La paradoja de Nietzsche

08.09.2017 23:23

La paradoja de Nietzsche

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 

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La paradoja de Nietzsche se expresa en el eterno retorno, que según Pierre Klossowsky es un círculo vicioso. La voluntad de potencia, que otros traducen como voluntad de poder, es el impulso del eterno retorno. De acuerdo a la interpretación de Klossowsky, el eterno retorno es la repetición de los mismo, innumerables veces de manera indefinida, repetición de las mismas singularidades y situaciones. La voluntad de potencia o la voluntad de poder juegan al azar, derrochando el impulso, la energía creadora, que hace a su consistencia.  Al hacerlo, en cada retorno singular, ya las situaciones dadas, se dan como la oportunidad, para decirlo de ese modo, de composiciones y combinaciones, no solamente distintas, sino hasta mejoradas, usando este término discutible. Bueno, aquí comienza la paradoja; el retorno a lo mismo ya lo hace distinto, por el solo hecho de ser retorno; por lo tanto, no es exactamente lo mismo, como anotaba Gilles Deleuze en su escrito sobre Nietzsche[1]. Por eso decía que se trata del eterno retorno a la diferencia.

 

Solo hablar de retorno, es más, de eterno retorno, es mencionar diferencias, múltiples diferencias, además, tratándose del eterno retorno, múltiples diferencias multiplicadas en este eterno retorno. Cuando se retorna a lugar no es el mismo, la situación no es la misma, ni nada es lo mismo, incluso la conjunción de fuerzas en concurrencia, que atraviesan el cuerpo. Por lo tanto, en principio, la paradoja puede expresarse del modo siguiente: lo mismo es distinto o, si se quiere, dicho de mejor manera, lo mismo es la diferencia[2].

 

En el capítulo de La experiencia del eterno retorno, en el apartado Olvido y anamnesis en la experiencia vivida del eterno retorno de lo mismo, Pierre Klossowsky interpreta la intuición de Nietzsche de la siguiente manera:

 

 

El pensamiento del Eterno Retorno de lo Mismo se le aparece a Nietzsche como un brusco despertar al modo de una Stimmung, de una cierta tonalidad del alma: confundido con esa Stimmung, el pensamiento se desprende de ella como pensamiento; no obstante, mantiene el carácter de una revelación – es decir, de un sutil develamiento.

 

[Hay que distinguir aquí el carácter extático de esa experiencia, de la noción del Eslabón universal que obsesionaba a Nietzsche ya desde su juventud – (período helenista).]

 

¿Cuál es la función del olvido en esa revelación? En particular, ¿no es el olvido el origen al mismo tiempo que la condición indispensable para que el Eterno Retorno se revele y transforme de una vez hasta la identidad de aquel a quien se le revela?

 

El olvido oculta el eterno devenir y la absorción de todas las identidades en el ser. ¿No hay una antinomia implícita en la experiencia vivida por Nietzsche, entre el contenido revelado y la enseñanza de ese contenido (como doctrina ética) así formulada?: actúa como si fueras a revivir innumerables veces y desea revivir innumerables veces – porque, de una manera o de otra, tendrás que revivir y recomenzar.

 

La proposición imperativa suple el olvido (necesario) por el llamado a la voluntad (de poder); la segunda proposición prevé la necesidad confundida en el olvido.

 

La anamnesis coincide con la revelación del Retorno: ¿cómo es que el Retorno no restablece el olvido? No sólo caigo en la cuenta de que yo (Nietzsche) me encuentro de vuelta en el instante crucial donde culmina la eternidad del círculo, sino que, al mismo tiempo, se me revela la verdad de la necesidad del retorno; pero en el mismo momento me entero de que yo era otro distinto del que soy ahora, por haberlo olvidado, puesto que me he convertido en otro al saberlo; ¿voy a cambiar y a olvidar una vez más que cambiaré necesariamente durante una eternidad – hasta que tenga de nuevo esa revelación?

 

El acento debe caer sobre la pérdida de la identidad dada. La “muerte de Dios” (del Dios que garantiza la identidad del yo responsable) abre al alma todas sus posibles identidades ya aprehendidas en las distintas Stimmungen del alma nietzscheana; la revelación del Eterno Retorno anuncia como necesidad las realizaciones sucesivas de todas las identidades posibles: “Soy, en el fondo, todos los nombres de la historia” –finalmente “Dionisos y el Crucificado”. La “muerte de Dios” responde a una Stimmung en Nietzsche del mismo modo que el instante extático del Eterno Retorno[3].

