Genealogía de la guerra

13.12.2015 11:06

Genealogía de la guerra

Raúl Prada Alcoreza

 

 

 

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Índice:

 

Interpretaciones críticas desde la guerra   

Guerra al interior de la periferia                              

Introducción                                                                        

La guerra del Chaco                                                                            

Lecciones de Boquerón                                                               

El desmoronamiento

de una comedia                                                              

La “ideología” de la autocomplacencia

Lecciones de la guerra del Chaco                              

La guerra diferida     

La guerra permanente

Aproximaciones a las estructuras

y ciclo largo de la guerra en Colombia                     

Guerra de laboratorio

Fetichismo geopolítico

A propósito de la geopolítica sinuosa de la OTAN              

Las dos caras de la híper-modernidad

del sistema-cultura-mundo capitalista                     

La guerra como montaje

¿El ISSIS, la avanzada de la OTAN en Siria?            

El orden mundial delincuencial                                

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A modo de prólogo

 

Este ensayo, Genealogía de la guerra, retoma tres contextos y tres momentos distintos de la guerra; uno, es la Guerra del Chaco, cuyo escenario fue el Chaco Boreal; el segundo, es la larga guerra en Colombia; el tercero, más reciente, y, se podría decir, dado a escala mundial, como una tercera guerra mundial de baja intensidad, es el que corresponde a la denominada guerra contra el terrorismo. En el ensayo pretendemos leer la gramatología de la guerra, su escritura de inscripciones hendidas en la carne y distribuidas en la tierra. Se parte de la mirada epistemológica que concibe la guerra como el acontecimiento intenso que convoca a la totalidad social; por eso mismo, la guerra hace inteligible a las formaciones sociales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Interpretaciones críticas desde la guerra

 

 

               

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Guerra al interior de la periferia

 

 

 

 

 

 

 

Dedicado a mi abuelo Coronel Modesto Alcoreza Merino, quien ingresó tres veces al frente de guerra; después de volver de estos combates, enfermó. No se recuperó, muriendo temprano, cuando todavía le quedaba mucho que hacer; dejando viuda e hijos. Tuvo una destacada actuación en la retoma de Villamontes, actuación reconocida por el mismo Augusto Céspedes. A él, a mi abuelo, por su entrega, su patriotismo y habernos dejado a los hijos, nietos e hijos de sus hijos de todos ellos, el ejemplo del coraje.

 

 

 

 

Introducción

 

Los dos ensayos que presentamos, son los dos primeros de una secuencia, que busca comprender la complejidad del presente, remontando las complejidades del pasado. Se trata, entonces, de un análisis genealógico; es decir, de un análisis del presente a partir de una mirada retrospectiva del pasado. Entonces, como se podrá ver, no se trata de un análisis histórico, en el sentido acostumbrado, en el sentido de la ciencia histórica, tampoco, por esto mismo, de un análisis historiográfico.  Es un análisis del presente, de los espesores y la complejidad del presente, comprendiendo las articulaciones integrales de planos y espesores de intensidad de las constelaciones de composiciones singulares del presente.  Atiende a la singularidad de los acontecimientos; acontecimientos, que son concebidos como multiplicidad de singularidades, en distintas escalas.

 

Estos dos ensayos, La guerra del Chaco y Lecciones de Boquerón, se sitúan en el acontecimiento de la guerra del Chaco. Buscan, en la interpretación de lo acontecido, en esta guerra, en su recorridos, en sus sucesos y eventos, en el decurso de sus experiencias, los síntomas que expresan códigos, figuras, símbolos, signos, incluso pre-narrativas, además de narrativas, imaginarios, además de sensibilidades y sensaciones, por lo tanto, de percepciones, abarcando flujos de dinámicas complejas y simultaneas, de lo que se llamaba, desde el discurso marxista, la formación social-económica-social boliviana, caracterizada por René Zabaleta Mercado como abigarrada.

 

La guerra del Chaco y Boquerón, no están en el pasado, desde la perspectiva del pensamiento complejo, que concibe la simultaneidad dinámica y no el tiempo, tampoco el espacio, como entidades absolutas y aisladas, sino el tejido espacio-tiempo. La guerra del Chaco y Boquerón están en el espesor o los espesores del presente. Están aquí, delante de nosotros, delante de esta piedra, delante de este cuerpo, con las riendas ligadas al mundo[1].  No solamente son las huellas históricas en la memoria social, sino acontecimientos simultáneos al conjunto de acontecimientos presentes, solo que se presentan en sus formas repetidas. En las repeticiones se encuentran las diferencias, y en las diferencias se hallan las recurrencias persistentes.

 

Déjenos interpretar, evaluar analizar y descifrar el presente, a partir de la experiencia de los combatientes de Boquerón,   de los caídos y sobrevivientes de Boquerón. Experiencia, por cierto, mediada por nuestra experiencia contemporánea, que, empero, está ahí, no solo como información, incluso historia, tampoco solo como memoria, lo que ya es mucho decir. Sino como acontecimiento repetido, en los habitus, costumbres, estilos de poder y de la política, cristalizada en la mallas institucionales, que repiten estructuras, prácticas, perfiles subjetivos y proyecciones, que son lo que fueron, cuando Boquerón. Hipostasis destructivas de las capacidades de un  pueblo, que contiene pueblos, de una nación que contiene naciones, de un saber que contiene saberes; entre ellos, el saber de la intuición subversiva, que no aprovechó, en ese entonces, en la coyuntura dramática de la guerra, sino después.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La guerra del Chaco

 

 

 

 

La guerra del Chaco fue una guerra triste porque enfrentó a dos pueblos hermanos, boliviano y paraguayo; lo fue porque costó mucho a dos países, cuyos Estado-nación no contaban con muchos recursos; éstos eran, mas bien, escasos. Pues se trataba no solamente de Estado-nación subalternos, sino que, en el caso de Bolivia, los llamados “Barones del Estaño”, la burguesía minera boliviana, dejaba muy poco, miserias, al erario nacional, en contraste con la exorbitante riqueza de minerales que exportaba y de la cual se enriquecía, internacionalizando el capital. Acumulación de capital, hecho a sangre y pulmón de trabajadores mineros y del costo social y material transferido a la naturaleza. Fue una guerra triste porque se la hizo contra un país que había sufrido la guerra de la Triple alianza enfrentando a Brasil, Argentina y Uruguay (1865-1870); estados de gobiernos cipayos, monitoreados por el imperio británico, el de la revolución industrial. Esta guerra imperial, mediatizada por estados cipayos, contra un país que contenía un proyecto endógeno[2], que había podido desarrollar una incipiente industria, sobre la base de la herencia organizativa y cooperativa de la Misiones, dejó, como consecuencia, la pérdida de enormes territorios en la zona oriental. En relación a la geografía que se denomina Chaco Boreal, Argentina pretendió incorporarla, en parte, a su geografía territorial. En 1879, el arbitraje del presidente estadounidense Rutherford Hayes, falló en favor del Paraguay; se dirimió que la zona comprendida entre el río Pilcomayo y el río Verde, al norte, correspondía al Paraguay. Teniendo en cuenta estos antecedentes, no era de esperar que Paraguay no defendiera el Chaco Boreal.

 

La guerra del Chaco se desencadenó en el dramático lapso de tres años, comprendidos entre el 9 de septiembre de 1932 y el 12 de junio de 1935. De manera más precisa se puede renombrar a esta guerra como la de la guerra del Chaco Boreal. Durante esta temporalidad bélica, Bolivia movilizó 250,000 soldados y Paraguay 120,000 efectivos. El enfrentamiento entre estas dos naciones sudamericanas dejó un contingente alto de muertos; unos hablan de cincuenta mil muertos por ambos bandos; acudiendo a fuentes, se establece que fueron 60,000 decesos de guerra, por parte de Bolivia, y 30,000 decesos de guerra, por parte de Paraguay; sin contar la enorme magnitud de heridos, mutilados y desaparecidos. Por otra parte, hay que añadir el perfil de enfermedades, características de esta guerra, enfermedades físicas, así como psicológicas. Se sabe que por las características de la región chaqueña, árida y seca, escasa de agua; condiciones que no contribuyeron ni a mejorar la logística y, sobre todo, la adecuada alimentación de las tropas. Estas circunstancias adversas ocasionaron la considerable proporción de bajas, trayendo a colación el efecto de deterioro posterior en la salud de los combatientes sobrevivientes. Al final, en el balance, en el transcurso de la conflagración, el Estado paraguayo suministró a su ejército con armas y equipos capturados en el avance de su ofensiva.

 

La guerra culminó el 12 de junio de 1935, después de acordar el cese de las hostilidades. Debido a la presión que ejerció el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, interponiendo un tratado secreto, firmado el 9 de julio de 1938, el Paraguay cedió 110,000 km² ocupados por su ejército. El Tratado de Paz, Amistad y Límites se refrendó el 21 de julio de 1938; como consecuencia tardía, el acuerdo de límites se formalizó el 27 de abril de 2009. El Chaco Boreal del conflicto fue zanjado, dejando una cuarta parte bajo soberanía boliviana y tres cuartas partes bajo soberanía paraguaya. En compensación, Bolivia recibió una zona a orillas del alto río Paraguay[3].

 

El Gran Chaco se divide, de norte a sur, en tres regiones: Chaco Boreal, al norte del río Pilcomayo; el Chaco Central, entre el río Pilcomayo y el río Bermejo; al sur del río Bermejo, el Chaco Austral. La geografía en conflicto se circunscribe al Chaco Boreal. El Chaco Boreal comprende aproximadamente una extensión geográfica de 650,000 km2. La cartografía del Chaco Boreal se describe, siguiendo coordenadas naturales; al sur, se delimita con el río Pilcomayo y la frontera de la Argentina; al este, con el río Paraguay y la región oriental del Paraguay; al noroeste, con la llamada pre-cordillera boliviana; teniendo al noreste las regiones boscosas de Brasil y de Bolivia. En el paisaje del Chaco Boreal se distribuye un desparramado bosque seco, de esparcidos matorrales espinosos, dejando aparecer, de vez en cuando, palmeras de la región. Carlos Arce Salinas, un combatiente boliviano de la guerra, describe este paisaje desde su dramática experiencia:

 

El monte [chaqueño] es el absurdo materializado en árboles. Es el terrible mundo de la desorientación. En todas partes es el mismo, bajo, sucio, verde terroso. […] Sus árboles no son árboles, son espantajos de formas torturadas, en cuya corteza rumian su miseria fisiológica espinas y parásitos [que] crecen prendidos a una tierra estéril e infecunda, por eso viven y mueren sin adornar sus ramas con la verde caricia de la hoja ni el milagro luminoso del fruto[4].

 

Esta geografía chaqueña, que por cierto, es vista de otra manera por los pueblos guaraníes, que la habitan y tuvieron que migrar, cuando estalló la guerra; también es mirada de manera distinta por los lugareños[5]. De todas maneras, para las tropas, sobre todo bolivianas, el paisaje terminó pareciéndoles inhóspito y agresivo. Incluso, cuando llegaban las lluvias, de diciembre a mayo, los escasos caminos y sederos improvisados, se tornaban en lodazales abruptos.

 

Después de la independencia, la república de Bolivia y la república del Paraguay heredaron de las administraciones coloniales una ambigua delimitación fronteriza. En estas circunstancias, se tuvo que establecer los límites jurisdicciones, utilizando documentos y mapas, además de observaciones en sitio, que transmitían informaciones hasta contradictorias; quizás el mejor recurso fue el trazado de líneas geodésicas. En esta historia de búsqueda de las fronteras en el Chaco Boreal, los cuatro tratados de límites acordados antes, entre 1879 y 1907, no convencieron ni fueron asumidos ni por Bolivia ni por Paraguay[6].

 

Bolivia entró a la guerra confiada; esta confianza se basaba en su economía minera, aunque monopolizada por los “Barones del Estaño”; también en el contingente demográfico, con el que contaba, aunque de mayoría indígena; pueblos discriminados, cuyos individuos eran desconocidos como ciudadanos, en ese entonces. Por lo tanto, esta confianza se basaba en supuestos “ideológicos”, si se puede hablar así, de autoestima autocomplaciente, y de desprecio étnico a los considerados guaraníes o, en mote popular, “pilas”, refiriéndose a los pies descalzos. Por otra parte, esta confianza también tenía la carta en la manga de la solución anticipada diplomática; la que notoriamente fracasó.

 

Evaluando la imponderable escasez angustiosa de agua, el Teniente Coronel Ángel Rodríguez estimaba que solo había agua suficiente para enviar a cinco mil hombres, que solo las unidades pequeñas, menores al tamaño de una compañía, podrían maniobrar entre los arbustos; en tanto que el General Hans Kundt argüía insólitamente que tres mil hombres bastarían para tomar Asunción[7].

 

En realidad, los bolivianos desconocían Paraguay, la historia del País de las Misiones, después, país de la guerra del interior del continente contra los puertos[8], incorporados al domino marítimo y del mercado internacional, por parte de la potencia de la revolución industrial. La información con la que contaba el gobierno y el ejército boliviano era desconcertantemente inútil y equivocada. Un ejemplo de este desconocimiento patético lo expresa el mismo presidente de la república de Bolivia; Daniel Salamanca consideraba, en 1928, a Paraguay como «la más miserable de las republiquetas de Sudamérica[9]».  El doctor Salamanca discernía:

 

Bolivia tiene una historia de desastres internacionales que debemos contrarrestar con una guerra victoriosa […]. Así como los hombres que han pecado deben ser sometidos a la prueba del fuego para salvar sus almas […] los países como el nuestro, que han cometido errores de política interna y externa, debemos y necesitamos someternos a la prueba del fuego, que no puede ser otra que el conflicto con el Paraguay […] único país al que podemos atacar con seguridades de victoria[10].

 

 

Beuce W. Farcau dice que comenzada la guerra, Bolivia no realizó una movilización total, consideró que era suficiente llevar adelante una guerra económica y que no alterara la vida cotidiana de la población[11]. Esta muestra de sobrestimación propia y de subestimación del otro, quizás explica la pusilanimidad con la que se actuó, como si se asistiera, exagerando para ilustrar, a unas maniobras militares y no a una guerra. No se preparó una logística apropiada para el escenario de las operaciones militares, no se contaron con las comunicaciones pertinentes, comprendiendo la necesidad de carreteras y caminos, tampoco, quizás lo más urgente, contar con un ferrocarril que llegue lo más próximo posible al centro de operaciones.  Tampoco se construyó el imprescindible puente sobre el río Pilcomayo[12]. Cuando estalló el conflicto, las tropas fueron transportadas en camión, también se usó ferrocarril hasta Villazón; partiendo de esta localidad, el otro tramo hasta Tarija, se lo efectuó en camión; haciendo el resto del trayecto a marcha forzada hasta Villamontes, el centro de operaciones en la guerra del Chaco. No hay que olvidar, que, desde Villamontes, a la tropa le quedaba remontar a pie aproximadamente unos 400 kilómetros, tragando polvo, pisando barro, aguantando el calor sofocante del Chaco Boreal[13].

 

En resumen, no se puede decir que el ejército boliviano estaba preparado para la guerra; quizás tampoco el ejército paraguayo; empero, este último y su gobierno supieron y pudieron resolver problemas urgentes a remediar. Lo primero que se hizo es convocar a una movilización general, en contraste con Bolivia. Por otra parte, no eran nada buenas las relaciones entre el presidente, Daniel Salamanca, con el alto mando militar; así como tampoco se puede decir que eran buenas las relaciones entre los oficiales del alto mando boliviano. Estas desavenencias no dejaron de incidir negativamente en el manejo de la conducción de la guerra. 

 

Si se hace un cuadro descriptivo de la situación del mando militar, no está lejos de la verdad el definir a la oficialidad como una casta; como tal, de acceso exclusivo y limitado. La exclusividad no era exactamente para los mejores, sino para los apadrinados, quienes ascendían por inercia y no necesariamente por méritos. Ciertamente no se puede generalizar esta tendencia, ni estas prácticas; pues también se contaba con oficiales idóneos, profesionales y entregados. Esto se ha visto por el papel destacado de parte de los oficiales; sin embargo, lastimosamente se trataba de una tendencia menor, esta última, y una tendencia preponderante, aquélla corrosiva y debilitante, que marcó su efecto en el rendimiento general del ejército. La formación de los oficiales estaba rezagada respecto a las estrategias, tácticas y concepciones de la guerra, que habían avanzado y cambiado después de la experiencia de la primera guerra mundial.

 

Hay varios ejemplos de la improvisación del mando de la guerra, por parte del Estado y ejército boliviano; uno de los ejemplos es el mismo General Hans Kundt. Este general alemán, nacionalizado boliviano, llegó a Bolivia el 11 de marzo de 1911, llevando el grado de mayor. Dirigió una misión de cerca de una veintena militares alemanes, que el Estado contrato con la tarea encomendada de reorganizar el ejército. Por el cumplimiento de esta tarea logró el ascenso a general del ejército boliviano. Cuando estalló la primera guerra mundial, encontrándose en Alemania, se incorporó al ejército germánico, involucrándose en la guerra en los dos frentes, el oriental y el occidental. Al culminar la guerra,  se retiró del ejército alemán con el grado de general, regresando a Bolivia en 1921, en condición de civil. A su retorno, el entonces presidente Bautista Saavedra Mallea lo volvió a contratar como militar.  Fue cuando se nacionalizó boliviano, haciéndose cargo de la jefatura del Estado Mayor hasta 1926. En la contingente política boliviana, se inclinó por apoyar a Hernando Siles Reyes. En el año 1930, buscó encauzar a los oficiales bolivianos a favor de la reelección del presidente Hernando Siles. Al ser derrocado este presidente, Kundt se vio obligado a exiliarse. Sin embargo, en 1932, ya mayor, contando con 63 años, fue convocado por el gobierno boliviano, que le encargó la tarea de dirigir al ejército en la guerra. Hay que anotar aquí, que Kundt dirigió las operaciones militares sin haber pisado el Chaco. Ya avanzada la guerra casi un año, desde su estallido, después de secuenciales derrotas, en Nanawa, Campo Grande y en Alihuatá-Campo Vía, en diciembre de 1933, fue destituido por Daniel Salamanca. Abandonó Bolivia y falleció en Suiza seis años después. Su sucesor en la conducción de la guerra fue el General Enrique Peñaranda Castillo. A propósito James Dunkerley transmite que Enrique Peñaranda Castillo fue elegido por el presidente Salamanca como sucesor de Kundt, reconociéndosele su escape del cerco de Campo Vía; algo que, en verdad, no ocurrió; sin embargo, el mismo involucrado evitó aclarar[14]. Sumando al curriculum vitae de este general, se cuenta con su participación en el engaño del alto mando al presidente Daniel Salamanca con el asunto de la ocupación del fortín paraguayo Carlos A. López, amparándose en la obediencia debida[15]. Careciendo de un punto de vista estratégico propio y, mas bien, engañoso, casi por omisión en sus relaciones civil-militares, Peñaranda era una misteriosa mezcla de «camaradería de rancho», que le daba acceso a las sugerencias de los subordinados y de intolerancia cuartelera cuando estaba irritado, complicando así sus relaciones con Salamanca. Participó, antes de la guerra, como dijimos, en el engaño del alto mando boliviano al presidente Salamanca, ocultando las circunstancias de la ocupación del fortín paraguayo Carlos A. López, excusándose en la subordinación correspondida, que, mas bien, se puede tomar como complicidad manifiesta. No se puede decir que este general contaba con el atributo de una concepción estratégica militar, menos una concepción geopolítica; su perfil estaba lejos de estos atributos militares.  No vamos a insistir con otros ejemplos, pues no se trata de esto, sino de reflexionar críticamente sobre la experiencia de la guerra del Chaco.

 

En contraste con lo que ocurría en Bolivia, en cuestiones estratégicas militares, en Paraguay se mantuvo un mando unificado, bajo la conducción del General José Félix Estigarribia. Este general sí estuvo presente en el Chaco durante todo el tiempo que duró la guerra. De extracción modesta, sus estudios superiores corresponden a la Facultad de Agronomía. Una vez de haberse titularse en la academia, decidió cambiar de profesión y oficio; el año de 1910 se alistó en el ejército, incorporándose con el rango de teniente de infantería. Durante más de dos años, entre 1911 y 1913, concurrió a la Escuela Militar Bernardo O’Higgins, en Chile. En reconocimiento de sus méritos, en 1917, fue ascendido a grado de capitán. Más tarde, fue seleccionado para asistir al curso de Estado Mayor en la École Supérieure de Guerre en Francia. Se puede decir que se dedicó a estudiar atentamente la guerra de movimiento, distinta a la guerra de posiciones, que fue la estrategia empleada por los ejércitos en la primera guerra mundial. Por lo tanto, era conocedor de las estrategias de guerra modernas, las que se emplearían en la segunda guerra mundial. Antes de la guerra del Chaco se enriqueció con la experiencia militar en el desierto; esto aconteció en Marruecos, participando en las operaciones del ejército francés, al mando del Mariscal Louis Lyautey. En 1927 culminó el curso de tres años de duración; un año después, en 1928, fue nombrado jefe de Estado Mayor. Ante la certeza de que se venía la guerra con Bolivia, el gobierno paraguayo resolvió convocar a Estigarribia para dirigir al ejército; esta decisión fue tomada considerando sus méritos, su talento y su carrera destacada. En abril de 1931 fue ascendido a teniente coronel; el 18 de junio asumió el comando de la 1.ª División, con asiento en el Puerto Casado, en el Chaco Boreal. Después de la batalla del fortín Boquerón, que culminó con la victoria paraguaya, en septiembre de 1932, en reconocimiento, fue ascendido a coronel, grado con el cual comandó el ejército paraguayo hasta septiembre de 1933. Tras el exitoso cerco de Campo Grande fue ascendido a general. Los rasgos con los que se lo pinta, muestran a un hombre tranquilo, serio y austero; vistiendo su uniforme de mangas cortas. Se dice que se llevaba bien con sus oficiales, a quienes llegó a conocer; lo que contribuyó en mucho al buen desempeño de los oficiales, contando con su confianza y afecto. Comandó las operaciones siempre próximas al frente, agilizando la toma de las decisiones en la cercanía del fragor de las batallas. Se dice también, caracterizando la estrategia empleada en el Chaco, que la peculiaridad fue capitanear la guerra en el Chaco Boreal como si se tratara de una batalla naval[16].

 

En lo que respecta a la logística de la guerra, el Estado Mayor del ejército paraguayo optó por el manejo de los recursos y las comunicaciones existentes en el Chaco. Las tropas se trasladaron desde Asunción, por el río Paraguay, hasta Puerto Casado; desde este puerto se siguió el viaje al frente por un ferrocarril de trocha angosta, que era empleado en la explotación de tanino, llegando hasta proximidades de Isla Poí, que es donde se encontraba el centro de operaciones paraguayo, en el Chaco Boreal.

 

Una mejor logística paraguaya que la logística boliviana, ayudó al ejército paraguayo compensar, en parte, la diferencia de recursos del país “oriental” respecto a su vecino y, entonces, enemigo, “occidental”. De todas maneras, esta logística paraguaya no terminaba de completarse, pues la falta de camiones fue permanente; incluso esta ausencia de motorizados facilitó muchas veces que tropas bolivianas en retirada pudieran escapar. Otro gran problema, difícil de resolver, fue el abastecimiento de agua.

 

En su visita al frente, a principios de octubre de 1934, el presidente Eusebio Ayala le reveló al comandante Estigarribia que no podía proveerle de los cinco centenares de camiones, que el ejército necesitaba, con alta prioridad; esta imposibilidad se debía a la prolongación de su línea de abastecimiento. Ante este anuncio, Estigarribia fundamentó su plan de atacar en Cañada El Carmen. El general paraguayo le dijo al presidente Ayala:

 

En este caso [...] no se debería perder tiempo esperando mejores perspectivas, sino por el contrario actuar pronto y decididamente, porque nosotros no podemos movernos [por falta de camiones]; pero, tampoco podemos quedar donde estamos[17].

Se puede caracterizar a la táctica aplicada por el ejército paraguayo, en la mayor parte de las acciones, en las batallas, como la de cerco y aniquilamiento, que usualmente se denominaba táctica del corralito. Táctica que consiste en lograr la ruptura o envolvimiento del frente, penetración hacia la retaguardia enemiga, corte del abastecimiento y mando enemigos. Se priorizó el movimiento, rebalsando por los laterales las defensas fijas bolivianas, evitando los ataques frontales de gran intensidad. El objetivo fue el aniquilamiento del ejército enemigo y no la ocupación territorial. Al respecto, sorprenden los informes de inteligencia del ejército boliviano, que no atinaban a interpretar o descifrar esta táctica.  En un informe del Comando Superior, de febrero de 1934, sobre el modus operandi del ejército paraguayo se decía:

 

La forma sistemática que el enemigo viene empleando en sus ataques consiste en el amarramiento frontal, con grupos de combate y activas exploraciones de fuego, para buscar el envolvimiento, con su masa, de una o ambas alas, y la salida de fracciones sucesivas sobre los caminos de retaguardia. Estas maniobras piden serias precauciones para su ejecución; sin embargo, son llevadas [a cabo] por el enemigo con una confianza imprudente, apoyado simplemente en el resultado moral de sus éxitos anteriores[18].

 

Bruce W. Farcau dice que los oficiales más capaces fueron enviados al extranjero: Argentina, Chile, Francia, Bélgica, Italia, para realizar estudios superiores[19]. La apreciación que hace de la predisposición moral ante la guerra, de parte del pueblo paraguayo, contrasta con la desinformación que reinaba en Bolivia. El pueblo paraguayo tenía la certeza de encontrarse ante una nueva agresión, así como había acontecido seis décadas antes, durante la guerra de la Triple Alianza; ante esta emergencia, se cohesionó en torno a la defensa de lo que consideraban su territorio. Apoyó al gobierno en la guerra, apoyó y se solidarizó activamente con el ejército. La figura de la respuesta paraguaya ante la guerra puede interpretarse como Guerra total[20].

Contrastan, entonces, las dos distintas predisposiciones ante la guerra, la de Bolivia y la de Paraguay. Se puede decir que, en Bolivia, algo parecido a una confusión conformaba una atmosfera, un tanto, enrarecida; confusión complicada por la violencia con la que se incorporó a los contingentes aymaras al servicio militar, en la guerra, quienes tampoco comprendían a cabalidad el porqué de la guerra y por qué tenían que ir ellos a combatir a una región desconocida. Las anécdotas ilustran mejor esta alarmante situación. René Danilo Arce Aguirre dice que el soldado aymara, que no conocía el castellano, fue ciegamente a la guerra y a la muerte, sin saber el por qué[21]. Luis Ramiro Beltrán Salmón dice que uno de los soldados aymaras preguntó a su sargento: « ¿Y quién, pues, jefe, es nuestro enemigo? ¿Son los cochabambinos[22]?».

 

Sobre las causas de la guerra se han vertido distintas interpretaciones, operando con hipótesis deterministas o, en otro caso, fatalistas; de las más conocidas está la hipótesis convertida en tesis, de que fue la guerra del petróleo, instigada por dos empresas trasnacionales del petróleo, la Standard Oil, en lo que respecta a Bolivia, la Royal Dutch Sell, en lo que respecta a Paraguay. Esta explicación tiene como referente y experiencia la historia de las guerras del petróleo provocadas en el mundo por empresas trasnacionales de la energía fósil. Por lo tanto, se tiene la fuente de la secuencia de estos eventos dramáticos, que experimentaron los países periféricos, en plena lucha imperialista por controlar las reservas de los hidrocarburos. Sin embargo, para una explicación completa, no basta el despliegue de esta tesis, que termina siendo determinista. Es menester comprender la mecánica y la dinámica de todas las fuerzas, instituciones, condiciones, circunstancias, historias singulares, subjetividades singulares, intervinientes. Una interpretación del estilo determinista, por más útil que sea “ideológicamente” y políticamente, para cohesionar al pueblo en la defensa de los recursos naturales, no termina explicando el acontecimiento, en este caso, de la guerra del Chaco. Lo que hace falta es esto, una interpretación integral de lo acontecido en esta guerra.

Vamos a intentar sugerir hipótesis interpretativas, que apuntan a un análisis integral del acontecimiento de la guerra del Chaco. Antes de hacerlo, debemos aclarar lo siguiente: no se trata de descartar la tesis económica sobre el papel conspirativo de la empresas trasnacionales, tampoco descartar, ni mucho menos, el papel de dominio de los imperialismos, en este caso, el imperialismo norteamericano y el imperialismo británico; sino de introducir estas funciones, la económica y la política, en el conjunto de procesos singulares, de campos de fuerzas, de estructuras, instituciones e historias singulares intervinientes. Quedarse con la tesis determinista, por más factible que sea, es quedarse en la abstracción, quedarse con una respuesta para todo, sin comprender la compleja singularidad de cada acontecimiento. En el caso que nos toca, del acontecimiento singular de la guerra del Chaco.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hacia una interpretación integral de la guerra del Chaco

 

1.   Como dijimos antes, las guerras forman parte de la crisis estructural de los ciclos largos, medianos y cortos del capitalismo[23]. Concretamente, las crisis de sobreproducción se resuelven o, mas bien, buscan resolverse con la destrucción de la sobreproducción, por así decirlo, para comenzar nuevamente la producción, en gran escala. Empero, ¿qué son las guerras en las periferias del sistema-mundo capitalista? Podemos decir que estas guerras periféricas, en parte, son como la continuación de las guerras imperialistas; sus competencias son trasladadas a las periferias, donde combaten por el control de los recursos; sin embargo, esto es parte del fenómeno. En estas guerras periféricas, los Estado-nación subalternos, buscan resolver sus crisis múltiples, económicas, de legitimación, “ideológicas”, políticas, en estas conflagraciones bélicas adyacentes. Ciertamente, en este caso, no se destruye sobreproducción, sino, si se quiere, se destruye sub-producción. Se destruye, por así decirlo, lo que no se tiene. Se endeudan para la guerra, para cubrir los gastos de guerra. Con lo que vuelven a caer, reforzando su dependencia, en las redes del control mundial del capital. Pero, no quedan aquí los alcances de la destrucción; la guerra se ensaña con los cuerpos de los combatientes, también con los cuerpos de los no combatientes; la guerra destruye vidas, parte de la energía vital de los pueblos. La carnicería de la guerra destruye a parte de las poblaciones, dejando no solamente una masa de muertos, otra cantidad significativa de heridos, además de las secuelas que persigue a los sobrevivientes y familiares.  ¿Qué ganan con esto los Estados-subalternos, involucrados en la conflagración bélica? ¿Refuerzan la dominación de sus estructuras de poder? Al parecer ni esto ocurre ni con las guerras imperialistas, pues, después de la guerra, los pueblos se vengan con cambios en las estructuras, en las instituciones, en la política. Sin hacer caso a lo que creía Salamanca, el presidente boliviano, al inicio de la guerra del Chaco, de que Bolivia necesitaba compensar psicológicamente y moralmente la derrota de la guerra del Pacífico, por eso, era conveniente ir a la guerra del Chaco, que la consideraba ya ganada por Bolivia. Sin hacer caso, por lo tanto, a toda concepción fatalista, de toda clase, sea al estilo del insólito enunciado pronunciado por este presidente o de otro estilo, más mesurado, mejor argumentado. Lo que hace aparecer a la guerra como síntoma de una crisis profunda, desplegada y manifestada en los mismos ciclos sociales de reproducción del poder, por lo tanto, también de las sumisiones, es, por un lado, la forma como son arrastrados los pueblos a la guerra, bajo la creencia de su inevitabilidad. En esto no solo puede haber engaño, o, si se quiere, “ideología” chauvinista, también, parte del pueblo, o como el caso de Paraguay, todo el pueblo, asiste a la guerra voluntariamente, entregándose, incluso apasionadamente. No solamente se trata de romanticismo o de la atracción que ejercen los mitos de los héroes; ¿hay acaso en esto, en esta conducta, una búsqueda de la catarsis? Esto lo decimos, sin ninguna intención de convertir a esta sugerencia en una tesis sustituta de la determinista económica o de la determinista política, jugando con una interpretación determinista de propensiones subjetivas. Sino, tan solo, por mostrar otras facetas, por así decirlo, de múltiples factores intervinientes. De lo que se trata es, mas bien, lograr vislumbrar el diseño de la estructura de la complejidad singular del acontecimiento de una guerra también singular[24]. Entonces, la primera hipótesis interpretativa es la siguiente: El acontecimiento histórico-político-social-cultural-territorial, que antecede, por así decirlo, al acontecimiento mismo de la guerra del Chaco, contiene varias posibilidades y tendencias de decursos, de realizaciones, de desenlaces; la inclinación social a que se incida en esta posibilidad y tendencia de la guerra, depende de la voluntad, mas bien, del conjunto de voluntades, que, al final, deciden por esta vía. No solamente hablamos de la voluntad de la representación de la voluntad general, que es el Estado, particularmente el gobierno, sino también del conjunto de voluntades sociales, en su propia variedad y tonalidades.

 

2.   No hay pues fatalidad, tampoco determinismo, por más que el determinismo económico y el determinismo político, jueguen un papel en el conjunto de la concurrencia de fuerzas, sino construcción social y política de la decisión, donde, ciertamente, el Estado tiene la ventaja institucional de orientar la conformación de esta decisión.  Entonces, se va a la guerra por decisión social y política, por más forzada que haya sido, incluso arrancándolos violentamente de su terruño, como les ocurrió a los aymaras, en contraste a lo que les ocurrió a los paraguayos, que fueron voluntariamente. Esta decisión social no es, obviamente homogénea, sino, mas bien, diferencial, variada, distribuida y dispersa; incluso, si se quiere, contradictoria. Sin embargo, termina siendo una decisión de todos, incluso, en el caso de Bolivia, donde no hubo una convocatoria a la movilización general.

               

 

3.   Volviendo a la pregunta de ¿por qué los pueblos van a la guerra? Pueden no hacerlo, si tomaran esta otra decisión, sobre todo, después de la larga experiencia de las guerras en la modernidad. Las guerras llevan a la carnicería y a la masacre a los pueblos, sin que éstos obtengan compensaciones del tamaño de sus sacrificios, inclusive en el caso de que se trate del pueblo del país vencedor. Los beneficiados son de los que controlan las estructuras de poder, hegemonizan las mallas institucionales, ejercen el dominio económico. El pueblo simplemente ha sido carne de cañón. Ciertamente, algunas veces, cuando retornan de la guerra, después de descubrir, en el frente, que el enemigo no estaba al frente, sino detrás, en el propio país, manejando el Estado, hacen la revolución. Sin embargo, habría que preguntarse ¿si no era racional hacer la revolución antes de exponerse a la guerra? ¿Por qué se va a la guerra? No se trata, como dijimos, solo de romanticismo, tampoco, en otros, de la creencia en la fatalidad, así como tampoco en la convicción del determinismo; parece como un duelo con la vida o la muerte. Es como se quisiera enfrentar el desafío mismo de la vida, la vida propia, las historias de vida, los problemas no resueltos, acumulados, las preguntas sin respuestas, las frustraciones guardadas, es decir, lo incomprensible, en un momento de duelo, en una coyuntura dramática, en el combate, que aparece como catarsis definitiva. Esta apuesta total y ultimatista, parece ser no solamente un combate con el enemigo, sino con uno mismo, que aparece como el enemigo interno, oculto en el cuerpo, como fantasma incriminador. Parece que los pueblos cuando deciden ir a la guerra van también a resolver los problemas acumulados, a desafiar al destino o a encontrar el destino en el campo de batalla.

 

4.   De todas maneras, hay que distinguir cuando se va a la guerra a atacar de cuándo se va a la guerra a defenderse del ataque. No es lo mismo; en el segundo caso, la defensa es una obligación; se defiende el territorio, se defiende el país, la nación, se defiende la soberanía; incluso, en el caso de ataque a una revolución, se defiende la revolución. Sin embargo, en contexto, teniendo en cuenta a ambos pueblos, que tienen en común el de ser arrastrados por sus clases dirigentes, por sus élites, por sus burguesías, sus burocracias, sus gobernantes, al matadero, ambos pueblos podrían tener o darse la oportunidad de la reflexión y de la crítica, la oportunidad al raciocinio, a la deliberación. Empero, no lo hacen generalmente.

 

 

5.   Consideramos, desde la perspectiva de la complejidad, que la explicación e interpretación, es decir, la comprensión del acontecimiento de la guerra, se obtiene en el conocimiento de los entrelazados tejidos que hilan, que tejen, que componen, decursos y posibles desenlaces. Es en análisis complejo del acontecimiento, compuesto de múltiples singularidades, que se puede encontrar el diseño de la estructura del drama, en la trama del tejido en el juego del azar y necesidad. Esto no descarta la relatividad de tendencias deterministas, en el conjunto entrelazado de tendencias; sin embargo, no excluye la responsabilidad de los pueblos al ir a la guerra. ¿Por qué van, si cuentan con la posibilidad, por lo menos teórica, de decidir, por más estrechos márgenes que se tenga? ¿Acaso buscan eso, la decisión y la realización de la decisión de enfrentarse, de exponer los cuerpos al juego y fuego demoledor de las violencias desatadas? ¿Acaso se trata de preguntar a los cuerpos martirizados sobre el sentido de la vida? ¿O, mas bien, encontrar un sentido al sin-sentido del universo, precisamente en el duelo con la muerte?  Si fuese así, no habríamos salido de la invención del sentido institucional, que en tiempos de paz está a cargo del Estado, y en tiempos de guerra es en el torbellino de las violencias desencadenadas cuando se devela, descarnada, otra vez, el sinsentido; sin embargo, paradójicamente se mira obsesivamente ese sinsentido para descifrarlo desesperadamente como sentido.  El poder nos persigue en la paz y en la guerra, el poder, que produce sentido, el poder, que produce verdades, nos persigue incluso cuando se devela el sinsentido en su plenitud absurda, en la guerra. El poder quiere convencernos que hay siempre sentido institucional, que está bien que te sacrifiques, que está bien que mueras, por la causa noble de la patria, del Estado, de la democracia, de la libertad. El poder te acompaña para que no te olvides que hay Estado, que el Estado está ahí para garantizar que el sentido subsista, a pesar que en la guerra, en el desenvolvimiento de la atroz violencia, se suspenda, se disemine, se derrumbe todo sentido. En resumen, parece que los pueblos van a la guerra no solo porque son arrastrados por los juegos de poder, sean geopolíticos o no, sean económicos o no, sean de conquista o no, sino porque se encuentran atrapados en el círculo vicioso del sentido institucionalizado.

 

6.   ¿De qué se trata entonces? De liberar la vida de sus ataduras, de sus capturas, por parte de las mallas institucionales del poder. De liberar la potencia social de las capturas del poder. Dejar libre la vida, los ciclos vitales, sus facultades y capacidades de inventar, de crear, conformando asociaciones, construyendo composiciones, de una manera abierta, alternativa y alterativa. ¿Cómo lograr esto, cuando el poder se ha inscrito en la piel, cuando el poder se ha internalizado en el cuerpo y cristalizado en los huesos, manifestándose en las conductas y los comportamientos, en los habitus, en las subjetividades constituidas?  El poder no toma todo el cuerpo, no captura todas las fuerzas del cuerpo, no atrapa toda la potencia del cuerpo, pues nadie sabe lo que puede el cuerpo. La potencia de la vida está más allá del alcance de las instituciones, de sus mallas de poder; la inteligencia y memoria sensible, que es la vida, en su pluralidad y multiplicidad proliferante y creativa, está más acá y más allá del alcance del poder. Aunque el poder se ilusione vanamente de lo contrario, construyendo y difundiendo el mito de su dominio absoluto, aunque se esfuerce en mantener en el pueblo esta creencia en la omnipotencia del poder. Lo hace precisamente porque se desespera ante sus limitados alcances en relación a la potencia de la vida.

 

7.   Los activismos libertarios tienen ante sí esta tarea, liberar la potencia social de las capturas de las mallas institucionales del poder.

 

 

8.   Volviendo a la guerra del Chaco. Si bien es cierto que el “Súper Estado Minero”, el Estado de los “Barones del Estaño”, el Estado de lo que se nombraba, entonces, la feudal burguesía, arrastra a la guerra del Chaco, quizás buscando distraer de la crisis múltiple del Estado, de la que, obviamente, no es consciente, quizás buscando desviar la atención de la crisis económica, por la caída de los precios de las materias primas, principalmente del estaño, quizás por conmovedoras y ateridas psicologías de consciencias culpables, como las de Daniel Salamanca, que, en el cargo de la presidencia, descargan sus angustias de la forma descomunal como la de arrastrar a la guerra. Sea lo que sea, incluso, contando con la incidencia relativa del determinismo económico y el determinismo político, en último término, es el pueblo el que decide ir o no ir a la guerra. Al final se tiene posesión del mismo cuerpo, aunque el Estado esté ocupado por los bufetes de los “Barones del Estaño”, aunque conspiren las trasnacionales del petróleo; esta posesión del cuerpo, abre siempre la posibilidad de decidir. Este es el tema. La problemática aparece cuando la decisión es seguir con los juegos de poder de las oligarquías y de los imperialismos; entonces, es cuando, se devela que también el pueblo cae en estos juegos del poder, no solamente por encontrarse atrapado en sus mallas de poder, en los imaginarios del poder, en las “ideologías” del poder, sino también porque cree que la realidad es la que configura el poder, y ahí termina. Porque no se atreve, todavía, a liberarse de todos estos fantasmas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lecciones de Boquerón

 

 

 

 

 

Hay que encarar el pasado, lo sucedido en el pasado, con ojos críticos. Generalmente los pueblos se inventan sus mitos, sus leyendas, sus historias, sobre todo para protegerse; creen, si no hacen esto, que puede ser frustrante evaluar objetivamente lo acontecido; puede ser desmoralizante para las generaciones nuevas, para el presente. Por eso, tienen un cronograma completo de actos cívicos, que enaltecen a los héroes de las guerras; también construyen narrativas oficiales que exponen la justeza de las acciones del Estado en esas guerras, así como las razones indiscutibles de la participación del Estado en esas conflagraciones. Los actos cívicos, las ceremonias cívicas y públicas, los discursos oficiales, que les acompañan, garantizan la preservación del mensaje patriótico. En esto se unen hasta los contrincantes políticos. Si bien se puede ponderar todo esto, como prácticas de cohesión y de unificación, como homenajes y remembranzas de las glorias pasadas, incluso ponderar su función educativa, por así decirlo, es conveniente preguntarse si este procedimiento enaltecedor no termina, mas bien, mermando las capacidades para enfrentar los problemas del presente. ¿No es mejor acaso, la objetividad evaluativa, analizando los errores cometidos, para no volverlos acometer, de una u otra manera, en otros desafíos históricos?

 

Tal parece que es esto lo que hace falta, la mirada crítica sobre los eventos cruciales del pasado. De lo contrario, seguir con el enaltecimiento “patriótico”, aunque pueda dar una imagen moralizante, no solamente desarma ante los problemas del presente, no solamente relaja la atención ante los desafíos, sino, al suponer que no se ha errado, que no ha habido desaciertos, al convertir a todos los caídos en héroes, borrando hasta su condición y características humanas, convirtiéndolos en personajes superiores, sin manchas, no se preparan a las nuevas generaciones para enfrentar desafíos parecidos o distintos a los dados en el pasado.  Se tiene confianza en una especie de espíritu histórico que acompaña, espíritu que cuida el buen camino de la nación. Hay plena confianza en la verdad histórica que impregna la nación. Esta predisposición moral, si bien otorga confianza y da valor, termina justificando los descuidos prácticos, estratégicos, políticos, en la defensa del pueblo y su territorio.

 

Llama la atención la conducción estatal en, por lo menos, tres guerras internacionales, en las que se involucró el país. La guerra del Pacífico, la guerra del Acre y la guerra del Chaco. Sobre la guerra del Pacífico escribimos en Guerras periféricas[25]; dejaremos pendiente la problemática de la guerra del Acre (1899-1903); ahora, en este ensayo, intentamos comenzar a analizar críticamente eventos, sucesos y hechos cruciales de la guerra del Chaco. Aunque, en Pensamiento propio[26], tocamos este tema, lo hicimos, sin embargo, bajo consideraciones teóricas histórico-políticas, vinculadas al pensamiento propio; ahora queremos hacer algo parecido al análisis crítico desplegado en Guerras periféricas. Comenzaremos, en este ensayo, con Boquerón, la larga batalla de la defensa del fortín Boquerón. Esta batalla de defensa del fortín asombra por la tenaz defensa ante abrumadoras fuerzas militares paraguayas, que lograron rodear, sitiar y aislar el fortín, dejándolo sin comunicaciones, sin avituallamiento ni municiones. Sin embargo, la pregunta es ¿cómo se ha llegado a esta situación vulnerable y expuesta del fortín, a esta condición de aislamiento de los defensores, lejos, por lo menos, incomunicados, del resto de las tropas del ejército boliviano? No se puede ocultar la provisionalidad del mando, develada, cuando cae el fortín en manos del ejército paraguayo, enalteciendo, haciendo hincapié, en el acto heroico de los defensores, dejando de lado los errores tácticos y estratégicos, la desorganización de la logística, la des-compaginación del frente. Es menester volver a reflexionar sobre esta batalla, la de Boquerón, no para encontrar culpables, ni golpearse el pecho, ni tampoco por simple erudición, sino, sobre todo para evaluar las condiciones, las estructuras, las capacidades, la situación de defensa en el presente. Efectuando una genealogía de la guerra; es decir, un análisis del presente a partir de una mirada retrospectiva del pasado. Averiguar si la improvisación y provisionalidad no sigue siendo una herencia condenatoria, que seguimos preservando, exponiendo vulnerablemente la defensa efectiva, escondiendo este problema, otra vez con mitos, leyendas y narrativas cívicas.

 

No hay mejor defensa que la crítica, no hay mejor defensa que conocer las fallas, ser conscientes de los errores, detectar las debilidades. No hay peor defensa que evitar la crítica, ocultar las fallas, no conocer los errores, no identificar las fallas, optando por la exaltación retórica. Desde esta perspectiva, intentaremos, en lo posible, analizar reflexivamente lo ocurrido en Boquerón, dejando para otros ensayos el acontecimiento mismo de la guerra del Chaco.

 

 

La defensa de un fortín sitiado

 

Se puede decir que la batalla de Boquerón fue la primera batalla de la Guerra del Chaco. El cronograma de la batalla se dilató entre el 9 y el 29 de septiembre de 1932.  El fortín Boquerón fue tomado por el ejército boliviano; entonces formaba parte de una avanzada, que obviamente mantenía continuidad en territorio ocupado. En principio, está demás decirlo, no estaba aislado el fortín.  Boquerón definía un área de guerra, conjuntamente con otros fortines, en forma de arco, de diez a once kilómetros de profundidad. El área definida comprende una zona de control, que se extiende, desde el fortín Ramírez hasta el fortín Yujra. Esta avanzada terminó desarticulada por la ofensiva militar paraguaya, que pudo convocar, poner en armas y organizar a más de cinco mil hombre, para esta ofensiva. A pesar de la defensa tenaz y heroica boliviana, la batalla tuvo un desenlace, culminó con la derrota del ejército boliviano y la victoria del ejército paraguayo.  Esta batalla, de Boquerón, no fue la única que se dio simultáneamente, la ofensiva paraguaya no solo sitió el fortín Boquerón, sino atacó otros fortines y dio batalla a los destacamentos que venían en ayuda de los sitiados en el fortín.   El conjunto de estas batallas condujo a la caída de los fortines adyacentes, obligando a la retirada del ejército boliviano hacia el fortín Arce.

 

Hasta el 5 de julio de 1932, se dio lugar la Conferencia de Paz en Washington; este día se retiró la delegación paraguaya, argumentando de “incalificable” el ataque del ejército boliviano al fortín Carlos Antonio López, en Pitiantuta. El ataque a este fortín se efectuó el 15 de junio, cuando se formalizaban conversaciones diplomáticas, con el objeto de la firma de un pacto de no agresión en el Chaco. La toma del fortín mencionado provocó la reacción paraguaya; el 15 de julio, el ejército paraguayo retomó el fortín Carlos Antonio López. Encendiendo la chispa del fuego, que se propagó, convirtiéndose los sucesos subsiguientes en una guerra, el presidente boliviano, Daniel Salamanca, dispuso la toma de tres fortines paraguayos: Corrales, Toledo y Boquerón. El coronel boliviano Enrique Peñaranda ocupó, el día 27 de julio, el fortín paraguayo Corrales, el día 28, el fortín Toledo, y, el día 31, el Teniente Coronel Luis Emilio Aguirre ocupó el fortín paraguayo Boquerón. La ocupación de los fortines enfrentaron reducidas resistencias paraguayas; en estas condiciones, el ejército paraguayo se retiró.  Respondiendo, en la retirada, con emboscadas. Una especie de táctica de guerrillas improvisadas, ideadas por el teniente paraguayo Heriberto Florentín en Boquerón. La emboscada fue ejecutada por el Teniente Eulalio Facetti. Los oficiales bolivianos, creyendo que los paraguayos se retiraron completamente, se descuidaron, exponiéndose a la emboscada. Ante la metralla murieron varios oficiales y soldados, acribillados mientras izaban la bandera en el fortín capturado.

 

A propósito, el teniente paraguayo Facetti, escribe:

 

Nadie se preocupaba por explorar o reconocer los alrededores fuera de la patrulla [boliviana], que siguió a los que huían hacia Isla-Poí [...] una multitud abirragada se había congregado en la placita, atronando con sus cantos, vítores y hurras [...] Mientras tanto, de nuestro lado, la expectativa era enorme [...] Cada soldado, cada tirador, embelezado y perplejo ante semejante cuadro no atinaba a fijar la puntería sobre un blanco determinado [...] Un trío de jefes a caballo apareció del lado de Yujra y su presencia fue saludada con grandes ovaciones. Entonces di la señal [...] Todas las ametralladoras y todos los fusiles abrieron fuego simultáneamente [...] La sorpresa fue total sembrando la muerte y el pánico[27].

 

El 3 de agosto de 1932, se presentó una declaración continental, en la cual las naciones americanas notificaron a Bolivia y al Paraguay que no reconocerían en el Chaco ninguna posesión territorial, que no fuera obtenida por medios pacíficos. Sin embargo, el 7 de agosto, el ejército boliviano capturó el fortín paraguayo Carayá, nombrándolo Huijay.  Esta ofensiva boliviana formaba parte del plan del General Quintanilla, comandante del Primer Cuerpo boliviano, de avanzar hacia Isla Poí, base de operaciones del ejército paraguayo.

 

Ante el fracaso de las negociaciones diplomáticas entre Bolivia y Paraguay, después de la decisión del gobierno de Daniel Salamanca de no devolver los tres fortines conquistados, el ejército boliviano decidió atrincherarse, estableciendo las defensas de Boquerón. Se construyeron “chapapas”, trincheras cubiertas al nivel del suelo, nidos de ametralladoras camuflados; en todo el sector de pajonales y montes se abrieron campos de tiro para facilitar el fuego medido y calibrado. Se quemaron los pastizales alrededor del fortín.

 

El General Osorio, informó al Comandante del Primer Cuerpo de Ejército en el Chaco, General Carlos Quintanilla, que tenía:

 

Datos fidedignos [de] que la mentalidad del comando paraguayo es aniquilarnos a fuerza de frecuentes emboscadas, pequeñas y grandes[28].

Este fue el comienzo de la guerra, en sentido militar; pero, ¿cuándo comenzó ésta, en sentido político?

 

 

No tardó el ejército paraguayo en recuperar el fortín Huijay. El 17 de agosto, ocurrió esto. Coincidentemente, cuando el General Quintanilla era advertido. Se le dio la orden siguiente:

 

Asegure defensa de Boquerón, que probablemente mañana será atacado por Huijay e Isla Poí[29].

 

El fortín Huijay se encontraba defendido al mando del Mayor Raimundo Cárdenas, de quien se dice que, en dudosa actitud, abandonó a su tropa, huyendo y refugiándose en Boquerón. Por esta actitud fue censurado por el Teniente Coronel Marzana, que estaba al mando del fortín. El General Quintanilla, buscando resarcir esta pérdida, la del fortín Huijay, requirió del General Osorio, del Estado Mayor, en La Paz, el permiso para tomar el fortín Nanawa, contando para este efecto con los regimientos “Ayacucho”, “Azurduy”, además de dos compañías del Batallón Lairana, del RI-14, pertenecientes a la 7.ª División. Después, una vez arribara el regimiento RI-15, con este refuerzo, disponer el ataque al centro de operaciones paraguayo, que se encontraba en la Isla Poí. Para darle un carácter de exigencia, el requerimiento adquirió un tono categórico; añadió que, en caso de no ser aprobado el requerimiento, por parte del Estado Mayor General, su persona se vería obligada a pedir su reemplazo[30].

 

El Teniente Coronel Tabera escribe:

 

Así Quintanilla, el General de las Represalias, movido un tanto por la orden presidencial y más por sus ansias locas por popularizarse [...], obteniendo triunfos baratos sobre el Paraguay, indirectamente cooperó [...] para precipitar al inerme pueblo boliviano a la vorágine del Chaco[31].

 

La respuesta del General Osorio al requerimiento del General Quintanilla, fue la siguiente:

 

Que había causado malísima impresión al presidente Daniel Salamanca la facilidad con que los paraguayos retomaron el fortín Huijay.  De que no autorizaba el ataque a Nanawa por razones diplomáticas.

 

El General Osorio firmó la orden de no abandonar Boquerón de ninguna manera, el 22 de agosto, prefiriendo morir en su defensa antes que dar parte de retirada. La argumentación en torno a la orden dada giró por dos razones:

 

Quebrar la moral del enemigo, desmentir la propaganda paraguaya, que descalificaba al ejército boliviano, definiéndolo como no preparado para la guerra.

 

Una muestra de la concepción de la guerra y de la estrategia militar de Daniel Salamanca se manifiesta en una reunión con el General Osorio. El 23 de agosto, el presidente acuerda con el general que, al no contar con los camiones necesarios requeridos para el traslado y movilización de las tropas, las mismas marcharían a pie, en secciones de 200 soldados, cada dos días, previéndose en el trayecto las etapas de alimentación y descanso necesarias[32].

 

Sumándose a este panorama, en la conducción de la guerra, de principio, desalentador, no dejaba de ser alarmante la conducta diplomática. Ante reclamos del Paraguay por la devolución de los fortines capturados, el gobierno de Salamanca pretendió escudar la no devolución de los fortines conquistados, arguyendo que:

 

Si devolvía los fortines se producirían trastornos en su política interna y derrocado el [actual] Gobierno sería sustituido por otro más intransigente y guerrerista[33].

 

Como se verá, no solamente este comienzo de la guerra es desalentador logísticamente, políticamente y diplomáticamente, sino también por el lamentable manejo de la información, que no se sabe por qué atribuirle el nombre de inteligencia, a los dispositivos que manejaban la información. Incluso, la información que llegaba casualmente no fue atendida. El 3 de septiembre el General Quintanilla escuchó una significativa información que dibujaba la situación del teatro de operaciones. El amigo personal del general, Jorge Alemán visitó el fortín Muñoz. Alemán le advirtió que:

 

El Paraguay tenía fuertes concentraciones de tropas desde Casado a Isla Poí y que en próximos días desencadenaría su ofensiva sobre Boquerón con 6000 hombres [...][34].

 

Jorge Alemán, comerciante argentino, abastecía de alimentos, combustibles y repuestos de camiones a la 4.ª División del Ejército de Bolivia; División, acantonada en el fortín Arce. La reacción del General Quintanilla sorprende por su torpeza y, sobre todo, por su razonamiento enrevesado, que tenía como referente las propias capacidades del ejército boliviano. El general no transmitió esta información al General Osorio, que se encontraba en La Paz. La información, aunque informal y empírica, no podía ser descarada; exigía, por lo menos, su verificación en terreno. Ya sea por observaciones puntuales de destacamentos especiales o, en el mejor de los casos, por observación de la aviación. Lo que hizo el ilustre general es negar rotundamente esa posibilidad, teniendo en cuenta las propias restricciones:

 

 ¡Ni nosotros podemos poner en el Chaco 5000 hombres y el Paraguay va a atacarnos con 6000 [sólo en Boquerón], usted trata de desmoralizarnos[35]!

