado moderno, corresponde a composiciones singulares, dependiendo del país, del periodo, de sus relaciones con otros estados, sobre todo, dependiendo de su ubicación en la geopolítica del sistema-mundo capitalista. La figura atiende a la composición singular que se da cuando la malla institucional es invadida por el tejido de redes paralelas a la institucionalidad, redes que corroen la institucionalidad misma, que corrompen a los funcionarios, que afecta a la solidez de las cohesiones sociales, lanzando no sólo a las instituciones, sino también a la misma sociedad, a la premura de la riqueza fácil; por lo tanto, a la ilusión del dinero por astucia, por chantaje o por tráfico. Del fetichismo de la mercancía hemos pasado al fetichismo de la mercancía prohibida, la que tendría la virtud de volver rico a cualquiera de la noche a la mañana.
La figura del Estado-narco ayuda a ilustrar sobre el carácter de las relaciones de poder singulares que componen un Estado, en un determinado periodo de su historia. Cuando lo que manda no es la estructura formal de poder instituido, sino la estructura informal de poder establecido por la preponderancia de relaciones colaterales, sin embargo, abrumadoramente proliferantes, entonces asistimos a la transferencia de los mandos a personajes tenebrosos detrás del trono. El Estado, que, materialmente, corresponde a la malla institucional de captura, se convierte en el Estado sostenido o afectado por la malla no institucional de los Carteles. De esta manera, se puede decir que si, que se puede hablar de Estado-narco de una manera figurativa e ilustrativa. Políticamente pertinente para hacer inteligible las relaciones de poder concretas.
La economía política del narcotráfico
En Diagrama de poder de la corrupción escribimos:
En el contexto de lo que hemos llamado economía política del chantaje se encuentra la economía política de la cocaína. Se trata de toda una economía que dibuja sus circuitos comerciales, sus recorridos de tráfico, sus transacciones, su propia contabilidad, además de sus rutas; también conforma su industria y su propio sistema financiero; por otra parte, tiene gobiernos comprometidos. Se trata de toda una geografía dispersa y mundializada, enfrascada en sus propias guerras de baja intensidad. Esta economía genera enormes ganancias, que no son escatimadas por las grandes potencias que dicen oponerse al narcotráfico, empero han decidido controlarlo, contenerlo y participar en él, aprovechándose de sus ingentes recursos. La expansión e irradiación de la economía política de la cocaína no solamente es un hecho sino que también disputa cuotas de decisión y de poder; no sólo ha penetrado a las instituciones, sino que orienta ciertas políticas de ampliación de la frontera agrícola, en beneficio de la plantación de coca excedentaria. Esta economía política del chantaje ya forma parte de concomitancias perversas, narcotráfico, tráfico de tierras, contrabando, enriquecimiento ilícito, lavado de dinero. Lo peligroso es que ya se bordea la posibilidad del tráfico de armas a gran escala. Ese es el caso de México. No hay muestras de ninguna preocupación de lo que ocurre, se dan mas bien manifestaciones de un cierto oscuro beneplácito, como si esta inyección dineraria coyuntural pudiera salvarnos de la crisis económica. Ocurre como si no se dieran cuenta que a mediano plazo la economía política de la cocaína destroza la cohesión social, corroe las entrañas intimas de la sociedad y convierte a sus supuestos benefactores en monstruos de una modernidad ilegal, transformando a la sociedad en rehén de una violencia descomunal y sin rostro. Desde nuestras fronteras hasta todos nuestros interiores, los espacios de las actividades económicas ya se encuentran penetrados, comprometidos; el silencio hace cómplices. Al respecto, en la defensa de la sociedad, si no se hace nada pronto, mañana será tarde. No se trata ni de optar por la represión, lo que es un absurdo y un contrasentido; este error lo cometió el gobierno mexicano. Se trata de una movilización social plenamente convencida de su lucha. También se trata de discutir sin tapujos la legalización, pues parece que no hay otro camino para acabar con el negocio exuberante de las mafias[59].
Se puede hablar de economía política en la medida que se produce la separación entre lo concreto y lo abstracto, valorizando lo abstracto y desvalorizando lo concreto. ¿Qué es lo concreto en la economía política del narcotráfico? ¿Qué es lo concreto, que es lo que hace de valor de uso? Ciertamente la sustancia, cualquiera sea ella, es tratada como mercancía, es convertida en mercancía por el orden de relaciones que hacen de estructura externa; entonces como cualquier otra mercancía, se diferencia el valor de uso del valor de cambio, su materialidad de su cuantificación abstracta. Sin embargo, esta sustancia adquiere valores de cambio extremadamente altos, lo que la hace altamente cotizable, a pesar de los peligros que su producción y su venta conllevan. El valor de cambio descomunal es determinado por la demanda compulsiva, extensa e intensificada por sus ritmos rápidos. En una economía que funciona en el imaginario del fetichismo de la mercancía, por lo tanto, del fetichismo del dinero, el objeto apreciado es el dinero, el equivalente general, que, de acuerdo al fetichismo del dinero, lo consigue todo, es la llave del paraíso terrenal. En estas condiciones la sustancia, lo que vendría a ser el valor de uso, transporta en su materialidad el exacerbado valor de cambio.
Esquematizando se podría decir que para los propietarios de los medios de producción de la sustancia lo que se busca es la acumulación dineraria; por lo tanto, el valor de uso, la sustancia, de alguna manera, es desvalorizada como materia concreta, en tanto que se valoriza el valor de cambio que conlleva esta sustancia. Ocurre algo distinto con los consumidores; para ellos lo que se valoriza es la sustancia, su valorización es cualitativa, no cuantitativa; se valoriza sus propiedades, el efecto que causa en el cuerpo. En tanto que no importa, cualitativamente, lo que cuesta este valor de uso, cotizado desesperadamente como el producto que lleva también al paraíso terrenal. En este caso el paraíso terrenal no es el de los propietarios de los medios de producción de la sustancia, que es el paraíso dinerario, que lo consigue todo; sino es el paraíso de las sensaciones, el paraíso donde se consigue el sosiego o la extrema vitalidad. Claro que estas sensaciones son coyunturales, duran poco; forman parte de otra ilusión, la ilusión de la artificialidad, de que la felicidad se consigue con manipulaciones artificiales del cuerpo.
Hay como dos mundos en esta economía política del narcotráfico; por un lado, el mundo de los consumidores, atrapados en el imaginario de la artificialidad, en el fetichismo alucinante de la sustancia; por otro lado, el mundo de los propietarios de los medios de producción de la sustancia, de los comerciantes de la sustancia, de los que controlan los territorios y las rutas, atrapados en el imaginario del fetichismo de la mercancía, de una mercancía singular, que tiene el atributo de transportar valores de cambio exacerbados. No se enfrentan propietarios, vendedores, de la sustancia, con los consumidores; al contrario, ambos son cómplices del funcionamiento de esta economía política del narcotráfico. Por otra parte, tampoco se enfrentan, como se ha hecho creer, Estado, dispositivos de interdicción del Estado, y propietarios y vendedores de la sustancia; también en este caso, el Estado termina siendo parte de una economía política desbordante, aunque solo lo haga tolerando, mejor, lavando dinero, peor, comprometiéndose en garantizar el negocio, incluso metiéndose en el negocio, seleccionando personas para hacerlo. Como dijimos, el Estado no combate el narcotráfico, lo contiene, lo controla y participa.
