Raúl Prada Alcoreza
Introducción
¿De qué hablamos cuando nos referimos, en palabras, en conceptos, situados en discursos, en narraciones, en teorías? No deja de haber problemas cuando interviene el lenguaje y dice algo sobre los referentes, que son aludidos, a los cuales se acude para lograr su desciframiento, para obtener su sentido. Poder es una palabra, también un concepto, que, ciertamente, su significación va a depender de la estructura teórica, así como de la estructura narrativa. Empero, a lo largo de la modernidad, se ha mencionado al poder como un fenómeno distinguible a partir de las fuerzas concurrentes, que adquieren formas y configuraciones en ese campo que se va a definir como política, aunque también, un poco antes, y un poco después, de manera más sofisticada, como guerra. El concepto de poder va a ser asociado, después, con el significado y concepto de dominación, sobre todo en las teorías y discursos críticos. Aunque también, en la formación discursiva jurídica-política, el poder se asociara al concepto y símbolo de soberanía. No buscamos hacer una exposición exhaustiva, menos arqueológica, del poder; solamente mencionar algunos itinerarios de sus transformaciones semánticas y conceptuales. Esto para hacer hincapié en lo que acabamos de decir, que hay problemas con el empleo del lenguaje, por lo tanto de las teorías y los conceptos.
Desde la perspectiva de la complejidad, no podemos repetir el itinerario universalizante de los conceptos y de las teorías; requerimos visualizar, percibir, comprender, las composiciones singulares de la complejidad, sinónimo de realidad. Parece, entonces, que requerimos elaborar conceptos también complejos y singulares, que expresen o evoquen esas complejas singularidades de los referentes. Es tarea, como se puede comprender, no es fácil. No estamos en condiciones de sugerir estos conceptos complejos; esa tarea es de muchos, trabajos colectivos, de investigación y, si se quiere, multidisciplinarios. Lo que podemos sugerir es configuraciones conceptuales transitorias, que, por lo menos, tracen senderos, hacia los nuevos horizontes.
En este sentido, El lado oscuro del poder, se propone, al reunir un grupo de ensayos, iniciar estos trazados en los nuevos terrenos del pensamiento complejo. Más allá de las mafias ausculta en las formas de poder de la economía política del chantaje. Retórica y poder persigue el análisis de la relación entre retórica política y los juegos de poder, en distintos ámbitos, no solamente institucionales, sino, sobre todos, en los paralelos, entrelazados e imbricados con las mallas institucionales. Paradojas políticas incursiona en los contrastes que ocasionan los entrelazamientos entre el lado luminoso del poder y el lado oscuro del poder. Enlaces perversos de poder se sitúa en los nudos, enlaces, complementariedades entre las formas de poder institucionalizadas estatalmente y las formas de poder efectivas no institucionalizadas, clandestinas, opacas, ocultas, de los diagramas de poder paralelos. Psicología y funcionamiento del lado oscuro del poder es un ensayo que hace apuntes sobre el lado oscuro del poder y su incidencia en el lado luminoso del poder.
Publicamos este conjunto de ensayos buscando el debate y la participación de los y las activistas libertarias. El desmantelamiento del poder requiere de nosotros no solo crítica y activismo ácrata, sino critica integral y activismo integrado de luchas en todos los planos y espesores de intensidad del llamado poder, que para nosotros ya adquiere, mas bien, una concepción singular compleja, definida como composición abigarrada.
Más allá de las mafias
Hay que comprender la complejidad de las conformaciones de poder, que se formaron en la modernidad, posiblemente, como herencia de reminiscencias medievales y antiguas. Sobre todo de aquellas conformaciones paralelas a las institucionalizadas como Estado. Pues, parece que estas conformaciones nacieron como defensas locales frente a los abusos de los poderes establecidos institucionalmente y legalmente, buscando romper sus monopolios y sus dominios. Podríamos llamarlas, en ese inicio, ya perdido, como “contra-poderes”; empero, esto sería exagerado, pues tampoco tenían la consciencia de contra-poder; mas bien, erigían un poder, más local, más popular, opuesto y concurrente con el poder estatal. Por eso, no puede ser sorpresa, que más tarde, terminaron aliados al poder institucionalizado del Estado.
Lo que interesa de estos decursos, que llamaremos rebeliones populares heterodoxas e incompletas, es que nos muestran la otra genealogía del poder, la genealogía del poder de las relaciones de dominación no institucionalizadas legalmente ni estatalmente; empero, eficaces, en sus desenvolvimientos. Si a la larga, ambos decursos genealógicos del poder se coaligaron, el institucional estatal y el paralelo y complementario, opaco y clandestino, esto no quiere decir que tienen el mismo origen, por así decirlo; sino, mas bien, distinto, contradictorio y contrastante. A manera de simplificar la exposición, sin pretender un paradigma, podemos decir que el origen de la genealogía del poder estatal es oligárquico, en tanto que el origen del poder paralelo, de la economía política del chantaje, es, mas bien, popular.
La mafia tiene, en su genealogía, un nacimiento popular y local. No hay que explicar mucho para afirmar que se enfrenta, de entrada, al poder monárquico. Entonces, la pregunta es: ¿Cómo ocurre que, a la larga, terminan siendo aliados el Estado y la mafia? No queremos contradecir las hipótesis tejidas por investigaciones y análisis de la mafia, así como las historias sobre la Cosa nostra, que, mas bien, manifiestan desacuerdos exegéticos; empero, podemos interpretar hipotéticamente, que lo que los acerca, a la larga, a pesar de sus orígenes diferenciados y contrastados, es que ambas genealogías del poder juegan a las dominaciones. Por lo tanto, la hipótesis interpretativa, que mantenemos, es: El juego de las dominaciones, ya sea desde la vía estatal, ya sea desde la vía paralela e ilegal, los acerca, hasta convertirlos en complementarios. Entonces pasa un poco lo siguiente: El Estado, las estructuras de dominación estatales se hacen tan flexibles, a tal punto que el Estado tiende a volverse mafioso, en tanto que la mafia tiende a convertirse en estatal, aunque sea parcialmente.
No hay un solo Estado, sin incluir a las excepciones a la regla, que confirman la regla, por contraste singular, excepciones contadas con los dedos de la mano, que escape a esta mezcla entre ambas genealogías del poder. No aceptar este sugerente decurso de las estrategias de dominación, equivale a enceguecerse y cerrarse a comprender la complejidad de las genealogías del poder, de las cartografías de dominaciones, conformadas en las sociedades, ya sean estatalizadas o no. Por lo tanto, equivale, también, en consecuencia, a apostar a políticas de “luchas contra la corrupción”, contra las mafias, contra las economías paralelas, destinadas al fracaso.