 

 

 

En primer lugar, se puede decir que se trata de una intuición, de la comprensión del acontecimiento por la experiencia corporal, experiencia sintetizada, si se quiere, como integración perceptual de las sensaciones y de las interrelaciones entre el cuerpo y el mundo efectivo; es más, del cuerpo con el multiverso, en sus distintas escalas. Ahora bien, la interpretación de esta intuición se da en las condiciones del lenguaje y de la crítica, de los saberes asumidos y los saberes interpelados; se da en las condiciones singulares que sitúan a Nietzsche como interpelante. Nietzsche denomina a esta intuición eterno retorno.

 

 

¿Qué es lo que hay que tomar en cuenta, la intuición o la interpretación? ¿O, mas bien, ambas? Lo sugerente de Nietzsche es que busca, escarba, en los estratos y substratos de la intuición lo que ocurre como experiencia primordial; interpreta la concurrencia de las fuerzas que atraviesan el cuerpo. Cómo las resultantes de estas concurrencias de fuerzas producen huellas, que son los signos primordiales, las pulsiones. Signos que son interpretados por el lenguaje, es decir, por signos abstractos, que reducen los espesores de las huellas a representaciones. Lo sugerente de la interpretación de Klossowsky es que retoma los espesores de la intuición para descifrar la interpretación de Nietzsche, en el sentido del eterno retorno. Sin embargo, tanto Nietzsche como Klossowsky, al llegar a la interpretación de la intuición, se quedan en la interpretación, es decir en el lenguaje. No retornan a los espesores de la intuición para evaluar las propias interpretaciones.

 

 

Por eso, Nietzsche expresa una interpretación sin solución, que Klossowsky denomina, de manera crítica, círculo vicioso. Por eso, la interpretación del eterno retorno como círculo vicioso, que hace Klossowsky, solo encuentra el círculo vicioso, las contradicciones, las antinomias, las paradojas y las aporías en la exposición de Nietzsche. 

 

 

El gran problema planteado por la intuición de lo que llama Nietzsche el eterno retorno no se resuelve en el plano de intensidad de la interpretación; pues pueden haber variadas y distintas, como aproximaciones teóricas. El problema solo se puede resolver en las dinámicas de los espesores de la intuición; es decir, en la armonización corporal.

 

 

Como primera conclusión, dijimos que no se trata del eterno retorno de lo mismo, sino del eterno retorno de la diferencia, que es como decir el eterno retorno de la creación. La segunda conclusión podría ser la siguiente: que no se trata de eterno retorno sino de la simultaneidad dinámica del movimiento, como propusimos en Imaginación e imaginario radicales[4]. Interpretación inherente a las teorías de la física relativista y la física cuántica.  

 

 

Lo potente de la intuición de Nietzsche en la interpretación de su experiencia vital, en el leer los signos primordiales, las huellas dejadas en el cuerpo por el acontecimiento de la vida, acontecimiento experimentado en las singularidades propias de las sociedades humanas. No se trata de un debate filosófico, de una crítica de una filosofía a la otra, que se mueve en el plano o planos del lenguaje. Sino de la interpelación a la filosofía desde la experiencia vital. Esto ya no sería un círculo vicioso; sino un salir del círculo vicioso del mundo de las representaciones; de manera específica, del círculo vicioso del debate filosófico.

 

 

Que la intuición de Nietzsche derive en el concepto o configuración conceptual de eterno retorno tiene que ver con la fenomenología de la interpretación propia y singular del crítico de la filosofía y primer crítico de la modernidad. Esta interpretación no agota los campos de posibilidades interpretables de los espesores de la intuición. Esta diferencia, por así decirlo, entre intuición e interpretación, no desmerece la interpretación a la que llega la crítica nietzscheana. Lo que se abre es un horizonte de posibilidades hermenéuticas.

 

 

Esto es lo valioso de la tesis de Friedrich Nietzsche; haber abierto un horizonte para el pensamiento. Es indispensable, ciertamente, tomar en cuenta su interpretación o, si se quiere, partir de su interpretación; empero, seria incluso no-nietzscheano y hasta anti-nietzscheano quedarse en su interpretación y dar vueltas alrededor de ella, siguiendo los decurso del círculo vicioso de la filosofía. No es el caso de Pierre Klossowsky, pero si es el caso de la mayoría de las interpretaciones sobre el pensamiento intempestivo de Nietzsche.

