Raúl Prada Alcoreza
El segundo tópico y problemática temática abordada por el Acuerdo de Paz es el de Participación política: Apertura democrática para construir la paz. Se trata de la democracia; es decir, del gobierno del pueblo. Se habla de la profundización de la democracia por la vía participativa, la promoción de la participación de los y las excluidas; sobre todo, en las zonas de conflicto, que son donde habitan las poblaciones más afectadas por la guerra. Ciertamente, este eje del Acuerdo de Paz es indudablemente un importante avance, no solamente en lo que respecta a la situación beligerante del conflicto, que prácticamente suspende derechos, como si se estuviera en un permanente Estado de excepción, sino respecto a la concepción liberal y restringida de la democracia, en su sentido formal e institucional. Sin embargo, es indispensable detenerse a reflexionar sobre la democracia.
La democracia, que significa gobierno del pueblo, no es otra cosa que autogobierno del pueblo. La modernidad ha constituido una democracia restringida, formalizada, institucionalizada; empero, no, de ninguna manera, una democracia plena. Esto implica comprender que el ejercicio de la democracia plena, en el sentido de autogobierno del pueblo, se hace posible cumpliendo otras condiciones de posibilidad política; una de ellas, de crucial importancia, es el dar la palabra al pueblo, para que diga su verdad. Otra condición de posibilidad política, es la verdad misma, como descripción exhaustiva de los hechos y sucesos, así como la interpretación colectiva, construida deliberativamente. La tercera condición de posibilidad política, es la ética; en otras palabras, el sentido comunitario y social compartido, como sentido de vida y como afecto a y de la vida. Estas tres condiciones de posibilidad política sostienen el ejercicio de la democracia.
Dar la palabra al pueblo no solo significa escucharlo, sino que su palabra tenga efectos políticos; es más, efectos de Estado. A esto llamaremos la construcción colectiva de la decisión política. También, en consecuencia, implica la participación social en los asuntos de Estado; no solamente como consulta, referéndum, plebiscito, ni tampoco, mucho menos, el acto electoral, sino la participación vinculante; es decir, la construcción de la institucionalidad desde las dinámicas mismas populares. Como se puede ver, para cumplir con estas otras condiciones de posibilidad política, no basta con abrirse a la participación, en general, sino que se requiere de una democracia participativa, que es, en sí misma, democracia, en sentido pleno de la palabra. No basta ampliar los derechos de los y las ciudadanas, incluso valorando la participación de las mujeres y de las poblaciones afectadas por la guerra, sino dejar ejercer al pueblo su potestad, que es del hacer gobierno; es decir, gobernar. Bueno pues, esto puede parecer, hoy por hoy, inalcanzable, por lo menos, en la coyuntura; lo que no quiere decir que no se busque lograrlo, para realizar la democracia y no suplantarla por caricaturas, aunque sean mejores mascaras que las anteriores. Visto de esta manera, se considera, entonces, a lo establecido por el Acuerdo de Paz, como un avance importante, en el sentido de establecer condiciones institucionales para estructurar una paz duradera. Por lo tanto, se puede comprender que se trata de transiciones consensuadas, en la perspectiva de avanzar a la democracia en sentido de autogobierno del pueblo.
Amerita una reflexión de la responsabilidad en la tarea del cumplimiento del Acuerdo de Paz en el presente. Como dijimos, se trata de la oportunidad histórico-jurídico-política para construir una paz duradera y sostenible. Se puede decir que la realización y la materialización del Acuerdo de Paz es una tarea primordial en la coyuntura. ¿De qué depende que se cumpla? ¿Cuál el alcance de la irradiación de la tarea? En otras palabras, ¿cuál es la relación del presente con el porvenir? Dicho de otro modo, ¿qué contiene el presente como campos y espesores de posibilidad? No se puede responder a estas preguntas si no se ausculta en la complejidad dinámica de las composiciones y combinaciones de la formación espacio-temporal-territorial-social de Colombia. No pretendemos contar con esta comprensión, entendimiento y conocimiento; de ninguna manera. Al no contar con esta condición de posibilidad de intuición, comprensión y entendimiento, cuyo substrato fenomenológico se encuentra en la experiencia social y política y en la memoria social del pueblo, abarcando sus pluralidades, sus multiplicidades y sus singularidades, optamos por hipótesis aproximativas y prospectivas, que sondeen, por así decirlo, la geología estratificada de la complejidad dinámica integrada de la formación social colombiana. Solo contamos con cierta información, mas bien, descriptiva, y con los análisis que ya efectuamos con el mismo propósito; el artículo que dibuja este boceto es La guerra prolongada. En consecuencia, solo intentamos diseñar otras hipótesis interpretativas y prospectivas, respecto al campo de posibilidades inherentes en las extrañas del presente.