Lo importante es aprender de los funcionamientos de estas maquinarias fabulosas de poder, la legal y la ilegal; ver cómo ambas funcionan, para lograr diseñar estrategias de sus recíprocos desmantelamientos. De lo contrario, con la inocencia moral, con la ingenuidad normativa, y el fetichismo institucional legal, se termina en políticas y acciones, no solo destinadas al fracaso, sino que terminan fortaleciendo y expandiendo lo que supuestamente combaten.
Por otra parte, lo que, en un principio, en el nacimiento de estas genealogías, sobre todo de la genealogía del poder paralela, era popular, de honor, de arrogancia y de bravura, formando parte de las leyendas populares y locales, en la medida, que las estructuras de poder fueron coaligándose con el Estado, atravesándolo, comprometiéndose, adaptándose, con sus prácticas institucionales, se extravió dodo esto, que ya es historia olvidada; quedó en el recuerdo. Se volvió una mafia sin honor, incluso sin valentía, aunque mantuvo la arrogancia y la bravura, solo que confundida con la violencia despiadada, ya parecida al terrorismo de Estado. Los mafiosos de hoy día harían avergonzar a los mafiosos de esos primeros tiempos, por su descaro y cinismo, por su falta de valores, a pesar, que parezca contradictorio lo que decimos. Aunque usted no lo crea, la decadencia no solo asoló al Estado, sino también a estas corporaciones mafiosas del poder paralelo. No se trata de hacer apología nostálgica de lo que fueron las mafias, en su lugar de nacimiento y en sus primeros tiempos frecuentados, sino se trata de comprender no solo el funcionamiento de estas maquinarias de poder, basadas en lealtades, en juramentos, en compromisos y complicidades, en honores y en redes familiares, sino también su deterioro, a lo largo del tiempo.
Las mafias hoy pueden aparecer como más poderosas, sobre todo por sus influencias en las instituciones del Estado; sin embargo, han perdido su “mística”, si se pudiera hablar así, para ejemplificar e ilustrar. A quienes están acostumbrados a la moral vigente y a los valores oficiales, institucionalizados estatalmente, en las escuelas y en los sentidos comunes normalizados, puede parecerles un exceso desorbitado esta apreciación; sin embargo, se olvidan que en las sociedades se dan otras morales, otros sistemas de valores, otras lealtades, que cohesionaron, en su tiempo, a las sociedades locales. El problema es que la suspensión de valores no solo concurrió en la sociedad institucionalizada, sino también en estas “sociedades” secretas. El cinismo, el desparpajo, el descaro, incluso, lo que los antiguos mafiosos, considerarían cobardía, abundan, en estos entrelazamientos entre mafias y Estado.
Entonces, podríamos decir, interpretando hipotéticamente, que asistimos al derrumbe de ambas genealogías del poder. La genealogía del poder paralelo corre el mismo destino que la genealogía del poder estatal; que se desmorona, precisamente por su excesivo monopolio de violencia legítima, de poder, de especulación.
Lo que se observa, a través de lo que trasmiten los medios de comunicación, son los escándalos de los gobernantes y autoridades, ya sean conservadores, liberales, neoliberales, populistas, progresistas o “izquierdistas”. Estos escándalos se convierten en los referentes para la interpelación moral al poder, tanto político como financiero. Pero, lo que no se trasmite o no ven los medios de comunicación es que los personajes gobernantes, congresistas, financieros, no son más que la punta visible del iceberg. Descargar la fuerza de la justicia y de las leyes en estos crápulas personajes no resuelve el problema; tan solo se castiga a estos individuos, que llegaron a la decadencia singular en sus propias personas. También es una catarsis social; empero, el problema subsiste y crece. Si no son desmanteladas las maquinarias fabulosas del poder, la paralela y la estatal, las genealogías de dominaciones, en su perversa mezcla, tendrán siempre espacio para prolongarse.
¿Cuál es la estructura de esta conjunción entre poder estatal y poder paralelo? La estructura de poder conformado, en lo que se señala como entorno palaciego, no es otra cosa que dispositivo en un aparato más grande y complejo. Los medios de comunicación, las denuncias moralistas, que de ninguna manera las descalificamos, sino las apreciamos, empero, considerándolas en sus límites, se concentran en los montos de los desfalcos, de los sobornos, de las malversaciones, de las apropiaciones privadas; esto es lo menos importante en la explicación del funcionamiento de estas maquinarias de dominación. Aunque tenga significación en la conmensuración de las magnitudes. Lo crucial es el flujo constante de un sistema corrosivo, corrupto, especulativo, que apuesta vorazmente a apropiarse de gran parte del excedente. Los medios de comunicación, la investigación judicial e institucional, se concentran en personas visibles, en indicios, en actos dolosos, en pruebas, para describir los delitos. El sentido común moral se concentra en el daño al bien común, a la cohesión social, en el deterioro moral de los que perpetraron los actos, para descargar su indignación; empero, si no fueran esas personas, serían otras; siempre habrá candidatos que ocupen los puestos. El problema se encuentra en el funcionamiento de maquinarias de poder, ateridas en dominaciones anacrónicas; empero, restauradas constantemente.
Un cuadro muy resumido y esquemático sería el siguiente:
Los oligopolios de consorcios trasnacionales disputan por el control mundial de las reservas de recursos naturales; se adaptan a las “ideologías” del momento y del país, del Estado, del gobierno con el que tratan. No les interesa, ni toman importancia a la “ideología”; la escuchan y la toleran; lo que les interesa es lograr el control de reservas y yacimientos, obtener las materias primas a los menores costos posibles y en el tiempo más largo que se pueda. Los servicios de inteligencia de las potencias, no solamente sirven a su Estado, sino también a estos grandes consorcios, fuera de responder a sus propios intereses, los relativos a disposiciones sofisticadas de información, tecnologías, intervención; a quienes les interesa mantener el fantasma de la guerra, para gozar de grandes presupuestos. No es de ninguna manera extraño, que los agentes sean dobles agentes; sirvan a su Estado o, en su caso, a la “lucha” que dicen servir, como la “lucha contra el narcotráfico”; pero, también a las mafias, que, precisamente producen, distribuyen y generan consumos de las mercancías prohibidas. Los gobiernos se encuentran atravesados por estas redes insistentes, recurrentes, desbordantes, tanto por las de las mafias, como por las de los servicios de inteligencia; además que se encuentran condicionados por la gravitación de las estructuras de los consorcios oligopólicos. Esto pasa tanto en los Estado-nación centrales, las potencias dominantes, como en los Estado-nación subalternos, los países periféricos.
