La metáfora poética

31.12.2016 04:22

La metáfora poética

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 

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Nota:

 

Este es un primer ensayo de interpretación del canto poético de Altazor, compuesto por el poeta Vicente Huidobro. Este ensayo se sitúa en el Prefacio del canto; después, vienen los ensayos interpretativos de los siete cantos de Altazor.

 

 

 

 

 

La poesía es creación, es decir, poiesis. Aunque parezca provocación, lo vamos a decir; la poesía está más acá y más allá de la metáfora. La creación poética usa a la metáfora para expresar lo que ya está creado en las profundidades insondables del cuerpo, en los isomorfismos magmáticos de la experiencia, en la recurrente memoria, en constante actualización; haciendo presente lo vivido y haciendo presente lo por vivir. La metáfora es la composición figurativa que utiliza la poesía para expresar lo indecible de sus pasiones desbordantes, de sus sensaciones en devenir, de sus sentidos en metamorfosis. La poesía no se reduce a las  metáforas, a su composición y juego. Esto es mirar un plano de intensidad de la poesía; el literario.   No es, por cierto, el plano de intensidad primordial ni fundamental; es tan solo el plano de intensidad donde se mueve la expresión metafórica; es decir, la composición figurativa de la poesía. Esta composición imaginaria no tiene el espesor insondable de la poesía. La poesía, en la metáfora poética, hace a la metáfora; le hace decir. La composición de imágenes, si se quiere, la configuración poética, no diría nada, salvo el juego plano de las imágenes, el llamado leguaje de imágenes en la poesía, si no fuera por el acontecimiento poético.

 

El acontecimiento poético es corporal, como dijimos en Acontecimiento poético[1].  La dinámica de los órganos, de la circulación sanguínea, de las corrientes eléctricas del sistema nervioso, de los tejidos de las redes neuronales, atravesadas por las inscripciones de las mallas institucionales, resistidas por las ebulliciones de la potencia social, hace al substrato turbulento y magmático donde acontece la poesía como creación lúdica y melódica. Estas composiciones y combinaciones de composiciones vitales, por cierto sensibles, hacen al acontecimiento poético, que se sintetiza disyuntiva y dinámicamente,  en la escritura indomable de la poesía.

 

La poesía es creación; no solo crea metáforas, no solo crea mundos, sino crea a la creación misma; es autopoiesis. Es esa explosión siempre inicial del acontecimiento vital, es ese nacimiento contante, repetido y recurrente, de la misma explosión inaugural. Es la apertura de la nada al todo; es la paradoja donde la nada está preñada del todo y el todo cae el abismo de la nada.

 

Podríamos animarnos a decir que el humano nace en la poesía y desde la poesía crea mundos y universos, que desaparecen, para volver a aparecer distintos, en el devenir, en la metamorfosis misma de la materia y la energía. Sin embargo, este enunciado seria apenas otra paráfrasis. La poesía no está solo para crear mundos y universos, sino que está más acá y más allá de éstos. La poesía es compulsión creativa; está por el amor a la creación misma. No se trata de la creación por la creación, sino de la creación sin principio ni fin. La creación como acontecimiento de la potencia.

 

En Acontecimiento poético, de alguna manera, dijimos que la poesía es explosión de los órganos, convulsión corporal, que irrumpe creando en la trascendencia de su desenvolvimiento a partir de la inmanencia de su plegamientoDesenvolvimiento de su propia explosión, plegamiento en la propia gravedad infinita, que la traga, otra vez, al comienzo. Esto no desmerece, en absoluto, a la escritura poética, a la composición escrita; al contrario, la valoriza, al liberarla de una lectura meramente literaria o meramente dada en el plano de intensidad de la configuración metafórica. Mucho más, liberándola de interpretaciones eruditas, que buscan sus secretos o misterios en el oleaje de las palabras, o en la interpretación figurativa; incluso, de una manera más sistemática, en la dilucidación de su metafórica en contextos epócales o de corrientes afines, de agrupados poetas. No es que estas interpretaciones están equivocadas o, mejor dicho, que no dicen nada o poco de la poesía; sino que sus aciertos apenas tocan ciertos planos de intensidad de la poesía sin abarcarla. No es nuestra intención deconstruir estas interpretaciones eruditas y académicas, tampoco diseminar sus instituciones, donde se sostienen. Sino, aprovechando sus aciertos, ir más lejos; hundirnos con la gravedad poética en su mismidad insondable; desplegarnos y volar con la irradiante energía poética hacia universos y mundos alterativos que crea.

 

No pretendemos decir la verdad de la poesía; porque, desde nuestra perspectiva, esta verdad no existe, salvo en la ideología literaria; sino intentar comprender el acontecimiento poético en su acontecer mismo. Si algo pretendemos, es dar a conocer nuestro asombro ante la poiesis de la poesía. Dicha nuestra pretensión, buscaremos estos recorridos en la lectura de una poesía; la de Vicente Huidobro, en Altazor.