Apuntes sobre la formación social colombiana
1. La formación social colombiana articula territorialidades culturales, sociales y económicas, que se pueden describir adecuadamente desde la perspectiva de la geografía humana; que en la semántica política, sobre todo, en los registros de la memoria política, se nombran como regiones. Las cuales han estado en disputa desde el comienzo mismo de la independencia; buscando, cada una, su propia hegemonía sobre el resto. Y si no se conseguía esto, su autonomía, por lo menos relativa, respecto a un centro dominante.
2. Por esto, el proyecto federalista arraigó, desde un principio o nacimiento republicano del Estado-nación. Entonces, se puede conjeturar que los proyectos encontrados eran, por una parte, los proyectos regionales; por otra parte, los proyectos regionales en disonancia con un proyecto unitario y centralizador.
3. Se puede decir que sobre este substrato histórico-político-territorial emerge el conflicto, la beligerancia y la guerra entre liberales y conservadores.
4. En consecuencia, se puede conjeturar que, sobre la base, por así decirlo, del pleito geográfico y político de las regiones, emerge el conflicto político e ideológico entre liberales y conservadores. Esta anotación nos lleva a suponer que estamos ante, por lo menos, por el momento, dos espesores del conflicto social y político. Uno, que corresponde al pleito geográfico político entre las regiones, lo que es distinto a hablar de geopolítica; otro, que corresponde a la predisposición y disposición de las fuerzas, convocadas por discursos ideológico-políticos; uno liberar, el otro conservador. Entonces, las procedencias o los nacimientos de la guerra permanente en Colombia, tienen que ver con un doble código o de codificaciones, que configura interpretaciones, también tramas y narrativas sociales; tejidas desde las regiones y desde la interpelación liberar y la defensa de la estructura institucional conservadora. Un circuito de códigos tienen que ver con las percepciones regionales, principalmente de las oligarquías regionales; otro circuito de códigos tienen que ver con la convocatoria liberal, de carácter, mas bien, popular, en esas primeras etapas del largo conflicto político y bélico. Convocatoria enfrentada a la herencia ideológica colonial de las oligarquías latifundistas conservadoras.
5. En La guerra permanente escribimos:
Se dice que el Estado-nación de Colombia fue inestable entre 1839 y 1885, lapso cuando se dieron lugar a unas secuencias de guerras civiles, inscribiendo su huella perdurable. Estas guerras civiles respaldaron cambios constitucionales, cambios de régimen, incluso cambios de nombres. Un golpe político militar llevó al poder a José María Melo, en 1854; gobierno de facto que duró solo algunos meses. Derrocado Melo, se promovió el reajuste del ejército; lo que parecía ser la condición necesaria para instaurar el federalismo establecido en 1858. Sin embargo, esta situación no duró mucho; al poco tiempo estalló la quinta guerra civil, con una rebelión en el estado de Cauca. Desde entonces se hizo patente la inestabilidad, hasta 1876, en todo el periodo de legalidad de la Constitución de Rionegro; Constitución que otorgaba autonomía a los estados, así como permitía la organización de ejércitos regionales, que hacían de contrapeso al gobierno central. En este panorama regional, estallaron cerca de cuarenta guerras civiles regionales, solo una nacional. Los liberales radicales, insatisfechos ante este equilibrio inestable entre regiones y gobierno central, se levantaron en armas, intentando derrocar al presidente Rafael Núñez, en 1884, empero, el levantamiento fracasó.
La llamada Guerra de los Mil Días da comienzo al siglo XX. La crisis estatal se agrava con la pérdida de Panamá; separación instigada por las potencias imperialistas, que necesitaban el canal para ahorrar recorridos y tiempo, además de costos, en los viajes del Atlántico al Pacífico. En una coyuntura aciaga el presidente Rafael Reyes se ve presionado a renunciar (1904-1909). De todas maneras, en 1930, culmina la hegemonía conservadora despuntada en 1886. Un liberal ganó las elecciones presidenciales, poniendo fin a casi medio siglo de gobiernos conservadores. La presidencia de Olaya Herrera (1930-1934) comenzó el periodo denominado de la República Liberal; los liberales se sucedieron en el poder durante un poco más de una década y media; desde 1930 hasta 1946.