Si se quiere caracterizar a gobiernos contradictorios y sinuosos, obviamente, no basta, la ingenua hipótesis de la “traición”, tampoco la tesis mejorada de la conspiración, así como las tesis deterministas económicas. Así como la hipótesis del mal, del mal congénito, de la corrupción inherente. Todo esto solo es “ideología”, que no da cuenta del suceso y del acontecimiento en cuestión. Es menester, para lograr la comprensión de estos fenómenos y sus fenomenologías, entender los funcionamientos de las mecánicas, de los engranajes de estas maquinarias de poder, ateridas en dominaciones anacrónicas; empero, persistentes.
Retórica y poder
Cuando el chantaje se convierte en práctica política, la política ya no solamente es el campo de la incertidumbre, sino que llega a convertirse en el ámbito de lo inesperado, de lo sorprendente; sobre todo, porque los hechos van más lejos de lo imaginable. La intrepidez de los políticos, concretamente de los gobernantes, llega impactar en la atareada comprensión, por sus formas alucinantes de concurrir. Las acciones de los gobernantes, más que las actuaciones mismas, que forman parte de la retórica, en su propia diseminación, rompen esquemas e imágenes recordadas. ¿Qué es lo que impulsa a los gobernantes, no solamente meterse en vericuetos, no solamente entramparse en laberintos insólitos, sino en atreverse a atravesar todos los ardides conocidos, todas las tácticas usadas, incluyendo las más audaces? ¿Es su voluntad? ¿Su propia audacia? ¿O, mas bien, es la propia maquinaria del poder, ya despavorida, la que los lanza en aventuras enloquecidas? Las anteriores preguntas a la última, insinúan una inclinación inherente, casi congénita, en el sentido moral, que, usualmente, se denomina como inclinación al mal. Este supuesto es rechazado por nosotros, por su herencia religiosa y moralista, del estilo inquisitorio. Preferimos quedarnos con la última pregunta, que parece más abierta, clara, incluso objetiva, por así decirlo.
Entonces las preguntas son las siguientes: ¿Cuál es el estado o situación, es decir condición, de las estructuras de poder, para que su funcionamiento desencadene turbulencias, que parecen desvencijar la misma arquitectura del poder? ¿Cuál es la condición de la genealogía del poder de esta fabulosa maquinaria abstracta y del conjunto abigarrado de sus agenciamientos concretos de poder? ¿Ha llegado no solo a la decadencia de su funcionamiento, sino también ha llegado al punto de inflexión, desde el cual, lo que queda es su propia autodestrucción? Trataremos de responder a estas preguntas; por lo menos incursionarlas.
Si aceptamos la hipótesis implícita en la última pregunta, debemos encontrar los síntomas de esta marcha irreversible a la autodestrucción. Un primer borde, de lo que puede ser el perfil de un síntoma, parece ser la magnitud descomunal de la corrupción a la que se ha llegado. Nada de los contratos vinculados a proyectos, aprobados y supuestamente en ejecución, funcionan; en otras palabras, desde el punto de vista de la ingeniera de los proyectos, por así decirlo, nada de estos dispositivos son reales. Aparecen, en contraste, como montajes, blufs, apariencias; que sostienen, como cáscaras, fabulosas inversiones que no se realizan, según los términos de referencia, sino que desaparecen, comidos por hambrientos fantasmas. Para convencer al candoroso público, se hace un esfuerzo adicional, por cierto exagerado, en la propaganda y la publicidad; también en la retórica. La credulidad, como nunca, ha llegado, también lejos; organizaciones, miembros de organizaciones sociales, conjuntos leales populares, creen, sin darse el trabajo de comprobar lo que ocurre. Esta lealtad ingenua y fantasiosa, es la base de la apuesta de los gobernantes, ya entrampados, en esta carrera desbocada a la autodestrucción. Es a lo que apuestan para seguirse sosteniendo, en un gobierno que se desvencija y se derrumba a pedazos.
Pero, para que se apueste a algo tan insostenible, por lo menos en el largo plazo, sino es, mas bien, en el mediano plazo, los que lo hacen tendrían una estructura subjetiva muy poco vinculada al principio de realidad, usando esta figura, por cierto discutible, del psicoanálisis. Esto no quiere decir que tienen una vinculación más próxima al principio de placer, sino que sustituyen el principio del placer por una morbosidad fetichista, que también los aleja del placer y los empuja a angustias desoladoras. Esta apreciación, que funciona como hipótesis auxiliar, no apunta, de ninguna manera, a la tesis moralista del mal, sino a un desborde imaginario, que altera subjetividades, hasta auto-engañarse con una grandeza deseada, que no es otra cosa, en la práctica, que miseria calamitosa humana[1].
Ahora bien, en la construcción de esta hipótesis de interpretación, habría que resolver ¿si los sujetos atrapados en las redes del poder son arrastrados a este delirio auto-contemplativo y autodestructivo o si son sus constituciones subjetivas las que se adecuan a la decadencia del poder? Como se puede ver, no es fácil optar. Es preferible, para evitar mayores riesgos a equivocarse, que se dan como complementariedades entre ambos factores, por así decirlo. El poder, sobre todo, en su decadencia alucinante, atrae a sujetos alucinados por el poder, quienes alimentan, con mayor empuje, la autodestrucción del poder mismo.
Dibujar y pintar este cuadro catastrófico es, relativamente fácil, en comparación a dibujar y pintar, también interpretativamente, los entornos, por así decirlos, del poder, los públicos, que hacen de referente de los gobernantes. ¿Qué ocurre con los públicos, que contemplan, donde hay sectores que aplauden a los gobernantes, pues les creen lo que dicen; qué ocurre, en general, con el pueblo, donde parte de él quizás no aplaude, otra parte quizás no crea en lo que dicen los gobernantes, y otra parte, quizás más pequeña, interpele a los gobernantes? Esta es la pregunta más importante para descifrar el nudo gordiano de la reproducción, de la decadencia y de la autodestrucción del poder.
