Raúl Prada Alcoreza
Prologo: Epistemologías y dominaciones
Crítica de la economía política extractivista
La recreación anacrónica del imaginario desarrollista
Reflexiones sobre el Ornitorrinco
El modelo populista
Apuntes sobre la episteme boliviana
Arqueología del ideologüema del nacionalismo revolucionario
Ciclos largos y medianos del capitalismo
Nacimiento del ciclo de la plata
Nacimiento del ciclo del Estaño
Perfiles del ciclo del petróleo
La genealogía de las nacionalizaciones
Genealogía de la revolución industrial
El modelo extractivista
El extractivismo minero
Los campos problemáticos de la Madre Tierra
Genealogía del Estado
Genética e historia del Estado
Crisis estructural y orgánica del Estado
El Estado-nación como anacronismo
Diagrama de poder trasnacional
Fuerzas, instituciones, empresa y monopolio
Estado plurinacional, descolonización y extractivismo
Miseria de la geopolítica
Consideraciones generales
Miseria de la geopolítica
¿Geopolítica de la Amazonia?
Una digresión: De la “ideología” gubernamental
Sobre el extractivismo
Crisis ambiental y ecológica
Identidades indígenas
El conflicto del TIPNIS
Descripciones del Beni
Interpretaciones
Historia y campo social
Hipótesis histórica
Hipótesis sociológica
La colonialidad como malla del sistema-mundo capitalista
Apuntes para una crítica de la economía política generalizada
Definición de la economía política generalizada
Una hipótesis de interpretación
Apuntes para una crítica de la economía política generalizada
Critica al “fetichismo” del valor de uso, la ilusión socialista
Crítica de la economía política del signo
Crítica de la economía política del poder
Crítica de la economía política de la colonialidad
El k’aqchiu, modo de producción extractivista colonial
La tormenta minera
Estructura del conflicto minero
El mundo del K'aqchiu
Confines proletarios
La ley como huella del gobierno e inscripción del Estado
Despojamiento y desposesión extractivista imperial
Prologo:
Epistemologías y dominaciones
En Cartografías histórico-políticas[1] se aborda el análisis de las dominaciones en el sistema-mundo capitalista. Se aborda el análisis poniendo en juego conceptos interrelacionados que describen el sistema-mundo; conceptos devenidos de experiencias, memorias y racionalizaciones. Concepto-experiencia, concepto-memoria, concepto-razón, concepto-idea, que hacen inteligible el sistema-mundo. Ciertamente todo concepto no es solamente producto de la razón, como supuso el racionalismo; la razón, no es una facultad superior, como la concibió Emmanuel Kant, sostenida o posibilitada por la condición de posibilidad del conocimiento, que es la estructura a priori del sujeto, estructura que lo predispone a la experiencia del tiempo y del espacio, que son como intuiciones a priori de la estructura de las condiciones de posibilidad[2]. Estructura que es también condición de posibilidad de la experiencia. La razón o, si se quiere, la capacidad racional, la actividad de racionalización, forma parte de las dinámicas de la percepción, en sus devenires, forma parte de las capacidades corporales, en interrelación y entrelazamiento con el mundo. Entonces la razón, la racionalidad, integrada a las dinámicas de la percepción, a las dinámicas corporales, a la biología de la razón, comprendiendo también la dimensión virtual, es capacidad integrada a las capacidades corporales. La razón no es una facultad aislada. El conocimiento y la experiencia, presentados por Kant como productos separados o separables, de la razón y de la intuición sensible, no son, de ninguna manera aislables, tampoco productos, sino aconteceres de las dinámicas de la percepción. La experiencia es la matriz o el substrato de la percepción, es la experiencia del cuerpo en el mundo, experiencia constitutiva de la memoria sensible, que corresponde al espesor de informaciones retenidas y activadas constantemente, de acuerdo a las selecciones hechas en los presentes. El conocimiento viene a ser experiencia racionalizada, empero, no de una razón como facultad superior, una facultad aislada, sino de una racionalización constante, integrada a los flujos de la percepción. Por lo tanto, desde esta perspectiva perceptual y corporal, los conceptos son vivencias, experiencias, expresadas en su forma racional; aparecen como cuerpos virtuales, para usar una figura aproximativa, en este sentido, estructurados; sin embargo, no estáticos, ni detenidos, como productos definitivos. Al contrario, al ser cuerpos virtuales, integrados a las dinámicas de la percepción, constantemente se activan, actúan, intervienen, sirviendo como orientadores en las dinámicas, actividades, prácticas, recorridos, de los cuerpos en el mundo. Son, usando otra aproximación provisional, estructuras estructurantes[3], sin embargo, estructuras constantemente reestructuradas. Se trata de estructuras racionales en permanente estructuración, vale decir, en devenir. Esta hermenéutica perceptual, integral, de los conceptos, está contrapuesta a esa manera racionalista de fijarlos, de disecarlos, convirtiéndolos en verdades dichas, a las que hay que volver, como volviendo a un museo, para recordar y narrar las explicaciones abstractas. Esta manera pura de entender los conceptos no solamente los diseca, sino que acepta una forma de cambio conceptual; la hipótesis de la ruptura, del paso de un orden conceptual a otro, como cuando cambiamos la lectura de un libro a otro.
Los conceptos son vitales, forman parte de la vida, constantemente mutan, aunque sea imperceptiblemente, incluso en el marco de corpus teóricos conformados, que, a su vez, experimentan mutaciones imperceptibles constantes, debido a su uso en las prácticas teórica. Cuando se dan transformaciones estructurales teóricas no es que se dan rupturas epistemológicas, en el sentido estructuralista, sino que ocurren desplazamientos teóricos como acontecimientos de la experiencia y de los conocimientos. Las transformaciones teóricas o el paso de unas teorías a otras, de unas formaciones enunciativas a otras, forman parte de dinámicas sociales, dinámicas perceptuales, de dinámicas profundas de activación de memoria, abriendo horizontes nuevos de la experiencia y de los conocimientos. Hay que pasar entonces de las interpretaciones estructurales epistemológicas a las hermenéuticas vitales, vivientes, de los conocimientos y de las experiencias.
Cuando hablamos de concepto-experiencia, concepto-memoria, concepto-razón, concepto-idea, lo hacemos provisionalmente, a modo de aproximaciones pedagógicas, buscando hacer hincapié en el perfil de distintas composiciones conceptuales, en la incidencia mayor del vinculo racional con un acontecer determinado, en el contexto integral de las interrelaciones y entrelazamientos de las dinámicas racionales. Nos referíamos, aproximativamente, a la diferencia entre un concepto como extractivismo o colonialidad respecto a un concepto como genealogía o geopolítica. También a la diferencia de estos conceptos con un concepto como modo de producción o sistema-mundo. El concepto de extractivismo es un concepto, mas bien, descriptivo, más apegado a la experiencia de este acontecer, de esta actividad, que llamamos extractivismo. Algo parecido sucede con el concepto de colonialidad, que forma parte de la serie, por así decirlo, de conceptos como colonialismo, colonización, sumando el neologismo de neo-colonialismo. Si bien, colonialidad no es exactamente un concepto descriptivo, se basa, por así decirlo, en la experiencia de los pueblos colonizados, herederos de la memoria social de la colonización, sufrientes de la colonialidad como herencia contemporánea de aquéllas violencias experimentadas y recordadas. Podemos decir que se trata de un concepto interpelador, construido no sólo como denuncia, sino como interpelación, como acción de-veladora de estructuras y relaciones de dominación, interpelación que hace inteligible a las sociedades llamadas poscoloniales. En cambio genealogía es un concepto que racionaliza la relación con la memoria, con un diseño de la memoria, que busca nacimientos de cursos y recorridos institucionales. La geopolítica es un concepto cuya racionalización incide en la estrategia, estrategia que se expresa en el objetivo del control y dominio del espacio. De manera diferente el concepto de modo de producción es un concepto con pretensiones globales, propone una totalidad estructurada en la producción, que hace de condición inicial y de fin o desenlace de una época histórica. El concepto sistema-mundo tiene las mimas pretensiones globales; empero, a diferencia del concepto de modo de producción, se abre a la multiplicidad y pluralidad de formas en la composición integral de un mundo concebido.
De lo que se trata ahora es hacer la evaluación crítica de las formaciones discursivas, de las narrativas, de-coloniales, concretamente, de las narrativas que hemos desplegado como activistas, de las teorías usadas en la acción política descolonizadora y anticapitalista. La evaluación crítica no es, de ninguna manera, ninguna renuncia a seguir haciéndolo, todo lo contrario; se trata de mejorar los instrumentos teóricos de las luchas sociales, de adecuarlos a los desafíos y transformaciones del presente, incluso hacerlo radicalmente, si es que así amerita, de trastrocar los mismos cuerpos teóricos.
Umbrales y horizontes del concepto descriptivo del extractivismo
La utilización del concepto descriptivo del extractivismo en las narrativas denunciativas de de esta actividad y técnicas destructivas, que se colocan en el inicio del proceso productivo de la valorización del valor, conmensurado económicamente como equivalente general, magnitud unidimensional cuantitativa, medida del tiempo de trabajo cristalizado, ha ayudado a lograr enfoques específicos sobre el funcionamiento del modo de producción capitalista en el sistema-mundo y en las periferias de la economía-mundo capitalista. Este concepto se comienza a germinar, aunque no sea pronunciado, cuando se conforman los discursos críticos de la Teoría de la dependencia, cuando esta teoría concibe el concepto integral de sistema-mundo, definiéndolo a partir de una geografía diferencial y de una geopolítica jerárquica de centro y periferia. Cuando, de las tesis principales, se visualiza críticamente el desarrollo, interpretando la dialéctica paradoja del desarrollo con el siguiente enunciado: el desarrollo produce el subdesarrollo. El sistema-mundo capitalista establece una división del mercado y una división del trabajo, en el contexto de los países componentes de este mundo. Mientras los centros industriales concentran y acumulan capital, las periferias transfieren recursos naturales, materias, primas a estos centros, siendo despojadas de los recursos, siendo, en otras palabras, descapitalizadas. Con la crisis del concepto de desarrollo, sobre todo notorio en los discursos de la CEPAL; esta institución de investigación de Naciones Unidas intenta salvarse de la crisis epistemológica del imaginario evolutivo de desarrollo, acudiendo a la fragmentación de conceptos particulares de desarrollo; desarrollo sustentable, desarrollo con equidad de género, desarrollo humano, etc. La crítica, la interpelación, a las condiciones del capitalismo dependiente, reiterado en las formas del llamado modelo primario exportador, usó el concepto de extractivismo, para referirse a las economías periféricas basadas en la renta de la extracción de minerales e hidrocarburos. Indudablemente, este uso, esta interpelación, esta narrativa denunciativa, estos discursos descriptivos de las situaciones desequilibrantes, resultados de la depredación y la contaminación, de los efectos destructivos de este tipo de economías, lograron hacer inteligible, de manera concreta, el funcionamiento del modo de producción capitalista.
Sobre todo los estudios, las investigaciones, los informes y las reflexiones sobre los efectos devastadores del extractivismo, tanto en la ecología como en la sociedad, aportaron un conocimiento detallado de las experiencias locales del extractivismo minero hidrocarburífero. El concepto de extractivismo se convirtió en un enfoque teórico y técnico para interpretar la condición histórica de los países periféricos y la condición subalterna los Estado-nación periféricos. El análisis de del modo de producción capitalista adquiere especificidad y concreción histórica, dejando de lado la repetición reiterativa de la elocuencia abstracta de un modelo conceptual. La teoría se enriqueció con los aportes de mirada locales, territoriales, regionales, que dan cuenta del funcionamiento efectivo del llamado modo de producción capitalista. La crítica de la economía política adquirió tonalidades efectivas, ayudando a potenciar las luchas concretas contra el capitalismo. Saliendo de las declaraciones generales anti-capitalistas, ingresando en el terreno de las luchas especificas contra las formas concretas del capitalismo, tanto en las periferias como en los centros del sistema-mundo.
El aporte teórico tiene que ver con la comprensión específica de la composición del modo de producción capitalista, que no se reduce a la composición orgánica de capital, tampoco a la composición técnica de capital, sino que aparecen otras composiciones dadas en la geografía del sistema-mundo capitalista. ¿Hablamos de una composición geopolítica del capital? ¿Hablamos de la relación de una composición extractiva y de una composición productiva del capital? Estas definiciones no han sido incorporadas en la discusión, empero abren la inteligibilidad de las composiciones del capital a una variedad compleja de estructuras. Variedad de composiciones que manifiestan las dinámicas múltiples, las articulaciones complejas, en la formación del capital; resultado de la acumulación originaria por despojamiento y la acumulación ampliada, por medio de subsunciones. La teoría del modo de producción adquiere materialidad, por así decirlo.
La descalificación del concepto de extractivismo, del enfoque crítico e interpelador que conlleva, se la efectúa desde la defensa sacerdotal de la pronunciación abstracta de una teoría general, concebida con mirada monacal. Esta mirada dogmática no es más que habitus conservador de camaraderías y fraternidades; es decir, de complicidades patriarcales, que encuentran en la teoría general una ocasión para legitimar privilegios y manejos de poder, a partir del usufructo del prestigio que presta la teoría en uso. Estos señores creen en las ceremonias, en la transmisión de verdades, en el fetiche de la intelectualidad, en el distanciamiento académico, prácticas que no son más que armaduras para protegerse de la subversión de la praxis. Los defensores de la ortodoxia son los sacerdotes de las iglesias modernas, que capturan feligreses, militantes, creyentes, para reproducir la institucionalidad de la academia, de la corriente teórica, defendida fanáticamente, el partido. Esta es una estrategia conservadora, pues preserva las formas de poder institucionalizadas, defendiéndose frente a las dinámicas de la potencia social.
Los defensores de la ortodoxia no pueden reconocer los avances de la teoría, adecuadas, enriquecidas, con los aportes de las reflexiones críticas de las experiencias concretas. Prefieren el olor a incienso, la pronunciación mística y trémula de las grandes verdades. Optan por las descalificaciones apresuradas, que muestran su temor. Para ellos estas novedades son sobresaltos juveniles o “posmodernos”; no pueden ser tomadas en serio, pues nadie ni nada puede cuestionar las sagradas escrituras. Estos discípulos son los personajes de velorio, lugar donde se rinde culto a la muerte, donde se consagra al muerto. Nuca se ha equivocado, nos ha dejado un gran legado, que debemos defender. Esta divinización del maestro es la forma paradójica de consagrar su muerte, la forma paradójica de volverlo a matar por segunda vez. Deja de ser humano para ser un mito. Ya no se aprecia las vinculaciones concretas con el mundo que le tocó vivir, menos las formas ingeniosas de cómo elaboró su crítica, no se aprende de su praxis, sino al endiosarlo, se lo vuelve un profeta que nos habla desde la montaña. Este es el momento cuando estos “ideólogos revolucionarios” se parecen a los “ideólogos” defensores del Estado liberal, del libre mercado, de la libre empresa, del sistema de competencias. En lo que se parecen es en la teleología; para unos y otros, se ha llegado al fin de la historia.
Es aleccionador observar el comportamiento de los partidos “revolucionarios” institucionalizados, de los intelectuales “revolucionarios” institucionalizados, en relación a estos desplazamientos teóricos, que se concentran en las experiencias devastadoras del modo de producción capitalista en las periferias del sistema mundo. En vez de apreciar su mirada concreta, su sensibilidad especifica, han preferido descalificarlas, incluso como si formaran parte de las estrategias del imperialismo.
El aporte del enfoque extractivista, acompañado y apoyado por investigaciones, es darnos a conocer el funcionamiento especifico del modo de producción capitalista. El modo de producción capitalista adquiere materialidad histórica, aparece en carne y hueso en un lugar determinado, ya no es solamente un concepto, una idea crítica. Despreciar este avance es apegarse al vacío, donde la verdad es tan abstracta y tan general, que deja de ser un peligro, deja de ser un arma de las luchas sociales, para convertirse en el centro ausente de una ceremonia cómplice de los poderes constituidos.
Desde la perspectiva del enfoque extractivista, el modo de producción capitalista es un dominio del capitalismo sobre la naturaleza, no solamente sobre la fuerza de trabajo. Es el ejercicio del poder de la institucionalidad y la maquinaria de la valorización abstracta sobre las potencias proliferantes de las formas de vida. El modo de producción capitalista no podría iniciarse, no podría comenzar, si no cuenta con materias primas, los insumos necesarios para la transformación productiva. Los recursos naturales son condición de posibilidad del modo de producción capitalista. No hay modo de producción sin materias primas, sin recursos naturales. Esta condición de posibilidad del capitalismo, plantea, de entrada, un desplazamiento teórico respecto a la tesis original marxista. La especificidad del modo de producción capitalista no se encuentra en la explotación de la fuerza de trabajo, pues para que suceda esta explotación, es indispensable contar con el control de los recursos naturales, de las materias primas indispensables, para el proceso de producción, además del monopolio de los medios de producción. La especificidad del modo de producción capitalista se encuentra en esas separaciones, en esas escisiones, en esos aislamientos, en esas autonomizaciones, fuerza de trabajo, naturaleza, medios de producción, fuerzas productivas, relaciones de producción, economía, etc. Estas separaciones convierten a las mismas en cosa, no solamente en mercancía; las convierten en objetos de producción. A esta heurística de la cosificación, a esta reificación del objeto de la producción, de la valorización abstracta, llamaremos colonialismo, en sentido amplio, colonialismo y colonización de cuerpos, praxis y ejercicio de la colonialidad. Esta apreciación, este punto de partida, nos lleva a concebir la constitución colonial del modo de producción capitalista.
El enfoque extractivista conecta la teoría del modo de producción capitalista con las teorías del colonialismo, de la colonialidad, de la descolonización y de la decolonialidad. En este sentido, la teoría marxista sobre el capitalismo es corregida, incorporando esta historia de la constitución del sistema-mundo, esta violencia inicial, esta guerra de conquista, como mecanismo concreto de la acumulación originaria de capital a escala mundial. Negar este comienzo constitutivo y recurrencia permanente, es no solamente circunscribirse en una mirada eurocéntrica, en la hipótesis de la excepcionalidad europea, sino también renunciar a una lucha efectiva contra el capitalismo. Este socialismo eurocéntrico se convierte en “ideología” social, defensora del modo de producción contra el que dice luchar. Esta es una de las paradojas manifiestas de las llamadas revoluciones socialistas.
Decir que el enfoque extractivista y el enfoque ecologista forman parte del capitalismo verde, es la muestra de una simpleza argumentativa, acompañada por confusiones insólitas. Por una parte, es no prestar atención a los desplazamientos teóricos, mucho menos a los desenvolvimientos de la experiencia social; esta desatención muestra el encierro, el encaracolamiento, de los defensores de la ortodoxia, quedando suspendidos en una representación anacrónica, alejados de las convulsiones del presente. El enfoque extractivista es una de las mejores interpelaciones actuales contra las formas de dominación capitalistas. La crítica al enfoque extractivista y a al enfoque ecologista, son, en la práctica, defensas veladas del capitalismo.
Por otra parte, confundir el capitalismo verde con el enfoque extractivista y con el enfoque ecologista, es develar la mas irresponsable provisionalidad en el debate. El capitalismo verde es una propuesta de las instancias operativas internacionales del orden mundial, de las conferencias de naciones unidas sobre el cambio climático, una propuesta financiera del sistema financiero mundial. ¿Qué tiene que ver esta propuesta con la crítica del extractivismo, con la crítica ecologista? Nada. Forma parte de los apresuramientos gubernamentales de los voceros de los gobiernos progresistas, en su desesperada manera de cubrir sus profundas contradicciones.
El enfoque extractivista también conecta la teoría del modo de producción con los enfoques ecológicos, las teorías ecológicas, que ya son teorías de la complejidad. Esta conexión exige otros desplazamientos; se pasa de la episteme de teorías deterministas o, en el mejor de los casos, multi-deterministas, a teorías donde la indeterminación plantea los entrelazamientos, los nichos y el azar como matrices combinatorias. Pasamos de teorías holistas a teorías des-totalizadoras. Pasamos de teorías evolucionistas, que suponen la temporalidad lineal, a teorías pluralistas, que comprenden ciclos entrelazados. El modo de producción ya no es el marco teórico único, total, a partir del cual se deducen consecuencias teóricas, sino que forma parte de narrativas teóricas abiertas, simultáneas, donde el concepto de modo de producción es un operador en la interpretación de diferentes problemáticas entrelazadas.
Las conexiones del enfoque extractivista nos muestra que nos encontramos ya en otra episteme, la de la complejidad. No es la episteme de la historicidad, también, en contraste y compartiendo, episteme estructuralista, relativa al análisis de la estructura o las estructuras, así como de la formalización. Estamos en la episteme de la simultaneidad, de las articulaciones complejas, de las integraciones en distintos niveles, del entrelazamiento y de los nichos, así como de los ciclos. Desde este juego de perspectivas simultáneas, la experiencia del capitalismo no se explica a partir de un concepto que hace de síntesis de múltiples de terminaciones, sino de los efectos e impactos, de las formas concretas que adquieren, en distintos contextos, territorialidades, sociedades. Si se quiere, utilizando una metáfora, que además es una inscripción “real”, al capitalismo se lo estudia a partir de las huellas que deja.
El capitalismo deja de ser una generalidad, también deja de ser la universalidad de la realización del capital; aparece en sus múltiples singularidades, en sus formas logradas, en sus conexiones, en sus combinaciones, así como en sus composiciones locales, nacionales, regionales y mundiales. El capitalismo es, en realidad, capitalismos integrados. El capitalismo no se explica a partir de la teoría del valor o no solamente, sino estudiando sus prácticas y estrategias de ganancia, sus prácticas y estrategias de control, sus prácticas y estrategias de competencia, sus prácticas y estrategias de poder.
¿Es el capitalismo un modo de producción?
El concepto de modo de producción es un concepto explicativo, un concepto que busca explicar el funcionamiento del capitalismo, fenómeno caracterizado como la valorización del valor abstracto, del equivalente general, valorización del dinero. Karl Marx se opone a las teorías que explican la ganancia por el juego de la oferta y la demanda, por los juegos del mercado; propone que la valorización se realiza en la producción, no en el mercado. Esta es la razón última por la que caracteriza al capitalismo, es decir, a la valorización abstracta y su subsecuente acumulación, como modo de producción. El segundo paso es presentar el modelo de producción característico del capitalismo, a diferencia de otros modos de producción dados en la historia. El modo de producción capitalista parte de las condiciones de posibilidad monopólicas, por un lado, y las condiciones de posibilidad de despojamiento y desposesión, por otro lado. En lo que respecta a las primeras condiciones de posibilidad, se trata del monopolio de los medios de producción, el monopolio de la tierra y el monopolio del dinero. Esto último deberíamos entender como el monopolio de las finanzas, en cierto nivel de desarrollo y de organización. En lo que respecta a las condiciones de posibilidad de despojamiento y desposesión, supone la existencia de hombres y mujeres despojados de sus tierras y desposeídos de sus medios de producción; se trata de la aparición del proletariado. Hombres y mujeres que no tienen más que su cuerpo, más que su fuerza de trabajo, para hacer algo con él, para usar esa energía; lo que hacen para sobrevivir es vender esa capacidad corporal, que es la fuerza de trabajo. La conclusión del modelo, de este enfrentamiento entre los que controlan los monopolios y los que no tienen nada, salvo su propio cuerpo, es que, al contratar los capitalistas la fuerza de trabajo proletaria e incorporarla al proceso de producción, logran apropiarse de tiempo de trabajo no pagado. Subsumen el trabajo al capital, en un proceso donde se produce tanto la transformación material, la producción de mercancías, como la producción abstracta, la producción de la valorización.
Este es el núcleo del concepto. Lo sugerente del concepto modo de producción capitalista es que traslada la explicación de la ganancia del ámbito del mercado al ámbito de la producción; por otra parte, devela la relación de explotación en el ámbito de la producción. Entonces la ganancia se explica por la apropiación privada de los productos del trabajo colectivo. Lo de la apropiación del tiempo de trabajo, expresado, además como tiempo de trabajo socialmente necesario, que supone la cristalización del tiempo en el valor y la valorización, es, mas bien, una tesis abstracta. No deja de ser un problema restringir la explicación de la valorización al eje del tiempo, a la conmensuración del tiempo. El cálculo económico, la contabilidad capitalista, que, obviamente, se basa en registros cuantitativos, no se resume a la medida del tiempo; intervienen una multiplicidad de factores y condiciones que deben ser controladas y coordinadas. La valorización, es decir, la medida, para no volver a la misteriosa cristalización del tiempo socialmente necesario, es captada por el cálculo económico, cálculo de los costos de producción, cálculo del transporte, cálculo de las ventas. La valorización no se da sólo en el ámbito de la producción, no se podría dar en el ámbito de la producción sino se controlan las condiciones y los otros factores intervinientes. La valorización resulta del control, de la coordinación y combinación de múltiples condiciones y factores intervinientes. El dominio no sólo se ejerce sobre la fuerza de trabajo, sobre el proletariado, sino sobre un conjunto de campos, de ámbitos, de territorios, de pueblos y poblaciones. No sólo se puede suponer la existencia de los monopolios como condición de posibilidad histórica del capitalismo, es menester explicar su aparición, su formación, su génesis y genealogía. Sin la existencia de estos monopolios no podría darse, por lo menos teóricamente, el capitalismo. Entonces para explicar el capitalismo es indispensable explicar la genealogía de esos monopolios, el monopolio de los medios de producción, el monopolio de la tierra, el monopolio financiero.
Si bien Marx pasa del análisis de la producción, donde se produce la transformación y la valorización, al análisis de la distribución y hace alusión al consumo, comprendiendo la interrelación entre el ámbito de la producción, el ámbito de la distribución y el ámbito del consumo, haciendo hincapié en la distribución y el consumo productivos. Si bien dice que la realización de la plusvalía se da en el mercado, el análisis es insuficiente para explicar la formación y la existencia de los monopolios, que son condición de posibilidad del capitalismo.
Esto es importante pues nos traslada a otros dominios del sistema capitalista, a otras dominaciones del sistema de la valorización del capital. El sistema capitalista domina la tecnología, controla el saber y la ciencia, la producción de tecnología. Controla los campos donde se dan lugar estos saberes, estas destrezas, la producción de estos instrumentos. El capitalismo no solamente supone la existencia de propietarios privados de medio de producción, sino el control y el dominio de los campos de saberes, de los campos tecnológicos, campos donde se producen saberes, ciencia y tecnología. Entonces el sistema capitalista supone el control de los sujetos sociales que producen saberes y tecnología. Lo hace de la misma manera que lo hace con los obreros, por medio de contratos de trabajo; también de inversiones en investigaciones, en universidades, en programas de educación. ¿La relación con los científicos y técnicos es una relación de explotación? Se puede decir que sí, pues se apropia de saberes sociales, del intelecto general, de conocimientos y de técnicas, que corresponden a la creatividad social; privatizada por los procedimientos de separación de los productos de sus producciones, de las producciones capturadas por mallas privadas, por fábricas y talleres. Algo que es social es apropiado privadamente por medio de dispositivos jurídicos y estatales, que establecen que el producto es propiedad privada, pues ha sido producido en espacios privados.
¿El sistema capitalista explota a los intelectuales, a los científicos a los ingenieros, a los técnicos que producen saberes, conocimientos, tecnologías? Manteniendo la misma tesis de Marx sobre la relación entre propietarios no-productores y productores no-propietarios, podemos decir que sí. Sin embargo, tampoco los intelectuales, los científicos, los ingenieros, los técnicos pueden considerarse propietarios de sus saberes, de sus conocimientos y de sus técnicas. Estos son bienes sociales, forman parte del común de la sociedad. ¿Se puede decir lo mismo de los trabajadores? ¿Son ellos propietarios de su fuerza de trabajo, incluso son propietarios de su cuerpo? El cuerpo y sus capacidades, entre ellas la energía empleada como fuerza de trabajo, no es propiedad de cada uno de los trabajadores, ni de nadie. El cuerpo es vida, forma parte de los ciclos de la vida, forma parte de la potencia de la vida. Lo que hace el capitalismo es capturar formas de vida, capturar partes de la potencia de la vida, en determinados periodos, para utilizar ciertas capacidades como energía subsumida y direccionalizada a obtener determinados productos, determinados resultados. Lo que el capitalismo hace es apropiarse de las capacidades de los cuerpos que logra controlar, comprometiéndolos en la producción de bienes y servicios para el consumo masivo. El monopolio sobre estos bienes y servicios le permite ofrecerlos como mercancías, condicionando a los consumidores a comprarlas. En definitiva, el capitalismo es un sistema que interviene la vida, captura parte de sus dinámicas, parte de su potencia, parte de sus ciclos, usando estas capacidades en la producción privatizada de productos privados, destinados al mercado. El capitalismo es un sistema que expropia lo común de una manera privada. Al hacerlo calcula, mide, las magnitudes de esta expropiación. La apropiación no solamente es sobre los productos sino es también control de las actividades productivas; es decir, organización, control y coordinación de estas actividades. Lo que se llama valorización no es otra cosa que dinámica transformadora y creativa de la vida. Captura pues estas dinámicas para apropiarse de los productos.
¿El sistema capitalista es distinto a los diferentes sistemas que se conforman en el Oikos, en la ecología, en los ecosistemas, en las biodiversidades, no solamente correspondientes a las sociedades humanas, sino a todas las sociedades orgánicas? Todos los sistemas de vida actúan en los espesores y nichos del Oikos, succionan energía para alimentar sus propias reproducciones. La particularidad de las sociedades humanas es que sus sistemas de vida actúan también sobre sí mismas, ocasionando también capturas, utilización de energía y capacidades humanas en función de jerarquizaciones y estratificaciones privilegiadas. La particularidad del sistema capitalista es que lo hace en función de apropiaciones privadas, sobre la base de la privatización de los productos, que suponen la privatización de la tierra, la privatización de los medios de producción y la privatización financiera. Así como suponen el control privado de los saberes, de las ciencias y de las técnicas. En términos muy generales se podría decir que el sistema capitalista no es distinto de lo que ocurre con todos los sistemas de vida; sin embargo, en términos específicos, el sistema capitalista se distingue, incluso en la propia distinción de las sociedades humanas.
Cuando las sociedades humanas logran capturas más amplias, controles más amplios, domesticar el genoma de las plantas y animales, efectúa la llamada revolución verde con la agricultura, ocasionando lo que se va conocer como residencia permanente, el sedentarismo, aglutinando poblaciones en ciudades, conformando administraciones y organizaciones centralizadas, las sociedades se estratifican, los sistemas sociales actúan sobre sí mismo, diferenciando y capturando cuerpos y capacidades humanas. Cuando se interviene en gran escala en los ciclos de la vida esto lleva también a una intervención en los ciclos de las sociedades humanas. ¿Por qué un mayor control sobre los ciclos vitales lleva al control sobre la misma sociedad humana? ¿Por qué una mayor intervención en los ciclos vitales del entorno llevan a organizar la intervención en los ciclos de la vida humana? ¿El resolver una mayor complejidad enfrentada lleva a crear una mayor complejidad interna? Se podría decir que actuar en la exterioridad es también actuar sobre sí mismo; pero, ¿por qué esta actuación sobre sí mismo lleva no solo a la diferenciación, a la estratificación, sino también a la dominación? Esta es la pregunta clave.
Hemos tratado de responder a esta pregunta en Devenir y dinámicas moleculares[4], recurriendo a la hipótesis interpretativa de la inclinación humana por las instituciones imaginarias de la sociedad. Estas criaturas humanas se vuelven los cuervos que se comen los ojos de sus creadores. Sobre mapas institucionales se conforman las dominaciones. ¿Cómo explicar esta inclinación por las instituciones imaginarias de la sociedad? ¿Por qué a partir de estas instituciones imaginarias se conforman las dominaciones? La captura institucional define un dominio, un campo de dominio sobre cuerpos; retiene dinámicas moleculares y flujos sociales. Inscribe en los cuerpos la marca institucional, hendiendo en ellos el imaginario como habitus. Las dominaciones se consolidan con la constitución de sujetos y subjetividades. Entonces el poder puede reproducirse espontáneamente. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué los sistemas humanos terminan sirviendo al imaginario instituido, dejando de servir a los ciclos vitales, a la reproducción de la vida misma? ¿Cómo explicar este desplazamiento en los sistemas de vida humanos? ¿Una anomalía en los códigos de la vida, inscrita en el ser humano? Difícil responder a estas preguntas. Lo que queda claro, en todo caso, es que esta inclinación por las dominaciones es una inclinación por la destrucción.
Volviendo a la evaluación crítica del modo de producción, vemos que es insuficiente para dar una explicación completa e integral del sistema capitalista. De alguna manera, estos límites han sido notorios. Se ha buscado traspasar estos límites construyendo conceptos menos abstractos, menos orientados al modelo universal, conceptos históricos, más orientados a buscar las articulaciones específicas dadas en distintos contextos históricos. Un concepto operativo, en el sentido mencionado, es el de formación económica y social; que busca la articulación específica de estructura y superestructura, en una de las versiones; la articulación de modos de producción, bajo la hegemonía del modo de producción capitalista, en otra versión. Otro concepto histórico, de carácter más politico, es el concepto de imperialismo, basado en minuciosas observaciones del análisis económico de las relaciones concomitantes del Estado y el sistema financiero. Ambos conceptos mejoraron notablemente el análisis del sistema capitalista, otorgando al concepto de modo de producción, la ayuda de conceptos descriptivos y de configuraciones históricas. Sin embargo, no se terminaba de lograr dar una explicación exhaustiva, completa e integral del sistema capitalista, de su funcionamiento, sobre todo del funcionamiento de la compleja articulación instrumental, de las dinámicas materiales que sostienen la valorización abstracta de capital.
Un avance importante, en este sentido, de completar la explicación del sistema capitalista, es el desplazamiento del análisis hacia el concepto de sistema-mundo. Con el concepto de sistema-mundo capitalista se logró pensar, de una manera integral, el complejo funcionamiento del sistema capitalista, abarcando la perspectiva mundial. La virtud de este concepto es comprender la articulación de lo diverso, plural y dicotómico, de instituciones, estados, sociedades, culturas, economías locales, como integración y subsunción en el desarrollo de la acumulación de capital. Articulación e integración capitalista que se dan en la extensión y desplazamiento de la geopolítica del sistema-mundo; geopolítica que diferencia y jerarquiza la geografía planetaria, distinguiendo centros y periferias en el sistema mundo-capitalista.
El concepto sistema-mundo capitalista resuelve varios problemas pendientes, atribuibles a la estructura, a la composición categorial y a los límites del concepto modo de producción capitalista. El concepto sistema-mundo capitalista pertenece a la episteme de la complejidad; su composición de articulaciones múltiples, de entrelazamientos diversos, de integraciones móviles, no pretende validez universal, tampoco expresa un modelo ni un modo homogéneo, sino que persigue situarse en la dinámica de entrelazamientos, conexiones y combinaciones de distintas formas y módulos, que se dan en distintos planos, en distintos campos, no sólo en el ámbito productivo. La metáfora arquitectónica de estructura y superestructura desaparece, para dar lugar a condicionamientos múltiples, sobre y co-determinaciones plurales y simultaneas. Se trata de comprender cómo se articulan instituciones como el Estado con instituciones como las empresas, conectadas, al mismo tiempo con instituciones como los sindicatos, atravesadas simultáneamente por instituciones culturales como las relativas al campo escolar y las correspondientes a las costumbres; se trata de comprender cómo estas conexiones terminan integradas en los procesos llamados de valorización abstracta. Esta articulación local es contextuada en la complejidad del mundo, en la complejidad de las dinámicas dadas mundialmente, que conforman también articulaciones e integraciones institucionales, empresariales, financieras, de organismos internacionales, de corporaciones, dadas a escala mundial. El concepto sistema-mundo capitalista es tanto descriptivo como explicativo, identifica coyunturas y contextos, concibe el funcionamiento integral, en múltiples planos, del capitalismo. Sin embargo, todavía queda pendiente la explicación articulada e integral de la valorización y de la acumulación. No se trata de volver a los modelos teóricos, homogéneos y universales, sino de lograr descripciones exhaustivas, explicaciones del conjunto de operaciones que sostienen la valorización. No se puede volver a la tesis de que el valor es sustancial, cuya esencia radica en el tiempo de trabajo socialmente necesario. No hay valor como tiempo cristalizado en la mercancía; esta tesis es esencialista. El valor responde a un orden de relaciones, mejor dicho a un orden de operaciones relacionadas, a un orden de relaciones operacionales. El valor y la valorización abarcan operaciones cuantitativas, desde el control de las materias primas, desde las estrategias por disminuir la renta de las materias primas, hasta las manipulaciones en torno al salario, pasando por bajar los costos del transporte, lograr transformaciones tecnológicas que incidan en la productividad y la competencia, formar monopolios que controlen los mercados, así mismo lograr controlar gobiernos y estados, evitando leyes y contratos perjudiciales. La valorización integra numerosas cuantificaciones, que se dan en distintos planos; de lo que se trata es de disminuir todos los costos, abriendo el espacio no solo para ganancias sino para super-ganancias. La valorización deja de ser un proceso esencialista para situarse en la exterioridad de múltiples operaciones, que inciden en la formación de la valorización a escala mundial. Esta valorización no se da sólo en el ámbito de la producción, en el proceso productivo, sino que comprende enlaces entre distintos ámbitos. La valorización no puede darse sólo en el ámbito de la producción; la valorización supone el control de distintos ámbitos y campos, que componen el mundo.
La valorización es matemática; se trata del conjunto de operaciones de medida y de cálculo, dadas en distintos planos y ámbitos de actividad, que acompañan al conjunto de estrategias y tácticas de minimización de costos y dilatación del espacio de las ganancias. La valorización es descriptible y cuantificable, no hay que buscarla en ninguna esencia o sustancia escondida. Es sorprendente encontrarse con economistas marxistas que se hayan devanado los censos buscando la fórmula matemática para calcular el valor, la valorización, la plusvalía, en términos sustanciales, de tiempo socialmente necesario cristalizado. Esta búsqueda corresponde a una tesis no solamente sustancialista, es decir, metafísica, sino también unidimensional; se concibió al tiempo como sustancia de valor. Olvidando de plano que si el sistema capitalista es mundial y se mueve, realiza y efectúa, reproduciéndose en todos los niveles y planos de actividades sociales mercantilizables, entonces la valorización se da de una manera multidimensional, no de una manera inmanente sino de la forma externa en la que aparecen las actividades. Estas formulas tan extrañas, que han elaborado estos calculistas del misterioso valor, que llamaremos alquimistas del valor, en su sentido sustancialista, quedaran en el anecdotario de la historia de la economía política.
Retomando la evaluación teórica del concepto del sistema-mundo capitalista, podemos apreciar que el mismo ha coadyuvado notoriamente en el análisis de las formas económicas y sociales del sistema capitalista, dadas en la inmensa geografía de las periferias. Desde la Teoría de la dependencia hasta las investigaciones de Immanuel Wallerstein, pasando por las investigaciones de Fernand Braudel y Giovanni Arrighi, el concepto de sistema-mundo capitalista se ha ocupado de estudiar la formación del capitalismo mundial, de las características de los ciclos largos, de las relaciones y estructuras geográficas entre centros y periferias, de sus desplazamientos, de sus composiciones y articulaciones en los ámbitos comerciales, industriales y financieros, de sus conexiones estatales, corporativas, internacionales. Analizando los substratos coloniales, las estructuras de poder, las transformaciones culturales. Estudiando las divisiones del mercado y del trabajo, analizando los condicionamientos de lo que se llamó después economías extractivistas y estados rentistas, nombradas, en ese entonces, el de la contemporaneidad de sus investigaciones, economías de exportación de materias primas.
El concepto extractivismo, en todas sus variantes, debe interpretarse en los contextos, en la estructura y composición, en la complejidad del sistema-mundo capitalista. No puede concebirse de manera aislada y autónoma, sino en articulación e integración en el sistema-mundo. La interpretación integrada del extractivismo comprende sus variedades y diferencias como economías extractivista locales, nacionales y regionales. Hablamos del extractivismo minero e hidrocarburífero. Hablamos también de composición económicas mezcladas; empero, definitivamente extractivista, cuya base gravitante es la extracción de materias primas, de recursos naturales, aunque tenga desarrollos en la industria, en la revolución tecnológica, así como en la infraestructura de transportes, también en los servicios urbanos. Hablamos de la misma manera del llamado neo-extractivismo, neologismo referido a la incursión expansiva en el extractivismo por parte de los llamados gobiernos progresistas, aunque hayan mejorado los términos de intercambio.
Después de ponderar positivamente el concepto de extractivismo, queremos hacer algunas anotaciones sobre sus limitaciones. Se ha observado una tendencia a referirse al extractivismo, a explicar el extractivismo, de una manera aislada y desarticulada, así como descontextuada, del sistema-mundo capitalista. Esto es como volver atrás, esto es como mantenerse en la episteme analítica e historicista, campo teórico de los estudios que consideran las “realidades” locales, nacionales y hasta regionales, de una manera aislada, como si pudieran darse solas y no en el mundo. No hay “realidades” aisladas, todas las “realidades” económicas, sociales y políticas, se constituyen en el mundo y son constituidas por el mundo. Este análisis desarticulado del extractivismo lo termina convirtiendo en un fenómeno propio, independiente, convirtiéndolo en misterioso, resultado de la conspiración de tenebrosas corporaciones secretas. Lo que se gana con el concepto de extractivismo, en su condición descriptiva y denunciativa, se pierde cuando se pasa a este tipo de explicaciones desarticuladas, que se encaminan al recurso de la teoría modelo o teoría paradigma, teoría causalista obsesionada por la explicación racional para llenar los vacíos explicativos.
Otra tendencia sesgada es circunscribir el análisis del extractivismo al impacto ecológico y ambiental, también de una manera aislada y desarticulada. Igualmente aquí, lo que se gana en las descripciones de los impactos contaminantes, depredadores, desequilibrantes de los ecosistemas, se pierde cuando se busca la explicación del extractivismo como negación ecológica, en su sentido más amplio, como negación ambiental, en su sentido reducido. De esta manera se llegan a conclusiones morales como las tesis del decrecimiento. No puede perderse el juego de perspectivas de la episteme de las teorías de la complejidad, menos cuando se asumen los espesores ecológicos; tampoco se puede lograr una explicación integral del fenómeno extractivista sin comprender que las formas extractivistas forman parte intrínseca del modo de producción capitalista a escala mundial, del sistema-mundo capitalista como complejidad de articulaciones societales, estatales y culturales, complejidad integrada al servicio de la acumulación de capital.
En contraste, se dan tendencias a descartar el concepto de extractivismo tanto como descriptivo, así como explicativo. Se mantiene perseverantemente la idea de un modelo único, universal, homogéneo, que no requiere de recomposiciones, de incorporación de especificaciones; sin comprender el aporte del concepto de extractivismo, que le otorga cuerpo y especificidad al concepto de modo de producción capitalista y al concepto de sistema-mundo capitalista. Descartar el concepto de extractivismo es como renunciar a darle al concepto de modo de producción fluidez y capacidad de adecuación. El concepto de extractivismo coadyuva a que el concepto de sistema-mundo se aposente, sea útil en el análisis. El concepto de extractivismo da cuenta de los funcionamientos concretos del modo de producción capitalista, así como del sistema-mundo capitalista. Descartar entonces el concepto extractivista es renunciar a entender el funcionamiento histórico del modo de producción y la geopolítica del sistema-mundo capitalista.
Colonialismo, colonialidad y sistema-mundo capitalista
Weber le ha atribuido al espíritu del capitalismo, vale decir, a la religión, en este caso al cristianismo en su versión protestante, particularmente calvinista, un papel preponderante en la formación del capitalismo. Georges Bataille, en La parte maldita, retoma esta tesis, evaluándola críticamente a la luz de las relaciones paradójicas entre excedente e imaginarios sociales; éstos expresando simbolismos, representaciones, narratividades asociadas al uso del excedente, ya sea como gasto improductivo o como gasto productivo, como ocurre con la burguesía. El problema de estas tesis, incluso de la crítica, es que suponen el excedente, sin preguntarse cómo se produce y genera el excedente. La virtud de Marx es haberse desplazado al análisis del excedente a partir de las estructuras que lo producen y generan. De alguna manera, con la sociología, con el estudio de los comportamientos y las conductas, se ha abandonado la preocupación sobre la producción y generación del excedente, volcándose hacia una episteme dedicada a explicarse el uso del excedente de una manera productiva, dedicada a explicarse la inclinación por la inversión y la reinversión del excedente a partir de códigos religiosos, códigos morales, códigos disciplinarios. No discutimos que esto pueda ocurrir, que sea una tendencia en la relación de los propietarios con el excedente; sin embargo, es difícil aceptar que esta sea la tendencia fundamental en la explicación del capitalismo, que sea la condición de posibilidad de la formación del capitalismo. En todo caso, es una tendencia entre muchas, que forman parte de procesos concomitantes en la formación del sistema-mundo capitalista.
Lo importante es explicar la producción y generación del excedente. Ciertamente el excedente es histórico, no puede disociarse de la formación económica y social donde se generó. En el caso del excedente capitalista no puede disociarse del modo de producción capitalista; empero, comprendiendo que este modo de producción se encuentra articulado a un conjunto de sistemas y dispositivos que tienen que ver con el control, vale decir, el monopolio de los recursos naturales, de las materias primas, el monopolio de la tierra, el monopolio de los medios de producción, de la tecnología y de la ciencia, el monopolio de los dispositivos de poder, el control del Estado, así como el control del transporte, además del monopolio de las comunicaciones, incluyendo a los medios de comunicación. Por otra parte, no se puede des-contextuar este modo de producción capitalista de formaciones económicas y sociales donde se heredan y activan otros modos de producción; tampoco se puede des-contextuar el funcionamiento del modo de producción capitalista en un sistema más complejo, que integra estados, sociedades, culturas, lenguas, diversas, subsumiéndolas a los procesos de acumulación de capital. Si bien, la formación del excedente capitalista no puede explicarse sólo a partir del ámbito de la producción, como dijimos antes, sino a través de una combinatoria de formas y dispositivos, dados en distintos ámbitos a nivelo mundial, no se puede eludir, de ninguna manera, la composición histórica del excedente.
En la formación del excedente capitalista juegan un papel primordial el colonialismo, la colonización y la colonialidad. El excedente capitalista no es un fenómeno local, tampoco nacional, no es, así mismo un fenómeno regional, es un fenómeno mundial. El excedente capitalista se da en el sistema-mundo. Con esta tesis no se niegan singularidades de fenómenos locales, tampoco nacionales, menos regionales, sino que se comprende que estos fenómenos locales, nacionales y regionales dependen de la estructuración y funcionamiento del sistema-mundo. Partir del fenómeno local o nacional para explicarse la génesis del capitalismo es suponer la excepcionalidad europea, olvidándose que lo que se llama capitalismo, valorización dineraria, ya se había dado antes y en otros contextos históricos y continentales. El capitalismo es más antiguo y proviene, en los ciclos largos, del Asia. Antecedentes históricos, frente a los cuales se caen las tesis sobre el espíritu del capitalismo.
El paso de la centralidad de ciclos del capitalismo asiáticos a la centralidad de ciclos de capitalismo europeos se debe fundamentalmente a la conquista del quinto continente, Abya Yala. Europa sale de su condición periférica contando con el excedente descomunal que obtiene por despojamiento y desposesión de las tierras, poblaciones, pueblos y sociedades conquistadas. Entonces lo que se tiene que estudiar es la condición colonial en la conformación del sistema-mundo capitalista, así mismo, en la producción y generación del excedente capitalista. No se puede soslayar esta tarea, a no ser que se caiga en una apología eurocéntrica, pues se trata de dar cuenta del acontecimiento histórico del sistema-mundo capitalista. En el abordaje o re-abordaje de esta tarea, que en parte significativa ha sido abordada por las teorías e investigaciones de la dependencia y de la modernidad, que toman como horizonte el sistema-mundo capitalista, vamos a sugerir un cuerpo de tesis, que deben ser retomadas en las investigaciones históricas.
Tesis de la colonialidad capitalista
1. El excedente no se forma sólo en el ámbito de la producción, sino en su articulación con distintos ámbitos, de recursos, de saberes y de técnicas, sociales, comunicativos y de transporte.
2. El excedente capitalista es posible en el sistema-mundo capitalista, es un fenómeno mundial.
3. La clave en la formación y estructuración del sistema-mundo capitalista es su dominio geográfico, dominio dado históricamente por conquistas, colonizaciones y consolidaciones coloniales.
4. Por lo tanto, la clave del excedente capitalista es el despojamiento y desposesión colonial.
5. La clave del incremento de este excedente se encuentra en el uso productivo del excedente, en la inversión y reinversión del excedente.
6. Este uso productivo del excedente se llama revolución industrial. Aunque haya habido antes inversión y reinversión productiva, la inversión productiva propiamente dicha, la inversión que cruza el umbral, construyendo lo que llama Marx el modo de producción específicamente capitalista, es la inversión industrial.
7. El sistema-mundo capitalista, en las condiciones de la revolución industrial, transforma las condiciones coloniales, pues ya no requiere el control directo de los dominios coloniales, tampoco requiere, en sentido estricto, de dominios territoriales administrados por los imperios coloniales. El sistema-mundo capitalista de la revolución industrial requiere de un sistema de libre mercado.
8. La nueva condición colonial se da a través de estados independientes, Estado-nación subalternos.
9. Se puede distinguir por lo menos dos etapas en la formación del excedente capitalista; la primera, cuando el excedente se forma directamente por despojamiento y desposesión colonial; la segunda, cuando, sin de dejar de darse el despojamiento y desposesión colonial, se forma una inmensa periferia, ahora de Estado-nación subalternos, encargados de transferir recursos naturales a los centros del sistema-mundo capitalista. La colonialidad económica se da en el contexto de una geopolítica del sistema-mundo, en la geografía jerarquizada de la división del mercado y del trabajo a escala mundial. Donde una mayoría de países se convierten en vendedores de materias primas, reservas de recursos naturales y de mano de obra barata.
10. Sin los términos de intercambio desigual, que se da en esta división internacional del mercado y del trabajo, no podría explicarse la formación del excedente capitalista.
11. El excedente capitalista, el plusproducto, la plusvalía, no sólo se explica por la explotación de la fuerza de trabajo, sino también, en combinación y en articulación, con la explotación y expoliación de pueblos, de países, de territorios, de la inmensa geografía de las periferias del sistema-mundo capitalista.
12. El excedente capitalista no se explica sin el dominio del sistema-mundo sobre la naturaleza.
13. El excedente capitalista supone una economía política generalizada. Esto equivale a la autonomización generalizada de abstracciones, de equivalentes generales diversos, en distintos campos, el económico, el político, el cultural, el del poder. Esto acontece a través de una analítica diferenciadora de representaciones y referentes, analítica consolidada institucionalmente, mediante la constitución de instituciones imaginarias en la sociedad.
14. Así como se puede hablar de una economía generalizada, se puede también hablar de un colonialismo y colonialidad generalizados. El sistema-mundo capitalista coloniza los cuerpos de todas las sociedades y pueblos del mundo, incluyendo a las sociedades correspondientes a los centros del sistema-mundo capitalista. Induce en los cuerpos conductas y comportamientos no solamente relativos a los disciplinamientos, sino también a los diagramas del control y de la simulación.
15. El colonialismo y la colonialidad generalizados avanzan al control biogenético de las poblaciones, no solo humanas, sino orgánicas. El control biogenético de las capacidades reproductivas hablan de ello; por ejemplo, el control directo de las semillas convierten a los campesinos y productores de alimentos en dependientes de semillas manipuladas genéticamente. De este modo los ciclos de la vida, ligados a la producción de alimentos, son subsumidos a los procesos de acumulación de capital. De aquí, no sería extraño asistir al control biogenético de los humanos, así como de la reproducción humana.
16. No se puede disociar colonialismo de capitalismo, ni capitalismo de colonialismo. Ambos procesos concurren como dos caras de la misma moneda.
17. Por eso, tampoco se puede disociar capital, como valor abstracto, capitalismo, como valorización abstracta, de poder, como dominación polimorfa sobre los cuerpos y los territorios.
18. En este sentido el capitalismo es dominación de cuerpos, expropiación de sus capacidades, absorción de sus energías, por medio de procedimientos de captura.
19. En este sentido, el excedente corresponde a la apropiación de energía, por medio de procedimientos de captura. La valorización abstracta es la medida matemática de la apropiación de energía. El excedente corresponde a la acumulación de energía, expropiada, desposeída, despojada; pero, también, paradójicamente, implica su despilfarro. El capitalismo despilfarra energía ocasionando entropía, transfiriendo costos impagables a la naturaleza.
20. El capitalismo se ha convertido en un sistema-mundo que atenta contra la vida, contra los ciclos vitales, contra los sistemas de vida. Es un sistema-mundo que ocasiona entropía.
21. La contabilidad capitalista continua contando el crecimiento económico, ocultando los costos irreparables transferidos a la naturaleza, ocultando la entropía que provoca, ocultando el lado oculto del crecimiento que es la destrucción del planeta.
Paradojas de la crítica
De la misma manera que en el caso del concepto de extractivismo, donde aparece la tendencia a aislarlo, ha convertirlo en una totalidad, ha darle un carácter universal, volviendo a la racionalidad abstracta, huyendo de los desafíos del pensamiento complejo, que exige pensar la pluralidad, las articulaciones de la pluralidad, sus composiciones singulares, así mismo, en el caso de las teorías descolonizadoras y las teorías de la decolonialidad, aparecen tendencias simétricas a la universalización, que tienden a convertir el colonialismo y la colonialidad en fenómenos puros, en “realidades” independientes, homogéneas. Se explica el colonialismo como resultado de una violencia pura y desnuda, la colonialidad como su perduración institucional. En otra versión, el colonialismo como racialización de las relaciones sociales; la colonialidad como racialización institucionalizada y hecha sociedad. En una tercera versión, el colonialismo como dominación cultural, que genera aculturación, deculturación, vaciamiento cultural, olvido, enajenación. En una cuarta versión, el colonialismo vendría a ser una episteme dominante, la episteme eurocéntrica, que se reitera en los saberes instituidos; esta tesis nos lleva a la crítica de la colonialidad del saber. Siguiendo esta perspectiva, se comprende un substrato mayor colonial; la colonialidad del saber se asienta sobre la colonialidad del poder, que se constituye como dominios sobre los cuerpos, dominios articulados por el Estado moderno. Dominios que marcan los cuerpos con códigos raciales. Esta colonialidad del poder se da como geopolítica mundial, regional, nacional y local.
Si bien se halla en todas estas teorías descolonizadoras y de-coloniales la fuerza interpeladora, que hace inteligible las sociedades coloniales y poscoloniales, que hace inteligible el colonialismo y la colonialidad dadas en el mundo, cuando el análisis se desarticula de los otros procesos constitutivos y formativos del sistema-mundo, pierde alcance, pierde fuerza, convirtiéndose en cuerpos teóricos simétricos a las teorías modernas, simétricos a las teorías con pretensiones de universalización. Se ha vuelto a perder la mirada de la complejidad. Se ha vuelto a separar capitalismo y colonialismo, el acontecimiento capitalista respecto del acontecimiento colonial, como si fuesen procesos distintos. Ciertamente no ocurre eso con la misma intensidad en todas las versiones de-coloniales; esta separación se da con mucha claridad en las tesis culturalistas. Se da con mucha menos intensidad en las tesis sobre la colonialidad del poder. Sin embargo, el problema de la disociación es evidente. ¿Cómo explicar el colonialismo y la colonialidad sino en los contextos del sistema-mundo capitalista? A su vez, ¿cómo explicar el sistema-mundo capitalista sin los acontecimientos del colonialismo y la colonialidad? La autonomización del tema lleva a concebir el mundo sólo desde esta perspectiva; el problema no queda aquí, en lo que se conoce como fenómeno de la rejilla, sino que tampoco se termina de explicar el colonialismo y la colonialidad a partir de sí mismas, de su propio suceder. Esta es la razón por la que se recurren a hipótesis ad hoc, a interpretaciones auxiliares; el préstamo es a una de las variantes de la teoría de la conspiración. Entonces el colonialismo resulta ser un emprendimiento conspirativo, en tanto que la colonialidad, su consolidación y perduración, el manejo secreto de oscuros grupos de poder. Estas interpretaciones no ayudan, en absoluto, a comprender la genealogía colonial.
Estamos, en el juego articulado de perspectivas móviles, en la mirada integrada de la complejidad; desde este juego de perspectivas, el colonialismo y la consecuente colonialidad, el sistema-mundo capitalista, tampoco son procesos, cada uno, únicos, puros, homogéneos, independientes, explicables a partir de su propio suceder. Son acontecimientos; es decir, multiplicidad de singularidades en juego y en composición, abriendo procesos múltiples intrincados, entrelazados, articulados, mutuamente condicionados. Desde este juego de perspectivas, desde esta mirada multidimensional, que hace hincapié en las dinámicas moleculares, las explicaciones son armadas a partir de sus dinámicas, sus composiciones, sus articulaciones y sus integraciones coyunturales, periódicas, épocales, de acuerdo a sus contextos y espesores. El colonialismo y la colonialidad no son pensadas como unidades abstractas, homogéneas, como modelos repetidos, dados a escala, sino más bien, se concibe el colonialismo y la colonialidad en sus distintas formas, en sus diferentes formaciones, en la complejidad de sus variadas composiciones, en las coyunturas, en las etapas de los ciclos del capitalismos vigentes, en la geografía mutable del sistema-mundo capitalista. En otras palabras, en la formación enunciativa abierta por la economía política generalizada, la colonialidad es una economía política, entre las desplegadas por la generalización del método y la analítica de la bifurcación, de la diferenciación, que da lugar a las abstracciones, que se colocan en el lugar de la verdad. Entonces la colonialidad es comprendida a partir de la economía política de los cuerpos, particularmente la economía política de los cuerpos a los que se marca racialmente; economía política que bifurca y diferencia hombre negro de hombre blanco, hombre indio de hombre blanco, hombre de color de hombre blanco; bifurcación y diferenciación que supone la constitución del género, diferenciación mujer de hombre. El hombre blanco se convierte en el equivalente general de esta economía política de los cuerpos, en el valor abstracto de la antropología, la sociología y psicología colonial. La crítica de la economía política generalizada, particularmente, la crítica de la economía política colonial, crítica de esta bifurcación y diferenciación analíticas, devela la dominación colonial como inscripción en los cuerpos de este diagrama de poder racial y patriarcal sobre los cuerpos. Se expropia a los cuerpos, se los despoja y des-posesiona, de sus capacidades; a su vez, se los captura, se los retiene en mallas y redes institucionales, en el espacio estriado estatal, modulando sus cuerpos incidiendo en sus comportamientos.
El colonialismo no es pues el resultado de larvadas conspiraciones, más o menos sofisticadas, ni la colonialidad, la consolidación colonial manejada por el secreto y sigiloso procedimiento de oscuros grupos coaligados. Las conquistas y las incursiones coloniales, sus sucesivas corrientes, comprendiendo sus distribuciones, los ciclos coloniales, así como las distintas composiciones, estructuras e instituciones de la colonialidad, se sostienen en la materialidad, en las prácticas, en las inscripciones, de diagramas de poder, configurados en los despliegues y conformaciones del sistema-mundo capitalista, constituyendo imaginarios institucionales a partir de la economía política generalizadas.
Crítica de la economía política extractivista
La recreación anacrónica del imaginario desarrollista
Nacionalistas, izquierda nacional, izquierda colonial y lumpen-burguesía comparten el imaginario desarrollista, todos son modernistas, creen en la evolución, al estilo de Herbert Spencer, en la linealidad de la historia y en la fatalidad del capitalismo. Consideran que la tarea es el desarrollo, que un país es soberano si se desarrolla, olvidando que el “desarrollo” del que se habla está articulado a la acumulación ampliada de capital que dibuja una geopolítica en el sistema-mundo entre centros de acumulación y periferias de transferencia de recursos naturales, que el “desarrollo” del que hablaban produce “subdesarrollo”, que el mapa del mundo es un tejido de centros y una malla de periferias, un mapa de espacios de “desarrollo” y un mapa de espacios de “subdesarrollo”, ambos complementarios, produciéndose mutuamente. Olvidan que ese “desarrollo” del que hablan produce dependencia, fortalece las cadenas de la dependencia.
No se puede olvidar que los gobiernos nacionalistas de América Latina intentaron salir en el siglo pasado de la dependencia orientando la estrategia económica y las políticas económicas hacia la sustitución de las importaciones. Soñaban con la industrialización así como los liberales del siglo XIX soñaban con los ferrocarriles. Los gobiernos nacionalistas estuvieron acompañados por apoyo popular, tomaron medidas que beneficiaron a cierta redistribución de la riqueza, también optaron por las medidas de nacionalización para recuperar el control de los recursos naturales, principalmente mineros e hidrocarburíferos, por parte del Estado. Todo esto ocasionó modificaciones en los términos de intercambio en la economía-mundial capitalista, pero no afectó a la estructura de dominación, de explotación y de control por parte de los grandes consorcios, oligopolios y monopolios trasnacionales. En algunos casos las revoluciones nacionalistas promovieron actos heroicos como los que se dieron durante el gobierno del General Lázaro Cárdenas (1934-1940) en México, quién nacionalizó a las empresas petroleras que residían en México y tuvo que enfrentar el boicot de estas empresas y su influencia a nivel mundial. También se dieron acontecimientos transformadores durante los primeros años de la Revolución Nacional de 1952-1964 en Bolivia; incluso antes, en 1937 en Bolivia se incursionó en la experiencia de la nacionalización del petróleo, durante el gobierno del General David Toro, una vez culminada la conflagración bélica del Chaco; más tarde, en 1969, se produjo una segunda nacionalización del petróleo bajo el gobierno del General Alfredo Ovando Candía y con la firma del ministro Marcelo Quiroga Santa Cruz. La tercera nacionalización de los hidrocarburos se produjo el 1 de mayo de 2006 durante la primera gestión del gobierno de Evo Morales Ayma.
En Argentina, el primer gobierno de Juan Domingo Perón (1946-1952) ahondó la política de sustitución de importaciones mediante el desarrollo de la industria liviana. Perón también financió a la agricultura, especialmente en lo que respecta a la siembra de trigo. Frente a la carencia de recursos monetarios provenientes de la exportación, ocasionada por el estancamiento del sector primario, con las que se importaban los bienes de capital e insumos necesarios para el proceso de industrialización, se eligió la ruta de la nacionalización del comercio exterior. En esta perspectiva, en 1948, el gobierno peronista adquirió los ferrocarriles a los capitales extranjeros, en su mayoría ingleses, creando la empresa pública de Ferrocarriles Argentinos. En esta tónica, en el diseño del Plan Quinquenal se buscó fortalecer las nuevas industrias creadas, comenzando con la industria pesada de la siderurgia y la generación de energía eléctrica en San Nicolás y Jujuy.
También en Brasil se vivió la experiencia populista y nacionalista, incursionando en proyectos modernizadores y de desarrollo. Este panorama político es irradiante en América Latina, también en las geografías periféricas el sistema-mundo de entonces, que algunos casos incluso terminaban expresándose en tono antiimperialista. En Brasil, entre 1937 y 1945, durante el Estado Novo, Getúlio Vargas dio un impulso fundamental a la reestructuración del Estado y a la profesionalización del servicio público, creando el Departamento Administrativo del Servicio Público (DASP) y el IBGE. Suprimió los impuestos en las fronteras inter-estatales y creó el impuesto a la renta. Se orientó cada vez hacia la intervención estatal en la economía y se concentró en impulsar la industrialización. Fueron creados el Consejo Nacional del Petróleo (CNP), posteriormente llamada PETROBRÁS, y en 1951 la Compañía Siderúrgica Nacional (CSN), la Compañía Vale do Rio Doce, la Compañía Hidroeléctrica de São Francisco y la Fábrica Nacional de Motores (FNM). Promulgó, en 1941, el Código Penal y el Código Procesal. Durante 1943, Getúlio Vargas logró la Consolidación de las Leyes del Trabajo (CLT), garantizando la estabilidad del empleo después de diez años de servicio, descanso semanal, la reglamentación del trabajo de menores, de la mujer, del trabajo nocturno y fijando la jornada laboral en ocho horas de servicio.
Como se puede ver vivimos periodos de efervescencia nacionalista y populista en América Latina encaminados a la independencia económica y a la consolidación de la soberanía por la ruta de la nacionalización, las medidas sociales y las medidas del trabajo, persiguiendo también la modernización de la administración estatal y de las leyes. El nacionalismo es un movimiento democrático por la ampliación de la participación popular, es un movimiento independentista por la lucha contra la dependencia económica, busca la modernización del Estado y apunta al desarrollo nacional, impulsado desde el Estado.
Estos fueron los periodos heroicos del nacionalismo; empero, a pesar de los grandes esfuerzos, las medidas de nacionalización, los países que incursionaron por estos horizontes no pudieron romper con la dependencia; al contrario, como formando parte de un dramatismo histórico, terminaron de ahondarla. De la dependencia de las manufacturas pasaron a la dependencia de las transferencias tecnológicas y a las incursiones masivas del capital financiero, comprendiendo sus redes de dominio en forma de mallas, abarcando circuitos dúctiles, flexibles, rápidos, articulados a los mecanismos de los sistemas de la informática. Los nacionalistas de estos periodos lucharon denodadamente contra la dependencia, pero no pudieron salir de ella, debido a que, en la medida que no podían escapar de los circuitos de los ciclos del capitalismo, de las estructuras de dominación y reproducción de la dominación y de la acumulación de capital, no pudieron romper con los condicionamientos de las lógicas de la acumulación de capital del sistema-mundo, de la economía-mundo, que dibuja una geopolítica condenatoria: centro-periferia, norte-sur. En el mejor de los casos, lo que pudieron hacer estas políticas de sustitución de importaciones, estas políticas de nacionalización, es modificar los términos de intercambio, pero no cambiar las estructuras de dominación mundial ni las estructuras de acumulación de capital. Entonces terminaron recreando el mismo sistema-mundo, comprendiendo algunos desplazamientos.
Los neo-nacionalismo de comienzos del segundo milenio intentan repetir la misma historia, empero sin la heroicidad de aquellos nacionalismos, lo hacen como en una comedia disminuida, sin convicción y renunciando a los grandes alcances desde un principio, como ocurrió en Bolivia con el proceso de nacionalización de los hidrocarburos iniciado el primero de mayo del 2006, proceso inconcluso, que terminó paradójicamente desnacionalizando en el mismo proceso de nacionalización al acordar contratos de operaciones que entregaban el control técnico a las empresas trasnacionales, reduciendo a Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) a una mera administración y a un control nominal, sin retener el gas y el petróleo en Bolivia para su industrialización, como así manda la Agenda de Octubre y el Referéndum sobre los hidrocarburos.
Hay que distinguir pues entre los actos heroicos de los nacionalismo de la mitad del siglo XX y los nacionalismo del siglo XXI, que lo único que hacen es apoderarse de las imágenes de estos procesos soberanos, invistiéndose de su ropaje; empero sin llevar a cabo las medidas de expropiación de las empresas trasnacionales. También es indispensable comprender que, a pesar de los actos heroicos de aquellos nacionalistas, sus esfuerzos chocaban con la estructura geopolítica y la lógica de acumulación de capital. En tercer lugar es indispensable no olvidar la gran enseñanza de la escuela de la Teoría de la Dependencia, quienes lograron develar que el “desarrollo” que se busca produce “subdesarrollo” y dependencia, como parte de una dialéctica perversa. Esta enseñanza nos lleva a replantear los alcances de las políticas soberanas, de defensa nacionalista, en contextos y horizontes complejos de los ciclos del capitalismo, en el panorama de las nuevas luchas anticapitalistas y descolonizadoras, que llevan adelante las naciones y pueblos indígenas originarios. No se puede salir de la dependencia si es que se sigue por los caminos de la ilusión desarrollista, no se puede salir de la dependencia si es que no se sale de los horizontes de la modernidad y del prejuicio de desarrollo. Para salir de la dependencia es menester un cambio civilizatorio. La guerra anticapitalista es primordialmente una guerra anticolonial y descolonizadora, es una guerra contra el modelo civilizatorio de la energía fósil, de la desbastadora destrucción y depredadora de la naturaleza. Salir del capitalismo significa construir una civilización libre de la compulsión del dominio sobre la naturaleza.
Esa es también una enseñanza de la Escuela de Frankfurt; el capitalismo y la modernidad se han construido sobre la base de dos mitos, el mito de la dominación de la naturaleza y el mito del progreso. Recogiendo estas enseñanzas, la de la teoría de la dependencia y la de la escuela de Frankfurt, no se puede seguir ingenuamente y obsesivamente por las rutas consabidas del desarrollismo; hay que salir de esta perspectiva linealista. Es indispensable un mundo alternativo.
Ahora bien, así como no era posible el socialismo en un solo país, el cambio civilizatorio también tiene que darse mundialmente. Esto no quiere decir que haya que esperar a que las transformaciones radicales se den mundialmente, sino que estas transformaciones hay que transitarlas en cada país, en cada región, dependiendo de sus condiciones y sus contextos histórico-políticos. Lo que significa que de lo que se trata es de orientar transiciones transformadoras en múltiples niveles. Algunos teóricos e historiadores de los ciclos de capitalismo proponen la figura de la desconexión, no como aislacionismo, sino como método de transición económica; esto significa escapar de los condicionamientos del mercado externo y de la división internacional del mercado y del trabajo, orientando la producción al mercado interno. Esta posición es sugerente pues propone, sin renunciar a otras formas de industrialización, incorporando tecnologías limpias, no agresivas y destructoras, armonizar y complementar la producción con los equilibrios ecológicos. No hay que olvidar de ninguna manera, olvido que corresponde a la amnesia desarrollista, que no se puede transferir los costos del desarrollo a la naturaleza, que esta transferencia tiene sus límites y su boomerang. La destrucción desarrollista termina destruyendo el mismo desarrollo.
En lo que corresponde al balance de las rutas desarrollistas contemporáneas, sobre todo en lo que respecta a las llamadas potencias emergentes, es aleccionador leer a Francisco de Oliveira cuando hace un análisis ilustrativo de lo que ocurre con la potencia emergente de Brasil[5]. El autor de El neo-atraso brasileño propone dos hipótesis interpretativas; una, que por un lado fueron las actividades rurales de subsistencia, el trabajo informal y la precarización de los salarios los que subsidiaron el crecimiento de la industria y los servicios. La segunda hipótesis se refiere a la emergencia de una nueva burguesía compuesta por técnicos, economistas y banqueros, núcleo duro del Partido de los Trabajadores (PT). Ambas condiciones determinan la identidad paradójica que adquiere el capitalismo periférico en esta parte del mundo, aquí el capitalismo se financia con la explotación de los trabajadores, en tanto que el progreso sucede siempre en otro lugar, allí donde se produce la ciencia y la tecnología de punta, en el centro del sistema-mundo capitalista.
Este balance es contundente, no hay desarrollo en las potencias emergentes, por lo menos entendiendo a este fenómeno de una manera integral, sino neo-atraso, repitiendo las condiciones perversas de este rezago. El desarrollo de las fuerzas productivas deja en la ruina a una parte de la humanidad, el subdesarrollo aparentemente deja de existir, no así sus calamidades, el trabajo informal, el mismo que se transforma en un indicador de la desagregación social. Lo que se produce son modernidades heterogéneas y de contrastes. Por un lado, centros urbanos que imitan el iluminismo edificado de las urbes del norte, burguesías articuladas a las redes del capital financiero, por lo tanto que forman parte de la misma burguesía globalizada; por otro lado, incluso en las mismas ciudades, cordones, espacios, amplias zonas de marginamiento y economía informal, incluso ilícita. Grandes mayorías discriminadas. En las potencias emergentes se ha dado lugar a la emergencia industrial, que no es otra cosa que el desplazamiento de la desindustrialización del centro del sistema-mundo capitalista, que ha optado por tecnología de punta, transfiriendo tecnología obsoleta a las llamadas potencias emergentes. En estos lugares se ha dado lugar a la formación de nuevas burguesías, que no tendrían que nada que envidiar a las burguesías del norte, sobre todo en lo que respecta a su opulencia; empero, este esplendor se construye sobre la base del marginamiento, la informalización de las grandes mayorías explotadas y dominadas, que habitan las zonas, los espacios del neo-atraso y la pobreza repetida descomunalmente. La emergencia de las potencias se basa en la destrucción devastadora de la naturaleza, la ampliación de la frontera agrícola, el uso de los transgénicos. De esta manera los costos de este progreso son demasiado altos como para hacerlo sostenible.
No hay pues destino con el desarrollismo, tampoco con el neo-nacionalismo. Lo que hacen, en el mejor de los casos, en el caso de las potencias emergentes, es volver a modificar los términos de intercambio en las lógicas de acumulación del capital, modificar su participación en la estructura mundial de dominación capitalista. Por eso, podemos volver a decir, que los nacionalismo están mucho más cerca de las ilusiones liberales criollas y gamonales que de los proyectos emancipatorios y libertarios de los movimientos sociales, naciones y pueblos indígenas originarios. Están más cerca de repetir las formas coloniales, las del colonialismo interno, también las reiteradas cadenas de la dependencia, que de lograr construir las soberanías plurales que requiere un mundo alternativo de autodeterminaciones, auto-convocatorias, de participaciones sociales y ejercicios plurales de la democracia. Si bien los nacionalismos heroicos forman parte de la historia de las luchas, pretender repetirlos en los ciclos contemporáneos del capitalismo es apostar por una repetición burda y cómplice de las formas de acumulación mundial capitalista por despojamiento.
Reflexiones sobre el Ornitorrinco
No vamos a hablar de la zoología del ornitorrinco, tampoco del libro de Umberto Eco sobre Kant y el ornitorrinco, vamos a hablar de la metáfora que usa Francisco de Oliveira para analizar el perfil y la estructura histórica de la formación económica del Brasil. A partir de esta reflexión sobre una potencia emergente vamos a desplegar una reflexión sobre el perfil y la estructura de la formación económica y social boliviana, sobre todo teniendo en cuenta los desafíos del llamado proceso de cambio.
Francisco de Oliveira publica un sugestivo texto crítico, como parte de la crítica a la razón dualista, que separa los mundos de la economía entre tradicionales y modernos. El sugerente texto de crítica se titula El ornitorrinco, figura que toma de un animal extraño para caracterizar lo que sucede con el denominado desarrollo brasileño. Nos referimos a la extraña apariencia de este mamífero ponedor de huevos, venenoso, con hocico en forma de pico de pato, cola de castor y patas de nutria. Esta figura y esta composición compleja inspiro a Francisco de Oliveira una caracterización también de composición y combinación complejas de las economías capitalistas periféricas. ¿Cómo describe al ornitorrinco económico y social?
Altamente urbanizado, con poca fuerza de trabajo y población en el campo, aunque sin ningún residuo pre-capitalista; por el contrario, con presencia de un fuerte agrobusiness. A esto se suma un sector completo de la segunda revolución industrial, avanzando titubeante por la tercera revolución, la molecular-digital o informática. Por un lado, una estructura de servicios muy diversificada – sobre todo cuando está ligada a los estratos de altos ingresos que, en rigor, son más ostensiblemente perdularios que sofisticados - . En el otro extremo, una estructura muy primitiva, ligada directamente al consumo de los estratos pobres. Posee también un sistema financiero todavía atrofiado pero que, precisamente por la financiarización y el aumento de la deuda interna, acapara una gran proporción del PIB[6].
Francisco de Oliveira visualiza la recreación y expansión de la informalidad, la mantención del crónico desempleo, el encubrimiento del subempleo, como formas de articulación y subvención a la acumulación de capital, formas completamente articuladas y funcionales a los sistemas de industrialización e incursión en la tecnología molecular-digital. Combinaciones que forman parte de esa complementariedad y recreación violenta entre la forma de acumulación ampliada y la forma de acumulación originaria por despojamiento. Todo esto atravesado por un sistema financiero que cubre el funcionamiento económico, succionando las esferas y los circuitos económicos a la lógica de la financiarización, que empuja al uso especulativo del capital financiero. Produciendo entonces un endeudamiento externo e interno que caracterizan a las actuales economías dependientes, llamadas emergentes. Este ornitorrinco económico y social se sostiene sobre la extensa base de la diferenciación social excluyente y marginada de la distribución de la riqueza y el excedente, que se concentran desproporcionalmente en la minoría poblacional de empresarios privilegiados por el monopolio y el apoyo estatal, a la que se suman las clases medias beneficiadas por la expansión de los servicios e impulsadas al consumo. La gran mayoría de la población está condenada a vivir en los márgenes de esta modernidad, pasando de ser el ejército industrial de reserva a la masa gigantesca de trabajadores informales, proletariado nómada y habitante de los barrios prohibidos.
Se trata del reino de la informalidad, el desvanecimiento del salario, del adelanto del costo de producción.
La tendencia moderna del capital es suprimir el adelanto: el pago a los trabajadores pasa a depender de los resultados de las ventas de los productos-mercancía. En las formas de tercerización del trabajo precario, y en lo que – entre nosotros – se continúa denominando “trabajo informal”, éste es un cambio radical en la determinación del capital variable. Así, aunque parezca extraño, los rendimientos de los trabajadores pasan a depender de la realización del valor de las mercancías, lo que antes no ocurría. En los sectores todavía dominados por la forma salario, sigue en pie la anterior modalidad, tanto es así que la reacción de los capitalistas es desemplear la fuerza de trabajo. El conjunto de los trabajadores es transformado en la suma independiente de un ejército de activos y de reserva, que se intercambia no de acuerdo con los ciclos de negocios, sino diariamente[7].
Esto es, se produce la suspensión de la producción, de la valorización de la producción, por lo tanto de la valorización del tiempo socialmente necesario del trabajo. Lo que se hace, sobre la base de su ocultamiento, es abrir nuevamente las temporalidades de la súper-explotación, así como del dominio absoluto de la circulación y el mercado, obligando a la gente al sacrificio y a la donación de sus vidas en aras de la realización de la ganancia. Suspendiéndose con esto los derechos conquistados en la historia de las largas luchas sociales. Desde entonces ya no se trata de los derechos, tampoco del sujeto de los derechos, sino de la realización descarnada de las ventas y de los resultados del sistema. Se vive entonces la dramática experiencia de la precarización, de la fragmentación, de la dispersión y la diseminación de las formas de vida y de las formas de organización. La realización de las súper-ganancias, la construcción deslumbrante de las grande urbes metropolitanas, la conformación de barrios de ensoñación y oasis paradisiacos, contando también con los moles comerciales y de consumo para las clases medias, sólo se pueden dar si al mismo tiempos se transfieren los costos de la magnificencia a extensas zonas suburbanas, a expansivos entornos de miseria, a favelas interiores o ruralidades vaciadas y detenidas en el tiempo. El costo no sólo se materializa en los perfiles de la marginación y la exclusión, sino también la conformación de mundos paralelos y periféricos.
El caso boliviano nos lleva a otra figura; podemos decir que no se vive una primera, tampoco una segunda revolución industrial, como en el caso de Brasil. Si bien los gobiernos nacionalistas impulsan la nacionalización de las empresas mineras y de las empresas hidrocarburíferas, estas nacionalizaciones no pasan a una etapa de industrialización. La economía boliviana se estanca básicamente en un modelo extractivistas primario exportador. La explotación minera e hidrocarburífera es la base de la economía, aunque también podemos hablar de la participación de la agroindustria, que abre un espacio en la explotación de los monocultivos, principalmente de la soya, también de la quinua, así mismo el monocultivo de la coca; debemos anotar que el cultivo de la coca dibuja en el mapa alarmante de la expansión de los monocultivos un desplazamiento avasallante respecto a la frontera agrícola, los parques y los territorios indígenas, sólo que en este caso las estadísticas son inciertas. No se puede hablar de una revolución industrial, aunque hay que anotar que la industria textil ha venido abriéndose un espacio significativo en las exportaciones. Hay que anotar que para esta clase de manufacturas el mercado interno es pequeño y no atractivo, además esta clase de industria tiene que enfrentar la desleal competencia del contrabando. La tercerización de la economía es notoria sobre todo por el crecimiento de las actividades informales y de la población involucrada en las mismas.
Se ha dado un crecimiento de las ciudades y por lo tanto de la población urbana, empero no se ha llegado a la situación del crecimiento urbano exacerbado de las metrópolis de Sud América. Podemos hablar de un crecimiento modesto, aunque ha cambiado el perfil demográfico de la población, convirtiéndose la población urbana en la mayoritaria. En estas condiciones se han formado algunas ciudades talleres, como la ciudad de El Alto, donde se cuenta con una cantidad inmensa de micro-empresas, empero con características informales. Por lo tanto la demanda de los servicios ha aumentado sin que los gobiernos municipales puedan responder adecuadamente al crecimiento de la demanda. Se entiende entonces que ha crecido la marginalidad que acompaña al crecimiento de las ciudades, los barrios suburbanos que no cuentan con los servicios básicos. El peso de la economía campesina ha venido disminuyendo considerablemente de una manera paulatina, economía que ha alimentado tradicionalmente a la población de las ciudades, sobre todo de la región occidental del país, comparando con la actual expansión y crecimiento de la agricultura, la agro-industria y la agropecuaria de la región oriental del país, controlada por propietarios privados, empresarios y terratenientes.
Ciertamente el impacto económico de la nacionalización de los hidrocarburos o del proceso de nacionalización ha sido importante en la configuración de la disponibilidad dineraria del Tesoro General de la Nación, de las prefecturas, ahora gobernaciones, de los municipios y universidades. Empero esta disponibilidad no ha redundado en la modificación de las estructuras económicas del país, tampoco regionales. Ha aumentado la capacidad de gasto aunque no notoriamente de la ejecución, tampoco de la inversión. Sin embargo, esta disponibilidad ha permitido la redistribución de los recursos monetarios a estratos de la población necesitados. El Bono Dignidad, para los adultos mayores, el Bono Juancito Pinto, destinado a los niños en edad escolar, el Bono Juan Azurduy, con el objeto de atender a las madres y disminuir la mortalidad materno infantil, son los mecanismos de esta redistribución, que si bien tiene impacto inmediato no resuelve a largo plazo los problemas de demanda de los estratos más pobres de la población.
Al no contar con una industria en un sentido integral, al no poder abastecer a la demanda interna, sobre todo de mercancías manufacturadas, el país se convierte en un espacio privilegiado para el comercio, tanto formal como informal, tanto legal como ilegal. Una de las mayores ocupaciones de las poblaciones fronterizas es el contrabando, incluso las ciudades cercanas a la frontera convierten al contrabando en una de las actividades más rentables. El contrabando también se halla vinculado a otras actividades ilícitas, el narcotráfico, el lavado de dinero y otros tráficos, como el tráfico de tierras. Son estos circuitos paralelos los que terminan desfigurando el campo económico.
La dinámica económica depende del mercado externo, tanto de las exportaciones como de las importaciones, donde las exportaciones son las que permiten las mismas importaciones. Entonces es el comercio exterior el que impulsa la producción económica. El principal rubro de exportaciones es el gas, le sigue el zinc, después la plata, continúa la soya, le sigue el estaño metálico, continúan los combustibles, sigue el plomo, después el girasol, para seguir con la castaña. Como puede verse estamos ante un perfil primario exportador por excelencia.
¿Qué podemos decir de este perfil económico en comparación con el perfil económico del Brasil, formación económico-social caracterizada por Francisco de Oliveira con la figura del ornitorrinco? Ciertamente no estamos comparando las dimensiones, los volúmenes, las cantidades, sino los perfiles. Ante la fabulosa composición y combinación compleja entre las estructuras de la primera revolución industrial y la segunda revolución industrial con la extensión de la economía de los servicios, las formas de la economía informal y las formas de la economía virtual del Brasil, Bolivia muestra un perfil más modesto, empero con una hipertrofia, si se puede hablar así, de los sectores extractivistas, de las actividades vinculadas a la explotación de materias primas, pero también de los servicios.
El modelo populista
Vamos a interpretar la coyuntura económica del país a partir de la Memoria de 2010 del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, una memoria que básicamente hace una evaluación macro-económica y monetarista, que a pesar de las restricciones descriptivas y reducidas a indicadores generales, nos permite la excusa para hacer un recorrido al perfil y la estructura de la formación económico y social boliviana. Además de evaluar los propios alcances del discurso economicista y del discurso populista.
El Ministerio de Economía y Finanzas Públicos en su Memoria Anual de 2010 dice que se estima un crecimiento del 4.1 %, y que además la política económica se ha encaminado a garantizar la estabilidad macro económica, a continuar con la política social de apoyo a la población vulnerable, además del fomento al sector productivo. La memoria dice que el desempeño de la economía se ha debido al dinamismo del transporte, las comunicaciones, los hidrocarburos, los servicios financieros y la industria manufacturera, además del continuo trabajo de la construcción y servicios básicos. Aunque el crecimiento minero fue negativo, asociado a conflictos sociales, particularmente el de Potosí. Por otra parte, el sector agropecuario tuvo un leve decrecimiento debido a efectos climáticos. Los indicadores externos mostraron saldos positivos, los depósitos y créditos del sistema financiero alcanzaron nuevos niveles récord, la bolivianización de la economía se aceleró. La solidez del sistema financiero también se evidenció. Los créditos del Banco de Desarrollo Productivo (BDP) y la creación del Fondo Propyme Unión continuaron promoviendo el acceso al financiamiento y fomentando la actividad productiva, especialmente de los pequeños y medianos productores. Se dice también que se registró un superávit en las cuentas públicas; esto debido a mayores ingresos, principalmente tributarios e hidrocarburíferos, así como al control del gasto corriente. El nivel de recaudación superó el nivel del año pasado, esto asociado al desempeño económico y a la eficiencia tributaria. Por el lado del gasto fiscal, el incremento de recursos necesarios para las actividades de mayoreo de las empresas públicas estratégicas determinó un incremento de las partidas de bienes y servicios que incidió mayoritariamente en el crecimiento del gasto corriente. El año de evaluación de la memoria la inversión pública superó los 1500 millones de dólares, asignándose mayores recursos a la infraestructura, a proyectos sociales y al sector productivo. No se ve con preocupación la deuda interna y la duda externa; la primera llega al 23 % y la segunda el 15 % del PIB.
Como se puede ver estamos ante un análisis típicamente monetarista, no muy distinto a los análisis que se hacen en otras partes y en los gobiernos anteriores. La diferencia radica en el papel del Estado, que ciertamente creció y tiene una mayor participación que en los periodos de implementación del proyecto neoliberal. Lo que se muestra con mayor notoriedad son los logros en el equilibrio macroeconómico, que en comparación con los periodos neoliberales, se logró con mayor eficacia. ¿Pero, esto qué nos dice? ¿Mayor consecuencia respecto a las políticas monetaristas? ¿Esa es una buena señal cuando se trata de transformar el modelo económico extractivista e incursionar en un modelo productivo que salga del paradigma primario exportador? ¿No se debería proyectar la política económica a una agresiva campaña de inversiones en los sectores productivos, prioritariamente en los que tienen que ver con la soberanía alimentaria, además de encaminarse seriamente a la industrialización de las materias primas? ¿Importa el equilibrio? ¿No es necesario y hasta urgente un desequilibrio dinámico destinado a una estrategia de inversión en la producción? Estas son las preguntas a las que hay que responder. No convence el seguir una política tan conservadora cuando se trata de transformar la estructura económica extractivista, comercial, informal y soyera. Sólo sirve de propaganda, incluyendo los modestos alcances de la política social.
La memoria estima que son como unas tres millones de personas las que se beneficiaron con las trasferencias condicionadas, cerca del 30% de la población boliviana. Por ese camino se ponderan los logros de la alfabetización, el programa Bolivia Cambia, Evo Cumple; también Tarifa Dignidad y Vivienda solidaria, aunque con menos incidencia y más problemas en su cumplimiento. Son ciertamente de impacto inmediato la política de los bonos, empero no dejan de ser medidas de corto plazo; no llegan a resolver los problemas estructurales, pues las condiciones que determinan estos problemas se mantienen y no desaparecen con estas medidas. Lo que llama la atención es que ya en la segunda gestión de gobierno no se cuente con políticas a mediano y largo plazo, no se cuente con estrategias transformadoras y se siga optando por medidas coyunturales que terminan convirtiéndose en intrascendentes, pues no modifican la estructura de exclusiones y desigualdades.
Se dice que la pobreza moderada bajo del 56% al 50% y que la pobreza extrema lo hizo casi del 30% al 26%. No dejan de ser modestas estas variaciones en un gobierno popular y en proceso de cambio. No hay una política radical de erradicación de la pobreza; todo se parece a los objetivos del milenio, que es una herencia de gobiernos anteriores en acuerdos con la Cooperación Internacional. Lo mismo podemos decir de la reducción del desempleo que habría disminuido de un 7% a menos de un 6%. No se habla del subempleo ni del desempleo encubierto. La verdad es que no se ha resuelto el gran problema de las fuentes de trabajo, estables y con pleno reconocimiento de los derechos sociales de los trabajadores. El Ministerio de Economía y Finanzas no salió del discurso de propaganda, cuando lo que le compete al gobierno es un agudo análisis de la situación y enfrentar los problemas de manera abierta y crítica.
Lo que se ha notado es un incremento en la construcción con la participación compuesta de crédito bancario privado y empresas constructoras privadas. ¿A qué se debe este auge de la construcción, sobre todo de edificios de vivienda y de oficinas? ¿Gran disponibilidad de dinero de los bancos, que se dice que supera los cuatro mil millones de dólares? ¿Especulación financiera y de la construcción? ¿A qué se debe esta sobreoferta de viviendas caras en las ciudades del eje central? ¿Por ahí va la solución a los problemas de la transformación económica, de la exclusión y la desigualdad? La verdad es que este auge contrasta con el pobre rendimiento de los programas de vivienda social, programas además llenos de obstáculos y con múltiples denuncias de corrupción. La iniciativa privada de sobreoferta de departamentos para las clases medias altas contrasta con los exiguos alcances de la iniciativa pública en los programas de vivienda social. No vamos a preguntarnos por qué no se nacionalizó la banca, que forma parte del sistema financiero internacional, puesto que esto no está al alcance de un gobierno populista que no ha cumplido con la nacionalización de los hidrocarburos. Vamos a preguntarnos por qué no se ha condicionado a la banca a orientar el crédito a la producción y el crédito a los estratos necesitados. ¿Qué clase de compromisos tiene el gobierno con la banca para que no cuente con una política financiera clara y de transformación?
En la memoria se llama la atención sobre las políticas encaminadas a superar el modelo primario exportador; se menciona el apoyo a 16000 pequeños productores a través de EMAPA, contribuyendo a la producción de trigo, arroz, soya y maíz. Estos apoyos no dejan de ser importantes a partir del BDP y del Fondo Propyme Unión, pues tienen incidencia en los rubros que pueden armar las condiciones para la seguridad y soberanía alimentaria, empero, los alcances de estas iniciativas son todavía modestas; 184 millones de dólares por parte del BDP y 4,2 millones de dólares por parte del Fondo. ¿Por qué no se tiene una política agresiva en este terreno?
Volviendo a las reflexiones sobre el ornitorrinco debemos preguntarnos: ¿A qué figura se parece el perfil de la formación económica y social boliviana? Estamos ante un perfil económico cuya base densa y fundamental radica en el extractivismo de hidrocarburos y minerales, con cierto peso de la producción agrícola y agroindustrial destinada al mercado interno; esta última, la producción agrícola y agroindustrial, también con acceso reciente al mercado externo. La construcción y la manufactura tienen su importancia, sobre todo la primera, que no ha dejado de tener incidencia, incluso en tiempos difíciles de la crisis; la segunda sobre todo en lo que tiene que ver con la producción alimentaria, sin descartar la industria textil con todos sus altibajos. En la memoria se dice que la producción de gas creció en el orden del 16,7 %, en tanto que la producción de petróleo en el orden de un 2,3 %. La construcción tuvo un crecimiento promedio desde el 2006 al 2010 del orden del 10%. Ahora bien hay que diferenciar los montos comprometidos tanto en hidrocarburos como en la construcción; la participación del petróleo crudo y gas natural en el PIB es el doble de la participación de la construcción. Lo mismo ocurre con los minerales metálicos y no metálicos, cuya participación es el doble que la participación de la construcción. Bajo esta misma comparación, la participación en el PIB de la industria manufacturera es el quíntuple que la participación de la construcción. La participación en el PIB de la agricultura, silvicultura, caza y pesca es el cuádruple que la participación de la construcción. En comparación la participación del comercio es dos veces y medio que la participación de la construcción y la del transporte, almacenamiento y comunicaciones es el triple y medio que la participación de la construcción. Comprendiendo este cuadro, ¿qué quiere decir esto? Si nos basamos en el esquema que divide la economía en tres sectores, primario, secundario y terciario, siendo el primario el extractivista, el secundario el de la industria y el terciario el de los servicios y el comercio, podemos decir que si bien el ingreso del país depende básicamente de las exportaciones hidrocarburíferas y minerales, se nota el peso creciente de los servicios y el comercio en el gasto, en el empleo, en el uso del excedente. Lo que se llama industria no deja de ser un espacio intermedio bastante exiguo, sin identidad propia, altamente vulnerable, dependiendo de los vaivenes del mercado interno, a pesar de su reciente incursión en el mercado externo.
Desde el punto de vista de la estructura social, no hay propiamente una burguesía industrial, como ocurre por ejemplo en Brasil; lo que puede observarse es una burguesía banquera y comercial, fuertemente articulada a un núcleo de formación de la burguesía agroindustrial, ligada a los latifundios del oriente del país. El papel del Estado ha cobrado peso desde la nacionalización de los hidrocarburos, incursionando en la formación de empresas estatales, que sin embargo no han terminado de consolidarse, salvo quizás EMAPA. De acuerdo a informes del mismo gobierno, se dice que el Estado tiene una participación del 32 % en la economía del país.
Ahora bien, desde el punto de vista de la formación de capital, no parece formar un capital estatal el ingreso por concepto de exportaciones de hidrocarburos y minerales, pues no hay acumulación de capital, es decir valorización dineraria, inversión en el sentido de la acumulación capitalista. Más parece ser una masa importante de disponibilidad dineraria, de ingreso, tragada por el Tesoro General de la Nación, por el presupuesto, con fines de gasto y de distribución. Lo que quiere decir que las grandes empresas estatales no son manejadas en términos de la formación de capital sino como dispositivos de captación de recursos dinerarios, el excedente no se convierte en plusvalía. Sin embargo, la formación de capital se produce en la burguesía bancaría, comercial y agroindustrial.
En esta descripción se puede ver que ni el Estado ni la burguesía industrial están realmente interesados ni en una primera ni en una segunda revolución industrial. El Estado está atrapado en la captación de recursos dinerarios, destinados al presupuesto, también a la acumulación de reservas, que ya llegan a más de los doce mil millones de dólares; empero, se encuentra como rezagado respecto a la tarea de desarrollar una política de revolución industrial. La burguesía financiera, comercial y agro-industrial tampoco está interesada en una inversión de magnitud hacia una revolución industrial. La banca se encuentra conforme con la generación de ganancias debido a la captación del ahorro, la intermediación financiera y la especulación financiera; la burguesía agroindustrial está interesada en la ampliación de la frontera agrícola, transfiriendo los costos de su crecimiento y enriquecimiento a la naturaleza; la burguesía comercial prefiere seguir creciendo aprovechando su papel intermediario en la circulación de mercancía. Los pequeños núcleos industriales estatales y privados están muy lejos de articular e integrar un proyecto de revolución industrial.
Cuando se habla de revolución industrial, se lo hace más desde un imaginario estatal, que orienta la política económica, de la inversión económica, más en la apertura a la construcción de una logística, de una infraestructura económica, ligada fuertemente a la construcción de carreteras. Se han recuperado fundiciones, cono la de Vinto, que no abastece en absoluto para atender a la producción minera, que sigue exportando en la condición de minerales y materia prima. El complejo de Karachipampa no termina de comenzar a funcionar como se debe; tampoco hay otros proyectos de fundición de minerales, salvo el incierto proyecto siderúrgico del Mutún, que no termina de instalarse y de funcionar. Por lo tanto no podemos hablar de una industria pesada y de unas industrias livianas articuladas. Estamos ante fragmentos dispersos, islas, que no logran formar una plataforma industrial. La industrialización sigue siendo un sueño, un imaginario, que no se toma en serio, pero sirve para el discurso de propaganda.
En este sentido, no se puede hablar de desarrollo, en el sentido de la interpretación que hacían los nacionalistas del siglo pasado, cuyo eje era la sustitución de importaciones. Aunque haya crecimiento económico, variaciones positivas del producto interno bruto, acumulación de reservas, no hay desarrollo, no hay acumulación de capital. Lo que hay es expansión del modelo extractivista, mayor dependencia de las exportaciones de materias primas, mayor control del Estado en la captación de los recursos monetarios, participación en el control administrativo de las empresas públicas, hidrocarburíferas y mineras, pero no formación de un capitalismo de Estado, aunque este proyecto haya estado en ciernes en los proyectos políticos. El capitalismo de Estado es un proyecto, no una realidad.
No hay desarrollo, en el sentido mencionado, lo que hay es crecimiento, un crecimiento que permite la formación de una burguesía financiera, comercial y agroindustrial, un crecimiento donde el Estado juega un papel importante como administrador y captador de recursos monetarias, un Estado que no llega a ser empresario. Este crecimiento se basa en la súper-explotación de los trabajadores, la mayoría de los cuales está reducido a su condición informal o de proletariado nómada, que no se encuentra sindicalizado, tampoco goza de derechos y de seguro. Se han formado miles de micro-empresas sobre la base de la explotación familiar y explotación semi-esclava, parecidas a las condiciones salvajes del capitalismo. En este panorama se distribuyen de manera dispersa algunas industrias textiles y de alimentos que no llegan a articular una plataforma industrial. El crecimiento del núcleo agro-industrial se basa en la expansión de la frontera agrícola, por lo tanto en la transferencia de los costos a la naturaleza.
Lo que sí se puede constatar es la presencia gravitante de empresas trasnacionales en la minería, así como en los hidrocarburos, aunque estas últimas aparezcan supuestamente nacionalizadas y como empresas de servicios. Por lo tanto un peso condicionante en el campo económico son estas empresas trasnacionales.
¿Qué tenemos entonces como figura del perfil económico? La descripción se parece a la mayoría de las economías de las periferias del sistema-mundo capitalista; se trata de espacios de extracción y explotación de recursos naturales que alimentan la insaciable maquinaria del capitalismo. Se trata de países altamente dependientes y fuertemente condicionados por el mercado internacional. Países que se reducen a la relación incongruente y desarticulada entre un sector primario, dedicado primordialmente a la exportación, y un sector terciario, cuyo servicios y comercio conforman el mercado interior. La industria es incipiente, dispersa y fragmentada, no logra abastecer a la demanda interna y enfrenta la competencia de la importación y el contrabando. Si se forman burguesías, estas son mas bien intermediarias, mas bien vinculadas a la globalización, y no cuentan con un proyecto nacional.
¿Esto significa que hay que retomar el proyecto desarrollista y el proyecto nacional, tanto en su versión de capitalismo de Estado o en su versión de burguesía nacional? De ninguna manera; no tanto porque estos proyectos son tardíos, sino porque enfrentan limites en la lógica de la acumulación ampliada de capital; sólo pueden disputar los términos de intercambio, no se proyectan a cambiar las estructuras de la dominación mundial del sistema capitalista. Por otra parte, una industrialización al estilo de las potencias emergentes, como Brasil, la India, México y sobre todo China, solo puede darse bajo costos muy altos ecológicos y de explotación salvaje de la población trabajadora. Además, que en el contexto de la globalización y la crisis del capitalismo, lo que hacen estas potencias emergentes es ampliar los plazos de la crisis del capitalismo, modificando las estructuras de mediación de las formas de dominación y la participación en la acumulación ampliada de capital. La tarea de los proyectos emancipatorios en las periferias del sistema mundo capitalista es, mas bien, contribuir a la abolición del capitalismo aperturando un horizonte civilizatorio alternativo.
Apuntes sobre la episteme boliviana
A modo de introducción
Vamos a desplegar algunos apuntes sobre la episteme boliviana, apuntes de los que no esperemos un dibujo completo de los horizontes de visibilidad y de decibilidad de las arqueologías del saber periféricos, en este caso de un país andino amazónico y chaqueño. Esta tarea, la de una arqueología de los saberes en Bolivia, la dejamos pendientes para una investigación exhaustiva. Deben considerase temporalidades, contextos y espesores culturales, la historia de la literatura, de las expresiones artísticas, estéticas y culturales, también, por qué no, sobre todo los saberes corporales, la gramática de los cuerpos, la gramática de las multitudes, que son las que abren verdaderamente los horizontes. Los “intelectuales”, si podemos seguir usando este término tan discutible, se ponen a trabajar sobre estos horizontes abiertos por los colectivos convulsionados. Esto ha sucedido en Bolivia en toda la dramática historia de su insurgencia permanente. Ahora nos encontramos ante un nuevo horizonte, el abierto por los movimientos sociales y las luchas indígenas, sobre todo en el intenso periodo de 2000 a 2005; este horizonte es pluralista y comunitario, también ecologista y territorial. Ante este horizonte abierto, la mayoría de los “intelectuales” ha preferido retroceder y defender sus saberes aprendidos en horizontes históricos pasados y sobrepasados por la nueva condición de visibilidad.
A propósito, lo que ofrecemos en estos apuntes, es un recorrido crítico de lo que llamaremos el pensamiento político de la cuestión nacional y estatal, pensamiento construido en la experiencia convulsiva social posterior a la Guerra del Chaco. Lo que interesa es lograr una caracterización de las sugerentes expresiones críticas y búsquedas de iluminación, de inteligibilidad, de comprensión de las formaciones sociales y económicas periféricas. Lo que importa es lograr comprender la correspondencia con su tiempo y sus problemas, aprender de esa experiencia, también de las representaciones construidas. Así como, sobre todo, comprender la diferencia de tiempos que vivimos, de horizontes históricos-culturales que vivimos, de periodizaciones del ciclo del capitalismo que vivimos, por lo tanto también de sus crisis. No se trata de cuestionar una forma de pensamiento, una forma de saber, una forma de conocimiento, sino de lograr comprender su estructura y sus alcances.
Lo que importa ahora es vislumbrar los desafíos que enfrentamos después del ciclo de movimientos sociales de 2000-2005, desafíos políticos y epistemológicos. Por eso importa una revisión como la que efectuamos. Hay que anotar que el ideologüema del que hablamos, de la episteme de esa formación discursiva y enunciativa, de alguna manera se ha clausurado. Se notan su culminación crepuscular cuando se desatan las movilizaciones y construcciones discursivas políticas y culturales kataristas, después de la masacre del valle, perpetrada por la dictadura del General Bánzer Suárez (1974).También se nota en los quiebres, en los desplazamientos conceptuales que se dan después de estos acontecimientos. Una notoria intelectual crítica, sensible a estas irrupciones y desplazamientos, como Silvia Rivera Cusicanqui expresa en sus escritos las rupturas con el ideologüema del nacionalismo revolucionario[8]. También las intervenciones, prólogos , ensayos y polémica de Javier Mediana, sobre todo el haber abierto un campo de publicaciones como las de Hisbol, donde se plasman las investigaciones antropológicas del mundo andino, muestra también las marcas de la ruptura y el distanciamiento con una forma de pensar del iluminismo criollo.
Arqueología del ideologüema del nacionalismo revolucionario
Uno de los proyectos, que realizó en parte, de Hugo Zemelman Merino era escribir un libro sobre el pensamiento latinoamericano, concentrarse sobre todo en la episteme latinoamericana. Para tal efecto tomó en cuenta como referentes a connotados intelectuales críticos, de los que se podría decir construyeron un pensamiento propio. Entre ellos se encontraban dos bolivianos, uno era Sergio Almaraz Paz, el otro era René Zabaleta Mercado. Del primero decía que le asombraba su lucidez sobre la cuestión nacional y sobre el segundo su lenguaje tan rico y metafórico, tan propio y creativo, a la vez poético y conceptual. Al primero no lo conoció, pero leyó sus libros; al segundo lo conoció en México. De Marcelo Quiroga Santa Cruz tenía una gran consideración por su papel político; en lo que respecta a la labor intelectual del país, en general apreciaba mucho lo que se producía en Bolivia. Una vez nos dijo, de tantas llegadas consecutivas que tuvo desde 1985 hasta 1995, que Bolivia era un país apto para la epistemología. Se refería a las condiciones históricas y políticas para la construcción de un pensamiento propio. Le impresionaba la historia rebelde de las clases populares, del proletariado minero y los estratos explotados de la sociedad, le llamaba la atención la historia de insurrecciones que habían marcado las temporalidades políticas. En el periodo que estuvo aprendía el valor de la emergencia indígena de la gente que trabajaba la episteme andina en el colectivo Episteme. El libro proyectado salió publicado por Siglo XXI, es un aporte a una especie de arqueología del pensamiento latinoamericano[9].
¿Cómo caracterizar a Sergio Almaraz Paz, a René Zavaleta Mercado y a Marcelo Quiroga Santa Cruz? Se trata de un pensamiento nacional, fuertemente vinculado a la defensa de los recursos naturales, sobre todo el primero y el tercero. Aunque su labor intelectual no puede reducirse a este decurso, va más allá, fuertemente vinculada a comprender la formación social y económica boliviana, particularmente el segundo. Los tres se encuentran vinculados a una formación marxista singular, sobre todo el primero y el segundo. El primero, venía de su experiencia en el flamante Partido Comunista, que impulsó a fundar, después de abandonar la dirección de la juventud del PIR, incorporándose, posteriormente al MNR; el segundo, provenía del MNR y termina militando en el Partido Comunista. Parecen historias complementarias, con rutas inversas. El tercero, tiene otra historia, más vinculado a la literatura, después al ensayo, bastante distanciado de la Revolución Nacional de 1952, de la que tenía muy poca consideración. Su participación como diputado opositor en el gobierno del General René Barrientos Ortuño va a ser notoria sobre todo por sus críticas, acusaciones y denuncias a su gobierno. Marcelo Quiroga Santa Cruz va a ser más conocido a partir de su papel como ministro del Gobierno del General Alfredo Ovando Candía, empujando la nacionalización de la Gulf Oíl; esta nacionalización lo va encumbrar como político y luchador de los recursos naturales, combatiente de la soberanía[10]. Definitivamente cuando forma el PS1 y logra una votación importante en los barrios obreros y los populares, después de insistir en sucesivas elecciones, se proyecta como un candidato alternativo, incluso a la decadente y complicada UDP. Los tres intelectuales bolivianos forman parte de una trayectoria y una tradición. Hablamos de un pensamiento crítico y nacional. No me atrevería a calificarlo de nacionalista, prefiero usar un término que se empleó después, para caracterizar un posicionamiento político en la cartografía ideológica; se trata del término que caracteriza el posicionamiento de la izquierda nacional para distinguirlo del planteamiento o, mas bien, de los planteamientos políticos de la izquierda tradicional, estructurados sobre todo por el POR y los partidos comunistas.
Los libros de Sergio Almaraz Paz forman parte de esta herencia nacional; Petróleo en Bolivia, El Poder y la Caída y Réquiem para una República son investigaciones y ensayos iluminadores sobre las estructuras de poder, que condicionan la historia política y económica del país. En Petróleo en Bolivia asistimos a un penetrante análisis de la dramática historia del petróleo en Bolivia y en el mundo; se abren los entretelones de las determinantes de la Guerra del Chaco; se muestra el comportamiento sinuoso de la Gulf Oíl, así como de los personeros de gobierno de turno. También se narra la lucha por la recuperación del petróleo, donde se involucran personas comprometidas, algunas instituciones patrióticas, las resistencias populares y las tomas de posición de organizaciones sociales. Se forja la narración de la historia de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), sobre todo en su etapa inaugural, y un análisis comparativo de los contratos, donde se hace evidente el entreguismo de funcionarios de gobierno y de los bufetes.
La investigación de El poder y la Caída asombra por hacer inteligible lo que hoy podríamos llamar la genealogía del poder en Bolivia, la estructura del poder minero, de los llamados barones del estaño. El análisis es penetrante y devela el diagrama de fuerzas institucional, sobre todo por las tesis en juego, la vinculación entre la estructura económica y la estructura política; no tanto tomando esta última como superestructura, como en un análisis esquemático marxista, sino mostrando las compenetraciones de ambas estructuras, estructura o base económica y superestructura o estructura estatal, política, ideológica y cultural. Su invención, institución y configuración a partir de ciclos, particularmente el ciclo del estaño, ligado al ciclo de la hegemonía del capitalismo británico. El análisis de la temporalidad política y de las temporalidades estructurales del poder es sobresaliente por el enfoque analítico de lo concreto. ¿De qué estamos hablando en estos casos? ¿De una economía política, de una sociología política, de una antropología política? Hablamos de un autor que tiene la habilidad de moverse en varios campos teóricos para dar cuenta de realidades complejas como las formaciones económicas y sociales periféricas.
Quizás el libro más apasionado es Réquiem para una república, donde hace una evaluación crítica de la Revolución Nacional (1952-1964). Con un lenguaje camusiano enfrenta la decadencia de la revolución, de la que dice que hay que aprender de sus lecciones dramáticas. El capítulo Psicología de la vieja rosca hábilmente abre el análisis del libro, en tanto que el capítulo Psicología de la nueva rosca clausura el recorrido de una temporalidad decadente. En el libro hay capítulos conmovedores como Cementerios mineros, donde interpela a la nación desde la experiencia del proletariado minero; el autor dice que llegará un día cuando los mineros se nieguen seguir sosteniendo la nación sobre el escarnio de su propio cuerpo. El capítulo más elocuente sobre la decadencia de la revolución es El tiempo de las cosas pequeñas, donde se describe el minucioso y detallado retroceso del gobierno y del partido nacionalista, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), retroceso del que no se dan cuenta, no toma conciencia, incluso cuándo se encuentran al otro lado de la vereda enfrentando al pueblo[11]; por ejemplo en el combate de Sora-Sora contra las milicias mineras (1963).
La obra de René Zavaleta Mercado es prolífica y puede caracterizarse por periodos; desde la Formación de la Consciencia Nacional hasta Lo nacional-popular en Bolivia el autor atraviesa intensamente por distintas elaboraciones teóricas, las mismas que tratan de responder a una obsesión de vida: ¿Cómo hacer inteligible una formación histórica y social abigarrada? Luis Tapia Mealla caracteriza esta trayectoria como La producción de un conocimiento local[12]. Requeriríamos tiempo y espacio para detenernos en la producción de René Zavaleta Mercado; por estas razones preferimos concentrarnos en la última producción intelectual del autor, publicada póstumamente; hablamos de Lo nacional-popular en Bolivia[13].
