Encrucijadas histórico-políticas

02.12.2015 14:01

Encrucijadas histórico-políticas

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 

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Contenido:

 

La convocatoria del mito

Aproximaciones a la figura del caudillo

y a la revolución bolivariana                                   

Defensa de la revolución bolivariana                              

Diagnósticos de la coyuntura                                  

Reflexiones con la izquierda                                  

Programa de Gobierno para el período 2013-2019   

El concepto de defensa de la revolución                  

 

 

 

 

Dedicado al pueblo venezolano, al pueblo que experimenta la revolución bolivariana, revolución nacional popular, actualizada, en un presente, que ya experimentó las revoluciones socialistas, en un presente de la globalización generalizada, de la consolidación del sistema-cultura-mundo capitalista; empero también, paradójicamente, de su diseminación. En un mundo de la simulación desbordante, que ha convertido el mundo de las representaciones en una trampa, en redes ilusorias, adormecedoras, castradoras de las voluntades sociales. Al pueblo que emergió del caracazo como un volcán en erupción, anunciando el desenvolvimiento de cambios y transformaciones, sobre todo en la estructura de relaciones de poder. Al pueblo que, en esta encrucijada, la de la coyuntura política del presente, tiene la tarea imperiosa de seguir, de continuar la lucha, incluso atravesando los limites de la burocracia estatal.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La convocatoria del mito

Aproximaciones a la figura del caudillo y a la revolución bolivariana

 

De acuerdo a la etimología, mito es el relato tradicional relativo a seres sobrenaturales, o a los antepasados o héroes de un pueblo. Mythos, del latín tardío, quiere decir cuento; y mýthos, del griego antiguo, significa fábula[1]. Como se puede ver, la raíz de la palabra mito nos lleva a la significación del relato imaginario sobre los orígenes del cosmos o sobre los orígenes de los pueblos, también relato de la epopeya de los héroes primordiales. Paul Ricoeur entiende que se trata de una trama, de una narración, que articula el principio, la mediación y el desenlace de un texto, en la configuración de una totalidad; es un modelo de concordancia. Emile Durkheim encuentra en el mito la estructura que sostiene valores y la cohesión social[2]. Para George Sorel el mito es como una intuición social que convoca a la acción[3]. Claude Levi-Strauss estudia los mitos como estructuras de racionalizaciones que diferencian y encuentran analogías, que clasifican plantas y animales, que construyen calendarios, usando la fuerte narrativa de imágenes y figuras arquetípicas, las que sufren metamorfosis y cambios[4]. Para una de las corrientes hermenéuticas, dedicadas al estudio e interpretación de los mitos, el mito es la matriz de la cultura, de la narrativa, del imaginario, que es como la totalidad de sentidos de la que nunca salimos[5]. Como se puede ver, estamos ante una gama de interpretaciones del mito; empero, en todas ellas, el mito cobra relevancia; ya sea como relato primordial; ya sea como estructura cultural subyacente; ya sea como imaginario total, que es como decir que nacemos en lo imaginario, que nacemos en el mito; ya sea como intuición convocativa a la acción. Nosotros usaremos la figura del mito en este último sentido, empero, sin descartar los otros usos e interpretaciones del mito.

¿Por qué es importante analizar los acontecimientos desde esta perspectiva? Se acostumbra a analizar la experiencia política desde una perspectiva que llamaremos objetiva, tomando en cuenta la descripción de los hechos, eventos, secuencias, contextos y coyunturas políticas; usando modelos analíticos y teorías explicativas, que orientan el análisis a dar cuenta causalidades, de estructuras subyacentes, de contradicciones dialécticas, de enfrentamientos de bloques. No desechamos la utilidad de estos análisis; sin embargo, notamos que muchas veces se quedan sorprendidos y sobrepasados por el desborde de acontecimientos políticos inéditos. Sobre todo estos análisis se quedan un tanto atónitos ante la presencia de figuras políticas carismáticas, que subjetivan los enfrentamientos políticos, las luchas sociales, sintetizando densamente el acontecer político en el dramatismo de sus personalidades.

 

La política, en tanto campo de prácticas y de acciones, y lo político, en tanto campo de distribución de fuerzas, posiciones, dispositivos y agenciamientos, además de instituciones, no son acontecimientos políticos que solamente pueden describirse y explicarse desde una exterioridad académica. La política es una experiencia fuertemente subjetiva; se vive la política pasionalmente, se figura la experiencia política en los imaginarios sociales. Determinados acontecimientos políticos, como las rebeliones, las movilizaciones, las revoluciones, despiertan entusiasmo; otros acontecimientos políticos, como la crisis, el desgaste y el deterioro de los referentes de las expectativas, incluyendo la inercia misma en la que cae la rutina política, desencantan. Estas experiencias no se hacen inteligibles si es que no se consideran la constitución y des-constitución de subjetividades, si es que no se comprende el espesor de la experiencia política. Claro que es indispensable estudiar las políticas públicas, las prácticas, las relaciones y las estructuras en su manifestación objetiva; empero esto no basta. Nos quedaríamos en una descripción que trata a la política como una exterioridad o en una explicación abstracta, que no deja, en todo caso de ser pedante.

 

La figura del caudillo es indudablemente un acontecimiento político, es un lugar de condensación de la experiencia política, una subjetivación concentrada de de las tensiones y contradicciones políticas, a tal punto que todos sus actos, incluso los más insignificantes, no solamente se convierten en actos públicos, esto ya lo sabíamos, sino se convierten en signos políticos. Adquieren significación, connotación, irradian en el ámbito social, apropiándose del sentido y de los significados de los fenómenos políticos no personalizados. El carisma es seductor y atrayente, se convierte en un núcleo gravitatorio, que captura los entornos, haciéndolos circular alrededor. Lo que importa, en el análisis de estos acontecimientos políticos, centrados en la emergencia carismática, no es, obviamente, descartarlos o reducirlos, menospreciando el caudal emotivo y afectivo de las vivencias políticas, sino, al contrario, tomarlos en cuenta como fenómenos integrales, que logran develar el juego intenso de las fuerzas, sus composiciones y relaciones, sobre todo sus pliegues subjetivos. Los acontecimientos políticos, centrados en el carisma, deberían ser, mas bien, privilegiados en el análisis.

 

Ahora bien, el mito no es algo que está en nuestras cabezas, tampoco es una estructura abstracta; el mito es producido y reproducido en la dinámica de las relaciones lingüísticas, discursivas, imaginarias, afectivas, pasionales de la gente. Se figura, configura y refigura en la dinámica de estas relaciones. Son los sujetos sociales los que crean y recrean el mito, así también son los que terminan atrapados en sus redes. Creen que nacen en el mito, que se mueven en el interior de su esfera, y que lo que les ocurre se explica por la trama del mito. Entonces el mito tiene que ser entendido como una estructura imaginaria, construida y reconstruida en las dinámicas relacionales de los sujetos sociales. Hay pues como una “economía política” del mito, si nos excusan de hablar así; donde el mito pretende diferenciarse, separarse, autonomizarse, respecto a sus productores, a sus imaginadores, sobre quienes terminan actuando como una “ideología”[6]. De lo que se trata es de efectuar una crítica de la “economía política” del mito, como de toda economía política, en el contexto de su generalización. Empero, esto no significa decir que el mito es un fantasma; al contrario, es una estructura y un ámbito de relaciones dinámicas, que actúan en el cuerpo, induciendo comportamientos y conductas. De lo que se trata es de comprender estas dinámicas relacionales que sintonizan subjetividades, la del caudillo y la del pueblo.

 

                      

El mito del caudillo

 

El mito es una trama y un entramado; una trama pues es un tejido, una narrativa, una textura de hilos sensibles e imaginarios, hilos que se encuentran en los filamentos más recónditos del cuerpo; un entramado pues en el mito también se entrelazan tramas. Quizás por eso, el mito se remonta al origen, explica el cosmos por este origen, pero también nuestra tragedia en el acontecer del mundo. El mito avizora entonces, descifrando en las convulsiones de esa matriz, el anuncio de nuestra emancipación. El mito es poderoso pues es la captura de la totalidad por medio del inmediato e intenso procedimiento de la intuición. Sólo la estética y el arte podrían acercarse a una experiencia parecida. El mito remueve nuestras fibras, conmueve nuestro cuerpo, lo empuja al abismo de la nada, otorgándole la plenitud del sentido en su propia caída, en la experiencia de la caída, vivida como una resurrección.

 

El mito cohesiona, sostiene la consistencia perdurable de la comunidad, al otorgarle una identidad descomunal, a la altura de los dioses o de las fuerzas creativas. El mito comunica en la iniciación al hombre, a la mujer, al guerrero, a la tejedora, con las fuerzas inmanentes del devenir, devenir animal, devenir planta, devenir agua, devenir fuego. El mito es un torbellino pasional sublime, es una hermenéutica sensible del acontecer. Si clasifica es porque todo se conecta, no se divide; no es pues una analítica, sino más bien una “síntesis”; empero una “síntesis” en tanto “experiencia” de la metamorfosis o la metamorfosis hecha “síntesis” mutante.

 

El mito es memoria, pero, se trata de una memoria simbólica, de una memoria alegórica, cuya narrativa figurativa concibe el tiempo, el transcurrir del tiempo, como una actualidad pura, un acontecimiento fabuloso que repite el eterno retorno del origen. Hay toda clase de mitos experimentados por los pueblos; mitos cósmicos, pero también mitos históricos; mitos del origen del fuego, de la caza, de la agricultura, de la civilización, pero también mitos mesiánicos. El padre y la madre, después de muertos, se convierten en mitos; los padres y madres vivos son vistos como mitos vivientes. Los guerreros se convierten en héroes, los héroes condensan la historia en su epopeya. Los conductores de la guerra anticolonial son nombrados como libertadores; sus nombres y sus perfiles se convierten en la razón de ser las naciones liberadas. Los libertadores se institucionalizan, sus fantasmas acompañan los actos cívicos y adornan las paredes de las oficinas públicas. De alguna manera sus fantasmas han sido domesticados. Sin embargo, pueden reaparecer cuando son convocados nuevamente en la actualización de antiguas luchas.

 

El mito que revive Hugo Chávez Frías es el del libertador Simón Bolívar. La tarea del libertador ha quedado inconclusa, no hay integración, la constitución de la Patria Grande no se ha realizado. Los pueblos liberados enfrentan ahora otra guerra anti-colonial o, si se quiere, la continuidad de la guerra de la independencia; se trata de la guerra contra la dominación imperialista y el control hegemónico del capital. El golpe del oficial Hugo Chávez es contra la oligarquía entreguista de los recursos naturales, la partidocracias y la corrupción de la clase política. Este gesto es un acto heroico, que convoca a la guerra a las clases populares, gesto que reclama su despertar ente la crisis y decadencia de la república. Años después, la victoria electoral de Hugo Chávez se explica tanto por la convocatoria del mito, así como por la crisis política de Venezuela. Las clases populares respondieron al gesto, a la irradiación del gesto, al golpe de cabeza, efectuada por oficiales intrépidos y grupos de izquierda radicales. La figura del libertador se convirtió en un proyecto: La República Bolivariana de Venezuela. Este proyecto se plasma en la Constitución, que da nacimiento a la quinta república, que ya no ansia una institucionalidad liberal, como en el caso del libertador, sino que busca una transformación socialista. La Constitución es integradora, es participativa, profundiza la democracia, la soberanía adquiere connotaciones omnipresente, recupera los recursos naturales para los venezolanos, se plantea la redistribución del ingreso y la inversión social, enfrentando de cara la estructura de las desigualdades, además de proponerse la integración Latinoamericana y del Caribe. Después de promulgada la Constitución, el gobierno, el partido, los intelectuales comprometidos, las organizaciones sociales, se dan la tarea de definir el nuevo proyecto socialista, nombrado como socialismo del siglo XXI. Las tareas de construcción socialista, las definiciones de este socialismo del siglo XXI aparecen en los planes de desarrollo. En la segunda victoria electoral de Chávez se define el carácter socialista de la revolución bolivariana.

El mito ha removido el suelo y la geología de la formación histórica, social, económica y política venezolana. Después de Chávez Venezuela ya no será la misma; es otra, bolivariana y socialista, tiene como tarea la integración y la igualdad social. Se ha dado una sintonía armoniosa y pasional entre el que encarna el mito y las multitudes, el pueblo, las clases populares. Esta sintonía ha sido acompañada por la organización de movimientos sociales de magnitud, las comunidades, las misiones, la formación masiva de líderes, la inversión social. El golpe militar reaccionario del 2002 se enfrentó a un pueblo organizado, empoderado, convocado, consciente de la certidumbre de los tiempos de cambio y de su responsabilidad histórica. La gigantesca movilización popular derrotó al golpe reaccionario de la oligarquía rentista. Esta victoria popular y el retorno al poder de Hugo Chávez le dieron un impulso inmenso a los ritmos del proceso político y social. El mito se convirtió en el entrañable sentido del proceso, en el intérprete de los acontecimientos, incluso en la significación de la compleja búsqueda de un nuevo horizonte socialista.

 

No creo que la experiencia del proceso revolucionario bolivariano se pueda explicar por interpretaciones “racionalistas” que desprenden las tesis del partido de vanguardia, tampoco creo que cubra la complejidad del proceso explicaciones economicistas, del tipo contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción, así mismo, son insuficientes tesis como las de la autonomía relativa de la superestructura. Del mismo modo, del otro lado, debemos descartar las tesis simplistas de los apologistas del culto de la personalidad, que convierten al caudillo en el protagonista absoluto de la historia. El caudillo, como veremos más adelante, es una relación entre el mito, la memoria intuitiva, y lo popular, relación afectiva y pasional; relación que emerge de una sintonía entre el flujo figurativo del caudillo, sus discursos, sus acciones, sus gestos, que conforman una narrativa carismática, y los imaginarios populares, las pasiones y expectativas populares, prácticas y habitus populares, que interpretan la narrativa carismática como una convocatoria y una anunciación. El secreto entonces se encuentra en la alteridad popular, que despierta ante el sonido y el simbolismo irradiante del mito.         

 

 

Los apologistas del caudillo

 

En este texto no está en cuestión el caudillo; él vive su vida, de una manera propia o impropia, auténtica o inauténtica, lo hace apasionadamente y hasta dramáticamente. Él es, queriéndolo o no, el caudillo; éste imaginario patriarcal cristalizado en los huesos de los humanos desde épocas antiguas. El problema son los apologistas, quienes apuestan con todas sus fuerzas y sus argumentos al caudillo; el caudillo se convierte en sentido de sus vidas, en anhelo encarnecido. Lo invocan y convocan. Para los apologistas el caudillo se convierte una figura explicativa histórica, una figura que hace inteligible el conflicto social y el conflicto político. El caudillo es la razón de ser de los apologistas. A sus ojos el caudillo se convierte en la síntesis suprema histórica, política, social, cultural, psicológica, de las masas, del pueblo. Le otorgan una materialidad vital omnipresente en los acontecimientos, de tal forma que lo convierten en el motor de todo, casi como Dios maquinizado, Deus machina. Para las tesis de los apologistas el caudillo es como el núcleo de un sistema de órbitas; somatizan, simbolizan, subjetivaban, al extremo la historia, que ésta se resume a las compulsiones, pulsiones, afectos del caudillo.

 

En las tesis de los apologistas del caudillo han desaparecido las dinámicas sociales, las dinámicas políticas, las dinámicas económicas, las dinámicas culturales, los ciclos del capitalismo, las contradicciones histórico-políticas. Todo se resume a una épica, a la epopeya colosal de un enfrentamiento entre el héroe supra-histórico, el caudillo, que es como el bien supremo, contra la monstruosidad de la maquina descomunal y despiadada de la opresión forastera. Los apologistas han construido un nuevo mito fabuloso, el mito de una guerra cósmica entre el caudillo y el fantasma del imperio; otra vez, el bien absoluto en guerra contra el mal absoluto. No vamos a criticar el maniqueísmo inscrito en esta suerte de teoremas mitológicos, sino vamos a anotar lo que hacen desaparecer.

 

Con estas tesis sobre el caudillo heliocéntrico desaparece la política. Ya no hay política sino “religión”, o un sustituto de la religión. Ha desaparecido la política como campo de fuerzas, como dinámicas moleculares de cohesión y descohesión, como “concentración”, si se puede usar esta palabra, de enfrentamientos económicos, sociales, culturales, territoriales; por lo tanto como diferencias, aunque también como contradicciones. Ha desaparecido la política como dinámica histórica específica, en su contexto y singularidad. Ha sido convertida, como dijimos, en una epopeya, en una épica, en un mito. Si algo nos dejó el marxismo es precisamente el análisis de las relaciones; el capital como relación, el Estado como relación, la política como proceso de relaciones mutantes. Esta herencia es significativa, a pesar de que los marxistas partidarios hayan vuelto a convertir al marxismo en una “religión”, terminando de endiosar a los teóricos de esta formación enunciativa dialéctica, sobre todo a los conductores de las revoluciones. Tal parece que la mitificación y el maniqueísmo forman parte de los recursos imaginarios más a la mano, muy afines a la reproducción de las estructuras de poder interpeladas. Pues bien, se trata de desplegar este análisis relacional; se trata de analizar, de desmenuzar, los procesos políticos en la composición de sus dinámicas moleculares, en los ámbitos de relaciones en curso, en las coyunturas y contextos específicos, en las singularidades de sus contradicciones.