Se puede dibujar un cuadro, por cierto hipotético, de cómo la economía política del narcotráfico invade la malla institucional del Estado. Primero, es una economía externa, ajena a la economía nacional, por lo tanto ajena al propio Estado. Un espacio extraño, incluso un espacio enemigo, en la medida que el Estado se mantiene, aunque sea como pose, en los códigos morales acostumbrados. Cumpliendo con los convenios, acuerdos y compromisos internacionales de combatir, erradicar el narcotráfico, ofreciendo alternativas para la sustitución de la cadena de producción de la sustancia. Sin embargo, esta fase dura poco, en la medida que la economía política del narcotráfico crece, cuenta con una acumulación nada despreciable, incidiendo en los circuitos de la economía nacional. Los contactos entre propietarios de medios de producción de la sustancia, incluso vendedores, y funcionarios del Estado comienzan, como en los lobbies acostumbrados para aprobar contratos. En una segunda fase, se comprometen personas contadas; estas hacen de cabeza de playa, comienza la invasión a la malla institucional del Estado. Después dejan de ser personas, para integrarse dispositivos, agenciamientos de las instituciones, hasta terminar de comprometer a las instituciones. Es cuando se ingresa a una tercera fase, la de cuando las instituciones ya no responden a la Ley, a la Constitución, a los mandos establecidos institucionalmente, sino que responden a otros mandos, los paralelos, responden a los requerimientos de esta economía política, responden a la ley de los Carteles. Es cuando la sociedad se ha convertido en rehén de los Carteles, apoyados por el Estado, aunque su conducta sea doble; por un lado, tratando de ocultar con apariencias, con montajes, sobre todo publicitarios, de que el gobierno combate el narcotráfico; por otro lado, efectivamente, usando todo el aparataje para garantizar el funcionamiento de esta economía política desbordante.
Lo que pasa en México es ilustrativo por las secuencias dramáticas de los hechos y sucesos que evidencias este recorrido de la acumulación ilícita. Como dijimos, sería ingenuo creer que es un caso aislado; de ninguna manera. Es, mas bien, la manifestación clara de la tendencia dominante en el mundo, ocurra de una manera o de otra, con más montajes o menos, con más estilo o descarnadamente grotesco, esto no importa.
Contra el Estado de la muerte, por la sociedad de la vida
Se ha hablado del punto ciego, se puede ver, pero no verse a sí mismo. Eso pasa con los ojos. Aunque podamos vernos en el espejo, no es lo mismo. En todo caso esta metáfora puede ser ilustrativa para comprender qué pasa con los análisis que se están haciendo y se difunde sobre la coyuntura crítica mexicana, que llamaría crisis múltiple del Estado-nación. Salvo notorias y escasas excepciones, que vienen de intelectuales críticas activistas, dedicadas a la investigación y a la acción – menciono dos ejemplos singulares y notables, Raquel Gutiérrez Aguilar y Rhina Roux -, se observa patentemente la emisión discursos que son incapaces de hablar de México. Los clasificaría de la siguiente manera: Los que recurren a paradigmas fosilizados para deducir de ellos enunciaciones sobre México contemporáneo; enunciaciones que no le achuntan, pues hablan de un México imaginario, abstracto, compuesto por un esqueleto conceptual y lógico, prestado por los paradigmas recurrentes. Los hay los que recurren a la literatura; es decir, a las metáforas de la literatura, sobre todo las que configuran o se detienen seducidas por la violencia. Pretenden desde ahí, desde la metáfora de la violencia, incluso desde escritos y ensayos sobre la violencia, decir algo sobre México convulsionado. Pero, lo que terminan haciendo es demostrar su incapacidad para atender y reflexionar sobre las violencias concretas desatadas en México contemporáneo, menos pueden decir algo sobre el acontecimiento México; sobre todo en las circunstancias y condiciones por las que atraviesa en esta coyuntura. Los hay también, más puntillosos y detallistas, que acuden al fenómeno de caso; por ejemplo dicen, que Guerrero tiene una historia larga de violencia, que lo que pasa forma parte del continuum de esta tradición. Pueden referirse incluso, de manera más extensa, tomando como si fuese un caso, lo que acaece en México; entonces tiene que ver con historias locales, regionales, incluso nacionales, relativas a la violencia. Todos estos discursos hacen evidente la aserción del enunciado y metáfora con la que comenzamos; el punto ciego. Yendo más lejos, todos estos discursos no quieren ver México, lo que le pasa a México; cierran los ojos. ¿Por temor? ¿Por ortodoxia? ¿Por esquematismos diversos? En todo caso manifiestan sus conservadurismos y enajenaciones.
Habría que añadir también a los discursos formales, los que pretenden que es un problema institucional, por no haber atendido y respetado la institucionalidad. Todo se resolvería si todos se ajustaran a la ley. También hay discursos encargados de justificar y legitimar el régimen. Estos tratan de explicar que los hechos se escapan del control cuando aparecen agitadores, extremistas, anarquistas, encargados de provocar conflictos. Cuando estos argumentos no les surten, ponen en escena la distinción entre buen gobierno y funcionarios que no acatan, que optan por maniobras paralelas. Entonces buscan chivos expiatorios. En total tenemos cinco formas de discursos ajenos al acontecimiento, vinculados a “ideologías”, a pre-juicios, a costumbres intelectuales, académicas y burocráticas. El discurso con pretensiones teóricas; sin embargo, encaracolado en su concha calcinada; el discurso sobre la violencia; sin embargo, hablando de una violencia pasada, descrita en figuras y en ensayos; empero, incapaces de referirse a la violencia actual. El discurso de casos, que busca explicar lo que acaece en las descripciones sobre costumbres locales, regionales y hasta nacionales; el discurso formalista, que se basa en su única realidad imaginaria, la ley y la institución. El discurso encubridor; gubernamental, que deslinda toda responsabilidad.
