Marx más allá de Marx

18.08.2013 11:01

MARX MÁS ALLÁ DE MARX

 

 

Nueve Lecciones sobre los Grundrisse

 

 

 

 

 

Antonio Negri

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Traducción al castellano de la edición inglesa, (Autonomedia, USA, 1991), traducida por Harry Cleaver, Michael Ryan y Mauricio Viano, de la obra publicada originalmente en francés, (Christian Bourgois, París, Francia, 1979), e italiano (Feltrinelli, Milán, Italia, 1979)

 

 

 

 

 

Traducción: Eduardo Sadier (Dirección Nacional de Derechos de Autor, Nº Registro 57278)

 

 

Revisión: Rubén Espinosa

 

 

 

Bs. As. Argentina. Mayo 2000.

 

 

 

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN [·]

 

Por Harry Cleaver

 

 

 

         Primero y principal: Marx más allá de Marx  de Toni Negri es un libro para militantes revolucionarios. Formalmente, el libro es una lectura de los Grundrisse  de Marx- una amplia reinterpretación de los cometidos centrales y desarrollos particulares de los manuscritos de 1857 de Marx. Pero es más que eso. Marx más allá de Marx es, por sobre todo, una apasionada obra política destinada a presentar una alternativa a las interpretaciones ortodoxas de Marx, al demostrar como los Grundrisse  contienen una visión científica marxista de la lucha de clases y la revolución en acción. Para cumplir este objetivo, Negri  entreteje una feroz polémica y un detallado examen y reinterpretación del texto. Marx más allá de Marx  es un libro difícil, y su dificultad crea el peligro de que su estudio se limite a los marxistas académicos. Esto sería trágico. Hemos editado y traducido este libro no para agregar otro volumen a las estanterías de los marxistas anglo parlantes, sino para poner una nueva y excitante arma en las manos de los militantes de la clase trabajadora. Por complejo que pueda ser Marx más allá de Marx –y su dificultad deriva tanto de las complejidades básicas de los Grundrisse  como del propio lenguaje teórico de Negri- su estudio merece el esfuerzo de todo militante que busque nuevas vías para comprender y utilizar al marxismo para la lucha de la clase trabajadora en la crisis actual.

         Para Negri, los Grundrisse representan la "cima del pensamiento revolucionario de Marx"- una cima que puede proveer una poderosa fundamentación para la práctica política revolucionaria. Negri contrasta los Grundrisse  con  El Capital, el que, señala correctamente, ha sido con frecuencia interpretado de un modo objetivista y determinista para justificar políticas reaccionarias. Negri sostiene que es más difícil hacer esto con los Grundrisse. En estos manuscritos descubrimos a un Marx menos pulido pero más apasionado, escribiendo febrilmente en las noches de la crisis de 1857. Los Grundrisse no son un preludio a El Capital, ni tampoco un bosquejo de una obra posterior, más madura.

         En realidad son los Grundrisse la obra más amplia y profunda, y es aquí donde podemos encontrar la más completa y rica elaboración de los conceptos marxistas sobre la lucha de clases como constitutiva y –finalmente- destructora del capitalismo. En esto, Negri difiere de otros intérpretes de los Grundrisse, tales como E. Hobsbawm o Roman Rosdolsky, muchas de cuyas posiciones desafía en el transcurso de este libro.

         Negri inicia su comentario sobre los Grundrisse  observando como la disección que efectúa Marx sobre la teoría del dinero de Alfred Darimon fue un pretexto utilizado para explorar las relaciones entre dinero y crisis, entre dinero y lucha de clases. Muchos de los que lean a Negri escribiendo acerca de Marx podrán objetar que su interpretación de los Grundrisse  es, a veces, también un pretexto para desarrollar su propio análisis acerca de la lucha de clases. Él-pueden protestar- toma de Marx sólo lo que le sirve. Mientras trabaja sobre los manuscritos de Marx,-desdeñando un poco de análisis aquí (sobre el trabajo productivo), lamentando la ausencia de análisis allí (la ausencia de un capítulo dedicado al salario y la subjetividad de la clase trabajadora), disculpando otras muestras de lapsus filosóficos (la ley general del desarrollo histórico), y marcando numerosas instancias de ambigüedad y limitación analítica- resulta obvio que Negri ha armado una interpretación de las principales líneas argumentales de Marx utilizando su propio proceso selectivo. Pero no debe asustarnos el elegir y hurgar entre las ideas de Marx. Esto es lo que siempre han hecho los marxistas, ya sea que se den cuenta o no.  Los marxistas tradicionales han enfocado siempre los elementos objetivistas de Marx, porque se ajustaban mejor a sus necesidades políticas. La teoría crítica parece haber ignorado la teoría de Marx acerca de la clase trabajadora como sujeto, tal vez por un profundo pesimismo adquirido en períodos de crisis. Aquellos de nosotros que compartimos el compromiso de Negri con la renovación constante de la práctica revolucionaria, podemos buscar aquellos elementos de Marx que nos posibiliten el análisis de nuestras propias luchas. Muchas generaciones de marxistas nos han transmitido el hábito de percibir los mecanismos de la dominación. Lo que ahora necesitamos es usar a Marx para descubrir los mecanismos de la liberación. Podemos dejar a los Marxólogos el debate acerca de si Negri interpreta exactamente lo que Marx quería decir. Podemos leer a Negri por Negri, y juzgar por sus propios méritos la profundidad de sus observaciones. Cuando al final del capítulo 5 Negri cuestiona la exactitud de su interpretación, estamos tentados de decir "no importa." Si Marx no quiso decir lo que Negri dice, peor para Marx. Este es, me  parece, el único impulso que nos puede conducir por el sendero de Marx de tal modo que podamos llegar "más allá de Marx."

         La lectura que Negri efectúa de los Grundrisse es lo que yo denomino una lectura política, en tanto su trabajo consiste en mostrar como cada categoría y relación examinada por Marx "se relaciona  y clarifica la naturaleza antagonística de la lucha de clases." Al mismo tiempo-y aquí está el campo de su polémica- examina el sentido de este análisis para la estrategia política de la clase trabajadora. Desde los primeros capítulos de Marx mas allá de Marx, en su investigación de los análisis de Marx acerca del dinero como una crítica del poder, reconocemos que para Negri no existe una esfera "política" separada en Marx. Entendida como el escenario de la lucha de clases, la política es omnipresente; todas las categorías son políticas. No es preciso disecar a Marx más allá de Marx para hallar pasajes "políticos." Cada línea es un momento político. Hay aquí una excitación política que empuja hacia delante al lector, por los pasajes más difíciles, en dirección a los análisis cada vez más concretos de la lucha de clases.

         Este enfoque es radicalmente distinto de aquel del marxismo tradicional, que ha considerado a la política como un sujeto entre otros, en especial distinto de la economía, y, con frecuencia, ocultado cuidadosamente en el altillo de la superestructura. Por años el marxismo ha sido esterilizado al reducirse a una crítica de la hegemonía capitalista y sus "leyes de movimiento." La fascinación de los marxistas con los mecanismos capitalistas de despotismo fabril, de dominación cultural y de manipulación de las luchas de las clases trabajadoras, los ha cegado a la presencia de un sujeto verdaderamente antagónico. La clase capitalista es el único sujeto que reconocen. Cuando observan la lucha de la clase trabajadora, suelen considerarla como una derivación del propio desarrollo capitalista. La auténtica dinámica del desarrollo capitalista es ubicada invariablemente entre las contradicciones " internas" que surgen entre los capitalistas en cuanto competidores.

         La lectura que Negri efectúa de los Grundrisse está hecha para enseñar-o recordar- que siempre ha habido no uno, sino dos sujetos en la historia del capitalismo. Su lectura política sigue el desarrollo cronológico de los manuscritos en dos niveles interconectados; lleva adelante simultáneamente un análisis de los contenidos políticos de las categorías y examina el método utilizado por Marx al desarrollar su trabajo. En ambos niveles, argumenta, observamos una tensión creciente entre la dialéctica del capital y una lógica de separación antagonista de la clase trabajadora. La dialéctica no es algún tipo de ley metafísica de desarrollo cosmológico. Es, en realidad, la forma con la cual el capital busca detener la lucha de la clase trabajadora. En otras palabras, cuando el capital logra aferrar exitosamente la subjetividad de la clase trabajadora al yugo del desarrollo capitalista, ha impuesto la contradictoria unidad de una relación dialéctica. Pero amarrar las luchas de la clase trabajadora, imponer una unidad, implica que el capital debe derrotar a este otro sujeto-la clase trabajadora- que se mueve y desarrolla con su propia lógica separada. Esta lógica, argumenta Marx, es no-dialéctica. Es una lógica de antagonismo, de separación, que caracteriza a una clase que no busca  controlar a otra, sino destruirla, a fin de liberarse a sí misma. Dos lógicas diferentes para dos clases diferentes y opuestas.

         Negri muestra que Marx vislumbró claramente cómo el desarrollo histórico de la sociedad capitalista ha involucrado siempre el desarrollo de la clase trabajadora como un sujeto separado y antagónico- un sujeto que desarrolla el poder de colocar al sistema en crisis y destruirlo. Él señala cómo, en los Grundrisse, Marx logra trazar el desarrollo simultáneo de ambos sujetos. Y cómo Marx, al mismo tiempo que rastrea al capital desde su formal dominación de la producción por medio del dinero, hasta su directa dominación de la producción y la circulación, en el nivel del mercado mundial y las crisis, simultáneamente saca a la luz el crecimiento de la clase trabajadora, desde fuerza de trabajo viviente dominada, al estadio de proletariado industrial, y a su pleno desarrollo como clase revolucionaria en el nivel de la reproducción social. Dos sujetos, unidos por el poder de uno para dominar al otro, pero, también, dos sujetos históricos, cada uno con el poder de actuar, de tomar la iniciativa en la lucha de clases.

         ¿Qué ha sucedido con la hegemonía capitalista? ¿Con la objetividad de las leyes de movilidad del capital? ¿Con la principal fuente del crecimiento capitalista en la interacción competitiva entre los capitalistas? Desde el punto de vista del sujeto clase trabajadora en desarrollo, la hegemonía capitalista es, a lo sumo, un tenue, momentáneo control, quebrado una y otra vez por la lucha de los trabajadores. No nos debe confundir el hecho de que los capitalistas han sido capaces, hasta el momento, de recuperar el control con el concepto de una hegemonía inmodificable. En un mundo de dos sujetos antagónicos, la única objetividad es el desenlace de sus conflictos. Como en la física, donde dos vectores de fuerza crean un vector resultante cuya dirección y magnitud es distinta de la de ambos, así también en la lucha de clases que constituye el desarrollo del capital, las "leyes de movimiento" son los desenlaces no planificados de la confrontación. Sin embargo, en el desarrollo de este choque de subjetividades, el continuado desarrollo de la clase trabajadora desde fuerza de trabajo dominada hacia clase revolucionaria (crecimiento de la fuerza relativa del vector clase trabajadora) debilita el control capitalista e impone sus propias direcciones al desarrollo social. Por esto, la competencia entre capitalistas no es tanto una fuerza conductora, sino lo que Negri llama "sórdidas peleas familiares" sobre las que los dirigentes tratan de imponer disciplina a la clase trabajadora.

         Es este análisis de la subjetividad de la clase trabajadora el que le da a la obra de Negri inmediata importancia para aquellos que el lucha. En este período en el que el capital intenta usar las políticas fiscales y monetarias como armas contra la clase trabajadora, los análisis de Negri nos ayudan a comprender que las crisis capitalistas son siempre crisis de su capacidad de controlar a la clase trabajadora. Una crisis global, como la actual, argumenta Negri, solo puede ser provocada por las luchas combinadas y complementarias de las clases trabajadoras mundiales, operando simultáneamente en la producción y reproducción- en el más alto nivel de socialización. En la lectura de Negri descubrimos todo esto en ese nivel general de abstracción que Marx pudo alcanzar escribiendo en medio de la crisis de 1857. Pero también podemos examinar estas abstracciones dentro de las determinaciones concretas de nuestra propia ubicación y luchas en el interior del capitalismo. La obra de Negri está claramente concebida con este proyecto en mente. ¿Y no es acaso este el aspecto más excitante del marxismo: su utilidad para explorar nuestro propio poder transformador como sujetos vivientes?

         La lectura comienza con las primeras notas de Marx: sobre el dinero, el dinero en la crisis, y, finalmente, el dinero como poder. Dentro y detrás del dinero, Marx descubre el valor, y las relaciones sociales de producción. En el nivel social, el dinero es (por sobre todo) poder capitalista sobre el trabajo. Pero el poder capitalista sobre el trabajo es la capacidad de forzar a la gente hacia el mercado laboral, forzar a la gente a trabajar para el capital en la producción y producir trabajo excedente en el proceso de trabajo. ¿Qué podría ser más relevante hoy, cuando el capital está utilizando políticas monetarias, en los niveles nacionales e internacional, como arma contra el consumo de la clase trabajadora? Más aún, ese ataque monetario sobre el consumo se dirige directamente a forzar a la gente a trabajar, y controlar el intercambio entre trabajo y capital de modo de incrementar las ganancias (trabajo excedente)

         Aún en este estadio, los argumentos de Marx-y los análisis que de ellos efectúa Negri- nos sorprenden con su actualidad y aptitud para aplicar al presente. Si Marx se hubiera detenido aquí, hubiera sido otro marxista más profundizando en la naturaleza de la explotación capitalista. Pero no lo hizo.

         Como señala Negri, Marx comprende claramente que el poder del capital de expropiar trabajo excedente es un poder ejercido sobre un "otro" cuya subjetividad debe ser ajustada a los designios del capital. Marx explora esta subjetividad y descubre que pelea contra la primitiva acumulación de las clases: la forzada creación del mercado laboral y la forzada sumisión de las gentes a la vida de los trabajadores. El explora esta subjetividad y ve que lucha en contra de ser forzada a trabajar.

         Aunque pinta una horrorosa historia del trabajo viviente siendo dominado por el trabajo muerto controlado por los capitalistas, Marx también deja en claro que el trabajo viviente no puede ser muerto totalmente, o el mismo capital moriría. La ironía de la reproducción capitalista es que debe asegurar la continua reproducción del sujeto viviente. El antagonismo es recreado en niveles más y más altos a medida que se desarrolla el capital. Lo que comienza como el horror de un trabajo muerto tipo zombie arrojado contra el trabajo viviente, se transforma, con el tiempo, en un intento cada vez más desesperado del capital de proteger su propia existencia contra una cada vez más poderosa y hostil clase trabajadora. El capital nunca podrá vencer, totalmente y para siempre. Deberá tolerar la continua existencia de una subjetividad ajena que constantemente le amenaza con destruirlo. ¡Qué visión: el capital viviendo en el continuo temor de perder el control sobre la clase hostil que ha generado! Esta es la plácida y pacífica hegemonía capitalista del marxismo tradicional vuelta al revés, transformándose en una pesadilla de la clase gobernante.

         Cuando el trabajo excedente (valor) toma la forma monetaria de ganancia, se vuelve una plusvalía socializada a nivel de capital social. Se vuelve tanto un polo como una medida del desarrollo antagónico del capital. En este punto, la ley de las crisis capitalistas emerge en los Grundrisse  como la continua contradicción entre la clase trabajadora como trabajo necesario y el capital como trabajo excedente. La dinámica fundamental de dicha ley produce la tendencia a la caída de la tasa de ganancia. Esta tendencia, tanto tiempo mistificada por los marxistas, es, en la interpretación que Negri hace de Marx, una manifestación fácilmente comprensible del modo en que la lucha de la clase trabajadora bloquea el desarrollo capitalista. Aunque podamos criticar algunas de las formulaciones de Negri (no es preciso argumentar que la lucha de la clase trabajadora aumenta el trabajo necesario en cuanto dicha lucha fuerza al capital a incrementar la composición orgánica del capital por medio de su estrategia de plusvalía relativa), la verdad básica es aguda y reveladora. Es la continua presión de la clase trabajadora sobre el capital la que acentúa las contradicciones y crea las crisis. Cada vez que el capital responde a las demandas de los trabajadores expandiendo el capital fijo y reorganizando el proceso laboral, la clase trabajadora se recompone políticamente en un nuevo ciclo de lucha. Todas las implicancias de este proceso se ven claramente en las lecturas de Negri de los fragmentos de Marx sobre las máquinas. Vemos como la frenética acumulación de capital fijo le deja menos y menos margen al capital para imponerse al trabajo y extraer trabajo excedente, destruyendo las bases mismas de la dominación capitalista. Cuanto mayor valor pone en acción el capital, menor es la proporción de plusvalía que puede apropiarse. Hoy, mientras el capital procede a sustituir cada vez más máquinas robot para amenazar a los trabajadores industriales, se enfrenta al problema de fondo que Marx vislumbró en los Grundrisse: una creciente dificultad en hallar nuevos caminos para poner a la gente a trabajar, a fin de controlarlos socialmente.

         El análisis del sujeto clase trabajadora en el punto de la producción es, entonces, desplazado en el análisis de Marx a la esfera de la circulación. Aquí Negri trae cuidadosamente el argumento de Marx referido a la circulación como el nervio que organiza y cohesiona no solo los diversos momentos de la producción, sino todas las condiciones sociales de la reproducción. La circulación involucra la socialización del capital- su emergencia como capital social. Pero, de nuevo, no nos quedamos tan solo con una oda a la comprensión de la hegemonía capitalista. Explorando los análisis de Marx sobre la caracterización dual del salario, Negri saca a relucir como funciona el salario para la clase trabajadora. Este es el campo de la circulación en pequeña escala: del intercambio de fuerza de trabajo por salario y el subsiguiente intercambio del salario por valores de uso, aquellos productos del trabajo necesario que satisfacen las necesidades de la clase trabajadora. El salario aparece aquí como poder de la clase trabajadora para imponer sus necesidades, y la extensión de dicho poder está determinada por la propia lucha de clases.

         Una vez más podemos estudiar la inusual pero inspiradora visión del capital luchando desesperadamente por contener un sujeto de la clase trabajadora que se desarrolla autonómicamente. Empeñado en la continua extensión y diversificación de sus propios proyectos y necesidades, al mismo tiempo que rehúsa con más fuerza el control capitalista por medio de la imposición del trabajo excedente. ¿No estamos, otra vez, en un momento contemporáneo del análisis? ¿Qué fueron los ´60 y los ´70, si no una simultánea explosión de las necesidades autónomas y del rechazo al trabajo capitalista? ¿Qué son los ´80, sino una renovada ofensiva capitalista para contener la explosión de necesidades, hacerlas retroceder por medio de un vicioso ataque al consumo, al salario?

         Negri argumenta que el análisis de Marx alcanza sus más altos niveles en el tema del mercado mundial, donde el imperialismo capitalista, escapando de los obstáculos que la lucha de clase le plantea a nivel local, expande su antagonismo de clase por todo el planeta. Este es el momento del mercado mundial, pero también de la factoría mundial y de la clase trabajadora internacional. Desde este momento, el capital sólo puede responder al ataque de la clase trabajadora reorganizando internacionalmente su moderno aparato industrial e intentando reorganizar la reproducción global del trabajo y del mercado laboral. ¿No es este el actual proyecto del capital en crisis? ¿No es la denominada "reindustrialización" una reestructuración capitalista diseñada para descomponer el poder de la clase trabajadora que creó la crisis, y crear nuevas condiciones de desarrollo? Ciertamente, intenta hacer esto de muchos modos, en muchos países.

         Pero la crisis continúa, pues el capital ha fracasado en producir esa descomposición. Y ese fracaso es, simultáneamente, una medida del poder de la clase trabajadora para proteger el terreno ganado, e, incluso, en algunos lados, llevar adelante su ofensiva. Escuchar las monótonas letanías de los himnos del marxismo tradicional al poder capitalista es estar aplastado y agotado por el destino. Leer a Negri-y por su intermedio a Marx- es recobrar la fuerza con el sentido del movimiento y el dinamismo de la clase trabajadora. ¡Es comprender lo tenue del control capitalista, y las posibilidades reales, tangibles, de su destrucción!

         Al final del libro, Negri enfoca directamente la cuestión central derivada de la emergencia de la subjetividad de la clase trabajadora: la revolución, el fin del capitalismo y la creación de una nueva sociedad. El eje de su discusión de este tema recuerda al Manifiesto Comunista, pues subraya las derivaciones de sus lecturas de los Grundrisse para la emergencia de una nueva sociedad comunista (conserva el término marxista), y rechaza otras posturas contemporáneas.

         En el lenguaje del marxismo tradicional, la revolución y la emergencia de una nueva sociedad han sido siempre asociadas a la cuestión de la "transición": el pasaje por el socialismo hacia el comunismo. Negri argumenta enérgicamente que esto es inconsistente con los análisis de Marx en los Grundrisse. La única "transición" en dicho trabajo es la reversión y la derrota de todas las determinaciones capitalistas por el sujeto revolucionario. Como los medios principales de dominación social capitalista son la imposición del trabajo y el trabajo excedente, la subordinación del trabajo necesario al trabajo excedente, Negri ve como uno de los dos aspectos fundamentales de la lucha de la clase trabajadora a la lucha contra el trabajo. En cuanto la ganancia es la medida del control y desarrollo capitalistas, Negri sostiene que el rechazo del trabajo determina la transición hacia el exterior del capital. El rechazo del trabajo aparece como una praxis constitutiva que genera un nuevo modo de producción, en el cual la relación capitalista es revertida y el trabajo excedente es totalmente subordinado a las necesidades de la clase trabajadora.

         El segundo lado positivo de la lucha revolucionaria es la elaboración de múltiples proyectos auto-determinados de la clase trabajadora en el tiempo libre de trabajo, y en la transformación del trabajo en sí mismo. Negri denomina autovaloración a este proyecto auto-determinado. El comunismo, pues, está determinado tanto por el rechazo al trabajo que destruye la unidad impuesta por el capital como por la auto valoración que construye diversidad y una "rica multilateralidad independiente."

         En este punto resulta claro que Negri rechaza al "socialismo" en tanto una forma avanzada de capitalismo (en el mejor de los casos) Su mayor objeción es que, mientras el socialismo es entendido como una redistribución planificada del ingreso y la propiedad, invariablemente retiene la imposición planificada del trabajo, fracasando en escapar a la dinámica de la extorsión capitalista del trabajo excedente y la subordinación de las necesidades a la acumulación. Cualquier régimen  o partido socialista existente puede ser tomado como ejemplo. Pero este punto es más que una crítica a la participación del Partido Comunista Italiano en la imposición de la austeridad, o a los campos de trabajo soviéticos. Es una afirmación de que el concepto de socialismo nunca ha comprendido la cuestión central: la abolición del trabajo o la liberación de la sociedad del fetichismo estrecho de la producción. El socialismo solo puede constituirse en una alternativa represiva al colapso del capitalismo de mercado- un estadio más avanzado de planificación capitalista a nivel del Estado. Hoy, cuando existe un creciente movimiento "socialista" en los Estados Unidos, exhortando por una planificación nacional, la nacionalización de la industria, y "más empleos", los argumentos de Negri merecen la mayor atención.

         Negri también rechaza todos los enfoques utópicos sobre la conceptualización del fin del capitalismo. Muy de acuerdo con la tradición de Marx de rechazar las utopías, Negri se rehúsa a pensar en la transición en términos de alcanzar algunos objetivos preconcebidos, aunque loables. En este punto el marxismo científico no solo demanda que el actual movimiento sea continuado hacia el futuro, sino, sostiene Negri, que debemos reconocer que este movimiento ocurre sin determinaciones ni teleología. En esta interpretación de Marx nos encontramos simultáneamente libres del enceguecedor romanticismo de la utopía y el paralizante peso del determinismo. El movimiento central actual que constituirá el futuro es el del sujeto revolucionario revirtiendo las determinaciones capitalistas y constituyendo su propia auto valorización. La lógica antagónica de la separación de la clase trabajadora concluye haciendo estallar y destruyendo la dialéctica del capital. Destruye todas las fórmulas binarias, como dice Negri, reventando el pegamento dialéctico y liberando un juego multidimensional y cambiante de necesidades y proyectos humanos.

         Al descubrir que el sujeto revolucionario es auto-constituyente y rico en multilateralidad, nos descubrimos libres de la tradicional fórmula organizativa del partido. No hay aquí lugar para ninguna formulación estrecha de "intereses de clase" a ser interpretados por una elite revolucionaria. Solo cabe la multiplicidad de necesidades y proyectos determinados autonómicamente. Aunque Negri no se ocupa aquí de la organización revolucionaria –no es en este momento su proyecto– rechaza fuertemente una variante del tema del partido: la violencia voluntarista que solo niega la violencia capitalista, la que, al no organizarse sobre la base material de la auto valorización revolucionaria, cae en el terrorismo. Es este uno de los muchos lugares de su obra en los que se posiciona a distancia y en contra de aquellas vanguardias armadas con las cuales lo ha asociado el Estado italiano como excusa para encarcelarlo.

         Para resumir la línea argumental de Marx en los Grundrisse: el capitalismo es un sistema social con dos subjetividades, en el cual un sujeto (el capital) controla al otro sujeto (la clase trabajadora) por intermedio de la imposición del trabajo y el trabajo excedente. La lógica de este control es la dialéctica que constriñe al desarrollo humano dentro de los límites de la valorización capitalista. Por ello, la lucha central de la clase trabajadora en cuanto sujeto independiente se orienta hacia la ruptura del control capitalista mediante el rechazo del trabajo. La lógica de este rechazo es la lógica de la separación antagónica, y su realización socava y destruye la dialéctica capitalista. En el espacio ganado con esta destrucción, la clase revolucionaria construye sus propios proyectos independientes –su propia auto-valorización. La revolución es, por lo tanto, simultáneamente, el derrumbe del capital y la constitución de una nueva sociedad: el comunismo. El rechazo del trabajo se transforma en la abolición planificada del trabajo basada en la constitución de un nuevo modo de producir una sociedad multidimensional nueva.

         ¿Cuáles son las implicaciones de aprender a leer políticamente las categorías de los análisis de Marx? Por un lado podemos reinterpretar la cuestión de El Capital. Negri es absolutamente correcto cuando sostiene que El Capital  ha sido por lo general interpretado de un modo objetivista. Pero ahora queda claro que hay una alternativa. Ahora que hemos aprendido a reconocer y evitar las trampas del objetivismo, y a efectuar un análisis político o clasista de las categorías de Marx, podemos leer El Capital (o cualquiera de los escritos de Marx) de este modo. Hay numerosos aspectos de los análisis que Marx efectúa en los Grundrisse que se hallan analizados con más cuidado y profundidad en El Capital. Sin duda podemos beneficiarnos con el estudio de este material. Cuando leemos El Capital políticamente, como he tratado de hacer siempre, generamos una interpretación que no sólo es consistente con las líneas principales del libro de Negri, sino que, además, agudiza y enriquece el análisis- el fruto de diez años de trabajo de Marx, de 1857 a 1867, cuando apareció el primer volumen de El Capital.

         Seguimos los pasos de Marx "más allá de Marx" cuando leemos a Marx políticamente, desde el interior de la lucha de clases, y cuando criticamos a Marx desde la posición ventajosa de nuestras necesidades. Es exactamente este tipo de lectura y crítica la que Negri ha llevado a cabo. Esto es lo que vuelve a su trabajo valioso y excitante.

 

Prefacios del Autor

 

I

 

 

 

En estas lecciones he reunido todos los materiales que utilicé para nueve seminarios sobre los Grundrisse en la École Normale Supérieure (Rue d’Ulm) en la primavera de 1978. Primeramente debo agradecer a Louis Althusser por invitarme a dictar estos seminarios, que no hubieran sido posibles sin la ayuda fraternal de Roxanne Silberman, Yann Moulier, Daniel Cohen, Pierre Ewenzyk, Danielle y Alain Guillerm. Si mis sugerencias fueron más importantes que sus intervenciones críticas, no lo se. Lo cierto es que todo fue mezclado junto en el texto. Otras discusiones me resultaron útiles durante mi estada en París. Por un lado, deseo agradecer a Felix Guattari por todo lo que me dio (y es mucho), por otro, a los camaradas para quienes trabajé en la Université Paris Septieme (Jussieu). Lo último, pero no lo menos importante, es agradecer a todos aquellos cabezas duras quienes, forzándome a emigrar, me obligaron a reunir mis ideas mucho mejor de lo que hasta ese momento había hecho.

 

 

A.   N.

Milán, 1978

 

 

 

II

 

 

 

Prefacio del Autor a la Edición inglesa

 

 

Queridos lectores de lengua inglesa,

 

Me han pedido que piense nuevamente en Marx más allá de Marx. Estos son apuntes para unas lecciones que enseñé en la primavera de 1978 en la École Normale de París. Me parece que ha pasado un siglo desde entonces. Recordando este libro, me gusta. Pero es como si otra persona lo hubiera escrito, no yo. Una persona libre, mientras yo he estado en prisión por centurias. Debo por ello efectuar un supremo acto de abstracción para poder conversar con el autor de ese libro. El autor es libre; yo, un prisionero. Intentaré, con esfuerzo, imaginar un diálogo entre un hombre libre, autor de Marx más allá de Marx, y un prisionero.

 

 Hombre libre: "Estas lecciones son sólo eso, y deben ser tomadas como un momento de reflexión y pasaje."

Prisionero: "Este me parece ser el caso. Creo que cuando usted consideró este pasaje y experiencia, lo hizo como si estuviera muy próximo, como si el comunismo ya fuese una sustancia viviente."

Hombre libre: "Ciertamente, aún creo en eso. Estas lecciones tienen muchas limitaciones, pero también una ventaja fundamental: la de ser frescas, impolutas. Esta frescura puede haber llevado a un desarrollo importante del análisis, a una lozana madurez."

Prisionero: "Un trabajo transicional, entonces. ¿Pero a donde quería llegar? ¿Adónde lo llevó su revisión de Marx?"

Hombre libre: "Más allá de la desfiguración del marxismo operada por los marxistas. El marxismo muestra a Marx como un profesor y no como un militante. Más aún, el marxismo nos muestra a Marx como el autor del viejo capitalismo competitivo, incapaz de hacer frente al capitalismo social del momento actual. Odio esta traición, como odio el embalsamamiento."

Prisionero: "Estoy de acuerdo con usted, y con sus motivos. Pero ¿es posible?."

Hombre libre: "Marx toma la teoría clásica del valor, pero, por sobre todo, encontramos en él la crítica a la ley de la plusvalía. Pero Marx no es un clásico, él está más allá de todo eso."

Prisionero: "Pero la crítica a la ley del valor, en tanto ella se presenta como ley de la plusvalía, nos lleva al catastrofismo. ¿No es la suya una variante extremista del marxismo?."

Hombre libre: "La crítica de la ley del valor y/o la plusvalía tiene indudables connotaciones catastróficas, pero estas son dejadas a un lado en Marx más allá de Marx, donde se insiste en la definición de la subjetividad del pasaje al comunismo, como un proceso que se desarrolla concomitantemente con la crisis de la ley del valor."

Prisionero: "Probablemente yo estoy en la cárcel por no haber comprendido eso totalmente. ¿No quisiera explicármelo un poco mejor?."

Hombre libre: "Ciertamente. Los Grundrisse de Marx hallan y deshacen la ley del valor. En los Grundrisse, Marx aparece como un militante comunista que fuerza los límites teóricos del análisis clásico del valor, y quien justifica la esperanza comunista. El no se engaña sobre la inminencia del proceso, pero acentúa su necesidad subjetiva. Y usted, mi amigo prisionero, ha sido un tonto. Si no está de acuerdo con esto, ¿porqué sufre la prisión?."

Prisionero: "No me gustan los argumentos ad hominem, siempre fáciles para aquellos que están afuera. En realidad, aquí en la cárcel, estoy por cierto sujeto tanto a la ley del valor como a la de la plusvalía. Concretadas en un inmenso sistema de dominación, me pesan de modo insoportable."

Hombre libre: "Eso es justo lo que se dice en Marx más allá de Marx, y no comprendo como no pudo entenderlo. El desplazamiento capitalista de la ley del valor –lo que Marx denomina el proceso de la subsunción real– disloca las relaciones de explotación como un todo. Transforma la explotación en una relación social global. Cárcel equivale a fábrica."

Prisionero: "No necesita convencerme de que el mundo es una prisión, pero ¿cómo salir de ella?."

Hombre libre: "El gran problema planteado en Marx más allá de Marx es aquel de la definición del antagonismo en esta subsunción real. Qué significa luchar contra el capital cuando este ha subyugado todo el tiempo de vida, no sólo el de la jornada laboral, sino todo el tiempo. La reproducción es como la producción, la vida es como el trabajo. En este nivel, romper con el capital es romper la prisión."

Prisionero: "Me parece que estas denominadas teorías post-modernas revelan la potencia social del capital, pero al reconocer que el capital ocupa a la totalidad de la sociedad, niegan la posibilidad de la lucha de clases en este nivel."

Hombre libre: "Seguramente, los post-modernos mistifican. En realidad, la operación de la subsunción real no elimina al antagonismo, sino que lo desplaza al nivel social. La lucha de clases no desaparece; se transforma en todos los momentos de la vida cotidiana. La vida cotidiana de un proletario se coloca como un todo contra la dominación del capital. La subsunción real, lejos de eliminar al antagonismo, lo enriquece enormemente."

Prisionero: "Bien, crítica de la ley del valor, su efectividad sólo en el nivel social, el desplazamiento simultáneo de la dominación y la lucha de clases... Mire, prácticamente, ¿cómo funciona todo esto?."

Hombre libre: "Funciona en la totalidad de la vida diaria: ‘Mi vida contra la suya, perro del amo social! ¡Mi tiempo contra el suyo!’ Todos los problemas de la explotación son ahora problemas políticos inmediatos. Sólo cuando tenemos en mente la crítica de la plusvalía dentro del marco de la subsunción real, sólo entonces tenemos la capacidad de someter a una crítica comunista los actuales planes básicos de dominación."

Prisionero: "Antagonismo de clase en el mundo post-moderno. Tal vez tenga razón. Esto significa, en este punto, llenar con contenido material la lucha contra el poder."

Hombre libre: "Precisamente. Con la convicción de que la lucha contra la organización capitalista de la producción, del mercado laboral, de la jornada laboral, de la reestructuración de la energía, de la vida familiar, etc., todo esto involucra a la gente, a la comunidad, a la elección del estilo de vida. Ser comunista hoy significa vivir como comunista."

Prisionero: "Creo que esto es posible aún en prisión. Pero no fuera de ella, al menos hasta que usted nos libere a todos."

Hombre libre: "Tiene razón. Marx más allá de Marx también dice esto. Pero no sea impaciente, ya que usted sabe bien que la teoría le permite enfrentar todo esto."

 

Fin del diálogo. Aquellos que sientan que están solos, tengan esperanzas. Esperanzas de que se ha dicho la verdad, y que la verdad es revolucionaria. Un abrazo para todos.

 

 

 

                                                                                     A. N.

                                                                                     Prisión de Rebibbia

 

 

* Lección 1

 

 

Los Grundrisse, un trabajo abierto

 

 

   Eric Hobsbawm ha dicho de los Grundrisse que son "una clase de taquigrafía intelectual, personal y, a menudo, indescifrable." La pertinencia de este juicio es reafirmada por Enzo Grillo en la introducción a su memorable traducción italiana. No hay dudas que, en lo que concierne a su lectura y traducción, acordamos con este juicio: los Grundrisse constituyen un trabajo sumamente difícil. Pero no debemos exagerar el carácter esotérico de esta obra de Marx, subrayando ciertos pasajes. De hecho, la dificultad proviene más de la forma del manuscrito, del carácter problemático de su elaboración, que de la sustancia del razonamiento. Si examinamos el proyecto de Marx en toda su extensión y densidad, la línea directriz aparece claramente y solo es parcialmente confundida por las dificultades de una escritura impaciente, el carácter coyuntural de algunas polémicas y el sesgo experimental de algunos desarrollos. Hubo una extrema urgencia que condujo al nacimiento de esta primera gran síntesis política del pensamiento de Marx: "La crisis Americana –que previmos en la edición de noviembre de 1850 de la revista que estallaría en Nueva York– es fantástica", le escribe Marx a Engels el 13 de noviembre de 1857, "aunque mi situación financiera es desastrosa; no me he sentido tan bien desde 1849 como con este estallido." "Estoy trabajando como un demente durante noches enteras a fin de coordinar mis trabajos sobre economía, y reunir los Grundrisse antes del diluvio." (Para Engels, diciembre 12, 1857) "Estoy trabajando como un condenado. A veces hasta las 4 de la mañana. Es un doble trabajo: 1) la elaboración de algunos aspectos fundamentales de la economía... 2) la crisis actual." (Para Engels, diciembre 18, 1857. Ryazanov, los editores de los Grundrisse, Rosdolsky, Vygodskij, y, por último, nadie mejor que Sergio Bologna han clarificado ampliamente el nacimiento de los Grundrisse, su relación con el trabajo realizado por Marx para el New York Daily Tribune, las conexiones con los trabajos subsiguientes, la situación política nacida de la crisis de 1857-58, y las expectativas y esperanzas de Marx y Engels. No puedo hacer nada mejor que remitir al lector a esas discusiones.

   Lo que deseo es insistir en otro elemento: es una pregunta sobre las bases de la síntesis en el nivel teórico-práctico del proyecto de Marx. La inminencia de una crisis no es simplemente ocasión para un pronóstico histórico; se transforma en una síntesis político-práctica. La inminencia de la catástrofe es sólo catastrófica para el capital, en tanto es la posibilidad del partido, la posibilidad de establecer el partido. La descripción de la crisis inminente es, al mismo tiempo, una polémica contra el "verdadero socialismo", contra todas las mistificaciones y travestidos del comunismo. El "trabajo de los condenados" en el área de la teoría es un impaciente rechazo de los eclipses en la práctica: si esta práctica no se da –la Correspondencia  recorre plenamente su doloroso nacimiento– el análisis debe descubrirla a medida que ocurre, en la medida en que el análisis expone la subjetividad revolucionaria implicada en la crisis. El carácter sintético de la obra de Marx se encuentra dentro de esta relación entre el presagio y el diluvio: las catástrofes para el capital son el partido, el despliegue de la subjetividad comunista y la voluntad y organización revolucionarias. La crisis reactiva la subjetividad y la hace aparecer con toda su potencialidad revolucionaria en el nivel determinado por el desarrollo de las fuerzas productivas. La síntesis significa los lazos entre el carácter puntual y catastrófico de la crisis, las reglas del desarrollo, y la dinámica de la subjetividad. Donde estos diferentes términos se unen, la dialéctica gobierna. Y no es accidental si, a lo largo de la actividad del cronista y polemista apuntando a un periódico americano, a lo largo de la exploración crítica de las categorías de la economía política, encontramos a Hegel presidiendo sobre el nacimiento de los Grundrisse: "Por otra parte, estoy haciendo grandes progresos. Por ejemplo, he tirado por la borda toda la teoría de la ganancia existente hasta ahora. En la medida que el método avanza, el hecho de haber leído, otra vez, por mero accidente, la Lógica de Hegel me ha prestado un gran servicio." (Para Engels, enero 14, 1858) "Por mero accidente" pero no "ocasionalmente"; y Marx continúa, "Si alguna vez tuviera tiempo para un trabajo de este tipo, desearía enormemente hacerlo accesible para el intelecto del hombre común... cuanto hay en el método de Hegel de racionalidad y mistificación." Lo metódico-racional que Marx busca aquí es lo teórico-práctico de la insurrección revolucionaria. La inminencia de la crisis demanda esta racionalidad. El acercamiento de Marx a Hegel se produjo mucho tiempo atrás; aquí es solo cuestión de volver atrás hacia él, de un modo científico y crítico. De Hegel es cuestión de tomar prácticamente lo que constituye su contribución irreducible: el espíritu de la síntesis teórico-práctica.

 

   Examinemos el texto, o los textos, publicados por el Instituto Marx-Engels de Moscú en 1939-41, bajo el título de Grundrisse der Kritik der politischen Oekonomie. Aquí están las partes y fechas, tomadas de Grillo (Prefazione ai Lineamenti I, p. X-xi):

        

1)    El Einleitung contenido en un único manuscrito M, escrito entre el 23 de agosto y mediados de septiembre de 1857.

2)    El manuscrito de 7 cuadernos (los Grundrisse) numerados y a menudo fechados por el mismo Marx, excepto el primero, en el orden siguiente:

Cuaderno    I: octubre 1857.

                  II: alrededor de noviembre de 1857.

                  III: 29 de noviembre- mediados de diciembre de 1857, más o menos.

                  IV: alrededor de mediados de diciembre de 1857, febrero de 1858.

                  V: 22 de enero de 1858- alrededor de comienzos de febrero de 1858.

                  VI: alrededor de febrero de 1858.

                  VII: fines de febrero-marzo, fines de mayo, principios de junio de 1858.

         Los textos secundarios, que constituyen el Anhang, y están directamente enlazados con los precedentes son:

3)    El borrador de Bastiat und Carey, escrito en julio de 1857, antes del Einleitung. Originalmente, este texto comprendía las primeras siete páginas del tercer cuaderno de los Grundrisse.

4)    El Index zu den 7 Heften, escrito en junio de 1858, e insertado en el mismo cuaderno M que contiene el Einleitung.

5)    El Urtext escrito entre agosto y noviembre de 1858. Ocupa dos cuadernos no fechados, de los cuales el primero está marcado B’, y el segundo dividido en dos partes, B’’ y B’’ II.

6)    El Referate relacionado con el contenido de los cuadernos M (Einleitung), II-VIII (Grundrisse), (Urtext); escrito alrededor de febrero de 1859 y hallado al final del cuaderno B’’.

7)    El Planentwurf, de 1859.

8)    Una serie de extractos concernientes a la teoría del dinero de Ricardo, hallados en el cuarto de los 24 cuadernos entre 1850-53, y fechados: Londres, noviembre 1850- diciembre 1850.

9)    Una gran serie de extractos sistemáticos de la tercera edición de Ricardo de los Principios de Economía Política, hallados en el octavo cuaderno de las series anteriores, escritos entre abril y mayo de 1851. Están precedidos por dos textos muy breves: una lista de categorías halladas en Ricardo y una tabla de contenidos de los Principios. Es parte de un cuaderno fechado en 1851 por Engels, que también contiene la última parte del manuscrito llamado Das vollendete Geldsystem, aún no publicado.

 

   Mi atención se enfocará aquí, esencialmente, en el cuaderno M y los siete cuadernos escritos entre octubre de 1857 y la primavera de 1858. El bosquejo sobre Bastiat y Carey es también muy importante porque une la polémica contra Proudhon con la obra "americana" de Marx. Como veremos, el Index  y el Referate han sido en general tomados en cuanta en el texto, en aquellos citados y en el sumario.

   Ahora, si hacemos a un lado momentáneamente el Einleitung, los Grundrisse aparecen, a primera vista, como un trabajo fragmentado e incompleto; pero esto no significa que los cuadernos no posean un centro y una muy fuerte dinámica. El argumento transcurre por los siguientes momentos: desde el análisis del dinero a la definición de la forma de intercambio (valor) en el cuaderno I; el segundo cuaderno enfatiza el pasaje dinero-capital; de la plusvalía al capital social es el objeto del cuaderno III; la plusvalía y la ganancia comienzan a ser consideradas en el cuaderno IV, del cual la parte fundamental está consagrada al crítico proceso del capital en circulación; en el cuaderno V, tras un prolongado paréntesis sobre las formas precapitalistas (veremos luego la justificación para la inserción de este material) el análisis se ocupa nuevamente de la cuestión del proceso de circulación y las condiciones para la  reproducción  del capital social; el sexto cuaderno coloca, explícitamente, el tema de capital como fuerza colectiva y el antagonismo colectivo de trabajadores-capitalistas; en el séptimo cuaderno, la crisis de la ley del valor y su transformación (otra vez el tema de la ganancia) nos conduce a una definición más precisa de la crisis de las condiciones objetivas y subjetivas de la producción de capital. Vemos así, a lo largo de los Grundrisse, un movimiento hacia delante de la teoría, un movimiento más y más ajustado que nos permite percibir el momento fundamental que constituye el antagonismo entre el trabajador colectivo y el capitalista colectivo, antagonismo que aparece bajo la forma de la crisis. Hay dos pasajes teóricos fundamentales: en la primer parte de los Grundrisse está la definición de la ley del valor en la forma de la plusvalía, en otras palabras, la primera formulación desarrollada de la ley de la plusvalía; en la segunda parte hay una extensión de la teoría de la explotación (la ley de la plusvalía) dentro de los mecanismos de la reproducción y circulación del capital, y de allí el traslado de la ley de la explotación dentro de la ley de las crisis y la lucha de clases por el comunismo.

 

   Podemos detenernos en este momento para comenzar a examinar la importancia excepcional de los Grundrisse. Y esta importancia está subrayada por el hecho de que en los Grundrisse podemos leer el bosquejo del futuro desarrollo de la obra de Marx, el bosquejo del Capital. Podemos tomar de Rosdolsky la lista de proyectos previstos por Marx y el borrador de las más importantes modificaciones ocurridas entre el bosquejo de los Grundrisse (que Rosdolsky denomina "la estructura original") y el del Capital  (o la "estructura modificada") (ver Tabla I)

   ¿Pero es correcto este enfoque filológico? Tengo algunas dudas. Pero por el momento lo dejaré aquí; veremos, cuando avancemos en esta investigación, si estas dudas nos conducen a algo positivo. Solo digamos en este punto que una duda es de orden filológico: me pregunto a mí mismo si es correcto considerar la obra completa de Marx, El Capital, como el libro que recopila exhaustivamente toda la investigación de Marx. La génesis del Capital, de la que nos hablan nuestros ilustrados y conocedores camaradas, es, según mi criterio, invalidada por el hecho de suponer que el Capital constituye el punto más desarrollado del análisis de Marx. Para ver que esto es lo que creen, solo tenemos que ver, por ejemplo, la explicación dada por Rosdolsky (p. 61-62) para la "renuncia"  de Marx a escribir un libro sobre el salario. Ciertamente, este libro, anunciado en los Grundrisse, no existe, y parte del material recopilado para este capítulo fue, finalmente, incorporado al volumen I del Capital. ¿Pero es esto suficiente evidencia para sostener que Marx "renunció" a ello? Si a esta duda filológica le agregamos otras, más sustanciales, la cuestión se vuelve aún más problemática. El salario, tal como aparece en el primer volumen del Capital, es, por un lado, una dimensión del capital, por otro, desempeña el rol de motor en la producción-reproducción del capital. Las páginas sobre la lucha por la reducción de la jornada laboral son fundamentales para esta cuestión, y desde tres puntos de vista: la dialéctica entre trabajo necesario y trabajo excedente, la función reformista del salario, el rol del estado en la modificación / regulación de la jornada laboral. Estas tres perspectivas, como las hallamos en los Grundrisse, derivan luego en un concepto del salario en el que el antagonismo rebota en el concepto de la clase trabajadora – el cual, en los Grundrisse, es siempre un concepto de crisis y catástrofe para el capital, sin dejar de considerar que es, también, una poderosa alusión al comunismo. Este volumen específico sobre el salario, que es previsto formalmente en el esquema de los Grundrisse, este concepto del salario que en los Grundrisse está fuertemente unido al de la clase trabajadora y al de la subjetividad revolucionaria ¿podemos realmente hallar estos nexos en el primer volumen del Capital? Debemos responder a esta pregunta. Permítasenos decir ya que, en nuestra opinión, el camino usual transitado por los intérpretes más famosos no nos parece el correcto. ¿No podría ser, como se ha sugerido en las líneas iniciales, que el Capital sea solo una parte, y una parte no fundamental, de la totalidad de la temática marxiana? ¿Una parte que ha sido sobrevaluada por ser la única desarrollada acabadamente, y, por razones menos nobles, una parte que puede, por su naturaleza parcial, limitarse y posibilitar retrocesos interpretativos inadecuados para el espíritu de la totalidad de la obra de Marx? Kautsky, que poseía todos los manuscritos de Marx, publicó (con errores vulgares) Einleitung en 1903 (Neue SEIT, XXI, 1) pero no publicó el resto de los Grundrisse. ¿Un accidente? Tal vez. Pero, en realidad, las vicisitudes del movimiento revolucionario prueban lo contrario. El hecho es que los Grundrisse no son un texto que pueda ser usado solamente para estudiar filológicamente la constitución del Capital; son, también, un texto político que conjuga una apreciación de las posibilidades revolucionarias creadas por la "crisis inminente" junto con la voluntad teórica de sintetizar adecuadamente las acciones comunistas de la clase trabajadora ante la crisis; los Grundrisse son la teoría de la dinámica de esta relación. La lectura de los Grundrisse nos fuerza a reconocer no su homogeneidad sino sus diferencias con otros textos marxianos, en particular el Capital. Inversamente, el Capital es, tal vez, sólo una parte del análisis de Marx. Más o menos importante. En cualquier caso, su efectividad es a menudo limitada y transformada por su presentación categórica. Nuestros camaradas italianos reconocen que "el hechizamiento del método" es débil en el Capital, y concluyen que esto "bloquea la investigación." La objetivización de las categorías en el Capital bloquea la acción de la subjetividad revolucionaria. ¿No es el caso –y veremos esto en breve– que los Grundrisse son un texto dedicado a la subjetividad revolucionaria? ¿No reconstruyen lo que la tradición marxista ha dejado a un lado con frecuencia, es decir, la unidad de la constitución y el proyecto estratégico de la subjetividad de la clase trabajadora? ¿No presentan a Marx como un todo, cuando otros textos lo dividen y dan definiciones unilaterales?

 

   Susurros, charlas perdidas, guiños, esos han sido los modos con los que los intérpretes han abordado a los Grundrisse y su excepcional densidad. Desde este punto de vista, la tesis de Vygodskij constituye un decisivo paso adelante. Su tesis es que Marx desarrolla finalmente la teoría de la plusvalía en los Grundrisse (cuadernos de octubre-junio 1857-58), tras haber adquirido en la década de 1840 la teoría clásica del valor, y en la década de 1850 la teoría del materialismo histórico (El Einleitung, que data de agosto-septiembre de 1847, debería ser agregado a este período en el desarrollo del pensamiento de Marx) Rosdolsky, por ejemplo, no considera esto (p.2) Para él, los Grundrisse son solo una fase importante en la evolución de un pensamiento continuo que conduce al Capital ("para 1848, su teoría de la plusvalía, piedra angular de su sistema económico, estaba establecida en sus fundamentos, y solo restaba trabajar los detalles teóricos, proceso que podemos estudiar en detalle en el Bosquejo") Fueron solo la primera fase de un desarrollo que ocurrió por medio de ajustes, correcciones y sucesivos pulimentos. Pero aún este paso teórico avanzado de Vygodskij –porque comprender el movimiento hacia delante por quiebres y saltos constituye una profundización de un elemento teórico en el pensamiento de Marx– no conduce a resultados determinantes. Esto no es simplemente porque Vygodskij fracasa en ir más allá del descubrimiento de la plusvalía, sino, también, porque no comprende en totalidad la importancia de este descubrimiento. El desarrollo de la teoría del valor como teoría de la plusvalía, el reconocimiento de la plusvalía como la forma histórica del valor, significa el desarrollo de un "proyecto revolucionario inmediato." (Carta a Lasalle, 15 de septiembre de 1860) Esto significaría el hallazgo de una palanca teórica antagónica al capital, una teoría de la explotación social, para volcarla hacia la composición de clase como subjetividad de la lucha. La teoría de la plusvalía –como ha mostrado Isaac Rubin– se vuelve así el centro dinámico, la síntesis dinámica del pensamiento de Marx, el punto donde se unen el análisis objetivo del capital con el análisis subjetivo del comportamiento de clase, donde el odio de clase penetra su ciencia. Pero aún esto es insuficiente. Hasta aquí solo tenemos el significado del descubrimiento de la ley de la explotación. Debemos aún descubrir todas sus implicancias, seguir sus efectos y repercusiones en su totalidad. Debemos, por lo tanto, ir desde el descubrimiento de la plusvalía y su perfeccionamiento teórico hacia el análisis de los vínculos entre producción / reproducción, circulación / crisis, capital social / subjetividad de la clase trabajadora y, otra vez, desarrollo / crisis / comunismo. Debemos ver cómo la totalidad de este proceso es permanente modificada por el antagonismo fundamental y arrastra la marca de la explotación. En otras palabras, la unidad dinámica del proceso de plusvalía no elimina, de ningún modo, la separación de los sujetos (trabajo asalariado y capital), sino, por el contrario, empuja cada mediación (forma del valor, dinero, formas de trabajo o intercambio, etc) hacia su punto de contradicción y su superación. La crisis y la lucha de clases están articuladas tan profundamente que la primera toma la forma, dentro de esta dialéctica antagónica, de catástrofe, mientras la segunda toma la forma del comunismo – el polo físico, real, de una voluntad implacable, necesaria para eliminar al adversario. El materialismo histórico –el análisis especificado de la composición de clase– recibe aquí un nuevo contenido, dentro de la abstracción de la crítica de la economía política, y las leyes de las crisis son mediadas por la emergencia concreta de la lucha de clases. ¿Queda lugar para alguna ambigüedad? ¿Alguna de las ambigüedades derivadas de la interpretación del Capital? No lo creo. Porque no hay aquí ninguna posibilidad, incluso bajo la forma de paradoja, de destruir el dinamismo de este proceso por medio de una hipóstasis, de intentar esclerosarlo en una totalidad con sus propias leyes de desarrollo que uno pudiera poseer, dominar o revertir. No, aquí la dominación o la reversión pueden ser logradas solo por aquellos que participan de una relación antagónica. Por fuera del antagonismo no sólo no hay movimiento, sino que ni siquiera existen las categorías. La originalidad, la felicidad, la frescura de los Grundrisse se basa enteramente en su increíble apertura. El paradójico carácter no-conclusivo de la ciencia deriva necesariamente del hecho que contiene una determinación subjetiva. ¿Porqué encontramos, entonces, tanta timidez en la lectura e interpretación de los Grundrisse? La línea directriz de la posibilidad y voluntad de la revolución se halla en el movimiento desde la plusvalía hacia la articulación social capital – crisis – subjetividad – comunismo, derivando de aquí la función del antagonismo en la reproducción de la relación capitalista. Los Grundrisse constituyen el acercamiento subjetivo ("la crisis inminente") al análisis de la subjetividad revolucionaria en el proceso del capital. Los cuadernos representan el punto más fuerte del análisis y la imaginación en la voluntad revolucionaria de Marx. Todo el dualismo formal sobre el que se suscita tanto debate (análisis teórico del capital opuesto al análisis político, dialéctica opuesta al materialismo, objetividad opuesta a subjetividad) es fundido en la realidad de aquel dualismo que constituye, antagónicamente, el proceso capitalista.

 

   Todo lo precedente será demostrado. Pero ahora me parece oportuno y honesto dejar de lado mis tesis, dado la chatura, las evaluaciones y narraciones ambiguas de las que han sido objeto los Grundrisse. Hasta este momento, a fin de caracterizar la lectura que deseo hacer, he apenas subrayado los puntos de ruptura; deseo ahora subrayar algunos otros puntos que me parecen particularmente importantes, y alrededor de los cuales se desarrollará mi análisis:  

 

1)   De la forma del dinero a la forma del valor. En el Marx de los Grundrisse, esta relación es fundamental: el análisis del dinero es precisamente lo que nos permite analizar la forma del valor. Desde este punto de vista, como veremos, la realidad de la mistificación aparece aquí de un modo más tangible que en otros pasajes de Marx donde la forma mercancía es el protagonista central. Por otra parte, el valor de uso, cuando se yuxtapone a la forma de valor derivada del dinero, recobra importancia y un mayor espacio de desarrollo. Por ello, comenzar los Grundrisse con "II. Dinero"—que parece referido a "I. Valor"—no es un accidente. {El primer capítulo sobre el valor nunca fue escrito, pero podemos hallar un inicio en el cuaderno VII (Grundrisse, p. 881; 763) [·] bajo el título "Valor."} Debemos sopesar todas las consecuencias de esto: me parece que, por un lado, esto lleva a una crítica radical del dinero, y por otro, lleva inmediatamente a definir al valor en términos mistificados.

2)   La definición de trabajo. En los Grundrisse, el trabajo aparece como trabajo abstracto inmediato. Sólo podemos entenderlo e integrarlo dentro de la teoría en este nivel. El trabajo es abstracto en la medida en que sólo es inmediatamente perceptible a nivel de las relaciones sociales de producción.  Así, sólo podemos definir al trabajo sobre la base de las relaciones de intercambio y de la estructura capitalista de producción. No encontramos en Marx otro concepto del trabajo que no sea el de trabajo asalariado, trabajo socialmente necesario para la reproducción del capital, por ende, ningún concepto de trabajo para restaurar, para liberar, para sublimar, sólo un concepto y una realidad a suprimir.

3)   Como ha subrayado Cristina Pennavaja (en su presentación de Vygodskij), el análisis es conducido a un nivel donde el antagonismo es tal que no podemos considerar a la teoría del valor como una teoría cerrada, ni podemos apoyar en ella ninguna teoría de la reproducción y circulación en equilibrio. En los Grundrisse, el marxismo es una teoría anti-económica, la crítica no retorna a la economía política, sino, por el contrario, la ciencia es un movimiento antagónico. Todas las denominadas economías socialistas son cuestionadas por esta comprensión de la ley del valor. El marxismo no tiene nada en común con la economía socialista, ya sea utópica o realizada.

4)   El "sistema", un sistema dinámico y abierto, está completamente dominado por la pregunta acerca de la relación entre la crisis y la emergencia de la subjetividad revolucionaria. Esta relación es tan fundamental que el marxismo puede ser definido como la ciencia de la crisis y la subversión. Considerar a la crisis como una enfermedad a tratar y curar no es solo traicionar al movimiento revolucionario, sino caer en una chanza que no tiene nada en común con las categorías marxianas. Pretender reducir la subjetividad a la explotación es evitar la definición de subjetividad en Marx, que es presentada como subversión y transición. Los Grundrisse son, desde este punto de vista, tal vez el más importante –e incluso el único- texto marxiano sobre la transición. Notemos que extraño es que ninguno de los miles de comentarios sobre la transición tome esto en cuenta.

5)      La definición marxista de comunismo que hallamos en los Grundrisse tiene una forma extremadamente radical, que va mucho más allá de los rasgos que la caracterizan. Notablemente, la articulación comunismo-composición de clase juega un rol fundamental. Tenemos aquí una concepción del poder que no posee nada en común con aquella de la ciencia política tradicional, marxismo incluido. Composición de clase- poder, composición de clase- transición, la articulación de estas relaciones se basa en la materialidad de los comportamientos, las necesidades, y la estructura de la auto-valorización. El tema del poder en el marxismo debe someterse al fuego de la crítica; sólo podemos darle una nueva base explorando este tipo de articulaciones. Es este un problema que hoy ya no podemos subestimar.

6)      El último punto particular se refiere a la dinámica de los conceptos en los Grundrisse que definen a la clase trabajadora. Ya hemos comenzado a examinar algunos de los efectos negativos del hecho que el libro sobre el trabajo asalariado (o sobre el salario) no se haya escrito, y que algunos de sus importantes elementos fueran reducidos a una exposición objetiva en el volumen I del Capital. Pero esto no resuelve el problema positivamente. Es cuestión de seguir el texto, de retrazar los lazos que conceptualmente unen la definición crítica del salario y las definiciones revolucionarias de comunismo y subjetividad comunista. Es cuestión de, al menos, percibir los lineamientos del libro previsto por Marx sobre el salario, y aprehender las principales articulaciones.

 

He aquí algunos de los problemas fundamentales que mantendremos a la vista durante la lectura y definición de los dos mayores momentos del análisis de los Grundrisse (plusvalía y realización.

La importancia excepcional de los Grundrisse en la configuración del pensamiento marxiano se basa también en el método. Con el Einleitung y su creativa aplicación al proyecto de los Grundrisse  Marx alcanza, en el nivel metodológico, una síntesis de sus tempranos impulsos en esta área. Nos detendremos largamente en el Einleitung; por lo que no haremos ahora un análisis detallado de él. Me contentaré con decir que en el Cuaderno M se elabora explícitamente el método de la abstracción determinante, el método de la tendencia, el método del materialismo histórico; la investigación incorporada en los Grundrisse es la primera aplicación que injerta el método materialista en una refinada práctica dialéctica. La síntesis de las dos fuerzas dialécticas se abre en todo sentido. Por un lado, la razón dialéctica interviene en la relación entre determinación y tendencia, subjetiviza la abstracción, la mediación lógica-heurística, y le impone una calificación y dinámica histórica.

Por otro lado, el método materialista, en tanto es completamente subjetivizado, totalmente abierto hacia el futuro, y creativo, no puede ser encerrado dentro de ninguna totalidad dialéctica o unidad lógica. La determinación es siempre la base de todo significado, de toda tensión, de todas las tendencias.  En cuanto al método, es el violento soplo que hincha la totalidad de la investigación y constantemente determina nuevas fundaciones sobre las cuales puede moverse hacia delante. Es en este sentido que podemos repetir que los Grundrisse son, esencialmente, un trabajo abierto, podemos volver a decir que es esto lo que los caracteriza, aún cuando esta sea aún una hipótesis que deba ser verificada cuidadosamente en el área del método. Igualmente, podemos insistir en que esta fase es para Marx un momento de total felicidad, un momento situado a mitad de camino en un punto que no es ecléctico ni de mediación: la riqueza de las fuerzas no está reducida a un término medio indiferente, las categorías no se han aplastado, la imaginación no se ha estancado.

   Estas consideraciones generales, aunque importantes, no son aún suficientemente concretas. Apenas comienzan a indicar como, lo que llamo el "universo plural" del método de Marx, emerge actualmente. Solo pueden dar algunos ejemplos. No se pueden mostrar en acción en el laboratorio marxiano. En el Prólogo a la segunda edición del Volumen I del Capital  Marx hace una distinción entre Forschung  y Darstellung, entre el momento de la investigación y el momento de la presentación científica: "Por supuesto el método de presentación debe diferir del de la búsqueda. Este último debe apropiarse detalladamente del material, analizar sus diferentes formas de desarrollo y analizar sus conexiones profundas. Solo después de haber hecho este trabajo puede presentarse apropiadamente el movimiento real" (Capital, Volumen I, Edición Especial, p. 102) En los Grundrisse podemos seguir en todos sus pasos el proceso lógico que tiene lugar entre el Forschung y el Darstellung. Ahora bien, si tenemos en cuenta las indicaciones precedentes, comprendemos de inmediato que este proceso no es lineal ni, mucho menos, unilateral. La dialéctica investigación-presentación está, por el contrario, abierta por todos los lados: cada conclusión que toma la forma de una presentación de la investigación abre espacios para nuevas investigaciones y presentaciones. Esto ocurre, no simplemente por algún tipo de agotamiento horizontal de sucesivas áreas de investigación, sino, principalmente, por un movimiento histórico y tendencial donde cada determinación de un nuevo sujeto revela de inmediato un nuevo antagonismo y pone en movimiento, por medio de esto, un proceso en el cual emerge la determinación de nuevos sujetos. Así, la Darstellung es seguida dialécticamente por una neue Darstellung: es un proceso que constituye la totalidad del movimiento real, que es entendido científicamente, que es renovado científicamente. Por ello no hay continuidad lineal, sino sólo una pluralidad de puntos de vista que son interminablemente solicitados en cada momento determinante del antagonismo, en cada salto de la presentación, en el ritmo de la investigación, siempre en busca de una nueva presentación. En este sentido, los Grundrisse constituyen, desde el punto de vista del método, (método que, de un modo materialista, siempre considera las determinaciones históricas y concretas como fundamentales, y que, de un modo dialéctico, siempre halla la dinámica y tendencia de cada determinación en el mismo movimiento donde el antagonismo de ellas se constituye, resuelve y repropone a sí mismo)– los Grundrisse constituyen un universo "plural." En la presentación, cada resultado de la investigación intenta caracterizar el contenido del antagonismo y verlo, tendencialmente, en su propio dinamismo; cuando salta este dinamismo, podemos observar una verdadera explosión conceptual. Más adelante nos daremos tiempo para volver sobre estas cosas con menos formalidad, y dar algunos ejemplos, entre otros, de este modo de colocarse siempre al frente del debate, constituyendo un neue Darstellung– de tal  forma que el modo previo de presentación debe, el mismo, ser sujeto de investigación y constituirse, a su turno, en material de una nueva presentación.   Sujeto a la mera presentación de mi hipótesis, solo mencionaré este poder del método de los Grundrisse, esta capacidad para aprehender un concepto a fin de estallarlo, de desplazar el análisis cada vez en un nuevo terreno indeterminado, constituido de tal modo que puede ser redefinido, caracterizado. Y así en más.

   ¡Por todo esto, y no por fetichismo metodológico, es que hemos presentado el método de los Grundrisse, el método de Marx, de un modo polémico y didáctico! Podemos verlo en la pasión por la totalidad, pero solo bajo la forma de una multiplicidad de secuencias y saltos, nunca en sentido monolítico; podemos ver en él, por sobre todo, una dinámica que posee la misma diversidad y pluralidad de la subjetividad, y de ninguna manera está cerrada. A veces, en las polémicas sobre el objetivismo ciego de cierta tradición marxista, algunos han atribuido esta movilidad del método al discurso político del Marxismo, con la finalidad de liberar su denominado "realismo" de las cadenas de un materialismo degenerado en determinismo. Pero esto no resuelve este grave problema: es, más bien, cuestión de caracterizar la movilidad del contenido estudiado por Marx, la riqueza de las especificaciones subjetivas que expresa y, a veces, domina. El método marxista constituye la realidad de la ciencia, en la medida en que es un instrumento adecuado para aprehender la multiplicidad y el dinamismo plural de la realidad. El método marxista es constituyente en tanto la lucha de clases constituye antagonismos explosivos. La investigación debe hallar su momento de presentación –hay un salto cualitativo en la presentación, que no corresponda simplemente al hecho único de su síntesis determinada, sino que corresponda al hecho que esta síntesis determinada define para el antagonismo y sus posibilidades– potencialidades de explosión, un nuevo nivel de difusión, un nuevo terreno de constitución. Cuando estudiemos el pasaje desde la teoría de la plusvalía a la teoría de la realización, ¡no va ser caso de aplicar la primera teoría a la segunda, ciertamente no! El problema será ver cómo la constitución de todo el poder capitalista reproduce la dinámica de la plusvalía en un nivel social– en nuevas formas, tanto desde el punto de vista del capital como desde el de la clase. Cuando estudiemos la constitución del mercado mundial y las modificaciones de su relación con los mercados nacionales, aquí también deberemos releer nuestra investigación (en sus dos formas, investigación y presentación) para alcanzar nuevos niveles de generalidad. Abstracción determinada, el método de la tendencia, la nueva presentación y clarificación del campo de investigación:    este dinamismo del método determina un universo "plural" en el cual es arriesgado moverse, difícil entender y excitante progresar.

   Un último elemento en nuestras hipótesis iniciales sobre el método de los Grundrisse: es una pregunta acerca de la crisis de la ley del valor, lo que equivale a decir, la cima de la investigación de Marx. La hipótesis es que hemos entrado en una fase avanzada de la crisis de la ley del valor. Nuestro método marxista, materialista y dialéctico, debe tomar en cuenta las modificaciones resultantes y cambiar acorde con ellas. También deberemos ofrecer una respuesta. Nada es más central que esta cuestión.

 

   Un breve paréntesis– para recuperar el aliento.  Hoy, a menudo, se nos pide relacionar la cuestión de la metodología de las ciencias humanas con el problema de la pluralidad de momentos de auto-valorización, de dinamismo y recomposición. Esta sensibilidad metodológica se opone con frecuencia, por igual, a la metodología marxista. Es suficiente con hablar de la multiplicidad de instancias de recomposición, de transversalidad del método de recomposición, para decir: ¿más allá de Marx? ¿Pero más allá de cual Marx? ¿El Marx enseñado por las escuelas del Partido? ¿O el Marx que descubrimos en el momento teórico-práctico de la lucha de la clase trabajadora y proletaria? Cuando releemos los Grundrisse, nos sentimos dominados: aquí estamos, verdaderamente, "más allá de Marx", pero, también, más allá de todas las posibles metodologías de pluralismo o transversalidad. El campo de investigación está determinado por la continua tensión entre la pluralidad de las instancias reales y la explosiva dualidad del antagonismo. Lo que le da unidad a este marco sistemático (o anti-sistemático) es el antagonismo, no como base de esta totalidad sino como fuente de una expansión más poderosa y plural de este mismo antagonismo. En metodología, la lucha de clases es aún más antagónica y destructiva en cuanto se funde con la libertad de los sujetos. ¿Marx más allá de Marx? ¿Los Grundrisse más allá del Capital? Tal vez. Lo que es cierto es que el carácter central de la teoría de la plusvalía pone fin a toda pretensión científica de derivar cualquier centralización y dominación desde la teoría del valor. La teoría de la plusvalía quiebra el antagonismo en una microfísica de poder. La teoría de la composición de clase reposiciona el problema del poder en una perspectiva donde la recomposición no es la de la unidad, sino la de la multiplicidad de necesidades y de libertad. Marx más allá de Marx, esta también es una hipótesis importante y urgente.

