Apogeo o decadencia

22.09.2017 00:37

Apogeo o decadencia

Violaciones constitucionales, infractores políticos

 

Raúl Prada Alcoreza

 

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En lenguaje jurídico-político se habla de violaciones constitucionales como de delitos constitucionales; a los infractores políticos de estas violaciones y otras violencias, relativas al abuso y uso perverso de la autoridad y de la representación, se los nombra como delincuentes políticos. La Constitución ha sido vulnerada sistemáticamente por el “gobierno progresista”; las infracciones políticas proliferan en las gestiones de gobierno, en las labores legislativas y judiciales, en la complicidad y condescendencia de los tribunales; sobre todo, del Tribunal Constitucional. Es más, la concomitancia es patente en el Tribunal Electoral. Este es el panorama decadente del ejercicio del poder de la forma de gubernamentalidad clientelar, prebendal y corrupta.   

 

Lo que llama la atención es que los comprometidos en estas infracciones políticas y en estas violaciones constitucionales ni se inmutan. No parece afectarles estos actos bochornosos. Todo pasa como si todo esto fuese “normal”, como si estuviese avalado por el sistema jurídico y el sistema político, además del sistema institucional del Estado.  Si bien se puede decir que estos sistemas son usados para efectuar esas infracciones y esas vulneraciones; no se pude aseverar que las estructuras jurídicas, políticas e institucionales avalan explícitamente estos delitos constitucionales y estas delincuencias políticas. En todo caso, mas bien, aparecen como los dispositivos del orden, del Estado, de la Ley, de la Justicia y del ejercicio de gobierno como principio categórico. Este contraste entre leyes, discursos constitucionales, normas, reglamentos y regulaciones institucionales, respecto a las prácticas, al ejercicio efectivo del poder, es precisamente lo que sirve ideológicamente para la legitimación de las formas de poder.

 

Mientras se mantiene este contraste, el discurso jurídico-político dice lo que establece el sistema jurídico-político; entonces, la Constitución aparece como ideal; ideal al que se aproxima perfectiblemente el ejercicio político de gobierno y de poder. La ideología funciona como le corresponde, como imaginario conservador, que contiene las narrativas estatales, legitimando los ejercicios de poder, por más distantes que se encuentren del ideal. Empero, cuando se pretende que estos dispositivos discursivos jurídico-políticos, estos dispositivos institucionales, digan exactamente lo que se hace, el contraste ideológico desaparece; desapareciendo el ideal como fin. Ya no hay ideal y fin; pretendiendo groseramente que el fin está alcanzado en el descarnado ejercicio del poder, que es el de la violencia desnuda y demoledora. En vez del ideal, dado como promesa ideológica, aparece lo grotesco político.

 

Es como si el teatro perdiera su magia y su hechizo, cuando se muestra lo que ocurre entre bambalinas y en los entretelones; mirando disfrazarse a los actores, observando la conformación de los escenarios y las luces. Mostrando, en definitiva, abiertamente, los secretos de las puestas en escena. Con esta descarnada desnudez, desaparece el teatro, también la escena misma; para mostrar la evidencia atroz de los juegos de poder y de los forcejeos políticos.

 

Los “gobiernos progresistas” del siglo XXI hacen precisamente esto, mostrarlo todo descarnadamente. Hacer desaparecer el ideal y los fines, reduciéndolos al tamaño de las miserias humanas. La política pierde el encanto que todavía le quedaba; en otras palabras, muere, desaparece. Este fin de la historia “progresista” es lamentablemente grotesco.  Violencia sin seducción del poder; es como pornografía y no erotismo; muy lejos de este excedente de placer. Todos los símbolos de la revolución se banalizan. La misma revolución se convierte en el “culto a la personalidad”, personalidad que cada vez más es una caricatura sin espesores, un estereotipo sin color y sin sangre; pura publicidad bulliciosa y estridente. Esta es la miseria de esta “política progresista”.

 

¿Quiénes dicen que consideran que todo este jolgorio de la banalidad y de lo grotesco político es el “ideal” alcanzado, el “fin de la historia”, el logro supremo de la justicia, de la igualdad, de la descolonización y de la libertad? Son precisamente, en primer lugar, los mismos actores de esta comedia desnuda y abierta; en segundo lugar, toda la burocracia mediocre al servicio de estos montajes visibles. En tercer lugar, la masa elocuente de llunk’us; en cuarto lugar, los estratos incorporados de oportunistas y pragmáticos, que son los que siempre medran a la sombra del poder, bajo cualquier forma que adquiera.