La querella del excedente es un capítulo impresionante, por el penetrante análisis de la conflagración bélica. En el capítulo se analiza la Guerra del Pacífico desde una perspectiva densa y compleja, que pone en consideración las condiciones histórico-políticas de Bolivia, Perú y Chile en el momento de la guerra. Es un análisis de la condiciones de posibilidad de sus bloques históricos, de sus articulaciones específicas entre estructura y superestructura, usando estos términos metafóricos, relacionados a la legitimidad y hegemonía logradas en sus sociedades. Por otra parte, acompañando este análisis dialéctico de las historias singulares de los países involucrados en la guerra, el autor efectúa la evaluación de la construcción estatal. Como se puede ver el enfoque teórico gramsciano atraviesa este análisis histórico-político.
Otro capítulo imponente es El mundo del temible Wilka, donde se interpreta la guerra aymara en la Guerra Federal (1898-1899) en el contexto del mundo capitalista, en la temporalidad del ciclo del capitalismo inglés y la revolución industrial, en la trabazón de la perversa relación ente la acumulación originaria y la acumulación ampliada de capital. Se trata ciertamente de un análisis marxista, pero no al estilo esquemático, como se acostumbra en el difundido marxismo vulgar, sino desde una erudición densa y asombrosa; análisis que da cuenta de la complejidad de la crisis de Estado.
En El estupor de los siglos se efectúa un análisis histórico de la crisis de Estado, caracterizando al Estado oligárquico en sus distintas fases, desde la condición del Estado aparente hasta la condición de la autonomización estatal, en cuanto autonomía relativa del Estado, respondiendo al carácter de capitalismo organizado. La conclusión es que no logra formarse el Estado, que se mueve en una oscilación entre el Estado aparente y el Estado instrumental, oscilación que no resuelve su condición espacial y territorial, pues estamos ante una oligarquía restringida a la visibilidad de tamaño de sus propiedades mineras.
¿Se puede decir que es nacionalista este pensamiento, esta formación discursiva? No, de ninguna manera. Estamos ante un pensamiento marxista elaborado, trabajado desde la experiencia del abigarramiento de la periferia boliviana, comprendiendo la intensidad de la crisis del Estado. La cuestión nacional es trabajada como parte de la cuestión estatal, no resuelta, inacabada, problemática. Un lenguaje poético y barroco busca romper las dificultades de las resistencias de la complejidad de la formación económica social periférica a ser conocida. El recurso a la erudición pone en juego la contrastación con otras experiencias y la comparación con figuras teóricas; de esta forma hace hablar a los personajes, haciendo emerger significaciones que los mismos actores históricos quizás desconozcan; sin embargo, reproducen en los contextos y tejidos históricos.
En comparación, se puede decir que el discurso de Carlos Montenegro era nacionalista; reivindica la nación como comunidad imaginada frente al coloniaje, frente al proyecto de supeditación de la oligarquía minera y terrateniente. Retomando esta comparación, podemos considerar que La formación de la consciencia nacional, de los primeros libros de René Zavaleta, se mueve en los códigos del discurso del nacionalismo revolucionario; incluso libros anteriores como El asalto porista (1959), Estado nacional o pueblo de pastores (1963) y La revolución boliviana y la cuestión del poder (1964), también pueden considerarse textos que forman parte del discurso del nacionalismo revolucionario. No ocurre lo mismo con El poder dual (1974), Bolivia hoy (1983), Las masas en noviembre (1983), Lo nacional-popular en Bolivia (1986), Escritos sociológicos y políticos (1986), Clases sociales y conocimiento (1988), El Estado en América Latina (1989), 50 años de historia (1992). Estos últimos escritos no pueden considerarse formar parte del discurso del nacionalismo revolucionario, salvo La caída del MNR y la conjuración de noviembre, que se publica con posterioridad, siendo un escrito anterior (1995). En estos últimos textos estamos ante un Zavaleta Mercado innovador, investigador multidisciplinario, que se ha apropiado, a su manera, de la teoría sobre hegemonía de Antonio Gramsci, así como de las consideraciones teóricas sobre la superestructura del marxista italiano. Teorías que la utiliza modificándola hasta el escándalo de cruzar sus límites, aportando con un cuerpo teórico propio, haciendo uso crítico del marxismo, para lograr una hermenéutica adecuada de la formación económico-social boliviana.
Ciertamente, es ostensible, elocuentemente exhibida, en estas preocupaciones intelectuales, la problemática de la cuestión nacional, problemática desplazada por los teóricos de la izquierda tradicional. La relación entre René Zabaleta Mercado y Sergio Almaraz Paz es amistosa y afectiva, militaron en el mismo partido (MNR), pertenecieron ambos, uno primero y el otro después, al PC; la entrañable amistad se la puede vislumbrar en el Prólogo que le dedica Zavaleta Mercado en Réquiem para una República a Sergio Almaraz Paz. No pasa lo mismo en su relación con Marcelo Quiroga Santa cruz, que más bien es polémica, sobre todo cuando Zavaleta milita en el MNR.
Revisando estas trayectorias, particularmente la producción intelectual de estos autores, Sergio, René y Marcelo, la formación enunciativa en cuestión no puede restringirse al discurso del nacionalismo revolucionario, va más allá; el análisis de la estructura de poder, el papel de la centralidad minera y el socialismo vivido, como califica Hugo Rodas Morales, refiriéndose a la entrega apasionada e intelectual de Marcelo Quiroga Santa Cruz, no se circunscriben a un pensamiento nacionalista.
Marcelo Quiroga Santa Cruz va a ser conocido polifacéticamente, en las etapas de su itinerario; primero, como literato, en su condición de novelista; después, como ensayista y; por último, como político socialista. Las novelas de Los deshabitados y Otra Vez marzo van a ser reconocidas y connotadas internacionalmente. Estamos ante un escritor, un literato, en pleno sentido de la palabra. Preocupado por las expresiones artísticas y estéticas. Lo que no deja que también se ocupe de la candente cuestión política boliviana. Es notoria su oposición a la revolución nacional de 1952, tiene ante ella críticas morales y éticas. No podríamos hablar de una polémica propiamente política, menos que se lo hace, en aquél entonces, desde una perspectiva socialista. Es también difícil sostener, como algunos apresurados han tratado de interpretar, que Marcelo Quiroga hacia una crítica desde las posiciones de clase de la oligarquía terrateniente. En todo ese tiempo está más cerca de la literatura y bastante distante de los intereses materiales; en estas condiciones existenciales, es insostenible esa interpretación provisional, llena de prejuicios, que atribuye a Marcelo una supuesta “ideología” de clase, una especie de cosmovisión oligárquica.
René Zavaleta Mercado es duro en la polémica con este Marcelo Quiroga Santa Cruz. René Zavaleta más rudo, más experimentado en las cuestiones políticas, más cerca del debate de coyuntura, en tanto que Marcelo Quiroga mas bien sensible a los códigos morales; ambos intelectuales están abismalmente distanciados. Uno escribe desde la penetrante experiencia de la revolución nacional (1952-1964), el otro lo hace desde la esfera de la crítica estética y ética desplazada desde los espesores de la literatura. Realidad y ficción no se encuentran.
Podemos decir que es después de la caída del MNR, con el golpe militar de 1964, que Marcelo Quiroga Santa Cruz incursiona decididamente en la política. Una breve reseña de su vertiginosa vida puede resumirse de la siguiente manera:
Durante las elecciones de 1966 consigue ser elegido diputado por Falange Socialista Boliviana (FSB), partido que lo inscribe en sus listas y lo postula. Entonces es representante del departamento de Cochabamba. En estas elecciones es elegido como presidente el candidato militar General René Barrientos Ortuño. Desde el Congreso Marcelo Quiroga Santa Cruz, en su condición de diputado, efectúa un juicio de responsabilidades contra el presidente elegido. Siendo una voz solitaria - hasta el partido que lo postulo lo abandona -, en un Congreso mayoritariamente barrientista, el juicio de responsabilidades le cuesta el desafuero parlamentario. Después sufre el secuestro, seguido por el confinamiento en Alto Madidi, culminando la represión parlamentaria en la cárcel.
En la memoria popular, Marcelo Quiroga Santa Cruz va a ser conocido como defensor de los recursos naturales. Contando con estos antecedentes, se convierte en el autor intelectual de la nacionalización del petróleo, en su condición de Ministro de Minas y Petróleo (1969), durante el gobierno del General Alfredo Ovando Candía. Sin embargo, fue ministro durante sólo un lapso, hasta su renuncia, asumida debido a lo que consideraba la capitulación gubernamental frente a la empresa de petróleos nacionalizada (Gulf Oíl Co.), cuando el gobierno cede a las presiones de la empresa para ser indemnizada.
Ya curtido en la ingrata experiencia política, fundó el Partido Socialista en 1971, acompañado por un grupo de intelectuales y dirigentes sindicales. Su estadía en Bolivia ha de durar poco, hasta el cruento golpe militar del 21 de agosto de 1971, encabezado por el General Bánzer Suárez. En el exilio se ocupa de múltiples actividades, entre ellas académicas; es columnista, participa en distintas instituciones y organizaciones, forma parte del Tribunal Socialista con sede en Yugoeslavia. El 1977, cuando se evidencia la crisis de la dictadura militar, retorna clandestinamente a Bolivia, retoma la conducción del Partido Socialista, partido proscrito durante régimen dictatorial; el partido asume otra sigla, va a ser conocido como PS-1. Incursiona como candidato a la presidencia durante las elecciones consecutivas de 1978, 1979 y 1980. En su trayectoria electoral logra conquistar y seducir paulatinamente a un electorado popular y obrero, llegando a aglutinar en las últimas elecciones unos 120.000 votos, logrando de esta manera el cuarto puesto.
En su condición de parlamentario en la legislatura de 1979 retomó la tarea del juicio de responsabilidades a la burguesía, como le gustaba decir; esta vez, el juicio de responsabilidades, se enfocaba en la figura del General Hugo Bánzer Suárez. La alocución de Marcelo Quiroga Santa Cruz fue brillante, minuciosamente trabajada, con una voluminosa documentación de apoyo; su voz aguda y de gran orador fue escuchada ante la impavidez del resto de diputados, que incluso como Guillermo Bedregal se hicieron la burla.
El programa de gobierno del PS-1, en las elecciones nacionales de 1980, contrastaba con el programa tímidamente reformista que enarbola la UDP; se trataba de un programa de nacionalizaciones frente a un programa que no se atrevía ni a discutir la posibilidad de la nacionalización. Lo mismo ocurrió con el frente de Izquierdas, Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), que tampoco quiso plantearse un programa de nacionalizaciones, a pesar de los reclamos de Domitila Chungara, quien fue reprendida por el propio PC-ML. Este contraste llama la atención en plena apertura democrática, después de la noche de las dictaduras militares. En esta sintomatología se nota la desubicación de la izquierda tradicional ante los acontecimientos políticos, ante la irrupción democrática de las masas. La izquierda tradicional se encontraba lejos de comprender la cuestión nacional y la necesaria recuperación de la soberanía por medio de la nacionalización de los recursos naturales. La UDP prefirió optar por la demagogia nacionalista, demagogia expresada elocuentemente por el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR). El gobierno de la UDP quedó entrapado en dos frentes; un frente con la derecha en el Congreso y un frente con la izquierda obrera, con la Central Obrera Boliviana (COB), en las calles.
La entrega apasionada y comprometida en la lucha socialista y el proyecto nacionalizador lo llevó raudamente a su desenlace fatal, a su asesinato por las huestes militares bolivianas y argentinas. Esto ocurrió el 17 de julio de 1980; el narco-golpe militar de García Meza y Arce Gómez decidió una guerra sucia y de exterminio, tomando el ejemplo de los militares argentinos. Marcelo Quiroga fue reconocido y herido por los paramilitares que tomaron la sede de la COB, fue apresado y conducido al Estado Mayor del Ejército, dónde lo asesinaron, haciendo desaparecer ignominiosamente sus restos, que hasta ahora no han sido recuperados. Se entrevé una complicidad del gobierno de Evo Morales Ayma con los militares bolivianos para encubrir este asesinato y evitar su esclarecimiento, así como la devolución de sus restos.
Un recuento de sus participaciones puede resumirse de la siguiente manera: En 1952 fundó y dirigió el semanario "Pro Arte"; en 1959 la revista "Guion", dedicada a la crítica cinematográfica y teatral; en 1964 abre el periódico "El Sol". En 1953 es nombrado delegado boliviano en el Congreso Continental de Cultura; en 1969 es expositor en el Congreso Intercontinental de Escritores. En 1957 publica su primera novela Los deshabitados. Junto a Garciliano Ramos de Brasil, Miguel Ángel de Asturias, de Guatemala, Augusto Roa Bastos, del Paraguay, José María Arguedas, del Perú y Juan Carlos Onetti, del Uruguay, recibe el premio Williem Faulkner; premio que es entregado en 1962 a la mejor novela escrita desde la segunda guerra mundial. La otra novela, Otra Vez Marzo, se publica en 1990; se trata de una novela póstuma, aunque inconclusa. Fuera de su labor literaria amaba el arte cinematográfico, incursiona en este campo; en 1964 realiza el cortometraje El Combate. Esta multifacética trayectoria nos muestra el ímpetu y el talento del insigne e intenso intelectual.
Concentrándonos en su vasta producción de ensayos, de los que hay que hacer una clasificación temática, se puede decir que, algunos de ellos es indispensable nombrarlos por su carácter polémico, otros por su vinculación a la defensa de los recursos naturales. La crítica a la Revolución Nacional se encuentra en La victoria de abril sobre la nación (1960); la crítica a las políticas entreguistas ya aparecen en Desarrollo con soberanía, desnacionalización del petróleo (1967); se retoma esta crítica en Lo que no debemos callar (1968). Un elocuente testimonio se encuentra en Acta de transacción con la Gulf -análisis del decreto de indemnización a Gulf (1970). El análisis y la denuncia consecuente podemos encontrarlos en un libro más elaborado que titula El saqueo de Bolivia (1973); lo mismo acontece en Oleocracia o patria (1976), donde ya hallamos una caracterización de la estructura del poder en Bolivia, caracterización no disímil a la que hizo Sergio Almaraz Paz.
Improvisando un análisis de evaluación, dejando las trayectorias de vida, a propósito de esta construcción de un pensamiento propio, de esta formación discursiva, de esta formación enunciativa, emergida de un haz de relaciones históricas, políticas y culturales, la pregunta pertinente es: ¿podemos hablar de una episteme boliviana, en el sentido que le da Michel Foucault al término episteme, como horizonte de visibilidad y de decibilidad? Ciertamente para responder a esta pregunta no basta circunscribirnos a tres trayectorias intelectuales, por más intensas y profundas que estas hayan sido. No es suficiente la consideración en el terreno que nos hemos movido, que es el del análisis político, el de la crítica política, que puede incorporar lo que podemos llamar la economía política de los recursos naturales y la interpretación de la superestructura estatal. Debemos tener en cuenta que hemos considerado la formación discursiva desde la problemática de la cuestión nacional y la cuestión estatal. Hay otras construcciones concurrentes, que no hemos mencionado, el discurso obrerista, lo que defino como el marxismo de guardatojo[14], desarrollado sobre todo por el POR, particularmente por un prolífico intelectual, militante e historiador, Guillermo Lora. Elaboración intelectual de la que no se puede decir que su trabajo se reduce a una transferencia de la tesis de la transición y la tesis de la revolución permanente de León Trotsky. Eso sería no comprender las particularidades propias de un marxismo minero, construido desde los socavones. Un producto de esta peculiar manera de interpretar la revolución boliviana se encuentra precisamente en la Tesis de Pulacayo. No se desentiende de las llamadas tareas nacionales, de lo que llamamos la cuestión nacional, cometidos a los que interpreta en un recorrido ineludible hacia la revolución socialista, conducido por el proletariado minero.
No nos vamos a detener en una evaluación de la obra de este intelectual trotskista, sino solamente llamar la atención, en lo que respecta a la episteme boliviana, en el despliegue de formaciones discursivas paralelas, que, sin embargo, no se reconocen, no se leen ni llegan a discutirse en serio. Se ignoran. Salvo quizás Zavaleta Mercado quien tenía una gran consideración por Guillermo Lora, lo leía y comentaba; a quien lo llamaba graciosamente el “Fiero”. En la abundante producción de este intelectual militante, la voluminosa Historia del movimiento obrero boliviano[15] es la más conocida; empero hay otros escritos de importancia que deben ser tomados en cuenta como La revolución boliviana[16]. El enfoque indudablemente tiene un contenido de clase, el análisis y la interpretación de la historia giran en torno a la organización proletaria, a su potencialidad revolucionaria y de vanguardia. Al respecto, habría que separar sus investigaciones históricas, apoyadas con copioso archivo y documentación, de sus intervenciones políticas. Las investigaciones históricas arrojan luces sobre la dinámica molecular de los hechos, en tanto que los escritos políticos expresan la voluntad obrera, la intransigencia de la conducción y la dirección.
Ambas formaciones discursivas, la de la izquierda nacional y la de la izquierda tradicional, a pesar de sus distintas perspectivas, hablan prácticamente de lo mismo, de la crisis del capitalismo periférico, de la crisis estatal y del no cumplimiento de la cuestión nacional y ciertamente, en el caso de Guillermo Lora de la perspectiva socialista. Son, de alguna manera, discursos contemporáneos, aunque no terminen de encontrarse. ¿Por qué ocurre esto? ¿Hay una mutua descalificación? Sobre todo en el caso del discurso trotskista, que considera a los otros discursos como burgueses, por lo tanto en esencia impotentes para dar cuenta de la crisis y la lucha de clases. El discurso del POR en los periodos de formación de la conciencia de clases, de la organización del proletariado minero, ha de ser un dispositivo enunciativo y organizativo importante; empero su irradiación se detiene en los límites de la clase obrera boliviana. No construye hegemonía y por lo tanto le va a ser difícil lograr lo que persigue, liderar un frente de clases explotadas a partir de la alianza obrero-campesina. Por otra parte, su apego a la problemática de clases, en códigos del determinismo económico, lo aleja de interpretar y analizar las estructuras de poder, la crisis de la superestructura estatal, las problemáticas de la dependencia en las periferias del capitalismo. Lo que el otro discurso, el de la izquierda nacional, en contraste hace. En comparación, a un discurso le falta lo que el otro tiene; lo que parece estar ausente en el discurso de la izquierda nacional es el análisis de la lucha de clases, el análisis histórico-político cuyo núcleo y eje reflexivo es el enfoque de la sociedad desgarrada por la lucha de clases, aunque este análisis termine siendo muy esquemático en las interpretaciones de la izquierda tradicional.
El crítico literario y epistemólogo Luis H. Antezana escribe un análisis filológico y lingüístico sobre el discurso del nacionalismo revolucionario. En el documento observa que se trata del mismo ideologüema que comparte la izquierda y el nacionalismo; el nacionalismo revolucionario es como una herradura que contiene distintas expresiones, desde la derecha a la izquierda, siempre moviéndose en el imaginario de la nación y bajo la referencia del Estado-nación[17]. Este ideologüema vendría a ser una episteme, es decir, un horizonte de visibilidad y de decibilidad, compartido tanto por los discursos nacionalistas como por los discursos izquierdistas, tanto de la izquierda nacional como de la izquierda tradicional. En otros términos, desde otra perspectiva, más filosófica, hasta podríamos hablar de un horizonte de mundo[18]. Hablamos de estructuras de pensamiento, que orientan a los mismos discursos y a las mismas acciones de los sujetos involucrados. En este sentido podríamos hablar de una episteme boliviana, que es como el campo de posibilidades históricas de los conocimientos, conocimientos y memoria social, que se van a desatar desde la experiencia dramática de la guerra del Chaco. Desde nuestro presente, suponiendo desplazamientos y rupturas epistemológicas, sobrepuestas y entrelazadas a los dramáticos acontecimientos políticos de la historia insurgente boliviana, debemos lanzarnos preguntas acuciantes. ¿Cuáles son las características de las estructuras de pensamiento del pensamiento político boliviano? ¿Se clausura la episteme boliviana? ¿Cuándo se clausura esta episteme? Dejando para otra ocasión la tarea de una configuración más completa de la episteme boliviana, vamos a señalar algunos rasgos definidores del perfil epistemológico, con el propósito de lograr seguir sus alcances temporales.
Un rasgo sobresaliente es la comprensión o la certeza del inacabamiento, de la no conclusión, de la tarea pendiente del Estado-nación. Hay una gama de consideraciones que expresan el dramatismo de esta condición incompleta del Estado; desde las caracterizaciones del Estado oligárquico hasta las caracterizaciones del poder dual, pasando por las figuras del Estado aparente. Hay como una idea de vivir una constante transición hacia la totalización de la nación y del Estado. Pueden caber distintas versiones de esta transición, distintas direcciones de la transición, desde las más conservadoras hasta las más radicales. Todas se encaminan a resolver la cuestión estatal, a completar el Estado-nación, incluso por la vía revolucionaria de la dictadura del proletariado. Por esto y por otras razones, la relación con el Estado resulta problemática; el Estado es el referente paternal, el instrumento indispensable para resolver los problemas económicos, sociales, políticos, culturales, salariales. De esta manera, también el Estado se convierte en el botín absoluto; la disputa se da por el control de esta fabulosa maquinaria.
Otro rasgo con-figurante es el mito del origen de la nación; la nación se origina en las arenas y trincheras de del Chaco, donde las distintas clases del país se encuentran y mueren, derraman su sangre, escribiendo trágicamente un pacto político y social. Aunque no todas las expresiones discursivas comparten este mito, el mismo es un referente histórico de la bolivianidad, de la formación de su consciencia nacional. Este mito del origen de la nación es altamente significativo pues no sólo plantea un nuevo comienzo, más profundo, más completo y abarcador, más consensuado, más inclusivo, que el dado en el comienzo histórico de la independencia. La hipótesis implícita, si podemos hablar así, de hipótesis contenida en el mito, es que es la primera vez que se encuentra todo el pueblo o que, mas bien, se constituye el pueblo, todas las clases de la nación. Campesinos, obreros, clases medias, se encuentran y se reconocen; se da lugar como una autoconciencia[19]. Enfrentando a la muerte, los bolivianos se reconocen como semejantes y comprenden que comparten un destino, no solamente el destino de enfrentar a la muerte, sino el destino de la nación misma, el destino como nación. Descubren que el enemigo no es el que está enfrente, el paraguayo o lo que llamaban popularmente el “pila”, sino en el propio país, gobernando, manejando los destinos del país, apropiándose indebidamente de los recursos naturales. El enemigo es la oligarquía minera y terrateniente. La desmovilización, después, de la guerra, es el retorno a las ciudades para recuperar lo que es nuestro. El camino a la revolución nacional comienza en esta revelación en pleno combate: la nación tiene que liberarse de la oligarquía, la nación tiene que liberarse del coloniaje de la oligarquía, de la anti-nación.
Un tercer rasgo es el mito de la modernidad, que viene acompañada por el mito del progreso, el mito del desarrollo, el mito de la industrialización. Así como los liberales del siglo XIX soñaban con la construcción de ferrocarriles, que traería progreso, los nacionalistas del siglo XX soñaban con la industrialización como el medio primordial del desarrollo. La industrialización conlleva el desarrollo, saca del atraso, provoca la modernización. En este sentido se espera la modernización de las conductas, la modernización de las instituciones, la modernización de las ciudades, la modernización de las comunicaciones, entre las que entran las carreteras. Ahora bien, no todos comparten de la misma manera estos mitos. El ideologüema del nacionalismo revolucionario, la episteme, tiene estratos, composiciones, diferencias y desplazamientos. Hay quienes, que llamaremos los técnicos del desarrollo nacional, se concentran en la necesidad de las fundiciones, es decir, en la industria pesada. Este estrato es minoritario, sin embargo, es el que asume de manera consecuente el proyecto de la industrialización. Los otros se pierden en discursos, en proyectos que incluso cuentan con recursos; empero los despilfarran, los desvían y usufructúan de los mismos. Para estos últimos, que llamaremos retóricos del desarrollo nacional, la industrialización es una meta que hay que alcanzar algún día, lo primero que hay que hacer es formar la burguesía nacional; esta constitución de clase empresaria se logra primero enriqueciéndose, aunque sea a costa del Estado. Este quizás era el estrato mayoritario que comparte el ideologüema del nacionalismo revolucionario. Hay otra composición sugerente, los que consideran que la modernización se efectúa primero por la burocratización, la formación de una gran masa de funcionarios, instituyendo un aparato en forma de malla que cubriera el país. La formación del Estado pasa por la construcción weberiana del Estado, por la conformación de una burocracia de especialistas, que hagan funcionar la gran maquinaria estatal, que activen el campo burocrático y el campo institucional, campos configurados por las cartografías de funciones y especializaciones. Este es otro de los recorridos que se ha de tomar en serio en esto de la modernización del Estado. En un país de mayoría campesina, que es el término que se utilizaba para referirse a las naciones y pueblos indígenas, el mejor camino de la modernización, de acuerdo a la tendencia más liberal del nacionalismo, es la reforma agraria por la vía farmer, es decir, la constitución de los propietarios privados de la tierra. De esta forma, los hombres desiguales se convierten en hombres iguales, en tanto propietarios privados de la tierra. Esta idea, tomada como premisa política, incluso la llega a compartir René Zavaleta Mercado cuando reflexiona sobre el acontecimiento de la igualación de los hombres.
En esta metáfora de la herradura, que corresponde al mapa del ideologüema del 52, hay que nombrar también a los radicales, que si bien no son nacionalistas, comparten la episteme nacional, el imaginario de la nación y del Estado-nación, el imaginario de la modernidad, el progreso y el desarrollo. La izquierda del ideologüema, la versión proletaria o expresión ideológica de los proletarios mineros, pensaba que el camino al desarrollo socialista era conformar empresas colectivas campesinas, koljóses, para avanzar en la industrialización y en la solución masiva de la alimentación. Como se puede ver, en este asunto de la modernización, el progreso, el desarrollo y la industrialización, el mapa del ideologüema del nacionalismo revolucionario es más diverso y estratificado.
Un cuarto rasgo del ideologüema en cuestión es el proyecto de conformar la burguesía nacional. Ante la constatación de que la burguesía minera formaba parte de una burguesía intermediaria, mediadora de los intereses de las burguesías de los imperialismos dominantes, considerando que los intereses de esta burguesía internacionalizada no coincidían con los intereses de la nación y el Estado, es indispensable formar una burguesía nacional, que cumpla con las tareas pendientes, democráticas y burguesas. Esta interpretación es de alguna manera compartida por los ideólogos del nacionalismo y por el propio Partico Comunista, que tiene una concepción por etapas de la revolución socialista. Esta interpretación no era compartida por los troskystas, quienes tienen una concepción permanente de la revolución; son los propios obreros, en alianza con los campesinos, los que tienen que cumplir estas tareas pendientes de una burguesía nacional inexistente. De todas maneras, a pesar de las divergencias, esta hipótesis sobre la ausencia de la burguesía nacional forma parte de una concepción histórica, de una compresión de las temporalidades históricas, de los cursos y el devenir históricos. Esta concepción histórica está íntimamente compenetrada con el desarrollo capitalista, en tanto que este desarrollo ha pasado a la fase imperialista, a la fase del dominio del capital financiero, las contradicciones con el imperialismo, entre nación dominada e imperialismo se suman a las contradicciones de clase, entre proletariado y burguesía, entre campesinos y terratenientes. Las burguesías de los países dominados por el imperialismo nacieron tarde, prefieren aliarse a los latifundistas y conservadores que cumplir con sus tareas democráticas. En estas circunstancias, las revoluciones populares, en la periferia del sistema-mundo capitalista, han optado por dos salidas a la crisis. Una de ellas es conformar simuladamente una burguesía nacional, conformación artificial que ha terminado constituyendo estrato social de nuevos ricos, los mismos que han preferido inclinarse por el gasto de la reproducción placentera, renunciando a la inversión y ahorro calvinista; estos nuevos ricos son los mismos que terminan aliándose a las viejas clases dominantes. La otra salida es la opción sustitutiva; la opción por la sustitución de la burguesía inexistente mediante el papel administrativo del Estado; la burocracia sustituye a la burguesía. Este segundo camino termina convirtiendo al Estado en un administrador de empresas.
Quizás un quinto rasgo del perfil del ideologüema del nacionalismo revolucionario es la apreciación fatal, el sentido común que se tiene sobre la inevitabilidad del avance, expansión y cumplimiento del capitalismo. Esta racionalidad histórica, inscrita como astucia de la razón, es la razón “realidad” y la “realidad” hecha razón. Este prejuicio histórico es compartido entre nacionalistas, liberales, neoliberales, pero también por la izquierda, tanto nacional como tradicional. El capitalismo no sólo es una “realidad” sino una especie de destino que tiene que cumplirse, aunque sólo sea para crear las condiciones objetivas, el desarrollo de las fuerzas productivas, para construir el socialismo y después el comunismo. A partir de este sentido común sobre el capitalismo, podemos ver que si bien hay posiciones enfrentadas entre los que defienden el capitalismo como fin de la historia, culminación de la evolución humana, y los que consideran que debe vivirse el capitalismo como etapa al socialismo, los que consideran que es el proletariado que va cumplir con las tareas pendientes de la industrialización, en un proceso de transición, todos se mueven en el horizonte de la modernidad, todos son desarrollistas, asumen el ritmo histórico como desarrollo en la linealidad del progreso. Todos comparten la matriz de los valores de la misma civilización, la civilización moderna.
Un perfil epistemológico, aunque todavía insuficiente en su acabado, del ideologüema del nacionalismo revolucionario, puede obtenerse a partir de algunos rasgos diseñadores, algunas figuraciones ideológicas, componentes de una weltanschauung, de una concepción de mundo compartida. Como hemos visto, estos rasgos diseñadores son la certidumbre del Estado inconcluso, el origen dramático de la nación en la Guerra del Chaco, el mito de la modernidad, acompañadas por el telos del progreso, del desarrollo, de la industrialización; finalidad histórica que opera la formación de la burguesía nacional o, en su caso su sustitución por la burocracia, en su perspectiva radical, su sustitución provisional por el proletariado de la revolución permanente. Esta concepción histórica y política supone la conjetura de la inevitabilidad del capitalismo como “realidad” ineludible.
¿Qué clase de mundo es este; es decir, ante qué imagen de mundo estamos? ¿Qué saber, qué arqueología de saber? Ciertamente no podemos separar este saber de lo que pasa en el mundo, del debate que se da en el mundo, particularmente en las academias, aunque también en las organizaciones sociales y políticas, aunque estas se encuentren rezagadas respecto al débete teórico, debido a su temprana inclinación al dogmatismo. No podemos olvidarnos que, en el periodo de construcción del pensamiento nacional, estamos asistiendo en América Latina a los avances de la Teoría de la Dependencia, la misma que ya plantea un concepto integral del capitalismo, nos referimos al concepto de sistema-mundo. Se trata de un concepto geopolítico que comprende una gran división geográfica entre centro y periferia del sistema capitalista. En esta geopolítica la inmensa periferia del sistema-mundo se convierte en el gigantesco espacio dominado, relegada a geografía dependiente, reducida a cumplir con la tarea asignada por la división internacional del trabajo, que es la de la transferencia de recursos naturales de las periferias a los centros del sistema-mundo capitalista. Podemos decir que se trata de una inmensa geografía donde se produce constantemente la acumulación originaria de capital por los métodos del despojamiento y la aplicación desmesurada del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente.
La académica crítica, ligada al marxismo teórico, va a buscar dar curso a una mirada renovada, sobre todo después de las dramáticas experiencias de la primera y segunda guerras mundiales, las burocráticas y autoritarias experiencias de la Unión Soviética y de República Popular de China. Hay dos propuestas renovadoras que comienzan a circular; una es la de la escuela de Frankfurt y la otra es la lectura e interpretación de los Cuadernos de la Cárcel de Antonio Gramsci. Ambas propuestas teóricas van a ser tematizadas en las academias latinoamericana, en las investigaciones y en los debates teóricos, sobre todo la segunda, que va a ser la más conocida y estudiada. Es explicable entonces que se usen como herramientas analíticas y como recursos interpretativos las tesis de Gramsci sobre el Estado, el partido, la hegemonía, el bloque histórico, la sociedad y la cultura. Así mismo, es explicable que Sergio Almaraz Paz adquiera un tono camusiano, recurriendo a la literatura y filosofía existencialista de Albert Camus, teniendo en cuenta los desplazamientos críticos de la reflexión contemporánea, en su hermoso libro Réquiem para una república. Hay necesidad de dar cuenta de las nuevas realidades históricas o de los desplazamientos históricos a partir de nuevos conceptos. Entonces estamos ante una imagen de mundo que responde a estas circunstancias, a la condición periférica desde dónde se emiten los discursos, a la condición de una conciencia temporal basada en la incertidumbre de la transición, en el deseo de alcanzar las metas postergadas, en la necesidad imperiosa de una identidad nacional, aunque también en el deseo de resolver los problemas de transición de una manera radical. Como puede verse, no estamos dentro la configuración epistemológica de la ciencia general del orden, tampoco en la configuración epistemológica de las ciencias de la historicidad, de las empiricidades, de la vida, el trabajo y el lenguaje, de la antropología, la psicología y la sociología. Estas episteme pueden ser las matrices profundas de los saberes contemporáneos y regionales, de los saberes nacionales, empero asistimos a la emergencia de saberes de la transición, que buscan desesperadamente comprender los tránsitos, los despliegues, los puentes, las mediaciones y, por lo tanto, comprender las propagaciones en el tiempo y el espacio. Por eso, esa certeza de lo incompleto, de lo inacabado, por eso, esa ansia de modernidad, pero también de identidad, por eso esa búsqueda del sujeto social encargado de estas tareas, por eso, también la paradójica idea de la “realidad” como adversidad.
Sin embargo, hay algo sobresaliente en este ideologüema, se ignora la condición colonial de la mayoría de la población boliviana, se ignora la cuestión indígena. Se ignoran los levantamientos indígenas y su interpelación al Estado, a la nación y a la sociedad boliviana. Se supone tácitamente que este problema está resuelto con la reforma agraria y con la incorporación campesina al proyecto nacional. Esta realidad histórico-política, la relativa a las formaciones coloniales y al diagrama de poder colonial, esta parte impenetrable de la “realidad”, este lado oscuro del mundo, es taxativamente desconocida. No es un problema de conocimiento para el iluminismo criollo. Esta gran falta le impide a la episteme boliviana comprender los alcances de la problemática histórica sobre la que se asientan proyectos tan inestables como el Estado-nación, la modernización, el desarrollo, la industrialización. Estos límites del ideologüema del nacionalismo revolucionario le impiden construir una crítica completa de las dominaciones, de las explotaciones, de las razones profundas de la dependencia, de las razones profundas del inacabamiento del Estado y de la nación. No puede desarrollar una teoría crítica del capitalismo desde la matriz y la condición colonial de este sistema-mundo y modo de producción capitalista. El marxismo boliviano y también el latinoamericano se quedan en el umbral epistemológico, impedidos de ver y comprender las matrices profundas de la historicidad, de sus complejas formaciones económico-social-culturales, sobre todo de sus dinámicas moleculares formativas. No puede desenvolver una teoría crítica descolonizadora del Estado, por lo tanto tampoco puede comprender la condición colonial del Estado-nación. Han preferido quedarse en ese umbral y repetir consabidamente generalidades, verdades universales, que no le hacen mella a los órdenes, instituciones y formas de dominación capitalista. La izquierda se termina convirtiendo en un factor más de la reproducción del colonialismo interno, en un discurso funcional a la modernidad y al capitalismo contemporáneo. Los izquierdistas siguen peleando contra las formas antiguas el capitalismo, básicamente las del siglo XIX, las que estudió Marx, ajenos a las transformaciones estructurales y mundiales del ciclo largo del capitalismo vigente.
Claro que hay intuiciones, anticipaciones, perspectivas solitarias como las de Carlos Mariátegui y Tristan Marof; sin embargo, estas son voces solitarias, desdeñadas en su tiempo y retomadas después de su muerte con objeto de difusión, sin reflexionar profundamente sobre las implicaciones de sus desplazamientos enunciativos, sus aproximaciones a la problemática colonial y a la cuestión indígena. Podemos encontrar otros trabajos solitarios, empero ninguno de ellos se convierte en escuela, en comportamiento, en conducta, en una nueva forma de pensar, en un proyecto político descolonizador.
En relación a esta falta, a esta restricción de la realidad histórica y social, llama también la atención el síntoma de la omisión, síntoma manifiesto en la práctica de este saber de lo nacional que ignora al pensamiento indio, lo desconozca, lo descalifique de entrada. Por eso el discurso del Otro va a ser desterrado de la comprensión del ideologüema del nacionalismo revolucionario. Hay una forma sugerente de hacerlo, cuando se lo hace a nombre del mestizaje. Bajo este postulado el indígena y lo indígena habrían desaparecido en la realización de la raza cósmica, la mestiza, tal como pregona José María Albino Vasconcelos Calderón. Este escritor mexicano no podía hacerlo de otra manera pues responde a la experiencia de la revolución mexicana, sobre todo al proyecto cultural e institucional desprendido después de la revolución, proyecto institucional que se construye sobre el asesinato de Emiliano Zapata, sobre el cadáver el insigne revolucionario campesino; esto es el proyecto de la república mestiza.
Al respecto, en todo caso, deberíamos discutir tesis más contemporáneas, renovadas y diferenciales sobre la condición mestiza, como las de Serge Gruzinski, quien en el Pensamiento Mestizo plantea la comprensión del mestizaje cultural sin borrar las diferencias entre la herencia indígena y las otras herencias que configuran la modernidad barroca. Hay que anotar varias confusiones en esta interpretación de la raza cósmica; no está en discusión el mestizaje biológico; todos somos mestizos desde nuestra condición biológica. Lo que está en cuestión es la condición histórica de subordinación, de dominación, de explotación, de exclusión en las que se encuentran las comunidades indígenas, sus formas sociales, culturales, políticas e institucionales de cohesionarse, de ser en el mundo. Lo que está en cuestión es la violencia inicial, la guerra de conquista, la colonia, la continuidad colonial, las formas del colonialismo interno, las formas de colonialidad, que tienen sometidos a pueblos que devienen de otros proyectos civilizatorios. Todas las sociedades criollas, desde Alaska hasta el Estrecho de Magallanes, se han construido sobre cementerios indígenas, sobre territorios despojados, sobre violencias coloniales. Estas sociedades no pueden reclamar una condición democrática si es que no se resuelve la cuestión de la herencia colonial. Tampoco puede pretender abolir el pasado colonial mediante la amnesia mestiza de que sólo cuenta el proyecto nacional.
Podemos apreciar entonces dónde radica la importancia de la emergencia y la movilización de las naciones y pueblos indígenas originarios, dónde radica la importancia de la insurrección indígena, de los levantamientos y marchas de los pueblos originarios. Donde radica la importancia de su propuesta, el proceso constituyente y la Constitución. Se trata de superar la condición de incompletud permanente del Estado-nación, de un Estado-nación subordinado al orden mundial del capitalismo, mediante otra transición, la transición pluralista y comunitaria. La forma institucional de transición es el Estado plurinacional comunitario y autonómico. Una transición que se plantea el cuestionamiento mismo de la matriz cultural que cobija al capitalismo, la modernidad y a la ilusión de desarrollo. Transición que se plantea superar el capitalismo de la única forma que se puede hacerlo, de una manera civilizatoria, el cambio civilizatorio de la modernidad. La riqueza de estos planteamientos no se los puede eludir, sobre todo después de las dramáticas experiencias del llamado socialismo real. La transición de la dictadura del proletariado en la medida que se quedaba en los límites de la modernidad, por lo tanto en su condena histórica, no podía sino revivir al capitalismo por otras vías, por la vía burocrática. Las transiciones populistas y nacionalistas, que se han dado en las periferias del sistema-mundo no podían sino reproducir la dependencia por otras vías, sin mellar las estructuras de dominación del capitalismo a nivel mundial. Estas experiencias no pueden ser propuestas ahora como solución, ya han sido experimentadas y adolecen de límites congénitos insuperables, pues no comprendieron integralmente la problemática del capitalismo, no comprendieron la matriz colonial del capitalismo, no comprendieron la matriz extractivista y destructiva del capitalismo.
Al respecto, no se puede decir, como dicen algunas voces apresuradas y poco reflexivas de la izquierda, que el Estado plurinacional ha periclitado, hablando y refiriéndose a la crisis del llamado proceso de cambio, cuando este Estado plurinacional nunca ha sido construido. Lo que ha hecho el gobierno populista es restaurar el Estado-nación para beneplácito de izquierdas y derechas. Esta izquierda es demasiado indolente y orgullosa de sus propias pobrezas, como para ponerse a trabajar seriamente y reflexionar sobre los alcances de seis años de luchas semi-insurreccionales (2000-2005), luchas que abrieron el proceso político que todavía vivimos, con todas sus contradicciones inherentes. Prefiere repetir los viejos y desgastados discursos de la dictadura del proletariado o de la soberanía Estado-nación. Un firme aliado de ambos discursos, sobre todo del segundo es el gobierno populista, pues ha restaurado el Estado-nación y hace gala de un nacionalismo descollante. Aunque también por ahí sigue hablando de un socialismo comunitario, figura paralela y complementaria del socialismo del siglo XXI, proyectos que no son otras cosas que renovaciones fragmentarias e inconsecuentes del socialismo real. Así mismo, tiende a optar por métodos autoritarios y despóticos para acallar la interpelación de las naciones y pueblos indígenas originarios y de los movimientos sociales que lucharon por la apertura del proceso. Eso, aunque sea un remedo cruel de la dictadura del proletariado, repite el procedimiento de los estados en su confrontación con las sociedades, el procedimiento del Estado de excepción.
A modo de conclusión
Hay algunos sepultureros del proceso de cambio, que se adelantan ansiosamente, mostrando su apresuramiento, para diagnosticar la muerte temprana del proceso constituyente, regodeándose de sus contradicciones, como si éstas no se dieran en todo proceso revolucionario. Creyendo que estas contradicciones presentes no formaran parte de las contradicciones que anidan en la historia, en las historias singulares de las formaciones sociales. Quizás esperanzados en que éstas contradicciones, las del proceso de cambio, anulen sus propias contradicciones históricas, la de las oligarquías, la de las burocracias, la de los voceros del “pragmatismo” de la sumisión y subordinación, contradicciones de las clases dominantes. Contradicciones políticas manifiestas en los fracasos e discordancias legendarias de las formaciones coloniales y periféricas del sistema-mundo capitalista. A estos sepultureros debemos decirles que, cuando se abre un proceso político, como el abierto por los movimientos sociales y las luchas indígenas, no se clausura este horizonte despejado, aunque fracase un gobierno, que no necesariamente ha respondido adecuadamente, desplazándose en la explanada del horizonte abierto, sino, mas bien, ha mostrado su apego al pasado, inmovilizándose en el umbral. El horizonte queda abierto como desafío, como visibilidad, como espacio que hay que recorrer. Esta es la tarea, tanto política como epistemológica, reconducir un proceso contradictorio y dar apertura una comprensión y conocimiento pluralista, en el contexto de las teorías de la complejidad y las cosmovisiones indígenas.
Ciclos largos y medianos del capitalismo
Es indispensable contar con una mirada temporal del capitalismo, así como una mirada espacial; diremos entonces, con una perspectiva espacio-temporal. A David Harvey le hubiera gustado decir geográfica, pero quizás sea mejor volver a recoger la perspectiva geopolítica del sistema-mundo capitalista, así como también las estructuras y ciclos de larga duración ya investigados por Fernand Braudel. En lo que respecta a las periferias del sistema-mundo capitalista, es también importante evaluar lo que ocurre en la economía-mundo, desde la perspectiva del saqueo de sus recursos naturales; desde este punto de vista, desde la temporalidad propia de los recursos naturales, de los tiempos del modelo extractivista, de la renta vinculada a la explotación con los recursos naturales, podemos hablar de los ciclos de la extracción y explotación de estos recursos, de las estructuras periféricas vinculadas a las formas del capitalismo dependiente y de los Estado-nación subalternos, a las formas de su economía rentista.
En el presente ensayo vamos a tratar de dibujar algunas de las articulaciones estratégicas entre periferia y centro del sistema-mundo capitalista, a partir de los ciclos de los recursos naturales. No se trata de configurar las formaciones económicas y sociales, tampoco la articulación de los modos de producción en la formación económica y social, aunque estos temas sean subyacentes, sino de comprender como funciona el sistema-mundo en las periferias, sobre todo en periferias determinadas, vinculadas a la extracción minera e hidrocarburífera. Uno de los casos paradigmáticos es ciertamente Bolivia, por su historia económica, su historia política y social. Caso complejo y, a la vez, singular, por las características de tierra adentro, por el condicionamiento geológico de la Cordillera de Los Andes, sus cadenas y ramales, bordeando como brazos la explanada inmensa del altiplano; geografía andina colindante con el continente verde de la Amazonia y el Chaco. Entonces vamos a tratar de situar la perspectiva al interior de los ciclos de la minería de la plata y de la minería del estaño, después al interior de los ciclos de los hidrocarburos, como ejes dominantes en la formación de las matrices económicas. En relación a esta delimitación, se va buscar el desciframiento y la hermenéutica de estos ciclos en las estructuras cualitativas, no en los cuadros e indicadores cuantitativos. Estas descripciones cuantitativas se dejaran para otro momento. Lo que interesa es poder construir una interpretación conceptual de los ciclos del capitalismo desde las periferias, teniendo en cuenta la materialidad de los recursos naturales.
Giovanni Arrighi describe los ciclos largos del capitalismo en lapsos de prolongada duración, ciclos que comienzan a durar como 220 años (largos siglos XV-XVI); es el caso del ciclo que contiene a la hegemonía genovesa. Comienza con este ciclo capitalista, del que sigue una secuencia de ciclos largos, para ir acortando su duración, haciéndola menos extensa, pero sí más intensa. El siguiente ciclo dura 180 años (largo siglo XVIII); es el caso del ciclo que contiene a la hegemonía holandesa. Le sigue un ciclo de 130 años (largo siglo XIX); es el caso del ciclo que contiene la hegemonía británica. Por último, le sigue un ciclo de 100 años (largo siglo XX), que corresponde al ciclo que contiene la hegemonía estadunidense[20]. Durante estos ciclos, la estructura de la hegemonía se mantiene, también la configuración y composición del estilo del capitalismo desplegado. Lo que se observa es un avance hacia el dominio del capital financiero, pasando por el capital comercial y el capital industrial. Habría que hacer dos apuntes sobre el estilo hegemónico de los países y las burguesías involucradas; la hegemonía genovesa se basa en una fuerte red comercial y financiera, apoyada de alguna manera por las ciudades Estado. La hegemonía holandesa se basa en la creación de un sistema de acciones, que amplían considerablemente los recursos de capital, apoyados de alguna manera por su Estado, constituido después de una larga lucha con el imperio español, del que formaron parte. La hegemonía británica se basa en el imperialismo del libre comercio, el dominio del mar, y en la revolución industrial, que trastoca las condiciones de la producción capitalista, apoyada directamente por un Estado territorial, que se articula plenamente con el capitalismo. La hegemonía estadounidense se basa en el auge del sistema de libre empresa, una revolución administrativa y en la organización de la producción en cadena, apoyada por un imperialismo geopolítico y estratégico a escala mundial; imperialismo emergiendo después de las conflagraciones mundiales como híper-potencia económica, tecnológica, militar y comunicacional.
Comprendiendo estos grandes ciclos del capitalismo, debemos entender cómo han incidido en la configuración del sistema-mundo capitalista, en la relación entre centro y periferias, cómo han afectado y estructurado las economías en las periferias; también cómo han afectado en la formación de sus estados y sus formaciones económicas y sociales. Para hacer esto es conveniente centrarse en lo que pasa con los recursos naturales, pues los países de la periferia del sistema-mundo capitalista son convertidos en reservas de recursos naturales; países productores y exportadores de materias primas. La división internacional del trabajo les asigna esta tarea, reduciéndolos a países que transfieren valores, que constantemente sufren de des-acumulación relativa y de despojamiento de sus recursos naturales y económicos, debido a la constante reaparición de la acumulación originaria de capital, en beneficio de la acumulación ampliada de capital de los países del centro, sobre todo de la potencia hegemónica. Desde esta perspectiva, desde las miradas de las periferias, se puede hablar de los ciclos de despojamiento de los recursos naturales, dados durante los ciclos hegemónicos del capitalismo. En Bolivia podemos distinguir los ciclos de la plata, del estaño y de los hidrocarburos, correspondientes a la hegemonía británica y a la hegemonía estadounidense. Lo que se da antes, durante la hegemonía genovesa y holandesa, ocurre bajo el manto del dominio del imperio español; la articulación con el sistema-mundo se produce a través de las redes comerciales monopolizadas por la Corona española. Los virreinatos, las audiencias y las capitanías son formas administrativas extraterritoriales de la Corona y del imperio ibérico; en ese contexto histórico otra modernidad se gestaba durante esos siglos coloniales, anteriores a la revolución industrial[21]. Las independencias en el continente coinciden con la hegemonía británica, las repúblicas constituidas se articulan con el sistema-mundo a través de las redes comerciales del dominio marítimo británico. Entonces los ciclos de la economía de la plata, de la economía del estaño y de la economía de los hidrocarburos son como las matrices de espacio-tiempos que condicionan la conformación de los circuitos, de los mercados, de los flujos de capital, de la infraestructura técnica y material de las instalaciones productivas, de las minas, de los ingenios, de los sistemas de exploración y explotación de yacimientos, de los ferrocarriles y los caminos. Un tejido de relaciones sociales atraviesa y usa estos dispositivos, formas de propiedad, relaciones con el mercado externo, con el capital financiero, relaciones con el Estado; normas jurídicas, cruzan estos ámbitos de circuitos, flujos y stocks. Las poblaciones se asientan en los territorios y en los espacios configurados por estos procesos de articulación al capitalismo; las sociedades forman sus estratificaciones, se conforma un mapa institucional y se termina dándole un carácter al Estado, definido por el perfil de los gobiernos. Lo que interesa es comprender en qué se distinguen estos ciclos en las periferias; ¿cuál es la característica del ciclo de la plata a diferencia del ciclo del estaño y en qué se distinguen estos ciclos del ciclo de los hidrocarburos?
Nacimiento del ciclo de la plata
No se puede insertar mecánicamente los recorridos de los minerales, de los hidrocarburos, en general de los recursos naturales, dentro de los llamados ciclos del capitalismo, pues estas materialidades geológicas, sus “lógicas” y técnicas de explotación y producción, terminan imponiendo también sus propias temporalidades y sus propios ritmos, que no necesariamente coinciden con los ciclos largos de las hegemonías de turno del capitalismo. Aunque hay que entender que estos terminan condicionando a partir de sus propias estructuras y trasformaciones estructurales a las formas de exploración y explotación de los recursos naturales. Sin embargo, lo que interesa es identificar las formas de articulación de las periferias y el centro del sistema-mundo capitalista, sobre todo para entender las “lógicas” de acumulación y des-acumulación, las “lógicas” de la acumulación ampliada de capital y las “lógicas” de la acumulación originaria o por despojamiento. Lo que importa es comprender cómo se forman las estructuras específicas económicas en las periferias y cuáles son las características de la administración estatal. Administración pública participe de estas “lógicas” e inscritas en el campo de las articulaciones entre centro y periferias. Por estas razones usamos la figura de ciclo de los recursos naturales, más como una aproximación al condicionamiento de los ciclos hegemónicos del capitalismo.
A propósito, hay que hacer por lo menos dos anotaciones; la primera, que una cosa es la geología de los recursos naturales no-renovables, cuyos orígenes tienen que ver con la historia de la formación de la tierra; por lo tanto, la data de sus tiempos se pierde en los nacimientos mismos del sistema solar. La segunda, que una cosa son las grandes temporalidades históricas de la explotación minera, que incluso datan de tiempos pre-coloniales, atraviesan varios ciclos del capitalismo, en los periodos coloniales y en los periodos republicanos, a diferencia de lo que significa identificar los condicionamientos de los ciclos del capitalismo, sus hegemonías y dominaciones, sobre las formas de explotación de los recursos naturales. Como se puede ver, la preocupación del ensayo no es geológica, tampoco hacer una historia larga de la minería como base de la economía de una región de la periferia, sino entrever las articulaciones entre ciclos del capitalismo, formas de acumulación y formas de explotación, coincidentes en temporalidades identificadas de hegemonía y dominio del capitalismo.
Sergio Almaraz Paz dice que la estructura de poder de la minería de la plata era directa, los propietarios de minas eran a la vez los que ejercían también las funciones de gobierno, además de contar con tierras[22]. Antes de ellos los caudillos militares ejercieron directamente el ejercicio de gobierno, en una compulsa intensa y caótica entre caudillos, usando el motín como medio de expresión política, en un ambiente donde preponderaba precisamente el vacío político[23]. La Guerra del Pacífico (1879) marca dramáticamente el derrumbe de una forma de Estado, condicionado por la propiedad latifundista y la explotación servil de la población nativa, por las relaciones de explotación gamonal; ámbito de relaciones mezcladas con las relaciones capitalistas, promoviendo articulaciones complejas como las que se dan en la explotación de las propiedades mineras. Explotación que se efectúa de manera rudimentaria y combinando relaciones salariales con relaciones casi serviles. La crisis del Estado gamonal se hace sentir hasta el fin del siglo XIX, cuando estalla la Guerra Federal (1898-1899). El derrumbe del Estado gamonal abre el espacio a los periodos del Estado liberal, Estado que no establece una figura federal sino, mas bien, paradójicamente unitaria. Este paradójico desenlace de la Guerra Federal se da como resultado de los acuerdos entre la burguesía comercial y minera paceña con los terratenientes y mineros del sur, entre el ejército del norte y el ejército del sur. El epicentro del poder deja de ser Sucre con el traslado de la sede de gobierno a La Paz. Se inicia una nueva época en la historia política, se conforma un sistema liberal, reciclado y reproducido por elecciones, se establece legalmente un sistema democrático; empero, reducido a una restringida población votante de hombres, propietarios privados e ilustrados. Las grandes mayorías, sobre todo las naciones y pueblos indígenas fueron excluidos de participar en este Estado liberal. Los partidos liberales y después los republicanos se harán cargo del gobierno hasta la siguiente crisis estructural. Este es el perfil de la configuración de la superestructura, en tanto que en la estructura o base económica se va conformando un modo de producción capitalista subalterno y supeditado. Después de la firma del tratado de 1904, que terminaba entregando a Chile los territorios costeros conquistados por medio de la violencia de la guerra, se termina de resolver la salida de los minerales Bolivianos por el pacífico. En este sentido podemos decir que los más interesados en la firma del tratado de 1904 eran los liberales y los propietarios de minas.
Hagámonos una pregunta directa: ¿Cuáles son las articulaciones en este ciclo de la plata con la economía-mundo capitalista y con el sistema-mundo capitalista? Para responder esta pregunta, basémonos en las investigaciones de Antonio Mitre y Gustavo Rodríguez Ostria, quienes efectúan una prospección histórica en la historia de la minaría durante el siglo XIX. Antonio Mitre publica su tesis de doctorado con el título sugestivo de Los patriarcas de la plata[24] y Gustavo Rodríguez trabaja un ensayo evaluativo de la investigación de Antonio Mitre titulado Fuentes para historia de la minería boliviana del siglo XIX[25]. En eta evaluación Gustavo Rodríguez hace al principio dos anotaciones, que deberíamos resaltar en nuestro análisis. Dice que desde 1873 a 1885 la minería de la plata logró movilizar un importante flujo de capital tanto extranjero, preponderantemente chileno, y nacional para tecnificar la fase de extracción, refinado de mineral y sistema de transporte. La otra anotación nos muestra el desarrollo de una minería de la plata que no integra el mercado interno, tampoco se integra al mercado interno, ocasionando más bien su desmembramiento, fortaleciendo el mercado chileno por medio de la importación. De estas dos anotaciones obtenemos dos datos de suma importancia; primero, la articulación con la economía-mundo a través de la inversión de capital y la tecnificación de la extracción minera. Segundo, el otro dato, es que este despliegue de capital y su articulación con el mercado internacional a través de las rutas del pacífico desmembra el mercado interno, no beneficia a una acumulación endógena de capital sino una acumulación exógena de capital. Hablamos de un desarrollo económico articulado al mercado externo; sin embargo, des-articulador del campo económico nacional, lo que no ocurría, según Sempat Assadourian con el funcionamiento del espacio peruano de raigambre colonial[26].
¿Cómo funciona esta forma de capitalismo extractivista? ¿Desarticula completamente el campo económico nacional, de alguna manera cohesionado por el mercado interno? No ocurre de una forma tan extrema, se dan ambas conformaciones, una red de articulaciones al mercado externo, también un campo económico endógeno, cohesionado por un incipiente y rudimentario desarrollo del mercado interno. En este contexto estructurado, el mercado interno termina supeditado al mercado externo, el campo económico nacional termina supeditado a la economía-mundo capitalista. Gustavo Rodríguez Ostria nos muestra que paralelamente al emprendimiento de grandes empresas y grandes inversiones de capital se daba un entorno significativo y extendido de pequeñas empresas vinculadas al kaqchiu, a un trabajo a destajo, improvisado y rudimentario, no asalariado, sino que puede entenderse como una forma combinada y perversa de la reciprocidad. El kaqchiru ingresaba a la mina aportando las herramienta, los instrumentos y la pólvora, dirigidos por un barretero; en cambio el dueño de la mina aportaba con la propiedad. Una vez terminado el trabajo se hacían las entregas del mineral y el reparto se daba a mitades. La ventaja del propietario consistía en que tenía sometidos a los trabajadores mineros del kaqchiu por adelantos y anticipos; terminaba comprándoles el mineral a precios más bajos que en el mercado, obteniendo ventajas comparativas. Puede observarse que alrededor de estos trabajadores, de las pequeñas y medianas empresa, que terminaban supeditadas a las grandes empresas, se forma una red de circuitos mercantiles destinada al consumo de estas poblaciones y centros mineros. Por lo menos la producción agrícola de los valles se encuentra vinculada al consumo de los centros mineros y de las ciudades. ¿Qué pasa con la producción agrícola y pecuaria de Santa Cruz? Parece que desde la vinculación de la minería al mercado externo y a las grandes inversiones de capital, desde la explotación a gran escala, se opta por la importación marginando a la producción del oriente del país. Se descompagina el espacio nacional o la construcción de este espacio, se lo descoyunta, replegándose hacia la región minera, que creara sus propios entornos en los valles y sus rutas comerciales con Chile, Perú y Argentina. Con esto también se aleja de toda posibilidad de elaborar una geopolítica propia, articuladora, por lo menos cohesionadora de los territorios y de la geografía nacional. Esta cohesión, esta articulación tendrá que esperar a la revolución nacional de 1952, cuando se articule oriente y occidente con la construcción de la carretera que une Cochabamba y Santa Cruz, cumpliendo con lo proyectado por el Plan Bohan. Hasta entonces se tiene que cerrar el ciclo de la minería de la plata o del dominio de la minería de la plata, sufrir la crisis de esta minería, y abrirse un nuevo ciclo, el de la minería del estaño. Además se tendrá que vivir la dramática experiencia de la Guerra del Chaco.
Nacimiento del ciclo del Estaño
La clausura del ciclo de la plata no quiere decir que se ha dejado de explotar este mineral, sino que ya no va a ser el eje de la economía boliviana. La crisis de precios de la plata en el mercado internacional a fines del siglo XIX, su reducción calamitosa, va a convertir en insostenible su explotación, por lo menos con la tecnología empleada en el siglo XIX. El mercado internacional va demandar durante el siglo XX otros minerales para el consumo de su industria, entre ellos el estaño, sobre todo debido a la demanda de la industria bélica en los periodos de las dos guerras mundiales. Esta demanda del estaño va hacer emerger en Bolivia otro estilo de minería, con mayor composición tecnológica y mayor composición del capital, articulado de una forma más directa al sistema financiero internacional. En este contexto emerge una burguesía minera cualitativamente más fuerte y dominante que la anterior; una burguesía cuyo epicentro se va conocer como el núcleo hegemónico de los “barones del estaño”. Ellos son los conocidos personajes como Simón I. Patiño, Mauricio Hoschild y Carlos Víctor Aramayo. Simón I. Patiño comenzó su fortuna con el descubrimiento de una veta sumamente rica el año 1900, en la mina La Salvadora; por esta razón la mina lleva ese nombre. Esta mina se encuentra en el cerro Llallagua del departamento de Potosí. A partir de entonces emprende una carrera ascendente en el rubro de la minería, convirtiéndose no solamente en el más emprendedor propietario minero, sino en uno de los hombres más ricos del mundo. En adelante fue adquiriendo otras minas, su fortuna creció raudamente. Durante 1910 termina conformado un complejo minero vigoroso, aglutinando las minas de Llallagua, Catavi, Siglo XX, Uncía y Huanuni, además de otras propiedades de su entorno. Durante 1911, con el objeto del transporte de minerales desde sus minas, construyó el Ferrocarril Machacamarca-Uncía. Este magnate fue adquiriendo acciones de mineros chilenos en minas bolivianas mediante compras secretas en la bolsa de Santiago de Chile. Así de este modo logro obtener la mayoría de las acciones de la Compañía Estañífera de Llallagua, hasta entonces en manos de capitalistas chilenos. Cuando se cumplió con el cometido se podría decir que habría “nacionalizado” la minería. En de 1924 apuntaló su emporio en la Patiño Mines and Enterprises and Consolidated, Inc., cuyo registro se encuentra en Delaware de los Estados Unidos de América. En el conglomerado se encontraban la Compañía Estañífera de Llallagua, la Salvadora y el ferrocarril Machacamarca-Uncía. La expansión del magnate siguió avanzando; Patiño adquirió las fundidoras de Liverpool (Willams Harvey & Co.), también lo hizo con la fundidora de estañó en Alemania. Su expansión lo llevó a la lejana Malasia, comprando también minas en este país asiático. Se trata, como se puede ver, de un crecimiento vertical, logrando conformar un dominio integral de sus intereses; esta ubicación en la economía-mundo del estaño le otorgó la gran posibilidad de jugar un papel determinante en la conformación del Comité Internacional del Estaño. Este comité fue, en realidad, el primer cartel que intentó controlar el precio de una materia prima.
En la historia y perfil de este magnate se puede observar las formas de articulación de la economía boliviana con la economía-mundo, en ese periodo del ciclo del estaño. La economía boliviana, una economía dependiente, circunscrita al modelo extractivista, se hace cada vez más accesoria del mercado internacional, cada vez más se supedita al mercado externo y a sus condicionamientos. Los que ganan en este proceso de subsunción, en esta intermediación, son los miembros de esta burguesía minera; el que pierde es el Estado boliviano, que no se beneficia con este crecimiento vertiginoso de la riqueza de esta burguesía y su internacionalización. Obviamente en este proceso de supeditación los grandes perdedores son las mayorías de la población boliviana; en términos estructurales y sistémicos, la sociedad boliviana. El Estado no llegaba a percibir sino un porcentaje miserable de las ganancias de las empresas mineras. Esta polarización, si se puede hablar así, entre la expansión, el crecimiento internacional de la minería privada, y un Estado pobre, sin recursos, atormentado por sus conflictos y contradicciones, es mantenida, inducida y legitimada por el llamado súper-estado minero, es decir el conjunto de dispositivos y mecanismos de influencia de las empresas mineras sobre el Estado. Los ministros eran nombrados por el súper-estado; había una planta de abogados y bufetes, que defendían los intereses de los magnates; los medios de comunicación caían en el campo gravitatorio de esta estructura de poder, también el ejército formaba parte de este diagrama de poder minero. En El Poder y la caída Sergio Almaraz caracteriza a la estructura del poder minero de una manera penetrante y analítica, escribe:
El nuevo poder es consciente de sí mismo. Al saber que hay diferencia entre sus intereses y los de Bolivia, busca una cierta forma de unidad entre sus integrantes, trata de armonizar la conducta de las empresas, de estereotipar actitudes y planteamientos y se afana por lograr un sentido solidario en la conducta de los mineros grandes. Todo ello le servirá para la actividad legal y la conspirativa, para presentar el rol "progresista" y "nacional" de la empresa y para definir ese mismo rol en términos más íntimos y menos propagandísticos[27].
Se forma un espíritu de cuerpo, se podría decir también que se forma una conciencia de clase; si fuera dúctil este término y esta clasificación, puesto que de lo que hablamos es de una estructura de poder, una red de relaciones y de fuerzas influyentes, de un conjunto de engranajes y mediaciones que manejan al Estado. Se trata de comportamientos y de subjetividades, de posicionamientos afines, que terminan reproduciendo la estructura de poder dominante.
No se trata aquí de hacer la historia del poder y la caída de esta burguesía minera; esto ya se hizo, se efectuó el análisis del ascenso de esta burguesía no solamente en la estructura económica, en la estructura social y en la estructura política de Bolivia, sino en los ámbitos del dominio de los grandes monopolios capitalistas y de las finanzas. Sergio Almaraz Paz nos dejó esta mirada penetrante de la formación económica y social de Bolivia en una época definida por la explotación del estaño. Lo que hacemos, teniendo en cuenta estas estructuras de poder, es dibujar las articulaciones que conectan y condicionan la relación entre centro y periferias en el sistema-mundo capitalista. De lo que se trata es de responder a la pregunta de cómo se configura, cómo se conforma y se consolida esta articulación, de una manera específica en una historia concreta, cómo se articulan la explotación minera, los ferrocarriles, los caminos, los mercados y las instituciones locales al sistema-mundo capitalista y a la economía-mundo capitalista, cómo se realiza este sistema-mundo en regiones determinadas, con características definidas, por contener reservas estratégicas de recursos naturales. De lo que se trata es entender cómo el modelo extractivista convierte las articulaciones con el sistema-mundo capitalista en cadenas que atan y condenan a la división internacional del mercado, convirtiéndose en una estructura de dominación del orden mundial sobre las regiones de la periferia.
Perfiles del ciclo del petróleo
Sergio Almaraz Paz escribe en su libro Petróleo en Bolivia que:
Hay una abundante bibliografía acerca de la existencia de petróleo en Bolivia. Varios autores coloniales se refieren a “bitúmenes o jugos de tierra” que afloran a la superficie en diversos puntos del territorio del Alto Perú. Desde fines del siglo pasado científicos bolivianos y extranjeros exploraron el territorio nacional en busca de petróleo. En 1895 se obtuvieron las primeras muestras en la zona de Incahuasi, a orillas del río Azero, en el departamento de Chuquisaca. Según se cuenta, su descubridor, Ignacio Prudencio, intentando una segunda exploración, fue devorado por un puma o algún otro felino. Varias monografías e informes científicos demostraron la indudable riqueza petrolera en el norte. Centro y sudeste del país[28].
La historia del petróleo en Bolivia no es distinta a la del ciclo de la plata y a la del ciclo del estaño, salvo porque se trata de un recurso fósil. Obviamente la extracción del petróleo requiere de otros métodos y otra tecnología. También podríamos decir que se produce un desplazamiento en la propia forma del capitalismo, de las estructuras del capitalismo, pues a partir de un determinado momento, que de alguna manera es posterior a la revolución industrial, la modernidad, la civilización moderna, puede ser concebida como la civilización del recurso fósil. La matriz energética de este capitalismo es indudablemente la energía obtenida de los hidrocarburos, prioritariamente del petróleo. Hablamos de un capitalismo que se va alimentar de petróleo, aunque no sólo, pues la explotación de los recursos minerales va a continuar, sólo que esta vez, fuertemente articulados al extractivismo hidrocarburífero.
Aunque la importancia de los hidrocarburos en la economía boliviana es reciente; se hace indispensable cuando se da la crisis de los precios de los minerales. La baja de los precios de los minerales cambia la estructura de ingresos del Estado, convierte el ingreso por concepto de exportación de petróleo y gas en el de mayor peso gravitante en la estructura ponderada del PIB, a tal punto que podemos hablar de una economía hidrocarburífera, sobre todo gasífera. El año 2010 las exportaciones por concepto de hidrocarburos se aproximaron a los 3000 millones de dólares, lo que hace una participación preponderante en un total del valor de las exportaciones, que se aproximan a los 7000 millones de dólares, lo que convierte su aportación aproximadamente en un 43% de la estructura de las exportaciones. Comparando con la participación de los minerales en la estructura las exportaciones, que es del orden del 27%, y con la participación agropecuaria que fue del orden del 26%, ya se puede ver la importancia de los hidrocarburos en la economía boliviana. Pero también se puede ver que se trata de una típica economía primario exportadora.
Recogiendo la perspectiva histórica, podemos decir que al ciclo de la economía de la plata le sigue el ciclo de la economía del estaño y a este ciclo de extracción minera le sigue el ciclo de la economía de los hidrocarburos. Podemos decir que el primer ciclo extractivista, el de la plata, está asociado a la hegemonía del ciclo del capitalismo británico, en tanto que el ciclo de la economía del estaño, se reparte entre la clausura de la hegemonía británica y el inicio de la hegemonía del ciclo norteamericano. El ciclo extractivista de los hidrocarburos continúa acompañando a la hegemonía del ciclo capitalista de hegemonía norteamericana; en una etapa avanzada de este ciclo, cuando se vislumbran síntomas de la crisis estructural del capitalismo, en pleno dominio estructural de la forma del capitalismo financiero. Síntomas de la crisis que muestran también la curva descendente del modelo energético, de la llamada civilización de la energía fósil, así como también se tienen evidencias de la extensión de la crisis ecológica.
La extracción hidrocarburífera deja huecos, pozos vacíos, así como la extracción minera dejó cementerios mineros, además de dejar la contaminación en la zona y la depredación en la región, cuyos costos ecológicos nunca son contabilizados. ¿Cuánto de esta historia extractivista ha beneficiado al país? Ya dijimos que la división internacional del mercado y del trabajo, la geopolítica del sistema-mundo capitalista, convierte a los países de las periferias del sistema-mundo capitalista en la geografía del despojamiento, de la eterna acumulación originaria de capital. En tanto que los países del centro del sistema-mundo se convierten en el espacio de la acumulación ampliada de capital, principalmente donde concurre la hegemonía y el dominio del ciclo del capitalismo vigente.
Dadas las características del control y administración de los recursos hidrocarburíferos de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), por lo menos nominal, se puede seguir lo que pasa con los ingresos provenientes de los hidrocarburos, derivados de la parte del excedente que retiene el Estado por la explotación del recurso fósil. Esto se encuentra en el Presupuesto General del Estado.
Lo que se observa es que los ingresos de los hidrocarburos se distribuyen y son absorbidos por el Tesoro General de la Nación, por los gobiernos departamentales, por los gobiernos municipales, por las universidades y por el Fondo Indígena. En otras palabras, la mayor parte del ingreso de destina al gasto administrativo del complejo de gobiernos del Estado, gobierno central y gobiernos autonómicos, además de universidades. El modelo extractivista no sirve para salir del extractivismo sino para mantenerse en el mismo, como una condena. No responde a una “lógica” que apunte a la inversión productiva, al cambio de la matriz económica, sino es un modelo de economía rentista. En este caso, el de los hidrocarburos, mucho más que en el caso de la minería, se puede decir que la economía extractiva de los hidrocarburos vive de la expoliación de la naturaleza, acompañando a la explotación de la fuerza de trabajo; en lo que respecta a la explotación de la fuerza de trabajo, se da en una intensidad y extensión menores que las dadas en la minería. Esto se explica por la composición técnica y por la composición orgánica del capital, composiciones que suponen mayores concentraciones del capital fijo y del capital destinado a la tecnología en uso.
La venta de los hidrocarburos se divide, de acuerdo a su destino, en una mayor parte dispuesta para el mercado externo, en su condición de materia prima, y una parte mucho menor destinada al mercado interno, en su condición de combustibles. Del Impuesto Especial a los Hidrocarburos IEHD, que es un impuesto a la importación y a la comercialización de los hidrocarburos en el mercado interno, el 75% se queda en el TGN, el 20% de distribuye a los gobiernos municipales y el 5% se distribuye a las universidades. Del Impuesto Directo a los Hidrocarburos IDH, que corresponde al 32% de la producción de hidrocarburos, el 19% se queda en el TGN, el 10% va a los gobiernos departamentales, el 35% a los gobiernos municipales, el 7% a las universidades, el 3,5% al Fondo Indígena y el 25,5% a la renta dignidad. De las regalías por hidrocarburos, que corresponde al 18% de la producción, el 33,3% se queda en el TGN y el 66,7% va los gobiernos departamentales.
Como se puede ver y como dijimos antes, estamos ante un modelo económico típicamente extractivista, en consecuencia, también, debido a las mismas condiciones estructurales, al perfil económico preponderante en las periferias, estamos ante una economía rentista. La excusa del extractivismo, de la incursión en el extractivismo de las élites gobernante, de las fracciones de la burguesía minera, pero también de los gobiernos nacionalistas, sobre todo cuando se trata de la explotación de los hidrocarburos, es de que esta apertura a los capitales, esta explotación extractivista va permitirnos ingresar en el desarrollo, suponiendo que la acumulación extractivista va crear las condiciones iniciales de la inversión industrial. Sin embargo, este designio no acontece generalmente, es una ilusión de los desarrollistas; la lógica de la acumulación vinculada a la explotación de hidrocarburos está íntimamente relacionada a la “lógica” de la acumulación de capital, que se da a nivel mundial. Los efectos multiplicadores de esta explotación, la mayor parte del excedente, no se queda en los países periféricos, sino vive el curso de los ciclos de inversión y acumulación a escala mundial. Los que se benefician son los que controlan el monopolio financiero, el monopolio tecnológico, el monopolio de acceso a los recursos naturales, el monopolio de los mercados y el monopolio militar. Generalmente la industria, el capital industrial, no nace porque tiene como antecedente alguna matriz extractiva, nace porque se formó un capital industrial, por intermediación de una burguesía industrial o, en su caso, por participación del Estado. Incluso, cuando esto último ocurre se observa la tendencia a que no se dé propiamente una acumulación; no se comporta el Estado como un administrador de empresas, sino que tiende a seguir, mas bien, una lógica rentista, salvo en los escasos casos donde la geopolítica estatal logra cruzar los umbrales de la lógica rentista e ingresa en la lógica de la acumulación.
La genealogía de las nacionalizaciones
La historia de los hidrocarburos en Bolivia está vinculada a la historia dramática de sus insurgencias y de sus actos heroicos, a los procesos de nacionalización, en contraste con los periodos de apertura y de concesiones al gran capital de las empresas trasnacionales. Hay que seguir esta historia en el devenir de tres nacionalizaciones, la de 1937, después de la Guerra del Chaco, la de 1969, durante el gobierno del general Ovando Candía, y la de 2006, en el primer año y la primera gestión del gobierno de Evo Morales.
En un sentido homenaje al Ingeniero Enrique Mariaca, homenaje que se encuentra en una revista de Jubileo, dedicada a la nacionalización de los hidrocarburos, reproduciendo las Memorias del insigne ingeniero ligado al destino de los hidrocarburos en Bolivia, en la introducción la de las memorias se escribe:
Al mediodía del 14 de junio de 1935, bolivianos y paraguayos dejaron caer sus armas para darse un abrazo emotivo, en medio de un llanto sin rencor. La Guerra del Chaco había llegado a su fin, pero no era la última batalla de los patriotas en la defensa del petróleo[29].
Dos años más tarde se nacionalizaba a la empresa concesionaria Standard Oíl por incumplimientos múltiples y estafa al Estado boliviano. Entre los acuerdos que tenía con el Estado era el abastecimiento del mercado interno, que nunca cumplió. En la misma revista, en la parte de las memorias del Ingeniero Mariaca, el autor de las mismas interpreta la situación del modo siguiente:
Sin embargo, el abastecimiento del mercado interno no fue prioritario para la Standard Oíl que buscó, principalmente, obtener información valiosa sobre el potencial hidrocarburífero del país, a objeto de preservar reservas hidrocarburíferas a futuro ya que, en ese tiempo, contaba con importantes volúmenes de producción en el ámbito mundial. Toda esta información geológica, junto con los datos de las inversiones realizadas dentro del contrato de concesión, no fue entregada al gobierno boliviano para su aprovechamiento. Además, Bolivia debía importar desde Perú el combustible necesario para el consumo interno, el cual, irónicamente, era producido y comercializado por la misma Standard Oíl en Perú. Este conjunto de irregularidades, además del incumplimiento del pago de regalías y patentes, la resistencia a ingresar en etapas de producción y las denuncias presentadas sobre exportaciones ilegales de petróleo del campo Bermejo hacia Argentina –donde también la empresa tenía concesiones– ocasionaron que en marzo de 1937, durante el gobierno del general David Toro, se decidiera la caducidad de todas las concesiones de la Standard Oíl en territorio boliviano y la reversión total de sus bienes a favor de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), empresa estatal creada el 21 de diciembre de 1936. Finalmente, en 1942, luego de varias solicitudes presentadas, y a cambio de la información geológica obtenida por la Standard Oíl durante el tiempo de permanencia en Bolivia, se llegó a un acuerdo de indemnización por un millón de dólares aproximadamente, equivalente a unos sesenta millones de dólares en la actualidad[30].
Estas situaciones de enfrentamientos entre Estado y empresas trasnacionales de los hidrocarburos va volver a repetirse, sobre todo por el comportamiento sinuoso de las empresas, acostumbradas a manejar los negocios, los altos negocios, los negocios estratégicos, como es este del petróleo y del gas, como creen que se debe, imponiendo la ley del más fuerte. Si no imponen sus propias normas internacionales, que siempre les favorece, transgreden las propias normas nacionales. Siempre buscan el sobre-beneficio, la ganancia extraordinaria en todos los detalles, en todas las transacciones, y cuando pueden ocultan información. Ante sus jugadas, todos los conquistadores y piratas se quedan pequeños. Han ocasionado guerras por todas partes, como en el caso de la Guerra del Chaco y siguen haciéndolo. Esta historia de trampas se vuelve a repetir con la Gulf Oíl treinta años más tarde.
El ingeniero Mariaca escribe:
El 26 de septiembre de 1969, el General Ovando Candía asumió la Presidencia de la República y casi inmediatamente, en fecha 17 de octubre del mismo año, decidió revertir las concesiones de la Gulf Oíl Company al Estado, así como nacionalizar todos sus bienes e instalaciones, incluidos muebles, medios de transporte, estudios, planos, proyectos y todo otro bien, sin excepción alguna. Producto de esta nacionalización, la Gulf Oíl Company entró en disputa con el gobierno boliviano y aplicó un embargo petrolero que impedía a Bolivia la comercialización del petróleo producido y la continuación de la construcción del Gasoducto Bolivia–Argentina, que hasta entonces presentaba un avance de 10%, aproximadamente.
En los dos casos, el de la nacionalización de la Standard Oíl en 1937 y el de la nacionalización de la Gulf Oíl en 1969, ambas empresas consiguieron hacerse indemnizar, lo que descapitalizó a la empresa estatal. En la medida que tienen el monopolio del mercado, el monopolio financiero y el monopolio tecnológico, logran chantajear, presionar, efectuar coerción sobre los gobiernos nacionalistas. Ante la eventualidad de no poder vender la producción, se sienten acorralados y ceden.
De la primera nacionalización a la segunda, las reservas comprometidas son mayores, la escala de la economía hidrocarburífera es mayor, así también los compromisos de venta, sobre todo en el caso de la Gulf Oíl, que contaba con reservas gasíferas y con negociaciones de venta de gas a la Argentina. El Estado se hace cargo cada vez de mayores dimensiones del proceso hidrocarburífero, comprendiendo la exploración, la explotación, la separación de líquidos, la industrialización y la comercialización. Por lo tanto la confrontación con los dominios de estas empresas es mayor. La situación de enfrentamiento entre Estado y empresas trasnacionales hidrocarburíferas vuelve a reaparecer en los primeros años del milenio, esta vez haciéndose clara y directa la confrontación entre empresas trasnacionales y pueblo, incluso entre pueblo y gobiernos neoliberales.
Después de seis años de luchas semi-insurreccionales, de procesos desatados por los movimientos sociales autogestionarios, auto- convocados y con vocación al autogobierno, se abre un proceso constituyente, el que irradia el poder constituyente de los movimientos sociales y naciones y pueblos indígenas originarios. Se optan por elecciones después de la prodigiosa movilización de mayo y junio de 2005, que toma las ciudades de La Paz, de El Alto, de Oruro y Potosí, culminando con la toma de la capital, Sucre, donde se encontraba sesionando Congreso para tratar una nueva sustitución constitucional. El pueblo movilizado obligó a la extraordinaria sesión del Congreso a la renuncia del presidente del Congreso y del presidente de la cámara baja, habilitando la sustitución constitucional del presidente de la Corte Suprema, quien recibía el mandato de convocar a elecciones.
En adelante transcribimos el balance que hace de la tercera nacionalización la Fundación Jubileo en la revista mencionada[31].
Las elecciones realizadas a fines del año 2005 llevan a la presidencia a líder sindical Evo Morales Ayma, quien asumió la Presidencia de la República el 22 de enero de 2006. Entre las primeras medidas que adoptó el flamante gobierno popular fue la promulgación del Decreto Nº 28701 de Nacionalización de los Hidrocarburos “Héroes del Chaco”. El objetivo de esta norma fue recuperar, a favor del Estado, la propiedad y el control absoluto y total de los recursos naturales hidrocarburíferos del país. Además, con la emisión de este decreto, se pretendía que las empresas petroleras que realizaban actividades de producción de gas natural y petróleo entregasen toda esta producción a YPFB, empresa que definiría nuevas condiciones comerciales, aplicando una política de reposición de reservas que no fue aplicada luego del proceso de capitalización.
La medida inmediata más efectiva y más visible de cambio, a propósito de la nacionalización, fue la aplicación, durante un periodo de seis meses, de una participación para YPFB equivalente a 32% del valor de la producción, adicional al pago de 50% que ya se tributaba a partir de la vigencia de la Ley Nº 3058. Hay que aclarar, sin embargo, que esta participación no se aplicaba a todos los campos, sino solamente a aquellos cuya producción de gas natural se encontraba por encima de los 100 millones de pies cúbicos por día, es decir que esta participación se aplicaba prácticamente a los mega-campos San Alberto y Sábalo, operados por la empresa Petrobras Bolivia S.A.
Una segunda medida importante fue la conminatoria para la suscripción de nuevos contratos petroleros, los mismos que debían ser firmados dentro de un plazo máximo de 180 días, en las condiciones establecidas por el Gobierno nacional, caso contrario, las empresas petroleras no podían seguir operando en el país. Para este fin, se instruyó al Ministerio de Hidrocarburos y Energía realizar auditorías petroleras que permitan cuantificar el monto de inversiones que iba a ser reconocido a cada una de estas empresas, así como las amortizaciones, costos de operación y rentabilidad de cada campo.
Con estas medidas se potenciaría a YPFB para que nuevamente, después de tantos años, asuma la operación y administración de toda la cadena productiva de hidrocarburos. De acuerdo con el Decreto de Nacionalización, YPFB debía reestructurarse de manera integral y debía convertirse en una empresa modelo, transparente y eficiente. Lamentablemente ese cambio tan esperado aún no se ha producido, ya que la empresa petrolera todavía se encuentra en una situación muy crítica, con falta de recursos humanos, técnicos y económicos.
La información sobre el sector todavía es muy escasa y los datos que se publican de manera oficial no son presentados de manera oportuna. Respecto a otras determinaciones de esta tercera nacionalización, no se puede dejar de mencionar la transferencia a favor de YPFB, a título gratuito, de las acciones del Fondo de Capitalización Colectiva de las empresas capitalizadas Chaco S.A., Andina S.A. y Transredes S.A., que eran administradas por las AFP. Complementando esta medida, se instruye, como parte de la nacionalización, que YPFB controle, como mínimo, el 50% + 1 de las acciones necesarias en las empresas citadas, además de Petrobras Bolivia Refinación y la Compañía Logística de Hidrocarburos Bolivia.
Con el control de estas empresas se pretendía que YPFB retome las actividades de exploración, explotación, transporte, refinación, almacenaje y comercialización de todos los hidrocarburos en el territorio nacional.
Sin embargo, luego de la promulgación del Decreto de Nacionalización se sucedieron eventos que alteran al mismo proceso de nacionalización:
En septiembre de 2006 se iniciaron las auditorías a las empresas petroleras a cargo del Ministerio de Hidrocarburos y Energía, bajo la dirección del ingeniero Enrique Mariaca Bilbao. A través de un proceso de contratación, estas auditorías fueron adjudicadas a 11 empresas consultoras, a objeto de determinar las inversiones que serían reconocidas para la puesta en vigencia de los nuevos contratos petroleros. Sin embargo, considerando la elevada tasa tributaria fijada para los mega-campos y el plazo definido en el Decreto Supremo, estos contratos fueron suscritos en fechas 27 y 28 de octubre de 2006, dejando de lado los resultados que dichas auditorías estaban obteniendo.
El tipo de contrato aplicado fue el Contrato de Operación, el mismo que contenía siete anexos técnicos, contables y económicos. Entre ellos se encuentran el Anexo F y el Anexo G que establecen, respectivamente, las fórmulas para la retribución al titular y las inversiones que les serán reconocidas. De acuerdo con el Ingeniero Mariaca, a pesar del establecimiento de estas fórmulas, aún no se cuenta con la información necesaria a objeto de verificar cuán beneficiosas son las condiciones económicas establecidas en cada contrato para YPFB; más aún, se desconoce la metodología para la determinación de las mismas.
Un aspecto observado en los 44 Contratos de Operación, aprobados por el Congreso Nacional, es el tema de inversiones. Si se lee y revisan bien estos contratos se notará que en ninguna parte existen obligaciones claras para realizar inversiones que permitan incrementar los niveles de producción de cada campo. Esta ausencia de inversiones ha traído consigo disminuciones en la producción de petróleo y, por ende, en las cargas de refinerías que actualmente entregan menores volúmenes de combustibles líquidos.
En el caso del diesel oíl, el país se ve continuamente obligado a importar cada vez mayores cantidades a precios internacionales, para luego comercializarlos a precios subsidiados, cuya diferencia es asumida por el Gobierno nacional, a través de la emisión de notas de crédito fiscal a favor de YPFB. En el caso de la gasolina, a la fecha, YPFB está importando aditivos de alto octanaje que, mezclados con la gasolina blanca, permiten obtener gasolina especial dentro de las especificaciones de calidad establecidas para este producto en el reglamento de calidad correspondiente.
Con relación al GLP, Bolivia, a pesar de ser un país productor de hidrocarburos, ha iniciado la importación de volúmenes mínimos de este combustible, a través de la República Argentina. Por lo anteriormente expuesto, YPFB debería ajustar los contratos petroleros vigentes, a través de la suscripción de adendas que establezcan compromisos y garantías de inversión que permitan incrementar los niveles de producción, así como las cargas en refinería, a objeto de garantizar el abastecimiento del mercado interno y reducir el nivel de importación de combustibles.
Siguiendo con el proceso de nacionalización, posterior a la suscripción de los nuevos Contratos de Operación, YPFB inició negociaciones con la empresa Petrobras Refinación S.A., a fin de recuperar las principales refinerías del país. Producto de estas negociaciones, en junio de 2007, YPFB compró el 100% de las acciones de las refinerías Guillermo Elder Bell y Gualberto Villarroel, hasta entonces propiedad de Petrobras Refinación, en 112 millones de dólares americanos. Así, más que una nacionalización de las refinerías del país fue más bien un proceso de concertación y compra de las empresas por parte de YPFB, sin existir de por medio procesos de confiscación de bienes y/o pagos por indemnización.
Como siguiente paso, YPFB decidió adquirir el 50% + 1 de las acciones de la Compañía Logística de Hidrocarburos Bolivia (CLHB), encargada del transporte y almacenaje de productos derivados como gasolina, diesel oíl, GLP, etc. Luego de intensas negociaciones en las que CLHB no cedía, el Gobierno emitió, en fecha 1º de mayo de 2008, el Decreto Supremo Nº 29542, a través del cual YPFB adquiere el 100% de las acciones, pagando un monto total de 12 millones de dólares americanos, aproximadamente.
La siguiente empresa que fue adquirida por YPFB fue Transredes S.A., cuyas acciones fueron “nacionalizadas” mediante Decreto Supremo Nº 29586, de fecha 2 de junio de 2008. El costo de esta adquisición, de acuerdo a información proporcionada por el Gobierno, fue de aproximadamente 240 millones de dólares. La empresa Andina S.A. llegó a un acuerdo para que YPFB adquiera el 50% + 1 de sus acciones, tomando el control de la misma y participando de manera conjunta en la administración de la empresa, toma de decisiones y operación de los campos que se encuentran bajo contrato.
Finalmente, en fecha 23 de enero de 2009, el Gobierno emitió el Decreto Supremo Nº 29888, mediante el cual “nacionaliza” la totalidad de las acciones de la empresa Chaco S.A., a un costo aproximado de 233 millones de dólares americanos.
A diferencia de las primeras nacionalizaciones de los hidrocarburos en Bolivia, la tercera no se produjo bajo políticas de confiscación de bienes y resolución inmediata de contratos, sino que respondió a un proceso de concertación y negociación de nuevas condiciones económicas para la suscripción de nuevos contratos, así como para la adquisición del total del paquete accionario de aquellas empresas capitalizadas y privatizadas[32].
Como se podrá ver se trata de una nacionalización sui generis, sin expropiación, tal como aconteció en los otros casos, la primera y la segunda nacionalización de los hidrocarburos. Esta es la razón por la que hemos preferido, en su momento, hablar de un proceso de nacionalización, que tiene que completarse. Sin embargo, el proceso parece revertirse en el mismo momento que se firman los contratos de operaciones. Se entiende que las dificultades cada vez son mayores para la realización de una nacionalización, más si se trata de la explotación de los hidrocarburos. Se entiende que nos encontramos con un dominio mucho más estructurado del capital financiero, se entiende también que la globalización ha conformado redes complejas de asociación, subsidiarias, flujos de capital, cadenas de producción, complementariedades de rubros y capitales, que estas redes hacen más difícil que antes lograr los resultados de la nacionalización. Sin embargo, esto no quiere decir que sea imposible una nacionalización, que no se pueda llevar adelante un proceso de nacionalización, teniendo muy claro que se debe tener un control del proceso productivo y del proceso comercial, que se tiene que tener sobre todo el control técnico de la producción, que se debe refundar YPFB en todo el sentido de la palabra. Que esta empresa estatal debe tener, además del control nominal, el control real de las decisiones, del proceso técnico y de los flujos del petróleo y el gas. El problema radica en esto, no se tiene este control técnico, no se tiene el control real de las decisiones técnicas y operativas, no se tiene el control de los flujos; el control técnico y real la siguen teniendo las empresas trasnacionales.
En un estudio de CEDLA se afirma que:
En el 2009, el 85,2% del total de reservas de gas y petróleo de Bolivia estaba bajo el dominio de las petroleras extranjeras como Petrobras, Repsol y Total[33].
En el informe de CEDLA mencionado se sacan algunas consecuencias de esta situación, una de ellas es la siguiente:
Al no tener el control real del sector hidrocarburífero y mantener una presencia estatal secundaria a través de YPFB, el gobierno nacional optó por ofrecer mejores condiciones a las transnacionales para intentar superar por esta vía los grandes problemas del sector como la caída en la producción de líquidos y el virtual estancamiento en la producción de gas.
De acuerdo al estudio, se interpreta que una de las consecuencias de la reversión del proceso de nacionalización tiene que ver con los desesperados intentos del gobierno por viabilizar la medida de shock, conocida popularmente como el “gasolinazo”. La baja de la producción de los combustibles, la subida de la demanda interna, el estancamiento de las reservas, el control efectivo de las empresas trasnacionales, han incidido en una situación altamente problemática en lo que respecta a los hidrocarburos. Empero, lo que es más grave, el balance del proceso de nacionalización muestra que no hubo tal nacionalización, que no se llegó a completar el proceso, que no se refundó YPFB, que no se controla el proceso productivo y el flujo de exportaciones. Lo que se tiene ahora es un proceso de reversión de la nacionalización. Esta lectura del proceso de nacionalización amerita una reflexión sobre los proyectos de nacionalización, sobre sus perspectivas de romper las cadenas de dependencia, sobre los proyectos de desarrollo casados a las nacionalizaciones.
Una pregunta directa que habría que hacerse es: ¿qué pasó con las nacionalizaciones, por qué no fueron la base del desarrollo? Dejemos las respuestas fáciles, dejemos de lado el problema de la burocratización, también el de la corrupción, así como la hipótesis de la conspiración, la traición o la falta de consecuencia. El problema es comprender las condiciones de posibilidad histórica y económica para lo que se supone es el desarrollo, centrado en la industrialización. ¿Puede una nacionalización llevarnos de por sí a la industrialización, por lo menos a la industrialización de los hidrocarburos? En relación a esta pregunta hay que despejar una confusión, que debería estar dilucidada desde la crítica de la economía política; el dinero no es capital, el ahorro no es capital, el ahorro de dinero no es capital; el capital es el dinero que se valoriza en el proceso de producción. El principal problema de las nacionalizaciones tiene que ver con esta distinción, que acabamos de hacer. Las nacionalizaciones tienden a llevar al Estado a optar por una economía rentista; el ingreso proveniente de la nacionalización es usado para el gasto no productivo, es usado para cubrir demandas, es usado en la distribución del presupuesto, que mayormente usa los recursos para cubrir gastos administrativos del fabuloso aparato de Estado. No se trata sólo de redistribuir el ingreso, que puede darse a través de bonos, sino, de lo que se trata es cómo la nacionalización convierte la recuperación del excedente en acumulación, en inversión productiva, en transformación de las condiciones de producción.
¿Ausencia de una burguesía nacional? Esta era la hipótesis de la izquierda latinoamericana. ¿Falta de vocación industrial del Estado? Hipótesis de la inconsecuencia. Estas hipótesis son posibles si se tiene como referente la historia europea o por lo menos parte de esta historia, lo que se cree saber sobre esta historia, su reducción a la interpretación de la revolución industrial inglesa, interpretación lineal de la formación de la burguesía francesa, interpretación dificultosa de la vía prusiana, la vía emprendida por Otto von Bismarck, donde el Estado juega un papel fundamental en la industrialización de Alemania. A propósito de estas hipótesis, resultan contraídas como por imitación de una supuesta historia europea; por otra parte, pecan de ser generales. Suponen una identidad universal de la burguesía, portadora del desarrollo capitalista; no tienen para nada en cuenta la historia efectiva de las burguesías nacionales y de la variación de sus identidades. Por otra parte, también se tiene una idea abstracta del Estado, de la que se deduce su papel protagónico en la industrialización y el desarrollo. Lo llamativo de ambas hipótesis es que pretenden resultar de apreciaciones históricas; sin embargo, hay que decirlo, la historia es concebida como repetición o emulación. La historia efectiva, pensada en el espesor del flujo de acontecimientos, no se repite, ni siquiera dos veces. Cuando Hegel se expresa de esa manera lo hace desde la fenomenología del espíritu y de la filosofía de la historia, donde el devenir de los acontecimientos se convierte en la dialéctica de los conceptos. Cuando Marx parafrasea a Hegel, lo hace irónicamente, diciendo que la historia se repite dos veces, pero una como tragedia y la otra como comedia.
Hay que rescatar a la historia de estas interpretaciones teleológicas; hay que entender la historia no sólo como relato, no sólo como narración; es evidente que forma parte de las experiencias y el trabajo de la memoria, empero también, se ha convertido en un campo de batalla de las interpretaciones. Se ha distinguido, por ejemplo la historia de los vencedores de la historia de los vencidos. Empero, todo esto nos lleva a re-plantearnos nuestra relación compleja con las temporalidades, las experiencias, las memorias, las vivencias de los acontecimientos. Quizás se acerca a esta comprensión la relación que establece la hermenéutica entre historia y singularidad. La historia es singular, no universal, salvo la que tiene que ver con la narratividad de los vencedores. Las historias son singulares, hay que contar historias singulares, los acontecimientos son singulares, además de estar configurados por múltiples singularidades. Vale decir, la historia es plural. Cada presente, cada coyuntura, cada momento, cada perfil histórico, por ejemplo, de tal o cual burguesía, es singular. Desde esta perspectiva no podría hablarse de una identidad única de la burguesía. Lo que ocurrió en el siglo XIX con la burguesía británica no se repitió con la burguesía francesa, menos con la burguesía alemana. Se trata de distintas constituciones de la clase propietaria de los medios de producción. Menos puede pasar lo mismo con las burguesías latinoamericanas. No sólo porque los tiempos son diferentes, las condiciones distintas, los contextos heterogéneos, sino porque la historia de su constitución obedece a la combinación singular de condiciones y factores sociales, económicos, políticos y culturales que se dan en las periferias del sistema-mundo capitalista.
Genealogía de la revolución industrial
La pregunta que deberíamos hacernos es qué es lo que ha llevado a ciertas burguesías a la industrialización. La historia de la revolución industrial comienza en Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII y se arrastra el despliegue de las transformaciones tecnológicas durante el siglo XIX. No hay que olvidar que el requerimiento de una transformación constante tecnológica forma parte de la compulsión productiva. Durante el siglo XIX comienzan su industrialización Estados Unidos de Norte América, Francia, Alemania y Japón. Durante el siglo XX la revolución industrial arrastra a más países, que intentan desesperadamente ponerse a la par. Son sintomáticos los casos de la Unión Soviética y la República Popular China, países de construcción socialista en formaciones sociales mayoritariamente campesinas, que se dan la descomunal tarea de industrializar sus países a paso forzado, de una manera militarizada. A fines del siglo XX saltan a la palestra de la renovada y actualizada revolución industrial los famosos países asiáticos denominados los tigres del Asia (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán), también China se integra a esta revolución en una escala gigantesca, convirtiéndose en la principal potencia emergente industrial. Como puede verse, no se trata de las mismas condiciones de emergencia de la llamada revolución industrial. Sin pretender hacer una historia de las revoluciones industriales en estos países, podemos distinguir algunas tendencias particulares.
Respecto a las condiciones de la revolución industrial inglesa, el historiador Hobsbawm dice que la Revolución industrial inglesa fue precedida, por lo menos, por doscientos años de constante desarrollo económico. También dice que las principales condiciones previas para la industrialización ya estaban presentes en la Inglaterra del siglo XVIII. Otra caracterización importante es lo que acontece en el área rural; hacia 1750 es dudoso que se pudiera hablar con propiedad de un campesino propietario de la tierra en extensas zonas de Inglaterra y es cierto que ya no se podía hablar de agricultura de subsistencia. El país había acumulado y seguía acumulando un excedente lo bastante amplio como para permitir la necesaria inversión en un equipo no muy costoso, antes de los ferrocarriles, para la transformación económica. Buena parte de este excedente se concentraba en manos de quienes deseaban invertir en el progreso económico. Además Inglaterra poseía un extenso sector manufacturero altamente desarrollado y un aparato comercial todavía más desarrollado. El transporte y las comunicaciones eran relativamente fáciles y baratos, ya que ningún punto del país dista mucho más de los 100 km. del mar, y aún menos de algunos canales navegables. Esto no quiere decir que no surgieran obstáculos en el camino de la industrialización británica, sino sólo que fueron fáciles de superar a causa de que ya existían las condicione sociales y económicas fundamentales, porque el tipo de industrialización del siglo XVIII era comparativamente barato y sencillo, y porque el país era lo suficientemente rico y floreciente para que le afectaran ineficiencias que podían haber dado al traste con economías menos dispuestas[34].
Respecto a las condiciones iniciales y el nacimiento de la revolución industrial francesa podemos identificar las diferencias. Se trata más de una lenta transformación de las técnicas de producción; por lo tanto, en este caso es difícil hablar de una revolución; se trata más bien de un desarrollo gradual. A lo largo del siglo XIX la economía francesa se transforma progresivamente. La clave de este proceso se encuentra en el desplazamiento paulatino del centro de gravedad, que se hallaba en la agricultura, hacia lo que va a ser la nueva médula de gravitación, el desarrollo industrial. Si el primer centro estaba extendido casi en todo el país, el segundo centro se encuentra, mas bien, localizado en algunas ciudades del norte del país.
De todas maneras hay que tener en cuenta que podemos contar con un conjunto de factores que favorecieron el desarrollo industrial francés, factores que tienen que ver con las transformaciones revolucionarias, con las transformaciones institucionales y políticas. Haciendo una interpretación comparativa, un poco apresurada, podríamos decir que Francia se adelanta con la revolución política y social, en tanto que Gran Bretaña se adelanta con la revolución económica. La revolución de 1789 liquidó el feudalismo y abolió la servidumbre, la ley de marzo de 1791 sepultó el régimen gremial de las corporaciones de oficio. También hay que considerar el nuevo ordenamiento territorial de la geografía política. Todo esto se encaminó a organizar una estrecha centralización administrativa, sobre todo impulsada por Napoleón Bonaparte. Se suprimieron las aduanas interiores entre las provincias, dejando que se produzca una libre circulación de humanos, mercancías y capitales. De esta manera se convirtió el espacio nacional en un mercado único, protegido por un elevado arancel exterior.
El caso alemán en la revolución industrial es también diferente, la peculiaridad sobresaliente es el papel del Estado. Hay que comprender dos fases en este proceso, la primera fase corresponde al periodo de 1830-1880; una segunda fase corresponde al lapso que comienza en 1880 y se extiende a la segunda década del siglo XX, a 1914. En este segunda etapa es cuando la composición de la industrialización se complejiza, no sólo por las transformaciones tecnológicas requerida, que exigen mayor inversión, sino por la participación gravitante del sistema financiero.
Un resumen de esta historia se expresa de esta manera:
La historia económica de Alemania nos enseña que el papel del Estado fue importante en el proceso de su industrialización. La revolución industrial se inició más tarde en Alemania que en Gran Bretaña o Francia. Este desfase explica por qué la construcción de ferrocarriles pudo jugar un papel motor en el proceso de industrialización alemán. La demanda de equipo ferroviario condujo a la expansión de la producción de carbón, de hierro y acero. La economía alemana se orientó desde el comienzo a la industria pesada. No podemos dejar de recordar, sin embargo, que el gobierno prusiano había fomentado directamente la producción de hierro y carbón desde mediados del siglo XVIII. Estos recursos eran necesarios para la fabricación de armamento y bienes de producción. La economía alemana pudo industrializarse a partir del Zollverein, que consiste en la apertura aduanera y la libre circulación.
Las iniciativas estatales en el campo económico y la puesta a punto de una red de vías de comunicación ayudaron al proceso de industrialización. La abundancia de recursos carboníferos y minerales no hizo sino acelerar el desarrollo. La revolución industrial alemana dependió menos, en esta fase, del comercio colonial de lo que lo habían hecho Gran Bretaña y Francia, pues su mercado fue principalmente interno. Los progresos de las industrias textiles, siempre secundarias, se debieron más a la utilización de materias primas domésticas. En cualquier caso, a partir de 1850, aumenta considerablemente el proceso de concentración empresarial -siendo otra característica importante de la industrialización alemana-. Numerosas pequeñas empresas desaparecieron (en el contexto de la Gran Depresión; fase B o ciclo depresivo en los ciclos Kondratieff) y, con ellas, la figura del empresario individual. Este proceso de concentración se puede explicar por tres causas:
1. El aumento constante de la complejidad técnica hace aumentar mucho los costes de la maquinaria utilizada.
2. Se buscaba obtener la mayor rentabilidad creando unidades de producción cada vez más grandes.
3. En el caso alemán se añade también la ausencia de colonias, lo que favorece, sobre todo en momentos de crisis, la concentración.
Esta evolución señala el paso del viejo capitalismo liberal hacia el capitalismo financiero y monopolista.
Tras la gran crisis del capitalismo de los años setenta se inicia una nueva etapa de expansión que ya no se detuvo hasta 1914. El desarrollo considerable de los medios de transporte (nueva extensión de la red ferroviaria, construcción de canales, de una flota marítima) así como la implantación de nuevos sectores industriales - químico, eléctrico, automovilístico... - dio un fuerte impulso a casi todas las actividades. La concentración del mercado financiero en manos de un reducido grupo de grandes bancos palió la insuficiencia de capitales y permitió la financiación de las empresas. Hacia 1895 la concentración de recursos financieros había llegado al extremo de que los cuatro grandes bancos de Berlín controlaban el 50 % del capital bancario y el 80 % de la actividad financiera. Se formaron así los llamados konzerne –que eran trust que, a su vez, estaba agrupados en cárteles, y que llegaban a controlar todo el mercado–.
Las industrias pesadas impulsan el desarrollo económico alemán. Los comienzos de la industria química se remontan a la década de 1860 y se basaron en los yacimientos de sal y potasa de la Sajonia prusiana. A ello se sumó la existencia de una magnífica red de institutos técnicos que formó muy buenos químicos capaces de desarrollar nuevos métodos de producción que se impusieron en la fabricación de tintes y fertilizantes agrícolas. La creación de la industria eléctrica constituyó un importante logro de la industrialización alemana. Las invenciones del generador electromagnético, del telégrafo y del teléfono favorecieron la rápida expansión de este sector. Buena parte del mercado de estas industrias estaba en el extranjero –Suiza, Italia y Escandinavia especialmente–.
La industria del motor de combustión interna fue más tardía. En su desarrollo tuvieron un papel fundamental tres ingenieros: Daimler, Benz y Diesel. Pero hasta principios del siglo XX no se organizó ni cobró importancia esta industria. La influencia de los intereses agrarios y el deseo de no depender del extranjero -nacionalismo económico- explican que Alemania, a diferencia de Gran Bretaña, no sacrificase su agricultura, que en estos años experimentó una gran modernización y llegó a asegurar el 80 % del consumo[35].
Los tres casos europeos son distintos, cada uno tiene su propia peculiaridad; Gran Bretaña conforma un sistema mundial basado en el libre mercado; en esa expansión, en esa mundialización, un conjunto de desafíos la llevan a la revolución industrial. La misma lucha de clases, donde el proletariado organizado arranca acotar las horas de trabajo, obliga a la burguesía a incrementar la productividad y disminuir el tiempo de trabajo necesario. El requerimiento de comunicaciones y transportes rápidos que conecten su gran imperio y el mercado-mundo. La formación de un gran capital que requiere ritmos acelerados de reproducción y acumulación. Todo esto se podía resolver incorporando la tecnología al proceso de producción y absorbiendo la tecnología al capital, es decir, haciendo que la tecnología se incorpore al proceso de valorización. En contraste, Alemania incursiona en la revolución industrial como parte de su geopolítica. La industrialización es un tema de Estado, forma parte de las estrategias de Estado. Por eso se recurre rápidamente a la concentración de capital y al monopolio, así como a la intervención financiera. El ritmo de la industrialización alemana es acelerado en comparación. En cambio Francia se toma tiempo para experimentar un proceso gradual de transformación industrial. En Francia se combina una centralización administrativa con transformaciones graduales de la composición de capital. No se abandona la agricultura, se efectúa la reforma agraria, y se construye lentamente el sistema industrial.
Esta rápida y breve revisión de los nacimientos de la revolución industrial en Europa nos lleva a remarcar algunos rasgos y tendencias. Comprendiendo que se trata de historias singulares, propias y particulares, que combinan las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales de cada país, en el contexto histórico de las propias intervenciones de la burguesía, del perfil particular de la burguesía, con la intervención estatal, podemos encontrar ciertos rasgos y tendencias sobresalientes.
1. Se ha definido el capitalismo como el sistema que valoriza el dinero; esto sólo puede hacérselo en la esfera de la producción, como lo comprendió claramente Karl Marx. También se ha dicho que el capitalismo es un modo de producción y de funcionamiento múltiple, que decodifica los códigos culturales, que deja de moverse en codificaciones cualitativas, recurriendo, en cambio, a una axiomática cuantitativa, tal como ha interpretado Gilles Deleuze. Empero, ahora también comprendemos, a partir de la historia de los ciclos del capitalismo, que el capitalismo supone varios ciclos estructurales de larga duración, que manifiestan diferencias estructurales entre los mismos ciclos del capitalismo, así como distintas estratificaciones de las formas capitalistas, tal como lo ha estudiado Giovanni Arrighi. Tenemos entonces en la geología de las genealogías capitalistas una matriz de los desplazamientos y devenires capitalistas, esa matriz es comercial; después tenemos como un “fantasma” articulador y de conversión de los productos en mercancías; éste es el “fantasma” de la inexistente economía mercantil simple. Un supuesto, una hipótesis, un “fantasma” del modo de producción y del modo de circulación capitalista. Sobre la base de la matriz comercial del capitalismo, sobre el espacio diferencial y heterogéneo de los mercados, tenemos la formación, consolidación y expansión de capitalismo industrial, que Marx entendía como el modo de producción propiamente capitalista. Sin embargo, éste no es el último estrato del capitalismo; se ha tejido, desde un momento de simultáneo encuentro entre Estado y mercado, un sistema y red financiera que poco a poco se ha convertido en la expresión dominante del capitalismo, por su gran capacidad dual de centralización y de descentralización, de concentración y de desconcentración, de retención del ahorro y de inversión, añadiéndole constantemente a los flujos y las transacciones un interés, que no es valorización del capital, sino apropiación especulativa de la plusvalía. Al respecto, Arrighi observa que es el paso de la dominación del capital industrial a la dominación del capital financiero el que anuncia la clausura de un ciclo y el comienzo de otro, paso que se da en forma de crisis. Visto de esta forma, la historia y la estructura del capitalismo, sus desplazamientos y transformaciones, comprendiendo que la valorización del dinero no es otra cosa que acumulación, acumulación originaria y acumulación ampliada de capital, vemos que el fenómeno de la acumulación conduce necesariamente a la revolución industrial. Esto nos lleva a diferenciar centros donde se produce la acumulación ampliada de capital y periferias donde no se produce la acumulación ampliada de capital, periferias que viven de la venta de sus recursos naturales, mayoritariamente de una forma rentista. Son pocos los casos dónde se intenta retener el excedente e iniciar un proceso de acumulación, por medio de incipientes revoluciones industriales o, en su caso de gigantescas revoluciones industriales, como lo que acontece en la China contemporánea.
2. Otra característica notoria es que, fuera de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos de Norte América, donde la revolución industrial llega prioritariamente por iniciativa de sus burguesías, en los demás países el Estado aparece como promotor de la revolución Industrial. Estos son los casos históricos de Alemania, Japón, la Unión Soviética y la China Popular, además de la China del “socialismo de mercado”. También va a ser el caso de procesos inconclusos de revolución industrial como los dados en Argentina, Brasil y México. Se puede decir que, en todos estos países, el problema de la revolución industrial se convierte en un problema geopolítico, en unos casos como proyecto de hegemonía y dominación, en otros como tareas necesarias en la construcción del socialismo; en tanto que en un tercer grupo, como modificación de las relaciones de intercambio entre centro y periferias.
3. Una tercera característica sobresaliente es que se da una revolución verde que acompaña a la revolución industrial, por lo menos en los casos típicos de la revolución industrial. Algo que no ha ocurrido necesariamente en los casos a-típicos de la revolución industrial, como en la Unión Soviética, la China y los países periféricos. En estos casos, los gobiernos se obsesionan tanto por la revolución industrial que descuidan la producción agrícola, contrayendo graves problema en lo que respecta a la reproducción social y a la alimentación de la población.