En contraste tenemos el saber colectivo, el saber social, que se manifiesta directamente, corporalmente, en las movilizaciones sociales, que se han dado en todo México, repercutiendo en las movilizaciones sociales que se han dado en el mundo. Para el pueblo, para los pueblos, las comunidades, lo que acaece es comprendido inmediatamente, pues forma parte de su experiencia social, de su memoria social; entonces comprende el drama y la tragedia que se vive, la interpreta de variados modos culturales. Lo importante es que actúa, busca poner freno a un tren descarrilado, usando otra metáfora. El saber, los conocimientos, sobre lo que acaece, se encuentra en la intuición social y en los saberes colectivos; la teoría aprende de estos saberes, los convierte, después en discursos y narrativas elaboradas. Los intelectuales siempre están en rezago de lo que ocurre, siempre están retrasados, respecto a la vanguardia colectiva, que es el pueblo movilizado, en resistencia y rebelde. Los intelectuales, salvo los y las activistas, que saben que constantemente se aprende de las movilizaciones, de las resistencias, de las rebeliones populares, que, más bien, son como aprendices de la convulsión social y de la crisis política, los intelectuales orgánicos del sistema no tienen nada que decirnos sobre el acontecimiento México.
Vamos a intentar estructurar hipótesis interpretativas sobre el acontecimiento México, en la coyuntura actual, sin ninguna pretensión de verdad, mas bien, reconociendo muchas deficiencias de información y experiencia en la contemporaneidad mexicana; sin embargo, poniendo en forma gramática lo poco que hemos aprendido de las movilizaciones en México y en el mundo, a propósito del crimen de Estado en Ayotzinapa.
Crisis del Estado corporativo
1. La forma Estado-nación ha entrado en el mundo en crisis múltiple, toda su malla institucional, todo su campo burocrático, se resquebraja, ante la invasión de formas de poder paralelas.
2. La crisis de la forma Estado-nación se manifiesta a ritmos diferenciales, en intensidades y extensidades variadas. Hay formaciones históricas sociales que son más vulnerables a la crisis, dependiendo de los periodos, sobre todo dependiendo de las condiciones de las estructuras y cartografías de poder, que entran en juego en la coyuntura, dependiendo de la vulnerabilidad de la malla institucional y la irradiación de las formas de poder paralelas.
3. La crisis múltiple del Estado-nación está arraigada en la crisis estructural y orgánica del sistema-mundo capitalista, que no es lo mismo que la crisis estructural del ciclo del capitalismo. El sistema-mundo capitalista como sistema complejo que articula e integra distintas formas políticas locales, regionales, nacionales, distintos Estado-nación, distintas modernidades heterogéneas, en su variedad de conglomerados culturales entrelazados, distintos perfiles económicos, aunque podamos distinguir centros de periferias del sistema-mundo, también distinguiendo lo que se llama potencias emergentes, en la geopolítica mutante del sistema-mundo capitalista. La crisis del sistema-mundo capitalista tiene que ver con que ya no puede articular e integrar las distintas formas, en función de la acumulación ampliada de capital, que supone la recurrente y reiterada acumulación originaria de capital, por desposesión y despojamiento. El sistema se desarticula y se desintegra.
4. El acontecimiento México corresponde a la singularidad histórica efectiva de la multiplicidad de singularidades y procesos concurrentes, que configuran los planos de intensidad, los espesores de intensidad, los bloques de intensidad, que forman capas, sedimentos, estratificaciones móviles, en una constante actualización en el presente, en el plano de intensidad del presente.
5. En lo que corresponde al plano de intensidad del presente, podemos decir que la coyuntura mexicana actualiza las sedimentaciones históricas del Estado corporativo, del Estado de pactos, combinada con formas de poder paralelas, no-institucionales, que, en la medida que han cobrado expansión e irradiación en la malla institucional, en la medida que ha cobrado intensidad su dominio por medio de la violencia despavorida, buscando dominar por terror, ha terminado determinando un perfil abigarrado y perverso de forma de gubernamentalidad. Forma de gobierno perdida en la encrucijada entre la apariencia institucional y la eficacia no institucional de los carteles.
6. Entre otras composiciones del plano de intensidad del presente, hablando del perfil de la forma de gobierno tenemos los vínculos secuenciales de gobiernos neo-liberales. Forma de administración del capitalismo, impuesta por el imperio, por los organismos internacionales, por el sistema financiero mundial; es decir, la hiper-burguesía mundial. El neo-liberalismo se puede resumir al siguiente esquema: La opción por la acumulación especulativa, que tiene que ver no solo con las llamadas burbujas financieras, sino con los tráficos ilegales; empero, negocios excesivamente rentables, como el narco-tráfico, el tráfico de armas, la trata de cuerpos. Como este capitalismo especulativo es, en realidad, acumulación estadística, por lo tanto ficticio, tiene que sostenerse, materialmente, de alguna manera; esta manera material es la opción convulsiva por el expansivo e intenso extractivismo destructivo. Estos gobiernos neoliberales, no son modernizadores, como alguien prestigioso dijo; de ninguna manera. Modernizador, en pleno sentido de la palabra, lo fue Lázaro Cárdenas. Estos gobiernos son dispositivos y engranajes del orden mundial, engranajes afines y dúctiles a los requerimientos del capitalismo especulativo. Son gobiernos que desnacionalizan los recursos naturales, levantan reservas fiscales, entregan los recursos, en condiciones onerosas, a las grandes empresas trasnacionales extractivista, perdiendo todo control soberano sobre los recursos. No solo privatizan, como se ha dicho respecto a los recursos y las empresas públicas, sino destruyen los cimientos mismos del Estado-nación. En el caso de la revolución mexicana, institucionalizada en el Estado, son los últimos sepultureros de la genealogía de las subjetividades mexicanas, de la genealogía de esta revolución institucionalizada. Si este gobierno neoliberal, que tiene en la cabeza a un fantoche, continúa su tarea, habrá acabado con lo poco que quedaba de esa gran revolución mexicana, habrá terminado de enterrar el propio Estado-nación.
7. Sin embargo, no todo es iniciativa del poder; también, como siempre, hay resistencias y rebeliones. Los pueblos de México han dicho basta. Piden la renuncia del fantoche. Exigen elecciones inmediatas. La movilización ha ganado en intensidad y extensidad. El pueblo mexicano se defiende de la violencia estatal, del terrorismo de Estado, de la violencia descomunal de los carteles, del terrorismo de estas bandas organizadas. El pueblo mexicano resiste, convierte las resistencias en un modo de vida, convierte las resistencias en senderos que abren horizontes, convierte las resistencias en cruce de umbrales.
8. Se puede especular con algunos escenarios de desenlace: Uno es, lo que persigue el gobierno, acostumbrado a hacer trampas, que es controlar la movilización con variadas intensidades de represión, inclusive escalando la violencia hasta formas más sangrientas. El otro escenario, contrastando al anterior, es lo que se llama la salida revolucionaria. Una revolución, de alcance e intensidad como la dada al principio del siglo XX, obviamente bajo las condiciones y composiciones intervinientes de la contemporaneidad y peculiaridad histórica, puede no solo resolver la crisis múltiple política, económica y social, sino abrir otro horizonte histórico. Un escenario intermedio; donde la movilización logre la renuncia del fantoche, se logren elecciones nacionales y congresales, bajo el control de formas combinadas de control, institucional idóneo y ciudadano. No sabemos, si estos escenarios hipotéticos se realizaran, cuál de estos escenarios es más posible, cual es más probable. La historia efectiva no se realiza por determinación de la astucia de la razón, ni por iluminismo de la filosofía de la historia, tampoco por la síntesis de la dialéctica de la historia. La historia efectiva se resuelve en el campo de las fuerzas, en el campo de la correlación de fuerzas.