 

 

 

La poiesis de Altazor

 

Altazor es un canto. Si se quiere, para comenzar en lo fácil, es una composición de poemas, que hacen al tejido poético; en este caso, de un viaje de caída. Altazor nace a los treinta y tres años, la edad de Cristo. Su nacimiento, entonces, es postergado o, si se quiere, tardío. Nace para caer, armado por su paracaídas cósmico. Cae del vientre de la madre a la rosa de la Virgen inmaculada. Cae de sueño en sueño a los espacios de la muerte. Tal es la fuerza de atracción de la muerte, que tiene más poder que los ojos de la amada. Entre la caída y la mirada de la amada se produce la distancia, recorrida por la memoria poética de Altazor. A la caída se opone la memoria, a la tumba se oponen los ojos de la amada, que cuando sonríe recuerda al comienzo del mundo.

 

Dijimos, antes, que la poesía de Huidobro se expresa en metáforas abismales y cósmicas[2]. No nos desentendemos de lo que hemos dicho; empero, no basta. Esta escritura poética, que es devenir huella en devenir poesía, es el manifiesto de la rebelión, diríamos, a la antigua, de la consciencia poética; empero, diremos, rebelión como desborde de la potencia de la poiesis, que irrumpe destrozando los diques de la historia. Es el diluvio.

 

Altazor, en su caída cósmica, se encuentra con la Virgen, la originaria, sin mancha de tinta humana. La Virgen que habla una lengua que llena los corazones según la ley de las nubes comunicantes. La Virgen muestra sus manos a Altazor; son transparentes como bombillas eléctricas, por sus filamentos corre la sangre de su luz intacta. Es la Virgen solitaria, que navega en su rosa por el cosmos. La Virgen que demanda ternura y pide a Altazor que bese sus cabellos, bañados en las nubes del alba. Virgen que quiere dormirse sobre el colchón de la niebla intermitente. Sus miradas son un alambre en el horizonte para el descanso de las golondrinas.

 

Esta escena poética, si se puede hablar así, devela a Altazor en sus dilemas y paradojas, en sus dramas y tragedias, en sus rebeliones y en sus nostalgias. Las metáforas, que son proliferantes e intensas, contrastantes y hasta surrealistas, para utilizar este referente y paradigma ilustrativo, aparecen en la escena, no para ocuparla, no para ser el centro de la trama, usando otro concepto heredado,  sino para seguir, si se quiere, el guion de la poesía. Guion de un encuentro inesperado, de una conversación alucinante y de una cuestión sin respuesta. La cuestión sagrada como intuición de lo incognoscible,  la cuestión religiosa como respuesta estrecha, ante semejante pregunta, la cuestión del ateísmo de Altazor, tan estrecha respuesta como la de la religión.

 

La poesía de Altazor es política,  de la misma manera como la filosofía lo es para Jean- François Lyotard, en La diferencia.  Toma posiciones. Sin embargo, hay que entender que esta toma de posiciones no es como en la ideología, sino que se trata de una toma de posiciones en la estructura subjetiva del poeta. Nadie escapa a la historia heredada, aunque tome, ideológicamente, las posiciones radicales de su época. La Virgen le aparece a un comunista, en su propia caída.

 

Por eso, podemos decir, que la poesía está tan lejos de la ideología, como la realidad misma de sus fetichismos institucionalizados. Al colocar estos símbolos y metáforas Huidobro en su poesía, nos muestra con claridad la transparencia de los dilemas no resueltos, de la mezcla singular de los sujetos constituidos, en su tiempo y lugar, de las paradojas que los atraviesan. Altazor es un canto poético revelador de la historia efectiva de los sujetos sociales.

 

Quizás, por esto, la poesía es más sincera y transparente que la reflexión teórica, sobre todo crítica. Pues la poesía no está amarrada al paradigma, tampoco a la consistencia ni coherencia de la estructura teórica; sino que deambula rizomáticamente por los distintos planos y espesores de intensidad de la existencia.  Por eso mismo, la escena poética, que acabamos de mostrar, es altamente elocuente respecto al alcance de la expresión poética, que va más lejos que la expresión teórica.

 

 

¿Quién es Altazor? El gran poeta sin caballo, que coma alpiste. No es, entonces, un caballero, sino un bárbaro sin caballo. Tampoco calienta su garanta con un claro de luna, sino un  poeta que cae, lentamente, con su pequeño paracaídas como un quitasol sobre los planetas. De su sudor hace nacer planetas, que debemos bautizar como a botellas de vino. Aquél que todo lo ha visto, que conoce todos los secretos, sin ser Walt Whitman, pues no tiene una barba blanca como las bellas enfermeras y los arroyos helados.