4. Otro aspecto importante es aquel que tiene que ver con la masa crítica de la ciencia y la tecnología. Una revolución industrial requiere necesariamente de una formación cualitativa en ciencia y en tecnología. Hablamos de una masa crítica de científicos y técnicos. No contar con esta masa te lleva a una dependencia atroz en lo que respecta a la trasferencia tecnológica. Algunos países periféricos, que han incursionado en la revolución industrial, descuidan este aspecto creyendo que sólo se trata de comprar tecnología y de inversión de capital. Esta incompetencia les lleva a dramáticos desencuentros con la revolución industrial.
5. Por último, debemos decir que no se puede hablar en general de la revolución industrial, ésta tiene sus historias, sus etapas, sus fases, sus diferencias. En la medida que avanza el desarrollo científico y tecnológico resulta más complicado iniciar la revolución industrial o continuarla, tanto por las inversiones que implica como por las actualizaciones que exige en la ciencia y en la tecnología, tomando en cuenta también la complejidad de las articulaciones entre capital financiero, inversiones, estados y mercados.
En relación a la revolución industrial en Estado Unidos de Norte América, en el Japón, en la Unión Soviética, los países llamados los tigres del Asía y China, vamos a hacer apuntes muy rápidos y sintéticos, salvo en lo que respecta a China, de la que vamos a hacer una consideración un poco mayor.
De alguna manera la revolución industrial en Estados Unidos de Norte América es en parte extensión de la revolución industrial británica y en parte es también una revolución industrial propia. La expansión al oeste, conquistando los territorios de las naciones y pueblos indígenas, la Guerra de Secesión, la victoria del norte sobre el sud, la conformación de un extenso espacio y de una nación de migrantes, sobre todo la conformación de un inmenso mercado interno, dinámico y exigente, en pleno auge del capitalismo americano, terminan incidiendo favorablemente en una revolución industrial que adquiere características innovadoras, pujantes, contando con una masa crítica en crecimiento de científicos y técnicos, incluso cooptados de otros países. Aquí también es la burguesía la que se involucra tempranamente en la revolución industrial como consecuencia ineludible de una vertiginosa acumulación de capital. Cuando el nuevo ciclo del capitalismo sustituye al ciclo del capitalismo británico, la hegemonía y dominio estadounidense configura un sistema de la libre empresa a diferencia del sistema del libre mercado británico.
En contraste la revolución industrial nipona también va a ser un asunto de Estado, forma parte de la geopolítica del Imperio del sol naciente. La monarquía nipona se encontraba obsesionada por apropiarse de la tecnología europea, sobre todo se encontraba intrigada por la tecnología militar. En la segunda mitad del siglo XIX la monarquía absoluta nipona decide una transformación de la sociedad y de la economía japonesa, particularmente destinada a crear las condiciones de la industrialización y arrancar con la revolución industrial. Esta revolución va a ser conocida como Revolución Meiji.
La revolución industrial en la Unión Soviética y en la República Popular de China se dan en el siglo XX; primero en la Unión Soviética, en la segunda mitad del siglo XX, después de la revolución proletaria de 1917. Posteriormente la República Popular de China se encamina a una revolución industrial, esta vez en la segunda mitad del siglo XX. Esta tarea es ineludible, una vez que el Ejército Rojo entra a Pekín en 1949. Para la Unión Soviética y la China Popular la revolución industrial era una tarea primordial, sobre todo comprendiendo la condición periférica en la que se encontraban respecto a las potencias imperialistas occidentales, en la geografía jerarquizada de la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Se produce una industrialización forzada y militarizada. Se dan pasos gigantes en poco tiempo, a costos que todavía no se han evaluado. Esta industrialización se concentra en la tecnología militar. Como se puede ver no solo se trata de una geopolítica, sino de la construcción del socialismo. Se entendía, por parte de los partidos comunistas, que una condición necesaria para lograr el socialismo era el desarrollo de las fuerzas productivas, entonces podemos decir que esa fue la tarea primordial de estas revoluciones, cumplir las metas de la revolución industrial. La herramienta para lograr este objetivo, acompañados de otras aspiraciones, fueron los famosos planes quinquenales.
Empero, lo que nos interesa, por ahora, es la segunda revolución industrial de la China, la que se da a finales del siglo XX, después de la derrota de la Revolución Cultural, apoyada y, en parte, promovida por Mao Zedong. Después de la muerte del líder, se da un viraje fuerte hacia el mercado y hacia la inversión extranjera, viraje promocionado por el propio Comité Central del Partico Comunista. A este viraje se le va llamar el “socialismo de mercado”. Vamos a detenernos un poco en este tema, pues nos interesa, no solamente por ser un tema actual, sino porque es un referente en el contexto y la coyuntura mundial. Debe discutirse este cuestión, sobre todo por los dilemas del proceso boliviano.
La sorpresa de la dinámica desatada por la emergencia de la China del “socialismo de mercado” puede resumirse en una pregunta que hace John K. Fairbank:
¿Puede pasar China de una economía planificada al libre mercado en bienes, capital, personas y hasta ideas? En tal caso, ¿puede mantenerse la dictadura del partido? La construcción de ferrocarriles y ciudades, que parecía corresponder al siglo XIX, coincide con el florecimiento de la tecnología electrónica posindustrial. Cuestiones que en Occidente se plantearon durante el Renacimiento o la Ilustración compiten con la reapropiación de valores tradicionales chinos. En China se vive un cambio precipitado, en el que el desarrollo tensa las fuerzas y las ideas. La unidad entre teoría y práctica de Wang Yang-ming, tan admirada desde el siglo XVI, resulta difícil de encontrar. No es extraño que las reformas de Deng Xiaoping nos confundan a nosotros como a los propios chinos[36].
La discusión está echada: ¿Es posible un “socialismo de mercado”? En todo caso, ¿qué es un “socialismo de mercado”? Al respecto las posiciones son encontradas; hay quienes descalifican esta incursión y apertura al mercado por parte de la revolución socialista, manifestando su total desacuerdo con este proceso. A propósito de este debate Giovanni Arrighi anota, en su libro Adam Smith en Pekín, que la profesora He Qinglian de la Universidad de Fudan de Shanghai afirmaba que el principal resultado de las reformas de Deng era una gran desigualdad, una corrupción generalizada y la erosión de la base moral de la sociedad. En su opinión, en lugar de producir nueva riqueza, lo que se había producido durante la década de 1990 era un “saqueo” –esto es, la transferencia de propiedades estatales a los poderosos y sus secuaces y de los ahorros personales de ciudadanos corrientes a las empresas públicas desde los bancos estatales. Lo único que se había filtrado a la gente corriente era el cinismo y el hundimiento de la ética[37]. La revista marxista Monthly Review asume esta postura crítica ante el viraje chino, como la mayor parte de los marxistas occidentales; sin embargo, no todos los marxistas comparten con esta interpretación, incluyendo al mismo Giovanni Arrighi, quien escribe:
Aunque nadie niegue la penetración de tendencias capitalistas a raíz de las reformas de Deng, su naturaleza, alcance y consecuencias siguen siendo controvertidos, incluso entre los marxistas. Samir Amin, por ejemplo, no cree que por el momento el socialismo haya ganado o perdido en China, y afirma: “En tanto que sea reconocido y puesto en práctica el principio de acceso igualitario a la tierra, no será demasiado tarde para que la acción social influya con éxito en una evolución todavía tan incierta”[38].
La posición de Arrighi se hace evidente a continuación:
Acontecimientos recientes corroboran la valoración de Amin sobre el alcance y eficacia de las luchas populares en China. En febrero de 2006 el gobierno chino, preocupado por la creciente desigualdad y los disturbios en el campo, anunció importantes iniciativas bajo el estandarte de un “nuevo campo socialista” para ampliar los servicios de salud, educación y bienestar para los campesinos, posponiendo nuevamente la privatización de la tierra[39].
El debate también se encuentra en el seno del Partido Comunista Chino. El Congreso Popular Nacional abrió un debate ideológico sobre socialismo y capitalismo. La cuestión de fondo del debate no era tanto cuestionar la apertura al mercado sino las disparidades y desigualdades que creaba esta apertura. ¿Cómo evitar que esto ocurra? Insistir en el espíritu socialista de igualdad y responsabilidad social para no caer en la economía de mercado elitista[40]. Arrighi considera que asistimos a la clausura del ciclo del capitalismo hegemonizado por los Estados Unidos de Norte América, imperio que habría ingresado a la etapa de dominación a secas, sin hegemonía; cree que la crisis actual del capitalismo es estructural y financiera, que esto anuncia un nuevo ciclo o el crepúsculo de los ciclos del capitalismo mismo. Ve en la emergencia de la superpotencia China la posibilidad de un nuevo ciclo del capitalismo hegemonizada por China. Sin embargo, esto no está claro, todo depende de los alcances de la crisis y de las posibilidades de un nuevo ciclo. La crisis actual parece comprometer el provenir mismo del capitalismo, su continuidad, sobre todo por los alcances de la crisis ecológica que ha desatado. Los costos ecológicos y sociales de la reciente revolución industrial de las llamadas potencias emergentes son muy altos. Si bien sorprende la emergencia China, su gravitante peso en la economía mundial, la combinación entre una segunda revolución industrial y la revolución tecnológica científica, cibernética y digital, su participación en el sistema financiero, su influjo en otras economías como un gigante comprador, las consecuencias de esta reconfiguración geopolítica del sistema-mundo capitalista son inciertas y hasta pueden ser abrumadoras, sobre todo por las consecuencias ecológicas. El ascenso vertiginoso de la economía china ha vuelto a promocionar el mercado de las materias primas, de los minerales y de los hidrocarburos, haciendo subir el precio de las mismas y dinamizando las economías periféricas exportadoras de materias primas. También ha dinamizado la producción agrícola y agroindustrial, sobre todo de la soya. Empero esta situación refuerza el carácter dependiente de estas economías. Particularmente esta situación es problemática en América Latina, que mira con buenos ojos la emergencia china. ¿Cuál es el destino de las economías latinoamericanas? ¿Trasladar sus relaciones dependientes que tienen con Estados Unidos y Europa a relaciones dependientes con China? ¿Cómo van a ser estas relaciones? En este contexto: ¿Son posibles revoluciones industriales en los países latinoamericanos? Particularmente en Bolivia: ¿Es posible una revolución industrial? ¿Este es el camino? Son preguntas a las que se debe responder con una profunda reflexión histórica, política, económica, social y cultural. Una evaluación del capitalismo y del socialismo es necesaria a la luz de la crisis ecológica que vivimos, también de los resultados alcanzados en lo que respecta a las emancipaciones y a la resolución de los grandes problemas heredados.
A modo de conclusiones
1. El Estado ha jugado un papel primordial en las revoluciones industriales que se han dado desde las periferias. Estas revoluciones han formado parte de una geopolítica periférica, que persigue dejar de serlo. Sin embargo, ninguna de estas revoluciones ha podido cambiar las estructuras de dominación mundial, salvo la actual emergencia China, que parece disputar la hegemonía y dominación a la supremacía e imperio norteamericano. Sin embargo, esto no está claro. No conocemos los resultados de este reacomodo mundial de las estructuras capitalistas. Un tiempo atrás, la Unión Soviética parecía disputar la hegemonía y la dominación, su presencia parecía mostrarnos un mundo bipolar a lo largo de la guerra fría; empero, la Unión Soviética implosiona estrepitosamente después de siete décadas de régimen socialista, mostrando sus profundas debilidades y vulnerabilidad ocultadas. ¿Qué ocurre con China que, a diferencia de la Unión Soviética, ha decidido incursionar en el mercado, abriéndose al libre mercado tanto internacional como nacional? ¿Es real su socialismo de mercado o se trata, mas bien, del desarrollo del capitalismo, combinando todas las formas feroces del capitalismo, desde el capitalismo salvaje hasta el capitalismo de redes, de la revolución tecnológica-científica? ¿Qué pasa con Brasil, que es la otra potencia emergente regional? ¿La salida son revoluciones industriales paralelas acompasadas con respecto a la revolución industrial y cibernética china? ¿Es esto posible? ¿Cuál es el papel de los estados en este reacomodo de la estructura mundial del sistema-mundo? Sobre todo: ¿Cuál debería ser el papel de los estados involucrados en procesos de transformación?
2. Haciendo un balance de las revoluciones en las periferias, vemos que ninguna de ellas ha resuelto el problema de las desigualdades y de las inequidades; no fueron la base para el desarrollo de las fuerzas productivas, tampoco resolvieron los grandes problemas heredados. El derrumbe de la Unión Soviética nos trae, como consecuencia, una forma de capitalismo salvaje peculiar, controlado por las mafias. El viraje de la revolución china nos reproduce otra vez desigualdades, corrupciones, y el peligro de la privatización de la tierra. Se ha formado un burguesía china, con sus propias particularidades; ciertamente ha aparecido una clase media gigantesca, que se beneficia de la emergencia china, altamente consumista. Al mismo tiempo que esto ocurre, se han acrecentado los desequilibrios sociales, sobre todo en lo que respecta a los estratos campesinos.
3. La disyuntiva boliviana, del proceso descolonizador, es crucial. Optar por estos caminos de la revolución industrial - que en todo caso es mejor que optar por la sola ilusión y demagogia desarrollista, que esconde el modelo extractivista adoptado - o abrir una nueva alternativa que combine una revolución tecnológica y científica, que incorpore tecnología de punta y tecnología limpia, combinada con una revolución en la soberanía alimentaria, que no es revolución verde, sino la recuperación formas comunitarias y sociales encaminadas al vivir bien. No renunciar a transformaciones tecnológicas, empero encauzarlas a satisfacer la demanda interna, desconectándose relativamente de la dependencia del mercado externo, orientándose hacia la estrategia de la soberanía alimentaria y a la armonía con los ecosistemas.
4. Sin embargo, estas opciones no son fáciles de viabilizar si no se logran construir transiciones trasformadoras, si no se tiene claro el significado de la transición, si no se producen transformaciones institucionales y estructurales adecuadas. Sobre todo si no se logra resolver el problema fundamental, inherente a todo esto, que es construir una alternativa a la acumulación capitalista. ¿Cómo salimos de la esfera de la valorización cuantitativa? ¿Cómo liberamos las potencialidades inherentes a la reproducción de la vida, potencialidades que tienen que ver con la apreciación cualitativa de la plenitud y el cuidado de la vida?
El modelo extractivista
El tema de fondo de nuestra discusión es el modelo extractivista, modelo que forma parte de la organización y de la división del trabajo a nivel internacional, forma parte de la economía-mundo capitalista, del sistema-mundo capitalista. Hay dos formas de explotación en el proceso de acumulación del capital, la explotación de la fuerza de trabajo y la explotación de los recursos naturales. Se puede decir que la primera forma de explotación ha sido ampliamente explicada por la teoría del valor y que la segunda forma, en parte también ha sido explicada por la teoría del valor, en tanto se pueda considerarla, en su derivación, como teoría de la renta, no tanto de la tierra, sino precisamente de los recursos naturales. En este caso habría que diferenciar las formas de renta de los recursos naturales, la de los minerales, la de los hidrocarburos, la de las otras formas de recursos naturales. Esta investigación sobre la renta de los recursos naturales, articulada al proceso de valorización, no ha sido, de ninguna manera, agotado, acabado; al contrario, se trata de investigaciones pendientes. Esta problemática se complica mucho más desde la perspectiva ecológica, cuando se introducen como imponderables los daños causados a los ecosistemas, daños que pueden ser irreparables y que están afectando a los ciclos vitales de la reproducción de la vida. La teoría de la renta de la tierra se basa en que el capital o la incorporación del capital, en las explotaciones agrarias, termina valorizando, como si fuese producto del trabajo, algo que no tiene valor, en ese sentido, en el sentido económico. Al hacerlo introduce el concepto de renta, anexo al de ganancia y salario, en la composición del capital. ¿Pasa lo mismo cuando hablamos de renta minera, de renta petrolera, de rentas de otros recursos naturales? Ciertamente se les atribuye valor, como si formaran parte del capital, ingresando de este modo al proceso de acumulación de capital, es decir de valorización. En este caso, la renta no la reciben los terratenientes sino otros actores que aparecen en la escena, preponderantemente el Estado si es que no se reconocen propietarios territoriales, que pueden ser privados o comunidades. El Estado, si tomamos esta figura, que es la que más aparece, no alquila, sino concesiona territorios de explotación, recibiendo a cambio un tipo de tributación por volúmenes de explotación. El Estado incluso puede participar como socio o, en su caso, como dueño exclusivo, y contar con empresas de servicios. El Estado entonces participa en la renta o percibe la renta de la explotación minera o hidrocarburífera, puede incluso participar en la ganancia, empero el control de la acumulación múltiple y agregativa se produce en el mercado internacional, bajo la condición de control de grandes monopolios empresariales, dándose lugar las respectivas transformaciones productivas e industriales. En este itinerario podemos ver dos fenómenos limítrofes; uno, que ocurre en los territorios de explotación y en los respectivos ecosistemas, ocasionando depredación y desequilibrio ecológico, sin compensación equivalente al daño; el otro, que ocurre en los centros de acumulación de capital, lugar del control efectivo de la acumulación y de los sistemas de control, como los relativos a las estructuras y redes financieras. En resumidas cuentas, la explotación no beneficia a los países convertidos en exportadores de materias primas sino a las burguesías de los países donde se manejan los grandes monopolios, el financiero, el de los mercados, el tecnológico, el comunicacional y el militar. En conclusión, el modelo extractivista es un modelo colonial. En tanto tal sostiene el proceso de acumulación de capital mediante la explotación de los recursos naturales, el método de despojamiento, que no es otro que la reiterada acumulación originaria del capital. Así como hay trabajo no pagado, que explica la formación de la plusvalía, también hay extracción no compensada, depredación no repuesta, desequilibrio no armonizado, en lo que respecta a los componentes, los sistemas de vida, de lo que llamaremos la Madre Tierra. El capitalismo también se explica por esta dialéctica de la destrucción de las condiciones naturales de la reproducción de la vida.
Ciertamente el modelo extractivista no se circunscribe solamente a la geografía extensa de la periferia del sistema-mundo capitalista, pues forma parte de la historia y de los recorridos de los ciclos del capitalismo, extrayendo también recursos naturales en el centro del sistema-mundo. Sin embargo, hay que tener en cuenta, que en la geopolítica de la economía-mundo se ha especializado prácticamente a la periferia en las formas extractivas, respondiendo a una división del mercado internacional. Aunque las fronteras de centro y periferia no son inmovibles, al contrario, son móviles y cambiantes, haciendo emerger nuevas potencias con vocación industrial, de todas maneras mientras haya un dominio y una hegemonía en el ciclo del capitalismo, en este sentido, se puede seguir hablando de centro y periferias en los procesos de acumulación de capital. Visto desde la perspectiva de las periferias, el modelo extractivista es una condena al círculo vicioso de la dependencia. Visto desde una perspectiva ecológica, el modelo extractivista pone en peligro la reproducción de la vida, de sus ciclos vitales, de sus interrelaciones integrales. La acumulación desmedida o la compulsión por la acumulación tienen un costo irreparable y sin retorno, la vida misma.
Una segunda conclusión tiene que ver con que el modelo extractivista es depredador, en el sentido más destructivo del término. A mediano o a largo plazo sus daños son irreparables.
El modelo extractivista es una estructura compleja de explotación de la fuerza de trabajo. La incorporación de tecnología cada vez más avanzada ha ocasionado un uso intensivo de la fuerza de trabajo, disminuyendo el número de trabajadores requeridos, aumentando su rendimiento con las maquinarias y tecnologías sofisticadas, incluso pagando mejor a sus trabajadores, técnicos, ingenieros administrativos, ocasionando, en contraste, entornos de poblaciones pobres y dependientes, afectadas por la contaminación y supeditadas a formas desmesuradas de dependencia y de discriminación.
La diferencia descomunal, en lo que respecta a la disponibilidad, entre los enclaves extractivistas, es decir, los espacios controlados por las empresas trasnacionales, enclaves mineros e hidrocarburíferos, en comparación con la disponibilidad de los poderes locales, incluso el poder del Estado, provocan relaciones corrosivas con las instituciones locales, regionales y nacionales.
Una tercera conclusión tiene que ver con la potencia altamente corrosiva del modelo extractivista respecto de las formas de cohesión social y las formas institucionales.
El modelo extractivista está íntimamente ligado al mercado internacional, es como ajeno al mercado interno, su lógica entonces se mueve con los vaivenes de los precios internacionales de las materias primas, no con los requerimientos del mercado interno. Por eso mismo es tan difícil arrancar desde el modelo extractivista un proyecto de industrialización de las materias primas. Esto ocurre cuando se modifican los términos de intercambio y se modifica la misma división del mercado internacional, transfiriéndose la industria pesada a las potencias emergentes. En todo caso, cuando esto pasa, las potencias emergentes no dejan de estar apegadas al modelo extractivista y les resulta difícil armonizar la composición desgarrada de su economía. Ya la vinculación con el mercado externo es muy grande y gravitante.
Ahora bien, hay que entender que cuando se habla de modelo extractivista se lo hace desde cierta perspectiva, la perspectiva de las periferias, donde el modelo concurre de manera expansiva y gravitante, condicionando toda las economías de los países, irradiando su lógica a todos los sectores e incluso orientando las políticas económicas de los gobiernos. Lo que hay que tener en cuenta es que este modelo no es un modelo distinto del modo de producción capitalista, no es un modelo externo a la economía-mundo capitalista, no está fuera del sistema mundo capitalista; al contrario, forma parte del modo de producción capitalista, garantiza el flujo constante de materias primas, que serán transformadas e industrializadas. Forma parte integrante de la economía-mundo capitalista, de la división del trabajo internacional, de la articulación de flujos y stock en las redes de los mercados, en la articulación de un consumo productivo dado a escala mundial. No cabe duda que el modelo extractivista es el modo de producción capitalista en su forma de dominación sobre la naturaleza, recogiendo esa idea brillante de los mitos de la modernidad, expuestos en Dialéctica del iluminismo de Horkheimer y Adorno, de que la modernidad y el progreso de basan en un dominio sobre la naturaleza, que pueden ejercer este dominio, sin tener consecuencias. El modo de producción capitalista supone no solo la transformación de la materia de producción, además de consumir tiempo de trabajo y producir la valorización en el proceso de producción, sino también la transformación de sus propias condiciones de producción. Lo que hay que anotar al respecto es que también produce la transformación de los ecosistemas, transformando radicalmente los territorios y espacios donde se asienta el sistema productivo. La economía-mundo capitalista convierte a todas estas gestiones extractivistas en dispositivos de una maquinaria global integrada, articulando plenamente al modelo extractivista a los procesos de acumulación de capital. El sistema-mundo capitalista define el papel del modelo extractivista en el contexto de la geografía y la geopolítica mundial. Lo que queremos decir es que el modelo extractivista es parte estratégica de un modelo de acumulación, de un modelo de producción, de un modelo de consumo, incluso de un modelo energético. No es un modelo independiente, tampoco controla los hilos que hacen funcionar su maquinaria, pues al ser parte del modo de producción capitalista, de la economía-mundo y del sistema-mundo capitalista se encuentra sometido a los juegos del capital financiero, de los grandes monopolios, de las trasnacionales, de los mismos mercados y sus vaivenes de precios de las materias primas. Podemos decir que este modelo se encuentra ligado a la base económica de los Estado-nación subalternos de la periferia, así como a su ilusión de desarrollo y progreso basado en la economía extractivista. El modelo extractivista es básicamente el modelo que adoptan estos Estado-nación y sus gobiernos. Esta apuesta explica el circulo vicioso de la dependencia; cuanto más apuestan al modelo extractivista más dependientes son sus economías particulares. Por eso estos Estado-nación terminan funcionando como engranajes administrativos de la transferencia de recursos naturales al centro del sistema-mundo capitalista. Se convierten en dispositivos políticos de la dominación capitalista a escala mundial. Cuando se dan intentos de replantear las condiciones de las relaciones de intercambio, buscando una salida nacionalista, puede mejorarse la situación, en la medida que se mejore el control del excedente, de parte del excedente, optando incluso por la industrialización de las materias primas; sin embargo, en la medida que sus propias salidas independientes mantienen el modelo extractivista, vuelven a caer en la lógica perversa de la dominación, que ocasiona la subalternidad, y en la lógica destructiva de la dependencia. Los proyectos nacionalistas no dejan de ser intentos dramáticos de independencia económica en contextos definidos por el orden mundial de dominación capitalista. No es que no hay opción sino que las opciones deben ser alternativas, tienen que salir de la lógica extractivista, tienen que desconectarse de los condicionamientos del mercado internacional, del condicionamiento del sistema financiero, buscando en la pluralidad de intercambios posibles transiciones transformadoras y emancipadoras. La construcción de otro mundo es posible en tanto se den alianzas, complementariedades e intercambios alternativos. Conformar otras lógicas de producción, abrir el horizonte de la valorización de la vida, saliendo de la valorización del capital.
El extractivismo minero
Maristella Svampa dice que hay catorce mitos en torno al extractivismo; uno de ellos supone que los que se oponen al extractivismo son fundamentalistas, están en contra de todo tipo de minería. Cosa que no es cierto, pues depende de las características de la minería; de lo que se trata es de oponerse al extractivismo minero de las empresas trasnacionales debido a su capacidad destructora y depredadora. También es necesario detener el desplazamiento depredador de una explotación minera contaminante, que aunque sea nacional, termina también afectando a los ecosistemas. Por ejemplo, incluso las cooperativas mineras han optado por formas de explotación salvajes y depredadoras de sus propias regiones. Lo que se requiere es abastecer primordialmente el mercado interno, no así las exigencias compulsivas del mercado externo; lo que se requiere es una minería al servicio de una estrategia económica que se encamine a cumplir con la soberanía alimentaria. Una minería que sea como un sostén, una infraestructura que sustente esta estrategia de la seguridad y soberanía alimentaria.
Un segundo mito supone que la minería es un “motor de desarrollo” que impulsa la economía nacional. Esta afirmación desarrollista y extractivista es completamente insostenible a la luz de la experiencia histórica de nuestros países periféricos del sistema-mundo capitalista. La minería ha sido una de las formas de articulación de nuestros países a un modelo capitalista impuesto, por medio de procedimientos de violencia colonial. El modelo extractivista es históricamente un modelo colonial impuesto a los países periféricos. El extractivismo no deja sino cementerios mineros y los escombros de la explotación desmesurada, el empobrecimiento de las poblaciones involucradas y la depredación de los suelos de las regiones afectadas por la minería. El excedente, el plus-producto, la plusvalía, la acumulación ampliada de capital se transfiere al centro de acumulación del sistema-mundo capitalista. Este “desarrollo” genera el subdesarrollo y la dependencia. La explotación minera de las empresas trasnacionales y de las empresas mineras nacionales, articuladas a los circuitos del mercado internacional y a los circuitos del capital financiero, no genera sino la ilusión del desarrollo.
Relacionado a lo anterior, otro mito es el que supone que la minería genera empleo y crecimiento económico local. Así también el que supone que la minería crea muchos puestos de trabajo indirectos. En el mismo tono se dice que la minería se instala en zonas postergadas, crea un círculo virtuoso, genera desarrollo y eleva el nivel de vida de la población. Al respecto, Maristella Svampa y los autores de 15 mitos y realidades de la minería transnacional en la Argentina escriben:
Desde Voces de Alerta, cuestionamos radicalmente la actual colonización que los grandes poderes económicos producen en las universidades, sistemas científicos y en la educación pública en general. Estamos convencidos de que no existe ninguna posibilidad de avanzar en la democratización de la sociedad, si no se pone coto tanto al modelo extractivo (régimen social de acumulación y distribución de riqueza), que necesita dominar y doblegar bajo cualquier medio a las poblaciones que habitan esos territorios, como a las guardias pretorianas que los custodian[41].
El cuarto mito es el que dice que la minería crea muchos puestos de trabajo indirectos. Lo que no es cierto, recogiendo las experiencias de la minería en el continente se ve que si bien se crea un entorno de población y actividades, básicamente comerciales, no se ve, de ninguna manera, un incremento del empleo indirecto, sino, mas bien, un incremento de las actividades comerciales, incluso del contrabando, pero principalmente de las actividades informales. Lo que se crea son el subempleo, o el desempleo encubierto. El problema es que el conjunto de estas actividades terminan sosteniendo el ciclo vicioso de los bajos salarios y de la súper-explotación de los trabajadores. Se trata, mas bien, de un aporte a la formación de la plusvalía, de parte de estos entornos, que de un gasto o una inversión de la empresa minera. Si las empresas mineras llegan a invertir en proyectos de salud, culturales e incluso productivos agrarios, lo hacen en muy baja escala y sobre todo para legitimar y encubrir sus actividades desbastadoras y depredadora, cuyos costos jamás los reponen, más bien los ocultan, como aquellos que tienen que ver con la contaminación múltiple, la destrucción a escala, el desequilibrio ecológico, además de la destrucción de la cohesión social y los fenómenos de deculturación y aculturación.
El quinto mito tiene que ver con que cuando la minería se instala en zonas postergadas, crea un círculo virtuoso, genera desarrollo y eleva el nivel de vida de la población. Esto tampoco es cierto, para tal efecto aproximémonos a una de las experiencias de la instalación en una “zona postergada” de una de las empresas trasnacionales que desarrolla la tecnología desbastadora de cielo abierto, arrancando toneladas de tierra y minerales a los territorios afectados. Hablamos de la Empresa San Cristóbal, que paso de manos de la corporación financiera y de inversiones del famoso empresario Soros a la empresa japonesa Sumimoto. Resulta que el pueblo y la población que habita el lugar donde se concentran los minerales a explotar, hablamos de los yacimientos mineralógicos, con sus propias características, era un obstáculo para la explotación minera. Ante la negativa del pueblo a dejar el pueblo para permitir la explotación extractiva, la empresa se ve obligada a proponer un plan espectacular; trasladar al pueblo a otro logar, en el entorno de la zona de explotación. ¿Este nuevo pueblo es una muestra elocuente de desarrollo? No, quizás haya mejorado la construcción, que se hizo como los que corresponde a los planes de vivienda, homogeneizando la arquitectura; empero lo que ocurrió notablemente es la marginación del poblado. Ahora se trata de un pueblo aislado de los beneficios del excedente, que extrae la explotación minera y los transfiere a los centros de acumulación de capital. Se pueden tocar muchos ejemplos, los mismos que, a pesar de sus características particulares, expresan análogos efectos, aislamiento, marginación, subempleo, subalternidad.
Quizás el mito más sobresaliente es el que enuncia que los beneficios de la minería se quedan en los países donde se extraen los minerales, y las empresas contribuyen con el pago de diferentes impuestos en el desarrollo del país. Este enunciado es una falacia, se propone contra toda evidencia empírica, evade descaradamente la aritmética de la acumulación originaria y ampliada de capital. La explotación minera, el extractivismo, que corresponde, más bien, a la acumulación originaria, a la acumulación por despojamiento, es el comienzo del ciclo de la acumulación ampliada de capital. ¿De lo que extraen, del excedente formado, las empresas trasnacionales cuánto se llevan? ¿Cuánto queda en el país, que es objeto del extractivismo y el despojamiento? ¿Cuál la relación de lo que invierten y lo que se llevan como ganancia? Las cifras que se pueden arrojar son escalofriantes, además dependen de los rubros, los contextos, los periodos; en otras palabras, de la historia de la explotación minera. Por efectos de síntesis sólo empleemos uno de los indicadores que da una de las investigaciones sobre la capitalización o la privatización en Bolivia. Este estudio encuentra que por cada dólar invertido en el rubro de hidrocarburos las empresas trasnacionales se llevan siete dólares. Ciertamente el estudio habla de las empresas dedicadas a la explotación de los hidrocarburos, empero el caso no es distinto en minería, incluso podríamos aseverar que, con la nueva tecnología arrasadora de cielo abierto, las ganancias son mayores, podríamos hablar de que por cada dólar invertido las empresas mineras se llevan de 8 hasta 10 dólares. Estamos entonces hablando de ganancias extraordinarias. Si las empresas trasnacionales tienen el control financiero, tienen el control tecnológico, tienen el control de los mercados, tienen el control incluso de los gobiernos, además del resguardo militar, se entiende que crearon las condiciones de posibilidad de súper-ganancias; hablamos de inversiones con muy alta rentabilidad, con tasas de retornos a corto y mediano plazo. ¿Qué queda en las zonas, países y regiones de intervención extractivista? Cementerios mineros, huecos gigantescos en los territorios, ecosistemas desequilibrados, contaminados y depredados, con daños irreparables.
El séptimo mito plantea una total contradicción con la realidad, dice que la minería puede ser limpia, no contamina el ambiente, y se puede hacer sin riesgos ambientales. Hay una solución técnica para cada problema ambiental. Al contrario, la evidencia empírica muestra que el carácter contaminante y depredador de la minería ha ido avanzando e incrementándose con el desarrollo tecnológico y a aplicación de tecnologías avanzadas, que son devastadoras; por lo tanto, el alcance de sus efectos multiplicadores se han expandido, afectando cada vez más a amplias zonas y regiones, sumando nichos ecológico y ecosistemas desequilibrados. Los casos más patéticos, que hoy son muestra de estudios descriptivos de estas calamidades, son los que tienen que ver con la tecnología de extracción a cielo abierto. Por otra parte, es escandaloso el uso gratuito y depredador que hacen del agua, incluso de agua fósil, desecando los entornos y acabando con los bofedales, por lo tanto también atentando contra la producción agrícola, fundamentalmente campesina y comunitaria.
El siguiente mito tiene que ver con el cumplimiento institucional, dice que los emprendimientos cumplen con exigentes regulaciones ambientales y la minería es la única actividad regulada por una ley ambiental en el país. La experiencia de nuestros países muestra todo lo contrario; la gran minería, la minería con emprendimientos trasnacionales, goza de paraísos fiscales, incluso se da el lujo sistemático de atravesar las normas y regulaciones mineras corroyendo la institucionalidad y corrompiendo a los funcionarios. Hay una historia larga de escándalos financieros y fiscales, que involucran a estas empresas mineras. Podemos hablar de pillaje, corrupción y criminalidad, como así lo hace Alain Deneault en su estudio de Noir Canadá[42]. Se puede decir que la historia de la minería está íntimamente ligada a la historia de las violaciones y transgresiones a las normas y reglamentaciones mineras.
El noveno mito tiene que ver con la necesaria consulta a las poblaciones afectadas por el extractivismo minero y la violación al Convenio 169 de la OIT, dice que ningún proyecto minero se hace sin el consentimiento previo de las comunidades involucradas. La costumbre es, más bien, que no se consulte de acuerdo a los procedimientos adecuados y establecidos por convenios internacionales, ratificados por los estados, plasmados en la Constitución. Cuando las empresas se ven impelidas a consultar, ya sea por las normas ambientales o las normas relativas a los territorios y pueblos indígenas, lo hacen a su manera, manipulando consultas a las poblaciones afectadas, comprometiendo a dirigentes, ofreciendo dinero y compensaciones, que obviamente están muy lejos de subsanar los daños ocasionados. En estos casos, generalmente se benefician dirigentes corruptos o que han sido atropellados o sorprendidos en su buena fe. No se cumplen con las normas internacionales sobre consulta e impacto ambiental.
El décimo mito dice que la minería fortalece el tejido social, reduce la migración y la descomposición de las comunidades. El enunciado de este mito parece una ironía, parece reírse de lo que acontece; precisamente la minería ha demostrado su gran potencia destructiva del tejido social, de la cohesión social, disgregando a las comunidades, fragmentando a la sociedades aledañas, pervirtiendo las costumbres. En lo que respecta a la migración, podemos evaluar dos efectos migratorios; uno que tiene que ver con los migrantes climáticos, quienes se desplazan precisamente por el factor destructivo y depredador de los ecosistemas, que afecta directamente a la agricultura; el otro que tiene que ver con la aculturación y deculturación, con la introducción de esquemas de comportamiento modernos, que motivan precisamente la migración a las ciudades.
El siguiente mito tiene que ver con la afectación a los derechos democráticos, que tienen que ver con la transparencia y la evaluación, dice que las empresas transnacionales garantizan transparencia y libertad de opinión en cuanto a la evaluación de sus actividades. Es difícil sostener semejante aseveración cuando precisamente tenemos la intromisión de la gran empresa minera en los medios de comunicación, su incidencia manipulada en la opinión pública, su interposición, a través de los medios fiscales y policiales, sobre la libertad de opinión, cuando se tiene una larga historia de encubrimiento, de ocultamiento, de falsificaciones, de doble contabilidad, es decir, cuando precisamente estamos ante ejemplos elocuentes de total falta de transparencia.
El siguiente mito dice que cada país es autónomo y soberano en sus relaciones con empresas mineras transnacionales. Las empresas mineras transnacionales respetan el marco legal de los países donde operan. Este mito contrasta con la larga y dramática historia de la dependencia y la supeditación de los Estados de los países periféricos del sistema-mundo capitalista a la dominación de los circuitos e inversiones del gran capital, de la hegemonía y dominación imperialista, de la conspiración constante de las empresas trasnacionales, vulnerando las soberanías nacionales. Ahora, que ya se cuenta con la experiencia del proyecto neoliberal de los tribunales internacionales, opción patentemente implementada, las empresas trasnacionales optan por estos tribunales escapando a las leyes nacionales.
Los siguientes mitos son también discutibles, no se sostienen ante la evidencia de los hechos y la experiencia de la minería en nuestros países. El mito treceavo dice que las empresas transnacionales se comportan con responsabilidad social empresarial, robusteciendo el tejido socioeconómico de la zona. El siguiente mito dice que los que se oponen a la minería a gran escala, nacional o trasnacional, no tienen alternativas de desarrollo. Y el último mito de la lista dice que América tiene un destino mineral. Sin desarrollo minero, no hay futuro para nuestras sociedades. El mito sobre la responsabilidad social empresarial contrasta con las exiguas inversiones que realiza en este sentido, comparadas con las enormes riquezas que se llevan. El decir que los que se oponen a la minería a gran escala no tienen alternativas de desarrollo, choca con las experiencias de pueblos y comunidades, que han logrado sacar a la minería y han optado por la soberanía alimentaria. Por último, decir que no hay alternativa económica sino es con la minería, es apostar por un modelo colonial, por el modelo extractivista, que ha generado precisamente “subdesarrollo”, pobreza, desigualdades y ausencia de horizontes, en los países precisamente donde se ha practicado esta minería.
Los campos problemáticos de la Madre Tierra
A estas alturas de la luchas y las reivindicaciones de las naciones y pueblos indígenas, sobre todo teniendo en cuenta los alcances de las constituciones de Ecuador y Bolivia, además de los problemas de su aplicación, particularmente en lo que tienen que ver con la materialización de los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios y los derechos de la Madre Tierra, debemos ponernos a evaluar y analizar las problemáticas que son a su vez los desafíos que hay que sobrellevar para continuar el camino de la descolonización y la construcción de alternativas al capitalismo y la modernidad. En ese sentido, vamos a trabajar con los campos problemáticos que todavía enfrentan las organizaciones y movimientos indígenas en el camino de su emancipación.
Un primer tópico es el que tiene que ver con el modelo extractivista, sus consecuencias para las comunidades y territorios indígenas. En esa perspectiva es indispensable ahondar la problemática de la minería y sus efectos irradiantes de contaminación, además de destrucción y descohesión social. En el mismo camino, tenemos que ver lo que pasa con los hidrocarburos, que es el segundo rubro importante en la composición y estructura del modelo extractivista. También aquí se sucede una afectación irremediable a los territorios indígenas y a los ecosistemas. Hay más rubros vinculados al extractivismo; por el momento nos concentraremos en estos dos.
Es importante considerar las formas del extractivismo en lo que se viene en llamar neo-extractivismo. Se usa esta clasificación, este neologismo, para referirse el extractivismo optado por los gobiernos progresistas; extractivismo y economía rentista justificadas con las políticas de redistribución del ingreso. Nosotros hablaremos de neo-extractivismo no solamente en este sentido, también nos referimos a las tecnologías avanzadas en minería y en hidrocarburos, como son la explotación a cielo abierto, que se da en minería, así como a las nuevas tecnologías destructivas de la explotación hidrocarburífera, las que destruyen rocas para obtener gas. En esta perspectiva inclusiva, aglutinadora de las técnicas de impacto ecológico, también nos referimos a la compleja biotecnología de los transgénicos. Aunque esté en discusión si los transgénicos pertenecen o no al neo-extractivismo, lo que importa es que forman parte de los avances del bio-poder y la bio-producción, en los últimos desplazamientos del capitalismo. Es importante tratar esta problemática de los transgénicos, pues ataca de manera directa al control de las semillas y al control de proceso reproductivo de los cultivos, así como ataca a lo que llamamos la soberanía alimentaria. En esta perspectiva es indispensable escudriñar los temas relativos al control de la información genética; también a la recuperación de la biodiversidad genética, recurriendo a los saberes ancestrales. En este terreno, se asocia al control de la información genética el control de los saberes ancestrales, que son de propiedad colectiva, comunitaria y de las naciones y pueblos indígenas. Por eso mismo debemos tratar de evaluar someramente los alcances de la destrucción de la biodiversidad, así como también los alcances de la destrucción comunitaria.
En contraposición, debemos también evaluar y visualizar las posibilidades de salida de la crisis ecológica, de la crisis capitalista, de la crisis de la modernidad, así también de la crisis del desarrollo. En ese sentido, debemos trabajar con los tópicos o los horizontes que tienen que ver con la gestión territorial comunitaria de la Madre Tierra, la soberanía alimentaria, la transición del modelo extractivista al sumaj qamaña/sumak kausay, la defensa de la biodiversidad, la defensa de los saberes colectivos y ancestrales, la defensa de las comunidades y territorios indígenas, la garantía de recorrer los caminos de la descolonización.
Genealogía del Estado
Genética e historia del Estado
Genética es un término usado por Jean Piaget para definir su psicología, la define como psicología genética; también uso el término para definir la epistemología que desplegó, cuando habla de epistemología genética. Pierre Bourdieu vuelve a usar el término para diferenciar su sociología del Estado de la genealogía del poder de Michel Foucault. La genética viene asociada a la ciencia de la herencia, si podemos hablar así, a la biología genética. No es casual que Jean Piaget lo haya usado para definir su psicología pues era también biólogo o sobre todo biólogo. ¿Por qué Bourdieu define su sociología del Estado como genética del Estado? ¿Lo hace como un retorno a la episteme biológica o sólo por diferenciarse de los análisis de Michel Foucault? Este es un tema que tiene que ver con las concurrencias de los teóricos y estudiosos de los temas en cuestión, como los estudios de la sociedad, del Estado, de las instituciones, del poder, de las dominaciones, de las violencias simbólicas y de las violencias físicas, de la modernidad. A veces se hace difícil distinguir las fronteras, los límites, entre los discursos teóricos y análisis de estos estudiosos e investigadores, a pesar del celo que empeñan ellos mismos por hacerlo. Se puede decir que los investigadores y estudiosos aludidos en realidad se tienen como referencia, toman como referencia a otros estudiosos y autores, a otras corrientes, independientemente de la postura que toman con ellos o estas corrientes, si se aproximan, si se alejan, si las aceptas, si las critican.
En la actualidad es muy difícil hablar de una teoría pura del Estado, de una corriente distinguida de las demás, como si esta se hubiera conformado sola, independientemente de la discusión contemporánea. Después de las pretensiones del marxismo por una teoría proletaria del Estado, que no era otra cosa que la teoría burguesa ampliada y usada en el sentido de la lucha de clases, es insostenible ahora pretender una teoría propia del Estado. Lo que las investigaciones contemporáneas sobre el Estado nos muestran es, mas bien, un campo de discusión, un campo de debates, un campo de deliberaciones, también de contrastaciones y de aportes sobre este tema tan importante políticamente. Usamos a propósito el término bourdieuno de campo pues es apropiado para describir el terreno en el que se mueven actualmente los discursos, los análisis, los estudios y las investigaciones del Estado. Estudios que redefinen la problemática misma del Estado.
Para comenzar esta exposición, quisiéramos distanciarnos de dos tesis que todavía se sostienen en el campo ideológico, una de ellas es la tesis hobbesiana de que el Estado es el garante de la Paz, el Leviatán, que emerge para salir de la guerra de todos contra todos, obligando a un contrato social. La otra tesis de la que nos queremos separar es que el Estado es el aparato de dominación e instrumento de coerción de la clase dominante, tesis construida y sostenida por los marxismos. Con este distanciamiento y separación de estas tesis, incorporadas a la ciencia política, no decimos que son totalmente falsas, sino que el Estado no sólo no se reduce al contrato social, tampoco a ser un instrumento de dominación y de coerción de la lucha de clases, sino que es más que eso. La genealogía del Estado, usando a Foucault, nos muestra la formación integral de instituciones que instituyen relaciones y estructuras de poder constituyendo subjetividades, mapas institucionales que conforman diagramas de poder. Lo que llamamos Estado, que deberíamos llamar historia del Estado, historia de la noción o, si se quiere, del concepto de Estado, no es otra cosa que el ejercicio de estrategias de gubernabilidad; es decir, estrategias extensivas de formas de gobierno, que atraviesan territorios, sociedades, poblaciones. Eso es Foucault. En lo que respecta a Pierre Bourdieu tenemos una sociología del Estado, que parte de la genética del Estado, de su génesis, su conformación institucional, sobre todo a partir de la articulación de los campos; el campo social, el campo político, el campo burocrático, el campo educativo. Esta génesis nos muestra el desarrollo institucional en tanto múltiples monopolios, sobre todo los relativos a los monopolios de la violencia simbólica y violencia física. El Estado viene a ser la génesis de la institucionalización y de la estatalización constantes, permanentes, pues se trata de una reproducción repetida, cotidiana. En este ciclo de reproducción institucional y estatal juega un papel importante el campo educativo. El Estado también es entonces el producto imaginario del Estado, el producto subjetivo del Estado, la codificación y la decodificación institucional, la acotación de la obediencia. La naturalización de las cosas, que son hechos y efectos de Estado, se realizan constituyendo esquemas de comportamiento, esquemas de conducta, esquemas de prácticas, a través de el habitus, que se puede entender como la internalización subjetiva de los campos. Eso es Bourdieu en lo que respecta al análisis del Estado.
Hay algo en común entre ambos autores, ponen en cuestión las teorías generales del Estado, ponen en cuestión la existencia de algo llamado Estado; proponen que el Estado es como un efecto de las relaciones de poder, de los monopolios múltiples de la violencia, de los armazones institucionales, de la constitución de subjetividades y de habitus. Es preferible estudiar las historias diferenciales de sus estrategias de gubernamentalidad, de las génesis particulares del Estado, sin pretender una historia universal, sobre todo historia atrapada en el referente comparativo de la revolución francesa. En estas historias diferenciales se va a poder comprender y describir la formación institucional del efecto estatal. No hay un solo camino en lo que respecta a la formación del Estado moderno, tampoco el Estado moderno es el mismo en los distintos países. Así como tampoco es el mismo recorrido hacia la revolución industrial. Menos se trata de la misma composición en la combinación entre revolución industrial y forma Estado. La revolución industrial no requiere necesariamente una revolución política. La formación de la burguesía no necesariamente es anti-feudal, puede experimentarse una conversión de los señores feudales en burgueses. El Estado puede ser conservador y, sin embargo, desplegarse una revolución industrial y una dinámica económica liberal. De lo que se trata entonces es de estudiar las particularidades, las singularidades en la formación del Estado.
Claro que también hay diferencias entre una genealogía y una sociología del Estado, los conceptos no son los mismos entre lo que significa el diagrama de poder y lo que implica el campo político; entender el sentido de la institución como agenciamientos concreto de poder es distinto a entender las instituciones en su funcionamiento en el campo burocrático. Génesis no es lo mismo que genealogía, habitus no es lo mismo que hermenéutica del sujeto; el análisis del monopolio de la violencia simbólica no es lo mismo que el análisis del biopoder y la biopolítica. Estas diferencias hacen no solamente a la discusión sino, usando el concepto bourdeuano, a las distribuciones en el campo teórico o, si se quiere, usando el concepto foucaultiano, a las formaciones discursivas en un haz de relaciones.
En todo caso nos interesa comprender que los análisis del Estado han experimentado un desplazamiento y un cambio de problemática. Ahora bien, estas teorías genealógicas y teorías genéticas del Estado deben situarse en el contexto de desplazamientos conceptuales dados en el campo teórico o en la episteme. Los historiadores de los ciclos largos del capitalismo, las investigaciones históricas de formaciones estatales concretas, la sociología estructural-funcionalista, sobre todo la sociología de la burocracia, la antropología política, ya anunciaban rupturas y desplazamientos epistemológicos. Comenzaron a ser cuestionadas las teorías basadas en modelos únicos y universalizables, las grandes unidades homogéneas del capitalismo, los conceptos analíticos a partir de los cuales se generaba la interpretación generalizable del capitalismo. También fue cuestionada la teoría general de la sociedad, así como una teoría general de la política, del mismo modo fue cuestionada una teoría general del sujeto, una psicología general. Si pudiéramos dibujar un cuadro de estas rupturas, estos desplazamientos y estos cambios, podríamos intentar distinguir sus perfiles epistemológicos.
De lo universal a la complejidad
Vamos a intentar un boceto de la ruptura y del desplazamiento epistemológico, que creemos se da lugar cuando se cuestionan las teorías generales del Estado. Tenemos la impresión de que se abandona los horizontes de visibilidad de lo universal o, mas bien, donde se configuró lo universal como estrategia de conocimiento. Lo universal supone el dominio supremo de la razón, todo lo real es racional y todo lo racional es real – de Platón a Hegel -. La realidad es develada ante la razón. Empero la razón no es sólo el pensamiento lógico, tampoco sólo el pensamiento crítico, las formas de pensamiento desplegadas desde la intuición sensible, pasando por la imaginación, llegando al entendimiento, conformando la razón, las formas de juicio, la construcción de las ideas, sino se dan a su vez procesos de racionalización. Estos procesos de racionalización responden a estrategias sociales, a ordenamientos sociales, a conformaciones institucionales, a formaciones y constituciones de sujetos. Estos procesos no se han dado lugar de la misma manera en todas partes; es más, son particularmente diferentes. Empero un tipo de ruta particular se convierte en dominante y se precia de universal. Es decir, se convierte en referente de todos los procesos sociales, a los cuales se juzga desde los parámetros de la experiencia dominante. Desde esta perspectiva se ha de juzgar como falta lo que no tienen de parecido otros procesos. También las formas de pensar, de representar, las formas simbólicas, van a ser sometidas a una evaluación desde el paradigma de la racionalidad dominante.
No se podría explicar esta historia de la universalización sin seguir de cerca la historia de las ciencias, pero sobre todo los canales a través de los cuales se expande en el mundo. No solo nos referimos a la expansión del capitalismo, a la formación del sistema-mundo capitalista, sino, sobre todo, a la formación de los estados en la llamada modernidad. Particularmente la forma como se representan a sí mismos, como parte de una historia universal. Los Estado-nación que se forman, sobre todo en las ex-colonias, van a buscar su legitimidad en lo que consideran lo más avanzado políticamente, en la forma republicana, cuyo referente simbólico es la revolución francesa. Al respecto, lo que es importante comprender es cómo este referente de la revolución francesa se convierte en el parámetro universal de parte de los imaginarios estatales, pero sobre todo de la ciencia política. Incluso las revoluciones socialistas y las teorías marxistas van a moverse en el horizonte que abre la revolución francesa, haciendo que las propias revoluciones proletarias sean como una extensión radical de la revolución francesa y de la democracia. A su vez, estas revoluciones van a pretender su universalización.
Empero este es el imaginario político, en la historia efectiva, la historia de la formación de los estados es diferencial. Es más, el caso del desenlace revolucionario en la formación de los estados es, más bien, escasa en un océano de casos, mas bien, abigarrados y hasta conservadores. Sin embargo, contrastando con realidades dicotómicas, las teorías generales del Estado construyeron generalizaciones de casos particulares, formulando tesis de alcance universal para explicar la estructura y la institucionalidad estatal. Esto es lo que ocurre con la revolución francesa, experiencia trastrocadora, que ha removido el orden social y el orden institucional francés, que ha demolido al Estado monárquico y ha abierto el curso para la construcción de la república. Experiencia que ha conmovido al mundo, sobre todo al mundo europeo, provocando entusiasmo en los pueblos y en los intelectuales críticos, aunque también temor, experiencia sentida como amenaza por la nobleza y los estados monárquicos de Europa. La ciencia política y, particularmente, el marxismo, han convertido a la revolución francesa en el paradigma revolucionario y en el referente histórico primordial, proponiendo que este decurso revolucionario es normal, en lo que respecta a la conformación de la modernidad y del devenir político. A partir de este modelo se juzga las falencias de los desarrollos estatales, políticos y sociales de otras experiencias. El marxismo desprende una teoría de la revolución ampliando el horizonte de la revolución francesa como horizonte de la revolución socialista y hasta comunista. La revolución socialista vendría a ser una radicalización de la revolución francesa, revolución que ya era una combinación de una revolución política y una revolución social. La igualdad, la fraternidad y la solidaridad deberían llevarse hasta sus últimas consecuencias, a la construcción de una sociedad sin clases y sin Estado. Esto es exponer un caso particular como experiencia única, por lo menos experiencia valorizada y legitimada desde la filosofía de la historia, experiencia particular convertida en universal. La teoría de la revolución no es otra cosa que la teoría de la revolución francesa generalizada.
Ahora bien, en la historia efectiva, no en la filosofía de la historia, la formación de los estados recorre experiencias propias, particulares y diferenciales. No parece adecuado interpretarlas desde un recorrido imaginario, una supuesta formación regular, normal, paradigmática. De lo que se trata es más bien comprender las características propias y especificas de un Estado en particular, analizar su composición, el movimiento de sus estructuras, la articulación con las clases sociales, la estructura imaginaria, las estructuras mentales, conformadas a partir de la consolidación de un tipo de instituciones, estructura de normas, codificantes de estructuras de comportamientos y conductas. El habitus aparece como la conexión, pero también la articulación constitutiva tanto del campo social como de las estructuras subjetivas, imaginarias y conceptuales, que imaginan, simbolizas, conciben e interpretan el funcionamiento del campo social. Hay que tratar de entender cómo estos estados han logrado, de alguna manera, una casi integración o una parcial integración. Algo que debe seguirse es la forma como los estados constituidos han abordado la cuestión nacional, cómo la han configurado, obviamente como imaginario de integración. Hay estados, como la república Francesa, donde la nación se asume como espacio de realización del pueblo, como realización de los derechos del hombre y de la democracia, como representación racional de la integración lograda por el reconocimiento jurídico y político de la igualdad, integración articulada e instituida por la lengua. En cambio, hay estados, como el inglés y el japonés, donde más bien la nación representa la integración lograda por la recuperación de las tradiciones, la recuperación legitima de lo ancestral. A diferencia de la constitución del Estado francés, el Estado inglés y el Estado japonés se habrían constituido a través de una composición conservadora, lo que llama Bourdieu una revolución conservadora. Hay otra clase de estados, como los latinoamericanos y del Caribe, que se habrían constituidos en la tensión de parecerse a la forma universal de la república y, por otra parte, recoger su legitimidad buscando la actualización de sus tradiciones. Los proyectos “mestizos” han combinado tensamente universalidad e indigenismo.
Hay también otro grupo de estados que combinan esta tensión entre la forma de pretensión universal y la predisposición al rescate de las tradiciones y valores ancestrales, atravesados, esta vez, por el conflicto tribal, resuelto por la dominación tribal sobre el resto de las tribus. Estos casos se los puede encontrar en las regiones centrales y del sud del África. En el norte de África tenemos otros perfiles de la formación de los Estados, esta vez la tensión se da entre las formas de pretensión universal y la legitimidad e integración religiosa. En el Asia, el más grande continente de la tierra, la formación de los estados pasa también por una composición y estructuración llena de tensiones, las tradiciones y culturas son un factor importante de integración y legitimación, recursos institucionalizados que se combinan con la forma de pretensiones universales. En algunos estados también la religión es un factor de integración y de legitimidad. La experiencia de los llamados estados socialistas ha reforzado la forma de pretensiones universales, añadiendo al modelo republicano de la revolución francesa la convocatoria universal al proletariado mundial. Las republicas socialistas han incorporado, por lo menos, a un principio, formas de democracia directa, formas de democracia consumista. Aunque después estos estados degeneraron en una mayor burocratización y, por lo tanto, en una concentración mayor de los monopolios múltiples, simbólicos, físicos, económicos, culturales, comunicacionales, tecnológicos, lo que interesa, en estos casos, es la reforzada forma de universalización del Estado, como producto imaginario de la teleología histórica.
Como se puede ver estas formaciones de los estados modernos se distinguen de lo que fueron y pretendieron ser los establecimientos de la forma imperio-mundo. También se diferencian de complejas formaciones que se dan en Mesoamérica y en los Andes, antes de la conquista, la colonización y la colonialidad. Formaciones que no han sido suficientemente estudiadas y a las que se les a motejado apresuradamente características de imperio, también, usando el término de Estado, para referirse a la organización azteca y a la organización inca. Algo que no se sostiene, pues estas formaciones sociales nos muestran una compleja organización, basada en comunidades, en sistemas colectivos agrícolas e hidráulicos, sostenidas por formas confederadas de pueblos y territorialidades, si bien llegan a la dominación de dinastías. Fueron otras formas de organización social y de poder, que requieren investigaciones históricas, antropológicas, arqueológicas y económicas de envergadura. En todo caso, los estados modernos que se plasman se distinguen de estas formas de organización antigua. Lo que importa es poner en mesa la pluralidad de formas, de composiciones, de combinaciones, en la formación múltiple de los estados modernos, escapando de una visión lineal, teleológica, universalista y eurocéntrica. Optar, mas bien, por una mirada heterogénea de la modernidad, de las resistencias a la modernidad, pero también de los mismos proyectos modernizadores.
Las teorías del sistema-mundo capitalista se mueven en otra episteme, su ámbito de decibilidad y de visibilidad ya no es la episteme universalista, la ruptura epistemológica y el desplazamiento de la problemática dibuja, mas bien, una episteme de la complejidad como horizonte de conocimiento. El concepto de sistema-mundo capitalista, que tiene como matriz la economía-mundo capitalista, comprende el juego y el entramada de una diversidad de formas estatales, formas de sociedad, formas culturales, especificidades económicas, que, de todas maneras, configuran un sistema-mundo a la manera de un caos organizador, de un desorden que produce ordenamientos. Se trata de juegos de mapas diversos y diferenciales que conforma un sistema-mundo dinámico y complejo. El sistema-mundo capitalista no es pues un caos, sino un mundo que se ordena a partir de una geopolítica, una división del trabajo y del mercado a escala mundial, cartografías que direccionalizan la acumulación ampliada de capital, transfiriendo recursos naturales, valores, hasta poblaciones migrantes, de las periferias a los centros del sistema-mundo capitalista. Efectuando por lo tanto un orden de control y dominación mundial del capital.
Hay tres cosas importantes que anotar de las teorías del sistema-mundo capitalista. Una, es esta múltiple perspectiva de la complejidad; otra, es que plantea que no es posible explicarse la formación de los estados, por más diferenciales que sean, por más historias particulares a las que respondan, a partir de una perspectiva endógena, sino que es necesario comprender su formación teniendo como campo de referencia al sistema-mundo capitalista. Tercero, que tampoco se puede sostener la comprensión del desarrollo capitalista teniendo como unidad de análisis a los estados, pues el capitalismo no se explica por las historias nacionales del capitalismo, mas bien, las historias particulares se explican a partir de los funcionamientos y circuitos de la economía-mundo y del sistema mundo capitalista.
Un dibujo rápido de lo que llamamos la episteme de la complejidad nos puede mostrar las diferencias y los desplazamientos respecto a la episteme de la universalidad. La episteme de la universalidad supone una forma de razón, basada en el juicio, que adecúa los medios a los fines, que se estructura a partir de una lógica de proposiciones y construcciones conceptuales, a partir de ideas, en el sentido kantiano, que sostienen teorías explicativas. Estas ideas son como totalizaciones o totalidades que dan sentido a la sinapsis sensible, a la síntesis de la imaginación, a los conceptos y categorías a priori, que derivan en conceptos y categorías a posteriori, después de experimentaciones, contrastaciones y verificaciones. Gran parte de estas teorías son teleológicas, interpretan el sentido de acuerdo a fines, dan lugar a explicaciones basados en una dirección y una tendencia hacia un fin. Un modelo paradigmático de estas teorías es la filosofía de la historia.
En cambio la episteme de la complejidad descubre una pluralidad de racionalidades, por lo tanto, múltiples lógicas, develando formas de pensamiento variados y penetrantes o, si se quiere, develando un pensamiento complejo. Las experiencias de la multiplicidad de la vida, de la pluralidad de las sociedades y de las culturas, los estudios ecológicos, los desplazamiento investigativos de las biologías, los impactos de la cibernética, las consecuencias teóricas de la física cuántica, los avances de la lingüística, la filología, el debate antropológico, la discusión sociológica, los desafíos asumidos o no de la turbulencia política, la visualización de la complejidad de las economías en el caosmosis del sistema mundo, las investigaciones de Maturana y Valera, las teorías en torno a los sistemas autopoiéticos, la ruptura, el desplazamiento y el despliegue de la nueva mirada histórica a partir de las estructuras de larga duración, las teorías de las dominaciones, de las relaciones y estructuras de poder, las teorías de la constitución de subjetividades, basadas en la modulación de los cuerpos, el derrumbe de la idea del Estado, para descubrir más bien microfísicas y macrofísicas de poder, formas de gubernamentalidad, estructuras estructurantes, habitus, monopolios de múltiples violencias y acumulaciones de capital; es decir, todo una gama de desplazamientos de estudios multidisciplinarios y de investigaciones de estructuras complejas, terminan configurando un nuevo campo teórico, si se puede hablar así, nuevas prácticas teóricas, nuevas formas de percibir y de comprender las problemáticas, nuevas formas de manejar las fuentes y sobre todo de hacerse preguntas y de construir conceptos y explicaciones. Todo esto se da, aunque en muchos casos no hayan cambiado los métodos, los procedimientos de investigación, incluso las disciplinas todavía mantengan sus fronteras, particularmente en la reproducción del sistema escolar y del sistema universitario. Lo que importa es que estas teorías de la complejidad dejaron a un lado las tesis teleológicas; ya no se trata de fines, de sentidos inscritos, de direcciones evolutivas, sino de comprender las articulaciones de las complejidades, el juego de sus simultaneidades, de sus yuxtaposiciones, de sus nichos ecológicos, usando el término en sentido amplio. Si quisiéramos tener un ejemplo de estas nuevas ciencias, saberes y prácticas de conocimiento, podemos acudir al perfil abierto de la ecología. Esta ciencia multidisciplinaria asume los desafíos de la problemática de la complejidad en pleno sentido de la palabra.
Ahora, volviendo a la genealogía del poder y a la genética del Estado, podemos ver que estos estudios, estas investigaciones, estas interpretaciones, analizan la problemática del poder y del campo burocrático no desde una idea del Estado, desde una teoría general del Estado, menos desde algo parecido a una filosofía del Estado, concebido desde la filosofía de la historia. Tampoco lo hacen desde la tesis marxista de la metáfora arquitectónica de estructura/superestructura, así como tampoco reducen a un mero instrumento del monopolio de la violencia fisca. La pregunta de fondo es: ¿cómo se da la dominación, cómo se estructura, de qué modo se ejerce y se reproduce? Para lograr responder a estas preguntas se opta por una mirada genealógica, por un lado, genética, por el otro lado; desprendiendo el análisis de las formas de gubernamentalidad, así como de las instituciones, comprendiendo las cartografías del poder donde están inscritas, por una parte, así como desenvolviendo una sociología de los campos, estructurados por los capitales simbólicos, económicos, sociales y culturales, por otra parte. Como se puede ver estamos ante análisis históricos diferenciales y estructurales de la complejidad política, social, económica y cultural. Lo que importa aquí es la articulación de estos planos o campos en la conformación del poder y del Estado, como estructura estructurante.
Desde estas perspectivas no separan sujeto de objeto, subjetividad de objetividad; al contrario, la constitución de la subjetividad es clave para comprender el ejercicio del poder, la acumulación originaria simbólica es clave para comprender la obediencia espontanea y el orden social.
Crisis estructural y orgánica del Estado
¿Cómo leer las acciones gubernamentales? ¿Qué clase de signos son? ¿Qué nos dicen respecto de lo que es el Estado? Estas preguntas son importantes ante la renovada pregunta de qué es el Estado. Quizás tengamos que acudir a un método inductivo para apreciar el alcance de las preguntas e intentar responderlas. Por ejemplo, qué nos dice del Estado la acción gubernamental de imponer una consulta espuria a las poblaciones indígenas del TIPNIS, también qué nos dice la repuesta del órgano judicial a la apelación de las organizaciones indígenas para detener la “consulta” gubernamental, que viola la estructura normativa y conceptual de la consulta, establecida en los convenios internacionales y en la Constitución. Sumando preguntas, también debemos inquirir sobre el significado de la cooptación de las dirigencias sociales por parte del gobierno, la cooptación, la intervención y la división en las organizaciones indígenas, la amenaza, el amedrentamiento y el soborno de las dirigencias medias y de bases indígenas por parte del gobierno.
Para responder estas preguntas es indispensable establecer nuestra perspectiva respecto al Estado, la relación entre Estado y gobierno, también la relación entre Estado y sociedad; en el caso boliviano, así mismo, la relación entre Estado y comunidad.
Tesis histórica y genética del Estado
Para comenzar diremos que el Estado es una construcción múltiple efectuada desde las prácticas sociales, desde las dinámicas sociales y sus ámbitos de relaciones, sus interrelaciones, composiciones e intercambios. El Estado también es una construcción cultural, se produce una concentración simbólica en el mapa institucional que se edifica, atendiendo a la propia historia organizacional, a las instituciones heredadas, desmanteladas o adecuadas a los nuevos contextos, atendiendo a los requerimientos de las clases emergentes en el marco de los mercados pujantes y los circuitos comerciales. También hay que tener en cuenta la formación de nuevos imaginarios y nuevos procesos discursivos. Empero la construcción no sólo va en este sentido, de la sociedad a la nueva organización institucional, sino también del Estado, del mapa institucional que se va formando, a la sociedad. Se puede decir que el campo social es producto del Estado. El Estado juega un papel importante en la constitución de los sujetos y las subjetividades, sobre todo al crear un campo normativo y administrativo que termina influenciando y ordenando la vida cotidiana. Hay instituciones que afectan directamente en la reproducción social, como la institucionalidad escolar y educativa; el campo escolar es prácticamente una construcción estatal. A través de este campo el Estado propiamente se reproduce; la reproducción social es también, a su vez una reproducción del Estado[43]. El Estado se internaliza en los sujetos, constituye a los sujetos, al formar a los individuos desde una perspectiva universalista. El Estado del que hablamos es el Estado moderno, el Estado-nación, que se basa precisamente en el supuesto de la universalidad de su forma, contenido y expresión organizativa. El Estado remueve la matriz social del que ha nacido, la transforma en un campo social más o menos homogéneo, crea un sentido común, sobre todo referentes y códigos compartidos desde los cuales las personas se refieren a los problemas que los atingen.
Al normar las relaciones sociales, el Estado regula, ordena, cartografía el campo social, a la vez construye la ciudadanía, que es la relación de los individuos del campo social con el Estado. El Estado también regula y norma las relaciones económicas, las relaciones comerciales, las relaciones de trabajo, las relaciones de producción. Al hacerlo el Estado no sólo transforma sus matrices constitutivas sino que se reproduce a sí mismo expandiéndose en todos los terrenos.
El Estado también norma la cultura, el arte, obviamente la lengua, y todas las aéreas que pueda de las actividades sociales. Lo mismo sucede en lo que respecta a la enfermedad y la salud, el transporte y las comunicaciones. Asistimos entonces a procesos de estatalización.
Viendo desde una perspectiva genética, podemos decir que lo primero que se da es como una acumulación simbólica en la formación del Estado moderno, una acumulación simbólica que tiene que ver con la transvalorización de los valores, la transformación de los valores y las percepciones, también la transformación de la relaciones. Se abandonan las relaciones personales, las relaciones familiares, las relaciones patrimoniales, dejándolas colindantes o subsumidas, estableciendo relaciones supuestamente basadas en el desinterés, en la despersonalización, basadas en la relación abstracta del interés universal, de la justicia y del bien común. Se produce una especie de bifurcación del ejercicio del poder, como en Los dos cuerpos del rey, el físico y el abstracto, el familiar y el universal[44]. El ámbito personal, familiar, patrimonial, no desaparece; empero, en el imaginario estatal domina la legitimidad a través de los valores universales, las características universales del Estado. El simbolismo del Estado radica en las imágenes universales de la representación, de la delegación, de la justicia, de la administración general y la burocracia.
La acumulación simbólica en la formación del Estado es primordial pues tiene que ver con su creación imaginaria y cultural, tiene que ver con las maneras de significar el mundo, tiene que ver con los sentidos atribuidos políticamente. Se da lugar entonces con el monopolio de las representaciones y de las delegaciones. Los agentes constructores de este imaginario son los juristas, primero, y los funcionarios, después. Los juristas y los funcionarios son los más interesados en hacer valer el carácter universal de las relaciones, las normas, las reglas y las leyes estatales. Pierre Bourdieu dice que antes de producirse la acumulación originaria de capital y antes de producirse la acumulación de la violencia física del Estado, por lo tanto del monopolio de la violencia legítima, se da lugar primero a la acumulación simbólica del Estado[45]. Con lo que el Estado viene a ser una invención en pleno sentido de la palabra. La acumulación de la violencia física del Estado y de la acumulación originaria de capital se da después, casi como una consecuencia de esta acumulación simbólica.
Después de la acumulación simbólica en la formación del Estado se da lugar como a una separación, mejor dicho un distanciamiento, la creación del campo burocrático y administrativo, el Estado propiamente dicho. Empero esta separación es aparente, si se puede hablar así, pues el campo burocrático requiere de reproducción constante del Estado, para eso es indispensable internalizar las instituciones estatales en el campo social, recrear desde el campo social la producción cotidiana del Estado. El campo escolar es el espacio primordial para esta reproducción. Pero no es el único, pues también las dinámicas del campo económico reproducen el Estado, también las dinámicas del campo cultural reproducen el Estado, en tanto forman parte de la cultura nacional. Uno de los imaginarios más fuertes que construye el Estado es el imaginario de la nación. También el Estado se territorializa en la geografía política. Entonces asistimos a la consolidación del Estado-nación.
Una tercera fase en la genética del Estado podría ser llamada de crisis estatal. En esta etapa la reproducción estatal entra en disonancia con las dinámicas sociales, que adquieren formas autónomas de reproducción y desbordan a la propia reproducción del Estado. Estas disonancias evolucionan hasta convertirse en contradicciones y antagonismos; es cuando se producen luchas políticas y luchas sociales en todas las articulaciones y conexiones entre el campo social y el campo político, entre estos campos y el campo burocrático. Se dan resistencias y revueltas, hasta, en algunos casos, se producen revoluciones. Desde la perspectiva genética del Estado, estas crisis han dado lugar a reformas o, en su caso, a revoluciones, en el sentido de intentos de transformaciones radicales del Estado. Empero, lo que se ha observado en la historia diferencial de los estados es que estas reformas y estas revoluciones han ampliado las funciones del Estado, transformando a su vez los campos sociales, los campos políticos y los campos culturales, expandiendo por lo tanto la estatalización en otros espacios. Sin embargo, las dinámicas sociales nunca dejan de crear sus propias formas de autonomía y de desborde, replantando nuevamente contradicciones y antagonismos.
Las reformas liberales, también las reformas del Estado de Bien Estar, así como las reformas populistas y nacionalistas, forman parte de estas adecuaciones del campo burocrático a las transformaciones habidas en el campo social y en el campo político. De una manera un tanto diferente podemos hablar de las reformas neo-liberales, aunque en este caso, se trata de las adecuaciones del campo burocrático a las transformaciones en el campo económico. A diferencia de las otras reformas, lo que se va privilegiar aquí es la transferencia de los recursos a las empresas económicas, descuidando la inversión social, que es primordial en los otros casos. Los ideólogos del neoliberalismo han hablado de achicamiento del Estado, cosa que nunca ha ocurrido. El Estado no se achica con las reformas sino se agranda; lo que pasa es que, en el caso de la implantación del proyecto neoliberal, la normativa estatal relativa al comercio, a la economía y a las empresas se extiende a las áreas sociales, tratando de convertir a la institucionalidad estatal dedicada a lo social, a la salud y a la educación en empresas sociales. Si se quiere, puede hablarse en un caso, las reformas populistas, de reformas de izquierda y en el otro caso, las reformas neoliberales, de reformas de derecha.
En el caso de las revoluciones, que son más bien escasas en el panorama de las historias diferenciales de los estados, los resultados empíricos han sido una ampliación descomunal del Estado. En este caso el campo burocrático ha intentado normar e inmiscuirse hasta en los detalles de la vida cotidiana, asfixiando las dinámicas sociales y políticas. Ha transformado las instituciones de reproducción del Estado en el campo social, buscando crear reproducciones sociales equitativas e igualitarias, en los campos del trabajo, de la salud y de la educación. Empero, la misma transformación de los campos sociales, los campos políticos, los campos económicos y los campos culturales, han generado dinámicas sociales, sobre todo en lo que respeta a la producción de necesidades y demandas, generando zonas y espacios de conflicto. Por otra parte, el crecimiento expansivo de la burocracia; por lo tanto, el peso del campo burocrático, ha generado diferenciaciones sociales, que podríamos llamar de clase; contradicciones de la sociedad con la nueva clase burocrática, privilegiada política y económicamente.
Se puede ver que la universalidad socialista ha sido una extensión de la universalidad capitalista, y la revolución socialista ha sido una radicalización de la revolución francesa. Lo que en principio intentó ser una profundización de la democracia derivó en la anulación de las prácticas y el ejercicio democrático. Las contradicciones con el campo burocrático, con la clase burocrática y la forma absoluta del Estado socialista se agudizaron tanto que terminaron en las implosiones y el derrumbamiento de los Estados socialistas de la Europa oriental. En tanto que en la República de China Popular se produjo una reforma a la inversa, se adecuó el inmenso campo burocrático a las dinámicas del campo económico, promoviendo aperturas al mercado, al mercado externo, a la propiedad privada empresarial y a las formas institucionales empresariales[46].
Sin embargo, estas reformas, que llama el partido comunista chino “socialismo de mercado”, han generado una polarización en el campo social, han generado una paradójica contradicción entre el crecimiento económico, la emergencia como potencia industrial, y el incremento de las desigualdades. Desigualdad entre campo y ciudad, desigualdades entre el proletariado y las clases medias; incluso se ha dado lugar a la generación de una burguesía que ha emergido como consecuencia de las reformas económicas dadas en China, bajo la dirección del partido comunista. Hoy asistimos a una nueva lucha de clases en China, a una lucha del proletariado y de los pueblos del campo contra el vigente capitalismo por el que ha incursionado la República Popular de China. ¿Qué es lo que ha ocurrido? Las reformas económicas en China han generado transformaciones en el campo social, haciendo reemerger desigualdades sociales notorias, incluso creando una burguesía paralela a la clase burocrática. Ambas clases privilegiadas, en contraposición al proletariado y a los pueblos del campo. En otras palabras el campo burocrático, que es el Estado, no ha resuelto su crisis con las reformas económicas, al contrario las ha ahondado, a pesar del gigantesco crecimiento económico y la emergencia del país como potencia industrial. Tal parece que no se pueden generar privilegios sin generar desigualdades, también se muestra que el campo burocrático no puede resolver la crisis estatal. Se requiere que las propias dinámicas sociales construyan otras formas de organización política que escapen a esta “separación” y distanciamiento del Estado respecto de la sociedad.
Reformas del Estado en Bolivia
En Bolivia se han dado tres reformas importantes que han transformado el campo social. La primera reforma de carácter populista y nacionalista se dio con la revolución nacional (1952-1964); la segunda reforma de carácter neoliberal, por lo tanto reforma económica de carácter empresarial, se dio con las reformas estructurales del proyecto neoliberal (1985-2005); la tercera reforma de carácter también populista, aunque acompañada por un proceso constituyente que propone el Estado plurinacional comunitario y autonómico, se dio después de la movilización prolongada que dura seis años de luchas sociales (2000-2005)[47]. Hasta el momento estas reformas populistas cumplen dos gestiones de gobierno (2006-2009, 2009-2014)[48]. La primera y la tercera reforma pueden considerarse de izquierda, en tanto que la segunda reforma puede considerarse de derecha, por las características del costo social y la orientación empresarial de la salud, de la educación y del trabajo. La primera reforma transforma el campo social y el campo político con las reformas nacionalistas y populistas, la nacionalización de las minas, la reforma agraria, el voto universal y la reforma educativa. Sobre todo la reforma agraria, el voto universal y la reforma educativa producen una transformación significativa del campo social al convertir a los pongos, en condiciones de servidumbre; sin embargo, también se ha convertido a más de 3000 comunidades en una gama proliferante de propietarios privados. Procurando la igualación de los hombres, con la reforma agraria, el derecho al voto y la participación en la educción con la extensión del campo escolar. Al respecto debemos preguntarnos cómo se puede interpretar esta transformación del campo social; desde la teoría de los campos habría dos alternativas. La primera, que en el campo social anterior a la reforma agraria, las comunidades y pongos, en condición de servidumbre, formarían parte del campo social, como las estratificaciones sociales más deprimidas y sometidas. La segunda alternativa, que las comunidades y los pongos, en condiciones de servidumbre, no formarían parte del campo social, que mas bien se dibuja por la condición de ciudadanía restringida del Estado oligárquico; restringida a los hombres ilustrados y a los propietarios privados, extendida también a los artesanos y a ciertos estratos sociales organizados e institucionalizados. Si se toma en cuenta esta alternativa, tendríamos que hablar de la comprensión de otro campo, un campo que llamaríamos multicultural, no intercultural, pues en la dualidad cultural, los pueblos indígenas se encontrarían sometidos, dominados y excluidos; aunque también emergen con sus luchas y resistencias atravesando y desordenando los campos, sociales, económicos y culturales. Como se puede ver la formación social boliviana plantea problemas teóricos a la teoría de los campos.
La segunda reforma, la neoliberal, transformaría el campo social, convirtiendo a trabajadores y estratos medios bajos en proletariados nómadas. La relocalización, las privatizaciones, la transferencia de los recursos a las empresas, sobre todo a las empresas trasnacionales; habrían convertido a un grueso de la población en proletarios nómadas, reducidos a la condición de los llamados administrativamente “informales”. Este es un impacto en la configuración del campo social que todavía no se ha resuelto.
La tercera reforma de carácter populista, aunque acompañada por un proceso constituyente que plantea una radical transformación del Estado, vuelve a transformar el campo social; empodera a las llamadas naciones y pueblos indígenas originarios y campesinos, transformando el campo cultural y el campo simbólico. Aunque no se producen transformaciones sociales de gran alcance, pues las reformas se limitan a la redistribución a través de bonos, manteniéndose en una lógica rentista, de todas maneras la transformación del campo político ocasiona repercusiones en el campo social, sobre todo, en este caso, por la emergencia de nuevos ricos, comerciantes, campesinos ricos, colonizadores ricos y cocaleros ricos. La Renta Dignidad, el Bono Dignidad, destinado a los adultos mayores; el Bono Juancito Pinto, con el objeto de retener la deserción escolar; el Bono Juan Azurduy, con objeto de acudir a las madres embarazadas, buscando disminuir la mortalidad materno infantil; son medidas de impacto coyuntural, no tienen el alcance de transformaciones estructurales. Para esto se requiere una inversión social de magnitud que sostenga una logística social, de salud, educativa de impacto estructural. Esto no se lo ha hecho. Pero, de todas maneras, se puede hablar de transformaciones en el campo político y en el campo social a partir del empoderamiento simbólico de los subalternos, de las poblaciones indígenas rurales y urbanas, sean campesinas o mantengan su condición comunitaria.
El problema de esta tercera reforma, de carácter populista, es que no resuelve la crisis estatal, que continúa manifestándose con fuerza y de manera múltiple. Sobre todo se hace notoria la crisis estructural del Estado debido al contraste entre la Constitución aprobada y la gestión de gobierno, las políticas públicas, la administración, el comportamiento y el habitus del campo burocrático, que, mas bien, es donde se opta por mantener el Estado-nación, evitando su demolición y alejándose abismalmente de la tarea de construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico. Construcción de transición estatal, que solamente se puede efectuar con transformaciones estructurales e institucionales radicales, con la construcción de una institucionalidad pluralista, de una gestión pluralista, de una administración pluralista y de una normativa pluralista. Por lo tanto la crisis del Estado se ha ahondado, sobre todo ahora cuando el gobierno se enfrenta a las naciones y pueblos indígenas en el conflicto del TIPNIS, mostrando desnudamente la flagrante contradicción del Estado-nación restaurado respecto de las naciones y pueblos indígenas originarios.
Si queremos una caracterización rápida del gobierno de Evo Morales Ayma, podemos decir que se trata de un gobierno populista, que aflora en el contexto de las crisis específica de los estados en América Latina y el Caribe, sobre todo por lo que acontece en Sud América. La singularidad de este gobierno populista, llamado por los analistas políticos gobierno progresista, en el mismo tono, así como llaman a otros gobiernos de Sud América, es que vino acompañado por un proceso constituyente, crítico de la herencia colonial y de la colonialidad. En el contexto continental, el gobierno ecuatoriano fue acompañado por un proceso constituyente, con ciertas semejanzas con el proceso constituyente boliviano. También el gobierno venezolano fue acompañado por un proceso constituyente, sólo que, en este caso, se llevó a cabo una Constitución bolivariana, que plantea la culminación del Estado-nación y la integración en la Patria Grande; no así, como en el caso boliviano y ecuatoriano, cuyas constituciones abren el horizonte del Estado plurinacional. Como se puede ver la relación de los estados y de los gobiernos con sus constituciones y sus procesos políticos es singular en cada caso.
El gobierno boliviano y el gobierno ecuatoriano, gobiernos progresistas, terminaron rápidamente entrando en contradicciones profundas con sus constituciones, al no poder implementar y materializar las transiciones demandadas por las mismas. No pueden construir el Estado plurinacional, no pueden realizar las transformaciones estructurales e institucionales que requiere la transformación pluralista del Estado. Tal parece que al gobierno venezolano le fue mejor en la implementación de la Constitución; tuvo el cuidado de establecer una transición legislativa y preparar dispositivos legales para la generación de leyes constitucionales. Lo que no ocurrió en Bolivia y Ecuador. Los pocos intentos que hubo fueron acallados. Empero, la contradicción de los tres gobiernos es que se han embarcado en la continuidad expansiva del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. De esta contradicción profunda no pueden salir; además, estos gobiernos, terminan reproduciendo las prácticas administrativas y burocráticas, inscritas ya en gobiernos anteriores. Otro problema característico es la expansión del diagrama de poder de la corrupción. Ciertamente este diagrama no es consustancial sólo a estos gobiernos, sino a la génesis misma del Estado. Pero, llama la atención que las relaciones, estructuras, circuitos, prácticas paralelas y distorsionantes de la corrupción no se hayan limitado reducido y, más bien, se extiendan. ¿Tiene que ver con la crisis del Estado? ¿Tiene que ver con la acumulación familiar de los nuevos ricos? ¿Tiene que ver con el uso prebendal y patrimonial del Estado cuando no se logra diferenciar el servicio a las clientelas con el ejercicio gubernamental? No sabemos, se requiere investigar estos temas. Empero, estos síntomas son parte de las contradicciones profundas de procesos políticos que no logran resolver sus dilemas.
Ahora bien, respondiendo a las preguntas concretas, que nos hicimos al principio, de cómo leer las acciones gubernamentales, tocaremos la problemática acudiendo a la interpretación genética del Estado que dibujamos a grandes rasgos. Las preguntas más generales las dejamos para las conclusiones.
Respecto al recorrido sinuoso del gobierno de Evo Morales Ayma en el conflicto del TIPNIS y a su consecución forzada en la imposición violenta de una consulta espuria, podemos observar, por lo menos, algunos rasgos sobresalientes. Primero, que el gobierno no ha podido salir de un imaginario gubernamental, construido en la atmósfera de los primeros años de la primera gestión de gobierno. Se autocalifica de “gobierno de los movimientos sociales”; aunque el concepto sea un contrasentido en sí mismo; algo que explica esta apreciación gubernamental auto-contemplatoria es la intensidad afectiva con el que fue recibido el gobierno al inicio de su gestión, en el 2006, llamado por entonces también gobierno indígena y popular. Se quedó con esta imagen grabada y detenida como fotografía, a pesar de que las coyunturas y contextos cambiaron. Ya no existe en absoluto ningún entusiasmo popular por el gobierno. Por otra parte, compartiendo con esta figura anacrónica, algunos portavoces del gobierno consideran que son el fin de la izquierda, algo parecido a decir el fin de la historia[49]; más allá de ellos no hay nada. Sólo puede provenir de la derecha cualquier crítica y conflicto con el gobierno. Esta interpretación obviamente es insostenible, no se sostiene ante la dinámica molecular de los procesos, donde las posiciones cambian dependiendo de los problemas que enfrentan.
De alguna manera ayudó a reforzar este imaginario anacrónico y esta interpretación dogmática el enfrentamiento que hubo con las oligarquías regionales durante el proceso constituyente, sobre todo después de aprobada la Constitución. La opción de estas oligarquías por la violencia desató la voluntad de la defensa del gobierno y del proceso constituyente por parte de los sectores populares, indígenas y campesinos. La necesidad de la defensa ocultó problemas que se venían generando ya en la primera gestión de gobierno, problemas que tienen que ver con el apego al aparato estatal, diseñado y construido en los periodos republicanos. Una vez que fueron vencidas las oligarquías regionales, después de los acontecimientos del Porvenir, en Pando (2008), donde la derecha fue vencida; victoria ratificada en los resultados contundentes electorales del 2009, el imaginario de autoestima anacrónica y la interpretación dogmática se mantuvieron. Ahora, esta preservación imaginaria es un obstáculo político; está para justificar toda acción de gobierno, aunque estas acciones no muestren una voluntad transformadora, mas bien, manifiesten preocupantes pasos de mantención y restauración del viejo Estado-nación. Incluso cuando se hicieron fehacientes las contradicciones, en el caso del “gasolinazo”, la medida de subida de precios a los carburantes, y en el conflicto del TIPNIS, el imaginario anacrónico y la explicación dogmática sirvieron para justificar los atropellos que se cometieron y las medidas con tonalidad plenamente extractivista. Por lo tanto, un rasgo sobresaliente es este encapsulamiento en este imaginario y en esta interpretación, que son muestras de un encierro y de una desconexión con la “realidad”.
Otro rasgo notorio del accionar del gobierno es el monopolio de las decisiones en un grupo estrecho del ejecutivo, impidiendo la propia deliberación del MAS y de las organizaciones sociales, para no hablar de la inclinación por las ordenes en los ministerios, totalmente alejados de la deliberación y la reflexión. Esto se ha vuelto inaudito e insoportable en la propia Asamblea Legislativa, donde no se delibera, no se discute, no se respeta a los representantes, se los tiene absolutamente subestimados. Reciben órdenes y muchas veces votan por consignas, sin analizar, algunas veces hasta sin leer los documentos en cuestión. Esta situación se vuelve ciertamente grave cuando ocurre en las organizaciones sociales, que son la instancia más importante de la defensa del “proceso” de cambio. La cooptación de dirigentes, el quitarles toda autonomía a las organizaciones, las ha convertido no solamente en instrumentos de los caprichos del ejecutivo, sino altamente vulnerables, pues abandonaron sus prácticas asambleístas. Ciertamente de este panorama desolador escapan las dos organizaciones indígenas, el CONAMAQ y el CIDOB. Aunque recientemente el gobierno ha logrado dividir al CIDOB y al CONAMAQ, creando organizaciones paralelas, con la más grotesca intervención gubernamental a las organizaciones matrices de los indígenas de tierras bajas y tierras altas. Por lo tanto, esta jerarquización exacerbada, este monopolio en un estrecho grupo de decisiones, ha terminado no sólo aislando más al gobierno de una interpretación adecuada de los hechos, sino que lo ha alejado abismalmente de las prácticas participativas, incluso de los trabajos en equipos, pues todos tiene que someterse a la clarividencia del grupo reducido de mando.
Un tercer rasgo del accionar del gobierno tiene que ver con su apuesta al control total de los órganos del Estado, sobre todo después de haber logrado el control de las 2/3 partes del Congreso. Esto produjo una sensación exacerbada de poder, que derivó en creer que se puede hacer de todo, independientemente incluso de la condición de Estado de Derecho, condición jurídica que establece combinaciones de adecuación en la transición, en la aplicación de la composición “estructural” de la Constitución; combina la herencia de Estado de derecho con las novedosas condiciones de plurinacional, de comunitaria, de autonómica e de intercultural, en la transición transformadora y pluralista del Estado, en la transición al Estado plurinacional. Basados en esta sobrevaloración se cometieron grandes errores políticos, el “gasolinazo” y el conflicto del TIPNIS. El mero cálculo cuantitativo del poder les hizo olvidar que la legitimidad y la hegemonía son acontecimientos cualitativos. Esta legitimidad y esta hegemonía se las perdieron como consecuencia de los errores cometidos, aunque también de un deterioro sostenido, no solo por el desgaste gubernamental usual, sino como consecuencia de un pragmatismo y un realismo político, que derivó en complicidad con “estructuras” de poder vigentes en el mundo, en la región y en el país.
Llama la atención que ni el levantamiento popular, en el caso del “gasolinazo”, ni la VIII marcha indígena, les haya hecho cambiar de opinión; han seguido con el mismo guión, considerándose invencibles e invulnerables, sólo por el hecho de que cuentan con la mayoría cuantitativa del Congreso y el control cuantitativo de los órganos de poder. La derrota del gobierno frente a la VIII marcha, el apoyo de la ciudadanía y del pueblo boliviano a la defensa del TIPNIS, no los inmuta, tienen demasiada coraza para percibir lo que está pasando. Prefieren minimizar los hechos. Frente a la IX marcha indígena han hecho todos los esfuerzos por revertir la anterior derrota. Se sienten vencedores al no recibir a las dirigencias legítimas y representativas del TIPNIS, a las organizaciones matrices de los indígenas de tierras bajas, al lograr dividir al CIDOB, al CONAMAQ y a las comunidades del TIPNIS, amenazando, cooptando, chantajeando, incorporando a dirigentes medios y de base en la prebenda. Al imponer una consulta espuria en las comunidades del TIPNIS. Ya conocemos el desenlace, la consulta espuria en el TIPNIS, que ha terminado en el desastre gubernamental, ante la resistencia de las comunidades del territorio indígena; solo pudieron consultar a familias, no a comunidades, como exige una consulta a pueblos indígenas. De todas maneras el conflicto no culminará ahí, pues las múltiples causales de nulidad de la intervención en el TIPNIS, a nombre de una consulta que no se dio, pues lo que se habría impuesto es un cuestionario, que induce maliciosamente a la construcción de la carretera, llevarían el conflicto a los tribunales internacionales y a las ciudades, donde el pueblo tiene la responsabilidad de la continuidad de las luchas en defensa de la Constitución, del proceso, de la madre tierra, de los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios y de los derechos fundamentales.
Lo que llama la atención es que, bajo estas circunstancias, el gobierno haya perdido el instinto de sobrevivencia. No le preocupa el costo político de este conflicto,; el costo internacional ya es notorio, la representación de Bolivia ha quedado sola en la cumbre de CANCUN, ni siquiera apoyada por los países del ALBA. En Rio más 20, la representación boliviana fue intrascendente, la cumbre optó por el capitalismo verde. En la Cumbre Social paralela el doble discurso del gobierno boliviano fue criticado, sobre todo por su actuación en el TIPNIS. En el contexto del país, no se puede hablar de mayoría desde la derrota del MAS en las elecciones de los magistrados. La impopularidad del gobierno ha crecido en las ciudades, el desasosiego y la desesperanza en los sectores populares. Empero el cumplimiento del guión desatinado sigue, confiados en la fuerza del Estado, en la expansión de las clientelas, en las nuevas alianzas con la burguesía boliviana, en el poder de la acumulación dineraria. ¿Se apuesta a la compra de votos? Las lecciones políticas en el mundo no les sirven o son desdeñadas. No puede sobrevivir un gobierno basándose sólo en el monopolio de la violencia, en el teatro político, en la expansión de la corrupción, en la cooptación indiscriminada. Estos dispositivos no garantizan la reproducción del Estado, al contrario son síntomas de la crisis del Estado, de la descomposición y la decadencia.
En este contexto, la respuesta del órgano judicial, de la sala de La Paz, al pedido de nulidad de la consulta espuria, el recurso a la “chicanería”, eludiendo el problema, resaltando los formalismos, exigiendo el cumplimiento de requisitos procedimentales, no es más que la muestra patética de su dependencia del órgano ejecutivo, de la dramática ausencia de la administración de justicia, sustituyéndola por el servicio desvergonzado a los intereses del gobierno. El problema de estas demostraciones de lealtad y fidelidad con el gobierno es que desaparece la justicia, se convierte su administración en dispositivo para legalizar las acciones del gobierno. Si bien antes la administración de justica no era tampoco independiente, a pesar de la división de poderes, pues se encontraba a su vez cooptada por los sobornos y atravesada por la corrupción, el problema es que ahora se continúa con esta dependencia por otros caminos. La elección de magistrados hubiera sido una gran oportunidad por generar formas más democráticas y pluralistas de la administración de justicia, empero se ha evitado la participación abierta de las circunscripciones, de las organizaciones y de las instituciones en la concurrencia de los candidatos. Se ha preferido designar una lista a dedo, que la ha aprobado la Asamblea Legislativa, sin contemplar las condiciones establecidas por la Constitución. Se ha perdido la elección de magistrados, ha ganado el voto nulo, anulado la validez de las elecciones. Sin embargo, el gobierno, el órgano electoral y la Asamblea legislativa han continuado con la imposición de magistrados que perdieron la legalidad y la legitimidad. Ahora los magistrados impuestos tienen que responder a estos favores. Se ha construido toda una maquinaria unificada por la voluntad del ejecutivo, no hay división de poderes, lo que hay es una concentración de poder en el ejecutivo y en el presidente. La administración de justicia termina convirtiéndose en la administración de ilegalidades y en la legalización de las ilegalidades. Esta unificación del poder, haciendo perder las independencias de los órganos de poder del Estado, resulta en una fabulosa concentración del mando, donde se pierde la posibilidad de los controles complementarios, dando lugar a una especie de despotismo.
Es difícil que estas concentraciones fabulosas de poder unificado, sin equilibrio de poderes, puedan perdurar por mucho tiempo; en primer lugar, debido a que estas formas de copamiento y unificación absoluta pierden la capacidad de los controles complementarios y sucesivos, controles que se conformaron en la formación del Estado moderno, como parte de la ficción de universalización, desinterés y neutralidad.
Perfiles del Estado en el mundo
Estas concentraciones institucionales se han dado en otro tipo de formaciones de organización expansivas, que obviamente no podemos considerar estatales en el sentido del Estado moderno, hablamos de la forma imperio-mundo. La forma imperio-mundo incluía a pueblos, culturas, religiones, lenguas, sociedades, en una forma concentrada de mando, defendida por ejércitos gigantescos y una burocracia inmensa. Quedaban como autónomas las aldeas y comunidades, vinculadas al imperio por el sistema tributario. De todas maneras, las dinámicas en la forma imperio-mundo, tal como la nombra Immanuel Wallerstein, mantenían una dinámica de negociación entre las distintas partes del imperio[50]. Esta forma imperio-mundo no sobrevivió a la competencia de la emergencia de la forma Estado-nación. Compartió con las ciudad-Estado relaciones comerciales y de intercambio, incluyendo flujos migratorios, por ejemplo, el traslado de artesanos y metalurgistas a la ciudad-Estado[51]. Los grandes imperio-mundo milenarios fueron el Imperio Romano y el Imperio Chino. Después se dieron intentos de reconformar estos imperio-mundo, como el Imperio Austro-Húngaro y el Sacro Imperio Romano; sin embargo, no lograron adecuarse a las dinámicas emergentes de la configuración de la economía-mundo capitalista.
Fueron las monarquías absolutas las que dieron los primeros pasos en la formación del Estado moderno, sobre todo por las características y pretensiones universales, la mediación y formación de una burocracia técnica, la homogeneización de las normas y de la administración. En el camino de la monarquía absoluta se encontraba España, pero todavía atada al Sacro-Imperio Romano, al mando de la dinastía de los Habsburgo, cuando las carabelas de Colon se encontraron con el quinto continente. Los inmensos territorios conquistados y colonizados plantearon problemas de administración extraterritoriales, problemas de administración colonial, en plena constitución de la economía-mundo capitalista. La forma de administración colonial ocupó y transfiguró a la formación de la monarquía absoluta, que todavía se encontraba amarrada al proyecto del Sacro-Imperio romano de los Habsburgo. España no pudo resolver los dilemas en las que se encontraba enredada; estaba varada como en una encrucijada ante las alternativas de las formas de Estado en gestación. No pudo, en su momento, formar un Estado-moderno; este no era el proyecto de los Habsburgo, que eran reyes de España[52]. Entonces tampoco pudo resolver los problemas de la acumulación de capital, cuyos centros dinámicos más bien se estaban dando en los llamados países bajos, Holanda, que se encontraba bajo su dominación imperial[53].
Cuando se independizó Holanda, después de una larga guerra, el centro de la hegemonía del ciclo del capitalismo se trasladó del Norte de Italia, Génova, ciudad-Estado, a Holanda[54]. Acontecimiento que sucede alrededor de 1740. La forma de organización del poder en Holanda comenzó a pasar de la forma ciudad-Estado a una forma de Estado moderno; sin embargo, no terminó de lograr la articulación e integración plena del Estado con el capital. Esto aconteció en Gran Bretaña; en esta isla europea, después de la prolongada guerra civil, en realidad las guerras civiles inglesas que llevaron a constituir la república; la primera transcurre entre 1642 y 1646, en tanto la segunda transcurre entre 1648 y 1649. En gran Bretaña se producen dos acontecimientos de importancia en la transición al siguiente ciclo del capitalismo bajo la hegemonía británica, ciclo que se desplaza entre el siglo XIX y parte del siglo XX; uno, es la conformación del Estado-moderno plenamente articulado al capitalismo, funcionando como instrumento de la acumulación de capital; el otro es la revolución industrial, que trastoca las condiciones de producción del capitalismo y las estructuras de las formas de acumulación de capital.
Hay varias versiones del Estado-moderno; una forma es esta de la evolución de la monarquía absoluta en constitucionalismo monárquico, que deriva en un parlamentarismo con dos cámaras, donde los lores controlan la cámara alta y los comunes la cámara baja. El desarrollo de una administración burocrática eficiente que definitivamente despersonaliza la función de mando, la extensión de las normas a otros espacios de la vida social y económica, la creación de nuevas instituciones que configuran el campo social, se da de modo integral. Empero todo esto se lo hace sobre la construcción de una legitimidad basada en las tradiciones; la legitimidad del Estado se construye sobre la recurrencia a la memoria de las tradiciones y de los valores ancestrales.
De modo diferente, la formación del Estado moderno se da de una manera radical en Francia. Con la revolución francesa, la revolución se convierte en el paradigma de la transformación estatal, además de convertir a la República francesa en la universalidad del Estado-nación, en la construcción de la nación basada en los derechos del hombre y en la condición jurídica y política de la ciudadanización de los individuos, que es la relación que tienen las personas con el Estado. Obviamente, también aquí se da lugar a la formación del campo burocrático, administrativo y de normas, donde los juristas son los agentes de la universalidad del Estado y del racionalismo cartesiano. La nación es una construcción del Estado, empero su legitimidad no se basa en las tradiciones, ni en los valores ancestrales, sino en las pretensiones de universalidad. Este modelo de Estado es el que va ser asumido por los países latinoamericanos y del Caribe, después de sus guerras de independencia del siglo XIX, salvo Haití, que radicaliza la revolución francesa y la declaración de los derechos del hombre, aboliendo la esclavitud e intentando mantenerse en los marcos de la Republica Francesa. Empero, la larga guerra anti-colonial contra el ejército monárquico francés, el ejército colonial español, el ejército imperial inglés, llevan muy lejos la interminable contingencia bélica, desgastando a la sociedad y al pueblo haitiano. Cuando al final logran su independencia venciendo al ejército napoleónico, terminan formando una monarquía, que después se divide en dos reinos.
La formación del Estado moderno en los Estados Unidos de Norte América es anterior a la Revolución Francesa, sale de la guerra anti-colonial contra la corona británica, produce una revolución política, adquiere la forma federal y se conforma la república, que va tener que pasar por la guerra de secesión, para terminar consolidando esta forma de Estado. Algunos autores señalan, en el análisis comparativo, que cotejando la formación de los Estado-nación entre Francia y Estados Unidos, que en Estados Unidos se habría dado una revolución política, pero, no necesariamente una revolución social, en cambio, en Francia, la revolución desata tanto la revolución política como la revolución social[55]. Lo que importa, en todo caso, son las analogías y diferencias de estas formas de Estado-nación, parecidas en las pretensiones universales, aunque más radicales en el caso francés, dando lugar a una forma centralizada unitaria en Francia y a una forma federal en Estados Unidos. En ambos casos la legitimidad no se construye sobre la recurrencia simbólica a las tradiciones y valores ancestrales, sino en la ciudadanía y la soberanía del pueblo. Sin embargo, hay que anotar que, en el caso de Estados Unidos, el flamante Estado-nación emprende la guerra contra las naciones y pueblos indígenas, desatando una guerra de conquista, con sus consecuencias de despojamiento y desposesión territorial. Este Estado-nación excluye a las naciones y pueblos indígenas, desata un genocidio y etnocidio devastadores, como procedimiento y condición de la extensión y consolidación del Estado-nación. Formación del Estado-nación que no termina de resolverse hasta más tarde, hasta después de la guerra de secesión. Es también después de la guerra de secesión cuando se abole formalmente la esclavitud; la condición de los esclavos africanos y descendientes. Lo que era una especie de anacronismo para la formalidad democrática y republicana. Ambos casos, la exclusión indígena y la esclavización son parte de las contradicciones que acarrean los estados modernos, particularmente los Estado-nación en el continente americano.
La formación del Estado moderno en el Japón tiene analogías con el caso británico, sobre todo porque su legitimidad se basa en la recurrencia a las tradiciones y a los valores ancestrales. También se produce la formación de un campo burocrático, administrativo y jurídico, una especie de distanciamiento y separación del Estado, despersonalización, des-familiarización y des-patrimonialización del manejo del poder, sobre todo de la representación, aunque se mantengan los dos cuerpos del rey, el cuerpo físico, natural, y el cuerpo abstracto, correspondiente al Estado.
Como puede verse, hablamos de estados modernos, empero que arrojan sus propias historias diferenciales, hablamos de Estado-nación, que también muestran sus constituciones y composiciones diferenciales. En todos estos casos asistimos a la conformación del Estado moderno como creación de campos burocráticos, administrativos y jurídicos, estados que son promotores, instrumentos y dispositivos de la acumulación de capital. Al respecto habría que anotar la tesis de Pierre Bourdieu, que invierte, por así decirlo, la tesis marxista del Estado. Pierre Bourdieu plantea que lo que se produce es la acumulación simbólica, acompañada por la acumulación política, el monopolio de la violencia legítima, el Estado en tanto y en cuanto concentración de fuerzas, acumulaciones que permiten la acumulación de capital económico[56].
La conformación de la economía-mundo y del sistema-mundo capitalista requiere de una forma de Estado adecuada, promotora y condición de posibilidad capitalista, que sea instrumento y parte indispensable de la acumulación de capital. España no resuelve sus dilemas y tendencias encontradas; ocurre como dice Samuel Pufendorf, “España mantiene la vaca y el resto de Europa se bebía la leche”[57], sus colonias en América terminan independizándose, las que asumen la forma de Estado-nación.
Cuando se dio el proceso revolucionario en la Rusia zarista, comprendiendo una prolongada temporalidad, que viene por lo menos desde 1905 hasta 1917; aunque habría que incluir también aquí, en esta temporalidad dilatada, una prolongación posterior, que traslada la revolución al resto del inmenso imperio; hablamos de la temporalidad de la guerra civil contra los rusos blancos y la intervención imperialista, dada a través de las distintas y distantes fronteras de la flamante Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Guerra civil que transcurre entre 1918 y 1921. Entonces estaríamos hablando de por lo menos 12 años, en el primer caso, sin considerar la guerra civil, si es que no se extiende un poco más hacia atrás; y estaríamos hablando de por lo menos 15 años, en el segundo caso, si incluimos los años de la guerra civil, si es que tampoco no prolongamos hacia adelante, incluyendo la rebelión de los marineros de Kronstandt, su aplastamiento por el ejército rojo y las posteriores consecuencias de esta represión a la vanguardia de la revolución. Se puede decir que este largo proceso revolucionario se encuentra como catalizado por dos guerras, la guerra ruso-japonesa de 1904 a 1905, guerra que pierde el imperio zarista, y la primera guerra mundial de 1914 a 1918, guerra que provoca una profunda crisis en Europa y el Imperio zarista, agudizando las contracciones profundas de los estados, llamados imperialistas.
Como se puede ver la revolución rusa se da ya en un periodo de crisis del capitalismo, acompañada por una crisis de los estados modernos. La construcción del llamado Estado socialista, en un solo país - lo que ya es una contradicción con el carácter mundial de la revolución socialista y el internacionalismo proletario - es una construcción compleja, combinada y compuesta. El Estado socialista radicaliza el carácter universal del Estado, ya expresado en la revolución francesa. Se puede decir que la revolución socialista es como una prolongación proletaria de la revolución francesa, del paradigma de la revolución francesa, profundizando el carácter social de la revolución e intentando profundizar la democracia a través de los consejos y soviets. Las revoluciones socialistas se inspiran en la revolución francesa, convierten a la revolución francesa en un paradigma revolucionario e idean la revolución socialista en términos insurreccionales. Sin embargo, por el carácter de la revolución proletaria, no se podía derivar en la construcción del Estado-nación, cuestión no resuelto por el aplastante y perdurable dominio del imperio zarista. Tampoco se podía abolir el Estado de la noche a la mañana, más si la revolución socialista se terminó limitando a las fronteras del viejo imperio; sin embargo, la revolución socialista recogía, de todas maneras, los postulados universalistas de la revolución mundial.
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas adquiere un carácter federativo de estados en transición al socialismo; no son del todo Estado-nación, pues esta forma quedaba rezagada ante las tareas de construcción del socialismo; se trataba de un conglomerado complejo y rico de lenguas y culturas, conglomerado de herencias del imperio zarista. Se sustituye el imperio zarista por una federación socialista bajo hegemonía y dominio de la Republica Socialista Rusa. Esta situación no dejaba de presentar analogías con la forma imperio, aunque la estructura de esta composición haya sido desmontada. Se refuerzan y complican la composición de un Estado complejo y combinado después de los desenlaces de la segunda guerra mundial (1939-1940). Una centralización mayor del poder en el partido comunista, sobre todo en el comité central, que derivó en la concentración del poder en la persona de Joseph Stalin. Por otra parte, se contaba además con una periferia de nuevos Estados socialistas de la Europa oriental, como producto de la victoria y ocupación del ejército rojo, abarcando un inmenso espacio del planeta bajo el control de los estados socialistas, que no dejaron de manifestar síntomas profundos de la continuidad de la crisis de la forma Estado.
Esta experiencia nos muestra que se trató de transiciones pos-capitalista, por la vía estatal, fracasadas; las contradicciones profundas de esta construcción terminaron de hacer implosionar a estos estados.
La revolución china también se da como un proceso prolongado, proceso concebido desde la perspectiva del concepto de la guerra prolongada, elaborado por Mao Zetung. La revolución china se da en un contexto donde era más evidente la crisis estructural del capitalismo y de los Estado-nación, sobre todo de los Estado-nación imperialistas. La construcción del Estado socialista asiático también corresponde a una transición compleja y combinada, con una fuerte centralización del poder en el partido, en el comité central y en el presidente Mao Zetung. La crisis de la forma Estado, de la construcción socialista en un solo país por la vía estatal, estalló en la década de los sesenta con la revolución cultural. Revolución, que en su discurso, buscaba devolver el poder a los consejos campesinos y al pueblo, rescatándolo de las manos de la burocracia del partido. La revolución cultural derivó en una pugna dolorosa y dramática de grupo de poder. A la larga, la revolución cultural terminó con la victoria de la burocracia del partido, que decidió después el nuevo curso de apertura al “socialismo de mercado”. No implosiona el Estado socialista chino, empero se transforma y se desplaza a ser un Estado poderoso en el nuevo orden mundial y en la estructura de la acumulación de capital a escala global. China es considerada ahora una de las superpotencias industriales emergentes (BRIC), la principal; ahora la segunda potencia industrial y tecnológica, después de Estados Unidos de Norte América, encaminada, quizás, a ser la primera potencia mundial.
De esta revisión es importante anotar que se experimenta la crisis estructural de la forma Estado, de los estados modernos, del Estado-nación, crisis de la que son una clara expresión los estados socialistas, que intentan por la vía estatal incursionar una transición pos-capitalista.
En adelante haremos una revisión de la formación de los Estado-nación en América Latina, concentrándonos en un caso, la formación del Estado mexicano. No pretendemos generalizar esta experiencia, de ninguna manera, sólo mostrar sus analogías con la dramática formación de los Estado-nación en América Latina, sobre todo donde se encontró una salida populista a la crisis de la formación estatal. Particularmente interesa comparar este caso con la formación del Estado-nación en Bolivia, debido a las analogías con las consecuencias de la Revolución Nacional de 1952.
Una perspectiva relacional de los Estado-nación en América Latina y el Caribe
La formación del Estado-nación en México
Habría que hacer caso a la historia diferencial de la formación de los Estado-nación y con esta perspectiva evaluar lo que pasó en América Latina y el Caribe al respecto. Por lo tanto habría que atender tanto a la conformación de sus constituciones así como a la construcción de sus instituciones, de sus campos de relaciones, sobre todo atender su relación con los pueblos indígenas, lo que equivale a comprender adecuadamente sus procesos constituyentes.
Lo que vamos a hacer en adelante es, como dijimos, concentrarnos en el caso mexicano, por su fuerza, su intensidad, por la densidad de las analogías respecto a la formación del Estado-nación en muchos países de América Latina.