La sociedad rehén
La sociedad se ha convertido en rehén del Estado y de los Carteles. Sabemos que el Estado es la separación institucional respecto a la sociedad; en este sentido es una economía política, en el campo de la economía política generalizada. Llamemos a ésta economía política del Estado, que formaría parte de la economía política del poder. Poder, que obviamente no se reduce al Estado. El hecho que el Estado ya no sea solamente la separación burocrática, administrativa e institucional respecto a la sociedad, que se haya convertido a la sociedad en rehén, muestra que ya estamos ante un Estado terrorista, que usa el terror para dominar la sociedad. Estas clases de estados ya no cuentan con legitimidad alguna, aunque todavía cuenten con legalidad; forma institucional forzada. Su recurso principal es la violencia desmesurada, también el excesivo montaje para cubrir las apariencias, además de las evidentes muestras de forcejeos legales e interpretaciones leguleyas.
Se trata de una sociedad raptada, sometida al enclaustramiento por el uso desbordante del terror, la amenaza y el chantaje constante. El Estado y los Carteles han convertido a México en un gran cementerio, distribuyendo fosas comunes por todo el territorio. El caso de los cuarenta y tres estudiantes desaparecido ha hecho rebalsar el vaso; el pueblo mexicano ha dicho basta. Las movilizaciones se han expandido en todo el país y se han irradiado por todo el mundo. Las movilizaciones exigen la renuncia del presidente, el esclarecimiento del caso de los desaparecidos, incluso el retorno con vida de los que se los llevaron vivos. Las propuestas políticas son variadas; desde quienes piden la convocatoria inmediata a elecciones nacionales, otros pidiendo la convocatoria a la Asamblea Constituyente, hasta hay quienes consideran el momento para una revolución.
La forma Estado tiene que ver con una concepción de la política, que se constituye y se define respecto al referente del enemigo. Esta es la concepción de la política efectuada por demarcación; pero, sobre todo como confrontación con el enemigo. La episteme de esta concepción de la política ha sido y es compartida tanto por “izquierdas” y “derechas”, por “marxistas” y “nacional socialistas”, pasando por todas las formas liberales y conservadoras. La crisis actual es múltiple, no sólo como crisis múltiple del Estado, sino también como crisis de esta concepción de la política. En este sentido, la salida de la crisis múltiple exige una re-politización, otra concepción de la política, otra concepción de comprender la emancipación y la liberación.
Partiendo de ese enunciado que comprende la política como ejercicio de la democracia, en pleno sentido de la palabra, como democracia participativa, la política como suspensión de los mecanismos de dominación, el desplazamiento a la re-politización significa salir del esquema amigo/enemigo. Esquema compartido tanto por Vladimir Ilyich Lenin como por Carl Schmitt. No se trata, de ninguna manera, de convertir al enemigo en amigo; interpretación simplista de los partidarios del enfrentamiento con el enemigo, criticando la posibilidad de salir del esquema amigo/enemigo, que consideran el núcleo de la política. Sin este esquema la política desaparecería. Se trata de romper con la economía política del poder, con la bifurcación, separación, entre potencia y poder, escondiendo que es la potencia la que alimenta al poder, dominación múltiple que captura los cuerpos, las fuerzas de los cuerpos. Tampoco se trata de bajar la guardia y volverse pacifistas, de ninguna manera. Se trata de seguir combatiendo, de seguir luchando, por las emancipaciones múltiples, por las liberaciones múltiples; pero, con otra predisposición de las fuerzas, de los afectos, de los imaginarios. Una concepción que entiende que el poder existe como bio-poder, que captura la vida, los cuerpos, las fuerzas de los cuerpos, que lo que hay que destruir es el poder, los diagramas, cartografías, y estructuras del poder, lo que hay destruir es la malla institucional del Estado. Este entendimiento de otra política, de una política que está más allá de la política concebida como polemos, no identifica enemigos, no identifica como enemigos a los que ejercen funciones en los aparatos administrativos, “ideológicos” y represivos del Estado; no concibe como enemigos a los que se apropian del trabajo social, del intelecto general, que son bienes comunes; no comprende como enemigos a los que se encuentran en la geografía y geopolítica de otro Estado. Los considera como cuerpos atrapados en las redes, tejidos, engranajes del poder, aunque se encuentren en condición privilegiada, incluso como acaparadores de las disponibilidades de fuerzas, como acaparadores y monopolizadores de la producción social. No se deja de luchar contra sus aparatos “ideológicos”, administrativos, represivos, militares, sus dispositivos y maquinarias, sus empresas privadas, sus instituciones nacionales e internacionales, no se deja de luchar contra el imperio y el orden mundial. La diferencia con la concepción de la política, encerrada en el esquema amigo/enemigo, es que se distingue claramente contra qué se lucha. Se lucha y se combate contra estas múltiples formas de dominación; la emancipación y liberación alcanza no solamente a los condenados de la tierra, al proletariado, a los y las subalternas, sino también a estos privilegiados, cuyos cuerpos están también enajenados en la “ideología”, cuya vida se ha reducido a acumular dinero, a disponer de poder, a ilusionarse con prestigios y consumos lujosos, cuando esto no es nada más que una grotesca caricatura del buen vivir. Estas vidas privilegiadas son también tristes, aunque cueste creerlo.
La diferencia con la antigua concepción de la política es que no se trata de destruir al enemigo, de reducirlo a la nada, reproduciendo, de esta manera, las formas perversas del poder, sino que se trata de destruir todas las maquinarias, todos los dispositivos, todas las prácticas y relaciones de poder. Evitando repetir el círculo vicioso del poder, condenando a las revoluciones a repetir el drama de instaurar otro poder, aunque se lo haga a nombre de las víctimas. La anterior concepción de la política no hace otra cosa que ocultar la reproducción inaudita del poder, aunque se efectúe una política “revolucionaria”; convirtiendo los actos heroicos de los pueblos, del proletariado, de los subalternos, que son los que hacen efectivamente las revoluciones, en la energía social usurpada y expropiada por los representantes, por las autonombradas vanguardias.
La re-politización, el ir más allá de una política reducida a la identificación del enemigo, es mil veces más emancipativa, más liberadora, incluso más eficaz, en términos de convocatoria, de movilización general, sobre todo en términos de eficacias tácticas y estratégicas, incluso más eficaz en términos de los combates. Además de proponer cruzar el umbral del horizonte de la modernidad heredada, abriendo otro horizonte histórico, político y cultural, otro horizonte civilizatorio.