La hipótesis que vamos a lanzar es quizás dura, empero, ayuda, por lo menos, a bosquejar, una interpretación más adecuada, a esta parte difícil del cuadro. Como dijimos en otros ensayos, la clave del poder no se encuentra en el poder mismo, que es más bien imaginario, sino en la captura de las mallas institucionales de parte de las fuerzas de la potencia social, fuerzas capturadas con las que se reproduce el poder vampiro. El secreto del poder se encuentra en la sumisión, en la subordinación, en la aceptación de la dominación, de la representación, de la delegación; yendo más lejos, en la renuncia a luchar. Hay pues una complicidad del pueblo, por lo menos, de una parte significativa, si no es la mayoría, en la reproducción del poder; es más, en la etapa diagnosticada, en esta decadencia y autodestrucción. No basta decir, como descargo, que fueron engañados, que creyeron, que apostaron lealmente a un proceso de cambio, aunque contradictorio, que había que apoyar. Nadie es engañado si, en el fondo, no quiere serlo. Nadie cree absolutamente, menos cuando hay síntomas preocupantes. El apoyo a un proceso de cambio no es a sus tendencias autodestructivas y decadentes sino a sus tendencias críticas, vitales, fuertes, que apuntan a transformaciones efectivas, institucionales y estructurales. El haber apostado a lo fácil, al menor esfuerzo, a creer, a pesar de todo, lo convierte en cómplice del desastre.
Éste es, si se quiere, el quid de la cuestión. Después de luchar denodadamente, de entregarse heroicamente a la movilización y a las luchas exigentes, a las batallas, después de haberse sacrificado, el dejar que unos fanfarrones se aprovechen de las victorias populares, es regalar el sacrificio, las victorias, las luchas, a unos tramposos. Esto dice, de la actitud pusilánime, pos-combates, que se prefiere concluir a mitad del camino, optando por una comedia, en vez de seguir con el esfuerzo multitudinario, con el temple de un pueblo, que desafío a la historia y a la realidad. Se sustituyó la liberación por una simulación comediante; se prefirió la ilusión que la mirada valiente y certera, se prefirió reposar que seguir luchando.
Sería caer en otro simplismo si esta parte de la interpretación, del dibujo y la pintura del cuadro, suponga que el pueblo, esa parte del pueblo, decide, como si fuera un sujeto. No hay tal cosa, el pueblo son multitudes dinámicas; si se quiere, se compactan, cuando sus voluntades, individuales, grupales, colectivas, se conjuncionan, formando un acontecimiento social, particularmente rebelde o, en el más intenso de los casos, específicamente revolucionario, por su destrucción de antiguas instituciones y estructuras de poder. Empero, lo que no hay que olvidar nunca, un pueblo no es un sujeto, como supone la ciencia política y la filosofía política, la “ideología”, sobre todo revolucionaria. Un pueblo es multitudes, ya sea movilizada interpeladoramente, ya sea en movimientos reproductores del sistema. Incluso, en el momento más intenso de la movilización social anti-sistémica, se hallan composiciones conservadoras, que obstaculizan y retrasan la misma rebelión. Quizás en esta complejidad paradójica se encuentre el referente, por cierto, no adecuadamente percibido, del dilema de la “vanguardia” y las bases. No nos vamos a detener en este debate; ya lo hicimos en otro escrito[2]. Lo que interesa es comprender la mecánica y dinámica del pueblo, en su plural y diferencial comportamiento múltiple, en las distintas etapas de un proceso político.
Nuestra posición, al respecto, es, si es que se opta por la vanguardia, con la mejor intensión revolucionaria, y no se da lugar a la pedagogía popular, aprendiendo de su experiencia, aprendiendo a autogobernarse, se reproduce, paradójicamente, aunque se quiera, precisamente lo contrario, la relación de dominación; esta vez entre maestros y aprendices, entre vanguardia y bases, entre intelectuales y pueblo.
Ciertamente, el problema de los gobernantes de un proceso de cambio, no es éste. Pues éste es el problema de las vanguardias, en el mejor sentido de la palabra. Los gobernantes, de un proceso de cambio, son comediantes de “vanguardia”, que resultan, en la práctica, ser el dispositivo más conservador, que alimenta los prejuicios sumisos del pueblo. Por eso, es preocupante, la función de la retórica moderna; pues al simular, al montar una comedia, al chantajear a los imaginarios esperanzados, con cambios aparentes, que no se dan, salvo en la grotesca representación de los medios de comunicación y las ceremonias de poder estridentes, utiliza la pretensión insostenible de vanguardia para fortalecer el chantaje del poder.
Paradojas políticas
Cuando la realidad se reduce al tamaño de los prejuicios
En las sociedades modernas, institucionalizadas, abundan y preponderan las “ideologías”, que son imaginarios, expuestos en discursos, que dan presencia a los fetichismos de toda clase. Hablamos de la cosificación generalizada, como manifestación de este fenómeno reductivo; primero, del mundo efectivo al mundo de las representaciones; después, del mundo de las representaciones a los esquematismos dualistas, que no hacen otra cosa que reproducir conservadurismos recalcitrantes. Las gentes, las clases sociales, los grupos y estratos atrapados en estas redes “ideológicas”, consideran que la realidad es eso, esa imagen constreñida a sus prejuicios. Están lejos de sospechar que la realidad efectiva es complejidad dinámica, abismalmente distinta a sus “ideologías”.
Las más conservadoras de estas “ideologías” descalifican, de entrada, cualquier sugerencia distinta sobre la realidad, incluso de aquellas que, desde el pragmatismo restringido, puede desplazarse en términos de adaptación, a los movimientos de la realidad, a las coyunturas cambiantes. Los sujetos de este discurso conservador, en pleno sentido de la palabra, no solamente como concepción conservadora del mundo, sino como actitud y práctica conservadora, que, incluso, el propio discurso conservador teórico les puede resultar utópico, odian toda hipótesis interpretativa que les resulte extraña, alejada de sus prejuicios. Esta es la gente que apoya las salidas más autoritarias de las posiciones conservadoras, las dictaduras militares. Sin embargo, aquí la incoherencia, rechazan apasionadamente el autoritarismo de “izquierda”. Es cuando consideran a éste como dictadura.
Estos conservadores rudos son pues distintos, en la gama de posiciones conservadoras, a los demócratas liberales, quienes, defienden la institucionalidad de la democracia formal, vale decir, del Estado de derecho. Si hacemos un boceto, un tanto esquemático, del mapa de posiciones conservadoras, podemos observar que los demócratas liberales, al defender la institucionalidad y la ley, también critican a las dictaduras militares, así como a los “totalitarismos” de “izquierda”, que es como califican a los gobiernos estatalistas, de carácter populista, progresista, nacionalista, incluso a los gobiernos que emplean políticas keynesianas.