 

Desde esta perspectiva, desde el análisis relacional, el caudillo aparece no como el núcleo, el centro, de un sistema de órbitas, sino también como una relación. Relación entre una conformación popular y el mito que anida en su memoria, mito patriarcal, milenarista, ancestral, mesiánico. Cuando se produce la sintonía entre esta memoria y la presencia carismática de un personaje público, cuyo accionar discursivo y práctico, deriva en interpelación, entonces el mito retorna, se encarna, adquiere nombre, perfil propio, se actualiza en una figura.  El caudillo es un invento del imaginario popular y el pueblo es el referente de caudillo, el interlocutor, el espacio de irradiación discursiva y afectiva. No se crea que el caudillo haya buscado estos efectos; los caudillos son como las casualidades creativas; aparecen como meteoritos que atraviesan el cielo e impactan en las aguas estancadas de la rutina política de las clases dominantes. Los caudillos no se crean por programa, como proyectos planificados, ni por el deseo de políticos, sino aparecen como lo que son, como acontecimientos políticos. Son vanos los esfuerzos por sustituirlos cuando desaparecen. No hay otros. No porque son sustanciales, únicos, sino porque su acontecer, que responde a la sintonía con las masas, a la relación de lo popular con su mito, como memoria, se da, ocurre, en determinadas circunstancias y bajo determinadas condiciones de crisis. No porque alguien es parecido al caudillo, comparte su ideal, deviene de su etnia, va poder sustituirlo, tiene la posibilidad de ser un caudillo. Este supuesto es la base de la pretensión de muchos; empero se equivocan. No han comprendido el ámbito relacional, la singularidad del momento del campo de fuerzas, que han dado lugar a ese acontecimiento político que llamamos caudillo.

 

Entonces de lo que se trata es de comprender las dinámicas, las relaciones, las contradicciones, la singularidad de la crisis, que ha hecho aparecer esa relación de lo popular con su memoria. Ahora bien, esta relación carismática, expresa, de una determinada manera, las otras relaciones de sus contextos; las relaciones de poder, las relaciones económicas, las relaciones sociales, las relaciones culturales. La explicación no se encuentra en el caudillo, convertido en una figura que hace inteligible la realidad, como hace el discurso de los apologistas, sino en estos ámbitos de relaciones, en el momento de sus contradicciones y diferencias, además de sus conexiones y entrelazamientos. El caudillo es una figura más, una relación más, en este ámbito de relaciones; es una figura que debe ser también explicada, no es la explicación misma.

 

El problema no es el caudillo, que vive su vida, como dijimos, sino los apologistas, quienes reinventan el mito sobre la base de la invención del imaginario popular. Lo reinventan “teóricamente” para sostener tesis épicas. Al contrario de lo que creen, esta narrativa no enaltece, no enriquece, la figura del caudillo, sino la simplifica, la convierte en una figura estereotipada, algo así como ocurre con las caricaturas de los dibujos animados respecto a lo que representan, características abstractas y aisladas de valores; bueno, malo, o de sentimientos, orgullo, odio, egoísmo, ambición. Le quitan lo humano que tiene, sus dilemas, sus contrastes y contradicciones, sus debilidades y sus fortalezas, sus experiencias dramáticas de cargar en su cuerpo una compulsa de fuerzas que lo excede. Un análisis de estas figuras carismáticas, más apegadas a la descripción que al mito, ayudaría a comprender mejor las contradicciones en las que se embarcan y avizorar potencialidades emancipadoras de las multitudes, de lo popular, de las clases “subalternas”, que no dependan de la vida dramática del caudillo.

Recorridos y desafíos de la revolución bolivariana

 

Vamos a intentar abordar una aproximación al proceso revolucionario bolivariano de Venezuela. No es fácil, pues, a pesar de la información con la que se cuenta, no solamente de fuentes primarias y secundarias, sino de encuentros de análisis, de debate y reflexión, falta una experiencia directa en el lugar de los acontecimientos[7]. Por eso considero que es un riesgo atreverme a desplegar una aproximación al proceso bolivariano; sin embargo, dadas las circunstancias y el avance de la polémica en Bolivia, me siento obligado a decir algo, sobre todo después del fallecimiento del líder y el símbolo de la revolución bolivariana, Hugo Chávez Frías. Para tal efecto, cuento con textos de análisis, además de la colaboración y las correcciones de mis amigos/amigas y compañeros/compañeras de lucha, Edgardo Lander, Víctor Álvarez y Alexandra Martínez; los tres venezolanos y ciudadanos de la Patria Grande.

 

Dibujo del contexto en la historia reciente

 

Víctor Álvarez escribe en La transición al socialismo de la revolución bolivariana[8] lo siguiente:

Hugo Chávez ganó las elecciones de 1998 con la promesa de convocar una Asamblea Nacional Constituyente para redactar una nueva Constitución, refundar la República y derrotar los flagelos de la pobreza, la desigualdad y la exclusión social. Aunque en las elecciones presidenciales de 1998 se escuchan algunos planteamientos en torno al “nuevo socialismo” y al “socialismo del siglo XXI”, el discurso electoral de Chávez se concentra en el “Poder Constituyente”. Las primeras ideas[9] de la Revolución Bolivariana se encuentran en los documentos la “Agenda Alternativa Bolivariana” y “Una Revolución Democrática. La propuesta de Hugo Chávez para transformar a Venezuela”[10].

 

Los fundamentos de la revolución bolivariana serán desarrollados en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, aprobada en 1999, así como en los lineamientos del Plan de Desarrollo Nacional 2001-2007. En ese momento, la convocatoria al pueblo radicaba en impulsar la “democracia participativa y protagónica”[11].

 

Siguiendo el diagnóstico Víctor Álvarez anota:

 

A partir de la crisis e inestabilidad políticas que comienzan con el Golpe de Estado de 2002, se recrudecen con el paro patronal y el sabotaje petrolero de 2003 y terminan con el Referéndum Revocatorio de 2004, el proceso se radicaliza y aparecen las primeras críticas directas al imperialismo y al capitalismo. Es en el Taller de Alto Nivel de Gobierno, realizado el 12 y 13 de noviembre de 2004 en Caracas, cuando se presenta el “Nuevo Mapa Estratégico”, en cuyo contenido se comienzan a perfilar cambios significativos en relación con la orientación de la Revolución Bolivariana (Chávez, 2004). En esa oportunidad Chávez esboza una primera idea del socialismo que en las próximas elecciones presentaría como opción: “(…) el tema del control social, es básico para la nueva sociedad que tenemos que construir, porque siempre el socialismo ha tenido el problema de que el Estado maneja recursos, pero nunca la población ha tenido el control de esos recursos” [12].

 

El balance de Víctor Álvarez continúa:

 

En la Conferencia de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad, a finales de 2004, y en el acto de instalación de la IV Cumbre de la Deuda Social, el 25 de febrero del año 2005, Chávez hizo un llamado más explícito a inventar el socialismo del siglo XXI, sin que se llegará a avanzar más allá de estas referencias aisladas en el contenido de esos discursos. Lo cierto es que desde la aprobación de la Constitución de 1999, hasta la presentación del Primer Plan Socialista de la Nación en 2007, no se plantea formalmente la transformación del capitalismo rentístico en una nueva sociedad socialista. El énfasis se pone en la recuperación de los precios del petróleo y el control de la empresa estatal petrolera (PDVSA) en manos de la tecnocracia, con el fin de financiar la inversión social y reactivar la economía. En el primer período gubernamental de Chávez, la prioridad fue reducir los altos niveles de desempleo, pobreza y exclusión social[13].

 

La identificación del momento de definición es importante:

 

Pero es en las elecciones presidenciales de diciembre 2006 cuando surge el planteamiento de declarar el carácter socialista de la Revolución Bolivariana. Luego de siete años en el poder, Chávez planteó abiertamente la orientación socialista que en adelante le daría a su gobierno y, al calor de la campaña electoral como candidato a la reelección presidencial, el líder de la Revolución Bolivariana planteó claramente que “quien vote por Chávez estará votando por el socialismo”.

 

La demoledora consagración electoral puede ser  descifrada como un apabullante respaldo a la orientación socialista del gobierno. La declaración del carácter socialista de la revolución Bolivariana se formalizó en el segundo período presidencial, cuando la Asamblea Nacional aprobó con rango de Ley el “Primer Plan Socialista de la Nación 2007-2013”. Es en este documento donde se destacan los lineamientos generales que guían la construcción del Socialismo del Siglo XXI: nueva ética socialista; suprema felicidad social; democracia protagónica revolucionaria y modelo productivo socialista. También, en este documento se forjan los lineamientos generales de las políticas y estrategias que en adelante serán diseñadas y ejecutadas para avanzar en la construcción del socialismo venezolano[14].

 

Víctor Álvarez dice que:

 

La definición de socialismo se desarrolla posteriormente y se encuentra plasmada en el parágrafo 14 del artículo 4 de la Ley de Comunas:

Socialismo: Es un modo de relaciones sociales de producción centrado en la convivencia solidaria y la satisfacción de necesidades materiales e intangibles de toda la sociedad, que tiene como base fundamental la recuperación del valor del trabajo como productor de bienes y servicios para satisfacer las necesidades humanas y lograr la suprema felicidad social y el desarrollo humano integral. Para ello es necesario el desarrollo de la propiedad social sobre los factores y medios de producción básicos y estratégicos que permita que todas las familias y los ciudadanos y ciudadanas venezolanos/venezolanas posean, usen y disfruten de su patrimonio o propiedad individual o familiar, y ejerzan el pleno goce de sus derechos económicos, sociales, políticos y culturales. Con la creación del Sistema Económico Comunal se plantea avanzar en la transformación del capitalismo rentístico en un modelo productivo socialista, con base en nuevas formas de propiedad social en manos de los trabajadores directos y las comunidades organizadas”[15].

 

Hugo Chávez, para su tercer mandato, como resultado de las elecciones presidenciales de octubre de 2012, expuso su propuesta “Para la Gestión Bolivariana Socialista 2013-2019”. Propuesta en la que se proyecta una nueva etapa para la Revolución Bolivariana, caracterizada por el fin a las concesiones al sector capitalista, apoyándose en el nuevo marco legal y entorno institucional que se aprobó a los largo del segundo mandato para diseño y ejecutar medidas realmente revolucionarias que permitan la creación de nuevas formas de propiedad social que sean la base para la organización y empoderamiento de los productores directos y la comunidad organizada. En la exposición de su Programa de Gobierno 2013-2019, Chávez plantea claramente lo siguiente:

 

“No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo entre nosotros. Este es un programa precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance del socialismo”[16].

 

El problema de estas tareas es la transición, la forma como se lleva a cabo la transición, cómo se conduce la misma, de qué manera se identifican las áreas de transformación, sus ritmos y sus diferencias. A propósito, Víctor Álvarez anota lo siguiente:  

 

Ahora bien, en el período de transición de la economía capitalista a la economía socialista será  necesario delimitar los sectores económicos que el Estado se reserva por razones estratégicas, tales como petróleo, gas, industrias básicas, electricidad, telecomunicaciones, ferrocarriles, metros, puertos y aeropuertos, etc. Al mismo tiempo, será necesario dejar claro en cuáles sectores se permitirá y fomentará la inversión privada nacional y extranjera. Pero lo más importante es identificar los sectores, ramas y productos, comenzando por la producción de las materias primas, bienes intermedios y demás insumos que se requieren para fabricar los componentes de las canastas alimentaria y básica, cuya producción debe quedar bajo el control de los trabajadores directos, los consumidores y la comunidad. En palabras del propio Chávez: “Debemos crear un nuevo modelo productivo, un nuevo modelo de relaciones de propiedad social, directa o indirecta, colectiva y comunal, fundamentados en proyectos eminentemente socialistas”.[17]

 

La conclusión de esta parte inicial del balance plantea el problema de la transición:

 

Pero estas definiciones no son precisamente las que han guiado a la Revolución Bolivariana desde su origen. Los triunfos en las elecciones presidenciales de 1998, 2000 o 2006 no constituyen la toma del poder por un partido nítidamente proletario o campesino, con un programa de gobierno que responda a sus intereses de clase. Más bien, fueron el triunfo de  una coalición de fuerzas políticas, sociales y económicas en las que coexisten campesinos, obreros y empleados públicos; profesionales y técnicos de la clase media; pequeños, medianos y hasta grandes empresarios conformados por terratenientes, industriales, comerciantes y banqueros que, una vez ganadas las elecciones, comenzaron a pugnar por lograr mayores espacios de poder e instaurar o mantener su dominio a nivel nacional, estatal o municipal; pero que, en la medida que la Revolución se fue radicalizando comenzaron a desmarcarse hasta declararse abiertamente de oposición. En esa coalición de fuerzas políticas favorables al gobierno que ha logrado la mayoría en el parlamento venezolano, las organizaciones obreras, campesinas o sociales no han sido las fundamentales, ni las de mayor fuerza y autonomía como para imponer su programa o agenda por encima de la de otras organizaciones políticas, grupos económicos u organizaciones de base. Por el contrario, las organizaciones obreras y campesinas y los movimientos sociales han sido apenas un apoyo complementario, nada imprescindibles para asegurar la toma del poder político por la vía electoral. Esta realidad se expresa en el debate sobre los diferentes modelos para construir el socialismo venezolano. Se enfrentan las tesis que defienden el viejo dogma de la propiedad estatal sobre todos los medios de producción, hasta las que justifican el apoyo público al capital privado, pasado por las propuestas de priorizar una nueva economía social y popular en manos de los trabajadores directos y de la comunidad organizada[18].

 

Es ilustrativo el balance que hace Víctor Álvarez de parte del proceso de la revolución bolivariana. Tomando nota y registrando nuestras impresiones, diremos que:

 

1.   Al parecer la revolución bolivariana aparece como proceso constituyente, como desborde del poder constituyente, como interpelación al estado de cosas, a las estructuras de poder, a la desigualdad social, a la oligarquía parásita, a la economía extractivista y el Estado rentista.

 

2.   Se gesta entonces una nueva Constitución, ideando una nueva república, la quinta, cuya composición y contenido responda a la “ideología” bolivariana, basada en el pensamiento de Simón Bolívar, pensamiento actualizado al siglo XXI, transformando su horizonte liberal en un horizonte socialista.

 

 

3.   La oligarquía y la burguesía rentista venezolana reaccionan ante el avance político popular con un golpe de Estado y boicot a la producción del petróleo. Las tensiones y contradicciones sociales y políticas llegan a un punto máximo. El intento de restauración de la oligarquía y la burguesía es desbaratado por la movilización popular en defensa del presidente Hugo Chávez y por el contragolpe de las Fuerzas Armadas.

 

4.   A partir de esta victoria política y militar popular el proceso se radicaliza. Claramente se propone la transición al socialismo. Se piensa en un socialismo de nuevo cuño, llamado socialismo del siglo XXI. Lo sugerente de este socialismo no está tanto en nombrarse como del siglo XXI, donde una mayoría de comentaristas hacen hincapié, sino en las formulaciones concretas; en la propiedad social sobre los factores y medios de producción básicos y estratégicos que permita que todas las familias y los ciudadanos y ciudadanas venezolanos/venezolanas posean, usen y disfruten de su patrimonio o propiedad individual o familiar, y ejerzan el pleno goce de sus derechos económicos, sociales, políticos y culturales. También con la creación del Sistema Económico Comunal se plantea avanzar en la transformación del capitalismo rentístico en un modelo productivo socialista, con base en nuevas formas de propiedad social en manos de los trabajadores directos y las comunidades organizadas.

 

 

5.   En este transcurso y ante estas tareas aparecen las dificultades y obstáculos de la transición. Las alianzas políticas en el poder no son las más adecuadas para esta transición y la profundización del proceso. Los sectores que tienen mayor incidencia en el gobierno y en la institucionalidad estatal no son las clases sociales que pueden sostener la construcción del socialismo, el proletariado y los campesinos, tampoco los sectores más populares de las urbes. Se da entonces como una limitación de los alcances y una disminución de los ritmos del proceso, a pesar de los beneficios obtenidos por la inversión social.

 

6.   Hablando de los alcances cualitativos del proceso y de las transformaciones estructurales, se constata que no se ha salido de la economía extractivista y del Estado rentista, que todavía está pendiente la conformación del modelo productivo, orientado a la soberanía alimentaria, basado en gran parte en la propiedad social y la organización comunitaria. Esta constatación fue compartida por el mismo Hugo Chávez.  

 

 

 

Devenir revolucionario

 

A estas alturas del partido, como dice el refrán popular, aludiendo a la experiencia vivida, en este caso experiencia de la humanidad, si podemos hablar así, no es conveniente insistir en la repetición acrítica las formaciones enunciativas y discursivas que dieron lugar a las revoluciones del siglo XX. Mucho menos caer en la apología de estas revoluciones y las que se están dando a fines del siglo XX y principios del siglo XXI. De lo que se trata, indudablemente, es aprender de la experiencia. Replantearse los antiguos problemas heredados y avizorar la nueva problemática. De nada nos sirve el fundamentalismo racionalista[19], menos el fundamentalismo investido de místico; tampoco nos sirve la apología y la defensa propagandística, inútil para abordar los problemas del presente. Estas composturas se convierten, mas bien, en obstáculos para encarar los problemas y encontrar salidas; se trata ciertamente, en el mejor de los casos, de obstáculos epistemológicos, en el peor de los casos, de obstáculos políticos, pues optan por el autoritarismo secante y formas verticales de centralización de la decisión política, pasando por obstáculos que llamaremos “ideológicos”, debido a las reiterada fetichización de los objetos de poder. Dejemos, entonces, todo esto a un lado. Encaremos los problemas y desafíos desde perspectivas móviles y dinámicas, perspectivas críticas, que se esfuercen por encontrar las estructuras de los problemas, las resistencias de las estructuras de poder subyacentes, los anacronismos insertos en los procesos críticos y de transformación.