Por otra parte, esta episteme de la re-politización nos libera de la “ideología”, el creer que el secreto de la realidad se encuentra en las ideas, en las representaciones, en las teorías, en las ciencias, en tanto paradigmas. Nos desplaza a la realidad efectiva, donde los imaginarios, más bien las dinámicas de los imaginarios, no se desligan, no se separan de las percepciones, de las dinámicas corporales, de la experiencia social y de la memoria social. No se convierten en verdades; de modo diferente, forman parte de las complejidades que articulan e integran fuerzas, cuerpos, percepciones, imaginaciones, como formas de vida, formas de la vida, como composiciones vitales.
Ingresar a otro proyecto civilizatorio, alternativo y alterativo de la civilización moderna, es reintegrar los cuerpos a los ciclos de la vida, liberar la potencia social, salir de los dualismo ideas/referentes, representaciones/realidades, teorías/objetos de estudio, sujetos/objetos. Implica asumir la complejidad de los acontecimientos.
Las consecuencias políticas de esta re-politización son radicalmente diferentes a las consecuencias políticas de la concepción esquemática de la política como amigo/enemigo. Se trata del ejercicio pleno de la democracia, sin representaciones ni mediaciones, se trata de dar lugar a la potencia social, a la construcción colectiva de las decisiones políticas, a la formación de consensos, a la realización común de las comunidades sociales, incluyendo a las singularidades plenas y complejas, como los individuos. Se trata entonces, de otras formas de organización, de otras formas institucionales, lejos de las representaciones que usurpan la voz de los demás, que expropian las voluntades, que estratifican socialmente, desde cualquier clasificación social, gobernantes y gobernados, representantes y representados, burócratas de usuarios, vanguardias de víctimas. Formas de organización y formas institucionales que sean dinámicas y dúctiles, que cambien, que sean adecuadas a los requerimientos sociales, que sean instrumentos de las sociedades, de las comunidades, de los pueblos, de los individuos; no que los individuos, los pueblos, las comunidades, las sociedades, sean esclavos de las formas de organización y de las instituciones.
En México, aunque el punto de partida sea la renuncia del gobierno fantoche, incluyendo también a los representantes congresales, teóricamente, la salida no parece encontrarse en nuevas elecciones bajo el mismo formato constitucional, tampoco parece encontrarse en realizar una nueva Asamblea Constituyente fundacional, pues, como hemos podido observar en la historia del nuevo constitucionalismo latinoamericano, la Constituciones aprobadas, por más aperturantes que sean, por más innovadoras que sean, terminan como texto de vitrina, mientras el desarrollo legislativo sigue siendo el mismo que el anterior, por lo tanto también las políticas, incluso el Estado sigue siendo el mismo Estado-nación en crisis. La tarea emancipadora parece encontrarse en el ejercicio de otra democracia, de una democracia participativa. Las resoluciones de las tareas específicas, que pueden ser la convocatoria a las nuevas elecciones – eso lo decidirá el pueblo mexicano -, empero, bajo otras condiciones normativas y políticas, que pueden derivar en la convocatoria a una Asamblea Constituyente originaria, fundacional, también bajo otras condiciones normativas y políticas, que impliquen la movilización y la participación social. Tareas específicas que exigen el comienzo de soluciones radiales a problemas perversos, como el relativo al narcotráfico, a la especulación financiera, al extractivismo; sin embargo, también bajo nuevas condiciones normativas y políticas, que descarten la “guerra al narcotráfico”; triste nombre y triste experiencia, vivida por el pueblo mexicano. Sino que quizás exija discutir la legalición, para romper con el monopolio de las mafias. Yendo a la otra tarea citada, entre muchas otras que pueden darse, tareas que rompan con el monopolio financiero de la banca nacional e internacional; se formulen formas de inversión que democraticen los recursos, las riquezas, promoviendo producciones desde las capacidades de los pueblos, las comunidades e individuos, bajo otra concepción de lo que es producción, denominemos a ésta una eco-producción. Rompiendo con el modelo colonial del extractivismo del capitalismo dependiente, que condena a los países involucrados en la eterna dependencia.
Antagonismos complementários
Hay que preguntarse no solamente sobre las paradojas, sino también sobre las complementariedades antagónicas o los antagonismos complementarios, que, por cierto, pueden aparecer como paradojas; sin embargo, en su forma de contradicciones complementarias, nos llevan a situaciones y a procesos sorprendentes, donde lo opuesto aparece, mas bien, como complementario. Sorprende que lo que se muestra en escena como contradicción irreconciliable, visto desde un ángulo, en las manifestaciones de la contradicción en el plano de los discursos, incluso de las acciones, termine siendo, mas bien, complementario, visto desde otro ángulo, observando en el espesor de las afectaciones entre fuerzas y cuerpos. Sorprende que lo que parece contradecirse en el campo político, termine siendo complementario en el volumen de desplazamientos del poder.
Ciertamente, esta complementariedad antagónica no tiene nada que ver con la dialéctica, pensamiento que propone la síntesis de las contradicciones. En el antagonismo no hay síntesis, las fuerzas se enfrentan, choca, se afectan, vencen o son derrotadas. Empero, a pesar de esta virulencia, fuerzas antagónicas terminan siendo complementarias desde la perspectiva de la reproducción del poder. Se turnan, rotan; aunque lo hagan desde distintos discursos, incluso distintas disposiciones. Puede cambiar la política, entendida como práctica, como ejercicio de gobierno, lo que evidentemente es reducir el concepto de política a su acepción institucional; sin embargo, se preserva el poder, como maquinaria abstracta y conglomerado de agenciamientos concretos de poder. Pareciera, que el poder requiere de estos antagonismos, de estos enfrentamientos, precisamente para su propia reproducción.
Estos antagonismos complementarios se dan en distintos planos. Se dan en el campo de las ciencias, en el campo de las teorías, en el campo de los discursos, en el campo de la política, para nombrar algunos campos, usando este concepto de Pierre Bourieu. Corrientes teóricas opuestas, antagónicas en sus tesis, son sostenidas por estructuras de pensamiento que comparten. Ocurre como si esta estructura de pensamiento requiriera de la contradicción entre teorías opuestas. Los partidarios de una corriente y de la otra se dedican a descalificarse mutuamente, a declarar abiertamente los errores de la teoría contrincante. Para unos y otros se trata de la verdad, de la objetividad, de la ciencia misma. Sin embargo, si se abstraen los discursos, las pretensiones discursivas, comparten la misma estructura de pensamiento.
En la historia natural la botánica era el campo de la clasificación y descripción donde se oponían dos corrientes metodológicas de la investigación; por un lado, el método, propiamente dicho, que consiste en una analítica; por otro lado, la síntesis, que buscaba estructuras inherentes, para poder armar mapas de conexiones. Sin embargo, ambas metodologías, a pesar de los contrastes, las discusiones, las críticas mutuas, las observaciones, se complementan en la episteme donde se encuentra insertas. La episteme de las ciencias generales del orden; es decir, la estructura de pensamiento, que buscaba el orden inherente de los seres del mundo, se realiza en estas oposiciones metodológicas de la investigación taxonómica[60].
