Círculo vicioso del poder

07.11.2016 10:46

Círculo vicioso del poder

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 

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Índice:

 

Prólogo                                                                   

Periferias

Devaluación de la movilización

y diseminación de la política                                   

Crepúsculo de la convocatoria del mito                   

Paradojas perversas de la política                          

El hábito de persecución del poder

Consciencia y psicología desdichada                              

Sistema-mundo de la destrucción planetaria

A propósito del proyecto hidroeléctrico

de El Bala                                                              

La simetría de los opuestos                                    

El Estado no requiere de revolucionarios                

Centros

Democracia institucional y decadencia política        

El embrollo de las elecciones                                  

Corporeidades

Síntomas y significaciones del feminicidio                       

 

 

 

 

 

 

 

 

Prólogo

 

Círculo vicioso del poder toca planos de intensidad y espesores de intensidad de tres topologías políticas; dos geográficas, que pretende mapear la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Estas están tratadas en Periferias y Centros; dos partes del libro que se presenta. La tercera topología política es corporal; es tratada en Corporeidades; la tercera parte de Círculo vicioso del poder. En el escrito que se presenta, se busca seguir la sintomatología y la genealogía del poder en las tres topologías políticas mencionadas; en los contextos singulares de la historia reciente del sistema-mundo capitalista.

 

Se denomina círculo vicioso del poder, definición que aclaramos en anteriores ensayos, al acontecimiento del poder, que se presenta recurrentemente y reiteradamente como el eterno retorno de las dominaciones. Ahora bien, este eterno retorno del poder acontece, de la única manera que puede acontecer; como composición de complejidades singulares, en tanto formaciones sociales concretas. No es que en las periferias del sistema-mundo capitalista se da de una manera y en  los centros de este sistema-mundo de otra manera; mas bien, en la contemporaneidad tienden a parecerse cada vez más, debido a la globalización de las estructuras, formas, contenidos, prácticas y expresiones del sistema-mundo político. Sino por la singularidad que adquieren las composiciones y combinación de composiciones de la complejidad dinámica de las formaciones sociales concretas; que hacen presente de una manera específica, las estructuras de larga duración de los ciclos políticos, así como las estructuras de mediana duración de estos ciclos.

 

En Círculo vicioso del poder, se parte de perfiles y rasgos que aparecen en las periferias y en los centros de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, para analizar no solamente sus analogías y diferencias, sino para comprender sus dinámicas moleculares y molares, que en el acontecimiento se dan como complejidades integrales. Se presenta en Corporeidades las consecuencias destructivas y perversas del círculo vicioso del poder en los cuerpos; en este caso, en los cuerpos de las mujeres. Estas consecuencias destructivas e inhumanas iluminan sobre el alcance, la intensidad e extensidad de la decadencia de la modernidad tardía. Sintomatología y semiología de la violencia descarnada y cruel, que descarga sobre los cuerpos de las mujeres todas las frustraciones abrumadoras del macho desesperado, desgarrado como consciencia desdichada.

 

Estas tres topologías políticas presentadas, en sus recortes y como ilustraciones, del acontecimiento del poder, en su etapa de mayor decadencia, son concomitantes. Unos sucesos, dados en uno de los tópicos, se encuentran imbricados con otros eventos, dados en los otros tópicos. No son, de ninguna manera, independientes; al contrario se encuentran entrelazados, reforzando decursos desbocados de formas de poder. Formas de poder que han perdido todo sentido y legitimidad; en este vacío abismal buscan desesperadamente llenar estos inmensos huecos existenciales; solo lo hacen de la única manera que sabe hacerlo; dar muerte y encontrar la muerte.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Periferias

 

 

Devaluación de la movilización y diseminación de la política

 

 

 

 

 

 

 

Parece insólito hablar de la devaluación de la movilización social; aunque se consideraba, antes, en los tiempos de las movilizaciones vitales, la circunstancia del desgaste de algún tipo de movilización; por ejemplo, la huelga, por su uso constante. Sin embargo, de lo que hablamos, ahora, es distinto, pues se trata no de una devaluación por su uso, si se quiere, su abuso, debido al desgaste; sino de la devaluación de acuerdo a los contenidos y fines de la movilización misma. Las movilizaciones sociales, sobre todo, las anti-sistémicas, se caracterizan por sus demandas de contenido social. Esta característica lleva a la composición de la organización del movimiento social, a las organizaciones y sujetos sociales involucrados, a interpelar al gobierno, a sus políticas, también al sistema mismo. La historia de los movimientos sociales habla exhaustivamente de esta característica interpeladora de los movimientos sociales. No vamos a retenernos en esta rica historia de la movilización social; nos remitimos a los textos donde nos ocupamos de los tópicos y temáticas de los movimientos sociales bolivianos y latinoamericanos[1]. Lo que interesa ahora es detenernos analizar un fenómeno, que no deja de ser sorprendente, el que denominamos la devaluación de los movimientos sociales; se trata de una devaluación estructural. Nos referimos al empobrecimiento de los proyectos sociales, sin hablar todavía del empobrecimiento de los proyectos políticos; también del empobrecimiento de los contenidos y los fines de la movilización.

 

Por ejemplo, si antes, durante el lapso de la movilización prolongada en Bolivia (2000-2005), incluso antes, las movilizaciones sociales se constituían por la defensa de los derechos adquiridos, conquistados y plasmados  normativamente. En la medida que la movilización social se conforma haciéndose cargo de demandas de mayor alcance, adquiriendo una connotación política, el alcance de la interpelación adquiere proyecciones nacionales; la defensa de los derechos se puede convertir en defensa de la soberanía; por ejemplo, defensa de los recursos naturales.  En la movilización prolongada, se sucedieron movilizaciones sociales de connotación nacional, cuando la defensa de los bienes comunes interpela directamente al gobierno y al proyecto neoliberal, embarcados en una agenta de privatizaciones, de los recursos naturales, de las empresas estatales, de los ahorros de los trabajadores. El 2000, particularmente la defensa del agua deviene en una movilización regional, que compromete a la ciudad capital de Cochabamba y a la región misma valluna. La forma de organización de la movilización social fue la Coordinadora de la Defensa del Agua y de la vida. La secuencia de movilizaciones que atraviesan seis años de luchas sociales, corresponde a la historia reciente de las luchas sociales y políticas emancipadoras, en el contexto de la implementación del proyecto neoliberal.

 

Si comparamos esa etapa de movilizaciones con las que se dan después del 2009, año de la promulgación de la Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia, veremos un contraste marcado. La mayoría de las movilizaciones cambian de sujeto social, cambian sus objetivos y trastocan sus contenidos. Un ejemplo particular es el movimiento de los que venden ropa usada, que llega de contrabando. El sujeto social es casi, por así decirlo, gremial; se trata de comerciantes al por menor, atados a comerciantes al por mayor, que encuentran una estrategia de sobrevivencia en la venta de ropa usada. Si se quiere, por lo menos gran parte de los “ropavejeros” son más pobres, más vulnerables y dependientes; sin embargo, sus objetivos son extremadamente limitados, circunscritos a una demanda de carácter, más bien provisoria; además, inscrita en la demanda del derecho a comerciar, en condiciones no normadas, ni aceptadas por la estructura institucional de la economía.

 

No se trata de desconocer el derecho a defender la fuente de trabajo, que, en este caso, es la venta informal de ropa usada, sino de comprender las condiciones y las características de estas movilizaciones sociales no-anti-sistémicas. Comprenderlas,  más bien, como síntomas de la incompletud del sistema; también de su decadencia. Hay que leer qué nos dicen estos movimientos, circunscritos a su provisionalidad propia, y a su extremadamente corto alcance. Hay que entender el funcionamiento del contexto donde se mueven estas movilizaciones provisorias.

 

¿Se trata de movimientos sociales que se hacen visibles cuando un gobierno popular no resuelve, de manera integral, la problemática social y económica del país? ¿Se dan porque todo el mundo, sobre todo, los que fueron excluidos, en este caso, los más excluidos, hasta ignorados, pues no pertenecen a ninguna clase social, clasificada por la sociología, consideran que, ahora, en las condiciones democráticas del gobierno popular, pueden manifestarse? ¿Estos movimientos señalan los límites de las ciencias sociales, por lo tanto, los umbrales de su desconocimiento de la complejidad social? Estas preguntas requieren investigaciones en profundidad, de caso y comparativas. En espera de ellas, lanzaremos algunas hipótesis interpretativas y orientadoras.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Movimientos sociales provisorios

 

1.   Toda sociedad o, mejor dicho, formación social, sobre todo, estructurada sobre la base de la diferenciación social, económica, cultural y política, supone una pluralidad de demandas distribuidas en el tejido social. Estas demandas se hacen visibles cuando se manifiestan, en los pliegos petitorios, en las movilizaciones, en los reclamos e interpelaciones; incluso, realizándose, en las conquistas de los derechos a las demandas; mejor, aún, materializándose en los hechos. Sin embargo, esta evidencia de las demandas, no quiere decir que no haya demandas latentes o no dichas, no dadas a conocer; también, demandas que no han adquirido una dimensión mayor al tamaño del fragmento local, siendo débil en su enunciación o, incluso ocultada.

 

2.   Visto de esta manera, no debería sorprendernos, que aparezcan demandas de carácter provisorio, muy circunscritas, correspondientes a sujetos sociales arrinconados más allá de los mismos márgenes reconocidos por las ciencias sociales. Estas demandas, que podían haber estado en su condición latente o, desconocidas, por su debilidad expresiva o por haber sido francamente ignoradas, aparecen cuando se dan las condiciones de posibilidad de hacerlo.

 

 

3.   En el caso de los “ropavejeros”, la demanda, si se quiere, de carácter “informal”, por las características mismas de lo demandado, la demanda aparece con la movilización de los “ropavejeros”. Las condiciones en las que aparece son las que permite el gobierno popular, que según su auto-identificación es un “gobierno de los movimientos sociales”.

 

4.   Lo sugerente es que este movimiento de los “ropavejeros” afecta al supuesto proyecto de industrialización, así como a la política de defensa de la producción nacional. El gobierno popular es cuestionado, no políticamente, menos ideológicamente; tampoco por un discurso elaborado, sino de manera existencial, por así decirlo. La presencia de los “ropavejeros” muestra los rincones de una sociedad desconocida, a pesar de la ideología y de las pretensiones de verdad de las ciencias sociales.

 

 

5.   La pregunta: ¿Puede viabilizarse un proceso de industrialización; disminuyendo el alcance, un proyecto de defensa de la economía nacional, en sociedades donde habitan sujetos sociales que se encuentran más allá de la pobreza, y no tienen existencia legal en el campo económico? Para decirlo rápidamente, los proyectos de industrialización, en su versión general, de “desarrollo”, son elaborados considerando el referente de una sociedad estructurada acorde al imaginario institucional y a como las ciencias sociales la define. No se trata pues de la sociedad efectiva, que responde, mas bien, a la complejidad dinámica singular de la sociedad particular. Sin considerar nuestra posición crítica de la economía política de desarrollo[2], diremos que no hay condiciones de posibilidad del desarrollo, menos en su versión de industrialización,  cuando las sociedades institucionalizadas se componen de estas exclusiones dramáticas y extremas, que convierten a parte de la población en exceso desechable. La incorporación al trabajo industrial, de la revolución industrial, de la población migrante a las ciudades y despojada de los medios de producción o trabajo, es ya un reconocimiento implícito en el campo económico y en el campo jurídico. En sociedades donde no se produce esta incorporación, estas poblaciones quedan en condición de exceso desechable. Son un síntoma categórico de la ausencia de condiciones de posibilidades para el “desarrollo” y la industrialización. Si alguien se le ocurre decir, que precisamente por esto, por esta situación desesperada, es urgente el “desarrollo” y la industrialización; hay que decirle que la industrialización no es un desenlace de las buenas intenciones, sino de la combinación de disponibilidades de fuerzas, de recursos, de masa crítica científica, de capacidad tecnológica y dosis de ampliaciones democráticas. Esto, comprendiendo, la imbricación del contexto nacional y el contexto internacional. Si no se da la industrialización y la presencia de las poblaciones del exceso desechable persiste, es porque no existen las condiciones de posibilidad para la industrialización. Que lo urgente es atender a estas poblaciones ignoradas y así poder hablar con alguna coherencia de democracia, de profundización de la democracia, de “revolución democrática y cultural”.

 

6.   Estas demandas y estos movimientos sociales provisorios, son también intermitentes y discontinuos; aparecen y reaparecen, en sociedades institucionales que no se abarcan, no se completan, no reconocen la existencia de todos los sujetos sociales.

 

 

 

Ahora bien, lo que vimos, en el caso particular, el de los “ropavejeros” que usamos como ejemplo, se trata de uno de los movimientos sociales no-anti-sistémicos, que se evidenciaron, después del 2009, incluso antes, el 2006, cuando estalló el conflicto entre cooperativistas mineros y obreros mineros de la empresa estatal. No nos vamos a referir, ahora, al cuadro de estos movimientos sociales; lo hicimos al respecto del movimiento social del cooperativismo minero en otros escritos[3]; queremos, más bien, contrastar este movimiento social no-anti-sistémico, de carácter provisorio y discontinuo, con otro movimiento social no-anti-sistémico, de otras características. Hablamos de movimientos corporativos o sindicalizados, que, a diferencia, del ejemplo anterior, no son pobres, ni se encuentran en el más allá de la pobreza; sino que son relativamente privilegiados al contar con la propiedad del instrumento de trabajo, tener ingreso constante, aunque variado. Estos movimientos sociales no-anti-sistémicos manifiestan demandas del sector, que buscan mejorar las condiciones de trabajo, las condiciones de acceso a los medios de trabajo, a las condiciones tributarias que los favorezcan. Tendremos como ejemplo, al sindicato de los transportistas, sus demandas y sus movilizaciones.

 

La movilización social no-anti-sistémica de los transportistas, responde a una estructura de demandas gremial, que exige exenciones, que ayuden a mejorar sus condiciones de trabajo, de ingreso y de desenvolvimiento. Como se puede ver, los objetivos son limitados y circunscritos, benefician al gremio; están lejos de una convocatoria más allá del gremio. No es una convocatoria a la sociedad o parte de ella, solo al gremio mismo. Se podría hablar hasta de una demanda egoísta, pues desconoce el derecho de los usuarios. Por lo tanto, la legitimidad del derecho reclamado no se legitima, pues, al desconocer otros derechos, pierde el valor de principio político y democrático. Ya no es un derecho, sino una reivindicación que adquieren el perfil de un chantaje.

 

No se dice, de ninguna manera, que no se puede y no se tiene “derecho” a reclamar por mejores condiciones de trabajo, de acceso al medio de trabajo, a sus repuestos y otros accesorios; a buscar mejores condiciones tributarias. Nada de esto, si se quiere, están en lo justo, desde la perspectiva de que todo el mundo tiene derecho a mejorar sus condiciones de vida. Sino, que si la demanda se plantea en el campo de los derechos, para que sean tales, es menester reconocer otros derechos y no tirarlos por la borda, como si los únicos que existieran o tuvieran “derecho” a tener derecho y reclamar, fueran los del auto-referido gremio. Cuando ocurre esto, se cae en lo que llamaremos el chantaje emocional.

 

Es a esta clase de movimientos sociales que nos referimos cuando hablamos de devaluación de la movilización social. Obviamente, el movimiento social no-anti-sistémico de los transportistas no es el único perfil de los movimientos mencionados. Los hay variados y distintos.  En el presente ensayo, no vamos a ser exhaustivos con el cuadro de estos movimientos; nos interesa remarcar en el contraste entre este movimiento social no-anti-sistémico, que no es provisorio, ni intermitente, ni discontinuo, pues su organización sindical permite la continuidad, la permanencia, la recurrente demanda, y el movimiento social no-anti-sistémico provisorio. También ocurre porque son reconocidos, existen legalmente en el campo económico y en el campo jurídico

 

Se puede decir que el conjunto de estos movimientos sociales no anti-sistémicos, gremiales y corporativos,  tiende a convertir los reclamos en derechos. No hay que olvidar que los derechos son universales, no particulares, atendiendo a la formación discursiva moderna. Para aclarar y evitar confusiones daremos un ejemplo; los derechos de las naciones y pueblos indígenas son derechos en el campo jurídico y en el campo político, considerando lo que podría llamarse la evolución jurídica. Son concebidos en la ideología jurídica como universales. Son universales también filosóficamente; corresponden a la humanidad, a la composición plural, múltiple y diferencial de la humanidad. La humanidad no sería humanidad sino por su composición combinada, variada y múltiple de sus manifestaciones histórico-culturales.

 

Como se puede ver, no es el caso de los reclamos gremiales, que se circunscriben a un discurso meramente gremial, quedando su demanda limitada al gremio. Para decirlo con tono teórico, sin pretensiones de verdad,  diremos que los movimientos sociales no-anti-sistémicos, orgánicos y hasta sindicalizados, circunscritos al sectorialismo o al gremialismo, buscan la movilidad social, no la reforma social, menos la transformación social. No son, en estricto sentido, movimientos que pueden convertirse en políticos, aunque puedan ser usados por políticos, pues su limitación gremial los circunscribe a los límites de la economía institucionalizada

 

Si se dan estos tipos de movimientos sociales no-anti-sistémicos, se debe a los desajustes del sistema mismo; también a las concurrencias entre sectores y gremios, de contar con más privilegios. No persiguen cambiar el sistema, tampoco reformarlo; solo quieren ser parte de él, en las mejores condiciones posibles.

 

Solo al populismo, al “gobierno progresista”, se le puede ocurrir confundir este movimiento social no-anti-sistémico con los movimientos sociales anti-sistémicos, de los que se reclama ser gobierno. Esta confusión comparte con otra, se considera “gobierno de los movimientos sociales”; no puede serlo, no solo porque es una contrasentido decirlo; no puede haber un “gobierno de los movimientos sociales”. El gobierno ya no es movimiento, ni corresponde a la movilización, sino a la gubernamentalidad. Dejando de lado esta observación teórica, la otra confusión es que no entiende que fue parte del conjunto de los movimientos sociales anti-sistémicos durante la movilización prolongada; nada más. Para ser “gobierno de los movimientos sociales” se debe reconocer al conjunto de los movimientos sociales, ser parte de este conjunto; abarcar sus pluralidades y sus demandas, sus derechos, sus proyectos, sus formas propias de participar y ejercer la democracia. En la medida que su particularidad, la particularidad populista, pretende absorberlos y subsumirlos, restringiéndolos a la trivial imagen que tiene de ellos, no hace otra cosa que ratificar ser un gobierno como cualquier otro, que pretende representar a la totalidad, cuando esta totalidad ha desaparecido de la proyección de sus políticas.

 

 

 

 

 

Diseminación de la política

 

Dijimos que la política desaparece justo cuando se nombra como tal en la modernidad; la política, cuyo sentido deriva de polis, que connota el cuidado de la ciudad, el cuidado del cuerpo, el cuidado de la sociedad, que, por lo tanto, articula ética y política, desaparece en la modernidad, cuando precisamente se separa ética de política; reduciéndola a un método de astucia chabacana, el que enuncia el fin justifica los medios, que no es otra cosa que el enunciado de la dominación descarada[4]. Este es el contexto de la diseminación de la política. Esta diseminación adquiere formas peculiares en los desenvolvimientos singulares de esta diseminación, dependiendo de las formaciones sociales singulares. En Bolivia esta diseminación de la política ha asumido las características de una simulación barroca. El enunciado el fin justifica los medios ha llevado a los gobernantes y partidarios populistas a los más descarnados procedimiento de “astucia” política, que deberíamos llamar descarnada manipulación. La ética no solo habría sido separada de la política, sino que se hace gala de haberla excluido completamente. En estas condiciones de la historia reciente de la política nacional, la diseminación de la política adquiere ribetes de decadencia desenvuelta y cruda. 

 

No solo el autonombrarse “gobierno de los movimientos sociales” es una sorna, ya no ironía, sino una mueca grotesca, en el contexto del ejercicio de la convocatoria prebendal; una vez desaparecida la convocatoria de la movilización. Cuando, además, se hacen evidentes no solamente los límites de la segunda versión de los gobiernos populistas, sino que considerando estos límites, deciden retroceder más acá de lo que hicieron los gobiernos nacional-populares de a mediados del siglo XX. Se trata de un gobierno que ha desnacionalizado con los “contratos de operaciones” lo que el decreto “Héroes del Chaco” había nacionalizado; se trata de un gobierno de mayor compulsión extractivista, no solo al expandir e intensificar el extractivismo, por lo tanto, la dependencia, sino haber ido más allá que los gobiernos neoliberales con la Ley Minera. Esta Ley no solo mantiene las proporciones tributarias al Estado, demarcadas por el neoliberalismo, sino que hace concesiones inauditas a las empresas trasnacionales del extractivismo minero, regalando el agua y entregando los espacios anexos a las concesiones. Se trata de un gobierno que ha delatado su vocación anti-indígena en el conflicto del TIPNIS, desconociendo explícitamente, en la práctica, la Constitución y los derechos de las naciones y pueblos indígenas, consagrados constitucionalmente. 

 

Empero, no son los únicos síntomas de la decadencia y de la diseminación de la política, hay otros, que tienen que ver con el ejercicio cotidiano de la política. La administración pública de las gestiones del “gobierno progresista” fue lamentable, no solo pésima sino hasta catastrófica. Del aparato ejecutivo, el único ministerio que funcionó y funciona es el de Economía y Finanzas Públicas. En lo que respecta al Congreso; la mayoría absoluta populista se ha encargado de avalar todos los actos del ejecutivo, a pesar que muchos de ellos develaban vulneraciones de la Constitución. Aprobaron leyes y decretos sin haber tenido tiempo de leerlos; llegando al extremo de haber aprobado contratos o convenios que estaban escritos en inglés. La Asamblea legislativa se ha ocupado de perseguir a los opositores, de encontrarles toda clase de delitos, para anularlos.