 

De principio, no es ciertamente el fundamentalismo racionalista el que puede ayudarnos en este abordaje crítico e integral, pues el “pecado” de este fundamentalismo racionalista es que parte de un modelo ideal; todo lo que se separa de este modelo es objeto de “crítica”, es errado, es desviación, distorsión, incluso traición. El fundamentalismo racionalista ha reducido los ámbitos de “realidad” al plano racional, haciendo gala, de una manera vulgar, de la tesis hegeliana de que todo lo real es racional y de que todo lo racional es real. Los distintos ámbitos y planos, sedimentaciones, complejidades de la “realidad”, no pueden reducirse al plano racional, independiente de qué racionalidad estemos hablando, ni de qué paradigma y episteme se trate. La complejidad, que tomaremos como sinónimo de “realidad”, excede en mucho, desborda cuantitativa y cualitativamente, si podemos hablar así, a los esquemas de la racionalidad, por más ricos y dinámicos que sean.

 

Para los casos que nos ocupan, las revoluciones del siglo XX y principios del siglo XXI, ya no es posible juzgarlas a partir de modelos preformados. Las revoluciones son lo que fueron y son lo que son. Responden a acontecimientos compuestos por multiplicidad de singularidades, procesos singulares, dinámicas moleculares, campos, correlaciones, diagramas de fuerzas, que devienen composiciones históricas, políticas, sociales, económicas y culturales, también singulares. La pregunta, respecto a estos acontecimientos, no es ¿por qué se desviaron del modelo?, sino ¿cómo llegaron a ser lo que fueron y lo que son?, también ¿qué dinámicas, qué estructuras, qué campos de relaciones, qué correlación de fuerzas, derivaron en la resultante, en la formación revolucionaria, con todas las aberraciones que pueda contener? Se pueden extender estas preguntas a otras más específicas: ¿por qué se impusieron y no fracasaron, como en otros muchos casos? ¿Por qué perduraron en el tiempo que pudieron mantenerse? ¿Por qué otras siguen perdurando, a pesar de los grandes obstáculos y bloqueos? ¿Por qué las llamadas revoluciones del siglo XXI adquieren un perfil ambiguo, abigarrado y cómo de búsqueda?

 

En relación a la primera parte de estas preguntas mantendremos, en principio, una hipótesis de trabajo: Las revoluciones socialistas no podían ser sino lo que han sido, el “modelo” real, singular, en cada caso: no podían ser lo que deberían ser según el modelo ideal. La correlación de fuerzas, la composición de las dinámicas moleculares y molares experimentadas, los alcances de la crisis del capitalismo, del Estado, del imperialismo, del colonialismo, los alcances de las propias organizaciones revolucionarias involucradas, derivaron en lo que lograron sus fuerzas. La hipótesis de la conspiración no es aconsejable para explicar estos resultados, la hipótesis de la traición no ayuda a comprender la complejidad de las dinámicas y de los procesos insertos en estos acontecimientos revolucionarios. Aunque hubiera habido mejores conductores, una mejor dirección, lo más probable es que los resultados se hubieran aproximado a lo ocurrido, aunque posiblemente de una mejor manera, con una experiencia más auténtica. Lo mismo podemos decir de las revoluciones del siglo XXI, sobre todo de las que se proponen un horizonte plurinacional. Como por ejemplo, la revolución indígena - es esta la que se experimenta en Bolivia -, es lo que puede ser de acuerdo a la correlación y composición de fuerzas, a pesar del grotesco enfrentamiento paradójico con las naciones y pueblos indígenas en el conflicto del TIPNIS y en los conflictos en tierras altas, sobre todo con el tema de la minería. En lo que respecta a Venezuela, la revolución bolivariana, que se propone un socialismo del siglo XXI, que supere los límites del socialismo real del siglo XX, también se ha topado con contradicciones y dilemas, aunque se nota el alcance mayor, más extenso, del impacto social de la revolución, sobre todo por el empoderamiento, la participación popular y la formación masiva de líderes, en las comunidades y misiones. Al respecto, la pregunta es: ¿cómo estas revoluciones llegaron a ser lo que son? También: ¿Cuáles son las dinámicas moleculares y molares, los procesos singulares, las estructuras, los diagramas de poder, las limitaciones inherentes, que llevaron a las resultantes histórico-políticas que se experimentan?

 

Sabemos que esta hipótesis es cruda, no permite otras posibilidades, las deja en la virtualidad de la posibilidad, sólo toma como “real” lo que definitivamente se ha realizado. Sin embargo, como hipótesis de trabajo nos ayuda a enfocar el análisis de las formaciones revolucionarias concretas respecto a la composición de sus dinámicas y procesos singulares, no en contraste con los modelos ideales.

 

En relación al segundo grupos de preguntas, más específicas, dejaremos que el análisis de este ensayo pueda decir algo, tocando los problemas concretos con los que se enfrentan los procesos revolucionarios, además de hurgar en las descripciones más detalladas de algunos aspectos del proceso mismo.

 

Recogiendo, ahora, el balance que hace Víctor Álvarez de la revolución bolivariana, la primera hipótesis interpretativa que planteamos es: La formación de la consciencia política, de la voluntad política, social y popular, transferida a la Constitución, al desarrollo legislativo y a las transformaciones institucionales, aunque sean parciales, incluyendo la nacionalización del petróleo, el control de PDVSA, la redistribución del ingreso, encarando en gran escala la inversión social, se desenvolvió más rápidamente que las transformaciones estructurales del modelo extractivista y rentista de la economía, también de la política, por cuanto esto afecta al mismo perfil del Estado.

 

Una de las explicaciones, hipotéticas por cierto, es que las estructuras del modelo extractivista y rentista y del modelo de Estado, burocrático y subalterno, tienen una más larga duración; su ritmo de transformación es más lento y más difícil. Las estructuras del modelo extractivista y rentista resisten los cambios, también las estructuras del modelo de Estado burocrático y subalterno resisten a las reformas y transformaciones institucionales. Hay como hábitos cristalizados en las prácticas de los funcionarios, también, por esto mismos, habiutus internalizados en funcionarios y ciudadanos, subjetividades conservadoras reproducidas en el campo burocrático, en el campo político, pero, también, en el campo escolar. Así mismo se dice que, no es posible cambiar, de la noche a la mañana, la división del trabajo internacional, la división del mercado internacional, asignada por la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Qué estos cambios sólo se pueden dar mundialmente. Esta tesis entra en contradicción con la tesis de soberanía, que al mismo tiempo se sostiene. ¿Cómo puede haber soberanía si se mantiene incólume la dependencia de las llamadas periferias a los centros del sistema-mundo capitalista? La soberanía no puede ser solamente política y jurídica, también requiere ser económica. Se descartan propuestas como las de conformar una economía endógena, aunque no lo hagan de manera directa, sino se diga que corresponde para una siguiente fase. Se dilata una efectiva transformación productiva y a gran escala, experimentando proyectos locales y dispersos, fragmentados, no realizados de manera integral. No se hacen los esfuerzos de impacto extensivo de lograr la soberanía alimentaria; estos proyectos también son locales y dispersos. El grueso de la estructura económica sigue en la inercia reproductiva de la economía extractivista y rentista. ¿Es qué es imposible, por de pronto, en el momento presente, lograr su modificación y transformación?

 

Víctor Álvarez nos describe una característica problemática en lo que respecta a las alianzas políticas y al peso político de las alianzas. No son los sectores populares, el proletariado y el campesinado, los que tienen una participación decisiva en el gobierno, sino los sectores empresariales que, en principio, se han acercado al gobierno e incorporado a sus políticas, aunque algunos de estos sectores hayan abandonado después el gobierno y se hayan pasado a la oposición, cuando el proceso se ha venido radicalizando. No es que sólo las estructuras extractivistas y rentistas, las estructuras del Estado burocrático, se resisten a cambiar, sino que el perfil de las alianzas políticas es todavía conservadora en relación a las tareas de transformación de estas estructuras. Esto nos traslada directamente a los problemas de la herencia burocrática, de los estilo de gubernamentalidad heredada, de gestión centralizada y administración pesada. Nos encontramos todavía lejos del ejercicio de una democracia participativa, de la gestión social y comunitaria. ¿Es que estos ejercicios y prácticas son difíciles de implementar? ¿Se requiere más tiempo? ¿Se requiere formación de la gente que se involucraría en la gestión participativa? Los conflictos puntuales entre comunidades y burocracia se han dado en relación a los proyectos, a la ejecución de proyectos, a la asignación de recursos, al mismo control de los proyectos.

 

Tal parece que estas alianzas perdurables con las reminiscencias de  las viejas élites, esta reincorporación de los especialistas y técnicos de las burocracias perecederas, terminan reforzando las resistencias, la inercia, la reproducción, la sedimentación geológica, de la estructuras del modelo extractivista y rentista, así como las estructuras fosilizadas el Estado burocrático. Estas formas de gobierno o, mas bien, estas composiciones inherentes a estas formas liberales heredadas, no condicen con la necesidad de trastrocar estas prácticas, estos habitus, estas relaciones burocráticas, esa pesada maquinaria administrativa; no condicen con la necesidad de inventar nuevas formas de gestión, formas dinámicas y participativas, formas donde la administración de las ejecuciones sea una experiencia colectiva y de control social. La gestión burocrática y liberal no condice con la autogestión, la cogestión, la gestión comunitaria y la gestión participativa. Por lo tanto, lo que ponen en mesa estas cuestiones de gestión, de dilemas de la gestión, que pueden ser resumidas al dilema de reproducir una gestión burocrática heredada, especializada en la administración de normas, o inventar una gestión dinámica movilizadora de colectivos y comunidades, las que se apoderen de la gestión, de la administración, de la ejecución, así como de la corrección y retroalimentación, de una manera social, como aprendizaje social, como dinámica social, que compromete al conjunto con la obra, sin delegar la responsabilidad y el control a los especialistas. No se trata de descartar a los especialistas y técnicos; la diferencia radica en que éstos no son los encargados de dirigir, de hacer, de ejecutar, de informar, sino son dispositivos requeridos bajo el control y la participación social.

 

Desde esta perspectiva, no es que las estructuras del modelo extractivista y rentista, del Estado burocrático, tengan más larga duración, en tanto que la formación de la consciencia interpeladora, la formación de la consciencia histórica, situada en el momento crítico y de emergencia popular, es más bien de corta  y de mediana duración, sino que las estructuras del modelo extractivista y rentista, del modelo de Estado burocrático, se reproducen precisamente por la concomitancia de estas alianzas conservadoras, de estas conservaciones del trajín del viejo aparato de Estado, de estas prácticas y habitus del campo burocrático. Por lo tanto, el conflicto ya no se sitúa sólo en el enfrentamiento de clase, en el enfrentamiento político con el bloque de la derecha, sino en los espacios de los engranajes del Estado. Este enfrentamiento es crucial, pues se trata de modificar el contenido, la composición y la ingeniería de los engranajes institucionales, en el caso que se requiera una intervención de desplazamiento más dilatada, o se trata de trastrocar los mismos mecanismos, la arquitectura, la estructura, la ingeniería misma del mapa institucional. El destino del proceso revolucionario se traslada a estos escenarios. Es inútil responder a estos desafíos con propaganda y apologías; esto sólo sirve para convencer a los convencidos y a los no completamente convencidos de los avances efectuados, empero no inciden en lo mínimo en los avances que hay que efectuar.

 

Los que desdeñan estas tareas urgentes, los que incluso consideran peligroso cualquier observación al respecto, cualquier crítica, develan que se han colocado en la posición conservadora de mantener la inercia del Estado, de contentarse con lo logrado, aunque éste sea sólo el principio de una agenda de transformaciones imprescindibles. No se puede confundir el análisis de una coyuntura del proceso con otro, de una fase del proceso con otra; esto equivale a considerar que los problemas siguen siendo los mismos, que el cuadro no ha cambiado, que la lucha con el bloque de la derecha es la misma que antes. Esto equivale a situarse en la trama de una narrativa estereotipada donde se ungen como héroes incontestables, caballeros de triste figura, entrabados en una batalla interminable contra los monstruos del mal. No ven su propia quimera, no ven que las herencias conservadoras se encuentran en ellos mismos, que el combate entonces es también contra esta quimera, que acompaña los habitus y prácticas burocráticas.

 

Este es quizás el tema más importante de la experiencia de los procesos revolucionarios, aquí se encuentra la raíz de su propia crisis, cuando se topan con las resistencias estructurales de las formas institucionalizadas del Estado que se quiere demoler. En estas situaciones, aparece una tendencia “pragmática” de sentido común, que considera que hay que defender lo avanzado, defender la colina tomada, no arriesgarse en pasos audaces, no tomar todavía otras colinas, utilizar los instrumentos estatales para transformar, aunque estos instrumentos formen parte de la “caja de herramientas” del viejo Estado. No ven que estos instrumentos, cuando funcionan, reproducen el viejo Estado, no construyen el nuevo. La tendencia de seguir transformando, que se basa en la tesis que la mejor defensa es transformar, es más bien minoritaria, sujeta a sospecha, acusada de que termina favoreciendo a la conspiración de la derecha. La tendencia “pragmática” mayoritaria termina imprimiendo su sello al curso del proceso, termina reforzando una posición ambigua a mitad del camino, a mitad del puente. Las políticas públicas terminan siendo una mezcla entre lo nuevo y lo antiguo, los espacios institucionales son espacios de tensión entre la administración normada y las innovaciones incorporadas. Los esfuerzos ya no se los dedica a las transformaciones institucionales, sino a la propaganda, a la publicidad, a la lucha “ideológica”.

 

A mediano y largo plazo, estas ambigüedades deterioran, confunden, merman y carcomen las fuerzas de la transformación, que detenidas en una inmovilidad expectante o distraídas en campañas electorales, terminan relegando la oportunidad de transformaciones institucionales para otro momento, de un futuro incierto. No se puede pues soslayar, en el análisis de coyuntura, la caracterización de las contradicciones en el momento, el cuadro cambiante de las contradicciones de las fases del proceso. Los que se quedan con una fotografía anterior se quedaron con la imagen de un corte anterior, rumiando el recuerdo de ese presente anterior, sin lograr experimentar plenamente el presente efectivo que se vive.

 

 

La base social de la revolución bolivariana

 

 

Alexandra Martínez caracteriza la procedencia de los migrantes rurales  a las urbes de Venezuela, en Horizontes de transformación del movimiento urbano popular[20], de la siguiente manera:

 

Venezuela, como país dependiente de la renta petrolera, vivió en el siglo pasado un gran éxodo campesino que recompuso la distribución de su población, actualmente urbana en 90%. Los pobladores que llegaron a las ciudades, se ubicaron en asentamientos improvisados, no planificados, en los alrededores de la zona plana de la ciudad, en las montañas que la bordean (las periferias en las zonas geográficamente más riesgosas, menos estables y menos accesibles). El éxodo masivo del campo a la ciudad ocurrió en el marco del auge, construcción y hegemonización del imaginario desarrollista, en el cual la renta petrolera y las promesas de la redistribución del ingreso construyeron un discurso de bonanza, riqueza y progreso; de definitiva entrada a la “modernidad”[21].

 

 

Le sigue un dibujo genealógico de la relación entre estos pobladores migrantes y la génesis de la ciudad misma:

 

En estos “márgenes” de las ciudades se conformaron las amplias zonas populares. Allí, los habitantes comenzaron a construir algo más que viviendas o ranchos; comenzaron a construir ciudad. Por un lado, levantaban la ciudad “moderna”, en calidad de mano de obra; esa ciudad de la riqueza proveniente de la renta petrolera. Pero, por otro lado, montaban la ciudad informal, la ciudad “otra”, la que hasta hace algunos años no aparecía en los mapas, la de los márgenes; la ciudad de la exclusión, pero también la ciudad cantera para posibles transformaciones[22].

 

 

Se conformaron las Asambleas Barriales de Caracas como organizaciones sociales de defensa popular frente a las políticas neoliberales que se venían implementando. Estas formas de organización participativas, auto-gestionarías y deliberativas desplazaron las formas de ejercicio de la política, cambiando radicalmente el perfil de la intervención social. Alexandra Martínez nos dice que estos cambios se manifiestan en “el caracazo”:

 

 

El 27 de febrero de 1989, ocurre “el caracazo”; un levantamiento popular sin direccionamiento político clásico de ninguna organización, que cuestiono profundamente los cimientos de lo que se suponía era el modelo de “democracia liberal” latinoamericano, en el que se promulgaba la coexistencia, complementariedad y cooperación entre las clases sociales, como mito pacificador y encubridor de las profundas desigualdades existentes. Fueron los pobladores y pobladoras urbanas quienes protagonizaron esta revuelta[23].

 

“El caracazo” es quizás el antecedente más importante de la historia reciente, de la historia de la revolución bolivariana. Aquí se gesta la base social de la revolución bolivariana, esta experiencia de la revuelta popular es constructiva de la nueva subjetividad popular. Una subjetividad que deja de ser subalterna y tiende a forjar su propia autonomía. Desde esta perspectiva, no se puede decir, como se acostumbra, que los movimientos sociales en Venezuela fueron formados desde arriba, desde el Estado, como si fueran promovidos estatalmente. Esto no es cierto; en esta tesis hay como un intento de sobrevalorar el papel del gobierno popular, el papel del presidente bolivariano. Los movimientos populares no pueden formarse desde arriba, nacen del propio enfrentamiento con las estructuras de dominación, con los aparatos burocráticos que subordinan y marginan a los estratos sociales populares. Nacen en la consecución de sus demandas por mejorar sus condiciones de vida, demandas de vivienda, de tierra, de servicios, de educación, de salud, de trabajo, de medio ambiente sano. Los movimientos populares nacen en la experiencia de las luchas concretas, de luchas por derechos específicos democráticos y humanos. Lo que ocurrió es que estos movimientos populares se encontraron en el camino con la interpelación carismática, con la convocatoria del mito, produciéndose la sintonía explosiva entre lo popular y la interpelación carismática. ¿Se puede decir que el movimiento bolivariano es como la síntesis de estos dos desplazamientos, la constitución del movimiento popular y la emergencia de la figura y el discurso carismático? Depende que queramos decir con síntesis; preferimos hablar de conexión, de sintonía, de articulación, de relación dinámica y complementaria.