   Los más celebrados intérpretes de los Grundrisse han sido seducidos por ellos, e incapaces de moverse libremente dentro de ellos. Por esto, con pocas excepciones, no han leído el texto por sí mismo, sino que han intentado forzarlo y reducirlo a alguna otra cosa. Los títulos cuentan esta historia: La storia di una grande scoperta  (La historia de un gran descubrimiento) o, más explícitamente, Zur Entstehungsgeschichte des Marxschen "Kapital"  (Una contribución a la historia de la elaboración de El Capital  de Marx): lo que se dice de los Grundrisse es, en general, bastante bueno, pero siempre se trata de colocarlo en la génesis de otro texto, y no de considerarlo por sí mismo. Lo que se aplica es una metodología historiográfica no-marxista, que se satisface con la continuidad de la génesis, el desarrollo de ideas, y no le presta atención –o, al menos, no la suficiente– a los saltos, los quiebres, la pluralidad de horizontes, las urgencias de la práctica.

   La tragedia reside en que, cuando se toma en cuenta esta materialidad, nos quedamos con otro error, que consiste en clasificar y sistematizar. Si, dirán algunos, los Grundrisse son, efectivamente, un libro original, pero tanto que debemos tomar literalmente las palabras de Marx en sus cartas: los cuadernos de los Grundrisse fueron escritos en el delirio de poderosas inspiraciones, en la desesperación de la extrema soledad, en un momento en el que la práctica había sido reprimida. Fueron escritos febrilmente, después de medianoche. Lo mismo para la forma ("en la caridad no miramos los detalles: los cálculos matemáticos están todos equivocados, el método dialéctico confunde los conceptos y multiplica las definiciones")

 

En cuanto al contenido, los Grundrisse deben ser ubicados antes de la rigurosa ruptura metodológica materialista que caracteriza a la "teoría" marxista: son la última obra del joven Marx, la articulación de conceptos y la progresión del análisis son aún, en parte, azarosos y fantasiosos– si el desarrollo de la teoría de la plusvalía es válido, el de la teoría de la realización, con sus explosiones de subjetividad y su catastrofismo, es un total fracaso; la articulación material muestra influencias casi metafísicas, o, al menos, organicistas (como en Die Formen) o humanistas (como en el "Fragmento sobre las Máquinas") El texto se caracteriza por un formidable esfuerzo innovador, pero solo puede reafirmar, repetir y exaltar todo aquello que es propedéutico en el humanismo juvenil de Marx. Los Grundrisse son, por ello, solo un bosquejo que apesta a idealismo y ética individual; el boceto de definición de comunismo que encontramos en el "Fragmento" es una síntesis del idealismo científico del siglo XVIII y una actitud individualista y libertaria.

 

   Debo decir que, ante estas críticas, a menudo no sé que decir. Estoy tentado a demostrar, con meticulosidad "germánica", cómo, de hecho, ante la lectura concreta del texto, estas críticas son falsas: ¿pero porque hacerlo? ¿Cómo mostrar que no podemos atribuir al delirio de Marx el delirio del material en el cual trabajó y forjó sus instrumentos críticos? ¿Qué es aquí, en este material que aparece, y en las más extremas determinaciones que toma, donde encontramos el carácter excepcional de los Grundrisse, la exaltación por la ciencia marxiana de la contradicción empujada hasta un punto donde el antagonismo se vuelve irresoluble? "Nos proponemos sacar a la luz las contradicciones [contenidas en el capital]" (Grundrisse, p. 351; 257): en esta ciencia donde la contradicción se vuelve antagonismo, no hay lugar para el humanismo, incluso aunque haya lugar para el delirio del material.

 

   Volvamos ahora a las interpretaciones más recientes, aquellas que, como dijimos, hacen un uso importante de la idea de génesis. Le prestan mucha atención –demasiada en mi opinión– a la continuidad del desarrollo teórico en Marx. De todas estas interpretaciones, aquella de Vitalij S. Vygoskij es, sin duda, la más impactante. Irreprochable cuando subraya la importancia del camino trazado por los Grundrisse. Importante por sus definiciones y reconstrucción temática. No obstante, la obra de Vygoskij es parte de la "nueva mirada" de Diamat. Cuando llega a la lucha de clases contra la operación de la ley del valor (operación que es ahora sólo puro comando, vacía de cualquier apariencia, aún mínima, de "racionalidad económica"), cuando llega a la creciente revuelta contra la valorización, el marxismo soviético se coloca a la defensiva; se torna necesario darle un nuevo rostro la viejo Diamat. ¿Qué mejor, pues, qué más funcional que refinar y atenuar, usando la dialéctica de los Grundrisse, el riguroso pero muy rígido e inadecuado aparato del sistema ideológico soviético? La importancia de la lectura emprendida por Vygodskij está más allá de todo cuestionamiento; su rol, su línea política, el hecho de que sea ad usum delphini, está también fuera de toda duda. Conjugar juntos los Grundrisse y la vulgar interpretación soviética de El capital, esto es lo que le da una "nueva apariencia" a Diamat, nueva apariencia impuesta por la lucha de clases en la URSS –y lo que le permite a la estructura de poder hacer un mejor uso dialéctico y conflictivo del potencial de dominación expresado por la teoría del valor y la lectura economicista y / o stalinista de El Capital– y todo esto en una parte del mundo donde esta lectura ejerció una función de real dominación. La interpretación de Vygodskij es por ello maligna y astuta: el hecho de ser en general correcta no le quita ninguna de sus características negativas, no más que lo que el fuerte realismo científico de los autores del siglo XVI de la "raison d’Etat" le quitó de sus ambigüedades. Más aún, si observamos con cuidado, podremos ver que la interpretación de Vygodskij –cualesquiera sean sus méritos– no produce ninguna ruptura en cuanto a contenido se refiere: pese a ello él enfatiza la dimensión antagónica de la dialéctica en los Grundrisse, y el carácter central y material de la teoría de la plusvalía, pero sin generalizar este análisis a la totalidad de las categorías marxistas. Por el contrario, como ya ha enfatizado Pennavaja, él afirma, finalmente, que la teoría marxista es una "teoría económica cerrada"– una afirmación de la que no sabemos qué es más absurdo, si definir al marxismo como "teoría económica" o como "geschlossen" (cerrado. Una teoría económica cerrada, por lo tanto una teoría del equilibrio, sí, podría responder Vygodskij, añadiendo: con un poco de conflictividad, incluso con un poco de libertad.

   Ahora llegamos a Roman Rosdolsky. Criticar la obra pionera de este autor no es una tarea no solo difícil, sino, también, injusta. Más aún dado que Rosdolsky, al enlazar a los Grundrisse con El Capital, siempre pensó en un terreno intermedio; nunca intentó reducir linealmente el primero al segundo; antes pretendió hacer una interpretación revolucionaria y darle al Capital una lectura a menudo original e innovadora. Los Grundrisse y El Capital están pues, para Rosdolsky, uno en el interior del otro y del sistema que forman – porque aún es un sistema –enteramente atravesado por una fuerte conflictividad– hasta el punto en el que Marx y / o Grossman llegan a la obstinación, la exaltación y el catastrofismo. Los límites de Rosdolsky (más allá de ciertas confusiones y errores: ya hemos mencionado su postura sobre "El Libro sobre el Salario"; luego veremos y discutiremos otros puntos) resultan, en mi opinión, de la ideóloga de la izquierda comunista en el período inter-guerras que la rodeaba: por un lado un objetivismo extremo, por otro, la necesidad de hallar ese objetivismo recuperando la ortodoxia marxista. Un elemento sirvió al otro: el objetivismo permitió la existencia de una izquierda comunista marcadamente minoritaria; la ortodoxia la legitimó. Grossman es, desde este punto de vista, uno de los más nítidos ejemplos de esta necesidad. Rosdolsky se movió con gran flexibilidad entre estos límites objetivos. Fue capaz de una lectura, a menudo, extraordinaria. Pero al final del camino se encontró con estas limitaciones. En su lectura de los Grundrisse trató de hallar una mediación entre la extraordinaria novedad del texto –que Rosdolsky confrontó a menudo con la ingenuidad del verdadero intelectual– y la continuidad de la ortodoxia. Esto no nos satisface. Nuestra falta de satisfacción es evidente desde el punto de vista de la lectura del texto. Pronto veremos esto con detenimiento. Pero tampoco nos satisface desde un punto de vista político.

   Nos encontramos en una fase en la que el movimiento revolucionario está buscando nuevos fundamentos, y de tal modo que no será el de una minoría. No tenemos nada que hacer con la ortodoxia. Y nos encantaría ser capaces de ignorar al mismo Marx. Se ha producido un quiebre, nada parece negarlo. La teoría del valor está hecha jirones, en lo que a nuestras luchas concierne. Ahora, el descubrimiento de los Grundrisse restaura a Marx ante nosotros. Por su potencia, no por nuestra fidelidad. Ya no tendremos el placer o la obligación de argumentar contra la ortodoxia; nuestros lenguajes nos separan, son contradictorios. Pero los Grundrisse nos restauran a Marx en más de un sentido. Por sobre todo, se rescata para nosotros como el teórico de la gran sublevación del capital desde el punto de vista de la crisis de la ley del valor. El análisis que Sergio Bologna ha hecho sobre este tema, aunque parcial, es, ya lo hemos dicho, muy importante: Sergio Bologna analiza el contexto histórico de los Grundrisse y en especial los lazos entre la polémica sobre el dinero, el análisis sobre la crisis americana y mundial (tal como fue desarrollado en los artículos de Marx de este período, para el New York Daily Tribune), y la investigación teórica. Aún cuando la síntesis de estos momentos no pueda ser conducida dentro de la imagen literaria de la revolución "duplicada", o dentro de una respuesta teórica a la "revolución desde arriba" llevada adelante por la estructura capitalista de poder. El Marx de los Grundrisse sabía bien que no hay alternativa teórica, que esta alternativa es función del movimiento de masas o no es, que no hay delegación en la teoría. La síntesis de los distintos elementos del análisis de Marx se basa en la definición de la crisis como el momento en el que el movimiento revolucionario busca nuevos fundamentos. Se basa en esta continuidad de la fábrica teórico-práctica que la teoría debe lograr y abrazar. Revirtiendo y parafraseando a Hobsbawm, podemos decir que los Grundrisse son para Marx algún tipo de taquigrafía teórica: son la feroz obstinación de una teoría para y dentro de la práctica. La síntesis alcanzada en los Grundrisse alcanza todo su sentido: los Grundrisse son el centro del desarrollo teórico de Marx porque representan el momento en el que el sistema en formación, lejos de cerrarse, se abre en la totalidad de la práctica. El método de los Grundrisse constituye el antagonismo, la totalidad de las categorías forman una grilla de conceptos que solo permiten la profundización y agrandamiento del antagonismo de clase. El catastrofismo de los Grundrisse, sobre el que muchos han hablado, debe ser relacionado con esta articulación político-práctica, con este momento en el que el poder de la clase trabajadora debe imponerse contra el sistema de valor.

   En cuanto los Grundrisse fluyen dentro de El Capital, debemos alegrarnos. Los conceptos de El Capital son, en este caso, adecuados para comprender el desarrollo del antagonismo. Sin embargo, hay muchos casos en los que las categorías de El Capital no funcionan de este modo: por lo que, a veces, podemos pensar que un cierto objetivismo exacerbado puede ser legitimado por una estricta lectura de El Capital. Por ello, el movimiento de los Grundrisse hacia El Capital es un proceso feliz; no podemos decir lo mismo del movimiento inverso. Los Grundrisse representan la cúspide del pensamiento revolucionario de Marx; con estos cuadernos llega la fractura teórico-práctica que funda el comportamiento revolucionario y su diferencia tanto de la ideología como del objetivismo. En los Grundrisse el análisis teórico funda la práctica revolucionaria. Rindamos homenaje aquí a la lectura emprendida por un joven camarada, Hans Jürgen Krahl, a la aguda inteligencia con la cual fue capaz (en su época) de percibir en el desarrollo categórico de los Grundrisse los momentos constituyentes de la lucha de clases. Seamos claros: cada uno de nosotros nació en los reflejos y la conciencia teórica del odio de clase que experimentamos estudiando El Capital. Pero El Capital es también este texto que sirvió para reducir las críticas a la teoría económica, para aniquilar la subjetividad en objetividad, para sujetar la capacidad subversiva del proletariado ante la inteligencia represiva y reorganizada del poder capitalista. Solo podemos reconquistar una lectura correcta de El Capital (no para la cuidadosa conciencia del intelectual, sino para la conciencia revolucionaria de las masas) si lo ceñimos a la crítica de los Grundrisse, si lo releemos a través del aparato categórico de los Grundrisse, que está atravesado por un antagonismo absolutamente insuperable dirigido por la capacidad del proletariado. Desde este punto de vista, los Grundrisse representan la crítica a la capitalista "revolución desde arriba" en el movimiento real. Es la confianza en la "revolución desde abajo": conlleva el más fuerte potencial para destruir cualquier clase de autonomía teórica o política desprendida del movimiento real. Esto es lo que se entiende en los Grundrisse (por medio de sus categorías) como la única fundación posible.

 

   Excepto por la Lección 3, en la que releeremos el Einleitung  y propondremos una serie de problemas metodológicos, seguiremos, en las otras lecciones, la parte sustancial del texto de los Grundrisse. Las Lecciones 2, 4 y 5 describirán el proceso que conduce desde la crítica al dinero hasta la definición de la teoría del valor, y, de este modo, a la definición de la crisis y la catástrofe que forman la conclusión teórica de esta primera construcción del análisis. En las Lecciones 6 y 7 veremos, por el análisis de la realización y la circulación, como se forma el capital social, la forma colectiva de capital y su forma antitética: la tarea es en este punto trazar el bosquejo de un posible "Libro sobre el Salario." Las Lecciones 8 y 9 dibujan las conclusiones de esta segunda etapa: desde la subjetividad y la primera definición de comunismo a una primera clarificación del análisis, que avanza con la modificación de una serie de condiciones que fundan el antagonismo. Se trata, entonces, de reconstituir los términos marxianos sobre el tema del comunismo entre la catástrofe y la auto-valorización del proletariado.

   ¿Qué más puedo decir en esta lección que proponer estas hipótesis y sugerir una interpretación? ¡Me parece que ya he dicho mucho! Sin embargo, no puedo contenerme de agregar cuanto me gusta imaginar qué hubieran podido hacer Lenin o Mao de haber tenido los Grundrisse en sus manos, como Marx, en cierto momento, la Lógica  de Hegel. Estoy seguro que hubieran extraído de los Grundrisse, con considerable gozo, un alimento excepcional para la práctica. Como las abejas de las flores. Este es el camino "más allá de Marx" que amo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tabla 1  Bosquejos y Modificaciones de El Capital

 

(1)

Septiembre

1857

Grundrisse p. 108

(2)

Octubre

1857

Grundrisse p. 227-228

(3)

Noviembre

1857

Grundrisse p. 264

(4)

Noviembre

1857

Grundrisse p. 275

(5)

Febrero

1858

Carta a Lasalle 22 de febrero de 1858. Correspondencia Selecta, p. 28

(6)

Abril

1858

Carta a Engels 2 de abril de 1858, Ibíd. p. 97-98

(7)

Junio

1858

Grundrisse, Ed. Alemana, p. 855-859

(8)

Enero

1859

Contribución, p. 19

(9)

Febrero-Marzo

1859

Grundrisse, Ed. Alemana, p. 969-978

(10)

Diciembre

1862

Carta a Kugelman 28 de diciembre 1862, MEW Vol. 30

(11)

Enero

1863

Teorías I, p. 414-416

(12)

Julio

1865

Carta a Engels 31 de julio de 1865, MEW Vol. 31

(13)

Octubre

1866

Carta a Kugelman 13 de octubre 1866, Ibíd..

(14)

Abril

1868

Carta a Engels 30 de abril 1868, Correspondencia Selecta, p. 191-195

 

 

Plan Original (6 Libros)

Plan Modificado

I. SOBRE EL CAPITAL

EL CAPITAL (3 volúmenes)

a) Capital en general

I. Proceso de producción del Capital

1) Proceso de producción

1) mercancía y dinero

 

2) transformación del dinero en capital

 

3-5) plusvalía absoluta y relativa

6) salario

 

7) proceso de acumulación

 

 

2) Proceso de circulación

II. Proceso de circulación del capital

 

 

 

III. Proceso de producción capitalista como un todo

 

 

3) Ganancia e interés 

b) Competencia

1-3) ganancia y tasa de ganancia

 

 

 

4) capital mercantil

 

 

c) Sistema de crédito 

                                   

d) Capital accionario

 

5) interés y crédito

 

 

II. SOBRE LA PROPIEDAD DE LA TIERRA

6) renta de la tierra

 

7) renta

 

 

III. SOBRE EL TRABAJO ASALARIADO  

 

 

 

IV. ESTADO

 

 

 

V. COMERCIO EXTERIOR

 

 

 

VI. MERCADO MUNDIAL

 

 

Fuente: Rosdolsky 55-56, Ed. Inglesa. Ver también p. 129-39 de Vygodskij, muy importantes

Nota: Línea recta: cambios dentro de El Capital. Línea quebrada: cambios dentro de los tres primeros libros.

 

 

* Lección 2

 

 

Dinero y Valor

 

 

     Hemos comenzado el análisis interno de los Grundrisse en el Cuaderno I y, en pequeña parte, el Cuaderno II (Dinero), en lugar de hacerlo por el Cuaderno M (Introducción) que los precede cronológica y temáticamente, porque preferimos entrar de inmediato en el corazón del tema. En la Lección 3 abordaremos el Cuaderno M y el tema del método, con la ventaja de haberlo ya visto en función, y ser por ello capaces de confrontar la sistematización de este método con la transformación que experimenta en contacto con las cosas. De este modo, la naturaleza, la cualidad de ser un "pasaje" que caracteriza al Cuaderno M, en la definición que hizo Marx de su método en el verano del ’57, aparecerá más claramente, y tal vez sea posible identificar la especial productividad de este enfoque.

   Por otra razón, que ya se ha mencionado y solo será recordada, es útil comenzar por los cuadernos sobre el dinero: es, de hecho, sobre la base de  la polémica sobre el dinero que las líneas constitutivas de los Grundrisse son atadas, es decir: la crítica del "socialismo verdadero", la demora de la "crisis inminente", y el extraordinario esfuerzo de investigación teórica. Es basado en estos cuadernos que la investigación de Marx efectúa un salto cualitativo.

   Por eso, los cuadernos sobre el dinero. Todo comienza con una referencia a "Alfred Darimon: Sobre la Reforma de los Bancos. París 1856." (p. 115) Parece ser el habitual cuaderno de apuntes y reflexiones críticas de los que hay tantos en Marx. Pero no es este el caso: esta referencia a Darimon, a la insuficiencia de sus tesis (pero, implícitamente, a toda la polémica contra Proudhon – que es, como veremos, una base importante), aparece rápidamente como un pretexto. De hecho:

A.   (Grundrisse, p. 115-151; 356-9) Marx comienza analizando y criticando punto por punto el libro de Darimon, pero, pronto, el problema se vuelve general, las admoniciones contra Darimon quedan entre paréntesis dentro de la teoría que está siendo desarrollada. Hablando prácticamente, tenemos aquí una primera parte del manuscrito que podemos titular: "Dinero y Crisis." La inmediatez del problema de la crisis se vuelve el elemento fundamental de la investigación y, al mismo tiempo, su fenomenología, el motor del análisis.

B.    (Grundrisse, p. 153-65; 71-82) Luego, tras una breve nota en El Economista (p. 151-53; 70-1), un nuevo retorno a Darimon y la polémica sobre "time chits" y contra la escandalosa utopía del Banco Saint-Simoniano; pero, otra ves, el problema se generaliza. La segunda parte del manuscrito, con un primer gran excursus teórico ("el dinero como relación social") el cual, repitiendo indicaciones de la "Introducción", conduce al corazón de la crítica de Marx y al punto de partida teórico en todo el sentido del término. Podemos titular esta parte "Dinero e Desigualdad."

C.    (Grundrisse, p. 166-213; 84-137) Otro breve paréntesis de carácter puntual (p. 165-6; 82-84) Uno termina con Darimon: el pasaje desde la polémica hasta la exposición que tiene lugar aquí, desde A hasta B ha producido el objeto que ahora puede ser analizado en la complejidad sistemática de sus características. Podemos intitular esta tercera parte: "Análisis sistemático del Dinero." Ahora, esta tercera parte se divide en tres capítulos sistemáticos:

C1. Dinero como medida (Grundrisse, p. 166-72; 84-9) con un paréntesis sobre el metal (p. 172-86; 89-101)

C2. Dinero como medio de circulación (p. 186-203; 101-17)

C3. Dinero como dinero y como capital (p. 203-13; 117-37)

D.   En este punto (cuarta parte), el análisis vuelve a la relación "Valor-Dinero", es decir, al nivel general de la teoría ya tocado en el punto B. Esto se aplica a los Grundrisse, (p. 213-18; 137-48), pero, aún más, a las páginas que siguen luego, constituyendo la premisa del nuevo libro: "III. Capital" (Grundrisse, 221; 151-62) En este marco, el borrador inicial del capítulo sobre el valor, ya anunciado en la primer lección, debe ser tenido en cuenta.

  

   Notamos, antes que nada, que al capítulo sobre el dinero, Marx le dio el numeral II. Presumiblemente, sería precedido por un capítulo I, sobre el valor. De hecho, ya en la Contribución a la Crítica, el primer capítulo sobre el valor se vuelve un capítulo sobre las mercancías, preparándose así, en este pasaje, la sistematización definitiva del material de El Capital. Pero aquí no hay capítulo sobre las mercancías, y debemos preguntarnos si esta ausencia produce o no efectos útiles para el procedimiento de Marx.

   Ahora, en los Cuadernos I y II, el camino conduce de inmediato desde el dinero al valor: el valor es allí presentado bajo la forma del dinero. El valor es, pues, la misma mierda que el dinero. No es "taumasestein" filosófica; el asombro, el estupor, y el deseo de conocimiento no conducen a síntesis cognitivas ideales, a hipóstasis imaginarias, sino a la inmediatez práctica de la crítica, la denuncia, y el rechazo. Además, no estamos ante el valor; estamos en él: estamos en ese mundo hecho de dinero.

El dinero representa la forma de las relaciones sociales; las representa, sanciona y organiza. Tal vez esta inmediatez del enfoque, no del valor, sino del valor bajo la forma del dinero, como si el dinero agotara todo posible valor ¿es muy naive? Pero el mundo se representa asimismo de este modo, como un mundo de mercancías que el dinero representa totalmente, determinando, por sí mismo, la valorización de las mercancías. Darimon representó un útil, imbécil, pero comprensivo para el ‘ingenuo" Marx. Además, ¿qué puede significar una teoría del valor que no esté inmediatamente subordinada e íntimamente y necesariamente ligada a una teoría del dinero, en la forma en la cual la organización capitalista de las relaciones sociales se presenta en el proceso cotidiano del intercambio social? ¿Dada una teoría del valor, puede estar por fuera de una reducción inmediata a la teoría del dinero, de una organización capitalista del intercambio, y, dentro del intercambio, de la explotación? Comienzo a apreciar la ingeniosidad del enfoque de Marx. ¡Hay tanto odio de clase en este modo de enfocar el material! El dinero posee la ventaja de presentarme de inmediato el rostro ardiente de la relación social del valor; me muestra valor como intercambio, comandado y organizado por la explotación.

 No necesito profundizar en el Hegelianismo para descubrir la doble cara de la mercancía, del valor: el dinero tiene una sola cara, la del dueño.

   Este enfoque es típico de los Grundrisse, y lo hallamos en todos lados: extrae el antagonismo práctico primario del interior de cada fundación categorial. La teoría del valor, como teoría de síntesis categorial, es un legado de los clásicos y de la mistificación burguesa, de la cual podemos privarnos fácilmente para entrar en el campo de la revolución. Esto fue cierto ayer, para los clásicos, como lo demostraron los ataques contra los Grundrisse; y hoy, uno puede mostrar en la teoría cómo aún es aplicable que este es el camino por donde debemos comenzar, en contra de todos los repetidores de la teoría del valor, desde Diamat hasta Sraffa.

   Es en vano, pues, intentar encontrar analogías con otras versiones (hay cuatro, incluyendo aquellas de los Grundrisse, de acuerdo con Rosdolsky) de la teoría del dinero de Marx. Aquí, el análisis se halla inmediatamente por debajo de la teoría del valor, y, por ello, al menos para los puntos que numeramos A, B y D, el análisis se desplazará dentro de este tema. Solo el material que colocamos bajo el punto C puede ser confrontado con otras versiones de la teoría de Marx del dinero: veremos, sin embargo, con extraordinarias atenciones y diferencias que no puede ser reducido, como sostiene, por el contrario, Rosdolsky, a simples variaciones literarias. Es en vano, también, buscar continuidades sutiles, no solo literarias sino sustanciales. La diferencia entre los Grundrisse y las obras posteriores de Marx reside en el hecho de que en los primeros, la ley del valor es presentada no solo mediatamente, sino también inmediatamente como la ley de la explotación. No hay camino lógico que conduzca del análisis de las mercancías al del valor, al de la plusvalía: el término medio no existe; es –ese sí– una ficción literaria, una mistificación pura y simple que no contiene ni una onza de verdad. Hacer del dinero el representante de la forma del valor significa reconocer que el dinero es la forma exclusiva del funcionamiento de la ley del valor. Es reconocer que delimita el terreno inmediato de la crítica. Crítica dentro de la inmediatez.

   La importancia excepcional de este ataque de los Grundrisse al dinero, considerado como una forma eminente de expresión de la ley del valor, no está, sin embargo, asociada únicamente al carácter inmediato de la crítica. Hay otro punto a considerar aquí mismo; y es que la relación social subyacente al extremismo de esta relación de valor no está visualizada desde el punto de vista de la síntesis, sino desde el del antagonismo. El antagonismo solo puede existir si la relación capitalista no se resuelve a sí misma en una síntesis. Si, por lo tanto, la relación de valor está relacionada inmediatamente con el inmediato dualismo / pluralismo de los antagonismos sociales, si no constituye un tercero mediador, en ese caso el análisis deberá decidir tomar en cuenta a los actores que interpretan los distintos papeles de esta obra: la relación de valor será siempre y únicamente la ficción que se extiende por sobre la sobredeterminación socio-política  del conflicto de clase.

 Uno no puede hablar de valor sin hablar de explotación, pero, por sobre todo, sin determinar la función de la valorización como sobredeterminación de los contenidos concretos de la lucha de clases, como comando y dominación de una clase sobre otra- determinando la composición de cada una.

   Es preciso, finalmente, considerar un tercer elemento a fin de comprender completamente la extraordinaria importancia de esta apertura de los Grundrisse sobre el dinero. El dinero como crisis de la ley del valor (y su demistificación preventiva) fue el primer elemento. El dinero como sobredeterminación y como la tensión hacia el comando sobre la base de la composición de las dos clases en lucha: ese es el segundo elemento. El tercero es la importancia que Marx le atribuye al nivel de análisis que es, inmediatamente, aquel de la socialización del capital. Sería imposible comenzar por el dinero como una forma eminente / exclusiva de la manifestación del valor– sin considerar como una premisa al proceso de socialización del capital.

   Luego retornaremos in extenso a estos argumentos. Por el momento, me parece oportuno responder a la pregunta formulada al inicio, esto es, si el hecho de la falta de un capítulo sobre las mercancías y que el análisis comience por el valor, como aparece de inmediato en el dinero, provoca provechosos efectos en los Grundrisse. Me parece necesario dar una respuesta afirmativa a estas preguntas. Bajo la forma del dinero, la ley del valor es presentada 1) en la crisis, 2) de un modo antagónico, y, 3) con una dimensión social. Desde el inicio. Comenzando por aquí, debemos agregar que El Capital parece ser una propedéutica para los Grundrisse: presenta detalladamente, por medio de los conceptos que resumen la historia del capitalismo, la conclusión de esta historia que los Grundrisse toman como su objeto de crítica.

 

   Este es el ataque teórico de los Grundrisse. Pero se agrega el hecho, y no es superfluo, de que el dinero –y su presencia histórica– es ofrecido para el análisis como crisis. Más aún, lo que el enfoque teórico contiene implícito en sí mismo, el análisis histórico lo revela explícitamente. Sergio Bologna ha aportado una serie de importantes elementos de demostración en este aspecto. Describiendo, sobre la base de los materiales utilizados por Marx en su trabajo periodístico, la crisis que tuvo lugar en 1857-58, el aspecto monetario de la crisis aparece como el elemento central. Por ello, no es un accidente que Darimon sea el objeto inicial de la polémica de Marx: a lo largo de toda su obra –como es el caso en términos mucho más importantes, de la Gratuité du Credit  de Proudhon– es mistificado el pasaje histórico que el estado burgués opera al tomar la forma de la extracción de plusvalía. Marx se halla a sí mismo ante "la primera forma completa del Estado moderno, el gobierno del capital social; la primera forma completa de un moderno sistema monetario, el gobierno centralizado de la liquidez." Todo esto es presentado bajo la forma de crisis.

   La ruta de Marx es aquella que desciende de una adhesión a la imagen monetaria de la crisis (las crisis se presentarán siempre, desde ahora, bajo una forma monetaria) a un análisis de la crisis de las relaciones sociales, de la crisis de la circulación a la crisis de la relación entre el trabajo necesario y el plustrabajo. Como si en un enorme esfuerzo de anticipación, la crisis viene a ser la tendencia histórica del desarrollo del capitalismo. Y es en esta proyección histórica que la crisis se transforma en la crisis de la ley del valor. Dentro de la proyección histórica de una forma de producción que se vuelve cada vez más social, en la cual la función moderna del valor se transforma en una función de comando, de dominación, y de intervención en las fracciones sociales del trabajo necesario y la acumulación. El Estado es aquí la "síntesis de la sociedad civil" (p. 109; 29): esta definición, formulada en la Introducción, encuentra continua confirmación en los Grundrisse (p. 228,265; 139, 175), y madura en las más completas definiciones que ven en el Estado la representación directa del capital colectivo, quien es –para usar el término de Engels- "el capitalista colectivo." El pasaje es real, signado por una crisis que define su necesidad mientras, al mismo tiempo, indica las direcciones de una solución. Con este resultado del desarrollo histórico del capitalismo, debería ejercitarse la crítica, y, dentro de estos pasajes, la conciencia del movimiento tendencial, es decir, del antagonismo, debería imponerse. Teniendo en mente que la fuerte síntesis que el capitalismo intenta efectuar, en la forma de comando, a través de su socialización e institucionalización, requiere de una adecuada respuesta categorial. La teoría no puede ser desprendida de su adherencia a la historia. El dinero, ese salto delante de la forma monetaria del valor, representa, así, la inmediatez histórica de la crisis– pero, también, su tendencia.

 

  Los Proudhonianos cultivaron este pasaje para mistificarlo. ¿Cómo respondieron, de hecho, Proudhon y Darimon a la pregunta efectuada por la crisis? Lo hicieron explicando que el dinero es un equivalente, e, insistiendo sobre la peculiar naturaleza del mismo, desarrollaron una polémica dirigida a revalorizar una circulación pura, abundante y desplegada. Pero, notó Marx, si el dinero es un equivalente, si posee la naturaleza de un equivalente, es, por sobre todo, la equivalencia de una desigualdad social. La crisis, pues, no proviene de una imperfección de la circulación, en un régimen de equivalencias, y no puede ser corregida por una reforma de la circulación en un régimen de equivalencia. La crisis deriva de la desigualdad en las relaciones de producción, y solo puede ser suprimida suprimiendo dicha desigualdad. El dinero esconde un contenido que es eminentemente un contenido de desigualdad, de explotación. La relación de explotación es el contenido del equivalente monetario: más aún, este contenido no puede ser exhibido. Y Marx demostró esto. Pero la demostración no se detuvo aquí: aún es necesario subrayar la forma bajo la cual el dinero oculta el contenido, algo que es, finalmente, más importante que el mismo contenido. Porque esta forma es la de la contradicción, del antagonismo que la circulación monetaria intenta terminar y resolver. El reformismo del "socialismo real", en el mismo momento que busca perfeccionar –más allá de los límites y las secuencias de la crisis– el mecanismo de la circulación y la equivalencia, viene a anular esas reflexiones concretas que toman su forma del antagonismo de aquellos contenidos que se ocultan. El capital busca el desarrollo del reformismo, que lo provee de protecciones contra las críticas del lado de los trabajadores; el capital se reestructura a sí mismo en función de su necesidad de desplazar siempre para adelante el límite de las contradicciones que acumula la forma de circulación desde el antagonismo de la relación fundamental de producción. Para demistificar el "verdadero socialismo" significa, por lo tanto, demostrar esta confluencia de reformismo y el interés del capital en el desarrollo. Significa insistir en la centralidad de la forma para la función de la explotación. Significa llevar el análisis hasta el punto donde la revolución aparezca como la liberación del contenido de la explotación, en el sentido que es la liberación de toda la forma de circulación del valor, del valor tout court– que no es otra cosa más que la forma de calcular la explotación. Pero esto no es suficiente. Si la forma y el contenido del valor están unidos a la explotación, si toda re-forma es una profundización del contenido de la explotación, el antagonismo es posicionado a ese nivel de totalidad y radicalidad: no hay revolución sin destrucción de la sociedad burguesa, y del trabajo asalariado, como producto del valor, y del dinero en cuanto instrumento de la circulación de valor y de comando. Todo progreso en la socialización de la forma de circulación acentúa el contenido de la explotación: es, por ello, que la progresión de ese nexo debe ser destruida, junto con todas las formas ideológicas e institucionales que la representan y dinamizan– más aún si son "socialistas." Dinero, los ejercicios reformistas con relación a él: allí está toda la mierda. Por otro lado: "Der Klassenkampf als Schluss, worin die Bewegung und Auflösung der ganzen Scheisse auflöst" (A Engels, 30 de abril de 1868, Correspondencia) Es en este profundo tejido donde se unen y articulan las diversas partes de los cuadernos sobre el dinero.

   Pero el análisis debe seguirse con más atención, aún. La polémica contra los Proudhonianos contiene tres puntos a considerar. Que equivale a decir que, por un lado, Marx concentra, como hemos visto, sus críticas políticas y teóricas contra la mistificación específicamente "socialista" del período, por lo que interviene de un modo destructivo en la polémica sobre los bancos y el equivalente general. Por otro lado, y en segundo lugar, Marx coloca esta polémica en el margen de una tendencia que es, a sus ojos, y se vuelve, a los ojos de cualquiera, más y más fundamental: la tendencia a reformar al Estado en términos de la representación acabada de la sociedad burguesa, y de reformar al Estado en términos financieros. Con la crisis de los ’50, se abrió ese período que finalmente condujo a la representación del Estado y del capital financiero de Hilferding y Lenin: es este elemento tendencial al que Marx, con su insistencia en el dinero, también siguió. Otra vez, el resultado es la presuposición. Ahora, por medio de estos dos polémicos movimientos, la figura definitiva de la teoría del valor, en los escritos sobre el dinero de este período, es determinada– como un tercer elemento fundamental: el valor como una mediación social y equivalente de desigualdad, la teoría del valor como una parte de la teoría de la plusvalía, teoría de la plusvalía como regla social de la explotación social. Es, finalmente, el nivel en el que se desarrolla la polémica (dinero, la síntesis de la sociedad civil en la forma del Estado, la profundización de la forma social de la explotación) para llamar a la caracterización de la teoría del valor y sus definiciones (conjuntamente) en términos exclusivamente de plusvalía y de socialización de la explotación – términos que encontramos, principalmente, en los Grundrisse. Uno puede, por ello, decir, paradójicamente, que, mientras en El Capital las categorías están, generalmente modeladas sobre el capital privado y competitivo, en los Grundrisse están modeladas sobre un esquema tendencial de capital social. Este es el sentido del ataque contra el dinero, tal como fue definido en la polémica contra los Proudhonianos.

   Tomemos otra vez, la lectura puntual del texto de los Cuadernos I y II sobre el dinero. La primer parte, que hemos intitulado "Dinero y Crisis", es un movimiento totalmente atormentado en la intersección entre estos dos términos: la crisis muestra qué es el dinero. Para el discurso de Darimon –si uno sigue el texto- no es más que una sucesión de errores en el nivel de cálculo y estadística. (Grundrisse, p. 108-22, 126, 130; 28-42, 46, 50) Pero no podemos ceñirnos al texto; es la finalidad política del discurso general de los Proudhonianos la que debemos considerar- y condenar inmediatamente.

 

Hemos alcanzado la cuestión fundamental, que ya no está relacionada con el punto de partida. La pregunta general sería esta: ¿pueden las relaciones de producción existentes y las relaciones de distribución que les corresponden, ser revolucionadas por un cambio en el instrumento de circulación, en la organización de la circulación? Pregunta ulterior: ¿Puede dicha transformación de la circulación ser llevada a cabo sin tocar las relaciones de producción existentes y las relaciones sociales que descansan en ellas? Si cada una de dichas transformaciones presuponen cambios en otras condiciones de producción y trastornos sociales, se desprende de esto el colapso de la doctrina que propone trucos de circulación  como forma de, por un lado, evitar el carácter violento de estos cambios sociales, y, por otro, hacer que estos cambios no parezcan una presuposición, sino el resultado gradual de las transformaciones de la circulación. Un error en esta premisa fundamental sería suficiente para probar que ha ocurrido una incomprensión similar en relación con las conexiones interiores entre las relaciones de producción, distribución y circulación. (Grundrisse, p. 122; 42)

 

En resumen, estos caballeros desean mejorar al capitalismo, la circulación de dinero "sin abolir ni sublimar la verdadera relación de producción que se expresa en la categoría dinero" (Grundrisse, p. 123; 42) Pero esta es una "demanda auto-contradictoria": no es posible, de hecho,

 

Manejar determinantes esenciales de una relación por medio de modificaciones formales. Variadas formas de dinero pueden corresponderse mejor con la producción social en distintos estadios, una forma puede evitar perjuicios contra los cuales otra será impotente; pero ninguna de ellas, en tanto sean formas del dinero, y en tanto el dinero siga siendo una relación esencial de la producción, será capaz de vencer las contradicciones inherentes a la relación del dinero, y solo podrán esperar reproducir estas contradicciones en una u otra forma. Una forma de trabajo asalariado podrá corregir los abusos de otra, pero ninguna forma de trabajo asalariado podrá corregir el abuso del trabajo asalariado en sí mismo. (Grundrisse, p. 123; 42-3)

 

   Ciertamente, el trabajo de estos caballeros Proudhonianos intenta mistificar la realidad de las cosas: ¿pero como es eso posible, cuando algo tan preponderante como la crisis re-propone les verdaderos términos teóricos del discurso? El dinero es una categoría mediadora del antagonismo social: la definición estabiliza la posibilidad de la crisis, su efectivización la demuestra en acción.

   En este punto, sin embargo, basta ya de polémica: si la intersección del dinero y la crisis destruye la mistificación Proudhoniana, también produce efectos mucho más importantes. En particular, demuestra qué es el valor. La definición del valor se retrotrae enteramente a la generalidad del dinero, en medio de una crisis que demuestra la función exclusivamente tendencial del dinero de ocultar y representar las relaciones sociales antagónicas. Es por ello que, en su carácter de dinero y bajo la tendencia demostrada durante la crisis, la teoría del valor debe ser reformulada.

 Las características del dinero deben ser asumidas dentro de aquellas del valor. La teoría del valor, como ha existido hasta ahora, es simplemente una alusión al dinero como representación concreta de la mediación social del antagonismo. El valor será definido por medio del trabajo promedio, por el trabajo socialmente necesario en el sentido en que es definido el dinero en este marco. "Lo que determina el valor no es la cantidad de tiempo laboral incorporado en los productos, sino la cantidad de tiempo laboral necesario en un momento dado" (Grundrisse, p. 135; 55) Pero si uno mira mejor, la definición de trabajo necesario es una definición social. Consecuentemente, "el valor de mercado es siempre diferente, siempre está por debajo o por arriba del valor promedio de una mercancía" (Grundrisse, p. 137; 56) "Consideradas como valores, todas las mercancías son cualitativamente iguales y difieren sólo cuantitativamente." (Grundrisse, p.141; 59) Aquí, otra vez, la hipótesis Proudhoniana es invertida: aquello que los reformistas ven como una solución del antagonismo, constituye sus bases. Es en este nivel de mediación social donde el dinero, como forma eminente del valor, constituye el terreno en el cual, contra el cual, la teoría se desarrollará. ¡Simplemente una metafísica del valor! Marx le deja eso a sus predecesores, y, con frecuencia, a quienes lo siguen. El valor es dinero, esa mierda, ante la cual no hay otra alternativa más que la destrucción: la supresión del dinero. Estudiémoslo a fin de destruirlo.

   Y ahora ve la ecuación valor – dinero – crisis. Como una continua oscilación:

 

El valor de mercado es siempre diferente, siempre debajo o arriba de este valor promedio de una mercancía. El valor de mercado se iguala a sí mismo con el valor real por medio de sus constantes oscilaciones, nunca por medio de una ecuación con el valor real como si este último fuese una tercera parte, sino por medio de constantes no-ecuaciones de sí mismo (Hegel hubiera dicho, no por la vía de una identidad abstracta, sino por la constante negación de la negación, es decir, de sí mismo como negación del valor real) (Grundrisse, p. 137; 56)

 

   Esta oscilación es, al mismo tiempo, una ley del movimiento y la posibilidad de la crisis. Esta oscilación es la forma de existencia del valor, la continua conmutación y esencial dualidad del valor. Esta oscilación es la revelación de la relación social que en realidad se extiende a sí misma, el modo en que se consolida la intercambiabilidad como una relación social exclusiva. Esta oscilación es, por ello, ahora y siempre, posibilidad de crisis. ¿Pero qué crisis? La crisis que constituye el concepto se refiere a la definición de lo real como antagonismo y crisis.

 

En la medida que la producción está diseñada de tal modo que cada productor se vuelve dependiente del valor de cambio de su mercancía, es decir, que el producto se vuelve cada vez más el objeto inmediato de la producción– en la misma medida deben desarrollarse las relaciones del dinero, junto con las contradicciones inmanentes a la relación del dinero, en la relación del producto consigo mismo como dinero. La necesidad del intercambio y de la transformación del producto en un valor de intercambio puro progresa junto con la división del trabajo, es decir, con el carácter progresivamente más social de la producción. Pero en tanto crece este último, crece el poder del dinero, es decir, la relación de intercambio se establece a sí misma como un poder externo a e independiente de los productores. Lo que aparece originalmente como medios para promover la producción se transforman en una relación ajena a los productores. En tanto los productores se tornan más dependientes del intercambio, el intercambio aparece cada vez más independiente de ellos, y la brecha entre el producto como tal y el producto como valor de cambio se ensancha. El dinero no crea estas antítesis y contradicciones; en realidad es el desarrollo de estas antítesis y contradicciones lo que crea el poder aparentemente trascendental del dinero (Grundrisse, p. 146; 65)

 

   Recapitulando. El valor, en la figura del dinero, es dado como contradicción, como "la posibilidad de que estas dos formas separadas en las cuales existe la mercancía no sean convertibles una en la otra" (Grundrisse, p. 147; 65) Esta naturaleza antagónica ("mientras la misma ecuación se vuelve dependiente de condiciones externas, por tanto, una cuestión de azar"- Grundrisse, p.148; 66) es revelada espacialmente (crisis comerciales) y temporalmente (crisis cíclicas); pero las bases de esto es la relación social que funda la necesidad de la forma de intercambiabilidad, del valor y del dinero. Es aquí donde la posibilidad de crisis se transforma en actualidad:

 

Es absolutamente necesario que los elementos separados por la fuerza, que, esencialmente estaban juntos, se manifiesten a sí mismos por la vía de erupciones forzadas, como la separación de cosas que, en esencia, pertenecen a una unidad. La unidad es rota por la fuerza. Tan pronto como la hendidura antagónica conduce a erupciones, los economistas apuntan a la unidad esencial y se abstraen de la alienación (Grundrisse, p.150; 68)

 

   El discurso sobre  "dinero y crisis’ prepara así el camino para un análisis de lo real. Por un lado, Marx utiliza las hipótesis Proudhonianas (leyéndolas como una mistificación de un camino definitivo, que se desarrolla dentro de la crisis, desde la forma de valor a la forma del dinero), por otro, invierte estas hipótesis, mostrándolas como una falsificación y un intento de hipotetizar un antagonismo real. Por ello, la crítica debe volverse política, debe asaltar las condiciones sociales del antagonismo. Y este es, de hecho, el camino que Marx sigue. El segundo pasaje del "Cuaderno sobre el Dinero" comienza en este terreno. Como en el caso del primero, que terminamos de examinar, parece una carrera para preparar el salto, la entrada en el medio de las cosas que la crítica materialista debe considerar.

   Pero antes de entrar nosotros mismos en este terreno, miremos por un momento a un elemento –habitualmente implícito, a veces explícito– en las páginas recién consideradas, que no habíamos considerado. Es la atención prestada al dinero como símbolo. Esto equivale a decir que Marx, en el momento de considerar la posibilidad de crisis, vale decir, la necesidad de la función del dinero (valor) de romper desde el antagonismo que la constituye, también consideró el efecto ambiguo de la separación. Ruptura, escisión, igual a la profundización del contraste de clase que yace debajo de la relación monetaria. Pero los elementos del contraste, cuando no están mediados, re-emergen con todo su poder de oposición. Más adelante en los Grundrisse, Marx insistirá con más atención sobre la composición de la clase trabajadora en este nivel de escisión. Aquí, insiste en la función política del dinero como símbolo, como función de comando. El dinero como "mero símbolo", como "símbolo social", como una idea "a priori"- en síntesis, el "sujeto-dinero" (Grundrisse, p.141, 144, 167; 60, 63, 84)– puede ser el resultado del momento de crisis, puede ser una solución para la crisis. Veamos de cerca este punto: aquí Marx explica su dialéctica, que no es la Hegeliana de mediación necesaria, ni es la Proudhoniana de la ley del valor, sino que es la lógica del antagonismo, del riesgo, de la apertura. El símbolo puede volverse sujeto, el valor volverse comando, la sobredeterminación puede romper la dialéctica y forcejear con el poder y el comando. El fascismo, la barbarie y la regresión no son imposibles. El símbolo puede ser más fuerte que la realidad porque nace de la escisión consciente de la realidad. Luego seguiremos viendo acerca de la extraordinaria importancia de esta intuición marxista. (Muy sosa es la lectura de Rosdolsky, p. 145-47. Mientras, justificadamente, insiste en la posibilidad de lograr la teoría de la plusvalía sobre la base de este elemento intrínseco de la teoría del dinero de Marx, Rosdolsky subvalúa la posibilidad de una neue Darstellung sobre este sujeto. Rosdolsky no entiende que este pasaje lógico y teórico puede, también ser un pasaje histórico y político)

 

   "Dinero y Desigualdad." Otra ves, un comienzo pedante: Crítica de Gray y del Banco Saint-Simoniano. Marx se repite a sí mismo: condiciones generales de producción, desde el dinero hasta el intercambio y hasta las condiciones sociales de uno y otro: "El mayor proceso de intercambio no es aquel entre mercancías, sino aquel entre mercancías y trabajo" (Grundrisse, p. 155; 73) Pero aquí, ¡boom!. El primer salto, el primero de los excursus políticos de los Grundrisse.

   Comencemos con un punto más simple: el dinero, la forma del valor, es una relación de desigualdad, genéricamente representativa de la relación de propiedad, sustantivamente representativa de la relación de poder.

 

La dependencia recíproca y multilateral de individuos que son indiferentes entre sí, forma su conexión social. El vínculo social está expresado en el valor de cambio, por medio del cual la actividad propia de cada individuo o su producto se convierte en actividad o producto para él; el debe producir un producto general– valor de cambio, o, el posterior, aislado e individualizado para sí mismo, dinero. Por otro lado, el poder que cada individuo ejerce sobre la actividad de otros o sobre la riqueza social existe en él en tanto dueño de valores de cambio, dinero. El individuo lleva su poder social, como asimismo, su vínculo con la sociedad, en su bolsillo. (Grundrisse, p. 156-7; 74-5)

 

   Ahora, cuanto menor la fuerza del intercambio, tanto mayor es la fuerza de la comunidad que vincula a los individuos: esa es la forma de la sociedad antigua.

 

La independencia personal fundada en dependencia objetiva {sachlicher} es la segunda gran forma en la cual se conforma por primera vez un sistema de metabolismo general social, de relaciones universales, de necesidades plenas y capacidades universales. La libre individualidad, basada en el desarrollo universal de los individuos y su riqueza social, es el tercer estadio. El segundo estadio crea las condiciones para el tercero. (Grundrisse, p. 158; 75)

 

   ¿Es esta una filosofía de la historia? No podríamos decir eso: porque, de hecho, la historia descripta es invertida inmediatamente en una relación activa y constructiva, y, al mismo tiempo, en una dialéctica tan extrema que no puede resolverse. Por ello, por un lado, "intercambio y división del trabajo se condicionan recíprocamente uno al otro" (Grundrisse, p. 158; 77) Ya se ha implantado en el cuerpo del trabajo esa duplicidad de intercambio y dinero que lo absorbe totalmente. Esto es, pues, "reificación, relación reificada, valor de cambio reificado" (Grundrisse, p. 160; 78) Pero, por otro lado, destrucción de todo esto, conciente, voluntaria, racional, destrucción creativa: "Los individuos desarrollados universalmente, cuyas relaciones sociales, como sus propias relaciones comunales {gemeinschaftlich}, están también subordinadas a su propio control comunal, no son producto de la naturaleza, sino de la historia" (Grundrisse, p. 162; 79) Si uno observa cuidadosamente: este desarrollo es lucha, quiebre, creación. En ningún sentido restauración de una esencia original. Aquí, el humanismo no tiene lugar. "Es tan ridículo anhelar un retorno a aquella plenitud original, como lo es creer que con este completo vacío la historia ha llegado a detenerse. El punto de vista burgués no ha avanzado jamás más allá de esta antítesis entre sí mismo y este romántico punto de vista, por lo que este último lo acompañará como antítesis legitimada hasta su bendito fin" (Grundrisse, p. 162; 80) Ciertamente, la dialéctica de estos dos momentos es necesaria: "La prostitución universal aparece como fase necesaria en el desarrollo del carácter social de los talentos, capacidades, habilidades y actividades personales" (Grundrisse, p. 163; 80): pero aún más necesario –e histórico y conciente– es el colapso de esta prostitución.

   Esta explosión teórica y política no tiene contenido. Se dará una y otra vez; ahora es una anticipación que aguarda la maduración de las semillas plantadas con la finalidad de que se representen a sí mismas como protagonistas. Hagamos crecer, pues, a estas semillas, volviendo al análisis del dinero.

   "El dinero como medida y equivalente general." Conocemos el problema y su solución. "El dinero es el medio físico dentro del cual se sumergen los valores de cambio, y en el cual obtienen la forma correspondiente a su carácter general" (Grundrisse, p. 167; 84) Pero es el tiempo de trabajo el que forma la generalidad: "El dinero es tiempo de trabajo en forma de objeto general" (Grundrisse, p. 168; 85) Lo que sigue es la crítica de Adam Smith, quien asume dos determinaciones del trabajo –aquella que produce y aquella que produce por dinero– superpuestas. Ahora, producir por dinero es, al mismo tiempo, un momento de explotación y un momento de socialización. La socialización capitalista exalta la socialidad del dinero como explotación, mientras que la socialización comunista destruye el dinero, afirmando la socialidad inmediata del trabajo. "En el segundo caso, la presuposición es mediada por sí misma, es decir, la producción comunal, la comunalidad, es presupuesta como la base de la producción. El trabajo del individuo es instituido desde el principio como trabajo social" (Grundrisse, p. 172; 88) "Su producto no es un valor de cambio." Y Marx continúa de este modo.

   Ahora bien, aquí vale el esfuerzo reconsiderar ciertos elementos del razonamiento, elementos que, por otra parte, ya hemos encontrado. Continuamente me conmociona cuan fundamental es la inversión que efectúa Marx de la generalidad reificada del dinero (del valor) en la generalidad productiva del trabajo asociado. La inversión no implica ninguna homología: el carácter antagónico de las categorías y del método de Marx las excluye. Cuanto más fundamental la representación del valor en la figura del dinero, más fundamental es la refutación del valor, la radicalidad de su inversión. El comunismo no es la realización de la intercambiabilidad del valor, la puesta en fuerza del dinero como medida real. El comunismo es la negación de toda medida, la afirmación de la más exasperada pluralidad – creatividad.

 

Por ello, la economía del tiempo, junto con la distribución planificada del tiempo laboral entre las variadas ramas de la producción, sigue siendo la primera ley económica en la base de la producción comunal. Sin embargo, esto es esencialmente diferente de una medida de los valores de cambio (trabajo o productos) por el tiempo laboral (Grundrisse, p. 173; 89)

 

   Economía de tiempo y actividad planificada libremente: guardemos mentalmente estos dos elementos que caracterizan aquí al comunismo. ¿Rechazo del trabajo? Probablemente no sea del todo inútil retomar (como haremos) esta problemática.

   "El dinero como medida de la circulación." Estamos en medio del "lado magnífico" del dinero, de ese aspecto y ese movimiento que crea al unísono, socialización y crisis. Un largo paréntesis sobre los metales ha anticipado este nuevo ataque teórico. Ahora "la primera tarea es establecer firmemente el concepto general de circulación" (Grundrisse, p. 187; 102) Este es otro de los puntos centrales de los Grundrisse: de hecho, sobre estas bases se desarrollará el segundo gran nivel del análisis, aquel que tiene que ver con los problemas del capital social y el antagonismo a este nivel. Y aquí, como siempre sucede en la estructura extremadamente densa de esta obra, ya se incluyen algunas anticipaciones de este rico desarrollo. Pero observemos los pasajes, uno a uno. En primer lugar, el dinero es presentado como un universo en movimiento, un "perpetuum mobile", como un "círculo de intercambio, una totalidad de los mismo, en constante flujo, procediendo más o menos de toda la superficie de la sociedad; un sistema de actos de intercambio" (Grundrisse, p. 188; 103) Pero, en segundo lugar, en este rol como motor de la circulación, el profundo actor de la unidad del mercado, el dinero es, también, la fijación de la reificación y autonomización del equivalente general. "La precondición de la circulación de mercancías es que sean producidas como valores de cambio, no como valores de uso inmediato, sino mediadas por el valor de cambio. La apropiación a través y por medio del despojo {Entaüserung} y la alienación {Veraüserung} es la condición fundamental" (Grundrisse, p. 196; 111) Y otra vez: "La circulación es el movimiento en el cual aparece la alienación general como apropiación general y la apropiación general como alienación general" (Grundrisse, p. 196; 111) El dinero es representado como "un poder sobre los individuos que se ha vuelto autónomo." De esto derivan ciertas consecuencias fundamentales: principalmente, que el antagonismo inherente a esta duplicación conceptual del dinero en la circulación genera circulación como un proceso "falso" hasta el infinito. En realidad, el proceso es contradictorio desde todo punto de vista; los actos presentados en él son recíprocamente "indiferentes", distantes en espacio y tiempo. La posibilidad de crisis, ya advertida en el nivel del análisis del equivalente general, se presenta en el nivel de la circulación.

 

En tanto la compra y venta, los dos momentos esenciales de la circulación, son indiferentes el uno del otro, y separados en tiempo y espacio, no necesitan de ningún modo coincidir. Su indiferencia puede devenir en la fortificación y aparente independencia de uno contra el otro. Pero en tanto ambos son momentos esenciales de un mismo todo, deberá llegar un momento en el que la forma independiente sea rota con violencia y la unidad interior establecida externamente por medio de una violenta explosión. Por ello, en la calidad del dinero como medio, en la división del intercambio en dos actos, allí yace el germen de la crisis, o, al menos, su posibilidad, que no será realizada excepto cuando estén presentes las precondiciones fundamentales de una circulación conceptualmente adecuada, clásicamente desarrollada. (Grundrisse, p. 198; 112-13)

 

   Pero, otra vez, esto no es suficiente. En los Grundrisse, todas las vueltas que da el discurso alrededor del antagonismo de la circulación, sus determinaciones temporales y espaciales, son transferidas inmediatamente a la división del trabajo, a las condiciones sociales del antagonismo. Y eso es lo que ocurre también aquí. Y también ocurre el correspondiente pasaje, el de la inversión, aquel que reúne la riqueza del proceso del capital dentro de la circulación, a fin de negarlo, no por un desarrollo sucesivo, sino en términos de destrucción y apropiación comunista. Esta serie de pasajes son fundamentales, pues mientras ilustran la posibilidad de crisis inherente al concepto de dinero, también demuestran la naturaleza del proceso categorial de Marx. No es, de hecho, la posibilidad dialéctica de la crisis, sino la violencia antagónica de la inversión la que continuamente le da sentido al proceso argumental. Es evidente que se ha modificado el propio uso de las categorías: estas retornan incesantemente a la subjetividad del antagonismo; solo pueden ser leídas definitivamente bajo esta luz; sólo pueden funcionar de este modo.

 

   Procedamos. En este punto el dinero "aparece primeramente como un fin en sí mismo, cuya realización es servida por el comercio e intercambio de mercancías" (Grundrisse, p. 203; 117) "Debemos observar al dinero en su tercera cualidad, en la cual están incluidas las dos anteriores, es decir, la de servir como medida y la de ser medio general de cambio, y, por ende, de realización de los precios de las mercancías." El esquema dialéctico de la exposición ha concluido: la síntesis demuestra "al dinero como dinero y capital", como totalidad realizada del proceso. Aquí hay algo así como una pausa en el procedimiento de Marx: la inversión antagónica no está, de hecho, situada en el nivel primario. El análisis se entretiene a sí mismo en una prolongada fenomenología de la síntesis monetaria. Esta fenomenología está utilizada para demostrar toda la potencia, toda la subjetividad de la parte del capital. La potencia del dinero como representativo de la circulación, de su totalidad y dominio general sobre la realización, se acentúan extremadamente. El dominio del dinero posee la apariencia y la indiferencia de la movilidad y fluidez; el dinero ejercita su dominio bajo la paradójica forma de la evanescencia. Está en todas partes y se diluye a sí mismo en la persistencia, pero, al mismo tiempo, se recobra así mismo como signo de la totalidad. Su intermediación es tan flexible como rígida. Pero así se materializa esta paradoja: el poder evanescente del dinero ataca cosas y las transforma a su propia imagen y semejanza. Es un poder demiúrgico, que por medio de un signo modifica la realidad. Esta claro que en este Marx, el dinero es una tautología del poder. Un poder que se extiende a todas partes. Y, de hecho, el dinero es representado como una relación de producción ("la relación del dinero es, ella misma, una relación de producción si la producción es vista en su totalidad"- Grundrisse, p. 214; 128), como instrumento de producción ("desde que la circulación ya no aparece en su simplicidad primitiva, como intercambio cuantitativo, sino como proceso de producción, metabolismo real. Y de este modo, el dinero se sitúa como un momento particular de este proceso de producción– Grundrisse, p. 217; 130); como poder (en su capacidad de "difusión y fragmentación en el mundo de las mercancías"- Grundrisse, p. 218; 132); el dinero "como el individuo de la riqueza general" ejercita "un poder general sobre la sociedad, sobre todo el mundo de gratificaciones, trabajos, etc."- Grundrisse, p. 222; 133), como –específicamente– poder sobre el trabajo asalariado ("Es inherente al mismo carácter simple del dinero como tal, que solo puede existir como momento desarrollado de la producción donde y cuando exista el trabajo asalariado; que en este caso, lejos de subvertir la formación social, es, en realidad, una condición para su desarrollo y una rueda transmisora para el desarrollo de todas las fuerza de producción, materiales y mentales"- Grundrisse, p. 223; 134-35); "Como representante material de la riqueza general, en tanto valor de cambio individualizado, el dinero debe ser el objeto directo, objetivo y producto del trabajo general, el trabajo de todos los individuos. El trabajo debe producir, directamente, valor de cambio, es decir, dinero. Para ello, debe ser trabajo asalariado Grundrisse, p. 224; 135), como fuerza productiva ("Aquí, el dinero como objetivo se vuelve los medios de la industriosidad general": "Está claro, por lo tanto, que cuando el trabajo asalariado es la fundación, el dinero no posee un efecto disolvente, sino que actúa productivamente"- Grundrisse, p. 224; 135), como fuerza universal ("que produce nuevas necesidades", "un medio de expandir la universalidad de la riqueza", "para crear la verdadera generalidad"- Grundrisse, p. 225; 136) Y, finalmente, el dinero es presentado como "la verdadera sustancia común del trabajo asalariado y el capital."

 

   No es por casualidad que el dinero representa "la verdadera sustancia común del trabajo asalariado y el capital" en el pasaje que acabamos de analizar. Mientras que, de hecho, en los otros pasajes del análisis del dinero, el proceso dialéctico específico de la figura del capital, contenía, cerca de y en si, al proceso de inversión, en los párrafos dedicados al dinero como dinero" esto no sucede. No puede suceder porque ese es el triunfo del dinero, de su subjetividad: la extrema acentuación de la relación por medio de la identificación de uno de sus polos. Pero el cuadro debe ser aquí invertido, cambiado de inmediato. Todas las contradicciones que las categorías han verificado en su constitución y desarrollo serán ahora acumuladas en la operación de inversión. Será posible reutilizar las tesis que unimos bajo el punto B, dado que ya se expresaba en aquellas páginas la tensión hacia la inversión. Sin embargo, será mejor concentrarnos en aquellas nuevas tesis que constituyen el final del Cuaderno I y el comienzo del II. Hay en estas páginas un poco de cansancio, pero el movimiento de inversión ya está fuertemente lanzado, y es radical.

   Marx insiste con tres temas: dinero y mercado mundial, dinero y circulación productiva, las formas políticas e institucionales de la reproducción social: Son tres temas estrictamente relacionados: de hecho, en los tres terrenos, la inversión puede darse en un nivel de generalidad, que es aquel producido por el desarrollo de la investigación finalizado en este punto. Uno puede decir que, a diferencia de lo que sucede en el punto B, la atención se deposita sobre las contradicciones extensivas, más que sobre las contradicciones intensivas.

   El mercado mundial es el terreno específico en el cual la crisis determina "la intimación general que apunta hacia la presuposición, y la urgencia que conduce a la adopción de una nueva forma histórica." (Grundrisse, p. 228; 139) El mercado mundial multiplica las contradicciones del dinero en circulación, poniendo todo en movimiento. La relación alcanza el máximo de la diferencia, y acumula en esta inmensa área a la totalidad de las diferencias. El mercado mundial es la tendencia: el dinero, en tanto potencia universal, se mueve preponderantemente hacia esa dimensión. Pero al hacerlo, lleva a esa significación el conjunto de contradicciones que lo constituyen. El salto cualitativo hacia el mercado mundial constituye en antagonismo la totalidad de las contradicciones. Volveremos pronto a este punto– también para responder a las críticas que origina la presentación de Marx de la relación "mercado mundial – dinero – crisis." Podemos decir que la dimensión extensiva se aproxima a negar a la dimensión intensiva, y que la relación entre la acumulación de contradicciones y la resurgencia del antagonismo es más un salto lógico que una deducción. Pero ya volveremos a este punto. Pasemos entonces a la segunda relación propuesta: aquella entre el dinero y la circulación, y el dinero y la reproducción. Ahora bien, el dinero en cuanto potencia reproductiva se reproduce a sí mismo junto con el mundo de la producción como su condición. El dinero vive "como relación consigo mismo a través del proceso de circulación"; pero esto ocurre porque

 

El proceso de circulación debe también, e igualmente, aparecer como el proceso de producción de valores de cambio. Es por ello, por un lado, la regresión del valor de cambio en trabajo, y, por otro, la del dinero en valor de cambio, que ahora está constituido, sin embargo, en un carácter más profundo. Con la circulación, el precio determinado es presupuesto, y la circulación como dinero lo sitúa solo formalmente. El determinismo del propio valor de cambio, de la medida del precio, debe, ahora, aparecer como un acto de la circulación. Situado de este modo, el valor de cambio es capital, y la circulación está instituida, al mismo tiempo, como un acto de producción. (Grundrisse, p. 235; 146)

 

"La circulación como acto de producción." La inversión debe, por lo tanto, ocurrir también en el interior de la circulación, dentro de la circulación productiva. Eso constituye la síntesis de todo el proceso del capital; en ella, "el dinero en su carácter final y completo, aparece ahora en todas las direcciones como una contradicción, contradicción que se disuelve a sí misma, que se dirige hacia su propia disolución." (Grundrisse, p. 233; 144) Y también en este caso (y de modo más convincente que en el caso del mercado mundial) la tendencia del dinero a constituir la síntesis de la circulación y la producción determina la explosión del antagonismo. Finalmente, un tercer punto a considerar, la relación dinero – formas institucionales. Incluso aquí, el dinero está en posesión de una extraordinaria fuerza expansiva. A su luz, "todas las contradicciones inherentes a la sociedad burguesa aparecen extinguidas en las relaciones de dinero concebidas de forma simple; y la democracia burguesa, más aún que los economistas burgueses, se refugia en este aspecto (los últimos son lo suficientemente consistentes para regresar a aspectos más simples de valor de cambio e intercambio)a fin de construir disculpas por las relaciones económicas existentes" (Grundrisse, p. 240-1; 152) "El sistema del dinero solo puede ser la realización de este sistema de libertad e igualdad" (Grundrisse, p. 246; 157) La democracia de los pueblos modernos es la realización total del valor de cambio. Todas las formas institucionales de la democracia son solo su representación. Pero aquí también la contradicción corre a través de la acumulación de efectos de valor de cambio, de dinero, a fin de mostrar las condiciones antagónicas: "ya las formas simples de valor de cambio y dinero contienen en latencia la oposición entre trabajo y capital, etc." (Grundrisse, p. 248; 159) La consecuencia, para los socialistas,

 

la respuesta adecuada... es: Que el valor de cambio o, más precisamente, el sistema del dinero es, de hecho, el sistema de la igualdad y la libertad, y los disturbios que se hallan en el desarrollo del sistema son disturbios inherentes a el, meramente la realización de la igualdad y la libertad, que prueban ser desigualdad y falta de libertad. Es tan piadoso como estúpido desear que el valor de cambio no se desarrolle en capital, o el trabajo que produce valor de cambio no devenga  trabajo asalariado (Grundrisse, p. 248-49; 160)

 

   Se ha dicho que el pasaje desde el dinero al mercado mundial y la crisis no posee la intensidad y significado sinóptico de otros puntos conclusivos del capítulo sobre el dinero. Pero, sin negar los límites de la argumentación de Marx, podemos agregar ciertas anotaciones. El discurso sobre el "mercado mundial" aparece en Marx, en los Grundrisse, como indicación de un trabajo a realizar. Ese es el caso en el Cuaderno M (Grundrisse, p. 108-9; 28-29), ese es el caso, en varios lugares, en los cuadernos centrales (Grundrisse, p. 228, 264; 139, 175) En cada caso, la referencia al mercado mundial concluye el proyecto de trabajo de Marx, proyecto de trabajo por medio de una articulación de libros que debían juntar toda la operación de destrucción teórica de la sociedad capitalista. Mercado mundial versus crisis. Si vemos de cerca: cuando Marx proyectó el libro sobre el mercado mundial y la crisis, no los confundió genéricamente con las dimensiones de la internacionalización y del proceso consonante y concurrente del capital: los distinguió, por el contrario, explícitamente. El mercado mundial es entonces comprendido como una categoría específica. Veremos más adelante –en la Lección 3 sobre el método– cómo, en este caso, una especificidad del método de Marx coincide claramente: vale la pena decir que la acumulación de elementos concretos determina un nuevo nivel categorial; el análisis es desplazado, dislocado hacia delante. Bueno, en este nuevo nivel, uno podría demandar que la intensidad del análisis del antagonismo se corresponda con su extensión y densidad. Es una ilusión óptica la desproporción entre la indicación y el contenido del análisis, que aquí, ahora, nos deja insatisfechos ante la propuesta de Marx de analizar el nudo mercado mundial – crisis. Pero si tan solo, en el estilo de Marx, llenamos esa forma con los contenidos teóricos que han acumulado siglos de lucha de clases a nivel mundial, entonces comprenderemos que esta indicación no es de desarme. El otro lado es el que acentúa no tanto la consideración de la categoría, sino su formación tendencial, sobre la base del antagonismo del dinero. Pero ya hemos hablado de esto.