Lo mismo acontece en la episteme historicista y formalista, correspondiente a la historización y a la formalización, la episteme desplegada, a partir de una ruptura epistemológica con la episteme de las ciencias generales del orden, si se quiere, a partir de la hipótesis de la evolución de Darwin, cuando se incorpora el tiempo en los referentes nuevos de las ciencias, las empiricidades y las positividades; por ejemplo, la vida, el trabajo, el lenguaje. En esta episteme entonces, propiamente moderna, se encuentran también antagonismos complementarios; por ejemplo, en el campo de la economía política, la teoría del valor se opone a la teoría estadística de los precios, de la variación anual de los precios, atendiendo a las tendencias promedios. Ambas corrientes parten de una perspectiva historicista; una interpreta esta condición, la temporal, a partir del tiempo de trabajo; la otra interpreta esta condición a partir de la variación en el tiempo. Aunque se diferencien en lo que respecta al referente; una tiene como referente la esfera de la producción; la otra tiene como referente la esfera de la circulación, propiamente el mercado; ambas corrientes suponen el tiempo como condición epistemológica. Una explica la ganancia a partir de la valorización, debido al trabajo incorporado en la producción; la otra explica la ganancia a partir de las tendencias promedios de la variación de precios. Ambas corrientes, a pesar de sus contrastes, piensan desde la estructura enunciativa de la economía política; es decir, en el fondo, desde la preocupación estatal, desde los problemas de la gubernamentalidad[61].
No vamos a hacer una exposición exhaustiva de las corrientes opuestas en la historia de las estructuras de pensamiento, en la arqueología del saber; no es ese el objeto de este ensayo; sino, son ejemplos, que usamos para ilustrar sobre esta sorprendente complementariedad que se da en distintos planos. Nos interesa mostrar que esto también ocurre en el campo político. “Izquierdas” y “derechas” se oponen, se contradicen, son antagónicas, en el campo político, ni duda cabe. Dicho esquemáticamente, de una manera muy simple, pues ahora no se trata de exponer las doctrinas, las ideologías, los corpus teóricos, incluso las prácticas políticas, sino mostrar cómo antagonismos políticos terminan complementándose en lo que respecta a la reproducción del poder. Las “izquierdas” luchan por la justicia, las “derechas” pelean por el orden. Sin embargo, “Izquierdas” y “derechas” restablecen el Estado, aunque lo hagan de distintas maneras. ¿Se opone un Estado de justicia, por así decirlo, a un Estado del orden? El Estado de justicia, al final, buscara el orden, para lograr la justicia que persigue; El Estado del orden, al final, por más conservador que sea, por más prejuicios que tenga respecto a su apego a la creencia en las jerarquías sociales, requiere resolver problemas sociales, aunque lo haga con desgano y sin mayor alcance. Empero, estos no son los rasgos y las características más importantes. Pueden, en lo que respecta a la justicia y al orden marcar sus diferencias notorias. Lo compartido por “izquierdas” y “derechas” es el prejuicio estatal.
Si pudiéramos dibujar esta paradójica situación, se podría figurar contrastes, que aparecen claramente, a primera vista, por así decirlo; sin embargo, si se mira atentamente, los contrastes conforman un paisaje; en el paisaje aparece, entonces, otra figura, si se quiere, del conjunto, que ya no es una figura de contrastes, sino del conjunto, que contiene los contrastes, cuya composición es distinta a la de sus componentes. Como ocurre con los dibujos, las pinturas, que podemos llamarlas paradójicas, que también se llaman ilusiones ópticas. Estas figuras paradójicas o estas ilusiones ópticas pueden ilustrarnos sobre lo que queremos decir.
Si tomamos en cuenta, el campo político, efectivamente hay contradicciones y antagonismos entre “izquierdas” y “derechas”; sin embargo, si se observa no solo el campo político, sino el campo social, que lo contiene, se puede observar que estos contrastes, al final se complementan. Quizás se haga hasta más evidente esto cuando se tiene una mirada histórica, mejor si se trata de la historia efectiva; entonces se obtiene las figura temporal del ciclo del poder. Como si fuesen órbitas gravitacionales. Aunque se pueda distinguir etapas del ciclo, mitades del ciclo, variaciones en el ciclo, al final, siguen perteneciendo a la misma órbita. Se tendría que cambiar de órbita, para que no se repita el mismo ciclo; mucho mejor, se tendría que dar lugar a una fuga de la órbita, del campo gravitacional, ocasionar líneas de fuga, para ocasionar otra forma de movimiento. Yendo más lejos, incluso se podría dar lugar a un escape de todo campo gravitacional, liberar trayectorias distintas.
Desde la mirada histórica efectiva sugerida, se observa, teniendo en cuenta la época de la modernidad, que lo que se reconoce como “izquierdas” y “derechas”, a pesar de sus antagonismos, en el paisaje histórico, por así decirlo, en los ciclos históricos, ambas expresiones políticas, a pesar de las diferencias que provocan, terminan reproduciendo el poder, como formas de dominación, aunque estas formas de dominación varíen. Desde esta perspectiva, no es suficiente el giro a la “izquierda” para emancipar, para liberar, pues, en el ciclo histórico abierto, se reproduce nuevamente el poder. No se ha salido del campo gravitacional, por así decirlo. La liberación múltiple requiere salir del campo gravitacional del poder. Se trata de salir del campo gravitacional; mucho mejor, escapar de todo campo gravitacional. Jugando con metáforas de la física relativista y cuántica, podríamos decir que, cuando se dan lugar los agujeros negros, que se crean por inmensas magnitudes de fuerza gravitacional, el agujero negro lo absorbe todo, la materia, la luz, la energía; todo se reduce, por así decirlo, a su mínima expresión, a la nada, incluso se destruye el átomo, la composición básica del universo; se crea otro universo. Esta singularidad es más fuerte que las trayectorias de fuga de partículas que escapan, por así decirlo, del campo gravitacional, incluso del borde del agujero negro.
Volviendo a la política y al poder, podemos sugerir la figura siguiente: El poder es como el campo gravitacional, ocasiona el giro alrededor de este centro. Habría dos formas para escapar del campo gravitacional del poder; una alternativa, ocasionando líneas de fuga; otra alternativa, ocasionando un agujero negro, que destruya la propia estructura básica del poder. Siguiendo con el ejemplo, las metáforas y las analogías; las líneas de fuga son como las resistencias; el agujero negro, metafórico, es como la transformación radical, la transformación creativa, la liberación de la potencia social.