 

¿Cómo puede ocurrir todo esto, esta banalización de los símbolos y de la ideología, este vaciamiento de los contenidos, esta grosera reducción de la política a las miserias humanas? La explicación que dimos es que solo puede concurrir esta decadencia debido al uso múltiple y proliferante, además de constante, de las formas de violencia. Es decir, todo lo que ocurre, todo lo que adquiere forma y hasta expresión, de la manera descrita, es realización proliferante de las violencias ejercidas y sistemáticas. Estas violencias adquieren formas, adquieren expresiones; aunque estas formas no sean nada estéticas ni logradas, sino aparezcan, mas bien, como inconclusas y deformadas; aunque estas expresiones parezcan, mas bien, balbuceos. No se trata de astucia, por lo tanto, no se trata de astucia criolla, tan mentada en nuestros medios; pues la astucia brilla por su ausencia. Sino de torpeza, forcejeo, sumatoria de empellones, para hacer encajar estas “políticas”, estos ejercicios de poder, cada vez más elementales, en los boquetes de la ideología anacrónica y envejecida, que muestra sus desgarraduras y vacíos.

 

 

Después de haber perdido el referendo sobre la reforma constitucional para habilitar al presidente a nuevas reelecciones, los abogados, legisladores llunk’us presentan una “interpretación” enredada e insostenible jurídicamente, para habilitar al presidente, de todas maneras, a pesar de la derrota; esta vez usurpando y desconociendo la soberanía que radica en el pueblo. El usurpador comedido sería el Tribunal Constitucional; los magistrados elegidos y ungidos de una manera espuria. Pues se impusieron desconociendo la mayoría cuantitativa del voto nulo; lo que anulaba la elección de los magistrados. Esta maniobra es a todas luces, no solo grotesca, una muestra de la sandez política. Sin embargo, como dijimos, los ejecutores de la maniobra ni se inmutan. El presidente dijo, en un principio, que “deja al pueblo” la posibilidad de su reelección; después, corrigiendo, dice que deja en manos del Tribunal Constitucional. Es más, para asombrar con sus incongruencias, algunos voceros oficialistas llegan a decir que los “derechos” de ser reelegido están por encima del referéndum; incluso, al parecer, en esta alargada insensatez, encima de la propia Constitución. ¿Creen que esto que hacen y dicen es algo parecido a la “astucia política”?

 

Estos son los niveles, el tocar fondo en la decadencia política, a los que se ha llegado, en la era de la simulación, con esta forma de gubernamentalidad clientelar, prebendal y corrupta. Lo que queda claro, es, como dijimos, que lo hacen, no por astucia, ni logro táctico y estratégico, que también brillan por su ausencia, sino por imposición a través de la violencia ejercida. El recurrir a la mayoría congresal, la masa de representantes “levanta manos”, como se los llama popularmente, es violencia de la perversión legislativa. El recurrir a los aparatos del Estado, entre ellos a los Tribunales, sobre todo, al Tribunal Constitucional, apéndices del ejecutivo y al servicio del poder, es violencia de la perversión institucional. El recurrir al Tribunal Electoral para avalar la segunda elección de magistrados, hecha de manera fraudulenta, sin cumplir con los requisitos constitucionales y democráticos, tampoco institucionales, es violencia de la perversión de las prácticas de votación. Con todo esto, la ciudadanía se esfuma, sustituyéndose los derechos consagrados en la Constitución por imposiciones adulteradas, que responden a los intereses de la casta política gobernante; concretamente de la burguesía rentista.

 

¿Cuál es el problema y cuál es el tema en cuestión, respecto a esta decadencia? No es que los gobernantes sean como son; que los “representantes del pueblo” sean, mas bien, representantes del poder, en sus formas más opacas y oscuras; no es que la burocracia y los funcionarios estén al servicio de la forma de gubernamentalidad clientelar; no es que la masa elocuente de llunk’us no encuentre otro sentido político que la de la sumisión servil; sino que el pueblo deje hacer lo que quieran a estos sujetos de las formas banales y grotescas de la política decadente.