 

El panorama municipal no deja de ser menos calamitoso; la mayoría de los municipios administrados y gobernados por el MAS han sido caóticos, además de haber caído fatalmente a otro método del fin justifica los medios, el de la apropiación de los recursos municipales; en otras palabras, la corrupción.  No contentos con esto, cerrando los ojos ante un panorama tan destructivo, creyendo que se salvan de la responsabilidad, llevando a juicio y hasta la cárcel a unos cuantos chivos expiatorios, desatan una actividad obstaculizadora, hasta agresivamente intervencionista, de las administraciones y gobiernos municipales y departamentales que gestiona la “oposición”. En algunos casos, donde ésta ha demostrado, por lo menos, una buena administración, lo que hacen los partidarios del “gobierno progresista” termina tirando por la borda lo poco  conseguido como autonomías municipales y departamentales.

 

Sin pretender una exposición más pormenorizada sobre la decadencia y la diseminación de la política, en la coyuntura del “gobierno progresista” – en esta exposición no es menester hacerlo[5] -, esta breve descripción nos muestra los niveles de la decadencia y el grado de diseminación de una forma de gubernamentalidad clientelar, de una expresión discursiva demagógica y del ejercicio del poder barroco; mezclando formas de poder institucionalizadas y formas de poder no institucionalizadas, formas de poder del lado luminoso de las dominaciones y formas de poder del lado oscuro de las dominaciones[6].

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Crepúsculo de la convocatoria del mito

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La crisis del proyecto político y social bolivariano nos muestra con evidencia el crepúsculo de la convocatoria del mito. Es indispensable volver hacer un análisis crítico de esta experiencia social y política, ahora, cuando la crisis parece desbordarse y sus cauces llevar a la clausura, por lo menos, de este lapso continuo de gobiernos chavistas. Después de la derrota electoral en las elecciones parlamentarias, se desencadena un curso de los sucesos que parecen aislar al gobierno de Nicolás Maduro; sumándose a este curso la política incongruente que despliega el mismo gobierno y el partido oficial (PSUV). Comportamiento político que empujan no solamente a un mayor aislamiento, sino al mismo abismo. La mayoría absoluta de la “oposición” estaba en condición de destituir al presidente; en esta perspectiva, se encamina hacia el referéndum revocatorio. Reúne más firmas que las exigidas, en una primera fase del proceso del referéndum, cumpliendo con las condiciones para abrir el referéndum, lo que ya parecía anunciar que se conseguiría cumplir con las condiciones exigidas en una segunda fase del proceso del referéndum revocatorio; el 20% de las listas del electorado. La CNE observa una proporción de las listas presentadas; empero, como la lista no observada sobrepasa a lo exigido, el 1% del electorado,  entonces se da comienzo a la segunda fase del proceso el referéndum. En este transcurso,   tribunales penales regionales, teniendo en cuenta la parte observada de la lista presentada para cumplir con la primera fase del referéndum, además de las acusaciones de fraude al respecto, decide suspender el proceso del referéndum revocatorio “hasta nuevo aviso”. En este contexto, la crisis parece desbocarse a su desenlace.

 

Parece que asistimos al crepúsculo de la convocatoria del mito. Es menester comprender las dinámicas moleculares políticas de este crepúsculo. Para comenzar, retomaremos las consideraciones teóricas de Encrucijadas histórico-políticas.  En Encrucijadas histórico-políticas escribimos:

 

La convocatoria del mito

Aproximaciones a la figura del caudillo y a la revolución bolivariana

 

De acuerdo a la etimología, mito es el relato tradicional relativo a seres sobrenaturales, o a los antepasados o héroes de un pueblo. Mythos, del latín tardío, quiere decir cuento; y mýthos, del griego antiguo, significa fábula[7]. Como se puede ver, la raíz de la palabra mito nos lleva a la significación del relato imaginario sobre los orígenes del cosmos o sobre los orígenes de los pueblos, también relato de la epopeya de los héroes primordiales. Paul Ricoeur entiende que se trata de una trama, de una narración, que articula el principio, la mediación y el desenlace de un texto, en la configuración de una totalidad; es un modelo de concordancia. Emile Durkheim encuentra en el mito la estructura que sostiene valores y la cohesión social[8]. Para George Sorel el mito es como una intuición social que convoca a la acción[9]. Claude Levi-Strauss estudia los mitos como estructuras de racionalizaciones que diferencian y encuentran analogías, que clasifican plantas y animales, que construyen calendarios, usando la fuerte narrativa de imágenes y figuras arquetípicas, las que sufren metamorfosis y cambios[10]. Para una de las corrientes hermenéuticas, dedicadas al estudio e interpretación de los mitos, el mito es la matriz de la cultura, de la narrativa, del imaginario, que es como la totalidad de sentidos de la que nunca salimos[11]. Como se puede ver, estamos ante una gama de interpretaciones del mito; empero, en todas ellas, el mito cobra relevancia; ya sea como relato primordial; ya sea como estructura cultural subyacente; ya sea como imaginario total, que es como decir que nacemos en lo imaginario, que nacemos en el mito; ya sea como intuición convocativa a la acción. Nosotros usaremos la figura del mito en este último sentido, empero, sin descartar los otros usos e interpretaciones del mito.

 

¿Por qué es importante analizar los acontecimientos desde esta perspectiva? Se acostumbra a analizar la experiencia política desde una perspectiva que llamaremos objetiva, tomando en cuenta la descripción de los hechos, eventos, secuencias, contextos y coyunturas políticas; usando modelos analíticos y teorías explicativas, que orientan el análisis a dar cuenta de causalidades, de estructuras subyacentes, de contradicciones dialécticas, de enfrentamientos de bloques. No desechamos la utilidad de estos análisis; sin embargo, notamos que muchas veces se quedan sorprendidos y sobrepasados por el desborde de acontecimientos políticos inéditos. Sobre todo estos análisis se quedan un tanto atónitos ante la presencia de figuras políticas carismáticas, que subjetivan los enfrentamientos políticos, las luchas sociales, sintetizando densamente el acontecer político en el dramatismo de sus personalidades.

 

La política, en tanto campo de prácticas y de acciones, y lo político, en tanto campo de distribución de fuerzas, posiciones, dispositivos y agenciamientos, además de instituciones, no son acontecimientos políticos que solamente pueden describirse y explicarse desde una exterioridad académica. La política es una experiencia fuertemente subjetiva; se vive la política pasionalmente, se figura la experiencia política en los imaginarios sociales. Determinados acontecimientos políticos, como las rebeliones, las movilizaciones, las revoluciones, despiertan entusiasmo; otros acontecimientos políticos, como la crisis, el desgaste y el deterioro de los referentes de las expectativas, incluyendo la inercia misma en la que cae la rutina política, desencantan. Estas experiencias no se hacen inteligibles si es que no se consideran la constitución y des-constitución de subjetividades, si es que no se comprende el espesor de la experiencia política. Claro que es indispensable estudiar las políticas públicas, las prácticas, las relaciones y las estructuras en su manifestación objetiva; empero esto no basta. Nos quedaríamos en una descripción que trata a la política como una exterioridad o en una explicación abstracta, que no deja, en todo caso de ser pedante.

 

La figura del caudillo es indudablemente un acontecimiento político, es un lugar de condensación de la experiencia política, una subjetivación concentrada de las tensiones y contradicciones políticas, a tal punto que todos sus actos, incluso los más insignificantes, no solamente se convierten en actos públicos, esto ya lo sabíamos, sino se convierten en signos políticos. Adquieren significación, connotación, irradian en el ámbito social, apropiándose del sentido y de los significados de los fenómenos políticos no personalizados. El carisma es seductor y atrayente, se convierte en un núcleo gravitatorio, que captura los entornos, haciéndolos circular alrededor. Lo que importa, en el análisis de estos acontecimientos políticos, centrados en la emergencia carismática, no es, obviamente, descartarlos o reducirlos, menospreciando el caudal emotivo y afectivo de las vivencias políticas, sino, al contrario, tomarlos en cuenta como fenómenos integrales, que logran develar el juego intenso de las fuerzas, sus composiciones y relaciones, sobre todo sus pliegues subjetivos. Los acontecimientos políticos, centrados en el carisma, deberían ser, mas bien, privilegiados en el análisis.

 

Ahora bien, el mito no es algo que está en nuestras cabezas, tampoco es una estructura abstracta; el mito es producido y reproducido en la dinámica de las relaciones lingüísticas, discursivas, imaginarias, afectivas, pasionales de la gente. Se figura, configura y refigura en la dinámica de estas relaciones. Son los sujetos sociales los que crean y recrean el mito, así también son los que terminan atrapados en sus redes. Creen que nacen en el mito, que se mueven en el interior de su esfera, y que lo que les ocurre se explica por la trama del mito. Entonces el mito tiene que ser entendido como una estructura imaginaria, construida y reconstruida en las dinámicas relacionales de los sujetos sociales. Hay pues como una “economía política” del mito, si nos excusan de hablar así; donde el mito pretende diferenciarse, separarse, autonomizarse, respecto a sus productores, a sus imaginadores, sobre quienes terminan actuando como una “ideología”[12]. De lo que se trata es de efectuar una crítica de la “economía política” del mito, como de toda economía política, en el contexto de su generalización. Empero, esto no significa decir que el mito es un fantasma; al contrario, es una estructura y un ámbito de relaciones dinámicas, que actúan en el cuerpo, induciendo comportamientos y conductas. De lo que se trata es de comprender estas dinámicas relacionales que sintonizan subjetividades, la del caudillo y la del pueblo.

                      

El mito del caudillo

 

El mito es una trama y un entramado; una trama pues es un tejido, una narrativa, una textura de hilos sensibles e imaginarios, hilos que se encuentran en los filamentos más recónditos del cuerpo; un entramado pues en el mito también se entrelazan tramas. Quizás por eso, el mito se remonta al origen, explica el cosmos por este origen, pero también nuestra tragedia en el acontecer del mundo. El mito avizora entonces, descifrando en las convulsiones de esa matriz, el anuncio de nuestra emancipación. El mito es poderoso pues es la captura de la totalidad por medio del inmediato e intenso procedimiento de la intuición. Sólo la estética y el arte podrían acercarse a una experiencia parecida. El mito remueve nuestras fibras, conmueve nuestro cuerpo, lo empuja al abismo de la nada, otorgándole la plenitud del sentido en su propia caída, en la experiencia de la caída, vivida como una resurrección.

 

El mito cohesiona, sostiene la consistencia perdurable de la comunidad, al otorgarle una identidad descomunal, a la altura de los dioses o de las fuerzas creativas. El mito comunica en la iniciación al hombre, a la mujer, al guerrero, a la tejedora, con las fuerzas inmanentes del devenir, devenir animal, devenir planta, devenir agua, devenir fuego. El mito es un torbellino pasional sublime, es una hermenéutica sensible del acontecer. Si clasifica es porque todo se conecta, no se divide; no es pues una analítica, sino más bien una “síntesis”; empero una “síntesis” en tanto “experiencia” de la metamorfosis o la metamorfosis hecha “síntesis” mutante.

 

El mito es memoria, pero, se trata de una memoria simbólica, de una memoria alegórica, cuya narrativa figurativa concibe el tiempo, el transcurrir del tiempo, como una actualidad pura, un acontecimiento fabuloso que repite el eterno retorno del origen. Hay toda clase de mitos experimentados por los pueblos; mitos cósmicos, pero también mitos históricos; mitos del origen del fuego, de la caza, de la agricultura, de la civilización, pero también mitos mesiánicos. El padre y la madre, después de muertos, se convierten en mitos; los padres y madres vivos son vistos como mitos vivientes. Los guerreros se convierten en héroes, los héroes condensan la historia en su epopeya. Los conductores de la guerra anticolonial son nombrados como libertadores; sus nombres y sus perfiles se convierten en la razón de ser las naciones liberadas. Los libertadores se institucionalizan, sus fantasmas acompañan los actos cívicos y adornan las paredes de las oficinas públicas. De alguna manera sus fantasmas han sido domesticados. Sin embargo, pueden reaparecer cuando son convocados nuevamente en la actualización de antiguas luchas.

 

El mito que revive Hugo Chávez Frías es el del libertador Simón Bolívar. La tarea del libertador ha quedado inconclusa, no hay integración, la constitución de la Patria Grande no se ha realizado. Los pueblos liberados enfrentan ahora otra guerra anti-colonial o, si se quiere, la continuidad de la guerra de la independencia; se trata de la guerra contra la dominación imperialista y el control hegemónico del capital. El golpe del oficial Hugo Chávez es contra la oligarquía entreguista de los recursos naturales, la partidocracias y la corrupción de la clase política. Este gesto es un acto heroico, que convoca a la guerra a las clases populares, gesto que reclama su despertar ante la crisis y decadencia de la república. Años después, la victoria electoral de Hugo Chávez se explica tanto por la convocatoria del mito, así como por la crisis política de Venezuela. Las clases populares respondieron al gesto, a la irradiación del gesto, al golpe de cabeza, efectuada por oficiales intrépidos y grupos de izquierda radicales. La figura del libertador se convirtió en un proyecto: La República Bolivariana de Venezuela. Este proyecto se plasma en la Constitución, que da nacimiento a la quinta república, que ya no ansia una institucionalidad liberal, como en el caso del libertador, sino que busca una transformación socialista. La Constitución es integradora, es participativa, profundiza la democracia, la soberanía adquiere connotaciones omnipresente, recupera los recursos naturales para los venezolanos, se plantea la redistribución del ingreso y la inversión social, enfrentando de cara la estructura de las desigualdades, además de proponerse la integración Latinoamericana y del Caribe. Después de promulgada la Constitución, el gobierno, el partido, los intelectuales comprometidos, las organizaciones sociales, se dan la tarea de definir el nuevo proyecto socialista, nombrado como socialismo del siglo XXI. Las tareas de construcción socialista, las definiciones de este socialismo del siglo XXI aparecen en los planes de desarrollo. En la segunda victoria electoral de Chávez se define el carácter socialista de la revolución bolivariana.

 

El mito ha removido el suelo y la geología de la formación histórica, social, económica y política venezolana. Después de Chávez Venezuela ya no será la misma; es otra, bolivariana y socialista, tiene como tarea la integración y la igualdad social. Se ha dado una sintonía armoniosa y pasional entre el que encarna el mito y las multitudes, el pueblo, las clases populares. Esta sintonía ha sido acompañada por la organización de movimientos sociales de magnitud, las comunidades, las misiones, la formación masiva de líderes, la inversión social. El golpe militar reaccionario del 2002 se enfrentó a un pueblo organizado, empoderado, convocado, consciente de la certidumbre de los tiempos de cambio y de su responsabilidad histórica. La gigantesca movilización popular derrotó al golpe reaccionario de la oligarquía rentista. Esta victoria popular y el retorno al poder de Hugo Chávez le dieron un impulso inmenso a los ritmos del proceso político y social. El mito se convirtió en el entrañable sentido del proceso, en el intérprete de los acontecimientos, incluso en la significación de la compleja búsqueda de un nuevo horizonte socialista.

 

No creo que la experiencia del proceso revolucionario bolivariano se pueda explicar por interpretaciones “racionalistas” que desprenden las tesis del partido de vanguardia, tampoco creo que cubra la complejidad del proceso explicaciones economicistas, del tipo contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción, así mismo, son insuficientes tesis como las de la autonomía relativa de la superestructura. Del mismo modo, del otro lado, debemos descartar las tesis simplistas de los apologistas del culto de la personalidad, que convierten al caudillo en el protagonista absoluto de la historia. El caudillo, como veremos más adelante, es una relación entre el mito, la memoria intuitiva, y lo popular, relación afectiva y pasional; relación que emerge de una sintonía entre el flujo figurativo del caudillo, sus discursos, sus acciones, sus gestos, que conforman una narrativa carismática, y los imaginarios populares, las pasiones y expectativas populares, prácticas y habitus populares, que interpretan la narrativa carismática como una convocatoria y una anunciación. El secreto entonces se encuentra en la alteridad popular, que despierta ante el sonido y el simbolismo irradiante del mito[13].         

 

 

Celajes del crepúsculo

 

Ya en Encrucijadas histórico-políticas se analizó lo que se puede nombrar como contradicciones del proceso de la revolución bolivariana, que expresado de mejor manera corresponde a la paradoja de los gobiernos progresistas, paradoja que se define en el progresismo y conservadurismo, imbricados en estos gobiernos. Hoy parece que esta paradoja deriva en una antinomia y, en consecuencia, por la irresolución de la contradicción, parece conducir a la caída del gobierno de Nicolás Maduro.

 

Víctor Álvarez, que fue ministro de Industria del primer gobierno de Hugo Chávez, escribe:

 

¿Qué va a pasar en Venezuela? Esta es la pregunta que se hace el ciudadano de a pie, el funcionario público, el empresario nacional, el inversionista extranjero, los ministros del gobierno, los diputados a la Asamblea Nacional y hasta el propio Presidente de la República.

 

La crisis económica que se manifiesta a través de la escasez de alimentos y medicinas, la especulación e inflación; el desempleo y empobrecimiento generalizado de la población como consecuencia inevitable de una pésima gestión de gobierno, genera un creciente malestar social. Las tensiones en el liderazgo opositor han impedido amalgamar el malestar social para convertirlo en una poderosa fuerza transformadora, capaz de impulsar los cambios políticos que se requieren para superar la crisis económica y social. 

 

Si el descontento social no se expresa en una contundente crisis política que le quite el margen de maniobra que mantiene con vida al Gobierno, la actual inercia continuará. Inicialmente se creyó que el fulminante triunfo de la Oposición en las parlamentarias del 6-D sería el detonante de un conflicto de poderes que inmovilizaría al Gobierno y lo obligaría a negociar. Pero en el pulso de la confrontación de poderes, el Gobierno le ha doblado el brazo a la AN, la cual prácticamente ha quedado anulada al ser declarada en desacato por el TSJ, sin que pueda hacer valer los mandatos de la Constitución que la habilitan para controlar los actos del Poder Ejecutivo.

 

Las torpezas tácticas de la Oposición han prologado la esperanza de vida de un Gobierno que parecía tener los días contados si se activaba a tiempo el Referendo Revocatorio (RR). Sin embargo, la MUD perdió un valioso tiempo mientras decidía entre Enmienda Constitucional, Asamblea Nacional Constituyente, Renuncia de Maduro y RR. Con ese retraso dio una excusa perfecta al oficialismo para demorar el revocatorio para el 2017, con las consecuencias que ya todos conocemos.

 

Al tanto de que las salas constitucional y electoral del TSJ fueron colonizadas por el oficialismo, y que ante cualquier consulta para dirimir las controversias entre el Ejecutivo y el Legislativo el TSJ siempre se pronunciaría a favor del Gobierno, aun así la dirigencia de la MUD ha pisado ingenuamente todas las conchas de mango que con más audacia y malicia le ha tirado el oficialismo[14].

 

Después de la decisión del CNE de acatar la resolución de los tribunales penales regionales de suspender el referéndum revocatorio hasta nuevo aviso, los sucesos parecen desencadenarse vertiginosamente. ¿Con esta decisión se apresura la caída del gobierno? En vez de diferir su estadía en el Estado. En el mismo análisis citado Víctor Álvarez señala:

 

Escenarios ante la crisis

Movilizar el descontento para calentar la calle y provocar la caída del Gobierno, tal como se intentó con las guarimbas del 2014, desencadenaría una represión masiva e indiscriminada. Y en ese escenario la Oposición lleva las de perder, ya que el Gobierno cuenta con el apoyo militar y policial como fuerzas represivas del Estado.  

       

Descartado un escenario violento que desemboque en una salida militarista y dictatorial, la solución negociada a la actual crisis nacional está condicionada por parte de la Oposición a la libertad de los presos políticos, el retorno de los exiliados, el cese de las persecuciones y la represión, la autonomía de los poderes públicos y  el reconocimiento de la AN para la renovación del CNE y la reinstitucionalización del Estado. Aquí el juego está trancado a pesar de la mediación de los expresidentes Rodríguez Zapatero, Martín Torrijos y Leonel Fernández.

 

Ante la barrida que sufrirían el chavismo en las elecciones de gobernadores y alcaldes si estas se realizan después del RR, otro escenario que se maneja es el de la renuncia de Maduro para convocar una mega-elección de presidente, gobernadores y alcaldes, de tal forma que el oficialismo pueda aprovechar la plataforma del gobierno central, antes de que esta caiga en manos de la Oposición.  Este escenario fue adelantado por Juan Barreto, ex alcalde metropolitano y coordinador nacional de REDES, quien aseguró que se está negociando la renuncia de Maduro para evitar la desaparición del chavismo: “al presidente  le han recomendado que renuncie para que no se mida, porque si se mide podría perder hipotéticamente el Revocatorio y de perderlo con 80% podría sepultar al chavismo”.

 

Otro escenario se refiere a la aplicación de la Carta Democrática de la OEA, lo cual implica que el Secretario General o un Estado miembro soliciten nuevamente la convocatoria del Consejo Permanente para verificar la "alteración del orden constitucional que afecte gravemente su orden democrático". Los estados miembros tendrían que pronunciarse en la Asamblea General o en la consulta a los cancilleres para determinar si finalmente se aplicará la suspensión de Venezuela en la OEA, lo cual terminaría en su aislamiento internacional. Luego de los cambios de gobierno en Argentina y Brasil, Venezuela prácticamente ha sido anulada en el Mercosur desde donde sopla viento a favor de la aplicación de la Carta Democrática, cuestión que obligaría a Maduro a sentarse en la mesa de negociación para acordar al menos un Gobierno de Coalición[15].

 

 

El desenlace que acaezca depende del juego específico en los campos de correlaciones de fuerza, que concurren en la coyuntura.  Obviamente, teniendo en cuenta estas dinámicas de los campos de fuerza, también hay que tomar en cuenta las decisiones que tomen las organizaciones políticas involucradas, así como las instituciones, de la misma manera las personas de toma de decisiones y de influencia. No podemos jugar a adivinar el desenlace concreto, en el drama político; sin embargo, las convergencias de los procesos involucrados parecen anunciar un desenlace marco, el de la caída del gobierno de Nicolás Maduro.

 

Lo que importa comprender, en este ensayo, es la complejidad de las dinámicas y mecánicas del proceso político, dinámicas que parecen converger a un desenlace ya anunciado, por los síntomas manifiestos en la coyuntura.