 

 

Estos movimientos populares urbanos son territoriales, se forjan en los barrios. Alexandra Martínez da una descripción de estas territorialidades urbanas organizativas:

 

 

Los barrios se han conformado en el contexto de procesos de ocupación, cuya característica fundamental es la autoconstrucción progresiva a partir de ocupaciones de terreno que no pertenecen, de derecho, a sus pobladores. Estos asentamientos urbanos populares han sido la respuesta desde la gente; la solución habitacional, al margen del financiamiento de planes públicos y privados[24].

 

 

Los barrios se conforman tanto en la lucha por la inclusión social como en la lucha por la identidad, por el reconocimiento de una cultura urbana popular:

 

 

En gran medida, desde los barrios, las luchas por la democratización de la ciudad surgen con fuerza, en un doble movimiento. Por un lado, exigen el acceso a la ciudad: a la tenencia de la tierra, al acceso a la vivienda, a los servicios básicos (luz, agua, transporte). Son luchas por la inclusión (en algunos casos, en términos de acceso a la redistribución de la renta, para tener la posibilidad de tener un nivel de consumo que nunca han experimentado). Por otro lado, las luchas apuntan al reconocimiento y la identidad: el reconocimiento del barrio como espacio territorial, generado desde sus pobladores y pobladoras, con construcciones culturales, saberes, formas de organización, de resistencia y de vida. Es la pelea por la existencia de un modo de vida distinto al impuesto por el imaginario desarrollista, capitalista y neoliberal[25].

 

 

Una combinación de lucha contra las desigualdades, por lo tanto lucha por la igualdad social, lucha democrática por excelencia, y lucha por la identidad, la cultura propia, por lo tanto, lucha por un proyecto civilizatorio alternativo a la modernidad y al desarrollismo. La identificación, que hace Alexandra Martínez, de estas tendencias y composiciones en el movimiento popular urbano, nos ayuda a comprender mejor las dinámicas sociales que sostienen a la revolución bolivariana. Podríamos decir que sería prácticamente imposible un acontecimiento político como el de Hugo Chávez sin la experiencia y la emergencia de movimientos sociales que interpelan el orden institucional existente, particularmente estos movimientos urbanos que jugaron y juegan un papel primordial en la defensa y la continuidad del proceso. Se trata de movimientos que tienen un carácter más de base, tiene que ver con la organización territorial de los barrios. Por lo tanto también se trata de una gestión territorial, de una gestión comunitaria, de la generación de formas de participación y control social. De acuerdo a las formulaciones específicas del socialismo del siglo XXI, de índole más bien práctica que teórica, en esta experiencia de base territorial se encuentra el sostenimiento de un nuevo proyecto socialista, basado en la propiedad social y en la propiedad comunitaria. Las posibilidades de este socialismo del siglo XXI no están pues en la retórica oficial y de los apologistas, quienes, a pesar de sus esfuerzos, no terminan de explicar cuál es la diferencia entre el socialismo real del siglo XX y el socialismo del siglo XXI, sino en la construcción colectiva de la igualdad social y la identidad cultural, construcción que se hace efectiva cuando la participación, la formación, la propiedad social y comunitaria, el control social son los ejes cardinales de esta edificación.

 

               

Relación con el Estado: posibilidades y tensiones

 

 

El problema en esta transición es entonces la relación con el Estado. Alexandra Martínez nos dice a propósito:   

 

Teniendo como marco el proceso político venezolano, la relación con la institucionalidad forma parte del campo de tensiones en el que se desarrolla la organización urbana y la apuesta por la construcción de otra ciudad; pero, al mismo tiempo, constituye una disputa permanente a la gestión única estatal. Por una parte, es innegable que distintas políticas y propuestas organizativas promovidas desde el gobierno, han generado y permitido amplios espacios de movilización y participación, antes inexistentes. No obstante, estas mismas propuestas pueden llegar a institucionalizar y burocratizar la expresión popular. En la experiencia del movimiento de pobladores, el desafío ha sido pasar de la organización promovida desde el Estado a la construcción de movimiento social, con espacios de autonomía, de construcción y orientación colectiva y propia, donde la relación con el Estado sea desde el dialogo entre sujetos políticos. Por ello, para las organizaciones urbanas las ideas de autogestión, cogestión y cogobierno pasan a ser apuestas fundamentales para pensar cualquier transformación[26].

 

 

Este es el lugar problemático de las transformaciones en las transiciones, el lugar o la zona de los relacionamientos con la institucionalidad. Los movimientos sociales se enfrentan a estructuras normadas y administradas de acuerdo a las lógicas de gestión establecida. Estas estructuras no soportan otras formas de gestión, sobre todo aquellas que requieren una amplia democratización de las decisiones, la participación y deliberación colectiva, la agilización no burocrática de las asignaciones y los recursos. La centralización de las órdenes y la relación vertical del manejo administrativo choca con la descentralización y horizontalidad de voluntad colectiva, con la deliberación asambleísta, la gestión comunitaria y el control social. Hay pues una clara necesidad de transformaciones institucionales, de construir otro mapa institucional, adecuado a las dinámicas sociales moleculares autogestionarias. En esta zona de tensiones y contradicciones micro-políticas se encuentra el secreto de la transformación, de la continuidad y profundización del proceso. Si no se llega a cambiar la maquinaria institucional se detiene la iniciativa y creatividad popular, delegando la iniciativa a las burocracias. Es el momento, el punto de inflexión, donde se estataliza el proceso revolucionario, reproduciéndose un mapa institucional parecido al anterior, sólo que con más inclusión social.  Cuando de lo que se trataba es de las transformaciones institucionales, de la emancipación y liberación social, de la emergencia de la sociedad alternativa, integrando en sus dinámicas sociales formas políticas democráticas y participativas. Evitando la autonomización de lo político y la consecuente subordinación de la sociedad al Estado.

 

 

Alexandra Martínez identifica tres ejes del activismo y gestión de lo urbano-popular:     

 

Tres son las líneas claves para impulsar las políticas populares en materia urbana:

 

 

• Lucha contra el latifundio urbano y la especulación inmobiliaria. Democratización de la ciudad.

 

• Transformación de barrios y ciudad: poder popular, justicia territorial y reivindicación del hábitat popular.

 

• Producción popular del hábitat: producción socialista de la ciudad[27].

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Conclusiones

 

Hugo Chávez forma parte de América Latina y el Caribe, del espacio-tiempo del quinto continente, del espesor histórico-político del continente de los mestizajes barrocos y de la ancestral identidad indígena. Nuestra historia abigarrada, exuberante y heterogénea, historia que se condensa en el dramático recorrido de nuestros héroes y heroínas, mayormente incomprendidos, empero intrépidos y temidos, incluso en su tiempo, que es otro, diferente al nuestro, desde donde los rememoramos. El caudillo que nos ha abandonado y, a la vez, se ha cobijado en la interioridad misma de nuestra memoria y nuestro reconocimiento, es parte de esta historia intempestiva, donde se mezcla la aventura y la resistencia indomable indígena. Es también la migración obligada africana, la otra manifestación morena, que denuncia los orígenes violentos del capitalismo, el comercio sin precedentes de esclavos, y la reiteración de estos orígenes, de esta desposesión y despojamiento, en el despliegue compulsivo de la acumulación de capital. Hugo Chávez es la memoria actualizada de las gestas audaces por emancipaciones y liberaciones soñadas. En este sentido, América Latina y el Caribe es la utopía, el territorio de la utopía. No en vano, el quinto continente, Abya Yala para los pueblos indígenas, América para los modernos, se convierte en el referente de la utopía; este es el lugar del no-lugar, del ninguna parte. Aquí ocurre lo imposible. Por eso Macondo de los Cien años de soledad[28], por eso también la escritura pasional y ética de un Ché Guevara, escritura como gramática de la guerrilla permanente. Hugo Chávez, este oficial latinoamericano se rebela, como otros oficiales nacionalistas y anti-imperialistas, como es el caso de Lázaro Cárdenas, y buscan expresar abiertamente su descontento, la rebelión recóndita que les viene de la tierra, de la experiencia de sus pueblos, donde nacieron. Todos los latinoamericanos y caribeños somos, de alguna manera, así, aunque algunos, la minorías privilegiadas no quieran reconocerlo, pues pretenden imitar lo que no son, la imagen consumista de la burguesía euro-céntrica y norteamericana hegemónica.  Las mayorías lo son, quizás de una manera espontánea y hasta “inconsciente”, viven esta mezcla de una manera apasionada, sin entender completamente lo que pasa. Empero lo primordial es que se trata de una experiencia histórica turbulenta, de una aventura interminable, de una búsqueda insaciable de utopías, de proyectos libertarios, de sueños despiertos, de fábulas de ciudades perdidas, de leyendas de riqueza como la del dorado. Sobre todo, en esta historia de múltiples recorridos, en esta multiplicidad temporal, que a veces se presenta como simultaneidad, en vez de sucesiva, lo que late, si se puede hablar así, como duración, como desplazamiento de la memoria, como intuición del tiempo vivido, es lo que llama Georges Bataille el gasto heroico[29]. La entrega pasional sin retorno. Esta es la razón por la que quizás fue a buscar el Che Guevara la muerte en le Higuera. En el caso de Chávez la muerte lo encontró a él en los momentos cruciales de la revolución bolivariana. No deja de ser una tragedia a pesar de que se diga que Chávez vive en nosotros, pues se trata de la continuidad de la convocatoria del mito, de la relación entre memoria y presente popular, de la decodificación multitudinaria de los signos carismáticos. ¿Quién va a seguir con esta comunidad simbólica? ¿O se trata mas bien de continuar sin el mito, continuar por caminos más “racionales”, cuya convocatoria no sea carismática, sino organizacional? Sin embargo, no podemos olvidar que no solamente hay el mito del caudillo o el caudillo como reverberación del mito, sino otros mitos; Sorel consideraba, en sus tiempos, el mito de la huelga general como una gran convocatoria proletaria en lucha contra la burguesía y el capital. Para este autor polémico el mito es voluntad social, convocatoria ética a la movilización general.  ¿Cuál es el mito que va a continuar como convocatoria popular? ¿El mito del caudillo sin el cuerpo del caudillo, el caudillo, mas bien, diseminado en todos, internalizado por los cuerpos de las multitudes? ¿El mito como mandato, en el mejor de los casos, como Constitución, como tarea, la construcción socialista?

 

Lo que está pendiente no es simple. Fuera de ganar la elecciones, la principal tarea es transformar el modelo económico extractivista y cambiar el modelo de Estado rentista. La consecuencia de esta tarea primordial es la transformación estructural e institucional, conformar un nuevo mapa institucional, donde la institucionalidad sea más bien dinámica, promueva la participación, la gestión y el control social. La otra tarea imprescindible es la transformación de las ciudades, la construcción de urbes del vivir bien, que tienen que ver con las líneas que anotamos anteriormente: Lucha contra el latifundio urbano y la especulación inmobiliaria; democratización de la ciudad; transformación de barrios y ciudad, poder popular, justicia territorial y reivindicación del hábitat popular; producción popular del hábitat: producción socialista de la ciudad. Por otra parte se tienen las tareas de la integración. Materializar el proyecto del sucre, la contra-monea, y el Banco del Sur, la alternativa financiera al sistema financiero mundial. Ambos proyectos no han sido asumidos en su plenitud, ni de acuerdo a cómo fueron concebidos. Su manejo burocrático ha repetido las formas del sistema financiero tradicional y siguen subordinándose al sistema financiero internacional. El ALBA todavía sigue circunscrita a un área de intercambios, de complementariedades, de actividades menores, que no sustituyen al extensivo espacio del mercado mundial. La economía sigue regida por los circuitos monetarios y de circulación, condicionados por la división mundial del trabajo, el comercio mundial y el sistema financiero internacional. UNASUR no debe repetir la historia de las instituciones de integración burocratizadas, donde la integración termina en las oficinas de integración. La integración no es nada sino es integración de los pueblos, no de los estados, menos de sus organismos burocráticos. Lo mismo podemos decir del CELAC. Al respecto, no cabe duda; América Latina y el Caribe deben integrarse, formar un bloque, que no sea sólo un bloque económico alternativo, tampoco sólo un bloque politico alternativo; debe convertirse en un bloque civilizatorio alternativo, convocando a la integración de los pueblos del sur del mundo, apuntando a conformar una organización de naciones unidas del sur, como había pensado Hugo Chávez, empero convocando a los pueblos del norte, que también se encuentran sometidos por el imperialismo financiero, para conformar un mundo alternativo al capitalista.                     

                                                                                                                                                                                                                                  

 

 

 

 

 

 

 

 

Defensa de la revolución bolivariana

 

Ya van a ser quince años de la revolución, la misma que comienza en 1998, cuando Hugo Chávez gana las elecciones por primera vez. Se trata de una revolución que ha venido profundizándose, en la medida que ha venido avanzando y sorteando dificultades, desafíos y amenazas. La contingencia de la lucha, de las contradicciones, de las resistencias de las clases dominantes, vinculadas a las estructuras de poder dominante mundial, le ha dado ritmo y su propia velocidad a la revolución. La Asamblea Constituyente y la aprobación de la Constitución bolivariana (1999) fue un paso decisivo para inaugurar un nuevo horizonte constitucional, en la consecución de una autentica soberanía e independencia, en la perspectiva de una democracia participativa, abriendo los primeros senderos a las transformaciones sociales. Ante esta transformación constitucional y normativa, seguida por la recuperación del recurso petrolero, rescatando PDVSA de las manos y el control de una tecnocracia al servicio de las empresas trasnacionales, la burguesía venezolana y los dispositivos de intervención del imperialismo efectuaron un golpe de Estado el 2002. El fracaso del golpe frente la movilización popular y la respuesta de las fuerzas armadas en defensa del presidente constitucional, apresado por los golpistas, radicalizó el proceso revolucionario. La derecha intento continuar con la vía escogida de violencia boicoteando la producción petrolera (2003). Su derrota, como consecuencia del fracaso del saboteo efectuado, que duró varios meses, radicalizó la nacionalización de los hidrocarburos y apresuró el control de la empresa estatal del petróleo. Sobre todo después del referéndum revocatorio (2004), de la cual sale fortalecido Chávez, se toma la iniciativa de encaminarse al socialismo. A partir de entonces se crearon las condiciones para definir la ruta socialista, que pretende ser diferente a la experiencia del socialismo real del siglo XX. Se comenzaron con definiciones de este nuevo socialismo, llamado del siglo XXI. Empero los pasos más certeros fueron los efectos masivos de la inversión social, la conformación de las comunas y de las misiones, además de la formación de líderes en gran escala, abriendo espacios de formación y de universidades populares.

Ciertamente, el proceso de la revolución bolivariana tropieza con problemas y contradicciones. Uno de los problemas principales es salir del modelo extractivista y del Estado rentista; otro problema es avanzar efectivamente en el ejercicio de la democracia participativa, el control social y la autogestión comunitaria. Una de las contradicciones tiene que ver con la preservación de formas de Estado burocrático, en contraste de la necesidad de gestión social y comunitaria. Empero, no por estos problemas y esta contradicción, la revolución se ha detenido. Al contrario, la experiencia de la revolución ha adquirido intensidad, sobre todo por el replanteamiento de la estrategia de la derecha, que ha mantenido, en las últimas dos elecciones, unidad, un solo candidato, apoyada por la intervención indisimulada de la burguesía internacional. El fallecimiento de Chávez ha dado un nuevo ímpetu al frente de derecha, creyendo que sin el caudillo podía tener mejor chance; sin embargo, la respuesta compacta del pueblo venezolano, consciente, organizado y movilizado, ha podido conservar la victoria electoral anterior, cuando Chávez todavía vivía. Esto no lo ha podido aceptar el frente de derecha, tampoco la burguesía internacional. Sospechando que esto podía ocurrir, el frente conservador no firmó el compromiso de aceptar los resultados de las votaciones; ahora los impugna, exigiendo una auditoria voto a voto, además de tener el tupe de exigir al poder electoral de que no posesione al candidato ganador como presidente, poniendo en cuestión el mismo sistema electoral, que es el más moderno del mundo y, según las instituciones y organismos que la evaluaron, entre ellos Jimmy Carter, confiable y satisfactorio.

 

A muchos llama la atención que las distancias se hayan acortado; la diferencia de más del 10% se acortó a menos del 2%. Sin embargo, hay que anotar que el candidato victorioso obtuvo la mayoría absoluta, es decir, más del 50%. Además esta victoria se logró con Chávez ausente, lo que ya era de por sí difícil, a pesar de la delegación a Maduro de continuar con la revolución, transfiriendo la candidatura a la presidencia en su persona. Sin embargo, no se puede descuidar, no se puede obviar que el margen de diferencia es pequeño, lo que habla de una polarización en el seno de la sociedad. La pregunta entonces es: ¿Qué pasó? ¿Por qué una parte del pueblo, porque es así, pues la burguesía no es tan numerosa, votó por el candidato opositor? Este dato exige evaluar aspectos del proceso que no convencen, que no seducen, que inducen a ponerse en contra, que mantienen y conservan formas y prácticas políticas anteriores. Esta evaluación es indispensable, sobre todo aceptar la crítica y autocrítica. Estos mecanismos son los mejores dispositivos de la profundización del proceso, de la defensa del proceso, buscando corregir los errores y las contradicciones. Ahora bien, la crítica debe venir acompañada por profundización de la democracia, por el ejercicio de la democracia participativa, además por el cambio de formas de gestión, pasando a la autogestión y a la cogestión. En este contexto, quizás la tarea más difícil es efectuar las transformaciones institucionales y estructurales que ayuden a salir del modelo extractivista y del Estado rentista, encaminando un modelo productivo, eco-industrial y de soberanía alimentaria.