En un hermoso libro El príncipe mexicano de Rhina Roux[58] la autora nos ofrece una interpretación distinta a las teorías generales del Estado, teorías que por lo general parten de un modelo construido, el cual sirve de metodología, de aparato analítico, también hermenéutico; modelo del cual se deduce la interpretación de consecuencias empíricas. En cambio la propuesta de Rhina Roux se basa en una revisión histórica al estilo de la escuela de los Anales, escuela histórica que se concentra en las estructuras de larga duración, estructuras que condicionan los ciclos largos, aunque también se podría decir los ciclos cortos. La propuesta e investigación también rompe con el esquema de la dualidad Estado y sociedad, del Estado separado de la sociedad, y nos muestra la construcción y reproducción del Estado a partir de las prácticas, relaciones y luchas sociales. El Estado es visto como ámbito relacional, como campo de batalla, donde intervienen los subalternos exigiendo, demandando, negociando sus reivindicaciones, por lo tanto también transfigurando al mismo Estado desde el desplazamiento de sus luchas. El título de El príncipe mexicano nos recuerda a Maquiavelo y a la obra de Maquiavelo que lleva el nombre de El príncipe, pero también nos recuerda a Antonio Gramsci, a los Cuadernos de la Cárcel, donde tiene notas sobre El príncipe moderno. Pero, se trata de otro príncipe, un príncipe mestizo, una figura que lleva varias máscaras, un príncipe que es la expresión de los pactos y relaciones complementarias en la fundación del Estado mexicano. Busquemos en el libro ciertas claves para efectuar una lectura relacional de la formación y de la historia de los Estado-nación en América Latina.
Comencemos con un primer planteamiento, un primer desplazamiento en relación a las teorías generales del Estado. Lo que mueve a hombres y mujeres involucrados en las acciones sociales y políticas no son grandes ideales, ni tampoco teorías. Estas sirven a veces a los historiadores y narradores para explicar los hechos, como si los eventos hubieran sido el resultado de gigantescas deliberaciones. Quizás se pueda decir que mueven a los ideólogos, pero no se pude decir lo mismo o que concurra de la misma manera con las masas y las multitudes, aunque estas terminen apoderándose de las ideas y de las teorías. Lo que mueve a las masas, a las multitudes, a los múltiples sujetos involucrados en las acciones sociales y políticas son sus propias subjetividades, las percepciones del momento, el manejo del imaginario en la coyuntura de la crisis, los símbolos a su alcance, las demandas, las reivindicaciones, las esperanzas y las expectativas guardadas con cierta añoranza en algún lugar afectivo del cuerpo, en algún lugar del cuerpo donde guarece y funciona la intuición colectiva, también en otro lugar donde se genera la síntesis intelectiva de la emociones, sensaciones e intuiciones colectivas. Estas subjetividades, estos habitus o, en su caso, estos desplazamiento de los habitus, que pueden dar lugar a la invención de nuevos habitus, tienen que ver con ámbitos de relaciones, estructuras constituidas y, en el caso que nos ocupa, tiene que ver con estructuras en crisis. También tiene que ver con el referente de instituciones de los entornos familiares, del trabajo y de la vida cotidiana. Ahora bien, estos ámbitos de relaciones y practicas tienen su propio devenir, corresponden a sus propias historias y memorias, lo que tiene que ver con estructuras de larga duración. Hay que buscar en la historia heterogénea la manifestación de estas estructuras de larga duración.
Revisando la historia de México, Rhina Roux encuentra que estas estructuras de larga duración se constituyen durante la colonia, en lo que podríamos llamar la modernidad barroca que se conforma con la colonización y la colonialidad española. Los pueblos indígenas no desaparecieron, al contrario, se replantearon, usando las leyes y las instituciones coloniales, conformando espacios desde donde se gestó la resistencia. Los pueblos indígenas se re-territorializaron en el marco de la Ley de Indias y del contractualismo español, que data del contractualismo medioeval, basado en teorías aristotélicas y tomistas. La particularidad de este contractualismo es que su legitimidad se basa en el reconocimiento de la comunidad de bienes y en el pacto del monarca con las comunidades, un pacto mando-obediencia basado en la garantía de justicia. No un pacto de individuos abstractos que delegan el poder y la representación, como el caso del contractualismo liberal, sino un pacto corporativo. En este contexto las comunidades indígenas han podido exigir el cumplimiento del pacto y enfrentarse con las autoridades locales que no cumplían con el mandato.
Después de la independencia se vivió un periodo turbulento y convulsionado, los liberales querían construir un Estado moderno al estilo de las repúblicas liberales, para lograr esto tenían que hacer desaparecer a los pueblos, afincados en tradiciones agrarias comunitarias. Ante estos intentos liberales de constituir una comunidad de dinero, descartando la comunidad de bienes, ante el proyecto de construir un Estado sobre la base de relaciones de individuos abstractos, desechando las relaciones complementarias de comunidades concretas, relaciones corporativas, estalló el conflicto en un espacio fragmentado por poderes locales; los caudillos configuraron un periodo de rebeliones múltiples, que atravesaron el país amenazadoramente. Los caudillos mediaban las demandas agrarias de los pueblos con el gobierno central.
Los liberales trataron de imponer una marcha ilusoria hacia la comunidad de dinero, que es la comunidad imaginada que sostiene la república liberal, basada en las relaciones contractuales de individuos abstractos, basadas en relaciones de cambio que suponen el reconocimiento jurídico de la condición de hombres libres y el respeto inalienable de la propiedad privada. Esta ilusión no era otra cosa que la imagen legitimadora de un país dominado por empresarios; para la consecución de este objetivo se debía privatizar la tierra. No pudieron los liberales, en sus distintas versiones, lograr este objetivo. El país agrario resistió y se lanzó a la revolución, recuperó la comunidad de bienes, de los valores colectivos, la concepción de inalienabilidad de la tierra como bien colectivo y de la nación, no sujeta a la mercantilización, por lo menos en lo que respecta al ejido y a la propiedad del subsuelo, propiedad primordial que fue recuperada por Lázaro Cárdenas de la vorágine de las empresas petroleras trasnacionales.
La república de Benito Juárez, la intervención francesa, el Imperio de Maximiliano, fueron hitos contrastantes en un periodo estremecido por el desorden, la inestabilidad y la vulnerabilidad política, lo que también podría llamarse la ausencia de Estado. Rhina Roux describe este periodo de la siguiente manera:
En este periodo de “anarquía”, que se extendería hasta la llegada del general Porfirio Díaz a la presidencia, el país experimentaría todas las formas de organización política: desde el imperio de Iturbide hasta la república federal, pasando por la dictadura militar (Santa Ana), la república centralista y el imperio de un príncipe extranjero (Maximiliano). Entre 1824 y 1857 el país adoptó cuatro constituciones (dos federalistas y dos centralistas): la constitución republicana de 1824, la constitución centralista de la Siete Leyes (1835-1836), el Acta constitutiva y de Reformas de 1847, y la Constitución liberal de 1857. Atravesado por golpes del Estado y revueltas, México tuvo, entre 1822 y 1847, 50 gobiernos militares…Y, en medio del caos, liberales y conservadores enfrentaban escisiones territoriales (Texas, 1836; Yucatán, 1841) y un ciclo que les parecía interminable de insurrecciones agrarias[59].
Los liberales querían una república de empresarios, los conservadores conservar las tradiciones, que para ellos quería decir conservar sus privilegios, sus latifundios y el monopolio del poder. Ambos se enfrentaron a la revolución agraria campesina del sur y de pequeños rancheros del norte, no pudieron imponer sus sueños de poder, la revolución agraria develó una verdad profunda, México no se podía construir sin los pueblos agrarios, tampoco sin los trabajadores. Lo que aconteció después es precisamente esto, la restitución del pacto corporativo actualizado y adecuado a las nuevas condiciones de la correlación de fuerzas que impuso la revolución. Ya el periodo del porfiriato tuvo que realizarse a través de acuerdos y concesiones con las comunidades agrarias, lo que Rhina Roux llama “la existencia de un entramado de fidelidades y derechos corporativos”[60].
Durante el proceso de la revolución mexicana se recurre a este contractualismo corporativo, actualizándolo para resolver las diferencias y contradicciones inherentes al proceso revolucionario. Se pacta entre los distintos actores de la revolución, se pacta entre el programa agrarista y comunitario de Emiliano Zapata, el Plan de Ayala, y la perspectiva de los pequeños rancheros del norte, que proponían una reforma agraria de reparto de tierras de forma individual, también se termina pactando con la concepción de Carranza que defendía a las grandes propiedades. El pacto se resuelve en la constitucionalización del ejido. Siendo la tierra patrimonio de la comunidad nacional, se concede la tierra por parte del Estado, empero esta no es susceptible de mercantilización, como hubieran querido los liberales consumados.
Después de la revolución queda claro que no se podía gobernar sin alianzas, sobre todo sin el consentimiento de los subalternos. Las concesiones a las demandas de los subalternos forman parte de los programas de gobierno. En estas condiciones los subalternos desplazan acciones de negociación, de resistencia y de luchas, exigiendo readecuaciones del Estado. La revolución mexicana desplazó a la élite porfirista, que se había formado después de la independencia, formando nuevas élites, en condiciones más extensas, incorporando a los jefes militares de las guerrillas. Por otra parte, se produce la ampliación del ejercicio democrático incorporando derechos agrarios, laborales, del trabajo y sociales.
La reforma agraria prospera primero en Morelos, conservando los terratenientes sus privilegios en los otros estados, hasta el gobierno de Lázaro Cárdenas, quien va implementar una reforma agraria de mayor escala en todo el país. El país se transforma; en términos de Pierre Bourdieu diríamos que el campo social se trasforma, transformándose también el campo político; se consolida el Estado-nación que emerge de la revolución, terminando de cristalizarse con la nacionalización del petróleo. Aunque también los antiguos terratenientes logran sobrevivir, empero disminuidos y afectados en el tamaño de sus predios. En otras palabras, también las clases altas logran acuerdos y concesiones del Estado, en este ámbito de relaciones corporativas.
Ahora bien, esta estructura de larga duración corporativa, que tiene que ver con una modernidad barroca, con la amalgama de pueblos y sociedades locales, con el conglomerado cultural, simbólico e imaginario, experimenta distintos ciclos temporales, si se puede hablar así, de adecuación y funcionamiento de la estructura misma. En principio, podríamos hablar de un ciclo colonial; después de la independencia, de un ciclo porfirista; después, de un ciclo revolucionario, donde lo corporativo es usado para transformar el Estado. Este último ciclo dura hasta Lázaro Cárdenas, incluyendo su gestión de gobierno; gestión que transforma la composición estatal. Dos medidas de primordial importancia trastocan el campo político; una es la que comprende la expansión de la reforma agraria a todo los estados de México, su realización masiva, como no se hizo antes; la segunda comprende la nacionalización del petróleo. El efecto democrático de estas transformaciones tiene largo alcance e irradiación en el campo social y en el campo político mexicano, sobre todo por la incorporación de las organizaciones de trabajadores y de las organizaciones campesinas en la definición del Estado corporativo. Posteriormente podemos hablar de un ciclo institucional, que corresponde a la institucionalización perdurable del pacto corporativo, correspondiente al monopolio del gobierno y del Estado por parte del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Ahora, quizás se vive una nueva crisis del pacto corporativo, una crisis de las instituciones y del Estado.
Cada ciclo es distinto, cada ciclo comprende adecuaciones, desplazamientos y hasta transformaciones de las estructuras de larga duración, define periodos estatales. Ahora bien, la estructura del pacto corporativo supone al mismo tiempo relaciones de poder y relaciones de potencia social, de resistencia y de emancipación. La estructura del pacto corporativo supone la imbricación de relaciones de dominación y de relaciones de contra-poder. Lo importante es entender el balance de las fuerzas encontradas, si pesan más las de dominación o si pesan más las fuerzas de resistencia, si las luchas sociales de los subalternos terminan modificando la composición misma del Estado, entendiendo al Estado como un campo de fuerzas, también como un campo de luchas.
En el devenir de la historia larga es el ciclo revolucionario y post-revolucionario, que comprende al gobierno de Lázaro Cárdenas, el que adquiere un carácter constitutivo del Estado mexicano. Es en este ciclo donde la potencia social de clases subalternas tiene efecto estatal, arrinconando a las clases económicamente dominantes. En los ciclos políticos posteriores se va a notar un cambio, las clases subalternas pierden peso en tanto efecto estatal. El nuevo campo económico, la recomposición de las clases económicamente dominantes, contando con los nuevos ricos y las nuevas élites, van adecuarse al Estado corporativo y a sus instituciones, aprendiendo a usarlas en beneficio de sus propios intereses. El Estado corporativo se institucionaliza, cristalizando sus estructuras y formas de organización, también se avanza en el monopolio de la representación; de la pugna de los caudillos en el ejército se pasa a la solución de las tensiones de las tendencias en el seno del partido. El partido sufre cambio de nombres, que expresan modificaciones en sus composiciones; del Partido de la Revolución Nacional (PRN) se pasa al Partido de la Revolución Mexicana (PRM), que es el partido que funda Lázaro Cárdenas, y así se llega al Partido Revolucionario Institucional (PRI), que va perdurar por décadas en el gobierno, dando lugar a la figura Estado-partido, donde la organización del partido coincide con el Estado mismo.
El pacto corporativo sostiene una especie de paz prolongada mientras no se cuestionen los fundamentos del mismo pacto. Esto, el cuestionamiento de los fundamentos del Estado, el cuestionamiento del pacto corporativo, vuelve a ocurrir cuando el propio PRI se vuelve un instrumento de la aplicación del proyecto neoliberal, en el contexto mundial de la llamada globalización privatizadora. Un nuevo intento de modernización a escala de las grandes empresas trasnacionales, un nuevo intento privatizador en el contexto de la crisis estructural del capitalismo, manifestada como crisis financiera. El PRI particularmente materializa este proyecto en sus últimos gobiernos, antes de que el PAN gane las elecciones el 2 de julio del 2000, con Vicente Fox a la presidencia; sobre todo efectúa el proyecto privatizador después de la crisis estatal y política provocada por la guerrilla zapatista el 1 de enero de 1994, cuando un grupo de indígenas mayas armados ocuparon varias cabeceras municipales el mismo día en que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte; esto acontecía durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, desestabilizando el sistema político mexicano.
Los gobernantes del PRI, desde Carlos Salinas de Gortari, comienzan a implementar los ajustes estructurales del proyecto neoliberal. Esto provoca una crisis profunda pues atenta contra los fundamentos mismos corporativos del Estado. El punto culminante de la crisis es la firma del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá. Se puede decir que desde entonces se vive la crisis múltiple del Estado. Se han vuelto a dar movilizaciones en gran escala, además de la guerrilla zapatista y otras guerrillas que han aparecido, también se ha dado lugar a la organizaciones de frentes de izquierda que se convierten en canales de expresión de los subalternos. Es conocido que Cuathémoc Cárdenas ganó las elecciones de 1988, con el Frente Democrático Nacional (FDN), al candidato del PRI, que era precisamente Carlos Salinas de Gortari; empero, se impidió su asenso al gobierno mediante una manipulación informática y un fraude escandaloso. También es conocida la victoria en las urnas de Andrés López Obrador en las elecciones del 2006, candidato por la Coalición por el Bien de Todos que, además del Partido Revolucionario Democrático (PRD), incluyó al Partido del Trabajo (PT) y Convergencia. De la misma manera, en este caso, el sistema político se defendió mediante procedimientos escandalosos de fraude. Las últimas elecciones (2012), cuando el organismo electoral declara ganador a Enrique Peña Nieto, candidato del PRI, también están cuestionadas por denuncias de fraude y una masiva compra de votos.
La crisis del Estado mexicano se ha agravado con la expansión generalizada del narcotráfico, la formación de carteles, incursionando en el tráfico de armas a gran escala, copando territorialmente barrios de ciudades y hasta ciudades; expansión con la que se hallan comprometidos varios estados federales. Desde el desencadenamiento de la declarada guerra a los carteles, el 11 de diciembre del 2006, cuando el gobierno federal anunció un operativo en contra el crimen organizado en el estado de Michoacán, desatando una guerra sin cuartel cuyo costo es dramático, 60 000 muertos en seis años, la intensidad de la violencia ha atravesado límites extremos, amenazando a la cohesión social misma. El Estado mexicano está en peligro, el pacto corporativo está roto, la legitimidad y hegemonía se han derrumbado.
Ante esta crisis múltiple del Estado, ante la misma crisis estructural del capitalismo, ante el peligro que asola a la sociedad mexicana, vuelven a surgir movilizaciones, vuelven a desatarse las luchas, vuelve a plantearse el desacuerdo del pueblo ante las maniobras de los partidos, pues ya no es solo uno, el PRI, sino también el PAN; ambos pretenden el dominio bipartidista acordado con el Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norte América, embarcados en un proceso de constante privatización y de anulación de los alcances materiales e institucionales de la revolución mexicana, en un proceso que parece esconder las intensiones de la burguesía imperialista estadounidense de destruir el Estado mexicano. Esta vez la convocatoria de defensa de la revolución mexicana, defensa que sólo es posible con una nueva revolución, es también a todos los pueblos de Latinoamérica y el Caribe, pues lo que se juega en México tiene consecuencias inmediatas para todo el continente.
¿El Estado boliviano es corporativista?
Por las analogías entre las historias esta pregunta es pertinente. Claro que también hay diferencias, y estas diferencias hacen no solo a las historias especificas sino conforman composiciones deferenciales en la formación del los estados. Sin embargo, hay que comenzar poniendo en claro algunas de las diferencias importantes.
En primer lugar, después de la conquista de Tenochtitlán (1521) se conforma la Nueva España en los territorios dominados por los aztecas y en las expansiones sucesivas españolas, hacia el sur y hacia el Norte. No se trata solamente de un Virreinato, que va gozar de cierta autonomía respecto de la corona española sino que se trata de un imperio dentro del imperio español. La conquista de Los Andes es un proyecto de Nueva España, no de la corona española, también los emprendimientos de cruzar el Atlántico hacia Filipinas es otro proyecto de la Nueva España[61]. En total se forman cuatro virreinatos; el de Nueva España, el del Perú, el de Nueva Granada y, después, el Virreinato del Río de La Plata[62]. Las capitanías y las audiencias que se forman corresponden a una división administrativa a partir de los virreinatos. La formación de la República de Bolívar (1825) a partir de los límites administrativos de la Audiencia de Charcas, bajo la jurisdicción del Virreinato de La Plata, forma parte del juego de las oligarquías regionales que se oponen a la formación de la Patria Grande, proyecto de Simón Bolívar.
En segundo lugar, Bolivia como país interior, en muchos sentidos de la palabra, preserva una mayoría poblacional indígena. Esto le otorga características propias en la formación de los Estado-nación. La resistencia y el proyecto emancipatorio indígena ha permanecido por siglos, cuestionando al mismo Estado boliviano. La más profunda reforma de modernización del Estado, que trastrocó el campo social y el campo político boliviano, que fue la revolución nacional de 1952, que convirtió a la mayoría de los indígenas en propietarios privados, intentando un curso vía farmer, no pudo hacer desaparecer a las comunidades, a las relaciones comunitarias sobrevivientes, que trascendieron a las mismas relaciones de propiedad familiar, a la propia organización sindical, incluso a las migraciones rural-urbanas. Por eso el proyecto de reconstitución y de descolonización indígena se vuelve a plantear durante la segunda quincena de la década de los setenta, con el proyecto katarista, también vuelve a ser retomado, ahora con la participación fundamental de indígenas de tierras bajas, a partir de la primera marcha de indígenas de tierras bajas en defensa del territorio y la vida (1990). Este proyecto emerge con fuerza contundente, articulado al proyecto nacional-popular, también replanteado por las multitudes, durante las luchas sociales de 2000 al 2005, una movilización prolongada, que abren el curso del proceso constituyente.
Una tercera diferencia es la que tiene que ver con la actual Constitución de Bolivia, la que define un Estado plurinacional comunitario y autonómico, planteando una transición más allá del Estado-nación. La crisis múltiple del Estado, el agotamiento de la forma Estado-nación, encuentra una salida en la transición pluralista pos-capitalista. Aunque esta transición no se la efectúe en las dos gestiones del gobierno popular, la Constitución abre el horizonte plurinacional y descolonizador, avizorando y proponiendo nuevas formas de organización política, sugiriendo alternativas civilizatorias al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo.
Empero, también es importante analizar las analogías.
Una primera analogía es obviamente la que tiene que ver con la colonización española, que, en el caso de Mesoamérica y Los Andes, al haber conquistado a pueblos y territorios de civilizaciones avanzadas, de organizaciones sociales y de poder complejas, forma de producción agrarias altamente productivas y eficaces, contando con una variedad desconocida para Europa de alimentos y de verduras, además de la variedad de papas, como las desarrolladas hasta la supremacía azteca y hasta la supremacía inca, se vieron obligados a adecuar instituciones pre-coloniales a la misma institucionalidad y administración colonial, combinándolas con otras instituciones propias de la colonización. Estas instituciones compuestas son la encomienda, la mita, incluso el ayni y la minka y otras más, que tienen que ver con el muyu, las rotaciones y complementariedades. Instituciones que se volvieron mecanismos de mediación entre los mundos, el indígena y el español.
Otra analogía es la que se vive en el primer periodo republicano, agitado por levantamientos de caudillos, que en el caso de México tienen que ver con la rebelión agraria; empero, en el caso de Bolivia parece que tiene que ver con el motín o el cuartelazo militar, que de todas maneras expresan la crisis de la formación del Estado-nación[63]. En Bolivia se hizo historia de este periodo turbulento de una primera fase republicana; sin embargo, se hizo la historia de una manera personalizada, atrapada en el carisma de los caudillos, cosa que los convierte en los responsables individuales de los sucesos, como si éstos controlaran todas las variables de la historia[64]. Se ha descuidado un análisis relacional y no se ha hecho una interpretación desde la perspectiva de las estructuras de larga duración. Valdría la pena hacerlo, hacer una nueva revisión histórica de estos acontecimientos, donde los caudillos son sólo síntomas de la crisis de ámbitos relacionales y estructuras de poder. Tal parece, como se ha visto, que en México la asonada de los caudillos responde a la rebelión agraria, en tano que en Bolivia el levantamiento de los caudillos responde al motín, figura que también expresa la crisis de la formación del Estado-nación.
Una tercera analogía tiene que ver con el papel de los liberales. Estos ideólogos del progreso también intentaron la modernización del Estado, descartando a las comunidades indígenas, a las que consideraban un obstáculo para el progreso. En ambos casos estos intentos de modernización, basadas en las relaciones de individuos abstractos y vinculados al proyecto empresarial, fracasaron. Incluso desde las reformas borbónicas, estos proyectos de modernización encuentran una férrea resistencia de las comunidades indígenas, que consideran que rompen el pacto colonial. Sin embargo, en Bolivia el liberalismo no desata una temprana rebelión agraria, sino una resistencia legal, dada a través de los llamados apoderados de las comunidades, una especie de abogados de facto que defendían la propiedad comunitaria de la tierra, levantando los títulos otorgados por la Corona[65]. Ciertamente no deja de haber una serie de levantamientos indígenas, que datan desde los grandes levantamientos indígenas pan-andinos del siglo XVIII. Una gran rebelión agraria se da con la revolución nacional de 1952, empujando a la realización de la reforma agraria, medida que se efectúa en 1953. La guerra federal de fines del siglo XIX tiene característica políticas; la participación del ejercito aymara, al mando de Zarate Willka, aliado del liberal general Pando, busca la defensa de los territorios comunitarios, la institucionalización de los mismos, además de la formación de un Estado aymara en lo que debería haber sido la Republica Federal de Bolivia, después de la guerra Federal. Se puede decir que la lucha de los territorios comunitarios toca la cuestión agraria; sin embargo, va más lejos. La rebelión propiamente agraria a gran escala se da entre 1952 y 1953, cuando los “campesinos” del altiplano y los valles toman tierras de las haciendas y latifundios.
Una cuarta analogía tiene que ver con el pacto corporativo. Se puede decir que este pacto logra constituirse en los doce años de la revolución nacional (1952-1964). Las grandes confederaciones sindicales se conforman en los primeros años de la revolución, aunque los sindicatos ya venían de una larga tradición de luchas, sobre todo dadas después de la guerra del Chaco (1932-1935). Estos sindicatos forman parte de la estructura de poder constituida por la revolución nacional, particularmente en el año del co-gobierno (1952-1953) y en los años de la co-gestión obrera. Esta participación estuvo acompañada, durante los doce años de la revolución, por las milicias obreras y campesinas. Esta experiencia populista formó parte de una alianza multi-clasista expresada en el partido del Movimiento Nacionalista revolucionario (MNR).
La lucha de clases no desaparece con la alianza, no desaparece con el pacto corporativo, al contrario, adquiere una tonalidad de negociaciones constantes, de conflictos detallados, de reivindicaciones sectoriales, que constantemente tienen que ser tratadas entre el gobierno y la COB. Cuándo se dan conflictos mayores, éstos amenazan con romper la alianza y el pacto corporativo. En Bolivia no ocurre como en México, el pacto corporativo no logra perpetuarse largamente; si bien se institucionaliza, por así decirlo, en formas gubernamentales, incluso en distribución de cuotas de poder, no se convierte en fundamento del Estado-nación, aunque quede en la memoria nacional-popular. El pacto corporativo se va deteriorando no tanto por los conflictos contingentes sino por la competencia de las propias tendencias del partido, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Se puede decir que en el escenario del partido se da como una guerra de sucesión. El partido termina dividiéndose en tres; un ala de izquierda, encabezada por Juan Lechín Oquendo, que además era el líder de la COB; se forma el Partido Revolucionario de la Izquierda Nacional (PRIN). Otra ala de derecha, encabezada por Walter Guevara Arze, quien dirige el Partido Revolucionario Auténtico (PRA). Y obviamente el centro, que se queda con la sigla de MNR, liderado por Ernesto Paz Estensoro.
Ahora bien, esta división se da en un contexto de constante deterioro del proceso. Los primeros años de entusiasmo quedan en el recuerdo, las medidas revolucionarias de nacionalización, reforma agraria y voto universal, quedan en la memoria, cuestionadas por una crisis económica galopante, sobre todo sobrevenida por las atiborradas gestiones, administraciones comprometidas con la corrupción y mal uso de los recursos. Crisis económica que también tiene que ver con el boicot de las fundidoras de estaño, principalmente la empresa fundidora William Harvey, propiedad de Simón I. Patiño, uno de los “Barones del estaño” afectados por la nacionalización de las minas. La indemnización de veinte millones de dólares a los “Barones del estaño” va a descapitalizar a COMIBOL, que requería imperiosamente inversiones y transformaciones tecnológicas. Ante esta crisis, el segundo sucesor a la presidencia, Hernán Siles Zuazo (1956-1960), cree encontrar una salida, en la atmósfera subjetiva de su desesperación, al acudir a un apoyo financiero comprometedor llamado Plan Triangular, con lo que se entregaba el manejo técnico de COMIBOL a ingenieros norteamericanos y se comprometía la autonomía administrativa de la gran empresa estatal minera. Los conflictos con los sindicatos mineros no se dejaron esperar, estallaron. Este es el momento quizás cuándo la revolución nacionalista llega a un punto de inflexión, a partir del cual da un viraje regresivo.
Lo que viene después es lo que Sergio Almaráz Paz llama el “tiempo de las cosas pequeñas”, de constantes retrocesos, a pesar de que se intenta defender la minería nacionalizada. El proceso de la revolución nacional ya se encontraba comprometido o quizás muerto. El pacto corporativo se disuelve, la COB asume la Tesis de Pulacayo, que data de 1946, que es un programa de transición, pensado desde la teoría de la revolución permanente. Las milicias mineras se enfrentan en Sora Sora, el año 1963, con el ejército reestructurado. Aunque esto ya ocurra en la tercera gestión, la tercera sucesión, que no recae ni en Juan Lechín, tampoco en Walter Guevara, que era lo acordado, sino en un segundo mandado de Ernesto Paz Estensoro. Ante la prorroga en un tercer mandato del presidente, las dos alas del MNR, el PRIN y el PRA conspiran contra Paz Estensoro. Esta conspiración llega a efectuarse con el Vicepresidente de Paz Estensoro, el general René Barrientos Ortuño, impuesto como candidato por la CIA, después de acciones espectaculares y un auto-atentado. El golpe del 4 de noviembre de 1964 fue no otra cosa que el “sepelio de una revolución arrodillada”, como escribe Sergio Almaraz Paz, sobre todo por el ametrallamiento de los aviones cazas a los últimos milicianos que quedaron defendiendo el cerro Laika Cota[66].
Ahí acabó el proceso de la revolución nacional, lo que vino después es una antítesis de este proceso, las dictaduras militares. Los militares quisieron usar la figura de la revolución nacional, pero no eran más que comediantes al servicio de uno de los bloques de la guerra fría, del bloque anti-comunista. Salvo dos generales, Alfredo Ovando Candia y Juan José Torres, que intentaron retomar el curso cortado por el golpe de 1964, con la nacionalización de la Gulf Oil y la nacionalización de la Mina Matilde, además de otras medidas populares.
Lo que importa de estas anotaciones es mostrar que el pacto corporativo se había roto, no duró. El Pacto Militar Campesino es una perversión del pacto corporativo; esto se muestra patéticamente tanto en el uso de un nombre de colaje, Pacto Militar Campesino, como en el uso prebendal, clientelar, también el uso electoral, así como represivo del pacto. Este pacto duró hasta 1974, cuando se da la masacre del valle; la represión de la dictadura de Hugo Banzer Suarez a los campesinos del valle de Cochabamba, después de conocerse sus demandas, que exigían buenos precios para los productos campesinos y otras reivindicaciones de carácter democrático. Pero, en los hechos, el pacto militar campesino adquiere cuerpo en el segundo gobierno del General René Barrientos Ortuño, cuando es ganador de las elecciones nacionales (1966). Un general carismático, que hablaba en quechua en sus discursos, seduce a los campesinos del valle.
Como se puede ver el pacto corporativo no sobrevive, sólo adquiere vigencia en la fase ascendente del proceso de la revolución nacional. Entonces, la pregunta fuerte es la siguiente: ¿Qué clase de fundamentos tiene el Estado-nación boliviano? Podemos decir, a groso modo, que la formación del Estado-nación en Bolivia no logra resolver los problemas de fundamentación, en el sentido de la materialidad política del término, como tampoco los problemas de legitimación, por lo tanto tampoco los problemas de hegemonía. Viendo la historia reciente, en la dramática insurgencia boliviana, había como cuatro salidas posibles; la primera, la retoma del pacto corporativo mediante un hecho político, la irradiación nacional-popular, perviviente en la memoria; la segunda, la revolución socialista vanguardizada por la clase obrera, cumpliendo un programa de transición; la tercera posibilidad, que tiene que ver con la reconstitución del Qullasuyu, forma parte de una de las memorias largas; y la cuarta posibilidad, la transformación descolonizadora, la fundación de otra forma de Estado, que reivindique la autonomía indígena y que recoja en el ejercicio de la interculturalidad emancipadora los proyectos civilizatorios inherentes a las naciones y pueblos indígenas originarios.
La primera posibilidad es retomada como proyecto por el programa del PS-1, dirigido por Marcelo Quiroga Santa Cruz, en una perspectiva socialista. Es el único partido, que en las elecciones consecutivas que se dan después de la renuncia del General Banzer Suarez, plantea un programa de nacionalizaciones. El Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), donde se aglomeraron varios partidos de la izquierda tradicional, renuncia taxativamente a un programa de nacionalizaciones, pues no lo consideraba viable. El frente democrático de la Unión Democrática y Popular (UDP), una alianza donde se encontraban el MNRI, el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) y el Partico Comunista (PC), de la línea moscovita, no se planteó ni de lejos un programa de nacionalizaciones. En realidad, ambos frentes no eran otra cosa que frentes democráticos. El PS-1 llegó a una notoria votación, empero estaba lejos de ganar las elecciones. Las ganó la UDP. Por lo tanto el proyecto nacional-popular en una versión socialista quedó en el papel.
La segunda posibilidad, la del proyecto socialista vanguardizada por el proletariado, se manifestó en la Asamblea Popular, en un intento de poder dual con el gobierno del general Juan José Torres. Empero el golpe del 21 de agosto de 1971 cortó violentamente la realización tanto de la posibilidad nacionalista de Torres como de la posibilidad de formar consejos obreros, campesinos y populares. Esta experiencia no se volvió a repetir. El partido que formuló teóricamente esta propuesta, el Partido Obrero Revolucionario (POR), se hizo trizas, se dividió en varias fracciones. Nuca volvió a tener la influencia que tuvo tanto en el proletariado minero como en el resto de los trabajadores, ni llegó a tener la incidencia política que alcanzó entre 1970 y 1971.
La tercera posibilidad, la reconstitución del Qullasuyu, se dio con fuerza en el proyecto político y cultural katarista de la segunda quincena de la década de los setenta y parte de la década de los ochenta, sobre todo cuando se dio lugar en el acontecimiento multitudinario de la concentración política de Ayo Ayo, que fue también de fundación y convocatoria anti-colonial. Vuelve a plantearse este proyecto de reconstitución, en otro contexto y con otro discurso, a la vez de combate, a la vez de reconstitución y sindical, en los acontecimientos del bloqueo indígena y campesino de septiembre del 2001, cuando Felipe Quispe dirigía la Central Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB). Felipe Quispe fundó el Movimiento Indio Pachacuti (MIP), que obtuvo seis escaños en las elecciones del 2002. El partido se dividió por conflictos internos y no volvieron a repetirse los resultados electorales del 2002 el 2005. Para el 2009 el partido prácticamente desapareció.
La cuarta posibilidad, la transformación descolonizadora, logró gestarse durante las movilizaciones, las luchas sociales y los acontecimientos semi-insurreccionales de 2000 al 2005, y manifestarse en el proceso constituyente, concretándose como acontecimiento político y hecho jurídico en la Constitución. Empero, esta posibilidad, si bien se cristalizó en la materialidad jurídica, no se transformó en fundamentación material, en transformaciones estructurales e institucionales, tampoco en la construcción del nuevo Estado, el Estado plurinacional comunitario y autonómico.
Se podría decir que el MAS en el gobierno tenía al alcance retomar todas las posibilidades, que se hallaban contenidas como perspectivas inherentes en el proceso, sobre todo la última, que era la que arrojó el proceso constituyente y se convirtió en un hecho constitucional; sin embargo, de manera contrastante, optó por un “pragmatismo” y un realismo político a-histórico. Emuló todos los proyectos, los convirtió en espectáculo, como parte de un teatro político, sin tomar en serio ninguno, salvo en términos de escenificación. Efectuó a medias, parcialmente, la nacionalización de los hidrocarburos, sin expropiación, entregando el control técnico a las empresas trasnacionales; las demás nacionalizaciones son en realidad compras de acciones. Tiene el MAS el nombre de socialismo, incluso formuló un discurso proponiendo un nuevo socialismo, el socialismo comunitario; empero, es difícil encontrar en el partido y en el planteamiento algo parecido a la socialización de los medios de producción, tampoco algo parecido a las prácticas, ejercicios y hegemonía comunitaria. La reconstitución del Qullasuyo sirve en la escenificación folclórica del uso simbólico de Tiwanaku y en su incorporación en ciertas ceremonialidades del poder como abalorio decorativo. La Constitución ha quedado en la vitrina o se ha convertido, en algunos casos, en un uso leguleyo, por lo tanto colonial, en un uso des-contextuado de los artículos, buscando justificar el accionar del gobierno, lejos de una interpretación integral, de acuerdo al espíritu constituyente; el Estado plurinacional es un nombre anacrónico, puesto en la frente del Estado-nación restaurado. Se lo usa también como símbolo o, en el peor de los casos, como membrete, como parte de una ficción que contrasta con una realidad burocrática, mono-institucional, centralista y nacionalista. Se han mantenido todas las instituciones que conforman el Estado-nación, sus prácticas, sus normas y su administración. Las leyes que promulgó el gobierno son mas bien para reforzar el centralismo, la hegemonía mono-nacional y mono cultural, la homogeneidad institucional del Estado moderno. Entonces nos encontramos ante una simulación que busca sostener la legitimidad de otro proyecto, “pragmático”, del realismo político, que no es otro que la continuidad expansiva del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente.
Por lo tanto, no se puede hablar del pacto corporativo como fundamento del Estado-nación boliviano. ¿Es un Estado-nación inconcluso, como proponen algunos ideólogos de la izquierda nacional? Como interpreta el propio vicepresidente, diciendo que el Estado inacabado recién se totaliza en las gestiones del gobierno de Evo Morales Ayma, con la incorporación de las grandes mayorías indígenas y la consolidación del nuevo pacto social. Con esto disminuye el carácter y el alcance del Estado plurinacional comunitario y autonómico, restringido a la conclusión del Estado-nación. No, el Estado-nación boliviano no es un Estado inconcluso; en todo caso, todo Estado lo sería. Es un Estado que no plasmó su legitimación ni en el pacto corporativo, tampoco en el pacto liberal, sino que tuvo que rehacerse periódicamente, de manera intermitente, en la medida que las propias crisis políticas y de legitimidad obligaban a hacerlo. De esta manera se recurrió a distintos pactos, el pacto colonial, el pacto señorial, el pacto corporativo, el pacto militar campesino, el pacto partidario de las mega-coaliciones neoliberales, el pacto constitucional, que expresa el acuerdo dramáticamente construido de fundar un nuevo Estado, aunque todo esto haya quedado en el papel. Es un Estado que administra los conflictos que enfrenta, absorbiendo la potencia social para convertirla en estructura de poder mediante reformas. Es un Estado que se ha transformado a través de reformas para conservar el Estado mismo. Por eso no puede sorprendernos lo que ocurre ahora; se opta por reformas que transforman la potencia social en símbolos. Se puede hablar de un gobierno de las reformas simbólicas, un gobierno que lo transustancia todo convirtiéndolo en símbolo. Aunque esto implique también empoderamientos culturales de las mayorías, estas modificaciones no expresan los alcances transformadores que exige la Constitución. Aunque haya habido efectos importantes en el campo político hasta cambiarlo, redundando estos cambios en el campo social, el campo burocrático, el Estado, en sentido restringido, no ha cambiado.
Conclusiones
Recogiendo las preguntas de inicio, podemos decir que en la historia política de Bolivia no escapamos a la crisis múltiple de la forma Estado. El accionar del gobierno manifiesta claramente los síntomas de esta crisis; si bien el proceso constituyente abre las posibilidades de transición hacia formas pluralistas del Estado, las gestiones de gobierno muestran su apego político e institucional al régimen nacional que debería ser demolido por mandato constitucional. Las dos gestiones de gobierno en vez de salir de la órbita de la crisis estatal la han ahondado. Se trata de un gobierno nacionalista y popular que aparece como la expresión más dramática de la crisis del Estado; negando las transformaciones estructurales e institucionales que requiere la construcción del Estado plurinacional, ha optado por una dicotomía insostenible: Disociar la representación imaginaria del cambio, alimentada discursivamente, por la publicidad y la propaganda, por el teatro político y la reiteración de la ceremonialidad del poder, de la realización práctica de las políticas públicas efectivas, incluso del desarrollo legislativo, que va por otro lado, por el lado de la restauración del Estado-nación y la continuidad del modelo extractivista y la economía rentista.
El Estado-nación como anacronismo
Hay quienes se enamoran de las ideas y creen que existen de manera independiente, incluso que es digno morir por ellas, más aún, las acciones que se efectúan quedan justificadas por las ideas. Olvidan que las ideas fueron construidas en un momento y contextos determinados. Son como los frutos del árbol, se producen, maduran y caen al suelo por gravitación. Resulta que hay quienes quieren hacernos comer estas frutas después de mucho tiempo, cuando están podridas y agusanadas, como si nada hubiera pasado, como si no hubiera pasado el tiempo. En todo caso, habría que esperar a que crezcan otras frutas y maduren, mejor sacarlas frescas para degustarlas. Pero, esto no ocurre con el consumo de las ideas y las representaciones, se dejan más bien que añejen, si podemos hablar así, como si fueran vino; lo peor del caso es cuándo se trata de revivir a verdaderas momias. En el universo de las ideas, lo importante no es renunciar a ellas, al contrario, de lo que se trata es de consumirlas frescas. Para esto es indispensable contextuarlas y vincularlas a su momento de emergencia, para no sufrir anacronismos.
Alguien puede decir que hay ideas que pertenecen al clasicismo, por lo tanto que son como eternas. Esto es aceptable en el arte, ¿ocurre también en la filosofía, así mismo en la política? Estos terrenos son más problemáticos, sobre todo el último. En un periodo pedagógico, así lo llamaremos, de formación, se pretendió eternizar lo que se llamaban los momentos inaugurales de la filosofía, concretamente se buscó eternizar a la filosofía de la academia de Platón, particularmente a Platón; también a la escuela de Aristóteles, particularmente al propio Aristóteles. Hoy se ha vuelto insostenible esta pretensión; a la luz de los estudios contemporáneos de filosofía, de historia de la filosofía, de historia del pensamiento, también de la historia erudita de la Grecia antigua, se visualizan de otra manera los panoramas filosóficos. Se han dado lugar, mas bien, nuevas interpretaciones, que cuestionan el papel conservador de Platón y Aristóteles frente a la tradición democrática de Atenas, sobre todo del periodo de Pericles. Para comprender esta nueva situación hermenéutica no basta considerar la acumulación y desarrollo de las investigaciones, la ampliación y el acceso a las fuentes, el nacimiento de las interpretaciones multidisciplinarias, articulando filosofía, historia de la filosofía e historia erudita de la Grecia antigua; pues también hay que considerar los desafíos del presente en cuanto al análisis e interpretación de las problemáticas contemporáneas. Desafíos al pensamiento, al pensamiento teórico y al pensamiento político. Por eso se dice que la historia es presentista, pues interpreta el pasado de acuerdo a las problemáticas que plantea el presente; también tendríamos que decir que la misma interpretación del presente requiere la elaboración de conceptos que emerjan de los contextos problemáticos del momento, la coyuntura, el periodo, la contemporaneidad.
Tenemos un problema con la idea del Estado. Hay quienes creen que el Estado es una idea, que esta idea es como la esencia del Estado; por eso se termina explicando el Estado a partir de la idea, también se termina asumiendo posiciones políticas a partir de la idea que se tiene del Estado; idea que generalmente corresponde a las herencias ideológicas. El problema es que esta idea muy poco que ver con el funcionamiento real del Estado en un periodo y contexto determinados. El Estado como estructura de poder, como mapa especifico institucional, como sistema de normas, si podemos hablar así, pero sobre todo como prácticas, ejercicios y efectuaciones concretas del poder, no se corresponde, no se correlaciona, no se asemeja, a esa idea homogénea y pura del Estado.
Estos problemas se hacen más complejos cuando hablamos de los Estado-nación subalternos de la inmensa periferia del sistema-mundo capitalista. Al respecto, se pueden identificar cuatro momentos del Estado-nación en América Latina: 1) Momento de la Independencia, es decir, de constitución de los Estado-nación; 2) momento de los gobiernos populistas y nacionalistas, que coincide, de alguna manera con el tercer momento; 3) momento de liberación nacional, expresado en las luchas de liberación que se dan en los continentes de las periferias del sistema-mundo capitalista, luchas que también repercuten en América Latina con la revolución cubana; 4) momento de la crisis del Estado-nación subalterno. La pregunta que debemos hacernos en todas estas historias es: ¿Qué papel cumple el Estado-nación subalterno o subalternizado en el sistema-mundo capitalista, que función cumplen en los respectivos ordenes mundiales que se instauran, dependiendo del dominio y la hegemonía en el ciclo del capitalismo correspondiente?
Para responder esta pregunta es indispensable salir de la casilla local, creer que se puede visualizar algo así como una historia nacional aislada del mundo. Nada más equivocado que este punto de vista. La formación de los Estado-nación se explican en el sistema-mundo capitalista, forman parte de la expansión de la economía-mundo capitalista y componen las particularidades y singularidades de los ciclos de las modernidades, la modernidad barroca del siglo XVI al siglo XVII, la modernidad de la revolución industrial, del siglo XVIII-XIX, la modernidad de los Estado-nación, durante el siglo XX, la crisis de la modernidad, desde la mitad del siglo XX hasta la segunda década del siglo XXI. No pueden explicarse los Estado-nación desde una perspectiva local, tampoco obviamente las historias particulares del capitalismo, la formación de los capitalismos periféricos y dependientes. Estamos ante una geopolítica y geografía del sistema mundo capitalista, con sus centros y sus periferias combinados, conjugados y en plena dinámica en la pugna por el excedente. La formación del los Estado-nación tienen una larga historia, se remontan incluso al siglo XVII, cuando la hegemonía holandesa en el ciclo correspondiente conforma un verdadero Estado, en el sentido moderno de la palabra. Mientras esto ocurría otros Estados territoriales, ciertas monarquías absolutas, intentan encontrar un desenvolvimiento por la construcción de un imperio-mundo, como es el caso de España, cuyo rey, Carlos V, respondía a la nobleza de los Habsburgo[67]. El sacro imperio germánico y el sacro imperio carolingio fueron antes intentos de reconfigurar y actualizar la forma de imperio-mundo. Sin embargo, parece que el desarrollo y despliegue del capitalismo no se adecuaba con estas formaciones políticas que reditúan al imperio romano. Los aparatos políticos funcionales al modo de producción, a la economía-mundo y al sistema mundo capitalistas fueron los Estado-nación.
En el continente americano, las guerras de la independencia llevaron a la conformación de Estado-nación; primero, a fines del siglo XVIII, en lo que respecta a la independencia de los llamados estados de la unión, después, durante el siglo XIX, en lo que respeta a América Latina y el Caribe. América era otro contexto, mejor dicho otro mundo; en el quinto continente no se daba la pugna entre nobleza y burguesía, pugna en la que participaba la monarquía, a veces mediando, a veces conformándose como una opción, pugnando también contra la nobleza y pocas veces con la burguesía, mas bien, exigiéndole un comportamiento nacional. En América se trata de una situación colonial; conquista, ocupación de territorios indígenas, con su consecuente despojamiento y desposesión, subordinación de las poblaciones nativas, incluso incorporación de la nobleza indígena a las estructuras de poder colonial. Esta marcha de los acontecimientos no sucedió en todos los lugares de la misma manera. En Norte América se suceden los acontecimientos de conquista y de colonización desde el siglo XVII. Aunque una cronología de los acontecimientos debe arrancar en el siglo XV con la llegada de Cristóbal Colón a la isla del Caribe que va a ser denominada La Española, después San Salvador.
Una cronología de la conquista
En año 1492, después de haber partido del puerto de Palos (Huelva) el 3 de agosto del mismo año, Cristóbal Colón arriba a las costas de la isla denominada por los indígenas Guanahaíí. El 2 de abril de 1513 Juan Ponce de León desembarca en la costa de un territorio al que él mismo nombra como La Florida. En 1540 Francisco Vázquez de Coronado, al mando de otros trescientos cuarenta españoles y cientos de indios mejicanos, inicia una expedición hacia el interior del continente. En su camino al noreste, serán los primeros occidentales en llegar al Cañon del Colorado y entrar en contacto con Zuñis, Kiowas, Wichita, Apaches, Navajos y otras naciones indígenas.
En al año 1543 el fraile dominico Bartolomé De Las Casas es nombrado obispo de Chiapas, Nueva España, lo que ahora es México. Con anterioridad, sus escritos habían influido decisivamente en las llamadas Leyes Nuevas, Leyes de Indias, en las que se prohibía la esclavitud de los indígenas americanos, quienes quedaban bajo la protección de la Iglesia.
Durante el año 1600 en las llanuras centrales de Norteamérica el caballo se convierte en uno de los animales más imprescindible en la vida de las poblaciones. Con su presencia, se expanden las posibilidades de supervivencia de los nativos, provocando una revolución demográfica.
En el año 1607 John Smith es capturado en Virginia por Opchanacanough, el hermano menor del jefe de los Powhatan. La leyenda narra que la hija del jefe intercedió, salvando la vida del prisionero, pero la versión más verosímil es que la ceremonia del fingido sacrificio fuera parte de una ceremonia de aceptación dentro de la tribu.
En 1609 el francés Samuel Champlain derrota a los iroqueses en la batalla de Ticonderoga y Henry Houdson explora el río que hoy lleva su nombre, llamado “Muh-he-kun-ne-tuk” en lengua Mohicana.
En 1614 una expedición inglesa arriba a las costas de Virginia. La tripulación asesina a un número considerable de nativos y captura a veinticuatro de ellos para venderlos posteriormente como esclavos. Por si fuera poco, expanden la viruela por la región, epidemia que arrasa numerosas aldeas de lo que ya empezaba a ser conocida como Nueva Inglaterra.
El 11 de noviembre de 1620 los británicos establecen su primera colonia estable en Playmouth, lo que hoy es Massachusetts. Ciento dos colonos británicos, de credo puritano, llegan a Virginia en el Mayflower y son bien aceptados por los Powhatan, sin cuya ayuda difícilmente hubieran podido sobrevivir.
En noviembre del año 1621 los “peregrinos” asisten como invitados por los nativos a la fiesta de la cosecha, antecedente de lo que en adelante será el “Día de Acción de Gracias”. El año 1622, tan sólo dos años transcurridos desde la llegada del Mayflower, tiene lugar el levantamiento de la confederación Powhatan, en Virginia, ante la constante actitud expropiadora de los colonos, adueñándose del territorio de los Powhatan. Tras la muerte de Wahunsunacock, su hermano Opitchapam se convirtió en jefe. Junto al líder de guerra Opchanacanough, se alzan en armas, empero son derrotados.
En noviembre de 1623 William Bradford, gobernador de la colonia, transforma la celebración de la fiesta de la cosecha indígena en un “día de Acción de Gracias”, cristianizando de esta manera, el rito pagano.
En el año 1624 Colonos holandeses fundan Nueva Amsterdam, lo que va venir a ser Nueva York. Durante el año 1625 algunos colonos se interesan por 12.000 acres de tierra de los Pemaquids. Su líder, Samomoset, pensaba que las tierras les habían sido dadas por el Gran Espíritu y no pertenecían a nadie. Pero como muestra de cortesía, organiza una ceremonia y les entrega las tierras, dibujando un signo en una hoja. Esta es la primera cesión de tierras indias; en este caso, además, voluntaria, a colonos británicos.
El año 1637 en Nueva Inglaterra se produce la masacre de Pequot en Connecticut, a manos de los colonos puritanos ingleses. Los Pequot se habían negado a establecer alianzas contra otras tribus y negaban el paso a británicos que pretendían secuestrar nativos para su venta como esclavos.
En el año 1640 los indígenas de los territorios del norte, lo que ahora es Canadá, inician las hostilidades contra los asentamientos franceses en la zona. Los tramperos han ido esquilmando sistemáticamente las fuentes de caza y supervivencia tradicionales, poniendo en peligro el futuro de las tribus.
El año 1641 el quinto gobernador holandés de Nueva Amsterdam, Willem Kieft, es la primera autoridad blanca que ofrece una recompensa en dinero por la entrega de cabelleras indias. Su afán por eliminar cualquier vestigio nativo -y la manera cruel de llevarlo a cabo- le provoca incluso enfrentamientos con algunos de los colonos bajo su mando. En uno de sus violentos raids, esta vez contra los mohicanos, su milicia realiza un ataque nocturno sobre un poblado con el fin de sorprender a sus habitantes durmiendo. Ningún nativo sobrevive. Todos son asesinados, sin tener en cuenta su sexo o edad. Considerando la estrategia un éxito, las fuerzas de Keift repiten la masacre en otro poblado mohicano.
El año 1642 un grupo de cincuenta misioneros franceses construye un fuerte al que dan el nombre de Ville Marie de Montreal, origen de la actual ciudad canadiense.
El año 1642 se suceden varios eventos; se da lugar la rebelión indígena en Virginia. Opchanacanough, líder de la confederación Powhatan realiza el último esfuerzo por recuperar su territorio y expulsar a los ingleses. Las represalias por parte de los colonos, llevan a la casi total destrucción de la confederación. El mismo año se da lugar un ataque iroqués a la ciudad de Montreal. También ese mismo año los ingleses arrebatan -sin lucha- la ciudad de Nueva Amsterdam, que rebautizan con el nombre de Nueva York en honor al Duque. En 1867, el Tratado de Breda confirma la cesión definitiva de la ciudad a cambio de la entonces colonia británica de Surinam.
El año 1675 estalla la llamada “Guerra del rey Phillip”, Metacomet. Doce mil guerreros Wampanoag y Narraganset atacan los poblados de Nueva Inglaterra, arrasando nueve de ellos y asesinando a más de mil colonos. Finalmente son derrotados en Swansea. Tras su captura, Metacomet fue ejecutado; su cabeza permaneció expuesta públicamente durante veinte años en Playmouth, Massachusetts, y su familia vendida como esclavos en las Antillas.
El 6 de febrero de 1682 el explorador francés Robert De La Salle, acompañado de cuarenta hombres llega al río Mississipi desde el norte. Descienden su curso en canoas llegando al Golfo de México el 9 de Abril, reclamando todo el territorio recorrido para Francia. El regreso hacia el norte se convierte en un verdadero calvario ante la escasez de alimentos, enfermedades y el constante asedio de los indios. De todas formas, será el anticipo de la invasión del medio oeste por los europeos.
El año 1695, en Massachusetts, se aprueba una norma por la que se permite disparar contra cualquier indio “sospechoso”. Textualmente, la ley dice “Cualquier persona, sea inglés o indio, que encuentre indios viajando o escondiéndose en cualquier pueblo o camino, dentro de los límites especificados, puede ordenarles que se acerquen y examinarlos o matarlos como pueda”[68].
¿Cómo pudo ocurrir esta conquista y ocupación despiadada y violenta de los territorios de las naciones indígenas del quinto continente? ¿Por qué se tomaron esas atribuciones los europeos? ¿Por qué nadie hizo nada después para hacer respetar los derechos de las naciones indígenas? ¿Por qué sigue pendiente este crimen de lesa humanidad sin que nadie haga nada, menos Naciones Unidas? Estas preguntas vamos a tratar de responder a través de dos ejes, la formación de los estados, sobre todo de los Estado-nación, y el desarrollo, la expansión y la mundialización del capitalismo.
Formación del Estado-nación y sistema-mundo capitalista
Los primeros en llegar al quinto continente durante este primer ciclo del capitalismo, fueron los españoles y portugueses, que respondían a estados territoriales, a monarquías absolutas; empero, no eran Estado-nación. Como dijimos anteriormente, la perspectiva buscada por España era la de la formación de un imperio-mundo. Los que llegaron después fueron británicos, holandeses y franceses, donde a pesar de estar en una transición de las monarquías absolutas a la formación de Estado-nación, renunciaron a la salida de la formación de un imperio-mundo. Esto quedo claro sobre todo con la hegemonía británica en el tercer ciclo del capitalismo, cuando se formó un sistema-mundo del libre cambio y libre mercado, que aglutinaba a varios estados del mundo, centrales, semi-periféricos y periféricos, bajo la hegemonía de una economía-mundo capitalista. Se trataba de ambas cosas, de una hegemonía, pero también de un equilibrio. El dominio extraterritorial o de los inmensos territorios coloniales terminó liberando a Europa del encierro en el que se encontraba, rompiendo sus límites y horizontes restringidos a una economía-mundo en el Mediterráneo. Británicos, holandeses y franceses al final optaron por la formación de una economía-mundo que ahora gravitaba sobre el Atlántico, incorporando, sin embargo a todos los océanos y mares del mundo.
Cuándo se encontraron con las naciones y pueblos del continente de Abya Yala, sociedades, naciones y pueblos diversos, plurales y singulares, reducidos al denominativo de indígenas, que tenían más bien la forma de confederaciones, primero, se asentaron en cabeceras de playa, que hacían las veces de puerto, para después avasallar territorios y pueblos de la manera más violenta e indiscriminada. ¿En qué se basó este hecho que se dio con cierta facilidad? ¿Diferencia tecnológica, sobre todo de la tecnología militar? ¿Ingenuidad de las naciones indígenas? ¿Desventajas en relación a la formación estatal? ¿Por qué no ocurrió lo mismo con China y Japón? Aunque no hay que olvidar que más tarde se dio un caso, aunque no parecido, ni análogo, con la India. Gran Bretaña terminó invadiendo la India, ocupándola y convirtiéndola en parte de su administración extraterritorial.
Immanuel Wallerstein dice que en lo que respecta al océano índico y a los países del Asia, durante los siglos XVI y XII, los europeos no tenían una ventaja militar en tierra, aunque su dominio radique en el mar y en el monopolio comercial[69]. Empero en lo que respecta al quinto continente, la diferencia militar parece ser cualitativamente preponderante en relación a las naciones indígenas. El proyecto imperial español y portugués derivó en una rápida conquista y en una descomunal colonización, incluso cuando se encontró con sociedades y formas de organizaciones complejas, sobre todo basadas en una estupenda tecnología agrícola, como son los casos de Mesoamérica y de la región pan-andina. En lo que respecta al proyecto de economía-mundo británico, holandés y francés, la ocupación y el avasallamiento fueron también descomunalmente violentos; sin embargo, debido a otras razones o lógicas paralelas, esta vez se trata de razones impuestas más por el mercado, el comercio y la los Estado-nación en formación. La suerte estaba echada para las naciones indígenas, sobre todo por la necesidad de recursos naturales y, un poco más tarde, de la conquista del oeste, llegando articular y conectar el Atlántico y el Pacífico, por tierra.
A fines del siglo XVIII se formaron varios centros urbanos, cada uno de ellos contaba con infraestructura y estructura urbana, además de servicios como tiendas comerciales, periódicos, talleres artesanales. Por ejemplo Filadelfia contaba con cerca a los 30.000 habitantes; se puede decir que era la ciudad más grande, en ese entonces. Compartía esta jerarquía con New York, Boston y Charleston. El sistema de gobierno era mixto, consistía en el nombramiento de los gobernadores coloniales por parte del monarca británico; estos debían co-gobernar con una asamblea elegida. Como es de esperar la ciudadanía estaba circunscrita a los varones blancos, que además eran propietarios y terratenientes. Los colonos adquirieron rápidamente un sentido independiente en su vida y en sus decisiones; esta situación fue fortalecida debido a la distancia con la que se encontraba la sede de la monarquía colonial.
La colonias inglesas conformadas eran trece, distribuidas a lo largo de la costa del oceano Atlántico, desde New Hampshire, al norte, hasta Georgia, al sur. Además de estas colonias tenemos a Massachusetts, Rhode Island, Connecticut, New York, New Jersey, Pennsylvania, Delaware, Maryland, Virginia, Carolina del Norte y Carolina del Sur. Los franceses controlaban Canadá y Luisiana, toda una geografía desplegada a lo largo de toda la vertiente del río Misisipi. Durante el lapso que va de 1689 y 1815 Francia y Gran Bretaña se enfrascaron en varias guerras, en las cuales se vieron envueltas las colonias de Norte América. Particularmente interesa la Guerra de los Siete Años, conocida en el continente conquistado con el nombre de Guerra Francesa e Indígena. Los británicos ocuparon las plazas fuertes canadienses de Louisburg, en el año 1758, Quebec, en 1759 y Montreal en 1760. La victoria británica concluyó con la firma de la Paz de París en 1763, otorgándole a Gran Bretaña derechos sobre Canadá y toda Norte América al este del río Misisipi. Con la victoria británica las fronteras se redefinieron; una proclama real prohibió a los colonos establecerse al oeste de los Montes Apalaches. Los conflictos comenzaron a hacerse acuciantes entre colonos y autoridades británicas, sobre todo por los impuestos y la Ley de Estampillas, que obligaba a pegar estepillas fiscales especiales a todo documento de transacción, de difusión o licitación, y la Ley de Alojamiento, que obligaba a alojar y a avituallar a las tropas británicas. Los colonos se negaron a cumplir con las leyes y se rebelaron; se abrogó la Ley de Estampillas, empero se mantuvo la Ley de Alojamiento, promulgando un nuevo impuesto, esta vez al té; lo que condujo al desencadenamiento de los desenlaces conocidos. Los británicos enviaron más tropas para contener la rebelión. El ambiente conflictivo obligó a Lord North, primer ministro británico, a abolir todos los impuestos, excepto el relativo al té. Ante la mantención de este impuesto, los colonos se disfrazaron de indígenas, abordaron los buques mercantes del puerto de Boston, arrojando al mar 342 huacales de té. En respuesta el parlamento británico aprobó las llamadas Leyes Intolerables. En septiembre de 1774 se llevó a cabo en Filadelfia el Primer Congreso Continental, que reunió a delegados de las colonias, opuestas a la represión y opresión de la corona británica. Se sacó del congreso la resolución de desobedecer las Leyes Intolerables, así como también a boicotear el comercio británico. Quedó claro que en adelante se venía la guerra; los colonos se prepararon para ésta organizando milicias y pertrechándose de armas.
La guerra de la independencia estalla oficialmente el año 1775. Al principio dominaron las tropas británicas, empero a partir de la Batalla de Saratoga cambió el curso de los acontecimientos. Primero Francia se involucró en la guerra, apoyando a los colonos, luego el imperio español, apoyando la independencia de las colonias británicas. La guerra la perdieron los británicos y en el Tratado de Versalles de 1783 Gran Bretaña reconoció la independencia de las trece colonias en rebelión, cuya redacción al respecto se reproduce en lo escrito en la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos, efectuada el año 1776. Con la independencia quedó todavía pendiente la condición política de las ex-colonias; el dilema era si se mantenían como estados independientes o conformaban un Estado-nación unificado. Después de muchas deliberaciones y negociaciones, el año 1787, los representantes de los estados se reunieron en el Congreso de Filadelfia, dónde se redactó la Constitución. La Constitución establece un sistema político federal, combinado con el presidencialismo, pues se configuraba un presidente de la república y dos cámaras. La Constitución convocó a las elecciones, de las cuales salió elegido George Washington.
Los estados independizados se encontraban bordeando el Atlántico, era una hilera geográfica colonial en el gigantesco territorio de Norte América a manos de las naciones indígenas. Lo que viene después de la independencia es la conquista del oeste, mediante la guerra de ocupación, de despojamiento y desposesión de los territorios de las naciones indígenas. Su colonización, exterminio y enclaustramiento en reservas de las poblaciones indígenas sometidas. Si bien la colonización arranca el siglo XVI, la estrategia de conquistar los territorios indígenas y alcanzar la costa oeste del continente fue un proyecto estatal. La iniciativa estuvo a cargo de Thomas Jefferson, una vez que se compró Luisiana a los franceses en 1803. Fue una compulsión copiosa por conquistar los territorios, por ocupar el inmenso espacio, arrasando con pueblos, sociedades, culturas, lenguas y formas diferentes de organización. Los colonos no pararon hasta encontrar las costas del Pacífico.
¿Qué es lo que ha empujado indefectiblemente a que los colonos se lancen a la conquista del oeste? No vamos a acudir a la explicación general, que se trata de la expansión del capitalismo y su mundialización, sino que, teniendo como referente esta compresión, vamos a buscar la dinámica molecular de los acontecimientos, acercándonos a un mapa más detallado de los eventos, de los comportamientos, de las clases, del campo económico de entonces. Immanuel Wallerstein distingue cuatro zonas en la conformación del sistema-mundo y de la economía-mundo capitalista; lo exterior al sistema, la periferia del sistema, la semi-periferia y el centro. Desde esta perspectiva podemos considerar al oeste norteamericano como exterioridad al sistema y a la economía-mundo capitalista, salvo la parte que corresponde al dominio del imperio español, Nueva España. No es suficiente que hayan transacciones para formar parte de la periferia del sistema-mundo, por ejemplo las relativas a las transacciones en torno a la caza, pero también quizás a la compra y venta de ciertos artículos. Para que una región se considere zona periférica es menester que haya una integración comercial, que la región se haya adecuado a los requerimientos de la división del trabajo de la economía-mundo y del mercado[70]. Entonces, esta es razón suficiente como para considerar al oeste como región externa al sistema y economía-mundo capitalista.
Cuando se produce la conquista del oeste no se pasa por la periferización, primero, del exterior, como parte de la incorporación de la exterioridad al sistema-mundo capitalista, después por conformación de una semi-periferia, que con el tiempo se convierte en el nuevo centro del sistema-mundo y de la economía mundo capitalista. Lo que ocurre, en este caso, es la incorporación inmediata del inmenso espacio de los territorios de las naciones indígenas al espacio vital del Estado-nación estadounidense. Pero, ¿qué era en aquél entonces la nueva república americana? ¿Periferia, semi-periferia? Pues no era todavía centro en el ciclo del capitalismo en formación, la correspondiente a la formación de la hegemonía británica. A propósito Immanuel Wallertein escribe:
A mediados del siglo XVIII, más de la mitad del territorio de América estaba jurídicamente, compuesto por colonias de estados europeos, en particular de Gran Bretaña, Francia, España y Portugal. El territorio restante se encontraba fuera del sistema interestatal de la economía-mundo capitalista. A mediados del siglo XIX, estas colonias se habían convertido en estados soberanos independientes (después de varias combinaciones y divisiones de previas entidades administrativas). Además, en esa época estos nuevos estados reclamaban su jurisdicción sobre el resto del área terrestre del hemisferio[71].
El autor de El moderno sistema mundial escribe:
Estamos ante una notable reconfiguración de la fisonomía del sistema interestatal. Esta “descolonización” de América se produjo bajo la égida de los pobladores europeos, con la exclusión no sólo de las poblaciones amerindias, sino también de los africanos trasladados, a pesar del hecho de que, en muchos de los nuevos estados soberanos, los amerindios y los negros constituían una proporción sustancial (incluso mayoritaria) de la población. Indudablemente, existía una excepción, Haití, que desempeñaría una importante función histórica,... De cualquier modo, esta descolonización difirió de modo impresionante de la segunda “descolonización” del sistema mundial moderno, la que se produjo en el siglo XX, estribando tal diferencia en las poblaciones que controlarían los estados soberanos resultantes[72].
Immanuel Wallerstein encuentra un punto de inflexión, si podemos hablar así, o, más bien, un gran punto de cambio, en 1763. Se refiere a la culminación de la Guerra de los Siete Años, que tuvo como resultado el dominio de Gran Bretaña sobre el hemisferio occidental. Se nombra como Guerra de los Siete Años o Guerra Carlina al prolongado conflicto bélico desatado entre las potencias europeas durante el lapso de 1756 y 1763. La guerra desatada era por el control sobre Silesia y por la supremacía colonial en América del Norte e India. Tomaron parte, por un lado, Prusia, Hanóver y Gran Bretaña junto a sus colonias americanas y su aliado Portugal un poco más tarde, por un lado; en contraposición, Sajonia, Austria, Francia, Rusia, Suecia y España; empero esta última a partir de 1761. Se puede decir que comienza el dominio y la hegemonía británica, empero comienza la crisis en las colonias americanas y del Caribe. Wallerstein escribe:
Como sabemos, la disputa llevaría a los colonos, primero a los de Norteamérica británica y después a los de Hispanoamérica y Brasil, a fundar estructuras estatales independientes[73].
La Guerra de los Siete años concluye con el Tratado de París, que expresaba el nuevo orden mundial de aquél entonces. Empero, británicos y colonos interpretaron el tratado de diferente manera. Para los británicos significaba una reducción del gasto militar debido al debilitamiento de Francia, además de la posibilidad de desviar parte de la carga fiscal de la metrópoli a los colonos[74]. Desde el punto de vista de los colonos; se sentían liberados de la amenaza francesa y española, por lo tanto podían dedicar sus energías y recursos a la disposición de un vasto crecimiento en poder y riqueza con la expansión hacia el occidente del continente[75]. En esta diferente interpretación se puede encontrar las razones de las contradicciones y del futuro inmediato choque entre autoridades británicas y colonos.
Lo que termina de ocurrir, lo que termina formando parte de la historia, es producto de un juego complejo de condicionantes, factores intervinientes, disposiciones subjetivas y de clase, lecturas ideológicas de los eventos, casualidades y azares. Ciertamente no se puede dejar de perder la perspectiva de la dinámica estructural del sistema-mundo y de la economía-mundo capitalista, empero el carácter específico de esa estructura en un momento y lugar determinados es el terreno en el que se mueven otros ámbitos de relaciones, que hay que considerar para explicarse por qué ocurrió lo que ocurrió, por qué no ocurrió otra cosa, que se encontraba como tendencia en este campo de ámbitos de posibilidades. No nos olvidemos que Norteamérica estaba ocupada no solamente por los británicos, estaban los franceses más al norte, en lo que se conoce como Canadá, además de los españoles que avanzaron al norte por el oeste desde Nueva España, México. En lo que respecta a los franceses, después del Tratado de París Gran Bretaña quedó en posesión de treinta colonias, de sur a norte, comprendiendo a Quebec, además de compromisos con las naciones indígenas, particularmente en el espacio territorial de Ohio. Wallerstein escribe:
En las discusiones que dieron lugar al tratado de Paris, una de las principales cuestiones era si Gran Bretaña obtendría de los franceses el control territorial sobre Canadá o sobre Guadalupe[76].
Los británicos escogieron Canadá. La decisión fue difícil, pues Guadalupe era cotizada por el comercio del azúcar; sin embargo, quizás una de las razones definitorias fue la que se devela en la carta del conde Morton al conde de Hardwike del 15 de enero de 1760. La cita que reproduce Wallerstein corresponde a la cita que hace Namier, que dice lo siguiente:
Gran Bretaña se ahorraría muchos gastos al no verse obligada al mantener el elevado número de fuerzas regulares que sería preciso mantener si se deja el más pequeño rincón en manos francesas en este continente[77].
En todo caso el conflicto entre colonos y Gran Bretaña estaba en pleno desenvolvimiento. Los intereses eran encontrados, el problema era el control de los mercados y el monopolio del comercio, además de las de las rutas marítimas por parte de los británicos; sin embargo, lo que desencadenó el conflicto fue el incremento de los tributos e impuestos, que buscaban transferir la carga de la Guerra de los Siete Años a los colonos americanos. Immanuel Wallerstein escribe:
El cambio coyuntural general más importante fue la renovada expansión de la economía-mundo capitalista en el siglo XVIII y la capacidad de Gran Bretaña de ganar a Francia la lucha por la hegemonía… Pero la expansión, por supuesto, no supuso una distribución equitativa de los beneficios. Por un lado, condujo a un “súbito aumento de la concentración de la riqueza”[78] en las colonias, lo que explica la paradoja de que la sociedad colonial se hizo “menos coherente y más rígida al mismo tiempo”[79]. Por otro lado, también agudizó la rivalidad entre los intereses económicos privados de Inglaterra y los de las colonias. La función del capital inglés ganaba importancia en detrimento incluso de los comerciantes y plantadores más ricos de las colonias. Los “agentes” de las firmas británicas estaban desplazando a los comerciantes coloniales. A lo largo de medio siglo, “disminuyeron los beneficios marginales y se sacrificaron las posibilidades de desarrollo local”[80].
Una de las tareas de Immanuel Wallerstein en El moderno sistema mundial es configurar la coyuntura económica de la década de 1760 y cómo se la percibía en América. Como dijimos anteriormente, el lapso de la inflexión se da durante la Guerra de los Siete Años y el punto de inflexión mismo con el desenlace, la culminación de la guerra, formalizado en el Tratado de París. Quedó incuestionable la hegemonía británica en el sistema-mundo y la economía-mundo capitalista. Sin embargo, la guerra costó mucha erogación de los tesoros, entonces al periodo próspero anterior a la guerra siguió un período de depresión e incluso de inflación. Los colonos americanos también experimentaron las consecuencias de la guerra, empero ahora tanto Gran Bretaña como España trataron de transferir la carga de los costos de la guerra a las colonias. Wallerstein escribe:
Al mismo tiempo, los británicos trataron que los colonos empezaran a pagar los costes del imperio y a poner en vigor rigurosamente las disposiciones comerciales mercantilistas. Esto produjo una década de controversias en las que la oposición colonial logró repetidas veces que el gobierno británico cediera de facto – por ejemplo, imposición y posterior derogación de la Ley de Timbre, imposición y posterior derogación de los aranceles Townshend – lo que siempre era seguido de nuevos intentos británicos por seguir las mismas políticas. En el proceso. Ambas partes fueron haciendo la disputa más de “principios” o ideológica. En 1976, cuando el parlamento derogó la Ley de Timbre, al mismo tiempo aprobó la Ley Declaratoria, que afirmaba el derecho abstracto a gravar con impuestos las colonias. A lo largo de un periodo de diez años, aquellos colonos que planteaban objeciones contra actos concretos eran considerados como personas que negaban al parlamento británico este hecho abstracto: “ningún impuesto sin representación”[81].
Como se puede ver había muchos intereses encontrados y en juego; los de Gran Bretaña, expresados en la legislación del parlamento; los de los colonos; también hay que contar con los intereses de las naciones indígenas y, en este caso específico, de las naciones indígenas asentadas en el valle de Ohio; por otra parte, estaban los intereses de los campesinos de habla francesa, asentados al norte. En este ambiente candente, el parlamento británico maduró una maniobra sobresaliente empero temeraria, la Ley de Quebec, que entró en vigor el 22 de junio de 1774 como constitución de la provincia[82]. Wallerstein escribe:
Esta ley tenía dos aspectos; uno era la cuestión de la forma de gobierno que habría que tener Quebec, tema que tenía como trasfondo un conflicto entre los antiguos colonos de habla francesa (y católicos) y los colonos de habla inglesa protestantes, que se habían establecido más recientemente. La segunda cuestión era la extensión de la frontera de Quebec para incluir el valle de Ohio, tema cuyo trasfondo era un conflicto entre los intereses de los cazadores de pieles y los colonos agrícolas por el control del valle de Ohio[83].
Las composiciones de las rebeliones no son homogéneas, una minoría es la que comienza la rebelión, también es una minoría la que conlleva la posición radical, la misma que irradia y arrastra a los sectores más populares. Empero, la convocatoria no queda ahí, los sectores más conservadores reaccionan en contra defendiendo el orden establecido, empero hay otros sectores conservadores, con una mirada muy cercana al realismo político y al “pragmatismo”, que se incorporan al movimiento intentando imprimir su sello y darle un contenido más apacible a los objetivos. Generalmente estos sectores oportunistas o “pragmáticos” logran sus objetivos, pues terminan controlando el movimiento. El mismo que se comporta como una curva, compuesta en dos ritmos; al principio un ritmo ascendente, después un ritmo, mas bien, descendente. Es en esta segunda etapa cuando la minoría radical queda como minoría política pues ya no irradia, ni influencia; en un contexto complejo, en el campo de fuerzas, en el mapa encontrado de intereses, no puede cohesionar a todos los sectores ni satisfacerlos. Ante las dudas y las incertidumbres son los sectores “pragmáticos” y del realismo político los que terminan armando acuerdos y encaminando el proceso hacia opciones amortiguadas de la rebelión, sino es a la restauración misma de régimen. En el caso norteamericano, no fueron los “levellers” los que terminaron escribiendo la Constitución sino los que defendían el avance al oeste, atravesando los territorios de las naciones indígenas[84].
Sin embargo, no siempre ocurre así, hay casos dónde el núcleo radical se mantiene a lo largo del proceso, incluso llega al gobierno. Este es el caso, por ejemplo, de la revolución rusa, también de la revolución y guerra anticolonial de los esclavos de Haití; en cierto sentido también podríamos hablar de esta manera de la revolución cubana. Empero, en estos casos el problema se complica precisamente cuando se llega al Estado; casi en todos estos casos la maquinaria estatal termina condicionando la conducta de los revolucionarios orientando en el mediano y largo plazo la dirección de las acciones al fortalecimiento del aparato estatal y a la reproducción de las lógicas del poder. En el caso, que nos ocupa, la guerra de independencia norteamericana, vemos que el proceso más se parece al primer grupo de desenlaces. Hablamos de treinta colonias ya bajo el control de Gran Bretaña, después de la finalización de la Guerra de los Siete años; empero la suerte no fue la misma para las treinta colonias británicas, solo trece colonias se declararon independientes, las diez y siete restantes quedaron leales a la corona británica o, en su caso, neutrales. Wallerstein escribe:
Aun así – se refiere a que de hecho los elementos radicales constituyeron una minoría de la población colonial -, es importante tener en cuenta que los grupos dispuestos a insistir en sus vindicaciones frente al gobierno británico no siempre ganaron. Después de 1763, había treinta colonias británicas en América, todas ellas sometidas a las leyes comerciales y de navegación. Como afirma Harper, una explicación válida de la guerra de Independencia americana “debe mostrar por qué 13 colonias se sumaron a la revuelta mientras que 17 siguieron siendo leales”. Esto es cierto si se considera que las 13 colonias hicieron diversos esfuerzos para asegurarse la adhesión de las otras colonias[85].
El intento de las colonias rebeldes de incorporar a Canadá fracasó, a pesar de que Quebec era un caso aparte, pues eran colonos franco hablantes que recientemente pasaron a la jurisdicción británica. También la florida oriental era un caso análogo. De todas maneras, existía otra colonia británica poblada por colonos de Nueva Inglaterra; esta era Nueva Escocia. En este sentido, además del núcleo de colonias rebeldes, en la medida que nos alejábamos hacia los márgenes, había colonias incorporables a la rebelión, a pesar de ser menos intensa la pasión por la liberación, mostrando mas bien indecisión. Este era el caso de Georgia, Vermont, Maine y Nueva Escocia; de todas ellas Nueva Escocia no se sumó a la rebelión, se declaro neutral. Quizás la debilidad de la provincia, debido a su dispersión en la península, preponderó en el desenlace y en la decisión. Nueva Inglaterra tampoco estaba dispuesta de arriesgar recursos en una expedición militar[86].
Ahora es importante comprender lo que pasaba con las otras colonias europeas en América, controladas mayormente por España, también por Portugal, aunque también Francia tenía posesiones coloniales en el Caribe. Como sabemos, Francia declara la guerra a Gran Bretaña, es apoyada por España en esta guerra, mientras tanto Portugal se convierte en aliada de Gran Bretaña. La correlación de fuerzas se define con la Guerra de los Siete Años, que además abre el horizonte a las sublevaciones de los colonos en América y el Caribe. Las colonias rebeldes en Norte América son apoyadas por Francia, de este modo, por la alianza con Francia, España también se ve involucrada en la guerra de la Independencia apoyando en definitiva a los rebeldes. Sin embrago, lo hace con cierta reticencia pues temía que la independencia de las colonias en Norteamérica motive e irradie hacia la independencia de los colonos americanos al sur. Al final Gran Bretaña y España enfrentaron problemas similares respecto a sus colonias, problemas de control, también problemas de una racionalidad administrativa del dominio colonial, transferencia de costo de la guerra y de los costos administrativos a las colonias. Ante estas iniciativas de modernización de los aparatos administrativos coloniales, los colonos reaccionaron negativamente, oponiéndose a estas modificaciones, controles y cargas tributarias. En el caso de los dominios coloniales de España en América un funcionario de alto rango fue encargado de semejantes tareas de racionalización administrativa. Este funcionario de alto rango fue don José Gálvez; es el primero de los visitadores generales en Nueva España de 1765 a 1767. Wallerstein escribe a propósito y en relación a estas reforma administrativas lo siguiente:
Sin embargo, la reforma más importante fue la introducción de intendentes, ese clásico mecanismo colbertiano de centralización estatal. Los intendentes habrían de sustituir a los magistrados de distritos denominados alcaldes mayores y corregidores (recaudadores de tributos indios, que se ocupaban de reclutar y asignar la mano de obra india), cuyos cargos se habían vendido durante más de un siglo y que habían utilizado su puesto (y su poder fiscal) para obtener beneficios comerciales privados[87].
Durante 1768 don José Galvéz, apoyado por el virrey Croix de Nueva España, formuló directamente la idea de la disolución directa de esta categoría de funcionarios que, paralelamente, oprimía a los indios y retenía la mayor parte de los ingresos fiscales de la corona. Galvéz personificó el celo reformista Borbón, en 1786 logró aplicar su reforma[88]. Se puede decir que la incidencia estructural de la intervención de Galvéz se dibujó en la geografía política; hasta entonces sólo había dos virreinatos, el de Nueva España y el del Perú; empero, la racionalización política y administrativa creo el Virreinato del Río de la plata y desgajó el Virreinato de Nueva Granada, definiendo también capitanías y audiencias como recursos instrumentales administrativos de geografías más complejas, distantes o de fronteras[89]. En relación a la creación del Virreinato del Río de la Plata, Wallerstein anota:
Parecía una ocasión de oro para actuar en contra de Gran Bretaña y su aliado, Portugal, que entre otras cosas estaba invadiendo económicamente en las zonas indias de Sud América mediante el comercio ilegal a lo largo de la ruta Sacramento-Buenos Aires. Carlos III intentó crear un gobierno fuerte que contrarrestara esta invasión. Este gobierno iba a ser el de la Plata, que incluía la actual Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia[90].
En 1776 una expedición militar de 8.500 soldados cruzó el Río de la Pata y se apoderó de Sacramento, esto sucedía por tercera y última vez. La victoria española se refrendaría en el tratado de San Ildelfonso en 1778, acabando definitivamente con las aspiraciones de Portugal sobre La Banda Oriental, lo que es actualmente Uruguay[91].
España y Portugal se dividieron Sud América. España fue aliada de Francia y Portugal de Gran Bretaña. En lo que respecta a la guerra de la independencia de los 13 estados de la unión contra Gran Bretaña, España se involucró en esta guerra siguiendo a Francia. Gran Bretaña perdió la guerra contra los 13 estados de la unión, aunque conservó Canadá, después de arreglos con Francia, por las posesiones que tenía allí, sobre todo de Quebec y Montreal, que fueron cedidas a la administración colonial británica. En cambio Gran Bretaña ganó la guerra en Europa, lo que la perfiló no sólo como potencia emergente sino como potencia hegemónica en el ciclo del capitalismo emergente.
Después de la guerra de la independencia norteamericana los movimientos independentistas hispanoamericanos se retrasaron debido a varias causas. La primera tiene que ver con la reacción criolla y mestiza ante el levantamiento indígena panandino del siglo XVIII, así también con lo ocurrido en la rebelión de los comuneros en Nueva Granada (1781); la segunda tiene que ver con la victoria de la guerra anticolonial de los esclavos y mestizos de Haití (1791-1795), que además fue una revolución social; la tercera tiene que ver con los vínculos que unían a los criollos con España, sobre todo por el papel que jugaban en la estructura de poder de la administración colonial. A pesar de la irradiación de la revolución francesa, que atrajo a grupos liberales, la movilización independentista no se dio, salvo algunos intentos militares fracasados. Se tuvo que esperar hasta que los desenlaces en Europa crearan las condiciones adecuadas para que esto sucediera.
El levantamiento indígena dirigido por Tupac Amaru fue el resultado de una serie de rebeliones anteriores, aunque localizadas; en cambio, el levantamiento indígena panandino conmovió no solo a la región andina, por lo tanto al Virreinato del Perú, sino también al Virreinato colindante, el de Nueva Granada, así mismo al Virreinato de la Plata, con sus repercusiones en la administración más antigua colonial, la del Virreinato de Nueva España. Los llamados comuneros se alzaron contra las autoridades españolas, inspirados en la rebelión panandina; aunque a diferencia de esta rebelión, los comuneros tuvieron una dirección mestiza y no indígena. De todas maneras las diferentes tendencias se hicieron presentes con dos centros de la rebelión, una mestiza y otra indígena; la mestiza centrada en Socorro y la india expandida en los llanos de Casanare. La rebelión mestiza llegó a un acuerdo con los españoles, lo que fue visto como una traición por los indígenas, quienes continuaron la lucha; empero, para ir desapareciendo en el transcurso.
Estas rebeliones en el Perú y en Nueva granada, coincidentes de alguna manera con la guerra de la independencia de las 13 colonias británicas de Norteamérica, muestran una composición de la rebelión que no se volverá a repetir en la guerra de la independencia del siglo XIX, comandada por los criollos. La diferencia es que se trata, sobre todo en el caso de la rebelión panandina, de una revolución social; las comunidades contra las castas, los mediadores, los caciques, contra la propiedad privada de la tierra, por lo tanto contra la propiedad de criollos y mestizos. En los momentos más radicales de la rebelión, cuando las bases, las comunidades, tomaban la iniciativa, y sobrepasaban a las dirigencias, que se reclamaban de nobles, descendientes de los Incas, se tendía a una reforma agraria sobre la base de las tierras comunitarias, por la restitución y reconstitución de las comunidades. Algo parecido ocurrió con la tendencia indígena en el caso de la rebelión en Nueva Granada. Había en ciernes una revuelta social, ante la cual fueron muy sensibles los criollos y mestizos, quienes prefirieron llegar a un acuerdo con los peninsulares antes de arriesgarse al desborde social de indígenas y de las clases bajas.
La guerra anticolonial de los esclavos de Haití y sus consecutivas victorias sobre los ejércitos de las potencias imperiales, la monárquica francesa, la británica, la española y la napoleónica francesa, horrorizaron a las potencias europeas, que veían el gran peligro de la expansión de la rebelión de color. Esto también fue visto como un peligro por la propia flamante republica norteamericana, pues los republicanos criollos no habían abolido la esclavitud. Estas lecciones fueron también asumidas por los criollos hispanos, quienes no estaban dispuestos a aceptar una rebelión social, cuya procedencia sean las comunidades indígenas, los esclavos, los libertos, los cimarrones y mulatos. Se entiende entonces que estas rebeliones sociales del siglo XVIII se hayan convertido en factores de postergación de la independencia en Hispanoamérica y en la colonia portuguesa del Brasil.
Lo que va a desencadenar los acontecimientos es la invasión napoleónica a España (1808). Se desata una guerra de guerrillas popular frente a la ocupación, las tendencias liberales españolas se radicalizan, declaran que ya no se consideran colonias las posesiones españolas en América, llaman a la unidad y convocan a los representantes, primero por la Junta Central en Sevilla, que asume el mando en ausencia del rey, que abdicó, entregando el trono a José Bonaparte; después la Junta tuvo que huir a Cádiz, obligada por el ejército francés, donde se disolvió. En estas condiciones la situación se hizo confusa en Hispanoamérica, en tanto que juntas regionales y locales se hacían cargo del poder a nombre de Fernando VII, incluso deponiendo a las autoridades españolas. La junta de Caracas negó explícitamente la autoridad del nuevo consejo de regencia español, que es sucesor de la junta de Cádiz. Se sucedieron revueltas por todas partes; en argentina, Chile y México se declararon sus puertos al libre comercio[92]. Esto del libre comercio ya muestra el avance del sistema-mundo capitalista en el ciclo que va ser de hegemonía de Gran Bretaña. Se clausuraba el ciclo de hegemonía holandesa y el sistema del libre mercado se impondría en el mundo.
Los avatares del periodo fueron cambiantes, España primero se alió a Francia en la guerra contra Gran Bretaña, el Reino Unido perdió en América, pero gano en Europa, dominó la rebelión en Irlanda, gano a franceses y españoles en el Gibraltar, terminó venciendo a la armada napoleónica en Waterloo; tenía por delante el dominio y el control de la segunda gran expansión de la economía mundo. Con la ocupación napoleónica de España las juntas pidieron apoyo a Gran Bretaña. Al finalizar la guerra de la Santa Alianza contra la Francia revolucionaria, aunque haya quedado de ella muy poco con el emperador Napoleón Bonaparte, Gran Bretaña permite la restitución al trono de Fernando VII. Estos virajes se expresan también en la conducta de la corona inglesa y la corona española respecto a la posibilidad de expansión a Hispanoamérica de la guerra de la independencia norteamericana. La intervención de España, siguiendo a Francia, en la guerra anticolonial norteamericana fue realizada con mucha dubitación, temiendo dar una mala señal a sus colonias del sur. Los británicos competían y luchaban contra el monopolio español y portugués del mercado en sus colonias, entonces tenía una confrontación directa con España. Empero, con la ocupación napoleónica de la península Ibérica, España se vuelve aliada de Gran Bretaña. Estos virajes desorientan a Simón Bolívar, quién viaja a Londres en 1810, donde fue recibido por el secretario de Asuntos Exteriores lord Wellesley, quien sorprendentemente le aconsejó mantener la lealtad con España como la mejor ruta para obtener la ayuda británica[93]. William W. Kaufmann dice que entretanto Gran Bretaña utilizó este momento de debilidad española para establecer firmes relaciones comerciales con varios de los principales puertos coloniales de España[94].
En este periodo de reinicio de las guerras de independencia en Hispanoamérica, durante el siglo XIX, en México se dio la versión radical desde la perspectiva de la revolución social. El sacerdote Miguel Hidalgo y Castillo convocó al pueblo a acabar con el dominio de los virreyes en su famoso Grito de Dolores. Unos veinte mil indígenas avanzaron prácticamente desarmados a la capital, donde ejecutaron a dos mil gachupines de una población estimada de quince mil personas. Hidalgo fue derrotado por el Regimiento de Nueva España, compuesto por una mayoría de criollos. Otro sacerdote, José María Morelos, lugarteniente de Hidalgo, continúo la lucha, reorganizando un ejército mejor equipado y más disciplinado, compuesto mayoritariamente por mestizos. Morelos enarboló un programa de reformas sociales, empero el Congreso criollo contraatacó proclamando la independencia en 1813. Lo que ocasionó la decaída de la fuerza militar de Morelos[95].
La guerra de 1812 entre Estados Unidos y Gran Bretaña definió las fronteras hacia el norte, Canadá quedó en manos británicas, no hubo entusiasmo en los colonos de habla inglesa, tampoco de habla francesa, de acoplarse a la flamante república. En cambio los británicos reconocieron el derecho de expansión de Estados Unidos hacia el oeste y hacia el sur. Expansión que fue cumplida con posterioridad, afectando a los territorios y naciones indígenas, primero, y después a los territorios de México. Simón Bolívar dijo que si no hubiera sido por la guerra de 1812 “Venezuela hubiera triunfado por sí sola y Sud América no hubiera sido devastada por la crueldad española ni destruida por la anarquía revolucionaria”. Immanuel Wallerstein considera que posiblemente Bolívar tenga razón en la perspectiva a corto plazo; empero, que a largo plazo la restauración española aseguró la independencia en Hispanoamérica[96]. Habría que decir que, la independencia quedó garantizada debido a las condiciones en las que se restauró la monarquía en España y la situación en la que se encontraba ante el cambio de la correlación de fuerzas en Europa. El congreso de Viena al establecer la paz en el viejo continente también exigió concesiones de España a los colonos americanos, pues este congreso absolutista temía que el estallido de una revolución independentista en las colonias influyera en los liberales europeos, quienes se lanzarían a una lucha por la república. El congreso consideraba la posibilidad de que la represión efectuada por los realistas no fuera eficaz, por lo tanto era conveniente adelantarse con cesiones a ciertas demandas de los criollos[97].
Immanuel Wallerstein dibuja este escenario de la guerra de la independencia en Hispanoamérica en el siglo XIX de la siguiente manera:
Todo lo que les quedaba por hacer a los colonos era asegurarse de que la independencia, en cuyo camino no había ahora ningún obstáculo importante, cayera en sus manos y no en las de otros grupos. Comenzó la segunda ronda de combates. En gran medida la diferencias en las formas de combatir en las diversas colonias se debía a la distinta rapport de forcé entre los elementos criollos y los grupos negros, indios y mestizos-pardos (mulatos). En efecto, el punto hasta que las élites criollas estaban a favor, en contra o eran ambivalentes sobre la cuestión de la independencia inmediata era consecuencia, en considerable medida, de la evaluación de las “condiciones necesarias para contener la rebeldía”[98], en acto o en potencia, de las masas. Una vez que comenzó el proceso de desintegración del imperio español, muchos criollos que antes eran escépticos respecto a la independencia se sintieron obligados a adherirse de manera oportunista a ella con la intención principal, no de tomar el poder de los españoles sino “sobre todo de evitar que los tomaran los pardos”[99].
Como dijimos en Nacimientos de la política[100], las guerras de la independencia en América Latina y el Caribe no fueron revoluciones sociales, estas quedaron en las rebeliones sociales del siglo XVIII, salvo en lo que ocurrió en Haití, quizás al principio en México y en la continuidad de la rebelión Indígena en Nueva Granada. En plena decadencia del imperio español los criollos se lanzaron a controlar el separatismo para evitar una revolución social, por lo tanto instituyeron repúblicas para conservar los privilegios de los que gozaban, incluso ampliarlos a costa de los pueblos indígenas. Las estructuras de poder, las estructuras económicas, las estructuras sociales, fueron mantenidas cambiando la apariencia de la estructura política. Sobre esta base se construyeron los Estado-nación, conformando un mapa interestatal mundial en el contexto del sistema-mundo capitalista desarrollado. La composición de estos Estado-nación subalternos es conservadora y dependiente. Claro que el Estado es un campo de batalla, en momentos de crisis se abre la posibilidad de modificaciones de la composición estatal, a veces la explosión social irrumpe provocando reformas como en el caso de los movimientos populistas; sin embargo, a pesar de estos cambios, los Estado-nación no han dejado de pertenecer al mapa interestatal mundial, tampoco dejaron la subalternidad, menos de cumplir el rol asignado por la geopolítica del sistema-mundo capitalista, como administradores de la transferencia de recursos naturales a los centros de la economía-mundo capitalista.
Concepto del Estado-nación
Volvemos a la pregunta de qué es un Estado, sobre todo qué es el Estado-nación. Al respecto, en relación a la pregunta no podemos responder con una definición cívica del Estado, con una concepción escolar del Estado. El Estado como una idea suprema, como el cumplimiento abstracto de la soberanía. Tampoco con una noción patriotera del Estado, noción sostenida por el sentimiento marcadamente chauvinista. Al contrario, una interpretación histórica, genealógica y genética del Estado requiere partir de las fuerzas componentes, de la comprensión de sus nacimientos y emergencias, del entendimiento de la historia de sus continuidades y discontinuidades, sobre todo de la inteligibilidad de sus crisis, además del juego de las fuerzas, de sus irrupciones y modificaciones en la composición y en la estructura estatal. Se requiere hacer visible los diagramas de poder, el diseño de las maquinas abstractas y la arquitectura de las instituciones, como agenciamientos concretos de poder y de emisión de discursos. Es indispensable conocer las formas de reproducción del Estado en la sociedad, en el campo social, el papel del campo cultural, del campo simbólico, del campo económico y del campo burocrático en este proceso de reproducción del Estado. Reproducción que pasa por las prácticas, las relaciones y los habitus.
El Estado moderno es producto y gestor de procesos de universalización, universalización de los valores, de las normas, de las pautas de conducta, de la administración, de la ley y de la administración de la ley. El Estado moderno es el campo burocrático; este es su espacio de realización. Claro que el campo burocrático se genera a partir del campo social, que es la matriz donde se genera la reproducción. El Estado-nación es este Estado moderno que ha construido la nación como comunidad imaginada, haciendo funcionar los procesos inherentes al campo escolar, al campo comunicacional, a la prensa, a la ceremonialidad del poder, a la norma y al cronograma cívico. El Estado-nación se reproduce también en el campo simbólico. El carácter del Estado-nación va a depender de las composiciones conformadas, de las estructuras logradas, del mapa institucional configurado. No es un ideal que espera su realización por el ejercicio de la voluntad general. No es la unidad abstracta que hay que defender ante fuerzas centrifugas y separatistas, sino la maquinaria política centralizada del poder que articula todas la fuerzas en función de una integración real, de una estatalización constante de lo local, de los lugares, de los sitios, de los territorios, de las comunidades, de las organizaciones, de los grupos, de las manifestaciones concretas de la potencia social. El Estado-nación subalterno de las periferias es el mecanismo político de la supeditación orgánica a las relaciones interestatales del orden mundial del sistema-mundo-capitalista.
En plena crisis orgánica y estructural del Estado, de la forma Estado, del Estado-nación, a fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI, sobre todo ante la necesidad de transformaciones de la forma política, de la forma de organización y cohesión social, cuando se comienzan a dar propuestas plebeyas e indígenas de transición transformadora, cuando dos procesos constituyentes, en Ecuador y en Bolivia, proponen un horizonte post-estatal y post-capitalista, el Estado plurinacional, el Estado-nación ya es un anacronismo político. La persistencia del control y la dominación del capital se efectúan por la vía del Estado-nación, la persistencia de las formas de dominación colonial, la persistencia de las formas de dominación patriarcal, se ejercen por medio de la reproducción del Estado-nación. Las transformaciones estructurales, las emancipaciones y las liberaciones requieren de transformaciones en las gestiones y en la organización política.
Los nacionalistas creen que el Estado-nación es el fin de la historia, así como los liberales y neo-liberales creen que el Estado moderno, el Estado liberal, es el fin de la historia. Por eso se horrorizan ante los proyectos de transición de un Estado plurinacional. Usan toda clase de argumentos, desde los más simples e inocentes de atentado contra la unidad estatal, la amenaza de separatismo, hasta más sofisticados, que observan la contradicción en articular Estado con plurinacional; Estado, como expresión de lo universal, de la homogenización, de la centralización, con lo plurinacional, como expresión de lo plural, de la diferencia, de la diseminación. En este intervalo argumentativo se encuentran también reducciones del Estado plurinacional al mismo Estado-nación; reducción acompañada con concesiones pluralistas. Se está lejos de comprender el alcance de la propuesta de Estado plurinacional como transición organizativa a otra forma de Estado, a un Estado en transición, a otra forma de organización política. Se está lejos de comprender las transiciones pluralistas del Estado, la necesaria transición descolonizadora del Estado. Se reduce la problemática estatal al cumplimiento de la soberanía, así como al cumplimiento de tareas pendientes como la industrialización y la integración nacional. No se toma consciencia de que estas formulas ya han sido experimentadas, sino es en el mismo país, en distintos. La crisis orgánica y estructural del Estado persiste. Se quiere insistir en las mismas formulas cuando han cambiado los contextos, las problemáticas, los tiempos, las condiciones de posibilidad histórica. Esta insistencia es una muestra no solo de conservadurismo sino de desvinculación con el presente, con la crisis en el momento presente, con las problemáticas del periodo y de la coyuntura.
Por otra parte, estas persistencias olvidan la historia del Estado en América Latina y el Caribe, olvidan que las oligarquías locales imponen republiquetas, del tamaño de sus intereses, salvo lo que ocurre en Brasil que, en este caso, recorre otro camino, mantener la unidad administrativa de la gran extensión colonial. La ausencia de una geopolítica integradora derivó en la formación de estados débiles y fragmentados, lo que coadyuvó al dominio de las potencias imperialistas dominantes en los ciclos del capitalismo. Por lo tanto la persistencia de los Estado-nación es también la persistencia en estados débiles y fragmentados, con lo que se va abajo el argumento de la defensa de la soberanía. Proponer la mantención de estados fragmentados y débiles no es lo mismo que proponer el Estado plurinacional, de ninguna manera. El Estado plurinacional supone la confederación de naciones y la integración continental a partir de la composición histórica y cultural de las identidades colectivas y comunidades. Esto supone una integración de los pueblos a partir de sus propias singularidades, no por la homogeneización abstracta y burocrática, que siempre es incierta y representativa. El Estado plurinacional propone una integración continental configurada en la Confederación de naciones del quinto continente, Abya Ayala.
Diagrama de poder trasnacional
Fuerzas, instituciones, empresa y monopolio
La historia parece repetirse desde la nacionalización de la Standard Oil (1937), después vino la nacionalización de las minas (1952), sigue la nacionalización de la Gulf Oil (1969), continúa la nacionalización de Mina Matilde (1971); de esta manera llegamos a la nacionalización de los hidrocarburos en el primer año de gestión del gobierno de Evo Morales Ayma, con el decreto “Héroes del Chaco”, el primero de mayo de 2006. La respuesta de las empresas trasnacionales parece ser la misma, incluyendo a las empresas privadas mineras de los “Barones del Estaño”. Primero la denuncia de ilegalidad de la medida de nacionalización, después la amenaza de boicot y de sanciones al país, a continuación el pedido de indemnización en relación a supuestas grandes inversiones, acompañadas por el reclamo de propiedades de la empresa trasnacional, incluyendo, claro está, los propios recursos naturales, que consideran de su propiedad; de una y otra manera, sino es en las mismas profundidades, en los yacimientos, lo es desde boca de pozo, en lo que respecta a la explotación hidrocarburífera. Este control y monopolio de los recursos naturales, si no es de manera directa, se lo hace de manera indirecta, mediante el control de los flujos de la producción. Todo esto viene también acompañado por campañas en contra del gobierno nacionalizador, interponiendo recursos legales internacionales, moviendo dispositivos jurídicos como los tribunales internacionales. La empresas trasnacionales no dejan de hacer negocios nunca, incluso siguen haciéndolo con las indemnizaciones, los acuerdos, los contratos, lo convenios posteriores a la nacionalización. Siempre buscan ganar. A veces, las indemnizaciones resultan mejor negocio que el propio manejo de la producción.
Obviamente los contextos no son los mismos, tampoco es completamente idéntico el perfil de las empresas trasnacionales; los actores son otros, los gobiernos también, así mismo las coyunturas económicas y los panoramas internacionales no son equivalentes. Pero, lo que llama la atención es la misma lógica de argumentación, basada en la certeza de la propiedad privada de las empresas, pero sobre todo en el manejo de las inversiones. Tanto en minería como en hidrocarburos el cálculo de las inversiones adquiere su propia complejidad, todo depende del carácter de las inversiones, de su ritmo, de la tasa de retorno, de la variedad de la composición de dónde se invierte y en qué momento, en la lógica de esta maquinarias complejas del extractivismo. El manejo administrativo, el manejo contable, la cuantificación, y la relación de los informes, es todo un secreto de especialización. Los informes técnicos no son menos claros, son una masa abultada de estadísticas, también de explicaciones especializadas y diferenciales. En relación a esta maraña de cálculos, de estadísticas, de controles técnicos y de informes, las empresas trasnacionales tienen el control del saber técnico inherente al funcionamiento de estas maquinarias de explotación, producción y comercialización de los recursos minerales e hidrocarburíferas, también el control del secreto de estos cálculos, estadísticas e informes.
Los gobiernos que nacionalizan se defienden con la Constitución, con las leyes del país, con los convenios y contratos aprobados y no cumplidos por las empresas trasnacionales. También son importantes las auditorias a las empresas trasnacionales. Se encuentran flancos vulnerables en la argumentación y defensa de las empresas trasnacionales, sobre todo en lo que respecta al no cumplimiento de las normas acordadas. La defensa de la soberanía de los estados es siempre el recurso primordial frente a la defensa de la propiedad privada empresarial. Empero las trasnacionales tienen el control de los mercados, el monopolio tecnológico y una vinculación privilegiada con el sistema financiero internacional, además de contar con la presión y apoyo de los estados centrales dónde residen. Es todo un acto heroico de los pueblos soportar tamaña presión de estos oligopolios, que forman subsidiarias para engañar.
Sin embargo, a pesar de los actos heroicos, las empresas trasnacionales terminan obteniendo su indemnización. No hay sanciones internacionales contempladas contra estas empresas del saqueo, del despojamiento y de la desposesión. Las leyes internacionales, los organismos internacionales, protegen a estos emporios extractivistas.
Estos son los vericuetos de una lucha desigual por la recuperación de la soberanía de los estados periféricos, de los países y de los pueblos afectados, sobre los recursos naturales. A veces se sale mejor parado, otras veces no tanto. Pero lo importante es realizar la soberanía sobre los recursos naturales, que es la forma cómo los Estado-nación subalternos se constituyen como Estado-nación que disputan su independencia económica, su autonomía, la mejora de los términos de intercambio, buscando transformar las estructuras de sus condiciones iniciales de producción, que llaman desarrollo nacional.
En esta correlación de fuerzas, en esta lucha que llevó el nombre de anti-imperialista durante los periodos de rebelión, movimientos de liberación nacional, gobiernos populistas y nacionalistas del siglo XX, las empresas trasnacionales no dejan de contar con aliados en el país, incluso en los mismos gobiernos nacionalizadores. Este ya es un gran problema, sobre todo cuando sus aliados se encuentran en el gobierno.
Al principio no se evidencia claramente esta situación, pues todos están unidos por la defensa de la nacionalización. Es después, cuando hay que arreglar las cuentas con las empresas afectadas, cuando hay que definir los montos de la indemnización, cuando hay que proceder al cálculo, discutir las estadísticas, cuando intervienen los temas técnicos, sobre todo cuando hay que definir los nuevos contratos de operaciones, si esto ocurre. Estos son momentos decisivos, pues o se consolida la nacionalización o se la avería, se abren boquetes, que hacen vulnerables a la empresas estatales. Los lobby de las empresas son funestos, sobre todo cuando no se tiene la formación técnica adecuada, la solvencia política y hasta moral. Lo mejor es manejar esto temas de manera transparente y pública, al final el mejor apoyo al gobierno está en el pueblo. Cuando se manejan estos temas de manera secreta, bajo la argumentación de que es de alta especialización, hay que tener mucho cuidado.
Vamos a evaluar las dos últimas nacionalizaciones de importancia en Bolivia, con efecto de irradiación estatal, la nacionalización de la Gulf Oil, dada en 1969, y la nacionalización de los hidrocarburos, dada el primero de junio de 2006. Las otras nacionalizaciones, desde la nacionalización de la Standard Oil hasta la nacionalización de la mina Matilde, que es posterior a la nacionalización de la Gulf Oil, así como las nacionalizaciones por compra de acciones en las dos gestiones de gobierno de Evo Morales Ayma, serán tomadas en cuenta como referentes y con objeto de comparaciones. La revisión de las nacionalizaciones, cuyo análisis histórico y estructural nos sirve para seguir la vinculación de las nacionalizaciones con los ciclos largos del capitalismo, también nos sirve para hacer un análisis genealógico de los diagramas de poder, de los mapas de fuerzas, de las relaciones y de las estructuras de poder, inmediatamente conectados con formaciones discursivas y formas de subjetividad. Este análisis es importante también para volver a plantear, poner en la mesa de discusión, la lucha de los pueblos de los países periféricos contra los monopolios y dominaciones múltiples de la burguesía internacional del sistema-mundo capitalista.
La nacionalización de la Gulf Oil
Los últimos gobiernos del MNR del periodo de la revolución nacional (1952-1964) entregaron las reservas de gas e hicieron concesiones petrolíferas a la empresa trasnacional norteamericana Gulf Oil, afectando al propio desarrollo de YPFB, empresa estatal de los hidrocarburos. El gobierno del MNR firmó el Código Davenport, Código del Petróleo oneroso para los intereses del país, que afectaba la soberanía del Estado sobre los recursos hidrocarburíferos. ¿Por qué hizo esto un partido que había firmado las nacionalización de la minas? Hay que tomar en cuenta que la nacionalización de las minas, tampoco la reforma agraria, se encontraba en el programa del MNR. Ambas medidas se encontraban en el programa del PIR y en el programa del POR. Se hicieron carne en los sindicatos mineros y en las organizaciones campesinas en sus largas luchas contra “súper Estado” minero de los “barones del estaño”, en las luchas y resistencias contra el latifundio y el avasallamiento a tierras comunitarias. Cuando el golpe de Estado planeado por el MNR se convirtió en una insurrección popular, los acontecimientos se desbordaron y rebasaron las perspectivas del MNR. Destruido el ejército, después de tres días de guerra civil, en abril de 1952, las milicias obreras y campesinas tenían el control de las fuerzas armadas insurreccionales. Fue la COB la que impuso la nacionalización de las minas, fue también el levantamiento campesino y la toma de tierras lo que obligó al MNR adelantar la reforma agraria, que quería hacerla de una manera burocrática. Como dice Sergio Almaráz Paz, el pueblo insurrecto vencedor encontró en la calle al MNR y se lo llevó de los cabellos al palacio de gobierno[101].
El MNR había ganado las elecciones de 1951, empero la oligarquía “minero-feudal”, que era como se caracterizaba a la alianza de propietarios mineros y terratenientes, recurrió al golpe para evitar el asenso al poder por parte del MNR, que era un partido nacionalista, que ya había participado en el gobierno de Gualberto Villarroel. Gobierno derrocado por un cruento golpe que coaligaba al PIR, partido de izquierda, y a la rancia oligarquía “minero feudal”. El PIR justificaba el golpe con la formación de un supuesto “frente popular”, al estilo de los dados en Europa, enfrentado, en Bolivia, a un a supuesto fascismo, encarnado en Razón de Patria (RADEPA), que era la organización de militares nacionalistas partícipes de la guerra del Chaco. Esta apreciación des-contextuada de la realidad histórico-política-económica boliviana llevó al PIR a aliarse con la odiada oligarquía criolla. El golpe terminó con la vida y el colgamiento de Gualberto Villarroel. Este error garrafal del PIR le valió su vida política, fue su muerte política. Uno de los partidos más grandes de la izquierda boliviana, de influencia en los sindicatos de los trabajadores y en las universidades, terminó comprometido en un golpe de Estado que, al final, defendía los intereses de los “barones del estaño”, de la burguesía minera, con la que se enfrentaba el gobierno de Gualberto Villarroel. Del PIR nace el Partido Comunista (PC), fundado por Sergio Almaráz Paz, uno de los militantes de la juventud del PIR más brillantes, dirigente de la célula Lenin. La fundación del Partido Comunista contó, en principio, con jóvenes militantes; después viejos militantes del PIR pidieron su ingreso. En el comité central se compartió entre jóvenes y viejos militantes; los viejos terminando expulsando a Sergio Almaraz Paz, supuestamente por su desviaciones nacionalistas, además por leer más a Camus que a Konstatinov[102]. Sergio Almaraz Paz ingresó al MNR.
Otro partido de izquierda marxista era el Partido Obrero Revolucionario (POR), de tendencia Troskysta, también de influencia en los sindicatos mineros, incluso más que el PIR en lo que respecta a la influencia ideológica. Esto se ve en la aprobación de la Tesis de Pulacayo, tesis elaborada desde la perspectiva de la revolución permanente y la tesis de transición. También militantes troskystas deciden ingresar al MNR, bajo la justificación de la táctica de “entrismo”, puesto que las masas estaban con el MNR, en pleno proceso de la revolución nacional en curso. Después de esto, prácticamente el joven militante e intelectual de los distritos mineros, Guillermo Lora, se quedó a cargo del POR. Siguió la línea de la independencia de clase y de crítica proletaria a lo que consideraba era una revolución burguesa. Con todo, se puede ver la inmensa agitación en las filas de la izquierda y en los sindicatos obreros ante la exigencia de las coyunturas políticas al inicio de la revolución nacional. El MNR se auto-identificó como un partido poli-clasista, más o menos un frente amplio; por eso fue un partido donde se trasladaron las tensiones de la lucha de clases, de las tendencias inherentes sobre la conducción de la revolución, la administración de las empresas nacionalizadas, la reforma agraria y la perspectiva política de la misma revolución. Más tarde, cuando las crisis del partido arreciaron, el partido se dividió, de acuerdo a sus tendencias y composición de clase. EL Partido Revolucionario de Izquierda Nacional (PRIN), se conformó sobre la base de la influencia en la COB y en los sindicatos de trabajadores, que tenían como líder al carismático Juan Lechín Oquendo. El Partido Revolucionario Auténtico (PRA) se conformó desde el ala derecha del MNR, liderada por Walter Guevara Arce, quién había redactado la Tesis de Ayopaya en contraposición a la Tesis de Pulacayo.