 

En ¿Por qué no estalla Venezuela? Víctor Álvarez analiza la coyuntura de esta manera:

 

El Gobierno evade someterse al escrutinio de la voluntad nacional debido a una pésima gestión que ha erosionado aceleradamente la calidad de vida y el bienestar de la gente. Su popularidad y aceptación se han derrumbado y ya no cuenta con ninguna posibilidad de éxito electoral. Por eso, el oficialismo aprieta la Constitución, se pone al borde de la ilegalidad y se vale de cualquier subterfugio para darle largas al Referendo Revocatorio (RR) y a las elecciones de gobernadores y alcaldes.

 

El presidente de la República, Nicolás Maduro, llegó al extremo de afirmar que en estos momentos “la prioridad no es hacer elecciones, sino recuperar la economía”. De inmediato le hizo coro el diputado del Psuv, Edwin Rojas, quien agregó: “estamos en el contexto de un Estado de excepción y emergencia económica, estamos viviendo condiciones políticas, jurídicas y económicas que pueden hacer que las elecciones regionales se puedan restringir por la economía”. Y Diosdado Cabello, Vicepresidente del Psuv, insistió en que las múltiples irregularidades detectadas en las firmas entregadas al CNE por la MUD en mayo “mataron” el RR.

 

 

Deshilachan la Constitución: Gobierno en el límite de la legalidad

 

El artículo 5 de la CRBV señala claramente que: “La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público”. Por lo tanto, “Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos”.

 

 

A través de las elecciones se expresa la soberanía popular. Estas constituyen la principal garantía de un sistema democrático. Si las elecciones no se realizan en la fecha que corresponde se comete una grave violación de los mandatos y derechos consagrados en la Constitución.  Una suspensión del RR o un diferimiento de los comicios regionales y municipales trasgrede los mandatos de la CRBV y priva a la ciudadanía de sus derechos políticos fundamentales.

 

El único caso en que se justifica posponer las elecciones es cuando ocurre una catástrofe natural. En tales circunstancias se requiere la declaratoria de un Estado de Excepción por Alarma que sea avalado por la Asamblea Nacional (AN) y validado por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Requisito muy fácil de tramitar para un Gobierno que ya decretó un Estado de Excepción y Emergencia Económica y cuenta con el respaldo incondicional del TSJ para evadir la aprobación de la AN, la cual en la práctica fue disuelta al ser declarada en desacato por el máximo tribunal del país.

 

¿Por qué no estalla Venezuela?

 

La fuerza transformadora de la inconformidad permea los intersticios de todo el país. El acelerado deterioro de las condiciones de vida pareciera más que suficiente para que se produzca un estallido social y se desencadene una hecatombe político-militar. Por mucho menos que la tragedia nacional que actualmente Venezuela está sufriendo estalló El Caracazo. ¿Por qué entonces no se produce una conmoción social semejante a la del 27 de Febrero de 1989? ¿Por qué no hay otra rebelión de los militares como la que encabezó Chávez el 4 de febrero de 1992?

 

La creciente incorporación de altos rangos militares en puestos claves de las empresas públicas y Poder Ejecutivo los compromete con la gestión de Gobierno. Además de la obediencia debida, se sienten cómodos en esos cargos. Han sido cooptados y quieren mantenerse en esta zona de confort. Por lo tanto, no van a presionar al Gobierno ni al CNE para que respeten la Constitución y convoquen el RR y las elecciones regionales y municipales en las fechas que corresponde.

 

En la lista de espera se mantienen efectivos militares que también aspiran a ser colocados al mando de lucrativos negocios que les permita un retiro próspero y confortable. Lejos de estar pensando en la solución de la actual crisis, su actitud acomodaticia los convierte en parte del problema que hay que encarar y resolver. La oficialidad media y baja puede considerar muy grave que se suspenda el RR o se posterguen las elecciones de gobernadores y alcaldes, pero mientras los mandos a los cuales están subordinados les creen expectativas de ascenso económico y social, no habrá ruido de sables ni conspiración de Comandates (comandantes, mayores, capitanes y tenientes).

 

 

Malestar social sin liderazgo político

 

La Oposición no termina de capitalizar el creciente descontento para convertirlo en una fuerza transformadora. Su falta de constancia y garra en la movilización de la ciudadanía, sus reacciones espasmódicas y su adicción a la comodidad mediática ralentizan la movilización social que se requiere para salvar a Venezuela de la peor crisis humanitaria que ha sufrido y ha desembocado en una diáspora de su gente.

 

A solo unos días para la recolección del 20% de las firmas se mantiene el temor sobre una maniobra de última hora para abortar la consulta popular. Han circulado rumores sobre una supuesta medida cautelar que prepara la Sala Constitucional del TSJ para anular la recolección de firmas prevista para los días 26, 27 y 28 de octubre. Si el país no ha explotado aún ante la severa escasez de alimentos y medicinas, ante la voraz inflación que pulveriza el poder adquisitivo del ingreso familiar, ante la impune criminalidad que aterra a la ciudadanía, conculcar entre gallos y medianoche el derecho ciudadano de decidir si revoca o no el mandato presidencial, podría ser el detonante del estallido social que no termina de ocurrir.

 

A todas estas, aprovechando la maniobra de correr el RR para el 2017, Diosdado Cabello recorre el país arengando a las bases clientelares del oficialismo y acumulando “méritos” para ser designado como Vicepresidente y así asumir finalmente la Presidencia de la República que Chávez le negó. Nicolás Maduro ve con desconfianza y recelo esta ambición desbordada porque sabe que una vez revocado será defenestrado por el nido de alacranes que hará leña del árbol caído.

 

 

Las excusas del oficialismo lucen cada vez más agotadas y ya no movilizan ni a sus seguidores quienes no creen en la amenaza de una intervención imperialista, ni en la guerra económica, ni en el coco del capitalismo y el espanto de la derecha. Están claros que esta crisis comenzó cuando todavía estaban altos los precios del petróleo debido a la incompetencia e ineptitud del actual Gobierno, único responsable de esta catástrofe sin precedentes.[16]

 

 

 

 

En escritos anteriores hablamos de la ideología autocomplaciente[17]. Nos referimos a esa autosatisfacción ante la contemplación auto-referida, que encuentra satisfactorio lo hecho, lo ejecutado, descartando toda crítica, mucho menos asumiendo la autocrítica. Esta actitud ante el mundo y sus avatares, ante la política y sus contingencias, termina encaracolando a los enganchados en la autorreferencia auto-contemplativa, a tal punto que confunden al mundo con la concha del caracol, donde se encuentran encerrados. Parece que es esto lo que ha pasado con el gobierno de Nicolás Maduro y el PSUV; han preferido la apología y denostado la crítica, como si formara parte de la “conspiración”, que blandieron como única explicación de los fracasos políticos y económicos. Lo que sucede, cuando se embarcan en este encaracolamiento los personajes del poder, es que al experimentar una especie de autismo político, terminan por encontrarse tan aislados del mundo efectivo, de tal manera que sus actuaciones terminan tan desentonadas, tan incongruentes, que, respecto a la realidad efectiva, sinónimo de complejidad, ya no pueden sostenerse ni sobrevivir.

 

 

Desconocer a la Asamblea Nacional es una respuesta política, que lejos de salvarlos de la contingencia de la fiscalización del Congreso, los lleva al in-constitucionalismo, desacatando la propia Constitución bolivariana. Oponerse al referéndum revocatorio, que es un derecho consagrado en la Constitución, aunque, al principio hayan optado por la dilatación y después por la suspensión, en vez de sacarlos de la problemática de la crisis de legitimación, crisis política y económica, crisis múltiple del Estado-nación,  los expone más a los avatares de la crisis. Convirtiéndolos en una barca indefensa en plena tormenta en mar adentro. Acusar a la “conspiración” del “imperialismo” y de la “derecha” del desastre económico, no hace más que mostrar la inmadurez de políticos, que se consideran sucesores de Hugo Chávez y, por esta emulación, del mismísimo libertador Simón Bolívar.

 

 

 

Solo a Alfredo Serrano, asesor económico del gobierno, se le puede ocurrir decir “hay más fortalezas en la economía que debilidades”[18]. Para decirlo, en principio, de una manera general y descriptiva, a grandes rasgos, solamente aludiendo a datos macroeconómicos globales, con todo el simplismo que pueden implicar, no se puede hablar seriamente de “fortalezas” cuando la inflación se aproxima, según estimaciones todavía optimistas, al 200%; además de la caída del PIB, que es del orden del 10%. Los ingresos petroleros generan el 96% de los recursos monetarios del Estado; debido a la caída de los precios del petróleo, que se han desinflado en más de 50%. Se entiende pues la situación, por lo menos, difícil sino es calamitosa de una economía, que no ha salido del rentismo petrolero; es decir, de la economía extractivista colonial del capitalismo dependiente.   Ciertos analistas económicos dicen que la situación económica también se debe al infortunado régimen cambiario, el cual ha ocasionado mayores restricciones al aparato productivo,  desatando la ola especulativa de alcances gigantescos.

 

 

Durante el año de 2015, los empresarios observaron un recorte de 60,8%, en lo que corresponde al flujo de divisas; disminución impactante que redunda en el aparato productivo.  Considerando datos del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, en el semestre del año mencionado, las exportaciones cayeron en un 37,6%; el sector más afectado fue el minero y energético, cuyas exportaciones descendieron 71,7%, en tanto que los productos manufacturados cayeron 21,8%. Al dramático recorte de las divisas, destinadas al aparato productivo, se suma la permanencia del tamaño del gasto público, que podría justificarse si estuviese efectivamente dedicado a la inversión social, como se dice; sin embargo, no es así, pues la administración burocrática disemina el alcance de esta inversión. Se estima que el gasto público alcanza el 18% del PIB. Como si todo esto fuera poco, al catastrófico panorama macroeconómico se añade la caída de las reservas internacionales; las que llegaban a US$22.070 millones, según cifras del BCV; este monto cayó, el año de referencia, a US$16.527; en otras palabras, aproximadamente un 25,1%. En este contexto macroeconómico, aunque sea descrito de manera general y con indicadores globales, no se puede hablar de “fortalezas” en la economía.

 

 

Sin embargo, la problemática económica se describe mejor, si se quiere, de manera histórico-política-económica, por la condición de economía extractivista, en lenguaje de los economistas, economía primario exportadora, y por la condición de Estado rentista. El mayor fracaso económico de la revolución bolivariano, en lo que respecta al campo económico, se encuentra aquí; no haber salido del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Por lo menos, encaminándose atinadamente hacia otro modelo económico, que respondan a las estructuras jurídicas, políticas y económicas propuestas en la Constitución. El mayor fracaso y la descripción elocuente de la situación económica se encuentra en haber mantenido la dependencia, en el contexto de la geopolítica del sistema-mundo capitalista.

 

 

 

No nos vamos a extender en una descripción más pormenorizada, sobre todo desde la perspectiva de la crítica de la economía política generalizada; nos remitimos a otros escritos, al respecto[19]. Lo que interesa señalar es que, como dice, Víctor Álvarez, el gobierno es el principal responsable de la catástrofe económica.

 

 

Una conclusión que podemos sacar es algo que ya dijimos antes sobre los gobiernos progresistas; están más cerca de la “oposición” y más lejos de la Constitución. Lo que los acerca políticamente, sobre todo respecto a la estructura de poder y su concepción de poder, es más de lo que los distancia, que más bien es de retórica ideológica, dicho de una manera un poco exagerada, para ilustrar. Al respecto Víctor Álvarez dice:

 

 

 

Lejos de generar fondos para el ahorro e inversión se aplicó el gasto sin ahorro de nada. La revelación de las conversaciones secretas entre Gobierno y factores de la MUD ha sembrado serias dudas en la ciudadanía sobre el verdadero compromiso de la Oposición con el Referendo Revocatorio para 2016. Estas dudas se acrecientan al conocer que fueron excluidos de estas conversaciones importantes partidos políticos de la MUD, cuyos líderes están en prisión o inhabilitados políticamente.

 

La MUD ordeña mediáticamente las ineficiencias del gobierno, sin delinear una alternativa que sea percibida como algo nuevo, diferente y superior. Es el mismo modelo rentista de este y los anteriores gobiernos: critica al modelo chavista populista y clientelar, pero es incapaz de concretar una propuesta viable y creíble que trascienda el perverso “quítate tú para ponerme yo”. 

 

Pero para la cultura rentista y clientelar siempre será preferible un gobierno que siga repartiendo la renta a cambio de lealtades políticas, a otro que - a nombre de superar la cultura rentista - proponga aumentar los impuestos y reducir los subsidios que se han financiado con el ingreso fiscal de origen petrolero. 

 

La ciudadanía consciente está asqueada del falso conflicto entre la MUD y el PSUV. Empieza a darse cuenta que tras esa diatriba e intemperancia subyace una puesta en escena en la que Gobierno y Oposición simulan querer exterminarse, pero a escondidas pactan la conflictividad simulada y se reparten las mieles del poder, como siempre ha ocurrido en todo régimen bipartidista. Y la comparsa mediática contribuye a este espectáculo que entretiene y adormece a la mayoría políticamente oprimida, económicamente explotada y socialmente excluida. 

 

 

Aquí no cambió nada

Tanto el capitalismo rentístico como el neo-rentismo socialista terminaron siendo dos expresiones distintas del mismo modelo de acumulación extractivista, sustentado en la exportación intensiva de petróleo crudo, sin ningún grado de transformación industrial. Estas dos caras de la misma moneda funcionaron a la perfección mientras la renta petrolera creció de forma sostenida y resultó más que suficiente para financiar el proceso de acumulación y la inversión social. 

 

En ambos casos, el reparto de la renta no se limitó a objetivos de desarrollo económico y social, sino que derivó en un instrumento de dominación para mantener el apoyo político que necesita el gobierno de turno para aferrarse al poder. Así, la inversión social y productiva de la renta se desnaturaliza y termina siendo un premio a las lealtades políticas. La dominación se logra a través de un sistema de premios y castigos para asegurar la lealtad de los seguidores políticos, comprar la simpatía de los indecisos y castigar o disuadir a los adversarios. 

 

El llamado a utilizar la renta en función del desarrollo económico y social no tuvo éxito porque el propio Chávez exacerbó al extremo las patologías y perversiones del modelo extractivista-rentista. Sus logros sociales terminaron mediatizados y pulverizados por una práctica política que sometió los avances en la lucha contra el desempleo, la pobreza y la exclusión social al comportamiento errático de la renta petrolera. Lejos de blindar al país a través de fondos para el ahorro e inversión del excedente petrolero, impuso la creación de fondos para gastar toda la renta, sin ahorrar nada para encarar los duros tiempos de escasez que le siguen al colapso de los precios del petróleo.

 

El nuevo sujeto político

 

Al igual que el capitalismo rentístico, el neo-rentismo socialista se sustentó en el extraordinario poder político, económico y social que le otorgó el control de la renta petrolera. Este modelo confunde el Estado con la sociedad y a la Patria con el Gobierno. Asume que desde el entramado del Estado burocrático se representa el interés social, a pesar de las enormes contradicciones que la sociedad tiene no solo con el mercado, sino también con el Estado. 

 

En medio de esta tensión, crece una ciudadanía cada vez más consciente, que no ve las cosas en blanco y negro, y no cae en esa manipulación. Se trata de un creciente sector que no se considera chavista, pero tampoco de oposición. Es una marcha silenciosa que critica la violencia de las guarimbas como instrumento político, pero también se opone a la violencia que pretende criminalizar y silenciar, no solo a los opositores, sino también al pensamiento crítico que cuestionó las creencias limitantes que desgastaron su Revolución. 

 

Todo esto ha dado origen a la conformación de un nuevo sujeto sociopolítico que crece a expensas del chavismo y la oposición descontentos. No son tan ingenuos como para creer que el simple cambio de gobierno que se derive del RR automáticamente va a erradicar los problemas de escasez, acaparamiento y especulación que azotan a la población. Saben que es mucho lo que hay que reconstruir y que no será tarea fácil ni rápida. La reconstrucción nacional requerirá mucho esfuerzo, diálogo y capacidad para lograr grandes acuerdos, más allá de las cúpulas del gobierno y la oposición. En todo caso, el cansancio de la ciudadanía con las cúpulas políticas que pactan a sus espaldas se comienza a expresar en la emergencia de un nuevo actor político que levanta nuevas banderas de lucha: 

 

·         Conjurar la amenaza de una confrontación violenta entre los fanáticos de ambos lados que se obstinan en una gran batalla final.

 

·         Referendo Revocatorio como derecho constitucional y no como una concesión a las cúpulas políticas de la Oposición.

 

 

·         Trascender el bipartidismo del PSUV-MUD que negocia a puerta cerrada los derechos constitucionales de toda la ciudadanía.

 

·         Reforma Constitucional para acortar el período presidencial a 4 años con una sola reelección.

 

 

·         Articular los movimientos ciudadanos en un nuevo sujeto socio-político para la reconstrucción económica, social, política y moral de la Nación[20].

 



Otra conclusión que podemos sugerir es que la experiencia, en la historia reciente, de los gobiernos progresistas, nos enseña que no salieron del círculo vicioso del poder, que se caracteriza, más que por los cambios que efectúa, por reducir el cambio  a la sustitución de élites; se sustituye a la oligarquía por nuevos ricos. Para salir del círculo vicioso del poder es menester destruir el poder, la maquinaria fabulosa de las dominaciones, y construir otra alternativa de gubernamentalidad; esta vez, la de la democracia, en pleno sentido de la palabra, la de la democracia radical y participativa, el autogobierno del pueblo.

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Paradojas perversas de la política

 

 

 

 

 

Las analogías dicen quizás más de lo que dicen los contrastes, en lo que respecta a la comprensión de las dinámicas políticas. El esquematismo dualista del análisis político, al esmerarse en remarcar los contrastes, ha descuidado entender las estructuras de las analogías. Por ejemplo, cuando gestos políticos acercan a posiciones, que en el discurso ideológico se muestran opuestas y hasta antagónicas. Dadas las reglas del juego institucionales asumidas, cuando se manifiesta el gesto de desconocerlas, ¿qué nos dice estas conductas políticas de dos posiciones políticas opuestas y hasta antagónicas? ¿Si son contrarias ideológicamente, por qué efectúan gestos parecidos, respecto a las reglas del juego institucionales asumidas? ¿Qué nos dicen las analogías políticas?

 

Un candidato a la presidencia en Estados Unidos de Norteamérica dice que no va a reconocer los resultados electorales, salvo si él mismo gana. En Venezuela tres poderes del Estado se coaligan para desconocer a la Asamblea Nacional y suspenden el referéndum revocatorio, desconociendo la Constitución.  ¿En ambos casos, por qué lo hacen? ¿Este gesto, desafiante a las reglas del juego institucionales asumidas, es una posibilidad contenida en el mismo juego político? Es decir, que de alguna manera, está contenida y hasta contemplada la transgresión a las reglas del juego; no tanto como lo prohibido, lo no acordado, sino como algo que se hace, solo que de manera más suave, casi imperceptible. Estas preguntas tienen que ser despejadas para interpretar esas señales y signos políticos de una manera integral.

 

Las analogías, respecto al gesto político, pueden estar mostrando, mas bien, más aproximaciones, en lo que respecta al fenómeno político, que distancias, más equivalencias que diferencias. ¿Entonces, respecto a qué referente hay que evaluar las situaciones políticas? ¿Respecto al discurso político, a la ideología, incluso a las mismas políticas aplicadas o, más bien, respecto a la relación con el poder? Se ha atendido mucho a lo primero, al discurso, y se ha relativizado lo segundo, lo que incumbe al ejercicio del poder. Este enfoque parece ser un error del análisis político. Le impide explicar las analogías.

 

Es como creer en auto-identificaciones, en autorreferencia ideológicas, autocomplacientes, como si fueran datos objetivos por excelencia[21]. Cuando de lo que se trata es comprender la relación con el poder; que es lo estructurante en el acontecimiento político. Si se ejerce el poder o se pretende hacerlo de una manera que descarta las reglas del juego, más parece que este ejercicio del poder o pretendido ejercicio del poder muestran analogías sintomáticas, que develan otros cuadros y clasificaciones posibles de la política. Habría entonces que clasificar a las posiciones políticas por el ejercicio del poder, más que por la ideología.

 

Entonces, tendríamos otra clasificación política, desde la perspectiva del ejercicio del poder. Solo considerando, por el momento, de una manera muy sencilla y hasta esquemática, la democracia institucional, la democracia formal, es decir, la democracia restringida[22]; tendríamos un punto de partida, línea de base, modelo ideal, como el demandado por el concepto de Estado de derecho. Apegado a la ley y a la institucionalidad, es decir, a las reglas del juego. Después un intervalo en el cual se presentan las formas del incumplimiento de las leyes, de la institucionalidad, de las reglas del juego; considerando desde las formas más suaves de incumplimientos hasta las formas más descarnadas y duras. Ciertamente, este primer boceto de clasificación es muy simple; empero, tiene la virtud de mostrarnos una especie de continuidad del comportamiento político, del gesto político, que tanto el discurso liberal como el análisis político se encargan de señalarnos como “anómalos”. Como si fueran extraños al sistema institucional político practicado. Al parecer, mas bien, lo que muestran estos comportamientos políticos, calificados de “anómalos”, que rompen con las reglas del juego, es algo que se encuentra en el sistema político, en sus prácticas habituales, en sus maneras de funcionar. Esto pasa en todas las llamadas “democracias”, tanto en las que se presentan como ejemplo de la democracia institucional, las democracias liberales, así como en las democracias barrocas, es decir, con dificultades institucionales, para decirlo de algún modo, las democracias reformistas o democracias populistas.

 

El análisis político se ha comportado ideológicamente, como discurso legitimador de las democracias institucionalizadas, tanto las liberales como las populistas, al suponer el modelo ideal, el Estado de derecho como si fuese referente empírico; en relación al cual se define lo normal y lo patológico en política. Para decirlo taxativamente, las constituciones no se han cumplido en las democracias institucionalizadas, ni en las liberales ni en las populistas. Las constituciones estaban y están como referentes jurídico-políticos, que legitiman actos políticos, sobre todo, gubernamentales; empero, no se cumplen, se adaptan y adecuan a los intereses y objetivos perseguidos. En otras palabras, están para transgredirlas, solo que no se dice que se lo hace; al contrario, se dice que se “cumple la Constitución” y se “acatan las leyes”. Esta es una característica propia, intrínseca, de la política, en sentido restringido, en sentido institucional; llamemos a esta característica, paradoja perversa de la política. Política, entonces, que alude y acude a la ley para transgredirla.  En esta incumbencia paradójica y perversa nadie puede tirar la primera piedra; todos lo hacen, solo que no dicen que lo hacen.