Después vino el dramático periodo denominado de “La Violencia”; se trata de los doce años, que se extienden de 1946 a 1958. Hablamos de guerra civil prolongada entre liberales y conservadores; se dice que esta guerra arrojó más de 300 mil muertos. Como consecuencia de esta guerra civil, se ocasionó el desplazamiento de miles de campesinos, trasladándose a las ciudades, desalojando el campo, buscando refugio. Esto cambió la composición demográfica, la población dejó de ser rural, transformándose en urbana. En 1946 el 42% de la población de Colombia ya vivía en la ciudad; siguiendo esta tendencia, en 1959 la proporción urbana alcanzó al 53%; en el año 2005 la población urbana constituía ya el 74,3%.
En las regiones y zonas desalojadas y despobladas, las tierras fueron compradas a bajo precio por la burguesía industrial. Hablamos de regiones como el Valle del Cauca, la sabana de Bogotá, Tolima y Meta. Las haciendas establecidas se dedicaron a la producción agraria capitalista. Los campesinos migrantes se transformaron en el proletariado agrario.
Los conservadores retomaron el poder; sin embargo, en otras condiciones que antaño; no lograron las mayorías en el Congreso. Además no fue nada tranquilo su periodo de gobierno. El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, en 1948, desencadenó la revuelta y la insurrección popular, conocida como el Bogotazo. Volvió el fantasma, el espectro y el cuerpo martirizado de la guerra civil; la misma que se dilató hasta 1960. Los conservadores permanecieron en la presidencia hasta 1953; momento en el cual se dio un golpe de Estado, haciéndose cargo del gobierno de facto el General Gustavo Rojas Pinilla.
El gobierno de Rojas Pinilla hizo propuestas de paz para terminar con la guerra civil; un grueso de las guerrillas entregaron sus armas; sin embargo, al poco tiempo varios de los guerrilleros que lo hicieron fueron asesinados. Ante estas circunstancias, liberales y conservadores se pusieron de acuerdo, poniendo fin a la dictadura de Rojas Pinilla. Se conformó una Junta Militar provisional; en ese panorama político se organiza el Frente Nacional, buscando garantizar el retorno a la democracia electoral, acordando la alternancia en la presidencia entre liberales y conservadores.
Se puede decir que el acuerdo entre liberales y conservadores, la conformación del Frente Nacional puso fin a la guerra civil de estas dos corrientes políticas, una guerra civil que atravesó el país durante un siglo. Culminaron las guerrillas liberales. Sin embargo, se estaba lejos de acabar con el conflicto armado, cuyas raíces se encuentran en la lucha de clases, en la dominación y la exclusión social, en la explotación y subordinación social, también racial. Emergieron de este contexto y de sus espesores sociales otros proyectos guerrilleros. En 1964 nacen las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el 7 de enero de 1965 el Ejército de Liberación Nacional (ELN), en julio de 1967 el Ejército Popular de Liberación (EPL), en 1984 el movimiento indigenista Quintín Lame (MAQL) y el 19 de abril de 1970 el M-19.
Se puede catalogar como historia reciente la temporalidad comprendida desde 1960 hasta nuestros días, que nombramos como presente. En el presente estamos ante los llamados Diálogos de Paz, que se llevan a cabo en la Habana, entre el gobierno colombiano de Juan Manuel Santos y las FARC; así como entre el gobierno colombiano y el ELN, en Ecuador; sin embargo, esta mesa todavía no se ha instalado oficialmente. Cada cuatro años entre 1982 y 2002, los llamados Diálogos de Paz, las negociaciones involucradas, han variado de acuerdo al perfil del gobierno y los criterios asumidos. Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos fueron los presidentes sucesivos desde el 2002 hasta el presente, siendo el último el presidente vigente de la república de Colombia. En este periodo se han desvinculado cerca de 54,000 guerrilleros y paramilitares. En contraste, las Fuerzas Armadas regulares se han venido fortaleciendo continuamente. También, en el periodo, se ha implementado el conocido Plan Colombia, plan diseñado entre el gobierno colombiano y el gobierno de los Estados Unidos de Norte América. Uno de los puntos de este plan tiene que ver con la disminución progresiva de cultivos ilícitos, principalmente de la hoja de coca. El incremento de las prácticas para erradicar los cultivos ilícitos, han ocasionado el descenso de Colombia al tercer lugar de producción mundial de cocaína, dejando de ser el principal productor; sitio que ocupó por décadas. Otro de los puntos, quizás el más importante, por su incidencia, es considerar el plan como contrainsurgencia; en otras palabras, un dispositivo de guerra contra la llamada insurgencia; en términos claros, contra el pueblo colombiano. Sin embargo, con la desmovilización de las denominadas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que son los paramilitares, a mediados de 2006, las denominadas bandas criminales (BACRIM) se han hecho cargo de las actividades realizadas por los paramilitares.