Teniendo en cuenta este panorama se puede ver que el MNR, siendo un partido populista y nacionalista, también una especia de frente amplio, en la medida que se fue consolidando como gobierno y fue equilibrando las fuerzas. Equilibrando el peso entre milicianos, policía y ejército. En la medida que fue estructurando el aparato burocrático administrativo, las tendencias más conservadoras fueron ganando terreno en la conducción del partido y el gobierno. Este proceso de derechización puede ser interpretado a partir de una hipótesis un tanto exagerada, que, empero, esclarece el comportamiento del partido nacionalista. Se puede decir que el MNR en la medida que logró consolidarse en el poder quiso corregir lo que en el fondo consideraba errores políticos precipitados, la nacionalización de las minas y la reforma agraria, por lo menos en su forma. Sin embargo, esta hipótesis se acerca mucho a la tesis de la conspiración, esta vez desde dentro. Cosa que descartamos, pues la dinámica política es mucho más compleja que las conspiraciones.
Al respeto, hay que tener en cuenta una enseñanza histórica, en la medida que las revoluciones no se profundizan. La retracción comienza en un momento, a partir de un punto de inflexión, pues no pueden quedar como en el medio, estancadas; a partir de ese momento se genera el curso regresivo, conservador, incluso autodestructivo. También hay que tener en cuenta el contexto internacional; al gobierno Estadounidense no dejan de preocuparle estas rebeliones, reformas y revoluciones nacionalistas, las asocia con las revoluciones socialistas, sobre todo en América Latina después de la revolución cubana; en principio y en parte inspirada en la revolución de 1952, después decidiendo el curso socialista, empujada por la política intransigente e intervencionista norteamericana. Sobre todo desde el gobierno de J. F. Kennedy se decide contrarrestar la influencia comunista en Latinoamérica; se crea la “Alianza para el Progreso”, un programa continental asistencialista, y se interviene de una manera más asidua y detallada en los gobiernos latinoamericanos. En el caso boliviano se tiene especial atención. Desde esta perspectiva se puede decir que los gobiernos del MNR van hacer absorbidos a la influencia estadounidense, en plena guerra fría con el bloque socialista.
De todas maneras, los gobiernos del MNR no dejaron de experimentar tensiones y contradicciones, a pesar de la influencia estadounidense y el papel que empezó a jugar la embajada norteamericana en las decisiones políticas; creían que defendían la minería nacionalizada entregando el petróleo y el gas a los norteamericanos[103]. Este comportamiento devela el carácter del partido populista y nacionalista; no tenía una comprensión integral del significado histórico político de las nacionalizaciones, de su efecto de irradiación estatal. Creyó que bastaba cumplir con la nacionalización de las minas, nacionalización que también fue saboteada por la entrega de 23 millones de dólares a los “Barones del estaño”, descapitalizando a COMIBOL, acompañada por una administración corrupta y clientelar. Las masas insurrectas llevaron al MNR al poder; sin embargo, el MNR nunca supo por qué. Creía que se lo merecía por haber ganado la elecciones de 1951. Nada más equivocado, una cosa es llegar al gobierno por elecciones y otra por una insurrección popular, los objetivos de las masas ya no eran los mismos que los del MNR; buscaban la emancipación social y la liberación nacional.
No se puede hacer una revolución a medias, esta cae, precisamente por indecisión y ambivalencia. No se puede tener una concepción parcial de las nacionalizaciones, sin entender la lucha mundial de los pueblos de los países periféricos por la independencia económica, la liberación nacional y la emancipación social. La nacionalización es un acontecimiento histórico-político de irradiación estatal. Los estados al hacerse cargo de sus recursos naturales soberanamente transforman los campos políticos y los campos burocráticos, transforman el mapa institucional. Las nacionalizaciones no sólo recuperan el excedente para el país, si es que logran recuperar todo el excedente que se genera en el país, aunque escape a su control el efecto multiplicador de la acumulación de capital, que se realiza en el mundo, con las materias primas explotadas en el propio país; las nacionalizaciones llegan a generar una idea distinta de Estado. Se trata de la idea de Estado ligada al subsuelo, ligada a los recursos hidrocarburíferos y minerales; un Estado que se constituye en una relación íntima con los yacimientos. Se trata de la idea de un Estado que emerge de las vetas minerales y de los yacimientos hidrocarburíferos. Es una idea que contraviene al contractualismo liberal, que otorga incluso el subsuelo en condición de propiedad privada a las empresas, como ocurre en los Estado Unidos de Norte América. Es la nación la propietaria, como en el caso de México desde la nacionalización del petróleo en el gobierno de Lázaro Cárdenas; es el Estado el propietario, como en el caso de Bolivia, desde la nacionalización de la Stantard Oil; es el pueblo boliviano, desde la promulgación de la Constitución. En el último caso, la propiedad colectiva le da un carácter de propiedad común, propiedad del común, de todos; lo que a su vez le quita el carácter de propiedad y lo acerca al de disfrute equilibrado de los bienes comunes. Entonces se trata de un Estado que se genera no sólo desde el campo político y como campo burocrático, sino que genera un campo de interacción con los recursos naturales, en el caso de las anteriores constituciones, o un campo de interacción con la naturaleza, en el caso de la última Constitución. Esta idea es sumamente sugerente pues la matriz de los campos político, cultural, simbólico, económico y burocrático, no es sólo el campo social, sino un campo geográfico y geológico, por así decirlo, de interacción con los recursos naturales y con la naturaleza. Este campo es mas bien inmanente, como el planómeno de Gilles Deleuze y Félix de Guattari[104]. Que este campo sea “real”, en el sentido de la materialidad social, depende de las transformaciones institucionales y estructurales del Estado. Es una idea presente y difusa en torno a las nacionalizaciones. Idea que queda arrinconada después del entusiasmo de las nacionalizaciones, cuando los burócratas se hacen cargo de las negociaciones y vuelven a convertir los recursos naturales en una mercancía.
El caso de la nacionalización de la Gulf Oil, es un ejemplo de este acontecimiento no sólo de soberanía nacional sino de propiedad pública ligada a los yacimientos hidrocarburíferos, a su control y recorridos en los mercados, en los ductos y en las formas de consumo. El entusiasmo inicial corrobora un sentimiento colectivo de soberanía. El boicot posterior de la Gulf Oil, usando todos los dispositivos a su alcance, intentando detener la construcción del gaseoducto a la argentina y la venta de petróleo a ese país, adjudicándose la propiedad del petróleo y del gas, así como de los yacimientos concesionados. Usando su influencia en el país con políticos, medios de comunicación y personeros del gobierno oportunistas o, en su caso “pragmáticos”. Estos usos del poder disponible muestran que la lucha por el control de los recursos naturales, entre los pueblos y las empresas trasnacionales, no culmina con la nacionalización sino que continúa después, donde entran al conflicto los términos de la indemnización de por medio, el control de los flujos cuando salen del país, el control de los mercado y la decisión de los gobiernos involucrados, además de los organismos internacionales de financiamiento[105].
La nacionalización de la Gulf Oil del 17 de octubre de 1969 fue en los hechos, desde una mirada histórica, observando los ciclos largos del capitalismo, donde se contienen los ciclos de explotación de los recursos naturales, además de los periodos políticos, una medida que continua la perspectiva histórica y política de la nacionalización de la Standard Oil y la nacionalización de las minas. Aunque se lo haya hecho en otro gobierno, después del interregno del gobierno militar, que barre con el último gobierno de la revolución nacional (1964-1966), interregno que comprende al gobierno electo del general René Barrientos y Siles Salinas, que continuaron la política entreguista de los hidrocarburos de los últimos gobiernos del MNR del periodo de la revolución nacional. Esto plantea problemas teóricos; la continuidad de la lucha no está garantizada por los gobiernos sino por la estabilidad y continuidad de las medidas, en este caso de las nacionalizaciones. Acontece algo así como un meta-gobierno que atraviesa a los mismos gobiernos, aunque aparece de manera intermitente, que se efectúa como una doble irradiación estatal, en tanto soberanía y en tanto transformación estructural del mismo Estado. Se trata también de acontecimientos políticos y sociales, definidos por el carácter democrático, de ampliación de derechos democráticos, profundización de la democracia y participación popular.
Ciertamente la fase del entusiasmo y de las transformaciones no es perdurable, paradójicamente son los mismos gobiernos nacionalizadores los encargados en comenzar el amortiguamiento del impacto de la nacionalización, presionados por los dispositivos de poder de las empresas trasnacionales, los estados imperialistas, las estructuras y relaciones de poder distribuidas en el orbe y la región de dominio. La nacionalización de las minas indemnizó a los “Barones del estaño”, aunque estos eran los verdaderos deudores del país, por el saqueo, los minúsculos impuestos que pagaban al Estado, el haberse enriquecido exorbitantemente a costa del pueblo y de los recursos minerales, propiedad del Estado, y haber extranjerizado el capital acumulado. La nacionalización de la Gulf Oil terminó indemnizando a la empresa del petróleo norteamericana; el propio general Ovando Candia se comprometió hacerlo. Es cuando el ministro Marcelo Quiroga Santa Cruz renuncia, pues no estaba de acuerdo con las condiciones y los montos exigidos por la empresa; más tarde es el gobierno de facto del General Banzer el que accede pagar una indemnización cada vez mayor y de acuerdo a los requerimientos de la Gulf Oil.
Este tema de la indemnización, después de la nacionalización, nos muestra el control que tienen todavía las empresas trasnacionales, incluso después de efectuada la expropiación. El obtener ganancias con la indemnización no solamente depende de los controles de la empresa trasnacionales, de los monopolios que tiene, de la capacidad de coerción y chantaje que pueda realizar, sino también de lo que llamaremos los hombres de las trasnacionales en el propio gobierno nacionalizador. Tan fuerte es la presión de la empresa trasnacional afectada que termina formándose como una tendencia a buscar resolver el problema de la indemnización lo antes posible. A pesar de las auditorias que muestran otras cifras, a pesar de los incumplimientos de la empresa, de los fraudes descubiertos, de las multas a las que se debe someter, algunos funcionarios tienden a dirimir con la empresa trasnacional, aceptando una negociación que afecta los intereses del Estado. ¿Por qué se lo hace? No tienen el mismo perfil estos funcionarios pusilánimes; por un lado, están los “pragmáticos”, que optan por una solución rápida; por otro lado, están los de un dudoso comportamiento, sobre todo por su afinidad con los intereses de la empresa trasnacional. En el medio está toda clase de posiciones ambiguas. En contraste son estas disposiciones diletantes, se encuentran los que quieren llevar consecuentemente la nacionalización, evitando que la empresa expropiada se salga con las suyas, buscando hacer cumplir las normas de la nacionalización y las leyes del país, evaluando las inversiones y el comportamiento de la empresa, sacando las consecuencias de las auditorias. Los resultados dependen de cuál de los grupos tiene más peso en la toma de decisiones. Lastimosamente los grupos “pragmáticos” y los afines a la empresa trasnacional terminan teniendo muchas veces mayor peso que el grupo de los consecuentes. Esto conduce a la descapitalización de la empresa estatal y a llevarla a situaciones comprometedoras en los escenarios operativos, técnicos y comerciales en los que tienen que desenvolverse.
Por eso el curso de las nacionalizaciones es dramático; comienzan recuperando los recursos naturales para el Estado, la nación, el pueblo, produciendo un efecto estatal de control soberano y de administración autónoma de los recursos naturales, un efecto estatal que implica la nacionalización del mismo Estado y del gobierno, transformando sus composiciones y estructuras, vinculando su porvenir al rumbo de los recursos naturales y de los yacimientos. El Estado se vuelve un Estado minero y/o petrolero, su economía está íntimamente ligada a la explotación, producción y comercialización minera e hidrocarburífera. Gran parte de la administración recae en la administración de estos flujos y del excedente. La economía estatal, conformada por las empresas estatales, cobra gravitación en la estructura económica, dinamizan el funcionamiento de todas las formas de organización económica. El perfil de la economía se puede definir como el de un capitalismo de Estado. No es que todo el campo económico sea estatal o publico, sino que el centro gravitatorio del campo económico es el Estado; es decir, la economía manejada por el Estado, las empresas públicas.
El capitalismo de Estado tiene por lo menos dos acepciones en la teoría; una, en la teoría marxista de la escuela austriaca; otra, en el discurso teórico latinoamericano. En la escuela austriaca el capitalismo de Estado tiene que ver con la tesis del imperialismo como última fase del capitalismo, tesis difundida por Lenin[106]. La tesis se elabora a partir de la caracterización del capitalismo en esta fase, sobre todo por el papel que juega el Estado en intima articulación con el capital financiero. El Estado no solamente es instrumento indispensable en la acumulación de capital, sino que juega un papel dinámico en el proceso de concentración, en el control y la administración financiera de todas las formas de capital. Proyecta una geopolítica de expansión en los entornos y en el mundo. A esta vinculación estrecha entre Estado y capital financiero y a la plataforma de políticas económicas que apoyan la concentración de capital se llama capitalismo de Estado. En América Latina se ha llamado capitalismo de Estado a los procesos inherentes dados en los gobiernos nacionalistas y populistas, que optaron por el camino de las nacionalizaciones y la política económica de sustitución de importaciones, promoviendo la industrialización y conformando empresas públicas.
Como se puede ver son dos concepciones distintas de capitalismo de Estado. Extendiéndonos en las consideraciones de capitalismo de Estado, Karl Polanyi tiene una comprensión más abarcadora del capitalismo de Estado; incluye en el capitalismo de Estado a los propios Estados socialistas. Para este teórico la característica principal del capitalismo de Estado es el monopolio del Estado en la Economía; lo que ocurría en la URSS y en la República Popular China no era otra cosa que la gestión de la economía capitalista por la vía Estatal. Entonces hay varias formas de capitalismo de Estado. A nosotros nos interesa la forma de capitalismo de Estado que se instituye en las periferias del sistema-mundo capitalista, a partir de la política de nacionalizaciones y el proyecto de sustitución de importaciones. Sobre todo interesa comprender por qué muchos de estos proyectos no salen del modelo extractivista y terminan atrapados en una economía rentista.
Ahora vamos hacer el análisis de la nacionalización de los hidrocarburos efectuada en la primera gestión del gobierno de Evo Morales Ayma.
La nacionalización de los hidrocarburos del 2006
El decreto “Héroes del Chaco” recupera la propiedad del Estado, antes de la Constitución, y propiedad del pueblo boliviano, después de la Constitución, desde boca de pozo, pues se reconocía con la capitalización la propiedad del Estado de los hidrocarburos en el subsuelo. No se efectúa una expropiación de las empresas capitalizadas, es decir privatizadas, sino que se modifican las condiciones de contratación, se modifican los contratos de operaciones, además de comprar acciones de las empresas privadas, en algún caso de la totalidad de las acciones, en otros del 50% más uno. Antes de que las empresas trasnacionales firmen los nuevos contratos acordados, se vivió un año de bonanza, por disposición del decreto “Héroes del Chaco”, que estableció una distribución de 82% para el Estado y 18% para las empresas, en lo que corresponde al reparto del excedente. Cuando se firmaron los contratos de operaciones y se convalidaron en el Congreso, cosa que nunca había ocurrido con la capitalización, la distribución entre Estado y empresas se dio prácticamente a mitades. Un balance cuantitativo del CEDLA valoriza los alcances de la nacionalización de la siguiente manera:
El incremento importante de la renta petrolera que percibe el Estado a partir de 2005 fue resultado de la creación del Impuesto Directo a los Hidrocarburos por la Ley 3058. Este nuevo impuesto sumado a las Regalías y la Participación del Tesoro General de la Nación (TGN) permite recaudar el 50% del valor de las ventas de hidrocarburos, sustituyendo un régimen tributario que hasta el año 2004 generaba recaudaciones en permanente declinación. A este porcentaje se suma con la nacionalización el porcentaje variable correspondiente a la participación de YPFB, que en promedio alcanzó al 12,5% a partir del 2008. El total de la renta que se percibe con la reforma del régimen tributario, entonces, llega como promedio al 62,5%, y no al 82% como le gusta decir al Presidente Morales[107].
En un ensayo sobre el “pragmatismo”, en el apartado sobre el “pragmatismo” gubernamental, escribimos, en base al documento del CEDLA, sobre otra tributación añadida, como es el llamado “government take”, y su subsecuente calculo lo siguiente:
Sin embargo, el gobierno usa demagógicamente un procedimiento de cálculo, inadecuado para los fines propagandísticos perseguidos, con el propósito de hacer creer que el Estado percibe más; se trata de una fórmula de cálculo del excedente capturado por el Estado, que el gobierno ha utilizado recurrentemente para mostrar un porcentaje mayor a ese 62,5%, hablamos del denominado “government take” que habría llegado en 2010 al 73% del valor de la producción. Este porcentaje relativamente mayor incluye el pago del Impuesto a las Utilidades de las Empresas (IUE) del orden del 25% sobre utilidades netas, perteneciente al régimen tributario general y no exclusivamente al sector, que se efectiviza desde el 2005, gracias a la anulación de la posibilidad de acreditar el pago de regalías con cargo al pago del IUE dispuesta por la Ley 3058, y el pago de las patentes por la áreas de trabajo[108].
Al respecto, los cálculos varían, el presidente y el vicepresidente dan una suma de porcentajes que llega al 82%, incluso Manuel Morales dice que se llegaría al 90%. El CEDLA considera que esto no es adecuado por las características de este “government take”. Tampoco se pueden sumar porcentajes que tengan distintas bases. De todas maneras no conviene entramparnos en esta discusión, lo que importa es caracterizar el estilo de nacionalización efectuada. No se hizo por expropiación, sino por modificación de la condición de los contratos de operaciones y por compra de acciones. De acuerdo a la Constitución las empresas privadas son prestadoras de servicios, esto también de acuerdo a la nacionalización; entregarían todo el producto explotado a YPFB y la entidad estatal pagaría pos sus servicios. Hasta aquí todo parece adecuado; sin embargo, debemos introducir condicionantes técnicas ineludibles, ¿quién tiene el control técnico de las operaciones?
Roberto Fernández en el capítulo sobre El reacomodo del poder petrolero transnacional en Bolivia, del libro La Mascarada del Poder, de varios autores, dice:
Que el gobierno no ha podido romper totalmente con las bases del poder petrolero extranjero en Bolivia; se controla, es cierto, las áreas de refinación y transporte, pero la operación de los campos más ricos en hidrocarburos está a cargo de las transnacionales petroleras. Lo que ha ocurrido, en sustancia, es un reacomodo empresarial petrolero al interior del bloque de poder dominante actual, con una gran influencia en la toma de decisiones sobre la política energética[109].
Más abajo, sobre el control técnico de las empresas trasnacionales establece que:
No basta lo que diga una ley, sino que es de capital importancia el control físico y material, operativamente hablando, de toda la cadena productiva de los hidrocarburos[110].
Usando los mismos datos estatales escribe que:
Según el Ministerio de Energía e Hidrocarburos, durante la gestión 2010, la participación de las empresas operadoras extranjeras en la producción de gas natural sería la siguiente: Petrobras Bolivia: 63%; Petrobras Energía: 2%; Repsol: 7%; British Gas: 5%; Vintage Petroleum: 2%; Andina (YPFB- Repsol): 6%; y YPFB-Chaco: 13%. Salta a la vista que las operadoras extranjeras producen el 79% del gas natural, sin tomar en cuenta la participación de Repsol en la empresa mixta Andina.
Según el mismo Ministerio, en la producción de petróleo, condensado y gasolina natural, las empresas petroleras tienen la siguiente participación: Petrobras Bolivia: 58%; Petrobras Energía: 2%; Repsol: 18%; British Gas: 3%; Vintage Petroleum: 1%; Andina (YPFB-Repsol): 6%; y Chaco: 12%. Nuevamente se ratifica que las empresas extranjeras producen el 82% de los líquidos señalados, sin tomar en cuenta, otra vez, la participación de Repsol en Andina[111].
Haciendo más precisiones y recurriendo al estudio del CDEDLA, se describe la situación:
· En el año 2009, las reservas probadas de gas y petróleo con alto valor comercial se encuentran en cuatro mega campos que representan el 85% del total;
· Esas reservas están bajo control de cinco empresas: Petrobras (brasileña), Repsol (española), Total E&P (francesa), British Petroleum (BP) y British Gas (BG) (británicas);
§ Los campos convencionales representaban el 15 % restante;
§ YPFB Chaco y YPFB Andina (YPFB-Repsol) controlan únicamente el 11% de las reservas probadas de gas y petróleo[112].
Por el mismo estudio sabemos que las reservas en los megacampos son, en los hechos, controladas por las empresas trasnacionales, de acuerdo con su participación en la sociedad constituida:
§ San Alberto (Petrobras);
§ San Antonio [Petrobras: 35 %; Andina: 50% (YPFB: 25% y Repsol: 25%); y Total E&P Bolivie: 15 %);
§ Margarita (Repsol: 37%, BG: 37,5%, Pan American y British Petroleum: 25%);
§ Itaú (Petrobras: 30%, Total E&P Bolivie: 41%, YPFB-Chaco: 4% y BG: 25%)[113].
Las conclusiones del investigador no se dejan esperar:
En los megacampos donde existen reservas probadas, las empresas transnacionales operan casi el 80% de la producción de gas y petróleo. Existe una vinculación orgánica entre las petroleras y el Estado con una evidente participación minoritaria de YPFB en el proceso de explotación; YPFB no es la empresa que produce más de la mitad del gas natural en Bolivia[114].
Las preguntas son concretas: ¿Por qué siguen operando las empresas trasnacionales después de la nacionalización? ¿Por qué no ocurre como antes, después de la nacionalización de la Standard Oil y de la nacionalización de la Gulf Oil, cuando la empresa estatal YPFB era la que operaba y tenía el control de las reservas? Han pasado seis años desde la nacionalización y YPFB sigue arrinconada como una administradora, salvo algunos pozos y las refinerías. Las datos son alarmantes, el 79% de la producción de gas está en manos de las empresas trasnacionales, el 82% de la producción de petróleo, condensado y gasolina está en manos de estas empresas, el 85% de las reservas probadas de gas y petróleo con valor comercial se encuentra en megacampos controladas por las empresas trasnacionales. La nacionalización implica el control efectivo de reservas, de explotación y producción; si esto no ocurre, ¿cómo garantizar la soberanía sobre los recursos naturales? ¿Acaso es suficiente la norma jurídica? ¿Es suficiente el cálculo de la renta hidrocarburífera? ¿Cómo garantizar esa suma del 18% inicial de la renta petrolera, más el 32% del impuesto directo a los hidrocarburos, más el 12% del impuesto a las utilidades, y más el porcentaje del goverment take, que corresponde a los megacampos, porcentaje que es incierto? De acuerdo a cálculos del gobierno la suma llega al 82%, incluso a un 90%. Si no hay control técnico, sin una intervención directa de YPFB en todas las operaciones, no se puede garantizar nada. Lo más objetivo es hacer como hace el CEDLA, establecer la suma hasta el 62% de la renta hidrocarburífera. Empero, ni así se garantiza nada mientras YPFB no sea la operadora y no tenga el control técnico de la producción.
No vamos a discutir si se reciben más ingresos que antes de la nacionalización, obviamente que si, empero hay que anotar, como hace Roberto Fernández, que:
1 Los actuales recursos dinerarios (Impuesto Directo a los Hidrocarburos, IDH) que reciben actualmente las municipalidades, gobernaciones y universidades no son resultado de la nacionalización del MAS, sino de la Ley de Hidrocarburos 3058, aprobada el año 2005, antes de la llegada del MAS al gobierno. La lucha por el incremento en la participación del Estado boliviano en la renta petrolera estuvo en los planteamientos de los movimientos sociales desde el año 2001, y fueron ellos los que impusieron el aumento de la participación estatal.
Dicho de otro modo: si con la Ley 1689 de Sánchez de Lozada se obtenía un 18% de la renta petrolera por regalías hidrocarburíferas, fue la lucha del pueblo boliviano la que impuso a los políticos de aquel tiempo que se aumentase ese porcentaje al 32% adicional —el Impuesto Directo a los Hidrocarburos, IDH— que se calculaba para todos los efectos como una regalía. La suma de regalías (18%) e IDH (32%), por tanto, hacía un total del 50%. Este incremento, sustancial para las arcas del Estado, se realizó en contra de la voluntad del aquel entonces presidente Carlos Mesa, de muchos parlamentarios y, en particular, del propio Álvaro García Linera, que, con mucha vehemencia y desde las pantallas de televisión, defendía la propuesta de simplemente aumentar el impuesto a las utilidades petroleras.
2 Con el Decreto de Nacionalización número 28701 del 1 de mayo de 2006 (esta vez sí del Gobierno del MAS y mérito, en gran medida, del entonces ministro de hidrocarburos Andrés Solís Rada), se estableció que al referido 50% determinado en la Ley 3058 se le añada una otra participación adicional transitoria del 32% aplicable a los megacampos de hidrocarburos, con el fin de crear un fondo de arranque para que la empresa estatal boliviana refundada (YPFB) pueda comenzar a funcionar por sí misma.
Es cierto, como afirma el Vicepresidente García, que con esta medida la renta petrolera que recibía el Estado llegaba al 82% y algo más (si se le añadía el pago del impuesto a las utilidades), pero se trataba de una medida de aplicación transitoria que solo estuvo en vigencia entre mayo de 2006 a mayo de 2007, durante solo un año.
En mayo de 2007, cuando se protocolizaron los nuevos contratos firmados entre el Gobierno del MAS y las compañías petroleras, la participación del Estado boliviano del 82% volvió a ser la establecida en la Ley 3058, es decir, una participación del 50% (18 % regalías + 32% IDH). ¿Por qué, entonces, el Gobierno insiste en seguir hablando del 82% cuando esto ya no es aplicable a los campos grandes operados por las petroleras extranjeras?, ¿por qué no se le dice claramente al pueblo boliviano que el artículo transitorio ya no está vigente desde mayo del 2007?
3. Los nuevos Contratos de Operación (eufemismo que disfraza lo que esos contratos son en realidad: Contratos de Producción Compartida) contemplan una participación para Estado de regalías e IDH, más un coeficiente beta (B) para YPFB —desconocido por el país—, más las patentes y los impuestos upstream que incluyen el Impuesto a las Utilidades. No se pueden incluir en los impuestos upstream — el Impuesto al Valor Agregado (IVA) y el Impuesto a las Transacciones (IT), menos el Impuesto Especial a los Hidrocarburos y sus Derivados (IEHD), porque estos son impuestos que se transfieren al consumidor en el precio final de venta del producto (son impuestos que, a fin de cuentas, los paga el ciudadano).
Por otra parte, y como no se conoce exactamente cuánto significa el mencionado coeficiente beta (B), no es posible calcular con precisión, en el caso de los campos grandes, los megacampos, cuál es el nivel del goverment take —dato del que también se pavonea García, señalando que es uno de los más altos del mundo—. Por esto resulta legítimo desconfiar de las afirmaciones gubernamentales en las que se dice que el referido goverment take llega al 82%, o incluso al 90% en los Contratos de Operación[115].
Sin embargo, no se trata de recibir más por concepto de renta hidrocarburífera, sino de realizar una nacionalización efectiva, que contraiga una real re-fundación de YPFB. Se trata de construir una plataforma estatal de exploración, explotación, producción y comercialización, que sea la base de la industrialización de los hidrocarburos. Tampoco se trata de cálculos aritméticos inciertos sobre la renta hidrocarburífera, sino de manejar efectivamente, bajo control técnico, los montos y cantidades reales de los flujos hidrocarburíferos. No se trata de una competencia por la propaganda y el convencimiento, sino de contar con el monopolio real y efectivo estatal sobre los hidrocarburos.
La medida intentada del “gasolinazo” es una clara muestra que lo anterior no ocurre, no hay control técnico de la producción, YPFB no opera, no hay monopolio estatal de los hidrocarburos, salvo jurídicamente y nominalmente. La baja producción de los carburantes para abastecer el mercado interno, es también otra muestra de que YPFB no produce, sino que depende de los flujos de producción de las empresas trasnacionales. Esta realidad no se la cambia con compulsivas publicidades.
Diagrama de poder trasnacional
El diagrama de poder trasnacional forma parte de los diagramas de poder del capital, del capitalismo, de la acumulación de capital, la originaria y la ampliada. Cuando hablamos de capital nos referimos a la lógica de la acumulación (Karl Marx), cuando hablamos de capitalismo hablamos de la sociedad misma moldeada y racionalizada en sus prácticas, relaciones y conductas (Max Weber). Particularmente nos interesa el diagrama de poder de las empresas trasnacionales extractivistas, básicamente de la minería y de los hidrocarburos. ¿Cuál es la materia o el objeto de poder de estas empresas trasnacionales? Son los recursos naturales, las materias primas, las reservas, los yacimientos. Una vez que se dan lugar las concesiones territoriales por parte de los estados consideran que estos territorios, concretamente las reservas y los yacimientos, son suyos, son de las empresas trasnacionales concesionarias. Forman parte de las cadenas económicas que controlan estos monopolios, desde la explotación, la producción, la comercialización, si es que no se incorporan las materias primas a procesos de transformación, es decir, de industrialización, de donde salen productos manufacturados e industrializados, que ingresan a otros niveles de comercialización y de mercados. Los países que hicieron las concesiones territoriales a las empresas trasnacionales compran estos productos manufacturados e industrializados, pagando precios que contienen una sumatoria de valores agregados. En tanto que las materias primas se pagaron como tales, como materias primas, sin valor agregado, ya sea bajo el concepto de renta o de venta. Esta es una primera diferencia cualitativa; los países que concesionan territorios a las empresas trasnacionales no controlan la cadena económica, no controlan el proceso de acumulación de capital. El monopolio de los mercados, el monopolio tecnológico, el monopolio financiero, no está en sus manos. Por más que logren mejorar las condiciones de la renta o de la venta extractiva, se encuentran en desventaja, no podrán beneficiarse de los procesos de transformación de la materia, tampoco de la acumulación consecuente. Por más que se declaren los estados o los pueblos propietarios de sus recursos naturales, no poseen ni son propietarios de los procesos de transformación y acumulación donde están involucrados los recursos naturales, en su condición de materias primas. Las materias que entregaron, por renta o venta, ya no les pertenece. No intervienen en la magia de la ganancia; pueden acceder a la renta, que no es lo mismo.
Los mecanismos que afectan a la materia de poder son variados; por una parte jurídicos, por otra parte políticos, así como institucionales, también económicos y financieros, sobre todo técnicos. Las empresas trasnacionales acceden a las concesiones por medio de leyes, así como por contratos, de una manera más operativa. Son los estados los que asumen estos compromisos, a través de los gobiernos que firman las leyes, las normas, las reglas y regulaciones, así como los contratos. Son instituciones las que al final se hacen cargo de los contratos, también de los servicios; la empresa estatal, el ministerio del rubro, la institucionalidad internacional, también nacional, el sistema financiero internacional, se involucran en estas gestiones de transferencia de los recursos naturales. De manera concreta y efectiva es la ciencia y tecnología de la empresa trasnacional la que detecta los yacimientos, la que los explota, la que termina poseyéndolos de manera efectiva. También puede hacerse cargo de su transporte, así como es la que tiene los contactos comerciales de venta, si es que no se hace cargo de esto el Estado.
El extractivismo es una relación de poder con la naturaleza. La empresa descarga su tecnología en la naturaleza, extrae, deja los yacimientos vacíos y pasivos en el medio ambiente. Esta ruta, incluyendo el transporte, la distribución, la comercialización y la industrialización, es una relación de poder sobre la materia, un dominio sobre la naturaleza. En este ámbito de relaciones de poder no solamente entran los territorios concesionados, sino también los poblados y las poblaciones adyacentes a los campamentos. Son también afectados; un entorno es contaminado, contrayendo efectos multiplicadores en los ecosistemas. Hay un entorno a los campamentos, que sufre las relaciones de poder de la empresa. En la medida que la economía extractivista forma parte primordial de la economía del país que hace la concesión, toda la población también sufre los efectos de estas relaciones de poder. Las instituciones son atravesadas por las influencias de la empresa trasnacional, ni que decir, del campo burocrático, que involucra a los hombres de gobierno; también es afectado por esta irradiación. Los medios de comunicación y los funcionarios son los lugares más vulnerables de las incursiones de la empresa trasnacional.
Entonces el impacto de la empresa trasnacional afecta en distintos planos y niveles. No lo hace de la misma manera, tiene distintos modos y procedimientos. En relación a los recursos naturales es la tecnología que emplea la que puede hacer más eficiente su explotación, incluso más devastadora. En relación al medio ambiente, depende del cumplimiento de las leyes, aunque también del alcance de la contaminación y depredación. En relación a los pueblos colindantes, depende de la capacidad de resistencia de estos pueblos, también del compromiso o la vulnerabilidad de sus dirigentes. En relación a la población del país, depende del nivel de politización de la gente y de sus organizaciones, así como depende del nivel de consciencia que se tiene sobre la problemática del extractivismo y de los recursos naturales. En relación al gobierno y las instituciones del Estado, depende del carácter y el perfil de gobierno, también depende de la fortaleza de las instituciones estatales y los alcances de la soberanía declarada, desde la nominal, la jurídica, hasta el control efectivo sobre el patrimonio y los recursos naturales.
El espectro de una empresa trasnacional es como el mapa de una metástasis, incursiona en todo el cuerpo social. También es como el mapa de una enfermedad viral, se expande y contamina. Corroe instituciones y compromete a gobiernos. Para las empresas trasnacionales lo que importa no es sólo preservar las reservas, las concesiones, la explotación, sino garantizar la extraterritorialidad de los territorios que controla, que forman parte de su inventario en la bolsa internacional. Para las empresas trasnacionales el país donde se asientan forma parte de un mapa más grande, el de las zonas de influencia, bajo su control, articuladas al gran mercado de las materias primas y a los procesos de industrialización. La perspectiva es otra, muy distinta a las perspectivas locales. Lo que invierte no solo tiene que ver con los costos de producción, incluso de riesgo, cuando hay que efectuar la exploración, sino con otros gastos, compensaciones por contaminación y depredación, gastos publicitarios y de influencia en medios de comunicación, compromiso de técnicos y funcionarios estatales, incluso altos funcionarios de gobierno. Todos estos gastos están contemplados, forman parte de costos de la fabulosa maquinaria de valorización dineraria, de generación de ganancias y super-ganancias, de la generación de la acumulación de capital. El circuito de influencias, la corrosión y la corrupción forma parte de estos procedimientos, como uno más, dentro de un conjunto diferencial de incursiones y actividades encaminadas a salvaguardar los intereses de la empresa trasnacional.
La lógica en la que operan no sólo es de costo y beneficio, tampoco sólo de competencia, sino mas bien de monopolio, de control integral; se trata de lógicas organizacionales y de sistemas de precios, donde el precio de las materias primas es uno de los componentes. No sólo se trata de que el precio de las materias primas se mantengan bajas, sino incluso se pueden disparar en tiempos de alta demanda; de lo que se trata es de contar con un cuadro dinámico del sistema de precios, de tal manera que las ganancias o super-ganancias se mantengan, que las tasas de ganancias se realicen, incluso que la tendencia a la tasa decreciente de ganancia se corrijan. No decaigan los efectos de la acumulación de capital. De esta situación de control global e integral del sistema capitalista, de esta condición de dependencia de la geografía que transfiere los recursos naturales, no escapan los países periféricos, que entregan sus recursos naturales, tan sólo por el hecho de que sube la renta hidrocarburífera o minera. Aunque mejoren sus ingresos, el cuadro general de la acumulación de capital se mantiene bajo el control de las empresas trasnacionales.
Por eso no basta con la nacionalización para salir de la dependencia, tampoco es suficiente que una empresa estatal se haga cargo de la explotación y producción, aunque mejoren las condiciones y los ingresos. Tan sólo cuando comienza el proceso de industrialización se puede decir que mejoran las condiciones del intercambio desigual. Sin embargo, con este paso tampoco se sale del todo de la dependencia; hay niveles. El abastecimiento del mercado interno es una fase, la producción de carburantes o, en su caso de metales fundidos, es parte de estos primeros pasos, tanto para el mercado interno como para el mercado externo. Sin embargo, mientras no se articulen industria pesada e industria liviana en una plataforma industrial y productiva es difícil hablar de salir de los límites de la dependencia. Pero, aquí no acaba la cosa; el problema es la competencia en el mercado internacional. Las empresas estatales o semi-estatales se vuelven también empresas trasnacionales, como en el caso de China o en el caso de Brasil. Están obligadas a competir y al monopolio. La lucha en el mercado internacional es sanguinaria.
Una de las claves para medir la salida de la dependencia tiene que ver con la estructura económica, tiene que ver con la gravitación en esta estructura de la economía extractivista. No basta que haya industrias y se haya ampliado el peso de la agricultura, todo depende de la composición. Una economía puede seguir siendo extractivista a pesar de la presencia industrial y de la ampliación agrícola. Los desafíos tienen que ver no sólo con la industrialización y la soberanía alimentaria, la integración del mercado interno, la autonomía económica, sino con el acceso y la invención tecnológica, con la investigación y las ciencias, con la irradiación en los mercados y la influencia en el orden mundial. La emergencia de las llamadas potencias industriales afronta estos desafíos; es la República Popular de China la que mejor se adecúa y responde a estos desafíos, empero la problemática inherente no se resuelve.
No solo que no se resuelve sino que se problematiza aún más. La crisis actual del capitalismo, crisis estructural, no sólo se manifiesta en la crisis financiera, así como en las llamadas crisis de sobreproducción, sino que adquiere connotaciones alarmantes en la crisis ecológica. El crecimiento y el desarrollo capitalista sólo pueden darse a costa de la naturaleza, de la depredación, contaminación y destrucción de la naturaleza. Aquí se encuentran los límites civilizatorios y físicos de esta forma de crecimiento y desarrollo. Seguir avanzando por la vía de la destrucción del planeta no tiene sentido, ni siquiera para el propio capitalismo. Recorrer esta vertiente compulsiva de los beneficios, de las ganancias, de la competencia, lleva a problematizar los alcances de la crisis, aunque se obtenga grandes ganancias para unos, los menos, las familias más ricas del mundo, ocasionando austeridades, desigualdades y pobrezas en las grandes mayorías.
Parece que llegamos a un punto donde la lógica de la competencia no aguanta ni puede sostener el crecimiento infinito y el desarrollo ascendente. Esto conduce a la destrucción ecológica, y quizás antes a la guerra. ¿Aguantará el mundo una tercera guerra mundial? ¿No es más bien momento de detener la marcha vertiginosa del tren, como decía Walter Benjamin? ¿No es mejor, antes del desastre, pasar de la economía de la competencia a la economía de la solidaridad y de las complementariedades? ¿Qué impide hacerlo? ¿El interés de un exiguo numero de multimillonarios? Al final todas las estructuras de poder están dispuestas a su servicio; el orden mundial, las fabulosas maquinarias de guerra, las instituciones internacionales, el sistema financiero internacional, los estados y los gobiernos, incluso las leyes y la administración de las leyes. ¿Tiene sentido todo esto? ¿No forma parte de las irracionalidades del capitalismo? ¿Por el beneficio de unos cuantos vamos a destruir el planeta y obligar a la austeridad y al hambre a la inmensa mayoría de la humanidad? Al final de cuentas los científicos, los técnicos, los funcionarios locales e internacionales, son gente a sueldo, al servicio de esta minúscula minoría, son los guardianes del orden al servicio de un grupo de multimillonarios, que lo único que hacen es seguir acumulando como una abeja madre estéril. Toda esta gente está atrapada en un imaginario kafkiano, un imaginario que ha inventado fabulosas maquinarias al servicio de la nada. Aparatosas burocracias, complejos industriales y tecnológicos, fabulosas maquinarias productivas, que sostienen la edificación de un progreso que no tiene límites, que quizás sus límites se encuentren en el vacío. Cuando, por el contrario, la ciencia y tecnología pudieran más bien servir para liberar la creatividad, las capacidades y potencialidades humanas, en la perspectiva subjetiva del logro de la felicidad y en la perspectiva objetiva de armonizaciones con la naturaleza, los seres componentes y sus ciclos vitales. ¿Seguiremos por este derrotero irracional o cambiaremos de curso?
Quizás ha llegado el momento de convocar a una cumbre de la humanidad, que ponga en mesa y discuta estos problemas, una cumbre que tenga como tarea detener esta marcha a la destrucción, que busque conformar un mundo sin fronteras y una organización de asociaciones de productores, de cultivadores, de culturas y lenguas, de identidades colectivas, de organizaciones sociales y movimientos, de científicos y sabios, de identidades diversas. A esta cumbre tendrían que asistir todo lo representativo de la humanidad, científicos, sabios, literatos, artistas, religiones, organizaciones e instituciones, incluso políticos y esta casta de multimillonarios, aunque en la proporción que les corresponde demográficamente. No una cumbre de burócratas y funcionarios, como las que ya hay, sino una cumbre de las producciones, creaciones, preocupaciones, actividades y activismos que hacen a la humanidad, de sujetos y subjetividades involucrados en las múltiples creatividades y capacidades humanas, creencias, lenguas y culturas. Son pues estas grandes mayorías y también minorías las que tienen que decidir sobre el porvenir de la humanidad, las que tienen que defender la vida, tanto de la especie humana como de los otros seres de la naturaleza, también amenazados con la destrucción y desaparición.
Fuerzas, instituciones, empresa y monopolio
En lo que respecta al monopolio, hay que distinguir lo que ocurre con las empresas privadas capitalistas, que al formar parte de la acumulación de capital, la tendencia al monopolio, inherente a la competencia y al mercado, las empuja a una concentración, centralización y control orgánicos e intensos de sus entornos y redes. Concentración que deriva en una íntima articulación con el capital financiero, así como con las instituciones internacionales y los estados potencias. El monopolio estatal derivado de la nacionalización, incluyendo el monopolio de las empresas estatales, es distinto, en un monopolio de defensa ante el monopolio y control de las empresas trasnacionales. De acuerdo a Fernad Braudel el capitalismo se caracteriza por esta tendencia al monopolio, por explicarse a partir de la conformación de monopolios, no por el mercado, pues los monopolios se oponen al mercado.
Las corrientes neoliberales del siglo XX, que se conforman teóricamente en la entre-guerra, y tienen vigencia política en Alemania Federal y después en Europa, antes de la aplicación con ayuda de los “Chicago boys” en Chile, en plena dictadura del general Pinochet, creen que se puede escapar a la tendencia al monopolio con la intervención del Estado no en la economía, sino en la sociedad, con la intervención del Estado en las condiciones jurídicas. Creen que se puede escapar al monopolio convirtiendo a todos, a cada individuo, en empresarios. Las corrientes neoliberales tienen una idea muy abstracta de la competencia y creen resolver los grandes problemas por medio de la asignación de recursos. Los principales adversarios de las corrientes neoliberales son el Estado empresa, el Estado interventor de la economía, también los monopolios. Sin embargo, lo que llama la atención, sin entrar todavía al debate teórico, es que la aplicación del proyecto neoliberal ha sido altamente funcional precisamente a la concentración, centralización y control de los monopolios. En la practica el neoliberalismo ha servido para enfrentar, desde su teoría, lo que llaman las formas totalitarias del Estado, expresadas en el Estado socialista y el Estado nacional-socialista (nazi), la economía política keynesiana y sus aplicaciones, el Estado benefactor. En la práctica no ha servido para evitar el decurso ascendente de la tendencia al monopolio, de la formación de monopolios, de su crecimiento desmesurado y atroz. En la práctica esta su pelea la ha perdido[116].
Desde la perspectiva de Michel Foucault las corrientes neoliberales corresponden al nacimiento de la biopolítica, que tiene varias fuentes y vertientes, incluso contradictorias. Se trata del desplazamiento epistemológico de la economía política, de las teorías clásicas y neoclásicas hacia una economía que se ocupa de los marcos en los que se desenvuelve la economía, en sus condiciones de posibilidad, en los marcos sociales, jurídicos e institucionales, hacia una economía que se ocupa de las conductas, que busca incidir en las poblaciones, en sus comportamientos, a partir de una teoría que se basa en la competencia y en el sentido empresarial. Puede que las intenciones de los gestores de las teorías neoliberales hayan sido otras, sobre todo en la versión de los de la corriente alemana y austriaca, empero la aplicación de las políticas neoliberales han sido devastadoras en las sociedades y países donde experimentaron estas medidas, sobre todo en América Latina y el Caribe. La entrega de los recursos naturales a las empresas corporativas y monopólicas, a través de concesiones y contratos; la privatización de las empresas públicas, la liberación de los mercados, con el consecuente el estallido de los precios; la privatización del ahorro de los trabajadores; la privatización de la salud y la educación; han ocasionado alarmantes costos sociales y terminando de apoyar el proceso a la tendencia monopólica de las grandes empresas capitalistas. La tendencia a la concentración de la riqueza, la generación de grandes super-ganancias, acompañadas por empobrecimientos generalizados, pauperismo y austeridades. Los estados perdieron soberanía y se convirtieron en administradores de los intereses de estas grandes empresas trasnacionales.
Parece que la tendencia al monopolio, a la concentración, centralización y control, no se detiene con las políticas privatizadoras neoliberales, sino, al contrario, se incentiva enormemente esta tendencia. El neoliberalismo ha terminado siendo un buen instrumento para apoyar el monopolio privado y la especulación financiera. Su cuerpo enunciativo abstracto no le salva de su responsabilidad en la crisis que asola el mundo, sobre todo en las formas sociales de la crisis, haciendo pagar a los ciudadanos el despilfarro de los millonarios, las especulaciones y burbujas del sistema financiero internacional. En los hechos, los dos adversarios del neoliberalismo, el Estado interventor en la economía y el monopolio, lo han vencido. Los estados, en plena recurrencia de su pragmatismo, han optado por políticas eclécticas, keynesianas y neoliberales, no han dejado de intervenir en economía, de uno u otro modo. Lo más elocuente es lo que pasa con el monopolio; esta tendencia se ha acentuado y se sigue acentuando. El problema de las corrientes neoliberales es que al desarrollar teorías abstractas y esquematizadas, al apartarse de los estudios históricos, se han apartado de la observación de las dinámicas efectivas sociales, económicas y políticas. Han generado imágenes esqueléticas del individuo, han llevado al extremo la defensa de las libertades individuales, obviando las libertades sociales y colectivas. En su lucha contra las formas interventoras de los estados, al renunciar a la comprensión de las fuerzas sociales y colectivas, han descartado las únicas fuerzas que pueden transformar a los estados. Cayendo, por el contrario, en manos de estados potencia como herramientas teóricas y administrativas útiles a los fines oprobiosos y monopólicos. La contrastación de las teorías neoliberales con la historia efectiva nos lleva a su aplazamiento.
¿Dónde radica la fuerza de esta tendencia al monopolio? Ya lo decía Braudel, en el mismo capitalismo, en las mismas relaciones y estructuras capitalistas. El capital mismo, la valorización del valor, no sería posible sin el monopolio de los medios de producción. El capital ya es una concentración en sí, supera un límite, el ahorro, es inversión. Esta inversión capitalista no sería posible sin un mínimo de monopolio financiero. El capital supone una concentración de fuerzas, es decir, poder. No puede disociarse la producción y el comercio del poder; los estados han jugado un papel fundamental en la génesis del capital. Obviar estos datos históricos es desentenderse de la historia efectiva del capitalismo e inventarse una ficción forzada al margen de la historia, que la competencia es el secreto del desarrollo y del progreso. Esto es elevar a única categoría explicativa uno de los impulsos, de los múltiples que tiene el ser humano. Esto convierte a las teorías neoliberales no sólo en esquemáticas sino también en cándidas.
La lucha contra los monopolios no puede efectuarse desde los individuos, desde el átomo individual, sino desde los derechos sociales y colectivos, ahora desde los derechos de la naturaleza, a partir de la Constitución boliviana y ecuatoriana. La lucha contra los monopolios no puede efectuarse desde la defensa de la propiedad privada, sino es menester la incorporación de la defensa de los derechos sociales, colectivos y del común, de todos, además de incluir los derechos de la naturaleza. Tampoco puede efectuarse la lucha contra el monopolio desde el supuesto de la empresa, pues el monopolio es una empresa. La empresa capitalista es precisamente esto, la tendencia al monopolio. Otra cosa sería hablar de otra forma de emprendimiento, de otra forma de asociación, cuya orientación sea la satisfacción de necesidades, la felicidad, el vivir bien. Eso ya no sería una empresa capitalista.
En lo que respecta a nuestro tema, el monopolio estatal de los recursos naturales, efectuado a través de la nacionalización, hemos dicho que se trata de un monopolio de defensa. Este monopolio es de recuperación de patrimonios, de territorialidades, de recursos, que son como la condición inicial de la producción capitalista, las materias primas. Desde el punto de vista de la empresa trasnacional, el hecho de que invierta en su explotación la convierte en propietaria de estos recursos naturales. Que tenga que pagar una renta, lo hace por obligación. Desde su perspectiva estos recursos naturales no valen nada si están bajo tierra, sólo valen cuando se los explota. Este punto de vista muestra el desprecio de estas empresas por la naturaleza y de los pobladores que viven sobre estos recursos. Es un punto de vista mezquino; la contabilidad capitalista no cuantifica los costos transferidos a la naturaleza, que en verdad son inconmensurables. En realidad, el crecimiento capitalista implica el empobrecimiento de la naturaleza, su deterioro y depredación.
Ahora bien, el problema es que estas empresas trasnacionales al formar parte de la vida económica de los países, se convierten en un gran factor de poder. Inciden en las instituciones, buscan utilizarlas en beneficio propio, las convierten en engranajes de su poder, en administradoras de sus intereses. Inciden en la conducta de la gente, en dirigentes y gobernantes. Corroen las relaciones de su entorno, forman clientelas y circuitos de influencia, recurren a la corrupción, generan entornos problemáticos en los poblados adyacentes a sus entornos. Tienen tanto poder que terminan minimizando los alcances de la misma nacionalización, tienen aliados por todas partes, particularmente llegan a tenerlos en el mismo gobierno nacionalizador.
Estado plurinacional, descolonización y extractivismo
La cuestión estatal, la descolonización, el salir de la dependencia y el extractivismo son los grandes problemas que afrontan los pueblos de la inmensa periferia del sistema-mundo capitalista. Particularmente en Bolivia y Ecuador interesa mucho el camino de una nueva transición, una transición pluralista que demuela al Estado-nación y construya una nueva forma política, que profundice la democracia y logre un alcance mayor de los derechos, sobre todo de los derechos colectivos y los derechos de los seres de la madre tierra. Se hace cada vez más importante discutir y estudiar estos temas, sobre todo cuando se viven experiencias políticas que parecen mostrar las complicadas dificultades de construir una transición transformadora y pluralista. El Estado-nación, el Estado moderno se resiste a ser demolido, reaparece con fuerza, sobre todo mostrando su capacidad de restauración y de reproducción. No olvidemos que esto de que el Estado se resiste es solamente un figura, pues no podemos convertir al Estado en un sujeto, un sujeto con voluntad propia. El Estado no es un sujeto, es mas bien un campo, hablamos del campo burocrático, administrativo e institucional, campo que está sostenido por el campo social, el campo político, el campo cultural, el campo simbólico, el campo escolar. Campos que no solamente se sostienen, de manera simultánea, sino que se articulan y, de alguna manera se entrecruzan. El Estado como campo es configurado por prácticas, relaciones, estructuras e instituciones, es movido por sujetos que ya han internalizado el Estado en sus habitus, en sus subjetividades, en sus imaginarios, en sus normas, valores y conceptos. Sobre todo interesan los agentes del Estado, los funcionarios.
Empero hay toda clases de agentes del Estado, los directamente involucrados o oficialmente involucrados, también los hay los que participan en la reproducción del Estado, como los profesores, maestros, docentes, así como los que hacen cumplir las normas y reglas establecidas, que no solamente son los juristas, siendo éstos de los más importantes en esta función, sino también los agentes de bancos, las y los trabajadores sociales, los agentes de desarrollo, incluso podríamos decir las llamadas ONGs. Ciertamente no podemos olvidarnos de los oficiales del ejército y de las fuerzas armadas, tampoco de los oficiales de policía. Hay pues una malla gigantesca de estos agenciamientos de poder, de estos dispositivos y disposiciones de poder, de estos sujetos portadores de acciones que representan, expresan y reproducen el Estado.
Pero, así como hay agentes de poder, hay también sujetos que son materia y objeto de poder, cuerpos sobre los que se trabaja la modulación, la inscripción y la internalización del poder. Estos sujetos son mucho más numerosos que los anteriores, son los pueblos, las comunidades, las sociedades, las poblaciones, por lo tanto los individuos que componen estos pueblos, comunidades, sociedades y poblaciones. Estos sujetos pueden identificarse, de acuerdo a los códigos de poder, de múltiples maneras, obreros, campesinos, indígenas, mujeres, alumnos, delincuentes, enfermos, migrantes, etc. Lo que importa es que se los tenga sometidos a procesos de modulación, de inscripción, de internalización y reproducción del Estado.
La reproducción del Estado se da lugar por esta constante y permanente constitución de sujetos y de subjetividades, de habitus, de esquemas de comportamientos y de conductas. Muchos de los sujetos afectados por los procedimientos y procesos de estatalización también van a convertirse en agentes del Estado, comprendiendo su variedad, su diferenciación y sus posiciones oficiales, paraestatales, normativas, de ordenamiento o, en su caso, sólo de transmisión y garantía del cumplimiento de normas, reglas y valores. Otros, la mayoría, sin ser agentes de ninguna clase, se sitúan en una gigantesca labor de reproducción de la sociedad, de sus relaciones, sus estructuras, sus instituciones. Las relaciones familiares, de parentesco, de filiación, de alianzas, de amistad, de asociación, sindicales, corporativas, incluso comunitarias, los atraviesan y articulan a lógicas de reproducción social.
También hay momentos de crisis de la reproducción social y de la reproducción estatal, crisis de fisura de los campos, que pueden llegar incluso a su quiebre, a su transformación completa. ¿Cómo ocurre todo esto? ¿Cambio de habitus? ¿Cambio de prácticas, de relaciones? ¿Agotamiento de las estructuras y las instituciones? De todas maneras, ¿cómo acontece todo esto? No se puede explicar esto por una crisis de las relaciones, pues también hay que explicar cómo ocurre esta crisis de relaciones. No basta la hipótesis de la contradicción, contradicción inherente a las relaciones, pues las cosas no ocurren mecánicamente, las contradicciones no se dan sólo por acumulación de tensiones. Hay una condición de posibilidad histórica, cultural, social, sobre todo corporal, afectica, que excede estos ámbitos de los campos, de las relaciones, de las estructuras y de las instituciones, esta condición de posibilidad es la capacidad biopolítica, la potencia social, de lo que es capaz el cuerpo. Esta condición anterior al contra-poder. En términos del idealismo de la modernidad se hablaba de libertad, tratando de captar una voluntad vinculada a la razón; esta condición de posibilidad está más acá de la voluntad y de la razón. Es una fuerza y potencia de vida, es una capacidad de posibilidades y de creatividad. Esta dimensión y contenido está más acá del sujeto, que al final de cuentas es constituido por la internalización de las relaciones de poder, por más resistencias que se ponga a las modulaciones y dominaciones.
Sin embargo, hay que comprender que este contenido de capacidades biopolítica, creativas y de posibilidades, es también un espesor de potencia social, que lleva a generar resistencias, así como en una escala mayor, a generar proyectos emancipatorios, así como proyectos de liberación. Como se puede ver, no todo el cuerpo se puede modular, no se puede adecuar a los objetivos del poder, de las relaciones, estructuras y relaciones de poder. Hay un espesor del cuerpo que es imposible modular o sujetar, someterlo a los diagramas de poder. Ese espesor está más acá del sujeto, más acá de la internalización y del habitus. Ciertamente tampoco es estatalizable. Es la fuerza inherente a la vida y a la generación de la vida, es una fuerza inmanente a los cuerpos, es una potencia inmanente.
Miseria de la geopolítica
Hay toda clase de escritos y de escrituras, también toda clase de libros; incluso hay quien dice que ésta, la escritura, el libro, el texto, es una unidad aparente, que se abre a distintos planos, contextos, autores, citas; se trata entonces de tejidos que se articulan. Su diferencia y variedad depende no sólo de los destinatarios, sino del uso mismo de la escritura. ¿Para qué se escribe, para qué se publica? ¿Quién escribe? ¿A quienes destina su escritura? Estas preguntas obviamente son también definitorias de los textos, las formas, los formatos, los contenidos, las expresiones. En términos generales podríamos decir que hay libros de análisis, hay libros de teoría, hay libros de difusión, hay libros de las ciencias, hay libros de debate, aunque también los hay de polémica; es decir, de confrontación de ideas, no sólo de esclarecimiento. Hay libros de arte, de estética, hay libros de literatura, novelas, poesías, también libros de crítica literaria, así como libros orientados a una variedad de especializaciones, libros técnicos, etc. La lista parece interminable, empero llama la atención la aparición de libros de propaganda, los libros de un claro y evidente contenido “ideológico”, que, además, tienen la pretensión de ser analíticos y polémicos; sin embargo, resultan ser textos de descalificación y estigmatización. Son libros destinados a justificar acciones, políticas públicas, justificar al gobierno. No se crea que este tipo de libros es de reciente aparición, se trata de un estilo optado en los regímenes que usan la propaganda como indispensable de la escenificación política. Uno de esos libros es este titulado pomposamente Geopolítica de la Amazonia[117]; Poder hacendal-patrimonial y acumulación de capital, de Álvaro García Linera, recién publicados por la vicepresidencia. Éste, como otros libros del mismo autor, Las tensiones creativas de la revolución, así como El “oenegismo”, enfermedad infantil del derechismo, son libros de propaganda; aunque este último se parece más a una diatriba. Se trata de la propaganda y publicidad del gobierno, la maquinaria “ideológica”, que quiere convencer al pueblo que hay una “revolución” en marcha, a pesar de los hechos y los síntomas, que nos muestran un tibio recorrido de reformas al principio, y un calamitoso recorrido de contradicciones, después. Camino que más se parece a una repetición dramática de viejos escenarios políticos populistas y liberales. Consideramos Las tensiones creativas de la revolución[118] en Crítica a la razón “jacobina”[119]; empero, nos negamos a entrar en la diatriba espantosa de escandalosas descalificaciones, insultos y desinformaciones de El “oenegismo”, enfermedad infantil del derechismo, pues el desborde de este texto rayaba en la inquisición frenética de un discurso estigmatizador y represivo. No es tanto un texto de propaganda, sino un dispositivo represivo, un látigo en manos del verdugo. En cambio, con Geopolítica de la Amazonia, volvemos a un libro de propaganda, con pretensiones de análisis. Es indispensable evaluar este texto de la vicepresidencia sobre todo por las connotaciones que tiene respecto al Conflicto del TIPNIS. En adelante haremos consideraciones generales y temáticas sobre el libro mencionado.
Comenzaremos haciendo una evaluación general del libro y luego nos ocuparemos de los temas y tópicos indispensables en la discusión suscitada a raíz del conflicto del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS).
La reducción de la geopolítica o, mejor dicho de las geopolíticas, a un uso utilitario de la propaganda gubernamental, para justificar el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente, dado en las periferias del sistema-mundo capitalista, para justificar la ampliación de la frontera agrícola en beneficio de la extensión del cultivo de la hoja de coca excedentaria, de la agricultura expansiva y la ganadería expansiva, además de la extensión e intensificación de la explotación maderera de las empresas privadas, muestra la miseria de la geopolítica gubernamental, una geopolítica del neo-populismo y neo-nacionalismo restaurador del Estado-nación. En este decurso “geopolítico” local se encamina el uso discursivo de enunciados marxistas, uso estrambótico para construir la legitimación oficial del modelo extractivista, como es el uso de la subsunción capitalista de la economía indígena amazónica, que es además un concepto inventado al calor del delirio de la polémica en contra de las naciones y pueblos indígenas originarios, concepto que no se sostiene ni teóricamente, ni lógicamente, ni empíricamente[120]. El interpretar, de una manera apresurada e improvisada, que el ambientalismo, el ecologismo, la defensa de los ecosistemas, la defensa de la madre tierra, es parte del proyecto de dominación capitalista, en su fase imperialista, dominación internacional colaborada con la dominación local y regional de hacendados, empresarios y ONGs, no es más que la muestra de una fantasía enardecida, que no puede contrastar sus propias conjeturas, más quiméricas que graves y sensatas.
Todo esto está exento de análisis, análisis de contexto, análisis de los ciclos del capitalismo y de sus estructuras diferenciales; sobre todo hay ausencia de un análisis de la geopolítica del sistema-mundo capitalista y de la economía-mundo capitalista. Geopolítica que ha creado una división del trabajado, condenando a las periferias del sistema-mundo a la extracción de los recursos naturales y su exportación, en condiciones de materias primas, extracción minera e hidrocarburífera, a la producción de alimentos baratos, a la mano de obra barata, en tanto que la concentración de capital de la acumulación ampliada de capital se da lugar en los centros del sistema-mundo capitalista. Aunque algunos países de las periferias hayan pasado a ser potencias industriales, esto no quiere decir que se ha abolido la geopolítica del sistema-mundo capitalista; esto sólo quiere decir que hay desplazamiento de los centros, así como una modificación en los términos de intercambio y en la composición de la estructura de control y dominación del capital. Decir que hay que apostar al extractivismo para satisfacer las necesidades del pueblo no es más que repetir el viejo discurso de las elites criollas liberales y nacionalistas, sin un ápice de modificación discursiva y tampoco de agudeza. No se entiende que la reproducción del extractivismo condena al círculo vicioso de la dependencia. Lo que empíricamente se ha demostrado en la historia moderna y de los ciclos del capitalismo, en lo que respeta a la condena extractivista de los países periféricos, es que el extractivismo nunca fue la base de la industrialización y de la salida de la dependencia, al contrario, refuerza la condena fosilizando una economía dependiente y un Estado rentista.
Las experiencias de la Unión soviética y de la República de China Popular muestran que tuvieron que dar saltos forzados, no extractivistas, para producir sus propias revoluciones industriales. Si hubieran pensado en los términos de la geopolítica del extractivismo, se hubieran quedado eternamente en el umbral de la economía de la dependencia. Este umbral fue el límite de los gobiernos nacionalistas del siglo pasado, pues creían que con las nacionalizaciones de los recursos naturales, de las empresas mineras y petroleras bastaba para salir la dependencia y crear como arte de magia la industrialización, llamada por ellos política de sustitución de importaciones. Los gobiernos nacionalistas produjeron un remedo estrecho, dramático y comediante, además de fragmentado, de las revoluciones industriales de la Unión Soviética y la República popular China. En esos casos, los de las llamadas revoluciones socialistas, se trataba de transformaciones estructurales integrales de la sociedad y de la economía, transformaciones gigantescas en el campo educativo, buscando crear la masa crítica de científicos, transformaciones gigantescas en la economía, mediante la socialización de los medios de producción y la reforma agraria, transformaciones gigantescas en el campo del trabajo, apuntando al pleno empleo, transformaciones gigantescas en el campo de la salud, construyendo una logística extensa y abarcadora, para atender la salud pública. En otras palabras, apostaron a crear las condiciones de posibilidad de la revolución industrial, se efectuó una política y una planificación encaminada a la revolución industrial. Si algo produjo estas revoluciones no es el socialismo, pues no puede darse el socialismo en un solo país y sin profundización de la democracia, sino la revolución industrial en sus países. Por último, intentaron construir una transición estatal diferente, una transición que respondiera a la dictadura del proletariado, que es una perspectiva también de transición. Aunque este recorrido los llevó a la formación de un Estado total, que abolió la democracia obrera (Kronstadt, 1921), que sumergió los soviets en la dictadura del partido y después el partido fue arrastrado a la gravitación desmedida de la dictadura de un solo hombre; sin embargo, por lo menos se intentó construir otro mapa institucional. El apostar por el modelo extractivista, el mantener el Estado-nación subalterno, que no es otra cosa que un administrador de la transferencia de los recursos naturales a los centros de la acumulación del capital, no es más que repetir la misma historia de las élites criollas, ahora en versión neo-populista.
La crisis ecológica a la que ha llevado la vorágine del capitalismo es una realidad, en sentido de conjuntos y series de hechos, no un cuento de ambientalistas; la combinación de la crisis estructural del capitalismo y la crisis ecológica, crisis devenidas por la transferencia de los costos no cuantificables a la naturaleza, resultan en una situación amenazadora a los ciclos de reproducción de la vida. Esto también es una situación constatada científicamente, no parte de la propaganda del capitalismo verde y de ONGs. Desconocer esto es ponerse de parte de las empresas trasnacionales y de los países que no firmaron el compromiso de la Cubre Mundial del Cambio Climático en Kioto, entre los que se encuentra Estados Unidos de Norte América. Desconocer una de las tesis más propositivas de las corrientes marxistas, como es la tesis de Theodor Adorno y Max Horkheimer, teóricos connotados de la escuela de Frankfurt, de que el capitalismo no solamente se explica por la explotación de la fuerza de trabajo sino también por la dominación de la naturaleza, es ponerse de lado de las corrientes deterministas y economicistas del marxismo vulgar[121].
Las luchas contemporáneas contra el capitalismo, después del hundimiento de los estados socialistas de la Europa oriental, son ecologistas, son de movimientos sociales diversos, de multitudes, de auto-convocados y autogestionarios, son de movimientos de naciones y pueblos indígenas, que se ponen de lado de la defensa de la madre tierra, son de movimientos feministas de-coloniales y de las subjetividades diversas. Estas luchas son descolonizadoras y anticapitalistas. No es la misma estructura de luchas que la de los periodos de la hegemonía proletaria; ahora el proletariado, en su gran mayoría, es nómada y migrante, sometido al capitalismo salvaje y a formas renovadas del colonialismo. Desconocer las versiones del eco-socialismo o del socialismo verde[122], es parte de un anacronismo dramático de los discursos fosilizados, que lo único que hacen es repetir mecánicamente las viejas consignas, creyendo que los cuadros, en el sentido de paisajes, y los contextos de una etapa pasada del capitalismo siguen, continúan inamovibles, como rocas desafiando la corriente de los tiempos y cristalizando la eternidad, como si nada hubiera pasado, como si no hubieran transcurrido las transformaciones históricas. Eso es pelear con los fantasmas, que son como irradiaciones espectrales del pasado, para no acudir a la responsabilidad de pelear con las formas del capitalismo hoy, en el presente. Sobre todo este discurso es funcional a la continuidad del modelo extractivista, que es a lo que apuesta la fase crítica del ciclo del capitalismo vigente, en su forma de mega-minería y en su forma de explotación hidrocarburífera, usando tecnologías cada vez más destructivas. En esta fase de dominio y control del capital financiero sobre las otras formas de capital, el discurso legitimador, la “ideología” burguesa del capitalismo tardío, define una administración de la crisis mediante su financiarización, sostenida por el retorno a un masivo despojamiento y desposesión de los recursos naturales, transfiriendo los costos de la crisis nuevamente a la naturaleza, a las periferias del sistema mundo; también ampliando la transferencias de los costos de la crisis a sus propias sociedades de los centros del sistema-mundo, haciéndoles pagar precios de inflación y tributaciones invisibles. Es a esta modalidad que se la llama modelo extractivista, densamente aplicada en las periferias de la economía-mundo capitalista. Las divagaciones de la geopolítica del extractivismo sobre la inutilidad de hablar de extractivismo, pues se trata del modo de producción capitalista y de sus formas técnicas, caen por su propia inocencia y por la manifiesta negligencia de atender el debate que atraviesa a América Latina sobre el extractivismo como modalidad integral, no solo forma técnica, de despojamiento y desposesión de los recursos naturales, con el agravante de la gran incidencia destructiva de la mega-minería. No se puede responder a esta problemática, que requiere el análisis específico del problema concreto, con las generalidades del discurso marxista des-contextuado de que se trata del modo de producción capitalista y una de sus formas técnicas. Este discurso, esta geopolítica extractivista, es precisamente el gran apoyo nacionalista y populista a las formas de dominación y control del capital a escala mundial. Los argumentos de este discurso anacrónico no se sostienen empíricamente, tampoco ante el análisis contemporáneo de las formas de expoliación desplegadas por el capitalismo tardío, como dominio de la naturaleza y explotación de la fuerza de trabajo.
Esta geopolítica del extractivismo, geopolítica endémica, pues no está estructurada teóricamente, ni toma en cuenta la arqueología del saber de las teorías geopolíticas, tampoco la genealogía de las geografías políticas emancipatorias, no estatalistas, recurre a la violencia para cubrir sus flaquezas, desatando el ataque sistemático a las organizaciones indígenas, que resisten al modelo extractivista y a las políticas anti-indígenas e inconstitucionales del gobierno. La acusación es la misma, repetida como ritual de la inercia estatal, sin imaginación y menos sin raciocinio: La organizaciones indígenas están bajo el control de ONGs, pagadas por potencias extranjeras, además comparten la alianza con las haciendas y las empresas patronales agrícolas y de la agro-industria. Esto es desechar tristemente la lucha de los pueblos indígenas contra los karaianas, contra la expansión ganadera y de las haciendas, contra las empresas madereras y las barracas, además de las empresas castañeras. Esto es inventarse a su antojo una historia que no ocurre y que tampoco nunca ocurrió, desconociendo los hechos y la larga tradición de las luchas indígenas, así como omitiendo la memoria larga indígena, desterrándola al desierto del olvido. Este comportamiento es una muestra de la matriz colonial de la psicología de los gobernantes, colonialidad del saber manifestada en la locución del discurso improvisado de la geopolítica del extractivismo. Esto sirve para convencer a los convencidos, que son las camadas de llunk’u y aduladores del campo burocrático, de los entornos maniáticos del poder. Este discurso no convence al pueblo boliviano, que apoyó las marchas indígenas en defensa del TIPNIS, menos convence a las naciones y pueblos indígenas, no convence a los movimientos sociales anti-sistémicos vigentes. Esta geopolítica extractivista es parte de la propaganda y publicidad gubernamentales, que funciona mecánicamente, como masa copiosa de comunicación pagada por el Estado, comunicación que quiere aplastar agobiando al público y los espectadores atónitos, convencerlos por repetición infinita de lo mismo.
Por otra parte, en lo que respecta al conflicto del TIPNIS, asombra no solo la desinformación descomedida, sino la poca atención que se toma de las propias resoluciones del gobierno al respecto. El TIPNIS cuenta con tres zonas definidas por el Servicio Nacional de Áreas Protegidas (SERNAP) y la Asamblea de Corregidores; se trata de tres zonas, la “Zona Núcleo”, la “Zona de Uso Tradicional” y la “Zona de Uso de Recursos”. La primera zona goza de una extrema protección y figura con ese nombre en la propuesta o Plan Estratégico de Gestión del TIPNIS. A propósito Sarela Paz escribe:
En el Reglamento General de Áreas Protegidas, este tipo de áreas se denomina “Zona de Protección Estricta”, es decir que la Zona Núcleo del TIPNIS es una zona de extrema conservación, no se la puede tocar, no se la puede modificar[123].
La segunda zona, situada alrededor de la zona núcleo, es el área que se la ha definido como “Zona de Uso Tradicional”. Justamente en esta zona se realiza la economía étnica. Finalmente, la tercera zona es de “Uso de Recursos”, donde pueden desarrollarse actividades económicas con fines comerciales, donde puede desenvolver el modelo de desarrollo comunitario.
Sarela Paz caracteriza a esta tercera zona de la manera siguiente:
La categorización y los distintos usos de las zonas fueron aprobados por el SERNAP desde 2002 y, en base a ello, el mismo SERNAP-MAPZA impulsó el modelo de desarrollo comunitario a través de programas como: 1º Aprovechamiento Forestal, 2º Aprovechamiento de Cuero de Saurios, 3º Ecoturismo–Pesca Deportiva, 4º Manejo de Chocolate Nativo, 5º Módulos Ganaderos Comunitarios[124].
Es ciertamente inmoral y deshonesto, de parte del gobierno y por parte del discurso de la geopolítica del extractivismo, citar estos proyectos como ejemplo de la vinculación de las comunidades del TIPNIS con el capitalismo internacional, cuando fue el propio gobierno quien los aprobó y los fiscaliza. Esto muestra no solo indecencia sino un desprecio por la opinión pública y el pueblo, de quienes se tiene una imagen de sujetos manipulables, imagen digna de la paranoia del poder y del desprecio de la gente trastocada por el señorío que ejerce, enamorada de la dominación desplegada sobre todos los mortales. Las organizaciones indígenas son las únicas organizaciones que defienden consecuentemente la Constitución, el proceso, los objetivos descolonizadores del proceso, los derechos de la madre tierra, contra un gobierno extractivista, que está contra el proceso, contra la Constitución y la madre tierra, además de estar efectivamente de parte de la geopolítica dominante y racializada del sistema-mundo capitalista, por la continuidad y expansión desbordante del modelo extractivista.
Otra cosa que llama la atención es la ingenuidad como se maneja la temática y la problemática de la Amazonia. ¿Cuál es el imaginario gubernamental sobre la Amazonia? Es un espacio rebelde que debe ser sometido a la soberanía del Estado-nación. No se ha hecho el esfuerzo de investigar de qué se trata, a qué complejidades responde esta inmensa geografía boscosa, selvática y acuática, habitada por la biodiversidad de especies, nichos ecológicos y ecosistemas, de la que forman parte las sociedades y comunidades humanas. No se ha hecho un estado de arte de las investigaciones sobre la Amazonia, se desconocen los distintos acercamientos a este continente amazónico, desde las investigaciones antropológicas y mitológicas, hasta las distintas definiciones geográficas, sociales, administrativas y ecológicas de la Amazonia. Se desconocen las memorias, imaginarios y saberes indígenas de la Amazonia. Se desconocen la complejidad de los campos sociales, los campos económicos, los campos culturales, los campos simbólicos y los campos políticos de la Amazonia. No hay de lejos ningún análisis sociológico. Lo que hay es un abuso del término, Amazonia, una restricción inaudita de los contextos, planos, campos, nichos ecológicos y ecosistemas de la Amazonia al imaginario gubernamental. Este imaginario estatal supone que la Amazonia es tierra dominada por hacendados y ONGs. Esta es la parte más pobre del libro, que raya en lo grotesco literario[125].
¿Cómo explicar entonces esta geopolítica extractivista? ¿Cómo explicar esta miseria geopolítica, además del estrambótico manejo de los temas puestos en mesa? Se nota una desesperación desgarradora por justificar la ruta optada por el gobierno. La política extractivista, sus nacionalizaciones parciales, su entrega de la explotación y producción hidrocarburífera a la dirección técnica de las empresas trasnacionales, sus políticas improvisadas, su demagogia industrialista, sus alianzas efectivas con la burguesía boliviana, la banca, la burguesía agroindustrial y los nuevos ricos. También es desgarrador el esfuerzo por ocultar, no hablar de la expansión desbordante del clientelismo, los circuitos de influencia, la economía política del chantaje, la economía política de la cocaína, que se han convertido en factores que inciden ya en las decisiones gubernamentales. También es alarmante, el constatar que el gobierno ha cruzado la línea, está del otro lado de la vereda, enfrentando al pueblo, desde su medida impopular del “gasolinazo” y sobre todo en el conflicto del TIPNIS.
¿Geopolítica de la Amazonia?
¿Qué sería una geopolítica de la Amazonia? ¿Una geografía política de la Amazonia, es decir, una geografía política de los distintos ecosistemas, eco-organizaciones, comprendiendo a las sociedades y comunidades humanas que la habitan, nichos ecológicos e interacciones múltiples? ¿Una estrategia estatal sobre la Amazonia, buscando implantar la soberanía en estos contextos exuberantes y tropicales? Si fuese este al caso, si se trata de una estrategia del Estado-nación sobre el control de la Amazonia, como en el caso de la República Federal de Brasil, se requiere tener conocimientos, descripciones, diagnósticos, evaluaciones e investigaciones sobre la Amazonia. Este no es lo que ocurre con el gobierno boliviano, que patentiza un elocuente desconocimiento de los temas atingentes y de la problemática compleja de la Amazonia. Es más, la llamada geopolítica de la Amazonia ha reducido la geopolítica a la estrategia de la construcción de una carretera que cruza el núcleo del Territorio y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS), objetivo que es pobre por sí mismo como para llamarse geopolítica. Tampoco se puede decir que ADEMAF, la agencia de desarrollo de fronteras, cuenta con una estrategia que pueda llamarse geopolítica de la Amazonia. Esta agencia ha desplegado proyectos particulares en algunas zonas fronterizas, dispersos y fragmentados, que no llegan a articular una concepción integral de los proyectos, tampoco una estrategia de conjunto. Incluso, si fuese el caso hipotético, si lo lograra, tampoco esta estrategia de desarrollo fronterizo podría llamarse geopolítica de la Amazonia, pues una geografía política de la Amazonia en el sentido estatal, en el sentido de sentar soberanía, requiere resolver por lo menos tres temas; una concepción de la Amazonía, que contemple su complejidad y la interacción de sus ecosistemas; una política de integración amazónica concordante con los demás países que administran el continente amazónico; una política de articulación complementaria entre las regiones geográficas que componen el país. Todo esto está ausente en la llamada geopolítica de la Amazonia inventada por el gobierno.
En todo caso, hay que tomar en cuenta las distintas posibilidades o líneas de trabajo de la geopolítica, incluso de una geografía política, en sentido amplio. Ciertamente el eje más conocido de la geopolítica es estatal, se trata de estrategias del Estado como dominio y control del espacio. Se la ha usado por parte de las potencias imperialistas como estrategia de expansión en la lucha inter-imperialista por la dominación mundial. Sin embargo, hay otros ejes teóricos, uno de los más propositivos es el relativo a las geografías políticas emancipatorias, que desarrolla categorías y conceptos respecto a las dinámicas espaciales, en términos de la construcción de los espacios por parte de las fuerzas sociales. Los lugares, los sitios, las zonas, los territorios, las regiones, los espacios mismos, son concebidos como construcciones sociales e imaginarias populares. Se trata de una geografía que comprende las sensaciones, las emociones, las representaciones, los símbolos, los espesores territoriales, las prácticas de ocupación y movilidad, las edificaciones y los flujos, como componentes de la construcción del espacio. Esta geografía se concibe como un instrumento emancipatorio de las luchas sociales, geografía que hace inteligible el desplazamiento de las fuerzas y la dinámica de las transformaciones espaciales; se propone potenciar las luchas sociales socio-territoriales[126]. Hay un tercer eje, mas bien posibilidad, de trabajo, se trata de una eco-geo-política. Hablamos de las consecuencias de la ecología en la comprensión de los espacios y territorios, sin olvidar que la ecología concibe mas bien espesores y no espacios, así como concibe los territorios como nichos ecológicos y ecosistemas. Se trata del desarrollo de una eco-geografía-política que se plantea la comprensión de la complejidad de los ecosistemas y la armonización de las sociedades complementarias de seres vivos, en las que se incluyen las sociedades humanas.
Desde esta perspectiva, la posibilidad de una geopolítica de la Amazonia debe escoger de entre las rutas de estos ejes de trabajo, así como resolver los temas anteriormente establecidos, de concepción, de integración y de articulación. En todo caso, si tomamos en cuenta las premisas, postulados y mandatos de la Constitución, la transición a un Estado plurinacional comunitario y autonómico, requiere de una geografía política emancipatoria y de la eco-geografía política, por las exigencias de su enfoque pluralista y descolonizador. De ninguna manera una geopolítica del Estado-nación.
¿Qué es entonces esta nombrada geopolítica de la Amazonia? ¿Una “ideología” gubernamental? ¿Un discurso como dispositivo de poder para incidir en el conflicto del TIPNIS buscando la descalificación de los contrincantes? Nos acercamos a la segunda opción, a la de dispositivo de poder, sin dejar de aludir al carácter “ideológico” del discurso, en el sentido de un imaginario estatal no solamente de la Amazonia sino también de la naturaleza.
Hacemos notar que cuando nos referimos a la “ideología” gubernamental, lo hacemos entrecomillando ideología, pues consideramos que la teoría de la ideología es una tesis inadecuada para abordar la problemática de los saberes, de las formaciones discursivas, de los ámbitos imaginarios, de los sistemas simbólicos, de los esquemas de comportamiento y conductas. Preferimos acercarnos a la perspectiva compleja de Michel Foucault y Pierre Bourdieu sobre la comprensión de los saberes y los habitus. No hay que buscar en el figurado espacio de la superestructura el desenvolvimiento representativo de la ideología. De modo distinto, se trata de relaciones de poder, de estructuras de poder, de diagramas de poder, de violencia simbólica y violencia física del Estado, se trata de habitus, de subjetividades y sujetos, de usos del capital simbólico, del capital cultural, del capital económico y del capital social. Se trata entonces de señalar a la “ideología” gubernamental como retórica propagandística y dispositivo de poder con pretensiones de verdad.
La palabra “ideología” es problemática, lo fue desde sus inicios. El término ideología fue formulado por Destutt de Tracy en Mémoire sur la faculté de penser, publicado durante 1796. La tesis concibe la ideología como la ciencia que estudia las ideas, su carácter, origen y las leyes que las rigen, así como las relaciones con los signos que las expresan. Michel Foucault escribe a propósito:
En Destutt de Tracy o en Gerando, la ideología se da a la vez como la única forma racional o científica que puede revestir la filosofía y como único fundamento filosófico que puede proponerse a las ciencias en general y a cada dominio singular del conocimiento. La ideología, ciencia de las ideas, debe ser un conocimiento del mismo tipo que los que tienen por objeto los seres de la naturaleza, las palabras del lenguaje o las leyes de la sociedad. Pero, en la medida misma en que tiene por objeto las ideas, la manera de expresarlas y de ligarlas en los razonamientos, ella sirve como Gramática y Lógica de toda ciencia posible. La ideología no pregunta por el fundamento, los límites o la raíz de la representación; en cambio, recorre, el dominio de las representaciones en general; fija las sucesiones necesarias que aparecen allí; define los lazos que allí se anudan; manifiesta las leyes de composición y de descomposición que pueden reinar allí. Aloja todo saber en el espacio de las representaciones y, al recorrer este espacio, formula el saber de las leyes que organiza. Es, en cierto sentido, el saber de todos los saberes. Pero esta duplicación fundamentadora no la hace salir del campo de las representaciones; su fin es replegar todo conocimiento sobre una representación a cuya inmediatez no escapa jamás[127].
Quizás la de Destutt de Tracy fue la definición más completa y más pretensiosa de la ideología, en los límites de la episteme de la representación, antes de ingresar a la episteme de las historicidades, empiricidades y positividades, que sostienen las ciencias de la vida, del trabajo y del lenguaje, ciencias que reclaman la aventura inverosímil de las ciencias humanas, la sociología, la psicología y la antropología, que se instauran en el triedro de los saberes, en el triángulo de las tres dimensiones de la episteme moderna; en la primera dimensión, las ciencias matemáticas y físicas; en la segunda dimensión, las ciencias, propiamente dichas, la de la vida, biología, la del lenguaje, y las de la producción y distribución de las riquezas; en la tercera dimensión, el pensamiento filosófico.
Tiempo después, en comparación, las definiciones marxistas de “ideología” como que retornan a las teorías de la representación, combinadas con la tesis hegeliana de la enajenación. Ya no definen a la “ideología” como ciencia de las ideas sino como consciencia falsa, en unos casos, o como lucha de clases en los escenarios de la superestructura, en otros casos, quizás los más pertinentes al problema. Como se puede ver, el concepto de “ideología” no deja de ser problemático para el marxismo, tanto por este retorno a la tesis de las representaciones, así como por esta reducción al supuesto de reflejo de la tesis de la consciencia falsa, así como también por su concepción en tanto región de la superestructura, por último, por ser entendida como irradiación en tanto instrumento cultural y discursivo de la lucha de clases[128].
La institucionalización del marxismo como materialismo histórico define el concepto de ideología en tanto forma parte de la superestructura, junto con el sistema político, la religión, el arte y el campo jurídico. De acuerdo a la interpretación institucional, la “ideología” se encuentra determinada por las condiciones materiales de las relaciones de producción, conocidas también como estructura económica y social. La adecuación a estas condiciones materiales se comporta como una “conciencia falsa”. Desde esta perspectiva la “ideología” es legitimadora del orden social, político y jurídico. La “ideología” funciona como dispositivo de convencimiento, explica y valora lo que hay, le da un cierto aire de naturalidad o, mejor dicho, de historia lograda. Aunque no podemos reducir las definiciones de la “ideología” dadas por las distintas corrientes marxistas a este maniqueísmo de la “consciencia falsa”. Las corrientes teóricas recientes han problematizado el concepto de “ideología”. En esta perspectiva contaríamos con los trabajos de Ernest Bloch, de Wilheim Reich, de Antonio Gramsci, así mismo del mismo Nicos Poulantzas, más tarde, de Louis Althusser, también de Karl Mannheim. Podemos comprender estos trabajos críticos en tanto y en cuanto se oponen al reduccionismo de la “ideología” a la figura de la “consciencia falsa”, se oponen también al supuesto mecánico del determinismo económico, expresado en la figura arquitectónica de estructura-superestructura. Sin embargo, a pesar de los aportes de la crítica, la clarificación sobre la “ideología” no se logra, aunque se enriquezca la discusión. Tery Eagleton, en sus investigaciones sobre la ideología y la concepción marxista de la misma, ha encontrado que en los escritos del propio Marx existen teorías diferentes sobre el punto.
En lo que se puede llamar el marxismo occidental, tal como lo ha definido Perry Anderson, sobre todo para los historiadores de orientación no ortodoxa, que suele llamarse marxiana, particularmente en Francia e Inglaterra, de alguna manera ligada a la renovación historiográfica de mediados del siglo XX, que provocó la Escuela de los Anales, es compartida la tesis de que es imposible explicar la historia de un modo determinista. Desde esta perspectiva, puede encontrarse en la historiografía interpretaciones dinámicas de la “ideología”, construidas a partir del seguimiento de las investigaciones históricas de la “ideología”. Por ejemplo, se habla de la ideología dominante, de las adecuaciones de la “ideología” dominante a las nuevas condiciones del periodo o de la coyuntura, también del contexto. Así como se sugiere la emergencia de ideologías alternativas que entran en competencia con la “ideología” dominante, producen una crisis “ideológica”. Es en este contexto donde se puede comprender el sentido de la noción de crisis “ideológica”. Mannheim contrasta “ideología” a utopía; la primera legitima las instituciones establecidas, en tanto la segunda es crítica y abre un horizonte emancipatorio.
Fuera del campo marxista, hay dos autores postmarxistas que se han apartado del concepto de “ideología”, es más, que lo han criticado y lo consideran inadecuado para explicar los fenómenos que se dan en los ámbitos de lo imaginario, de los lenguajes, de las representaciones, de los conocimientos. Uno de esos autores es Michel Foucault, el otro es Pierre Bourdieu. Michel Foucault considera que el concepto de “ideología” se basa en supuestos insostenibles, uno de ellos es el supuesto de reflejo, que vendría a ser el resultado mecánico del determinismo. El otro supuesto es el de la represión, que las “ideologías” funcionan sobre la base de un dispositivo represivo. Michel Foucault considera que es menester lograr una interpretación materialista de los saberes, de la producción de verdades, de la hermenéutica del sujeto, a partir de las relaciones, estructuras, diagramas y agenciamientos del poder. Pierre Bourdieu no acepta la separación entre algo como “ideología” y la realidad, dice que esto no ocurre, ni podría explicar nada. Las representaciones forman parte de la realidad, así como los imaginarios; son dispositivos productores de realidad. Se concentra también en las prácticas, en los procedimientos, en los campos, sobre todo, el campo escolar, así como en el habitus, como escenarios y espacios, así como internalizaciones, donde se construye la realidad.
Una comparación de estas interpretaciones teóricas, las marxistas y las post-marxistas, nos muestra que los marxismos no se habrían movido de una concepción dualista, materia-idea, estructura-superestructura, realidad-consciencia falsa; en tanto que el post-marxismo propone una interpretación integral, compleja y dinámica de los fenómenos articulados que se dan en las sociedades, donde los saberes, los imaginarios y las conductas forman parte de la construcción social de realidades.
En este sentido, vamos a recurrir a las tesis post-marxistas, a los autores citados, a sus teorías e investigaciones, para abordar un tema recurrente en la práctica política, la producción de realidades a partir de los dispositivos discursivos, el control parcial o total de los medios, el monopolio de la violencia simbólica y el monopolio de la violencia física. Interesa contrastar las representaciones del poder con las descripciones más amplias que se puede hacer de los recortes de realidad, de los contextos problemáticos y disputados entre la institucionalidad del poder y los movimientos alternativos.
Encaminándonos en este propósito, es sugestivo contrastar un reciente y recurrente discurso político, que circunscribe el conflicto amazónico a la teoría de la conspiración, bajo la figura esquemática del dominio absoluto de los patrones y el sometimiento total de los pueblos indígenas, dominio trasladado al control total de las ONGs sobre comunidades indígenas engañadas, con los otros discursos, sobre todo con las otras prácticas y relaciones que se dan en este inmenso continente ecológico que es la Amazonia.
Los trabajos e investigaciones de Maristella Svampa maduran el concepto de extractivismo en su sentido descriptivo y explicativo; descripción de las características expoliadoras de las formas del capitalismo en crisis y explicación de su manifestación destructiva a partir de la crisis misma del capitalismo. Recogiendo los planteamientos de Bob Jessop sobre las dimensiones de la crisis, Maristella Svampa define el concepto de extractivismo. Los planteamientos de Bob Jessop proponen la identificación de cuatro procesos; primero, la crisis ambiental global, crisis múltiple relativa a los recursos naturales, petróleo, alimentos y agua; segundo, el declive de los Estados Unidos y el retorno a un mundo multipolar, así como el surgimiento de China como potencia industrial, económica y militar; tercero, la crisis de la economía global organizada bajo la sombra del neoliberalismo y sujeta a las contradicciones y luchas inherentes del capitalismo; cuarto, la crisis de un régimen de acumulación, conducida por el capitalismo financiero y sus efectos de contagio[129]. Maristella Svampa concibe el extractivismo de la siguiente manera:
Es una ventana privilegiada para leer las múltiples crisis, en sus complejidades y contingencias. Ilumina mucho de los grandes problemas:
-Sobre la crisis ecológica-ambiental y sobre los riesgos cada vez mayores de un modo de apropiación/explotación y consumo; sobre el declive de los Estados Unidos, la incorporación de nuevos actores globales visibles en la emergencia de potencias como China y la India, e incluso de una suerte de sub-imperialismo a escala regional, como el de Brasil, que alienta modelos de desposesión en los países del sur; todos ellos países fuertemente extractivistas hacia adentro y hacia afuera.; sobre la crisis económica global; y sobre el capitalismo financiero (en tanto el precio de los commodities aparecen regulados por el capital financiero). A la que agregaríamos siguiendo a Escobar y otros, crisis del proyecto de modernidad (que implica la superación del desarrollo)[130]. Así, el extractivismo es una categoría muy potente, es una categoría con potencia descriptiva y explicativa, al tiempo que tiene un fuerte poder movilizador y denunciativo. En la medida en que define un determinado estilo de desarrollo y la profundización de una lógica que funciona a varios niveles, y por eso mismo atraviesa e ilumina un conjunto de problemáticas que definen las diferentes dimensiones de la crisis. En ese sentido, es un concepto de corte fuertemente político pues nos “habla” elocuentemente acerca de las disputas en juego y reenvía, más allá de las asimetrías realmente existentes, a un conjunto de responsabilidades compartidas entre el norte y el sur, entre los centros y las periferias[131].
Maristella Svampa hace unas precisiones a propósito de la definición anterior del extractivismo:
En el actual contexto, el extractivismo debe ser comprendido como aquel patrón de acumulación basado en la sobre-explotación de recursos naturales, en gran parte, no renovables, así como en la expansión de las fronteras hacia territorios antes considerados como “improductivos”. Por ende, no contempla solamente actividades típicamente extractivas (minería y petróleo), sino también otras actividades (como los de agro-negocios o los biocombustibles), que abonan una lógica extractivista a través de la consolidación de un modelo-mono productor. Asimismo, comprende también aquellos proyectos de infraestructura previstos por el IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana), en materia de transporte (hidrovías, puertos, corredores biocéanicos, entre otros), energía (grandes represas hidroeléctricas) y comunicaciones, programa consensuado por varios gobiernos latinoamericanos en el año 2000, cuyo objetivo central es el de facilitar la extracción y exportación de dichos productos hacia sus puertos de destino.
Es un concepto amplio, pero al mismo tiempo es preciso: así, uno de los rasgos fundamentales es la gran escala de los emprendimientos, la tendencia a la mono-producción o monocultivo, la especialización productiva y por ende, la tendencia a la re-primarización y la consolidación de enclaves de exportación. Esto es, en términos geopolíticos, se traduce por la generación de una nueva dependencia y la consolidación de un modelo neocolonial[132].
Maristella Svampa nos dice que es indispensable usar el término de extractivismo rigurosamente, escapando a una excesiva utilización metafórica y sólo denunciativa, que sirva para todo y para nada:
Propender a un uso riguroso, nos puede ayudar tanto a la desactivación de mitos y lugares comunes en torno a lo que hoy se presenta como estilo de desarrollo, así con a la construcción de puentes y pasarelas con otros sectores organizados. Incluso el uso metafórico del término también tiene riesgos (todo parece ser extractivo; hasta los propios gobiernos progresistas parecerían “extraer” y “vaciar” de energía social los procesos de transformación en marcha).
En este sentido, hay que precaverse contra el uso puramente sustantivo (“extractivismo”). La adjetivación que aparece en la propuesta de transición de Gudynas-Claes nos parece no sólo acertada sino necesaria, en la medida en que da cuenta de una tipología variada de extractivismos, que se coloca lejos de la pura sacralización de la naturaleza o de la defensa de una visión intocable de la misma. A lo que asistimos es a la expansión de un extractivismo depredatorio. No es que haya buenos o malos extractivismos, pero en un contexto de transición tenemos que aceptar la idea de un extractivismo indispensable, en el marco de una transformación civilizatoria[133].
Como se puede ver estamos ante un concepto dinámico y a la vez especifico, permite el análisis especifico de la problemática concreta ocasionada por un modelo de desarrollo, que no solo apunta a la acumulación de capital, sino que permite la acumulación ampliada de capital por la recurrencia a la renovada acumulación originaria de capital, lograda con la violencia del despojamiento y desposesión de los recursos naturales. Obviamente el concepto de extractivismo, que podríamos llamar la modalidad extractivista, es un concepto que se desprende del concepto metodológico de modo de producción capitalista (Nicos Poulantzas), que lo hace inteligible a la luz de la complejidad de las formaciones económicas sociales concretas, además de vincularse con un concepto más amplio, el del sistema-mundo capitalista. La virtud de este último concepto, sistema-mundo capitalista, es que escapa de los límites de un concepto metodológico, del modo de producción capitalista, aunque lo contiene, límites que no permiten pensar precisamente los procesos de subsunción al capital, la articulación de modos de producción, la sobre-determinación del modo de producción capitalista, las formaciones sociales concretas, las dinámicas y planos de funcionamiento del capital, además de pensar la historicidad de los ciclos largos del capitalismo, sus dinámicas y sus diferencias estructurales.
Pretender resolver todos los problemas con los conceptos de modo de producción, modo de producción capitalistas y formas técnicas, es como decir en la noche todos los gatos son pardos. Lo que importa es comprender la dinámica histórica del modo de producción capitalista, cómo se constituye y se despliega, las envolturas en las que se mueve, las formaciones económicas sociales, el sistema-mundo capitalista y la economía-mundo capitalista. Siendo el sistema-mundo capitalista la articulación dinámica de distintas formas de Estado, diferentes sociedades, variadas culturas, plurales modos de producción, distribuidas formaciones económicas y sociales, en la marcha y configuración de los procesos de acumulación de capital. Siendo la economía-mundo el conjunto de los ámbitos de mercados, comerciales, productivos, industriales, financieros, donde se realiza la valorización del valor. Entonces el extractivismo es una categoría específica, sobre cuya condición de posibilidad se construye la conceptualización de los procesos extractivistas, como formas depredadoras y contaminantes de un modelo de desarrollo y de sus procedimientos de despojamiento y desposesión, recurrentes en la administración de la crisis del capitalismo.
Asistimos en América Latina a la explosión de las luchas de los pueblos y comunidades contra el extractivismo de la mega-minería y de la explotación hidrocarburífera. Estas luchas se conectan con la defensa del agua y de la vida, con la defensa de las cuencas y de los territorios, que sufren de la contaminación de la mega-minería y de los pasivos petroleros. Estos conflictos no pueden explicarse con el uso general del concepto de modo de producción capitalista y formas técnicas. Esos conflictos pueden explicarse a partir de las causas y consecuencias de un modelo de desarrollo implementado, de las formas de explotación depredadoras y contaminantes, del uso de una tecnología intensiva y expansiva que horada los suelos en gran escala. Estos conflictos se explican por la contaminación del agua y las enfermedades que provoca, por la infertilización de los suelos, por las desigualdades y miserias que ocasiona, además de los circuitos de corrosión y corrupción que acompañan al extractivismo minero e hidrocarburífero. Por eso, el uso del concepto extractivismo es apropiado. Por su capacidad descriptiva y explicativa de un fenómeno contemporáneo, la de un modelo de desarrollo que transfiere los costos imponderables a la naturaleza y a la sociedad, en plena crisis estructural del capitalismo, en su fase de administración financiera de la crisis.
Decir que todas las sociedades y que todos los modos de producción son extractivistas por que extraen recursos naturales, aunque lo hagan de diferente manera y a distinta escala, es una frivolidad. Es reducir el concepto de extractivismo al verbo extraer. No se ha entendido la discusión, no se ha informado sobre el desarrollo de los debates, no se ha detenido en las implicaciones, la estructura y los alcances del concepto extractivismo. Esto nos muestra que no se tiene consciencia de los alcances de la problemática. Por eso se sigue repitiendo apreciaciones de sentido común, ¿si no extraemos recursos naturales de dónde sacamos los recursos para satisfacer las necesidades de la población? Peor aún, se tiene una visión lineal de la historia, primero extractivismo, después industrialización[134]. Esta perspectiva constreñida no capta la simultaneidad y complejidad de los procesos, no entiende que el extractivismo no es condición de posibilidad de la industrialización; nuca lo fue. Se trata de procesos distintos cuyas condiciones de posibilidad históricas son diferentes. El extractivismo del que hablamos responde a la gigantesca demanda de la acumulación ampliada de capital en el sistema-mundo capitalista, a su geopolítica racializada y diferenciadora de centros de acumulación y periferias, sobre todo ahora, en el desenvolvimiento de la crisis estructural del capitalismo, que recurre al despojamiento y desposesión expansiva para administrar su propia crisis. La industrialización responde a la necesidad de acortar los tiempos de producción, reacciona a la lucha de clases, frente a la demanda de los obreros de menos horas de trabajo, innova frente a los requerimientos de transformación de la materia, a la necesidades de masificación de las mercancías; la industrialización se hace posible cuando se cuenta con una masa crítica de científicos y tecnólogos, cuando se articulan productivamente ciencia y técnicas, cuando se ha logrado disciplinar los cuerpos y modularlos para su mejor desempeño en la producción. La opción extractivista condena a quedarse en el umbral de la dependencia; la opción por la industrialización requiere crear condiciones de posibilidad no-extractivistas. Ahora bien, para efectuar esta simultaneidad se requiere de transiciones transformadoras, se requiere de reformas educativas fuertes y de inversiones en investigación, así como de inversiones en tecnología. No de seguir apostando al extractivismo, aunque en la transición se tenga que combinar la disminución del peso del extractivismo en la economía con el avance de la industrialización.
Por otra parte, el extractivismo no sólo se refiere a la extracción de recursos naturales no-renovables, sino a una composición perversa entre extracción minera e hidrocarburífera con la agricultura expansiva, que requiere una constante ampliación de la frontera agrícola, en detrimento de los ecosistemas. Una composición que comprende a la producción, uso e incorporación de transgénicos y tierras destinadas al agro-combustible. El extractivismo también se refiere a una composición perversa institucional y administrativa conformada en la economía y el Estado rentista.
La defensa de la geopolítica extractivista, la defensa de las concesiones mineras y petroleras, además de otras, no es más que la defensa de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, geopolítica que convierte a la inmensa periferia diferencial en productora y exportadora de materias primas al servicio de la acumulación ampliada de capital. El querer aparentar una pose antiimperialista, en estas condiciones y con esa posición, no es más que retórica justificadora de la condena colonial, el extractivismo.
Eduardo Gudynas clasifica tres formas de extractivismo:
1) Extractivismo depredador: Corresponde a la situación actual, donde la actividad se hace a gran escala, el valor de los productos obtenidos no incluye los costos sociales y ambientales, y éstos se externalizan. Las sociedades nacionales deben lidiar con los efectos negativos que dejan esos emprendimientos. A su vez, representan apenas economías de enclave orientadas a la globalización.
2) Extractivismo sensato: Se aplica para emprendimientos extractivistas que cumplan realmente con las normas sociales y ambientales de cada país, bajo controles efectivos y rigurosos, y donde se internalizan sus impactos. En este caso se apela a que los enunciados de la responsabilidad social y empresarial salgan de las declaraciones y se hagan realidad, se utilicen las mejores técnicas disponibles, y en particular sistemas de ciclo cerrado, con adecuadas medidas de abandono final de los emprendimientos. Esta es una fase intermedia en las alternativas, entendida como medidas de urgencia para salir del actual extractivismo depredador, con respuestas concretas a sus impactos negativos. La orientación exportadora global se reduce drásticamente.
3) Extractivismo indispensable. Es la etapa final, donde permanecerán aquellos emprendimientos extractivistas que sean realmente necesarios bajo otro tipo de desarrollo. Por lo tanto, las alternativas que aquí se defienden no apuntan a prohibir todas las actividades extractivistas, sino a redimensionarlas, donde permanecerán aquellas que son genuinamente necesarias, que cumplan condiciones sociales y ambientales, y estén directamente vinculadas a cadenas económicas nacionales y regionales. En este caso la orientación exportadora global llega a un mínimo, y el comercio en estos productos se destina sobre todo a mercados continentales[135].
Como se puede ver, en las transiciones al post-extractivismo, no se dice que va a desaparecer el extractivismo, como supone la geopolítica del extractivismo, sino que es menester tener en cuenta la estructura, la forma, el carácter del extractivismo y su temporalidad; primero, comprender las distintas formas del extractivismo y sus diferencias; segundo, distinguir sus incidencias en la naturaleza, la sociedad y la economía; tercero, la necesidad de pasar al extractivismo indispensable.
En relación a la comprensión de la crítica de la economía política del extractivismo es indefectible entender que lo que se critica es la densidad y el peso del extractivismo, de la economía extractivista, de las exportaciones de materias primas en la economía. Es realmente problemática la composición de la economía cuando el extractivismo supera más de la mitad de la configuración económica. En Sud América la proporción de materias primas en el total de exportaciones va de 55.4% en Brasil al 92.7% en Venezuela. Los países andinos presentan en todos los casos altos valores: 92.8 % Bolivia, 91.7 % Ecuador, 88% Chile, 86.6% Perú, y 68.5 % Colombia, todos datos para el año 2008[136]. De esto se trata, de la gravitación del extractivismo en la economía, pues este peso estanca la economía en el umbral de la dependencia. No se trata de si hay o no extracción de recursos naturales en todas las formaciones sociales y en todos los modos de producción. Esta es una manera muy rústica de escapar del debate.
Por otra parte, el extractivismo, no es, desde ningún punto de vista, una forma técnica del modo de producción; este es un reduccionismo extremo. El extractivismo es una configuración económica, social y cultural, forma parte de un modelo de desarrollo, es no solamente una asignación en el mercado mundial y en el proceso de acumulación a escala mundial, sino una articulación compleja entre esta modalidad económica y el Estado rentista, articulación que deriva en el circulo vicioso de la dependencia. Por eso la crítica a la economía política del extractivismo es una crítica a las estructuras de poder mundial, regional y local que sostienen el extractivismo. Defender el extractivismo con fruslerías de que todas las sociedades son extractivas, de que el problema no es ni el extractivismo, tampoco el no-extractivismo, es eludir el problema y, en el fondo, defender la dependencia y el Estado rentista.
La crítica al extractivismo y la lucha de los pueblos y comunidades contra el extractivismo es la lucha y la critica concretas a las formas del capitalismo hoy. Esquivar esta lucha y esta crítica, con la idea anacrónica de que todavía nos situamos en las luchas antiimperialistas de la primera mitad del siglo pasado, es pelear con fantasmas y eludir las luchas concretas contra el dominio y el control del capitalismo hoy. Es la mejor manera de servir a los intereses del capital y ser un agente del capitalismo.
Eduardo Gudynas distingue el extractivismo del neo-extractivismo. El extractivismo, sería relativo a los periodos liberales y neoliberales, está íntimamente vinculado a las empresas trasnacionales, a su control dominante, y a los efectos perversos de este control, tanto en los entornos de los enclaves extractivistas como en el Estado. En tanto el neo-extractivismo está asociado a los gobiernos progresistas, donde el Estado recobra el control, empero, sigue impulsando el mismo modelo de desarrollo, aunque haya cambiado la composición del control, a través de nacionalizaciones, impuestos, tributaciones y otras regulaciones. A propósito, Eduardo Gudynas dice que:
A pesar de estos esfuerzos, y de una retórica nacionalista, el Estado sigue dependiendo de diversos tipos de articulación con empresas privadas, incluyendo acuerdos de asociación, convenios de explotación conjunta, leasings, etc. Esto se debe a las limitaciones en llevar adelante las inversiones que requieren muchos de esos emprendimientos, como los problemas en comercialización, donde los brokers e intermediarios siguen controlando el comercio global. Por ejemplo, en Bolivia, según el análisis de CEDLA (2010) se acentuó la transnacionalización minera, donde la empresa estatal COMIBOL queda en un papel secundario[137].
En este caso, la crítica al neo-extractivismo no es al control estatal, al incremento de la retención del excedente, a la redistribución en bonos, sino a que el impacto de estas modificaciones no son estructurales, sino más bien coyunturales. El impacto social logrado por las reformas rentistas no modifica la estructura de desigualdades, el impacto económico no sale del umbral de la dependencia, el impacto político no escapa a la condena colonial de la subalternidad. Por otra parte, a pesar de las modificaciones, las empresas trasnacionales siguen beneficiándose de los efectos multiplicadores del monopolio productivo, tecnológico y de los mercados, en el proceso de la acumulación ampliada de capital. La retórica y la propaganda nacionalista no modifican esta situación estructural. La crítica al neo-extractivismo propone un nuevo modelo pensado como alternativa al desarrollo.
El paso al post-extractivismo es parte de transiciones estratégicas y operativas, dependiendo no solo del contexto y las condiciones en cada país, sino también de las características de los rubros en explotación. No se puede ingresar a la etapa de las transiciones sin la participación de todos los sectores involucrados, la deliberación abierta, la transparencia, la formación de consenso y la definición de estrategias. Los llamados gobiernos progresistas deben nacionalizar todas las concesiones y explotaciones de recursos naturales, a todas las empresas trasnacionales establecidas en el país, es decir, tener el control de todas las reservas y la explotación de los recursos naturales. Esta es una condición necesaria de las transiciones. Por otra parte, los gobiernos progresistas deben aplicar rigurosamente las leyes, las normas, las regulaciones y controles ambientales, exigiendo la contabilización de los costos transferidos a la naturaleza, lo que lleva a incrementar los precios de las materias primas con el objeto de la reposición y restauración de los ecosistemas afectados. Por lo tanto deben encarar las gestiones ecológicas, ambientales y territoriales de manera integral, complementaria y participativa. Se debe encarar un enfoque económico de des-acoplamiento del mercado externo fortaleciendo el mercado interno, buscando desarrollar un sistema integral de soberanía alimentaria. La industrialización tiene que responder a un enfoque ecológico y destinado a instrumentalizar la producción en la estrategia de la soberanía alimentaria, además de otros requerimientos del mercado interno y de los mercados regionales, bajo el criterio de la integración. Se debe buscar la disminución drástica de la economía extractivista en la estructura económica, incentivando y promoviendo las capacidades sociales de generar valor agregado, bajo un enfoque eco-social, eco-económico, incluso eco-industrial. Se debe formar la masa crítica de científicos con enfoque ecológico, transformando las estructuras y currículas del campo educativo. El enfoque educativo debe ser multidisciplinario, ecológico y descolonizador, orientando ejes de formación, entre ellos la formación de científicos con perspectiva ecológica y conocedores de las teorías de la complejidad. Entonces se trata de orientarse a otra revolución eco-industrial, vinculada a las gestiones integrales de los ciclos de vida, comprendiendo las interacciones de los seres humanos con los otros seres de los ecosistemas.
Estas transiciones requieren de la participación de los trabajadores, de los campesinos y de las comunidades indígenas, además de las poblaciones de las ciudades. Se deben discutir estos temas primordiales y formar consensos, sobre todo sobre las temporalidades de las transiciones, sobre las fuentes de trabajo y las necesidades de recursos de todos los sectores. Es a esto lo que llama la Constitución boliviana planificación integral y participativa con enfoque territorial, el ejercicio plural de la democracia y de la gestión pública colectiva.
Reducir la problemática del medio ambiente a un invento de ONGs y de potencias extranjeras ya es el colmo. Es el extremo del desprecio no solo de los temas compartidos desde hace un tiempo por las ciencias ambientales y las ciencias ecológicas, sino también por científicos y activistas que defienden los medio ambientes, los ecosistemas, los ciclos vitales, la biodiversidad, los derechos de la gente a ambientes sanos y saludables, en contra la depredación, en contra la contaminación, en contra la destrucción y desaparición de especies, en contra la destrucción de las comunidades y de las sociedades. Esta lucha se realiza precisamente contra las grandes empresas trasnacionales, responsables de la destrucción del planeta. El desprecio es también contra las organizaciones sociales, organizaciones de pueblos y de comunidades, que luchan contra las consecuencias contaminantes, depredadoras y destructivas del extractivismo en todas sus formas. Es también un desprecio al buen sentido, al sentido común, al sentido crítico de la gente, considerándola sujeto de manipulación, que puede aceptar cualquier desinformación. Este supuesto se basa en la certeza de la eficacia del poder, en la confianza que genera el hablar desde el estrado del monopolio del poder, del monopolio de la violencia física y simbólica del Estado.
Esta clase de discursos se emiten en escenarios imaginados en la cabeza de los gobernantes. Se trata de cuadros pintados desde la perspectiva del poder, usando los colores de contraste, cuadros configurados a partir de las sensaciones compulsivas, del deseo del deseo del otro[138], que también es un deseo tanático; colores, sensaciones, deseos, desplegados desde la matriz inconsciente de la paranoia del poder. El cuadro es turbador; la mirada es la del soberano, quien se inviste de la gloria de los precursores y predestinados, se habla desde una palestra que crea una distancia infinita con los mortales. Cuando se habla se emite discursos proféticos ante una masa opaca y anónima, aterrada ante las revelaciones. Se trata de patriarcas portadores de la verdad; no importa que lo que dicen no se parezca en nada a lo que ocurre. Los hechos y las evidencias son solo apariencias, también son inventos del enemigo, el eterno conspirador. El enemigo es el imperialismo y la derecha; ahora bien, cuando es el pueblo el que protesta, es que ha sido confundido e influenciado por la propaganda y el dinero de la derecha y del imperialismo. El pueblo que escucha debe obedecer y confiar en sus líderes, pues ellos están ungidos por la providencia de la historia.