 

No se trata, de ninguna manera, de librar a nadie de las responsabilidades políticas, que le compete, al decir que todos lo hacen, aunque lo hagan algunos de una manera más disimulada y no tan descarada, como la que se señala como mal ejemplo, por parte del análisis político. Se trata de comprender el funcionamiento del sistema-mundo político[23]. Las discusiones ideológicas entre unos y otros, liberales y socialistas, neoliberales y populistas, no ayunan a esta comprensión; atiborran con enfoques autocomplacientes sin permitir entender las dinámicas moleculares y molares de la política. Exagerando, para ilustrar, solo se saca en limpio que unos son los buenos, en tanto que otros son los malos.

 

La pregunta es: ¿Por qué la política funciona no como lo que pretende, no como lo que dice que hace, según las reglas del juego asumidas, la Constitución, incluso, ampliando, según sus propias ideologías, sino, más bien, de una manera pragmática, contradictoria, sinuosa y hasta abigarrada? Daremos una respuesta práctica, por de pronto; porque el mundo efectivo no funciona como el modelo ideal concibe, incluso como la ideología cree que funciona, sino el mundo efectivo funciona en el despliegue y desenvolvimiento integral de las dinámicas de la complejidad, inherente al mundo en devenir.

 

Ante la complejidad del mundo efectivo, los aparatos políticos, los aparatos ideológicos, los Estado-nación, el orden mundial, optan por reducciones de la complejidad, dadas de manera esquemática y operativa[24]. Cuyo alcance eficaz y de efectividad es de corto alcance, tanto temporalmente, así como espacialmente. Pasando un tiempo o ampliando su cobertura, la eficacia lograda, en un principio, se pierde; pues la complejidad, sinónimo de realidad, desborda sus máquinas políticas de incidencia e intervención. Para explicar estos desajustes, estas incompatibilidades, estas ineficacias políticas, se recurre a la ideología; se crean hipótesis ad hoc, se proponen teorías de la conspiración, se hallan culpables.

 

 

Ahora bien, el ejemplo que dimos como boceto de clasificación política, desde la perspectiva del ejercicio del poder, es, como dijimos, simplista; lo hicimos para ejemplificar e ilustrar; sobre todo, para remarcar una característica intrínseca al ejercicio de la política, al funcionamiento del sistema político. Claro que la problemática estatal, que nosotros llamamos genealogía del Estado, es, mas bien, compleja, que simple figura esquemática, como la que presentamos. Las genealogías del poder, es decir, los diagramas del poder involucrados, las cartografías políticas, dan mejor cuenta de lo que acontece con ejercicio del poder, el funcionamiento del Estado-nación, la generalización de sus formas y sus mecanismos. Incluso, podemos aceptar, con cierta reticencia, considerando nuestras observaciones críticas,  que la teoría relacional del Estado, la que considera la autonomía relativa del Estado, da mejor cuenta que el boceto que presentamos[25]. Por otra parte, al respecto, ya incursionamos en el pensamiento complejo, abordando desde la perspectiva de la complejidad, estas problemáticas del poder, de las dominaciones, del Estado[26]. Sin embargo, nuestra intención, en este escrito, no es interpretar la composición y las combinaciones compuestas del Estado, sus estructuras inherentes; tampoco, desde la perspectiva crítica genealógica, con la que abordamos la problemática, durante toda una etapa, la que corresponde a Comuna; sino resaltar que, mas bien, lo que señala el análisis político como “anormal” es “normal” en el funcionamiento del sistema político.

 

 

 

 

 

El hábito de persecución del poder

Consciencia y psicología desdichada

 

 

 

 

En el odio en los tiempos de la política, pareciera que se respondiera a un guion preformado. Lo que hacen los actores políticos es seguir el libreto, hacer los papeles dispuestos en el guion. Es como si se siguiera una trama ya dada, respondiendo a la estructura narrativa. Cada actor se sumerge tanto en su personaje, que termina siéndolo; olvida que es una representación. Hace como si fuese lo representado, el referente, lo real. De alguna manera, saben lo que es el desenlace o lo adivinan; empero, hacen como si lo ignoraran, como si no lo supieran, e insisten en sus propios proyectos, como si pudieran alterar lo ya escrito.

 

Entonces estamos ante una doble tragedia o una tragedia duplicada. El desenlace ya está escrito como una fatalidad; esta trama fundida con su desenlace; mejor dicho, esa trama preparando el desenlace. Esta es la primera tragedia; es tragedia como fatalidad, como condena; si se quiere, como destino. La segunda tragedia o la segunda característica de la tragedia, donde redunda, se da en los dramáticos esfuerzos, inútiles, por cambiar el desenlace, cuando se sabe que esto es imposible, dadas las circunstancias, las condiciones repetidas, sobre todo los habitus acostumbrados.

 

Sabemos que el acontecimiento político no transcurre como trama, sino como constelación de multiplicidades singulares, articuladas en sus asociaciones, composiciones, combinaciones de composiciones, que se dan de manera azarosa, afirmando la necesidad[27]. Sin embargo, la anterior figuración de la dramática política puede ayudarnos a constatar las conductas y comportamientos políticos. ¿Cuál es la analogía que permite esta metáfora? De alguna manera, por aprendizaje de las experiencias políticas de la modernidad, se visualizan ciertas regularidades, develadas en la recurrencia de evidencias, que materializan, por así decirlo, a fenómenos políticos, que parecen contener el impulso de trayectorias inherentes

 

A pesar de constar estas experiencias sociales, como substrato de estructuras de ciclos políticos reiterativos, a pesar de sus variaciones y diferencias. Hay como una estructura inherente, una estructura estructurante de la política, que ordena los sucesos, haciéndolos parecer a una trama. Aunque no sea así, la metáfora de la trama nos puede ayudar a ilustrar y a comprender la terquedad humana por representar sus papeles heredados, olvidando que éstos ya se dieron antes, que puede cambiarlos, incluso liberarse de sus papeles e inventar otros entramados, que conduzcan a otros desenlaces inesperados.

 

Las historias políticas de la modernidad han enseñado que las revoluciones cambian el mundo; pero, se hunden en sus contradicciones. Que los ciclos institucionales viven su auge y su decadencia; las revoluciones emergen en las crisis de esos ciclos institucionales. Es como si acompañaran al ciclo institucional, en su etapa decadente; como contraste opuesto a la decadencia, buscando un nuevo apogeo. Lo logran cuando se pasa a otro ciclo institucional; empero, entonces, la revolución o, mas bien, lo que queda de ella, no aparece como interpelación crítica al régimen, sino más bien como apología del régimen que se conformó.

 

En el nuevo ciclo iniciado con la revolución, que, a su vez, clausuró el anterior ciclo, los revolucionarios en el anterior ciclo no son los revolucionarios en el nuevo ciclo; tampoco son los conservadores del anterior ciclo. No es una inversión en la misma cancha, donde un equipo jugaba defendiendo un arco y el otro equipo el otro arco, sino se trata, por así decirlo, de otra cancha, incluso con otro formato y de otro juego, aunque se parezca al anterior. Los revolucionarios del anterior ciclo se convierten en los nuevos conservadores en el nuevo ciclo; los conservadores refuerzan, mas bien, sus ateridos conservadurismos en el nuevo ciclo. Para seguir empleando el mismo término,  este de revolucionario,  que ya lo pusimos en suspenso, en otros escritos, pero, lo usamos por razones de ilustración y pedagógicas, los “revolucionarios” en el nuevo ciclo son otros y otras sujetos y subjetividades sociales, colectivas, culturales[28]. Estos y estas revolucionarias no se invisten con los trajes de los anteriores revolucionarios ni se disfrazan con el ropaje, los gestos y los discursos de los antiguos héroes. Como lo dijo Karl Marx en el 18 de Brumario de Luis Bonaparte, los revolucionarios, en el nuevo ciclo, deben despojarse de todo disfraz, de toda mimesis, de toda investidura anterior; obviamente, también de todo discurso e ideología anterior. Para decirlo fácilmente, lo nuevo, el ciclo nuevo, tiene que ser atendido con creatividad e inventiva social, con imaginación transformadora, contestataria, transgresora y dando lugar a aperturas de horizontes civilizatorios.

 

En estas condiciones de posibilidad históricas-políticas-culturales cambiantes; a pesar de las mutaciones estructurales en las condiciones mismas sociales, políticas y culturales,  hay ateridas costumbres, incrustados hábitos, heredados habitus, que atrapan a los actores políticos en el esquematismo dual de amigo/enemigo; definición de la política, en sentido restringido. Esquematismo dual simple, como si solo se tratara de invertir la colocación en la estructura de poder; además, en el mismo juego. Aunque persistan emitiendo los mismos discursos, el hecho político de que ocupen la parte de la cancha que ocupaba el otro equipo y tengan que defender el arco que defendía el otro equipo, como si no hubiera cambiado la cancha y el juego  - por lo tanto, a pesar de que haya necesidad de otras reglas del juego , hace que ambos enemigos, se mantengan en un juego político ya sobrepasado por los acontecimientos, como si no hubiera pasado nada, salvo el que uno ocupe el lugar del otro.

 

A esta situación política, donde los enemigos irreconciliables siguen siendo enemigos, aunque sus colocaciones se hayan invertido, hemos denominado anacronismo político[29]. Ambos resultan atrapados en las estructuras de un juego político fosilizado, ambos resultan jugando un juego anacrónico; por lo tanto, ambos son conservadores recalcitrantes[30], a pesar de sus diferencias discursivas e ideológicas.

 

En estas condiciones anacrónicas, de persistencia en lo mismo, se entiende que los revolucionarios del anterior ciclo, hagan, en el nuevo ciclo, lo que los conservadores derrocados hicieron, en el anterior ciclo. Entonces, como el sujeto político es lo que hace; los “revolucionarios” en el poder son los nuevos amos, los nuevos patrones, la nueva élite, los nuevos ricos de la persistente oligarquía. Aunque se sigan creyendo “revolucionarios”. La auto-contemplación, la autosatisfacción, no hacen al revolucionario, sino que constituyen a pretensiosas egolatrías delirantes, que habría que estudiarlas desde la egología.

 

Un hábito en la clase política es la persecución a los “opositores”; acompañada por la descalificación del enemigo, hasta convertirlo en un monstruo, merecido de asesinarse. Esta costumbre vengativa conservadora se transfiere a los “revolucionarios” en el poder. No saben hacer otra cosa que lo que hicieron con ellos sus persecutores, que ahora se han vuelto “opositores”, en tanto que los “revolucionarios” en el gobierno son “oficialistas”. ¿Qué significa este hábito persecutor?

 

No significa, en principio, otra cosa, que los “revolucionarios” son poder, están en el poder; ahora, al serlo, al ejercen el poder, como se lo hace desde hace siglos, es mas, considerando las diferencias estructurales y civilizatorias históricas-culturales, como se lo hace desde hace milenios. Ejercer el poder es manifestar contundentemente, indiscutiblemente, la fuerza demoledora del poder, de sus máquinas de gobierno, de sus máquinas jurídicas, de sus máquinas de guerra, de sus máquinas burocráticas, de sus máquinas acusadoras, que ahora se coaligan con los medios de comunicación, que banalizan los hechos

 

En segundo lugar, el hábito persecutorio delata el miedo a perder el trono; temor que se vuelve una pesadilla y convierte a los gobernantes en reyes paranoicos. Se persigue a quien se teme.

 

En tercer lugar, el hábito de la persecución es garantizar la continuidad de las dominaciones polimorfas heredadas, aunque en el nuevo ciclo se les otorgue otros nombres y se pretenda que al estar administradas por un “gobierno revolucionario”, la situación cambia. Mientras subsistan las dominaciones polimorfas el susodicho “gobierno revolucionario” no hace otra cosa que administrar el ejercicio del poder heredado de la máquina fabulosa de las dominaciones.

 

En cuarto lugar, el hábito de persecución es el síntoma más notorio de la consciencia desdichada, del sujeto desgarrado por sus contradicciones. Ocurre como si al perseguir se huyera de uno mismo.

 

En quinto lugar, el hábito de persecución es hábito de policía, es hábito represor. Este hábito forma parte  del panoptismo del vigilar y castigar, consolidado en el siglo XVIII y XIX, combinado con el diagrama del control y el diagrama de la guerra globalizada, en la extensión del siglo XX.

 

En sexto lugar, el hábito de persecución forma parte del circulo vicioso del poder, en este caso, concretamente,  del circulo vicioso de la persecución; ayer me perseguiste, ahora me toca a mí.

 

En séptimo lugar, el hábito de persecución no ha dejado de sufrir el desgaste de los tiempos, de los usos y los abusos. En la modernidad tardía, diciéndolo en tono popular, se persigue a la propia sombra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sistema-mundo de la destrucción planetaria

A propósito del proyecto hidroeléctrico de El Bala

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como lo dijo Immanuel Wallerstein y como lo seguimos, no se puede hacer un análisis de lo nacional circunscribiéndolo al espacio demarcado de lo nacional; no hay historia del capitalismo nacional, sino historia del capitalismo mundial. Las economías nacionales forman parte de la economía-mundo capitalista; así como los Estado-nación forman parte del sistema-mundo capitalista, de su geopolítica estructurada. De la misma manera, cuando abordamos el análisis de las economías extractivistas y de los Estado rentista, debemos abordar el análisis comprendiendo al sistema-mundo en la dinámica de sus cadenas productivas, de los monopolios de los mercados, de la globalización del consumo. El fenómeno del extractivismo es también un  fenómeno global. Es más, en el caso del impacto ambiental, dicho en los términos livianos de las ONGs ambientalistas, en otras palabras, en el caso de la crisis ecológica, debemos efectuar el análisis de los impactos no solo con enfoque mundial, sino planetario.

 

En lo que respecta a las evaluaciones críticas de los impactos ecológicos del extractivismo y del desarrollismo, debemos salir de las circunscripciones nacionales, pues este recorte no es adecuado para comprender la complejidad del desequilibrio ecológico. Así como es en el sistema-mundo capitalista donde se encuentran los Estado-nación, también los efectos del impacto ecológico no se circunscriben a la geografía política nacional, que abarca a los territorios contenidos; el planeta, en lo que respecta a las dinámicas ecológicas, es el continente de todos los ecosistemas. En consecuencia, el análisis tiene que ser abordado desde esta perspectiva integral.

 

El debate entre desarrollistas, sean de “izquierda” o de “derecha”, y ambientalistas, sean de un estilo de “izquierda” verde o un estilo de liberales verdes,  se encuentra en un punto de estancamiento; después de haber aclarado, descriptivamente, los efectos destructivos del impacto ambiental. Esto se debe a que se sigue discutiendo en el marco de las circunscripciones nacionales. No se puede salir de este estancamiento si no hay desplazamientos epistemológicos a la mirada integral planetaria.

 

¿Qué significa esto? Si tomamos en cuenta los argumentos de la “izquierda” desarrollista, que dice que de lo que se trata es de la industrialización y no persistir en el modelo primario exportador; vemos que lo que se ha dejado pendiente es el análisis de lo que implica esta posición en el contexto del sistema-mundo capitalista.  Visto de manera circunscrita a lo nacional, hasta puede parecer positiva esta posición, pues aparentemente es un camino para salir de la dependencia; sin embargo, visto integralmente, abarcando a lo que ocurre en la economía-mundo capitalista, vemos que de positivo no tiene nada esta posición.

 

Veamos la hilera de opciones, en lo que respecta a las salidas soberanas, desde la recuperación de la propiedad de los recursos naturales hasta la industrialización. La nacionalización mejora la estructura de los términos de intercambio; hay más ingresos para el Estado-nación subalterno; además de contar con la propiedad y la administración de los recursos naturales. ¿Qué ocurre a nivel mundial? Lejos de debilitarse la economía-mundo capitalista, se reestructura; modifica su ámbito de relaciones entre centros y periferias, garantizando la continuidad de la acumulación ampliada de capital. Los Estado-nación donde se produjo la nacionalización, mejoran sus condiciones de relaciones de intercambio; empero, no salen de la dependencia.

 

¿La industrialización es una salida a la dependencia? Ciertamente es mejor exportar materias primas en condiciones soberanas que hacerlo en condiciones impuestas por las empresas trasnacionales extractivista; mucho mejor si se exporta metal fundido que materia prima, mucho más si se llega a la exportación de bienes industriales. Resulta hasta excelente si se llega a la condición de potencia emergente industrial, potencia económica, que no serlo, y seguir en la condición de país primario exportador. Sin embargo, ¿se sale de la dependencia en la geopolítica estructurada del sistema-mundo capitalista? Un ejemplo, Brasil, la potencia emergente que ya se encuentra en el quinto o cuarto puesto en el ranquin económico internacional, no ha salido de la dependencia;  sigue amarrada a una combinación perversa entre estructura extractivista, estructura industrial, incluso de segunda y tercera generación, y la expansión de la producción agroindustrial de transgénicos. A esta composición la figura como ornitorrinco el connotado economista y teórico crítico Francisco de Oliveira[31]. Otro ejemplo, China, no solo potencia emergente, es decir, ya no solo ubicado en la estructura intermedia de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, sino formando parte del mismo centro de este sistema-mundo y de esta economía-mundo, tampoco ha salido de la dependencia respecto a las dinámicas del sistema-mundo capitalista. Se puede hablar de distintos niveles de dependencia y decir que son mejores unas formas de dependencia más independientes que otras formas de dependencia más dependientes. Si, empero, de lo que se trata es de la independencia en sentido pleno; es decir, en sentido de autonomía de gestiones y de autodeterminación.

 

¿Son independientes, en sentido pleno, las tradicionales potencias del sistema-mundo capitalista? Se puede decir que su independencia llega a afirmarse con el control de la economía-mundo, así como de cierta forma, de manera, mas bien, relativa, control del orden mundial; sin embargo, no son independientes de las contingencias y las crisis de la economía-mundo, de los ciclos largos y medianos del capitalismo; tampoco de la urgencia de contar con reservas de recursos naturales, así como de mercados seguros. Del mismo modo que podemos hablar de distintos niveles de dependencia, también podemos hacerlo definiendo distintos niveles y grados de independencia. El sistema-mundo capitalista tiene amarradas a todas las economías nacionales, sean del centro o de la periferia, o del nivel intermedio, la bisagra, entre centros y periferias; lugar que ocupan las potencias emergentes. Se puede decir que las dinámicas del sistema-mundo capitalista generan niveles y grados de dependencia, así como niveles y grados de independencia, en las economías nacionales y en los Estado-nación. Sin embargo, todas las economías nacionales son dependientes del sistema-mundo capitalista, de sus funcionamientos, comprendiendo tanto sus lapsos de auge, así como sus lapsos de crisis.

 

Ahora bien, situándonos, en la coyuntura y la situación del Parque Madidi, la Reserva Biológica y Tierra Comunitaria de Origen Pilón Lajas, nos encontramos no solamente ante la condición vulnerable a la que empuja la economía extractivista y los proyectos desarrollistas, no solo a la reiteración de la misma discusión entre ambientalistas y desarrollistas, sino ante un ataque de envergadura del desarrollismo a un ecosistema de alta cualidad biodiversa y cultural. Ecosistema amazónico que se encuentra en el continente mayor de dinámicas de ecosistemas entrelazados amazónicos; en consecuencia, los efectos de los impactos se extienden a las ecologías amazónicas. Es más, ecológicamente no se puede separar el continente de ecosistemas andinos del continente de ecosistemas amazónicos; se encuentran integrados, no solamente por las redes de las cuencas, sino por las corrientes climáticas, además de la producción compartida de la atmosfera oxigenada. Fuera de que sus poblaciones se encuentran también articuladas, abarcando la pluralidad social y la multiplicidad cultural. Siguiendo este recorrido envolvente, todo el continente, ahora en sentido geográfico, es decir, Abya Yala, los demás continentes, los océanos, en otras palabras, todo el planeta, al estar integrados, conforman la totalidad ecológica donde impactan los efectos de destrucción ecológica.

 

¿Qué persigue el “gobierno progresista” boliviano con el proyecto hidroeléctrico de El Bala? ¿Cubrir las necesidades energéticas nacionales y vender el excedente, que estima de unos 10 mil megavatios (MW), después de abastecer con 3 mil megavatios (MW) el consumo nacional, para ampliar los ingresos del Estado y hacer crecer la economía nacional? Eso es lo que dice en su argumentación expuesta. ¿Eso es todo? Si tomáramos en cuenta estos argumentos, sin todavía discutirlos, lo que no visualizan los populistas y desarrollistas de “izquierda” es que lo que hacen es formar parte de cadenas de producción energética de la economía-mundo y del sistema-mundo capitalista. Aportan al crecimiento y desarrollo del sistema-mundo capitalista. Esto no tiene nada de “antiimperialista”, como les gusta autodefinirse. En consecuencia, en el mejor de los casos, si todo va bien, como lo proyectado, conforman una dependencia en otro nivel económico, más globalizado, más articulado.

 

¿Los ingresos que genere esta exportación energética incidirán positivamente en la estructura económica y en la estructura social del país? Ni los ingresos derivados del ciclo económico extractivista de la plata, del ciclo extractivista del estaño, del ciclo extractivista del petróleo y del gas, han terminado de transformar las estructuras económicas y las estructuras sociales; no las han sacado de su condición vulnerable, de su condición extractivista y de su condición de dependencia.  Se puede hablar de mejoras en las condiciones de vida populares, a consecuencia los cambios ocasionados por la revolución de 1952; en el presente, de mejoras de las condiciones de vida de contingentes populares, en las gestiones del “gobierno progresista”, sobre todo, debido a las incidencias de medidas tomadas en la primera gestión de gobierno; empero, estas mejoras no tienen el alcance de transformaciones estructurales, institucionales, económicas y sociales. ¿Por qué tendríamos que esperar que lo que ocurra con los megaproyectos hidroeléctricos lo va hacer?