 

¿Si hay una victoria electoral, como resultado de las últimas elecciones, por qué hablar de la defensa de la revolución bolivariana? Se ha puesto en evidencia la guerra declarada de la burguesía internacional a la revolución bolivariana. Por otra parte, para el orden de dominación mundial imperial, para el sistema financiero mundial, para el control monopólico de las empresas trasnacionales, es un objetivo estratégico el despojamiento y desposesión de los preciados recursos y la reserva de petróleo más grande del mundo. En contraste, un objetivo claro de la revolución bolivariana es la integración continental por la construcción de la Patria Grande. Este objetivo no es de ninguna manera bien visto por el imperialismo, el orden mundial imperial, la dominación del sistema financiero mundial, que azota con sus medidas a Europa e irrumpe en el mundo con la forma de acumulación especulativa. Estas son ya tres razones para defender la revolución bolivariana. Los pueblos latinoamericanos y del Caribe debemos defender la revolución bolivariana. Debemos defenderla haciendo la revolución en nuestros países, que es la mejor manera de defensa de la revolución, debemos defenderla movilizándonos, impidiendo, interpelando, denunciando, las maniobras del imperialismo, de la burguesía mundial y del orden de dominación internacional.

 

La defensa no puede convertirnos en apologista. Este sería un error, una muestra de debilidad, creyendo que la apología ayuda a la defensa. Nada más equivocado. La revolución de por sí es crítica, crítica del poder, crítica de la dominación; la revolución sólo puede alimentarse de la crítica, de la autocrítica, pues eso ayuda a develar, visibilizar contradicciones y errores, a corregirlos, a tomar conciencia de la complejidad del proceso y de las tareas transformadoras. Cuando un proceso, que se dice revolucionario, descarta la crítica, es un síntoma de regresión, de una clausura de la voluntad seguir adelante, creyendo que a lo que se ha llegado ya es el fin. Confundiendo que la defensa del proceso es la defensa ciega de todo lo que hace el gobierno. Nada más equivocado, el proceso es un proceso transformador, que transforma instituciones, estructuras, prácticas, incluso debe transformar al mismo gobierno. La defensa del proceso es la defensa del cambio permanente, defensa de la crítica y de la democracia participativa.

 

Un objetivo primordial de la revolución bolivariana es el socialismo. Independientemente de nuestra discusión, la discusión en los movimientos sociales anti-sistémicos, sobre la experiencia del socialismo real, sobre si el socialismo no es nada más que la otra cara de la misma  medalla, la otra cara del modo de producción capitalista, un capitalismo sin burgueses, un capitalismo de Estado, lo que importa son los objetivos prácticos de la revolución; control social, empresas comunitarias, autogestión y autodeterminación comunitaria, igualación de las condiciones de posibilidad social. Este socialismo práctico o efectivo es lo que importa. Esta transformación social en curso, esta posibilidad de transformaciones sociales, tiene que ser defendida por todos, frente a la expoliación del capitalismo financiero y del capitalismo trasnacional que se enriquece por despojamiento y desposesión.

 

Hay que apoyar a las comunas, que son las formas organizativas sociales más avanzadas de la revolución. Hay que apoyar al poder social, que es la institución y la instancia diseñada precisamente para dar poder efectivo a las organizaciones sociales, empero tiene que pasar necesariamente por su desburocratización. Hay que apoyar ciertamente al Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), al presidente Maduro; empero, este apoyo no puede dejar de ser  crítico. El apoyo efectivo y solidario de los y las activistas del mundo es no sólo movilizar la defensa de la revolución bolivariana en cada uno de los países, sino también canalizar apoyos políticos y técnicos, participando en debates sobre la construcción del socialismo y la profundización del proceso, proponiendo proyectos, coadyuvando con apoyo concreto en todos los terrenos. Veámoslo así, la revolución bolivariana tiene que ser vista como la posibilidad del recomienzo de la revolución mundial contra la dominación y el control del capital, contra el dominio de la especulación financiera internacional, contra el orden de la dominación imperial. Nadie puede ser ajeno de lo que pasa en Venezuela, el destino de la revolución bolivariana está ligada al destino de las revoluciones en nuestros países y la posibilidad de una confederación de los pueblos del mundo.

 

 

En el ojo de la tormenta

 

Después de las elecciones en Venezuela se vive una ofensiva del frente conservador liderado por Henrique Capriles Radonski. Aprovechando el estrecho margen de cercanía respecto al candidato ganador, reconocido por el poder electoral, se ha animado a impugnar los resultados, desconociendo el mismo veredicto de la Corte Nacional Electoral (CNE), a la que reconocieron los mismos opositores en variadas elecciones, nacionales, municipales y parlamentarias. La CNE ha sido reconocida por distintos organismos internacionales y ONGs, los cuales han validado la modernidad tecnológica del mecanismo electoral venezolano, su idoneidad y transparencia. El desconocer a la CNE apunta a destruir la legitimidad no solamente de la última elección, sino del conjunto de elecciones que ha administrado este órgano de poder. Haciendo un recuento de los eventos que se han venido sucediendo desde la penúltima elección hasta la reciente, se puede entrever la preparación de un desconocimiento del ordenamiento jurídico y de la Constitución, pertrechado por la burguesía venezolana, los grupos de poder, nacional, regional e internacional. Desde su derrota en el golpe de 2002 y el fracaso del sabotaje petrolero organizado por la derecha, no se ha descansado por tratar de detener el avance de la revolución bolivariana. Después de un tiempo, hay que reconocer que el frente conservador ha aprendido a hacer bloque único; en las dos últimas elecciones le ha dado resultado esta cohesión. En la última, frente a Nicolás Maduro, ha aprendido a desenvolverse en el juego de espejos, buscando parecerse a aspectos del programa bolivariano, formas de expresión y símbolos del movimiento bolivariano. Sin embargo, esta simulación no es más que una estratagema electoral, pues el programa efectivo entre manos es revertir los logros sociales, políticos y económicos de la revolución. Además, la simulación se muestra como lo que es, discurso fofo y vacío. El ex-candidato del frente conservador hace gala de aspavientos, hasta de enojos, empero, su discurso no deja de ser un discurso lleno de generalidades sin contenido. ¿De qué Venezuela habla cuando habla del país? Se nota que de la Venezuela de la que habla es un esqueleto que está en su imaginación; no puede darle cuerpo, pues no conoce la Venezuela concreta, de carne y hueso, de ritmo y musicalidad, no conoce lo nacional-popular. Por eso sus críticas a la revolución no pasan de lugares comunes, corrupción, autoritarismo, dictadura, inseguridad; no puede darle un referente concreto a su crítica. Si lo hiciera, si fuese sincero, si diría lo que piensa, seguramente saldría una concepción antipopular y racial, pero, sobre todo, una concepción que considera que lo único real es el capitalismo y que hay que seguir las reglas del juego de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, bajo el dominio del sistema financiero internacional y el monopolio de las empresas trasnacionales. Empero, el discurso real no puede ser emitido, pues no es electoral; se perderían votos. Si bien se ganaría en concreción y estaríamos ante un discurso que dice algo, pues cree en algo y lo transmite, no sería convocativo. La derecha ha optado por el discurso de la simulación; este discurso es electoral, pero no dice nada. Sólo queda en la memoria un conjunto de expresiones acaloradas y comportamientos en forma de aspavientos, que no dicen nada, salvo el desacuerdo con los resultados electorales, la desesperación de no haber logrado ganar al adversario.

 

Se entiende entonces la jugada exasperada del todo o nada. No es fácil mantener un frente unido de derecha, debido a los intereses en juego, los grupos de poder, que no coinciden en todos los temas, que tienen sus perspectivas propias. Al final son 14 años de gobiernos bolivarianos, que, a pesar de las dificultades y las contradicciones, han venido avanzando en la transformación de la sociedad y del Estado en Venezuela, aunque en este último aspecto sea más de forma que de contenido, igualando las condiciones sociales, ampliando la inversión social, la organización y la formación popular. Se trata del perfil de una burguesía, como muchas burguesías latinoamericanas, acostumbradas a gobernar impunemente a favor de sus intereses oligárquicos y sobre todo a favor de los intereses de las empresas trasnacionales; esta burguesía no puede aceptar, que la plebe impoluta irradie, se abra espacio, influencia, se articule con expresiones políticas populares, irrumpa en los palacios del poder.

 

Toda revolución es difícil y complicada, sobre todo cuando se asume el poder. Pues ahí comienzan las contradicciones más profundas; es muy difícil deshacerse de las viejas prácticas políticas, del aparato y las costumbres burocráticas, de las mediaciones representativas e institucionales. Se hace evidente la dificultad de construir la autogestión, la cogestión, la autodeterminación, el autogobierno local comunitario. Se cometen muchos errores en el camino, es difícil lidiar con los propios, sobre todo cuando están en función de gobierno. Hay como una tendencia a dilatar y diferir las transformaciones; cosa que parece adecuado a un sentido común “pragmático” y del realismo político. Empero, esta actitud es la más peligrosa en el curso de un proceso de transformaciones, pues no solamente lo atenúa, sino que termina jugando en contra, pues crea insatisfacciones populares, además de perder tiempo, no aprovecharlo, creando las condiciones para una contraofensiva conservadora.

 

Es posible que una serie de factores de este tipo se haya acumulado y de lugar a desavenencias, como para explicar la disminución de la votación bolivariana, poniendo en peligro la propia continuidad del proceso. Estos factores negativos, estos factores conservadores dentro del proceso mismo, tienen que ser puestos a luz. Es menester la crítica y la autocrítica, para corregir los errores, para retirar del camino los obstáculos conservadores, dentro el propio proceso. Es urgente entender que una revolución no avanza sino por la constante y permanente manifestación de la voluntad de cambio, que se enfrenta al mundo, a la realidad dada, a las estructuras de poder locales, regionales y mundiales. La revolución no espera, hay que hacerla en el momento, a cada momento; no se puede dejar para mañana nada. Mañana puede ser tarde. Sólo la entrega y el sacrificio de todos los comprometidos con la revolución pueden impulsarla adelante, hacia su propia profundización. Por eso, es peligrosa la actitud de los celosos apologistas, que no quieren ninguna crítica; solo defensa, sólo propaganda, sólo canto a los logros. Sin crítica una revolución no avanza, retrocede y termina debilitada cuando hay que enfrentar a la contraofensiva de la derecha.

 

 

 

Diagnósticos de la coyuntura

 

Salim Lamrani hace un balance de lo sucedido en la última elección. Nos presenta 25 verdades sobre las elecciones presidenciales en Venezuela[30]. Estas son expuestas de la manera siguiente:

 

1. Nicolás Maduro consiguió 7.505.338 votos, o sea el 50,66% de los sufragios.

2. Henrique Capriles consiguió 7.270.403 votos, o sea el 49,07%.

3. 38.756 electores votaron blanco o nulo, o sea el 0,26%.

4. La participación electoral fue de un 78,71%.

5. Sólo 234.935 votos, es decir un porcentaje de 1,59%, separa a ambos candidatos.

6. Todas las encuestas de opinión que daban a Maduro vencedor con un margen de 10 a 20 puntos resultaron erróneas.

7. El estrecho margen no pone en tela de juicio la legitimidad de Nicolás Maduro. A guisa de comparación en Francia, en las últimas elecciones presidenciales de mayo de 2012, la diferencia entre François Hollande y Nicolas Sarkozy sólo fue de un 3,28%.

8. Maduro triunfó en 16 Estados de los 24.

9. Capriles consiguió la victoria en 8 Estados.

10. Los observadores internacionales, entre ellos la Unión Europea y la Unión de Naciones Suramericanas, reconocieron la transparencia de los escrutinios.

11. Henrique Capriles se niega a reconocer la victoria de su rival hasta que haya un recuento de votos.

12. Nicolás Maduro aceptó el recuento de votos.

13. Max Lesnik, director de Radio Miami, donde vive una fuerte comunidad venezolana favorable a Capriles, declara que el estrecho margen confirma la validez de las elecciones. Según él “nadie asaltaría un banco para robar mil dólares cuando tiene la posibilidad de robar un millón. Nadie organizaría un fraude para conseguir menos de 300.000 votos”.

14. A guisa de comparación, en octubre de 2012 Hugo Chávez derrotó a su rival Henrique Capriles con 8.191.132 votos, o sea un total de un 55,07%.

15. Capriles obtuvo 6.591.304 votos, o sea un 44,31%.

16. 1.599.828 votos separaban a ambos candidatos, o sea un porcentaje de un 10,76%.

17. La participación electoral fue de un 80,48%.

18. Chávez consiguió la victoria en 21 Estados.

19. Capriles sólo ganó en tres Estados.

20. Así, en el espacio de seis meses, el campo chavista perdió 685.784 votos.

21. Por su parte, Capriles ganó 679.099 votos.

22. La inmensa mayoría de los 685.784 electores que votaron por Chávez en octubre de 2012 eligieron a Henrique Capriles el 14 de abril de 2013.

23. A pesar de las impresionantes políticas sociales a favor de las categorías más desfavorecidas que permitieron reducir la pobreza y elevar el nivel de vida de los más desheredados de modo sustancial, resulta evidente que un número importante de ellos eligieron votar al candidato de derecha.

24. La campaña electoral de 2013 del candidato, mucho más agresiva que la de 2012, fue todo un éxito.

25. En cambio, la campaña electoral del nuevo Presidente de la República Bolivariana de Venezuela fue un estrepitoso fracaso.

 

Este diagnóstico sucinto de los resultados electorales deja claro lo que implican los mismos, también deja claro que el chavismo perdió votos; se dieron desplazamientos del propio campo al otro frente. Este hecho no puede explicarse sólo con sorpresa y delegación de la culpabilidad a los sectores que abandonaron el campo popular, como lo ha hecho Diosdado, presidente de la Asamblea legislativa, pues, lo que ha ocurrido no se explica si no se toman en cuenta errores y contradicciones en el gobierno, en el PSUV y en el bloque popular. Tampoco explica que la derecha tenga una convocatoria tan amplia, que es prácticamente la mitad del electorado. No basta acusar a la campaña mediática, nacional e internacional, ni a las manipulaciones y simulaciones de la derecha. Estos argumentos no explican por qué una parte del pueblo no se convence ni se deja seducir por la revolución bolivariana. Al respecto, si bien una etapa de la conformación y de la consolidación del bloque popular está generada por la experiencia de las confrontaciones; es cuando se cohesiona, se identifica y se forma el núcleo del bloque popular. Sin embargo, la confrontación no puede seguir siendo el procedimiento más usado en etapas posteriores del proceso, cuando se requiere ganar a sectores populares, que todavía están atrapados en las redes de las estructuras de poder y dominación de la burguesía. Sobre todo cuando hablamos de profundización democrática, del ejercicio de la democracia participativa, cuando entendemos que no puede haber construcción del socialismo, la transición al socialismo, sino mediante el ejercicio dinámico de la democracia, como dice Samir Amin, entonces es indispensable concentrarse en el diálogo, en el debate, en el convencimiento, de sectores populares no persuadidos. Parece que estos procedimientos de apertura no son los usuales; generalmente los procedimientos de confrontación, de la fase de formación y consolidación, son los que adquieren raigambre y perduran imponiendo una conducta política mas bien hostil. No se trata de bajar la guardia, sino de combinar formas de comunicación, intercambiar experiencias, perspectivas y concepciones, buscando construir nuevos horizontes de saber compartidos. La transición al socialismo no es posible confrontando a la otra mitad de la población, a no ser que se quiera repetir las amargas experiencias del socialismo del siglo XX. Si bien la confrontación es con la burguesía, quizás no con toda, como ocurría en la revolución china, que concibió una alianza estratégica con parte de lo que llamaba burguesía nacional, la confrontación no es conveniente con sectores populares, incluyendo lo que se viene en llamar “clases medias”, además de estratos sociales pobres.

 

Por otra parte, el aprendizaje de la experiencia de las revoluciones socialistas del siglo XX, nos debería haber enseñado que la burocracia se convierte prácticamente en una clase dominante. Cuando se afirma en el poder, se afinca en el mismo, y termina orientando las políticas hacia la conservación del poder y sus privilegios. Esta es una de las contradicciones más fuertes en las experiencias de las construcciones del socialismo real. Estas configuraciones políticas y de re-clasificación social no pueden repetirse en las revoluciones llamadas del socialismo del siglo XXI, a no ser que se quiera repetir los escenarios y desenlaces conocidos. La orientación de conservar el poder, de proteger los intereses burocráticos, lleva a tomar medidas antipopulares, que empujan a sectores populares a abandonar el bloque popular.

 

En relación a estos temas y problemas, algo que llamó la atención Víctor Álvarez[31], es la débil incidencia en el partido de gobierno de las organizaciones de los trabajadores y de los campesinos. El socialismo, como se entiende, de acuerdo a la teoría, es una perspectiva proletaria y de los campesinos pobres, quienes hegemonizan el frente popular. No se trata de descartar la presencia de otros sectores populares, al contrario, se trata de conformar una composición que garantice el contenido de las transformaciones. La presencia irradiante e influyente del proletariado y de los campesinos pobres es como un requisito histórico-político de la transición al socialismo.