En lo que respecta a lo que se dice sobre la problemática ambiental y ecológica, llama la atención por lo menos dos cosas; primero, la ruptura con lo que fue la política del gobierno durante la primera gestión de gobierno, política encaminada por Cancillería y durante la embajada de Pablo Solón ante Naciones Unidas; la ruptura entonces con la política de defensa de la madre tierra. Ahora resulta que la política es otra, es desarrollo sostenible, entendida como la entienden los neo-extractivistas progresistas, como carretera del “progreso”, aunque esto atente contra la propia madre tierra. Lo que se nota de todo esto, es que, de las tendencias inherentes al gobierno, se ha terminado de imponer la línea “pragmática” y del realismo político de la vicepresidencia, frente a lo que consideran estos gladiadores del “progreso” los “pachamámicos”. Ahora los partidarios del realismo político cuentan con un embajador ante Naciones Unidas que responde a la concepción “pragmática” neo-extractivista. Para los neo-extractivistas estos temas ambientales y ecológicos son inventos del imperialismo. Causa curiosidad entonces que en la segunda gestión de gobierno se tenga una política sobre estos temas contraria a la enarbolada en la primera gestión.
Otra cosa que llama la atención es que se tenga una idea sobre los temas ambientales y ecológicos tan parecida a la idea que tienen los grandes accionistas, gerentes y directores de las grandes empresas mega-mineras e hidrocarburíferas. La defensa del medio ambiente y de los ecosistemas es un obstáculo para el “progreso”, para el “desarrollo”, para la generación de ingresos. En el fondo se parecen más de lo que creen a quienes señalan como contra los que pelean. Un mismo código represivo cruza a las estructuras de poder, atraviesa a todos los gobiernos, sean estos de derecha o progresistas; es menester emplear la violencia estatal contra el conflicto social, se criminaliza la protesta social, sobre todo se criminaliza la protesta contra-extractivista, se promulga leyes contra el terrorismo, de la misma manera que George W. Busch, el ex-presidente norteamericano, promulgó la ley contra el terrorismo, en el marco de una guerra infinita. Este es el arquetipo de la ley antiterrorismo, también de la ley contra la protesta social de los gobiernos progresistas.
Reducir los temas ambientales y ecológicos al capitalismo verde es una muestra del total desconocimiento que se tiene sobre el tema, sobre los debates y las corrientes encontradas. Hay distintas corrientes ambientalistas y ecológicas, las más activas en la defensa del medio ambiente y los ecosistemas son las que están contra el capitalismo verde. Han denunciado esta maniobra de ocupación territorial de los bosques a través de mecanismos financieros, han criticado este mercado de carbono como formando parte de la continuidad del mismo modelo de desarrollo depredador, contaminante y destructivo capitalista. Los activistas ambientalistas y ecologistas que apoyaron la defensa del TIPNIS fueron de los que criticaron el capitalismo verde, incluso develaron que el gobierno tiene firmados compromisos de mercado de carbono. Primero, esto, el meter a todos en la misma bolsa, decir que todos los activistas ambientalistas y ecologistas forman parte del capitalismo verde, es muestra de una absoluta desfachatez, además de una manifiesta impericia respecto de los problemas y de los debates en cuestión. Segundo, el temario de lo que está puesto en mesa de las discusiones y los debates tampoco se reduce a la crítica al capitalismo verde. Hay un conjunto de problemas planteados, diversos y esclarecedores de la crisis ecológica; los relativos a la biodiversidad, a los ecosistemas, a los ciclos vitales, al agua, al aire, a los bosques, a los suelos, a la contaminación, a las depredaciones múltiples, al calentamiento global, a la desaparición de especies, a los derechos de los pueblos indígenas, al desarrollo alternativo, a las alternativas al desarrollo. Cada uno de estos temas tiene su campo de especialización, sus estudios, sus investigaciones y sus debates específicos. Este mapa de problemas contrasta con la estigmatización frenética de que todo esto tiene que ver con el capitalismo verde. El capitalismo que se ejerce es precisamente el escogido por el gobierno, el modelo colonial del capitalismo dependiente.
Hay una tercera cosa que llama la atención, el desconocimiento de los informes de la agenda internacional de los estados; por ejemplo, los informes sobre la huella ecológica en América Latina y los países componentes.
Al respeto, Eduardo Gudynas escribe:
En el mismo sentido, la llamada huella ecológica de América Latina, ha aumentado un 133% desde 1961. Esta es una medida espacial de la apropiación de recursos naturales, y el promedio actual para la región es de 2,6 has globales / persona. Si bien ese nivel todavía está muy por debajo de los valores de apropiación en los países industrializados (por ejemplo, en Estados Unidos ha sido estimada en 7,9 has globales/persona), la tendencia va en franco aumento: la huella ecológica latinoamericana ha aumentado un 133% desde 1961. Uruguay posee una huella muy alta, seguido por Paraguay y Chile. No existen indicaciones de una mejor performance de los gobiernos progresistas. Aquí reaparece la orientación hacia los mercados globales, ya que todos los países de la región son exportadores netos de biocapacidad (es decir, que en otros continentes se aprovechan los recursos que se originan localmente). América Latina tiene un saldo neto de exportar 164 millones de has globales al resto del mundo (especialmente provistas por Argentina y Brasil)[139].
La geopolítica del extractivismo reclama de por qué no vamos a hacer lo mismo que lo que hicieron las potencias industriales del norte, por qué no vamos a poder deforestar nuestros bosques como lo hicieron ellas, en aras del desarrollo. Es más dice que, si quieren cuidar la naturaleza que lo hagan con sus bosques. ¿Acaso este es el referente, esta ruta de desarrollo de las potencias industriales del occidente? ¿Este es el modelo de desarrollo? ¿Hay que seguir sus pasos? El supuesto anti-imperialismo y el discurso del socialismo comunitario se desmorona completamente. La geopolítica de la Amazonia, elucubrada por el gobierno, es la misma geopolítica del sistema-mundo capitalista.
Se podría decir que la huella ecológica es un indicador del costo transferido a la naturaleza; el problema de esta huella ecológica en América Latina y las periferias del sistema mundo capitalista es que este costo transferido a la naturaleza no beneficia en gran parte a los países periféricos sino a los centros del sistema-mundo capitalista. El costo es doble; primero, el costo referido de la huella ecológica; segundo, los beneficios, en términos de efectos multiplicadores, se transfieren a los centros de acumulación capitalista. Este problema desplegado por el extractivismo, se repite con la experiencia del neo-extractivismo de los gobiernos progresistas, aunque hayan cambiado los términos de referencia del intercambio desigual.
Decir que el capitalismo puede destruir tanto como conservar la naturaleza, dependiendo lo que le conviene, es no tener la menor idea de la magnitud y del peso de la tendencia a destruir los ecosistemas por parte de la vorágine capitalista, debido a la demanda insaciable de recursos naturales, comparada con el mísero impacto de la conservación de los bosques, mediante el mercado de carbono, desplegada por el capitalismo verde. Este es un argumento no solo demagógico, al servicio de la polémica desgastante del gobierno, sino un argumento a favor de las tendencias reales del capitalismo, en su nueva fase de crisis estructural y de financiarización de la crisis. El capitalismo verde solo sirve para amortiguar el pago de los intereses en los países de residencia de las empresas trasnacionales, sobre todo sirve para escapar de las exigencias ambientales en cada país y continuar con el descalabro de la contaminación.
No se puede justificar, por ningún lado, la descalificación gubernamental de los movimientos ambientalistas y ecologistas críticos. Si el gobierno tuviera una actitud consecuente contra el capitalismo verde debería anular los compromisos firmados al respecto, debería criticar a los estados del ALBA por haber aceptado el capitalismo verde en la Cumbre del Cambio Climático de Cancún y de Río de Janeiro. Pero, no lo hace, solo usa este tema para endilgarle esta posición a los movimientos ambientalistas y ecologistas críticos, cosa que es totalmente falsa, pues estos movimientos hacen campaña contra el capitalismo verde.
Por otra parte, no se pueden confundir los movimientos ambientalistas con los movimientos ecologistas, la problemática ambientalista con la problemática ecológica, aunque se crucen en algunos puntos. Sus modos de plantear los problemas son distintos, las teorías en las que se basan son diferentes. Las ciencias ambientalistas y sus teorías son mas bien descriptivas, se basan y se sustentan en disciplinas empíricas y se orientan a medir los impactos en distintas áreas, los suelos, los ríos, el aíre, los bosques, las ciudades. En cambio, las ciencias que hacen a la ecología se conciben como parte de las teorías de sistemas y las teorías de la complejidad. La ecología se orienta a construir explicaciones de ciclos, de ecosistemas, de eco-organizaciones múltiples, en forma de pluri-bucles, donde concurren adaptaciones, adecuaciones y transformaciones de forma integral[140]. Lo que da lugar a conclusiones más radicales acerca de la crisis ecológica. La crisis ambiental relativa a las contaminaciones y depredaciones múltiples es pensada como impacto en el medio ambiente, de donde forman parte las sociedades humanas. En tanto que la crisis ecológica tiene que ver con el efecto destructivo en los ciclos vitales. Así también la gestión ambiental es distinta a la gestión ecológica. La gestión ambiental tiene que ver con la paliación de los efectos de la contaminación y depredación, también con la restitución y reparación. En tanto que la gestión ecológica tiene que ver con una gestión integral de los ecosistemas, buscando apoyarse en la dinámica de los ciclos vitales. También en este caso, las sociedades y comunidades humanas forman parte de los ecosistemas y de las complementariedades en los ciclos de la reproducción de la vida.
Indígena quiere decir nacido en el lugar, así como originario también, indígena proviene del latín y originario del griego. Cuando los conquistadores llamaron indígenas a las cientos de sociedades y pueblos con los que se encontraron, independientemente de su lengua y cultura, los metieron a todos en la misma denominación. Se trataba de contrastar a los recién llegados con los nacidos en los lugares conquistados. El contraste se basaba en la diferencia entre el blanco y el de color. Entonces el término adquiere una connotación racial y colonial. El indígena es una construcción colonial, lo mismo que el esclavo traído desde el África para trabajar y suplir a las poblaciones nativas desapareadas por la violencia colonial. Indio es de la India; en el caso del nuevo continente, se trata de indios de las indias occidentales. Se perdió la identidad propia, aunque no necesariamente la lengua y la cultura.
Esta marca colonial, que borra la pluralidad y riqueza cultural nativa, con el tiempo es recogida como identidad rebelde, la violencia cristalizada en los huesos se revierte contra el colonizador. Lo indio, lo afro, incluso lo mestizo, van a ser las identidades de color que se rebelan contra el colonizador blanco. Las rebeliones indígenas, afro-descendientes y mestizas han recorrido el continente y han trastrocado el orden colonial. Sin embargo, el problema subsiste en las llamadas sociedades post-coloniales. Los criollos, descendientes de los europeos, y los mestizos, se convierten en las castas dominantes de las republicas, con excepción de lo que sucede en la guerra anticolonial en Haití y después de ella. Lo dominante en la guerra fueron los esclavos africanos, la mayor parte de la población, aliados a los afro-descendientes y los mestizos. Una vez concluida la guerra se forman dos reinos, uno con predominio africano, otro bajo gobierno mestizo.
En la región pan-andina de Ecuador, Perú y Bolivia, durante los periodos republicanos, las revueltas indígenas fueron contra el régimen liberal de los criollos y mestizos. Los ciclos de la modernidad transformaron a las estructuras sociales y culturales indígenas, sobre todo a partir de las migraciones a las ciudades, donde se produjeron mimetismo y adaptaciones a los medios, en lo que respecta a los comportamientos, las vestimentas y las expresiones culturales. Las reformas agrarias también transformaron a los miembros de las comunidades convirtiéndoles en propietarios privados, en campesinos. Las formas de organización adoptada en este caso es el sindicato, ya no las autoridades originarias, emergidas en las estructuras comunitarias.
La composición socio-económica-cultural-demográfica es variada y plural. Empero, la pregunta, a estas alturas es: ¿Lo indígena ha dejado de ser indígena, en el sentido de la identidad de color, marcada por la colonialidad y recogida por las sublevaciones como símbolo de alteridad y emancipación? El ciclo de luchas de 2000 al 2005 nos muestra fehacientemente las expresiones y las manifestaciones político-culturales del sujeto y del perfil indígena de las resistencias y de las luchas en ese periodo. Desde esta perspectiva lo indígena es articulador de las luchas en su sentido descolonizador. El aymara no deja de ser aymara por el hecho de vivir en las ciudades, tampoco el quechua; la lengua articula memorias e identidades distribuidas. Los guaraníes buscan reconstituir la nación guaraní recuperando la lengua, así como la cultura, reconstituyendo sus territorios. Lo mismo pasa con los moxeños y los pueblos de tierras bajas. Con el transcurso de los tiempos y la corrosión de las modernidades, se ha conformado una diversidad cultural; no es lo mismo ser comunario, tener acceso a las tierras comunitarias, estar organizado bajo la estructura y las instituciones comunitarias, tener una relación con el territorio, que ser campesino o estar en las ciudades. Las manifestaciones culturales, económicas y sociales son variadas. ¿De qué depende de que todos estos fragmentos se unan? De la construcción política y cultural de la identidad, como ocurrió durante las movilizaciones de 2000 al 2005 y durante el proceso constituyente. Este es el condicionamiento del acontecimiento político de la identidad. ¿De qué depende que se separen? Cuando el proyecto descolonizador ya no los une, cuando unos se orientan a formas de apropiación privada, a la apuesta por el enriquecimiento individual, en el marco de la expansión de formas comerciales y de mercado capitalistas. En tanto que otros se orientan a continuar por la ruta de la descolonización, buscando, en unos casos, defender sus territorios, comunidades, estructuras e instituciones propias, en otros casos, buscando alternativas colectivas, solidarias y participativas en las ciudades.
El gobierno apoya la orientación capitalista, desarrollista y de la ilusión del “progreso”, por lo tanto apoya a los sectores sociales que se involucran y se comprometen con esta orientación, enfrentando a los sectores sociales comunitaristas y autogestionarios. ¿Dejan de ser indígenas los unos, los que apuestan al desarrollismo? En el sentido de los orígenes y descendencias, en el sentido del cultivo de la lengua y las variadas formas y expresiones culturales, no. Pero, no es esto lo que está en cuestión, lo que está en cuestión es si se sigue o no con el proyecto descolonizador. Este es el fondo del debate, que eluden recurrentemente el gobierno y los portavoces gubernamentales. Ellos dicen que la descolonización está en marcha por que se usan símbolos plurinacionales, por que se cambian nombres, porque se forma un vice-ministerio de descolonización, con poco presupuesto y limitados atributos en su labor. Cuando los alcances efectivos del ejercicio gubernamental es la mantención del Estado-nación, de su mapa institucional, de las normas y de la administración de normas en sentido liberal. Es decir, no se ha salido de las estructuras de dominación de la colonialidad. La descolonización no es la folclorización de lo indígena; al contrario, se trata que la institucionalidad indígena, sus matrices culturales, las formas de gobierno propias formen parte de las transformaciones estructurales del Estado. Esta es la tarea que eluden los gobernantes, asambleístas del elgislativo, funcionarios de los órganos e instituciones del Estado. No se puede justificar esta asombrosa falencia, después de aprobada la Constitución, con argumentos tan banales como que no se puede aceptar que la minoría de los pueblos indígenas de tierras bajas imponga su voluntad, cuando esta voluntad es la de la Constitución. Tampoco el argumento justificador puede ser la defensa de los indígenas campesinos y colonizadores frente a la resistencia de los indígenas comunitarios, que viven en territorios comunitarios. Cuando de lo que se trata es saber por qué el gobierno ha empujado a la separación entre los primeros y los segundos, a la ruptura del Pacto de Unidad. Es política del gobierno enfrentar a campesinos y colonizadores con comunarios de tierras altas y tierras bajas. Al gobierno no le interesa la unidad y la alianza entre campesinos y comunitarios, más bien la teme. Lo que ha promocionado es la cooptación sistemática de las dirigencias campesinas y colonizadoras con el objeto de que sean serviles a las políticas extractivistas del gobierno.
Si fue posible que el Pacto de Unidad sobreviva los avatares, incluso hasta después de promulgada la Constitución, hasta cuando se llegó a cumplir con la tarea de elaboración del Anteproyecto de Ley de la Madre Tierra, excluido por la Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Sostenible, presentada y aprobada por el gobierno y la Asamblea Legislativa, es porque podían mantener la unidad en defensa del proceso y el cumplimiento de la Constitución. Al gobierno no le interesa la unidad indígena, la teme. Lo que hace es utilizar a los indígenas campesinos y colonizadores en aras de un proyecto nacionalista y populista, que culturalmente corresponde al proyecto mestizo del Estado-nación. Esta es pues la ruta recolonizadora optada por el gobierno.
Ahora bien, los convenios internacionales, el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, así como la Constitución, se refieren a los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos. Estos derechos se remiten a los derechos colectivos y comunitarios, al derecho al territorio, al autogobierno, a la autonomía y a la libre determinación, a sus instituciones, normas y procedimientos propios. Por lo tanto los pueblos indígenas tienen todo el derecho de defender sus territorios, consagrados por la Constitución. Tratar de desconocer estos derechos con argumentos dignos de un consumado nacionalista es defender el añorado Estado-nación criollo y mestizo contra el Estado plurinacional comunitario y autonómico, emergente de las luchas descolonizadoras y del proceso constituyente. Sentar soberanía del Estado-nación en territorios indígenas, territorios del Estado plurinacional emergente, no es otra cosa que el proyecto nacionalista criollo y mestizo, no es otra cosa que una acción colonial y beligerante contra las naciones y pueblos componentes del Estado plurinacional.
Decir que las TCOs son un enunciado jurídico es también el colmo de la retorica politiquera y demagogia nacionalista. Las TCOs son conquistas territoriales, políticas e institucionales de las luchas de las naciones y pueblos indígenas. Son las bases territoriales de la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico. Son el sustento territorial de las autonomías indígenas, de su autogobierno y libre determinación. Desconocer esto es desconocer a la propia Constitución. Aquí, en este caso, se descubre el rostro enmascarado de la geopolítica del extractivismo. La inquietud colonial reforzada renace en las políticas anti-territoriales y anti-indígenas del gobierno nacionalista y populista. Quiere desarticular las TCOs. Reducirlas a nada, enunciados jurídicos, aplicar la reforma agraria en los territorios indígenas y no con los latifundios, que defiende el propio gobierno. Aquí se devela la alianza del gobierno con los terratenientes, ganaderos, madereros, agro-industriales y soyeros. Los enemigos son las comunidades y territorios indígenas, hay que ampliar la frontera agrícola por el “progreso” y “desarrollo”
Este es el conflicto más desgarrador vivido en el llamado proceso de cambio, pues se trata del enfrentamiento del gobierno progresista con las comunidades indígenas de tierras bajas, también de tierras altas, que apoyaron la defensa del TIPNIS. Es el conflicto más devastador pues devela el proyecto efectivo del gobierno, el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. Es el conflicto donde el gobierno ha mostrado todas sus armas, el secreto sigiloso de los acuerdos y compromisos antelados, el avance premeditado de los tramos, dejando el tramo del medio, esperando precisamente el conflicto. Lo que muestra que todo se hizo con premeditación y alevosía. Cuando estalla el conflicto con las comunidades indígenas del TIPNIS, buscan imponer la construcción de la carretera con el recurso del peso de la decisión del Estado, ocultando los acuerdos, los compromisos y las concesiones de exploración. Ante la evidencia de lo que se ha hecho, se interpreta a su modo los convenios, los compromisos y las concesiones, así como el mismo préstamo del BNDES. Cuando se inicia la VIII marcha indígena, se descalifica y estigmatiza a los dirigentes de las organizaciones indígenas, acusándolos de agentes de la CIA y estar manipulados por ONGs, inventando contactos con la embajada norteamericana, donde incluso el presidente se inmiscuyó en un acto bochornoso donde se mostraban pruebas de estas llamadas. El tono sube, se acusa a los dirigentes de la Subcentral del TIPNIS de estar comprometidos en el tráfico de madera y en hechos de corrupción. Ante el apoyo en crecimiento de las ciudades, sobre todo del eje central, el gobierno dice que detrás está la derecha, nuevamente conspirando, cuando son múltiples grupos de jóvenes activistas ambientalistas, ecologistas, culturales, anarquistas, la base de lo más afectivo del apoyo urbano a la defensa del TIPNIS. Cuando la marcha crece y avanza, se trata de detenerla por todos los medios, se busca el bloqueo de las ciudades intermedias circundantes, se moviliza a los municipios afines al gobierno. Todos los recursos del Estado están a disposición de la guerra estatal contra la resistencia indígena a la construcción de la carretera. Cuando la marcha indígena sortea varios obstáculos, se apuesta a detenerla en Yucumo, donde se moviliza a los colonizadores. También la policía hace un segundo cordón de bloqueo, con la excusa de que quiere evitar el enfrentamiento entre colonizadores y comunarios. Cuando la marcha logra romper el cordón policial, llevándose un grupo de mujeres al Canciller por delante - que fue a dialogar, diálogo restringido al formato cerrado elaborado por el gobierno -, y se aproxima la marcha al bloqueo de los colonizadores, que hacían detonar dinamitas, las decisiones del gobierno se atropellan e improvisan. Una vez suelto el Canciller, que cruza el boqueo de los colonizadores, el gobierno apresura su dispositivo represivo, la intervención policial de la marcha. Esto ocurre en Chaparina. Desatando una violencia descomunal se reprime y se apresa a la gente de la marcha, se la instala en buses con el objeto de llevársela en rumbo desconocido y desactivar la marcha. Al no poder hacerlo, por un bloqueo de vecinos de San Borja, que impiden el paso de los buses, retroceden los buses, se llevan a la gente a Rurrenabaque, para llevársela en avión. Tampoco pueden hacerlo, pues la pista es invadida y tomada por vecinos e indígenas, que acuden en apoyo de sus compañeros, encendiendo fogatas para impedir el aterrizaje.
La intervención policial en Chaparina no pudo imposibilitar la filmación de los hechos, a pesar de que tienen la precaución de llevarse a los comunicadores y periodistas, que se encontraban cubriendo la marcha, a una conferencia de prensa preparada con anticipación, para impedir que los periodistas y comunicadores estén en el lugar de los hechos en el momento de la intervención. Las imágenes violentas de la represión sañuda a la marcha indígena recorren el mundo, pues fueron los reporteros populares indígenas los que cubrieron lo que ocurrió, además de periodistas y comunicadores que se zafaron de la conferencia cuando escucharon gritos; la imagen del gobierno cae estrepitosamente y se devela, para los que lo desconocía, el doble discurso de las autoridades. Tan fuerte es el impacto, y tan potente la protesta de la ciudadanía, que exige se esclarezca el caso de la represión violenta a una marcha pacífica, marcha que ni siquiera bloqueó el camino en ningún momento, que el gobierno busca desesperadamente eludir su responsabilidad con actitudes indecorosas y argumentos cándidos. La orden de represión no la dio el presidente, tampoco el vicepresidente, menos el ministro de gobierno, lo hizo el viceministro. Cuando éste desmiente y dice que no podía hacerlo sin conocimiento y aprobación del ministro, la responsabilidad pasa a la policía, a los oficiales que se encontraban en el lugar de los hechos. Esta cadena de incoherencias y de transferencias de responsabilidad llega a lo cómico. La orden se la dieron los mismos que la efectuaron, los policías de la represión. Obviamente, esta narrativa gubernamental de los hechos nadie la creyó. Pero, de manera increíble, es la base del veredicto de la fiscalía, tiempo después, para excusar al presidente, al vicepresidente y al ministro de gobierno. No se toman decisiones como esa, de intervención policial en Chaparina, sin conocimiento del presidente, del vicepresidente y de todo el gabinete. El conflicto del TIPNIS formaba parte de la agenda de las reuniones de gabinete; cuando se tomó la decisión, preparada con anticipación, estaban todos comprometidos; el gabinete le entregó a la entonces ministra de justicia un documento donde se instruía la intervención, para que la ministra lo firmara. Seguramente el terror ante la evidencia y el escándalo lleva, en cadena, a todos los responsables a eludir su incumbencia, dando muestras patéticas de falta de integridad.
Lo que viene después, es la prolongación en mayor escala de lo ocurrido. Ante la represión de Chaparina la opinión pública se vuelca en masa a apoyar la marcha indígena, las ciudades se movilizan en vigilias y el apoyo logístico de la marcha que se reanuda. Cuando la VIII marcha llega a La Paz, un millón de personas se movilizan para recibir y apoyar a la marcha, todas conmovidas por el sacrificio heroico de los marchistas. Esa es la victoria de la VIII marcha; derrotó al gobierno con los recursos de la dignidad y el compromiso con la madre tierra. Después de los actos en la plaza de San Francisco, un grupo de dirigentes se instala en la Plaza Murillo, sorprendiendo a los policías, que no se animan a sacarlos. La policía encordona las entradas de la plaza, buscando impedir la comunicación entre los marchistas y esta vigilia. Los dados están echados, el presidente no puede ignorar la marcha y la vigilia, que se encuentra ante sus ventanas. Cuando las manifestaciones de apoyo de las organizaciones indígenas y de las organizaciones sociales tratan de romper los cordones policiales e ingresar a la plaza, en uno de los momentos más intensos, se ventila la orden de evacuación del palacio. El presidente decide bajar de su despacho, acompañado por el entonces ministro de comunicaciones, y llegar a la plaza donde se encontraba la vigilia indígena. Pide perdón e invita a los dirigentes a dialogar; en esas condiciones se decide hacer una ley en defensa del TIPNIS. Durante las reuniones con dirigentes en el palacio, se elabora esta ley, la Ley 180, que va a ser aprobada por la Asamblea Legislativa. Se nombra a esta ley como de la intangibilidad del TIPNIS. Título de la ley que va ser usado para escamotear a las comunidades indígenas del TIPNIS, diciendo que si es intangible el territorio nadie lo puede tocar, no se pueden desarrollar proyectos comunitarios, de eco-turismo y de desarrollo sostenible. El gobierno prohíbe estos proyectos, aprobados y fiscalizados por el propio Estado, que se efectuaban en una de las zonas del TIPNIS. Entonces la represión continúa por otros medios. La adulteración del sentido de la intangibilidad tiene que ver con el desconocimiento por parte del gobierno de la zonificación hecha en el TIPNIS por el SERNAP y la Asamblea de Corregidores. Se trata de tres zonas, la “Zona Núcleo”, la “Zona de Uso Tradicional” y la “Zona de Uso de Recursos”. La primera es la que se puede considerar como intangible. Ante la interpretación abusiva del gobierno, los dirigentes exigen elaborar en la reglamentación de la ley una ratificación de estas zonas y de sus atributos diferenciales. Se llega a acordar la reglamentación. Los marchistas retornan a su territorio y comunidades; y cuando están lejos de La Paz, el gobierno reinicia el contra-ataque: el presidente pide públicamente abrogar la ley, pero dice que él no puede hacerlo, que lo hagan los diputados de las regiones. Se arma una contra-marcha del CONISUR, que es la organización que corresponde al polígono siete, a la zona de avasallamiento del parque, zona reconocida y delimitada el 2009 respecto de la TCO del TIPNIS. El territorio y parque indígena pierde como 250 mil hectáreas, que se entregan a los colonizadores en términos de propiedad individual, en tanto que las comunidades del TIPNIS obtienen un titulo comunitario sobre poco más o menos un millón de hectáreas. La contra-marcha del CONISUR no tiene apoyo de la ciudadanía y llega a La Paz sin pena ni gloria, con la consigna de la abrogación de la Ley 180. Los dirigentes del CONISUR van a ser recibidos y escuchados por la Asamblea legislativa, algo que no ha ocurrido con los indígenas de la VIII marcha, tampoco los de la IX marcha. La opinión pública, las organizaciones sociales y los organismos internacionales se oponen a la abrogación de la Ley 180. Ante la magnitud del problema el gobierno retrocede y genera una nueva iniciativa tramposa. La ley de consulta, la ley 222, que ahora aplica en la efectuación de una espuria consulta, que va derivar en un completo fracaso, en la fallida consulta en el TIPNIS. Una ley que no cumple con la estructura normativa y conceptual de la consulta, estipulada en los convenios internacionales y en la Constitución. Una consulta que no es tal, que no es previa, que no goza con el consentimiento de las comunidades, no es libre, ni informada. Que pregunta sobre la intangibilidad, que no es un tema administrativo del Estado, que afecte a los pueblos indígenas, sino una definición de la Ley 180; no pregunta sobre la construcción de la carretera, sino induce a la aceptación de la carretera del “progreso” y “desarrollo”. Esto se efectúa operativamente en un protocolo, que no tiene reparos en obligar a las comunidades a aceptar la construcción de la carretera.
Con la lección de la VIII marcha, el gobierno cambia de estrategia ante la IX marcha, que estalla precisamente para enfrentar la Ley 222 y exigir el cumplimiento de la Ley 180 y su reglamento acordado. Baja el tono de la descalificación a la dirigencia indígena, el gobierno dice que garantiza la marcha; sin embargo, se esmera en dividir las fuerzas, que son sostén de la marcha. Coopta dirigentes, divide a las organizaciones regionales, interviene en el TIPNIS, da obsequios, regala motores de borda, y exige compromisos de las comunidades y organizaciones de base para no asistir a la novena marcha. Con esta estrategia de cooptación y amedrentamiento avanza en la división de la CIDOB, logrando conformar una organización paralela. Lo mismo trata de hacer con el CONAMAQ, pero no puede, pues los suyos, las regionales del Consejo, se defienden tenazmente y expulsan a los dirigentes comprometidos con el gobierno. Sin embargo, esto no va dejar de ocurrir lastimosamente más tarde; el gobierno da un golpe certero al CONAMAQ en el fin de año de 2013, antes de ingresar al año electoral, cuando interviene la sede de la organización originaria de tierras altas, manipulando a dirigentes chutos del Altiplano norte, apoyados por la policía.
La IX marcha llega a la ciudad de La Paz y vuelve a ser recibida por la ciudadanía; empero, esta segunda vez el recibimiento no es gigantesco y tan emotivo como fue el apoteósico recibimiento de la VIII marcha. Esto se debe a muchos factores; hay mucha proximidad entre la VIII y IX marcha, hay acumulación de desgaste y cansancio, además de que no se logra efectuar una convocatoria multitudinaria en defensa del proceso, incorporando los temas estratégicos de los sectores populares. Entre los factores que inciden también hay que comentar el desempeño tenaz del gobierno en lograr la división de las fuerzas y de las organizaciones indígenas. Con el retorno de los marchistas nuevamente a sus territorios, el gobierno impone la consulta, prepara brigadas para ingresar al TIPNIS y realizar la consulta. Fracasa en la aplicación de la consulta, se abarca a las comunidades de colonizadores y a las comunidades indígenas desestructuradas, que optaron por el título individual, renunciando al título comunitario, comunidades que no tienen nada que ver con la TCO del TIPNIS, por lo tanto no pueden decidir sobre el destino del territorio indígena y parque Isiboro-Sécure; también las brigadas ingresan a comunidades de la TCO del TIPNIS, accediendo a los bordes accesibles. La resistencia se expande en las comunidades de la TCO del TIPNIS, prácticamente la entrada a los ríos Isiboro y Sécure son bloqueadas con alambradas. La llamada consulta no se cumple en el tiempo previsto; después de esta constatación, el gobierno y la Asamblea Legislativa aprobaron una ley de ampliación de la consulta hasta diciembre. En otras palabras, se quiere imponer la espuria consulta a toda costa, lo que significa imponer la construcción de la carretera que pase por el núcleo del TIPNIS a como dé lugar, ahora contando con la intervención del ejército y los llamados cuarteles ecológicos. El recorrido sinuoso del gobierno en el conflicto del TIPNIS no tiene límites, se promulga la ley de ampliación de consulta, cuando ya ha quedado claro que las comunidades de la TCO del TIPNIS no quieren la consulta, se instalan cuarteles ecológicos sin ningún rubor del contrasentido y de la evidente intervención armada en el TIPNIS. Estamos ante un curso desbocado a una mayor violencia, que parece no terminar.
¿Qué hay en el TIPNIS? ¿Por qué se juega el pellejo el gobierno en este conflicto? La geopolítica del extractivismo dice para sentar soberanía, también dice para quitarle el control y dominio de la región a la burguesía cruceña. Dice que la carretera de Villa Tunari a San Ignacio de Moxos nada tiene que ver con el IIRSA, pues esta carretera no está en los diseños del IIRSA. La geopolítica del extractivismo no dice nada sobre las concesiones petroleras y garantiza que con la línea roja demarcada, entre el TIPNIS y el bloque siete, no va a haber más avasallamientos del territorio y el parque, con el compromiso de los mismos sindicatos. Por lo tanto el peligro del avance de los cultivos de la hoja de coca excedentaria es un cuento. No dice nada sobre los pozos de maceración, las fábricas y las mega-fabricas de cocaína encontradas y vinculadas a la producción del bloque siete. ¿Qué significa este discurso plagado de ausencias y de aseveraciones discutibles?
Comencemos con el IIRSA. Hablamos de proyectos de infraestructura previstos por el IIRSA, que es la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana, en materia de transporte, es decir, hidrovías, puertos, corredores biocéanicos, entre otros, así como de energía, en la que se cuenta la energía producida por grandes represas hidroeléctricas. Todo esto requiere una infraestructura de comunicaciones. El programa ha sido consensuado por varios gobiernos latinoamericanos en el año 2000, cuyo objetivo central es el de facilitar la extracción y exportación de productos hacia sus puertos de destino[141]. Como se puede ver, esta iniciativa es abarcadora, integral, irradia sobre el control de los espacios y territorios, de ninguna manera se circunscribe a vías diseñadas como corredores biocéanicos, sino que la logística absorbe a todo, a todas las vías y caminos en la consecución de una lógica de integración comercial y económica, que tiene entre sus objetivos el uso a gran escala de los puertos del pacífico, debido al comercio en expansión vertiginosa con el Asía, particularmente con la potencia industrial de China. No se puede decir entonces, con una inocencia conmovedora, que la carretera que atravesaría el núcleo del TIPNIS no tiene nada que ver con el IIRSA. Decir esto es no entender los alcances geopolíticos del IIRSA, bastante discutidos e investigados y tratados en distintos foros. El gobierno no entiende que ya es un engranaje de estructuras de poder regional, que esta carretera por la que pierde la cabeza, ya forma parte de la irradiación geopolítica del IIRSA. Particularmente el Estado de Rondonia requiere esta vía corta para hacer llegar la carne de res a los mercados del Pacífico. Obviamente este no es el único interés, la integración del IIRSA forma parte del asenso de una burguesía regional y de la emergencia de una potencia industrial regional, que requieren la articulación sistemática de los mercados, de los flujos de energía, de las producciones, de las rutas de comunicación. Cuando se habla de geopolítica hay que referirse a estas estrategias, que si tienen ese contenido de control, dominio y expansión espacial. Comparando la geopolítica del IIRSA con la pretensión “geopolítica”, circunscrita a la construcción de una carretera, la “geopolítica de la Amazonia” resulta improvisada y perdida en la densidad del conflicto local.
Sigamos con el argumento de quitarle el dominio y el control de la región a la burguesía cruceña. ¿En qué se asienta este dominio y control de la región? Hay varios factores; un continuo territorial, orígenes comunes de los ganaderos benianos y la burguesía cruceña; hablamos de las migraciones cruceñas sobre todo en la época de bonanza de la explotación de la siringa. También se puede observar complementariedades económicas, así como concentración, monopolio y manejo del mercado de carne por parte de la burguesía cruceña. Estos factores se dieron antes que la construcción de la carretera asfaltada que vincula Santa Cruz con Trinidad. Lo que hizo la carretera es reforzar las tendencias antes señaladas. Por otra parte, la ciudad de Santa Cruz de la Sierra ya es la ciudad más poblada y más grande de Bolivia, además de ser la ciudad económicamente más pujante. Esto la convierte en un polo de atracción e irradiación gravitante en la región y en el país. ¿Se va acabar con todo esto, de un sopetón, con la construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos? ¿Sobre qué objetividad y realismo se basa esta elucidación de la geopolítica de la Amazonia? Si se quiere lograr lo que se dice, quitar el control y dominio de la región a la burguesía cruceña se debería optar por transformaciones estructurales, como la reforma agraria, la prohibición de la agricultura de la soya y su expansión, agricultura depredadora y transgénica. Debería nacionalizarse la banca y encaminarse a una transición económica de la economía plural a la economía social y comunitaria. Pero, nada de esto lo va a hacer el gobierno, pues, efectivamente, cuenta con la alianza con esta burguesía. Es sólo discurso el ataque verbal a algunos representantes de la burguesía; la burguesía no se reduce a estos representantes, es toda una clase, todo un bloque de dominio económico, de monopolios comerciales, financieros, monopolio de la tierra y de las tecnologías aplicadas en la agroindustria. Efectivamente y en la práctica no es pues el proyecto del gobierno anular el dominio y el control de la región por parte de la burguesía cruceña.
Al respecto llama la atención que el gobierno haya descartado el proyecto y el diseño del SERNAP de unir Villa Tunari y Trinidad bordeando el TIPNIS. ¿Por qué? Los portavoces dicen que es zona pantanosa; sin embargo, apuestan a proponer que se construiría una carretera ecológica o, en su caso, un subterráneo que atravesaría el núcleo del TIPNIS, sin reparar en las consecuencias de lo que dicen. No solamente por los altos costos sino también por los efectos comprobados en otros países de las carreteras ecológicas; por ejemplo en Brasil. Lo de la carretera ecológica se parece a los cuarteles ecológicos, dignos, ambos, de un anecdotario de lo monstruoso. Lo del subterráneo debajo de la selva es una alucinación digna de ficción literaria. Los subterráneos se han construido en las grandes ciudades, facilitando sus comunicaciones y ahorrando tiempo, dentro de un sistema de comunicaciones donde el subterráneo es uno más de las redes de comunicación y transporte. ¿Un subterráneo en la selva del TIPNIS? ¿A qué costo? ¿Se justifica? Pero nadie se ruboriza de estas elucubraciones, menos el discurso de la “geopolítica del extractivismo”; los gobernantes ya están acostumbrados a lanzar sus brillantes ideas, aplaudidos por la muchedumbre de llunk’u y aduladores. En todo caso, la propuesta del SERNAP es, de lejos, mucho más sensata y coherente que estas propuestas de carreteras colgantes o subterráneos. En este caso, en el diseño del SERNAP, si se va sortear terrenos que se dicen pantanosos, se lo puede hacer; esto está comprobado por la ingeniería de la construcción aplicada en extensas zonas pantanosas. Un ejemplo son las extensas carreteras que cruzan los pantanos de New Orleans. Sus costos serán menores que los de la carretera ecológica y mucho menores que el subterráneo.
En relación a la expansión de los cultivos de la hoja de coca excedentaria y la economía política de la cocaína, no se trata de buscar culpables. No se puede sostener en estos temas una postura moral, que termina siendo vulnerable y hasta hipócrita. De modo distinto, se trata de comprender que no se puede apostar a la ilusión de la riqueza fácil, pues no es sostenible. La proyección de este tipo de economías es corta y casi coyuntural. El costo es muy alto, por la destrucción de los ecosistemas, por la descohesión y corrosión de las relaciones sociales y la alteración perversa de los ritmos de las comunidades y asentamientos. Seguir con este juego, con este taparse los ojos, es comprometer la soberanía del país. Se trata entonces de discutir estos temas con los sectores involucrados y lograr consensos en la construcción compartida de alternativas, apoyadas por el Estado, logrando también consensos en la disminución sistemática y controlada, no tramposa, de los cultivos de la hoja de coca excedentaria. Así también consensos y compromisos de salir de todos los parques invadidos, dejando de cultivar en ellos coca excedentaria. De esta manera se defiende al cultivo tradicional de la hoja de coca, destinada al acullico y otros usos artesanales, e incluso industriales lícitos. La responsabilidad del Estado es darle un porvenir a las poblaciones involucradas en el cultivo de la hoja de coca excedentaria, no en alimentar su ilusión de la riqueza fácil, callando y siendo cómplice. Sólo la unidad de los sectores que abrieron el proceso puede encontrar una ruta para la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico, en la perspectiva del vivir bien. Es reprochable entonces la compulsión del gobierno por dividir las fuerzas de lo que fue el bloque popular que abrió el proceso. A estas alturas la mayoría de los parques están invadidos y se cultiva hoja de coca excedentaria; ¿la construcción de la carretera por el núcleo del TIPNIS va impedir el desplazamiento de los cultivos de la hoja de coca excedentaria? Esto es lo que dice la geopolítica de la Amazonia. Un argumento estrambótico, que invierte el sentido de las cosas, de la lógica del mercado. El peso de la economía de la coca es grande en la región como para evitar sus ramificaciones y su expansión, precisamente con una carretera que abre ruta, acorta el tiempo del transporte, abarata costos, y abre mercados.
En lo que respecta a las concesiones para exploración petrolera en el TIPNIS, justo en la zona que requiere más protección, la zona del núcleo del territorio, ¿por qué se dieron estas concesiones a PETROBRAS y a PDVSA cuando se sabe que se trata de un área protegida y territorio indígena, que además exige la consulta previa libre e informada? Este comportamiento sigiloso y secreto del gobierno nos muestra que no le interesan las áreas protegidas, los parques y los territorios indígenas, que no tiene ningún respeto por las leyes ambientales y la Constitución, en lo que respecta a las normas aprobadas sobre estos tópicos. Lo que le preocupa es la exploración hidrocarburífera ante la disminución peligrosa de las reservas. Para garantizar esto le es indiferente si se afectan derechos colectivos. ¿La carretera entonces es necesaria para efectos operativos y logísticos de la exploración hidrocarburífera? No lo sabemos, el gobierno no es transparente sobre estos temas; sin embargo es probable que así sea. Hasta ahora se han manejado hipótesis interpretativas; una primera, que vinculan la obsesión por la carretera al IIRSA, en el sentido que se ha expuesto, como parte de una geopolítica de infraestructura logística y comunicacional de la integración comercial y económica de Sud América; otra, que considera la necesidad de garantizar la exploración en estas zonas del sur-andino; una tercera, que se explica por los compromisos del presidente con la Federación del Trópico de Cochabamba; y una cuarta, que plantea una vinculación con el diagrama de poder de la corrupción, procedimiento por lo que se definen los sobreprecios de los proyectos. El gobierno ha respondido ante estas interpretaciones, que lo que se quiere es sentar soberanía, además de que son las mismas comunidades las que quieren la carretera. ¿Cuándo se verifican las hipótesis, incluyendo a las propias interpretaciones del gobierno? Independientemente de esta espera, lo cierto es que hay concesiones para exploración hidrocarburífera. Es este hecho ya una amenaza directa para el eco-sistema del TIPNIS.
Para los pueblos indígenas el TIPNIS es la loma santa; para los ecologistas es el corazón de la producción del agua, de los ciclos de agua de las zonas del TIPNIS y de las regiones colindantes. Para la Constitución es una TCO, un territorio indígena y parque, donde cohabitan las comunidades indígenas de tres pueblos amazónicos, yuracares, chimanes y moxeños, los mismos que gozan de derechos colectivos, consagrados por la Constitución. El conflicto del TIPNIS se ha convertido en el centro de los debates y en la batalla crucial en defensa de la madre tierra, de la Constitución y del proceso. Lo que vaya a ocurrir depende de la capacidad de resistencia de las comunidades de la TCO del TIPNIS, también de la violencia que es capaz de ejercer el gobierno.
Antes de llegar a Rurrenabaque, desde la altura de la caída subtropical andina se puede ver el inmenso llano del Beni. Parece un océano verde que se pierde en el horizonte. Este es uno de los paisajes más agradables que se vive como experiencia de la vista y de la percepción. Rememorando, uno piensa, este paisaje es además de espacio un campo biológico; entendiendo campo en el sentido de los espacios de distribución configurados por Pierre Bourdieu, pero también, de una manera complementaria, conformada como explanadas de los ecosistemas. Un inmenso espacio horizontal, plano, donde, a primera vista sólo se ven los bosques, la extensión verde de los llanos. De lo que se trata es de descubrir que hay allí, en esta inmensa explanada.
Cuando se está en el llano, llegando desde Caranavi[142], la primera población grande que se encuentra es Yucumo[143], un centro de paso, pero también comercial. A la entrada uno se encuentra con cientos de puestos de venta, de todo tipo. Sobresalen los puestos de comida para los viajeros y los transportistas, también las tiendas de repuestos para las movilidades, de la misma manera hay otros puestos de venta, donde se vende frutas, también verduras, así como una miscelánea de dulces, galletas, incluyendo la hoja de coca en bolsitas. Yucumo es zona de colonización, es decir, de migración de tierras altas a tierras bajas. La gran mayoría de los pobladores es de origen aymara, aunque también hay mestizos y algunos de la región, benianos.
Yucumo se encuentra a 281 km de Trinidad, capital del departamento, y 50 km al suroeste de San Borja, el centro administrativo municipal. Trinidad es la capital departamental, es un núcleo de encuentros de varias carreteras, la mayor parte sin pavimentar; donde se encuentra una ruta al oeste de San Ignacio de Moxos y San Borja de Yucumo, así también otra ruta hacia el norte, casi a cien kilómetros de Rurrenabaque, para continuar en dirección noreste sobre Reyes, dirigiéndose después hacia Riberalta y Guayaramerín, en la frontera con Brasil. Desde Yucumo, se desprenden otras ramas, una ruta hacia el norte, que a través de Rurrenabaque, conduce a Cobija, que se encuentra en la frontera norte de Bolivia con el Brasil.
La población Yucumo se ha duplicado en las últimas dos décadas, esto debido sobre todo a la migración. En 1992 contaba con 1.404 habitantes, de acuerdo a las proyecciones del Censo de Población y Vivienda de 1976. Más tarde, de acuerdo al Censo de Población y Vivienda de 2001, ya había incrementado su población a 3.090 habitantes. Contemplando las proyecciones estadísticas, en el 2010 la población llegaría ya a 3.893 personas.
Esta sola entrada a la Amazonia, la efectuada por Yucumo, que se va a parecer a muchas otras posibles que se puedan hacer, nos muestra otra Amazonia que no responde a la hipótesis interpretativa gubernamental, circunscrita al cuadro esquemático de la relación de patrones absolutos e indígenas aterrados y sometidos totalmente. En la historia de la Amazonia han concurrido muchas transformaciones, muchos procesos han acontecido, transfigurando los contextos desde la llegada de los jesuitas, durante el siglo XVII[144]. No solamente la salida de los jesuitas, el retorno de algunos pueblos al monte, la aparición de las haciendas, más tarde de las empresas siringueras, después las madereras, la transformación de las haciendas coloniales en empresas capitalistas, que viene acompañada por una reforma agraria, que apuesta por la articulación occidente-oriente de Bolivia, la vía capitalista y agro-industrial, acompañada por las migraciones de campesinos aymaras y quechuas en programas y proyectos de colonización, sino también la transformación de las ciudades, acompañadas por crecimientos urbanos y demográficos, transformándose también estos contextos con el desenvolvimiento de formas heterogéneas de modernidad. Reducir la complejidad de los campos sociales de la Amazonia a esa imagen esquemática de patrones e indígenas absolutamente dominados, como si no se hubieran dado las marchas indígenas de tierras bajas desde 1990, como si los pueblos indígenas de la Amazonia y el Chaco no se hubieran organizado en defensa de sus derechos, de sus territorios, de sus autonomías, de sus lenguas, sus culturas e instituciones propias, no es otra cosa que construir una imagen dislocada de la historia, al servicio del discurso dominante del Estado nacionalista, que quiere imponer “progreso” a las comunidades indígenas sometidas al atraso y a la sujeción total de los patrones. Dominación que ahora habrían heredado las ONGs.
Como se puede ver, este discurso gubernamental es un dispositivo de poder, sobre todo en un discurso que quiere justificar el comportamiento anti-indígena del gobierno en torno al TIPNIS. Llama la atención los usos de términos ya desgastados en contrastación con la experiencia de las dos gestiones de los sucesivos gobiernos de Evo Morales Ayma. Hay un conmovedor esfuerzo de hablar del “gobierno revolucionario”, de que es tarea del “gobierno revolucionario” emancipar a los indígenas de las ataduras del atraso, de las cadenas que los someten a los antiguos y a los nuevos patrones; los antiguos, los hacendados, los nuevos, las ONGs. Este traslado arrebatado a un contexto imaginado “revolucionario” resulta notoriamente inocente, parecido a las propagandas del otoño del patriarca.
Ubicándonos en el tiempo, en el momento histórico que nos toca vivir, estamos a dos gestiones del gobierno que fue empujado por una movilización prolongada de seis años de luchas (2000-2005), estamos en una segunda gestión de gobierno que contrasta también con la primera gestión gubernamental, que intentó por lo menos cumplir parcialmente la Agenda de Octubre; pues la segunda gestión es francamente anti-popular y anti-indígena, ya completamente separada de de la aplicación de la Constitución. Por lo tanto, estamos en un momento donde son evidentemente insostenibles estos discursos esquemáticos, ingenuamente contraídos, dislocados de los acontecimientos, al margen de las complejidades de los contextos, de los campos sociales, de las prácticas y, sobre todo, de las contradicciones profundas del proceso.
La pregunta es: ¿Porqué se construye un discurso tan caricaturesco hoy, cuando ya han transcurrido nueve marchas indígenas de tierras bajas, sobre todo las dos últimas, que defienden la Constitución, los derechos de las naciones y pueblos indígenas, la madre tierra, los territorios indígenas y los parques? Se entiende entonces que la caricatura es necesaria en la propaganda del gobierno, acompaña a la publicidad de apoyo a la Ley 222, ley que no tiene nada de consulta, que no responde a la estructura normativa y conceptual de la consulta, pareciéndose, mas bien, a una imposición violenta y violatoria de los derechos fundamentales. No es suficiente, en este caso, contrastar un discurso tan inocente con los contextos y recortes de realidad, con las descripciones de los campos sociales, campos políticos, habitus y prácticas; esto, en todo caso, resulta fácil. Es menester comprender la génesis de estos discursos de poder, de estas construcciones gubernamentales, que buscan desesperadamente justificar los actos de gobierno, que conllevan violencia simbólica y violencia física del Estado.
Un discurso que reduce la figura de lo que acontece a la actuación aplastante de patrones absolutos e indígenas completamente sojuzgados, o de ONGs conspiradoras e indígenas engañados, es un discurso complementario de la actuación violenta del gobierno, de la violencia simbólica y de la violencia física gubernamentales, en relación a un territorio y parque protegido por la Constitución, por las leyes ambientales y defendido por las organizaciones matrices, representativas y legitimas indígenas, además del apoyo brindado por el pueblo boliviano. No es fácil encontrar una explicación a los comportamientos de un gobierno progresista que ha optado por el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente, por la ampliación de la frontera agrícola, en contra de los bosques y los territorios indígenas. No es fácil entender cómo un gobierno popular, que ha promulgado la Constitución del Estado plurinacional, comunitario y autonómico, despliega un discurso de “progreso” y de “desarrollo”, parecido al discurso asistencial del Cuerpo de Paz o, peor aún, que se muestra como la continuidad del discurso colonial desde la época de Juan Ginés Sepúlveda[145]. Los gobernantes se tienen que construir una explicación modulada por la percepción del poder, percepción que expresa una trama maniquea, al estilo de Hollywood, de buenos y malos, peor aún de cowboys e indios, donde los portadores del “progreso” son unos “revolucionarios” de hierro. Imaginario alucinante, verdaderamente delirante el discurso, empero nada convincente. No llega a tener efectos de convencimiento, salvo como argumento auto-justificativo de funcionarios y de dirigentes campesinos cooptados, ya auto-convencidos.
El departamento del Beni contaba ya con una población de 420.000 habitantes, de acuerdo al Censo de Población y Vivienda de 2001 y sus proyecciones al 2006. El departamento amazónico del Beni es de baja densidad demográfica, es el segundo departamento de más baja densidad poblacional, después de Pando.
Entre las principales actividades económicas del Beni se puede mencionar a la agricultura, a la empresa de madera, así como es característica de su perfil económico la empresa ganadera. La importancia de la ganadería ocupa un lugar destacado en la cultura económica regional; los llamados “vaqueros” siguen desempeñando un papel importante en la sociedad del Beni, que comprende una parte significativa de los trabajadores. Se pueden también mencionar otras industrias importantes para la región, como por ejemplo la que tiene que ver con las empresas forestales, así también las actividades de pesca artesanal y la caza, también la incursión en agricultura; en los últimos años, el eco-turismo. No podemos dejar de mencionar a la “industria” de castaña, hoy tan importante, que ha convertido a Bolivia en el principal exportador de castaña.
En vuelo, desde el avión, se pueden apreciar los “camellones” moxeños, que son como la inscripción en la tierra, la huella dejada por la civilización pre-colonial de Moxos.
Al parecer, los primeros colonos europeos en la región fueron los jesuitas españoles enviados a convertir a los habitantes nativos, principalmente en la mitad sur del departamento, durante el siglo XVIII. Los orígenes religiosos de muchos de los pueblos del Beni puede ser atestiguado por la centralidad de la iglesia local en la mayoría de las comunidades, así como en los propios nombres de las ciudades; por ejemplo Santísima Trinidad, que es la ciudad capital del departamento, también se puede nombrar a Santa Ana, a San Borja, a Reyes y así sucesivamente. Hablamos de una región que es la sede de la Vicaría católica, apostólica y romana del Beni.
Las poblaciones humanas nativas, nómadas e itinerantes, se desplazan en grandes espacios territoriales, aprovechando la vía de los copiosos ríos. La estrategia demográfica es separarse, a partir de un límite sostenible, en pequeños grupos y asentamientos provisorios. Esto acontece hasta la llegada de los europeos, cuando llegan a la región los jesuitas. A los jesuitas, después de su expulsión, les suceden los dominicos y franciscanos. En el lapso de tiempo de la salida de unos y la llegada de los otros aparecen colonos hacendados. Sin embargo son varias oleadas de migración; una migración importante fue la de caravanas que llegaron desde Santa Cruz, empujadas y atraídas con el auge de la goma.
Habría que combinar dos metodologías; una histórica, que nos muestre la génesis, la genética y la genealogía de las formaciones sociales y económicas en el Beni; otra sociológica, que nos muestre la distribución de las clases sociales y de los capitales en el campo social. Las dos metodologías también son dos percepciones. Es indispensable conjugarlas; eso es lo que vamos a hacer, aprovechando las descripciones que hicimos con anterioridad.
Expondremos dos hipótesis interpretativas, relativas a cada una de estas metodologías y percepciones.
A lo largo de la historia que nos toca interpretar nos topamos con la formación de estructuras de larga duración, estructuras que conforman formas de comunidad, formas de socialidad, formas económicas, formas políticas y sobre todo formas imaginarias y culturales. La dinámica de estas estructuras es a la vez cíclica, pero también contingente, se encuentra afectada por la producción efectiva de las prácticas, las relaciones y las instituciones intervinientes.
Lo que importa en esta reconstrucción es comprender que las comunidades indígenas tienen su propio proceso histórico de constitución, que podemos situarlas como en cuatro momentos constitutivos; uno, que tiene que ver con la ancestralidad nómada e itinerante, que corresponde a sus recorridos y circuitos de recolección y caza, así como a sus movimientos y desplazamientos por los ríos, generando territorialidades acuáticas. Otro momento constitutivo fueron las misiones jesuíticas, que los agruparon en parroquias, convirtiendo a los pueblos en semi-sedentarios, introduciendo la agricultura y la ganadería, obviamente la religión mediante la evangelización, pero también preservando las leguas. Hicieron los primeros diccionarios de las lenguas nativas. Un tercer momento constitutivo tiene que ver con las resistencias que tuvieron que ejercitar para no desaparecer como pueblos ante el avance de las formas liberales de la república, sus instituciones, sus derechos de propiedad individual, además del avance y la extensión del mercado y las relaciones capitalistas. Fueron avasallados por las haciendas ganaderas, primero, luego por las empresas siringueras, también por los madereros, así como por las barracas. Un cuarto momento constitutivo tiene que ver con la consolidación de sus organizaciones matrices, representativas y legitimas, en la lucha por sus reivindicaciones y derechos, por los territorios, por las autonomías, la libre determinación, el autogobierno y normas y procedimientos propios.
Los hacendados también tienes su proceso constitutivo. Obviamente un primer momento constitutivo se encuentra en la colonia, empero se trata de distintos asentamientos, de acuerdo a la temporalidad y al lugar. Quizás el momento constitutivo más importante se encuentra en los periodos republicanos, primero con los proyectos liberales de colonización de la Amazonia boliviana, segundo con la misma reforma agraria, que buscó convertir a las haciendas en empresas capitalistas. En este caso, hay que distinguir lo que pasa con las haciendas ganaderas, con las empresas de explotación de la goma, con las empresas madereras, las barracas, las empresas castañeras. También es indispensable referirse a distintos periodos de reparto de la tierra, los de la colonia, los de la republica, que se remiten al periodo liberal, después a la reforma agraria, y posteriormente a las dictaduras militares y a los gobiernos neoliberales.
Ciertamente no se pueden confundir hacendados ganaderos con empresarios, sin embargo, no nos olvidemos que los hacendados también incursionan en empresas, así como en el comercio y en la banca. Estos desplazamientos hablan de la formación de una burguesía agraria. Al respecto, podemos decir que la burguesía beniana tienen sus raíces en la hacienda ganadera, aunque esta no sea su única fuente, pues pueden las clases medias urbanas desprender estrategias de formación capitalista. Entonces la burguesía tiene un momento constitutivo fundamental, el mercado, articulado por los flujos y circuitos de capital; sin embargo, hay que entender que la burguesía se forma en el monopolio contra el mercado, por más paradójico que parezca. Monopolio de capital, que puede resumirse al monopolio financiero, monopolio de los mercados, monopolio de las técnicas, contando además con el monopolio de la violencia, que puede provenir del Estado, pero también de poderes regionales y locales, del despliegue de violencia, aunque ésta no sea legítima. Podemos hablar de la conformación de una burguesía siringuera en los periodos de bonanza de la explotación de la goma. Empero, después, la burguesía se forma sobre la base del gran comercio de carne a las ciudades. Por lo tanto, aquí van a ser factores importantes la concentración de la tierra, la concentración del ganado, aunque se use el método de una ganadería extensiva. No hay que descuidar en esta formación de la burguesía a los intermediarios y a las mediaciones, que también se aprovechan en la apropiación del excedente.
Las concesiones forestales van a ser importantes para la consolidación y el monopolio de las empresas madereras, pero también contar con financiamiento y crédito, además de las conexiones con el mercado, sobre todo externo. Últimamente la empresa castañera se ha convertido en una “industria” rentable y de peso económico, Bolivia es el principal país exportador de la castaña.
El comercio y el transporte son también emprendimientos donde se forma capital, sobre todo cuando se tiende al monopolio y al control de territorios. Su presencia se hace notoria en la vida de las ciudades, aunque atraviesa las rutas y carreteras. Lo interesante al respecto es que son los migrantes del occidente boliviano los que controlan el comercio del oriente boliviano, sobre todo en lo que respecta al comercio diverso y variado de mercancías, que son desde bienes agrícolas hasta mercancías importadas. Se puede hablar entonces también de la formación de una burguesía comercial, procedente de los migrantes. Sin embargo, hay que anotar que no todos los comerciantes ingresan en la formación de esta burguesía comercial, pues una mayoría de comerciantes son, mas bien, minoristas y trabajan al menudeo y por ingresos diarios mínimos.
Por otra parte, debemos hablar de la formación del campesinado. Una parte del campesinado beniano tiene que ver con los “vaqueros” que adquieren tierras, dotadas por los hacendados o compradas. También tiene que ver con el desgajamiento de las comunidades indígenas, cuyos miembros se convierten en campesinos. Por otra parte se forman también pequeños, así como medianos propietarios de tierras, que las hacen trabajar ocasionalmente o cíclicamente, de acuerdo a la temporalidad agraria, aunque muchos de estos propietarios también se encuentren asentados en las ciudades. Sin embargo, un grueso de los campesinos lo conforman los llamados colonizadores, migrantes del occidente boliviano, bajo programas estatales de colonización o no. El contingente demográfico de los colonizadores ha crecido notoriamente desde la implementación de la reforma agraria en el oriente boliviano. Hay zonas de colonización claramente identificadas, donde se conforman socialidades agrarias al estilo del occidente boliviano. Estos campesinos están afiliados a sus sindicatos de “interculturales”, que es así como se llaman desde la Constitución.
La formación de las clases medias es como una consecuencia del crecimiento de las ciudades. La concentración de los servicios de las ciudades ha atraído a migrantes del interior del departamento y de otros departamentos, además de considerar el crecimiento vegetativo. El campo escolar es un espacio de formación de las clases medias; bachilleres, después universitarios, van a formar parte de las actividades liberales en las urbes, también de las actividades de funcionarios en los gobiernos locales. Quizás las clases medias son altamente concurrentes del campo político, pues encuentran en las instituciones del Estado un lugar de estabilidad laboral, así como de realización.
Ahora bien, estas formaciones, que responden y conforman a las mismas estructuras de larga duración, no están aisladas, interactúan, se conectan, se entrelazan, se afecta, se superponen jerárquicamente, respondiendo a relaciones de dominación y de poder.
Hay pues en la actualidad una distribución jerarquizada y dinámica del campo social. Empero, antes de seguir debemos hacer algunas aclaraciones sobre el uso del concepto de campo social. A diferencia de una figura estática de estructura social dada, el campo social supone una dinámica de interactividad y de movimiento entre las distintas estratificaciones sociales. Ahora bien, si bien no se puede encontrar empíricamente una pirámide social dada, que sea visible, tampoco se piense que las clases y las estratificaciones sociales se distribuyen en el espacio repartido de acuerdo a su identidad. Al contrario estamos ante espacios entrelazados, distribuidos de manera diversa y hasta contingente, muchas veces mezclados, aunque en la medida que se estructuran las ciudades, las clases altas tienden a ocupar determinados barrios y las clases bajas otros barrios. El crecimiento de las ciudades, sobre todo en América Latina, ha generado distribuciones heterogéneas, variadas y hasta entremezcladas. Por lo tanto, cuando hablamos del campo social tratamos de visualizar estas dinámicas, estas distribuciones, estas ocupaciones y desplazamientos, contando con sus trayectorias, así como el mapa de distribución del capital social, del capital cultural, del capital simbólico y el capital político.
El campo social del Beni plantea varios problemas, una alta dispersión de sus poblados, de sus ciudades, sobre todo de las principales, las intermedias y las pequeñas, una dispersión de sus pueblos, también de sus comunidades. En una amplia extensión de los llanos y montes, de la Amazonia alta y de la Amazonia baja, las poblaciones se dispersan de acuerdo a su propia historia de fundaciones y desplazamientos, así como de su vinculación con las parroquias misionales. Por otra parte hay que atender a la propia distribución diseminada de las haciendas, dispersas y ubicadas para mejor control y administración de sus propiedades. Al respecto, no hay que creer que los hacendados viven en sus haciendas, son pocos los que lo hacen, mas bien, las visitan, en algunos casos hasta delegan la administración. La clase de hacendados ganaderos, sobre todo los ricos, viven en las ciudades, en casas cómodas y en barrios residenciales.
Por lo tanto el dibujo del campo social tendría que tener en cuenta estos problemas de distribución, que son también condicionantes de la configuración misma de los espacios sociales.
Un centro gravitante del campo social son los ganaderos que están asociados a la Federación de Ganaderos del Beni y Pando (FEGABENI), quienes también cuentan con el Banco Ganadero del Beni. Hablamos de los sectores sociales de más influencia en la región, además de contar con capital económico y capital social, cuentan con el monopolio de la concentración de la tierra, sobre todo en manos de las familias más pudientes. Es conocido el dominio que han tenido en las prefecturas del departamento, incluyendo la gobernación, cuando las prefecturas se convierten en gobernación, después de la Constitución. La influencia política de los ganaderos es parte del paisaje social, cuestionada quizás por la emergencia de los sectores populares, que después de las luchas sociales del 2000 al 2005 y de las gestiones de gobierno del MAS tienden a disputar el control de la administración departamental.
En los entornos a la clase ganadera, colindando con su centro de gravitación o compartiendo esta atracción, están los otros estratos sociales de la burguesía regional, conformada también por los otros empresarios, los empresarios madereros, los empresarios castañeros; empero, en este caso, no necesariamente viven en el Beni, sus residencias pueden encontrarse en Santa Cruz o La Paz. La banca de la que hablamos anteriormente está conformada por acciones de ganaderos, pero también de otros empresarios.
Se puede observar que en este campo económico, dibujado por la tenencia de la tierra, el control de la ganadería, las empresas madereras, castañeras y otras en la gama de agraria y comercial, se cuenta con empleados y trabajadores de estas empresas y de la banca. Estos trabajadores no se encuentran en el espacio de gravitación de la burguesía regional, forman parte de otros espacios del campo social. Estas mayorías son las que se hacen visibles en las calles, otorgándole una dinámica propia a las ciudades, llevando a sus hijos a las escuelas y colegios, yendo a trabajar, comprando todos los días, consumiendo, habitando los otros barrios, de clases medias y populares.
Algo que es altamente visible en las ciudades es el comercio, sobre todo cuando se aproxima al centro de las ciudades. No solamente son importantes los comercios formales, con tiendas establecidas, sino también las ferias, los mercados, el comercio informal. Como puede verse, el estrato comercial es altamente diverso y amplio. Ya habíamos hecho notar el peso de los comerciantes migrantes del occidente boliviano, en todos los rubros. Este hecho nos muestra que el capital económico y el capital social lo adquieren prioritariamente los migrantes a través del comercio. Desde allí pueden incursionar en otros rubros, incluso la compra de tierras. Aunque se nota el control y el monopolio de la tierra de la clase de hacendados, limitando el ingreso a otros competidores, sobre todo migrantes. Los migrantes acceden a la tierra por concepto de colonización, apoyados por programas del Estado. Desde esta condición también pueden incursionar en el comercio, sobre todo de los bienes que producen.
En el campo social de las ciudades tenemos entonces como gravitación a los ganaderos, en los entornos a los otros empresarios, después en otros espacios del campo social tenemos a la gran mayoría de la población compuesta por empleados, trabajadores, comerciantes. También deberíamos hablar de los profesores, que en las ciudades del oriente de Bolivia cobran importancia. Se trata de una población significativa que tiene la responsabilidad de la educación y genera actividades propias vinculadas a las conmemoraciones cívicas. Todos los años la lucha de los maestros por mejor sueldo se ha hecho sentir en todas las ciudades.
El perfil cambia en las poblaciones más pequeñas, donde lo popular y lo campesino se hace sentir, aunque no desaparece el comercio y la presencia de algunas instituciones del Estado. En estas poblaciones se hace más visible la presencia de los colonizadores y sus actividades, sobre todo sindicales. Como ya dijimos, los colonizadores constituyen una demografía importante del departamento. Entonces hablamos de un sector de incidencia en el campo económico, en el campo político y últimamente en el campo burocrático.
Las comunidades indígenas se asientan en sus territorios, también colindan y se mezclan con poblaciones campesinas, así como también migran a las ciudades. En esta región lo diametralmente opuesto al dominio ganadero no son los comerciantes, que, mas bien, se adecúan al campo social y al campo económico dominado por los hacendados; tampoco son los colonizadores, que si bien disputan políticamente espacios de influencia, terminan conformando el campo económico configurado. Las comunidades indígenas se oponen al mundo karaiana, al mundo blanco, mestizo y migrante, pues al defender sus comunidades, sus territorios comunitarios, sus instituciones, sus prácticas, sus gestiones territoriales y ambientales, sus normas y procedimientos entran en contradicción con este ambiente liberal, aunque bullente por la dinámica de sus desenvolvimientos sociales y económicos.
La colonialidad como malla del sistema-mundo capitalista
Apuntes para una crítica de la economía política generalizada
Definición de la economía política generalizada
La economía política devela la valorización inscrita en las relaciones económicas de la sociedad moderna. Valorización que desde la perspectiva de una de las corrientes se debe al trabajo. La crítica de la economía política devela que es el desgaste de la fuerza de trabajo el que crea valor sobre la base de la cuantificación del equivalente general de las mercancías, el dinero, que no es otra cosa que la medida de la cuantificación de la valorización. El trabajo concreto, que crea valores de uso, es asumido en cuanto trabajo abstracto, creador de valores de cambio. La valorización entonces se produce sobre la base de esa diferenciación binaria, valores de uso/valores de cambio, donde los valores de uso sirven de base, son la base material, de la cuantificación, de la producción de valores de cambio. La economía política y la crítica de la economía política basan su crítica en la circularidad del equivalente general, el cuantificador de la dinámica económica capitalista. Si estos fueron los referentes de los siglos XVIII y XIX, durante el siglo XX son desplazados o, más bien, aparecen en un espacio referencial de equivalentes generales, que no se remiten sólo al dinero. Según Jean Baudrillard se trata de la economía política del signo, cuando como equivalentes generales aparecen otros códigos. Una multiplicación de códigos, que efectúan operaciones parecidas a la del dinero, el equivalente general del intercambio económico. El dinero pone en suspensión los valores de uso y los pondera en cuanto valores de cambio; el signo, el código, ponderan la levedad, la circularidad, la mutabilidad de los significantes poniendo en suspensión los significados, los contenidos. Lo mismo pasa con los códigos, se pone en suspensión los referentes ponderando la codificación misma como equivalencia general. La economía política de los siglos XVIII y XIX, basadas en la mercantilización, en el equivalente general de las mercancías, sería un caso, un espacio, un ámbito, del proceso de expansión de la economía política generalizado a todos los ámbitos posibles.
Jean Baudrillard escribe:
La generalización de la economía política hace cada vez más evidente que su acto de origen no está allí donde se sitúa el análisis marxista, en la explotación del trabajo como fuerza productiva, sino en la imposición de una forma, un código general de abstracción racional del que la racionalización capitalista de la producción material es un caso particular. La domesticación del lenguaje en el código de la significación, así como la domesticación de toda relación social y simbólica en el esquema de la representación, son no solamente contemporáneas de la economía política sino también son su proceso mismo; allí en esos dominios “superestructurales” presenta hoy su forma y se radicaliza[146].
En otras palabras, la formación de la equivalencia general, la cuantificación del intercambio económico, la suspensión de los valores de uso y del trabajo concreto, forma parte de la economía política generalizada, la que expande la conformación de equivalentes generales en distintos ámbitos, que implica la imposición de un código general de abstracción racional. El proceso mismo de esta economía política generalizada es la domesticación del lenguaje, así como la domesticación de toda relación social y simbólica. Este proceso de abstracción formaría parte de la generalización del intercambio en todas las áreas, no solo de intercambio de mercancías, sino de signos y de códigos, de relaciones sociales y relaciones simbólicas, reduciendo el símbolo a la condición de mero signo equivalente. Lo que se pondera ya no es el valor económico, el valor de cambio, sino valores abstractos de circularidad, de intercambiabilidad general, de sustitubilidad. Desde cierta perspectiva, la crítica de la economía política, se decía que el secreto de la valorización se efectúa a partir de la valoración del desgaste de la fuerza de trabajo, desgaste medido como tiempo de trabajo cristalizado; ahora, a partir de la crítica de la economía política generalizada tendríamos que decir que el secreto de esta valorización abstracta generalizada no se encuentra en el trabajo sino en el gasto sin remuneración, en el gasto simple de energía en el ejercicio de las relaciones sociales y simbólicas.
Jean Baudrillard continúa:
El sistema capitalista, ligado al lucro y la explotación, no es más que la modalidad inaugural, la fase infantil de la economía política. El esquema del valor (de cambio y de uso) y la equivalencia general, ya no se limita a la “producción”: ha ocupado las esferas del lenguaje, la sexualidad, etc. Su forma no ha cambiado – también puede hablarse de una economía política del signo, de una economía política del cuerpo, sin metáfora – pero el centro de gravedad se ha desplazado: el epicentro del sistema contemporáneo ya no es el proceso de producción material[147].
Marx, usando la metáfora de Shakespeare en La Tempestad, definía a la modernidad como la experiencia de cuando todo lo sólido se desvanece en el aire. El secreto del capitalismo es la modernidad, no al revés, no es el capitalismo el que explica la modernidad, el capitalismo nace en la matriz de la modernidad, forma parte del estrato gravitante de los procesos desatados de desvanecimiento, evaporación o licuefacción, como comprende Zygmunt Bauman, de la fluidez inherente de la llamada modernidad, que fue un término inventado por los poetas malditos para referirse a la experiencia vertiginosa y apabullante de las metrópolis contemporáneas. ¿La abstracción forma parte de este desvanecimiento? ¿Qué es la abstracción? Tiene que ver con la re-presentación, con la doble presencia, es decir, con la repetición de la presencia, con la presencia de la presencia, que es como su sombra. También tiene que ver con la diferencia, es decir, con la distinción, separación, diferimiento, que son procedimientos de la analítica. Podríamos decir con la puesta en escena de la teoría, mirada, figura, que corresponden a la racionalización, al pensamiento racional. La pregunta es entonces: ¿Por qué la sociedad moderna recurre a la abstracción, a la racionalización, en la conformación de sus relaciones constitutivas e institutivas, basadas en el supuesto de universalización y su expansión generalizada? Otra pregunta ligada a esta sería: ¿Por qué la sociedad moderna suspende la densidad de las relaciones simbólicas en las que se basaban las sociedades antiguas?
En un mundo donde el intercambio de productos forma parte de la formación de los mercados desde los inicios mismos de las sociedades antiguas, por lo menos en cuatro de los cinco continentes, el sentido del cambio, de la sustitución, acompaña a estas prácticas de intercambio. Es sabido que distintas formas de dinero fueron usadas desde remotos tiempos como medio de pago y de compra. Sin embargo, este no es el único ni el primero proceso de intercambio que coadyuva y sostiene a los procesos de abstracción. Podríamos decir que es en los lenguajes donde se encuentra la matriz de los procesos de abstracción. En estos sistemas de códigos sonoros, también códigos escritos, sistemas de inscripciones, aunque así mismo, sistemas ancestralmente corporales, se encuentra el secreto de los procesos de abstracción. Sin embargo, no hay que olvidar que se trata de lenguajes cargados de sentidos simbólicos, vinculados a creencias, cosmovisiones, ceremonias, ritualidades y mitos. No se trata de la forma de los lenguajes tal como han llegado a transformarse hasta nuestros días.
Empero los lenguajes no se realizan sin la participación corporal, no sólo por la emisión de sonoridad, ni tampoco solo por la facultad auditiva, sino sobre todo por lo que llama Chomsky las estructuras mentales del leguaje. Diríamos, añadiendo lo indispensable, el lenguaje es la condición de posibilidad imaginativa, así como, dicho de una manera más amplia, la condición de posibilidad del pensamiento. La efectuación lingüística, la realización del lenguaje, comprenden procesos de abstracción inherentes a las matrices y estructuras de cohesión social iniciales a las sociedades humanas. Tal parece que estos procesos de abstracción no se encuentran separados de otros procesos de interpretación, adecuación y adaptación con los entornos, no se encuentran separados de la configuración de los símbolos y de la alegoría de los mitos. En la modernidad los procesos de abstracción se encuentran como autonomizados, forman parte de espacios y prácticas especializadas, de aprendizajes y formaciones diferenciadas. La distancia y la distinción académica establecen espacios privilegiados donde se produce la abstracción como ciencia, como teoría y saber.
La capacidad de abstracción, las facultades que tienen que ver con la abstracción, en tanto condiciones de posibilidad, son inherentes a la estructura del ser humano, no como estructuras dadas, sino como estructuras formadas en el decurso de interacciones complejas bio-sociales. El problema no radica aquí, sino en la autonomización de los procesos de abstracción. Hasta la modernidad estos procesos de abstracción no se autonomizaron, es cuando con esta separación se convierten en dominantes en el ejercicio de las relaciones sociales. El problema no radica en la abstracción sino en la autonomización de la abstracción, autonomización que terminan configurando y conformando un tipo de sociedad cuya reproducción se efectúa a través de la realización de la valorización abstracta generalizada. La pregunta es entonces: ¿De qué manera se da esta autonomización de los procesos de abstracción?
Una hipótesis de interpretación
Todas las sociedades contienen esta posibilidad, empero no en todas se crean las condiciones de posibilidad histórica para que esto ocurra, la autonomización de los procesos de abstracción. ¿Cuáles son estas condiciones de posibilidad histórica?
Partamos de lo siguiente: las sociedades no son tan distintas como para convertirse en sociedades radicalmente diferentes como para pertenecer a universos distintos. Esto no quiere decir que no haya diferencias, no sólo constatadas en el tiempo, sino también en el espacio, en la geografía, en las maneras de manifestarse y de organizarse, así como en las maneras de expresarse y representarse. El materialismo histórico considera que todas las sociedades producen y consumen, se re-producen, distribuyen y hacen circular sus bienes. Las investigaciones históricas y las teorías del poder muestran relaciones de dominación en las sociedades. Los estudios culturales describen proliferantes sistemas simbólicos y de representación. La antropología ha distinguido las sociedades ancestrales de las sociedades antiguas, y estos dos conjuntos diversos los ha diferenciado de la sociedad moderna. De todas maneras, el conjunto de las llamadas ciencias sociales y ciencias humanas consideran que con el nacimiento de la sociedad moderna se ha producido como un corte o un salto histórico; se trata de una sociedad que se opone a las sociedades anteriores por la dimensión de homogeneización lograda, por la universalidad de sus valores e instituciones, expandidas por el mundo entero. Esta hegemonía es notoriamente manifiesta, acompañada por una racionalización y abstracción generalizadas en todos los niveles de su funcionamiento.
Estamos hablando de sociedades modernas que forman parte del sistema-mundo y la economía-mundo capitalista, estamos entonces hablando de un mundo integrado y globalizado, un mundo que requiere procedimientos de organización, de comunicación, de decodificación, de realización, rápidos y efectivos, altamente flexibles y manipulables. Estas exigencias han sido asumidas institucionalmente en la construcción de Estado moderno, campo burocrático e institucional, aparato normativo con pretensiones de universalización, instrumento administrativo, cartógrafo y cuantificador de los recursos. El campo burocrático está íntimamente ligado al campo social, forma parte del campo social; en el campo social se da lugar la reproducción a través del campo escolar, el campo cultural y el campo simbólico. Es en el campo escolar donde no solamente se da lugar la distinción y la reproducción de la diferenciación social a través de los títulos nobiliarios, sino también se desenvuelven y despliegan los procesos de abstracción, con las consecuentes autonomizaciones de los espacios correspondientes. El Estado moderno, ese mapa de instituciones, de normas, de administraciones y de gestiones, es la maquinaria abstracta que coadyuva a la generación de las autonomizaciones múltiples. Hay que tener en cuenta que esto concurre de una manera imaginaria, en el espacio de las representaciones, aunque también de una manera material, en el mapa de las instituciones; sin embargo, el funcionamiento efectivo de las estructuras, relaciones, actividades y prácticas sociales se dan integralmente, de una manera interconectada, entrelazada y no separada. La autonomización es imaginaria, si se quiere, es “ideológica”, aunque también es una ficción jurídica, además un ordenamiento institucional. Desde este punto de vista, se puede comprender a la sociedad moderna como un gigantesco esfuerzo organizativo para ordenar el caos, la multiplicidad entrelazada, la complejidad de los circuitos, los flujos y los stocks.
Los procedimientos de ordenamiento son abstractos y especializados. Del conjunto de estos procedimientos sobresalen los instrumentos de medición, de cuantificación, la estadística aplicada. Los referentes de estos procedimientos tienen que ver con los equivalentes generales de los distintos ámbitos de autonomización, los códigos arbitrarios, los signos despojados de cualquier densidad o espesor. La relación con la complejidad integrada e interdependiente de los ciclos bio-sociales se da a través de estos mecanismos ordenadores, de esta organización basada en la división, la distribución, la clasificación y la administración de gestiones especializadas. El Estado, las instituciones, los ciudadanos, retienen la representación ordenada y clasificada de esta intervención organizada sobre los flujos del caosmosis[148]. Es esta representación la que queda y es asumida como realidad.
Entonces hay como dos niveles de los acontecimientos bio-sociales; uno, el aceptado, que corresponde a lo que Cornelius Castoriadis llama la institución imaginaria de la sociedad, ordenada, organizada, institucionalizada, normada y representada, identitaria y técnica; dos, el substrato magmático de las dinámicas moleculares bio-sociales[149].
Ahora bien, no se llegó a la sociedad moderna de la noche a la mañana, a partir de una ruptura dislocadora e irreversible, sino que fueron largos procesos de formación la que la precedieron. Todas las sociedades contienen esta posibilidad, empero no emergió y se realizó antes pues no concurrieron las condiciones de posibilidad que la hicieron devenir. Hablamos una multiplicidad de condiciones concurrentes; la expansión mundial del mercado, la estatalización moderna presente en las sociedades, la articulación mundial de los territorios, efectuada mediante expansión y conquista colonial, supeditación, dominio y control de las extensas geografías continentales, hegemonía de pautas de consumo, esquemas de comportamiento y de conductas “modernos”, constitución de subjetividades individualizadas.
No es solamente la articulación, integración y expansión de los mercados, la relación cada vez más sistemática del comercio, la industria, las finanzas con el Estado, lo que se convierte en un espaciamiento adecuado a la formación de la sociedad moderna, sino también otros procesos que tienen que ver con autonomizaciones anticipadas. La autonomización de la religión forma parte de la aparición de las condiciones de posibilidad histórica de la modernidad. Aunque parezca paradójico, pues se entiende por los estudios sociológicos que la modernidad se inicia con la desacralización y la ruptura con las instituciones tradicionales, es esta hegemonía de las grandes religiones monoteístas y trascendentes, es esta delimitación del espacio sagrado, la mediación institucionalizada de la iglesia y de los sacerdotes, lo que anuncia el comienzo de las separaciones estratégicas en seno de las sociedades. Si bien la sociedad moderna se caracteriza por la desacralización y la separación del Estado de la religión, lo que importa en este caso es esta separación mayúscula de funciones, de actividades, de tareas, de prácticas y mediaciones, que construyen un espacio distinto dedicado a la conversión y la salvación. Estas religiones construyen la idea del Uno, de la unicidad, pero también de la intangibilidad, de la inmaterialidad. Hay como una historia teológica y de recorrido a la tierra prometida, la revelación del sentido de las cosas y de la experiencia terrenal, el sentido de la creación y su génesis. El sentido no es material, aunque ningún sentido lo es, tampoco terrenal, no es histórico, menos concreto, así como tampoco es inmanente; al contrario, es trascendente, pero sobre todo, no se encuentra en este mundo, sino en otro mundo. El sentido es suprasensible, es trascendente, sagrado, y también un misterio. Las teologías correspondientes a estas religiones trascendentes son el sumun de la abstracción.
No es pues sorprendente hallar en estos modelos religiosos los espacios donde se efectúan procedimientos de abstracción, después de aprenderlos, lugares de disciplinamiento donde se forma al sujeto y se da lugar a la hermenéutica del sujeto, lugares basados en prácticas de individualización y sujeción al maestro[150]. Las mismas teologías, sus narrativas, van a dar lugar en la modernidad a movimientos milenaristas y mesiánicos, ahora investidos con la promesa revolucionaria. Empero, lo que nos interesa es remarcar el carácter de separación y el sentido abstracto construido, el valor trascendente que pondera los actos, las acciones y los comportamientos. Una especie de equivalente general sagrado del campo religioso.
La autonomización de lo político también forma parte de la conformación de las condiciones de posibilidad de la modernidad. La separación de un espacio de ejercicio administrativo, del establecimiento de normas, de realización de gestiones de gobierno, de prácticas y de formación burocrática; separación que da lugar a los sentidos abstractos del poder, del control y de la dominación. Aunque esta separación, esta autonomización, nuca resolvió, por más esfuerzos que ha hecho, el desborde irradiante y aglutinador de la emergencia política, efectuada por el pueblo, las multitudes, la plebe, el proletariado, los condenados de la tierra. La política que aparece contraria a la separación y a la autonomización, política insurgente opuesta al Estado. De todas maneras la formalización de la política, la institucionalización de la política, da lugar a equivalentes generales del campo político. Un capital político cuyos códigos como la convocatoria, el consenso, incluso la clientela, terminan siendo cuantificados en estadísticas y sintetizados en indicadores de aprobación.
El campo escolar también implica la separación del espacio y de las instituciones de enseñanza y de formación, de la conformación de la distancia y la distinción académica. A la vez las áreas académicas se especializan en las facultades y en las carreras universitarias. El proceso de autonomización continúa y sigue. El capital escolar también tiene sus equivalentes generales, sus códigos, sus valorizaciones, así mismo sus jerarquizaciones. Los exámenes, las examimaciones, los concursos y las competencias también dan lugar a ponderaciones cuantitativas.
El campo comunicativo también implica una separación. La autonomización del ejercicio y las prácticas de comunicación ha llevado a la modernidad a niveles muy altos de abstracción y virtualidad. El dominio y control de la información, de la publicidad, de la propaganda, de la distracción y diversión, de la administración visual de los placeres pequeños, del lenguaje de la imagen y audiovisual, ha transformado la vida cotidiana de los ciudadanos y las familias. Sobre todo las cadenas televisivas se han convertido en las herramientas indispensables en la producción de necesidades y modas. Una transformación equivalente a la comunicacional la está ocasionando la informática y la cibernética, el universo de los ordenadores; ya se ha dado lugar a una autonomización del espacio cibernético, ocasionando la virtualización de las relaciones sociales, de sus prácticas y circulaciones. Algunos consideran que con estas experiencias habríamos entrado a otros niveles de la modernidad, llamada a veces sobre-modernidad, otras veces posmodernidad. Lo que importa, en estos casos, es que estas autonomizaciones también construyen sus equivalentes generales y la dimensión abstracta de sus valorizaciones. Al respecto, también se dan ponderaciones cuantitativas en estos campos, el campo comunicacional y el campo cibernético. Los rankings, los indicadores de audiencia, también la expansión de las redes. Aunque en este último caso la configuración caótica de las redes aparece como inconmensurable e incontrolable.
Como se puede ver se dan lugar economías políticas en todos los niveles posibles. Se da lugar a producciones, distribuciones, circulaciones y consumos. También a valorizaciones y acumulaciones. Todo esto medido y significado por equivalentes generales y códigos abstractos arbitrarios. ¿Cómo interpretar estos acontecimientos? Al respecto se han dado como dos tesis interpretativas; una de ellas tiene que ver con la mercantilización generalizada, es decir, la extensión del mercado a todos los espacios de la vida social. Esto significa la expansión de la economía política conocida. La otra tesis tiene que ver con la interpretación de que más bien la economía política conocida, de la producción y del intercambio económico, forma parte de un conjunto de transformaciones, de autonomizaciones, de separaciones, por lo tanto de economías políticas diversas, que en conjunto dieron lugar a la modernidad, coadyuvando a la propia economía política conocida. No nos vamos a inclinar por ninguna de estas tesis, es posible que más bien se trate de dos procesos complementarios que se han dado, sin necesidad de excluirse, más bien apoyándose mutuamente. En relación a nuestra interpretación dual y simultánea de los dos procesos, observamos que los distintos capitales de los diferentes campos, los distintos equivalentes generales, las diferentes economías políticas, son convertibles. Por ejemplo el capital político es convertible en capital económico, el capital comunicacional también, lo mismo ocurre con el capital cibernético, si podemos hablar todavía así.
Por lo tanto, compartimos con Jean Baudrillard de que es indispensable la crítica de la economía política generalizada.
Sin embargo, antes de seguir, debemos hacer notar que la experiencia de la modernidad no solo comprende estos recorridos de las economías políticas, a través de las autonomizaciones y separaciones correspondientes, con el efecto de valorización abstracta y acumulación, sino también abarca la experiencia de los flujos liberados al desmoronarse las instituciones tradicionales, las líneas de fuga, el desborde de las fuerzas y la creación de otros conglomerados. La modernidad también implica la decodificación, así como la inconmensurabilidad, por lo tanto expresa lo indeterminado, la posibilidad abierta y la potencia desbordante. La modernidad está también vinculada a la experiencia democrática, a la lucha y conquista de los derechos individuales, sociales, colectivos, ahora los derechos de la madre tierra. La modernidad como experiencia plástica se abre a la estética rebelde y la creatividad utópica. Esta otra cara de la modernidad es más bien integradora, se abre a través de las mezcolanzas y mestizajes, de lo abigarrado y lo heterogéneo. Es pues indispensable distinguir estas dos experiencias de la modernidad; una modernidad donde se impone la separación, la autonomización, la especialización, el control y el dominio. Otra modernidad que bulle, que se manifiesta como magma candente, como crisol creativo, que libera fuerzas, desata flujos y líneas de fuga, que mezcla y efectúa conjunciones, una modernidad donde aparecen los proyectos autogestionarios y auto-determinantes. La crítica de la economía política generalizada se da como crítica a la modernidad formal, con pretensiones de universalidad, modernidad producente de la hegemonía de la abstracción, modernidad que institucionaliza las separaciones y autonomizaciones en una marcha indetenible a la diseminación. La crítica rescata en cambio la potencia creativa de las fuerzas desencadenadas.
No se trata de ninguna manera de defender la modernidad a partir de una de sus caras, a partir de una de sus experiencias, sino, al contrario, de salir de la modernidad, precisamente apoyándonos en una de sus caras, en una de sus experiencias, la desencadenante, la liberadora de fuerzas, la decodificadora, la explosiva y desbordante, la aglutinadora, la heterogénea y compositora de mezclas. Salir de la modernidad significa abolir las economías políticas que buscan dominar y controlar los cuerpos, disciplinarlos y domesticarlos, modularlos para convertirlos en productivos y dúctiles en función de las economías políticas y la acumulación. Salir de la modernidad implica integrar los ciclos de la vida, integrar los espacios separados, situar los procesos de abstracción en los imaginarios radicales, situar los imaginarios en los procesos de reproducción de la vida, así como en la emergencia creadora de las praxis. Salir de la modernidad es salir de la interpretación evolucionista de la historia y la ilusión del desarrollo, mas bien, es concebir campos de posibilidades en marcha, múltiples historias que se combinan y componen, haciendo emerger lo nuevo, la alteridad. Salir de la modernidad es comprender la co-pertenencia, la coexistencia, la co-habitabilidad, la interacción y complementariedad con todos los seres y ciclos vitales de la tierra. Es, mas bien, tener una idea de la complejidad de las temporalidades de los ciclos vitales y sus devenires creativos.
Apuntes para una crítica de la economía política generalizada
La crítica de la economía política de Karl Marx caracteriza a la economía política como “ideología”, dice que los economistas saben cómo se produce en la economía capitalista, empero no saben cómo se producen sus relaciones sociales, sus relaciones sociales de producción. Pone en el centro del análisis a la esfera de la producción, desplazando el análisis de la esfera de la circulación, plantea que la valorización se produce en la producción, en plena transformación de la materia por intervención de la fuerza de trabajo, de su desgaste en tanto trabajo. Que allí, en la producción, concurre la valorización, cuando el obrero despliega más tiempo de trabajo que el correspondiente al salario, que es equivalente al valor de cambio de las mercancías necesarias para su subsistencia y de su familia. Entonces el tiempo restante corresponde al tiempo excedente no pagado. En esta etapa se genera el plus-producto, que corresponde a la plusvalía, en términos de la valorización abstracta. ¿Cómo ocurre esta explotación de la fuerza de trabajo? Debido a la diferenciación entre valor de uso y valor de cambio. El capitalista paga el valor de cambio de la fuerza de trabajo; empero, en la producción emplea su valor de uso, el desgaste físico, psíquico e intelectual de su cuerpo. ¿Dónde se encuentra la clave de esta diferencia aprovechable por el capitalista? En cuanto el capitalista es propietario de los medios de producción, en tanto el proletario sólo es propietario de su cuerpo; para sobrevivir tiene que vender su fuerza de trabajo como mercancía. La crítica entonces devela la dinámica de la explotación capitalista a la fuerza de trabajo, devela el secreto del excedente y de la ganancia, así como de la acumulación de capital. Denuncia la apropiación privada de los productos que corresponden a un trabajo social, colectivo y efectuado de una manera cooperativa.
¿Cuál es la salida ante la explotación capitalista? La expropiación de los expropiadores, la socialización de los medios de producción, la subversión de las fuerzas productivas, la abolición de las relaciones de producción capitalistas, su sustitución por relaciones de producción socialistas. Se trata de la apropiación social del excedente, del plus-valor, de la plusvalía, de su redistribución para satisfacer las necesidades sociales y los objetivos de la planificación de la asociación de productores. ¿Están resueltos así el problema heredado de la explotación de la fuerza de trabajo y el problema de la valorización abstracta en términos del valor de cambio? Se trata de la apropiación social de la plusvalía, redistribuida para satisfacer las necesidades, que también son producidas por la sociedad de consumo. Yendo más lejos, ¿se trata de efectuar una planificación en términos de los valores de uso, descartando una planificación o libre mercado en términos de valores de cambio? Los valores de uso son la masa material donde se realiza el proceso de valorización, conmensurado en términos de valores de cambio. No se puede separar valor de uso de valor de cambio, salvo por medio de una ficción. Sin embargo, esta utopía socialista no se efectuó en los países del llamado socialismo real; nunca salieron de la teoría del valor y de la ley del valor. Lo que ocurrió es que siguieron en el mismo modo de producción capitalista, aunque las relaciones sociales de producción hayan cambiado; la desaparición de los grandes propietarios y su sustitución por el Estado no modificaron el modo de producción capitalista. Los obreros no dejaron de ser obreros, aunque estuviesen en mejores condiciones y nominalmente en el poder; la burocracia, los funcionarios, administran la producción, sustituyen a la burguesía en esta tarea, median en esta tarea a nombre de la sociedad y el Estado, empero establecen relaciones de producción donde de un lado se encuentra el proletariado y del otro los administradores del Estado. La explotación, es decir, la valorización, ahora se efectúa a nombre de todos, la sociedad y el Estado, en beneficio social. Estas relaciones de producción burocráticas no han dejado de entrar en conflicto con el proletariado, también con la sociedad entera. No es la contradicción del desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción la que llevó a la implosión y desmoronamiento de los estados socialistas de la Europa oriental, sino, paradójicamente, la lucha de clases. La burocracia privilegiada y el partido entraron en contradicción abierta y hasta antagónica con las clases subalternas, subalternizadas por el Estado burocrático, por las demandas múltiples de estas clases, que dentro de estas demandas pedían democracia.
El problema entonces no se resuelve con sustituir a la burguesía con la burocracia, no se resuelve con la socialización de los medios de producción, con la apropiación social del excedente, tampoco con desplazarse de la centralidad del valor de cambio al valor de uso, invirtiendo la dualidad indisociable. De lo que se trata es de salir del proceso de valorización abstracta, lo que significa también abolir el modo de producción capitalista, y esto implica la conformación de una matriz organizativa diferente de la sociedad. No es el paradigma de la producción el que debe regir la organización de la sociedad, el modelo que debe modular los compartimientos, las conductas y las relaciones. Este paradigma es la matriz de la sociedad capitalista, es el referente y la estructura fundamental de su funcionamiento y “desarrollo”. Que no haya funcionado del todo así, que mas bien haya más referentes y otros modelos implícitos, es parte de de lo que deben dar cuenta las investigaciones a la luz de la experiencia de los siglos de capitalismo vividos y de sus transformaciones cíclicas.
Ampliemos la perspectiva, observemos la etapa monopólica del capitalismo, que estuvo implícita desde un principio, pues el capitalismo se explica como la formación del monopolio contra el mercado (Fernand Braudel); cuando se extiende y domina el mundo, cuando compromete al Estado en la gestión monopólica y otorga al capital financiero la conducción de la economía, trasforma la estructura organizacional de la sociedad capitalista. En este caso no es sólo el modo de producción el paradigma, sino hay otros que cobran importancia en la organización y funcionamiento de la sociedad capitalista. El diagrama de poder de control adquiere peso preponderante en la reorganización capitalista; el control de las reservas de recursos naturales, el control de los mercados, el control de la tecnología, el control financiero, así como el control de las conductas y los comportamientos sociales, el control de la comunicación, de la información, compartiendo con el control de los gobiernos, forma parte de las lógicas de acumulación y dominio. Otro diagrama es el de la guerra; se trata de una maquinaria tecnológica, comunicacional, militar orientada a la guerra como estrategia múltiple, de control, de disuasión, de ocupación, incluso de reactivación productiva y económica.
Últimamente asistimos a la autonomización del sistema financiero, que se ha convertido en la forma de capitalismo dominante, incluso ha impuesto una lógica dominante, la financiera. El dominio del capital financiero ha trastrocado las lógicas productivas al modificar las lógicas de inversión, renunciando en gran parte a la inversión a largo plazo, buscando la rentabilidad en el corto plazo y en la especulación. Estas lógicas han desencadenado la actual crisis financiera en el sistema-mundo y la economía-mundo capitalista.
El análisis de estos modos capitalistas, que no se remiten sólo a la producción, nos lleva a considerar otras economías políticas en el contexto de la generalización, esto para comprender la incidencia de estas modulaciones múltiples en los cuerpos. ¿Qué ocasionaron estas múltiples modulaciones? Las distintas economías políticas que pueden resumirse en el cuadro de códigos concomitantes de la economía política generalizada: valor de uso/valor de cambio, significante/significado, poder/potencia. El cuadro nos muestra en cada uno de los códigos la dicotomía entre contenido y forma, entre materia y abstracción, entre energía y relación. Los distintos procesos de abstracción, en los diferentes campos, definen equivalentes generales que facilitan la intercambiabilidad, la mutabilidad, la conversión, la acumulación, por lo tanto la apropiación, el control y la dominación. Todas estas economías políticas suponen una economía política del cuerpo; se trata de modular el cuerpo para hacerlo dúctil al trabajo, a la comunicación masiva, a la gubernamentalidad. El cuerpo tiene que ser disciplinado, controlado, aunque también soltado a su libre albedrío, una vez despojado de sus densidades y resistencias. Ahora se avanza en la ingeniería genética que llega a los cuerpos en su dimensión molecular, la dimensión de la información genética. Una intervención en este sentido, una autonomización de este nuevo campo, transformaría completamente la economía política del cuerpo, levándonos a una microeconomía política genética. La economía política generalizada abre un campo de dominio de innumerables posibilidades.
Estas transformaciones, estos procesos de abstracción, que suponen también procesos concretos de manipulación material, no pueden reducirse al espacio de la economía política conocida como de la valorización dineraria y la producción. Todos estos procesos de modulación corporal no pueden reducirse al modo de producción capitalista; la sociedad capitalista se ha conformado a partir de largos procesos de abstracción y modulaciones del cuerpo. Todos estos procesos han dado lugar no sólo a la explotación de la fuerza de trabajo, sino también a la dominación de la naturaleza, a la manipulación comunicativa, al disciplinamiento de los cuerpos, a sus modulaciones múltiples efectivas, dependiendo si se trata del campo escolar, del servicio militar, de la función burocrática, de los distintos campos que cobran autonomización, incluyendo el campo artístico. En definitiva, se trata de una sociedad donde se evapora lo simbólico, se reduce su carácter articulador y connotativo, se descarta su desmesura trágica, su densidad configurativa en el mito, en las alegorías, ritos y ceremonias. La suspensión de la densidad simbólica permite el flujo arbitrario del sistema de signos, la corriente de los flujos de signos y códigos abstractos, que valorizan el significante, forma mutante y abierta a la variabilidad asombrosa de los significados. Lo que importa es la forma, la sugerencia inaudita de la forma, la promesa flotante de todo y de nada. En definitiva, lo que importa es la acumulación adormecente de ilusión.
Viendo desde una perspectiva muy larga, hablando de las estructuras de larga duración, mejor dicho, viendo desde la perspectiva de la complejidad, vemos que desde la explosión inicial, la formación de los átomos, de las estrellas y las galaxias, del universo mismo, estas formaciones físicas tienen que ver con la retención, conservación y generación de energía. Los bucles, los torbellinos creadores, las turbulencias son remolinos auto-organizadores del cosmos, se comportan como mega-máquinas inmensas generadoras de las múltiples formas de la materia. Cuando aparece la vida a partir de la composición de las macromoléculas, la célula se comporta como un sistema vital auto-referente y hetero-referente de retención y administración de la energía, con su subsecuente transformación. La vida es eso, la retención, conservación, administración de la energía, efectuadas en organismos simples y complejos, que pueden ser comprendidos como sistemas auto-poieticos. Los multicelulares, los microorganismos, los organismos complejos, la complejidad entrelazada e interdependiente de la biodiversidad nos muestra la variabilidad diferencial de formas que reproducen la vida, que transforman la vida dando lugar a ciclos vitales concomitantes, conformación de nichos y continentes ecológicos, de ecosistemas en constante dinámica y transformación. Las sociedades humanas aparecen en esta bullente creación y recreación de la biodiversidad, cuando lo hacen forman parte de los ciclos vitales, de esta retención, conservación, administración y transformación de la energía, formando sistemas sociales complejos auto-poieticos que conviven y coexisten en la biodiversidad, luchando por sobrevivir, incorporando en este despliegue la invención del lenguaje y de la técnica.
La gran pregunta es si con el largo proceso de hominización, la formación de las sociedades humanas, la adquisición-invención del lenguaje, el desenvolvimiento de la cultura, la adquisición e invención de la técnica, con el desenvolvimiento de la producción, con la interrelación entre lenguaje y técnica que dan lugar al desenvolvimiento de los saberes, los conocimientos, las ciencias, las artes, se da lugar a un tercer acontecimiento creativo, después de la formación del universo (primeros bucles y pluribucles), después de la aparición de la vida (bucles y pluribucles en segunda potencia), que implica transformaciones infinitesimales en las macromoléculas produciendo sistemas de vida basados en la información genética. Este tercer acontecimiento creativo equivaldría a bucles y pluribucles en tercera potencia, que implican sistemas sociales complejos, activados por la cultura, por lo tanto, el lenguaje y la técnica. Hablamos de una información simbólica y codificada en signos, en mitos y narrativas, conservadas y reproducidas en memorias evocativas y gramaticales, transmitidas culturalmente y en forma de enseñanzas. Al respecto hay dos tesis interpretativas opuestas. Una, que plantea que los humanos y las sociedades humanas forman parte de la biodiversidad de la vida; entre el ser humano y la ameba no hay diferencia desde la perspectiva biológica; sus comportamientos responde a adecuaciones y adaptaciones al medio, generando estrategias de sobrevivencia. Otra, que plantea casi lo contrario, que del desarrollo del cerebro en el ser humano, con el consecuente desarrollo del lenguaje y la técnica, conformando la cultura y formas complejas de sociedad y civilización, se desprende una marcada diferencia de los humanos respecto a los demás seres de la biodiversidad. Acerca de la interpretación de esta diferencia, se han propuestos distintas explicaciones en la historia de la filosofía, desde la caracterización del humano de ser con lenguaje, ser racional, hasta del ser productivo, capaz de crear una segunda naturaleza, artificial, pasando por el ser político, que supone el ser social, llegando a inferir que se trata de un ser destinado a la muerte, en otras palabras, que tiene consciencia de la muerte.
Es difícil tomar partido por una u otra tesis; lo conveniente es aceptar ambas. El ser humano forma parte tanto íntimamente de los ciclos vitales, así como define su diferencia, como lo hace todo ser vivo en los complejos procesos ecológicos, empero también distinguiéndose respecto a todos los otros seres vivos. Queremos mantener esta ambivalencia nuestra sobre todo por lo que dijimos a un principio, esta característica inherente de desprender procesos de abstracción. Tal parece que esta es una característica de las sociedades humanas, sobre todo por su facultad imaginaria, por su capacidad imaginativa, de construir representaciones, explicaciones, narrativas. Dijimos que estas cualidades las comparten todas las sociedades humanas en el orbe y en la historia; que lo que caracteriza a la sociedad moderna es haber autonomizado estos procesos de abstracción del resto de los ámbitos de actividad y prácticas entrelazadas de la sociedad. La sociedad moderna encontró en la autonomización de estos procesos de abstracción el gran apoyo en la conformación de una sociedad organizada en instituciones burocráticas, administrativas, productivas, de consumo, de comunicación, de enseñanza, de especializaciones múltiples. Los equivalentes generales, los códigos abstractos, las normas, los valores y conceptos universales, facilitan el intercambio, la convertibilidad, la administración y la valorización. Esto concurre a un costo grande, la pérdida de la dimensión simbólica, la vinculación efectiva con el cuerpo y las vivencias concretas, el despojamiento de las diferencias culturales y su relación dinámica con sus entornos. Esta sociedad, la moderna, al formar parte de la historia de las sociedades, no se desprende de la herencia que tienen en tanto son parte de la biodiversidad, de retener, conservar y transformar la energía. Sin embargo, la sociedad moderna parece afectar esta relación con la energía, pues su desarrollo atropella las fuentes de energía, compromete las reservas de los recursos naturales, amenazando con agotarlos, sin plantear ninguna perspectiva reproductiva. Desde este enfoque, se trata de una sociedad, mas bien, destructiva y despilfarradora de la energía, de sus fuentes y de sus ciclos.
Ahora bien, como dijimos antes, la modernidad tiene dos caras, la del disciplinamiento, la homogeneización, el control y el dominio, por un lado, la de la plasticidad, la de la heterogeneidad, la del descontrol y la emancipación, por otro lado; de la misma manera la sociedad moderna no se circunscribe a la descripción de la expansión y el dominio de las autonomizaciones de los procesos de abstracción, que institucionalizan ámbitos más o menos compartimentados y especializados, que se codifican por equivalentes generales y acumulan sobre la base de la valorización abstracta; así también la sociedad moderna es el escenario de la proliferación de las resistencias, de procesos complejos de articulación de distintos niveles y planos, procesos concretos de producción material y simbólica, procesos que rompen y quiebran las fronteras de autonomización, que interconectan y mezclan espacios de prácticas y relaciones sociales diversas. Procesos sobre la base de los cuales el imaginario y la imaginación radicales promueven la alterabilidad múltiple, la creación de la sociedad alternativa. Estamos muy lejos de aceptar que la sociedad capitalista, la sociedad del control, del dominio y de la acumulación, sobre la base de la institucionalización de las autonomizaciones abstractas, tenga el predominio total, que haya logrado domesticar y modular el conjunto polimorfo de las prácticas y realizaciones sociales. Al contrario, una dinámica abierta de líneas de fuga, de resistencias, de luchas, de restauraciones simbólicas, de creaciones estéticas, de gastos heroicos, sin valorización, de desbordes sociales y políticos, de invenciones alterativas, bulle como substrato, como magma candente, como lava fundida en contante flujo y volatilidad. Este substrato dinámico conforma estratos alterativos y alternativos, territorializando la diferencia, las densidades concretas, el imaginario y las imaginaciones radicales, el simbolismo articulador y vivencial. El proyecto del panoptismo absoluto, del control y la homogenización total, de la acumulación abstracta infinita, no se realizó, no puede realizarse, es imposible. En el caso hipotético que lo haría se fijaría la dinámica social y habríamos instalado una maquinaria insólita, movida por la inercia mecánica, acompañada por la limpieza del silencio y el vacío, por el adormecimiento generalizado, que se parece a la muerte en vida de los zombis.
Las crisis son la muestra y manifestación de los límites de estas autonomizaciones abstractas institucionalizadas; el capitalismo ha podido atravesar estos límites renovándose, transformándose, modificando sus estructuras de composición, vale decir, abriéndose a la dinámica social bullente, entrelazada e interconectada. Aunque lo haga para volver a domesticar y modular la vida de una manera abstracta, esto muestra que la acumulación capitalista no puede realizarse sin el constante despojamiento y desposesión de las materialidades concretas, de la potencia social desbordante. ¿Cuántos límites más puede cruzar el capitalismo? Ya cruzó el límite del tiempo de trabajo incorporando la maquinaria y la tecnología, el trabajo muerto, que se traga el trabajo vivo; ya cruzó el límite del tiempo de no-trabajo mercantilizando todas las actividades humanas que pudo; ya cruzó el limite existencial de los cuerpos virtualizando sus sensaciones, sus deseos, sus gustos, sus esperanzas; ahora, en plena crisis estructural del capitalismo y crisis ecológica busca cruzar los límites de la vida, por medio de la ingeniería genética. El proyecto hipotético, que es de ciencia ficción, es virtualizar la vida, convertida en programa cibernético, así como el pensamiento virtualizado, que viajarían por el cosmos convertidos en software.
Definir a la sociedad moderna, más bien sociedades modernas, heterogéneas y abigarradas, como sociedad capitalista, mucho menos caracterizarlas como modo de producción capitalista, no abarca la complejidad y la heterogeneidad de esta sociedad, solo logra caracterizar la tendencia dominante; sin embargo, no puede comprender ni configurar la complejidad dinámica de las praxis sociales efectivas. Es una ilusión compartida por funcionarios y cientistas sociales el creer que con estas definiciones esquemáticas conocen la profusa dinámica social desbordante. Sólo logran fotografiar el mundo oficial, el mundo formalizado, el mundo institucionalizado, difundido por los medios, descifrado en las estadísticas e informes, decodificado por la académica. Están lejos, separados, son ajenos a las mundanidades efectivas creadas y recreadas por las actividades, prácticas, realizaciones, experiencias y vivencias de la gente. Se trata de mundos no conmensurables, no decodificables, no interpretables desde la lógica identitaria heredada, desde los sistemas teóricos y sistemas de códigos abstractos y autonomizados. Las pasiones y deseos de la gente, sus amores y romances, sus gastos heroicos, sus decisiones, que podrían considerarse de irracionales, pues no entran en el cálculo abstracto de costo y beneficio, su entrega al placer, todavía motivan gran parte de las dinámicas micro-sociales. Las resistencias, las rebeliones, las luchas, develan la pervivencia y persistencia de un substrato trágico de la diferencia, de la singularidad y de la repetición insondable. Estos mundos impenetrables para los gobernantes y cientistas sociales, para los funcionarios y comunicadores, develan la vulnerabilidad del sistema impuesto. No es más que una ilusión sostenida por el esfuerzo administrativo e institucional, por la violencia física y simbólica del campo burocrático y del campo escolar. Ilusión no quiere decir que no exista, sino que es una abstracción, una separación, un espejismo, en definitiva una representación, construida a partir de los rasgos sobresalientes. En este caso la representación de la sociedad sustituye a la sociedad efectiva, a la dinámica social efectiva. Tampoco se puede decir que esta ilusión es inútil, es un aditamento sin consecuencias, al contrario, es como un programa que dirige la gubernabilidad, la inserción del Estado en la sociedad, el despliegue de las modulaciones, los disciplinamientos, los controles y orientaciones dirigidos. Hay como dos cuerpos sociales, la sociedad universal representada y la sociedad heterogénea efectiva. Los humanos, los ciudadanos, los jaques (alguien, en aymara), las gentes viven como en dos mundos, en los dos cuerpos sociales, el representado y el efectivo, el universal y el heterogéneo. Esta dualidad es esquizofrénica; ¿dónde se está?, ¿en cuál de los cuerpos sociales? Se opta por la creencia de estar en uno o en otro, dirigiendo sus conductas en un sentido u en otro. También se puede creer que se está en uno y comportarse de una manera como si se estuviera en el otro. Son también los dilemas de las personas y los individuos, en momentos de crisis pueden optar por desplazarse de un cuerpo social al otro. Por otra parte, a pesar de que la sociedad institucionalizada pretenda funcionar de la manera instituida y normada, autonomizada y compartimentada, regulada y establecida, las instituciones son atravesadas por prácticas y circuitos no institucionalizados, no normados, correspondientes a otras lógicas devenidas del substrato social.