 

 

No se trata, de ninguna manera, partiendo de las tesis de Nietzsche, de la verdad sobre Nietzsche, ni de la verdad de la filosofía o crítica de la filosofía de Nietzsche. Esto está muy lejos de los propósitos del anti-filósofo alemán, de su contra-filosofía. De lo que se trata es indagar en la apertura hermenéutica, en los espesores de la intuición. Klossowsky lo hace de una manera ejemplar; por aquí no va nuestra observación, sino en que, después de abordar la experiencia vital, que el propio Nietzsche ausculta, la reflexión gire más en los conceptos vertidos que en sus condiciones de posibilidad vitales.

En la Digresión, Klossowsky extiende la interpretación en una reflexión que podríamos llamar de plegamiento; escribe:

 

 

 

El Eterno Retorno, necesidad que hay que querer: sólo el que soy ahora puede anhelar esa necesidad de mi retorno y de todos los acontecimientos que desembocaron en lo que soy – por eso aquí la voluntad supone un sujeto; ahora bien, ese sujeto no puede ya querer ser el mismo que el que fue hasta ahora, pero quiere que estén dadas todas las condiciones para eso; ya que, abarcando con una sola mirada la necesidad del retorno como ley universal, desactualizó mi yo actual para pretenderme en todos los otros yoes cuya serie debe ser recorrida con el fin de que, al seguir el movimiento circular, vuelva a ser lo que soy en el instante de descubrir la ley del Eterno Retorno.

 

En el instante en que se me revela el Eterno Retorno dejó de ser yo mismo hic et nunc y soy susceptible de devenir en innumerables otros, sabiendo que voy a olvidar esa revelación una vez fuera de la memoria de mí mismo; este olvido constituye el objeto de mi voluntad presente; ya que semejante olvido equivaldrá a una memoria fuera de mis propios límites: y mi conciencia actual sólo podrá establecerse en el olvido de mis otras identidades posibles.

 

 

¿De qué se trata esta memoria? El necesario movimiento circular al que me libro, desprendiéndome de mí mismo. Si, ahora, declaro quererlo y, queriéndolo necesariamente, lo habré vuelto a querer, no haré otra cosa que alcanzar con mi conciencia el movimiento circular: debiera identificarme en el Círculo, sin embargo no saldré nunca de esa representación a partir de mí mismo; de hecho, ya no estoy en el instante de la brusca revelación del Eterno Retorno; para que esa revelación tenga un sentido, sería necesario que yo perdiera la conciencia de mí mismo, y que el movimiento circular del retorno se confundiera con mi inconsciencia hasta que el movimiento me hubiera devuelto al instante en que se me reveló la necesidad de recorrer toda la serie de mis posibilidades. Entonces no me queda más que pretenderme a mí mismo, no como culminación de esas condiciones preestablecidas, tampoco como una realización entre mil, sino como un momento fortuito cuyo azar mismo implica la necesidad del retorno integral de toda la serie.

 

 

Pero volver a quererse como un momento fortuito es renunciar de una vez para siempre a ser uno mismo: ya que no es de una vez para siempre que renuncié a eso y que para serlo es necesario quererlo: y no soy ni siquiera ese momento fortuito de una vez para siempre en la medida en que debo volver a pretender ese momento: ¡una vez más! ¿Para nada? En lo que se refiere a mí mismo. Nada, estando aquí el Círculo de una vez para siempre. O sea, un signo que vale por todo lo que sucedió, por todo lo que sucede, por todo lo que sucederá siempre en el mundo[5].

 

 

 

La paradoja aquí se presenta no solamente en la figura opuesta y complementaria de lo mismo y la diferencia, sino como complementariedad entre necesidad y azar; empero, necesidad imaginada, como fantasma, interpretación de la huella, superposición de los signos del lenguaje, de las representaciones, sobre los signos vitales. El sentido aparece como invención fantasmagórica, como ficción e ilusión, que se atribuye una finalidad, cuando en el impulso vital, la voluntad de potencia, no hay finalidades, tampoco sentidos. Entonces la paradoja es la del sinsentido/sentido. El sentido abstracto, ilusorio, se construye sobre el substrato magmático y desbordante del sinsentido, además jugando al azar.

 

Uno mismo, es multiplicidad de individuos, que olvidan lo que fueron; sin embargo, en cada uno de ellos, se da la posibilidad de querer volver a ser lo mismo innumerables veces, empero, de manera integral. Sin embargo, todo esto no es por una finalidad, ni tiene sentido. De manera distinta, es por nada, mas bien, es todo, por el juego creativo que se da en el azar. Lo que importa es la creatividad misma del impulso de la voluntad de potencia.