 

Yendo a otro diagnóstico, Carlos Meneses Reyes, en Se impone la autocrítica Bolivariana, artículo de Rebelión, plantea, además de la autocrítica, algunos desplazamientos en las políticas públicas. El diagnóstico económico del autor señala los nudos gordianos del problema latente y desenvuelto:

Resulta agobiante lo de una deuda pública (sea en bolívares o en dólares) venezolana de doscientos diez mil millones, con pagos vencidos de diecisiete mil millones. Lo de un déficit fiscal de del 12% del PIB; con inflación del 28% y devaluación del 45.6%.

Estos últimos datos son alumbradores respecto de la crisis económica nacional, los alcances de la crisis y sus repercusiones. ¿Cómo se ha podido llegar a semejante deuda, al tamaño del déficit fiscal, a la proporción de la inflación, y, en consecuencia a la devaluación, que terminó impactando negativamente en el poder adquisitivo de las familias populares?

 

En lo que respecta a los desplazamientos en políticas públicas, propone:

En el plano político (el desplazamiento) va a la consolidación de la organización política popular y de masas; primando la erradicación del clientelismo burocrático y la corrupción.

En el plano económico, a la consolidación de los instrumentos constitucionales.

Un poco más abajo, dice que:

Se impone la racional expropiación y cierre de empresas privadas de capital nacional e internacional, que no comulguen con el servicio público esencial popular. La carta constitucional bolivariana supera lo del clásico bien común, liberal manchesteriano.

Se impone la consolidación del sistema de economía mixta (capital privado y estatal), con miras al servicio público esencial popular. Esta re-inmersión garantizará el tope o control a la fuga de capitales privados. Aunque las exportaciones no petroleras han sido bajas; la dependencia económica y fiscal, cuyos ingresos dependen en un 97% de exportación del petróleo; no es una calamidad, es un vehículo de aprovechamiento revolucionario circunstancial. Lo de “vehículo” es profano, pero grafica movilidad, cambio, sustitución. Proyecta en la dinámica que genera la autocrítica, la corrección a que cambie el actual panorama de un 70% de productos agrícolas importados.

Estas medidas son puntuales. Ayudan a definir ciertas rutas de corrección y re-conducción; empero no son suficientes, sino se tiene una estrategia integral respecto a los procesos involucrados en la transición, los distintos planos de intervención que configuran la complejidad dinámica de la “realidad”. En relación a este requerimiento, la pregunta es: ¿Se cuenta con esta estrategia integral? Teniendo en cuenta lo que se tiene como dispositivos políticos, la Constitución y el programa de gobierno, la otra pregunta es: ¿Son suficientes? Para responder a estas preguntas haremos una evaluación del programa de gobierno, en el marco de la Constitución; entendiendo, además, que la Constitución define un horizonte. Es en ese horizonte de transición donde es necesaria la radicalización del proceso, que en el decurso del cumplimiento constitucional, donde la lucha de clases arreció, ha empujado al bloque popular a definir la ruta socialista.

Pero, antes de aventurarnos en esta tarea, nos detendremos en reflexiones con la izquierda sobre la crisis política, particularmente en reflexiones con la izquierda radical, aquella que mantiene una perspectiva crítica del proceso. Hablamos de radical en pleno sentido de la palabra, no solamente por el radicalismo de las posiciones, sino porque se exige tocar los problemas de raíz. Esta izquierda tiene la virtud de concentrarse en los problemas que detienen la marcha de  la revolución, en las contradicciones inherentes y denuncia la preservación de formas de poder y de la dominación capitalista. Muchas veces lo hace de una manera esquemática y abstracta, empero estas falencias no le quitan su virtud.

 

 

 

 

 

 

Reflexiones con la izquierda

 

Hablamos de esa manera, refiriéndonos a la izquierda, a todas las formas y características de izquierda, incluyendo, sobre todo, a las posiciones radicales; a estas posiciones contundentes, pues son las que empujan adelante, exigen consecuencia y denuncian las debilidades de todo proceso de transformación. Hablamos a las organizaciones sociales, ejes articuladores de los movimientos sociales, sobre todo a las organizaciones más profundas, más consecuentes, más críticas, que ponen en evidencia las contradicciones recónditas del proceso.

 

Ya tenemos en la memoria, debido a la experiencia histórica de las luchas sociales y políticas, la experiencia de desenlaces desfavorables a la profundización de procesos populares y sociales. Teniendo en cuenta esta memoria y esta experiencia, debemos saber que, frente a la derecha no podemos actuar sino como un frente único de izquierdas, de los movimientos sociales anti-sistémicos. Ahora bien, esto no quiere decir, de ninguna manera, rebajar y disminuir la crítica al gobierno popular; al contrario, frente a los errores, a las ambivalencias, hasta retrocesos, incluyendo restauraciones, posiciones conservadoras, prácticas prebéndales, clientelares, y hasta corruptas, hay que ser intransigentes. No se pueden tolerar estas debilidades de los procesos, estas posiciones contrarias al mismo proceso, pues estas carcomen las fuerzas, las fortalezas, del proceso, de las organizaciones y de los movimientos sociales. Ciertamente, es como estar en dos frentes. Pero, no se puede hacer otra cosa que pelear en ambos.

 

Lo que no se puede hacer es caer en el fundamentalismo intelectual; creer que por que se tiene razón se puede actuar independientemente de la mayoría, que puede todavía estar convencida por un populismo ambivalente, por un “pragmatismo” de sentido común. No se puede sustituir el campo de la correlación de fuerzas, que es el campo político, con el mapa abstracto de los principios de la razón. Este camino lleva a convertirnos en un grupo radical de convencidos, con fuerza del entendimiento, empero sin fuerza política. Si la responsabilidad es prolongar el proceso de transformaciones, profundizar la revolución, liberarla de sus contradicciones profundas, estas tareas no se las puede efectuar sin la mayoría, sin la actuación, sin el desenvolvimiento de la mayoría. La tarea es convencer a la mayoría, interactuar con las mayorías, aprender con las mayorías, de que la continuidad de la revolución sólo es posible con las trasformaciones estructurales e institucionales del proceso.

 

Esta apreciación política, que todavía es general, ciertamente solo puede contrastarse en los contextos y coyunturas concretos. Esta tarea es de los que viven y experimentan esas condiciones, esas situaciones, la intensidad de las luchas, en contextos concretos. Son los grupos más críticos, son las organizaciones más críticas, son las tendencias más radicales, las que están en mejor condición de interpretar la coyuntura y el contexto concreto, de actuar de manera específica, si es que no se mantienen en los esquematismos reduccionistas.

 

Pasando al tema en cuestión. En Venezuela se vive una situación beligerante; pues el frente conservador a decidido una contraofensiva violenta y descalificadora de la democracia efectiva, la que se ha venido configurando desde 1999, después de promulgada la Constitución. La fuerza de esta contra-ofensiva radica en que cuenta con un caudal de votos importante, casi la mitad del electorado. Empero, en la medida que no ha logrado ganar las elecciones, no puede impugnar los resultados, salvo bajo el supuesto de fraude electoral. Esto es precisamente lo que conjetura que ha pasado; empero esta conjetura no ha sido verificada. No parece serlo por las características del sistema electoral venezolano, por la tecnología de conteo y de comprobación. Mientras no pueda comprobar el frente conservador que esto ha ocurrido, sus actuaciones terminan siendo inconstitucionales y antidemocráticas. Sus actuaciones forman parte de una campaña de descalificación del sistema democrático logrado. Y obviamente forma parte de una campaña contra-revolucionaria. Estas actitudes quieren terminar con la revolución.

 

Ante esta situación evidenciada, la izquierda no puede equivocarse. Actuar contra la contra-ofensiva de la derecha, contra la contra-revolución en marcha, es una tarea primordial. Esto no quiere decir que se deja la crítica a las posiciones titubeantes, dilatadoras, restauradoras, contradictorias, burocráticas; de ninguna manera. De lo que se trata es de luchar por mantener la posibilidad de continuar, de prologar la profundización del proceso. La defensa del proceso no es la defensa del gobierno, la defensa del proceso es la defensa de la posibilidad de seguir transformando, de hacer las transformaciones que no se han hecho, de reencausar el proceso que se encuentra en el decurso de sus propias contradicciones.

 

La Liga de los Trabajadores por el Socialismo de Venezuela (LTS) ha hecho una declaración, a propósito de la coyuntura intensa que vive Venezuela. Esta declaración se titula: Ante el ajustado triunfo de Maduro: No permitamos que la crisis del chavismo la capitalice el imperialismo. En la declaración se caracteriza a la coyuntura como tensión política; se dice que:

 

El cimbronazo político se transformó en crisis abierta con el desconocimiento del resultado electoral por Capriles Radonski, exigiendo el conteo de la totalidad de las urnas con el argumento de que hubo anormalidades en las votaciones y hasta arguyendo que han ganado las elecciones. En esto cuenta con el apoyo del imperialismo norteamericano.

 

Ante los hechos de violencia desatada por la derecha, la declaración es categórica:

 

Desde la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) rechazamos categóricamente estos ataques reaccionarios y completamente antipopulares, incluso con ribetes de xenofobia hacia los
médicos cubanos que allí laboran. ¡Hay que hacerle frente! El pueblo organizado en los barrios, llamando a asambleas, mediante discusiones públicas y abiertas, ha de definir los métodos para pararle la mano a estas acciones. Los módulos de barrio adentro –y demás instalaciones deportivas o educativas, si fuese el caso– son una conquista social del conjunto del pueblo trabajador y pobre, y como tal deben ser defendidos.

 

La declaración de la LTS dice que esto no es defender al gobierno de Maduro, sino defender la conquista de los trabajadores y del pueblo. Esta posición se expresa distinguiendo una y otra cosa:

 

La defensa de los centros de salud públicos no significa en modo alguno el apoyo político al gobierno nacional, no hay que estar con Maduro para hacerle frente a estos ataques, se trata de una posición clara de defensa de lo que constituyen conquistas sociales del pueblo trabajador y pobre, por lo que llamamos en estos casos específicos a un frente único de clase, obrero y popular, para pararle la mano a estos ataques, con los métodos de los trabajadores y el pueblo, con base en la democracia obrera y popular para definir la orientación política y las acciones a tomar, sin que implique necesariamente una subordinación al esquema de movilizaciones ordenadas por el gobierno de Maduro.

 

El diagnóstico de las elecciones se resume en el subtítulo: La derecha capitalizó electoralmente la crisis del chavismo. La explicación de esta capitalización tiene que ver con las medidas antipopulares que se vio obligado a tomar Maduro, en su interinato, dada la inflación y la crisis económica:

 

La crítica situación de la economía llevó al gobierno a tomar medidas antipopulares y anti-obreras en pleno período electoral: en menos de cien días a cargo del gobierno interino, Maduró aplicó dos fuertes devaluaciones de la moneda, lo que se hizo sentir rápidamente con el aumento directo de los precios de bienes de consumo masivo. El gobierno se equivocó en que estas medidas antipopulares no iban a tener consecuencias electorales.

 

Una descripción más detallada es la siguiente:

 

Si bien el chavismo ganó en las grandes barriadas populares de las principales ciudades, –como por ejemplo en la populosa Catia y en las partes más pobres de Petare de la gran Caracas- se hizo notar la baja de votos en estas regiones, y el mismo fenómeno se observó en importantes concentraciones obreras, como en los estados de Aragua y Carabobo, y ciudades como Guayana centro de las grandes industrias básicas, pero no precisamente por abstención sino que casi en la misma medida que caían los votos de Maduro crecían los de Capriles, comparado con las elecciones presidenciales de 2012.

 

Esta explicación y esta descripción son sumamente importantes, pues ilustran sobre las condiciones económicas sobre las que se desenvuelven los acontecimientos en cuestión; la inflación y la crisis económica. La pregunta que viene de golpe es: ¿Por qué hay crisis económica en Venezuela, teniendo en cuenta los grandes ingresos del Estado, debido a los elevadísimos precios del petróleo? Ciertamente lo que ocurre en Venezuela se da en el contexto de la crisis mundial financiera y de la crisis estructural del capitalismo. Empero se podían tomar medidas anti-crisis de carácter popular y no caer en las recetas monetaristas, de impacto impopular. ¿Por qué se tomó la medida de devaluación sabiendo que esto iba a incidir en los precios de los productos de la canasta familiar? ¿No había otra salida? ¿Se confió en el prestigio del líder desaparecido? ¿Por qué no se discutieron las medidas con el pueblo, primordialmente con los trabajadores? ¿Acaso la Constitución no establece el ejercicio de la democracia participativa y protagónica? ¿Por qué no se es consecuente con la Constitución? Estas son de las contradicciones del gobierno popular.

 

El discurso de defensa gubernamental no habla de estas causales. La acusación de golpista a la derecha no resuelve estos problemas; puede encubrirlos, pero no hacerlos desaparecer. Llamemos a esta crisis estructural local, que es parte de la crisis general del capitalismo, crisis del modelo extractivista y del Estado rentista. No se puede escapar de la crisis a pesar de los altos precios de las materias primas. El hecho de que la mayor parte de la estructura económica recaiga en el modelo primario exportador, es una condición material y latente de la posibilidad de la crisis económica con características locales. La forma rentista de administrar el excedente es una condición política y latente de la posibilidad de la crisis. La búsqueda de soluciones monetaristas no hace otra cosa que agudizar y desatar esta posibilidad. Las soluciones monetaristas descargan sobre el pueblo el peso de la crisis y de la inflación. Este análisis va más lejos que solamente explicar las razones de la disminución de votos para Maduro, comparando con la última elección con Chávez presente. El análisis habla de los límites estructurales del Estado rentista y el modelo extractivista, también habla de los límites políticos de un gobierno que se debate en el intervalo ambivalente de populismo y construcción del socialismo. La crisis entonces es más profunda que una asonada provocada por la derecha, como segunda fuerza electoral. Lo que haga la burguesía venezolana, la oligarquía local, en concomitancia con el imperialismo, tiene que ver con su papel en la lucha de clases y su desempeño reaccionario en la lucha anti-imperialista. Este comportamiento como que es, de alguna manera, esperado. Lo que está en cuestión es el papel del gobierno popular y del bloque popular. No solo por lo que tiene que ver con haber empujado a parte del electorado afín a la convocatoria del contrincante, sino por haber mantenido, durante catorce años, sobre todo los que vienen después de la Constitución, la inercia del Estado rentista y el modelo extractivista, estructuras políticas y económicas de la dependencia. No se trata de salir de la noche a la mañana del modelo extractivista, sino de definir una transición sostenible, tanto en lo que respecta al mismo modelo extractivista, así como al propio Estado rentista. Transición que no puede dejar de estar acompañada por la efectiva democracia participativa, la autogestión y la cogestión social.

 

No se trata solamente de errores políticos, sino que en el proceso no se está pudiendo resolver temas como la conducción colectiva y social del proceso, que sigue en manos de la burocracia. Esta conducción colectiva tiene sus formas de organización: las comunas, los sindicatos de trabajadores, las organizaciones campesinas, el poder territorial de los barrios. Estas son las fuerzas profundas de una revolución, que además dice que se encamina a un socialismo, cuya base se encuentra en la propiedad social y en la gestión comunitaria. A estas alturas, no se pueden repetir las formas de conducción dadas en la experiencia del llamado socialismo real, más aún, cuando el socialismo que se busca es el socialismo del siglo XXI. La defensa de una revolución se encuentra en la potencia social; entonces, se trata de liberar esta potencia, de desatar su creatividad. Para que esto se dé es indispensable su empoderamiento efectivo en la conducción colectiva del proceso.

 

Estos son los problemas que han sido constantes en todas las revoluciones del siglo XX; ahora reaparecen en las revoluciones del siglo XXI. Si no se logran resolver, es probable que se repitan desenlaces parecidos a los acaecidos en la historia. Lo que está ocurriendo en Venezuela no es solamente un fenómeno coyuntural y local; es un problema estructural de las revoluciones. En Venezuela también se juega con el decurso de las revoluciones en ciernes en el mundo, particularmente en América Latina y el Caribe. Esta tarea involucra a todos, incluyendo, sobre todo, a las posiciones radicales. Pues si estas posiciones no logran incidir en los acontecimientos, no logran salir de los límites grupales, del discurso iluminista, entonces, esta inhibición es parte del drama, de la irresolución del problema. No basta tener razón o creer que se la tiene, la política es una correlación de fuerzas; es importante entonces incidir en la acumulación de fuerzas y en la resultante de las mismas.