La comprensión de las sociedades heterogéneas requiere de la perspectiva de la complejidad de sus dinámicas, de sus dicotomías y contradicciones, de sus resistencias y luchas, de sus ilusiones, representaciones e imaginarios, de sus prácticas y relaciones, de sus estructuras y producciones, en sentido generalizado. Hay sociedades contemporáneas, afectadas y atravesadas por la modernidad, comprendidas entonces como sociedades modernas; sin embargo, en clave heterogénea. Estas sociedades no se reducen a la caracterización de sociedad capitalista, aunque este orden y estructura sea predominante, tampoco se reducen a la caracterización de modo de producción capitalista, aunque este modo explique la acumulación de capital y la valorización dineraria. No sólo porque el modo de producción capitalista comparte con otros modos de producción y ocasiona una sobre-determinación económica, sino porque la praxis social no se reduce a la producción, ni este es el sumun social. El modo de producción capitalista forma parte de un conjunto de modalidades, que hemos llamado procesos de abstracción; es este conjunto de modos de generación de conductas, de economías políticas corporales, de economías políticas del signo, de gubernamentalidades, el que opera a gran escala y va transformando las sociedades de acuerdo a los esquemas abstractos, a los equivalentes generales y a los programas políticos, económicos, morales, educativos, inscritos institucionalmente. A todo esto hay que añadirle que frente a estos proyectos y procesos de estatalización, las resistencias, las luchas sociales, los proyectos emancipatorios y rebeliones, terminan transformando también la sociedad, incluso su mapa institucional.
Estamos ante la sociedad moderna, en clave heterogénea, configurada por sus múltiples contradicciones, una sociedad, que para caracterizarla más ampliamente, respecto a la cual, se debe incorporar para su comprensión la turbulencia social, las resistencias, las rebeliones, las luchas, como emergencias transformadoras. La transformación es diferente a la acumulación, otra lógica. La transformación tiene que ver con la creación social, con la invención, el imaginario y la imaginación radicales; por lo tanto, estos acontecimientos inducen a caracterizarla como sociedad de la alteridad, productora de sociedades alternativas. En contraste, una sociedad también configurada por la geopolítica del sistema-mundo capitalista, que divide al mundo entre centros y periferias. La frontera entre centros y periferias no es estática, sino móvil y flexible; los centros y periferias se pueden desplazar. Países que fueron periféricos pueden convertirse en centro y países del centro puede convertirse en periféricos. Es más, en los llamados centros se han formado periferias colindantes, así como en las periferias hay enclaves centrales, que forman parte de la centralidad del sistema-mundo capitalista. Como se podrá ver, la heterogeneidad social se hace mayúscula en esta geografía extensa y esférica, aunque también la tendencia a la homogeneización se da a escala mundial. La sociedad moderna se ha mundializado; sin embargo, se ha mundializado en sus dos formas, como sociedad universal, pero también como sociedades heterogéneas y singulares; se ha mundializado como sociedades normadas y abstractas; empero, también como sociedades desbordantes y concretas, alterativas y alternativas.
Alguien puede decir que lo que vale es la dominación, la estructura de poder que se impone, la acumulación vigente, la abstracción y autonomización logradas, institucionalizadas. Sí, pero la dominación no es absoluta, el poder no logra controlar la potencia social, la acumulación no es el único eje direccional de las actividades y prácticas sociales, aunque sea predominante; la abstracción y la autonomización se sostienen por regulaciones institucionales sobre un magma candente de dinámicas moleculares concretas, de conexiones interconectadas, entrelazadas y mezcladas. En contraste, podríamos decir también que lo que vale son las resistencias a las dominaciones, las dinámicas sociales proliferantes y efectivas, lo que vale es este substrato social magmático del que se amamantan los procesos de abstracción, de valorización del capital, de acumulación y de estatalización.
El problema radica en el pensamiento heredado, como define la crítica de Cornelius Castoriadis, un pensamiento determinista, que reconoce la existencia del ser determinado, que descarta la indeterminación y la alteridad. En todo caso los asume como no-ser y caos. El pensamiento heredado sólo puede concebir a la sociedad como realidad acabada, determinada; los economistas clásicos, como sociedad determinada por el mercado, los marxistas, como sociedad determinada por el modo de producción, los filósofos políticos y cientistas políticos, como Estado. Están muy lejos de comprender la sociedad desde la perspectiva de su indeterminación y alteridad, en tanto sociedad en constante invención. Aunque el marxismo ha introducido en su análisis la tesis de la lucha de clases, que forma parte de las dinámicas sociales, ha limitado su alcance y la ha supeditado a la teoría del modo de producción capitalista, diseminando su carácter explosivo a la interpretación determinista y lineal del materialismo histórico. Por eso los marxistas han terminado construyendo, cuando tuvieron la oportunidad, una sociedad institucionalizada parecida a la sociedad capitalista, basada en el espejo de la producción. No salieron del modo de producción capitalista promovido por el capitalismo de Estado.
Critica al “fetichismo” del valor de uso, la ilusión socialista
Los socialistas han conformado toda una “ideología” sobre la base de su supuesto básico teórico, que aparece como metáfora en Marx, empero se convierte en la arquitectura explicativa en el marxismo; hablamos del esquema primordial determinista estructura/superestructura. Esquema teórico que establece que la estructura sostiene la superestructura, que la base económica (infra-estructura, estructura) determina lo jurídico, político e “ideológico” (superestructura); en otras palabras, podríamos decir el Estado. Inclusive cuando se habla de determinación en última instancia y se propone la autonomía relativa del Estado, se mantiene este esquema arquitectónico determinista. El esquema es insostenible tanto teóricamente como empíricamente. La producción misma ya es una relación, como dice la misma teoría marxista, se trata de fuerzas productivas y relaciones de producción. Aunque deberíamos decir que las llamadas fuerzas productivas también son relaciones, implican relaciones; el mismo Karl Marx concibió la tecnología como cristalización de las relaciones de producción. Las relaciones de producción ya suponen relaciones jurídicas, políticas, estatales, sobre todo “ideológicas”, que comprenden el sistema comunicacional y los sistemas de signos. La economía política efectiva, la economía política generalizada, funciona integralmente, por lo tanto simultáneamente a la vez; el producto es mercancía, es producido como mercancía, porque la producción es a la vez material y abstracta, se produce a la vez valores de uso y valores de cambio. Esto ocurre porque el trabajo es a la vez trabajo concreto y trabajo abstracto. La valorización en general, tanto del valor de uso y del valor abstracto, es ya una abstracción de diferencias. Se producen valores de uso en el sistema de necesidades, es decir, se producen necesidades, que orientan el consumo, en tanto se producen “ideológicamente” valores de uso como finalidades de las necesidades. El valor de uso es la materialidad donde se realiza el valor de cambio, son inseparables; no se realiza por un lado valor de cambio, por otro lado valor de uso. Esta es una ficción; se realiza valor de cambio porque se produce valor de uso. Entonces el valor de uso forma parte de la economía política generalizada; hay una economía política del valor de uso, de las necesidades y del consumo. Una “ideología” del valor de uso y de sus finalidades, las necesidades.
Ahora bien, todo esto concurre simultáneamente y de una manera integrada con el despliegue de la economía política del signo[151]. No podría funcionar el modo de producción capitalista sin la circulación y el “consumo” de signos, que no puede darse tampoco sin la producción y emisión de signos, sin su inscripción en las cosas; es decir, sin la circulación del lenguaje. Las mercancías son lo que son porque son también signos. Así como el valor de cambio está atravesado por la lógica del cambio, el valor de uso por la lógica de la utilidad cuyas finalidades son las necesidades, el signo está atravesado por la lógica de la diferenciación del código. El signo es un código dual, binario, diferencia significante y significado, forma de contenido, imagen acústica o visual de concepto. La relación del significante y significado es arbitraria, como dice Ferdinand de Saussure, empero la circulación del signo, su decodificación, su función comunicativa, se hace posible precisamente por esa relación. En otras palabras, en el proceso de abstracción, en la construcción del equivalente general comunicacional, en la producción de signos, el significante, la imagen acústica y la imagen visual, hacen posible la significación; en otras palabras, la decodificación significante. Los significados, los sentidos, se desprenden de sus matrices culturales, matrices conformadas por sistemas simbólicos; empero, en la autonomización semiológica, son arrancados de sus territorialidades simbólicas, son convertidos en significados des-territorializados, de-simbolizados, adquiriendo una fluidez intercambiable y traducible. El significado ya es una reducción semiológica de la densidad simbólica. La arbitrariedad de la relación es posible en estas condiciones.
En esta fluidez de los significados de-simbolizados se da lugar a lo que los marxistas llaman “ideología”, no entendida como consciencia falsa, que es una acepción hegeliana vulgarizada, sino como transmisión, irradiación, influencia “cultural”, la modernización; por esta corriente semiológica se irradia el pensamiento moderno. Cuando los sentidos están desprendidos de sus códigos culturales, de sus sistemas simbólicos territorializados, es posible la homogeneización de los significados, la equivalencia general de los mismos, y obviamente su traducción.
La producción de necesidades equivalentes se hace posible en este campo “ideológico”. El sistema de necesidades de la modernidad, también mutable y cambiante, se expande con la modernidad misma, orientando las formas de consumo, por lo tanto el consumo útil, el consumo de valores de uso. El sistema capitalista se reproduce debido a la producción de este sistema de consumo, que se plasma en el mercado. El sistema capitalista funciona no como modo de producción determinante, sino como un sistema estructurado y compuesto por subsistemas ensamblados; se trata de subsistemas que se complementan e interrelacionan simultáneamente. Ninguno es determinante respecto de los otros, todos se co-determinan. Entonces el valor de uso no puede desentenderse de la economía política, tal como creía Marx. Al respecto, compartimos las observaciones de Jean Baudrillard:
Marx definió la forma de valor de cambio y de la mercancía por el hecho de que todos los productos pueden equivalerse sobre la base del trabajo social abstracto. Y planteó a la inversa la “incompatibilidad” de los valores de uso. Ahora bien, hay que ver:
1. Para que exista intercambio económico y valor de cambio, es preciso ya también que el principio de utilidad se haya convertido en principio de realidad del objeto o del producto. Para ser intercambiables de manera abstracta y general, es preciso también que los productos sean pensados y racionalizados en términos de utilidad. Si lo son (en el intercambio simbólico primitivo), no tienen tampoco valor de cambio. La reducción al status de utilidad es la base de la intercambiabilidad (económica).
2. Si el principio de intercambio y el principio de utilidad tienen afinidad (y no hacen sino “coexistir” en la mercancía), es porque, opuestamente a lo que dice Marx de la “incompatibilidad” de los valores de uso, la lógica de la equivalencia está ya toda entera en la utilidad. Si bien el valor de uso no es cuantitativo en el sentido aritmético, es ya equivalente. Como valores útiles, todos los bienes ya son comparables entre sí, por estar asignados al mismo denominador común funcional/racional, a la misma determinación abstracta. Únicamente los objetos y categorías de bienes investidos en el intercambio simbólico, singular y personal (el don, el regalo) son estrictamente incomparables. La relación personal (el intercambio no económico) los hace absolutamente singulares. En cambio, como valor útil, el objeto alcanza la universalidad abstracta, la “objetividad” (por reducción de toda función simbólica).
3. Se trata, pues, de una forma/objeto, cuyo equivalente general es la utilidad. Ya no es una “analogía” con las fórmulas del valor de cambio: es la misma forma lógica. Todo objeto es traducible en el código abstracto de la utilidad, que es su razón, su ley objetiva, su sentido – y esto independientemente de que se utilice y de aquello en que se utilice. Es la funcionalidad la que se impone como código, y este código, que se funda únicamente sobre la adecuación de un objeto a su fin (útil), se somete todos los objetos reales o virtuales, sin acepción de persona. Aquí toma origen lo económico, el cálculo económico, del cual forma/mercancía no es otra cosa que la forma desarrollada, y que vuelve continuamente.
4. Ahora bien, este valor de uso (utilidad), opuestamente a la ilusión antropológica que quiere hacer de él la simple relación de una “necesidad” del hombre con una propiedad útil del objeto, es también una relación social. Así como en el valor de cambio el hombre/productor no aparece como creador, sino como fuerza de trabajo social abstracto, así en el sistema de valor de uso, el hombre/”consumidor” no aparece jamás como deseo y goce, sino como fuerza de necesidad social abstracta[152].
Ahora bien, la economía política generalizada produce el individuo, el sujeto separado, escindido de la colectividad y de la comunidad. Un sujeto abstracto, concebido por la psicología general como composición de conductas racionalizables, en tanto concebido por el psicoanálisis como sujeto de castración, formando parte del triangulo familiar padre/madre/hijo, la sagrada familia. Sujeto representado por la sociología y la antropología como sujeto de necesidades, también se puede decir como un sujeto necesitado. Antes era la religión y la iglesia cristiana la encargada de realizar el proceso de individualización, ahora lo es todo el campo escolar y el conjunto de instituciones de la modernidad instituida. Este hombre como estructura de necesidades es un invento antropológico moderno, pero también es una producción de la modernidad, de la economía política generalizada. Entonces estamos hablando de un sistema capitalista completo, integrado, que funciona auto-reproduciéndose, si se quiere, de una manera auto-generativa, como creando sus propias operaciones de clausura, creando su propia subjetividad y sujeto, el hombre de las necesidades. Ahora, el sistema ha llegado más lejos, es capaz de reproducir en probeta al hombre, con la tecnología genética desarrollada, con todas las posibilidades de manipulación genética. No estamos lejos de un humano programado.
Se entiende entonces la concomitancia entre el sistema de valores de cambio, el sistema de valores de uso, el sistema de necesidades, el sistema de signos, la “ideología”, el sistema de consumo, el sistema de producción, el individuo, como síntesis de todo esto. El principio de utilidad es el principio que rige el consumo de valores de uso, el útil es el equivalente general cualitativo de este sistema de consumo. El paraíso socialista es parte del sistema capitalista, corresponde a esta región del sistema, espacio de realización y consumo de valores de uso, espacio de satisfacción de necesidades, por medio de los cuales se genera la valorización, la acumulación, las autonomizaciones institucionalizadas, en definitiva la reproducción ampliada del sistema, no solo del capital, sino del sistema abstracto como tal.
Resumiendo, la equivalencia general cualitativa del valor de uso instituye la utilidad como finalidad del sistema de necesidades, sistema que encuentra en la constitución del individuo al sujeto de necesidades, al sujeto necesitado, al sujeto demandante. Al trastrocarse todos los ámbitos territoriales de las reproducciones sociales concretas, asumidas e imaginadas en la densidad de la ambivalencia simbólica, al ser reducidos estos ámbitos territoriales y fragmentados, al encontrarse colonizados, esta destrucción ha dado lugar a la universalización del sistema capitalista, a la expansión en todo el orbe de su ensamblaje sistémico, no solo del modo de producción, sino del modo de consumo, del sistema de necesidades, del sistema de signos, de la “ideología”, de la constitución subjetiva individualizada, del Estado, de las instituciones modernas. Asistimos entonces a la producción, realización, reproducción del sistema-mundo capitalista. Nada ni nadie escapa a esta ocupación, nada ni nadie deja de experimentar el despojamiento y desposesión que implica la producción-reproducción del sistema-mundo. Lo que ocurre es que esta ocupación no es absoluta, un substrato vital resiste en todo el orbe, un substrato vinculado a los ciclos de la vida, al imaginario y a la imaginación radicales, a la potencia social, a la producción de alteridad, a la recuperación de las densidades ambivalentes simbólicas. Este magma bullente, esta turbulencia de resistencias y luchas, altera el funcionamiento del sistema-mundo capitalista, lo deforma, le muestra sus límites, lo atraviesa y le anuncia su muerte.
Crítica de la economía política del signo[153]
Jean Baudrillard se propone hacer la crítica de la economía política del signo y expone su investigación y análisis en un libro que lleva precisamente ese título. El autor dice que así como Marx hizo una crítica a la economía política develando el misterio de la forma/mercancía, él se propone desentrañar el misterio de la forma/signo. Del mismo modo que el análisis de la mercancía se basó en la distinción entre valor de cambio y valor de uso, que hacen a la mercancía, así también es indispensable en el análisis crítico del signo partir de la distinción entre significante y significado, que hacen al signo. La crítica de la economía política del signo obliga a revisar y desplazar las tesis marxistas basadas en la distinción entre infra/superestructura. Este desplazamiento también obliga a revisar la tesis marxista sobre la “ideología”; la “ideología” no forma parte de la superestructura, sino que atraviesa todo el proceso de producción de mercancías, participa entonces en esa diferenciación combinada de valor de uso y valor de cambio. Así como también la “ideología” interviene en la producción de signos; es “ideológica” la diferenciación entre significante y significado, otorgando la función predominante al significante. Para Jean Baudrillard la “ideología” es reducción de lo simbólico; dice que es el proceso de reducción y abstracción del material simbólico en una forma. Esta abstracción reductora se daría como contenido trascendente, también como representación de la consciencia, es decir como significado[154]. Entonces el significante requiere para funcionar y circular del contenido del significado; esta abstracción se sostiene en la trascendencia del significado. De la misma manera que el pensamiento burgués concibe a la cultura como trascendencia de los contenidos, lo hace también el marxismo. Esta herencia le impide verse también como “ideología”.
Es importante poner en mesa los problemas falsos que ocupan al pensamiento contemporáneo. La disyunción sujeto/objeto, la disyunción infra/superestructura, la distinción explotación/alienación. Para Baudrillard estas disyunciones desaparecen cuando comprendemos que tanto un lado como el otro de la disyunción son producidos por la “ideología” que atraviesa toda la economía política generalizada, es decir, todas las economías políticas des sistema capitalista. La “ideología” es la inclusión de toda producción, material y simbólica, en un mismo proceso de abstracción, de reducción, de equivalencia general y de explotación[155]. Ambas dimensiones, ambos procesos, se encuentran íntimamente imbricados, la de la mercancía y la del signo. La lógica de la mercancía y de la economía política se halla en el corazón mismo del signo, y la estructura del signo se halla en el corazón mismo de la forma mercancía[156]. Es por esto que la combinatoria significante y significado, que es el signo, puede funcionar como valor de cambio, en el discurso de la comunicación, y como valor de uso, en el descifrado racional y el uso social distintivo. Es también por esto que la mercancía adquiere inmediatamente el carácter de significado. Como forma/signo la mercancía es un código que ordena el intercambio de valores[157]. Es en el consumo donde aparece claramente que la mercancía es producida inmediatamente como signo, como valor signo, y los sistemas de signos, es decir, la cultura, como mercancía[158].
La composición del capítulo Hacia una crítica de la economía política del signo es sugerente; su composición trata de El pensamiento mágico de la ideología, La metafísica del signo, el espejismo del referente, Denotación y connotación, y Más allá del signo: lo simbólico. Queda claro que la crítica de la economía política es también una crítica a la “ideología”, entendida no como superestructura sino como un campo transversal inherente a todo el sistema capitalista, que atraviesa todas las economías políticas, todos los procesos de abstracción, la producción, la distribución, la circulación, el consumo, el sistema de necesidades, los sistemas de signos, los sistemas de normas, los sistemas administrativos, los sistemas disciplinarios, los sistemas de control. En La metafísica del signo, se hace la crítica a la semiología, se cuestiona el supuesto de la arbitrariedad sobre la que se basa toda la teoría estructuralista y se devela el carácter reductor y represivo del signo respeto a la ambivalencia simbólica. En El espejismo del referente, se analiza críticamente la corrección que hace Emile Benveniste a Ferdinand Saussure, en relación a dónde se encuentra la arbitrariedad del signo. Benveniste dice que la arbitrariedad no está en la relación significante/significado, sino entre el signo y el referente, es decir, la realidad. Baudrillard critica esta salida, que quiere salvar la unidad del signo, estableciendo que lo que hace Benveniste es extender el horizonte del significado incorporando al referente. Que el referente no es la realidad sino que ésta está tomada como percepción, recorte de realidad que es asumida como motivación; de esta manera el referente cae en la esfera psicológica y en la esfera filosófica. Esta extensión del significado al referente “naturaliza”, por así decirlo, la función dominante del significado, de la misma manera que el valor de uso lo hacía cuando define sus finalidades en el sistema de necesidades. En este último caso, se “naturaliza” en sentido antropológico la función dominante del valor de cambio. Es la misma lógica de la economía política del signo, que ahora efectúa su producción abstracta, la dominancia del significante, ya no en relación al significado sino en relación al referente. La reducción de la ambivalencia simbólica comienza antes; empero esto no quiere decir que el referente se encuentre fuera del signo, sino que el signo abarca más, tiene una composición más compleja: de un lado el significante, del otro lado la relación significado-referente. La aparición del referente en la teoría semiológica también implica la reducción de la realidad, no solo como recorte, sino como pretensión de objetividad. Este tema es trabajado en Denotación y connotación. En este apartado se evalúa la pretensión de objetividad dada en la función denotativa de la comunicación; se asume la denotación como descripción y la connotación como interpretación abierta, como significación polivalente. El autor plantea, siguiendo a Barthes, que la pretensión de objetividad es “ideológica”, que la denotación no es otra cosa que la más bella y la más sutil de las connotaciones[159]. En Más allá del signo: lo simbólico, se hace la crítica de las perspectivas críticas de rebasamiento del signo, rebasamiento buscado a nombre de uno de los términos que componen el signo, significante o significado, incluso este último ampliado e incluyendo el referente. La más usual de estas perspectivas es la que busca el rebasamiento por el lado del significado o del referente, al que hay que liberar del dominio del código, del significante. Esta posición supone una “filosofía natural” de la significación, que implica un “idealismo del referente”. Su fantasma es la de una resurrección total de lo “real”, en una intuición inmediata y transparente[160]. De lo que se trata es hacer surgir los significados de esta economía política del signo, los sujetos, la historia, la naturaleza, las contradicciones, en su verdad movediza, dialéctica y auténtica[161]. Para Baudrillard se trata de la letanía moralista sobre la alienación por el sistema, que deviene en discurso universal, precisamente por la extensión del mismo sistema. No es por aquí que se destruye el sistema o se sale de él, pues este modelo de significación no es otra cosa que un gigantesco modelo de simulación de sentido; no es pues lo “real”, lo referente, tampoco alguna sustancia arrojada a las tinieblas del exterior de del signo, la alternativa; lo alterativo es lo simbólico[162]. Esta es la apuesta del autor.
Pero, ¿qué es lo simbólico? Baudrillard no nos dice mucho en este libro; escribe:
Pero lo simbólico, en su virtualidad de sentido subversivo del signo, no puede ser nombrado más que por alusión, por fractura, ya que la significación, que lo nombra todo a partir de sí misma, no puede decir sino el valor, y lo simbólico no es valor. Es pérdida, resolución del valor y la positividad del signo[163].
En otras palabras, de lo que esta fuera del signo no podemos decir nada, salvo su ambivalencia. Sobre esta ambivalencia se funda y se efectúa un intercambio simbólico, radicalmente diferente al intercambio de valores, valores de cambio, valores/signo. Hablamos de la imposibilidad de distinguir términos respectivos, separados, para positivizarlos[164]. En los ámbitos de la densidad simbólica no se distinguen términos, no se los separa, menos se los positiviza. El intercambio simbólico es una experiencia irreductible. Tampoco se entienda que se trata de una negatividad; de ninguna manera. Lo simbólico está más allá de lo positivo y negativo; en esto radica la ambivalencia, la simultaneidad, la complejidad del sentido y la vivencia simbólica.
Hay que hacer dos anotaciones sobre esta teoría crítica de la economía política del signo; una anotación es dada respeto a lo simbólico; pues lo simbólico no es solamente ambivalencia, se abre tanto a los horizontes del imaginario y la imaginación radical, en tanto capacidad creativa, así como a los horizontes constitutivos del imaginario e imaginación primordial, la imaginación matricial de los procesos de hominización, constituyente e instituyente de las sociedades humanas. La otra anotación es dada en lo que respecta a que la crítica de la economía política del signo, no se puede olvidar que la economía política del signo no se mueve en una relación de signos, sino en relaciones sociales, relaciones entre humanos, si se quiere relaciones entre sujetos sociales. Se podría decir que este es el punto de partida de la crítica de la economía política de Marx, la crítica del “fetichismo” de la mercancía. Una crítica del “fetichismo” del signo no puede menos que recordar esto.
Crítica de la economía política del poder
¿Hay una economía política del poder? Lo que escribió Michel Foucault es una crítica del poder, comprendido como relación de fuerzas, como diagrama, cartografía, agenciamientos de poder. ¿Esta es ya es una crítica de la economía política del poder? ¿Cuál entonces la economía política del poder? ¿La interpretada por los cientistas políticos? ¿No son más bien estas teorías del Estado? ¿La economía política del poder es el Estado? Estas son preguntas que deben ser respondidas con anticipación, antes de proponer una crítica de la economía política del poder. Vamos a tratar de responderlas.
Podríamos comenzar respondiendo afirmativamente, que la economía política del poder produce el Estado como razón de Estado, como monopolio político de la violencia física y de la violencia simbólica, también como síntesis territorial, como soberanía, como campo administrativo e institucional, como formas de gubernamentalidad; es decir, como abstracción política. El Estado es la universalidad misma, se conforma como campo burocrático separado, garante, administrador, legislador, de normas y leyes universales. El Estado moderno se desconecta del patrimonialismo y la herencia de sangre, construye e instaura un diagrama de poder que se legitima sobre la base de los derechos. Es un Estado de derecho, por lo tanto la ley misma es el Estado. El Estado es la idea de la unidad de la nación, en tanto nación es también la comunidad imaginada. El Estado aparece como valorización del poder, entonces como acumulación de poder. Ahora bien, si el poder es relación de fuerzas, como dice Foucault, relación entre una fuerza que afecta y otra fuerza que hace de materia y objeto de poder, una fuerza activa y otra fuerza reactiva, una fuerza que induce y otra fuerza que resiste, ¿cómo es que se puede valorizar el poder? Se lo hace de una manera abstracta; en primer lugar, el poder legitimo es el del Estado, es decir, la fuerza legitima activa desencadenada es la del Estado, con lo que se convierte al resto en fuerza resistente, en materia y objeto manipulable del poder legitimo, también se las convierte fuerzas ilegitimas o ilegales, subversivas. A diferencia de lo que creía Friedrich Nietzsche no es la fuerza de resistencia, la fuerza reactiva, según él, la que termina afectando a la fuerza activa, noble, según el filósofo, sino, al contrario, es la fuerza activa, la fuerza legítima, la que termina afectando a las fuerzas resistentes. Las termina transformando, las modula, de acuerdo al modelo de sus estrategias y programas institucionales. Usando la figura de la economía política, podríamos decir que, la materia y objeto de poder, que son los cuerpos y los territorios, que es la vida misma, es como “las materias primas” de la producción del poder. Una producción que constituye individuos, ciudadanos, reparte los géneros, asignando sexos; en este camino, produce obreros, soldados, técnicos, oficiales, profesionales liberales, abogados, médicos, ingenieros, y toda la gama de perfiles de especialización. El Estado, en tanto mapa institucional, campo burocrático, articulación abstracta de las maquinas abstractas del poder, produce cuerpos dúctiles, adecuados a la producción, a las distintas actividades y funciones de los campos autonomizados de la sociedad moderna.
Foucault dice que el poder no se resume ni circunscribe al Estado; esto es cierto, pues la sociedad está atravesada por una malla de microfísicas del poder. El poder se ejerce en toda relación, en la familia, en la pareja, en los grupos, en los lugares y localidades, en las instituciones culturales, que no estarían adscritas al campo burocrático. Empero, cuando el mismo Foucault analiza el diagrama disciplinario, el diagrama escolar, el diagrama del panoptismo, las instituciones involucradas, la cárcel, la escuela, la fábrica, el cuartel, pueden considerarse como el mapa institucional del Estado. Por otra parte, el Estado en sentido amplio se reproduce en el campo social, en el campo político, en el campo escolar, en el campo cultural y en el campo simbólico. Por lo tanto, depende de lo que llamemos Estado.
También tiene razón cuando dice que el Estado no existe, lo que hay, lo que se da, son formas de gubernamentalidad. Que no se puede hacer la pregunta de lo que es el Estado, preguntar por su esencia, como si fuera una sustancia. La razón de Estado es una teoría de legitimación del Estado, lo mismo pasa con las teorías de soberanía, así como las teorías del Estado-nación. Hay que preguntarse entonces sobre las formas de gubernamentalidad, sobre las prácticas, las normas, las leyes, las administraciones, el manejo territorial, la forma de ejercer la soberanía, las formas de afectar a la población, los esquemas de seguridad. Con todo esto estamos de acuerdo, empero, el Estado no deja de ser una idea producida por la maquinaria abstracta de poder y por los agenciamientos concretos de poder. Es esta idea la que forma parte de los procesos de abstracción, de los procesos de autonomización, procesos que dan lugar y circularidad a los equivalentes generales. ¿En el caso del ejercicio del poder cuál es el equivalente general?
Antes de responder esta pregunta, vamos a retomar una diferenciación que consideramos importante, diferenciación planteada por Michael Hardt y Antonio Negri. Los autores mencionados diferencian en Commonwealth biopoder de biopolítica, dicen que el biopoder se refiere al ejercicio del poder, en tanto que la biopolítica es relativa a la potencia social[165]. Esta diferenciación es sumamente importante pues nos permite distinguir poder de potencia. Este es nuestro punto de partida; la energía incandescente, la fuerza inmanente y desbordante es la potencia social; el poder es una apropiación de esta potencia, su limitación, control, y administración. Desde esta perspectiva el poder puede funcionar como una economía política, de la misma manera que las otras economías políticas. Entonces se trataría de un código que distingue potencia de poder, estableciendo el poder como equivalente general de este campo autonomizado, que puede ser en sentido amplio el campo político y en sentido restringido el campo burocrático. Lo que se valora no es la potencia social sino el poder como disponibilidad de fuerzas. Ahora bien, lo que se introduce al código abstracto no es la potencia social efectiva, sino una potencia reducida a su representación, la voluntad general, el pueblo, que dan lugar a la delegación, a la aquiescencia, a la legitimidad. Entonces la potencia social que es lo innombrable, lo no reducible, se convierte en un referente, el poder popular, el poder del pueblo, entendida como unidad o como mayoría. Este referente, que no deja de ser abstracto, permite los códigos abstractos de poder: voluntad/poder, pueblo/Estado. Estos códigos abstractos, cualquiera de ellos, forman parte de la semiología del poder, de los procesos abstractos de poder, que producen la valorización del poder, la acumulación abstracta del poder en el Estado. Constituyen Estado, así como la producción abstracta constituye Capital.
Ahora bien, ¿por qué esta economía política no ha sido teorizada? Las teorías clásicas del Estado han tomado al Estado como realidad, también como una necesidad ante una situación calamitosa, la guerra de todos contra todos. Estas teorías conciben el origen del Estado en la delegación, en el acuerdo, en el contrato, en el pacto. De alguna manera, de modo implícito, se entrevé el código abstracto del poder. Sin embargo, la teoría económica-política del poder se encuentra diseminada desde la teología política de Spinoza hasta las teorías marxistas histórico-políticas. En Estas teorías se comprende la diferencia de pueblo y multitud, pueblo como una abstracción y multitud como una manifestación efectiva de la diferencia y diversidad social. Los marxistas al concebir la lucha de clases comprenden la diferenciación en el seno del pueblo, también entienden que pueblo es una representación que legitima la democracia burguesa. Paolo Virno recoge estas distinciones en la Gramática de la multitud, Michael Hardt y Antonio Negri replantean estas diferencias en Imperio, Multitud y Commonwealth. Entonces la economía política del poder se encuentra diseminada. Esta situación, este estado del arte no nos impide proponer una crítica de la economía política del poder.
Entonces el equivalente general es el poder, pensado como código abstracto, voluntad/poder, pueblo/Estado. El poder es intercambiable, conmutable, valorizable y acumulable. Últimamente se ha escrito mucho sobre esta propiedad del poder; el conocimiento como poder, la información como poder, sobre las distintas formas del poder. El poder es disponibilidad de fuerzas, cuanto más fuerzas se dispone más poder se tiene. Efectivamente el poder se ha ejercido y ha funcionado de esa manera, de una manera abstracta. El poder ciertamente se ejerce sobre cuerpos concretos, sobre territorios concretos, sobre ciclos vitales, empero se lo hace a nombre de la voluntad general, a nombre del pueblo, a nombre de la nación, que es otra abstracción. La descarga efectiva del poder se la hace sobre cuerpos concretos, empero la producción abstracta del poder se da lugar a través de estas desconexiones, de estas separaciones abstractas, de estas autonomizaciones imaginadas e institucionalizadas, con ayuda de estos códigos abstractos.
Ahora bien, desde la perspectiva de la crítica de la economía política generalizada, concretamente desde la crítica de la economía política del poder, lo primero que hay que establecer es que, además de que la economía política del poder es una “ideología”, la producción de la “ideología” del poder y del Estado, se trata del despojamiento y desposesión de la potencia social, de su reducción, de su limitación, de su administración y de su canalización. También su apropiación privada, así como burocrática.
Crítica de la economía política de la colonialidad
Se entiende por colonialidad a la herencia colonial, resultado de la colonización, a la formación de sociedades coloniales, estructuradas a partir de códigos coloniales, sociedades que continúan su decurso incluso después de la independencia, en las llamadas sociedades postcoloniales. La colonialidad es una condición histórica, aunque también es una problemática, sin embargo, y a esto apuntamos, también podemos comprenderla como una economía política. La economía política de la colonialidad funciona a partir de equivalentes generales y códigos binarios, construidos por la diferenciación: blanco/negro, blanco/indio, blanco/mestizo, blanco/mulato. Códigos que también pueden traducirse en otros más abstractos, que esconden la discriminación: individuo/no-individuo, ciudadano/no-ciudadanos, cosmopolita/provinciano. ¿Qué es lo que unifica estas diferencias binarias? ¿Qué es lo que circula? El hombre moderno, el hombre de mundo, el cosmopolita, el individuo. La colonialidad se caracteriza por la racialización de las relaciones sociales. ¿Qué es lo que se valoriza? Lo blanco, el significado cultural de ser blanco, la civilización dominante, la occidental y moderna. Los rasgos del conquistador se convierten en rasgos culturales y de civilización. La diferenciación racial permite una valorización “étnica”. Una suerte de prestigio por la apariencia, en la que se incluye también la vestimenta, los comportamientos, las conductas, los modales. La colonialidad implica muchas veces una clasificación extensa y detallada, minuciosa. A un principio, en las sociedades coloniales, se construye en el imaginario colonial como una nobleza de sangre, que después, en las etapas posteriores de las sociedades postcoloniales, se transforma en prestigio económico. Una especie de “aristocracia” conquistadora va a ser sustituida por la clase de los ricos, la burguesía.
Se da pues una suerte de acumulación de “prestigio étnico”, de “valorización étnica”, debido a la apariencia distintiva, epidérmica, cultural, “civilizatoria”. Cuándo estas valoraciones raciales se transforman en valoraciones de clase, no pierden su sedimentación racial, incluso cuando el burgués es notoriamente no-blanco. La riqueza le otorga una apariencia, un “prestigio étnico”, mientras que las clases subalternas conservan el “desprestigio del color”, aunque sean “blancos” que hayan caído en desgracia. No es la raza el equivalente general, no es la raza lo que circula, sino una apariencia, ser-blanco, que contiene todo un significado histórico y cultural. En las sociedades coloniales y postcoloniales el ser-blanco está ligado a toda una memoria; fueron primero los encomenderos, después los hacendados, los propietarios de tierras, de latifundios; también los propietarios de minas, aunque muchos de ellos ya eran mestizos; posteriormente son los empresarios; en sentido liberal los doctores, los profesionales, y en regiones donde se implementan los proyectos de desarrollo, los ingenieros. El ser-blanco también está asociado a ser el gobernante, el diputado, la autoridad administrativa, el oficial. Aunque estos perfiles se hayan mestizado, en el imaginario de la colonialidad se conservan los recuerdos primordiales. En todo caso, lo que importa es el mapa de diferenciaciones y clasificaciones conservadas, incluso cuando la nominación de éstas haya desaparecido. El “prestigio étnico” se encuentra en las sedimentaciones de las formaciones sociales postcoloniales. Por eso, cuando se experimentaron reformas democráticas y populares, que ocasionaron movilidad social, los jóvenes mestizos e indígenas o, en su caso, afro-descendientes, buscan en la profesionalización universitaria una forma de acceder a esta “valorización étnica”.
¿Cuál es el tema? Se observa en las sociedades postcoloniales contemporáneas que, a pesar de experimentar procesos de democratización, de transformaciones populares, incluso recientemente de revalorización de lo indígena o, en su caso, de los afro, estas “valorizaciones étnicas”, este prestigio étnico”, ligado al ser-blanco, no han desaparecido. Se encuentran en las sedimentaciones profundas de las sociedades coloniales o postcoloniales, y siguen significando el valor de los puestos, de los títulos, de la riqueza y del poder. Estos temas plantean problemas fuertes a los proyectos de-coloniales. El problema de la herencia colonial no se resuelve con democratizaciones, con el acceso abierto, la disponibilidad, el “desarrollo”, incluso la revalorización de lo indígena, de lo afro, pues la raíz del problema parece encontrarse en una economía política colonial, en una estructura de valorización racial inicial, que se reproduce en las estructuras de las sociedades postcoloniales, incluso en aquellas que experimentaron procesos amplios de democratización, así como de revolución social, incluso, recientemente, por proyectos aparentemente de descolonización.
El problema radica en la economía política colonial o de la colonialidad, en el sistema de valorización racial, basada en los códigos binarios, que pueden resumirse al código blanco/no-blanco. Ocurre lo mismo que con la ficción socialista, que cree escapar de la valorización abstracta recuperando el valor de uso, incluso cuando se incluye el referente de las necesidades. Esta “naturalización” es una ilusión, que no deja de reproducir la acumulación ampliada de capital, ni escapar del modo de producción capitalista, más bien refuerza ideológicamente la producción de valores de cambio, de capital. La revalorización de lo “propio”, de lo indígena, de lo afro, que forma parte del código colonial, termina reforzando el código cultural colonial, la estructura binaria de diferenciación “étnica” sobre el que se basa. De lo que se trata, para salir de la economía política colonial, es de salir de esta estructura binaria, de la circulación del código colonial. De lo que se trata es estar más allá de de la estructura binaria, blanco/no-blanco, blanco/indio, blanco/negro. Estas diferenciaciones los ha impuesto el colonialismo y los ha mantenido la colonialidad. Ni indio ni blanco, sino otro, otredad, devenires simbólicos. Ninguna valorización abstracta cultural, racial, étnica. Otra relación inconmensurable, no-valorizable, tampoco binaria. El gasto heroico, el derroche, el erotismo.
Silvia Rivera Cusicanqui planteó agudamente que esta estructura colonial se asienta y se refuerza en la diferenciación binaria hombre/mujer, haciendo recaer el peso de la dominación colonial en las mujeres indígenas, también “mestizas”, las cholas, las birlochas, las chotas, toda la clasificación minuciosa[166]. La ocupación del lugar del ser-blanco le corresponde al hombre, al macho dominante. Esta economía política del cuerpo y del sexo también valora, sobre la base de la masculinidad. Se valora la figura dominante del macho, del patriarca. El hombre es el que circula, cuando lo hace la mujer, transgrede. En este caso, también tienen un problema las feministas, incluso las feministas radicales. No se escapa a la economía política del cuerpo y del sexo recuperando un lado del código, el ocupado por la figura de la mujer. Aquí también se crea una ilusión y una “ideología”, que termina reforzando la economía política del sexo, la valorización sexual. De lo que se trata es ir más allá de la economía política del cuerpo, de la economía política del sexo, de la estructura binaria hombre/mujer. Estos constructos culturales. Ni hombre, ni mujer, sino un devenir distinto. Subjetividades simbólicas y simbolismo subjetivos densos, territorializados, corporeizados, ámbitos de potencias creativas, lúdicas, estéticas, eróticas.
Frantz Fanón planteó brillantemente este problema colonial, cuando devela la relación con el hombre blanco a través de otra relación colonial en el hombre negro: mascara blanca en un rostro negro[167]. Esta identidad dolorosa, esta experiencia dramática de la identidad, este conocimiento a través de la piel, descubre que la única manera de relacionarse con el blanco es siendo negro, que es la única relación que entiende el blanco. Entonces se es negro, de acuerdo a los códigos blancos, mejor si se lo hace violentamente, alimentando los miedos y fantasmas del blanco. Ser ese otro que teme el blanco, ese otro para la mirada del blanco. Los códigos de la relación cambian, se pasa de blanco temido/negro temeroso, blanco dominante/negro esclavizado, a la relación blanco temeroso/negro rebelde, blanco a la defensiva/negro sublevado. Por más atrayentes que sean estos nuevos códigos, siguen siendo eso, códigos coloniales, códigos de la economía política colonial. Lo que circula es el fantasma del negro rebelde y sublevado en un mundo dominado por las economías políticas blancas, incluyendo a las propias universidades y academias. ¿Cómo ir más allá de esta estructura binaria después de la rebelión, la sublevación, la revolución? ¿Cómo salir de esta economía política colonial? Frantz Fanón es también muy claro al respecto cuando hace el balance de lo que ocurre después de la liberación nacional. Internamente se ocupa el lugar del blanco, se restablece la relación con la metrópoli, ahora en términos económicos, comerciales, financieros, diplomáticos, sin salir de la dependencia. Al ocupar el lugar del blanco se hace lo mismo que él con los demás coterráneos, se usufructúa del poder y de la riqueza, se generan circuitos de clientelismo, influencia y corrupción. Se ha ocupado el lugar del blanco sin abolir su fantasma en un mundo negro.
El problema es entonces salir de la economía política colonial; la única manera de hacerlo es aboliendo sus estructuras binarias, sus valorizaciones culturales, “étnicas” y raciales. La única manera de hacerlo es saliendo de toda economía, que implica producción, distribución, circulación, consumo, de valores, de valores de cambio, de uso, de signos, de poder, raciales y culturales. De lo que se trata es de vivir de otra manera, no en las esferas autonomizadas de la economía política generalizada.
La economía política colonial y de la colonialidad dibuja un mapa de lugares, de puestos, de espacios diferenciales, de marcas, de delimitaciones, de jerarquizaciones, de posesiones y propiedades. Toda esta cartografía colonial está atravesada por un sistema de valores diferenciales raciales, códigos culturales, “valorizaciones étnicas”. Ahora bien, se trata de la idea de ser blanco, de la significación colonial en el sistema de valores; se trata del lugar que se ocupa en el mapa. Este lugar no necesariamente la tiene que ocupar un blanco, puede no serlo. Cuando se ocupa el lugar del blanco, se adquiere toda la significación colonial subyacente. Un burgués afro o indio, mestizo o mulato, adquiere la valorización colonial; se vuelve “blanco”, por así decirlo. Lo mismo pasa con los altos funcionarios, con las autoridades. Aunque estos hechos conmuevan a mentalidades racistas, apegadas a la sustancialización de sus prejuicios, que creen que el color de la piel conlleva su propia condena, la economía política colonial funciona produciendo y consumiendo la valorización diferenciadora, reproduciendo el mapa de lugares, de disposiciones y jerarquizaciones, independientemente de quién lo ocupe. Por eso el sistema capitalista funciona mundialmente, forma burguesías nativas, burocracias nativas, oficiales nativos, profesionales liberales nativos. La lógica del sistema es reproducirse, reproducir su acumulación y valorizaciones abstractas. La economía política colonial requiere de la reproducción de este sistema diferencial racial, aunque sus significaciones se encuentren subyacentes en los nuevos códigos y valores modernos, “democráticos”, aparentemente des-racializados. La estructura de la colonialidad se mantiene porque se conserva el sistema de valorización diferencial y jerárquico, las significaciones heredadas de los lugares y puestos. Por lo tanto, no se trata de ocupar el lugar de, sino de hacer desaparecer los lugares, los puestos, las disposiciones, es decir, el mismo mapa colonial y su sistema de valorización.
Podemos explicarnos ahora la preocupación de Frantz Fanón; la guerra de liberación, la victoria independentista, la revolución social, pueden ser tragadas, una vez concluidas, por el sistema que se reproduce por otros medios, en otro contexto y con otra gente, paradójicamente por la gente que ha luchado contra el sistema. De lo que se trata no es de ocupar los lugares, puestos, disposiciones, espacios diferenciales del sistema, sino de abolir el sistema mismo; que no se hace nominalmente o con cambios de ocupantes, sino arrasando con su propia geografía social, económica, política y cultural, con sus lugares, puestos y disposiciones; arrasando también con sus “valorizaciones étnicas”. Se trata de la configuración de otra geografía social, económica, política y cultural, de otra forma de construir los espaciamientos; por supuesto que no se trata de reproducir las valorizaciones diferenciales binarias, sino de vivencias estéticas y simbólicas de las relaciones, práctica y la creatividad social, del abierto flujo de sus expresiones, en perpetuo juego y combinatoria; algo parecido a lo que Boaventura de Sousa Santos llama ecología de los saberes[168], que supone una ecología de las expresiones, así como debería estar inserta en una ecología de las sensaciones y los sentidos.
La economía política colonial y de la colonialidad tiene una particularidad respecto a las otras economías políticas, a los otros sistemas de equivalentes generales, de producción, circulación y consumo abstractos; esta particularidad tiene que ver con varias características de avanzada, de articulación, de expansión y promoción de las otras economías políticas y sistemas abstractos autonomizados, a través de dos mecanismos típicos coloniales, los relativos al despojamiento y desposesión. En principio la economía política colonial funciona como una avanzada, punta de lanza, cabeza de playa, enclaves; después se expande y despliega articulando sus enclaves, comprometiendo a sus aliados nativos, avanzando con ellos en la toma de los territorios del interior. Este curso parece repetir el avance, la penetración al interior de México y la toma de Tenochtitlán por Hernán Cortes. La economía política colonial entra inmediatamente en contradicción y en antagonismo con las formaciones comunitarias, las armaduras culturales, los sistemas simbólicos, las densas formas de expresión, los contenidos imaginarios y materiales de las formaciones sociales y culturales nativas, comprendiendo sus actividades de “producción”, “reproducción” y “consumo”, interpretados como parte de los ciclos de la vida en las cosmovisiones propias. La economía política colonial despoja y desaposesiona a las sociedades y comunidades nativas no solamente de sus territorios y vinculaciones estructurales con los seres de la madre tierra, los ciclos vitales, lo que los economistas capitalistas han reducido al término de “recursos naturales”, sino también que desarman las armaduras culturales, los sistemas simbólicos, las estructuras imaginarias de las ceremonias, ritos y danzas, que son formas de comunicación con los seres de la madre tierra. Así mismo destruyen las materialidades prácticas y de relaciones sociales comunitarias en base a las que se expresan y se dan sentidos las sociedades y comunidades nativas. En otras palabras, asolan esta geografía y espesor de territorialidades complejas, complementarias y recíprocas, integradora de ciclos de vida. La violencia colonial ha resuelto lo que considera obstáculos y resistencia a su paso conformando un desierto, tierra asolada, donde se encuentran diseminados los fragmentos de las culturas, civilizaciones y sociedades nativas. El terreno está preparado entonces para la penetración, asentamiento, desarrollo, de las otras economías políticas, de los otros sistemas de valorización y acumulación abstractos.
La economía política colonial se comporta como un espacio articulador de las distintas economías políticas y sistemas abstractos autonomizados, incluso utiliza el funcionamiento de estos otros sistemas para continuar por otros medios los procesos de colonización, asentamientos y consolidación coloniales, ahora dados en forma de sociedad estructurada, la colonialidad. En esta etapa la economía política colonial articula adecuadamente y adaptativamente las economías políticas del cuerpo, la economía política de la producción, circulación y consumo de mercancías, la economía política del signo, la economía política del poder. La modulación de los cuerpos es quizás la más importante de las inscripciones del poder en la superficie y en el espesor de los cuerpos. Estas modulaciones son indispensables para la producción, la circulación y el consumo capitalista; el disciplinamiento, la domesticación y el control de los cuerpos son las estrategias desplegadas en programas y proyectos institucionales modernos. La conformación del Estado, que se efectúa por la configuración del campo burocrático y administrativo, por el despliegue del mapa institucional moderno, es también indispensable, no solo como organización estratégica, sino también como maquinaria instrumental, heurística, para la transformación y configuración del campo social a imagen y semejanza del Estado moderno. Esta transformación del campo social se da lugar por medio del ejercicio pedagógico, educativo y formativo del campo escolar. La sociedad moderna conformada está lista para la producción, circulación y consumo de los signos y significados modernos. Lo que fueron las sociedades nativas, que pasaron por procesos de mestizaje, y ahora, en gran parte se encuentran modernizadas, afectadas por la modernidad, ya forman parte del conglomerado complejo del sistema-mundo capitalista.
La colonialidad entonces pasa de y combina los mecanismos de despojamiento y desposesión con el funcionamiento de las economías políticas de procesos de abstracción autonomizadas. La colonialidad es necesaria incluso en etapas avanzadas de los ciclos del capitalismo, en el actual ciclo largo del capitalismo bajo el dominio norteamericano, pues las resistencias, las alterabilidades sociales, las alternativas de sociedad, las rebeliones y proyectos emancipatorios, se recrean constantemente. La actualización de las memorias ancestrales concurre en concomitancia con las luchas sociales. La economía política de la colonialidad es un recurso estratégico indispensable, así como lo es la policía, el ejército y el Estado, pues por los procedimientos de descalificación de los saberes culturales, los saberes de la gente, los saberes concretos, aunados con los procedimientos de despojamiento y desposesión, contiene, controla, busca desarticular las resistencias, manteniendo el espacio des-territorializado para la realización del desierto capitalista.
Podemos decir que la economía política de la colonialidad es propia del sistema-mundo capitalista, pues le permite articular su propia complejidad, la diversidad de sociedades, de culturas, de lenguas, de formas de Estado y formas de gobierno, de características particulares de las economías nacionales, coadyuvando al proceso de acumulación de capital a escala mundial. La economía política de la colonialidad funciona a la vez como una heurística y una “hermenéutica” de la “interculturalidad” reducida instrumentalmente, propia del sistema mundo capitalista. Hablamos de una “interculturalidad” cosmopolita y liberal, un multiculturalismo liberal y una “interculturalidad” adecuada a la traducción con fines de circularidad de los equivalentes generales. Por eso sospechamos que lo que llamamos economía política de la colonialidad no funcione de la misma manera que las otras economías políticas autonomizadas, tampoco aparece como una autonomización, aunque una pretendida expresión de-colonial aparezca como una autonomización académica, los estudios postcoloniales. La economía política de la colonialidad funciona como un mapa de conexiones, de puentes, de confluencias y realizaciones de las distintas economías políticas. No deja de ser una economía pues no deja de producir valorizaciones diferenciales, jerárquicas, delimitadoras, y al mismo tiempo vincula las otras producciones, circulaciones y consumo de valorizaciones abstractas.
Lo que dijimos es ilustrativo; nos muestra fehacientemente que no solo el colonialismo es primordial en la formación del capitalismo, en tanto acumulación originaria del capital, por medio del despojamiento y desposesión, sino que la colonialidad es intrínseca a la reproducción del sistema-mundo capitalista, requiere de esta “interculturalidad” reductora, de esta “traducción” instrumental, para efectos del funcionamiento de la economía política generalizada. La economía política de la colonialidad es como el marco separador y de irrupción general en el que se mueven los distintos sistemas de procesos de abstracción autonomizados.
Vamos a hacer un apunte más, éste tiene que ver con una contradicción inherente al sistema-mundo capitalista. La pretensión de verdad de las economías políticas generalizadas es funcionar de manera autonomizada y abstracta, separadas, compartimentadas y sin interferencias del caos de las dinámicas sociales entrelazadas. Sin embargo esto no ocurre, no puede ocurrir, tan sólo puede ejercerse esta autonomización de manera institucionalizada. Es el espacio estriado, ordenado, delimitado, de los campos institucionales, el que resguarda la apariencia de este funcionamiento de los procesos de abstracción. Las dinámicas efectivas sociales no han desaparecido, no pueden desaparecer, son la matriz histórica-social-cultural efectiva que en definitiva sostiene los proyectos y funcionamientos de la economía política generalizada. Sin esta potencia proliferante y bullente, sin esta energía social, no podría conformarse ni funcionar el sistema-mundo capitalista ni las distintas economías políticas que lo conforman. Toda la economía política generalizada funciona como “ideología”, como ilusión, como ficción, sostenida por el ejercicio de la materialidad institucional, jurídica y política de la efectuación descomunal del poder. Empero, la sociedad efectiva no puede comprenderse por estas determinaciones, tampoco por la sobre-determinación de los sistemas de producción, circulación y consumos de valores abstractos, sino, indispensablemente, por la indeterminación de las dinámicas sociales, por su capacidad auto-creativa, por sus líneas de fuga y flujos emancipadores. Hablamos de una sociedad alterativa, que funciona como caosmosis organizador, como complejidad azarosa ordenadora y reguladora en términos de combinatoria y juegos alternativos.
Entonces la presencia de la economía política de la colonialidad, que articula los distintos sistemas abstractos, que recurre al despojamiento y desposesión, que hace de contención y control de las resistencias, que conecta y articula las distintas economías políticas, muestra claramente una contradicción inherente del sistema-mundo. La existencia de un espacio conector, de efectuación de la violencia colonial, de producción, circulación y consumo de códigos diferenciadores raciales, de jerarquización, marca y delimitación, muestra que se requiere de esta maquinaria solidificada para sostener los sistemas de procesos de abstracción y autonomizados de la economía política generalizada. Obviamente la colonialidad no es democrática, pues conserva las significaciones discriminadoras, empero es como el substrato diferenciador que sostiene las formalidades democráticas, igualitarias, “interculturales”, de los Estado-nación y las sociedades modernas. Entonces ocurre que con la recurrencia a la economía política de la colonialidad la economía política generalizada devela su propia oscuridad espesa, como si demostrara no sólo su propia contradicción inherente, sino su propia imposibilidad. Las autonomizaciones son una ilusión, los procesos de abstracción son “ideológicos”, la acumulación es abstracta, el desarrollo un imaginario, que sólo se sostienen por el despojamiento y desposesión de las dinámicas sociales efectivas. Entonces, para decir algo, aunque los términos no sean suficientemente adecuados, la “realidad” efectiva, que es indeterminada, lo “real”, que es imposible, lo que escapa a la “ideología”, es la constante guerra desencadenada del orden mundial, imperial o imperialista, de los Estado-nación, de los mapas institucionales modernos, contra las resistencias persistentes de las dinámicas sociales efectivas. Para decirlo de algún modo, lo único “real” del sistema es su violencia descomunal y constante de despojamiento y desposesión.
El k’aqchiu, modo de producción extractivista colonial
En memoria de Cesar Lora, Isaac Camacho y Federico Escobar, dirigentes del proletariado minero, mártires en la lucha emancipatoria de los trabajadores, en la lucha liberadora de los pueblos.
La tormenta minera
La Ley Minera aprobada en el Congreso, en la Cámara de Diputados, ha ocasionado desgarramientos en los sectores afines al gobierno. Los cooperativistas mineros se movilizaron, salieron a los caminos y bloquearon, en desacuerdo al texto aprobado; el mismo que habría revisado el 25% de los artículos consensuados entre mineros sindicalizados, mineros cooperativistas y ejecutivo. Según el gobierno, a través de su ministro del ramo, dice que se lo ha hecho para no vulnerar la Constitución, pues algunos artículos consensuados abrían las compuertas a las empresas trasnacionales. Por otra parte, se dice que no se puede eludir la aprobación por parte de la Asamblea Legislativa de los contratos y concesiones a las empresas cooperativas. Los cooperativistas mineros exigen que sea el gabinete y no la Asamblea Legislativa el que apruebe los contratos. Este pedido no sólo vulnera la Constitución vigente, aprobada por el pueblo boliviano, también, claro está, por los cooperativistas mineros, sino que viola todo constitucionalismo y toda Constitución posible. Este es un golpe al Estado-nación; no sólo al gobierno, al excluir a uno de sus órganos de poder.
Empero, la discusión no termina ahí. Los voceros oficialistas alegan que lo hacen defendiendo la Constitución. ¿Dónde la defienden? La Constitución establece que los recursos naturales no son mercantilizables y están destinados al vivir bien. La Constitución prohíbe la exportación de materias primas. El modelo de economía social y comunitaria, definida en el contexto de la economía plural, propone un paradigma económico y ecológico, el camino hacia la soberanía alimentaria, el fortalecimiento del mercado interno, no del mercado externo, la industrialización de las materias primas, con el objeto de satisfacer los requerimientos del mercado interno. Con la Ley Minera, aprobada en la Cámara de Diputados, incluyendo o excluyendo las revisiones, vulnera la normativa establecida por la Constitución. Gobierno, MAS, mineros sindicalizados, mineros cooperativistas, han optado por el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente, contraviniendo las definiciones y determinaciones constitucionales. Se olvidan todos que es el pueblo boliviano el propietario de los recursos naturales, no el Estado. Nadie le preguntó al pueblo boliviano sobre la Ley Minera, nadie le preguntó sobre las políticas mineras. Como todos los gobiernos anteriores, sencillamente ignoraron al pueblo boliviano.
La Constitución es clara al respecto, exige la construcción colectiva de la decisión política, la construcción colectiva de la ley y la construcción colectiva de la gestión pública. Para el gobierno y estos gremios la Constitución está bien para la propaganda, pero, en absoluto para cumplirla.
¿Cómo se ha llegado a este desbocado in-constitucionalismo? El problema de fondo es que el gobierno se cree propietario de los recursos de los bolivianos, así mismo el sindicalismo minero, también el cooperativismo minero. Ellos, pocos, están decidiendo el destino de los recursos naturales de los bolivianos, por lo tanto, indirectamente, el destino de los bolivianos. Algo inaudito a la luz del texto constitucional. ¿Cómo se explica que ocurra esto? El gobierno progresista ha heredado las estructuras del poder del Estado-nación, estructuras de poder instituidas para despojar a la tierra de sus recursos en beneficio de la vorágine capitalista, para expoliar al pueblo boliviano, para explotar al proletariado minero, mayoritariamente nómada. Estructuras de poder para acallar al pueblo, para no consultarle nada. Estructuras de poder de la colonialidad imperial.
Bajo estas condiciones históricas impuestas, ¿Cómo pueden sostener los voceros del gobierno y del legislativo que defienden la Constitución? ¿Suponen que basta el discurso, decir que se apoyan en la Constitución para hacer lo que hacen, para que eso “acontezca”, aunque sea imaginariamente? ¿Alguna vez comprendieron el contenido de la Constitución, su estructura descolonizadora, sus horizontes conceptuales, el alcance de las condicionantes pluralistas, comunitarias, interculturales, autonómicas? Tal parece que no les preocupa todo esto. Lo que importa es defender sus intereses gremiales; no importa si atentan contra el horizonte abierto por la Constitución.
La situación escabrosa se explica porque no se dieron las transformaciones institucionales y estructurales, en tanto condiciones de posibilidad histórica para la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico. Se preservó el Estado-nación, barnizado con el simbolismo folklórico de nombres y ceremonias, que pretenden sustituir, en la parafernalia, la materialidad social histórica de la transición plurinacional, comunitaria, intercultural y autonómica. Esta es la explicación de la coyuntura dramática donde el gobierno, el sindicalismo y el cooperativismo se disputan migajas, dejando que las empresas trasnacionales se lleven la torta. Esto no es otra cosa que sumisión a la hegemonía y dominación del capitalismo mundial. De esta constatación histórica no los salva su demagogia “antiimperialista”.
¿Cómo inclinarse a elaborar una Ley Minera aislada, independiente de la matriz normativa de la Constitución? ¿Cómo llegar al extremo de elaborar una ley extractivista vulnerando los contenidos fundamentales de la Constitución? ¿Por qué mantuvieron la mirada fragmentaria del país, la misma mirada de las élites y oligarquías que gobernaron el país? ¿Por qué no pueden tener una mirada integral de las políticas y de las transiciones hacia las emancipaciones, descolonizaciones y liberaciones? Hay una razón fuerte, histórica también; simplemente ocuparon el lugar del otro. No destruyeron las estructuras de dominación, no destruyeron los diagramas coloniales. Entonces hacen lo mismo que el otro; el anterior amo.
Este es el perfil de una de las contradicciones profundas del “proceso de cambio”. Ante este espectáculo de reparto de la carne, de la piel, de la sangre de la madre tierra, por parte de gremios, el gobierno y el legislativo, el pueblo no puede quedar con los brazos cruzados. Si lo hace es cómplice del despojamiento y de la desposesión de la tierra, de los recursos y de la vida. Hay que entender que los que hacen lo que hacen, repartirse los bienes de los bolivianos, lo hacen no solo por su angurria, sino también por el silencio y la inmovilidad de los que contemplan azorados.
Es muy grave lo que establece dicha Ley Minera. En el artículo 17. (Función Económica Social), la Ley dice:
La Función Económica Social se cumple con el desarrollo de las actividades mineras, precautelando su sustentabilidad, la generación de empleo respetando la dignidad y derechos laborales y sociales de los trabajadores mineros, en beneficio de la sociedad, del interés colectivo y de su titular, cuyo incumplimiento y régimen sancionatorio se rige por las normas específicas aplicables a cada materia.
La función económica y social se ha reducido a la labor extractivista. ¿Cómo puede ser esta una función económica y social? Esa parte de los bolivianos, los trabajadores mineros, están condenados de por vida, de generación en generación, a ser trabajadores extractivistas, en beneficio, al final de cuentas, del gran capital internacional. El resto de los bolivianos, la gran mayoría, está condenado a ver cómo se llevan sus riquezas, contentándose que lleguen a las arcas del Estado regalías, impuestos y tributos mineros, que son miserables en comparación con el plusproducto y la plusvalía que se llevan las empresas extractivistas trasnacionales. ¿A eso se llama función económica y social? Pare de contar lo que pasa con las empresas cooperativas mineras, donde, en la práctica, efectivamente, no nominalmente, unos son propietarios, son la burguesía cooperativa, y la gran mayoría de los trabajadores son explotados salvajemente, sin seguro, sin derechos, sin posibilidad de sindicalizarse.
En el artículo 19. (Participación de las naciones y pueblos indígena, originario campesino), la ley dice:
Las naciones y pueblos indígena, originario campesino, gozan del derecho a la participación en los beneficios de la explotación de los recursos minerales en sus territorios, conforme al régimen regalitario minero, sin perjuicio de las medidas y compensaciones que correspondan de acuerdo con el régimen de consulta previa establecida en la presente Ley.
Este artículo es descarnadamente colonial; desconoce de plano los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, consagrados en la Constitución. Desconoce el artículo 2 de la Constitución, donde se establece la preexistencia de las naciones y pueblos indígenas originarios, su derecho a la libre determinación, al autogobierno, a la autonomía, a territorio propio, a la gestión propia del territorio, a sus instituciones propias, de acuerdo a las normas y procedimientos propios. Este artículo 19 de la Ley Minera se traga a las comunidades, subsumiéndolas a la vorágine extractivista. Más colonial no podía ser. De aditamento, desconoce la Consulta con Consentimiento, Libre, previa e Informada, establecida por la Constitución, ratificando los convenios internacionales. El ministro del ramo ha tenido el desparpajo de decir que este artículo garantiza los derechos de los pueblos indígenas. ¿Dónde? Cuando lo que se hace es desconocer sus territorios. Estamos pues ante una nueva versión de la colonialidad, la colonialidad del poder, la colonialidad del saber, la colonialidad económica, expresadas destructivamente en el vaciamiento extractivista.
En lo que respecta a las empresas cooperativas mineras, está claro que el artículo 34 (Cooperativas mineras), es un saludo a la bandera. El artículo dice:
Las cooperativas mineras son instituciones sociales y económicas autogestionarias de interés social sin fines de lucro. Su fundamento constitutivo y marco normativo es la Ley General de Cooperativas y sus estatutos.
Las empresas cooperativas no son ni autogestionarias, tampoco siguen ese propósito de la ley, sin fines de lucro. Todo lo contrario. La autogestión es un principio, además de una dinámica de autodeterminación. En la matriz de la autogestión se encuentra lo común y la comunidad. Las concesiones a las cooperativas han dado forma a posesiones privadas, a arrendamiento y a explotaciones salvajes, aludiendo al capitalismo salvaje. Como dijimos antes, nadie defiende los derechos de los trabajadores cooperativistas, explotados por supuestos administradores, cuando, en realidad fungen de propietarios.
Hay artículos que expresan patentemente el régimen de propiedad heredado del Estado colonial. No ha cambiado nada, a pesar de la Constitución. Es cierto que la octava disposición transitoria de la Constitución dice lo siguiente:
I. En el plazo de un año desde la elección del Órgano Ejecutivo y del Órgano Legislativo, las concesiones sobre recursos naturales, electricidad, telecomunicaciones y servicios básicos deberán adecuarse al nuevo ordenamiento jurídico. La migración de las concesiones a un nuevo régimen jurídico en ningún caso supondrá desconocimiento de derechos adquiridos.
II. En el mismo plazo, se dejarán sin efecto las concesiones mineras de minerales metálicos y no metálicos, evaporíticos, salares, azufreras y otros, concedidas en las reservas fiscales del territorio boliviano.
III. Las concesiones mineras otorgadas a las empresas nacionales y extranjeras con anterioridad a la promulgación de la presente Constitución, en el plazo de un año, deberán adecuarse a ésta, a través de los contratos mineros.
IV. El Estado reconoce y respeta los derechos pre-constituidos de las sociedades cooperativas mineras, por su carácter productivo social.
V. Las concesiones de minerales radioactivos otorgadas con anterioridad a la promulgación de la Constitución quedan resueltas, y se revierten a favor del Estado.
En contraste, el artículo 94 de la Ley Minera (Derechos adquiridos y pre constituidos), dice:
I. El Estado Plurinacional de Bolivia reconoce y respeta los derechos adquiridos de los titulares privados individuales o conjuntos, de las empresas privadas y mixtas y de otras formas de titularidad privada respecto de sus concesiones mineras, previa adecuación al régimen de Contratos Administrativos Mineros, de acuerdo a la presente Ley.
II. El Estado reconoce y respeta los derechos mineros pre constituidos de las cooperativas mineras, en cualquiera de sus modalidades vigentes debiendo adecuarse los mismos al régimen de Contratos Administrativos Mineros, de acuerdo a la presente Ley.
III. El Estado reconoce y respeta los derechos mineros adquiridos de las empresas estatales, en cualquiera de sus modalidades vigentes debiendo adecuarse o registrarse, con las salvedades previstas en la presente Ley.
¿Cuál entonces la diferencia? El numeral I de la octava disposición transitoria de la Constitución se refiere en general a las concesiones sobre recursos naturales, electricidad, telecomunicaciones y servicios básicos. Es una disposición general, no específica. En cambio el numeral I del artículo 94 de la Ley Minera se refiere específicamente a la minería. Cuando la Constitución se refiere a la minería establece, en el numeral II, que en el mismo plazo, se dejarán sin efecto las concesiones mineras de minerales metálicos y no metálicos, evaporíticos, salares, azufreras y otros, concedidas en las reservas fiscales del territorio boliviano. Esta es la diferencia. Se ha usado una determinación general para algo específico, se ha obviado lo específico de la Constitución para conservar el mismo régimen extractivista de los periodos republicanos.
El numeral IV de las disposiciones transitorias de la Constitución establece que el Estado reconoce y respeta los derechos pre-constituidos de las sociedades cooperativas mineras, por su carácter productivo social. El numeral II del artículo 94 de la Ley Minera dice: El Estado reconoce y respeta los derechos mineros pre constituidos de las cooperativas mineras, en cualquiera de sus modalidades vigentes debiendo adecuarse los mismos al régimen de Contratos Administrativos Mineros, de acuerdo a la presente Ley. Esto, de cualquiera de las modalidades vigentes, impide revisar las modalidades no cooperativistas practicadas a nombre del cooperativismo. Como se puede ver, estamos ante una ley que suelda el mismo régimen extractivista heredado del neoliberalismo.
Por si fuera poco, se refrenda la consolidación del régimen extractivista depredador con disposiciones legales represivas y de criminalización de la protesta. El artículo 99. (Derecho de seguridad y protección jurídica), dice:
I. El Estado Plurinacional garantiza la seguridad jurídica de los emprendimientos e inversiones mineras de los actores productivos mineros y establece que, entre otros derechos, gozan del derecho de exigir de las autoridades públicas competentes plena y efectiva protección frente a actos de personas individuales o colectivas que pretendan avasallar o avasallen, invadan o pretendan invadir sus Áreas Mineras, plantas o instalaciones.
II. Ninguna persona natural, jurídica, comunitaria, colectiva u organización social podrá impedir o suspender mediante violencia, amenazas, engaño, o cualquier otro medio, la iniciación o continuidad de las actividades mineras ni perturbar en forma alguna las labores normales de los actores productivos mineros. En caso de violación a dicha prohibición y en el caso previsto en el parágrafo I anterior se determinarán y aplicarán las responsabilidades y sanciones civiles y penales de ley. Las autoridades competentes y de amparo remitirán de inmediato los antecedentes necesarios al Ministerio Público para el inicio de las investigaciones y juzgamiento pertinentes.
Estas disposiciones legales son dispositivos represivos de cualquier régimen burgués. ¿De qué socialismo comunitario hablan los oficialistas? No solamente se trata de retórica, sino de una suplantación grotesca; el “socialismo” ha desaparecido para ser sustituido por distintas formas de propiedad privada, que recorren la historia del avasallamiento privado de lo común, la explotación y el despojamiento privado de los común; ahora, como con sorna dolorosa, se lo hace a nombre del “socialismo comunitario”.
Se refuerza lo anterior con el artículo 100, donde se dice:
III. Las personas responsables de los hechos, acciones y amenazas deberán hacer abandono inmediato de las áreas o lugares de actividad, instalaciones, dependencias, caminos, accesos, campamentos u otros, indebidamente ocupadas o afectadas y deberán abstenerse de proferir amenazas o ejercer directa o indirectamente acciones que perjudiquen el normal desarrollo de las actividades mineras.
Lo más grave se encuentra en el tratamiento que da la ley al uso del agua; la Ley Minera prácticamente privatiza el uso del agua. En el Capítulo Quinto, Recursos hídricos, el artículo 373, la Constitución establece:
I. El agua constituye un derecho fundamentalísimo para la vida, en el marco de la soberanía del pueblo. El Estado promoverá el uso y acceso al agua sobre la base de principios de solidaridad, complementariedad, reciprocidad, equidad, diversidad y sustentabilidad.
II. Los recursos hídricos en todos sus estados, superficiales y subterráneos, constituyen recursos finitos, vulnerables, estratégicos y cumplen una función social, cultural y ambiental. Estos recursos no podrán ser objeto de apropiaciones privadas y tanto ellos como sus servicios no serán concesionados y están sujetos a un régimen de licencias, registros y autorizaciones conforme a Ley.
En cambio La Ley Minera, contraviniendo estas disposiciones constitucionales, define el siguiente régimen de privatización del agua:
Artículo 111. (Derecho de uso de aguas de dominio público y privado).- I. Los titulares de derechos mineros tienen el derecho a utilizar aguas naturales que discurren en el área minera y aguas alumbradas de interior mina o en superficie, respetando las normas medio ambientales aplicables.
En el inciso a), dice:
Los operadores mineros que gozan de derechos legales de uso de aguas o de servicios de provisión de agua: i) en zonas concesibles, ii) bajo jurisdicción municipal, o iii b) Los titulares de Autorizaciones Transitorias Especiales de aguas – ex concesiones mineras de aguas - continuarán ejerciendo sus derechos, debiendo sin embargo, sujetarse a las normas de adecuación a Contrato Administrativo Minero previstos en la presente Ley cuando se demuestre que la ex concesión minera de aguas está destinada al servicio de una ATE, que a su vez, se sujeta al régimen de adecuación. La adecuación se realizará simultáneamente en el mismo contrato.
III. Para el uso de aguas de dominio privado o comunitario, el actor productivo minero deberá llegar a un acuerdo con el titular y a falta de ello, cumplir con los trámites de autorización administrativa establecida en el presente artículo, salvo por lo dispuesto en el parágrafo V siguiente, además de las normas medio ambientales aplicables.
IV. En ningún caso corresponde el derecho de uso de aguas ni la autorización administrativa cuando se interrumpa o perjudique la provisión regular de agua potable para la población. Si se afectaren actividades agrícolas en explotación, el acuerdo previo con los afectados es requisito indispensable.
V. En caso de autorización para la variación de un curso de agua de dominio público, la provisión de agua potable para poblaciones no podrá quedar interrumpida o perjudicada.
VI. Toda actividad minera integrada o aislada deberá ejecutar en sus trabajos la correcta gestión o manejo de los recursos hídricos superficiales y subterráneos cumpliendo con las normas ambientales vigentes.
VII. En la eventualidad de que no existiera acuerdo entre el titular de los derechos mineros y el o los titulares de derechos de agua del dominio privado para su uso por el titular minero, este último podrá presentar ante el Director Departamental o Regional competente, solicitud de autorización administrativa para el reconocimiento del derecho de uso[169].
Como se puede ver, desaparecen los derechos colectivos, los derechos comunitarios, los derechos de la madre tierra, los derechos de las poblaciones y pueblos. Estos dispositivos normativos están hechos para garantizar el funcionamiento de la minería extractivista, usando el agua común, dejando de lado los derechos colectivos, comunitarios, sociales y de la madre tierra, constitucionalizados. Con un lenguaje de pretendida dádiva dice que se debe llegar a un acuerdo previo. ¿Entre quienes? ¿Entre depredadores y comunarios? ¿Acaso están en las mismas condiciones éticas y morales para hacerlo? La Constitución defiende la vida, se propone armonizar los ciclos vitales del planeta con los ciclos vitales de las sociedades humanas, contenidos en aquéllos. En la Constitución no tienen jurisdicción los depredadores. Estamos ante una Ley que no sólo vulnera la Constitución sino hace sorna de la víctima, los pueblos, las poblaciones, las comunidades, el pueblo boliviano.
Por si fuera poco, el Artículo 112. (Variación de cursos de agua), dice:
I. En caso de que un titular de derechos mineros tuviere necesidad justificada de variar cursos de agua, presentará solicitud al Director Departamental o Regional competente, acompañando un estudio justificativo, incluyendo su propuesta de modificación a la Licencia Ambiental, copia de la cual se entregara a la autoridad ambiental competente.
Desviar el curso del agua, que es un delito constitucional, termina reducido a un procedimiento administrativo. Esta es la Ley que el gobierno, la Asamblea Legislativa, los voceros oficiales llaman constitucional. Más estrambótico espectáculo no podía darse.
Estructura del conflicto minero
Hay que tener miradas en plural sobre el conflicto minero; no sólo detenerse en la coyuntura, en el conflicto desatado entre cooperativistas mineros y gobierno, sino también tener una mirada histórica, llamaremos una mirada larga, además de otras miradas, que podríamos llamar medianas, que retoman periodos, quizás ciclos; por ejemplo los ciclos de las nacionalizaciones. También es importante tener una mirada no sólo local, no solo nacional, no sólo regional, sino mundial. No hay un espacio en el mundo que no esté compenetrado por lo que pasa en el mundo. Los espacios están entrelazados y hasta yuxtapuestos. Particularmente en lo que respecta a la minería es indispensable ubicar sus conflictos en los contextos mundiales, en los contextos de los mercados de materias primas, en los contextos del mercado internacional. Estas miradas múltiples pueden ayudar a integrar las perspectivas, las visiones, los enfoques, tratando de armar una comprensión articulada de tiempos, de espacios, de lugares, de rubros, de procesos, una comprensión de la complejidad minera.
Partamos de lo siguiente: Desde la Colonia nuestros territorios, los territorios de Abya Yala, han sido incorporados al mercado internacional, al sistema-mundo capitalista, a la economía-mundo capitalista. Son las fuerzas de este mercado, de este sistema, de esta economía, las que han codificado a los seres de nuestras tierras como recursos naturales, como materias primas, como objetos, minerales, de extracción. Son estas fuerzas las que han dado lugar a procesos de proletarización de la población, convirtiendo a parte de ella en trabajadores; en el caso que nos ocupa, en trabajadores mineros. Es el capitalismo que invistió a los hombres del Altiplano y de los valles en obreros mineros, a las mujeres en palliris. Es este capitalismo el que convirtió al país en un país minero. En este sentido somos un invento del capitalismo, un producto del sistema-mundo capitalista, en los ciclos largos correspondientes de acumulación de capital.
Las luchas sociales de los trabajadores mineros nacen también, como contraste, con la llegada de este capitalismo. Los obreros mineros plantean reivindicaciones económicas, derechos del trabajo, derechos sociales; los obreros mineros convierten estas luchas económicas, con la experiencia, en luchas políticas. Nacen organizaciones anarquistas, el anarcosindicalismo es la base de la historia del movimiento obrero en Bolivia. Después aparecen los partidos marxistas, que orientan la ideología proletaria hacia la interpretación histórica de la revolución permanente. En concurrencia con esta versión, la interpretación de la revolución por etapas compite en los congresos mineros. Sin embargo, a pesar de la influencia ideológica de los partidos marxistas, el proletariado boliviano nunca dejó de ser anarco-sindicalista. Refiriéndonos a los periodos de luchas del siglo XX. Las crisis de este perfil proletario se hacen sentir en dos momentos históricos, con todos sus dramatismos; con la derrota de la Asamblea Popular (1971), con la derrota de la marcha por la vida (1986). Esta última derrota ha sido destructiva de este perfil histórico del proletariado boliviano. Después, los trabajadores sindicalizados, aglutinados en la COB, no lograran volver a recuperar este perfil, ni la incidencia histórica en el acontecer político. La COB de hoy, en el tercer quinquenio del siglo XXI, no es, de lejos, el poder dual que fue a lo largo de medio siglo. La COB de hoy está muy lejos de preocupaciones ideológicas y de formación de cuadros. Estamos ante una COB circunscrita a las luchas económicas y sectoriales, políticamente se encuentra sometida a los vaivenes de las relaciones concomitantes con el gobierno populista. Hablamos de una COB que representa a una minoría privilegiada del proletariado boliviano; la gran mayoría del proletariado, preponderantemente femenino, que tiene características nómadas, no está sindicalizado. A los dirigentes de la COB no les interesa sindicalizarlos, organizarlos y defender sus derechos, mancillados por explotaciones inhumanas del capitalismo salvaje implementado. Este “proletariado” sindicalizado, por lo menos, en tajada, forma parte de las clases privilegiadas, ganando buenos salarios, en contraste con la gran mayoría del proletariado, que no cuenta con salario seguro; cuando lo obtiene, aunque sea por tres meses, el salario es magro. Parte del proletariado nómada son los trabajadores de las cooperativas mineras; jóvenes incorporados a la extracción minera, en condiciones rudimentarias. Este proletariado nómada es súper-explotado por los administradores de las cooperativas mineras, además de tenerlos bajo su control.
Una estimación ilustrativa de lo que acontece la dio el periódico La Protesta[170], donde calcula que se trata de 15 mil propietarios cooperativistas, que controlan y súper-explotan a 100 mil trabajadores cooperativistas mineros. Si bien no podemos verificar estas cifras, por lo menos son orientadoras en lo que respecta a las estructuras del trabajo en las empresas cooperativas mineras. No nos interesa discutir las cifras, puede hacérselo más tarde con una investigación; lo que importa es comprender que esos trabajadores cooperativistas forman parte del proletariado minero. Que no estén sindicalizados no es un requisito para que sean proletarios. No reconocer esta situación, llevaría a errores garrafales en el análisis. El problema de las fuentes de trabajo no se resuelve tomando territorios fiscales o territorios de las empresas mineras públicas; tampoco se resuelve defendiendo los territorios fiscales y los espacios de las empresas públicas. El problema de las fuentes de trabajo, que es configurado por el mercado y los precios de las materias primas, no va a ser resuelto por una política económica extractivista. Es como apostar a la vulnerabilidad constante, a la dependencia del mercado de las materias primas. Esta apuesta del gobierno, por el extractivismo, tiene corto alcance; es una apuesta a la dependencia y a la vulnerabilidad del trabajo.
Al respecto, puede ser que en el gobierno haya dos tendencias, en relación a la minería; una, estatalista, que considera que la salida económica es el fortalecimiento y defensa de las empresas públicas; otra, que apuesta a la defensa de las cooperativas mineras, incluso, en algunos casos a su expansión, aunque sea a costa de la minería estatal. Fuera de estas tendencias en el gobierno, queda claro que los administradores de las cooperativas, que pueden aparecer, en variados casos como dirigentes, promueven la expansión y el desarrollo de las empresas cooperativas mineras. Es a estos dirigentes y administradores de las cooperativas a quienes les interesa el enfrentamiento; por eso lo atizan. Son ellos los más interesados en la aprobación de la Ley Minera extractivista. Esta Ley expresa los intereses de estos dueños de las cooperativas mineras. No la de los trabajadores mineros de las cooperativas. En la Ley, por ejemplo, no se menciona, para nada, los derechos de los trabajadores de las cooperativas. Son sencillamente esclavos[171].
El recurso de esta burguesía cooperativista minera es la movilización de sus afiliados, recurriendo a la cantidad, llegando a los bloqueos de caminos. Desde los enfrentamientos en Huanuni (2006), entre obreros y cooperativistas, hay una lista creciente de muertos. En estos conflictos, el proletariado minero enfrentado no defiende, efectivamente, los intereses de clase, usando el término marxista - sin ponerlo, ahora, en suspenso, por razones pedagógicas -, sino los intereses de otros. En un caso, el de los trabajadores mineros cooperativistas, los intereses de esta burguesía cooperativa; en el caso, de los trabajadores sindicalizados, los intereses de una burocracia estatal y de la burocracia sindical. Los acervos de clase, en el sentido de la formación discursiva hegeliano-marxista, se defienden contra el capital, también contra las burocracias. Los intereses de clase están ligados a la emancipación de clase y a la liberación de la dependencia respecto al sistema-mundo capitalista. En la perspectiva mayor, los intereses de clase están vinculados al desmontaje de la economía extractivista. Estos objetivos, de emancipación de clase, de liberación, de superación de la economía extractivista, no pueden lograrse con un proletariado desunido, mucho menos enfrentado.
Una primera conclusión es pues, que, de ninguna manera se puede aceptar enfrentamientos entre hermanos de clase. Los trabajadores mineros sindicalizados y los trabajadores mineros de las cooperativas no tienen por qué estar enfrentados, cuando tienen enemigos comunes. El capital invertido en la minería, en todas sus formas, es la causa de las distintas formas de explotación del proletariado minero. El enfrentamiento histórico no es entre proletariado sindicalizado y proletariado no sindicalizado, cosa que se ha atizado en la última década.
Otro tópico del conflicto, mas bien, horizonte del conflicto, es el desenlace de la lucha contra la dominación del capital. La finalidad de las luchas proletarias es abolir las relaciones capitalistas de producción. No mantenerlas, para seguir siendo explotado, cualquiera sea la modalidad. Cuando lo logren, liberarse de estas relaciones de explotación y dominación, el proletariado deja de ser automáticamente proletariado. La lucha contra lo que te ha creado como proletario es también una lucha por dejar de ser proletario. Como dice el discurso marxista, es abolir las clases sociales. Este proyecto histórico destruye la identidad que te ha instituido el capital, la identidad de proletario. No se acepta el nombre que te ha puesto el poder. Entonces el proyecto histórico de liberación no se realiza en una sociedad de obreros, una sociedad-fábrica, como ha confundido el socialismo real, sino una sociedad alterativa de seres libres, creativos, asociados, mancomunados, en constante devenir. Esta es la perspectiva histórica que vincula a las luchas proletarias por el porvenir con la defensa de la madre tierra.
El conflicto entre obreros mineros sindicalizados y trabajadores mineros cooperativistas desgarra al proletariado en su contingencia coyuntural. En esta pelea es el proletariado el que pierde; en los posibles desenlaces hay tres escenarios hipotéticos: gana el Estado, gana la burguesía cooperativa, ambos empatan. En los tres hipotéticos desenlaces pierde el proletariado. Después de la experiencia de las formas dadas de capitalismo de Estado en Bolivia, llámese reformismo o populismo nacionalista, donde el proletariado ha jugado un papel importante, constitutivo, al impulsar las nacionalizaciones, se comprende que las nacionalizaciones forman parte de actos constitutivos soberanos, acciones históricas constitutivas de la formación de la clase que contiene a la nación, como decía René Zavaleta Mercado, refiriéndose al proletariado, particularmente a la centralidad minera. Sin embargo, el capitalismo de Estado no es la finalidad histórica del proletariado; el fin del proletariado, como abolición de las clases sociales, no se encuentra aquí. La realización histórica del proletariado es, paradójicamente, su propia disolución; esto es el comunismo. El comunismo, en pleno sentido de la palabra, es la sociedad sin Estado, la sociedad ácrata. La finalidad histórica del proletariado es la muerte del Estado y del capital, las dos caras de la misma moneda, las dos caras del poder.
Entendiendo que el capitalismo es no sólo la explotación de la fuerza de trabajo, sino también la dominación de la naturaleza – no vamos a discutir tampoco este término moderno de separación, de escisión, entre “hombre” y naturaleza, entre interioridad y exterioridad[172] -, la finalidad histórica del proletariado es también la liberación de la potencia de la vida de las mallas de la colonialidad, del capital y del Estado. La defensa de la vida, la defensa de la naturaleza, debe formar parte del programa histórico del proletariado. Es este un tema crucial para la lucha de liberación del proletariado. Este es el nudo donde el marxismo ha fracasado o ha retrocedido, entregándose, paradójicamente, inconscientemente, al capital. El marxismo al no salir de la modernidad, del paradigma del desarrollo, de los marcos de la revolución industrial, mantiene la dominación del capital sobre la naturaleza; al hacerlo reitera la reproducción del capital. Por eso, la liberación de la potencia de la vida de los diagramas de poder, inscritos en las territorialidades ecológicas, se vuelve una tarea prioritaria en la lucha de liberación del proletariado.
La experiencia dramática de los socialismos reales ha sido, en estos tópicos, el enfrentamiento con las formaciones campesinas. La guerra contra las clases campesinas, mas bien, deberíamos decir, mundos campesinos, rompiendo con lo que el mismo marxismo propuso en términos de alianza obrero-campesina, ha llevado a los estados socialistas de la Europa oriental a la guerra de exterminio del campesinado, buscando, por la vía de una descomunal violencia, la colectivización de la tierra y de la producción agraria. Esta modernización no era otra cosa que despotismo ilustrado, forzando la modernización “socialista”, modernización que se materializó en la edificación de la fabulosa mega-fábrica, instrumentalidad absoluta en que se convirtieron países de mayoría campesina. Mega-fábrica infructífera e ineficiente en cuanto a lo que hoy llamamos soberanía alimentaria. Estas políticas bolcheviques se convirtieron, paradójicamente, en el termidor de la revolución. Los bolcheviques destruyeron las dinámicas sociales, destruyeron la sociedad, la capacidad alterativa y creativa de la sociedad, convirtiendo al “socialismo en un solo país” en un gigantesco panoptismo. Lo que se había llegado a construir es un Estado burocrático absoluto, reproduciéndose sobre la agonía de una sociedad gélida, inhibida en sus capacidades y posibilidades, amputada de su imaginación, pues la misma fue sustituida por los planes quinquenales.
Los bolcheviques no aprendieron de lo mejor del populismo ruso, que los antecedieron en más de un siglo de luchas, además de ser una de sus procedencias. Los populistas enseñaron a Karl Marx otras rutas al comunismo, con lo que Marx estuvo de acuerdo, no los marxistas, que ocultaron la carta de Marx a Vera Zasúlich[173], considerando inconveniente presentarla pues cuestionaba la interpretación de la historia asumida oficialmente por el partido; cuestionaba la linealidad sucesiva de los modos de producción. En este tema hay que defender a Marx de los marxistas. La transición al comunismo no puede darse sin la asociación libre de los productores del campo, sin las comunidades campesinas. Este error histórico bolchevique fue uno de los comienzos del fin del socialismo real.
El proletariado no es la única clase que lucha contra la dominación capitalista, hay otras clases, están los pueblos subalternos, colonizados, heredando la colonialidad del poder. Otras clases lo hacen de otra manera; las formaciones campesinas lo hacen acudiendo a la racionalidad combinatoria de estrategias[174], con el objeto de preservar la matriz comunitaria. Mientras logren estas formaciones campesinas mantener la racionalidad combinatoria, la matriz comunitaria sigue vigente; cuando no lo logran, cuando se derrumba la combinatoria, por ejemplo, con la invasión completa de las lógicas del mercado, con la implantación del monocultivo, entonces la matriz comunitaria desaparece y el campesinado se abre a procesos de proletarización, por un lado, comprometiendo a la mayoría, y a procesos de aburguesamiento, por otro lado, comprometiendo a la minoría. El proletariado no lucha sólo contra el capital, luchan también otras clases y los pueblos subalternos, colonizados, herederos de la colonialidad. Es en el entrelazamiento de estas luchas donde se encuentra las transiciones efectivas al comunismo y a las sociedades ácratas. No en la paranoica imagen de clase solitaria, única vanguardia y consciencia histórica[175]. Las transiciones al comunismo nunca fueron parte del programa bolchevique; los bolcheviques nunca salieron del horizonte del capitalismo de Estado, un modo de producción capitalista sin burgueses, al mando de la burocracia. Las transiciones al comunismo se hallan en las posibilidades abiertas en las composiciones alterativas de las dinámicas moleculares sociales, en el devenir de los perfiles y formaciones sociales.
El proletariado y las comunidades campesinas
El proletariado es la clase que constituye el capitalismo como fuerza de trabajo, como cuerpo mercantilizables, susceptible de vender su fuerza y sus capacidades. El campesinado se conforma en formaciones abigarradas sociales rurales, formaciones sociales heredadas, que acuden a una racionalidad combinatoria de estrategias de reproducción social, defendiéndose de la avalancha capitalista y de la invasión de sus monopolios, más que de sus mercados[176]. La matriz de las formaciones campesinas es la comunidad, diversa, variada, dependiendo de las historias concretas, las genealogías específicas, las territorialidades singulares. La comunidad es desgarrada por la expansión capitalista, en todas sus formas; aunque se mantuvo y preservó por siglos, enfrentando las capturas tributarias de las maquinarias imperiales antiguas, las anexiones de señoríos y formaciones feudales, la jurisdicción de las monarquías, las primeras incursiones coloniales; sin embargo, no pudo resistir a la desterritorialización capitalista.
Se puede decir que las formaciones campesinas en la modernidad son, en cierto sentido, una respuesta de defensa frente al modo de producción capitalista, sobre todo frente a las decodificaciones del mercado, y en cierto sentido, son también una composición en el contexto del sistema-mundo capitalista. Sistema-mundo en desplazamiento, articulando territorios diversos, continentes diferentes, culturas y lenguas distintas, formas variadas de Estado en plena organización, sociedades singulares. Ambas formaciones y conglomerados de subjetividades, proletariado y formación campesina, tienen que ver con la genealogía capitalista. Sobre todo en las sociedades colonizadas el proletariado es arrancado violentamente de sus nichos ecológicos, de sus cobijos comunitarios, de sus formaciones campesinas previas. En este sentido, la distancia estructural con los campesinos no es tan grande; sus lazos con la tierra siguen vigentes, por lo menos en la memoria. En las sociedades coloniales y en las sociedades poscoloniales esta distancia es, mas bien, corta.
Sólo a una ortodoxia sacerdotal, a un fundamentalismo racionalista, que sustituye la complejidad por un esquematismo abstracto, vaciado de contenidos, se le ha podido ocurrir la peregrina idea de que el socialismo se construye haciendo desaparecer a los campesinos. Mas bien, las alternativas al capitalismo tienen como condición de posibilidad histórica la existencia de los productores de alimentos. El comunismo se basa en lo común de lo plural, en la pluralidad común. Sólo a los sacerdotes de la “revolución” se les ha podido ocurrir que el socialismo es la comunión de lo homogéneo, de lo uniforme. No se podía esperar otra cosa de los jacobinos, hijos oficiosos de la ilustración y enamorados de la modernidad, a la que entendían como la consagración de lo universal. Todo lo contrario, lo común se ejerce sobre la convivencia y coexistencia complementaria de lo plural.
Proletarios y campesinos luchan contra el capitalismo, desde sus singulares problemáticas; lo hacen como asociados productores, unos de alimentos, otros de bienes manufacturados. No en una alianza obrero-campesina, que subordina a los campesinos a la hegemonía del proletariado; tesis ésta de los jacobinos de las periferias del sistema-mundo capitalista. Sino en el juego flexible y creativo de las asociaciones complementarias de productores.
Cuando se trata de las llamadas comunidades indígenas originarias, que preservan la posesión común de la tierra, los usos comunes del territorio, los lazos comunitarios, las instituciones propias, las autoridades originarias, que luchan por la reconstitución de sus territorialidades, la relación es más compenetrante. Las formas comunitarias indígenas originarias son referentes históricos para activar la creación de múltiples formas comunitarias, instituyendo y constituyendo lo común como matriz vital de las dinámicas sociales.
Teniendo en cuenta estas consideraciones teóricas, la conclusión es la siguiente:
La defensa de la madre tierra, la defensa de los derechos de los seres de la madre tierra, que es la defensa de la vida, en todas sus formas, en sus ciclos vitales, liberando la potencia de la vida, es no sólo finalidad, sino es la condición de posibilidad histórica del socialismo, del comunismo, de las sociedades ácratas.
La ley Minera como dispositivo de dominación del imperio
La Ley Minera, aprobada en la Cámara de Diputados, está en el ojo del huracán, después es cuestionada por los cooperativistas mineros, a pesar de haberla consensuado con los obreros mineros sindicalizados y el ejecutivo. El desacuerdo tiene que ver con el artículo 151 que, en el proyecto de Ley consensuado, otorgaba atribuciones de asociación, de libertad de contratos con terceros, a las empresas cooperativas con otras empresas del rubro, sobre todo con aquellas que cuentan con disponibilidad de capital. Artículo que contraviene de pleno la Constitución, convirtiendo a las empresas cooperativas abiertamente en empresas privadas – antes lo hacían subrepticiamente -, en empresas capitalistas autónomas, capaces de incursionar, como el Estado, en exploración, explotación a gran escala, incorporando la tecnología devastadora que ahora se emplea en la minería por parte de las empresas trasnacionales extractivistas. Los cooperativistas mineros se lanzaron a la ofensiva, defendiendo el artículo 151, revisado por la Cámara de Diputados, exigiendo se vuelva a la redacción consensuada.
No solamente este artículo vulnera la Constitución, sino toda la Ley Minera[177]. Esta Ley, elaborada por un gobierno progresista, retrocede incluso, en comparación, de lo que todavía contiene como defensas públicas, con respecto al anterior Código Minero, elaborado, nada más ni nada menos, por los gobiernos neoliberales. Los populistas se atreven hacer cosas que ni los neoliberales se atrevieron. El gobierno reformista convierte a Bolivia en un paraíso fiscal para las empresas trasnacionales extractivistas y depredadora. Este es el “antiimperialismo” efectivo que practican estos gobiernos progresistas. Se entregan los recursos minerales a manos llenas a la vorágine capitalista de las empresas trasnacionales; las empresas cooperativas son sólo intermediarias, así como las empresas públicas también lo son, aunque en distintas condiciones. Las empresas públicas de la minería y las empresas cooperativas mineras son intermediarias en la explotación extractivista de los recursos naturales de los bolivianos, explotación no consultada al pueblo, a pesar que la Constitución establece el sistema de gobierno de la democracia participativa. En la cadena de la acumulación ampliada de capital, estas empresas sólo acceden a una parte mínima del plusproducto y de la plusvalía, incluso teniendo en cuenta las nacionalizaciones.
Como nunca antes el gobierno, la Asamblea Legislativa, la Federación Sindical de Mineros, la COB, la Federación Nacional de Cooperativas Mineras, regalan el agua a las empresas extractivistas, les abren las compuertas normativas, legales y reglamentarias para desviar los cursos de los ríos y de las otras formas de cursos de aguas. Sólo establecen procedimientos burocráticos para habilitar esta usurpación del bien común, del bien vital, de los ciclos de la vida vinculados a los cursos y ciclos del agua. Contraviniendo violentamente la Constitución, los derechos fundamentales, los derechos de los pueblos y las poblaciones, los derechos de la madre tierra. Haciendo desaparecer, en la práctica, la Consulta con Consentimiento, Previa, Libre e Informada.
Una Ley concebida como dispositivo represivo contra toda protesta y toda movilización en defensa de los recursos naturales, los recursos minerales, los derechos de los bolivianos, los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios. Es una Ley que criminaliza la protesta.
¿Cómo se ha llegado a semejante descarnada violencia contra el pueblo y la Constitución? ¿Qué hay detrás? ¿Qué hay en los entretelones? Esta conducta descomedida sólo es explicable por corrosión institucional, por corrupciones calamitosas, a todo nivel. Esta gente ha comprometido los recursos, la soberanía del Estado-nación, pues no es un Estado plurinacional, entregando el subsuelo a la lógica destructiva extractivista, a la acumulación de capital por despojamiento y desposesión. Lo ha hecho arteramente, ocultando la elaboración de la Ley, elaborándola en secreto, consensuando entre amigos, para dar el golpe al pueblo azorado y sorprendido. Este delito está tipificado en la Constitución, se llama traición a la patria.
El mundo del K'aqchiu
K'aq es el sonido al picar la piedra; por onomatopeya se llamó a estos picadores de la roca k'aqchirus, a su actividad k'aqchiu. Los k'aqchirus son conocidos desde la época de la Colonia. La genealogía de los trabajadores mineros nace con el k'aqchiu de rocas minerales. En aquellos tiempos la búsqueda insaciable de la plata era lo que caracterizaba a la minería de ese entonces. Este proletariado inicial se constituía con estos golpes contra la roca, contra las piedras minerales. Hombres cobrizos, rudos, curtidos por el frío de las alturas, arrancaban a los cerros y a los subsuelos las vetas minerales, las venas cristalizadas en la tierra por composiciones geológicas, fundidas en ciclos largos.
El proletariado minero, sindicalizado o cooperativista, tiene su comienzo en estas actividades excavadoras, en estos trabajos de topo, en estas prácticas demoledora de las rocas y piedras, prácticas de tallador repentino lamadas k'aqchiu. De los mitayos a los obreros mineros el k'aqchiu se va transformar por las revoluciones tecnológicas. Del empleo directo del cuerpo y las manos, apenas mediada por herramientas rudimentarias, se va a pasar a la extensión y mediación de máquinas. El k'aqchiu se convierte en toda una “industria” extractivista. En Bolivia, como en la mayoría de los países de la inmensa geografía de las periferias, dominadas por la geopolítica del sistema-mundo capitalista, el cuadro de la economía minera preserva las formas de k'aqchiu como memoria espacial de una historia que no se quiere olvidar, aferrándose al recuerdo material de las formas rudimentarias de k'aqchiu. Por eso podemos ver desplegarse en la turbulenta cordillera de Los Andes las distintas formas del k'aqchiu como si estuviésemos ante un gigantesco museo de la historia de la minería. A esta simultaneidad del tiempo en el espacio se llamó, en el siglo XX, desarrollo desigual y combinado.
La mayoría de los trabajadores cooperativistas mineros recurren al k'aqchiu rudimentario, como indomables y persistentes herederos de esta técnica antigua. No es que sean reacios a emplear las técnicas y los instrumentos de la revolución industrial, sino que la marginación a la que han sido expulsados por las ondas del modo de producción capitalista los obliga a medrar en los umbrales de una modernidad heterogénea, que los tiene en los bordes, en los rincones, llamándolos a hacerse cargo de las sobras, las colas y desmontes, los relaves. Pocas empresas cooperativas, en comparación con la cantidad de empresas proliferantes, han cruzado los umbrales, adquiriendo maquinaria y empleando técnicas más “industriales”. Sin embargo, son estas pocas cooperativas las que han dejado de serlo, pues dejan de ser solidarias, sin fines de lucro, dejando atrás sus razones sociales. Se han convertido en empresas privadas, al peor estilo del capitalismo salvaje, súper-explotando al proletariado nómada incorporado.
La constitución de las cooperativas en el mundo retomaron los llamados principios de la cooperativa Rochdale, primera cooperativa en sistematizarlos en 1844. Estos principios se pueden resumir de la manera siguiente:
o Libre acceso y adhesión voluntaria
o Control democrático; es decir, decisiones tomadas en asamblea general, donde cada socio tiene un voto
o Distribución de excedentes en proporción a operaciones
o Limitación del interés del capital, que debe estar al servicio de los trabajadores. De ninguna manera por encima de ellos, como es el caso de las empresas privadas
o Neutralidad política y religiosa
o Ventas al contado, lo que debe garantizar el comprar sólo lo necesario
o Fomento de la educación y obras sociales
Como se puede observar, estos principios quedaron en el olvido, sólo son letra muerta. Las cooperativas mineras perdieron su razón social, su vocación sin fines de lucro, convirtiéndose en empresas capitalistas en concurrencia y en competencia, arrojadas a la compulsa extractivista y de la ganancia. No son cooperativas, salvo en el nombre. Asistimos a lo que se llama la recurrente acumulación originaria de capital, en escala menor, fragmentaria y local, formadora periódica de la burguesía. Para tal efecto, el requerimiento indispensable para esta acumulación privada de capital es el empleo de fuerza de trabajo, en condiciones de trabajo embridado; es decir, de transición del trabajo esclavo al trabajo asalariado[178]. Son estas las condiciones de trabajo de quizás cerca de 200 mil trabajadores mineros cooperativistas[179], sometidos a la transición del trabajo asalariado embridado.
Llama la atención que esta condición de explotación de estos trabajadores mineros se haya puesto en la sombra, se los haya invisibilizado. Lo único que ven los ojos burocráticos del Estado es la figura ficticia de cooperativas mineras, lo mismo pasa con los medios de comunicación, así, en concomitancia, con la llamada opinión pública. Son pocas las investigaciones que han abierto el telón, mostrando la dramática condición humana de estos k'aqchirus[180]. La Ley Minera, aprobada por la Cámara de Diputados, se olvida de estos semi-esclavos mineros; sólo atiende a sus patrones, a los intereses de sus patrones, conformando dispositivos legales en beneficio de la burguesía cooperativa minera, ocultando la apertura normativa brindada a las empresas trasnacionales extractivistas. La Ley sólo busca, de acuerdo a la lógica de Estado rentista, garantizar impuestos, tributos, regalías, en las mismas condiciones impuestas por los gobiernos neoliberales; exonerando de estas obligaciones a las cooperativas mineras, debido a que son empresas sin fines de lucro. Esta es la carcajada grotesca del gobierno progresista ante el cuerpo martirizado de los trabajadores.
Caracterización del campo minero
Jocelyn Michard comienza la exposición de su investigación de la siguiente manera:
Bolivia suele tener la imagen de un país minero desde que el Cerro Rico alimentaba al mundo con sus ricos yacimientos de plata. Sin embargo, esa imagen ya no corresponde mucho a la realidad, la minería hasta el 2006 sólo aporta un 4,5% al Producto Interior Bruto (PIB) del país, y ocupa apenas al 1,5% de la población, mientras que en los años 70 contribuía con más de 13% al PIB y ocupaba 4% de la población activa[181].
Corroborando esta apreciación, seis años más tarde, Carlos Arza Vargas, investigador del CEDLA, escribe:
En el actual contexto de la minería es evidente el amplio dominio de los sectores privados en la producción. Al no haberse nacionalizado las empresas operadas por capitales transnacionales, ni realizado reformas importantes en la normativa relativa a la propiedad y el control de las actividades mineras, las principales empresas extranjeras siguen siendo responsables de alrededor de tres cuartas partes de la producción de concentrados. Paralelamente, la política de fomento y apoyo gubernamental a las cooperativas ha permitido que dicho sector —compuesto en parte por verdaderas empresas privadas basadas en la explotación de trabajo asalariado— ocupe el segundo lugar en la producción. Contrariamente, la participación estatal a través de COMIBOL es marginal y alcanza apenas al 3% de la producción de minerales[182].
La descripción de la situación y la ubicación de la minería en la estructura económica, viene dibujada por Jocelyn Michard de la siguiente manera:
Aún con este cambio el sector minero continua siendo clave para el país. Primero, porque a pesar de esas contribuciones bajas al PIB y al empleo, las exportaciones mineras representan más del 25% del total de las exportaciones de Bolivia, lo que contribuye fuertemente a la entrada de divisas. Segundo, porque los mineros son todavía una de las fuerzas sociales más organizadas, unidas y fuertes de Bolivia, como lo expresó en el 2004 el director de Prevención de Conflictos y Régimen Interno, Gregorio Lanza, al declarar que los cooperativistas mineros eran el tercer problema político social del país, después del gas y de la tierra. En tercer lugar, porque este sector puede aún contribuir mucho al desarrollo del país, visto que se estima que sólo se ha explotado el 10% del potencial minero nacional. Una reactivación del sector podría entonces generar muchos empleos, ingresos para el Estado a través de los impuestos a la minería, y, en fin, contribuir a mejorar el nivel de vida de todos los bolivianos. En último lugar, porque si consideramos el empleo en cifras absolutas y no relativas, nos damos cuenta que la minería ofrece casi 70.000 empleos directos, a los cuales podemos añadir 300.000 empleos indirectos (alimentación, transporte, producción de herramientas y maquinas etc.), lo que no es despreciable visto la falta de alternativas que tendría la gente ocupada en ese sector si este desapareciera. El sector minero es entonces todavía de suma importancia para Bolivia, sobre todo considerando el potencial que tiene[183].
Seis años más tarde, vale decir, en 2014, la descripción de la minería en la estructura económica viene configurada por Carlos Arze de la siguiente forma:
La producción de las empresas extranjeras está concentrada en pocas empresas: Minera San Cristóbal S.A. (mina San Cristóbal), SinchiWayra S.A. (minas Porco, Bolívar, Poopó y Caballo Blanco), Empresa Minera Manquiri S.A. (mina San Bartolomé) y Pan American Silver (mina San Vicente). Estas operaciones mineras, excepto San Cristóbal, se realizan en áreas pertenecientes a COMIBOL bajo contratos de riesgo compartido o de arrendamiento. En el último año, el gobierno ha procedido a la transformación de algunos de esos contratos en contratos de riesgo compartido que mejoran la participación estatal en las utilidades a cambio de garantizar la presencia del capital transnacional en el país por muchos años más.
Las cooperativas también trabajan en áreas pertenecientes a COMIBOL bajo contratos de arriendo y en concesiones propias. El número real de cooperativas es un misterio. Aunque la información oficial sólo da cuenta de la existencia de 640 cooperativas agrupadas en 11 federaciones para el año 2010, algunos especialistas estiman el número de éstas en más de 1.600, la mayoría de las cuales se habría creado a partir de 2006, año en que Evo Morales asume el gobierno. Su peso electoral y su capacidad de movilización, les han permitido obtener una serie de ventajas económicas del gobierno, tales como la entrega a título gratuito de equipos y maquinaria pertenecientes a COMIBOL (empresa en cuyo directorio tenían participación hasta hace no mucho), la otorgación de recursos a fondo perdido para créditos, la creación de instituciones y mecanismos para facilitarles la comercialización, la rebaja y exención de impuestos y, principalmente, la concesión de áreas mineras de explotación, incluso de aquellas arrebatadas a propietarios privados.
En el caso de la empresa estatal su participación en la producción se limita a los centros mineros recuperados por los trabajadores asalariados de manos de empresas extranjeras: Huanuni y Colquiri. En el último tiempo, el gobierno ha amenazado con revertirlas nuevamente a propiedad privada si sus utilidades no son lo suficientemente elevadas como para justificar su administración estatal. Asimismo, presionado como está por la declinación de reservas y la escasez de materias primas para algunos emprendimientos públicos industriales, ha impuesto medidas legales para que los trabajadores incrementen la producción y no realicen huelgas.
El dominio privado sobre el sector, que se refleja en la participación aplastante de empresas privadas extranjeras y cooperativas en la explotación minera, se puede explicar en gran medida a partir de la estructura de la propiedad de las áreas mineras. Luego de la privatización de la COMIBOL y el levantamiento de la reserva fiscal, durante el período neoliberal, se produjo una masiva otorgación de concesiones a privados, es decir, personas particulares, empresas y cooperativas. Ese proceso no cambió radicalmente con la asunción al poder de Evo Morales, sino solamente en el 2013, cuando se dictó una norma de reversión de concesiones ociosas, lo que afectó principalmente a concesionarios individuales. Con todo, la situación actual muestra el deterioro del control de áreas mineras por parte del Estado y la posición dominante de las empresas privadas y las cooperativas, que les da la posibilidad de usufructuar de los recursos minerales que, líricamente, pertenecen a todos los bolivianos.
El resultado práctico de esa orientación de la política —reflejada en la limitada presencia productiva de COMIBOL y en cambios anodinos en el régimen tributario—, es que la participación en la renta minera por parte del Estado que era ya pequeña durante el período neoliberal, se mantiene en niveles reducidos; esto, se ve agravado, además, por el tratamiento preferencial otorgado a las cooperativas mineras en materia tributaria.
De esa manera, la información oficial revela que existe una asimetría en el pago de tributos entre los actores: mientras que la COMIBOL y las empresas privadas, con el 79% de la producción de concentrados a su cargo pagan al Estado el 90% de los tributos, las cooperativas con el 21% de la producción a su cargo sólo pagan el 10% de los tributos. En términos absolutos, en el año 2012 el sector minero en su conjunto aportó al Estado la suma de 347 millones de dólares, equivalentes al 8% del valor de la producción minera, por concepto de regalías e impuesto a las utilidades. De ese monto, a las cooperativas les correspondió menos de 30 millones de dólares, sólo por concepto de regalías pues están exentas del pago del impuesto a las utilidades[184].