 

El ejército paraguayo, al mando del Teniente Coronel José Félix Estigarribia, comenzó la ofensiva el día 7 de septiembre. Emprendió el ataque desde las proximidades de la Isla Poí, centro de operaciones paraguayo. La ofensiva contó con una cantidad parecida de efectivos, estimados por Jorge Alemán; hablamos de más 5000 soldados.  La misión encomendada era la de recobrar el fortín Boquerón. Ante esta eventualidad, que dejó sorprendido al mando militar boliviano, la aviación atacó a las tropas que avanzaban hacia Boquerón. Acompañando a estas reacciones improvisadas, se emitió una orden al Teniente Coronel Manuel Marzana, que no deja de mostrar la provisionalidad del mando; en tono concluyente se le comunico que:

 

El destacamento tiene la misión de defender sus posiciones sin abandonarlas bajo ningún pretexto.

 

Esta terminante orden, que adolecía de estrategia, sobre todo, de comprensión de lo que acontecía en el campo de operaciones militares, que pretendía confesar razones políticas, marcó el destino de Marzana y sus hombres.

 

 

La batalla de Boquerón

 

El día 9 de septiembre, dos Divisiones paraguayas, la 1.ª al mando del Mayor Carlos Fernández y la 2.ª al mando del Teniente Coronel Luis Ayala, con un total de 5,000, hombres atacaron a la 4.ª y 7.ª División bolivianas, que contaba con un total de 4,000 hombres, al mando del General Quintanilla. Este contingente estaba distribuido y disperso en una amplia zona, que abarcaba la extensión territorial controlada por los fortines Muñoz, Saavedra, Toledo, Arce, Castillo, Yujra, Lara, Ramírez y Boquerón. En días posteriores, ambos ejércitos recibieron nuevos refuerzos. A las 05:30 de la mañana, la artillería paraguaya abrió fuego sobre el fortín Boquerón, provocando las primeras bajas bolivianas. A las 07:00, comenzó el ataque paraguayo, encabezado por el regimiento “Curupayty”, desalojado de Boquerón el 31 de julio. Este regimiento solicitó el honor de atacar primero. A los 100 metros de distancia, el fuego sistemático y preciso de las ametralladoras y fusilería boliviana detuvo el ataque. Cayeron muchos jinetes con sus cabalgaduras; decenas de muertos quedaron en el campo de batalla ensangrentado. Los artilleros del fortín sorprendieron, por la espalda, a tropas paraguayas, que atacaron desde el suroeste, justo entre su posición y las trincheras del reducto, causando numerosas bajas. Reiniciado el fuego de artillería, los paraguayos lanzaron un nuevo asalto. El ataque frontal fue rechazado con gran cantidad de bajas para los atacantes. Ataques posteriores sólo obtuvieron el mismo resultado. En el fortín, una veintena de efectivos bolivianos resultaron víctimas de la artillería. El ataque frontal paraguayo fracasó, a lo que se sumó la desorganizada provisión de agua, que debía traerse de Isla Poí. El agua traída no alcanzaba para satisfacer la sed de la concentración de soldados, obligando a muchos de ellos a abandonar las líneas para proveerse del líquido elemento. Debido a esta escasez de agua, las patrullas de caballería tuvieron que separarse de los caballos.

 

Una vez comenzada la ofensiva y desplegado el ataque, ni el Coronel Marzana, en Boquerón, ni el Coronel Francisco Peña, en Arce, ni el General Quintanilla, en Muñoz, se dieron cuenta de que estaban enfrentando la ofensiva masiva del ejército paraguayo, a gran parte de sus fuerzas armadas movilizadas. Tampoco descifraron el objetivo de la ofensiva paraguaya; que no se circunscribía solo en la recuperación del fortín. Iba más lejos, perseguía la aniquilación del Primer Cuerpo del ejército boliviano.

 

Un mes y medio atrás se habían capturado tres fortines, defendidos por parcas tropas paraguayas. No se puede deducir de que la ofensiva paraguaya iniciada, con miles de movilizados, se desplegaba solo para retomar el fortín Boquerón; que es precisamente lo que parece interpretar el mando militar boliviano. Los servicios de inteligencia del Estado Mayor boliviano desconocían que el Paraguay había completado su movilización general, en un lapso corto; lo que le permitió comenzar la ofensiva militar en una escala grande en el Chaco. Esa noche Marzana envió el siguiente parte a su jefe, el Coronel Peña:

 

Después de 15 horas de reñida y heroica resistencia, rechazamos enérgicamente a las fuerzas paraguayas, que se retiran precipitada y desordenadamente, dejando numerosas bajas[36].

 

Ayala Moreira, en su evaluación de la batalla de Boquerón, concluye que este parte de Marzana refleja una errada apreciación de la situación bélica, particularmente la situación en la que se encontraba el fortín. Ni cortos ni perezosos, todo incautos, además de oportunistas, tanto el Coronel Peña como el Teniente Coronel David Toro, reenviaron el parte apresuradamente, de una manera directa, al presidente Salamanca, saltando por sobre la cabeza del mando, el General Quintanilla. El parte transmitido es otra evidencia del desconocimiento y la desinformación que se tenía del mapa de las fuerzas en el teatro de la guerra.

 

Como si fuese una competencia entre oficiales, de quién se destacaba más ante la mirada del presidente, el General Quintanilla también hizo lo suyo. Escribió:

 

[…] nuestras tropas enérgicamente han rechazado a las fuerzas paraguayas […] evaluadas en dos mil hombres […]. Ante nuestra fuerte y enérgica persecución, ellos se retiraron precipitada y desordenadamente […]. Esta derrota paraguaya puede ser considerada a justo título como el desastre más resonado del ejército paraguayo[37].

 

Al leer estos comunicados, da la impresión que asistimos a una guerra de anécdotas y no a una guerra efectivamente desencadenada, con todo su dramatismo y exigencias desbordantes y demoledoras, guerra que convocaba a la muerte a miles de hombres, y colocaba a dos Estado-nación subalternos al borde del precipicio. Como si fuera poco, el General Quintanilla, informó a la prensa el “suicidio” del Teniente Coronel Estigarribia. ¿Por qué lo hizo? ¿Se dejó apabullar por el entusiasmo? ¿Pero, por qué inventarse algo sobre lo que no tenía ninguna certeza, ni había tenido el cuidado de confirmar un rumor? Por otra parte, y esto es más grave, tampoco había confirmado ni corroborado las apresuradas apreciaciones, que se vertían en los comunicados, a las primeras asonadas y escaramuzas, en torno al fortín Boquerón. Sin embargo, tuvo la osadía de enviar el mensaje al Estado Mayor General de La Paz, sin verificar la información que estaba transmitiendo.

 

El día 10 de septiembre, desde las posiciones ocupadas, ejecutando las acciones con más cautela, el ejército paraguayo atacó nuevamente el fortín, esta vez, utilizando cañones, morteros y armas automáticas. Ocupando los entornos, desde los bordes de los montes e islas, comenzó a controlar los caminos y los posibles accesos al fortín. El comando paraguayo tuvo especial interés en controlar firmemente la entrada al gran cañadón, que se abre a 3 km de Yujra, estableciéndose en los bordes e islas, por el lado sur. De esta manera, fue cortada la línea telefónica de 8 km, que unía Yujra con Boquerón. Marzana movió los cañones dentro de la fortificación, ante la posibilitad de que fueran rodeados. El mayor boliviano Lairana, con la 1.ª y 2.ª compañías del I/RI-14, salió hacia Boquerón con la orden de “limpiar el camino desde Boquerón hacia Isla Poí". Se asumía que los paraguayos habían huido de ese sector, de acuerdo al desacertado informe de Marzana, cuando se dirigió a Yujra, llevando dos camiones de Boquerón, cargados de heridos. Viaje no reportado al Coronel Peña, quién quedaba expuesto en el fortín Yujra. Las patrullas paraguayas deambulaban en las inmediaciones. A pesar de prever con un motorizado adelantado, haciendo de punta de la patrulla, al mando del Teniente Luis Hugo Rada, la columna Lairana cayó en una emboscada sobre el camino Yujra-Boquerón; murieron la mitad de sus soldados. Lairana y una fracción de la tropa fueron hechos prisioneros.

 

A las 12:00 horas, la 3.ª compañía del I/RI-14 boliviano, al mando del Teniente Rosendo Villa, se precipitó en ataque osado contra tropas, superiores, en número, además de mejor pertrechadas; la compañía fue aniquilada. No faltaron tampoco efectos de desorden en las filas paraguayas, debido, en parte, por la falta de agua; el movimiento obligado por ir a buscarla, ocasionó aperturas de claros en el cerco. Se explica, entonces, que, a pesar del cerco, llegaran tropas y destacamentos bolivianos al fortín sitiado. Al anochecer, la 4.ª Compañía del I/RI-14, al mando del Capitán Tomás Manchego, logró ingresar a Boquerón, desde el fortín Ramírez. Acarreaba alimentos, municiones y dos ametralladoras Vickers; las mismas que fueron emplazadas en la denominada “Punta Brava”, sector potencialmente vulnerable del fortín.

 

A las 22:00 horas, el Mayor Montalvo, con parte del 2º batallón del RI-14, sumándose los sobrevivientes de la unidad de Lairana, además de fracciones del RC-6, avanzó por el sur, preparándose para ingresar al fortín, al amanecer del día siguiente. El Teniente Coronel Estigarribia reajustó sus planes. Obteniendo información de prisioneros bolivianos, estimó que el ejército boliviano contaba, en ese momento, con 6,000 efectivos y unos 600 oficiales; concretamente, en Boquerón se encontraban cercados 619 hombres, fuera de su comandante, un mayor, 4 capitanes, 7 tenientes, 14 subtenientes, 2 médicos, un enfermero, un chofer y soldados.

 

Continuaron los constantes hostigamientos de fuego de morteros y ametralladoras al fortín. Sin embargo, las operaciones cardinales se desplegaron más allá del fortín. En este escenario de operaciones militares, en el alejado e ingrato Chaco Boreal, la adversidad mayor, para ambos ejércitos, era el paisaje agreste y desolado, la aridez de la región, sobre todo, de la zona adyacente a Boquerón. Esta geografía quizás explique la dilatación de la ofensiva paraguaya y el alargamiento de la guerra. La escasez de agua exigía la movilización, de parte de la tropa del ejército paraguayo, para lograr su aprovisionamiento; esto se lo hacía desde Isla-Poí. Contraía a utilizar hombres en marchas, pues no se contaba con la necesaria cantidad de camiones.

 

El Capitán paraguayo José Bozzano escribe:

 

Empezó la movilización de cuanto carromato mecánico había en la República disponible para el frente. Todos recordamos que no alcanzó a 70 el número de camiones, que con nombres jocosos o pintorescos los encontramos destrozados o exhaustos, en los campos de Yucra-Arce-Alihuatá-Platanillos[38].

 

A la noche, un mensajero de Marzana se infiltró entre las tropas paraguayas, despachando un comunicado para el Coronel Peña. Allí expuso la situación de los defensores, ante el continuo bombardeo; en el comunicado pedía ayuda para el fortín sitiado[39].

El día 11 de septiembre, al amanecer, el Mayor Montalvo ingresó a Boquerón, combatiendo contra las líneas enemigas, que cercaban del fortín. Desde el inicio del ataque paraguayo, el Coronel Peña había ordenado al Coronel Enrique Peñaranda, ubicado en el sector de los fortines Corrales y Toledo, que se moviera con su destacamento hacia Arce-Yujra-Boquerón. El destacamento del Coronel Peñaranda estaba compuesto por un batallón del RI-5, “Campero”, al mando del Mayor Germán Jordán; el resto de este regimiento ya se encontraba en Boquerón, al mando del Teniente Coronel Marzana. El destacamento, además contaba con el RI-4, “Loa”, conformado por 250 hombres, al mando del Teniente Coronel Walter Méndez, alias el “tigre rubio”; se le unió un escuadrón de 100 hombres, del RC-6, “Castrillo”. Este escuadrón llegó a Yujra, en el curso de la noche del día 11 de septiembre, después de tres días de agotadora marcha. Este escuadrón forma parte del RC-6, regimiento al mando del Mayor Óscar Moscoso. El regimiento se trasladó, durante 40 días, desde su cuartel, acantonado en Cochabamba; esta tarea de traslado estuvo a cargo del Teniente Germán Busch. En el traslado se emplearon caballos, los que quedaron exhaustos en Muñoz. Son estos contingentes de tropa los que reforzaron las defensas de Yujra, además de cuidar el acceso a Boquerón. Desde esta línea extendida, se repelieron varios ataques de los regimientos paraguayos, “Curupayty” y “Corrales[40]”.

 

Desde Yujra, por un camino diferente, partió rumbo a Boquerón el Capitán Víctor Ustárez, con 58 hombres del “Loa”, como vanguardia del destacamento Peñaranda.

 

A las 21:00 horas, este destacamento, aprovechando la agilidad de su tamaño, ingresó al fortín sin ser detectada. No ocurrió lo mismo con el destacamento Peñaranda, que fue detenido por los regimientos “Corrales” e “Ytororó", a mitad de camino.

 

Desde el fortín Arce, el impaciente Coronel Peña le ordenó a Peñaranda:

 

Extráñame mucho que su destacamento no se encuentre ya en Boquerón. Lo responsabilizaré por incumplimiento de mi orden...Llene usted su misión arrollando todo obstáculo que encuentre a su paso[41].

 

El cerco paraguayo sobre los alrededores del fortín y los caminos de acceso no era total; sin embargo, se fue perfeccionando gradualmente. Entonces, en el transcurso, se volvió difícil penetrar, romper el cerco, para poder acudir al sitiado de Boquerón.

 

Recién el día 12 de septiembre, el plan de Estigarribia fue descifrado por Marzana, quien ordenó consiguientemente el ahorro de municiones, comida y agua.

 

Los historiadores Casabianca y Boselli escriben:

 

Vista del exterior, la situación de los defensores del fortín Boquerón, a los ojos del profano, podría parecer haber sido contenida después de tres jornadas de ataques violentos [...]. Pero, la realidad era muy diferente [...] Enseguida Marzana se había dado cuenta de que la táctica realizada por Estigarribia lo llevaría, en un término más o menos corto, a tener que contar sólo con él mismo[42].

 

Marzana resolvió mandar una patrulla de reconocimiento, con el objeto de obtener información y poder observar lo que acontecía en los entornos de Boquerón. A las 10:00 horas, salió el Capitán Víctor Ustárez, acompañado del Subteniente Julio Murillo y una cincuentena de soldados. El Capitán Víctor Ustárez era el oficial con más experiencia en el monte chaqueño, además de conocerlo bien. Ustárez cayó en una emboscada a escasos 1,500 metros de Boquerón; al ser detectado detrás de un árbol, cuando dirigía a sus soldados con un silbato, fue ametrallado por la patrulla del Cabo Patricio Colman del regimiento “Corrales[43]”.

El fuego de hostigamiento, principalmente de morteros, persistió incesablemente. Un sorpresivo ataque de sondeo paraguayo, realizado al anochecer, terminó siendo desbaratado. Con unidades que van completando su marcha de aproximación, el ejército paraguayo reforzó sus líneas de ataque alrededor de Boquerón, apoyándose en emboscadas recurrentes en toda la zona circundante. Las tropas bolivianas al mando de Peñaranda, atrincheradas delante de Yujra, avanzaron hacia Boquerón, sin poder romper el cerco. Las tropas de Peñaranda se incrementaron con la llegada del resto del RC-6, que contaba con 365 soldados. La aviación boliviana bombardeó las posiciones paraguayas, en todo el camino que viene de Isla Poí; sin embargo, con tan deficiente eficacia, pues el bombardeo se efectuaba a nivel de vuelo y desde gran altura.

 

En Muñoz, al cuarto día de combate, todavía el General Quintanilla no tenía una idea clara sobre la cartografía del escenario de operaciones. No atinaba a dar con una cantidad estimativa de las tropas enemigas, menos, aún, podía descifrar e interpretar el plan de Estiogarribia. Para el colmo, los partes de la aviación boliviana aumentaron su confusión:

 

Impresión aviación es que enemigo retirase habiendo dejado solo fracciones, destinadas proteger retirada y evitar salida nuestras tropas. Urge destacamento Peñaranda ataque vigorosamente esas fracciones, para despejar definitivamente [...] todos puntos de resistencia enemiga, para después efectuar persecución limitada, en dirección Isla Poí[44].

 

En consecuencia, tropas recién llegadas de los regimientos RI-16 y RI-14, fueron enviadas apresuradamente, en columnas motorizadas para “perseguir al enemigo”. Las tropas sucumbieron en emboscadas sobre el camino Yujra-Boquerón. El Mayor Julio Viera, que vino desde Muñoz con su destacamento, recibió municiones, ración seca y te en Arce, sin bajar de los camiones; luego salió para Yujra, al frente. En pocas horas perdió más de la mitad de sus efectivos; se retiró gravemente herido rumbo a Yujra. El General Quintanilla advirtió a Peña que las tropas enviadas debían rodear y no atacar frontalmente a las “escasas” fuerzas enemigas:

 

Conviene ordenar que fuerzas Yujra rodeen posiciones enemigas, con débil ataque frontal. No se explica [como las] fuertes fuerzas [de] Yujra háganse amarrar y realicen sólo ataques frontales contra posiciones preparadas, incurriendo [en] grave falta de conducción, ayudando [así] al fácil cumplimiento misión [de las] fuerzas enemigas. Si logra rodearse posición enemiga, [que tiene] escasas fuerzas, [que] la defienden [...][45].

 

Los días 13 y 14 de septiembre. El presidente Salamanca amonestó al General Osorio, del estado Mayor, por seguir utilizando camiones para desplazar tropas, desde Villamontes al frente, conociendo las comprobadas deficiencias de ese medio, además de no cumplir con lo acordado en el mes de agosto[46]. Desde Yujra, a las seis de la mañana, Peñaranda, con efectivos del “Campero” y “Loa”, intentó un nuevo avance, desplegando el ataque; sin embargo, fue nuevamente rechazado, desde la denominada “Isla del Diablo”.

 

En contraste momentáneo, Boquerón amaneció tranquilo. El movimiento del ejército paraguayo se observó por la polvareda provocada por decenas de camiones, que suministraban municiones, víveres, preponderantemente agua. Los ataques se efectuaban por la tarde, con los mismos resultados anteriores: los paraguayos, pese a sus denodados esfuerzos, fueron sistemáticamente rechazados. Esa tarde aciaga de septiembre, en la acción de repeler al enemigo, falleció el teniente boliviano Juan de Dios Guzmán Montalvo. A la noche, Marzana escribió, en su diario de campaña:

 

La artillería enemiga concentra su fuego sobre nosotros. Nuestros tres cañones contestan, de tarde en tarde, para no agotar demasiado rápido su escasa munición. La infantería paraguaya hace esfuerzos sobrehumanos para ganar nuestras trincheras [...]. Se han agotado los medicamentos. El ánimo levantado de jefes, oficiales y tropa se mantiene inalterable. Parece que actuáramos en una maniobra y ninguna calamidad nos arredra[47].

 

Lo que vino después, a partir del día 14 de septiembre, difiere con la descripción hecha. Al reducirse dramáticamente el abastecimiento de comida, medicina y municiones, que eran suministrados desde fuera del fortín, la fortaleza de Marzana no tuvo ante sí otra opción práctica que la de rendirse en un plazo condicionalmente corto, considerando la dramática situación en la que se encontraban, con un cerco cerrado, además del lamentable estado de los defensores. Arriesgarse salir era encaminarse a una segura aniquilación.   

 

En los días 15 y 16 de septiembre, tratando de burlar el asedio salió de Boquerón el Subteniente Francisco Lazcano Antezana; fue percibido rápidamente, descargando la metralla en su cuerpo; murió acribillado. De todas maneras, a pesar del cerco cerrado, se lograba, a veces, infiltrarse; el Sargento Deheza, a la cabeza de 16 hombres, logró ingresar a Boquerón, desde el fortín Castillo. Peñaranda, en su 5.º día de ataque, reforzado con una parte del “Campero” y una compañía del RI-7, apoyados por una pieza de artillería Schneider MPC2 y una pequeña tanqueta Carden-Loyd, insistió en romper el cerco por el sector Yujra; como las anteriores veces, nuevamente fue rechazado. En tanto la aviación arrojó cinco bultos, conteniendo víveres y municiones. Una parte cayó en el fortín, la otra parte en las filas paraguayas. En realidad, muy poco de este socorro pudo aprovecharse; al lanzarlos desde muy alto, debido al temor al fuego antiaéreo, al caer, el fuerte impacto destruía gran parte de los contenidos.

 

En el avance desde Yujra hacia Boquerón, fue herido el capitán John Kenneth Lockhart, ingeniero estadounidense, conductor de la tanqueta Carden-Loyd. Haciendo la evaluación de las armas y motorizados empleados, las tanquetas fueron de poca utilidad, por lo tanto, de podo impacto en los combates.  No eran aptos en el terreno denso, caluroso, del monte chaqueño; de la misma manera, fueron casi inútiles estas máquinas compradas, como los más pesados tanques Vickers, tipo Mk.E (A o B). El Estado Mayor boliviano invirtió muchas libras esterlinas en la compra, pese a la oposición de sus propios asesores militares, enviados a Inglaterra; sus observaciones no fueron tenidas en cuenta.

 

El día 16 de septiembre, a las 09:35, Peña le comunicó al General Quintanilla, que Boquerón no tenía munición ni víveres[48]. Más tarde, Quintanilla le transmitió al General Osorio, que la situación era grave por la creciente presión enemiga sobre Yujra[49]. Osorio le contestó:

 

Queda usted en libertad de resistir o retirarse.

 

Sin embargo, horas después Osorio preguntó:

 

Por su cifrado 140, hago deducción, que tropa Boquerón encuéntrese completamente sitiada. Quiero saber qué medidas ha tomado para romper [el cerco].

 

Confundiendo, de esta manera, al General Quintanilla[50].

 

Día 17 de septiembre, a las 04:00 horas, los paraguayos reiniciaron los ataques sobre Boquerón; dispararon con 8 cañones de 105 mm, 14 de 75 mm y 20 morteros; empero, sin causar daños contundentes. Ese día llegaron los cadetes de la Escuela Militar del Paraguay, para reforzar a las unidades que atacaban Boquerón; conformaron un solo regimiento, el RI-6 “Boquerón”. Esta tropa, comandada por el Mayor Arturo Bray, estaba compuesta por 1,600 hombres; era considerada la mejor unidad del ejército paraguayo. Dispuestas las órdenes de ataque, los cadetes, en plena marcha de acercamiento hacia el fortín, fueron sorprendidos por un ataque desde la retaguardia; ataque que, fuera de sorprenderlos, los dispersó. Lo que desbarató este ataque paraguayo fue que el destacamento Peñaranda, atrincherado delante de Yujra, tenía adelantada su ala izquierda, hasta 2 km de Boquerón. Desde allí, el 17 de septiembre, sin conocer la incursión enemiga, el Batallón Montalvo (II/RI-14) y el escuadrón Eduardo del RC-6, avanzaron nuevamente con el objetivo de suministrar municiones y víveres al sitiado fortín. Estas tropas, después de las sangrientas experiencias, en intentos anteriores, en cautelosa marcha, se encontraron sorpresivamente con las espaldas de un batallón del regimiento “Boquerón”, que se hallaba en plena maniobra de ataque, empero, de frente invertido hacia el fortín. El cadete paraguayo Rogelio Fiore fue hecho prisionero, otros cayeron muertos y heridos. El resto se retiró arrastrando otro batallón, que se encontraba a su izquierda. Por el claro abierto, el batallón Montalvo y el escuadrón Eduardo avanzaron en dos columnas hasta el borde de Boquerón; se desplegaron en líneas paralelas para tratar de mantener abierta la brecha. Sólo ingresaron al fortín los tenientes bolivianos Banegas y Montes, con sus secciones[51].

 

El regimiento “Ytororó”, que se encontraba de reserva, inició un rápido contraataque para cerrar esta imprevista brecha. El combate duró todo el día, logrando los paraguayos aislar a las fuerzas de Montalvo y Eduardo de su retaguardia, a cargo del Coronel Walter Méndez. Tanto Montalvo como Eduardo, viendo que su posición era peligrosa, ingresaron en Boquerón. Como en el fortín había una acuciante escasez de víveres y solo podían permanecer las tropas indispensables para la defensa, se vieron obligados a salir combatiendo contra el regimiento paraguayo “Mongelós”, sufriendo considerables bajas y heridos[52].

 

El General Quintanilla le anticipó a Peña que el regimiento RI-15, que había salido 30 días antes desde Bolivia, había llegado a Ballivian, que por fracciones se dirigía hacia Arce[53].

 

El día 17 de septiembre, Salamanca envió su tercer oficio al General Osorio, para que acelere el traslado de tropas, que deje de usar los camiones con ese objeto. Posteriormente, Osorio y Quintanilla se excusaran en esta demora, queriendo justificar el desastre de Boquerón, cuando finalmente se rinde y es tomada por los paraguayos.  

 

Los días 18 y 19 de septiembre, los regimientos bolivianos volvieron a intentar romper el cerco; en esta acción los regimientos empleados fueron los siguientes: RI-4 con 200 soldados; RI-5 con 300 soldados; RC-6 con 220 soldados; RC-5 “Lanza” con 110 soldados; RI- 7 “Azurduy” con 80 soldados; RI-16 con 500 soldados; Grupo de Artillería Calero con 40 soldados; Grupo de Artillería acompañamiento con 60 soldados. Comparando con la acumulación de fuerzas, que había logrado el ejército paraguayo, el envío boliviano resultaba insuficiente; un ataque de 2,400 hombres para romper el cerco ya era menguado, a esas alturas, ante un ejército bien pertrechado y parapetado en el territorio aledaño. Esta desesperada acción de quiebre, tomada por el General Quintanilla quizás se derivó por dos conjeturas:

 

a) Estigarribia ordenó a las fuerzas estacionadas en Nanawa, al sur, que realicen ataques demostrativos para fijar ahí la mayor cantidad de tropas bolivianas;

b) Quintanilla siguió sin darse cuenta del tamaño de las fuerzas atacantes. Salieron de Boquerón rumbo al fortín Castillo, distante 11 km, el Subteniente N. Grossberger y el Cadete Luis Estenssoro Machicado, al mando de una fracción de 45 hombres del regimiento “Lanza”; a pocos kilómetros del fortín cayeron en una emboscada del RI-2 “Ytororó". Estenssoro, al verse muy mal herido, se suicidó. Nuevamente las fuerzas bolivianas que lograron burlar el cerco propiamente dicho, chocaron con fuerzas aún superiores en emboscadas, cada vez más lejos del fortín Boquerón. Esta salida fue parte de un plan de Quintanilla para sacar a las fuerzas de Marzana, en la noche del día 19, por el camino Boquerón-Ramírez, supuestamente el sector más débil del dispositivo paraguayo. Este plan no pudo realizarse por una orden del General Osorio, que mandaba permanecer en Boquerón. Justificó esta medida diciendo que:

 

Evacuar Boquerón, en la actualidad, sería nuestro desastre definitivo ya que no podríamos sostenernos en otro punto.

 

En su evaluación y balance, el Mayor Moscoso escribió:

 

Justamente el menos adecuado para detener al enemigo era Boquerón, donde estábamos obligados, no a defendernos solamente sino a atacar desventajosamente, para alimentar a los sitiados[54].

 

El día 19 de septiembre, el Coronel Peña transmitió al General Quintanilla la contabilidad de sus últimas reservas; por otra parte contaba solo, parcialmente, con la batería Moreno y el regimiento RI-15. De este regimiento sólo había llegado desde Ballivián, tras dos días de desplazamiento, la 5.ª Compañía, con la mitad de los soldados sin caramañolas. Además, desde varios días atrás, el abastecimiento de agua a las fuerzas, ubicadas en los fortines Castillo, Yujra y Ramírez, se estaba haciendo desde el fortín Arce. Por otra parte, Peña presumía que el enemigo estaba relevando parcialmente sus tropas para hacerlas descansar, además de seguir sumando nuevos efectivos llegados desde Asunción; bajo esta suposición, informó a sus superiores:

 

La captura de los últimos prisioneros nos demuestra que no están muriendo de hambre y sed los paraguayos[55].

 

Los días 20 y 21 de septiembre, se nombró al Mayor Rafael Franco, uno de los oficiales más capacitados del ejército paraguayo, para que organice el abastecimiento de agua, maximizando el uso de los escasos camiones, así como su distribución entre las unidades. Por las noches, desafiando el hostigamiento paraguayo, los soldados bolivianos, sitiados en Boquerón, buscaron proveerse de agua, galletas y municiones de los innumerables cadáveres, en estado de putrefacción, que se encontraban dispersos y abandonados frente a sus posiciones. En este panorama, dibujado y coloreado, por el cerco, en esta atmósfera desconcertante, en el teatro de operaciones, emergió, poco a poco, en principio, para ir precipitándose, después, la desmoralización de la tropa. La confianza, tenida a un comienzo, de parte de los comandos bolivianos, declinó ostensivamente; fueron tomando conciencia de la gravedad de la situación, de la vulnerabilidad de su condición militar. El coronel Francisco Peña alertó a su jefe, el General Quintanilla:

 

En estos momentos mi División atraviesa una situación muy delicada. Todos los informes que recibo me hacen saber que las tropas se encuentran totalmente desmoralizadas y agotadas. Hemos intentado tres ofensivas con fuerzas frescas, llenas de entusiasmo a objetivos bien definidos, ninguna ha podido ser culminada por la superioridad aplastante del adversario, tanto material como de especial instrucción de combate en el bosque; cualquier nueva ofensiva con los elementos que dispongo seria de resultados negativos, llevando a nuestro personal a un sacrificio estéril. Me permito sugerir buscar una defensa sólida en Arce y una momentánea intervención diplomática para salvar al destacamento Marzana en Boquerón y completar nuestra preparación[56].

 

Este conciso y honesto informe describe sucintamente el estado de la guerra, en el teatro de operaciones; particularmente, concentrado en el fortín Boquerón, fortín que se convirtió, metafóricamente, como en el agujero negro para el ejército boliviano.  Incluso se puede apreciar que, de alguna manera, implícitamente, anunciaba lo que vendría después; durante los ulteriores tres meses, cuando se efectuó el avance paraguayo hacia Saavedra.

 

En su edición del día 20 de septiembre, el periódico “El Diario”, de la Paz, afirmó que una de las enseñanzas de la Primera Guerra Mundial había sido “la necesidad imprescindible de un comando único”. Propuso la “necesidad imperiosa de centralizar el comando en el jefe del Estado Mayor General”; es decir, en el General Osorio. En la nota, daba a entender que eran varios los que se inmiscuían en las operaciones militares, complicando su ejecución[57].

 

Ante esta dramática situación, Bolivia propuso una tregua. La propuesta boliviana de una tregua, además de pedir que la Comisión de Neutrales enviará una delegación militar para supervisar el cumplimiento de la tregua, fue rechazada por el Paraguay. Se argumentó que en el Chaco era prácticamente imposible ese control, que tampoco estaba “dispuesto a facilitar el plan bélico de Bolivia”. Estipuló, además, que no daba curso a una tregua sin garantías, así como no aceptaba la calificación boliviana del Paraguay como “país agresor”, porque se considera con el derecho y con el deber de velar por su propia seguridad. Por lo tanto, el Paraguay no puede ser declarado país agresor, pues esta calificación debe estar fundada en los hechos, que precedieron a la contienda actual […] Bolivia retiene aun varios fortines paraguayos y es, en consecuencia, un país invasor. Y no es posible, que en virtud de un criterio arbitrario, el país invadido precisamente durante la celebración de una conferencia sobre un pacto de no agresión, resulte ahora convertido en agresor[58].

 

 

Los días 22 y 23 de septiembre, Peña informó a Quintanilla que Boquerón puede sostenerse solo dos días más, que lo que pase después de su caída dependerá del espíritu ofensivo paraguayo[59]. El día 22, a las 14:40, el General Quintanilla advirtió a Peña, que el abandono de Boquerón no debía hacerse antes de la noche del día 23 de septiembre[60]. En la noche del día 21 al 22, los tenientes Germán Busch y Arturo Montes, con 15 soldados del RC-6, se retiraron por la picada Boquerón-Yujra.

 

Empezamos nuestro retiro […] Paso por medio de una lluvia de balas. Sigue la masacre. Aumenta peligrosamente el número de muertos […]. Por fin logramos pasar toda la zona donde se encontraba el enemigo y llegamos al Comando. Todos pedíamos pan y agua. Ya no éramos los muchachos entusiastas y fuertes, que salimos de Oruro. No éramos más que sus espectros. Todos queríamos irnos[61].

 

La aviación boliviana continuó lanzando víveres y municiones, que se perdieron en gran parte al impactar en tierra o caer en filas paraguayas. Los médicos bolivianos Eduardo Brito y Alberto Torrico ya no pudieron atender a los enfermos y heridos, por falta de drogas, medicamentos, materiales e instrumentos de curación. Como poniendo alcohol en las heridas, se hizo cada vez más angustiosa la falta de agua y víveres. El General Quintanilla transmitió al Estado Mayor, que Boquerón podía sostenerse hasta el día 23 en la noche; ordenó al Coronel Peña que tomara medidas para que Marzana abandone el fortín el día 25 de septiembre[62].

 

Evaluando la difícil situación militar, el gobierno boliviano intentó una última salida diplomática. Se dirigió a la Comisión de Neutrales diciendo que estaba dispuesto a aceptar el cese del fuego en Boquerón a partir del día 24 a las 12:00 horas. La Comisión le respondió que la propuesta hecha oportunamente a las partes se refería al cese de las hostilidades en todo el Chaco[63].

 

Los días 24 y 25 de septiembre, el General Quintanilla anuló la orden de evacuar Boquerón, dada a Peña el día anterior. Los combates se mantuvieron con la misma intensidad. El ejército paraguayo aumentó sus efectivos, que llegaron a sumar más de 14,000 hombres, distribuidos en la zona de conflicto, en un entorno de cerco al fortín, sobre todo en los caminos que van a Yujra, Castillo, Lara y Ramírez. Se puede decir que el Comandante Estigarribia tiene en perspectiva de la ofensiva paraguaya la toma del fortín Arce.

 

De todas maneras, a pesar de las circunstancias, cada vez más adversas, las tropas bolivianas de la 4.ª y 7.ª División persistieron en el intento de acudir a los sitiados. El General Quintanilla rogó al Coronel Peña un último esfuerzo, antes de abandonar Boquerón, sin saber que las fuerzas de la 4.ª División, luego de fracasar nuevamente en capturar las islas ocupadas por el enemigo, estaban en retirada[64].

 

La táctica de las fuerzas paraguayas era ocupar los bordes de las islas, desde donde batían a los atacantes, hasta que estos se acercaban a los 50 metros; luego se retiraban al monte, donde convertían el combate en una dilatada serie de emboscadas[65]. Como parte de este capítulo desgraciado de la guerra, los aviones siguieron lanzando víveres y municiones sobre el fortín, causando los mismos resultados desastrosos. Al final, el ejército paraguayo terminó controlando plenamente la zona del cerco, evitando las incursiones bolivianas hacia Boquerón. La táctica de Estigarribia se enfocó en ocasionar el mayor desgaste posible en las tropas que intentaban acudir en socorro de los sitiados. Esto se lograba con cierta paciencia; empero, también había premura por capturar el fortín. Un informe indicó que el agua de la laguna de Isla Poí se estaba descomponiendo rápidamente, afectando de disentería a los soldados, por lo que el suministro debería hacerse desde el Puerto Casado, sobre el río Paraguay, alargando la logística en 230 kilómetros. Por otro lado, la finalización de la movilización del ejército boliviano, que estaba prevista para fines de diciembre, obligaba a seguir avanzando hacia Arce-Muñoz. Por otra parte, era menester desanclarse, por así decirlo, del territorio donde se encontraban varados, de la aridez agreste del territorio interno e íntimo, que se había convertido el entorno aciago de Boquerón, habitado por desparramados muertos, fantasmas y escuálidos sobrevivientes atrincherados en su fortaleza, o sedientos solados que cercaban al fortín. Se diseñó un asalto decisivo, concentrando en un punto 2,000 hombres; esta tropa, apoyada por la artillería, tenía la tarea de abrir una brecha de 200 metros.

 

El día 26 de septiembre, como estaba previsto, se inició, en la mañana, el ataque definitivo sobre Boquerón. Se concentraron los fuegos en un frente de 200 metros; al cabo de quince minutos, fracciones de tropas paraguayas, en audaz avance, se apoderaron de pocos metros de trincheras. Los defensores lograron mantener las líneas principales. La artillería paraguaya, que tenía la misión de destruir los reductos, no concentró sus disparos sobre el punto de ruptura sino que los diluyó en todos los sectores, no sin causar bajas. Una granada de mortero alcanzó al Subteniente boliviano Luis Reynolds Eguía, cuando trataba de desalojar al enemigo, que había ocupado un sector de las trincheras. En muchos lugares los atacantes llegaron a menos de 50 metros. Los defensores de Boquerón, afectados por la deshidratación, hambrientos y faltos de municiones, comenzaron a desesperarse. Los pocos víveres y pertrechos que lanzaron los aviones, no aliviaron en nada esa difícil situación.

 

El día 27 de septiembre, a las 05:50 horas, el Coronel Peña puso en conocimiento del General Quintanilla, que sus fuerzas ya no estaban en condiciones de atacar hacia Boquerón, salvo una acción demostrativa para distraer a las fuerzas paraguayas y ayudar a los cercados a escapar del fortín:

 

Como ve usted señor general, nuestra situación para colaborar a la salida del destacamento Marzana, en relación al día 24 del presente, en que ya se dictó la orden de abandono, ha variado desfavorablemente para nosotros[66].

 

Marzana ordenó al capitán Luis Rivero que, con una pequeña fracción de soldados, saliera hacia Yujra. Fue evidente que desconocía la magnitud que había alcanzado el control enemigo alrededor de Boquerón, mucho menos la presión que éste ya estaba realizando, a varios kilómetros de distancia, sobre todos los fortines aledaños. Rivero trató de romper el cerco, fue rodeado y murió con todos sus subordinados. Este día el capellán Luis Alberto Tapia sobrevoló el fortín y lanzó una proclama a los defensores de Boquerón. Se realizó una reunión de siete generales en Muñoz. Estuvieron presentes el viejo General Ismael Montes, expresidente de Bolivia; el General Filiberto Osorio, comandante en Jefe del Ejército; el General Carlos Quintanilla, Comandante del Primer Cuerpo de Ejército en el Chaco y el Teniente Coronel Bernardino Bilbao Rioja, inspector de aviación, entre otros. En una acalorada discusión destinada a repartir culpas, Bilbao Rioja llegó a sacar una pistola apoyándola sobre la cabeza de Quintanilla[67]. Finalmente, se comunicó a Marzana que debía quedarse diez días más, con la promesa de que lo liberarían con un ataque masivo. La suerte de Marzana ya estaba echada:

 

1. En Boquerón, los defensores estaban exhaustos por la sed, el hambre; una lucha de 18 días y casi sin municiones, los dejo casi abatidos; por lo tanto, no podían ni ayudar desde adentro ni salir por sus propios medios.

2. Aun reuniendo todas las fuerzas bolivianas en el Chaco, lo que era imposible, era muy tarde para enfrentar a un enemigo cada vez más vigoroso, que había tenido tiempo de consolidar el control de la zona del entorno del fortín Boquerón. El ejército paraguayo ya preparaba la ofensiva sobre los fortines circundantes.

3. Los soldados y oficiales bolivianos estaban agotados, además de desmoralizados. Muchos regimientos estaban al borde de la insubordinación y el desbande.

 

Murió en Boquerón el capitán Tomás Manchego, otro experimentado oficial boliviano. En diciembre de 1928, siendo subteniente, había caído prisionero de los paraguayos, durante el incidente del fortín Vanguardia y liberado en mayo de 1929, después de 5 meses de cautiverio. Había conducido la 4.ª Compañía (C-4), del I/RI-14, que ocupó el fortín paraguayo Rojas Silva, el día 6 de septiembre, tres días antes del ataque paraguayo sobre Boquerón.

 

Los días 28 y 29 de septiembre. El día 28, las agotadas tropas bolivianas, ubicadas entre Boquerón y Lara-Castillo, presionadas por el enemigo, comenzaron la retirada:

 

Lo primero que hice fue tratar de incorporarme a mi unidad [...] pues esta se retiraba y acá supe de que el enemigo había atacado y rodeado al Comando [...] donde todo era confusión y desorden [...] la situación era muy grave, por la tarde empezó nuestra retirada, extenuados por la sed, a las 6 horas, llegamos a puesto Lara y luego pasamos a Castillo, donde pude tomar un poco de agua[68].

 

En la tarde del día 28 de septiembre, Marzana reunió a la oficialidad para tratar la capitulación de la plaza; solicitar al enemigo que le permita y otorgue los medios para retirarse con sus tropas, a causa de la falta de víveres, municiones y las lamentables condiciones físicas y sanitarias. Durante el día, el General Montes sobrevoló Boquerón; mediante mensajes exhortó a mantener la defensa diez días más, asegurándoles la victoria contra las fuerzas enemigas. El tajamar, que apenas abastecía las necesidades de los defensores, cayó bajo el control de los francotiradores paraguayos, fue contaminado por los cadáveres de los que se arriesgaron a proveerse de agua. En la noche, del 28 al 29 de septiembre, la 1.ª Compañía del regimiento paraguayo RI-6 Boquerón, al mando del Teniente Guggiari avanzó hasta los bordes de las posiciones bolivianas de Punta Brava. Los defensores bolivianos gritaron “no tiren más que vamos a salir firmes para rendirnos”. El comando paraguayo ordenó desestimar esta propuesta y continuar los preparativos del ataque previsto para el amanecer. Al amanecer del 29 de septiembre de 1932, después de un intercambio de disparos, que duró media hora y terminó a las 06:00 horas, frente al regimiento RI-4 Curupayty, el capitán boliviano Antonio Salinas Crespo, del RI-5 Campos y el suboficial Carlos Davila del RI-14 Florida, salieron de sus posiciones portando banderas blancas. Frente al RI-6 Boquerón, los tenientes bolivianos Daniel Aguilar y René Miranda, con 17 soldados, hicieron lo mismo, llevando un pedido de entrevista de Marzana[69]. Los soldados paraguayos, con justa razón, creyeron que los soldados bolivianos se rendían; salieron simplemente de sus posiciones, ya a muy pocos metros de las trincheras enemigas, y sencillamente entraron caminando al fortín.

 

En La Paz, el 1º de octubre, el gobierno boliviano, a quien se le ocultó la caída del fortín, envió un angustioso cifrado al General Quintanilla:

 

Falta de noticias sobre la situación de Boquerón induce a opinión pública a dar crédito a comunicados paraguayos, que describen la acción con detalles, dando lugar a manifestaciones. Atribuyen al Comando que trata de engañar al país, ocultando la verdadera situación, lo que podría ocasionar desórdenes similares a los que ya se iniciaron en Oruro. Urge enviar partes más frecuentes[70].

 

 

Dado que se había cortado toda comunicación con Marzana, desde el día 22 de septiembre, el General Quintanilla envió el día 1º de octubre un avión de reconocimiento, que informó sobre columnas de camiones paraguayos que salían de Boquerón rumbo a Isla Poí, lo que indicaba que el fortín había caído en poder paraguayo.

 

Las pérdidas en hombres, por ambas partes, fueron importantes. El mayor paraguayo Antonio E. González y el historiador boliviano Querejazú Calvo, coinciden en que el ejército boliviano tuvo 1,000 muertos y que 20 oficiales y 446 soldados cayeron prisioneros. Por su parte, el ejército paraguayo tuvo 2,000 muertos, para todo el mes de septiembre. Mazzacotte sostiene que 24 oficiales y 820 soldados bolivianos cayeron prisioneros, en la batalla de Boquerón, que las bajas fueron de 1,000 muertos. Atribuye la cifra de 1,513 muertos, heridos o desaparecidos, para el ejército paraguayo, en el periodo de junio a septiembre. La sanidad del ejército paraguayo, a su vez, registra 1,890 hombres como muertos, para igual periodo[71].

 

La heroica resistencia de Marzana fue ampliamente utilizada por la propaganda del comando boliviano, para ocultar lo que desde el comienzo fue una derrota decisiva. Fue notoria la falta de preparación para enfrentar la sorpresiva ofensiva, a gran escala, del ejército paraguayo.  Ejército, que supo superar las iniciales deficiencias, los desajustes organizativos del comienzo, la consolidación de mando, sobre todo, armar la logística. Este avance recién se frenaría cerca de Saavedra, en “Kilómetro 7”, tres meses después.

 

La caída de Boquerón, que en parte también tiene que ver con el descuido permanente, además del ocultamiento de lo que verdaderamente sucedía en el frente, causó una conmoción en el pueblo boliviano. Sorprendió a todos, que tras el anuncio durante 20 días de victoriosos combates y una supuesta ofensiva en preparación, todo acabara en la abrupta rendición del destacamento Marzana, la caída sucesiva de varios fortines, Yujra, Lara, Ramírez y Castillo, además de la desorganizada retirada del resto de las tropas bolivianas hacia Arce. La defensa de Boquerón, los repetidos ataques para romper el cerco y aprovisionarlo, no obedeció a ninguna razón militar. Boquerón era un punto adelantado y aislado, ubicado a unos 8-12 km de los fortines bolivianos más cercanos, en una zona donde era difícil mantener una brecha abierta para el aprovisionamiento. Si el General Quintanilla hubiera asumido la responsabilidad de ordenar el abandono del fortín el día 19 de septiembre, decisión que maliciosamente Salamanca y Osorio descargaron sobre su espalda, quizás se hubieran salvado parte de las fuerzas de Marzana y de las que inútilmente se sacrificaron después para llevar recursos al fortín. Esas fuerzas, imprescindibles en ese momento, hubieran resistido con más posibilidades en la línea Yujra-Arce, hasta la llegada de nuevos refuerzos.

 

A propósito de la evaluación de la caída de Boquerón, Luis Fernando Guachalla escribe:

 

Boquerón fue el drama de la ilusión, en su grado máximo. Ilusión de fuerzas que no existen, ilusión sobre la capacidad del adversario, ilusión sobre un Chaco que se desconoce, ilusión sobre la importancia de la intervención extranjera. […] ilusión de quedarse con Toledo, Corrales y Boquerón, [ilusión del] estacionamiento incomprensible y fatal de contingentes militares en la retaguardia […] en espera de alguna intervención que paralizaría las hostilidades[72].

 

José Félix Estigarribia fue ascendido a Coronel, grado con el cual dirigiría al ejército paraguayo hasta septiembre de 1933.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El desmoronamiento de una comedia

 

El problema, no solo de los gobernantes, sino, incluso de los gobernados, es dejarse llevar por sus representaciones autocomplacientes. Las mismas, que pueden servir, para mejorar la autoestima; sin embargo, a la larga, destruyen la capacidad de objetividad, que queda, que se debe tener, por lo menos, en una magnitud y cualidad critica, que haga posible no zafarse del mundo efectivo, entregándose, de lleno, al mundo de las representaciones. Parece que todas las sociedades tienen composiciones que combinan, variadamente, lo que las distingue, esto de vivir tanto en el mundo de las representaciones así como, simultáneamente, en el mundo efectivo. Parece que cuando las sociedades, con sus instituciones, sobre todo con sus estados, se dejan seducir más por el mundo de las representaciones, que siempre, explicablemente, está en rezago respecto al mundo efectivo, al desvincularse, por lo menos, en lo que respecta a su comprensión, de lo que acontece, terminan atrapadas en la ilusión placentera de la auto-contemplación, desarmadas y expuestas ante las fuerzas del mundo efectivo, que se mueven, independiente del deseo de las representaciones. Es tarde, cuando se dan cuenta, que su situación es la de una condición absolutamente expuesta y abiertamente vulnerable, su condición es de indefensa; sin recurso, sin posibilidad de reacción o de recuperación; que se encuentran sobrepasadas por el desborde de los eventos, sucesos y hechos que no controlan. Que no pueden hacerlo con representaciones ni deseos.

 

A pesar de la derrota en la guerra del Pacifico, del lamentable comportamiento del gobierno, del Estado y del ejército boliviano, conducido por Hilarión Daza Groselle, y que, a medio camino, al campo de batalla, retrocede y se retira. Dejando solo al Perú enfrentarse, en una guerra, que se vio obligado a acudir a la misma por alianza. A pesar de la derrota en la guerra del Acre, donde se perdió la más grande proporción territorial, en la triste historia de perdidas territoriales del país. La conducta, el comportamiento, el apego al mundo de las representaciones autocomplacientes, continuó.  No se asumieron estas derrotas y pérdidas como una tragedia, que debía compensarse, corrigiendo las innegables falencias, que condujeron a estas derrotas y pérdidas. En vez de esto, que es de esperar, racionalmente, cuando se valoriza la vida, la vida del pueblo o los pueblos, que componen la nación o las naciones, cuando se aprecian las posibilidades, que contiene el acontecimiento país, del que se forma parte, lo que se ha hecho, es buscar culpables; desentendiéndose de toda responsabilidad. Con esta actitud, lo único que se consigue es adormecerse, encontrar descargos, sobre todo encontrar el mal, la causa de la desgracia. Con encontrar al demonio, se cree que se ha resuelto todo; cuando el problema no emerge ni de culpables, ni de demonios, ni del mal, sino, precisamente, de esta inclinación por la autocomplacencia, la sobreestimación, que lleva a construir mitos de auto-glorificación. Con esto no se dice, que no hay lucha de clases, por ejemplo, como algunos, o mas bien, varios, muchos, sino todos, los fundamentalistas, se apresuran a entender, sino que la lucha de clases no es abstracta, no es exactamente concepto o teoría, pues la teoría y los conceptos son instrumentos, que ayudan a comprender; sino acontecimientos singulares, tejidos en complejidades singulares, de lo que se llamaba, en el discurso marxista, formaciones económico-sociales.

 

Para incidir en el decurso de estos acontecimientos singulares, para ser consecuentes con la lucha de clases, es menester no confundir la teoría con la realidad, por así decirlo; pero, sobre todo, no confundir el empobrecimiento de la teoría, reducida un esquematismo dual de manual, con la realidad. Entender, a cabalidad, la radicalidad de esta teoría, que no se encierra en la versión burguesa de la política, en la definición del enemigo, sino que cuestiona, interpela y busca demoler toda forma de reproducción de poder, toda forma de reproducción de las dominaciones polimorfas.  Dominaciones, que paradójicamente, reaparecen después de las revoluciones.

 

Boquerón es un síntoma, un grave síntoma de lo que somos, lo que hemos sido y lo que queremos seguir siendo, sorprendentemente. En esto no parecen diferenciarse, ni dejar de compartir, ni los criollos conservadores, que se ilusionan con ascendencias aristocráticas; ni los liberales barrocos, que se ungen de nombres, imágenes y discursos liberales, no suficientemente mascullados; ni los nacionalistas celosos, que se proclaman los nuevos “libertadores”, “héroes” de la soberanía, y, sin embargo, continúan la ruta de la dependencia, por otros caminos, con otros discursos, en otras condiciones, aunque estas hayan mejorado, por ejemplo, en lo que respecta a los términos de intercambio. Ni los llamados socialistas, orgullosos de las glorias de revoluciones anteriores, que, sin embargo, no realizaron ninguna ellos, salvo en su cabezas, con todos sus matices y distintos programas, sean por etapas o permanentes, pues, a diferencia de los otros, esta vez se disfrazan de las representaciones legítimas e intensas de los revolucionarios comunistas, que experimentaron la audacia de cruzar los límites de la forma Estado-nación, construida como modelo democrático formal, por la burguesía hegemónica, en el sistema-mundo capitalista. Cuando se develaron los problemas y los límites del proyecto, de la teoría, del conocimiento comunista del sistema-mundo, la responsabilidad histórica, usando este término pomposo y pretensioso, para ilustrar, exigía revisar la teoría, el programa, la concepción del mundo, las tácticas y las estrategias, las formas de organización, en las luchas sociales concretas. Sin embargo, esto precisamente no se hizo; se prefirió, como en los anteriores caso, inclinarse por el mundo de las representaciones; defender este mundo rezagado, ante el desafío demandante del mundo efectivo.  Por este camino, se llegó al derrumbe de la primera república proletaria. Lo sorprendente es que, incluso, después de este incontestable hecho, los llamados bolcheviques, marxistas partidarios, y hasta marxistas solitarios, no revisaron en nada la teoría, ni sus ateridas estrategias y tácticas. ¿No es este el mismo estilo de comportamiento, que opta por el placer de la autosatisfacción, la autocomplacencia, la auto-sobreestimación, que al final, no es otra cosa que autoengaño?

 

Después de la experiencia de este derrumbe, el socialista, que fue, en todo caso, el desafío más importante, la amenaza más fuerte, de los condenados de la tierra, usando esta definición de Frantz Fanon, a la hegemonía burguesa en el sistema-mundo capitalista, con todas las contradicciones, límites y formas grotescas que haya tenido, los denominados gobiernos progresistas persisten con esta destructiva inclinación por las representaciones autocomplacientes. No son, ni mucho menos, algo parecido al desafío de las revoluciones socialistas, en el siglo XX, sino eventos y procesos con menor alcance y pretensiones, mas bien, reformistas y no revolucionarios, en el sentido marxista de los términos. Empero, incluso en las dimensiones de este reformismo, que podría, por cierto, funcionar en transiciones, los proyectos progresistas optan por el autoengaño de las representaciones autocomplacientes. Prefieren no mirar lo que ocurre a sus alrededores; es más, buscan convencer a las mayorías, si no es a todos, de la verdad y valides de su mundo de representaciones. Para decirlo metafóricamente, pero, con toda la fuerza de la ilustración, les va a ocurrir lo que a los defensores de Boquerón. Cuando sea ya tarde, se darán cuenta de su situación, sobrepasados por los desbordantes eventos del mundo efectivo, que funciona sin representaciones.  

 

Las lecciones de Boqueron van más lejos que las lecciones militares, develando una conducción tan desacertada, tan poco profesional, en el sentido militar. Son lecciones políticas, son lecciones históricas. Develan estructuras de poder barrocas, estructuras de relaciones pactadas, que inhiben la potencia social, las capacidades de un pueblo, mejor de los pueblos, que se conectan, quiéranlo o no, intercambian, quiéranlo o no, códigos, símbolos, culturas, lenguas, experiencias, saberes. Boquerón patentiza que no se ha aprendido las crudas lecciones de la guerra del Pacifico y de la guerra del Acre.  Que, a pesar de los cambios en las formas de gubernamentalidad, con impacto social y económico, se persiste en preservar las estructuras de prácticas, de habitus, que tienen que ver con esta inclinación a las ilusiones generadas por la autocomplacencia, sea esta autocomplacencia de unos o de otros. ¿Se cree acaso, en el fondo, de una manera vaga y ambigua, que se puede engañar a las fuerzas efectivas, que dinamizan el mundo efectivo? ¿Se cree, por así decirlo, que hay más realidad, en el sentido de esencia, en la representaciones, que en los eventos materiales del mundo efectivo? ¿Qué es lo que lleva a optar por esta ilusión? ¿El placer de convertirse, imaginariamente, en el centro del mundo? Esto es como amar su propio suicidio, sin saberlo.

 

Boquerón es el comienzo de la derrota de la guerra. Esto no se puede ocular con discursos e interpretaciones, sean estas elementales o sofisticadas. Tampoco se puede ocultar con la retoma de Villamontes, que es cuando el país reacciona como debería haber actuado, desde un principio, salvo, entendiendo, claro está, que, ante todo no debería ser arrastrado a la guerra, contra un país, que tiene en común mucho con Bolivia. Tienen en común derrotas y perdidas, empero, la diferencia estriba en el comportamiento del pueblo paraguayo, que fue heroico y digno en la guerra de la Triple Alianza, así también en la guerra del Chaco, con todas las diferencias de contexto, en uno u otro caso.  Bolivia y Paraguay, son países del interior del continente, que, de alguna manera, aunque de distinta modalidad, enfrentaron, en su momento, la guerra del interior contra los puertos, que encarnaban el dominio y hegemonía que impuso la revolución industrial. La guerra del Chaco fue la guerra de dos países del interior, que, desde una interpretación teórica, son, más bien, aliados, o deberían serlo, pues enfrentaron a los puertos, sumisos al dominio del imperio británico.  En el caso de Bolivia, cuando la guerra de la confederación peruana-boliviana; en el caso del Paraguay, cuando la guerra de la Triple Alianza.

 

Para decirlo figurativamente, el haber enfrentado al hermano de esta alianza potencial e histórica, del interior contra los puertos, muestra la envergadura increíble del drama. El no comprender, el no descifrar, los síntomas, primero, los símbolos, después, los signos, posteriormente, las tramas de la historia, en este caso, singular del continente de Abya Yala, manifiesta el nivel del desorden y de la enajenación a la que se está sometido.