Complementariedades antagónicas
El concepto de complementariedades antagónicas configura una situación paradójica; concibe una complementación de partes, si se puede hablar así, encontradas, contradichas, enfrentadas, contradictorias y antagónicas. ¿Cómo puede ocurrir esto? Se ha entendido que la complementariedad se da cuando lo que le falta a una parte le sobra a la otra parte, entonces se complementan, en sus intercambios; también y mucho más complejo, incluso más adecuado, como ejemplo, se complementan en el circuito del don. La complementariedad puede llegar a la reciprocidad. La complementación entonces se da lugar cuando una parte se completa con la otra parte; se articulan y se integran en una totalidad, usando conceptos holistas. Pero, ¿cómo se puede dar una complementación cuando las partes se oponen? La complementariedad, en este caso, no puede ser leída, en un plano, en el plano donde las partes se enfrentan, sino en otro plano, que también contiene a las partes encontradas. Este es el plano donde las partes no aparecen enfrentadas, sino, más bien, aparecen como partes de una composición compleja, cuya estrategia no es completar a las partes, completar a cada una de las partes, sino hacerlas funcionar en una estructura compleja, que en vez de complementar, de completar, construye una maquinaria cuyos componentes se oponen; sin embargo, esta oposición es la que hace funcionar a la maquinaria misma. Volviendo a nuestro tema, hablamos del campo político y del campo social, en el espacio-tiempo del despliegue de la potencia social. En el campo político las partes, del ejemplo - pueden ser no dos partes sino muchas -, se oponen, son antagónicas; en cambio en el campo social, en el espacio-tiempo del despliegue de la potencia social, los antagonismos aparecen como funcionales a la dinámica de la maquinaria del poder, maquinaria de dominación múltiple.
Como habíamos anunciado en otros escritos[62], en las teorías de la complejidad, se concibe, más bien a la existencia como paradójica; la vida misma es paradójica. Esta condición paradójica se transfiere a las sociedades; el problema es que las sociedades humanas administran esta condición paradójica como aporía, sin encontrar solución, salvo la destrucción, la violencia absoluta.
Hemos dicho también, que esta tendencia en convertir las paradojas en aporías, ha llevado a la humanidad, en la etapa tardía de la era de la modernidad, a la posibilidad destructiva, sin precedentes, a la desaparición misma de la especie humana. Ante este peligro, es urgentemente necesario, parar el tren desbocado, como decía Walter Benjamín, antes que sea demasiado tarde. Suspender esta historia, pretendidamente evolucionista, corregir esta anomalía inscrita en las estructuras de las sociedades humanas contemporáneas.
[1] Ver de Raúl Prada Alcoreza Gramatología del acontecimiento. Dinámicas moleculares; La Paz 2014. Amazon. https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepub.
[2] Enunciación de Karl Marx en el 18 de Brumario de Luis Bonaparte.
[3] Pregunta hecha por Michel Foucault.
[4] Pablo Escalante Gonzalbo en Nueva historia mínima de México. El Colegio de México; México 2008. Pág. 21.
[5] Ibídem. Págs 21-22.
[6] Ver de Serge Gruzinski Las cuatro partes del mundo. Historia de una mundialización. Fondo de Cultura Económica 2010; México.
[7] Ver de Bolívar Echeverría Crítica de la modernidad capitalista. Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia; La Paz 2011.
[8] Ver de Raúl Prada Alcoreza Gramatología del acontecimiento. Dinámicas moleculares; La Paz 2014. Amazon: https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepub.
[9] Bibliografía: Casals, Pere. « Taller de memoria: ejercicios prácticos (http:/ / www. google. es/ books?id=2F-P6ahsHHwC& pg=PA7& dq="memoria+ humana"+ psicologÃa& cd=9#v=onepage& q=& f=false)». 2005 (Horsori Editorial, S.L.): pp. 126. Taylor, Ann. « Introducción a la psicología: una visión científico humanista (http:/ / www. google. es/ books?id=Af9rxAjmdFgC& pg=PT207& dq=es+ común+ que+ antes+ de+ los+ exámenes+ los+ nervios+ nos+ traicionen+ y+ sintamos& cd=1#v=onepage& q=& f=false)». 2003 (Pearson Educación): pp. 422. Soprano, Ana María. « La memoria del niño: desarrollo normal y trastornos (http:/ / books. google. es/ books?id=mUo-8n-dCokC& dq=La+ memoria+ del+ niño:+ desarrollo+ normal+ y+ trastornos& printsec=frontcover& source=bl& ots=uF2PL0p6sr& sig=TRrgDQQZxu_DKLWj2tW3umujTQM& hl=es& ei=q14yS8A1y8yMB_S66dcC& sa=X& oi=book_result& ct=result& resnum=1& ved=0CAsQ6AEwAA#v=onepage& q=& f=false)». 2007 (Elsevier España): pp. 232. Kolb, Klaus. « Cómo ejercitar la memoria (http:/ / books. google. es/ books?hl=es& lr=& id=OMTFM4FzSpQC& oi=fnd& pg=PA4& dq=cómo+ ejercitar+ la+ memoria& ots=cCrBW-DUBF& sig=iwE6dm-Wch7J4miOLDwP_NbJupI=& f=false)». 2008 (Hispano Europea): pp. 96. Ver Wikipedia: Enciclopedia Libre.
[10] Referencias: Robert Feldman. (2005). Psicología con aplicaciones a los países de habla hispana. México: McGraw Hill. Interamericana. E. Kandel. (1997). Neurociencia y conducta. Pearson. Cf. aquí (http:/ / www. sizes. com/ people/ brain. htm). National Geographic. Features. Mappig Memory in 3D; http:/ / ngm. nationalgeographic. com/ 2007/ 11/ memory/ brain-interactive. "Innis SM.Dietary omega 3 fatty acids and the developing brain. Brain Res. 2008 Oct 27; http:/ / www. bmj. com/ content/ 344/ bmj. e184. short?rss=1. Ver Wikipedia: Enciclopedia Libre.
[11] Bernardo García Martínez en Nueva historia mínima de México. El Colegio de México; México 2008. Pág. 111.
[12] Ibídem. Págs. 111-112.
[13] Ibídem. Págs. 112-113.
[14] Ibídem. Pág. 113.
[15] Ibídem. Pág. 113.
[16] Ibídem. Pág. 119.
[17] Ibídem. Págs. 119-120.
[18] Ver de Gilles Deleuze y Félix Guattari Mil mesetas. Pre-Textos; Valencia 2000.
[19] Ver de Tzvetan Todorov La conquista de América. Siglo XXI; México 2007.
[20] Ver de Jacques Rancière El desacuerdo. Política y filosofía. Nueva Visión 1996. Buenos Aires.
[21] Este capítulo ha sido publicado en Cartografías histórico-políticas. Dinámicas moleculares; La Paz 2014. Amazon: https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepub.
[22] Rhina Roux: El príncipe mexicano. Subalternidad, historia y Estado. Era 2005; México.
[23] Rhina Roux: Ob. Cit.; págs. 72-73.
[24] Ibídem: pág. 206.