Como se puede ver, desde la implementación del proyecto neoliberal (1985) hasta la fecha (2014), comprendiendo la crisis y la caída del modelo neoliberal (2000-2005), incorporando las dos gestiones del gobierno progresista (2006-2014), que supuestamente se opone a las políticas económicas neoliberales, vemos, mas bien, en el campo de la minería, la extensión y la consolidación, el control y la incidencia, de las empresas privadas, sean estas empresas trasnacionales extractivistas, sean empresas nacionales de la minería mediana y minería chica o, en su caso, sean empresas cooperativas. La empresa estatal sólo se ha reconstituido tímidamente, sobre la base de empresas nacionalizadas. En términos efectivos, el modelo neoliberal en la minería sigue vivito y coleando, incluso con mayores probabilidades de extensión, a pesar de las provisionales nacionalizaciones.
Es explicable entontes el espíritu neoliberal de la Ley Minera, elaborada por el gobierno, en connivencia con las empresas mineras, privadas, cooperativas y estatales. Es más, lo que asombra en esta Ley es la inclinación a una consciencia desdichada sumisa al imperio del sistema-mundo capitalista. Esto por convertir a Bolivia en un paraíso fiscal para las empresas trasnacionales extractivistas, por entregar el agua a la vorágine extractivista, atentando contra las tierras, las cuencas, los ríos, los ecosistemas.
Ante esta evidencia, que no se puede ocultar, el discurso de propaganda del gobierno, que pretende, muy alejado del sentido de los hechos, que la Ley Minera se ajusta a la Constitución, resulta no solamente endeble e insostenible, sino burlesco. El ministro de gobierno, el ejecutivo, así como la mayoría de la Asamblea Legislativa, han presentado el conflicto minero de una manera simplona, reduciéndolo al desacuerdo con el artículo 151, que da atributos a las cooperativas de asociarse con terceros. Esta manera de presentar las cosas no solamente es incoherente, sino plenamente un artero montaje. Se oculta la inconstitucionalidad absoluta de toda la Ley. Se tiene el cinismo, sin argumentos, de decir que se basa en la Constitución. ¿Cómo se explica esta actitud tan explícitamente comprometida y cómplice? No hay otra que interpretarla a partir del juego de fuerzas en el campo político[185], de fuerzas de estructuras de poder dominantes en el mundo. Estas fuerzas, que corresponden al dominio y hegemonía capitalista de las empresas trasnacionales extractivistas, en connivencia con el sistema financiero internacional, son las que tienen capacidad de presión, de coerción, de chantaje, de corrosión, comprometiendo a la propia institucionalidad del Estado, institucionalidad incorporada al diagrama de poder de la corrupción[186].
Los gobernantes, los órganos de poder del Estado, las dirigencias sindicales, han sido subsumidos al diagrama de poder de la corrupción, con toda su complejidad, sus divisiones, sus estratos, sus niveles, sus prácticas disímiles. En el imaginario de este campo paralelo, desbordante de clientelismo y prebendalismo, la Constitución es un referente vago de lo que se hizo alguna vez. Las finalidades planteadas por los movimientos sociales, en su periodo de luchas, son una linda historia para contar, pero, de ninguna manera, para repetirla. Lo que prepondera ahora es el “pragmatismo” más descarnado, un “pragmatismo” y realismo político reducidos al más elemental oportunismo. Los valores orientadores de las luchas han sido sustituidos por los caudales acopiados, por los montos desviados, por el usufructúo, privado o en conjunto, en complicidad de red, de bienes del Estado y de los bolivianos. En este ambiente toda discusión es vana, toda denuncia es desacreditada, pues la única “realidad” aceptada por estos “pragmáticos” y nuevos amos de la política es la del dinero, la “realidad” que puede comprar el dinero. Este clima de decadencia y de descomposición ética y moral descalifica de entrada toda interpelación, toda defensa, toda denuncia, pues bajo el control total y represivo de la disponibilidad de poder que tienen los “pragmáticos”, estas acciones defensivas no son otra cosa que molestosos inconvenientes.
El problema es que ante semejante deterioro y descomunal descomposición, todos los comprometidos con este esquema de la economía política del chantaje no pueden retroceder. El diagrama de poder de la corrupción es el mapa paralelo que corroe la cartografía institucional, la carcome, la afecta a tal punto que la institucionalidad legitima no tiene autonomía; responde, ya no a la lógica normativa inscrita, sino a las lógicas perversas de la economía política del chantaje. El gobierno y la estructura institucional, la estructura de los órganos de poder, se encuentran tan comprometidos, irradiados y afectados, por el diagrama de poder de la corrupción, que forman parte, como engranajes, de otras estructuras de poder, ajenas a la institucionalidad estatal. Estas son las condiciones corrosivas sobre las cuales se elaboró la Ley Minera.
Análisis de la Ley Minera
En resumidas cuentas la Ley Minera tiene una composición y estructura jurídica conformada como dispositivo normativo favorable al extractivismo y al paraíso fiscal para las empresas trasnacionales extractivistas, con la excusa de la atracción de capitales de inversión. El mismo argumento usado por las élites liberales de todos los tiempos.
La Ley incorpora el concepto de Función Económica y Social (FES) en el campo minero, concepto traído del campo agrario. ¿Cuál es la razón? La FES en minería propone el aprovechamiento de las riquezas minerales, bajo la modalidad de sustentabilidad ambiental, impulsando la generación de empleo. El objeto de esta incorporación, proveniente de las disposiciones normativas agrarias, no radica tanto en evitar tierras ociosas, como en el caso del régimen agrario, sino en presentar la cara positiva de la minería, que se resume al empleo, ocultando su lado oscuro, la que tiene que ver con sus efectos contaminantes, depredadores y destructivos.
La Ley Minera atenta contra los derechos de los seres de la madre tierra, los derechos de los ciclos vitales, el ciclo del agua, el ciclo del aire, el ciclo de los suelos, el ciclo de los bosques, los ciclos entrelazados de la biodiversidad. Es la imposición de la fuerza de la ley del capital. El agua es regalada a las empresas mineras, desconociendo de plano los regímenes normativos sobre la gestión del agua, del aire, de los suelos, de los territorios, de los bosques, establecidos por la Constitución. La Carta Magna establece que los recursos naturales no son mercantilizables, están destinados al vivir bien. La Constitución declara al agua derecho fundamental, derecho vinculado a la vida. Atentar contra este derecho al agua es atentar contra la vida. La Ley minera hace caso omiso de lo que exige la Constitución: Estos recursos no podrán ser objeto de apropiaciones privadas y tanto ellos como sus servicios no serán concesionados y están sujetos a un régimen de licencias, registros y autorizaciones conforme a Ley.
La Ley Minera revalida la garantía estatal de seguridad jurídica y promociones de las inversiones privadas, como principios legales, principios valorativos y regulativos del régimen económico, que no puede ser otro que capitalista, desde la perspectiva de la Ley. El horizonte abierto por la Constitución de economía social y comunitaria ha desaparecido.
En la lógica de Estado rentista, la Ley determina que el Interés Económico y Social, la razón por la que un actor desarrolla actividades mineras, se efectúa con el pago de la patente minera, así como con el inicio de actividades en el plazo de un año desde la fecha de la firma del contrato respectivo. Esa es el procedimiento con el que se obtiene el derecho privado para el aprovechamiento de los recursos pertenecientes al pueblo boliviano, sin haberle consultado.
Las actividades prioritarias identificadas por la Ley son la prospección y la industrialización. Una vez más se constata el espíritu colonial de la Ley, su enraizamiento en el desenvolvimiento del capitalismo dependiente. Esto por que promueve como tarea prioritaria la exploración minera en busca de nuevos yacimientos, manifestando claramente su horizonte económico, que no es otro que el modelo extractivista. En lo que respecta a la industrialización, no hay ni siquiera simetría con las tareas prospectivas; se trata más bien de objetivos disminuidos, muy lejos de la revolución industrial y tecnológica. La Ley tantea la industrialización de una manera fragmentaria, desarticulada y casi provisional; se trata de una actividad transferida a la responsabilidad de los agentes privados, responsabilidad de la que el Estado sorprendentemente se excluye. Al respecto, Carlos Arze anota: mientras (la Ley) determina que el Estado estará encargado de promover la industrialización por empresas privadas o por cooperativas, la participación estatal está relegada a la posibilidad de que las empresas públicas cuenten con recursos financieros propios. De manera específica, se ratifica que en la industrialización de los recursos evaporíticos (litio), la participación puramente estatal (100%) sólo alcanzará a los procesos de “química básica” y los procesos de industrialización propiamente dicha contarán con la participación de empresas privadas nacionales o extranjeras[187].
¿Qué pasa con la propiedad colectiva sobre los recursos naturales del pueblo boliviano? La Ley efectúa el mismo desliz emprendido por los neoliberales cuando se enfrentaron a la propiedad estatal sobre los recursos naturales, establecida en la anterior Constitución. Con la artimaña legal parecida a la de dejar que la propiedad estatal de los hidrocarburos quede en el subsuelo, dejando de serlo desde boca de pozo, a partir de donde se convierte en propiedad privada, en propiedad de las empresas hidrocarburíferas trasnacionales, la Ley minera limita la propiedad de los bolivianos a los yacimientos mineralógicos, en tanto que, en condición de minerales extraídos, el producto de la explotación se convierte en propiedad de la empresa minera. Si bien los Derechos Mineros no otorgan a los sujetos mineros, de cualquier perfil organizativo, ni a sus socios “derechos propietarios ni posesorios sobre las Áreas Mineras”, de todas maneras se les confieren el “derecho de propiedad, libre disposición y gravamen sobre la producción minera”. Sumándose a este otorgamiento el derecho de aprovechar “los residuos minero-metalúrgicos, como ser colas, desmontes, relaves, escorias y similares”.
La Ley minera no solo es inconstitucional sino que atenta contra la armonía y la complementariedad del conjunto de los derechos, rompiendo la integralidad jurídica. Los derechos mineros, que deben entenderse como los derechos de los propietarios privados mineros, están por encima de los otros derechos, incluso de los derechos fundamentales[188]. De entrada vulnera los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, consagrados en la Constitución. No respeta para nada sus territorios, su autonomía, su libre determinación, su autogobierno, su gestión territorial, sus instituciones, sus normas y procedimientos propios; mucho menos respeta el derecho a la Consulta con Consentimiento Previa Libre e informada. Es una Ley anti-indígena.
La Ley minera parte de la premisa estatal del fomento de las inversiones mineras; en este sentido, la fórmula jurídica dispone que los derechos mineros tienen primacía sobre la propiedad agrícola de la tierra. Llegando al extremo de facultar a los derechos mineros de ejercer expropiaciones de propiedades agrícolas, garantizando la continuidad, expansión y desarrollo de la actividad minera.
Estamos ante una Ley que expande e intensifica el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Es como la realización de la pesadilla del proyectado capitalismo andino-amazónico[189]. Lo que está en marcha es este proyecto antelado, arrollando la Constitución, descartando de sopetón las finalidades políticas inherentes a las luchas de los movimientos sociales. Imponiendo el mismo esquema colonial instaurado desde la llegada de los conquistadores, pasando por las oligarquías regionales, los periodos republicanos, los ciclos liberales, los ciclos nacionalistas, el periodo neoliberal. El esquema colonial se inscribe en la carne y en los territorios como despojamiento y desposesión de culturas, de recursos naturales, de ciclos vitales, deglutiéndolos en el estomago de la valorización abstracta de capital. El esquema colonial es la condena extractivista.
La Ley Minera otorga a las empresas amplios derechos para obtener utilidades, expatriar capitales y especular. En la Ley se otorga a las empresas mineras el derecho a la libre disposición de las utilidades, abarcando el derecho a la remisión de estas utilidades al exterior, exigiendo la única condición de cumplir con las obligaciones tributarias. Al respecto Carlos Arce hace la siguiente anotación: Cabe anotar aquí, que el reconocimiento del derecho de libre remisión de utilidades para los empresarios privados contradice el Artículo 351 de la Constitución Política del Estado que determina la obligación para los contratos de asociación mixtos de explotación de recursos naturales, de reinvertir sus utilidades en el país[190].
Ante la eventualidad de protestas, demandas, reivindicaciones, interpelaciones, movilizaciones y tomas, la Ley se convierte en un dispositivo represivo, criminalizando la protesta. Está claro que estamos ante una ley que garantiza los intereses y las inversiones de las empresas trasnacionales extractivistas, así como de las empresas privadas del país, incluyendo a las empresas cooperativas mineras. Es una ley anti-proletaria.
La Ley Minera no solamente es una ley anti-indígena, no solamente es una ley anti-proletaria, es también una ley anti-patria. ¿Qué es lo que sale a luz? Con todas las concesiones a las empresas privadas, trasnacionales y cooperativas, con los obstáculos puestos a la recomposición integral de COMIBOL, con la promoción a la expansión privada, trasnacional y cooperativa, con la conformación del paraíso fiscal para las empresas extractivistas trasnacionales, no solamente se pone en suspenso la soberanía, demoliéndola efectivamente, en la práctica, en el ejercicio económico, político y jurídico de los circuitos productivos, comerciales y financieros, sino también se entrega, en bandeja, los bienes comunes de los bolivianos a la vorágine del capitalismo extractivista.
Confines proletarios
¿Cuáles son los ámbitos de relaciones de los trabajadores mineros con el mundo? ¿Cómo se constituyen los mineros en el mundo? ¿Cómo constituyen el mundo? ¿Cómo los constituye el mundo? Hay que compenetrarse de estos climas, de estas atmósferas, de estos espesores de relaciones, para poder acceder al sentido inmanente del acontecimiento; en este caso, del acontecimiento histórico, en constante devenir, de la constitución del proletariado minero boliviano. Hay que tratar de comprender sus perspectivas móviles, intensas, manifiestas, aunque no necesariamente expresadas en discursos. Al respecto, el discurso teórico, el discurso político, el discurso ideológico, que han hecho causa de las luchas del proletariado minero, interpretan lo que acontece desde marcos teóricos, desde marcos políticos, desde marcos ideológicos. Lo hacen de una manera deductiva, logrando interpretar por analogías; rasgos que verifican la teoría son enaltecidos. Empero, queda sin interpretar, queda en la sombra, oculto a los ojos de estos “revolucionarios”, las perspectivas propias de los trabajadores mineros, sus percepciones, sus pasiones, sus afectos, sus deseos. Por eso no pueden comprender la intensidad de sus actos, que casi siempre los asimilan a la “consciencia de la clase en sí”.
Si bien estos discursos han coadyuvado en la organización del proletariado minero, otorgándole expresiones discursivas argumentativas, a la larga, en la medida que eran ajenos a los espesores de la experiencia y de la memoria social del proletariado minero, no pudieron sostener la continuidad de la lucha, no pudieron liberar la potencia social del proletariado, no pudieron desatar las subversiones múltiples contra las dominaciones polimorfas y las formas de explotación del capital. Se quedaron sólo con el perfil universal de las insurrecciones obreras, sin poder convertir estas insurrecciones en una guerra permanente contra el Capital y sus dominaciones.
No podrían hacerlo; las representaciones discursivas, externas a los espesores de la percepción, apegadas a racionalidades abstractas, vaciadas de contenidos, no logran acceder a las sensaciones, a las imaginaciones inherentes, a la explosión de las percepciones; por lo tanto, están lejos de acceder al sentido inmanente[191]. Como lo que ocurre con todo el racionalismo, también con el empirismo; llegan a deducir, en un caso, o inducir, en otro caso, aspectos universales, situaciones generales, analizando el valor abstracto de estas iluminaciones. No pueden comprender la singularidad de lo que acontece, las intensidades emergentes en los sucesos, no pueden sentir los efluvios existenciales brotados de la piel de los y las movilizadas, no pueden acceder al mundo del proletariado minero.
Lo que tienen estos discursos son narrativas explicativas, cuadros conceptuales, cronogramas anunciados, sentidos deducidos de los paradigmas, sentidos inducidos por las generalizaciones, dadas las regularidades encontradas. Esta aproximación teórica, pues no es otra cosa, se queda ahí; se contenta con esta verdad histórica o verdad económica, también verdad social. Estas verdades científicas pretenden ser la síntesis abstracta de la multiplicidad de singularidades; pero, no son más que un esquema vacío, un esqueleto lógico, llenado con esfuerzo por la colocación de datos y documentos estudiados, que hacen de carne disecada. Quizás todo esto ayude como vista panorámica; empero, está lejos de dar cuenta de las dinámicas del acontecimiento.
El acontecimiento de la emergencia del proletariado minero, en su devenir, en sus historias, en su distribución y dispersión, en el condicionamiento de los lugares y territorialidades, también en sus conglomerados, en sus articulaciones, en sus reuniones, en sus marchas y movilizaciones, no es comprensible si no se toman en cuenta los flujos afectivos, las pasiones constitutivas, las sensaciones trabajadas por la memoria, las percepciones trabajadas por las racionalidades concretas e integrales.
La constitución de subjetividades históricas, que contienen espesores de experiencias y memoria sociales, no es el resultado mecánico de fuerzas “externas”, por así decirlo, sin entrar en mayor discusión, pues requiere de la intervención de fuerzas “internas”, en el mismo sentido provisional que el anterior. Si bien es el mercado internacional, conformado por los efectos de la revolución industrial - mercado, en parte heredado, de los ciclos largos de las hegemonías capitalistas anteriores, empero, en gran parte, transformado por los requerimientos de esta revolución industrial, sobre todo por el nuevo cuadro de materias primas demandadas -, el que constituye, por así decirlo, el carácter de su articulación mundial de los nuevos Estado-nación de las periferias del sistema-mundo capitalista, ocasionando la apertura de la “industria” extractivista, sobre todo minera, en aquel entonces; de todas maneras, se desatan fuerzas “internas”, emergentes de la formación social concreta, que empujan a la formación del proletariado minero. Estas fuerzas “internas” explosionan debido a la disgregación de las comunidades, buscando en su diseminación conglomerarse en nuevas cohesiones sociales. Las fuerzas “internas”, desatadas de la disgregación comunitaria, son el substrato de la formación del proletariado minero. El proletariado minero de Los Andes tiene sus propias características históricas, sus propias peculiaridades, expresa las singularidades locales, territoriales y culturales de su acontecer.
En otras palabras, tradiciones comunitarias son transferidas a las prácticas solidarias, a las relaciones de cohesión social, a los ritos y ceremonias de la mancapacha; por ejemplo, los ritos y ceremonias entorno al “Tío” de los socavones. La subjetividad de este proletariado minero es pues “abigarrada”, usando un término conocido en la sociología boliviana. Estos ex-comunarios, devenidos de la historia dramática de los mitayos, usan la forma sindicato como organización de defensa y de luchas. Asumen las formaciones discursivas modernas de las luchas sociales y obreras, como la formación discursiva anarquista, primero, la formación discursiva marxista después, teniendo, como puente la formación discursiva del nacionalismo revolucionario. Sin embargo, estas formaciones discursivas son interpretadas desde los códigos subyacentes heredados, guardados y activados por la memoria social.
Cuando los trabajadores mineros salen de la mina, después de sus asambleas deliberativas, cuando llegan a consensos y logran resoluciones, salen a la movilización, a la marcha, a la toma de los espacios, cuando sus cuerpos se congregan en multitud compacta, llevando sus guardatojos, sus chamarras de cuero, sus botas y el infaltable bolo del acullico, lo que emerge somáticamente es la actualización de la memoria social. Los trabajadores mineros son particularmente apasionados; lo son de una manera propia, andina; pero, también lo son de una manera moderna, se sienten clase. Son orgullosos de serlo; consideran que sostienen el país con su sacrificio. En las movilizaciones llevan la dinamita, a la que están acostumbrados para abrir boquetes en los socavones, siguiendo la ruta de las vetas; dinamita, arma de expresión explosiva, arma de defensa y arma de lucha. Miran desde lo profundo de su cuerpo, miran desde el tiempo transcurrido, interpelando furiosamente el presente.
Lo que piensan, lo que expresan, es una maraña de intensidades. El discurso ideológico no capta esta maraña; sólo interpreta desde el telos de de la “ideología” el sentido atribuido por la teoría. Es importante comprender su ímpetu arronjado, su desprecio a la muerte, dispuestos al gasto heroico en el momento de la protesta.
En el imaginario político boliviano del siglo XX, los mineros se convirtieron en un mito. Era imposible imaginar una revolución sin ellos. Así como era difícil explicarse la historia política sin ellos. Los mineros eran la revolución misma encarnada en sus cuerpos. En gran parte este mito se debe a su coraje demostrado, también a la centralidad en la formación social del proletariado. Prácticamente, el proletariado minero desaparece con el neoliberalismo, por lo menos como centralidad: Lo “relocalizan”. Van a pasar años, quizás ocho, para que su figura legendaria vuelva reaparecer en el horizonte. Reaparecen mayoritariamente como trabajadores cooperativistas mineros, después lo hacen como trabajadores sindicalizados de las empresas nacionalizadas. Otra vez se vuelven importantes, por lo menos en la manifestación de los hechos y sucesos convulsos de la política; empero, nunca con el impacto estratégico y estructural que tuvieron en medio siglo de luchas sociales en Bolivia, durante el siglo XX.
Una mañana, en el Prado, los vi marchar. Una larga columna que daba la vuelta al Prado. La aplastante mayoría era lozanamente joven; muchachos trabajadores, curtidos por el k’aqchiu, por su labor horadadora de las rocas. La edad moza de este proletariado me llamó la atención; quizás de un promedio de alrededor de los veinte años. Muchos incluso reflejaban una edad menor. Estos trabajadores mineros del siglo XXI recogían algunos rasgos de la leyenda minera. Orgullosos, compactos, desafiantes, dispuestos a todo, cohesionados por lo que llamaremos la cultura del k’aqchiu. Sin embargo, también expresaban otros rasgos, nuevos, distintos, en contraste. Las consignas que coreaban no eran las mismas que sus antecesores. Sus estribillos no eran políticos; sus preocupaciones se anclaban en las preocupaciones coyunturales y de gremio. Para ellos era más importante identificarse como cooperativistas que como proletariado minero. El boquete abierto por el neoliberalismo marcó sus consecuencias; las mismas que podemos resumir como despolitización.
Hoy asistimos a eso, a marchas, bloqueos, tomas, de los trabajadores mineros, sean sindicalizados o cooperativistas, despolitizadas. No dejan de ser apasionados los trabajadores mineros, no dejan de ser impetuosos y arronjados; empero, su sacrificio no tiene horizontes, salvo el marco gremial restringido.
El conflicto minero actual, entre sindicalismo y cooperativismo, no tiene salida, desde la perspectiva proletaria. Tanto el sindicalismo minero puede observar como salida la estatalización de la minería, así como el cooperativismo minero puede observar como salida la expansión del régimen cooperativista; sin embargo, estas son salidas gremiales, no lo son en los horizontes históricos del proletariado. Hay pues una crisis de constitución social y subjetiva, quizás se pueda hablar de una crisis de reconstitución de la clase. No se puede salir de esta crisis sin una politización.
Son los trabajadores mineros los que deben discutir su porvenir, a la luz de la experiencia social de las luchas, a la luz de la historia política vivida, a la luz de la memoria social, a la luz de la complicada experiencia del llamado proceso de cambio. Sería restrictivo apostar a la inmediatez de los intereses sectoriales del momento, descartando los intereses de clase, escondidos en el espesor del presente. Jugarse la vida por los intereses gremiales es como darle un valor provisional a la vida. Estos jóvenes trabajadores mineros tienen la responsabilidad histórica de reflexionar colectivamente sobre su condición social y subjetiva en la coyuntura de crisis del proceso de cambio, en el contexto de la crisis financiera y de hegemonía del ciclo del capitalismo vigente. La burocracia sindical y los patrones administrares y dirigencias de las cooperativas mineras no pueden imponerles la agenda. Esta agenda burocrática y gremial será restrictiva; la agenda colectiva es de emergencia, pues el destino de estos trabajadores mineros, de este proletariado minero, está íntimamente ligado al destino de los pueblos que luchan por sus emancipaciones y liberaciones, está íntimamente ligado a la transición hacia una economía no extractivista.
¿La elaboración, el acuerdo y el consenso sobre esta agenda es una tarea de las “vanguardias”, así como lo habían asumido las izquierdas durante el siglo XX? Esta es la gran discusión del siglo XXI[192]. Por nuestra parte, no creemos que sean las “vanguardias” las que introduzcan una agenda de emergencia histórica, mucho menos, inocular la llamada consciencia de clase. Esta actitud forma parte del mesianismo y de los esquematismos del fundamentalismo racionalista de estas izquierdas. Estas “vanguardias” han resultado ser expresiones de las nuevas religiones políticas del siglo XX, castradoras de la creatividad de las dinámicas sociales. La historia política de las sociedades humanas, sobre todo el fracaso de las revoluciones, nos ha enseñado que no se trata de dirigir, de conducir, al proletariado, a los pueblos, sino de construir participativamente consensos de lucha, consensos de decisiones colectivas, abriendo rutas imaginativas y adecuadas, dependiendo de las historias y territorialidades concretas, variadas, diferenciales, plurales, efectuando el accionar alterativo de las dinámicas sociales[193].
Reflexiones sobre la Ley Minera
Una primera reflexión sobre la Ley Minera tiene que ver con la modalidad que instituye la Constitución. En el horizonte histórico y político que abre la Constitución se establece la construcción colectiva de la ley, diremos también la construcción participativa, pluralista e intercultural de la ley.
Por otra parte, una segunda reflexión tiene que ver con la integralidad normativa de la transición; la Ley Minera no puede desentenderse de lo que llama la Constitución las leyes fundamentales, que llamamos nosotros las leyes fundacionales. La Ley Minera debe formar parte del “sistema” normativo que coadyuva en la transición hacia un pos-capitalismo.
Una tercera reflexión tiene que ver con la transición misma que conlleva la misma Ley Minera, como tarea constitucional. En términos resumidos, se trata de una ley que contribuye a la transición, transitando de la salida del modelo extractivista del capitalismo dependiente hacia un modelo productivo-producente, en el contexto de la economía social y comunitaria, el paradigma económico y ecológico, en la perspectiva de la eco-industrialización y la revolución tecnológica limpia, buscando el logro de la soberanía alimentaria, además de los logros de las complementariedades económicas y sociales, tanto en el país, en la región, en el continente y en el mundo.
Una cuarta reflexión tiene que ver con las condiciones actuales de la minería en Bolivia; por lo tanto, con la definición de rutas de transición, rutas concretas a las problemáticas, a los rubros, a las formas “empresariales” complementarias, en la perspectiva de integrar las producciones mineras, encaminándolas a la industrialización, a la articulación económica con el mercado interno y la integración continental. Estas rutas no pueden dejar de comprender los requerimientos ecológicos, buscando evitar los impactos negativos, contaminantes y depredadores. Respetando los derechos fundamentales, los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, los derechos de los seres de la madre tierra. Dando lugar constantemente a consensos, para avanzar en conjunto y de una manera acordada. Al respecto, es indispensable respetar lo que plantea el segundo numeral de la octava disposición transitoria de la Constitución: En el mismo plazo, se dejarán sin efecto las concesiones mineras de minerales metálicos y no metálicos, evaporíticos, salares, azufreras y otros, concedidas en las reservas fiscales del territorio boliviano.
Las concesiones a empresas trasnacionales extractivistas deben quedar anuladas. Las concesiones a empresas privadas deben quedar en suspenso, sujetas a revisión, de acuerdo a los mandatos constitucionales. Las concesiones a las cooperativas mineras deben quedar en suspenso, sujetas a revisión, dependiendo de los condicionamientos constitucionales, además garantizando el cumplimiento de la razón social y sin fines de lucro de las cooperativas, además, claro está, de prohibir la explotación de los trabajadores.
Todo el régimen de tributaciones, regalías e impuestos debe estructurarse, ciertamente, de acuerdo a los mandatos constitucionales; sobre todo acercándose, por lo menos, al régimen establecido en los rubros de hidrocarburos.
Proponer una transición viable y rápida cumpliendo con la prohibición constitucional de exportar materias primas. En este sentido, en esta transición, controlar, clasificar, el conjunto de minerales no pagados por las empresas trasnacionales, que se llevan como tierra, obligándolas a pagar inmediatamente y resarcir los daños, por concepto de no pago. Esto como corrección temporal, pues el objetivo es no exportar materias primas.
Defender los ciclos vitales del agua, del aire, de los suelos, de las cuencas, de los ecosistemas, de los bosques. Al respecto, se debe garantizar el agua para la vida, evitando convertirla en un insumo de lavado del extractivismo mineral depredador. En todo caso, el agua usada debe pagarse; su costo debe comprender la valorización de los impactos.
Son indispensables los acuerdos, los consensos, en los términos de una planificación integral y participativa, con enfoque territorial, como establece la Constitución, en los ecosistemas donde se realizan actividades mineras. Consensos entre todas las instancias involucradas, trabajadores mineros, poblaciones, pueblos, comunidades, empresas, Estado.
La Constitución establece que es el pueblo boliviano el propietario de los recursos naturales, no el Estado. Toda ley, comenzando por las fundacionales, debe normar este derecho del pueblo boliviano. Es indispensable establecer mecanismos claros, efectivos, para realizar este derecho. El pueblo boliviano es quien ejerce soberanía sobre los recursos naturales, es también quien debe decidir sobre su destino, así como deliberar y decidir sobre las políticas de recursos naturales, las políticas mineras, las políticas hidrocarburíferas, las políticas evaporíticas y de los salares, las políticas sobre el espacio electromagnético. La Ley Minera está en la obligación de plasmar artículos que hagan factible esta disponibilidad del pueblo boliviano.
En la Ley Minera deben quedar expuestas las estrategias políticas mineras. Estas estrategias tienen que construirse participativamente, deliberadamente e interculturalmente; deben ser resultado de consensos. Para tal efecto es importante que el pueblo boliviano este informado sobre las riquezas minerales que se tienen identificadas como “reservas”. No puede haber secretos en democracia, menos en una democracia participativa. Esto es importante al momento de construir colectivamente las políticas integrales mineras, articuladas a las otras políticas integrales de los recursos naturales; enfocadas en las transiciones hacia alternativas al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo.
El gobierno ha dicho que, sobre el conflicto minero, sobre la Ley Minera, se comienza de foja cero, retomando como referente y mandato la Constitución. También ha dicho que en la elaboración de esta Ley deben participar todos los sectores. Esta actitud parece mostrar buenas señales, en atención a un campo estratégico como la minería. Esperemos que estas declaraciones sean honestas, se hagan efectivas, se abran espacios para la efectuación de la democracia participativa. No ocurra como con las otras leyes, sobre todo las fundacionales, que fueron elaboradas al viejo estilo de sigilosos secretos, en manos de grupos de “especialistas”, que preservan el espíritu leguleyo y la herencia jurídica colonial. Esas leyes son inconstitucionales, no sólo por la forma de abordarlas, sino, sobre todo, por que contravienen a la estructura conceptual y normativa de la Constitución.
La ley como huella del gobierno e inscripción del Estado
La pregunta es: ¿qué nos dice una ley, la elaboración de la ley, la forma cómo se la elaboró, su composición culminada, su estructura normativa, sus alcances, lo que permite la ley, lo que prohíbe la ley, el tipo de dispositivo en que se convierte, del gobierno responsable de su formulación? Extendiendo la pregunta: ¿Qué nos dice la ley respecto del Estado donde se conforma esta ley y donde ha de formar parte, como dispositivo legal, del sistema de derecho? Se trata de leer, a partir de la ley, encontrando en ella los rasgos, las inscripciones, el perfil dibujado y repetido del gobierno que deja sus huellas, así como del Estado que incrusta en el escrito su “espíritu”. Este método es como la técnica del cazador. Persigue las huellas buscando en ellas el recorrido de su presa. A partir de la forma de las huellas, conmensurar la hendidura, sus características, su tamaño, pondera la morfología del animal, su anatomía, su peso, sus costumbres. Por la frescura de la huella, la distancia dónde se encuentra. De la misma manera, encontremos en la ley elaborada la anatomía del gobierno y la morfología del Estado en cuestión.
Hablamos de la Ley Minera. Después del conflicto en torno a la Ley, pretendiendo reducir el problema a un solo artículo, el 151, se ha formado una comisión para replantear el texto de la Ley. Según el propio presidente, como la Ley contraviene la Constitución, sumándose a esto los contratos de las cooperativas mineras con empresas privadas, el contrabando de estos contratos, con complicidad de personeros del gobierno y del ministerio del ramo, la Ley misma no es otra cosa que traición a la patria; se deja todo en foja cero, se comienza de nuevo, no sólo con todos los sectores involucrados en minería, sino con la participación de las organizaciones e instancias comprometidas del pueblo boliviano. Sin embargo, de acuerdo a la interpretación del ministro de gobierno lo único que está en cuestión es el artículo 151, observado por los cooperativistas mineros, pues quieren volver al consenso logrado, entre ejecutivo, sindicatos mineros y cooperativas mineras; consenso donde se les permite asociación con terceros. Este parece ser también el criterio del vicepresidente. No queda claro pues cuáles son los alcances y atributos de la comisión formada, donde reaparecen los que elaboraron la ley; el sindicalismo minero, los cooperativistas mineros, el ejecutivo. Brilla por su ausencia el pueblo boliviano, propietario de los recursos naturales.
Esto es volver a reelaborar la Ley Minera con los mismos responsables de una Ley que contraviene plenamente las disposiciones constitucionales. ¿Se quiere corregir la falta, el delito constitucional, que el propio presidente calificó de traición a la patria? Tampoco queda clara la posición del gobierno, por lo menos en lo que respecta al presidente, pues el vicepresidente y el ministro de gobierno manifiestan que sólo se trata del artículo 151, haciendo caso omiso de las vulneraciones a la estructura normativa de la Constitución. Esta contradicción parece no importarles. Lo mismo ocurrió con las leyes fundacionales; el contraste manifiesto con la Constitución no les preocupó en absoluto. Bastaba con afirmar, sin ninguna consideración lógica, que lo que se hacía, elaboraba, aprobaba y promulgaba, estaba de acorde con la Constitución, para que esto ocurra como por arte de magia, sin importar las evidentes vulneraciones e incumplimientos constitucionales.
Con la Ley Minera vuelve a ocurrir lo mismo. Lo grave es que esta Ley tiene efectos inmediatos, no solamente en lo que respecta a la expansión e intensificación del modelo extractivista, sino en la entrega de los recursos mineros, en condiciones de despojo, a las empresas privadas; entre ellas a las empresas cooperativas, ocultando el paraíso fiscal abierto a las empresas trasnacionales extractivistas. Las preguntas que nos hicimos en artículos anteriores es por qué ocurre esto, por qué el gobierno reformista no sólo continua la política privatizadora neoliberal, sino que la intensifica y la extiende. La respuesta que nos dimos es que esto se explica por corrupción a todo nivel. En otras palabras, el poder de las empresas trasnacionales tiene comprometido al gobierno, a los hombres del gobierno. Así como el gobierno tiene cooptadas a las dirigencias sindicales por la prebenda y el clientelismo. Lo grave es que esta corrosión institucional y esta corrupción galopante compromete los recursos naturales de los bolivianos, hace entrega de la propiedad de los bolivianos, en condiciones lamentables, que no se puede calificar de otra manera que como tipifica la propia Constitución, como traición a la patria.
Entonces, ¿qué nos dice la Ley Minera elaborada respecto al perfil del gobierno y del Estado? Un gobierno que legaliza el régimen preponderantemente privado de la minería, es un gobierno que se conduce, en la práctica, no en el discurso, que ha resultado ser palpablemente demagógico, por una política privatista, entreguista y extractivista. El carácter privatista muestra claramente la continuidad de la política neoliberal en minería, a pesar de las puntuales nacionalizaciones. Por el carácter entreguista se muestra como un gobierno subordinado a las estructuras de poder de las empresas trasnacionales. Por su carácter extractivista devela se apego a la colonialidad económica. Estamos ante un gobierno que, a pesar de las poses políticas, la retorica “antiimperialista”, repite las prácticas de la gubernamentalidad dependiente y colonial de los gobiernos anteriores. La gubernamentalidad sigue siendo liberal, con el aditamento que se ejerce esta administración pública bajo un discurso pretendidamente soberano, nacional, popular e indígena.
¿Cómo explicar este contraste de un gobierno que, por un lado, hace aspavientos de un discurso trillado “antiimperialista”, por el otro lado, efectúa una política minera privatista, entreguista y extractivista? Complicando más los contrastes evidentes, ¿cómo explicar estas conductas duales entre un gobierno que se declara, en los foros internacionales, ser defensor de la madre tierra, y en la práctica atenta contra los derechos de los seres de la madre tierra, cono lo hace con la Ley Minera? Al respecto, hemos usado la hipótesis interpretativa de que las llamadas “revoluciones” cuando desembocan en el poder institucional, en la administración del Estado, en la llegada al gobierno, se convierten, inmediatamente en contra-revoluciones, al usar el Estado para defenderse, convirtiéndose en engranaje de estructuras de poder ya establecidas en el mundo, en la región, en el país. Si bien esta hipótesis nos permite tomar en cuenta las historias políticas de las “revoluciones” en el mundo, comprendiendo la trama recurrente de los dramas políticos, de sus paradojas y aporías, no termina de explicar un caso singular, como es la de un gobierno progresista convertido en operador del extractivismo minero, al mejor estilo neoliberal.
La otra hipótesis que hemos usado, para explicar esta conducta ignominiosa, es que la elaboración secreta, entre amigos, de la Ley Minera, se debe a la intervención de un factor perverso, la economía política del chantaje; economía política paralela, que contiene como prácticas de concomitancia y complicidad las formas proliferantes de corrosión institucional y de corrupción. Hemos dicho que detrás de este cohecho se encuentran las empresas trasnacionales, empresas que cuentan en su haber con un manejo, de larga data, de estas prácticas de coerción, además de contar con presupuesto especial para hacerlo.
Ambas hipótesis, la trama dramática de los procesos políticos, el diagrama de poder de la corrupción, ayudan a entender el funcionamiento del juego de fuerzas en los campos de poder, en el campo político, concretamente. Sin embargo, falta explicarse cómo se ha llegado a esta situación, cómo se ha caído en las redes de estructuras de poder establecidas. Vamos a proponer una tercera hipótesis interpretativa de este acontecer complicado de los juegos de fuerzas.
La inclinación subjetiva por la corrosión
Esos circuitos paralelos, que bordean y atraviesan las instituciones, están ahí, circulando, funcionando, dando lugar a la corrosión y al desvío, también esperando el momento, como agazapados. Al final se toma la decisión, alguien la toma, una persona, un grupo de personas, de influencia, de decisión. El punto de inflexión, el punto, mas bien, de caída, se da en el momento propicio. ¿Debilidad? ¿Ruptura ética y moral? ¿Cálculo “pragmático” y oportunista? ¿Qué es lo que lleva a la persona o al grupo de personas, que después tejen una red, a dar el primer paso? ¿La creencia que pueden controlarlo, que pueden controlar este desliz? Lo cierto que el primer paso dado es el gran salto a la órbita gravitatoria de la economía política del chantaje. Una vez dado ya no se sale con facilidad de este circuito paralelo. La “lógica” de la gestión ya no es la de la normativa institucional, ésta queda como pantalla, esta “lógica” administrativa queda sustituida por la “lógica” de la maximización del beneficio aprovechando las oportunidades. Esta maximización del beneficio opta por procedimientos extremadamente “pragmáticos”, si así podemos hablar, pues no se hace problemas ante el obstáculo de las disposiciones normativas y administrativas. Como dice la sabiduría popular, hecha la ley, hecha la trampa. Menos se hace problemas ante dilemas morales; estos desaparecen en el empirismo del corrupto.
El tema es cómo resuelve el corrupto el tema de las justificaciones públicas, pues estas opciones paralelas, afectan notoriamente el desempeño de la gestión pública, ocasionando el deterioro de la misma, afectando la calidad de los resultados y de las obras o convirtiéndolas en resultados miserables y en obras fantasmas. Las justificaciones públicas optan por la ficción, por la impostura, recurriendo a la propaganda y publicidad desmesuradas. Mientras el discurso trata de convencer, incluso al que lo emite, que se está en lo mismo, que se continúa con el proceso de cambio, que, si hay contingencias, se debe a tensiones creativas, no hay contradicciones, la práctica efectiva, ya atrapada en las redes de la economía política del chantaje, se incrementa, convirtiéndose en un campo determinante, el campo corrosivo de las corrupciones múltiples. Es cuando la institucionalidad acaba completamente tomada por las mallas corrosivas de este diagrama de poder paralelo.
La Ley Minera, tal como se la ha aprobado en la Cámara de diputados, es un síntoma alarmante del grado al que se ha llegado en el avance de la economía política del chantaje. Pues estamos ante una Ley no solamente entreguista y extractivista, la continuidad escandalosa de las políticas neoliberales en minería, sino ante un dispositivo calificado por la Constitución como traición a la patria. Si se ha llegado a esto se ha ido muy lejos.
Estamos hablando de toda la institucionalidad corroída, de la estructura administrativa y normativa puesta al servicio de la ganancia de esta economía política del chantaje. Estamos hablando de personas de poder que han perdido toda medida de las proporciones y las consecuencias. La desconexión con la “realidad” es demasiado grande, casi absoluta, a tal punto que se cree que se puede hacer de todo, hacer cualquier cosa, por más comprometedora que sea, en la medida que se preserve el poder y se imponga la impunidad. Esta psicología es egocéntrica; empuja a las personas involucradas a creerse intocables. No es solamente el dinero, los montos de dinero, por más grandes que sean, lo que explica esta conducta. No es el factor cuantitativo el que puede explicar este comportamiento, es un factor cualitativo y subjetivo. Hablamos de subjetividades demandantes de reconocimiento, cuya demanda de serlo es desesperada; estas subjetividades cuando disponen de poder se expresan desmesuradamente. La demanda de reconocimiento se transforma en la manifestación abierta y ostentosa de despotismo. Estos personajes son generalmente tiranos, pues, de este modo, tratan de ocultar sus profundas vulnerabilidades y carencias.
Por eso, recogiendo lo que dijimos, la Ley Minera se convierte en una radiografía del gobierno, de la situación del Estado, de las subjetividades de los gobernantes y funcionarios de alto rango. La Ley Minera es el síntoma, la intensidad de la sintomatología, de hasta donde ha llegado la descomposición del gobierno, la corrosión del Estado, el derrumbe ético y moral de los gobernantes.
Despojamiento y desposesión extractivista imperial
Las condiciones jurídicas y políticas constitucionales sobre recursos naturales y minería
En el último periodo, vale decir, en la segunda gestión del gobierno reformista hemos escuchado en los discursos oficiales aludir y referirse incansablemente a la Constitución. Lo que importa no es la alusión, ni el acudir al nombre de la Constitución, ni siquiera el repetir memorísticamente los enunciados generales constitucionales. De lo que se trata es saber si la composición, la estructura, la concepción constitucionales se cumplen, se aplican, se realizan. Lo que importa es evaluar si el “espíritu” constituyente, la voluntad del constituyente, la voluntad de las luchas sociales desplegadas, luchas que abrieron el proceso y el horizonte constituyente, se efectiviza; no solamente en el llamado desarrollo legislativo, que debería ser fundacional, sino efectivamente, en las prácticas políticas, vale decir, como mecanismos de transformación institucional y estructural. Precisamente, en esta revisión de la aplicación de la Constitución es donde se hace patente el gran contraste entre La Constitución y el desarrollo legislativo conducido por el gobierno, entre la Constitución y la gestión de gobierno, la gestión pública, la gestión administrativa, la gestión legislativa, así como la gestión de control por parte del Estado; faltando con toda evidencia el ejercicio de la democracia participativa, pluralista, directa, comunitaria y representativa.
Los órganos de poder del Estado han contravenido sistemáticamente a la Constitución, vulnerando su estructura normativa y conceptual constitucional. Las que deberían ser leyes fundacionales del nuevo Estado, plurinacional, comunitario y autonómico, no son otra cosa que leyes restauradoras del viejo Estado-nación. Ante semejante contraste, ante evidentes contradicciones entre la práctica gubernamental, legislativa, jurídica, electoral, respecto a los mandados constitucionales, el oficialismo ha optado por explayarse en una discursividad demagógica, sin contenido, sin ningún sostenimiento argumentativo, tampoco sin ninguna corroboración por parte de los hechos políticos y jurídicos. El gobierno ha optado por la simulación y la propaganda, por el teatro político y la impostura, pretendiendo, con el uso descomedido, del apabullante y desmesurado aparato “ideológico”, convencer a la gente de lo que no ocurre, en realidad. Asistimos a un incremento de los contrastes y las contradicciones, a la exacerbación de la propaganda y la publicidad, acompañando la expansión y el dominio de acostumbradas prácticas de poder, cuestionadas por el pueblo, por las movilizaciones, por los postulados de los movimientos sociales; postulados inscritos en las finalidades del proceso de cambio. Asistimos a la reaparición de las formas más grotescas del ejercicio de la política, del ejercicio del poder, desatando, incluso, más que antes, las artes dolosas de las manipulaciones. En este panorama desolador, emerge, de estas condiciones corrosivas, el monstruo de mil cabezas de la corrupción, incluso más expansivamente e intensivamente que antes. La corrupción se ha “democratizado” y popularizado, destruyendo las bases morales de la sociedad, quebrando sus estructuras y relaciones de cohesión. Toda esta marcha vertiginosa de sucesos destructivos del entusiasmo de la gente, toda esta descomposición de lo que llamaremos fue, en un principio, al calor de las luchas y como efluvio de los combates concluidos, el proyecto descolonizador y transformador del Estado y la sociedad, termina pariendo un síntoma alarmante del derrumbe del proceso de cambio, la Ley Minera. Este síntoma muestra el desmoronamiento del proceso en su fase terminal. Después de esta Ley podemos decir: El proceso de cambio ha muerto, que en paz descanse.
Para ilustrar el gran contraste y la profunda contradicción entre esta Ley Minera y la Constitución, haremos una exposición del Título II de la Constitución, Medio Ambiente, Recursos naturales, Tierra y Territorio; Título donde se encuentra el Capítulo Cuarto sobre Minería y Metalurgia.
La condición constitucional de los recursos naturales
El artículo 342 comienza su exposición con un mandato categórico claro: Es deber del Estado y de la población conservar, proteger y aprovechar de manera sustentable los recursos naturales y la biodiversidad, así como mantener el equilibrio del medio ambiente. La claridad esta en sus determinaciones, conservar, proteger y aprovechar; también en el carácter de estas acciones; dice que hay que hacerlo de una manera sustentable, apuntando a la finalidad ecológica de mantener el equilibrio de los ecosistemas. No hay donde perderse; ¿por qué los responsables de la elaboración de la Ley Minera no tomaron en cuenta este artículo? ¿Por qué la Cámara de Diputados se olvidó abiertamente de este artículo? ¿Por qué los ministros y ex-ministros involucrados se hacen a los desentendidos? ¿Por qué el vicepresidente aparece avalando la Ley Minera y apuntando a la revisión de un solo artículo, el 151, de la Ley en conflicto? ¿No leyeron la Constitución? ¿Les dio amnesia? ¿Los diputados que aprobaron la Ley la leyeron o sólo levantaron las manos? Sólo el presidente, el ministro de la presidencia y el actual Ministro de Minería, se expresaron abiertamente, calificando, prácticamente a la Ley y a todo lo que conlleva, como traición a la patria, comprendiendo también a núcleos de funcionarios, comprometidos en ilegales, ilegítimos e inconstitucionales contratos. Sin embargo, lo dicho por el presidente no se acata, quien invita a comenzar de foja cero la elaboración de otra Ley Minera, que se base, respete y se formule desde la Constitución; convocando al pueblo, a los sectores, a las instituciones y organizaciones, a participar en la formulación de dicha Ley. ¿Insubordinación? ¿Desobediencia? ¿La palabra del presidente no tiene importancia a la hora de tomar las decisiones operativas? ¿Qué es lo que ocurre al interior del Estado? ¿Qué es lo que ocurre al interior del gobierno? ¿Quién gobierna?
Todos estos sucesos, su secuencia dramática, son graves; empero, nadie reacciona. Las organizaciones sociales adormecidas y domesticadas callan; sin embargo, se comprometen, por su silencio cómplice, con esta traición a la patria. Los medios de comunicación sólo informan; pero, ocurre como si no se inmutaran de la gravedad de lo que acaece. Estamos ante un pueblo aletargado y una sociedad adormecida; pueblo conformado con lo que ha conseguido, aplastado por la inclinación conservadora de apoyar sin crítica a un gobierno, que todavía les aparece como criatura suya. Olvidando que, siendo esta criatura suya, tiene el pueblo más responsabilidad por vigilar y controlar la conducción de un gobierno, que se reclama responder a los movimientos sociales; gobierno atrapado en la trama del poder. Ante estas condiciones desastrosas, calamitosas y destructivas, que muestran a un pueblo impávido, a organizaciones sociales domesticadas, tal parece que la traición a la patria se va a materializar, además con beneplácito del MAS.
El artículo 342 dice: La población tiene derecho a la participación en la gestión ambiental, a ser consultado e informado previamente sobre decisiones que pudieran afectar a la calidad del medio ambiente. La minería, el extractivismo, son depredadores y contaminantes, afectan el medio ambiente y el equilibrio eco-sistémico; en ningún momento se les ha ocurrido a los elaboradores de la Ley, al Legislativo, al gobierno, consultar a la población. ¿Esta sólo está para nombrarla como referente; empero, no para consultarle, no para respetar sus derechos constitucionalizados? Esta desatención muestra el carácter autoritario de la elaboración de la Ley, el desprecio a la Constitución y al pueblo, en quien supuestamente radica la soberanía. Esta manera de actuar en política, de la misma manera que en todos los periodos republicanos, muestra patentemente que la práctica política no ha cambiado. Han cambiado los personajes, los actores de la política; ahí se ha producido un desplazamiento. Han cambiado los discursos y los símbolos; sin embargo, se han preservado las prácticas, los hábitos y habitus, las estructuras y las relaciones determinantes de las costumbres políticas.
El artículo 346 ratifica lo definido en los artículos anteriores: El patrimonio natural es de interés público y de carácter estratégico para el desarrollo sustentable del país. Su conservación y aprovechamiento para beneficio de la población será responsabilidad y atribución exclusiva del Estado, y no comprometerá la soberanía sobre los recursos naturales. La ley establecerá los principios y disposiciones para su gestión. Esto de no comprometerá la soberanía sobre los recursos naturales, se les pasó a los proyectistas de la Ley. La Ley Minera compromete la soberanía sobre los recursos naturales. Es un dispositivo operador de la dominación imperial, despoja a los bolivianos de sus recursos naturales, entregándolos a la vorágine extractivista dominada por las empresas trasnacionales, extractivismo minero como fase inicial de la acumulación ampliada de capital. Todo este entreguismo se lo hace manteniendo el mismo régimen tributario, impositivos y de regalías, establecidos en el periodo neoliberal.
El numeral II del artículo 348, que se encuentra en el Capítulo Segundo, sobre Recursos Naturales, establece que: Los recursos naturales son de carácter estratégico y de interés público para el desarrollo del país. No son pues para el enriquecimiento privado, como acontece ahora, enriqueciendo a una burguesía cooperativa, que expolia a más de cien mil trabajadores mineros súper-explotados, enriqueciendo estrepitosamente a las empresas trasnacionales, cooperativas, empresas privadas que, en conjunto, sólo dejan al país el 8% del valor de la producción minera. En contraste, el régimen tributario en hidrocarburos deja al Estado el 62%. ¿No es esto una violación espantosa al principio constitucional enunciado en el artículo?
El artículo 350 dice: Cualquier título otorgado sobre reserva fiscal será nulo de pleno derecho, salvo autorización expresa por necesidad estatal y utilidad pública, de acuerdo con la ley. La Ley Minera no otorga títulos; sin embargo, oculta las innumerables concesiones en reservas fiscales a empresas privadas, entre ellas las cooperativas, además de las empresas trasnacionales. Por ejemplo, el gobierno oculta las cuantiosas concesiones territoriales otorgadas a la Empresa Minera San Cristóbal. ¿Por qué lo hace? ¿Por qué encubre estas concesiones? ¿Por qué otorga estas concesiones contraviniendo a la Constitución? ¿Cree que puede hacerlo, incluso vulnerando a la Constitución, porque goza de legitimidad, de credibilidad por parte de la mayoría electoral? ¿De dónde saca esos atributos de hacer concesiones a su antojo, si ni el Estado y el gobierno son propietarios de los recursos naturales? La explicación se encuentra en que el gobierno y el Estado-nación son engranajes del orden mundial imperial, son administradores de la transferencia de los recursos naturales a los centros cambiantes de la economía-mundo y a las potencias emergentes del sistema-mundo capitalista. En otras palabras, el gobierno no gobierna sobre los recursos naturales, son otros los que tienen el dominio sobre nuestros recursos y nuestras reservas. Las estructuras de poder mundial, regional y en el país, se mantienen sólidas y siguen determinando el curso del circuito extractivista.
El artículo 351 tiene que comprenderse en su integral composición, en el marco del Título II, en el Contexto normativo y conceptual definido por la Constitución. El numeral I dice: El Estado, asumirá el control y la dirección sobre la exploración, explotación, industrialización, transporte y comercialización de los recursos naturales estratégicos a través de entidades públicas, cooperativas o comunitarias, las que podrán a su vez contratar a empresas privadas y constituir empresas mixtas. Es el Estado el encomendado a cumplir un papel orientador y operador de estrategias políticas mineras, emergidas de la Constitución; por lo tanto, encaminadas a la independencia económica, a salir del extractivismo, a dejar de exportar materias primas, orientándose hacia la industrialización; articulando estas estrategias mineras con el conjunto de políticas de transición. Realizando la descolonización, la armonía con los ecosistemas, los pueblos, las poblaciones, en la perspectiva del sumaj qamaña/sumak kausay. Sin embargo, el gobierno, la forma concreta y resumida del Estado, anda desorientado, falto de estrategias de transición, deambulando sin horizonte, repitiendo las funestas relaciones coloniales, reproduciendo recurrentemente la dependencia.
El numeral II del mismo artículo dice: El Estado podrá suscribir contratos de asociación con personas jurídicas, bolivianas o extranjeras, para el aprovechamiento de los recursos naturales. Debiendo asegurarse la reinversión de las utilidades económicas en el país. Le sigue el numeral III con la siguiente definición: La gestión y administración de los recursos naturales se realizará garantizando el control y la participación social en el diseño de las políticas sectoriales. En la gestión y administración podrán establecerse entidades mixtas, con representación estatal y de la sociedad, y se precautelará el bienestar colectivo. Y el numeral IV establece: Las empresas privadas, bolivianas o extranjeras, pagarán impuestos y regalías cuando intervengan en la explotación de los recursos naturales, y los cobros a que den lugar no serán reembolsables. Las regalías por el aprovechamiento de los recursos naturales son un derecho y una compensación por su explotación, y se regularán por la Constitución y la ley. La Ley Minera contraviene a este artículo al no exigir la reinversión de las utilidades económicas en el país. La Ley Minera otorga a las empresas amplios derechos para obtener utilidades, expatriar capitales y especular. En la Ley se otorga a las empresas mineras el derecho a la libre disposición de las utilidades, abarcando el derecho a la remisión de estas utilidades al exterior, exigiendo la única condición de cumplir con las obligaciones tributarias. La Ley Minera no sólo no garantiza el control y la participación social en el diseño de las políticas sectoriales, sino que permite todo lo contrario, descartando el control y la participación social. Respecto al numeral IV la Ley no modifica el régimen tributario, de impuestos y regalías neoliberal. Como puede verse, el artículo 351 de la Constitución fue manifiestamente descartado por los escritores de la Ley.
El artículo 352 exige un proceso de consulta: La explotación de recursos naturales en determinado territorio estará sujeta a un proceso de consulta a la población afectada, convocada por el Estado, que será libre, previa e informada. Se garantiza la participación ciudadana en el proceso de gestión ambiental y se promoverá la conservación de los ecosistemas, de acuerdo con la Constitución y la ley. En las naciones y pueblos indígena originario campesinos, la consulta tendrá lugar respetando sus normas y procedimientos propios. La Ley Minera manifiesta una violencia desmedida contra lo enunciado en este artículo, violando oprobiosamente este mandato. Desaparece el proceso de consulta, se ignora a la población afectada, se desconoce a la ciudadanía en el proceso de gestión ambiental, se atenta contra la conservación de los ecosistemas, se discrimina y se margina a las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos. Tampoco la Consulta con Consentimiento, Libre, Previa e Informada tiene lugar; por lo tanto, menos se respeta sus normas y procedimientos propios.
El extractivismo minero, inicio del proceso de producción y de la acumulación de capital
Es menester tener una mirada mundial del capitalismo, no olvidar eso, que el capitalismo funciona como sistema-mundo. Desde esta perspectiva tener bien claro que el extractivismo minero es parte del modo de producción capitalista, que funciona planetariamente. Salgamos de la mera perspectiva de la fábrica, del taller, perspectiva, en gran parte mantenida por Marx y la economía política cuando desarrollan la teoría del valor[194]. El capitalismo no se circunscribe a una fábrica, a un conjunto de fábricas, al espacio económico de un país; el capitalismo es la misma mundialización de la economía basada en la valorización abstracta. El capitalismo funciona como mundo, es una economía-mundo. Desde esta perspectiva hay que dejar de concebir la valorización a partir de un proceso de producción local, particular, incluso regional. La producción propiamente capitalista supone la articulación de las economías del mundo, de sus territorialidades, de sus yacimientos, de sus recursos, de sus poblaciones, susceptibles de convertirse en proletariado y en masa de consumidores. No es conveniente figurar al sistema-mundo capitalista como una gran fábrica, sino, más bien, es conveniente figurarlo como un puzle, armado de una cantidad apreciable de piezas. Cuando las piezas se unen formando el cuadro, la visión del conjunto se da, revela el paisaje, como sentido pictórico capturado. De la misma manera, la valorización del capital se logra cuando se articulan las economías del mundo, dando lugar a un gigantesco proceso de acumulación de capital, basado en la integración de circuitos, circulaciones, procesos productivos, que incorporan como condición e inicio de los procesos productivos al extractivismo, a las distintas formas de extractivismo; entre ellos, el extractivismo minero.
Bajo estas condiciones del funcionamiento del modo de producción capitalista no se puede pretender salir del capitalismo procediendo sólo a las nacionalizaciones de los recursos naturales, recursos atrapados en manos de empresas privadas, principalmente trasnacionales. Las nacionalizaciones modifican cualitativamente los términos de intercambio; mejoran las condiciones económicas del Estado que nacionaliza; empero, sus yacimientos, por ejemplo, mineros, no dejan de pertenecer, formar parte, del modo de producción capitalista planetario. Incluso si las nacionalizaciones formaran parte de un Estado que se reclama socialista, el hecho que las materias prima, transferidas del país a los centros del sistema-mundo capitalista, circulen, alimentando los procesos productivos y la acumulación de capital, hace que el Estado socialista, la economía de transición al socialismo, forme parte del modo de producción capitalista planetario. A la economía-mundo capitalista le es indiferente que la economía nacional se reclame o no de socialista, que el Estado en cuestión se reclame o no de socialista, lo que importa es que esta economía local forme parte del sistema-mundo. Este es el tema y el problema. La economía-mundo capitalista, el sistema-mundo capitalista, el modo de producción capitalista, no se desmontan, no se derrumban, sólo con desplazamientos y transformaciones locales, aunque estas coadyuven, a la larga, al desmoronamiento del capitalismo. El trastrocamiento del sistema-mundo capitalista, del modo de producción capitalista, sólo pude darse mundialmente, mediante transformaciones locales entrelazadas, transformaciones regionales entrelazadas, transformaciones planetarias entrelazadas, transformaciones que configuren otro mundo posible, otros mundos posibles.
En esta transición, mejor dicho, en estas transiciones, es indispensable comprender a cabalidad lo que se disputa en torno al control de los recursos naturales, en nuestro caso, en torno a los recursos mineros. Ciertamente las materias primas son condición material e inicial del modo de producción capitalista. El cálculo capitalista evalúa las materias primas como renta; en el caso de la minería, como renta minera. Hablamos principalmente de una renta diferencial, dependiente de las oscilaciones de los precios de las materias primas; dependiente propiamente de la demanda de las economías industriales. En el cálculo industrial la renta minera, por ejemplo, forma parte de los costos de producción. El cálculo de costo y beneficio busca aminorar los costos y maximizar el beneficio. En este sentido, el complejo productivo industrial capitalista busca pagar menos renta minera, por todos los medios posibles. El complejo productivo capitalista buscará disminuir sus costos de producción, en lo que respecta a la explotación minera, de todos los modos y procedimientos a su alcance. Este complejo productivo tiene, en su composición estratificada, a las empresas extractivistas mineras como operadoras, en esta fase del gigantesco conjunto articulado de procesos de producción particulares. Estas empresas extractivista consiguen bajar los costos de producción obteniendo concesiones dadivosas de los estados, legislaciones bondadosas, regímenes tributarios tímidos, quedando el control de los recursos, de los procesos de explotación, de los circuitos y recorridos, en manos de estos monopolios tecnológicos, financieros y de mercados, que son estas empresas trasnacionales extractivistas. Las nacionalizaciones les perturban; empero, recobran inmediatamente el dominio, pues controlan toda la cadena de los procesos de producción, que suponen la incorporación de minerales y metales. Regímenes tributarios menos tímidos, más exigentes, también perturban el juego de las magnitudes de los costos de producción; sin embargo, las empresas trasnacionales no tardan en recuperarse mediante modificaciones de la estructura de costos y de la estructura de precios de los productos, en todas las fases intermedias y finales.
En la medida que las empresas trasnacionales mantengan sus monopolios, controlen cadenas comerciales y productivas, controlen las tecnologías, además de su vinculación privilegiada con el sistema financiero internacional, los desplazamientos en las economías nacionales les perturba; empero, no afecta a su dominio.
Estas empresas trasnacionales cuentan también con otros métodos y procedimientos para bajar los costos de producción, métodos y procedimientos paralelos. Se trata de la relación concomitante con altos personeros de los gobiernos, presidentes y directores de empresas públicas, técnicos y abogados de las instituciones estatales. Para las empresas trasnacionales todo hombre tienen un precio. De lo que se trata es de lograr comprar favores, en este caso, no importando tanto el monto del precio del soborno, pues las ganancias son muy altas. Entonces, la disminución de los costos de producción comienza con las concesiones, sigue con tributaciones, impuestos y regalías bajas, continúa con informes administrativos tramposos, que ocultan los verdaderos volúmenes y contenidos de la explotación minera; así como exigencias de resarcimientos por inversiones supuestas.
Estas prácticas paralelas de las empresas trasnacionales pueden avanzar tanto que terminan comprometiendo a la institucionalidad misma del Estado. La economía política del chantaje comienza con altos personeros del gobierno, después se forman complicidades “laborales”, se conforman redes, circuitos, hasta estructuras, que operan transversalmente en toda la malla institucional, comprometiendo al que está en el medio, incluyen a las organizaciones sociales, por medio de prebendas y clientelismos. La obtención de favores, de concesiones dadivosas, de tributos bajos, se logra, muchas veces, mediante estos procedimientos paralelos. Por ejemplo, la Ley Minera, que favorece no sólo a la burguesía cooperativa sino a las empresas trasnacionales, se ha logrado, en gran parte, por la intervención de estos procedimientos paralelos. La otra parte es el resultado miserable de consciencias de cipayos, consciencias desdichadas que terminan entregándose al amo.
La condición constitucional de los minerales
El numeral I, del artículo 369 del Capítulo Cuarto, correspondiente el Título II, de la Cuarta Parte de la Constitución, Estructura y Organización Económica del Estado, establece que: El Estado será responsable de las riquezas mineralógicas que se encuentren en el suelo y subsuelo cualquiera sea su origen y su aplicación será regulada por la ley. Se reconoce como actores productivos a la industria minera estatal, industria minera privada y sociedades cooperativas. En el campo económico de la minería, que podemos llamar campo minero - usando el concepto metafórico del sociólogo Pierre Bourdieu, pues el concepto de campo viene de la física, figura relativa al campo electromagnético, de donde se aplica también a las figuras de todo campo de fuerzas -, la Constitución, reconoce tres actores productivos en minería, llamados sugestivamente industria minera estatal, industria minera privada y sociedades cooperativas. ¿Por qué industria si se trata solamente de extractivismo, de explotación de minerales? En términos apropiados no podríamos llamar industria, pues no se da la transformación material, como ocurre con la industria, propiamente dicha, aunque intervengan procesos de concentración, así como los que se dan en los ingenios, para mejorar la ley del mineral, es decir, su cualidad mineral; por ejemplo, los relativos a las técnicas de lixiviación. Este uso de términos corresponde a la comisión minera de la Asamblea Constituyente[195]. Dejando estas apreciaciones de lado, anotando que sólo se reconoce a tres actores productivos, no más, lo importante del numeral I es que se atribuye al Estado la responsabilidad de las riquezas mineralógicas. El artículo retoma la concepción de emprendimiento estatal, de la empresa pública, comprendiendo el monopolio estatal sobre los recursos mineralógicos, monopolio organizado en empresas públicas centralizadas. Esta finalidad, proveniente del ideologema del nacionalismo revolucionario, formación discursiva emergida del periodo crítico donde germinó la revolución de 1952, es precisamente la desplazada por la Ley Minera, que ha optado, mas bien, por la consolidación de la privatización de la minería.
Ratificando lo establecido en el numeral I, el numeral III dice: Será responsabilidad del Estado la dirección de la política minera y metalúrgica, así como el fomento, promoción y control de la actividad minera. Y el numeral IV dice: El Estado ejercerá control y fiscalización en toda la cadena productiva minera y sobre las actividades que desarrollen los titulares de derechos mineros, contratos mineros o derechos pre-constituidos. Este es el rol prioritario del Estado, que también se enuncia en el Título I, correspondiente a la Organización Económica del Estado, de la Cuarta parte de la Constitución, enunciación combinada con los conceptos correspondientes a la economía plural; pluralismo económico encaminado a la realización de la economía social y comunitaria, que es finalidad constitucional. Como se puede ver, tanto el rol prioritario del Estado, así como el decurso pluralista encaminado a la economía social y comunitaria, que comprende a otros actores productivos, como ser a las comunidades, son descuidados por la Ley Minera.
En el mismo sentido, el artículo 370 establece:
I. El Estado otorgará derechos mineros en toda la cadena productiva, suscribirá contratos mineros con personas individuales y colectivas previo cumplimiento de las normas establecidas en la ley.
II. El Estado promoverá y fortalecerá las cooperativas mineras para que contribuyan al desarrollo económico social del país.
III. El derecho minero en toda la cadena productiva así como los contratos mineros tienen que cumplir una función económica social ejercida directamente por sus titulares.
IV. El derecho minero que comprende las inversiones y trabajo en la prospección, exploración, explotación, concentración, industria o comercialización de los minerales o metales es de dominio de los titulares. La ley definirá los alcances de este derecho.
V. El contrato minero obligará a los beneficiarios a desarrollar la actividad minera para satisfacer el interés económico social. El incumplimiento de esta obligación dará lugar a su resolución inmediata.
VI. El Estado, a través de sus entidades autárquicas, promoverá y desarrollará políticas de administración, prospección, exploración, explotación, industrialización, comercialización, evaluación e información técnica, geológica y científica de los recursos naturales no renovables para el desarrollo minero.
De este artículo tenemos que resaltar, fuera de lo que ya dijimos sobre la función prioritaria del Estado, la promoción y el fortalecimiento de las cooperativas. Esta promoción y fortalecimiento se comprenden bajo el mandato del cumplimiento de la función económica social. La Constitución también establece que el derecho minero es de dominio de los titulares, vale decir de los actores productivos. Esto del derecho minero debe leerse en la interpretación integral de la Constitución, en la articulación armónica de los derechos constitucionales; derechos fundamentales, derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, derechos de los seres de la madre tierra. El Capítulo Cuarto, Minería y Metalurgia, no puede des-contextuarse del resto de la Constitución. Como dijimos, la interpretación debe ser integral, así como su aplicación. Más aún cuando se habla de la función económica social que debe cumplir la minería. Lo mismo podemos decir en lo que respecta a los actores productivos; los actores productivos mineros, reconocidos por la Constitución, deben coordinar sus actividades con el resto de los actores productivos de la Organización Económica del Estado. Esta coordinación productiva es fundamental en la aplicación de la Constitución, la misma que predispone para tal efecto de la oportuna planificación integral y participativa con enfoque territorial.
Transiciones del extractivismo a la economía social y comunitaria
Volvamos a las preguntas iniciales, una vez aprobada la Constitución. ¿Qué es la Constitución? ¿Cuál su ubicación en el acontecer histórico? La Constitución es la inscripción, en texto, del ánimo, del anima y del animus, de las voluntades sociales desplegadas en la movilización prolongada (2000-2005). Aunque también es la construcción dramática del pacto social, a pesar de que no quieran verlo así los llamados opositores; expresiones políticas enfrentadas, en principio, al propio proceso constituyente, después a la Constitución, una vez aprobada por el pueblo boliviano, para continuar oponiéndose a las posibles transformaciones estructurales e institucionales contempladas por la Constitución; sin embargo, tampoco cumplidas por el gobierno y los órganos de poder del Estado. Por eso, podemos comprender a la Constitución como el dispositivo jurídico y político, que abre la normativa para la transición del Estado-nación al Estado plurinacional comunitario y autonómico.
Ahora nos concentraremos en las transiciones, inherentes a los mandatos constitucionales, en lo que respecta al campo minero.
Se trata de moverse de la economía extractivista, colonial del capitalismo dependiente, y de la condición de Estado rentista, hacia la economía social y comunitaria, propuesta como finalidad en la Constitución. Por lo tanto, también se trata de la transición del Estado rentista a la construcción estatal plurinacional; administración política participativa acompañante de las formas productivas y producentes, promotora de las formas del sumaj qamaña/sumak kausay, que comprenden armonizaciones con los ciclos vitales, logrando la soberanía alimentaria y complementariedades locales, territoriales, regionales y mundiales. Un Ley Minera, derivada de la Constitución, debe contemplar estas transiciones como tareas fundamentales. La Ley Minera, aprobada por la Cámara de Diputados, hace caso omiso de los mandatos constitucionales, obvia infamemente estas transiciones postuladas.
¿Cómo se pueden efectuar estas transiciones? Para comenzar, dejar de inclinarse por el modelo extractivista, modelo que forma parte de la división del trabajo a escala internacional del sistema-mundo capitalista, modelo que es impuesto por la geopolítica imperial, como si fuese la única opción que tenemos, por el momento, hasta que se cumplan ciertas condiciones de posibilidad, tal como piensa el vicepresidente, geopolítico de la amazonia[196]. Esta opción es mantenerse en la condena a ser país primario exportador, medrando en el capitalismo dependiente.
Transiciones a la economía social y comunitaria
El comenzar a abandonar el modelo extractivista equivale a articular e integrar todas las economías vigentes en el país. Esta articulación e integración, que supone armonizaciones, también consensos, se orienta hacia la construcción de un paradigma productivo y producente, impulsado por lo que llamaremos la revolución eco-industrial y eco-tecnológica.
Este comenzar la transición económica exige también comienzos de transición en los otros campos de la vida social y de los ciclos vitales. Entre las transiciones es primordial contar con la transición de la revolución cultural, que comprende la revolución formativa, educativa y pedagógica, como tejido intercultural. Esta transición está lejos de haber comenzado. El gobierno se ha inclinado por lo que llamaremos la simulación de una reforma educativa intercultural, socio-productiva comunitaria, que no es más que nombre; discurso ambiguo, ni siquiera sostenido con enunciación conceptual estructurada. Todo esto bajo los códigos de los límites del multiculturalismo liberal, por más demagogia que se ventile con las elocuencias generales sobre descolonización y despatriarcalización. Discursos tan generales y sin contenido que terminan convirtiéndose en cáscaras, que legitiman la continuidad colonial y patriarcal.
La transición política de la democracia participativa, del ejercicio plural de la democracia, directa, comunitaria y representativa, es primordial, coadyuvando al conjunto de las transiciones. El gobierno del pueblo, la utopía democrática, sólo es posible participativamente, con el ejercicio pleno de la participación social. La formalización e institucionalización de la democracia representativa, no ha sido otra cosa que una manera liberal de despojar al pueblo del ejercicio de su potencia social.
La realización inmediata, pues es un mandato categórico constitucional, de las autonomías indígenas originarias, el cumplimento inmediato de los derechos de las naciones y pueblos indígenas, consagrados por la Constitución, el respeto a sus territorialidades, a su libre determinación, a su autogobierno, es condición condicional, por así decirlo, en el recorrido de las transiciones. La materialidad histórica y cultural del Estado plurinacional radica en los territorios y en las autonomías indígenas. No hay descolonización posible sin estas territorialidades y autonomías indígenas, sin la realización de los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios. En contraste, el gobierno se ha ocupado de violar sistemáticamente estos derechos, de vulnerar sus territorios, de obstaculizar la realización de las autonomías indígenas.
Entre las transiciones también debemos mencionar a las transiciones urbanas. Debemos pasar de estas urbes catastróficas a conformar ciudades del “vivir bien”; urbes modernas que marchan hacia la metropolización, que marchan estrepitosamente a la conformación de metrópolis inhumanas, gigantescas, condicionadas por la concentración demográfica, los requerimientos masivos del mercado, la centralidad administrativa y de los servicios, los requisitos del mercado de trabajo, el vaciamiento de los llamados espacios rurales. Típicos procesos de la llamada modernización. Para decir algo, estas ciudades son los conglomerados urbanos del mal vivir; se debe transitar hacia ciudades del sumaj qamaña/sumak kausay.
Las transiciones en el campo minero implican tareas combinadas. Es urgente la defensa no sólo de las reservas fiscales, sino de las reservas mineras en general, mejor dicho, de los bienes mineralógicos, por lo tanto de los yacimientos y las geologías minerales del país. No se puede entregar este patrimonio del pueblo boliviano a la vorágine del capital internacional, como lo hace la Ley Minera, con la excusa de la exploración y prospección, además de la decantada necesidad de inversiones. Se estima que el noventa por ciento de las riquezas minerales del país no han sido tocados. Se oculta la información al respecto, información con la que cuentan las empresas trasnacionales, así, como seguramente, las geopolíticas regionales. Esta riqueza mineral es propiedad del pueblo boliviano. Su usufructuó no puede darse en el marco de la economía-mundo capitalista, alimentando la acumulación ampliada de capital, condenando a las periferias a la transferencia desigual de sus recursos naturales. El uso de este potencial mineralógico debe darse en los términos constitucionales; bienes destinados al “vivir bien”, bienes en circuito y armonización con los ciclos vitales.
Entre las transiciones no podemos dejar de mencionar a la necesaria transición efectiva de integración de Abya Yala. Integración posible por medio de la participación activa y complementaria de los pueblos, no por la pose demagógica y teatral de los gobiernos y los estados. Las transiciones hacia mundos alternativos al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo, no pueden efectuarse sin la integración complementaria de los pueblos del mundo, los mismos que deben orientarse hacia la gobernanza mundial de los pueblos.
[1] Cartografías histórico-políticas se publica en Rincón; La Paz 2014.
[2] Emmanuel Kant: Crítica de la razón pura. Losada; Madrid.
[3] Concepto elaborado por Pierre Bourdieu.
[4] Ver de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares; La Paz, 2013.
[5] Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasilero. Siglo XXI-CLACSO.
[6] Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasileño. Los procesos de modernización conservadora, de Getúlio Vargas a Lula. Siglo XXI, CLACSO, 2009. Buenos Aires. Pág. 144.
[7] Ibídem: Pág. 148.
[8] Revisar de Silvia Rivera Cusicanqui: Oprimidos pero no vencidos. Yachaywasi; La Paz.
[10] Revisar los tres tomos de Hugo Rodas Morales: Marcelo Quiroga Santa Cruz. El Socialismo Vivido. Publicado por Plural. La Paz.
[11] Revisar de Sergio Almaraz Paz Obra Completa. Plural. La Paz.
[12] Revisar de Luis Tapia Mealla La producción del conocimiento local. Historia y política de la obra de René Zavaleta Mercado. Muela del diablo. La Paz.
[13] René Zavaleta Mercado: Lo nacional-popular en Bolivia. Plural; La Paz.
[14] Tengo proyectado un libro sobre el Marxismo de guardatojo. La consciencia histórico política minera.
[15] Guillermo Lora: Historia del movimiento obrero boliviano. Los amigos del libro. La Paz.
[16] La Obras completas de Guillermo Lora se encuentran a la venta el propio POR, en la Sección de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional. La Revolución boliviana ha sido publicada en la ciudad de La Paz por la editorial d la Librería Juventud. También podemos mencionar los dos tomos de la Revolución de 1943. Contribución a la historia política de Bolivia. Tomos que se encuentra en las Obras Completas.
[17] Luis H. Antezana: Sistemas y procesos ideológicos en Bolivia (1935-1979); en Bolivia Hoy. Siglo XXI 1983. México.
[18] Desde la perspectiva de la filosofía existencialista y fenomenológica de Martín Heidegger.
[19] Revisar el concepto de autoconciencia en la Fenomenología del espíritu de Hegel. Siglo XXI. México.
[20] Ver de Giovanni Arrighi El largo siglo XX. Akal 1999; Madrid.
[21] Ver de Serge Gruzinski Las cuatro partes del mundo. Historia de una mundialización. Fondo de Cultura Económica 2010; México.
[22] Ver de Sergio Almaraz Paz El poder y la caída. Amigos del libro; La Paz.
[23] Revisar los escritos de Carlos Montenegro, particularmente Nacionalismo y coloniaje.
[24] Antonio Mitre: Los Patriarcas de la plata. Estructura económica de la minería boliviana en el siglo XIX. IEB, Lima, 1981.
[25] Gustavo Rodríguez Ostria: Fuentes pala historia de la minería boliviana del siglo XIX. América Latina en la historia Económica; enero-junio 1994.
[26] Sempat Assadourian: Integración y desintegración regional en el espacio colonial: un enfoque histórico. Revista Latinoamericana de Estudios Urbano-Regionales. EURE, Santiago de Chile, 1972.
[27] Sergio Almaraz Paz: El poder y La caída. Amigos del libro. La Paz.
[28] Sergio Almaraz Paz: Obra completa. Plural 2009; La Paz. Pág. 99.
[29] Nacionalizaciones de los Hidrocarburos en Bolivia. Memorias de Don Enrique Mariaca Bilbao. Fundación Jubileo. La Paz 2009.
[30] Ibídem.
[31] Sólo se han hecho algunas pequeñas correcciones de sintaxis y alguna interpretación más insistente de cuándo comienza la reversión del proceso de nacionalización.
[32] Ibídem.
[33] CEDLA: Cuadernos de coyuntura.
[34] Eric Hobsbawm. Industria e Imperio.
[35] La industrialización alemana: 1830-1914. Introducción ...usuarios.multimania.es/geohist/Rev%20Ind%20alemana.pdf
[36] John K. Fairbank: Keeping Up with the New China. The New York Review of Books, 16 de marzo de 1989; pág. 17. Citado por Giovanni Arrighi, en Adam Smith en Pekín. Orígenes y fundamentos del siglo XXI. Akal 2007; Madrid.
[37] Ob. Cit.; pág. 23.
[38] Ibídem: Pág. 24.
[39] Ibídem: Págs. 24-25.
[40] Comentario de Liu Guoguang, de la Academia China de Ciencias Sociales.
[41] Colectivo Voces de Alerta. Horacio Machado, Maristella Svampa, Enrique Viale, Marcelo Giraud, Lucrecia Wagner, Mirta Antonelli, Norma Giarracca y Miguel Teubal. Aportes de Javier Rodríguez Pardo y Darío Aranda: 15 mitos y realidades de la minería transnacional en la Argentina. Guía para desmontar el imaginario pro-minero. Colección Cascotazos. Editorial El Colectivo y Ediciones Herramienta, Buenos Aires, Argentina, octubre de 2011, ISBN 978-987-1497-46-1, 224 páginas.
[42] Alain Deneault, en colaboración con Abadie y William Sacher: Noir Canadá. Pillage, corruption et criminalité en Afrique. Les Éditions Écosociété, Montréal, Québec 2008.
[43] La teoría de los campos la desarrolló Pierre Bourdieu a partir de sus investigaciones, sobre todo se puede encontrar una amplia descripción de los campos, sobre todo del campo social en La distinción, así mismo en El sentido práctico. Es importante retomar la teoría de los campos en una investigación y análisis avanzados y maduros en Las reglas del arte. Se podría decir que el campo es un ámbito estratégico de espacios, territorios y lugares de distribución de los sujetos y capitales, económicos, sociales, culturales, simbólicos, escolares. También es el campo el que se cristaliza en las prácticas y se internaliza en los habitus. En el caso que nos ocupa Pierre Bourdieu despliega el análisis del campo político y el campo burocrático. Esto lo hace en sus cursos impartidos en el Colegio de Francia, cursos que se recogen enl la publicación Sur L’Ètat.
[44] Ernst H. Kantorowicz: Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval. Alianza, Madrid, 1985.
[45] Ver de Pierre Bourdieu Sur L’État. Cours au Collège de France 1989-1992. Seuil, Raisons d’agir. Paris 2012.
[46] Revisar Adam Smith en Pekín de Giovanni Arrighi. Akal 2007; Madrid.
[47] Ver de Comuna la serie de publicaciones que corresponden a este periodo, particularmente revisar El retorno de la Bolivia plebeya, Tiempos de rebelión, Democratizaciones plebeyas y Memorias de octubre. La Muela del Diablo.
[48] Revisar de Raúl Prada Alcoreza Descolonización y transición, también Genealogía de loa dependencia. Ambos ensayos se encuentran en el Blog Horizontes nómadas.
[49] La primera, la tesis del fin de la izquierda, de que ya no hay más izquierda que la del gobierno, es la tesis de Álvaro García Linera; la tesis del fin de la historia es la tesis de Francis Fukuyama.
[50] Immanuel Wallerstein: El moderno sistema mundial. Tres tomos. Siglo XXI. 2011;México.
[51] Ver de Gilles Deleuze y Félix Guattari Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-textos 2000, Valencia.
[52] Revisar de Immanuel Wallerstein El moderno sistema mundial, tres tomos, principalmente el primer tomo, La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI. Siglo XXI 2011, México.
[53] Revisar de Immanuel Wallerstein El largo siglo XX. Akal 1999; Madrid.
[54] Giovanni Arrighi anota a propósito lo siguiente: Braudel efectúa tal observación en relación al desplazamiento efectuado por los holandeses aproximadamente en 1740 y que él conecta con el protagonizado por los británicos a finales del siglo XIX y con los desplazamientos realizados previamente por los genoveses, el primero en el siglo XV y el segundo en el siglo XVI. Esta anotación se encuentra en el libro Largo siglo XX. Ob. Cit.; pág. 135.
[55] Revisar el debate ente Antonio Negri y Hannah Arendt. Un libro sugerente es Poder Constituyente de Antonio Negri, otro es La República de Hannah Arendt.
[56] Ver de Pierre Bourdieu Sur L’État. Ob. Cit.
[57] Citado por Immanuel Wallerstein en El moderno sistema moderno. La segunda era de gran expansión de la economía-mundo capitalista. Tomo III, 1730-1850. Ob. Cit. Pág. 297.
[58] Rhina Roux: El príncipe mexicano. Subalternidad, historia y Estado. Era 2005; México.
[59] Rhina Roux: Ob. Cit.; págs. 72-73.
[60] Ibídem: pág. 206.
[61] Revisar de Immanuel Wallerstein El moderno sistema mundial. La segunda era de gran expansión de la economía-mundo capitalista, 1730-1850; tres tomos. Sobre todo el tercer tomo. Ob. Cit.
[62] Primero se conforman dos virreinatos con los Habsburgo, después otros dos con los Borbones. Entonces el Virreinato de la Nueva España (1535-1821), que en un comienzo abarcaba desde Norteamérica hasta Guatemala y Filipinas; el Virreinato del Perú (1542-1824), que llegó a abarcar desde Panamá hasta el Cabo de Hornos, casi toda la Sudamérica española, excepto lo que ahora es Venezuela, dependiente de la Real Audiencia de Santo Domingo, radicada en la isla La Española, que a su vez lo era del Virreinato de Nueva España. Entre 1718 y 1742, Venezuela se integró en el recién creado Virreinato de Nueva Granada. Como consecuencia de la invasión napoleónica, produciéndose el cambio de dinastía tras la muerte de Carlos II y la llegada de los Borbones, se produce una redistribución de los virreinatos en América, creándose dos más, además de los dos anteriores; el Virreinato de Nueva Granada (1717-1723; 1739-1810) y el Virreinato del Río de la Plata (1776-1811).
[63] Revisar escritos de Carlos Montenegro a propósito de la tesis del motín como síntoma de la crisis. Sobre todo revisar Nacionalismo y coloniaje.
[64] La historia de Alcides Arguedas sobre los caudillos letrados tiene esa tónica.
[65] Revisar las investigaciones de Silvia Rivera Cusicanqui sobre la lucha de las comunidades a través de los apoderados. De la autora podemos citar Memoria colectiva y movimiento popular: notas para un debate; en Bases 1, México, 1981; Oprimidos perno no vencidos: luchas del campesinado aymara y quichwa, 1980-1990; La Paz, HISBOL-CSUTCB, 1984; La raíz: colonizadores y colonizados, en Violencias encubiertas en Bolivia. Vol. 1; La Paz, CIPCA-Aruwiyri, 1993. Particularmente su investigación de año sabático en la carrera de sociología sobre la defensa de las tierras comunitarias y el papel de los apoderados. También revisar las investigaciones del Taller de Historia Oral (THOA).
[66] Ver de de Sergio Almaráz Paz Réquiem para una república. En Obras completas. Plural 2010; La Paz.
[67] Immanuel Wallerstein escribe: Tras la coronación de Carlos V como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1519, sus dominios en Europa incluían áreas tan variadas y discontinuas como España (incluyendo Aragón), los Países Bajos, varias regiones del sur de Alemania (incluyendo Austria), Bohemia, Hungría, el Franco Condado, Milán, y las posesiones españolas en el Mediterráneo (Nápoles, Sicilia, Cerdaña y los Baleares). Por un momento este imperio, paralelo en su estructura al contemporáneo imperio otomano de Solimán el Magnífico y al imperio moscovita de Iván el Terrible, pareció absorber el espacio político de Europa. El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI. Siglo XXI 2011; México. Págs. 240-241.
[68] Revisar la página web www.portalmibax.com/.../INDIOS AMERICANOS/Indios-americanos.
[69] Immanuel Wallerstein: El moderno sistema mundial. El mercantilismo y la consolidación de la economía-mundo europea, 1600-1750. Tomo II; Siglo XXI; México.
[70] Revisar de Immanuel Wallerstein El moderno sistema mundial. La segunda gran expansión de la economía-mundo capitalista, 1730-1850. Siglo XXI 2011; México.
[71] Immanuel Wallerstein, Ob. Cit.; pág. 269.
[72] Ibídem: Pág. 269.
[73] Ibídem: Pág. 270.
[74] Ibídem: Pág. 270.
[75] Ibídem: Pág. 270.
[76] Ibídem: Pág. 270.
[77] Ibídem: Pág. 271.
[78] Wallerstein cita a Kenneth Lockrige, de su texto Social Change and Meaning of the American revolution. En Journal of Social Histoty, VI, 4, pp. 403-449. La cita se encuentra en la Ob. Cit.; Pág. 273.
[79] Wallerstein cita a Evarts Greene, del texto The revolucionary Generation. New York, Macmillan. La cita se encuentra enla Ob.Cit.; pág 274.
[80] Wallerstein cita a Engal, Mark y Joseph A. Ernest, del libro An Economic Interpretation of the American Revolution. William and Mary Quarterly, 3a. serie,XXIX, 1, pp. 3-32.
[81] Ibídem: Págs. 283-284.
[82] Ibídem: Pág. 287.
[83] Ibídem: Pág. 287.
[84] En la Eciclopedia libre Wikipedia se define así a los levellers: Niveladores (Levellers en inglés) fue la forma en que se le llamó a una alianza informal de folletistas y agitadores políticos que surgió en Inglaterra cuando se desató el conflicto entre el rey y el Parlamento, en la década de 1640. Eran privatistas y democráticos a partir de principios más o menos afines a la libertad individual. No tenían un manifiesto fijo, y el movimiento no fue muy identificado hasta 1649, cuando fueron reprimidos. Eran pequeños propietarios que buscaban el reconocimiento de la igualdad absoluta ante la ley de los hombres y que esta igualdad estuviera reflejada en un pacto. Sus líderes más prominentes fueron John Lilburne, Richard Overton, William Walwyn, John Wildman, Edward Sexby y el coronel Thomas Rainborough. En 1646, cuando terminó la primera guerra civil, sus ideas ya dominaban el pensamiento de los soldados y oficiales del Nuevo Ejército Modelo (New Model Army), y así, los Niveladores mantuvieron el equilibro del poder político. En 1646, proclamaron el Agreement of the People (Acuerdo del Pueblo), para establecer las reglas jurídicas que regulen el gobierno, una especie de Constitución, que proponía una incipiente democratización, consiguiendo que Oliver Cromwell estableciera el Instument of Government, que sólo regiría mientras este vivió, pero que es considerado el primer texto constitucional de la historia. Immanuel Wallerstein llama levellers en la rebelión norteamericana a los sectores más democráticos y populares.
[85] Ibídem: Págs. 292-293.
[86] Ibídem: Págs. 293-294.
[87] Ibídem: Pág. 301.
[88] Ibídem: Pág. 302.
[89] Ibídem: Pág. 302.
[90] Ibídem: Pág. 302.
[91] Ibídem: Pág. 303.
[92] Ver de Immanuel Wallerstein El moderno sistema mundial. La segunda expansión de la economía-mundo capitalista 1730-1850. Tomo II. Siglo XXI 2011; México; pág. 349.
[93] Ibídem; pág. 349.
[94] William W. Kaufmann: British Policy and the Independence of Latin America, 1804-1828, New Haven, Yale University Press. Citado por Immanuel Wallerstein; Ob. Cit.; pág. 349.
[95] Ver de Immanuel Wallerstein El moderno sistema mundial. La segunda expansión de la economía-mundo capitalista 1730-1850. Tomo II. Siglo XXI 2011; México; págs. 349-350.
[96] Ibídem: Pág. 351.
[97] Ibídem: Pág. 352.
[98] George Reid Andrews en Spanish American Independence: A Structural Analysis, Latin American Perspectives. Citado por Immanuel Wallerstein; Ob. Cit.; pág. 352.
[99] Ibídem. Wallerstein cita a R. A. Humprhreys y John Lynch, autores de The Origins of the Latin American Revolutions, 1808-1826; Nueva York, Alfred A. Knopf.
[100] Raúl Prada Alcoreza: Nacimientos de la política. Bolpress 2012; La Paz.
[101] Ver de Serío Almaraz Paz Réquiem para una república; en Obras Completas. Plural; La Paz.
[102] Carta de expulsión de Sergió Almaraz Paz del PC.
[103] Ver de Sergio Almaraz paz Réquiem para una república, particularmente el capítulo El tiempo de las cosas pequeñas. Ob. Cit.
[104] Ver de Gilles Deleuze y Félix de Guattari Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-textos 2000; Valencia.
[105] Revisar el libro de Hugo Rodas Morales: Marcelo Quiroga Santa Cruz. El socialismo vivido. Tres tomos. Plural 2010; La Paz. En el libro se encuentra una pormenorizada descripción y análisis de la nacionalización de la Gulf Oil, de sus avatares y de las pugnas con la empresa trasnacional. Los desacuerdos de Marcelo Quiroga Santa Cruz con las características de la indemnización a las que se compromete el gobierno del general Alfredo Ovando Candia. Sobre todo revisar, al respecto, el segundo tomo.
[106] De los más conocidos teóricos de la escuela austriaca es Hilferding
[107] Carlos Arze: Bolivia: ¿el “proceso de cambio” nos conduce a vivir bien? CEDLA 2012; La Paz.
[108] Raúl Prada Alcoreza: Tribulaciones de la conciencia desdichada. Sobre el pragmatismo. Bolpress 2012; La Paz. Blog. Horizontes nómadas.
[109] Roberto Fernández: La Mascarada del Poder. El reacomodo del poder petrolero transnacional en Bolivia.
[110] Ibídem.
[111] Ibídem.
[112] Ibídem.
[113] Ibídem.
[114] Ibídem.
[115] Ibídem.
[116] En el Nacimiento de la biopolítica Michel Foucault efectúa un análisis arqueológico y una genealogía de estas corrientes neoliberales. Sobresale la agudeza con que evalúa la historia de estas corrientes y sus formaciones discursivas, en el contexto de los debates teóricos y los desplazamientos epistemológicos habidos, también en el contexto histórico-político. Fondo de Cultura Económica 2007; México.
[117] Álvaro García Linera: Geopolítica de la Amazonia. Poder hacendal-patrimonial y acumulación capitalista. Vicepresidencia del Estado Plurinacional 2012; La Paz. Hay que decirles a los correctores del libro que Amazonia, no lleva acento en la i. Revisar el Diccionario de la Real Academia Española.
[118] Publicado por la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia. La Paz, 2012.
[119] Publicado en Horizontes nómadas; La Paz, 2012.
[120] El concepto de subsunción, usado por Karl Marx en los Grundrisse, antes por Hegel, es un concepto dialéctico que busca explicar el proceso de supeditación, subordinación, incorporación, absorción de una forma por otra forma inclusiva. Marx concibe dos formas de subsunción del trabajo al capital, la subsunción formal y la subsunción real. La primera, comprende las formas de subsunción artificiales del trabajo al capital, en condiciones donde el capital absorbe el trabajo otorgándole una forma expresa, trabajo que se realiza bajo relaciones de producción no-capitalistas. La segunda, comprende las condiciones de subsunción del trabajo al capital bajo condiciones de relaciones de producción propiamente capitalistas, sobre todo cuando el modo de producción recurre a medios de producción que han cristalizado el trabajo muerto; hablamos del empleo de la maquinaria y de la tecnología industrial. En América Latina algunos autores, como Armando Bartra, han ampliado el uso del concepto de subsunción formal del trabajo al capital a la incorporación de la economía campesina al modo de producción capitalista. Estas ampliaciones del uso del concepto de subsunción han provocado discusiones sobre su pertinencia. En todo caso puede entenderse este uso también como metáforas que ayudan a plantear las múltiples formas de articulación de formaciones sociales al sistema-mundo capitalista. Sin embargo, cuando se extienden demasiado estas ampliaciones, en la recurrente polisemia de los conceptos, el concepto mismo puede resultar inutilizable, pues significa todo y no dice nada nuevo. Usar el concepto de subsunción para decir que la economía indígena amazónica está supeditada al capitalismo es como llegar a decir que todo el que tiene vínculos con el mercado esta subsumido al capitalismo, lo que no quiere decir nada o resulta una perogrullada. Se entiende que lo que se quiere hacer aquí es estigmatizar a los indígenas que se resisten a la política extractivista del gobierno, se hace un uso “ideológico” del término, con lo que deja de ser un concepto y es mas bien un dispositivo retórico.
[121] Horkheimer y Adorno desarrollan esta tesis en Dialéctica del iluminismo. Trotta, Madrid.
[122] Michael Löwy escribe Eco-socialismo y Alex Demirovic trabaja el concepto de socialismo verde. También Michael Löwy y Ulrich Brand publican un libro de debate sobre el eco-socialismo. También Ulrich Brand publica Política ambiental global y la internacionalización del Estado: la política de biodiversidad de estratégico-relacional perspectiva. Westfalia barco de vapor, Münster 2009.
[123] Sarela Paz: El TIPNIS en el centro del interés global. Bolpress septiembre de 2012; La paz.
[124] Ibídem.
[125] Javier Sanjinés escribe sobre la figura de lo grotesco en la literatura, grotesco como una forma barroca exacerbada e incongruente.
[126] La tradición de la geografía brasilera es muy rica al respecto. Se puede decir que Milton Santos es el que consolida esta experiencia de la geografía como ciencia de las dinámicas de construcción de los espacios. De Milton Santos a Manzano, geógrafo que estudia los movimientos socio-territoriales, hay un recorrido abundante de investigaciones y estudios en esta perspectiva. David Harvey también realiza una geografía crítica del sistema-mundo capitalista y propone usar la geografía como herramienta de la lucha de clases. Hubert Mazurek hace la evaluación de estos despliegues de la geografía y los usa para evaluar la geografía ante el desafío del espacio andino en su Recorridos territoriales.
[127] Michel Foucault: Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. Siglo XXI 2008; Buenos aires. Pág. 255.
[128] En la Contribución a la crítica de la economía política Karl Marx escribe que el conjunto de las relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. En otras palabras, Marx concibe a la ideología como una superestructura. Antes, en el periodo que se conoce como la etapa del joven Marx, en las anotaciones, organizadas posteriormente como libro, tal como aparecen en la Crítica de la Filosofía del Derecho en Hegel, Marx escribe: Es cierto que el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas, que el poder material tiene que derrocarse por medio del poder material, pero también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas. Y la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y demuestra ad hominem; y argumenta y demuestra ad hominem cuando se hace radical. Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo.
[129]B. Jessop, “ The State in the Current Crises: Crises of Capital, State Crisis, and the Crisis
of Crisis Management”, 2011, mimeografiado.
[130] Según A. Escobar (2003), alternativas a la modernidad para referirme a la imaginación de un explícito proyecto político-cultural de transformación desde la perspectiva de la modernidad/colonialidad –más específicamente, una construcción alternativa del mundo desde la perspectiva de la diferencia colonial.
[131] Maristella Svampa: Ideas; Presentación en un seminario taller de la Fundación Rosa Luxemburgo. Puembo-Ecuador, julio 2011.
[132] Ibídem.
[133] Ibídem.
[134] Incluso se podría decir, que es al contrario, la revolución industrial ha creado la expansión desmesurada del extractivismo; lo que llamamos propiamente extractivismo.
[135] Eduardo Gudynas: Más allá del nuevo extractivismo: transiciones sostenibles y alternativas al desarrollo. En: El desarrollo en cuestión. Reflexiones desde América Latina. Fernanda Wanderley, coordinadora. Oxfam y CIDES UMSA, La Paz, Bolivia, 2011.
[136] Ibídem.
[137] Ibídem.
[138] Definición del deseo por parte de Jacques Lacan.
[139] Ibídem.
[140] Revisar el conjunto de tomos bajo el nombre de El método de Edgar Morin, sobre todo La vida de la vida. Cátedra 1998; Madrid.
[141] Ver el texto citado de Maristella Svampa.
[142] Caranavi es la capital de la provincia de Caranavi en la región de los Yungas. El 23 de diciembre de 2009, parte de la provincia fue separado del municipio de Caranavi para convertirse en el municipio de Alto Beni.
[143] Yucumo es la segunda ciudad más grande del Municipio de San Borja, municipio que forma parte de la provincia Ballivian.
[144] En 1675, los sacerdotes jesuitas Pedro Marbán y Cipriano Barace comenzaron a evangelizar a los pueblos indígenas que se encontraban en las llanuras entre los ríos Mamoré y Guapay, partiendo desde Santa Cruz de la Sierra. En 1682, los jesuitas fundaron la misión de Nuestra Señora de Loreto y poco después la de Santísima Trinidad, a orillas del río Mamoré. Posteriormente se fundaron otras doce reducciones más: San Javier, San Pedro, Santa Ana, Exaltación, San Ignacio, San Borja, Reyes, Magdalena, Concepción, San Simón, San Joaquín y San Nicolás. Los jesuitas fueron expulsados el año 1767.
[145] Revisar de Juan Ginés Sepúlveda Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los indios (1550). Fondo de Cultura Económica 1996; México.
[146] Jean Baudrillard: El espejo de la producción. Gedisa 1996; Barcelona. Pág. 139.
[147] Ibídem: Pág. 139.
[148] Termino usado por Félix Guattari, combina caos y cosmos, en sentido activo.
[149] Revisar de Cornelius Castoriadis La Institución imaginaria de la sociedad. Dos tomos. Tusquets 2003. Buenos Aires.
[150] Revisar de Michel Foucault La hermenéutica del sujeto. Fondo de Cultura Económica 2002; Buenos Aires. También del mismo autor El gobierno de sí mismo y de los otros. Fondo de Cultura Económica 2009; Buenos Aires.
[151] Revisar de Jean Baudrillard Crítica de la economía política del signo. Siglo XXI 2009; México.
[152] Jean Baudrillard; Ob. Cit.; págs. 150-151.
[153] Título del libro de Jean Baudrillard citado.
[154] En Crítica de la economía política del signo de Jean Baudrillard. Ob. Cit. Pág. 168.
[155] Ibídem: Pág. 170.
[156] Ibídem: Págs.170-171.
[157] Ibídem: Pág. 171.
[158] Ibídem: Pág. 172.
[159] Ibídem: Pág. 186.
[160] Ibídem: Pág. 189.
[161] Ibídem: Pág. 189.
[162] Ibídem: Pág.190.
[163] Ibídem: Pág.190.
[164] Ibídem: Pág. 190.
[165] Revisar de Michael Hardt y Antonio Negri Commonwealth. El proyecto de una revolución común; Akal 2009; Madrid.
[166] Revisar de Silvia Rivera Cusicanqui Bircholas. Trabajo de mujeres, explotación capitalista y opresión colonial entre las migrantes aymaras de La Paz y El Alto. Mama Huaco 2001; La Paz.
[167] Leer de Frantz Fanón Los condenados de la tierra. Fondo de cultura económica. México. También revisar del mismo autor Dialéctica de la liberación. Ediciones Pirata. Buenos Aires; así como Piel negra, máscaras blancas. Akal. Madrid.
[168] Revisar de Boaventura de Sousa Santos: 1991: Estado, Derecho y Luchas Sociales. Bogotá: ILSA. 1998: La globalización del derecho: los nuevos caminos de la regulación y la emancipación. Bogotá: ILSA, Ediciones Universidad Nacional de Colombia. 1998: De la mano de Alicia. Lo Social y lo político en la postmodernidad. Bogotá: Siglo del Hombre Editores y Universidad de los Andes. 2000: Crítica de la Razón Indolente. Contra el desperdicio de la experiencia. Bilbao: Editora Desclée de Brouwer. 2004: Democracia y participación: El ejemplo del presupuesto participativo de Porto Alegre. México: Quito: Abya-Yala. 2004: Democratizar la democracia: Los caminos de la democracia participativa. México: F.C.E. 2005: Foro Social Mundial. Manual de Uso. Barcelona: Icaria. 2005: El milenio huérfano: ensayo para una nueva cultura política. Madrid: Trotta. 2005: La universidad en el siglo XXI. Para una reforma democrática y emancipadora de la universidad, trabajo compartido con Noamar de Almeida Filho. Miño y Dávila Editores. 2006: The Heterogeneous State and Legal Pluralism in Mozambique, Law & Society Review, 40, 1: 39-75. 2007: La Reinvención del Estado y el Estado Plurinacional. Cochabamba: Alianza Internacional CENDA-CEJIS-CEDIB, Bolivia. 2007: El derecho y la globalización desde abajo. Hacia una legalidad cosmopolita. Con Rodríguez Garavito, César A. (Eds.), Barcelona: Univ. Autónoma Metropolitan de México / Anthropos. 2008: Conocer desde el Sur: Para una cultura política emancipatoria. La Paz: Plural Editores. 2008: Reiventar la democracia, reinventar el estado. España: Sequitur. 2009: Sociología Jurídica crítica: Para un nuevo sentido común del derecho. Madrid: Trotta. 2009: Pensar el estado y la sociedad: Desafíos actuales. Argentina: Hydra Books. 2009: Una epistemología del SUR. Con María Paula (Eds.) México: Siglo XXI Editores. 2010: Refundación del estado en América Latina: Perspectivas desde una epistemología del sur. México: Siglo XXI Editores.
[169] Este tipo de disposiciones legales en el campo de la minería aparecen en el periodo neoliberal, cuando se clausuran los centros mineros de la COMIBOL y la gran empresa estatal se reduce a ser una oficina administrativa. Esta es una evidencia de cómo el gobierno reformista mantiene estos dispositivos privatistas de la minería, en el marco de la estrategia neoliberal de despojamiento y desposesión. Más aún, los mejora, los extiende, otorgándoles un contenido más detallado.
[170] La Protesta: ¡Abajo la ley minera pro-imperialista del gobierno! La Paz; 1 de abril de 2014.
[171] Revisar de Yann Moullier-Boutang De la esclavitud al trabajo asalariado. Economía histórica del trabajo asalariado embridado. Akal; Madrid 2006.
[172] Lo hicimos en otros escritos. Ver Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.
[173] Vera Zasúlich escribió a Marx en 1881; en la carta Vera solicitó la opinión del teórico de El capital sobre la tesis de los populistas rusos, tesis histórica-política que concibe a la comuna rusa (MIR) como la plataforma del socialismo.
[174] Ver de Raúl Prada Alcoreza Horizontes de los mundos posibles. Dinámicas moleculares; La Paz 2 013.
[175] Tesis mesiánica del marxismo.
[176] Fernand Braudel utiliza en sus investigaciones históricas la tesis de que el capitalismo no emerge del mercado, sino contra el mercado. El capitalismo emerge del monopolio, de la tendencia a la formación de monopolios, que son centralizaciones efectuadas contra el mercado.
[177] Ver de Raúl Prada Alcoreza La tormenta minera. Rebelión; Madrid 2014. Bolpress; La Paz 2014. Dinámicas moleculares, https://pradaraul.wordpress.com/2014/04/01/la-tormenta-minera/.
[178] Ver de Yann Moullier-Boutang De la esclavitud al trabajo asalariado. Economía histórica del trabajo asalariado embridado. Akal; Madrid 2006.
[179] Esta estimación ciertamente es pensable en márgenes de incertidumbre, que en el caso que nos ocupa, debido a las fluctuaciones de los ciclos de las materias primas, de alza y baja, pueden incluso oscilar en un intervalo de hasta el 25%. Teniendo en cuenta, que se trata de una estimación alta, se puede decir que la estimación del número de trabajadores cooperativistas mineros está definida en un intervalo de probabilidades que se encuentra entre 150 a 200 mil trabajadores. De acuerdo al Ministerio de Minería y Metalurgia se tienen registrados, hasta el 2010, 65 890 socios, en las cooperativas minera. Sin embargo, hay que tener en cuenta que estos son registros; por las características institucionales de los mismos es muy probable que estén muy por debajo de lo que ocurre efectivamente.
[180] Una de estas contadas investigaciones es la de la antropóloga Pascale Absi; investigación publicada con el título sugestivo de Los Ministros del diablo. El trabajo y sus representaciones en las minas de Potosí. PIEB 2005; La Paz. Otra de las investigaciones al respecto es la que citamos de Jocelyn Michard.
[181] Jocelyn Michard Cooperativas mineras en Bolivia. Formas de organización, producción y comercialización. Centro de Documentación e Información Bolivia – CEDIB. Cochabamba-Bolivia 2008.
[182] Carlos Arze Vargas: Ley Minera del MAS privatista y anti-indígena. Boletín de seguimiento de Políticas Públicas – segunda época – Año XI – Número 26. CEDLA; La Paz, abril de 2014.
[183] Jocelyn Michard: Ob. Cit.
[184] Carlos Arze Vargas: Ob. Cit.
[185] Ver de Raúl Prada Alcoreza La política como campo de fuerzas. Rebelión; Madrid 2014. Bolpress; La Paz 2014. Dinámicas moleculares; La Paz 1014.
[186] Ver de Raúl Prada Alcoreza Diagrama de poder de la corrupción. Bolpress; La Paz 2012. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.
[187] Calos Arze Vargas: Ob. Cit.
[188] Podemos decir lo mismo en este caso; esta primacía de los derechos mineros aparece en el periodo neoliberal. El gobierno progresista los ratifica y la convierte en eje de la estructura jurídica minera.
[189] Tesis de Álvaro García Linera.
[190] Calos Arze Vargas: Ob. Cit.
[191] Ver de Raúl Prada Alcoreza Mundo y percepción. Rebelión; Madrid 2014. Bolpress; La Paz 2014. Dinámicas moleculares; La Paz 2014.
[192] Ver de Raúl Prada Alcoreza Subversión comunitaria. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.
[193] Ver de Raúl Prada Alcoreza Paradojas de la “revolución”. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.
[194] La perspectiva mundial se desprende de teorías posteriores a la economía política y a la crítica de la economía política. La primera formulación teórica aparece con las corrientes de la Teoría de la dependencia; después es recogida y aplicada en las investigaciones históricas por Fernand Braudel, así también en las investigaciones multidisciplinarias de Immanuel Wallerstein.
[195] No todas las comisiones han tomado en cuenta el documento del Pacto de Unidad, no todas las comisiones han tenido como marco de referencia el Estado plurinacional comunitario y autonómico. En principio, se propuso conformar una macro comisión del Estado plurinacional, para mantener la coherencia y la continuidad del tejido del texto constitucional; empero, la directiva, obedeciendo órdenes del ejecutivo, optó por conformar comisiones bajo la “lógica” del cuoteo político. Se conformaron 21 comisiones, dispersas, sin articulación con el resto. Fue la Comisión de Visión de País la que salvó la integralidad estructural del texto, al disponer, de entrada, de los primeros artículos primordiales y estratégicos de la Constitución. Es a partir de estos artículos que debe interpretarse integralmente la Constitución.
[196] Ver de Raúl Prada Alcoreza Miseria de la geopolítica. Autodeterminación; La Paz 2013. Dinámicas moleculares; La Paz 2013. También el libro de Álvaro García Linera Geopolítica de la amazonia. Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia; La Paz 2013.
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Umbrales y limites de la episteme moderna, apertura al horizonte nómada de la episteme compleja.
Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.
Contenidos:
Modulo I
Perfiles de la episteme moderna
1.- Esquematismos dualistas
2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista
3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico
4.- Esquematismo ideológico
Modulo II
Perfiles de la episteme compleja
1.- Teórias de sistemas
2.- Sistemas autopoieticos
3.- Teorías nómadas
4.- Versiones de la teoria de la complejidad
Modulo III
Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad
1.- Contra-poderes y contragenealogias
2.- Composiciones complejas singulares
3.- Simultaneidad dinámica integral
4.- Acontecimiento complejo
Modulo IV
Singularidades eco-sociales
1.- Devenir de mallas institucionales concretas
2.- Flujos sociales y espesores institucionales
3.- Voluntad de nada y decadencia
4.- Subversión de la potencia social
Temporalidad: Cuatro meses.
Desde el Inicio del programa hasta la Finalización del programa.
Finalizaciones reiterativas: cada cuatro meses, a partir del nuevo inicio.
Defensa de la Monografía. Defensas intermitentes de Monografías: Una semana después de cada finalización.
Leer más: https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/estudios-del-presente/
Inscripciones: A través de la dirección:
Pluriversidad Oikologías
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Teléfono: 591-69745300
Costo: 400 U$ (dólares).
Depósito:
BANCO BISA
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