 

¿Cuál es la salida? Por lo menos teórica. No se le puede dar semejante proporción mayoritaria al mundo de las representaciones autocomplacientes, en la composición entre mundo de representaciones y mundo efectivo. La corrección de este desfase destructivo ocurre valorando, cualificando, privilegiando, las vinculaciones con el mundo efectivo, convirtiendo, mas bien, al mundo de las representaciones, que, por cierto, es necesario, en instrumento de la comprensión, en instrumento del conocimiento; en consecuencia, en instrumento, que debe estar sometido a sus cambios, sustitución, transformación, y adecuación, de acuerdo a las problemáticas, contextos, lugares y desafíos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La “ideología” de la autocomplacencia

Lecciones de la guerra del Chaco

 

 

 

En Defender la sociedad Miche Foucault dice la guerra hace inteligible a la sociedad; nosotros expresamos este enunciado diciendo que la guerra hace inteligible la formación social, haciendo visibles su capas profundas, las que no se ven. Podemos deducir entonces que la guerra del Chaco ha hecho inteligible la formación social boliviana, en ese entonces, el periodo que corresponde a la guerra. Temporalidad, por así decirlo, que no se circunscribe a los tres años de la guerra, sino al medio siglo que se dilata desde la guerra Federal, de fines del siglo XIX, al segundo año al comenzar el segundo medio siglo XX, cuando la revolución nacional de 1952. Por eso, podemos usar lo acontecido en esa guerra, su descripción, su mapa de batallas, movimiento de tropas, desplazamientos, tomas y perdidas de fortín, en un constante retroceso del ejército boliviano, hasta parapetarse en Villamontes, como una hermenéutica dinámica de la formación social boliviana, incluyendo, claro está, a su Estado, a las estructuras de poder, que atraviesan la sociedad. Esto es precisamente lo que vamos a intentar a hacer, convirtiendo a los hechos, a los personajes, al drama mismo, a los muertos desparramados, a los heridos desatendidos o mal atendidos, a los prisioneros, a los agotados, hambrientos y sedientos soldados, en unos casos sitiados, en otro caso, emboscados, en otro retirándose, retrocediendo, derrotados, en síntomas de una semiología de esta guerra singular. También son códigos figurativos otros personajes, oficiales fanfarrones, que más que estar en una guerra, parecía que estaban en una campaña de popularidad, en beneficio a una posterior campaña presidencial. Generales que mostraban más su orgullo que el intento de una comprensión del teatro de operaciones. Así mismo, convertir en signos y síntomas las estrategias sin sustento, las tácticas erráticas, incluso, cuando se ejecutan los planes abordados, el hecho precario de no concluirlos. Esta guerra devela ateridas estructuras de poder fosilizadas en la sociedad boliviana, estructuras que se aferraban tenazmente, basadas en la creencia de un derecho innato a gobernar. Hablamos de gobiernos que reducían la gubernamentalidad a la administración dilapidadora, de lo poco que dejaban los magros tributos de las empresas mineras privadas, y a la retórica del liberalismo criollo, que consideraba que el progreso era instalar ferrocarriles hacia el Pacífico, para sacar los minerales al mercado internacional. Una gubernamentalidad que reducía, también, a látigo, por así decirlo, cuando los “indios” o los obreros se rebelaban.  Hablamos de un Congreso donde la oposición se ocupaba de intrigar contra el gobierno de turno, buscando en triquiñuelas su desacreditación. En fin, gobiernos que sustentaban su orgullo en la economía minera boliviana, sin aclararse nunca, que esa economía no estaba en manos y control boliviano, sino que ya se había internacionalizado, formando parte de la economía-mundo capitalista. Su misma burguesía, la de los “Barones del Estaño”, era parte de la burguesía del sistema-mundo capitalista. Es esta sociedad institucionalizada, de esta manera, la que va a la guerra, es esta sociedad institucionalizada la que hace en la guerra lo que hace en su forma de gubernamentalidad liberar criolla; improvisar, alardear, fanfarronear, en consecuencia, perder la guerra.

 

Así como René Zavaleta Mercado definía una metodología de la crisis para comprender las formaciones sociales abigarradas, pues decía si no es el capitalismo el que ilumina la comprensión de las formaciones sociales abigarradas, lo es la crisis; momento de síntesis intensa de lo que son estas formaciones barrocas. Así también podemos proponer que es la guerra, la experiencia dramática, la que hace inteligible las formaciones sociales; por lo tanto, puede convertirse su interpretación como una hermenéutica y metodología para comprender las estructuras, procesos, composiciones y asociaciones del acontecimiento singular de la formación social.

 

La guerra del Chaco muestra a un ejército ensimismado en sus representaciones autocomplacientes de sí mismo. Un ejército que no solo asistió confiado a la campaña, sino que no tomo más precauciones como cuando se va a una maniobra militar. Como si lo que se hacía no iba a durar mucho tiempo; máximo, algunos meses, en el transcurro del año. Confiado en una solución diplomática en el diferendo, dadas las posiciones avanzadas y estables bolivianas. Sería insólito considerar lo que parece, mas bien, una exagerada declaración, con fines publicitarios, cuando se dijo que el tratado de paz se lo firmaría en Asunción.  Sin embargo, como sabemos, el conflicto bélico duró el transcurso de tres años (1932-1935). El primer choque, propiamente hablando, fue en el fortín Boquerón. A pesar de la tenaz y heroica defensa boliviana del fortín, al final, en el transcurso del mes de septiembre de 1932, Boquerón cayó, cuando el destacamento sitiado, quedo agotado, hambriento, sediento y sin municiones. Este fue el comienzo del desastre. Que puso en evidencia las debilidades, vulnerabilidades, atascamientos, obsolescencias, del ejército boliviano, además de la incapacidad del mando. Esta situación, esta figura del deterioro y del rezago del ejército, resume pues, en el teatro de la guerra, por medio de los signos y síntomas de la guerra, lo que es la sociedad institucionalizada y el Estado. Ciertamente, se trata de dos acontecimientos diferentes; no se quiere, de ninguna manera, reducir la complejidad de la sociedad a la complejidad de la guerra. Lo que se hace es interpretar la guerra como una sintomatología de la formación social, pues es esta sociedad singular la que va a la guerra y hace en la guerra lo que sabe hacer. Repitiendo sus habitus y prácticas, sus estructuras y relaciones, en los escenarios de la guerra, aunque lo haga de otra manera, en el modus operandi de la conflagración.

 

El Estado se desnudó en la guerra, pues en la guerra aparece intensamente, en su emergencia, el Estado. Un Estado ilusionado con su imagen; sin embargo, como se pudo ver, un Estado, que en la práctica, era de barro, por así decirlo. Un Estado edificado en representaciones autocomplacientes, en narrativas épicas, en imaginarios desbordantes, que no se sostenían en una materialidad donde puedan encontrar su cimiento. La materialidad del Estado no era otra cosa que una sencilla malla institucional conformada sobre la herencia colonial; empero, de una parte de la administración virreinal, en los límites y el tamaño de una Audiencia, la Audiencia de Charcas. La oligarquía regional de esta geografía política restringida impuso el tamaño mezquino de una república, de por sí restringida, como ha ocurrido con todas las repúblicas de América Latina, después de la independencia, salvo Brasil, que conservó el tamaño del imperio. Estas oligarquías estaban lejos de la decisión estratégica y de unificación de las trece provincias del norte, que se independizaron de la corona británica, en el siglo pasado al siglo de su independencia.

 

Los doctorcitos de Charcas confundieron la forma jurídica de la República con las formas y contenidos efectivos de una República real, que fuera de tener un marco jurídico liberal, es un acontecimiento democrático. El acontecimiento democrático no ocurrió, salvo en lo que respecta al discurso liberal. Esto es como vivir en el imaginario jurídico y no en la historia efectiva. Este es quizás el desfase inicial entre mito y realidad. Hay un apego, desde el comienzo de estas historias republicanas, en las periferias del sistema-mundo capitalista, más al mundo de las representaciones que al mundo efectivo. Ciertamente, que a pesar de este fetichismo jurídico-político, no se deja de vivir en el mundo efectivo; empero, es en el mundo efectivo donde se afecta, se incide, se deforman las composiciones institucionales. El mundo de las representaciones aterido inhibe, restringe, enquista, en el mundo efectivo, las conformaciones institucionales. Por ejemplo, se cree que se está en un Estado liberal, porque esa es su Constitución; sin embargo, efectivamente, es un Estado gamonal.

 

Entonces las relaciones de dominación gamonal, que atraviesan la sociedad, la estructura social, relaciones que se tejen entre propiedad latitudinaria y pongos, por un lado, entre latifundios o haciendas y comunidades, por otro lado. Este arquetipo social se trasmite a otros ámbitos, se repite, por ejemplo, en las relaciones entre empresarios y trabajadores. Así como entre gobernantes y gobernados, entre oficiales y soldados. En la guerra se asistió al traslado de estas relaciones gamonales a los escenarios de la conflagración. Puede ser cierto, como dice el discurso del nacionalismo revolucionario, que es en las trincheras del Chaco donde la sangre boliviana se encuentra. Criollos, mestizos e indios comparten el drama, sufren y mueren juntos. Su narrativa, la del nacionalismo revolucionario, convierte este hecho en la epopeya de la formación de la consciencia nacional. Esto tiene un alcance interpretativo metafórico. Sin embargo, no se puede convertir la metáfora en una descripción empírica, pues no lo es. Pasaron todavía diecisiete años para que se de la revolución nacional de 1952, cuando se puede constatar el hecho democrático de la reforma agraria, del voto universal, y el hecho soberano de la nacionalización de las minas.

 

Esta narrativa, por más sugerente que sea, metafóricamente, no puede sustituir a los devenires de la complejidad, sinónimo de realidad. Lo que ocurrió en 1952 está más cerca de la lucha de clases que de la consciencia nacional, que, por otra parte, es más el símbolo romántico de la formación del Estado-nación.  Lo que se consolidó en 1952, en la forma o la modalidad de una segunda fundación de la república, es el Estado-nación, en la versión única que podía darse como tal y no como ficción jurídica, como acontecimiento democrático.  Para decirlo en términos del discurso marxista, con el objeto de ilustrar, más que la consciencia nacional asistimos a la presencia del ser social nacional.  ¿Qué ocurrió después? ¿El nuevo Estado, la nueva sociedad institucionalizada, salió del círculo vicioso de las representaciones autocomplacientes

 

La revolución de 1952 la hizo el pueblo, el proletariado minero y fabril, lo popular urbano, y el campesinado, proveniente de naciones y pueblos indígenas. El acontecimiento democrático radica en esta subversión multitudinaria, no, de ninguna manera, como quiere hacer creer el discurso del nacionalismo revolucionario, en la conspiración de un partido populista. El pueblo sublevado abrió otro horizonte histórico-cultural-político. Sin embargo, El Estado-nación preservó esta inclinación por el mundo de las representaciones, además autocomplacientes. La nueva narrativa, la nacionalista revolucionaria, se encargó de la legitimación institucional del Estado-nación, interpretando el proceso de nacionalización, de reforma agraria, de voto un universal, de reforma educativa, como si fuesen procesos que se definen en el campo jurídico y no en la práctica, en la materialidad de las transformaciones institucionales. Entonces, una vez decretada la nacionalización de las minas, se creyó que eso bastaba, que por arte de inercia, la nacionalización se realizaría y lograría lo que, por lo menos, en el discurso político se decía pretender, la industrialización, la formación de una burguesía nacional. El mundo efectivo no se mueve por artículos, leyes, normas, reglas jurídicas; estas sirven para ordenar, interpretar, dirimir, pero no son las fuerzas efectivas, que hacen al mundo efectivo. Lo que menos hicieron los gobiernos del periodo de la revolución nacional (1952-1964) es crear una logística para sostener el proceso de industrialización. Al contrario, sabotearon la posibilidad de esta logística, contentándose, ahora, con ser ellos los encargados de transferir las materias primas de la periferia al centro del sistema-mundo capitalista.  Estos son los límites de esa revolución nacional. Convertir la dependencia, controlada por los “Barones del Estaño, en una dependencia controlada por la burocracia estatal.

 

Entonces el problema vuelve aparecer. El autoengaño persiste, solo que ahora, ya no en versión liberar criolla, sino en versión nacionalista revolucionaria. Podemos ver, que no es tan cierto lo que dice la narrativa épica del nacionalismo revolucionario, que la consciencia nacional nace en las arenas del Chaco, que deberíamos entender como que se ha aprendido las dramáticas lecciones de la guerra. Tomar en serio la derrota sufrida, el develamiento de la evidencia de un Estado aterido en conservadurismos recalcitrantes, equivale a transformar radicalmente no solo las instituciones, que hacen al Estado, sino colocar nuevos cimientos. Esto no ha ocurrido. Al retorno, la crisis del liberalismo llevo al poder a los oficiales que perdieron la guerra. ¿Cómo pueden cambiar un Estado, ni siquiera manejarlo bien, oficiales que no supieron conducir la guerra? Sin embargo, el pueblo que había sido llevado y convertido en carne de caño, en una carnicería inocua, dejó que esto pase.

 

Alguien, apegado al imaginario y a la “ideología” del nacionalismo revolucionario, de la izquierda nacional, puede reclamar: pero, se nacionalizó la Standar Oil.  Si, era lo mínimo que se podía hacer, después de la guerra y el comportamiento de la Standard Oil en la guerra. Para decirlo de una manera exagerada, empero, ilustrativa, esto podía haberlo hecho cualquiera.  Lo hicieron los militares, que no se sabe por qué, los denominaron “socialistas”. Aparte quizás de hacer catarsis de la culpa, estos militares, se anticiparon a los del MNR, en creer que la nacionalización es un acto jurídico. Se olvidaron que la nacionalización implica su realización material, logística, tecnológica, científica, industrial, administrativa, generadora de efectos multiplicadores en el campo económico y social. No podían sino olvidarse, pues no podían recordar, pues no lo tenían en su memoria; estaban atrapados en su “ideología”, que en este caso era la “ideología” caudillista del militar. 

 

Llama la atención que la izquierda nacional haya convertido en un mito político revolucionario la figura simbólica de estos personajes, que por cierto no tienen la culpa de que pase, pues este simbolismo es producto de imaginarios sociales, apegados al arquetipo mesiánico y milenarista. La izquierda nacional cifra todas sus esperanzas de liberación nacional, de independencia económica, incluso de industrialización, en el símbolo cargado de sentimientos y de afectos románticos del héroe de uniforme. La izquierda nacional basa su política en la epopeya, no en la lucha efectiva de las fuerzas, no en el pueblo explotado. Reemplaza su mínima incidencia en los eventos político, debido a su pequeñez,   por la exaltación de un símbolo, que sintetizaría la consciencia nacional. Como en los otros casos, es otra manera de eludir la responsabilidad de la acción efectivamente transformadora, efectivamente liberadora. Prefieren jugar al prestigio, por cierto imaginario y aislado, de tener la razón histórica, la verdad de la nación, que aparece como un sujeto histórico, que se debate contra el mal, en las redes de la historia. Esto, como en otros caso, no es más que juegos de poder.

 

Claro que la guerra del Chaco provocó una crisis múltiple del Estado liberal, como cuando la derrota de la guerra del Pacífico ocasionó la crisis múltiple del Estado oligárquico conservador.  Claro que a consecuencia de estas crisis se dieron lugar desplazamientos institucionales, que afectaron también a la sociedad. Empero, lo que se preservó como herencia persistente es la estructura constitutiva del Estado, esa composición aterida donde la representaciones autocomplacientes subsumen las mecánicas efectivas del Estado en el mundo efectivo. Dicho de manera sencilla, se optó por el fetichismo jurídico, dejando de lado la preocupación por construir el Estado-nación en la materialidad institucional, en las prácticas y estructuras institucionales. Ni Estado ni sociedad institucionalizada pudieron salir del círculo vicioso de las representaciones complacientes y de una estructura de poder aterida en conservadurismos recalcitrantes.

 

Lo grave es que esto haya vuelto a ocurrir con la revolución de 1952, obviamente en una escala más grande, con una intensidad mayor. A diferencia de las experiencias anteriores, la el liberalismo criollo y la del llamado “socialismo” militar, la revolución nacional efectuó desplazamientos, modificaciones y hasta transformaciones institucionales; empero, esto se quedó en los primeros pasos. Después, como efecto de una gravitación densa, que viene precisamente de esta composición aterida del Estado, la revolución reprodujó el fetichismo institucional, que combinaba, en este caso, el fetichismo jurídico con el fetichismo del fin de la revolución. En otras palabras, se han dado lugar a habitus, a prácticas, aunque nuevas, pero, que responden a la “ideología” y no a la transformación efectiva. Una de estas prácticas, quizás la más extendida, la que explica la nueva forma de gubernamentalidad populista, son las prácticas vinculadas a los circuitos y redes clientelares, que sustituyen a la convocatoria movilizada.

 

Se entiende que todo esto afecta al rendimiento del funcionamiento del Estado, también del funcionamiento de la sociedad institucionalizada, entidades que prefieren la ilusión de sus imaginarios que la tarea exigente de las realizaciones efectivas. Seguimos siendo un Estado vulnerable, aterido en sus anacronismos conservadores, que inhibien la potencia social, restringiéndola en los límites de las representaciones auto-contemplativas. Lo que ha hecho la revolución de 1952 es democratizar y generalizar este autoengaño.

 

En la historia reciente, ha vuelto a pasar este circuito reiterativo y recurrente del dominio del mundo de las representaciones autocomplacientes, después de la movilización prolongada (2000-2005). La aplicación del ajuste estructural neoliberal, ocasiona un alto costo social, también el desmembramiento de la soberanía y el control nacional sobre los recursos naturales, perdiendo sus empresas públicas y privatizando su ahorro, además de suspender derechos sociales y laborales. El paso del proyecto neoliberal provoca una destruición devastadora como si hubiera habido una guerra y la hayamos perdido. Lo movilización prolongada es la potencia social que emerge desde lo profundo de la experiencia y la memoria social. Es una movilización que combina el levantamiento indígena y la subversión nacional-popular. La crisis múltiple del Estado-nación llega más lejos, tan lejos, que el cuestionamiento e interpelación de las multitudes es al mismo Estado-nación, proponiendo la transformación del mismo Estado; convertirlo de Estado-nación en Estado plurinacional, comunitario y autonómico. Esta intensión, deseo, proyecto, multitudinario, se llegó a escribir como texto constitucional, con todo lo pactado que implica una Constitución. Sin embargo, el único paso efectivo que se dio, en la perspectiva trazada por la movilización prolongada, fue el Decreto Ley Héroes del Chaco, por medio del cual se nacionalizaron los hidrocarburos; empero, para desnacionalizarlos con los contratos de operaciones. Las demás medidas del gobierno progresista se circunscriben, otra vez, en la ficción del circulo vicioso de las representaciones autocomplacientes, en el fetichismo jurídico, en el fetichismo institucional, reestableciendo el fetichismo del Estado-nación, al que le han cambiado de nombre, llamándolo Estado plurinacional. Sosteniendo las representaciones autocomplacientes en una nueva narrativa, la narrativa de la “revolución democrática y cultural”, la narrativa de la descolonización, la narrativa de los movimientos sociales, la narrativa del socialismo comunitario. A diferencia de la narrativa del nacionalismo revolucionario, que operaba con una formación discursiva completada, haciendo operar una trama estructurada, estamos, ahora, en cambio, ante discursos que, en verdad, no llegan a ser narrativas, pues son discursos fragmentados, como hilachas improvisadas, para decir algo, dependiendo de las premuras y las dificultades de legitimación.

 

El gobierno progresista, su partido, la dirigencia cooptada, las organizaciones sociales convertidas en apéndices del ejecutivo, la masa de llunk’us, creen que el “proceso de cambio” se realiza en el imaginario, sobre todo cuando este imaginario se transmite en propaganda y publicidad. Creen que las problemáticas de la “revolución democrática y cultural”, de la descolonización, se resuelven en los discursos altisonantes, que ya aparecen en formas o elocuencias cada vez más extravagantes. Lo que sorprende es que, esta manifestación de la composición dominante de las representaciones autocomplacientes aparezca de una forma extrema, sin dejar resquicios al ejercer efectivo. Como nunca antes no hay duda de nada, como nunca antes, no hay debate, toda crítica, incluso toda observación es considerada reaccionaria, conspirativa, contra-revolucionaria. Como nunca antes estas figuras anacrónicas de las formas clientelares del conservadurismo recalcitrante populista han adquirido tonalidades delirantes.       

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Itinerario de una derrota

 

Con la victoria en Boquerón, el ejército paraguayo, contando ya con 15,000 efectivos, continuó su avance en dirección al fortín Arce. El General Estigarribia reajustó la composición de sus tropas, conformando la 4.ª División, al mando del Teniente Coronel Nicolás Delgado; oficial formado en Francia,  país donde había consumado sus estudios en la Escuela de Guerra[73].

Las tropas del Destacamento Peñaranda, además de unidades auxiliares, que se encontraban agotadas y desmoralizadas, se replegaron hacia Arce, donde presentaron tenue resistencia, a unos 11 km de ese fortín. El despliegue paraguayo suscitó que tres regimientos bolivianos desatendieran sus posiciones sin combatir:

 

En la tarde de hoy [30 de septiembre de 1932] se nota movimiento entre los soldados y se ve alejarse varios grupos con dirección al camino. Nosotros hacemos lo mismo y en el tropel abandonamos nuestras posiciones. Es un acto vergonzoso. Se deserta en conjunto frente al enemigo. Pero en estos momentos nadie piensa. Llegamos a Arce, [que dista] 5 leguas[74].

 

El General Estigarribia envió una división por el camino Yujra-Arce, simultáneamente una segunda división avanzó por la derecha, para ganar la espalda a los contrincantes. La tercera división quedó, en cambio, como reserva. En el avance, una patrulla paraguaya capturó al Teniente Coronel Humberto Cárdenas, comandante del RI-35 del ejército de Bolivia; este oficial quedó empantanado, en el camino Arce-Yujra, con 5 camiones[75].

Cerca de Yujra, una segmento del regimiento Loa fue rodeada por el RI-1 Dos de Mayo y el RI-3 Corrales; en el curso de una confusa capitulación fueron capturados el mayor boliviano Francisco Arias, 7 oficiales y 80 soldados[76]. El ejército paraguayo ocupó los fortines Ramírez y Castillo, el 8 de octubre, Lara, el 11 de octubre, y Yujra, el 12 de octubre. Al amanecer del 22 de octubre se emprendió el ataque al fortín Arce; en estas operaciones, para el mediodía los regimientos paraguayos rodearon las líneas bolivianas, separándolas de su retaguardia. Cuando se dieron cuenta de esta maniobra, cuatro regimientos bolivianos abandonaron sus posiciones, manifestando los efectos aflictivos de la desmoralización. El coronel Peñaranda ordenó la retirada. El ministro de Guerra, Joaquín Espada Antezana, quién se encontraba en Arce, buscó vanamente detener este desastroso impacto de la desmoralización generalizada y del desorden ocasionado. En estas condiciones y circunstancias, se ordenó un nuevo repliegue hacia Alihuatá. Sin embargo, todo se vino abajo, el frente prácticamente se derrumbó. Los soldados en desbande se volcaron al camino, a las sendas, abrió senderos en el monte a machetazos, abandonando por todas partes su armamento. Como si fuera poco, la sed, el hambre y el agotamiento aniquilaron a parte de la tropa; las rutas de retirada se marcaron con los cadáveres en actitudes grotescas[77].

 

En el panorama de este caos, el alto mando boliviano envió al fortín Arce, dentro de cajas con botellas de whisky, dos frascos conteniendo Vibrión Colérico, para contaminar las lagunas dejadas, buscando causar una epidemia de cólera en el ejército paraguayo. El General Peñaranda entregó los frascos al doctor Gabriel Arze Quiroga, con la orden de ejecutar el acto; sin embargo, por razones morales y sanitarias, el doctor desobedeció la orden, tapando este contenido bayo tierra.  Hecho que hubiera afectado incluso a las tropas bolivianas[78].

 

El 23 de octubre, a las 13:30 horas, las fuerzas paraguayas entraron en el fortín Arce, renombrado como fortín Francia, encontrándolo vacío y en ruinas, a causa del incendio de sus instalaciones, equipos y armamentos abandonados. Los 4,000 defensores se retiraron a Alihuatá y Saavedra. La toma del fortín Arce, base del comando de la 4.ª División boliviana, modificó el escenario gravemente, ocasionó un golpe duro para el abastecimiento de agua; tenía un gran reservorio de agua; por otra parte, era como una encrucijada de caminos, en dirección hacia el sur y el oeste. Desde la plataforma del fortín, el ejército paraguayo ocupó el fortín Falcón, Rojas Silva, el día 25 de octubre, Alihuatá, el día 26 del mismo mes, y Fernández, Herrera, el 30 de octubre.

 

A pesar del desbande, la resistencia al avance paraguayo se dio lugar a siete kilómetros del fortín Saavedra, al borde de un largo y ancho pajonal, que los paraguayos debían atravesar si querían llegar a Muñoz. En este lugar de la resistencia, se posicionó la 4.ª División, al mando del Teniente Coronel Bernardino Bilbao Rioja, remplazante del General Peñaranda, quien se alejó por motivos de salud.

 

En Bolivia la sorpresa y el descontento llegó lejos, las críticas arreciaron tanto contra el presidente Salamanca como contra el alto mando. La opinión pública pedía el retorno de Kundt. El General Quintanilla respondió amargamente que ni el general Kundt ni nadie podrían remediar la falta de efectivos, armamentos y deficiencias orgánicas, que eran los males que aquejaban al ejército. Este general dejó el mando el 11 de octubre de 1932[79].

 

Volvió entonces el general boliviano-alemán Hans Kundt, a fines de diciembre de 1932. Lo primero que hizo este general es completar la movilización del segundo ejército conformado. Considerando el nuevo escenario, la conformación de un segundo ejército boliviano, además del el comienzo de las lluvias, fuera del alargamiento de la logística en 200 km, sumándose la falta de camiones y el agotamiento físico de los soldados, despues de 3 meses de ofensiva continua, el entonces todavía Coronel Estigarribia, resolvió pasar estratégicamente a la «defensa activa».

 

Describiendo este panorama, el doctor paraguayo Cañete, escribe:

 

Una visita hecha a las distintas enfermerías del regimiento, péneme en condiciones de afirmar que persistiendo en causas pauperizantes anotadas en informes anteriores (ración insuficiente, vigilias, cansancio, desnudez, etc.) los soldados van desmejorando ostensiblemente día a día. [...] desde hace días van tomando incremento alarmante un mal cuyas manifestaciones aparentes son: edema generalizada, laxitud muscular y ligamentosa, y disturbios digestivos que atribuimos a la ración insuficiente en vitaminas[80].

 

Sobre las trincheras del Kilómetro 7, el 4 de diciembre de 1932, el capitán de la aviación boliviana, Rafael Pabón, piloteando un Vickers Scout type 143, se enfrentó al teniente Benítez Vera, quién piloteaba un Potez 25 A2, n.º 6, que llevaba de observador a un oficial del Estado Mayor.  El incidente aéreo terminó con la destrucción del aparato paraguayo, ocasionando la muerte de sus dos ocupantes[81].

 

Sin embargo, en este escenario caótico para el ejército boliviano, no todo fue desbande y retirada, como ya anotamos con la resistencia cerca de Saavedra, sino incluso se efectuó una ofensiva. Esto ocurrió en diciembre de 1932 y se prolongó hasta agosto de 1933. El presidente Daniel Salamanca convocó al General Hans Kundt, forzado por los airados reclamos y pedidos de la opinión pública. El General Kundt requirió a Salamanca la cantidad de 25,000 efectivos,  pues, según su apreciación, «más soldados [...] le estorbarían y no quería imponerle al país más gastos[82]». Sin embargo, después de una difícil experiencia y complicada relación con la oficialidad de los mandos, Kundt se va a lamentar:

 

No tuve un amigo en los comandos para transmitirle mis inquietudes y quejas; parecía que todos formaban un bloque, solo para aplastarme personalmente, y hacerme fracasar en la campaña[83].

 

El General Kundt ordenó que el Segundo Cuerpo, 8.ª y 3.ª División, tomaran los fortines Corrales, Toledo y Fernández, en tanto que el Primer Cuerpo, 7.ª División, trabajado por las tropas defensoras de las regiones de Agua Rica, Murguía y Cuatro Vientos, sumando algunos regimientos de la 4.ª División, capturara Nanawa. El fortín Nanawa era estratégico; desde allí se podía avanzar hacia el norte, en dirección de Arce-Isla Poí, centro de operaciones paraguayo; también dirigirse al este y salir al río Paraguay frente a la ciudad de Concepción. El 20 de enero de 1933, se libró la primera batalla de Nanawa. Hans Kundt, confiado, se arriesgó a estimar la hora en que caería el fortín atacado. La 7.ª División, al mando del coronel Gerardo Rodríguez,  con fuerte apoyo de artillería, contando con la cooperación de doce aviones, se dividió en tres columnas.  El plan era rodear el fortín, ocuparlo mediante ataques frontales. El fortín estaba defendido por la 5.ª División paraguaya, al mando del Teniente Coronel Luis Irrazábal, que regresaba de su formación en Bélgica. Sin embargo, otra vez reaparecieron errores de coordinación y de ejecución. En el ala norte, los atacantes cerraron prematuramente su avance, chocando con el flanco derecho de las fortificaciones. Tampoco prosperó el ataque sobre el ala sur. En un momento de la batalla, la 5.ª División paraguaya comenzó a quedarse sin municiones. La temporada de lluvias dificultó el abastecimiento. Para resolver este problema, se construyó una pista de aterrizaje, para reaprovisionar el fortín por medio de los aviones. Las tropas bolivianas, que atacaban, sufrieron grandes bajas; a este costo se consolidaron en un agresivo semicírculo alrededor de Nanawa. Este frente se afianzó en el alargamiento de combates menores, acompañados por duelos de artillería, en lo que va de febrero a junio de 1933; lapso en que ambas bandos corrigieron sus respectivas posiciones. Sin embargo, el resultado no fue el esperado, el ataque fracasó, evaluando desde los objetivos trazados. El historiador estadounidense Zook adjudicó el fracaso del ataque boliviano a cuatro factores:

 

• Insuficiencia en la coordinación.

• Falta de información necesaria antes de la acción.

• Violación del principio de economía de las fuerzas.

• Subestimar al adversario[84].

 

La 8.ª División boliviana, al mando del coronel Roberto Schnor, desalojó fácilmente al regimiento RC-1 paraguayo del fortín Platanillos, nudo de las comunicaciones entre los fortines bolivianos antes de la guerra. Desde allí, el 14 de enero, avanzó contra el fortín Fernández, Herrera, con solo 575 soldados, asumiendo que los defensores serían unos 200 soldados. El fortín estaba defendido por el regimiento RI-1 Dos de Mayo, al mando del Mayor Paulino Antola, quien contaba con unos 1000 hombres. Recién el día 21 de mayo, las tropas bolivianas atacaron el fortín; pero, también, en este caso, la falta de coordinación, el ataque frontal, la ausencia de reservas, además de la resistencia de los defensores causaron unas 300 bajas. Dos días después, ya con 2,400 hombres y el apoyo de 4 cañones, el coronel Schnor reinició las operaciones. Los defensores paraguayos rechazaron el ataque produciendo bajas, del orden del 25 % de las tropas atacantes[85]. El regimiento boliviano Colorados resultó prácticamente diezmado. El día 26 de enero de 1933 Schnor suspendió el ataque, retirándose a Platanillos. Después de este fracaso, el General Kundt reemplazó a Schnor y a su jefe de Estado Mayor, el Mayor Raúl Barrientos, por el Coronel Rafael Morant y el Mayor Alfredo Sánchez, respectivamente[86].

 

 

Cumpliendo con la Directiva N.º 2, del general Kundt, del 27 de diciembre de 1932, el día 1.º de enero de 1933, la 3.ª División, al mando del Coronel Gamarra, atacó el fortín Corrales. A las 12:00 horas, el capitán paraguayo Aguirre, ante el peligro de ser cercado, abandonó el fortín rumbo a Toledo. El General Estigarribia, informado erróneamente sobre el número de tropas enemigas, ordenó, el día 20 de enero, al Teniente Coronel Ayala, asentado en Toledo, que atacara el sector Corrales-Platanillos, buscando  aliviar la presión boliviana sobre Nanawa y Fernández, Herrera. Ayala, al mando del Segundo Cuerpo de Ejército, compuesto por dos divisiones, atacó Corrales. El ataque duro cuatro días, desde el 27 al 30 de enero. Sin mayores resultados, considerando la acción un error, complicada su situación por problemas en el abastecimiento de agua, además en el suministro de combustible, decidió cancelar el ataque, retirándose a Toledo[87].

 

El General Kundt, ante esta inusitada retirada y la insistencia del Teniente Coronel Toro, su jefe de operaciones, ordenó a la 3.ª División, reforzada con partes de la 8.ª División, que ocupara y amenazara la Colonia Menonita y la ruta de toda la logística paraguaya. Después de una lenta marcha de 22 días, debido a la temporada de lluvias, el 25 de febrero, la 3.ª División boliviana, al mando del Teniente Coronel Luis Gamarra, atacó a el fortín Toledo. El destacamento paraguayo contaba con tropas sin experiencia en combate, carecía de los armamentos reglamentarios o los que tenía eran obsoletos. Una peste de disentería y tifoidea afectaba a muchos soldados. Por esa razón y para aumentar el control, el Comandante Ayala organizó la defensa, no en líneas continuas, sino en centros de resistencia. Estos centros hacían de erizos, apuntaban para todos lados, dejando espacios abiertos, utilizadas como trampas[88].

 

Pese al apoyo de la artillería y de 10 aviones que bombardearon y ametrallaron toda la zona, el vigoroso ataque frontal de la 3.ª División boliviana no logró su objetivo, sufriendo una gran cantidad de bajas[89]. No fue eficiente el apoyo de la aviación boliviana porque el objetivo estaba cubierto por densos bosques, lo que permitía esconderse al enemigo. Los aviones debían recorrer, desde Muñoz hasta Toledo, unos 150 km. Lo que muestra el complicado enlace entre el comando del Segundo Cuerpo, situado Yayucubas, y el comando de la Fuerza Aérea, ubicado en Muñoz[90].

 

Otra vez se propaló la desmoralización en diversos regimientos bolivianos, después de los infructuosos ataques realizados. Para desanudar la complicada situación el General Kundt ordenó a la 8,ª División, de Muñoz,  efectuar una acción distractora:

 

6-III-33. Hora 15:00. C II. CE. Cif. 86/300. Día 9 en la madrugada Octava División debe realizar un ataque demostrativo a Fernández, Herrera[91].

Cuando el 10 de marzo, el Comandante Ayala, ordenó el contraataque, algunos regimientos bolivianos, totalmente agotados por el esfuerzo realizado, se amotinaron, huyendo sin sus oficiales; llegando incluso a disparar contra las propias fuerzas que trataban de contenerlos[92]. El 11 de marzo, la batalla culminó con la retirada de la diezmada 3.ª División del ejército de Bolivia, se desplegó hasta 15 km, en las proximidades de Corrales; lugar donde estableció una línea defensiva. Aquí también se repitieron errores; el alto mando boliviano no concentró en la zona una concentración de fuerzas significativa[93].

 

Hans Kundt destituyó al Teniente Coronel Gamarra y a su jefe de Estado Mayor, el mayor Luis Añez y nombró en su lugar al coronel José M. Quintela y provisoriamente al Teniente Armando Pereyra. Este último, un excelente oficial, se suicidaría cuatro meses después afectado psicológicamente por los combates frente a Toledo[94].

 

 

La ofensiva boliviana quedó estancada en sus extremos norte y sur, la 3.ª División entre Corrales y Toledo y la 7.ª División delante de Nanawa. Las otras dos divisiones tampoco adelantaron sus objetivos. Entre la 4.ª División, establecida en el Kilómetro 7, y la 8.ª y 3.ª Divisiones, movilizada en el ala izquierda, existía un vacío de más de 50 km, sin solución de continuidad. Kundt planeó atacar por ese sector para aliviar a la 4.ª División, que seguía combatiendo en Kilómetro 7. Con la recientemente creada División de Reserva, 9.ª División, salió en el flanco derecho paraguayo, capturando, el día 13 de marzo el fortín Alihuatá. Este ataque, pese a estar bien organizado, tuvo errores de ejecución lo que produjo bajas desproporcionadas al objetivo, en contraste de los pocos soldados paraguayos que defendían ese fortín de tránsito logístico[95].

 

La captura de Alihuatá fue un contratiempo para el Coronel Estigarribia, que no esperaba una penetración tan audaz. El regimiento boliviano Campos cortó al camino Alihuatá-Saavedra, ruta de abastecimiento de la 1.ª División paraguaya, al mando del Teniente Coronel Fernández, que combatía en Kilómetro 7, Kilómetro 12 y Campo Jordán. A su vez, la 4.ª División boliviana, con 3,000 hombres, aumentó la presión sobre esa división. Estigarribia trató de sacar provecho concentrando fuerzas en Arce, para envolver a su vez a la 9.ª División; le pidió a Fernández que tratara de sostenerse en su posición hasta el 20 de marzo. Fernández, pese al pedido de su jefe, viendo que la situación logística era cada vez más delicada tomó la decisión de abandonar su posición.

 

La retirada de la 1.ª División paraguaya, hacia la zona de Gondra, fue efectuada por un camino abierto al tránsito de camiones, sin pérdida de hombres ni material pesado. [...] en previsión de nuestro desprendimiento, dispuse ya desde el día 15 que desde el atardecer la artillería bombardeara las posiciones enemigas [...] y que las tropas efectuasen fuego de hostigamiento en forma decreciente hasta la media noche acortando su duración en una hora [...] Cada noche ese grandioso crepitar de todas las armas terminaba más temprano, de tal modo que en la noche del 17 de marzo de 1933, al cesar el fuego a eso de las 19 horas, el enemigo no se dio cuenta en absoluto de que la primera línea era evacuada casi íntegramente[96].

 

En seguida a la captura de Alihuatá, la 9.ª División boliviana atacó Arce, Francia, llegando a 5 km del fortín. Tres regimientos bolivianos intentaron quebrar las defensas, sufriendo fuertes bajas, correspondientes al 33% de sus tropas. Cuando Kundt se dio cuenta que esas líneas defensivas ni siquiera eran las principales ordenó suspender el ataque[97].

 

Decidió atacar nuevamente Fernández, Herrera, para luego volver sobre Arce, desde dos direcciones, sur y noroeste. La 8.ª División boliviana, al mando del Coronel Rafael Morant, avanzó hacia Fernández, Herrera, el 10 de marzo de 1933. Compuesta por 5 regimientos y 2 grupos de artillería: 61 oficiales, 1,900 soldados, 52 automáticas, 7 cañones y apoyo de la aviación[98]. El Coronel Morant envió al Coronel Luis Saavedra con dos regimientos, para que rodeara el fortín y cortara el camino que lo unía con Arce. La columna Saavedra se desorientó en el monte. Sin saber dónde estaba el grupo Saavedra, Morant inició sucesivos y sangrientos ataques frontales, que fueron repelidos por los defensores paraguayos. Cuando Saavedra llegó finalmente a su objetivo, fue atacado por fuerzas que venían de Arce y tuvo que volver a su base de partida[99]. El día 27 de marzo de 1933, después de varios días de ataques, las fuerzas bolivianas se retiraron hacia Platanillos. Las importantes bajas afectaron la moral de los combatientes bolivianos[100]. Cuando se ordenó la suspensión del ataque la situación de los soldados no era buena:

 

Parecían seres resignados a morir, absolutamente carentes de sentimientos y totalmente insensibles. Se empleó con ellos la persuasión, el ruego y la amenaza, sin resultado alguno. Les aseguramos que los paraguayos acostumbraban a castrar a sus prisioneros, pero seguían inconmovibles […] como último recurso, tomé una medida desesperada. Di orden a los oficiales que cortaran varas de los árboles y arrearan a palos a aquellos soldados que se negaban a marchar[101]

 

El General Kundt criticó la actuación del comandante de la 8.ª División, lo que provocó malestar por ser injustas y desconsideradas[102]. En seis meses de ofensiva, el general Kundt solo había logrado tomar Corrales, Alihuatá y corregir la penetración paraguaya en Kilómetro 7 y 12. Entonces volvió a su plan original: capturar el estratégico fortín Nanawa, al sur.

 

El 15 de diciembre de 1932, cuando el ejército boliviano había alcanzado su máximo poderío en el Chaco y se detenía la ofensiva paraguaya, la Comisión de Neutrales propuso el cese de hostilidades y el retiro y desmovilización de los ejércitos. El ejército paraguayo debía replegarse al río Paraguay y el boliviano detrás de una línea que iba de Ballivian a Vitriones. Esta postura fue reforzada con la sucesiva adhesión de 13 países americanos, más los 5 que figuraban en la Comisión. El Paraguay rechazó la misma por no ser «ni satisfactorias ni justas» pues dejaba a su ejército fuera del Chaco mientras el ejército boliviano permanecía en el medio del mismo. Sostenía además que para «restablecer el imperio del derecho era menester una severa investigación que señale al culpable de esta guerra inicua[103]». En los meses de diciembre de 1932 y enero de 1933 fracasaron dos intentos de mediación llevados adelante por la Argentina y Chile, separadamente, en cuanto integrantes del grupo ABCP (Argentina, Brasil, Chile y Perú) o sea países limítrofes de Bolivia y Paraguay. Los mediadores solicitaban:

 

• La suspensión de las hostilidades.

• Retirar los ejércitos de la zona de operaciones.

• Someter la cuestión litigiosa a la Corte Permanente de Justicia Internacional.

• La desmovilización y la devolución de prisioneros.

 

 

El 25 de enero de 1933, Argentina y Chile, ahora en forma conjunta, con el acuerdo del Brasil, enviaron a los Gobiernos de Bolivia y Paraguay, en forma confidencial, una nueva propuesta que luego se denominó Acta de Mendoza, la cual fue entregada oficialmente un mes después, el día 24 de febrero. El 27 de febrero, Bolivia y Paraguay aceptaron el Acta con una serie de objeciones. El ministro paraguayo Vicente Rivarola, destacado en Buenos Aires, anticipó a su Gobierno que Bolivia no iba a aceptar la propuesta del grupo ABCP, teniendo en cuenta la postura que venía sosteniendo desde siempre. Sugirió que el Paraguay debería declarar oficialmente la guerra a Bolivia para aislarla de todo apoyo externo y dar a sus dirigentes una justificación, que les permitiera cambiar su postura[104].

 

Durante el mes de marzo y buena parte de abril las negociaciones se estancaron. Por esa razón, los días 21 y 22 de abril, el grupo ABCP insistió a las partes para que suspendieran las hostilidades. El 23 de abril, el Gobierno paraguayo retiró sus objeciones para facilitar las negociaciones. Pero Bolivia, tres días después, objetó la presión, que supuestamente recibía del grupo ABCP. El día 8 de mayo los Gobiernos de Chile y Argentina acusaron a Bolivia de hacer fracasar la negociación. El Gobierno paraguayo, reconociendo que Bolivia solo intentaba demorar las propuestas, mientras mantenía la ofensiva desatada desde diciembre de 1932, con la cual pretendía ganar la guerra o, por lo menos, una posición más favorable para negociar, decidió declarar formalmente la guerra a Bolivia, el 10 de mayo de 1933. El objetivo, además de complicar el abastecimiento de armas y suministros a su oponente, fue eliminar la mediación de la Comisión de Neutrales, liderada por los Estados Unidos, que el Paraguay presumía favorable a Bolivia. Así, dicha Comisión, debido a sus sistemáticos fracasos desde antes de la guerra, cesó en su actividad de mediador el 27 de junio de 1933.

 

Los informes de inteligencia paraguayos indicaron que Kundt estaba concentrando grandes fuerzas frente a Nanawa. La preocupación de Estigarribia se centró en dilucidar si el enemigo pensaba atacar el fortín o seguir de largo y haciendo un rodeo salir en la punta del riel de Casado, en la retaguardia de todo el ejército paraguayo o avanzar hacia el este, hacia el río Paraguay y salir casi frente a la ciudad de Concepción. Cuando Kundt inició el ataque frontal contra el fortín, Estigarribia comprendió el error de su adversario y ordenó al Teniente Coronel Irrazábal que resistiera hasta el último hombre, para lograr el mayor desgaste posible del ejército boliviano.

 

Meses antes, el presidente Salamanca había advertido a Kundt:

 

Permítame ahora expresarle inquietud Gobierno respecto ataque Nanawa, donde seguramente el enemigo ha concentrado sus elementos y hará máximo esfuerzo [...] si sufrimos un rechazo, nuestra situación en el Chaco quedará pérdida, o poco menos[105].

 

Teniendo en cuenta la importancia política, militar y personal que significaba la captura de Nanawa, Kundt concentró todo lo que tenía para lograr ese objetivo. En julio de 1933 terminó la preparación para el ataque. Tenía superioridad en hombres, aviones y artillería. Contaba con dos grupos de tanques Vickers y los novedosos lanzallamas, pero carecía de buenos conductores. El coronel Gerardo Rodríguez, comandante de la 7.ª División, encargado del ataque, había inspeccionado la primera línea solo tres veces en los meses anteriores y nunca en forma completa. Kundt le exigió que lo hiciera con más frecuencia:

 

A pesar de estas medidas no han figurado muchas. Se cita este asunto vergonzoso para dejar constancia de cómo la colaboración de los comandos subalternos no siempre estuvo a la altura de las operaciones ni fue tan activa como los intereses de Bolivia y el Ejército lo exigían[106].

 

Las posiciones paraguayas de Nanawa se reformaron en los meses posteriores al primer ataque. Los bolivianos utilizaron la fuerza aérea y tanques como apoyo cercano y contaron, además, con una enorme superioridad en artillería, pero los ataques frontales carecieron de una coordinación precisa entre aviones, artillería, tanques y la infantería.

 

Los atacantes lograron penetrar, con gran heroísmo y derroche de bajas, en varios sectores del sistema defensivo paraguayo; pero, agotados y diezmados por el esfuerzo realizado, fueron rechazados por el contraataque de las reservas[107].  El ataque produjo más de 2,000 bajas bolivianas, en comparación con las 189 muertos y 447 heridos paraguayos, proporción esperable en un ataque de este tipo. Fue la primera derrota importante de Kundt y le permitió a Salamanca insistir en que las operaciones debían hacerse economizando hombres. Ya desde junio de 1933, Kundt quería dejar su cargo, a causa de las intrigas de los oficiales bajo su mando, pero, recién en septiembre puso su renuncia a disposición de Salamanca, la que no fue aceptada[108]. El Teniente Coronel Luis Irrazábal fue ascendido a coronel por su desempeño en la defensa de Nanawa.

 

Aprovechando la concentración de fuerzas frente a Nanawa y el posterior fracaso del ataque boliviano, el teniente coronel paraguayo Rafael Franco planeó la destrucción de la 4.ª División boliviana al mando del coronel Peñaranda. Fiel a su estilo de conducción y contrariando los manuales militares, Franco abrió por el flanco sur una picada hacia la retaguardia enemiga y envió un regimiento a más de 20 km de su base buscando compensar ese riesgo con los efectos multiplicadores de la sorpresa. El 11 de julio de 1933, el regimiento paraguayo RI-4 más un batallón de refuerzo avanzó por esa picada y al día siguiente cortó el único camino de aprovisionamiento enemigo, casi en el puesto de mando de Peñaranda y su artillería divisionaria. Toda la sanidad de la 4.ª División fue capturada, especialmente un importante parque de medicamentos. Aprovechando la confusión en la retaguardia, Franco lanzó un ataque frontal que penetró en las posiciones bolivianas. Kundt comentó:

 

El comando de la 4.ª División, que durante la noche había dado parte de un gran triunfo obtenido, en estos partes nunca faltan la indicación de que el campo está cubierto de cadáveres, enemigos, se ve a la luz del próximo día completamente cortado y amenazado por el ataque de fuerzas superiores desde su retaguardia. El desarrollo es muy típico. No hay reservas disponibles. No obstante todas las indicaciones del Comando Superior, las picadas a retaguardia están completamente abandonadas[109].

 

Sin embargo, tres factores jugaron en contra de esta ambiciosa operación:

 

• La masa de maniobra paraguaya en la retaguardia boliviana resultó ser demasiado débil para lograr rápidamente la desarticulación de las fuerzas enemigas.

• La rápida decisión de Peñaranda y Moscoso, a cargo del Estado Mayor, de ordenar la retirada de la 4.ª División hacia Alihuatá, abriendo una picada hacia el noroeste, llamada Picada de Salvación.

• El clima frío, que permitió que las fuerzas bolivianas subsistieran más tiempo con las reservas de agua disponibles, al momento del ataque enemigo. Cuando el día 15 de julio de 1933, las fuerzas paraguayas cortaron finalmente la ruta de escape hacia Alihuatá, la 4.ª División se había escurrido totalmente del cerco.

 

El ataque al fortín Rojas Silva, Falcón, planeado por Kundt, tenía como objetivo cortar la ruta de abastecimiento de la 1.ª División, que defendía Gondra y aliviar la comprometida situación de la 4.ª División. También tenía un objetivo psicológico y político:

Después del fracaso en Nanawa y la retirada de la 4.ª División de Gondra, Kundt quería tomar Rojas Silva, Falcón, haciéndolo coincidir con el 6 de agosto de 1933, día de la independencia de Bolivia, para borrar la impresión del fracaso de su ofensiva y la pérdida de la iniciativa. Sin esperar los refuerzos para reconstruir sus mermadas y cansadas unidades, Kundt inició un ataque demostrativo general en todo el frente, para ocultar su intención de ocupar los caminos Gondra-Pirizal y Pirizal-Falcón, llegando, en este último caso, el día 4 de agosto, a Campo Aceval, a 15 kilómetros de Falcón. En forma independiente, el día 3 de agosto de 1933, dos regimientos de la 9.ª División, el RI-18 Junín, al mando del mayor Condarco, y el RI-36, al mando del mayor Jorge Rodríguez, comandados por este último, salieron de Alihuatá y, abriendo una picada angosta para no ser detectados, salieron sorpresivamente el día 5 de agosto, frente al fortín Falcón, tras dos días de marcha agotadora. El ataque debía coincidir con otro en la zona de Campo Aceval. Producido ese ataque distractorio, el regimiento paraguayo Batallón 40 salió hacia el sur, dejando un claro en la defensa del fortín, por donde se infiltró la columna de Rodríguez, que salió de noche, en la retaguardia de un escuadrón del RC-9 Capitán Bado y llegó hasta el puesto de mando de su jefe, el capitán Nicolás Goldsmith, que se salvó milagrosamente pues fue ametrallado mientras dormía. Iniciado el combate, las fuerzas bolivianas, que habían capturado las primeras líneas con facilidad, atacaron la segunda línea y pese al cansancio intentaron tomarla. Pero, perdida la sorpresa y enfrentando fuerzas que acudían de todas partes, el mayor Rodríguez, casi sin municiones y con sus fuerzas diezmadas, tuvo que retirarse a los montes cercanos donde, después de un breve descanso, dejó muertos y heridos y se retiró de vuelta hacia Alihuatá. Kundt repitió el error de enviar fuerzas insuficientes a gran distancia, sin apoyo de reservas y con pocas posibilidades de lograr un resultado favorable, pese a que en esta circunstancia había logrado una sorpresa total.

 

El traslado de fuerzas bolivianas para sostener los ataques y contraataques en la zona Bullo-Gondra, debilitaron el sector avanzado del fortín Alihuatá, defendido por tres unidades bolivianas: el regimiento RC-2 Ballivián, en Campo Grande, a la izquierda de Alihuatá; el regimiento RI-27 Chacaltaya, en el centro, sobre el camino Alihuatá-Arce; y una pequeña compañía del regimiento RI-18 Junín, en Pozo Favorito.

 

La 7.ª División paraguaya, al mando del Teniente Coronel Ortiz, al comprobar el débil enlace entre ellas, realizó tres cercos separados, siendo el principal el que realizó contra el regimiento Ballivián. Los regimientos RI-4 Loa y RI-8 Ayacucho, fueron trasladados desde el sur para ayudar. El regimiento Loa cayó en el cerco; el ataque del Ayacucho no pudo romper el envolvimiento paraguayo. Tanto el general Kundt como su jefe de operaciones, el Teniente Coronel Toro, apreciaron erróneamente la intención, magnitud y la dirección principal del ataque paraguayo. Apreciación que ocasionó una mala distribución de las tropas bolivianas[110]. El día 15 de septiembre de 1933, los regimientos Ballivián y Loa capitularon; obligados por la falta de agua y el constante hostigamiento, cada vez más intenso, del ejército paraguayo. Un total de 509 soldados, con 2 jefes, 11 oficiales, 3 médicos y 10 suboficiales se rindieron. La compañía del regimiento Junín, cercada en Pozo Favorito, también se rindió. En el centro, el regimiento Chacaltaya pudo salvarse, gracias a los regimientos RC-5 Lanza y RI-22 Campos, que después de duros combates, abrieron una brecha por donde pudo escapar.

 

«No sé qué hacer. Pienso en suicidarme, entregarme al enemigo o pasar a la Argentina», dijo Kundt. Pero el Teniente Coronel Toro lo tranquilizó: «No se aflija mi general, ya veremos la forma de redactar el informativo[111]». Kundt ocultó los resultados al presidente Salamanca:

 

No mencionó la captura de la compañía Junín (I/RI-18) en Pozo Favorito, recalcó la liberación del Chacaltaya; con respecto a Campo Grande comentó: Ocurrió un hecho absolutamente insospechado e inexplicable. Después de combate victorioso, considerables fracciones de regimientos Loa y Ballivían se dejaron [sic] rodear completamente[112].

 

El entonces todavía Coronel Estigarribia, aprovechó que el ejército boliviano estaba atacando en la zona de Pirizal y Gondra, para golpear al norte de Alihuatá, desde Campo Grande a Pozo Favorito. Este ataque, imprevisto, teniendo en cuenta el lugar y la velocidad de su realización, puso a Kundt en la disyuntiva de continuar el ataque o reconocer que había perdido la iniciativa; e este caso, estaba obligado a defenderse. Sin contar con la información necesaria o no dando importancia a la que recibía de sus subalternos, Kundt asumió que el ataque paraguayo era meramente «distractivo». Por eso, de mala gana, movió las reservas destinadas a su ofensiva, trayéndolas desde Pirizal, Bullo, Gondra e incluso desde Nanawa, para romper los cercos paraguayos, cuando estos ya se habían consolidado; era sobradamente tardía la reacción. En la batalla de Campo Grande, se manifestó un cambio en la estrategia del ejército paraguayo; se trataba de un ensayo, en pequeña escala, de lo que vendría después. En mérito a su elaboración y ejecución, Estigarribia fue ascendido al rango de general de brigada.

 

No puedo evitar ocultar a usted el angustioso dolor que me causa el pensar en el derramamiento de sangre en el Chaco. Confío en que usted sepa economizar nuestro cruel desgaste, en cuanto sea posible, sin comprometer el éxito final de la campaña. Salamanca recomendó a Kundt no repetir los ataques como el de Nanawa, sugiriendo una estrategia defensiva, con el menor costo posible en vidas y materiales, que desgastase al enemigo hasta obligarlo a llegar a un tratado de paz razonable[113].

 

Daniel Salamanca, ya no pensaba, como un año antes, firmar en Asunción, el final de la guerra[114].

 

El mayor boliviano Oscar Moscoso le hizo conocer al General Kundt el deplorable estado en el que se encontraban las tropas bolivianas, después de los combates de julio a septiembre; sugiriendo una retirada estratégica de 150 km, a la línea Magariños-Platanillos. Hacer descansar a los soldados, aprovechar el tiempo para concentrar, previamente, un contingente de 80,000 efectivos, antes de retomar la iniciativa. Hans Kundt objetó; dijo que esto implicaba ceder muchos fortines, que Bolivia no tenía los recursos para conformar, sobre todo, mantener un ejército tan grande en el Chaco. Moscoso señaló que entonces existía el peligro de perder los fortines, los hombres y las armas[115].

 

El día 3 de octubre, el presidente paraguayo Ayala viajó al Chaco, para ascender a Estigarribia al rango de General. En esa reunión aprobó el Plan de Operaciones, donde el ejército paraguayo retomaba la actitud ofensiva. Se comprometió apoyar, en consecuencia, enviar el máximo de recursos, para garantizar su éxito.