 

¿Se han evaluado los costos ecológicos de toda esta historia económica extractivista, combinada, a partir de un determinado momento, con la historia económica del desarrollismo? Esto es lo que no hace la contabilidad capitalista; no entra en sus cálculos el costo ecológico, para decirlo de ese modo, técnico y operativo. Transfieren estos costos a la naturaleza y a las futuras generaciones; en el presente o los presentes donde acaece esto, transfieren los costos también a la sociedad y a las poblaciones orgánicas. Ese cálculo económico es una ficción, precisamente al prescindir de estos costos ignorados.   Sin embargo, todo el mundo se hace de la vista gorda.

 

Para decirlo popularmente, al “gobierno progresista”, que además se denomina de “defensor de la madre tierra”, le importa un queso el impacto ecológico, social y cultural; menos los costos inconmensurables de la destrucción ecológica. Su compulsión desarrollista, para decirlo, en los mejores términos, sin tocar otros temas, lo lleva al delirio del goce inmediato sin garantizar su permanencia en el tiempo. Si recurriéramos a un cálculo realista, usando una aritmética adecuada, incluso la misma que usa el cálculo macroeconómico del PIB, constataríamos que no hay ganancia, sino pérdida, al tener como referente al planeta, al mundo, a la biodiversidad de la que formamos parte. La ganancia de la que se habla no es más que lo que se lleva, en la contabilidad restringida, la burguesía y la hiper-burguesía a grandes costos destructivos de las formas de vida.   

 

No vamos a tocar temas conocidos, como las magnitudes de la depredación, de la contaminación, de la desforestación, y sus impactos destructivos en los ecosistemas y sociedades; nos remitimos a las investigaciones especializadas, que son elocuentes en los indicadores de la destrucción[32]. Nos interesa, ahora, señalar las paradojas perversa de un “gobierno progresista”.

 

 

Paradojas perversas del desarrollismo

 

Primera paradoja

 

El “gobierno progresista” se desnuda con su discurso tardío desarrollista; muestra sus ateridos conservadurismos.

 

 

Segunda paradoja

 

El “gobierno progresista”, que dice responder a la Constitución del Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico, Constitución que establece un modelo ecológico, combinado con el modelo de industrialización, que establece el principio categórico de que los recursos naturales no son mercantilizables, sino destinados al vivir bien; en la práctica política y en el ejercicio del poder, hace denodados esfuerzos por hacer marchar proyectos extractivistas y desarrollistas descomunales. Atentando contra la madre tierra, los derechos de los seres de la madre tierra, desconociendo los derechos constitucionalizados de las naciones y pueblos indígenas, amenazando al porvenir de la generaciones futuras, de la humanidad y de las sociedades orgánicas. 

 

 

Tercera paradoja

 

El “gobierno progresista”, que se considera soberano, formar parte de un Estado-nación soberano, se compromete en un  proyecto hidroeléctrico que hace dependiente a la economía nacional de la economía de la potencia emergente de Brasil. Esto no quiere decir, que descartamos la necesaria integración económica del continente; empero, esto solo es posible por la articulación complementaria de las economías; no en el marco de las dinámicas de la economía-mundo capitalista,  en la geopolítica del sistema-mundo capitalista, que genera dependencias perversas.

 

Cuarta paradoja

 

El “gobierno progresista”, que se considera “gobierno indígena”, además de “gobierno de los movimientos sociales”, se aboca a expandir la economía colonial del capitalismo dependiente; combinando esta expansión con proyectos desarrollistas de generación de energía. Cuyo destino es alimentar al crecimiento y desarrollo económico desigual y combinado en el continente; continente cartografiado por una geopolítica diferenciadora, valorizando  la contabilidad aritmética de este crecimiento y desarrollo económico; prescindiendo de los costos ecológicos, inscritos en la huella ecológica y la destrucción de la naturaleza. Ocultando los costos culturales, que pagan con su desaparición las naciones y pueblos indígenas.

 

 

Quinta paradoja

 

Si en la historia de la minería en Bolivia, el resultado taxativo es que quedan cementerios mineros, mientras que la riqueza circula por el mundo, sufriendo transformaciones materiales y productivas, que benefician económicamente a las empresas trasnacionales y a la hiper-burguesía mundial, ¿cuál va ser el resultado de la destrucción de la Amazonía? La paradoja perversa del gobierno progresista es que se ha convertido en una maquina depredadora, develando que su “progresismo” no solamente desnuda su aterido conservadurismo, sino también devela su función destructiva de la vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La simetría de los opuestos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La simetría, palabra y concepto derivada del término griego que combina σύν, que significa con, y μέτρον, que significa medida. La simetría es una característica intrínseca de las estructuras geométricas; también de sistemas, así como de ecuaciones. Se puede incluir a objetos y materias, que manifiestan esta característica de simetría; lo mismo podemos decir de ciertas formas abstractas. Se habla de simetría cuando se reconoce la conservación de la estructura, de la forma y de las propiedades intrínsecas, que se han mantenido a pesar de las transformaciones acaecidas, movimientos sucedidos. En términos teóricos, se puede decir que se considera que un objeto es simétrico si, después de una operación efectuada, el objeto es idéntico del original. Se dice que dos objetos son simétricos cuando ambos tienen correspondencias operativas[33].

 

En lo que respecta a las formas de la política, por ejemplo, a los dualismos institucionalizados, podemos suponer, hipotéticamente, a modo de instrumento de análisis, la simetría de los opuestos. ¿Cómo definir las propiedades y características de esta simetría política de los opuestos? Vamos a sugerir algunas hipótesis instrumentales para el análisis de estas simetrías políticas, que hemos denominado la paradoja de los enemigos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Simetría política de la dualidad contrapuesta

 

1.   La simetría política de los opuestos se da en referencia al eje, donde giran; este eje es el poder.

 

2.   Cuando el giro se da como traslado de las ubicaciones y colocaciones, como si se diera un giro de 180 grados, y se preserva las propiedades y funciones intrínsecas, tanto de las formas política opuestas, así como de la dualidad en contraste misma, de tal manera que funciona complementariamente, se puede definir este comportamiento, esta preservación estructural como simetría política de los opuestos. Por ejemplo, cuando los que se encontraban como “oposición” o contrarios al gobierno o al régimen cuestionado, ocupan el lugar del gobierno e instauran otro régimen, conservan sus características intrínsecas propias, además de mantener la complementariedad disyuntiva en la dualidad opuesta, se puede tomar como prueba de simetría política de los opuestos.

 

 

3.   Se puede obtener el perfil teórico de cualquiera de las formas políticas opuestas, tomando la forma política de referencia opuesta, aplicando funciones adecuadas de inversión o de negación, de transformaciones discursivas o ideológicas. Se puede incluir también funciones de mutación o contraste de comportamientos. 

 

4.   Las formas aparentes de la política se presentan como opuestas y contrarias; sin embargo, las propiedades intrínsecas estructurales, son las mismas. Estas propiedades corresponden a las relaciones de estas formas políticas opuestas con el eje crucial del poder.

 

 

5.   Las formas políticas opuestas orbitan en el campo gravitatorio del poder. Se constituyen en este campo de poder; edifican sus estructuras y composiciones en este campo gravitatorio de poder, aprovechando su fuerza de atracción.

 

6.   Las propiedades y estructuras intrínsecas de estas formas políticas opuestas tienen que ver con las funciones que generan respecto al campo gravitatorio de poder. Adquieren su singularidad política en el juego de fuerzas desplegado en el campo de fuerzas concurrente, constituyendo su perfil político singular; además de organizarse sobre la base de las estructuras intrínsecas constituidas como retenciones particulares de la fuerza de atracción del poder. Se puede decir que las formas políticas opuestas condensan fuerzas de atracción del poder, en las dosis que pueden, que alcanza su organización y su convocatoria. Al ser condensaciones institucionales singulares de poder, en el campo gravitatorio de poder, sus propiedades y estructuras intrínsecas son similares, pues son precisamente conformaciones de estas condensaciones políticas.

 

 

7.   Las simetrías forman parte de la vida, de la proliferación vital en la biodiversidad. Hay variadas, plurales y múltiples formas de simetría, que han sido estudiadas por la bilogía, la física, las matemáticas; en esta última por la geometría. Las ciencias sociales y la filosofía moderna han descuidado o ignorado estas formas de simetría como características intrínsecas.  La simetría política de los opuestos es una de las formas de simetría en política, mucho más si hablamos de las formas de simetrías sociales.

 

8.   En lo que respecta a la simetría política de los opuestos, tenerla en cuenta, además de usarla como instrumento de análisis, puede ayudar a interpretar y comprender los comportamientos paradójicos de las organizaciones políticas, estén en el gobierno o no.

 

 

9.   Ocurre como si el eje crucial del poder, alrededor del cual giran las formas políticas opuestas, como si el campo gravitatorio del poder, indujera a funcionar dualmente como opuestos, contrarios y hasta antagónicos.

 

10.       Entonces, volvemos a una pregunta que parece no respondida, una vez que se acaba de responderla, considerando las investigaciones y teorías logradas. La pregunta es: ¿Qué es el poder, considerando su campo gravitatorio, que genera dualismos opuestos y complementarios?

 

 

En relación a esta pregunta, que adquiere nuevamente importancia, exigiendo otro enfoque para la respuesta, vamos a sugerir hipótesis interpretativas.

 

 

El poder como simetría de opuestos

 

1.   El poder es como un campo gravitatorio de fuerzas, que responde a la curvatura del tejido espacio-tiempo; curvatura inducida por la presencia de masas molares, provocando hondonadas, que, a su vez, ocasionan que otras masas molares menores giren alrededor de la masa molar mayor. Tómese lo que se acaba de configurar como metáfora; lo que implica que no es lo mismo, sino una analogía con el fenómeno gravitatorio físico, que se manifiesta aparentemente como atracción, por así decirlo. Esta metáfora nos permite sugerir que el poder se realiza a partir de simetrías duales de opuestos. En otras palabras, funciona como dinámica de simetrías duales opuestas. Por ejemplo, las formas políticas de estas dualidades opuestas más conocidas se han expresado o denominado como dualidad de dominantes y dominados; otra forma de dualidad se ha nombrado como la de los gobernados y gobernantes. Quizás la dualidad nominada más elocuente de la política se ha definido como dualidad amigo/enemigo. Son algunas de las dualidades opuestas mencionadas en los discursos políticos y en las ideologías; no son las únicas. Hay una pluralidad de formas duales opuestas en el ejercicio del poder y en la efectuación de la política, en sentido restringido. Lo que importa remarcar es que el poder no puede funcionar sino a través de la complementariedad contradictoria de dualidades de opuestos.

 

2.   Ahora bien, esta dualidad de opuestos, que hacen a la simetría política, parece funcionar como dialéctica; se afirma la dualidad negándose los opuestos. En este sentido, podríamos decir que la filosofía que mejor expresa el deseo y la enunciación del poder es la dialéctica. Pero, vayamos despacio, Esto parece ocurrir; sin embargo, en realidad, la simetría es la que antelada y materialmente, si se quiere, mejor dicho, física y geométricamente,  ya integra como composición combinada a las denominadas formas políticas opuestas. Es decir, es en la simetría política donde se encuentra el secreto, por así decirlo, de la dinámica política del ejercicio del poder. La simetría no es dialéctica, sino, en todo caso, geométrica.

 

 

3.   En consecuencia, no hay afirmación ni negación, ni juego dialéctico entre negación y afirmación, sino simetría; equivalencia estructural y de las propiedades intrínsecas de las partes de la composición integral, que en este caso es el poder.

 

4.   Desde la perspectiva de la simetría, las formas políticas  opuestas no son opuestas, salvo aparentemente. No son formas opuestas, sino, más bien, simétricas.

 

 

5.   La misma forma de poder, de un lado, aparece como  otra forma de poder, del otro lado. Al ser de las mismas estructuras y de las mismas propiedades intrínsecas, al funcionar de la misma manera respecto al poder, al establecer una relación similar con el eje crucial del poder, sus estructuras y propiedades intrínsecas son parte de las estructuras estructurantes mismas del poder como campo gravitatorio.

 

6.   Ahora bien, el poder en tanto campo de gravitación de fuerzas sociales, como dinámica de simetrías políticas opuestas, es una construcción social e institucional. Es la construcción política efectuada por las sociedades institucionalizadas, las que constituyen e instituyen las formas singulares de poder en sus formaciones sociales. La simetría política de la que hablamos corresponde a las simetrías modeladas institucionalmente.

 

 

7.   ¿Qué relación hay entre estas simetrías sociales, construidas socialmente, y las simetrías vitales, las simetrías inherentes a la vida? Bueno, es un trascendental tema de investigación. Lo que se puede decir, por el momento, es que las simetrías constructos sociales no pueden sino recurrir a lo que hay materialmente y vitalmente como simetrías físicas y biológicas para elaborar, construir y edificar sus simetrías institucionales. La hipótesis que se puede sugerir, siguiendo las interpretaciones que ya expusimos en relación al biopoder[34], es que la simetría constructo social institucionalizada es ya una restricción de las simetrías vitales.

 

8.   Por lo tanto, se puede no solo explicar desde la perspectiva de la simetría política de los opuestos los paradójicos comportamientos políticos, sino también las crisis políticas, las crisis del poder.

 

 

 

 

 

 

El Estado no requiere de revolucionarios

 

 

 

 

 

Para decirlo fácilmente, los revolucionarios combaten contra el Estado, aunque unos crean que combaten contra una forma de Estado; de acuerdo al lenguaje marxista militante,  combaten al Estado de la dictadura de la burguesía, para sustituirlo por la dictadura del proletariado, que corresponde al Estado en transición al socialismo. Sin embargo, la experiencia social política nos ha mostrado que no se puede luchar contra la explotación capitalista, menos desmontar su modo de producción, desde la otra cara del Capital, que es el Estado. Dejando esta aclaración, incluso retomando esa creencia de que se lucha contra una forma de Estado y no contra el Estado como estructura histórica de dominación, el revolucionario combate contra el Estado, en las condiciones singulares del periodo y del contexto donde se efectúa esta lucha. Cuando logra derribar al gobierno burgués y tomar el cielo por asalto, cuando llega al poder, el revolucionario está demás. Pues, en esas condiciones de posibilidad histórica, las que le otorga la toma del poder, lo que hay que hacer es defender el Estado socialista contra las amenazas imperialistas y de la “conspiración conservadora”, de la oligarquía y burguesía nacional, que se niegan a perder sus propiedades y dominios. Se necesita hacer marchar los aparatos de Estado, hacer que la máquina de poder funcione.  

 

Los revolucionarios están demás porque no se necesita deconstruir nada, ni demoler nada, ni destruir el Estado. Se necesita de funcionarios leales, de una burocracia rutinaria y confiable; en lo que respecta a la defensa de la “revolución” en el poder, no se necesitan revolucionarios sino policías, que obedezcan ordenes, que repriman y vigilen a toda organización, colectivo, movimiento e individuos sospechosos. Esta es una de las razones por las que los revolucionarios desaparecen del Estado “revolucionario”; este almatroste se llena de antiguos funcionarios civiles y policiales, también militares. Al haber pertenecido a la maquinaria del Estado, saben hacerlo funcionar; al haber participado en la vigilancia y la mantención del orden, el haber incursionado en acciones punitivas contra movimientos sociales, les da el curriculum vitae para cumplir funciones en el nuevo Estado.

 

En lo que respecta a los movimientos sociales, a la sociedad insurgente, son, poco  a poco retirados, pues tampoco se requiere de ellos; ahora es su gobierno el que gobierna, ahora es su Estado el régimen político. Poco a poco la composición del sujeto social cambia; los insurrectos son aislados; en vez de ellos se incorporan gente que siempre, en todo gobierno, sea del color que sea, apoya al poder. Son los fieles creyentes del poder. No es extraño, que perfiles sociales que apoyaron a las dictaduras militares, después a los gobiernos neoliberales, aparezcan, de nuevo, apoyando al “gobierno revolucionario” y al nuevo Estado. De estos escenarios políticos conquistados han desaparecido los revolucionarios y la sociedad insurrecta.

 

Lo expuesto, ciertamente es una descripción muy sucinta y esquemática; sólo se quiere reunir los rasgos generales, reiterados, en distintos periodos y en distintos contextos. Lo que queremos decir es que este derrotero dramático se ha repetido una y otra vez, después de las llamadas revoluciones. Se trata pues de una regularidad histórico-política. No hay porque volverse a sorprender ahora, con el decurso seguido por los “gobiernos progresistas”, que vistos, desde la perspectiva histórico-política, no son revolucionarios como lo fueron los gobiernos emergidos de las revoluciones socialistas, sino reformistas. En todo caso, gobiernos socialistas y “gobiernos progresistas” sufren del mismo decurso de regresión política.

 

Si quedaron algunos “revolucionarios” en estos “gobiernos progresistas”, en el Estado tomado, es porque se asimilaron al común denominador de los funcionarios y de la burocracia. Son unos más de ellos; su pasado revolucionario ha quedado en las fotografías. Esta presencia simbólica de los ex-revolucionarios, para decirlo de esa forma, lo que hace es legitimar al gobierno y al Estado vigente, que se apresura a hacer funcionar la máquina del poder; además de confirmar el proceso irreversible de decadencia.

 

Dadas estas circunstancias, que pueden ser calificadas como las del eterno retorno del Estado y de las órbitas del círculo vicioso del poder, no debería sorprender que los voceros del “gobierno progresista” se desgañiten culpando a la “conspiración” de la “derecha” y del “imperialismo” de los fracasos sociales, económicos y políticos del “gobierno revolucionario”. Tampoco debería sorprendernos que los gobernantes, que se consideran “revolucionarios”, por lo menos lo dicen a voz en cuello, empleen los mismos procedimientos políticos y policiales que los gobiernos que señalan como enemigos del pueblo y de la nación. De la misma manera, no debería sorprender que los voceros gubernamentales sean declarados defensores del progreso, del desarrollo y de la modernidad, como lo eran antes los gobiernos neoliberales; antes, los gobiernos nacionalistas y anteriormente los gobiernos liberales. Es esto lo que comparten todos estos gobiernos; comenzando por el “gobierno progresista”, siguiendo con los gobiernos neoliberales, continuando con los gobiernos nacionalistas y los gobiernos liberales. Comparten el mismo paradigma histórico, linealista y evolucionista, aunque se distingan sus menudas interpretaciones y en sus discursos.

 

El Estado no requiere de revolucionarios y el gobierno no los necesita. Si los medios de comunicación oficiales, incluso los no oficiales, a veces por razones distintas, se desgañitan por mostrar a los gobernantes, a los representantes oficialistas, a los congresistas de mayoría, a los jueces y magistrados, incluso a oficiales policías y militares, como “revolucionarios”, es porque es el único medio donde puede aparecer, por lo menos, la imagen estereotipada del “revolucionario” de dibujos animados.

 

No vamos a entrar a lo que los descalifica de entrada, a estos pretendidos “revolucionarios” en el poder, que tiene que ver con la compulsión por la vieja práctica compañera del poder, la corrupción; sugestivamente extendida e intensificada por gobiernos populares y de “izquierda”. Hemos tratado sobre estos tópicos en otros escritos[35]. Dejando de lado esta evidente práctica gubernamental, estatal e institucionalizada; solamente manteniéndonos en las descripciones generales del proceso de regresión de los gobiernos que emergieron en sublevaciones y movilizaciones sociales, podemos interpretar estas regularidades políticas, buscando configurar explicaciones integrales, aunque sea de manera hipotética.

 

 

 

 

 

 

Laberinto político

 

1.   Las dinámicas moleculares y molares del sistema-mundo moderno se encuentran en la economía política generalizada, que es una constelación de economías políticas, articuladas e integradas, que hacen a lo que se definió y configuró conceptualmente como sistema-mundo capitalista[36]. Estas dinámicas son efectivas relaciones de poder, efectivas prácticas de dominación; actúan directamente sobre los cuerpos, sobre los territorios, sobre la vida. No solamente inscribiendo historias políticas, no solamente hendiendo en sus espesores estructuras de dominación, que se adhieren a los cuerpos como subjetividades, sino ocasionando el efecto esperado de la economía política; separar de lo concreto lo abstracto, para valorizar lo abstracto y desvalorizar lo concreto.

 

2.   Es en el contexto extendido de estas separaciones donde emerge la dominación como genealogía del poder. Los cuerpos, los territorios, las formas de vida, son capturadas, aunque en parte, en las redes lanzadas por las mallas institucionales. Los cuerpos son inducidos a atender no sus cuerpos sino, mas bien, los fetichismos institucionalizados, ya sea culturalmente, ya sea económicamente, ya sea políticamente; en términos amplios, ya sea ideológicamente. La realidad definida y mostrada por el poder es esta realidad reducida a proliferación de fetichismos, que sustituyen a las dinámicas concretas de la vida. Entonces, la economía política generalizada corresponde al magnífico despliegue histórico y mundial realizado por dispositivos institucionales de la homogeneización axiomática. Dispositivos que pueden considerarse como máquinas de colonización de la biodiversidad, de sus ecosistemas, de sus sociedades orgánicasPlataformas que se adelantan como organizaciones operativas, como cumpliendo el papel arquitectónico y de albañiles en la fabulosa edificación de la economía política generalizada.

 

3.   Aparecen primero formas aisladas de economía política, que solo muestran también su proyección aislada. Por ejemplo, la economía política religiosa, que separa espíritu del cuerpo, valorizando el espíritu y descalificando el cuerpo; mostrando su proyección salvadora de los espíritus, presos por cuerpos pecadores. Poco a poco va armándose la economía política patriarcal, que otorga el símbolo de la unidad familiar, comunal y social, al patriarca; separando este símbolo paternal de las concretas y efectivas dinámicas familiares, comunales y sociales; separando el símbolo patriarcal de la pluralidad familiar, comunal y social. La unidad abstracta se opone a la dispersión concreta. El símbolo, que corresponde a la simbolización del concepto filosófico de unidad, se convierte en símbolo sagrado, pues repite en la finitud mortal la unidad cósmica o de la creación, que es Dios, el concepto supremo teológico. Sin embargo, la economía política patriarcal va a tardar en conformarse; se requiere resolver otros problemas concomitantes. Es con la emergencia del capitalismo que la economía política patriarcal termina de conformarse y de consolidarse. 