 

La política no se restringe, ni mucho menos, a los principios de la razón. La política se mueve, como hemos dicho, en un campo de distribución de fuerzas, de dispositivos y agenciamientos de poder, así como de resistencias. La política se alimenta, por así decirlo, de pasiones, de imaginarios, de esperanzas, expectativas, de convocatorias, de simbolismos, mitos y alegorías. Las dinámicas políticas, moleculares y molares, articulan, por así decirlo, distintos planos, distintos ámbitos, distintos campos; juegan, casi aleatoriamente, con diferentes composiciones y combinaciones, dependiendo de los contextos y las coyunturas. La comunicación política con los pueblos, con los sectores populares, con el proletariado, no puede reducirse a una interpelación racional. Por eso nunca es suficiente la denuncia, la diferenciación, la distinción de los programas y de las tendencias. El fundamentalismo racional no convoca, salvo en los ámbitos académicos. Incluso para comprender la complejidad de la “realidad” que toca analizar, no es suficiente el entendimiento y el uso de la razón. El uso crítico de la razón ayuda a contextuar y des-contextuar las teorías en uso, ayuda también a abrirse a otras formas de comprensión de la “realidad”, incorpora las formas intuitivas, las memorias, los saberes, las relaciones con lo popular, además de incorporar la dinámica misma primordial de la experiencia. La mayoría de los grupos radicales, de los cuales no hay que dudar sobre su dedicación, consecuencia y compromiso, pecan, por así decirlo, de fundamentalismo racionalista; terminan siendo grupos de convencidos, sin incidencia en la lucha efectiva política. Terminan aislados, en los márgenes o en los rincones del campo político, por más lúcidas que sean sus intervenciones. Precisamente por el valor ético y moral, por el coraje, la consecuencia y el compromiso, es indispensable que estos activistas, además de hacer uso de la razón, es imprescindible que pasen al uso crítico de la razón, abriéndose a la experiencia de los distintos planos de comprensión de la “realidad”, así como abriéndose a las diferentes “facultades” en juego en los sujetos sociales.

 

En todo caso, es importante detenerse en los análisis de la izquierda radical, que además de crítica, tiene el valor de aportar con apreciaciones más reveladoras que las descripciones de los discursos apologistas, que sólo ven el problema en la derecha. La Liga de Trabajadores por el Socialismo hace apreciaciones sobre las tendencias encontradas en el chavismo, contradicciones agudizadas después del fallecimiento del caudillo. Esta descripción de la pugna interna, aunada a las contradicciones en el seno del pueblo, en el bloque popular, da un panorama de lo que está puesto en juego en la coyuntura. El documento citado dice:

 

Cínicamente Diosdado se pregunta cómo es posible que el pueblo explotado vote por los explotadores, cuando se trata de uno de las conspicuas figuras que más se han enriquecido en todo este período. Como ha sostenido un analista “La herencia electoral que Chávez le dejó a Nicolás Maduro y la dirigencia del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) quedó sensiblemente mermada y sin su valor para contener a una masa que puede presionar peligrosamente ante ingentes requerimientos de la economía popular” (El Mundo, 16/04). Pero las tensiones internas que se puedan desarrollar dentro del PSUV no solo vendrán entre las distintas fracciones existentes, sino también de las propias bases del chavismo que, cansadas de seguir siendo furgón de cola de los altos burócratas, puedan salir con más fuerza a protestar por lo que se les ha venido negando, y exijan que se tomen medidas por izquierda frente a la nueva situación económica y política.

 

Del diagnóstico que hace la declaración, saca una conclusión de los posibles desenlaces:

Los acontecimientos muestran que la transición a una etapa post-chavista será traumática. El resultado electoral está actuando como un gran catalizador de la crisis política que significa para el régimen bonapartista, centrado en la figura presidencial, la desaparición física de Chávez, mostrando que este no puede ser reemplazado. El bonapartismo no es solo un proyecto político sino también y fundamentalmente de liderazgo.

 

El triunfo pírrico de Maduro implica que el suyo será un gobierno débil, pues tendrá que lidiar no sólo con una oposición envalentonada y que busque jaquearlo permanentemente con el apoyo de Estados Unidos, sino también con las peleas dentro del propio chavismo. Pero fundamentalmente estará sometido, sin lugar a dudas, a la resistencia de sectores de la clase trabajadora que saldrá con más fuerza a pelear por sus demandas y por mejores condiciones de vida. Más aún si, como todo indica, Maduro se verá gobierno obligado a aplicar medidas de ajuste por la grave situación económica que atraviesa el país, sin contar ni de lejos con la legitimidad y autoridad de Chávez, que a la vez que concentraba las expectativas de una resolución de las demandas de los explotados a través de la acción del gobierno, era capaz de derrotar y “disciplinar” a los sectores en lucha que
quisieran ir más allá. Es muy probable que vayamos a una liberación de energías e iniciativas para lucha de clases, de parte de los explotados y pobres.

 

Tomando en cuenta este análisis y la conclusión a la que deriva, podemos, a su vez, sacar algunas otras conclusiones. No es pues suficiente unir y cohesionar al bloque popular en defensa de la revolución bolivariana, no es suficiente lograr un frente único de izquierda que enfrente la asonada de la derecha. Pues allí, en el poder de las oligarquías, de la burguesía, de la estructuras de poder y dominación mundial, se encuentra parte del problema y de los desafíos que afrontar. La otra parte del problema se encuentra en la composición se fuerzas, de tendencias, de posiciones, dentro del bloque popular; el problema es complicado cuando la hegemonía del bloque popular la tienen posiciones que consideran que lo que se ha logrado como avances y transformaciones es casi como el fin del proceso; lo que queda es defenderlo. Se trata de sectores que tienen una concepción de la política, como dice el documento de la LTS, “bonapartista”; por lo tanto fuertemente ligados al prejuicio burocrático y de la mediación institucional. Estos sectores están muy lejos de comprender el carácter emancipador de la autogestión, la auto-determinación, el ejercicio efectivo, no discursivo, de la democracia participativa y el control social. Están también lejos de comprender que la lucha contra el capitalismo no es discursiva y de declaraciones anti-imperialistas, que se rasgan las vestiduras, empero no son efectivas en la de-construcción del imperialismo, sino que se trata de trastrocar las relaciones de producción capitalistas, las relaciones sociales que se mueven en el imaginario del desarrollo y el progreso, ilusiones del capital. Se comprende pues que la lucha interna es mucho más difícil y compleja; sobre todo porque está llena de incomprensiones, de incomunicaciones y desinformación, además de los ataques de la nomenclatura y de los apologistas a los y las activistas críticas. Pero, también, sobre todo, por lo que dijimos, que muchas veces el activismo radical peca de fundamentalismo racional. Sin embargo, esta tarea no deja de ser indispensable cuando está en juego el destino del proceso, es decir, el curso y desenlace del proceso.

 

¿De qué depende entonces modificar el mapa de la correlación de fuerzas, el mapa del juego de las posibilidades más probables? ¿De qué depende la realización de la posibilidad de prolongar el proceso de transformaciones hacia su ruptura radical, transformando estructuralmente el mapa institucional? ¿De qué depende pasar del empoderamiento popular, del comienzo emancipatorio, a la liberación efectuada? La composición de creencias, de sentidos comunes, de certezas, en el campo popular, requiere de una revolución cultural, usando un concepto tan caro de Mao Zedung, a la vez tan claro, de las tareas a seguir. Mao Zedung buscaba con la revolución cultural transferir el poder en manos de la burocracia a los consejos de trabajadores, campesinos y estudiantes; también se enfrentó a las herencias culturales y filosóficas de los confusionistas, incrustadas en las formas de pensar y en las costumbres, además de combatir el pragmatismo y el diletantismo. Es indispensable la emancipación de los mitos, que aunque convoquen a las masas, terminan atrapándola en una red de dependencia paternal. Es indispensable liberar las potencialidades creativas populares, abriendo las experiencias sociales no solamente al uso crítico de la razón, de las teorías, sino también de los saberes, de las culturas locales, de las memorias.  Esta revolución cultural, cuyas consecuencias políticas son de largo alcance, no puede dejar de estar acompañada por la conformación efectiva de lo que se llama el poder social; es decir, la autonomía, la autogestión, la autodeterminación, territoriales de las comunas, de las organizaciones sociales y de las organizaciones barriales. La construcción de la gestión colectiva de la política es como la condición de posibilidad histórica-política para salir del Estado rentista y del modelo extractivista, para transitar hacia una forma de gestión y administración que deje de ser Estado y comience a ser asociación libre de productores, como había soñado Marx un día.                 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Programa de Gobierno para el período 2013-2019

 

El programa de gobierno dejado por Hugo Chávez para la gestión 2013-2019 se concibe como:

Un programa de transición al socialismo y de radicalización de la democracia participativa y protagónica. Partimos del principio de que acelerar la transición pasa necesariamente por, valga la redundancia, acelerar el proceso de restitución del poder al pueblo. El vivo, efectivo y pleno ejercicio del poder popular protagónico es insustituible condición de posibilidad para el socialismo bolivariano del siglo XXI.

Seguidamente hace una advertencia:

No nos llamemos a engaño: la formación socio-económica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros. Éste es un programa precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el socialismo.

 

En lo que respeta al Estado el diagnóstico es claro:

Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un poder popular capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar una nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la fraternidad y la solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos modos de planificar y producir la vida material de nuestro pueblo. Esto pasa por pulverizar completamente la forma Estado burguesa que heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de gestión política.

 

Estas apreciaciones objetivas del programa contrastan con el discurso de los apologistas de toda laña, quienes no ven problemas y consideran que hay que hacer la propaganda de los logros de la revolución. Les molesta la crítica y la atacan, descalificándola como debilitadora y hasta favorable a la derecha. Este comportamiento apologista es francamente una de las más grandes debilidades de la revolución; este comportamiento aparece en todas las revoluciones, cuando estas han decidido defender lo logrando, clausurando la prolongación de las transformaciones. Es una debilidad pues no defiende la revolución, lo que defiende es el estado de cosas alcanzado, defiende entonces al Estado que debe ser transformando y sigue siendo un obstáculo para la revolución. Se pone en contra del avance y la profundización de la revolución. Los apologistas son la contra-revolución dentro de la revolución, cuando se trata de hacer una revolución dentro de la revolución.

 

Los objetivos históricos del programa son los siguientes:

 

  1. Defender, expandir y consolidar el bien más preciado que hemos reconquistado después de 200 años: la Independencia Nacional.

 

  1. Continuar construyendo el socialismo bolivariano del siglo XXI, en Venezuela, como alternativa al sistema destructivo y salvaje del capitalismo y con ello asegurar la “mayor suma de seguridad social, mayor suma de estabilidad política y la mayor suma de felicidad” para nuestro pueblo.

 

  1. Convertir a Venezuela en un país potencia en lo social, lo económico y lo político dentro de la Gran Potencia Naciente de América Latina y el Caribe, que garanticen la conformación de una zona de paz en Nuestra América.

 

  1. Contribuir al desarrollo de una nueva Geopolítica Internacional en la cual tome cuerpo un mundo multicéntrico y pluripolar que permita lograr el equilibrio del Universo y garantizar la paz planetaria.

 

 

  1. Preservar la vida en el planeta y salvar a la especie humana.

 

El desglose del primer objetivo se plantea de la siguiente manera:

 

1.1 Garantizar la continuidad y consolidación de la Revolución Bolivariana en el poder.

1.2. Preservar y consolidar la soberanía sobre los recursos petroleros y demás recursos naturales estratégicos.

1.3 Garantizar el manejo soberano del ingreso nacional.

1.4. Lograr la soberanía alimentaria para garantizar el sagrado derecho a la alimentación de nuestro pueblo.

1.5. Desarrollar nuestras capacidades científico-tecnológicas vinculadas a las necesidades del pueblo.

1.6. Fortalecer el poder defensivo nacional para proteger la Independencia y la soberanía nacional, asegurando los recursos y riquezas de nuestro país para las futuras generaciones.

 

El desglose del segundo objetivo viene planteado de la siguiente manera:

2.1. Propulsar la transformación del sistema económico, en función de la transición al socialismo bolivariano, trascendiendo el modelo rentista petrolero capitalista hacia el modelo económico productivo socialista, basado en el desarrollo de las fuerzas productivas.

2.2. Construir una sociedad igualitaria y justa.

2.3. Consolidar y expandir el poder popular y la democracia socialista.

2.4. Convocar y promover una nueva orientación ética, moral y espiritual de la sociedad, basada en los valores liberadores del socialismo.

2.5. Lograr la irrupción definitiva del Nuevo Estado Social y Democrático, de Derecho y de Justicia.

 

El desglose del tercer objetivo viene planteado de la siguiente manera:

3.1. Consolidar el papel de Venezuela como Potencia Energética Mundial.

3.2. Desarrollar el poderío económico de la Nación en base al aprovechamiento óptimo de las potencialidades que ofrecen nuestros recursos para la generación de la máxima felicidad de nuestro pueblo, así como de las bases materiales para la construcción de nuestro socialismo bolivariano.

3.3. Conformar y ampliar el poderío militar para la defensa de la Patria.

3.4 Profundizar el desarrollo de la nueva geopolítica nacional y regional, latinoamericana y caribeña.

 

El desglose del cuarto objetivo viene planteado de la siguiente manera:

4.1. Continuar desempeñando un papel protagónico en la construcción de la unión latinoamericana y caribeña.

4.2. Afianzar la Identidad Nacional y Nuestroamericana.

4.3. Continuar impulsando el desarrollo de un Mundo pluripolar sin dominación imperial y con respeto a la autodeterminación de los pueblos.

4.4. Contribuir con el desmontaje del anti-histórico y nefasto sistema imperial y neocolonial.

 

El desglose del quinto objetivo viene planteado de la siguiente manera:

5.1. Construir e impulsar el modelo económico productivo eco-socialista, basado en una relación armónica entre el hombre y la naturaleza, que garantice el uso y aprovechamiento racional, óptimo y sostenible de los recursos naturales, respetando los procesos y ciclos de la naturaleza.

5.2. Proteger y defender la soberanía permanente del Estado sobre los recursos naturales para el beneficio supremo de nuestro Pueblo, que será su principal garante.

5.3. Defender y proteger el patrimonio histórico y cultural venezolano y nuestro americano.

5.4. Contribuir a la conformación de un gran movimiento mundial para contener las causas y reparar los efectos del cambio climático que ocurren como consecuencia del modelo capitalista depredador.

 

Estamos ante un programa de transición, de una transición transformadora, en la ruta de la profundización del proceso de la revolución. El primer objetivo se plantea la independencia nacional, el segundo objetivo se propone la construcción del socialismo del siglo XXI, el tercer objetivo tiene que ver con ser un país potencia, el cuarto objetivo busca una nueva geopolítica que sea pluri-polar, y el quinto objetivo persigue salvar la vida en el planeta y a la humanidad. Los objetivos del programa son eso, objetivos, que, en general, se plantean la continuidad del proceso y alcanzar metas trazadas. Queda claro que en el lapso de la gestión no se va alcanzar el socialismo, empero se va avanzar en su construcción y transición, construyendo las condiciones de posibilidad históricas para lograrlo. Sin embargo, lo que importa es el cómo se van a alcanzar estos objetivos; bajo qué prácticas, qué procedimientos, qué acciones, qué dispositivos y mecanismos. ¿Con plena incorporación participativa de las organizaciones sociales o todavía con mediaciones burocráticas e institucionales? Sobre todo importa el contar con una predisposición adecuada de los dispositivos de participación colectiva, comunitaria y social, con escenarios eficaces de participación social, con prácticas efectivas de democracia participativa. Estas tareas no son ciertamente nada fáciles. No se está ante  un espacio de actividades similar y homogéneo; al contrario, es un espacio fracturado, disperso, diferenciado, donde cada territorio tiene su propia especificidad, sus propios actores y sedimentaciones institucionales, además de costumbres incorporadas, heredadas como tradiciones, que atan a la gente a la reproducción del viejo mapa institucional y de penurias. Así parece que se tiene que promover diferenciales actividades transformadoras, mejor si disputan el detalle, palmo a palmo, el instante intensivo, buscando modificar los fragmentos, hasta infinitesimales, de las cartografías del campo social, del campo político y del campo burocrático. La articulación del control social y de delegación popular, en el marco de los temas, seguramente dependerá de la proximidad a las preocupaciones sociales más sentidas; como la alimentación, la vivienda, los servicios, la educación, el trabajo, la salud. Sin embargo, no se pueden descuidar los temas y las áreas más especializadas; se tiene que participar en el diseño de las políticas públicas; en la transformación de la estructura económica, de la estructura política, de la estructura cultural, de la estructura jurídica, repercutiendo en las transformaciones de las estructuras sociales. Además la política internacional y la integración de los pueblos no puede ser ajena al a la participación social.

 

La independencia, no solamente entendida como independencia nacional, sino como lo entendía la teoría de la dependencia, que es salir del circulo vicioso de la dependencia, está íntimamente vinculada a salir de la reproducción del modelo extractivista y del Estado rentista. Esta es quizás la tarea más importante de todas, que, incluso condiciona la posibilidad de las otras tareas. ¿Cómo se sale de las estructuras de la dependencia, que son el Estado rentista y el modelo extractivista? Parece ser que estamos ante la tarea de encarar varios proyectos combinados; industrialización de las materias primas, utilización de la energía para la industrialización del país, inversión productiva del excedente en la revolución tecnológica, que permita el paso a una eco-industrialización. Encaminando el aparato productivo a la soberanía alimentaria. Todo esto viene acompañado con la formación de la masa crítica de científicos y técnicos, de la apropiación de las ciencias y de las técnicas, por parte de los productores directo, transformando el uso especializado de la tecnología a un uso combinado de tecnologías, apropiadas colectivamente.

 

Ahora bien, no se parte de la nada ni de cero, sino de una herencia estratificada, diferencial, que ha dejado a la mayoría fuera de la formación especializada. El avance de la revolución bolivariana en la formación y profesionalización de amplios sectores populares es notorio. Pero, no termina de ser suficiente ante las tareas que hay que emprender. Se requiere inversiones mayores, de mayor alcance, en la educación y formación, apuntando a la apropiación social de la revolución científica y tecnológica, actualizando las mallas curriculares y dinamizando las formas de enseñanza y trasmisión de conocimientos. Haciendo hincapié en el eje de la investigación, como eje articulador de la enseñanza-aprendizaje-invención.