 

En su visita a La Paz, el 10 de octubre de 1933, Kundt afirmó, ante Salamanca y su gabinete:

 

«No existe absolutamente posibilidad de derrota [...] podemos esperar con toda tranquilidad en nuestras posiciones fortificadas [...] con la seguridad de no perder terreno[116]».

 

Aprovechando esta ausencia, Toro envió a Roberto Bilbao La Vieja a los comandos de las grandes unidades para reunir opiniones desfavorables sobre Kundt, para lograr su remoción[117].

 

Los representantes de Argentina y Brasil firmaron el Acta de Río de Janeiro, el 11 de octubre de 1933, en la que declararon que el conflicto del Chaco podía ser resuelto por medio del arbitraje. El Paraguay aceptó la propuesta; sin embargo, Bolivia la rechazó. El día 23 de octubre de 1933, luego de reunir importantes fuerzas y recursos, el General Estigarribia, inició una serie de ataques de aferramiento contra la 9.ª División boliviana, al mando del coronel Carlos Banzer. Esta primera fase del plan consistía en empujarla a sus líneas principales. Una vez fijadas las posiciones de los defensores, que opusieron una tenaz resistencia, pasó a la segunda fase: rodear por el oeste su flanco izquierdo. Esta maniobra la encabezó la 7.ª División paraguaya. Durante todo el mes de noviembre las fuerzas paraguayas avanzaron sobre el ala izquierda de la 9.ª División, desbordándola permanentemente, pese a los refuerzos que enviaba Kundt, quién no advertía el tamaño de la concentración de las tropas paraguayos, tampoco descifraba su estrategia.  La iniciativa está en manos del coronel paraguayo Ayala, quién, la lleva a cabo de manera decidida. El ejército boliviano combate, condicionado por esta estrategia aplicada por el ejército paraguayo. Los regimientos paraguayos atacan, aferran, se infiltran, asaltan en todos los sectores, del amplio frente de batalla[118].

 

La vanguardia de esta pujante concentración en movimiento de la maniobra paraguaya, el 3 de diciembre de 1933, aprovechando una fuerte tormenta, que dificultaba la logística y las comunicaciones radiales, llegó hasta los bordes del Campo 31, cortando  el camino Saavedra-Alihuatá, poniendo a la 9.ª División ente el peligro de ser copada. Ese día, el general Estigarribia asumió personalmente la dirección táctica de las operaciones, en reemplazo del dubitativo Coronel Ayala. Otras tropas paraguayas cortaron una segunda ruta, que por Pozo Negro, también iba hacia Saavedra.

 

Viendo que no iba a recibir una ayuda masiva, para contener el cerco en ciernes, Banzer decidió, el día 7 de diciembre de 1933, replegar su división, por una tercera ruta, que todavía quedaba libre. El fortín Alihuatá fue evacuado e incendiado. Noticia que el gobierno ocultó al pueblo boliviano.

 

Los 7,000 efectivos de la 9.ª División abandonaron silenciosamente las trincheras, exponiéndose al asedio, a la sed; se dirigieron trabajosamente en dirección sureste, hacia la 4.ª División; la que combatía en la zona de Gondra. En ese mismo momento, en Muñoz, sede del alto mando, algunos oficiales bolivianos mostraban otras preocupaciones:

 

De Muñoz. 5/12/33. 11:40 horas. Para Villamontes. Cifrado 1/150. Favor aumentar a pedido 10 botellas de Cinzano. Para mí otras 10. Un tarro de cerveza para el coronel Vázquez. Dígale a Acosta que me preste el dinero que falte[119].

 

Lo que Banzer no pudo prever fue que, el mismo día 7 de diciembre de 1933, a las 4:35 horas, el frente de Gondra, a cargo de la 4.ª División, colapsó ante el sorpresivo ataque nocturno, que por propia iniciativa, efectuara el Teniente Coronel Rafael Franco, al mando de la 1.ª División paraguaya. La División boliviana, rebalsada en varios sectores, no tuvo otra opción que replegarse hacia la misma zona donde convergía la 9.ª División. Esta imprevista ruptura sorprendió al General Estigarribia, quién pidió varias veces la confirmación de que efectivamente Franco estaba avanzando por el sur, cerrando las vías de escape de dos divisiones bolivianas.

 

La 9.ª y 4.ª División bolivianas se encontraron en Campo Vía, donde quedaron inmovilizadas por los dos brazos de la tenaza paraguaya. Millares de hombres de color tierra circulaban sobre el pequeño campo, esperando la orden de partida. Trípodes, morteros, cajas de municiones, cañones de repuesto, granadas, ametralladoras y fusiles, amén del equipo, se transportaban en los hombros no en la espalda [...] [En un camino] de cinco metro de ancho a través del bosque [...] descansaba nuestra columna de camiones [...] cargados con piezas de artillería y municiones para las diversas armas, ora con tanques destinados al aprovisionamiento de agua y gasolina, ora, en fin, cargados de víveres, carpas y equipos. Una mayor parte de las tropas de la 4.ª y 9.ª. División que se encontraban detenidas en su marcha, cubrían cuanto espacio libre quedaba sobre la ruta y sobre todo, a lo largo de la columna de automóviles […]. Así, embotelladas [...] en la picada, reducidas a un estrecho radio de acción, [...] toda maniobra más que difícil se hacía imposible [...] Tal era nuestra situación el día nueve [de diciembre] en la tarde, grave en extremo y más aún si se toma en cuenta el agotamiento físico y la consiguiente depresión moral[120].

 

Se completó el anillo el 10 de diciembre de 1933. El General Kundt calificó como alarmistas e erróneos los informes de los pilotos y de Banzer, ya que estaba convencido de que el ejército paraguayo no estaba capacitado para llevar a cabo operaciones coordinadas, con una gran cantidad de unidades, 5 divisiones, en un frente tan amplio. Kundt recriminó a Peñaranda porque se había retirado inexplicablemente desde Kilómetro 21 hacia Saavedra, al sur, y le ordenó que volviera a esa posición para ayudar a las dos divisiones cercadas. Banzer intentó abrir una picada para poder escapar; la presión paraguaya, la espesura del monte, el calor y el cansancio de los zapadores bolivianos, impidieron su concreción.

 

El 10 de diciembre de 1933, a las 17:00 horas, los bolivianos intentaron romper el cerco pero por error la aviación boliviana bombardeó a fuerzas del regimiento RI-50 Murgia, al mando del capitán Antezana Villagrán, hecho que a posteriori algunos historiadores bolivianos trataron de ocultar[121]. Solo el regimiento Lanza, en una lucha feroz, con grandes pérdidas, logró abrirse paso; muy pocos soldados lograron escapar. El día 11 de diciembre de 1933, las dos divisiones cercadas, sin ninguna opción, tuvieron que rendirse. Las pérdidas bolivianas fueron importantes, murieron 2,600 soldados y aproximadamente 7,500 cayeron prisioneros (18 jefes, 170 oficiales, 7,271 soldados)[122]. De un solo golpe, más de dos tercios del ejército boliviano fue destruido. Solo escaparon 1,500 efectivos, que en su mayoría pertenecían a las tropas de Peñaranda, las que no estuvieron dentro del cerco. Cuando se comunicó a La Paz que se había salvado Peñaranda, éste nunca aclaró la situación; la cosechó en su favor, como si fuera el héroe de la jornada, razón por la cual Daniel Salamanca lo promovió, en lugar de Kundt[123]. Cuando el 11 de diciembre de 1933 los ministros y Toro llegaron a Muñoz, para destituir al General Kundt; los recibió en su puesto de mando:

 

Ya no estaba en el rol del dios Thor, que molería sus míseras existencias de funcionarios en un yunque, con su martillo de trueno. Más bien, deslizó con amargura, que se sentía enfermo y agobiado no solo por las preocupaciones de la campaña y sus últimos resultados, sino por la situación de su familia y sus negocios[124].

 

La rendición de Campo Vía proporcionó al Paraguay gran cantidad de armas y equipos: 8000 fusiles, 536 ametralladoras, 25 morteros, 20 piezas de artillería, 2 tanques Vickers, muchos camiones y una gran cantidad de municiones. El resto del ejército boliviano se retiró hacia Magariños. En Muñoz, centro del comando boliviano, en el sur, el día 14 de diciembre de 1933, a las 10:00 horas, en medio del trajín para desalojar el fortín y destruir sus instalaciones, el destituido general Kundt subió a un trimotor Junkers 52 del Lloyd Aéreo Boliviano; partió del Chaco para siempre.

 

A la tarde, el Servicio de Escucha paraguayo descifró el siguiente parte:

 

De Muñoz, n.º 319, diciembre 14, 1933, 18 horas. Para Director Etapas. Villamontes. Cifrado 724/171. Si no hay carga urgente para trimotor, puede traer mañana cigarrillos, coca, alcohol, unas botellas de pisco y pastillas agridulces para tropa que llega en malas condiciones físicas[125].

 

Ese mismo día, a 50 km al este, con la presencia del General Estigarribia, la bandera paraguaya reemplazó a la boliviana en el mástil del fortín Saavedra, donde había ondeado, desde su fundación, en el año 1924[126].

 

El fortín Muñoz comenzó a arder al atardecer del día 19 de diciembre de 1933. El día 20, luego de un ligero bombardeo de la artillería paraguaya, ingresaron lentamente los soldados del RC-7 San Martín[127]. El 24 de diciembre de 1933, en el fortín Ballivián, nueva sede del comando boliviano, a 200 km al noroeste de Campo Vía, se reunieron para festejar la Navidad los oficiales: Enrique Peñaranda, Ángel Rodríguez, Óscar Moscoso, David Toro y su protegido Germán Busch. Los nuevos jefes se reunieron alrededor de una larga mesa, para celebrar su encumbramiento. El desastre de Campo Vía quedó olvidado. El principal culpable [Kundt] estaba confinado […] sus espíritus retozaban de libertad y alegría. Ellos eran ahora los dueños de la situación y sabrían demostrar al país y al mundo que podían bastarse a sí mismos, conduciendo la campaña como no lo pudieron hacer ni Quintanilla, ni Guillén, ni Lanza, ni Kundt. El licor corrió sin tasa. Era la primera de las parrandas con que los integrantes de esos comandos, con contadas excepciones, iban a sumar, a su fracaso como estrategas, la fama de intemperantes[128].

 

Al ejército boliviano solo le quedó la 7.ª División, con las derrotas en Alihuatá y Campo Vía; la 7.ª División  tuvo que retirarse de la zona de Nanawa hacia Magariños. La propuesta del teniente coronel Franco de utilizar todos los camiones disponibles para avanzar rápidamente hacia Ballivián-Villamontes, para terminar con el resto del ejército boliviano, no cuajó. El presidente Ayala supuso que había ganado la guerra; que Bolivia, sin ejército, no tenía otra opción que capitular y solicitar la paz. Con el objeto de dar tiempo a la diplomacia, planteó un armisticio, que el gobierno boliviano aceptó raudamente. El armisticio de veinte días, del 19 de diciembre de 1933 al 6 de enero de 1934, favoreció a Bolivia. Se aceptó el armisticio para ganar un tiempo, un lapso para formar un nuevo ejército. Durante el primer año y medio de guerra, Bolivia había movilizado 77,000 hombres de los cuales solo quedaban 7,000 combatientes en el Chaco, la 7.ª División, además de 8,000 hombres, que prestaban diversos tipos de servicios. Del resto, 14,000 habían muerto, 32,000 fueron evacuados por heridas o enfermedades, 10,000 cayeron prisioneros, 6,000 desertaron[129]. Cuando el armisticio caducó, el nuevo ejército logró conformar 18 regimientos, cuyos efectivos eran superiores al que había comandado el General Hans Kundt un año antes[130]. Sin embargo, el nuevo ejército adolecía de tres falencias:

 

• Miles de campesinos, cuyas tierras fueron expropiadas por los terratenientes, que dieron lugar a levantamientos, fueron reclutados como soldados, trasladados al Chaco, tan diferente al Altiplano. A los flamantes soldados les faltaba una buena preparación, además de no contar con experiencia de combate; en estas condiciones se suma una moral baja. Incluso, en muchos casos, se reclutaron soldados no aptos físicamente, para soportar las exigencias de la geografía chaqueña[131]. Se quejaban de la mala y escasa comida, del temor a la selva chaqueña y de los fusilamientos de desertores, que estaban obligados a presenciar[132]. A principios de 1934, el alto mando consideró que, para la defensa de posiciones, se necesitaban 2 soldados recién reclutados por cada soldado paraguayo, siempre que estuvieran bien alimentados y con el apoyo de ametralladoras y artillería. Para amarrar esta relación, la estimación subía a 4 reclutas bolivianos por cada soldado paraguayo[133]. Esto complicaba la logística, problema que Kundt ya había analizado el año anterior, especialmente en el consumo de alimentos, agua y municiones, que los reclutas solían derrochar:

 

Si hoy come la tropa 600 gramos, aumentando el efectivo del ejército, se tendría que racionar por 300 gramos por soldado [...] Se ha citado a mi comando por no haber pedido más gente. Las razones se encuentran en este informe. Hubieran muerto de hambre[134].

 

• El cuadro de oficiales estaba muy raleado. El mando de los regimientos se dio a capitanes o mayores con poca experiencia; además se contrató oficiales mercenarios extranjeros, especialmente chilenos, que en número de 105 ingresaron desde abril hasta fines de 1934[135]. Para sorpresa de muchos, los oficiales chilenos pudieron superar las barreras de la nacionalidad, raza, color, clase y lenguaje, que los separaba de sus soldados. A diferencia de los oficiales bolivianos, que preferían mantenerse en la retaguardia, huir al primer problema, los oficiales chilenos permanecían con sus hombres en el combate, la retirada o cuando se rendían[136]. Pese a que esto motivó roces diplomáticos entre el Paraguay y Chile, los mercenarios chilenos fueron tratados por el ejército paraguayo, bajo los mismos derechos que la Convención de Ginebra amparaba a los combatientes y prisioneros bolivianos; no bajo la figura jurídica de «combatientes ilegales», quienes arriesgaban penas de prisión o fusilamiento. Mientras el ejército paraguayo preparaba a los estudiantes para oficiales, su par boliviano los alistaba como soldados. Suele atribuirse la poca capacitación y cantidad de oficiales a la estructura de la sociedad boliviana, al elitismo y al racismo[137]. Los amigos y parientes de los políticos y los jóvenes de la burguesía, en todas sus capas, ocuparon puestos burocráticos, en la retaguardia, eludiendo así ir al frente de batalla[138]. Según el General Peñaranda, esta carencia de oficiales y clases transformó al ejército boliviano en un «cuerpo sin alma[139]».

 

• La derrota de Alihuatá-Campo Vía no mejoró la relación del ejército con el gobierno, sino todo lo contrario. Las camarillas se fracturaron aún más. Cuando el nuevo comandante en jefe quiso nombrar al coronel David Toro como Jefe del Estado Mayor, se opusieron varios altos oficiales, por lo que el General Peñaranda recibió una severa advertencia de Salamanca:

Está usted al borde de una rebelión militar frente al enemigo extranjero. Reflexione bien y deténgase a tiempo [...] Su deber es cumplir la orden que le he reiterado ya cuatro veces y que ahora le reitero por quinta vez[140].

 

Como solución, Toro fue nombrado comandante del Primer Cuerpo de Ejército. Éste nombró a su vez, como jefe de Estado Mayor de esa unidad a Germán Busch, un joven oficial de 29 años. En un ambiente confuso, emergió como una atmósfera de insubordinación, dentro del ejército, contra el presidente Salamanca; el 5 de abril de 1934 se amotinaron los cadetes del Colegio Militar, apoyados por la policía. Salieran de su cuartel, ocuparon gran parte de la ciudad de La Paz. Este motín fracasó por la falta de apoyo popular y del sector militar que lideraba Peñaranda[141].  El presidente Salamanca, dudando cada vez más de la eficacia de los militares bolivianos, intentó penetrar de dos maneras en el «feudo», que estos habían construido en el Chaco. En primer lugar, a fines de abril de 1934, intentó crear el cargo de inspector general del ejército, con la función de enlace entre el presidente y el alto mando. Propuso para el cargo a un civil, el doctor Joaquín Espada. La oposición del General Peñaranda y la inmediata e indisciplinada reacción del Teniente Coronel Moscoso, hizo que Salamanca le pidiera inmediatamente su renuncia como jefe del Estado Mayor, la que se hizo efectiva, pese a los ruegos en contrario de Peñaranda. En segundo lugar, en el mes de mayo de 1934, llegó la misión militar checa contratada por Salamanca, compuesta de cinco oficiales de alta graduación, todos a cargo del general Vilem Placek, para que asesorara al gobierno en sectores claves de ejército. Esta medida también despertó el total desacuerdo de los jefes de Cuerpo y de División[142].

 

 

Durante enero-diciembre de 1934, el ejército paraguayo, continuó su avance, capturando los fortines Platanillos, Loa, Esteros, Jayucubás. El ejército boliviano, en actitud defensiva, intentó crear diversas líneas de contención. A partir de Campo Vía, el ejército paraguayo comenzó a sufrir el mismo problema que había afectado al ejército boliviano desde el comienzo de la guerra: el alargamiento de su línea logística. Con un parque de camiones siempre escaso, con cubiertas y motores desgastados, por el uso intensivo, en condiciones de extremado calor, además de la necesidad de derivar más hombres para cuidar y sostener la fluidez de esas líneas de aprovisionamiento, el General Estigarribia tuvo que sujetar sus decisiones estratégicas a estas limitaciones logísticas. La captura de gran cantidad de soldados enemigos, en las distintas batallas y cercos, a los cuales había que trasladar a la retaguardia, alimentar y sobre todo proveer de agua, dificultó también la persecución de las tropas bolivianas en retirada[143].

 

Tras la derrota de Campo Vía, el alto mando boliviano decidió retirarse hasta la línea Magariños-La China. Allí el Primer Cuerpo boliviano construyó el sistema defensivo mejor realizado de toda la guerra. A comienzos de febrero de 1934, el ejército paraguayo avanzó sobre el sector de La China, constató que los bolivianos trasladaban tropas desde Magariños para aumentar la defensa. Con el objeto de cortar ese movimiento, el 10 de febrero, se planeó un ataque demostrativo sobre la zona de Magariños, para fijar allí la mayor cantidad de tropas bolivianas. El día 11 de febrero, para sorpresa del comando paraguayo, el ataque logró abrir una brecha de 300 metros en esa magnífica línea defensiva, brecha por donde los paraguayos penetraron 7 kilómetros hacia la retaguardia. Al día siguiente, los defensores abandonaron las fortificaciones sin combatir. Los bolivianos tuvieron 60 bajas entre muertos y heridos, los paraguayos 10 muertos y 27 heridos. El fortín Magariños fue abandonado y destruido, antes de la retirada.

 

En febrero de 1934, la nueva 9.ª División boliviana fue puesta al mando del Coronel Francisco Peña. Su misión era defender la desértica zona de Picuiba, a cuyo efecto desplazó al RI-18 Montes, con 1,500 efectivos, al mando del Teniente Coronel Bavía, hacia Garrapatal, con rumbo a Cañada Tarija. Peña ubicó su puesto de mando en Carandaitý, fuera del desierto, a 250 km de Garrapatal. El alto mando paraguayo supuso que estas tropas podían afectar sus operaciones frente al fortín Ballivián; entonces decidió atacarlas[144].

 

El 20 de marzo de 1934, la 6.ª División paraguaya, al mando del Teniente Coronel Federico W. Smith, interceptó en Cañada Tarija al RI-18 Montes. El mayor boliviano Juan Belmonte, ubicado en Picuiba, fue el encargado de actuar de enlace entre Bavía y el lejano comandante Peña. Esto lo obligó al uso intensivo de los medios radiotelegráficos, que fueron interceptados y descifrados por los paraguayos, lo que permitía anticipar sus movimientos. Por esta razón esta batalla se conoce también como «Batalla de los Criptógrafos[145]».

 

El comandante paraguayo rodeó a dos batallones bolivianos, capturando todo el parque de municiones del regimiento. Belmonte trató de salvar a los cercados, pero, tuvo que retirarse hacia Garrapatal[146]. El regimiento boliviano se rindió perdiendo más de 1,000 efectivos, entre muertos, prisioneros, heridos y extraviados, además de todo su armamento. Su jefe, Ángel Bavía, intentó suicidarse; fue trasladado a un hospital paraguayo, donde falleció el 5 de abril de 1934[147]. Fueron capturados los nuevos códigos bolivianos, importantes mapas e informes sobre la inexistencia de pozos de agua en todo el desierto hasta Carandaitý.

 

El 28 de marzo de 1934, las tropas paraguayas ocuparon Garrapatal; establecieron posiciones defensivas más allá del fortín. El resultado de esta batalla afectó seriamente a la opinión pública boliviana, ya que demostraba que el nuevo ejército no estaba aún a la altura de las exigencias de las operaciones[148]. Lo que el pueblo boliviano desconocía eran las bacanales del Coronel Peña y sus subalternos en Carandaitý, con mujeres traídas desde Villamontes, que fueran denunciadas por el diputado Roberto Ballivián Yanguas, que en la reunión secreta del Congreso del 20 de agosto de 1934 dijo:

 

«Acumuladas como fueron todas las provisiones destinadas para la orgía, se llevó una banda del ejército para que las amenizara [...] danzaban los jefes y oficiales [de la 9.ª División] desaforadamente con las daifas [...] descuidado de la manera más criminal sus deberes militares».

 

La nueva línea boliviana tenía una gran debilidad: el espacio abierto entre los dos Cuerpos de ejército, que defendían Ballivián. El comando paraguayo decidió penetrar por ella hasta alcanzar el río Pilcomayo, aislando al Primer Cuerpo boliviano, que defendía Ballivián. La aviación boliviana descubrió la picada oculta, que abrían los paraguayos en el monte, en la que se trabajaba por las noches.

 

El Coronel Ángel Rodríguez, del Estado Mayor boliviano, resolvió dejar que los paraguayos avanzaran hasta cierto límite, para poder encerrarlos mediante una maniobra concéntrica, que juntase a sus espaldas a regimientos del Primer y Segundo Cuerpo.

 

El día 10 de mayo de 1934, los 9 regimientos y la artillería, que componían el Primer Cuerpo paraguayo avanzaron por el claro existente entre los dos Cuerpos bolivianos, sin sospechar que se metían en una trampa. La vigorosa 9.ª División boliviana, contando con 14,000 efectivos, trasladada secretamente desde el norte, dividida en dos columnas, cortó el camino El Lóbrego, en la retaguardia de los 5,500 hombres de la 7.ª y 2.ª División paraguaya. En su avance encerró a un batallón paraguayo de 200 soldados del RI-16 Mariscal López, al mando del Capitán Joel Estigarribia, quién circunstancialmente quedó en el medio de las dos columnas. Sin ninguna necesidad táctica, los bolivianos se empecinaron en aniquilarlo, rodeándolo con un triple cerco, perdiendo así el objetivo central de la maniobra, además de un tiempo valioso, por la obstinada resistencia de esa pequeña unidad paraguaya. Debido a esta demora fracasó también el envolvimiento de los regimientos bolivianos Jordán y Loa del Segundo Cuerpo, brazo norte del cerco, llegando al límite de su radio de maniobra. Al no poder unirse a la 9.ª División, quedaron con su retaguardia y flanco expuestos a las fuerzas enemigas, las que intentaban escapar. Pasada la sorpresa inicial, gracias a la demora en cerrar las dos tenazas, los regimientos paraguayos lograron salir, por sendas construidas al efecto, también aún no controladas; en caso necesario, se abrieron paso a la fuerza. Varios batallones de la 2.ª División paraguaya, que se desorientaron en el monte, durante la retirada, no tuvieron otra opción que rendirse. El combate tuvo lugar del 18 hasta el 25 de mayo de 1934. El ejército boliviano logró capturar a 67 oficiales y 1,389 soldados, más de la mitad de los que capturarían en toda la guerra, pertenecientes a los regimientos Sauce, Capitán Bado, Dos de Mayo y Mariscal López, pertenecientes a la 2.ª División, que, primero, dudó en retirarse, después, se desorientó en el monte. Además de los prisioneros se capturaron armas livianas y diez camiones. Toda la artillería divisionaria paraguaya logró evadir el cerco.

 

Los prisioneros paraguayos muestran un semblante alegre, casi jovial. Apenas se ve alguna cara triste. Conversan con sus oficiales con toda naturalidad; ríen, parecen satisfechos de su situación, a pesar de que traen las manos amarradas con cuerdas [...] Los prisioneros paraguayos se han caracterizado siempre por su hinchada altivez y ante todo por su fe absoluta en el triunfo de su ejército en esta guerra. [...] «Nosotros somos del Dos de Mayo ―me informa un prisionero, blanco, barbudo, que debe frisar en los 40 años―. Éramos los mejores del ejército, gente escogida[149]».

 

La batalla de Cañada Strongest no tuvo el resultado planeado: la aniquilación de todo un Cuerpo de Ejército paraguayo; sin embargo, su resultado parcial tonificó la moral del comando, combatientes y población del país. El comando paraguayo aprendió a no menospreciar la capacidad de su oponente; volvió a ajustar todos los recaudos de seguridad, que se habían violado al principio de esta batalla: patrullajes cercanos y lejanos, inteligencia sobre el enemigo. El Estado Mayor paraguayo no sabía que la 9.ª División se había trasladado desde el norte. Por otra parte, recordó la necesidad de la sorpresa para sus acciones ofensivas.

 

Pese al traspié en Cañada Strongest, el comando paraguayo insistió en ocupar Ballivián. De junio a la primera quincena de agosto de 1934, se sucedieron intensos ataques y contraataques, llevando la peor parte las tropas bolivianas. El historiador y excombatiente boliviano Hugo René Pol, menciona el estado físico y mental en que se encontraban las unidades bolivianas después de meses de combates:

 

Será menester apuntar que la fatiga y otros factores [...] quebraron en más de una vez la moral de nuestras aguerridas unidades, como en los casos de la ruptura de la línea fortificada del denodado regimiento Pérez (R-3), en la madrugada del 18 de junio [en Ballivián]. Se creyó o arguyó que esta ruptura se debía a un descuido [...] Sin embargo [...] el 8 de julio, el regimiento Manchego (R-12), a pesar de las medidas de precaución tomadas la noche anterior, a la primera presión del enemigo dejó sus posiciones [...] dos días después, el desarrollo de una operación tendiente a envolver al enemigo en sus posiciones nos fue malogrado por el desbande del regimiento Colorados (R-41), uno de los mejores del 1er Cuerpo de Ejército[150].

 

La guerra llegó a un equilibrio: el ejército boliviano, al no abandonar Ballivián, carecía de la superioridad necesaria para lanzar una ofensiva en otro sector. En ese fortín estaban inmovilizados 18,000 soldados, 20 cañones, 600 ametralladoras pesadas, 200 camiones, 5 millones de proyectiles de fusil y 5,000 granadas de cañón, además de mortero[151]. El ejército paraguayo tampoco tenía la superioridad necesaria para capturar Ballivián, lo que no impidió que realizara un ataque aéreo con 4 aviones Potez, 25 el día 8 de julio de 1934; bombardeo que dañó en suelo 5 aviones Curtiss-Wrigth Osprey, camiones, tanques de combustibles de aviación y la pista aérea[152]. De los tres aviones bolivianos que salieron en persecución de los atacantes, uno fue derribado, falleciendo el mayor boliviano Nery y su copiloto, el Teniente Dorado[153].

 

Ante esta situación, el presidente Salamanca consideró que existían condiciones para una acción diplomática, que se podían fijar los límites sobre las líneas alcanzadas por ambos ejércitos. Previamente, y para compensar los malos resultados de la guerra, pensó que se podía ocupar una zona en el alto río Paraguay, sin presencia paraguaya, para un futuro puerto hacia el Atlántico. Salamanca suponía que esto no afectaría en nada al Paraguay ni a las negociaciones diplomáticas; para Bolivia justificaría, en el frente interno, la guerra y su resultado. A tal efecto comenzó a formar el Tercer Cuerpo de Ejército, al mando del General Lanza, pese a la oposición del alto mando, que consideraba este plan, propuesto por el General Osorio, en agosto de 1932, como una distracción de recursos[154]. Debido a la demora en la ejecución, el 16 de junio de 1934, Salamanca reclamó al general Peñaranda:

 

Su cifrado 60 me lleva a insistir a ese comando en el proyecto de preparar la campaña en el norte para salir al río Paraguay. […] Nuestra presencia en el río Paraguay sería un golpe mortal para el enemigo y la victoria para nosotros. Juzgo que lo más práctico sería preparar ya una campaña o un golpe de sorpresa sobre Bahía Negra. Como solo la estación seca es aprovechable conviene no perder tiempo[155].

 

Vicuña Vergara escribe:

 

Cuando el General Estigarribia fue informado de que el nuevo Cuerpo de Ejército boliviano tenía como objetivo el alto río Paraguay, lo que podía afectar al Puerto Casado, desde donde se abastecía todo el ejército paraguayo, ordenó la inmediata exploración aérea de todo ese sector. El 31 de julio avanzó su puesto de mando al fortín Camacho, primer síntoma de que pensaba modificar el teatro principal de operaciones, llevándolo a la zona más desértica del Chaco[156]. Este es el momento épico de la estrategia del General Estigarribia, pues mediante pacientes fintas y gran serenidad de espíritu, se colocaba en el fiel de la balanza para poder ser más fuerte en el sitio y momentos precisos […] para poder contrarrestar […] la nueva iniciativa y la superioridad numérica del contrincante, que él había tenido el talento de diluir en el gigantesco escenario de las operaciones[157].

 

El 12 de agosto de 1934, el piloto paraguayo Peralta, cuando volvía a su base, después de explorar esa zona, fue atacado por un avión boliviano, que terminó siendo derribado. El piloto fallecido resultó ser el mayor Pabón, que había destruido un avión paraguayo, en diciembre de 1932.

 

El Coronel Franco recibió la misión de ocupar el fortín 27 de Noviembre, aislar logísticamente al fortín Ingavi, punto de partida del futuro avance boliviano, hacia el alto río Paraguay. El día 13 de agosto de 1934, salió de Garrapatal; dos días después, capturó el fortín Picuiba, tomando 450 prisioneros y un lote importante de armas, al costo de muy pocas bajas y heridos. El día 17 de agosto, se apoderó del fortín 27 de Noviembre, dando por terminada su misión luego de avanzar 120 km. en solo cinco días.

 

Dándose cuenta de que había sorprendido al comando boliviano, el General Estigarribia permitió que la fuerza motorizada de Franco girara hacia el oeste, rumbo a Carandaitý, teniendo, ahora, como objetivo el río Parapetí, además de amenazar la zona petrolífera boliviana[158]. A gran velocidad y riesgo, el día 20 de agosto, el regimiento paraguayo RI-14 Cerro Corá, después de recorrer 100 km, desde el fortín 27 de Noviembre, llegó cerca del cruce de Huirapitindí, a 45 km del río Parapetí. Por su parte, más al sur y en forma paralela, la 6.ª División paraguaya, avanzó 160 km, en 13 días, a través de un desierto con colinas de arena y malezales, dejando en la retaguardia su propia artillería, además de a tropas enemigas en retirada. El 22 de agosto aniquiló en Algodonal a un destacamento boliviano, al mando del experimentado Teniente Hugo René Pol; en el enfrentamiento se causaron muchas bajas bolivianas, además de capturar un depósito de armas sin usar.

 

El militar e historiador boliviano Antezana Villagrán, escribe:

 

Este récord de un avance célere, con acción táctica sucesiva [...] resulta [en el] movimiento de la 6.ª División paraguaya [un] precedente de las divisiones panzer de Guderian, especialmente por la escasez de agua en el trayecto[159].

 

El 27 de agosto de 1934, la 6.ª División paraguaya llegó a 5 km de Carandaitý, a más de 50 km al norte de Villamontes, en la retaguardia de todo el ejército boliviano en el Chaco. En ese punto tuvo que detenerse, por el agotamiento de los soldados y problemas logísticos. El agua debía traerse desde Garrapatal, a 250 km de distancia al sureste. La falta de este vital elemento fue una constante preocupación para el Coronel Franco, que dispuso perforar pozos en distintos puntos[160].

 

Alarmado por el curso de los eventos de la guerra, el presidente Salamanca viajó con urgencia al Chaco, buscando la salida a este inesperado y vertiginoso avance paraguayo.

 

Después de la urgente reunión en la sede del comando del ejército boliviano, en Samayhuate, donde estuvieron presentes Salamanca, varios ministros y todos los altos jefes del ejército; Peñaranda, Toro, Sanjinéz, Bilbao y Rivera. Reunión en la cual algunos oficiales propusieron «tramitar la paz en cualquier condición» e incluso la capitulación[161], se acordó conformar el llamado Cuerpo de Caballería, integrado por los mejores regimientos bolivianos, cuyo comando, por razones políticas, se entregó al Coronel David Toro.

 

Frente a esta nueva situación, el General Estigarribia cambió la misión estratégica del Coronel Franco. Ahora este debía retirarse lentamente para ir alejando progresivamente a esta vigorosa tropa boliviana, de las operaciones que se estaban planeando en Cañada El Carmen, zona central del dispositivo boliviano. Así David Toro se enfrentó al oficial más hábil e impredecible del ejército paraguayo, Rafael Franco; el mismo que, por propia iniciativa, había cerrado sorpresivamente la ruta de escape de dos divisiones bolivianas en Campo Vía. La distribución estratégica del ejército boliviano en el Chaco, cuyo porcentaje mayor seguía acantonado en el fortín Ballivián, se modificó lentamente, por el traslado de tropas hacia el noreste, para formar el Cuerpo de Caballería de Toro, además del nuevo Cuerpo de Ejército, al mando del Coronel Bilbao Rioja, en la zona del Parapetí:

 

Era [un] conjunto [de] 20,000 hombres de magnífica tropa y dotada de gran potencia de fuego: vale añadir, la flor y nata del ejército[162].

 

 Todo concurría tal cual había planeado Estigarribia, con la maniobra de Franco hacia Carandaitý: que la zona central, Cañada El Carmen, se debilitara, posibilitando la fractura en dos del ejército boliviano, además del aislamiento de las tropas ubicadas en el fortín Ballivián, en el extremo sur. Desde principios de septiembre de 1934, el Cuerpo de Caballería comenzó la persecución de las dos divisiones del Segundo Cuerpo paraguayo. Según el Coronel Toro, una vez destruida esa unidad, se estaría «en situación de copar el grueso del ejército paraguayo, que operaba contra Ballivián-Villamontes, al oeste, aislarlo de sus principales bases y obligarlo, por lo menos, a una desordenada retirada hacia el sudeste[163]».

 

El avance boliviano por el desierto, en pleno verano, contra un enemigo que, según el plan de Estigarribia, se debía dejar «mordisquear» y huir, iba estirando su línea de aprovisionamiento, debilitaba su seguridad e iba agotando física y moralmente a los soldados. Desde el lado paraguayo, los oficiales eran conscientes de que sus soldados eran excelentes en la ofensiva, pero, que no se adaptaban tan fácilmente a las maniobras de permanente retirada[164].

 

A principios de septiembre de 1934, el Coronel Toro dispuso la ejecución, a través de órdenes muy detalladas, de un amplio cerco lineal de 50 km de radio, en una zona de montes muy densos y difíciles de atravesar. Los dos brazos debían unirse en Puesto Burro, en la retaguardia de la 6.ª División paraguaya, al mando del Teniente Coronel Paulino Antola. Esta maniobra adoleció de diversas deficiencias tácticas:

 

La amplitud del cerco; la desigual dosificación de las fuerzas envolventes donde el brazo norte, que era el más fuerte, debía recorrer la mayor distancia; y la apreciación despectiva que tenía el Coronel Toro sobre la capacidad física y de maniobra que tenían las escasas tropas paraguayas[165].

 

El día 5 de septiembre, Toro ordenó a sus hombres que cercaran a la 6.ª División, lo que se hizo recién el día 8. [...] Sin ningún rastro de modestia en su personalidad, el día 9, Toro anunció que su victoria le hacía recordar el triunfo del ejército alemán en Tannenberg, en la Primera Guerra Mundial. Pero, precisamente ese día, mientras se auto-felicitaba por el triunfo, los paraguayos de la 6.ª División arruinaron la celebración, escapando silenciosamente, por una brecha[166].

 

La aviación boliviana lanzó panfletos, instando a los paraguayos a rendirse, cuando estos ya se habían escurrido del cerco. Toro acusó a la aviación por la falta de cooperación y su poca capacidad para detectar, desde el aire, el movimiento y la ubicación del enemigo[167].

 

El día 10 de septiembre, el Mayor Ichazo informó al Coronel Ángel Rodríguez, del Estado Mayor General, que el cerco había fracasado. Este aprovechó para advertirle que las fuerzas bolivianas, teniendo en cuenta los problemas logísticos que planteaba el desierto, no deberían ir más allá de Algodonal; solo con pequeñas fuerzas, mientras que el grueso debería concentrarse en Santa Fe, sobre el río Parapetí. Desde allí emprender una acción ofensiva contra el fortín 27 de Noviembre. Toro rechazó de mala manera estas sugerencias, porque lo dejaban en un papel secundario:

 

Pensamos con Ichazo que sus medidas para futuras operaciones son prematuras. No encontramos explicación para la enorme acumulación tropas en el norte, ya que con las que tengo, reforzadas tal vez con [el regimiento] Ingavi, podemos tomar La Faye, en una operación rápida, pues el efectivo total del enemigo, [que] opera [en] este sector, es solo 2,461 hombres[168].

 

Los siguientes tres meses de combates para llegar a La Faye, mostraron la certera visión estratégica del Coronel Rodríguez, de no caer en la trampa diseñada por Estigarribia, que ni Peñaranda ni Toro tuvieron en cuenta[169].

 

El presidente Salamanca, el día 17 de septiembre de 1934, hizo un resumen crítico de todas estas acciones:

 

Con angustia veo que el enemigo nos empuja rápidamente y que luego nos detiene donde quiere. De un golpe nos lleva a Carandaitý y ahora nos ataja en Algodonal y 27 de Noviembre. Lo peor es que nos cierra el paso [al fortín] Ingavi, desbaratando los proyectos tardíamente acogidos por ese comando[170].

 

El día 22 de septiembre, nuevamente Toro rodeó a la 6.ª División paraguaya, en Algodonal, maniobra que consideró como «la operación mejor ejecutada» de toda la campaña[171]. Este rodeo lineal también fue imperfecto porque:

 

a) El ala sur, por donde era de esperar que el enemigo intentara escapar, era el más débil.

b) No existió coordinación en tiempo y lugar entre ambas alas.

c) No se fijó un punto de encuentro de las mismas.

 

 

El Coronel Franco dispuso, como método de seguridad, rodear exteriormente sus fuerzas con gran cantidad de retenes, compuestos por 3 o 4 hombres, diseminados en el desierto, unidos por picadas de enlace, que eran recorridas por un soldado 2 o 3 veces por día. Esta tenue y sensible telaraña le permitía descubrir con anticipación el movimiento del enemigo, sin que éste se diera cuenta de que había sido detectado[172].

 

El Teniente Coronel paraguayo Paulino Antola, antes de que las tropas bolivianas consoliden sus posiciones, concentró todas sus fuerzas en un punto. El regimiento paraguayo RC-1 Valois Rivarola rompió las líneas del RC-3 Chuquisaca, abrió el cerco a toda la División, hacia La Rosa, de donde también logró zafarse sin problemas[173].

 

El ejército boliviano realizó estas maniobras de envolvimiento y búsqueda con mucho sacrificio y bajas[174]. La segunda reunión fue al día siguiente con la presencia de Salamanca, Peñaranda, Tejada Sorzano y Rivera. Como si las relaciones entre Salamanca y los mandos militares necesitaran ser peores, Salamanca tenía en las manos una carta de Toro en la que reclamaba que su «victoria» de Algodonal no había tenido suficiente cobertura en la prensa. Toro manifestaba que 7,000 bolivianos habían vencido a 8,000 paraguayos que, sin poder escapar a través de ninguna brecha, se vieron obligados a un ataque masivo, para salir del cerco por arriba de los cuerpos de los defensores bolivianos. Toro parecía pasar por alto que pese a las dificultades del enemigo para escapar, esto no lo transformaba en una victoria. Incluso duplicaba el tamaño de las fuerzas paraguayas encerradas y subestimaba las propias fuerzas[175].

 

El Coronel Franco preparó la defensa de Yrendagüé; para su sorpresa Toro detuvo su avance, para concentrar mayor cantidad de unidades. Para prever un ataque desde la zona de Ravelo, al norte, Estigarribia ordenó la captura del fortín Ingavi. Franco envió un batallón de 150 hombres, apoyados por 5 camiones, que estaban estacionados en la laguna Pitiantuta, desde julio de 1932. Esa unidad, luego de una marcha de 220 kilómetros, a través de un monte impenetrable, capturó el fortín el 5 de octubre de 1934.

 

El 9 de noviembre, el Coronel Toro, con tres divisiones más dos regimientos, que logró sacarle al Segundo Cuerpo, volvió a cercar en Yrendagüé a la 6.ª División y a la DRG (División de Reserva General). Toro esperaba lograr una gran victoria, que lo llevaría políticamente a la presidencia de Bolivia. Invitó a los generales Peñaranda y Rivera y los ministros Alvéstegui y Sanjinez a su puesto de mando, para presenciar el curso de la batalla[176]. Una vez más, el lento aferramiento boliviano, permitió que las fuerzas paraguayas tuvieran plena libertad para reagruparse.

 

El 11 de noviembre de 1934, el Coronel Franco concentró todas sus tropas sobre el Regimiento boliviano Cochabamba; rompió el cerco y se retiró hacia Picuiba. El historiador boliviano Luis F. Guachalla definió como «torista» a estas maniobras del coronel Toro, que se caracterizaron por ser:

 

Rodeos lineales con reducido radio, con una fuerza equivalente en ambas alas de maniobra, la cual anulaba, en la práctica, la eficacia de un centro de gravedad (...). El Comando paraguayo, conocedor de esta modalidad estereotipada, disponía siempre, con acierto y oportunidad, lo que procedía hacer, para burlar estos ganchos, destinados a cerrarse detrás de sus efectivos, vale decir: escurría sus tropas por el espacio todavía abierto, o rompía la línea cercadora necesariamente débil, o accionaba enérgicamente contra una de las dos alas del rodeo, impidiendo o retrasando el cumplimiento de su cometido[177].

 

Toro atribuyó el fracaso al Coronel Ayoroa e indirectamente a su eterno rival, el Coronel Bilbao Rioja, por no haberlo ayudado con sus fuerzas. Se burló además de la captura del fortín 27 de Noviembre, realizada por este último:

 

No faltó la nota teatral en esta memorable jornada. Las fuerzas del Segundo Cuerpo que avanzaron sobre el fortín 27 de Noviembre, anunciaron por orden del comando [Bilbao Rioja], que habían cercado a un regimiento enemigo. El parte dirigido a los ministros Alvéstegui y Sanjinés fue prontamente rectificado. Se trataba solo de un batallón enemigo, resultando luego que no había ni una sombra dentro del cerco, acabando los cercadores por hacerse fuego entre ellos[178].

 

A fines de noviembre las fuerzas paraguayas tuvieron que abandonar el fortín Picuíba, donde habían retrocedido. Así, lo que el Coronel Franco logró en 16 días, de Picuíba a Carandaitý, el Coronel Toro lo revirtió en agotadores y costosos tres meses de lucha, de septiembre a fines de noviembre de 1934. Años después de terminada la guerra, el Coronel Toro escribió en su libro que «esas acciones constituyeron las páginas más brillantes de nuestra historia[179]».

 

En 1944, el coronel Ángel Rodríguez criticó estos comentarios de Toro, diciendo que si él se había adjudicado como una «victoria» la retirada de Conchitas, con más razón los paraguayos debían adjudicarse como victorias las retiradas de Carandaitý, Algodonal, La Rosa, etc., donde además de burlar las tenazas se llevaron prisioneros y armamentos bolivianos[180].

El presidente Salamanca, como si intuyera lo que iba a suceder, intentó hacer algunos cambios en el comando del ejército boliviano. Pidió que, en el cargo de jefe del Estado Mayor, el Coronel Bilbao Rioja reemplazara al Coronel Rivera. Peñaranda y Toro se opusieron, el primero porque prefería que su pariente siguiera en ese cargo y el segundo porque temía que Bilbao Rioja lo opacara totalmente[181]. Poco después Salamanca acordó con Peñaranda que el teniente Coronel Moscoso reemplazaría al Coronel Ángel Rodríguez, en el cargo de Jefe de Operaciones Militares; pero, Moscoso terminó haciéndose cargo del Cuerpo de Reserva, cuyas dos divisiones, bien equipadas y con 10,000 efectivos, operaban en la zona de El Carmen.

 

El día 10 de noviembre, mientras el Coronel Toro intentaba cercar a las tropas del Coronel Franco en Yrendagüé, el General Estigarribia inició la maniobra militar mejor ejecutada en todo el conflicto chaqueño. Tres divisiones paraguayas avanzaron sorpresivamente sobre la 1.ª División de Reserva boliviana, al mando del Coronel Zacarías Murillo, ubicada delante de Cañada El Carmen, en el sector central; el más débil de la línea boliviana. La 1.ª División paraguaya la atacó frontalmente, para fijarla a su posición, mientras la 8.ª y la 2.ª División se infiltraron por sus flancos norte y sur, utilizando picadas, previamente relevadas, a través de patrullajes lejanos. Pese a la detección de patrullas enemigas, en su flanco norte, además de la emboscada paraguaya, en la que murió el mayor boliviano Celso Camacho, del Estado Mayor, quién tenía en su poder importante documentación, Murillo no hizo ningún cambio, ni intentó retirarse, pues hubiera dejado aislados a los 18,000 hombres del Primer Cuerpo de Ejército boliviano, que defendían el fortín Ballivian, al sur de El Carmen[182].

 

Edmundo Ariñez Zapata escribe:

 

El día 11 de noviembre, fui invitado a celebrar copiosamente [sic] el cumpleaños del Moronel Murillo con la acostumbrada serenata de la víspera, en la que aparte de la música, se hizo nutrido fuego, con toda clase de armas, que disponía la División[183].

 

Dos días después, el 13 de noviembre de 1934, tropas de la 2.ª División paraguaya aparecieron sorpresivamente en el fortín El Carmen, apoderándose del parque de municiones de la División; por poco capturaron al Coronel Murillo en su propio puesto de mando. El 16 de noviembre, toda su División quedó cercada, cuando la 8.ª División, al mando del Coronel Garay, y la 2.ª División, al mando del Teniente Coronel Rivas Ortellado, se unieron en su retaguardia. También cayó en la trampa otra División boliviana, la 2.ª División de Reserva, al mando del coronel boliviano Walter Méndez, que acudió en socorro de la primera, sin conocer la magnitud ni la intención del enemigo. Al igual que en el cerco de Campo Vía, un año antes, el 16 de noviembre de 1934, las dos divisiones del Cuerpo de Reserva boliviano, al mando del Coronel Óscar Moscoso, con más de 7,000 efectivos, acosados por la presión paraguaya, el calor y la sed, mezclados y apretujados, ya sin disciplina alguna, comenzaron a rendirse. Se capturó un parque importante de armamentos y equipos; estas divisiones se estaban preparando para atacar por el oeste a las tropas del coronel Rafael Franco, en la zona de Picuiba[184].

 

En el Informe del director general de la Sanidad Paraguaya, se describe un espectáculo desolador:

 

El teatro del cerco [...] no podía ser más desolado y triste. Bosques en formación, con arbustos raquíticos [...] con hojas chicas y espinosas [...]. En este panorama triste y hostil estaban agrupados los cercados. Reinaba la desesperación. Todos tenían el semblante desencajado, la mirada ausente, las pupilas dilatadas, los ojos hundidos, los labios resecos y agrietados, la gran mayoría sufría de alucinaciones. Algunos se desnudaban, cavaban con las manos hoyos profundos donde penetraban, otros gateaban yendo de un lugar al otro[185].

 

A propósito de estos dramas humanos de la guerra, el General Estigarribia escribe:

 

El ejército paraguayo tuvo que proveer de agua y alimentos, en forma perentoria, a esa gran cantidad de prisioneros, que duplicaba su capacidad logística. Muchos prisioneros bolivianos estaban tan debilitados, que por el zarandeo de los camiones, que los llevaban a nuestra retaguardia, perdían el equilibrio y caían al camino, donde nadie los recogía. Así se llenó la ruta de un tendal de cadáveres; algunos muertos por la sed, otros atropellados por los camiones que, debido a la oscuridad o la polvareda, no los podían esquivar[186].

 

Como consecuencia de esta ruptura en dos del ejército boliviano, el General Peñaranda ordenó el inmediato abandono del fortín Ballivián al sur, siguiendo la rápida retirada hacia Villamontes, antes que otros 18,000 hombres pudieran quedar aislados por el ejército paraguayo. Cayó así, sin combatir, el vigoroso fortín Ballivián, que era todo un símbolo de la presencia de Bolivia en el Chaco. Esta retirada fue considerada como la mejor maniobra realizada por el ejército boliviano durante la guerra, siendo favorecida por la debilidad, problemas logísticos y el desconocimiento del terreno que acuciaban al ejército paraguayo[187].

 

El 5 de diciembre, las instalaciones de Samayhuate, sede del comando de Peñaranda, desde antes de la batalla de Cañada Strongest, después de ser abandonadas por soldados, personal hospitalario y civil, fueron demolidas e incendiadas[188]. Al pasar por allí, los desmoralizados y sedientos soldados bolivianos, que se retiraban desde Ballivián pudieron observar un montículo de casi 300 metros de largo de botellas de cerveza vacías, consumidas por los oficiales del alto mando boliviano, durante su permanencia en el lugar. Esto confirmó que era cierto el abuso en el consumo de alcohol, que había denunciado Salamanca a Peñaranda, en septiembre de 1934; corroborando el buen sentido del nombre de «alto tomando», como llamaban los soldados al alto mando boliviano[189].

 

En un telegrama, del 17 de noviembre, dirigido al presidente Salamanca, el general Peñaranda intentó justificar la derrota de El Carmen:

 

Conclusión, falla material hombre que el enemigo posee en primera calidad. No tenemos oficiales ni clases suficientes [nuestra fuerza] es un cuerpo sin alma […]. El adversario, además de contar con iniciativa, […] tiene en abundancia oficial y clases […] que reúnen sus tropas y guían sus hombres. Estos hechos […] que fueron explicados a V.E. verbalmente, se han confirmado en últimas acciones[190].

 

El presidente Salamanca comentó:

 

Sobrevino la derrota del Carmen, que en mi concepto era responsabilidad inexcusable del comando. El más grosero descuido o, poco más o menos, a sabiendas del peligro, ocasionó este funesto desastre. Imaginé que el comando estaría humillado y que era ocasión de renovarlo para salvar a Bolivia[191].

 

En su larga lucha contra lo que consideraba como una ineptitud crónica de los comandantes bolivianos, el presidente Salamanca comenzó a buscar un reemplazante de Peñaranda, convencido cada vez más de que este carecía de los conocimientos y el carácter para dirigir al ejército boliviano.

 

Con las tropas enemigas acercándose a Villamontes, el presidente Salamanca decidió viajar en persona a esa localidad para destituir al General Peñaranda y reemplazarlo por el General José L. Lanza. La relación de Salamanca con Peñaranda fue siempre áspera, lindante casi con la insubordinación. En un radiograma a Peñaranda, luego de la derrota de El Carmen y de la retirada de Ballivián, Salamanca le manifestó:

 

Hago saber a ustedes que el pueblo ya no tiene confianza en la pericia del comando[192].

 

 La respuesta de Peñaranda fue descomedida:

 

Aquí en la línea se piensa lo mismo de su gobierno y no por ello nos alarmamos[193].

 

Ovidio Urioste describe el desenlace:

 

Fue un error de Salamanca abandonar La Paz, mucho más sin la custodia adecuada. El 27 de noviembre de 1934, sectores politizados de las tropas bolivianas, leales al General Peñaranda y al Coronel Toro, se resistieron a la orden presidencial. Tropas al mando del mayor Germán Bush cercaron el chalet de la Casa Staudt, donde se había alojado el presidente Salamanca. En medio del mayor despliegue de fuerzas, se apresó al presidente y Capitán General del Ejército [...] quien no tenía siquiera una pequeña escolta[194].

 

A propósito de este hecho insólito, el historiador Roberto Querejazu Calvo, llega la siguiente conclusión:

 

De todas las revoluciones o golpes de Estado en Bolivia, esta fue una de las más grotescas. Se extrajeron tropas de las trincheras, que se encontraban en plena zona de operaciones, a doce kilómetros del enemigo. Los principales jefes hicieron apuntar cañones a la residencia donde se alojaba el envejecido jefe del gobierno, la rodearon de soldados armados con fusiles y ametralladoras, que manifestaban abiertamente actitudes valentonas, incitadas, en algunos de ellos, por el alcohol libado durante la noche de vigilia. Aprisionaron a su víctima; más tarde le exigieron su renuncia. Salamanca firmó el documento casi gozoso de que los militares, a quienes nunca había estimado, a quienes culpaba de los desastres de la guerra, quitasen de sus espaldas una cruz, que se le había hecho demasiado pesada, condenándose a sí mismos ante el juicio de la historia, con un acto, que por el lugar y las circunstancias en que se producía, tenía las características de una traición a la Patria[195].

 

Los militares amotinados y golpista, convinieron con el vicepresidente José Luis Tejada Sorzano, para que asumiera la presidencia vacante. Evaluando, la ironía de la historia, que jugó a los militares bolivianos, se puede decir que fue el mejor cerco que lograron realizar los comandantes, en toda la guerra. Salamanca no se privó de declararlo. Daniel Salamanca retornó por vía aérea a Cochabamba. Once días después hubiera tenido que soportar el desastre de Yrendagüé. Se liberó así de la responsabilidad, pero no del temor que acrecentaba su decaimiento desde un año atrás: El temor de que Bolivia se viera obligada a firmar la paz, en condiciones de sometimiento, con el ejército paraguayo, pisando territorio históricamente boliviano. Responsabilidad ésta que acarrean los errores de los comandantes golpistas. Esa ocupación era responsabilidad de Tejada Sorzano, de Elio y sus correligionarios liberales; sobre todo del ejército, el que había iniciado su desplazamiento hacia la toma del poder.

 

 

Pese a la derrota boliviana en El Carmen, del 16 de noviembre de 1934, aguijoneados por la creciente sospecha, de muchos oficiales bolivianos, sobre las inexplicables retiradas del Segundo Cuerpo paraguayo, desde posiciones favorables, el Coronel Toro, después de ocupar Picuiba, siguió avanzando, para desalojarlo de La Faye. El Teniente Coronel Félix Tabera escribe:

 

[…] las tropas del Cuerpo de Caballería, […] agotadas en su estúpido avance hacia el desierto de Picuiba, donde era sobradamente conocido por todos, llegaron piel y huesos, fueron obligadas a trabajar día y noche en los forzados servicios de exploración y seguridad en el caprichoso y disparatado dispositivo «ofensivo-defensivo» ideado por Toro[196].