Los conservadores de choque, por así decirlo, que son los conservadores que reducen la realidad al tamaño de sus prejuicios; aclarando que se trata de prejuicios del sentido común conservador. Lo que no ocurre necesariamente con los otros conservadores; por ejemplo, los conservadores teóricos, que elaboran interpretaciones más sofisticadas de sus prejuicios, abriendo como el camino a la utopía conservadora, que no obvia la posibilidad del bienestar, por el camino del buen patriarca o de la buena institución tradicional. Oro ejemplo, los liberales, quienes, si bien, también parten de prejuicios, son otros, vinculados a la institucionalidad, a las normas, a las leyes; elaborando una concepción jurídica de la realidad. Si bien, en este caso, se puede decir, que no hay utopía, propiamente dicha, sino, mas bien, punto medio, de equilibrio, de todas maneras abren la posibilidad de resolver los problemas sociales y políticos, por la vía de las compensaciones y los equilibrios. Muy distintos de estos conservadores, los tradicionales y los liberales, los conservadores rudos, cuyos prejuicios son elementales, cierran toda posibilidad, muy lejos de alguna utopía conservadora, distantes de los equilibrios, las compensaciones, los puntos medios. Su rudeza opta por la crudeza de una realidad aterida a la inmovilidad de lo que hay o creen que hay, que no es más que el mundo violento, desigual, jerárquico, donde se tienen que aceptar los estrechos condicionamientos de la mezquindad individual.
Esbozando un poco más, este mapa político, de las posiciones y concepciones conservadoras, reducidas esquemáticamente a tres, para ilustrar, se puede decir que la utopía conservadora tiende a prometer utopías religiosas; que el equilibrio liberal tiende a proyectar una equilibración social, por medio de intervención institucional y de políticas compensatoria. En cambio, el conservadurismo rudo, tiende a cerrar opciones, utopías conservadoras, proyecciones compensatorias, y tiende a suscitar concepciones y posiciones fascistas.
No es pues un mapa político homogéneo el del conservadurismo; las posiciones conservadoras no son las mismas, tampoco, políticamente, tienen la misma proyección. Es un absurdo, por parte de la “izquierda” militante, autoproclamada de “revolucionaria”, el considerar que se trata de una lucha taxativa con una “derecha”, que al final de cuentas es la misma. Este punto de vista es también, no solamente esquemático y simple, sino conservador. Una “izquierda” que no es capaz de observar los detalles, las diferencias, sobre todo la pluralidad, es una “izquierda” conservadora porque tiene una concepción monolítica del mundo.
Del lado de la “izquierda” también encontramos, si se quiere, para compararlas, estas posiciones diferenciadas, que identificamos en la “derecha”. Hay una “izquierda” ruda, que reduce la lucha social al estrecho margen de los prejuicios del sentido común cotidiano. Para expresar esta posición de una manera ilustrativa, diéremos que esta “izquierda” piensa que de lo que se trata es de darle la vuelta a la tortilla; es decir, que se ocupe el lugar de las élites, de los dominantes, de los patrones, de los amos. Como este espacio es estrecho, no caben todos, la élite que se forma, es la élite de los que representan a los pobres; élite que se hace rica, que deja a los pobres como son, pobres. Se podría decir que esta élite de “izquierda”, estos nuevos ricos, consideran que su riqueza también representa la riqueza de los pobres, así como ellos representan al pueblo oprimido.
Como bien conocemos, hay una “izquierda” utópica, con todas sus variantes. Una “izquierda” que apuesta a los principios, al programa, al proyecto, al socialismo, como sociedad sin clases. Esta “izquierda” se caracteriza por expresar y dar movimiento a un romanticismo, que impregna sus discursos y sus acciones. Quizás podamos encontrar en esta “izquierda” consecuencia, que no la tiene la “izquierda” pragmática. Llamemos a la otra “izquierda”, simétrica a la “derecha” liberal, manteniendo nuestra comparación, de “izquierda” reformista, en pleno sentido de la palabra. Esta “izquierda” tiende a usar la institucionalidad para transformar, tomando en serio la institucionalidad; no como lo hace la “izquierda” ruda, que usa las instituciones para desplegar una economía política del chantaje.
Esbozando este mapa político esquemático de las posiciones de la “izquierda”, se puede decir que la “izquierda” romántica ha donado actos heroicos, sacrificios, derroches corporales a la causa revolucionaria. La “izquierda” reformista ha incursionado reformas, en periodos de ciclos medios, incluso largos, que han terminado de producir desplazamientos en las instituciones y en las leyes, por lo tanto, en el Estado de derecho, convirtiéndolo en un Estado de bienestar. En cambio, la “izquierda” ruda ha derivado, generalmente, a ocasionar desmesuradas violencias, corroer las instituciones, desvalorizar el proyecto socialista, derivar en élites despóticas.
Teniendo en cuenta estos mapas políticos, de “derechas” y de “izquierdas”, llama la atención un fenómeno, que no solo parece analogía, en las formas, sino en las consecuencias políticas. La “derecha” ruda y la “izquierda” ruda comparten el apego y la inclinación a la violencia desmesurada, a la reducción de la realidad a los prejuicios elementales, y a desatar regímenes basados en la economía política del chantaje. No es pues casual, que en las historias políticas de la modernidad, los fascismos se hayan alimentado de una mezcla barroca de gente que viene de conservadurismos rudos y de aparentes progresismos rudos; no es casual que hombres del conservadurismo duro se hayan terminado de asimilar a los regímenes del Estado policial de los socialismos reales. Esta interjección de aparentes enemigos tiene que ser analizada.
De ninguna manera se sugiere que las “derechas” e “izquierdas” son lo mismo, ni que se parecen en forma, contenido, expresión, sentido, direcciones, proyecciones; sino, que las analogías en las formas deben ser interpretadas y analizadas críticamente. Que el análisis debe ayudar a comprender el círculo vicioso del poder, en el que se halla entrampada la “izquierda”.
Enlaces perversos de poder
Los que callan, los que encubren, también cometen delito, son cómplices
¿Cómo funciona la economía política del chantaje? Esa es la pregunta. No ¿quién es el, los, la, las, culpables? El juez no desmantela las redes de la corrupción; tan solo castiga, pena, condena, a los o las culpables. Con esto, paradójicamente, legitima, de una manera perversa, lo que considera anomalía, fuera de la norma, fuera de la ley, fuera de la moral. Pues, ese espacio, más allá o más acá del control de la ley, sigue, persiste, funciona, independientemente a cuántos se castigue y con qué intensidad y alcance. La comprensión de la maquinaria del poder de la corrupción permite, en contraste, conocer o aproximarse al conocimiento del funcionamiento de este diagrama de poder paralelo. Esta comprensión y conocimiento ayudan a conformar estrategias para el desmantelamiento de la maquina complementaria del poder; máquina opaca y clandestina, sin embargo, eficaz.