  Así hemos arribado al final de la lectura de este capítulo sobre el dinero. Me parece que las preguntas que nos formulamos inicialmente han hallado una primera contribución a la discusión, y logrado más razones para ser, al menos aproximadamente, desarrolladas. Me parece, en particular, posible confirmar el juicio anticipado en referencia a la utilidad del ataque, en el comienzo de este capítulo. Ahora pues ¿cuáles son las ventajas teóricas que contiene esta irrupción del dinero? Creo poder responder en varios planos.

   Primero, en el plano de la lectura simple. Aquí, me parece que el nudo valor – dinero propuesto inmediatamente concreta el tema del valor como nunca ocurrió en otro lugar, en Marx. El pasaje de la forma dinero a la forma mercancía, de los Grundrisse al Capital, solo agrega abstracción y confusión. Pese a todas las intenciones y declaraciones en contrario, el método determinado por el ataque al problema de las mercancías es más idealista, Hegeliano. La insistencia en el dinero, en segundo lugar, no autonomiza y separa la teoría del valor. Veremos luego –Lección 4– como solo podemos hablar de la teoría del valor como parte de la teoría de la plusvalía: la reducción del valor al dinero, mientras remueve la tentación de autonomizar la teoría del valor, introduce la secuela de la investigación; inicia un buen camino. El dinero es una cosa concreta que contiene todo el dinamismo y las contradicciones del valor, tanto desde el punto de vista formal como desde el sustancial, sin poseer el vacío abstracto del discurso sobre el valor.

   Desde un punto de vista formal. El dinero puede describir, y aquí describe con gran potencia, el dinamismo de la tendencia y el del antagonismo. En un primer plano, el de la tendencia, es cierto lo que subraya Marx: el dinero "es, él mismo, la comunidad {Gemeinwesen} y no tolera nada por sobre sí. Pero esto presupone el pleno desarrollo de los valores de cambio, por lo tanto, una correspondiente organización de la sociedad" (Grundrisse, p. 223; 134) Y recordamos también que "cuando el trabajo asalariado es la base, el dinero no tiene efecto disolvente, sino que actúa productivamente" (Grundrisse, p. 224; 135) Pero con esto queda dada la base del antagonismo. Dinero y división del trabajo, dinero y explotación, relación constante de una profundización de la escisión como resultado de su extensión; todo esto dado en aquella perspectiva que introduce y desarrolla la crítica desde dentro de la inmediatez del dinero. No hay nada, desde el punto de vista formal, que pueda darnos la teoría del valor, que la teoría del dinero no nos lo de en una forma más colorida y efectiva.

    Lo mismo vale para las consideraciones sustanciales. Aquí, el dinero, en su dinamismo específico, nos muestra de inmediato la ley del valor como crisis. El dinero es la demostración de que el movimiento del valor es pura precariedad, que su solidez es solo tendencial, y solo puede determinarse a sí misma dentro de la continua alteración entre el promedio social del trabajo necesario y su sobredeterminación compulsiva. Se debe insistir en estos motivos que constituyen las bases sobre las cuales puede y debe establecerse la teoría de la plusvalía. Pero que se constituye como ley de lucha de clases solo en el sentido en el cual la ley del valor se vuelve un horizonte, no una categoría auto-suficiente. Y el dinero representa muy bien esta reducción de la ley del valor a un mero horizonte. Por medio de la teoría del dinero, de hecho, por un lado, tenemos la posibilidad de eliminar la caput mortuum  de la teoría del valor: la relación valor-precios. Es el dinero el que constituye, inmediatamente, esta relación, interpretando la oscilación entre los promedios sociales de valores del trabajo social y la sobredeterminación de los precios. El dinero representa esta oscilación por sí mismo; no hay –fuera de esta oscilación– otra realidad: el dinero es una oscilación constitutiva, que media y demuestra el valor completo producido por el trabajo social. Por otro lado, es también el dinero el que demuestra, en su apariencia de dinero, como "sensualidad abstracta", la ruta que transita el comando capitalista sobre la sociedad, a fin de sobredeterminarla continuamente, la oscilación de la explotación. El dinero nos permitirá comprender cómo se consolida la plusvalía en el comando social; como comandar la crisis es la situación normal del capitalismo. Centralizar el análisis del dinero le permitió a Marx innovar radicalmente con respecto a la teoría del valor de los clásicos, en una doble dimensión: reducir la teoría del valor a las figuras del promedio del trabajo social, y, con ello, definirlo como oscilación, conflictividad, potencialidad de antagonismo.

 

   Pero ahora es preciso determinar este antagonismo. No es casual que su análisis proceda desde la crítica del dinero (o el valor) a la del poder. El terreno se ha preparado para definir a la teoría de la plusvalía como elemento fundamental: pero veremos como la teoría de la plusvalía en si misma no alcanza si no está referida continuamente, como comando, a las confrontaciones, oscilaciones, crisis, al antagonismo producido –junto con la riqueza– por el trabajo social. Un comando intentando en forma continua de sobredeterminar políticamente. Por ello, el ataque al dinero en los Grundrisse abre y anticipa el tono general del pasaje teórico que transita desde la crítica del dinero a la crítica del poder.

 

 

 

 

 

 

* Lección 3

 

 

El método de la tendencia antagónica

 

 

   El cuaderno M fue escrito por Marx entre el 23 de agosto y mediados de septiembre de 1857. Publicado originariamente por Kautsky, como hemos señalado, fue reeditado –por razones filológicas, para corregir la edición de Kautsky– en Moscú, junto con la edición de los Grundrisse. Me parece que editar conjuntamente la Introducción y los Grundrisse no fue inoportuno, y no sólo por razones filológicas, sino desde el punto de vista de su contenido. Leer al mismo tiempo la Introducción y los Grundrisse nos permiten comprenderlos mejor. La existencia de una continuidad entre ambos textos queda demostrado por la recurrencia, la reaparición en ambos, del mismo plan de trabajo, pese a las modificaciones que haya tenido (ver Lección 2) Lo que proponemos aquí es que dicha continuidad no es simplemente temporal, sino que se refiere a la verdadera naturaleza del tema del sujeto. Están aquellos que niegan toda continuidad sustancial entre la Introducción y los Grundrisse. Vygodskij, por ejemplo, quien insiste en los descubrimientos dialécticos de los Grundrisse, subestima totalmente la importancia metodológica de la Introducción: de acuerdo con él, la Introducción es sólo el resumen de los estudios de Marx y la teoría del materialismo histórico de los ’40 y ’50; aún no ostenta el sello del materialismo dialéctico (que condujo a la teoría de la plusvalía), que determinó la originalidad, el verdadero salto delante de los otros cuadernos. En cuanto a las escuelas francesa e italiana, que durante décadas se han explayado sobre el método de la Introducción, me asombra que nunca han confrontado directamente el problema de su relación con los Grundrisse. En realidad, dado el carácter "delirante" de estos últimos, han preferido evitar el problema y relacionar la Introducción, directamente, con El Capital. Y para concluir: la metodología de 1857 es la metodología materialista de El Capital, y, por ello, la Introducción debe derivar en él. Ninguno de estos puntos de vista, que están de acuerdo en lo concerniente a la limitación de la metodología de 1857 a un horizonte estrictamente materialista, me satisface demasiado. No hay dudas de que es cierto que el Cuaderno M no está atravesado por esta tensión política y dialéctica que corre por los otros cuadernos; igualmente cierto es que allí uno percibe con fuerza los límites de un materialismo ligeramente vulgar: pero, respecto a las tesis de Vygodskij, creo que en la Introducción uno ya está dentro del salto teórico que opera en los Grundrisse, que los dos textos derivan del mismo proceso creativo, y que cada uno arroja luz sobre el otro; y en cuanto a las tesis de las escuelas francesa e italiana, me parece –en consecuencia- que debemos negarlas, y que la relación que existe entre la Introducción y El Capital es idéntica a la que hay entre todos los Grundrisse y El Capital. Por ello, propongo ir a la lectura del texto, donde intentaré demostrar en que medida están bien fundadas mis hipótesis– e insisto en la conveniencia de efectuar esta lectura en la Lección 3, tras haber penetrado en el corazón del tema en la Lección 2. Continuaré en esta lección uniendo un texto con otro, y, desde ahora, durante todo el análisis.

 

   "Para comenzar, el objeto ante nosotros es la producción material " (Grundrisse, p. 83; 5) Pero ¿cuál es el concepto de producción? No existe una pregunta tan filosóficamente clásica como esta: por siglos los filósofos han discutido sobre definiciones reales y nominales. Pero cada nombre posee siempre algún tipo de realidad: el problema es no mistificar al referente. En esta búsqueda de una mediación entre nombre y realidad, los últimos "filósofos", por ejemplo, parecen haber caído en la trampa del "parecido meramente estético, de los Robinsonianos grandes y pequeños", en realidad, mistifican la producción al introducir una anticipación, al "inventar" la producción como función política de la sociedad burguesa en el proceso de su conformación. ¿Cómo armonizar correctamente nombre y realidad? Evitar la mistificación no implica evitar un proyecto político, sino asociar este proyecto político con la realidad. La realidad es política: y no menos cierta por ello.

   Por ello, la realidad debe servir como objetivo a la política: sólo hay una política real y verdadera. Los "filósofos" del siglo XVIII mistificaron la realidad porque adhirieron al individualismo sobre el concepto de producción, volviéndose ellos mismos un eco del proyecto político de la sociedad burguesa: y esto es falso. Solo podemos abordar el concepto de producción dejando atrás al elemento general, orgánico, en el que se basa, dejando atrás al siglo XVIII. Pero, una vez hecho esto, una vez realizado este impulso general, este lazo colectivo que define el modo humano de producir, aún no habremos concluido nada: la realidad y el nombre estarán aún distantes uno de otro, y correremos el riesgo de dar sólo un nombre genérico a la producción. Por supuesto, "todas las épocas de la producción poseen ciertos rasgos comunes, características comunes." Pero esta "caracterización del proceso histórico de producción" no nos ayuda demasiado. Si "la producción en general  es una abstracción", es, no obstante

 

Una abstracción racional en tanto rescata y fija al elemento común y con ello nos evita la repetición. Y aún esta categoría general, este elemento común tamizado por comparación, está segmentada muchas veces y dividido en diferentes determinaciones. Algunas determinaciones pertenecen a todas las épocas, otras, sólo a unas pocas. [Algunas] determinaciones serán compartidas por la época más moderna y la más antigua. Ninguna producción será imaginable sin ellas: sin embargo, aún los idiomas más desarrollados tienen leyes y características en común con los menos desarrollados, no obstante, aquellas que determinan su desarrollo, por ejemplo, los elementos que no son comunes y generales, deben ser separados de las determinaciones válidas para la propia producción, de modo que en su unidad –que deriva tanto de la identidad del sujeto, la humanidad, y del objeto, la naturaleza– no se olvide su diferencia esencial. Toda la profundidad de esos modernos economistas que demuestran la eternidad y armonía de las relaciones sociales existentes, se apoya en este olvido. (Grundrisse, p. 85; 7)

 

   Este pasaje contiene casi todo: la construcción de la abstracción conceptual general, su determinación particular sobre la base de la diferencia, la polémica contra todas aquellas concepciones que intentan hacer eterno el concepto en general, basándose en el materialismo (contra los economistas, como antes contra los filósofos y su lúcida ideología)

 

Hasta este punto, sin embargo, no puede decirse que esto constituya una gran originalidad en términos de una definición del concepto. Cualquier escritor realista o materialista (incluso del siglo XVIII) podría haber dicho lo mismo. Es preciso, pues, profundizar el tema. ¿Dialécticamente? Pero para que haya una dialéctica debe haber sujeto. Por lo tanto, esta es la cuestión que debemos abordar. Si no hay producción en general, entonces tampoco hay producción general. La producción es siempre una rama particular de la producción –por ejemplo, agricultura, ganadería, manufacturas, etc.- o es una totalidad. Pero la economía política no es tecnología. La relación entre las características generales de producción, en un estadio de desarrollo social, y las formas particulares de producción a ser desarrolladas en cualquier lugar (posteriormente) Por último, la producción no sólo es una producción particular. En realidad, es siempre un determinado cuerpo social, un sujeto social el que está activo en una mayor o menor cantidad de ramas de producción. (Grundrisse, p. 86; 7-8)

 

   Aquí emerge el concepto de totalidad como una relación y unidad de diferencias. Será preciso abrir aquí un paréntesis (pero sólo lo indicaremos aquí) en la relación totalidad – subjetividad. Muchos escritores hacen gárgaras con este concepto de totalidad, al que reducen a la intensidad que emanaría de un nudo de determinación idealista. Aunque, por el contrario, la totalidad está aquí, claramente, la estructura subjetiva, la estructura de un sujeto portante. En el horizonte de Marx, el concepto de totalidad no es nunca intensivo. Es extensivo, organizado, finalizado por la determinación de la abstracción. El horizonte metódico de Marx nunca está investido con el concepto de totalidad; en realidad, se caracteriza por la discontinuidad materialista de los procesos reales. Este pasaje tampoco resuelve nada. Ciertamente, la subjetividad le confiere a la dialéctica de la estructura material un dinamismo muy importante, y ensancha sus dimensiones. El ejemplo dado por Marx (tomando una de sus viejas pero absolutamente adecuadas ideas) es aquel referido a la reducción inmediata de la propiedad y las formas jurídicas de la organización social en general, a aquella estructura social. En suma, aquí, el materialismo subordina la dialéctica a sí mismo, la utiliza para caracterizar a la totalidad subjetiva (capitalista) de la estructura. Pero esto no alcanza: la dialéctica es tan impotente como el materialismo simple para definir el método revolucionario. Materialismo y dialéctica nos han dado totalidad y diferencia, y el nexo estructural que los une subjetivamente. Pero esto no alcanza. Resulta insuficiente en la medida que esta estructura, esta totalidad no está escindida internamente, en la medida en que no podamos aprehender no la subjetividad estructural (capitalista) sino las subjetividades que constituyen dialécticamente la estructura (las dos clases en lucha) "De este modo, la producción, distribución, intercambio y consumo forman un silogismo regular; la producción es la generalidad, la distribución y el intercambio la particularidad, y el consumo la singularidad en la cual todo se une (Grundrisse, p. 89; 11) Pero si estos elementos forman un silogismo, es preciso entonces definir la concreción, la singularidad, la diferencia de los elementos de dicho silogismo. La categoría de la producción, en los términos esenciales que la distinguen, y con la totalidad que la caracteriza– una verdadera articulación social de la totalidad de los sujetos, de las diferencias, de antagonismo. Este es el camino que debemos seguir. Aceptar la totalidad sin insistir en los antagonismos de los que está compuesta es "no concebir [estos momentos] en su unidad. Como si esta ruptura hubiera buscado su camino no desde la realidad hacia los libros, sino desde los libros hacia la realidad, y como si la tarea fuera el balance dialéctico de los conceptos, y no la aprehensión de relaciones reales." (Grundrisse, p. 90;11)

 

   En esta discusión sobre la formación de una categoría (la de la producción, en este caso en particular), hemos llegado a establecer sus bases materialistas (en contra de la ideología del siglo XVIII) y su dialéctica (en contra de los economistas), e insistido en la subjetividad de sus momentos determinados (en contra de los juristas y los reformistas) Esta base es sólida, pero aún insuficiente. Profundicemos, pues, las diferencias de la producción, considerando la relación producción-consumo, que es lo mismo que decir la relación de universalidad e individualidad. Esta relación es formalmente circular: "Ninguna producción sin una necesidad. Pero la producción reproduce la necesidad"; "el objeto no es un objeto en general, sino un objeto específico que debe ser consumido de un modo específico, para ser mediado en su momento por la misma producción"; "la producción no solo provee material para la necesidad, también provee una necesidad para el material." (Grundrisse, p. 92; 13-14) Pero la circularidad de la relación debe romperse. "Nada más simple para un Hegeliano que colocar a la producción y el consumo como idénticos" (Grundrisse, p. 93; 15) Pero sabemos que Marx no es Hegeliano; él les aplica rápidamente este calificativo a los literatos socialistas o a los economistas vulgares. Marx es un marxista: es decir, un materialista y dialéctico (hemos visto cómo), pero, por sobre todo, un revolucionario. La relación debe contener la posibilidad de escisión. "En la sociedad, sin embargo, la relación del productor con el producto, una vez terminado este último, es externa, y su retorno al sujeto depende de sus relaciones con otros individuos" (Grundrisse, p. 94; 15)

 

Las relaciones y modos de producción aparecen, de este modo, meramente como el anverso de los agentes de producción. Un individuo que participa en la producción en forma de trabajo asalariado, toma parte en los productos, en los resultados de la producción, en la forma de los salarios. La estructura de la distribución está completamente determinada por la estructura de la producción. La distribución en sí misma es un producto de la producción, no sólo en su objeto, en cuanto a que sólo los resultados de la producción pueden ser distribuidos, sino, también, en su forma, en que el tipo específico de participación en la producción determina las formas específicas de distribución, es decir, el patrón de participación en la distribución. Es una ilusión asociar la tierra a la producción, la renta de la tierra a la distribución, etc. (Grundrisse, p. 95; 16-17)

 

   Los "agentes de producción": aquí nos encontramos, evidentemente, en el punto central del análisis. El concepto general de producción rompe los límites de su definición materialista y dialéctica a fin de exaltar la subjetividad de sus elementos y su relación antagónica. Esta relación antagónica envuelve todo el concepto.

 

Pero antes que la distribución pueda ser distribución de productos, es 1) distribución de instrumentos de producción, y 2) lo que es una mayor especificación de la misma relación, la distribución de los miembros de la sociedad entre los diversos tipo de producción. (Subsunción de los individuos bajo relaciones específicas de producción) La distribución de los productos es, evidentemente, sólo un resultado de esta distribución, que está comprendida dentro del propio proceso de producción, y determina la estructura de producción. Examinar la producción sin considerar la distribución interna dentro de ella es, obviamente, una abstracción vacía; mientras que, recíprocamente, la distribución de productos deriva de esta distribución que constituye un momento original de la producción. (Grundrisse, p. 96; 17-18)

 

   Por lo tanto, "la cuestión de la relación entre esta distribución-determinada-por producción, y la producción, pertenece, evidentemente, a la misma producción", lo que significa dentro "de las relaciones generales-históricas en la producción, y su relación con el movimiento general de la historia." (Grundrisse, p. 97; 18) Obtenemos el mismo resultado al que nos conduce la pregunta concerniente a la producción y el consumo, si consideramos la otra relación (del silogismo de los economistas): aquella entre producción y circulación. En este caso, igualmente, la identidad se divide en diferencia, y la diferencia se conoce como antagonismo. "La conclusión a la que arribamos no es que producción, distribución, intercambio y consumo son idénticos, sino que todos son miembros de una totalidad, distinciones dentro de una unidad" (Grundrisse, p. 99; 20)

   Diferencia, diferencias, antagonismos. No vemos que otro modo pueden leerse estos pasajes de Marx. La categoría de producción –como la del valor– en su generalidad y abstracción, lleva dentro de sí la posibilidad constitutiva de la separación. El enfoque dialéctico se agrega al enfoque materialista no para proporcionar una clave para la solución totalitaria de la determinación, sino para reconocer la totalidad estructural como posibilidad de escisión. La aglomeración de dialéctica y materialismo es operada en la Introducción, desde el inicio, bajo la forma particular de la escisión. No se debe, entre otras cosas, subestimar la importancia de la categoría elegida como ejemplo del método: la categoría de la producción. ¿Se puede pensar que, sin importar las precauciones terminológicas, Marx, en cuanto a la producción y la fábrica, no se coloca de un lado? ¿El lado de los trabajadores? ¿Puede no verse la producción como escisión, explotación y crisis? ¡A menos que queramos acusarlo de Proudhoniano!

 

   El discurso da, aquí, otro paso adelante: "el método de la economía política", es decir, el método de la crítica de la economía política. En este punto Marx establece ciertos criterios fundamentales. El primer principio es el de la "abstracción determinada." Este consiste en la afirmación metódica de que no se puede hallar las categorías comenzando ingenuamente por lo "real" o lo "concreto", sino, sólo desde la base del desarrollo de un "proceso de síntesis" de los supuestos, por intuición y representación. El método ingenuo comienza por lo concreto como presuposición; la metodología de Marx toma lo concreto como resultado. "El método científicamente correcto [toma] lo concreto como concreto porque es la concentración de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de la diversidad" (Grundrisse, p. 101; 21-22) De este modo, en lugar de evaporar la representación concreta en una determinación abstracta, uno logra, por el contrario, construir "determinaciones abstractas [que] conducen a una reproducción de lo concreto por el camino del pensamiento." Por lo tanto, de la abstracción a lo concreto, a la determinación. El proceso cognitivo interrumpe los vanos avatares de una conducta científica que fetichiza al objeto: sabe, por el contrario, que la determinación es el producto de una aproximación teórica que utiliza abstracciones generales, polarizaciones y dimensiones para este fin. La verdad es u objetivo. No hay escepticismo epistemológico en esto: "el sujeto real retiene su existencia autónoma por fuera de su cabeza, como antes; esto es, en tanto la actividad de la cabeza sea meramente especulativa, meramente teórica. Por ello, en el método teórico también, el sujeto, la sociedad, deben ser siempre tenidos en cuenta como la presuposición."(Grundrisse, p. 102; 22) Ningún escepticismo epistemológico, sino, por el contrario, una destrucción de cualquier tipo de fetichismo de lo concreto. Aquí se vuelve operativa la aglomeración teórica de materialismo y dialéctica. Estamos en el interior de aquella realidad a cuyas determinaciones concretas y múltiples intentamos, nos arriesgamos a aproximarnos por medio de abstracciones. Hay voluntad e inteligencia, es decir, una práctica humana cotidiana, en este primer principio del método. Pero esto no me satisface: está también la relación entre el valor de uso del conocimiento abstracto y la necesidad de una transformación del conocimiento. En suma, este método de abstracción determinada y abstracciones determinantes, que me arrojó al agua de un modo muy cartesiano, me indicó: "el camino del conocimiento abstracto, ascendiendo de lo simple a lo combinado", y, al hacerlo, nos ayudó a descubrir, a inventar la realidad. Pero, pensándolo mejor – y creo que este elemento no se ha trabajado lo suficiente en la historia de la interpretación y metodología del marxismo: el proceso de abstracción determinada, de la aproximación y conquista abstracta de lo concreto, es un proceso colectivo, de conocimiento colectivo. "En todas las formas de sociedad hay un tipo específico de producción que predomina sobre el resto, cuyas relaciones, por ende, asignan rango e influencia a las otras. Es una iluminación general la que baña a todos los colores y modifica su particularidad. Es un éter específico el que determina la gravedad específica de cada ser que se ha materializado dentro de él." (Grundrisse, p. 106-7; 27) Pues bien, el proceso de abstracción determinada se da, enteramente, dentro de esta iluminación colectiva proletaria: es, por lo tanto, un elemento de crítica y una forma de lucha.

   La abstracción determinada es un hecho dinámico. Por ello, es apropiado a su naturaleza epistemológica establecer una relación entre lo simple y lo complejo, entre lo dado y lo construido, entre un fundamento y un proyecto. El segundo elemento constitutivo de la metodología de Marx consiste en una interpretación de esta relación: es el método de la "tendencia." Marx considera la categoría de "valor de cambio": es esta una categoría muy concreta en nuestra sociedad. Analicémosla de cerca: "esta categoría, muy simple, pues, efectúa su aparición histórica con mayor intensidad sólo en las condiciones de mayor desarrollo de la sociedad." "Por ello, aunque la categoría más simple pueda haber existido antes que la más concreta, podrá alcanzar su desarrollo pleno (intensivo y extensivo) precisamente en una forma combinada de sociedad, mientras que la categoría más concreta ya estaba plenamente desarrollada en una forma social menos desarrollada" (Grundrisse, p. 102; 24) ¿Qué significa todo esto? Significa que la relación entre lo simple y lo complejo es una relación en todo el sentido del término, y, por ello, un dinamismo, animado por subjetividad histórica, por la dinámica colectiva que es su marca. Significa que existen diferentes grados de abstracción: por un lado, la abstracción que busca lo real en lo concreto (abstracción determinada), y por otro lado, lo concreto que busca en la abstracción su determinación (el proceso de la tendencia. Es este un movimiento histórico determinado por la producción y la lucha de clases: que va de la primera a la "segunda naturaleza", de la primer verdad, inmediata y concreta, a la verdad del reverso y el proyecto. "Como regla, las abstracciones más generales aparecen sólo en medio del desarrollo concreto más rico posible, donde una cosa aparece como común a muchas, a todas. Entonces, deja de ser pensable de un único modo particular." (Grundrisse, p. 104; 25)

   Esto es comunismo en la metodología; el método teórico puede ser también definido como comunista: los Grundrisse nos mostrarán cómo puede concretarse este enfoque metodológico de la definición de la revolución comunista. ¡Cuán abstracto es, pues, querer separar la Introducción de lo sustancial del desarrollo del análisis de Marx!

 

Sería por lo tanto erróneo e imposible permitir a las categorías económicas continuarse unas a otras en la misma secuencia en la que fueron históricamente decisivas. Su secuencia está determinada, en realidad, por su mutua relación en la moderna sociedad burguesa, que, precisamente, la opuesta a la que aparenta ser su orden natural o el que correspondería a su desarrollo histórico. (Grundrisse, p. 107; 28)

 

   Y, otra vez: "La anatomía humana contiene la clave para la anatomía del mono" (Grundrisse, p. 105; 26) Queda claro que el método tendencial prevalece de modo decisivo en el trabajo de Marx, desde el punto de vista de su epistemología, sobre el método genealógico. Luego volveremos a esto. Lo que es importante subrayar ahora es que, en este nivel, el método supone una inserción en un tejido real, del cual la determinación no puede ser referida al contexto de un simple individuo. Desde este punto de vista, la metodología de Marx es un riesgo colectivo. La tendencia: no es, simplemente, lo que posibilita una construcción pasiva de las categorías sobre la base de una suma de adquisiciones históricas; es, por sobre todo, lo que permite una lectura del presente a la luz del futuro, para realizar los proyectos que iluminen el futuro. Para tomar riesgos, para pelear. La ciencia debe adherir a esto. Y si, ocasionalmente, uno es un simio, es sólo para ser más ágil.

 

   El gran significado de la relación entre abstracción y determinación, entre abstracción como verificación y abstracción como proyecto, halla un momento de verificación científica: es el tercer elemento de la metodología de la Introducción, es la "verdad en práctica." Para definir el tercer criterio del método, Marx une el método de la abstracción determinada con el de la tendencia, con respecto a una categoría –la del "trabajo"- que constituye el centro del armado de su investigación. Ahora bien, "el trabajo parece una categoría muy simple." Sin embargo –y aquí entra en acción el método de la abstracción determinada– cuando es concebido económicamente en esta simplicidad, "el trabajo" es tan moderno como categoría como los son las relaciones creadas por esta simple abstracción" (Grundrisse, p. 103; 24) El análisis de las relaciones generales que constituyen esta categoría evidencia que esta unidad, esta unidad y articulación de multiplicidad, es un elemento dinámico, un entrelazado y un resultado de fuerzas subjetivas. El concepto de trabajo se mueve en la realidad histórica de la economía hacia formas más elevadas de abstracción: son las relaciones capitalistas de producción las que determinan este movimiento. De modo tal que, lentamente –y este también es el trabajo de la tendencia– la categoría se ensancha, el trabajo se vuelve

 

Esta abstracción del trabajo como tal [que] no es, meramente, el producto mental de una totalidad concreta de trabajos. La indiferencia hacia trabajos específicos corresponde a una forma de sociedad en la cual los individuos pueden fácilmente transferirse de un trabajo a otro, y donde el tipo específico es cuestión de azar para ellos, por lo tanto, de indiferencia. No sólo la categoría trabajo, sino el trabajo real se ha vuelto aquí el medio para crear riqueza en general, y ha dejado de estar unido a individuos particulares en cualquier modo específico (Grundrisse, p. 104; 25)

 

   Ahora, si remarcamos bien, "el punto de partida de la economía moderna, a saber, la abstracción de la categoría ‘trabajo’, ‘el trabajo como tal’, ‘el trabajo puro y simple’, se vuelve verdad en práctica" (Grundrisse, p. 105; 25) La "verdad en práctica" es, pues, el momento de desarrollo de la categoría donde la abstracción halla un punto de focalización y alcanza la plenitud de su relación con la realidad histórica. Sin esta articulación de abstracción y tendencia, sin este momento donde se abre a la verdad de la práctica, a la historia en carne y sangre, sería imposible proceder científicamente. La "verdad en práctica" es la ciencia que se transforma en un concepto de transformación, posibilidad y actualidad de una fuerza de transformación. Las categorías marxistas están formadas en este enredo, su mecanismo de formación sólo puede funcionar cuando el material se ha formado por completo según estos tres criterios. "Este ejemplo del trabajo muestra, impresionantemente, cómo aún las categorías más abstractas, pese a su validez –precisamente por su abstracción– para todas las épocas, son, sin embargo, en el carácter específico de esta abstracción, ellas mismas un producto de las relaciones históricas, y poseen toda su validez sólo por y dentro de estas relaciones" (Grundrisse, p. 105; 25) La categoría se presenta en esta etapa como "producto y validez", es decir, como construcción real y horizonte científico. Tomemos la exposición del concepto de "trabajo" como concepto de producción, "como tiempo promedio socialmente necesario" Que esta definición del concepto está producida por la historia, resulta totalmente claro: pero define también el horizonte dentro del cual se desarrolla el concepto, la clave de todos los desarrollos ulteriores de las categorías. Luego veremos cómo el concepto de trabajo, una vez que el mecanismo de la tendencia nos ha mostrado todas las articulaciones dialécticas que su movimiento puso en juego, cuando, finalmente, aparece como verdad en práctica, en el corazón de los hechos, veremos cómo este concepto saturado de subjetividad es otra vez desplazado, y cómo este desplazamiento determina secuencias ulteriores. Esta serie de pasajes metodológicos no sólo concierne a la categoría "trabajo" (aunque sea particularmente útil tomarla como ejemplo): concierne a todas las categorías del análisis de Marx. Por ello, no es por azar si encontramos en estas páginas que aparece la primer división del material a tratar, división relacionada con la esquematización del método

 

Obviamente, el orden debe ser: 1) los determinantes abstractos, generales, obtenidos en mayor o menor grado por todas las formas de la sociedad, pero en el sentido anteriormente explicitado. 2) Las categorías que conforman la estructura interna de la sociedad burguesa, y en las que se apoyan las clases principales. Capital, trabajo asalariado, propiedad de la tierra. Su interrelación. Ciudad y campo. Las tres grandes clases sociales. El intercambio entre ellas. La circulación. El sistema de crédito (privado) 3) La concentración de la sociedad burguesa en la forma del Estado. Vista con relación a sí misma. Las clases "improductivas." Impuestos. Deuda pública. Crédito público. Población. Las colonias. Emigración. 4) Las relaciones internacionales de producción. La división internacional del trabajo. Intercambio internacional. Exportaciones e importaciones. Tasa de cambio. 5) El mercado mundial y las crisis. (Grundrisse, p. 108; 28-29)

 

   No es difícil ver que es la especificidad marxista de la articulación de los enfoques teóricos y el enfoque histórico un proceso que va de lo abstracto a lo concreto, y luego, en proporción a la extensión histórica del horizonte, de la tendencia, va de nuevo desde lo abstracto a lo concreto, a lo cada vez más complejo. De este modo, con el "mercado mundial y la crisis" se alcanza el punto definitivo donde se socializa a un grado extremo el antagonismo elemental, que es el motor de todo el conjunto. El criterio de la "verdad en la práctica", del dinamismo de la relación práctica, de la subjetividad histórica de este movimiento, es, aquí, un elemento definitivo y discriminador. El criterio de la "verdad en práctica" restaura a la metodología materialista y dialéctica toda la dimensión de su sentido constitutivo, abierto y subjetivo, que hemos subrayado en referencia al concepto de "diferencia."

 

   Si consideramos ahora el conjunto del método propuesto hasta este punto en la Introducción, debemos enfatizar que el punto de vista propuesto es de enorme importancia. En otras palabras, la relación entre Forschung [investigación], Darstellung [presentación], y neue Darstellung [nuevo modo de presentación], está aquí perfectamente delimitada, y debemos reconocer que "die wirkliche Bewegung" [el movimiento real] se torna, realmente, en el sujeto de la ciencia. Pero aún falta algo. Es cierto que el método materialista que considera al objeto como extraño a la mente pertenece a la ciencia, está animado por la perspectiva que delinea la tendencia, y subjetivizado por el criterio de la "verdad en práctica." Pero, dicho esto, debemos reconocer la irreductibilidad de lo real a algunas recomposiciones del idealismo; el dinamismo de lo real, sus leyes y articulaciones, son asegurados sólo por "diferencia", por el aspecto fundamental del materialismo histórico– en tanto este último pueda ser subjetivizado y dinamizado. Inversamente, en los Grundrisse, el movimiento es asegurado por el antagonismo, y por la importancia directa que este tiene en la formación de las categorías: la diferencia se vuelve antagonismo, el marco metódico es más difuso, quebrado en múltiples dimensiones. La Introducción, por lo tanto, ¿no alcanza la madurez ideológica de los Grundrisse? Probablemente no; sin embargo, prepara todas las condiciones para el pasaje hacia la regla del antagonismo como regla fundamental de todas las categorías. Además, la Introducción y los textos yuxtapuestos a ella se refieren a este pasaje final, y a menudo hablan abiertamente de él. Veremos cómo se presenta esta nueva perspectiva. Anticipemos un poco la respuesta, observando que el propio Marx, en la conclusión de la Introducción, parece advertir sobre esta dificultad. "Arte Griego y Sociedad Moderna": estas dos páginas (Grundrisse, p. 109-10; 30,31), forman una pausa y se unen a las notas precedentes. Definen los problemas clásicos del materialismo histórico y subrayan en distintos niveles la dificultad de una solución. Así Marx, con esta pausa, cerrando la Introducción con problemas irresueltos, parece percibir los límites de la propuesta del materialismo histórico e introducir aquí una reflexión que, con los Grundrisse, lo llevará a dar una conclusión creativa a las presuposiciones de la Introducción y, de un modo general, arribar a los niveles más avanzados del método.

   Pero para que la metodología marxista logre tomar la forma de una conclusión, es preciso que ciertos elementos de su contenido puedan madurar, y otras condiciones se desarrollen. Ahora, en el final de Cuaderno VII (Grundrisse, p. 881-82; 763-4), hallamos el comienzo de una "Sección sobre el Valor", que (dejando de lado la polémica filológica acerca del lugar donde debió insertarse) nos parece de suma importancia. Creemos importante tomarla en consideración porque el tema del valor tiene influencia directa en la articulación del método y las categorías fundamentales, en la caracterización de estas categorías fundamentales, que es, precisamente, nuestro problema actual.

   Marx, para aprehender la categoría "valor", pone a trabajar su método: insiste en la dialéctica de unidad y diferencia que define al valor. La diferencia de valor es dada como valor de uso. Pero "el valor de uso cae dentro del ámbito de la economía política tan pronto es modificado por las modernas relaciones de producción", cuando, por lo tanto, es reducido a la unidad del proceso. Resulta particularmente interesante repetir este curso normal de la lógica de Marx, para ver la forma, la intensidad, la fuerza de la diferencia considerada. Es precisamente esta potencialidad la que permite transmutar la diferencia en antagonismo. Es en este terreno donde ahora insiste Marx. "De hecho, sin embargo, el valor de uso de la mercancía es una presuposición dada – la base material sobre la cual se presenta una relación económica específica." Por ello, Marx argumenta,

 

Si bien el valor de uso y el valor de cambio se unen directamente en la mercancía, del mismo modo se dividen. No sólo el valor de cambio no aparece determinado por el valor de uso, sino que, más aún, la mercancía sólo se vuelve mercancía, sólo se realiza a sí misma como valor de cambio en la medida que su dueño no la relaciona con el valor de uso. El se apropia del valor de uso sólo por medio de su venta, su intercambio por otras mercancías. La apropiación por la venta es la forma fundamental del sistema social de producción, del cual el valor de cambio aparece como la expresión más abstracta y simple. (Grundrisse, p. 881-82; 763-64)

 

   Premisa objetiva – Presuposición alienada: con este pasaje la diferencia se vuelve antagonismo.

   Este no es el lugar para entrar a discutir lo méritos del valor de uso en el pensamiento de Marx. (Sin embargo, es un tema del que nos ocuparemos luego. Por el momento, sugiero una lectura de las muy equilibradas páginas de Rosdolsky, p. 112-140, así como de los trabajos de Agnes Heller y sus camaradas de Budapest) Hablamos aquí de metodología, y lo que nos interesa es definir cómo, por qué mecanismo formal, la diferencia se vuelve antagonismo. Bien, es la naturaleza de la relación social, su dimensión capitalista, la que transforma la premisa objetiva en una presuposición alienada, es decir, la que le da un carácter dinámico que, incesantemente, vuelve sobre ella para definirla. El valor de uso sólo se vuelve una categoría de la crítica de la economía política como "presuposición alienada"- esto es, cuando la dialéctica de la unidad y la diferencia, poniéndose en acción reinicia continuamente el movimiento, la infinita emergencia del valor. El valor de uso se vuelve "la verdad en práctica" cuando reconquista su independencia de presuposición a través de la alienación, a través de las fases continuamente cambiantes –pero no por ello menos reales– de la apropiación por medio de la alienación.

 

   Consideraremos también aquí, dentro del marco de esta línea de razonamiento, el texto titulado "Bastiat y Carey", que ocupa el comienzo del Cuaderno III (Grundrisse, p. 883-93; 843-53), escrito en julio de 1857– es decir, antes que la Introducción pero dentro del marco de las polémicas que constituyen el horizonte de la Introducción y los Grundrisse. Se refiere a una revisión de la Armonías Económicas de Bastiat (2a edición, París, 1851): una típica revisión de Marx, es decir, un pretexto para elaborar ciertos temas, de los que ya hallamos algunos en los Cuadernos sobre el Dinero (en especial, Grundrisse, p. 248-49; 160 y passim) Al confrontar la situación de la economía política burguesa de Francia (Bastiat) y los Estados Unidos (Carey), Marx tiene aquí los medios para ilustrar ciertas leyes de la crítica- de las cuales me interesa subrayar las características formales y metodológicas. La primera ley sobre la que Marx intenta trabajar es la concerniente a la tendencia de una sociedad burguesa (como la de los Estados Unidos) que se desarrolló autónomamente, dejando atrás los límites del movimiento del siglo precedente. Aquí, entonces, "aún la antítesis de la misma sociedad burguesa aparece como momentos evanescentes" (Grundrisse, p. 884; 844), y el Estado es la síntesis inmediata de la sociedad civil: el capital es, inmediatamente, capital social. La segunda ley que Marx cree poder desentrañar es aquella que establece un paralelismo entre la centralización del capital y la centralización del Estado. Lo que significa que la socialización y concentración capitalistas determinan –tanto en una sociedad abierta como los Estados Unidos, como en una sociedad cerrada como las del continente europeo– la necesidad de una progresiva expansión y centralización del poder del Estado. Este proceso está inducido directamente por el antagonismo entre producción y circulación, que emerge de la concentración capitalista. Con el resultado que "el Estado, que en un principio se consideraba el perturbador de estas ‘armonías económicas’, es ahora el último refugio de estas ‘armonías’" (Grundrisse, p. 886; 846) La tercer ley descripta es aquella referida a la profundización, siempre necesaria, de contradicciones y antagonismos a nivel del mercado mundial, en proporción a que la figura del Estado (nacional) se vuelva la centralización (mediata o inmediata) del capital. Las relaciones generales de la sociedad burguesa "se vuelven discordantes cuando adoptan su forma más desarrollada: la forma del mercado mundial", concluye Marx, "son apenas las últimas expresiones adecuadas de las desarmonías que se han fijado como relaciones abstractas dentro de las categorías económicas" (Grundrisse, p. 887; 847)

   Basta con detenerse en esto para comprender que las categorías del método de Marx están, en este momento feliz de la fundación del sistema, en su punto de madurez: sobre todo, madurez en el sentido de una fundación antagónica y dinamizada, donde el antagonismo es el motor del desarrollo del sistema, la fundación de una continua resurgencia del antagonismo cada vez que el proyecto, la historia del capital, progresa. También desaparece todo objetivismo materialista: la relación está abierta en la medida en que se funda en el antagonismo. Uno puede, justificadamente, objetar que aquí, sin embargo, el desarrollo de la contradicción –y la profundización de su antagonismo– permanece al nivel del capital, al nivel de las categorías del capital y del desarrollo, y que-en consecuencia- se subestima al componente subjetivo del proceso. Pero la revisión de Marx prosigue considerando las teorías de los salarios de Bastiat. Aquí tenemos un indicio de lo que pudo ser el capítulo o el "Libro sobre los Salarios." Contrariamente a Bastiat y su estupidez, Marx insiste en considerar al salario (trabajo asalariado, la clase trabajadora) como una fuerza revolucionaria inmediata, el motor de toda posibilidad de desarrollo. "En todas estas transacciones históricas reales, el trabajo asalariado aparece como la disolución, la aniquilación de las relaciones en las que el trabajo era fijado por todos los lados, en su ingreso, su contenido, su ubicación, su alcance, etc. Por lo tanto, como negación de la estabilidad del trabajo y de su remuneración" (Grundrisse, p. 891; 851) Esta inmersión en la subjetividad (disolución, destrucción, movilidad, independencia) le da una nueva base al sentido del antagonismo de las categorías del capital, lo muestra de un nuevo modo, lo lleva a un nivel de tensión que los Grundrisse fijarán definitivamente en la teoría de la plusvalía. Pero, aún en este nivel, el método aguarda una formulación final de la teoría del valor, no porque hasta este punto su formulación no haya avanzado enormemente: es, simplemente, que será preciso aguardar hasta que todos los elementos recolectados se unan de un modo sistemático.

 

   La formulación del método de Marx en los Grundrisse es un proceso que no solamente es no-lineal desde la Introducción a los Grundrisse, sino que tampoco lo es dentro de los Grundrisse. Si retornamos a algunos pasajes –que ya hemos visto en la Lección 2– del Capítulo sobre el Dinero, podemos anticipar cierto retraso y confusión concernientes al método. Esto resulta especialmente claro en aquellos pasajes donde –véase en el Capítulo sobre el Dinero los textos reunidos bajo los puntos B y D– la fuerza que tiende a definir al antagonismo se halla en su punto extremo. ¿Qué sucede en estos textos? Lo que ocurre es que la profundización del antagonismo entre las categorías vuelve visible un lazo entre desarrollo capitalista y crisis capitalista, lazo que sirve de base para el pasaje al comunismo. (Grundrisse, p. 159-64, 172-73, 289; 77-82, 88-89, 89-90, 148) Ahora bien, este lazo que opera una reversión no ha cruzado aún el límite crítico donde el proceso se vuelve subjetivo. El antagonismo, hemos dicho, es muy fuerte, pero aún lo vemos como resultado de una proyección en lugar de ser un salto innovador, una figura de libertad revolucionaria. En el discurso sobre el comunismo, la tendencia se halla aplastada en el ámbito de la "proyección". No insistiremos sobre este aplastamiento, que es signo de un análisis insuficientemente profundizado, si no fuera por que este intento mecanicista del método aparece a menudo en los Grundrisse, reapareciendo cuando menos se lo espera. En especial, cuando lo que debe hacerse es definir el último y decisivo antagonismo y prefigurar el comunismo. Por ello, no parece que podamos, en este caso, descansar contentos en este punto. El tema de la tendencia puede ser aplanado mecánicamente en una "proyección" ideológica: en ese caso, el problema de los riesgos del comunismo se vuelve un discurso de fantasía. Pero, inversamente, es importante subrayar que podemos desplazar el tema de la tendencia hacia "la verdad en práctica", hacia la verificación subjetiva. Si nos permitimos un juego de palabras, podemos decir que en los Grundrisse la tendencia es a exaltar, a medida que avanzamos, la tendencia como verdad en la práctica, como imputación de la subjetividad, más que como proyección. Otra vez, debemos agregar que la teoría de la plusvalía, al ser elaborada, recuperará las mayores tensiones del método de Marx; y es necesario: el comunismo no puede ser la corrección de las desarmonías del capital.

 

   Cualesquiera sean los límites de su desarrollo teórico, la Introducción persiste como un texto excepcional sobre el método. Es esto lo que emerge otra vez cuando examinamos el cuarto criterio del método, el cual, después de los de abstracción determinada, la tendencia y la práctica, aparece para preparar y organizar el pasaje del método a un nivel adecuado para la teoría de la plusvalía (de la explotación) Llamaremos a este cuarto elemento el criterio del "desplazamiento" de la investigación y del dominio teórico, o del desplazamiento del sujeto, o, aún, el principio de la "constitución" (de la estructura) El proceso que genera este criterio aparece en la intersección de los tres criterios ya elaborados en la Introducción, y aquellos elementos que comenzamos a ver en el pasaje sobre el valor y el texto sobre Bastiat y Carey: una profundización intensiva de la "diferencia" en el primer caso, que se incrementa hasta el punto de otorgarle independencia; la insistencia dinámica en el uso de la alternación, por sobre el uso metodológico del antagonismo, en el segundo caso. Es verdad que el movimiento de las categorías parece, a primera vista, producir sólo "proyecciones", tensiones mecánicas en el análisis. Pero, en mi opinión, están dadas todas las condiciones para superar estos límites– será en la lección sobre la plusvalía donde podremos seguir este enriquecimiento del método y, al mismo tiempo, verificar sus tremendos efectos. Por ello, será útil verificar aquí estas presuposiciones y ver cómo podemos formalizarlas. Ahora bien: si es evidente la naturaleza sistemática de los principios metodológicos de la Introducción, su dinamismo no lo es menos: la abstracción determinada, la tendencia y la "verdad en práctica" son principios que generan categorías en movimiento, principios que se aproximan no sólo a la anatomía sino a la fisiología de la realidad, y no solamente a la estructura, sino a la revolución de la realidad. Pero la realidad no es lineal, la dialéctica no es totalitaria, el curso científico no es intuitivo: por el contrario, la realidad se transforma continuamente y revela, dentro de su movimiento, al antagonismo de fuerzas colectivas que, sabiéndolo, ejercen poder. En consecuencia: el criterio que hemos visto hasta este momento debe recomponer en su interior un último principio, que porta las grandes alternativas del curso de la historia, sus cambios cualitativos, los saltos y vueltas de la realidad, y la participación de los sujetos –como causas y productos– de ese desarrollo. El horizonte histórico se mueve: la categoría definida por la abstracción determinada es modificada, la tendencia se realiza o es desplazada, en cualquier evento es sometida a fuertes variaciones; los sujetos que se mueven en el horizonte y lo determinan en términos prácticos son, ellos mismos, atrapados, felizmente o no, en este proceso. El horizonte es siempre plural, variado, móvil: el conocimiento que uno tiene de él posee la vivacidad y pasión de la lucha. El cuarto criterio de la metodología de Marx aparece como la síntesis del carácter operativo de la intervención metodológica: este criterio considera, antes que nada, como premisa positiva, al desplazamiento del marco teórico consecuente al desarrollo de las luchas y la reestructuración de los parámetros del conflicto; considera como negativo la modificación de los términos dinámicos del proceso, la dislocación de la subjetividad, de sus polos– dentro del marco teórico nuevamente estabilizado; para síntesis toma la constitución de una nueva estructura, y, por ello, de una nueva forma de antagonismo, de una nueva situación que debe ser sometida nuevamente al criterio de la práctica y al principio de transformación. Es, en consecuencia, el principio de constitución el que define el horizonte, al mismo tiempo central y radical, del método de Marx. Si consideramos cómo se desarrolla un principio, si seguimos sus movimientos en todas direcciones, de acuerdo con todos los parámetros que contienen, si prestamos atención a todos los niveles que deben considerarse, de modo simétrico o asimétrico, pero en cada caso por lo menos en términos de una modificación general del marco, de su progresión, entonces vemos el desarrollo y la afirmación del principio de constitución. Es un mundo nuevo el que se ha constituido, es una nueva realidad cognitiva que se está presentando– para la transformación. Queda claro que el principio de constitución deriva de otras reglas del método de Marx: pero también está clara la novedad introducida desde el principio, pues es la que no permite que la tendencia sea reducida a una proyección, la abstracción a una hipóstasis de objetividad categórica, el criterio de práctica a un fetiche realista de continuidad histórica. El principio de constitución introduce en la metodología la dimensión del salto cualitativo, una concepción de la historia reducida a relaciones colectivas de fuerza, por ello, una concepción no escéptica sino creativa y dinámica. Cada constitución de una nueva estructura es la constitución de un nuevo antagonismo. Uno puede seguir las diferentes formas del desarrollo y considerarlas a la luz del principio de constitución. El principio de constitución lleva la crisis al corazón del análisis marxista, de su metodología, así como el principio de la plusvalía lleva la subjetividad del antagonismo al corazón de la teoría. No es por azar que este principio nace a horcajadas de la Introducción y los Grundrisse: es preparado en la primera y desarrollado en los segundos, porque el camino de Marx durante este período está, como hemos visto, completamente ocupado en el problema de la constitución de la teoría de la crisis como una teoría del capital, de la teoría de la plusvalía como una teoría de la revolución. Por ello, el principio de constitución se vuelve el criterio fundamental para analizar la transformación, la transición: la conciencia del salto práctico dentro de la continuidad teórica. ¿Este es el horizonte de la teoría de Marx: Marx más allá de Marx? Será preciso colocar aquí, nuevamente, la pregunta, y reírse de toda ortodoxia que quiera presentarse como ciencia marxista.

 

   Las viejas polémicas acerca de la metodología de Marx y sobre las relaciones Hegel – Marx nunca me han parecido muy interesantes. Que Marx haya sido Hegeliano nunca me pareció el caso: bajo la única condición de leer a Marx y a Hegel. Es evidente en otros aspectos que los trabajos de Marx están repletos de referencias a Hegel; basta con leer los Grundrisse. Si uno desea divertirse un poco (y no absurdamente, jugando con la filología al modo de los editores de los Grundrisse: Enzo Grillo ha expresado correctamente su desacuerdo con ese procedimiento en su prefacio), puede ver que en las primeras páginas que hemos visto hasta ahora hay, por lo menos, treinta referencias directas o indirectas a los trabajos de Hegel, y que se encuentra allí constituida la actitud sicológicamente ambigua con la que Marx, por un lado, toma prestado de Hegel, y luego se excusa a sí mismo de ese cargo Hegeliano. Aquí presentamos dos ejemplos:

 

El valor de mercado es siempre diferente, siempre por encima o por debajo de ese valor promedio de una mercancía. El valor de mercado se iguala a sí mismo con el valor real por intermedio de sus constantes oscilaciones, nunca por medio de una ecuación con el valor real, como si este último fuese una tercera parte, sino por medio de constantes no-ecuaciones de sí mismo (como hubiera dicho Hegel, no por la vía de la identidad abstracta, sino por una constante negación de la negación, de sí mismo como negación del valor real) (Grundrisse, p. 137; 56)

 

   Aquí (como siempre en este argumento; ver en cualquier parte, y, en especial Grundrisse, p. 211-12; 122-23) la referencia a Hegel sostiene el contenido en cuanto ayuda a la investigación y permite su exposición. Pero en estas mismas páginas las referencias a las obras de Hegel se multiplican en la terminología y formación de conceptos. En segundo lugar, encontramos esta afirmación: "Será preciso luego, antes de dejar esta cuestión, corregir el modo idealista de la presentación, que la hace ver como una mera cuestión de determinación conceptual, y de la dialéctica de estos conceptos. Por sobre todo en la frase: el producto (o actividad) se vuelve mercancía; la mercancía, valor de cambio; el valor de cambio, dinero" (Grundrisse, p. 157; 69) Corregir el modo idealista de la exposición: ¡en esto no hay ninguna indulgencia hacia las formas profundas del Hegelianismo! ¿Y entonces? La polémica acerca de Marx-Hegel es sólo un pretexto: basta con haber puesto una vez la mano sobre este Marx para comprender de inmediato cómo ellos (Marx y Hegel) representan cada uno el reverso del otro. Porque Marx es revolucionario, materialista, y, otra vez, revolucionario, político, práctico, en la metodología como en la parte más sustancial de su obra. Lo que acabamos de decir no constituye ningún tipo de negación de los límites actuales de la metodología marxista, en lo que a la Introducción concierne– como si nosotros mismos padeciéramos de insinuaciones de la ortodoxia que sólo ve ausencia de límites en el marxismo, cuando negamos las influencias Hegelianas. No es eso. Los límites metodológicos de la Introducción no tienen nada que ver con el Hegelianismo: esos límites están situados dentro del pasaje a la teoría de la explotación y la resuelta subjetivización del antagonismo, que Marx está efectuando. En otros aspectos hay límites muy relativos: tal vez inherentes al status del enfoque metodológico, a su formalidad y parcialidad constitutiva, más que referido al potencial de creatividad que la metodología contiene. Cualquiera sea el caso, era necesario operar este nuevo pasaje. Y estamos listos para seguirlo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

* Lección 4

 

 

Plusvalía y explotación

 

 

   En los Cuadernos II y III (consideramos en particular las páginas 293-341 de los Grundrisse) se desarrolla la teoría de la plusvalía. Retomaremos el discurso donde lo dejamos al final de la segunda lección, donde el dinero aparece como la sustancia común del trabajo asalariado y del capital. Su dominación general es ejercida dentro de la circulación y, por un lado aparece como una totalidad de dominación, como poder sobre y en la producción, y, por otro lado, aparece como universalidad e indiferencia, como valor en el exacto sentido (valor de cambio por antonomasia), esto es, epíteto o título. Entre estos dos aspectos del valor-dinero, se desarrolla una dialéctica que refiere las diferencia cualitativas del proceso a una identidad cuantitativa. Por ello, el dinero es la sustancia común al trabajo asalariado y al capital porque extiende su poder sobre esta relación e impone a esta relación las reglas de su propio funcionamiento. Pero aquí debemos avanzar un paso. "Cuaderno III, Capital": los editores italianos de los Grundrisse le dieron este título. Marx, de hecho, sólo lo tituló "Dinero como Capital": tenía que ver, para él, con un paso adelante, no un salto. El cambio del título, observa Rosdolsky, corre el riesgo de provocar confusión, pues subrayaría la diferencia entre las categorías (dinero y capital) y con ello su aspecto estático, y no, como quería Marx, el elemento dinámico del proceso (dinero como capital) El dinero representa de hecho la movilidad del capital, su libertad de comando, y se refiere de modo real a la totalidad del proceso de metamorfosis del capital. Es por ello que debemos hablar de un paso adelante –hacia la teoría de la plusvalía– sin fetichizar las categorías. Por sobre todo porque la centralidad del dinero en este pasaje es fundamental. Es a este rol que estará dedicada la primera parte de la lectura que haré– e intentaré mostrar cómo el rol central del dinero ayuda a las características "prácticas" y, por ende, políticas del enfoque teórico. Luego de esto, dividiré la exposición en cinco partes, enfocando en la segunda el pasaje del enfoque político a aquel que es inmediatamente teórico; en la tercera intentaré definir el concepto del trabajador colectivo, y en la cuarta el concepto de capitalista colectivo: es sólo en la quinta parte donde, armado con la consistencia de esas definiciones, que intentaremos alcanzar una articulación más acabada de la teoría de la plusvalía como teoría de la explotación, y una definición de esta teoría como el centro, ahora y siempre, de la teoría marxista. Concluiré este análisis levantando en una mano una serie de problemas teóricos, que permanecen abiertos (desde la teoría de la plusvalía a la de la ganancia y las crisis), y, en la otra mano, una serie de problemas políticos que deberemos reexaminar a la luz de esta lectura (los problemas del socialismo y el comunismo) Sólo queda por agregar una cosa: en el curso de esta fase del proyecto vemos los elementos de la metodología de Marx, tal como los hemos definido hasta este punto, desarrollándose más completa y extensamente. El mecanismo de neue Darstellung se vuelve productivo. Debemos hacer caso de esto y subrayar esta materialización productiva del método.

 

   No podemos considerar, como Rosdolsky, que el modo en que Marx presenta la cuestión del "dinero como capital", que hemos considerado, se sitúa en la extensión simple de las páginas precedentes, en el campo de la "ley de apropiación de la economía mercantil simple." Desde el punto de vista del tema, tiene que ver, en realidad, con un resumen de la exposición sistemática del "dinero como dinero" (ver Lección 2): en realidad uno observa aquí una operación de flotación del terreno del análisis que merece que se concentre toda la atención teórica. ¿Cuáles son sus temas? El dinero como materia universal y la ideología que sostiene su realidad. Es decir, dinero, antítesis dominada y controlada, o dinero como realidad política y comando sobre la explotación. El terreno del análisis es, por lo tanto, político. Sólo podemos fundar la teoría de la plusvalía comenzando por el hecho de que la explotación estructura la sociedad política, constituye la base de esa sociedad. Confrontando el tema del dinero como capital –comenzando en consecuencia el análisis del proceso de producción– Marx hace del comando la materia real del dinero. Es este un modo de exposición que ataca y revierte nuestro modo habitual de ver el desarrollo del pensamiento de Marx– la política y el comando están, según nuestra tradición, al final del análisis del proceso de producción, o, según un enfoque más moderno, la política es considerada ajena a los intereses del "economista" Marx. ¡Exactamente lo opuesto! Aquí, la aceptación del comando en toda la intensidad de su funcionamiento político general es, por el contrario, primaria. ¿Cómo podemos sorprendernos por esto? Todo lo que hemos visto hasta ahora concerniente a las motivaciones e incitaciones que originan los Grundrisse y sus bases metodológicas llevan a hacer del elemento político el centro del análisis. Y no sólo eso: poco a poco la exposición se concentra más y más en la especificidad de la política. Y no es tanto la campaña polémica contra los "socialistas" lo que demuestra esto, sino el análisis de la crisis y la reestructuración financiera en proceso, la articulación "explotación – Estado – mercado mundial" que constantemente subyace al análisis. Desde la explotación en general, desde el comando hacia la plusvalía, esa es la dirección: es una lógica de clase la que dirige este ángulo de ataque de la exposición. Observamos en relación a las páginas sobre el dinero, cuyos resultados no son aprovechados por completo, un desplazamiento lógico y conceptual que de este modo aborda el tema de la plusvalía, la crítica de la producción en el terreno simplificado de la relación entre las dos clases, mediada por la tendencia "comando – Estado – mercado mundial." Si, como veremos con frecuencia, el mercado mundial es presentado como realización de la hegemonía burguesa, es precisamente sobre esta base que debe efectuarse y caracterizarse el análisis de las relaciones de clase (objetivo perseguido por la teoría de la plusvalía): sobre la génesis política de ese hecho. Entonces, desde el dinero hacia la plusvalía – ese es el camino político que provee las armas a la clase.

   Es preciso notar que el pensamiento que descubre en el dinero al momento fundamental y lo considera el centro del análisis de la explotación puede ser tomado de diversos modos en la lucha de los trabajadores. Aquí, en Marx, como ya se ha dicho, el dinero es considerado como la forma de la hegemonía burguesa– como el horizonte monetario de comando, en la acepción que el marxismo del siglo XIX, desde Hilferding hasta Lenin, hizo famosa. Pero esta posición del dinero en el centro del proyecto de dominación de la clase capitalista, la hallamos cada vez que el capital debe reestructurar su comando por sobre la crisis– sobre la insurrección del valor de uso de los trabajadores. Esta perpetua tensión del dinero en comando es el exacto paralelo de la insurrección de los trabajadores en el nivel del mercado mundial y constituye un intento de reestructurar la forma de dominación. Porque el dinero no es solo una de las formas en la cual se metamorfosea el capital, sino también es la forma general de su comando y del desarrollo de ese comando, la forma eminente en la que la continuidad del valor ejerce su reinado y, con él, la continuidad del comando. El modo en que Marx aborda la teoría de la plusvalía no pudo ser más original y útil: de la forma general de dominación a su especificidad productiva –allí donde la forma general, social y global de dominación es tal que caracteriza al comando– allí donde la especificidad productiva es tal que demuestra el lugar del antagonismo. Queda claro que si el viaje de ida es tan generalizado, el viaje de vuelta será aún más generalizado y profundo: desde el revelado antagonismo de la plusvalía hasta el horizonte del comando, de la mediación, de la política.

 

   Unas pocas páginas adelante (Grundrisse, p. 264; 175) en el inicio de la parte sobre la plusvalía, Marx propone otra vez un plan de trabajo para analizar al capital, un nuevo plan después de aquel que propuso en la Introducción (Grundrisse, p. 108-09; 28-29) y después de las notas en el Capítulo sobre el dinero (Grundrisse, p. 227-28; 138-39) Aquí está:

 

I.             (1) Concepto general del Capital.- (2) Particularidades del Capital: capital circulante, capital fijo. (Capital como necesidades de la vida, como materias primas, como instrumentos de trabajo)- (3) Capital como dinero.

II.            (1) Cantidad de Capital. Acumulación.-(2) Capital medido por sí mismo. Ganancia. Interés. Valor del capital: capital como distinto de sí mismo, como interés y ganancia.-(3) La circulación del Capital. (a) Intercambio de capital y capital. Intercambio de capital con renta. Capital y precios. (b) Competencia de  capitales.- (c) Concentración de capitales.

III.          Capital como crédito

IV.           Capital como capital accionario

V.            Capital como mercado del dinero

VI.           Capital como fuente de riqueza.

El capitalista. Después del capital, la propiedad de la tierra será compartida. Luego de ello, el trabajo asalariado. Los tres presuponen el movimiento de precios, como la circulación, definida ahora en su totalidad más íntima. En el otro lado, las tres clases, como producción situada en sus tres formas básicas y presuposiciones de circulación. Luego, el Estado. (Estado y sociedad burguesa.)- Impuestos, o la existencia de las clases improductivas.- La deuda pública.- Población.- El Estado exterior: las colonias. Comercio exterior. Tasa de Intercambio. Dinero como moneda internacional. Finalmente, el mercado mundial. La intrusión de la sociedad burguesa en el Estado. Crisis. Disolución del modo de producción y la forma de sociedad basada en el valor de cambio. Posición real del trabajo individual como social (y viceversa) (Grundrisse, p. 265)

 

   ¿Porqué es importante este plan? Porque, una vez más, como en la Introducción, la tendencia desde la producción hacia el Estado, hacia el mercado mundial como condición del análisis vuelve no sólo (o de modo preferencial {a diferencia de la Introducción}) en términos formales sino materiales (como en la p. 279: "El mercado mundial es el presupuesto de todo y el soporte de la totalidad") Por ello, el nuevo proyecto nos sitúa en el centro del terreno de análisis, el único en el que la teoría de la plusvalía puede ser fundada: el terreno en el cual, por medio del dinero, hemos definido como el terreno del comando. El Estado es el primer nivel de síntesis para las contradicciones de la producción; el mercado mundial es la segunda forma de esta síntesis de contradicciones, pero es también, una vez más, el terreno de la crisis y la disolución. Todo análisis debe tomar en cuenta  esta tendencia, y ser desplazado continuamente de acuerdo con el ritmo de esta tendencia. Las tres clases como  "premisas de producción y forma de circulación" están situadas dentro del mecanismo de desarrollo como elementos en sí mismos transitorios, si es verdad que el antagonismo fundamental se presentará a nivel del mercado mundial, en su forma pura (antagonismo entre dos clases) como, asimismo, en su forma social (socialización y difusión del antagonismo desde la producción hacia la circulación) Y nuevamente: "el movimiento de los precios" es concebido desde la base del valor producido globalmente por la sociedad, es decir, sobre las bases de la masa de plusvalía y lo que ella contiene de comando: el dinero otra vez, con articulaciones que vuelven el antagonismo más y más preciso; el antagonismo que queremos definir en esta etapa de desarrollo de la tendencia; no puede haber teoría de la plusvalía que no alcance el nivel de generalidad que las teorías del dinero y del comando poseen. No puede haber definición del antagonismo, si no está a dicho nivel de radicalidad. Las consecuencias que fluyen de los proyectos del comienzo y del curso de la obra reafirman a Marx, no sólo en términos de coherencia de análisis, sino, por sobre todo, en términos de su coherencia inicial y final, allí donde el resultado debe servir también como presuposición. El resultado (crisis y disolución a nivel del mercado mundial) debe servir como presuposición (antagonismo y lucha a nivel de las relaciones de producción) El dinero es el hilo negro que une en dicho arco al comando del capital; la teoría de la plusvalía es el hilo rojo que deberá rehacer la misma operación desde el punto de vista de los trabajadores, desde el punto de vista opuesto.

 

  "El único valor de uso, por tanto, que puede conformar el polo opuesto al capital es el trabajo (para ser exactos, el trabajo productivo, creador de valor)" (Grundrisse, p. 272; 183) Siguen una serie de páginas sobre el concepto de trabajo productivo e improductivo, las que contienen la primera formulación de una serie de puntos teóricos y polémicos que reencontraremos como tales en las Teorías sobre la Plusvalía y El Capital. ¿Porqué hemos colocado primero esta página para la discusión, si nuestro análisis pretende arrojar luz sobre las dimensiones, el terreno, el horizonte en el que se desarrolla la teoría de la plusvalía? Porque este enfoque marxista del trabajo productivo parece contradecir la exposición y sus divisiones: hay aquí una contradicción que es mejor discutir ya mismo. Marx sostiene aquí (y más aún en la nota de los Grundrisse p. 305-6; 212) que solo es productivo aquel trabajo que produce capital. "El trabajo productivo es solo aquel que produce capital"; "el trabajador productivo es el que directamente aumenta el capital." En consecuencia, es estúpido considerar como trabajo productivo todo intercambio que simplemente concierne a la circulación o el consumo.

 

A.    Smith fue esencialmente correcto con su trabajo productivo e improductivo, correcto desde el punto de vista de la economía burguesa. Lo que otros economistas avanzaron en su contra es tontería (por ejemplo, Storch, Señor, etc), por ejemplo, que toda acción actúa sobre algo, confundiendo así al producto en su sentido natural y económico; como que el ratero también es un trabajador productivo puesto que indirectamente produce libros sobre ley criminal (razonamiento tan correcto como el de considerar productivo al juez porque protege del ladrón) O los modernos economistas se han vuelto tales sicofantes de los burgueses que desean demostrar a estos que es trabajo productivo cuando alguien se quita las liendres del cabello, o golpea su cola, porque, por ejemplo, esta última actividad dejará más fresca su gorda cabeza (estúpida cabeza) al día siguiente en la oficina. (Grundrisse, p. 273; 184)

 

   Pero esta insistencia sacrosanta de Marx en el trabajo productivo como trabajo unido inmediatamente al capital, si tiene una función política directa, lo que puede ser negado (es probablemente la más obrerista de las posturas de Marx) tiene, también, efectos ambiguos: la concepción de la plusvalía parece cerrarse por completo en el interior de la producción, y toda la teoría parece aferrarse a esta atomización del valor, de la relación del valor que siempre, desde fines del siglo XIX, los críticos de Marx y de su pensamiento han tomado como objeto de una polémica científica e intentado destruir políticamente. Ya hemos insistido en el hecho de que la función del valor sólo puede existir en un nivel general, tan general como el del dinero: esto dentro del desarrollo de la tendencia marxista (tendencia, hoy, largamente cumplida en otros aspectos) Sólo podemos concluir que la definición de trabajo productivo que hallamos en estas páginas de los Grundrisse y que hallaremos luego en otras obras, es una definición pesadamente reduccionista en la forma general que asume. La rechazamos en la forma literal que toma porque está invalidada por una consideración objetivista, atomizada y fetichista de la teoría del valor: es exactamente la consideración que uno le atribuiría a Marx para volverlo un viejo materialista del siglo XIX. El único mérito de esta definición, en su formulación literal, está en insistir sobre la oposición de los trabajadores como oposición política, en la irreductibilidad política de la fuerza de los trabajadores y la revolución proletaria.