 

Luego de equiparla las armas capturadas a los bolivianos en El Carmen, después de un breve descanso dado a los soldados, el General Estigarribia devolvió la 8.ª División el Segundo Cuerpo paraguayo. A principio de diciembre de 1934, dicha División contaba con 5,500 efectivos. De todas maneras, su situación era un tanto complicada. Antes que el Coronel Toro concentrara más de 12,000 efectivos sobre La Faye, el Coronel Franco, fiel a su estilo de conducción, planeó la maniobra más audaz, además de sorpresiva de la guerra. La recién llegada 8.ª División debía infiltrarse entre dos divisiones bolivianas, con rumbo a los pozos de agua del fortín Yrendagüé. Para ello debía recorrer 70 km de desierto, en pleno verano, con más de 45 grados de calor a la sombra, atravesar los montes, sin abrir una picada para no ser detectada por las patrullas y la aviación boliviana; tomar el fortín para dejar sin agua a todo el Cuerpo de Caballería boliviano, desplegado en el desierto, entre Picuiba y La Faye. La 8.ª División paraguaya, al mando del coronel Eugenio A. Garay, inició la marcha el día 5 de diciembre de 1934; con gran esfuerzo y con sus hombres al borde de la deshidratación, llegó a Yrendagüé, tres días después. Tomó el fortín y los pozos, cortando así el suministro de agua y las comunicaciones bolivianas. El sorprendido Coronel Toro, su jefe de Estado Mayor y los comandantes de las dos divisiones, quedaron aislados en la placentera Carandaitý, a 160 km de distancia de sus tropas, las que combatían en el desierto frente a La Faye. El Teniente Coronel Félix Tabera, circunstancialmente a cargo de esas unidades, ordenó la inmediata retirada hacia el fortín 27 de Noviembre, asumiendo la responsabilidad de esa decisión, en contra de las órdenes, desconectadas de todo principio de realidad, enviaba el Coronel Toro por avión desde Carandaitý. Sin agua, las tropas bolivianas comenzaron a desintegrarse. Muchos soldados salvaron sus vidas entregándose. Los días 9 y 10 de diciembre, miles de soldados bolivianos, que habían abandonado armas y equipos, murieron de sed o se suicidaron, desperdigados por el desierto. Fue una de las batallas más crueles de la guerra. Este drama engendró una profunda impresión en el pueblo boliviano, cuando conoció el padecimiento sufrido por los soldados. El coronel boliviano Díaz Arguedas evaluó el drama en varios miles los muertos, por falta de agua, en 3,000 los prisioneros, además de la pérdida de gran cantidad de armas abandonadas en el desierto: 60 morteros Stokes Brandt, 79 ametralladoras pesadas, 498 livianas, 590 pistolas-ametralladoras, 11,200 fusiles, sumándose a esta contabilidad 200 camiones, que fueron a parar al ejército paraguayo[197].

 

En los depósitos de Yrendagüé los soldados paraguayos lograron rescatar de las llamas, cajas con botellas de champagne, vinos finos del Rhin y una enorme cantidad de botellas de cerveza[198]. Significativamente, entre los 3,000 prisioneros capturados no figuró ningún oficial boliviano, debido a que estos habían abandonado a sus tropas en el desierto. Toro, que por ese tiempo gustaba hacerse llamar el «Mussolini boliviano», acusó a sus subordinados[199].

 

El mensaje del Coronel Toro fue el siguiente:

 

Uno no debe tener finalmente ninguna consideración con la fatiga de los soldados a quienes es de vital importancia exigir el máximo esfuerzo. Uno o dos días de sacrificio…pueden ser suficientes para lograr el total aniquilamiento del enemigo que nos ha dado más de un ejemplo sobre este tema, mostrando que es posible vivir incluso meses careciendo de la mayoría de recursos (...) Le exijo mayor decisión y energía en el comando[200].

 

El coronel Ángel Rodríguez justificó corporativamente el desastre, atribuyéndolo a la falta de oficiales, a la «mala suerte» y al «optimismo» de Toro[201]. Ante la falta de un castigo ejemplar por parte de Peñaranda, oficiales de la 8.ª División boliviana intentaron hacer justicia por mano propia; eligieron por sorteo al Teniente Gualberto Villarroel para que liquidara al Coronel Toro por ser el principal responsable del desastre de Picuiba, intento que no pudo llevarse a cabo[202].

 

El historiador estadounidense Bruce W. Farcau equiparó la conducción del Coronel Franco con la del general estadounidense George Patton en la Segunda Guerra Mundial:

 

«La movilidad depende más de la personalidad del comandante y su estado mental, que de la velocidad de los vehículos que puedan tener a su disposición[203]».

 

Después de la derrota en El Carmen y el abandono de Ballivián, el Primer Cuerpo boliviano, Divisiones 4.ª y 9.ª , al mando del coronel Enrique Frías, estableció una nueva línea defensiva en Ybibobó, a 70 km al noroeste de El Carmen; lugar donde comienzan las primeras estribaciones andinas. Los 2,500 hombres de la 9.ª División, al mando del Coronel Jenaro Blacutt, protegían un frente de 18 km. Pese a que la aviación boliviana descubrió partes de una picada, que construían los paraguayos hacia ese lugar, el comando boliviano desestimó toda posibilidad de ataque en ese sector. El 28 de diciembre de 1934, aprovechando una tormenta, una división paraguaya, al mando del mayor Alfredo Ramos, se infiltró entre la 9.ª y 8.ª División boliviana, cortando el camino de retirada de la 9.ª División.

 

Juan Lechín Suarez describe:

 

Una noche de lluvia, mientras nuestras tropas, a causa de la fatiga, ocasionada por el repliegue, descansaban y dormían, tapadas con sus carpas, el enemigo pasa por nuestras líneas, sin disparar un solo tiro, cerrando a los regimientos Sucre y Aroma, [...] Los comandos no pueden hacer nada si la tropa no duerme [...] y si existe falta de oficiales, que deben vigilar a la tropa[204].

 

 

Todas las líneas de mando colapsaron causando una gran confusión. La artillería divisionaria abandonó sus posiciones, al iniciarse el ataque, muchos soldados huyeron hacia el río Pilcomayo, otros rompieron el cerco por iniciativa propia, el resto se rindió. En los primeros días de enero, 1,200 soldados bolivianos fueron hechos prisioneros, unos 200 se ahogaron en el cruce del Pilcomayo.

 

La 9.ª División se desintegró; se salvaron los coroneles Frías y Blacutt y otros oficiales. Ybybobó era uno de los tres pasos para acceder a las primeras serranías andinas, además de un importante punto estratégico, desde donde se podía atacar Villamontes, desde el sureste. Después de la derrota de Ybibobó, el comando boliviano estableció una nueva línea de defensas en Villamontes. Con sus arsenales, depósitos y líneas de comunicación, este pueblo era el último punto de apoyo de Bolivia en el Chaco. Su pérdida hubiera abierto el camino a Tarija. Teniendo en cuenta las precarias líneas de comunicaciones bolivianas, hubiera dejado toda esa zona en manos de los paraguayos. La tarea de defender Villamontes fue encomendada a los coroneles Bernardino Bilbao Rioja y Óscar Moscoso. Apoyada por la gran concentración de artillería y bajo la protección de extensas fortificaciones, la moral del ejército boliviano experimentó un repunte. En el sector sur del sistema defensivo, el río Pilcomayo sirvió de defensa natural a la 4.ª División boliviana, que se atrincheró a lo largo de la ribera sur de ese río, que a esa altura ya no sirve de límite con la Argentina[205]. Por su parte, el presidente Tejada Sorzano decretó, en diciembre de 1934, la movilización de todos los bolivianos en edad de prestar el servicio militar.

 

Este nuevo ejército boliviano, con sus 36 regimientos, duplicó al anterior. Por tercera vez, desde el inicio de la guerra, Bolivia tuvo una superioridad significativa de efectivos y medios sobre el Paraguay. Sin embargo, los problemas siguieron siendo los mismos: los soldados reclutados masivamente, aunque estaban bien armados, carecían de preparación y experiencia para el combate, a lo que se sumaba defectos muy ostensibles en la conducción. Por esa razón, y en contra de todo lo esperable, el ejército paraguayo, pese a su inferioridad numérica, escasos recursos y extensa línea logística, mantuvo la iniciativa. El 11 de enero de 1935, dos regimientos de la 3.ª División boliviana fueron rodeados en Capirendá, sufriendo 330 muertos y 200 prisioneros; el resto fue obligado a retirarse hacia Villamontes. Un destacamento paraguayo de 1,100 hombres, sin apoyo de artillería y reservas, al mando del mayor Caballero Irala, avanzó casi 100 km, desde 27 de Noviembre, hacia el río Parapetí. Luego de aniquilar a los regimientos Ingavi y Junín, además de batallones auxiliares, capturó Amboró y Santa Fe, los días 16 y 18 de enero. Avanzó hacia Casa Alta y Cambeití[206].

 

El día 23 de enero cayó Carandaitý en poder de la DRG, División de Reserva General. Las tropas paraguayas avanzaron sobre Boyuibé. El día 28 de enero, desalojaron de esa posición a las divisiones bolivianas DC-1, DC-2 y DI-7, cortando el camino, que unía Villamontes con Santa Cruz de la Sierra. Diez días después, en febrero de 1935, las mismas tropas envolvieron el flanco derecho del regimiento boliviano RI-12 Manchego, en Ñancorainza, en plena sierra. Este regimiento, al recibir ayuda de los regimientos de la 1.ª División de Caballería (DC-1), pudo salvarse. Las tropas paraguayas tuvieran que retirarse nuevamente hacia Boyuibé. En un último esfuerzo por terminar la guerra, el General Estigarribia decidió tomar Villamontes el 13 de febrero de 1935, contando solo 15,000 hombres, casi sin apoyo de artillería[207].

 

El Coronel Bilbao Rioja, contando con una concentración de 21,000 efectivos, sin nombrar los cuadros de oficiales y suboficiales[208], además de la superioridad aérea, estar protegios por excelentes fortificaciones, abundante artillería, pudo contener los sucesivos intentos paraguayos de ensanchar la ruptura inicial de 3 km, que se produjo en la línea defensiva boliviana[209]. El ataque fracasó con importantes bajas para los atacantes paraguayos. El 5 de abril de 1935, un destacamento paraguayo de 2,600 hombres, bajo las órdenes del Coronel Garay, a pesar de su inferioridad numérica y de medios, cruzó el río Parapetí, desalojó de la ribera occidental a 5,000 soldados, pertenecientes a dos divisiones bolivianas, al mando del Coronel Anze; luego de empujarlas más de 50 km, hacia el oeste capturó, el 16 de abril y por unos pocos días, el poblado guaraní de Charagua. El impacto político que produjo la caída de Charagua, la amenaza que implicaba a las instalaciones petrolíferas de la Standard Oil, en Camiri, a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, obligó al comando boliviano a lanzar, prematuramente, su planeada ofensiva, para recuperar todo el terreno perdido, desde enero de 1935. Del 14 al 16 de abril, el ejército boliviano arrolló las líneas paraguayas en el sector central a lo largo del camino a Camatindý. En el sur, el 19 de abril de 1935, los bolivianos retomaron Tarari, obligando al coronel Fernández y sus tropas a retirarse.

 

Entre el 24 y el 27 de abril, dos divisiones reforzadas cercaron firmemente a la 8.ª División paraguaya en Cambeiti. El Teniente Coronel Vergara Vicuña escribe:

 

Naturalmente que el futuro de las operaciones bolivianas [...] y el ritmo a imprimir al avance, dependía [inicialmente] de infligirle al ejército paraguayo un golpe recio que lo hubiera paralizado traumaticamente [...]. Y el pensamiento militar boliviano y las ansias del país todo, se afincaron en el cerco de Cambeiti, en el cual, durante cuatro días, se mantuvo en suspenso una febril incógnita. Grande debió ser el desencanto cuando el Comando Superior boliviano [...] en un comunicado, de fecha 28 de abril de 1935, concluía con las esperanzas, muy factibles por cierto, que se habían forjado en torno al, hasta hacia poco, bien anillado cerco del sector central norte[210].

 

La 8.ª División paraguaya rompió el cerco en el punto más fuerte. Escapó por las laberínticas quebradas de la sierra de Aguaragüe. En el norte, las fuerzas del Coronel Anze empujaron lentamente al Destacamento Garay hacia el río Parapetí. La contraofensiva boliviana recuperó las márgenes de ese río; sin embargo, no pudo tomar el estratégico cruce de Huirapitindí, desde donde las fuerzas de Garay podían recuperar fácilmente el río[211].

 

La ofensiva boliviana, pese a la amplia superioridad en hombres y recursos utilizados, fue parca en sus resultados. Se realizó al costo de elevadas bajas; este costo fue del orden del 20 % de las tropas empleadas[212].

 

Dos días habían transcurrido, desde el instante en que se había desencadenado la sorpresiva contraofensiva boliviana, del 14 de abril de 1935, sin embargo, ya se vislumbra su fracaso, de acuerdo a los objetivos propuestos en el plan de ataque. No se cumplieron

 

sus objetivos fundamentales [...] lo que se había visto en Carandaitý, Algodonal, Villazón y Picuiba, durante la contraofensiva del Cuerpo de Caballería Toro, septiembre a noviembre de 1934, se había repetido con matemática exactitud en esta nueva contraofensiva del Parapetí [...] desgraciadamente para las armas bolivianas, el imperio de la rutina operativa y el pródromo [sic] de debilidades de comandos afectados por el recuerdo de otros reveses en las personas de algunos de sus componentes [...] siguió pautando con sometimiento a un exceso de seguridad reñidos con los principios [...] de la economía de fuerzas y de la sorpresa[213].

 

La ofensiva boliviana se detuvo el 16 de mayo de 1935, cuando el Coronel paraguayo Rafael Franco retomó la iniciativa con un sorpresivo ataque sobre el regimiento boliviano Castrillo, que vigilaba el estratégico sector de Quebrada de Cuevo; recuperó Mandeyapecuá, localidad donde se presumía, que existían grandes reservas de petróleo. Días después, el regimiento paraguayo Valois Rivarola intentó cercar a dos regimientos bolivianos y unidades menores, que escaparon apresuradamente hacia Yohay[214].

 

Nuevamente el General Estigarribia buscó la forma de tomar Villamontes. Esta vez desatando previamente sobre sus defensores un verdadero ataque de artillería. Para ese fin solicitó a la marina paraguaya el desmantelamiento de los cañones binarios delanteros, de 6 metros de largo y 120 milímetros de diámetro; cada uno de la cañonera Humaitá. Para transportarlos a 15 km de Villamontes; desde esa distancia destruir sus defensas[215].

 

Se prepararon los puentes del ferrocarril, se diseñó un medio de transporte, que soportara los 5,500 kilos de peso, se planeó la construcción de un soporte de cemento para sostener el retroceso, se transportó al Chaco un tractor de gran capacidad, para llevarlo hasta la zona de operaciones. La finalización de la guerra impidió que los cañones del Humaitá pudieran actuar sobre Villamontes.

 

A fines de abril de 1935, la 6.ª División boliviana, comandada por el Coronel Ángel Ayoroa, integrada por los regimientos RI-14 Florida, al mando del Teniente Coronel Julio Bretel, y el RC-2 Ballivián, al mando del Teniente Coronel René Pantoja[216], contando con un total de 3,000 efectivos, inició su aproximación al fortín Ingavi, ocupado por los 370 efectivos, de la fracción López[217]. El plan consistía en tomar Ingavi, primero, desde allí avanzar hacia el fortín Aroma, al este, o hacia el fortín 27 de Noviembre, al suroeste. Estigarribia envió al Teniente Coronel Cazal Rivarola, con la orden de impedir que Ingavi cayera en manos boliviana.  Con el objeto de mantener a Bolivia lo más lejos posible del alto río Paraguay, considerando las conversaciones diplomáticas en curso. Cazal Rivarola organizó su fuerza en tres raleados regimientos, integrados por veteranos con años de combate[218]. Los bolivianos capturaron Pozo del Tigre, en el Kilómetro 14, una posición adelantada a 14 km del fortín Ingavi. A fines de mayo atacaron, sin éxito, el fortín sufriendo unas 100 bajas. Mientras el coronel Arrieta reemplazaba al Coronel Ayoroa, Cazal Rivarola, con no más de 850 hombres, comenzó a rodear al regimiento RI-14 Florida, en Pozo del Tigre. El 5 de junio de 1935, las fuerzas paraguayas cortaron el camino Ingavi-Ravelo, en la retaguardia del RI-14. El regimiento RC-2 Ballivián acudió en su ayuda e intentó abrir una brecha sin éxito. Tampoco sirvió el apoyo de la 5.ª División boliviana. Entre el 7 y el 8 de junio de 1935, la batalla de Ingavi terminó con la captura del teniente coronel Bretel, en ese momento comandante de la 6.ª División boliviana cercada, de los mayores Marcial Menacho Páez y Humberto Berndt Vivanco, mercenario chileno, que fuera contratado por el ejército boliviano, en enero de 1935, que al caer prisionero comandaba el regimiento Ballivián[219]. Se capturaron 2 jefes, 7 oficiales y 361 soldados. Los días siguientes, las tropas paraguayas aceleraron su avance hacia Ravelo, persiguiendo a tropas bolivianas dispersas. La velocidad del avance impidió que estas pudieran sostenerse en el km 25, ni en el km 35, o Pozo del Bárbaro, donde existía una importante fortificación. En el avance se capturaron prisioneros y sobre todo camiones, armas y provisiones, que facilitaron el avance de Cazal Rivarola[220].

 

El Coronel Toro culpó del resultado al comando del Tercer Cuerpo «por la mala interpretación», dada a sus terminantes directivas. Nueve años después, el Coronel Ángel Rodríguez no solo criticó esta actitud de Toro de descargar culpas sobre los subordinados, sino que lo acusó de querer implementar «tenazas» en el Chaco y sostener ideas «hinderburguianas» de cortar las comunicaciones enemigas, lejos y con bastante tropas[221].

 

En Buenos Aires, las partes acordaron firmar, el día 12 de junio de 1935, un protocolo de paz. Ese día, las tropas de Cazal Rivarola, que ya habían avanzado 32 km desde Ingavi, estaban a solo 15 km de su nuevo objetivo: Ravelo y las instalaciones petrolíferas bolivianas. Estos sucesos influyeron en la delegación boliviana para firmar el protocolo de paz[222].

 

Tomás Manuel Elío, jefe de la delegación boliviana en Buenos Aires, dijó:

 

Prácticamente hemos perdido el Chaco. Hoy el problema de la guerra está vinculado a la desintegración de los departamentos de Santa Cruz y Tarija y a la pérdida de nuestras riquezas petrolíferas. Frente a esta situación no podemos cruzarnos de brazos y respectar el drama, cuya prolongación puede causar la ruina definitiva del país[223].

 

La duración, los pesimo0s resultados, la espantosa lista de bajas propagaron el descontento del pueblo boliviano ante la guerra. Solo los militares sostenían, que con tiempo y recursos todavía se podía alcanzar la victoria. Esta actitud era solo para salvar las apariencias. En mayo de 1935, en plena ofensiva boliviana sobre el río Parapetí, el coronel Ángel Rodríguez expuso que para alcanzarla se necesitaban 50,000 hombres, 500 camiones, gran cantidad de municiones y recursos monetarios suficientes para sostener el aprovisionamiento del ejército por largo tiempo[224]. Si no disponemos de estos elementos, que son indispensables, la paz debería ser aceptada, ahora que ambos ejércitos están equilibrados[225].

 

El día 5 de junio de 1935, en Buenos Aires, miembros de la delegación boliviana, que analizaban el cese de las hostilidades consideraron que debía pedirse la opinión del comando del ejército, concretamente del General Peñaranda y del Coronel Toro. Ante este requerimiento, el representante del ejército boliviano en la delegación, Coronel Ángel Rodríguez, afirmó: «El comando soy yo». Años más tarde explicaría los motivos de aquella afirmación:

 

Tenía en mi conciencia que esta afirmación podía hacerla con más derecho que cualquiera de los dos que habían quedado en Villamontes, planeando disparates [se refiere a Peñaranda y Toro] […] enseguida pregunté al ministro de Hacienda, señor Carlos Víctor Aramayo si se contaba con dinero para continuar la guerra. El señor ministro contestó que no había dinero. Inmediatamente repuse, en mi calidad de asesor militar y personero del comando: «Es mi opinión que se acepte la cesación de hostilidades PORQUE TAMPOCO HAY COMANDO». Como me mirasen asombrados por esta afirmación pase inmediatamente a explicar las actuaciones desacertadas del Coronel Toro [...] y terminé con esta frase: “Tengo el convencimiento de que al paso que vamos acabaremos por entregar nuestras petroleras[226]”.

 

El 12 de junio de 1935, en Buenos Aires, se firmó el Protocolo de paz, donde se acordó el cese definitivo de las hostilidades, sobre la base de las posiciones alcanzadas hasta ese momento por los beligerantes. El 18 de julio de 1935, en Puesto Merino, ubicado en la tierra de nadie, camino a Villamontes, se produjo el primer encuentro entre los comandantes de ambos ejércitos. La sencillez del General Estigarribia contrastó con las condecoraciones, correaje y fusta que portaba el General Peñaranda.

 

Al hacerse las presentaciones el momento es emocionante y solemne [...] La oportuna ejecución de la banda, disimuló las lágrimas, que brillaron en los ojos de muchos de los presentes. Peñaranda, hombre recio, tiembla de emoción. Estigarribia tiene la mirada dulce y tranquila[227].

 

Después de largas negociaciones, el tratado para terminar la guerra fue firmado en Buenos Aires, el 21 de julio de 1938. El canciller argentino Carlos Saavedra Lamas, había convocado a una Conferencia de Paz en Buenos Aires. Había obtenido el premio Nobel de la Paz de 1936, por su labor en pro de la paz en general; en particular por haber inspirado el Pacto antibélico Saavedra Lamas, firmado por 21 naciones y convertido en un instrumento jurídico internacional. Tuvo un papel importante como mediador para finalizar la guerra del Chaco. De la totalidad del Chaco Boreal, tres cuartas partes se reconocieron bajo soberanía paraguaya. Bolivia recibió una zona a orillas del río Paraguay, donde se encuentra hoy día Puerto Busch. El 27 de abril de 2009, 74 años después de finalizado el conflicto bélico, los presidentes Evo Morales Ayma, de Bolivia, y Fernando Lugo, de Paraguay, firmaron en Buenos Aires el acuerdo definitivo de límites territoriales del Chaco Boreal. El acto se realizó en presencia de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, de Argentina, previa aceptación por parte de sus respectivos cancilleres del Acta de cumplimiento y ejecución del Tratado de paz, amistad y límites entre Bolivia y Paraguay de 1938[228].

La construcción de la derrota

 

Después de la revisión de este itinerario de la guerra del Chaco, la impresión que deja es la de una construcción sistemática, casi constante, de una manera, incluso detallada, de la derrota. Es como si el alto mando se hubiera propuesto perseguir la derrota, como castigo o como condena; algo parecido a lo que había imaginado Daniel salamanca, solo que al revés. No podía haber algo más desatinado que oponer, al principio, una estrategia de guerra de posiciones, al fijar los fortines tomados y, en estos fortines, fijar a las tropas, a otra estrategia, la de guerra de movimiento, que desplegaba sus fuerzas, sin buscar ocupar el espacio, ni fijarse en él, sino volverlo dúctil, maleable, para envolver las posiciones fijas de las tropas de la otra estrategia, la de posiciones. No parece, nada acertado, dejar un fortín, tan adelantado, separado, por el cerco, agotando, descuartizando, desmembrando a las tropas que iban en su rescate. Mientras Boquerón resistía heroicamente, se destruía al resto del ejército. ¿Esto es una estrategia militar de guerra o, mas bien, de suicidio?

 

El panorama desolador del desbande en el retiro desordenado de las tropas vencidas, muestra un muy alto costo de la guerra, asombrosamente al comienzo mismo de la guerra. ¿Continuar la guerra, en estas condiciones, no era extremadamente desatinado? ¿Por qué se continuó? Se armó, después un segundo ejército, para volverlo a destruir, de una forma parecida a la anterior; aunque esta vez, obligados por el movimiento permanente del otro ejército, se incursionó en algo parecido a un contrataque, en términos de la guerra de movimiento; empero, de una manera tan descoordinada,  donde no solamente no acompasaban lo que deberían ser los picos de la tenaza, sino que se buscaba la confrontación frontal, con muy altos costos de vida; como si la vida no valiera nada, y se la recogiera como se cosecha yerba en un pastizal. ¿Acaso - hablando de la manera pragmática, que no compartimos - no le ha costado el ejército, al Estado, al mismo país, incorporar a los contingentes que fueron a la guerra, no le costaron cada uno de los soldados, además de seguir costando en el campo de batalla, por qué dejarlos morir de una manera tan derrochante, tan despilfarradora de vidas? ¿Qué clase de ejército es ese que hace morir con tanta facilidad a sus soldados? ¿No hay en esto no solamente desprecio a la vida de los otros, de la tropa, sino desprecio a los soldados mismos, a lo que son? ¿Qué clase de oficiales son estos que dejan morir a sus soldados o los abandonan a merced del avance enemigo; peor aún, dejándolos morir de sed, después de hacerlos caminar por el desierto? ¿Qué clase de guerra es esta donde se va a perder por tres veces con tres ejércitos diferentes, armados a costa de los cuerpos y la sangre del pueblo? ¿No es esto despojamiento y desposesión de la vida, como una continuidad, en el escenario de la guerra, del despojamiento y desposesión de una economía extractivista? Lo más grave, es que todo esto se ha dejado hacer, incluso el atroz golpe de Estado al propio presidente de la república, que fue a proximidades del frente, a buscar soluciones al desastre. ¿No era esto una traición a la patria, independiente de lo que se piense de Salamanca? Incluso, a los responsables se les ha dejado ser presidentes, como si esto, lo que hicieron, en plena guerra, sea cualquier cosa, una pequeña osadía, perdonable. ¿Acaso la excusa puede ser que hayan nacionalizado la Standard Oil? ¿Es que se puede confiar en una nacionalización efectuada en la provisionalidad y en la premura por quienes perdieron la guerra y sobre todo fueron los responsables de varios desastres y masivas muertes de soldados bolivianos? ¿Qué clase de nacionalista es éste que apoya esto, perdiéndose en el hecho jurídico de la nacionalización, como si este acto de soberanía no fuera también un proceso de utilización propia del recurso energético, incorporándolo a su propia economía, de acuerdo a lo que se llama, en pleno sentido de la palabra, producción y no extracción solamente? Es innegable que era imprescindible la nacionalización, que es la manera cómo los países periféricos, no solamente recuperan soberanía, sino construyen el Estado-nación, con la materialidad de esta recuperación y el hacerse cargo de lo propio. Sin embargo, no se puede convertir o reducir semejante acción propia y soberana en un simbolismo, para gozo y satisfacción del imaginario nacionalista, sin que se convierta en un acto de liberación del pueblo, sin que se convierta en un acontecimiento democrático. La izquierda nacional reduce la nación, el Estado-nación, al cuerpo simbólico del caudillo, empobreciendo con esto la nación y el Estado. Convirtiendo al pueblo en carne de cañón, como lo hicieron los oficiales del alto mando en el Chaco.

 

Este es el autoengaño de esos discursos del nacionalismo revolucionario, de la izquierda nacional. En esto se parecen a los otros discursos, pretendidamente revolucionarios; empero, subsumidos en el fetichismo de la razón histórica, en el fundamentalismo racionalista del iluminismo, pretendidamente radical. Ambos comparten formas de las representaciones autocomplacientes, aunque se trate de distintos discursos e “ideologías”. También, en esto de las representaciones autocomplacientes, ambos discursos, comparten con los discursos conservadores o, en su caso, liberales, también neoliberales, elocuentes, en esto, de una manera más explícita; estos discursos asumen sus representaciones autocomplacientes conservadoras o liberales como la patente realidad. El mundo para ellos es orden permanente, o, en su caso, progreso constante. ¿Dónde está la diferencia entre estos discursos? En las narrativas, en la forma discursiva, en la “ideología”; empero, sus fetichismos son análogos o equivalentes; inhiben la potencia social. Para jugar con una metáfora, no del todo apropiada, pero, también con el objeto de ilustrar; unos, construyen estados aparentes, construyen nacionalizaciones aparentes, construyen revoluciones aparentes; los otros, los conservadores y liberales, construyen un orden aparente, construyen un progreso aparente, construyen una modernidad aparente. Pueden ser diferentes sus “ideologías”; sin embargo, se parecen en lo fundamental, en lo constitutivo, en esta estrategia del autoengaño. Son como esos oficiales que dejaron morir a sus soldados en el desierto, los mataron por sed e inanición, los abandonaron en las trincheras, los llevaron al matadero improvisando estrategias y tácticas desacertadas. El problema es este, que después de derrotas graves, demoledoras, en tres guerras consecutivas, sobre todo la última, nada, en el fondo, haya cambiado, salvo los desplazamientos del Estado nación en su superficie.

 

 

 

 

 

 

La guerra permanente

Aproximaciones a las estructuras y ciclo largo de la guerra en Colombia

 

 

 

 

 

 

Dedicado a Lepoldo Múnera, profesor crítico de la Universidad Nacional de Colombia, intelectual libertario; a Carolina Jiménez, docente comprometida de la misma universidad, combatiente por la paz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A modo de introducción

 

Este ensayo comienza una secuencia que busca conformar un bloque de reflexiones, basadas en descripciones, algo así como el Acontecimiento Brasil y el Acontecimiento México, que ya escribimos y publicamos. Esta secuencia de ensayos correspondería, entonces, al Acontecimiento Colombia. Cada acontecimiento histórico-político-social-cultural es singular. En el caso de Colombia su singularidad se teje a partir del acontecimiento de la guerra larga. En este ensayo intentamos proponer una interpretación prospectiva, que ayude en la comprensión del tejido espacio-tiempo-territorial-social colombiano desde la perspectiva del pensamiento complejo.

 

 

Consideraciones conceptuales

 

No parece ser la guerra un fin en sí mismo, tampoco un principio; algo así como si estuviéramos condenados a una matriz inicial.  La guerra parece ser, mas bien, un instrumento o una maquina armada con instrumentos. ¿Esto la convierte en un conjunto de instrumentos de la política, por así decirlo? En un escrito anterior dijimos que no se puede sostener ninguna de las hipótesis o tesis contrastantes; la de que la guerra es la continuación de la política; la de que la política es continuación de la guerra[229]. Dijimos que ambas se dan juntas, entrelazadas e integradas. No se deja de hacer política en la guerra, no se deja de hacer la guerra en la política. Como se puede ver tampoco se puede convertir a la política en un fin ni en un principio. Más parece ser un medio, aunque también un ambiente, si consideramos su raíz, polis. Pero, en todo caso, aunque no estemos de acuerdo con esto de fin y de principio, que responde al imaginario histórico y linealista, también al imaginario pragmático; ¿de qué serían instrumentos o medios, la guerra y la política? ¿Del Estado? Dejemos el tema de las guerras en sociedades sin Estado; si se las puede llamar guerras o no, también el tema de si hay sociedades sin Estado. Quedémonos en esta hipótesis, sin discutirla todavía, de que el Estado tiene fines, se planea fines, entonces recurre a la guerra y a la política para lograrlos. ¿Cuáles serían los fines del Estado?

 

¿La dominación? ¿El control? ¿La conquista? ¿El territorio, los recursos, los bienes, las riquezas, las poblaciones? ¿La expansión? ¿La victoria en una competencia, por los mercados, por las tecnologías, por el excedente? Por ahí se mueven las tesis de las teorías del Estado, de la guerra y de la política. Empero, esto es como proponer la tesis de una guerra permanente. La guerra sería como una condición permanente, pues hay que mantener la dominación, el control, la expansión; preservar los territorios, los recursos, los bienes, las riquezas, defender o mantener las poblaciones, no perder la victoria. ¿No es esto desgastante a la larga?

 

La guerra sería desgastante y costosa para el Estado y para la sociedad que sostiene a ese Estado. ¿Tiene sentido algo como la guerra permanente? Visto de esta forma no parece tenerlo. Sin embargo, los estados atrapados en geopolíticas parecen apostar por este sinsentido, creyendo encontrar en la guerra su sentido. ¿Por qué lo hacen?

 

Antes de intentar responder esta pregunta, debemos también aclarar que no solamente los estados recurren a la guerra, sino también las sociedades o parte de las sociedades, cuando consideran que hacen la guerra contra el opresor. Aunque sean menos los casos evidentes o patentes; también aquí se tiene algo parecido a una guerra permanente, cuando la guerra se prolonga contra el Estado. ¿No ocurre lo mismo que le ocurre al Estado: una guerra permanente desgasta? Hay sociedades donde no parece ocurrir esto; se encuentran décadas guerreando contra el Estado. ¿Se desgastan o se fortalecen? ¿Por qué no pueden terminar la guerra? ¿Acaso en el anterior caso, el de la guerra permanente del Estado, y en el caso posterior, el de la guerra permanente de la sociedad contra el Estado, no se convierte la guerra en un fin en sí mismo?

 

Es tan larga la guerra, que aparecería como un antecedente del mismo Estado; no solamente como fin, sino como una manera de ser Estado. Lo mismo, aparecería como una manera de ser sociedad. La guerra no solo como el acontecimiento que hace inteligible a la sociedad, sino la guerra como lo que hace a la sociedad misma, la constituye[230].

 

No parece factible recurrir a la teoría de la conspiración para explicar este fenómeno de la guerra permanente. Hay algo en el Estado que lo hace recurrir a la guerra permanentemente, hay algo en esa sociedad singular que la hace recurrir a la guerra permanentemente. Hay también algo en la guerra que consolida al Estado, hay algo en la guerra que cohesiona a la sociedad.

 

Este algo parece tener que ver con que el Estado se apropia de la heurística y hermenéutica de la guerra, que es como un habitus de los nómadas, por así decirlo; mejor dicho una techné nómada. Gilles Deleuze y Félix Guattari decían una máquina de guerra nómada[231]. Al estatalizarse la guerra se transforma, se militariza, se institucionaliza; incluso se fija, se vuelve sedentaria. Se puede también atribuirle un carácter jerárquico de mandos, de distinciones entre oficiales y soldados. Ya no se trata de la iniciación ni del prestigio del cazador, sino del servicio obligatorio, del deber, de la profesionalización de los oficiales, de la ceremonia institucional de las órdenes y las obediencias. Ya no se trata del saber territorial de los nómadas, sino de la geopolítica, una pretensión de ciencia del espacio, con el objeto de su dominación.

 

El Estado moderno, el Estado-nación, han capturado, por así decirlo, la máquina de guerra nómada, después que el Estado despótico lo ha hecho. Ciertamente, la guerra ya no es la misma, que cuando los nómadas; la guerra que era para las sociedades nómadas parte de su movimiento, de su desplazamiento, continuo, también intermitente, incluso, se puede decir cíclico. Movimiento y desplazamiento que inventa el espacio con sus recorridos, que hace que la sociedad forme parte de los espaciamientos, de los ciclos territoriales, de los circuitos geográficos. Que respecto a las ciudades de donde emerge el Estado, las ocupa de manera sorpresiva; de repente aparecen, llegan, acampan; al principio son unos grupos dispersos; después se suman más; para luego ser multitudes, que se apoderan de la ciudad. La guerra es un juego, una artesanía y arte lúdico para los nómadas. En cambio, cuando el Estado aprende las técnicas de la guerra de los nómadas, convierte a la guerra en una formalidad; deja de ser un juego para convertirse en un conjunto de dispositivos institucionalizados, con el objeto de las dominaciones. Si los nómadas destruían a veces las ciudades o las fortalezas del Estado, aunque no siempre ocurría esto, pues las ciudades para las sociedades nómadas, son lugares de intersección, lugares donde se hace intercambio y se consiguen bienes. No tenían por qué destruirlas, salvo tomarlas provisionalmente, dado el caso. En cambio, el Estado, planifica la destrucción sistemática, pues para el Estado su ocupación es de conquista.

 

Entonces, la guerra tiene un sentido diferente para las sociedades nómadas que para el Estado. El Estado requiere de la guerra institucionalizada para vencer a los nómadas, que forman parte de sus preocupaciones paranoicas. El Estado se siente rodeado, sitiado, acechado, por los nómadas. Tiene que vencerlos, si es posible destruirlos, hacerlos desaparecer de la faz de la tierra; son su pesadilla. El Estado requiere de la guerra para conquistar, expandirse, someter a otros estados o destruirlos. Requiere de la guerra para someter a su propia sociedad institucionalizada, para mantenerla subordinada.

 

Las sociedades que entran en guerra con el Estado, se llame guerra civil, insurrección, guerrilla, teniendo cada una de estas formas su propia singularidad, en parte retornan a la guerra nómada y en parte retoman la forma de la guerra institucionalizada. En la medida que ocurre lo primero, se convierte la guerra en una guerra no solamente contra-estatal, sino de contra-poder, generando alternativas al Estado, a partir de las prácticas alterativas nómadas. En la medida que ocurre lo segundo, la guerra institucionalizada contiene al Estado como realización, entraña un proto-Estado. En este sentido, la guerra no sale del círculo vicioso del poder. Si vencen los sublevados, en este caso, instauran un Estado y repiten la historia anterior, de otra manera, con otros personajes, con otros discursos, quizás con otras características.

 

Se entiende entonces, que la guerra se vuelve permanente para el Estado, en tanto y en cuanto el Estado está en permanente guerra contra las sociedades nómadas, contra la sociedad alterativa; no solamente contra otros estados. Se entiende que la guerra se vuelve permanente para la sociedad que entra en guerra con el Estado; empero, apunta a un nuevo Estado, privilegia este aspecto de la guerra. Se trata de la misma guerra permanente, solo que no siendo todavía Estado. Si fuera diferente, si la guerra de la sociedad contra el Estado, privilegiara la alteridad contenida en la sociedad, los nomadismos contenidos en la sociedad, si optará por la guerra nómada, la guerra volvería a ser constitutiva de la sociedad nómada. La guerra volvería a formar parte de los continuos movimientos y desplazamientos, de las constantes invenciones, composiciones, asociaciones y combinaciones, que teje la sociedad alterativa. La guerra volvería a ser el juego lúdico de la sociedad en constante devenir.

 

Ahora trataremos de proponer hipótesis interpretativas de la larga guerra colombiana, que no se la puede entender como guerra prolongada, pues es más larga que la guerra prolongada; se trata de un ciclo de larga duración, que comprende sus estructuras de larga duración. Antes, haremos un repaso descriptivo del cronograma de esta guerra larga.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Descripción de la guerra larga

 

 

Se dice que el Estado-nación de Colombia fue inestable entre 1839 y 1885, lapso cuando se dieron lugar a unas secuencias de guerras civiles, inscribiendo su huella perdurable.  Estas guerras civiles respaldaron cambios constitucionales, cambios de régimen, incluso cambios de nombres. Un golpe político militar llevó al poder a José María Melo, en 1854; gobierno de facto que duró solo algunos meses. Derrocado Melo, se promovió el reajuste del ejército; lo que parecía ser la condición necesaria para instaurar el federalismo establecido en 1858. Sin embargo, esta situación no duró mucho; al poco tiempo estalló la quinta guerra civil, con una rebelión en el estado de Cauca. Desde entonces se hizo patente la inestabilidad, hasta 1876, en todo el periodo de legalidad de la Constitución de Rionegro; Constitución que otorgaba autonomía a los estados, así como permitía la organización de ejércitos regionales, que hacían de contrapeso al gobierno central. En este panorama regional, estallaron cerca de cuarenta guerras civiles regionales, solo una nacional. Los liberales radicales, insatisfechos ante este equilibrio inestable entre regiones y gobierno central, se levantaron en armas, intentando derrocar al presidente Rafael Núñez, en 1884, empero, el levantamiento fracasó.

 

La llamada Guerra de los Mil Días da comienzo al siglo XX. La crisis estatal se agrava con la pérdida de Panamá; separación instigada por las potencias imperialistas, que necesitaban el canal para ahorrar recorridos y tiempo, además de costos, en los viajes del Atlántico al Pacífico.  En una coyuntura aciaga el presidente Rafael Reyes se ve presionado a renunciar (1904-1909). De todas maneras, en 1930, culmina la hegemonía conservadora despuntada en 1886. Un liberal ganó las elecciones presidenciales, poniendo fin a casi medio siglo de gobiernos conservadores. La presidencia de Olaya Herrera (1930-1934) comenzó el periodo denominado de la República Liberal; los liberales se sucedieron en el poder durante un poco más de una década y media; desde 1930 hasta 1946.       

 

Después vino el dramático periodo denominado de “La Violencia”; se trata de los doce años, que se extienden de 1946 a 1958. Hablamos de guerra civil prolongada entre liberales y conservadores; se dice que esta guerra arrojó más de 300 mil muertos. Como consecuencia de esta guerra civil, se ocasionó el desplazamiento de miles de campesinos, trasladándose a las ciudades, desalojando el campo, buscando refugio. Esto cambió la composición demográfica, la población dejó de ser rural, transformándose en urbana. En 1946 el 42% de la población de Colombia ya vivía en la ciudad; siguiendo esta tendencia, en 1959 la proporción urbana alcanzó al 53%; en el año 2005 la población urbana constituía ya el 74,3%.

 

En las regiones y zonas desalojadas y despobladas, las tierras fueron compradas a bajo precio por la burguesía industrial. Hablamos de regiones como el Valle del Cauca, la sabana de Bogotá, Tolima y Meta. Las haciendas establecidas se dedicaron a la producción agraria capitalista. Los campesinos migrantes se transformaron en el proletariado agrario.

 

Los conservadores retomaron el poder; sin embargo, en otras condiciones que antaño; no lograron las mayorías en el Congreso. Además no fue nada tranquilo su periodo de gobierno. El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, en 1948, desencadenó la revuelta y la insurrección popular, conocida como el Bogotazo. Volvió el fantasma, el espectro y el cuerpo martirizado de la guerra civil; la misma que se dilató hasta 1960. Los conservadores permanecieron en la presidencia hasta 1953; momento en el cual se dio un golpe de Estado, haciéndose cargo del gobierno de facto el General Gustavo Rojas Pinilla.

 

El gobierno de Rojas Pinilla hizo propuestas de paz para terminar con la guerra civil; un grueso de las guerrillas entregaron sus armas; sin embargo, al poco tiempo varios de los guerrilleros que lo hicieron fueron asesinados. Ante estas circunstancias, liberales y conservadores se pusieron de acuerdo, poniendo fin a la dictadura de Rojas Pinilla. Se conformó una Junta Militar provisional; en ese panorama político se organiza el Frente Nacional, buscando garantizar el retorno a la democracia electoral, acordando la alternancia en la presidencia entre liberales y conservadores.

 

Se puede decir que el acuerdo entre liberales y conservadores, la conformación del Frente Nacional puso fin a la guerra civil de estas dos corrientes políticas, una guerra civil que atravesó el país durante un siglo. Culminaron las guerrillas liberales. Sin embargo, se estaba lejos de acabar con el conflicto armado, cuyas raíces se encuentran en la lucha de clases, en la dominación y la exclusión social, en la explotación y subordinación social, también racial. Emergieron de este contexto y de sus espesores sociales otros proyectos guerrilleros. En 1964 nacen las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el 7 de enero de 1965 el Ejército de Liberación Nacional (ELN), en julio de 1967 el Ejército Popular de Liberación (EPL), en 1984 el movimiento indigenista Quintín Lame (MAQL) y el 19 de abril de 1970 el M-19.

 

Se puede catalogar como historia reciente la temporalidad comprendida desde 1960 hasta nuestros días, que nombramos como presente. En el presente estamos ante los llamados Diálogos de Paz, que se llevan a cabo en la Habana, entre el gobierno colombiano de Juan Manuel Santos y las FARC; así como entre el gobierno colombiano y el ELN, en Ecuador; sin embargo, esta mesa todavía no se ha instalado oficialmente.  Cada cuatro años entre 1982 y 2002, los llamados Diálogos de Paz, las negociaciones involucradas, han variado de acuerdo al perfil del gobierno y los criterios asumidos. Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos fueron los presidentes sucesivos desde el 2002 hasta el presente, siendo el último el presidente vigente de la república de Colombia. En este periodo se han desvinculado cerca de 54,000 guerrilleros y paramilitares. En contraste, las Fuerzas Armadas regulares se han venido fortaleciendo continuamente. También, en el periodo, se ha implementado el conocido Plan Colombia, plan diseñado entre el gobierno colombiano y el gobierno de los Estados Unidos de Norte América. Uno de los puntos de este plan tiene que ver con la disminución progresiva de cultivos ilícitos, principalmente de la hoja de coca. El incremento de las prácticas para erradicar los cultivos ilícitos, han ocasionado el descenso de Colombia al tercer lugar de producción mundial de cocaína, dejando de ser el principal productor; sitio que ocupó por décadas. Otro de los puntos, quizás el más importante, por su incidencia, es considerar el plan como contrainsurgencia; en otras palabras, un dispositivo de guerra contra la llamada insurgencia; en términos claros, contra el pueblo colombiano. Sin embargo, con la desmovilización de las denominadas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que son los paramilitares, a mediados de 2006, las denominadas bandas criminales (BACRIM) se han hecho cargo de las actividades realizadas por los paramilitares.

 

El gobierno del presidente Juan Manuel Santos promueve, desde 2012, en los Diálogos de Paz, un proceso de paz con la guerrilla de las FARC-EP en La Habana, Cuba, buscando encontrar una salida política al conflicto armado. Por otro lado y paralelamente, viene efectuando otro proceso de paz con la guerrilla del ELN en Ecuador. Ambos procesos son dificultosos y delicados; han dibujado un recorrido difícil y sinuoso. De todas maneras, parecen avanzar. Sin embargo, la gran ausente en estos Diálogos de Paz es la misma sociedad colombiana, la gran afectada por la larga guerra[232].

 

Se puede decir que el conflicto armado en Colombia corresponde a una guerra asimétrica de baja intensidad[233]. Las fuerzas involucradas en el enfrentamiento son el ejército regular de Colombia, los ejércitos irregulares de las guerrillas, los destacamentos paramilitares y los brazos armados del narcotráfico. El conflicto armado ha pasado por varias etapas de agravación de la conflagración múltiple, por así decirlo[234]. A pesar de haber adquirido características singulares, un perfil y estructuras singulares, el conflicto armado, en la historia reciente, el mismo tiene sus nacimientos en los espesores de la matriz histórica-política del periodo de “La Violencia”. Guerra civil entre liberales y conservadores, que tiene, a su vez, sus emergencias, en la entonces llamada la Nueva Granada, que, posteriormente se independizó de la Corona española[235]. Es cuando se inicia una querella sobre la forma de Estado[236].

 

La pregunta que vamos a hacernos es: ¿Cuál es la complejidad del conflicto armado? Responder esta pregunta requiere no solo de aproximaciones a la experiencia social y a la memoria social colombiana, sino de la perspectiva del pensamiento complejo. Por de pronto, partiendo de algunos hilos del tejido espacio-temporal-social-cultural-político, de algunas miradas rutilantes, que hacen como iluminaciones de linterna, intentaremos proponer hipótesis interpretativas prospectivas.

 

 

Hipótesis 1:

 

Como en todo el continente de Abya Yala, los nacientes Estado-nación, lo hacían, es decir nacer, primero en el marco jurídico-político liberal; como si fuera la palabra de la ley la que diera vida a las flamantes repúblicas. Sabemos que no es así, que es al revés, si se puede hablar así, por lo menos para ilustrar, que es la materialidad histórico-política, que son las condiciones de posibilidad históricas-sociales-políticas-culturales las que posibilitan la edificación de la república. Al nacer en la ilusión jurídica, las flamantes republicas, ingresaron inmediatamente en una crisis estatal, de carácter institucional. Estaba la Constitución; sin embargo, la misma se aposentaba sobre un vacío institucional. En este contexto y coyuntura de Estado endeble, estallan los conflictos entre las fuerzas concurrentes y en competencia por el dominio político. Se puede decir que las fuerzas conservadoras eran como las fuerzas realistas, que basaban su derecho a gobernar sobre la base de la materialidad de sus propiedades latifundistas; en tanto que las fuerzas liberales basaban su derecho a gobernar en la Constitución liberal. Estas últimas eran, mas bien, fuerzas encargadas de cumplir las tareas pendientes, sobre todo de realizar la Constitución.

 

Los liberales han tenido un perfil, una composición, una convocatoria, mas bien, popular. Esto se explica porque su liberalismo apuntaba a la defensa de los derechos consagrados en la Constitución, beneficiando con esto a las mayorías. En tanto que los conservadores, mantuvieron una convocatoria, mas bien, elitista; sostenida en el poder, en el peso del dinero y de la riqueza, en la jerarquía de las familias. Aunque, lo que decimos tiene que ser matizado o regionalizado, pues también estamos ante la presencia de fuerzas centrífugas, que convertían a las regiones en países, hasta estados regionales, separados y en competencia; con sus propias jurisdicciones.

 

Se puede adivinar las ventajas comparativas, en términos de monopolio de violencias regionales, de las que gozaban los conservadores, pues ejercían un poder jerárquico, de abolengo, familiar, de intimidación, copando el ejército con la oficialidad ligada. También incorporaban a parte de los subordinados por coacción a las filas de sus ejércitos. Sin embargo, estas ventajas comparativas, heredadas, no pueden durar mucho tiempo, ante el fortalecimiento en crecimiento de la convocatoria liberal, mas bien espontánea, con adherentes y simpatizantes voluntarios, inclusive masivos, contando con la inclinación popular. Esta larga guerra civil entre liberales y conservadores no tuvo, en términos claros, un ganador; por eso, se explica el acuerdo al que llegan para gobernar mediante alternancia.

 

Si se puede decir, con toda la relatividad del caso, que el conflicto político, en torno a la forma de Estado, que alimentó la guerra civil, se resolvió, en los términos perentorios; esto no quiere decir, de ninguna manera, que los otros conflictos, sobre todo sociales, se resolvieron. No tardaran, estos conflictos, en prender de nuevo la mecha de la guerra. El conflicto social, que alimenta el decurso de la guerra larga, no ha llegado a ninguna resolución, hasta ahora. En los Diálogos de Paz se intenta encontrar acuerdos y mecanismos que coadyuven a esto. Sin embargo, parece más difícil encontrarlos, comparando con el conflicto político entre liberales y conservadores. La problemática social requiere tratamientos distintos a los procedimientos y negociaciones habidas entre liberales y conservadores. No está fácil llegar a acuerdos mientras persistan las problemáticas sociales. Si se quiere realmente llegar a resoluciones, aunque sea en forma de procesos, es menester abordar ampliamente estas problemáticas sociales. Si se las soslaya se está encaminando los Diálogos de Paz por un camino muy angosto, donde no cabe la complejidad de los tópicos y temáticas sociales; creyendo que se puede avanzar solo tratando el tema político. Es esta una equivocación. Aunque se llegue a feliz término en lo que respecta a la problemática política, que incluye la problemática militar, dejando pendiente las problemáticas sociales, no tardara de prenderse nuevamente la mecha de la guerra, en una sociedad que lleva la lucha de clases a la intensidad de la lucha armada. Mucho más aún cuando las clases dominantes pretenden dar en concesiones los territorios ocupados por las FARC a empresas trasnacionales extractivistas, buscando desalojar a las poblaciones que los habitan.

 

 

 

Descripciones de coyunturas dramáticas

 

El conflicto armado exteriorizó una vertiginosa escalada durante la década de 1980. La presencia de la guerrilla en varias regiones del país[237], los asesinatos selectivos de miembros civiles de la izquierda a manos de los grupos paramilitares, la aparición de tramos del narcotráfico, que chocan con la guerrilla, en el propagación de sus actividades delictivas, el secuestro extorsivo de familiares de capos del narcotráfico por parte de la guerrilla, todo esto coadyuvó a la escalada en el incremento y la intensificación del conflicto.

 

No hay que olvidar que es también durante la misma década, cuando Colombia experimentó transformaciones económicas; la transición de país cafetero a país minero y cocalero, contando con la participación económica de nuevos sectores de la agroindustria, así como de la economía extractivista, de la minería del carbón, el petróleo y el oro. Quedaría coja esta breve descripción si no se anota que se añade a esta descripción económica el suroriente del país, donde se expandió rápidamente la economía política de la cocaína

 

Entre 1988 y 2003 es el lapso de mayor acentuación de la violencia[238].  Es en la segunda mitad de la década de 1990, cuando se presenta la mayor perversión del conflicto; se generalizan la toma armada de poblaciones, las desapariciones forzadas, las masacres indiscriminadas de civiles, el desplazamiento forzado masivo y los secuestros colectivos de civiles, militares y políticos[239]. La cima de esta intensificación beligerante aparece durante el lapso comprendido entre la presidencia de Andrés Pastrana y el gobierno de Álvaro Uribe; es cuando convergen explosivamente la movilización punitiva estatal, las acciones de las guerrillas, las violencias descarnadas de grupos de narcotraficantes y paramilitares.

 

Analistas creen que a partir de la desmovilización de los grupos paramilitares, entre 2003 y 2006, añadiendo un notorio decaimiento de la guerrilla, se da lugar un descenso de la intensidad del conflicto armado[240]. Sin embargo, a pesar de estas apariencias, las organizaciones paramilitares no cesaron su actividad amenazante y de terror; continuaron sus labores destructivas en su condición de carteles de droga, equipadas con gran arsenal militar; estos paramilitares, ahora, son llamados BACRIM.  La guerrilla preservó su capacidad de combate y ocupación territorial en determinadas regiones[241].

 

Conmensurando la huella de la guerra larga, un estudio, realizado en el 2013, cifró en 220,000 las muertes causadas por el conflicto desde 1958[242]. Esta cifra queda chica, cuando se abarca al resto de personas que han sufrido otros crímenes de guerra; la cantidad sobrepasa los 6 millones de víctimas estimadas. Hablamos de las personas que fueron desaparecidas, amenazadas, secuestradas, víctimas de algún acto de terrorismo, personas afectadas por el asesinato de un ser querido, víctimas de minas antipersonal, tortura, reclutamiento forzado de menores de edad y violencia sexual[243].

 

 

 

Hipótesis 2:

 

Para comprender estas sucintas descripciones es menester salir del discurso jurídico-político, de sus artículos, de sus enunciados, de sus principios legales, de sus representaciones. Es necesario situarse en los espesores de los juegos de fuerzas, que atraviesan cuerpos, e inscriben en ellos la intensidad de sus descargas. Es indispensable entender que estamos ante estados de situaciones que no pueden circunscribirse al concepto de Estado, incluso al mismo concepto de conflicto, así como al concepto de guerra institucionalizada. Estamos ante la elocuencia desenfrenada de fuerzas que usan toda la violencia posible para lograr sus objetivos. En pleno sentido de la palabra, no hay exactamente gobierno, sino administración de la guerra; las instituciones del Estado son dispositivos y engranajes de la guerra, destinados a ganar la guerra. En el mismo sentido, el ejército de liberación, las fuerzas de liberación, supuestamente al servicio de la lucha de clases, se convierten en dispositivos absorbidos a la vorágine de la guerra, descargando también toda la violencia posible para ganar la guerra. Y estamos ante destacamentos armados de las economías políticas del chantaje, de los tráficos, de la economía política de la cocaína. Estos destacamentos no pretenden ser otra cosa, estar al servicio del orden o de la liberación, como ocurre con el Estado o la guerrilla, sino de manera descarnada son lo que son, destacamentos armados para apoyar los recorridos de los tráficos y proteger a los carteles.

 

En esta cruda realidad, no se puede buscar su comprensión y su inteligibilidad, en las representaciones estatales, tampoco en las representaciones “revolucionarias”, mucho menos en donde no hay representaciones, sino, mas bien, un imaginario perverso de la riqueza y de la violencia, asumida como el paraíso de los violentos. Esta cruda realidad solo puede ser descifrada por la deconstrucción de los discursos, que encubren las apariencias, por la deconstrucción de las pretensiones institucionales, que se sustentan en principios categóricos, en el deber ser, así como en las promesas de los derechos.  En la diseminación de las estructuras institucionales, estructuras de poder, que son las materialidades donde se edifican las violencias descomunales.

 

Estamos ante un Estado-nación que se comporta, efectivamente, como una máquina de guerra institucionalizada. Máquina de guerra de un capitalismo dependiente, extractivista, aditamentado con las formas del capitalismo especulativo, financiero, coactivo de las economías políticas del chantaje. Una máquina de guerra, articulada a las máquinas de guerra del imperio, que se ocupan del control policial mundial, del cuidado de los circuitos financieros especulativos, los circuitos de las materias primas, los circuitos de las mercancías, los circuitos de los capitales golondrinas, los circuitos de los tráficos. Si hay una economía nacional, hay que situarla como parte de esta singularidad compleja, que expresa el sistema-mundo capitalista en una localización desmesurada, por la violencia, agobiante por las coacciones contra la población, destructiva por la larga guerra dilatada en el espacio de los desacuerdos y las desigualdades, perversa por la administración rentista y el negocio creciente de la guerra.