 

La misma emergencia del capitalismo, en tanto economía política restringida a la economía, se topa con los mismos problemas que la economía política patriarcal. En este decurso a la unidad absoluta, a la homogeneización, al mando central y a la administración nuclear, que es el Estado moderno, se requiere demarcar los roles de género. La economía política de género, que separa hombre de mujer, definiendo roles claramente demarcados para el hombre y la mujer, valoriza al hombre como ideal civilizatorio, desvalorizando a la mujer, más cerca del cuerpo y la reproducción de la vida. La conformación de esta economía política de género ha sido lograda violentamente, como consecuencia de la victoria del poder emergente en la guerra prolongada contra las mujeres; una guerra que, en principio, duro los tres siglos, el largo lapso de persecución a las brujas. Sintomáticamente tres economías políticas se benefician con la conformación de esta economía política de género; la economía política religiosa, la economía política patriarcal y la economía política restringida a la economía.

 

Solo citando estas cuatro economías políticas, que se dieron como acontecimientos históricos, se observa que no solo se benefician mutuamente, sino que se articulan y se integran, constituyéndose en el substrato histórico-social-cultural-económico-político de lo que va a ser el sistema-mundo capitalista.

 

4.   El sistema-mundo capitalista no puede constituirse, instituirse, edificarse, sino es mundo. La economía política que hace que esto ocurra es la economía política colonialEconomía política que separa hombre blanco de hombre de color; valorizando al hombre blanco como ideal de la civilización, descalificando al hombre de color como incivilizado, bárbaro, hasta salvaje. La economía política  colonial es el tejido que cohesiona, articula e integra a todas las economías políticas. Las hace funcionar como civilización mundial; en otras palabras, como sistema-mundo.

 

5.   La economía política colonial tiene una relación estrecha con la economía política de género y la economía política patriarcal. Al coaligarse estas economías políticas no solamente se descalifica al hombre de color sino también se lo feminiza, haciendo del hombre blanco el ideal masculino. El colonizador se presenta como el padre civilizador, el padre educador, que, en la figura concreta de la colonización española, es, primero, el encomendero.

 

 

6.    Se puede hablar de la economía política del Estado, que separa Estado de sociedad; valorizando el Estado como sociedad política, síntesis de la sociedad, a la que se la presenta como pluralidad ingobernable. Otra vez, lo abstracto es valorizado, desvalorizándose lo concreto, la sociedad, la que efectivamente construye el Estado, lo edifica y lo reproduce todos los días. El fetichismo estatal es parte de los fetichismos institucionales, que separan institución de las relaciones, prácticas, circulaciones, concretas y múltiples, que realizan los individuos, los grupos, los colectivos, dando vida a este vampiro, que, en verdad, no existe, el Estado, salvo en la ideología.

 

7.    El Estado como macro-institución ha sido sacralizado.  Siendo una institución más; es más, siendo una institucionalidad sostenida por las mallas institucionales tanto políticas como civiles, es presentado como la institución por excelencia; la que norma, garantiza el cumplimiento de la ley; la que ordena, mantiene el orden; la que distribuye la riqueza nacional, la que entrega tierras; incluso la que se encuentra por encima de la lucha de clases.  El Estado como símbolo y signo político del imaginario moderno es el lugar preciado y deseado donde se reúnen, mezclan, se articulan y sintetizan todos los fetichismos del poder.

 

 

8.   Antes dijimos que el Estado es la otra cara del Capital. Seguimos compartiendo esta tesis; sin embargo, es más complejo que eso. El Estado es la otra cara de todas las formas de dominación, que adquieren, como el Capital, un nombre propio. En este sentido es iluso, como dijimos, pretender liberarse de la explotación del capital recurriendo a su otra cara, el Estado. De la misma manera, es iluso pretender emanciparse y liberarse de las otras formas de dominación recurriendo al Estado. La otra cara de todas las dominaciones no puede abolir las mismas, pues si lo hiciera, desaparecería el Estado.

 

9.   Las revoluciones socialistas fueron, por parte de las multitudes, del proletariado, los campesinos y lo nacional-popular, durante el siglo XX, las apuestas heroicas por transformar el mundo de las dominaciones polimorfas. Mundo concebido, en ese entonces, desde la restrictiva figura estructural del modo de producción capitalista.  Empero, también fueron las apuestas políticas ilusorias de las llamadas vanguardias; que confiaron y creyeron con que al hacerse cargo del Estado, esta ocupación, incluso su destrucción parcial, acompañada por la reconstrucción de otro Estado, coadyuvaría a la transición al socialismo. Las revoluciones socialistas nacieron con su derrota casada, al recurrir al Estado; el querer o buscar adecuarlo como dictadura del proletariado, no arregla la situación. La dictadura del proletariado es un concepto teórico político, construido en el marco del esquematismo dualista; a la dictadura de la burguesía se le opone la dictadura del proletariado. Estos son ejercicios teóricos; que no tienen incidencia en la realidad, sinónimo de complejidad, pues el Estado no responde a la lógica sino al juego complejo de los múltiples planos y espesores de intensidad de la realidad integrados.

 

10.       Los “gobiernos progresistas” del siglo XXI son reformistas; están lejos de las pretensiones transformadoras de las revoluciones socialistas del siglo XX. Se reconoce en ellos no solamente el apoyo popular, que entrega sus expectativas a estos gobiernos, sino el haber emergido de movilizaciones populares. Este es el contenido histórico-político de partida; empero, la partida no define los procesos de cambio. El proceso político se encuentra dinamizado por distintos campos de fuerza, en los distintos planos de intensidad que abarca; las distintas correlaciones de fuerzas, en estos campos de fuerzas, dan direccionalidad al proceso, de acuerdo a las resultantes de las fuerzas concurrentes encontradas.  Los gobiernos reformistas se encuentran más expuestos a las contingencias políticas, en los escenarios definidos por el Estado-nación heredado; ni siquiera transformado, como en el caso de las revoluciones socialistas. En estas circunstancias y condicionamientos de la arquitectura estatal, no debería sorprender la llegada, más temprano o más tarde, de la crisis múltiple del Estado-nación; mostrando los límites infranqueables, en el intervalo del margen de maniobra aceptable. Los populistas están condenados a administrar la crisis múltiple del Estado, así como también los neoliberales; solo que lo hacen de distinta manera, con distintos discurso, distintas ideologías y distintos procedimientos.  Empero, ambos, como dice Víctor Álvarez, administran la economía extractivista y el Estado rentista a su modo, en los Estado-nación subalternos donde se dieron lugar los “gobiernos progresistas”.

 

11.       Otra condición de imposibilidad histórica, que expone más a los “gobiernos progresistas” y los hace más vulnerables, es lo que denominamos el conservadurismo acumulado de los “gobiernos progresistas”. A diferencia de los gobiernos de los Estado socialistas, que, por lo menos, en el primer periodo, despejaron conservadurismo ideológicos y culturales, ateridos en los imaginarios sociales, mas bien, reúnen todos los conservadurismos ideológicos heredados; los mezclan, y pretenden convertir este coctel saturado en dispositivo barroco del cambio. Lo que a todas luces es una pretensión estrambótica. El simbolismo patriarcal es retomado en la figura crepuscular del caudillo; la proclama y convocatoria revolucionaria es convertida en una convocatoria mesiánica; el vanguardismo es reducido a la autoridad de un estamento de oficiales políticos, que tienen el mando de soldados, no de revolucionarios, que entre sus atributos se encuentra la crítica; la política económica soberana hacia la independencia es reducida a la expansión calamitosa del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente; lo que podía haber sido, por lo menos, una figura modesta de Estado en transición es circunscrita a una versión compulsiva del Estado rentista.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Centros

 

 

Democracia institucional y decadencia política

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las historias políticas de las sociedades modernas están llenas de paradojas. Instituyen la política como forma de legitimación del poder; también como forma, si se quiere, de gubernamentalidad. Basada en el ejercicio de la representación y la delegación, cuando la política, en sentido pleno de la palabra, ha dejado de ser política; reducida a la simulación o al teatro político. Como dijimos, la política, concepto que deriva de polis, integra ética y política[37]; cuando se separa política de ética, como ocurre en la modernidad, la política ya no es el cuidado de la ciudad, cuidado del cuerpo, cuidado de la sociedad, sino dominación a secas. Dominación claramente expresada en el enunciado fundamental de la política moderna: el fin justifica los medios. En este sentido, el de la paradoja y también en el sentido de la simulación, la democracia institucionalizada en la modernidad no es democracia, en sentido pleno de la pablara, sino simulación democrática. La democracia, que es autogobierno y dar la palabra al pueblo para que diga su verdad, se convierte en gobierno elegido, gubernamentalidad ejercida a través de la representación y la delegación; en el armazón de la república, es decir, la estructura de la división de poderes. La voluntad multitudinaria se convierte en la voluntad general, idea abstracta de querer y la decisión del pueblo; el decir la verdad se transfiere  a los representantes, que, como es de esperar,  dicen su verdad, no la del pueblo.

 

La primera república moderna, la república que fundan las trece provincias de la Unión, después de haber ganado la guerra anticolonial contra el Imperio británico - que es el antecedente de revolución política de la revolución francesa; que es revolución política y revolución social -, inicia su historia liberal expandiéndose hacia el Oeste. Atravesando y conquistando los territorios de las naciones y pueblos indígenas, para después hacerlo con los territorios de México. ¿Por qué, de entrada, la flamante primera república moderna, la primera democracia institucional moderna, que cuenta con una Constitución harringtoniana, que después va a ser disminuida  a la interpretación más conservadora jeffersoniana, desencadena la guerra contra las naciones y pueblos indígenas? No se trata de buscar en respuestas conocidas; tanto economicistas como evolucionistas, tampoco políticas e ideológicas; se trata de comprender, para decirlo de una vez, la compulsión por la expansión y la conquista; que es como el impulso de poder de los imperios, recordando a los imperios antiguos, sin hablar todavía de imperialismo.

Antonio Negri dice, en el Poder constituyente, que la Constitución norteamericana contiene ya la inquietud por la expansión, no solo continental sino también mundial[38]. Puede encontrarse en la lectura histórica esto, como corroboración de la interpretación; sin embargo, no deja de ser una lectura retrospectiva, desde el siglo XX, respecto a lo que pasó en el siglo XVIII y XIX. No es suficiente esta explicación, que se aposenta en lo que ha ocurrido, como diciendo que lo que pasó después, se encontraba en ciernes en la República y en la Constitución. Volviendo a la pregunta y haciéndola más clara, ¿por qué las repúblicas modernas, que se suponen, que además de ser modernas, son democráticas, y hablan a nombre de la igualdad, continúan el ejercicio del poder de la expansión y la conquista imperiales? La declaración del Ejército Continental, anterior a la Constitución dice: los hombres nacen iguales.   ¿Es que no se puede escapar de la historia, no se puede escapar al condicionamiento del pasado; en este caso, al despliegue expansivo de los imperios antiguos?

 

Tal parece que no, si no se sale del circulo vicioso del poder y de sus distintas órbitas históricas. Lo que no quiere decir que la democracia institucionalizada, la democracia liberal, no sea, si se quiere, para decirlo fácilmente, un avance notorio y trascendente; en comparación con las formas del ejercicio de poder antiguas; sobre todo, las que corresponden a las genealogías de los imperios. Lo que importa es comprender, cómo eso que llamamos pasado, sin todavía entrar en la perspectiva de la simultaneidad dinámica, ejerce no solo su influencia en el presente, en los presentes que corresponden a la historia, sino que se comporta como ineludible condicionamiento de posibilidades. Ocurre como se diera un eterno retorno al poder como dominación.

 

Respecto a la República de los Estado Unidos de Norte América, se pueden definir periodos o ciclos, como se quiera; ciertamente, como todo corte temporal o histórico, arbitrarios, aunque útiles en las orientaciones buscadas. Un corte largo, que no tiene en cuenta las turbulencias dadas en el lapso escogido, puede darse entre la finalización de la guerra de la independencia y la guerra de secesión. Otro corte largo, que tiene los mismos problemas que el anterior corte, puede demarcarse entre la culminación de la guerra de secesión y la primera guerra mundial; recordando que la etapa de la reconstrucción es difícil, problemática, además de contradictoria. Un tercer corte, que exactamente no es largo, sino más bien, corto; empero, indispensable, para evaluar las transformaciones estructurales del capitalismo norteamericano, es el lapso de entre-guerra, entre la primera y segunda guerra mundial. Proponemos un cuarto corte, que tampoco es largo, sino, mas bien, mediano; corresponde a la finalización de la segunda guerra mundial y se alarga hasta la guerra del Vietnam. El último corte propuesto, para situar a la República, como la nombra Hannah Arendt[39], es el demarcado entre la finalización de la guerra de Vietnam y la historia reciente de Estados Unidos de Norte América.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Breve reseña histórica

 

Colonos y británicos entraron en conflicto durante dos décadas sucesivas, que  se dan entre 1760 y 1770; el conflicto desató la Guerra de la independencia; guerra que abarcó los años que se dan entre 1775 y 1781. El 14 de junio de 1775, el Congreso Continental, reunido en Filadelfia, estableció un Ejército Continental bajo el comando de George Washington. En el acto se proclamó que todos los hombres nacen iguales y dotados de derechos inalienables. El Congreso aprobó la Declaración de Independencia, cuyo antecedente filosófico es inspirado en The Commonwealth of Oceana de James Harrington[40]; redactada, en gran parte, por Thomas Jefferson, y presentada el 4 de julio de 1776. En 1777, los artículos de la Confederación configuraron  un gobierno confederado todavía frágil; forma de gobierno que se mantuvo hasta 1789. Una vez derrotado el ejército británico por el Ejército Continental, asistido por el apoyo militar francés y español, la corona de Gran Bretaña reconoció la independencia y soberanía de la República, cuya soberanía radicaba sobre el territorio al este del río Misisipi. Después de la independencia, se conformó una Convención Constitucional en 1787; con la Convención se buscaba edificar un Estado-nación sólido. La Constitución de los Estados Unidos fue ratificada en 1788; en este contexto jurídico-político, un año más tarde, George Washington se ungió como el primer presidente de la flamante República.

 

La Carta de Derechos fue asumida en 1791, donde se prohibía la restricción federal de los derechos humanos, además de garantizar su cumplimiento. Respecto a los problemas jurídicos, políticos, económicos y sociales heredados, la República se vio urgida a responder y buscar solucionarlos. Por ejemplo, el comportamiento liberal respecto a la esclavitud fue variante; en principio, inconsecuente con la ideología liberal.  Una cláusula en la Constitución protegió el comercio de esclavos hasta 1808. Geográficamente también se manifestaron las diferencias en las conductas políticas; los estados del Norte abolieron la esclavitud; lo hicieron dilatando el efecto jurídico entre 1780 y 1804; en cambio, los estados del Sur, esclavistas, fueron defensores de la “institución peculiar” del esclavismo; paradójicamente, en el seno de la misma República. Durante el llamado “Segundo Gran Despertar”, que se dio lugar al comienzo del siglo XIX, las iglesias evangélicas se convirtieron en promotoras de los movimientos reformistas de la época, incluyendo el abolicionismo.

 

Lo que viene después, a grandes rasgos, se puede denominar la expansión territorial de la República al Oeste. En 1803, se compra Luisiana a Francia; esto acontece durante la gestión gubernamental de Thomas Jefferson. Con esta adición geográfica, prácticamente se duplicó el espacio de control de la República.  España, en 1819, cedió territorios al Este, además de otros espacios geográficos de la costa del golfo. En esta expansión geográfica de la República, se pude decir que las más damnificadas, incluso llegando al extremo de su desaparición, fueron las naciones y pueblos indígenas. Se habla de “sendero de lágrimas”, correspondiente al sendero sinuoso, el calvario de las naciones nativas y pueblos indígenas - que, en su coyuntura de mayor intensidad destructiva, corresponde a la década de 1830 -, muestra patentemente la política de remoción india. Lo que se puede nombrar también como el gigantesco etnocidio y genocidio, que es el substrato histórico-cultural-político de la República

 

La expansión de la República fue imparable; Estados Unidos se anexó la República de Texas en 1845. La guerra contra México, dos años más tarde, derivó en la anexión de California; así como el extenso espacio territorial del suroeste.  Otros factores intervinientes, sobre todo, económicos, contribuyeron a impulsar la expansión; la fiebre del oro desatada entre 1848 y 1849 espoleó la migración hacia el Oeste. Con la instalación y el despliegue de los ferrocarriles se dio lugar a la proliferación de los colonos. Todo este panorama agitado y vertiginoso incrementó descomunalmente los conflictos con las naciones y pueblos indígenas.

 

Se puede decir que este nacimiento del nuevo capitalismo, cuyas condiciones de posibilidad históricas y económicas son distintas a las de Europa, pues se trata, si nos dejan repetir lo que ya dijimos[41], de otro capitalismo, dio lugar no solamente a una expansión geográfica, que termina conectando económicamente los dos océanos, el Atlántico y el Pacifico, sino también a la apertura de la caja de pandora. Se multiplicaron los conflictos; entre ellos, también los que se puede considerar de orden interno a la República. Las contradicciones entre estados pro-esclavistas y los estados abolicionistas, sumándose a las discrepancias en lo que respecta a las relaciones entre los estados y el gobierno federal, avivaron contiendas suscitadas por la propagación de la esclavitud. En este contexto histórico dramático, aunque también vertiginoso e inaugural, Abraham Lincoln, candidato del partido republicano, conocido como declarado abolicionista, se convirtió en el presidente electo en 1860. Sin embargo, antes de asumir formalmente la presidencia, los siete estados esclavistas se declararon en secesión de la Unión; estableciendo los Estados Confederados de América. El gobierno federal determinó que la secesión es ilegal. La respuesta de los Estados Confederados fue la guerra; se dio lugar el ataque a Fort Sumter, por parte de los secesionistas, desbocándose la guerra civil.  La guerra la ganó el Norte contra el Sur, los estados abolicionistas contra los estados esclavistas, la Unión contra la Confederación. Contando con la victoria bélica, la Unión, en 1865, agregó tres enmiendas a la Constitución; con el objeto de garantizar la libertad de cuatro millones de afroamericanos, convirtiéndolos en ciudadanos de la República, otorgándoles el derecho de voto. 

 

Abraham Lincoln no duró en la presidencia, su mandato fue cortado abruptamente por su asesinato. Lo que vino después, en el periodo inmediato a la posguerra civil, es lo que se conoce como la reconstrucción; cuando se encaminaron políticas dirigidas a la reintegración, así como a la reconstrucción de los estados sureños. Buscando garantizar los derechos de la población afroamericana. En esta coyuntura crítica, las elecciones presidenciales de 1876, de antemano interpeladas por los estados sureños, se zanjaron mediante el Compromiso de 1877; Compromiso a través del cual los demócratas sureños reconocieron como presidente a Rutherford B. Hayes, obteniendo a cambio que se retiraran las tropas de la Unión, que estaban acantonadas en Luisiana, Carolina del Sur y Florida.

 

Si bien la Unión ganó la guerra civil, no pudo administrar, como corresponde, todos los territorios que abarca su soberanía; en la práctica, los estados del Sur impusieron una política segregacionista. Las llamadas leyes de Jim Crow comienzan a aplicarse desde 1876; se trata de una política de apartheid; política que se mantuvo hasta 1965[42].

 

La República se transformó estructuralmente durante todo el siglo XIX; el Estado-nación se consolidó, definiendo de mejor manera su perfil federal. La cohesión entre Norte y Sur sobrevino con el tiempo; sobre todo, debido a la permanente revolución industrial, además de administrativa, económica y comercial. Se puede decir que ya antes de la primera guerra mundial, Estados Unidos de norte América era la principal potencia industrial y económica del sistema-mundo capitalista, a pesar de que Gran Bretaña seguía todavía a la batuta, hegemonizando el ciclo del capitalismo vigente.  La ventaja del capitalismo norteamericano es que es el nuevo capitalismo,  el capitalismo de la revolución industrial, tecnológica y científica, además de administrativa, permanente. Este capitalismo nace desnudo del pasado, que arrastraba Europa y también Asia; un pasado estamental y de castas, de aristocracias y simbologías sociales ateridas, que ralentizaban las iniciativas del capitalismo como modo de producción, basado en la desterritorialización constante, la decodificación perpetua y la axiomatización permanente.

 

Lo que se había dado lugar, desde la conquista de Tenochtitlan, es al nacimiento de la modernidad, entendida como mundialización y mezcla, hibridación e invención. El mundo nace en el abigarramiento cultural, en la intersección de economías, lenguas, sujetos sociales y subjetividades empujadas a la vertiginosidad. Esta es la modernidad barroca, que corresponde hemisféricamente a la hegemonía del Sur. Lo que acontece desde la revolución industrial británica, es el desplazamiento de la hegemonía del Sur a la hegemonía del Norte hemisférico. Sin embargo, no hay que olvidar que este sistema-mundo capitalista nace precisamente en el nuevo continente, aunque regionalmente haya nacido en Europa, incluso en Asia. El continente de Abya Yala, que se nombrara como América, es el suelo del acontecimiento mundial del capitalismo. No hay sistema-mundo capitalista sino en el mundo y el mundo es mundo desde la conquista de Abya Yala.

 

La República, siguiendo el nombre que le otorga Hannah Arendt a Estados Unidos de Norte América, se edifica precisamente en el continente del acontecimiento mundial del capitalismo y la modernidad.  No hay tal “destino manifiesto”, como reza el discurso masón, lo que muestra el apego místico de la ideología liberal, tan alejada de la comprensión de la complejidad histórica-política-económica-social y cultural de la República,  sino condiciones de posibilidad históricas,  que tienen que ver con el acontecimiento de la mundialización.

 

Se puede decir, interpretando, que hasta la primera guerra mundial, esta incumbencia mundial de la República se encontraba oculta a la vista de una mirada, si se quiere, eurocéntrica. Son la primera y segunda guerra mundial las que catapultan, por así decirlo, a Estados Unidos de Norte América a la condición, ya visible, no solo de potencia mundial sino de hiper-potencia mundial; al finalizar la segunda guerra mundial,  compartiendo esta condición con la Unión Soviética. Como dijimos en otros escritos, lo que hay que investigar no es la generalización, sino, mas bien, la excepcionalidad[43]. En el caso de Estados Unidos de Norte América, es una excepción, en lo que respecta a lo que pasa como generalidad con el resto de las colonias europeas. No solamente sobresale en relación a la potencias europeas, sino que las sobrepasa, transformando las estructuras mismas del sistema-mundo, aunque también experimentando estas mismas transformaciones, no necesariamente, si se quiere, consciente de lo que pasa.   