[25] Este capítulo ha sido publicado en Gramatología del acontecimiento. Dinámicas moleculares; La Paz 2014. Amazon: https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepub.
[26] Margarita López, Carlos Figueroa y Beatriz Rajland: Temas y procesos de la historia reciente de América Latina. CLACSO ; Santiago 2010.
[27] Margarita López, Carlos Figueroa y Beatriz Rajland; Ob. Cit.; pág. 70.
[28] Ensayo publicado en Dinámicas Moleculares; La Paz 2013.
[29] Doctora en Ciencia Política. Profesora-investigadora en la Universidad Autónoma Metropolitana (Xochimilco), México.
[30] Adolfo Gilly y Rhina Roux; publicado en Herramienta núm.38, Buenos Aires, junio 2008.
[31] Texto incluido por Enrique Arceo y Eduardo Basualdo (comps.), en Los condicionantes de la crisis en América Latina. Inserción internacional y modalidades de acumulación. CLACSO, Buenos Aires, 2009.
[32] Era 2005; México.
[33] Rhina Roux: Ob. Ct.
[34] Los estudios sobre la llamada “modernización” del capitalismo mexicano fueron abundantes en los años noventa. Véanse, entre otros, Adolfo Gilly, Nuestra caída en la modernidad, Joan Boldó i Climent, México, 1988; Arturo Anguiano (coord.), La modernización de México, UAM Xochimilco, México, 1990; Elvira Concheiro, El gran acuerdo. Gobierno y empresarios en la modernización salinista, Era/UNAM, México, 1996; Eugenia Correa, Crisis y desregulación financiera, Siglo XXI/UNAM, México, 1998.
[35] Rhin Roux: Ob. Cit.
[36] Rhin Roux: Ob. Cit.
[37] Pedro Olinto, et.al., Land Market Liberalization and the Access to Land by the Rural Poor: Panel Data Evidence of the Impact of the Mexican Ejido Reform, Basis Working Paper, World Bank, 2002; 2008 World Development Report: Agriculture for Development, World Bank, 2008. Véase también Laura Randall (ed.), Reformando la reforma agraria mexicana, UAM-Xochimilco, México, 1999.
[38] Para una reconstrucción analítica de la conformación de esta nueva oligarquía financiera véase Jorge Basave Kundhardt, Los grupos de capital financiero en México, 1974-1995, El Caballito/UNAM, México, 1996; Carlos Morera, El capital financiero en México y la globalización. Límites y contradicciones, Era/UNAM, México, 1998.
[39] Centro de Estudios de las Finanzas Públicas, Evolución del sector manufacturero en México, 1980-2003, Cámara de Diputados, México, 2004, p.43.
[40] Rhin Roux: Ob. Cit.
[41] Teresa Gutiérrez Haces, “La inversión extranjera directa en el TLCAN” en Economía UNAM no.3, UNAM, México, 2004, p.52.
[42] Véase, entre otros, Andrés Barreda, Voces del agua. Privatización o gestión colectiva: respuestas a la crisis capitalista del agua, Itaca, México, 2006; César Nava Escudero, “La privatización de las zonas costeras en México” en Estudios ambientales, UNAM, México, 2009, ps.165-206; Francisco López Bárcenas y Mayra Montserrat Eslava Galicia, El mineral o la vida. La legislación minera en México, Centro de Orientación y Asesoría a Pueblos Indígenas/Red IINPIM, A.C., México, 2011.
[43] Proyectos mineros operados por compañías de capital extranjero 2010, Secretaría de Economía, México, 2011.
[44] Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, Minería en México, Cámara de Diputados, México, 2011.
[45] Rhin Roux: Ob. Cit.
[46] Raquel Gutiérrez Agular: Épocas históricas y tradiciones de lucha en México. Consideraciones generales para dotarnos de un esquema que nos alumbre y vuelva inteligibles los flujos del antagonismo social. CEAM-Casa de Ondas; México. Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial CompartirIgual 2.5 México. Para ver una copia de esta licencia, visita https://creativecommons.org/licenses/by-nc sa/2.5/mx/ o envía una carta a Creative Commons, 444 Castro Street, Suite 900, Mountain View, California, 94041, USA.
[47] Ibídem.
[48] Raquel Gutiérrez: Ob. Cit.
[49] Ibídem.
[50] Politóloga de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en México.
[51] Beatriz Calveiro: Institucionalidad y antiinstitucionalidad en las resistencias. El caso de México. En Temas y procesos de la historia reciente de América Latina. CLACSO; Santiago 2010.
[52] Ibídem.
[53] Ibídem.
[54] Ibídem.
[55] Ibídem.
[56] Eugene Cogol: Los normalistas de Ayotzinapa: asesinato y criminalización de la juventud en México. Carta Politico-Filosofica, Num. 1. México, D.F., a 4 de noviembre de 2014.
[57] Ibídem.
[58] Ver de Raúl Prada Alcoreza: Gramatología del acontecimiento. Dinamias moleculares; La Paz 2014. Págs. 86-90.
[59] Ver de Raúl Prada Alcoreza Diagrama de poder de la corrupción. Bolpress; La Paz 2013. Rebelión; Madrid 2013.
[60] Ver de Michel Foucault Las Palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. México 2005. Siglo XXI.
[61] Revisar de Michel Foucault Seguridad, territorio, población. Fondo de Cultura Económica 2004; Buenos Aires.
[62] Ver de Raúl Prada Cartografías histórico-políticas, La explosión de la vida y Gramatología del acontecimiento. Amazon. https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepub. Dinámicas moleculares; La Paz 2014.
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Umbrales y limites de la episteme moderna, apertura al horizonte nómada de la episteme compleja.
Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.
Contenidos:
Modulo I
Perfiles de la episteme moderna
1.- Esquematismos dualistas
2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista
3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico
4.- Esquematismo ideológico
Modulo II
Perfiles de la episteme compleja
1.- Teórias de sistemas
2.- Sistemas autopoieticos
3.- Teorías nómadas
4.- Versiones de la teoria de la complejidad
Modulo III
Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad
1.- Contra-poderes y contragenealogias
2.- Composiciones complejas singulares
3.- Simultaneidad dinámica integral
4.- Acontecimiento complejo
Modulo IV
Singularidades eco-sociales
1.- Devenir de mallas institucionales concretas
2.- Flujos sociales y espesores institucionales
3.- Voluntad de nada y decadencia
4.- Subversión de la potencia social
Temporalidad: Cuatro meses.
Desde el Inicio del programa hasta la Finalización del programa.
Finalizaciones reiterativas: cada cuatro meses, a partir del nuevo inicio.
Defensa de la Monografía. Defensas intermitentes de Monografías: Una semana después de cada finalización.
Leer más: https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/estudios-del-presente/
Inscripciones: A través de la dirección:
Pluriversidad Oikologías
Avenida Andrés Bello. Cota-Cota. La Paz.
Teléfono: 591-69745300
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