 

Estamos ante una guerra, donde parece borrarse los perfiles contrastados, antagónicos, en lucha. Pues los perfiles tienden a parecerse, en la medida que ignoran a la sociedad sufriente, a las poblaciones afectadas, coaccionándolas, obligándolas a apoyos forzados. Esta ausencia de democracia, mucho más si se trata de democracia participativa, este descarte taxativos de consensos para la acción, esta imposición de verdades discursivas, desgastadas en el transcurso de las desafiantes singularidades complejas de los tejidos sociales, termina convirtiendo a unos y otros, en enemigos cómplices del poder, de la reproducción del poder, del circulo vicioso del poder, que solo puede marchar, capturando las fuerzas vitales de la vida

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fetichismo geopolítico

A propósito de la geopolítica sinuosa de la OTAN

 

 

 

¿Cuál es la geopolítica de la OTAN después de la aparente culminación de la guerra fría? ¿Continuar con la guerra fría, por otros caminos, con otros argumentos, menos elaborados, un poco más excéntricos, como dicen algunos analistas? ¿Se trata de consolidar la hegemonía, por lo menos la dominación, unipolar de la híper-potencia imperialista, que es el complejo económico-militar-tecnológico-científico-comunicacional de los Estados Unidos de Norte América, como dicen otros analistas? ¿La estrategia es adelantarse a la guerra por los recursos, por la energía, por el agua, que se avecina, como otros analistas predicen? ¿Es una estrategia de las máquinas de guerra del sistema-mundo capitalista, en la etapa crepuscular de la dominación del capitalismo financiero, combinada con el capitalismo extractivista, como nosotros dijimos[244]?  Vamos a evaluar estas preguntas, sus hipotéticas respuestas, sus argumentadas interpretaciones, a la luz de la coyuntura mundial, que halla sus zonas de conflicto de mediana y alta intensidad en el medio oriente y en la Europa oriental

 

La declaración de la OTAN, después de los bombardeos rusos a las posiciones, depósitos de armamentos, centros de operaciones, campos de entrenamiento, del Estado Islámico, es prácticamente una confesión, aunque velada e implícita, de su complicidad en la conformación del fundamentalismo copioso y exagerado del Estado Islámico, para ser cierto. La declaración dice, más o menos, en su parte sobresaliente, lo siguiente: que la OTAN va a defender a Turquía, que es miembro de la OTAN. Como si Turquía fuera la amenazada y no se estuviera amenazados por el Estado Islámico. ¿No era que la OTAN, los estados de Europa, Estados Unidos de Norte América, estaban en una guerra declarada contra el terrorismo? Cuando los bombardeos rusos son efectivos contra las posiciones del Estado Islámico - no como cuando los bombardeos norteamericanos y europeos, los franceses, eran notoriamente poco efectivos -, simulando bombardear estas posiciones, la OTAN se siente desolada, incluso amenazada. Esa declaración no solamente dice explícitamente que defenderá Turquía, sino dice implícitamente, que defiende las posiciones del ISIS.

 

Este es el meollo de la cuestión. La OTAN y Estados Unidos conformaron el ISIS, como un dispositivo exacerbado, enmascarado de terrorismo, con otros objetivos, que no son los declarados, de combatir el terrorismo. ¿Cuáles son estos objetivos?  ¿Destruir Siria, atacar Irán, que es lo que conjeturan otros analistas, sobre todo partidarios de la defensa de ambos países contra la agresión imperialista? ¿Para qué? ¿Control y dominio del preciado recurso del petróleo? En otro escrito dijimos, que, en todo caso, estas potencias dominantes del sistema-mundo capitalista, no necesitan hacer la guerra para dominar, pues ya tienen el monopolio de las cadenas energéticas, desde su extracción hasta su industrialización, comercio y especulación[245]. No se necesita una guerra para mantener el dominio que ya lo tienen. ¿Acaso se trata de, incluso, quitar a los países exportadores del petróleo las magnitudes de la parte que les toca de los términos de intercambio ganados? ¿Apuntalar la geopolítica a un control absoluto, disminuyendo al máximo, es decir, haciendo desaparecer la soberanía de los países productores de petróleo? Teóricamente puede ser aceptada esta hipótesis, aunque se encuentre un tanto poco fundamentada, en comparación con las circunstancias y condiciones de la mecánica del funcionamiento del sistema-mundo y la economía-mundo capitalista, en el periodo actual, del dominio financiero global; circunstancias y condiciones que requieren se descritas y explicadas.

 

Otra cosa que dijimos es que asistimos a la hipertrofia de las máquinas de guerra, de los complejos tecnológicos-industriales-militares, de los aparatos de inteligencia y de información, de los irradiantes y globalizados medios de comunicación y de sus versiones virtuales, en redes que ya envuelven al planeta, como abultadas telarañas. Que esta hipertrofia explica la generación de estrategias propias, parciales, especializadas, de estos aparatos de guerra, que, incluso, cobran independencia, respecto a sus sociedades, pueblos y, es más, de sus estados. Para mantener sus cuantiosos presupuestos, gastos de guerra, de defensa, de inteligencia, en condiciones donde la guerra ya es, por decir, imposible, si es que se quiere ganar o sobrevivir. En realidad, estas máquinas de guerra, estos aparatos, estos complejos, en las condiciones de la tecnología militar de destrucción masiva, están demás; sus dimensiones son exageradas e insostenibles. Por eso, en consecuencia, lo que parece ser una explicación más plausible, una de ellas, es que estas máquinas de guerra hipertrofiadas requieren mantener el fantasma de la amenaza para seguir reproduciéndose en las dimensiones abultadas, escandalosas y grasosas, como lo hacen hasta ahora.  Por eso, asistimos, ya no a la continuidad de la guerra fría, ya no a las guerras de baja intensidad, que fueron como un puente, entre las guerras de alta intensidad y las actuales formas de guerra, sino a lo que llamamos guerras de laboratorio, que pueden adquirir dimensiones desde locales hasta regionales, incluso, en el peor de los casos, mundiales.

 

Estas interpretaciones hipotéticas y prospectivas son sugerentes, sobre todo para salir, primero, de las teorías de la conspiración, que son pobres teóricamente; empero, atrayentes por su especulación novelera. Segundo, para salir de los paradigmas economicistas, que reducen las explicaciones al determinismo económico. Tercero, para salir del recurrente paradigma religioso del fiel/infiel, convertido, por la política institucionalizada, en el esquematismo dualista del amigo/enemigo; paradigma que tiene como supuesto moral la lucha cósmica del bien y el mal. Sin embargo, a pesar de este desplazamiento saludable, es menester contrastar esta interpretación crítica con la descripción de las situaciones y las características de los conflictos concretos, que se desatan en el medio oriente, en la Europa oriental, en Ucrania y también en el África.

 

Observemos, primero, una secuencia, que tiene que ver con las guerras del golfo, que después se extienden con la “guerra civil” - así se la llamó - en Libia, ocasionando la destrucción práctica de Libia como Estado. Ahora, la estrategia avanza, en nuevos escenarios, cambiando de formas y de tácticas, en Siria, buscando también su destrucción como Estado. La participación de la CIA en Afganistán, con AL QAEDA, cuando Estados Unidos se involucró en la guerra contra la “ocupación soviética” de Afganistán, su intermitente complicidad con AL QAEDA, en los eventos donde aparece nuevamente, con un fundamentalismo más marcado, llegando a trasladar esta estrategia, haciéndola más sofisticada, en el caso del Estado Islámico, nos muestra otra secuencia paralela, oficiosa. Donde esta implementación minuciosa, aunque complicada, de intervención solapada, encubierta con motivos religiosos fundamentalistas, se efectúa conformando los recorridos de estas guerras de laboratorio, constituyendo sus personajes, actores, protagonistas, construyendo sus discursos de probeta, estridentes, aunque no convincentes.

 

Estamos ingresando al periodo crepuscular de las guerras de laboratorio, guerras artificiales; sin embargo, sangrientas y despiadadas. Lo que menos interesa es la población civil; de manera cínica, se ha hecho elocuente la frase que pretende justificar el genocidio sistemático contra la población civil. Se dice que se trata de daños colaterales. Los daños colaterales son ya tan numerosos, que eso de colateral parece una broma macabra; los daños colaterales son tan destructivos, que eso de colateral parece humor negro, que muestra su mueca grotesca y sarcástica sobre los cuerpos desechos de los muertos y de los cuerpos martirizados de los heridos y torturados.

 

Es esto lo que llama la atención; la perdida de todo rastro humanista. Para los técnicos y especialistas de estas guerras de probeta no hay humanos del otro lado, no hay víctimas, sino daños colaterales, números del costo de la eficacia de sus tecnologías militares.  ¿Es esta una anticipación cruel del mundo que proponen las máquinas de guerra? Parece que sí. No es esta una utopía técnica de ciencia ficción. Este es el producto de estos dispositivos hipertrofiados, independizados, que se consideran indispensables, es más, se consideran los centinelas del orden del mundo, algo así como el ejemplar sensacionalista y fascista the terminator. Hay que indagar en la subjetividad de estos especialistas y técnicos de la guerra, de la inteligencia, de la información y de estas estrategias de las guerras de laboratorio. ¿Quiénes son? ¿Qué son? ¿Humanos o máquinas?

 

La racionalidad abstracta, que nosotros denominamos racionalidad fantasma[246], ha llegado demasiado lejos; ha borrado todo vestigio de humanidad, todo vestigio de vida, en sus mapas abstractos, donde escenifican las rutas, las formas posibles de la guerra. Mapas de guerras simuladas, que ya no son juegos o entrenamientos, sino reales. Se ha borrado la frontera entre la simulación y la realidad; entonces, estas máquinas terminan actuando, ejecutando, en el mundo real, como si actuaran, de la misma manera, en sus juegos de simulación. Se mata, entonces figuras, no humanos. Estos hombres-máquinas, han reducido el mundo a la caricatura de los video-juegos; ahí llega su imaginación, pero, también su inteligencia.

 

Manejan mucha información, tienen acceso a centros de información y de datos, sus archivos clasifican a países, a estados, a gobiernos, a personas; todo esto lo hacen casi inmediatamente, por la capacidad tecnológica de los medios de información. Sin embargo, sus interpretaciones y sus análisis dejan mucho que desear. Ciertamente no podemos pedirles nivel teórico; sin embargo, tampoco son capaces de lograr descripciones adecuadas a la variedad, diferencia, complejidad de los temas, tópicos, problemáticas que atienden; que se les antoja, de manera paranoica, como amenaza. Por cierto, manejan modelos aprendidos, incluso académicamente; pero, estos modelos son como los juegos, caricaturas insostenibles teóricamente, también insostenibles contrastando con los hechos, en su proliferante despliegue. Empero, de todas maneras, como ironía, fungen de especialistas, incluso, de “sabios”, solo porque son sostenidos por estos aparatos y sus estructuras altisonantes. La pedantería es lo que más merodea en esos sitios. El porvenir del mundo está en manos de estos niños mimados, que tienen en sus manos armas de destrucción masiva y tecnologías devastadoras.

 

Son peligrosos no solo para el mundo, para los pueblos y las sociedades del mundo, para los pueblos y sociedades de los países que consideran peligrosos y de los estados que consideran “canallas”, sino son altamente peligrosos para los pueblos de sus propios países y estados, que dicen defender. La inexplicable historia, por lo menos, hasta ahora, del 11 de septiembre de 2001, habla de ello. Ya se haya dado por pusilanimidad o descuido de los servicios de inteligencia, en el mejor de los casos, ya se haya dado por conspiración de los propios servicios de inteligencia, en el peor de los casos, lo ocurrido muestra patentemente la incidencia en los desenlaces de estos servicios de inteligencia y aparatos de guerra. Los atentados del ISIS o de gente simpatizante o involucrada con el ISIS, en Francia y en Canadá, vuelve hacer aparecer la figura operativa de estos servicios de inteligencia. Nadie está a salvo de la estrategia de guerra de laboratorio de estas máquinas de guerra. ¿Se puede detener este camino al abismo?

 

Teóricamente sí. Son los pueblos los que tienen que poner coto a este juego mortal de los niños mimados, especialistas y técnicos de las guerras de laboratorio, de los hombres-máquinas de las guerras de probeta. Ningún país, ningún Estado, en las condiciones del mundo contemporáneo, requiere de semejantes composiciones monstruosas hipertrofiadas de una guerra imposible, si es que se quiere sobrevivir.  Los pueblos pueden deshacerse de estos delirios de guerra. No hay que destinar presupuesto para estos ociosos de la guerra. Sin embargo, sabemos que el problema es más complejo. ¿Cómo llegan los pueblos a esa convicción y decisión?

 

Esto ciertamente no es nada fácil. Los pueblos del mundo tienen internalizado el poder en sus cuerpos modulados, tienen cristalizado el Estado en sus huesos, tienen inoculado el miedo a la amenaza de enemigos, de toda clase, que, en el fondo no se conocen. Sería una gran sorpresa, que al conocerlos encuentren que se parecen a ellos mismos, aunque con distintos leguajes, culturas, tamaños de economías, quizás más pobres que ricos, con más necesidades insatisfechas; empero, al fin, humanos de carne y hueso, sensibles al dolor y a la alegría. El no conocer al que se llama enemigo, quizás sea el comienzo, o unos de los comienzos, de esta in-humanización, de esta maquinización, de la guerra y de los conflictos. La maquinización de la guerra.

 

Otra cosa que dijimos, es que la geopolítica, que se resume a la teoría y a las estrategias de dominación del espacio, por parte de los imperialismos, no es otra cosa que una idea, un plan o, si se quiere, un conjunto de planes, que se implementan; empero, están lejos de adecuarse a la complejidad del mundo. Generalmente las geopolíticas fracasan. Están lejos de las investigaciones, las teorías, las descripciones, de las geografías contemporáneas, la geografía cuantitativa, la geografía humana, la geografía emancipadora[247]. La geopolítica es un boceto o diseño de adecuaciones de medios a los fines perseguidos, con el objeto de dominación del espacio, que, como tal, como espacio abstracto, como cartografía y espacio estratificado, no existe, sino como espacio-tiempo singular y concreto, proliferante en sus variedades ecológicas,   en manos de estadistas, de militares y de políticos. Que se sostiene por las ceremonialidad del poder, por las pantomimas de las instituciones del Estado. Se toma en serio a algo que no lo es, debido a la artificialidad de los climas de poder de los estados.

 

¿Qué es lo serio? Por así decirlo, en contraste. No es pues la geopolítica, insostenible teóricamente, incluso descriptivamente, a estas alturas, salvo en el imaginario insólito de los cuarteles y de los aparatos de guerra y servicios de inteligencia, salvo en la “ideología” de los estados. Lo serio es la situación a la que nos arrastran estos juegos geopolíticos. De las tesis mencionadas, hay quienes dirán que lo serio es la economía, la economía-mundo capitalista, sus contradicciones y sus crisis, que empujan a estos desenlaces de la guerra, desenlaces y recursos de emergencia. Esta tesis puede tener su consistencia; sin embargo, es como una verdad parcial, relativa, en un mundo complejo, que no se reduce al plano de intensidad de la economía. Como dijimos, en el sistema-mundo capitalista, prácticamente dominado por las potencias, no solamente industriales, sino financieras, especuladoras y extractivistas, no requieren las potencias hacer la guerra para dominar, porque ya lo hacen.

 

Lo que ocurre en el momento presente, lo que ha ocurrido en la historia reciente, en la historia de las estructuras de media duración, en la historia de las estructuras de larga duración, nos debe llevar a preguntarnos, en sus distintas tonalidades: ¿Qué somos? ¿Cómo hemos llegado a ser lo que somos en el momento presente[248]?

 

Si hay alguna tesis que pude ayudarnos a comenzar o, mejor dicho, recomenzar, a responder estas preguntas, es la tesis del fetichismo, como critica de la “ideología”, en sentido generalizado; no solamente fetichismo de la mercancía, sino fetichismo institucional, fetichismo del Estado, fetichismo del poder, fetichismo de las representaciones. Podemos entonces hablar del fetichismo de la guerra. Aunque las guerras hayan sido, en las historias de las sociedades, en las historias singulares de la modernidad, sobre todo en la historia mundial de la modernidad, indiscutiblemente reales, han sido interpretadas desde los imaginarios fetichistas. Este es el problema. Entonces, la guerra concreta, desgarradora, moviéndose en distintos planos de intensidad de la realidad, sinónimo de complejidad, es reducida a los esquematismos de los paradigmas e imaginarios de la guerra, que están lejos de comprender la complejidad del acontecimiento como éste, que exige de los humanos todo de sí.

 

Si bien, la guerra hace inteligible a las sociedades, en las teorías histórico-políticas, como dice Michel Foucault en Defender la sociedad[249], la guerra como fetiche, como fantasma, como amenaza, como recurso imperialista, es una ofuscación delirante en boca de generales y estrategas geopolíticos. Lo que han conseguido las guerras, efectivamente, es matar a muchos humanos, de manera cada vez más masiva, efectiva y racional. La pregunta es sugerente, aunque haya gente que cree que tiene respuestas, anticipadamente: ¿Quiénes han ganado una guerra? Bueno, no se puede responder tan fácilmente, diciendo que la ganaron los vencedores y la perdieron los vencidos. Porque la guerra no es exactamente algo parecido a un deporte, donde se puede decir, a ciencia cierta, cuantitativamente, quién gana y quien pierde. Para comenzar, la guerra es una tragedia para ambos bandos, aunque uno se crea ganador, pues el otro se ha rendido.  Segundo, la guerra es drama para las poblaciones y pueblos que la sufren. Tercero, la guerra, en la modernidad, ha adquirido alcances mundiales, devastadores, altamente destructivos, donde la mayor parte damnificada es la población civil. Si bien, aparentemente, los vencedores de la primera y segunda guerra mundial impusieron el orden mundial, que hoy vivimos o sufrimos, dominación que vino acompañada por la bonanza económica del desarrollo de las fuerzas productivas, de las tecnologías y las ciencias, estas guerras destruyeron parte de la memoria de la humanidad, parte de sus acumulaciones culturales, perdiéndose información necesaria para la vida, en general, como memoria sensible. El impacto de las guerras no hay que conmensurarlo en los cortos ni medianos plazos, sino en los más que largos plazos de los ciclos de la vida. Si los humanos no aprendemos de las lecciones de su propia experiencia, quiere decir que no somos aptos para adecuarnos a la complejidad del mundo y el universo, en constante devenir, y a las exigencias de la vida, en sus ciclos vitales, en sus distintas escalas, planos y espesores de intensidad.

 

 

Volviendo a la geopolítica de la OTAN, si bien es cierto que conciben una nueva geopolítica, después de la culminación de la guerra fría, en pleno despliegue del capitalismo especulativo y extractivista del sistema-mundo capitalista, en su etapa dominante financiera, esto no quiere decir que la geopolítica concebida, asumida orgánicamente, institucionalmente, estratégicamente y militarmente, sea científica, en el sentido de su objetividad, sea empírica, en el sentido de abarcar la complejidad. Más parece una herencia atascada de los juegos de guerra de los imperialismos del siglo XIX. Sin embargo, es verdad, sigue siendo el instrumento privilegiado de las máquinas de guerra y de los estados.

 

En este contexto problemático, hay una tesis que debemos sopesar; la que dice que las contradicciones imperialistas llevan a la guerra entre los imperialismos. Ahora, en otro contexto, diferente al siglo XX, cuando se desataron las guerras mundiales, volvería a ocurrir algo parecido, solo que bajo otras condiciones y circunstancias histórico-políticas-económicas. Esta es una tesis coherente y consistente; explica, quizás en gran parte, las conflagraciones bélicas mundiales. Sin embargo, habría que preguntarse si las contradicciones inter-capitalistas e entre-imperialistas, de los bloques capitalistas - pues sería insostenible la creencia de que Rusia o China no son potencias capitalistas, sino socialistas -, son equivalentes, ahora, a cuando se daban en el siglo pasado. En un capitalismo globalizado, en un sistema-mundo más integrado, en una economía-mundo interdependiente y global, es difícil sostener que las contradicciones de los bloques tienen el alcance virulento y antagónico, tal como se presentaban las contradicciones en el siglo XX. China, la principal potencia económica e industrial del momento, invierte para salvar de su crisis a Estados Unidos, pues si Estados Unidos se derrumba, China también lo haría, en un mundo globalizado. No parece tan cierto, que las contradicciones inter-capitalistas son comparables a las contradicciones del siglo XX. Por lo tanto, por lo menos, debemos aceptar, que esta interpretación, la de las contradicciones inter-capitalistas, que empujan ineludiblemente a la guerra, no es del todo sostenible.

 

¿Qué es lo que empuja a la guerra si no es tanto las contradicciones entre los bloques capitalistas? Esta es la pregunta. No se puede considerar como única respuesta esta tesis de la hipertrofia de las máquinas de guerra, hay otras interpretaciones posibles; hay que buscarlas, desde la perspectiva de la complejidad[250]. Pero, antes de abordar estas otras interpretaciones, que lo haremos en otros ensayos, debemos dejar en claro que nadie dice que la geopolítica de la OTAN no nos lleva y arrastra a la tercera guerra mundial; todo lo contrario, decimos que sí. Lo que tratamos de mostrar es que esta geopolítica por más que sea cierto que nos arrastra a la guerra, no por eso es científica, sostenible teóricamente, seria, en el sentido científico. No, no lo es. Este es el otro problema. ¿Por qué los estados, sobre todo las potencias, se dejan arrastras por este instrumento geopolítico, cuando es apenas una estrategia abstracta, esquemática, que se encuentra lejos de interpretar la complejidad?

 

¿A que juegan los estados, sobre todo las potencias, particularmente la híper-potencia dominante, el complejo militar-tecnológico-científico-económico-comunicacional? ¿A la dominación global y absoluta? Si ya dominan, aunque no de manera absoluta. ¿A qué apunta la híper-burguesía mundial trasnacional? ¿A dominar, controlar, monopolizar absolutamente toda la cadena económica, extractiva, productiva, comercializadora y de consumo, en el mundo? Si, de alguna manera, ya lo hace, solo que no de manera absoluta. No parece tan coherente una respuesta afirmativa a estas preguntas.

 

Volvamos a las interpretaciones más contundentes del capitalismo. El capitalismo se desarrolla a costos muy altos, los que no se contabilizan, pues se transfieren a la naturaleza, a la que no se la repara ni indemniza. Estamos ante un sistema-mundo que solo sabe crecer cuantitativamente, es decir, ilusoriamente, cuantificando parcialmente los costos y los beneficios, olvidando los costos más importantes, los costos que se transfieren a la naturaleza. Por lo tanto, nuestra interpretación, en principio general, es que el imaginario fetichista de la modernidad, con toda la constelación variada y diferencias que contiene, empuja a interpretaciones equivocadas de la realidad, sinónimo de complejidad, arrastrando a los que toman decisiones, que tienen el monopolio de las decisiones, los estados y gobiernos del orden mundial, con todas sus diferencias que puedan manifestar, así mismo, a las burguesías y burocracias que asumen, en términos de clase este imaginario, institucionalizándolo,  el que opera en estas rutas a la destrucción de las sociedades y el mundo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las dos caras de la híper-modernidad del sistema-cultura-mundo capitalista

 

 

 

 

 

Los analistas, los medios de comunicación, ni que decir los políticos de toda laña, califican a los del ISSIS como terroristas, los definen como pertenecientes a un pasado oscuro, recóndito, incluso feudal, superado por la modernidad. Se equivocan, no son ni pasado ni terroristas, en el sentido que le atribuyen a este término, como de un fundamentalismo recalcitrante, que ha optado por la violencia desmesurada, cruel y delirante, recurriendo al terror para convocar por miedo. Los del ISSIS, así como los de Al Qaeda, los yihadistas, los que perpetran ataques suicidas, no son otra cosa que lo mismo que son los otros, los que hablan a nombre de la civilización moderna universal, las subjetividades humanas del mundo de la híper-modernidad; solo que son la otra cara de lo mismo. Mientras que la gobernanza mundial de la simulación, de la virtualidad, de la diseminación del mundo efectivo[251], que emplea tecnología militar sofisticada, para bombardear ciudades del desierto, aldeas perdidas en territorios periféricos, dejando un número creciente de víctimas de los llamados daños colaterales - definición militar que parece derivada de un indisimulado humor negro -, que son sobrecogedoramente pequeños niños indefensos, que mueren sin haber entendido el por qué, ni tener la oportunidad de habérselo preguntado.

 

Ambas caras – tanto la de la disgregación universal como la persistente barroca y religiosa - de la híper-modernidad del sistema-mundo capitalista, en su etapa de diseminación, que Gilles Lipovetsky y Jean Serroy denominan cultura-mundo[252], causan terror, aunque sus métodos no sean los mismos, aunque sus discursos y sus argumentos sean diferentes. Al final, ambas caras, contrastadas y contrastantes, se complementan. Una cara, la de la globalización de la simulación, de la virtualidad, del capitalismo especulativo, la de la deuda infinita, la que se asume “democrática” o liberal, cuando esa “democracia” se efectúa mediáticamente;  la que dice defender los derechos humanos, sin embargo, lo hace como  derechos abstractos, que no reconocen a los seres humanos concretos demandantes, no reconoce  a las víctimas concretas; la que dice preocuparse por el medio ambiente y el cambio climático, pero, solo pide disminuir la emisión de gases de efecto invernadero, sin preocuparse, además, de hacer cumplir sus propias resoluciones mínimas. La otra cara, la de la descarnada y cruda versión de esta misma híper-modernidad, la que aparece, sin miramientos, de manera directa, expresando violentamente lo que es toda la modernidad: el desenvolvimiento inocuo y absurdo de la violencia, desatada técnicamente como proliferantes daños colaterales, en un caso, o como exacerbadas torturas religiosas, en otro caso.

 

Primero, George Walker Bush les ha declarado la guerra interminable a los yihadistas de AL Qaeda, después, recientemente, François Gérard Georges Hollande ha declarado la guerra a los yihadistas del ISSIS. Los consideran criminales de la humanidad, además de terroristas despiadados, destructores de los valores consagrados, demoledores de las libertades; son, por lo tanto, el mal. A su vez, los yihadistas, consideran a lo que llaman “occidente”, el mal, algo así como Sodoma y Gomorra mezcladas y expandidas en ese orbe. Ambos bandos enemigos declaran la guerra a muerte al mal, considerándose, cada uno, a su turno, y desde su perspectiva, el bien. Este recurso de definición del enemigo absoluto, deriva de la matriz religiosa monoteísta, matriz que ambos comparten, aunque uno de ellos lo explicite claramente como guerra santa y el otro lo exprese de una manera más burocrática, policial y política, diciendo que se trata de una “guerra contra el terrorismo”.

 

Los yihadistas del ISSIS son, entonces, la expresión descarnada, cruda, cruel, de un mundo que se disemina, se desvanece, a pesar de sus apariencias hegemónicas, así como también se disgrega en sus violencias inquisidoras. Un mundo donde desaparece la necesidad de convencer mediante una explicación coherente, que se llamaba “ideología”, en el mundo moderno; basta y es suficiente la semiótica sin palabras, la figuración sin conceptos, la exposición sin argumentos, de las desmesuradas violencias, en un caso, o de las violencias técnicas, violencias calculadas, pero, que causan masivos daños colaterales, en otro caso. No hay esmero, por ninguno de los lados, por dar cuenta coherentemente de lo que ocurre, de sus acciones. Unos dicen que se trata de “guerras humanitarias”, por los derechos humanos, también, de guerras de defensa anticipada a ataques estimados. Otros dicen que se trata de una guerra por el Califato mundial, como si fuese una nueva guerra santa, realizada en las condiciones de la posmodernidad de la vertiginosidad de lo efímero y banal. Sin embargo, estas exposiciones provisionales de ambos enemigos jurados, son apenas títulos y subtítulos sucintos, que no se encuentran desarrollados en sus discursos, salvo, en un caso, la presentación de listas dudosas de preparativos conspirativos; en el otro caso, la presentación de pecados del mal, que lleva como enfermedad su enemigo absoluto, el demonio del “occidente”. Estos discursos, si se pueden llamar así, no hubieran sido tomados en serio, en el contexto y en los escenarios, del debate y la concurrencia “ideológica” en la modernidad. Sin embargo, estos balbuceos, pues no son otra cosa, son considerados, se difunden, se analizan, en los medios, en los dispositivos de inteligencia, en las academias, en la híper-modernidad del sistema-cultura-mundo del capitalismo

 

Como decíamos, al principio, los analistas, los medios y los políticos se equivocan, respecto a los yihadistas, al calificarlos, denominarlos y clasificarlos como terroristas, como fundamentalistas, una especie de anacronismo ultraconservador anclado en el pasado oscuro feudal. De manera diferente, los yihadistas son la otra cara de lo mismo, de la misma violencia expansiva, arrolladora, que se desenvuelve, sin sentido, como queriendo llenar con cuerpos destrozados, martirizados, expuestos, los vacíos de su mundo, el mundo de la diseminación. Es lo mismo, solo que con métodos diferentes.

 

¿Si son lo mismo, por qué guerrean, por qué se contraponen, por qué aparecen como antagonistas, hasta enemigos absolutos? En un escrito anterior[253], dijimos que tanto el imperio como el fundamentalismo, enemigos declarados, son cómplices en el fondo; se necesitan, como enemigos, para la reproducción del poder. En un escrito posterior[254], llegamos a explicarnos las entreveradas conexiones entre los servicios de inteligencia del imperio con la conformación de estos grupos fundamentalistas. La complicidad implícita, no necesariamente deseada, aparece, en este último caso, como complicidad explicita, efectuada en una laberíntica estrategia de destrucción. Bajo las circunstancias del despliegue de los hechos y eventos, no se puede sostener el discurso de la “guerra contra el terrorismo”, ni las razones, que no aparecen.  Solo los medios de comunicación, los analistas y comentaristas invitados por estos medios, repiten como si fuesen datos estas declaraciones vacías. No hay tal “guerra contra el terrorismo”, cuando es el terror, el desenvolvimiento del terror, el que envuelve y compromete a ambos bandos. Una “guerra contra el terrorismo” tendría que ser una guerra contra ambos bandos, comprometidos, coparticipes, y cómplices opuestos, de la violencia desencadenada.

 

Con estas declaraciones se pretende encubrir el funcionamiento demoledor de la maquinaria del capitalismo especulativo, de la dominación financiera, que inscribe la deuda infinita en los pueblos, en todos los pueblos del mundo, incluso en los pueblos de sus propios países, donde esta híper-burguesía reside. Con estas declaraciones se pretende esconder la responsabilidad de la ocupación y destrucción de países donde se hallan los yacimientos del petróleo, o países cuyos estados les recuerda al nacionalismo de Gamal Abbel Nasser. Con estas declaraciones camuflan una geopolítica trasnochada de dominación de las regiones y zonas estratégicas. Geopolítica trasnochada pues corresponde a las teorías de dominación del espacio del siglo XIX, operadas y aplicadas instrumentalmente en la primera mitad del siglo XX. Descartadas a medias por obsoletas y utilizadas a medias por falta de imaginación en la segunda parte del siglo XX. Ahora, reaparecen en plena crisis orgánica y estructural del sistema-cultura-mundo capitalista, como queriendo encontrar asideros en esta diseminación que los empuja a la nada.

 

Los carteles fundamentalistas

 

Otro error de los analistas respecto al ISSIS es tomar como referente el discurso fundamentalista, como si el juego de poder, ahora, en el Medio Oriente, se estructurase en base al fundamentalismo y la concurrencia entre sus distintas versiones, más bien agrupaciones, organizaciones, religiosas. La “ideología” religiosa fundamentalista, fue parte de las preocupaciones, quizás hasta un momento dado en el siglo XX. Después de este momento de inflexión o de bifurcación, el discurso fundamentalista no es el vehículo de un debate, menos de una reflexión o interpretación de las escrituras sagradas, es, mas bien, la retórica, que encubre otra disputa, otras batallas; las del control territorial y poblacional, del control del recurso más cotizado en la era de la energía fósil, el petróleo.  Lo que hace ISSIS es vender petróleo de los territorios ocupados por su ejército; lo hace como si fuera un Estado establecido y reconocido en la comunidad internacional, como si fuera el soberano en esos territorios, soberano para los habitantes y sobre los recursos naturales. Esta venta se realiza por mecanismos financieros usuales, a pesar de la ilegalidad de la venta y la ejecución comercial. Este comercio del petróleo es sabido y permitido por las potencias occidentales, que dicen “combatir el terrorismo”.

 

Cuando Al Qaeda ocupó Afganistán se hizo cargo del comercio de la amapola; en realidad, se convirtió en el monopolio de este comercio. Con ISSIS pasa algo parecido, en los territorios ocupados, pero, con respecto del petróleo. Entonces asistimos a la conformación de carteles, que usan el discurso religioso como pantalla para ejercer el monopolio de recurso, sea éste lícito o ilícito; empero, efectuando el comercio por los circuitos ilícitos. Ahora bien, esto no quiere decir que la iglesia o las iglesias religiosas no tomen en serio sus escrituras sagradas, sus interpretaciones, sus creencias, sus valores, sus ceremonias, su dedicación. La religión, en su forma tradicional, continúa efectuando su liturgia, en la que compromete a la mayor parte de los creyentes. Estas prácticas e instituciones religiosas no son parte del llamado fundamentalismo, tan conocido ahora, mediáticamente.  El fundamentalismo, del que se habla por los medios y en los discursos políticos, en los análisis y comentarios difundidos mediáticamente, es otra cosa, tiene otra lógica y, ahora, corresponde a la historia reciente. El llamado fundamentalismo forma parte de los juegos de poder de conglomerados complejos monopólicos. Hablamos de monopolios complejos no solamente económicos, tampoco solamente monopolios tecnológicos-científicos, sino monopolios económicos-tecnológicos-científicos-comunicacionales-culturales, cuyos efectos políticos son de control mundial.

 

En el sistema-cultura-mundo capitalista la competencia no se da solamente o no se reduce al control de los mercados, sino se trata de control integral de sociedades, territorios, recursos, imaginarios, subjetividades, comportamientos, conductas. En otras palabras, se está generando una gubernamentalidad de estos conglomerados complejos, que no solamente aparecen en su expansión trasnacional, sino que atravesando los Estado-nación, de manera efectiva gobiernan en el mundo, incidiendo en conductas y comportamientos, constituyendo subjetividades, por medio de la economización de la cultura y la culturización de la economía, la estetización de la economía, la tecnificación minuciosa de los entornos de los cuerpos, de sus actividades y prácticas. Los Estado-nación se ilusionan de que tiene soberanía sobre sus ciudadanos y sobre sus recursos; aunque nacionalicen sus recursos, al final, en el control global de los procesos, los recursos nacionalizados se encuentran subsumidos en el los circuitos, recorridos, procesos, del control integral que ejercen estos conglomerados complejos monopólicos. Esta gubernamentalidad trasnacional - usando un término conocido, para facilitar la descripción - tiene un impacto notorio en la constitución del ciudadano global - usando esta figura también para facilitar la descripción.

 

En este contexto de varias capas, configurado por la gubernamentalidad trasnacional de estos conglomerados complejos monopólicos, la conformación de fundamentalismos activos, son fenómenos explicables. Nadie dice que son simples marionetas de estrategias de poder de estos conglomerados, menos de servicios de inteligencia de las potencias dominantes. Sino, como efecto de la crisis política, cultural, ideológica, de formaciones sociales y de estados periféricos, sostenidos, hasta el momento de inflexión, del que hablamos, en la “ideología” nacionalista, prioritariamente, si bien también se afincaban en la tradición religiosa, emergen, del desaliento, de la desmoralización, de la derrota, pero, también de la decadencia y de la evidencia lamentable de la corrupción, recurriendo, otra vez, a la convocatoria religiosa y de la guerra santa. Quizás los convocados creen en la convocatoria a una guerra santa, en la purificación de esta guerra; sin embargo, habría que ubicar, identificar y comprender cuando los que convocan creen más en el pragmatismo del control de los recursos, en la realización de esta economía política del petróleo, que permite la compra de armas.

 

No es pues una guerra santa; ese es el discurso, la retórica. Antes se decía que se trata de la guerra del petróleo. Ahora tendríamos que decir que se trata de la guerra por el control integral de esta gubernamentalidad trasnacional, de estos conglomerados complejos.

 

Por lo tanto, la “guerra contra el terrorismo” se la tendría que efectuar contra esta forma de gubernamentalidad trasnacional, no contra unas “organizaciones terroristas”, identificadas como fundamentalistas y fanáticas. Pueden ser esas algunas de sus características; sin embargo, esta descripción incompleta, no dice nada sobre la problemática, sobre el contexto de la emergencia de estas organizaciones religiosas fundamentalistas, que solo se pueden explicar en las mezclas y barroquismo que ocasionan los despliegues de la híper-modernidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las Líneas de Suministro de ISIS

 

 

 

 

 

En el conflicto desatado en el Medio Oriente, sobre todo circunscrito en Irak y Siria, donde el ISSIS ha ocupado extensos territorios de Siria e Irak se confecciona sobre una red logística, sustentada en pagos por petróleo, efectuados a través del mercado negro y de los rescates.

 

Se puede comparar el potencial de combate del ISIS con el de un Estado-nación periférico. Controla extensas zonas geográficas comprendidas entre Siria e Irak. Es capaz de defenderse militarmente y expandirse; siendo este el objetivo explícito del Califato. Ostenta los recursos para efectuar su proyecto político-religioso, comprendiendo a las poblaciones capturadas por su ocupación militar.

 

 

 

 

 

Los yihadistas, conjuntamente con las armas empleadas en la intervención de la OTAN en Libia, en 2011, marcharon a Turquía; de aquí a Siria. Este traslado logístico fue coordinado por funcionarios del Departamento de Estado de Estados Unidos de Norteamérica, apoyados por las agencias de inteligencia en Bengasi; lugar conocido de formación de yhadistas. Las líneas de suministro de ISIS se ejecutan con precisión dónde el poder aéreo de Siria y de Irak no puede ir. Al norte por Turquía, Estado miembro de la OTAN; al suroeste por Arabia Saudita y Jordania. Como apoyó operativo, a estas líneas de abastecimiento, se tiene una red logística, que incluye la región de Europa del Este y el Norte de África.

 

The London Telegraph describe la situación de la siguiente manera:

 

 

“[CNN] dijo que un equipo de la CIA estaba trabajando en un anexo cerca del consulado en un proyecto para suministrar misiles de arsenales libios a los rebeldes sirios[255]”.

 

 

The New York Times describe que:

 

 

“Las armas también han venido de Europa del Este[256]”.

 

 

 

El Blog Configurando Adjetivos escribe:

 

 

Desde sus oficinas en lugares secretos, funcionarios de inteligencia estadounidenses han ayudado a los gobiernos árabes en la compra de armas, incluyendo una gran adquisición proveniente de Croacia, y han investigado a comandantes rebeldes y grupos para determinar quién debe recibir las armas a medida que llegan, según han dicho funcionarios estadounidenses en el anonimato[257].

 

 

El mismo Blog, más abajo, dice:

 

 

Informaciones recientes han revelado  que ya en 2012 el Departamento de Defensa de los Estados Unidos no sólo previó la creación de un "Principado Salafista" a caballo entre Siria e Irak precisamente donde ISIS existe ahora, sino que la acogió con entusiasmo y contribuyó a las circunstancias necesarias para llevarla a cabo[258].

 

 

 

Lo que sorprende es, que a pesar de esta información conocida y difundida por medios de trayectoria, las potencias occidentales, que dicen “luchar contra el terrorismo”, hacen caso omiso, en otras palabras, hacen como si no supieran nada.  Algunos periodistas han viajado a la región, han sido testigos de lo que ocurre, cuentan con vídeos grabados, además de informes sobre las alargadas caravanas de camiones, que suministran armas al ISSIS.

 

 

La radio emisora ​​ Deutsche Welle (DW), de Alemania, transmitió el primer informe de vídeo de un importante medio de comunicación occidental, mostrando que el ISIS no se abastece gracias al ”aceite en el mercado negro" o a los "rescates de rehenes"; lo hace contando con miles de millones de dólares en suministros, efectuados a Siria, a través de la frontera de Turquía, usando caravanas de camiones al día.

 

 

La radio emisora DW describe esta situación, confirmando lo que  los “analistas geopolíticos”, en su momento, apreciaron, por lo menos desde 2011. El comunicado dice que:

 

 

ISIS se desplumaría si no fuera por el patrocinio multinacional, incluyendo, por supuesto, la propia Turquía[259].

 

 

El Blog Configurando Adjetivos, concluye:

 

 

Si un ejército marcha sobre su estómago, y el estómago de ISIS está lleno de suministros de la OTAN y del Estado del Golfo Pérsico, ISIS continuará la larga y dura marcha. La clave para romper la parte trasera de ISIS, está en romper la parte posterior de sus líneas de suministro. Para ello, sin embargo, y precisamente por eso el conflicto se ha prolongado durante tanto tiempo, Siria, Irak, Irán y otros tendrían que finalmente asegurar las fronteras y forzar a ISIS a luchar sin el apoyo turco, Jordania y Arabia - un escenario difícil de aplicar ya que naciones como Turquía han creado zonas de exclusión de facto dentro del territorio sirio que requerirían una confrontación militar directa con la propia Turquía para eliminarlas[260].

 

 

Como se puede ver, contando con estas descripciones, queda claro, por lo menos, la logística confeccionada, y por quienes, en esta “guerra santa” del ISSIS. Si se tiene clara esta información, sin hacerse a los desentendidos, se pueden sacar las conclusiones del caso; es más, se puede lograr interpretaciones adecuadas y explicativas del conflicto en el Medio Oriente, también de los atentados en Europa y Canadá.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La guerra como montaje

¿El ISSIS, la avanzada de la OTAN en Siria?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dedicado a los y las críticas, quienes conservan la perspectiva y el uso de la crítica, como iluminismo, incluso como iluminismo del iluminismo, la crítica de la crítica. Actitud libre y racional, raciocinante, cuando la razón se oponía al oscurantismo, a la religión y a la autoridad heredada. Ahora, cuando la razón se ha vuelto abstracta e instrumental, una razón fantasma, algo así como el nuevo oscurantismo, después de la revolución industrial, es menester reincorporar la razón al cuerpo, a la fenomenología de la percepción, de donde es parte, de donde emerge, combinándose en composición con las otras facultades del cuerpo, las sensaciones, las imaginaciones, además de ese saber previo a todo saber que es la intuición. Críticas y críticos que sospechan del montaje de la “guerra contra el terrorismo”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Estamos ante un nuevo tipo de guerra, una guerra de la tercera ola, según Alvin y Heidi Toffler. Los autores de War and Antiwar: Survival at the Dawn of the 21st Century[261], consideran una evolución en las formas de hacer la guerra. La teoría considera que la guerra es una forma de obtener riqueza; que, por tanto, evoluciona como el modo de producción, en el cual se sustenta. Al cambiar el modo de producción, acompañado por las transformaciones sociales y culturales, modifica la condición y forma de la guerra; en consecuencia, obliga a los ejércitos a adecuarse a las nuevas condiciones de la guerra. Las conflagraciones bélicas emergen del contexto de las tensiones, contradicciones y antagonismos de la civilización. Transformaciones figuradas metafóricamente como “olas”, haciendo hincapié en el conjunto del proceso de cambio. Estas olas son ocasionadas por las revoluciones tecnológicas y científicas, que inciden, a su vez, en transformaciones socioeconómicas. Las transformaciones socioeconómicas conforman nuevas civilizaciones.

En este panorama evolutivo, de transformaciones socioeconómicas, de desplazamientos civilizatorios, las fuerzas armadas se ven obligadas a cambios estructurales en sus formas de organización, logística y estrategias.

Como se sabe, los autores dividen la historia, vivida hasta el momento, en tres olas. Ahora bien, en el horizonte de cada una de las olas, la guerra asume las formas apropiadas que exigen las condiciones de la época.

 

Un resumen sucinto de la configuración de cada una de las olas, sería el siguiente:

 

 

- Durante la primera ola, caracterizada por el modo de producción agrario, cuyo eje primordial radica en el cultivo de la tierra; cuyo segundo eje fundamental radica en la domesticación de animales, la guerra se explica por la conquista y la búsqueda del control de los recursos territoriales. Los destacamentos armados intervienen en combates intermitentes, solo en temporadas trazadas por el ciclo agrícola. La organización de estos ejércitos, su armamento, sus mandos, sus alcances son limitados; las órdenes se transmiten verbalmente, el combate es cara a cara y la paga es irregular, habitualmente en especie[262].

 

 

- Durante la segunda ola, la de la revolución industrial, la guerra se encarga de mermar, incluso destruir la logística del enemigo; menoscabar, incluso quebrantar o, en su caso, controlar los recursos, destruir su capacidad productiva. Los ejércitos son macizos, grandes organizaciones armadas, con sus divisiones, sus fuerzas armadas especializadas, sus comandos, sus mandos centralizados. Disponen de armamento estandarizado, fabricado en líneas de montaje. La oficialidad es formada en academias militares; mejoran notoriamente las comunicaciones, se transmiten las órdenes por estos medios y por escrito. Se conforman sofisticados servicios de inteligencia e inventan leguajes en códigos cifrados. Las armas pesadas, automáticas, la utilización apreciable de ametralladoras, la incorporación de motorizados, de equipamiento mecanizado, sobre todo de tanques blindado, cada vez más destructivos, impulsan una modificación de las tácticas. La guerra se transforma, elevando, sin precedentes, su capacidad destructiva; los Estado-nación invierten un presupuesto cada vez más importante en los ítem militares; las potencias, vencedoras de la segunda guerra mundial acumulan un enorme arsenal nuclear[263].

 

- En la contemporánea tercera ola, la guerra vuelve a transformarse; en primer lugar, la revolución informática y cibernética, introduce la digitalización, dando lugar también a una expansión de la virtualización. Se convierten en instrumentos apreciables las computadoras, que conforman una red de información, casi en tiempo real, así como obtienen mapas, asombrosamente detallados, además de acercar las imágenes, fotografías y películas de la presencia y distribución del enemigo en el espacio[264].

 

 

 

 

Rubén-A. Benedicto Salmerón, de la Universitat Autònoma de Barcelona, en Teorías y conceptos para entender formas actuales de hacer la guerra, analiza las teorías contemporáneas de la guerra; fuera de la de Alvin y Heidi Toffler, también estudian la tesis de las Guerras de Cuarta Generación (4GW). A propósito, Rubén-A. Benedicto Salmerón escribe:

 

 

Podría afirmarse que esta teoría inicia su andadura pública en el artículo The Changing Face of War: Into the Fourth Generation, de la edición de octubre de 1989 de Marine Corps Gazette y de Military Review. Sus autores son William Lind, el coronel Keith Nightendale y otros oficiales del cuerpo de marines (USMC) y del Ejército (Army) de los Estados Unidos. En diciembre de 1994, realiza una revisión de su teoría en el artículo Fourth Generation Warfare: Another Look publicado en el Marine Corps Gazette. Destacar también algunos artículos del Tte. Cnel. Thomas Hammes, por ejemplo, The Evolution of War: The Fourth Generation publicada en la edición de septiembre de 1994 del Marine Corps Gazette.

 

Su impacto es mayor entre el Cuerpo de Infantería de Marina, por el especial interés de este cuerpo en los conflictos de baja intensidad, la insurgencia y el terrorismo, conflictos en los que la teoría está enfocada en tanto considera que es el tipo de guerra futura que se está ya desarrollando[265].

 

La evolución en las formas de hacer la guerra vendría concebida de la siguiente manera:

 

 

Se considera en esta teoría que los ejes que provocan un cambio generacional en los modos de guerra pueden ser dos: la tecnología y/o las ideas. Las ideas, a su vez, serían el producto y reflejo de factores políticos, sociales y económicos... Se afirma que la sociedad está sufriendo un cambio fundamental, desde unas bases industriales a otras basadas en la información. La sociedad cambia y las formas de conducir la guerra habrán de cambiar en concordancia con esos cambios societales.

Consideran que los factores clave que dominarán en la guerra del futuro no serán aquellos derivados de la tecnología, que desde luego tendrán un importante impacto, sino que serán aquellos derivados de las ideas. Aquellos que sean los primeros en adaptarse a las oportunidades de innovación que estos elementos aporten a nivel táctico u operacional, conseguirán una ventaja decisiva sobre sus oponentes.

El término generación de guerra debe ser tomado como una analogía que ayude a adquirir mayor entendimiento en torno al fenómeno que se analiza. Las diferentes generaciones de guerra no tienen por qué resultar mutuamente excluyentes y pueden estar activas simultáneamente, de la misma manera que diferentes generaciones humanas pueden coincidir en un tiempo determinado.

En su análisis de las formas por las que ha evolucionado el modo de hacer la guerra, distinguen cuatro generaciones de guerra.

 

- La primera generación de guerra surge en torno a 1648 con la paz de Westphalia, tratado que puso fin a la guerra de los 30 años y en la que el Estado se establece como entidad que monopolizará la guerra. Con anterioridad, actores que no eran Estado practicaban la guerra: empresas, clanes... Tratadistas de guerra como Sun Tzu podrían situarse como precusores del nacimiento de esta generación de guerra que estaría basada en el fusil de cañón liso y en tácticas derivadas de las formaciones de línea y columna.

El campo de batalla era formal y ordenado, pequeños ejércitos de profesionales que se situaban en forma lineal, casi uno enfrente de otro, y cuya fuerza provenía de la acumulación de hombres, aunque la mayoría de los soldados, reclutados de manera obligatoria, pensaban más en desertar que en luchar. Su práctica era rígida, muy pautada para optimizar su potencia de fuego. Muchas de las formas que distinguen lo militar de lo civil provienen de esta época: uniformes, rangos, saludos... Con ello, se pretendía contribuir a la formación de una cultura de orden como componente intrínseco a lo militar. La primera generación se extendería hasta finales del siglo XIX. Cambios tecnológicos en el armamento, como la aparición de la ametralladora convirtieron en suicidas las tan ordenadas formaciones de línea y columna y dieron paso a la siguiente generación de guerra. El campo de batalla se desordenaba y se necesitaba intentar superar esa contradicción con una cultura militar fuertemente ordenada.

- La segunda generación de guerra constituiría un intento de respuesta a esa contradicción. Inaugurada por el ejército francés a partir de la I Guerra Mundial. La potencia de fuego en masa, principalmente fuego indirecto de artillería, sustituye a la acumulación de la masa de soldados. El objetivo principal era el agotamiento, la doctrina francesa establecía su máxima “la artillería conquista, la infantería ocupa” La potencia de fuego era controlada de manera centralizada y sincronizada, se establecían planes y órdenes específicas y detalladas para la infantería, los tanques y la artillería en una batalla dirigida, en la que el comandante ejercía como director de orquesta. Las tácticas permanecen lineales pese a que el movimiento es ya algo más común. Se desarrolla el arte operacional. La cultura del orden permanece hacia adentro de los ejércitos. Órdenes muy pautadas, se aprecia más la obediencia que no la iniciativa, pues esta puede impedir la sincronización. Conceptos de esta forma de hacer guerra siguen vigentes en el desarrollo de algunos conflictos. Únicamente se ha sustituido la artillería por la aviación.

- La tercera generación es también un producto de la I Guerra Mundial y sus consecuencias se observan tal vez con mayor nitidez en la II Guerra Mundial. La desarrolla el ejército alemán, es ampliamente conocida como blitzkrieg, o guerra relámpago, y significó en cierta manera una culminación del arte de la maniobra en la guerra. Los conceptos de las tácticas alemanas de infiltración, que no eran ya lineales, son aplicados a la creación y uso del tanque. El foco no es ya desgastar los recursos militares del oponente, por potencia de fuego y agotamiento, sino focalizar en el movimiento y en el tiempo, en la velocidad, en la dislocación física y mental del enemigo. Tácticamente, en el ataque se busca la retaguardia enemiga y se le intenta colapsar atravesándolo de atrás hacia delante, en lugar de encerrarlo y destruirlo. En la defensa, se intenta atraer al enemigo hacia el interior para aislarlo y destruirlo. En esta generación, la guerra deja de ser linear. La cultura militar cambia también. El foco está fuera, en el enemigo, en la situación y en los resultados que esta requiere; ya no está adentro, en los procesos y en los métodos. Las órdenes especifican resultados a conseguir, no los métodos a utilizar para conseguirlos. La iniciativa se va haciendo más importante que la obediencia, la disciplina debe ser interiorizada no impuesta de manera externa. La cultura del orden se va rompiendo[266].

 

En lo que respecta a la guerra del futuro, el autor citado, escribe:

 

 

El salto a la cuarta generación de guerra (4GW), afirman Lind y sus secuaces, estará firmemente basada en ideas no occidentales. En su debate, se afirma que la 4GW incluye todas aquellas formas de conflicto “en donde la otra parte rechaza levantarse y luchar limpiamente”, pero añaden que, para ser más exactos, es necesario considerar algún otro componente con mayor carácter definitorio.

Uno de esos componentes sería que en la 4GW se rompen los marcos y las formas de hacer la guerra surgidas desde la paz de Westphalia. La guerra se realizará como antes de que el Estado se arrogase el legal monopolio de la guerra, el Estado pierde ese monopolio, y será frecuente que al menos uno de los oponentes sea no estatal. En general, los estados se debilitan. Aparecen nuevos actores que quieren influir en la escena internacional, medios de comunicación, Ongs, grupos religiosos, instituciones supranacionales... Los lazos nacionales se debilitan a favor de otros en función de la etnia, la cultura, la religión... Y es que el mundo se organiza en redes interconectadas a las que se puede estar conectado sin ser controlado por ellas.

 

Diferentes tipos de entidades conducirán la guerra, entidades para los que todavía no se tiene una categorización clara y para los que tan sólo se ha sabido denominar de maneras peyorativas - terroristas, delincuentes, narcotraficantes, mafias...- y de sus combinaciones aglutinantes: narcoterrorismo, guerrilla narcoterrorista, etc...

En esta cuarta generación de guerra, no se distingue lo civil de lo militar, la paz de la guerra, el conflicto se torna absolutamente no-linear, hasta el punto de no tener campos de batalla o frentes definidos, es decir, el campo de batalla será el conjunto de la sociedad del enemigo. La meta es más colapsar internamente al enemigo que no destruirlo físicamente

La cultura y organización militar tendrá que seguir evolucionando del orden al desorden. La dispersión de objetivos requiere la operatividad de pequeños grupos que realicen acciones de gran impacto. Eso hará de la situación un entorno dinámico en el que, para conseguir los objetivos del mando, se deba actuar, incluso desde los niveles inferiores, con una gran flexibilidad. Las órdenes de misión habrán de responder a esa necesidad. El éxito dependerá, se valorará en función de la efectividad de operaciones conjuntas, las líneas entre la responsabilidad y la misión quedarán muy desdibujadas.

En segundo lugar, la dispersión de fuerzas llevará a una necesaria menor dependencia de una logística centralizada, se requerirá una alta capacidad para poder actuar y sobrevivir de manera autónoma y hasta del enemigo. Unidades pequeñas, con gran movilidad, soldados inteligentes, equipados con armas de alta tecnología, desarrollando labores de reconocimiento y golpeando objetivos clave. Los líderes habrán de saber seleccionar los objetivos (culturales, políticos, militares...) y poder concentrar rápidamente desde la dispersión equipos interdisciplinares que puedan asumir trabajos de manera muy flexible con mínima o inexistente supervisión en un contexto muy dinámico, sabiendo manejar una gran cantidad de información.

En tercer lugar, habrá un mayor énfasis en la maniobra. La dispersión y el valor añadido en el tiempo, requerirán de unidades pequeñas, muy maniobrables y ágiles. Grandes acumulaciones de masa de fuego o de hombres, o grandes instalaciones civiles y militares se convierten en una desventaja dado que son fáciles de convertir en objetivo.

En cuarto lugar, será necesaria una correcta identificación de los centros de gravedad estratégicos del enemigo. Recuérdese que la meta es más colapsar internamente al enemigo que no destruirlo físicamente. Las acciones de guerra se llevarán a cabo de forma que afecten concurrentemente a todos los niveles de los participantes, incluyendo a su sociedad como una entidad cultural, no tan solo como una entidad física. Por tanto, los objetivos incluirán aspectos tales como el apoyo de la población a la guerra o la cultura del enemigo. De hecho, los objetivos estarán más en el sector civil que en el militar. Los términos frente-retaguardia serán reemplazados objetivo-no objetivo.

En esta “extraña” forma de hacer la guerra, las fuerzas militares tradicionales juegan un papel mucho más reducido, aunque todavía crítico, respecto a anteriores generaciones. Ahora, las iniciativas centrales a desarrollar son algunas que en anteriores generaciones se utilizaban de manera más periférica: iniciativas políticas, sociales, psicológicas, diplomáticas, económicas... Resultar demasiado efectivo en lo militar puede ser incluso contraproducente y reforzar otros elementos de 4GW enemigos. Aquello que resulte ganador a un nivel táctico y físico puede hacer que se pierda a los niveles operacionales, estratégicos, mentales y morales, que son en los que se decide el conflicto de 4GW. Tan importante como encontrar y destruir los combatientes enemigos será, por ejemplo, secar las bases de apoyo popular que les permiten reclutar sus miembros y planear y ejecutar sus ataques. A veces, será necesario perder para ganar. Pero sigue siendo guerra, y el objetivo sigue siendo el mismo: imponer cambios al oponente o destruirlo.