   Bien, apartémonos de esto y veamos si e posible, dentro del marco general de nuestra exposición, aprehender ciertos términos que nos permitan avanzar y llevar la definición de trabajo productivo a aquel nivel tanto de abstracción como de antagonismo que nos parece esencial para construir la teoría de la plusvalía. Debo decir aquí que no me parece imposible liberar a Marx del peso de las condiciones históricas que lo llevaron, en este caso, a restringir de un modo tan miserable la concepción del trabajo productivo, a fin de exaltar el trabajo obrero. En efecto, mirando siempre estas páginas y recordando el pasaje con el que abrimos este paréntesis, el trabajo productivo es presentado aquí también bajo otro aspecto: como el "valor de uso" de los trabajadores, como trabajo de una parte contratante del intercambio, que "se opone a la otra como capitalista." "El trabajo sólo es productivo en tanto produce su opuesto": ¡pero ese es un modo como cualquier otro de expresar el concepto de la plusvalía! Es entonces, más allá de la preeminencia de ciertas formas literales sobre otras, a esta sustancia del razonamiento y de la teoría que debemos referirnos y en la que debemos basar la definición. Es en el nivel de la abstracción del trabajo que es preciso levantar la definición: "De hecho, por supuesto, a este ‘trabajador productivo’ poco le importa lo que debe hacer, como al capitalista que lo emplea, quien tampoco daría una maldición por la chatarra" (Grundrisse, p. 273; 166) Y esto es a nivel de la tendencia del desarrollo del capital en la producción, en la circulación productiva o no, en la socialización capitalista, es en el nivel de la sociedad capitalista y su constitución. Considerado de este modo, como un elemento constituido por la teoría de la plusvalía y la dinámica de dicha teoría, el concepto de trabajo productivo no constituye un límite del campo de análisis, de la naturaleza general de ese campo- como avizoramos hasta este punto.

 

   Es tiempo de entrar en los méritos del discurso de Marx: "Primera sección. Proceso de producción del capital." "El dinero como capital es un aspecto del dinero que va más allá de su carácter simple de dinero."(Grundrisse, p. 250; 162) Pero en la circulación simple, la determinación del dinero nunca es excedida: "el movimiento simple de valores de cambio, tal como se presenta en la circulación pura, nunca puede realizar capital" (Grundrisse, p. 254; 165)

 

La repetición del proceso, desde cualquiera de los puntos, dinero o mercancía, no se coloca dentro de la misma condición de intercambio. El acto puede repetirse sólo cuando se ha completado, es decir, cuando el monto del valor de cambio se ha vuelto a cambiar. No puede reencenderse a sí mismo por medio de sus propios recursos. La circulación, por lo tanto, no lleva consigo el principio de auto-renovación. Los momentos de esta última son presupuestas a ella, no determinado por ella. Las mercancías deben ser constantemente renovadas desde afuera, como combustible en el fuego. De otro modo, tiemblan en la indiferencia (Grundrisse, p. 254-55; 166)

 

   "Su ser inmediato es, por lo tanto, pura semblanza. Es el fenómeno de un proceso que tiene lugar detrás de sí." (Grundrisse, p. 255; 166) El proceso que se oculta tras la circulación es la producción.

 

Son la mercancía (en su forma particular o en la forma general del dinero) que forman la presuposición de la circulación; son la realización de un tiempo de trabajo definido y, como tal, valores; su presuposición, por lo tanto, es tanto la producción de mercancías por el trabajo como su producción como valores de cambio. Este es su punto de partida, y por su propio movimiento regresan a la producción de creación-de-valores de cambio, como su resultado. Hemos así alcanzado el punto de partida otra vez, producción que determina, crea valores de cambio; pero esta vez, producción que presupone la circulación como un momento desarrollado y que aparece como un proceso constante, que determina la circulación y retorna constantemente de ella hacia sí misma a fin de determinarse de nuevo (Grundrisse, p. 255; 166)

 

    Desde el intercambio de equivalentes, por medio del proceso de trabajo, al proceso de valorización: esto significa ir desde el trabajo hacia el capital, es decir, D-M-D'. Pero aún no sabemos en que consiste la valorización. La vemos emerger, en términos cuantitativos, en la esfera de la circulación. Pero el dinero no nos la explica. Ciertamente el dinero se ha vuelto agente de un proceso multiplicador cuyas bases se hallan por detrás de él. Pero esto no explica mucho. No podemos presumir genéricamente que el trabajo es la fundación de esta multiplicación: "Es tan imposible seguir la transición directa del trabajo al capital como lo es llegar directamente desde las distintas razas humanas al banquero o desde la naturaleza a la máquina de vapor." "Para desarrollar el concepto de capital es necesario comenzar no con el trabajo sino con el valor, y precisamente con el valor de cambio en un movimiento de circulación ya desarrollado" (Grundrisse, p. 259; 170) En suma, el enfoque lógico no señala la necesidad de avanzar en la definición de este concepto.

 

    Podemos, debemos considerar al capital como trabajo objetivado. ¿Pero nos permite esto comprender la valorización? ¿Puede la teoría del valor identificar al mecanismo de la valorización?  No. En ningún caso. Cuando avanzamos en este terreno, encontramos que "el capital es considerado como una cosa no una relación." "El capital no es una simple relación, sino un proceso, en cuyos diversos momentos es siempre capital" (Grundrisse, p. 258; 170) De este modo, no es una lógica lineal ni una simple extensión conceptual de la presuposición

   ¿Pero que es esta relación sino, simplemente la de la circulación? ¿Cuál es la relación del capital que se multiplica a sí misma, no sólo cuantitativamente, en términos de resultado, sino, también, genéticamente, en términos de producción? ¿De modo tal que esta realidad del proceso de valorización es, ella misma, un terreno vagamente connotado por actos de intercambio que constituyen de modo productivo la circulación del valor? Podemos ahora tal vez tomar otra vez la pregunta sobre el trabajo y comenzar a considerarlo como la base del valor que la producción prepara para la circulación. Pero solo a condición de haber sometido al trabajo mismo a las condiciones de intercambio.

 

Expresado de otro modo: el valor de cambio, por su contenido, fue, originalmente, una cantidad objetivada de trabajo o tiempo de trabajo; como tal entró a la circulación, en su objetivación, hasta que se volvió dinero, dinero tangible. Debe ahora alcanzar nuevamente el punto de partida de la circulación, que se halla por fuera de ella, que fue presupuesto, y por el cual la circulación aparece como un movimiento internamente transformador, penetrante, externo; este punto es el trabajo; pero [obligatoriamente] ya no es un simple equivalente o una simple objetivación del trabajo, sino un valor de cambio objetivado, que ahora se torna independiente, que produce para el trabajo, se vuelve su material, sólo para renovarse a sí mismo y comenzar  a circular otra vez por sí mismo. Y con esto, ya no se trata de una simple colocación de equivalentes, una preservación de sus identidades, como en la circulación; si no, de una multiplicación de sí mismo. El valor de cambio se sitúa a sí mismo como valor de cambio sólo realizándose, es decir, aumentando su valor. El dinero (como derivado de la circulación), como capital, ha perdido su rigidez, y desde una cosa tangible se ha vuelto un proceso. Pero al mismo tiempo, el trabajo ha cambiado su relación con su objetividad; el también ha vuelto a sí mismo. Pero la naturaleza del retorno es esta, que el trabajo objetivado en el valor de cambio requiere del trabajo viviente como medio de reproducirse, cuando, originalmente, el valor de cambio aparecía meramente como un producto del trabajo (Grundrisse, p. 263; 174-75)

 

  El trabajo puede entonces transformarse en capital sólo si asume la forma de intercambio, la forma de dinero. Pero esto significa que la relación es de antagonismo, que trabajo y capital están presentes solo en el momento del intercambio que constituye su síntesis productiva, como entidades autónomas, independientes. Es este antagonismo el que destruye la apariencia de circulación simple: es este antagonismo el que constituye la diferencia específica del intercambio entre capital y trabajo. Es por ello necesario profundizar la naturaleza de este antagonismo, dado que sólo este análisis permitirá alcanzar una comprensión de la especificidad con la cual la teoría del valor es presentada dentro del capital, es decir, alcanzar una definición de la teoría de la plusvalía.

   Por ello, "la primera presuposición es que el capital se alza en un lado y el trabajo en el otro, ambos como formas independientes relativas entre sí; ambas, en consecuencia, ajenas entre sí. El trabajo que se alza opuesto al capital es trabajo ajeno {fremde}, y el capital que se alza en oposición al trabajo es capital ajeno." ¿En qué consiste este antagonismo? En el hecho de que el capital debe reducir a valor de cambio aquello que para el trabajador es valor de uso. Pero:

 

El valor de uso que el trabajador tiene para ofrecer al capitalista, que tiene para ofrecer a otros en general, no se materializa en un producto, no existe separado de él, por lo que no existe realmente, sino como potencialidad, como su capacidad. Se vuelve una realidad sólo cuando ha sido solicitado por el capital, cuando es puesto en acción, puesto que la actividad sin objeto no es nada, o, como mucho, es actividad mental, que no es lo que tratamos aquí. Tan pronto como ha obtenido movimiento del capital, el valor de uso existe como la actividad específica, productiva del trabajador; es su propia vitalidad, dirigida a un propósito específico, y, por ello, expresándose en una forma específica. En la relación entre el capital y el trabajo, el valor de cambio y el valor de uso se ponen en relación; un lado (el capital) se coloca opuesto al otro como valor de cambio, y el otro lado (el trabajo), se coloca opuesto al capital, como valor de uso. (Grundrisse, p. 267-68; 178)

 

    La oposición toma dos formas: primero, aquella del valor de cambio contra el valor de uso –dado que el único valor de uso de los trabajadores es la capacidad abstracta e indiferenciada de trabajar– la oposición es también trabajo objetivado contra trabajo subjetivo. Pronto lo veremos. Pero para concluir esta primera profundización de la oposición, insistamos nuevamente sobre la cualidad autónoma de los factores que se presentan a sí mismos en la síntesis. La separación del trabajo como capacidad, como valor de uso inmediato, es radical: su relación con el valor de cambio, esto es, con el comando, la propiedad, el capital, es inmediatamente forzada. Es preciso ser muy insistente sobre este punto, sobre todo si uno piensa en la interpretación habitual que considera al resultado de la civilización capitalista como irracional. No, el resultado sólo es irracional en el sentido que la fundación de la relación del capital, el cierre forzado de elementos radicalmente distintos, es irracional, y también inhumana. El capital sólo ve al valor de uso como un "caos abstracto" que se le opone, y la única forma en que el valor de uso le permite al capital incorporarlo, es la forma de la irracionalidad, "la locura... como un momento de la economía y un determinante de la vida práctica de los pueblos" (Grundrisse, p. 269; 180)

 

   El siguiente punto para profundizar analíticamente es la naturaleza del trabajo asalariado, su autonomía. Ahora, entonces, examinemos un poco esa "maldita dificultad" que enfrenta a los economistas cuando intentan definir la auto-preservación y multiplicación del capital. Bien, desde el momento en que el problema se sitúa con determinaciones sustanciales y no en meros términos accidentales, podemos llenar el vacío del desarrollo del capital como trabajo objetivado sólo recurriendo a su opuesto: sólo la oposición puede determinar la terminación del análisis, y esa oposición no puede consistir en una mercancía particular, porque en ese caso, el problema no tendría solución. Es por ello que "la sustancia comunal de todas las mercancías, es decir, su sustancia no como materia, como carácter físico, sino su sustancia comunal como mercancías y por lo tanto, valores de cambio, es esta, que son trabajo objetivado"; "la única cosa distinta del trabajo objetivado es el trabajo no-objetivado, el trabajo que aún se está objetivando así mismo, el trabajo como subjetividad" (Grundrisse, p. 271-72; 182-83)

   Es la primera vez que encontramos esta caracterización del trabajo. Con ella hemos entrado en una fase central del análisis de Marx. La separación capital / trabajo fue el primer momento; este es ahora el segundo – el trabajo como subjetividad, como fuente, como potencial de toda riqueza. Es sólo sobre la base de estos pasajes que la teoría de la plusvalía puede ser elaborada: estos pasajes son parte de la teoría de la plusvalía. Leamos entonces una página que nos parece más importante que cualquier comentario:

 

La separación de la propiedad y el trabajo aparece como la ley necesaria de este intercambio entre capital y trabajo. El trabajo colocado como no-capital es: (1) trabajo no-objetivado {nicht-vergegenständlichte Arbeit}, concebido negativamente (él mismo aún objetivo, el sí mismo no-objetivo en forma objetiva) Como tal es no-materia prima, no-instrumento-de-trabajo, no-producto-bruto: trabajo separado de todos los medios y objetos de trabajo, de su entera objetividad. Este trabajo viviente, existente como una abstracción desde estos momentos de su actual realidad (también, no-valor); esta completa denudación, existencia puramente subjetiva del trabajo, arranca toda objetividad. El trabajo es pobreza absoluta: pobreza no como escasez, sino como exclusión total de la riqueza absoluta. O también como el no-valor existente, y, por lo tanto, valor de uso puramente objetivo, existiendo sin mediación, esta objetividad sólo puede ser una objetividad no separada de la persona: sólo una objetividad coincidiendo con su inmediata existencia corporal. Como la objetividad es puramente inmediata, es, justamente, no-objetividad directa. En otras palabras, no una objetividad que cae fuera de la presencia inmediata {Dasein} del mismo individuo. (2) Trabajo no-objetivado, no-valor, concebido positivamente, o como una negatividad en relación consigo mismo, es lo no-objetivado, por ello, no-objetivo, es decir, la existencia subjetiva del mismo trabajo. El trabajo no como un objeto, sino como actividad; no como, él mismo, valor, sino como la fuente viviente del valor. [A saber, es] riqueza general (en contraste con el capital en el cual ella existe objetivamente, como realidad) como la posibilidad general de la misma, quien se demuestra como tal en acción. Por ello, no es totalmente contradictorio, o, en realidad, los postulados mutuamente contradictorios referidos a que el trabajo es pobreza absoluta como objeto, por un lado, y es, por otro lado, la posibilidad general  de la riqueza como sujeto y como actividad. (Grundrisse, p. 295-96; 203)

 

   Pero esto no basta. La subjetividad del trabajo es la del "trabajo puro y simple, trabajo abstracto; absolutamente indiferente a su particular especificidad (Bestimmtheit), pero capaz de todas las especificidades"; es también "una actividad puramente abstracta, una actividad puramente mecánica, por ende, indiferente a su forma particular; una actividad meramente formal, o, lo que es lo mismo, una actividad meramente material {¿stofflich?), actividad pura y simple" (Grundrisse, p. 296-97  204) La paradoja se completa; Y ya no es más una paradoja, es un desarrollo dialéctico de una intensidad excepcional: la oposición determina subjetividad y esta subjetividad del trabajo es definida como una abstracción general. La abstracción, la colectividad abstracta del trabajo es poder subjetivo (potenza) Sólo este poder subjetivo abstracto (potenza), este prolongado refinamiento del poder del trabajo en su integridad, que destruye la misma parcialidad del trabajo, puede permitirle al trabajo presentarse como poder general (potenza) y oposición radical. En este pasaje, la separación del trabajo y el capital se vuelve la cualidad que define al trabajo. Los dos significados de "abstracto", el de "general", y el de "separado", se hallan reunidos y reforzados en esta creativa subjetividad de los trabajadores, en la potencialidad que posee de ser la fuente de toda riqueza posible. Por otro lado, el valor de uso, en cuanto califica fundamentalmente a la oposición capital / trabajo, se halla absorbido en este primer intento de definición. ¡Algo muy distinto a las definiciones naturalistas y humanistas del valor de uso!  En verdad, se requiere una gran ignorancia o una completa mala fe para reducir el "valor de uso" (en el sentido de Marx) a un residuo o un apéndice del desarrollo capitalista. Aquí, el valor de uso no es otra cosa más que la radicalidad de la oposición del trabajo, que la potencialidad subjetiva y abstracta de toda la riqueza, que la fuente de toda posibilidad humana. Toda multiplicación de la riqueza y la vida se halla unida a este tipo de valor: no hay otra fuente de riqueza y poder. El capital succiona esta fuerza por medio de la plusvalía.

   Continuando el análisis de esta oposición, encontramos otra determinación del trabajo, en tanto está separado y es antagónico. El valor de uso es trabajo necesario y viceversa. ¿En qué sentido? En el sentido de que cuando el valor de uso de los trabajadores se encuentra cambiado por el capitalismo en valor de cambio, cuando las dos entidades autónomas deben confrontarse, y están firmemente atadas entre sí, se establece una relación que contiene una medida específica: la medida de trabajo necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo adquirida por el capitalista y sometida a las relaciones generales del capital.

 

El valor de cambio de su mercancía no puede ser determinado por el modo en que su comprador la usa, sino sólo por la cantidad de trabajo objetivado contenida en ella; luego, aquí, por la cantidad de trabajo requerida para reproducir al propio trabajador. Porque el valor de uso que él ofrece existe sólo como una habilidad, una capacidad {Vermogen} de su existencia corporal; no posee existencia aparte de esa. El trabajo objetivado en ese valor de uso es el trabajo objetivado necesariamente corporizado para mantener no sólo la sustancia general en la cual su poder de trabajo existe, es decir, el propio trabajador, sino aquel requerido para modificar esta sustancia general a fin de desarrollar su particular capacidad. Esto, en términos generales, es la medida de la cantidad de valor, la suma de dinero, que obtiene en el intercambio. El desarrollo ulterior, donde se miden los salarios, como otras mercancías, por el tiempo de trabajo necesario para producir al trabajador como tal, no es el punto que consideraremos aquí. (Grundrisse, p. 282-83; 193-94)

 

   El hecho de que el valor de uso del trabajo es reducido por el capital a este límite de intercambio, no modifica ni su calidad ni su relación: el trabajador, de hecho "no está unido a objetos particulares, ni a una forma particular de satisfacción. La esfera de su consumo no está restringida cualitativamente, sólo cuantitativamente. Esto lo distingue del esclavo, del siervo, etc." (Grundrisse, p. 283; 194) "Pero lo que es esencial es que el propósito de este intercambio, para él, es la satisfacción de su necesidad. El objeto de su intercambio es un objeto directo de necesidad, no valor de cambio como tal" (Grundrisse, p. 284; 195)

    Necesidades inmediatas y satisfechas–trabajo necesario– valor de uso: la relación se expande. Se expande en tal medida que uno debe en este punto pensar en reformular el antagonismo entre trabajadores y capital en términos maduros, como antagonismo de clase. Marx abrazó esta idea cuando en estas páginas rechazó sarcásticamente las ofertas de abstinencia, de ahorro, y de participación que la ideología del capital le propone a los trabajadores, tomados uno por uno, pero no a los "trabajadores en general, esto es, como trabajadores [operaio colletivo, ‘trabajador colectivo’, en el original italiano] (lo que el trabajador individual hace o puede hacer, como diferente de su género, sólo puede existir como excepción)" (Grundrisse, p. 285; 196) Aquí nos hallamos en el corazón de la problemática del salario relativo. Y aunque Marx agrega, en relación con estos temas, que esto "será tratado en la sección trabajo asalariado" (Grundrisse, p. 289; 199) –y examinaremos luego el ensamble de estos elementos que debería haber constituido el capítulo "sobre el salario y la clase trabajadora"- igualmente aportó algunos elementos. ¿Cuáles son? En primer lugar, el trabajo necesario, tal como es expresado de un modo mistificado en la forma monetaria del salario, es un valor de uso inmediato para la clase trabajadora. Además, este nivel necesario es continuamente restaurado por el capital. Aquí está el segundo punto: en el verdadero corazón de esta restauración, hay una relación dinámica, un intento de la clase trabajadora de reafirmar la consistencia indispensable y la necesidad de su propia composición, contraparte constante de aquella fuerza capitalista que tiende a subvaluar a los trabajadores y su trabajo necesario. Esta reconstrucción del equilibrio entre capital y trabajo necesario (y salario) ocurre de un modo real, no ideológicamente. El consejo dado a los trabajadores para que ahorren es, ciertamente, ridículo, pero no el hecho de que la oposición de los trabajadores, la lucha proletaria, intenta continuamente agrandar la esfera del no-trabajo, es decir, la esfera de sus propias necesidades, el valor del trabajo necesario: "La participación de los trabajadores en las satisfacciones más elevadas, incluso culturales, la agitación por sus propios intereses, las suscripciones a periódicos, concurrencia a conferencias, educación de sus hijos, desarrollo de sus gustos, etc., su única participación en la civilización, que lo distingue del esclavo, es económicamente posible sólo por el ensanchamiento de la esfera de sus placeres" (Grundrisse, p. 287; 197-98) Lo que significa por el ensanchamiento ontológico de su valor de uso, por medio de la intensificación y elevación del valor del trabajo necesario. Todo esto en términos generales, abstractos, colectivos.                                                                                                                    

    El capítulo sobre salarios debería ocuparse de estos temas. Veremos luego de cuales y como. Por el momento solo podemos lamentar la ausencia de este capítulo en la obra de Marx. (Como ya hemos señalado, las páginas del Libro Primero de El Capital no pueden ser consideradas como dicho capítulo, salvo en los términos de la problemática de la lucha por la jornada laboral y los efectos derivados de su reestructuración) Solo podemos lamentar su pérdida, pues es evidente que el capítulo sobre los salarios encontraría su determinación en estos fundamentos de la teoría de la plusvalía: hubiera sido un capítulo sobre la clase trabajadora, sobre el nivel de necesidades, placer, lucha y trabajo necesario. En suma, el capítulo de los salarios hubiera sido el capítulo sobre el no-capital, es decir, sobre el no-trabajo.

   "El verdadero no-capital es el trabajo" (Grundrisse, p. 274; 185) En los Grundrisse, la relación capital es antagónica al máximo grado. La apropiación capitalista posee un carácter definitivamente antagónico. Este antagonismo tiene origen en la relación de escisión entre valor de uso y valor de cambio– una relación de escisión en la cual dos tendencias se liberan de la unidad forzada a la que han sido sometidas: por un lado, el valor de cambio se autonomiza en dinero y capital, y, por otro, el valor de uso se autonomiza como clase trabajadora. Debemos, a continuación, confrontar el problema de la plusvalía en toda su especificidad, esto es, introducir la escisión en el análisis de la jornada laboral del trabajador colectivo. Tomemos otra vez algunos puntos particularmente interesantes y veamos los elementos que derivan de ellos y permiten extraer ciertas conclusiones en este estadio de la investigación.

   Primero, el momento del antagonismo debe ser acentuado. Cuando hablamos de crisis, veremos cómo, en última instancia, completando y superando sus análisis de la realización y la circulación, Marx coloca la causa fundamental de la crisis en la relación entre trabajo necesario y plustrabajo, esto es, en la relación entre las partes constitutivas de la jornada laboral y en la relación de clase que las constituye. Los prerrequisitos de esta conclusión se han ya alcanzado: los leemos en la crítica que Marx efectúa de la abstinencia (Grundrisse, p. 282-89; 195-200) Además, Marx insiste en la "separación cronológica" de los dos elementos que forman el intercambio trabajo/capital, y para aquellos familiarizados con la atención que les presta a las desarmonías del ciclo, es un punto extremadamente interesante (Grundrisse, p. 274-75; 185) Pero otra deducción debe ser argumentada a propósito de esto– una deducción que pertenece a la teoría de la catástrofe, entendida en el sentido marxista como la actualidad del comunismo, más que como la teoría de la crisis. Esta es nuestra deducción, que hasta un cierto grado de antagonismo fundamental, es preciso romper con cualquier concepción que pretenda unir el desarrollo de las fuerzas de producción (o de la fuerza productiva del trabajo humano) con el desarrollo del capital. La capacidad que posee el capital de absorber fuerzas productivas es puramente histórica –Marx diría "fortuita"– esto es, no fundada en una fuerza racional, sino "irracional", allí donde el antagonismo que caracteriza la formación de la relación se inclina a la escisión, la ruptura, la explosión. Desde 1857, mucho agua ha pasado bajo los puentes de la historia: uno puede preguntarse si estas aguas no llevan el cadáver del capitalismo, si no es estúpido permanecer en el puente para verlo pasar, esperando con la confianza del positivismo en que la relación entre las fuerzas de producción y el capital se profundice bajo la forma del socialismo, ciertamente, esta espera se pudre con las aguas pestilentes de nuestros ríos industriales. En Marx, en aquel Marx que está más allá de Marx, que dio aquella clara definición de antagonismo, leemos la caída de esa relación. El antagonismo de la relación capital no es simplemente destructivo. Profundizando el sentido del discurso de Marx, vemos a la tendencia antagónica de clase como ganadora. El lado de la clase trabajadora es el lado del trabajo como no-capital. Ajenas a nosotros, lo hemos repetido, se hallan todas las concepciones de desarrollo de clase que se hacen en términos de "proyección". No es eso lo que buscamos; no es la continuidad sino el salto lo que distingue a la clase trabajadora como tal, una clase revolucionaria. Pero añadiremos que debe subrayarse una cierta mediación (medietá) en el proceso por saltos. En las páginas leídas, Marx caracteriza a la clase trabajadora como una sólida subjetividad, que es al mismo tiempo valor de uso colectivo y trabajo necesario, como una esencia histórica y social a quien se le debe, por un lado, "el reemplazo por el desgaste, para que pueda mantenerse a sí misma como clase" (Grundrisse p. 323; 229); y por otro lado, la clase trabajadora es una esencia social caracterizada por su particular status: su valor de uso es creativo; es la fuente única y exclusiva de la riqueza. Estamos en consecuencia exactamente en el corazón de una primera definición de la dinámica de la fuerza trabajadora, donde su esencia como creadora de valor está asociada a una lucha continua que tiene como resultado, por un lado, el desarrollo del capital, y por otro lado, la intensificación de la composición de clase, el incremento de sus necesidades y placeres, el aumento del valor del trabajo necesario para su reproducción. Y como el capital se encuentra limitado para reprimir y devaluar esta fuerza productiva de la clase trabajadora, y para delimitar su impulso hacia la intensificación de su propia composición (el tránsito hacia la intensificación de la composición orgánica del capital pasa por el camino de esta represión), hallamos aquí la lucha, el antagonismo fundamental que es transformado en lucha obrera expandida, constituyendo al menos una clave del progreso histórico. Ya en esta definición preliminar del antagonismo, la teoría de la plusvalía surge como la ley más importante de los movimientos del desarrollo capitalista: el antagonismo por sí solo determina el movimiento; el capital es "el proceso de esta diferenciación y de su suspensión, en la cual el capital mismo se vuelve un proceso" (Grundrisse, p. 298; 205-6)

   La ley del valor comienza a tomar la forma de la ley de la plusvalía a través de la extrema acentuación del antagonismo de los sujetos. Pero solo es definida en términos adecuados cuando el proceso de trabajo es subsumido en el capital. La teoría de la plusvalía es en consecuencia, inmediatamente, la teoría de la explotación. Ninguna de las ilusiones que aún mantienen abierta la teoría del valor sobrevive en el ámbito de la teoría de la plusvalía. El poder creativo del trabajo, si fuera libre, ciertamente no podría definir al capital: solo la explotación como proceso político de dominación y de opresión, como comando generalizado sobre la sociedad, determina, al mismo tiempo, el valor y el plusvalor.

   El nivel de antagonismo inicial es tan fuerte que solo la explotación, la opresión, puede tener éxito en resolverlo. "El trabajo no es solo el valor de uso que confronta al capital, sino, más aún, es el valor de uso del capital en sí mismo." (Grundrisse, p. 297; 205) Este es el momento en que nace la teoría de la plusvalía. Queda claro que hablamos de trabajo tal como fue definido en el contexto de las páginas precedentes: como trabajo promedio, social, abstracto. Cuanto más se acentúan estas características, mas trabajo es apto para producir plusvalor. El discurso de Marx se detiene largamente en esta determinación de la plusvalía, en su origen en la naturaleza creativa del trabajo. Esta insistencia se alinea con la fuerza de los argumentos políticos que dominan todo su análisis. Todo está, efectivamente, predispuesto de tal modo que la definición cuantitativa de plusvalía, la división de la jornada laboral en dos partes (trabajo necesario y trabajo excedente [plustrabajo]) no aparecen como puros elementos de doctrina sino como armas en la lucha de los trabajadores.

   Cuando comienza a producirse plusvalía, significa que la existencia de los trabajadores está definitivamente resuelta dentro del capital. El valor de uso es reducido a los límites del trabajo necesario, a la conservación y reproducción de la clase trabajadora. El remanente del valor de uso del trabajo obrero es completamente subsumido por el capital, y, en virtud de ello, produce plusvalía. Tanto como es exclusiva la función del trabajo para este proceso de producción, tanto así es la capacidad del capital para subsumir este proceso exclusivamente en sí mismo. Cada existencia alternativa al control del capital es consumida en el proceso de producción– incluyendo la producción de material primas e instrumentos. "No es el capitalista quien efectúa este consumo, sino el trabajo. Así, el proceso de producción de capital no aparece como el proceso de producción capital, sino como el proceso de producción en general, y la distinción entre capital y trabajo aparece solo en el carácter material de materias primas e instrumentos de trabajo" (Grundrisse, p. 303; 210) Los instrumentos de trabajo y las materias primas son en sí mismo, en realidad, solo trabajo objetivado, y la apariencia general del capital, como capital constante, es simplemente una función de la totalidad de su realidad (capital constante y capital variable, ambos comandados por la categoría capital como tal. Una vez alcanzada la unidad de comando, su unicidad (proceso de producción en general), y establecidos los conceptos de capital constante y capital variable, es posible cuantificar el plusvalor de un modo definitivo.

 

¿Cómo, pues, nace la plusvalía de la producción? Marx ha creado todas las presuposiciones para la resolución de este problema; lo único que falta es la división del capital en capital constante y variable. Él usará estos términos más tarde, pero, de hecho, esta diferencia ya está contenida en las condiciones de existencia de la plusvalía. Confrontando el exceso de valor del producto que existe como resultado de la extracción de trabajo viviente, con los valores de las materias primas, de materias auxiliares, y de los instrumentos de trabajo (¡capital constante!), Marx considera así el problema de la relación entre el valor que el capital le paga al trabajador en forma de salario (¡capital variable!) y el valor que el trabajo viviente crea dentro del proceso de producción. La plusvalía existe, obviamente, sólo cuando el primero es menos que el segundo (Vygodskij, p. 69).

(En relación con esto, ver también, Rosdolsky, p. 255)

 

    Cuantificar la plusvalía significa, entonces, considerar al proceso de trabajo como productivo de un valor global, del cual una parte sirve para reproducir la clase trabajadora, y la otra comprende todos los elementos de la reproducción del capital y su inmenso crecimiento. Nada puede escapar de la unidad del comando organizador del capital: todo lo que produce el trabajo, como valor de uso, trabajo necesario, origen del valor, es objetivado y comandado por el capital. "En tanto componentes del capital, las material primas y los instrumentos de trabajo, son, ellos mismos, trabajo objetivado, por ende, producto" (Grundrisse, p. 299; 206) ¿Y el trabajo? Es "no solo consumido, sino, al mismo tiempo, fijado, convertido desde la forma de actividad en la forma del objeto; materializado; como modificación del objeto, modifica su propia forma y cambia de actividad a ser" (Grundrisse, p. 300; 208) Todo esto "fermenta" al capital, y en el curso de esta fermentación todos los elementos del antagonismo inicial son transmutados: el valor de uso del trabajo es valor de uso del capital, el trabajo necesario es comandado por el capital por medio del salario. La cuantificación de la plusvalía solo es posible en este momento, pues solo puede cuantificarlo el capital cuando se ha apropiado de la totalidad del proceso de producción. Si eso no ha ocurrido, no puede haber cuantificación. El antagonismo no puede ser cuantificado. Solo la explotación hace posible la cuantificación, le da un sentido.

 

Esta es la ocasión de prestar atención a un momento que aquí, por vez primera, no solo aparece desde el punto de vista del observador, sino que se posiciona en la relación económica en sí misma. En el primer acto, el intercambio entre capital y trabajo, el trabajo como tal, existiendo para sí mismo, necesariamente aparece como el trabajador. Similarmente, aquí, en el segundo proceso: el capital como tal es posicionado como un valor existente para sí mismo, como valor agotístico, por así decir (algo a lo que solo puede aspirar el dinero) Pero el capital, en su ser-para-si es el capitalista. Por supuesto, a veces los socialistas dicen, necesitamos el capital pero no a los capitalistas. Entonces el capital aparece como una pura cosa, no como una relación de producción que, reflejada en si misma, es, precisamente, el capitalista. Yo puedo separar al capital de un capitalista individual dado, y transferirlo a otro. Pero, al perder al capital, él pierde la cualidad de ser capitalista. Así, el capital es separable de un capitalista individual, pero no del  capitalista, quien, como tal, enfrenta al trabajador" (Grundrisse, p. 303; 210-11)

 

    En efecto, el pasaje se ha completado definitivamente aquí. El capital se ha vuelto la antítesis del trabajador, de un modo absoluto y definitivo. Contra el carácter libertario de su naturaleza, el trabajo "mismo es productivo solo si es absorbido dentro del capital", "el trabajo, tal como existe para sí mismo en el trabajador, en oposición al capital, esto es, trabajo en su condición inmediata, separado del capital, es no productivo" (Grundrisse, p. 308; 215), pues el capital se ha vuelto la fuerza de "transubstanciación", de la "transposición" de cada elemento vital del proceso de valorización. "Por lo tanto, la demanda de continuar el trabajo asalariado pero abolir el capital es auto-contradictoria, auto-disolvente" (Grundrisse, p. 308-9; 215)

 

    Pero no es suficiente considerar la unidad del proceso de producción. La lucha de clases no conoce síntesis, solo conoce victorias y derrotas. Es una historia de protagonistas. Todo esto se aplica evidentemente a la historia del capital, si su concepción descansa en el antagonismo. Cuando se supera el antagonismo, el capital no aparece simplemente como un proceso unificado, sino como un sujeto en sí mismo. "El valor aparece como sujeto" (Grundrisse, p. 311; 218) El capital se ha autovalorizado; asume los costos sociales de su conservación como elementos de subjetivización debidos a él. El capital aparece como una fuerza expansiva, de producción y reproducción, y, siempre, como comando. La valorización es un proceso continuo y totalitario, no conoce límites ni reposo. El trabajo es tan dominado en el proceso de valorización que su autonomía parece reducida siempre a un límite extremo, a la reducción, a la no-existencia. Ciertamente, la teoría del plusvalor, al mismo tiempo que define los términos y dinámica del proceso de valorización, también define el espacio (que puede ser algo completo más que relativo) del trabajo necesario, al menos bajo la forma mistificada de los salarios. Pero aquí el acento se pone en la unidad del proceso y en la subjetivización del capital. En el proceso de valorización, el capital conquista una subjetividad totalitaria de comando.

 

    Y aún así, el antagonismo inicial no puede ser negado. El capital, tras haber intentado por todos lo medios posibles aparecer como la representación general de la producción y la valorización, se ve obligado a definirse a sí mismo por oposición. "La existencia del capital vis-a vis el trabajo, requiere que el capital, en su ser-para-si mismo exista y sea capaz de vivir como no-trabajador"  (Grundrisse, p.317; 223) El antagonismo reaparece. Y reaparece bajo las formas del proceso de valorización que hemos aprendido a considerar como más y más general: el antagonismo retorna dentro de todo el campo de la valorización. Trabajador y capitalista, trabajador colectivo y capitalista colectivo. Estamos nuevamente en el interior de esa situación política en la cual nacieron los Grundrisse: pero ha ocurrido un progreso notable, pues esta situación política comienza a ser articulada desde el punto de vista científico del pensamiento revolucionario.

 

   Si consideramos el método que conforma estas páginas tenemos, creo, un buen ejemplo del modo de proceder de Marx. Por sobre todo, el enfoque materialista está plenamente respetado: el antagonismo de los elementos que componen al capital, la diferencia que funda la relación, son las bases de todo el análisis. Pero no son solo las bases, sino que son los términos de la dinámica del proceso. La diferencia es su motor. Aquí tenemos una serie de operaciones de desplazamiento del sujeto y la dislocación del campo teórico. La primera operación ocurre cuando la síntesis se ha completado y el proceso de valorización comienza. Todos los términos que constituyen la teoría de la plusvalía  se desprenden aquí del antagonismo que los constituye y se hunden dentro de la totalidad de la valorización. En esta operación son transpuestos, trasladados, transubstanciados. Las categorías de lucha de clases se vuelven las categorías del capital. El sujeto se vuelve objeto, la actividad se vuelve ser. Este pasaje se articula en un análisis que opera el pasaje de la calidad (creador de valor) a la cantidad (medida del valor) Por lo tanto, al apoyarse en este resultado, el campo tiende otra vez hacia un desplazamiento y la reaparición del antagonismo. El campo de la sociedad caracterizada por la valorización lleva siempre incorporado el marco del antagonismo. Primero, al ritmo de este nuevo pasaje de la cantidad a la calidad, el campo tiende a readquirir la tonalidad del antagonismo. Las figuras toman la forma de la oposición y la subjetividad: obrero y capitalista, trabajador colectivo y capitalista colectivo. Una vez que el capitalismo logra dominar la totalidad del proceso de valorización y reproducción, este proceso es, en realidad, una vez más, un proceso de reproducción del antagonismo. La reproducción no niega las diferencias, no anula al antagonismo; por el contrario, los exacerba a ambos. El resultado de este proceso es la reproducción expandida del antagonismo y la reaparición de las máscaras subjetivas que las fuerzas de la historia asumen en la lucha. Dentro de este marco metodológico, la teoría del plusvalor se muestra a sí misma como una adquisición fundamental para el método.

    Evidentemente, en el presente estadio del análisis hay límites precisos para todo esto. No es solo una simple cuestión de lugares específicos para estos pasajes en la articulación de la teoría de la plusvalía: lo veremos en un momento, no bien concluyamos estos puntos. En realidad, estoy pensando en el análisis del antagonismo en la reproducción, en su apariencia total. En las lecciones sobre las crisis (lección 5) veremos otra vez esto. Pero uno no puede esperar hallar una solución en este nivel, en términos científicos exhaustivos, en un modo crítico, dentro de un campo en el que el antagonismo re-estalla (de un modo, aún, esencialmente tendencial) El pasaje debe ser profundizado, y ocupa, de hecho, el centro de toda la segunda parte de los Grundrisse. Lo veremos en la segunda parte de las lecciones (Lección 6 y siguientes), donde el objeto del análisis será precisamente el antagonismo en la reproducción. Nos parece, sin embargo, que hemos alcanzado la cima desde la que desciende el nuevo caudal de razonamiento: y la teoría de la plusvalía es la cima de los Grundrisse.

 

    Estamos ahora en condiciones de definir, con Marx, el concepto de plusvalía y comenzar a articular sus consecuencias.

 

El plusvalor que el capital tiene al final del proceso de producción –un plusvalor que, en tanto mayor precio del producto, es realizado solo en la circulación, pero, como todos los precios, es realizado allí tras haber sido presupuesto idealmente, determinado antes de entrar en ella– significa, expresado de acuerdo con el concepto general de valor de intercambio, que el tiempo de trabajo objetivado en el producto –o cantidad de trabajo (expresada pasivamente, la cantidad de trabajo aparece como una cantidad de espacio; pero expresada en acción, es mensurable solo en el tiempo)– es mayor que aquel presente en los componentes originales del capital. Esto, a su vez, es posible sólo si el trabajo objetivado en el precio del trabajo es menor que el tiempo de trabajo viviente comprado con él. El tiempo de trabajo objetivado en el capital aparece, como hemos visto, como una suma consistente en tres partes: a) el tiempo de trabajo objetivado en las materias primas; b) el tiempo de trabajo objetivado en los instrumentos de trabajo; c) el tiempo de trabajo objetivado en el precio del trabajo. Ahora, las partes a) y b) permanecen inmodificables como componentes del capital, mientras que pueden cambiar su forma, sus modos de existencia material en el proceso, permanecen inmodificadas en tanto valores. Solo en c) intercambia el capital una cosa por otra cualitativamente distinta; una cantidad dada de trabajo objetivado por una cantidad de trabajo viviente. Si el trabajo viviente reproduce solo el tiempo de trabajo objetivado en el precio del trabajo esto sería también meramente formal, y, con respecto al valor, el único cambio que habría tenido lugar sería aquel de un modo a otro de la existencia del mismo valor, como si, respecto del valor del material de trabajo y los instrumentos, solo hubiera tenido lugar un cambio de su modo de existencia material. Si el capitalista le ha pagado al obrero un precio = un día de trabajo, y el día de trabajo del trabajador le agrega solo un día de trabajo a las materias primas y las herramientas, entonces el capitalista habría meramente intercambiado valor de cambio en una forma por valor de cambio en otra forma. No habría actuado como capital. Al mismo tiempo, el trabajador no habría permanecido dentro del simple proceso de intercambio; él habría, en efecto, obtenido el producto de su trabajo en pago, excepto que el capitalista le habría hecho el favor de pagarle el precio del producto con anterioridad a su realización. El capitalista le habría adelantado crédito, y gratis, pour le roi de Prusse. Voila tout. No importa que para el obrero el intercambio entre capital y trabajo, cuyo resultado es el precio del trabajo, sea un simple intercambio: en lo que concierne al capitalista, debe ser un no-intercambio. El debe obtener más valor del que da. Visto desde el lado del capitalista, el intercambio debe ser solo aparente; es decir, debe pertenecer a otra categoría distinta a la del intercambio, o el capital en tanto capital y el trabajo en tanto trabajo en oposición a él serían imposibles. Deben ser intercambiados uno por otro solo como valores de cambio idénticos existentes en modos diferentes. (Grundrisse, p. 321-22; 227-28)

 

    El trabajador aliena su capacidad de trabajo, su fuerza creativa que es subsumida por el capital bajo la apariencia de una relación de intercambio igualitaria: en el proceso de producción, el capital pone a esta fuerza creativa a trabajar para sí, y le paga un precio independiente del resultado de la actividad laboral. En el mejor de los casos, gracias al precio concedido (salario), el trabajador logra restituir su propio valor de uso: responde a las necesidades de su propia reproducción– pero incluso este precio debe ser incesantemente recuperado. Todo el resto de la actividad del trabajador está ahora en las manos del patrón.

 

Dado que no nos estamos ocupando aquí de ningún trabajo calificado en particular sino del trabajo en general, el trabajo simple, no nos hemos detenido en el hecho de que hay más trabajo objetivado en su existencia inmediata que el que está contenido en su mera vitalidad –por ejemplo, el tiempo de trabajo necesario para pagar por los productos necesarios para mantener su vitalidad– nominalmente, los valores que ha consumido a fin de producir una capacidad laboral específica, una habilidad especial– y el valor de estos se muestra a sí mismo en los costos necesarios para producir una habilidad laboral similar. (Grundrisse, p.323-24; 229-30)

 

   El trabajo simple, la materia prima de la riqueza, el trabajo objetivado por la necesidad subjetiva de reproducción de la fuerza laboral: otra vez estamos en el corazón del modo en que Marx concibe al valor de uso como materia creativa. El nexo que tiene este poder creativo con la explotación, sugiere, dentro de la teoría del plusvalor, una recalificación de ese material como sujeto revolucionario. De hecho, tras la apariencia del intercambio, tiene lugar un robo.

 

El plusvalor en general es valor en exceso al equivalente. El equivalente, por definición, es solo la identidad del valor consigo mismo. Por ende, el plusvalor nunca puede brotar del equivalente; tampoco puede hacerlo originalmente de la circulación; debe provenir del proceso de producción del capital propiamente dicho. La cuestión puede también expresarse de este modo: si el trabajador necesita sólo medio día para vivir un día completo, entonces, a fin de permitirle que viva como trabajador, necesita trabajar solo medio día. La segunda mitad del día es trabajo forzado; plustrabajo (trabajo excedente) Lo que aparece como plusvalor desde el punto de vista del capital, aparece desde el punto de vista del trabajador como trabajo en exceso de sus requerimientos en tanto trabajador, es decir, en exceso de sus requerimientos inmediatos para mantenerse vivo. (Grundrisse, p. 324-5; 230-31)

 

    El trabajo excedente es robado al trabajador y transformado en plusvalía, en capital. "El descubrimiento de la plusvalía marca el cambio más revolucionario de la ciencia económica. Le permitió a Marx, por vez primera en la historia de la economía política, descubrir y explicar científicamente el mecanismo de la explotación capitalista. Para usar la imagen de Vladimir Majakovskij, Marx atrapó las manos de los ladrones de plusvalía y las halló manchadas de rojo" (Vygodskij, p. 71)

Sin embargo, aquí como allí, hay una faceta positiva, una faceta revolucionaria:

 

 

El gran mérito histórico del capital es haber creado este plustrabajo, trabajo superfluo desde el punto de vista del mero valor de uso, de la mera subsistencia; y su destino histórico (Bestimmung) está cumplido tan pronto, por un lado, ha ocurrido tal desarrollo de necesidades que el trabajo excedente por encima y por debajo de las necesidades, se ha vuelto el mismo una necesidad general elevándose por encima de las necesidades individuales – y, por otro lado, cuando la severa disciplina del capital, actuando en sucesivas generaciones (Geschlecter) ha desarrollado la industriosidad general como propiedad de las nuevas especies (Geschlect)– y, finalmente, cuando el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo, que el capital incesantemente azuza hacia delante en su ilimitada manía por la riqueza, y en las únicas condiciones en las que dicha manía puede realizarse, han florecido al punto en que la posesión y preservación de la riqueza general requiere un menor tiempo laboral de la sociedad en general, y donde la sociedad trabajadora se relaciona científicamente con el proceso de su reproducción progresiva, estando esta reproducción en una situación de constante y creciente abundancia; aquí ha concluido la etapa del trabajo en la que un ser humano hace las cosas que puede. Concomitantemente, el capital y el trabajo se relacionan entre sí como el dinero y la mercancía; el primero es la forma general de la riqueza, el otro, apenas la sustancia destinada al consumo inmediato. La marcha incesante del capital hacia la forma general de la riqueza conduce al trabajo hacia los límites de su natural mezquindad (Naturbeduftigkeit), y así crea los elementos materiales para el desarrollo de la rica individualidad, que es multi-facética en su producción como en su consumo, y cuyo trabajo ya no aparece como trabajo, sino es el total desarrollo de la actividad en sí misma, en la cual la necesidad natural en su forma directa ha desaparecido; porque una necesidad históricamente creada ha tomado el lugar de la natural. Por esto el capital es productivo; una relación esencial para el desarrollo de las fuerzas productivas sociales. Cesa de existir como tal solo donde el desarrollo de estas fuerzas productivas encuentra su barrera en el capital mismo" (Grundrisse, p. 325; 231)

 

   Dejemos por el momento la cuestión de los límites del desarrollo del capital: hemos insistido tanto en la naturaleza antagónica del proceso, que este no habrá de sorprendernos. Parece más interesante, y más de acuerdo con el espíritu de los argumentos de Marx, descubrir el hecho de que los límites solo pueden aparecérsele al capital como obstáculos insalvables.

 

Sin embargo, como representativo de la forma general de la riqueza –el dinero– el capital es la marcha sin límites y sin fin hacia su barrera limitante. Cada frontera (Grenze) es y debe ser una barrera (Schranke) para él. De otro modo dejaría de ser capital–dinero como auto–reproductivo. Si percibiera los límites no como barreras, y se sintiera confortable dentro de esos límites, habría declinado del valor de cambio por el valor de uso, de la forma general de la riqueza por un modo específico, sustancial, de lo mismo. El capital como tal crea un plusvalor específico porque no puede crear uno infinito; pero es el movimiento constante para crear más de lo mismo. La frontera cuantitativa de la plusvalía se le aparece como una barrera meramente natural, una necesidad que constantemente intenta violar y pasar más allá de ella. (Grundrisse, p. 334-35; 240)

 

    Es en términos de esta urgencia que el capital intenta sin descanso aumentar la productividad del trabajo, y es en este marco que la  relación entre trabajo viviente y trabajo objetivado (para el trabajador o para los otros elementos de la producción) es incesantemente intensificada. Dentro de esta difusión de la fuerza productiva del capital,  nace el concepto de plusvalía relativa: en ese punto, pues, en el que el plusvalor no corresponde a un incremento del plusvalor en términos de la extensión de la jornada laboral, sino en términos de una reducción del trabajo necesario.

 

El aumento de la fuerza productiva del trabajo viviente aumenta el valor del capital (o disminuye el valor del trabajador) no porque incremente la cantidad de mercancías o valores de uso creadas por el mismo trabajo –la fuerza productiva del trabajo es su fuerza natural– sino porque disminuye el trabajo necesario, es decir, en la misma proporción que disminuye el primero, crea trabajo excedente o, lo que lleva a lo mismo, plusvalor; puesto que dicha plusvalía que el capital obtiene a través del proceso productivo consiste solo del excedente de plustrabajo sobre el trabajo necesario. El aumento de la fuerza productiva puede aumentar el plustrabajo –por ejemplo, el excedente de trabajo objetivado en el capital como producto, sobre el trabajo objetivado en el valor de cambio de la jornada laboral– solo en la medida en que disminuya la relación entre trabajo necesario y plustrabajo, y solo en la proporción en la cual disminuya esta relación. El plusvalor es exactamente igual al plustrabajo: el incremento de el es exactamente medido por la disminución del trabajo necesario (Grundrisse, p. 339; 244-45)

 

    Creo que queda muy poco para decir. Hemos visto desarrollarse a la teoría de la  plusvalía como una exclusiva, incluyente y adecuada teoría del capital. El movimiento de explotación por si solo explica la naturaleza y dinámica del capital. El antagonismo por si solo hace al capital y a la regla de la coerción de la cual es su intérprete viviente. La teoría del valor, para existir, solo puede hacerlo como subordinada parcial y abstracta de la teoría de la plusvalía. Y para esto último, su significado es enteramente político: está situado en el ámbito de la mayor generalidad, aquella de la crítica del dinero, y contiene un antagonismo extraordinariamente fuerte. Una fuerza antagónica que es, en sentido materialista, el correlativo del interpretado, el antagonismo del antagonismo de la existencia. Todo debe ser reducido a una relación entre trabajo necesario y plusvalía: este antagonismo es, al mismo tiempo, la clave de la dinámica del proceso, y el límite indisoluble de la producción capitalista y del orden social que le corresponde. Aquí, la teoría del plusvalor puede, debe, abrirse a sí misma hacia otros problemas, que no han de ser otra cosa más que la profundización del antagonismo. En particular, se requiere aquí a la teoría de la ganancia. "Todos estos postulados", decía Marx, "correctos solo en esta abstracción de la relación desde este punto de vista", no obstante, la totalidad del argumento "pertenece a la doctrina de la ganancia" (Grundrisse, p. 341; 246-7) Aquí estamos, nuevamente, en el final de la definición de plusvalía, en la cima que nos permitirá volver a descender al terreno de la circulación, para acceder al segundo gran nodo problemático de los Grundrisse, la teoría de la ganancia, entendida como teoría de la explotación en la circulación, de la explotación de la sociedad. Es la dirección principal, la trama esencial de la problemática de los Grundrisse, pero no debemos olvidar que este momento del pasaje está en marcha, y es desarrollado proponiendo una interpretación revolucionaria del desarrollo general del capitalismo.

   De todos modos, si lo olvidamos, Marx está allí para recordárnoslo. No es casual que la parte de los Grundrisse dedicada a la definición de la teoría de la plusvalía termina al comienzo del análisis dedicado a la teoría de la ganancia (es en este momento que Marx le escribe a Engels: "Como en el resto, estoy avanzando a grandes pasos. Por ejemplo, he arrojado por el aire toda la teoría de la ganancia, tal como ha existido hasta hoy") [Enero 14, 1858, Correspondencia Selecta, p. 121]– así, tras el relanzamiento del análisis de la teoría de la ganancia, esta parte concluye con una primera definición elemental pero fundamental, como es una alusión teórica a la ley de la tendencia a la caída de la ganancia.

 

Cuanto mayor la plusvalía del capital antes del incremento de la fuerza productiva, mayor la cantidad de plustrabajo presupuesto o plusvalor del capital; o. menor la fracción de la jornada laboral que forma el equivalente del trabajador, que expresa el trabajo necesario, menor es el aumento de plusvalor que el capital obtiene del incremento de la fuerza productiva. Su plusvalía aumenta, pero en menor relación al desarrollo de la fuerza productiva. Así, cuanto más desarrollado el capital, más plustrabajo ha creado, debe desarrollar más terriblemente la fuerza productiva a fin de realizarse a sí mismo en una proporción menor, es decir, para agregar plusvalor– pues su límite siempre reside en la relación entre la fracción de la jornada laboral que expresa trabajo necesario, cuanto mayor el plustrabajo, menos puede cualquier aumento de la fuerza productiva disminuir perceptiblemente el trabajo necesario; pues el denominador ha crecido enormemente. La auto-realización del capital se vuelve más dificultosa en relación con lo que ya había realizado. (Grundrisse, p. 340; 246)

   Cuanto más plusvalía se desarrolla, menos puede comprimirse al trabajo necesario, y menos es la cantidad y calidad de la actividad creativa que el capital puede subsumir en el proceso laboral. ¿Porqué puede encontrase solo prefigurada en Marx la clave para la interpretación de la teoría de la ganancia? Deberemos retornar a  esto. Por el momento, es suficiente reconocer la radicalidad del antagonismo que la teoría de la  plusvalía pone en acción. Veremos luego (Lección 5) como la teoría de la crisis opera el primer paso hacia la teoría de la ganancia.

   Aquí llegamos al final de la primer parte del seminario. Me gustaría concluir, al final de este primer desarrollo, y armado con la primer conclusión concerniente al trabajo de Marx, con la primer definición completa de plusvalía y del movimiento de su antagonismo– y también me gustaría abocarme a algunos otros temas teóricos que me parecen muy importantes. Pero, quizá, todos estos temas se reducen a uno solo, que podemos plantear así: la subordinación de la ley del valor a la ley de la plusvalía es la revelación del nudo teórico indestructible que yace tras la polémica con los Proudhonianos. Esto significa que la teoría de la plusvalía demuestra una cosa: Que el socialismo solo puede ser una mistificación de la competencia y la hegemonía social del capital, que –por fuera de la ideología, en la realidad– el socialismo es tan imposible como el funcionamiento de la ley del valor. El marxismo de los Grundrisse es, en efecto, lo contrario del socialismo: en tanto el socialismo es un himno a la equivalencia y la justicia en las relaciones sociales (construidas sobre la ley del valor), del mismo modo, Marx demuestra que tanto la ley del valor como el socialismo son mentiras. La única realidad que conocemos es aquella comandada por el robo, la alienación capitalista y la objetivización del trabajo viviente, de su valor de uso, de su creatividad. Si todo eso funcionara de acuerdo con la ley del valor, suponiendo ello posible, no se modificaría nada. Porque no existe valor sin explotación. El comunismo es así la destrucción al mismo tiempo de la ley del valor, del valor mismo, de sus variantes capitalistas o socialistas. El comunismo es la destrucción de la explotación y la emancipación del trabajo viviente. Del no-trabajo. Eso, y es suficiente. Simplemente.

     

   

 

 

* Lección 5

 

 

Ganancia, Crisis, Catástrofe

 

 

"Todos estos postulados son correctos solo en esta abstracción de la relación desde el presente punto de vista. Relaciones adicionales vendrán que los modificarán significativamente. La totalidad, en la medida en que procede enteramente en generalidades, pertenece a la teoría de la ganancia" (Grundrisse, p. 341; 246-47) Así es como comienza la relación entre plusvalía y fuerzas productivas–con la urgente demanda de una modificación del campo de investigación, de un desplazamiento global de los campos del análisis. De plusvalía a ganancia, esto es, hacia la plusvalía generalizada y socializada: originalmente una categoría de la producción, la plusvalía se ha convertido ahora en una categoría social. Es necesario un salto adelante del análisis, entonces. Es determinado por la fuerza productiva del capital y por la fuerza expansiva de la plusvalía, desde su lugar de origen a las condiciones generales de esta formación. Y sucede sin decir que esta socialización, este desplazamiento de los términos discursivos, debe reproducir las reglas generales del enfoque, el criterio de la crítica de la explotación. "Somos los últimos en negar que El Capital contiene contradicciones. Nuestro propósito, en realidad, es desarrollarlas totalmente. Pero Ricardo no las desarrolla, sino que las desplaza considerando al valor de cambio indiferente a la formación de riqueza... por ejemplo, él considera al valor de cambio como meramente formal" (Grundrisse, p. 351; 257) No, la socialización de la plusvalía en la ganancia no es formal, es, en realidad, un proceso que extiende socialmente la contradicción de la plusvalía: una contradicción similar en su naturaleza, pero más extendida, más profundizada, más antagónica. No es por azar, entonces, que entre la primera y la segunda sección del Libro sobre el Capital en los Grundrisse, la doctrina de la ganancia se defina junto con la teoría de la crisis.

   Pero procedamos en orden. La ganancia es para Marx como la plusvalía desprendida de las condiciones de su producción y capaz de auto-valorización. Dicha independencia del capital de sus relaciones constitutivas representa la primer paradoja. Una paradoja poderosa, sin embargo: el capital, de hecho, opera para retener el valor producido en el proceso laboral, y porque esta apropiación se presenta a sí misma, en tanto es capital constante y constituye la dominación, como forma social, como forma de las relaciones sociales. Pero esta es, justamente, la paradoja. "En un estado estático, este valor de cambio liberado por el cual la sociedad se vuelve más rica, sólo puede ser dinero, en cuyo caso, sólo la forma abstracta de la riqueza se ha incrementado." Pero

 

En movimiento sólo se puede realizar a sí mismo en nuevo trabajo viviente (ya sea porque el trabajo que estaba durmiendo se ponga en movimiento, o se creen nuevos trabajadores –el crecimiento de la población se acelera– u otra vez se expande un nuevo ciclo de valores de cambio, o de valores de cambio en circulación, lo que puede suceder en el lado de la producción si los valores de cambio liberados abren una nueva rama de producción, por ejemplo, un nuevo objeto de intercambio, trabajo objetivado en la forma de nuevo valor de uso; o lo mismo se logra cuando el trabajo objetivado se coloca en la esfera de la circulación en un nuevo país, por una expansión del comercio) Lo último debe ser creado, entonces. (Grundrisse, p. 348; 253-54)

 

   No nos debe atrapar esta paradoja. Al contrario, debemos reconocer que cuanto más se consolide la independencia de la plusvalía y más se extienda su impacto social, más explotación se intensifica: el capital no es solo explotación específica dentro de la producción, sino que, además, adquiere para sí, gratuitamente, dimensiones sociales que están producidas por la fuerza del trabajo viviente. El trabajo viviente es subsumido y posicionado como condición de la perpetuación del valor social del capital. "Esta preservación tiene lugar simplemente por el agregado de nuevo trabajo, que agrega un valor más alto" (Grundrisse, p. 357; 262) "El trabajo es el fuego viviente formador; es la transitoriedad de las cosas, su temporalidad, como su formación por el tiempo viviente." (Grundrisse, p. 361; 266) Pero si es "en la separación" donde "descansa la existencia del capital y el trabajo asalariado, el capital no paga por la suspensión de esta separación que ocurre en el mismo proceso productivo– pues sino el trabajo no podría continuar" (Grundrisse, p. 364; 269) La socialización de la plusvalía, entonces, es su extensión e intensificación, es decir, la extensión e intensificación de la explotación, un salto adelante en su definición cualitativa y cuantitativa. La plusvalía social es la plusvalía del capital social y la dominación capitalista sobre el trabajo social, presente y futuro.

 

El dinero, entonces, en tanto que ahora existe por sí mismo como capital, es, por lo tanto una demanda sobre futuro (nuevo) trabajo. Existe, objetivamente, simplemente como dinero. La plusvalía, el nuevo crecimiento del trabajo objetivado, en la medida que existe por sí misma, es dinero; pero ahora es dinero que en sí mismo ya es capital; y, como tal, es una demanda de nuevo trabajo. Aquí, el capital ya no se relaciona con el actual trabajo, sino con el futuro trabajo. Y ya no aparece disuelto en sus simples elementos en el proceso productivo, sino como dinero; ya no, sin embargo, como dinero que es meramente la forma abstracta de la riqueza general, sino como demanda sobre la posibilidad real de riqueza general– la capacidad laboral en el proceso de convertirse. En tanto demanda, su existencia material como dinero es irrelevante, y puede ser reemplazado por cualquier otro título. Como acreedor del Estado, cada capitalista con su nuevo valor adquirido posee una demanda sobre el trabajo futuro, y por el medio de apropiarse del actual trabajo, al mismo tiempo se ha apropiado del trabajo futuro. (Este aspecto del capital será desarrollado hasta aquí) Pero ya se puede ver aquí su propiedad de existir como valor separadamente de su sustancia. Esto ya sienta las bases del crédito. Acumularlo en la forma de dinero es, por lo tanto, lo mismo, materialmente, que acumular las condiciones materiales de trabajo. Esto es, en realidad, la acumulación de títulos de propiedad sobre el trabajo. Coloca al trabajo futuro como trabajo asalariado, como valor de uso para el capital. No hay equivalente a mano para el nuevo valor creado; sólo es posible en nuevo trabajo. (Grundrisse, p. 367; 272-73)

 

  Así llegamos a un punto crucial en la construcción de Marx de la teoría de la ganancia. Dicha teoría constituye, primero y principal, el reconocimiento de la nueva calidad  de la explotación contenida en la expansión social del plusvalor. Esta nueva calidad no puede ser definida simplemente, ni puede relacionarse con los valores producidos en el proceso laboral: está también constituida, gratuitamente, por la totalidad del trabajo social– es decir, el trabajo que preserva el valor del capital como aquel que va a ser enriquecido en la cooperación de las grandes masas, el trabajo que deriva del potencial científico de la sociedad, tanto como aquel que resulta del simple incremento de la población. "En suma, todos los poderes sociales desarrollados con el crecimiento de la población y con el desarrollo histórico de la sociedad, les cuestan nada" (Grundrisse, p. 765; 651) Por ello, la ganancia es, en primer lugar, la expresión social de la plusvalía global, integrada por la explotación gratuita de las fuerzas de producción social. En este punto se ha alzado la pregunta sobre si en los Grundrisse la teoría de la ganancia emerge demasiado sometida a la de la plusvalía. Rosdolsky (p. 426) ha observado cómo, en la sección sobre el proceso de producción, las expresiones "tasa de ganancia" y "tasa de plusvalía" no se distinguen claramente una de otra, e incluso a veces parecen idénticas. Es verdad (ver, en particular, Grundrisse, p. 274-75; 341-54; 373-86): pero no se lo critiquemos demasiado a Marx. Más aún, si el concepto de plusvalía –en su origen determinado– debe distinguirse del de ganancia y su fuerza social, no es menos cierto que dicha distinción es actualmente derivada del mismo núcleo conceptual, de la misma sustancia real: aquella de la explotación social del capital social. Ciertamente, en este punto del análisis la magnitud –desde plusvalía a ganancia– en  la que la ganancia pasa a ser explicada como plusvalía social, representa una exasperación de la tendencia. La ganancia es subsumida en la plusvalía antes que el análisis del desarrollo de las relaciones del capital hayan mostrado las implicancias de la socialización del capital.  

 Una vez reconocido esto, sin embargo, debemos agregar de inmediato que con este pasaje (por rígido y precipitado que parezca) Marx muestra como la categoría de ganancia no puede ser resuelta en la función ni expuesta en la forma categorial de la mediación. Las consecuencias de este enfoque son claras: la ganancia es también mediación (y nunca tan solo mediación) en tanto el capital haya investido a la totalidad de la sociedad con su modo de producción. Cuando el capital se ha vuelto históricamente capital social, la ganancia ya no puede ser mediación: entonces la ganancia se vuelve mediación resuelta, plusvalía social; es el sello capitalista de una relación antagónica que, en realidad, involucra a toda la sociedad.

   El límite de esta primer definición de ganancia fue superado en los meses de escritura de los Grundrisse. Se requería de otras condiciones teóricas más avanzadas– en especial, el análisis de costos de la producción y de la rotación; en suma, debía alcanzarse una definición de la composición orgánica del capital para que tuviera lugar esta elaboración (ver Rosdolsky p. 425-433) Permítaseme aquí, pues, anticipar el comentario del texto y saltar a la sección "Capital como fructífero: Transformación de la plusvalía en ganancia," que se encuentra casi al final de los Grundrisse (p.745-778) en el Libro de Notas VII. Esta sección representa el clímax del análisis del proceso de circulación (Libros de Notas IV-VII) y la síntesis entre los resultados de este análisis y aquellos alcanzados en el análisis del proceso de producción de capital (Libros de Notas II-IV) Ahora, el análisis de la transformación de la plusvalía en ganancia, integrado con el análisis de la socialización (por medio de la circulación), incorpora, precisamente, los resultados del proceso de producción: mientras tanto, el análisis de los procesos de socialización ya hechos, la deducción de la ganancia de la plusvalía no somete el concepto de la primera al de la segunda, sino, por el contrario, ilustra sus diferencias al mismo tiempo que subraya su continuidad fundamental. Así cesa la ambigüedad.

   Aquí, entonces, el capital

 

Se relaciona consigo mismo como poseyendo nuevo valor, como productor de valor. Se relaciona como la fundación de la plusvalía, como aquello que la fundó. Su movimiento consiste en relacionarse consigo mismo, mientras se produce a sí mismo, al mismo tiempo como la fundación de aquello que ha fundado, como valor presupuesto a sí mismo como plusvalía, o a la plusvalía como determinada por él. En un período determinado de tiempo que es definido como la unidad de medida de su renovación, porque es la medida natural de su reproducción en la agricultura, el capital produce una determinada plusvalía, que es dada no sólo por la plusvalía que extrae de un proceso productivo, sino por el número de repeticiones del proceso de producción en un período de tiempo especificado. Por la inclusión de la circulación, de su movimiento por fuera del proceso de producción inmediato, dentro del proceso de reproducción, la plusvalía ya no aparece determinada por su relación simple, directa, con el trabajo viviente; esta relación aparece, en realidad, como un mero momento de su movimiento total. Procediendo de sí como el sujeto activo, el sujeto del proceso –y, en la renovación, el proceso de producción directa aparece, en realidad, determinado por su movimiento como capital, independientemente de su relación con el trabajo– el capital se relaciona consigo mismo como valor auto-incrementable; por ejemplo, se relaciona con la plusvalía como algo posicionado y fundado por él; se relaciona como fuente de la producción, consigo mismo como producto; se relaciona como productor de valor, consigo mismo como valor producido. Por ello, ya no mide el nuevo valor producido por su medida real, la relación entre plustrabajo y trabajo necesario, sino por sí mismo como su presuposición. Un capital de cierto valor produce en un cierto período de tiempo una cierta plusvalía. Plusvalía, por lo tanto, medida por el valor del capital presupuesto, capital por ello colocado como valor auto-realizable– es ganancia; considerada no sub specie aeternitatis, sino sub specie capitalis, la plusvalía es ganancia; y el capital como capital, el valor producido y reproducido, se distingue a sí mismo, de sí mismo, en sí mismo, como ganancia, el nuevo valor producido. El producto del capital es la ganancia (Grundrisse, p. 745-46; 631-32)

 

Avancemos en la definición de conceptos. En la forma de ganancia, la plusvalía debe ser medida contra el valor total del capital presupuesto en el proceso de producción. "Presuponiendo la misma plusvalía, el mismo plustrabajo en proporción al trabajo necesario, entonces, la tasa de ganancia depende de la relación entre la parte de capital intercambiada por trabajo viviente y la parte existente en la forma de materias primas y medios de producción. Por lo tanto, cuando menor sea la parte intercambiada por trabajo viviente, menor será la tasa de ganancia. Así, en la misma proporción en que el capital ocupa un mayor espacio como capital en el proceso de producción relativo al trabajo inmediato, por ejemplo, cuanto más crezca la plusvalía relativa –el poder de creación de valor del capital– más cae la tasa de ganancia" (Grundrisse, p. 747; 633) Consecuentemente, "La tasa de ganancia sube aunque la plusvalía real caiga" (Ibíd.) En conclusión, "mientras la tasa de ganancia es inversamente proporcional al valor del capital, la suma de la ganancia será directamente proporcional a él" (Grundrisse, p. 748; 634)

 Como uno puede notar, entre el concepto de plusvalía y el de ganancia hay una distinción que concierne a la calidad de la explotación: la plusvalía es la explotación del trabajo viviente, el incremento de su productividad, la exasperación de la intensidad del trabajo, un drenaje total y totalizante de la capacidad de trabajo; la ganancia es la consolidación y fijación de la plusvalía, es trabajo no-multiplicador consolidado en forma estable, el robo de la productividad del trabajo, la indiferencia por el trabajo viviente– pero en el caso de la plusvalía, el trabajo viviente es considerado dentro de la relación de producción, mientras que en la ganancia, está situado contra las condiciones de producción, contra la totalidad de la acumulación. "la ganancia no es más que otra forma de la plusvalía, una forma desarrollada luego en el sentido del capital" (Grundrisse, p. 762; 648) La distinción no implica a la naturaleza de la explotación, y una evidencia de esto se halla en el hecho de que la contradicción aparece nuevamente en este punto, no sólo oponiendo a los explotados contra los explotadores, como está contenido en la categoría de plusvalía, sino también extendiendo el antagonismo a la relación entre trabajo viviente y trabajo muerto, en términos socialmente comprensivos. Cuanto más trabajo es objetivado en el capital más se incrementa el capital; en otras palabras, cuanto más trabajo y productividad se han vuelto capital, más trabajo viviente se opone a este crecimiento de uno modo antagónico. Cuanto más capital se coloca a sí mismo como un poder creador de ganancia, como fuente de riqueza independiente del trabajo (y al hacerlo muestra a cada una de sus partes constitutivas como siendo uniformemente productivas), entonces más trabajo viviente se aparta del crecimiento capitalista de un modo compacto y social. Veremos luego cómo Marx considera una formación de la clase trabajadora que es igual y contraria a la formación histórica y real del concepto de capital social (la Vergleichung [ecualización] del capital) implícita en el desarrollo capitalista; es una Vergleichung dela clase trabajadora y de su desarrollo histórico y real como fuerza revolucionaria. Aquí –y pronto volveremos a esto– la llamada ley de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia (en estas páginas Marx completó su elaboración, junto con la de la teoría de la ganancia) muestra esta extensión del antagonismo desde la relación productora de plusvalía con aquella productora de ganancia.