 

Esta referencia a Walt Whitman es una referencia a otro poeta que canta, en el canto de Hojas de hierba. En esta escena poética, las metáforas juegan con combinaciones dicotómicas, por así decirlo, en distintos planos de intensidad; el plano de intensidad de la sabiduría, el plano de intensidad de la pureza, el plano de intensidad institucional de los hospitales y el plano de intensidad donde se mueven las pinturas de los arroyos helados. La metáfora, en este caso, combina todos estos planos de intensidad o fragmentos intensos de estos planos, en una configuración integral; la que dibuja, pinta, le da música y sentido el poeta. La metáfora de la paradoja de la analogía en la singularidad de sus diferencias. Dos poetas comparten cierto saber; el devenido de la intuición poética, preservando sus propios atributos o peculiaridades. La poesía, en Altazor, también es una convocatoria poética, un manifiesto a la rebelión lúdica y estética. La metáfora, aquí, es un instrumento de la rebelión poética.

 

Entonces, en esta lectura, podemos ver que la metáfora aparece cumpliendo, por así decirlo, distintas funciones. Función teatral, la de seguir un guion poético; funciones de confesión o transparencia, al hacer presente simbólicamente los dilemas no resueltos; funciones convocativas, al afiliarse a movimientos estéticos de poetas afines y al convocar a la rebelión los humanos.

 

Hay más funciones, ciertamente, en el prefacio del canto, y muchas más en los siete cantos de Altazor. No se trata de hacer una enumeración o descripción detallada de todas las metáforas encontradas, en la lectura; sino de seleccionar algunas, que nos muestren las distintas funciones de la metáfora en un canto poético. Lo que quiere decir, las distintas composiciones y combinaciones posibles metafóricas, que integra, figurativamente, la poesía. No hay pues, posibilidad de una clasificación exhaustiva de todas las formas posibles de metáfora; esta es una pretensión ingenua. Lo que se puede hacer es seguir las posibilidades, innumerables, de la metaforización, que tiene la capacidad infinita de combinar distintas figuras, acoplándolas, dando lugar, a una metamorfosis figurativa y a una transformación de sentido.

 

Dejaremos esta parte de nuestra interpretación o lectura, obviamente singular, de Altazor, apreciando otras interpretaciones dadas y las que se pueden dar, en espera de la interpretación de los siete cantos de Altazor, incursionando, por ahora, en la parte final del prefacio.

 

Al final del prefacio, el día se levanta en su corazón y Altazor cierra los párpados para hacer la noche del reposo agrícola. Esta metáfora que contrasta alborada y crepúsculo, alborada que se levanta en su corazón y crepúsculo que ocasiona al cerrar sus parpados, es una metáfora paradójica de lo que experimenta el poeta y de lo que ocasiona al cerrar los ojos.

 

Altazor lava sus manos en la mirada de Dios; volviendo a su relación con la conjetura del creador. Herencia cultural del imaginario latino, si podemos globalizar esta experiencia, que, obviamente, no es homogénea, aunque es compartida. Empero, contrastando, peina su cabellera como la luz y la cosecha de las flacas espigas de la lluvia satisfecha.

 

Esta ambivalencia, pero, sobre todo, lucha entre su herencia cultural, cristalizada en los huesos, y su apego a la tierra, se manifiesta en una metáfora o, mas bien, composición metafórica, disculpen la expresión, centaura. Mitad divina y mitad animal. Para exponer de manera pedagógica e ilustrativa, al lavar las manos en la mirada de Dios y peinar su cabellera como la luz y la cosecha de las espigas en la tierra, la metáfora es la composición contrastante entre la hospitalidad contradictoria de la madre o padre imaginario y madre o padre terrenal. La metáfora, en este caso, expresa, ya no lo dilemas, como en el caso del escenario de la aparición de la Virgen, sino las demandas ambivalentes y encontradas del poeta, respecto a su espera, por así decirlo, metafísica, y su promesa terrenal.

 

Al final del prefacio, la metáfora sintetiza disyuntivamente la paradoja de la quietud y la inquietud; es más, la paradoja de la espera y la fuga, cuando recita:

 

 

¿Qué esperas?

Más he ahí el secreto del Tenebroso que olvidó sonreír

Y el paracaídas aguarda amarrado a la puerta

Como el caballo de la fuga interminable[3].

 

 

 

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2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista

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1.- Teórias de sistemas

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3.- Teorías nómadas

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1.- Contra-poderes y contragenealogias 

2.- Composiciones complejas singulares

3.- Simultaneidad dinámica integral

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1.- Devenir de mallas institucionales concretas

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