 

Por este camino Klossowsky llega a la paradoja de la especie e individuo, que Klossowsky considera una aporía, que no puede resolver Nietzsche. Sin embargo, es una paradoja, por lo tanto, complementaria, que hay que asumirla en su propia dinámica paradójica. Separar de la paradoja los opuestos es acabar no solo con la paradoja sino también con la dinámica creativa. Nietzsche, a pesar de haber abierto el horizonte no dualista, más allá del bien y el mal, no llega asumir la unidad complementaria de la paradoja, la que genera precisamente la dinámica creativa; es decir, la potencia y la voluntad de potencia. Nietzsche abre las compuertas hacia el pensamiento complejo, empero, no se encuentra en el pensamiento complejo, que asume la paradoja como creativa.  La paradoja es indisoluble, el secreto de su potencia creativa se encuentra precisamente en la complementariedad paradójica de lo que para el pensamiento moderno aparecen como opuestos y contradictorios.

 

Quizás aquí se encuentre la explicación de las asombrosas aseveraciones de Nietzsche, al respecto; aseveraciones que polarizan sus conclusiones. A oídos conservadores les parece que se trata de que estas aseveraciones, descontextuadas por estos oídos, corroboran sus prejuicios elitistas; incluso, como aceptando estas interpretaciones conservadoras, ciertos oídos, que se pretenden ser de “izquierda radical”, además de otros oídos con pretensiones más moderadas, consideran estas aseveraciones como la confirmación de que la “filosofía” de Nietzsche es un antecedente teórico del nazismo. En cambio, los oídos vanguardistas, que la izquierda tradicional considera “posmodernos”, oídos que asumen otras aseveraciones e inclusive éstas mismas, realizando interpretaciones más elaboradas y sutiles, encuentran, mas bien, el radicalismo esperado en un pensamiento anti-moderno y contra-nihilista. A pesar de que hemos compartido la última interpretación, mas bien, exquisita, que corresponde a la interpretación crítica de la modernidad, ahora, consideramos que también peca de dualismo, del esquematismo dualista. Pues Nietzsche toca una paradoja indisoluble, que en su complementariedad dinámica, es creativa, es potencia y voluntad de potencia.

 

La bilogía molecular, sobre todo en la interpretación de Jacques Monod, está no solo más cerca de la interpretación adecuada, sino da en el clavo, como se dice popularmente. Las trasformaciones, los cambios imperceptibles y los cambios perceptibles, se dan, paradójicamente, sustentadas en el programa conservador de transmitir información y preservar, conservar, el programa genético. Monod plantea la complementariedad dinámica del substrato conservador y del cambio por repetición, azar o error

 

En la exposición de Klossowsky, se describen las suposiciones y posiciones de Nietzsche. Quien descarga su crítica contra el gregarismo, contra el impulso conservador de la especie, que según él, lleva a la mediocridad, a la sumisión y a la esclavitud.  En cambio, valora a la singularidad del individuo, de los individuos que escapan al gregarismo, que temen y descalifica el gregarismo. Esta “aristocracia”, en el sentido de anti-gregarismo, de innovación, de invención de valores, de transvaloración, es la que condensa la voluntad de poder, la potencia creativa. Son los “amos” efectivos de la historia efectiva de la humanidad, en contraposición de los “amos” falsos, que son esclavos efectivos de los prejuicios, limitaciones y miserias del gregarismo. Es aquí, en este tipo de aseveraciones de Nietzsche, que se encuentra la evidencia de no haber resuelto el dilema que el mismo abrió magistralmente. El anti-filósofo, el crítico de la filosofía y de la modernidad, de la historia, como voluntad de nada, cae en el lamentable dualismo de postular una élite de filósofos que tienen el deber de dominar a los esclavos, atrapados en el instinto gregario de preservación de la especia. Nietzsche no ve, no logra ver, que especie e individuo, que él considera adecuadamente, correspondiendo a su pensamiento, que son representaciones, son una paradoja indisoluble, dinámica, creativa.

 

Es necio considerar a Nietzsche como un “filósofo” antecesor del nazismo, cuando, mas bien, retomando sus textos, en sus distintas etapas, critica las formas de mediocridad del Estado y del poder, de una supremacía racial basada en códigos culturales y en códigos de apariencia física. En esto tienen razón los intérpretes vanguardistas, que demuestran precisamente lo contrario, la alteridad nietzscheana ante lo que podríamos llamar la expresión más grotesca de la banalización de un pensamiento y una escritura intempestiva, que es profundamente rebelde a la civilización moderna. No parece sostenible esforzarse, aunque sea de una manera magistral, en mostrar un Nietzsche vanguardista, a pesar de su crítica a la modernidad, que es, efectivamente, el antecedente de la crítica de la escuela de Frankfurt, de la dialéctica iluminista de Max Horkheimer y Teodoro Adorno. Nietzsche cae en divagaciones dualistas, a pesar de ser uno de los primeros pensadores que propone salir del pensamiento dualista; el pensador del más allá del bien y el mal, en estas interpretaciones, algunas de ellas, que presenta Klossowsky, inéditas, termina invirtiendo el dualismo que desmonta y critica, convirtiendo en el bien lo que considera mal el pensamiento moralista; cuando la proyección del enunciado de más allá del bien y el mal es salir de todo dualismo y valorar de otra manera éstos opuestos, devenidos de la religión.