Entre los funcionamientos, no solo de la máquina paralela de la economía política del chantaje, sino también de su entrelazamiento con la maquina abstracta y burocrática del poder, se encuentra la complicidad y concomitancia entre las dos máquinas; la estatal y la mafiosa. Los funcionarios de gobierno, los funcionarios del Congreso, los funcionarios de órgano judicial, terminan encubriendo y lanzando cortinas de humo para esconder al diagrama de poder complementario. Los funcionarios estatales, de los poderes del Estado, creen que la realidad es una plastilina maleable, a gusto y antojo del interés gubernamental y, claro está, del aliado opaco, oculto, clandestino, de los diagramas de poder de la corrupción.
La pregunta indispensable, en este nudo, entre las dos máquinas de poder, es: ¿cómo se llega a esta convicción de que la realidad es producto maleable del poder? ¿El pragmatismo chabacano exacerbado y delirante? ¿La creencia de que el fin justifica los medios? Que supone creer que el fin perseguido es el bien común y, por lo tanto, todo vale, incluso emplear procedimientos sucios. O, de manera diferente, ¿una absoluta sumisión al jefe, al partido, al gobierno, que lo único que importa es satisfacer las necesidades de un poder absoluto? ¿Qué es lo que empuja a altos funcionarios a una actitud chocante, incongruente, no solo con la Constitución, las leyes, la institucionalidad, sino con la evidencia misma de los hechos? Preguntas difíciles de responder, sobre todo, si buscamos hacerlo desde la perspectiva de la pregunta de cómo funciona la máquina de la economía política del chantaje. Pues la perspectiva de la pregunta sobre los culpables, es más fácil de responder o de inventar una respuesta, pues su problemática es extremadamente estrecha. La pregunta subyacente es: ¿Quién es el malo, dónde está el mal?
Ciertamente, este funcionamiento, esta presencia de la economía política del chantaje, no solo se da en un país, por ejemplo Bolivia, sino en casi todos, sino son todos. Es como una regla compartida, una regularidad corrosiva, que atraviesa los estados. La diferencia es que se da con sus singularidades propias en cada país, en distintas épocas y periodos y coyunturas. En unos casos, con más intensidad, con más extensión; en otros casos, quizás de una manera más velada. En contraste, en otros, de una manera más abierta. En unos casos, de una manera más sutil, en otros de una manera más grotesca y torpe. Depende de muchas circunstancias; historias particulares de la economía política del chantaje, condiciones de institucionalidad consolidada o, en su defecto, condiciones de una institucionalidad maltrecha. Permeabilidad de las instituciones o relativa fortaleza de las mismas. Predisposiciones a aceptar estas prácticas por parte de la sociedad civil o, al contrario, rechazo de estas prácticas por parte de la sociedad. Legitimidad o no del gobierno, credibilidad o no popular. Magnitudes de la riqueza que está en juego. Como se verá, la singularidad de la economía política de la corrupción, local, nacional, regional o mundial, dependen de la intervención, combinación y composición de muchos factores.
A modo de hipótesis de interpretación, se puede decir que en estados más consolidados, de mayor fortaleza institucional, la permeabilidad de las instituciones, por parte del diagrama de poder paralelo, es más difícil o, por lo menos, se efectúa de una manera más sofisticada, sutil, enmascarada. En cambio, en estados menos consolidados, de menor fortaleza institucional, la porosidad institucional es más evidente; en consecuencia, el diagrama de poder de la corrupción atraviesa con más facilidad la institucionalidad estatal. Sin embargo, la experiencia social en las historias políticas y en las historias escandalosas del poder, nos ha mostrado que esta hipótesis, esquemática, peca de simplismo; cuando se evidencia que la corrupción se da de una manera más desmesurada, moviendo montos más grandes, en estados más consolidados, más institucionalizados, como los de los países centrales. Esta evidencia, en las historias políticas recientes, no exime, de ninguna manera, a los países periféricos, que, también han mostrado niveles elevadísimos de corrupción, aunque se puede decir, que en este caso, hay como una inclinación a efectuarse de una manera abierta y descarada. Contrastando la primera hipótesis, más parece que la corrupción se ha generalizo en el mundo, con todas sus variantes, intensidades y alcances, en la medida que se ha venido imponiendo la dominancia del capitalismo financiero y especulativo, el monopolio, casi absoluto, de las empresas trasnacionales en el mundo.
En este panorama, en la historia reciente, podemos encontrar parecidos, similitudes, analogías, de todos los funcionarios, ya sean del Estado, ya sea de las empresas trasnacionales, ya sea de organismos internacionales, sobre todo de organismos financieros, en lo que respecta al comportamiento cómplice, concomitante, con las formas de la economía política del chantaje. Una de estas analogías tiene que ver con el descaro con que encubren dolosos manejos financieros, de chantaje al público, a los usuarios, a la sociedad; manejos de contratos, de concesiones, de recursos. Pueden variar las modalidades, los discursos, los argumentos, las retoricas, empero, la regularidad aparece en el comportamiento mismo; en el presentar como real la interpretación incongruente de los aparatos de poder.
En Bolivia se ha llegado al colmo de lo grotesco e incongruente, cuando el gobierno, sus voceros, el órgano judicial, los congresistas oficialistas, emiten un discurso que desvía la atención hacia tópicos marginales y evita concentrarse en el asunto. El asunto evidente son los contratos con una empresa china, que contravienen las normas de contratación, de bienes y de servicios. Añadiendo que ningún contrato se ha cumplido. Los funcionarios oficialistas pretenden encubrir los delitos evidentes con argumentaciones estrambóticos. Desviando la atención a temas de escándalo doméstico. Por otra parte, escondiendo o secuestrando toda la documentación, dejando sin nada a la comisión de investigación formada para el caso.
La pregunta de por qué los funcionarios llegan a asumir estas actitudes tan abiertamente descaradas e incongruentes, no ha sido respondida. Empero, podemos sugerir una hipótesis, a propósito de un caso singular, como el que ocurre en Bolivia, en esta coyuntura. No solo estamos ante una institucionalidad maltrecha, atravesada, de cabo a rabo, por la economía política del chantaje, sino ante redes y mallas de los diagramas de poder paralelos, que atraviesan la malla institucional del Estado, sostenidos por circuitos extendidos de las relaciones clientelares. Todo la transversalidad del diagrama de poder de la economía política del chantaje, se nutre, “ideológicamente”, aunque decir esto resulte exagerado, por la pretensión discursiva que se está ante un “proceso de cambio”. En consecuencia, se pude decidir, hipotéticamente, que a los funcionarios cómplices les es más fácil encubrir, bajo el supuesto de que son acechados por la “guerra sucia” de la “oposición” de “derecha”.