Dos de las “técnicas” de 4GW más mencionadas serían el terrorismo y el conflicto de baja intensidad. El terrorismo, en tanto sobrepasa las fuerzas militares tradicionales y ataca de manera aparentemente no razonada a población civil, es considerado un componente importante de este modo de guerra. Pero no es su modo exclusivo ni definitorio per se. El terrorismo y los ataques indiscriminados a población civil se han dado en las anteriores generaciones de guerra, ha habido muchos más muertos civiles que militares, y no por accidente. Pero, dada la desaparición de la distinción entre lo civil y lo militar, es de esperar muchas más actividades susceptibles de ser presentadas o entendidas como terrorismo. El terrorismo es en gran medida una cuestión de maniobra: la potencia de fuego del terrorista es limitada, pero la elección de dónde y cómo aplicarla resulta crítica. Es decir, puede haber más terrorismo en 4GW, pero no será la única técnica utilizada, ni será la que defina esta generación de guerra.

Cuentan estos teóricos de 4GW que en la evolución de la insurgencia (y de la contrainsurgencia) se pueden observar también trazos que apuntan a la cuarta generación de guerra. La importancia que Mao Tse Tung dio a los factores políticos como forma de derrotar al enemigo, la utilización de las redes sociales, el uso de la propaganda...

El siguiente paso lo habría dado Ho Chi Min al introducir sus mensajes en las redes sociales internacionales y de la sociedad americana a través de redes de movimientos pacifistas, de solidaridad o de personajes famosos. A través de esas redes, sin controlarlas pero influenciándolas, consiguió cambiar la visión de la sociedad americana al respecto de la guerra. Cambió el énfasis desde la derrota de las fuerzas militares enemigas a la derrota de su voluntad política. Los ataques definitorios no fueron ataques directos a las fuerzas militares en el campo de batalla, sino más bien indirectos a su voluntad de continuar combatiendo.

El sandinismo en Nicaragua, la intifada palestina, y otros muchos conflictos catalogados como conflictos de baja intensidad son analizados en términos similares.

Los practicantes de técnicas de 4GW se confundirán en el contexto en que desarrollen sus actividades. Grupos transnacionales, sin ejércitos basados en un territorio, desarrollarán actividades similares a las del conflicto de baja intensidad, o de la guerra de guerrillas, prácticas estas que pueden hacer que grupos militarmente débiles puedan derrotar fuerzas más grandes y poderosas. La palabra guerrilla proviene de las técnicas de guerra que utilizaron los españoles contra la ocupación Napoleónica. Técnicas que podrían ser calificadas como de guerrilla se encontró también Alejandro Magno (356-323 a.c) cuando invadió la India (Wood, 2000).

Pero de igual manera que el mundo ha cambiado, el uso del terror o de técnicas de guerrilla, también ha cambiado y está preparado para ocupar un importante papel en el desarrollo de las futuras guerras. Estas técnicas, sin descartar el ataque de las capacidades militares del oponente ni el uso de armas y tácticas tradicionales en el momento oportuno, focalizan buena parte de sus esfuerzos en destruir la voluntad del oponente de combatir, de continuar la guerra. Todas las operaciones de fuerzas de 4GW deben apoyar este objetivo. Hay que ver quién lucha y por qué se lucha, su razón y legitimidad.

Componentes psicológicos y psicosociales, tales como la percepción, la información y los procesos basados en ella, la formación de actitudes, la influencia del razonamiento lógico, la inducción de emociones, los procesos de toma de decisiones individuales y sociales... serán determinantes. Las operaciones psicológicas pueden convertirse en el arma dominante a nivel operacional y estratégico, en forma por ejemplo de intervención en los media, en la información que proporcionen, para manipular la opinión pública nacional e internacional. Los noticiarios televisivos pueden convertirse en un arma más poderosa que una división acorazada. Lo político será clave. Palo y zanahoria, integración de las fuerzas militares con la población civil, integración física, moral y psicológica de los líderes políticos con su población, construcción y mantenimiento de alianzas y redes políticas antes y después de ganadas las batallas... todo ello será objetivo militar de fuerzas que desarrollen 4GW.

Como se comentaba anteriormente, las fuerzas militares habrán de cambiar su estructura, organización y competencias. El esfuerzo bélico irá más allá de lo militar, más allá de operaciones conjuntas o entre las diversas agencias gubernamentales. Creen que si el enemigo va a golpear a lo largo de todo el espectro de actividad humana, la respuesta nacional debe ser también coordinada a través de toda institución nacional.

Músculo y cerebro. Fuerzas de operaciones especiales, con unidades más pequeñas, altamente especializadas, capaces de desplegarse con rapidez y precisión, con capacidades logísticas y de armamento propias y altamente tecnificadas. La inteligencia cobra especial importancia, también una “inteligencia cultural”; operaciones psicológicas (PSYOP), netwar (guerra por y a través de redes sociales y de comunicación, uso de redes para transmitir mensajes), cyberwar, operaciones de información, de ayuda humanitaria, de mantenimiento de la paz, de control poblacional, utilización de fuerzas y técnicas policiales[267].

 

Una vez expuesta esta teoría, el autor hace sus comentarios críticos:

 

Valoran desde esta teoría que durante los últimos 500 años, la tecnología dio la ventaja militar a Occidente y que por ello tiende también a concebir nuevas formas de guerra en base a la tecnología y a su aplicación a partir de una cultura militar de orden que ha ido adaptándose. Pero creen que Occidente ya no domina el mundo... y que la 4GW puede emerger de tradiciones culturales no occidentales, como las islámicas y las asiáticas.

 

Dado que el mundo islámico no es fuerte en tecnología, ha de desarrollar nuevas formas de guerra basándose en ideas y no en tecnología.

 

Cada nueva generación de guerra ha significado un cambio hacia la desestructuración, hacia el desorden en el campo de batalla. La cultura militar ha permanecido como una cultura de orden y los servicios militares tradicionales se encuentran en contradicción con la desestructuración del campo de batalla.

 

Consideran que los terroristas solventaron la contradicción eliminando la cultura de orden, en su mayoría no tienen rangos, uniformes, saludos... Afirman estos teóricos que el hecho de que su base cultural sea no occidental les facilita potencialmente ese desarrollo adaptativo en consonancia con la naturaleza desordenada de la guerra moderna. Y concluyen que todo eso pone en desventaja a Occidente...

 

En una posición más retórica que paradójica, los defensores de estas teorías, estadounidenses muy conservadores, consideran a los mayores poderes militares que jamás ha conocido la historia, los que disponen de los mayores recursos, poder y tecnologías, como la parte más débil del conflicto. Consideran que se enfrenta un mundo de culturas en conflicto, en el que, por ejemplo, la cristiandad tiene enfrente a su más resuelto oponente, el Islam. Para ellos (Lind, 2004), el abandono de la tradición cultural judeo-cristiana, la “inmigración o las venenosas ideologías de ‘multiculturalismo’” (sic) son consideradas fragmentadores de la sociedad y caldo de cultivo para el desarrollo al interior de los países de diversas variedades de guerras de cuarta generación. Para ellos, la apertura y libertad de una sociedad democrática, sus fortalezas, son vulnerables puertas abiertas; que los terroristas “usan nuestros derechos democráticos no solo para penetrar sino también para defenderse. Si los tratamos con nuestras leyes, ganan muchas protecciones. Si simplemente les disparamos, las noticias de televisión los harán aparecer como víctimas” (Lind, Nightengale, 1989). Guantánamo o la “rendition” o subcontratación estadounidense de la tortura (Klein, 2005) puede ser fácilmente entendida en esa clave.

 

Guerra de culturas, choque de civilizaciones... categorías que conforman un cuerpo doctrinario militar que corresponde a idearios extremadamente conservadores, racistas, reaccionarios y fascistas. No por ello ha sido especialmente criticado. Sólo se le achacan a esta teoría ciertos defectos en sus cimientos metodológicos e históricos, pero se le valora su aplicabilidad y hasta es calificada a veces como “visionaria”.

 

4GW no es usar las fuerzas militares de maneras nuevas. Es entender la guerra de otra manera. La guerra, el mundo y la Vida. 4GW es hacer la guerra a lo largo y ancho de todo el espectro de la actividad humana. Los antagonistas lucharán en los terrenos políticos, económicos, sociales y militares y tratarán de comunicar sus mensajes a través no solo de los mass media sino de cuantas redes disponibles encuentren. Quieren guerrear en toda forma de Vida[268].

 

 

Como se puede ver, estamos ante una teoría de la guerra contemporánea que convierte a la misma no solo en permanente, sino en irregular, aunque ya a escala planetaria, aunque focalice intermitentemente regiones de conflicto. Se trata de una guerra que borra las diferencias entre sociedad civil y ejército; por lo tanto, ataca en conjunto y de manera integral, aunque lo haga empleando distintos métodos, para afectar al ejército enemigo o a su población. Combinando, sin embargo, los procedimientos, incluso usando un procedimiento compartido para ambos, el ejército enemigo y la población; por ejemplo, los bombardeos sistemáticos y focalizados. Se trata también de una guerra de la información, por eso mismo, de la desinformación y contra-información. Así como una guerra mediática y de redes. Es una guerra que apunta a aislar al enemigo de su propia población y, esto es sintomático, del apoyo o simpatía que pueda encontrar en la población y sociedad civil de su antagónico enemigo. Esto es sintomático, pues parece que ha quedado la marca de lo acontecido durante la guerra del Vietnam, cuando parte de la población de los países occidentales, de las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial, de la híper-potencia militar-tecnológica-económica-comunicacional, se volcó a las calles en contra de la guerra.

 

Entonces, es como se buscara aislar a la población propia de cualquier predisposición de simpatía al enemigo o de animadversión a la guerra. En este sentido, se emplea no solo la guerra mediática y de la información, sino incluso métodos de terror para alejar a la población critica de cualquier apoyo, simpatía e indulgencia con el enemigo.

 

Estamos pues ante una guerra donde se extiende la figura del enemigo a las propias fronteras, convirtiendo a la propia sociedad civil, a la propia población, en enemigo potencial, pues debilita a la moral, al rendimiento, a la operatividad, del propio ejército.

 

Paradójicamente, asistimos a una especie de admiración del enemigo combatiente, de sus tácticas flexibles, de sus estrategias eficaces, a pesar del limitado alcance de fuego, de sus comportamientos desmesurados y demoledores, que no tienen reglas ni miramientos. En pocas palabras, una especie de admiración de su despiadado accionar.

 

Estamos entonces ante una forma de guerra donde los ejércitos enemigos aproximan sus perfiles, se vuelven cómplices de tanto combatirse. Se encuentran más próximos entre ellos que con sus propias poblaciones y sociedad civil, a la cual, mas bien, la consideran despectivamente, por débil, vulnerable, inconsecuente, por blanda, además de susceptible de ser permeada por la “ideología” y cultura ajena. Por eso, incluso ambos enemigos, terminan actuando contra su propia población, para educarla, para formarla en la cruda realidad de la guerra, o, en su caso, para amenazarla y manejarla por el terror. Los castigos, los ajusticiamientos, las masacres, efectuadas por los fundamentalistas van por ese camino. Los montajes terroristas en las propias ciudades del ejército o mejor dicho del aparataje informático, mediático, de inteligencia y militar, del bloque que “combate al terrorismo”, van también por ese camino.

 

No es pues una casualidad, tampoco una improvisación, menos un azar fatal, lo que pasa en el mundo, ahora, con esta distribución y secuencia de actos terroristas, cada vez más descomunales, violentos y aparentemente irracionales.

 

Para estos complejos aparatajes militares-tecnológicos-económicos-cibernéticos, implicados en la “guerra contra el terrorismo”, la tercera guerra mundial ya ha comenzado. No es una guerra como la primera y segunda guerra mundial, declarada, formalizada, contando con los agrupamientos respectivos de alianzas y aliados, sino una guerra sin cuartel, no declarada, difusa, empero, evidente, por los enfrentamientos dispersos e intermitentes que se dan en el orbe, en todos los planos sociales.

 

Por eso se explica el empleo abrumador de métodos de la llamada cuarta generación de la guerra, métodos de una guerra total, aunque de forma diferida y dilatada, extendida imperceptiblemente, sin embargo, focalizada intensamente en determinados puntos del conflicto. Métodos que atacan en todos los planos de intensidad de la sociedad. Métodos que emplean procedimientos “terroristas” para impactar en la sociedad del enemigo; pero, también en la propia sociedad.

 

 

 

 

Hacia el Estado de excepción mundial

 

Un refrán popular bastante conocido dice: En río revuelto ganancia de pescadores. Vale la pena aplicarlo a esta historia reciente tan enrevesada del ISSIS y su “guerra santa”. La pregunta es: ¿Quiénes son los pescadores? Desde el atentado a las Torres gemelas los atentados subsiguientes, las incursiones de Al Qaeda, el régimen de Al Qaeda en Afganistán,   la guerra contra Al Qaeda, la invasión a Irak, la destrucción de Líbano, las intervenciones en África, la aparición del ISSIS, los atentados del ISSIS, sus incursiones, la ocupación de parte de Irak y parte de Siria, benefician notoriamente a la política guerrerista e intervencionista del imperio. Por otra parte, el planteamiento de los gobiernos es recurrir a restricciones de los derechos, para poder efectuar de mejor manera la “guerra contra el terrorismo”. En el fondo lo que pide es contar con el Estado de excepción. Esta vez, no solo en los países afectados por los atentados, sino en el mundo. Se trata de una especie de Estado de excepción mundial.

 

Parece que es este objetivo jurídico-político, el del Estado de excepción, también fantasma, así como horizonte estatal, lo que puede aclarar el conflicto del Medio Oriente, la emergencia y aparición del ISSIS, sus atentados e incursiones en Norte América, en Europa, en Asía y África.

 

En Estado de excepción escribimos:

 

El Estado de excepción es el que suspende los derechos, incluso los fundamentales. Ciertamente la medida de excepción la toman los gobiernos en momentos de emergencia y de crisis, sobre todo cuando ésta se encuentra en sus momentos más candentes. El justificativo casi siempre es la seguridad del Estado contra la subversión. Empero también se interpreta la excepción como el origen instituyente del Estado; el Estado nace en la excepción misma, se construye sobre la base de esta suspensión de los derechos, sean adquiridos o naturales. El Estado emerge ante una sociedad que se supone disgregada y en conflicto. El Estado se propone como el unificador y como la unificación misma, como si fuese la síntesis misma de la sociedad, aunque esta síntesis expropie y anule la libertad social. Hay pues una violencia inicial en la matriz del Estado y también en la ley, además de que cuentan, el Estado y la ley, con la posibilidad de recurrir a la fuerza para hacer cumplir la ley y hacer respetar la existencia del Estado.

La excepción es la que confirma la regla; la regla es precisamente el cumplimiento duradero de esta excepción. El monopolio de la violencia, el monopolio de la verdad, el monopolio de la representación, confirman esta perdurabilidad de la excepción misma, llevada a la práctica en todos los terrenos de la estatalización. El Estado existe en un permanente enfrentamiento con la sociedad, a la que considera como la cuna de los múltiples desbordes, de las plurales transgresiones. La existencia de la sociedad es un peligro constante para el Estado. Lo paradójico es que el Estado requiere de la sociedad para existir, se alimenta de las energías sociales, aunque las absorbe y las desvía en beneficio propio, debilitando las iniciativas sociales. Por su parte, la sociedad se defiende, se expande, se potencia, arrancándole al Estado la ampliación de sus derechos y obteniendo conquistas sociales, políticas, económicas, culturales. La sociedad existe cuestionando la propia excepción, raíz del Estado mismo.

Los conflictos manifiestan esta lucha profunda, esta contradicción desgarradora, esta pugna por los derechos, por parte de la sociedad, y esta búsqueda insaciable por consolidar el poder, por parte del Estado; lucha por la emancipación, por un lado, lucha por la legitimación, por otro lado. Este combate puede tener periodos de paz, empero se trata de la guerra en la filigrana de la paz. La tensión latente emerge con fuerza en momentos de crisis; la crisis empuja el volcán latente a emerger. Las crisis se dan cuando se rompe el inestable equilibrio, cuando los ciclos culminan su recorrido, cuando se rompen pactos, cuando se rompen acuerdos, cuando se suspenden los derechos vulnerándolos.

El Estado tiene también sus ciclos, mas bien, su genealogía; no es el mismo Estado en distintos periodos, en diferentes épocas; incluso ha sido destruido por revoluciones. Empero parece resurgir de sus propias cenizas. Estas revoluciones no sustituyeron al Estado por otra cosa, por una asociación libre de productores, por la comunidad, que pone en cuestión la apropiación privada de lo común, también la apropiación pública de lo común. Ante un Estado que defiende la propiedad privada, el Estado que defiende lo público no es la alternativa, pues es la otra cara de la medalla. Lo alterativo, lo distinto, la diferencia histórica y política radica en la comunidad, en la defensa de lo común por parte de las asociaciones sociales[269].

 

Se puede decir, con las diferencias del caso, que corresponden a la escala mundial, ya no nacional, que se trata de algo parecido, en la experiencia política de la contemporaneidad. No es el Estado-nación, no es el Estado-nación de las potencias imperialistas, que, en la actualidad, se encuentran subordinadas a conformaciones trasnacionales; esta vez, de los complejos trasnacionales económicos-politicos-tecnológicos-cientificso-militares-mediaticos. La gobernanza o, mejor dicho, la gubernamentalidad mundial, no se efectúa por medio de los Estado-nación, aunque se encuentren en el mapa de poder del orden mundial, del imperio, sino principalmente a través de redes, mallas, sistemas entrelazados, de estos complejos trasnacionales de la híper-modernidad, del sistema-cultura-mundo capitalista. La red de estos complejos trasnacionales, que, además, ya han desplazado a la misma forma imperio de la dominación mundial, del orden mundial, impuesto por las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial, busca basar su dominación global e integral, su gubernamentalidad mundial y múltiple, en el Estado de excepción mundial.

 

 

 

La guerra como montaje

 

 

El montaje consiste en escoger, ordenar y unir una selección de planos de intensidad de registros, de acuerdo al proyecto diseñado, a sus funcionamientos y procesos inherentes; considerando la trama asumida como interpretación hegemónica, donde las estructuras dominantes, los diagramas de poder y las cartografías de fuerza se asumen como el centro o los centros, los protagonistas de la historia reciente. La sucesión de cuadros imaginados, de versiones de las representaciones, de las “ideologías” circulantes, que aparecen en las formas de difusión comunicativa, se constituyen en lo que podemos llamar cultura-mundo, como denomina Gilles Lipovetsky. Cada cuadro, cada versión, cada forma representativa, cada “ideología” de difusión, supone su continuidad y respuesta en el cuadro siguiente. Los tensionamientos psicomotrices, psíquicos, psicológicos, de los espectadores, son sostenidos y efectuados por las sucesiones continuas de las narratividades de la modernidad tardía.

 

 

Estamos ante el montaje de la guerra o la guerra como montaje. La realidad, si todavía podemos hablar de ella, ya no es lo que se concebía como tal en la modernidad, la totalidad de los hechos, tampoco, un poco después, en acto deconstructivo y crítico, lo que produce el poder como realidad, sino para esta manera virtual, informática, cibernética y mediática, de imponer una idea de realidad, de la cultura-mundo, es un montaje sofisticado, minucioso, detallado, sobresaliente, múltiple, integrado, que postula la invención banal de lo plural y a la vez homogéneo.

 

En esta contemporaneidad, en este presente de la historia reciente, la guerra es un montaje múltiple e integrado, en los múltiples planos de intensidad de la complejidad, sinónimo de realidad, de las prácticas y actividades instrumentales de estos complejos trasnacionales que extiende su gubernamentalidad en el orbe.

 

La “guerra contra el terrorismo” es un gran montaje de este estilo. Un montaje, que hace de andamiaje en la construcción híper-moderna del sistema-mundo-cultura-capitalista.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El orden mundial delincuencial

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué es lo que defiende la OTAN? ¿El orden mundial? ¿No es más bien, ahora, el desorden mundial? Cuando se evidencian las conexiones entre la OTAN y el ISSIS, aunque hayan tratado de ocultarlas; por ejemplo, cuando hacen como no ocurriera nada con el Estado turco, miembro de la OTAN. El Estado turco, que compra petroleo al ISSIS, que desde su territorio salen comboys cargados de armamentos para el ISSIS, que derriba un bombardero ruso en la fontera, en territorio sirio, porque esos bombardeos efectuados destruyen las lineas de abastecimiento de ISSIS; el Estado turco, que ataca al pueblo kurdo que combate heroicamente al ISSIS. Se hace evidente el juego geopolítico de la OTAN, en la cuarta generación de la guerra[270]. Guerra que habría que calificarla como de la tercera guerra mundial, ya comenzada; empero, con caracteristicas de baja intensidad, afectando todo el orbe.

 

Cuando escribimos Estados delincuenciales[271], deciamos que esta figura contra-“ideológica” ayuda a describir a los Estado-nación potencias mundiales, dominantes en el sistema mundo capitalista, en la etapa del capitalismo tardío, concretamente del capitalismo especulativo. Esta figura aparece como complementaria y contrapuesta al seudo-concepto, inventado por la inteligencia tradicionalista, por los “ideologos” del conservadurismo norteamericano, de la         “ideológía” imperial de Estado canalla. Lo sorprendente es que los estados dominantes, que califican de estados canallas a los estados subalternos no sumisos, un tanto rebeldes, un tanto pretendidamente autónomos, han terminado convirtiéndose en estados delincuentes. Amparan, promueven, usan, las delincuencias, que atraviesan el mundo, en su provecho. Controlan los tráficos; cuando no pueden hacerlo, los atacan; por lo tanto, a parte de los circuitos de estos tráficos; blanquean en gran escala a traves del sistema financiero internacional, ocultando metódicamente este procedimiento. Conforman grupos radicales de yihadistas; primero, para combatir al ejército rojo en Afganistan; después, para atacar y destruir el Estado libio; actualmente para destruir el Estado-nación arabe sirio, después de haberlo hecho con el Estado de Iak, por medio de una invación convencional. En la actual coyuntura del Medio Oriente, trasladan el armaneto empleado y capturado en Libia a Siria, a través de Turquia, para armar al ISSIS. Encubren el contrabando de petroleo robado a Siria por el ISSIS, en los territorios ocupados, encubren toda la logistica armada para la “guerra santa”, emprendida por el ISSIS. Encubren entonces todos los métodos delincuenciales empleados tanto por ellos, la OTAN, como, de manera, más tosca, por el Estado turco.

 

¿Cuál es el orden mundial que defienden? Ya no nos encontramos en el capitalismo pujante de la revolución industrial del siglo XIX, ya no estamos en el capitalismo monopólico y financiero, que dio lugar a los imperialismos del capitalismo de Estado, como caracterizaba el marxismo austriaco; estamos ante un capitalismo delincuencial, no solo especulativo. Este capitalismo no solo busca las tasas de retorno cortas y rápidas, para evitar no solamente el prolongamiento de las inversiones de largo plazo, como las industriales, sino para administrar la crisis de sobre-producción, convirtiéndolas en crisis financieras. En otras palabras, exquilmando a las poblaciones. Abre créditos a gran escala, con muchas facilidades; promueve la venta, sobre todo de inmuebles, a los que los valoriza con precios inflacionarios; empuja a los deudores a una situación donde no pueden pagar; refinancia sus deudas, para después quitarles los imubles impagables. Asi, como este caso, ocurre en todo los casos donde circula la deuda financiera. Los pueblos se han convertido en los deudores de estos esquilmadores mundiales[272]. ¿No son estos actos delincuanciales?

 

Por más legalizados e institucionalizados que se encuentren, incluso a escala mundial, estos procedimientos no dejan de ser delincuenciales. Estamos, entonces, ante un orden mundial delincuencial, conformado por estados delincuenciales. La pregunta es: ¿Cómo el orden mundial imperial, ya consolidado, después de la caída de la URSS, ha podido incursionar esta ruta provisional, del desorden mundial, de carácter delincuencial?  ¿Es que la Federación Rusa y la República popular China estorban en la proyección de una dominación mundial unipolar? ¿O es que la crisis orgánica y estructural del capitalismo ha llegado a fondo y se requiere estrategias de emergencia, de carácter miltar; empero, de una cuarta generación erstratégica, para buscar salidas conspirativas de alto nivel y extremadamente sofisticadas? ¿O, de manera más pedestre, la decadencia de la civilización moderna, ha caído en juegos de poder tan teatrales, aunque peligrosos, en contraste de lo que fueron estos juegos de poder antes? Sin dejar de ser juegos de poder, la diferencia es que ahora se efectúan, usando una figura para ilustrar, como deporte de estos complejos aparatajes de inteligencia, tecnología, militar y mediatica. En estos juegos de poder se juega a ganar como en los juegos de video tape, sin importar los costos humanos y sociales. De lo que se trata es de la astucia de la estrategia, que, por cierto, puede ser cada vez más audaz y sorprendente.

 

Estamos ya en un orden mundial delincuancial, operativo, aunque no, todavía instiutucionalizado; sin embargo, practicado. Un orden donde no son los delincuentes comunes los que han asumido el poder, tampoco exactamente los jefes de los carteles o de los monopolios de los tráficos, sino aquéllos que ya tenían el control del poder mundial, que, llamativamente, encuentran en los procedimientos y métodos paralelos de la ecoomía política del chantaje, las formas de su propia continuidad. No es, entonces, la asunción del control mundial, ni de los delincuentes comunes, ni de los carteles, sino que ambos, mas bien, han sido subordinados y subsumidos a la maquinaria de dominación del capitalismo financiero. En la etapa financiera del ciclo del capitalismo vigente, los procedimientos de la economía política del chantaje son adecuados para la apropiación del excedente por parte del capitalismo especulativo.

 

En los juegos de poder, en el contexto de este orden munidal delincuencial, todo vale, con  tal de ganar, en este caso, ganar la guerra inventada. No importa cómo, los fines justifican los medios. Se puede ser más fundamentalista que los propios fundamentalistas; se puede promover el terrorismo; se puede dejar que los yihadistas ataquen  no solo en sus territorios, sino también el los propios territorios, de las potencias, a la propia población, con tal que se obtenga lo buscascado; aislar al enemigo, no solamente de sus bases sociales, sino también de cualquier simpatía o apoyo de la propia sociedad. Para ganar la guerra se pueden emplear todos los medios, incluso los más excecrables, como el terrorismo contra la propia población, para educarla, para que aprenda quíen es el enemigo, de qué es capaz; por eso debe confiar en sus conductores, en su ejército, en sus servicios de inteligencia. Por eso, debe darles independencia, sin restrticciones, para que se haga lo que se debe hacer, para ganar la guerra.

 

¿A dónde nos conduce todo esto? ¿Pueden ganar la guerra de este modo? ¿En caso que les surtiera efecto sus conspiraciones y montajes, habrían ganado la guerra? No. Desde el momento que emplean estos métodos, estos procedimientos, de prácticas de poder paralelas, perdieron la guerra. Puede que sus objetivos se cumplan; empero, son objetidos conseguidos sobre montajes; son objetivos cumplidos en el mapa simple, esquemático, de la geopolitica de la cuarta generación de la guerra. Donde el enemigo se vuelve una caricatura, el amigo otra cariucatura; estas caricaturas resuenan por su simpleza. Se trata del perfil caricaturezco de los combatientes opuestos. El mundo efectivo no se reduce, de ninguna manera, a la simpleza de este plano abstracto de caricaturas. No ganaran la guerra, pues solo la ganaran imaginariamente, en el mundo de las representaciones. Mientras que, en el mundo efectivo, los espesores y los planos de intensidad, siguen alrticulados como estaban antes. Ésta, la de la ilusión de la victoria, es ya una derrota.

 

El problema es que todos estos juegos de poder causan estragos. Detruyen estados, paises, sociedades. Este es un costo demasiado alto, no solo para el enemigo, como los conspiradores piensan, sino sobre todo para los amigos; incluso para el propio Estado potencia, involucrado en tamaño juego arriesgado. Los únicos que ganan, en sentido concreto, ganar en mantener altos presupuestos injustificados, son los servicios de inteligencia y estos complejos aparatos militares-tecnológicos-cibernéticos-comunicacionales.

 

¿Acaso se trata de mantener un estado de guerra permanente? ¿Acaso creen que pueden arrinconar a la Federación Rusa y a la Republica Popular de China, incluso ganarles una guera, donde, en realidad solo todos pierden? ¿Cuál es el sentido de esta geopolitica de los juegos de poder de la estrategia de la cuarta generación de la guerra? Todo parece apuntar a la constatación de algo alarmante. En verdad, no hay una estrategia, en el sentido de lo que quiere decir este concepto, por lo menos, en lo que respecta a la estrategia militar. La estrategia militar, que combina la palabra estrategia, que viene del griego stratigos o strategos, στρατηγός, que literalmente significa líder del ejército, y la palabra militar, que proviene del latín militarius, que se refiere a miles, cuyo genitivo es militis, que quiere decir soldado. La estrategia militar es como el esquema efectuado por las ordenaciones, las distribuciones, las formaciones y las disposiciones militares, en la perspectiva de lograr los objetivos establecidos. La estrategia militar instala el planeamiento y la dirección de las campañas bélicas, así como del movimiento y disposición estratégica de las fuerzas armadas. En las guerras convencionales, tiene por propósito dirigir las tropas en el teatro de operaciones, conduciéndolas al campo de batalla. Esta es una de los tres aspectos del arte de la guerra. Las otras dos serían: una, la táctica militar, que gravita en la correcta ejecución de los planes militares y las maniobras de las fuerzas de combate en la batalla; la otra, el tercer aspecto, sería la logística militar, consignada a sostener al ejército y asegurar su disponibilidad, además de su capacidad combativa[273]. En la guerra de cuarta generación, la estrategia se disemina en la proliferación de tácticas casi autónomas, que hacen como distintos trayectos en diferentes planos, no solamente militares, sino políticos, “ideológicos”, mediáticos, culturales. La estrategia no es exactamente ganar la guerra, sino dominar el mundo, aunque aparentemente parezca que se la pierde. En principio, aparece un rasgo característico de la guerra de baja intensidad, en su dimensión local; se trata de la guerra de contención y control. Después, aparece otro rasgo, menos visible; de lo que se trata no es vencer a las fuerzas enemigas de una manera contundente, sino de mantenerlas ocupadas, desgastándolas, mientras se gana a la opinión pública del país de las fuerzas enemigas, además de ganarse a la opinión pública del propio país, siempre recelosa. Se puede hipotetizar un tercer rasgo; no se trata de acabar la guerra y fundar una paz definitiva; no hay última guerra, sino guerra permanente.

 

 

En Estados delincuenciales escribimos:

 

La “ideología” conservadora estadounidense se ha inventado el seudo-concepto de “Estado fallido”, más conocido como “Estado canalla”. Pretendiendo describir, hasta definir, a los estados no cumplidos, estados que no habrían logrado su legitimidad. Aunque no toquen a propósito, el concepto de soberanía, corrigiendo su falla teórica, podemos decir, que no cumplirían con la soberanía; esto último sobre todo para describir mejor la descripción incompleta que hacen esos seudo-discursos teóricos. Un “Estado fallido” sería un Estado que ha fallado como Estado; es decir, como sociedad política, usando el discurso de la ciencia política y de la filosofía política. Que sintetiza la sociedad civil, plural y diversa. Este discurso prácticamente se queda ahí en cuanto a la descripción del tema que pone en mesa. No acude a buscar las causas de este fenómeno, usando su propia lógica y metodología; salvo sus hipótesis sobre la ausencia institucional, la falta de democracia. Hipótesis dichas de manera general, tan general, que puede ser usada para cualquier parte, por lo tanto, para ninguna.

 

El problema de este discurso conservador de la “ideología” reaccionaria norteamericana, es que, primero, se basa en un concepto pobre de Estado. Estado como institucionalidad liberal lograda, parecida, obviamente, a los moldes que experimentan en sus países. La misma discusión de la filosofía política, que ya es conservadora desde sus inicios, en el buen sentido de la palabra, es reducida a las grises conclusiones de que el Estado democrático es equivalente al Estado liberal. Sobre esta base pobre y, por cierto, débil, se construye la opaca figura del “Estado fallido”. Sin embargo, lo que les tiene sin cuidado a los “intelectuales” de semejante “ideología” política es la consistencia teórica; esto puede quedar en apariencias, difundidas en ediciones numerosas por el mundo. Lo que interesan son las conclusiones políticas. ¿Qué se hace con los “estados fallidos”? Como no tienen legitimidad, se los ignora, se ignora la soberanía, que no tienen; tienen que ser conducidos hacia el cumplimiento del Estado liberal, el fin de la historia.

 

A partir de este discurso “ideológico” conservador, se ha montado toda una estrategia mundial; en la práctica se desconoce la soberanía de los identificados como “estados fallidos”. Llevando, primero, a intervenciones dispersas y fragmentarias; para después, convertirse en intervenciones secuenciales, en distintos planos, que pueden terminar con intervenciones militares. Aunque estas intervenciones sean veladas, como en el caso de las concomitancias de sus agencias de inteligencia con los carteles mexicanos, incluso antes con los carteles colombianos, o, en su caso, de forma más elaborada, con la conformación de un supuesto Estado Islámico, que destroza la soberanía de Estado-nación árabes. La forma más parecida a las intervenciones imperialista del siglo XX, son las que son evidentes intervenciones militares de los ejércitos de las potencias dominantes del orden mundial.

 

Hay que decirlo, el “Estado fallido” no es un concepto; es un dispositivo “ideológico” de intervención militar. No ayuda ni a describir una singularidad histórica-política, menos a comprender su estructura, su historia política, por así decirlo. Se trata de un dispositivo discursivo, que ayuda a llenar vacíos, con el objeto, de una aparente descripción de algo que no se comprende ni se conoce; pero, si se conoce lo que se quiere. Se quiere dominar, expandirse, ampliar las fronteras del extractivismo destructivo.

 

Al respecto, es indispensable que todos los pueblos del mundo, accedan a la información de lo que ocurre, sobre todo los pueblos de estas potencias dominantes. Pues los pueblos de estas potencias son también víctimas de la híper-burguesía dominante, compuesta de capitalismo especulativo y capitalismo extractivista, ahora fuertemente articulado con el capitalismo perverso de las mafias, los carteles y los tráficos.

 

Lo irónico de los postulantes del seudo-discurso del “Estado fallido” es que su estrategia mundial contra los llamados “estados canallas”, arrastró a sus países a una metamorfosis perversa, convirtiéndolos en “estados delincuentes”, sobre todo por sus conexiones con carteles, mafias, para-militares, simulaciones terroristas, tráficos, lavados de dólares en gran escala; particularmente por medio del mismo sistema financiero internacional.

 

 

 

 

Estado delincuente

 

 En principio vamos a usar este término de Estado delincuente como dispositivo contra-ideológico, por así decirlo. Sin pretensiones conceptuales. Tan solo intentando desarmar no solamente el discurso de “Estado fallido”, sino también poner en evidencia la estrategia policial mundial e intervencionista de las potencias dominantes del orden mundial, que llamamos imperio. También, en segundo lugar, nos interesa describir, las características políticas, policiales y militares de estas intervenciones, de guerras de laboratorio. Por último, en tercer lugar, intentaremos pasar del dispositivo contra-ideológico de Estado delincuente a un concepto, que quizás tenga que adquirir otro nombre.

 

El Estado delincuente es un Estado, es decir, una malla institucional nacional, con redes y conexiones mundiales, en lo que llamamos la estructura de poder del orden mundial. Se describe como Estado delincuente por sus conexiones con las redes de los tráficos, los ejércitos paramilitares, con los circuitos de lavados a gran escala, usando los medios institucionales financieros. En principio, se cree usar estas conexiones tácticamente, como sabotaje; sin embargo, lo que ha mostrado la historia reciente, es que se convierte esta provisionalidad en perdurable. Este es el caso, por ejemplo, de la contemplación magnánima, por parte de los servicios de inteligencia, el Congreso y el gobierno de la híper-potencia mundial, de las mallas y redes y concomitancias encadenadas de burguesía y mafias en Colombia. No estamos pues ante una táctica provisional, sino ante una estrategia practicada, aunque no se la quiera, por lo menos, en parte del gobierno y del Congreso.

 

A pesar de la virulencia, la perversidad de estas formas de manifestarse de lo que llamamos el fenómeno del Estado delincuencial, la característica delincuencial más evidente y extensa es la dada por las formas de la exacción financiera. Se ha empujado, no solamente a los pueblos del sur, sino, también a los del norte, a crisis financieras, a precios de inflación, a crisis hipotecarias, llevando no solamente a cientos de miles de familias a la ruina y a la perdición, sino hasta millones de familias. Como era de esperar, en este capitalismo especulativo, la intervención financiera para salvar de la crisis, atendió a los bancos y al bolsillo de familias de esta híper-burguesía.  Si comparamos el impacto cuantitativo de esta destrucción del capitalismo especulativo en la cohesión social, vamos a observar que es muchísimo mayor y más importante, que el propio impacto cuantitativo de los tráficos, que también son cifras no despreciables. Entonces no es incoherente afirmar que el capitalismo financiero y el capitalismo de los tráficos, teniendo en el medio al capitalismo extractivista, van de la mano.  

 

 

¿Por qué las potencias dominantes de la geopolítica del sistema-mundo capitalista han caído en esto? Para no extendernos en esto, remitiéndonos a lo que escribimos, diremos, como hemos dicho, que ya no estamos en el modo de producción capitalista, sino en el modo de des-producción del capitalismo especulativo, que ya no estamos en la política, en sentido, incluso restringido, sino en la anti-política; por lo tanto, que ya no estamos en la economía, sino en la anti-economía. Todo esto forma parte del sistema-mundo del capitalismo especulativo. En estas condiciones, lo que menos interesa es la producción; obviamente, mucho más lejos se encuentra alguna alusión al bienestar general y al equilibrio ecológico. Lo que importa es la especulación; lograr súper-ganancias en el más corto tiempo posible; sobre todo vendiendo gato por liebre.

 

Si el Estado, en su genealogía, que para nosotros es un imaginario institucional, alguna vez pareció ser, por lo menos en las formaciones discursivas de la filosofía política, en su inicial modernidad, factor indispensable de cohesión social, de soberanía popular y de democracia formal, es, ahora, todo lo contrario, por así decirlo. El Estado delincuencial destruye toda cohesión social, hace dependiente a familias, a individuos, a colectivos diseminados. El Estado delincuencial anula toda soberanía popular posible, no solamente en los Estado-nación subalternos, sino, incluso, esto es lo llamativo, en los Estado-nación dominantes.  El Estado delincuencial no acepta la democracia, incluso formal, pues atenta contra la propia existencia de esta geopolítica extractivista-financiera-traficante; en este sentido, puede difundir una demagogia seudo-democrática, que en la práctica, es la muerte de la democracia, incluso formal. Bastan como ejemplos las llamadas leyes antiterroristas aplicadas en los estados.

 

¿Dónde se encuentra, si no es la legitimidad, la simulación de legitimidad, de semejante Estado delincuencial? En los medios de comunicación de masas, cuyas cadenas funcionan mundialmente. Para decir algo, no es con la realidad con la que están en contacto y de la que informan estos medios de información y de comunicación, sino con el deseo de la gente, deseo manipulado por los medios de comunicación de masa. Asistimos pues a la transformación del mundo; empero, en el sentido de su radical decadencia. 

 

 

El nihilismo extremo: la desaparición

 

Asistimos a la radicalidad extrema del nihilismo, la desaparición. El nihilismo de hoy se diferencia del nihilismo de los siglos pasados, que abarca la llamada modernidad, en que no solo se trata de la suspensión de los valores, la inversión de los valores, la apuesta por la metafísica, incluso, la apuesta por la economía política generalizada, sino por la desaparición de todo lo que implica la cohesión social. Algún discurso economicista supone que la intervención confeccionada en el medio oriente, destruyendo la soberanía de los Estado-nación árabes se debe al angurriento control de los recursos petroleros. El control, incluso en caso de propiedades estatales, y políticas soberanas, la tienen los monopolios de los mercados, de los procesos industriales, de las ciencias y las tecnologías, de las comunicaciones y del aparato fabuloso militar. No necesitan ni siquiera intervenir para mantener el control. Esta tesis nacionalista siempre pecó de esa debilidad; reducía el conjunto de relaciones de poder a temas de propiedad. Esta ingenuidad, si bien sirvió, en el siglo XX para cohesionar discursos ideológicos contra-hegemónicos, ahora son obstáculos epistemológicos para comprender la problemática del poder en la actualidad.

 

En este desenlace, la primera impresión, es que se trata del deseo del deseo, algo imposible de cumplir. La permanente insatisfacción creciente. Sin embargo, parece que no es tan así, a pesar de lo sugerente de la hipótesis psicoanalítica. En primer lugar habría que decir por qué hay deseo del deseo, en estas condiciones histórica-políticas mundiales y con estas características. Hablando de una manera menos teórica, lo insólito de lo que ocurre, es que parece que se trata no solo de dominio y control, sino de verificar, por así decirlo, el dominio y el control. Esta enfermedad metodológica parece atravesar a las mallas institucionales, sobre todo las mallas que cubren al campo opaco de los servicios de inteligencia, de las potencias dominantes del sistema-mundo capitalista. ¿Por qué esta necesidad incontestable? La hipótesis terrible que lanzamos, no tanto para afirmar alguna pretensión de explicación, sino para provocar un debate urgente, es: Los dispositivos de poder mundial ahora funcionan para la desaparición.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Crítica de la economía política cultural

Constelaciones de singularidades

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El problema del lenguaje, de los conceptos, de las representaciones, refiriéndonos a las teorías, narrativas e imaginarios de la modernidad, es que se atribuye propiedades perdurables, generales, a los referentes de los que hablan estas teorías, estas narrativas y estos lenguajes. Como si la propiedad inherente a la palabra, propiedad supuesta como representación, mucho más, si se trata de la propiedad supuesta en el concepto, fuese atributo del referente. El referente o los referentes no contienen las propiedades atribuidas por el lenguaje, por las narrativas, por las teorías. Esas propiedades atribuidas, son imágenes, son representaciones del lenguaje, son ideas; en el caso de los conceptos, son síntesis categoriales. Esta operación imaginaria ayuda en la interpretación y comprensión del fenómeno o los fenómenos que se experimentan; ayuda también en la comunicación, usando el lenguaje, que se refiere a la interpretación de la experiencia. También, con el instrumento del lenguaje, con los dispositivos de las teorías, con las tramas de las narrativas, se cuenta con toda una heurística operativa, para incidir en los acontecimientos.

 

Podemos, entonces, hablar de un pragmatismo, en sentido amplio, no en el sentido restringido, reducido a la connotación de utilidad; no se trata del pragmatismo utilitarista, sino del pragmatismo de la acción, del pragmatismo de la incidencia material, como el pragmatismo lingüístico. El pragmatismo del que hablamos es del pragmatismo que no vamos a llamar “cultural”, pues precisamente, comenzamos a criticar este universal, que atribuye la propiedad compartida de espíritu a la cultura, de las naciones, de los pueblos, de las civilizaciones. Con este atributo, se borran las complejidades, obviamente en las representaciones, otorgándole a la cultura una estructura, unas funciones, unas características compartidas, a pesar de las diferencias históricas, sociales, espacio-temporales. Todas las culturas son cultura.

 

Estos esquematismos, reducciones y generalizaciones, que se llamaron universales, en la modernidad, ciertamente ayudaron al estudio de las sociedades. Incluso al estudio comparado, fuera de los históricos. Ayudaron a construir teorías sobre las sociedades, a interpretar y explicar sus culturas y civilizaciones. Sobre estas teorías se ha avanzado a filosofías, que interpretan el destino de la humanidad.  Corrientes filosóficas y políticas han entablado su debate. Sobre todo sobresale el debate sobre la cultura y la civilización moderna, contrastando con las interpretaciones de las sociedades antiguas. Las “ideologías” también suponen este arsenal teórico, aunque lo manejen de manera más bien provisional e intrépida. Sin embargo, cuando la misma modernidad parece haber ingresado como a su etapa tardía. Cuando muchas voces anuncian su decadencia o, si se quiere, su transformación, más vertiginosa y acelerada, la discusión sobre esta modernidad acelerada, que ya no pone en suspenso valores e instituciones tradicionales, sino también el mundo, se vuelve harto dificultosa y complicada, si se mantienen los mismos instrumentos de análisis; el lenguaje heredado, teorías universalizantes, narrativas, cuyas tramas son teleológicas, impiden un debate esclarecedor, al mantener las propiedades representativas en acontecimientos que nunca fueron ni universales, ni generalizables. Se trata de acontecimientos que integran singularidades, siendo también los acontecimientos singulares.

 

Gilles Lipovetsky y Hervé Jupín se entraban en un debate sobre la cultura-mundo, su significado, sobre el “occidente” globalizado, sus repercusiones[274]. Resumiendo la discusión, Lipovetsky interpreta la cultura-mundo como fenómeno de la híper-modernidad, fenómeno que globaliza la cultura-mundo en su diversidad y diferencia heterogénea.  Evalúa positivamente el fenómeno cultural de esta cultura planetaria, a pesar de sus contradicciones y las destrucciones que provoca; que se compensan, incluso son sobre-compensadas por el avance en los derechos humanos en el mundo, por la invención de nuevas combinaciones culturales, en su singularidad. En cambio, Jupín tiene, mas bien, una mirada pesimista, y efectúa una interpelación crítica a la cultura-mundo, que habría instaurado una simulación empobrecedora de la cultura, haciéndola desaparecer. Reducida a mercantilismo, a utilitarismo, a excusa para el consumo compulsivo y depredador. Cultura-mundo que ocultaría las dominaciones y violencias desprendidas de una homogeneización pavorosa, de una individualización aislante, de una destrucción sin precedentes del planeta, las sociedades, las cohesiones sociales, las identidades y las culturas.

 

El problema es que se sigue utilizando este concepto universal de cultura para abordar un debate harto complejo. Ya se vea positivamente la “evolución” hacia la cultura-mundo, ya se vea negativamente, la “involución” a la cultura-mundo, el problema efectivo, como acontecimiento, como crisis, no puede desentrañarse, por lo tanto, interpretar, si se continua atribuyendo a los pragmatismos de acción social los atributos representativos del concepto de cultura, que en última instancia, quiere decir espíritu, espíritu de un pueblo.

 

Las culturas nombradas por la historia de las culturas, la historia de las sociedades, la historia de las civilizaciones, son paradigmas representativos. Si bien han servido para interpretar y estudiar a las sociedades, no se puede esperar que estos paradigmas corresponden como un mapa del mismo tamaño al acontecimiento heterogéneo de los pragmatismos lingüísticos, de los pragmatismos de acción, de los pragmatismos políticos, de la gente. Lo que se llama cultura de un pueblo en un periodo, incluso en una época, determinada, en realidad, se encuentra compuesta por el entrelazamiento de estrategias diferentes, locales, regionales, geográficas, sociales. No hay pues una cultura, sino una constelación de pragmatismos de acción entrelazados. Que para los historiados, los antropólogos, los filósofos, los cientistas sociales, les parece una unidad, una composición homogénea, una universalidad compartida, que llaman cultura.

 

Es así, como se ha podido hablar de una cultura moderna, contrastada con las culturas tradicionales. Es también así como se ha podido avalar las tesis evolucionistas sociales, que calificaban a las culturas diversas respecto de la cultura moderna. Se le dio vida al concepto de cultura, solo que se trata de una vida fantasmagórica. Se habla de cultura como si fuese un sujeto. Las culturas por sí mismas no existen, no tienen vida, no se reproducen; las culturas son constituidas, reproducidas, transformadas, por múltiples relaciones y prácticas de mónadas, que se asocian, que componen y combinan, de distintas maneras; que institucionalizan lo que hacen, dándole un carácter prolongado a los efectos de masa. Las relaciones nunca son entre conceptos, símbolos, signos, representaciones, sino entre sujetos sociales. Una cultura no es un sujeto, sino un producto duradero de relaciones y prácticas sociales; un efecto prolongado de pragmatismos de acciones sociales. Los sujetos son los individuos, sus agrupaciones, sus colectivos.

La explicación de la crisis hay que buscarla no en la cultura, ya sea cultura-mundo, ya sean las culturas diseminadas, fragmentadas, por la cultura-mundo, sino en lo que acontece con las múltiples y plurales constelaciones del pragmatismo de las acciones sociales.

 

Vamos a hacer un breve repaso a lo que escribimos en Intuición subversiva, antes de seguir con la exposición sobre los pragmatismos de las acciones sociales, para poder analizar, desde esta perspectiva, lo que se viene en denominar la crisis civilizatoria, también crisis cultural, incluso crisis de los valores y crisis de las “ideologías”, crisis que es caracterizada haciendo hincapié en distintos núcleos de los sistemas simbólicos, por así decirlo. En unos casos, la crisis se enfoca en las culturas tradicionales heredadas, que todavía resisten a la expansión de la cultura moderna. En otro caso, la crisis se enfoca en la misma cultura moderna, la que perdería consistencia, se desarmaría, ante su continuidad escandalosa, que sería esta cultura-mundo, en la etapa de la híper-modernidad. En un tercer caso, el enfoque de la crisis se sitúa en la misma cultura-mundo, la que es interpretada o como contradictoria, paradójica, homogeneizante, por un lado; pero, también y al mismo tiempo, singularizante y heterogénea por otro lado. También es interpretada como decadencia absoluta, como nihilismo absoluto, que pone en suspenso toda cohesión social, toda identidad social, toda valorización social, llegando al extremo de la virtualización de las relaciones sociales. Este repaso parece necesario, cuando lo que escribimos allí tiene analogías con el tema que tratamos ahora; la crítica deconstructiva del concepto de cultura. Aquella vez, si bien, se trataba de interpretar la intuición subversiva, en la exposición se vertió una interpretación de los saberes desde la perspectiva de la complejidad.   

 

En Intuición subversiva escribimos:

 

¿A qué llamamos saber activista, a que llamamos conocimiento subversivo? ¿Cuál es la relación de este saber subversivo con el espesor de la percepción y la experiencia social? Hemos compartido la definición dada por Georges Canguilhem de saber en el sentido de atributo biológico que comprende la composición de capacidad de adquirir información, retener la información, es decir, constituir una memoria, de anticiparse, es decir, de actuar[275]. Esto se entiende cuando nos referimos a organismos individualizados; empero, qué pasa cuando nos encontramos ante las multiplicidades proliferantes de organismos, entrelazados y en conexión. ¿Se puede mantener la misma concepción de saber? Cuando sabemos que lo que configura su morfología, su composición orgánica, sus capacidades, incluso su teleonomía, es el genoma, vemos que el saber del genoma no es el mismo que el saber del organismo, por más que el segundo suponga al primero[276]. Georges Canguilhem, cuando se refiere al saber humano, incorpora a esa composición dinámica entre información, memoria y anticipación, la capacidad evocativa. Si bien, es más difícil distinguir el funcionamiento individual del funcionamiento social, colectivo, en el caso del fenómeno evocativo, así como también es difícil distinguirlo en el caso del saber de los organismos, pues estos suponen asociaciones; es decir, sociedades orgánicas. De todas maneras, se puede decir que el saber individual tiene determinadas características, en tanto que el saber social, compartido, que hace de contexto del saber individual, tiene otras características, quizás más complejas. Por lo tanto, no es lo mismo hablar de saber en los distintos casos; su connotación varía.

Hay pues una distinción grande entre el saber del genoma y el saber de los organismos; en éstos, una distinción entre el saber social de los conglomerados orgánicos y el saber de cada organismo. Lo mismo con las sociedades humanas, añadiendo el componente evocativo, que supone una dinámica propia entre la herencia y el substrato social con la autonomía individual. El saber del genoma es más que saber, en el sentido dado por Canguilhem, supone una capacidad propia programadora. Su devenir, sus largos ciclos, está relacionado con la información transmitida por los organismos; el genoma no está directamente involucrado con la experiencia y el aprendizaje de los organismos, son los organismos los que experimentan y aprenden. El genoma acumula la información y la procesa; en largos ciclos la reprogramación del genoma tiene repercusiones en el perfil y la composición de los organismos. Hay una parte virtual del genoma, que tiene que ver con la programación; de esta manera, podemos decir, que el genoma no se encuentra ni en el tiempo ni en el espacio percibido y experimentado por los organismos.  El genoma está más acá y más allá de los organismos, aunque forme también parte de ellos.

El saber de los organismos es complejo, tanto en su dimensión asociativa, conglomerada, social, así como en su dimensión individual; también, claro está, en su composición dinámica entre la dimensión asociativa y la dimensión individual. Cuando hablamos de saber, esta figura es más adecuada a la composición individual, a la autonomía orgánica; esta figura es menos adecuada cuando nos referimos a conglomerados, a asociaciones, a colectividades. Se trata más bien de nichos, usando la metáfora ecológica, comunicativos, de intercambio, de redes, de campos; usando las memorias, el reconocimiento del terreno, del clima, como fenómenos vitales, íntimos. Logrando, de este modo, generar un torbellino de circulaciones de información, aprendizajes, acumulaciones, desprendiendo actividades, en consecuencia. Estamos ante el acontecimiento de la vida, ahora visto desde la perspectiva de la realización de saberes. En la dimensión asociativa, social, no es exactamente saber el que se da, sino campos de posibilidad de los saberes; campos de circulaciones de información, campos de memorias, campos de circulación de actividades; es decir, un torbellino creativo de experiencias y conocimientos.

Ciertamente, no se puede disociar el acontecimiento vital de esta turbulencia asociativa, comunicativa, cognitiva, fáctica, de la realización singular del saber en los individuos. Acontecimiento y singularidad no es descomponible.  La complejidad y articulación de ambas dimensiones nos muestra que hablar de la dimensión colectiva y de la dimensión individual  es, más bien, una distinción abstracta, no “real”, por así decirlo. Lo social está inscrito en lo individual, con su propia peculiaridad, con su propia singularidad, en cada caso; las singularidades componen dinámicamente lo social. Hablando, en propiedad, tendríamos que decir que el saber se realiza individualmente, empero deviene del conglomerado social, de su memoria dinámica.

Uno de los problemas relativos a las representaciones es el haber transferido características propias de los perfiles individuales a las configuraciones sociales, a las composiciones colectivas. Incluso se llega a concebir la idea de un “sujeto social”, de un “sujeto colectivo”, como si fuese un individuo macro. Obviamente es esta una deformación, una transferencia representativa, que en vez de ayudar a comprender los fenómenos del acontecimiento, lo oscurecen, pues atribuyen a lo social y colectivo composiciones relativas a los organismos, en este caso, al cuerpo humano. Los conglomerados asociativos no tienen porque parecerse al perfil singular; al contrario, es de esperar que no se parezcan, pues se trata de fenómenos masivos, plurales, que requieren se los tome en sus conformaciones complejas, bullentes, como constelaciones activas. Menos se puede hablar de una “consciencia social”, refiriéndose a ésta como fenómeno colectivo; en todo caso, la consciencia también corresponde a la autonomía singular del individuo.  El acontecimiento social, como pluralidad de singularidades, supone, para usar como metáfora un concepto filosófico, lo que llamaba Hegel autoconsciencia, dialéctica del reconocimiento, en otras palabras, supone la interacción de las consciencias, de los sujetos, de las subjetividades, de los cuerpos[277]. Lo que se da es esta proliferante dinámica de entrelazamientos, asociaciones, composiciones, interacciones, entre múltiples singularidades, donde cada singularidad cobra consciencia, si se puede hablar así, de lo que acontece. Empero, no se puede hablar con propiedad de una “consciencia colectiva”, salvo metafóricamente.

Cada singularidad comprende a su manera lo que pasa, de una manera singular. No es de esperar que su comprensión sea igual a otra comprensión, al contrario, es de esperar que, las comprensiones, las consciencias, mas bien, sean diferentes y variadas. ¿Cómo es que se entienden entonces las singularidades? ¿Cómo es que asumen que se comparte la misma comprensión del fenómeno? Cada quien imagina que esto ocurre, aunque cada quien imagina a su manera lo que ocurre. ¿Por qué entonces se da el acuerdo, la asociación, la comunicación? Porque se comparte un mundo, que aunque cada quien lo asuma a su manera, es el mundo de nuestras experiencias; es el mundo el que hace de referente en tanto acontecimiento primordial, aunque puede ser interpretado, incluso percibido de manera singular.