El gobierno del presidente Juan Manuel Santos promueve, desde 2012, en los Diálogos de Paz, un proceso de paz con la guerrilla de las FARC-EP en La Habana, Cuba, buscando encontrar una salida política al conflicto armado. Por otro lado y paralelamente, viene efectuando otro proceso de paz con la guerrilla del ELN en Ecuador. Ambos procesos son dificultosos y delicados; han dibujado un recorrido difícil y sinuoso. De todas maneras, parecen avanzar. Sin embargo, la gran ausente en estos Diálogos de Paz es la misma sociedad colombiana, la gran afectada por la larga guerra.
Se puede decir que el conflicto armado en Colombia corresponde a una guerra asimétrica de baja intensidad. Las fuerzas involucradas en el enfrentamiento son el ejército regular de Colombia, los ejércitos irregulares de las guerrillas, los destacamentos paramilitares y los brazos armados del narcotráfico. El conflicto armado ha pasado por varias etapas de agravación de la conflagración múltiple, por así decirlo. A pesar de haber adquirido características singulares, un perfil y estructuras singulares, el conflicto armado, en la historia reciente, el mismo tiene sus nacimientos en los espesores de la matriz histórica-política del periodo de “La Violencia”. Guerra civil entre liberales y conservadores, que tiene, a su vez, sus emergencias, en la entonces llamada la Nueva Granada, que, posteriormente se independizó de la Corona española. Es cuando se inicia una querella sobre la forma de Estado.
La pregunta que vamos a hacernos es: ¿Cuál es la complejidad del conflicto armado? Responder esta pregunta requiere no solo de aproximaciones a la experiencia social y a la memoria social colombiana, sino de la perspectiva del pensamiento complejo. Por de pronto, partiendo de algunos hilos del tejido espacio-temporal-social-cultural-político, de algunas miradas rutilantes, que hacen como iluminaciones de linterna, intentaremos proponer hipótesis interpretativas prospectivas[1].
Como se puede ver, en esta sucinta descripción, de recorte, mas bien, político, más aún, gubernamental, que define el recorrido en el plano de intensidad político, haciendo hincapié en las repercusiones estatales, vemos las figuras coyunturales y de periodos del largo conflicto y de la guerra permanente. Si bien, los discursos expresivos, audibles, son los de la ideología liberal y de la ideología conservadora, no se puede restringir el sentido histórico-político solamente a lo que dicen los discursos políticos, sino es indispensable, develar lo no dicho, por así decirlo, o, por lo menos, lo dicho y olvidado, o lo dicho y opacado, por la elocuencia de los discursos ideológicos. Esto no dicho tiene que ver con lo que denominamos el pleito geográfico político de las regiones; mediadas por las pretensiones de dominación de las oligarquías regionales. Empero, lo no dicho - usando este término, no suficientemente adecuado, aunque ilustrativo -, que se encuentra, si se quiere, en el substrato mismo del substrato, de este conflicto de poder en la flamante república, es la guerra de conquista, materializada en la institucionalidad colonial; guerra perpetrada contra las naciones y pueblos indígenas y sus territorialidades.
6. Una consecuencia hipotética, que podemos sacar de las anteriores hipótesis interpretativas y prospectivas, es que la matriz del ciclo largo del conflicto y de las estructuras de larga duración no es ni el pleito geográfico político entre las regiones, ni el conflicto iniciado por liberales y conservadores, sino la conquista colonial, la colonización y la colonialidad instituida por el Virreinato de Nueva Granada.
7. Entonces, la hipótesis interpretativa, que proponemos, es que la guerra permanente o la genealogía de la guerra en Colombia, arranca con la guerra de conquista. Desde entonces, desde esta violencia inicial, instauradora de la cartografía y la institucionalidad colonial, se plantan las raíces, para decirlo metafóricamente, de la guerra permanente colombiana.