Psicología y funcionamiento del lado oscuro del poder
Apuntes desde la psicología
¿Se puede hablar de patología del poder? La palabra Hybris define las acciones crueles, vergonzosas y humillantes, acciones cometidas por alguien inclinado a la violencia y al abuso; actos ejecutados sobre víctimas, ejercidos por el goce mismo de hacerlo, de demostrar dominación, de hacer patente el poder desplegado. ¿Es esta una desmesura psicológica? La persona que comete Hybris es insaciable, quiere satisfacer su deseo de venganza o de ostentación, exigiendo implacablemente reconocimiento desmedido; deseo, que ya es deseo del deseo, por tanto imposible. En el imaginario de la Grecia antigua, los dioses castigan a quienes caen en la compulsión destructiva de Hybris. La encargada de hacerlo es Némesis, diosa de la justicia retributiva, la solidaridad, la venganza, el equilibrio y la fortuna. El tratamiento consistía en conducirlos a la humildad, compensando así su soberbia. En la psicología moderna se habla de un trastorno paranoide llamado síndrome de Hybris. Se trata de un trastorno que desencadena un ego desmedido, una visión personal exagerada, aparición de excentricidades y desprecio hacia las opiniones de los demás. Este síndrome Hybris aparece descomunal en los ámbitos de poder; particularmente en los escenarios políticos, financieros, empresariales, en las familias de multimillonarias, en las élites de los y las famosas. La psiquiatría ha reconocido los efectos que tiene el poder en las personas. Tomando en cuenta, por lo menos, dos direcciones, se habla de la erótica del poder, también de la erótica del dinero. Algunos síntomas del síndrome de Hybris son: Confianza exagerada en sí mismo, imprudencia e impulsividad desmesuradas. Sentimiento exacerbado de superioridad sobre los demás. Los que sufren de este síndrome suelen identificarse como si fuesen la nación misma, el partido mismo, el Estado mismo, el pueblo mismo. En la expresión retórica acostumbran a usar el plural mayestático nosotros. Se dice que pierden el principio de realidad. Entre las consecuencias de este imaginario delirante y de sus acciones despóticas, el enemigo, incluso, en su caso, el rival, debe ser imperativamente destruido. Los que sufren del síndrome Hybris se sienten ungidos por el destino. Si son despojados de su poder, de su dominio, de su jerarquía, de su representación mítica, la pérdida del mando, la pérdida de popularidad, los arrastra a la desolación[3].
David Owen y Jonathan Davidson describen el síndrome de Hybris con claridad, reconociendo sus peculiaridades y diferenciandolo de alteraciones similares, empero, distintas. Respaldan la tesis de que el síndrome de Hybris, también denominado embriaguez de poder, es el lado oscuro de sujetos afectados por el síndrome, vale decir, el guía, dirigente, cabecilla, gobernador, adalid, paladín, jefe. Los síntomas del síndrome Hybris colman en personajes ungidos por el poder. Se puede observar ciertos rasgos cuando, por ejemplo, una autoridad política no admite otro criterio que el propio, no escucha, se obceca en sus posturas personales, se aleja notoriamente de la realidad, pierde, si se quiere, el raciocinio. Esta pauta de cuadros psicológicos afectan sobre todo a la clase política, así como a altos mandos de las finanzas y de las grandes empresas. Se constata en estos sujetos poca madurez psicológica, una personalidad embriagada por un mundo interior sobredimensionado, además de una afectividad extravagante. Son incapaces de cambiar, persisten tercamente en el error; se encuentran rodeadas de una numerosa corte de aduladores y arribistas, disfrazados de asesores palaciegos. Como se puede ver, no se trata de una tendencia a cometer errores; en el síndrome de hybris vemos que están unidos por una misma hebra transmisora; se la reconoce en las manifestaciones elocuentes de excesiva confianza en sí mismo, orgullo exagerado, desprecio por los demás. Tiene rasgos en común con el narcisismo; pero, se trata de una manifestación más aguda, que incluye el abuso de poder, además de la posibilidad de perjudicar y afectar notoriamente a otras personas, consideradas enemigas o rivales. Es otras palabras, estamos ante un conjunto de síntomas, desatados por un gatillo específico, el poder. El síndrome de Hybris es, se puede hablar así, adquirido; puede ser pasajero o perpetuo. A veces se desencadena a partir de un triunfo sorprendente, que da lugar a una autoridad casi absoluta, sin contrapesos ni contrapoderes. También se desencadena ante adversidades sociopolíticas de gran envergadura; por ejemplo, una guerra, así como un desastre financiero y situaciones críticas.
Owen y Davidson extraen algunas conclusiones políticas de su investigación. Aseveran que "debido a que un líder intoxicado por el poder puede tener efectos devastadores sobre mucha gente, es necesario crear un clima de opinión tal que los líderes estén conminados a rendir cuentas más estrictas de sus actos". Añaden: "Como las expectativas cambian, los líderes deben sentir una mayor obligación a aceptar las restricciones de la democracia." Aconsejan que médicos y psiquiatras colaboren en diseñar leyes y procedimientos para acotar el daño del síndrome de Hybris. Se puede deducir que el síndrome de Hybris, sería, más bien, una situación a la que se llega, contando con unas condiciones psíquicas particulares, acompañadas por unas insuficiencias concretas. Dicen que no es justo, ni ético, ni científico que la clase dirigente, política y económica, de un país no pase ningún tipo de filtro, tanto de salud física como psíquica, para ser designado previamente como representante o autoridad. Según los autores citados, se debería establecer, por ley, una pauta de selección como en cualquier otro puesto del Estado. La historia politica está atravesada y ocupada por escenarios dramáticos, que se puede catalogarlos como ejemplares del síndrome de Hybris[4].
Apuntes desde la complejidad
Varias veces anotamos que hay que salir de los conceptos homogéneos e universales de la modernidad, de las teorías modernas, que corresponden a mundos aislados, inventados por las teorías mismas. Desde la perspectiva de la complejidad partimos, mas bien, de los mundos efectivos, mundos integrados en la simultaneidad dinámica del tejido espacio-temporal; la teoría de la complejidad forma parte de esta integración dinámica de los mundos efectivas; expresa, si se quiere, esta articulación e integración múltiple de los mundos entrelazados en forma también dinámica e integrada a la realidad efectiva, sinónimo de complejidad. No como verdad, ni como paradigma, sino como interpretación en devenir de esa simultaneidad dinámica. Desde esta perspectiva, la complejidad, tiene, mas bien, una concepción abigarrada del poder.