   La ley de la tasa de ganancia es una ley doble: por un lado expone la tendencia que posee el capital para subsumir más y más las condiciones determinadas en el proceso de producción y vueltas sociales en el proceso de circulación; que es lo mismo que sostener la tendencia del capital hacia una apropiación cada vez más definitiva de estas condiciones, como, asimismo, a transformar la plusvalía en un factor de ganancia. Por otro lado, revela el nuevo antagonismo determinado por el desarrollo de la ganancia que va desde la plusvalía hacia la plusvalía social (ganancia), del capital hacia el capital social. El signo simultáneamente progresivo y destructivo, portado por la ley de la ganancia, está determinado por su relación con el trabajo viviente. Por un lado, la ganancia es la tendencia hacia la expansión más agresiva y productiva, hacia una progresiva utilización del trabajo viviente y un incremento de su masa; por otro lado, en este nivel, la ganancia choca con las condiciones de su propia producción, como contra su propia tendencia feroz y extrema hacia la subyugación del trabajo viviente. Ambas tendencias están dominadas por el trabajo viviente: la tendencia de la ganancia a la expansión corre mano a mano con un trabajo viviente directamente explotado y, sin embargo, creativo; la tendencia a la caída de la tasa de ganancia indica la rebelión del trabajo viviente contra el poder de la ganancia, y su constitución absolutamente separada; una rebelión contra el robo y su fijación dentro de la fuerza productiva a favor del capitalista, contra la fuerza productiva de los trabajadores; dentro del poder del capital social contra la vitalidad del trabajo social: por esto, el trabajo viviente se revela a sí mismo como destructivo. Muchos "marxistas", por mucho tiempo, han olvidado esto y sofocado los levantamientos proletarios que verificaban esta verdad. Sin embargo, Marx agregó, "más allá de un cierto punto el desarrollo de las fuerzas de producción se vuelven una barrera para el capital; por ende, la relación capital es una barrera para el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo" (Grundrisse, p. 749; 635) "Esta es en cualquier aspecto, la ley más importante de la economía política moderna, y la más esencial para comprender las relaciones más difíciles" (Grundrisse, p. 748; 634)

 

   Debemos ahora explicitar algunas características del pasaje de la plusvalía a la ganancia. Hemos visto como la categoría de ganancia, con sus diferencias específicas, no es un elemento que pueda ser separado de ningún modo de la categoría de plusvalía; es, en realidad, una expansión, una extensión hacia un nivel social del antagonismo implícito en la ley del plusvalor. Más aún, dentro de la naturaleza idéntica de las dos categorías, dentro del carácter lógicamente subordinado que la categoría de ganancia posee respecto de la de plusvalía, existen razones teóricas que indujeron a Marx a desarrollar el análisis desde el punto de vista de la transformación. La primera de estas razones, para Marx, fue la necesidad de recomponer socialmente, contra la mistificación de la anarquía del mercado, el verdadero concepto de capital y las categorías de su funcionamiento. La segunda razón, íntimamente unida a la primera, subraya la necesidad de llevar las categorías del capital, y, por lo tanto, del antagonismo real (y, consecuentemente, las razones de la oposición política), más allá de los pasajes transitorios y las crisis secundarias (sujetas a la anarquía del mercado) del proceso histórico de la producción capitalista. Desde este punto de vista, la categoría de ganancia es una categoría que se afina metódicamente en términos históricos, dinámicos, es decir, en términos tendenciales. Tal como en el  Capítulo VI Inédito del Libro Uno de El Capital, lo que aquí se quiere expresar con la palabra "tendencia" es el necesario pasaje de la subsunción formal a la subsunción real del trabajo por el capital.  La tendencia es la que ve la ganancia como, primero, la mediación, la ecualización abstracta de las plusvalías realizadas en las diferentes ramas de la producción; luego, cuando el capital invierte la totalidad de la producción social, la ganancia inexorablemente realiza la tendencia, se vuelve plusvalía socialmente constituido, la explotación de la sociedad bajo el control del capital. "En el presente nivel de relación", el movimiento de la ganancia se dirige hacia la unificación de la sociedad bajo la regla de la plusvalía. Luego, a un nivel más alto de relación, el movimiento de la ganancia está determinado por su capacidad esencial de ser medida contra el día de trabajo social –en el capítulo sobre ganancia, el análisis no debe ser una discusión  acerca del día individual de trabajo, sino sobre el día laboral social– y las categorías de plusvalía pueden ser aplicadas a la crítica de la teoría económica de la población:

 

El nuevo capital excedente creado puede realizarse como tal sólo si es cambiado nuevamente por trabajo viviente. Por ello la tendencia del capital a incrementar simultáneamente la población trabajadora y reducir constantemente su parte necesaria (constantemente, para colocar una parte de ella como reserva) El mismo aumento de la población es el medio principal para reducir la parte necesaria. En el fondo, esto es sólo una aplicación de la relación del día de trabajo único. Aquí yacen, entonces, todas aquellas contradicciones que la moderna teoría de la población expresa pero no explica. El capital, como determinante del plustrabajo, es del mismo modo y al mismo tiempo, el determinador y no-determinador del trabajo necesario; existe en tanto el trabajo necesario tanto exista como no exista. (Grundrisse, p. 400-01; 304)

 

    Con el desarrollo del modo capitalista de producción, la categoría de ganancia pierde su actual configuración: o, para decirlo de mejor modo, debe ser referida hacia atrás a aquella de la plusvalía, bajo las condiciones de la producción socializada. Aquí, en este nivel, las fuerzas productivas del trabajo se presentan a sí mismas, deben presentarse a sí mismas, como "fuerzas sociales" (Grundrisse, p. 400; 304): "En todos los estadios de la producción hay una cierta calidad común del trabajo, carácter social del mismo, etc. La fuerza de la producción social se desarrolla más tarde, etc. (volver a esto) (Grundrisse, p. 398; 302) Así, la categoría de ganancia tiene su origen en la ecualización de plusvalías individuales, en las unidades simples de plustrabajo, pero tiende, se desarrolla y culmina en una, aún más cercana, aproximación a la plusvalía, al plustrabajo social. Las críticas a la primer definición de Marx de la ganancia (su categoría se superpone demasiado con la de la plusvalía) pueden ser aceptadas en tanto el no insistió en una diferencia cualitativa entre plusvalía y ganancia. Por el contrario, la relación debe ser invertida: La ganancia es una categoría que tiende hacia la plusvalía en tanto es una relación social. Más allá de esto, la ganancia es una mistificación y una categoría de los capitalistas como tales, es "un desarrollo más distante de la inversión de sujeto y objeto que tiene lugar en el proceso de producción." Marx insistió constantemente en esta formulación de la teoría de la ganancia. Por un lado subrayó críticamente el hecho de que no debemos ver en "la ecualización de la tasa de ganancia –es decir, en la constitución de la ganancia por el capital– más de lo que representa actualmente: un fenómeno distributivo y no creativo" (Grundrisse, p. 668-69; 561) Él decía, irónicamente: "si una única operación de intercambio no puede aumentar el valor de la cosa intercambiada, tampoco puede hacerlo una suma de intercambios" (Grundrisse, p. 632; 526) Y agregaba: "Es preciso dejar esto aclarado; porque la distribución de la plusvalía entre los capitales, el cálculo de la plusvalía total entre los capitales individuales –esta operación económica secundaria– originan fenómenos que se confunden, en los libros comunes de economía, con las primarias" (Ibíd.) Una operación económica secundaria, por lo tanto. Y así, por otro lado, ya no podemos quedar satisfechos con seguir el orden teórico y categorial del argumento; es cuestión, en lugar de ello, de comenzar a definir la figura activa, dinámica, tendencial de la ganancia, el elemento de socialización de la explotación en el cual la esencia de la ganancia se constituye y despliega a sí misma. La ganancia, por lo tanto, es siempre "de la clase capitalista" (Grundrisse, p. 758-59, 766-67; 644,653) En esta figura política de la ganancia la tendencia del desarrollo está anticipada: la ganancia comienza a concretarse no solo como la suma de plusvalías y la ecualización de ganancias individuales, sino también como una fuerza política, un polo de antagonismo social– político en esta etapa, pero paulatinamente más cargado de realidad. Este pasaje es muy importante en cuanto representa la demostración definitiva de que la teoría de la ganancia está subordinada a la teoría de la plusvalía. El proceso que conduce a la figura política del capital es homólogo –y contrario– al proceso que, en la teoría del plusvalor, lleva a la identificación del trabajo viviente como "clase proletaria." Ciertamente, Marx desarrolló una teoría de la ganancia, que es como decir una teoría de la subjetividad del capital, mientras que –a pesar de sus intenciones–no desarrolló una teoría de la subjetividad de la clase trabajadora– en la figura del salario, por ejemplo. Pero esta asimetría del desarrollo literario del trabajo de Marx no debe impedirnos reconocer el balance estructural; y, desarrollando las presuposiciones que propone, viendo en la jornada laboral social, en su división entre plustrabajo social y trabajo socialmente necesario, las bases de la mortal lucha que se va instalando entre las dos clases. Debemos ver en estos dos espacios la formación de subjetividades opuestas, voluntades e intelectos opuestos, procesos de valorización opuestos: en suma, una dinámica antagónica requerida para el desarrollo de esas condiciones que hemos considerado hasta aquí. Una teoría de la subjetividad de la clase trabajadora y el proletariado constituye, entonces, una presuposición y una tarea vis-a vis la teoría de la ganancia, oponiéndose a la realidad de todo este plustrabajo arrebatado, objetivado, socializado, por medio del cual el capital ha alcanzado simultáneamente su propia unificación como clase y el control de la explotación. Los Grundrisse apuntan hacia una teoría de la subjetividad de la clase trabajadora enfrentada a la beneficiosa teoría de la subjetividad capitalista.

 

    Volvamos, tras esta larga digresión, al orden de desarrollo de los Grundrisse, es decir, a la Segunda Sección (El Proceso de Circulación) del Capítulo sobre el Capital. Esta sección comienza formalmente con un extenso Excursus sobre la Crisis. Otra vez la crisis, la crisis presente, esa realidad crítica que motiva toda la obra y cuya consideración es su fundamento. Los Grundrisse han comenzado en la emoción de la crisis, explorando a fondo la teoría del dinero en tanto privilegiado nivel de manifestación de la crisis. Se desarrollan luego al interior de la teoría de la plusvalía, y, luego, a través de la primera formulación de la teoría de la ganancia y las tensiones implícitas en la ley de la tasa de ganancia, retornan otra vez a la crisis y a su explicación científica. Ahora bien, de acuerdo con el plan preliminar, el proceso de la producción capitalista debe hacer lugar para el análisis del proceso de circulación, por lo que debemos este segundo aspecto temático de los Grundrisse. La atención de Marx, sin embargo, es nuevamente desviada por la crisis: antes de que el análisis se desarrolle extensamente sobre ella, la circulación es vista exclusivamente como la forma de la crisis. ¿Esta nueva y prolongada digresión representa un cortocircuito en el desarrollo de los Grundrisse? ¿Es un abuso del orden de los procedimientos teóricos por la subjetividad revolucionaria? Parcialmente, sin duda es así. Pero, también, es algo más, y algo diferente. En la primera parte de los Grundrisse se ha dado un gran paso adelante, y este es la subjetivización del proceso. En otras palabras, en virtud de la teoría del plusvalor y su subsiguiente fundación de la teoría de la ganancia, estamos ahora en posesión de una red conceptual que nos permite ocuparnos de la crisis y su relación con el crecimiento económico y la lucha de clases. A diferencia del capital, a quien "no le interesa la naturaleza de su proceso de realización, y solo se interesa en ella en tiempos de crisis" (Grundrisse, p. 374; 277), el punto de vista de la clase trabajadora es ahora capaz de considerar al crecimiento en la forma de la crisis, y la crisis como el territorio privilegiado de la lucha de clases. El pensamiento sobre la crisis, esa fijación de Marx, entra en escena en este punto, es decir, cuando el proceso de valorización del capital es dominado por la antagónica ley del plusvalor, por lo que el proceso de circulación debe ser referido a ella y ser aferrado sobre todo en la crisis: en esta crisis, que confirma la continuidad del antagonismo y su permanente impetuosidad subjetiva. Así, la Segunda Sección del Capítulo sobre el Capital, la elaboración real del "Proceso de Circulación", no comienza cuando aparece el título, sino después del Excursus sobre la crisis, unas cien páginas después, o, mejor aún, (como veremos en la Lección 6) más atrás, tras el Excursus Formen, otras cien páginas, que, quizá, representan otra expansión del interés de Marx en la crisis. El análisis sobre la crisis como la forma de la circulación es, entonces, una parte del análisis fundamental definido por la teoría de la plusvalía. Es una investigación sobre el funcionamiento del antagonismo que es propio del proceso de producción, en la crisis de la circulación. La teoría de la plusvalía por lo tanto continúa y busca una mejor definición en la teoría de la crisis. La primer parte de los Grundrisse puede considerarse finalizada solo al final de este Excursus.

 

    "Visto con precisión, el proceso de realización del capital –y el dinero se vuelve capital solo a través del proceso de realización– aparece al mismo tiempo que el proceso de devaluación, su desmonetización" (Grundrisse, p. 402; 306) "En cualquier caso, la devaluación constituye un momento del proceso de realización; lo que está implicado en el hecho de que el producto del proceso en su forma inmediata no es valor, sino que primero debe entrar nuevamente en la circulación para poder realizarse como tal" (Grundrisse, p. 403; 308)

 

Al interior del proceso de producción, la realización aparece idéntica a la producción de trabajo excedente (la objetivación del tiempo excedente), y por lo tanto parece no haber más límites que aquellos presupuestos parcialmente y posicionados parcialmente dentro del mismo proceso, pero que están siempre ubicados dentro de él como barreras a ser superadas forzosamente. Allí aparecen ahora barreras que están fuera de él. (Grundrisse, p. 404; 308)

 

   De este modo, nos encontramos en el centro del problema. En el proceso de circulación las contradicciones de la producción se magnifican: las contradicciones se reproducen interminablemente, reviven en una nueva forma, e incluso se suspenden, pero "se suspenden solo por la fuerza" (Grundrisse, p. 406; 309) "El punto principal aquí –donde nos ocupamos del concepto general del capital– es que se trata de esta unidad de producción y realización, no inmediata sino solo como proceso, la que se halla unida a ciertas condiciones, y, así aparece, condiciones externas" (Grundrisse, p. 407; 310-11) El hecho de que la crisis sea inmanente al concepto de capital representa no solo su determinación negativa sino también la positiva. El impulso hacia la plusvalía relativa, la tendencia hacia el mercado mundial, la "producción de nuevas necesidades y el hallazgo y creación de nuevos valores de uso" (Grundrisse, p. 408; 312): Todo esto representa la tensión positiva engendrada por los límites del concepto (de capital), límites que el capital conoce y debe superar. Cada período de crisis es, por ello, seguido de un extenso período de reestructuración.

 

El valor de la vieja industria es preservado por la creación del fondo para una nueva, en la cual la relación entre el capital y el trabajo se sitúa en una forma nueva. Por ello se efectúa la exploración de toda la naturaleza para descubrir cualidades nuevas y útiles de las cosas; el intercambio universal de productos de climas y tierras lejanos; nuevas (artificiales) preparaciones de objetos naturales, por las cuales se les da nuevos valores de uso. La exploración de la tierra en todas direcciones, para descubrir nuevos artículos de uso, y nuevas cualidades de uso de las viejas; como asimismo nuevas cualidades de las mismas como materias primas, etc.; el desarrollo, por ello, de las ciencias naturales a su punto más elevado; así como el descubrimiento, creación y satisfacción de nuevas necesidades provenientes de la propia sociedad; el cultivo de todas las cualidades de la sociedad humana, producción de la misma en una forma más rica en necesidades, porque, rica en cualidades y relaciones –la producción en esta forma del producto social más universal y total, para obtener gratificaciones de modo múltiple, debe ser capaz de muchos placeres, por ello, cultivada en máximo grado– es así una condición de la producción basada en el capital (Grundrisse, p. 409; 312-13)

   Pero del hecho de que el capital coloca dichos límites como una barrera y, luego, avanza idealmente más allá de ella, no resulta que realmente lo ha hecho, y como cada barrera contradice su carácter, su producción se mueve en contradicciones que son constantemente superadas pero también constantemente reaparecidas. Más aún. La universalidad hacia la que se dirige irresistiblemente encuentra barreras en su propia naturaleza, que se mostrarán, en un cierto estadio de su desarrollo, como la mayor barrera de esta tendencia, y, por ello, irán hacia su propia suspensión. (Grundrisse, p. 410; 313-14)

 

   Realmente superar, evitar la crisis: esto es lo que el capital no puede hacer. Hay, de hecho, dos formas fenomenales bajo las cuales se presenta la crisis: por un lado, las crisis de desproporción (que es lo mismo que decir, crisis de la circulación actual, crisis de desválganse entre los variados elementos que hacen a la circulación de capital), y, por otro lado, las crisis de realización (es decir, aquellas crisis atribuibles a la capacidad de consumo, donde la sobreproducción y el consumo inadecuado –y/o el subconsumo– se combinan. Pero tras estas formas fenomenales, es en la necesidad de su inacabable autoreproducción donde debe hallarse la ley fundamental de la crisis. Descansa en las contradicciones entre producción y valorización, no, como está escrito, en "los momentos individuales del proceso, sino en la totalidad de los procesos" (Grundrisse, p. 415; 318) Existe un límite que no se hallará dentro de la circulación o de la producción general: debemos ir más allá, porque deberemos llegar a la ley de la producción basada en el capital. Ahora, desde este punto de vista inmanente, las crisis derivan de:

 

1)    El trabajo necesario como límite del valor de intercambio de la capacidad de trabajo viviente;

2)    La plusvalía como límite del plustrabajo y el desarrollo de las fuerzas de producción;

3)    El dinero como límite de la producción;

4)    La restricción de la producción de valores de uso por los valores de cambio.   

De aquí la sobreproducción, es decir, el súbito recuerdo de todos estos momentos necesarios de la producción basada en el capital; de aquí la devaluación general como consecuencia de haberlos olvidado. El capital está, al mismo tiempo, enfrentado a la tarea de lanzarse a sus objetivos desde un nivel cada vez mayor de desarrollo de las fuerzas productivas, junto con un colapso cada vez mayor como capital (Grundrisse, p. 416; 319)

 

    La ley fundamental de la crisis yace por lo tanto en la contradictoria relación entre trabajo necesario y plustrabajo, es decir, en el funcionamiento de la ley del plusvalor.

 Es con impresionante violencia que Marx evidencia en las páginas siguientes los efectos de la ley fundamental en la determinación de la crisis. Si el capital es la dinámica y "viviente contradicción", la clase trabajadora representa la rigidez, la fuerza opositora, el límite. La interrelación se vuelve más y más subjetiva. El desarrollo tiene siempre la forma de crisis porque, como la crisis, tiene en su base, en última instancia, "siempre la relación entre trabajo necesario y excedente, o si se prefiere, entre los diferentes momentos de trabajo objetivado y viviente" (Grundrisse, p. 444; 348) "La proporción original" –cómo dividir estas cantidades– constituye el problema que domina tanto al desarrollo como a la crisis del capital. "Restaurar la relación correcta entre trabajo necesario y plustrabajo, sobre la cual, en último análisis, todo se apoya" (Grundrisse, p. 446; 351) es el objetivo constante del capital. La destrucción del capital, la devaluación del trabajo viviente, la reconstrucción en condiciones más justas (para el capital) de explotación: esta es la crisis del capital, este es el precio que está siempre dispuesto a pagar para retener su control, su poder subjetivo.

    Porque este es el caso, si analizamos los mecanismos de la crisis con detenimiento, si leemos la ley fundamental del modo que la teoría de la ganancia nos ha enseñado a hacerlo, llegaremos a la relación política que anima y sostiene la totalidad del proceso analítico. La objetividad de las leyes muestra, otra vez, la subjetividad de su curso, pues la relación entre trabajo excedente y trabajo necesario es, lo hemos visto, la relación entre las dos clases.  Por un lado, las cosas son simples y tajantes: "el capital se nos aparece como el producto del trabajo, de igual modo, el producto del trabajo aparece como capital; el trabajo objetivado como control, comando sobre el trabajo viviente. El producto del trabajo aparece como propiedad ajena, como un modo de existencia que confronta como independiente al trabajo viviente, como valor para sí mismo; el producto del trabajo, trabajo objetivado, ha sido dotado por el trabajo viviente con un alma que le es propia, y se establece a sí mismo en oposición al trabajo viviente como un poder extraño (ajeno): ambas situaciones son el producto del trabajo" (Grundrisse, p. 453-54; 357) "Este proceso de realización es, al mismo tiempo, el proceso de de-realización del trabajo" (Ibíd.) Por lo tanto, el problema, desde el punto de vista del capital, es totalmente político. El poder expande la explotación desde la producción hacia la reproducción de las relaciones de poder: "el resultado del proceso de producción y realización es, por sobre todo, la reproducción y nueva producción de la relación entre capital y trabajo en sí, entre capitalista y trabajador" (Grundrisse, p. 458; 362) Pero, por otro lado, también las cosas son simples y tajantes: "lo que es producido nuevamente y reproducido es no solo la presencia de estas condiciones objetivas del trabajo viviente, sino también su presencia como valores independientes, es decir, valores que pertenecen a un sujeto extraño, confrontando esta capacidad del trabajo viviente" (Grundrisse, p. 462; 366) La subjetividad del trabajo viviente se opone de un modo tan antagónico a la consolidación del trabajo muerto dentro de un poder explotador que se niega a sí misma como valor, como esencia explotada, proponiéndose así a sí misma como la negación del valor y la explotación. "El trabajo viviente aparece él mismo como capacidad de trabajo viviente vis-a-vis ajena, cuyo trabajo lo es, cuya propia expresión de vida lo es, pues se ha rendido al capital a cambio de trabajo objetivado, por el producto del trabajo. La capacidad de trabajo se refiere a su trabajo como a un extraño, y si el capital ofreciera pagarle sin necesidad de trabajar, entraría complacido en ese convenio" (Ibíd.) Pero esto no es suficiente: la negación se vuelve insurgencia revolucionaria, conciencia de la inversión:

 

El reconocimiento de los productos como propios, y el saber que su separación de las condiciones de realización es impropia –impuesta a la fuerza– es un enorme avance en la conciencia, él mismo el producto del modo de producción basado en el capital, y el redoble de su sentencia cuando, en el esclavo, aparece la conciencia de que el no puede ser propiedad de otro, con su conciencia de persona, la esclavitud se vuelve una existencia meramente artificial, vegetativa, y deja de ser adecuada para constituirse en la base de la producción. (Grundrisse, p. 463; 366-67)

 

    En este punto, la ley fundamental de la crisis se ha desarrollado completamente en la ley de la lucha de clases. "Esto se desarrollará más tarde, en el trabajo asalariado" (Grundrisse, p. 465; 369) La internalización de la crisis de desarrollo es tal que, ambos, crisis y desarrollo, son vistos como producto de la lucha de clases.

   No se puede negar que una tensión revolucionaria, extraordinaria y subjetiva, recorre estas páginas, y que, como consecuencia, el antes mencionado cortocircuito entre la teoría de la plusvalía y la teoría de la crisis es producto de la impetuosidad. Hemos visto cómo Marx alcanza algunos importantes resultados, cómo confirma la naturaleza fuertemente disruptiva y subjetiva de la teoría, particularmente en la interpretación de la crisis. Debemos, sin embargo, subrayar que este cortocircuito no tiene (por supuesto) la misma claridad del "largo camino." Podemos comprender la subjetiva urgencia de Marx, podemos evaluar positivamente sus efectos, pero debemos reconocer como juegan aquí las paradojas y ambigüedades. Una paradoja es particularmente chocante: y es aquella según la cual la más alta subjetividad revolucionaria parece paralela a la más alta contradicción en el crecimiento de la producción capitalista, lo que equivale a decir revolución combinada con catástrofe. La crisis es potencialmente capaz de volver simultáneas y homólogas a las dos tendencias. Desde un punto de vista práctico, esta paradoja es fácilmente explicable: es una operación que intenta una convergencia en un mismo foco de todos los elementos de la teoría y la subjetividad en un acto definitivo de persuasión. Marx y los marxistas revolucionarios están repletos, por buenos motivos, de estas exclamaciones políticas intencionales. Es una verificación global que desplaza todos los términos de la crítica y causa su convergencia en momentos de verdad práctica, que son utilizados como método subversivo por una clase obrera revolucionaria. Dicho esto, persiste el hecho de que la concentración en foco –cuanto más compleja más útil– debe ser un resultado y no una premisa. Y aquí, la analogía de las tendencias aparece a menudo como una premisa. Pareciera como si algún tipo de revolución desde abajo por parte de los trabajadores –tras haber recibido motivaciones racionales por la catástrofe– debiera corresponderse con la revolución desde arriba promovida por el capital, es decir, por su impetuoso movimiento que, en medio de la crisis, tiende a obtener reconocimiento social de su propio poder. También la brevedad del cortocircuito y sus implicancias está cargada de otras implicancias que debemos enfatizar. Es fácil para nosotros insistir con la crítica, pero es importante lograr transformar su sentido– en especial de cara al hecho de que tenemos solo un nivel, un lado, y uno solo de los enfoques de Marx. Marx mismo sintió los límites de su desarrollo teórico. ¿Porqué no intentar comprender el valor y la determinación positiva de estos límites? Movernos en dirección de esa comprensión significa volver al centro de la metodología revolucionaria de la ciencia marxista.

   ¿Y entonces? ¿Nos encontramos ante un objetivismo exasperado de parte de Marx? ¿Estamos ante una concepción de la subjetividad que es apenas un residuo de la determinación de los elementos críticos del desarrollo capitalista– para que el primero pueda emerger del último como Minerva lo hizo desde la cabeza de Zeus? Peor aún ¿estamos ante una concepción orgánica del crecimiento capitalista, que combina el determinismo de la crisis con una génesis consecuente y parásita del proyecto revolucionario? Ya hemos considerado estas objeciones desde el punto de vista de la metodología. Ninguna nos parece preocupante; puesto que la tendencia puede ocultar la violencia de su origen, pero no borrarla; porque la falta de fuerzas históricas adecuadas para el proyecto revolucionario puede llegar a desplazarlo hacia el horizonte de la necesidad histórica, pero no puede evitar la aparición de la violencia multilateral de su desarrollo. La inmanencia del antagonismo, examinada en los detalles infinitamente pequeños de su marco conceptual, puede llegar a aparecer como un mero punto: las trayectorias, sin embargo, las líneas antagónicas de su desarrollo, no se borran por esto. Por otro lado, sabiendo como leer estas páginas, puede verse como, tan aguda e intensa atención puesta sobre la génesis del antagonismo solo puede derivar en conclusiones negativas por una excesiva indiferencia. En suma, aquí, la urgencia –el hilo rojo de la urgencia revolucionaria por la teoría– ha provocado que el análisis se precipite, en sentido químico, y se consolide alrededor de algunos– tal vez muy esenciales–reactivos; pero esta precipitación se posiciona precisamente contra cualquier tipo de objetivismo y reformismo. Uno puede denunciar las paradojas y ambigüedades que encierran estas páginas: pero si queremos resolverlas desde un punto de vista político, reconoceremos que sobrevuela en ellas una pasión revolucionaria; si deseamos resolverlas desde un punto de vista teórico, debemos ser cuidadosos en no entenderlas en términos de objetivismo u organicismo. Rosdolsky nos ha repetido que el "catastrofismo" de Marx es una clave de música revolucionaria. Habiendo sentido a veces la ira de la derrota y la exaltación teórica de la renovación, podemos comprender todo esto.

 

    De la comprensión a la interpretación. Simplemente comprender, de hecho, es insuficiente. Debemos tener una idea muy clara de esto. Tomemos un problema crucial, aquel de la ley de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, tal vez uno de los puntos más ambiguos y paradójicos de este Marx, e intentemos ver cómo los problemas mencionados previamente pueden no solo ser comprendidos, sino explícitamente resueltos, vale decir, como puede hallarse entre las diferentes formulaciones una resolutora, una formulación resolutora adecuada al punto de vista de clase y en concordancia con las presuposiciones metodológicas de Marx. La causa por la que hemos elegido este punto en particular es clara. La ley de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia es, de hecho, la que mejor parece ofrecerse a la "atroz vivisección" de los críticos. Habremos efectuado un gran progreso si logramos mostrar, con respecto a esto, la corrección del curso de la investigación de Marx, la continuidad de la ley de la plusvalía y del punto de vista de la clase.

   Ahora, con la ley de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, Marx intentó demostrar, como es conocido, como las tasas de valorización del capital disminuyen proporcionalmente a las variaciones de la razón entre el capital constante y el capital variable, por las cuales, el incremento del primero empobrece al segundo de modo proporcional, y determina, consecuentemente, una disminución proporcional en la realización de nuevo valor. Creciendo aún más, el capital constante succiona, proporcionalmente, menos y menos trabajo viviente, vale decir, trabajo valorizante, aún cuando, desde el punto de vista de su sumatoria, subyugue más y más. La suma total de ganancia puede, pues, aumentar aunque la tasa disminuya. De acuerdo con esta ley, el crecimiento capitalista tiende obligatoriamente hacia la crisis, porque las verdaderas causas por las que el capital asume todas las cargas de la producción son las mismas causas que implican un vaciamiento de los valores del capital. En su formación esta ley comienza a definirse en la relación entre trabajo necesario y trabajo excedente, tal como es establecida en la ley de la plusvalía. Sobre estas bases, la ley de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia deriva del hecho de que el trabajo necesario es una cantidad rígida. El crecimiento capitalista, sin embargo, puede abogar por la compresión de su cantidad, puede, incluso, multiplicar la fuerza productiva de trabajo, pero, pese a ello, la plusvalía extraída es limitada: aún está el límite rígido del trabajo necesario (la parte necesaria de la jornada laboral) que constituye el límite de la valorización. Un límite que crece en la medida que cualquier incremento en la productividad y en la suma de ganancia se enfrenta con una fuerza menos y menos dispuesta a ser sujetada, menos y menos disponible para ser comprimida. Dicha rigidez le imparte el sentido primario a la ley de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia. En esta ley debemos leer aquello que Marx reconoció en los Grundrisse, inmediatamente antes de la primera formulación de la ley, esto es, la enajenación radical, la autonomía de la clase trabajadora del desarrollo del capital. Debemos tener en mente como, en esta perspectiva y a la luz del desarrollo ulterior del capitalismo, puede efectuarse una nueva hipótesis, que es, en nuestra opinión, totalmente realista y extensamente probada por las más recientes experiencias de lucha de clases. Esta es la hipótesis de que la cantidad de valor de la parte necesaria de la jornada laboral no solo es paulatinamente más rígida, sino que tiende a alcanzar mayores valores, tendiendo a disminuir –subjetivamente, activamente– la plusvalía que puede sustraerse. La suma de trabajo necesario es rígida, y es precisamente en esta rigidez que se basan las posibilidades de una mayor valorización de parte de la clase, para una autovalorización de la clase trabajadora y el proletariado. En suma, para este Marx, la devaluación de la fuerza de trabajo, en cuanto compresión de la parte necesaria de la jornada laboral, no solamente no es indefinida, sino que es, por el contrario, limitada y reversible. El trabajo necesario puede valorizarse autónomamente a sí mismo, el mundo de las necesidades puede y debe expandirse. Aquí emerge un aspecto de la ley de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia que combina la proporcionalidad del decremento del valor del capital con la valorización independiente del proletariado. La ley de la tendencia a la caída representa, por lo tanto, una de las intuiciones marxistas más lúcidas de la intensificación de la lucha de clases en el curso del desarrollo capitalista. Las confusiones sobre este tema emergerán más tarde, cuando Marx, reformulando la ley, en lugar de proponer la fórmula de la relación entre trabajo necesario y trabajo excedente, propone la de la composición orgánica del capital (relación exclusiva entre capital constante y variable) o aquella de la relación entre ganancia y salario. Estas dos fórmulas están obviamente presentes en los Grundrisse como tales, pero aquí se encuentran subordinadas a las cantidades definidas por la ley de la plusvalía. Cuando, por el contrario, se vuelven prominentes o exclusivas, la totalidad de la relación se descolocará en un nivel economicista y será impropiamente objetivada. Por ello, en consecuencia, una concepción que eliminará a la lucha de clases como variable rígida y fundamental de la teoría, será el resultado de una interpretación de la ley de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia basada en la fórmula de la composición orgánica; inversamente, la irreal ley del creciente empobrecimiento derivará de una interpretación basada en el eje de la relación salario / ganancia. La confusión acerca de las causas antagónicas completará el cuadro, ofreciéndonos una descripción tan irreal de la crisis inducida por la caída de la tasa de ganancia que le asignará siempre más importancia a las causas antagónicas que al mismo curso de la ley.

   Hemos partido de la necesidad de interpretar una serie de oscilaciones de Marx en el discurso sobre la crisis. Entendemos el sentido de su catastrofismo. Ahora podemos agregar que este catastrofismo, junto con el objetivismo y el determinismo que implica, puede ser interpretado, a nivel teórico, solo como reflejo de una ulterior reformulación de su pensamiento, es decir, una formulación que voltea su fundación y niega la centralidad de la ley de la plusvalía como fundacional de todas las otras categorías marxistas. Pero si tomamos esta ley como punto de partida, podemos atribuir con justicia el catastrofismo de Marx a la mera urgencia revolucionaria de su proyecto, podemos reconocer la búsqueda del cortocircuito como simple alusión a la extensión de las argumentaciones teóricas, podemos disolver los residuos objetivistas y deterministas dentro del contexto de su materialismo militante. Por otro lado, la imagen de la crisis se revela como basada en la máxima intensidad del desarrollo de la lucha de clases, en la extensión más amplia de la vigencia de la ley de explotación. Podemos en este punto pasar la página y reconocer como la inmanencia de la lucha de clases a la crisis y al crecimiento, a la verdadera estructura del capital, nunca ha sido más evidente en este nivel del discurso. Es una anticipación de lo que veremos al estudiar la segunda parte de los Grundrisse, es decir, el proceso de circulación y la reformulación de las categorías de la lucha de clases al nivel del capital social. Pero por el momento, permítasenos insistir en la importancia de este enfoque.

 

   Acerca del tema de la ley de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, debe hacerse otro comentario. Imaginemos que a un cierto nivel del desarrollo de la lucha de clases, la rigidez del frente proletario induce un estancamiento y / o una caída de la ganancia. Imaginemos que esta situación persiste y que la extensión de la resistencia de clase es socialmente homogénea. Ahora, en este terreno, tendremos no solo una disminución de la tasa de ganancia, sino, también, una disminución de su cantidad. Los últimos veinte años de lucha de clases en los países capitalistas avanzados nos han mostrado que la situación descripta no es irreal.

   Es importante que insistamos en esto en la medida en que nos permitirá pasar a un nivel más profundo de la ruptura con cualquier esquema economicista impuesto sobre la teoría marxista. La ley de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia es, en última instancia, correcta sólo si se la interpreta a la luz de la teoría de la plusvalía; su carácter tendencial es aquel en el que se organizan las complejidades de las tensiones de la clase obrera luchando contra el trabajo en el capitalismo, y por su propia autovalorización. Más aún: solo con estas condiciones es posible ser "catastrófico" desde el punto de vista de la clase trabajadora. Solo no creyendo que el comunismo es inevitable, será inevitable. Esta es una paradoja solo en las palabras. En la práctica, solo la libertad del trabajo necesario, la creatividad del trabajo aplicado a sí mismo, su fuerza, tanto creativa como destructiva, constituyen los límites reales del capital y las causas múltiples, recurrentes, de su crisis; hasta el punto de su irreversibilidad, esto es, cuando, en la relación fundamental, la masa de trabajo explotado expropie a los expropiadores de la masa de trabajo explotado. No hay teoría de la crisis por fuera de esta perspectiva.

   Pero no es suficiente. El bosquejo marxista de la crisis es germinativo no solo en cuanto reduce cada fenomenología económica de la crisis a su origen de clase. Es también increíblemente fructífero, como comenzamos a ver, en cuanto define la rica fenomenología de la crisis en el terreno de la lucha de clases. Que es lo mismo que decir: cuando el estudio de las causas de la crisis se ha reducido al funcionamiento de la ley de la plusvalía, el análisis puede abrirse  hacia las formas de la crisis, teniendo presentes los elementos metodológicos de Marx. En este punto, el patrón de la crisis (de las crisis) se nos revelará como entretejido con una enorme pluralidad de puntos dialécticos, trayectorias críticas, significativas segmentaciones. Por supuesto, podremos seguir este camino solo tras haber reconsiderado la crisis dentro de una interrelación más articulada entre circulación y producción. No dejaremos de enfatizar la importancia de las consecuencias del análisis anterior.

 

   Con la teoría de la tasa de ganancia, junto con las tensiones duales que ilustra –esto es, la tensión constructiva y civilizadora versus la destructiva y coersiva– la teoría de la plusvalía ha terminado su actual rumbo en la teoría de la crisis como producto de la lucha de clases. Esto lo hemos visto en este capítulo. Con esto, la primer parte de los Grundrisse llega a su fin, junto con la elaboración de la teoría de la ley del plusvalor desde el punto de vista de la clase trabajadora.

   ¿Qué nos queda por decir? Uno tiene, en este punto, la impresión de estar sentado sobre una bomba. Algunas chispas ya han volado, tal vez prematuramente, tal vez imprudentemente. Algunos rumbos ya se vislumbran. Pero el potencial de la teoría de la plusvalía debe estallar ahora, y –al hacerlo– desplazará todo el campo de análisis. Hasta ahora hemos seguido el hilo de un análisis que se ha estirado hasta el máximo de su elasticidad. Hemos llegado a un punto en el que las alusiones a la continuación del análisis hacia el nuevo horizonte y la nueva riqueza prometidos, emergen casi únicamente de la negatividad. El comunismo en los relámpagos de la catástrofe: el esquema dual que fragmenta y aplasta cada categoría de la economía política al exponerlas a los riesgos de la lucha de clases. La misma lucha de clases determina su proyecto sobre la destrucción del trabajo asalariado, abriéndose aquí a un pluralismo extremo de negaciones extremas. En este punto crucial del análisis tenemos una noción precisa de la efectividad destructiva y crítica del análisis de Marx. Es una pars destruens de intensidad cartesiana. Todo ha sido destruido y reducido en nombre de los principios de la lucha de clases, de la teoría de la plusvalía. ¿Y ahora? Ahora es cuestión de volver atrás hasta el choque entre el capital social y una clase recompuesta. Volver atrás significa efectuar la aproximación teórica rigurosamente concreta e histórica. Volver atrás debe ser un pasaje a la política. La alusión negativa tiene el derecho y la obligación de volverse una proposición activa y positiva. La alusión al comunismo, contenida en la teoría de la crisis, debe recibir contenido. Nos enfrentamos a una imagen del capital que comienza a moverse desde la producción a la circulación: pero la circulación está aquí bloqueada por la forma de la crisis. Una crisis que puede ser catastrófica: esto es necesario para la urgencia del proyecto revolucionario. Pero imaginemos que la circulación estabiliza su curso, aún en la forma irreversible de la crisis; imaginemos que esta inmanencia de la lucha de clases es estabilizada y solo tendencialmente puede pueda presentarse a sí misma como explosiva; imaginemos, finalmente, que la relación entre la normalización de la circulación y la crisis, por un lado, y el desarrollo tendencial de la clase trabajadora hacia el comunismo, por otro, es una situación determinada que pueda ser estimada teóricamente. La súbita inserción del Excursus sobre la crisis evidencia los problemas por los que pasó Marx para indagar estas presuposiciones (lo veremos en las páginas iniciales sobre la circulación): es un momento indiscutible momento de impaciencia revolucionaria. Queda claro, sin embargo, que el nuevo terreno es de normalización y, también, de un nuevo salto adelante en términos de socialización del capital– y de la lucha de clases. Es preciso, entonces, desplazar el análisis. Las motivaciones históricas y teóricas suelen reunirse alrededor de pasajes cruciales; ¿se vuelven motivación política e intención? Si tuviera que responder a esta pregunta, me inclinaría hacia una afirmación. De hecho –y la teoría de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia es para nosotros demostración de ello– Marx arribó a la conclusión de la autonomía radical de la clase trabajadora. La teoría de la explotación, aunque su socialización se demuestra de modo más emblemático que lógico, nos conduce a la emergencia antitética de dos fuerzas en el campo. La fábrica política se vuelve en este punto el fundamento sobre el que podemos diseñar nuestros patrones teóricos, y, concomitantemente, comienza a determinar las condiciones necesarias para esta validación. Cuanto más abstracta y comprensiva se torna una teoría, más necesita de apoyo real. Es inconcebible pensar en un desplazamiento del análisis, lo que hemos llamado un salto adelante, que no esté atado a una fuerza, a un sujeto que efectúe este salto. Su diferencia, su singularidad, deben asumirse como condición para una investigación comprensiva. Esta serie de presuposiciones existen para Marx: la autonomía de la clase trabajadora ha sido identificada, alusivamente, tal vez, pero con no poco realismo. No tanto como parte de una dialéctica recomposicional: en la teoría de la crisis ella aparece como ruptura con toda dialéctica, como fundadora de la independencia del proletariado, como proposición de comunismo. No sé cuan convincente sea esta argumentación mía; sé, sin embargo, que con cualquier otro argumento sería imposible salvar la brecha existente entre la teoría de la plusvalía y la teoría de la revolución contra el capital social. A menos que seamos muy afectos a las "Teorías."

 

 

* Lección 6

 

 

Capital Social  y Mercado Mundial

 

 

  La crisis, por lo tanto, debe ser normalizada en la teoría de la circulación. La circulación no es otra cosa más que la expansión de la trama formada por la dinámica de la explotación. La teoría de la circulación es la continuación y expansión de la teoría de la plusvalía. El Excursus sobre la crisis ya nos ha mostrado a la circulación, pero lo ha hecho en términos negativos, en un terreno aún no mediado, subrayando los aspectos negativos de la separación y colocando en primer plano sus efectos destructivos. Ahora, debemos considerar la mediación. La circulación es una victoria capitalista sobre la crisis. Pero no elimina la relación constitutiva de la crisis y el mismo capital, el cisma entre las dos clases y su lucha. El capital debe extenderse hacia fuera y multiplicarse en el proceso de la circulación, a fin de normalizar la crisis, a fin de contener la lógica de separación que la constituye y que constantemente amenaza con estallar–más y más impetuosamente. Pero cada nuevo territorio invertido por el capital y su circulación constituye otra relación de clase.

   La circulación, pues, vincula a la reproducción del capital, a la clase trabajadora y a su lucha en una escala mayor. Problemas evidentemente difíciles aparecen aquí, tales como – en general– la definición de la relación entre circulación y reproducción, o –si se quiere– el problema del potencial productivo de la circulación: nos ocuparemos luego de estos temas. Por el momento, seguiremos la relativa imprecisión con que Marx atacó estos temas. El se ocupó principalmente en el análisis de la fuerza expansiva del capital. Este no es únicamente un proceso con connotaciones cuantitativas sino, también, cualitativas. El capital, de hecho, se vuelve cada vez más una fuerza colectiva por medio de esta expansión, y subyuga cada vez más extensamente a las fuerzas productivas –mientras que esto, inversamente, ratifica su precariedad, la precariedad de su crecimiento– siempre que se alcanza un nivel superior: el nivel del capital social, de la subyugación de toda la sociedad. La segunda parte de los Grundrisse es precisamente este formidable pasaje hacia delante en el análisis.

 

   Debemos hacer aquí una digresión, a fin de insistir en la importancia de la segunda parte de los Grundrisse. Si, como sostiene Vygodskij, el descubrimiento de la plusvalía introduce la lucha de clases en la teoría económica, el análisis de la circulación desarrolla la teoría de la lucha de clases dentro de una teoría del sujeto revolucionario. La teoría de la plusvalía, que es el objeto de la primera parte de los Grundrisse, es la definición de la posibilidad del sujeto revolucionario, su definición negativa. La realidad del sujeto de clase-colectivo viene a posicionarse con la teoría de la circulación, y dentro del contexto de separación normalizada que constituye el análisis (y la realidad) de la circulación. En esta y en la próxima lección estudiaremos este pasaje. En las dos siguientes discutiremos otro aspecto: la teoría del comunismo como teoría de la realización progresiva del sujeto, como síntesis de ambas teorías, la de la crisis y la del sujeto.

   El desarrollo argumental en esta dirección se vincula con una serie de consideraciones que están contempladas apresuradamente en el texto de Marx: estos elementos, aunque pertenecen a la metodología marxista, han sido rara vez teorizados de un modo explícito por él. Pero aquí, en estos pasajes, cumplen una función relevante. Debemos insistir particularmente en el carácter constitutivo de los variados desplazamientos teóricos que hemos venido señalando. Debemos subrayar constantemente el carácter real de estos pasajes, y esto equivale a decir que los análisis de Marx tienden más y más hacia lo concreto. De la teoría de la plusvalía a la de la circulación, del análisis del mercado al del capital, de la subsunción formal a la real– es lo concreto, lo político, a lo que nos vamos acercando. Con demasiada frecuencia Marx ha sido leído como una historia directa del desarrollo capitalista. Esto no es verdad. Ahora, en medio de estos formidables pasajes y desplazamientos, percibimos la verdadera clave del proceso de conocimiento: una aproximación cada vez mayor a la complejidad del sujeto revolucionario, en el verdadero nivel de la lucha de clases. Un enfoque que cumple con un criterio fundamental de la metodología de Marx, agarrar la relación esencial de un modo tan subjetivamente fructífero que podemos considerar su posesión una clave para la verdadera transformación. Estamos detrás de ese pasaje entre la teoría de la plusvalía y la teoría de la circulación: el sujeto se vuelve aún más real, aún más concreto; la estructura celular descripta por la teoría de la plusvalía se vuelve cuerpo, realidad animal acabada. Nuestro problema, por supuesto, es poder exponer esto siguiendo el ritmo del proceso. No será dificultoso si seguimos las argumentaciones de Marx.

 

   Pero es difícil para Marx. De hecho, tras haber comenzado formalmente el discurso sobre la circulación (Grundrisse, p. 401; 305) intitulándolo: "Sección Dos–El Proceso de Circulación del Capital", no solo nos ha entretenido por un centenar de páginas con aquel Excursus sobre la crisis –que, como hemos visto, no es otra cosa más que un apéndice de la teoría del plusvalor / ganancia– sino que, tras esto, aún no se introduce en el corazón del análisis. En los Libros de Notas IV y V, sin interrupción, en la continuidad de la exposición de Marx, nos encontramos con otras cincuenta páginas: "Formas que preceden a la Producción Capitalista" (Grundrisse, p. 471-514; 375-413), otra larga digresión, otra demora en el cumplimiento de la obligación que estaba tácita en el título de la Segunda Sección (este texto, contenido en los Libros de Notas mencionados, ha sido escrito, presumiblemente, en febrero de 1858)

  Die Formen es un breve ensayo sobre el proceso productivo "que precede la formación de las relaciones de capital o de la acumulación original." Un breve ensayo que ha sido con frecuencia publicado y utilizado de modo independiente debido a que, a primera vista, posee una individualidad que le es propia. Un breve ensayo que es, en cualquier caso, muy impresionante en función de la cantidad de lecturas que presupone, y que, finalmente, abre una serie de problemas peculiares y (a su manera) extremadamente importantes. (ver Sofri, G., Il modo di produzione asiatico, Torino 1969)

   Una discusión de los temas analizados en Die Formen no es lo que aquí nos ocupa. Solo debemos recordar que este ensayo es una parte orgánica de los Grundrisse, y, como tal, nos desafía a comprender su lugar en el desarrollo del razonamiento de Marx; es decir, entender porqué aparece en este punto y no en cualquier otro, en suma, descubrir su función sistemática. Ahora debemos apuntar de inmediato como este estudio es otro estudio sobre la crisis. Tras el análisis puntual y sincrónico desarrollado por el Excursus sobre la Crisis, lo que aquí se desarrolla es un análisis diacrónico, histórico. Tras ver la crisis en la forma de la circulación, Marx la analiza en Die Formen en la figura de una tendencia a largo plazo, en la figura de la genealogía. El método es perfecto: a veces, leyendo estas páginas, uno tiene la impresión de estar confrontado con una ejemplificación inmediata, directa, de los criterios metodológicos expuestos en la Introducción. Una aplicación historiográfica. Aquí encontramos todos los momentos que subrayamos en la Lección 3: abstracción determinada – tendencia – nueva exposición–  desplazamiento. La relevancia de este ensayo, sin embargo, no se halla en su método (aún si dejamos a un lado la especificidad de la cuestión del sujeto), sino en su sustancia. Die Formen es muy importante, primariamente por su realzamiento de la lectura e interpretación del ritmo interno de los Grundrisse: es un paréntesis que no puede ser colocado entre paréntesis. Debemos, pues, considerar otra vez el rol de este ensayo en la economía de los Grundrisse, en el proyecto del pasaje al análisis de la circulación y los problemas teóricos que dicho desplazamiento involucra. Su dirección es hacia la terminación del análisis de la crisis, trayéndolo al punto donde la identificación de las fuerzas en el campo, de las clases tejiendo la trama tanto del desarrollo como de la crisis, ya no puede ser evitado o mistificado. Es otro paso hacia la determinación concreta de la dialéctica de la separación, que no podemos subestimar.

   Pero veamos algunos puntos clave en Die Formen. Me parece que podemos comenzar identificando un eje general abstracto y dos posiciones, consecuentes y subsecuentes, mucho más concretas. El eje consiste en la definición de la ley general del desarrollo histórico de los modos de producción: existe una comunidad, se estabiliza un modo de producción en la medida que su reproducción se adecua a las condiciones objetivas. Pero "la producción misma, el avance de la población (que también pertenece a la producción), necesariamente suspende estas condiciones poco a poco, las destruyen en lugar de reproducirlas, etc., y, con ello, el sistema comunal declina y cae, junto con las relaciones de propiedad en las que se basaba" (Grundrisse, p. 486; 386) Los límites de la producción, la reproducción y la crisis están determinados por el grado de condicionamiento objetivo, esto es, por la predeterminación de las condiciones. "Grandes desarrollos pueden tener lugar aquí, dentro de esferas específicas. Los individuos pueden parecer grandes. Pero no puede haber aquí ninguna concepción de desarrollo libre y pleno de los individuos o la sociedad, dado que dicho desarrollo entra en contradicción con la relación original" (Grundrisse, p. 487; 386-87) Cada "formación social determinada" es, entonces, este complejo de condiciones y límites cuya interrelación es constitutiva tanto de la existencia como de la crisis de dicha formación. El signo general de la civilización es el movimiento que va de la naturaleza hacia la historia, cada formación es, por definición, "limitada" mientras que la dirección del desarrollo es hacia el potencial humano ilimitado."

 

De hecho, sin embargo, cuando la limitada forma burguesa es despojada, ¿qué es la riqueza más que la universalidad de las necesidades individuales, capacidades, placeres, fuerzas productivas, etc., creadas mediante el intercambio universal? ¿El pleno desarrollo del dominio humano sobre las fuerzas de la naturaleza, aquellas de la llamada naturaleza, así como la propia naturaleza de la humanidad? ¿El trabajo absoluto, por fuera de sus potencialidades creativas, sin otra presuposición más que su previo desarrollo histórico, que efectúa la totalidad de este desarrollo, por ejemplo, el desarrollo de todos los poderes humanos como fin en sí mismo, no medidos en una vara determinada? ¿Cuándo no se reproduce a sí mismo en una especificidad, sino que produce su totalidad? ¿Se esfuerza por no permanecer como algo a lo que ha llegado, sino que está en el absoluto movimiento hacia lo porvenir? (Grundrisse, p. 488-387)

 

   Este es el eje general, abstracto y tendencia, tal como se presenta aquí. La ley del movimiento (como la ley de la tendencia, que promueve el pasaje de lo limitado a lo ilimitado) promueve el pasaje de la unidad a la diferencia:

 

Todas las formas (aparecidas de modo más o menos natural, espontáneo, todas al unísono pero, sin embargo, productos de un proceso histórico) en las que la comunidad presupone sus sujetos en una unidad objetiva específica con sus condiciones de producción, o en las que un modo de ser subjetivo es presupuesto por la misma comunidad como condiciones de producción, necesariamente corresponden a un desarrollo de las fuerzas de producción que es limitado, y, desde luego, limitado en principio. El desarrollo de las fuerzas de producción disuelve estas formas, y esta  disolución es, en sí misma, un desarrollo de las fuerzas productivas humanas. El trabajo comienza con una cierta fundación –aparecida naturalmente, espontáneamente, al principio– y luego, presuposición histórica. Luego, sin embargo, esta fundación o presuposición es en sí misma suspendida, o colocada como una presuposición evanescente, que se ha vuelto demasiado limitante para el desarrollo del conjunto del progreso humano. (Grundrisse, p. 496-97; 396)

 

  Diferencia y ausencia de límites, diferencia y riqueza son los homólogos de la ley general del desarrollo: "No es la unidad de la humanidad activa y viviente con las condiciones inorgánicas, naturales de su intercambio metabólico con la naturaleza, y, por tanto, su apropiación de la naturaleza, la que requiere explicación o es resultado de un proceso histórico, sino, más bien, la separación entre estas condiciones inorgánicas de la existencia humana y esta existencia activa, una separación que se encuentra completamente situada en la relación entre trabajo asalariado y capital" (Grundrisse, p. 489; 389) Como hemos dicho, la definición de la ley general del desarrollo es seguida por dos posiciones más concretas, subordinadas, como son el análisis de, al menos, dos grupos fundamentales de formaciones, de su relación constitutiva interna y las crisis que causan su explosión. No es asunto nuestro desarrollar el análisis de las comunidades antiguas y Orientales que constituyen uno de los enfoques de Marx de un tipo de formación social determinada –precapitalista– pero no es en vano observar y subrayar como Marx resucita aquí la tradición proto-romántica de la "decadencia de los imperios."

   Es más interesante seguir el hilo de Marx que conduce al análisis de la "acumulación original del capital", es decir, al segundo tema subordinado, pues es alrededor de esto que diversas presuposiciones genéricas (por decir lo menos), se aclaran, las mismas que se hallan en la base de la precedente ley general y sus subsiguientes ejemplificaciones. Leamos estos dos pasajes:

 

  Lo que por el momento nos concierne es esto: el proceso de disolución, que transforma una masa de individuos de una nación, etc. en trabajadores libres asalariados –individuos forzados únicamente por su falta de propiedad sobre el trabajo y sobre la venta de su trabajo– presupone, por otro lado, no que las fuentes previas de ingreso y en parte condiciones de propiedad de estos individuos han desaparecido, sino, por el contrario, que su utilización ha cambiado, su modo de existencia ha cambiado, ha pasado a otras manos como un fondo libre o ha quedado, incluso, permanecido en las mismas manos. Pero esto mismo es claro: el mismo proceso que divorcia a una masa de individuos de sus previas relaciones con las condiciones objetivas de trabajo, relaciones que eran, de un modo u otro, afirmativas, que niega estas relaciones, y, en consecuencia, transforman a estos individuos en trabajadores libres, este mismo proceso libera estas condiciones objetivas de trabajo –tierra y suelo, materias primas, necesidades vitales, herramientas de trabajo, dinero o todo esto– de su estado previo de sujeción a los individuos ahora separados de ellas. Aún están allí, a la mano, pero en otra forma; como libre fondo, en el cual todas las relaciones políticas, etc. se han obliterado. Las condiciones objetivas de trabajo ahora se enfrentan a estos individuos expropiados, despegados, sólo bajo la forma de valores, valores auto-suficientes. El mismo proceso que coloca a las masas cara a cara con las condiciones objetivas de trabajo como obreros libres, también coloca a estas condiciones, como capital, cara a cara con los trabajadores libres. El proceso histórico ha sido el divorcio de elementos que, hasta él, estaban unidos; su resultado, sin embargo, no es la desaparición de los elementos, sino que cada uno de ellos aparece en una relación negativa con el otro. La separación de las condiciones objetivas de las clases que se han transformado en trabajadores libres, necesariamente aparece también simultáneamente con el logro de la independencia de estas mismas condiciones en el polo opuesto. (Grundrisse, p. 502-3; 402-3)

 

La producción de capitalistas y asalariados es, así, el producto principal del proceso de realización del capital. Los economistas ordinarios, que solo ven las cosas producidas, se olvidan de esto. Cuando el trabajo objetivado es, en este proceso, colocado al mismo tiempo como la no-objetividad del trabajador, como la objetividad de una subjetividad antitética al trabajador, como propiedad de una voluntad ajena a él, entonces, el capital es, al mismo tiempo, el capitalista, y la idea sostenida por algunos socialistas de que necesitamos el capital pero no a los capitalistas está equivocada. Está implícito dentro del concepto de capital que las condiciones objetivas de trabajo –y estas son su propio producto– poseen una personalidad en si mismas, o, lo que es lo mismo, se posicionan como la propiedad de una personalidad ajena al trabajador. El concepto de capital contiene al capitalista. (Grundrisse, p. 512; 412)

 

   En estas páginas la totalidad del discurso sobre la transformación diacrónica (crisis) se vuelve un discurso que constituye lucha de clases en el sentido moderno. Las articulaciones de producción y reproducción, lejos de ser simplemente los términos rígidos de "las formaciones sociales determinadas", representan la dinámica de la composición de clase. El dualismo antagónico del desarrollo, que ya ha sido establecido previamente sobre una definición sociológica de compatibilidad y límites internos de las "formaciones sociales determinadas", es ahora personificado, es decir, subjetivizado. Tal como el análisis sincrónico de la crisis, en el Excursus ya discutido, nos permitió considerar a la crisis como producto de la lucha de clases, similarmente, este desarrollo ulterior nos posibilita "personificar" a los actores de la relación de producción, y, además, considerar a la transformación y la crisis como los productos de la lucha entre estos "sujetos." Con el análisis de la acumulación original, el concepto de "formaciones sociales determinadas" se convierte en el de "composición de clase": restaura, en otras palabras, el dinamismo de la acción del sujeto, de la voluntad que estructura o destruye las relaciones de necesidad.

 

   El Die Formen ha sido con frecuencia atacado como si fuera algún tipo de recordatorio en los Grundrisse, de una actitud teórica que sería al mismo tiempo naturalista y humanista, lo que equivale a alguna clase de transplante del primer Marx precrítico, el joven Marx, dentro de su pensamiento maduro. No podemos dejar de reconocer algún grado de pertinencia en estas críticas. La ley general huele a filosofía de la historia y sociología. El análisis del mundo antiguo y las civilizaciones Orientales es una pieza de sociología histórica. Pero debemos decir, sin embargo, que tanto su ambigüedad como su generalidad decrecen progresivamente a medida que nos aproximamos al análisis del mundo capitalista y la acumulación original. Aquí, la terminología sociológica de las formaciones sociales y los criterios internos de compatibilidad y límites (criterios totalmente adecuados para una sociología funcional) se apagan primero y disuelven luego en la dialéctica de la separación. Esta dialéctica enrarece y anula el humanismo inicial. La plenitud de necesidades y desarrollo no es otra cosa más que la plenitud de la ruptura, la separación. Pero aún hay más: por primera vez la dialéctica de clase no solo muestra su naturaleza separada, sino que sufre una implementación, una especificación ulterior y un sentido superior. Se vuelve una dialéctica de sujetos, y no podemos subestimar la importancia política de este pasaje. También comenzamos a comprender la razón de esta aparente interrupción del análisis de la circulación que representa Die Formen, el concepto de sujeto debió ser construido intuitivamente antes de su exposición teórica en el análisis de la circulación. Era, en otras palabras, necesario sugerir y, de algún modo, prefigurar la operación de desplazamiento que la sección sobre la circulación contenía. Por ello, el capítulo Die Formen no es una excrescencia de los Grundrisse, ni tampoco una interrupción de su desarrollo, por el contrario, es tanto una excelente instancia del método (más aún: en su transcurso, la argumentación corrige algunas distorsiones filosóficas y humanísticas del principio) como un proceso sustancial: el tema del sujeto, de hecho, es introducido aquí debiendo formarse y formar parte  de esa interrelación de lucha que constituye la circulación. Y, recordemos, el sujeto, aquí, no tiene nada que ver con las presuposiciones sustancialistas y humanistas mencionadas antes: en lugar de ello, es el producto de la lucha de clases, el resultado de la relación entre la extrema alienación del trabajador y la insurgencia revolucionaria: Un cortocircuito provocado por la separación, el sujeto es aquí la explosión de aquella inversión (de cualquier homología naturalística) que solo la relación entre diferencia y totalidad puede interpretar.

 

Mostraremos luego que la forma más extrema de alienación, donde el trabajo aparece en la relación entre el capital y el trabajo asalariado, y el trabajo, la actividad productiva, aparece en relación con sus condiciones y su propio producto, es un necesario punto de transición– y por lo tanto, contiene en sí mismo, en una forma aún solo invertida, puesta de cabeza, la disolución de todas las presuposiciones limitadas de producción, y además crea y produce las presuposiciones incondicionales de la producción, y con ellas, las condiciones materiales para el desarrollo total, universal, de las fuerzas productivas de los individuos. (Grundrisse, p. 515; 414-15)

 

   En este punto, el análisis resume su curso explícito: la circulación de capital y su proceso. Es cuestión de estudiar la socialización del capital como consecuencia de la dinámica contradictoria de la ley de la tasa de ganancia. Una primera etapa del análisis se concentra en el proceso de continua y creciente asunción de las condiciones sociales de producción por el capital. Es el momento dialéctico de la tesis, del posicionamiento, de la afirmación– en toda la potencia de su abstracción.

   La circulación de dinero es un "perpetuum mobile." Dicha característica pertenece también a la circulación del capital; pero el capital estructura su movilidad de un modo sustancial, es decir, es una movilidad creativa. "La circulación del capital es, al mismo tiempo, su realización, su crecimiento, su proceso vital. Si algo puede ser comparado con la circulación de la sangre, no es la circulación formal del dinero, sino la del capital." (Grundrisse, p. 517; 416) El capital circula en tiempo y espacio, determinando flujos que son cada vez más integrados, cada vez más veloces, temporalmente, y cada vez más integrados espacialmente. Las condiciones sociales de producción están formadas, organizadas y dominadas por la organización de la circulación, por el impulso que el capital le da a ella. Por lo tanto, la circulación es, por sobre todo, la expansión de la potencia del capital; y por la misma razón vincula a la apropiación de todas las condiciones sociales con su colocación en la valorización. Aunque la circulación no produce plusvalía, sin embargo, le permite al capital producir plusvalía en cada punto de la circulación. La apropiación capitalista de la circulación, aún más totalitaria, determina a la circulación como la base para la producción y reproducción hasta alcanzar los límites de una identificación de la producción con la circulación, identificación histórica y efectiva aunque no sea lógica. "Este traslado desde el terreno natural de la fundación de cada industria, y esta transferencia de sus condiciones de producción afuera de sí misma, a un contexto general –por ende, la transformación de lo que era superfluo en lo que es necesario, como necesidad históricamente creada– es la tendencia del capital. La fundación general de todas las industrias se vuelve intercambio general, mercado mundial, y, por lo tanto, la totalidad de las actividades, intercambios, necesidades, etc. que la constituyen" (Grundrisse, p. 528; 426) En una circulación tan acabadamente investida por el capital, el mismo trabajo tiende a unificarse, no solo en aquella parte que es directamente expropiada y ecualizada por la tasa de ganancia, sino también en la parte que constituye el trabajo necesario. El Verleichung  también tiene lugar en el trabajo. "Si toda la sociedad es vista como un único individuo, entonces el trabajo necesario consistirá en la suma de todas las funciones particulares del trabajo que la división del trabajo había separado" (Grundrisse, p. 526; 425) La circulación de capital incesantemente transforma al trabajo necesario en trabajo "socialmente" necesario. La circulación, pues, invierte capital y sus componentes, con el resultado que el capital logra una homogeneidad interna que constituye un desplazamiento de su categoría. La socialización del capital es un proceso que determina, por medio de la circulación, una irresistible compulsión hacia la expansión, apropiación y homogeneización– bajo el signo de una totalidad social. "Cuanto mayor sea la extensión en que las necesidades históricas –necesidades creadas por la misma producción, necesidades sociales– necesidades que son ellas mismas resultado de la producción social y el intercambio, se posicionan como necesarias, mayor será el nivel de desarrollo que habrá alcanzado la riqueza real. (Grundrisse, p. 527; 426)

   Es preciso, sin embargo, avanzar otro paso, al menos en función aclaratoria; equivale a decir que este proceso de socialización del capital no puede en modo alguno ser considerado de modo formal. Representa un proceso real. A través de la circulación y la socialización el capital se vuelve realmente unificado. Debemos por ello comenzar viendo  "el grado en el cual la comunidad real se ha constituido en la forma del capital" (Grundrisse, p. 531; 430) De la subsunción formal a la real– este pasaje engloba la subyugación efectiva, funcional y orgánica de todas las condiciones sociales de la producción, y, concomitantemente, del trabajo, como fuerza asociada.

 

El más elevado desarrollo del capital se alcanza cuando las condiciones generales del proceso de producción social no están pagadas de deducciones de la renta social, las tasas estatales– donde las rentas y no el capital aparecen como el fondo de trabajo, y donde el trabajador, aunque es un trabajador libre como cualquier otro, aparece, sin embargo en una diferente relación económica– sino, por el capital como capital. Esto muestra el grado en que el capital ha subyugado bajo sí a todas las condiciones de producción social, por un lado; y, por otro lado, por ende, la extensión en la cual la riqueza reproductiva social ha sido capitalizada, y todas las necesidades satisfechas por medio del intercambio; como asimismo la medida en que las necesidades socialmente determinadas de los individuos, p. e. aquellas que consume y siente no como simple individuo en sociedad sino comunalmente junto con otros –cuyo modo de consumición es social por la naturaleza de la cosa– no solo son consumidas sino también producidas por medio del intercambio, del intercambio individual (Grundrisse, p. 532; 431) Y, obviamente, formas institucionales adecuadas para el capital y su estado se corresponden con este progreso en la subsunción (Grundrisse, p. 531; 430)

 

   Debemos insistir más en este desarrollo. La circulación, de hecho, origina aquí un primer efecto productivo. Si "la constante continuidad del proceso, la transición sin obstáculos y fluida de valor de una forma a otra, o de una fase del proceso a otra, aparece como condición fundamental para la producción basada en el capital, en un grado muy superior al de las formas anteriores de producción" (Grundrisse, p. 535; 433)– esto es también condición para un salto, una mutación en la naturaleza del capital. En las páginas acerca de la ganancia, Marx insistió enérgicamente en las condiciones sociales colocadas como garantía de la continuidad de la producción, de la preservación del valor, etc. Pero en ese análisis, el capital era aun un sujeto frente a la sociedad, cuyas condiciones de reproducción explotaban gratuitamente. Pero esa dualidad y separación ya no existen. El capital constituye la sociedad, el capital es, completamente, capital social. La circulación produce la socialización del capital. Marx comprendió claramente este pasaje hacia el capital social y lo enfatizó: "allí se abre ante nosotros el prospecto, que en este momento no podemos definir claramente, de una relación específica del capital con las condiciones generales, comunales, de producción social, diferente de las condiciones de un capital particular y su proceso particular de producción" (Grundrisse, p. 533; 432) Por lo tanto, el salto hacia el "capital social", como el salto hacia el "trabajo social", no es genérico. Es un salto cualitativo que atraviesa la categoría del capital. La sociedad se nos muestra como la sociedad del capital. Es por medio de este pasaje que todas las condiciones sociales son subsumidas por el capital, es decir, se vuelven parte de su "composición orgánica." Y además de las condiciones sociales –que se presentan a sí mismas en su inmediación– el capital subsume progresivamente todos los elementos y materiales del proceso de circulación (dinero e intercambio, en primer lugar, en tanto funciones de mediación) y, luego, todos aquellos pertenecientes al proceso de producción, por lo que aquí yace la fundación del pasaje de la manufactura a la gran industria a la factoría social. Subsumidos son a su turno aquellos elementos pertenecientes al proceso de la estructura ideal y estructural: aquí, de hecho, está el origen del pasaje al estado del capitalista colectivo, ideal, de su realización. La subsunción real del trabajo y la sociedad por el capital: es este un pasaje que transforma las categorías de Marx dándoles desde el principio un dinamismo increíblemente fuerte; un pasaje que constituye, de algún modo, la piedra fundamental de su investigación; dicho pasaje se encuentra aquí, en los Grundrisse, colocado con extremada fuerza y claridad. Es un pasaje que domina la empresa de Marx; es un pasaje de extraordinaria anticipación; para nosotros, de extraordinaria relevancia.