8. Ciertamente, lo mismo podemos decir del resto de los virreinatos y capitanías coloniales en el continente; que se convirtieron en repúblicas, después de las guerras de independencia. Sin embargo, la singularidad colombiana consiste en que la guerra iniciada con la conquista no se transmuta en la filigrana de la paz institucionalizada, como ocurre con el resto de las repúblicas criollas, sino que preserva el carácter beligerante de las formas descarnadas de la guerra.
9. ¿Cuál la interpretación de esta singularidad histórica y política? Podemos decir, por lo menos, algunas consideraciones hipotéticas; una, que se mantiene un equilibrio en la correlación de fuerzas, en coyunturas y periodos. Lo que desata constantemente la guerra, en sus distintas formas de presentarse. Otra, que las fuerzas organizadas y convocadas ideológicamente, no renuncian a sus iniciales proyectos de dominación; en el caso liberal, de hegemonía. En tercer lugar, que, en el caso colombiano, se arrincona y se acalla, tempranamente, la guerra anticolonial indígena, aunque sea parcialmente. Lo que no ocurre en el caso ecuatoriano, peruano y boliviano.
10. No desaparece la guerra anticolonial de las naciones y pueblos indígenas: sin embargo, es arrinconada o exiliada a las sombras, suplantada por el pleito de las regiones y elocuentemente por la guerra entre liberales y conservadores.
11. El fondo del problema, mejor dicho, la madre de todos los problemas de legitimación de las dominaciones en el continente, tiene que ver con la conquista, la colonización y la colonialidad. En consecuencia, si se quiere resolver estos problemas, es indispensable solucionar las consecuencias desastrosas de la colonialidad. No se puede construir, como lo dijimos varias veces, la democracia, la república, ni el socialismo, la edificación de sus respectivas mallas institucionales y sociedades institucionalizadas, sobre cementerios indígenas.
12. Este es uno de los handy caps del Acuerdo de Paz. No ha considerado el substrato primordial de la genealogía de la guerra permanente; la conquista, la colonización y la colonialidad. La única manera de hacerlo es reconocer plenamente los derechos colectivos y territoriales y de autogobierno de las naciones y pueblos indígenas.
13. Se especula mucho, sin reflexionar, sobre la minoridad de las poblaciones indígenas, en comparación con el conjunto de la población colombiana, considerada mestiza. Lo que se olvida, en estas apresuradas descripciones, es que no se trata de la cuantificación del problema de la crisis de legitimidad, sino de la cualidad histórica inscrita en las estructuras institucionales del Estado-nación. Por otra parte, en eso de definir y englobar al grueso de la población en la categoría general de mestizos, no se cuestiona el supuesto insostenible del que parte; el suponer una homogeneidad de lo mestizo, incluso, matizando, la continuidad de lo mestizo. En primer lugar, lo mestizo supone la mezcla, la hibridación y la simbiosis; esto implica, por lo menos, visibilizar la gama de singularidades mestizas, que suponen el trasfondo indígena, incluso en el caso de los “criollos blancos”; quienes al nacer en el nuevo continente, eran considerados indianos. Categoría administrativa, no del todo equivocada, pues los indianos nacían en otra tierra, en otra atmosfera, en otro cielo y en otro barroco cultural. Para decirlo, de un modo extremo y hasta exagerado, las oligarquías blancoides criollas no saben cuan indígenas son. Esto es algo que queda claro para las noblezas europeas, incluso, después, para las burguesías europeas.
14. Esta herencia maldita, la de la conquista, la de la colonización y la colonialidad, es el problema primordial que se debe resolver si se quiere construir una paz duradera, una república, en el sentido pleno de la palabra; yendo más lejos, una democracia plena, incluso el socialismo efectivo y pleno. Algo distinto a esta solución histórico-política-cultural de la descolonización, no es más que hipostasis, impostura, solución artificial insostenible.
15. Lo que expusimos, en forma de hipótesis interpretativas, no significa que se tenga que renunciar a las soluciones de la aguda problemática social de las desigualdades; desigualdades que desataron la guerra en los periodos republicanos. Soluciones de las problemáticas desatadas por la lucha de clases; menos renunciar a la solución del conflicto y de la guerra permanente, que asola a Colombia; de ninguna manera. Sino, que en las transiciones, por las que se ha optado, donde el Acuerdo de Paz parece delimitar un hito crucial histórico, entre un antes y un después, juega un papel preponderante, para que éstas, las mutaciones, transformaciones diferidas y transiciones, puedan adquirir irradiación, alcance e incidencia estructural; las mismas que requieren no olvidar la tarea primordial en el continente, que es la descolonización.