No hay un poder homogéneo, que pueda describirse a partir de una estructura universal, ni siquiera cuando se habla de poder como relación de fuerzas, de acuerdo a la genealogía del poder. No hay poder al margen de los otros planos y espesores de intensidad de la realidad, sinónimo de complejidad. Como dijimos, el poder supone una economía política, la que bifurca poder y potencia, valorizando el poder, desvalorizando la potencia, aunque, precisamente, se alimente de las fuerzas capturadas de la potencia. Sin embargo, como también dijimos, esta economía política del poder, forma parte de la economía política generalizada, que comprende planos y espesores de intensidad de distintas economías políticas particulares. Empero, lo fundamental, en esta perspectiva de la complejidad, es que la economía política del poder marcha simultáneamente, concatenada, a las otras economías políticas, en el contexto complejo de la economía política generalizada. En la medida que la economía política del poder funciona, incide en el funcionamiento del conjunto de las economías políticas[5].
El poder, como ya lo dijo Michel Foucault, no se sitúa en el Estado, sino en espesores y territorios donde se han edificado mallas institucionales, como agenciamientos concretos de poder. Por lo tanto, como también dijimos, no funciona solo como maquina abstracta, burocrática, jurídica y policial del poder, en términos institucionales estatales, sino se complementa, se articula y es atravesada por diagramas de poder paralelos, opacos, no estatalizados, ni institucionalizados, aunque forman parte de las practicas efectivas, que corresponden a la economía política del chantaje. Hemos identificado, para mencionar algunos, el diagrama de poder de los tráficos ilícitos, el diagrama de poder de la corrupción, que se asienta en redes de circuitos clientelares; ambos conforman lo que se conoce con el nombre inapropiado ya de carteles o mafias. Están también los diagramas de poder del orden mundial de la globalización; el diagrama de poder de la deuda infinita del sistema financiero mundial; el diagrama de poder monopólico de las empresas trasnacionales; el diagrama de poder secreto de los imperiales servicios de inteligencia, que han conformado redes de información y contra-información, de intervención, de boicot y de contrainteligencia, de conspiración a nivel mundial. Todos estos diagramas de poder hacen pues al funcionamiento integral de las maquinarias de poderes.
Nunca, el poder homogéneo y abstracto de la ciencia política, configurado en el Estado, ha funcionado solo, aislado, sino, ha funcionado, en articulación y complementación con las otras formas de poder; particularmente, nos interesa mencionar la articulación con los diagrama de poder paralelos de la corrupción, de las mafias, de las empresas trasnacionales, del sistema financiero internacional y de los servicios de inteligencia. El poder efectivo, la dominación efectiva, es una resultante de la intervención de todas estas maquinarias del poder. Lo que se ha notado, por lo menos ha dejado esa impresión, es que lo que se llama poder institucionalizado en el Estado ha sido cada vez más invadido, penetrado, atravesado y entrelazado por los diagramas de poder paralelos, en el contexto de la dominancia del capitalismo financiero y especulativo.
Desde la perspectiva de la complejidad, pretender efectuar la crítica del poder solo en el campo institucional del Estado, no solamente es insuficiente, sino ingenuo e inútil, en lo que respecta a la acción de contra-poderes. El desmantelamiento de la dominación polimórfica mundial, regional, nacional y local, requiere de una crítica integral, que comprenda la articulación dinámica y compleja de las distintas maquinarias del poder entrelazadas. El desmantelamiento de las dominaciones depende, por así decirlo, de una crítica integral del poder y, en consecuencia, de acciones de contra-poder múltiples, que desarmen las maquinarias en todos los planos y espesores de intensidad donde el poder interviene.
En relación a este ensayo, a su temática, podemos concluir que el lado oscuro del poder se ha convertido, cada vez más, en la mecánica preponderante del funcionamiento del poder. En vano, se busca descifrar el ejercicio efectivo del poder en lo que dicen o no dicen los gobernantes, en lo que hacen o dejan hacer. El poder no está en sus manos; ellos son apenas engranajes de maquinarias de poder integradas, complejas y complementarias[6].
[1] Ver Prácticas y cartografías de la impostura. Dinámicas moleculares. La Paz 2016. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/practicas-y-cartografias-de-la-impostura/.
[2] Ver Acontecimiento libertario. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15.
[3] Ver de David Owen En el poder y en la enfermedad. Enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años. Traducción del inglés de María Condor. Siruela. El Ojo del Tiempo. https://blog.libros.universia.es/wp-content/uploads/En-el-poder-y-en-la-enfermedad-1-cap%C3%ADtulo.pdf.
[4] Mirada profesional.com. Edición y dirección general Néstor Caprov. https://miradaprofesional.com/ampliarpagina.php?npag=8&id=3434#.VurUdfnhDtQ. Ver también Síndrome de Hybris en Brain; Journal of Neurology. 2009.
[5] Ver Crítica de la economía política generalizada. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/critica-de-la-economia-politica-generalizada/.
[6] Ver Desenlaces. Dinámicas moleculares; La Paz 2016. https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/desenlaces/.
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Umbrales y limites de la episteme moderna, apertura al horizonte nómada de la episteme compleja.
Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.
Contenidos:
Modulo I
Perfiles de la episteme moderna
1.- Esquematismos dualistas
2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista
3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico
4.- Esquematismo ideológico
Modulo II
Perfiles de la episteme compleja
1.- Teórias de sistemas
2.- Sistemas autopoieticos
3.- Teorías nómadas
4.- Versiones de la teoria de la complejidad
Modulo III
Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad
1.- Contra-poderes y contragenealogias
2.- Composiciones complejas singulares
3.- Simultaneidad dinámica integral
4.- Acontecimiento complejo
Modulo IV
Singularidades eco-sociales
1.- Devenir de mallas institucionales concretas
2.- Flujos sociales y espesores institucionales
3.- Voluntad de nada y decadencia
4.- Subversión de la potencia social
Temporalidad: Cuatro meses.
Desde el Inicio del programa hasta la Finalización del programa.
Finalizaciones reiterativas: cada cuatro meses, a partir del nuevo inicio.
Defensa de la Monografía. Defensas intermitentes de Monografías: Una semana después de cada finalización.
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Pluriversidad Oikologías
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