   Detenernos en la caracterización de la fuerza expansiva del capital no es suficiente. El capital es una relación, es la síntesis de una oposición; es la sobredeterminación de una separación. A la tesis se le opone una antitesis, la negación se opone a la afirmación. Tras enfatizar la función expansiva de la circulación, Marx expone su concepto al análisis  dialéctico.

 

El tiempo de la circulación determina valor solo en la medida en que aparece como una barrera natural a la realización del tiempo de trabajo. Es de hecho una deducción del tiempo de trabajo excedente, es decir, un incremento del tiempo de trabajo necesario (Grundrisse, p. 539; 437)

 

El tiempo de circulación, pues, aparece como barrera a la productividad del trabajo = un incremento del tiempo de trabajo necesario = un decremento del tiempo de trabajo excedente = un decremento de la plusvalía = una obstrucción, una barrera al proceso de autorrealización {Selbstverwertungsprozess} del capital. Así, mientras el capital debe por un lado luchar para derribar cada barrera espacial al intercambio, p. e. para canjear y conquistar todo el mundo para su mercado, lucha, por otro lado para aniquilar este espacio con tiempo, p. e. para reducir a un mínimo el tiempo gastado en moverse de un lugar a otro (Grundrisse, p. 539; 438)

 

   Tiempo y espacio, luego de constituir el origen de la expansión del capital en la circulación, aparecen ahora como barreras, como obstáculos. Como obstáculos a ser eliminados, destruidos, reduciendo el espacio a tiempo, impartiéndole al tiempo la velocidad de las transferencias y transformaciones. Pero esto no es todo. Ya hemos visto como la circulación es tendencialmente toda la sociedad. En la sociedad, en la composición de las fuerzas productivas, y no solo en sus determinaciones espacio-temporales altamente abstractas, existen otra serie de obstáculos para el pleno desarrollo del capital. Y el capital está forzado dentro de estas determinaciones. Debe deshacerse de ellas para realizar su propia potencia– y, otra vez, la posibilidad de subversión.

 

El capital coloca a la propia producción de riqueza y por ende el desarrollo universal de las fuerzas productivas, la derrota constante de sus presuposiciones predominantes, como presuposiciones de su reproducción. El valor excluye al valor de no uso, es decir, al que no incluye alguna forma particular de consumo, etc. de intercambio, etc. como condición absoluta; y por ello, todo grado de desarrollo de las fuerzas sociales de producción, de intercambio, de conocimiento, etc., se le aparece solo como una barrera que lucha por derribar. Su propia presuposición –el valor– se coloca como un producto, no como una presuposición elevada por sobre la producción. La barrera para el capital es que todo este desarrollo procede de un modo contradictorio, y que el producto de las fuerzas productivas, de la riqueza general, etc., del conocimiento, etc., aparece de tal modo que el trabajador individual se aliena a sí mismo {sich entaussert}: se relaciona con las condiciones puestas fuera de sí por su trabajo como aquellas que no le son propias, sino de una riqueza ajena y de su propia pobreza. Pero esta forma antitética es en sí misma transitoria, y produce las condiciones reales de su propia suspensión. El resultado es: el desarrollo potencialmente general y tendencial de las fuerzas de producción –de la riqueza como tal– como base; de igual modo, la universalidad del intercambio, y, de aquí, el mercado mundial como base. Las bases como posibilidad del desarrollo universal del individuo, y el desarrollo real de los individuos desde estas bases como constante suspensión de sus barreras, las que son reconocidas como barreras, no como límites sagrados. No una universalidad ideal o imaginada del individuo, sino la universalidad de sus relaciones reales e ideales. De aquí deriva la posesión de su propia historia como proceso, y el reconocimiento de la naturaleza (igualmente presente como poder práctico sobre la naturaleza) como su cuerpo real. El proceso de desarrollo mismo es colocado y conocido como presuposición del mismo. Por esto, necesario por sobre todo, el desarrollo de las fuerzas de producción se ha vuelto la condición de la producción; y no hay condiciones específicas de producción ubicadas como límite del desarrollo de las fuerzas productivas. (Grundrisse, p. 541-42; 440)

 

   La revolución permanente del capital revela el motor del movimiento. Cada vez que llegamos a una definición global de él, el cuadro se da vuelta. La separación, no la contradicción, mueve el proceso. La expansión del capital parece ser un poder expresándose a sí mismo, pero, en lugar de ello, es una relación hostil que debe resolverse a cada momento. La ley de este movimiento no consiste en una solución de algún tipo, sino, por el contrario, en la reapertura de la separación, en el interminable reposicionamiento del obstáculo. En este punto, el análisis de los obstáculos debe desarrollarse como estudio de la causa del movimiento. Aquí también, la argumentación se desarrolla retóricamente de acuerdo con el esquema de la tríada, el cual, primero sitúa las condiciones trascendentales del movimiento (espacio y tiempo), y luego indica su concreción y negación en el tema del obstáculo como especificidad de la insurgencia de determinada antítesis; determinada pero, otra vez, abstracta. La síntesis del argumento debe ahora retrotraerse a la fundación de la que todo se originó, a la ley de la lucha de clases. Es solo la lucha de clases la que mueve al capital. El cuadro se ha invertido. Por ello debemos volver atrás a las relaciones del trabajo viviente y encontrar la implantación del obstáculo dentro de ellas. ¿Debemos atravesar las relaciones de capital para arribar a esta determinación? Ciertamente sí, pero solo para considerar el movimiento contradictorio y plural de sus elementos constitutivos. Así

 

el tiempo de circulación en sí mismo es una barrera a la realización (el tiempo de trabajo necesario es, por supuesto, también una barrera, pero, al mismo tiempo, un elemento, pues el valor y el capital se disolverían sin él); es una deducción del tiempo de trabajo excedente o un incremento del tiempo de trabajo necesario en relación con el tiempo de trabajo excedente. La circulación de capital realiza valor, mientras que el trabajo viviente crea valor. El tiempo de circulación es solamente una barrera a esta realización del valor, y, en esa medida, a la creación de valor; una barrera levantada no desde la producción en general, sino específicamente a la producción de capital, cuya suspensión –o la lucha contra ella– pertenece, por ende, al desarrollo económico específico del capital, y le da el impulso para el desarrollo de sus formas en crédito, etc. El mismo capital es la contradicción en la que, mientras constantemente intenta suspender el tiempo de trabajo necesario (y esto es al mismo tiempo, la reducción del trabajador a un mínimo, es decir, su existencia como mera capacidad de trabajo viviente), el tiempo de trabajo excedente solo existe como antítesis del tiempo de trabajo necesario, por lo que el capital coloca al tiempo de trabajo necesario como condición necesaria para su reproducción y realización. En un cierto punto, el desarrollo de las fuerzas de producción material –que es al mismo tiempo desarrollo de las fuerzas de la clase trabajadora– suspende al mismo capital. (Grundrisse, p. 543; 441-43)

 

   La radicalidad del desarrollo de Marx de la lógica de la separación es en este punto totalmente evidente. Otra vez –pero con un poder creciente en proporción al grado de complejidad de las categorías– otra vez, entonces, es la relación trabajo necesario / trabajo excedente la que dicta la articulación del proceso, del momento de expansión del capital y sus contradicciones– la verdadera contradicción que provoca su movimiento. La articulación del capital es una dialéctica de "límites" funcional al aumento de la ganancia, es una dialéctica de la explotación que puede, debe, ser bloqueada en el "límite" de la mayor explotación, de la más alta expansión del capital. La razón por la cual el capital necesita una auto-limitación para su autovalorización es clara: su proceso de valorización es una estrategia que debe tener en cuenta a la separación que constituye el mismo concepto de capital. El límite al desarrollo posee una función estratégica en cuanto se opone a los "obstáculos" inherentes a la producción de plusvalía– obstáculos definidos, primero, en el nivel de la circulación, pero en la instancia final y decisiva, redefinidos y reconfigurados activamente en el terreno de la producción, en el más inmanente momento de la relación de producción, que es lo mismo que decir, en el nivel de la separación entre plustrabajo y trabajo necesario.

 

El capital fuerza a los trabajadores desde el trabajo necesario hasta el trabajo excedente. Solo de este modo se realiza a sí mismo, y crea plusvalía. Pero por otro lado, sostiene al trabajo necesario solo en tanto y en cuanto sea plustrabajo, y este último se realice como plusvalía. Coloca al plustrabajo, entonces, como condición del necesario, y a la plusvalía como el límite del trabajo objetivado, como valor en sí mismo. En cuanto no pueda obtener valor, no sostendrá al trabajo necesario, y, dado sus orígenes, esto no puede ser de otro modo. En ese caso, restringe el trabajo y la creación de valor –con un cheque falso, como dicen los ingleses– y lo hace en el mismo terreno y en la misma medida en que sostiene plustrabajo y plusvalía. Por su naturaleza, pues, coloca una barrera al trabajo y la creación de valor, en contradicción con su tendencia a expandirlos sin límite. Y en tanto ambos representan una barrera específica contra él, y por otro lado, del mismo modo, pasa por encima y a través de cada barrera, esta es la contradicción viviente. (Grundrisse, p. 421; 324)

 

   Ahora comprendemos que significa decir que "el verdadero obstáculo para la producción capitalista es el mismo capital": el verdadero obstáculo para la producción capitalista es la relación de fuerza que constituye el concepto de capital, es la separación que constituye su desarrollo. En este terreno, el verdadero concepto de capital se transforma en el concepto de una estrategia, de un proyecto que es constantemente recalibrado para una producción expansiva, proporcionada y adecuada de ganancia, de acuerdo con su poder controlador. Límite, mesura, proporción: estos son los elementos que definen la estrategia capitalista, las figuras en las que se cristaliza. Pero al cristalizarse, la estrategia capitalista confina el desarrollo potencial de las fuerzas productivas dentro de una relación dominada por el capital. ¿Podrá esta limitación ser capaz de exceder los límites de la relación inicial? No. En este marco, el capital puede extender su poder de determinación hasta los límites de la guerra y la destrucción. Rosa Luxemburgo escribió maravillosas páginas acerca de esta relación límite-obstáculo. Aquí queremos conservar en mente que el límite toma forma como resultado de una estrategia que confronta el obstáculo que el proletariado necesariamente alza contra la producción de plusvalía y la reproducción del control capitalista.

   El proceso expansivo del capital y la "revolución permanente" que debe imponer a fin de vencer los obstáculos a la explotación y definir su estrategia ganadora, tienden a la construcción del "mercado mundial." Más de una vez hemos mencionado esta extensión de las condiciones de la producción capitalista hacia su mayor grado de expansión, hacia la constitución de un nuevo reino de operación y control. Queremos detenernos un momento en este tópico, tomándolo, como hace Marx, como ejemplo del método en el tema de la circulación expansiva del capital. Debemos enfatizar previamente que si la ganancia es la organización del capital determinada por el tiempo, el mercado mundial es la organización del capital determinada por el espacio. Por ello, en Marx, el proceso constitutivo del mercado mundial sigue los ritmos de la formación de ganancia, tanto formal como sustancialmente. Existe en Marx una tensión tendiente a la identificación de los dos conceptos: y la formidable relevancia de esta hipótesis no se ve opacada por el hecho de que en los Grundrisse (e incluso en los trabajos subsiguientes) esta identificación no se elabora plenamente. Consecuentemente, nos interesa introducir aquí la concepción de la dialéctica del Weltmarkt porque en ella y a través de ella aprehendemos una nueva exposición del problema de la circulación, una exposición que enfatiza algunos de los resultados ya producidos por esta investigación.

   Ahora bien, el mercado mundial ha estado presente en los Grundrisse desde las primeras páginas –ya en el Capítulo sobre el Dinero– y ha sido incansablemente repropuesto en cada pasaje fundamental, pese al hecho de que se contemplaba un libro especial sobre él. En este sujeto también, el ritmo expositorio sigue el de lógica triádica: afirmación, negación síntesis. Por afirmación queremos decir la descripción lineal del proceso constitutivo del Weltmarkt, de la "autonomización del mercado mundial" (Grundrisse, p. 160-62; 78-81) En esta primera aproximación, otros elementos son ensamblados confusamente junto con la afirmación: aquí, por ejemplo, la descripción del mecanismo sustancialmente lineal está mezclada con la determinación de los obstáculos que de algún modo deben superarse. Luego el discurso se vuelve más impaciente: "la formación del mercado mundial contiene, al mismo tiempo, las condiciones para ir hacia él" (Grundrisse, p. 161; 79-80) Y una página sobre comunismo, sobre el individuo realizado, viene inmediatamente después de esta (Grundrisse, p. 162-63; 81) La densidad del argumento no debe ser motivo de confusión: hay un hilo conductor organizándolo, aclarándolo: de hecho ambos, el momento de la negación y el de la síntesis–suplantamiento–subversión están presentes. La argumentación se extiende. Pero no nos ocupamos del movimiento discursivo y retórico: nos ocupamos de la sustancia, que es, otra vez, la emergencia del obstáculo como tema principal. Este emerge a nivel tanto de la circulación como de la producción: en el ámbito de la circulación como proceso global de diferencias y consiguiente Ausgleichung, y, en el ámbito de la producción, como imposibilidad de llevar los términos de la producción hacia atrás, hacia una operación material de mediación y ecualización. En un pasaje sobre "moneda y mercado mundial" (Grundrisse, p. 226-28; 137-39), Marx enfatiza acerca de cómo la "moneda" es bloqueada en su confrontación con el mercado mundial, y, considerando el estado de desarrollo imperialista al que Marx se refería, esto es lo menos que podemos decir. Las dificultades, los obstáculos y las diferencias son tan fuertes que, a nivel del intercambio internacional, "el dinero debe ser desmonetizado"; más aún, "adquiere un título político y habla, como tal, diferentes lenguajes en diferentes países", por lo que pierde su naturaleza "simbólica" y se vuelve, otra vez, "la mercancía universal." Pero el momento de recesión de su valor engendra una crisis, pues el  desarrollo capitalista tiende siempre hacia el mercado mundial, aún en ausencia de adecuados instrumentos de control. El capital no se contenta con vencer sus propios obstáculos: quiere vencer también sus propios límites. Todas las contradicciones son, entonces puestas en escena. "el mercado mundial" representa en muchos aspectos "la conclusión." "El mercado mundial entonces, conforma otra vez la presuposición del todo así como su sustrato." Es el "Aufhebung", la crisis generalizada de circulación, la que se vuelve contra la producción. Recordando que aún nos hallamos en un nivel monetario, la descripción no puede sino ser provisional, pero más adelante en los Grundrisse (Grundrisse, p. 408, 421-22, 449-50, 541-42; 324, 353-54, 440) el argumento acerca de la relación Weltmarkt-Ausgleichung–Aufhebung es trasladado a un nivel superior. La linealidad del desarrollo se despliega ahora, directamente, del terreno de la producción: hacia un capital internacional. Ciertamente, no podemos hablar de un "capital universal", sería una "nada"; pero podemos hablar de un "capital en general" como el término ideal de la "revolución permanente" de las relaciones capitalista de producción. Los obstáculos en este terreno se han vuelto momentos, momentos clave, pasajes reales hacia estadios más avanzados de la organización capitalista. El desarrollo lineal es, simplemente, una hipótesis teórica, mientras que la realidad del Ausgleichung, de la comparación y ecualización de los valores es, pese a incontables obstáculos, un proceso en marcha. Pero, otra vez, el resultado del proceso representa el más alto potencial de la contradicción.

   El argumento debería desarrollarse y resumirse una vez más. Hay en los Grundrisse una tensión constante hacia el Weltmarkt, una tensión que configura el poder expansivo del capital en el terreno de la circulación y el de la producción; una tensión irresistible, desde luego. A veces, uno debería, razonablemente, denunciar a Marx por cinismo, considerando cuantas veces se enfatizan la linealidad del proceso y las funciones civilizadoras del capital. esta tensión está presente en obras subsiguientes, en especial, El Capital. A menudo esta lectura se ha limitado a una: la teoría de los estadios del desarrollo, que en su versión oriental u Occidental, resulta directa consecuencia de ello. Pero esta tensión no es exclusiva: por el contrario, es completamente dependiente de un mecanismo constituido por obstáculos (proletarios) y límites (capitalistas) cuya interrelación debe ser investigada de cerca. La circulación y expansión del capital apuntan hacia una reasunción real e ilimitada de las condiciones sociales de producción, las que están sujetas, siempre y nuevamente, a la expansión del capital. esta reasunción es un proceso de obstáculos: es la formación de ganancias ecualizadas siempre renovadas, Ausgleichungen y Vergleichungen, de determinaciones siempre renovadas de la ganancia promedio. La negación sigue a la afirmación en el ritmo dialéctico de esta argumentación. Debemos ahora observar este proceso de equilibrios siempre renovados realizado por el capital, de limitaciones auto-impuestas, siempre renovadas, (el capital es, siempre, una "proporción desproporcionada" o una "desproporción proporcionada")–- debemos, entonces, mirar este proceso desde ambos lados. En un lado encontramos la desbalanceada marcha hacia delante del capital, hacia la conquista del mayor espacio posible para poder ocupar e invertir: es el estadio de imperialismo alcanzado– y es el terreno en el que debe tener lugar la superación–subversión de esta base. En el otro lado, encontramos que esta expansión espacial del capital no es otra cosa más que un más amplio proceso de constitución de la ganancia promedio: y es aquí donde la contradicción inherente a la ganancia, el antagonismo de sus fuerzas constitutivas, se impone. Ambos procesos son colaterales: en ambos sus dimensiones espaciales, extensivas e intensivas conducen al tercer momento de la dialéctica, el Aufhebung. Sabemos que esta forma expositiva es abstracta, pero nos enseña sobre el movimiento del capital respecto de su extrema tendencia hacia la ocupación del mundo. en este terreno todas las contradicciones se profundizan. Debemos insistir, entonces, siguiendo el análisis, en estas complicaciones, y ver como la dialéctica del Weltmarkt–Ausgleichung–Aufhebung viene a ser específicamente determinada a cada momento. Cada nivel de especificidad determina una increíble riqueza del campo del análisis. En los términos limitados de los análisis marxistas, el proceso imperialista se confrontaba aún con una "frontera" indefinida, que equivale a decir que aún debe mediar con las realidades nacionales que constituyen una barrera efectiva al Vergleichung y el horizonte objetivo de contradicciones que siempre determinan la perspectiva y el momento de la crisis. Estamos frente (y el mismo Marx se acerca a nuestras hipótesis de lectura en el Tercer Volumen de El Capital) a una realidad multinacional de explotación que está enormemente más avanzada. Debemos, por lo tanto, concluir que cuanto más avanza la unificación capitalista del mundo y la subsunción real de la sociedad mundial bajo el capital, el tema más espacial y extensivo del imperialismo se empareja con el tema intensivo de la explotación, de la plusvalía y el antagonismo de clase. Los términos de Marx se mantienen, si no se verifican, más allá de la definición puntual alrededor de la cual han sido determinados. El proceso expansivo, imperialista del capital y su tensión hacia la constitución de términos promedio de explotación mundial son, pues, simultáneamente, resultado y premisa de las condiciones de subjetividad revolucionaria. La expansión imperialista del capital representa, también, sus intentos de escapar de la resentida oposición inherente a sus determinaciones como capital. Contradicciones y antagonismos son mototes que mueven al capital hacia niveles más altos de contradicción y antagonismo. Cada resultado es una premisa, una nueva base. Cada "límite" regulador que el capital se coloca a sí mismo en esta persecución histórica es la base para la insurgencia de nuevos obstáculos. Este proceso indefinido encuentra su bloqueo solo en la lucha de clases. Pero el proceso de circulación ha logrado una expansión tan amplia y poderosa que expone a la circulación de capital no solo como expresión de su propia potencia colectiva, sino, también, como el terreno privilegiado para la emergencia de un poder antitético. El tema del mercado mundial es el ejemplo más maduro de la tendencia revolucionaria del desarrollo capitalista.

 

   "Capital social" es la forma por la cual el poder expansivo del capital es consolidado por medio y a través de la circulación. Un poder expansivo que, como hemos visto, es también, y por sobre todo, un poder colectivo. En esta relación, el capital social es el sujeto del desarrollo. Operando la circulación, el capital se sitúa a sí mismo como socialidad, como la capacidad de incorporar a su propio desarrollo, de un modo aún más determinado, cada fuerza productiva social. La subjetividad que esta síntesis le confiere al capital representa lo que el mismo capital ha alcanzado por medio del proceso de subsunción, por los cada vez más coherentes y exhaustivos actos de subyugación de la sociedad. El mismo modo de producción es modificado. Inicialmente, el capital junta los potenciales de trabajo dados en una sociedad y los reorganiza en la manufactura. La gran industria, estadio ulterior, representa una situación productiva en la que el capital social ya se ha colocado a sí mismo como sujeto, es decir, ha prefigurado las condiciones de la producción. Las condiciones laborales y el proceso laboral se preordenan por el proceso de valorización: comenzando en un cierto momento –la constitución del capital como "capital social"– ya no será posible distinguir al trabajo del capital, al trabajo del capital social y del proceso de valorización. El trabajo es solo aquello que produce capital. El capital es la totalidad del trabajo y de la vida.

 

"Esta continua progresión del conocimiento y la experiencia," dijo Babbage, "es nuestro gran poder." Esta progresión, este progreso social pertenece y es explotado por el capital. Todas las formas previas de propiedad condenan a la mayor parte de la humanidad, los esclavos, a ser puros instrumentos de trabajo. El desarrollo histórico, el desarrollo político, el arte, la ciencia, etc. tiene lugar en círculos cada vez más altos, sobre sus cabezas. Pero solo el capital ha subyugado al progreso histórico al servicio de la riqueza (Grundrisse, p. 589-90; 483-84)

 

   Pero sigamos las articulaciones del pensamiento de Marx. Las páginas previas a la cita anterior son un sumario del amplio análisis que en el Primer Libro de El Capital y en Capítulo Sexto Inédito describe en detalle el pasaje de la manufactura a la gran industria, de la subyugación formal del trabajo a la real– en suma, estas páginas constituyen un esquema sucinto pero completo de un desplazamiento categórico continuo, pertinente al pasaje histórico particular que Marx tenía en mente (de la manufactura a la gran industria), pero que muestra simultáneamente el método de análisis y la definición de cada pasaje subsiguiente (aquellos que hoy se nos presentan)

 

Como todas las fuerzas productivas del trabajo, por ejemplo, aquellas que determinan el grado de su intensidad y, por ende, de su realización extensiva, la asociación de los trabajadores –la cooperación y división del trabajo como condiciones fundamentales de la productividad del trabajo– aparecen como el poder productivo del capital. El poder colectivo del trabajo, su carácter de trabajo social, es el poder colectivo del capital. También la ciencia. También la división del trabajo, en cuanto aparece como división de las ocupaciones y del intercambio que les corresponde. Todos los poderes sociales de la producción son poderes productivos del capital, y aparecen como ellos mismos su sujeto. La asociación de los trabajadores, como aparece en la fábrica, no es, por lo tanto, posicionada por ellos, sino por el capital. Su combinación no es su ser, sino el ser [Dasein] del capital. Vis-a-vis el trabajador individual la combinación parece accidental. El se relaciona con su propia combinación y cooperación con otros trabajadores como ajeno, como modos de la efectividad del capital. A menos que aparezca de un modo inadecuado–por ejemplo, bajo la forma de pequeño capital, autoempleado– el capital siempre, en una medida mayor o menor, presupone concentración, tanto en forma objetiva, como concentración en una sola mano, que aquí aún coincide con acumulación de las necesidades de la vida, de las materias primas, de los instrumentos, o, en una palabra, de dinero como forma general de la riqueza; o, por otro lado, en forma subjetiva, la acumulación de poderes de trabajo y su concentración es un punto único bajo el comando del capitalista. No puede haber un capitalista para cada trabajador, sino, mas bien, debe haber una cierta cantidad de trabajadores por capitalista, no como uno o dos jornaleros por maestro. El capital productivo, o el modo de producción correspondiente al capital, puede presentarse solo en dos formas: manufactura e industria a gran escala. En la primera, la división del trabajo es predominante; en la segunda, la combinación de poderes de trabajo (con un modo regular de trabajo) y el empleo del poder científico, donde la combinación y, por así decirlo, el espíritu comunal de trabajo es transferido a la máquina, etc. En la primer situación la masa de trabajadores (acumulados) debe ser grande en relación con la cantidad de capital; en la segunda el capital fijo debe ser grande en relación con el número de los muchos trabajadores cooperativos (Grundrisse, p. 585; 479-80)

 

De aquí en más, Marx especifica de un modo acabado (incluso desde el punto de vista de la terminología) el pasaje de la subsunción formal a la real. Aquí, entonces, el capital es un sujeto real, es una fuerza social colectiva. La circulación nos da este primer sujeto. La argumentación de Marx llega, entonces, a este elemento subjetivo del antagonismo. Nunca se le ha atribuido ese reconocimiento al capital. Con justicia.

 

   Pero incluso en este punto ya no es posible distinguir al trabajo del capital, quedando abierto el razonamiento. El otro sujeto, el sujeto de la clase trabajadora, debe emerger, pues la subsunción capitalista no borra su identidad, sino solo domina su actividad; este sujeto debe emerger precisamente en el nivel al que la fuerza colectiva del capital social ha conducido al proceso. Si el capital es un sujeto, por un lado, por el otro, también el trabajo debe ser un sujeto.

   Por sobre todo, debe ser un sujeto modificado por su relación con el capital. En el proceso sucesivo de las subsunciones, el capital modifica la composición de clase, conduciéndola a niveles más altos de unidad bajo y dentro de su dominación. Al principio

 

La unificación de sus trabajos aparece como acto particular, mientras continúa la fragmentación independiente de sus trabajos. Esta es la primera condición necesaria para poder intercambiar al dinero como capital por trabajo libre. La segunda es la suspensión de la fragmentación de todos estos trabajadores, de modo que el capital individual ya no aparezca ante ellos meramente como poder social colectivo en el acto de intercambio, uniendo muchos intercambios, sino que los unifique en un punto bajo su comando, en una manufactura, y no los deje en el modo de producción que se halla en existencia, estableciendo su poder sobre esas bases, sino, por el contrario, creando un modo de producción que corresponda a sí mismo, como sus bases. Determina la concentración de los trabajadores en la producción, unificación que inicialmente ocurre solo en una locación común, bajo vigilantes, regimentación, mayor disciplina, regularidad y la dependencia de la misma producción del capital. Ciertas faux frais de production son, de este modo, salvadas desde el principio. (Sobre todo este proceso compárese a Gaskell, quien le dedica mucha atención al desarrollo de la gran industria en Inglaterra) Ahora, el capital aparece como la fuerza colectiva de los trabajadores, su fuerza social, como, asimismo, lo que los mantiene unidos, y, por tanto, como la unidad que crea esta fuerza. (Grundrisse, p. 586-87; 481) Aquí no puede efectuarse aún ninguna distinción entre trabajo y capital, incluso desde un punto de vista proletario (es el estadio de la unión.

 

   Sin embargo, luego la situación cambia. Tenemos una unidad de la clase trabajadora que, aunque creada por el capital, nos ha liberado de la soledad de los trabajadores unitarios, llevándonos al nivel de la unidad de los intereses, a las bases materiales de la unidad política. "Así, desde el comienzo, el capital aparece como la fuerza colectiva, la fuerza social, la suspensión del aislamiento individual, primero aquel del intercambio con los obreros, luego el de los mismos obreros. El aislamiento individual de los trabajadores aún implica su independencia relativa. Por ello su reagrupamiento alrededor del capital individual como base exclusiva de su subsistencia implica su total dependencia del capital, la completa disolución de los vínculos entre los trabajadores y las condiciones de la producción" (Grundrisse, p. 589; 483)

   Ahora, otro paso adelante. Este proceso objetivo, dominado por el capital, comienza a revelar el nuevo nivel subjetivo de la clase trabajadora. Ocurre un salto cualitativo: la unidad de los comportamientos de la clase trabajadora comienza a ser auto-suficiente. La socialización del capital se enfrenta con la insurgencia del antagonismo de la clase trabajadora. La subjetividad de la clase trabajadora es revelada por el hecho de que: 1) La unidad que ha creado el capital le permite a los trabajadores romper la relación de intercambio con el capital. En el proceso capitalista la relación de intercambio es reemplazada por la relación de fuerza entre las clases.

 

Cuando la competencia le permite al trabajador regatear y argumentar con los capitalistas, ellos comparan sus demandas contra la ganancia capitalista y demandan una determinada porción de la plusvalía creadas por ellos; por lo que la proporción misma se vuelve un momento real de la vida económica. Luego, en la lucha entre las dos clases–que necesariamente emerge con el desarrollo de la clase trabajadora– la medida de la distancia entre ellas, que, precisamente, se expresa por los mismos salarios como proporción, se vuelve decisivamente importante. La apariencia del intercambio se desvanece en el curso {Prozess} del modo de producción fundado en el capital (Grundrisse, p. 597; 491)

 

   2) En adición a esto, la subjetividad de la clase trabajadora se revela en el hecho de que la relación de intercambio no es válida entre los trabajadores. Veremos esto en detalle en el próximo capítulo: en este momento solo deseamos anotar que es un complemento esencial para la caída de la relación de intercambio entre trabajadores y capital.

 

   El capítulo sobre la circulación llega aquí a una primera conclusión. La tendencia capitalista es paralela a la tendencia de la clase trabajadora, la expansión de la relación de intercambio a través de la circulación es paralela a su destrucción. La constitución del capital social es paralela a la emergencia de la clase social de los trabajadores, quienes están, primero, unificados por el capital en el nivel de su desarrollo social, y, luego, unificados por ellos mismos –en composición material e identidad– por la destrucción de la relación de intercambio como base de la existencia asociada de los trabajadores. Hemos contemplado así la explosión de la forma antitética a la fuerza colectiva del capital, a su expansión: un nuevo sujeto ha aparecido en el campo. Marx nos ha presentado la genealogía de este nuevo sujeto, nos ha ofrecido un modelo de análisis que propone constantes desplazamientos de la investigación y la realidad. La composición orgánica del capital no incluye a la composición política de la clase trabajadora, sino que  la señala como su antagonista externo. Nuevamente la dialéctica de la separación es colocada en el centro de la lógica metódica y el desarrollo real. La síntesis del análisis de la circulación nos presenta un desarrollo extremo y adecuado del antagonismo. Este es aquí solo una potencialidad. Pero continuemos con Marx y los Grundrisse: nos encontraremos en presencia de formidables desarrollos.

 

 

 

 

 

 

 

 

* Lección 7

 

 

La Teoría del Salario y sus Desarrollos

 

 

   Debemos profundizar los análisis emprendidos en la Lección 6 y sus conclusiones. La forma antitética del desarrollo capitalista, la explosión de la lógica de la separación, puede parecer más una descripción que una prueba. Es cuestión, ahora, de alcanzar el nivel del neue Darstellung, nivel al que todos los términos de la prueba se desplazarán. Es cuestión de ver que el carácter antitético del capital no es sólo un resultado: es un resultado, pero esta forma antitética es también una clave, la característica general del desarrollo. En algunos de sus aspectos, el proceso constitutivo que nos ha conducido a la definición del capital social debe ser completamente revertido. Esto resulta absolutamente obvio si nos atenemos a la simple coherencia del enfoque de Marx. Dicho enfoque, como hemos repetido a lo largo de toda nuestra argumentación, propone la temática del plusvalor como la ley básica que debe ser completamente desarrollada. Esto es lo que le confiere al concepto de capital social la marca distintiva de dualidad y antagonismo. Esto es lo que permite un segundo momento explicatorio de la ley: cuanto más se expande la socialización capitalista, más se profundiza (cualitativamente) y crece (cuantitativamente) su carácter antagónico. La síntesis de las categorías espacio-temporales integra la contradicción fundamental de la ley de la ganancia. La actual estructura de los Grundrisse se basa en esta integración a través de sucesivos pasos. Entramos aquí en el estadio conclusivo de la argumentación. Este estadio llega luego que los efectos expansivos de la teoría de la plusvalía o de la teoría de la explotación han pasado –en el Excursus sobre la Crisis y en Die Formen –por una primera contracción sincrónica y categórica, y luego, una segunda contracción histórica y diacrónica– luego de que estos efectos expansivos han pasado por aquellas contracciones necesarias para su presentación y la de sus ejemplos. Ahora, estos efectos se desarrollan en un nuevo espacio, un espacio social, colectivo y general. La regla del antagonismo deberá aparecer ahora en toda su originalidad y con toda su fuerza. El proceso de valorización, cuando alcance su dimensión totalitaria, debe permitir que aparezca la auto-valorización proletaria. Debe permitirle a su propio antagonista desarrollarse en todos sus potenciales. En las próximas páginas analizaremos extensamente esta articulación del pensamiento de Marx. Su carácter resolutorio aparecerá nítidamente. Podemos decir que los Grundrisse se completan con este "Fragmento sobre las Máquinas" (que es el tema de nuestro análisis en esta Lección), y, por lo tanto, que el ritmo lógico de los argumentos de Marx alcanza aquí su plenitud. Lo que sigue al "Fragmento sobre las Máquinas" (casi todo el Libro de Notas VII) es complementario a estas conclusiones. Lo que continúa es una profundización y desarrollo de varias líneas argumentales parciales iniciadas en otras fases previas del trabajo. Este material es ciertamente muy importante, pero no esencial. Nos encontramos, pues, en una articulación fundamental en el centro de la segunda parte, de este segundo lado del análisis de los Grundrisse representado por la teoría de la circulación. Retomemos el texto donde lo dejamos al final de la Lección 6. La progresión argumental de Marx parece surgir más adelante. El argumento se desenvuelve por olas que se alzan y se hunden. La ola que ahora se hunde nos trae al capital social, y al hundirse descubre su antítesis: la subjetividad de la clase trabajadora. Descubramos esta categoría de la lógica de la separación en su forma más desarrollada, allí donde es más fuerte la condensación del capital: es el mismo procedimiento seguido por Marx.

 

   Que el trabajo necesario y su creatividad están ocultos bajo la forma del salario –esto es lo que hemos aprendido al quedarnos en la teoría de la plusvalía. Esta realidad oculta –pero aún poderosa y única como fuerza productiva– se halla dondequiera que  opere la ley de la plusvalía. Se junta en todos los movimientos de la ley. Esto significa que para lograr la subjetividad de la clase trabajadora, para iluminar su rol, debemos, por sobre todo, explorar la forma-salario, a fin de rasgar la envoltura que oculta la vitalidad del valor, que bombea su sustancia y le da la apariencia de la productividad del capital. Esto significa, esencialmente, descubrir las leyes del movimiento del salario, que desarrollándose independientemente (o con relativa independencia) del movimiento general de las mercancías, pueden conducirnos a esa particular realidad que ahora está encubierta. Este proyecto estaba presente, como hemos visto, en el bosquejo de los Grundrisse, en los planes que Marx tenía para el desarrollo de su investigación. Luego, en el borrador del Capital, desapareció. Este Libro específico, que hubiera estado consagrado al salario, desapareció del Capital como libro separado. ¿Porqué? Roman Rosdolsky (p. 57-62) ha hecho específicamente esta pregunta, o, mejor aún, ha efectuado dos preguntas: 1) ¿Cuáles son los temas que deberían haberse desarrollado en este libro? 2) ¿Porqué Marx renunció a su plan sobre un libro especial acerca del "Trabajo asalariado?" La respuesta que Rosdolsky da a la primera pregunta es satisfactoria. La segunda lo es menos. Veremos esto en breve. Pero veamos primero que temas deberían haber sido incluidos en este libro sobre el trabajo asalariado. Un largo y cuidadoso análisis nos ha permitido efectuar una lista. He aquí los temas esenciales:

 

         Grundrisse, p.264; 175: el salario como forma de existencia del proletariado, enfrentado –en la circulación- con las otras dos clases.

         Grundrisse, p. 281-82; 193-94: las formas del salario. Salarios por piezas: la demistificación de la ilusión de participación que contienen.

         Grundrisse, p.398-401; 302-04: la relación salario / población global y la relación trabajo necesario / plustrabajo. Hacia el pago del trabajo necesario en tanto pago de la reproducción de una totalidad social.

         Grundrisse, p. 416; 319: el trabajo necesario como límite del valor de intercambio del poder del trabajo viviente (¿disminuyendo la rigidez de los salarios?)

         Grundrisse, p. 426 y nota a pie de página; 329: por otro lado, acerca de las leyes de reducción del salario más allá de los límites del trabajo necesario. La evolución histórica de las formas del salario.

         Grundrisse, p. 464-65; 368-69: nuevamente en la evolución histórica de la forma-salario: la demistificación del  salario como apariencia de intercambio entre iguales. El poder del trabajo como "propiedad" del trabajador.

         Grundrisse, p. 520-21; 420: "la circulación en pequeña escala", o el salario como renta en la esfera de la circulación.

         Grundrisse, p. 607-08; 501: el salario y el exceso de trabajadores.

         Grundrisse, p. 817-18; 702: la hipótesis del salario mínimo. La fluidez de esta hipótesis en el desarrollo del análisis.

 

   Tomemos en cuenta estos puntos y otros problemas fundamentales tales como la reducción del trabajo concreto a trabajo abstracto y la reducción de los trabajadores particulares al simple trabajo promedio indiferenciado. Sobre la cuestión del trabajo calificado ver Rosdolsky, p. 506-20. Rosdolsky avanza hacia la resolución del segundo problema y concluye que Marx desechó el libro específico sobre el salario porque "la separación estricta entre las categorías de capital y trabajo asalariado, que consideraban los antiguos enfoques, solo podía considerarse hasta un determinado momento, y luego debía ser abandonada." Lo que implica que todos los elementos listados deben ser considerados como elementos subalternos al análisis del capital.

   Pero esto no es cierto. No es cierto, como hemos ya subrayado aquí y allá para algunos de estos temas; tampoco es cierto para los otros, como veremos. Pero tampoco es cierto en general; pues todos estos elementos deben ser considerados subordinados no a las leyes del capital, sino a las de la lucha de clases. Como ya hemos visto: "la misma proporción se convierte en un verdadero momento de la vida económica. Más aún, en la lucha entre las dos clases -que necesariamente aparece con el desarrollo de la clase trabajadora- la medida de la distancia entre ambas, que precisamente se expresa por los salarios como proporción, se torna decisivamente importante. La apariencia de intercambio se desvanece en el curso {Prozess} del modo de producción fundado en el capital" (Grundrisse, p. 597; 491)

 

   En este punto debemos repensar el problema. Rosdolsky puede ayudarnos con un comentario que efectúa, aunque lo considera secundario. Él señala que la reducción del trabajo concreto a trabajo abstracto y la reducción de trabajadores individuales a trabajo social promedio no demandan, estrictamente hablando, un capítulo sobre salarios. Estas reducciones involucran la elaboración de la teoría de la plusvalía. Están, pues, en la base de la teoría del capital. Reducciones fundamentales, sí, fundaciones verdaderas: ¿porqué repetirlo? Podemos responder a la pregunta retórica de Rosdolsky. Debemos repetirlo porque el carácter fundamental del descubrimiento de Marx de la plusvalía (y las reducciones que la fundan) no puede agotarse en el libro sobre el capital. Porque cada vez que aparece este elemento fundamental, impone un ritmo lógico diferente al análisis: la lógica de la separación contra una dialéctica que resuelve todo. Tal vez deberíamos decir, desde este lugar, que si el "Libro sobre el Salario" no fue escrito, no fue por representar -desde el nivel de la teoría del capital- un problema ya resuelto, sino, por el contrario, porque toda la teoría del capital se basa y desarrolla por la vía de la teoría del salario. La primera se refiere constantemente a la última, y la contiene.

   Mi punto de vista es extremo, lo sé: comenzando con la Lección 1, ya he deplorado la ausencia de este "Libro sobre el Salario" que introduce un elemento esencial de ambigüedad. Pero ahora, aquí, tal vez estemos en condiciones de mostrar que esta ambigüedad ha hecho tropezar a casi todos los intérpretes de Marx, pero no a Marx.

 

  Volvamos al corazón del problema. El capítulo del salario funda el capítulo del capital  en tanto el trabajo concreto es transformado en trabajo abstracto, en tanto el trabajo calificado y distintivo se transforma en simple trabajo promedio. Esta transmutación no es una síntesis completa, sobre la cual podamos construir: es una tendencia– una tendencia antagónica. El trabajo productivo, el poder del trabajo, no constituye un motor inmóvil, por fuera del cual se crea el capital: existen a lo largo de todas las articulaciones del capital, animan de un modo contradictorio todas las objetivaciones del capital. La formación de la relación de fuerza entre las dos clases -en determinado nivel del desarrollo capitalista- expresa de una manera real y colectiva lo que ya estaba presente en la relación capitalista desde su comienzo. La circulación del capital interviene –espacial y temporalmente (como factor promediante)– para permitir que el dualismo del concepto estalle y tome la forma de una dualidad de sujetos. Pero siempre sobre la misma base, la de un proceso continuo que nunca se detiene. No hay categoría del capital que pueda ser considerada por fuera de este antagonismo, por fuera de este flujo en perpetua fisión. Tampoco podemos subordinar una supuesta teoría del salario a la teoría del capital. Cuando el salario aparece en el primer volumen del Capital, enfocando una serie de temas ya abordados en los Grundrisse, lo hace como "variable independiente." Sus leyes fluyen de la condensación en un sujeto de la revuelta contra el trabajo contenido en el desarrollo capitalista. Se presentan a sí mismas inmediatamente como reglas de independencia. Todo el sistema de categorías tal como existía cuando es introducido el salario, debe, luego, cambiar. Deberemos pasar de la extracción de plusvalía absoluta a la organización de la extracción de plusvalía relativa, de la subsunción formal a la subsunción real de la sociedad por el capital. El aumento del valor del trabajo necesario resultante de la lucha contra la jornada laboral y por su reducción, demanda un desplazamiento general  de las formas categoriales de acumulación y reproducción capitalista. La fundación de la teoría del capital está forzada continuamente a someterse a esta dinámica.

 

   Esto es cierto en cuanto a las categorías se refiere. Pero no es suficiente. El hecho de que el salario deba aparecer, siempre y pese a todo, como una variable independiente del proceso del capital engendra una secuencia de efectos que podemos seguir en todos los niveles de su desarrollo. El capítulo sobre el salario no es solo la fundación implícita, sino también el hilo que nos guía al desarrollo de la teoría del capital de Marx. En el momento en que definimos los primeros temas categóricos, debemos ocuparnos de sus variaciones históricas y sus particulares determinaciones: el punto de vista del salario es aquí dominante. La oposición está dada desde el principio. "El intercambio de una parte de capital por la capacidad de trabajo viviente puede ser vista como un momento particular, y así debe ser vista puesto que el mercado laboral está dirigido por otras leyes que el mercado de productos, etc." (Grundrisse, p. 521; 420) Aquí, de hecho, el problema principal es el del trabajo necesario, que se consolida cada vez más plenamente, a niveles cada vez más irreversibles. Y todo esto "pertenece a la sección sobre los salarios." ¿Qué significa "otras leyes?" Significa que está dominando la lógica de la separación. En otras palabras, el salario es, en la medida que concierne a sus cantidades sociales, una magnitud independiente que varía independientemente. Su rigidez es irreversible y se muestra en el análisis. Es verdad que esta rigidez puede cambiar. Supongamos, por ejemplo, que a fin de obtener alguna constancia en la ley de la ganancia, el trabajo necesario se fija como el mínimo necesario salarial. Esto es solo una hipótesis abstracta. En realidad, debemos estudiar históricamente las rigideces basadas en una relación de fuerzas real. "Todas estas suposiciones fijas se vuelven fluidas en el ulterior curso del desarrollo" (Grundrisse, p. 817; 702) En la práctica, pues, "el patrón de trabajo necesario puede diferir en diversas épocas y en distintos países." Para el capital, contrariamente, "en cualquier época, el patrón es ser considerado y situado como algo fijo. La consideración de estos cambios corresponde al capítulo sobre el trabajo asalariado." (Grundrisse, p. 817; 702)

   Pero el contraste entre estas afirmaciones contradictorias deja colgando sin desarrollo a una potencialidad– sí, la realidad de la lucha de clases. El salario es una variable independiente en la medida en que la cantidad, la calidad, el valor del trabajo necesario "debe" ser una dimensión fija para el capital. La contradicción constituida por la interrelación capitalista deriva de esta relación contradictoria. No hay alternativa: el capital solo puede madurar a través de la lógica de la separación. El polo de separación está formado por el salario, por esta masa de trabajo necesario cuyo valor el capital debe fijar absolutamente, sin importar que o cual sea, de hecho, móvil, variable. Su valor no está determinado de una vez y para siempre en el intercambio, sino que es el resultado de la lucha de clases, cuando fracasa en arribar a la dictadura del proletariado. La independencia determina las luchas, fija las posibilidades y el desarrollo. Es la lucha la que consolida los valores del trabajo necesario y los posiciona como entidades históricas: el signo de una totalidad de necesidades, comportamientos, de valores adquiridos que solo la lucha puede modificar y desarrollar— y esto de acuerdo con las posibilidades contenidas en el trabajo viviente, como función de las transformaciones históricas que ha sufrido, posibilidades siempre relacionadas con las transformaciones productivas del capital. Examinemos esta potencia del trabajo viviente: en la forma del salario solo muestra el aspecto mistificado de su existencia, esta fijación que el capital demanda para poder medirla. Pero cuando avanzamos más allá de esta necesidad impuesta por el capital, podemos ver en el salario, detrás del salario, la palpitación del trabajo viviente en toda su realidad social, con todo el poder de su antagonismo. Y podemos encontrar esto en cada estadio del razonamiento de Marx. Podemos percibir estas inacabables pulsaciones en cada momento del desarrollo capitalista. La complejidad del problema es vertiginosa. En tanto rechazamos las interpretaciones objetivistas de la  "escuela de la lógica del capital" –que infinitamente sostiene el poder del capital para poseer y comandar todo el desarrollo– mientras rechazamos esto, nos parece que debemos evitar el sendero de la subjetividad que le imputa al capital una objetivización tout court. Pero no son estas las tensiones teóricas –terribles simplificaciones– que nos interesan. Lo que nos interesa, por el contrario, es la ambigüedad del proceso, la ausencia de solución, el agotamiento de cualquier ley de comando en este nivel. En los Grundrisse podemos leer cada pasaje teórico dentro de esta extrema variabilidad de la relación de fuerzas. Podemos, con razón, lamentar la incertidumbre del Capital  sobre esta cuestión: ese libro nos da apenas una clarificación fragmentada. Solo muestra momentos de ese singular todo que es el desarrollo de las categorías. Lo que no nos da –y los Grundrisse sí lo hacen– es la trama global, el fondo contra el cual se sitúa este antagonismo. El salario, la cantidad de trabajo necesario, son no solo las bases del desarrollo capitalista, también determinan, de un modo general, las leyes fundamentales. Allí reside la función creativa del trabajo necesario, su irresistible desviación ascendente. De ser una condición, la teoría del salario se convierte en la regla del desarrollo. No podemos leer los Grundrisse (como una anticipación del curso de la historia) sin inducir que la separación domina a todo el proceso. La separación, desde el punto de vista de los trabajadores, es la consolidación de una realidad históricamente determinada; es la potencia productiva del sujeto libre la que domina en este terreno.

 

 

   El análisis progresa. El velo de misterio que cubre al trabajo cuando tiene la forma del salario se ha rasgado, ahora debemos eliminarlo por completo. Todos los elementos que hemos subrayado hasta aquí convergen para formar una combinación ricamente creativa. En primer lugar, el poder del trabajo viviente, la verdadera llave de toda la dinámica de la producción, es el motor que transforma la naturaleza en historia. ¿Recuerdan como, desde las primeras páginas del análisis, cuando el dinero comienza a representar el rarificado pero poderoso espacio del comando social, el trabajo viviente comienza a alzarse incansablemente ante él? ¿Recuerdan como, a lo largo de su desarrollo, el trabajo viviente toma la forma de abstracción "real", de la sociedad de los trabajadores, de mediador de la producción? El hilo rojo del trabajo abstracto traza un proceso constitutivo. Cuanto más trabajo se vuelve abstracto y socializado –este es el segundo elemento que desplaza el análisis– más crece la esfera de las necesidades. El trabajo crea sus propias necesidades y fuerza al capital a satisfacerlas. La evolución progresiva de las necesidades concretiza la unidad, las diferentes unidades componentes creadas por la progresión del trabajo abstracto y social. El salario se forma sobre la base de estas necesidades– para mistificar la individualidad, en el futuro aclarar, de las masas de trabajo necesario que este proceso ha consolidado. Un tercer elemento: esta individualidad tiende a volverse subjetividad. Esto significa que la conexión entre necesidades y la materialidad individual de su composición debe nacer. La relación con el capital rompe la sujeción a la necesidad económica, nace del único modo en que la vida nace de la materia: como comportamiento, como poder (potenza) Este poder es subjetividad. Es irreducible. El capital es forzado a verse a sí mismo como relación, como proporción, como una regla impuesta sobre una separación. La forma de la relación constituye los dos lados de la lucha. La lucha de clases y la política están, en adelante, en el centro de la teoría económica. Si la teoría de la plusvalía introduce en la teoría económica el hecho de la explotación, la teoría marxista de la circulación introduce la lucha de clases. Es en este punto donde podemos entender plenamente que es para Marx el libro sobre el trabajo asalariado. Es el razonamiento teórico que conduce desde la economía a la política, es la inmersión de la política en la economía y viceversa. La teoría de la plusvalía mostró y describió la forma celular de la sociedad burguesa; aquí se trata de analizar y develar la relación madura, orgánica, desarrollada del capital. Todos los hilos van juntos. Como veremos luego, los frutos de este descubrimiento son inestimables. Puede haber sido difícil pasar por sobre la línea divisoria de este segundo lado de la obra de Marx: pero ahora podremos progresar más fácilmente en el vasto escenario que se abre ante nosotros. El tema del libro sobre el trabajo asalariado es este y solo este: desde el salario hacia el sujeto, desde la relación con el capital hacia la lucha de clases. Marx no escribió un libro separado sobre el salario porque toda su obra retorna permanentemente a este tema. Sin descanso se aproxima a la lucha de clases, la subversión, la revolución. Ahora, analizaremos como el sujeto-trabajador  desarrolla una lógica independiente.

 

   Retomemos el análisis del texto donde lo habíamos dejado, al final de la Lección 6. El capítulo sobre la "circulación en pequeña escala." Hallamos aquí un ejemplo inmediato sobre la posibilidad de invertir la lectura del capital desde el punto de vista de la subjetividad. Que esta posibilidad se desarrolle en la actualidad dependerá, obviamente, del estado de las relaciones de clase históricas. Lo que queremos subrayar aquí es que estos términos enfatizan la posibilidad teórica (tendencial) de la independencia del proletariado dentro del capital.

   "Dentro de la circulación como proceso total, podemos distinguir la circulación en gran escala y en pequeña escala. La primera abarca todo el período desde el momento en que el capital sale del proceso productivo hasta que entra nuevamente. La segunda es continua y se origina simultáneamente con el proceso de producción. Es la parte del capital que es pagada como salario, intercambiada por la capacidad de trabajo" (Grundrisse, p. 673; 565) ¿Cuáles son las características de esta segunda circulación "en pequeña escala?" ¿Cuáles son sus efectos?  Por sobre todo, la pequeña circulación es la esfera donde el valor del trabajo necesario es reproducido y determinado. "El tiempo de trabajo contenido en la capacidad de trabajo, por ejemplo, el tiempo requerido para producir capacidad de trabajo viviente, es el mismo que es requerido –presuponiendo el mismo estadio de las fuerzas productivas– para reproducirlo, para mantenerlo" (Grundrisse, p. 673; 565-66) Esta producción y reproducción-conservación de la fuerza de trabajo están presentes en la circulación, pero de un modo particular. Esto implica que "la circulación de la parte del capital que es colocada como salarios acompaña al proceso productivo, aparece como una relación de forma-económica a lo largo de él, y es simultáneo y entrelazado con él" (Grundrisse, p. 674; 566) Esto significa que la relación, intercambio y explotación capitalista no anulan la independencia del sujeto proletario. Mejor aún: la confusión que nace del dualismo de las formas de circulación es característica de la emergencia de un sujeto irreducible, un sujeto que nada podrá pacificar. Los valores asociados con el sujeto influencian al proceso capitalista. "Aquí está el único momento en la circulación del capital donde entra directamente el consumo" (Grundrisse, p. 675; 567) ¿Consumo productivo? No se trata de entrar en este terreno incierto. Debemos simplemente y siempre subrayar el aspecto inmediato e insoluble de la relación. Está presente en todas las reflexiones de Marx: "Así, el capital circulante aparece aquí directamente como aquel que está especificado para el consumo individual de los trabajadores; generalmente especificado para consumo directo, y, por ende, existiendo bajo la forma de producto terminado. Por ello, mientras por un lado  el capital aparece como la presuposición del producto, el producto terminado también, al mismo tiempo, aparece como presuposición del capital– lo que significa, históricamente, que el capital no creó el mundo desde el principio, sino que encontró ya presente producción y productos, antes de subyugarlos bajo su proceso. Una vez en movimiento, procediendo de sí mismos como base, se colocan constantemente frente a sí mismos en variadas formas, como productos consumibles, materias primas e instrumentos de trabajo, a fin de reproducirse constantemente a sí mismo en estas formas. Aparecen inicialmente como las condiciones presupuestas por ello, y luego como su resultado. En su reproducción producen sus propias condiciones. Aquí, pues, por medio de la relación del capital con la capacidad del trabajo viviente y con las condiciones naturales para el mantenimiento de este último – encontramos al capital circulante especificado respecto de su valor de uso" (Grundrisse, p. 675; 567)

   Respecto de su valor de uso: esto es lo que funda el carácter insoluble de la relación. El trabajo necesario toma productos y los transforma, por su propio consumo, en valores de uso. Solo el trabajo necesario posee esta capacidad de oponer su propia resistencia a la valorización capitalista, resistencia que es su propia conservación y reproducción. Resistencia que no consiste en un simple punto de inmovilidad, sino, por el contrario, es ella misma un ciclo, un movimiento, un crecimiento. "El pago de salarios es un acto de la circulación que ocurre simultáneamente con y junto a la producción" (Grundrisse, p. 676; 568) Simultaneidad y paralelismo distinguen la independencia del sujeto trabajador, su propia auto-valorización frente a frente a la valorización capitalista. Los economistas modernos subrayan esta relación entre las dos formas opuestas de valorización como una doble espiral o un doble molino de convergencias paralelas; saben muy bien cuántas crisis están determinadas por este proceso, proceso que, en cualquier medida, contiene siempre la posibilidad de una crisis. Y esta posibilidad crece en la medida que crece el poder del proletariado. La relación ya no es dialéctica, sino antagónica, siempre dominada, pero plena de riesgos e insurrecciones. El capital no puede separarse de esta relación. Debe recomponerla, y para ello debe inclinarse ante la relación, no solo en sus formas abstractas, sino también en sus contenidos. "Pequeña circulación entre el capital y la capacidad de trabajo. Esto acompaña al proceso de producción y aparece como contrato, canje, forma de intercambio; estas cosas son presupuestas antes de que el proceso de producción se ponga en marcha. La porción de capital que entra a esta circulación –el aprovisionamiento– es capital circulante. Está especificado no solo respecto de su forma; Además de esto, su mismo valor de uso, es decir, su carácter material en tanto producto consumible ingresando directamente en el consumo individual, constituye una parte de su forma" (Grundrisse, p. 678; 570) Las dos caras del salario (Grundrisse, p. 593-94; 639-40; 759) se disuelven. Aparecen, más bien, como una segunda cara completamente rehecha como renta del trabajador; niega toda complementariedad respecto del capital y se alza en oposición a él. La insistencia de Marx sobre esta dinámica de la circulación a pequeña escala es muy importante para nosotros. La hipótesis teórica es, generalmente, rígida y flexible: rígida en la tendencia indicativa; flexible en las relaciones históricas que experiencia. Desde este último punto de vista, Marx retorna con frecuencia a las condiciones reales del proceso e insiste, mostrando puntualmente su agudo sentido de la historia, en el hecho de que el capital, en el estadio que se presentaba ante él, dominaba la pequeña circulación y la recuperaba dentro del proceso de circulación total. Pero esto no debilita de ninguna manera el poder antagónico con el que aparece la circulación en pequeña escala: no solo como hecho, sino como proceso dinámico, como tendencia. Es este pasaje de hecho a proceso dinámico lo que caracteriza a la circulación en pequeña escala. Hemos visto en abstracto cómo el poder creativo del trabajo se vuelve sujeto; podemos ahora cómo este movimiento se realiza concretamente. La circulación en pequeña escala es el espacio dentro del cual se desarrolla la esfera de las necesidades relacionadas con el trabajo necesario. Así toman forma y se constituyen a sí mismas dinámicamente, consolidándose en la composición del poder del trabajo, en la composición de la clase trabajadora. Se reproduce a sí misma y crece, definiéndose finalmente a sí misma como la potencialidad de lucha.

   Múltiples problemas aparecen aquí. El primero es el de la profundización de la articulación constitutiva descripta. El segundo será analizar las consecuencias antagónicas generales que fluyen de esta primera aparición en la forma completada del sujeto proletario. No es lugar para profundizar estos puntos: en lo que me concierne, he intentado formalizar algunos de ellos en la última parte de mi libro La forma Stato (Milán, Feltrinelli, 1977) Volveremos a veces a esto, pero siempre fugazmente. Lo que siempre debemos recordar es que estamos tocando aquí uno de los puntos centrales  del debate político marxista. Es en cuanto a como deben desarrollarse estas cuestiones que los marxistas revolucionarios se han dividido. No me importa, por el momento, que lado uno prefiere (suponiendo que existieran situaciones teóricas similares); tan solo deseo señalar que sobre estas cuestiones debemos recorrer diferentes caminos. Para Marx el juicio histórico basado sobre la fase de autovalorización es de tipo objetivo. Para nosotros, en el nivel de composición (y poder) alcanzado por la clase trabajadora y proletaria, se ha vuelto totalmente subjetivo. Esto significa que cada relación es mantenida por la voluntad, que cada determinación funda un desarrollo, que cada episodio es indicativo de una tendencia. Más aún, las bases de la autovalorización se han expandido hasta el punto en el que podemos definir al proyecto revolucionario como la construcción de un poder de oposición basado en la dinámica de clase. Una dinámica del poder. Del poder: puesto que el valor de uso es para el proletariado una reivindicación inmediata y una práctica de poder inmediata. El trabajo necesario solo puede ser definido –aún cuando sea una definición puramente abstracta– en términos de poder: rigidez, irreversibilidad, pretensión, voluntad subversiva de insurrección. Valor de uso. El valor de uso es indispensable para definir la circulación en pequeña escala. El dualismo se completa desde el punto de vista de la tendencia: una nueva proclamación de poder. El dualismo es la actualidad de la crisis para el capital, o, en cualquier caso, la precariedad de su desarrollo.

 

   Examinemos esto cuidadosamente. Ya estamos más allá del marxismo. Es a propósito de estas proposiciones que un gran número de marxistas vulgares fracasan en comprender a Marx. Estos son problemas teóricos que nos llevaron a –como mínimo– lamentar la brecha abierta en el pensamiento marxista entre una posición objetivista (económica) y otra subjetivista (política), y a denunciar –en consecuencia– la falta de una perspectiva política adecuada y suficiente. Marx es visto como objetivista y economicista e interpretado como un pretexto para la parálisis del pensamiento y acción revolucionarios.  Por ello se vuelve necesario demandar la unidad del pensamiento marxista más allá de Marx, más allá de la ortodoxia de una tradición sofocante. No deseamos negar que el examen parcial pueda hallar aspectos del pensamiento de Marx aparentemente separados de la unidad de este proyecto. Tampoco queremos negar que uno puede leer numerosas páginas de Marx (en especial aquellas coleccionadas y publicadas en los círculos alemanes de la Segunda Internacional) pura y simplemente a través de los lentes del objetivismo. Nosotros mismo hemos, a menudo, señalado la brecha que existe entre los Grundrisse (y la unidad que marca su proyecto) y El Capital  (cuyo desarrollo no carece de lapsus dialécticos) Por otro lado, lo que queremos decir es que no hay posibilidad de dar una interpretación general del pensamiento de Marx empleando consideraciones objetivistas y refiriendo siempre su análisis al de la economía. Es desde este punto de vista que criticamos radicalmente la tendencia reciente del marxismo vulgar con sus aspectos catastróficos y confortantes, sus aspectos objetivistas y oportunistas, y su inclinación siempre economicista. ¿Debemos enfrentar algunos de los elementos comunes de estas interpretaciones recientes? ¿Porque no? Tenemos todo por ganar. Consideremos, por ejemplo, mientras permanecemos dentro del tema de la circulación en pequeña escala y la autovalorización del proletariado, el tratamiento marxista de los "esquemas de reproducción"  del Volumen II del Capital. Está claro que la lógica de la separación que vemos en acción en los Grundrisse niega que estos esquemas puedan funcionar. Los considera solo como una aproximación, adecuados como puedan serlo para una realidad que está, de hecho, profundamente quebrada y ganada por el antagonismo. Estro no significa que debemos arrojar estos esquemas a la basura: significa, simplemente, que pueden servir para aproximarnos a la circulación productiva y su concepto desde el punto de vista de la unidad económica, o de la considerada unidad del proceso. Hacer de estas abstracciones, situadas a muy alto nivel de abstracción, esquemas que puedan ser usados para interpretar la lucha de clases; intentar – de modo negativo o positivo – hallar la coherencia lógica a fin de obtener una fuerza necesaria para reconocer los espacios y objetivos de la lucha de clases: esto es un error y una pequeñez. Esta única pieza de tejido dentro de la cual la reproducción crece, de un modo antagónico, es otra cosa, ya lo hemos visto. Es otra cosa y mucho más complicada.

   El concepto de autovalorización, con toda su densidad, no vuelve al concepto del dinero tal como fue elaborado en las primeras páginas de los Grundrisse. El dinero es general, social, abstracto y antagónico. Desde ambos lados tenemos formas que se oponen unas a otras de un modo contradictorio. Debemos subrayar el aspecto antagónico de la relación. El dinero es el gran mediador del desarrollo capitalista (la teoría de la cantidad se enlaza con este aspecto), e incluso representa al comando del capital en esta mediación constituida por la relación de clase (la teoría Keynesiana del dinero representa este aspecto) Confrontadas con la autovalorización, estas funciones se desvanecen. La circulación en pequeña escala parece rechazar las funciones del dinero, aunque el dinero puede funcionar dentro de ella en términos de circulación de mercancía simple. Dentro de esta circulación a pequeña escala, la secuencia D-M-D’ no se mantiene: el dinero intercambiado entre proletarios es valor de uso. El dinero está subordinado a la autovalorización. Naturalmente, este análisis parecerá abstracto y lleno de utopismo si no toma en cuenta el modo en el que se establecen relaciones contradictorias entre las fuerzas colectivas. Es menos abstracto en la medida en que lo situamos en este nivel. Hoy, por ejemplo, es imposible apreciar las relaciones de clase antagónicas que corren a través de las funciones sociales de la explotación capitalista (Estado-empresario, gastos públicos, etc) si no tomamos en cuenta esta dimensión del problema. La reducción del dinero a la función pura y simple de comando, en un lado de esta relación, iguala su subordinación a la autovalorización, en el otro lado de la relación. Y esto sucede en términos antagónicos. Bueno, todo esto es lo que Marx comenzó a examinar teóricamente en estos capítulos. Las condiciones están dadas: la emergencia de la subjetividad de las dos clases, el carácter social y general de su formación, la naturaleza antagónica de su confrontación en la circulación y la reproducción. La posibilidad de definir las categorías de capital de un nuevo modo, comenzando por las enseñanzas de Marx, la posibilidad de brindar nuevos fundamentos y una nueva y adecuada formulación al carácter del capital social en nuestro tiempo, depende de esta temática: dinero (comando) – autovalorización, más que en cualquier otro momento marxista. Es solo tomando esta temática como punto de partida que, tal vez, podamos aprehender el antagonismo de clase actual en sus reales dimensiones. También, aquí, descubriremos la posibilidad de elevar el nivel de análisis de modo de poder comprender los mecanismos políticos del capital y el problema del poder. En el centro de esta interrelación, la relación capitalista es, inmediatamente, una relación de poder. Lo mismo es cierto desde el punto de vista de la clase trabajadora. Esto significa que, tras haber visto el potencial de la teoría marxista del salario desarrollada con la elaboración de la teoría del sujeto, seremos ahora capaces de tomarla como punto de referencia a fin de revisar y fundar las más importantes categorías de la teoría de la lucha de clases. Es cuestión de implementar la lógica de la separación en cada nivel. Es cuestión de entender la crisis como un momento constitutivo de cada aparición, de cada concretización del capital. Es cuestión de revisar todo el esquema de El Capital y confrontarlo, punto por punto, con las modificaciones implicadas por el desarrollo presente de la lucha de clases. En lo que me concierne, siempre me deja estupefacto el contemplar el poder de las intuiciones de Marx, las extraordinarias anticipaciones de los Grundrisse. Pero eso no nos autoriza a evitar el trabajo de creación que debemos realizar ahora.

   Resumiendo. Me parece que la teoría marxista del salario con las aperturas teóricas que crea nos permite definir los momentos fundamentales donde la lucha de clases entra en la teoría de la circulación. Una vez que las determinaciones sociales del capital y su poder progresivo están sólidamente dispuestos y revisados, entonces nos hallamos frente a frente con la regla del antagonismo. Y continúan importantes resultados. Por sobre todo, desde el punto de vista del análisis de la clase trabajadora: poco a poco emerge una dirección subjetiva  que toma más y más materialidad, aspirando a determinar la composición real de la clase. El camino que corre en esta dirección está abierto, y veremos en las próximas páginas como procede Marx. En segundo lugar, la lógica de la separación define el espacio general donde puede desarrollarse el análisis; el espacio donde hallamos unas pocas anticipaciones que tienden a fundar nuevamente las categorías principales. En este punto, todo lo que podemos hacer es seguir el desarrollo del pensamiento de Marx en los Grundrisse, en las páginas que suceden al análisis de la "circulación en pequeña escala."

 

   Basándonos en lo que hemos obtenido hasta ahora, podemos ocuparnos del "Fragmento sobre las Máquinas." Este es, sin lugar a dudas, el más alto ejemplo del uso de una dialéctica antagónica y constitutiva que podamos hallar, por cierto en los Grundrisse, y, quizá, en toda la obra de Marx. El capítulo sobre las máquinas abarca las últimas páginas del cuaderno VI y el comienzo del cuaderno VII (Grundrisse, p. 690-712; 582-600) Este capítulo fue escrito a fines de Febrero de 1858, y está ubicado, como ya hemos señalado, en el pico de tensión teórica de Marx en los Grundrisse. Que es, también, un momento de conclusión lógica. De aquí en adelante el proceso del capital se desarrolla a través de una serie de elementos críticos, tanto desde el punto de vista de la construcción sincrónica de las categorías, como desde el punto de vista de su determinación histórica, diacrónica: hasta el punto donde el antagonismo toma la forma de la subjetividad de la clase trabajadora. En este punto el antagonismo se abre en la subversión. Es cuestión de juntar los distintos hilos, de cosechar la totalidad del proceso en toda su riqueza. Volvamos desde el comienzo y avancemos.