Apuntes para una auscultación del porvenir
1. Dependiendo de los alcances del proyecto político, si se parte de los problemas de las estructuras de mediana duración, desde el nacimiento de la república. Si se parte del conflicto de la historia reciente, el conflicto entre el Estado-nación colombiano y las FARC, incluyendo al ELN; si se quiere, ampliando el referente a la guerrilla del M-19. O si se parte de las estructuras de larga duración, que abarcan a la conquista, la colonización y la colonialidad. Los alcances del porvenir pueden definir horizontes cortos, medianos o de largo alcance. Indudablemente el horizonte descolonizador es el que va más lejos.
2. Las transiciones que se decida, no dependen ni da las buenas voluntades, ni de la razón, tampoco de la justicia, sino de la correlación de fuerzas. Por donde se vaya, parece que es indispensable, conectar las distintas posibilidades y recorridos inherentes en el presente.
3. El Acuerdo de Paz es, para decirlo ilustrativamente, un paradigma histórico-político y jurídico-político, además de histórico-cultural, de trascendencia en la contemporaneidad del mundo efectivo. No hay un antecedente parecido. Enemigos irreconciliables, de una guerra interminable, lograron ponerse de acuerdo; no en un armisticio, no en una paz restringida, sino en una paz duradera y sostenible, que implica transformaciones estructurales e institucionales. El resto de los conflictos y de las guerras, que no son más que inútiles, considerando las perspectivas de largo plazo y los problemas de base, que tienen que ver con la vida, la ecología, la supervivencia humana y el planeta, no son más que manifestaciones superficiales, de lo que se convulsiona en las profundidades de las geologías de las formaciones sociales y el mundo efectivo.
4. El porvenir no solamente está en manos de las organizaciones e instituciones involucradas, el Estado-nación colombiano, expresado en la forma de un gobierno singular, consciente de la encrucijada en la que se encuentra, y las FARC-EP, proyecto de Estado socialista, sino en la sociedad y el pueblo colombiano. Ejercer la potencia social, por lo menos, en el sentido de participar en la construcción colectiva de la paz duradera, es tarea colectiva, no solamente de los involucrados en la firma del Acuerdo de Paz.
5. Para decirlo de una manera convocatoria, incluso romántica, lo que le da un carácter subjetivo y emotivo, lo que pueda pasar, el porvenir, depende, sobre todo, en no renunciar a luchar, no solo de parte de las FARC-EP, sino fundamentalmente del pueblo colombiano, de las organizaciones sociales y de las naciones y pueblos indígenas. Teniendo como tejido vital a la alteridad de las mujeres y otras subjetividades diversas; así como a lo que quepa de honestidad a parte de las clases dominantes, incluso de la oligarquía rancia y de la burguesía industrial.
6. Lo que enseña el Acuerdo de Paz, es que hay alternativas a la guerra, a la violencia descarnada, a los callejones sin salida del sistema-mundo capitalista. Una de ellas es optar por la conformación de consensos entre partes encontradas.
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Umbrales y limites de la episteme moderna, apertura al horizonte nómada de la episteme compleja.
Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.
Contenidos:
Modulo I
Perfiles de la episteme moderna
1.- Esquematismos dualistas
2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista
3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico
4.- Esquematismo ideológico
Modulo II
Perfiles de la episteme compleja
1.- Teórias de sistemas
2.- Sistemas autopoieticos
3.- Teorías nómadas
4.- Versiones de la teoria de la complejidad
Modulo III
Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad
1.- Contra-poderes y contragenealogias
2.- Composiciones complejas singulares
3.- Simultaneidad dinámica integral
4.- Acontecimiento complejo
Modulo IV
Singularidades eco-sociales
1.- Devenir de mallas institucionales concretas
2.- Flujos sociales y espesores institucionales
3.- Voluntad de nada y decadencia
4.- Subversión de la potencia social
Temporalidad: Cuatro meses.
Desde el Inicio del programa hasta la Finalización del programa.
Finalizaciones reiterativas: cada cuatro meses, a partir del nuevo inicio.
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