 

Si no hay efectivamente ni bien ni mal, dualismo impuesto por las religiones monoteístas, si lo que se constata, efectivamente, en la experiencia corporal, es la potencia creativa de la vida, desbordante, que responde a la paradoja de azar y necesidad, complementadas, entonces, especie e individuo, la aporía obsesiva de Nietzsche, son la dinámica creativa, indisoluble, que realiza la singularidad a partir de la preservación de regularidades compartidas por las singularidades, regularidades que se realizan precisamente en la diferencia única de la singularidad. A diferencia del pensamiento moderno, esquemático y dualista, el pensamiento complejo concibe la dinámica paradójica de la especie y del individuo, utilizando los mismos términos que supone Nietzsche. Dicho de manera sencilla, somos, cada quien, especie e individuo; somos la realización singular de la especie en el individuo y somos la proyección del individuo en la especie.

 

Desde esta perspectiva compleja, no hay instinto gregario, opuesto al instinto de individuación o singularidad estética; somos, lo que el mismo Nietzsche sugiere, con otras palabras, un entramado complejo, no solamente azaroso, sino también necesario, asumiendo la paradoja de azar y necesidad; una composición y combinación dinámica de fuerzas fundamentales del multiverso; fuerzas que se realizan en múltiples y plurales singularidades, asociadas, en distintas escalas. Comenzando con los enunciados de Nietzsche, somos a la vez, complementariamente, especie e individuo. Es más, somos no solamente especie, sino especies devenidas del último ancestro común genético, el LUCA, por lo tanto, nichos ecológicos, singularidades de la sincronización ecológica planetaria, además de la sincronización integral compleja y dinámica del multiverso. Para decirlo a modo de una primera conclusión, recogiendo las premisas de Nietzsche, no necesariamente sus conclusiones, discutibles, las que tienen que ver, según nuestra traducción, con la voluntad de potencia, somos creaciones singulares de la potencia vital, a su vez, con capacidad creadora, si liberamos la potencia de la vida, desentendiéndonos de los fantasmas, de las representaciones, es decir, de las ilusiones, construidas por la modernidad. La que se da finalidades o quizás un fin supremo, que llama evolución, para protegerse de lo que considera el sinsentido y el caos. Cuando lo único que hace es caer en el sinsentido de la fantasmagoría ideológica. No se trata de sentido sino de creación, lo que el propio Nietzsche nos enseñó en sus escrituras intempestivas.

 

 

 



[1] Revisar de Gilles Deleuze Nietzsche y la filosofía. Anagrama; Barcelona 1998.

[3] Revisar de Pierre Klossowsky Nietzsche y el círculo vicioso. Caronte Filosofía; La Plata; págs. 64-65. https://www.lacomunitatinconfessable.com/wp-content/uploads/2009/06/klossowski1.pdf.

[5] Ibídem. Págs. 65-66. 

 

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Umbrales y limites de la episteme moderna, apertura al horizonte nómada de la episteme compleja.

 

Metodología:

Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual  colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.

 

Contenidos:

 

Modulo I

Perfiles de la episteme moderna

 

1.- Esquematismos dualistas

2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista

3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico 

4.- Esquematismo ideológico

 

Modulo II

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1.- Teórias de sistemas

2.- Sistemas autopoieticos 

3.- Teorías nómadas

4.- Versiones de la teoria de la complejidad

 

Modulo III

Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad

 

1.- Contra-poderes y contragenealogias 

2.- Composiciones complejas singulares

3.- Simultaneidad dinámica integral

4.- Acontecimiento complejo

 

Modulo IV

Singularidades eco-sociales 

 

1.- Devenir de mallas institucionales concretas

2.- Flujos sociales y espesores institucionales

3.- Voluntad de nada y decadencia

4.- Subversión de la potencia social

 

 

Temporalidad: Cuatro meses.

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Finalizaciones reiterativas: cada cuatro meses, a partir del nuevo inicio.

Defensa de la Monografía. Defensas intermitentes de Monografías: Una semana después de cada finalización.



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