   El análisis comienza con la dialéctica del trabajo viviente. Este trabajo viviente se encuentra a sí mismo insertado en "la  unidad constitutiva, dinámica, del proceso de trabajo." Esta unidad se profundiza y cambia de forma a medida que el capital, por medio de la máquina, o el "sistema de maquinaria automática", subsume al trabajo. El sistema automático de maquinaria es

 

Puesto en movimiento por un autómata, una fuerza móvil que se mueve a sí misma; este autómata consiste de numerosos órganos mecánicos e intelectuales, por lo que los trabajadores mismos son desechados meramente como sus eslabones concientes. En la máquina, y más aún en la maquinaria como sistema automático, el valor de uso, es decir, la calidad material de los medios de trabajo, se transforma en una existencia adecuada para  el capital fijo y el capital como tal; y la forma en la cual se adopta dentro del proceso de producción del capital, los medios directos de trabajo, es suplantada por una forma propuesta por el mismo capital, y en correspondencia con él. De ninguna manera aparece la máquina como el medio de trabajo del trabajador individual. Su característica distintiva no es, como los medios de trabajo, transmitir la actividad del trabajador al objeto; en lugar de ello, esta actividad está dispuesta de tal modo que, meramente, transmite el trabajo de la máquina, la acción de la máquina, a la materia prima– la supervisa y protege contra las interrupciones. No como con la herramienta, que el trabajador anima y transforma en un órgano propio con su fuerza y habilidad, y cuyo manejo depende, por lo tanto, de su habilidad. En lugar de esto, es la máquina la que posee habilidad y fuerza en lugar del trabajador, es ella la habilidosa, con un alma propia, a través de la cual actúan las leyes de la mecánica; y consume carbón, aceite, etc. (matieres instrumentales), de igual modo que el trabajador consume alimentos, para mantener su movimiento continuo. La actividad del trabajador, reducida a una mera abstracción de actividad, está determinada y regulada por todos lados por el movimiento de la maquinaria, y no a la inversa. La ciencia que mueve los miembros inanimados de la maquinaria, por su construcción, para actuar provechosamente, como autómata, no existe en la conciencia del trabajador, sino, más bien, actúa sobre él, por medio de la máquina como una fuerza extraña, como el poder de la misma máquina. La apropiación del trabajo viviente por el trabajo objetivado – por el poder o actividad que crea valor por el valor existiendo por sí mismo– que yace en el concepto de capital, es instituida, en la producción basada en la maquinaria, como el mismo carácter del proceso de producción, incluyendo sus elementos materiales y su movimiento material. El proceso de producción ha dejado de ser un proceso laboral en el sentido de un proceso dominado por el trabajo como su unidad directora. El trabajo aparece, en lugar de eso, meramente como un órgano conciente, diseminado entre los trabajadores vivientes individuales en numerosos puntos del sistema mecánico; subsumido bajo el proceso total de la maquinaria, como un simple vínculo del sistema, cuya unidad reside no en los trabajadores vivientes, sino en la maquinaria viviente (activa), que confronta sus realizaciones individuales, insignificantes, como un poderoso organismo. En la maquinaria, el trabajo objetivado confronta al trabajo viviente dentro del mismo proceso laboral como el poder que lo dirige; un poder que, como la apropiación del trabajo viviente, es la forma del capital. La transformación de los medios de trabajo en maquinaria, y del trabajo viviente en un mero accesorio viviente de la maquinaria, como los medios de su acción, también instituye la absorción del proceso laboral en su carácter material como un mero momento del proceso de realización del capital. El aumento de la fuerza productiva de trabajo y la más grande negación posible del trabajo necesario es la tendencia necesaria del capital, como hemos visto. La transformación de los medios de trabajo en maquinaria es la realización de esta tendencia. En la maquinaria, el trabajo objetivado confronta materialmente al trabajo viviente como proceso dirigente y como una activa subsunción del último bajo él, no solo apropiándoselo, sino en el mismo proceso de producción; la relación del capital como valor que se apropia de la actividad creadora de valor es, cuando el capital fijo existe como maquinaria, instituida al mismo tiempo que la relación del valor de uso del capital con el valor de uso de la capacidad de trabajo; más aún, el valor objetivado en la maquinaria aparece como presuposición contra la cual el poder creador de valor de la capacidad laboral individual es de una magnitud infinitesimal, evanescente; la producción en enormes cantidades masivas que sobreviene con la maquinaria destruye cada conexión del producto con las necesidades directas del productor, y, por ello,  con el valor de uso directo; ya se instituye en la forma de producción del producto y en las relaciones en las que es producido, por lo que es producido solo como transportador de valor, y su valor de uso lo es solo a condición de cumplir ese fin. En la maquinaria, el trabajo objetivado aparece no solo bajo la forma del producto o del producto empleado como medio de trabajo, sino, también, en la forma de la misma fuerza de producción. El desarrollo de los medios de trabajo en maquinaria no es un momento accidental del capital, sino, más bien, el reajuste histórico de los medios heredados, históricos, de trabajo de un modo adecuado para el capital. La acumulación de conocimiento y experiencia, de las fuerzas productivas generales del cerebro social, son, así, absorbidas en el capital, en oposición al trabajo, y, así, aparecen como atributo del capital, y, más específicamente, del capital fijo, en tanto entra en dentro del proceso de producción como medio adecuado de producción. La maquinaria aparece, entonces, como la forma más adecuada de capital fijo, y el capital fijo, en lo que concierne a la relación del capital consigo mismo, como la forma más adecuada de capital. En otro aspecto, sin embargo, en la medida en que el capital fijo está condenado a una existencia dentro de los confines del valor de uso específico, no se corresponde con el concepto de capital que, como valor, es indiferente a cualquier forma específica de valor de uso, y puede adoptar o cambiar cualquiera de ellos como encarnaciones equivalentes. En cuanto a esto, en referencia a las relaciones externas del capital, es el capital circulante el que aparece como la forma adecuada del capital, y no el capital fijo. (Grundrisse, p. 692-694; 584-86)

 

  Para comentar estas páginas citadas deberíamos volver sobre todo lo que hemos venido diciendo: no vale el esfuerzo. Es más provechoso subrayar algunos puntos particulares que aparecen aquí y entender como los utiliza Marx, para seguir adelante. El primer punto es intensivo: el proceso de trabajo es considerado como un simple elemento del proceso de valorización. El segundo punto es extensivo: el capital productivo se extiende dentro de la circulación. La subsunción real del trabajo no puede dejar de ser (en el mismo momento) subsunción real de la sociedad. De la sociedad, en otras palabras, de las fuerzas sociales productivas, especialmente la ciencia. "Todo el proceso de producción aparece como no subsumido bajo la habilidad de los trabajadores, sino como la aplicación tecnológica de la ciencia" (Grundrisse, p. 699; 587) Y Marx continúa insistiendo en la subsunción de las fuerzas sociales productivas –en su totalidad– a fin de ser totalmente funcionales para el desarrollo del capital. Llega el momento en que todo el sistema es desplazado y avanza. Primero, desde el punto de vista de un análisis intensivo, es decir, con respecto al proceso laboral y su subsunción al proceso de valorización. Aquí, el desplazamiento de categorías significa la disolución capitalista del valor de uso de la clase trabajadora.

 

En la magnitud que el tiempo de trabajo –la mera cantidad de trabajo– es instituida por el capital como el único elemento determinante, en esa magnitud desaparece el trabajo directo y su cantidad, en cuanto a principio determinante de la producción –de la creación de valores de uso– y es reducido tanto cuantitativamente, a una menor proporción, y cualitativamente, como un, por supuesto, momento indispensable pero subordinado, comparado con el trabajo científico en general, la aplicación tecnológica de las ciencias naturales, por un lado, y a las fuerzas productivas generales derivadas de la combinación social {Gliederung} en producción total por el otro lado– combinación que aparece como fruto natural del trabajo social (aunque es un producto histórico. El capital marcha así hacia su propia disolución en tanto forma dominante de la producción (Grundrisse, p. 700; 587-88)

 

   Más aún, en segundo lugar, desde el punto de vista de un análisis extensivo. Aquí, el capital circulante aparece como capital productivo al tomar la forma de planificación y control de la reproducción de la sociedad. La subsunción de la sociedad ha derivado en la producción de esa misma sociedad. El desplazamiento es total. "Así aparece, en otro aspecto, como una cualidad del capital circulante, mantener el trabajo en una rama de la producción por medio de trabajo co-existente en otra" (Grundrisse, p. 700; 588)

 

Este intercambio del propio trabajo con trabajo extraño (ajeno) aparece aquí no como mediado y determinado por la existencia simultánea del trabajo de otros, sino por el avance que efectúa el capital. La habilidad del trabajador para comprometerse con el intercambio de sustancias necesarias para su consumo durante la producción aparece como debida a un atributo de la parte de capital circulante pagada al trabajador, y del capital circulante en general. No aparece como un intercambio entre las fuerzas de trabajo simultáneas, sino como el metabolismo {Stoffwechsel} del capital; como la existencia del capital circulante, la fuerza productiva del trabajo dentro del capital fijo (colocada como externa al trabajo y existiendo independientemente de él [como objeto {sachlich}]); y, en el capital circulante, el hecho de que el mismo trabajador ha creado las condiciones para la repetición de su trabajo, y que el intercambio de este, su trabajo, está mediado por el trabajo co-existente de otros, aparece de modo tal que el capital avanza y dispone la simultaneidad de las ramas del trabajo. Estos dos aspectos pertenecen actualmente a la circulación. El capital, bajo la forma de capital circulante, se posiciona a sí mismo como mediador entre los diferentes trabajadores. (Grundrisse, p. 700-701; 588)

 

En este estadio, la apropiación capitalista de la sociedad es total. La subjetividad del capital se ha activado violentamente. Las máquinas y la ciencia la han producido. Pero no se ha suprimido la separación dentro de la categoría. El antagonismo debe reproducirse a sí mismo en el más alto nivel de poder. El desplazamiento de la dialéctica antagónica debe ser totalmente revelado y operar plenamente en este estadio. Ustedes pueden cuestionar cuanto deseen este modo que Marx tiene de proceder a través de largos trayectos de argumentos que parecen relativamente exteriores unos de otros, este modo, de alguna manera mecánica de enlazar los desarrollos. Desearíamos a veces hallar una dialéctica más refinada, más interior, más sutil. Saltearíamos así estos desplazamientos improvisados que emergen súbitamente, y nos dejan sin aliento, recordándonos el sabor de un cierto "catastrofismo." No obstante, nos resulta difícil imaginar que pudiéramos desarrollar un argumento lógico tan poderoso, o tan increíble capacidad de predicción del desarrollo capitalista, en términos fuertes aunque no necesariamente rígidos, poderosos, marcados por una excepcional tensión científica. Aquí, el pensamiento posee tal fuerza que no puede ser reducido a una simple caricatura. El clivaje reaparece y el proceso avanza. La separación ocurre dentro del proceso. "Pero en la medida en que se desarrolla la gran industria, la creación de riqueza real depende menos del tiempo de trabajo y de la cantidad de trabajo empleado, que del poder de las agencias puestas en movimiento durante el tiempo de trabajo, cuya "poderosa efectividad" está, a su vez, fuera de toda proporción con el tiempo de trabajo directo gastado en su producción, pero depende, en realidad, del estado general de la ciencia y el progreso de la tecnología, o la aplicación de esta ciencia a la producción (Grundrisse, p. 704-705; 592) Pero desde el interior del proceso donde está oculta la separación se desplaza súbitamente al exterior, y allí toma la forma de una subjetividad independiente. En las condiciones del proceso descrito

 

La riqueza real se manifiesta, por el contrario –y la gran industria lo revela– en la monstruosa desproporción entre el tiempo de trabajo aplicado, y sus productos, como en el desválganse cualitativo entre el trabajo, reducido a una pura abstracción, y el poder del proceso de producción que lo dirige. El trabajo ya no aparece como incluido en el proceso de producción, por el contrario, el ser humano pasa a relacionarse más como vigilante y regulador del mismo proceso de producción.  Lo bueno para la maquinaria es, de igual modo, bueno para la combinación de actividades humanas y el desarrollo del intercambio humano. Nunca más insertará el trabajador un objeto natural modificado {Naturgeganstand} como nexo entre el objeto {Objekt} y él mismo; en lugar de ello, la inserta el proceso de la naturaleza, transformado en proceso industrial, como medio entre él mismo y la naturaleza inorgánica, dirigiéndolo. Se detiene a un lado del proceso industrial en lugar de ser el actor principal. En esta transformación, no es el trabajo humano directo lo que él realiza, ni el tiempo durante el cual trabaja, sino, en lugar de ello, la apropiación de su propio poder productivo general, su comprensión de la naturaleza y, en una palabra, es el desarrollo del individuo social que aparece como la gran piedra fundacional de la producción y la riqueza. El robo del tiempo de trabajo ajeno, sobre el cual está basada la actual riqueza, aparece como una miserable fundación de cara a esta nueva, creada por la misma industria a gran escala. En la medida en que el trabajo en su forma directa ha dejado de ser la gran fuente de la riqueza, el tiempo de trabajo cesa, y debe cesar para ser su medida, y, por ello, el valor de cambio (debe cesar de ser la medida) del valor de uso. El plustrabajo de las masas ha cesado de ser la condición del desarrollo de la riqueza general, del mismo modo que el no-trabajo de los pocos, para el desarrollo de los poderes generales de la mente humana. Con ello, la producción basada en el valor de cambio se quiebra, y el proceso de producción material, directo, es despojado de la forma de penurias y antítesis. El libre desarrollo de las individualidades, y por ende no la reducción del tiempo de trabajo necesario para así posicionar el plustrabajo, sino la reducción general del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo, que luego corresponderá al desarrollo artístico, científico, etc. de los individuos en el tiempo libre, y con los medios creados, para todos ellos. El mismo capital es la contradicción dinámica, [en] tanto presiona para reducir el tiempo de trabajo a un mínimo, mientras coloca al tiempo laboral, por otro lado, como única medida y fuente de riqueza. Por ello disminuye el tiempo de trabajo en su forma necesaria para incrementarlo en su forma superflua; por ello coloca a lo superfluo, en medida creciente, como condición –cuestión de vida o muerte– de lo necesario. Por un lado, entonces, despierta a la vida a todos los poderes de la ciencia y la naturaleza, como combinación social e intercambio social, a fin de volver a la creación de riqueza independiente (relativamente) del tiempo de trabajo empleado en ella. Por otro lado, desea utilizar el tiempo de trabajo como la vara para medir las gigantescas fuerzas sociales creadas, y confinarlas dentro de los límites requeridos para mantener como valor al valor ya creado. Fuerzas de producción y relaciones sociales –dos caras diferentes del desarrollo del individuo social– aparecen para el capital como meros medios, y son meros medios para él para producir su limitada fundación. De hecho, sin embargo, son las condiciones materiales para hacer estallar esta fundación por los cielos. (Grundrisse, p. 705-706; 592-94)

 

   El primer resultado producido por la lógica de la separación es desplazar la interrelación trabajo necesario / plustrabajo para situarla en el nivel de la capacidad del capital para subsumir la sociedad, y transformar la relación entre dos subjetividades opuestas, completas que son hostiles hasta el punto de destruirse recíprocamente. Esto es imposible para el capital, que vive de la explotación. Es posible para el proletariado, cuyo poder (potenza) se vuelve más y más inmenso en la medida que el capital intenta destruir su identidad. El capital busca una continua reducción del trabajo necesario a fin de expandir la proporción de plusvalía extorsionada, pero cuanto más lo logra con trabajadores tomados individualmente, más trabajo necesario beneficia a la colectividad y es reapropiado absorbiendo las grandes fuerza colectivas que el capital quisiera determinar exclusivamente en su beneficio. La compresión del trabajo necesario individual es la expansión del trabajo necesario colectivo y construye un "individuo social", capaz no solo de producir, sino, también, de disfrutar la riqueza producida. Luego de un primer análisis, Marx retornó al argumento, recorrió el camino que inicialmente había salteado, tomó otra vez cada categoría de los hilos que permiten el desplazamiento del análisis y redefinen la ley del valor en este nuevo nivel de complejidad. Varios índices –a veces alusivos, a veces precisos– nos permiten avanzar en nuestra investigación. Cada vez las categorías trabajan de un modo inverso: al plustrabajo, motor del desarrollo, se le opone el no-trabajo; al capitalismo, el comunismo.

 

La creación de una gran cantidad de tiempo descartable aparte del tiempo de trabajo necesario para la sociedad en general y cada uno de sus miembros (p. e. espacio para el desarrollo de desarrollo pleno de las fuerzas productivas de los individuos, y, por ende, las de la sociedad), esta creación de tiempo de no-trabajo aparece en este estadio del capital, y en todos los anteriores, como tiempo de no-trabajo, tiempo libre, para pocos. Lo que agrega el capital es el incremento del tiempo de plustrabajo de las masas por todos los medios del arte y la ciencia, porque su riqueza  consiste, directamente, en la apropiación del tiempo de plustrabajo, pues valoriza directamente su propósito, no el valor de uso. Por esto, pese a sí mismo, instrumenta la creación de medios de tiempo libre, a fin de reducir el tiempo de trabajo para toda la sociedad a un mínimo, y así libera el tiempo de cada uno para su propio desarrollo. Pero su tendencia es siempre, por un lado, crear tiempo descartable, y por el otro, convertirlo en plustrabajo. Si al principio tiene éxito, luego sufre por la producción excedente, interrumpiéndose luego el trabajo necesario, porque el capital ya no puede realizar más plustrabajo. Cuanto más se desarrolla esta contradicción, más evidente se vuelve el hecho que el crecimiento de las fuerzas productivas ya no puede ser sujeto con la apropiación del trabajo ajeno, y que la masa de trabajadores debe apropiarse para ella de su propio plustrabajo. Una vez que lo haya hecho –y el tiempo descartable deje de tener una existencia antitética– entonces, por una parte, el tiempo de trabajo necesario será medido por las necesidades del individuo social, y, por otra, el desarrollo del poder de la producción social crecerá tan rápido que, aún cuando la producción se calcule ahora para riqueza de todos, el tiempo descartable crecerá para todos. Porque la riqueza real es el poder productivo desarrollado de todos los individuos. La medida de la riqueza ya no será, de ningún modo, el tiempo de trabajo, sino, en su lugar, el tiempo descartable. El tiempo de trabajo colocado como medida del valor determina a la riqueza como fundada en la pobreza, y al tiempo descartable como existiendo en y como antítesis del tiempo de plustrabajo: o la colocación de todo el tiempo del individuo como tiempo de trabajo, y su degradación, por ello, a mero trabajador, la subsunción bajo el trabajo. La más desarrollada maquinaria, así, fuerza al trabajador a trabajar más que el salvaje, o que lo que él mismo trabajaba con las herramientas más simples (Grundrisse, p. 708-709; 595-96)

 

   Algunos quieren ver en la fiera demanda de Marx por un comunismo que es liberación de la explotación, la marca del individualismo y la compasión humanista. Incluso si esto fuese cierto, no habría nada de malo en ello. Si embargo, no es este el caso. No es el caso porque, si nos quedamos en el nivel de las categorías, debemos recordar que la destrucción comunista de la ley del valor (o, mejor dicho, su superación y reversión) suprime y niega los elementos individuales de la productividad individual sobre la que –desde el punto de vista capitalista y el correspondiente análisis marxista– está basada. Aquí se ha completado el desplazamiento. Al capital social le corresponde el obrero colectivo. Una vez más, la dimensión temporal demanda e implica una dimensión espacial extensiva. "Como la base sobre la que se apoya la gran industria, la apropiación del tiempo de trabajo ajeno cesa, en su desarrollo, para crear riqueza, del mismo modo, el trabajo directo como tal deja de ser la base de la producción pues, en un aspecto, se transforma más en una actividad de supervisión y regulación; pero también porque el producto deja de ser el producto del trabajo directo aislado, y, en su lugar, aparece la combinación de la actividad social como productor" (Grundrisse, p. 709; 596-97) En la revolución comunista, el individuo es social. Social pero concreto, exaltación y sobredeterminación, expansión y gozo, fundador de dicha expansión.

 

La economía real –el ahorro– consiste en el ahorro del tiempo laboral (el mínimo [y la minimización] de los costos de producción); pero este ahorro es idéntico con el desarrollo de la fuerza productiva. Por lo tanto, de ningún modo la abstinencia del consumo, sino el desarrollo del poder, de las capacidades de producción, y, por tanto, de ambos, capacidades  y medios de consumo. La capacidad de consumir es una condición del consumo, de allí sus medios primarios, y esta capacidad es el desarrollo de un potencial individual, una fuerza de producción. El ahorro de tiempo laboral [es] igual a un incremento del tiempo libre, es decir, tiempo para el pleno desarrollo del individuo, quien, a su turno, volverá sobre el poder productivo del trabajo como  él mismo, el mayor poder productivo. Desde el punto de vista del proceso de producción directa, puede verse como la producción de capital fijo, siendo este capital fijo el mismo hombre. Avanza sin decir que el tiempo de trabajo directo no puede permanecer en la antítesis abstracta al tiempo libre en que aparece desde la perspectiva de la economía burguesa. El trabajo no puede volverse juego, como le hubiera gustado a Fourier, aunque sigue siendo su gran contribución haber expresado la suspensión no de la distribución, sino del mismo modo de producción, en una forma superior, como objetivo final. El tiempo libre –que es tanto ocio como tiempo para actividades superiores– ha, naturalmente transformado a su poseedor en un sujeto diferente, y entra luego en el proceso de producción directa como este sujeto diferente. Este proceso es, por lo tanto, disciplina, con respecto al ser humano en el proceso de construirse; y, al mismo tiempo, práctica {Ausübung}, ciencia experimental, ciencia objetiva y materialmente creativa, respecto del ser humano que se ha vuelto, en cuya cabeza existe el conocimiento acumulado de la sociedad. Para ambos, en tanto como trabajo requieren uso práctico de las manos y libre movimiento corporal, como en la agricultura, al mismo tiempo, ejercicio. (Grundrisse, p. 711-12; 599-600)

 

Es tiempo de extraer algunas conclusiones sobre este importante libro sobre el salario– vale decir, del desarrollo de la lógica de la separación. Podemos ahora delinear en su totalidad el camino seguido por la forma antitética del desarrollo capitalista. En primer lugar, comenzando con la teoría de la plusvalía, en otras palabras, en los términos y categorías del marco teórico de la primer parte de los Grundrisse, marco completamente revertido en la segunda parte. La teoría de la plusvalía es invertida. Dónde, en el proyecto del capital, el trabajo es comandado por el plustrabajo, en el proyecto revolucionario del proletariado, el plustrabajo reapropiado es comandado por el trabajo necesario. En la primera parte de los Grundrisse, la teoría de la plusvalía se aparecía ante nosotros como un subordinado abstracto de la teoría de la plusvalía, desde el punto de vista de la clase explotada. Aquí, la teoría del valor ya no está subordinada simplemente. Sufre, en esta subordinación, un importante desplazamiento, y es sometida a una metamorfosis fundamental. En otras palabras, cuando la teoría del valor no puede medirse a sí misma por una cantidad de tiempo laboral o por una dimensión laboral individual, cuando un primer desplazamiento la lleva a confrontar el tiempo social con la dimensión colectiva del trabajo, en este momento, la imposibilidad de medir la explotación modifica la forma de explotación. La vacuidad que aparece en la teoría del valor, la evacuación de todo elemento de medida que no sea una referencia genérica a la diligencia social, la liberación de la diligencia social y su constitución en individualidad colectiva, no suprime la ley del valor, pero la reduce a una mera formalidad. Por supuesto, formalidad no significa pérdida de eficacia. Formalidad no significa pérdida de sentido. La forma de la ley del valor es, por el contrario, eficiente y plena de sentido, pero la eficacia y el sentido le son dados solo por su irracionalidad, por el fin de la función progresiva y racionalizante de la explotación. La forma es la base miserable, vacía de la explotación. La forma del valor es puro y simple comando, la forma pura y simple de la política– de la "inesencialidad esencial", como diría el joven Marx en términos Hegelianos. Estamos aquí en el punto culminante de un proceso en el cual las relaciones de poder –establecidas racionalmente– reguladas e incluidas dentro del desarrollo del capital– son revertidas. Donde la relación de racionalidad se invierte a sí misma. La inversión es total. La ley de la plusvalía continúa rigiendo, pero en términos invertidos. El no-trabajo, el rechazo al trabajo se convierte en el punto de vista del trabajador, la base desde donde la ley del valor puede ser invertida, y la ley de la plusvalía reinterpretada. La segunda parte de los Grundrisse es este proceso en acción. Podríamos haber titulado nuestra Lección: "La metamorfosis de la Ley del Valor" y la Lección siguiente, que consagramos al "concepto de comunismo", podría haberse llamado "el rechazo del trabajo"; finalmente, la Lección Novena, en la cual trataremos los mecanismos de la "reproducción ampliada", podría haber tenido por título: "La autovalorización de los trabajadores." Así hemos trazado rápidamente el camino de la liberación y el comunismo. Pero cuando hablamos de este camino, hablamos de un sujeto unido a él. Un sujeto que posee materialmente, como un poder, las claves para revertir la ley de la plusvalía. Sin embargo, por sobre todo permítasenos recordar el resultado al que hemos arribado, es decir, esta ley del valor vacía, reducida a ser solo una forma hueca del comando capitalista. Vacía y eficiente. Eficiente e irracional. Irracional y cruel.

 

   ¿Qué significa, desde el punto de vista de clase, poseer la clave para revertir la plusvalía? Algunos han supuesto que esta proposición nos permita decir: el capital, cuando hay una inversión, se transforma en el valor de uso de la clase trabajadora. Pero esto es falso. Quien intente probar eso deberá moverse dentro de la lógica de la separación, y se encontrará a sí mismo atrapado en el dualismo de la relación del capital. Por otro lado, deberá detenerse antes de que ocurra la inversión: es decir, deberá invertir el concepto de capital en lugar de su realidad, en lugar de su relación. Esto no dividirá definitivamente la relación del capital, sino que atribuirá globalmente una valencia opuesta a su concepto, colocando, por hipóstasis, una voluntad superior a la relación. Imaginándolo. Por auto-ilusión. Por mistificación. ¿Mistificación porque por este camino el comportamiento de los trabajadores aparece como un "equivalente" del comportamiento capitalista? El comportamiento de los trabajadores se vuelve comando sobre la relación del capital y no destrucción –por el trabajo necesario– de la apropiación capitalista de la plusvalía. Es un tratamiento típicamente sofista: en la medida en que es una cuestión de crítica, el capital es una relación que debe ser quebrada; cuando pasamos de la crítica a la teoría, el capital se vuelve algo a ser dominado. Pero eso es solo posible para el capital, que puede objetivar su propia negación. No es posible para la clase trabajadora, que niega aquello que es su propia negación. Es posible para el capital, que mistifica la relación y la encierra en objetividad. No podrá ser posible para el sujeto-trabajador que descubre la mistificación y mueve la relación hacia el primer plano.

   Insistimos en esta crítica por múltiples y diferentes razones. En primer lugar, por la falsedad de los resultados obtenidos desde el punto de vista que hemos criticado: esta visión hipostatiza al capital cuando lo vuelve un valor de uso de la clase trabajadora, puesto que solo puede haber valor de uso de la clase trabajadora en la parte acumulada de plustrabajo que es posible reapropiar, esa parte que puede ser reducida a no-trabajo, a libertad de la clase trabajadora, a autovalorización. Esta parte es negación, la riqueza de la negación. En segundo lugar, porque el punto de vista que he criticado termina dándole autonomía a la política de un modo muy mistificado: la política en este caso no es la nueva forma de la ley del valor, sino una relación superior al capital e independiente de el. En los Grundrisse no hay relaciones superiores al capital que no sean funciones del capitalismo, formas tomadas por el comando del capital en su desarrollo. Quebrarlo desde adentro, no buscar puntos de referencia exteriores, aplastarlo comenzando con la subjetividad de los trabajadores como negación y riqueza potencial (que también es utilizada en su aspecto global por el capital); en suma, profundizar la ruptura de la relación del capital desde el interior de esta relación; basándose en la esencia contradictoria de la ley de la plusvalía: este es el único camino que encontramos en Marx, en los Grundrisse, y en toda su obra. Obra en la que podemos hallar contradicciones, divisiones, y en la cual –lo admitimos libremente– podemos preferir algunas partes a otras. Pero no porque en las otras partes no podamos hallar la misma unidad de la crítica de la economía política y la crítica de la política  que vemos en los Grundrisse. En el punto que hemos alcanzado, y esto puede verse en la presente polémica, comenzamos a dominar la subjetividad. La aceptación de Marx de la subjetividad, su desarrollo en la clase trabajadora y proletaria. Aquí se acentúa la separación implícitamente contenida, como elemento de definición de la teoría de la plusvalía, que nos muestra la teoría del salario, el dinamismo y desarrollo que le da al polo de la clase trabajadora –liberado de la relación del capital en la teoría del salario– la teoría de la "circulación en pequeña escala." El desplazamiento general transitado en este terreno antagónico a través de las teorías del maquinismo, del capital social, y de la subsunción social real y global– bueno, todo eso conduce a la teoría del individuo social y el comunismo como negación de la relación del capital. No como inversión del comando capitalista, sino como inversión de la relación entre trabajo necesario y plustrabajo, como la negación y reapropiación del plustrabajo. El camino de la subjetividad transcurre dentro de la relación de capital, no intenta imaginar alternativas, pero sabe cómo, al profundizar su separación, destruir la relación. El camino de la subjetividad es un camino intensivo. Es una recomposición continua y coherente de sucesivas negaciones. Levanta al trabajo necesario hasta el punto en que este pueda destruir al plustrabajo.

 

   En esta intensidad que caracteriza la separación hallamos la máxima libertad. El individuo social es multilateralidad. La más alta intensidad de las diferencias es la mayor aproximación al comunismo. Cuando la relación del capital ha alcanzado el punto donde explotará, la negación liberada no es una síntesis. No conoce ninguna equivalencia formal. El poder de la clase trabajadora no es el reverso del poder capitalista, ni siquiera formalmente. El poder de la clase trabajadora es la negación del poder del capital. Es la negación del poder centralizado y homogéneo de la burguesía, de las clases políticas del capital. Es la disolución de toda homogeneidad. Este "plural" metodológico, esta multilateralidad triunfa. No podemos imponer sobre la liberada subjetividad ningún esquema uniforme y chato para organizar la realidad social. El plustrabajo tiene un aspecto uniforme en el proyecto capitalista. El salario remodela la forma del capital. Cuando el salario en su desarrollo se transforma en autovalorización y reapropiación del plustrabajo, es el fin de todas las reglas útiles para el desarrollo. No hay más ganancia porque la productividad del trabajo ya no se traslada al capital. No hay más racionalidad capitalista. La subjetividad no solo se libera a sí misma, libera una totalidad de posibilidades. Dibuja un nuevo horizonte. La productividad del trabajo es fundada y diseminada socialmente. Es tanto un magma que une y recompone todo, como una trama de corrientes de placeres, de proposiciones e invenciones que se extienden por una tierra fertilizada por el magma. La revolución comunista, la emergencia en toda su potencia del individuo social, crean la riqueza de las alternativas, de proposiciones, de funciones. De libertad. Nunca antes el comunismo apareció como sinónimo de libertad como en estas páginas de los Grundrisse que acabamos de estudiar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

* Lección 8

 

 

Comunismo y Transición

 

 

   Del mercado mundial al comunismo. A donde hemos arribado en nuestro razonamiento, tras toda nuestra insistencia en mostrar la dimensión subjetiva del proceso, es una clase de camino que siempre aparece como una verdadera paradoja. Sin embargo, es un camino que Marx indicó más de una vez: en el bosquejo de los Grundrisse (p. 227-28; 139) y en el bosquejo de la página 264 (175): "Por fin, el mercado mundial. La sociedad burguesa domina al Estado. Crisis. La disolución del modo de producción y de la forma de sociedad fundada en el valor de intercambio. El trabajo individual visto claramente en su forma social y viceversa." El comunismo brota de la intensidad de las contradicciones contenidas en el concepto de mercado mundial: simultáneamente un momento de máxima integración capitalista y un momento de máximo antagonismo, una síntesis de las determinaciones espaciales y temporales del proceso del capital. Puesto en estos términos, el problema del comunismo ni siquiera reconoce al problema de la transición, no conoce el problema de la subjetividad: puede colocarlos como momentos internos del capital, síntomas, desvíos de la objetividad, no puede considerarlos como problemas específicos. La pregunta sobre  "¿Qué es comunismo?" que corre a través del discurso de Marx desde los Manuscritos hasta la Ideología Alemana de un modo muy central (Y no debemos olvidar que es una pregunta ubicada en el centro de los pensamientos de Hegel, después de Umrisse der Nationalokonomie de 1844), esta pregunta, en la forma en que la hemos formulado aquí, parece más una función objetiva que metódica, un objeto trascendente de investigación que su motor. ¿Qué es comunismo? ¿Cómo opera el pasaje a esta "forma superior del modo de producción, que llamamos comunismo"? La respuesta tradicional a estos dos problemas toma la forma de un proceso único, interno a la dialéctica del capital. El comunismo es visto como tras un salto, tras una catástrofe producida por el desarrollo antagónico del capital. El problema de la transición desaparece detrás del de definir al comunismo, y este último es presentado como una trascendencia en relación con el desarrollo capitalista. Paradójicamente, lo que unifica el camino al comunismo y la transición es su común negación del capital, el lado objetivo de esta negación. Ambos constituyen, en algún sentido, un "después."

   Obviamente, este modo de instalar el problema no me gusta plenamente. Me parece irreal y utópico. Por sobre todo, esta postura se sitúa muy por fuera del desarrollo general de los Grundrisse, como hemos visto hasta ahora. Los puntos de este tema que define al comunismo derivan todos del creciente antagonismo del desarrollo capitalista. Su desarrollo sigue las distintas determinaciones de la subjetividad, de su constitución en términos globales y antagónicos, dentro de la inversión radical de la ley de la plusvalía. Es de este modo que puedo comprender la insistencia subjetiva del discurso de Marx en la catástrofe, como una determinación prospectiva marcada por la pasión revolucionaria. Es alrededor de este concepto de crisis y catástrofe que se combinan, como hemos visto, los elementos que se unen en la génesis de los Grundrisse. Una vez que se ha planteado, el problema queda completamente abierto. Confundir estos caminos significa negar otra característica fundamental del pensamiento de Marx. Pensar en la transición en la forma de comunismo lleva, en realidad, a la supresión del problema de la transición. Significa (para mejor o peor) cortarlo en dos fragmentos, uno que sirve como introducción y está situado dentro del capital, en los intersticios de sus contradicciones, el otro, que llega después, y se revela en el espacio posterior a la catástrofe, en la plena libertad del comunismo. Ahora bien, lo que nos interesa es el proceso de liberación, aquel que yace entre la introducción y la conclusión. Poner los dos caminos juntos posee una enorme implicancia teórica: homogeniza los dos conceptos, suprimiendo toda posibilidad de separar la sustancia lógica y la calidad histórica o hipostasiándolos en algún tipo de dialéctica de estadios y jerarquías. Al combinar los dos caminos reconocemos implícitamente el carácter comunista del proceso de liberación.

   ¿Pero cual es el punto si esta combinación no me ofrece espacio para determinar este proceso de liberación?

   Examinemos los Grundrisse en esta cuestión del comunismo: debemos ahora presentar nuestra hipótesis. Y es la que surge de toda la investigación que hemos desarrollado hasta ahora, y que aún debemos verificar:  No es la transición la que se revela a sí misma (y elimina a sí misma) en la forma de comunismo, sino, es el comunismo el que toma la forma de la transición.

   Rosdolsky (p. 413-35), cuando trata el problema del comunismo en Marx, subraya –dejando de lado las dos características utilizadas habitualmente, la centralidad del comunismo en la obra de Marx y Engels, y la lucha tanto contra el oportunismo como contra el utopismo– la importancia y pertinencia en Marx, en la dialéctica, de la descendencia y la divergencia de los utopistas. En otras palabras, para Rosdolsky la dialéctica marxista está totalmente permeada por una utopía positiva, por el poder de la utopía, apenas temperada por la conciencia de tener que darle una fuerza materialista. ¡Es sorprendente que Rosdolsky –un marxista desarrollado en la escuela del comunismo de izquierda de 1920– sepa cómo hallar en Marx la importante función de la utopía positiva! Y no podemos negarle cierta fuerza a esta sugestión: la utopía positiva siempre  ha puesto límites precisos entre el campo de los revolucionarios y el de los oportunistas. Y, pese a ello, su visión no es totalmente convincente. Porque no ve, no subraya lo suficiente, la indeterminación de la síntesis propuesta y del proceso dialéctico. Esta dialéctica que se identifica con el comunismo, con obstinación, pero que no abraza el proceso, es una clave muy general y genérica. Se arriesga a reforzar el "hechizo del método" en nombre del cual todas las distinciones -y el proceso al que solo las diferencias pueden animar– se desvanecen, se achatan hasta el punto de la desaparición. Por un lado, tenemos el achatamiento del comunismo, de su concepto, que reducimos a la dimensión de la lógica objetiva, de la determinación; por otro lado, y en oposición, encontramos el "salto", la nueva cualidad, política y voluntarismo colocados en toda su plenitud y violencia. Recodemos –como Rosdolsky (p. 424)– las posiciones de Marcuse. Por un lado el poder (potenza) cada vez más consistente del capital sobre el trabajo, ese terrible Moloch tomando forma; por otro lado, nuevamente, un "hechizamiento", pero ya no el producido por el método determinista. En realidad, un "salto cualitativo" en el después. A la exaltación capitalista de la organización del trabajo se le opone la abolición del trabajo. Los dados están arrojados, el romanticismo de Marcuse, satisfecho. Pero aún no hallaremos aquí el problema. No es el caso de detallar este salto: debemos arrojar todo, el proceso, su lógica constitutiva y antagonismo, la apariencia de la subjetividad, y todo lo que exista entre la organización del trabajo y su abolición. El método marxista no se basa en paradojas, sino en la unidad total y originaria de la economía y la política, en la capacidad de seguir el camino de acuerdo con el punto de vista de la transformación. En segundo lugar, el método de Marx se afirma en un continuo desplazamiento de los términos del análisis, desplazamiento que resulta de una multiplicidad de formas que toman las relaciones de fuerza. Las categorías se modifican como se modifican los sujetos. Esto es, con –y este es el tercer punto importante– las determinaciones históricas del proceso. No es cuestión de definir la transición en términos de comunismo, sino, tras haber homogeneizado los dos términos (y esto no significa que sean lo mismo), de definir al comunismo por la transición. Cuando hayamos reformulado así el problema, es cuestión del sujeto, de sus luchas, de su desplazamiento. Es el proceso que globalmente constituye el comunismo lo que dará un paso al frente.

   Si, por el contrario, aceptamos la ficción marxista de la transición en la forma del comunismo, retrocedemos inevitablemente a posiciones que no tienen nada que ver con la dialéctica. Allí encontraremos, felizmente reunidos, a todos los modelos del humanismo. Un humanismo genérico que reina allí donde el método de la tendencia parece incapaz de transformarse a sí mismo en un método de desplazamiento: la tendencia se transforma en el desenvolvimiento orgánico de la naturaleza humana (aún si se la define históricamente) La orgía de totalidad, renacimiento, y plenitud a la cual nos hemos entregado, provoca justa indignación. Althusser no se equivoca al considerar un signo de buen marxismo el trazado de límites claros y la exclusión de este insípido gimoteo de la teoría. ¡Pero tampoco exageremos la importancia de estos elementos, y no introduzcamos clasificaciones ficcionales, ulteriores, dentro del desarrollo del pensamiento marxista! Tendremos ocasión de volver sobre el denominado humanismo de Marx: pero es interesante verlo por lo que es– el fruto de la impaciencia con la teoría, una utilización de utopía positiva destinada a homogeneizar la transición y el comunismo, el residuo contradictorio del método materialista de la separación, del método constitutivo de la subjetividad. Decir que el comunismo tiene la forma de la transición significa, para nosotros, seguir el hilo rojo que sirve de trama para la subjetividad antagónica. En el hecho de evitar al humanismo, algunos intentarán, también, evitar las áreas teóricas de la subjetividad. Están equivocados. El camino del materialismo pasa, precisamente, por la subjetividad. El camino de la subjetividad es el que le da materialidad al comunismo. La clase trabajadora es subjetividad, subjetividad separada, que anima el desarrollo, la crisis, la transición y el comunismo.

   Por ello debemos tomar este tema del comunismo en los Grundrisse y separar de él todas las consideraciones, las metodologías (sin importar cuan pacientemente hayan sido justificadas por las ficciones marxistas) que no pongan en escena al proceso materialista de la subjetividad. La síntesis de los caminos propuesta por Marx –el camino que pasa por la determinación del mercado mundial y el que salta hacia el comunismo– debe ser separada y revertida. Sólo podemos confrontar estos caminos si analizamos las determinaciones que representan subjetivamente al proceso de transición. Debemos demistificar resueltamente y derribar toda clase de necesidades y determinismos atribuidos al proceso de transición.

   ¿Qué significa demistificar? Significa seguir la formación del comunismo a través de todos los momentos particulares de la crítica de la economía política. Desde este punto de vista, los Grundrisse son, fundamentalmente, un trabajo de demistificación.

 

Nuestro método indica los puntos donde debe penetrar la investigación histórica, o donde la economía burguesa, como mera forma histórica del proceso de producción, apunta más allá de sí misma hacia modos históricos previos de producción. Para desarrollar las leyes de la economía burguesa, por lo tanto, no es preciso escribir la historia real de las relaciones de producción. Pero la correcta observación y deducción de estas leyes, que se han vuelto historia, siempre conduce a ecuaciones primarias –como los números empíricos en la ciencia natural– que apuntan a un pasado yaciente tras el sistema. Estas indicaciones (Andeutung), junto con una adecuada comprensión del presente, entonces, ofrecen una clave para comprender el pasado –trabajo que esperamos ser capaces de llevar a cabo. Así, esta visión correcta nos conducirá, al mismo tiempo, a los puntos donde la suspensión de las actuales formas de las relaciones de producción dan indicios de aparecer– presagio del futuro.  Del mismo modo que las fases pre-burguesas aparecen como meramente históricas, es decir, presuposiciones suspendidas, las condiciones de producción contemporáneas aparecen ocupadas en suspenderse a sí mismas y, así, instituir las presuposiciones históricas para un nuevo estado de sociedad. (Grundrisse, p. 460-61; 364-65)

 

   El camino por el que avanzan las categorías está claro: mientras progresan en la historia, toman continuamente las fases históricas como condiciones, el presente como historia, el futuro como movimiento del porvenir. Por ello debemos examinar, aún cuando sea a los tropezones, los grandes temas dinámicos de la formación del comunismo. Este es el momento en el que son demistificadas las categorías de la crítica de la economía política – veremos pronto el momento en el que estas categorías se invierten a sí mismas como consecuencia del reconocimiento práctico del sujeto.

   Utilizando este enfoque y la metodología tal como la hemos delimitado y presentado, podemos ahora trabajar en numerosos pasajes que permiten especificar la definición marxista de comunismo y su evolución histórica. Casi todos los capítulos que leímos incluyen una lógica del comunismo, comenzando por el Capítulo sobre el Dinero. En aquel punto donde el dinero es considerado una relación social (Grundrisse, p. 156-63; 74-82)- recordemos estos pasajes: es del poder de extrañamiento que se engendra la "ley de los tres estadios", y de esto emerge el poder de una alternativa radical– donde el dinero aparece como relación social colectiva, más allá de la mistificación que presenta, podemos ver delineado el tercer estadio del desarrollo de la individualidad. "La libre individualidad, basada en el desarrollo universal de los individuos y el subordinación de su productividad social, comunal, como su riqueza social, es el tercer estadio" (Grundrisse, p. 158; 75) Algunos de los aspectos característicos del dinero –su socialidad, la representación de la productividad colectiva, la medida y símbolo del patrimonio social– son invertidos inmediatamente. Debemos señalar que la categoría "dinero" sólo existe por la posibilidad de invertirse a sí misma. Demistificar significa entender la categoría como una inversión. Esto es lo que sucede con la categoría "dinero": se refiere a la posibilidad, a la necesidad de inversión, se despliega a sí misma para controlar esta inversión, dada la violencia de esta tensión, de esta ruptura. (Y, entre paréntesis, subrayemos el sentido fundamentalmente anti-humanista de términos como "individuo universal". El término depende más del derrocamiento de la brutalidad de las relaciones del dinero, de su fuerza socializante, que de algunas consideraciones naturalistas o historicistas, o alguna consideración continuista. La separación es radical, y no sólo sirve como clave para alcanzar la inversión, sino también como matriz de constitución. Si realmente deseamos hallar algo de humanismo o ambigüedad en el pensamiento de Marx, debemos buscarlo en aquellos momentos en los que el proceso dialéctico pretende funcionar en términos de recomposición y sublimación) La idea de comunismo, para volver a nuestro razonamiento, funciona como un polo de ruptura para cada categoría del capital, como su antítesis crítica. Aquí, cuando alcanza al dinero, la idea del comunismo toma la forma de inversión de una socialidad totalmente desarrollada, como es la del dinero. El pasaje de la prehistoria a la historia, que es también el de la dominación del hombre sobre la naturaleza y la historia, el pasaje al comunismo, depende de la factibilidad  total de la operación: es la eficacia de los sujetos liberados la que se opone e invierte a la eficacia mistificada de la socialización capitalista.

   Grundrisse (p. 487-89; 387-88): también aquí hay un ejemplo de qué es lo que el tema del comunismo toma de la inversión, de la crítica de las categorías. Es nada menos que la categoría de "intercambio universal", la categoría propia del "mundo burgués", la que será invertida aquí.

 

De hecho, cuando la limitada forma burguesa es arrojada, ¿qué es la riqueza más que la universalidad de las necesidades individuales, placeres, capacidades, fuerzas colectivas, etc? ¿El pleno desarrollo del dominio humano sobre las fuerzas de la naturaleza, aquellas de la llamada naturaleza como las de la propia naturaleza de la humanidad? ¿La puesta en marcha absoluta de sus potencialidades creativas, sin otra presuposición que el desarrollo histórico previo, que produce esta totalidad de desarrollo, es decir, el desarrollo de todos los poderes humanos como fin en sí mismos, no medidos por una vara predeterminada? ¿Dónde no se reproduce a sí misma en una especificidad, sino que produce su totalidad? ¿Esforzándose no por permanecer como algo que se ha vuelto, sino por el movimiento absoluto de devenir? En la economía burguesa –y en las épocas de producción que le corresponden– esta producción completa del contenido humano aparece como un completo vaciamiento, esta objetivación universal es una alienación total, y el arrasamiento de todos los propósitos unilaterales, limitados, como sacrificio humano fin-en sí-mismo a una finalidad totalmente externa. Es por esto que el mundo pueril de la antigüedad aparece, en parte, como más elevado. Por otro lado, es más elevado, realmente, en todas las cuestiones en las que se busquen formas cerradas y límites dados. Desde un punto de vista limitado, es más satisfactorio; mientras que el moderno no da ninguna satisfacción; o, donde aparece satisfecho consigo mismo, es vulgar. (Grundrisse, p. 488; 387-88)

 

   El mundo burgués es vacío, alienación y vulgaridad; el comunismo es riqueza de necesidades, expansión, universalidad de necesidades abstractas (en búsqueda de concretarse a sí mismas) La categoría abstracta se refiere a inversión concreta. De la prehistoria a la historia. La "comunidad verdadera" que encontramos unas páginas más adelante (Grundrisse, p. 496; 396) forma la trama de la categoría del progreso en la sociedad burguesa: lo es en la medida en que es la inversión. Y "veremos luego que las formas más extremas de alienación... ya contienen en sí mismas, en una forma sólo invertida dentro de su cabeza, la disolución de todas las presuposiciones limitadas de la producción, y, más aún, crean y producen las presuposiciones incondicionales de producción, y por ello, las plenas condiciones materiales para el desarrollo universal, total, de las fuerzas productivas del individuo" (Grundrisse, p. 515; 414-15) Es aquí donde vemos alzarse aquellos términos tanto mágicos como marcados por la marca de la infamia, "en una forma invertida", "trastornado", términos a los que algunos han intentado dar una explicación metafísica o exhaustiva: por nuestra parte, el curso de nuestro análisis nos conduce a una explicación más lúcida– resulta evidente que estos términos lo son de un lenguaje que habla de la reversión de categorías, de una tensión revolucionaria apuntada por detrás de ellos, dentro del desarrollo. La elevación de la inversión está en todas partes, en todas partes donde el punto de vista del sujeto-trabajador imponga su poder.

   Aquí llegamos a esos momentos en los que la descripción que Marx hace del desarrollo capitalista, como desarrollo de la fuerza productiva del capital y conclusión de la prehistoria humana, es más fuerte y completa –por ejemplo, en los Grundrisse (p. 584-590)– cuando los grandes temas dinámicos del comunismo, que hallan su origen en la exasperación de la separación contenida en las relaciones del capital, aparecen con la claridad más formidable. Releamos las páginas citadas: el capital, con todo su poder de expansión, extiende el trabajo abstracto a toda la sociedad, empujando la cooperación y la división del trabajo hasta sus límites extremos. Cada categoría de este pasaje es doble: así, tanto la cooperación como la división del trabajo son, al mismo tiempo, riqueza de necesidades e incesante desplazamiento del concepto de individualidad. Pero esta duplicación no es falsa, no es un caso de competencia. Es doble por todos los lados, así como el desarrollo capitalista es la imagen inversa del proceso comunista, una imagen más desfigurada e insana en la medida que avanza el progreso del capital. Cuando esta oposición alcanza su punto extremo, cuando sólo queda la subversión como camino a seguir, el trabajo humano asociado alcanza su palingenesia. No debemos, con falsa modestia, negar el valor de términos como palingenesia o catástrofe en este nivel de desarrollo. El capital es muy fea cosa para eso.

   Luego, Marx analiza la ley fundamental (y la mistificación) del desarrollo capitalista, la ley de la Competencia, y al hacerlo insiste en el poder de la libertad capitalista: pero esta libertad tiene una base estrecha. "No es más que el libre desarrollo sobre una base limitada– la base de la regla del capital. Esta clase de libertad individual es, por ello, al mismo tiempo, las más completa suspensión de toda libertad individual, y la subyugación más completa de la individualidad bajo condiciones sociales que asumen la forma de poderes objetivos, incluso objetos subyugantes– de cosas independientes de las relaciones entre los mismos individuos" (Grundrisse, p. 652; 545) La ley de la Competencia es también un bosquejo de lo que el desarrollo capitalista contiene como fuerza de oposición y separación: el comunismo, una potente revocación total.

 

   Demistificar las categorías del capital significa exponer a la luz del día las leyes del movimiento de la historia. La ley fundamental es aquella que construye la posibilidad del comunismo. Desde este punto de vista, para permanecer en la demistificación, el comunismo se está construyendo a sí mismo. Está en el proceso de construirse a sí mismo como antítesis radical y extrema. El tema de la libertad y de la riqueza de necesidades, del desarrollo contradictorio de las formas de producción, y, por último, el tema de la crisis: todos se encuentran aquí. Están presentes en cada categoría como su opuesto. Aquí, cuando hablamos de comunismo, la inversa es poderosa y sintética. La forma contradictoria posee la apariencia de un obstáculo infranqueable, un obstáculo que crece junto con el despliegue de la "revolución permanente" del capital. No hay solución para este proceso. No hay equilibrio capitalista. Menos aún puede tener solidez una propuesta que busque el socialismo: la teoría de la propiedad estatal, de la planificación, de la equidad en la explotación, son todas derivadas de la revolución permanente del capital. No hay equilibrio posible, ni siquiera categórico, cuando cada elemento de la síntesis ideal es invalidado por el antagonismo. Este emerge porque el desarrollo de la oposición es, al menos, tan tendencioso como el del capital. Cada uno tiene sus objetivos. Conocemos los del capitalismo, y comenzamos a ver, como una inversión de polos, los de la clase trabajadora y el proletariado. No es suficiente. En los Grundrisse, tras esta reafirmación de las categorías (el reverso de las categorías del capital, una nueva base de los trabajadores para estas categorías) aún podemos leer pasajes en los que este término de desmitificación comienza a constituirse a sí mismo como sujeto y convertir el proceso que consiste en definir al "comunismo" como residuo –tal vez incomprensible, pero aún así, un residuo- a fin de volverlo el motor de una alternativa.

 

   En este punto debemos comenzar a hablar del sujeto. Pero aún no llegamos a eso. Por lo tanto, avancemos con Marx, a pasos medidos. Tomemos antes el gran tema dinámico y antitético del comunismo: su modelo inverso. Pero nos falta aún la investigación y definición de los contenidos del comunismo. Antes de ocuparnos del tema del sujeto comunista, debemos ilustrar el carácter antitético y, también, la raíz antitética del comunismo. Esta raíz antitética consiste en la síntesis de la liberación de las fuerzas productivas y la aparición del sujeto antitético. ¿Liberación de las fuerzas productivas? ¿Qué significa esto? Significa que, en un cierto nivel del desarrollo capitalista, el comando capitalista deja de ser necesario. "El capital aparece como condición del desarrollo de las fuerzas de producción mientras estas requieren de un estímulo externo, que, al mismo tiempo, aparece como su freno. Es una disciplina sobre ellas, que se vuelve superflua y molesta en un momento determinado de su desarrollo, como los gremios, etc." (Grundrisse, p. 415; 318) La aparición del sujeto antitético. ¿Qué significa? Significa que el comunismo sólo puede fundarse a sí mismo en el nacimiento, entre los pasos del desarrollo, de una nueva individualidad colectiva, que inventa nuevas reglas de producción y desarrollo. El sujeto liberado abre un mundo nuevo de nuevas necesidades desplegadas colectivamente.

 

La plusvalía en general es valor en exceso del equivalente. El equivalente, por definición, es sólo la identidad del valor consigo mismo. Por ello, la plusvalía nunca puede surgir del equivalente; tampoco de la circulación; debe surgir del mismo proceso de producción del capital. La cuestión puede ser expresada también de este modo: si el trabajador necesita medio día de trabajo para vivir todo un día, entonces, para mantenerse vivo como trabajador, necesita trabajar sólo medio día. La segunda mitad del día de trabajo es trabajo forzado; plustrabajo. Lo que aparece como plusvalía desde el lado capitalista, lo hace, idénticamente, como plustrabajo en exceso de sus necesidades como trabajador, desde el lado del trabajador, es decir, en exceso de sus requerimientos inmediatos para permanecer con vida. La gran calidad histórica del capital es la creación de este plustrabajo, trabajo superfluo desde el punto de vista del mero valor de uso, de la mera subsistencia; y su destino histórico (Bestimmung) está cumplido tan pronto como, por un lado, ha habido tal desarrollo de necesidades que el plustrabajo, por arriba y por debajo de la necesidad se ha vuelto él mismo una necesidad general, brotando de las propias necesidades individuales– y, por otro lado, cuando la severa disciplina del capital, actuando sobre sucesivas generaciones (Geschlechten), ha desarrollado la productividad general como propiedad general de las nuevas especies (Geschlecht) y, finalmente, cuando el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo, que el capital empuja incesantemente hacia delante con su ilimitada manía por la riqueza, y en la única condición en la que puede realizarse esta manía, ha florecido en el estadio en el que la posesión y preservación de la riqueza general requiere un menor tiempo laboral de la sociedad como un todo, y donde la sociedad trabajadora se relaciona científicamente con el proceso de su progresiva reproducción, su reproducción en una abundancia cada vez mayor; es decir, donde ha cesado el trabajo que hace un humano cuando puede ser hecho por una cosa. De acuerdo con esto, el capital y el trabajo se relacionan entre sí como el dinero y la mercancía; el primero es la forma general de la riqueza, el otro, sólo la sustancia destinada a consumo inmediato. El esfuerzo incesante del capital hacia la forma general de riqueza conduce al trabajo más allá de los límites de su mezquindad natural (Naturbedur Ftigkeit), y, así, crea los elementos materiales para el desarrollo de la rica individualidad que es multilateral en su producción y en su consumo, y cuyo trabajo ya no aparece como tal, sino como el pleno desarrollo de la actividad en sí misma, en la cual ha desaparecido la necesidad natural en su forma directa; porque una necesidad creada históricamente ha ocupado el lugar de la natural. Es por esto que el capital es productivo: una relación esencial para el desarrollo de las fuerzas sociales productivas. Deja de existir como tal sólo cuando el desarrollo de estas fuerzas productivas encuentran en el capital sus límites. (Grundrisse, p. 324-25; 230-31)

 

   El trabajo ya no es trabajo, es trabajo liberado del trabajo. El contenido del comunismo, por ello, consiste en una reversión que suprime, al mismo tiempo, al objeto revertido. El comunismo es sólo reversión del trabajo en la medida en que esta reversión es supresión del trabajo. Liberación de las fuerzas productivas: ciertamente, pero como dinámica de un proceso que conduce a la abolición, a la negación en su forma más total. Cambiando de la liberación-del-trabajo hacia ir-más-allá-del-trabajo es el centro, el corazón de la definición de comunismo. No debemos temer en insistir en este momento teórico: la liberación del trabajo viviente exalta su poder creativo, la abolición del trabajo es lo que le da vida en cada momento. El contenido, el programa del comunismo es un desarrollo de necesidades universales que han emergido de la base colectiva pero miserable de la organización del trabajo asalariado, pero que, de un modo revolucionario, significa la abolición del trabajo, su muerte definitiva.

   Hemos avanzado de este modo en nuestra definición del proyecto comunista. Hemos podido aprehender no sólo la fuerza de la reversión, a nivel de la historia o la teoría, sino también el contenido de esta reversión. Ahora debemos avanzar. Las condiciones han madurado lo suficiente como para que podamos ver a esta reversión volverse dinámica, por sí misma, independiente y autónoma. El sujeto comunista emerge como conclusión de esta reversión.

 

   Desde la desmitificación del proceso a su inversión. Ya no se trata de preguntar sobre el camino que conduce de la prehistoria a la historia, sino sobre la revolución en su aspecto sincrónico y puntual. La inversión recibe subjetividad como resultado de la demistificación y hace de ella la condición del comunismo. La transición aparece aquí como la forma exclusiva de formación del comunismo.

   Aquí deben desarrollarse dos órdenes de consideración. El primero concierne al método. Aquí debemos, por sobre todo, ver que el método de Marx llega a su definición más desarrollada. Es cuando Marx se ocupa de la temática del comunismo que el método expuesto en la Introducción halla su plena aplicación. Funciona a pleno cuando el comunismo toma la forma de la transición. No hay otra exposición posible del comunismo salvo aquella de la transición. De otro modo es un concepto inefable. Todas las categorías marxistas son categorías del comunismo. Es así como escapan de la posibilidad de su "uso científico"-en el sentido burgués del término– como también de su uso reformista. Las categorías marxistas no sólo están permeadas por una dualidad permanente e irreducible, sino que, además, esta dualidad aparece en forma de antagonismo, y ese antagonismo en forma de reversión. Hacer uso de las categorías marxistas significa empujarlas a esta necesaria reversión, permitirse a uno mismo ser empujado a esta experiencia increíble. Las categorías marxistas son categorías subversivas; categorías que emergen del proceso de subversión. Las categorías son tomadas por la lógica de la tendencia antagónica, cuyo desarrollo está dado por sucesivos desplazamientos del sistema de categorías. La teoría interrumpe el proceso histórico hasta el punto de volver imposible su continuidad, de remodelarlo completamente en el proceso de ruptura y transformación. No son sólo las categorías sustanciales (dinero, trabajo, capital, etc) las revolucionarias, sino también aquellas pertenecientes al modo o al método (límite, obstáculo, proceso, transformación, etc) En la interacción que se desarrolla, el concepto se vuelve elemento de un movimiento que, al desplegarse, toma la forma de un antagonismo, de un poder antitético (potenza) La transformación, dentro de esta lógica de ruptura, constituye una oposición en su nivel más fuerte. La lógica materialista –en tanto adecuada para aprehender lo real– se enriquece con el poder (potenza) de creación de lo real, de la lucha de clases. El comunismo sólo es concepto desde el punto de vista del método, en tanto sea un término dinámico de transformación.

   El segundo orden de consideración concierne a la concretización histórica de la temática de la transformación, inherente al concepto. Debemos trazar otra vez todo el camino teórico, ya examinado en sus otros aspectos, y ver cómo este camino está, en cada momento, para cada categoría, marcado por este elemento de devenir revolucionario. Como sea, sólo veremos aquí unos pocos elementos esenciales. (Grundrisse, p. 157; 77): estamos aún en el análisis del "dinero como relación social." Todas las oposiciones parecen desaparecer dentro de su universalidad. Tanto que hay algunos –como socialistas, como Proudhonianos– que consideran al dinero como la "cara del reverso" del comunismo. Nada más falso: la categoría es sólo la cara de una esencia opuesta.

 

Pero dentro de la sociedad burguesa, la sociedad que se basa en el valor de cambio, asoman relaciones de circulación, como de producción, que son otras tantas minas para demolerla. (Una masa de formas antitéticas de la unidad social, cuyo carácter antitético no podrá ser abolido nunca por tranquilas metamorfosis. Por otro lado, si no encontramos ocultas en la sociedad, tal como es, las condiciones materiales de producción y las correspondientes relaciones de intercambio, prerrequisito para una sociedad sin clases, entonces todos los intentos de estallarla serán quijotescos) (Grundrisse, p. 159; 79-80)

 

   Esto en cuanto al dinero, valor de cambio por antonomasia. Pero todo esto es también cierto para el trabajo. En los Grundrisse, p. 167-68; 88-89, estamos en el corazón del análisis que elaboró el concepto del trabajo abstracto, y, con ello, la mediación entre tiempo de trabajo y producción social. Las formas son cada vez más antitéticas con la progresión de la mediación. El comunismo aparece como el concepto de derrocamiento del trabajo, de su sustracción del comando. Aquello que parece la conclusión de un proceso –la constitución de la producción social– tiene como único efecto producir otro, la liberación social del sujeto. El sujeto comienza así a constituirse a sí mismo. A fin de liberarse a sí mismo de una vez y para siempre de su carácter antitético, y volverse hegemónico, sólo le falta un elemento: reconocimiento.

 

El reconocimiento (Erkennung) de los productos como propios, y el juicio de que su separación de las condiciones de su realización es impropia –impuesta por la fuerza– es un enorme avance de la conciencia (Bewusstsein), ella misma producto del modo de producción basado en el capital, y el doblar de las campanas por su destino, como con la conciencia del esclavo de que el no puede ser propiedad de otro, con su conciencia de sí  mismo como persona, la existencia de la esclavitud se torna una existencia vegetativa, meramente artificial, y deja de ser apta para continuar como base la producción. (Grundrisse, p. 463; 366-67)

 

   Reconocimiento, conciencia, revolución. Es el momento del método en el que el "obstáculo" se materializa. Este pasaje es extremadamente importante, porque es donde la subjetividad aparece como un elemento orgánico y específico de la composición material de la clase: la subjetividad que aquí se expresa a sí misma es un elemento ciertamente revolucionario, pero situado por completo dentro de la estructura contradictoria de las relaciones de producción. El sujeto es capaz de desarrollarse, de liberarse de las relaciones de producción en tanto pueda liberarlas y dominarlas. La auto-valorización del sujeto proletario, contrariamente a la valorización capitalista, toma la forma de auto-determinación en su desarrollo. Marx sigue este proceso. Pretende cercarlo por aproximación. El ve la auto-determinación en la capacidad del cuerpo social de presentarse como la actividad que regula la universalidad. (Por ejemplo, Grundrisse, p. 612-13; 505) Pero este modo de ver al proceso de la transición como un proceso enraizado en la ciencia, entendida como una actividad que regula todas la fuerzas materiales y naturales es, en efecto, una aproximación. Debemos ir al centro del asunto: ciencia, incorporada al trabajo, su fuerza productiva, subsumida por el capital, sólo debe ser liberada más radicalmente en tanto el proceso contradictorio que fundó su desarrollo está llegando a su fin. Sólo en un muy elevado nivel de integración está la posibilidad de una ruptura suficientemente profunda y eficaz para construir una perspectiva de auto-determinación. Aproximación, alusión: no son adecuados. A menudo (por ejemplo Grundrisse p. 540; 439) el modo con el que Marx trata a la ciencia es humanístico y cientificista; la profundización de la naturaleza contradictoria del concepto ciencia se debilita por esto. Pero esto no ocurre: el análisis es aún muy expresivo y potente, en el momento en que la fuerza antitética –el proceso de la auto-determinación del proletariado– comienza con la definición del más alto nivel de subsunción de la sociedad (y por lo tanto de la ciencia) dentro del capital. Aquí está otra vez el "Fragmento sobre las Máquinas" (ver Lección siete) El comunismo tiene la forma de la subjetividad, el comunismo es una praxis constitutiva. No hay parte del capital que no sea destruida por el desarrollo impetuoso del nuevo sujeto. Este sujeto presenta tal poder de sublevación que todos los vestigios del viejo orden son eliminados. La transición es un proceso constituyente en el más alto sentido, basado por entero en ese espacio definido por las alternativas más radicales. Marx más allá de Marx. Más allá del determinismo vulgar. Más allá de todas las hipótesis que impliquen homogeneidad. La conciencia revolucionaria más ingenua puede hallar aquí mucho para la más sublime exaltación. La inversión de la inversión que el capital ha operado contra el trabajo es, en el "Fragmento sobre las Máquinas", no una operación de derrota sino de constitución. La inversión capitalista, con alienación, juega no sólo en la distribución, sino que se coloca en la fundación del modo de producción: la inversión de la inversión alcanza a esta fundación.

   Regresando, aún en el Cuaderno VII, al examen de esta relación, Marx razonó del siguiente modo:

        

El hecho de que el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo, las condiciones objetivas de trabajo, el trabajo objetivado, debe crecer en relación con el trabajo viviente – esta es una declaración tautológica, porque ¿Qué significa la creciente fuerza productiva del trabajo sino que se requiere menos trabajo inmediato para crear un mayor producto, y que, por lo tanto, la riqueza social es cada vez más, expresada en las condiciones de trabajo creadas por el mismo trabajo? – este hecho aparece desde el punto de vista del capital, no del modo en que uno de los momentos de la actividad social –trabajo objetivo– se vuelve el cuerpo cada vez más poderoso del otro momento, del trabajo viviente, subjetivo, sino –y esto es importante para el trabajo asalariado– que las condiciones objetivas del trabajo asumen cada vez más una independencia colosal, representada por su extensión, oponiéndose al trabajo viviente, y que la riqueza social confronta al trabajo en magnitud creciente, como a un poder ajeno y dominante. El énfasis se coloca no en la situación de ser objetivado, sino en la de ser alienado, desposeído, vendido (Der Ton wird gelegt nicht auf das Vergegenständlichtsein, sondern das Entfremdet-, Entäussert-, Veräussertsein); en la condición en que el monstruoso poder objetivo que ha erigido el trabajo social se opone como uno de sus momentos, pertenece no al trabajador, sino a las condiciones personificadas de la producción, es decir, al capital. En la medida en que, desde el punto de vista del capital y el trabajo asalariado, la creación del cuerpo objetivo de actividad ocurre en antítesis a la capacidad de trabajo inmediato –que este proceso de objetivación aparece, de hecho, como proceso de desposesión desde el lado del trabajo o de apropiación de trabajo ajeno desde el del capital– en tal medida, este giro e inversión (Verdrehung und Verkehrung) es un {fenómeno} real; no un mero supuesto existiendo apenas en la imaginación de trabajadores y capitalistas. Pero, obviamente, este proceso de inversión es apenas una necesidad histórica, necesidad para el desarrollo de las fuerzas de producción, únicamente desde un punto de partida histórico, o base, pero en modo alguno una necesidad absoluta de producción; en realidad, una evanescente, y el propósito inherente y resultado de este proceso es suspender esta base, junto con esta forma del proceso. Los economistas burgueses están tan confinados dentro de las nociones pertenecientes a un estadio histórico específico del desarrollo social, que la necesidad de objetivación de las fuerzas del trabajo social se les aparece como inseparable de la necesidad de su alienación vis-a-vis al trabajo viviente. Pero con la suspensión del carácter inmediato del trabajo viviente, como meramente individual, o como, en general, meramente internamente o externamente, con el posicionamiento de la actividad de los individuos como inmediatamente general, o actividad social, los momentos objetivos de la producción son arrancados de esta forma de alineación; son posicionados como propiedad, como el cuerpo social orgánico dentro del cual los individuos se reproducen como individuos, pero individuos sociales. Las condiciones que les permiten existir de este modo, en la reproducción de su vida, en el proceso de su vida productiva, han sido instituidas sólo por el propio proceso económico histórico; ambas, las condiciones objetivas y subjetivas, que son sólo las dos formas distintas de la misma condición.