Cada singularidad tiene al mundo como percepción, es el mundo como experiencia el que conecta los cuerpos, los contiene como acontecimientos singulares, se realiza en cada experiencia singular, se fija en cada memoria singular. No importa que las vivencias sean singulares, propias, lo que importa es que el mundo las constituye, así como ellas constituyen al mundo. Este común, si se puede hablar así, sitúa a las singularidades en el mundo. Este compartir el mundo las hace coexistentes, convivientes, colectivas, sociales. No importa que esta coexistencia sea asumida de una manera singular, por lo tanto, distinta en cada quien, lo que importa es son en el mundo. Eso las hace presentes, que compartan el presente, a su manera; indiscutiblemente, indudablemente, comparten el presente, que es lo que se tiene a mano, actualizando los pasados.

Más que la codificación y decodificación, más que el lenguaje, lo que conecta a las singularidades es la experiencia del mundo y en el mundo, experiencia y mundo que hacen posible el lenguaje, la codificación y la decodificación, la comunicación, los saberes. Hasta personas de diferente leguaje y de diferente cultura se pueden comprender porque comparten el mundo, aunque lo hagan a su manera.  

Es el mundo el que nos constituye, son las singularidades las que constituyen al mundo. El mundo me constituye al mismo tiempo que lo constituyo para mi, en interacción y contraste con los demás.   El mundo forma parte de la fenomenología de la experiencia, de la fenomenología de la percepción, aunque suponga la diferencia absoluta, la existencia sin mundo, antes de que se conforme[278]. El mundo es una construcción mía, en interacción con las demás construcciones de mundos, al mismo tiempo que el mundo me constituye, constituyendo también a los demás, con los que interactuó, de manera próxima o de manera lejana, en distancias cortas o en distancias largas, en el presente o en el pasado, inmediato o largo. El Mundo está conformado por múltiples mundos, entornos de las singularidades, aunque distintos y variados, al formar parte del Mundo se conectan y cohabitan un presente. Y el Mundo es porque forma parte de la diferencia absoluta, de la existencia sin mundo, si se quiere, de la existencia sin la mirada humana.

Esta certeza es certeza de la percepción, es certeza sin representación, inmediata, vivencial, aunque bien puede ser interpretada por el lenguaje, como en la poesía. Es certeza del acontecimiento[279].  Se sabe, de antemano, en los umbrales de la experiencia, de esta totalidad, usando un concepto permeable, totalidad des-totalizable y re-totalizable. Lo único que hacen las ciencias y las filosofías, es trabajar sobre estas certezas, aunque vaciándolas de sus contenidos. Salvo, hay que decirlo, lo que pasa con las percepciones abiertas por la física relativista y la física cuántica, que han cruzado los umbrales anteriores de la experiencia, han cruzado los horizontes anteriores de la experiencia, han abierto nuevos umbrales y nuevos horizontes de la experiencia humana, ampliando el Mundo en espacio-tiempos curvos, relativos, dependiendo de los referentes, ampliando el mundo hasta los lugares de la propia desaparición del universo y de la materia; los confines del universo, los agujeros negros, la infinitesimal nada en la que se sostiene todo.

Asistimos al despliegue de la experiencia humana más allá y más acá de lo que conocía; es una experiencia que incorpora en su memoria presente lo infinitesimal inacabado, en su nada, pero una nada creativa; que incorpora las gigantescas extensiones y distancias más allá de lo imaginable; que incorpora la velocidad más allá de la vertiginosidad; que incorpora la creación y dinámica de la energía más allá de la materia. No es que se desecha la anterior experiencia, ésta queda como sedimento de la memoria del presente.

Después de estos apuntes podemos volver a reflexionar sobre el llamado saber activista, saber subversivo. Como saber se realiza singularmente, individualmente; son las personas que padecen la historia, la viven intensamente, intervienen en la historia, las que contienen el saber, lo usan como parte de las acciones. Este saber no es igual en las personas involucradas en las acciones; sin embargo, en la medida que sus saberes forman parte del acontecimiento de la crisis y de la rebelión, se conectan, se comunican, comparten y participan. Cada quien asume a su manera esta vivencia, la interpreta a su manera, suponiendo que los demás la interpretan del mismo modo. Esta suposición hace como si se actuara en el mismo sentido. No importa tanto si este sentido es igual, homogéneo, en todos; al contrario, es de esperar variaciones. Lo que importa es el compromiso, la concomitancia, la complicidad, en el consenso logrado, compartir la lucha.

Lo que se llama saber activista, saber subversivo, en tanto se refiere al conglomerado social movilizado, es, en realidad, una constelación dinámica de saberes, de voluntades, de cuerpos, de deseos, de esperanzas, de prácticas alterativas. Al compartir esta experiencia el aprendizaje es colectivo, en el sentido que es singular en cada quién. Desde una perspectiva estructuralista se podría decir que hay la subversión, como una estructura subyacente; decir que es la estructura la que se pronuncia, actúa, habla. Esto es una aproximación abstracta. El estructuralismo olvida que no es la estructura la que habla, actúa, se pronuncia, son los cuerpos los que lo hacen, cuerpos vivos, pasionales, perceptivos, reflexivos. La estructura es un fantasma de los estructuralistas. Son estos cuerpos singulares los que se asocian, componen, acuerdan, emiten discursos, se movilizan; en su dinámica generan acontecimientos, acontecimientos, que, a su vez, los constituye como subjetividades y sujetos, usando estos términos vulnerables.

La subversión existe como acto de creación de los y las movilizadas, el activismo existe como acción de los y las activistas. Los y las subversivas lo son porque generaron el acontecimiento de la subversión, acontecimiento que los contiene, los envuelve, los atraviesa y los constituye. Lo mismo pasa con los y las activistas, el activismo como acontecimiento; también como historia, los contiene, envuelve, atraviesa y constituye.

Se puede decir entonces que hay como constelaciones dinámicas, bullentes, de desfases, de desacuerdos, de descentramientos, de conflictos, de rupturas mínimas, que se convierten en campos de posibilidad de saberes subversivos, de saberes activistas. Son los cuerpos singulares, las subjetividades singulares, las que realizan estas posibilidades como saber, a su modo, de una manera singular, compartiendo con las demás singularidades.  Es esta interacción, es esta dinámica, es esta circulación, acumulación, alimentación y retroalimentación, el referente de lo que se nombró como saber subversivo, saber activista o, si se quiere, intuición subversiva, intuición activista.

Hablaremos como de cuatro niveles de lectura del acontecimiento subversivo. El primordial, es la emergencia del acontecimiento, como crisis del Mundo, dada en el Mundo. No ahondaremos ahora al respecto. El nivel singular, la forma singular vivida de esta crisis, la forma como se elabora el conocimiento de esta crisis, el saber de la crisis, que se convierte en saber activo, en saber para la acción. El tercer nivel es el orgánico, la forma de organización que adquiere la subversión, que adquiere el activismo. Tampoco vamos a ahondar en este tema. Por último, la dirección o el desenlace del proceso resultante. Puede continuar la ruta instituyente, constituyente, creativa, de una subversión permanente; desenlace menos probable, basándonos en la historia de las llamadas “revoluciones”. Puede detener la marcha instituyente y constituyente, optar por consolidar lo instituido, lo constituido, entonces hacer del desenlace una recurrencia, una repetición cambiada o modificada, de la historia repetida del poder; que es lo más probable, basándonos en la historia de las “revoluciones”.

Queremos hacer hincapié en lo siguiente: En la medida que esta experiencia subversiva, activista, se mantiene próxima, ligada, a los espesores de la percepción, a los espesores de la experiencia, al saber de los cuerpos, la potencia subversiva, activista, fluye creativamente. Empero, en la medida que se da un alejamiento, un desligamiento, de los espesores de la percepción, de la experiencia, del saber de los cuerpos, en la medida que el distanciamiento implica vaciamiento de contenidos, formulación de un discurso instrumental, de un discurso oficial, del partido o lo que se llame, la potencia subversiva es sustituida por relaciones de poder, por estructuras de poder, legitimadas por un discurso oficial, el discurso de la verdad. Este debilitamiento de la potencia puede comenzar antes de lo que comúnmente se llama la toma del poder, la serpiente puede incubarse antes, en el preludio mismo de las acciones[280].      

 

 

Volviendo a nuestra deconstrucción del concepto de cultura, podemos usar el mapa o los mapas anteriores del acontecimiento del saber y de los acontecimientos de los saberes singulares, como referentes teóricos del acontecimiento del pragmatismo de las acciones sociales y de los acontecimientos de los pragmatismos de las acciones culturales singulares. Lo que tenemos entonces es una constelación de pragmatismos de acciones sociales, que interpretan las experiencias sociales singulares y las memorias sociales singulares, que inciden en el acontecimiento. En los contextos mundiales tenemos constelaciones de conformaciones perdurables de pragmatismos de acciones sociales. No olvidemos que estos pragmatismos de acciones comprenden interpretaciones singulares, que se usan precisamente en las relaciones y prácticas sociales, relaciones y prácticas institucionalizadas, que suponen una estabilidad de estas relaciones y prácticas como estructuras.  

 

Por lo tanto, no hay pues cultura, como unidad homogénea, compartida por todos, como herencia única.  Hay múltiples interpretaciones singulares, individuales, que entran en interacción y en comunicación, compartiendo el mundo, que logran conectarse, transmitirse, recepcionar y asumir, cada quien a su modo y manera.  Si bien, hay la impresión en cada quien de que se comparte lo mismo, la misma idea singular que tiene esta singular interpretación individual, la verdad es que no es así, pues, si bien pueden parecerse, son distintas. Es el mundo, la experiencia del mundo, en esa coyuntura, lo que aproxima a sus interpretaciones. Las que dan como una atmósfera compartida, la certeza de que se comparte un mundo, y a través de este compartir, se induce que también se comparten las narrativas, las teorías, las interpretaciones. Lo que se comparte es el mundo, a partir de las experiencias singulares del mundo, experiencias que también son aproximadas por ese mundo. Este compartir hace suponer que también se comparten interpretaciones; lo que se tiene son constelaciones de interpretaciones singulares bullentes, que entran en contacto, se comunican, se homologan y deducen, por así decirlo, que comparte los mismo.

 

Son los intelectuales de la modernidad los que han imaginado, estas constelaciones de conformaciones de los pragmatismos de acciones sociales, como la imagen, la idea y el concepto universal de cultura. La cultura es un invento de los intelectuales. El invento social, por así decirlo, contrastando, es el acontecimiento complejo e integrado de las conformaciones de pragmatismos de acciones, que son dinámicas.

 

Desde esta perspectiva, la de la complejidad, nos permite distanciarnos de la tesis estructuralista, que separa cultura de naturaleza. La cultura, por así decirlo, usando como ejemplo este concepto universal, que criticamos, nunca ha salido de los ciclos vitales, nunca ha salido de la complejidad de la vida, si se quiere, nunca ha salido de la naturaleza. Los sujetos sociales nunca han dejado sus cuerpos, sus sensaciones, sus percepciones. Son las teorías modernas las que han separado cultura de naturaleza; al hacerlo, desplegaban toda una economía política, la economía política de la cultura; que separa cultura de naturaleza; valorizando la cultura, desvalorizando la naturaleza. Las formaciones discursivas sobre la cultura o las culturas forman parte de las expresiones de esta economía política cultural, que forma parte de la economía política generalizada[281].  

 

Entonces, hablar de cultura, que es prácticamente una temática moderna, por las teorías, por los paradigmas, por las narrativas, conformadas, constituidas e instituidas, es formar parte de esta economía política, que en tanto tal, instaura el fetichismo de la cultura, otra de las “ideologías”. Los discursos culturales no dejan de ser dispositivos teóricos de las dominaciones polimorfas del sistema-mundo capitalista.

 

Las sociedades alterativas[282], lo que son propiamente todas las sociedades, salvo la parte expropiada, capturada, de sus fuerzas, que sirven para la reproducción del sistema-mundo, no hacen cultura o reproducen la cultura, o la llevan a crisis, separando lo que hacen en este plano de intensidad, de lo que hacen en los espesores de intensidad de la naturaleza, de la vida, de la biodiversidad. Lo que hacen corresponde a acciones integrales en los distintos planos de intensidad y en los distintos espesores de intensidad. Viven el mundo de una manera integral. Es la teoría moderna la que analiza abstractamente, separando, distinguiendo campos, focalizando objetos de estudio, problemáticas sesgadas, separadas. El hombre moderno es el que ha confundido esta su representación sistemática, este saber analítico, con el mundo efectivo, con las sociedades efectivas, que son las sociedades alterativas, reduciéndolas a sociedades institucionales, reduciendo el mundo efectivo al mundo de las representaciones.

 

Es cierto que esta metodología ha servido para estudiar las sociedades, ha facilitado estos estudios. Se ha aprendido mucho de ellas; estos conocimientos, saberes, son una herencia valorable. Sin embargo, esta episteme moderna tiene límites, cuando enfrenta precisamente la complejidad del acontecimiento que llama cultura. Mientras el concepto universal de cultura le permitía seleccionar planos de intensidad y estudiar la cultura como si fuese una fenomenología universal, ayudó a avanzar en la interpretación   y explicación de los planos de intensidad aislados; empero, cuando había que responder a preguntas problemáticas, que sus mismas investigaciones ocasionaban, se topaba con sus propios límites. Esta situación se hace más patente cuando se enfrenta a las transformaciones de la cultura moderna, de lo que llama cultura-mundo.

 

 

Lipovetsky y Jupín generan dos análisis contrapuestos de la cultura- mundo; lo hacen desde esta economía política de la cultura; se puede decir también desde esta “ideología” de la cultura. El problema no es dirimir entre una interpretación optimista y una interpretación pesimista, esquematizando estas versiones críticas, para ilustrar. Tampoco considerar que el problema está, de alguna manera, trazado en esta discusión, en estas versiones contrapuestas. Ese es el problema de esta economía política de la cultura, de sus interpretaciones contrapuestas, que forman parte de la misma episteme.  El problema efectivo, en su complejidad, se encuentra en el acontecimiento mismo de las multiplicidades pragmáticas de acciones sociales singulares, que se entrelazan, y asumen el mundo, en esa intersección, como el substrato de sus formas de compartir, coexistir, convivir, aunque de maneras contradictoria y antagónicas.

 

Lo que está en crisis es el mundo de las representaciones del sistema-mundo capitalista; por lo tanto, desde esta perspectiva o perspectivas, la que interpreta que la crisis de su episteme corresponde a la crisis del mundo efectivo. El mundo efectivo, como complejidad, como simultaneidad dinámica, no está en crisis, en el sentido como se entiende la crisis; lo que está en crisis es el sistema-mundo capitalista, que es el recorte de realidad que efectúa la episteme moderna a partir de sus miradas abstractas, analíticas y esquemáticas. Este mundo de representaciones toma consciencia de la crisis, pues ya no puede explicar lo que acontece. En consecuencia, deduce que el mundo efectivo está en crisis, que se acaba, que ingresa al apocalipsis, en la versión pesimista; que tiene oportunidades, pues la cultura-mundo es heterogénea e inventiva.  No se le ocurre pensar que lo que llama crisis expresa fehacientemente los límites epistemológicos de sus saberes analíticos, esquemáticos, dualistas, modernos.

 

Las sociedades alterativas, que siempre han estado más acá y más allá de las representaciones, también de las mallas institucionales del sistema-mundo capitalista, no están en decadencia, no están casi muertas, como dibuja la versión pesimista; tampoco corresponde al juego de homogeneización y heterogeneidad, que encuentra la versión optimista. Las sociedades alterativas no han dejado de ser vitales; son las sociedades institucionalizadas las que están en crisis, si se quiere, en decadencia. La pregunta es: ¿Por qué las sociedades alterativas no ponen fin a los juegos de poder de las sociedades institucionalizadas?

 

Las sociedades alterativas no están fuera de la biodiversidad, de los ciclos vitales, forman parte de los ecos-sistemas y de las ecologías. Lo que está reaccionando, por así decirlo, es el planeta, que es la integración de la dinámica compleja de procesos de vida concatenados. A esta acción desencadenada, la ciencia descriptiva ambientalista le llama cambio climático. Muy probablemente este cambio climático desate una reacción en cadena, ocasionando calamidades, catástrofes para las sociedades humanas; desaparición de islas, de costas, incluso afectación estructural de continentes. Trayendo a colación, destrucciones de ciudades y parte de las sociedades, sino son enteras sociedades. Visto desde la perspectiva humana, esto es una catástrofe, un apocalipsis. Sin embargo, desde la perspectiva de la complejidad dinámica de los ciclos de la vida y su potencia creativa, es la adecuación de la complejidad planetaria a los fenómenos ocasionados por el hombre.  La vida continúa.

 

La pregunta es entonces: ¿pueden las sociedades alterativas detener esta catástrofe? Si la respuesta fuese afirmativa, la pregunta subsecuente es: ¿Por qué no lo hacen?

 

Las sociedades tampoco son homogéneas, no son unidades puras; son, complejidades dinámicas, efectos masivos de asociaciones, composiciones, combinaciones, de las mónadas. Las sociedades alterativas pueden actuar, de la manera como pide la pregunta, por consensos, por asociación de voluntades, por intuición subversiva. Lo que hacen los y las activistas es precisamente esto, convocar a la sociedad a cambiar el curso de los eventos, de las direcciones, de los derroteros. Sin embargo, hay que recordarles a los y las activistas que lo que hay que liberar es la potencia social, que es la vida misma, la potencia creativa de la vida. Entonces, la pregunta siguiente a la subsecuente es: ¿Cómo se hace esto, cómo se activa la potencia social?

 

Este parece ser el tema fundamental. Aquí, en las respuestas que se puedan encontrar a esta pregunta, parecen encontrarse las tareas primordiales de los y las activistas. No basta con denunciar lo que acaece, el peligro en que nos encontramos, la desidia, por no decir, la imbecilidad, de las estructuras de poder del sistema-mundo capitalista. No basta con describir científicamente la situación calamitosa en la que nos encontramos, peor aún, la que se vecina. Para decirlo resumidamente, no basta tener razón. Si no se tiene la fuerza, las fuerzas, para hacerlo, no hay incidencia. Estas fuerzas son las multitudes de cuerpos de las sociedades humanas afectadas. No basta entonces, acudir a sus consciencias. Es menester, actuar en la complejidad, sinónimo de realidad; convocar a la potencia inherente en estos cuerpos. Aunque se acuda a la razón abstracta de los humanos, esto no es ni siquiera algo de aproximación a lo suficiente. Hay que acudir a la razón integrada al cuerpo, integrada a la percepción. La convocatoria es al cuerpo.

 

Ahora bien, ¿cómo se hace esta convocatoria integral a los cuerpos? Esta es la pregunta, cuando hemos perdido, por así decirlo, la memoria del cuerpo, no en el sentido que el cuerpo lo haya perdido, en cuanto memoria corporal, sino en el sentido de que la memoria representada no se acuerda. Hay pues que recuperar esta memoria corporal y comunicarse entre cuerpos. ¿Es la estética más que las ciencias, o ambas, combinadas? ¿Se trata de actos heroicos de alta intensidad? ¿Se trata de un propósito y voluntad gigantescos? No hay respuesta todavía.  Pero, algo sabemos, lo que se ha hecho hasta ahora, para detener la marcha del tren al descarrilamiento, no es suficiente. Hay que ir más lejos, atreverse a ir más lejos, vale la pena, sobre todo por la oportunidad a las sociedades humanas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

   

 

 

 

 

 

 



[1] Paráfrasis a un fragmento del poema Cuerpo presente, de Federico García Lorca. El fragmento del poema dice: Aquí yo quiero verlos, delante de esta piedra, delante de este cuerpo con las riendas cortadas.

[2] Ver de Raúl Prada Alcoreza Guerras periféricas. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/guerras-perifericas/

[3] Rahi, Arturo; Agüero Wagner, Luis (2006). El Chaco paraguayo: una historia de despojos, renuncias, mutilaciones y entregas. Asunción (Paraguay): F17. Rahi y Agüero Wagner, 2006, p. 45/49.

[4] Excombatiente y político boliviano. En Arce Aguirre, René Danilo (2009). Carlos Salinas Aramayo. Un destino inconcluso. 1901-1944. La Paz (Bolivia): Rolando Diez de Medina. En Arce Aguirre, 2009, p. 32.

[5] Mención hecha por Jesús Urzagasti, en conversaciones.

[6] Seiferheld, Alfredo (1983). Economía y Petróleo durante la Guerra del Chaco. Asunción (Paraguay): El Lector. Seiferheld, 1983, p. 472.

[7] Dunkerley, James (1987). Orígenes del poder militar: Bolivia 1879-1935. La Paz (Bolivia): Quipus. Dunkerley, 1987, p. 207.

[8] Ver de Raúl Prada Alcoreza Guerras periféricas. Ob. Cit.

[9] Zook, David Hartzler (1961). The conduct of the Chaco War. Nueva York: Bookman Associates. Zook, 1961, p. 106.

[10] Antezana Villagrán, Jorge (1982). La Guerra del Chaco: análisis y crítica sobre la conducción militar. Vol. 2. La Paz (Bolivia): Talleres Gráficos Mundy Color. Antezana Villagrán, 1982, p. 12/13 vol. 2.

 

[11] Farcau, Bruce W. (1996). The Chaco war: Bolivia and Paraguay, 1931-1935. Westport (Connecticut): Praeger. Farcau, 1996, p. 165.

[12] Guachalla, Luis Fernando (1971). Misión en el Paraguay, mayo 1930-julio 1931. La Paz (Bolivia): Rolando Diez de Medina. Guachalla, 1978, p. 56. También revisar de Guachalla, Luis Fernando (1978). Jayucubás. La Paz (Bolivia): Los Amigos del Libro.

[13] Hughes, Matthew (2005). Logistics and Chaco War: Bolivia versus Paraguay, 1932-35. The Journal of Military History (abril-2005); 69 (2): 411–437. Hughes, 2005, p. 411-437                                                                                                                                                                                           

[14] • Dunkerley, James (1987). Orígenes del poder militar: Bolivia 1879-1935. La Paz (Bolivia): Quipus. Dunkerley, 1987, p. 222 y 223.

[15] Querejazu Calvo, Roberto (1981). Masamaclay. Historia política, diplomática y militar de la guerra del Chaco. Cochabamba-La Paz (Bolivia): Los Amigos del Libro. Querejazu Calvo, 1995, p. 21. También revisar de Querejazu Calvo, Roberto (1990). Historia de la Guerra del Chaco. La Paz (Bolivia): Juventud. Así mismo de Querejazu Calvo, Roberto (1995). Aclaraciones históricas sobre la Guerra del Chaco. La Paz (Bolivia): Librería Editorial Juventud.

[16] Ver de Vittone, Luis (1988). La Guerra del Chaco Volumen 2. Asunción. También de  Vittone, Luis (1986). La Guerra del Chaco Volumen 3. Asunción.

[17] Entrevista Estigarribia-Ayala, en Camacho, 6 de octubre de 1934; en (Vittone, 1986, p. 198).

 

[18] En Guachalla, 1978, p. 114.

[19] Farcau, 1996, p. 26.

[20] Bibliografía: • Alvarado, José María (1996). «Mi aporte testimonial sobre la campaña del Chaco». Archivos bolivianos de la Historia de la Medicina 2 (2 - julio a diciembre). • Alvéstegui, David (1970). Salamanca: su gravitación sobre el destino de Bolivia. Vol. 4. La Paz (Bolivia): Talleres Gráficos Bolivianos. • Antezana Villagrán, Jorge (1982). La Guerra del Chaco: análisis y crítica sobre la conducción militar. Vol. 2. La Paz (Bolivia): Talleres Gráficos Mundy Color. • Arce Aguirre, René Danilo (2009). Carlos Salinas Aramayo. Un destino inconcluso. 1901-1944. La Paz (Bolivia): Rolando Diez de Medina. Sello postal en homenaje a los soldados paraguayos. Sellos de ambos países reclamando el Chaco. • Arce Aguirre, René Danilo (1987). Guerra y con- flictos sociales. El caso rural boliviano durante la campaña del Chaco. La Paz (Bolivia): Edobol. • Arze Quiroga, Eduardo (1952). Documentos para una historia de la guerra del Chaco: seleccionados del archivo de Daniel Salamanca Vol. 2. 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[21] Arce Aguirre, 1987, p. 189.

[22] Beltrán Salmón, Luis Ramiro (1999). Papeles al viento. La Paz (Bolivia): Plural/CID. Beltrán Salmón, 1999, p. 213.

[23] Ver de Raúl Prada Alcoreza La inscripción de la deuda, su conversión infinita. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-inscripcion-de-la-deuda-su-conversion-infinita/.

[24] Ver de Raúl Prada Alcoreza Potencia y acontecimiento. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/potencia-y-acontecimiento/.

[25] Ob. Cit.

[26] Ver de Raúl Prada Alcoreza Pensamiento propio. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/pensamiento-propio/.

[27] En Querejazu Calvo, 1981, p. 57.

[28] Bibliografía citada 1. Alvéstegui, David (1970). Salamanca: su gravitación sobre el destino de Bolivia. Vol. 4. La Paz (Bolivia): Talleres Gráficos Bolivianos. 2. Antezana Villagrán, Jorge (1981). La Guerra del Chaco: análisis y crítica sobre la conducción militar. Volumen 1. La Paz (Bolivia): Calama. 3. Arze Quiroga, Eduardo (1952). Documentos para una historia de la guerra del Chaco: seleccionados del archivo de Daniel Salamanca vol. 2. La Paz (Bolivia): Editorial Don Bosco. 4. Ayala Moreira, Rogelio (1959). Por qué no ganamos la guerra del Chaco. La Paz (Bolivia): Talleres Gráficos Bolivianos. 5. Balbuena Rojas, Dionisio (1976). Sucesos inéditos de la Batalla de “El Carmen”. Dirección de Publicaciones de las FF.AA.NN., Impr. Militar. 6. Bozzano, José Alfredo (1962). Reminiscencias. Asunción (Paraguay): Casa Editorial Toledo. 7. Brockmann, Roberto (2007). El general y sus presidentes: vida y tiempos de Hans Kundt, Ernst Röhm y siete presidentes en la historia de Bolivia, 1911- 1939. La Paz (Bolivia): Plural editores. 8. Casabianca, Ange-François; Boselli Cantero, Cristina (2000). Una guerra desconocida: la campaña del Chaco Boreal, 1932-1935 vol. 3. Asunción (Paraguay): El Lector. 9. Céspedes Toro, Jaime (2000). Diario de guerra de Germán Busch Becerra y la epopeya de Boquerón. La Paz (Bolivia): Editorial Garza Azul. 10. Díaz Arguedas, Julio (1937). Los elegidos de la gloria. La Paz (Bolivia): Imprenta Intendencia General de Guerra. 11. Dunkerley, James (1987). Orígenes del poder militar: Bolivia 1879-1935. Quipus. 12. Estigarribia, José Félix (1950). The epic of the Chaco: marshal Estigarribia’s memoirs of the Chaco War, 1932-1935 (en inglés). Austin (Texas): University of Texas Press. 13. Farcau, Bruce W. (1996). The Chaco war: Bolivia and Paraguay, 1931-1935 (en inglés). Westport (Connecticut): Praeger. ISBN 0-275-95218-5. 14. Guachalla, Luis Fernando (1978). Jayucubás. La Paz (Bolivia): Los Amigos del Libro. 15. Marzana, Manuel (1982). La gran batalla: Memorias del general Marzana. La Paz (Bolivia): Editorial CIMA. 16. Paraguay. Ministerio de Relaciones Exteriores (1933). Libro blanco Vol. 1. Asunción (Paraguay): Imprenta Nacional. 17. Querejazu Calvo, Roberto (1981). Masamaclay. Historia política, diplomática y militar de la guerra del Chaco. Cochabamba-La Paz (Bolivia): Los Amigos del Libro. 18. Ríos, Ängel (1950). La defensa del Chaco: verdades y mentiras. Buenos Aires (Argentina): Ayacucho. 19. Tabera, Félix (1979). Apuntes para la historia de la Guerra del Chaco. Picuíba. La Paz (Bolivia): edición del autor. 20. Vergara Vicuña, Aquiles (1944). Historia de la Guerra del Chaco. Varios volúmenes. La Paz (Bolivia): Litografías e Imprentas Unidas. 21. Zook, David Hartzler (1961). The conduct of the Chaco War (en inglés). Nueva York: Bookman Associates. Enciclopedia Libre: Wikipedia: https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Especial:Libro&bookcmd=download&collection_id=73ecd7997101b4a3d0251be0e3dcbeef245ea910&writer=rdf2latex&return_to=Batalla+de+Boquer%C3%B3n. file:///C:/Users/RAUL%20PRADA/Documents/Bolivia/Historia/Batalla%20de%20Boquer%C3%B3n.pdf

 

[29] Comunicación del General Osorio.

[30] Tabera, Félix (1979). Apuntes para la historia de la Guerra del Chaco. Picuíba. La Paz (Bolivia): edición del autor. Tabera, 1979, p. 154.

[31] Tabera  (1979, p. 54).

[32] Alvéstegui, David (1970). Salamanca: su gravitación sobre el destino de Bolivia. Vol. 4. La Paz (Bolivia): Talleres Gráficos Bolivianos. Alvéstegui, 1970, p. 99 vol. 4.

[33] Paraguay. Ministerio de Relaciones Exteriores, 1933, p. 240.

[34] Antezana Villagrán, Jorge (1981). La Guerra del Chaco: análisis y crítica sobre la conducción militar. volumen 1. La Paz (Bolivia): Calama. Información del comerciante formoseño Jorge Alemán al general Quintanilla. En Antezana Villagrán, 1981, p. 100.

[35] Respuesta del General Quintanilla a Jorge Aleman.

[36] Parte de Marzana a Peña. Ayala Moreira, Rogelio (1959). Por qué no ganamos la guerra del Chaco. La Paz (Bolivia): Talleres Gráficos Bolivianos. En Ayala Moreira, 1959, p. 158.

[37] General Quintanilla, Comandante del Primer Cuerpo Ejército boliviano. Casabianca, Ange-François; Boselli Cantero, Cristina (2000). Una guerra desconocida: la campaña del Chaco Boreal, 1932-1935 vol. 3. Asunción (Paraguay): El Lector. En Casabianca y Cantero, 2000, p. 113 vol 3.

[38] Capitán paraguayo José Bozzano. Bozzano, José Alfredo (1962). Reminiscencias.

Asunción (Paraguay): Casa Editorial Toledo. José Bozzano 1962, p. 31.

[39] Casabianca y Boselli Cantero, 2000, p. 121 vol. 3.

[40] Casabianca y Boselli Cantero, 2000, p. 121 vol. 3.

[41] Peña a Peñaranda. Querejazu Calvo, Roberto (1981). Masamaclay. Historia política, diplomática y militar de la guerra del Chaco. Cochabamba-La Paz (Bolivia): Los Amigos del Libro. En Querejazu Calvo, 1981, p. 81.

[42] Casabianca y Boselli Cantero, 2000, p. 121 vol. 3.

[43] Balbuena Rojas, Dionisio (1976). Sucesos inéditos de la Batalla de “El Carmen”. Dirección de Publicaciones de las FF.AA.NN., Impr. Militar. Balbuena Rojas, 1976, p. 26.

[44] Mensaje del general Quintanilla al coronel Peña. Antezana Villagrán, Jorge (1981). La Guerra del Chaco: análisis y crítica sobre la conducción militar. Volumen 1. La Paz (Bolivia): Calama. En Antezana Villagrán, 1981, p. 139 vol. 1.

[45] Mensaje de Quintanilla a Peña. Vergara Vicuña, Aquiles (1944). Historia de la Guerra del Chaco. Varios volúmenes. La Paz (Bolivia): Litografías e Imprentas Unidas. En Vergara Vicuña, 1944, p. 102 vol. 2.

[46] Céspedes Toro, Jaime (2000). Diario de guerra de Germán Busch Becerra y la epopeya de Boquerón. La Paz (Bolivia): Editorial Garza Azul.

[47] Diario de Marzana. Querejazu Calvo, Roberto (1981). Masamaclay. Historia política, diplomática y militar de la guerra del Chaco. Cochabamba-La Paz (Bolivia): Los Amigos del Libro. En Querejazu Calvo, 1981, p. 38.

[48] Díaz Arguedas, Julio (1937). Los elegidos de la gloria. La Paz (Bolivia): Imprenta Intendencia General de Guerra.

[49] Cifrado 1107.

[50] Dunkerley, James (1987). Orígenes del poder militar: Bolivia 1879-1935. Quipus.

[51] Casabianca y Boselli Cantero, 2000, p. 153 vol. 3. Estigarribia, José Félix (1950). The epic of the Chaco: marshal Estigarribia’s memoirs of the Chaco War, 1932-1935 (en inglés). Austin (Texas): University of Texas Press.

[52] Farcau, Bruce W. (1996). The Chaco war: Bolivia and Paraguay, 1931-1935. Westport (Connecticut): Praeger.

[53] Guachalla, Luis Fernando (1978). Jayucubás. La Paz (Bolivia): Los Amigos del Libro.

[54] Guachalla, 1978, p. 76.

[55] Arze Quiroga, Eduardo (1952). Documentos para una historia de la guerra del Chaco: seleccionados del archivo de Daniel Salamanca vol. 2. La Paz (Bolivia): Editorial Don Bosco.Arze Quiroga, 1952, p. 174 vol. 2.

[56] Informe de Peña a Quintanilla. En Arze Quiroga, 1952, p. 159.

[57] Marzana, Manuel (1982). La gran batalla: Memorias del general Marzana. La Paz (Bolivia): Editorial CIMA.

[58] Paraguay. Ministerio de Relaciones Exteriores, 1933, p. 281/282.

[59] Arze Quiroga, 1952, p. 183 vol. 2.

[60] Arze Quiroga, 1952 vol. 2, p. 188.

[61] Diario del teniente boliviano Germán Busch. Brockmann, Roberto (2007). El general y sus presidentes: vida y tiempos de Hans Kundt, Ernst Röhm y siete presidentes en la historia de Bolivia, 1911- 1939. La Paz (Bolivia): Plural editores. En Brockmann, 2007, p. 218.

[62] Guachalla, 1978, p. 76.

[63] Paraguay. Ministerio de Relaciones Exteriores, 1933, p. 282/283.

[64] Casabianca y Boselli Cantero, 2000, p. 172 vol. 3.

[65] Antezana Villagrán, 1981, p. 180 vol. 1.

[66] Arze Quiroga, 1952, p. 207 vol. 2.

[67] Querejazu Calvo, 1981, p. 93.

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[105] Presidente Salamanca al general Kundt. En Cuadros Sánchez, 2003, p. 195.

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[113] Presidente Salamanca al general Kundt. En Querejazu Calvo, 1990, p. 89.

[114] Vergara Vicuña, 1944, p. 39 vol. 2.

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[119] Cifrado de Muñoz a Villamontes. En Querejazu Calvo, 1995, p. 191.

 

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[136] De la Pedraja Tomán 2006, p. 468, nota 10.

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[140] Presidente Salamanca al general Peñaranda. En Dunkerley, 1987, p. 224.

[141] Dunkerley, 1987, p. 224.

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[166] De la Pedraja Tomán 2006, p. 371-374.

 

[167] Tabera, 1979, p. 244.

[168] Mensaje del Coronel Toro al coronel Rodríguez. En Tabera, 1979, p. 246.

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[172] Fernández, 1973, p. 103 vol. 5.

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[188] Casabianca y Boselli Cantero, 2000, p. 313 vol. 6-7.

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[191] Presidente Salamanca. En Arze Quiroga, 1974, p. 19 vol. 4.

[192] Presidente Salamanca al general Peñaranda. En Querejazu Calvo, 1981, p. 363.

[193] General Peñaranda al presidente Salamanca. En Querejazu Calvo, 1981, p. 363.

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[196] Teniente Coronel boliviano Félix Tabera. En Tabera 1979, p. 408.

 

[197] Casabianca y Boselli Cantero, 2000, p. 330 vol. 6-7.

[198] Franco, 1988, p. 153 vol. 2.

[199] Tabera, 1979, p. 281.

[200] Mensaje de Toro a Tabera. En Farcau, 1996, p. 215.

[201] Crespo, Alberto (1990). José Luis Tejada Sorzano: un hombre de paz. La Paz (Bolivia): Juventud.Crespo, 1990, p. 149.

[202] Fellmann Velarde, 1978, p. 203.

[203] De la Pedraja Tomán, 2006, p. 467, nota 93.

[204] Militar e historiador boliviano Lechín Suárez. En Lechín Suárez 1988, p. 395.

[205] Zook, 1961, p. 228.

[206] Vergara Vicuña, 1944, p. 111 vol. 7.

[207] Vergara Vicuña, 1944, p. 34 vol. 7.

[208] Ibídem.

[209] Vergara Vicuña, 1944, p. 65 vol. 7.

[210] Teniente Coronel Vergara Vicuña. En Vergara Vicuña 1944, p. 328 vol. 7.

[211] Vergara Vicuña, 1944, p. 532, vol. 7.

[212] Querejazu Calvo, 1995, p. 101.

[213] Teniente coronel Vergara Vicuña.

[214] Querejazu Calvo, 1981, p. 474.

[215] De la Pedraja Tomán, 2006, p. 391.

[216] Vergara Vicuña, 1944, p. 635 vol. 7.

[217] Casabianca y Boselli Cantero, 2000, p. 397 vol. 6-7.

[218] Cazal, José María (1979). Batalla de Ingavi, junio de 1935. Asunción (Paraguay). Cazal, 1979, p. 41.

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[220] Querejazu Calvo, 1981, p. 477.

[221] Vergara Vicuña, 1944, p. 670, vol. 7.

[222] Mercado Moreira, 1966, p. 213.

[223] Tomás Manuel Elío, jefe de la delegación boliviana en Buenos Aires: Actas. Buenos Aires, 5 de junio de 1935. En Guachalla, 1978, p. 207.

[224] Farcau, 1996, p. 233.

[225] Coronel boliviano Ángel Rodríguez. En Querejazu Calvo, 1981, p. 464.

[226] Coronel Ángel Rodríguez, jefe de Operaciones EMG boliviano. En Vergara Vicuña, 1944, p. 672, vol. 7 y Querejazu Calvo, 1981, p. 463.

[227] General uruguayo Alfredo R. Campos. En Querejazu Calvo, 1990, p. 176.

 

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[229] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento político. También Antiproducción. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/acontecimiento-politico-/. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/antiproduccion/. También en Amazon:  https://kdp.amazon.com/bookshelf.

[230] Ver de Raúl Prada Alcoreza La guerra al interior de la periferia. También La “ideología” de la autocomplacencia.  Dinámicas moleculares; La Paz 2015. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/guerra-al-interior-de-la-periferia/. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-ideologia-de-la-autocomplacencia-lecciones-de-la-guerra-del-chaco/.

[231] Ver de Gilles Deleuze y Félix Guattari Mil mesetas. Pre-Textos. Valencia.

[232] Texto: Colombia Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Colombia?oldid=87122754 Colaboradores: AstroNomo, Youssefsan, Llull~eswiki, PACO, Lord Sy, Randyc, Joseaperez, 4lex, Fibonacci, Sabbut, Moriel, Frutoseco, Jumaca, Sauron, T6435bm, JorgeGG, HeKeIsDa, ManuelGR, Hhofuentes, Bokpasa, Ruiz, Jsv, Angus, Romanm, Rumpelstiltskin, Sanbec, Zwobot, Dionisio, Yaazkal, Jibbon7, Robertocfc, Bigsus, 1297, Kusaja, Al-Andalus, LeoXV, Rosarino, Dodo, Ejmeza, Ascánder, Davidge, Sms, Alquimista de Viento, Alstradiaan, Rsg, Tostadora, Odalcet, SDGonBen~eswiki, B1mbo, Tano4595, Barcex, Galio, El Moska, Yakoo, PeiT, Dianai, Erri4a, Xatufan, Gazu, Korocotta~eswiki, Joao Xavier, Julianortega, Magerman, Almitra, Ikks, Ruyczard, Cinabrium, Julleras, Fmariluis, Darz Mol, Loco085, Vizcarra~eswiki, Noh1979, Huhsunqu, Balderai, Ecemaml, Casta2k, Kordas, Desatonao, Airtonjpb, Elsenyor, Renabot, FAR, Los Expertos de Todo, Digigalos, Taragui, Ictlogist, Alexan, Chlewey, Boticario, Simon Le Bon, Petronas, Pencho15, Hispa, Airunp, JMPerez, Edub, Yrithinnd, Taichi, Tequendamia, Emijrp, Rembiapo pohyiete (bot), Pipodv, Silvestre, Albeiror24, Alejandromorales, Magister Mathematicae, Susyboom81, Aadrover, Sietek, Phranciscusmagnus, Ppfk~eswiki, Orgullobot~eswiki, RobotQuistnix, Francosrodriguez, Platonides, Alhen, Mschlindwein, Chobot, Rakela, FenixPahedi, Arthecrow, Yrbot, Amadís, Baifito, Seanver, Augusto maguina, Carlos yo, BOTSuperzerocool, Oscar ., FlaBot, Germanfr, Varano, Vitamine, BOTijo, .Sergio, Kroyf, Jorgealberto, YurikBot, Orrego, Mortadelo2005, Jorpcolombia, AGT PIV, Jyon, Beto29, Diotime, Steinbach, KnightRider, The Photographer, Carlosrealm, YoaR, Dweigel, No sé qué Nick poner, C-3POrao, Juansebastian1987, FedericoMP, Txo, Cforeroo, Eskimbot, Jcmenal~eswiki, Bushhopper, JuanseG, Juancgp2004, Dove, Colombiacuriosa, Jaques Sabon, George McFinnigan, José., Cesarjoya, Maldoror, Cheveri, JMAPGGGonzalo, Chlewbot, Ljhenao, Ju985~eswiki, Lancaster, Tomatejc, Jarke, Filipo, Javifreud, Folkvanger, Martinwilke1980, Nihilo, Paintman, Axxgreazz, Jeanpal01, Jorgechp, Ubiquitous, Futbolero, Locutus Borg, Hansen, BOTpolicia, AndresEscovar, Qwertyytrewqqwerty, Enrikes, Gizmo II, CEM-bot, Gejotape, Wiki orange, Laura Fiorucci, Guerrillerord, Jazambra~eswiki, Dansar~eswiki, Fenix 2007, BOTella, Sabanero, JMCC1, Camilo9015, Torquemado, Salvador alc, Efegé, Durero, Xexito, Alfredo Molina, Dbot, Retama, Fidelmoquegua, Baiji, Jey90, Ugur Basak Bot~eswiki, Juanlo1, Ricardo Bello, Ed veg, Lf londonop, Roberpl, Erick91, JoRgE-1987, Davius, Rastrojo, Litigarcolombi@, Rosarinagazo, Antur, Felipnator, Link27, Pensador1971, SajoR, Mcetina, Jjafjjaf, Gafotas, Martínhache, Miotroyo, Luminordis, Montgomery, FrancoGG, Südlich, Thijs!bot, Juan Manuel Grijalvo, MILO, Alvaro qc, Kapia, Ricardoramirezj, Metamario, Juansemar, Túrelio, Roberto Fiadone, Scabredon, Escarbot, KaL, Yeza, Juligar, RoyFocker, Verodelahoz~eswiki, Sapiensjpa, ProgramadorCCCP, E-nauta, Botones, Isha, Egaida, Bernard, Wikix, Jdvillalobos, Borland, Diaqparamigos, Saraac, Dvega78, Góngora, Jurgens~eswiki, Osiris fancy, Weser~eswiki, Chien, Marceki111, Rcajamarca, Ethunder, Lazv, Pepelopex, VanKleinen, Jjgaonam, Kved, Drlatino, Davidcolombia96, Integral triple, Agencia prensa rural, Rotabori, Ventimiglia, Juanchocarrancho, Camigo90, Mansoncc, Rafa3040, Ciro Pabón, FRZ~eswiki, XIRONFISTx, Nueva era, SITOMON, El señor de las letras, Xavigivax, Gsrdzl, Yagamichega, CommonsDelinker, TXiKiBoT, Daniel177, AstroMen, Sankabana,

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[233] Arturo Wallace (24 de julio de 2013). BBC, ed. «Colombia le pone números a su conflicto armado». Consultado el 4 de enero de 2014. «...la prensa internacional acostumbra utilizar el año del nacimiento de las FARC (1964) como fecha de inicio del conflicto colombiano, mientras que el informe del CNHM recoge datos a partir de 1958, el último año de “La Violencia”.»

[234] Recuento histórico del conflicto en Verdad Abierta (primera parte).

[235] Bibliografía: Giraldo, Juan Fernando (2005). «Colombia in Armed Conflict?: 1946-1985». Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, Pontificia Universidad Javeriana (Papel Político) 18. p. 43-78. [PDF file].

[236] Miguel Peco Yeste, Luis Peral (2006). Instituto de Estudios Internacionales y Europeos “Francisco de Vitoria”, ed. «El conflicto de Colombia» (PDF). Consultado el 4 de enero de 2014.

[237] Artículo en Semana de 1987. Artículo en Semana de 1988.

[238] Revista Semana: La dinámica del conflicto colombiano, 1988-2003.

[239] Artículo en la revista Semana. Panorama general del desplazamiento causado por el conflicto armado.

[240] Artículo en VerdadAbierta.com. Artículo sobre el debilitamiento de las FARC.

[241] Artículo sobre el conflicto en el Cauca.

[242] El conflicto armado en Colombia deja 220.000 muertos desde 1958.

[243] https://www.semana.com/nacion/articulo/victimas-del-conflicto-armado-en-colombia/376494-3.

[244] Ver de Raúl Prada Alcoreza La inscripción de la deuda, su conversión infinita. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-inscripcion-de-la-deuda-su-conversion-infinita/.

[245] Ver de Raúl Prada Alcoreza Estados delincuenciales. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/estados-delincuenciales/.

 

[246] Ver de Raúl Prada Alcoreza Racionalidad fantasma. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. En crítica y complejidad. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/critica-y-complejidad/.

[247] Ver de Raúl Prada Alcoreza Guerras periféricas. Dinámicas moleculares; La Paz m2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/guerras-perifericas/.

[248] Pregunta hecha por Michel Foucault en sus cursos en el Collége de Francia.

[249] Ver de Michel Foucault Defender la sociedad. Fondo de Cultura Económica; México 2001.  https://monoskop.org/images/3/34/Foucault_Michel_Defender_la_sociedad.pdf.

[250] Ver de Raúl Prada Alcoreza Anti-producción; también Diseminación. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/antiproduccion/

[251] Ver de Raúl Prada Alcoreza Diseminaciones. Dinámicas moleculares 2015. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/diseminaciones/.

[252] Revisar de Gilles Lipovetsky y Jean Serroy La Cultura-mundo. Anagrama; Barcelona 2010. También de Gilles Lipovetsky y Hervé Jupín El occidente globalizado. Anagrama; Barcelona 2011.

[253] Ver de Raúl Prada Alcoreza Los fundamentalismos. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. También se encuentra en pradaraul.wordpress. Sobre todo revisar Acontecimiento Islam ¿Fundamentalismo o rebelión religiosa antiimperialista? Dinámicas moleculares; La Paz 2015. También se encuentra en pradaraul.wordpress: https://pradaraul.wordpress.com/2015/06/03/acontecimiento-islam/.

[254] Ver de Raúl Prada Alcoreza Estados delincuenciales. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. También se encuentra en pradaraul.wordpress: https://pradaraul.wordpress.com/2015/09/09/estados-delincuenciales/.

[255] The London Telegraph, en su artículo de 2013: CIA running arms smuggling team in Benghazi when consulate wasattacked .

[256] The New York Times, según informaba, en 2013, en su artículo: Puente aéreo de armas a los rebeldes sirios se expande, con la ayuda de la CIA.

[257] Configurando Adjetivos: ¿De dónde consigue ISIS las armas? https://tonyfdez.blogspot.com.co/2015/11/de-donde-consigue-isis-las-armas.html.

[258] Ibídem.

[261] Alvin y Heidi Toffler: War and Antiwar: Survival at the Dawn of the 21st Century. Hardcover - noviembre de 1993.

 

[262] Rubén-A. Benedicto Salmerón: Teorías y conceptos para entender formas actuales de hacer la guerra.

[263] Rubén-A. Benedicto Salmerón: Ob.Cit.

[264] Ibídem.

[265] Rubén-A. Benedicto Salmerón: Teorías y conceptos para entender formas actuales de hacer la guerra. file:///C:/Users/RAUL%20PRADA/Downloads/Teor%C3%ADas%20y%20conceptos%20para%20entender%20formas%20actuales%20de%20hacer%20la%20guerra%20(1).pdf.

[266] Rubén-A. Benedicto Salmerón: Ob. Cit.

[267] Rubén-A. Benedicto Salmerón: Ob. Cit.

[268] Rubén-A. Benedicto Salmerón: Ob. Cit.

[269] Ver de Raúl Prada Alcoreza Estado de excepción. Dinámicas moleculares; La paz 2013-15.

[270] Ver de Raúl Prada Alcoreza Las dos caras de la híper-modernidad. Dinámicas moleculares; La Paz 2015.  https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/las-dos-caras-de-la-hiper-modernidad-del-sistema-cultura-mundo-capitalista/.

[271] Ver de Raúl Prada Alcoreza Estados delincuenciales. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. También en pradaraul.wordpress: https://pradaraul.wordpress.com/2015/09/09/estados-delincuenciales/.

 

[272] Ver de Raúl Prada Alcoreza La inscripción de la deuda infinita, su conversión infinita. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-inscripcion-de-la-deuda-su-conversion-infinita/.

[273] Texto:  • Estrategia militar Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Estrategia_militar?oldid=87348034 Colaboradores: Rosarino, Ejmeza, SimónK, LadyInGrey, Benjavalero, Boticario, Peejayem, Petronas, Patricio.lorente, Fergon, BOTijo, Gaeddal, Damajipe, Gaijin, Zalovitch, CEMbot, Ca in, Falconaumanni, Antur, Gonn, Gafotas, Dorieo, Thijs!bot, Airwolf, Leonudio, Juansemar, Góngora, Doreano, Segedano, Iulius1973, TXiKiBoT, Hlnodovic, Bedwyr, Idioma-bot, Uruk, VolkovBot, Technopat, Muro Bot, BotMultichill, SieBot, Loveless, Macarrones, Emilyum, Drinibot, Novellón, Marcelo, Jorjum, PipepBot, Fadesga, Tlilectic, MetsBot~eswiki, StarBOT, SPQRes, Kikobot, Leonpolanco, Garron lakd, Alexbot, Takashi kurita, Juan Mayordomo, UA31, AVBOT, Fuska, Andreasmperu, Maquina roja, 2deseptiembre, Yago López, Luis Felipe Schenone, SuperBraulio13, Jkbw, Dossier2, FrescoBot, Noventamilcientoveinticinco, TiriBOT, MAfotBOT, Jorge c2010, Foundling, AVIADOR, KLBot, Piockñec, MerlIwBot, KLBot2, TeleMania, Elvisor, Dexbot, RomanLier, Lukus, Chevebot, Lizzyxiqita, GreexD, Lautaro 97, Tuareg50, Addbot, Balles2601, BOTito, Vamedinalugo, AVIADOR-bot, Ezequiel Avalos, Jarould y Anónimos: 118. Ver Enciclopedia Libre: Wikipedia: https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Especial:Libro&bookcmd=download&collection_id=d83ed16f11852e7ab3e53a75fbbe591c81063ef1&writer=rdf2latex&return_to=Estrategia+militar. Texto: • Militar Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Militar?oldid=86787038 Colaboradores: 4lex, JorgeGG, Dodo, Sms, Truor, Yakoo, Kordas, Richy, Edub, Emijrp, Mortadelo, Yrbot, Vitamine, BOTijo, Gaijin, RobAn, Gothmog, Kabri, C-3POrao, Libertarismo, Er Komandante, Cheveri, Lancaster, Ketamino, Ublanco, Tamorlan, VADIN, BOTpolicia, Qwertyytrewqqwerty, CEM-bot, Ca in, Gafotas, Südlich, Thijs!bot, Tortillovsky, Escarbot, Isha, Gusgus, JAnDbot, CommonsDelinker, Militar11, Mercenario97, Humberto, Netito777, Pólux, Jmvkrecords, Technopat, Keres, Lucien leGrey, Muro Bot, Ger123, BOTarate, Orosol, Greek, HUB, Tonisegura76, Petruss, BetoCG, UA31, AVBOT, MastiBot, CENA PAGANA, Angel GN, Diegusjaimes, OffsBlink, Arjuno3, Luckas-bot, Nallimbot, ZGD, Diogeneselcinico42, SuperBraulio13, Xqbot, Jkbw, Rubinbot, Ricardogpn, Esceptic0, Botarel, Mperezr, PatruBOT, Dinamik-bot, Ripchip Bot, Tarawa1943, Samueliito, HermanHn, DivineAlpha, Foundling, Anyma, GrouchoBot, EmausBot, Savh, Tenan, MerlIwBot, KLBot2, MetroBot, Lfgg2608, Gusama Romero, Inglethorp, Daniel.grima, Helmy oved, Centrum~eswiki, Rockeets, Maxi Villagra, Addbot, Sophie Lopez, Jarould, RAJHIM, Samuel.b.l.2001ss y Anónimos: 93. Ver Enciclopedia Libre: Wikipedia:  https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Especial:Libro&bookcmd=download&collection_id=4ae0d2cfa9bfe58068d3eef7b39b7134b03f1fd1&writer=rdf2latex&return_to=Militar.

[274] Revisar de Gilles Lipovetsky y Jean Serroy La Cultura-mundo. Anagrama; Barcelona 2010. También de Gilles Lipovetsky y Hervé Jupín El occidente globalizado. Anagrama; Barcelona 2011.

 

[275] Ver de Georges Canguilhem Lo normal y lo patológico. Siglo XXI; México 1986.

[276] Ver de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares, La Paz 2013. Se puede también encontrar en https://pradaraul.wordpress.com/2013/12/04/devenir-y-dinamicas-moleculares/.

[277] Revisar el concepto de autoconciencia en la Fenomenología del espíritu de Hegel. Siglo XXI. México.

[278] Ver de Merleau-Ponty Fenomenología de la percepción. Editorial Planeta; Buenos Aires 1993.

[279] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento poético. https://pradaraul.wordpress.com/que-es-la-poesia/acontecimiento-poetico/; La Paz 2014.

[280] Ver de Raúl Prada Alcoreza Intuición subversiva. Pradaraul.wordpress. https://pradaraul.wordpress.com/anarquismo/intuicion-subversiva/.

[281] Ver de Raúl Prada Alcoreza Crítica de la economía política generalizada. Dinámicas moleculares. La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/critica-de-la-economia-politica-generalizada/.

[282] Ver de Raúl Prada Alcoreza La explosión de la vida. Dinámicas moleculares. La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-explosion-de-la-vida/

 

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Comunicado

Pluriversidad Oikologías

Proyecto emancipatorio y libertario de autoformación y autopoiesis

 

 

Diplomado en Pensamiento complejo:

Contrapoder y episteme compleja

 


 

Pluriversidad Libre Oikologías

Proyecto emancipatorio y libertario de autoformación y autopoiesis

 

 

Diplomado en Pensamiento complejo:

Contrapoder y episteme compleja

 

 

Objetivo del programa:

Umbrales y limites de la episteme moderna, apertura al horizonte nómada de la episteme compleja.

 

Metodología:

Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual  colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.

 

Contenidos:

 

Modulo I

Perfiles de la episteme moderna

 

1.- Esquematismos dualistas

2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista

3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico 

4.- Esquematismo ideológico

 

Modulo II

Perfiles de la episteme compleja

 

1.- Teórias de sistemas

2.- Sistemas autopoieticos 

3.- Teorías nómadas

4.- Versiones de la teoria de la complejidad

 

Modulo III

Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad

 

1.- Contra-poderes y contragenealogias 

2.- Composiciones complejas singulares

3.- Simultaneidad dinámica integral

4.- Acontecimiento complejo

 

Modulo IV

Singularidades eco-sociales 

 

1.- Devenir de mallas institucionales concretas

2.- Flujos sociales y espesores institucionales

3.- Voluntad de nada y decadencia

4.- Subversión de la potencia social

 

 

Temporalidad: Cuatro meses.

Desde el Inicio del programa hasta la Finalización del programa.

Finalizaciones reiterativas: cada cuatro meses, a partir del nuevo inicio.

Defensa de la Monografía. Defensas intermitentes de Monografías: Una semana después de cada finalización.



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Inscripciones: A través de la dirección: 

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