 

En ensayos anteriores dijimos que se trata del deseo del amo, también de la voluntad de nada, de la marcha destructiva del espíritu de resentimiento, del espíritu de venganza, de la consciencia culpable; todas estas formas y perfiles de la consciencia desdichada, del sujeto desgarrado.  También remarcamos que la responsabilidad de lo que acontece es fundamentalmente del pueblo, que, al conformarse, reproduce el poder; que permite las órbitas del círculo vicioso del poder. La consecuencia que sacamos es que el pueblo es cómplice de su propia esclavización y subordinación, es cómplice de las dominaciones y cadenas a las que está sujeto.  Estas interpretaciones, que parecen categóricas, además de interpeladoras, ayudan a comprender el funcionamiento de las máquinas de poder, sin buscar culpables, ni en los ejecutores de las dominaciones, ni en los que las sufren. Sin embargo, también anotamos que, además, sobre todo, como condición de posibilidad histórico-social-cultural-corporal se encuentra, como substrato, la sociedad alterativa, sosteniendo, los vaivenes de la sociedad institucional. Por lo tanto, que lo vital social se encuentra en la sociedad alterativa, en sus flujos de fuga, también en sus incursiones desbordantes, que sitian y llegan a tomar, provisionalmente, los espacio-tiempos de la institucionalidad social y estatal. En esta perspectiva, dijimos, que la potencia social, es la energía vital de las sociedades; la que emerge, provocando cambios, que son considerados revoluciones, en las formaciones discursivas y enunciativas de la modernidad.

 

Vamos a sugerir una nueva paradoja en estos decursos de la modernidad crepuscular; la paradoja del apogeo y la decadencia; que se complementa y articula con la paradoja de la transformación/conservación. Tal parece que la decadencia, más aún, la decadencia en su grado de intensidad abismal, sobre todo, la hondura profunda del desmoronamiento, desata la necesidad de un nuevo apogeo, proliferante en nuevas invenciones y creaciones sociales. Esto dicho teóricamente. El problema es que todavía no se vislumbran claramente las formas inaugurales de este apogeo, si se quiere, de este horizonte civilizatorio. Si bien ya se manifiestan formas de pensamiento complejos, que conciben la integralidad de los ciclos vitales planetarios, la sincronización de todos sus espesores y planos de intensidad, en las distintas escalas del multiverso, además de los activismos vinculados, no se muestra claramente la emergencia compensatoria a la decadencia; es decir, el apogeo.

 

Por lo tanto, se podría decir, que una cosa es la posibilidad teóricamente vislumbrada y otra cosa es la posibilidad efectivamente dada como flujo de fuerzas sociales. La posibilidad teórica, es decir, la posibilidad de su realización, no depende de la armonía del corpus teórico que la enuncia, sino de las fuerzas sociales que efectivamente puedan realizarla. Entonces, no sabemos sobre los desenlaces que se darían concretamente. Lo que sí se puede saber es que hay responsabilidad social en lo que pueda ocurrir. Que las posibilidades, no solo teóricas, sino inherentes a los espesores del acontecimiento, puedan darse, depende de las voluntades singulares, para que se dé lugar la apertura a otros horizontes histórico-culturales-civilizatorios. Depende de la integración acumulativa de estas voluntades singulares, convertidas en potencia social creativa. Entonces, el desafío parece ser el cómo se activa la potencia social, inhibida en los cuerpos, por los diagramas de poder, por las cartografías políticas, por las mallas institucionales.

 

 

 

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Objetivo del programa:

Umbrales y limites de la episteme moderna, apertura al horizonte nómada de la episteme compleja.

 

Metodología:

Cursos virtuales, participación virtual en el debate, acceso a la biblioteca virtual, conexión virtual  colectiva. Control de lecturas a través de ensayos temáticos. Apoyo sistemático a la investigación monográfica. Presentación de un borrador a la finalización del curso. Corrección del borrador y presentación final; esta vez, mediante una exposición presencial.

 

Contenidos:

 

Modulo I

Perfiles de la episteme moderna

 

1.- Esquematismos dualistas

2.- Nacimientos de del esquematismo-dualista

3.- Del paradigma regigioso al paradigma cientifico 

4.- Esquematismo ideológico

 

Modulo II

Perfiles de la episteme compleja

 

1.- Teórias de sistemas

2.- Sistemas autopoieticos 

3.- Teorías nómadas

4.- Versiones de la teoria de la complejidad

 

Modulo III

Perspectivas e interpretaciones desde la complejidad

 

1.- Contra-poderes y contragenealogias 

2.- Composiciones complejas singulares

3.- Simultaneidad dinámica integral

4.- Acontecimiento complejo

 

Modulo IV

Singularidades eco-sociales 

 

1.- Devenir de mallas institucionales concretas

2.- Flujos sociales y espesores institucionales

3.- Voluntad de nada y decadencia

4.- Subversión de la potencia social

 

 

Temporalidad: Cuatro meses.

Desde el Inicio del programa hasta la Finalización del programa.

Finalizaciones reiterativas: cada cuatro meses, a partir del nuevo inicio.

Defensa de la Monografía. Defensas intermitentes de Monografías: Una semana después de cada finalización.



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