 

Cuando, en 1914, se desencadena la primera guerra mundial, Estados Unidos de Norte América se declara neutral. Sin embargo, el desenvolvimiento de los acontecimientos,  obliga al gobierno y al Congreso intervenir en la conflagración mundial, en alianza con los británicos y franceses. En 1917 Estados Unidos se incorpora a la guerra; la balanza de la correlación de fuerzas se inclina a favor de los aliados.

 

Se da una bonanza económica en la década de los veinte; empero, que encuentra su otra cara en la crisis de fines de la década, llamada gran depresión. Lo que muestra que los ciclos del capitalismo tienen etapas de ascenso y etapas de descenso, como lo esquematiza Nikolái Kondrátiev, sino también y sobre todo,  crisis de sobreproducción, que vienen acompañadas por crisis depresivas.

 

La respuesta a esta crisis, la de 1929, va a ser la intervención estatal en la economía, al estilo de las propuestas de John Maynard Keynes. Franklin D. Roosevelt es electo presidente en 1932; su gestión postula el New Deal.  Se puede decir que este New Deal consiste en la promoción de la demanda, para dar lugar al incremento de la oferta; en pocas palabras, se promueve el pleno empleo.

 

En esta coyuntura de salida de la crisis, estalla la segunda guerra mundial. Como repitiendo la historia, también, al comienzo, de la segunda guerra mundial, Estados Unidos se declaró neutral; sin embargo, emprendió, de todas maneras, el suministro de provisiones a los aliados en marzo de 1941; recurriendo al programa de préstamo y arriendo. El 7 de diciembre de 1941, Estados Unidos se incorpora a los aliados, en declarado combate contra las potencias del Eje; esto aconteció después del ataque japonés a Pearl Harbor.

 

Con la victoria de los aliados sobre la Alemania nazi, en 1945, se convocó a una conferencia internacional, oficiada en San Francisco, donde se acordó la redacción de la Carta de las Naciones Unidas. Un poco más tarde, el 2 de septiembre, Japón se rindió, culminando con esto  la segunda guerra mundial. Lo que apresuró la rendición de Japón fue la utilización de la bomba nuclear en dos ciudades, Hiroshima y Nagasaki, en agosto de ese mismo año.

 

Lo que sobrevino después de la segunda guerra mundial es la paz americana o, dicho de mejor manera, de manera conocida, la guerra fría. La OTAN y el Pacto de Varsovia fueron los complejos tecnológicos-militares-económicos y comunicacionales que se enfrentaron, en esta guerra fría. Sin embargo, si bien no se dio una tercera guerra mundial o una guerra de bloques, a gran escala, de todas maneras, se sucedieron guerras convencionales, a escala menor. Entre 1950 y 1953, los bloques enfrentados se pulsaron en la guerra de Corea.  Aunque estuvieron, los bloques, a punto de enfrentarse en una guerra a escala mundial, en el conflicto de los misiles en Cuba, en una coyuntural crucial, la de 1962. De esas guerras a escala regional, la más importante fue la guerra del Vietnam.

 

Lo que viene después es como la fase del espectáculo, como asentada en las arenas movedizas de lo que ya viene a ser una crisis económica continua. En la década de los setenta no solamente se vuelve hacer evidente la crisis de sobreproducción, crisis que desata el modo de producción capitalista y también lo que podríamos llamar el modo de competencia; la guerra de todos contra todos, entre los competidores. Sino que estos modos de producción y de competencia llevan, de manera inherente, al capitalismo, el desborde de la producción desordenada, caracterizada por la incoordinación de los productores empresariales; el desborde de la compulsión tecnológica, absurdamente utilizada en la competencia desenfrenada. Lo que ocasiona la crisis de sobreproducción, es decir, dicho en términos ilustrativos, la acumulación de stocks que no se pueden vender. Por ejemplo, en este contexto económico mundial, la administración de Jimmy Carter estuvo afectada por la estanflación. También se puede hablar, como en paralelo, de una crisis política intermitente.

 

Llamemos, perentoriamente, periodo reciente, lo que viene marcándose, de una manera peculiar, desde la presidencia de George H. W. Bush. Estados Unidos de Norte América asumió un papel de gendarme de orden mundial; a decir de Antonio Negri y Michael Hardt, del imperio. Se involucró en las recientes guerras de Medio Oriente; comenzando con la primera guerra del Golfo.

 

Se puede hablar, entonces, del ciclo largo de la crisis de sobreproducción, que data de la década de los setenta, y se alarga hasta el presente. De todas maneras, en este ciclo largo de la crisis de sobreproducción, diferida administrativamente, mediante manipulaciones financieras, las mismas que se convierten en crisis financieras intermitentes, se da lo que se puede llamar ciclos cortos de relativa prosperidad. Por ejemplo, podemos señalar a la larga expansión económica, dada desde marzo de 1991 hasta marzo de 2001.

 

En el nuevo lapso de recesión económica, que se manifiesta después de 2001, aunque cada recesión tenga su peculiaridad, también su duración, vuelven a aparecer las figuras contrastadas, pero, también imbricadas,  de fases ascendentes y fases descendentes de los ciclos medios del capitalismo; así como, en el trasfondo y en el substrato de estos procesos, la crisis persistente de sobreproducción. Si recurriéramos a una tesis racional, diríamos que la única manera de salir de la crisis de sobreproducción, la madre de todas las crisis del capitalismo, por lo menos, en el ciclo del capitalismo de la hegemonía norteamericana, es la coordinación de las burguesías nacionales e internacionales; de tal manera, que puedan acordar cuotas de producción. Pero, esto, esta actitud racional o esta solución racional, parece que no la van adoptar nuca las burguesías, que parecen atrapadas en la compulsión de la competencia  desbocada y tanática.

 

Implosionados los Estados socialistas de la Europa Oriental, derrumbada la URSS, se esfuma la guerra fría, y con ella el dramático equilibrio bipolar de las super-potencias mundiales. El problema no es, como muchos analistas, entre ellos críticos, suponen; el haber ingresado a un mundo unipolar. No asistimos a la hegemonía absoluta de la hiper-potencia solitaria de los Estados Unidos de Norte América; tampoco a su dominación incontestable. No por lo que suponen estos analistas, por lo menos, los autodenominados críticos, que consideran que con la irrupción de las potencias emergentes, sobre todo, de la principal potencia económica del mundo, China, se abre, mas bien, un mundo multipolar; sino porque la hiper-potencia desmesurada de Estados Unidos de Norte América, perdida en su repentina soledad, no se encuentra a sí misma. Para lanzar una figura ilustrativa, podríamos decir que, lo que es ahora la hiper-potencia, tan acostumbrada a pelear con el circunstancial enemigo de turno, cada vez más grande, de pronto se encuentra sola en el mundo, armada hasta los dientes con armas sofisticadas de destrucción masiva y armas  convencionales tecnológicamente avanzadas, que no puede utilizar contra nadie a su altura. Se encuentra sola e hipertrofiada sin poder competir con nadie. Esta insólita situación ha empujado a sus máquinas de guerra a la situación surrealista de estar sin-sentido, en un mundo que no requiere semejante armamento. Esta situación ha empujado a su clase política, incorporando en ella a apéndices peligros, que juega a la conspiración, sus enigmáticos servicios de inteligencia, a un sentimiento de desolación devastador. Esta situación ha empujado a los pueblos, y esto es lo positivo, a reflexionar en un mundo sin enemigos, reales o inventados; en verdad, son sugeridos por la propia necesidad del enemigo[44].

 

Parece que es, en este contexto problemático, desde donde podemos analizar, con alguna coherencia, las dinámicas inherentes a las elecciones de 2016 de lo que una vez fue la República. Que después fue señalada por los pueblos como imperialismo, así como por los proyectos socialistas; que  fue redefinida por lucidos teóricos críticos, como Negri y Hardt, como gendarme del imperio; pero, que ahora, en esta coyuntura incierta no sabe lo que es. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una anticipación a las conclusiones

 

Preguntas:

 

1.   ¿Se puede conjeturar que los problemas de nacimiento de la República no se han terminado de resolver? En la medida que persisten, inciden en el presente, de tal manera que obstaculizan las aperturas y salidas históricas y políticas. Por ejemplo, que los temas pendientes de la guerra civil no se han terminado de resolver, entre el proyecto democrático de los abolicionistas y el proyecto conservador de los esclavistas. Esto se manifestaría en distintas figuras y en distintos escenarios políticos, particularmente en las compulsas electorales.

 

2.   ¿Es vano atender a la diatriba entre candidatos, que pretenden ser, o se esfuerzan por serlo, diametralmente opuestos, cuando lo que importa es lo que se juega, no en el discurso de los candidatos, sino el espesor histórico de lo no-resuelto?

 

 

3.   ¿Un Estado-nación, constituido por migrantes del mundo, sobre cementerios indígenas, extendido en territorios nativos y geografías políticas mexicanas, cuando expresa, por uno de sus candidatos, apoyado por un contingente electoral importante, que va poner una muralla contra la migración desde el Sur, no entra en su mayor contradicción constitutiva? ¿No se deslegitima?

 

4.   ¿No es conveniente, mas bien, resolver todos los problemas pendientes, despojarse de las cargas del pasado, que no es lo mismo que decir despojarse del pasado? Para habilitarse libre y espontáneamente a participar en mundos alternativos, sugeridos por la potencia de la vida.

 

 

 

 

 

 

 

El embrollo de las elecciones

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La democracia liberal, desde un principio, tiene que resolver el problema de la representación, casado con el problema de la delegación. ¿Cómo lograr el orden de la representación poblacional y espacial en el Congreso? ¿Cómo conformar una estructura de la representación y delegación, que consolide al Estado-nación; cuya arquitectura política es la república? Se trata de organizar un sistema de representación y delegación que abarque adecuadamente y pondere convenientemente a la población y al espacio, donde se distribuye y habita esta población.  Si se quiere, se tiene como dos fórmulas políticas cuantitativas; por una parte, una estructura de la representación demográfica, ponderada espacialmente; por otra parte, una estructura de la representación espacial, ponderada demográficamente. El embrollo político comienza cuando se conjugan ambas fórmulas, buscando obtener una organización institucional del Estado, que legitime al Estado-nación, que le otorgue capacidad de convocatoria y permita el movimiento de las dinámicas políticas.

 

No deja de sorprender el sistema electoral norteamericano de la  república federal estadounidense. Los ciudadanos no eligen de forma directa al presidente. Escogen a unos representantes, llamados electores, quienes trasfieren el voto al Colegio Electoral; que es el organismo comisionado para designar al presidente. En este marco procedimental electoral, se prorratea el voto popular; por ejemplo, a quien gana en un estado dado, se le otorgan todos los votos del área geográfica política. En estas condiciones y circunstancias,  el partido que obtiene 270 votos o más en el Colegio Electoral consigue colocar a su candidato en la Casa Blanca.

 

Se puede decir que se trata de un sistema representativo y delegativo, estructurado por mediaciones institucionales, que construyen la legitimidad liberal demográficamente y espacialmente. Pero, el sistema, al estar conformado por estas mediaciones - que transfieren las decisiones, las inclinaciones de voto,  la elección plural de los ciudadanos, a estas instancias de prorrateo y de ponderación electoral -, lo que termina ocurriendo es que los ciudadanos, el conjunto, si se quiere, plural de los ciudadanos, ya no controlan los desenlaces electorales. Por este camino, los ciudadanos no controlan los desenlaces de la democracia formal, así como los desenlaces políticos.  Las decisiones políticas las controla la clase política; es más, la élite de la clase política.

 

Por otra parte, este sistema representativo y delegativo ha conducido, en efecto, al bipartidismo. Demócratas y republicanos se disputan la presidencia y el Congreso; son los dos partidos que rotan en el gobierno; dispositivo estatal que adquiere la tonalidad discursiva y política que le atribuye el partido de turno. En este contexto político, también, contexto específicamente electoral, no se puede esperar, por cierto, grandes variaciones, menos sorpresas. Hay como acuerdos implícitos en los dos partidos “representativos”; uno de los acuerdos implícitos, es la estructura de las estrategias de la política mundial. Otro acuerdo implícito, aunque, en este caso, los márgenes de maniobra sean mayores, por lo tanto, se dan ciertas diferencias; por ejemplo, en lo respecta a las políticas sociales, a las políticas de salud y a las políticas educativas. También pueden darse desacuerdos circunstanciales en lo que respecta a las políticas económicas, inclinándose unos más a aproximaciones a políticas económicas al estilo keynesiano; inclinándose otros más a aproximaciones a lo que se conoce como políticas neoliberales. Sin embargo, lo que no hay que olvidar, que, también en este caso, hay como acuerdos implícitos en lo que respecta a los márgenes de maniobra. En consecuencia, los dos perfiles políticos económicos, a pesar de sus circunstanciales diferencias minuciosas, tienden, mas bien, a parecerse que a distinguirse notoriamente.

 

Un campo temático, que se ha venido haciendo polémico, en las contiendas electorales más recientes, son las políticas o las estrategias políticas con relación a los campos sociales, políticos, económicos y culturales de Latinoamérica, particularmente con México.  En este caso, los demócratas se han caracterizado, por lo menos, discursivamente, por aperturas a Latinoamérica; concretamente, en el caso puntual de la migración, por reformar la normativa migratoria. Buscando solucionar la situación discriminadora de los “indocumentados”, que trabajan, en condiciones no institucionales, en los Estados Unidos de Norteamérica. En cambio, en el caso de los republicanos, vertiendo un tono más conservador; incluso, de ratificación de la discriminación institucionalizada, más aún, recrudeciendo las medidas y dispositivos migratorios, rayando, ya no solamente en la violencia implícita y simbólica, racial, sino en una violencia descarnada y desenvuelta. Un ejemplo estrambótico es la delirante propuesta de construir un muro a lo largo de la extensa frontera entre Estados Unidos y México.

 

Sin embargo, si se revisa no solamente los discursos electorales, contrastantes, entre demócratas y republicanos, sino también las políticas efectuadas, en lo que respecta a la migración, vamos a ver que, en la práctica, muy poco se diferencian los gobiernos demócratas y los gobiernos republicanos. Desde esta perspectiva descriptiva, habría que preguntarse sobre el alcance y la significación del debate entre Hillary Diane Rodham Clinton y Donald John Trump. Por un lado, tenemos el perfil de una mujer experimentada en la política de la Casa Blanca; por otro lado, tenemos un empresario destacado en el ranking económico, al estilo de la revista Fortuna. Como se ha podido notar, el estilo discursivo y convocativo es también contrastante; por un lado, se tiene un discurso elaborado, de tradición política demócrata; por otro lado, se tiene un discurso improvisado y una convocatoria carismática, que raya en un populismo de casta y en un despotismo patriarcal, al estilo de los hombres pioneros, convencidos de sí mismos, por sus logros económicos. Convencidos, además, que son el referente de su mundo, que es, en realidad una burbuja, y que cuentan con la verdad del mundo. Siendo esta concepción del mundo tan elemental, que el mundo se reduce al esquematismo simplón de ganadores o perdedores, a ser país grande o país chico; la economía del mundo se reduce al crecimiento económico o la crisis económica; mejorando un poco sus orientaciones esquemáticas, el mundo económico se reduce a ampliar el empleo o cerrar las fábricas.

 

Ciertamente, no solo la concepción del mundo de Donald Trump es elemental, sino también su concepción política e ideológica; en comparación con lo que sucede con Hilary Clinton. Sin embargo, no hay que olvidar que sería ingenuo, sobre todo, ahora, en la historia política reciente, que los presidentes no gobiernan, no deciden, en pleno sentido de la palabra; aunque puedan darle un estilo propio a las expresiones políticas. En sistemas democráticos formales, de larga data, consolidados institucionalmente, más aún, correspondiendo a la hiper-potencia mundial, la gubernamentalidad concurre, mas bien, como inercia; recurrencia repetitiva de los engranajes de maquinarias de poder consolidadas.  Es difícil que se pueda esperar cambios trascendentes en cualquiera de los gobiernos, que conformen ya sea los demócratas o los republicanos.

 

A la vuelta de la esquina de las elecciones, los dos candidatos se hallan, según las encuestas, “técnicamente empatados”; llevando una ventaja aritmética Hilary Clinton no solamente de menos del 2%, según alguna encuesta, un poco más del 2%, según otra encuesta, sino la que le otorga el prorrateo electoral, el contar con más votos en el Colegio Electoral.

Se puede decir, que las campañas electorales encontradas, se orientan por un cuadro ya establecido por los comportamientos electorales pasados.  Como referencia constatada, se encuentran los estados tradicionalmente  demócratas, como Massachusetts o California; así como, en contraste, los estados tradicionalmente republicanos, como Nebraska y Alaska. Como referencia de incertidumbre electoral, están diez estados, cuyos comportamientos electorales han sido, mas bien, variables; estos estados son denominados como swing states, que connota la figura de bisagra. En esta situación electoral de los inmediatos comicios, las estrategias y tácticas electorales se concentran en éstos estados bisagra; sobre todo, en aquéllos que contienen más población, es decir, más votos para el Colegio Electoral

 

 

Según los datos de las encuestas procesadas por Real Clear Politics, Nevada, Colorado, Arizona, Iowa, Ohio, Carolina del Norte y Florida, son los estados donde todavía hay incertidumbre respecto a la inclinación del voto. Sin embargo, en lo que respecta al peso del voto en el Colegio Electoral,  no son equivalentes. Revisando la localización de las campañas electorales, demócratas y republicanos se han como localizado en algunos estratégicos estados bisagra; uno de ellos es  la Florida, que corresponde a un swing states, que cuenta con 29 electores en el Colegio electoral. Recordando comicios pasados, las elecciones del 2000, en Florida se hicieron evidentes los problemas inherentes del sistema representativo y delegativo de este singular procedimiento de prorrateo del voto popular. Problemas relativos al recuento de votos, que otorgaron la victoria a George W. Bush, que contaba con más electores en el Colegio Electoral, en lugar de a su oponente demócrata, Al Gore, que contaba con más votos acumulados.

 

 

Otro estado bisagra disputado es Ohio, que cuenta con 18 electores, así como Carolina del Norte, que cuenta con 15  electores. Al respecto, en Ohio, los resultados de las encuestas han venido variando. Se dice que la abigarrada composición demográfica del estado, como que resume, de alguna manera, la estructura electoral, segura y contingente, de las inclinaciones del voto de los ciudadanos estadounidenses. Por ejemplo, en Carolina del Norte la votación ciudadana esta, prácticamente, empatada; un 47% del electorado se inclina por Hilary Clinton y un 47% lo hace por Donald Trump. Los esfuerzos de los candidatos se encaminan a convencer al 6% de los indecisos[45]

 

En resumen, en todos los estados, excepto Maine y Nebraska, el ganador del voto popular en el estado gana todos los votos electorales del estado. Los estados mencionados utilizan el "método de distrito del Congreso", en el que el ganador del estado recibe dos votos electorales y los candidatos reciben votos electorales adicionales para cada distrito del que ganan. En las recientes campañas electorales, los partidos en competencia han centrado sus esfuerzos en un número relativamente pequeño de estados competitivos. En el cuadro electoral, se puede decir que estados claves son Nevada, Colorado, Iowa, Wisconsin, Michigan, Ohio, Pennsylvania, Nuevo Hampschire, Virginia, Carolina del Norte, Minnesota, y la Florida. De acuerdo a las opciones o probabilidades, demócratas y republicanos, orientan sus esfuerzos de campaña en otros grupos de estados.  Los demócratas, incluyen el segundo distrito del Congreso de Nebraska, Missouri, Indiana, Montana, Arizona y Georgia. Mientras tanto, los republicanos orientan sus esfuerzos al segundo distrito de Maine, Oregón y Nuevo México[46].

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Consideraciones sobre la crisis de la democracia institucional

 

1.   La democracia institucional moderna, que corresponde, en su nacimiento, también como paradigma político, al modelo liberal, se ha globalizado, a pesar de las excepciones, que escapan al modelo.

 

2.   Esta democracia institucional moderna es el sistema representativo y delegativo que legitima las formas del poder del Estado-nación, que se constituye e instituye como república.

 

 

3.   La democracia institucional liberal, en su expansión mundial, ha sufrido embates, resistencias,  incluso adaptaciones singulares, que llegaron al límite de distorsionar estructuralmente el paradigma, incluso cruzarlo.

 

4.   De todas maneras, en el transcurso de los siglos de globalización de la democracia liberal, el paradigma se ha como asentado mundialmente, para no decir consolidado, que sería incorrecto. La paradoja es que cuando parece haberse globalizado, convertido como sentido común de las clases políticas nacionales, es cuando la democracia liberal enfrenta una crisis política y de legitimación, que no corresponde a las resistencias o disposiciones conocidas en el pasado. Esta crisis política es estructural y orgánica, corresponde a su desgaste institucional, al deterioro como instrumento de legitimación, así como sistema de apoyo a la gubernamentalidad.

 

 

5.   La crisis estructural e institucional de la democracia liberal tiene que ver con una contradicción, por así decirlo, de principio o de nacimiento. Nace como política restringida y como democracia usurpada, pues, como dijimos, la política moderna ya no es política, al separar ética de política; la democracia formal no es democracia sino simulación, al usurpar el autogobierno del pueblo y transferirlo al gobierno de los representantes y delegados.

 

6.   Esta crisis estructural, congénita, ha sido congelada, durante la historia política de la modernidad, con el funcionamiento sistémico y sistemático del Estado-nación, en su forma republicana. Lo que quiere decir que se han podido, resolver los problemas políticos en los límites del paradigma político, mientras estos problemas eran manejables institucionalmente e ideológicamente. Sin embargo, cuando la intensidad, extensidad y cualidad de los problemas desbordan el alcance instrumental e ideológico de la democracia liberal, se hace manifiesta la inutilidad del sistema representativo y delegativo de la democracia formal.