 

Al respecto, en relación a la conformación de una dinámica económica endógena, que antes llamaban el mercado interno, es complementario tomar en serio dos conformaciones institucionales, que pretendían ser alternativas; el ALBA y el Banco del Sur, con el consecuente circuito monetario del sucre. El ALBA no puede terminar siendo una entidad burocrática de buenas intenciones. Para que se convierta en una alternativa al libre mercado es menester que los países integrantes orienten gravitatoriamente sus economías a la construcción de una economía continental integrada, que, obviamente, no funcione desde la lógica del libre cambio, sino de los recorridos de las complementariedades. Los países integrantes no tienen al ALBA como el principal espacio de realización de sus economías, sino, como antes, se encuentran atrapadas en la lógica de la economía de la dependencia, en el mercado internacional mundial. El ALBA no puede ser una bandera de foros internacionales y de encuentros grandilocuentes de funcionarios, sino debe ser apropiada por los productores directos y los consumidores de los países integrantes.

 

El Banco del Sur fue pensado por los diseñadores como un contra-sistema alternativo al sistema financiero internacional. Esto no ha ocurrido; en parte porque los gobernantes firmantes no comprendieron la filosofía y la lógica del diseño del Banco de Sur; pensaron que era otro banco, parecido a los otros, vinculado al desarrollo de los pueblos, quizás más grande por su alcance internacional. El Banco del Sur no solamente fue concebido como un sistema alternativo de financiamiento productivo y de otras actividades, sino que su lógica reproductiva no es el de la acumulación y la especulación, inherentes a la lógica financiera, sino de la distribución y redistribución de los recursos a los sectores productivos, sobre todo de los pequeños productores. La moneda de circulación del Banco del Sur, el sucre, no fue pensada tampoco como una moneda, en tanto equivalente general, sino como contra-moneda. Se trata de una “moneda” virtual, cuya circulación, no se basa en la oferta y la demanda, sino en las complementariedades regionales y territoriales, promoviendo la valorización de la producción local y la retención en la localidad de la valorización generada. El cálculo y la cuantificación se dan en base a contrapesos y compensaciones. Su importancia es promover y financiar a los productores directos, localizados, quienes casi nunca tienen acceso al crédito de la banca. Bueno pues, este proyecto ha quedado en el diseño, debido a la mala comprensión del proyecto aprobado, que ciertamente se encuentra en curso y está institucionalizado, interpretándolo de la manera acostumbrada por los especialistas y ministros del área, de una manera monetarista[32].

            

Los otros objetivos; el que tiene que ver con el de país potencia económica, social y política; el que se plantea la geopolítica de un mundo plural y multi-céntrico; además del objetivo de defender la vida del planeta; dependen del logro de los anteriores objetivos y de la manera cómo se busque realizarlos.  Lo mismo pasa con la capacidad de defensa del país y de la revolución. No se trata de priorizar los primeros objetivos, ni descuidar los siguientes, sino de combinar la realización y el logro de los mismos, tomando en cuenta la interrelación de sus ritmos y condicionalidades. Por eso, parece indispensable darle mucho impulso la transformación del modelo extractivista y del Estado rentista. Así como es menester darle impulso a la integración económica y política de América Latina y el Caribe, basada en la complementariedad y solidaridad de los pueblos, avanzando hacia una confederación de los pueblos. Esta tarea viene acompañada por la conformación efectiva, no formal, burocrática y discursiva, de una economía integrada alternativa del continente, alternativa al mercado internacional capitalista, basado en la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Los dispositivos como el Banco del Sur y el sucre deben funcionar como contra-sistema financiero internacional y como contra-moneda, generando relaciones de complementariedad e intercambio, apoyadas por la cuantificación de las compensaciones, del trabajo colectivo y la valorización local. Los otros dispositivos de integración como UNASUR, incluso los anteriores como el MERCOSUR y la Comunidad Andina, deben ser trasformados de acuerdo a la lógica complementaria y de reciprocidades del Banco del sur y del Sucre. De esta forma podremos salir de las experiencias frustrantes y limitadas, por su subordinación al orden de dominación mundial, de los llamados organismos de integración.

 

Sin embargo, no hay que olvidar que estas tareas no son de funcionarios, sino que se trata de involucrar la participación abierta de los pueblos, de su ejercicio democrático directo. No se pueden hacer transformaciones estructurales e institucionales sin el pleno desenvolvimiento de la potencia social. El secreto de las transformaciones se encuentra en la profundización y expansión del ejercicio democrático y la participación social. Hay que romper con las mediaciones burocráticas e institucionales, generar, mas bien, conexiones, entrelazamientos, co-gestiones, entre especialistas y colectivos sociales. El aprendizaje en estas experiencias compartidas va formar a los pueblos y capacitarlos en la autogestión. Una confederación de pueblos autogestionarios es invencible.

 

Una anotación más, sobre la defensa del país y de la revolución. Ciertamente, no se puede descuidar la defensa, pero no se trata de caer en el armamentismo y destinar un gran presupuesto para este cumplimiento. Se trata de lograr la movilización general para la defensa, bajo la concepción revolucionaria del pueblo armado; obviamente esta defensa debe estar bien equipada, mejor contando con tecnología militar avanzada. Esta concepción de la defensa armada es parte del concepto de defensa de la revolución, que vamos a tocar después. Al respecto, comenzando a elucidar el concepto, no podemos olvidar que la revolución socialista mundial ha sido concebida en consonancia del internacionalismo proletario; ahora tendríamos que hablar, como lo hace Samir Amin, del internacionalismo de los pueblos, tomando en cuenta las transformaciones en la composición del proletariado, además de comprender que la proletarización se ha extendido a gran parte de la población, fuera de retomar la tesis de que son los pueblos los que están sometidos por el imperialismo. Los pueblos no son enemigos, los son sus estados, bajo el dominio de sus burguesías. Sobre todo tienen esta concepción hostil y beligerante los estados imperialistas, pues ellos no conciben otra cosa que el control militar como parte del control de sus monopolios, monopolio de los mercados, monopolio tecnológico, monopolio militar, monopolio financiero, como parte de la geopolítica del sistema mundo-capitalista. Frente a esta geopolítica imperialista los pueblos, la confraternidad y la alianza de los pueblos, tienen la alternativa de oponer una contra-geopolítica, una geografía emancipadora[33].

 

Desde la perspectiva de la revolución socialista, cuya realización integral es mundial, la opción no es la guerra sino la revolución socialista en los países. Desde esta perspectiva, tampoco se trató de destruir el país donde se cobija el imperialismo, sino de convocar y aliarse con el pueblo de ese país para destruir la estructura de poder imperial, el aparato de la misma dominación universal que nos somete a todos. La URSS y la República Popular China se vieron obligadas al armamentismo y a la producción de tecnología militar avanzada para defenderse de la descomunal agresión de los imperialismos. La guerra de Corea, acaecida en los primeros años de la década de los cincuenta (1950-1953), fue defensiva contra la ocupación norteamericana al sur de la península; ocupación militar estadounidense, dada después de finalizada la guerra contra el imperio nipón. El gobierno de los Estados Unidos de Norte América se negó a retirar sus tropas ante el pedido de la República Democrática Popular de Corea (RDPC) a hacerlo, cuando ya las tropas soviéticas acataron este pedido. La RDPC se constituyó después de una larga lucha de liberación nacional; la independencia se logró cuando se dio la derrota de Japón en la segunda guerra mundial, aprovechando los revolucionarios coreanos la proximidad de las tropas soviéticas que ocuparon la Manchuria, también en guerra contra el Japón. La guerra de Vietnam fue defensiva y de liberación nacional contra la ocupación francesa, primero, y norteamericana, después. La batalla de Bahía Cochinos en Cuba fue defensiva ante el desembarco del ejército invasor armado, organizado y pertrechado por el imperialismo estadounidense.  La participación de las fuerzas armadas cubanas en Angola fue defensiva y solidaria; se trataba de defender la revolución angoleña de la invasión del ejército blanco de Sud África, de la guerra de frentes armados por el imperialismo y apoyados por el régimen racista de Sud África, en aquel entonces. Las guerras de guerrillas desatadas en varios países periféricos del sistema-mundo fueron de liberación nacional. Como se puede ver, nunca fue el objetivo desencadenar una guerra destructiva y devastadora, menos una guerra nuclear, para destruir al enemigo imperialista. La guerra revolucionaria es de defensa; las armas atómicas son defensivas; la estrategia activa es la revolución mundial. En una guerra nuclear no hay ganadores, salvo la muerte, todos resultan perdedores. Después de la guerra nuclear ya no tendría sentido nada, menos el socialismo, ya no sería posible la construcción del socialismo, incluso la reconstrucción de cualquier forma de sociedad; sobre las cenizas de la destrucción de la “fuerzas productivas”, tal como habla la corriente marxista del determinismo económico, no podría construirse un modo de producción socialista. El plantearse como objetivo la guerra total, en los términos de la guerra nuclear, es una aberración. A estos absurdos de guerra total se llega por fundamentalismos políticos esquemáticos, que se olvidaron de los objetivos, principios, valores y la ética socialista. En contraste, como opción consecuente, es indispensable convocar a la internacional de los pueblos en defensa de la madre tierra, de la vida y por un mundo que garantice los ciclos vitales de todos los seres, garantizando las mejores condiciones de reproducción de sus potencias vitales. La confraternidad de los pueblos, su solidaridad y complementariedad, configurada como confederación de los pueblos, es la base material histórica y política del socialismo.     

 

 

 

 

 

 

 

 

El concepto de defensa de la revolución

 

El concepto de defensa de la revolución es diferente a las nociones usuales de defensa, mas bien, entendidas como protección, resguardo, cuidado, control y vigilancia. El concepto de defensa de la revolución, si bien comprende también estas connotaciones, va más lejos que estas definiciones. Se trata de un concepto activo, forma parte del desenvolvimiento de la revolución misma; la defensa está involucrada con el desarrollo mismo de la revolución. El concepto mismo de defensa se transforma. La defensa de la revolución es posible si la defensa es concebida como crítica y se vincula con la potencia de la revolución. La defensa defiende la marcha de la revolución, su profundización, defiende la dinámica de las transformaciones; por esto, requiere ser crítica con lo que obstaculiza la marcha de la revolución, lo que se resiste a las transformaciones; sobre todo requiere ser crítica con las herencias institucionales del pasado, las practicas burocráticas heredadas, las estructuras de poder preservadas. La defensa de la revolución defiende la potencia inherente, busca liberar la plenitud de la potencia, liberar todas las capacidades transformadoras, abrirse a las “facultades” creativas de las multitudes; por eso se enfrenta a lo que inhibe la potencia, a lo que restringe las capacidades transformadoras, a lo que anula las “facultades” creativas. La defensa de la revolución se mueve en todos los planos de la sociedad, convierte a la sociedad en la maquinaria primordial de la defensa, mediante la movilización general. Se trata de una defensa integral, que abarca todo los planos involucrados en las transformaciones múltiples; comprende la defensa del territorio.

El concepto de defensa de la revolución nada tiene que ver con el vulgar uso de defensa del proceso de cambio reducido a la defensa del gobierno, a la defensa del estado de cosas logrado, haciendo caso omiso de las contradicciones y los errores. Ciertos apologistas llegan incluso al colmo de concebir que la defensa del proceso absuelve de los errores y contradicciones al gobierno. Esta actitud es extremadamente peligrosa para la revolución, pues carcome por dentro el proceso, debilita, inhibe y anula las fuerzas sociales, desmonta la capacidad organizativa y autónoma del pueblo. En el momento que el proceso se encuentra amenazado, ya no se cuenta con la fortaleza para enfrentar la amenaza; la madera de la estructura que se construye está carcomida por las termitas. Tomando en cuenta esta situación, la defensa de la revolución requiere descargar parte de la crítica contra los apologistas, quienes se convierten en los ideólogos de un tipo de Termidor, de una manera de terminar la revolución, aproximándose a la tesis del fin de la historia, pues suponen que la revolución concluyó y hay que defenderla.      

 



[1] Guido Gómez de Silva: Breve diccionario etimológico de la lengua española. Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México; México. 

[2] Ver de Emile Durkheim: Las reglas del método sociológico. Fondo de Cultura Económica 2001; México. 

[3] George Sorel: Reflexiones sobre la violencia. Alianza Editorial 1976; Madrid.

[4] Claude Levi-Strauss: Mitológicas, cuatro tomos. Siglo XXI; 1976; México.

[5] Ver de Gilbert Durand De la mitocrítica al mitoanalisis. Anthropos 1993; Barcelona.

[6] Ver de Raúl Prada Alcoreza La colonialidad como malla del sistema-mundo capitalista. Horizontes nómadas, Bolpress, 2012; La Paz.

[7] Conocedor de esta queja, mi amigo y compañero de lucha por la emancipación de los pueblos de Abya Ayala - el quinto continente, que comprende tanto a llamada Norteamérica como a la llamada Latino América y el Caribe, toponimia que se refiere en realidad a la geografía de parte de Norteamérica, México, Centro América, Sud América y las islas del Caribe -, Edgardo Lander, me invitó a visitar Venezuela, hacer una escala en Caracas y visitar experiencias populares como las de las Comunidades, conocer algunas de las Misiones, además de asistir a foros y seminarios. Esto hubiera suplido, en parte, la falencia mencionada arriba, falencia por la que no me atrevía a opinar sobre la experiencia de la revolución bolivariana. No puede asistir a tan gentil invitación, indispensable por cierto, pues se me cruzó el apoyo a elaborar colectivamente con las organizaciones indígenas de la región andina, agrupadas en la CAOI, un Proyecto de Ley de la Madre Tierra para seis países. Este proyecto de ley todavía está inconcluso; es ciertamente indispensable culminarlo. Me arrepiento entonces no haber aprovechado esa valiosa oportunidad. Ahora hubiera contado con esta aproximación empírica.

[8] Víctor Álvarez R.: La transición al socialismo de la revolución bolivariana. Texto digital, en circulación en la Fundación Rosa Luxemburgo.

[9]Véase al respecto: Movimiento Revolucionario 200. “Agenda Alternativa Bolivariana. Una propuesta patriótica para salir del laberinto. Julio 1996. Analitica.com. “Una Revolución Democrática. La propuesta de Hugo Chávez para transformar a Venezuela” 1998. En: https://www.analitica.com/bitblio/hchavez/programa.asp.

 

[10] Ibídem. Pág. 3.

[11] Ibídem. Pág. 3.

[12] (Nuevo Mapa estratégico, 2004, 62). Ibídem. Pág. 3.

[13] Ibídem: Págs. 3-4.

[14] Ibídem. Pág. 4.

[15] Ibídem. Págs. 4-5.

[16] Ibídem. Pág. 5. (Chávez, 2012: 2).

[17] Hugo Rafael Chávez Frías. Acto de Firma de Compromiso Socialista de los candidatos del PSUV [en línea] www.abn.info.ve/noticias.php?articulo.

 

[18] Ibídem. Pág. 6.

[19] Está en preparación un ensayo sobre los fundamentalismo racionalistas, dedicados en gran parte a las corrientes y fracciones marxistas.

[20] Alexandra Martínez: Horizontes de transformación del movimiento urbano popular. En Alternativas al capitalismo, colonialismo, del siglo XXI. Fundación Rosa Luxemburgo, Abya Yala, 2013; Quito.

[21] Ibídem: Págs. 259-260.

[22] Ibídem: Pág. 260.

[23] Ibídem: Págs. 260-261.

[24] Ibídem: Pág. 262.

[25] Ibídem: Pág. 263.

[26] Ibídem: Pág. 268.

[27] Aportes al Programa de la Patria, 2012. Ibídem: Pág. 270.

[28] Novela de Gabriel García Marques.

[29] Ver de Georges Bataille La Parte Maldita. La cuarentena 2007; Buenos Aires.

[30] Ver Rebelión; Venezuela. Página web. Abril 2013.

[31] Ver de Víctor Álvarez R.: La transición al socialismo de la revolución bolivariana. Texto digital, en circulación en la Fundación Rosa Luxemburgo.

[32] Entre los diseñadores del Sucre y del Banco del Sur estaba Pedro Páez, economista ecuatoriano. Una vez terminado el proyecto, él y su equipo, quedaron prácticamente sin presupuesto.  Parece que a los gobernantes sólo les interesaba contar con el proyecto, con el documento acabado, firmarlo por el protocolo.

[33] Ver de Raúl Prada Alcoreza Guerra periférica y geopolítica regional. En torno a la guerra del pacífico. Bolpress 2013; La Paz. 

 

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Objetivo del programa:

Umbrales y limites de la episteme moderna, apertura al horizonte nómada de la episteme compleja.

 

Metodología:

Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual  colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.

 

Contenidos:

 

Modulo I

Perfiles de la episteme moderna

 

1.- Esquematismos dualistas

2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista

3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico 

4.- Esquematismo ideológico

 

Modulo II

Perfiles de la episteme compleja

 

1.- Teórias de sistemas

2.- Sistemas autopoieticos 

3.- Teorías nómadas

4.- Versiones de la teoria de la complejidad

 

Modulo III

Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad

 

1.- Contra-poderes y contragenealogias 

2.- Composiciones complejas singulares

3.- Simultaneidad dinámica integral

4.- Acontecimiento complejo

 

Modulo IV

Singularidades eco-sociales 

 

1.- Devenir de mallas institucionales concretas

2.- Flujos sociales y espesores institucionales

3.- Voluntad de nada y decadencia

4.- Subversión de la potencia social

 

 

Temporalidad: Cuatro meses.

Desde el Inicio del programa hasta la Finalización del programa.

Finalizaciones reiterativas: cada cuatro meses, a partir del nuevo inicio.

Defensa de la Monografía. Defensas intermitentes de Monografías: Una semana después de cada finalización.



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