   La no-propiedad de los trabajadores, y la propiedad del trabajo viviente por el trabajo objetivado, o la apropiación del trabajo ajeno por el capital –ambas meras expresiones de la misma relación desde polos opuestos– son condiciones fundamentales del modo de producción burgués, de ningún modo accidentes irrelevantes. Estos modos de distribución son las mismas relaciones de producción, pero sub specie distributionis. Es por ello muy absurdo cuando J. St. Mill dice (Principios de Economía Política, 2a edición, Londres, 1849, Vol. I, p. 240): "Las leyes y condiciones de la producción de riqueza participan del carácter de las verdades físicas... Pero no es así con la distribución de la riqueza. Eso es asunto exclusivo de las instituciones humanas" [p. 239-243]. Las "leyes y condiciones" de la producción de riqueza y las leyes de la "distribución de la riqueza" son las mismas leyes bajo diferente forma, y ambas cambian, se someten al mismo proceso histórico, son, como tales, sólo momentos de un proceso histórico.

   No se requiere mucha agudeza para entender que, donde el trabajo libre o asalariado que emerge de la disolución del servilismo es el punto de partida, allí las máquinas sólo pueden alzarse en antítesis al trabajo viviente, como propiedad ajena a él, como fuerza hostil, que debe confrontar como al capital. Pero igualmente fácil es percibir que las máquinas dejarán de ser agentes de la producción social cuando se vuelvan propiedad de los trabajadores asociados. En el primer caso, sin embargo, su distribución, que no pertenece al trabajador, es una condición del modo de producción basado en el trabajo asalariado. En el segundo caso, la distribución modificada partirá de una fundación modificada de la producción, una nueva fundación creada por primera vez por el proceso histórico.

 

   No podríamos desarrollar con más claridad las tesis marxistas. En este estadio el sujeto revolucionario emerge de la relación con el capital. La inversión que éste –el sujeto– opera contra el capital es una operación que ni siquiera es una reapropiación. Reapropiación es un término que se torna insuficiente y ambiguo cuando hay una nueva fundación. La auto-determinación del sujeto, en consecuencia, modifica cualitativamente al proceso. El sujeto despliega su poder al punto de reapropiarse del mismo trabajo objetivado –que hasta ahora era enemigo del trabajo viviente– que en el futuro será dominado por el trabajo viviente. Ya no queda espacio, a esta altura del análisis, para temas de demistificación: la temática de la inversión es tan radical que crea una distancia inconmensurable desde la miseria de la explotación.

 

   Así llegamos al final del discurso de Marx sobre el comunismo en los Grundrisse. Como hemos visto, el comunismo no es, en ningún caso, producto del desarrollo capitalista: es su inversión radical. Es la demistificación la que se vuelve la reversión del desarrollo capitalista. El comunismo no es ni una teleología del sistema capitalista ni su catástrofe. Es un nuevo sujeto que toma forma, que transforma la realidad y destruye al capital. Por ello, el comunismo es un concepto que sólo podemos formular dentro de la forma de la transición. El movimiento de inversión es poderoso, más aún en tanto la forma de la transición no es, simplemente, antitética, sino constitutiva de un nuevo sujeto, y de su potencial para la transformación total. Para marcar esta transformación del modo más riguroso posible, Marx insistió en la abolición del trabajo. Trabajo que es liberado es liberación del trabajo. La creatividad del trabajo comunista no se relaciona con la organización capitalista del trabajo. El trabajo viviente –liberándose a sí mismo, reconquistando su propio valor de uso, contra el valor de cambio– abre un universo de necesidades, del cual el trabajo podrá ser parte sólo eventualmente. Y en este caso será cuestión de trabajo como esencial, colectivo, no mistificado, trabajo comunista: en lugar de trabajo como construcción capitalista. La reversión es total, no permite ninguna clase de homología. Es un nuevo sujeto. Rico y gozoso. Marx lo ha dicho: no es preciso exagerarlo. Marx lo dijo diez veces, cien veces. Lo único gracioso de todo este asunto es la vergüenza de muchos –casi todos– los marxistas al leer estos pasajes. Por lo demás, no hay nada gracioso, sólo queda el enorme dolor de la lucha para abolir el trabajo.

   Comenzando allí, podemos hacer unos pocos comentarios sobre las consecuencias que resultan de este modo de abordar al comunismo. Que equivale a decir que el espacio central ocupado por la abolición del trabajo en la temática de la transición implica la necesidad de examinar las condiciones teóricas peculiares de esta articulación. Debemos ahora, frente a los estereotipos comunes, tocar el problema de la relación entre comunismo y planificación. ¿Qué problema hay en la articulación entre "abolición del trabajo y transición"? No hay dudas que Marx consideraba a la planificación como una cualidad del comunismo. Sin embargo, a menudo basándose en Engels, esta relación se ha entendido ya como los términos simples de socialización, "estatización" de las relaciones de producción, o en los términos de "racionalidad económica superior." Es evidente, si examinamos los Grundrisse, que no es este el punto. Comunismo es planificación sólo en tanto es la abolición planificada del trabajo. La planificación es una expresión (y condición) del carácter asociado del trabajo que debe suprimir los caracteres ajenos del comando y su reificación. Es, en consecuencia, una racionalidad económica no superior, sino diferente. Tan diferente que no hay homología posible entre ellas. Cuando las condiciones y el objetivo de la abolición del trabajo no existen, la planificación es sólo una forma nueva del comando capitalista- su forma socialista. Es aquí donde la crítica marxista del socialismo ejerce toda su fuerza. El socialismo no es –y no puede serlo en ningún caso– un estadio o camino al comunismo. El socialismo es la forma más elevada, la forma superior de la racionalidad económica del capital, de la racionalidad de la ganancia. Aún medra en la ley del valor, pero llevada a un grado de centralización y síntesis general que conecta las formas de la administración económica planificada socialista con el funcionamiento de la maquinaria jurídica y política del Estado. El socialismo mantiene viva y generaliza la ley del valor. Esta cuestión de la abolición del trabajo vuelve imposible toda homogeneidad entre planificación capitalista y planificación socialista. Debemos criticar fuertemente, otra vez, la lógica dialéctica que autoriza niveles de homogeneidad en el desarrollo de las oposiciones; es, por el contrario, la lógica del dualismo radical la que debemos ver en acción. La extinción de la ley del valor –que el "Fragmento sobre las Máquinas" nos permitió ver en los Grundrisse– está en la base de la transformación de su funcionamiento (en la involución capitalista) dentro de la ley del comando puro. Pero la expresión del funcionamiento de la lógica del antagonismo ya está allí. Cada interrelación, cada movimiento de homogeneidad, cada elemento de  racionalidad relativa es suprimido por la desaparición de la ley del valor. La continuidad de la relación capitalista está definitivamente rota. Sólo la lógica del antagonismo –basada en sujetos opuestos e irreductibles– puede funcionar aquí. Cada polaridad posee su propio criterio de planificación. Una planificación independiente. La autovaloración proletaria y de los trabajadores es la planificación de la abolición del trabajo. La saturación de los espacios sociales producida por la planificación socialista del capitalismo resulta en una fragilidad monstruosa: cada segmento es  contradictorio, no sólo en función de la inmediatez del antagonismo que revela, sino también respecto del marco de oposición, de la planificación para abolir al trabajo, a la cual está unida. El rechazo del trabajo, su organización planificada por la clase trabajadora y proletaria, mide la cantidad y calidad de la transición, no este estúpido acercamiento a la utopía, sino el proceso constituyente concreto determinado por el sujeto. El proceso que conduce a un desplazamiento, en verdad, una dislocación. La planificación se vuelve algo irreductible al capital; el socialismo, un término (cuando representa una categoría económica) irreducible al comunismo. El sujeto comunista toma forma en este proceso, sobre la misma base de estos desplazamientos radicales. Su multilateralidad no sólo es rica en necesidades, lo es, también, (como nos enseña la teoría de la composición de clase) con sucesivas síntesis.

 

   El análisis vuelve al sujeto y su fuerza constitutiva. Comenzando con el rechazo del trabajo –que se ha transformado en una abolición planificada y racional del trabajo– hemos visto al sujeto disponer las condiciones de su propia auto-constitución. Pero es esquema es de orden estratégico. El rechazo del trabajo constituye al sujeto– en tanto proyecta al mundo, constituye un modo de producción. No era para Marx, ni para nosotros, la tarea de ofrecer anticipos de este sujeto. Lo que podemos decir es, simplemente, que el modo comunista de producción incluye a la totalidad de determinaciones económicas y sociales que pertenecen a la definición de cada uno de estos modos de producción. Sólo podemos abrazar al espectro de relaciones futuras en toda su amplitud en el nivel de la totalidad. Es importante subrayar que –en esta situación precisa de la extinción de la función racionalizante de la ley del valor– la medida, las proporciones y la finalidad del desarrollo del modo comunista de producción emergen por completo del rechazo al trabajo, de la práctica subjetiva de la supresión del trabajo, que cada vez está más planificada colectivamente.

   Reintroducir la idea de totalidad no significa que situamos al discurso sobre el comunismo a nivel de la totalidad, no significa que reducimos la totalidad del desarrollo al desenvolvimiento de la estrategia. De hecho, significa lo contrario. El rechazo del trabajo muestra –con la totalidad del proyecto que lo caracteriza, y de un modo felizmente contradictorio con este proyecto– una gran multiplicidad de aspectos, una gran riqueza y libertad de movimientos de compleja autonomía. Cada paso hacia el comunismo es un momento de extensión y expansión de toda la riqueza de diferencias. Diferencias y rupturas. Desearía en este punto sugerir la consideración de las metáforas explosivas de Marx (el mundo capitalista debe "estallar", etc) Es un tema que retorna continuamente, no como señal de cierto catastrofismo, sino, más bien, como el crecimiento del movimiento de liberación del sujeto hacia el comunismo. La rebelión, la subversión que está enraizada en la necesidad del antagonismo, forman un proceso de liberación por actos que son tan importantes como todo el proceso. ¿De qué otro modo podemos entender un mecanismo revolucionario cuyo método es la supresión del trabajo, sino en un proceso de liberación? ¿Cómo podemos imaginar la totalidad del comunismo si no es como un riesgo asumido continuamente y repetido en su plenitud? El comunismo en la forma de la transición es un proceso del que conocemos el origen, con el cual compartimos el camino. Nadie podrá contarnos, más allá del modo en que procedemos y peleamos, cuál será la conclusión. No puede sostenerse ninguna homología en términos objetivos: el futuro comunista sólo puede ser construido. Todas sus cualidades residen en la solidez de sus bases, en el poder del proyecto que lo anima.

  Estos resultados, a los que arriban las consideraciones de Marx sobre el comunismo, me parecen convincentes. No cabe duda que el marco que teníamos al inicio del análisis ha cambiado. Hemos abandonado esos caminos que, cada tanto, retenían al comunismo entre los lazos de la necesidad objetiva y su desarrollo catastrófico, o, incluso, en los dedos rosa de la utopía. 

   Mientras excavábamos en estos temas, mientras nos deteníamos en la articulación subjetiva del proceso, mientras desplazábamos el énfasis del nivel teórico al práctico, el tema del comunismo se fundió en el de la transición, se enraizó en la naturaleza antagónica de la lógica marxista. Todas las determinaciones, de a poco, han convergido en este nuevo espacio, alrededor de este nuevo proceso. Todos los remanentes de una lógica continuista, dialéctica, han desaparecido. Admitamos, sin embargo, que a menudo el examen de Marx del comunismo está marcado por residuos dialécticos y alusiones: pero estos no son decisivos "en última instancia." Por el contrario, el camino está bosquejado –sobre la base de muchas determinaciones metodológicas y sustanciales– en términos de antagonismo. El centro del camino de Marx se halla aquí, donde notamos el pasaje de la desmitificación a la inversión. Cuando la inversión ejerce todo su poder en todos los niveles y categorías esenciales para el análisis marxista, e inunda categorías como "dinero, trabajo abstracto, máquinas, ciencia, etc", ya no queda sombra de ninguna ambigüedad. La dialéctica es devuelta al capital. El materialismo aparece como el único horizonte, totalmente animado por la lógica del antagonismo y por la subjetividad. La transición comunista sigue en este estadio el camino que conduce desde la auto-valorización a la auto-determinación, una mayor y total independencia del sujeto proletario, a la multilateralidad de su camino. La transición es el terreno de la desmitificación final de todas las utopías, sean idealistas o cientificistas; encuentra al comunismo mientras recorre la subjetividad en toda su complejidad, en toda su multilateralidad. Es el rechazo y la inversión de toda dialéctica. Es Marx quien se desmitifica a sí mismo. Marx más allá de Marx. El contenido de este proceso es perfectamente adecuado a su forma: el proceso antagónico y subjetivo de la supresión del trabajo. El comunismo es la destrucción del capital en cada sentido del término. Es no-trabajo, es la planificación subjetiva, creativa y proletaria de la supresión de la explotación. Es la positividad de la libre constitución de la subjetividad. Todas las utopías se vuelven imposibles.

   

        

       

    

  

   

   

 

   

       

 

 

          

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

* Lección 9

 

 

Desarrollo Capitalista y Clase Revolucionaria

 

 

   El poder que el comunismo pone en marcha, con su propia dinámica y proceso, para invertir el desarrollo capitalista, es enorme. Pero esto no nos debe hacer olvidar del desalentador efecto del residuo dialéctico en el método de Marx. Debemos liberarnos nosotros de él, y dar una definición y explicación no genérica del comunismo. Necesitamos lograr una nueva exposición del comunismo a través de la forma de la transición. Hemos clarificado la lógica del antagonismo, la lógica plural en acción en el discurso de Marx. La hemos visto, literalmente, estallar. La hemos visto hacer a un lado a los numerosos obstáculos que son fruto obstinado de los hábitos dialécticos. Veamos ahora cómo esa lógica es reforzada simultáneamente por ciertas determinaciones generales, sostenida por algunas condiciones teóricas originales, y verificada por nuevas condiciones históricas. Tratemos de ver ahora cómo el análisis avanza, desplazándose teóricamente y liberándose de sus límites.

   Profundizar el análisis de la transición en la materialidad significará que hablaremos, verdaderamente, de la dinámica del comunismo. Cualquiera haya sido el poder de la inversión, y hemos visto que es enorme– es, sin embargo, sólo una alusión, un riesgo, un horizonte. Materializar al comunismo transformándolo en un proceso: allí está el nuevo problema. Debemos llegar al corazón de ese problema.

   De hecho, hay diversas determinaciones que pueden ayudarnos a hacer esto. Por sobre todo, aquellas que poseen una función negativa– que enfatizan la crisis en el desarrollo capitalista, pero que, al mismo tiempo, definen concretamente el cuadro. La Ley del Valor muere. La fuerza y eficiencia con las que aparece, en el nivel de la socialización del capital, como hemos visto en los Grundrisse, son desmitificadas. La Ley del Valor pasa de la apariencia a la miseria: ambas son eficientes, pero la primera forma es racional, la segunda, sólo coercitiva. Ya no hay ninguna relación con el tiempo (promedio) de trabajo (abstracto), no hay ninguna proporcionalidad determinante entre trabajo necesario y plustrabajo. La aparición progresiva de la Ley de Explotación depende de eso. Cuando el capital y el poder de trabajo global se han vuelto clases sociales por completo –cada una independiente y capaz de efectuar una actividad auto-valorizante– entonces, la Ley del valor sólo puede representar al poder (potenza) y la violencia de la relación. Es la síntesis de la relación de fuerza. Todas las determinaciones positivas se han vuelto negativas. El comando, la planificación del comando, la sobredeterminación forzada de la crisis: allí está la Ley del Valor en el estadio del "Fragmentos sobre las Máquinas." La Ley reconoce su propia vacuidad y define la negatividad de aquellos que se oponen a su antagonismo. La apariencia, la ilusión de la síntesis, debe reconocerse a sí misma como pura apariencia e ilusión. No es una síntesis lo que se ha producido, sino un acto de fuerza que obliga a una conclusión. De este modo, el polo de la clase trabajadora se libera, se vuelve independiente. Podemos ver allí un poder enorme, que corresponde a la inversión. ¿Pero toma en cuenta esta suposición el poder real que expresa? Hallamos una dialéctica positiva de desarrollo en este momento de independencia y liberación; pero el movimiento de liberación no nos dice nada acerca del contenido o la positividad de esta liberación. Nada de su dinámica, de su proceso. La verdad que podemos deducir de la extinción de la Ley del Valor, y de su metamorfosis en una Ley del Comando, es una verdad parcial. El acortamiento del horizonte del valor de cambio corre el riesgo de tener como consecuencia un rendimiento opaco de cualquier marco de referencia. (No es accidental que muchos, frente a la profundidad de la crisis del capitalismo, lloran advertencias sobre la reaparición del fascismo en cada esquina de la calle. No resolveremos el problema negándolo. Si la alusión al comunismo se funda sólo en la extensión de la Ley del Valor, quedará como una alusión estéril)

   Por otro lado, es cierto que la extinción de la Ley del Valor libera, efectivamente, un espacio real para la independencia proletaria. Un espacio estrellado y nebuloso, pero, sin dudas, real, que acumula valores de uso, necesidades y actos más o menos inmediatos. Pero la demanda simple de valores de uso no resulta por sí sola en una solución, en algo determinado. Es por haberse quedado en este nivel que muchos en la historia del marxismo han llegado a un punto muerto en el tema de la transición, se han estancado en un rompecabezas científico insoluble. Nos ha parecido deseable que el movimiento de inversión tenga en sí mismo la fuerza necesaria para describir el camino hacia el comunismo– el cuadro, revertido pero aún homólogo, del mercado. Capitalismo, crisis, subversión: el efecto inespecífico es la creación de un espacio libre pero vacío. Vacío: sólo lleno por una nueva espontaneidad, derrocada y revertida. Como el mercado. En este marco, el "individuo universal" es una positividad vacía. Una dialéctica de inversión que continúa viviendo en la inmediación del valor de uso, no tiene importancia. Ciertamente, aquí, la determinación quiere ser positiva– pero falla. El proceso de inversión es cualitativamente diferente del proceso que produce la crisis del valor y su ley: el segundo proceso sólo tiene una potencia alusiva y crítica. No es sólo por esto que el primer proceso alcanza su objetivo; no está satisfecho con la inversión. Los intentos de aquellos teóricos que han tratado de hallar una solución para este rompecabezas no han sido muy satisfactorios. El más famoso de estos intentos fue aquel basado en la idea de la sobredeterminación del proceso, que consistió en oponer a la violencia capitalista de la síntesis la violencia proletaria de la inversión. Pero ¿qué significa esta extrema tensión de violencia proletaria –cuando no está organizada sobre el poder material (potenza) de la inversión real– más que la terrible reaparición, trágicamente eficiente, de la dominación del valor? Para decirlo simplemente, a nivel de la inversión, no podemos tener éxito en liberarnos del vacío de una totalidad de valor de uso que es inmediatamente indiferente, y caemos, inevitablemente, en soluciones terroristas y voluntaristas al problema. El valor de uso, tomado por sí mismo, no puede resolver nada. La inmediatez del niño que denuncia está tan desnuda como el rey. Y al decir esto no confundo a uno con el otro. Me coloco resueltamente en uno de los lados. Pero, por ello, no estoy satisfecho con la inmediatez. Es un comienzo, un origen redescubierto, un momento oportuno. Pero si no se transforma en la dinámica del comunismo, sólo está vacío y es peligroso. El único elemento que tiene en común con la dinámica del comunismo y con el proceso de inversión es la afirmación de la violencia del pasaje, la desmitificación de toda posibilidad de hipótesis pacifista, al colocar a la fuerza como elemento decisivo. En esto hallamos su lazo primordial con el comunismo. La violencia proletaria, en tanto alusión positiva al comunismo, es un elemento esencial de la dinámica comunista. Suprimir la violencia de este proceso sólo puede entregarlo –atado de pies y manos– al capital. La violencia es una primera, inmediata y vigorosa afirmación de la necesidad del comunismo. No provee la solución, pero es fundamental. Es, tal vez, el único medio, insuficiente pero apropiado, para la emergencia del valor de uso en este nivel del análisis (y de la realidad interpretada) desde el indistinto horizonte de comportamientos. La violencia proletaria es un sinónimo de comunismo.

 

   No podemos situar y resolver el problema de la dinámica del comunismo ubicándolo en oposiciones antagónicas y teóricas muy fuertes. El único resultado es, como hemos visto, la indeterminación. Aproximarnos al terreno de una solución, de las condiciones adecuadas para una solución, implica descifrar concretamente el terreno de la dinámica del comunismo. Y en términos apropiados. No es cuestión de seguir indefinidamente las transformaciones de la composición de clase y los modos de producción, camino este que privilegia el análisis estático, dentro del cual cada cambio en el comportamiento de los trabajadores hipostatiza abstractamente las categorías definitivas. "Embrujar el método, congelar la investigación." No es cuestión de quedar satisfecho con una definición objetiva de la crisis de la Ley del valor y de la extensión totalitaria de las secuencias del poder hacia toda la sociedad. "Después de mí, el Diluvio." Marx es consciente de todo eso. En los Grundrisse ubica el problema y define las condiciones de la solución. Los elementos de la solución sólo pueden estar aún terriblemente lejanos, algo que limita nuestra aproximación. Sin embargo, la solución está, después de todo, señalada con gran precisión y exactitud. Aún cuando no la dé de un modo determinado, Marx se aproxima  mucho a la resolución del problema de la dinámica del comunismo. Veamos esto en varios puntos. En los Grundrisse, Marx sigue desde el principio el tema de la plusvalía, hasta la crisis y la catástrofe, hasta el momento en el que el antagonismo atraviesa cada categoría de explotación y encuentra un anclaje histórico. Luego, tras un segundo gran movimiento de su análisis, Marx toma el tema de la circulación para mostrar a las grandes fuerzas sociales antagónicas en acción, hasta la explosión final del comunismo. Desde ambos lados es aún un discurso abstracto. Desde ambos lados, para arribar al comunismo, debe haber un salto. Aún cuando la visión del camino está en la segunda fase del razonamiento, subjetivizada, allí también es el triunfo de la indeterminación. Marx es consciente de este límite, y desea ir más allá de él. Si no puede hacerlo, la totalidad de su enfoque teórico corre el riesgo de caer en el objetivismo, una deformación del método de la que ni El Capital está exenta. La indeterminación a la que llega el análisis no debe originar una falta de resolución. Ahora, dice Marx, intentemos poner juntos, bajo el mismo yugo, al proceso de la plusvalía con su enorme y odiosa cantidad de explotación (con la extrema lógica de antagonismo que produce)– intentemos juntar eso con el otro proceso, el de la socialización dentro de la circulación del capital y el poder global del trabajo. El antagonismo debe volverse social, el poder global del trabajo debe volverse una clase revolucionaria contra el desarrollo capitalista. En la parte final de los Grundrisse Marx intenta arduamente alcanzar este nuevo nivel de exposición. Digamos ya que los resultados no son completamente satisfactorios. Veremos porqué. Pero no por ello son menos consistentes. Es aquí, en realidad, en este nivel del análisis, donde, por el lado del capital toma forma la categoría de ganancia, y por el lado de la clase trabajadora comienzan a emerger las categorías del antagonismo social y la autovalorización. Dentro de este proceso podemos aprehender correctamente el problema de la dinámica del comunismo: para Marx y para nosotros. El hecho  de que Marx sólo haya alcanzado resultados parciales no debe bloquearnos, sino, por el contrario, estimularnos para seguir sus hipótesis.

 

   Colocándolas juntas, dentro de la perspectiva de la subjetividad proletaria, las temáticas de la explotación y la circulación constituyen la condición teórica fundamental para resolver el problema de la dinámica del comunismo. Ya, desde dentro de la perspectiva del capital, Marx avanzó en esta dirección. Como vimos en la Lección 5, la definición de la categoría de ganancia –cuya definición más desarrollada se halla en las páginas que consideramos ahora– derivaba de la conjugación próxima de la teoría de la plusvalía con la de la circulación. El Ausgleichung de la explotación, su ecualización interna en el medio, la construcción de este modo de la ley del desarrollo capitalista, nace de la distensión de la relación de explotación dentro del circuito social, o, mejor aún, en el circuito de socialización de la producción capitalista. El Ausgleichung de la subversión y la valorización proletaria debe seguir el mismo camino, pero en otra dirección. Y tomar en cuenta esta reversión es sólo un comienzo. No hay homología posible entre los dos caminos, el del capital y el del proletariado. Esto decide la lógica del antagonismo. El momento de la inversión destruye toda posibilidad de homología, y libera la diversidad absoluta. Debemos, sin embargo, examinar este momento de reversión. No es insignificante que aparezca, y sólo puede aparecer –como vimos– allí donde la ley de explotación se disuelve en la circulación, y allí donde la circulación productiva se transforma en el antagonismo de los sujetos sociales. Marx –dentro de los límites históricos inherentes a su proyecto, pero con la fuerza de exploración y anticipación que lo caracterizaron– es capaz de avanzar en los dos terrenos. Resolvió totalmente el primer problema (es decir, aquel de la constitución de la circulación productiva) y se aproximó a una solución para el segundo (el del antagonismo a nivel social) Si resolvió el primer problema es porque la base teórica que utilizó fue la misma que le sirvió para enfocar el problema de la ganancia. Si sólo pudo aproximarse a la solución del segundo problema, fue porque, en este punto, la base teórica resultó insuficiente. Del mismo modo que podemos acumular, sacando del arsenal dado, los medios para definir la independencia del sujeto proletario, Marx acumuló. Pero aquí, para avanzar, sólo hay una práctica revolucionaria madura que puede permitirnos desplazar por completo el problema, desarrollar del todo al sujeto. La tendencia desea verificarse en una determinación concreta, tal como la abstracción busca determinarse a sí misma. Los límites históricos de la experiencia de la lucha de clases bloquean este proceso en el que la tendencia se verifica. El poder del análisis puede, sin embargo, empujar hacia adelante la tendencia, puede exponerla de un modo tan provocativo dentro de la realidad que sólo se requerirá muy poco de la lucha de los trabajadores para reconocer toda la categoría determinada que indicó Marx: aquella del movimiento de los "otros" trabajadores. Pero dejemos esto para después.

   Dinero – relación negativa con la circulación. Cuando Marx comenzó a introducir este tema comprendió de inmediato su gran importancia. De acuerdo con una primera interpretación, esta afirmación significa que la circulación no es suficiente para el dinero, que el dinero mantiene una relación con la circulación que no agota el sentido de la circulación. La circulación –de hecho– es un intermediario de la producción. En este sentido, el dinero es presentado positivamente como "instrumento de producción, pues la circulación ya no aparece en su primitiva simplicidad, como intercambio cuantitativo, sino como un proceso de la producción, como un metabolismo real. Por ello, el dinero es señalado como un momento particular de este proceso de producción" (Grundrisse, p. 217; 130) Pero aquí hay un segundo punto a explorar. El dinero negativo se vuelve positivo. Más aún, esta mutación debe cambiar el concepto general de circulación. "La constante continuidad del proceso, la transición fluida y sin obstrucciones del valor, de una forma a otra, aparece como condición fundamental para la producción basada en el capital, en mucho mayor grado que para todas las formas previas de producción" (Grundrisse, p. 535; 433) En esta situación, el poder del capital muestra una increíble fluidez, intercambiabilidad, inventiva.

   Antes que nada, desde un punto de vista objetivo, desde la misma perspectiva del capital:

 

Pero mientras el capital, como toda la circulación, es capital circulante, es el proceso de ir de una fase a otra, es, al mismo tiempo, dentro de cada fase, posicionado en un aspecto específico, restringido a una forma particular, lo que constituye la negación de sí mismo como sujeto de todo el movimiento. Por ello, el capital en cada una de sus fases particulares, es la negación de sí mismo como sujeto de todas sus variadas metamorfosis. Capital no-circulante. Capital fijo, realmente, capital fijado, fijado en uno de los diferentes aspectos particulares, fases, a través de las cuales debe moverse. En la medida en que persiste en una de esas fases –[mientras] la misma fase no aparezca como transición fluida– y cada una de ellas posea su duración, [entonces] no está circulando, [sino] fijado. Mientras permanezca en el proceso de producción no será capaz de circular, y estará virtualmente devaluado. Mientras permanezca en la circulación, no será capaz de producir, no será capaz de obtener plusvalía, no será capaz de emplearse en el proceso como capital. Mientras no pueda ser llevado al mercado, estará fijado como producto. Mientras permanezca en el mercado, estará fijado como mercancía. Mientras no pueda ser intercambiado por condiciones de producción, estará fijado como dinero. Finalmente, si las condiciones de producción permanecen como condiciones y no entran en el proceso de producción, está, otra vez, fijado y devaluado. Como el sujeto moviéndose en todas las fases, como la unidad móvil, la unidad-en-proceso de circulación y producción, el capital es capital circulante; pero el capital restringido en cualquiera de sus fases, colocado en sus divisiones, es capital fijado, capital restringido. Como capital circulante se fija a sí mismo, y como capital fijado circula (Grundrisse, p. 620-21; 514-15)

 

Veamos ahora qué sigue desde el punto de vista subjetivo. De hecho, el capital aparece aquí como sujeto y como unidad dinámica y creativa. Pero el capital es una relación. Dentro de esta relación, el antagonismo proletario debe desarrollarse para lograr plena y completa subjetividad. La subsunción de la circulación por la producción de capital debe liberar el antagonismo en este mismo nivel. A estas condiciones de socialización (que examinamos en la Lección 6) debemos agregar que la emergencia del otro sujeto, del sujeto proletario, no puede sino extenderse a toda la esfera de la circulación. Al mismo tiempo, el movimiento del sujeto proletario es tal que engendra una compleja dinámica de poderes históricos y naturales que lo confrontan. Por supuesto, esta es una definición general. Pero estable. En este grado de socialización, la producción está mezclada tan profundamente con la circulación que constituyen una relación capitalista cuya eficiencia social crece continuamente. Es precisamente en este estadio que el sujeto proletario también toma dimensión social.

 

   Si la producción social subsume a la circulación y la ubica como circulación productiva –y en consecuencia propone también en este nivel una concepción igualmente profunda y extensa del movimiento de la clase trabajadora– en suma, si se da todo esto, debemos observar cómo trabaja Marx sobre este cuadro y que resultados dibuja respecto de los problemas fundamentales que planteamos. ¿Es que existe allí un área para la expansión de la clase socializada que el nivel de antagonismo ha vuelto independiente?. Decir que Marx resolvió este problema sería (como hemos sostenido) falso. Pero eso no le quita nada al hecho que Marx se acercó constantemente a la solución, que, expresamente la buscó.  Más aún, es cierto que los resultados de esta investigación son parciales. Pero debemos agregar que, si sólo tenemos aproximaciones esencialmente negativas, si toman forma primariamente en el análisis de la nueva contradicción que ha engendrado el capital socializado, es fácil ver que estos no son resultados residuales, simples negaciones de la definición positiva del capital y de su desarrollo. Estos son elementos aislados, pero, sin embargo, verdades de una realidad de clase compacta que hemos comenzado a aprehender a través de las contradicciones. Su carácter episódico no les impide ser significativas. Es, por ello, tiempo ya de examinar cómo, de frente y en el interior de la circulación productiva, el sujeto –como sujeto proletario– conquista una dinámica y un espacio autónomo.

   El primer punto que requiere de nuestra atención es el examen de Marx de la contradicción entre valor de cambio y valor de uso en la circulación productiva. El observó:

 

La naturaleza particular del valor de uso, en el cual existe el valor, o el cual se muestra ahora como cuerpo del capital, aparece ahora como un determinante de la forma y la acción del capital; como dándole a un capital una propiedad particular contra otro; como particularizándolo. Como vimos muchas veces, nada es más erróneo que pasar por alto que la distinción entre valor de uso y valor de cambio, que cae fuera de la forma económica característica en la circulación simple, en la medida en que es realizada allí, cae fuera de ella en general. (Grundrisse, p. 646; 539-40)

 

Debemos concretar este análisis:

 

Es la misma relación la que aparece a veces en la forma de valor de uso y a veces en la de valor de cambio, pero en diferentes estadios, y con diferentes significados. Usar es consumir, tanto para la producción como para el consumo. El intercambio es la mediación de este acto a través de un proceso social. El uso puede ser y ser colocado como una mera consecuencia del intercambio; entonces, otra vez, el intercambio puede aparecer como, meramente, un momento del uso, etc. (Grundrisse, p. 647; 540)

 

   En resumen: "El valor de uso juega un rol como categoría económica " (Grundrisse, p. 646; 540) ¿Qué sentido debemos darle a este campo de acción ampliado del valor de uso? Ciertamente, no el de reconocer –como "Monsieur Proudhon y sus social-sentimentalistas" desearían– que el valor de cambio y el valor de uso son idénticos en este grado de socialización. Por el contrario, la extensión social de la circulación capitalista hace aparecer al valor de cambio y al valor de uso, por sobre todo, como contradictorios, siempre contradictorios. El caso más importante de esta contradicción dinámica está descrito en el capítulo sobre la circulación en pequeña escala (Grundrisse, p. 673-78; 565-71), que examinamos largamente en la Lección 7. Pero esta relación puede también volverse antagónica, como hemos visto. De hecho, la reproducción capitalista debe someterse aquí a un doble movimiento: por un lado, la reproducción por la valorización, por el otro, la reproducción que la clase trabajadora realiza en y de sí misma. La diferencia, contradictoria al principio, puede volverse antagónica en su desarrollo.

   ¿Cuando se vuelve actual la posibilidad de antagonismo? Me parece que este desarrollo comienza a aparecer cuando Marx retorna el análisis de la contradicción a la cuestión de la naturaleza de la composición de clase, a la naturaleza de la calidad de explotación. "Para la producción fundada en el capital, la más grande masa posible de trabajo necesario junto con la más grande masa relativa de plustrabajo, aparecen como condición considerada absoluta" (Grundrisse, p. 608; 502) Es la relación entre masa y tasa de plusvalía la cuestionada. Relación que (como vimos en la Lección 5) es totalmente interna al tema de la crisis; el capital es empujado por la ley de la ganancia (como ley de apropiación) a extender su poder al máximo, pero, al mismo tiempo, se halla completamente expuesto a sufrir el contragolpe de la explotación. Cuando la ley desaparece del horizonte abstracto de la "tendencia" para descender al nivel de las relaciones históricas entre las clases en lucha, el trabajo necesario, su masificación, la articulación entre su definición y el valor de uso– todos ellos subjetivizan por completo la relación. Le dan una intensidad subjetiva máxima. Es aquí donde comienzan a unirse muchos de los hilos que hemos seguido: trabajo necesario, valor de uso, hasta, e incluso, la determinación negativa derivada de la extinción de la ley del valor. En este nivel, las relaciones capitalistas se reducen a una relación de fuerza. No sólo porque el capital fracasa en imponer la ley del valor, y de este modo reafirmar su propia legitimación, sino, por sobre todo, porque el lado de la relación de la clase trabajadora se ha subjetivizado y se alza como fuerza antagónica.

   Debemos ahora considerar un tercer elemento: un elemento importante porque nos permite progresar en la cuestión de la composición de la clase trabajadora en este estadio de socialización. Ahora, se pregunta Marx, en este estadio del análisis, en presencia de tan fuerte interpenetración de la circulación y la producción, ante antagonismos tan dramáticamente acentuados- ¿Qué sucede? El fenómeno más importante a subrayar es que  en estas condiciones, la función intermediaria jugada por el equivalente se reduce. El capital, que siempre ha visto al tiempo de circulación como un obstáculo para la producción, que siempre ha tendido a reducir al mínimo la contradicción  entre el tiempo de producción y el de circulación, se encuentra atascado  en una relación de fuerza en la cual, aún necesitando continuar el juego, ve el carácter mortal de esta solución. "Es la tendencia necesaria del capital, esforzarse por llevar a 0 el tiempo de la circulación; es decir, suspenderse a sí mismo, puesto que es el mismo capital el que determina al tiempo de circulación como un momento determinante del tiempo de producción. Esto es lo mismo que suspender la necesidad del intercambio, del dinero y de las divisiones del trabajo que se apoyan en él, por lo tanto, del mismo capital" (Grundrisse, p. 629; 522) La equivalencia horizontal debe dominar la circulación, como la equivalencia vertical debe dominar la explotación: no se puede seguir los dos caminos al mismo tiempo. La simultaneidad de la circulación y la producción, el antagonismo en la producción, hacen imposible atribuirles un signo de equivalencia. Destruyen toda la función de control que pueden influir sobre estas contradicciones antes que se vuelvan antagónicas: y, especialmente, aquellas del dinero (Ver sobre este tema Grundrisse p. 659 y siguientes; 551) Inversamente, el poder de oposición que hemos visto surgir del valor de uso y la masificación del trabajo necesario, encuentran aquí un enorme espacio de liberación colectiva. El aspecto más eficiente y coercitivo del control capitalista languidece: aquel de la determinación de la desigualdad por el uso de equivalentes.

   Pero esto no basta. Aparece aquí una nueva contradicción. Sabemos que el capital fijo contiene el potencial de reproducir a la totalidad de la sociedad. También sabemos que no entra en la circulación como valor de sociedad. También sabemos que no entra en la circulación como valor de uso (Grundrisse, p. 717; 604) También sabemos que el capital fijo comanda, organiza jerárquicamente, y vuelve funcionales a todos los mecanismos de reproducción de la sociedad capitalista. Pero también sabemos que esta reproducción sólo es posible bajo la presión de las necesidades humanas (Grundrisse, p. 741-43; 629-30) Ahora, en el punto al que hemos arribado, estas relaciones se vuelven imposibles, pues, por un lado, el capital ya no posee la clave para interpretar el desarrollo (equivalencia), y, por otro lado, el valor de uso de los trabajadores se vuelve fuertemente antagónico al desarrollar el sentido de su propia subjetividad. El capital fijo se opone como enemigo a la subjetividad de los trabajadores. La tensión está en el nivel máximo, se vuelve la base teórica de una lucha en la que cada uno de los adversarios suprime al otro. La contradicción, que al principio sólo aparece como posibilidad, ha mostrado su realidad, hasta el punto de transformarse en antagonismo. Los términos del antagonismo, endurecidos por la expectativa de la violencia, poseen en adelante, como su base, la exclusión del adversario.

 

   Hemos dado un buen paso adelante. Comenzamos a ver cómo la dinámica del comunismo es un proceso independiente dentro de las contradicciones del desarrollo maduro del capitalismo. La dinámica del comunismo descansa en la emergencia de subjetividad permitida por la crisis del desarrollo maduro del capitalismo –pasivamente, dándole su espacio, simplemente– pero que también encuentra en esta crisis la posibilidad de enriquecerse y expandirse. La producción capitalista, cuando se apodera de la sociedad, vuelve inextricable el nexo entre producción y circulación. Circulación y producción se tornan, poco a poco, conceptos que se implican mutuamente en el modo de la producción y la reproducción. El antagonismo social de la relación de capital rompe eventualmente este universo compacto, estallándolo. El concepto y la realidad de la clase trabajadora son desplazados y alcanzan el nivel en el que ocurre la explosión. No es, simplemente, el nuevo antagonismo entre "trabajador" y "proletario" el que es desplazado, sino la composición de la clase proletaria. Dentro de este espacio se desarrolla un proceso de constitución colectiva de la clase. Es evidente que sólo su recomposición en una unidad le dará sentido. Es evidente que sólo el modo subjetivo y complejo en el cual todos estos aspectos se unifican, sólo la pertinencia puntual del antagonismo y su violencia, permiten que esta emergencia se desarrolle en su totalidad... Pero esto no implica que sólo debemos seguir los diferentes pasajes que nos han indicado las páginas de los Grundrisse. El individuo universal de la clase comienza a aparecer aquí como una actividad que se valoriza a sí mismo/a por el valor de uso, luego masifica y eleva el valor del trabajo necesario a niveles muy rígidos. Su poder lleva en sí el fina de todas las leyes capitalistas de equivalencia, de todas las posibilidades de mistificar racionalmente la explotación. Por último, ya en estas páginas de los Grundrisse, el proceso que constituye al individuo universal se presenta como una relación totalmente conflictiva con el funcionamiento del capital fijo: es cuestión de determinar quién controla, quién comanda el intermediario necesario que el capital fijo necesita para reproducir la sociedad. En el mismo proceso donde se constituye el individuo universal, social, él / ella muestra la capacidad y fortaleza para ejercer este comando.

   Así, el comunismo comienza a descender de las nubes, en la medida que la inversión del proceso capitalista –requerida por el método marxista para definir al comunismo– es alcanzada e invade el horizonte del proceso constituyente. El individuo universal ya no puede aparecer como fruto de una nostalgia humanista: él / ella es el producto de un proceso materialista y debemos conectar al carácter materialista de este análisis cada salto cualitativo, cada profundización cualitativa del sujeto. Una última observación: no hay nada "socialista" en este proceso. En el socialismo está solamente el desarrollo del capitalismo maduro. El comunismo no viene "en un período subsiguiente", surge contemporáneamente como un proceso constituido por un enorme poder de antagonismo y suplantación real.

 

   Sin embargo, nos quedamos con una aproximación. Quiero decir que Marx nos mostró un camino, más que adentrarse en él. Los elementos teóricos que nos dio son más ideas arrojadas que desarrollos sistemáticos. Aún cuando este camino que va desde la inversión hasta la constitución, es de fundamental importancia. Desde este punto de vista, los límites más consistentes del pensamiento marxista son, tal vez, de orden metodológico. Esto significa que esta formidable unificación de la teoría de la plusvalía con la de la circulación productiva no es capaz de desplazar totalmente sus propios términos. Cada vez que enfrentamos estos grandes momentos teóricos tenemos la impresión de que una enorme fuerza de gravedad nos hace volver atrás, impidiéndonos penetrar en la calidad de la síntesis, alcanzar una nueva comprensión de los elementos que la componen. Es así como, cada vez que nos parece que hemos atravesado, finalmente, un segmento del proceso constituyente, hallamos a Marx, en ese momento, dándonos una nueva ilustración –con mejoras teóricas de extraordinario nivel– ya de la teoría de la plusvalía, ya de la teoría de la circulación productiva. El desplazamiento no es consciente de sí mismo, los resultados no pueden sostenerse por sí mismos. Y, sin embargo, Marx tiene los instrumentos del neue Darstellung, que preparó para esta operación de desplazamiento de términos, que debía permitirle transformar las bases de su investigación y alcanzar el fin que pensó. Justo cuando su lógica dialéctica fue reemplazada por la lógica de la separación, que le permitió –alrededor del salario, la circulación en pequeña escala, el tema de las necesidades– construir la figura antagónica del sujeto, similarmente, la relación entre subjetividad y ciclo, el pasaje de la ley del valor a la ley de la auto-valorización, el agotamiento de todas las posibilidades inherente a la operación de ir más allá de la ley del valor– todo esto debía haber aparecido, debía ser posible teóricamente. Y lo fue en parte, como vimos. Pero no por completo. De hecho, el método marxista persistió dentro de los límites trazados por la experiencia históricamente posible, y la figura teórica más avanzada que trazó, quedó dentro de este límite. Como hemos observado respecto del "Libro sobre el Salario", y, más aún, respecto del Libro sobre la Constitución del Individuo Social del Comunismo, es el atraso de la organización de los trabajadores el que bloquea el desarrollo ulterior de la teoría. Podemos sospechar que Marx temía caer en el utopismo. Podía temer la inconmensurabilidad de la teoría y la organización, de la organización posible.

   Dos observaciones sobre este tema. Primero, una nueva verificación de lo que hemos dicho en la Lección 1, esto es: nunca hay en Marx, y en especial en los Grundrisse, una actitud teórica demasiado desprendida de la práctica (de la posibilidad de verificación en la práctica) y de la organización (de la posibilidad de conversión en organización) Esto parecería tonto si recordamos las condiciones políticas en las que trabajó Marx. Y, aún así, es de este modo. Lo cual es una buena lección. La segunda observación que debemos hacer, referida a los límites implícitos del método, es, también, de extraordinarias consecuencias teóricas: el proceso de auto-valorización y constitución del individuo comunista logra desplazar no sólo a los términos generales del discurso, sino, también, al motor central de su desarrollo. Lo que significa que el tema de la constitución nos fuerza a penetrar en una fase teórica donde la determinación concreta del comportamiento proletario, la praxis colectiva del proletariado se vuelve un motor teórico, la trama de una propuesta teórica, un sujeto con extraordinario poder de libertad y auto-presentación. En este estadio de desplazamiento teórico, es la presuposición la que cambia. Se produce una mutación del sujeto. Sin una experiencia concreta de esta mutación, es difícil ir más allá de la simple alusión. No deseamos atribuir a Marx una conciencia clara y precisa de esta evolución de la teoría, y justificar así, de algún modo, sus límites. Repito: estos límites derivan del atraso de la organización de los trabajadores. Después de todo, la imaginación teórica de Marx fue mucho más allá, como vimos. Dicho esto, resulta cierto que la neue Darstellung, en este proceso –en adelante moderada con la constitución del individuo colectivo del comunismo– debe transformarse, más y más, en una Selbst – Darstellung.

 

   Volvemos a este límite del pensamiento de Marx. Aún cuando Marx conjuga estrechamente la producción con la reproducción, no es capaz de ilustrar, en términos suficientemente explícitos, el proceso de trabajo social en toda su materialidad. La relación entre producción y reproducción permanece aún genérica. Es decir, Marx nos muestra cómo el sistema se reproduce a sí mismo y cómo el antagonismo se reproduce a sí mismo, en la totalidad, pero nunca llega a examinar la naturaleza del proceso del trabajo en este estadio de la circulación productiva, ni examina la naturaleza del trabajo productivo. Ahora, detengámonos para examinar este concepto de trabajo productivo. Qué nos ha dicho Marx y hemos tenido ocasión de analizar. El trabajo productivo es aquel que produce plustrabajo. Con esto acordamos. El problema aparece cuando buscamos dónde podemos hallar plusvalía y cuales son sus circuitos de producción. Ahora bien, cuando producción y reproducción están tan entremezcladas, ya no podemos distinguir trabajo productivo de trabajo reproductivo. La circulación productiva agrupa, en la línea de ensamblaje del capital social, a todo el trabajo social definido como directa o indirectamente, inmediata o mediatamente productivo. Aquí, el trabajo social abstracto, promedio, que forma las primeras categorías del análisis marxista, se desplaza para tomar una dimensión histórica muy densa, una dimensión concreta: ella misma un elemento de la constitución del individuo universal del comunismo. La extensión del concepto y la realidad del trabajo productivo, a la circulación, a la reproducción, fuerza la aparición no sólo del carácter histórico sino, también, de la múltiple variedad de procesos constitutivos de la individualidad histórica del sujeto comunista. Bien, este proceso en la definición, en el nivel teórico que alcanzó, le permitió a Marx alcanzar esta extensión. Pero no lo hizo. De hecho, la definición marxista de trabajo productivo es una definición reducida, unida a la axiología aún cuando las condiciones teóricas habían cambiado. ¡Y qué profundamente! Había sólo un desplazamiento completo del concepto de trabajo productivo que hubiera permitido la definición de clase revolucionaria. Pero conservar esta axiología socialista a fin de definir este concepto, mientras todas las otras definiciones y equipamiento del sistema eran desplazados hacia delante, hubiera sido, francamente, inútil y estéril. Marx sufrió el efecto nocivo de los límites del movimiento obrero.

   Pero continuemos examinando, por otro lado, las posibilidades teóricas contenidas implícitamente en el concepto de trabajo productivo. Su evolución de producción a reproducción por medio de la circulación productiva es un índice precioso del desarrollo de la praxis constitutiva  del individuo social del comunismo. Dentro de este esquema, la clase revolucionaria  será la categoría cuyo desarrollo independiente incluirá a la multiplicidad de formas y relaciones de trabajo productivo, y las acumulará como poderes potenciales y alternativos a la valorización capitalista. El rechazo al trabajo, como contenido del comunismo y medida del proceso de liberación que conduce a su realización, aparece aquí, cuando se coloca en relación con la universalidad del trabajo productivo, como poseyendo también esencia productiva. Esto es debido al ejercicio de su poder masificado para destruir la universalidad de la explotación y liberar sus energías creativas, que la universalidad de la cooperación en la producción, que los sucesivos desplazamientos de la producción han generado, y aumentado enormemente. La clase revolucionaria, por auto-valorización, toma una significación cuya intensidad y expansión la hacen aparecer como resultado del desarrollo y su total inversión. Los aspectos abstractos y genéricos de la definición marxista del individuo universal, tomados en sentido literal, son eclipsados completamente aquí. Podemos recuperar por completo, si no al pié de la letra, el método de Marx: es el que nos lleva a analizar la profundización de la cooperación productiva, a considerar siempre a la fuerza colectiva como una praxis constituyente. Por un momento pareció que la formidable expansión del marco teórico, expansión capaz de tener en cuenta al antagonismo de toda la sociedad, no era capaz de unir en su propio análisis a la intensidad del empuje hacia la profundización de la cooperación y la expresión de su poder, tanto creativo como destructivo. Pero todas las condiciones necesarias para corregir esta desviación están ahora presentes, y pueden ser recuperadas. En este sentido, creo que la definición que Marx da de la dinámica del comunismo va en una nueva dirección. El desplazamiento global de todos los términos del desarrollo capitalista debe ser, simultáneamente, el desplazamiento de todos los términos de la constitución del sujeto. Este ya no aparece como un simple polo antagónico: por el contrario, aparece, mucho más, como clase revolucionaria, riqueza y auto-valorización.

 

   Materializar al comunismo, volverlo una fuerza histórica con más plenitud de lo que fue posible para Marx, es el proyecto de hoy. Hoy, cuando las condiciones del desarrollo capitalista y de la organización de los trabajadores han madurado. Un proyecto para hoy, pero basado aún en la teoría de Marx. Podemos imaginarlo como una trayectoria que atraviesa el movimiento real. Es sólo el movimiento real el que transforma la indicación de comunismo contenida en el discurso de la transición hacia el proceso constituyente: la dinámica del comunismo. Es el desarrollo más extendido del capitalismo, la maduración de las tendencias definidas por Marx las que realizan el esfuerzo plenamente desplegado para materializar la definición de comunismo. En términos de dinámica, de camino, en términos de clase. Es evidente que no estamos tomando en cuenta aquí al tema de la transición tal como lo hallamos en la historia del marxismo político ortodoxo. Aquí, la crítica de la política, lejos de representar un terreno que Marx debía cubrir algún día, es presupuesta. La transición "ortodoxa" es una invención pura y simple, una horrible mistificación. En el análisis marxista, la dinámica del comunismo aparece como un proceso antagónico que invierte la totalidad de la dominación capitalista sobre la sociedad, y se apodera de la posición subjetiva del proletariado a fin de volverlo independiente, libre, rico. El camino a seguir se vuelve una repetida pero continua acumulación de momentos de rebelión y expresión de necesidades, donde se distribuyen funciones subjetivas que a veces determinan y se apoderan de nuevos espacios de valorización. La multilateralidad, la diferencia, son atributos sustanciales del desarrollo de la riqueza proletaria. Hoy tenemos ante los ojos, tanto el muy alto nivel de integración capitalista de la sociedad, como la riqueza de necesidades y movimientos de reapropiación del proletariado: es en este nivel que verificamos el camino marxista. Y está allí. Es suficiente tener el deseo y la fuerza para verlo. Es un camino que es fuente de guerra permanente entre las clases, probablemente un largo camino, material en cada punto. Y no hay posibilidades de quitarle este proceso, este camino revolucionario, al proletariado.

   Una revolución que, finalmente, ha recuperado la importancia de su definición: una revolución basada en la materialidad del sujeto colectivo. La irreversibilidad del camino trazado por la ciencia marxista se enraíza en la materialidad de la composición de clase, y se fortalece en su necesario combate –combate "fatal", decía Marx– determinado contra el enemigo. Las eternas y aburridas discusiones para descubrir si es posible o no (y siempre se llega a la última conclusión, no por pasión, sino por razonamiento) están cerradas. Aquí ya no hay decisión a tomar: en la revolución uno es o no es, en el comunismo uno vive o no. La decisión está adelante, en las condiciones de la guerra de clases.

 

   Materializar el comunismo, hacerlo una fuerza histórica, es así como se resuelve, en realidad, el problema marxista de su dinámica. Podemos exponer este problema desde otro punto de vista y de modo equivalente, en términos de composición de clase. Es cuestión de mostrar cómo la composición de clase determina de modo irreversible la dirección del movimiento comunista. Todas las condiciones son ahora colocadas juntas. El problema es ubicado desde el punto de vista histórico y sólo podemos resolverlo con una fenomenología constitutiva de praxis colectiva, capaz de recuperar en sí misma la determinación del desarrollo histórico de la clase, dadas las condiciones presentes de la composición de clase. No para celebrarlo, sino para explorar las determinaciones concretas, más y más concretas, del proceso de auto-valorización. Siempre volvemos al mismo punto: la independencia, la autonomía de la valorización de la clase trabajadora. El capital la ve emerger; el capital ve en ella, sin dificultado, la clave fundamental para explicar la crisis, la pérdida de eficiencia de todas sus categorías relevantes para el control. Es más difícil volcar esta consideración desde el punto de vista de los trabajadores, porque aquí lo negativo, la fuerza de destrucción no es suficiente para alcanzar una explicación. Es el propio carácter de la riqueza del desarrollo de la autovalorización el que alcanza una positividad fuerte y racional, el que explica su propio desarrollo. Y esta es una demanda difícil de satisfacer. Es más simple considerar los movimientos limitantes del capital, definir la estrategia que aparece en la frontera entre las clases en guerra. Pero cuando debemos descender a esta maraña de iniciativas tácticas que constituyen la trama de la auto-valorización, sólo logramos darnos definiciones vagas y aisladas. Ciertos elementos positivos están, simple y puramente, dados. En primer lugar, el carácter –multilateral y acumulativo– de la composición de clase. Una estrategia de auto-valorización debe basarse en la variedad de dinámicas que fluyen de este nivel de socialidad de los trabajadores, de la riqueza y diversidad de presiones, de las necesidades, de los comportamientos. La capacidad de atacar cada una de las articulaciones de la incesante recomposición capitalista del ciclo.

   El modo en que esta riqueza y variedad se expresan le impone al capital una total flexibilidad en el control que ejerce. Pero atención: la flexibilidad está sólo del lado del capital: la variedad, multilateralidad, dinámica, riqueza, del lado de los trabajadores no son flexibles sino rígidas. Y es el segundo punto a tener en cuenta. La síntesis que, desplazándose, forma dentro del proceso permanente de constitución de la composición de clase los saltos cualitativos que efectúa este desarrollo: todo esto está contenido materialmente en la composición de clase. El capital puede controlar, puede bloquear este proceso de constitución, pero nunca puede invertirlo. El momento de florecimiento del polo de clase antagónico que nos señaló Marx en el desarrollo de la hipótesis de la socialización de la dialéctica, este momento está inscripto materialmente: en la realidad del trabajo necesario. En tercera instancia, por fin, debemos tener presente que la composición de clase suma a su multilateralidad y rigidez un elemento suplementario: la violencia productiva del más elevado nivel de cooperación que presenta. Podemos, finalmente, nombrar a la composición de clase por lo que se ha vuelto: composición comunista. Su dinámica está marcada por el carácter comunista de la premisa, está continuamente animada, tironeada por esta característica. Nada puede explicar mejor que este elementos la incesante alternación de violencia y programa, de guerra y masificación de objetivos, de ataques de la vanguardia y resistencia, en la expresión histórica del movimiento de auto-valorización proletaria.

   Para señalar mejor el carácter de este dinamismo, veamos ahora cómo se comporta el enemigo de clase. Es sensible a la autonomía asumida por la cooperación social del proletariado en el movimiento de auto-valorización. Es tan sensible que continuamente rehace el marco de referencia y perspectiva estratégica del capital, tomando en cuenta a esta insurgencia. El capital intentará responder a la multilateralidad de la iniciativa obre tratando de recomponer continuamente el marco social, en términos de una línea de ensamblaje ampliada, difusa y socializada. Por ello, tratará de agrupar variados estímulos indefinidos, pero descomponiéndolos, segmentándolos en la producción y reproducción. Esto equivale a un control político puramente artificial pues, como vimos en el segundo punto, la rigidez de la autonomía es tal que bloquea todas las operaciones que puedan efectuar cortes o imponer recesiones. El carácter violento y político de la relación del capital se mostrará al fin por la imposibilidad de planificar la tensión de la cooperación de los trabajadores en la fase de auto-valorización. Aquí, el capital se verá forzado a intentar poner un fin, usando fuerza contra fuerza, oponiendo violencia a la violencia. Todo esto demuestra, para mí, que el comunismo –la realidad comunista de la composición de clase– se anticipa y condiciona las formas que tomará el desarrollo capitalista. El comunismo aparece, en su rol de elemento  dinámico y constituyente, como el motor y la fuerza que destruyen al desarrollo capitalista. Todas las dinámicas indicadas por Marx –que hemos visto en los últimos movimientos de los Grundrisse y que representan la articulación inicial del proceso que estaba desarrollándose– todas estas dinámicas encuentran aquí su conclusión. La contradicción ya no está indicada sino que es actual: sus términos son antagónicos, y, mucho más, su separación, su diferencia y desarrollo contrario. El condicionamiento que la auto-valorización le impone al desarrollo capitalista ya no es efecto de la dialéctica resuelto dentro de las relaciones capitalistas; por el contrario, es un verdadero condicionamiento, una lógica impuesta al adversario por medio de posiciones de fuerza– posiciones separadas que son auto-determinadas. Podemos, por ello, avanzar hoy "más allá de Marx" en este camino que Marx indicó desde sus primeros guijarros. Pero una vez que se ha dado el salto, la imagen de la realización del comunismo, su dinámica, posee tan fuertes connotaciones que debemos, pese a nuestra incredulidad, repetirnos: sí, hemos ido más allá de Marx.

 

   Muchos han dicho que El Capital sirve pobremente para ayudarnos a comprender el desarrollo capitalista contemporáneo. En especial los revisionistas– que no aguardaron por las transformaciones capitalistas modernas para decirlo. El revisionismo repite esto porque aborrece del espíritu revolucionario que animó el trabajo de Marx. Pero más allá de estas motivaciones maliciosas, el revisionismo –y después de él numerosas tendencias adscriptas al mismo análisis ortodoxo– ha encontrado espacio suficiente para apoyar sus quejas. Algunos dicen que debemos modernizar, reposicionar al nivel actual fenomenológico del capital, y, dentro del desarrollo social del capital, los conceptos fundamentales de la tradición marxista: el concepto de capital, de clase trabajadora, de imperialismo. ¿Cómo responder más que afirmando? Todo mi discurso se sitúa en este terreno de modernización. ¿Pero basta con el modo de ver las cosas? Veamos. En primer lugar, no quedan dudas acerca de que debemos dar nuevas bases a las categorías marxistas tomando en cuenta el carácter social del desarrollo capitalista. Desde este punto de vista, los Grundrisse se adelantan a El Capital, pues en ellos el carácter social de las categorías aparece, de inmediato, como fundamental. Los pesados hilos de la dialéctica pública – privada a los que una crítica legal permitió sobrevivir en la crítica marxista de la economía política, están casi ausentes en los Grundrisse. Dicho esto, no significa que podemos hallar en los Grundrisse una reformulación total de las categorías. Sin dudas que no. Hay momentos en los que se muestra una gran originalidad en las definiciones, pero, sin dudas, aún cuando Marx llega más lejos, sólo –como señalamos– hace una alusión a la nueva realidad social del capital. Donde los Grundrisse llegan más lejos de los esfuerzos hechos en el primer punto (nuevas bases para las categorías en la necesidad de socialización) es alrededor de la definición del antagonismo social. Allí las categorías rompen con cualquier concepción reformista posible, y definen un segundo elemento fundamental de la modernización de las categorías de Marx.

   Detengámonos un momento y examinemos este último elemento. Este da no sólo la originalidad sino también la modernidad, la actualidad de los Grundrisse. Marx insiste aquí en enfatizar la unión de la teoría de la socialización y la de la plusvalía. La última permite considerar a la primera en términos antagónicos. La primera nos permite llevar a la segunda a niveles universales. "A niveles universales" significa que el trabajo de modernización y la refundación de las categorías marxistas debe ser capaz de aprehender en su objeto al desarrollo del capital administrado por el Estado, y que el modo de producción multinacional, cada vez más impetuoso, está creciendo a nivel internacional. La crítica de la economía política no puede sino ser, simultáneamente, una crítica de la política del socialismo, de la multinacionalidad. Pero estos niveles universales son de antagonismo real. El desarrollo del capital dentro de la forma –Estado, la inserción de mecanismos políticos dentro de la dinámica de la acumulación, la elaboración del modo de producir (que algunos denominan "post-Taylorismo") que posee en su centro la cuestión del control político, todos ellos colocan al antagonismo trabajador– Estado en el centro de la dinámica crítica. Marx indicó, y con mucha frecuencia, en especial en los Grundrisse, que decir Estado es sólo otro modo de decir capital. El desarrollo del modo de producción nos ha llevado a reconocer que decir Estado es el único nodo de decir capital: un capital socializado, un capital cuya acumulación se hace en términos de poder, una transformación de la teoría del valor en teoría del comando; el lanzamiento al circuito y desarrollo del Estado de las multinacionales. El desarrollo de las categorías marxistas, su refundación, no nos deben hacer olvidar, a riesgo de destruir todo el esfuerzo teórico, esta centralidad. Debemos reformular el concepto de capital comenzando desde la centralización estatal de los mecanismos de acumulación y planificación, comenzando desde la masiva reorganización de la centralización capitalista multinacional de todos los instrumentos y cambios de la producción y reproducción. ¿De los Grundrisse a El Capital ? Sí, pero en un sentido preciso. Y en otro, complementario a éste, orgánicamente complementario: el análisis de la dinámica del comunismo. Es sólo en este nivel que podemos proponer analizar la dinámica del comunismo, en este grado de intensidad del antagonismo. Debemos tomar el progreso de la acumulación capitalista en forma inversa. Pero no podemos hacerlo si no reducimos este concepto de inversión al de separación. La relación del capital es una relación de fuerza que tiende hacia la existencia separada e independiente de su enemigo: el proceso de auto-valorización obrera, la dinámica del comunismo. El antagonismo no es más una forma de dialéctica, es su negación. Hay muchas charlas hoy en día sobre "pensamiento negativo." Bien, el pensamiento negativo, arrancado de sus orígenes burgueses, es un elemento fundamental del punto de vista obrero. ¡Comencemos a usarlo, nos dará algunos frutos! Algunos frutos para cosechar, para nutrir el desarrollo de la saludable solidez de la crítica obrera, en toda su independencia.

   Más aún, cuando se ha admitido todo esto, aún debemos atravesar el camino más interno e importante: aquel que demanda el análisis de la praxis colectiva, de la independencia proletaria. Reexaminemos sobre este punto un pasaje fundamental de la metodología marxista:

 

Para comenzar, el capital fuerza a los trabajadores, más allá del trabajo necesario, al plustrabajo. Sólo de este modo se realiza a sí mismo, y crea plusvalía. Pero por otro lado, sitúa al trabajo necesario sólo en la medida y en cuanto es plustrabajo, y este último es realizable como plusvalía. Sitúa al plustrabajo, entonces, como condición del trabajo necesario, y a la plusvalía como el límite del trabajo objetivado, como valor en sí. Tan pronto no puede obtener valor, no necesita al trabajo necesario; y dadas sus bases, no puede ser de otro modo. En consecuencia, restringe el trabajo y la creación de valor –con un cheque falso, como dicen los ingleses– y lo hace en el mismo terreno y en la misma medida en que coloca plustrabajo y plusvalía. Por su naturaleza, pues, coloca una barrera al trabajo y a la creación de valor, en contradicción con su tendencia a expandir sus límites. Y en tanto ambos representan una barrera específica contra sí mismo, y, por otro lado, igualmente salta por sobre toda barrera, se da, así, la contradicción viviente. (Grundrisse, p. 421; 324)

 

Ya hemos leído y comentado este pasaje para otro punto. Ahora queremos releerlo, revertirlo, convencidos que esta metodología nos puede permitir redescubrir la dirección del desarrollo de esta nueva "contradicción viviente" que es la clase trabajadora y el proletariado en su camino al comunismo. Un camino donde cada límite –rigidez de la composición de clase, nivel determinado de trabajo necesario, etc.– aparece como un obstáculo. Pero donde para el capital los límites existen y son considerados como obstáculos, sólo para hallar otra vez límites y proporciones, aquí, desde el punto de vista obrero, el límite aparece como obstáculo en todo su sentido, como viviendo del otro lado. El modo de verlo es el del antagonismo, donde la superación del obstáculo no tiende a crear nuevos límites sino a desarrollar más plenamente el valor de uso y la fuerza del trabajo viviente. En este pasaje, con este método, la subjetividad obrera se transforma en la clase revolucionaria, la clase universal. En este pasaje el proceso constituyente del comunismo halla su total desarrollo. Debemos de inmediato subrayar que a esta luz, la lógica antagónica deja de tener un ritmo binario, cesa de aceptar la realidad fantástica del adversario en su horizonte. Rechaza la dialéctica incluso como simple horizonte. Rechaza toda fórmula binaria. El proceso antagónico tiende aquí hacia la hegemonía, tiende a destruir y suprimir a su adversario. Niega la dialéctica: esa fórmula eterna del pensamiento judeo-cristiano, esa circunlocución para decir –en el mundo occidental– racionalidad. En Marx hemos leído el proyecto más avanzado para su destrucción, hemos visto enormes pasos hacia esa dirección. Debemos involucrarnos nosotros mismos completamente. Es sólo en este terreno donde podremos comenzar a hablar de nuevas categorías: no del capital sino para el derrocamiento del capital.

   Aquí, en el final de nuestro trabajo, nos parece que podemos estar satisfechos de la intuición con que comenzamos. Debemos liberar el contenido revolucionario del método marxista. El camino de los Grundrisse nos ofrece una base fundamental para ello. Avanzando dentro de esto, redescubriendo los mecanismos que empujan hacia delante al pensamiento marxista, llegamos por fin al punto central: la crítica marxista a todas las formas dialécticas. Es allí donde, finalmente, encontramos el carácter práctico del pensamiento de Marx, ¿El fin de la dialéctica? Sí, porque el acto de pensar no posee aquí ninguna autonomía de la fuerza colectiva, de la praxis colectiva que constituye al sujeto como dinámica hacia el comunismo. El adversario debe ser destruido. Sólo la práctica comunista podrá destruirlo, y deberá hacerlo, lográndolo y desarrollándose a sí misma, liberando la rica multilateralidad independiente del comunismo.

 

 

 

 

 



[·] Nota del Autor: Esta Introducción fue una de las tres escritas por los traductores para la publicación que Bergin y Garvey realizaron en 1984 de este libro. Se utilizaron las ediciones Italiana y Francesa para la traducción. Dado que los traductores fueron amateurs, recomendaron consultar con el original.

 

[·] Nota del traductor: Las citas de los Grundrisse están compuestas por dos números de páginas distintos: el primero corresponde a la edición inglesa (Penguin Books, Inglaterra), el segundo, a la edición alemana (Dietz Verlag, Berlín, Alemania, 1953)

 

 

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Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual  colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.

 

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2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista

3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico 

4.- Esquematismo ideológico

 

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1.- Teórias de sistemas

2.- Sistemas autopoieticos 

3.- Teorías nómadas

4.- Versiones de la teoria de la complejidad

 

Modulo III

Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad

 

1.- Contra-poderes y contragenealogias 

2.- Composiciones complejas singulares

3.- Simultaneidad dinámica integral

4.- Acontecimiento complejo

 

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1.- Devenir de mallas institucionales concretas

2.- Flujos sociales y espesores institucionales

3.- Voluntad de nada y decadencia

4.- Subversión de la potencia social

 

 

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