 

 

7.   La primera república moderna, los Estados Unidos de Norte América, que ha sido el referente de los movimientos independentistas, así como la revolución francesa, que ha logrado consolidar el Estado-nación federal,  con todas sus máquinas de poder; en un país extenso, que se extiende desde sus orillas en el Atlántico hasta sus orillas en el Pacífico, que ha sorteado los desafíos de la guerra de secesión, de las guerras mundiales, de la interpelación socialista, ha llegado a sus límites históricos-jurídicos-políticos.

 

8.   Siendo la super-potencia solitaria en el mundo de la modernidad tardía, no encuentra, entre sus recursos ideológicos, políticos, culturales y económicos, proyectos adecuados para resolver las problemáticas de un sistema-mundo capitalista, en la etapa financiera del ciclo del capitalismo vigente.  

 

 

9.   Tampoco encuentra en su knockout, proyectos adecuados para resolver los problemas estructurales internos.

 

10.       Ante esta escasez ideológica y política del liberalismo norteamericano, los decursos políticos parecen encaminarse por el abandono a escenarios de espectáculos, cada vez más banales y pobres. Una revisión de los debates de los candidatos corroboran esta interpretación.

 

 

11.       Las salidas no se encuentran en el sistema representativo y delegativo, en el paradigma liberal, tampoco en el sistema-nacional político, así como tampoco en el sistema-mundo político, en el orden mundial. Estas máquinas políticas han quedado obsoletas ante la complejidad desbordada del mundo efectivo.

 

12.       Ante esta obsolescencia política, son los pueblos del mundo los encomendados a liberar la potencia social, su capacidad creativa e inventiva. Son los pueblos los que pueden inventar otras formas institucionales, los que pueden consensuar sobre sus usos; heurísticas políticas que sean capaces de resolver las problemáticas, desde la perspectiva de la complejidad. Sobre todo, ante el requerimiento impostergable de la gobernanza mundial de los pueblos, así como ante la necesaria y urgente tarea de armonizar a las sociedades humanas con la multiplicidad de sociedades orgánicas de la biodiversidad.  

 

 

13.       Es el pueblo norteamericano el encargado de encontrar salidas más allá de la política restringida,  constituida en el esquematismo dualista del amigo-enemigo. Es el encomendado a llevar la experiencia democrática más allá de la simulación democrática, hacia el autogobierno del pueblo. Fue el pueblo que instituyó la primera república moderna, lo que Hannah Arendt llama revolución política; puede ser también el pueblo que empuje a formas de la democracia radical; la democracia, en pleno sentido de la palabra, del autogobierno del pueblo y del decir la verdad del pueblo.

 

14.       Son los pueblos del mundo los que tienen la potestad de crear mundos alternativos, recurriendo a su capacidad alterativa, creativa e inventiva de la potencia social

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Corporeidades

 

 

Síntomas y significaciones del feminicidio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La violencia no es abstracta sino específica; afecta a personas concretas, a sus cuerpos marcados. Si bien la violencia es un concepto cuya etimología viene del latín, cuyas significaciones se asocian a impetuosidad, ardor, rigor, también a ferocidad, rudeza y saña; la arqueología del concepto, que se sostiene y emerge  del substrato latino, ha desplazado su sentido a agresión. Sobre todo, conectando este significado a referentes normativos y morales. Por ejemplo, se dice que la violencia concurre entre sujetos contrastados, se manifiesta en conductas y comportamientos agresivos, acaece en contextos vulnerables; donde, de manera premeditada, asimilada  y repetida, se promueve la violencia, apremiando hacer daño a contingentes referenciales. Se emplaza a conseguir la subordinación plena, de individuos y acervos sociales. La violencia perturba demoledoramente, cuyo alcance es de magnitud desoladora, inhibiendo las facultades  creativas de la sociedad, recurriendo al terror[47]. Lo que importa no es tanto la cualidad conceptual sino la interpretación del despliegue de violencias específicas.  De las que más llama la atención es la violencia destructiva del feminicidio. Es indispensable detenerse ante semejantes hechos y sucesos, que desatan la violencia sobre el cuerpo de las mujeres. Interpretar esta violencia proliferante, escalonada y en expansión, adquiriendo intensidades espeluznantes, como síntomas de sociedades devastadas; donde sujetos desgarrados, de consciencia desdichada, descargan sus frustraciones en el cuerpo temido de las mujeres.

 

Hay que atender a las estadísticas de los feminicidios, que, como se los presenta, han remontado cantidades asombrosas e inadmisibles. La pregunta es ¿a qué se debe? Una de las respuestas comunes y difundidas es la que asocia el feminicidio con el machismo desbordado, enloquecido, que busca su realización en la dominación depravada, que se manifiesta en el homicidio de mujeres. Compartimos, en parte, esta interpretación; empero, no logra explicar las cantidades expansivas de los feminicidios. ¿Es el depravado o el psicótico la explicación de las regularidades estadísticas de los escalonados feminicidios? Se puede hacer esta atribución parcial, que quizás corresponda a una parte, que no es precisamente la proporción mayor, sino, más bien una de las menores. La proporción mayor o las proporciones mayores tienen que ver no con estas inclinaciones individualizadas, sino con circuitos y tráficos articulados a mercados clandestinos.

 

Así como hay un lado oscuro del poder[48], que se complementa con el lado luminoso del poder - un lado que tiene que ver con las formas paralelas del poder no institucionales, que se complementa con el lado que tiene que ver con las formas institucionales del poder -, también se puede decir que hay un lado oscuro del mercado, que se engrana con el lado luminoso y visible del mercado. Estamos hablando no solo del tráfico de armas, del narcotráfico, sino del tráfico de cuerpos; empero, de este tráfico llevado a extremos crueles y sanguinarios. Resulta que ya asistimos al rapto de niñas y de adolescentes, para satisfacer no solamente las ansias sexuales de millonarios, sino sus deseos más exuberantes, donde se busca la satisfacción delirante en el descuartizamiento y la muerte, después de la violación. Se ha montado toda una logística y organización para el efecto del desenvolvimiento de este mercado oculto en las sombras de los recovecos de la sociedad; aunque, de alguna manera, conocido o sospechado por la misma policía.

 

 

Como dijimos, el lado oscuro del poder no solamente ya atraviesa el lado luminoso del poder. Las redes de las formas de poder no institucionales, clandestinas, no solamente atraviesan a las mallas institucionales, sino que el lado oscuro controla al lado luminoso; se lo ha tragado. Las formas paralelas del poder, no institucionales, controlan a las formas institucionales del poder. De la misma manera, algo parecido ocurre en la relación imbricada entre el lado oscuro del mercado y el lado luminoso del mercado.  No podemos decir, como en el caso del poder, de las relaciones imbricadas entre las formas de poder, que el lado oscuro del mercado controla el lado luminoso del mercado, aunque podemos conjeturar que lo atraviesa.

 

La cifra escalofriante de feminicidios en el norte de México es ya un indicador de la extensión desbordante de la conformación del lado oscuro del mercado, de sus niveles de expansión; además de su involucramiento con su clientela, los carteles. Dirigidos, como se sabe, por capos adinerados. La serpenteante e itinerante revelación de cuantiosos raptos de niñas y adolescentes en los otros países, es también indicador del tamaño de la conformación y funcionamiento de este lado oscuro del mercado, además internacionalizado. Aunque no necesariamente se tiene que identificar a la clientela con los carteles, sino con millonarios insatisfechos. A los que no les colma su riqueza, ni acceder a prostitutas caras, sino que ansían precisamente vírgenes; además tan expuestas y vulnerables, de tal manera que se las pueda asesinar sádicamente. Lo que pasó en Argentina parece tener que ver con estos estilos escabrosos del lado oscuro del mercado y una clientela “honorable”. Esta interpretación o conjetura parece corroborarse cuando se tiene la información de que la familia de la víctima es amenazada, posiblemente por estos “empresarios” del negocio macabro, si sigue insistiendo con la investigación del caso.

 

De acuerdo a estas interpretaciones del conglomerado imbricado, entre las formas de poder mencionadas y las formas de mercado señaladas, se puede sugerir una tercera interpretación. Esta interpretación conjetura la conexión entre lo que ocurre con el poder y lo que ocurre con el mercado. De alguna manera ya insinuamos que las organizaciones del lado oscuro del poder pueden ser tanto la clientela como los ofertantes del lado oscuro del mercado. Sin embargo, parece que la conexión entre ambos planos y espesores de intensidad, del poder y del mercado, han alcanzado la articulación perversa; donde el lado oscuro del poder obliga al lado luminoso del poder a encubrir estos hechos escabrosos y criminales. Por lo tanto, se ha llegado a variados grados de complicidad precisamente de las instituciones encargadas de cuidar a la ciudad y a sus ciudadanos.

 

Ante este panorama, resulta inadecuado reducir estos fenómenos destructivos de la humanidad a la culpabilidad de las aberraciones sexuales, del machismo despechado y de la violencia masculina. Estas identificaciones, dadas por los discursos denunciantes, no abarcan el mapa de todos los dispositivos que están en este juego atroz. Es menester identificar estas estructuras y organizaciones, que componen el lado oscuro del poder y el lado oscuro del mercado.  Es necesario interpelar y denunciar a las economías políticas del chantaje, en las cuales se encuentran estas economías ilícitas, clandestinas e inhumanas. El enfrentamiento no es tan solo con la psicosis o las inclinaciones perversas individualizadas, esto es parte del problema, una parte menor del problema; el problema mayor se encuentra en el funcionamiento instrumentalizado, organizado y estructurado de estas formas perversas del poder y del mercado, que ya se han extendido, no solamente controlando al Estado o parte del Estado, sino amenazando y aterrorizando a la sociedad; inhibiendo o controlando la labor de las instituciones del orden y encargadas de velar por el cuidado de la ciudad y de los ciudadanos.

 

Se ha llegado a situaciones tan peligrosas para la sociedad y el porvenir de la humanidad, que la denuncia y la movilización, las marchas que exigen investigación, son insuficientes para detener este decurso al apocalipsis. Nadie dice que no hay que denunciar, ni movilizarse, ni marchar, ni exigir al Estado el cumplimiento de sus deberes; claro que hay que seguir haciéndolo. Pero, lastimosamente, no es suficiente. Lo que se enfrenta es una amenaza mucho mayor que el supuesto perfil de psicosis o de perversión individualizada; lo que se enfrenta son estructuras de poder y de economía paralelas, incrustadas en el Estado y la sociedad civil. Lo que se enfrenta ya es el desborde del poder, más allá de la gubernamentalidad, más allá de la preservación y reproducción del poder. Lo que se enfrenta es un poder excesivo y descomunal, un poder desbocado, que no se conforma solamente con disciplinar a los cuerpos de las poblaciones, con controlarlos, con engatusarlos con goces banales de la cultura-mundo de la trivialidad, sino que busca su realización catastrófica en la destrucción misma de las cohesiones sociales y de su sentido inmanente, la humanidad.

 

Lo que sorprende no es ya solo la indiferencia o, para decirlo más suavemente, la indocilidad burocrática del Estado, frente a estos hechos espantosos, sino la misma pusilanimidad de la sociedad. Después del rapto, violación y asesinato de una joven, la sociedad misma no podría ir, como de costumbre, al día siguiente a hacer sus rutinas. La dignidad humana exige suspender la vida cotidiana, y detener estos desplazamientos macabros del lado oscuro del poder y del mercado.  Si no lo hace, si después de enterarse de lo que ocurre, de leer las cifras de la extensión de los feminicidios, después de las denuncias y las interpelaciones, las marchas y movilizaciones, vuelve, al día siguiente, a efectuar sus mismas rutinas, esto es muestra de inconsecuencia, en el caso del activismo, y de pusilanimidad, en el caso de la sociedad; por lo tanto, de cierta complicidad, al fin, con lo que ocurre.

 

Lamentablemente, es esto lo que está sucediendo; la responsabilidad de la denuncia, de la interpelación, está en manos de colectivos y grupos activistas; mientras el grueso de la sociedad contempla.  Aunque lo haga indignada por lo que ocurre, el hecho que siga en la rutina, quiere decir que está la sociedad adormecida. Su contemplación indignada es también complicidad. Si las sociedades y los pueblos han llegado a esto, a este grado de pusilanimidad y adormecimiento, son pueblos y sociedades que ya no valen la pena. Han perdido lo primordial; no hablamos de la capacidad de indignarse, sino de la capacidad de detener, de parar, esta destrucción de la dignidad humana, de la vida de las mujeres, del porvenir de las adolescentes. Ni una más, ni una menos, quiere decir no solamente basta, sino el acto inmediato, la movilización de toda la sociedad para desmantelar estas máquinas del chantaje, de la coerción, de la tortura y de la muerte.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[7] Guido Gómez de Silva: Breve diccionario etimológico de la lengua española. Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México; México. 

[8] Ver de Emile Durkheim: Las reglas del método sociológico. Fondo de Cultura Económica 2001; México. 

[9] George Sorel: Reflexiones sobre la violencia. Alianza Editorial 1976; Madrid.

[10] Claude Levi-Strauss: Mitológicas, cuatro tomos. Siglo XXI; 1976; México.

[11] Ver de Gilbert Durand De la mitocrítica al mitoanalisis. Anthropos 1993; Barcelona.

[12] Ver de Raúl Prada Alcoreza La colonialidad como malla del sistema-mundo capitalista. Horizontes nómadas, Bolpress, 2012; La Paz.

[15] Ibídem.

[18] Ver "Hay más fortalezas en la economía que debilidades": la visión sobre Venezuela del español Alfredo Serrano, el "Jesucristo de la Economía" según Nicolás Maduro.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-37547579.

 

[20] Ver Nuevo sujeto sociopolítico: ni gobierno ni de oposición. https://www.elmundo.com.ve/firmas/victor-alvarez/nuevo-sujeto-sociopolitico--ni-gobiernero-ni-de-op.aspx

 

[31] Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasilero. Siglo XXI-CLACSO.

[32] Ver Consideraciones sobre un megaproyecto; El Bala. FOBOMADE. El Nuevo Proyecto "El Bala". También Reflotando el proyecto El Bala. Así como Crónica de los principales desaciertos socioambientales en los últimos seis años. Parte II de II. FOBOMADE. La Paz.

 

 

 

[33] Bibliografía: Robert M. Wald: General relativity, Chicago University Press. Sánchez Bautista F., Sánchez Hernández S. Laura Texto y Prácticas de diseño, 2011. Ver Wikipedia, Enciclopedia Libre: https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Especial:Libro&bookcmd=download&collection_id=76fc967f7ac713f724fbfdd99ec17267adc5817c&writer=rdf2latex&return_to=Simetr%C3%ADa.

[38] Revisar de Antonio Negri El Poder Constituyente. Ensayo sobre las alternativas de la modernidad. Madrid 1994, Prodhufi. En el libro se analiza la diferencia entre la revolución política, de la independencia norteamericana, y la revolución social, relativa a la revolución francesa.

 

[39] Ver Crisis de la república. Taurus;  1998. También ¿Qué es la política? El libro armado sale a luz en 1993 bajo el título en alemán Was ist Politik? Revisar de Hannah Arebdt Qu’est-ce que la politique? Seuil; París 1995.

[40] Ver The Commonwealth of Oceana by James Harrington. file:///C:/Users/RAUL%20PRADA/Documents/EEUU/2016/the_commonwealth_of_oceana.pdf.

[42] Bibliografía: Biddle, Julian (2001). What Was Hot!: Five Decades of Pop Culture in America (en inglés). Nueva York: Citadel. Blackburn, Robin (1998). The Making of New World Slavery: From the Baroque to the Modern, 1492–1800 (en inglés). Londres: Verso. Bloom, Harold (1999). Emily Dickinson (en inglés). Broomall, Pensilvania: Chelsea House Publishers.  Daniels, Les (1998). Superman: The Complete History (en inglés) (1ª edición). Titan Books. De Rosa, Marshall L (1997). The Politics of Dissolution: The Quest for a National Identity and the American Civil War (en inglés). Edison, Nueva Jersey: Transaction. Dicker, Susan J. (2003). Languages in America: A Pluralist View (en inglés). Clevedon: Multilingual Matters.  Dull, Jonathan R (2003). «A Companion to the American Revolution». En Jack P. Greene y J. R. Pole. Diplomacy of the Revolution, to 1783 (en inglés). Maiden, Massachusetts: Blackwell. Fiorina, Morris P.; Paul E. Peterson (2000). The New American Democracy (en inglés). Londres: Longman.  Foner, Eric; John A. Garraty (1991). The Reader's Companion to American History (en inglés). Nueva York: Houghton Mifflin. Fried, Richard M. (1990). Nightmare in Red: The McCarthy Era in Perspective. Oxford University Press. Gutfield, Amon (2002). American Exceptionalism: The Effects of Plenty on the American Experience (en inglés). Brighton: Sussex Academic Press. Levenstein, Harvey (2003). Revolution at the Table: The Transformation of the American Diet (en inglés). Berkeley: University of California Press. Holloway, Joseph E (2005). Africanisms in American Culture (en inglés) (2ª edición). Bloomington, Indiana: Indiana University Press. Johnson, Fern L (1999). Speaking Culturally: Language Diversity in the United States (en inglés). Thousand Oaks, California: Sage. Kennedy, Paul (1989). The Rise and Fall of the Great Powers (en inglés). Nueva York: Vintage. McDuffie, Jerome; Gary Wayne Piggrem y Steven E. Woodworth (2005). U.S. History Super Review (en inglés). Piscataway, Nueva Jersey: Research & Education Association. Meyers, Jeffrey (1999). Hemingway: A Biography (en inglés). Nueva York: Da Capo. Morrison, Michael A (1999). Slavery and the American West: The Eclipse of Manifest Destiny and the Coming of the Civil War (en inglés). Chapel Hill: University of North Carolina Press. Raskin, James B (2003). Overruling Democracy: The Supreme Court Vs. the American People (en inglés). Londres: Routledge. Russell, David Lee (2005). The American Revolution in the Southern Colonies (en inglés). Jefferson, Carolina del Norte: McFarland. Scheb, John M; John M. Scheb II (2002). An Introduction to the American Legal System (en inglés). Florence, Kentucky: Delmar. Schlosser, Eric (2002). Fast Food Nation (en inglés). Nueva York: Perennial. Schrecker, Ellen (1998). Many Are the Crimes: McCarthyism in America. Little, Brown. Smith, Andrew F (2004). The Oxford Encyclopedia of Food and Drink in America (en inglés). Nueva York: Oxford University Press. Wright, Gavin; Jesse Czelusta (2007). «Resource-Based Growth Past and Present». En Daniel Lederman y William Maloney. Natural Resources: Neither Curse Nor Destiny (en inglés). World Bank Press. Ver Enciclopedia Libre: Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Unidos.

[45] Ver Elecciones Estados Unidos: estos son los estados que decidirán el próximo presidente. La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/internacional/20161103/411518222051/elecciones-estados-unidos-estados-clave-bisagra-swing-states.html.

 

[47] Referencias: [1] El término en español es un cultismo; se corresponde con el sustantivo latino violencia, que deriva del adjetivo violens, -entis, que significaba «impetuoso», «furioso». En última instancia, el origen latino de la palabra es el sustantivo vis («fuerza», «poder», «potencia»); Cf. myetymology.com, «Etymology of the Latin word violentia». [2] Freud, El inconsciente. [3] Cf. Amalio Blanco, «Los cimientos de la violencia», Mente y cerebro, 49, 2001, pp. 9-15. [4] Galtung, Johan (1995) Investigaciones teóricas. Sociedad y cultura contemporáneas. Madrid: Tecnos. Bibliografía: _ J. Galtung (1998). Tras la violencia 3R: reconstrucción reconciliación, resolución, afrontando los efectos visibles e invisibles de la guerra y la violencia. Bilbao: bakeaz, gernika gogoratuz. Pág. 15. _ Palermo G.(2005), La violenza intrafamiliare tra diritto e mediazione, La città del sole, Napoli. _ William Golding (1954), El señor de las moscas. Vergara, Carmen, (tr.) Edhasa ISBN: 84-350-0951-3. _ Desmond Morris (1967), El mono desnudo (The Naked Ape, en el original en inglés) Ferrer Aleu, J., (tr.) Nuevas Ediciones de Bolsillo. _ Ashley Montagu (1990), La naturaleza de la agresividad humana. Escohotado, Antonio, (tr.) Valencia: Alianza Editorial, S.A. _ José Sanmartín Esplugues (2000), La violencia y sus claves. Barcelona: Ariel. Sexta Edición actualizada Ariel- QUINTAESENCIA, 2013. _ José Sanmartín Esplugues (2004), El laberinto de la violencia, Barcelona: Ariel. Mundos violentos. _ Desmond Morris, sinopsis de su libro El mono desnudo _ Robert Ardrey, Extractos del Génesis de África. Ver Enciclopedia Libre, Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Violencia.

 

 

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Proyecto emancipatorio y libertario de autoformación y autopoiesis

 

 

Diplomado en Pensamiento complejo:

Contrapoder y episteme compleja

 


 

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Contrapoder y episteme compleja

 

 

Objetivo del programa:

Umbrales y limites de la episteme moderna, apertura al horizonte nómada de la episteme compleja.

 

Metodología:

Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual  colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.

 

Contenidos:

 

Modulo I

Perfiles de la episteme moderna

 

1.- Esquematismos dualistas

2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista

3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico 

4.- Esquematismo ideológico

 

Modulo II

Perfiles de la episteme compleja

 

1.- Teórias de sistemas

2.- Sistemas autopoieticos 

3.- Teorías nómadas

4.- Versiones de la teoria de la complejidad

 

Modulo III

Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad

 

1.- Contra-poderes y contragenealogias 

2.- Composiciones complejas singulares

3.- Simultaneidad dinámica integral

4.- Acontecimiento complejo

 

Modulo IV

Singularidades eco-sociales 

 

1.- Devenir de mallas institucionales concretas

2.- Flujos sociales y espesores institucionales

3.- Voluntad de nada y decadencia

4.- Subversión de la potencia social

 

 

Temporalidad: Cuatro meses.

Desde el Inicio del programa hasta la Finalización del programa.

Finalizaciones reiterativas: cada cuatro meses, a partir del nuevo inicio.

Defensa de la Monografía. Defensas intermitentes de Monografías: Una semana después de cada finalización.



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